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Érase una vez un grupo de Facebook sobre Copywriting para

escritores, creado por Jaume Vicent (Excentrya) En ese grupo se


me ocurrió este título para un posible post que no estaba escrito
ni planeado. Pero me pareció que podía ser interesante y
divertido escribir el post cuyo título ya tenía, y aquí está.
En el fondo es un ejercicio, un juego si quieres. Son dos cosas
que no tienen por qué estar reñidas. El ejercicio (o el juego) es el
siguiente: te propongo explorar modos de alterar la estructura
básica de una historia. En este caso se trata de cuentos de
navidad, pero podríamos hacer este juego con otro tipo de
historias.
Pero ahora estamos en Navidad.

Elementos de un cuento de Navidad

No soy cristiano ni religioso, y prefiero cualquier tradición


precristiana relacionada con esta fecha (el fin de la cosecha,
solsticio, etc.) Por eso cuando hablo de Navidad y elementos de
historias de Navidad me refiero a los elementos que me
parecen más típicos o clásicos, es decir, un popurrí de esto y
aquello, y con ellos he confeccionado un listado. Por supuesto
puedo estar equivocado, y si se te ocurre algún elemento que no
está, o hay alguno que crees que sobra, estaré encantado de que
me lo digas en los comentarios.
No olvides que esto es un juego creativo.
Esos elementos son:

– Papa Noel
– se celebra el día 25 de diciembre (imposición cristiana)

– se dan y reciben regalos

– películas clásicas, con sus temas clásicos. Muchas repetidas,


otras nuevas, aunque las nuevas sean a veces la misma todos
los años, con diferentes personajes y ambientación.

– Cuento de Navidad, de Dickens: espíritu navideño anglosajón y


victoriano pero que sigue vigente hoy día. Con sus numerosas
versiones (¿leíste el mío de ayer?)
– espíritu navideño, así en general: amor, un día especial,
compartir, reunirse, etc.

– familia (reencuentros): almuerzos, cenas (relacionado con el fin


del otoño y la llegada del invierno), comidas típicas de esta fecha.

– el árbol de navidad (usa SIEMPRE árboles de plástico, ni se te


ocurra cortar uno, jamás)

– colores: rojo, verde (muérdago), blanco (nieve, aunque no nieve


en todos los sitios), rojo (rojo y blanco, Santa Claus), dorado,
verde (abeto)…

– sonidos: campanillas, canciones

– olores: fuego, chimenea, comidas

Creo que podemos decir que cuando estos elementos se unen


en una historia, o al menos gran parte de ellos, tenemos una
historia de Navidad. Estos serían los elementos más “positivos”
aunque para algunas personas pueden ser los que menos les
gustan. Pero hay también otros elementos de estas fechas a
incluir:
– emociones y sentimientos menos agradables: junto con el
reencuentro, el espíritu navideño, hay otros como la soledad o la
pérdida de las personas que han fallecido durante el año, por
ejemplo.

– el gasto económico.

– los encuentros forzados, los compromisos a los que no quieres


asistir.

Muy bien, ¿lo tienes? ¿Has añadido o quitado alguno a tu antojo?

Pues ahora trabajemos con ellos.

Deformando los clásicos

Se me ocurren varias razones para alterar una estructura


conocida, o un conjunto de elementos básicos y “necesarios”
para una historia. Puede ser porque no te guste la Navidad y
quieras hacer algo para subvertirla. Puede que quieras desgranar
el mecanismo de algo para ver cómo funciona y así construir algo
nuevo.

Puede ser una forma de explorar lo cotidiano, salirte de la


rutina, dejar escapar la presión. No a todo el mundo le gusta la
Navidad, y que puedan leer (o escribir) algo diferente al respecto
puede resultarle de ayuda, entretenido, liberador.
¿Cómo podemos alterar estos elementos? Se me ocurren
algunas maneras.

1. Quita un elemento.
Quitar algo no es “quitar los regalos” como si un duende malvado
los robara y hay que recuperarlos para salvar la Navidad. Me
refiero a quitar algo de la propia estructura clásica, de los
elementos de la lista que hemos hecho arriba.

¿Se puede crear algo diferente tan sólo eliminando un


elemento, o dos, o varios?Algunos elementos proporcionan
contexto: modificando el contexto (fecha, ambientación, espíritu
navideño…), es decir, eliminando un elemento de su contexto
habitual, ¿podemos plantear una historia que siga siendo de
Navidad pero que al mismo tiempo sea diferente?
¿Cuál sería para ti ese elemento?

2. Añade un elemento.

Añade algo. Un extra. ¿Qué pasa el día después del “fin” de la


historia? ¿O el día antes?

Un elemento discordante, aunque no todo vale, salvo que sean


zombis: los zombis nunca defraudan. Pero incluso un mismo
elemento (zombis, en este caso) hace variar la historia según
dónde, cuándo o cómo lo incluyas. ¿Zombis que atacan sólo
durante Navidad? ¿Un Papa Noel zombi que deja regalos pero
que nos obliga a estar despiertos toda la noche para que no nos
coma el cerebro? ¿Niños que se vuelven zombis sólo si abren los
regalos? ¿Y en ese caso, qué hacen los padres, los esconden? O
un papa Noel que solo deja regalos a zombis; ¿estarías dispuesto
a convertirte en uno para conseguir el regalo que quieres?
Ese elemento extra, que en estos ejemplos son los zombis o el
elemento zombi, debe estar entretejido en la trama básica de
la historia, es decir: debe seguir siendo una historia de Navidad
— no de zombis.
¿Cómo crearías una historia según algunas de las premisas del
párrafo anterior? ¿Cuándo dejaría de ser, a tu juicio, una historia
de Navidad para convertirse en otra de otro tipo?

3. Extrapola la historia.

Tenemos un día al año en que todo el mundo es cariñoso, rebosa


amor, se hacen regalos, se reencuentran, compran hasta caer
muertos… Ahora imagina un mundo futuro, poblado por robots,
por ejemplo. Tienen la información, toda la información, sobre
qué es la Navidad, desde la película ¡Qué bello es vivir! hasta el
último anuncio que se rodó de Freixenet y turrones El Almendro.
Entonces, aunque no les hace ninguna falta, intentan imitar esa
fecha haciendo eso: se reúnen, se dan regalos… pero son robots.
Puede que incluso sean robots no antropomórficos.
O incluso lo hacen porque sus programadores, muertos ya hace
muchos años, dejaron esas instrucciones programadas. Ya no
hay humanos que puedan eliminar o modificar nada. Y ahí están
los robots, cada 25 de diciembre reuniéndose y regalándose
tornillos o chips o lo que sea, con cara (¿tienen cara?) de
pasmados…
Imagina una sociedad futura donde todo el año reina el espíritu
de Navidad. Donde todo el año la gente se hace regalos aunque
sea una manzana, un poema o la hoja de un árbol. Un tiempo
donde vivimos saturados de brillos, luces y colores. Donde el
árbol ha de estar perfecto siempre, con las mejores bolas. ¿Qué
pasa si el espíritu navideño decae en alguna persona? ¿Si el
árbol tiene un defecto?

Las mismas premisas, navideñas en este caso, llevadas a un


encuadre diferente en donde cobran un segundo significado.
Intenta imaginar cómo celebrarían esta fiesta dentro de dos mil
años si no tuviesen datos fiables: imagina que hacen una cosa
tergiversada, bizarra, que puede provocar terror, dar miedo o ser
dañina…, de modo que el lector puede incluso no saber que se
está hablando de la Navidad o contando un cuento de Navidad
hasta el final, y mientras puede ir atando cabos sobre quién será
ese malvado ser peludo que entra en las casas invocado por el
poder de una planta y unas ofrendas de comida, al que nadie
está seguro de querer ver pero cuyo ritual de invocación todos
realizan porque… porque… es ¿tradición?

¿Qué se te ocurre para crear una historia así?

4. Invierte figura y fondo. Juega con los planos.

Este año oí a una amiga, profesora de pintura en Bellas Artes,


hablarles a sus alumnos sobre los diferentes planos de una
composición, en concreto de la que querían plasmar en su
cuadro. Para ilustrarlo con un ejemplo, señaló una mochila que
había junto a un caballete y les dijo: “¿Quieres que la mochila
esté en primer plano? Entonces todo lo demás (las sillas, la
pared) debe estar en otro plano. ¿Quieres que sea la silla de
detrás lo más relevante? Entonces la pared y la mochila son
elementos de segundo plano”.

Al definir algo como figura en una composición, sea un


cuadro o una novela, estableces también un fondo, aunque
no quieras. Un cuadro lo necesita para lograr no sólo equilibrio,
sino para que la figura sea eso, figura. En un cuento navideño,
¿qué es el fondo? ¿Cuáles son los segundos planos sobre los
que trascurre la historia? ¿Cuál es el primero?
Entre todos esos elementos, puedes fijar la atención en un plano
poco habitual, un elemento de la narrativa que se confunda en el
resto de planos no principales y hacerlo resaltar. No me refiero a
un personaje en el que no se fija nadie y de pronto se convierte
en el que salva el espíritu navideño de la oficina o el pueblo.

5. Cambia el punto de vista.

Cuenta la historia como si lo viera un marciano o un ser de otra


dimensión que no lo entendiera. O como si dentro de 100 años la
sociedad estudiase la tradición navideña como un
comportamiento psicótico que aparece (en ese futuro) recogido
en el manual de diagnóstico psiquiátrico, mientras los científicos
intentan descubrir cómo se llegó hasta eso: poner árboles con
adornos, escribir cartas con peticiones de regalos…
A ver esta: un trabajador de unos grandes almacenes que cada
año por estas fechas es capaz de advertir como crece una fuerza
maligna escondida entre los regalos, camuflada en cada “Feliz
Navidad” que la gente se dice. Sabe algo, ha visto algo, pero no
puede contarlo; se estremece y teme a la Navidad porque ha
visto la oscuridad que hay detrás, la verdad siniestra que alberga.
Esta idea quizás sea más que un simple cambio de punto de
vista.

¿Es suficiente con un cambio en el punto de vista? ¿O con un


punto de vista distorsionado?

6. Abre una grieta a la locura, la incertidumbre, lo inefable.

Lo confieso, esto es algo mío, muy personal. Te propongo que


des un salto, grande. Para ello elige algo muy pequeño; se dan
los mejores saltos desde ahí.
Por ejemplo, fíjate en esa bola de adorno del árbol.

Esa, la que está un poco rota.

Pero a pesar de eso, la han puesto en el árbol. ¿Quién ha sido?


¿Tú? No estás seguro.

Una bola rota…

Estás ahí, sentado en tu sofá, contento porque es Navidad y va a


venir tu familia, tus amigos o todos tus amantes. Todo es
maravilloso y te tumbas en el sofá a descansar cinco minutos,
radiante de felicidad, y entonces ves la bola. Una mácula en la
perfección del árbol, piensas. Y tu mente salta a las máculas (así,
en general, en abstracto), y te preguntas obsesivamente (como
cualquier protagonista victoriano haría) si hay algo más que esté
mal en el salón. Y repasas todo. Y puede que encuentres más
fallos en otras cosas (aquí tienes dos opciones de seguir la
historia) o que lo único imperfecto sea la bola. ¿Imperfecto? ¿Por
qué has usado esa palabra? Hacía mucho tiempo que no la
decías… Y te empiezas a agobiar sin saber por qué, y a tu mente
llegan otras máculas de tu vida, y ese pensamiento te va
absorbiendo, y pasan las horas y tú ahí… Y cuando llegan tus
amigos te encuentran con la mirada perdida mirando una bola
rota…

La regla es que no hay reglas

Me he inventado estas seis formas de modificar una historia con


unos elementos que he denominado clásicos sólo como un
ejercicio para explorar escribir algo diferente sobre lo mismo.
¿No es eso lo que pretendemos todos los que contamos una
historia? Que la nuestra sea diferente, incluso aunque hable de lo
mismo.
Quizás los ejemplos que he puesto en cada punto no son los
apropiados. Quizás algunos estén mejor en un punto diferente de
donde yo lo he puesto. O quizás ninguna de estas ideas valgan
en realidad para crear una historia diferente sobre lo mismo.

¿Tú qué opinas? ¿Crees que es útil algo de esto para crear una
historia diferente? ¿Hay algún tipo de historia que te gustaría
cambiar?

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