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La dirección de orquesta

=s sn
Moscas y mosquitos, no me ocultéis la belleza desnuda;
ranas en el follaje y grillos en la hierba, cantad a compás.
GOETHE, Fausto

EN EL TEXTO que sigue es mi propósito compartir mis


experiencias y consideraciones en un campo de la rea-
lidad musical desdeñado por el ejercicio rutinario y el
enjuiciamiento ignorante. No dirigiré mis conclusio-
nes sobre la materia sólo a los directores sino tam-
bién a los músicos y cantantes, pues únicamente ellos
tienen el correcto sentimiento de estar mal o bien
conducidos (esto último ocurre excepcionalmente) y
sólo entonces les resulta comprensible. No pienso de-
sarrollar un sistema sino un bosquejo procesal de una
serie de percepciones, que continúa otro previo.
Es incuestionable que el compositor no vale lo
mismo en distintas ejecuciones de sus obras. Una
buena dirección ofrece una buena impresión, en
tanto que una mala puede resultar incomprensible.
Pero ahora, no sólo en representaciones de ópera
sino también en conciertos sinfónicos, muchos en
Alemania han tomado consciencia de mis explica-
ciones sobre los elementos que se emplean en dichas
funciones, con cuidado y especial conocimiento.
Lo experimentado con las molestas deficiencias
de las orquestas alemanas, tanto en lo que hace a su

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ejecución como a sus resultados, conciernen a las
desventajosas propiedades de sus dirigentes, sean
maestros de capilla, directores musicales, etcétera.
La elección y designación de los mismos están a car-
go de los altos directivos de los institutos de arte, en
su mayoría ignorantes y negligentes, ajenos a las exi-
gencias difíciles y sabias de una orquesta. Cuando la
alta misión de interpretar a Mozart se confía a una
orquesta, el típico maestro de capilla alemán es un
hombre muy considerado, de suprema situación, se-
guro, estricto, despótico y especialmente tosco. A este
género pertenecieron Friedrich Schneider*, a quien
conocí en Dessau, y Guhr*, activo en Frankfurt. Es-
tos hombres y otros similares consideraron pedante
la nueva música. Pude estimar su excelencia hace
unos ocho años durante una representación de mi Eduard Strauss, por J. Gertinger
Lohengrin en Karlsruhe, dirigida por el viejo maes-
tro de capilla Strauss*. Este dignísimo señor se situó orquesta; aunque ajustados a los viejos repertorios,
ante mi partitura con notorio espanto y extrañeza, y no se les deberían encomendar los nuevos. No he
transfirió su preocupación a la conducción de la or- conocido ningún ejemplo de orquesta alemana que
questa, que sonó débil e imprecisa. Se lo vio como el estuviera preparada para la música actual. Los mú-
hombre a quien todos obedecían, que no entendía sicos de primer rango obedecen a las normas de la
de bromas y tenía a su gente en un puño. Por rara ancianidad e interpretan las partes solistas sin aten-
excepción, este viejo señor fue, no obstante, el único der a sus menguadas fuerzas, en tanto los mejores
de los previstos directores que puso real fuego en la y los más jóvenes están en segunda fila, lo cual es
tarea. Sus tiempos eran demasiado veloces o arras- especialmente notable entre los instrumentistas de
trados pero fructuosos y bien conducidos. Parecida viento. Hace a las inquietudes del tiempo, en parti-
buena impresión me produjo Esser* en Viena. cular al pensamiento de los músicos más destacados,
Es ese género de directores de vieja cepa, tan amenguar cada vez más este estado miserable, susti-
poco dotados como los que mencioné para la compli- tuyéndolo por otro proceso, más durable, en especial
cada ejecución de la música moderna, lo que los hace en cuanto a los instrumentos de cuerda. No es sen-
finalmente inadecuado~ para la cultura de la propia sato seguir con estos segundos violines, menos aún

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ópera, muy influyentes en el repertorio operístico de
los compositores alemanes. Las óperas favoritas
de los intendentes teatrales suelen ser las preferi-
das de las cortes que los mantienen y no debe sor-
prender que esos señores rechacen las óperas que
no les gusten, aunque el maestro de capilla sea un
hombre enérgico y de miras elevadas y serias como
la de preocuparse por tener una orquesta a la altu-
ra de los tiempos. Esto lo sabían nuestros antiguos
maestros de capilla: que se deben mejorar las cuer-
das y aumentar y perfeccionar los vientos. Así ten-
dríamos en Alemania unas orquestas tan excelentes
como las francesas, empezando por la calidad de
los violines y, especialmente, de los violonchelos.
Como sabían los viejos maestros de buena cepa,
lo principal de un director es conocer los nuevos re-
pertorios, sus contenidos y estilos. Pero los inten-
dentes se cuidan mucho de admitir la peligrosa vio-
lencia de los novedosos y virtuosos «pedantes» de la
Heinrich Esser composición musical.
Es importante y muy instructivo ver que esa nue-
con estas violas. En su mayoría, los violinistas son va generación, que está entrando en todo el espacio
inválidos, los vientos carecen de aliento y algunos de musical alemán, merezca puestos de trabajo y de
ellos han tocado antes el violín. Hacen falta violis- dignidad. Todos los teatros de corte, grandes o pe-
tas capaces de ejecutar un solo y no dar de apuro la queños, y los teatros en general, deberían pensar en
parte de la viola a un primer violín. Me ha ocurrido una sólida consideración de sus orquestas, llamando
en determinada orquesta que de ocho violistas, sólo a puestos estables a los músicos alemanes que hace
uno era capaz de tocar las más difíciles partes en una medio siglo vienen honrando el espíritu del arte na-
de mis novedosas obras. Esto es humanamente dis- cional. La mayoría de estos estimulantes músicos
culpable, ya que en las orquestaciones tradicionales deben saber que pocos de ellos son vistos a tal efecto
las violas eran instrumentos de\mero relleno como
. . '
sigue siendo para muchos compositores italianos de
y, para colmo, lo son por ojos apenas experimenta-
dos. Han de saber igualmente para qué servicios se

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los demanda. Los propiamente considerados músi- dotado rutinario emerge, y así ocurre que la inercia
cos alemanes alcanzaron los buenos puestos y fue- de los maestros de capilla lugareños es sacudida por
ron juzgados por sus patrones, casi siempre para un una fuerza activa. Es la gente que prepara una ópera
simple encargo y, según las normas de la inercia, son en catorce días, cortando pasajes y permitiendo que
conducidos en masa, de atrás hacia delante. Creo las divas incorporen números de lucimiento de otras
que la gran mayoría de los directores en la orquesta partituras. Una peculiar y excepcional fortuna, en la
de la corte de Berlín los guían por tal camino. Desde capilla de la Corte de Dresde, se agradece a alguno
abajo son llevados hacia lo alto. Los más grandes de sus preparados directores.
progresan bajo la protección de las damas de honor Por excepción, algunas voces se dejaron oír a lo
de alguna princesa y así sucesivamente. No resulta largo del tiempo y ciertos grandes músicos fueron
mensurable cuántos son los que gracias a la partici- por ellas arrastrados. No se hallaron ejemplos en
pación de seres sin autoridad constituyen la cultura los teatros pero sí en las academias de canto y so-
y el sostén de las mayores orquestas y teatros de ópe- ciedades de conciertos, apoyadas por los encomios
ra. Totalmente inmerecidos, se someten a las órde- de los grandes periódicos políticos en sus folletones,
nes de un jefe superior, carente de saber aunque sea hace apenas dos o tres años. Éstos son ahora nues-
de total entendimiento y voluntad. El encantador tros banqueros musicales, surgidos de la escuela de
acomodamiento dirige a los subordinados según las Mendelssohn o presentados en sociedad bajo su pro-
demandas de la inercia. Por el premio a toda disci- tección. Fue el impulso que ciertos hombres dieron
plina artística mas, por otra parte, sin la menor capa- a los desesperados pedantes de otrora, no entre los
cidad de corrección, sometidos y obedientes, siguen músicos crecidos a la sombra de los teatros sino en
amablemente a sus encumbrados maestros. Toda los nuevos conservatorios donde se componían sal-
dificultad de estudio es cubierta por la ufana sonrisa mos y oratorios y se ensayaba para cumplir con los
que los somete a la untuosa gloria de la capilla Tal o abonos a los conciertos. Incluso se incorporó la di-
Cual. lQuién es capaz de advertir que, año tras año, rección de orquesta a la enseñanza, llegándose a ni-
más se hunde tan gloriosa institución? lDónde están veles de elegancia antes desconocidos. La grosería se
los auténticos maestros que los juzgan? No lo saben volvió impensable y para nuestros pobres maestros
los reseñistas cuyas bocas están amordazadas y sólo de capilla nativos fue un fracaso angustioso y des-
ladran cuando les quitan la mordaza o cuando se en- consolador, careciendo de voz para enfrentarse a lo
tiende lo que dicen bajo tal mordaza. que denominaban pedantería alemana. Creo que esa
En tiempos más recientes, los puestos son cubier- gente tuvo una buena influencia en nuestras orques-
tos por algunos verdaderos profesionales. Por deter- tas, una vez superadas su torpeza y su rudeza, dando
minación o necesidad, de los altos mandos, algún paso a una época de elegancia y finura. Mucho se ha

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andado hasta llegar a las actuales orquestas y en mu- no tenían semejantes, acabaron abriéndose espacios
chos sentidos cabe agradecer al maestro Mendelsso- gracias a su alta preparación. lPor qué se ha perdido
hn por su delicada y fina cultura, y por haber seguido esa fuerza? Quizá porque, según parece, no hubo tal
los pasos del genio señorial de Weber, que inició el fuerza. Dejaron detenida la gloriosa orquesta de Ber-
movimiento de búsqueda. lín y hoy ha desaparecido de ella toda la tradición de
Con todo, algo faltó a estos señores en la nece- exactitud que introdujo Spontini. iY eran nada me-
saria reestructuración de nuestras orquestas bajo el nos que Meyerbeer y Mendelssohn! lDónde estarán
estímulo de sus institutos: energía, la que sólo puede ahora sus graciosas sombras?
dar la fuerza realmente auténtica de una sosegada . Un dato que acredita la buena dirección que algu-
autoconfianza. Porque lamentablemente hubo de na vez ha tenido la progresiva cultura de los instru-
todo: vocación, talento, cultura, fe, amor y esperan- mentistas se percibe en el creciente virtuosismo de
za, todo pero artificial. Se dio importancia a las di- muchos de ellos. Es un deseo generalizado y hasta
ficultades de la situación mas no se combatió para las camareras que estudian piano lo llevan en la ca-
generalizar, reunir, calcular las consecuencias de di- beza. El virtuoso es en la orquesta lo que la prima
cha reestructuración. Sin ello es impensable el éxito donna es en la ópera. El elegante maestro de capilla
de la tarea. La pesada chatarra de los viejos maestros moderno se suele asociar con los virtuosos, lo que
siguió en su lugar y resultó inservible para la tran- en muchos casos no es estimulante y sólo en algunas
sición a los nuevos tiempos, ya que les resultaban ocasiones contribuye a la integración del conjunto;
totalmente ajenos. Nada entendían de los ideales sería deseable que esto ocurriese siempre a favor del
artísticos alemanes ni había en ellos la menor no- verdadero ser de la música alemana.
bleza necesaria para asumirlos. Así disminuyeron, Lo siguiente que conviene tener en cuenta es que
hasta ser difíciles, las demandas de nueva música, ellos se basan, sobre todo, en la eficiencia de la or-
excepto en los medios de información. Por ejemplo, questa teatral, lo que significa: es la ópera la que
Meyerbeer era muy delicado. Pagó de su bolsillo a un demanda la mayor parte de su actividad y sus pro-
flautista que en cierto sitio de París tocaba muy bien. ducciones. El empleo de la ópera en la formación de
Como era rico e independiente, tras una prueba se lo la cultura musical es muy imp01tante pero no lo es
llevó a Berlín y le consiguió un servicio extraordina- todo. Más bien diría lo contrario: la calidad de una
rio en la orquesta cuando el rey de Prusia lo nombró representación operística depende esencialmente de
director musical de la corte. Por la misma época fue la excelencia orquestal. Es lo que ocurre con la astro-
designado Mendelssohn, a quiep no le faltaban dotes nomía en relación con las matemáticas, que son su
ni conocimiento. Ambos tuvieron inconvenientes de fundamento aunque luego el astrónomo emplee otro
los que abundan en ese medio, sólo que, dado que instrumental. Si los músicos de teatro entendieran

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de verdad el canto y la expresión dramática de la ópe- las tantas pruebas que acreditan esta verdad: si un
ra, tocarían mejor y se pondrían a la altura de la nue- director de orquesta teatral está atento a la expresi-
va música orquestal, que es el actual fundamento del vidad dramática auténtica de la música en el canto,
drama cantado. Mis mejores resultados en la ejecu- alcanza su más alto nivel como conductor del reper-
ción y las velocidades cuando debí conducir las sin- torio sinfónico. Es cierto que hoy se hace ópera en
fonías de Beethoven los obtuve siguiendo el modelo los teatros alemanes con un repertorio que resulta
acentuado y pleno de alma que me propuso el canto ser un apoyo miserable, pero cabe esperar excep-
de la soprano Schroder-Devrient*. ciones como la mencionada soprano. Además, los
Por ejemplo: sin él me habría resultado imposible intendentes teatrales deberían llamar a la dirección
resolver la cadencia del oboe en el primer compás musical de sus instituciones a los mejores maestros
de la Sinfonía en do menor de Beethoven, inmedia- de capilla, ya, por su parte, imbuidos de sinfonismo.
tamente antes del calderón del sol natural a cargo A veces ocurre lo contrario: un experto director de
de los violines -algo que yo jamás había oído-, sin orquesta y profesor de canto y repertorio cantable
advertir el imperceptible punteo que remata la frase está ocioso en su casa esperando ser llamado por el
Y permite releerla en toda su vivacidad. Es una de funcionario pertinente para que se incline ante él y
haga lo que pueda por el arte alemán.
Ahora me encaro con el tema del director de con-
ciertos orquestales.
De la preparación de las orquestas para nuestra
música instrumental clásica me ha quedado desde
mi juventud una profunda sensación insatisfactoria.
Cuanto más me acostumbraba a ella, más crecía. Si
me sentaba al piano o leía las partituras, tenía una
impresión vivaz y animada, sin explicarme por qué
no me pasaba lo mismo al escucharlas en los con-
ciertos. Especialmente me sorprendía con las opacas
cantilenas de Mozart, que había imaginado tan viva-
ces y sentidas. Luego advertí su fundamento y traté el
asunto en mi escrito Juicio sobre la enseñanza mu-
sical en la escuela alemana de Múnich, sobre el cual
quiero volver ahora. Se trata de la absoluta falencia
Wilhelmine,Schri:ider-Dévrient de un verdadero conservatorio musical alemán, en el

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más estricto sentido de la palabra, ya que la justa y resolución de mi tarea. La orquesta había aprendido
cuidadosa tradición de nuestros maestros en cuanto a reconocer la melodía en cada compás beethovenia-
a ejercitación y ejecución habría perdido continuidad no, que los bravos maestros de Leipzig ignoraban. Y
viviente. Las ejecuciones no respondían al sentido de la orquesta cantó esa melodía.
lo que aquellos maestros habían querido hacer. La Éste era el misterio. No es que el director de Pa-
causa de tal evento era que el sentido cultural ale- rís fuera especialmente genial al merecer el éxito de
mán estaba penosamente desencaminado. Debernos su interpretación. Habeneck se había pasado todo
orientar a los actuales directores para que recuperen un invierno ensayando la obra, sintiendo la impre-
los tempi y los estudios que exigen las obras clásicas. sión de lo incomprensible e irrealizable de la misma,
En mi juventud, en la famosa Gewandhaus de impresión difícil de expresar en palabras y que los
Leipzig, no se interpretaban realmente los clásicos. directores alemanes habían sentido siempre corno
La orquesta, bajo la dirección del maestro Matthai*, algo cómodo. Habría sido preciso estudiar la sinfo-
obviaba las oberturas y los entreactos de las piezas nía durante dos o tres años, incesantemente, hasta
teatrales. No hace falta señalar la destructiva perso- que cada músico resol-
nalidad de los directores. Cada invierno se repetían viera el melas de Bee-
regularmente los clásicos con limpieza y precisión, thoven y así llegar al
sorteándose todas las dificultades técnicas, con toda correcto sentimiento
la justeza que se podía, y así se repetían cada año. de dicha interpretación
Sólo con la Novena Sinfonía de Beethoven se melódica y devolverle
hacía una excepción que podría ser la culminación su recto sentido. Por su
de cada temporada. Yo copié la partitura y redacté parte, Habeneck era un
un arreglo para piano. Cuál no sería mi sorpresa al director de la antigua
ejecutarla en la Gewandhaus y recibir tan confusa cepa; era el maestro y
impresión, que me sentí desanimado y evité durante todos le obedecían.
un tiempo el estudio de Beethoven por las dudas que La belleza de ejecu-
me suscitó. Muy instructivo fue para mí interpretar ción de la Novena me
más tarde a Mozart y recuperar la vivacidad de su resulta aún hoy indes-
canto mientras dirigía sus obras. Pero la enseñanza criptible. Para dar un
fundamental la recibí en París en 1839 al escuchar concepto de ella elijo
la Novena por la orquesta del Conservatorio, al fin un lugar -podrían ser
corno yo la pensaba. Se me cayó la venda de los ojos, muchos otros-, pero
volví a prepararla y de&cubríel misterio que cubría la lo hago por la especial Frarn;ois-Antoine Habeneck

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dificultad que ofrece y por el escaso buen suceso que instrumento significa hacerlo cantar. Y para cantar
obtienen de él las orquestas alemanas. Es el pasaje bien hace falta escoger la velocidad adecuada. Es la
del primer movimiento que insiste en sucesivas figu- segunda de las tres condiciones que antes enuncié.
ras de cuatro semicorcheas indicadas en pianissimo, El viejo Habeneck no hizo aquí jugar ninguna genia-
que deben interpretarse con la plenitud que escuché lidad ni inspiración alguna basada en una estética
en París hace treinta años y cuyo recuerdo se renueva abstracta pero encontró el tempo correcto para, con
constantemente en mí. Aquí la orquesta debe reunir sostenida diligencia, conducir la orquesta hasta al-
el movimiento con el adecuado sonido y las leyes de canzar el melas de la sinfonía. De vuelta, la melo-
la dinámica. Ésta es la clave para que se produzca una día correcta produce la velocidad correcta que le da
versión como la mencionada de París. Yo he dirigido principio pues ambas son inseparables, se condicio-
la obra en Londres y Dresde y no lo he conseguido nan mutuamente. Nuestros directores habituales no
porque con la baja calidad de las cuerdas y los arcos entienden nada de velocidades porque no saben can-
resultaba imposible controlar los cambios de veloci- tar. No conozco director alemán alguno que sepa
dad en el fraseo de las melodías. Como consecuencia, cantar la más simple melodía. Para ellos la música
los acentos se producían de modo involuntario, en es algo peculiarmente abstracto, como la gramática,
buena medida por lo inexperto de los ejecutantes y la la aritmética o la gimnasia. Se la puede enseñar con-
escasez de los ensayos. Si, por ejemplo, en un crescen- ceptualmente por medio de correctos profesores,
do no se consigue llegar al remate del fraseo con la de- tanto da que sea en un conservatorio como en un
bida calidad sonora, se puede alterar el sentido tonal gimnasio, pues en ambos no entenderán nada de la
del pasaje, lo cual altera, a su vez, su valor expresivo. música como algo vivo y animado. Y aquí vuelvo a
Lo más seguro es que la música se torne monótona excusarme por haberme extendido demasiado a pro-
y que se recurra al habitual retraso de la velocidad, pósito de mis personales experiencias.
teniendo una nota prolongada más de lo debido, con Los viejos músicos sintieron rectamente el dise-
lo que el diseño del fraseo se destruye. No es cuestión ño de las velocidades y lo generalizaron: un andante
de misterios ni brujerías sino de hacer entendible la· mediaba entre un allegro y un adagio. Esto, necesa-
música a partir de ella misma. Si hay que rematar en riamente, se agotó cuando se alcanzó cierto grado en
un sol sostenido es armónicamente absurdo detener- su desarrollo. En Bach no hay indicaciones de tem-
se largamente en el sol natural. po, lo cual en materia musical es lo más regulado.
Me pregunté repetidamente por qué los músicos En el caso bachiano, esta ausencia lleva a una pre-
de París tocaban a Beethoven con tal perfección. La gunta: si tú no entiendes qué tempo es el adecuado
respuesta es que ellos tienen formación italiana, es de acuerdo a la expresión del carácter que manifies-
decir que fundan su fraseo en el canto. Tocar bien un tan mis temas y mis figuraciones, Gde qué te sirven

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unas indicaciones italianas? Desde mi experiencia la extenuación, hasta alcanzar su propia y personal
puedo decir que, al estrenarse mis primeras óperas, medida.
los teatros usaban el metrónomo para establecer las Robe1t Schumann se me quejó en Dresde de
velocidades. Cierta vez protesté por el equivocado Mendelssohn, quien en la Gewandhaus dirigió la
tempo que se llevaba en un pasaje de mi Tannhü.u- Novena e impuso tal rapidez al primer movimien-
ser y se me contestó que se estaba siguiendo cientí- to que consiguió estropearlo. Yo mismo escuché a
ficamente la indicación de mi metrónomo. Advertí Mendelssohn en Berlín con otra sinfonía de Beetho-
entonces cuán inseguro es aplicar la matemática a ven, la Octava enfa mayor 58 • Era de un humor tan
la música y pedí que se prescindiera del metrónomo puntilloso que se detenía en un detalle hasta agotar-
para gozar de un nuevo y propio tempo, una cate- lo de excelencia, olvidando otros matices. Al final,
goría que se puede modificar sobre la marcha, algo esta incomparablemente jubilosa sinfonía se con-
que los directores de orquesta alemanes no saben. virtió en una extraordinaria y brillante diversión. En
Sus soluciones son chocantes y confusas porque se conversación personal me dijo que no le gustaban
empeñan en mantener unas velocidades generales, las lentitudes y que prefería dirigir con rapidez. Una
prescindiendo de la expresión en cada partitura. No verdadera ejecución es siempre singular pero hay
entienden que son alemanes y se dejan llevar por ve- que cuidarse de que nadie se dé cuenta, y esto sue-
tustos inventos italianos. En cierta ocasión ensayé le ocurrir cuando se conduce todo velozmente, sin
El oro del Rin y la obra duraba dos horas y media. ralentar en ningún momento. Los propios discípu-
Al representarse, según el Augsburger Allgemei- los de Mendelssohn han recibido de su maestro aún
ne Zeitung, llegó a durar tres horas. La obertura de más y mejores cosas. Mi criterio es que toda máxima
Tannhü.user dirigida por mí en Dresde llegaba a los sólo se puede estimar por sus consecuencias, cuando
doce minutos. En Múnich, veinte. Es como para ha- se pone en acción. Es en ellas donde se comprueba la
blar de chapuceros que sienten horror de solfear alla verdad de su fundamento.
breve y creen que están sobre el podio para marcar Una viviente experiencia del primero tuve en
el compás de cuatro por cuatro. Sabrá Dios por qué Londres con la orquesta de la Sociedad Filarmó-
estos cuadrúpedos permanecen en las capillas de las nica. Mendelssohn la había dirigido largos años y
cortes y en los teatros. amplias masas habían sido educadas en la tradición
La «cola arrastrada» no es patrimonio de los mendelssohniana de interpretación, lo cual, por otra
nuevos y elegantes directores. Al contrario, tienen parte, había producido un acostumbramiento a los
una fatal preferencia por ir de un lado a otro y de hábitos y propiedades de dicha Sociedad. Se daba
arriba abajo, aunque hay otra :explicación: son in- por supuesta la maestría de Mendelssohn, luz que
térpretes que llevan su afán de caracterizar hasta debía iluminarlo todo con facilidad. Puesto que en

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dichos programas normalmente no se empleaba de- ignorar esa mi manera de dirigir orquestas y, en con-
masiada música instrumental, para cada concierto secuencia, no estar habituado a ella. Tras la inter-
sólo se disponía de un ensayo. Yo debía acomodar- pretación, aquella noche me estrechó fuertemente la
me a la tradición de cada orquesta y seguirla. Men- mano.
delssohn me informó vivazmente del asunto. Todo Sabemos cómo manejó Haydn la forma del mi-
fluyó como el agua de una fuente urbana. Ni pensar nué en tanto parte de sus sinfonías: una suerte de
en pausas y todo allegro terminaba en presto. Peno- refrescante transición entre el adagio y el allegro fi-
samente frecuentes eran los encontronazos, ya que nal. Ello es notable, sobre todo en sus últimas y prin-
cualquier cambio de velocidad ponía de manifiesto cipales obras del género. Al titular «minué» al movi-
lo que aquella fluencia ocultaba, fallos de ejecución. miento, Haydn está señalando asimismo el correcto
La orquesta tocaba casi siempre mezzoforte. No ha- tempo que le corresponde. Pero la costumbre domi-
bía ni realforte ni real piano. En cuanto me era po- nante convirtió el minué en una danza de la época,
sible, yo me detenía en los lugares más importantes un Liindler, desvirtuando el original. Esta desnatu-
para indicar el tempo correspondiente. Los músicos ralización se hizo más evidente cuando el minué es
no lo conocían y lo recibieron con alegría. El público tratado en forma de trío. Lo mismo ocurrió con las
estuvo de acuerdo. Sólo los críticos se pusieron fu- sinfonías de Mozart, a las cuales ya me he referido.
riosos y atemorizaron al intendente de la Sociedad Si se resuelve un allegro como presto hay detalles
hasta que tuvimos una pelea porque no me gustaba armónicos -las resoluciones cromáticas, por ejem-
tocar el segundo movimiento de la Sinfonía en mi plo- que pierden su sutil carácter de susurro y va-
mayor 59 de Mozart con la habitual rapidez, cosa que cilación.
Mendelssohn me había dejado hacer. Beethoven introduce en su Octava Sinfonía un
La máxima fatal volvió a aplicarse a propósito de auténtico minué. Lo sitúa como una oposición a un
una sinfonía de un amante del contrapunto - Pot- previo allegretto scherzando y un intermedio entre
ter* de apellido, si no me equivoco- que debí diri- dos importantes allegri. Al denominarlo minuetto
gir. El autor me pidió de todo corazón que tocara el es evidente que está pidiendo ser tocado a veloci-
andante más rápido porque temía aburrir. Por mi dad de minué. Esta forma renueva la estructura de
parte pude comprobar que el dichoso movimiento, la sinfonía porque el previo allegretto equivale a un
por velozmente que se tocara, aburriría de todos mo- andante y el minué desempeña el rol del scherzo. Si
dos porque carecía totalmente de expresividad y de no se lee la sinfonía con esta convención, se estropea
brillo. Su tema era gracioso pero ingenuo y aun in- toda su estupenda estructura. Es lo que hacen ha-
terpretado por la orquesta resultaba vulgar. El señor bitualmente nuestros músicos apoderándose de las
Potter se conmovió, :rp.edio la razón y se disculpó por obras de Beethoven como si fueran ellos su musa: la

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estrictez de la Sinfonía en la mayor es convertida en
cosa liviana. Si después de un allegretto scherzando
algo arrastrado se toca el minué corno un arrebatado
Landler, resulta monstruoso el pasaje en trío de los
violonchelos. Una exagerada rapidez lo vuelve impo-
sible de ejecutar, sobre todo cuando aparece el stac-
cato arriba y abajo del registro. No hay chelista que
sea capaz de resolverlo correctamente. Así la ejecu-
ción se convierte en un cúmulo de dificultades, corno
las intervenciones de las trompas y, en especial, del
clarinete, sometido a una experiencia penosa que
no pueden superar ni los más virtuosos solistas del
instrumento. A ello se suma que se pierde el efec-
to de sforzando humorístico a cargo del contrabajo
y el fagot. Nada digamos del pianissimo que inicia
el crescendo y que exige una expresión de poderosa
gravedad.
Cierta vez estábamos Mendelssohn y yo asistien-
do a una interpretación de esta sinfonía dirigida por
Reissiger* en Dresde. Escucharnos con atención,
acaso pensando en el dilema que la obra plantea.
Empezó el tercer movimiento y, según la vieja usan-
za, Reissiger le dio la velocidad de un Landler. Ante
mi contratiempo, Mendelssohn volvió hacia mí su
mirada y sonriendo exclamó «iEstá muy bien! iBra-
vo !». Sin duda, estaba insensibilizado ante un hecho Beethoven a los trece años, por un maestro de Bonn,
que me producía horror. No sólo había retrocedido circa 1783
en su gusto, corno el propio Reissiger, sino que de-
mostraba una evidente superficialidad. Lamentable-
mente, comprobé el mismo error en otros directores
que Mendelssohn llevó a la GevJandhaus de Leipzig.
Exhibían igual falta de reflexión, frivolidad y olvido.

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Carl Gottlieb Reissiger

Esto me obliga a reiterar mis puntos de vista, una y


otra vez. Hay que hallar una interpretación total-
mente distinta de estas sinfonías.
Otro ejemplo puede ser más esclarecedor y es el
del comienzo de la Sinfonía en do menor, el famoso
«tema del destino», tres corcheas y una blanca con
calderón. En dicho calderón los directores suelen
permanecer un breve rato para realzar el efecto del
compás siguiente. No es habitual demorarse en esta
nota porque ya está subrayado su efecto expresivo
Tumba de Beethoven en el cementerio en las cuerdas, marcadasforte. No obstante, desde el
Zentralfriedhof de Viena sepulcro se oye la voz de Beethoven: « iDetente larga-
mente en la terrible nota! No he escrito mis caldero-
nes para divertirme, ni para paralizar a nadie, ni por
insensatez, sino para que el adagio sea expresión del
sentimiento arrebatado a partir de un allegro donde

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una apasionada y terrible convulsión sirva de límite lo que falla es la presión del arco sobre las cuerdas,
a aquel absorbente motivo. La vida de la nota ha de que deberían vibrar con fluidez, como reforzando ar-
entregar hasta su última gota de S'angre. Detengo el tísticamente la respiración y fueran un instrumento
mar y atisbo su abismo, inhibo el paso de las nubes, de viento que produce un sonido mesurado, fluyente
desgarro los copos de la confusa niebla y dejo con- y puro. El violinista debe, entonces, aprender de una
templar los rayos que surgen del ojo del sol en medio madera educada la llenez de su propio sonido, asimi-
del puro azul del éter. Es lo que he querido decir con larla y cantar como los mejores cantantes.
tres breves notas y un largo calderón». Ahora bien, si Los dos polos de la interpretación orquestal son
un director al uso obedece a esta advertencia, obtie- el más vulgar y suave, y el resistente y fuerte. En-
ne un lamentable resultado porque tras la detención tre ambos se mueve toda la dinámica orquestal y
hace falta que el sonido de las cuerdas se apiane y también entre ambos, en su mutuo apoyo, reside la
se oscurezca. En caso contrario, el efecto delforte se justa interpretación. Si no están claramente defini-
malogra. Hace falta mucho ensayo para llegar a estos dos, la tarea se malogra. La ya explicada máxima de
efectos expresivos. Mendelssohn, de flotar por encima como un correc-
El mayor reproche que puede hacerse a nuestras to modo de manifestación, se ha convertido en un
actuales orquestas es que consiguen ser un susurro dogma para nuestros actuales directores. Confor-
sin fuerza. Ciertos directores buscan el piano su- man una iglesia y quienes disentimos de ella somos
persuave, que no es inquietante conseguirlo en las considerados unos degradados herejes. Sostene-
cuerdas pero mucho más difícil en los vientos, en es- mos que la exigencia de la ejecución es un encuentro
pecial en las maderas, a las que casi exclusivamente entre dos direcciones: el elevado sonido del canto y
se les pide que toquen con levedad. La flauta, dulce y el rítmico movimiento de la figuración. El punto de
acariciante por naturaleza, no necesita suavizarse conciliación es el tempo. La enjundia del sonido
especialmente. El clarinete es buscado por su efecto está dada por el adagio que le proporciona su ley y
en eco. El oboe francés, por su aire pastoral. Pero si de ella surge el ritmo correspondiente, que da vida
los vientos no pueden competir siquiera con la suavi- al sonido. No debe confundirse adagio con lentitud
dad correspondiente de un apianado de las cuerdas, sino con una vehemente confianza en la convincente
¿cómo se les va a exigir que toquen en plenitud? Este seguridad que domina el lenguaje sonoro y le da su
malentendido es general entre nuestros directores. pleno sentido, convirtiendo la languidez sentimental
El defecto reside en gran medida en las cuerdas, que en encanto. Lo que expresa en el allegro el cambio
no son capaces de tocar bien piano porque no saben de las figuraciones quiere decir la infinita pluralidad
tocar bienforte. A ambos les fálta un sonido pleno y del sonido exacto. El menor cambio armónico debe
las cuerdas deberían.aprenderlb de los vientos, pues resultar sorprendente y las lejanas modulaciones

122 123
han de ser el tenso sentimiento de algo preparado y y alcanza así su significado sentimental, liberándose
esperado. de toda ingenuidad genérica como es habitual. Hay
Quizá sea yo el único director que consigue el pasajes con tiempo de allegro en Beethoven que evo-
verdadero y puro carácter del tercer movimiento de can similares partituras de Mozart. Ambos basan el
la Novena Sinfonía gracias a una apropiada medi- ritmo en las figuraciones del canto y no en el gesto
da de su tiempo. Se da por oposición al criterio que manual del conductor. Esto es así, en general, cuan-
hace del adagio un andante modificado en 3/ 4, una do se denominan rondós, movimientos que cierran
confusión corriente entre nuestros directores, que una obra, como ocurre en la Sinfonía en mi bemol
tocan el ritmo ternario como si fuera cuaternario. mayor de Mozart y en la de Beethoven en la mayor.
Este movimiento es el más rico en enseñanzas so- El movimiento celebra su consabida orgía y en ellos
bre lo que es un auténtico adagio, y no una sucesión sí podemos llevar al extremo la velocidad. Hay una
de compases de doce tiempos, agudamente rítmicos, norma que liga las sucesivas partes de una sinfonía
lo cual lo desvirtúa y anula la expansión de la pro- y nunca se subrayará bastante que de ella depende
gresiva cantilena y la conflictúa con el ritmo de su la coherente unidad de la obra. Es éste un principio
acompañamiento. La imagen fija debe ensancharse vital de nuestra música.
ralentando el adagio con una ilimitada libertad que Distingo dos géneros de allegro: uno de carácter
satisfaga la expresión sonora y que se pierde si el sentimental y otro, que se da muchas veces en Mo-
movimiento se somete a las débiles normas de una zart, de carácter ingenuo. Para este diseño me valgo
mensura vacilante, ajena a los ornamentos del rit- de las categorías que expone Schiller en su ensayo
mo acompañante, que resulta sin fuerza. Además, sobre la poesía ingenua y la sentimental. El tema da
se borra el indispensable contraste con el siguiente para mucho y sin extenderme demasiado me con-
allegro. Resolver de tal manera el adagio beethove- centraré en unos casos de allegro ingenuo, frecuente
niano permite luego tratar correctamente todas las en los movimientos rápidos mozartianos marcados
determinaciones de medida de tiempo de la música. alla breve, cuyos ejemplos perfectos son las obertu-
Entendido en tal delicado sentido, el allegro ad- ras de Don Giovanni y Le nozze di Figaro. Es sabido
quiere el sesgo de una ruptura con el adagio y con- que Mozart no podía interpretar con la suficiente ra-
sigue la movilidad adecuada de sus figuraciones. pidez estas obras y que se angustiaba, airado, cuan-
Toma en préstamo el canto del adagio y lo aplica a do no conseguía lo requerido en el veloz remate de la
sus motivos determinantes. Los movimientos mar- obertura de Figaro. En cierto ensayo se dice que ex-
cados como allegro en las sinfonías de Beethoven se clamó, sorprendido por el buen resultado obtenido:
basan en una melodía fundamental dominante que « iMuy hermoso! Pero esta noche, más rápido». iMuy
en su hondura pertene~e al correspondiente adagio justo! El principio es: nunca un adagio es bastante

124 125
lento y nunca un allegro es bastante rápido. Son las orquesta de Mannheim, quien primero introdujo la
leyes de la belleza las que establecen cuándo hay que novedad de alternar el crescendo orquestal con el di-
limitar y cuándo corresponde lo ilimitado, inhibir y minuendo, a diferencia de los antiguos maestros que
desencadenar. Así aparecen los sonidos objetivados desconocieron en su instrumentación la distinción
y necesarios, distinguidos y enfrentados los unos a entre piano yforte, con lo cual la ejecución perdía su
los otros. Que un compositor haya dado a una sin- correcto sentimiento.
fonía el orden de sus movimientos impone que se ¿cómo se relaciona lo anterior con el allegro pro-
diferencien. De lo contrario, la sinfonía sonará como piamente beethoveniano? ¿cómo se percibirá el pri-
una de esas antiguas suites de danzas, un baile tras mer movimiento de la Sinfonía Heroica si se ejecuta
otro baile. con el mismo tempo de una obertura mozartiana, sin
Puesto que todo allegro absoluto de Mozart per- tener en cuenta la inaudita novedad de la manera
tenece al género de lo ingenuo, el simple cambio de Beethoven? Me pregunto si se puede resolver el
del piano al forte alcanza su estructura formal, y asunto con un mismo trazo desde el comienzo has-
si aquéllos se unifican, estabilizando por completo ta el final del movimiento. Si se trata simplemente
las formas rítmico-melódicas, que aparecen en las de determinar un solo tempo unilateral, siguiendo
veloces resoluciones a medias, no sorprende que lo el consejo de Mendelssohn de que chiva presto, va
siguiente sea un desorden contrario a lo propuesto sano, resulta imposible interpretar la sucesión de
por el maestro. Un descuido en cuanto a las trans- acordes con el lamentoso pasaje que los sigue. Na-
formaciones de las formas totalmente banales del die parece sufrir si, actuando sobre un sólido suelo
movimiento, desatendiendo a las cantilenas, hace clásico, todo se resuelve con el mismo paso: grande
que todo devenga un confuso murmullo y que el vitesse, excelente y acarreado o, como dicen los in-
allegro pierda su carácter. Hay un profundo pasa- gleses: time is music.
je en la obertura de Don Giovanni que describe un Es evidente que desde Beethoven el tratamiento
tránsito hacia lo sentimental, con el que se cierra la y la interpretación de la música han sufrido un enor-
pieza, lo cual torna necesario un cambio de veloci- me cambio. Hay que descubrir el dilema y esclarecer
dad. En caso de no ejecutarse la alteración del tempo el sentimiento de todos. Antes se trabajó por medio
se estropea el comienzo de la ópera, marcado alla de formas únicas y cerradas que se transmitían de
breve, que ha de ser de una rapidez contrastada con unos a otros, sin tener en cuenta los íntimos motivos
lo anterior. Hay algo que nuestros toscos y rutinarios principales ni la oposición de las formas, que se dis-
directores no advierten y es que el allegro mozar- tinguen a la vez que se engastan las unas a las otras
tiano se diferencia del sentimental que será carac- de modo evolutivo. La mesura del tiempo y su de-
terístico de Beethove:r;i.Fue Mozart, conduciendo la licada vivacidad no son menos ni más importantes

126 127
que el tejido temático, del cual surge el correcto mo- tal sentimiento emprendió la tarea de compensarla
vimiento. empleando determinados efectos. A menudo se cree
Una de las principales formas de la música en que las variaciones se alinean por sí mismas, en des-
cuanto a la conformación de los movimientos son las cuidada sucesión, de acuerdo con una convención
variaciones sobre un tema propuesto. Tanto Haydn formal y exterior. Por ello padecemos una desagra-
como finalmente Beethoven han dado a esta forma dable experiencia al escucharlas, por caso, cuando a
móvil y libre, que es una nuda sucesión de diferen- un sereno tema sigue una primera variación alegre,
cias, unos geniales hallazgos que son, a la vez, es- de movimiento conceptualmente veloz. La primera
clarecedores respecto a su forma porque han dado variación al magnífico tema del segundo movimien-
a entender que hay una relación entre una varia- to de la gran sonata en la mayor para violín y piano
ción y otra. La más feliz de ellas es la introducción de Beethoven, si no se la escucha por un virtuoso que
de una variación en otra, a modo de un entretejido, se sirva de ella para lucirse, basta para elevarse sobre
con el efecto de condicionar la velocidad del movi- todo otro dominio musical. Tiene un carácter extra-
miento y traspasarla por evolución entre sus partes ñamente vivaz. El compositor no la concibió como
o totalizar la parte faltante. Es una suerte de tran- una inmediata consecuencia del tema ni tampoco to-
quilizadora y consabida sorpresa. La debilidad de talmente integrado con él sino como una determina-
las variaciones en tanto construcción de movimiento ción inconsciente de la variación en tanto fragmento
será descubierta si prescindiendo de todo vínculo y desprendido, que retorna al tema como si éste fuera
mediación entre las partes se establece un contras- su consecuencia y no al revés, según lo convencional.
te entre ellas. Es de observar que Beethoven suele En otros meditados movimientos suyos, el conjunto
presentar el tema previo, sin ningún deje de lo ines- es algo inmediato y se consigue dando un punto de-
perado o lo casual. Al iniciar las variaciones, parece cisivo, un sentido delicadamente conductor, a cada
sin embargo actuar de repente para luego mostrar variación. Así en el segundo movimiento de la sinfo-
cierta nostalgia del tema disuelto en ellas, y es el nía en do menor, en el adagio del Gran Cuarteto en
empleo de los correspondientes movimientos de ve- mi bemol mayor 6 º y en el maravilloso segundo mo-
locidad lo que recupera la unidad del conjunto. El vimiento de la Sonata para piano, Opus 11161• Con
maestro nos lo enseña en sus grandes obras. El úl- ello los intérpretes, lo mismo que en la mencionada
timo movimiento de la Sinfonía Heroica, por ejem- Sonata Kreutzer 6 2, pueden adentrarse en el maes-
plo, puede ser reconocido como una innumerable tro plena y totalmente porque la primera variación
y ampliada sucesión de variaciones, precedida por tiene un sutil vínculo con el final del tema donde se
una multiplicidad de motivos. Beethoven era cons- encuentra con la recta mesura del tiempo, una sa-
ciente de la debilidad formal de las variaciones y con bia mirada a lo anterior, dando comienzo a un suave

128 129
entendimiento del nuevo carácter donde, por un se llega adecuadamente al fresco vivace que le sigue
completo acuerdo entre el violinista y el pianista, la icomo si fuera una simple broma y una diversión!
variación avanza y se ejerce en vivaz transición, una Sin embargo, así lo entienden esos señores de lo
suerte de caricia amistosa y encantadora, alcanzan- «clásico». A tales señores músicos y maestros de
do por medio de un imperceptible cambio el tema capilla hay que decirles unas cuantas verdades.
principal que lleva profundamente envuelto. Ahora paso a considerar con un ejemplo muy dis-
Un destacado ejemplo lo hallo en el comienzo del tinto los principios antes expuestos y tomo al caso
allegro en 6/8 del Cuarteto en do sostenido menor 63 una partitura que es la más popular en la actualidad
de Beethoven, tras el introductorio y prolongado entre nosotros. ¿Quién no ha escuchado alguna vez
adagio. Está marcado molto vivace y es muy defi- en un concierto sinfónico la obertura de El cazador
nitorio de todo el movimiento. Es notable que entre furtivo de Weber?
ambas partes no haya solución de continuidad, como Conozco a pocos que se horrorizan por la banal
si la obra tuviera un solo movimiento, lo que funcio- manera de ejecutar este maravilloso poema musi-
na como una nueva norma, un delicado desarrollo. cal, en tanto son innumerables los que carecen del
El adagio es una melancólica ensoñación como no menor sentimiento a su respecto. Entre aquellos
se encuentra en ninguna otra obra del maestro. Su escasos cuentan algunos de los que asistieron a un
comprensible impresión es la de un recuerdo, el que concie1to en que dirigí la mencionada obe1tura. Fue
suele dejar un fenómeno amoroso. Aquí se mani- en Viena y en 1864. Durante los ensayos, la orquesta
fiesta la melancólica detención del final del adagio, de la Ópera de la Corte, incuestionablemente una de
que sería la brusca aparición del sentimiento pasa- las mejores del mundo, no fue capaz de percibir mis
do y destruido. Muy mesuradamente se expone este demandas. Desde el comienzo se vio que la intro-
nuevo tema con un inquebrantable pianissimo, aca- ducción con el solo de trompa alpina, marcado como
so una imagen onírica que se pierde a medias en un adagio, era interpretado como un leve y cómodo
fluyente ritardando y da lugar a una aparición vivaz andante. No era simplemente una tradición viene-
de su realidad, que lleva, por medio de un crescen- sa sino una norma general, pues lo pude comprobar
do, a la esfera propia del movimiento. Evidente es asimismo en Dresde, en el preciso lugar donde el
que este pasaje demanda de los intérpretes una gran mismo Weber condujo su obra. Yo lo hice dieciocho
delicadeza para dar un mesurado carácter de alle- años tras la muerte del compositor y no fueron pa-
gro, de modo que el paso de un movimiento a otro cíficos los encuentros con el viejo maestro Reissiger,
sea apenas perceptible: un salto de octava de do sos- que había impuesto sus costumbres en la materia,
tenido seguido por otro salto dd, octava, más breve, basadas en una lectura despellejada de la obra. Pero
de re natural. Si no se logra este juego transitivo, no fue uno de los veteranos músicos de la orquesta, el
1

130 131
violonchelista Dotzauer*, quien explicó: «Sí, así que- segundo tema principal gracias a la delicada reexpo-
ría que se interpretase Weber. Es la primera vez que la sición del primer tema. Todo se debió a la medida
oigo bien tocada». La propia viuda de Weber, que del tiempo, confiada a una aceleración paulatina e
vivía por entonces en Dresde, vino a felicitarme y a imperceptible hasta lograr su justeza.
corroborar lo dicho por el antiguo músico de la or- Muy manifiesta fue la combinación novedosa de
questa. La señora estaba desesperada porque perci- los movimientos en allegro cuyo fundamento resi-
bía que en Dresde ya nadie sería capaz de hacerlo dió en dos principios esenciales: enriquecimiento y
y mi trabajo le dio nuevos ánimos en memoria de oposición a la antigua ingenuidad por una parte y,
su ilustre esposo. Es un consolador recuerdo que por otra, no mezclar el allegro con el adagio sino ex-
tengo de mi carrera como director de orquesta, sem- traer de éste el tema de aquél, estudiando todos sus
brada de contratiempos y discusiones. La discutida grados. Combinar, sí. Mezclar, no. El segundo tema
ejecución de Viena, por su parte, sirvió como capí- principal del allegro en la obertura de Oberón revela
tulo en la larga historia de limpieza y purificación de el mismo contraste aunque no haya sido nunca seña-
nuestra música. La orquesta estudió la pieza hasta el lado hasta ahora porque se tendió a la unificación y
exceso, de modo que en vez de parecer conocida, re- no a la mediación. Es notorio que dicho tema se des-
sultó una novedad. Sin esfuerzo cambiaron las trom- prende del esquema del allegro y debe expresarse
pas bajo la delicada conducción artística de Lewis, y vivazmente en el canto, por lo cual hay que pensar
el ataque con que comienza la fantasía del bosque en la modificación del esquema y poder imaginar
resultó una pieza de relumbrante efecto por la alta al poeta del sonido transitando entre ambos carac-
calidad del sonido. La introducción a cargo de las teres.
cuerdas en pianissimo aportó, en contraste y como En aquella interpretación vienesa de El cazador
acompañamiento, un clima de hechizado perfume furtivo puse en práctica mis principios, y así en el
que se derramó sobre el canto. El volumen fue au- explayado solo del clarinete de la introducción, lue-
mentando hasta un mezzo forte y así se evitó el usual go en las repetidas figuraciones del allegro (cláu-
sforzando. Los violonchelos eludieron chocar con su sulas de una blanca y cuatro corcheas) y pequeños
fraseo sobre el trémolo de los violines, de modo que saltos de corcheas en picado, tratando siempre
el repentino fortissimo que le sigue alcanzó todo su de extender la ligazón del fraseo y no hacer ínfimas
aterrador y angustioso significado. Tras ello conduje acentuaciones que lo desperdigaran y le quitasen
el adagio con toda su terrible y misteriosa dignidad todo sentido. Las transiciones de velocidad perma-
que fue repuesta como correspondí~, y el salvaje mo- necieron imperceptibles y el conjunto fue preparan-
vimiento del allegro tuvo su curso plenamente apa- do, también de modo matizado, el remate, con todo
sionado, desvinculado completamente del liviano su efecto de culminación. El trabajo armónico de

132 133

:i.
Weber es muy sutil y al explicarlo a los músicos hubo triunfante o fracasado. Ha de tocar entendiendo que
una mezcla de sorpresa y convencimiento. Se había el tema principal encierra el corazón de una mucha-
roto una mala costumbre, que es tocar sin saber qué cha enamorada del caballero que la lleva. Costó años
armonía se ejecuta. En el caso, con una clave en mi de aprendizaje y sucesivas ejecuciones para hacer
bemol, los acordes decisivos están en do mayor y entender la nueva propuesta, a contar de los vieneses
permiten modular a sol mayor, la dominante de do, Amigos de la Música, habituados a una ejecución po-
anulando los bemoles e introduciendo el fa sosteni- bre y chapucera que desaguaba en esperpento. Has-
do, sensible de sol. De lo contrario, se llega al final ta se me hicieron objeciones filosóficas, como que yo
con el tema principal fatigado y exhausto, con lo que intentaba introducir en la música un idealismo falsa-
se debe rematar bruscamente, como si el director de mente entendido, unas verdades a medias alocadas
orquesta fuera un jinete de circo y diera con la fusta y zamarreadas, vanas doctrinas sobre la eternidad y
a un caballo muy cansado de tantas piruetas. etcétera, como las del señor Eduard Bernsdorff en
Estos efectos están previstos en Weber, cuyo gran Signale für die musikalische Welt (1869). Algunos
ejemplo es la obertura de Leonora de Beethoven, pensaron que hasta ese momento habían descono-
paradigma de todas las demás y en la cual se ense- cido la obertura y yo les presentaba una novedad.
ña a preparar matizando el final de un allegro. Una Otros se negaron a aceptar mis modificaciones de
culminación sinfónica es una apoteosis que el tema tempo. Yo me limité a mostrar la partitura y señalar
caudal hace de sí mismo. El director debe subrayar que no había ningún misterio en mi propuesta sino,
la recapitulación del tema por medio de alguna mo- simplemente, que había que tener en cuenta los re-
dificación y así predisponerse al salto final. Con la guladores de volumen puestos por Weber: crescen-
orquesta vienesa conseguí de las cuerdas un efecto do y diminuendo. A partir de ellos se adquiere el de-
culminante de carácter tormentoso, que sorprendió terminado y pertinente ritmo, se llega a la inflexión
a los propios ejecutantes aunque, en principio, no melódica y aparece el canto. Luego, una pausa per-
los satisfizo, tan excéntrico resultaba a sus costum- mite el efecto siguiente, sorpresivo, delfortissimo ya
bres. Toda gran obra exige este exceso de esfuerzo, explicado.
siempre está más allá de sí misma. Esta propuesta y su buen éxito molestaron a cier-
La citada obertura finaliza apoteósicamente. Es to maestro de capilla. Fue el señor Dessoff*, que di-
como el término de una batalla: un guerrero ha rap- rigió más tarde unas representaciones de El cazador
tado a una doncella y la lleva a grupas de un caba- furtivo y ordenó a la orquesta vienesa que olvidara
llo sudoroso por el esfuerzo. Debe conducirla hasta mis indicaciones. Para ello dijo sonriendo: «Ahora
sus cuarteles y evitar que el galopé del corcel la haga vamos a tocar la obertura wagneriana». Sí, sí, seño-
caer al suelo. El director de orquesta es el jinete, res míos, wagneriana y con toda razón wagneriana.

134 135
Reissiger, se ha interpretado conforme a lo dicho por
mí. La orquesta ha aprendido a sonar mezzo forte.
Hace no mucho en Múnich me tocó dirigir la ober-
tura de Egmonr' 4 de Beethoven, partitura que junto
a la de El cazador furtivo me ha servido de máxima
enseñanza. En la introducción de aquella obertura
hay un pesado y temible sostenuto: dos blancas en el
la grave y enfortissimo. La misma forma rítmica es
retornada, con más comodidad, en el segundo terna:
fortissimo de negras en mi bemol. La lectura «clá-
sica» daba unos golpes de temible gravedad y luego
se entregaba a un ritmo bailable de Landler en las
frases descendentes que siguen, suerte de hoja seca
desprendida sobre un ritmo incesante, machacón y
danzarín. Cierta vez escuché a Van Bülow en esta
pieza y logré entender su sentido correcto, que no es
Félix Otto Dessoff, por Fritz Luckhardt
el festivo y antiguo sino un lacónico y poético soni-
He de decir que Dessoff me hizo alguna concesión do que se convierte en excitada pasión, la única que
corno antaño el difunto maestro Reissiger lo hicie- puede hacerla comprensible. La tiesura institucional
ra respecto a la sinfonía en la mayor de Beethoven dio lugar a la sensatez de la acentuación, entre una
cuando la condujo en Dresde, respetando los piani gran energía velozmente transformada y un sensible
que yo había señalado. Así se consigue un grandioso bienestar, alcanzando también una combinación de
remate del último movimiento, a partir de un piano los ternas. No ha de faltar, hacia el final del compás
que se despliega en un crescendo capaz de furioso de 3/ 4, dicha combinación, amplia en su tratamien-
impulso y que culmina en un acorde de séptima, to y decisiva en su importancia, la cual conduce toda
que yo me empeñé en indicar siempre esgrimien- la obertura hacia su verdadera comprensión. Tan
do la partitura en la edición Hartel, con el efecto de impresionante resultó esta correcta lectura que lo-
sempre piuforte. Reissiger así lo hizo, siguiendo mis gré evitar con ella que el intendente de la Corte la
pautas, aunque nunca reconoció que había quebrado «derribase».
las «eternas normas» de la teorí¡i Bernsdorff-Lobe*. Similares supuestos se dieron cuando conduje la
Lo cierto es que desde mi inter\rención en Dresde orquesta del Concierto Odeón en Múnich interpre-
la sinfonfa beethoveniana, incluso cuando la dirigió' tando la Sinfonía en sol menor 65 de Mozart, pasando

137
de corcheas con el do grave nos trae las igualmente
graves advertencias del destino. Las hemos previsto
anunciadas en el crescendo como el definitivo cono-
cimiento de la beatitud que proporciona una muerte
de amor, que nos alcanza con el amigable compás
que la cierra. Estas fantasías las he experimentado
escuchando a un antiguo maestro en la misma sala
del Odeón muniqués, dirigiendo con una seriedad
tan estricta que erizaba la piel y que conducía, en
realidad, al confín de una eterna condenación. El
andante era un férreo largo y el valor de las octavas
se despiezaba en mil partículas, rígido y odioso, que
oscilaba sobre nuestras cabezas como una lengüeta
de bronce, la batuta del conductor, y las propias plu-
mas de las alas angelicales se tornaban poderosos
tejidos de alambre de la Guerra de los Siete Años 66 •
Me retrotraje a la guardia prusiana de leva de 1740
Hans von Bülow y deseé angustiosamente ser relevado, tal era mi te-
rror. Viendo al maestro volver las páginas y repetir el
de la dificultad al éxito. lQuién en su juventud no comienzo del alargadísimo andante, anhelé que no
quiso apropiarse del arrebatador ímpetu y el en- hubiera en la partitura el doble punto de repetición.
cantador contenido de su andante? ¿y de qué ma- Miré a mi alrededor en busca de ayuda y se produ-
nera? Vamos siguiendo los signos de la ejecución, jo un segundo prodigio. Escuché todo muy quieto,
con nuestro excitado sentimiento, por el maravilloso percibí la belleza de aquel orden y me persuadí total-
camino de esta obra, aconsejados siempre por la fan- mente de haber experimentado un alto goce, puro,
tasía. El maestro nos ha ceñido a su escritura tanto correcto e insospechado, un cuidadoso «placer audi-
como nos ha dejado libres para imaginarla. El movi- tivo» mozartiano. Bajé la cabeza en silencio.
miento de las octavas es nuboso, los anticipos temá- Sólo una vez más experimenté la misma quietud.
ticos son vehementes, las frases ascendentes de los Fue durante un ensayo de mi Tannhauser, una cir-
violines parecen iluminaciones lunares. Secretean cunstancia diversa. Dejé tranquilamente que la mar-
en nuestros oídos los pares de wsas, semejantes al cha festiva del segundo acto discurriera con un tem-
murmullo de alas an~elicales, hasta que el ostinato po clerical. El indudable viejo maestro no entendió

139
el compás de 4/ 4 sino el más accesible de 6/ 4 y con-
virtió dos tiempos de negras en un tresillo de negras.
Lo mismo hizo en el relato de Tannhauser del tercer
1
1
barullo, partícipes de un negocio, y que cada vez más
insultan y muerden. «Mire usted, es que él no puede
expresarse», me decía una dama mientras me mira-
acto: 6/ 4 en vez de 4/ 4. Mi escritura al viejo maestro ba con sensible complicidad respecto de un músico
le resultaba pesada y la aligeró recurriendo al com- muy moralista. El destino del estado musical ale-
pás de 6/8, en dos tiempos (uno, dos) propicio para mán, el absoluto descuido de su tropa artística, se ha
un pasaje alla breve como yo leía en la Sinfonía en jugado entre las manos de los supremos conducto-
sol menor de Mozart: 1, 2, 3 / 4, 5, 6, con un gravita- res del negocio musical alemán, muy seguros de sus
torio y brusco corte entre los dos tiempos del com- empleos y dignidades. Cuando yo, desde el comien-
pás. Mi pobre relato con el Papa el director lo sol- zo, lo advertí, el citado areópago se dividía en dos
feaba en un veloz alla breve para facilitar el fraseo a especies: los depravados músicos alemanes de vie-
los músicos, que resolvían el cuarto tiempo como les jo estilo, muy tenidos en cuenta desde hacía mucho
daba la gana. Al acelerar el tempo, se desvirtuaban tiempo, sobre todo, en la ingenua Alemania del Sur,
las relaciones internas de la frase. y los recién llegados a la música de nuevo y elegante
Resultó así musicalmente muy interesante y pe- estilo, surgidos, sobre todo, en la Alemania del Norte
noso para el cantante del Tannhiiuser arreglárse-
las como pudiera para evocar sus tristes recuerdos
de Roma en ritmo de vals, liviano, alegre y saltarín.
Recordé otro relato, el del Grial en el tercer acto de
Lohengrin durante una función en Wiesbaden, un
scherzando digno del hada Mab. Por suerte, para
Tannhauser contaba con el apoyo del tenor Ludwig
Schnorr* y nos dirigimos respetuosamente al maestro
para lograr la eterna corrección del solfeo, causando
la debida molestia. Creo que había llegado para mí el
tiempo del martirio, como lo dijo un crítico en un par
de sonetos de encomio. Realmente, hay notorios y en-
comiables mártires de la pura música clásica, y con
varios de sus sucesores me permitiré verme de cerca.
Hay que tener en cuenta que buena paite de mis
opositores pertenecen al mundo df;llperiodismo, es-
cribidores ignorantes qq.e sólo saben gritar y armar Ludwig Schnorr

140 141
~
1

con la escuela de Mendelssohn. Son de agradecer los poco se percibe. En cierto sentido, quiere decir que
conocidos destrozos de sus expansivos negocios, que no debe dejarse al músico librado al azar y esto tiene
datan de fechas muy recientes, pues ambas especies, su fundamento.
en vez de ponerse la una junto a la otra, se han unido Con los correctos músicos alemanes era original-
en mutuo reconocimiento. Así, en la Alemania del mente difícil negociar. Como en Francia y en Ingla-
Sur la escuela de Mendelssohn es degustada y pro- terra, en Alemania el músico ocupaba un lugar social
tegida no menos que la improductiva escuela sureña desdeñable y descuidado. Los príncipes y notables
lo es en la Alemania del Norte, donde sus prototipos empleaban para tal menester a músicos italianos, y
son bien recibidos y altamente estimados como ya si por excepción se tomaba a un alemán podía ocu-
lo habría querido ser, y lamentablemente no vivió rrir lo de Mozart, a quien la corte vienesa apartó del
para serlo, el bueno de Lindpaitner*. Ambos parti- emperador. Entre nosotros el músico sigue siendo un
dos se dan, tranquilos, la mano para reasegurarse. ser espontáneo, a medias salvaje y a medias infantil,
Quizás el primero de ellos, donde encuentro la ge- y como tal seguirá siendo pagado. Nuestros mayores
neralidad de auténticos músicos alemanes, se en- genios sufrieron este desdén hasta de la más fina y es-
cuentre contrariado en dicha alianza, sin ninguna piritual sociedad, que no se ocupó de su instrucción
loable cualidad alemana de excelencia que los saque ni de darles imp01tancia. Piénsese solamente en el
de su perplejidad, en especial por la falta de apoyo de encuentro de Beethoven con Goethe en Teplitz. Para
la comunidad de los envidiosos. Esta cualidad ha este tipo de músico toda organización instructiva fue
corrompido a uno de los más importantes músicos inaccesible. Marschner, que trató de elevar el espíritu
modernos, como lo he probado más de una vez. Ha de la Capilla de Dresde en 1848, me advirtió que sería
desdeñado su propia naturaleza y se ha entregado a inútil hacerse entender por los músicos. Eran sujetos
la corruptora elegancia a la moda. La oposición a lo de muy buena preparación de tipo artesanal, pero de
establecido nada tiene que decir. No podemos y que- técnicas y comprensiones anticuadas. Había en la or-
remos que los otros tampoco puedan, pero ellos sí questa una suerte de organización familiar de cuño
pueden. Ésta es la honrosa limitación de todo, que patriarcal, falta de toda interioridad y, por lo mismo,
provoca una deshonrosa bronca. de apertura al exterior en busca de nuevos y genia-
Otra cosa ocurre en distintos sitios donde se dan les aires, a la vez que de un fuego que calentara, no
escasas dualidades de intereses sociales, nacionales simplemente iluminase. Sólo un corazón inteligente
y personales, y que se dirimen siguiendo las máxi- sería capaz de poder atizarlo.
mas de tratamiento que estén al alcance de la mano. Como de momento, por ejemplo, el judío perma-
Sin meterme en el diseño de estos variadísimos in- nece ajeno a nuestros sindicatos, no se han desper-
tereses, me reduzco a µno solo: Si mucho se oculta, tado nuestros directores a los estados del comercio

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~

musical, del cual eran enemigos, por estar adorme- 1 triviales y débiles. Así todo nos parece risible, chato
cidos en su estricto trabajo. Por ello cultivan en la 1 y nulo, y no nos alegra reírnos nuevamente de las
cima de sus esencias interiores, como los banqueros muecas que hace la intelectualidad, como las visio-
en sus activas sociedades, el capital. De igual modo, nes superficiales de la mayoría de nuestros estamen-
algo extraen por debajo de los obedientes músicos, tos culturales que tan puntualmente las apoyan y
obteniendo intelectualidad, no cultura. Quien ver- que tanto disgusto nos causan. Por ello arrastran los
daderamente la posee, está por encima de tales co- músicos alemanes un grave abandono, que ahora se
sas. Pero el poseedor de la intelectualidad consigue ha vuelto notable, debido a que esta nula intelectua-
que hablen de él. lidad quiere dar la pauta al espíritu y la significación
No conozco ningún caso en el cual el feliz apoyo de nuestra excelente música.
de dicha intelectualidad haya hecho visible un éxi- En general, es un importante carácter de esa in-
to de verdadera cultura ni, especialmente, de libertad telectualidad no permanecer en nada consistente,
de espíritu o libertad en general. El mismo Mendels- no profundizar, desdeñar los mandamientos válidos
sohn, apoyado y al cuidado de serias instituciones, en todos los tiempos o también, co.mo suele decirse,
ha aceptado claramente que no desea ninguna liber- hacer mucho de nada. Se gasta todo lo grande, subli-
tad, ni superar el ser propiedad de la opresión, ni me e íntimo a favor de algo que pasa por ser natural
reconocer seriamente, a pesar de los merecidos éxi- y autocomprensible, sustituyendo la enseñanza por
tos, que está situado fuera de la esencia artística ale- la imitación. Nada queda de lo enorme, lo divino y
mana, quizá corroído por ello y padeciendo esa des- lo demoníaco sino la pequeña alegría del similor.
garradora e inconcebible pena que precozmente Para la estética de la intelectualidad, todo aquello
devino su vida. La causa es, entonces, que el motivo es desvarío y desmesura. Se le opone una supuesta
de tal desplazamiento cultural es que carece de liber- nueva estética apoyada en Goethe, contraria a todo
tad interior porque sufre un parcial ocultamiento de lo tremendo y que ha encontrado una serena y her-
su esencia propia. El impulso liberador no se desen- mosa claridad. Se enaltecerá el equilibrio en el arte,
vuelve, se ha detenido. La cultura que de allí surge es invocando falsamente a Schiller como el defensor de
una verdadera y propia sabihondez. La inteligencia un nuevo clasicismo, confundiéndolo con los filis-
se agudiza en sus propias direcciones y, aunque se teos de nuestra época y yendo hasta los griegos tal
reúnan todas, ninguna de ellas es la verdadera y pura si ellos hubiesen cultivado el arte como una suerte
inteligencia vidente. Es realmente una profunda lás- de fiesta familiar y doméstica. Y este pobre hallaz-
tima que este camino haya conducido a unos indivi- go se pretende oponer a todo lo grave y temible de
duos sutiles y bien organizados, en contra de nuestra la existencia, elevándose a nuevo sistema de visión
postura, a una naturalrza cuyas derivas y logros son del mundo, donde nuestros sabihondos y modernos

144 145
héroes de la música han de hallar su cómodo lugar
de honor.
Hay algunos, por ejemplo Mendelssohn, que cre-
yeron griego el sobrevolar sobre la superficie de las
cosas, ocultando todo, sin mostrar nada. Esto tiene
un fundamento fisiológico, corporal, y traeré un re-
cuerdo propio como ejemplo para poder demostrar-
lo. Para el estreno en París de mi Tannhiiuser debí
rehacer la primera escena en el Monte de Venus e
introducir en ella un ballet 67 • El coreógrafo había
marcado a las bacantes y ménades unos saltitos que
contrastaban de modo ridículo con mi música. Le
propuse que los cambiara y se inspirase en los pasos
Marius Petipa, coreógrafo
de danza de los relieves clásicos, a lo que el maestro
de Tannhauser en París
me explicó: «Si yo propongo eso a mis bailarines se
lanzarán a bailar un cancán y estaremos perdidos». de nuestros músicos convive con una delicada ela-
Los elegantes maestros de la música moderna hacen boración en los detalles de sus interpretaciones. Ello
como las bacantes y ménades de París. Nada de as- está a la orden del día. Pero muy otra cosa es que al-
tucia, de salvajismo, de sublimidad, sino sumisión a guien, releyendo a los clásicos en nombre de su per-
los frenos de lo intelectual hasta considerar escan- sonalidad, sienta la necesidad angustiosa de repulir-
daloso al mismo Offenbach. Aún más: la adve1ten- los, poniéndose a la cabeza de nuestro arte alemán
cia a Meyerbeer, cuyos éxitos en la Ópera de París actual. El teutón es holgazán y desnortado si quiere
fueron criticados como expresiones de una semítica ser manierista, pero es sublime y soberano cuando
exageración de acentos, provocando el horror de los se extasía en elfuego.
intelectuales. Alguna vez me encontré con un joven músico cer-
Una gran parte de esta cultura es muy cuidadosa cano al círculo de Mendelssohn y le pregunté cuál
de sí misma y evita cualquier apasionamiento para era la principal advertencia que guiaba las enseñan-
no caer en torbellinos y encontronazos. Prisionera zas de su maestro. Me dijo que se trataba de compo-
del cuidado de sus cuidados, marcha hacia su fune- ner sin pensar en el efecto ni la realización, de evitar
ral. Sin enemigos a la vista, pasa de un agradable éxi- todo lo que de ello pudiera surgir. Esto sonaba bello
to a otro. Esta doble condición es hmy humana y ob- y bueno y, en efecto, los alumnos del maestro eludían
tiene una mezcla de ambos elementos: la tosquedad fielmente el efecto y la realización. Yo encuentro muy
'J

147
negativa esta teoría que, además, impide aprovechar
lo positivo de cualquier enseñanza. Creo que toda la
enseñanza del conservatorio de Leipzig se basa en
dicha máxima y se ha comprobado que los jóvenes
que han cumplido con la anterior advertencia fue-
ron totalmente atormentados por ella, pues los me-
jor dotados no hallaban ningún gusto en obedecer a
sus maestros y no todos renunciaban a gustar de la
música siguiendo las máximas como si fueran textos
sagrados.
Según he dicho antes, el asunto hace a nuestra in-
terpretación de los clásicos. Largos años intenté que
se explicara cómo ejecutar las obras pianísticas de
Beethoven, donde reside lo esencial de su estilo. Tra-
taba de encontrar a alguien que, por ejemplo, toca-
se la Gran Sonata en si mayor 68 y pudiera convertir Franz Liszt, circa 1870
su experiencia en enseñanza. Finalmente lo hallé y
fue muy lejos del campo de batalla de Mendelssohn, No se trataba del oscuro gótico alemán ni nada
en el polo opuesto de su escuela. Fue gracias al gran parecido. La pieza fluyó de las manos de mi amigo
Franz Liszt que pude también concretar mi anhelo sobre el teclado con un «júbilo griego» que yo, ante
de oír a Bach. Era él a quien se cultivaba también de su serenidad, no supe adónde conducía, y me vi invo-
preferencia. Sin duda es en él donde podemos hallar luntariamente instalado en una sinagoga griega cuyo
modernos efectos y hasta lo drástico de Beethoven, culto musical era una mezcolanza de acentuación ve-
que sólo en apariencia afirmaba sostener una suer- terotestamentaria y manierismo moderno. Me zum-
te de ejecuciones chatas y desarraigadas. Por uno de baba aún esta cosa en los oídos cuando le pedí a Liszt
los más antiguos y renombrados músicos, compañe- que limpiara de tal impresión a mi ánimo musical.
ro de Mendelssohn, escuché el octavo número del Él toco el Cuarto Preludio y Fuga 69 , en do sosteni-
primer libro de El clave bien temperado (preludio y do menor. Entendí bien lo que esperaba del teclado
fuga en mi bemol menor), pieza que siempre me ha liszteano. Aprendí a conocer lo inesperado de Bach
parecido peculiarmente mágica. He de confesar que aunque yo lo hubiese conocido leyendo sus partitu-
sentí cierto temor al pedirle que lb tocara y aceptarlo ras. Hasta llegué a ver la diferencia que hay entre es-
él amigablemente. tudio y manifestación. Liszt me había manifestado a

149
seguidor: Hans von Bülow. Para mí es un placer de-
cir ahora algo sobre él.
Los dogmáticos del «ningún efecto» vuelven la
mirada con burlón horror cuando se encuentran con
todo un hombre. Ese horror es la máscara de la im-
potencia que se convie1te en pretensión de potencia
por medio de la sospecha y la difamación. El suelo
alimenticio donde crecen es el pobre espíritu del
filisteísmo nacional, el efímero sentido de los seres
pequeños que pretenden conceptuar las esencias de
nuestra música.
Su principal ingrediente sigue siendo una sensible,
resabia y reflexiva prevención contra los que pueden
producir por parte de quienes no saben hacerlo y
Una página de la Sonata para piano nº 29 de Beethoven
sólo injurian a los otros. Es trágico que hayan enma-
través de su interpretación que yo no me había en- rañado en esta monstruosidad a una naturaleza tan
gañado. Así, en todo lugar donde me encuentre, sea bien dotada como la de Robert Schumann hasta lle-
cual fuere la medida empleada, aun cuando me halle gar a convertirlo en la enseña de la comunidad. La
extraviado, siempre se disipará cualquier duda ante desdicha fue que, en efecto, hay un flanco débil en
la fuerza de la manifestación. También sé que mu- la obra de Schumann y es precisamente esta falencia
chos ignoran lo genuino de un cuidadoso Bach. En
cuanto a los que duden, les aconsejo que se dejen de
tal modo preludiar.
Al mejor de los mejores miembros de cierta Socie-
dad Musical Pietista y Mesurada le pregunté alguna
vez si había escuchado a Liszt tocar la Gran Sonata
en si mayor de Beethoven y si, después, no le había
parecido que era la primera vez que realmente la es-
cuchaba y la entendía. Dudo que alguien se hubie-
se resistido a pronunciar una entusiasta confesión:
realmente, este Bach y este Beethli>venme parecen
estrenos. En cuanto a Liszt, sólo tiene un auténtico Wagner y Liszt, 1853, por Hermann Torggler

151
la que se ha convertido en el emblema del sindica- gustaron bastante menos. Me pareció impertinente
to. Lo que en Schumann es animado y amable, cae compararlas con las de Liszt y su escuela, y hallar-
de nuestro lado y en él también sitúo a Liszt, que las técnicamente extraordinarias, pero no más que
lo apoyó, receptivo y solidario, dando a conocer su eso. La seca y leñosa interpretación de Brahms me
auténtica productividad. Fluido y desprevenido, lo produjo pena, como si a su técnica escolaridad le fal-
apartó quizá sólo de la interpretación. Hoy, repuesto tasen aceite y fuego. No parecía pasar por el teclado
en su lugar y descubierta la limitación de su legado, sino flotar en un dominio etéreo donde triunfa la téc-
especialmente en cuanto a su atrevida concepción, nica. En conjunto se podía constatar un respetable
sin embargo su verdad no es gustada por el público aspecto carente de naturalidad, más destinado a los
y se acepta que es bella pero no produce «efecto», amados apóstoles que al Salvador, con un afectado
lo mismo que ocurre con el Beethoven de la última entusiasmo por las tallas medievales, esos santos,
época. Se lo percibe pomposo y falto de interés, entre esas rígidas figuras de madera enfiladas de las igle-
leve y pesado, una suerte de recipiente donde ha ido sias. Era como cubrir con esos mantos la grandeza
a parar toda la enorme sobredeterminación del más viviente de nuestro Beethoven o intentar parecerse
profundo espíritu alemán. Su débil pompa y lo inde- a Schumann sin comprender sus naturales funda-
cible del último Beethoven son una misma cosa, la mentos.
víctima de la excentricidad de nuestros intérpretes, Hace algún tiempo, un redactor de un periódico
que los muestran desafortunados e incorrectos. del Sudeste alemán consideró «caprichosas» mis
Estos peculiares guardianes de la castidad mu- tendencias. Evidentemente, no sabía lo que decía.
sical de nuestros clásicos son como eunucos de un La palabra era malévola y tonta. La esencia del ca-
grandioso harén, tal si el espíritu de nuestros filis- pricho es, en verdad, lo propio de esa secta de la que
teos se complaciera, confiado, en la debilidad del tengo mucha experiencia. Juegan a ser encantadores
espíritu musical como influencia familiar, imposible y seductores pero, en verdad, aplican toda su fuerza
de verse de este lado. opositora contra el encanto y la seducción. Cuando
¿Dónde ha ido a parar nuestra grande, indeci- se descubrió este misterio de la secta, las cosas que-
blemente excelente música alemana? daron claras: los sectarios gozaban anulando el en-
Considerados en su conjunto, estos músicos son canto. Su máxima es la abstinencia y su ley, una serie
inobjetables. La mayoría de ellos componen bien. El de prohibiciones. Se desciende así a los más bajos ni-
señor J ohannes Brahms 7º tocó amistosamente ante veles del arte, cuyo mejor ejemplo son los Valses de
mí algunas de sus variaciones; las consideré excelen- amor de «San Juan» Brahms 71. En cuanto a lo que
tes, no,eran ninguna broma. En unconcierto escu- denominan «ópera», que es el género que menos
ché unas cuantas de su~ piezas para piano que me abstinencia soporta, la degradación es aún mayor.

152 153
La citada escuela la ha reducido hasta el grado de Ya he expuesto todas las debilidades y todos los
miseria. Es en ella todo mera apariencia y ritualiza- errores de la citada escuela en materia sinfónica. Aho-
ción hasta alcanzar los niveles ínfimos del género, ra refiero lo correspondiente al campo operístico.
un mero ejercicio escolar sin libertad ni dicha algu- Si en los conciertos los directores suelen actuar
na. Su encanto es penoso a pesar de que sus maes- con graves gestos, en la ópera lo hacen con gestos in-
tros han sido santificados. geniosos, frívolos, ligeros y escépticos. Se producen
¿Qué relación tienen, en efecto, estos señores no como si estuvieran en su casa pero sí riéndose,
músicos con la «ópera»? En las salas de concierto sin preocuparse apenas de lo que hacen porque no
quisiéramos que, al menos como punto de partida entienden gran cosa. Ante todo: una galante compla-
en los programas, apareciese. Eduard Devrient* nos cencia con lo que cantores y cantoras les piden para
ha hablado de la necesidad de una ópera, sin duda regocijarse: ellos deciden el tempo, conducenferma-
pensando en su amigo Mendelssohn, que le dedicó el te, ritardandi, accelerandi, transportes y, ante todo,
volumen de sus Recuerdos. Esperábamos conocer los «golpes de arco», cortes en las partituras, donde
el particular anhelo del apurado maestro, es decir y cuando cada uno lo desee. ¿Hasta dónde puede lle-
una ópera netamente alemana, pero en el material gar la insensatez de someterse a los dictados de los
elaborado se advierte que lamentablemente no hay divos y las divas? Si algún director se atreve a una
tal. Yendo a sus fundamentos naturales se ve que pedante inclinación que no sea la suficiente habitual,
sólo existe un empequeñecimiento del estado. Así, cae fuera de la ley. Según se reconoce hoy la correcta
alemana para Mendelssohn es una ópera «noble y dirección de la ópera, ella consiste en agradecer el
risueña», fruto de su ambición pérfida y sensible- recto instinto de los cantantes, como en la orquesta
ra, de la cual no lo rescatan ni el Viejo ni el Nuevo sinfónica el azaroso buen sentido de los músicos. To-
Testamento. Ni sus compañeros ni sus alumnos lo memos, por ejemplo, una obra como Norma, hecha
consideraron con seriedad. El señor Hiller*, por para voces con orquesta. Si observamos la partitura,
ejemplo, se vio compulsado a opinar que esa ópera veremos que la cantidad de anotaciones y correccio-
tenía un «toque feliz» pero ante sus ojos muy otra nes la han convertido en un monstruo musical: hay
cosa apareció: un juego de azar, donde los resultados una serie de transportes por los cuales un aria en
dependían de quien manejaba la ruleta. Nada nuevo. adagio y fa sostenido pasa a ser un allegro en fama-
Hasta el pobre Schumann cayó en la trampa. Todos yor, en medio de la marcha militar se ha metido una
los grados de la iglesia de la abstinencia, los altos y modulación, produciendo una horrenda imagen de
los bajos, tendieron sus manos pero el «toque feliz» la música, a cuyo servicio el maestro de capilla pone
volvió a faltar y se resolvió en una desanimada des- su batuta. La primera vez que pude oír El barbero de
ilusión. Sevilla realmente correcto y plenamente escuchable

154 155
fue en un teatro suburbano de Turín. Aun en una con un regista talentoso y unos excelentes músicos,
inocente partitura como ésta, nuestros directores ca- la función resultará feliz. En tanto, el maestro de ca-
recen de la menor inquietud por leerla de modo que pilla se habrá limitado a manejar su batuta y cobrar
no resulte irreconocible, y celebran sus ocurrencias su estipendio. No obstante, al llegar a los ensayos,
con enorme gusto y satisfacción. sorprendido, hubo dicho: «Señores, disculpen uste-
Las más sosas fabricaciones teatrales agradan en des, pero no saben lo que están haciendo».
los tabladillos de París y resultan estéticamente li- No siempre las relaciones entre un cantante y un
beradoras entre nosotros, sin pasar de ser correctas director son armoniosas. Hay divos que exigen mu-
y seguras en todas sus partes. Tan grande es el po- chos cuidados y reprochan la falta de apoyo, en tanto
der del principio artístico que uno solo de sus frag- otros no toleran ser dirigidos y se quejan de una au-
mentos, resuelto con perfecta corrección, produce toridad exagerada. Es posible que en cada momen-
en nosotros un efecto estético. Lo que encontramos to de esa obra artesanal de la que estamos tratando
es arte verdadero, aunque de íntimo nivel. Pero del surja una disputa. En este sentido, se me ocurre que
aprendizaje de tales efectos en Alemania no sabe- debo decir una palabra, que ojalá sea conocida por
mos casi nada, salvo en Berlín y Viena, en las funcio- todos los alemanes.
nes de ballet. En ellas sólo conduce una mano y esa Dadas las propiedades de nuestros maestros de
mano entiende realmente lo que hace: es el maestro capilla que he señalado, debo intervenir siempre en
de baile. Describe de manera feliz a la orquesta qué la representación de mis óperas. Hay dos espíritus,
pautas dinámicas deben gobernar la interpretación el teatral y el musical, que permanecen desconocidos
y, en especial, su tempo, no como el cantante en las para mí, a pesar de mi amplia experiencia. Lo cierto
representaciones de ópera, que sólo entiende de sus es que cuando ambos ponen sus manos sobre mis
preferencias, sino en cuanto a las sobredetermina- obras los resultados no son, en general, felices. Men-
ciones de conjunto. Así notamos, apenas la orquesta delssohn dirigió a empujones en Leipzig la obertura
empieza a sonar bien, que un benéfico sentimiento de Tannhiiuser. El preludio de Lohengrin en Berlín
nos invade y se exterioriza, abarcando a todos, a ve- fue una chapuza. Arrastrada y chapucera a la vez re-
ces como único momento placentero en una peno- sultó la obertura de Los maestros cantores de Nú-
sa función de ópera. En ésta es posible que exista la remberg en Dresde. Se repitió en otras ciudades,
sobredeterminación del director escénico. Pero, en incomprensible, con mal gusto, sin el menor cuida-
cualquier caso, la ópera no es sólo ficción teatral sino do por emitir reconocidamente una sola nota. Voy a
música absoluta y ella suele estar regida por unos explicar la correcta lectura de esta pieza.
cantantes que todo lo ignoran a su respecto. Si, por La principal velocidad de ella está indicada por
fortuna, se reúnen unos,cantantes de instinto genial mí como «moderadamente movido», traducible al

157
antiguo esquema del andante maestoso. En ningún que ha de medirse como andante alla breve y, en
momento debe ralentizarse, en especial durante los cuanto remata con aire de fanfarria, va aumentando
diversos episodios de su contenido. Las modifica- su fuerte ritmo cuaternario inicial y subrayando sus
ciones de los numerosos y distintos motivos ha de acordes en dominante. Si el director ha seguido pun-
hacerse con selectiva sutileza, de modo impercepti- tualmente el anterior desarrollo, puede llegar al final
ble, manteniendo siempre la estructura del compás de la pieza con el intenso y debido sentimiento musi-
de 4/ 4, de modo que la articulación general se man- cal que conduce al remate donde se retoma el primer
tenga y se amplíe por medio de dichos matices. El tema, redoblado por la orquestación, con marcado
ritmo de marcha en mi mayor puede llevarse hasta tiempo de marcha 4/ 4 y una triunfante sonoridad de
un franco allegro, en tanto las frases de figuraciones fanfarria.
más breves se pueden solfear dividiendo el compás Esta obertura la conduje por primera vez en Leip-
cuaternario en dos compases de 2/4, lo cual enri- zig, en un concierto privado 72 , siguiendo a la perfec-
quece las acentuaciones dentro del fraseo, especial- ción aquellas indicaciones. La orquesta respondió
mente si se tienen en cuenta las síncopas y los con- con toda excelencia de modo realmente amistoso. El
tratiempos, lo cual crea un clima de scherzando. En auditorio celebró la ejecución con tal entusiasmo que
cambio, los momentos escritos alla breve conviene debió bisarse la pieza, uniéndose el fervor amigable
que se lean como compases de 2/2, y los momentos de los músicos con el del público. La impresión fue de
de iglesia como un decidido andante de dos tiempos tal fuerza que la obra tuvo que ser expuesta más tar-
largos. Al retomar el primer tema y la presentación de en una sesión de la Gewandhaus. El director fue
del segundo, conviene volver al 4/ 4 para acentuar el maestro de capilla Reinecke*, fiel a mi preceptiva,
los ritmos en do mayor de los contrabajos doblados del mismo modo que los músicos; los asistentes pu-
por los violines y los violonchelos, en tanto se modu- dieron silbar y sisear. No sé si debo agradecer este
la a mi mayor -relativo de la anterior tonalidad-y se éxito de la vulgaridad pequeñoburguesa, tampoco
abrevia la figuración. investigar si es obra de rutinarios directores disper-
La obra exige una gran delicadeza que sirve de sos entre la gente. Me basta con que la obra fuera
base a lo pasional, con el suave episodio de la decla- aplaudida por los entendidos. Si hubiera sido inter-
ración de amor. Un efecto de especial entrega apa- pretada a la vieja usanza, habría tenido corta deriva,
sionada se puede conseguir finamente con un poco en tanto así hecha, durará para siempre. Yo sigo en
rallentando, sin perder en ningún momento ni el ca- mis trece. iEl sonido triunfal de mis Maestros y mis
rácter general de la pasión ni el esquema rítmico de maestros acallará la gritería de los atormentados!
fondo. La marcha da lugar a un gravitatorio desarro- Apoyado en esta convicción, aprendí del públi-
llo en forma de coda, con amplio carácter cantable, co de Dresde lo que es una justa y adecuada versión

159
de mi obra, no sólo la obertura, sino toda la ópera y
sin cortes. El tema principal de aquel preludio es un
motivo antiguo y popular que también sirve de con-
clusión a la ópera. La combinación del motivo como
acompañamiento y el discurso final de Hans Sachs,
una entusiasta alabanza a la tarea de sus maestros
cantores, es un canto que rima un consuelo sobre el
mismísimo arte alemán. El remate, con la entrada
del coro, añade un amplio y festivo carácter a la gra-
vedad de su contenido. La experiencia de mi tierra
natal sajona se repitió en Múnich, donde la ópera
se representó sin cortes 73, en contra del principio de
cortar y recortar de los rutinarios directores. «Lo que
no entiendo, no significa nada» podría ser su verda-
dera norma. No creo que estos señores, los Hiller,
Rietz* y Lachner*, sean verdaderos músicos porque
carecen de sentimiento musical. Leen las partituras El violinista Josef Joachim
como matemáticos, no como músicos. Lo son y ex-
celentes, pero sólo por lo que saben y pueden hacer: y ejerce lo que demando para nuestra gran música.
pura y mera música en el sentido de todo lo que a la Es, junto con Liszt y sus seguidores, el único capaz
música pertenece. lEntonces? Confusión, palabras de dar pruebas y ejemplos de lo antedicho. Sé que
conceptuales, números, pobre expresividad. Música, tendrá oposiciones y que su formación fue hecha
sí, pero sólo música. O sea: plena y perfecta incapa- bajo los bellos auspicios de Hiller y Schumann, pero
cidad musical, estancamiento. Mala idea, envidioso que también ha trabajado junto a Liszt. Es un gran
malestar. violinista pero no director ni compositor. Habría
Es de esperar que la escuela por mí deseada se sido preferible la señora Lucca* o el maestro Haupt-
haga realidad en la Escuela Superior de Música fun- mann* de Leipzig, si aún viviera. No me gustaría que
dada en Berlín bajo los auspicios de la Academia la Escuela Superior se limitase a ser una escuela de
Real de Artes y Ciencias bajo la dirección del célebre violinistas. Sócrates opinaba que Temístocles, Ki-
violinista señor Joachim*. Sin él, la empresa falla- mon y Pericles, destacados jefes militares y orado-
ría. Por lo que conozco del arte d~ este músico como res, no parecían buenos estadistas y que, situados al
virtuoso e, intérprete, me permite saber que conoce mando del gobierno, podrían resultar inútiles. Pero,

160 161
en fin, quizá la música sea otra cosa. Algo me ha he- PEQUEÑA GUÍA BIOGRÁFICA
cho reflexionar.
El señor J oachim y su amigo el señor Brahms es-
peran todo lo bueno de un retorno al melodismo de
las canciones de Schubert como el Mesías esperado.
Conviene también esperar lo que estos altos maes-
tros han de hacer y que el Mesías no sea crucificado BÜLOW, Hans von (1830-1894): Director de orquesta
por los judíos. y pianista alemán. Asistió a Liszt en el estreno de
Lohengrin en Weimar (1850) y luego marchó a
Zúrich para reunirse con Wagner. Como pianis-
ta recorrió las principales plazas europeas. En
Múnich condujo los estrenos de Tristán e !solda
(1865) y Los maestros cantores de Núremberg
(1868). Casado con Cósima Liszt, se divorció de
ella en 1869, quien fue luego la esposa de Wag-
ner. Actuó en Inglaterra y Estados Unidos, entre
constantes presentaciones en Europa. En 1882
contrajo matrimonio con la actriz Marie Schan-
zer.
DESSOFF,Félix Otto (1835-1892): Director de or-
questa alemán, alumno en Leipzig de Hauptmann
y Rietz, y activo en Viena y Stuttgart. En Nueva
York fundó los coros que aún llevan su nombre.
Trabó gran amistad con Brahms, quien le confió
la presentación de varias obras suyas.
DEVRIENT, Eduard Philipp (1801-1877): Historiador
del teatro, libretista y barítono de ópera alemán.
Conoció a Mendelssohn en 1822, con quien man-
tuvo una estrecha amistad y colaboró con él en
Berlín, en el reestreno de La Pasión según San
Mateo de Bach, asumiendo el papel de Cristo
(1829).
DOTZAUER,Justus Johann Friedrich (1783-1860): asumiendo, a la vez, el rol del primer violín. De
Violonchelista alemán, también reconocido como sus estrenos orquestales destaca la Sinfonía fan-
profesor y compositor. Fue padre de Justus Bern- tástica de Berlioz.
hardt (1898-1874), pianista, y de Karl Ludwig HAUPTMANN, Moritz (1792-1868): Compositor, teó-
(1811-1897), violonchelista en la corte de Kassel. rico y enseñante de música alemán. Fue violinista
ESSER,Heinrich (1818-1872): Compositor y director de orquesta en Dresde, Kassel y Viena, y maestro
de orquesta alemán. Fue maestro de capilla en en la corte del príncipe Repnin, en San Peters-
Mannheim, Múnich y Viena. Wagner le encargó burgo. En Leipzig se desempeñó como cantor de
la transcripción para piano de Los maestros can- Santo Tomás, cofundó la Sociedad Bach (1850) y
tores de Núremberg. Fue Esser quien le presentó editó elAllgemeine musikalische Zeitung (1843).
a Hans Richter a Wagner, de quien fue copista y Publicó obras de teoría y crítica musical.
director de confianza. HILLER, Ferdinand (1811-1885): Director de or-
GERVINUS,Georg Gottfried (1805-1871): Crítico lite- questa, compositor y profesor alemán. Dirigió en
rario e historiador alemán. Es autor de una mo- Dresde, Düsseldorf y Colonia. Dio a conocer obras
numental Historia de la poesía y de la literatura de compositores consagrados y asimismo noveles
nacional alemana en cinco volúmenes (1831- como Richard Strauss. Fue amigo y colaborador
1842). de Mendelssohn y Schumann. Trabó amistad con
GUHR,Karl Wilhelm Ferdinand (1787-1847): Direc- el joven Wagner, ambos cercanos políticamente
tor de orquesta y compositor alemán. Berlioz y por entonces a Ruge y Bakunin, polemizando con
Spontini lo consideraron uno de los principales el liberal Eduard Devrient.
directores de su época. Wagner en sus memorias JOACHIM,Josef (1831-1907): Violinista, compositor,
elogia su versión de la moza1tiana La flauta má- director de orquesta y profesor austrohúngaro,
gica y expresa sus reservas en su ensayo sobre la nacido en la actual Eslovaquia. Fueron decisivas
dirección. influencias suyas Mendelssohn en Leipzig y Liszt
HABENECK, Franc;ois-Antoine (1781-1849): Violinis- en Weimar. Se distanció de éste por su adhesión
ta, director de orquesta y compositor francés. a la nueva música, a la vez que se aproximó a
Dirigió en varios teatros de París y, largamen- Schumann y Brahms. Éste compuso inspirado en
te, en la Ópera, donde estrenó a Rossini, Halé- Joachim alguna de sus sonatas para violín y pia-
vy y Meyerbeer, entre otros. Fundó la Sociedad no, el concierto para violín y orquesta y el doble
de Conciertos del Conservatorio (1828). Desde para chelo, violín y orquesta. En 1868 se instaló
1807 fue el presentador y difus.or más importan- en Berlín como director de la recién fundada Ho-
te de la obra de Be~thoven en Francia. Dirigía chschule für Ausübende Tonkunst.
LACHNER,Franz Paul (1803-1890): Compositor y MARSCHNER, Heinrich August (1795-1861): Compo-
director de orquesta alemán, perteneciente a sitor alemán de ópera, considerado el más impor-
una familia de músicos de la cual formaron par- tante entre Weber y Wagner, y una de las figuras
te sus hermanos Ignaz y Theodor. Franz destacó centrales del romanticismo alemán. De su catálo-
en la dirección de la obra beethoveniana y tuvo go permanecen en activo algunos títulos como El
amistad con notorios intelectuales de su tiempo. vampiro, El templario y la judía y Hans Heiling.
Fue amigo y compañero político de juventud de MATIHÁI,Heinrich August (1781-1835): Composi-
Wagner, cuya música nunca le gustó, aunque sus tor y virtuoso del violín de origen alemán. Junto
discusiones con los wagneristas jamás dañaron la con Bartolomeo Campagnoli, que hacía las veces
mutua amistad. de concertino, fue contratado como solista de la
LINDPAITNER, Peter Josef von (1791-1856): Director Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig. Cursó es-
de orquesta y compositor alemán. Fue director de tudios en París y fue alumno de Rodolphe Kreut-
teatro en Múnich, maestro de capilla en Stuttgart zer. En 1809 fundó el Cuarteto Gewandhaus, con
y participó en sesiones de la New Philarmonic Campagnoli, Hermann Voigt y Justus Dotzauer.
Society de Londres. Mendelssohn lo consideraba En 1810 tocó, en el Festival de Música de Turin-
el mejor director de orquesta de Alemania, en es- gia en Frankenhausen, con Louis Spohr un Doble
pecial por valerse únicamente de la batuta. Concierto para violín. A la marcha de Campagno-
LOBE,Johann Christian (1797-1881): Musicólogo, li, fue nombrado Concertmeister de la Gewand-
compositor y flautista alemán. Editó Allgemeine haus, cargo que ocupó hasta su muerte. Entre sus
musikalische Zeitung (Leipzig, 1846) y Fliegende composiciones cabe mencionar Cuatro Concier-
Bléi.tterfilr Musik. Entre sus libros figuran los de tos, Op. 2, 9, 15 y 20; la Fantasía con variacio-
teoría y enseñanza de la composición, así com~ nes para violín y orquesta, Op. 8; y los Cuartetos
un Catecismo de la música, aún hoy en circula- para cuerda, Op. 6 y 12.
ción en alemán y en traducción inglesa. POTIER,Philip (1792-1861): Compositor inglés, per-
LuccA, Pauline (1841-1908): Soprano austríaca. teneciente a una familia con varias generaciones
Destacó en papeles dramáticos de óperas france- de músicos. Trabó cierta amistad con Beetho-
sas, italianas y alemanas. Actuó en la Ópera de ven y se desempeñó como director de orquesta y
pianista. Perteneció a la Academia de Música de
Berlín y en teatros de Inglaterra, Rusia y Estados
Londres y a la Sociedad Bach de Alemania. Es au-
Unidos. Regresó a Europa en 1874, donde siguió
tor de nueve sinfonías.
su carrera hasta 1882. No se :registra que haya
REINECKE, Carl Heinrich Carsten (1824-1910): Com-
cantado papeles wagnerianos. '
positor, director de orquesta, pianista, profesor

166
í

y administrador musical alemán. De formación Malvina Garrigues, fue un elemento decisivo en


ecléctica, estudió con Schumann, Mendelssohn y la carrera de Wagner. Cantó como Tannhiiuser,
Liszt. Fue enseñante en el conservatorio de Leip- Lohengrin, Erik en El holandés errante y Walter
zig, contando entre sus discípulos a Grieg, Muck en Los maestros cantores de Núremberg. Junto
y Weingartner. Dirigió la Gewandhaus de Leip- a Malvina estrenó Tristán e !solda en Múnich y
zig y fue miembro de la Academia de Berlín. En su falleció poco después.
música de cámara acusa la influencia de Brahms SCHRÓDER-DEVRIENT, Wilhelmine (1804-1860): So-
y en sus óperas, la de Wagner. prano alemana, perteneciente a una familia de
REISSIGER,Karl Gottlieb (1798-1859): Compositor, cantantes. Su registro de soprano dramática y sus
director de orquesta y profesor alemán. Estudió dotes como actriz llegaron a conmover a diversos
en Alemania, Italia y Francia. Dirigió la Ópera de públicos de Europa, al punto de ser denominada
Dresde donde en 1843 estrenó Rienzi de Wagner, «La reina de las lágrimas». Compartió con Wag-
quien era su director suplente. La amistad entre ner la actuación revolucionaria en el Dresde de
ambos se deterioró cuando Reissiger desdeñó 1848 y el exilio. Estrenó varios de sus personajes:
utilizar un libreto wagneriano, Die hohe Braut el travestido Adriano en Rienzi, Senta en El ho-
( «La sublime esposa»). Wagner lo censuró por su landés errante y Venus en Tannhiiuser.
filisteísmo y falta de entendimiento de la nueva STRAUSS, Eduard (1835-1916): Compositor y director
música, lo cual es poco fundado. de orquesta austríaco, el más joven de la célebre
RIETZ,Wilhelm August (1812-1877): Violonchelista, familia. Dirigió la famosa orquesta que lleva el
compositor, director de orquesta y editor alemán. apellido familiar durante viajes europeos y norte-
Sucedió a Mendelssohn en Düsseldorf y a Reissi- americanos, mezclando en sus programas valses
ger en Dresde. Fue profesor en la academia y en y otros bailables vieneses con páginas más gra-
el conservatorio de Leipzig. Editó varias obras de ves, entre ellas oberturas y preludios de Wagner.
Bach, entre ellas La Pasión según San Mateo. También se ha querido ver en su manera de di-
SCHNEIDER, Johann Christian Friedrich (1786-1853): rigir el detallismo y el rubato propios del estilo
Compositor, director de orquesta y profesor ale- dirigente de Wagner, Liszt y Bülow.
mán. Actuó como organista y solista de piano en
Leipzig para luego ser maestro de capilla en An-
halt-Dessau, donde fundó una academia de can-
to, una sociedad coral y una escuela de música.
SCHNORRVON CAROLSFELD,Ludwig (1836-1865):
Tenor alemán. Junto, con su mujer, la soprano

168 169
T

NOTAS

'Beethoven apareció publicado por primera vez como fo-


lleto por E. W. Fritzsch, Leipzig, 1870.
2
Ludwig van Beethoven nace en Bonn el 16 de diciembre
de 1770.
3 Wagner se refiere a los acontecimientos políticos y mi-
litares ocurridos en 1870, con ocasión de la guerra franco-
prusiana, más que al propio centenario del nacimiento de
Beethoven.
4 Wagner probablemente se refiera a la aparición de una
conciencia nacional alemana durante las Guerras Napoleó-
nicas.
5 Sinfonía n° 3 en mi bemol mayor, Op. 55, compuesta

entre 1802 y 1804.


6
Goethe estudió dibujo muy seriamente con Adam Frie-
drich Oeser, maestro del famoso arqueólogo Johann Joachim
Winckelmann, mientras estudiaba derecho en Leipzig. Du-
rante su viaje a Italia, entre 1786 y 1787, mostró mucho inte-
rés por la arquitectura clásica y del Renacimiento, y mantuvo
relación con los círculos de pintores y escultores de la época.
7 En una conversación con Johann Peter Eckermann,
Goethe comenta: «Entre mis papeles he encontrado una hoja
en la que defino a la arquitectura como música hecha piedra. Y
en verdad, algo de eso hay. La atmósfera que generan las obras
arquitectónicas se parece mucho a la de la música». Conversa-
ciones con Goethe, 23 de marzo de 1829, pp. 381-382. Traduc-
ción de Rosa Sala Rose. Acantilado, Barcelona 2005.
8
Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y re-
presentación, vol. I, § 52, pp. 311-324. Traducción de Pilar
López de Santa María. Trotta, Madrid 2004.

171
9 Arfr i' Schopenhauer, El mundo como voluntad y re- aquel grito me produjo una emoción tan intensa que no pude
presentación, vol. II, p. 411. Traducción de Pilar López de recordar el resto. Las sensaciones que entonces experimenté
Santa María. Trotta, Madrid 2009. fueron harto características y no se disiparon durante todo
10
Este planteamiento es heredero del idealismo metafí- el tiempo de mi estancia en Venecia. Quedaron grabadas en
sico que Wagner subsume en su propio sistema intelectual. mi mente hasta el final del segundo acto de Tristán, y quizá
11
A. Schopenhauer, El mundo como voluntad y represen- me sugirieron los sones lastimeros y lánguidos de la flauta
tación, op. cit., vol. II, p. 413. pastoril al principio del tercer acto.» Mi vida. Traducción de
12
Goethe, Fausto I, líneas 454-455. Eulogio Guridi. Lauro, Barcelona 1944, pp. 464-465.
13 Wagner compara el estado interior del músico con el 15
Al igual que la experiencia de Venecia, este suceso po-
éxtasis contemplativo-religioso de un santo. El origen de esta dría haber influido en la composición de la triste melodía del
comparación podemos rastrearlo hasta Schopenhauer quien, pastor del tercer acto de Tristán e !solda.
16
al final de su discusión sobre la estética de la música, habla Durante la redacción del ensayo Beethoven, Wagner
de los santos como aquellos que «han soportado voluntaria componía la orquestación del tercer acto de Sigfrido. En este
y gustosamente todos los martirios porque en ellos se había pasaje, Wagner debe tener en mente la escena del segundo
abolido la voluntad de vivir». A. Schopenhauer, El mundo acto, cuando Sigfrido primero imita y más tarde entiende el
como voluntad y representación, op. cit., vol. I, pp. 384-385. canto del pájaro del bosque.
4 «Durante una noche de insomnio en la que a las tres
1 17 Wagner se refiere a la tesis central del libro de Eduard

de la madrugada estaba asomado a mi balcón, oí por pri- Hanslick VonMusikalisch-Schonen (1854).


18
mera vez el célebre y antiguo canto de los gondoleros. Me Wagner conoce esta anécdota probablemente de la lec-
pareció que el primer acento, ronco y lastimero, que resonó tura de la biografía sobre Moza1t de Otto Jahn, publicada en
en la noche silenciosa provenía del Rialto, situado poco más cuatro volúmenes en Leipzig entre 1856 y 1859. Jahn se refie-
o menos a un cuarto de hora de distancia. Una análoga me- re brevemente a la biografía de Beethoven (1840) de Anton
lopea le respondió más lejos todavía. Aquel extraordinario y Felix Schindler, pero cita como su principal autoridad «una
melancólico diálogo continuó así a intervalos a veces bastan- fuente confiable de Viena».
19 Wagner se refiere a los «ultramontanos» y a las polé-
tes extensos, y quedé de tal modo impresionado que me fue
imposible retener en mi memoria las escasas notas sin duda micas contra ellos: católicos conservadores alemanes que se
ha1to sencillas que la modulaban. Otra noche comprendí por suponía obedecían la autoridad del Papa sin comprometer
experiencia toda la poesía que encerraba aquel canto popu- su patriotismo alemán. Respecto al asunto de los católicos,
lar. Volví a casa muy tarde transportado en góndola por los Wagner hizo frecuentes alusiones contra los jesuitas, y hay
sombríos canales y, de pronto, apareció la luna iluminando que tener en cuenta que en 1870 se suprimieron en Alemania
los indescriptibles palacios y a mi gondolero que manejaba varias instituciones católicas.
cansinamente su enorme remo, de pie en la popa de mi barca. 2
º La Sinfonía nº 8 enfa mayor, Op. 93, compuesta entre
En aquel mismo momento éste profirió un grito que parecía 1811y1812; y la Sinfonía nº 2 en re mayor, Op. 36, compues-
casi un aullido de animal: era un profundo gemido que subía ta entre 1801 y 1802.
en crescendo hasta un 'oh!' prolongado y acababa con la sim- 21
Wolfram van Eschenbach (1170-1220) fue un caballero
ple exclamación: 'iVenecia!', Seguía todavía algo más, pero y poeta alemán, reconocido como uno de los mayores poetas

172 173
épicos de su tiempo. Como trovador, Minnesiinger, sus com- 33 Wagner fue sin duda consciente de que Beethoven ha-

posiciones fueron muy apreciadas en su tiempo, en especial bía pasado los primeros veinte años de su vida en Bonn.
su Parzival, el poema épico que inspiró la ópera de Richard 34 Johann Sebastian Bach ocupó cada vez más un impor-

Wagner. Entre las principales obras que sirvieron de modelo tante lugar en el pensamiento de Wagner, sobre todo durante
a Eschenbach se encuentran Perceval o el cuento del Grial, el tiempo de la composición de Los maestros cantores de Nú-
de Chrétien de Troyes, y La novela de la historia del Grial, de remberg, y en el período en el que escribió Beethoven. Para
Robert de Boron. Wagner, Bach encarna el espíritu alemán.
22
En este pasaje, Wagner podría referirse tal vez a algún 35 Wagner con frecuencia compara las figuras de Durero y

tipo de linterna mágica. Bach. Para él, ambos pertenecen a la misma clase de artistas
23 Los restos mortales de Beethoven fueron exhumados el
que poseen similar capacidad de generar tristeza interior y
13 de octubre de 1863, Wagner estuvo en Viena en octubre de poseen el mismo gusto por una ornamentación misteriosa-
aquel año, pero la exhumación se mantuvo secreta. mente imaginativa.
4 En la mitología griega, a Tiresias los dioses le concedie- 36 Cum·teto nº 14, Op. 131, compuesto en 1826, dedicado
2

ron el don de la profecía a cambio de su vista. Entre las profe- al barón Joseph von Stutterheim. Wagner escuchó este cuar-
cías más famosas de este adivino ciego están las relacionadas teto en octubre de 1853, interpretado por el cuarteto Maurin-
con la historia de Edipo. Chevilland: «La impresión que me produjo la audición de
25 Es decir, el músico sordo, Beethoven. los cuartetos en mi bemol mayor y en do sostenido menor de
26
Lucas 23, 43. Beethoven, a la que mi amigo [se refiere a Franz Liszt] y yo
27 Sinfonía nº 6 enfa mayor, Op. 68, denominada Pasto- habíamos sido invitados por la Agrupación de Cuartetos Mau-
ral, compuesta entre 1804 y 1808. rin-Chevilland, fue para mí una de las más estimulantes y casi
28
Sinfonía nº 7 en la mayor, Op. 92, compuesta entre comparable a la que me causó antaño la Sinfonía con Coros
1811 y 1812, y publicada en 1816. [la Novena Sinfonía] ejecutada por la orquesta del Conser-
29 Sinfonía nº 8 en fa mayor, Op. 93, compuesta entre vatorio. Agradablemente sorprendido, reconocí de nuevo las
1811 y 1812, inmediatamente después de la Séptima Sinfo- enormes ventajas del inteligente celo con que los franceses se
nía; estrenada el 27 de febrero de 1814, y publicada en 1817. apropiaban de los tesoros de una música que en Alemania se
3o «Reue und Busse», Wagner utiliza un vocabulario que trata aún tan brutalmente. Únicamente comprendí en París
recuerda al aria «Buss und Reu», de La Pasión según San verdaderamente el Cuarteto en do sostenido menor, y por
Mateo BWV 244, Aria n° 6, de Johann Sebastian Bach. primera vez ahondé claramente en su melodía. Y bastaría este
31 En 1816, Beethoven pregunta por carta a Sigmund An- único recuerdo para que mi estancia en la capital francesa fue-
ton Steiner si puede adquirir para él copias de las últimas edi- ra para mí inolvidable». Mi vida, op. cit.,p. 406.
ciones de Klopstock. 37 Goethe, Fausto I, líneas 1556-1557.
32 Bettina von Arnim (1785-1859), ella misma compositora, 38 Wagner recuerda con detalle la interpretación de este

había conocido a Beethoven en Viena en 1810 e intentó poner en Cuarteto nº 14 en La dirección de orquesta. Véase más ade-
contacto a sus dos ídolos, Goethe y Beethoven. Los dos artistas lante p. 130.
se reunieron en julio de 1812 en Teplitz y dos meses más tarde 39 Beethoven había concebido originalmente el material

en Karlsbad, pero los encuentros fueron un rotundo fracaso. musical del final de la Sinfonía Heroica para un conjunto

174 175
r
1

de Contradanzas, escritas en 1800-1801, y le transfiriere la versión inicial de tres actos, que finalmente, en Fidelio, quedó
danza del final del ballet Las criaturas de Prometeo, Op. 43, reducida a dos actos.
48 Obertura Coriolano, Op. 62, compuesta en 1807.
escrito simultáneamente.
40 Sinfonía nº 5 en do menor, Op. 67, compuesta entre 49 Wagner ya había publicado una nota sobre la obertura

1804y1808. Coriolano en el programa de mano de sus conciertos sinfóni-


41 Wagner cita de nuevo a Schopenhauer: «La desmesura- cos en Zúrich en 1852.
50 Wagner se refiere aquí a la coral Einfeste Burg ist unser
da alegría y el violento dolor concurren siempre en la misma
persona. Pues ambos se condicionan mutuamente y tienen Gott ( «Castillo fuerte es nuestro Dios»), compuesta por Mar-
también su condición común en la gran vivacidad del espíri- tín Lutero en 1529. El texto se basa en el salmo 46, «Dios es
tu». A. Schopenhauer, El mundo como voluntad y represen- nuestro amparo y fortaleza ... ».
51 Juan 18, 36.
tación, op. cit., vol. I, p. 375.
42 Sinfonía n° 9 en re menor, Op. 125, compuesta entre 52 El ejército francés disponía de varios cuerpos de solda-

1818 y 1824. dos coloniales procedentes del nmte de África.


43 En Mi vida, Wagner relata su primer encuentro con la 53 De nuevo, probable referencia al Paraíso perdido, de

Novena Sinfonía de Beethoven: «Harto trabajo me costó pro- John Milton.


54 Wagner parafrasea al Nietzsche de El origen de la tra-
curarme la partitura, pero me bastó una ligera ojeada sobre
ella para sentirme fascinado por la violencia de la fatalidad. gedia en el espíritu de la música (1872).
55 Robeit Schumann, Requiem por Mignon, Op. 98.
Los largos acordes de quintas del principio me recordaban
56 Goethe completó la segunda parte de Fausto en 1831.
los sonidos que habían desempeñado en mi infancia un papel
sobrenatural, y que aparecían de nuevo ante mí como el mis- 57 Fausto II, escena final.
58 Sinfonía nº 8 enfa mayor, Op. 93, compuesta entre
terioso tono fundamental de mi propia vida. Aquella sinfonía
encerraba ciertamente el secreto de todos los secretos y fue 1811y 1812, denominada por Beethoven «Pequeña Sinfonía
mi primer cuidado sacar copia de aquella música. Recuerdo en fa» para distinguirla de la Sexta Sinfonía.
59 Sirifonía nº 39 en mi bemol mayor, K. 543. Una de las
que las grisáceas luces del alba me sorprendieron aún en mi
mesa de trabajo después de dedicar una noche entera a la co- últimas sinfonías de Mozart, compuesta en junio de 1788.
60
pia de la sinfonía. Preso de sobreexcitación, me entró tal te- Cuarteto de cuerdas «Harfenquartett» nº 10, Op. 74,
rror, que rompí a gritar como si viera un espectro, y me oculté publicado en 1809.
61
debajo del cobe1tor de mi cama». Op. cit., p. 38. Sonata para piano n° 32 en do menor, Op. 111,com-
44 Referencia al Paraíso perdido (1667) de John Milton. puesta entre 1820 y 1822.
62
45 Missa solemnis en re mayor, Op. 123, compuesta entre Sonata para violín y piano nº 9 en la mayor, Op. 47,
1819 y 1823. publicada en 1802.
63 Cuarteto de cuerdas nº 14, Op.131, compuesto en 1826.
4 6 Wagner se refiere, probablemente, a la Obertura Leo-
64 Obertura Egmont, Op. 84, compuesta entre 1809 y
nora III, Op. 72a, compuesta en 1806.
47 La primera versión de la beethoveniana ópera Fidelio 1810, inspirada en la tragedia de Goethe.
o el amor conyugal, Op. 72, se representó por primera vez el 65
Sinfonía n. 0 40 en sol menor, K. 550, penúltima sinfonía
20 de noviembre de 1805 bajo el nombre de Leonore, en una de Mozart, que finalizó su composición el 25 de julio de 1788.

177
66
La Guerra de los Siete Años se libró entre 1754 y 1763. ÍNDICE ONOMÁSTICO
67 El estreno de Tannhauser tuvo lugar el 13 de marzo
de 1861, y fue un estrepitoso fracaso. Si bien Wagner espe-
raba estrenar su obra en el Théatre Lyrique, finalmente tuvo
que hacerlo en la Ópera de París, lo cual le obligó a incluir un
ballet en el segundo acto de la obra, como era tradición en
ese teatro. Wagner optó, apelando a razones argumentales y
dramáticas, por introducirlo en la obertura, representando el Arolas, Eduardo 21 Eschenbach, Wolfram von 56
mundo de Venus a través de una bacanal. El ballet fue coreo- Bach, C. Ph. Emanuel 52, Esser, Heinrich 102, 104
grafiado por Marius Petipa. Bach, Johann Sebastian 20, Freud, Sigmund 16
68
Sonata pam piano n ° 29 en si bemol mayor, Op. 106, 52, 53, 68, 76, 77, 115, Freytag, Gustav 9
«Hammerklavier», compuesta entre 1817 y 1819. 148, 149, 150 Gerv:inus, Georg Gottfried 81
69 Preludio y Fuga No. 4 en do sostenido menor, BWV 849, Bakunin, Mijaíl 7, 8 Goethe, Johann W. von 15,
de El clave bien temperado I, de Johann Sebastian Bach. Baudelaire, Charles 10 36,38,39,40,50,55,67,
70 Wagner solamente menciona una vez a Brahms en sus Bernard Shaw, George 14 86,87,96,101,143,145
memorias: «Tausig [Carl Tausig (1841-1871), pianista y com- Bernsdorff, Eduard 135, 136 Guhr, Karl Wilhelm
positor polaco, amigo de Richard Wagner, para quien hizo Bismark, Otto von 10, 11, 24 Ferdinand 102
varios arreglos pianísticos de sus óperas] me comunicó que Bizet, Georges 23 Ha:beneck, Fran<;ois-Antoine
Brahms, 'un buen muchacho', según decía, deseaba también, Brahma65 23, 24, 113, 115
no obstante la celebridad de que ya gozaba, paiticipar en Brahms, Johannes 152, 153, Hanslick, Eduard 14
aquel trabajo [se refiere a copiar las pa1tituras instrumenta- 162 Hauptmann, Moritz 161
les de fragmentos de algunas óperas de Wagner: El oro del Bülow, Eva von 12 Haydn, Joseph 21, 27, 52,
Rin, La Valquiria y Los maestros cantores de Núremberg]. Bülow, Hans von 12, 137, 53,55,58,59,60,61,68,
Le correspondió el lote de Los maestros cantores. Brahms 138,151 72,119,128
se mostró sumamente modesto y servicial pero, de carácter Bülow, Isolda con 12 Hiller, Ferdinand 154, 160, 161
apocado, pasaba casi siempre desapercibido en nuestras re- Calderón de la Barca, Pedro Joachim, Josef16o, 161, 162
15, 84 Kant, Inmanuel 15
uniones». Mi vida, op. cit., pp. 562-563.
71 «Canciones de amor» (Liebeslieder), Valses pam canto
Caro, Francisco de 21 Kimon 161
Chausson, Ernest 10 Klopstock, Friedrich G. 67
y piano a cuatro manos, n° 1-9, Op. 52, con textos de Georg
Chopin, Frédéric 15 Lachner, Franz Paul 160
F. Daumer.
72 En 1862.
Darwin, Charles 14 Lassalle, Ferdinand 14
73 El 21 de junio de 1868.
Debussy, Claude 23 Lessing, Gotthold E. 55
Dessoff, Félix Otto 135, 136 Lewis 132
Devrient, Eduard Philipp 154 Lindpaitner, Peter J osef von
Dotzauer, Justus Johann 142
Friedrich 132 Liszt, Cósima 12
Durero, Albert 68 Liszt, Franz 15, 148-153, 161

179
Richard Wagner

BEETHOVEN

Seguido de
LA DIRECCIÓN DE ORQUESTA

Edición de
Blas Matamoro

fórcola
Singladuras ÍNDICE

Director de la colección: Javier Fórcola


Diseño de cubierta: Silvano Gozzer
Diseño de maqueta y corrección: Susana Pulido
Producción: Teresa Alba
PRÓLOGO···························································· 7
Wagner teórico, doctrinario y patriota,
por Blas Matamoro
Detalle de cubierta: NOTA A LA EDICIÓN ............ ................................ 29
Retrato de Beethoven con la partitura de su Missa solemnis,
circa 1820, por Joseph Karl Stieler Beethoven .................................................... · 31

La dirección de orquesta ..... .................... 99

PEQUEÑA GUÍA BIOGRÁFICA ........... .... . .......... .... .. 163


NOTAS................................................................ 171
Título original:
Beethoven (1870); Über das Dirigieren (1870)
ÍNDICE ONOMÁSTICO........................................... 179

© Edición y prólogo,
Bias Matamoro, 2016
© Fórcola Ediciones, 2016
C/ Querol, 4 - 28033 Madrid
www.forcolaediciones.com

Depósito legal: M-1652-2016


ISBN: 978-84-16247-60-8
Imprime: Sclay Print, S. A.
Encuadernación: José Luis Sanz Gar~fa, S. L.
Impreso en España, CEE. Printed in Spain

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