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EE de Mes
II Semana

Contemplación de la Encarnación [101]

Esto es una contemplación. La meditación trata sobre las verdades; la contemplación sobre los hechos. Aquí
la materia son los misterios de la vida de Cristo. Contemplar quiere decir:
- Hacer presente los misterios divinos y poner sobre ellos la mirada sencilla en fe y en amor. “Pon ante tus
ojos los hechos pasados como si fueran presentes, y así lo sentirás todo más sabroso y gozoso” 1.
- Aplicar el entendimiento (considerar, advertir), viendo, oyendo, mirando.

Reflectir y sacar algún provecho. “Reflectir” no es una mera reflexión para deducir del ejemplo
contemplado actitudes y propósitos concretos, sino un dejarse iluminar por la luz de Cristo volviendo sobre
mí. Reflectere haec in me: proyectar la luz del misterio sobre mí: dejarme interpelar por él, para así
implicarme en él2. Dice p. Casanova que es un acto del entendimiento y consiste en “aplicarse uno a sí
mismo las verdades meditadas o contempladas”3.
Y “sacar algún provecho”, que la luz del misterio contemplado me permita descubrir contrastes dolorosos,
reacciones saludables y, quizás en algún momento, sugiriéndome propósitos concretos.

1. Oración preparatoria.

2. La historia. Se desarrolla en dos lugares: en el cielo y en la tierra.


- En el cielo: las tres divinas personas, miran, determinan y envían.
- En la tierra: la Anunciación. Con el concurso libre e inmediato de María, se realiza
la Encarnación (Lc 1,26-38).
Y así se cumple aquello de: Dios se dejó ver en la tierra y conversó con los hombres (Bar 3,38).

3. Composición de lugar. Ver el mundo y la casa de la Virgen en Nazareth.

4. Petición.
Esta petición es el fruto de la meditación del llamamiento de Rey Eterno: Jesucristo ahora me enseña el
camino de la santidad. No pidamos un conocimiento cualquiera, sino interno:
- De parte de Jesucristo, que penetre hasta lo más íntimo de sus pensamientos, sentimientos y
afectos. Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a él,
y él te habría dado agua viva (Jn 4,10).
- De mi parte, que me llegue a penetrar hasta lo más íntimo de mi alma, que se me convierta en
sentimiento y en fuerza de amar y obrar. Para mí, la vida es Cristo (Flp 1,21).

Puntos
Cada punto recorre tres momentos: la necesidad de redención, la compasión trinitaria, el
hecho en Nazaret.

1
El Cartujano, autor de Vida de Cristo, leído por San Ignacio de Loyola.
2
Tejada, Los EE de san Ignacio de Loyola, comentario y textos afines, p. 446.
3
Los EE de san Ignacio, comentario y explanación, versión digital p.
2

1. Ver, oír, mirar lo que hacen los hombres.


“En realidad de verdad, los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados
con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano. Son
muchos los elementos que se combaten en el propio interior del hombre. A fuer de criatura,
el hombre experimenta múltiples limitaciones; se siente, sin embargo, ilimitado en sus
deseos y llamado a una vida superior. Atraído por muchas solicitaciones, tiene que elegir y
que renunciar.
Más aún, como enfermo y pecador, no raramente hace lo que no quiere y deja de hacer lo
que querría llevar a cabo. Por ello siente en sí mismo la división, que tantas y tan graves
discordias provoca en la sociedad. Son muchísimos los que, tarados en su vida por el
materialismo práctico, no quieren saber nada de la clara percepción de este dramático
estado, o bien, oprimidos por la miseria, no tienen tiempo para ponerse a considerarlo.
Otros esperan del solo esfuerzo humano la verdadera y plena liberación de la humanidad y
abrigan el convencimiento de que el futuro del hombre sobre la tierra saciará plenamente
todos sus deseos. Y no faltan, por otra parte, quienes, desesperando de poder dar a la vida
un sentido exacto, alaban la insolencia de quienes piensan que la existencia carece de toda
significación propia y se esfuerzan por darle un sentido puramente subjetivo.
Sin embargo, ante la actual evolución del mundo, son cada día más numerosos los que se
plantean o los que acometen con nueva penetración las cuestiones más fundamentales:
¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de
tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan
caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué
hay después de esta vida temporal?” (GS 10).
Reflectir.

2. Ver, oír, mirar lo que hacen las Tres divinas Personas.


Mirada compasiva y práctica: se decreta la Encarnación del Hijo.
Este misterio señala el salto infinito de Dios hacia el corazón del hombre, hacia la historia
del hombre. “El que es Dios verdadero nace como hombre verdadero, sin que falte nada a
la integridad de su naturaleza humana, conservando la totalidad de la esencia que le es
propia y asumiendo la totalidad de nuestra esencia humana. Y al decir nuestra esencia
humana, nos referimos a la que fue plasmada en nosotros por el Creador, y que él asume
para restaurarla” (San león Magno, carta 28,3-4). Por eso, al entrar en este mundo, dice:
Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y
sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo - pues de mí
está escrito en el rollo del libro - a hacer, oh Dios, tu voluntad! (Hb 10,5-7). Este misterio
es el compendio de todos los misterios de Cristo y encierra la voluntad y gracia de todos
ellos.
Reflectir.
3

3. Ver, oír, mirar lo que hace la Virgen en Nazaret.


Dice San Luis María que la encarnación es el misterio más oculto, el más elevado, y el
menos conocido de todos los misterios de Cristo. Porque se realizó donde no llegan las
miradas humanas. Los hombres miran la cáscara de las cosas, Dios miró la humildad de su
esclava. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las
apariencias, pero Yahveh mira el corazón (1 S 16,7). La sencillez, la pobreza, el despojo
de Nazaret constituyen el velo que esconde la obra por excelencia de Dios 4.
Reflectir.

Coloquio.
San Luis María pone estas palabras en boca de la Sabiduría Encarnada: “Pedid y se os
dará; buscad y encontraréis; llamad y os abrirán. Como si dijera: ¿Quieres hallarme?
¡Búscame! ¿Quieres entrar en mi palacio? ¡Llama a mi puerta! ¿Quieres poseerme? ¡Tienes
que buscarme! Nadie me encuentra si no me busca. Nadie llega a poseerme si no me pide”
(Amor a la Sabiduría Eterna, 184).

4
Cf. Miguel Angel Fuentes, v.e., Inri, Jesús Nazareno, Rey de los judíos; p. 69.

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