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(PA)__REGISTRADA BAJO EL Nº Fº

Expte. Nº 131.631 Juzgado 6 Sec. 2


En la ciudad de Mar del Plata, a los 13 días del mes de
octubre de dos mil cinco, reunida la Excma. Cámara de Ape-
laciones en lo Civil y Comercial, Sala Segunda, en acuerdo
ordinario a los efectos de dictar sentencia en los autos:
"BULACIO RENÉ DEL VALLE Y OTRA. C/ DÍAZ WALTER ALFREDO Y
OTROS S/ DAÑOS Y PERJUICIOS”, habiéndose practicado oportu-
namente el sorteo prescripto por los artículos 168 de la
Constitución de la Provincia y 263 del Código de Procedi-
mientos en lo Civil y Comercial, resultó que la votación
debía ser en el siguiente orden: Dres. Nélida I. Zampini,
Horacio Font y José Manuel Cazeaux.
El Tribunal resolvió plantear y votar
las siguientes
CUESTIONES
1) ¿Es justa la sentencia de fs.
335/339?.
2) ¿Que pronunciamiento corresponde
dictar?.
A LA PRIMERA CUESTION PLANTEADA LA SRA.
JUEZ DRA. ZAMPINI DIJO:
I.- Dicta sentencia el Sr. Juez de
Primera Instancia rechazando la demanda promovida por Re-
né del Valle Bulacio y Dora Ester García contra Carlos Is-
mél Carricaburo y Walter Alfredo Díaz, absolviendo también
de la misma a la citada en garantía PROVINCIA SEGUROS S.A.,
con costas a los actores vencidos.

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El Magistrado arriba a esa decisión por
considerar que ha sido la víctima la única responsable de
la producción del evento acaecido, al circular a la excesi-
va velocidad de 72 km/h. y no respetar la prioridad de pa-
so que le asistía al demandado.
En torno a este punto, explica que el
hecho de que la víctima circulara por una avenida no excep-
ciona la regla de prioridad de paso de quién circula por la
derecha y que si bien el carácter absoluto de esta regla no
es tan categórico en autos no se aportó ningún elemento que
permita apartarse de ella.
Dicho pronunciamiento es apelado por el
apoderado de la parte actora a fs. 340, quien expresa sus
agravios a fs. 361/366, los que merecieron la crítica de la
contraria.
II.- Agravia al recurrente la sentencia
de primera instancia en cuanto atribuye exclusivamente la
responsabilidad por el acaecimiento del siniestro al hijo
de sus mandantes, fundado en la aplicación del principio de
la prioridad de paso.
Considera que el Juez a quo ha arribado
a una decisión equivocada, motivada por la falta de apre-
ciación de elementos probatorios que han sido producidos en
estas actuaciones y por una interpretación equivocada del
principio de la prioridad de paso.
En cuanto a las pruebas producidas, re-
fiere que no se valoraron aquellas que demuestran la ac-
ción imprudente y negligente del demandado Díaz, que lleva-

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ron a convertir el vehículo que conducía en un obstáculo
insalvable para la víctima.
En tal sentido, puntualiza los elemen-
tos probatorios que –a su juicio- avalan el relato fáctico
de la demanda, destacando que las declaraciones de los tes-
tigos presenciales desvirtúan el dictamen pericial en cuan-
to a la velocidad a la que supuestamente se desplazaba Wal-
ter Bulacio, en tanto señalan que la misma era de unos 40 o
50 kms/h.
Sobre la base de lo expuesto, concluye
que conforme la intempestiva e imprudente maniobra realiza-
da por Diaz, la velocidad a la que se desplazaba la víctima
jamás pudo constituir la causa eficiente de la producción
del siniestro, atento a que resultaba imposible prever la
detención súbita e imprevista del automóvil del demandado.
Respecto a la prioridad de paso destaca
que la realidad indica que la avenida ostenta, tanto en los
hechos como el derecho subjetivo y en el accionar de los
conductores, una jerarquía superior a la de la calle, por
la magnitud del tránsito que la circula como por la mayor
velocidad permitida y la fluidez del mismo, y que de acuer-
do a ello el demandado tendría que haber detenido su marcha
antes de ingresar a la avenida.
Cita jurisprudencia de esta Alzada que
atempera el carácter absoluto de la prioridad de paso -a
condición de que converjan ciertas circunstancias que de-
muestren la existencia de culpabilidad por parte del con-
ductor que tenía la aludida prioridad de paso-, destaca que

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tal criterio encuadra en la tesis flexibilizadora desarro-
llada por la S.C.B.A. y finalmente solicita la revocación
del fallo.
III.- Antes de considerar los agravios
reseñaré los ANTECEDENTES DEL CASO.
El día 16 de noviembre de 1.998, siendo
aproximadamente las 07:15 hs., en la intersección de la
Avenida Jara y la calle Gascón de esta ciudad, se produjo
un accidente de tránsito con motivo de la colisión del
vehículo cupe Chevrolet SS (dominio C 375.467), conducido
por el Sr. Walter Alfredo Diaz, y una motocicleta marca Ka-
wasaki KLX 650 cc.(sin patente), dirigida por Walter Martín
Bulacio, en circunstancias que el primero de los vehículos
mencionados circulaba por la calle Gascón, mientras que el
segundo lo hacía por la referida avenida.
Como consecuencia del accidente el el
Sr. Walter M. Bulacio sufrió severas lesiones que minutos
después ocasionaron su fallecimiento.
En sede penal se inició de oficio la
Investigación Penal Preparatoria por el delito de “homici-
dio culposo” I.P.P. Nº 3146) de trámite ante la Unidad Fis-
cal Nº 1 a cargo del Agente Fiscal Dr. Eduardo O. Alemano,
que culminó mediante resolución de fecha 17 de septiembre
de 1.999 disponiéndose el sobreseimiento de Walter Alfredo
Díaz, por no haberse reunido elementos que puedan determi-
nar que el hecho atribuido encuadre en una figura legal.
El 7 de septiembre de 1.999 René del
Valle Bulacio y Dora Ester Garcia –progenitores del extin-

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to- promueven en sede civil formal demanda por indemniza-
ción de daños y perjuicios contra Walter Alfredo Díaz y
quien resulte titular del vehículo Chevrolet domino C.
375.467 a la fecha del accidente (determinándose a la pos-
tre al Sr. Carlos Ismael Carricaburo, codemandado en au-
tos).
El monto del reclamo asciende a la suma
de $ 391.230 con más intereses y costas, importe que se
compone de los siguientes rubros: a) daño moral $ 300.000,
b) pérdida de ayuda económica $ 90.000 y c) daños materia-
les a la motocicleta $ 1.230.
A fs. 52/64 se presenta el Dr. Alfonso
Basso, en nombre y representación del codemandado Carlos I.
Carricaburo, contesta demanda, efectúa una negativa general
y particular de los hechos allí expuestos así como de los
documentos acompañados, opone la excepción de falta de le-
gitimación activa y ofrece la prueba de que intenta valer-
se.
A fs. 87/89 el Dr. Alfonso Basso en
nombre y representación de Provincia Seguros S.A. contesta
la citación en garantía, reconociendo la existencia de con-
trato de seguro y adhiriéndose a los términos del escrito
de demanda y ofrecimiento de prueba efectuado por el code-
mandado Carribacuro.
A fs. 91/93 el actor contesta el tras-
lado de la excepción articulada.
A fs. 111/119 contesta demanda el Dr. Alfonso Basso en nom-
bre y representación del codemandado Walter A. Diaz, niega

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los hechos relatados y la documentación acompañada en el
líbelo de inicio, expresa su versión de lo acontecido y
ofrece la prueba.
A fs. 122 se resuelve diferir el trata-
miento de la excepción planteada para la oportunidad de
dictarse sentencia.
A fs. 124 se decreta la apertura a
prueba de las actuaciones, produciéndose la misma conforme
da cuenta el certificado de prueba obrante a fs. 328/329.
El Juez de Primera Instancia resuelve
las cuestiones planteadas conforme se relatara supra en el
acápite I.
IV.- Pasaré a analizar los agravios planteados.

De acuerdo a los términos del memorial surge palmario que


las consideraciones efectuadas en torno a la maniobra desa-
rrollada por el demandado, y que motivan su juicio de re-
prochabilidad, han sido expuestas en subsidio de la inter-
pretación que de la prioridad de paso realizó el Juez de
grado, para demarcar que aun cuando se considere que las
avenidas no excepcionan la regla de la prioridad de quien
circula por la derecha y consecuentemente que el demandado
gozaba de la preferencia de paso, las contingencias que el
quejoso apunta, ameritan la subsistencia de la responsabi-
lidad de aquél-
Sin embargo, es de notar que la responsabilidad estatuida
por el art. 1.113 del Cód. Civil deja de lado toda concep-
ción de culpa, que se constituye un elemento ajeno al caso,

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por lo cual no hace falta, en principio, valorar la conduc-
ta del demandado, dado que ante la acreditación de los pre-
supuestos de la citada norma la responsabilidad del dueño o
guardián subsiste hasta tanto se acredite la existencia de
una eximente (argto. art. 513 y 1.113 del C.Civil ; SCBA,
Ac. 36.966 del 11/12/86 en AyS 1986-IV-305; Ac. 65.396 del
5/04/00 en E.D. del 9/02/01; Mosset Iturraspe, Jorge: “Res-
posabilidad por daños”, T. IV “Las Eximentes”, ed. Rubinzal
–Culzoni, Santa Fe; esta Sala, causas 103.438, RSD-21 del
12/02/98, 105.285, RSD-214 del 2/07/98, entre otras).
En consecuencia, fundándose el decisorio apelado en la in-
terrupción del nexo causal en virtud del hecho de la vícti-
ma, a los fines de la atribución de responsabilidad no hace
falta entrar a examinar la conducta del demandado, sino que
deben atenderse únicamente aquellos agravios que se dirigen
al hecho interruptivo alegado (en el caso el “hecho de la
víctima”), puesto que será la medida de este aporte causal
el que determinará el grado en que subsista –si ello ocu-
rre- la responsabilidad del dueño o guardián.
Por tal motivo pasaré a analizar la crítica de los apelan-
tes respecto a la prioridad de paso y la velocidad de la
motocicleta conjuntamente -en virtud del principio de “de-
volución implícita”- con las defensas alegadas por los co-
demandados en los respectivos libelos iniciales y que han
sido soslayadas en la sentencia apelada.

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1) Prioridad de Paso, regla de la derecha (interpreta-
ción de la excepción prevista en el art. 57 inc. 2, apart.
“C” de la ley 11.430)

En anteriores pronunciamientos de esta Alzada -receptando


la doctrina de nuestro Máximo Tribunal Superior- hemos sos-
tenido que la “avenida” no puede ser considerada como vía
jerárquica superior en los términos del art. 57 inc. 2
apart. “c” de la ley 11.430 y, en consecuencia, la priori-
dad de paso de quien circula por la derecha subsiste aun en
supuestos de quien lo hace por la izquierda transite por
una avenida.
Sin embargo, en un fallo reciente la Suprema Corte de Jus-
ticia modificó por mayoría el criterio jurisprudencial an-
tes expuesto reconociendo expresamente la aplicación de la
aludida excepción a la regla de paso en supuestos como el
de autos, donde quien transita por la izquierda lo hace so-
bre una avenida, al señalar que “...las avenidas de doble
mano son vías de mayor jerarquía frente a las calles de
una sola mano...” (S.C.B.A., Ac. 79.618 del 8/06/2005).
Allí, el Dr. Roncoroni se aparta de la interpretación legal
formulada por sus preopinantes (Dres. Pettigiani, Hitters y
de Lázzari) señalando que la enumeración contenida en la
norma vial (autopistas, semiautopistas, rutas y carreteras)
es meramente ejemplificativa de la regla excepcionante dada
por la “circulación en una vía jerárquica superior”, pues
de otro modo –refiere- al legislador le hubiera bastado con

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decir “esta prioridad se pierde cuando circulen vehículos
por autopistas, semiautopistas, rutas o carreteras”.

De este modo el ministro desentraña el espíritu del precep-


to ubicándolo en la regla y no en la enumeración ejemplifi-
cante que se desprendan de ella, destacando que “la regla
dice que la preferencia cede frente a las vías de mayor je-
rarquía”.
Sin embargo, su cometido no culmina allí y analiza el sen-
tido del precepto excepcionante al principio general en el
contexto sistemático en que la norma se integra.
Embarcado en ese análisis exaltó la trascendencia que para
la subsistencia de la sociedad importa el respeto y cumpli-
miento de las normas de prevención que hacen a la ordenada
y armónica convivencia social y dentro de las cuales se en-
cuentran aquellas que regula el derecho de paso.
En esa télesis, expresa el ministro, que el conjunto de
normas que consagran la prioridad de paso “...juega como
una cuña del civismo en el desplazamiento urbano de los au-
tomotores, desde que objetivamente exige que quién llega a
una bocacalle debe ceder espontáneamente el paso a todo
vehículo que se presenta por su derecha. De lo contrario
esa preciosa regla de tránsito (y que la salud de la socie-
dad necesita que se internalice en todos los ciudadanos
conductores) perdería su eficacia y, lo que es más, el des-
plazamiento vehicular por las calles se sembraría de inse-
guridad en cada esquina, donde la prioridad no estría dada
por una regla objetiva cual la de las manos de circulación,

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sino por una regla de juego arbitraria y hasta salvaje,
cual la de quien llega primero al punto de colisión y re-
sulta impactado, se libra de culpas...o, agrego ahora, por
la no menos peligrosa de quien primero ingresa a la bocalle
está excento de reroches...”.

Tras lo expuesto, examina el sentido de las excepciones a


la franquicia de paso, destacando que ha sido el mismo le-
gislador quien a renglón seguido y luego de remarcar el ca-
rácter absoluto de tal prioridad, establece las peculiares
situaciones en que aquella se pierde, obviamente
“...tratado de privilegiar, nuevamente, el valor seguridad
y dotarnos de una norma que asegure el entendimeiento vial
común entre los automovilistas en determinadas y precisas
situaciones en que el principio general: “derecha primero
que izquierda”, los ponía en crisis, entorpecido y dificul-
tando la fluidez del tránsito vehicular de las arterias de
mayor y más rápida circulación. De allí que frente a las
vías de mayor jerarquía ordene a todo el que intente ingre-
sar en ellas o cruzarlas detener siempre su marcha. Y esto
con el objeto de que dichos conductores, obrando con la
cautela y prudencia que aconsejan las circunstancias y la
densidad del tránsito en las vías de mayor jerarquía, deci-
dan su ingreso o intenten el cruce sin entorpecer la circu-
lación de vehículos en aquellas arterias y sin poner en
riesgo la vida y los bienes suyos y de sus semejantes...”
Finalmente, extiende esas consideraciones al supuesto espe-
cial de quien intenta cruzar o ingresar, desde una calle de

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una sola mano, a una avenida de doble mano, resaltando que
ese conductor debe “...hacerlo con extrema prudencia y cau-
tela, poniendo el debido celo en el estricto cumplimiento y
acatamiento de la norma de prevención que regula tal situa-
ción y que no es otra que la ordenada por la excepción se-
ñalada en el ap., c) del inc. 2º del art. 57 del Código de
Tránsito y en la cual están comprendidas las avenidas de
doble mano, aunque aquellas no estén mentadas entre las que
a modo ejemplificativo se enuncian en ella...”; por ende –
concluye- antes de ingresar a o cruzarla se debe simpre de-
tener la marcha, solo así, sabrá a que atenerse ante la
conducta de los conductores que circulan por la arteria de
mayor jerarquía y contribuirá a preservar la seguridad y
ordenar la armónica convivencia entre los automovilistas.
En razón de lo expuesto, destacando el carácter de doctrina
legal que a la luz del art. 279 del C.P.C reviste la inter-
pretación de las normas legales que realiza la Suprema Cor-
te de la Provincia, corresponde examinar la responsabilidad
de los protagonistas del ilícito de autos al amparo de la
doctrina señalada, en tanto adjudica la prioridad de paso
al vehículo que circula por la avenida de doble mano por
sobre el que se presenta haciéndolo por una calle de una
sola mano.

Partiendo de las premisas señaladas


precedentemente, debo puntualizar que conforme el acontecer
del accidente la prioridad de paso en la circulación le
comprendía a la víctima quien circulaba con su motocicleta

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por la Av. Jara (arteria de doble mano), mientras que el
codemandado Walter Díaz lo hacía por la calle Gascón (de
una sóla mano).
El relato de los codemandados es vaci-
lante en lo que respecta a la situación en que se encontra-
ba la cupe chevrolet al momento de la colisión, pues en al-
gunos pasajes refieren que estaba completamente “parada” en
medio de la avenida (v. fs. 53 vta., 54, 112vta.; mientras
que en otros aducen que estaba “casi detenida” (v. fs. 54
vta. penúltimo párrafo; 112vta.) o que se encontraba “en
pleno avance” (v. fs. 56; 115vta.).
Pese a ello, lo cierto es que las peri-
cias practicadas -tanto en el expediente penal como en au-
tos- dictaminan que el vehículo chevrolet no se “hallaba
detenido totalmente sobre la calzada”, sino en movimiento
(v. fs. 62 expte. penal). Al respecto, resulta ilustrativo
el gráfico obrante a fs. 278, donde el ingeniero mecánico
establece las distintas posiciones aproximadas de los
vehículos durante el desarrollo del accidente (art. 474 del
C.P.C.).
De allí, que no existen dudas que de
acuerdo a la mecánica del accidente, la prioridad de paso
es regida por lo estatuido en el art. 57, es decir, que se
trata de un supuesto de encrucijadas en vías sin semáforos
(argto. art. 57 inc. 2, apart. “c”).
Y conforme la doctrina legal antes ex-
puesta, esta le asistía a quien resultó víctima fatal del
siniestro, en tanto se desplazaba por una vía de mayor je-

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rarquía, excepcionante de la regla general de la derecha,
por lo que asiste razón al apelante en su planteo (argto.
art. 57, inc. 1, apart. c; S.C.B.A., Ac. 79.618 del
8/06/2005).

2) Velocidad de la victima:
En respuesta a los agravios del quejoso, corresponde preci-
sar que las apreciaciones de los testigos Walter D. Valente
y María C. Llamas no logran conmover el valor convictivo de
la pericia en tanto dictamina que la motocicleta de la víc-
tima se desplazaba a una velocidad mínima de 72 Km/hs al
momento de iniciar la acción de frenado (v. fs. 289).
Obsérvese que el testigo Valente no
afirma -como dice el apelante- que la motocicleta circulaba
a unos 40 o 50 km/h. Esta velocidad ,según su respuesta,
corresponde a la que circulaba el deponente y no la motoci-
cleta, a cuyo respecto declara que ésta lo pasa, pero que
“...no sabe a que velocidad iba...” (Textual rta. a repre-
gunta sexta de fs. 273), lo que conduce a lógica conclusión
de que la motocicleta circulaba a una velocidad mayor a la
del deponente, tal como lo afirma el perito.
El valor probatorio del dictamen peri-
cial en estos supuestos es cuantioso, en tanto versa sobre
hechos esencialmente técnicos, para cuya apreciación se re-
quieren conocimientos especiales, que son evacuados con el
aval argumental científico exigido por la normativa proce-
sal (argto. art. 472).

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En razón de ello, no encuentro razones
que permitan apartarme del dictamen en este aspecto, máxime
cuando sus conclusiones son contestes con las expuestas por
el Técnico Superior en Accidentología Vial a fs. 62 del ex-
pediente penal.
A esta altura cabe hacer un paréntesis
respecto la velocidad que refleja el velocímetro de la mo-
tocicleta.
A lo largo del desarrollo de la presen-
te causa los codemandados y la citada en garantía han per-
severado en demostrar que la velocidad que acusa el velocí-
metro de la motocicleta conforme surge de la fotografía de
fs. 59 del expediente penal, es a la que se desplazaba al
momento del impacto, y en virtud de que la víctima intentó
una maniobra de frenado antes de ello, concluyen que la ve-
locidad era superior a los 110 km/h. (v. f. 116).
A fs. 100 de las aludidas actuaciones,
el Técnico Superior en Accidentología Vial, Luis Daniel Mo-
rete, explica como suele ocurrir el fenómeno descripto –que
quede clavado el velocímetro- señalando que este tipo de
rodados “...toma la velocidad desde un censor que general-
mente se halla dispuesto en la rueda delantera y al defor-
marse la tripa que trasmite la lectura hacia el elemento
indicador, se traba y se detiene, registrando la última
lectura que indicó...” (ídem fs. 99vta.).
Ahora bien, a poco que se analizan las
constancias probatorias se advierte que ninguno de los pe-
ritos elaboró su informe sobre este particular aspecto me-

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diante una constatación directa del velocímetro, sino que
parten de la fotografía de fs. 59 de la causa penal (con
excepción del informe de fs. 100).
Repárese entonces, que todas las con-
clusiones formuladas parten de una premisa que no ha sido
debidamente corroborada y que “supuestamente” refleja la
fotografía señalada, cual es: que la velocidad que indica
el reloj versa entre los 75/80 km/h.
La velocidad que se observa en la foto-
grafía no está determinada por la aguja indicadora –que se
encuentra rota- sino por el objeto que, a modo de regla y
siguiendo el sentido de la aguja, utiliza la persona cuya
mano puede observarse en la escena (ver fotografía de fs.
59 del expte. penal). Es decir, que el reloj no señaliza la
velocidad por su modo regular, sino que ha sido el mentado
sujeto quien proyectó la linea de la manecilla.
Sin embargo al observar las fotos de
fs. 57vta. y 59. advierto que la aguja se encuentra quebra-
da en el lado opuesto al que se proyectó la recta, es de-
cir, que el punto de fractura se dirige hacia el “cero” y
no hacia el 75/80 (en realidad, por debajo del cero, puesto
que de no haberse quebrado la manecilla ella descansaría
sobre el tope que linda con el referido numeral).
Pese a ello, insisto, sugestivamente
el sentido de la aguja se señalo hacia el lado inverso.
En sentido congruente con lo expuesto,
cabe señalar que el cuenta kilómetros parcial que posee el
reloj al píe de su frente, indica la lectura “0000” (cero),

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y en consecuencia puede presumiblemente considerarse que el
reloj no funcionaba al momento del accidente y por consi-
guiente tampoco el velocímetro (habida cuenta ambos indica-
dores funciona por la acción mecánica común de la tripa de
velocímetro).
Ello me lleva a concluir que el velocí-
metro no se clavó al momento del siniestro, es decir no
plasmó la velocidad de 75/80 kms/h -que refieren los deman-
dados-, ni siquiera la real a la que circulaba la motoci-
cleta, existiendo varios indicios que permitirían afirmar
que el instrumental no funcionaba.
Tal conclusión cuenta con el aval indi-
ciario del informe elaborado en sede penal el día 29 de ju-
nio de 1999 (seis meses después del accidente), el cuál sí
ha sido confeccionado mediante la constatación directa de
los objetos periciados, y donde los peritos intervinientes
dejan expresa constancia que ambos procedieron “...a cons-
tatar que el velocímetro se hallaba destrabado...” (tex.
fs. 99vta.).
Ello confronta una vez mas la sinceridad de la velocidad
plasmada en la fotografía de fs. 59, ya que amen de todas
las observaciones señaladas, podemos agregar la que surge
de los datos explayados en el precedente párrafo, pues,
pese al tiempo transcurrido, resulta extraño juzgar que el
instrumental estaba trabado al momento de tomarse la foto y
luego, al tiempo de esta pericia, se destrabó sólo.
En suma, el único elemento de convic-
ción respecto a la velocidad del rodado lo constituye la

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pericia practicada en autos, donde el idóneo explícitamente
dictamina -con argumentos científicos- que la motocicleta
circulaba a una velocidad mínima de 72 Km/h. al momento del
impacto.
Retomando el análisis de la cuestión a la luz de la norma-
tiva vial, tenemos que la víctima no sólo infringió el lí-
mite de velocidad de 60 km/h para circular en las avenidas
(Km/h conf. art. 77 inc. b de la ley 11.430), sino que ha-
biéndose producido el siniestro en la intersección de dos
calles incumplió también el establecido en el inc. 6 del
art. 77 de la ley 11.430 que para las encrucijadas urbanas
sin semáforos fija en “30 kilómetros por hora” (art. 77
inc. 6 del apartado a).
Desde esta óptica, validamente se infiere que la velocidad
de desplazamiento de la motocicleta fue manifiestamente ex-
cesiva de acuerdo a las circunstancias del caso (intersec-
ción de dos calles urbanas sin semáforo), importando dicha
conducción desaprensiva una trasgresión al deber de cuidado
y prevención prescripto en el art 51 inc. 3 de la ley
11.430 que indefectiblemente incidió en la producción del
accidente.

3) La no utilización de casco protectorio(infracción al


art. 64 inc. 2 ley 11.430)-
La citada norma prescribe que será obligatorio “en las mo-
tocicletas, ciclomotores, triciclos y cuatriciclos motori-
zados, los conductores y acompañantes deberán usar casco y
en su caso, antiparras ajustados a las normas IRAM”.

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En el caso de marras se encuentra fehacientemente comproba-
do que Walter Bulacio no utilizaba casco al momento del si-
niestro (conf. declaración testimonial de W. D. Valente,
repregunta 4ta., y M. C. Llamas, repregunta 4ta; explica-
ciones de fs. 322; arts. 375, 384, 456, 474 y concdtes. del
C.P.C).
Ahora bien, acreditado el hecho en exa-
men resta determinar si ha incidido -y en su caso, en qué
medida- en la producción del daño, no sin antes aclarar que
dicho influjo debe ser apreciado a la luz del resultado
concreto que se le atribuye, es decir, cómo ser refleja la
incidencia de esa concausa en cada uno de los daños recla-
mados y de conformidad con las reglas propias de la causa-
lidad adecuada (art. 901/904)
Ello así, porque la causalidad es un
concepto eminentemente lógico que involucra una referen-
cia, una conexión entre dos procesos: entre la causa, por
un lado, y el efecto o resultado por el otro.
En sentido concordante, la Cámara Civil
y Comercial de San Nicolás ha dicho que “..Si la falta de
uso de casco reglamentario no actuó en el supuesto como
factor determinante del accidente –que acaeció con prescin-
dencia de su uso o no- no corresponde atribuir, en función
de la infracción denunciada, un mayor grado de participa-
ción en la relación causal que culmina en la producción del
siniestro. Empero, la falta de uso de aquel elemento pudo
si constituirse en concausa en la producción de alguno de
los rubros reclamados y como tal debe evaluarse al momento

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de tratar el daño específico en que debe considerarse tal
incidencia...” (Cám. Civ. y Comercial de San Nicolás, causa
N° 2251, RSD-354-2 S, del 17/09/2002).
Desde esta perspectiva, si bien la cir-
cunstancia analizada (no utilización del casco) no posee
entidad suficiente para constituir un hecho que exima de
responsabilidad a la demandada en los términos del art.
1.113, 2do párrafo in fine, en tanto no existen elementos
que indiquen que tal carencia ha gravitado en la producción
del ilícito (colisión de los vehículos), lo cierto es que
su influencia se proyecta respecto del fallecimiento del
joven Walter Bulacio, y por ende, de aquellos daños en los
que la muerte es el presupuesto de su reparación tales como
el “daño moral” y “el valor vida”.
Lógica deducción de lo reseñado es que
si la falta del casco protector ha contribuido en el óbito
–en calidad de concausa-, la misma no repercutiría en la
mensura de aquellos daños que, reclamados bajo los distin-
tos rubros indemnizatorios, no se originen en el falleci-
miento. En el caso concreto de autos me refiero al daño
emergente derivado del costo de reparación de la motocicle-
ta.
Ello así, pues de modo alguno se colige
que la existencia y entidad de estos daños habría sido di-
ferente si la víctima utilizaba tal elemento de seguridad,
porque respecto de ellos el hecho en cuestión es causalmen-
te irrelevante.

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Delimitado el correcto andamiaje por el
que debe transitar el análisis de el hecho sub examen, co-
rresponde apreciar las probanzas de autos en torno a la
causa del fallecimiento.
La autopsia revela que la muerte de
Walter Martín Bulacio se produjo por “...paro carido-
respiratorio traumático por hemorragia masiva interna y
traumatismo severo de cráneo por accidente de tránsito..”
(fs. 27 expte. penal).
El examen traumatológico describe las
siguientes lesiones en la cabeza de la víctima: “...herida
punzo cortante de 1 cm. aproximadamente en ambas regiones
ciliares, contusiones de 1 cm. y medio aproximadamente en
la región malar derecha y regiones nasales, equimosis bi-
palpebral fractura de maxilar inferior derecho livideces en
dorso escoriaciones en cresta iliaca izquierda de 8 a 10
cm. aproximadamente...” (text. fojas cit.)
Por su parte, el examen interno del
cráneo informa la existencia de: “...hematoma de aponeuro-
sis epicraneana en regiones frontales y occipitales fractu-
ra de calota craneana bimastoidea con desplazamiento y tem-
poroforontal izquierda, fractura base de craneo, edema ce-
lebral masivo...” (textual fojas cit.).
En conclusión, la entidad y localiza-
ción de las heridas, de conformidad con el dictamen forence
y de acuerdo a las máximas de experiencia, logran la con-
vicción de la suscritpa en el entendimiento que el no uso
del casco protectorio por parte de la víctima ha incidido

20
indefectiblemente en la magnitud de las lesiones que esta
sufrió en su cráneo y rostro -pues sólo brinda protección a
tal parte del cuerpo- y, consecuentemente, en su falleci-
miento; constituyéndose así en una pauta insoslayable a la
hora de cuantificar el resarcimiento de los daños vincula-
dos con el mismo, como ser el “daño moral” y “pérdida de
ayuda económica”.
4)Desgaste en las cubiertas de la motocicleta.
En lo que respecta a este argumento de la defensa es dable
señalar que más allá de que las constancias probatorias in-
diquen que las cubiertas de la motocicleta tenían un des-
gaste estimado en el 60% (pericia de fs. 99 expte. penal),
ningún elemento indica que tal circunstancia haya gravitado
en la producción del evento que aquí se juzga.
Por otra parte, el porcentual estimado no habilita a con-
cluir siquiera que la motocicleta no debía circular a tenor
de lo normado en el art. 19 del Código de Tánsito (conf.
ley 11.935).

Esta norma prescribe que: “...No podrán circular los


vehículos: 1) cuando la profundidad del dibujo en los cana-
les de la zona central de la banda de rodamiento del neumá-
tico sea inferior a uno con seis décimas de milímetros (1,6
mm). En neumáticos para motocicletas la profundidad mínima
será de un milímetro (1 mm)...”.
Por lo tanto, no existen elementos que avizoren que el des-
gaste dictaminado importe una profundidad del dibujo de la

21
cubierta en los canales centrales de la banda de rodamiento
menor al autorizado.
En suma, este hecho carece de relevancia a los fines de la
atribución de responsabilidad en tanto los accionados no
han demostrado que el mismo haya incidido en la causalidad
del ilícito (argto. arts. 903/906 del Cód. Civil).
5) Licencia de conducir:

Más allá de los argumentos de la parte demandada al respec-


to, lo cierto es que los accionantes han demostrado debida-
mente que Walter Bulacio tenía licencia para conducir, tal
como se desprende de la documentación obrante a fs. 7, cuya
autenticidad ha sido corroborada con el informe de la Muni-
cipalidad del Partido de Balcarce glosado a fs. 208/210 de
los presentes actuados.
Sin embargo, es de notar que al momento del accidente la
víctima se desplazaba en una motocicleta Kawasaki de 650
cc., excediendo los alcances de la categoría de motos para
la cual lo habilitó la Dirección Provincial del Registro de
las Personas, cuyo límite de cilindrada era de 350 cc.
En consecuencia, a los fines del presente debemos conside-
rar que la víctima no tenía licencia para conducir el
vehículo con el que padeció el accidente, pese a lo cual
estimo que tal carencia no trasciende -en autos- en lo que
respecta a la atribución de responsabilidad, habida cuenta
que no existen evidencias de que tal circunstancia haya in-
cidido en la mecánica del accidente.

22
En este sentido hemos dicho en reiteradas ocasiones, reco-
giendo la doctrina y jurisprudencia imperante en la mate-
ria, que la falta de carnet de conducir por si solo no es
suficiente para asignar responsabilidad a la víctima si no
existen en autos circunstancias que revelen que esa infrac-
ción incidió en la causalidad de los daños provocados (arg-
to. Héctor N. Conde-Roberto C. Suárez: "Tratado sobre res-
ponsabilidad por accidentes de tránsito. -Vol. 2. Responsa-
bilidad por violación a las normas de tránsito", Ed. Hammu-
rabi, Bs. As., 1997; Trigo Represas-Compagnucci de Caso:
"Responsabilidad civil por accidentes de tránsito"; esta
Alzada, Sala II, causa 130.720, RSD-92-05 del 03/03/05).
De allí que no surgiendo ningún indicio en el sentido indi-
cado, la ausencia de habilitación no puede ser considerada
como un aporte de causalidad en la producción del siniestro
(argto. arts 901/906 del Cód. Civil).

Recapitulando, la reconstrucción de la mecánica del acci-


dente nos demuestra que si bien el occiso gozaba de la li-
cencia de paso a tenor de lo normado en el art. 57, inc. 2,
apart. “c”, la velocidad a la que arribo a la encrucijada
excedía de la autorizada por la normativa, en infracción a
lo dispuesto en el art. 77 inc. 6, y al deber de cuidado y
prevención disciplinado en el art. 51 inc. 3 de la ley
11.430.
La inobservancia de estas disposiciones
indefectiblemente han contribuido en la producción del ilí-
cito en calidad de concausa, en tanto la víctima no redujo

23
la velocidad como lo demanda el hecho de hallarse próximo a
una encrucijada y en virtud de la velocidad desarrollada,
no logró detener el vehículo pese a intentar una maniobra
defensiva de frenado y esquive (v. expediente penal: foto-
grafías de fs. 58, croquis de fs. 3vta.; informe accidento-
lógico de fs. 61/62 y 100; estas actuaciones: informe peri-
cial de fs. 278/282, explicaciones de fs. 288/291 y de fs.
322/323).
Resultan concluyentes al respecto los
dictámenes periciales, al indicar que la huella de frenado
de la moto es de 0,8 mts. (fs. 280 vta.), y el croquis de
fs. 278, que además de ilustrar la aludida huella permite
visualizar el lugar donde la víctima inicia la acción de
frenado (al inició de la encrucijada) y el lugar del impac-
to al que accedió desplazándose a una velocidad mínima de
72 km/hs.
No obstante lo expuesto, considero que
la responsabilidad del Sr. Walter Bulacio no es exclusiva,
ni interrumpe la totalidad del nexo de causalidad en los
términos del art. 1.113 del Cód. Civil, 2da parte.
En efecto, y sin perjuicio del carácter objetivo de la res-
ponsabilidad que al dueño o guardián de la cosa riesgosa
asigna el aludido precepto, las probanzas de autos demues-
tran que el Sr. Walter Alfredo Días (conductor del chevro-
let) se aventuró a efectuar el cruce de la Av. Jara si aca-
tar las exigencias preventivas que en procura de la seguri-
dad y la armónica conducción establece el art. 57, inc.
2do., apart. “c” de la ley 11.430, violando la licencia de

24
paso que asistía a la motocicleta y por ende, también
transgredió el deber de cuidado y prevención prescripto en
la normativa vial.
Como se señaló al comienzo de los considerandos, todo el
que accede o intenta cruzar una vía de mayor jerárquica
como es la avenida debe detener siempre su marcha, “...con
el objeto de que dichos conductores, obrando con la cautela
y prudencia que aconsejan las circunstancias y la densidad
del tránsito en las vías de mayor jerarquía, decidan su in-
greso o intenten el cruce sin entorpecer la circulación de
vehículos en aquellas arterias y sin poner en riesgo la vi-
da y los suyos y de sus semejantes...” (S.C.B.A., Ac.
79.618, DEL 08/06/2005)
En definitiva, de acuerdo a lo dicho sobre la responsabili-
dad objetiva del agente y sus eximentes, en conjunción con
las normas de tránsito que reglan el caso, considero que,
pese al relevante aporte causal de la víctima, subsiste la
responsabilidad del demandado en tanto aportó adecuada cau-
salidad para la producción del siniestro al haber incumpli-
do la reglamentación del régimen de paso (art. 57 inc. 6 -
ap. c- de la ley 11.430).
En razón de lo expuesto, considero que debe atribuírsele a
la víctima el 50% de responsabilidad, permaneciendo el 50%
restante en cabeza del demandado (arts. 901/906 y 1.113,
2da parte del Cód. Civil; arts. 330, 354, 375, 384, 422,
474 y ccds. del C.P.C.; arts. 51 inc. 3, 57 inc. 2, 76,
77inc. 6 -ap. a- del Código de Tránsito, ley 11.430).

25
V.- VENTA DEL VEHÍCULO:
Antes de ingresar en el análisis de procedencia y determi-
nación de los daños reclamados, en virtud del principio de
“apelación implícita” corresponde examinar la defensa del
codemandado en lo que respecta a la venta del vehículo con
anterioridad a la fecha del ilícito.
En oportunidad de resolver una cuestión análoga a la aquí
planteada, en autos "Lara Irma T. c/ Velasquez Marcos y
Otrs. s/ Daños y perjuicios" este tribunal modificando su
anterior criterio y receptando el esbozado por la Corte Su-
prema de Justicia de la Nación (in re "Camargo Martina y
Ots. c/ Pcia. San Luis y ot. s/ daños y perjuicios" del 21
de mayo de 2002) y la minoría de la S.C.B.A.(votos de los
Dres. Pettigiani, Hitters y Negri in re "Guatto de Minchín,
Olinda Josefina C/ Maidana Pablo Damián y otros S/ Daños y
perjuicios", Ac. 78.032) sostuvo que "... a la luz del art.
1113 2da parte del Código Civil, quien figura como titular
registral de un vehículo vendido a un tercero puede exone-
rarse de responsabilidad si realiza la denuncia en el Re-
gistro de la Propiedad Automotor (art. 27 ley 22.977) o si
probó fehacientemente haber perdido la guarda del mismo an-
tes de que acaeciera el hecho dañoso -culpa de un tercero
por quien no debe responder- (art. 1113, 2da parte del Cód.
Civil)..." (esta Alzada, Salla II; causa 126.774, RSD-192-
04 del 16/04/2003).
Esta postura de la Cortes Suprema de la Nación, ha sido ra-
tificada por Nuestro Máximo Tribunal en un fallo del pre-
sente año, al pronunciarse en sentencia única in re “Oliva,

26
Enrique c/ Fahler, Oscar Alberto s/ Daños y Perjuicios” y
acumuladas: “Manzano, Jorge Felix c/ Fahler, Oscar Alberto
y otro s/ Daños y Perjuicios” y “Manzano, Christian Hernán
c/ Fahler, Oscar Alberto y otros s/ Daños y Perjuicios”
(SCBA Ac. 81.641, del 16 de febrero de 2005).
Desde esta perspectiva, no habiendo el titular registral
comunicado la transferencia del rodado al Registro del Au-
tomotor respectivo, para exonerarse de responsabilidad tie-
ne la carga de probar que se desvinculó de la cosa causante
del daño, extremo que a mi entender no ha cumplimentado.
En primer término cabe señalar que el codemandado explaya
su defensa en términos ambiguos sin precisar siquiera la
fecha aproximada en la que manifiesta haberse desprendido
de la guarda material del vehículo mediante su venta al Sr.
Walter Alfredo Díaz.
Tal circunstancia no se condice con los reparos y el celo
que debe investir la debida defensa de los derechos en jui-
cio, en el entendimiento que una adecuada exposición debe
necesariamente contener una descripción detallada de las
circunstancias fácticas sobre las que se erige la defensa,
indicando por ejemplo: si se instrumentó el contrato en
forma escrita, la fecha de la venta, toma de la posesión,
condiciones de pago, etc.
Amén de las precisiones señaladas, en el sublite ningún
elemento aportó el codemandado a fin de verificar los he-
chos que alega, y tal déficit probatorio conlleva al inexo-
rable rechazo de la defensa articulada, manteniéndose incó-

27
lume su responsabilidad a tenor de lo normado en el art. 27
de la ley 22.977 (art. 375 y 384 del C.P.C.).
VI.- DAÑOS Y PERJUICIOS: Sentado lo anterior corresponde
considerar la procedencia de los daños reclamados.
En este orden, los accionantes reclaman el resarcimiento de
los siguientes daños: a.- daño moral $ 300.000; b.- pérdida
de ayuda económica $90.000; y c.- daños materiales $ 1.230
(v. fs. 27vta/30).
a) Daño moral:
La reparación del agravio moral indemniza toda lesión que
afecta a un ser humano por los padecimientos, vicisitudes y
sufrimientos acaecidos con motivo del evento dañoso, en su-
ma, la reparación del daño infringido a los derechos extra-
patrimoniales del sujeto.
Señala Bueres que “...en el daño moral
hay una modificación disvaliosa del espíritu en el desen-
volvimiento de las capacidades de entender, de querer y de
sentir –que se traduce en un mundo de estar de la persona
diferente de aquél en que se encontraba antes del hecho,
como consecuencia de éste y anímicamente perjudicial...”
(Bueres, Alberto J.; “Derecho de daños”, Ed. Hammurabi, Bs.
As. 2001, pág. 306 y ss.).
Asimismo, nuestro Máximo Tribunal Pro-
vincial ha expresado en reiteradas ocasiones que el daño
moral "...es la privación o disminución de aquellos bienes
que tienen un valor fundamental en la vida del hombre como
son la paz, la libertad, la tranquilidad, el honor y los
más sagrados afectos. Mediante tal indemnización se reparan

28
las lesiones sufridas en los derechos extrapatrimoniales,
en los sentimientos que determinan dolor, inquietud espiri-
tual y agravio a la paz..." (S.C.B.A.; Ac. 57.531 del 16-2-
1999.
Cuando, como en el sublite, la persona
que demanda la reparación del agravio moral es un damnifi-
cado directo, se halla dispensada de producir la prueba al
respecto, debido a que su índole queda establecida por la
sola producción del hecho dañoso, ello así, porque en el
orden natural de las cosas se desprende que la muerte de un
ser querido de tan estrecha vinculación espiritual -en au-
tos, hijo de los accionantes- ha de herir en lo más íntimo
el sentimiento y las afecciones de quien demanda la indem-
nización, "...incumbiéndole al responsable del hecho acre-
ditar la existencia de una situación objetiva que excluya
toda posibilidad de daño moral..." (S.C.B.A. Ac. Nº 78.280
del 18/6/2003).
La cuantificación del rubro indemnizatorio bajo examen
"...es un asunto actualmente librado a la personal aprecia-
ción y decisión del Magistrado, sin más guía que su intui-
ción al efecto de esclarecer la equidad de la suma indemni-
zatoria" (Zabala de González, Matilde; "Resarcimiento de
Daños" vol. 2. He. Hammurabi, Bs. As., 1993, pág. 611).
Para fijar la cuantía “...el juzgador
debe sortear la dificultad que implica pensar en el dolor
que el hecho produjo en la esfera íntima del reclamante y
establecer una reparación en dinero que satisfaga, en cier-
ta medida, el desmedro espiritual sufrido, motivos éstos

29
por los que el Magistrado, más que en cualquier otro rubro,
debe atenerse a una prudente apreciación ponderando las ca-
racterísticas particulares de la causa, ya que la indemni-
zación que en definitiva se fije, queda librada a su pru-
dente arbitrio..." (ésta Sala, causa Nº 114.019, RSD-42-1
del 27/2/2001).

Cuando el daño moral es ocasionado por la muerte de un hijo


menor, debe ser objeto de especial ponderación los siguien-
te factores: "...los sufrimientos por la desaparición irre-
mediable, la desdicha por la muerte prematura, el dolor por
la impotencia frente a la realidad del hecho producido, la
ausencia de la persona, la compañía insustituible que para
los padres representan sus propios hijos..." (esta Alzada,
Sala I, causa 103.438, RSD-21-98 de 12/02/1.998, púb.
L.L.B.A. 1999, 351).

Por otra parte, debe considerarse que


si bien es cierto que la cuantificación del "daño moral"
para compensar ha quien a sido lesionado en sus intimas
afecciones es una facultad discrecional de los jueces, no
lo es menos que el monto debe ser establecido con suma pru-
dencia y dentro del mayor grado de equidad, tratando de
evitar que se constituya en un ejercicio abusivo del dere-
cho o en una fuente indebida de beneficios o injusto enri-
quecimiento (arts. 1.071, 1.078 del Cód. Civil; argto. esta
Alzada, Sala I, causa 70.353, RSD-183-88, del 9/06/1988;
Sala II, causas: 95.641, RSD-453-95 del 19/12/1995; 117689,

30
RSD-89-3 del 6/05/2003; Cám. Civ. y Com. Segunda de La Pla-
ta, Sala III, causas: 69287, RSD-114-90 del 26/06/1990;
70464, RSD-275-90 del 20/12/1990; 69675, RSD-279-90 del
27/12/1990).
En ese orden esta Alzada ha dicho que
"...a la hora de fijar el quantum indemnizatorio por daño
moral debe regir el prudente arbitrio judicial, sin que
ello signifique que el Juez goza de absoluta discrecionali-
dad para tomar la determinación respectiva, lo que importa-
ría transformar el prudente arbitrio o arbitrariedad. Ello,
a la vez, en caso de fijarse sumas desmedidas, ocasionaría
un enriquecimiento sin causa de la víctima, pero también
debe primar las mismas previsiones para no fijar sumas
irrisorias o que no sean acordes con los daños sufridos..."
(esta Alzada, Sala I, causas: 111.857, RSD-101-00 del
25/04/2000; 108005, RSD-212-1 del 18/09/2001).
En virtud de lo expuesto precedentemen-
te, teniendo en consideración la incidencia causal que la
falta de utilización del casco protector tuvo en el falle-
cimiento de la víctima, su edad (19 años), la forma cruenta
del accidente, la composición del núcleo familiar, el su-
frimiento y la desdicha por la muerte prematura y, sin
perjuicio de las particularidades que cada caso presenta,
lo resuelto en precedentes análogos (causas 103.438 RSD-21
del 12/02/98; 131.750, 130751,)estimo ajustado a derecho
indemnizar el presente rubro en la suma de $ 25.000 para
cada accionante, importes que adecuados al porcentual de
responsabilidad atribuido se establece en la suma definiti-

31
va de $ 12.500 a favor de la Sra. Dora Ester García y $
12.500 a favor del Sr. Rene del Valle Bulacio (arts. 165,
384, 457, 472/474 y ccdtes. del C.P.C.; y 499, 1.068 y
1.078 del Cód. Civil).

b) Perdida de ayuda económica:


Bajo el presente acápite los accionan-
tes reclaman el perjuicio económico que les ocasiona el ce-
se de la contribución dineraria que la víctima aportaba al
hogar.
En esa inteligencia, refieren que la
contribución mensual era de $ 500, que multiplicado por el
periodo de sobrevida por ellos estimados (15 años) arroja
la suma de $ 90.000 cuyo resarcimiento solicitan.

De las pruebas colectadas surge que la


víctima era empleado de la firma “Supermercados Toledo
S.A.”, con categoría maestranza “B”, percibiendo un salario
mensual promedio de $ 489,37 con mas $ 80 en tikcets (conf.
informe de fs. 266) y que parte de sus ingresos eran desti-
nados para contribuir económicamente en el mantenimiento
del hogar que compartía junto a sus progenitores (declara-
ciones testimoniales de: Alejandra E. González de Patron,
fs. 227 y Rubén D. Molinari, fs. 228; dictamen pericial de
la Lic. en Servicio Social Gloria Leonor Belo, fs. 194;
arts. 375, 384, 474 y ccdts. del C.P.C.).
Sin embargo, no surge de dichas cons-
tancias que el importe de la contribución fuera de $ 500

32
mensuales -como refiere la parte actora- lo que representa-
ría la totalidad de los ingresos de la víctima.
Al respecto ha dicho la jurisprudencia
que “...a los efectos del cálculo de la indemnización por
muerte del hijo, un padre no puede aspirar legítimamente a
percibir todos los ingresos que habría de ganar su hijo
hasta la mayoría de edad, pues resulta obvio que e el curso
regular de los acontecimientos el hijo lo habría sobrevivi-
do y habría destinado la mayor parte de los ingresos a la
propia subsistencia. Para calcular la indemnización, ha-
biéndose probado que el hijo fallecido colaboraba ya eco-
nómicamente en su hogar paterno, no podemos mensurar su
parte en una suma idéntica a su sueldo, ya que resulta ob-
vio que el mismo debía resultar comprometido en parte para
su propia subsistencia...” (Juz. Civ. y Com. Nº 8 de Morón,
J.A., 1986-IV-728, citado por Matilde Zabala de Gonzalez,
opus. cit. pág. 239).
De allí, que a los fines de la cuanti-
ficación del presente, debe estarse a la suma concreta del
aporte mensual, que en el caso en estudio estimo ha sido de
$ 250.
A tal conclusión arribo, de acuerdo a
lo declarado por la Sra. Alejandra E. Gonzalez (a fs. 227,
repregunta primera), quien manifiesta que mencionado el
aporte era del 70% del sueldo, en conjunción con las máxi-
mas de experiencia (que indican que en estas situaciones
absorben parte de sus ingresos para la propia subsistencia)
y con las restantes constancias de autos reveladoras de los

33
gastos personales de la víctima, particularmente el contra-
to de compraventa de la motocicleta con la que padeció el
accidente, de donde surge que la víctima se encontraba pa-
gando una cuota de $ 200 mensuales por el saldo de la com-
pra (v. boleto de fs. 20).
Según nuestras costumbres la ayuda de los hijos a sus pa-
dres suele transcurrir entre el comienzo de la actividad
laboral del hijo hasta la edad media para que se independi-
ce o contraiga matrimonio, (establecida en 25 años), sin
embargo también debe ponderarse que la pérdida de un hijo
produce un daño futuro cierto, que está en el orden natural
de la vida y que corresponde a una esperanza de contenido
económico que tienen los padres en la vejez, de que en tal
oportunidad podrán contar con el apoyo de sus hijos en las
enfermedades y de ayuda material (argto. Cám. 4ta, Civ. y
Com. de Rosario, 14/11/88, Juris, Nº 3. 1989, Nº 551).
Su resarcibilidad en este aspecto está
dada precisamente por la acreditación de “la existencia de
la probabilidad” visualizada dentro de un determinado con-
texto económico, social y temporal, y en consecuencia cuan-
do esta probabilidad es fundada debe ser indemnizada.
En el caso en tratamiento, la efectiva contribución econó-
mica que el hijo realizaba a sus padres, su actividad pro-
ductiva ejercitada y potencial, permiten certeramente con-
siderar que en la ancianidad Walter Bulacio prestaría a sus
padres la asistencia que el presente rubro pondera, resul-
tando procedente su indemnización.

34
La mensura de la ayuda frustrada no está supeditada al re-
sultado de una operación matemática, sino que comprende la
valoración conjunta de numerosos factores relativos a las
condiciones económicas, sociales y personales de la víctima
y del reclamante.
Sobre la base de lo expuesto, teniendo en consideración la
edad de la víctima (19 años), la de sus progenitores (René
Bulacio de 63 años y Dora Ester García 55 años, aproximada-
mente, en la actualidad) la condición económica de la fa-
milia, su composición, la existencia de otros hijos (Cris-
tian y Verónica, de 30 y 27 años respectivamente; conf.
dictamen de la Lic. en Servicio Social de fs. 194) que au-
torizan a considerar que las necesidades de los progenito-
res serán satisfechas de manera compartida entre todos
ellos) y el aporte causal que en el fallecimiento de la
víctima tuvo la “no utilización del caso”, estimo ajustado
a derecho fijar el monto de este rubro en la suma de $
24.000, que adecuado a la responsabilidad atribuída a las
partes intervinientes en el siniestro, se indemniza en la
suma definitiva de $ 12.000 ($ 6.000 para cada accionante
art. 384 del C.P.C.; arts. 1.068, 1.069, 1.083, 1.084 y
1.085 del Cód. Civil).

C) Daños Materiales.-

El fundamento basilar sobre el que se


erige la obligación de reparar el daño emergente, concebido

35
como pérdida o empobrecimiento patrimonial efectivamente
sufrido por las consecuencias del hecho ilícito (esta Sala,
causa Nº 103.884, RSD 222/98 del 7/7/1998), es la causación
del mismo. (argto. art. 1109, y 1113 del Cód. Civil.).

Como todo daño cuya reparación se re-


clama, debe ser debidamente acreditado (art. 1.067 del Cód.
Civ.) incumbiendo la carga de la prueba al reclamante, por-
que ninguna razón de justicia o de equidad habría de impo-
ner a una persona el resarcimiento de un perjuicio que ella
no ha causado (argto. Cám. Civ. y Com. de San Isidro, Sala
I, del 3/11/98; art. 375 del C.P.C.).
En este punto, la prueba, a los fines
de acreditar los daños materiales experimentados por una
cosa -en el caso una motocicleta -, está dada, principal-
mente, por el dictamen del perito ingeniero mecánico, pues
es quien por su práctica y conocimientos técnicos tiene su-
ficiente idoneidad para expedirse acerca de la naturaleza y
extensión de los daños y los valores de las reparaciones
conforme la realidad económica
Los daños irrogados a la motocicleta de
la víctima, se encuentran debidamente acreditados con las
siguientes constancias del expediente penal :fotografías de
fs. 56/59, el informe de fs. 37, pericia accidentológica de
fs. 61/62; así como la experticia mecánica practicada en
los presentes actuados (fs. 288/290, punto de pericia
8vo.).

36
Partiendo de tal premisa, cabe señalar
que el presupuesto de fs. 22 -cuya autenticidad ha sido
debidamente demostrada a fs. 258- resulta un elemento de
convicción suficientes para acreditar el monto del daño
ocasionado, habida cuenta de la correspondencia de su deta-
lla con los daños padecidos por la motocicleta (art. 375 y
384 del C.P.C.).
El mentado presupuesto indica que el
costo de la reparación asciende a la suma de $ 1.230-, por
lo que ante la inexistencia de elementos que refuten el
costo de la estimación del daño, corresponde indemnizar el
rubro bajo examen en el importe allí establecido, que ade-
cuado al porcentual de responsabilidad consagrado, arroja
la suma definitiva de $ 665 (art. 1.068 del Código Civil).
VII.- INTERESES.
La indemnización por daños reconocida
en la presente sentencia devengará intereses moratorios
(art. 622 del Cód. Civil). Dichos accesorios serán aplica-
dos según las tasas que paga el Banco de la Provincia de
Buenos Aires en sus operaciones de depósito a 30 días según
los distintos períodos de aplicación (tasa pasiva).
En lo que respecta al “daño emergente”,
cuando no se ha acreditado el desembolso económico o aún no
se ha producido, “...los intereses deben comenzar a liqui-
darse al quedar el obligado al pago constituido en mora, o
sea a partir de la notificación de la demanda” (esta Sala,
causa 83.834, sent. del 16-XII-1993, causa 114.019, sent.
del 27-II-2001). De manera tal que en el caso de autos, los

37
intereses de los rubros “daño emergente” y “pérdida de ayu-
da” comenzarán a correr desde la fecha de la notificación
de la demanda. Mientras que los relativos al “daño moral”
deberán calcularse desde la fecha del ilícito que ocasionó
el fallecimiento del hijo de los accionantes.
VIII.- HONORARIOS.-
Repercutiendo la decisión de esta Alza-
da a los efectos de la base regulatoria de los honorarios
profesionales, se deja sin efecto la regulación de honora-
rios efectuada en la sentencia de fs. 335/339, lo que im-
porta que los recursos de apelación articulada a fs. 241
por el Dr. Alfonso Basso y a fs. 348/350 por el perito Juan
Nicolás Navas han caído en abstracto.
ASI LO VOTO.
A LA PRIMERA CUESTIÓN PLANTEADA EL SR.
JUEZ DR. HORACIO FONT DIJO:
Adhiero al voto de la Dra. Nélida I.
Zampini.
A LA PRIMERA CUESTIÓN PLANTEADA EL SR.
JUEZ DR. JOSÉ MANUEL CAXEAUZ DIJO:
Sin perjuicio de adherir mi voto al de
la distinguida colega; con relación a la responsabilidad
del titular registral que ha omitido la denuncia de venta
contemplada en el art. 27 de la ley 22.977 considero nece-
sario formular las siguientes precisiones.
En anteriores pronunciamientos (vgr.
108.927, RSD-246-00 del 8/08/2000), me incliné por una po-
sición contraria a la que en este momento paso a respaldar.

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Mantengo esa opinión y me reservo en tal sentido, no obs-
tante ello, el cambio de criterio deriva como consecuencia
de que la posición sentada sobre este tema por la Suprema
Corte de Justicia de la Nación in re “Camagno Marina y
otros c/ Provincia de San Luis y otra” (sentencia del
21/05/2002) ha sido recientemente adoptado por nuestro tri-
bunal “ad quem” (Ac. 81.641, “Olivera, Enrique c/ Fahler,
Oscar Alberto y Otros”, del 16 de febrero de 2005), de ma-
nera que adquiriendo la interpretación de dicha normativa
el carácter de “doctrina legal” a tenor de lo dispuesto en
el art. 279 del C.P.C., no corresponde apartarme de lo allí
resuelto en aras a la unidad de la jurisprudencia (argto.
art. 278/279 del C.P.C.; art. 163 in. 3 apartado “a” de la
Consititución de la Pcia. de Bs. AS.).
A LA SEGUNDA CUESTION PLANTEADA LA SRA.
JUEZ DRA. ZAMPINI DIJO:
Corresponde: I) modificar la sentencia
de fs. 335/339, admitiéndose parcialmente la demanda promo-
vida por René del Valle Bulacio y Dora Ester García contra
Carlos Ismael Carricaburo, Walter Alfredo Díaz, disponién-
dose la distribución de la responsabilidad en un 50% a cada
parte y, en función de ello, condenar a los demandados y a
su aseguradora, PROVINCIA SEGUROS S.A., a que los en el
plazo de diez días de quedar firme la presente la suma to-
tal de $ 37.665.-, más los intereses, gastos, en el senti-
do y con los alcances oportunamente señalados; II) dejar
sin efecto la regulación de honorarios, declarando abstrac-
tas las apelaciones deducidas en torno a la regulación de

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los honorarios profesionales; III) teniendo en considera-
ción que para la determinación de la responsabilidad de los
partícipes del hecho ha sido determinante el cambio de cri-
terio jurisprudencial respecto al régimen de paso en las
avenidas, propongo que las costas de ambas instancias sean
soportadas en el orden causado (art. 68 inc. 2do. y 274 del
C.P.C.)
ASI LO VOTO.
Los Señores Jueces Dres. Horacio Font y
José Manuel Cazeaux votaron en igual sentido y por los mis-
mos fundamentos.
En consecuencia se dicta la siguiente.
S E N T E N C I A

Por los fundamentos expuestos en el precedente acuerdo:


I) se modifica la sentencia de fs. 335/339, admitiéndose
parcialmente la demanda promovida por René del Valle Bula-
cio y Dora Ester García contra Carlos Ismael Carricaburo y
Walter Alfredo Díaz, disponiéndose la distribución de la
responsabilidad en un 50% a cada parte y, en función de
ello, se condena a los demandados y a su aseguradora, PRO-
VINCIA SEGUROS S.A., a que en el plazo de diez días de que-
dar firme la presente la suma total de $ 37.665.- más los
intereses, en el sentido y con los alcances oportunamente
señalados; II) se deja sin efecto la regulación de honora-
rios profesionales, declarando abstractas las apelaciones
deducidas en torno a esta cuestión; III) teniendo en con-
sideración que para la determinación de la responsabilidad

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de los partícipes del hecho ha sido determinante el cambio
de criterio jurisprudencial respecto al régimen de paso en
las avenidas, las costas de ambas instancias se imponen en
el orden causado (art. 68 inc. 2do. y 274 del C.P.C.).Se
difiere la regulación de honorarios para su oportunidad
(arts. 31 y 51 de la ley 8.904). Notifíquese personalmente
o por cédula (art.135 CPC). Devuélvase.

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