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Kierkegaard ganz1912

Süren
Soren
Diario íntimo

lntroduc·d6n dr
José Luis L. ArnnJ:unn
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Diario íntimo
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ganz 912
Soren Kierkegaard

DIARIO INTIMO

Introducción de
.JOSÉ LUIS L. ARANGUREN
catedrático de la Universidad de Madrid

Traducción y notas de
MARÍA ANGÉLICA BOSCO

CLÁSICOS UNIVERSALES PLANETA

Director literario:
GABRIEL OLIVER
ciatcdráüco de la Universidad de Barcelona
Ulrt•t·tor editorial:
l<Al•'AEI, BORRÁS BETRIU

A1w�or:
e 'AIU.O S PlJJOI. Planeta
ganz1912

SUMARIO

Págs.

INTRODUCCIÓN . •
IX
Influencia de su padre . IX
Su deformidad . X
Regina O !sen . . . XI
Los estadios en el camino de su vida XIII
El cristianismo de Kierke gaard . XN
Cristianismo y Cristiandad . . XVI
Kierkegaard, Ja teología y la filosofía XVIII
Obispos y reyes . . . . . . XIX
Dinamarca y Alemania, referencias a España . XX
Cronología XX
Bibliografía . XXXI
Nota a Ja edición XXXIII

DIARIO fNTIMO

1834 3
1835 9
1836 27
18 7 32
1838 41
18 9 . .
. 47
©por la traduccíón, Maria Angélica Bosco, 1993
1817-1839. (Papeles sueltos). 56
©Editorial Planeta, S. A., 1993
1 de julio-10 de agosto de 1840 62
C6rcega, 273-279, 08008 Barcelona (España)
Diseño colección y cubierta de Hans Romberg 1 !l'1 1-20 de noviembre de J 842 67
Ilustración cubierta: retrato de S. Kierkegaard (1838) 1840-1842. (Papeles sueltos) . . . 84
Primera edición en esta colección: marzo de 1993 10 de noviembre de 1842-marzo de 1844 . 87
l}cpósiLo Legal: B. 5.321-1993 1\1111110-djciembre de 1844 106
l�l'lN 84-08-00239·2 llM•I. (Hojas sueltas) . , J J4
'0111posici6n: Fort, S. A. (Aster, 9,5/10,5)
l lf\ k111bre de 1844-diciembre de 1845. 118
Papel: Olf�cl Rotoform, de Clariana, S. A.
1 11( r<, diciembre de 1846. . . . 125
Ji 11p1 l'�1(111: Ouplcx, S. A., Ciudad de Asunción, 26, int., O, 08030 Barcelona
7 dt �l'f)ticrnbre de 1846-24 de enero de 1 847 144
I'llllllldcr n,1c i(m: Encuadernaciones Maro, S. A.
l'r irlll'd 111 �pai11. Impreso en España
11( 17 162
VIII SUMARJO

1845-1847. (Hojas sueltas) . . 166


INTRODUCCIÓN
. .

24 de enero de 1847-15 de mayo de 1848 168


1847-1848. (Papeles sueltos) . . .. .
208
Del 15 de mavo de 1848 al 2 de enero de 1849 210
Del 2 de enero al 7 de septiembre de 1849 . . 246
7 de septiembre de 1849 al 18 de abril de 1850 290
15 de abril de 1850 al 22 de enero de 1851 .
22 de enero de 1851 a1 30 de agosto de 1852
311
328 ; e óMO era, quién fue Soren Kierkegaard? Una perso­
Enero de 1852 . . . . . . . . . 341 � na, yo dirfa mejor un personaje, que vivió suce­
30 de agosto al 2 de noviembre de 1852 . 355 siva y simultáneamente los estadios de la vida que él nos
1853 . . . . . . . . . . . . 358 ha dejado descritos, el estadio estético, el estadio ético, el
1 de marzo a octubre de 1854 . 392
. . estadio religioso. Más aún: fue el conjunto de sus pseudóni­
Octubre de 1854 a septiembre de 1855 432
mos, cuya multiplicidad sólo parcialmente llegamos a en­
1853-1855. (Hojas sueltas) . 447
. . .
tender: Vigilius Haufmizuri, Johannes Climacus, Constan­
tino Constantius, Johannes de Silentio, William Ashan,
«Un hombre casado», Frater Taciturnus, Viktor Eremita,
Anticlimax... fue, como él mismo dijo de Jesús, de Job, y de
otros, «el incomprendido», el «condenado a vivir entre gen­
tes que no le comprenden». Vida La suya que él mismo tardó
mucho en comprender, que pasaba fácilmente de la «sensa­
ción» de felicidad a sentirse arrojado <<en los abismos de la
desesperación», víctima del «temor y temblor» pero tam­
bién, otras veces, egoístamente encerrado en s{, «como un
abeto solitario», melancólico, hipocondríaco y con frecuen­
cia sumido en La «acedía », pecado característico de los
hombres claustrales de antaño y que el catecismo ha susti­
tuido puerilmente por la «pereza». Y a la vez, consciente de
su valía, de que nadie ha expuesto antes que él -después sí,
pero siguéndole- Las categorfas del ámbito existencial, or­
J!,ttlloso de su soledad y de su superioridad espiritual.

1 NFLUENCIA DE SU PADRE

Ouizá para entender cómo fue Kierkegaard conviene seguir


mra vía, la del cómo se hiZo, qué influencias decisivas su­
/1 ió en los primeros años de su vida. Yo diría que tres: la de
'"padre y, de la mano de éste, la de Martín Lutero, la de su
¡11opia deformidad física y la de Regina Olsen. E. xaminé-
111oslas por separado.
X SÓREN KIERKEGAARD INTRODUCCIÓN XI

La estrecha relación con el padre y la experiencia religio­ ¡Qué melancolía! Hasta ese asunto de mis panta­
sa de éste fueron decisivas para Kierkegaard. Relación po­ lones, que tanta bulla ha armado, tiene una triste
sitiva y, a la vez, sobre todo en los últimos años del padre, (¡casi simbólica!) conexión con la melancolía de mi
negativa, desoladora, la de un anciano que convirtió al vida. No es que tuviera nada de raro o que yo tuvie­
hijo en cristiano a.congojado y antes le impidió la niñez y se la intención de atraer Jas miradas sobre mi mane­
ra de vestir. Es muy sencillo. Si uno repara en la
hasta la juventud. (Véase a este propósito en este mismo
manera de vestir de las gentes, se verá que los viejos
libro el cuento titula.do «La desesperación silenciosa», ex­
generalmente usan pantalones más cortos, en tanto
presión muy de Kierkegaard.) Fue en las landas de Jutlan­
que los jóvenes se preocupan más por andar atilda­
dia, siendo todavía joven y pastor de ganado, donde el pa­ dos, especialmente de llevar pantalones elegantes.
dre, descorazona.do por el sufrimiento y el hambre que Los viejos piensan en la comodidad y no en el aspec­
padecía, trepó un día a una colina y, desde ella, «maldijo a to de las ropas. Mi padre era un anciano: siempre lo
Dios». Y esa maldición pesó durante toda su vida sobre el conocí así. La desdicha fundamental de mi vida es
padre y no menos sobre el hijo. La parábola del hijo pródi­ decir, la que desde niño se me tomara por un vi�jo,
go que aquí relata a su modo Kierkegaard, en directa refe­ era visible también en mi modo de vestir.
rencia biográ{ico-(amiliar, muestra una ulterior complica­ Es verdad que en una ocasión llega a decir que
ción al ser aplicada a su hermano Pedro que se hizo «me burlo de mis gráciles piernas» -no pasa de
convencional pastor y llegó hasta obispo. ahí- y «me comprometo a escribir un artículo so­
bre mí mismo y sobre mis piernas, más chistoso que
el de Goldschmidt» en El Corsario, el periódico
cuyas burlas tanto le dolieron.
Su DEFORMIDAD

Kierkegaard era débil, enclenque, contrahecho, jorobado y


1{1 <.INA ÜLSEN
con una pierna más corta que la otra. De ello han hablado
ampliamente. P. A. Heiberg, Tritthof Brandt, Ricard Mag­
nussen, y Theodor Haecker escribió un libro, traducido al 1'' co11cepción trágica del cristianismo, heredada de su pa­
español y titulado La joroba de Kierkegaard. Y sin embar­ ,¡,,. \'radicalizada por él hasta el punto de vivir una religio-
go Kierkegaard nunca, ni siquiera en este diario de su inti­ 1rlflll incompatible -«o lo uno o Lo otro»- con cualquier
midad, habló directamente de ello y, o bien acude a una "'"' dC'dicación, se comprende que hubo de hacer anom1a­
generalidad, la de contarnos que visitó al médico para con­ /, ' '""'"el rompimiento, las relaciones amorosas con Re­
sultarle si la desproporción entre su cuerpo y su psique po­ • 11111 < )/.;c•11, a quien conoció cuando ella era casi una niña
'' '" < /fil' están dedicadas, volviendo sobre ello una y otr�
día ser superada, o la reduce a un «ataque de la plebe... a
mis pantalones». Sí, por increíble que parezca, Kierke­ ' 111111wmsas páginas de este libro.
gaard, en la intimidad de su diario, mantiene que toda la llt1/J/a "" el la llamándola simplemente así, ccella», o bien
pesada burla que de su físico se hacía públicamente prove­ 11 , ''111/(/11 perso11a del singular, «LÚ»: <<Regina, que reinas
11 1111 nna:.ó11. . . que estás en mitad del camino, entre el
nía exclusivamente de su descuido en el vestir. Me permito
traer a este prólogo un par de pasajes sacados del Diario de 'lo \ "' 111/h•mo. » El asunto concluyó al romper él, muy
l 8.J9. !lelos aqu f. I"""'"· \ 1111 tlatera '1-nente, el compromiso matrimonial, a
XII SÓREN KJERKEGAARD INTRODUCCIÓN XII/

causa de su idea totalmente absorbente de la relación con


Dios, que le había sido inculcada por su padre. La fábula
de Inés y el Tritón, hombre a los ojos de ella, pero que a Los ESTADIOS EN EL CAMINO DE su VIDA
cierta hora se convertfa en el monstruo (religioso) que en
realidad era (Tritón), le hizo comprender su imposibilidad ¿Hasta qué punto los «estadios en el camino de la vida» lo
de casarse. EL «Diario del seductor» intentó persuadirla de fueron en el de su vida? De su estadio estético no nos dice
otra manera, haciéndole creer a ella que era lo que de nin­ mucho aqu( directamente, pero es evidente que su amor
guna manera era. También con esta intención, quizá, idea­ por Regina fue, en principio, romántico, un goce de la vida.
lizó la figura de Comelia, la hennana de Regina. En una Su pasión de escritor, que sucede y a la vez acompaña a su
ocasión en la que se encontraron, cuando Regina, más amor, pertenece también al estadio estético. Su gusto por la
tranquila ya, le preguntó «SÍ no pensaba en casarse alguna «retórica» (entendida la palabra en su mejor sentido) es
vez», él le respondió: «Sí, dentro de unos diez años, cuando extremo, y as( dice: «En lo referente a la puntuación y sus
me haya cansado de caprichos, elegiré una jovencita para pausas no me inclino ante nadie y hasta dudo de que exista
rejuvenecerme.» Cuando abandonó a Regina, nos dice, eli­ olro escritor danés que pueda competir conmigo.» Distin­
gió la muerte. ¿Es verdad? Sí y no: «Los poquísimos días µ.11e entre la retórica propiamente dicha y el sobrio y preciso
en que me he senrido dichoso, humanamente hablando, no <'\/ ilo de un buen artículo cient(fico; y a más de retórico
he dejado de sentir una indescriptible nostalgia de ella.» c¡11iso ser y fue, a su modo, poeta. Pero agrega: ccSi me he
Pero la melancolía, al no poder compartir felicidad, de ella '011vertido en escritor se lo debo esencialmente a "ella" a
le aparró. Fue aquél «¿Culpable no culpable?». La pregun­ 111i melancoUa y a mi dinero» (heredado del padre, que, t as ;
ta, que él siguió haciéndose a lo largo de su vida, deseaba '"s pobres comienzos, llegó a lograr una cierta fortuna).
que ella se la respondiese afirmativamente: «La idea de que sr. puede afirmarse que del subestadio estético -e ini­
t w/111e11te ético, por su propósito y compromiso de con­
yo era un canalla o por los menos alguien que quería con­
vertirse en una celebridad mundana es y seria la piedra l1t1t•r matrimonio- pasó al subestadio de escritor, escritor
fundamental de su matrimonio» ulterior con Sch/egel. Se­ ¡w1seguido», como debe serlo todo el que escribe con sen­
gún quería creer Kierkegaard, ella deseaba brillar en el tulu etico. Renunció a casarse en principio para consa-
mundo, era vanidosa, en tanto que él necesitaba abrazarse 1"" w a la Iglesia como pastor. Luego también a esto últi­
al «padecer afectivo y cristiano». «La causa del cristianis­ "'" dijo que no, pues no es lo mismo ser auténticamente
mo requiere un hombre célibe, pero ella no tiene la menor l11111t!11c de Dios que ccfuncionario de la Iglesia del Estado».
idea de mi religiosidad específica.» \111n de seguir adelante abramos un breve paréntesis
En eslO, como en todo, Kierkegaard era La personifica­ , .,, , ,, /111cl'r 11otar que en diversos pasajes de este Diario se
ción de la contradicción: «Humanamente hablando ella 1.¡1, 11• al «detective», al buen «policía», porque <<Ser fun­
• 11•1101111 policial me parecía una tarea adecuada
posee y debe poseer el lugar de prioridad en mi vida; pero para mi
e11 1111 sentido absoluto es Dios quien tiene ese puesto.» '"' 1111· '"'º""'e e intrigante». Y, de hecho, astuto policía

Y. <1 la vez, hablando en general, piensa que la mujer es f/11 /''"" e11te11der a su padre y, como hemos visto, para
111<•111iw.... a y consiste en «egoísmo personificado». El es­ f, • "" '""'''e de su prometida. St, La mente de Kierkegaard
, , l11t1111 '0111plicada. Sigámosla en lo que podamos.
''""" c•,11!Jico. el estadio ético y el estadio religioso se in-
11·1¡11•111•/1<111 v co11fimden en sus desdichadas relaciones ' 111 ,, ,,., !'"''º"· nos cuenta, para reparar la culpa: pas-
( IJI/ N<'�i11a.
1111 ,J, • '""f"11u1, identificado con el pequeño círculo de
XIV SóREN KJERKEGAARD
INTRODUCCIÓN XV

unas gentes sencillas, en un ambiente idílico. Evidente­ habría llegado a ser Lutero. ¿Lo siguió siendo? N�.. «Todos
mente, esto no iba con su modo de ser: ¡pastor como y don­ los cristianos deben -deberían- permanecer celibes. La
de su padre, pero no de rebaños animales, sino de seres distinción entre clero y fieles es anticristiana... pero no
humanos! Y además, tarde o temprano, ser pastor se con­ para sacar en consecuencia la conclusión cont:aria: ergo
vierte en pastorear funcionaria/mente el rebaño humano que también los sacerdotes deben casarse.» Kier:kegaard;
que, según veremos que piensa, es malamente denominado .
por el contrario, da gracias a Dios «porque nmgun ser hu­
cristiano. mano me debe la existencia».
En suma, los entreverados estadios de la vida de Kier­ Todavía peor y sobre ello volveremos en seguida: L� te:o
kegaard fueron el goce de la vida, con el «agregado ético» puso el cristianismo al servicio del pueblo: «�utero, ¡tu tie­
de la promesa matrimonial, la dedicación estético-religiosa nes una responsabilidad enorme! Has abatido al Papa...
de escritor y, por encima de todo, el dolor, el remordimien­ para poner en el trono al Público!»
to, la «actitud religiosa de convertirse en menos que nada .
Kierkegaard no se limita, como Lutero, a rechazar la filo-.
en este mundo». sofía recibida. Inventa en su lugar otra nueva q�e él �t
siquiera llega a denominar tal: la filosofía de la ex1st�nc1a
EL CRISTIANISMO DE KIERKEGAARD
es una invención suya, aunque habían de ser otros quienes
desarrollarían su experiencia. Privado absolutamente del
ímpetu vital de su maestro, sacó fuerzas .de su misn;z� fla­
Lutero, ya lo hemos dicho, fue el maestro de Kierkegaard. queza y vivió la angustia como la irrupción del espmtu, Y
Pero no hay exageración en afirmar que él ha sido más la desesperación, <<enfermedad hasta la muerte», como re­
radical y consecuentemente más luterano que el propio Lu­ velación de la miseria del hombre frente a Dios.
tero. Es verdad que él fue, nos dice en este libro, «con el El cristianismo es experiencia y comunicación de exis­
catolicismo como con la Tierra Copérnico: descubrió que tencia, y no doctrina o dogma. El cristiano se sien�e, ha �e
Roma no es el centro alrededor del cual todo gira, sino un sentirse solo , único frente a Dios. La categoría existencial
punto periférico. Y él estaba tan persuadido como Lutero de la interiorización del ser en oposición a su extraverswn
.,

de la imposibilidad de cumplir la Ley, los Mandamientos, en la compañía de la «gente» es su heideggerismo avant la


restituyendo así al pecado, es decir, a la conciencia del pe­ lettre. La presente versión traduce por «el ente» la referen­
cado, su lugar central. En cuanto a la justificación por la cia a esa solitariedad del ser, pero el vocablo soporta una
sola fe, Kierkegaard es discrepante: no hay nunca justifica­ carga de filosofía clásica y esencialista que lo con��erte en
ción posible ante Dios y, por otra parte, la caridad o amor, totalmente inadecuado. Y a más de eso, la locucwn «ese
ya lo vimos, es inseparable de la fe («la fe y la esperanza sin ente», empleada en su idioma por Kierkegaard, posee en el
la caridad son como címbalo que retiñe»), hasta el punto
lenguaje coloquial español la significación de «es u :z ent�»
de que, según él, el único mandamiento es <<amar a Dios, como «mero ente» (procedente tal vez de la expresión tec­
odiarse a sí mismo». nica «ente de razón»), totalmente opuesta a la grandeza
La fe de Lutero era cómoda: pecca fortiter sed crede for­
categorial kierkegaardiana. Así pues, mejor es traduc�rla
Li us. Kierkegaard se veda absolutamente la entrega al peca­
por el «existente»: existencia, la humana, frente a la vida
do, pero al ser éste inevitable, su religiosidad es desespera­ .
meramente animal. Cristianismo por tanto, el de Kierke­
da, patética. gaard rigurosamente existencial: el hombre, cada hombre
Lutero se casó. De haber estado previamente casado no está s�lo en el mundo entero, en presencia de Dios.
XVI SÓREN KIERKEGAARD
INTRODUCCIÓN XVII

¿Cabe hablar, como se ha hecho, de una aproximación Nadie ha causado más daño a un hombre que
del Kierkegaard último al catolicismo? Yo no lo creo. Y no aquel que educa a un niño en el concepto más ideal
tanto por este carácter existencial de su cristianismo, pues de la vida y de la manera más severa, y luego le
al final de mi libro Catolicismo y Protestantismo como envía al mundo provisto de estas impresiones eter­
formas de existencia mostró, incluso con ejemplos, la po­ namente inolvidables.
sibilidad de una fe católico-existencial. Mas renegar del Aquel que empuja a un niño al juego y a las trave­
protestantismo establecido no significa acercarse al catoli­ suras no le causa, humanamente hablando, tanto
cismo, al cual aquél se estarla pareciendo cada vez más, daño, pues por esto nadie es perseguido. Pero aquel
según Kierkegaard. El celibato y el claustro benedictino le que ha sido tan severamente educado como si el
parecían, ciertamente, bien. Pero el primer Lutero le pare­ hombre fuera semejante a los dioses; enviado luego
cía, sin la menor duda, mejor. Y si es verdad que frente a la en medio de esa raza de animales que son los hom­
fe sola mantuvo la caridad como amor de Dios y a Dios, no bres, ciertamente que ha de sufrir. Angustiado y
la vivió, en cambio, suficientemente, como amor al próji­ preocupado por sí mismo, por la salvación de su
alma, comprenderá que su deber es esforzarse más
mo. Kierkegaard no era compatible con ninguna religión
aún y con humildad mayor implorar gracia y per­
propiamente dicha, es decir, comunitaria. Su fe era la del
dón. Y cuando vuelva la mirada a lo exterior, verá
existente a solas con su Dios.
que en cierto sentido humano ha progresado con
respecto a los demás, precisamente porque le toca
ser escarnecido y perseguido. Bastaría con que -a
CRISTIANISMO Y CRISTIANDAD semejanza de otros campeones de esa raza animal­
quisiera desentenderse de Dios y contentarse con el
juicio de la Ciudad, para que también él fuera esti­
Cristianismo es, pues, relación directa -y, como hemos mado, amado y bien recibido.
visto, angustiosa, desesperada, patética- del existente
«Único», «solo», «solitario», con Dios. Kierkegaard no so­ Todos Los ideales recibidos como '<cristianos» son debe­
lamente está a mil leguas de todo panteísmo sino que re­ lados por Kierkegaard como pertenecientes a la « Cristian­
chaza enérgicamente la idea de «iglesia», «asamblea» o dad». Así la Iglesia es la heredera del Teatro pagano; el
''comunidad». Pero esta idea, procedente del catolicismo, Claustro, abolido por la Reforma, ha dejado como rastro
se ha impuesto también en el protestantismo, que así las ,,gentes quietas», «migajas de cristianismo» en nues­
ha dejado de ser Cristianismo para convertirse en Cris­ tros tiempos. La Nochebuena es consuelo y la Navidad
tiandad
(testa de los niños. El martirio consiste en la ilusión de
La categoría Pueblo, que ha sido tan importante en la
estar en la verdad con la finalidad de eludir la prueba en
historia de la Modernidad, en tanto que derrocadora de Im­ que la verdad y la realidad consisten. Y el misticismo no es
perios y Reinados, ahora, para «volver cristianos a los cris­ sino la (alta de paciencia para esperar la Revelación de
tianos», es ella la que debe ser ''abatida». Dios. En cuanto a la Modernidad, se obstina en la nega­
Naturalmente Kierkegaard conocía por experiencia, ex­ ción de la muerte porque rechaza Lo absurdo y contradic­
periencia de su educación, la dureza atroz de esta concep­ torio en que la vida consiste.
ción existencial. Véase a este propósito el siguiente pasaje El Pueblo, sujeto de la Cristiandad y negador del Cristia­
del presente libro: nismo, se manifiesta como Público y se expresa en tanto
INTRODUCCIÓN XIX
XVIII SÓREN KJERKEGAARD

que Opinión pública. Y lo que opina el Público es lo que En cambio por Schelling -el Schelling tardío, que vino
prevalece. a reemplazar desde Berlín el influjo de Hegel, muerto ya­
siente gran simpatla, una simpatía que, curiosamente, es
asociada con «ella». {Véanse en este Diario, años 1941-
1942.) Una simpatía semejante siente por Trendelenburg,
KJERKEGAARD, LA TEOLOGÍA Y LA FILOSOFÍA otro discrepante de Hegel. Y Schopenhauer es, sin. duda,
quien más le interesa... y le intriga: predica el ascetismo
Kierkegaard no quiso ser ni teólogo ni filósofo y, sin em­ hindú, pero no tiene nada de asceta. Kierkegaard suscribe
bargo, fue lo uno y lo otro, aunque no, claro está, a la ma­ su distinción entre la auténtica filosofía y la (<filosofía de
nera esLablecida. !.A renovación de la teología a partir del profesores», que viven de ella; sí pero, a la vez, «suspira
primer Karl Barth, y su teología dialéctica, proceden de él. detrás de la fama» (Diario, 1854).
Entre sus discípulos más eminentes figura Miguel de Una­
muno, que estudió danés para poder leerlo directamente. Y
la filosofía de la existencia, ya lo hemos dicho, encontró en ÜBJSPOS Y REYES
él su precursor. Categorías como la del« instante» y la ((re­
pelición» a él se las debemos. Se suele hablar de Marx, Mynster, pastor religioso de su padre, al que profesó, de
Nietzsche y Freud como los (<maestros de la sospecha» del muy joven, admiración, fue visto después como represen­
siglo xx en el siglo XIX, sospecha frente a las seguridades de tante del «orden establecido», que solamente se preocupa
la Modernidad; pero habría que agregar a esa relación un del gobierno, por lo que, confiesa, «me da paz su discrepan­
cuarto maestro que fue precisamente Soren Kierkegaard. cia conmigo». Pero con ocasión. de su muerte, en 1854, se
Y sus refiexiones, que aquí pueden encontrarse, sobre los desdice y ya no le parece hombre de gobierno sino simple
principios de identidad y de contradicción se sitúan justa­ poseedor de un «hechizo visual, un periodista, el señuelo
mente en esta dirección. del público».
En su época la seguridad y la actualidad filosóficas esta­ !.A decena de páginas dedicadas a las audiencias que le
ban representadas por Hegel y su racionalismo, por lo que {ueron concedidas por el rey de Dinamarca Cristián VIII
se comprende que se dirijan a él las principales críticas fi­ nos desconcierta un tanto por el tono, tan diferente al habi­
losóficas, así las siguientes: tual en su Diario, así como por el elogio, casi sin reservas,
que hace del soberano, sobre todo tratándose de un escrito
El lado peligroso de la obra de Hegel consiste en de ningún modo destinado a ser conocido, por lo menos en
haber desnaturalizado el cristianismo, poniéndolo vida del autor.
de acuerdo con su filosofía. Cuando fue recibido por primera vez por el rey, tras ha­
El Ser-en-sí y para-sí ha sido sustituido por la ra­ ber sentido, casi como anle Dios, «Lemor y Lemblor», y no
zón, escrito con minúscula y aplicada calculada­ saber si entraría en la estancia real ((caminando sobre mis
mente.
pies o de cabeza» se afirmó en él un sentimiento a. la vez de
El supuesto «Estado ético» de Hegel es un mal, no
respeto y de reserva. Hablar con él, nos dice, era excitante,
un bien, el egoísmo humano en sus grandes dimen­
pues sentía voluptuosidad por la cultura y poseía. una inte­
siones.
ligencia tan excesiva que podía extraviarle. Su deseo era
Su pensamiento está reconciliado completamente
con el mundo. «proporcionar placer y hacer felices» a sus súbditos. Era
XX SóREN KIERKEGAARD INTRODUCCIÓN XXI

amable e interesado por «lo interesante». Y además «sentía 1797 Segundo matrimonio del padre, viudo en primeras
inclinación por mí». nupcias y sin hijos, con la criada.
1813 5 de mayo: nacimiento de Soren Aabye K. en la
DINAMARCA Y ALEMANIA, Y REFERENCIAS A ESPAÑA casa paterna de Copenhague, en el Mercado Nuevo
(Nytorv) n.º 2, actualmente 27; séptimo y último
Se diría que Kierkegaard sintió mucha mayor simpatía por hijo.
el rey de Dinamarca que por Dinamarca, lo que, hasta cier­ 3 de junio: bautizo en la Iglesia del Espíritu
to punto se comprende, pues el rey le expresó su estima y el Santo.
pafs más bien, se la negó. Desprecia su «nacionalismo», lo 1823 23 de enero: nacimiento de Regina Olsen.
que es congruente con su modo general de pensar, y en el 1828 20 de abril: S. K. recibe la confirmación en la Igle­
conflicto político-militar con Alemania, o lo que había de sia Parroquial de Nuestra Señora, de manos del pri­
ser el Imperio alemán, parece sentirse menos lejos de los mer capellán, J. P. Mynster.
extranjeros que de sus compatriotas. Hay en este libro dos 1830 30 de octubre: K. se inscribe en la universidad.
referencias a lo español. La primera y más importante es a 1 de noviembre: K. se inscribe en el regimiento de la
El Quijote. Considera que en la obra se comete un error al Guardia Real, 7. ª compañía.
hacerle recobrar el juicio para morir: loco -loco como sus 4 de noviembre: es rechazado para el servicio mi­
compatriotas consideraban al propio Kierkegaard, según litar.
él- era mejor. Y «excelente idea» la de, para final, dejarle 1833 4 de abril y 24 de mayo: K. recibe la Comunión en
ser ((pastor de ovejas». Cervantes no fue bastante románti­ compañía de sus padres.
co: don Quijote nunca debería concluir por ser ((infinita­ 1834 26 de julio: viaje a Gillelei para reponerse de un
mente perfectible». agotamiento.
Y hablando de sí mismo cita al río Guadalquivir, que 3 1 de julio: retorno de Gillelei y muerte de su madre
confunde con el Guacliana: ((Quiero durante un año, por después de cinco semanas de enfermedad.
una legua del camino del tiempo, desaparecer bajo la tierra 1836 18 de abril: conversación con Joergen Joergen­
como el Guadalquivir: ¡ya sabré cómo resurgir!» sen.
Y, en efecto, supo. Ahí está, presente ante nosotros. Inol­ 1837 mayo (entre el 8 y el 16): primer encuentro con Re­
vidable, ((existente», imperecedero. gina Olsen en la casa de Los Roerdam en Frederiks­
berg.
JOSÉ LUIS L. ARANGUREN 1837 Fines de agosto: el hermano mayor, Peter, escribe
en su ((Diario»: «Soren está más agobiado que
nunca por negras ideas acerca de su salud física
que le hacen ser infeliz, incapaz de todo, lindando
CRONOLOGÍA casi con la locura.»
1 de septiembre: a partir de esta fecha, K. empieza a
percibir de su padre una renta anual de 500 táleros
1756 Nacimiento de Michael Petersen K. en Saeding, e inicia su vida independiente; se aloja primero en
Jutlandia. Loevstralde 1 y luego en Kultorv (mercado del car­
1768 Nacimiento de la madre de K. bón).
){)([/ SOREN KJERKEGAA RD INTRODUCCIÓN XXIII

1837-1838 Durante el. invierno, K enseña latín en la l/.º 16 de julio: la Facultad de Filosofía de la Universi­
clase de un liceo de Copenhague. dad acepta la tesis Del concepto de la ironía, con
1838 febrero: su hermano Peter escribe: «Soren, en estos la cual se gradúa de «Magíster artium».
últimos tiempos se vuelve cada vez más irritable, 11 de agosto: K. devuelve el anillo a Regina.
descontento y descorazanado. Mis conversaciones 29 de septiembre: defensa de la tesis (editada el 16
con él -y es preciso que yo mismo vaya en su bus­ de septiembre por P. G. Philippsen).
ca- no le producen efecto alguno». 11 de octubre: K. rompe definitivamente con Regi­
13 de marzo: muerte del poeta Paul Martín Moeller, na Olsen.
profesor e íntimo amigo. 25 de octubre: viaje a Berlín.
19 de mayo: la experiencia del «gozo indescripti­ 1841-1842 (desde el 15 de noviembre hasta el 4 de febre­
ble... » (a las diez y media de la mañana). ro): asiste al curso de Schelling en la Universidad
30 de julio: va a Frederiksberg. de Berlín, al principio con gran entusiasmo y luego
Noche del 8 al 9 de agosto: muerte del padre tras aburriéndose «terriblemente», hasta que acaba por
breve enfermedad. El hermano escribe que el 6 de abandonar. Escribe la l. P. de Enten-Eller («O lo
agosto el anciano se sentía en plena posesión de sus uno o lo otro»).
fuerzas y que había pasado la larde en compañía de 1842 6 de marzo: regresa a Copenhague.
sus dos hijos dando muestras de buen humor, J 843 8 de mayo: partida para Berlín, donde se ocupa en
«aunque durante el día regañara a SOren y le rehu­ escribir La repetición (Gjentagelsen).
sara algo». julio: se entera del noviazgo de Regina Olsen con
1839 2 de febrero: «Tú, Regina de mi corazón ... » Fritz Schlegel. Serie vertiginosa de publicaciones.
29 de agosto: K. hace un cómputo de sus finanzas 1844 16 de octubre: se muda de Noerregade 230 a la casa
que suman en total alrededor de 31 000 táleros, for­ heredada de su padre en el Mercado Nuevo, 2, don­
tuna que en esos tiempos representaba para un sol­ de vivirá hasta 1848.
tero una relativa holgura. 20 de noviembre: último de los paseos en coche del
20 de diciembre-4 de julio de 1840: paréntesis para año, unos cuarenta en total, por la campiña, que
la preparación del examen de teología: ce El más lar­ ocupaban íntegramente sus días. Esos paseos
go paréntesis que haya yo vivido.» continuaron siendo frecuentes en los años pos­
1840 2-3 de julio: examen de teología; es aprobado con la teriores.
mención laudabilis. 1845 9 de febrero: escucha el sermón del obispo Mynster
19 de julio-6 de agosto: viaje a Jutlandia. en la Iglesia del Castillo Real.
10 de septiembre: noviazgo con Regina Olsen. 25 de diciembre: K envía a P. L. Moeller, del Corsa­
8 de octubre: aparece el primer número del Corsa­ rio, una negativa con respecto a La colaboración en
rio, editado por M. A. Goldschmidt. Gaea, anuario estético para 1846. El 27 y el 29, ata­
16 de noviembre: confesión de su incapacidad para que de K. a P. L. Moeller en Faedrelandet y respues­
poseer alguna cosa real y de la vivacidad de su fan­ ta de éste.
tasía. 1846 2 de enero: el Corsario inicia los ataques contra
18..JI 12 de enero: K. pronuncia su primera disertación K. acompañados por caricaturas.
religiosa en la Holmeskirke de Copenhague. 7 de febrero: K. piensa en hacerse pastor rural
INTRODUCCIÓN XXV
XXIV SÓREN KIERKEGAARD

24 de abril: 11.ª Fiesta de Pascuas: «No, mi herme­


27 de febrero: prosiguen los ataques del Corsario
tismo no se deja vencer, al menos por ahora»...
contrael «gran filósofo», con caricaturas. En el
mayo: reflexiones sobre la «remisión de los peca­
número del 26 de mayo se publica la «de los panta­
dos»: «Es extraño cómo el amor de Dios me domi­
lones».
na ... : ahora ha despertado en mi alma la esperanza
2-3 de mayo: se traslada a Berlín, de donde regresa
de que Dios podría querer quitar de mi naturaleza
el 16 de mayo.
su miseria fundamental.»
27 de junio: se representa en el Teatro Real la come­
15 mayo-junio: esbozo para el N.0 /.ºde los Ejerci­
dia estudiantil Los de enfrente, de Hostrup, donde
cios del Cristianismo.
aparece un teólogo llamado «Soren Kirk».
24-27 de junio: artículo en el periódico Faedrelan­
7 de junio: gran Informe en su Diario.
det: La crisis y momentos críticos en la vida de
2 de octubre: Goldschmidt abandona la redacción
una actriz, que aparece con el seudónimo de lnter
del Corsario y el 7 parte en viaje para Alemania e
et lntcr.
Italia.
1 de septiembre: K. predica en la Frue Kirke (Iglesia
1847 20 de febrero: K. lee las dos disertaciones sobre las
de Nuestra Señora) sobre el tema: «Desde lo alto
Categorías, de Adolfo Trendelenburg.
atraeré a todos hacia mí.»
mano; visita al rey Cristián VIJl.
noviembre: da fin a: Punto de vista en mi activi­
5 de mayo: reflexiones acerca de la diferencia entre
dad como escritor.
pecado y escrúpulo.
1849 9 de marzo: K visita al obispo Mynster y deja «caer
14 julio: proyecta un viaje a Berlín, hace una visita
una palabra» a fin de obtener un puesto en el Semi­
al rey.
nario pastoral.
1 5 de agosto: conversaciones con J. Joergensen
abril: se aplaca un tanto su preocupación por deter­
acerca del matrimonio de conciencia de Hamann.
minar la relación entre Cristo como «Modelo» y
2 7 de agosto: prédica en la Frue Kirke sobre la Con­
Cristo como «Salvador». Da fin a las Disertacio­
fesión previa a la Comunión del Viernes.
nes edificantes, sobre Lirios y pájaros, y a la Nota:
30 de agosto: a raíz de una discusión con el editor
El Cómputo; extracto concentrado del Punto de
Philippsen, a propósito de los pagos que considera
vista en mi actividad como escritor, pero «para
demasiado exiguos, le niega su permiso para una
no ser publicada».
nueva edición de O lo uno o lo otro.
25 de abril: K comprueba que, con respecto al más
octubre: visita al rey.
alto ideal cristiano, es decir, el de convertirse en
3 de noviembre: matrimonio de Regina O/sen y
«testimonio de la verdad», debe contentarse con ser
Fritz Schlegel.
«el amante infortunado» («el poeta»).
4 de noviembre: visita al Obispo Mynster.
4 de mayo: resuelve publicar, del Ciclo de Diserta­
1 de diciembre: termina el Libro de Adler.
ciones ético-religiosas, la lII y la VI, precisamen­
23 de diciembre: aparece el primer número de la re­
te: ¿Le está acaso permitido a un hombre dejarse
vista, Norte y Sur, de Goldschmidt.
matar por la verdad? y De la dfferencia entre un
1848 20 de enero: muerte del rey Cristián VI/ l.
genio y un apóstol.
19 de abril: experiencia pascual: «Mi naturaleza ha
5 de mayo: «El porvenir se presenta oscuro y yo me
cambiado por completo» ...
XXVI SÓREN KIERKEGAARD INTRODUCCIÓN XXVII

siento tan tranquilo. Este cumpleaños será inolvi­ 30 de julio: aparece La enfermedad mortal de An­
dable para mí.» ticlimacus, editor S. K.
14 de mayo; aparece la segunda edición de O lo uno agosto: K. comienza la lectura de la Dogmática de
o lo otro y se publican las tres Disertaciones sobre Martensen y estampa en el Diario sus impresiones.
Los lirios del campo y los pájaros del cielo. 24 de agosto: fecha de la explicación definitiva
15 de mayo: K recibe un billete de la publicista sue­ acerca de su noviazgo: «Mi relación con ella.»
ca Federica Bremer, amiga de Martensen, pidiéndo­ 26 de agosto: fecha de las «Explicaciones acerca de
le una entrevista para el día de la Ascensión (17 de ella.»
mayo}, al cual contesta con una seca negativa: 15 de octubre: se anuncia un ensayo de R. Nielsen
(«¡No, gracias, no sé bailar!») sobre «Johannes Climacus» del Mag. Kierkegaard
19 de mayo: aparecen las Dos disertaciones ético­ y la «Dogmática» del Dr. H. Martensen. Aparece el
religiosas, de H. H. Piensa que, para la prédica de 1 de noviembre.
la verdad, es más conveniente el exponerse al sufri­ 29 de octubre: K entrega a la imprenta las tres di­
miento que el escribir. sertaciones edificantes: El sumo sacerdote, El pu­
22 de junio: visita al obispo Mynster, muy breve. blicano, La pecadora.
Visita también al ministro del culto Madvig; pero 30 de octubre: el hermano de K., Peter, habla en la
sin ningún resultado. convención de pastores de Roskilde sobre las Dos
25-26 de junio: muere durante la noche el padre disertaciones éticorreligiosas y confronta a Mar­
de Regina, el Consejero de Estado. K abandona tensen con S. Kierkegaard como representantes res­
nuevamente la idea de publicar su Punto de vista pectivos de la «reflexión» y del «éxtasis».
en mi actividad como escritor; se decide por La 13 de noviembre: aparecen las tres disertaciones
enfermedad mortal y entra en tratos con la im­ edificantes.
prenta. 1850 11 de marzo: Theophilus Nicolaus (seudónimo del
27-28 de junio: K pasa una noche de insomnio, teólogo Magnus Eiriksson) publica el estudio: ¿Es
inquieto, hablando consigo mismo y examinando acaso la fe una paradoja?, y En virtud del absur­
las razanes en pro y en contra. Entrega a la impren­ do. Se suscita una cuestión a causa de Temor y
ta La enfermedad mortal, luego de decidir que fi­ Temblor de Ioharmes de Silentio.
gurará como autor con el seudónimo de Anticlima­ 6 de abril: Rasmus Nielsen publica sus lecciones en
cus y que su nombre sólo aparecerá como editor. la universidad: Fe evangélica y Teología
Siente escrúpulos por haberse adulado algunas ve­ 11 de abril: mantiene una conversación con R. Niel­
ces en el Diario y pide por ello perdón a Dios. sen.
1 de julio (domingo): asiste en la Iglesia del Espíri­ 18 de abril: K. recibe una carta de R. Nielsen en la
tu Santo a la Misa mayor y se encuentra con Regi­ cual éste «renuncia a pasear conmigo el jueves». Se
na «y toda la familia». A la salida, ella trata de pro­ muda a Noerregade 43.
vocar un encuentro, pero K. la esquiva y baja los 30 de abril: K. mantiene una conversación con
ojos. R. Nielsen y en el curso de ella le declara «que desea
19 de julio: Aparece la Dogmática Cristiana del para sus mutuas relaciones una mayor libertad».
Dr. H. Martensen. 5 de mayo: asiste a los oficios de la tarde en la lgle-
XXVlll SÓREN KIERKEGAARD INTRODUCCIÓN XXJX

sia del Salvador. Proyecto para el escrito: Para el 10 de septiembre: «Hoy se cumplen doce años de mi
examen de Sí mismo. noviai,go. »
1 9 de mayo: Mynster predica en la misa mayor de 1853 13 de febrero: «Mi tarea.»
la Iglesia del Castillo Real. 25 de mano: «Lo que he querido.»
14 de junio: aparecen las Dilucidaciones dogmáti­ 27 de mayo: «La operación de mi vida considerada
cas (Dogmatiske Oplysninger), «Escrito de oca­ en conjunto, tal como la comprendo o como posi­
sión», de H. Martensen. blemente llegaré a comprenderla.»
agosto: entrega a la imprenta el manuscrito de El 1 3 de octubre: «De mí mismo.»
ejercicio del Cristianismo. 2 de noviembre: «Mi balance. »
27 de septiembre: aparece El ejercicio del Cristia­ 1854 30 de enero: muerte del obispo Myn.ster.
nismo de Anticlimacus, ed. S. K. 15 de abril: Martensen es designado obispo.
22 de octubre: conversación con el obispo Mynster 27 de mayo: aparece el en.sayo: <<De la verdad per­
después de haber leído éste El ejercicio del Cristia­ sonal y de la personalidad verdadera » de R. Niel­
nismo. sen.
18 de diciembre: aparece «Clara Raphael» de Matil­ 5 de junio: ordenación episcopal de Mar/en.sen.
de Fibiger, edit. l. L. Heiberg. 1 8 de diciembre: K. inicia la batalla contra la Igle­
20 de diciembre: aparece Un discurso edificante sia oficial de Dinamarca con la publicación del ar­
de s. K. tículo contra Martensen: « Era el obispo Mynster
1851 31 de enero: aparece un artículo de K. en Faedre­ un "testimonio de la verdad"; uno de los verdaderos
landet, «a raíz de un comentario con respecto a mí testimonios de la verdad; ¿acaso tales palabras son
del Dr. Rudenbalch ». verdad?» (Faedrelandet, N.º 295).
13 de marz.o: aparece el ensayo de Myn.ster: « Ulte­ 28 de diciembre: respuesta de Martens (Berlingske
rior contribución a las discusiones acerca de la si­ Tidende, N. º 302).
tuación de la iglesia en Dinamarca.» 30 de diciembre: réplica de K. (Faedrelandet,
22 de mayo: conversación con el obispo Mynster. N.º 304).
5 de mayo: para celebrar su cumpleaños, K. realiza 1855 9 de enero: aparece en el Berlingske Tidende la cri­
un paseo a Hirscholm. tica al artículo del pastor l. Paludan-Müller: «El
18 de mayo: K. pronuncia una prédica sobre la In­ ataque del Dr. S. Kierkegaard a la memoria del
mutabilidad de Dios en la Iglesia de la Ciudadela. obispo Myn.ster» (N.º 7).
7 de agosto: aparecen los escritos de K.: Relativo a JO de enero: R. Nielsen escribe en defensa de K.,
mis actividades de escritor y Dos discursos para pero ignorándolo éste, el artículo « Una buena ac­
la Comunión del viernes. ción» (Faedrelandet, N.º 8).
9 de agosto: conversación con el obispo Mynster a 12 de enero: K. publica el artículo: « Un.a invitación
su regreso de la visita pastoral. personal del pastor l. Paludan-Müller>> (Faedrelan­
1 O de septiembre: aparece el escrito: Para el exa­ det, N.0 13).
men de Sí mismo de S. K. 16 de enero: R. Nielsen publica el artículo: «A su
1852 mayo: informe: «De ella.» Excelencia Ilustrísima el obispo Martens: una pre­
19 de junio: informe: «De mí mismo.» gunta» (Faedrelandet, N.º 13).
INTRODUCCIÓN XXXI
XXX SÓREN KIERKEGAARD

det, N. 0 120). Aparece el primer cuaderno de El mo­


29 de enero: K publica dos artículos polémicos
mento.
contra Martensen (Faedrelandet, N.º 24).
6 de junio: aparece el Il.0 cuaderno de El momento.
20 de marzo: artículo de K: «En ocasión de
16 de junio: aparece el opúsculo de K. (con el sello
la muerte del obispo Mynster» (Faedrelandet '
de la Ed. Reitzel): «El juicio de Cristo sobre el Cris­
N.º 67).
tianismo oficial. »
21 de marza: artículo de K: «¿Es éste un culto cris­
28 de junio: aparece el III. u cuaderno de El mo­
tiano o más bien una mofa de Dios?» (Faedrelan­
mento.
det, N. 0 68).
julio: aparecen los cuadernos IV.º y V.º de El mo­
22 de marzo: artículo de K: «Aquello que deba ha­
mento (9 y 30 de julio, respectivamente).
cerse será hecho o por mí ahora o por algún otro»
agosto: aparecen los cuadernos VI.º y VII.º de El
(Faedrelandet, N.º 69).
momento (2 y 31 de agosto, respectivamente).
26 de marzo: artículo de K.: «La situación religio­
3 de septiembre: aparece el discurso de K.: La in­
sa» (Faedrelandet, N. º 72).
mutabilidad de Dios.
28 de marzo: artículo de K.: « Una tesis, tan sólo septiembre: aparecen los cuadernos VIII.º y IX.º de
una tesis» (Faedrelandet, N.º 74).
El momento (14 y 25 de septiembre, respectiva­
31 de marzo: artículo de K.: «¿Qué deseo yo?» (Fae­
mente).
drelandet, N. 0 77).
25 de septiembre: K escribe el último texto en su Dia­
3 de abril: aparece en Faedrelandet el artículo anó­ rio: <<Destino de esta vida según el Cristianismo.»
nimo de N. N.: «Propuesta al Dr. S. Kierkegaard»
2 de octubre: es recogido en la vía pública, sin sen­
(Faedrelandet, N.º 79).
tido, e internado en el Frederiks-Hospital, donde la
7 de abril: K responde al artículo anónimo (Fae­
jefa de enfermeras, señorita Fibiger, lo cuida solíci­
drelandet, N.º 81).
tamente y donde recibe la visita de su amigo de la
11 de abril: artículo de K.: «Cristianismo con in­
infancia, Emil Boesen.
vestidura gubernamental y Cristianismo sin inves­
1 1 de noviembre: muerte de S. K
tidura gubernamental» (Faedrelandet, N.º 83).
18 de noviembre: solemnes funerales en la Frue­
27 de abril: artículo de K.: «¡Qué cruel castigo!»
Kirke y exequias en el Assistenz-kierkegaard (ce­
(Faedrelandet, N.0 97).
menterio público).
10 de mayo: artículo de K.: «Con respecto a la con­
du�ta de necio encono observada en lo que a mí se
refiere y a la concepción del Cristianismo por mí
esclarecida» (Faedrelandet, N. 0 1 1 1).
16 de mayo: K publica: «Para la nueva edición BIBLIOGR.AFÍA
del Ejercicio del Cristianismo» (Faedrelandet,
N.º 1 12).
26 de mayo: K. publica un artículo polémico contra 1:·11 la lengua española
Martensen: «El silencio del obispo Martensen es
Th. 1 Iaecker, La joroba de Kierkegaard, Madrid, 2 .ª ed., 1956.
cristianamente inexcusable, ridículo, necio y des­
J. Collins, El pensamiento de Kierkegaard, México, 1 958.
preciable en muchos de sus aspectos» (Faedrelan-
XXXII SÓREN KJERKEGAARD
INTRODUCCIÓN XXXIII
H. Ross, S. Kierkegaard y el catolicismo, Madrid, 1959.
J. A. Collado, Kierkegaard y Unamuno, Madrid, 1962.
R. Jolivet, Introducción a Kierkegaard, Madrid, 4.ª ed., 1962.
L. Farré, Unamuno, William James, Kierkegaard y otros en­
sayos, Salamanca, 1967.
L. Fabriel, La filosofía de la existencia. Kierkegaard, Heideg­ NOTA A LA EDICIÓN
ger, Jaspers, Sartre, Madrid, 1974.
R. Jolivet, Las doctrinas existencialistas (desde Kierkegaard a
J. P. Sartre), Madrid, 5.ª ed., 1 976.
La selección y traducción del «Diario» ha sido efectuada
N. Viallaneix, Kierkegaard, el único ante Dios, Barcelona
de una versión italiana de Camelio Fabro (3 tomos, Edito­
,

1977.
J. P. Sartre y otros, Kierkegaard vivo, Madrid, reed., 1 980.
rial Morcelliana-Brescia, 1948-1951), la más amplia e im­
M. Maceiras, Schopenhauer y Kierkegaard. Sentimiento y pa­ ¡iortante de las publicadas hasta ahora, con excepción de
sión, Madrid, 1985. la edición danesa, iniciada a petición de Pedro, el hermano
M. Holmes Hartshorne, Kierkegaard, el divino burlador, Ma­ de Soren Kierkegaard, mientras aún vivía Regina, por el
drid, 1992. pastor H. P. Barford, quien se hizo cargo de los cuatro pri-
111eros volúmenes y continuada luego en cinco volúmenes
111ás a cargo de H. Gottsched, apasionado estudioso del
En otras lenguas
pensamiento kierkegaardiano, con J. T. Beck. El pastor
Harford, quizá por consideración a los sobrevivientes no
H. Barth, Kierkegaard der Denker, Munich, 1926.
\Ó/o interceptó textos y omitió otros, sino que hizo desapa­
A. Gilg, Soren Kierkegaard, Munich, 1926.
F. Lombardi, Kierkegaard, Florencia, 1937. recer también algunas hojas. El manuscrito muestra hoy la
W. Lowrie, Kierkegaard, Oxford, 1 938. '1n'ial de hojas arrancadas que a menudo interrumpen el
P. Mesnard, Le vrai visage de Kierkegaard, París, 1 948. texto en los pasajes más delicados. Las lagunas y los defec­
J. Wahl, Études kierkegaardiennes, París, 1 949. tos comprensibles de la primera edición de los Papeles, así
P. Mesnard, Kierkegaard, sa vie, son reuvre, París, 1954. < omo el interés creciente que la figura del autor despertaba,
W. Anz, Kierkegaard und der deutsche Idealismus, Tubinga, 1c!clamaban una edición más completa que fue comenzada
1 956. c•11 1 909 y concluida en 1 938 y que abarca diecinueve volú-
C. Fabro y otros, Studi kierkegaardiani, Brescia, 1957.
N. Grimault, Kíerkegaard par lui-meme, París, 1962.
111enes. Como el traductor italiano lo hiciera notar en su

C. Jorgensen , Soren Kierkegaard, Copenhague, 1 964.


i11teresante Prólogo -uno de los estudios más profundos
E. Tielsch, Kierkegaard's Glaube, Gottinga, 1 966. 'obre Soren Kierkegaard- el idioma danés emplea de pre­
G. Malantschuck, Dialektik og Ecsistens hos Soren Kierke­ fi•rencia la construcción indirecta, comienza los párrafos
gaard, Copenhague, 1 968. <'On at (que) y multiplica las proposiciones circunstancia­
N. Van Thuyen, Foi et existence selon Kierkegaard, París, les. Se ha procurado respetar en lo posible el estilo muy
197 1 . ¡1ersonal del autor que toma a veces su frase oscura y de
J . Thornpson, Kierkegaard, Nueva York, 1973. difícil lectura. En cuanto a la puntuación, a la cual Kier­
G. Malantschuck, Fra Individ til En.kelte, Copenhague, 1978. kegaard dedica un texto especial en su Diario, es conven­
H. Hannay, Kierkegaard, Londres, 1982. cional, y el traductor italiano declara haberse visto obliga­
do a muchos cambios y retoques. Las citas entre paréntesis
t!e textos bíblicos pertenecen en su mayor parte a la versión
xxxrv SÓREN KJERKEGAARD

italiana, así como las notas señaladas entre paréntesis DIARIO ÍNTIMO
(N. del t. i.); y las señaladas con (N. del t. f) pertenecen a la
versión francesa de Knud Ferlov y J. J. Gateau (2 tomos,
Gallimard, París, 1 942, esta última utilizada como texto de
consulta para la presente traducción). Las notas indicadas
con un asterisco son del autor.

M. A. B .
1 834

TEMPRE
S
es necesaria una luz para distinguir otra luz.
Cuando un punto luminoso surge en medio de las
ti nieblas, es ab�olutamente imposible discernir el origen
de la luz, porque la oscuridad no permite determinar re­
l;,ición alguna en el espacio. Sólo otra luz podrá precisar
la posición del primer punto con respecto al segundo.
15 de abril de 1834

Una doctrina rigurosa de la predestinación atribuye a


Dios el origen del mal, sin que por eso se llegue a la lógi­
ca de los maniqueos, pues su sistema establece dos seres
(pri mordiales), en tanto que el segundo reúne en un solo
ser a los dos principios opuestos.
15 de abril de 1834

Puesto que el pecado no puede provenir únicamente


del hombre, así como la criatura no puede nacer de un
solo sexo, la doctrina cristiana de la tentación satánica
es justa. Representa el otro factor del que deriva la dife­
rencia específica entre el pecado del hombre y el pecado
del diablo (pecado original - conversión posible). Una te­
sis contraria se opondría a la analogía.
1 9 de agosto de 1834

El concepto de «predestinación» ha de ser, pues, con­


siderado como un aborto; sin duda fue creado a fin de
conciliar la libertad con la omnipotencia divina y resuel­
ve el enigma por la negación de uno de los dos concep­
tos, con lo cual nada queda explicado.
1 9 de agosto de 1834
4 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 5

miento de los detalles reconstruyéndolos análogamente


La razón por la cual nunca lograré gustar de la na­ a la naturaleza.

turaleza reside en el hecho de que mis reflexiones no 11 de setiembre de 1834


alcanzan para aclarar mis gustos. Puedo concebir una
obra de arte; puedo, en este caso, encontrar, por decir­ O, según las profundas palabras de la historia de la
lo así, el punto de Arquímedes y , una vez hallado, todo conversión de san Pablo (Act. 9, 8): «Y con los ojos abier-
se vuelve fácilmente comprensible para mí. Entonces tos nada veía.»
puedo seguir las evoluciones de un pensamiento gran­ Nota del 26 de enero de 1837
de y descubrir cómo confluyen los detalles para escla­
recerlo. Concibo, digamos, la total individualidad del Creo que la dificultad para admitir la teoría de la pre­
Autor como el mar que todo lo refleja. El espíritu del destinación quedaría suficientemente aclarada con la si­
Autor se vuelve familiar para mí, quizá me sobrepase, guiente experiencia psicológica: imaginemos a un hom­
pero está tan limitado como yo mismo lo estoy. En bre a quien se le ha predicho que algún día se convertirá
cambio, las obras de Dios son demasiado grandes para l'n un ilustre sabio. Si coincide con sus deseos, se dirá al
mi espíritu y me pierdo en los detalles. Cuando el vul­ instante: «Sí, me dedicaré afanosamente al estudio. » En
go contempla la naturaleza, sus exclamaciones al esti­ caso contrario, dirá: «No, no abriré un libro.» Ambos
lo de « ¡grandioso, magnífico ! » resultan insulsas y an­ propósitos serían igualmente erróneos, pues en ambos
tropomórficas porque se detienen en lo exterior sin casos se convertirá exactamente en lo que deberá ser. Y
expresar el sentido arcano y profundo. Con respecto a -.in contar con que olvida que, si todo obedece a la pre­
esto mismo, creo importante seña lar que los grandes destinación, aun sus mismos propósitos serían predeter­
genios de la poesía (Osián, Homero) han sido represen­ minados y acabarían sumiéndolo en una atroz autocon-
tados como ciegos. En mi opinión, carece de importan­ 1 radicción.
cia que lo hayan sido realmente o no. Lo esencial estri­ 26 de setiembre de 1834
ba en que los hombres los imaginaran ciegos, pues me
parece que de tal manera han querido indicar que su Si, por el contrario, pensamos que la organización di­
visión, cuando cantaban las bellezas de la naturaleza, vina del mundo está fundada sobre la providencia de
no les era revelada por los ojos corporales sino por in­ Dios, quien deja así a los hombres una libertad real, el
tuición interior. ¡Cuán notable es que uno de los mejo­ problema presenta distintos aspectos; supongamos que
res escritores sobre las abejas, 1 si no el mejor, sea cie­ -.e otorgue a un hombre la facultad de ver el porvenir y
go desde la infancia! Este ejemplo, en el que la que en tal caso sepa que ha de convertirse en un crimi­
observación exterior se diría de tanta importancia, nal; la consecuencia podría ser, quizá, que dicho hombre
casi parece indicarnos que el autor ha de haber encon­ , · en mendase. Nada habría que objetar a Dios entonces,

trado aquel punto y que, partiendo de él, por medio de puesto que conforme a su providencia debe conocer tam­
la pura actividad del espíritu ha llegado al conoci- bién que el hombre se enmendará.
20 de octubre de 1834
1. Kierkegaard alude a Franc;ois Huber ( 1750-1831), ciego desde los
cinco años de edad. Su obra principal, Nouvelles observations sur les Sólo podemos concebir una inspiración de dos mane­
abeilles, es de 1792. (N. de la t.) ' · ": o limitada a la actividad de los apóstoles cuando
6 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 7

redactaban el Nuevo Testamento, o abarcando toda su animales acuden a él y a cada uno impone su propio
existencia. En el primer caso el Nuevo Testamento no nombre.
ofrece base alguna donde asentar la teoría; por el contra­ 22 de noviembre de 1834
rio, la comunicación con el Espíritu Santo que perma­
nentemente alega, debería abarcar toda su existencia (es El colmo de lo trágico consiste sin duda alguna en ser
característico del Nuevo Testamento el incesante pla­ incomprendido. Por esto la vida de Cristo, incomprendi­
near del Espíritu Santo sobre ellos). En cuanto a la ins­ do por el pueblo, por los fariseos, por sus mismos discí­
piración en el sentido más estricto de la palabra, nos ve­ pulos, y muy pronto por cada uno de nosotros, a pesar de
mos obligados a extenderla a toda su existencia. Pero, si que su mensaje haya sido el más sublime de todos, cons­
resulta imposible suponer a los propios elegidos y discí­ l i tu ye la suprema tragedia . He ahí también lo trágico de
pulos de Cristo la capacidad de comprender debidamen­ la vida de Job, quien sufre en medio de un círculo de
te el cristianismo, significa que esa inspiración los pre­ amigos que no lo comprenden, junto a una mujer que se
serva del error, en tanto que la siguiente generación y las burla de él. He ahí lo doloroso de la situación de la mu­
generaciones sucesivas estarían condenadas a una inter­ jer en La familia Riquebourg:2 su amor por el propio so­
pretación errónea; a menos que admitamos igualmente brino del marido la obliga al disimulo bajo la apariencia
la infalibilidad inspirada para ellas y que afirmemos así de una fingida frialdad. He ahí la trágica autenticidad
la incompatibilidad del cristianismo con l a vida huma­ de La escena V, 1 de Egmont de Goethe, en la que Clara
na, pues tal inspiración las sustrae precisamente a la co­ :l.caba siendo totalmente incomprendida por sus conciu­
mún condición de la humanidad. Aun la misma teoría dadanos. He ahí probablemente la razón que convierte
católica sobre la infalibilidad del Papa sería insuficien­ <.:n trágicos a ciertos personajes cómicos de Holberg (por
te, pues en su caso especial la verdadera doctrina sólo ejemplo, El hombre ocupado, aplastado por una suma
tendría la persistencia de una reliquia que, apenas enun­ l'JIOrme de asuntos, en tanto que el mundo se mofa de él
ciada, sería mal interpretada. No basta entonces ex­ y no ve nada). Y he ahí también el rasgo típico de la vida
tender l a infalibilidad a los jefes, porque así su verda­ del hipocondríaco, así como de la del hombre impulsado
dera actividad como tales no tendría utilidad alguna, por un ideal, pero que se halla condenado a vivir entre
y nos vemos obligados a suponer la infalibilidad para gentes que no lo comprenden.
cada uno de nosotros. Siendo así, ¿acaso es necesario 22 de noviembre de 1834
un jefe?
20 de octubre de 1834 Para juzgar a un gran hombre, ¿es preciso aplicar
principios distintos de los que utilizamos para juzgarnos
Pocas ciencias procuran al hombre un sentido de paz y " nosotros mismos? La respuesta frecuente es que sí. Yo
de quietud como las ciencias naturales. Con ellas el sa­ respondo: « ¡ No!» Es propio de la grandeza del hombre
bio penetra en la naturaleza y todo lo conoce. Por decirlo 'er el instrumento de elección en las manos de Dios.
así, ha hablado primero con las plantas y con los anima­ Pern, si el hombre se precia de ser autor de sus actos, si
les, y no sólo descubre la utilidad que el hombre puede pretende poseer la capacidad de escrutar el porvenir y
extraer de ellos (conocimiento que posee un matiz de su­ just ificar de este modo por el fin los medios, su grandeza
bordinación), sino que· incorpora su significado en el
conjunto del universo. Como ocurrió con Adán, todos los 2. Drama en un acto de Scribe. (N. de la t.)
8 SÓREN KIERKEGAARD

cesará al instante. La justicia y el deber son iguales para


todos, y su violación es bien poco excusable, ya se trate
de un gran hombre o de un Estado, aun en el supuesto
de que la política autorice la injusticia. Es verdad tam­
bién que a veces la injusticia ha tenido buenas conse­
cuencias, pero en un caso semejante no debemos estar
1835
agradecidos a un hombre o a un Estado determinados,
sino a la Providencia misma.
23 de diciembre de 1834 ON
C
el concepto de «Ortodoxia» sucede como con el
de «Consecuencia»; muchos piensan que consiste en
Como contribución a la definición del concepto de hacer siempre lo mismo, y, puesto que llevan paraguas
«fe» es preciso hacer notar que, cuando e l terror a la cuando llueve, pretenden, quizá, que sea necesario usar­
muerte domina a un enfermo, se dice que «Cree» que lo cuando hace buen tiempo.
debe morir. Falta, en consecuencia, el acto de voluntad. 28 de enero de 1835
Otro tanto ocurre con el terror a los espectros. Por otra
parte, se podría decir: «Quiero creer pero no puedo.» Así Para los cristianos de hoy, el judaísmo representa, en
el momento de l a voluntad parece hacerse presente. verdad, un pasaje; pero ¿quién nos asegura que no puede
31 de diciembre de 1834 decirse otro tanto del cristianismo? Admito que la Ley
fuera dada para impedir las «transgresiones» y que, por
lo mismo, no haya sido sino una «pedagogía» (Gál. 3,
2 1 -23); en ese caso, ¿cómo se explica, entonces, que pro­
meta, verdaderamente, la bienaventuranza al hombre
por su observancia? Me explico muy bien que acarree el
castigo para las transgresiones; pero ¿no debió Dios
(como lo hace hoy el cristiano) reparar en la imposibili­
dad de observarla? ¿Por qué, pues, prometer la biena­
venturanza, si es precisa una condición que Él mismo ha
reconocido como imposible?
2 de mayo de 1835

Adquiero conciencia de que existo (K.), 1 no de que he


existido ni de qué modo.
Lógico desarrollo. Introducción al símbolo de los
apóstoles.

l . En la versión italiana, Comelio Fabro, traduce la inicial «K.»,


entre paréntesis en el texto original, como «la Iglesia» y añade en una
nota que, a su parecer, «K.» puede interpretarse como inicial de Kirke,
«Iglesia» en danés. He preferido conservar el texto original. (N. de la t.)
10 SOREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO JI

Entr e las gentes de los alrededores (Gillelei) ber si el hombre será capaz, empleando otra imagen del
encontré
a una persona verdaderamente notable, mundo de las flores, de segregar por sus propios recur­
Jens Andersen
de Fjellenstrup. No sólo poseía un gran cono sos, como el laurel rosado, una gota que ha de subsistir
cimiento de
la Bibl ia, sino que también había leído como el fruto de su vida. Ante todo, la primera condición
libros de histo­
ria, como por ejemplo Saxo, Snorre y las ha de ser la de crecer en un suelo que sea realmente el
sagas islande­
sas (que el pastor le había prestado), se expre nuestro, cosa no tan fácil de hallar. Existen al respecto
saba ade­
más en un tono muy sensato, casi diría con naturalezas tan felices que captan a primera vista el
unción, pero,
por desgracia, era adicto a la bebida, y rumbo que deben emprender y avanzan tranquilamente
debo confesar
que en aquellos momentos sus discursos por el camino señalado sin que jamás las perturbe la
me resultaban
deJ todo abominables, precisamente porq idea de que tal vez hubieran podido elegir otro diferente.
_ ue decía las
mism as cosas que cuando se hallaba sobrio. Otras naturalezas se dejan regir hasta tal punto por el
29 de julio de 1835 medio ambiente, que nunca alcanzan a comprender del
todo cuál era su verdadera aspiración. Así como las pri­
meras extraen su imperativo categórico de lo íntimo, las
COPENHAGUE, 1 DE JUNlO DE 1839 2 segundas parecen resignarse a recibirlo del mundo ex­
terior. Pero, por pocos que sean los que pertenecen a la
Usted sabe con qué fervor le he escuchado hablar en primera clase, no quisiera contarme entre los de la se­
otros tiempos, cómo me entusiasmaba entonces la des­ gunda. Más numerosos son aquellos a quienes la vida
cripción d e su estancia en el Brasil, y no precisamente reserva la experiencia del significado profundo de la dia­
por el co�junto de observaciones singulares con que ha léctica hegeliana. Por otra parte, ¿no es acaso normal
.
cnnquec1do usted su saber científico, ni por usted mis­ que el vino fermente antes de clarificarse? Bien desagra­
mo; lo que así me exaltaba era la impresión recibida en dable es a veces tal estado; aunque a fin de cuentas
su primer contacto con aquella maravillosa naturaleza ofrezca sus atractivos, pues a pesar de estar encuadrado
su felicidad, su gozo paradisíaco. Un estado de ánim � en la duda universal logra ciertos resultados relativos.
semejante influir� siempre simpáticamente sobre quien Especialmente cobra importancia para el hombre que,
no esté desprovisto de sentimientos y de entusiasmo, al adentrarse en él, alcanza por fin a ver claro en su des­
aun cuando crea hallar su posición y su actividad en una tino, no sólo por cuanto de ello deriva una paz que con­
esfera distinta; y sobre todo en el joven que sólo sabe trasta con la tempestad precedente, sino porque enton­
soñar con su porvenir. Nuestra primera juventud es ces uno posee la vida en un sentido totalmente opuesto al
como una flor matutina en cuya corola luce una hermo­ anterior. Tal es el elemento fáustico que señala en mayor
sa gota de rocío donde se refleja con hermosa melancolía o menor grado todo desarrollo intelectual, y por lo mis­
la naturaleza circundante. Pero ya el sol aparece en el mo siempre ha creído que se debía dar un sentido uni­
horizonte y el rocío se evapora; con él se desvanecen los versal a la idea de Fausto. Así como nuestros antepa­
ensueños de la vida y llega la hora en que es preciso sa- sados tenían una diosa de la nostalgia, Fausto, en mi
opinión, es la duda person ificada. Ni más ni menos.
2. Proyecto de carla o simplemente nota escrita pensando en P. w.
Y constituye un pecado contra la razón el que Goethe lo
l.und (1801-1880), hermano del cuñado de Kicrkegaard y naturalista haya hecho convertirse, como también que Mériméc haga
tlané'>. (N. del t. i.) convertirse a Don Juan. Que no me objeten que Fausto
12 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO fNTIMO 13

da un paso positivo al dirigirse al diablo, porque este astrónomo que calcula la velocidad de los astros y pare­
punto me parece representar uno de los aspectos más ce detener su curso para escrutarlos mejor, hasta el bió­

pro nd�s de la leyenda de Fausto. Se entregó a él para logo que describe la fisiología de tal o cual animal; desde
ser ilummado. En consecuencia, no lo era antes; precisa­ el geógrafo que en lo alto de los montes contempla la
mente por su abandono en brazos del diablo, aumenta superficie terrestre, hasta el geólogo que desciende a la
su duda (como nota el enfermo que cae en manos de un sima de los abismos; desde el embriólogo que persigue
charJat án cuando su mal se agrava). En vano las gafas la formación del cuerpo humano a través de sus innume­
.
de Mefistófcles le � uestran el interior de los hombres y ra bles matices, al entomólogo que observa los gusanos
los arcanos de la tierra; no por eso Fausto desconfía me­ de nuestras entrañas), descubro naturalmente que, aquí
nos del diablo, quien nunca ha podido ofrecerle la solu­ como en todas partes {pero sobre todo aquí), existen mu­
?
ci n de los verdaderos enigmas del intelecto. Dirigirse a chos ejemplos de gentes que han alcanzado renombre
�1os le está vedado por su idea misma; porque, si lo hi­ científico gracias a su inmensa paciencia de coleccionjs­
ciera, debería admitir inmediatamente que en Él se en­ tas. Conocen una infinidad de detalles, han hallado otros
cuentra la verdadera luz, y al instante renegaría de su nuevos; y eso es todo. Sólo han suministrado un sustrato
naturaleza de incrédulo. para la reflexión y el trabajo ajenos. Tales seres que se
Una duda semejante puede manifestarse en otras es­ regocijan por haber acumulado esas migajas, me recuer­
feras. Aunque el hombre haya logrado la certeza en algu­ dan al campesino rico del Evangelio; aunque mucho
no d� estos puntos capitales, la vida le propone otras hayan atesorado; la ciencia puede decirles: «Esta misma
.
cuestiones importantes. Todo hombre, naturalmente, noche te pedirán el alma» (Le. 12, 20); por cuanto ella
desea actuar en este mundo según sus dotes; surge en­ asigna a cada detalle su importancia en el conjunto. Si
tonces el deseo de plasmarlas en determinada dirección l a sabiduría de esos hombres se ha visto animada por
en aquella que mejor convenga a su individualidad. Per � una vida inconsciente, podremos decir que la ciencia ha
¿cuál? Heme aquí sumido en una duda. Como Hércules o rbido su vida; sin este requisito su actividad recuerda
....
vacilo en mi camino. No se trata de una alternativa sin� al cadáver que, al convertirse en polvo, contribuye al
de una encrucijada de sendas que se abren en tod�s los abono de la tierra.
sentidos. Por esto mismo es tan difícil acertar con la Muy diferente, como era de esperar, es lo que ocurre
exacta. Quizá la desgracia de mi existencia consista en con otros ilustres, con los naturalistas que encuentran o
que m � intere�o por demasiadas cosas sin llegar a ningu­ que buscan el «punto de Arquímedes», el cual no es de
.
na dec1s1ón; ninguno de mis intereses espirituales se su­ 1:-. 1c mundo; desde allf podrán abarcar el conjunto y ver
bordina a otro, todos se dan la mano. lo· detalles a la luz de la verdad. No niego que hombres
Trataré de demostrar dónde me encuentro. .1!-.í me han causado siempre un efecto bienhechor. La
paz, la armonía, el goce que de ellos se desprenden son
Ciencias naturales. Si dedico una ojeada de conjunto 1 1 1 u y difíciles de hallar en otra parte. Tenemos en Cope-
a este campo (incluyendo a todos los que tratan de com­ 1 1 hague tres personalidades eminentes: un Oersted, cuyo
prender y descifrar las runas 3 de la naturaleza, desde el 1 o:-.tro me ha parecido siempre una armónica a la cual la
naturaleza arranca los más raros y ajustados acordes;
3. Runas: _caracte1·es de la escritura de los antiguos escandinavos a 1111 Schouw, modelo adecuado para un pintor que se pro­
los que �e atnbufa poder mágico. (N. de la t.) pu....icra pintar a Adán en el momento de dar nombre a
14 SÓREN KlERKEGAARD DIARIO INTIMO 15

los animales de la creación; y por fin un Horneman, tan e han refundido en forma tal que es difícil desentrañar­
familiarizado con las plantas que parece un patriarca de los. Sin duda podría estar de acuerdo con muchos de sus
la naturaleza.4 En este sentido también recuerdo con puntos, pero a condición de considerarlos como las se­
alegría la impresión que me produjo usted de ser el di­ millas que germinan en las hendiduras de las rocas. Ade­
putado de una grandiosa naturaleza, digna de tener su más, podría también descubrir la flaqueza de varios de
vocero en el Parlamento. sus dogmas, pero en cuanto al armazón general me vería
He sido y soy un entusiasta de las ciencias naturales, forzado a tolerarlo durante algún tiempo, in dubio.5 Des­
pero no creo que las convierta en el objeto principal de de el instante en que ella cambia, el conjunto adquiriría,
mis estudios. Lo que más me ha interesado en la vida es como es lógico, un aspecto diferente; esto hace que mi
el juego de la inteligencia y de la libertad, cuyos enigmas atención se vea atraída por otro fenómeno, el racionalis­
he deseado sin cesar explicarme y resolver. Los cuarenta mo, el cual en resumen me parece representar un triste
años en el desierto, antes de alcanzar la «tierra prometi­ papel. Puesto que, en tanto que la razón desarrolle su
da» de las ciencias, me parecen demasiado preciosos, propia lógica y que - a fin de desentrañar las relaciones
por cuanto creo que la naturaleza puede considerarse l'ntre Dios y el mundo- considere al hombre en su rela­
desde un ángulo que no requiere iniciación en los secre­ ción más profunda y más íntima con Dios, y que con tal
tos de la ciencia; sea que por un detalle de la floración fin, aun desde su propio punto de vista, vea al cristianis­
descubra yo al universo entero, o sea que aceche los sig­ mo como a un movimiento que ha satisfecho durante si­
nos que la naturaleza prodiga para explicar la vida hu­ glos enteros las más íntimas necesidades del hombre, en
mana; sea que admire los libres diseños que una mano tanto que se detenga ahí, nada tengo que objetar. Pero
audaz ha trazado en el firmamento, o que los exóticos ¿puede decirse lo mismo acerca del racionalismo? ¿Aca­
cantos escuchados en Ceilán me remonten hasta el plano "º no copia éste su colorido del cristianismo? Por consi­
espiritual de la música; o sea que la partida de las aves guiente, el racionalismo es cosa aparte y no constituye
migratorias suscite en mi corazón una humana y profun­ un sistema, sino un arca de Noé (para usar la expresión
da nostalgia. empleada en otra ocasión por Heiberg) donde los anima­
les puros se codean con los impuros. Frente al hegelia­
Teolog{a. Aparentemente es mi campo preferido, nismo, uno siente aproximadamente la misma impre­
pero aquí también tropiezo con grandes dificultades; el '>ión que debió de producir nuestra guardia territorial en
propio cristianismo me revela sus contrastes; tales y tan­ presencia de la Guardia de Potsdam. Además, con el fin
tos son, que impiden una mirada libre. He sido educado de acercarse al cristianismo, se sirve de las Escrituras
en un medio ortodoxo, bien puedo decirlo, pero desde como base para sus especulaciones y utiliza para cada
que comencé a reflexionar por mi cuenta, el inmenso co­ uno de sus problemas una legión de versículos cuyo sen-
loso empezó a tambalearse. Digo « inmenso coloso» in­ 1 ido no ha penetrado. Me recuerda a Cambiscs, quien
tencionadamente, porque su conjunto rebosa verdadera durante la campaña de Egipto se protegía con una van­
lógica y porque con el correr de los siglos sus elementos guardia de gatos y pollos sagrados; nuestros racionalis-
1 as se hallan tan dispuestos como el cónsul romano a
lanzar por la borda los pollos sagrados que rehúsen el
4. llans Christian Oersted (1777-1851) descubrió el elcctromagne-
1 i-;mo. J . F. Schouw (1789-1852) y J. W. Homeman eran botánicos.
(N. <le la t.) 5. •En la duda.•
16 SÓREN KIERKEGAARD
DIARIO fNTlMO 17

alimento. Su error consiste, pues, en que cuando con­ 1 1 nos a los otros, gritan, chillan, se mofan recíprocamen­
cuerdan con las Escrituras se basan en ellas y, en el caso ll', lat igan a las cabalgaduras, vuelcan, se hacen arrollar,
contrario, las dejan de lado ..., y así andan en dos direc­ y ruando por fin, polvorientos y sin aliento, llegan a la
ciones opuestas. l l o rcst a . . ., se limitan a mirarse las caras y a regresar a
"I 1:- respectivos hogares.
1�11 cuanto a su retorno, sería infantil de mi parte soli-
«NONNULLA DESUNT» 6
1 l l a r que lo apresure, tan pueril como los esfuerzos de la

En cuanto a los inconvenientes menores, me limitaré a 1 1 1t1drc de Aquiles por esconderlo a fin de evitarle la

decir que estoy preparando mi examen de teología, ocu­ 1 1 1 1 1crte súbita y gloriosa. ¡Buena suerte!

pación carente de interés y que por lo mismo no progre­


Como anteriormente he tratado de demostrar, ése era
1•1 l'Stado real de las cosas. Pero ahora, si trato de ver
sa muy rápidamente. Siempre he preferido los estudios

, l o ro en mi propia vida, aparecen de una manera dife­


libres, tal vez por esta condición un poco vagos, al co­
dearse en las mesas de posada donde uno conoce de an­
H'11lc; así como el niño necesita tiempo para diferenciar­
temano a los comensales y las minutas semanales. Pero
"' de los demás objetos, y durante un largo período, por­
qm·
como dicho examen es necesario, dado que no le permi­
se destaca muy poco del mundo circundante, dirá,
pnr ejemplo, poniendo de relieve el aspecto pasivo: «YO,
ten a uno el acceso al reservado recinto de la ciencia si

1 1 l �1 ballo pega», así también ocurre con nosotros en la


no está provisto de un seJlo de fábrica, y como, por otra
parte, lo considero útil en mi actual estado de ánimo y sé
1 .,kra superior del espíritu. Creía, además, que alcan-
que le daré un gran placer a m i padre (quien cree que la
. 1 1·f n una mayor tranquilidad lanzándome a otros estu-
verdadera tierra de Canaán se halla del otro lado del
1l1u:-. encaminando mis fuerzas hacia otro fin. Durante
1 1 1 1 1 icmpo, sin duda alguna, habría logrado así liberar­
examen de teología, pero al mismo tiempo asciende
como Moisés al monte Tabor para anunciar que jamás
• l ll' de mi inquietud en parte, pero ésta retornaría luego
entraré allí -espero que esta vez la predicción no se rea­
t w 1 mayor intensidad corno retorna la fiebre luego de
lice-), es por eso preciso que me ponga a la obra. ¡Di­
l i 1 1 b ·r bebido un vaso de agua fría. Lo que en el fondo me
1 1 1 1 1 :.i, es ver claro en mí mismo, saber «lo que he de ha­
choso usted, que ha encontrado en el Brasil un campo
iJimitado para sus investigaciones, donde nuevas mara­
' t'• 11 (Acl. 9, 6), * y no lo que he de conocer, salvo en la

1 1 11.·dida que el conocimiento deba preceder a la acción.


villas se le ofrecen a cada paso y donde los gritos de la

· t · 1 rnta de comprender mi destino, de descubrir aquello


república de los eruditos no perturban su tranquilidad!

Este sabihondo mundo de teólogos me recuerda a la
q 1 tl' en el fondo Dios reclama de mí, de hallar una ver-
multitud que Jos domingos de verano se encamina a la
1 l., d que sea tal «para mí»,** de encontrar «la idea por la
floresta de Dyrehaven; 7 sólo piensan en dejarse atrás los
1Cm\ntas veces, cuando creemos haberlo aferrado, nos damos cuen-
6. «Faltan algunas cosas.» 1 11 d1: que sólo estrechamos una nube de Juno! [Alusión a Ixión, que
7. Existe una extraña ironía en estos paseos de los habitantes de 1 1111'0 abrazar a Hera y a quien Los dioses engañaron con una nube.
Copenhague a Dyrehaven: tratan de sacudirse el polvo filisteo de la ciu­ (f\ 1h• la t.)]
dad, de escapar a sí mismos..., para volverse semejantes a las fieras del • Sólo entonces el hombre realiza una experiencia interior. Pero
bosque. 11111 u 1 1 1uchos las diferentes impresiones vitales son como los dibujos
Bosque en los alrededores de Copenhague, meta común de los pa­
, 1 111· d mar traza sobre la playa para bmTa.rlos en seguida, sin dejar
seantes dominicales de la capital. (N. del t. i.) 1 1'.I f(IS.
18 SOREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 19

cual deseo vivir y morir». ¿Qué provecho podría sacar 1 ia organizada de la vida de los ladrones, sondear sus
de las llamadas verdades objetivas aunque descubriera -.umbras (también existe aquí un cierto espíritu de aso­
alguna de ellas, aunque me engolfara en los sistemas ' iación muy singular). Por la misma razón se me ocu-
filosóficos y, llegado el caso, fuera capaz de reseñarlos 1 1 ió luego convertirme en actor, a fin de obtener, bajo
todos? ¿El de poder mostrar sus incoherencias en cada una apariencia ajena, un sucedáneo de mi propia exis­
uno de sus problemas? ¿Cuál sería mi ventaja particu­ h:ncia, y a fin de hallar, en los cambios exteriores, una
lar, aunque desarrollara una teoría del Estado y con la 1 ·lativa distracción. Sentía la carencia de la posibili­
suma de detalles, obtenidos aquí y allá, construyera d,td «de una vida plenamente humana» y no limitada
un mundo, si tampoco lograría vivir en él y tendría 1 . 1 1 1 sólo al «conocimiento», que me permitiera fundar
que limitarme a enseñarlo a los demás? ¿Cuál el pro­ 1 1 i i pensamiento sobre alguna cosa ... ¡Oh, sí: sobre algo
vecho, aunque desarrollara l a importancia del cristia­ objetivo, algo que, a pesar de no ser cosa mía, nazca
nismo y explicara muchas de sus particularidades, si de las profundas raíces de mi vida,* que me arraigue,
esta capacidad no adquiere un significado profundo por decirlo así, a lo divino y que me sostenga aun
para mf y para m i vida? A medida que triunfase y que ' uando el mundo entero se derrumbe! Esto «me falta»
viera cómo los otros asimilan los frutos de mi pensa­ } a eso «aspiro». Y por esa razón siento tanto placer y
miento, aumentaría la tristeza de mi posición, como 1.11 1 íntimo consuelo en contemplar a los grandes hom­
sucede con los padres indigentes, obligados a entregar hrl's, quienes, habiendo encontrado una perla semejan­
sus hijos al mundo, abandonándolos a merced del pró­ lv, dan por ella todo lo demás (Mt. 1 3, 42), hasta l a
jimo. ¿Qué ventaja significaría una verdad que se ir­ 1 11 opia vida;** sea que los vea enérgicamente aferra­
guiera, desnuda y fría e indiferente a mi reconocimien­ dos a la vida y avanzando sin ningún tropiezo por tal
to, engendradora mejor de un estremecimiento de o cual sendero, sea que los descubra apartados de los
angustia que de un abandono confiado? Es verdad que ' .1 minos del vulgo y entregados a sí mismos y a su ta-
admito aún el « imperativo del conocimiento», en vir­ 1 ''ª con un fin sublime. Venero aun sus mismas abe-

tud del cual podría ejercer una acción sobre los hom­ 1 1 .iciones, fácilmente explicables. Porque en verdad
bres, pero «es preciso que lo absorba vitalmente»; he t 11c:nta la acción íntima del hombre, su lado divino, y
aquí lo esencial para mí. Mi alma sufre su sed como 110. en cambio, Ja suma de sus conocimientos; éstos se
Jos desiertos africanos padecen la sed de agua. Eso me tk-.prenderán, entonces, uno tras otro, sin dar la im­
falta, y por lo mismo me veo como al hombre que ha pH:sión de agregados fortuitos o de una serie de deta­
reunido muebles y alquilado una vivienda sin encon­ lh;., apilados y desprovistos de sistema alguno, sin un
trar previamente a su amada, a la compañera de las
vicisitudes de su vida. De nada sirve que me lance al ¿No corre el hombre, a pesar de todo su saber, e l continuo riesgo de
1 1 locu.-a? ¿Qué otra cosa significa sacrificar la vida por una idea? A fin
d1 n 1cntas, todo debe basarse sobre un postulado: pero tan pronto
mundo, en pos de l a idea o con el propósito de encon­
trarme a mí mismo. Así procedía antes. Por ello juzgué • rn110 éste pierde su carácter exterior para constituirse en la propia vida
conveniente dedicarme a l estudio del Derecho, que ha­ ol1 1 hombre, cesa de ser un postulado (dialéctica · discusión).
bría de agudizar m i sagacidad para las múltiples com­ Será fácil, una vez que hayamos recibido de Ariadna (el amor) el
l 1 t lt 1 conductor, recorrer los recodos del laberinto (la vida) y matar al
plejidades de la vida. Hubiera dispuesto, en tal caso,
11u111.,truo. Pero ¡cuántos se arrojan a la vida (el laberinto), sin haber
de un cúmulo de detalles donde extraviarme; hubiera 11l 1'crvado dicha precaución (jóvenes y doncellas sacrificados todos los
pod ido, t a l vez, elaborar con ellos un todo, una histo- 11•<•' al Minotauro)!
20 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 21

foco adonde todos los rayos converjan. Yo mismo he sagradable y funesto compañero de viaje (esa «ironía de
buscado ese foco. Tanto en los mares sin fondo del pla­ la vida»,* que revela el mundo del conocimiento y que
cer como en los abismos del conocimiento, traté de impone al verdadero conocimiento un comenzar por el
arrojar el ancla. También yo he experimentado la casi «no conocer» socrático),** exactamente como Dios creó
irresistible fuerza con que a veces un placer nos arras­ al mundo de la nada. Pero en las aguas tranquilas de la
tra hacia otro, la especie de entusiasmo ficticio que moralidad es donde encuentran su verdadero campo de
provoca, el tedio y el hastío que se siguen. También yo acción aquellos que no han entrado en la zona de los
he gustado los frutos del árbol de la ciencia y ¡cuántas alisios de la virtud. Entonces la ironía maltrata al hom­
veces me he regocijado con su sabor! Pero dicho goce bre de un modo horrible; a veces le concede la sensación
sólo existía en el instante del conocer y no dejaba en de felicidad y el acicate de avanzar por el buen camino;
mí huella profunda. No me parece que haya bebido en otras lo arroja en los abismos de la desesperación. A me­
la copa del saber, sino que haya caído dentro. Me he nudo lo adormece con la idea de que «no puede ser de
esforzado por hallar el principio de mi vida en la re­ otro modo», para despertarlo súbitamente y someterlo
al más implacable interrogatorio. Con frecuencia extien­
�ignación, creyendo que, pues todo obedece a leyes
inescrutables, «no podría ser de otro modo», calmando de un manto de olvido sobre el pasado y luego hace que
d e esta manera mi ambición y las antenas de mi espí­ cada detalle refulja bajo una cruda luz. Y cuando el
. hombre lucha por encontrar el buen camino y se alegra
ntu. Puesto que no lograba someterlo todo a mi arbi­
trio, me he retraído, con la conciencia de mi capaci­ de haber superado la fuerza de las tentaciones, en el mis­
dad, como el pastor jubilado se retira con una pensión. mo instante, quizá, que sucede a la más completa de las
Pero ¿qué he encontrado entonces? No mi «yo»; por­ victorias, sobreviene una circunstancia exterior, insigni­
que para encontrarlo recorrí esos caminos (imaginaba íicante en apariencia, que lo precipita desde las alturas
a mi alma, para ser sincero, como una caja de sorpre­ del risco como a Sísifo. Frecuentemente, apenas el hom­
sa cuyo resorte hubieran apretado circunstancias exte­ bre ha concentrado todas sus energías en un punto, cho­
riores). Lo primero que debía decidir, pues, era la bús­ ca contra un pequeño accidente exterior que destruye
queda y el descubrimiento del reino de los cielos. Así por completo sus esfuerzos (tal es el caso del hombre
como el cuerpo celeste, considerado en el momento de hastiado de la vida que, a punto de arrojarse al Támesis,
su formación, no empieza por determinar cuál ha de fue detenido en el momento decisivo por la picadura de
ser su superficie, ni hacia qué cuerpos ha de dirigir su un mosquito). Frecuentemente también, por la misma
faz iluminada, ni hacia qué otros la faz en sombras
sino que, ante todo, permitiendo a las fuerzas centrífu� * Es verdad que entonces persiste en cierto sentido, pero el hombre
l.!> capaz de soportar esas borrascas de la vida, porque cuando el hom·
gas y centrípetas su libre ejercicio, aguarda tranquila­ hre vive para una idea le interesa cada vez menos servir de espectáculo
mente el futuro, de la misma manera no aprovecha al al mundo. A menudo, también, cuando mejor creía haberse comprendi­
hombre el querer decidir acerca de las cosas exteriores do a sf mismo, una extraña inquietud lo invade al pensar que sólo ha
antes de fijar su principio interior. Es preciso empezar .1prcndido de memoria una vida ajena.
Dice el proverbio que •niños y locos dicen la verdad•. No se trata
por conocerse a sí mismo en primer lugar (yvwfü oeau­ **

dt: la verdad adquirida en virtud de premisas y de conclusiones, pero


i:óv). Sólo cuando el hombre se comprende íntimamen­ ,wántas veces hemos presenciado el caso en que las palabras de un
te y descubre su propio camino, la vida se sosiega y 111no o de un loco abaten como un rayo aJ hombre contra el cual toda
cobra sentido, sólo entonces se ve uno libre del de- dbquisición se había estrellado antes?
22 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 23

causa, el hombre cree, como el tuberculoso, que ha expe­ apatía con respecto a los móviles espirituales e íntimos
rimentado una mejoría, cuando en realidad ha empeora­ del hombre, me distanciaron todavía más. Tampoco mis
do. En vano se empeña en resistir, las fuerzas le faltan y :imigos habituales, salvo raras excepciones, han ejercido
de nada Je sirve haber pasado tantas otras veces por el gran influencia sobre mí. Una vida que no logra com­
mismo estado; la experiencia adquirida no le aprovecha prenderse a sí misma, a la fuerza tiene que mostrar una
ya. Así como el mejor nadador del mundo no podría -.u perficie rugosa; por consiguiente, los demás se detie-
mantenerse a flote durante una tempestad si lo abando­ 11cn ante los hechos aislados y ante su aparente disonan­
na la íntima convicción y la experiencia de ser más livia­ l ia, pues para intentar reunirlos en una armonía supe­
no que el agua, así también el hombre que carece de un ' ior o para comprender su razón no se interesaban
centro de gravedad interior tampoco logrará mantener­ -.uficientemente por mi vida. Y su mismo juicio, a mi
se a flote durante las tempestades de la vida. Sólo cuan­ 1 cspecto, se ha fundado siempre sobre un solo lado; a mi
do el hombre se haya comprendido a sí mismo de ese vez, yo he concedido demasiada o demasiado poca im­
modo, sólo entonces será capaz de llevar una existencia ptwtancia a sus juicios. Incluso a esa influencia y a los
independiente y evitará el extravío del propio «YO». desvíos que habría podido provocar en el complejo de
¡Cuántas veces nos hemos encontrado con gentes que, mi vida me he sustraído ahora. Y heme aquí llegado al
por pereza espiritual, se contentan con las migajas de las punto en que he de recomenzar de una manera diferente.
mesas ajenas, o que, impulsadas por motivos egoístas, rrataré ahora de fijar mi mirada tranquila sobre mí
remedan la vida de su prójimo para concluir como el rnismo y empezaré por actuar partiendo desde lo íntimo;
embustero que, a fuerza de repetir sus invenciones, aca­ porque sólo así, semejante al ruño que en el primer des­
ba por darles crédito! Aunque muy lejos estoy de esa ín­ pertar de su conciencia empieza a llamarse «YO», me será
tima comprensión de mí mismo, he tratado, con todo e l posible aplicarme el «yo» con un criterio más profundo.
respeto que me merece su importancia, de salvaguardar Para ello necesito tenacidad; además, no es posible re­
mi individualidad. He adorado a un « Dios desconocido» coger en seguida lo sembrado. Recordemos el método de
(Act. 17, 23). Con intempestiva inquietud he procurado aquel filósofo 8 que imponía a sus alumnos un período
evitar un contacto demasiado estrecho con aquellos fe­ de silencio de tres años, con la promesa de que luego todo
nómenos cuya atracción se ejerce, quizá, demasiado in­ �al.dría bien. Así como no se inicia una fiesta al amane-
tensamente sobre mí. He procurado apropiarme de mu­ cr sino en el ocaso, así también en el mundo del espíritu
chos de sus aspectos, estudiado la importancia de su 1.·s necesario trabajar durante algún tiempo antes de que
personalidad para la existencia, cuidando siempre de no t·l sol luzca de veras para nosotros y de que se nos mues­
acercarme demasiado, como la mariposa a la luz. La fre­ ' n; en todo su esplendor. Es verdad que se ha dicho que
cuentación del hombre común, poco me ha dejado en Dios hace brillar el sol sobre buenos y malos, sobre jus­
calidad de ganancias o pérdidas. En primer lugar, sus tos e injustos (Mt. 5, 45), pero en el mundo espiritual no
ocupaciones, eso que llaman «la vida práctica» , * no me .1caece lo mismo. «La suerte está echada» , paso mi Rubi-
interesan en absoluto. Además, su frialdad, su completa

h.qo el Támesis (utilidad o provecho). Los mismos niños. antes de tener


• Esa vida práctica tan difundida en nuestros tiempos se manifiesta 1wmpo suficiente para admirar la belleza de una planta o de un animal,
también en las grandes obras. En tanto que antes se llevaban a cabo p1q�untan: «¿Para qué sirve?»
obras que asombraban al espectador, se habla hoy de construir un túnel 8. Pitágoras. (N. de la t.)
DIARIO {NTIMO 25
24 SÓREN KJERKEGAARD

eón. Este camino me conducirá a la lucha, pero no me 11idad de las almas, como el hielo invernal, al persistir
apartaré. No me aflige lo pasado, pues ¿de qué sirve que­ d11rante algún tiempo, traza sobre los cristales figuras
jarse? Con todas mis energías iré al encuentro del futuro que el cálido sol borra.

sin perder tiempo en lamentos, como el hombre que 14 de setiembre de 1835


hundido en una ciénaga se ocupara primero en calcular
su profundidad y no considerara que, mientras malgasta Sucede con el cristianismo o con el hacerse cristiano
así el tiempo, se va sumergiendo cada vez más. Quiero lo mismo que con las curas radicales que uno posterga

correr por la ruta elegida, gritando a los que me salgan durante el mayor tiempo posible.
al paso que no se vuelvan para mirar atrás como la mu­ 9 de octubre de 1835
jer de Lot (Gén. 19, 26), y que recuerden en cambio que
estamos ascendiendo por una pendiente. ¡Qué extraña es la alianza que ha acabado por estable­
< ·rse entre el protestantismo y la política moderna! Am­
1 de agosto de 1835 (Gillelei)
i ms partes luchan por la misma cosa, por la soberanía
Surge de ello la explicación de un fenómeno muy fre­ d ·I pueblo; y es interesante ver cómo los auténticos rea­
cuente, cierta pobreza de ideas.* Precisamente porque la lts1 as (que no quieren tener un concepto dentro de uno
vida no es sana y predomina el conocer, las ideas no se d\.' los campos y otro esencialmente diferente dentro del
conciben como flores naturales del árbol de la vida ni t•I ro, pues ambos deben fundarse sobre los mismos prin­
conservan tal condición, la única que les asi-gna impor­ c· 1pios para cada individuo) se acercan al catolicismo.
tancia, sino que, por el contrario, brotan como relámpa­ 13 de octubre de 1835
gos aislados, como si la riqueza de la vida dependiera de
una lluvia de ideas proveniente, por decirlo así, del ex­ uando observo la vida de muchos cristianos, tengo la
terior (sit venia verbo, 9 como aforismo). Olvidan que las 1111presión de que el cristianismo, en lugar de infundirles
ideas, como el martillo de Tor, vuelven al punto de parti­ 1 u ·rza... 1 0 Más bien tales individuos, al ser confrontados
da, pero modificadas en su forma. 1 <111 1.os paganos, parecen haber sido esterilizados por el
20 de setiembre de 1835 1 ristianismo y me producen el mismo efecto que el caba­

l lo astrado comparado con el semental.


El más allá de los cristianos está poblado de castigos,
La adversidad no sólo impulsa a los hombres a estre­
1 lc:slrucción y ruinas, suplicios y tormentos eternos; a
char filas, sino que también produce esa hermosa comu-
111 ·dida que su fantasía desborda y desvaría al imaginar
* Un fenómeno semejante es el de la falsa concepción de la naturale­

za del conocimiento y de sus resultados, por cuanto se hace referencia a 1•.;h.: mundo, se torna pobre para describir la beatitud de
los resultados objetivos, sin pensar que el verdadero filósofo es sub­ los creyentes y de los elegidos a quienes representan
jetivo en grado máximo. Basta con nombrar a Fichte. Pe igual manera < rnno rígidas figuras, con ojos mortecinos y fijos, la pu­
es tratada la espiritualidad, no considerándola como a una Minerva,
pila .inmóvil y la mirada tan húmeda que estorba la libre
indispensablemente surgida de la total individualidad y del ambiente
del autor y, por lo tanto, con cierto carácter lírico (por eso el rubor visión. Nada hace pensar en una intensa vida espiritual,
acompaña a la espiritualidad y revela su espontaneidad y su frescura de ( ' 1 1 l a contemplación directa de Dios, en la comprensión
manantial), sino como a las flores que se cuelgan en las calles para uso •.i1pcrior opuesta a la estrecha perspectiva de esta tierra
común (el nomeolvides modesto y secreto es hermoso en los prados,

1 0. El texto se intemunpe con los puntos suspensivos. (N. de la t.)


pero pierde su belleza en los jardines).
9. «Hablando con respeto.» (N. de la t.)
26 SÓREN KJERKEGAARD

con sus visiones especulares y sus oscuros discursos. Mu­


cho no les ha preocupado el tema, y me parece que lo
han tratado como ciertas novelas tratan el amor. Al cabo
de cruenta lucha contra dragones y bestias feroces, el
amante cae en brazos de su bella dama y al mismo tiem­
po baja el telón sobre el prosaísmo de un matrimonio 1836
trivial, cuando, en cambio, sería ésa la hora de que se

L
avivara el amor y la íntima y mutua contemplación de

E
los amantes. Personalmente me ha resultado más benéfi­ sentimentalismo es, con respecto a l sentimiento
ca la siguiente idea: quisiera reunir a todos los genios verdadero y auténtico, como el gorrión con respecto
que han impulsado la rueda de la historia de la humani­ 1 1 In golondrina, a quien deja construir su nido para lue­
dad; me he entusiasmado con la formación de una aca­ ¡•o a lojar allí a sus crías. (No estoy seguro de que se trate
demia de ese tipo, de una república de las letras donde (a 1 k golondrinas y gorriones, pero por lo menos sé que se

pesar de las eternas contradicciones) nuestro conoci­ d:i ·slc caso entre dos clases de pájaros.)
miento se acrecentara sin cesar, donde surgieran a plena Enero de 1836
luz los efectos y las causas del pasado, con suma frecuen­
cia escondidos o poco conocidos. Pero los cristianos te­ Ton poco me comprenden las gentes, que ni siquiera
merán siempre a estos hombres, cuya admisión les obli­ 1•1 11 1 1 prenden mis lamentos por no ser comprendido.
garía a alternar con ellos; quieren escuchar un único Febrero de 1836
acorde en las asambleas y sentarse en un cenáculo chi­
no, felices y contentos ¡de haber levantado una infran­ La vida humana puede concebirse como una gran elo-
queable muralla contra los bárbaros! No digo esto con 1 ul'ión donde los diferentes hombres representan las dis-
ánimo de censurarlos, sino para mostrar el contraste re­ 1 l n t as partes de la oración (otro tanto se puede decir de
conocido de facto en la vida cristiana, para disuadir a 111" Est ados en sus relaciones recíprocas). ¡Cuántos hom­
aquel cuyos pulmones no oprima aún semejante cota de l 11 ts son puramente adjetivos, interjecciones, conjuncio-
hierro espiritual, de aventurarse i mprudentemente por 11t•s, y qué pocos son sustantivos, verbos activos, etc.!
el cristianismo, para inmunizarlo contra esas ideas tísi­ 1< uán t os son cópula!
cas y asmáticas. Por cierto que es duro vivir en un país Con las mutuas relaciones de los hombres ocurre
sobre cuyo horizonte jamás se alza el sol, pero tampoco 1 1 11110 con los verbos irregulares en muchas lenguas: casi
es agradable un cuchitril donde el sol cae a plomo sobre iodos lo son.
el cráneo y no permite, ni a nosotros ni a cuanto nos Marzo de 1836
rodea, l a proyección de una sombra.
1 lc aquí verdaderamente demostrado el contraste en­
t 1 t• 1a época romántica y nuestra época intelectualista.
I 11 1 anto que aquélla acariciaba principalmente la idea

1 lt· 11 n árbol que trepara hasta el cielo (para unir cielo y


1 l1:rra), la nuestra trata de desplegar el panorama de las
1 o�as, una tras otra. En tanto que aquella época trataba
28 SóREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 29

de concentrar en un solo individuo a la humanidad ente­ \ ida, debe sucumbir a veces y otras logra elevarse por
ra, la nuestra trata de aparear las naciones (el llamado 1·11cima de ella y sonreír (cuando, por ejemplo, Fausto
«Sistema cosmopolita»). Que no me objeten que también 110 comprende al mundo pero sonríe del mundo que no
el punto de vista romántico era cosmopolita porque la 1 omprende).
diferencia estriba en que la época romántica insistía Abril de 1836
mayormente en la idea de lo grande y lo sublime, etc., y
la nuestra, en cambio, insiste en la idea de lo múltiple, Conversaciones con J. Joergensen, 1 18 de abril de 1836.
de lo heterogéneo que se funde en una sola unidad. Por
eso, mientras que en aquella época en lo particular se Estaba ebrio; lo notaba, entre otras cosas, al observar
mantenía la nacionalidad y, por decirlo así, cada naciona­ "' labios. Pensaba que en el fondo la poesía es una cosa
lidad se resumía en sus representantes, la nuestra insiste 1•t u ndaria, una excrecencia, e hizo el elogio de la filoso­

más bien en el pensamiento de individuos múltiples que l 1.1. de la memoria; envidió mi juventud, habló de la
se funden en un solo Estado con sus múltiples intereses 1 . rda de las hojas, del silbido del viento, del cierzo. «La

concurrentes, y de ahí su multiplicidad. 1 1 1 1 1 a d de la vida está destinada a vivir, la otra a deplo­


Marzo de 1836 ' 111 : yo entro precipitadamente en la segunda . . . » «En la
l 11ventud uno puede causar mucho daño y repararlo lue­
Lo trágico, que consiste en la imposibilidad de hacerse •'" » «He tenido una vida agitada, he conocido a todos
comprender, ha sido graciosamente expresado en el Gé­ li '" que hoy ocupan los primeros puestos, me tuteo con
nesis (2, 19) cuando Adán impone un nombre a cada ani­ 1 1... clebridades; preguntadme ahora lo que pienso de
mal, pero no acierta a encontrar uno para sí mismo. t l l.1-.. »
Las tres grandes ideas (Don Juan, Fausto y el Judío 1 k aquí por qué está escrito que debemos trabajar por
Errante) representan, digámoslo así, l a vida fuera de la 111 11.·-.tra salvación «con temor y temblor» (Flp. 2, 12):
religión en su triple dirección. Solamente cuando se ge­ 1 1111 que no se trata de un asunto concluido, sino de algo
neralizan y abarcan a los tipos comunes, surge la mora­ ¡11 1·1. :1rio. Esta inquietud ciertamente empuja a muchos
lidad y la religión. Por eso mi concepción de estas tres 1 hu\car celosamente el martirio, a fin de abreviar la
ideas se relaciona con mi punto de vista dogmático. 111 11eba y de concentrarla en un momento de suma inten-
Marzo de 1836 td.1d, siempre más fácilmente soportable que una larga
1 1 1 1 1l'ba.
E l humor en contraste con la ironía; por eso ambos
pueden muy bien hallarse reunidos en un solo individuo. I·-. peligroso aislarse demasiado, sustraerse demasía­
Ambos dependen de la carencia de familiaridad con el ' 1,, .1 los vínculos de l a sociedad.
mundo. Pero en el primer caso dicha falta de familiari­
dad está modificada y permite la despreocupación; en el 1 .1 ironía, la ignorancia inicial de Sócrates, el mundo
segundo, trata de influir sobre el mundo y, precisamente ' 1 1 .ido de la nada. La Virgen pura de la que nace Cristo.
por ello, da motivo a las befas. Son los dos puntos ex­
tremos de un columpio (movimiento ondulante), puesto 1 hmc:ionario policial y de la justicia criminal. Kierkegaard, que
1 1l11 111h.1 a pocos pasos del Palacio de Justicia, se encontraba frecuente­
que el humorista siente su importancia cuando el mun­
• 1111 '°" él en el Mercado Nuevo. Sus ideas y hábitos interesaban a
do se burla, en tanto que el irónico, en su lucha contra la J ti 1l• 1.,wrd, curioso por descubrir el enigma humano. (N. del t. i.)
DIARIO INTIMO 31
30 SÓREN KIERKEGAARD

Es curioso que las gentes ataquen a los jesuitas. Todo Me impresiona el extraño modo en que un lejano re­
' 1 1rrclo puede surgir de improviso en La conciencia; por
aquel que se entusiasma por una idea y piensa sólo en
realizarla es en cierto modo un jesuita. • 11·inplo, el recuerdo de una falta de la que casi no nos
i l 1 1 1 1os cuenta en el momento de cometerla; relámpagos
17 de junio de 1836
p1 l't.:ursores de un fuerte huracán. No se trata de una
l111ple comparecencia, sino de una irrupción que opri-
¿A qué se debe que prefiramos leer las comedias en
1 1 w con inmensa fuerza y que exige que se le escuche. En
1 i1 "cnl ído, más o menos, ha de entenderse el texto del
compañía y las tragedias a solas?

1 \ 1 11 1 gcJ io que dice que, en el Juicio Final, el hombre de­


1 9 de junio de 1836

lw1 a rendir cuentas de todas las palabras indebidas que


¿No falta acaso, en el Fausto que Goethe concibe, ese li.•\ :i pronunciado (Mt. 1 2-37).
entusiasmo por el conocimiento que es una de sus carac­ 8 de octubre de 1836
terísticas? Como he observado anteriormente, es cierto
que Fausto implica a Don Juan; pero sus aventuras, su M i i ronía se asemeja tal vez a lo que Los griegos llama­
sensualidad nunca podrán ser las de Don Juan. Lo eróti­ ' ' '" Némesis ...
co en él es producto de la reflexión, se entrega al erotis­ 27 de octubre de 1836
mo impulsado por la desesperación.
25 de agosto de 1836 1 CJué hermoso modelo de encaminamiento hacia el
1 1-.tia nismo da el judaísmo con la Leyenda del Judío
La ironía pertenece solamente al estadio intermedio 1 1 1 .111tc. de quien se cuenta que al final de su vida servía
(en el cual el individuo no es consciente de su individua­ • 1 11110 guía a los peregrinos cristianos que iban a Tierra
lidad), y al estado dialéctico; en tanto que en e] tercer . 1 1 1 ( �I!
estadio (el del carácter) la reacción ante el mundo no 4 de diciembre de 1836
adquiere la forma de ironía. Porque entonces el indivi­
duo ha desarrollado ya una resignación que, a pesar de 1· l cuadrado es La parodia del círculo; toda vida, todo
ser ilimitada e infinita, consiste en la conciencia de los JI• ""�1r, etc., es círculo; pero la fosilización de la vida
límites de toda aspiración, necesaria para subsistir de 1 1 '1 ... 1� continuamente nuevas formas de cristalización
algún modo. La ironía y l a resignación son dos polos 1111 .1paces de transformarse en círculo. Es curioso que
opuestos, las direcciones contrarias de un mismo mo­ 111 t l 1 i nos, para quienes todo ha cristalizado ya, crean en
vimiento. 111 1 u:H.lratura de la tierra, de la cual su imperio consti-
13 de setiembre de 1836 1 1 1 \1' 1.'I cuadrado central; ¡muy oportuno para las cabe-
,,., t uadradas!
Guardémonos bien de penetrar demasiado pronto
dentro de los sagrados lazos de l a cultura, pues es bueno
vivir durante un cierto tiempo sin vínculo alguno, aun­
que no conviene morir célibe.
8 de octubre de 1836
DIARJO INTIMO 33

p1c1.o a hablar, me parece que la gente me toma por otro;


1 011 razón podría hacerme la misma pregunta que el li­
l n l:ro Soldin hacía a su mujer: « Rebeca, ¿soy yo quien
l1.1bla?»

1837 Aborrezco a esos bergantes de cultura mediana. ¡Cuán


1 lllcnudo en mis conversaciones he buscado, a fin de
• ' 1 1arlos, la proximidad de alguna solterona que dedi­
UCHOS �e la vida una i�ea se­ su vida a relatar las noticias familiares! Y con la
M
hombres se forman ' l "l'
mejante a la de los colegiales, que enganan al 11 1.1yor seriedad he escuchado todo lo que me enjaretaba.
maestro copiando sus ejercicios del libro de aritmética y
no hacen las operaciones. Prefiero hablar con las viejas señoras que cuentan
El hecho de que el cristianismo no haya superado el 1 l 1 1 ... 111cs domésticos; luego con los locos; en último lu-
principio de contradicción muestra precisamente su ca­ 1'•" , con la gente sensata.2
rác ter romántico. ¿Qué ha querido aclarar Goethe por
medio del Fausto, sino este principio? < on los niños no es necesario mostrarse sentimentales.
22 de enero de 183 7 11 1\ que evitar las sempiternas afirmaciones : «Sois feli­
'• ., pero cuando crezcáis, sufriréis», etc. Tales declara­
Es extraño que Cristo haya vivido treinta y tres años, ' 111lll''> son nocivas, porque si se arraigan en el niño le
exactamente la edad que los cálculos corrientes asignan 1 ' • 1 1duccn una extraña angustia: «¿Quién sabe hasta
como término de vida para cada generación, de manera 11 111do eguiré siendo dichoso?»; y de este modo empie­
que existe también en ello algo normal; todo lo que so­ '" .1 ...cntirse desdichados.
brepase de ese número es casualidad.' l•111 onces, ¿no se les debe contar nada? Sí, la mitolo-
22 de enero de 1837 ' 1 l.1bulas buenas; eso es lo que el niño necesita. O, me-
1'" .11in, que ellos las lean y las relaten y luego, socrática­
Lo malo es que, apenas uno desarrolla mentalmente " " t1ll'. se les lleva a realizar la crítica (poco a poco, va-
una idea, cae en la cuenta de que la vive; te participaba 111 1 1du-.c de preguntas). de modo que el niño, en vez de
el otro día una idea para componer un Fausto y sólo aho­ · • t rn regido por el maestro, tenga la sensación de ser él
ra comprendo que me describía a mí mismo; apenas leo pdt 11 critica -quien sabe conducir a los niños no teme­
o escucho una información sobre cualquier enfermedad, ' 1 fllll' l'ste procedimiento degenere en orgullo. Pero, ante
siento que la padezco. 1 1 0 111, practicad la improvisación sin hora fija ni lugar;
Cuando quiero decir algo, otro está presente y dice lo J , . 111110� deben aprender desde temprano que la alegría
mismo, simultáneamente. Como si fuéramos dos los que 1 111.1 rnnstclación feliz y que es preciso saber disfrutar­
pensáramos y m i sosia se me adelantara; o, cuando cm- l 1 w1 .1dccidos, como también saber interrumpirla a
ti\ l t t p 1 1
.••

1. Kierkegaard, víctima de su melancolfa, estaba firmemente


convencido de que habría de morir a la edad de treinta y tres años. 1 1 "' p.1sajes que siguen son una larga nota escrita a propósito de
(N. del t. i.) l1 •p111 11111 1cJ<1d de contar cuentos a los niños. (N. de la t.)
34 SOREN KIERKEGAARD
DIARIO INTIMO 35

·Cuántas gentes la emprenden tan pronto con niños


Los múltiples fenómenos debidos a l a doctrina del pe­
ta � pequeños, que más de uno de éstos debe de pensar lado contra el Espíritu Santo.
como el recién nacido de qujen cuenta Abraham de
Todo pecado empieza por el miedo (el temor a con­
Saint-Claire que, al descubrir la miseria del mundo, vol­
' raer una enfermedad predispone a ella: El simbolismo
vió al claustro materno! ¿Es éste el modo de fortalecer a
dl" Schubert);3 sin embargo, nuestros primeros padres
los niños para la vida? ¿No se les enerva acaso para
110 comenzaron así: el pecado original aún no existía.
siempre si se les priva del perpetuum mobile del entu­
siasmo?
Todo amor verdadero consiste en amarse el uno al
111 rn en una tercera persona; desde el nivel más bajo, por
Un cierto presentimiento* precede con frecuencia a
1·wmplo, una pareja se ama en una tercera persona, has­
los acontecimientos inminentes; pero, así como no
t.1 la doctrina del cristianismo, que ordena a los herma­
puede apartarnos, actúa también a la manera de t nta­
� "º' amarse mutuamente en Jesucristo.
ción cuando surge en nosotros la idea de ser, en cierta
forma, predestinados; nos sentimos arrastrados por
Cuando falta una individualidad superior que sirva de
algo, por una cadena lógica de consecuencias que no po­
11poyo a cada uno y como intermediario para
demos dominar. Por eso es preciso ser cautos con los la recipro­
' 1d.1d espiritual, el individuo corre el mismo
niños· nunca creer en lo peor, no concebir una sospecha riesgo que
1 11 1 nlicos y protestantes, quienes a fuerza de disput
inte m'pestiva ni dejar escapar una observación (t izón in­ ar
1 1 111t luían por volverse protestantes los católicos y cató-
fernal que enciende la mecha existente en toda alma);
111 t .-. los protestantes.
jamás provocar esa conciencia ansiosa que impulsa a la
_
desesperación a las almas inocentes y a dar el pnmer
llna tesis: los grandes genios no pueden leer libro al-
paso hacia el fin anunciado por el presentimiento a ­
� 111110 porque al leerlo piensan más en su propio desen­
gustioso, o esa palabra que utiliza el mal para e uctr

? u 1l v1 miento que en entender lo escrito.
a los débiles a una especie de impotencia espmtual.
l lq•cl, fecundado por el cristianismo, trató de aislar el
También con respecto a este punto, puede decirse:
11 1 1 1l"n Lo humorístico contenido en él y, por lo mismo
«¡Ay de aquel hombre por qujen viniere el escándalo!» , se
t t 1 011t:ilió completamente con el mundo. Esto lo condu
(Mt. 18, 7). jo
d q 1 1 1clismo. Otro tanto ocurre con el Fausto de Goethe
Esto se relaciona con la sugestión que a menudo pro­ ,y
ti • ' ' ' año que la segunda parte haya sido publicada tan-
duce la lectura de historias de enfermos. Sin embargo,
'" t •l·1npo después. Era fácil preparar la prime
no es más que un factor, porque a fin de cuentas el virus ra parte;
f11 1 1 1 t<:ómo habría logrado calma r la tempestad una
está ya en el miedo - no es fácil decir cuál provoca a vez
1, 1 11t adcnada? La segunda parte ofrece, por eso, un as­
cuál - , dotado de una cierta receptividad tan vívida que
, .. 1 1u mucho más sugestivo; casi con el objetivo de cal-
casi es productiva.
111 11 '.\'
a sí mismo , Goethe hace esa profesión de fe.
.
También, por ejemplo, el efecto producido .
por las eje-
cuciones capitales.
-. 1 corno en la vida familiar existen cierta clase de
11• 1 1 1 1 1 11 Lº'- a quienes se les llama, muy acertadamente,
co-
• La importancia de la •lipología• para una teoría de los prcsen·
timicntos.
/11• S1111/10/ik des Traumes, Baenberg, 1831. (N. de la t.)
36 SOREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 37

rreveidiles de los chismes famil iares, así también hay c·ulpa mía entre todo inocente corazón de doncella y yo
un hato de gentes que en el problema del acuerdo entre mismo. ¡Pero Tú te reuniste conmigo! ¡Gracias, Dios
filosofía y religión sólo llevan y traen chismes. Pues, mío, por no haberme precipitado en la demencia Uamás
sin poseer un adecuado conocimiento de ninguna de he sentido tanto miedo); gracias por haberme prestado
ambas, sino uno de segunda o de tercera mano, han �1yuda una vez más!
llegado a aprender algo del gran Magister, quien en su Otra vez hoy la misma escena; sin embargo, fui a ver a
viaje al extranjero tomó el té con la celebridad tal o los Roerdam. ¡ Dios mfo!, ¿por qué habría de despertar
cual, etc.4 l'Sla inclinación precisamente ahora? ¡Qué solo me sien-
10! ¡Maldita sea mi orgullosa satisfacción de bastarme a
Fausto debería ser confrontado con Sócrates. Así como 1 1 1 í mismo! Todos me despreciarán ahora ... Pero Tú, oh
éste expresa la separación del individuo del Estado, Dios mío, no me abandones; ¡déjame vivir y haz que sea
aquél representa al individuo sustraído a la guía de la mejor!
Iglesia y abandonado a sí mismo. En esto reside su vin­
culación con la Reforma que se desligó de la Iglesia y, en Cuando se pierde de vista la relación entre filosofía
cierto sentido, expresa una parodia de la Reforma, des­ (el modo puramente humano de considerar el punto
tacando unilateralmente su aspecto negativo. cll· vista humano) y cristianismo y, sin haber reali-
1ado profundas búsquedas en esta materia, uno co­
La filosofía es el ama seca de la vida. Vigila nuestros in icnza a especular con el dogma, pueden obtener­
pasos, pero no nos amamanta. "l' fácilmente resultados copiosos y felices. Pero puede
"uceder también como con el abono (cuando se lo
Quiero apartarme de los que están permanentemente dc-;parrama al azar sobre un terreno sin haber exami-
al acecho para pillar a alguien en falta; quiero dirigirme 11<1do antes ni la naturaleza del estiércol ni la de la tie-
a Aquel que se regocija más con la conversión de un solo 1 1 a a la cual se lo destina): uno obtiene una rica vege-
pecador que con noventa y nueve justos que no han me­ 1.1ción durante algunos años, pero luego la tierra se
nester de arrepentimiento (Le. 15-17). ·•rota.

¡D ios mío, qué fácilmente se olvidan los propios pro­


Que el panteísmo constituya un momento superado
pósitos! He aquí que vuelvo al mundo para reinar allí
cll·11tro de la religión es ahora una verdad reconocida, al
durante cierto tiempo aunque destronado de lo íntimo
parecer. Demuestra también el error de la definición de
de mí mismo! ¡Oh!, de qué sirve ganarlo todo y perder el
'°l<:h lciermacher acerca de la religión ligada al panteís-
alma? También hoy (8 de mayo) he tratado de olvidar,
1110; por cuanto hace del momento del caos entre lo uni­
no engolfándome en el bulJicio -sucedáneo sin valor
wrsal y lo fi nito (del momento fuera de los tiempos) una
para mí-, sino haciendo una visita a los Roerdam para
1 t·ligión.
hablar con la señorita Bolette y tratando, eso sí, de que
no me acompañara el demonio de mi gracejo, ese ángel
provisto de una espada llameante que se entromete por l�I humor tampoco faltó en la Edad Media; pero (ence-
1 1 ,u.Jo dentro de un todo, en parte volcado hacia el mun­
4. Alusión al viaje de Martensen a Alemania. (N. de la t.) do v en parte replegado dentro de sí mismo) carecía de la
38 SÓREN KJERKEGAARD
DIARIO ÍNTIMO 39

morbosidad propia del concepto del humor. Por esto al­


gunos humoristas modernos se han hecho católicos:
Todo cristiano ha tenido su mesías terrenal.
para encontrar de nuevo una comunidad, una actitud
que, en sí mismos, no lograban hallar. ¡Extraño hallazgo hace uno cuando inicia el aprendi-
1 J de julio de 1837 1,1 jc de la teoría del indicativo y del subjuntivo! Por pri-
1 1 u : ra vez uno repara que todo depende de «Cómo» se
En general no existe el «prójimo», porque «yo» signifi­ 1 11l·nsa y que el pensamiento, dentro de su redondez, sus-
ca uno mismo y nuestro prójimo, como lo expresa el pro­ 1 1 1 u ye a una realidad aparente.
verbio que dice: ccLa caridad bien entendida empieza 4 de setiembre de 1837
por casa.»5
Mi vida se ha acostumbrado demasiado al subjuntivo.
7 de octubre de 1837
1 1 1.11., oh Dios mío, que posea una fuerza indicativa!
1 de octubre de 1837
Por esto el humorista no será nunca un espíritu siste­
mático: los sistemas, en efecto, le parecerán tentativas 1Cuardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros
para hacer saltar el mundo en pedazos, como dice Bli­ \1 -.1 i<los de lobos, pero por dentro son ovejas! : los fraseó-
cher,6 con uno solo de sus silogismos. El humor, en cam­ 11 11•0\ ...7
bio, les ha abierto los ojos sobre lo inconmensurable que 1 O de octubre de 1837
el filósofo jamás captará con sus cálculos y que, por la
misma razón, sólo podrá desdeñar. Vive en la plenitud y, porque son, en efecto, lobos sistemáticos.
por ende, siente todo lo inexpresado que la vida en­ � ' prefiero tanto más el otoño a la primavera, es por­
cierra, aun cuando su humor logre la mejor forma de • 1111· l"ll otoño uno mira al cielo; en primavera, a la tierra.

expresión (por esto le repugna escribir). El sistemático 29 de octubre de 1837


cree que puede decirlo todo y que lo incomprensible es
N.1<la es más peligroso ni más paralizador para un
algo falso y secundario.
l11111 1hre que el aislam iento profundo dentro de sí mismo.
1 1 1 1 011ccs, la historia del mundo, la vida delos hombres,
¡Qué imagen tan perfecta de la historia del corazón 1 • t1 l icdad,
todo se desvanece y uno concluye (como los
humano es el punto de vista de los judíos, que, cuando 1 lf t' I uA.01puxhm) dentro de un círculo egoísta, contem
-
las cosas se tuercen, desnaturalizan la esperanza en el
1 1l 1 1 1dose el propio ombligo. ¡Qué consolador es pensar
Redentor y caen en el mesianismo terrestre! Recuerda .,. ,, < ' • isto ha soportado sobre sus hombros el «pecado
esto los sueños de fortuna que deben curar y tranqui­ ti. 1 111u ndo»! Sf, Él solo; no simplemente porque nadie
lizar, los de un matrimonio feliz o los de estudiar una 11 1\ ,, querido o podido comprender, sino porque además
carrera segura, cte. 1 • p • l·ciso que tomara sobre Sí toda la culpa que el ente
31 de agosto de 1837 1111111.111 0 lleva como miembro de la comunidad humana
, 11 , 1 �rado que le atañe.

s.
Nota agregada a una larga disquisición sobre los burgueses, del 3 de noviembre de 1837
19de julio de 1837. (N. de la t.)
6. Poeta y cuentista danés del Romanticismo ( 1782-1848). (N. de la t.) 7 l11H""1un irónica de Mt. 7, 15. (N. de la t.)
40 SóREN KJERKEGAARD

¡Cuántas veces me asalta la duda de que al agradecer


algo a Dios no sea el temor de perderlo lo que me impul­
sa a la oración, en vez de hacerlo animado por esa reli­ 1838
giosa certeza que ha vencido al mundo!

Creo que, si un día me hago cristiano de veras, deberé N11//a dies sine linea. 1
ante todo avergonzarme por no haberme convertido an­
tes y por haber intentado además todas las escapatorias. h1 i l
8 de diciembre de 1837
Orro largo período sin que acertara a recogerme en
,1h-.oluto. Trataré ahora de recobrar el ritmo.
Paul Moeller ha muerto. 1 3 de marzo de 1838.
¡Qué equivocados están algunos con respecto a la ta­
' P:1 que les aguarda dentro del movimiento de su época!
1 o mismo acaece durante el cántico en la iglesia, cuando
d¡•uien olvida el órgano y al resto de los fieles para ad-
1 1 1 1 1 ar su propia voz de bajo profundo; como, si en vez
1 l,·I coro de voces, fuera la nuestra la que así llena la
11,1\ l'.

1 >o!i direcciones debe seguir el pensamiento en la edad


¡ 1 1 w n i l ; en la Edad Media ambas se ofrecían a la refle-
11111 con inconsciente contemporaneidad: caballería y
1 .� olástica.

4 de abril de 1838

1.. ,iste un «goce indescriptible» que nos inflama total-


1 1 H 111c y que irrumpe de pronto como el grito del Após­
'' '' u Alegraos siempre en el Señor; de nuevo os digo, ale­
• " .u1'»> (Flp. 4, 4). No tal o cual alegría particular, sino el
t' ' ' ' º desbordante del alma: «Con la lengua, la boca y del
l 1 1 1 1 d o del corazón, me regocijo de mi gozo, por, en, acer­
' 1 de, a causa y con mi gozo.»2 Estribillo celestial que de

Que no pase ni un solo día sin escribir.•


P.1labras del oficio de vísperas de Copenhague. (N. de la t.)
42 SÓREN Kl ERKEGAARD DIARIO INTIMO 43

improviso interrumpe todo otro canto; alegría que cual qt•l' Dios ve sus iniquidades; en tanto que el verdade�o
suave brisa apacigua y refresca, soplo del alisio que 1 1 ... 1 iano se sabe conocido por Dios y reconoce su propia
desde la encina de Mambré se eleva hacia las eternas l 1 .1i• i lidad con una lucidez que únicamente puede procu-
moradas. 1 " la participación del Espíritu que «escudriña el cora-
1 9 de mayo de 1838 1111 y los riñones» (Sal. 7, J 1 ).

Las ideas fijas son como los calambres de los pies; el


mejor remedio es ignorarlas.
t

¡Cuánto te agradezco, oh Padre celestial, que me hayas M i padre murió en la noche del miércoles (8 de agos-
conservado para un tiempo como el presente, en el que 111), alas dos de la madrugada. ¡Había deseado tanto que
tanta falta puede hacerme, a mi padre en la tierra, quien \ I \ iese unos años más aún! Considero su muerte corno el
con tu ayuda sentirá (así lo espero) mayor gozo en ser mi 1 1 1 1 1 1110 sacrificio de amor que haya hecho por mí, pues
padre por segunda vez que cuanto haya sentido la pri­ 1111 me abandona con su muerte sino que «ha muerto por
mera! 1 1 1 1 .. . a fin de que pueda hacer algo con mi vida, si eso es
9 de julio de 1838 p m i ble. Todo lo que de él he heredado, su recuerdo, su
l11 1.1gen transfigurada (y no por las visiones de la fanta-
Me ocupo en intensificar mis relaciones con el cristia­ 1.1 -su recuerdo no lo necesita-, sino por numerosos
nismo. Porque hasta ahora he luchado por su verdad 1 '"l!ºS que ahora comienzo a descubrir), constituye mi
casi manteniéndome fuera, en cierto modo; he llevado la 111qor tesoro, el que ocultaré con más celo que toda otra
1 '"'ª en el mundo. Siento que en estos momentos sólo
cruz de Cristo de una manera exterior, como Simón de
Cirene (le. 23, 26). 1 1 11 1 una persona (E. Boesen}3 puedo verdaderamente ha­
9 de julio de 1838 l1l11r de él. Ha sido un «amigo probado» .
1 J de agosto de 1838
Quizá logre, también yo, hallar placer en las condicio­
nes de vida dentro de mi patria. Como leí una vez que i:,traño contraste: el paganismo imponía tributos al
acaeció con aquel hombre que, aburrido de su propio 1,, l l1bato; el cristianismo lo recomendó.
hogar, monta a caballo para alejarse; pero, apenas ha 1 1 de agosto de 1838
andado un trecho, el caballo tropieza y da en tierra con
su jinete. AJ levantarse nuestro hombre, posa sus ojos E l cumplimiento del plan griego para el desarrollo
sobre el mirador de su casa y lo encuentra hermoso. En­ dv l a historia universal, la absorción del infinito por lo
tonces, inmediatamente, monta a caballo otra vez y des­
1 11·1 1.•ccdero, se repite en el cristianismo oriental, por­
anda el camino a fin de regresar al hogar. Todo depende ' l "l' la cruz griega (T) limita, por así decir, la aspiración
de dar con la perspectiva justa. 11.H ia el cielo, en tanto que la cruz latina (t) aspira a lo
1O de julio de 1838 1 1 l l 1 1 1 i lo.

Los miopes no creen que los demás puedan ver a gran


1 Amigo de la infancia de Kierkegaard, quien lo acompañó durante
distancia. Y así el pecador es un miope que no piensa en •11 uh una cnfennedad. (N. de la t.)
44 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 45

Una de las más conmovedoras expresiones de la fe de


Cristo son sus palabras a Judas: «Lo que has de hacer,
hazlo pronto» (Jn. 13, 27); Jesús con su presciencia, sa­ ( )RACIÓN
bía que había de traicionarlo (según se advierte en el
relato precedente, v . 2 1 ). Pero su inquietud humana, sus 1 1'.idre celestial! A Ti se vuelve nuestro pensamiento; a
titubeos ante la inminencia del momento crucial, se ma­ 1'1 busca de nuevo en esta hora, no con el paso incierto
nifiestan también en ese pasaje y serán un consuelo para dl'I peregrino extraviado, sino con el vuelo seguro del
muchos, cuando los recuerden en la hora de la tribu­ p.í jaro que conoce su nido. No permitas, Dios mío, que
lación. 11ul:Slra confianza en Ti se esfume como idea fugaz,
1 1 1mo hallazgo momentáneo, como falaz certidumbre de

1'1'le corazón carnal. Haz que en nosotros la nostalgia de


Los verdaderos genios ven a veces la realidad como
1 1 1 reino y nuestras esperanzas de Tu esplendor no sean
aquel que mientras duerme oye voces de alarma por un dolores infecundos ni semejantes a nubes sin lluvia.
incendio y cree que sigue soñando sin advertir la reali­ 11 laz que sean rocío que abreva, que humedezcan nues-
dad del fuego. Existe aquf una analogía significativa con 1 1 os labios y que, como el maná celeste, nos sacien para
la relación entre poesía y realidad (las situaciones pue­ ''l·mpre!
den trocarse, a veces); como cuando uno dice: «No sé si 30 de octubre de 1838
lo he visto o lo he soñado. »
1 9 de setiembre de 1838 Con el catolicismo ocurre como con la Tierra: sobre­
\ ' 1 1 1 0 un Copérnico (Lutero), que descubrió que Roma no
l'S el centro alrededor del cual todo gira, sino un punto
El período más interesante del amor es aquel en el
periférico.
que, pasado el hechizo del primer golpe de la varita má­
gica, después de cada encuentro, después de una mirada
2 de noviembre de 1838
(¡qué pronto el alma sabe cómo ocultarse detrás de la
Los griegos no tenían milagros, como tampoco su arte
pupila!), uno lleva, de regreso a su hogar, algún nuevo
lograba representar ideales de una «grandeza sobrehu-
aporte. Como el pájaro presuroso lleva a su nido una
1 1 1a na »
sola brizna a la vez, pero se siente desbordante de íntima
.

e inmensa riqueza.
22 de noviembre de 1838
1 1 de octubre de 1838
¿Has experimentado acaso el verdadero sentido de
\ onsuelo inherente a la idea de que « Dios no tienta a

Cristo, que alimentó al pueblo con cinco panes y cinco 11.Jdie»? (Sant. 1 , 1 3.) ¿Has sentido la fuerza superior, la
peces (In. 6, 1 1), se servía de las circunstancias exterio­ -.obrenatural grandeza que te otorga, frente al pecado,
res más insignificantes para expresar las más profundas l . 1 idea de que es tu propia carne, tu sangre o las tenta-
consecuencias de su doctrina. ¡Sátira de nuestras pom­ 1 iones del pecado las que han sido vencidas de una vez
posas preparaciones, del presuntuoso boato que nos ca­ por todas? (Dios, sin duda nos somete a la prueba para
racteriza! lortificarnos y purificarnos : las tentaciones han sido he­
30 de octubre de 1838 \ has para quebramos, porque se supone que así sucum-
46 SÓREN KIERKEGAARD

biremos.) Pero ¿no te has sentido humillado al pensar


que Dios tampoco es tentado por nadie? ¿Por qué, enton­
ces, elevar tu voz provocadora y tan agresiva hacia el
cielo? ¿Por qué atacarlo con tus pensamientos? ¿O crees
acaso tan grande tu desdicha, tan justas tus quejas, tan
desgarradores tus suspiros que puedan tentar a Dios?4 1839
Noche de Navidad, 1 1 horas

El Señor vendrá aunque debamos esperarlo; vendrá N la vida de todo cristiano se repite el milagro que
aunque debamos envejecer como Ana, encanecer como
Simeón (el segundo Noé), pero debemos esperarlo en su
E asombró a los invitados a las bodas de Caná: «To­
dos sirven primero el vino bueno y, cuando están ya be­
casa (Le. 2, 25 ss.). hi<los, el peor; pero tú has guardado hasta ahora el vino
3 1 de diciembre de 1838 111cjor>> (Jn. 2, 1 O). Lo dirá especialmente aquel que haya
1·xperimentado cómo el mundo sirve primero el vino
4. El texto completo del versículo dice así; «Nadie en la tentación hucno y luego el malo.
diga: "Soy tentado por Dios." Porque Dios ni puede ser tentado al maJ ni
(N. de la t.)
1 de enero de 1839
tienta a nadie...

¡ Padre celestial! Cuando Tu pensamiento despierte en


11ul·stra alma, haz que no sea como el revoloteo de un
p.1jarillo aturdido, sino como el niño que despierta con
1 1 1 ia sonrisa celestial.
6 de enero de 1839

La vida de cada ser humano tiene su Génesis, y luego


1 1 /� odo (su salida del mundo), su Levítico (cuando el
111 rna se vuelve hacia las cosas del cielo), sus Números
(1 mrndo se empiezan a contar los años) y su Deuterono-
111/().

6 de enero de 1839

N ucstra confusión reside en que somos a la vez el fari­


"'º ' el publicano.
7 de enero de 1839

I· 1 cristiano puede verse envuelto en las agitaciones de


• Nlc mundo y ocasionarlas; pero es preciso que reserve
p111 .1 sí su vida religiosa, como los judíos utilizaban para
11 l omercio monedas romanas con la efigie de los empe-
48 SÓREN K1ERKEGAARD DIARIO INTIMO 49

radores, pero dentro del templo sólo admitían su propia


moneda.
Lo interesante en mi vida es que mis estados de ánimo 1( ) 1 A ORDEN ES PASAR DE LARGO?
proceden siempre de acuerdo con dos declinaciones, en
las cuales no sólo varían las desinencias, sino incluso la 1 l\h.· has precedido, ¡oh nostalgia!, y me sañalas, trans­
l tl'ur3da, el sendero hacia otros mundos? ¡Ah, cómo de-
palabra entera.
1 7 de enero de 1839 1 o arrojarlo todo para volverme tan liviano que pueda
1 l'llirte!
1 de febrero de 1839
Hegel es un Juan Clímaco que no toma al cielo por 2
asalto trepando monte tras monte, sino que lo ccescala» a
fuerza de silogismos. , Dónde hallar en el mundo esa profunda simpatía?

20 de enero de 1839 No es nuestro Pontífice tal que no pueda compadecer­


l d nuestras flaquezas», Heb. 4, 15.) Tal simpatía vale
·

Tú, « Regina» , que reinas en mi corazón oculta en lo 111.1-. que todo puntillo.
profundo y más secreto de mi pecho, raíz y plenitud de 12 de febrero de 1839
mis pensamientos que estás en mitad del camino entre el
Ouc el pensamiento y el ser son la misma cosa se pue­
cielo y el infierno -¡oh divinidad aún desconocida!-,
ojalá pudiera pensar como los poetas, quienes al ver por ' h .1preciar en las gentes que sufren de ideas fijas, prue­
li.1 lambién de la eternidad del infierno; la más perfecta
vez primera al objeto amado creen conocerlo desde
• 1stcncia debe ser concebida como inmune a las dis­
tiempo atrás, que el amor es siempre un «recuerdo» con
t 1 11� ·iones de cualquier género, a las impresiones mo-
sus profecías propias para cada ser humano, sus tipos,
111l 1Háneas y pasajeras, que impiden sentir la identidad
sus mitos y su Antiguo Testamento. En cada rostro de
doncella descubro rasgos de tu belleza; pero me parece 1 1 1 1 rt· el ser y el pensar, sin decir, por supuesto, que ha de
• l 1 1n inarse todo cuanto dependa de las características
que debería poseerlos todos para poder extraer de ellos
tu extraña hermosura; debería recorrer el mundo entero • \ ualcs así como el desarrollo de la historia que tenga
' 11 dlas su punto de partida y que deberemos en este
a fin de hallar el continente que me falta y que la brújula
del arcano misterioso de mi «yo» me señala como a su 1•111110 ·er semejantes a los ángeles, quienes ni se casan ni
polo; y un instante después, tan cerca estás de mí, tan ' dan en casamiento.2 Pero la caída de los ángeles -así

presente, de tal manera colmas mi espíritu, que me sien­ l. 1 ,·11-;cñan los Padres de la Iglesia- es irrevocable, pues

to transfigurado por completo, y experimento entonces


1 1 1 ...obrevenido en forma de «tiempo verdadero».3
«Cuán bueno es para mí quedarme aquí» (Mt. 17, 4). 12 de febrero de 1839
Y tú, ¡oh, dios vendado del amor!, tú que ves nuestros
l l·mor y temblor (Flp.2, 1 2) no son el primus motor de
más recónditos repliegues, ¿me «la» revelarás luego?
la1 ' ida cristiana porque no son amor; son como la agita-
¿Hallaré allí aquello que busco? ¿Viviré la conclusión de
• 1 1 1 1 del péndulo: la inquietud de la vida cristiana.
todas las premisas excéntricas de mi vida? ¿Podré estre­
charte entre mis brazos? .l \11. 22, 30.
Como consecuencia de la obstinación de los demonios y del alto
1. Ermitaño y teólogo griego, cuyo nombre proviene del título de su 11111 lk la espiritualidad de su naturaleza•, según palabras de Tomás.
1

obra: Escala al parafso. (N. del t. L) f .!1 fu I )


50 SóREN KlERKEGAARD DIARIO INTIMO 51

Es mi desdicha que toda mi vida sea una interjección; d1·-.perdiciado el vigor y el coraje de nuestra juventud en
nada está fijo (todo se mueve, nada se mantiene estable). l,1 1 l·belión contra Él; porque luego, exhaustos y derrota­
Mi tristeza es una desesperación quejumbrosa, mi ale­ ''"' · debemos comenzar la retirada a través de países
gría es un brinco exuberante del lirismo. 1h·-.r ruidos, de comarcas asoladas. rodeados por todas
13 de marw de 1839 p.11 tcs por el horror de la devastación, de las ciudades
l11l cndiadas. de las ruinas humeantes, de esperanzas
Hay ocasiones en las que uno siente particularmente 1 11 1 didas, de opulencia pisoteada, de grandeza abatida;
la dureza de estar solos en el mundo. Hace poco vi a una 11 1 1 1 a retirada como un año de desdichas, larga como la
joven pobre encaminándose solitaria hacia la iglesia • 11·1 11idad, monótonamente entrecortada por un suspiro
para recibir la confi rmación; y a un viejo, a quien se le 11• 1 u.:tido sin cesar: « ¡ Qué días de tedio!»
había muerto toda la familia, llevando en brazos el fére­ 12 de mayo de 1839
tro de su nietecito, su último consuelo; poco después lo
vi en el cementerio, plantado como una cruz sobre la , Cómo no he de creer que sea la voluntad de Dios la
tumba familiar. t¡lll' me prepare para el examen y que le sea grato que lo
28 de abril de 1839 l1ul'a en lugar de alcanzar, por la dedicación a otros estu­
o ltn-., un conocimiento más lúcido? Porque la obediencia
Cuenta Cornelio Nepote que un general, encerrado t• ••, más grata que la grasa de los carneros.
dentro de una fortaleza con un nutrido contingente de 13 de mayo de 1839
caballería, para impedir que los caballos enfermaran
por falta de ejercicio, los hacía azotar a diario. Así vivo 1 a desgracia de los filósofos estriba en que se sirven

yo, como sitiado en mi propio cuarto; no tengo deseos de d1 1 rnapamundi para estudiar el cristianismo, cuando en
ver a nadie y temo el asalto del enemigo a cada instante, 1 1 1 1 1 hio sería preciso que util izaran mapas especiales.
es decir, una visita. No deseo salir de casa, pero, para no r• 1 1 . 1 ellos el dogma es sólo un destilado más concreto de
enfermar de inercia, me agoto llorando. 1 • 1 onciencia humana universal.
10 de mayo de 1839 22 de mayo de 1839

La existencia entera me angustia, desde el más peque­ 1 .1 teología católica hace del pecado original una doc-
ño moscardón hasta los misterios de la Encarnación; 1 1 111.1 en el fondo tan ajena al individuo que uno no pue­
todo se me hace inexplicable, por encima de todo, yo .1, 1 1 1\.·nos que compararla con el título falso que aparece
mismo; l a vida entera es una peste, y yo más que nada. 1 1 1·1 libro encuadernado; por tal razón, la justitia origi­
Vasto es mi dolor sin límites; nadie lo conoce aparte del '' '" mantiene escasa conexión con el hombre y podría
Dios del cielo, y Él no quiere consolarme; nadie lo cono­ • ' l omparada con una espléndida encuadernación pero

ce sino el Dios del cielo, y Él no quiere apiadarse de mí. 111 1 vlación alguna con el libro.
Joven amigo, tú que das tus primeros pasos por el cami­ 2 7 de mayo de 1839
no que conduce hacia la meta, si te has extraviado, retor­
na, vuelve a Dios y en su escuela adquirirás juventud y 1 'i ....tc una visión de la vida lograda a fuerza de lágri­
reforzarás tu vigor para tu tarea de hombre. Nunca ha­ ........ . rnás fuerte que el hierro, corno la camisa legenda­
brás de sentir cuánto es preciso padecer cuando se ha ' 1' Wenn sie ihn unter Thranen spirmt, mil Thranen
52 SóREN KJERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 53

bleicht, eine Hemde draus unter Thriinen niiht, schützt tl.111; porque el Génesis dice que el hombre y la mujer
mich dies besser als alles Bisen, es ist undurchdringlich.4 \l011drán a ser los dos una sola carne» (Gén. 2, 24).
Pero la camisa a la que me refiero sólo protege al que la 7 de julio de 1839
ha fabricado con sus propias manos y no al resto de los
hombres. (;c neralmente los demás escritores sienten menor
Quien se atiene al punto de vista humano general es­ d1·c10 hacia sus primeras obras. Mi desgracia, por el
cribe con mano insegura y temblorosa; el cristiano escri­ ' 111 1 t rario, es que las prefiero a todo lo que ahora escribo.
be en tanto que otro sostiene su mano:* da un testimonio 1 4 de julio de 1839
de la exactitud (en sentido subjetivo), pero no l a produ­
ce. Por esto es profundo el significado de la palabra «tes­ 1 o que nosotros designamos aproximadamente con el
timonios» para el cristianismo; ellos no son los invento­ 11111nbre de spleen y que los místicos denominan « mo­
res de la fe ni sus reformadores, son los testimonios, sea '"l'lllos de entorpecimiento», ya era conocido en la Edad
porque el cristianismo es un acto objetivo que se lleva a Mrdia como «acedia» (áxr¡füa, apatía). San Gregorio,
cabo en el mundo, sea porque lo absorben en sí mismos. \fw olia in Job, XDI: virum solitarium ubique comitatur
1 1 de junio de 1839 ,,, f'rlia. . . ut animi remissio, mentis enervatio, neglectus

11 ltJ.,!iosae exercitationis, odium professionis, laudatrix re-


La caza del gracejo tan característica de nuestros 111111 saecularium. * No sin experiencia personal san Gre-
tiempos ha acabado por infectar las cosas más santas, y 1·• •1 10 insiste en lo de virum solitarium, pues se trata de
la oración se ha transformado poco a poco en una con­ 1111.1 t•nfermedad típica del hombre que ha alcanzado el
versación espiritosa, en un desahogo para una enervante ,., .• do supremo del aislamiento (el humor), y describe
reflexión. No es de temer, por cierto, que nuestros rezos 1 1111ravillosamente el mal. Muy justo es que señale el
se prolonguen como los de los fariseos. Por el contrario, 11d11111l professionis y tomando este último síntoma con
una enfermiza reflexión parece hallar temas cada vez 1111 )o,cntido más general: no con el de la confesión de los
más incisivos para nuestras súplicas; por decirlo así, nos p1•1 ados (lo cual nos obligaría a considerar como solita­

avergonzamos de nuestra existencia terrestre como si ''"' a todo miembro de la Iglesia que permaneciera
ella no proviniera de Dios. Todo debe ser tan espiritual, 111.1ct ivo), sino con el de un pronunciarse; los ejemplos
tan volatilizado, que contrasta típicamente con el can­ 1111 .1cabarían nunca.
dor de la canción de mayo, en otros tiempos muy po­ 20 de julio de 1839
pular.
14 de junio de 1839 Y no es sin un profundo conocimiento de la naturaleza
l 1 1 1 1 1 1ana por lo que los viejos moralistas incluían la tris­
El matrimonio representa la unidad en el aspecto de ff/10 L'ntre los siete pecados capitales. Así lo hace Isidoro
la sensibilidad, no la unidad en el espíritu ni en la ver- d1· S ·villa.

4. «.Cuando la hilan lágrimas y lágrimas la blanquean y tejida está < ·011stituye una característica del desarrollo de la lite-
con lágrimas, mejor que una coraza me protege mi camisa; nada puede 1 11l1 1 ra moderna ese continuo adquirir conciencia del
traspasarla.,. (N. de la t.)
11 11·d io: método que, según imagino, debe conducir a la
* Porque lo que el hombre hace con sus propias manos no será nunca

hojarasca.
M1 padre lo llamaba «desesperación silenciosa».
DIARIO ÍNTIMO 55
54 SOREN KIERKEGAARD

locura; como si cada vez que contemplamos el sol y las


estrellas necesitáramos tener conciencia de Jos movi­ l .os filósofos tratan el dogma, los versículos sagrados
mientos de la Tierra. tl1 In Biblia y la conciencia religiosa como Apio Pulcro
20 de julio de 1839 1 t .11aba a las aves sagradas. Recurren a ellos y cuando
o
11h11cncn malos presagios se comportan como el famos

Quiero durante un año, por una legua del camino del 11lll11ar : «Si las aves no quieren comer, han de beber
tiempo, desaparecer bajo la tierra como el Guadalqui­ ' l.1s arrojan al mar.
vir; ¡ya sabré cómo resurgir! 7 de agosto de 1839

M i conciencia oscila actualmente como la tumba


El amor de Ja mujer es un eterno «SÍ, sí». El del hom­ de
1,1homa, entre dos polos, sin haber hallado su equili
bre, charla pura. La conciencia femenina es mucho más -
universal, o en todo caso menos subjetiva y, por lo mis­ 1 1 1 10 hasta ahora; ambos tratan de atraerla hacia sí.
mo, con mayor conciencia de rebaño (un amén). Natu­ 30 de agosto de 1839
ralmente, no hablo del amor de las damiselas de sangre
ardiente. i: .... toy hecho para recibir secretos; los olvido, en efecto,
.

qw11as me los cuentan.


Se ve que el amor ha vencido al mundo por el hecho de
que devuelve bien por mal.

Pues las lágrimas son como la lluvia, llanto del cielo;


lluvia torrencial que se precipita desde las oscuras y
gruesas nubes de la desesperación cuando los diques del
cielo y del alma se abren de par en par; o llovizna prima­
veral; ni nguna lluvia tendrá tanta fecundidad como las
lágrimas.

Si mi vida avanza hoy con paso vacilante, se debe a


que, en m i primera juventud, mis pies anteriores (las es­
peranzas) se esforzaron demasiado.
22 de julio de 1839

Hallo tan poca satisfacción en el vivir porque todo


pensamiento brota de mi mente con tanta energía y do­
tado de proporciones tan sobrehumanas, que me agobia;
esta anticipación del ideal, en lugar de transfigurar mi
existencia, me vuelve incapaz de hallar su correspon­
diente en l a vida, me deja agitado y con los nervios de­
masiado sacudidos para encontrar reposo.
25 de julio de 1839
DIARIO INTIMO 57

1, ,,,1 o vencer en cualquier discusión, el fantasma de mi


111 opia imaginación cae en mis brazos sin que ningún
11 ,.u mento baste para liberarme de él.

Como un abeto solitario, egoístamente encerrado den-


1837 - 1839
1 1 1 1 de mí mismo y creciendo sólo hacia lo alto, me yergo
111 dar sombra, y únicamente la tórtola hace su nido en
(PAPELES SUELTOS)
1111., ramas.
Domingo 9 de julio, en los jardines de Frederiksberg,

LGO después de una visita a los Roerdam


A
nos deja realmente abatidos si de pronto surge
la sospecha de que, cuando todo marcha a pedir de
boca, estamos en el error, si adquirimos conciencia 1 .111 imposible para el mundo es existir sin Dios que, si
de haber obrado mal. Debe, pues, depender de la fami­ 1111 1.., pudiera olvidarlo, concluiría al instante.
lia, y es entonces cuando se demuestra la fuerza devora­
dora del pecado original, capaz de conducirnos a la des­ 1 .1 luna es la conciencia de la tierra.
esperación ylograr un efecto mucho peor que la
confirmación de nuestra sospecha. Ésta es la tragedia de �11 uación: un hombre quiere escribir una novela, uno
Hamlet . . . 1. , uyos personajes ha de enloquecer, pero el autor
11luq ucce a su vez y la novela acaba en primera per-
Cristo es, en todo momento, Dios y hombre; como el . '"·'
reflejo del ciclo en el mar tiene l a profundidad de la bó­
veda celeste.
No 1cngo ningún deseo. Caminar no me atrae porque
1111 l.11 iga; no quiero descansar porque debería pasarme
Sí, creo que me entregaría al mismo diablo a cambio
1 u l"'s horas recostado, cosa poco conveniente, o levan-
de que pudiera mostrarme toda abominación, todo pe­
" 1 1 1l' l.!n seguida, lo cual tampoco me resulta agradable;
cado, en la más horrible de sus formas: la atracción y el
l••• c ¡1 1 icro cabalgar, pues es un ejercicio demasiado duro
gusto por el secreto del pecado.
,, 1 1 . 1 mi apatía. Sólo hallo placer en pascar en coche,
11111\ lkmente acunado por las ondulaciones uniformes,
El pecado se comete a hurtadillas; pero, apenas lo
1111 1·u.,la deslizarme entre una multitud de cosas, que­
comprendemos, comienza, aunque muy débilmente, ese
ll 11 ll ll' de brazos cruzados ante cualquier rincón her-
rumor y se enciende esa hoguera que restringe cada vez
11111.11 nada más que para sentir así mi flaqueza. Las
más el campo de acción al diablo, como ocurre con los
, ¡, 1"' y los sueños tienen para mí la erótica impotencia
anima les feroces.
1. 1 1 . 1 s l rado; en vano voy en busca de algo que pueda
1 1 1 l 1 11.1rme y ni siquiera el lenguaje medular del medioe­
Yo precisamente ataco a los demás porque en lugar de
" pndría vencer este vacío que reina en mi interior.
servirse de las fuentes para sus estudios utilizan los com­
\111 1 1 , 1 comprendo verdaderamente el mensaje de Cristo
pendios; ¿y qué es mi vida sino un compendio? Cuando
1 1 111do dijo: «Las palabras que yo os he hablado son
58 SÓREN KlERKEGAARD DIARIO INTIMO 59

espíritu y son �i ? a » (Jn. 6, 63). 1 En resumen: no tengo 1 11 cambio, como compensación, exige la libertad de pa­
deseos de escribir esto que escribo ni tampoco de bo­ l.1bra.
rrarlo.
l�xiste una reservatio menta/is absolutamente necesa-
Las flores de mi corazón se convierten en flores de es­ 1 1,1 para pronunciar una sentencia justa.
carcha.
La paradoja es el verdadero páthos de la vida intelec-

Con mis ideas y sus realizaciones ocurre lo mismo que 111,1 l. Y como sólo las almas grandes son pasionales, úni­
' .1mcnte los grandes pensadores están expuestos a eso
con los pc:es durante ciertos meses: muerden en falso; el
lfl ll' o llamo paradojas y que no son más que pensa-
bocado existe, pero los peces no lo atrapan.
111 it·ntos grandiosos e incompletos.

Sin embargo, el humor es también la alegría que ha


l .os l iberales poseen, según dice la fábula, una lengua
vencido al mundo.
qm· golpea dentro de una cabeza vacía, como el badajo
d1· la campana.
Cristo no se inquietaba por escribir. Sólo escribió so­
bre l a arena. (Jn. 8, 6.)
El paganismo es sensualidad, pleno desarrollo de la
\ida sensual. Su castigo, lo vemos con el ejemplo de
En el fondo, Hegel comenzó simplemente como acabó
1 '1 011 1cteo, consiste en que el hígado continuamente de­
Carlos V, en un claustro componiendo relojes.
\ 1 11 .ido por el buitre se regenere sin cesar; el clamor
1 despierta de continuo y siempre insatisfecho. El cris-
La ironía es un desarrollo anormal que, como el híga­
11.111i ·mo es lo «cerebra l » ; por eso Gólgota significa «lu­
do de las ocas de Estrasburgo, acaba por matar al indi­
t 11 de la calavera» .
viduo.
1 de enero de 1838
1 1 \NUA
El humorista, como la fiera, anda siempre solo.
Halb Kinderspiele
La afición que los judíos tienen por lo abstracto viene O Halb Gott in Hersen 2 (Goethe).
demostrada también por su predilección por el dinero;
no por las propiedades, que, sin embargo, tienen un va­
lor monetario; porque el dinero es abstracción pura. '''' 1 N ruo

ivkndigar ... ¡no es cosa nueslra!


El hombre no hace uso casi nunca de sus verdaderas
1 . 1 juventud, en el camino de la vida, se apodera del
libertades, por ejemplo de la libertad de pensamiento;
11•.rn o con fuerza (Chr. Winthcr).

1. El versículo entero dice así: «El espíri1u es el que da vida; la car­ A medias en los juegos de la infancia, / a medias con Dios en el
ne no aprovecha para nada. Las palabras que yo o he hablado son 111 1 n11• (Fausto). Tema para el boceto de Margarita en la primera par-
espíri tu v �on vida.• (N. de la t.) 1 1, 1 > 111 11110 o lo otro. (N. del t. i.)
60 SóREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 61

do on el duro deber de confortarnos con el consuelo de


111 1·c ligión, de darnos el viático a fin de que ante nosotros
A LOS 25 AÑOS .1· ti briera un mundo mejor, aunque debiéramos perder­
lo todo en éste, aunque nos golpeara la desdicha que los
...so we'll Live t 1 1 c . Hos sempiternamente auguraban a sus enemigos: la
And pray and sing, and tell old tales and laugh 1ula1 desaparición de nuestro recuerdo y de toda huella
At gilded butterfl.ies, and hear poor rogues , I�· nuestro paso.
Talk of court news; and we'll talk whith them too,
Who loses and who wins; who's in, who's out; C'on el alma desgarrada, sin ninguna posibilidad de
And take upon 's the mistery of things, llrvar una vida feliz en este mundo, es decir, una vida
As ifwe were God's spies; and we'll wear out; 1 1 1 1 ga y feliz sobre esta tierra (Éx. 20, 1 2),4 sin ninguna
In a wall'd prison, packs and sets ofgreat ones 1 •I >L-ranza de un porvenir dichoso y confortable, por el
Tha t ebb and flow by the moon . 111 m:cdimiento más natural y en la continuidad histórica
(Shakespeare, King Lear, V, III)3 ,¡, la vida doméstica familiar; ¿es acaso asombroso que,
I " �·...a de extremada desesperación, me haya aferrado
Entonces acaeció el gran terremoto, el terrible trastor­ 1111kamente al aspecto intelectual del hombre, que le
no que me impuso, de improviso, un nuevo principio in­ 11 1 u dedicado todas mis fuerzas y que así la idea de mis
falible para la interpretación de todo fenómeno. Enton­ d11tl'S intelectuales haya sido mi único consuelo, el pen-
ces concebí la sospecha de que la avanzada edad de mi 1 1 1 1icnto haya constituido mi única alegría y los hom-
padre era, más que una bendición divina, una maldición 111 ,•.., sean merecedores de mi indiferencia?
y que las brillantes dotes de inteligencia concedidas a mi
familia nos habían sido otorgadas para que se neutrali­ El versículo en cuestión dice así: «Honra a tu padre y a tu ma­

zaran mutuamente. Entonces sentí crecer a mi alrede­ h· p11ra que vivas largos años en la tierra que Yavé, tu Dios, te da.»
,¡,. la f.)
dor el silencio de la muerte; mi padre fue para mí como
un condenado a sobrevivimos a todos nosotros, como
una fúnebre cruz sobre la tumba de sus propias esperan­
zas. Sobre la familia entera debía de pesar una culpa, un
castigo que Dios suspendía sobre nuestras cabezas; tenía
que desaparecer, aniquilada por la divina omnipotencia,
ser borrada como un intento fracasado. Rara vez hallaba
un poco de alivio al pensar que mi padre había cumplí-

3. «Y así la vida pasará, rezando, / cantando, historias rancias refi­


riendo, / gozando al ver doradas mariposas. / Y gentes infelices, de la
corte / noticias nos darán, y les diremos / quién pierde o gana, quién
desciende o sube. / Explicando el misterio de las cosas I cual si los dioses
nos lo hubieran dicho. / Y olvidemos, entre aquellos muros, / de lo!>
grandes las cábalas e intrigas I que crecen y decrecen con la luna.» (Tra­
ducción de Guillermo Macpherson.)
DIARJO INTIMO 63

1 os de la undécima hora (MI. 20, 6). 1

1 "1.:i'ior y Dios nuestro! Tú conoces nuestro dolor mejor


,pw nosotros mismos. Tú sabes cómo el alma, asustadi-
4 DE JULIO - 1 0 DE AGOSTO DE 1 840 ' 1 1 1cu1Te en preocupaciones intempestivas e imagina-
1 1 '"' · Te rogamos que nos ilum ines a fin de descubrir la
t 1 1 1 1 portunidad y el orgullo y despreciar así las penas que

E
L misticismo carece de paciencia para esperar la re­ """ r ranjeamos con nuestras obras; pero, en cuanto al
velación de Dios. hdu1 que Tú mismo nos impones, concédenos la gracia
11 de julio de 1840 .i, 1 t'·ibirlo humildemente de tu mano y la fuerza para
11prn 1ado.

Bien está hablar de experiencia en lugar de conoci­ ' l 1 branos de pensar que la tristeza tiene mayor méri­
' 1 lfltl' la alegría, el automartirio ...
miento a priori; pero por loable que fuese el método de
aquel concienzudo juez que quería experimentar cada
una de las penas antes de aplicarlas, a fin de proceder �h acusan de hacer uso excesivo del paréntesis: mi
con mayor justicia, ¡su sistema no lo llevó hasta el ex­ 1 1 1 p.1 ración para el examen de teología es el paréntesis
tremo de someterse a la pena de muerte! 11 1 l.1rgo que yo haya vivido.

1 1 dL"sdicha estriba en que tengo una cabeza demasia-


1 .. l1111:na para no sentir los dolores del conocimiento y
NOTAS DEL VlAJE A JUTLANDIA
h 111.i... iado mala para experimentar su felicidad. El co­
" ' 1 1 1 11cnto que conduce a la felicidad, así como la felici­
19 de julio - 6 de agosto de 1840 t •ti que conduce al conocimiento de la verdad, hasta
1 1 1 1 1 1 , 1 "'ºº un misterio para mí.
¡Buenos días, rústica belleza, muchacha que te aso­
mas curiosa a tu ventana! No temas que turbe tu paz; 1 1 l 1L·cho de que la filosofía deba comenzar por una
mírame bien tan sólo, para que no pueda olvidartl' , •• 1 1 posición no ha de ser considerado como un defecto,
del todo. "' ' 1 orno una « bendición»; por esto, ese an sich 2 per-
1• 1111·, l' como una maldición de la que es imposible libe­
¡ Buenos días, alado habitante de los cielos que raudo ' 11 • 1 amás. Y tal discordia entre la conciencia, como

te elevas hasta el lugar que tantos esfuerzos nos cuesta 1 11 1 1 i . 1 vacía, como imagen retenida del objeto fugaz, se
alcanzar! 1 1 1 t . 1 también en el problema de la libertad: seme-

1 \ ,,,l icndo cerca de la hora undécima, encontró a otros que esta-


La característica del viaje es deslizarse sobre las co­

11 1111 \ k-. dijo: "¿Cómo estáis aquí sin hacer labor en todo el día?",.
sas; por esto se suele decir que el post illón, cuando sopla I /, t I
el cuerno, sopla la grasa del caldo. • ''• 11 -.1 mismo.» (N. de La t.)
64 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 65

jan te al arbitrium 3 sin contenido (que, a modo de balan­


za, nada tiene que ver con el contenido pero que, como la M i desgracia es, en el fondo, que cuando me he sentido
infinita elasticidad abstracta, se mantiene victorioso e plv 1órico de ideas he permanecido hipnotizado por el
indiferente por toda la eternidad), así ocurre con la li­ dt•al; por ello sólo doy a luz abortos y, en consecuencia,
bertad positiva. Es otra presuposición, pues en el fondo l.1 realidad no corresponde, en lo que a mí se refiere, a
el liberum arbitrium 4 nunca se encuentra, pero la misma 1 1 1 1 :-, ardientes deseos. ¡Dios mío, haz que no suceda otro
existencia del mundo lo expresa. 1 11 1 1 1 0 con el amor, porque también en su caso me asalta
h 1 í 1 1 t ima angustia de haber trocado el ideal por la reali­
¡Qué tremendo martirio es esta total impotencia espi­ d td! ¡ Dios no lo permita! Aún no se trata de esto.
ritual que padezco actualmente! Pues está unida a una
devorante nostalgia, a un ardiente fervor del espíritu, 1 P<..:ro esta angustia que me impulsa a desear tanto la
tan vago e informe, sin embargo, que no sé siquiera qué 1 1 v1.:lación de] futuro a pesar de todos mis temores . . . !
es lo que me falta.
l l a bía pensado pronunciar mi primer sermón en la
Así como la conciencia del pecado no debe desvane­ 1 ll·sia de Saeding 7 el domingo próximo. Me ha sorpren­
dido bastante ver que el texto es de Marcos 8, 1 - 1 0 (la
cerse en una fácil consideración del commune naufra­
1 1 11 1 l t i p l icación de los panes), y las palabras «¿Y cómo
gium,5 así tampoco es preciso exasperarla con l a deses­
1111drfa saciárseles de pan, aquí en el desierto?», me im-
perada obsesión de la culpa cometida ni que degenere en
automartirio como si ambas cosas ofrecieran una forma 1 " 1·.... ionaron porque debo hablar en la parroquia más po­
l 11 �· de J utlandia, en plena landa.
de compensación. Pues el alma debe estar absolutamen­
te dispuesta a soportar los golpes de la Providencia, aun
1\ I m ístico se le oye como se perciben ciertos gritos de
cuando aparezcan como la consecuencia de nuestros pe­
Jl••i·1ros, sólo en el silencio de la noche; por eso, con
cados, y al mismo tiempo debemos poseer la certidum­
1 1 1 1 1 a frecuencia, un místico no adquiere importancia en
bre de que se nos dará la fuerza necesaria para soportar­
11wdio del bullicio de su ambiente, sino mucho tiempo
los. Pero ¿cómo convencer al individuo de que no le han
il1 hpués, en el silencio de l a historia, para las almas afi-
de faltar fuerzas para sobrellevar ese peso, cuando él
111 ., .1 la suya y que le escuchan.
mismo se lo impone y está obligado así a combatir pro­
prio Marte?6
1 k·ine aquí solitario (lo he estado más de una vez, pero
1 1 1 lcncr tan viva conciencia de mi soledad) mientras
No es l a falta d e algo l o que despierta la verdadera 1 l l \ • 1 1 1 0 las horas y espero con impaciencia el momento
nostalgia ideal, sino la sobreabundancia; porque la falta ' ' ' q 1 1 c veré Saeding. No puedo recordar cambio alguno
encierra en sí misma un anhelo terrenal. 1 11 1 1 1 i padre y ahora me apresto para ver esos lugares
r l 1 1 1 1 e k é l , pobre pastorcillo, cuidaba de los rebaños, los

3. «Albedrío.» 1 1 1 .. 1 1 1os que tanta nostalgia despertaron siempre en mí


4. «Libre albed1io.» • 1 1 1 1 1 1do me los describía. ¿Y si ahora cayera enfermo y
S. «La ruina común.»
6. «Al mismo Marte » (es decir, al mismo dios de la guen-a).
7 l'ucblo natal del padre de Kierkegaard. (N. de la t.)
66 SóREN KJERKEGAARD

fuera sepultado en el cementerio de Saeding? ¡ Extraña


idea! He satisfecho su último deseo, pero ¿ha de limitar­
se sólo a ello mi cometido en esta vida? ¡Oh Dios! Mi
obligación de contentarlo sería en verdad muy poca cosa
en comparación con todo lo que le debo. Porque de él he
aprendido el sentido del amor paternal que me ha inspi­ 1841 - 20 DE NOVIEMBRE DE 1 842
rado luego la idea del paternal amor de Dios, lo único
inquebrantable, verdadero punto de Arquímedes.
o único que me consolaría sería poder entregarme a
Como se dice generalmente: nulla dies sine linea,8 po­ L la muerte y en mi última hora confesar este amor
dría yo decir de este viaje: nulla dies sine lacryma.9 q1 rl· no osaré nunca confesar mientras viva y que me
'11vlvc dichoso y desdichado al mismo tiempo.
La landa parece hecha a propósito para desarrollar
caracteres vigorosos. Aquí todo es tierra pelada, nada se 1:-. propio del momento del placer sentir que progresi­
esconde a la mirada de Dios, la turba de las distraccio­ \ . 1 1 1 1l·nte la existencia se desvanece alrededor de uno.
nes está ausente, no existen rincones ni escondrijos don­ \ 1, l:n Don Juan, lo que da a la escena del festín su
de la conciencia pueda ocultarse y donde la seriedad se 111.1\or interés es el despojo total del hombre, la pérdi­
fatiga a menudo reuniendo las ideas dispersas. Aquí es tl 1 misma de su rica vivienda, de la que sólo le resta
preciso que la conciencia se encierre en sí misma, neta y 1 1 1 1 l Uartucho apartado. En efecto, el goce del hipocon­
estricta. « ¿Adónde huir de tu presencia?» (Sal. 139, 7), Ll1 1.1l o consiste en reunir cada vez más y, en virtud
puede decirse en verdad de estas landas. d1 ,.,l: anonadamiento, las potencias de la fantasía que-
l 1 1 1 ·n libertad; el placer del hipocondríaco es una
8. •Ni un solo día sin escribir una línea.• 111dt·li 11i<la mezcla de goce real y fantástico. Pero este
9. •Ni un solo día sin verter una lágrima.•
1 1 1 1 1 1 1 10 atisface mejor, y yo no creo que un don Juan
• 11 1 .1 el peligro de fatigarse tan rápidamente como un
1111 l.1 11cólico.

1 ' ... abido que existen insectos que mueren en el ins­


' 111ll' mismo de la fecundación. Otro tanto ocurre con
1i..l.1 alegría; el momento dcJ goce más intenso y más
11 '.ido de la vida tiene por compañera a Ja muerte.

1 k'pués de experimentar la satisfacción de despojar­


• 111 1h· lodo, de no poseer nada en este mundo, ni siquiera
1 ' '" · " ínfimo, y de arrojarme al agua, me gustaría, so­
' ' ' lodo, poder expresarme en una lengua extranjera,
1 11 1 1.ilmcnte en una lengua viva, para convertirme así
11 1 1 1 1 n t raño para mí mismo.
68 SóREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 69

Me gustaría fundar una orden del Silencio como la or­ 1�11 general la imperfección de todo lo humano estriba
den de la Trapa, no con fines religiosos, sino estéticos; 1 11 <ruc el deseo jamás alcanza su objetivo sino a través

para acabar de una vez por todas con estas habladurías. il1 1 t ontraste. No me detendré en la variedad de confor-
111.wiones que podrían dar mucho quehacer a los psicólo-
Mi duda es horrenda. Nada puede detenerme, mi ' '" (el melancólico es el que está mejor dotado de sen-
hambre es infernal: razonamientos, comprobaciones, 111 In ('Ómico; el voluptuoso, a menudo, posee sentido idí­
certidumbre, lodo puedo devorarlo; corro a una veloci­ l h 1 1 , el libertino, sentido moral; el dubitativo, sentido
dad de diez mil leguas por segundo, arrollando cual­ 1 1 l 1 1'ioso), pero sólo a través del pecado se descubre la
quier obstáculo. 1111 11<1vcnturanza. Por consiguiente, la imperfección no
d1 l ll'tt<.lc tanto del contraste cuanto de nuestra incapaci-
Los Estados Unidos de América tienen una estructura l 1 1 1 para considerarlos simultáneamente: para ver al
política que es la antítesis de la de los Estados europeos. 1111-.1110 tiempo el contraste y lo demás.
Se desarrollan en latitud y en longitud (los descontentos
conquistan o compran nuevas tierras y se establecen l\tw:hos sienten gran temor de la eternidad, pero
allí), en tanto que en Europa el Estado crece en altura y 11 111C.lo se logre hacer frente al tiempo será posible so-
en profundidad, verdadera forma de organización. 1 11 l'· " l a . Tan cierto es que el juramento que se hacen los
11 1111orados de amarse por toda la eternidad es un
Constituye un punto de partida positivo para la filoso­ 1 u u p 1 tlín menos grave que un compromiso para el tiem-
1 •• pt cscnte; pues aquel que promete para la eterni­
fía el de Aristóteles 1 cuando dice que la filosofía comien­
l 1d, puede responder en todo caso: « ¡ Dispénsame por
za con el asombro y no, como en nuestros tiempos, con la
duda. En general el mundo debe aprender aún que no d11 1 1 . t ! ... »
aprovecha comenzar por lo negativo, y si hasta ahora el
método no ha fracasado se debe a que no se ha encarado
lo absolutamente negativo, y de este modo, tampoco se 1 ' lamentas de que muchas de tus esperanzas se

ha lJevado a cabo en forma seria lo que se pretendía ha­ lt '' .111 visto frustradas, de que ninguno de tus ardientes
cer. Su duda es pura coquetería. 1 1 º' ·e haya realizado. Tan pobre eres que has perdí­
'" 11.l'ta la voluntad y el coraje de esperar; tal vez
Para los paganos el teatro tenía el mismo valor que dt·ha a que todos tenemos muchos necios espejismos,
tiene para nosotros la iglesia; lo demuestra el hecho d(.• d 'l' / ::i que el Señor nos enseña a esperar que no todo
que el teatro fuera gratuito y que jamás se les ocurriera a "" 'l't'ét concedido. Pero existe una esperanza que no
los paganos que debieran abonar ninguna cantidad para 1111i•dl' verse defraudada: porque esperas la resurrec-

ir al teatro, como tampoco nosotros pensamos en pagar 11111 dl' la carne, que para ti representa la nostalgia de
la entrada a la iglesia. Partiendo de esta consideración 1 1 1 1 1 1 1 le con tus seres queridos, la nostalgia que te
del teatro se podría desarrollar una concepción del pa­ 1 1 11 1 ,·,pcrar que algún día verás tu vida transfigurada
ganismo. 11 1 >111-.; confías en que Dios quiera lo mejor, porque tu
\ l 1 1 10 ha terminado aún y tú no sabes «ni el día ni la

1. En su libro Metafísica. 11111 • • ( MI. 25, 1 3).


70 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 71

¡Y cuánto la he amado! R.,2 ligera como un pájaro, Dice el poeta pagano3 que el dolor cabalga en la grupa
atrevida como una idea; la dejaba volar cada vez más d1 raballo; para el cristiano el gozo está más allá, olvi­
alto. Erguida sobre mi mano como sobre un pedestal, ,1,111clo así lo que queda atrás.
batía las alas y me gritaba a mí, que permanecía abajo:
« ¡ Esto es magnífico! » No advirtió que era yo el autor de l lace falta valor para casarse, y no se debe cantar el
su ligereza, que yo le había otorgado esa audacia de pen­ I ' 1 1 1\.'gírico de la virginidad; pues la misma Diana per-
samiento, que su fe en mí le permitía caminar sobre las 1111111cció virgen, no porque apreciara la grandeza de tal
aguas; yo la aplaudía y ella aceptaba mis aplausos. 1.1do, sino porque temía los dolores del parto. ¿Acaso
Otras veces se arrojaba a mis plantas y sólo quería ad­ 1111 dice Eurípides4 que preferiría volver a guerrear tres
m i rarme, olvidando todo lo demás. • 1 l'" antes que dar a luz una sola?

¡Mi niña! En latín se dice de un asiduo oyente: pender l>1lcs « ¡ lo que he perdido! », o más exactamente
ex ore alicujus, refiriéndose especialmente al oído que
1 .1qu1.: llo de que me he despojado!» Pero, ¡ay de mí!,
capta y retiene dentro de sus fibras más íntimas aquello 1 11 1 1 prenderías acaso lo que he perdido yo? Cuando se
que ha percibido. Nosotros expresamos lo mismo de un lt d1l.1 de ello, más valdría que cal laras. ¿Quién puede
modo distinto; pues ¿cómo no estar pendiente siempre d1l 1 lo mejor que yo? ¿No había trazado acaso, con las
de tu boca? ¿No soy acaso tu asiduo? Asiduo oyente, en • 1 1 1 ' iones infinitas de mi alma, el cuadro más exquisito
verdad, porque aunque no se cruce entre nosotros pala­
1 · 11 1hlc, por su profundidad -sirviéndome hasta de mis
bra alguna, no por eso dejo de sentir los latidos de tu 1i1 1 ...ombrías ideas- , de la melancolía de mis sueños,
corazón. h 1 1 ... plcndor de mis esperanzas y, sobre todo, de mis
"' 1111l'l udes y de mi inconstancia, mezclando este fulgor
Quien funda su existencia en los dones del azar se en­
1 1 profundidad? ¿Y cuándo he sentido el vértigo?
trega a una vida de pil laje, cualesquiera que sean esoi1
1 1 1 111<.lo mi mirada penetraba el infinito de su abando­
dones: belleza, fortuna, nacimiento, ciencia, arte; en n.•­
' • p1 1l·�10 que nada puede compararse con lo infinito
sumen, todo lo que constituye la herencia común dd 1 1 , 1 1 11or? ¿O cuando sus sentim ientos, sin caer en el
hombre. Y aunque obtuviera el triunfo ... Supongamos
.i.1 11w, danzaban en el borde mismo la danza ligera del
que entonces un joven se dirigiera a ti con toda la fe y d
derecho propio de la juventud, derecho que no puedl'!I
objetarle, a fin de preguntarte cuáles son los fundamen
IJ11v he perdido? Mi único amor. ¿Qué he perdido a
tos de tu vida; ¿no te sentirías lleno de vergüenza? Por
1 1 1 1 ¡ 1 ,... de los hombres? Mi palabra de honor. ¿Qué he
que ¿te atreverías acaso a iniciar a ese joven en tus secn.·
' d 1 do? Precisamente aquello que representa y repre-
tas artes de astucia y de hipocresía?
1 1 1 1 1 1 ,1 s iempre para mí, sin que el golpe me aterre, mi
El punto capital en la vida de un individuo consiste l'll 1 •111 1 1 . 1 1 1 i alegría y mi orgu llo; mi promesa de serle fiel.
salvar todo lo posible dentro de las categorías humamt!l In l.1 1 1lo, el tormento de mi alma iguala al de mi
de orden general .
1 ¡,,, 11 m. (N. de la t.)
2. La inicial de Regina Olsen figura así en el original. (N. de la t.) t.,¡,.,, . \ . 249. (N. de la t.)
72 SOREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 73

cuerpo; escribo estas líneas en un camarote de barco,


mientras oigo la trepidación de las máquinas.5 l�lla no amaba la elegante línea de mi nariz ni la belle­
• ' de mis ojos, n i mis pies pequeños, ni siquiera mi inte­

¡Cuán duro es para mí, en estos momentos en que qui­ l1�·l·ncia; no, sólo me amaba a mí... ¡Y sin embargo, no
siera tanto lanzarme a la acción, verme reducido a la 1m· ha comprendido!
actividad que de ordinario se reserva a las mujeres y a
los niños: la plegaria! l )iccn que el amor obceca. Más aún, nos vuelve sordos,
111 1-. paraliza. Cuando padecemos e) mal de amor, somos
No sólo yo, sino R. y cualquier otro Espíritu del Anillo, • 1 1 1 n o la sensitiva, cuyas flores se cierran, sin que ningu-
sin olvidar que esos diferentes Espíritus significan para 11.1 t!.anzúa logre abrirlas, con tanta más fuerza cuanto
mf la diversidad de servidores dispuestos a obedecerme 111i1vor sea la violencia que se pretenda ejercer.
en mi fuero interno a la más pequeña señal; uno por
cada deseo tuyo y, si fuera posible, aun diez; todos Sl' (No crees acaso que deseo darle esta prueba de mi
incorporan para formar dentro de mí un Espíritu único, 1 1 1 1or para pagar la humillación que ha de haber sentido
diferente del de Aladino, porque no los une a ti el azar de 1 1 1 1 c la pena de sus parientes y amigos (Dios sabe que no
un vínculo exterior, sino la nostalgia de un alma; pues 1t ' sido por mi culpa que las cosas sucedieran así);7 mos-
¿acaso no te he entregado yo mismo el anillo que me 1 1 1 1 1 1 1 c una vez más, probar que no era el deber ni el

gobierna? '' 1 1 1or a no sé qué comentarios lo que me mantenía a su


Dicho con otras palabras: ¡el Espíritu del Anillo nos ha l 11 10 , sino que, por el contrario, yo, el más inconstante de
reunido otra vez! 6 111, hombres, he vuelto a ella? ¡Cómo los confundiría!
ll Jl 1l· golpe para sus charlatanerías desdentadas que es­
Tú dices: «Era muy hermosa.» ¿Qué sabes? ¡Yo sí que "" 1cron a punto de hacer perder la cabeza a una joven a
sé cuántas lágrimas me ha costado su belleza! Iba en 111ll'll un día, como hombre de honor, prometí hacer
persona a comprarle flores para adornarla. Hubiera 1111.i! Y si verdaderamente no aborreciera el suicidio, si

querido engalanarla con todas las joyas del mundo "'' -.intiera que todas esas virtudes sólo son espléndidos
-claro está que siempre que sirvieran para realzar sus h 1os, volvería a ella, para luego quitarme la vida,
gracias-, y cuando ella hubo alcanzado el supremo en· p111yccto que desdichadamente he acariciado durante
canto, debí alejarme. Cuando su mirada, rebosante de 1i 1 1 iasiado tiempo para que la separación no le resulte
vida y de alegría de vivir se cruzaba con la mía, me vi 1111 l'u doblemente penosa. Pues, a fin de cuentas, ¿quién
obligado a partir. Y me marché llorando de amargurn, 1111:1 mejor que un moribundo? Así me he considerado
ula vez que me abandonaba a «ella». Vivir con ella, en
1 wntido plenamente tranquilo y confiado de la pala-
S. Kierkegaard, Juego de romper su compromiso con Regina Olst·n,
panió para Berlfn el 25 de octubre, a bordo de un barco sueco. Fue é'IC'
111,1, jamás lo he soñado. Por cierto que es como para
su primer viaje a Berlín. (Nota de los traductores franceses Knud Fer/01• v d1 -1·sperar. Mi único deseo era el de permanecer a su
lean J. Cateau.)
6. Esle lcxto ha sido tomado de La traducción francesa, que en 110111
precisa: «El Espíritu del Anillo que habla en el Aladino de Oehlensd1 1 La nota marginal indicada en el tcxlo fue suprimida más tarde
laege1· Kierkegaa1·d juega con la palabra "anillo" y dibuja uno en 1·1 ( •t ' 1 mismo Kierkegaard, pues no se han encontrado señales de ella y
manuscrito en torno a la inicial de Regina.» (N. de Ja t.) 1 111 11 gen había sido arrancado. (N. de los t. {.)
74 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 75

lado; pero apenas hube comprendido que las cosas to­ l un ella pueden considerarse verdaderamente un amor
maban mal cariz, ¡ay de mí, demasiado pronto!, tomé la desdichado; la amo -ella es mía-, su único deseo es
resolución de darle a entender que no la amaba; y ahora que permanezca junto a ella -la familia me suplica-,
heme aqu(, odiado por todos a causa de mi infidelidad, 1·s mi suprema aspiración ... ¡y debo decir no! Para facili­
causa aparente de su desdicha, en tanto que le soy tan IM las cosas, trataré de darle a entender que he sido un
fiel como siempre. ¡Si por lo menos pudiera verla feliz \.t1lgar impostor, un hombre frívolo, a fin de que le sea
junto a otro hombre! Por dolorosa que sea tal solución posible odiarme. Pues supongo que la sospecha de que
para mi orgullo masculino, me alegraría lo mismo. Aho­ todo se debe a mi melancolía le resultaría más penosa.
ra ella se consume de dolor pensando que habría podido 1 t uánto se asemejan la melancolía y la frivolidad!
hacerla dichosa pero que no he querido. Y en verdad que
lo hubiera logrado si no fuera porque... , etc. Se dice que el amor terrenal nos vuelve elocuentes.
Y aunque no sea prudente para mi tranquilidad, no ll uánto más elocuentes debería volvernos Tu amor, oh
puedo menos que figurarme el indescriptible instante de 1 > 1os, que con Tus manos modelaste la boca del hombre
mi retorno a ella. A pesar de que me considero resisten­ p.1ra que pudiera hablar!
te, lo bastante como para sufrir lo que me corresponde
como un castigo de Dios, este sufrimiento se vuelve de­ Y cuando me siento tan desdichado, mi único consuelo
masiado pesado, a veces. Además, me parece haber co­ 1 '• que «ella» no sufra conmigo. Es duro saber que l a
metido un error al ocultarle mis sufrimientos. Cuando 1 1 1 1ada nos ha sido infiel, pero este sufrimiento cotidia-
pienso en mis palabras de entonces («el mundo de las 1111 Y si permaneciera con ella, sería preciso mostrarme

letras perderá conmigo a uno de sus fieles»), siento su , 1111tcnto. ¿Y si, aun así, ella me viera sufrir? Mi alegría
falsedad, puesto que, por haberla abandonado, las letras 1 l'mpaña siempre con el dolor de que ella no pueda ser
han perdido para mí todo lo que es posible perder; sólo 1 '•11 t ícipe.
en ella pienso y estoy seguro que ella no sufre tanto
como yo. ¡Quiera Dios que mis sufrimientos le reporten No logro liberarme de este amor: no puedo soñarlo a
algún beneficio! l 1 1 1rnncra de un poeta, porque, cuando estoy a punto de
, 111 1 1.:garme a la poesía, la angustia y la impaciencia por
Debes saber que cifras tu dicha en haberla amado úni­ 1 1 11l ión se apoderan inmediatamente de mí.
camente a ella y que pones tu honor en no amar a ningu­
na otra mujer. 1 \'
l'Sla ho1Tible inquietud, este deseo de querer con-
' 11l lTme en todo instante de Ja posibilidad de volver a
¡Cuánta grandeza en el abandono de la mujer! Pero la 1 1111 . 1 pesar de todo! ¡Si me atreviera, Dios mío! ¡Qué
maldición que pesa sobre mí es la de no atreverme a per­ (!111 n l'S! Había depositado en ella mi última esperanza
mitir que ningún ser se me apegue íntimamente. Dios. 1 1 1.i vida y debo renunciar. Extraña situación: en el fon-
desde el cielo, sabe cuánto sufría cada vez que escogía 111, ¡ . 1 1 1 1 ás pensé en casarme, pero que el asunto se desa-
con alegría infantil algún medio para hacerla feliz; 1 1 ul l. 1 1 a así, dejando en mí una herida tan profunda, he
cómo debía cuidar que esta alegría no me delatara, sino d 1 1 .ilgo que jamás hubiera creído. Siempre me he mofa-
esperar hasta que la razón y la prudencia me lo prohi­ 111 ill· lo:-; que hablaban del poder de la mujer, y todavía
bieran por temor a atraerla demasiado. Mis relacione:-. 1 l1.1ro; ¡pero una hermosa joven, con un alma exquisi-
76 SóREN KlERKEGAARD DIARJO INTIMO 77

ta, que nos ama de todo corazón y con todos sus pensa­
mientos, con absoluto abandono, que nos suplica ... ! ¡Qué Y luego, cuando el sol entorne su ojo escrutador, cuan­
poco faltó, a veces, para que atizara su amor hasta el do la historia haya acabado, no sólo me envolveré en mi
incendio sin caer por ello en un amor pecaminoso! Bas­ , ,1pa, sino que me echaré la noche encima como un velo
taba con decirle que la amaba para provocar la explo­ ,. iré a buscarte -al acecho, como un salvaje- , no para
sión y acabar luego con mi joven vida. Pero comprendí ,•,piar tus pasos, sino para escuchar los latidos de tu co-
que así la habría perjudicado, que habría desencadena­ 1 .1zón.
do un huracán en su cabeza, puesto que ella se atribuiría
la culpa de mi muerte. ¡Preferí actuar como lo he hecho! ¡Qué humillación para mi vanidad es ésta de no poder
Había conservado suficiente elasticidad en nuestras re­ 'q.?,rcsar a su lado! Había puesto mi orgullo en serle fiel
laciones para poder reservarme la capacidad de inter­ v, "in embargo, no me atrevo. No estoy habituado a po-
pretarlas a mi manera. Les di, pues, el sentido de ser yo 11t·r mi honor en la traición, siempre lo he puesto en la
un impostor. Humanamente hablando, era la única for­ l i d ·lidad; pero es preciso que ante sus ojos pase por un
ma de salvarla, de dar un impulso a su alma. Mi culpa i 1 1 1 postor, porque no dispongo de otro medio para repa-
ha consistido en carecer de fe, de esa fe que todo lo cree 1 1 1 r el mal que pueda haber causado. Con horrenda certi­
posible para Dios, pero ¿cuál es la diferencia entre creer rl u in bre, a pesar de los más fervientes deseos de mi fuero
y tentar a Dios? No puedo reprocharme no haberla ama­ 11lcrno -puesto que no hago caso de los escrúpulos pro­
do. Por cierto que si ella no se hubiera entregado de ese H'11ientes de lo exterior, de parte de aquellos que tratan
modo, si no hubiera puesto en mí toda su confianza has­ rk atacarme- , me he mantenido firme. Pero aún me
ta el extremo de dejar de vivir su vida para vivir por mí, 111ormenta una angustia. Admitamos que «ella» se con­
todo me habría resultado fácil, a fin de cuentas; reírme \l'11za de que soy un impostor, admitamos que se com-
del mundo entero no me habría costado mucho, ¡pero 111 <Jineta con algún otro -debería desearlo por muchas
engañar a una jovencita ... ! ¡Ah, si tuviera el valor de vol­ 1 .1 1ones-; admitamos que entonces se entere imprevis-
ver a ella, a ella que, sin considerarme un mentiroso, 1 1 mcnte de que la he amado realmente y, que, por amor
estaba convencida de que, una vez libre, no volvería so­ 11 l'l la, he procedido así, por íntima convicción de que
bre mis pasos! ¡Cálmate, alma mía! Actuaré con firmeza lodo terminaría mal, o que, en todo caso, habría de-
y decisión, según considero justo hacerlo. Vigilaré hasta 1 .1<lo, con la mayor alegría del mundo y dando gra-
mis cartas. Conozco mi punto débil. Pero cuando escribo • 1.1s a Dios, compartir con ella mi gozo, pero nunca mi
una carta no puedo, como cuando hablo, deshacer de un 111l'lancolía. ¡Ay de mí, tal solución sería peor aún que
golpe la impresión causada, si noto que produce un efec­ 1 11 ol ra!
to demasiado grande.
No siento ninguna alegría; ya no me abandono con el
En las cercanías de la casa donde habitaba, había una l 1 1 1 pl'lu de otros tiempos, rehúso sentirme contento
iglesia; puedo aún recordar claramente el sordo tañer de H 1 1t· 1 1 t ras ella esté triste.
las campanas. A una hora señalada, en medio de las
charlas de salón, resonaba l a señal anunciadora del co­ 1 loy he vuelto a sorprenderme en un intento de hacer-
mienzo de los murmullos vespertinos. Una campana de 11 1 legar alguna noticia de mi parte, de hacerle sospe­
iglesia indicaba la hora. l li.1 r que todavía la amo. Mi mente es bastante ingeniosa
78 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 79

y, además, uno experimenta satisfacción cuando cree l 1 1 <:cordara alguna vez. De sobra sabe que basta que la
que ha hallado un recurso hábil. Quería escribir una car­ 1 1 l ucrde para que se desencadene el infierno. De todos
ta a su familia destinada a ser impresa. Llevaría como 1111idos, igual lo habría hecho aunque no me lo hubiera
encabezamiento: «Mi R.» Hubiera sido muy significati­ 111 dido.
vo para ella. La carta abundaría en alusiones sutiles.
Pero es preciso que renuncie a ello; me humillo bajo la Me siento contento de haber asistido a la segunda lec­
mano poderosa de Dios ( 1 Pe. 5, 6). Cada vez que me ' ion de Schelling, inexplicablemente contento. Hacía
asalta tal· pensamiento -y, en general, acaece varias ve­ 11111l ho tiempo que lo anhelaba con todas mis fuerzas.
ces por día- lo convierto en oración por «ella», pidien­ \pl·nas él, hablando de la relación entre filosofía y reali­
do de veras que todo redunde en su provecho. d11d, pronunció la palabra « realidad», el fruto de mi
111 nsamiento se estremeció de gozo, como el seno de lsa-
Hoy he visto a una graciosa damisela ... , pero ya no me 111 1 ( /,c. l , 44). Recuerdo su disertación palabra por pala-
atraen, no quiero saber nada con ellas. Ningún marido 111 , , desde aquel momento. De aquí puede surgir un poco
puede ser más fiel a su mujer de lo que yo lo soy con tl1• l u z . Esa sola palabra trajo a mi mente mis sufrimien-
respecto a «ella». Por otra parte, mejor que así sea; esos 111, y mis pesares filosóficos. Y para que ella pudiera par-
amoríos me trastornaban completamente. 1 li 1 par de mi alegría, ¡con qué afán regresaría a su lado,
• flt110 quisiera poder persuadirme de que ésa es la mejor

Si hubiera sido «ella» quien rompió el compromiso, . . 111ción! ¡Pobre de mí! ¡Ojalá pudiera hacerlo! Ahora he

entonces, a pesar de que la amara mucho, me hubiera 1h positado todas mis esperanzas en Schelling; pero, si
sido fácil olvidarla; habría sido capaz de correr todos 11pH:ra que puedo hacerla feliz todavía, partiría esta
mis velos sobre el asunto y olvidar, me atrevería a soñar 1111,1na noche. Es bien duro ser la causa del infortunio de
con ella como un poeta; pero ahora no puedo hacerlo. 1111 ''-'r humano; es duro también pensar que haberla he-
Evoco frecuentemente su recuerdo, y a menudo su 1111 d e dichada es casi la única esperanza que tengo de
recuerdo me asalta sin que sea necesario evocarlo. Mi . 1 l: t dichosa.
alma gana en seriedad. Quiera Dios, ¡ay de mí!, que sea
para mi bien. l'1cnso a menudo que, si me echara atrás, «ella» tal vez
• 1 un vencería de que he sido un impostor. Supongamos
Mi pensamiento se balancea sin cesar, entre dos imá­ •1111 h.,·nga poder para triturarme con una mirada (la ino­
genes de «ella»: una, joven, exuberante de vida, rebosan­ ' 11t ia ofendida bien puede hacerlo); tal idea me provo-

te de gozo, transparente; en suma: como jamás la he vis­ ' c''t rcmecimientos, me hiela de espanto; no tanto por
to quizá; la otra, pálida, encerrada en sí misma, a la 11 1wr que soportarlo -sería perfectamente capaz si su-
espera de las horas de soledad para desahogar su llanto; 1 ' 1 1 n que es para su bien-, como porque lo terrible del
en resumen: como tampoco la he visto quizá. 1111•po de La vida es esto de arrastrar a una criatura hu-
1111u 1:1 hasta donde uno se ha propuesto.
¡Afortunadamente, este asunto ya está zanjado! Y, sin
embargo, no logro darlo por terminado; no sé cuál es V\·1 daderamente existe en el sufrimiento una comuni­
este abogado del que ella dispone en mi fuero interno. l 111 u rn Dios, un pacto de lágrimas que es, en sí y por sí,
¡Qué hábil ha sido! Cuando nos separamos me rogó que .lt••• rnuy hermoso.
80 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 81

Tú que dices: «Muy bien, siervo bueno y fiel, has sido


11
fiel en lo poco» (Mt. 25, 2 1 ).8 Pero a mí no se me ha 11 1 lli\ClÓN
otorgado nada con que actuar, pues el don que recibí
no era una palanca sino un peso, un fardo que cayó so· 1111 -.cductor que tiene ya sobre la conciencia el amor de
bre mis hombros. Por cierto que pocas veces es posi· " " · '' cuantas damiselas se enamora de una joven a quien
ble hablar así sin mentir. Pero si soportaras tu destino 1 1 1 1 . 1 hasta el extremo de faltarle el valor para seducirla,
con humildad, si perdieras el mundo entero sin per· I" 1 1 1 Lampoco puede unirse a ella definitivamente. Por
der tu alma (Mt. 16, 26), si amaras a Dios, si tu misma 1-.11alidad se encuentra con otra joven notablemente
vida, sembrada de preocupaciones, se transformara 1 1 1 l'l'ida a la primera; y seduce a ésta para gozar de la

a veces en una acción de gracias, si creyeras en Dios,
1 • 1 l 1 1 1 l-ra a través de su amor.
en su inagotable riqueza, sabiduría y ciencia (Rom. 1 l ,
33) 9 y si te faltara el coraje de elevar a Dios tus manos
sin mancha ( 1 Tim. 2, 8); si este fardo, como una penu l l n a cierta señorita Hedevig Schulze, cantante de Vie-
1• 1 1 l·presenta aquí en Berlín el papel de Elvira. Es bas­
merecida, pesara más duramente sobre ti y aun te humi·
' utll' hermosa y de porte resuelto; en su actitud, por su
l laras bajo la poderosa mano de Dios ( 1 Pe. 5, 6) sin
un lamento, sin seguir el sabio consejo de olvido que lallura, por su atavío (vestido escotado de seda y guan-
te da el mundo, sin cometer l a osadía de preguntar si
1. blancos), se parece extrañamente a una cierta conoci­
12
t 1 1 1 1 1a. ¡Muy curioso! Hube de hacerme violencia para
tus sufrimientos concluirán alguna vez, si amaras a
1 111 1 ,1rme de esa impresión.
Dios, en fin, en tu propio dolor, ¿no serías, acaso, «fid
en lo poco»?
1 1 11 1 sl il uye un verdadero problema conocer el signifi-
11111 de pueblo elegido que se da a los judíos; no fueron
En el fondo, la pasión es lo esencial, el verdadero dina· 1 pm·hlo más feliz, sino más bien la víctima de un sacri-
mómetro del hombre. Nuestro tiempo mueve a compa ' ' 111 nigido por la humanidad entera. Debieron sufrir el
sión por eso mismo, porque carece de pasión. Si el bueno 1 1 l• 11 de la ley y del pecado como ningún otro pueblo.
de Jonás Olsen 1 0 l legara a odiarme como nadie ha logra· 1 , , 11 pueblo elegido en la medida en que lo son a veces
do odiar jamás, según dice en su memorable esquela, me . po\·las, por ser los más infortunados.
consideraría dichoso de ser su contemporáneo, feliz de
ser el objeto de tal odio: ¡por lo menos existiría la lucha! tI l nto de la traducción francesa. He prcíerido incluirlo por
1 , 1 1ttl' muy significativo en relación con la anotación siguiente.
I '" I )
1 1 \ 1dcnte alusión a Regina. En una carta a E. Boesen del 14 de
8. El versículo entero dice así: .,y su amo le dice: "Muy bien, siervo 1 111111 \' de 1841, Kierkegaard repite la alusión y trata de despistar a
bueno y fiel; has sido fiel en lo poco, te constituiré sobre lo mucho."• 11111,.11 de la infancia (E. Bocscn estaba de acuerdo con él en aparen­
(N. de la t.) q111 l.1 1 uptura con Regina Olscn se debía a inconstancia por parte
9. El pasaje aludido es el siguiente: • iOh profundidad de la riquc/i1, 1 1 h 1 IH·paard), pues posiblemente desconfiaba de la candidez de éste
de la sabiduría y de la ciencia de Dios!•(N. de la t.) 1 11 11 1 1¡uc lo delatara. Así, en su carta intenta demostrar un interés
1 O. Hermano de Regina Olsen. (N. de la t.) l pu1 l.1 Jctriz y en un postscriptum le recomienda que guarde silen­
(N / In t.)
, ,
82 SÓREN KJERKECAARD DIARIO INTIMO 83

\ 1d.1 una de las múltiples conjeturas de la vida y, una


Siempre puede ser útil el testimonio de tu alegría. Di­ \11 / que ha preguntado, inclina Su oído hacia ti para es­
rás: « ¿Cómo ha de ser? Nadie tiene idea de cuánto sufro ' 1 1 1 lmr ... , y tú no quieres responderle.

ni de cuánto he sufrido, el sendero de mi dolor es solita­


rio y apartado y rara vez transita por él algún viandan­ I �-.. importante, sin embargo, no dejar que las aparien­
te.» A esto responderé: «¿Tanto te interesa que alguien \ l.i-.. exteriores nos desorienten jamás. Cuando, para con-
conozca al dedillo tus sufrimientos? ¿Crees acaso que tu 11 .ttk·cir el principio de una moral absoluta, se insiste en
importancia depende de haber padecido todas las penas 1 .-.. <. ontradicciones existentes en las costumbres popula­
posibles, de modo que si hubieras hallado la paz en el " ' · cuando se sacan a relucir ejemplos que claman al
mundo todo se habría solucionado? ¿No puedes confor­ • h lo, como el de los salvajes que matan a sus padres

marte con el destino común a todos los hombres y cum­ 111l ianos, significa que nos hemos dejado impresionar
plirlo? ¿Consideras imposible que te comprendan si tus p111 los hechos exteriores. Si pudiéramos afirmar que los
sufrimientos permanecen ignorados?» ¡Oh, cuán cierto dvajes odian de veras a sus padres, sería diferente.
es que el ojo del hombre que sufre es de una muy singu­ 1'1 1 u los salvajes, como nosotros, consideran que se les
lar estructura! Semejante al oído del amante que sólo d1 h<.· amar y su único error consiste en la manera de
está hecho, en el fondo, para oír la voz de la amada aun­ d1 111ostrarles tal amor. Es evidente que los salvajes no
que sienta los demás rumores del mundo, así el oído del • • l'l'll causar daño alguno a sus padres sino, por
el con-
doliente percibe las voces de consuelo y reconoce cuál es 1 1 .11 io, beneficiarlos.
la verdadera. Así como, según las Escrituras, la fe y la
esperanza sin la caridad son «Como bronce que suena o ( uanto mayor es el desarrollo orgánico de un cuerpo,
címbalo que retiñe» ( 1 Cor. 1 3, 1 ss.), así también la all·­ 1 111to más horrorosa es su putrefacción. La hierba, al
gría exteriorizada sin mencionar el dolor es simplemen­ 111.1rchitarse, exhala perfume. El animal que se pudre,
te bronce que suena o retiñir de címbalo que pasa veloz, l i 1l·de. La corrupción de un hombre es horrenda, más ho-
sin ser escuchado por los que sufren; es voz que retiñe en 1 1 1·11da que la de la mujer. ¿Sería ésta, aca o, la prueba
el oído sin resonar en el corazón, que roza sin dejar ras­ d1 que el hombre es superior a la mujer?
tro. Pero la voz que cuando anuncia alegrías se estreme­
ce de dolor, e abre camino a través del oído y llega
hasta el corazón, donde se graba. 1 1

Aquel que tiene oídos para oír tiene capacidad par.i


preguntar. Otro tanto sucede con Dios. Pregunta con
mayor insistencia que ningún otro. É l pregunta; ¿qué e:-.
la conciencia, en efecto, sino una pregunta? Pregunta en

13. Kicrkcgaard une a propósito el primero y el último de losversícu


los del capítulo citado, que dicen así: e Si, hablando lenguas de hombn."
y de ángeles, no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo qm·
retiñe.• cAhora permanecen estas tres cosas: la fe. la esperanza, la can
dad; pero la má!> C\CClcntc de ellas es la caridad.• (N. del t. i.)
DIARIO ÍNTIMO 85

1 l ace falta valor para llorar, pero para conservar la


dicha es preciso un valor religioso.

La relación de negatividad polémica -que el paganis-


1 840-1 842 1110 introducía entre la vida futura y la existencia presen­
k - se hace patente también en la obligación impuesta a
l 1-; almas que debían beber en las aguas del Leteo antes
(PAPELES SUELTOS)
dl · entrar en los Campos Elíseos. El cristianismo, por el

T ooo es nuevo en Cristo (2 Cor. 5, 17). 1 ontrario, enseña que habremos de rendir cuentas por
1 .ida palabra ociosa (Mt. 1 2, 3); esto significa, entre otras
Éste será mi punto de vista para una especulación ex­ l o....as, la presencia total de nuestro pasado, aunque otro
positiva del conocimiento cri:stiano. 1 l'tco deba quitarnos su lacerante dolor.
(Nuevo, no solamente como algo diferente, sino tam­
bién como todo lo que ha sido renovado, rejuveneci­ ¿Cómo actúa la remisión de los pecados para obrar
do, en comparación con lo que ha envejecido y se de­ 1 111a redintegratio in statum pristinum, 1 aunque se trate de
rrumba.) p1'1.:ados actuales? Este punto adquiere una importancia
Mi punto de vista será a la vez polémico e irónico. De­ 111i1xima para la concepción cristiana de la realidad.
mostrará, además, que el cristianismo no es restricción , Cuál es la relación que existe entre el penitente perdo-
en torno a un objeto único, a una simple psique normal 1r:1do y el castigo que la misma realidad puede contener?
(no como remiendo de paño no abatanado puesto a vesti­ , Debe seguir considerándola como un castigo? ¿O acaso
.1· ha producido un cambio en su alma que le permita
do viejo (Mt. 9, 1 6), sino como pócima que devuelve la
1 onccbirla como destino?
juventud).
Hasta ahora el punto de vista comparativo para deter­ l�xisten ciertos animales tan extrañamente astutos
minar la relación del cristianismo con el pasado ha sido: p.i ra procurarse el bocado, que dejan de comer apenas
«No hay nada nuevo bajo el sol.» 11110 los mira. De esta manera me comporto yo con res­
Conducta negativa que mata la vida a causa de la mo­ pl'rlo a mis emociones, saciándome a hurtadillas sin que
notonía abstracta que lleva en sí, en tanto que el otro 11.id ic lo sospeche y fingiendo desprecio.
punto de vista es fecundo.

Al pagano forte fortunas . . se opone el aforismo cristia­


.
1 \ Ii paraguas, mi gran amigo!
no: « Dios es poderoso en los débiles.» Uno nota al ins­
tante que el primero es el punto de vista de lo inmediato, l . 1 n 1ás me abandona, sólo una vez me ha traicionado.
pues la dicha refleja simplemente, en ese caso, la genia­ '.oplaba un viento terrible y yo estaba a solas en Kogens
lidad inmediata que se ha producido en el individuo (la N\ lorv; ni un alma andaba por las calles, cuando, de
clásica «armonía preestablecida»), mientras el segundo 1 1 1 1proviso, se me volvió del revés. No sabía si abando-
es de categoría refleja y sólo otorga la felicidad a cambio 11.11 lo a su suerte por su infidelidad y volverme misántro-
del aniquilamiento del individuo.
« Retorno al estado primitivo.»
86 SOREN K!ERKEGAARD

po. Tanto afecto le he cobrado que lo llevo conmigo, llue­


va o brille el sol. Y para demostrarle que no lo aprecio
por puro interés, a veces me paseo por mi cuarto con él
como si estuviera en la calle, me apoyo en él, poso mi
barbilla sobre su mango, lo acerco a mis labios, etcétera.
30 D E NOVIEMBRE DE 1842 - MARZO DE 1 844
M i cabeza está vacía como una sala de teatro después
del espectáculo.
AS palabras de Solón, que dicen que es posible
L
no
¿Qué es el pecado sino un pacto de la mala conciencia
preciarse de ser feliz mientras se vive, encierran un
con el diablo? ¿Acaso existe algo más persistente en el
p1 ufundo dolor de vivir.
recuerdo que una mala conciencia?
Significan que sólo se es feliz en el instante mismo
¡Cuántas veces se ha expuesto la naturaleza del peca­ d\· sentirse dichoso; en cierta forma, esto es ser desdi-
do original! Y a pesar de ello se ha echado en olvido una 1 liado, pues uno reconoce así que la propia felicidad ha

categoría principal: la «angustia», que tal es el término ¡m-;ado.


verdadero. La angustia, en efecto, es el deseo de lo que se
teme, una antipatía simpática; una fuerza extraña que El Amor se despidió de Psique diciéndole así: «Si ca-
se apodera del individuo sin que éste pueda ni quiera 11,,,, tendrás un niño que será hijo de los dioses; pero si
liberarse, pues uno teme y, sin embargo, desea aquello h11blas será simplemente un hombre.» Aquellos que sa­
que teme. La angustia vuelve impotente al individuo, y l1v11 callar se convierten en hijos de los dioses, pues sólo
el primer pecado se produce siempre en ese estado de 1 1 1 1 1 el silencio nace en nosotros la conciencia del origen
impotencia; se diría que uno carece de responsabilidad, .1 \i no; aquel que habla se convierte en un hombre.
y en esta falta de responsabilidad consiste la seducción. , ( 11ántos saben callar? ¿Cuántos comprenden tan sólo el
l¡'l1i ficado de guardar silencio?
La mujer siente la angustia más que el hombre; por
eso la serpiente puso en ella sus miras a fin de lanzar el El hombre, hablando en un sentido humano, se siente
ataque; su propia angustia la traicionó. t 11110 más inclinado a atraer hacia sí a la persona amada
1 11.111to mayor conciencia tiene de su superioridad; pero,
Si una vez, una sola vez, nos hemos visto frente al
• 1 1 un sentido divino, se inclina a descender hasta ella.
más severo de los tribunales, aunque luego nos volva­
1 .1a es la dialéctica del amor. Resulta bastante curioso
mos mejores, jamás podremos olvidarlo.
•¡l tl' no lo hayamos comprendido del mismo modo con
1 1•,¡ >t.:cto al cristianismo, pues siempre se habla de la en­
El escéptico ' 111 1 1ación de Cristo como de un acto de compasión o de
111·1 1..·sidad.
Así como el seductor debería darnos la imagen refleja dl·
la aspiración incompleta que busca realizarse en la t i juicio sobre O lo uno o lo otro:
«mujer», el escéptico, frente al hombre, intenta arreba l labía una vez un joven lleno de dotes, como Alcibía­
társelo todo. t li·� Pero se extravió en el mundo; en medio de sus des-
88 SÓREN KIERKEGAARD
DIARIO fNTIMO 89

11 ... . y eJ adulto, en cambio, no acierta a comprender las


venturas se lanzó en busca de un Sócrates, al que en
vano buscó entre sus contemporáneos. Entonces rogó a
1 1 1 . 1-.. simples.
los dioses que lo transformaran en Sócrates. Y helo aquí,
�e 1lamente es posible dar al principio de identidad un
orgulloso siempre de ser un Alcibíades, sufriendo confu­
l ¡ • n i lkado de anulación del principio de contradicción,
sión y humillaciones infinitas por las gracias que los dio­
ses le otorgaron, hasta el extremo de que, cuando por fin
1 , 11110 hizo Pitágoras, pues para él el Uno no era un nú-
obtuvo algo de que enorgullecerse, acabó por sentirse el
11w1 o; el Uno precede a la separación y sólo con la sepa­
más mísero de todos.
' 11 16n comienza el número. La unidad precede a la con-
1 t .Hl icción y únicamente con la contradicción comienza
Si otra cosa no he demostrado al escribir O lo uno o lo l 1 1·\istencia.
otro, mi ejemplo muestra por l o menos que entre noso­
tros es posible escribir un libro y trabajar sin los emplas­ ¡ rrcmenda situación la de una conciencia que ha debi-
tos calientes de la simpatía ni los estímulos de la expec­ 1h 1 ...oportar desde su infancia tal compresión que toda la
tativa; trabajar aun contra corriente, aplicarse sin 1 111"1 icidad del alma, toda la energía de la libertad no
ostentación, concentrarse en el silencio mientras el últi­ d1 . 1 nza rán jamás a suprimirla! Naturalmente que los
mo de los estudiantes se permite el calificativo de holga­ 1h111cs de la vida pueden oprimir luego la conciencia,
1 11 1 0
zán para referirse a uno. Aunque mi libro careciera de cuando se presentan a una edad más avanzada les
sentido, su génesis es el epigrama más incisivo que yo 1 d 1 . 1 tiempo para revestirse de esa forma casi congénita;
haya escrito sobre estos caducos filósofos. , t onvierten en un simple momento histórico, pero no
, 11 .dgo que domina la conciencia misma. En cambio,
Dicen que la experiencia vuelve sabio al hombre. , 11.11 1do uno desde su más temprana edad se ha visto
¡Error garrafal! Si no existiera algo más allá, nos enlo­ 1 1 11 1 1 primido de esa manera, es como el niño arran-
quecería lentamente. u lu del seno materno por medio de instrumentos, que

1 1 11 N-rvará siempre el recuerdo de los dolores de la ma-


La conciencia se presupone a sí mism a, y es ocioso 1111 No es posible liberarse de un peso semejante,
investigar su origen; una pregunta harto capciosa como 1 11 1 o Lampoco es preciso desesperar; uno puede sopor-
la que se hacían los antiguos: « ¿Existió primero el árbol 1 11 lo humildemente. Constituye, sin duda, una de las
o la semilla? Sin la semilla, ¿de dónde habría brotado el 1 1 1 1·,1s más difíciles porque resulta penoso incluirla en la
primer árbol? Sin el árbol, ¿de dónde surgió la primera 1lq!,oría de culpa. En un tiempo, por temor a la so-
semilla?» 1 11 1 h 1 a a causa de mis sufrimientos, me aplacaba con
1 I , 1 \ i uma de que en el fondo todos los hombres sufren
11111 igual. Pero así caía en una especie de estoicismo
Cuando uno incuba una idea, es preciso ocultarla de
""'" e n virtud de su abstracción, elimina la idea más
toda mirada profana, de toda injerencia extraña. El pá­
""'reta de una Providencia. En su resumen, Pontop-
jaro no sigue incubando si alguien toca su nido.
1 n d . 1 1 1 dice que sólo algunos hombres son probados por
1 1 1 1 dio de sufrimientos excepcionales, pero que esto
El desarrollo de la vida es una extraña regresión. El 1. -.érá de provecho algún día. Una solución mucho
niño se rompe la cabeza por comprender las cosas difíci- 11111-.. hermosa.
90 SOREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 91

1\ udado un genio benigno a fin de que así guarde el se-


1 1 1.·10?
BOCETO 1111 sol trouve toujours un plus sor qui /'admire (Boi-
11 .1u}.2
Un hombre, en su primera juventud, en un momento 1 a moral es el punto en el que flaquean los escépticos.
de exaltación, se deja arrastrar hacia una mujer públi­ 1 k-.dc Descartes, todos están de acuerdo en admitir que
ca. Luego lo olvida. Piensa en casarse. Entonces des­ 11.rndo practicaban la duda no podían expresar nada
pierta su angustia. La idea de que tal vez sea padre, de d1 l inido en el campo del conocimiento; pero, en cambio,
que exista en algún lugar del mundo una criatura que 1 111dían actuar, porque en este campo uno puede conten­
le deba la vida lo tortura de día y de noche. No puede t 1 1 -.1..: con lo probable. ¡ Enorme contradicción! ¡Cómo si
confiarse a nadie y tampoco él posee la absoluta certe­ 1111 lucra mucho más terrible realizar algo de lo cual se
za de que así sea. Es preciso que la cosa haya sucedido rl11da (pues en este caso uno asume una responsabilidad)
con una mujer pública, y en la loca despreocupación t ¡ t ll' d ar una definición! ¿Será acaso porque Ja ética en-
de la juventud; si se hubiera tratado de un gran amor h·1 ra en sí misma la certeza? ¿Existe entonces un punto
o de una verdadera seducción, no es posible suponer •llll' l a duda no puede alcanzar?
que lo ignorara ahora; pero esa ignorancia consti tuyc < risto oculta algo a sus discípulos, porque ellos no

precisamente la causa de su agitación atormentadora. 1t 1h1 ían podido soportarlo (Jn. 16, 12). Pacto de amor
Por otra parte, la duda, debido a la liviandad del amo­ ""' Su parte; pero ¿es esto moral? He aquí una de las
río, sólo se ejerce en el momento en que él se enamora l11d.1-; más difíciles en el campo de la ética. Si callo, evi­
de veras. 1 ''' ,, otra persona un dolor; pero ¿me está permitido ha­
. 1 lo> ¿No constituye una injerencia en su existencia
l111111.1na?
BOCETO 1 "'ª es la paradoja de mi vida: con respecto a Dios,
1o 1 1 1prc estoy en el error; pero ¿es un delito hacia los
Un hombre que ha vivido largo tiempo ocultando un se­ li 1111brcs?
creto, enloquece. Uno supone entonces que su secreto ha
de ser revelado. ¡Nada de eso! A pesar de su locura, su 1 1 ,1-,unto de mi amor es de una naturaleza particu-
1 11 < ;l'neralmente los diplomados en teología siguen la
alma guarda celosamente la simulación y sus familiares
se persuaden mejor aún de que la mentira con la que los 1 • 1 11. :1 de comenzar como maestros, luego actúan un
ha engañado es la verdad. Sana de su locura, se le infor­ 1'11' ti c.·omo padres espirituales con sus predilectos, y
• 1h. 1 1 1 por transformarse en enamorados y en maridos.
ma de todo y comprende que no ha revelado nada. ¿En­
cuentra entonces en ello un motivo de alegría? ¿Habrfa • • 1 v 1 1 c.:ambio, comencé como enamorado y he acabado
deseado, acaso, desembarazarse de su secreto durante su 111111 padre espiritual. De todos modos, mi procedí­
locura? Parecería que el destino lo obligara a mantener ,, 1 1110 es mejor; no he envilecido las cosas santas al
el secreto. ¿Habrá sido una circunstancia feliz, lo habrá 1 \ ll iu de mi amor; en mi intento de doblegar a los de-

1. Este texto parece tener un sentido autobiográfico. Kierkegaard. 1 1 11 necio encuentra siempre a otro más necio que lo admira.•
en Etapas en el camino de la vida, insiste en el mismo tema. (N. de la t.) I /,, t J
92 SOREN KJERKEGAARD DIARIO fNTIMO 93

más ante la religión, comienzo por doblegarme 11 p11csto a arrastrar a la gente por la nariz. Eso no sirve
mismo. 11 1 1 1 i caso. Prefiero mandarlo todo a paseo. Escribo
·0110 me place y como se me antoja; ¡aquí mando yo!
La vida del hombre que mejor logra olvidar está rn 1 1 • 11 l·da n los otros como mejor les parezca; lo mismo da

sujeta a metamorfosis que las otras; la del que logra 1•11 dl!jen de comprar libros o de leerlos o de hacer la
cordar adquiere un carácter mucho más divino. • l l ll a.

Después de mi muerte no se encontrará entre mis pa 1' 011 qué singular severidad he sido educado, en cierta
peles (éste es mi consuel o), una sola explicación de 1 1 11111o1! De vez en cuando caigo en una tenebrosa cárcel
que en realidad ha colmado mi vida. No se hallará ent f 01111.: me revuelvo agobiado por tormentos y dolores,
los repliegues de mi alma el texto que todo lo explica 111 1·1 11 1-ever ninguna salida. De improviso surge en mi
que a menudo convierte en acontecimientos de eno . 1111.1 un pensamiento tan vívido como nunca lo con­
importancia lo que para el mundo son simples bagatel i l 111·1 a, aunque no me resulte absolutamente deseo­
y que yo mismo considero fútiles si les quito la nota ' 11 Ido; hasta entonces le había entregado m i mano iz-
creta que es su clave. pd• 1 da y ahora le entrego la derecha. Cuando dicho
·• 1 1 h11niento arraiga en mí, me siento acunado entre sus
Mi misión parece consistir en ir exponiendo la ve ' ''º"' yo, encogido como un saltamontes, crezco otra
dad a medida que la descubro, pero de tal manera que 1 .rno, vigoroso, contento. Mi sangre vuelve a circular
mismo tiempo vaya yo destruyendo mi posible autorl d d11 me siento flexible como un recién nacido. Lue­
dad. Cuando me he despojado de toda autoridad y con , , 1 1 1 1 peño mi palabra, pues es preciso que me compro-

vertido ante los ojos de los hombres en la última person •11 1,, a seguir este pensamiento hasta desarrollarlo por
en quien sea posible confiar, anuncio la verdad y los e 1 1 1 1 •o: empeño mi vida y me veo así uncido al carrn.
loco en una situación contradictoria de donde nadie p< " puedo detenerme y mis fuerzas resisten. Pero
· 1 1 tl' aquí llegado al final y debo recomenzar desde el
drá arrancarlos si ellos mismos no se deciden a asimiJ·
la verdad por su propia cuenta. Sólo logra una persona , 1 1111 1pio.
lidad aquel que se apropia de la verdad, sea quien fue
su pregonero: el asno de Balaam (Núm. 22, 22), un aleg1 1 h· ..,obra sé que en este momento soy el más fuerte en
bromista, un apóstol o un ángel. 1111 l tgl·ncia entre todos los jóvenes, pero sé también que
1 • l t terza puede serme arrebatada mañana mismo, aun
El oficio de escritor se ha convertido en el más adoc "''' . de concluir este período. Otro hombre, si descu­
nado de todos. En general, con él sólo se persigue pone ' • 1 1 1 .1 en sí una inteligencia superior, creería estar a sal­
se en evidencia como un aprendiz de jardinero en u • p 1 1 a Loda su vida. Yo no pienso así: no puedo basar­
anuncio ilustrado del Diario de Avisos Económicos, som '" 1 11 lo perecedero.

brero en mano, todo reverencias y zalemas, ofreciéndo.


a base de buenas referencias. ¡Qué tontería! Quien escri 1 1 p1 imer día de Pascuas, en los oficios de la ta rde de
be ha de comprender el tema propuesto mejor que su ll'k-.ia de Nuestra Señora (durante el sermón de
futuros lectores. O si no, que no escriba. 11 ·ll-r), «ella» me hizo un signo con la cabeza, no sé · i
O de lo contrario trate de convertirse en un picapleit< 1 1 p l ica o de perdón, en todo caso con mucho cntm;ias-
94 SóREN KJERKEGAARD DIARIO fNTIMO 95

mo. Me descubrió a pesar de que yo estaba en un lugar En Straslsund creí enloquecer al escuchar a una joven
apartado. ¡Quisiera el cielo que no lo hubiera hecho! Un que tocaba al piano el último vals de Weber, el mismo
año y medio de sufrimientos y de enormes esfuerzos des­ qlll' me acogió cuando llegué a Berlín la vez anterior,
perdiciados: ¡ella no me considera un impostor, pues! 1 wcutado entonces por un arpista ciego.

¿Por cuáles pruebas no ha de pasar, entonces? La próxi· rodo parece concertarse para evocar el recuerdo. Mi
ma etapa le ofrecerá la figura de un hipócrita. La situa­ l.11 macéutico, un solterón recalcitrante, se ha casado.
ción se hará cada vez más terrible a medida que pase el �k dio un sinfín de explicaciones al respecto: «Sólo vivi-
tiempo. ¡Que un hombre de una vida interior y una reli­ 1110:-. una vez ... Necesitamos, sin embargo, tener a al­
giosidad como las mias haya podido proceder de ese ••111l·n con quien sea posible entendernos.» ¡Cuánta sabi­
modo! Sin embargo, no puedo continuar viviendo tan d111 ía encierran estas reflexiones, sobre todo si se las
sólo para ella, exponiéndome al desprecio de los hom­ 1 ' pone sin pretensión alguna!

bres y a la pérdida de mi honor: ¿qué otra cosa he he· Mi cuarto en el Hotel Saxen da sobre el río, cerca de
cho? Llevar la locura hasta el extremo de convertirme en 1111 atracadero de barcas. ¡ Dios santo! Todo esto me re­
un bribón sólo para que ella lo creyera. ¿Con qué fin? ' 1H:rda tanto el pasado ... Detrás hay una iglesia, y el ta­
¡Pensaría que antes no lo era! n1do de las campanas que dan la hora me penetra las
Hoy, lunes, me encuentro con ella entre las 9 y las 1 0 1 1 1 1 rañas.

de la mañana. No he dado el menor paso para provocar 1 7 de mayo


este encuentro. Conoce las calles por donde suelo pasar,
yo sé por cuál... (una hoja arrancada); todo lo dispuse a �¡ hubiera tenido fe no me habría separado de Regina:
fin de que no sospeche que la culpa es suya en parte, tl1ora lo comprendo. Demos gracias a Dios. Estaba a
a fin de cuentas. Una joven debería mostrarse reserva­ p11 1 1to de perder el juicio, en estos últimos tiempos. Hu-
da y humilde; en cambio, su actitud era petulante y 111.1namente hablando, me he portado con ella de modo
hube de enseñarle la humildad humil lándome. Pero en­ 1 i11onable. Tal vez no debf haberme comprometido ja-
tonces interpretó vanamente mi tristeza y creyó que me 111.1-.. ; pero a partir de este momento he actuado frente a
mostraba humilde debido a su condición de criatura • lla con perfecta honestidad. Desde un punto de vista

incomparable. Así me provocó a la lucha. ¡ Dios la 1 ll'lico y caballeresco la he amado mucho más de lo que

perdone! Despertó m i orgullo, ésa es mi culpa. La con­ ' ll.1 me ha amado; de lo contrario no se hubiera mostra­
fundí y bien lo merecía; mi intención fue sincera, aun­ rlo r>etulante conmigo, ni me habría angustiado con sus
que no puedo decir otro tanto de lo que sucedió luego. ' ltdlidos. De esta forma he comenzado ahora a escribir
Mi tristeza se avivó entonces; a medida que trataba de 11 1 1 relato titulado « ¿Culpable o no culpable?»3 que, na-
atraerme con mayor vehemencia, sentía que mi respon­ 1 1 1 1 : t i mente, ha de contener cosas capaces de maravillar
sabilidad nunca había sido más grave por el hecho de d i nundo, pues en un año y medio he vivido en mi inte-
que existiera ese combate. Y entonces el vínculo quedó 1 tor tanta poesía como pueda caber en todas las novelas
roto. qm· se hayan escrito. Pero no puedo ni quiero que nues-
Berlín, 1O de mayo de 184.l 1 1 .1 historia se esfume en poesía; su realidad es muy dife-
1 1 111c. A fin de cuentas, no se ha convertido en una prin-
Al día siguiente de mi llegada me sentí muy mal; estu­
ve a punto de perder el sentido. 1 Incluido en Etapas en el camino de la vida. (N. de la. t.)
96 SÓREN K1ERKEGAARD DIARIO INTIMO 97

cesa de la escena,* y, si ello fuera posible, quizá se con­ t 1 l 1 1 1onios ocultan asuntillos enojosos! No quise; porque
vierta algún día en mi mujer. ¡ Dios mío! Ése era mi úni­ .,1 "IC hubiera transformado en mi concubina y entonces
co deseo y, sin embargo, he debido renunciar a él. En li •• hría preferido matarla. Pero, si hubiera sido necesaria
esto, hablando humanamente, me ha asistido toda la ra­ t1H.1 explicación, habría debido ponerla al corriente de
zón; me he portado con ella como un perfecto caballero • • •"l.1� terribles como mis relaciones con mi padre, su me­
l 11 tt. ulía, la eterna noche que lo envolvía, mi extravío,
y le he evitado la sospecha de mi dolor. Si uno mira las
cosas simplemente del lado exterior, he actuado con no­ 111 i"I deseos y mis excesos ... , que tal vez no son una ofensa
bleza; puedo preciarme de haber llevado a cabo algo que 11 .1vc ante los ojos de Dios porque ha sido la angustia la
muy pocos hubieran realizado en rni lugar; puesto que, 1 11 1 1sa de mis descarríos; ¿dónde podía buscar un apoyo
si no hubiera pensado tanto en su bien, habría podido 1 'iabfa y sospechaba que el único hombre a quien había
hacerla mía, accediendo a sus propias súplicas (no debió 1d1nirado por su fuerza y su firmeza, vacilaba?
hacerlo; fue mala táctica) y cuando su padre me rogaba; 1 a fe espera también en esta vida, pero - uno lo nota
le habría dado un placer al mismo tiempo que cumplía 11111v bien- en virtud del absurdo y no de la razón hu-
con mi deseo. Y si más tarde se cansaba le habría podido 111 111a; de otra manera es simplemente cordura de vivir,
echar en cara que fue ella quien lo quiso. No lo hice, Dios 1 ICI fe.
es testigo de que ése era mi único deseo: Dios es testigo
de cuánto he debido vigilarme para que ningún olvido l 1 �taré de deshacerme de las ideas sombrías y de las
borrara su recuerdo; creo que desde entonces no he ha­ 11 < u ras pasiones que aún subsistan en mí, por medio de
blado con ninguna muchacha. Aunque esperaba que 1111 art ículo que se titulará «Consideraciones de un lepro-
cualquier tuno enamorado viera en mí a un hombre a 1 1 .,obre sí mismo ».4
l l 1 b rá una escena entre dos leprosos: uno, simpático,
medias, a un canalla, he servido a m i época, pues en ver­ ,

dad era ciertamente.. . (hoja arrancada). 1 \'.,conde de los hombres para no inquietarlos; el otro,
...eso habría sucedido, sin lugar a dudas. Pero un ma­ 1 h "l'O�o de venganza, trata de inspirar angustias. Uno de
• 1111 1... 1 iene hermanos y sólo después descubre que su
trimonio no es lo mismo que una subasta pública, donde
todo se vende, tal cual, bajo el martillo del rematador; 111·1 tc es común; toda la familia está atacada de lepra.
un poco de probidad se impone dw·ante el tiempo que 1 k pensado en volver a ocuparme de Inés y el Tritón5

precede. Con respecto a eso, mi lealtad es evidente. Si no 1 l1 .,de un punto de vista hasta ahora desconocido para
la hubiera honrado más que a mí mismo, como a mi fu­ 1, ,.., puclas. El Tritón es un seductor, pero al conquistar el
tura esposa, si no me hubiera sentido más celoso de su 11111w de Inés se siente tan conmovido que quiere perte-
honor que del mío, habría callado y, dando cumplimien­ 111 1 vrlc por entero. No puede hacerlo, pues debería ini­
to a mis deseos, me habría casado con ella: ¡tantos ma- ' h 1 1 la en el misterio de su existencia y decirle que a una
lt01 " determinada se convierte en monstruo; por lo tan­
' ' ' • -.us nupcias no pueden ser bendecidas por la Iglesia.
* ¿Quién hubiera sospechado que una joven como ella pudiese tener

semejantes ideas? Hay en ello bastante aturdimiento y nada más que 1 1 pubrecillo se desespera y se arroja al mar para no
vanidad, como luego me ha dado pruebas; porque si hubiera tenido
tino, mi manera de romper el noviazgo debió resultarle absolutamentl' luduido en «¿Culpable o no culpable?» de Etapas en el ca111i110 de
definitiva. Mi método trataba exactamente de darle ese impulso. Pero ' 1d11. (N. de la t.)
¡así era mi niña!; al principio altanera, llena de presunción y de arru· l�n efecto, Kierkegaard trata el tema de Inés y el Tritón en Temor
gancia; luego ... ¡abatida por completo! r�t11•111ccimie11to. (N. de la t.)
98 SóREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 99

volver a surgir. Da a suponer a Inés que la ha engañado. 111 11d ición nupcial, por Lo tanto nada puedo ocultarle.
¡Esto sí que es poesía, y no esos chismes ridículos y \1 ll·más, hay ciertas cosas que nunca podré manifestar,
mezquinos que son pura farsa y necedad! • 1 '11' jamás podré decirle: la intervención divina en el
Un nudo de esta clase sólo puede deshacerse con 111 111.tl rimomo ha sido mi ruina. Si no me caso con ella,
ayuda de la religión («religión» significa que deshara 1t1y dispuesto a reanudar las relaciones mañana mis-
todo hechizo). Si el Tritón pudiera creer, tal vez su lo 11111 Me lo ha suplicado y eso basta. Puede confiar en mí
podría transformarlo en hombre. ol1 11na manera absoluta, pero sería una existencia des­
Es preciso tener fe en Dios en las cosas pequeñas; de lo .fil hada. Me hallo al borde de un volcán y es necesario
contrario nuestras relaciones con Él no son verdaderas. q11v ella se reúna conmigo para bailar juntos mientras
Si decimos de alguien: «Sé que es mi amigo y que su· 1111 1..· . Por lo mismo, demuestro más humildad cuan­
ceda lo que suceda seguirá siendo mi amigo», y luego .111 callo. Demasiado bien sé La humillación que repre­
ocurre que por cualquier futilidad nuestros puntos de.• ' 111 a .8
vista se oponen diametralmente, no obstante lo cual aún l lc: aquí un buen personaje para una comedia: un
lo consideramos como a un amigo, ¿no representaría es· l111111bre dotado de un profundo sentido del humor se
to una flaqueza? ¿No existiría, en el fondo, una forma <le l111l 1..' modista y utiliza dinero e influencias para ridiculi-
exaltación? Pues igualmente es necesario que Dios partí· 11 a las mujeres, en tanto que con ellas adopta maneras
cipe de la realidad práctica del mundo, de la cual, por 111... 111uantes y las colma de halagos y de elogios; no por­
cierto, no está ausente. Pablo, a bordo de la nave a punto • l l l l' aspire a sus favores (es demasiado intelectual para
de naufragar, no rogaba tan sólo por su salvación eterna, • 1111). sino con el fin de hacerlas vestir de modo más ri­

sino también por su salvación corporal. Tal vez debió lfl 1110 posible; así satisface su desprecio por la mujer,
resignarse y decir: «Todo ha acabado para mí... Quiero . .tm: todo cuando una de las damitas conoce a un hom-

pensar únicamente en salvar mi alma.» Sin embargo, 111 �· tan necio como ella. Para castigarlo, uno podría deri-
¡Pablo era un apóstol del Señor! 11 la trama hasta tal punto que las gentes tomaran
N. B. Periissem nisi periissem. 6 111110 muestras de buen gusto las modas maliciosamente
l 111n1das, de modo que fuera él el único que se divirtiera,
Quisiera escribir una réplica del Diario de un seduc­ 11111\ legítimamente, por otra parte; pero entonces se
tor. 7 Se trataría de una figura femenina: Diario de una ' 11,11nora de una jovencita. Quiere hacer una excepción
hetaira. Valdría la pena bosquejar una figura semejante. 1 1 111 •lla, pues no puede tolerar que lleve los ridículos
La continuación del Diario de un seductor debería ser ,..,, idos que ha creado para prostituir al sexo. Con todo,
de género picaresco; por ejemplo, sus relaciones con una 1111 logra convencerla y se ve obligado a soportar que su
mujer casada. 1111.1<la vista como las demás.
·

(Dos hojas arrancadas) ...ella: ¡si supiese todo lo que he ( rn1vence a las mujeres de que con sus atavíos maní-
sufrido durante este último año! Ella jamás hubiese des­ 111 "'l'n los matices políticos que separan a sus maridos;
cubierto njngún indicio. Pero, de improviso, mi punto de 1 ' idea conquista el favor de los hombres y la prostitu­
vista se modifica. Debo pronunciar un juramento en la • h 111 se generaliza.

6. «Me habría muerto sí no hubiese estado muerto.» Los textos sobre el modista contenidos en los párrafos siguientes
7. Publicado en la primera parte de O lo uno o lo otro. (N. de la t.) 11'" \IU<J tomados de la traducción francesa de Ferlov-Gateau. (N. de la t.)
/{)() SóREN KJERKEGAARD
DIARIO ÍNTIMO
101

11ianera! ¡En materia de diferencias, me parece, sin em­


Por ejemplo, inventa un nuevo vestido pa ra la iglesia,
. bargo, que bien puedo hacerle frente!
con el fin de prostituir, incluso allí, a sus clientes.
1.a tragedia de mi infancia, la
horrenda clave de esa
?
Réplica de mi personaje: «En la vi � todo es cuestió� 1 ,•I igiosidad que temerosas sosp
echas destilaban en m i
_ 1111c rior y que mi imaginación
de modas: la religión, el amor, los mirmaqu �s Y los. am­ forj aba e n mi alma, es-
1 .11 1dal izándom
llos que los salvajes llevan en la nariz. Me d�ferencio de e de la religión, podría tal vez
. plasmar­
los demás simplemente porque lo he perc1b1do Y por la l.1s e n una novela que se titu
lara La familia enigmática.
< oincnzaría simplem
ayuda incondicional que presto a esa diosa subl ime, has­ ente por un idil io patriarcal,
y así
.
ta estallar de risa ante ese animal, el más cómico de to­ 11.1d ic sospecharía, hasta el mom
ento en que, en medio
d,·I espanto genera l, estallar
dos, que es el hombre; he aquí que se acerca la barones� a de pronto esta palabra que
de ¿Me-has-visto?, sin duda para comprar una nueva li­ 111 nplica todo.
brea de demente.»
1 J n maniático ocupaba sus
paseos en observar atenta-
11w1 11 c a los niños, porque
suponía haber dejado encinta
Mis notas relativas a mis relaciones con Regina invier­ • 1111a muchacha
cuya suerte ignoraba; y en ese
ten extrañamente la sucesión cronológica de los hechos, momen-
1 1 1 k dominaba la preocupac
ión de encontrar al niño, si
puesto que lo acaecido en primer lugar resu lta siempre lt11 1 .1 posible. Nadie podía
explicarse la simpatía indes­
anotado en último término, prec isamente por9ue no �ra l t l pl ihle con que
miraba a las criaturas.
de temer que lo olvidase, dada la profunda impresión
causada en mí. Así pues, no he anotado aún uno de los l • I método de comenzar por
la duda para fundar la
puntos decisivos, cuando ella me repetí� que, si yo hu­ 11 11 1-.ofía parece tan ade
cuado para sus fines corno pre
biese podido persuadida de que era un impostor, o ha­� 11 11cltT que los soldados se -
cuadren cuando se les obliga a
bría soportado todo. Por otra parte, ahor� que l� pienso, 1111 l 1 1 1arse.
esas palabras no eran más que una marufestación de su

orgullo; ¡como si poseyera ta firm�za moral! N o debf
prestarles tanto crédito. La vida, sm embargo, es más
profunda. Confié en ella, creí en la grandeza de carácter
que a ella le complacía demostrarme; d�bo, pues, actuar 1 11 l1om bre de carácter humoris
ta se encuentra con una
en consecuencia; y al final será ella qwen lleve la peor 1 •\ • 11 que, poco tiempo antes,

parte. ¡Uno puede ver cuán desdi� ado es para un � m�­ 111111 1 1 1:1 si la abandonab
Je había asegurado que
a; la halla hermosa y compro
chacha carecer de educación religiosa! ¡Cuando pienso ­
' '' 1 ld:i en matrimonio
con otro. Con una reverencia
que fue necesario cierto tiempo antes de que la imprc· le
. 1 • • • ¿Puedo agradecerle a uste
d el beneficio que me ha
sionaran mis lecturas semanales de las prédicas do 11 • 1111) Permítame, en este
caso, que le demuestre mi
Mynster! ¡Es extraño que una joven pueda sentirse tan ' 1 1 1 1 1 1 d . » (Saca de su cartera
una cierta cantidad de di-
importante que sólo por haberme hecho el hono � de su 1• • • • \ se lo ofrece. Muda de
desdén, ella no hace ademán
cariño, o, mejor aún, por haberse comprometido l'n 1 111.11 cha rse y trata de
dominarlo con la mirada.) En­
matrimonio conmigo, suponga que me inquietará de esa '" • • d prosigue así: «
¡ Nada de agradecimientos! Es
102 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 103

una minucia para su ajuar de novia; y el día de la boda, 11 , 1 .c Ente» ;9 pues si permanezco en el pecado conside­
cuando haya logrado sus buenos propósitos, me compro· , •1 l 1 1 ·omo condición general estoy simplemente en la
meto por lo más sagrado", por el amor de Dios y por su 1 111 l tción n.º 2.

salvación eterna, a mandarle otro tanto.» 1 ,,. , , , puede compararse con las categorías de Aristó-
En lugar de la intriga bosquejada para La repetición, ' 1j Jt,

podría imaginar otra. Un joven dotado de imaginación y


de mucho talento, aunque mal empleado hasta entonces, 1 1 .1 'x p1-esión ética de la vida consiste en transformar
se enamora de una muchacha honesta; servirse de una 1 lid •11lo en vocación! El problema es aquí mucho más
coqueta experta en tales lides no ofrecería gran interéll 1 1 1 ¡ ¡ 1 1 , rues se trata de saber hasta qué punto puede un
psicológico, salvo desde otro punto de vista. Dicha jo­ 1 1 1 d l v l d u o hacer abstracción del problema religioso en
ven, a pesar de se;r pura e inocente, posee una gran ca· lf 1•lu ·ción. Mi vida es un ejemplo de ,ello. Si hubiera
pacidad imaginativa, sobre todo en materia amorosa, 1 1 1 1c.lo mi vocación y elegido la carrera para la cual
Al paso que él se atiene a sus muy simples ideas, ella ' 1 1 11 un notable talento, la policial, habría sido mucho
las desarrolla. Y precisamente cuando él le proporcio· ''' ' kl iz, aunque ahora sea mejor que todo haya sucedi-
na verdaderas satisfacciones comprende que no puedo 1 . . 1 lt- esta otra manera. Mi sagacidad se habría exterio­
permanecer a su lado. Su capricho aventurero por la ' 1 1tlo. La religión se habría convertido en interioridad,
variedad se ha despertado y lo fuerza a apartarse da 1 1 m> la hubiera escrutado profundamente aunque vol­
ella. Ha sido la muchacha quien lo ha convertido en '' 1 1 ella con frecuencia; al engolfarme en el problema

un seductor, pero limitado por la imposibilidad de se· 1 1 1 r loso como verdadera misión propia, he vuelto a mi
<lucirla. Sería interesante que más tarde, cuando �l IJ'll«idad contra mí mismo. Si la llamada «realidad»
alcanzara el pleno dominio de sus fuerzas, enriquecido l 111 1 11 el fin supremo, debí haber hecho una elección dife­
por la experiencia, tratara de seducirla porque «le debíu " 1 1 11•. ¡He aquí una nueva dificultad!

mucho».
1 11 1u ndo uno escribe acerca de los acontecimientos de
¿No es acaso un defecto de la personalidad entregarsu 1 1 p t op ia vida, es norma de delicadeza no decir nunca la
a otro ser hasta el extremo de no conservar el propio yo� • 1 1 l11d. sino reservarla para sí y permitir sólo que se re-
Una personalidad auténtica y madura permanece fiel a 1 1 , li' desde diversos ángulos.
sí misma como la paloma viajera a su palomar. Vended·
la cuantas veces queráis: siempre regresará. 1i., verdad lo que dicen los filósofos: «La vida sólo se
11111prcnde hacia atrás.» Pero es necesario recordar el
E l concepto de «repetición» se generaliza: 1 ) Cuando 11111 principio: «Se vive hacia adelante . » Cuanto más
debo actuar mi acción ha preexistido en mi conciencia 1 1 1 1 1 1 desmenuza esta fórmula, tanto mejor concluye que
en forma de representación o de idea; de lo contrari<J
actúo sin pensar, lo cuaJ no es actuar. 2) Desde el mo· 1 K icrkegaard emplea la palabra Enkelte, que el traductor italiano
mento que debo actuar me presupongo en un estado ori· 1 "lm L' por i/ Singo/o y los traductores franceses por l'Isolé. Con el la se
111 "' ,ti i ndividuo, a la persona a islada de la masa y «frente a Dios».
ginal íntegro. Y llegamos al problema del pecado; otra t 11 1 l\.1akcgaard representa la razón de la existencia humana, el íin de
repetición, puesto que es preciso retornar a mí mismo. l 1 • t li 11, del que ningún hombre se ve excluido. Es la base de su ataque
3) Por fin la verdadera paradoja, por la cual me convierto 111111 11 e l hegelianismo y la filosofía materialista. (N. de la t.)
104 SOREN KlERKECAARD DIARIO INTIMO 105

es imposible comprender del todo la vida en su tempora­ ta a su padre. Como no puede verse satisfecha, cae enfer­
lidad, porque ninguno de sus momentos proporciona, en ma y muere. « ¡Cuando haya muerto, será demasiado tar­
efecto, esa calma indispensable para adoptar la actitud de!» ¡Probablemente nuestra época cree que pone a Dios
de «mirar hacia atrás». L'n una situación embarazosa!
/,¡

Hasta que nuestra época no haya padecido sacudidas Es preciso que algún día utilice a Abelardo. Pero ha­
mucho más profundas, no habrá nada que hacer. La épo­ brá que modernizarlo completamente. Sus conflictos es­
ca contemporánea puede dividirse en dos categorías: los pirituales no serán entre la autoridad del Papa y de la
que escriben representan la desesperación, y los que leen Iglesia y su propio saber, sino entre su impatía, que se
desaprueban, por supuesto, a los primeros, jactándose 111clina hacia el orden establecido, y Eloísa.
de poseer una sabiduría mayor; pero si sL pieran escribir
cometerían las mismas tonterías que aquéllos. En el fon­ Pues el tiempo es quizá el más peligro o de los adver­
do, todos han alcanzado iguaJ grado de desesperación, "arios; como los partos, hiere cuando huye; acaso no
pero si no les brinda la oportunidad de volverse impor­ -;un los peores ataques los que nos sorprenden por la es­
tantes no vale la pena ni desesperar ni demostrarlo. palda?
¿Puede decirse acaso que hayan superado la duda, que la
hayan vencido? U n último análisis podría dar como ¿Qué es la fel icidad? Un espectro que perdura después
lema de nuestra época el que encontré en la Teología teu­ de haber existido. ¿Y la esperanza? Un inoportuno en-
tona •0 (tal vez las palabras alemanas no hayan tenido 1 1·ometido del que no podemos zafarnos; un hábil impos­
para el autor el mismo sentido, tal vez no haya sospecha­ tor más permanente que la honestidad; un amigo pen­
do esa desesperación extrema): «Cuando hemos dejado denciero que no quiere perder sus derechos aunque
de ser ricos de espíritu, olvidamos a Dios y nos gloria­ César haya perdido los suyos. ¿Y el recuerdo? Un incó­
mos de nuestra perdición» (c. 1 O, p. 4 1 ) Nuestra época,
.
modo lenitivo, un traidor que nos hiere por la espalda,
por decirlo así, quiere mostrar a Jos ojos de Dios una ¡11na sombra imposible de vender aunque salga un com­
vanagloria semejante. Y de este modo la desesperación prador! ¿Qué es la bienaventuranza? U n augurio que
actual prueba que no es posible prescindir de Dios, pues­ 11no deja para quien lo recoja. ¿Y la fe? Una cuerda de la
to que el estímulo de tal desesperación es justamente el 1 11al permanecemos suspendidos a menos que nos sirva-
pensamiento de Su existencia. 1 1 1os de ella para ahorcarnos. ¿Qué es la verdad? Un se-
1 1 l'lo que los hombres se llevan a la tumba. ¿Y la amis­
Cuando una muchacha no consigue obtener de su t.1d? Un tormento más. ¿Y la espera? Una flecha
amado el fin que se ha propuesto, finge que está enamo­ d1:-.parada sujeta al arco. ¿Y la realización? Una fle­
rada de otro y prueba así que la llama de su amor es ' Ita que sobrepasa el blanco.
debida al primer novio; de este modo también la tempo­
ralidad pretende darse importancia a los ojos de Dios.
Lo trata como Emelina (en el Primer amor de Scr�be) tra-

10. Die deutsche Theologie, reedición de la Teologfa de Lutero, con


notas del pastor Fr. C. Kruger (Lemgo, 1882). (N. del t. i.)
DIARIO ÍNTIMO 107

p.1drcs cristianos serían cristianos desde el momento de


11 nacimiento. Pero no, la conciencia del pecado es y será
.1c mpre la conditio sine qua non del cristianismo; si uno
pudiera verse exento de ella ya no podría convertirse en
' 1 istiano. La prueba de que es la más elevada de las reli­
MARZO - DICIEMBRE DE 1 844 J'lones la tenemos en el hecho de que ninguna otra ha
t ' p resado con igual profundidad y elevación el significa­
d1 1 que para el hombre tiene el saberse sujeto al pecado.
RE� •, 1 , precisamente esta conciencia falta en el paganismo.
T
so� simplemente las posiciones entre la fe y la
c1enc1a:
l ) San Pablo: «Sé a quién me he confiado» (2 Tim. 1 , 1 2). Platón ya admite (cosa que debe desconcertar a los
2) Credo ut intelligam. 1 q 11c, como Feuerbach,3 tanto se afanan en hacer resaltar
3) La fe y lo inmediato. 111 i m portancia de la diferenciación sexual, cuando me­
En las tres eJ saber sucede a la fe. lrw sería que sobre este asunto se refirieran al paganis-
11w) que, en el fondo, el estado de perfección humano es
Nací en 1 8 1 3, en aquel año de desastres financieros en 1 1 de la indiferenciación sexual. Piensa él que al princi­
que entraron en circulación tantos bil Jetes de banco. Mi Jl o sólo existió el sexo masculino (sin sexo femenino,
existencia podría compararse con uno de ellos. Hay en 1 vidcntemente una sexualidad indiferenciada) y que el
mí indicios de cierta grandeza, pero debido a desdicha­ no femenino apareció como consecuencia de la depra-
das coyunturas tengo escaso valor. Un billete similar ha 1.1t ión y degeneración. Supone que los hombres perver­
sido, a veces, la causa de la desventura de una fami lia. ' ' " ) disolutos fueron transformados en mujeres después
dt· -.u muerte, conservando, a pesar de ello, la esperanza
El cumplimiento de los deberes maternales se nos 111· reintegrarse al sexo masculino. Piensa que en una
brinda bajo su luz más favorable cuando se halla en con­ 1tb perfecta ocurrirá lo mismo que en el origen y sólo
flicto con las formas de rigor. Hace poco vi a una gran ' , 10.,lirá el sexo masculino; por consiguiente, habrá un
dama con su hijo en brazos; probablemente el niño se 1110 exo, el indiferenciado. Así dice Platón, a pesar de
había fatigado o no quería seguir andando; sea como q11t• ->u teoría del Estado representa la culm inación de su
fuere, se trataba de algo imprevisto, pues de lo contrario ll lo-;ofía. ¿Qué debería decirse entonces de los cristianos
la madre habría llevado consigo a una criada. Iba por • ik sus ideas acerca de una vida futura?
Oestergade2 de esta forma, sin demostrar ni enojo ni
confusión ni fastidio, contemplando feliz a su pequeño. ' l 'a mbién Aristóteles sostiene que los animales, como
¡Hermoso espectáculo! 111"' 1 1 1 uj eres , son formas mal logradas e incompletas.

Si el cristianismo pudiera naturalizarse no seria nece­ �l· di ría que el lenguaje ha sido dado a los hombres, no
sario el bautismo de los niños, puesto que por nacer de 11111 .t ocultar sus pensamientos (según afirma Talleyrand

1. «Creo para entender.» 1 nas Wesen des Christenturns, leipzig, 184 l . Kierkegaard había
2. Calle principal del viejo Copenhaguc. (N. de la t.) p111p1.1du el libro el 20 de marzo de 1844. (N. de los t. {)
/()8 SOREN KIERK.ECAARD DIARIO INTIMO 109

y según afirmó ya Young en las Noches),4 sino para ocul­ l11l· muchacho, estás incubando una desesperación silen-
tar la falta de pensamientos. 1 lnsa! » No le hizo preguntas. ¿Cómo podía interrogarlo

.1 también él era víctima de una desesperación semejan­


La tarea no consiste, como cree Ja humana estupidez, ll' � Jamás cambiaron otra palabra acerca de este asunto.
en justificar el cristianismo ante los hombres, sino en P1·1 o tanto uno como otro se convirtieron en los seres
justificarse a sí mismo ante el cristianismo. 111as melancólicos que la memoria humana recuerde en­
IH' las criaturas de esta Lierra.5
Otro motivo de risa (un buen tema para el ironista)
seda decir, por ejemplo, que un rey ha «introducido» el Éste es el origen de Ja expresión <<desesperación silen­
cristianismo en su reino, como si se tratara de la más ' 10<.;a»; hasta entonces ninguno de ellos la había emplea­
preciada raza ovina. Por desgracia, el cristianismo es lo do, y generalmente se le da otra acepción. Cuando el hijo
único que no permite ser introducido. pwnunciaba a solas esas palabras se echaba a llorar, ya
por la inexplicable emoción que lo dominaba o por el
El principio de Descartes « Pienso, luego existo» es, a 1 n uerdo de la voz emocionada del padre, lacónica como
la luz de la lógica, un juego de palabras, puesto que ese l.1 melancolía, pero provista también de su fuerza .
«existo», lógicamente, sólo significa «soy un ser pensan­ �I padre se creía culpable de la melancolía del hijo y
te» o bien, «pienso». 1 1 hijo de la del padre; la angustia les impidió siempre
1 1 1cerarse mutuamente. Pues aquella exclamación del
p. 1 dre era el desahogo de su propia melancolía y más l a
LA DESESPERACIÓN SlLENCIOSA profirió para s í mismo que dirigiéndose a su hijo.

Cuento La gran diferencia con respecto a la remisión de los


1wcados consiste en que, cuando perdonarnos una falta
El inglés Swift construyó en su juventud un manicomfo 1d prójimo, estamos convencido de que Dios también se
donde fue internado en su veje7.. Se cuenta que a menu­ 111 perdonará; pero cuando se trata de nosotros, el asunto
do se miraba al espejo, repitiendo estas palabras: « ¡ Po­ v.1 -;e vuelve más difícil. La filosofía, que con toda su chá­
bre viejo mío ! » ' liara nada explica, se limita a « pasar de largo». ¡La pri-
1 1 1l-ra condición para «pasar de largo» es sentirse tan
Había una vez u n padre y u n hijo, dotados am bos de 1 1 1 lpables que no podamos hallar perdón aunque lo dc-
grandes cual idades espirituales, ambos perspicaces, es­ 111.1� lo logren! Estamos dispuestos a creer que existen
pecialmente el padre. Los que frecuentaban su casa ha­ 1 1 1 1 1<.:has cosas que pueden servir de justificación: ¡pero
llaban en ella gran distracción. Generalmente se enta­ p.1ra los demás, no para nosotros! En todo esto no existe
b.laban discusiones entre los dos, y más parecía un trato 11.1da anormal, se trata de una hipertrofia de la subjetivi-
entre dos intel igencias que entre padre e hijo. En una
� Como ilustración de este texto es interesante dar a conocer un
ocasión, al observar a su hijo y vedo preocupado, el pa­
lt w111énto de una cana del padre de Kicrkegaard escrita Jos meses
dre, cJespué de contemplarlo largamente, le dijo: « ¡ Po- "'"'' de su muerte (27 de junio de 1838) y dirigida a su hermana, que
.111 1 .1�í: «Sin estar enfermo, me sfonto muy débil de cuerpo y de alma, y
4. Más e'U.lctamente en love o{Fame. (N. de la t.) 111111 lanlo debo decir de mis dos hijos.» (N. del t. i.)
110 SóREN KJERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 111

dad necesaria para evitar que la existencia entera se des­


componga en bagatelas a propósito de la primera frusle­
ría que ocurra, por ejemplo Persia, China, etcétera. N. B.

Antaño los hombres derivaban su importancia del na­ l'odos comprenden que e l principio de identidad domine
cimiento, de la fortuna, etc.; ahora somos menos humil­ vn cierto sentido al principio de contradicción y hasta le
des, hay más «historia universa l » , y toda la importancia � i 1-va de base. Pero éste es, simplemente, el límite del
proviene de haber nacido en el siglo XIX. ¡Viva el mila­ ¡k·nsamiento humano como las montañas azules del ho­
groso siglo xrx! ¡Vaya suerte envidiable! 'i 1.onte, como esa línea que los dibuj antes llaman de fon­
do, en tanto que la figura será siempre lo principal.
El más severo escrúpulo es y será siempre ignorar si la M i entras viva en el tiempo, el principio de identidad es
razón del sufrimiento está en el pecado o en la demencia. .1bst racción pura. Nada más fácil, por lo tanto, que enso­
La libertad, habitualmente empleada como medio de lu­ berbecerse e inducir a los demás a pensar en la .identi­
cha, se convierte dialécticamente en este caso en su más dnd total dejando de lado las diferencias. Pero podría-
horrendo adversario. 111os preguntar a uno de estos escamoteadores cómo
nt· túa en l a vida, pues en la identidad se opera fuera del
l •l'inpo. Así, el suicidio sería la única consecuencia mo­
Me hallo con mis sentimientos en la misma condición
' . 1 1 del principio de identidad si se Lo quiere mantener en
que aquel inglés poseedor de un billete de cien libras
esterlinas y que no encontró a nadie que pudiese cam­
1•1 t iempo. La confusión resulta, por consiguiente, del he-

biárselo.6
1 hu de vivir en una categoría distinta a l a del pensa-
1 1 1 icnto que nos inspira cuando escribimos algún libro.
1< )h miserias del oficio de escriba!
En el fondo sólo existe una cualidad: la individuali­
Mientras viva permaneceré en la contradicción, por­
dad. Es el eje de toda cosa; así, la comprensión de la
qut l a vida misma es contradicción. De una parte tengo
propia personalidad es cualitativa, en tanto que la que
11 l a verdad eterna; de la otra L a muJtiplicidad de la ex is-
poseemos acerca de los demás es cuantitativa. He aquí
1 1• 1 1c.: ia que el hombre, como tal, no puede penetrar, pues
l a obra de l a individualidad; pero ¿quién la desea ya?
1 ld)cr(a ser omnisciente.
Por esto mismo el agente de enlace es la fe.
Por extraño que resulte, una joven, cuanto más pura
es, más pronto conoce su naturaleza pecaminosa. Tal
descubrimiento me ha procurado gran placer; pues, en
el fondo, ése es el punto que me ha causado mayores djfi­ N B.
cultades para pensar en el pecado y subordinarle todo lo
demás. Para nosotros, pecadores, no existe dificultad al­ Dios sólo puede manifestarse al hombre en e l milagro;
guna en entenderlo. t". decir, que verlo significa ya presenciar un milagro. El
l11 1 r 1 1 bre no puede ver el milagro por sí mismo, pues el
6. Citado también en «¿Culpable o no culpable?», de Etapas en el 1 1 1 t lagro consiste en su propio aniquilamiento. Los ju­
camino de la vida. (N. de la c.) dtm. expresaban esto mismo al decir: «Ver a Dios y mo-
112 SóREN KIERKEGAARD
DIARIO fNTlMO 113

rir» (Éx. 33, 20).7 Más exacto sería decir que la visión de 1 icne un concepto claro de las propias categorías; se
ha­
Dios o del milagro ocurre en virtud del absurdo, puesto bla del bien, se lo elogia e incluso se llega a dar un ejem­
que toda razón queda de hecho descartada. plo; pero se trata si mplemente de una definición que no
'ªle de la esfera de lo inmediato (por ej. : «un buen cora-
Lo cómico estriba siempre en la contradicción. El que 1.6n », «Lo que se llama un hombre de bien»). O de lo con­
un hombre pida autorización para abrir un estableci­ t r·ario se habla de la duda total, y si alguien se arriesga a
miento de venta de cerveza y se le niegue el permiso, no l'SCribi r sobre Hamlet, los demás se persignan de espan­
tiene nada de cómico. Por el contrario, el que una mu­ t o declaran que eso es enfermedad de reflexió n. ¡Y de­
chacha solicite permiso para hacer una vida deshonesta < i r que Hamlet no llegó hasta
el extremo de dudar de
y obtenga una negativa, como a veces sucede, eso sí que ludo!
es cómico; y, como hay aquí más de una contradicción,
el efecto es mayor.

A propósito de mi Lectura de Rotschcr (Die Kunsl der


Dramaticher Darstellung, Berlín, 1 84 t , pp. 394 ss.) sobre
el acento ético, puedo decir que también yo lo he usado
corrientemente en mi vida personal, como poeta y como
declamador; cuando, en la época de mis relaciones con
Regina y de la ruptura del noviazgo, ella decía que iba a
morir, seguramente yo anuncié: «Ella elige los chillidos
y yo el dolor.» Ahora puedo decir: «Ella ha elegido los
chillidos y yo el dolor.»

N . B.

Hablar de una unidad superior que deba unificar las


contradicciones absolutas es un atentado metafísico
contra la ética. Lo mismo que todos esos discursos sobre
Lo «positivo», esas afirmaciones de que los demás son
espíritus negativos, en tanto que él, el que discurre, es un
espíritu positivo, cte. ¡Cuántas necedades! La positivi­
dad se posee en igual medida que la negatividad. Nues­
tro libre albedrío no olvida jamás ese origen dialéctico
de la libertad. Se dicen tantas necedades porque no se

7. «Mi faz no podrás verla, porque no puede verla el hombre y vi


vir.» (N. de la t.)
\

DIARJO ÍNTIMO 115

El objeto de los cinco discursos de «In vino vcritas»,


que son otras tantas caricaturas, es sacar a luz la esencia
l1:menina, pero falseándola.
El joven sólo contempla el sexo. Constantino Constan­
1 844 tius encara el hecho psicológico que es la infidelidad; es

decir, su futilidad; Víctor Eremita examina en el sexo

HOJAS SUELTAS
débil su psique y su importancia para el hombre y acaba
1 wgándola. El Modista trata el factor sensual apartado

ELACIONES entre u n padre y hijo; e l hijo descu­


lil' lo erótico propiamente dicho, como vanidad (por lo
un 1,1nto, en las relaciones mutuas entre mujeres, puesto
R bre involuntariamente las entretelas, pero no se q11c, como ha dicho un autor, las mujeres se adornan por
atreve a profundizar ese secreto. El padre es un hombre l l't:Íproca rivalidad y no para el hombre). Juan el Seduc­
apreciado, piadoso, austero; sólo una vez, en estado de tor se atiene al puro factor sensual con respecto a l ero-
embriaguez, se l e escapan algunas palabras que dejan l isrno.
entrever algo horrendo. El hijo no ]ogra enterarse por 27 de agosto de 1844
otro conducto y tampoco se atreve a preguntárselo a su
padre ni a ninguna otra persona. í f ará aproximadamente tres años que concebí la idea
1 k hacerme escritor. Lo recuerdo muy bien. Fue un do-

INFORME
1 1 1 ingo; no, vayamos por partes ... Sí, sí, exactamente un
d 1 1 1 1 1 i ngo después del almuerzo. Estaba, como de cos­
l 1 1 1 1 1 bre, en el café del parque de Frederiksberg fu mando
«In vino veritas»1 no quiere progresar. No hago más que 1 1 1 1 puro. Había salido de casa sin ninguna ruta prefij ada
escribir algunos pasajes, que no acaban de satisfacerme. \ 1 n i s pasos me llevaron, como habitualmente, a ese pa-
Creo que he reflexionado demasiado y, por lo mis mo, 1 ,1 1 c donde me encuentro tan bien como en mi propio
esterilizado mis emociones. Imposible escribir aquí en 1111¡!.ur, donde todo predispone a cierta elevación melan­
la ciudad, sería necesario viajar. Pero quizá no valga la ' ol ica por encima de este mundo y de sus cosas, donde la
pena concluir lo comenzado. La idea de com.icidad en el 1 11vidi ada gloria de l a d.ignidad real es simplemente el
erotismo ha sido bosquejada ya en Del concepto de la an­ H't uerdo que una reina guarda de su difunto señor. Para
gustia. E l Modista es una figura bien lograda, pero se 1 1 1 1 viejo habitante de Copenhague, el jardín de Frede-
trata de saber si esto no acabará por desviarme de cosas 1 lksberg adquiere fácilmente un matiz melancólico des­
más importantes. De todos modos, es preciso terminarlo ,¡, la muerte del anciano rey;2 su sucesor, al no habitar
de una vez. Si no sobreviene un rapto de inspiración, lo • 11 l' sl a residencia de verano, ha permitido a sus súbditos

abandono del todo. Últimamente mi productividad dis­ ill·plorar convenientemente la pérdida del viejo monar-
minuye o me sugiere consideraciones que no quiero
transcribir.
Federico VI, el más popular entre los soberanos del antiguo régi­
[111·11 d a nés , cuya muerte, ocurrida en 1839, fue muy lamentada en Dina-
1. Primera parlt! dt! E
tapas en el ca111i110 de la vida. {N. de la t.) 111111' "· (N. de la t.)
116 SóREN KJERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 117

ca, como un buen súbdito llora la ausencia de un prínci que.; el recuerdo; y el mejor de los súbditos no vale hoy
pe; porque un ser enfermizo ni aprecia a los vivos en su l.111to como un niño. Pues el mejor de los súbditos conoce
justo valor ni sabe tampoco llorar dignamente a los 1il1orn los sufrimientos de la dignidad real que, por lo
muertos. 1.111to, ha perdjdo para él sus atractivos; el niño, en cam-
Pero ¿acaso existe algo que pueda sustituir la inolvi­ 1110, ve al rey como al único ser dichoso; ¡ay, qué error el
dable impresión de la infancia: el rey es el rey y Federi­ 11yo! ¡El único ser dkhoso es él, el niño!
co VI es el rey? ¡ Ú nico caso en que un nombre común es El rey ya no está. Dejemos a nuestra espalda la vida
nombre propio y en que el nombre propio es nombn· h11lliciosa, el niño no acude ahora a las alegres atraccio­
común! ¿Acaso existe otra edad como la infancia, igno­ lll'S de Vesterbro; simplemente ha ido a Frederiksberg.
rante e inexperta en cuestiones de cambios de reinado y 1 1 1 conlrasle aument a el silencio. Llt:gamos al -parque
que in concreto no sabe nada, capaz de embellecer así la r lo1 1<le se reúne un pequeño grupo; tampoco la fuente

idea del rey convirtiéndolo en un ser sobrehumano? Sin p•.tá tan concurrida como en otros tiempos; a pesar de su
envidia de ninguna clase, sin sospecha alguna de los su­ 1 ordialidad y de su belleza, se asemeja al culto de una
frimientos que la dignidad real entraña, sin crítica nin­ .1·t·t a tolerada. La frondosa vegetación y el oscuro reflejo
guna de los presuntos lados buenos o de sus flaquezas, dvl agua convierten el parque en un refugio para parejas
ya sea un buen príncipe o un príncipe prudente, el rey dl· enamorados que se dedican al placer de vivir y para
representa para todo niño una figura indispensable y, lllH>S pocos desdichados, dispuestos a entregarse a sus
sin haber leído los decretos males, el niño cumple espon­ q111brías ideas. Seguía yo con la mirada a una pareja de
táneamente sus órdenes y tributa a Su Majestad las cor­ 11ovios que se adentraban en el sendero en busca de los
tesías más inimaginables. Ese rey, por supuesto, habita 1 tncones más apartados del jardín, lejos del ruido, a fin

en un castillo de marfil con balcones ... dl· encontrarse a sí mismos; descubría entonces nuevas
Y he aquí que Federico VI se presenta los domingos a p 1 rejas que como veleros distantes acudían desde lejos
bordo de un barco cuyo timón gobierna, con los remeros p.11 a perderse en medio de la multitúd.
vistiendo su librea y rodeado de cisnes y de toda esa rea­ En el café del parque se da cita un grupo de personas.
lidad que el niño conoce a través de sus juguetes de Nu­ 1 )11 icn busca allí retiro como en una fortaleza, se siente
rcmbcrg y de sus propias invenciones; había visto ya tll·jado de la rumorosa alegría de la vida cotidiana; tal
todo aquello: el rey y la reina bogando en una barca con d1,1ancia manifiesta una diferencia que se traduce en
el cortejo de los cisnes en pos de ellos. ¡Con cuánta fide­ 1111:i mezcla de sentimientos; por una parte, una pequeña
lidad la imagen se ha precisado! Pues lo que la h.terza no dn,is de buen tono deseoso de mantener la separación;
logra obtener del hombre, el niño lo obtiene con su fan­ t 11>1 otra, algo de melancólica nostalgia afanosa de elimi-
tasía; y aquello que en la plenitud de nuestra vida somos 11.11 aquélla para abandonarse a la sana sencillez de la
incapaces de extraer de la realidad, mana espontánea y 1dn popular, que no debe desperdiciar el momento y
copiosamente en la infancia. 1 1 11c, con traje de fiesta, ha de aprovechar el domingo, su
¡Ah, sí: Federico VI, en sus paseos dominicales por el df.1 de libertad.
jardín de Frederiksberg, empuñando el timón y acompa
ñado por sus remeros de librea y por el cortejo de los
cisnes .. ., un mundo del pasado! Sólo quedaba el arom<i
de las O.ores a la entrada del parque, no permanecía más
DIARIO INTIMO 119

Otro piensa: «La semilla es mía; ¿por qué he de sem­


l11.1rla?» Y la vende.
Otro, por fin, la esparce, pero con mano escasa, como
1 -,e tratara de un tesoro.
f�stos son simples croquis de apunte , porque la uni­
DICIEMBRE D E 1844 - DICIEMBRE DE 1 845 d.id de la idea no está mantenida; pero podrían ulilizar­
,,. El hallazgo es baslante bueno y podría servir, espe­
' 1.ilmente como conclusión para un sermón o como
UANDO mi padre murió, Sibbern me dijo: «Segura· 1 11 1 1 1cipio para evitar errores.
C mente que ahora no pasarás tu examen de teolo· l l na individualidad ligera y vana concibe invariable-
gfa.» Y fue entonces cuando me diplomé; si mi padre
111t·11te una idea extraordinaria acerca de la distinción de
hubiera vivido aún, no habría pasado jamás el examen.
1 1 1 1 apóstol; ve al apóstol bajo la etiqueta de la felicidad,
Después de la ruptura del noviazgo, Pedro me dijo:
<<¡Ahora sf que estás perdido del todo! » En cambio, es
.11· la magnificencia. Un alma humilde y profun ª· en ? .
• , 1mbio, tiene un claro concepto acerca de los sufnm1en-
evidente que, si algo he llegado a ser, ha sido gracias a
111' de un apóstol.
aquel paso.
N . B.: Sería preciso inlroducir una nueva ciencia: la
Con el título de Privadísima y con los lrazos más deli­
, , túrica cristiana, a modo de la Retórica de Aristóteles.
cados que fuera posible, me gustaría relralar a un alma
1 ,, <.logmálica entera es u u malentendido, especialmente
femenina, cuya grandeza estaría compuesla de lierna
1111\ día.
aceptación, modesta y púdica (por ejemplo, una Cornc·
lia Olsen 1 algo idealizada, la figura de mujer más nota­ Ese burgués tan decente, cada vez que daba una pe­
ble que he conocido y la única que ha provocado mi i ¡ m·ña limosna (carecía de medios para más), se descu-
entusiasta admiración). Mi personaje debería asislir al 111 1:1 con tanta humildad que parecía estar saludando a
casamiento de su hermana con el hombre a quien ama· 1111 -;uperior. Y lo hacía con tanta gracia, que se hubiera
ba. Conflicto de la resignación. 111 lto que saludaba a su mejor amigo.

¡:, verdad que de nadie puede uno aprender tanto


Una contrarréplica de la parábola del sembrador • 111110 de los niños, pero es cierto también que un padre
• 1 11 1 e el riesgo de echarse a perde1· con semejante apren­
(Mt. 13, 3-9) trataría de los predicadores.
El propietario de una casa de labranza da a cada uno . 1 1 1 . 1 je. Tener a nuestro lado
� un ser similar, con �l .cual
de sus siervos una canlidad igual de la buena semilla 11111.i �1Lrevemos a desahogarnos y, sin embargo, exigir de
que posee. • 1 110 sólo obediencia sino también amor; poseer junto a
Pero uno de ellos esconde su parte en un rincón húmc· 111 1-.111 ros a una criatura pequeña a cuyos ojos siempre
do, la semilla fermenta y germina demasiado pronto. 11 , 1harnos por tener razón: ¡qué peligro!
Otro la mezcla con grano de calidad inferior.
1 1 v11Le al matrimonio soy como Diana ante las partu-
1. Hermana de Regina, quien siempre tuvo a Kierkegaard en gran
cslima. (N. de la t.)
1 " 111as; su misma virginidad les servía de ayuda.
\ SÓREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO /2I

h•ncia. No es capaz de conclusiones; aunque su seriedad

Definición de la ironía 11· permite vencer cualquier estadio estético, no está en


1 1 111diciones de competir en espiritualidad con los es­

¿Qué es la ironía? La unidad de pasión ética, que infi­ fl•t as.


1) El momento religioso nace de una aproximación
nitamente afianza en interioridad al propio «YO», y de la
educación, la cual en su exterior (el comercio con los tl1·1 noníaca. Quidam de la experiencia: el humor es algo
1•.1 como su fondo original y su incógnito (Frater Taci-
hombres) hace infiniLamente una abstracción de es<.·
1 1 1 1 nus).
mismo «yo». Esta abstracción oculta a los ojos de los
demás la primera unidad, y en esto consiste el arte, en la
verdadera infinitización de la interioridad. '>cría preciso escribir dos nuevos libros.

Relación entre O lo uno o lo otro y Confesiones de un poeta


Etapas en el camino de la vida
S11 martirio consiste en querer ser un carácter religio-
u, pero se equivoca siempre y se convierte en poeta; por
En O lo uno o lo otro el estetismo era un presente en
lucha contra la ética; el momento ético era la «elección• • 111 1-;iguiente, un amante infortunado de Dios (su pasión
• • dialéctica en el sentido de que constituye una especie
por medio de la cual uno se aparta de lo estético. Por
1 ll• l'ngaño hacia Dios).
esto sólo existían dos caminos en la vida, y la victoria del
Asesor era absoluta aunque el libro concluya con un ser­
món y con la siguiente observación: «Sólo l a verdad qul' Secreto de un corazón (v. Privadísima)
edifica es verdad para mí» (la interioridad, punto dl• 'ier simplemente vecino de la desdicha y, sin embargo,
partida de mis disertaciones edificantes). el más desdichado
En Etapas en el camino de la vida existen dos caminos
Frecuencia de tales situaciones en la vida, donde
y la situación es diferente:
'l1d1:n está al margen y, por tanto, fuera, es quien más
1) El momento sensual estético es rechazado como
algo perteneciente al pasado (un « recuerdo», por lo tan­
1 1 l i L". Sofía Beaumarchais (Clavijo).
to), pues no es posible suprimirlo.
El Joven (melancolía del espíritu); Constantino Cons­ r.il vez sería justo reanudar Ja experiencia psicológica
tantius {endurecimiento intelectual); Víctor Eremita, 1 1 11 1 otro dilema; por ejemplo, un aspirante a pastor que
que no puede ser ya editor (ironía simpatizante); el Mo­ i. 1nu serlo (a causa de una culpa ... Escena: se esconde en
dista (desesperación demoníaca); Juan el Seductor (per­ 1 1 1 1 lugar apartado, no se atreve a hacerlo en su propia
dición, una individualidad «deshonrada »), que acaba ' ""·' por temor a que lo sorprendan, para leer derecho
1 1 1 101 1ico y conocer así qué pecados prohíbe la Iglesia. El
por decir que la mujer sólo es «el momento». Y entonces
interviene el Asesor, según el cual la belleza de la mujer ¡ 11 1 1 1cipio: de occultis non judicat Ecclesia 2). No obstante,
11 1 1 1 1ico deseo es ser pastor, pues le parece que así podrá
aumenta con los años, puesto que su realidad consisk
11 1•.1rar en parte su culpa. El conflicto dialéctico se plan-
precisamente en la duración.
2) El momento ético como lucha. El Asesor no se picr

�La Iglesia no juzga los secretos.,.
de en lecciones sentimentales, sino que lucha con la exis
122 SÓREN KJERKEGAARD DIAIHO ÍNTIMO

tea en los siguientes términos: ¿es útil para Jos demás l e correría mayor peligro de quebrársela y la inminencia
que calle su falta o valdría más confesarlo todo? De oc­ del hecho le parecería ya una falta. Supongamos que no
cullis non judicat Ecclesia, podría ser el título. haya podido sobreponerse a esta primera impresión. En­
Poner en sus labios esta réplica: « ¡Quisiera Dios que la tonces, por amor a sus padres, para que no los aflija la
Iglesia no juzgara las cosas ocultas! ¡Quisiera Dios qul' 1 ncursión en esta culpa, tratará de mantenerse firme to­
asf fuera! El consuelo de tantos es para mí causa de su­ do el tiempo que le sea posible. Como cuando se ata un
frimientos infinitos. ¿Debo denunciarme? Sería cerrar­ caballo a una carga demasiado pesada y el animal tira
me el acceso al ministerio sagrado. Pero ¿osaré hacerlo? �un todas sus fuerzas hasta que acaba por caer exhausto.
Réplica: por encima de todas las cosas me falta el púl­ Tal vez, un «desvío» similar se da, a veces, respecto
pito, me siento como el enfermo que yace en su lecho de dd pecado, por causa precisamente de los que nos quie­
muerte o en el hospital. ren bien. Como el padre que, habiendo malgastado su
vida en la disolución, a fin de apartar de ella a su hijo,
He comprado una nueva edición del Derecho Canóni­ rnnsidere el instinto sexual como pecado y olvide la dife-
co para reanudar los estudios y saber así si podré o no 1 ·ncia existente entre él y e1 niño, el cual, en su incons­
ser pastor. El simple hecho de comprarlo me hizo estre­ ' it-ncia, naturalmente lo interpretará mal... ¡Qué desdi-
mecer, pensando que el librero podía leer en mi cara el 1 ha cuando desde la infancia uno se ha visto uncido a
propósito doloroso para el cual ha de servirme. l�dcs penas para toda la vida!
Aunque el sistema 3 tuviera la cortesía de asignarme
un cuarto de amigo bajo su techo para no dejarme a la e podría imaginar a alguien capaz de vivir toda la
intemperie, preferiré siempre ser un pensador como un \ ida con la preocupación constante de carecer de fe y a
pájaro en l a rama. quien se dijese: « Querido amigo, ¡tú has tenido fe! ¡Tu
p1 cocupación fue tan sólo el dolor de la interioridad!»
Etapas en el camino de la vida no tendrá tantos lectores
como O lo uno o lo otro; casi no despierta atención. ¡Muy
bien! Así me veré libre de esa canalla bobalicona qul' f(l· PUCA
siempre quiere estar presente donde hay aglomeración.
¿Acaso no lo habfa previsto en el postscriptum de Culpa­ h1 un gran barril de arenques, siempre una de las capas
ble o no culpable? 1 ... 16
apretada y desmenuzada; en los cajones de frutas,
lns que están colocadas a los lados se maceran y se pier­
El otoño, a pesar de que nos recuerda el ocaso, será clrn ... Y así, en cada generación, los hombres que están
siempre para mí la estación preferida. Cuando l legue el 111 margen, víctimas del embalaje, tienen la misión de
momento de mi ocaso, quisiera que alguien me amas�· p1 otcger a los demás.
como yo he amado al otoño.
La reflexión ética es el punto decisivo en la vida. Ella
Si se le dijera a un niño que quebrarse una pierna es
1 1 1 1 1 inistra la autorización y Ja medida de la existencia
pecado, el pobrecillo viviría en la angustia. Posiblemen
l 1 1 1 1 1 1 ana. Las demás diferencias no cuentan, por otra
3. Expresi ón con·iente de Kierkegaard para designar al hcgcl iani� p.11 lc. No hay diferencia entre un comerciante al por
mo, y en particular a la teología racionalista. (N. de los t. {.) 11 1.1yor que mide millones de palmos de tela por año y
12.J SóREN KJERKEGAARD

una pobre viuda que sólo mide algunos centenares. La


diferencia estriba en el «Cómo», es decir, en que ambos
se sirvan del patrón legal para medir.

¡Qué extraño! Una fruslería que los l lamados astutos


acaban por descuidar y aun despreciar, se venga a me­ ENERO - DICIEMBRE DE 1 846
nudo, pues cuando alguien enloquece, el motivo es casi
siempre alguna fruslería.
l wtado conclusivo 1
Gracias a Dios, figuro entre los benjamines de la fortu­
na o entre los muy admirados; y aunque me sienta dis­ l�I manuscrito fue entregado a la imprenta a mediados
puesto a alegrarme de ello y a incl inarme ante los afor­ tk diciembre o poco después. Comprendía también un
tunados, no deseo serlo porque una existencia semejan­ 11 pl!ndice: « U na expl icación primera y última», pero lo
te se opone a lo «genera l » 4 y priva de consuelo a los in­ < onservé en mi poder para retocarlo y por último lo en­

felices. vié para que la obra no envejeciera en la imprenta. No


quise incluir la nota referente a un texto que se ocupa de
Existe un pájaro (el quebrantahuesos) que es llamado lo-; seudónimos porque ha sido escrita durante la imprc­
precursor de l a lluvia. Así soy yo. Cuando el temporal \1Ón. Las mentiras, las habladurías y los chistes plebeyos
comienza a formarse sobre una generación, aparecen las q11c me rodean vuelven ya la situación lo bastante crítica
individualidades como la mía. ' .. lgudizan, tal vez demasiado, mi ansiedad por tener la
HT<lad de mi parte hasta en los más ínfimos matices.
4. T�rmino técnico usado por Kierkegaard para indicar lo que me· 1 De qué me sirve?

tafísicamente constituye la naturaleza común a todos lo:. indi' iduo .


(N. del t. i.)
Debido a los engorros con El Corsario y a todo el fasti­
cl 10 de l a ciudad, he pensado i no sería mejor suprimir
l.1 página del tratado donde me adjudico la paternidad
1k mis seudónimos, y dejar constancia en la impresión
1kíinitiva, con indicación de fechas, de que la obra ente-
1 . 1 1.:ra anterior a este jaleo. ¡Pero no! La verdad exige que
110 Lenga en cuenta esas cosas, como lo había decidido, y
qm� deje en manos de Dios las consecuencias; recibién­
dolo todo de su mano como buena dádiva y don perfecto
dl' Su bondad (Sanl. 1 , 17) y desdeñando actuar según la
pr udencia humana, en la confianza de que Él me otorga­
' " L'Spíritu de firmeza y de certidumbre.

Tratado acientífico conclusivo sobre las «Grageftas» filosóficas, cn-


1.1do por Kierkegaard a la imprenta el 30 de diciembre de 1 845, según
lu· 1 �gistros del tipógrafo Bianco Luno. (N. del t. i.)
126 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO fNTJMO 127

Por ahora mi proyecto es hacerme pastor. Hace meses 1 lasta ahora he estado al servicio de mis seudónimos
que suplico a Dios que me ayude y hace tiempo que veo 1111 n ayudarles a convertirse en escritores; pero en lo fu-
1
que debo dejar de escribir, pues o me convierto en un 11110 me decidiré por la escasa productividad que puedo
escritor completo o no lo soy del todo. Mientras me dedi­ 1 1 1d.1vía permitirme; la realizaré en forma de reseñas a
co a la corrección de las pruebas no he emprendido nada p1 opósito de tales o cuales artículos ajenos y expondré
nuevo, excepto el pequeño «Intercambio de observacio­ 1111' pensamientos así, como si formaran parte de l a obra
nes de dos épocas», que, a su modo, es una especie de , 1 11rn.:otada. ¿Evitaré acaso, de esta manera, aparecer
punto final. 1 1 11110 autor?
7 de febrero de 1846 I de febrero de 1846

¡Horrendo! Aquel hombre, cuando aún era un niño y <


:.da vez que me hallo frente a un nuevo periódico
cuidaba los rebaños en las landas de Jutlandia, descora­ p.1ra hacer reír)) pienso melancóHcamente: « ¡ Dios mío,
zonado por el sufrimiento y por el hambre que padecía, IH nquí a otro que ha intentado arrojarse al agua pero
trepó un día a una colina y maldijo a Dios: ¡Y ese hom­ i¡11l' primero ha querido jugar su última carta, tratando
bre no podía olvidarlo a los ochenta y dos años! 2 d1 ronvertirse en un periodista gracioso y satírico!»

l�I nuevo desarrollo que está adquiriendo nuestra épo­


• 11 110 puede seguir la dirección de la política, pues la
De occultis non judicat Ecclesia 1 u 1l11ica es una dialéctica entre las generaciones y el in­
dh 1duo, una relación que hace del individuo un « repre-
¿Seré capaz de callar la culpa? Pero ¿cómo me atreveré ' 11tante». En la época actual los individuos demuestran
a confesarla? Dios puede hacerla pública si así lo qukre; 1 demasiado reflexivos para conformarse con el papel

¿no seria acaso mi denuncia una arrogación de los fines .11 -.¡i mples «representantes».
de la Providencia?
Hoy un recuerdo acusador cruzó por mi mente. ¿Y si F. n mi opinión, vencer no debe significar que yo he
la acusación llegara a conocimiento de todos? Podría 1 11<.:ido, sino que la idea ha vencido gracias a mí, aun­
irme lejos, vivir en tierra extraña, lejos del recuerdo y qtll' vo tenga que ser sacrificado.
de todo peligro de publicidad. Podría vivir oculto . .. No,
debo permanecer en mi puesto sin alterar mi conducta Huscar el aplauso del « momento» es lo mismo que co-
en absoluto, sin ninguna medida de prudencia, enco­ 1 1 �·1 tras de su propia sombra. Ésta huye de quien la per-
mendándome a Dios para todo. 1111c. Recuerdo, a propósito de eso, una ilustración de
¡Es tremendo que una actitud de firmeza semejante no 1111 devocionario: un niño corre detrás de su sombra y la
sirva de impulso para un hombre y que, en cambio, lo 1 1 1 1 1bra corre junto con él.
detenga la simple posibilidad!
1 in de cuentas creo que todo ha sido tergiversado. Ya
2. Episodio de la vida del padre de Kierkegaard, citado también por 1 11 1 escribe para que los demás aprendan algo. ¡ Por
'l.'.
su hermano Pedro. (N. de la t.} t 1 1 1dad! Representaría una falta de tacto. Los lectores
128 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 129

todo lo saben ya. No es el lector quien necesita del escri 1h•I �scritor) interviene el factor pecuniario (pago o esti-
tor como el enfermo del médico, ¡sino el escritor qukn 1 11 n d io, etc.), es preciso que quien mantiene dicha exis­
tiene necesidad del lector! En resumen, el escritor es un lt 1 11.: ia espiri tua l sostenga y asuma la gestión del propio
pobre diablo sumido en la miseria que se dedica enton· • lado pecurúario, no como un medio para procurarse
ces a escribir como si se sometiera a un examen para ser 111.1 ores ganancias, sino para que la situación conserve,
juzgado por los omniscientes lectores. El escritor que no 1 IK'Sar de todo, un carácter más pudoroso. Si el asunto
gana el dinero a montones no es tal. Por esto no son con• 1• ·onvierte en oficio ajeno, pronto acabará en la impu-

siderados como escritores los que insertan anuncios CO• .1 lt'ia. No faltan los ejemplos de impudicia con respecto
merciales en los periódicos ... , ¡pues ellos son los que pa· 1 l os editores; en este caso, su pretensión de considerar
gan! 1 1 1 reservas el fruto d el espíritu como una mercadería . A
1 1 vez, el público tiene en sus manos al editor por medio
«Y les dará mozos por príncipes » , dice uno de los pro­ .lt 1 <linero, y el editor, en razón del negocio, conserva al
fetas del Antiguo Testamento (Is. 3, 4), anunciando el 111fnr en su poder; con frecuencia ocurre así que el escri
-

castigo más duro ·para el. desobediente Israel. Muy apro• 1. 11 (q ue debería poseer, en materia de dinero, la casti­
piado para nuestra época, en que los muchachos escri• d11d y la celosa modestia de una jovencita virtuosa) está
ben en periódicos, etc. También Sócrates lo dice en 111 1 11¡ 1 igado a sonrojarse ante la ofensa, pero carece de re-
República de Platón: al final los padres temerán a loll 1 1 1 1 sos para hacerse valer.
hijos y, por temor a el los, deberán hacer bulla y divertir Su pongamos que se adopte la siguiente costumbre: un
los, sometidos por completo a los hijos. p 1•.tor emplea a un gerente para la administración del
. l l 1 1L·ro, diezmos y ofrendas; no hay nada que objetar,
Un ironista que cuenta con la mayoría es eo ipso un l'"''"' el gerente está a] servicio del pastor. Pero suponga-
ironista mediocre. Pues contar con l a «mayoría» es la 11111.., que el primero goce de una situación independ ien-
aspiración de lo « inmediato».3 La ironía es sospechosa 1 . , que compre al segundo los derechos de los ingresos
tanto para la izquierda como para l a derecha. Por lo tan• 1 1 1•. 1 1 1ral es y los utilice con fines especulativos. Por inte­
to, un irónico de verdad nunca arrastra a la mayoría; l'I , , .. 1 1 1onetario deseará entonces que el pastor se manten­
bufón, sí. ' 1 l'll buenos términos con sus feligreses. ¿Cuál será la
• • 1 1..,l:cuencia? Los sábados por las noches el pastor irá a
Ninguna escuela de la contrición promueve a l a etcr· 1111J..,Lrar sus disertaciones al gerente y tal vez éste le
nidad. 1 1,., 1 :«Si Vuestra Reverencia habla así, ni los perros
�' a la iglesia y, ¡demonios!, eso no conviene a los
1 1 d i rán
Que existan editores, es decir, hombres cuya existen· 1 1 1 l r l cses de la cuestación. De e se modo no podré liqui­
'

cia entera confirma que los l ibros son una mercancía y d l 1 1 k· una suma anual, cosa que a usted también le inte -

autor un mercader, indica una situación absolutamenl� " 11. Es preciso que halague un poco a sus feligreses, y
inmoral. Cuando en una existencia espiritual (como la n h· explicaré cómo ha de hacerlo. No es que pretenda
1l1l'r cómo se compone un sermón in forrnis, pero co­
'" 11t l
o a dedillo la época y las exigencias de los fieles.»
3. Kie1-kegaard indica con este término al hombre espontáneo q111•
no conoce la dialéctica de la vida y de los valores espirituales, cualidml l11L·11so que el pastor se sonrojaría avergonzado y que
propia del ironista y del humorista. (N. del r. i.) 1 1 1 1 : « ¿Acaso es mi misión de maestro la de halagar a
.
130 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO fNTIMO 131

los fieles o la de reunir dinero?» El gerente replicaría ' 1 plan entero, según mis deseos. Actualmente, vista a la
entonces: « Eso que usted dice es producto de la exalta­ 1111 de la idea, mi posición dentro de la literatura es la
ción o de algo por el estilo; poco me importan tales pre­ '" · '� correcta posible, situada de tal manera que ser es-
tensiones: cada uno atiende a su oficio y el mío consiste 1 1 1or se convierte en una proeza. Ha sido la más feliz de
en mantener a Vuestra Reverencia a la altura de las cir­ 1 ,., ocurrencias que, en el preciso momento en que esta­
cunstancias.» l 1.1 ,, punto de dar fin a mi actividad como escritor y que
Tal sería el caso del pastor y de su gerente. ¡Es inde­ '"t 1 1 1 1 iendo todos los seudónimos corría el riesgo de con­
cente que el dinero tirano meta la nariz en los sermones \1 1 1 irme en una especie de autoridad, haya sobrevenido
y que éstos hayan de ser juzgados tomando el lucro por 1 1 querella con El Corsario, impidiéndome todo acerca-
medida! Nuestro gerente carece de los apoyos de un edi­ 1111l·nto directo.
tor, cuya filosofía del dinero halla un sostén en todos los l\lk preocupan especialmente dos cosas: 1 ) que intelec-
asalariados de la imprenta. 1 1 1.il mcnte, en el sentido griego, permanezco fiel a mi
Pero el pudor es indispensable para todo verdadero lill·a, cueste lo que cueste; 2) que, en el aspecto religioso,
estado espiritual. ¿De qué podrá servir al público el que • 110 me causa u n efecto altamente ennoblecedor. Ruego
sienta tal vez un autor, si debe abrirse paso a través del 1 Dios por esto último. Siempre he estado solo y ahora
ambiente del descaro: dinero, dinero, dinero -exigen­ I • 11dré de nuevo, verdaderamente, la oportunidad de
-··-
cias de la época- , dinero, dinero? • 11 rcitarme. Mi solitario secreto no me da pesares, sino
Con la mayoría de los filósofos sistemáticos y sus siste­ l 1 1 1plcmente la convicción de que poseo la fuerza nece-
mas ocurre lo mismo que con aquel que, después de 1 1 ia para transformar el elemento hostil en útil para m i
construirse un castillo, habita en un pajar. Ellos no vi­ 111 opósito, sin que eso se adivine. Por cierto que una vida
ven dentro de sus enormes edificios sistemáticos. En d 1 111cjante conforta, pero ¡qué tremendamente difícil es!
campo del espíritu, esto constituye una objeción capital. , IJ11é aspecto doloroso de la vida humana se nos ahorra?
Las ideas de un hombre deben ser su propia morada; de! l 1 1ste resulta comprobar que lo que con el tiempo será
lo contrario, peor para ellas. 111ut 1vo de admiración deba er siempre mal interpreta­
il11 por los contemporáneos! Pero la religiosidad es, una
1 / rnás, el elemento salvador; en ella encontramos la
1NFORME 4 111 1putía hacia todos, no la simpatía que consiste en
' 11.11 l a r con los amigos del partido y con los propios se-
9 de marzo de 1846 1 1 1,1('CS, sino la simpatía infinita hacia todo el mundo:
f1 11 :-. ilencio!
El Tratado a.científico conclusivo ha aparecido; los seu­ 1\sí están las cosas; cuando haya muerto, algún día
dónimos han sido asumidos; un día de éstos se empezará 1h1 irán los ojos y admirarán aquello que he querido. Y
la impresión de La repetición. Todo está en orden . Debo .1 mismo tiempo se comportarán de una manera seme-
solamente guardar la calma y estar callado, confiando 1 11111..· con algún contemporáneo, que tal vez sea el único
en que El Corsario apoye ciertamente de modo negativo 1111· me comprenda. ¡ Dios mío! Si no existiera algo más
1 1 1 1 1 1110 para el hombre, algo que le permita olvidar todo
4. Del extenso informe de Kierkegaard a propósito de su polémint ' 111, olvidarlo por completo en su unión contigo, ¿quién
con El Corsario se han extraído estos párrafos. (N. de la t.) p11d1 ía soportado?
132 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 133

Pero mi actividad como escritor ha concluido ahora, � 1 1 1 raté indirectamente de apoyarlo en forma negativa;
gracias a Dios. Me ha sido concedido (doy gracias de ello p111 mi parte puedo elogiar su seguridad para hallar la
al Señor) como segundo don, luego de haber publicado p111pia posición. Creo que ha obtenido lo que deseaba.
O lo uno o lo otro, el poder ponerle fin por mí mismo, el 1 .pl·raba que eligiera el camino del honor para hacerse
comprender que había llegado el momento de concluir. 1 1 1 1 11ombre; hoy me apena sinceramente que, como cdi-
¡Ni siquiera esto verán los hombres, pues a ellos no les 1111 del Corsario, persista en el camino del deshonor. Mi
parecerá así, aunque dos palabras mías bastarían para d1 'l'O fue salvar, en lo posible, a un hombre que estaba
demostrarles la vc1·dad del caso con hechos evidentes! il111.1do aún de buenas condiciones, de que se convirtiera
Demasiado bien lo sé, y lo acato como sucedido dentro 1 1 1 instrumento de la plebe; pero, a la verdad, no fue mi

del orden de las cosas. Me ha dolido bastante. Hubiera d1 °'l'O er vergonzosamente pagado con verme inmorta­
querido proclamar a gritos mi descubrimiento, pero dc­ l11.1do en un periódico en virtud del deshonor que no de-
jémoslo todo como está. 111•1 ía existir y con el que sólo yo puedo desear ser inju­
Sólo deseo vencerme a mí mismo y lograr convertirme ' .ido. Para mi existencia como escritor, «Conviene» la
en un pastor. En la campaña, en medio de una tranquila 11lj11ria; yo mismo la he deseado y buscado apenas me
actividad, ocupando mis horas l ibres en escribir cosas inil ié como escritor; porque cuando escribí Frater Taci-
de poca importancia, quiero respirar con más suavidad, 1111 1111<;, Johannes Climacus 6 ya había sido entregado a la
aunque la vida actual también me da ciertas satisfaccio­ 1111prcnta poco días antes. Con este paso esperaba, a la
nes. \ 1 1, a udar a lo demás, pero ellos no lo quieren así; y
Pero nada de escribir; ni una sola palabra me está per­ tl1ora continúo buscando que se me insulte, porque con-
mitida; no me atrevo. El lector me reconocería al menor 11·11c a mi plan y para acar alguna utilidad del hecho
signo y esto originaría confusión. En estos últimos tiem­ 1lt que exista un periódico semejante.
pos se me han ocurrido diversas cosas que no están mal,
pero las destinaré a otras circunstancias. Lo último que Ml' interesaba exponer las diversas etapas de la exis-
había proyectado sería algo as(: 11 11cia, a ser posible, en una sola obra; así considero toda
1111 producción seudónima. Para tal fin importaba man­
'' 1u:rlas todas en un plano de inalterable igualdad; por
CLARO Y EXPEDITIVO , wmplo, que la religiosidad no se manifcslase solamente
1 11.indo el estilo, debido a mi avanzada edad, hubiese
Para mí, un editor es responsable, desde el punto de vis­ 1w1 dido algo de la exuberancia imaginativa propia de la
ta literario, de que no existan escritores. Es editor del , ,,l�I ica. No quiero decir con esto que la religio idad de-
Corsario el señor estudiante Goldschmidt; mente despl'· 11.1 poseer esa exuberancia, sino que el escritor debe ser
jada, carente de ideas y de cultura, desprovisto de unu 1 ,1paz de producirla y, de este modo, demostrar eviden-
concepción de la vida y de dominio de sí mismo, pero no 11·11icnte que falta en la obra por una razón accidental, o
sin cierto talento y con una fuerza estética de desespera· ,,.,,, porque eJ escritor no es ya muy joven.
do. En determinado momento crítico se dirigió a mf 5 y
" Respectivamente los cudónimo� de ¿Culpable o 110 culpable?
S. El mismo Goldschmidt confirma el hecho en su auLObiograffa Liw ( t l'i ) y de Artículos para los lectores de «Etapas e11 el camino de la vida»,
rin drigerog Resultater (Rccuerdos y resultados de una vida). (N. del l. i.) \ .i. 1 Tratado aciewí{ico co11c/11sivo (1846). (N. del t. i.)
134 SÓREN KJERKE.GAARD DIARTO INTIMO 135

¿Creen acaso que cuando escribo lo hago al correr de l l H l , comparada con mi fntimo afán , todo esto se ha ma­
la pluma? ¡Pobres! Estoy persuadido de que no existe logrado ahora. La plebe, los aprendices, los matarifes,
ningún escritor danés que cuide tanto la elección de la los colegiales, toda esa calaña de gentes han sido azuza­
más insignificante palabra. Redacto dos veces todo lo das en m i contra. No quiero exhibirme ante u n público
que escribo, y ciertos pasajes hasta tres o cuatro; luego tk: tal estofa; nada tengo que ver con ellos, carecen de la
-cosa que generalmente no se tiene en cuenta- están preparación necesaria para poner de relieve mi ironía y
también mis meditaciones durante mis paseos; digo mis para encuadrarla dentro de un significado ideal. Sobre
pensamientos en voz alta, repetidas veces, antes de es­ lodo, yo me dirigía a los hombres cuya cultura les per-

cribirlos. ¡Y a esto lo llaman escri bir al correr de la plu­ 1 1 i i t icra comprender y medir, de cualquier modo que

ma! ¿Y por qué? Por la razón de que nada saben, porque hiera, mi profundidad; mi ironía esperaba satisfacerse

son escritores durante unas horas, como máximo, cuan­ 111 ver cuán ventajosamente m e juzgaban. Pero la clase
do se encierran en sus aposentos para escribir, y el resto uhsolutamente inculta, Jos colegiales, los matarifes, toda
del día no se ocupan de sus propias ideas. Los escritores 1 • gente de esa ralea no tiene ningún tipo de prepara-
de esta talla, cuando regresan a sus casas, necesitan 1 1 1 1 1 1 , son u n terreno refractario donde la ironía no pene­
tiempo para ponerse a trabajar, en tanto que yo vuelvo a l rn . Da pena, en verdad, ver que se imprimen diarios

mi hogar con el páITafo ya listo en mi mente, basta el p:1ra colegiales y que desde su más tierna edad éstos se
extremo de que puedo recitarlo de memoria en forma \1·1 1 impulsados a la confusión del equívoco. Quiero refe-

estilizada. Cuando la gente lee un par de páginas mías se 1 1 nne, de paso, a una simple escena que es bastante ca-
admira de mi estilo. Pero ¿cómo podría ser posible un 1 .1rl crística: m i encuentro con Bradt, el teniente y asis-

libraco así? Ergo: ¡debe haber sido escrito al correr de la 11·111c de húsares. Iba acompañado por su hijo. El padre

pluma! ¡Ah, no, queridos míos! Es preciso querer algo, 111r saludó con su habitual y exagerada cortesía; se hizo

desearlo por encima de todo sacrificio y de todo esfuer­ • u n lado para cederme el paso. S i el niño no hubiera
zo, y entonces será posible. 11hido quién era yo, debía de haber tenido la impresión
En cierto sentido la existencia debería asquearmc, .11 que se trataba de alguna persona extraordinaria;
pues yo, que sólo amo un pensamiento (¡Dios mío!, ¿qu� pt•1·0 el chiquillo me conocía muy bien: ¡leía el Corsario! 7
no podrá ser un hombre si de veras lo desea?), realizo un En lo que a «ella» se refiere, no puedo decidirme a
epigrama a propósito d·e los hombres; puesto que el jui­ 11101ar nada. Desconfío del papel, pues temo que caiga
cio que de mí se forman y el hecho de que no alcancen a 1 1 1 1 1 1 anos indiscretas y que «la» pueda confundir, ahora

comprender mi coherencia es una triste prueba que de­ • P it· todo, por lo menos hasta cierto punto, marcha muy
muestra las categorías y la mediocridad de sus vidas. 1111·11. Espero que Dios se acuerde de todo y que lo haga
1 1 1 ordar, aun a mí mismo; desde aquella mañana no ha
Para mi alma y m i observación irónica era, sin embar· p11-.ado día en que yo no meditara sobre el particular, a

go, una satisfacción este vagabundear por las calles anó· 111d.1s horas. La última súplica que me dirigió fue que
nimamente, mientras las ideas hervían en mi interior;
que me confundieran con un holgazán a mí, el más tenai
El pequeño Bradt. sin embargo. declaró, siendo ya hombre, a
entre los hombre jóvenes para el trabajo; que me consi 1 " 111 !\l' Brandes que nunca había leído el Corsario en su juventud y que,
deraran frívolo y desprovisto de seriedad en tanto que la 11 • .1mbio, sentía una viva admiración hacia el escritor que su padre
seriedad de los otros bien podía ser juzgada como bro 1 111 1 101 a blemente honraba. (N. del t. i.)
136 SóREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 137

« l a » recordara de vez en cuando; por cierto que no era "" vidas y las ajenas, todos ellos hallarán en mf al hom-
necesario que me lo suplicara. A su peligrosa pregunta 111 i: hecho a la medida para sus propósitos. Tomad al
de si no pensaba en casarme alguna vez, contesté con I'' qucño Goldschmidt: se le ha puesto en la cabeza que
una ingeniosa salida. Era una situación tremenda y hu­ 1• d llamado por Dios para convertirse en el azote de

biera debido ofrecerle algún pequeño consuelo. Dios sa­ 1111wtros, los pobres diablos; helo aquí en la alternativa
be que de buena gana lo habría hecho. Dios sabe cuánto d1 vituperar lo mismo que antes inmortalizara.8 Lo ha
anhelaba mitigar la situación. Pero fue bueno que mi 1,,. ho. No había en él nada verdadero; sólo había hipo-
coherencia venciera. Le respondí: «Sí, dentro de unos 1 • t·..,ía en su ira divina, porque de lo contrario habría

diez años, cuando me haya curado de caprichos, elegiré p1 1111anecido fiel a la verdad y perseguido la maldad y
a una jovencita para rejuvenecerme.» Fue una crueldad, 1 11 1 .ti mismo a quien admira, en caso de que éste se nie­
lo confieso, pero resultó terriblemente duro tener que '111.· a admirarlo.
hacerlo. Si no hubiera procedido de esta manera, ¿acaso
ella se habría comprometido con otro? Seguro que no. Si M i existencia era la expresión de un principio griego y
le hubiera manifestado solemnemente el verdadero pro­ d111ra se ha echado a perder. ¿Qué es lo que la ha echado
pósito de mi corazón: «¡No tomaré a nadie por mujer ' Pl'1·der? ¡El abuso de la prensa! Su destino es destruir
excepto a ti!», ella se hubiera atenido a mis palabras. 1 ' personalidad; por medio de el.la un insignificante
Ante una propuesta de boda habría permanecido indeci­ 111 ll.1co puede escribir desde la sombra saciando la
sa; y, en caso de acceder, lo habría hecho con el alma 111 1osidad de millares de lectores. Ante ella debe ren-
dividida; en cambio, ahora se ha comprometido en ma­ 11 "'e cualquier conducta, cualquier poder personal. Me
trimonio con toda su alma, porque yo le he dado el im­ 111h·1 esaría sumamente poder discutir este tema con
pulso. ..,, 1 ates.
La idea que he expresado existiendo, a fin de apoyar la
productividad de los seudónimos, era la mi ma produc­ Mi-; contemporáneos no comprenden en absoluto mi
tividad elevada a su extrema coherencia. Si con esta u 1 1 \ 1dad como escritor: que O lo uno o lo otro, se di vida
enorme productividad hubiera vivido apartado y oculto, 11 t uatro partes o quizá en seis, y que cada una de ellas
mostrándome rara vez y con el ceño fruncido que se atri­ • publique por separado, por consiguiente, en seis años,
buye a un pensador, a un avinagrado profesor, ¡por to­ • 1 1 1 pase. Pero que cada tratado de O lo uno o lo olro sea
dos los demonios que entonces cualquier criadita chis­ 1 1 1 1 1 1 parte de un todo, eso es cosa de enloquecer, al decir

mosa y cualquier estudiantillo habrían notado que era 1111 11ucstros filisteos.
yo un hombre profundo! Hubiera significado una enor­
me incoherencia con respecto a mi producción; pero No obstante, sería posible que yo - a pesar de mi pe-
¿qué les importa a los necios la coherencia? ¿Cuántos 111
1 m'1. frente a Dios, sumido en la humillación personal
sabios existen en cada generación?
Si me viera obligado a decir mi última palabra (sé qm· 11 1 u1:go de la publicación de O lo uno o lo otro, Goldschmidt ensal­
' 1 V1l t1.w Eremita y hasta le propuso un convenio literario que Eremi-
me asiste la verdad) sería ésta: todo aque.I que «de veras
1 , ,., lt:i1.ó. fiel a su nombre, a pesar de la secreta aspiración de Kier-
desee» algo hallará en mí a un admirador y, si fuera m�­ 1 1 1 d por ser admitido en el ..CírcuJo distinguido.. de Heiberg,
nester, una ayuda. Pero esta masa de imbéciles, esta ba l1t1 11 11 del Teatro Real y árbitro, entonces, de las letras en Dinamarca.
1.1 1 t.)

bel de hombres y mujeres que sólo piensan en estropear


138 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 139

que mis pecados personales provocan- fuese para mi l111..1mente contrario a revelar a lo demás mis secretos
pueblo un «don de Dios». ¡ Dios sabe lo mal que me han 1 11 '""onales, considero como deber de un hombre no de-
tratado! Él sabe que me han maltratado como hacen los 1 1 1 de lado esa instancia que es la consulta con otro hom-
niños con sus preciosos regalos. 1111.:; con tal de que no se trate de una confidencia de
l1111n bre frívolo, sino de una comunicación seria y oficial.
Es así como he comprendido mi actividad como escritor: 1'111 lo tanto, pregunté a mi médico si creía que esa des­
Soy, en el más profundo de los sentidos, una indivi­ pioporción de mi naturaleza, entre cuerpo y psique, po­
dualidad infeliz. Desde los primeros años he permaneci­ dr.1 'icr superada hasta el extremo de permitirme reali­
do enclavado en una forma de sufrimiento que lindaba 'I 11 aquello que constituye el deber ético «gcnera l »9 de
con la locura, la cual debe de tener su más profunda ra­ 111" hombres. Lo puso en duda. Le pregunté entonces si
zón en la desproporción entre mi alma y mi cuerpo; por­ 1 1• 11-;aba que el espíritu estuviese capacitado para con-
que (y esto es lo más extraño y a la vez mi infinito con­ 1111 111ar o reformar, a fuerza de voluntad, esa despropor­
suelo), éste no guarda relación con m i espíritu, y así, ' 11111 fundamental; volvió a dudar; ni siquiera quiso
debido tal vez a la tensión entre cuerpo y alma, se produ­ 11 u11scj arme que pusiera mi voluntad, cuya fuerza cono-
ce una elasticidad que rara vez se encuentra. ' ' perfect amente, pues de tal modo podría echarlo todo
Un anciano, ext raord inariamente melancólico tam­ 1 pl'rder.
bién él (no quiero describir la manera), tiene un hijo que l k de ese momento hice mi elección. Aquella dolorosa
recibe como herencia toda esa melancolía, pero que pe. 1 h "l wopo1·ción y sus sufrimientos (que indudablernente
see al mismo tiempo una elasticidad de espíritu que le li 1 h1 ían impulsado al suicidio a la mayoría de los que
permite ocultarla. Precisamente porque su espíritu, en pt1'>1.:veran espíritu suficiente para comprender la mise-
un sentido eminente y esencial, es sano, su melancolía 1 1,1 del tormento) yo la he considerado como «mi aguijón
no puede tener poder alguno sobre él; por otra parte, el 1 11 la carne», mi límite, mi cruz. Pensé que tal vez éste
espíritu es incapaz de eliminar dicha melancolía. A lo , 1 , el precio que Dios me había cobrado por mi fuerza
d1• espíritu, sin par entre mis contemporáneos. Esto me
,

sumo logra hacerla soportable.


Una joven (que con juvenil audacia deja entrever una , 111 1rgullecc, «pues estoy destruido» ; mi deseo se ha con-
enorme fuerza y me permite suponer un camino de sali­ ' 1 1 ido para mí en amargo dolor y en cotidiana humilla-
da para aquello que había comenzado por un equívoco ' 11111.
doloroso, el camino de salida, l a ruptura del noviazgo; a nada simi-
'-1111 atreverme a apelar a revelaciones ni
puesto que al principio ella me hizo sospechar váyase a l 1 1 , me he comprendido a mí mismo e n mi misión de
saber cuáles fuerzas, como si no le importara, en efecto), q1 1t·rcr acentuar, de valorizar, en una época echada a
en el momento más solemne, arroja sobre mi conciencia 1 11 1dcr y desmoralizada, lo «general», de volverlo ama­
un homicidio, y un padre afligido repite solemnementl' lil1·y accesible para todos los que fueran capaces de rea­
la certidumbre de que aquello seria la muerte para Ju ll1.1rlo, pero que al mismo tiempo hayan sido desviados
muchacha. No me interesa que tales palabras fueran ¡irn la persecución de lo singular, de lo extraord i n a rio.
pura charlatanería.

•1 Alusión al matrimonio, a hacerse pastor, a buscar un cm p leo o a


Desde ese momento dedico mi vida, con todas mis
energías, bien pobres por cierto, al servicio de una idea. 11 ilq11icra otra situación accesible para la mayorfa de los hombr• y que
Aunque ajeno a las confidencias, aun cuando sea abso- 11 1 tan al individuo dentro de la sociedad. (N. del t. i.)
140 SóREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 141

Semejante a aquel que, en lo que a él respecta, se hace 1 ,, cosas más estupeúdas, con tal de que me sintiera se-
desdichado y que, en caso de sentir amor por los hom­ 1 1 1 o de llevarlas a cabo. Mi miseria reside en este segun­
bres, decide precisamente ayudar a los demás a fin de ,¡., l'SLado de cosas, en la primera convicción mi sentido
que puedan ser felices; así he comprendido también yo .11 l uerza casi sobrenatural. La mayoría de los hombres
mi tarea. , h3llan en una situación inversa: temen la oposición
Pero, en tanto que mi tarea representaba para mí una 1 ll·rior e ignoran la tremenda tortura de la resistencia

piadosa búsqueda de una obra de bien cualquiera, hu­ t11 1t·rior. Yo, en cambio, no siento temor a ninguna resis-
mildemente llevada a cabo, como expiación de mis pe­ 1 1 11lia exterior; pero hay en mí una resistencia interior
cados, he procurado en particular que mi aspiración no l 11ando Dios quiere hacerme sentir ese aguijón- y

estuviera puesta a l servicio de la vanidad, he procurado 1 .11· e mi sufrimiento.


sobre todo que no sirviera a la idea y a la verdad de
modo tal que me reportara ventajas temporales y ten-cnas. Parece mi destino ser incomprendido en los momentos
Por ello tengo la certidumbre de haber actuado con ver­ 1h•1 1sivos de mi vida. Nadie imaginaría cuál ha �ido para
dadera resignación. E n medio de mi labor he creído sin 1 1 1 1 e l verdadero punto determinante. En cierto sentido
cesar también que interpretaba cada vez mejor la volun­ lmv una tortura en la incomprensión total, cuando se
tad de Dios, hasta soportar el tormento que él me ha im­ 111 va a cabo una vida de esfuerzos como la mía.
puesto, y así cumplo con una obra extraordinaria. Cuando rompí con «ella», ¿cuál fue la causa? Apuesto
Mi mérito li terario será siempre el de haber expuesto 1 que nadie podría sospecharla.
las categorías decisivas del ámbito existencial con una �1 ahora dejo de escribir, todos pretenderán saber de
agudeza dialéctica y una originalidad que no se encuen­ .dio a rabo la razón: ¡ porque me he asustado y porque
tran en ninguna obra literaria, por lo menos que yo sepa; 1111 podía seguir soportando esos chismes! No, queridos
tampoco me he inspirado en obras ajenas. Además están ullo!), se trata de otra cosa. Antes de que la algazara co-
el arte de mi exposición, su forma, la ejecución lógica; 1111•11zase, decidí darle fin con el Tratado conclusivo (eran
pero pasará tiempo antes de que alguien goce de la tran­ 1111 1l'has las razones que me movían a ello, incluso algu-
quilidad necesaria para leer y estudiar como es debido. 11 '" de carácter económico), quise tener la satisfacción
En este sentido, mi productividad será, quién sabe hast<a ,¡, ser un escritor que podía trabajar enormemente y
cuándo, despreciada, como el plato delicado que se sirvt.• l 1 1l·go detenerse de pronto, sin haber cambiado con na-
a los campesinos. 1lh· unas pocas palabras acerca de mis propósitos. Luego
Si pudiese describir más ampliamente la íntima com­ , 1 1 1 pcz6 la algarabía y comprendí, al vuelo, que iban a
prensión de mi vida por esta obra extraordinaria, surgi­ 11 l : icionarla con mi previa disposición. Es verdad que
ría un volumen infolio que sólo muy pocos poseerían la 10 me mortificó. Si me atreviese a actuar según mi ca-
fuerza y la capacidad de comprender. Pero no tengo 1 1 1 who, continuaría escribiendo impertérrito durante al-
tiempo suficiente para una labor semejante. 111 1 1 1 1 iempo. Pero precisamente porque asf están las co­
La verdad es que mantengo mi fuerza como Flaqueza y
0
'" · 1 1 0 me atrevo a abandonar mi resolución, de lo
debilidad. No se me ocurriría jamás, por ejemplo, qu l' ' 1 1 1 1 1 rado sería un cobarde. ¿Habrá acaso un solo hom­
una joven no me quisiera, con tal de que me sintiera se lot• que lo comprenda aparte de mf mismo?
guro de poder, en conciencia, atreverme a cualquier cosa 1 < uán doloroso es, no obstante, tener que enfrentarse
para conquistarla; ni podría pensar que no soy capaz tk 1 1 1 1 l'Sta gentuza (quienes, por lo demás, pueden tam-
142 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO fNTIMO 143

bién ser personas honestas y amables, siempre que no so L'll,ildad; también hay melancolía en la voz del que ha­
propongan lanzar sentencias acerca de los pensamientos lil,1.» Sí, es cierto que hay melancolía y así debe ser; por­
o de un pensador), incapaces de formular un par de qt 1l' un discw·so sobre la vida del hombre en este mundo
ideas y hábiles solamente para concebir bajezas y mi· q111.· 110 tenga una vena de melancolía, resulta afónico y
serias! d1·..,1.· 11tonado. Sí, es cierto que hay melancolía, porque
1.1111bién quien así habla ha soñado su leyenda de juven-
1 1 1d. esa vieja historia que todos conocen, la que se cuen­
ANOTACIONES DE BERLlN ''' J los niños durante las veladas: (( y allí, en el fondo del
tu ,-.que, divisó un viejo castillo donde vivía una prince-
5-12 de mayo de 1846 " ... Y por cierto que así no encontró el mundo, pero
1.1mpoco encontró la igualdad en la leyenda.
La «Providencia» no es más comprensible que la «Re­
dención». Sólo es posible creer en ambas. · i observas cómo se habla de la muerte en nuestra
Providencia y Redención son categorías de la desespe­ 1 poca, notarás un gran cambio en comparación con épo-
ración. 1 .. .., pasadas, y en cualquier parte oirás que una muerte

Es decir, que yo habría debido desesperar si no hubie­ ll'pcntina es Ltna cosa deseable. ¿Qué significa eso? Sig-
ra podido, mejor aún, si no hubiera debido creer. De mo­ 11il ica que queremos liberarnos de la idea de la muerte,
do, pues, que no son ellas lo que hace desesperar, sino lo 111 rojándola, en lo posible, fuera de la vida. Se desea vi­
que aleja la desesperación. \ 1r como si la muerte no existiera; y cuando deba llegar,
que se presente en forma rápida y repentina, como si no
Líbrame de convertirme en un necio que no acepta Tu r..,luviera allí. ¡ Extraña prudencia del vivir humano!
corrección, en un necio que se muestra recalcitrantt.• 1 ómo sabes tú engañar astutamente a la muerte
-y qué
ante Tu corrección, en un necio que se niega a aceptarla t remendo es que no sepas engañarte a ti mismo-, por­
como una bendición, en un obstinado que la convertirá que la eternidad no es ni rápida ni repentina! En las an-
en su perdición. 1 iguas oraciones de la iglesia -que por otra parte toda­
\ ía son de pre cepto- el feligrés, cuando pedía a Dios
Por el hecho de que Dios dé a uno muchas alegrías en que lo preservara de todo mal, le suplicaba también que
la vida y lo enmudezca y a otro le niegue muchas ale­ lo librara de una muerte imprevista. A quien debe em­
grías y lo vuelva elocuente, ¿no hay acaso igualdad? Ved prender un largo camino más le vale escapar a una
a uno a quien Dios hace grande en el mundo y envidiado, muerte repentina . Claro que para aquel que concluye en
y a otro humilde y bendito; ¿no hay acaso igualdad? un momento, quizá represente, a veces, un bien cerrar
Dios concede a uno la mujer amada, pero ésta perturba los ojos y dar el salto. Pero a quien le corresponde la
su idea; a otro le niega el amor, y en cambio le deja la iniciación de lo más largo. de la eternidad, para éste la
idea; ¿no hay acaso igualdad? A uno, Dios le concedt' astucia del salto no es sólo locura, sino el más tremendo
honores en el mundo y ese hombre se los apropia; a otro l'ngaño que se hace a sí mismo.
lo hace despreciado por el mundo y éste, el despreciado,
rinde honores a Dios; ¿no hay acaso igualdad? Alguien
dirá tal vez: «No es verdad esto que dices acerca de la
DIARIO ÍNTIMO 145

1 ,
, i ngenuidad estriba precisamente (y en cierto sentido
1 ,10 es lo bueno) en la incapacidad de concebir una du­
p l 1 t idad dialéctica. Del eminente, los ingenuos piensan:
• h. eminente; nadie, pues, debe hablar mal de 61.» ¡Si
11110 es un filósofo eminente, nadie debe escarnecerlo!
7 DE SEPTIEMBRE DE 1 846 - 24 DE ENERO DE 1 847 1'1 , o como los ingenuos no están capacitados para juz-
1,,, quién es un filósofo eminente, cuando alguien escri-
11 ...obre él de aquel modo, se inclinan a pensar en con­
7 de setiembre de 1846
' 111-;ión: « ¡ Ése no es un gran filósofo!»
La baje:ta de la abyección literaria se logra cuando es-
INFORME. RESULTADO
1 1 1 tores que podían alcanzar cierta fama aun en puestos
1 , undarios, con el fin de vengarse, de causar daño, de
1 l t l'.tr confusión y de ensuciar, soliviantan a la plebe.

Lo trivial de la abyección literaria, tal como sucede en­


tre nosotros, no consiste tanto en lo que se escribe 2
como en « para quién» se escribe. Si uno pudiera estar
l la sido una justa ironía de mi parte, vagabundear por
seguro de que un periodicucho como El Corsario sólo se­
ría leído por los más inteligentes entre los lectores dane­ 111-. c.:alles y callejones en tanto me disponía a escribir
ses, no habría daño alguno. Y aun para poder ironizar """ obras con seudónimos. La ironía consistía precisa-
sobre el hombre eminente es preciso que quien lo haga 1111·11tc en el hecho de que, a pesar de pertenecer a otra
esté, al mismo tiempo y sobre todo, formado intelectual­ , kra en mi calidad de escritor, paseara por las calles y
mente, a fin de que sea capaz de apreciar y tenga ese 11111 el mercado. Era una ironía contra los personajes de
poco de empuje necesario para poder entusiasmar; sólo 1 , '-''travagancia y de la intelectualidad hegeliana, tal
así se convierte en ironía la burla acerca de un caso par­ � 11.d se comporta o se comportaba entre nosotros. Pero
ticular, sobre la figura de un escritor, etc. Pero cuando 1p�·11as la otra parte, la abyección literaria, intenta hacer
algo por el estilo está escrito para la clase ínfima, para , , n·r que en verdad tengo por domicilio la calle, la iro-
mozos, muchachos, domésticos y mujeres chismosas, 11111 ,e desvanece al instante y yo abandono la calle. Si
entonces, eo ipso, es brutalidad y rebelión de esclavos. p111 lo menos Goldschmidt lo hubiera comprendido y
Los hombres de esta calaña están a mil millas de distan­ lt11hicra encontrado la burla por sí solo, ya sería algo.
cia de poder juzgar y comprender el hecho. Para ellos la 1'1 , o debí invitarlo yo mismo, y así lo hice en cuanto
existencia de un escritor es como la de un hombre cual­ l111 lK· terminado de escribir. Si P. L. Moeller hubiera pu­
quiera, una existencia puramente animal, y su admira­ l•ltt ado su artículo un mes antes, no le habría dado res­
ción nace de considerar si es fuerte, si puede asestar un p11e'\l a alguna. En aquel momento no habría hecho otra
buen puñetazo, etcétera. , ""· \ que ignorar la situación, ni tampoco hubiera podi-
Será igualmente brutalidad que algo similar se escri­ 1111, en los tiempos en que debía mantenerme esencial-
ba para aquella clase social, respetable y decente, pero 1111 11le productivo, exponerme a las molestias que tal vez
demasiado ingenua y desprovi la de verdadera cultura. 11 1hrían derivado de aquella barahúnda.
146 SÓREN KIERKEGAARD DIARJO INTIMO 147

l ido por sus contemporáneos; luego su verdadero admi-


1 .idor es despreciado por los suyos, por esa segunda ge­
3 m·ración, la que a su vez admira al difunto eminente.
(. . . . . . . . ) 11\twidus vult decipi! 1 Y el mundo siempre será ridículo,
.obre todo cuando admira. Porque para poder admirar a
4 11lguien, debe primero éste ser quitado de en medio y
.olo después se le admirará, despreciando al mismo
¿De qué proviene, pues, el disgusto
que me ha ocasiona­ 1 11.:mpo a aquel que «en verdad» admire las más egregias
do esta cuestión? Naturalmente,
no de «lo» que se ha 1 1 1alidades del difunto.
comentado (yo mismo he dicho
a menudo cosas así refi­
rié�dome a mí y en tono de bur
quienes» se ha comentado, de

la), sino de aquell s «a
que me hayan arrojado a UEL «LIBRO DE ADLER»2
los pies a la plebe, con la que nad
a en común puedo te­
ner. . . Con dependientes judíos,
con mercaderes con mu­ I•,, increíble la confusión producida por la filosofía hege­
jeres de vida alegre, con colegial
i
es y con carn ceros no l 1!1 na en la vida privada; triste consecuencia del hecho
puedo reír de veras de Jas mismas
cosas que puedo per
tamente festejar en compañía, · fec­ , k que un filósofo se dé aires de héroe cuando en la vida
por ejemplo, de Carlos p1 ivada sólo es un filisteo y un pedante. Algo se le ha
Weiss. Cuando con él me burlo
de mis gráciles piernas es 1·, apado siempre a Hegel: qué es vivir; sólo sabe «dar»
porque ambos tenemos la misma
formación intelectual. l.1 vida (en este aspecto es maestro, y también, por cierto,
Pero si riera on la plebe de lo
. � mis mo, significaría que l.1 más estridente antítesis de un mayéutico).3
admito tener igual mentalidad
que ellos. Y precisamente Pero esta condenada manía de querer concebirlo todo
porque así están las cosas, sucede
que el únko entre noso­ 1 orno un momento se ha convertido en idea fija. El pun­
t �os a�az de tratar con espíritu
� e ironfa tales problemas l t 1 de vista de la ética, «aspirar», y el de Ja metafísica,
dialecticos se ve excluido de hac
erlo, pues una actitud •concebir como u n momento», combaten a muerte.
semejante estaría por debajo de
su dignidad; y ese único
« E l mundo quiere st:r engañado.» (N. de la t.)
ser soy yo. Me comprometo a escr
ibir un artfculo sobre mi 1.
mismo y sobre mis piernas,
más chistoso que el de 2. Adler, teólogo hegeliano que, víctima de una profunda crisis inte-
Goldschmidt; pero entonces la pleb
e no podrá entenderlo. 111w en 1843, se sobrepuso imaginándose haber recibido una revelación
itltccla de Jesucristo. Las obras que publicó l e costaron su cargo de
¡1.1 ..tor. Kierkegaard intervino en la polémica imparcialmente, escri­
El mundo será siempre igual.
Cuando un hombre es hkndo en t 847 el Libro de Adler, donde a6rma el criterio divino de la
incomprendido, escarnecido, pers H'•
eguido, vilipendiado, dad como «testimonio de la verdad». El manuscrito no fue nunca
envilecido por sus contemporáne publicado. Posiblemente Kierkegaard no quiso afrontar otra polémica
os porque ha luchado
por la verdad, la generación sigu ¡ 111blica, dolorido aún por los ataques de El Corsario. Del Libro de Adler
iente hace el descubri­
� ent� d su grandeza ... ¡y lo adm
� ira! Si en esta genera­
,. , 1 r::1jo «Dos pequeños tratados ético-religiosos», publicados en 1848.
IN de la l.)
c1on s1gu1ente hay alguien que
de veras comprenda al 3. Mayéutica: método positivo de Sócrates. Se apoya en el principio
difunto tan bien que le sea posible
imitarlo, el entusiasta dl· que la ciencia no se comunica, no pasa de un espíritu a olro, sino que
.
será a su vez perseguido, vilip , .ida cual la descubre en sí mismo a condición de que la busque metód1-
endiado, envilecido, etc.
Por consiguiente, el hombre emi ' .11ncnte. Sócrates se consideraba ducho en dirigir esta investigación
nente es primero envile- por medio de preguntas hábilmente graduadas. (N. de la t.)
DIARIO fNTIMO 149
148 SóRE.N KIERKECAARD

Todo hombre que no sea del todo irreflexivo o distraído


uno
debe escoger. Pero si elige la metafísica comete un suici­ ¿De qué sirve, en el fondo, tener mucho espíritu si
impor ta el espíritu a los
dio espiritual. posee un cuerpo débil? ¿Qué
re natu-
Soy, ciertamente, un aristócrata (y aristocrático es o hombres? La mayoría de ellos son y serán siemp
se vuelve todo aquel que a sabiendas quiere el bien, pues 1 a lezas absolutamente animales; en el fondo sólo respe­
tales personas son siempre raras); pero yo quiero salir a tan a un pobre diablo que sabe batirse, blasfe
mar y decir
la calle, andar entre los hombres, allí donde esté el peli­ vil lanías. Confunden esa forma del pudor y de la timidez
En
gro y la oposición. Me da náuseas la cobardía y la moli­ que va siempre unida al espfritu, con una ridiculez.
está
cie (de Heiberg, Martensen y el resto de la camarilla), 1 ralidad, tienen la vaga sospecha de que aquel que
estruc tura más fina; y les
una vida pasada en el distanciamiento de la superiori­ dotado de espíritu posee una
entes de su
dad, en círculos distinguidos, bajo la coraza de Ja ilusión l'' casi un motivo de gozo el volverse consci
de que la turba sólo los ve de vez en cuando y que, por lo luerza bruta frente a aquella debilidad.
tanto, imagina que son alguien. Pues el mundo se deja
engañar, y piensa así que cuando un hombre se muestra
raramente es que es alguien; no quiero engañar, no quie­ 'l de noviembre de 1846
ro valerme de ilusiones. A tal expediente no ha recurri­
do ninguno de los nobles espíritus que de veras han bus­ 1 .d vez - no digo más, pues bien sé cuán difícil resulta
de
cado el bien de l a humanidad; éstos no han llevado 1·111itir un juicio abstracto sobre sí mismo, si se ha
habría dado mejor re-
una vida retirada y muelle, apartados en círculos aristo­ 1 11zgar con justicia - , tal vez me
cráticos. 1,ul tado interrumpir mi activid ad de escritor y concen-
1 1 arme en encontrar un empico si todo hubiera ido
,
Navidad es, en realidad, Ja fiesta de los niños. Todo 1 rnno debiera ser, es decir, si hubiera sido
evidente que
ese mariposeo alrededor de las ventajas de la infancia •.ulu era mi libertad quien tomaba la decisión. En cam­
para abrazar el cristianismo, tiene su refugio en esta h10, esto no puede realizarse. Existe para mí una gran
tal
fiesta, en esa fal a emoción y sentimentalismo. Es preci­ d i ficultad en hacerme pastor: la de que, si asumiera
so tener presente que la fiesta de Navidad fue introduci­ , l·-.ponsabilidad, correría seguramente el riesgo de tro­
?ª en. el siglo vr y que los cristianos primitivos jamás la Pl'Zar, como ya sucedió una vez con mi noviazgo. Por
lo
reco­
imaginaron, pues para ellos la concepción de la vida 1k·más, vivir en el campo, por ejemp lo, en sosega do
i ánimo
culminaba con la consideración de la muerte como un l"miento, me result a penoso ahora porque m
nacimiento a la vida. , -.1;\ un poco amargado; y así, necesito
del encanto de mi

Pero, como dije en el Tratado, este sentimentalismo m I ividad literaria para olvidar las mezquinas pequeñe­
«Ortodoxo» ha falseado todo el cristianismo. ' l''> de la vida.
'ada vez veo con mayor claridad que estoy hecho de
La mutación consiste en lo siguiente: el cristianismo, 1.d manera que no logro realizar mis ideales, en tanto
en lugar de volverse consciente de su combatividad, se qt 11.· en otro sentido -humanamente hablando- sobre­
on
arrellana en la comodidad, se las compone cómodamen­ !'• ''º mi ideal. Los ideales de la mayoría de la gente
io
te con l a existencia. Así, Navidad se ha convertido en la ill· grandeza: convertirse en un ser tan extraordinar
, 111110 jamás lograrán serlo. Yo soy demas iado melan có-
«fiesta más bella».
150 SOREN K.1ERKEGAARD DIARIO INTIMO 151

la búsqueda
lico para tener ideales similares. En general, los hom­ htl·ra aplicar dos tercios de sus energías en
bres se echarian a reír al conocer estos ideales míos. 1k -.u cometido. Por esto el niño posee
tanta fuerza: por­
Muy cierto es que mi ideal fue el de casarme y llevar una tarea y él sólo tiene que obede-
qiu: el padre le impone su
perfecta vida conyugal. Y ahora que desespero de lograr­ 1 t't . En el fondo, lo que enerva a un
hombre es la dialéc-
lo, me hago escritor, tal vez escritor de categoría. Mi úl­ 111 a de la tarea.
timo ideal es el de hacerme pastor de campaña, el de
a el pensar
vivir en medio de la quietud campesina, identificándo­ Sin embargo, es algo que exalt a y edific
me con el pequeño círculo que habría de formar mi am­ 1 111111 impotentes son los contempor
áneos; ¡cuántos, en el
.
guen Y c�-
biente; pero, puesto que dudo, puede que aún realice lu11do, sólo trabajan contra sí mismos! Persi
mas
algo más grande. 1 11 ·11 de escarnio al hombre eminente; pero cuanto
perse guido es ya
Cuando el obispo Mynster me aconseja que me haga 111 hacen, más inmortal será éste. Ser
ntes puede?
pastor de campaña, evidentemente no me comprende. ""ª distinción; hombres del todo insignifica
los contempora-
Claro que lo deseo, pero nuestras premisas son del todo ,,, hacerse inmortales, con tal de que
distintas. Él supone que de un modo o de otro quiero 111·os los hayan perseguido canal lcsca ment !
e . Una répl ca
perseguido
avanzar por ese camino, que quiero, sea como sea, hacer 11 u11ica y patética sería la de un eminente
algo; y, sin embargo, la verdad e que yo deseaba justa­ 11111..· dijera a sus contemporáneos:
«Debo agradecéroslo�
mente llegar al menor grado posible; tal es la idea de mi 11 n1usa de vuestro escarnio mi nomb re se mantendra
que seáis
melancolía. Por eso mismo he experimentado satisfac­ 111mortal una generación más; por eso os ruego
ces absolu-
ción cuando me tomaban por un medio loco, pero esto h11 ·nos y me maté is; ¡mi nombre será enton
representa sólo una forma negativa de ser alguien ex­ t.11nente inmorta l ! »
traordinario. Y bien puede que así sea, en el fondo, la for­
ma de mi ex istencia, de modo que jamás alcance la bella,
tranquila y pacífica existencia de una pequeñez total. 1 11110 la dedicatoria: «Ese Ente»
Esto que he sentido siempre en mi fuero interno y por
un pastor. Si
lo cual nunca he hablado con nadie de mis verdaderos menudo me he imaginado en el lugar de
s de la igle-
asuntos, lo he vuelto a experimentar en mis conversacio­ l.1 1 u rba se agolpa para escuchar, si las nave
debe
nes con el obispo Mynster. De nada sirve, puesto que, no 1 . 1 no pueden contener al nume roso públi co, � ue
ces s1: loor Y
pudiendo ni atreviéndome a hablar de lo que tan total, 1w1 manecer afuera para escuchar, enton
esencial e íntimamente constituye mi existencia, La con­ 1.ioria a aquel que tiene el don de conm
over, e� habla r
versación se convierte, en lo que a mí respecta, casi en 1 011 entusiasmo y de
entusiasmarse con la vida de la
es� ar la ver­
un engaño. Con un hombre como Mynster lo siento de 1111111 itud, porque donde ésta se halle debe
que siempre ha
veras, porque lo venero mucho. il.id: estoy entusiasmado con la idea de
son muchos,
d1· quedar un poco para algunos, pues
d p� ra
EL y l.'SOS muchos que poseen un poco d ': verda
HOMBRE
sena, 1m-
esto
, .ida uno de ellos, son la verdad; para m1
El romano lo tomó de la tierra (homo), pero el griego lo p11-.ible.
tiempo fuera
elevó ( 0.v{}Qú>JtO�). Pero si fuera una tarde dom inica l; si el
inver nal hubiera va-
Todo hombre podría ser infinitamente fuerte si no de- 1 1 1 icstro y opresivo; si la tormenta
152 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 153

ciado las calles y todo el que poseyera una habitación 111 . porque a menudo los hombres creen que la multitud
bien caldeada hiciera esperar a Dios en la iglesia hasta 1 ... 1�1 en el error, pero basta con que ella quiera aceptar

que el tiempo mejorara; si en la iglesia desierta sólo hu­ 11-. opiniones para que todo esté bien) confiesa ser débil
biera algunas pobres mujeres que no tienen siquiera una 1 1 1 1 1 potente; ¡cómo podría un Ente defenderse frente a

habitación caldeada que, por consiguiente, pueden so­ '""' muchos seres que tienen el poder! No podría, por
portar el frío de la iglesia, con mi voz podría reconfortar­ • h-r10, desear tener de su parte a la multitud, pues esto

las a e1las y a mi mismo. A menudo me he imaginado • q11ivaldría a engañarse a sí mismo; pero si este último

junto a una tumba. Si todo lo que en la tierra hay de.· 1 1 1 1 1 1 1 0 de vista, por ser una confesión de la propia dcbi­
excelente y de magnífico se reuniera en el cortejo fúne­ lldud y de la impotencia, parece poco estimulante, tic­
bre; si aleteara un aire de fiesta sobre la numerosa asam­ "'" <..·n cambio, la ventaja de ser imparcial, de no ofen­
blea, entonces sí: loor y gloria a aquel que poseyera el ""' a nadie, de no hacer distinción alguna. La multi­
don de dar realce a La fiesta, interpretando con emoción t 11d está formada por los individuos, de modo que cada
el sentimiento de la multitud, convirtiéndose en la ex­ 11110 está capacitado para convertirse en lo que reaJ­
presión del dolor verdadero; ¡pero yo no sería capaz! En tlll'tllc es: un Ente. De ser un Ente nadie está excluido
cambio, si el sepelio fuera el de un miserable sin cortejo 1110 aquel que se excluye al transformarse en «muchos».
alguno; si sólo una pobre mujer siguiese al coche fúne­ 1 011ve11:irse en multitud, reunir en torno a sí a Ja mul­
bre, la viuda del difunto, que por primera vez saliese de l i t ud, esto es lo que constituye la diversidad de la vida;
su casa sin la compañia del marido, palabra de honor 11111 el mejor intencionado de los hombres que hable
que si me lo pidiera pronunciaría un discurso fúnebre, t ll· eso, puede fácilmente ofender a un Ente. Además,

pese a quien pese. l 1 multitud tiene poder, influjo, consideración y do-


A menudo me he imaginado en el trance de la muerte. 1 1 1 1 1 1io: he aquí otra diversidad de la vida, es decir,
Si afuera reinara la alarma y muchos vinieran a verml' ' l lll.'. quien tiene poder desprecia al Ente por ser débil
para pedir noticias, creo que no podría morir, y que mi 1 i 1 1 1 potente.

vieja combatividad se despertaría aun entonces para sa­


l i r una vez más a luchar contra los hombres. Pero si estu­
viera solo y separado de todos, confío en Dios en que I" dialéctica de lo inmediato y del sentimiento elevado
moriría tranquilo y contento. 11 "' máxima potencia en relación con la ciencia
Pero hay una cierta concepción de la vida según la
cual donde está la multitud está también la verdad, que l•, 1 1 la época actual los naturalistas son peligrosos por
es una necesidad de la misma verdad la de procurarse la 1 1 1 c i m a de Lodo. La fisiología acabará por asumir tales
multitud para sí. Hay otra concepción de la vida; ésta p1 oporciones que liqujdará la moral. Uno descubre ya
considera que donde está la multitud está la falsedad, dl' i 1 1dicios notables de la nueva aspiración: se trata a la
modo que aunque cada uno de los entes, para sí y en ' 11ca del mismo modo que a la física y, por consiguiente,
silencio, poseyeran la verdad, si a pesar de ello se reuni­ l.1 l'lica se convierte en una ilusión; la ética de la huma­
ran en multitud (pero de tal manera que la multitud tu­ nidad es tratada sobre l a base del término medio de las
viera un significado decisivo: votante, tonante, sonante), 1 "'ldd ísticas, calculada como se calculan las oscilaciones

la falsedad se manifestaría al momento. Pero aquel qul' dr las leyes naturales.


adopta esta última concepción (muy raramente expues- l l 1 1 fisiólogo se empeña en explicar al hombre total. En
154 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 155

primer lugar, para ello ha de contar el principiis obsta.4 ¡ I maginemos al mayor delincuente que haya existido
Pero ¿y a mf qué? ¿Qué me importa la corriente centrífu­ f 1 1:'.Ís, imaginemos que la fisiología de su época se pu-
l l
ga o centrípeta de los nervios y de la circulación de la 11'1 u un nuevo par de gafas aún más magníficas que las
sangre, y el estado del hombre visto con microscopio en el 1111 · riores, de tal modo que pudiera «explicar» al delin­
seno de la madre? «La ética es suficiente para mí.» ¿Acaso ' 111·11te y demostrar que todo se debe a una necesidad
necesito saber cómo se hace la digestión para digerir? ¿O 11 11ural, que su cerebro era demasiado pequeño, etc.!
cómo se produce el movimiento del sistema nervioso • 1i.Jnto horror encierra esta absolución de toda acu-

para creer en Dios y amar a los hombres? Y si alguien me 11 1611 ulterior, si se la confronta con el juicio que
dijera entonces: «Sí, es cierto que para eso no son necesa­ d1 ,.¡ hace el cristianismo: «Si no se convierte, irá al in­
rios», volvería a preguntar: « Pero si me convierto en un l 11·1 110.»
naturalista, ¿no debilitará la ciencia mi pasión ética?» 1 a mayoría de las publicaciones que pululan hoy con
¡Quién sabe si con este múltiple conocimiento de analo­ 1 1 11umbre de ciencia (especialmente Jas ciencias natu-
gías y monstruosidades, de tal o cual fenómeno, no perde­ 1 i ll·,) no son ciencia sino curiosidad. «Al final la ruina
ré cada vez más la impresión de la ley moral, del «tú de­ 11hn.:vendrá por las ciencias naturales.» Muchos admi-
bes», del imperativo «se trata de ti» ! No has de mezclarte 1 11 lorcs (un sol trouve toujours un plus sol qui l'admire) 5
con hombre alguno aunque el cielo y la tierra se derrum­ 1 \'L'n que cuando se ha implantado la búsqueda con un
ben: «tú debes». ¿No será acaso un precaverse con un 1111< roscopio posee, sin más ni más, seriedad científica.
montón de subterfugios y de falaces excusas, un apartar ¡t 111 necia superstición deJ microscopio! Más bien, la
la mirada de lo importante, esto de hacer que comience ..ti-.crvación microscópica vuelve aún más cómica la
con la fisiología en lugar de mandar a paseo a la fisiología • 111 1osidad. Es natural que un hombre, con perfecta

entera y de decirme simplemente: « ¡ Comienza ahora!»? 1111\·no fe y también con profundidad, diga: «No puedo
Tomemos el problema de la libertad y de la necesidad. • r con mis ojos, sin nada más, cómo se crea la con­
Que empiece, pues, el fisiólogo a explicar cómo la circu­ ' • 11cia.» Pero que un hombre se ponga al microscopio

lación de la sangre influye de tal o de cual manera, y la d,111oso de ver y de descubrir y no vea nada, esto es
presión de los nervios, así y así, etc.; su tesis no podrá 111nico y particularmente ridículo, cualquiera que sea
probar jamás que la libertad sea pura imaginación. 11 ..criedad. Considerar el descubrimiento del micros-
Cuando haya escrito cuatro volúmenes infolio, repletos 1 1 1p10 como un pequeño recreo, como una ligera pérdi­
de números y de maravillas, deberá confesarse: «Ante tl11 de tiempo, bueno; pero considerarlo como cosa seria
"esto último", mi maravilla se detiene.» ¿Para qué sirve, ' de necios. También eJ arte de la imprenta es casi un
entonces, todo ese saber? ¿No es ésa una manera de em­ 11 dl::tzgo satírico: pues, ¡Dios mío! ¿no ha demostrado
baucar a los hombres, de quitarles poco a poco el entu­ 1 i l 1cicntemente cuán pocos son aquellos que verdade­
siasmo, de mantenerlos ilusionados con la creencia de ' 1 1 1 1cnte tienen algo que comunicar? Y así este enorme
que algún día, por medio de un microscopio aún mayor, .i. ,...l' ubrimiento ha favorecido la difusión de todos estos
se les podrá explicar que la l ibertad es una ilusión y qu(• 1 l1hmorreos, que de otro modo habrían muerto al
todo se reduce a funciones naturales? lhll l'I'.

4. Principiis obsta: uAtájalo al principio»; sentencia de Ovidio e� Texto de Boileau, citado anteriormente en el Diario de 1842.
prcsada en sus Remedia amoris. (N. de la t.) ,¡, la t.)
156 SÓREN KJERKEGAARD DIAIUO INTIMO 157

¡Si Dios empezara a dar vueltas, bastón en mano, ya 1 1 scgundo»,6 pero al final la rel.ación se invierte y el
sobre el
veríais cómo buscaría a esos obse1vadores tan engalJa• 1111 1sciente ejerce en parte un inílujo formativo
se vuelve estéti-
dos con sus microscopios! Con su bastón desbandaría 11 1consciente. Entonces la fisiología
Dios toda hipocresía de ellos y de los naturalistas. La 1 o "cntim ental; habla de expres
ión noble, de la fisono-
culta.
hipocresía consiste, en efecto, en decir que las ciencia 1111a, de la conducta, etc., de una personalidad
esto? Un poco de mise1 ia
conducen a Dios. Sí, de una forma «Superior», pero ésta 1 1 > 1us mío!, ¿qué significa todo �
Aeusse re ist
es precisamente la impertinencia. Uno puede convencer· , . a lo sumo, un poco de paganismo (das
tlll\ /nnere). 7 San Pablo no habla de «volverse hermo
se fácilmente de que un naturalista es un hipócrita. Por· ­
que si uno quisiera decirle que, a fin de cuentas, todo .nn con la oración n i la predic
ación, sino que advierte
pe,
hombre tiene bastante con su conciencia y con el peque· qm· «mientras nuestro hombre cxlerior se corrom
ño catecismo <le Lutero, el naturalista frunciría el ceño. 11m·stro hombre interior se renueva de día en día» (2 Cor.
Quiere - ¡ como hombre superior que es!- hacer de Dios 1, 16).
una bellei.a excelsa. un artífice grandioso que no todos l.a fisiología materialista es cómica ( ¡creer que matan­
están capacitados para comprender. ¡Alto ahí! No: la do se puede hallar el espírilu que vivifica!); la fisiología
es
exigencia religiosa es humana, y nadie, absolutamen· 1 1 1odema, a pesar de ser la más dotada de espíritu,
te nadie, puede comprender a Dios; el más sabio debe .ol ística. Admite que el milagro no puede expl icarse y,
i-
humi ldemente atenerse a «lo mismo» que cJ ingenuo. 1 1 1 embargo, quiere existir, se vuelve más y más volum
He aquí la profundidad de la ignorancia socrática: re· de lo mism o, de las much as
"""ª· y cada volumen trata

nunciar con toda la fuerza de la pasión a toda sabiduría , rnuy admir ables cosas que no pueden explicar el mi-
curiosa, para ser simplemente ignorante con respecto l.1¡.!.rO.
llave
a Dios; renunciar a esa apariencia (que establecería /\demás, la filosofía sofística nos enseña que « la
del alma está
siempre una diferencia entre un hombre y otro) de po­ p.ira el conocimiento de la vida consciente
der hacer observaciones por medio del microscopio. , 1 1 el inconsciente» (Ca.rus).
Pero si no puede explicar el
ica
Goethe, en cambio, que no era un espíritu religioso, se p.1-.ajc del inconsciente a la conciencia, ¿qué signif
e, es un «sallo » (al
aferró vilmente a ese saber que habría de crear difc· , ,,, «llave »? El pasaje, precisament
llave pue­
rencias. 1 1 1id corresponde la «mara villa») que ninguna
Tal cientifismo se vuelve peligroso y funesto, especial· il1· abrir.
mente si uno lo quiere llevar hasta la esfera del espíritu. Los naturalistas emplean el microscopio como los pe­
Que así se trate a las plantas, las estrellas y las piedra�. t 1 1 1 1etres el monóculo; sólo que el microscopio lo em­
pero hacer lo mismo con el espíritu humano es una bias· pkan contra Dios.
femia buena tan sólo para debilitar l a pasión de la ética
y de la religiosidad. Comer es más razonable que especu­
Principio bá�ico del célebre ensayo de C. G. Carus
sobre antropo­
11
lar con el microscopio sobre l a digestión. Y el rogar a l11p w íilosófica: Psique. Carus O 789-1869) se inclinaba por un pantcís-

Dios no puede ser considerado como el comer, una cosa 11111 c<>télico. (N. del t. i.)
interior», con-
inferior a las observaciones científicas, pues es absoluta­ El conocido principio hegeliano •lo exterior es lo
obra literari a, desde la
'' , d cual Kicrkeg aard polemi za en toda su
mente lo más elevado. y
111 11 1ación del Diario (teoría de la predestinación) desde el prefacio de
Luego nos enteramos, gracias a la fisiología, que «el \ h 1or Eremita en O lo uno o lo otro. donde dicho princip io está citado.
inconsciente constituye el primer estadio y el conscientl' / ..... i/1•/ 1. i.)
158 SÓRE.N KIERKE.CAARD DIARJO INTIMO 159

Si con las búsquedas científicas se pudiera alcanzar Para un pensador no puede existir tormento más ho-
algún resultado en la esfera del espíritu, sería el primero 1 1 1·11do que el verse obligado a vivir en esa tensión, pues
en tomar un microscopio y quizá llegaría más lejos que 111k11 tras se amontonan los detalles se tiene la impresión
nadie. Pero, como por medio de la dialéctica cualitativa t. que la idea, la conclusión, quedan postergadas para
fácilmente entiendo que, desde el punto de vista de la """' adelante. Si el naturalista no siente esa tensión,
calidad, el mundo dentro de cien mil años no habrá 1111 11.:rc decir que no es un pensador. ¡Éste es el tremendo
avanzado un solo paso, entonces, por el contrario, no 1 1 1 1 t alismo de la intelectualidad! U n pensador sufre las
desperdiciaré un solo segundo de mi vida en ninguna p1•m1s del infierno hasta que no haya hallado la certi-
curiosidad. Por cierto, que puedo comprender que Dios 1h1 rnbre del espíritu: Hic, Rhodus, hic salta. 8 En la esfera
ha dado al hombre esa cla e de perspicacia que le ha 111 la fe es cuestión (aunque el mundo entero se incendie
hecho descubrir nuevos instrumentos y cosas simi lares. M' fundan los elementos) de «tú debes creer». Sin espe­

Pero como también Dios le ha ciado al hombre la razón, ' 1 1 novedades del correo ni noticias de los navegantes.
por la cual éste, en la dialéctica cualitativa, debería 1 t.1 sabiduría del espíritu, la más humilde de todas, la
comprender Ja contradicción que existe en ese «más o 11111..., mortificante para el ánimo vanidoso (¡ pues es algo
menos» cuantilalivo y aproximativo, entonces el hom­ 1 111 aristocrático eso de observar al microscopio!), es la
bre humilde y pío debería renunciar a la curiosidad y a 1111tu\ certeza.
esa clase de tranquilidad de ánimo necesaria para los
descubrimientos microscópicos y remontarse hasta Él 1 k' nuevo siento en estos tiempos algo que he experi-
solamente a través de la ética. 111 111 ado a menudo: ¡lo difícil que me resulta compren­
¡, 1 " los demás! Con furiosa pas.ión me arrojo sobre un
l tlu o; pero cuando lo leo me parece que sólo hallo cosas
No tiene utilidad alguna consagrarse a las ciencias na­
turales. Uno permanece inerme sin poder comprobar 1 ' onocidas, o cuando lo cierro siento otra vez que ver-
nada. El científico comienza al instante a distraer a las 1 ukramente algo se me ha escapado. Por otra parte, me
gentes perdiéndose en detalles: ahora es preciso ir a Aus­ 1 · 1 1 �·u.· también que he encontrado pensamientos que
tralia, ahora remontarse hasta la luna, ahora descender 111111<.:a tuve, pero no se me graban y no logro recordarlos.
a una caverna subterránea, ahora ir a casa del diablo ... 1 11 rambio, cuando me propongo reflexionar sobre esto
• 11qudlo, estoy seguro de resolverlo lo haya leído o no.
para encontrar un parásito intestinal; ahora es preciso
usar el telescopio, ahora el microscopio ... ¡Quién puedl· e omo se comportan los otros, no lo sé. Quizá el anhelo

soportar tantas diabluras! 11 1 cinocerse a sí mismos no es tan grande en ellos, y por


Bromas aparte, hablemos en serio. La confusión estri­ 111 han de tener quizá más facilidad para aprender de
ba en la dificultad de distinguir dialécticamcnte ambos 1111 1 1 1oria.
aspectos del problema, el estado de la cuestión y cómo l l 1 1t·se a esto mi gran disposición para Ja poesía, que
la filosofía ha de servirse de la ciencia de la naturaleza. lt 11 ,. que escribir sea para mf Ja satisfacción más in-

El todo se reduce a un lenguaje imaginario e ingenioso ,, 11".I.


(por lo mismo nada se perdería con ignorarlo): ¿no es 1< 11<\nto desearía leer!; me parece que eso sería una
más que un ejemplo?, ¿una analogía? ¿O por el contra­
rio es de tal importancia que se puede la teoría basar " F.,lo es Rodas, salta aquí,., proverbio que se usaba en el sentido
en él? i •1 ,1 ,1 e:. la cuestión».
160 SÓREN K1ERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 161

escapatoria. Estoy convencido aún de que progresaré \'l:dad del ataque; precisamente cuando tiene miedo,
mejor por medio de la paciencia, por el camino más lar· 1 1 1cga el ataque. Cuando está seguro de ser el más fuerte,
go de la autorreflexión. • 111onces comenta: «Es una canallada.» En cambio,
1 1 1ando se siente débil razona así: « No es nada.» Es de-
Uno puede muy bien comer la ensalada antes de que 1 1 r, que se aparta.

se forme el cogollo; pero su delicioso enrizamiento es


algo muy diferente a las hojas. Otro tanto acaece en el
mundo del espíritu. La despreocupación hace que muy
rara vez una individualidad logre «formar el cogollo», y
por otra parte el poeta, el hombre religioso, el pensador
que de veras ha formado el suyo, nunca será popular; no
porque le sea difícil lograrlo, sino porque tiene necesi·
dad de reflexiones silenciosas y prolongadas, de intimi·
dad consigo mismo y de soledad. Aun cuando yo, profi·
riendo gritos, pudiera decir algo agradable para todos:
si se tratara de materia religiosa, no lo diría, porquo
constituye una especie de indecencia para con la religión
que se deba conceder importancia a los chillidos, en lu·
gar de hablar consigo mismo, a media voz, como la reli·
giosidad quiere que se haga. ¡Ay de mí! ¡Las cosas andan
al revés! E n tanto que a la religiosidad le importa quo
cada Ente ande solo o que penetre en su celda para ha·
blar en voz baja consigo mismo, algunos creen que la
importancia estriba en desgañitarse gritando.
En mi juventud, cuando veía que atacaban a un hom•
bre y al mismo tiempo a otros muchos que acudían 1
defenderlo, pensaba: « ¡Caramba! ¡ Debe de ser un ataqua
peligroso! » Ahora que he envejecido un tanto, cuando
presencio un ataque contra algún hombre y al mismo
tierno veo a muchos que acuden a defenderlo, me digot
« ¡Caramba! ¡Debe de ser un ataque peligroso, puesto
que tantos están dispuestos a defenderlo!» Cuando en mi
juventud oía a un hombre atacado decir: « Este ataque e•
una infamia, una cobardía», yo pensaba: « ¡ Esperemoa
que el hombre aguante!»; pero si el atacado decía: «No
es nada», entonces yo me decía, en mi juventud: « ¡ Do
modo que no hay peligro!» Ahora pienso todo lo contra
rio. Sólo un hombre que se siente seguro admite la gra•
DIARIO INTIMO 163

lo.., antecedentes de mi vida; permanezco tan libre de


, inculos que puedo a cada instante, si Dios así lo quiere,
...er derribado sin la más mínima consecuencia para nin-
1•110 otro.
Oe que como escritor pueda, en virtud de una rigurosa
1 847 .1utodisciplina ética, hacer mucho bien en una época
lomo la nuestra, no hay duda alguna. Naturalmente, eso
110 indica que deba vencer, sino que, por el contrario,
20 de enero de 1847 ... 1gnifica más bien que debo contar con la derrota. Bas-
1.1 nte claro aparece que me tocará sucumbir. Los aristó-
Me ha complacido siempre, desde el fondo de mi alma, 1 r:llas continuarán guardando un silencio tranquilo y
el deseo de convertirme algún día en un pastor de carn· 1·11vidioso, permitirán que me arroje a la refriega y que
paña. Me complacía como deseo idílico, en contraste con 1 .1iga víctima de la plebe, a fin de disfrutar de todas las
mi esforzada existencia, y también, desde el punto da , l'll Lajas de la situación. Es decir que, humanamente ha­
vista religioso, como penitencia, a fin de hallar el tiempo blando, mi labor no será recompensada. No deseo otra
y la paz para arrepentirme verdaderamente de los peca• 1 º"ª· Nada significa que me deje dominar por algún
dos cometidos. Pensaba entonces que como escritor esta• 111 rebato de impaciencia; porque en todo momento bue-
ba a punto de hacer fortuna y que, por lo mismo, bit:n 110 estaré dispuesto a sacrificarlo todo y espero, por con­
estaría concluir de aquella manera. Entretanto, parece ..aguiente, que Dios me concederá las fuerzas necesarias
bastante evidente que «nuestra situación se vuelve cada p.1ra soportarlo.
vez más confusa» . Ahora, dado que -me atrevería a sos•
i no idolatro como hace Mynster el «orden estableci­
do»' (ésa es la herejía de Mynstcr) y si no confundo el
tenerlo en presencia de Dios, juez supremo- la situa·
ción literaria, social y pol ítica reclama a un Extraordi· , do de la ética con el espíritu burgués; si no quiero abo­
nario, se trata de saber si existe alguien dentro del reino l 1 r por completo la categoría de lo «Extraordinario» y,
que sea adecuado para esa misión, aparte de mí mismo. de nuevo a la manera de Mynster, me conformo con sa­
Renunciando a «ella», he renunciado a todo deseo de pa· hl:r simplemente que tales personajes han existido y a
sarlo bien en esta vida; por mis culpas per onales me ho 1 omprenderlos tan sólo en consecuencia, solamente en
calificado como acreedor a todo tipo de sacrificios. Do 1·-.l.' caso no podré rechazar la tarea que se me ha enco-
modo que, en mi caso, existe un presupuesto ético. Acle· 111endado.
más, ingresando como preceptor de religión en un detcr l lumanamente hablando es preciso decir que de ahora
minado empleo público, me obligo en el fondo a ser algo 1·11 adelante no sólo voy al encuentro de lo incierto, sino
diferente a lo que soy. Una culpa que llevo conmigo me quc afronto un fin certero, con fe en Dios de que en esto
expone a cada instante a un ataque sobre este particular. , unsista la victoria. Así comprendí mi existencia a los
Una vez pastor, la confusión se haría dolorosa, puesto
que habría callado algo antes de entrar en ese estado. 1 T�nnjno técnico: Det Bestaaende, que Kierkegaard profundizará
Como escritor, en cambio, mi posición es distinta. No '"·" tarde y criticará directamente como a la categoría de la política •

contraigo relaciones personales con ningún hombre qm• I"" l·onsiguiente, de la lglesia del Estado, llamada precisamente «lgle-
1 1 1 l·,tablecida», en tanto que a la verdadera Iglesia conviene el «devc­

'"' que es la categoría del ser espiritual. (N. del t. i.)


pueda tener pretensiones acerca de mi ejemplo y sobr,• ,.
164 SOREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 165

diez años; ésa es la causa de la enorme lucha que sostie­


ne mi alma. Así la comprendí a los veinticinco y así la
comprendo ahora que tengo treinta y cuatro. Por eso >.¡ de enero de 1847
Paul Moeller me llamó « uno de los hombres más sumi­
dos en la lucha» . 1 Dios sea loado por los ataques que han llovido sobre mí
Sólo cuando m e pongo a escribir m e siento bien. En­ e le parte de la plebe! Me han dado la oportunidad de ins-
tonces se me desvanecen los disgustos de Ja vida y los 1 1 uirme en la escuela de la interioridad y de convencer-
sufrimientos; me encuentro con mi pensamiento y me 1ne que a fin de cuentas era una idea melancólica la de
siento feliz. Basta que me interrumpa durante un par de querer hacerme pastor de campaña, la de entregarme a
días para que en seguida me sienta mal, lleno de moles­ l.t penitencia en una vida retirada y olvidada. Permane­
tias y de achaques. con la cabeza pesada y oprimida. Se­ ' aé en mi puesto ahora más que nunca. Sin ese diluvio
mejante ímpetu, tan rico, inagotable, mantenido a dia­ de escarnios mi idea melancólica hubiera seguido persi­
rio durante cinco o seis años y que fluye con tanta guiéndome, porque una cierta holgura favorece las ideas
abundancia, un ímpetu así no puede dejar de ser una 1nclancólicas. Si no hubiera tenido nada de fortuna, no
vocación divina. Si esta abundancia de pensamientos ll:::i bría caído, a pesar de mis disposiciones naturales, en
que aún se agitan en mi alma debiera ser reprimida, re­ l'"ºs excesos de melancolía a los que he estado sujeto
presentaría para m í un martirio y un tormento y ya no 111ás de una vez.
sería capaz de nada. ¿Y por qué habría de reprimirla?
Por haberme llenado la cabeza con la idea de aplicarme
como un penitente a algo para lo cual, según mi enten­
der, no estoy destinado. ¡No! Líbreme Dios de ello, y
Dios tal vez permitirá que aparezca alguna señal exte­
rior. Es duro y deprimente tener que invertir dinero
para obtener el permiso de trabajar con mayor empeño
y esfuerzo que cualquier otro ciudadano. Es duro y de­
primente, con semejante trabajo, obtener solamente que
lo arrojen a uno como pasto de la ruin envidia de los
aristócratas y como escarnio de la plebe. Es duro y de­
primente tener ante sí la siguiente perspectiva: cuanto
más trabaje, peor me irá. Pero todo lo soportaré alegre y
paciente, con tal de adquirir la íntima certidumbre de
que no es mi deber imponerme libremente un martirio
al pasar a una situación que en cierto sentido podría de­
sear, pero a la cual no podría atender verdaderamente.·
ni sentirme en ella verdaderamente fel iz. No he elegido
yo la carrera de escritor; al contrario, es una consecuen­
cia de mi individualidad entera y de mi aspiración más
profunda.
DIARIO ÍNTIMO 167

-.uicida, pocos instantes antes de saltarse la tapa de los


'l'SOS:

-¡Con este disparo mato al tiempo!

Que se le pueda ocurrir a un hombre, en calidad de


1845 - 1 847 poeta idílico, identificarse a sí mismo o su condición hu-
111ana con la vida de los animales (¡ese idilio en el que
palos, ocas y vacas representan la vida perfecta y bendi-
(HOJAS SUELTAS)
1 .t!) es incomprensible para mí. Constituye una gran sa-

L sentimiento de tranquila elevación, cuando uno 1 1 .... facción observar de cerca a los animales de un modo

E sale de paseo en carruaje al caer la tarde, se produ­


humorístico; uno puede pasarse días enteros mirándo­
los. El humorismo justamente crece en proporción di­
ce con la aparición de la primera estrella. A medida que •t'<.:la a la estupidez de los animales, por ejemplo, con los
la oscuridad se hace más densa, las estrellas se multipli­ patos, las ocas, los cerdos y las vacas.
can en el cielo; eran visibles también antes, pero la luz
las ocultaba. ¡ Hasta que el ejército luminoso triunfa en Cuando el campesino trae al mercado sus mercancías
los cielos y uno puede contar, una a una, todas las es­ h1cn dispuestas y acomodadas, es horrendo ver que los
p1 imeros en acudir corriendo no son los compradores
trellas!
que tratan los productos con sumo cuidado, sino unos
Cuando el rico pasea en su carroza, rodeado de antor­ 1 1 uhanes que todo lo arrebatan y ajan. Así sucede con los
chas en medio de la noche, ve un trecho de camino 1·-.critores y sus lectores: los primeros en lanzarse sobre
mayor que el que ve el pobre que camina en la más ne­ 111.... libros son los bribones de los críticos.
gra oscuridad; pero no ve a las estrellas, ya que se lo
impiden las mismas antorchas. Lo mismo ocurre con la
prudencia humana: con ella se ve bien de cerca, pero
priva la visión de lo infinito.

No olvidemos jamás que no todos los que hayan perdi­


do la razón pueden, por eso mismo, probar de manera
irrefutable que la tienen.

Que el tiempo (ese sucederse de Jos momentos uno tras


otro) sea o pueda ser el peor enemigo del hombre, lo in­
dica el lenguaje -cosa muy expresiva- por medio dl·
significativas frases, como « matar el tiempo», o vicever­
sa, «el tiempo se me hace tan largo que estoy muerto dl'
aburrimiento » .
Podría ser una réplica psicológicamente justa l a de un
DIAIUO INTIMO 169

1ws sobre la doctrina de las categorías, que he leído con


l·I mayor interés.
¡ Y pensar que cuando por primera vez fui a Berlín,
pH .:cisamente al único a quien no escuché fue a Trende­
ll·11burg, porque, según decían, era un kantiano! ¡Y casi
24 DE ENERO DE 1847 - 1 5 DE MAYO DE 1 848 111iraba de arriba abajo al joven sueco, compañero de
' 1,1jc, que quería estudiar únicamente con Trendclen­

RETENDEN dar a entender que las objeciones contra el


hurg! ¡Estúpido prejuicio del que también yo era es­

P cristianismo provienen de la duda. Es un error. Las


< lavo!

objeciones contra el cristianismo provienen de la in­ La turba es verdaderamente el blanco de mis ataques.
subordinación, de la mala disposición a la obediencia, l u he aprendido de Sócrates . Quiero atraer la atención
de la rebelión frente a la autoridad. Por eso hasta hoy 1k los hombres para que no desperdicien sus vidas en
se han dado simplemente palos en el aire contra las llll'gos y disipaciones. Los aristócratas piensan que exis­
objeciones, pues sólo se ha combatido a la duda des­ ll· siempre una masa de hombres que se pierden por
de el punto de vista de la inteligencia, cuando debía ha­ ' ompleto. Pero lo callan, viven agazapados y se compor-
bérsela combatido en el campo de la ética contra la re­ 1.irl como si e a gran multitud de hombres realmente no
belión. n istiese. La impiedad de la superiotidad de los aristó­
' 1 atas consiste precisamente en que, con tal de pasarlo
Me acusan de impulsar a Jos jóvenes a repantigarse en l 11l·n, no se toman ninguna molestia en advertir a los
la propia subjetividad. Tal vez. Pero ¿cómo sería posibk• 1kmás.
suprimir esas ilusiones de la objetividad, por ejemplo, la Yo no quiero eso. Quiero, en cambio, advertir a la tur­
del «públic o», etc., sin hacer resallar la categoría del En­ ba sobre su propia ruina. Si no lo quieren a las buenas,
te? Con el pretexto de la objetividad se ha pretendido l1J..., obligaré a las malas. Me comprendan o no. Mi inten-
sacrificar por completo la individualidad. 1 ion no e golpearlos (¡ay de mí!, uno solo no puede gol­
pear a la turba): quiero obligarlos a que me golpeen.
Ningún filósofo moderno ha influido tanto en mí como P01·que una vez que me hayan golpeado, seguramente
Trendelenburg.' Cuando escribí La repetición no había prestarán atención, y si me golpean a muerte, prestarán
leído aún nada suyo, pero ahora que lo he leído ¡cuán .1bsoluta atención y yo habré vencido por entero.
claro y potente se vuelve todo! Me relaciono con él de un Los hombres no están perdidos hasta el extremo de
modo extraño. Uno de los puntos que me ha interesado querer el mal en última instancia, pero están ciegos y no
desde el comienzo es la doctrina de las categorías (los -..tben lo que quieren. Por eso mismo es preciso tenderles
problemas sobre esta materia se encuentran en mis no 1 1 1 1a mano e impulsarlos a que tomen una decisión. Un
tas antiguas y en los cartapacios señalados con el númc 111110 puede, durante mucho tiempo, mostrarse rebelde
ro 4). Trendelenburg ha publicado ahora dos disertacio ' on su padre. Pero si el padre procede de tal modo que lo
1 1bliga a cometer un atentado, el niño estará más cerca
1. Federico Adolfo Trendelenburg ( 1802-1872), filósofo que se opu:.11 1 k su salvación. La victoria de la turba se debe a que uno
a Hegel y, en especial, a su método dialéctico. (N. de la 1.) l.1 esquiva de tal manera que ella no adquiere jamás con-
DIARIO fNTIMO 171
170 SÓREN KIERKEGAARD

ciencia de sus actos . La turba no tiene reflexión alguna e los de valía es quizá
•11 ,l· cualquier escritor danés entr
esencial; si llega hasta el extremo de matar a un hombre, "'• '"' esmerado que yo.
nte a el la no
eo ipso se detiene, piensa y reflexiona. l 'l:ro otra cosa es la puntuación; en lo toca
Aquel que, como generalmente se dice, en calidad dt' "'l' i nclin o ante nadie, y hasta
dudo de que exista otro
i -
reformador lucha contra un poderoso (el Papa, el empe­ , 1 ritor danés que
pueda competir conmigo. Mi esti;- �
especial para la reto n-
rador, en suma: contra un solo hombre) debe tratar de 1111,1 de dialéctico, con un sentido
mis pen�amientos Y el
abatir al poderoso; pero aquel que, con más justicia, '· 111is conversaciones interiores,
es� o tiene absolu �a-
hace frente a la turba, de la que proviene toda perdición, • ¡1·rcicio de leer en voz alta , todo
_
cialista en la matcna.
debe tratar de que sea él el abatido. 11u·n te que convertirme en un espe _
ia en mi puntuación.
Por lo tanto, hago una diferenc
leo en un artículo
Mi melancolía se ha esforzado durante muchos años 1 1 1-.. 1 inta es la puntuación que emp
retórico. Esto solo ya
en impedir que yo pudiera tratarme de «tú» en el sentido , 11·nt ífico de la que util izo en uno
conoce una
más profundo. Entre mi melancolía y mi ((tuteo» existía 1• 1 1 a demasiado para la mayoría que sólo
puedo de ning una n:a-
un mundo de fantasía; este mundo fantástico que ahora I" .11ná tica . En consecuencia, no
ejemplo para c�leg1a­
he extraído en parte de mí mismo con mis seudónimos. 111 1 1 proponer mis artículos como
Así también un
..

Así como aquel que no posee un hogar feliz, vagabundea ¡. .., para hombres todavía inmaduros.
enseñar a sus alum nos
todo lo posible y de buena gana prescindiría de su casa, l111cn latinista no se preocupa por
ua, los múl tiple s, pe­
así mi melancolía me ha alejado de mí mi mo, en tanto 111.., matice más sutiles de la leng
subjuntivo; pero por su
que yo, con mi vida y mis hallazgos poéticos, recorría un •tm•uos y graciosos misterios del _
conozco, además, a run­
mundo de fantasía. Como aquel que ha recibido un con­ , 11l·11t a escribe de ese modo. No
la puntuación e� sen­
siderable patrimonio en tierras y que no acaba jamás de .,11n escritor danés que se ocupe de
conocerlo por entero, de este modo, bajo la presión de la tido ideal; los escritores de hoy
se limi tan a segutr las
melancolía, me he amoldado a mis limitaciones. 1111rmas gramaticales.
distinta para los tro-
1i puntuación es especialmente
Sí y no, o los dos hermanos (Mt. 2 1 , 28 ss.). º" de retórica, pues es
muy avanzada. De u� modo. es­
cto dialéctico-arqu1tect6�1�0:
¿Cuál de los dos hermanos era el perdido? ¿El que dijo l •�Tia l me preocupa el aspe
itmi a de las propos1c10-
que no e hizo la voluntad del padre, o el que respon­ qm· a primera vist a surja esa eur
, constituye el ritmo
dió que sí pero no hizo la voluntad del padre y quizá 111..., que, cuando uno lee en voz alta
que lea en voz alta ). Po;
también se jactó de estar siempre dispuesto a . . . decir ( v o imagino siem pre a un lector
as. As1,
que sí? • ..,0 soy muchas
veces parco en el uso de las com
e punto y com a, no
, 11.indo quiero una subdivisión entr
ejemplo: «LO que uno
d¡vid o esas proposiciones; por
Algo acerca de mi puntuación 1khc a otro o lo que uno debe a
sí mismo.» A este respec­
'º vivo en con tinu a luch a
con los correctores de impren-
En lo que a ortografía se refiere, me inclino incondicio­ 1.1. quienes con muy buena inte
nción ponen comas por
o.
nalmente ante la autoridad (Molbech); ni se me ocurre 111da s partes y así perturban mi ritm . .
oría de los estilistas dan�scs
pretender justificarme, pues sé que con respecto a este 1�11 mi opinión, la may
completamente cqu1vo-
punto me faltan conocimientos y de buena gana admito 11.,.a1 1 el punto de una manera
172
SÓREN KIERKECAARD DIARIO INTIMO 173

cada Descomponen su
: discurso en numerosos
seguidos; de ahí se sigu e puntOI
que la lógica no sea suficie Andersen puede contar el cuento de «las calzas de la
temente respetada, pues n•
así las proposiciones sub lurtuna», pero yo puedo contar el de los zapatos que
nadas -siendo cada una ord i·
de ellas un punto seguido- 11prietan. Mejor dicho, podría contarlo; pero como no
se
vuelven coordinadas.
quiero hacerlo, prefiero guardar un profu ndo silencio,
Ante todo debo repetir que
imagino a lectores que lean por eso mismo puedo contar muchas otras cosas.
en voz alta y que, por lo tan
. to, estén ejercitados en recorrer
la �ecuenc1a del pensam
iento hasta en sus menor Mientras existan numerosos pozos de donde extraer
l�c1ones y en reproducirlo es osci·
con la voz.* Con toda tranqu .1nua, no se siente la angustia de que pueda faltarnos.
hdad me someto al experim i·
ento. Invitad a un actor 0 l\:ro íCuando só]o hay uno . . . ! Así también, cuando el
un orador (que sean práctic a
os en modular) a leer, a títu 1 1 istianismo
se convierte para alguien en el pozo único,
de ensayo, un trozo de mis lo
discursos. Estoy convencid .olo entonces comienzan los escrúpulos. El escrúpulo es
de que habrán de admitir o
que muchas cosas que de l.1 expresión del alma concentrada en el cristianismo
modo estarían a merced otr o
de su libre interpretació 1 orno en su único objeto. Por eso mismo la mayoría está
chas que deberían ser acl n, mu·
aradas con notas del aut libre de escrupulos.
hal l�:án explicadas en virt or las
t�ac10n gramatical abstra
ud de la puntuación. La
un·�
cta n o basta en retórica; La existencia más ingrata es y será siempre la del es­
esp

c1a lmente cuan o se me
zcla una pizca de ironía,
c.
de epi· '1 itor que escribe para escritores. Los escritores pueden
grama, de as�ucra y de ma
licia, es decir, algo que, dividirse en dos clases: los que escriben para los lectores
terreno de la idea, tenga en el
un cierto sabor a malicia. y los que escriben para escritores. A estos últimos el pú­
blico no puede entenderlos, los considera locos y se mofa
¡Qué sátira tan tremenda
de los tiempos modernos 1k· ellos. Entretanto, los escritores de la segunda catego-
el ver �ue la única aplica e�
ción que se da a la soleda 1 1a saquean sus obras, hacen furor con la mercadería sa­
:n calidad de castigo: la prisión! ¡Qu d sea
é diferente de las c¡ucada y menoscabada y generalmente se convierten en
epocas en que, aunque la
vida terrenal fuera munda los peores enemigos de los escritores de la primera cate-
se creía en la soledad del na
lo más elevado, como a
claustro y se Ja honraba
la determinación de lo ete
com t ; 1·oría; porque es de suma importancia para ellos que na­
rno ! d 1c se entere de la verdad.
Ahora se la aborrece, se
la execra y se la emplea tan
como pena para los delinc sólo
uentes. ¡Qué cambio! Cada vez que la historia del mundo debe dar un paso
.1dclante y superar un punto difícil, avanza al instante
Nuestro tiempo necesita
educación. Por eso Dios '"'ª formación de verdaderos caballos de tiro: los céli­
Sl'
a�oderó de uno que, com
o los demás, necesitaba ht·s, los solitarios, los que viven tan sólo para una idea.
c16n Y lo educó «privadís educa
imamente», para que a su lohannes von Müller dice que dos fuerzas guían al mun­
.
pudiera enseñar. vez
do: las ideas y las mujeres, pero cuando se debe dar la
h.1talla decisiva es preciso dejar que gobiernen las ideas.
* P11!cisam�nte �n estos días
me entero de que el viejo Ficht
co�1-espondenc1a epistolar con Schiller, se lam
e en MI
enta a propósito de MI E.s penoso el error de Cervantes al concluir Don Quijo­
estilo que la gente no logra de
clamar. ,,. de manera que el héroe recobre el juicio, y que muera
175
174 SóREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO

icio conti-
luego. ¡Pensar que había tenido la excelente idea de ha· ol.1u n irles; por el contrario, sólo existe el sacrif
lo sumo una
cerio convertir en pastor de ovejas! Debió terminar en· 11110. En tal caso, un amigo representará a
tonces. Don Quijote no debe «Concluir»; debe ser repre­ 1 1 mora, y por consiguiente es preciso
ser cautos.
sentado en pleno impulso, de modo que permita
d, es duro
descubrir una serie sin fin de nuevas ideas fij as. Don Más que el no comprender nosotros la verda
Quijote es infinitamente perfectible en su locura, pero lo 1111 ,cr comprendidos por la persona
amada.
único imposible para él es precisamente que recobre Ja
adicción
razón. Me parece que Cervantes no era lo bastante dia­ l�n realid ad, todo arte consiste en una contr
e ser pinta­
léctico para dar a l a obra la conclusión romántica, que .11.déclica. Lo verdaderamente eterno no pued
itu.
no es conclusión. .111, ni dibujado, ni esculpido en piedra porque es espír
do ni dibuj ado
l'1•1 o tampoco lo temporal puede ser pinta
rlo así, se lo
Un hombre peca primero quizá por «debilidad» y su­ 111 esculpido en piedra; porque, al representa
sólo fija un
cumbe a la debilidad (porque es su debilidad justamente ,, presenta eternamente, pues una imagen
lleván dose la cu­
la fuerza de la inclinación, de la pasión, el anhelo del 1i¡omento. Cuando pinto a un hombre
izo; el hom-
pecado); pero luego se siente tan desesperado que tal vez ' h11 ra a la boca o sonándose la nariz, lo etern
peca de nuevo por «desesperación».2 111 · seguirá sonándose la nariz mien
tras dure la imagen.
Nuestros liberales son unos bellacos que sólo saben
con­
charlar. Critican los actos del gobierno y cuando se les Nuestro tiempo necesita páthos (como legumbres
de perfora­
echa en cara que no actúen, responden que ellos no son " .1 d escorbuto); pero, en verdad, la labor
e ser más comp licada
el gobierno. Cuando se les pregunta luego por qué no ' 1un de pozos artesianos no pued
las p�-
dirigen por lo menos sus armas contra la degeneración 11111· mi cálculo dialéctico sobre lo cómico, sobre
, a ser pos1-
del público, en la cual están implicados como periodis­ ic111cs y sobre lo patético donde procurarse
aire patét ico. La desgracia
tas, entonces responden: «No es culpa nuestra si el pú­ l1ll·, una benéfica corriente de
la reflex ión. Ningún
blico va de mal en peor; no es asunto que nos' concier­ .11· nuestra época es la prudencia y
porque la re­
na.>) Summa summarum, 3 puras bagatelas: no hay entre , 11l usiasta inmediato podrá ayudarme ya,
necesario uno
ellos un solo hombre de carácter. lll'x ión de la época lo devora. Por eso fue
ión, de echar a volar
q1 1l· fuera capaz, mediante la reflex
Uno se lamenta a menudo de no hallar un amigo. La l 1-. reflexiones, un hombre de genio que,
dentro de su
ido del
culpa es verdaderamente nuestra. Depende de lo que el 111l 1onalismo y su insensibilidad, en lo desapercib
ba un entus iasmo de prime-
hombre quiera en el mundo: si sólo tiende a un fin in­ 1 .l .1rnio y de la mofa, oculta
defen der
mediato, cualquiera que sea, hallará siempre alguien 1 . 1 calid ad. Y en nuestra época, en la que, para
degenera­
que acabe por reunirse con él. Pero si el hombre quiere el d matrimonio, es necesario encantar al gusto
de un seduc tor;4 y así con
más alto idealismo, con todos los sacrificios, no hallará do tic los tiempos con un Diario
amigo alguno, porque no existe interés común que pue- tudo lo demás.

afirmar que con sus


2. El núcleo de este texto será desarrollado, profunda y patética­ 1 Los kierkegaardianos están de acuerdo en
encarar las distintas posibilida-
mente, en La enfennedad mortal ( 1 849). (N. del t. i.) ,¡,. ,,., seudónimas Kierkegaard quiso
3. •En resurrudas cuentas.• 1 , tll· :.u existencia. (N. de la t.)
176 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 177

.11· mi vida. He aquí una situación completamente regu-


Ser pisoteado por las ocas representa una muerte len­ 1.11 : «ella» es mujer y yo soy un ironista. Y la razón es
ta, pero también es una muerte lenta verse lacerado por n in más profunda. En efecto, lo que me impulsó a aban­
la envidia. Mientras la plebe me insulta (pues l o publica· donarla (mi profundo infortunio) adquirió para mí una
do en un periódico no tendría mucha importancia si no l 1 1 1 portancia distinta cuando por su causa habría debido
significara para la plebe la orden de escarnecerme, de li.1ccrla desdichada y cargar sobre mi conéiencia un ho-
insultarme a diario por las calles; y si no fueran los cole­ 11m:idio. Desde ese momento, por lo mismo, aquella mi­
giales, los estudiantes, los dependientes de tienda y toda ·t·ria mía se enseñoreó de mi persona: no podía ser de
l a ralea plebeya que la literatura plebeya remueve de su 111 ro modo. Para defender mi conducta hacia «ella» debo
fondo fangoso, quienes me insultan), la envidia de los ll·ncr siempre presente mi desgracia fundamental. Ésa
aristócratas observa satisfecha y asiente: « ¡ Se lo mere· , , la pura verdad.
.

ce!» ¡Figuraos si da placer y ganas de vivir en semejante


situación! No, pero yo me doy por satisfecho al saber ¡ Parece extraño que haya cumplido treinta y cuatro
que he «actuado». Por lo demás, la insistencia de una 1111os! Me resu lta del todo incomprensible; estaba tan se­
actitud semejante es una de las cosas más penosas; todo ¡•uro de que moriría antes de este cumpleaños o el mis-
lo demás tiene un final, pero esto no cesa jamás. ¡ Estar 1110 día, que me sentida inclinado en verdad a suponer
en la iglesia y ver que dos haraganes tienen el descaro de que el día de mi nacimiento ha sido mal registrado y que
ponerse a vuestro lado para clavar Ja vista en vuestros 111uriré al cumplir los treinta y cuatro años.
pantalones y mofarse cambiando frases en voz alta, de
modo que es imposible dejar de oír cada una de sus pala­ U na cosa es que el pueblo, la turba, la oposición, lu-
bras! Pero a estas cosas he acabado ya por habituarme. 1 hcn contra el rey, contra el gobierno (lo que llamamos
El hecho de que la desvergüenza tenga su punto de política), y otra que estén sometidos al Estado, como
apoyo en un periódico hace que los descarados se consi­ 1 1 1ando los inquilinos de una casa se amotinan -no con­
deren en su pleno derecho, como ejecutores de la opi­ tra el patrón sino contra ellos mismos-, se produce
nión pública. Es comprensible. Me he equivocado en una lucha entre los distintos pisos, desde el sótano has-
cierta forma con respecto a Dinamarca. No creía que la 1,1 la buhardilla, pero de los unos contra los otros».
plebe representara a la opinión pública en Dinamarca;
la
pero será un placer para mí atestiguar que (cosa fácil, Yacer paralítico durante treinta años esperando
por lo demás) la situación es así. y ver cómo siempre otro se nos adelan ta
1 1 1 ración

(111. s. 5 ss.).
Si muriera «ahora», el mundo creería que he muerto
de pena por la persecución; y esto conviene al mundo; en 1 rumanamente hablando, debo decir que habría podi­
cierto sentido, se puede decir que no ha contribuido real­ do hacer mi vida mucho más fácil y ser amado y, por
mente a prolongar mi vida. Por otra parte, la verdad so 1·110, mucho más apreciado. Pero ¿me está permitido,
bre mi vida es otra. Cuando la abandoné a «ella», elegl 11111 respecto a Dios? Con Dios es con quien tengo mayor
la muerte y. por lo mismo, pude trabajar enormementl'. l.11n iliaridad; nadie piensa en esto. ¡Ay de mí! Por eso mi
Ella hizo la parodia de exclamar: «Me muero», en tanto , 1<la es tan tensa. Apenas Dios se aparta un poco de mí,
que yo pretendí que sólo entonces comenzaba la alegría ,a no me queda ningún otro confidente; además, resue-
178 DIARIO ÍNTIMO 179
SÓRE.N KJERKEGAARD

na continuamente la acusación de que lo que hago, Ju 1 1 1011 de la costumbre, no se hubiera


n cegado con la
hago justamente porque Dios es para mí lo más impor· 1. , ele que el tirano es un hombre
,
solo, se podría aún
tante. Quien tenga idea de lo que significa estar funda· 1 •i·• .ir que vieran fácilmente que el ser perseguido por l a
mentalmente con Dios, ése me comprenderá . 1 1 i,,, es l o más penoso d e todo; porque ésta es la suma
De haber vivido en la Edad Media, probablemente ha· 1, los Entes, de modo que cada Ente aporta a ella su
bría concluido en un convento entregado a penitencia. 1 • q 1 1cña parte; en tanto que el Ente
no piensa cuán
Hoy comprendo de una manera diferente esta necesidad , 111uc será la suma total cuando todos los Entes
proce-
mía. Todo automartirio en un convento sólo nos conduce 1 1 1 1 así.
a una ilusión; por eso elegí otra cosa. He elegido servir a , Nu nos ha enseñado suficientemente Ja filosofía que
la verdad allí donde la labor es más ingrata. Es bastante 1 111undo ha entrado en la reflexión? Esto es verdad; por
evidente que mi obra será útil, y estoy convencido de que llu, nu nca más un Ente (rey , papa, etc.) podrá hacerse
será más evidente aún, especialmente después de mi 1 1 1 .1110. La tiranía se convert irá forzosamente en una re­
muerte . Porque forma parte de mi idea de penitencia y l 1 1 l l > 1 1 de reflexiones. Henos aquí otra vez ante l a catego-
de trabajo el pensamiento de que mi tarea sólo puede ser 1 1 1 tk la turba, opinión pública .
comprendida después de mi muerte, y esto coincide con i..;ot:rates es y será para mí el único reformador que
mi idea de penitencia. , , , 0110zco. Los otros, en mi opinión, pudieron estar en-
1 1 1·.i�1smados y guiados por buenas intenciones, pero a l
Vuelve particularmente difícil mi posición en la vida 11t l •. 1110 tiempo eran notablemente limitados .
pública el que los hombres no puedan comprender con­
tra qué combato en realidad . Ponerse contra la turba es 1 . 1 desgracia de nuestra época es justamente la de vivir
siempre, para la mayoría, una cosa sin sentido; ¡porqm.· 1 .. 11 completo en el «mome nto».
Apenas un hombre logra
la turba, la pluralidad y el público son precisamente las 1 11 1L·cbir una idea, quiere que se la reconozcan inmedia-
fuerzas de la salvación, esa unión de los amantes de la 1 1 1 1 1cnte. ¡Cómo no! ¡Mis felicitaciones! Si otro hubiera
libertad de la que debe surgir la salvación contra los 11 dlndo la idea del Ente, le habría procurado un montón
reyes, los papas y los funcjonarios que pretenden tirani­ 11 ..,ctuaces y todo se hubiera echado a perder; habría
zamos! ¡Ay de mí! O mejor: ¡pobres de nosotros! Ésta es 11q!ido una caterva de secuaces, pero no la verdadera
la consecuencia de haber combatido durante siglos con­ 1ili·.1 del «Ente». Pero como dialéctico soy un poco más
tra papas y reyes poderosos y de haber considerado a Ja 111�1 ruido. En este momento no hay ni nguna salida de
turba como a cosa sagrada. Nadie sospecha que las cate­ 111110, ni una brizna de paja; quiero suponer que no habrá
gorías de la historia se han invertido y que la turba se ha 1111 1µ.una hasta Ja muerte, para que sea bien visible cuál
convertido en el único tirano y en la perdición funda­ 1 , ,, la idea del «Ente», a cuyo servicio estaba yo absolut

mental. qJt'nle solo, más aún, observa do por todos. Eso está bien.
No, la antigüedad comprendió mejor la cuestión, es \ltvir solo en un lugar apartado con Ja idea del «Ente» , no
decir, que la « turba» es el peligro número uno. La histo­ l ¡1 t 1 i lica coherencia ni es la expresión más precisa de l a
ria retorna ahora a las formaciones de la antigüedad. l1ka. Pero estar solo y tenerlos a todos e n contra e s en
Europa no sufrirá guerras, sino una continua revolución 1 • 1 H ido dialéctico tenerlos a todos consigo, porque el he-
interna (plebeyos-patricios). • lt11 de tenerlos a todos en contra ayuda
a hacer evidente
Si los hombres, en el curso de varios siglos y con la q1 1t· se está solo; eso es ser d ialéctico y eso es vencer.
180 SOREN KlERKEGAARD DIARJO INTIMO 181

Los hombres se afanan siempre por procurarse al 1 u� libros son leídos por unos pocos, los periódicos
nos discípulos, y es de gran importancia para ellos q 1 .. u iodos. Como si a bordo de una
nave hubiese un solo
esto suceda pronto. Se afanan por recurrir a cualqui 1111 t•flfono del cual se hubiera apoderado el mozo de co-
medio y por rechazar a todo aquel que no lo acepte. Di 111:1 con el consentimiento general. Entonces, todo lo
gana a sus secuaces por medio de la longanimidad. 11w d pinche tendría que decir («pon mante
ca a las espi-
los gana en última instancia. Por eso, en última inst 11 u Lis», « hoy hace buen tiempo» o «quién sabe si algo no
cia, los secuaces de un hombre desmayan y los de Di •1tdd mal por allí») sería comunicado por el megáf
ono;
resisten. ,1 tanto que el capitá n debe dar sus órden es a viva voz,
' "'l''- lo que el capitán tenga que decir no es tan impor -
En todo campo, para cualquier fin, etc., son siemp 1 11111:. ¡Al final, el capitán habrá de solicit
ar l a ayuda del
las minorías, los pocos, los escasísimos, los Entes, aqu 1111110 de cocina para lograr que le oigan, supon iendo que
llos que saben; la turba es ignorante. Esto es claro co 1q11d se digne transm itir sus órdenes, las cuales al pasar
el sol, porque, si fuese de otro modo, cada hombre , 1 1 .1vés del mozo de cocina y de su megáfono serán com­
sabría todo. Y precisamente porque no acaece así ho ¡tll•1amente alteradas; en vano el capitán alzará su pobre
cada hombre tiene o debería tener un fin, pequeño 111; el otro con su megáfono le llevará ventaja.
Al final,
grande, complicado, difícil o menos difícil, acerca d 1 pinche, porque posee el megáfono, se hace con el man-
cual conozca algo, de manera que él sea el maestro y 1 11 1 1k la nave. ¡Pre diis inmortalibus!
demás (la turba, la pluralidad) quienes aprendan, y
todos, en esto o en aquello, tendrán su propio fin. Pe El gobierno no puede prohibir la fuerza natural �e un
¿qué hacen hoy los periódicos? Informan acerca de t lu111 1bre, pero puede prohibir la posesión de un fusil
por
(el tema es indiferente: política, crítica, etc.) como si fuoa , , ·xcesivo, y además sobrehumano. Tampoco puede el
se la turba, la pluralidad quien lo supiese. Por esto lot p11hierno prohibir la palabra, don de Dios; pero podría
periódicos son el sofisma más funesto que haya aparccl p111hib ir los diarios por ser un medfo de información de-
do. Se lamentan porque a veces aparece una artículo fal 111,.._iado enorme. En los periódicos se podría permi
tir la
so. ¡Ay de mí! ¡Qué inepcia! No, lo falso es la forma total 1111prcsión de avisos de publicidad, pero de ningu na ma-
de tal información en su esencia misma. En la antigüe 111·1 a las críticas y las argumentaciones.
dad se halagaba a la turba de una manera puramento
material por medio del dinero y panern et circenses; pero M ¡ vida ha sido dispuesta con un «aguijón en la
carne»
la prensa ha adulado espiritualmente a la clase medin. I"" a que alcance aquello con lo que nunca habrí
a soña­
Tenemos necesidad del silencio pitagórico. Para la socit.• do Pero la pregunta que antes me plaJ?teaba, y que
aun
dad son más necesarias Jas leyes prohibicionistas contra d1�>ra debo hacerme a veces, es si no me corresponde
los diarios que contra las bebidas alcohólicas. Lo ridícu l t H 1ccntrar la atención sobre la posibilidad
de arrancar-
lo está en que el periódico Faedrelandet pretenda S('r 1111: esa espina de la carne. Si lo lograra, en sentid o finito
aristocrático y ser al mismo tiempo un periódico. No, Ml 1 , 'ª más dichoso, pero me
habría perdido en sentid o
los editores quieren ser aristocráticos, deben supri 111l111ito. ¿Me estaría permitido, pues, aun cuando fuera
mir los diarios. Ser aristocrático en medio de los periu pu-.ible, cosa que dudo? En mi juventud hice a gunas �
distas es como ser aristocrático entre truhanes. 11 11tativas en ese sentido. Por eso soy tan enemigo de
DIARIO ÍNTIMO 183
182 SóREN KJERKEGAARD

mporaneidad.
arriesgarme con ideas grandiosas a fin de convertirm 1 ,, , ,·que ya no tiene el aguijón de la conte
en alguien entre los .grandes. ¡Ay, la espina en la ca 1 1 objeción contra la vida de un espíritu ético se trans-
te
me ha destrozado, en sentido finito, para siempre!; pe 1.11 111ará en elogio después de su muerte. Si cede duran
11 \ ida, en el primer momento complacerá al mund o;
en sentido infinito salto con mayor agilidad. ¿Acaso
una
.
es Justo? ¿Podría Dios preferir a un hombre que aguan I" 1 0 al poco tiempo el mismo mundo dirá: «Ha sido
ll 1queza .» De coherencia ética el mund o algo entien de.
la espina sin ser ni ayudado ni curado en sentido i ·
111 1 o si no quiere ceder, el mundo se enfurece; sin embar -
Lo? Existe una forma de pietismo que es un triste asceti
mo del espírit u : la de creer que la espina en la carne 1 11, cuando muera, los mismos dirán : « ¡ Vaya, y tenía
ha sido dada a un hombre sólo para que lloriquee y • 11on! »
contemple la espina, y no para que pueda saltar más ah
gracias a ella. Pues, aunque parezca extraño, así es; yo, c '-11 se pone a un pez en agua a la que se ha agregado
la espina en el pie salto más alto que otro con el pie san 111.1 '>UStancia nociva, el pez no puede respirar; así vivo
-
, , �·11 cierto modo. Me han infectado el aire a mi alrede
de
El artista, el poeta, el científico, pueden vivir rodead 1111 Necesitaba, para descansar de m i melancolía y
o de la turba. Desesp ero
de admiración toda su vida; sólo por casualidad algu 1111 enorme labor, estar aislad
no de ellos se ve perseguido y escarnecido. Cada uno 11 lograrlo. La curiosidad me rodea por todas partes.
''• t 01To cinco millas para llegar a mi amado bosqu
e, en
ellos se relaciona con lo humano -genera l - como «di
1111..,ta de la soledad lejos de los homb res; ¡ay de mí, por
ferencia», y sus respectivas vocaciones no afectan a 11
11111.1� partes curiosidad! Esos incómodos homb res son
existencia de una manera esencial, puesto que son pr<>•
pías del medio de la fantasía. Pero aquel que profesa la 111110 los insectos que viven a costa de los otros.
ética tiene que ser perseguido, pues de lo contrario es un l k sobra sé que, para Heiberg y su camarilla, mi ma-
espíritu mediocre. Un carácter ético se remite a la hu· 111 1 .1 de andar por las calles sólo es vanidad desde el
manidad en general (por consiguiente a todos los hom· " " 1 1 1 0 de vista cristiano. ¡Que lo hago para captar la
bres por igual y no como diferencia) y se remite a la exi11• 111 11ción! Pero ¿acaso es para lucirme por lo que paseo
,
tencia en calidad de exigencia. En cuanto observe que so , posiblemente mucho más- por las calles de Berlín
le quiere admirar (cosa que conviene al poeta, al artista, .h1mk no hay alma viviente que me conozca?
etc., pues en este caso se trata de una diferencia), debo
1 1 1 otros tiempos, mi único deseo era ser funcio
nario
comprender que eso es engaño y falsedad. Los hombrcll
no han de admirar a un carácter ético, sino que han de 1.. 1l1Lial: me parecía una tarea adecuada para mi mente
sentirse impulsados por él hacia la ética. En vez de exi· 111 11mne e intrigante. Suponía que entre los crimin ales
gir de los hombres admiración, exige de ellos la existen· li d11.1 gentes con quienes uno podría luchar, muchachos
que
cia. Entonces los hombres montan en cólera. Quisieran 1111t·ligentes, fuertes, astutos. Más tarde comprend í
:
1 11 1 1 1cjor no haberlo llevado a cabo, pues la mayor parte
de buena gana admirarlo para liberarse de él, es decir,
¡I, lo-; asuntos policiales se reducen a cosas mezquinas
y
de ese aguijón clavado en su existencia; pero lo humano
os.
que hay en él cuando dice: «Cualquier hombre puede ha 111 1wras; nada de crímenes y de delincuentes fichad
cer tanto bien como yo», excita el odio, y los hombrt'!i ,, l rata de unas pocas monedas y de pobre s diablo s.
1 11cgo sentí el deseo de hacerme pastor; pero ¿no
ocu-
quieren qui társelo de encima.
en
Y así se explica que a su muerte lo cubran de honores; 1 1 1 .-caso lo mismo? ¡Qué pocos son los hombres que
184 SóREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 185

el fondo experimentan un verdadero anhelo religioso! 1 1 l i do en lo que ahora soy. Me habría visto «Obligado»
Las preocupaciones y las miserias de la mayoría de 101 • 1111a de estas dos salidas: a caer en la locura o a remon-
hombres son puramente terrenales. «Procurémonos 1 1 1 l.1. He podido dar un sallo morlale 5 sumergiéndome
necesario, procurémonos dinero, procurémonos una 11 l.1 existencia puramente espiritual. Pero así me con­
prebenda, etc.», tales son las preocupaciones, tales lUll h 1 1 0 en alguien completamente diferente del hombre
consuelos que Los hombres buscan. "111ún. Me falta, en el fondo, el cuerpo y los atributos
En este sentido, los hombres carecen de toda orienta• '" porales.
ción, y en sustancia se debería comenzar por el prind•
pío: desarrollando la necesidad de la religión, si fuera 1 idea de Sócrates de «amar lo feo» es, en sustancia,
.1

posible. Pero esto también es difícil, pues la mayoría no 1 1 idea cristiana de amar al prójimo. Porque lo feo es el
se siente ni siquiera impulsada a desarrollar la necl'• 11111.·to reflejo, ético, pues; en tanto que «lo bello» es lo
sidad. 11111wdiato que todos sentimos placer en amar. En tal
, 1 1 1 ido, el «prójimo» es «lo feo».
Mi existencia como escritor es la más desdichada y
miserable que quepa imaginar. Claro que se puede decir mor y matrimonio son, en el fondo, un corroborante
que la merezco y que en este sentido expío mi culpa, con• 1 1 111s profundo del amor propio; uno se vuelve doblemen­
forme a la voluntad de Dios. Al mismo tiemp,o m i exis• •• t•1wísta; por esto los esposos se sienten tan contentos,
tencia es la más interesante que escritor alguno haya lle· 1 11 1 prósperos para la vida vegetativa, porque el puro
vado en Dinamarca. Justamente por tal razón seré leído 11nor no está hecho para la existencia terrenal corno el
y estudiado el día de mañana. Europa entera se encaml• • poísmo. El soJtero carece de egoísmo, y los esposos di­
na hacia una desmoralización, pero en Copenhague la11 •'" de él: «Es un egoísta», porque los esposos parten del
condiciones son tan restringidas que mis cálculos y ob· 1 1 1 1 1 1cipio de que el matrimonio es amor.
servaciones pueden dominarla por completo. Esto seré
muy interesante. Soy como el médico frente a una pl'l' ( 'an Pablo era un funcionario? No. ¿Tenía alguna
paración perfecta, pero no tan grande que no pueda do­ 1 1 1 c·hcnda? No. ¿Ganaba mucho dinero? No. ¿Era casado
minarla con la mirada. rnn h_ijos? No. ¡ Pues entonces san Pablo no era una
1•1 • ·sona formal!

9 de junio l�I <linero es el numerador, la misericordia el denomi-


1111dor. Pero el denominador es lo más importante.
En cierto sentido, el origen de mi desdicha es éste: si nu
hubiera poseído un patrimonio, no me habría sido posi l lc leído en Abraharn de S. Chiara una distinción muy
ble salvar el horrendo misterio de la melancolía. ( ¡ Dio!I wuda: cuando uno haya vuelto la espalda al mundo (en
misericordioso! ¡Cuánto daño me ha hecho mi padre co11 1 11L i<lo exterior). si no está en comunicación con Dios y.

su melancolía: un anciano que descarga su profunda ¡ 11 11 consiguiente, conserva el mundo en sus pensamien­
melancolía sobre un pobre niño, por no hablar de aqm· '' ''· no está solo; será un solitario, pero no está solo.
llo mucho más tremendo aún! ¡Y, sin embargo, era l'I
mejor de los padres!) Pero entonces no me habría co11 4i En italiano en el texto dant\s. (N. de la t.)
186 SóREN KJERKEGAARD
DIARIO INTIMO 187

1 ld sta ahora mi costumbre era actuar cuando se trata-


Como motivo para una aut
odefensa, se 1 1 1 d · tomar una decisión necesaria, arriesgarme mejor
podrían usar estas palabr
as: fttl' no arriesgarme. Por lo mismo, esta vez m e resulta
1 111 difícil tomar una resolución negativa.7 Una resolu-
«Acogednos en vuestros
corazones : a nadie he 11111 negativa es lo más dificil cuando se es complela-
agraviado, a nadje hemos
perjudicado, a nadie hem 1111·1Hc libre, porque en todo momento será posible hacer
plotado» (2 Cor. 7, 2). os
111 rontrario. Una vez que he subido al coche o al barco,
" l''>tá: representa una especie de decisión. La decisión
Encuentro una observaci
ón bastante buena (¡c 11q�ativa es mucho más difícil .
mu y ext aña !) en un Diario
: anterior, de 1 839, 6 que di Por desgracia estoy muy poco hecho para las cosas
-n o esta expresado de una
manera ni muy feliz ni m
completa- que «el matrim 1 .1ct icas, me parece evidente. Mi idealismo sufre inde­
11
onio, en el fondo, no es ' 1htcmente con estas superficialidades, incertidumbres
daderamente amor, y ve
que por lo mismo los , 1 hadas en las que consiste el secreto de la vida prácti-
ges han de convertirse en cóny
"una sola carne" (Me. 10, 1 11 U n hombre que no acuda a la hora fijada, que haga
º? en un solo spíritu, porque es imp 8
. � osible que dos d�·o en contra de las prescripciones dadas o que me
p1n tus se conv1ertan en
uno solo». Esta observaci
bría podido ser uti lizada ón h 11.wa perder tiempo, todo esto representa un verdadero
con buen éxito en Accion 1111 mento para mL Mejor sería ocuparme en cualquier
amor. es
1 11 �a. aun Ja más aburrida, como la de copiar, etc., con
11il de que me dejaran solo, para que pudiera ejecutarla
Como una mujer que no
es dichosa en su hogar se 1 1 111 exactitud y diligencia. Pero esa abominable impreci-
ma a menudo a la ventan aso.
a, así el alma de un mclan 11111 me causa horror .
co busca las distraccione cóU
s a su alrededor. Otra for
melancolía es la de cerrar ma dt
los ojos para siempre, par rengo ahora un deseo de retomar a m í mismo en un
que todo lo que nos circund a
a sea oscuridad. 1·111i do más profundo, para acercarme más a Dios en
t.1 comprensión de m í mismo. Debo permanecer en mi
El hombre se vuelve cada
vez más semejante a las b<. p11csto y renovarme «interiormen te». Es preciso que
t1. s; ¡ya no se habla de la •s.
� fuerza de mil hombres, sin ,n11tlce a fondo mi melancolía. Hasta ahora ha reposado
mi l caballos! o do
1·11 to más profundo, y el enorme esfueno espiritual pudo
Esa �pira ión de valers 11 1antenerla allí. No hay duda de que mi labor ha sido
� e de las lenguas vivas (el

todo 1spers1v es, ni má
? s
mt'·
ni menos, regresivo) es una
111 ti en cierto modo, de que Dios la ha aprobado y m e ha
, 1 , udado en todo momento. No dejo de agradecer a Dios
regresión. Sabido es que
América es la tierra donde
lenguas exis�en , porque má11 1 1 que haya hecho infinitamente más de cuanto hubiera
. cada estirpe habla la suy 1....perado. Es un consuelo para mí comprobar (aunque,
.
esto no s1g mfica perfecció a. Per o
n. Una sola lengua científ , 1crtamente, ningún hombre tenga mérito alguno ante
sería lo ideal. ica
l > ios) que Él ha mirado con complacencia mi esfuerzo,
6. Correspondiente a la fech
a 7 de ju l io de 1839. (N. de
fa t.) 7. Alusión a un proyecto de viaje a Berl!n. (N. del t. i.)
188 DIARIO INTIMO 189
SÓREN KlEl�KEGAARD

animales);
que yo, en medio del terrible sufrimiento, he podido n.• 1,q.... al mundo, puede educarlos (como los
es un don muy raro. Tal vez
sistir gracias a Su ayuda hasta el final. 1 .. 1 1 1 l.'clucar a los hombres
confusió� de nues­
Pero ahora Dios quiere otra cosa. Se agita en mi inlc• 11 1 1 1 11gún otro campo ni dirección la
o en matena de edu-
rior algo que señala una metamorfosis. Por esto no mo , , , ,poca se vuelva tan risible com
atreví a ir a Berlín; hubiera sido hacer abortar el fruto. 11 ion. ¡Dentro de una
generación los mismos padres es-
Ahora debo mantenerme tranquilo y trabajar sin esfucr· 1 1 1 . 1 1 1 quizá tan descalabrado
s, que ellos, que debe: an �
zos excesivos; casi sin esfuerzo; sin comenzar ningún Ji. , 1 1r de ayuda al maestro en la educ

ación e los hiJOS'.
bro nuevo, sino tratando de regresar a mí mismo «preci­ ,, 11clrá n necesidad de ser
educados! Especialmente si
o método de ense­
samente para sumergirme en los pensamientos de mi 1 , 1 1 111dtv ig9 logra introducir el nuev
la lengua matem� .
melancolía, junto a Dios, sin moverme». Así es como he " 1111a : proverbios, Saxo y Snorre,
podna
de vencer mi melancolía y «yo debo aproximarme más a r muerto para entonces en tanto que
,
1 1 .pero esta
a esa époc a!
la realidad cristiana». Hasta ahora me he defendido con­ .111'urar a Grundtvig que vivirá hast
tra mi melancolía únicamente con el trabajo intelectual.
La igualdad entre los hom-
Ahora debo tratar (creyendo que Dios, al otorgarme d t Oué es la humanidad?
perdón, ha olvidado la culpa) de olvidarla también yo: 1 . , ,., La desigualdad es lo inhu
mano.
pero sin distraerme ni apartarme, permaneciendo en
ia de Asia. Los
Dios. Con m i pensamiento puesto en Dios, que pueda yu 1 .1 categoría de «permanecer» es prop .
vo; la India perma­
pensar que Él ha olvidado mi culpa, y aprender así a 1iulros se detuvieron; China se detu
.
olvidar por la fe en el perdón. rn l i(>. En Europa,
en cambio, la categoría es «decaer»
1111111a decayó. Grecia decayó.
¡Qué extraño! Ayer hablé con Joergen Joergensen, que
ópilas resistió y cayó
ahora se ha convertido en un apasionado lector de Ha· /\qucl que en el paso de las Term
que la mía en el paso
mano. Ha descubierto en sus obras que Hamann no esta· , tuvo en una situación más dificil
es la ca�egoría del
ba casado con su mujer, sino que vivía con ella sin ben­ prn ese estrecho desfiladero que .
scurnr el tiempo; por­
dición matrimonial; por consiguiente, en concubinato. l• ntc» a través de la cual debe tran
po, recorran esa sen-
Y yo, que busqué el texto con tanto entusiasmo, no pudl• qul· cuando, pasando sobre mi cuer
le cupo tal suerte.
hallarlo. En su época habría sido de suma importancia 11.1, yo habré vencido. A Leónidas no
para mí. No me hubiera servido, pero el caso habría ad­
men, como si l a si­
quirido un cariz diferente, de haber sabido entonces qUl' 1.a cristiandad actual vive, en resu
Hamann osó hacer algo semejante. Naturalmente, yo t 1 1 , 1ción pudiera considerarse
así: Cristo es un gran héroe
concebí la posibilidad, pero no sabía que Hamann lo hu­ \ benefactor, el cual -de
una vez por todas- nos ha
ra podemos conten­
biera realizado. Claro que en su debido momento juzgur "l'l:�urado la bienaventuranza. Aho
ente s placeres de la
que de ese modo era imposible realizarlo.8 t 1 1 1 11os y satisfacernos con los inoc
a Él. Pero Cristo es
De buena gana admitimos que aquel que puede traer \ida terrestre y encomendar el resto
1 -.1.· 11cia lmente el mod
elo, y así nosotros debemos aseme-

8. Véase el texto que se refiere a Ja ruptura con Regína Olsen, '


los que mencionan el encuentro posterior ) las reacciones de el1:1 11 N. J. f. Grundtvig (1783-1 872), gran escrit
or y refomiador social
(N. de la t.) t 111lll":..
190 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 191

jarnos a Él y no simplemente disfrutar de sus bendi ¡•l·ncia, por eso mismo debo estar en guardia para preca­
ciones. '1·rme de tener seguidores.

Todos los hombres desean ser o convertir


se en con.tem· En la intimidad de cada hombre siempre existe a an- �
poráneos de las grandes figuras, de los gran
des aconteci.. 1 uslia de estar solo en el mundo, olvidado y desc�1dado
mientos, etc.; váyase a saber cuántos en realid
ad logran 11111 . Dios' en este inmenso reino de millones y millones
ser contemporáneos de sí mismos. «Ser conte 1h· seres. Uno ahoga esa angustia con · ·ón de tantos
· l a v1s1
mporáneos
de sí mismos» (por lo tanto, no del futur n or l a
o que se teme o ¡111mbres como nos rodean, vinculados a �sotros p
se espera, ni del pasado) se materializa en
paz interior, y 111i1 uraleza 0 por amistad; pero la angust1� persiste, �
eso sólo es posible por medio de la relación
con Dios; 1 1 1 10 00 se atreve a pensar en lo que expenmentaría s1
mejor dicho, en ello consiste la relación
con Dios. Indo eso le fuera arrebatado.
Si el pescador quiere hacer una buena pesca
debe ir
Es innegable que Lutero tenía razón en c� sarse para
adonde está el pez; pero el pez nada siemp
re contra la
corriente; por Jo tanto, allí es adonde debe dirig
irse.
poner de relieve que la temporalidad y la vida ��rr nal �
1 1 �rn �
gratas a Dios, en contraste con la a stracc1�n an-
,
¡Cómo se estremece uno al leer que Cristo, 111..,t ica; así también en estos t iempos podna ser ut �l �ara
el maestro
del amor, fue traicionado ... con u n beso i l ¡• u ic n el no casarse, a fin de expresar que lo esp1ntual
! (Mt. 26, 49).
;
1 le ic tanta razón de ser que puede bastar para ocupar
1111a vida. Porque hoy en día las gentes se han vuelto tan
Una palabra acerca de mí mismo 11111ndanas, que uno debe al mismo tiempo apr�nder a
¡iigar a las cartas, casarse, hacer cosa� por el estilo �ara
Soy el últim o estadio de una escuela de ll'IH.:r en qué ocupar el tiempo. Esta tirana mundarudad
poetas que aspi
ran a convertirse en una especie de refor quiere que todos los hombres sean iguales Y se e rece �
madores en mi·
niatura. Mi fantasía es superior a la de un 1 0 1 1 t ra aquel que se ruega a casarse. Parece un �p1grama
hombre co­
rriente; por otra parte, poseo menos fuerza
natural de la
, \IO de no estar casado, no frecuentar la soc1e ad, no �
que es necesaria para afianzarse. Por med
io de mi fanta­ hw nr a las cartas, no mezclarse con los croas ... En �
sía (la cual -fijaos bien - no precede 1111cslros tiempos, para hacer carrera, es preciso estar �a-
en realidad a la
dialé ctica , de modo, que no es inme diata 11do; de otro modo, los hombres sospechan de todo m-
sino que sucr
de a la dialéctica) puedo esclarecer todas 1 1 1110 de vida esforzada.
las categorías
cristianas de la forma más precisa y más vivaz
. Esto <.·s
lo que necesita nuestra época. Hay cosas
I <i<' noviembre
que hay qul'
recordar continuamente, o de lo contrario
el criterio Sl'
pierde. Como el vuelo de los pájaros silvestres
011uv hice una breve visita al obispo Mynster. Me dijo que
compara·
do con el de los pájaros domésticos, es
el recuerdo dl·
estas categorías de la vida cristiana que ' t .iba
1i muy ocupado, y, por consiguiente, me marché en
exigen el esfuer­
1 g111·da Se mostró muy frío conmigo. Estaba u n poco
zo supremo. Pero precisamente porque soy •

u n poeta dl· •1 por mi u, lti·mo libro'º por lo menos ésa es m1 1m-


• •

esta talla , cuya tarea consiste e n alzar 1 1 1 , 1uo •

el precio y posi
blemente en sugerir a cada uno cuál podr
ía ser la ex i 10 El que lleva por título Acciones del amor. (N. de la t.)
192 SÓIUJN KJERKEGAARD
DIARIO ÍNTIMO 193

presión. Quizá me equivoque. Pero no me equivoc


o al
decir que este incidente me ha dado una paz
que anlt't ¡ M i tarea está al servicio de la verdad, su forma es
nunca había sentido. Siempre he experimentado
cie11• , 1·11cialmente la obediencia! No se trata de presentar
reticencia al escribir algo que pudiera herirlo, enojar
lo d¡•o nuevo, sino de ajustar debidamente los resortes
casi. Así ha sucedido hoy; otras veces acaeció lo
mismo, 11.11 a que las cosas viejas se renueven. Mjentras viva o
pero él no se irritó. Bueno, lo que en otro mome �
nto me 1 1 , ogcré, humanamente hablando, más que penas e m:
ha afligido me proporciona ahora vida y placer
. Nada
11 1111 i l udes; pero mi aspiración subsistirá después de m1
hice para buscar su aprobación ni su consentimie
nto, 111i tt·rtc, pese a todo. Mientras viva no podré ser reco-
pero habría sentido un indescriptible placer al
saber qut 11•K. ido, porque sólo muy pocos serán capaces de com-
estaba de acuerdo conmigo, aunque fuera en benefi
cio 1 u l·n<lcrme; y si comienzan a querer reconocerme, de-
suyo. Pues de sobra sé que quien tiene razón soy
yo. ¡He 111·1 é impedirlo con todas mis fuerzas y con nuevas
oído sus sermones!
•l l•ucias.
Nunca he tenido confidentes. Como escritor me he 1.,1 único hombre de mis tiempos a quien haya presta-
ser•
vido, en cierta forma , del público como confidente. do atención es Mynster. Pero sólo se preocupa del go­
Pero.
en lo relativo al público, he de encontrarlo en l11l·1 no, convencido de estar en posesión de la verdad; de
la posterl•
dad. A esos hombres que participan en el escarn 111 wr<lad poco se ocupa, aunque se la maltrate ante sus
io, no t..
fácil convertirlos en confidentes. 11j11-;. Sólo puede comprender que la verdad tiene el dere­
' ho y el deber de gobernar; pero que ella por fuerza deba
La ética entera se ha transformado en estética. 11lrir, e to es superior a su razón.
El as•
pecto ético de la vida se ve en el teatro y lk muchas maneras Mynster ha sido el inventor de la
es objeto do
admi ración como fantasía, pero en la vida 1 1111 fusión entre cristianismo y urbanidad. Pero en otro
ya no se en·
cuentra; sería ridículo querer llevarlo a la prácti 1 11ti do le ha prestado un servicio extraordinario, al ha­
ca. Otro
tanto sucede con la religiosidad: la vida hl·• conservado una profunda huella de su formación ju­
cristiana es
transferida al medio de la fantasía; ¡concederle H·11il. Si no se llega a una batalla entre el cristianismo y
impor·
tancia como a una realidad en la vida, sería ridícu l1 mundo, si no es preciso enarbolar las enseñas de gue-
lo!
1 1 . 1 , si subsiste eso que se llama paz, entonces es una
111.111 cosa que poseamos una figura como Mynster: ha
Réplica de una individualidad 1 1 1111p lido una misión muy difícil. Pero si uno se propo?e
111iriar la discusión poniendo en duda el concepto m1s-
Así como el anima l en cautividad recorre a diario
la jau 11111 de «Iglesia de Estado», la posición de Myn ter es pre­
la para desentumecer sus patas o mide la longit
ud de lu ' .11 ia; si se admite ese concepto, Mynster es entonce el
cadena, así mido yo la longitud de la mía, remon
tándo 111.1cstro. Y debemos recordar que, cuando se juzga a un
me imaginariamente hasta la muerte, para 1
dcsentuml' lu 11 1 1bre, es una injusticia que clama al cielo pretender la
cer mis miembros y hacer más llevadera la vida.
1holición de los presupuestos en cuyo marco este hom-
111 i.' precisamente debe ser juzgado.
Interesante lo que he leído acerca de las cigüefi
a..,:
cuando el agua está baja, para poder beber
, le arrojan La «autoridad» no consiste en ser rey, emperador, ge-
piedras hasta elevar suficientemente su nivel.
11l·• a 1, en poseer armas, ser obispo, agente de policía,
194 SÓREN KJERKECAARD DJARJO INTIMO 195

etcétera,* sino en una resolución firme y reconocida de 1111 1 1 'ió, sino que se ha casado y es feliz. 1 3 Se lo dije el
querer sacrificarlo Lodo, hasta la propia vida, por una 1111,1110 día de nuestra separación, hace seis años, y se me
causa, de querer defender esa causa de modo que uno no 1 1 .11<'> como al más infame de todos los infames canallas.
se traicione a sí mismo, de que no sienta miedo ni necesi· j\.1\a, vaya!
dad alguna. Esta ausencia de miramientos de la infin¡.
tud es «autoridad » . La verdadera y propia autoridad
consiste en que su causa sea la de la verdad. Por eso las I'' colisión más terrible
palabras de los fadseos carecían de «autoridad», aunque
fueran ellos los maestros autorizados; porque todas sus l 1 1 1.1ginemos a un pajarillo: por ejemplo, una golondrina
palabras y toda su vida estaban contenjdas dentro del 1 11.1morada de una jovencita. La golondrina podría, «por

poder finito de diecisiete miramientos. 111 t�1nto», conocer a la muchacha (por ser diferente a to­
Por eso la posesión de la autoridad me remite a la con­ d,.., las demás), pero la joven no podría distinguir a la
ciencia y no a la intel igencia o a la sutileza y a la profun· ¡•nlondrina entre cien mil. Imaginad su tormento cuan­
didad, al hombre y no al profesor. do, a su retorno en primavera, ella dijera: «Soy yo», y la
jll\cn le respondiera: «No puedo reconocerte.»
Mi ideal era hacerme pastor. Cuando comencé a escri· l�n efecto, la golondrina carece de individualidad. De
bir O lo uno o lo otro, después de una desdichada rela­ 1d11 se deduce que Ja inilividualidad es el presupuesto
ción con cierta persona, 1 1 el mal y el tormento funda­ 11 ..,ico para amar, la diferencia de la distinción. De ahí

mentales de mi vida se habían renovado y redoblado 1 deduce también que la mayoría no puede amar de ve­

otra vez; pero eso mismo comprendí que mi existencia, ' " "· porque la diferencia de sus propias individual idades
humanamente hablando, había encallado definitiva­ 1' demasiado insignificante.
mente. Y así fue como me hice escritor. 'uanto mayor es la diferencia, mayor es la individua­
lidad, mayores son los caracteres distintivos y mayores
El tiempo gris tiene un no sé qué de más piadoso quc
111, rasgos reconocibles.
el buen tiempo; como si representara un desarrollo del
En este profundo sentido se comprende el significado
tema de que aun la cosa más insignificante, aun la más
dd hebreo: «Conocer a su mujer», refiriéndose a la unión
estropeada, puede convertirse en algo de valor. El tiem­
1 1 i a t rimorual; pero cobra un sentido más profündo en lo
po gris, cuanto más uno lo mfra, más hermoso se vuelve.
qul' se refiere al alma, al carácter distintivo de la indivi­
Con extraña masonería puedo adoptar este verso del d11al idad.
poeta como motivo de una parte de los dolores de mi
La más tremenda de las contrailicciones se produjo
vida; Infandum, regina, jubes renovare dolorem. 12
, 1 1ando el pueblo gritó: « ¡ S uéltanos a Barrabás! » (Le. 23,
1 8). Tan lejos estaba Cristo de la razón imperante en el
Aquella jovencita me ha ocasionado verdaderos que­
braderos de cabeza durante bastante tiempo. Pero no 111u ndo. Analogías no faltan. Preferentemente se pone de
1 l'I icve la analogía s.igwente: « ¡Crucificadle! » Sin em­
* !:.ste es el concepto de la autoridad inmanente, no el
de la autoridad h.1rgo, algún día yo pondré de relieve esta otra: « ¡ Suélta-
como paradoja. ' " " a Barrabás!»
1 1. Regina Olsen. (N. de la t.)
12. Kierkegaard escribe aquí y en otras partes: " lnfandum me ;ube,\, 1 1. Regina Olsen se casó con J. Frcderick Schlcgcl el 3 de noviembre
Regina, renovare dolorem•. (N. del t. i.) .lt· 1847. (N. dela t.)
196 SOREN KJERKEGAARD DIARJO ÍNTIMO 197

, ht ianismo, después que la evolución del mundo ha al-


1 1 1 1.ado el grado actual de reflexión. Sin esa categoría,
EL ENTE
1 panteísmo ha vencido por completo. Otros vendrán
1m· -.abrán exponer dialécticamente esta categoría de un
Un apunte 14
11111do distinto (no habrán tenido el trabajo de buscarla):
1 .. 1 0 el «Ente» es y será el ancla que ha de detener la
El «En te» es la categoría a través
de la cua l deben pasar 1111lusión panteísta, es y será el peso con que se la puede
desde el punto de vista religioso-
-:- el tiempo, la histo­ 1 1 1 n primir; pero quienes trabajan con esta categoría de-
na, la humanidad. Aquel que no cedi
ó y sucumbió en las 111 1 1 -;cr más y más dialécticos a medida que la confusión
Termópilas no estaba tan firme com
o yo 1.o estoy en esto 1 1 1 1 1 1cnte. A cada hombre que pueda yo atraer a la catc-
paso: el «En te». En efecto, él debí
a imp edir a las hordas 1•111 1a del «Ente», me empeño en hacerlo cristiano; o, me-
que atravesaran el desfiladero;
si penetraban, habría 1••• d i cho, como uno no puede hacer esto con otro, le ase­
perdido. Mi tarea es, por lo menos
a primera vista, mu· ¡1 1 1 0 que lo será. Como «Ente» está solo; solo en el
cho más fácil; me expone menos
al peligro de ser piso· 1 1 1 1 1 1 1do entero, solo en presencia de Dios, y por cierto
teado, pues es la de un humilde
servidor que trata en qltl' entonces no le costará la obediencia. A fin de cuen­
lo posible de ayudar a la turba para
que atraviese este , ,,.,, toda duda tiene su punto de inserción en la ilusión
d�sfilade o del «En te». Sin emb
� . argo , si hubiera de pe· d1 la temporalidad, en la de ser el conventículo, la ente­
dir un epitafio para mi tumba, sólo
pediría el de: «Ese ' 1 humanidad que al final podrá impresionar a Dios
Ente» , aunque por ahora Ja categorí
. a no sea compren· (t 111110 los «súbditos» impresionan al Rey, y el «pueblo»
dida. Más tarde lo será. Con la
categoría del « Ente», 1 los consejeros de Estado), que impresionan a Dios fi-
cuando todo aquí se reducía a amo
ntonar sistemas, yo 11 tl inente para convertirse ellos en Cristo. El panteísmo
apunté polémicamente al sistema
y ya no se habla 1 , 1 1 n a ilusión óptica, un espejismo producido por las
de ell . A esta categoría e tá ligada
. � . � por completo mi po· 111t·blas de l a temporalidad, o creado por su reflejo, un
s1ble importancia histó .
rica. Tal vez mis obras litera­ , .pcjismo que pretende erigirse en eternidad. Pero en
rias caigan pronto en olvido, com
o las de muchos otros 1, .11 idad esta categoría no es cosa de docentes; servirse
escritores.
rl1· l·lla es arte, tarea ética; un arte cuyo ejercicio resulta
Pero si esta categoría era justa y
acertada, si di en el h mpre peligroso y que a veces puede costar la vida a
blanco, si c mprendí bien que ésta
� era mi tarea -por lllllCn lo profesa. Porque lo que en sentido divino haya de
.
ciert o que m alegre, ni cómoda, ni estim
ulan te-, si eso 111<ls elevado, la humanidad intolerante para toda disci­
me es concedido aun a costa de inen
arrables sufrimien­ pl 1 1 1 a y la grey de los atolondrados lo considerarán como
tos íntimos, aun a costa de indecible
s sacrificios exterio­ d1·l1to de lesa majestad contra la «humanidad», la «tur-
res, entonces yo permaneceré y mis
obras li terarias con­ 1111 » , el « pueblo», etc.
migo.
lll « Ente»: esta categoría ha sido usada hasta ahora
El «En te»: en tal categoría reside
e incide la causa del rl1.décticamente de una manera decisiva sólo una vez,
11111 Sócrates, para disolver el paganismo. En la cristian­
1 4. Texto muy célebre que
Kierkegaard convirtió, luego de haberlo cl.1d deberá ser usada, justamente en sentido contrario,
.
corregido, en una de las Dos notas concemie111
es a mi actividad como p11r segunda vez, para volver cristianos a los cristia-
escritor. (N. del t. i.)
110!-. No es la categoría del misionero con respecto a los
199
198 SÓREN KJERKEGAARD DIARJO INTIMO

paganos a quienes predica el cristianismo, sino la cate


goría del misionero en la cristiandad misma, a fin
que interioricen al ser y se hagan cristianos. El misi •11 tle enero de 1848
nero, cuando surja, se servirá de esta categoría. Pu
mudo» (Le. 1 1 , . 1.4).
si la época espera a un héroe, lo esperará en vano. Ha 1 -.tab a expulsando a un demonio .
sabes lo que significa
de venir más bien uno que con divina flaqueza enseña 1 las enmudecido alguna vez o
ar, no sent ir deseos
rá a los hombres la obediencia . Por lo cual ellos, 1: mudo? Se puede ir de paseo y call .
Pero ¿te has sent1do tan
beldemente impíos, lo asesinarán a él, al que obedc� .¡, hablar- no se trata de eso.
r haya ejercido su po­
a Dios. 1udccible�ente triste que el dolo
como una fuerza natu-
h 1 <,obre toda tu existencia, casi
1 ,d > Entonces has experimenta

do lo que sig fica ser
estuviera en JUe�o tu
El juicio más severo del mundo 11111d o: la imposibilidad, aunque
baba tu cor�zon, l�
Ida, de expresar la pena que incu
s h­
Nadie ha causado más daño a un hombre que aquel que , 11 ti, celosa, te volv
ía mudo a fin de que no pudiera
ese infinito dolo r: vue l-
educa a un niño en el concepto más ideal de la vida y do lu , arte. Porque así es de egoísta
la forma más severa, y luego lo envía al mundo provisto 1 1nudo al hombre
para mantenerlo en su poder.
de estas impresiones eternamente inolvidables.
infame, abominable.
Aquel que empuja a un niño al juego y a las travesuras Me han tratado de una manera
no Je causa, humanamente hablando, tanto daño, puca t nnm igo se ha cometido un crim

en nac onal, l a traici n ?
.
ha sido de mdescnp-
por esto nadie es perseguido. Pero el que ha sido tan se­ cl1· una generación entera. Pero me
veramente educado como si el hombre fuera semejante a 111>1 , provecho. Era melancólic
o, infinitamente melanc ?-
ltado útil . Pues en med10
los dioses, enviado luego en medio de esa raza de anima­ 111 o, y esta algazara me ha resu
do: ahora me he des­
les que son los hombres, ciertamente que ha de sufrir. 1h· mi melancolía amaba al mun
Aunque sólo sea por tener que soportar a diario el tre­ pt cndido de él. Con la ayu
da de Dios ya veréis cómo
mendo estrabismo de que, cuando vuelva la mirada a lo l 1 1 unfaré.
íntimo y compare su vida con las exigencias del ideal,
de deseos, de esperan-
verá cuán infinitamente lejos está de haber logrado lo Una individualidad exuberante
más mínimo. Angustiado y preocupado por sí mismo, 1,1-;, de aspiraciones, no podrá
r�
jamás ser i nica . .La iro-
de una ex1stenc1a ente-
por la salvación de su alma, comprenderá que su debér 111a (tomada como lo constitutivo
sentir dolor cuando los
es esforzarse más aún y con mayor humildad implorar 1 , 1 ) consiste precisamente en
de no poder poseer a la
gracia y perdón. Y, cuando vuelva la mirada a lo exll.' demás sienten deseo. E l hecho
Pero poderla poseer aún
rior, verá que en cierto sentido humano ha progresado 1111a da no tiene nada de ironía.
e que
con respecto a los demás, precisamente porque le toca ; 011 demasiada faci
lida d. que ella ruegue Y supliqu
erla, esto es iron ía. En
�er escarnecido y perseguido. Bastaría con que -a seme­ 1.1 hagáis vuestra y no poder pose
el dominio del mundo no
janza de otros campeones de esa raza animal- quisiern , 1 hecho de no poder lograr
logra rlo de una man �­
desentenderse de Dios y contentarse con el juicio de la hay ironía. Pero que sea posible , .
temporaneos, cas1 s.uph ­
ciudadanía, para que también él fuera estimado, amado ' •1 desmesurada, que los con
1erno
y bien recibido. c �rnd o, lo empuje
n a uno hacia el poder y el gob
200 SOREN KJERKEGAARD DIARJO INTIMO 201

y que uno no pueda aceptar, esto sí que es ironía. Para 1 11 lucha recíproca; al final sospecharán que uno es pro-
una formación así, las individualidades deben poseer un 1k111án si no usa cierto modelo de sombrero, cte. Por
secreto, un secreto melancólico, un secreto de sabiduría '''"' parte, la revolución comunista; todo el que posea
�elancólica. Por ello un ironista no puede ser compren­ il1•0 será señalado con el dedo, perseguido por la prensa.
dido por una individualidad desbordante de deseos, rnl es la desdicha de Dinamarca, mejor dicho, el casti-
puesto que ésta piensa: «¡Oh, si pudiera saciar mis de­ 1•11 de Dinamarca, de un pueblo sin verdadero temor a
seos!» 1 lms, de un pueblo que se pierde en fruslerías de con-
La ironía es una forma de hipertensión, de la cual, 1 u: 1 1c ia nacional, de un pueblo que idolatra la nulidad,
16
como es sabido, se puede hasta morir. dl· un pueblo donde los mozos son príncipes (ls. 3 , 4),
1h· un pueblo donde quienes deberían obedecer son inso­
h 111cs, donde a diario se puede hallar una nueva prueba
Texto para una bendición nupcial 1h: que no hay moralidad pública en el país, de un pue­
lilo, en fin, que deberá ser salvado por un tirano o por un
«El que ama a su mujer, a sí mismo se ama» (Ef. 5, 28). p.ir de mártires.
Esto es egoísmo en el buen sentido.
E l mal de la historia universal se abate sobre nosotros.
El miedo a Alemania es imaginación, juego, un nuevo "l' ha vuelto a establecer el concepto de la turba (este
.
rntento de halagar la vanidad nacional. 15 Un millón dt• , 011cepto ahora tendrá, como consecuencia del apogeo
hombres que honestamente admitieran que forman un 1k la cultura y con la ayuda de la prensa, un poder mu-
pequeño pueblo y que decidieran, cada uno de ellos per­ 1 lio más nefasto que en la antigüedad). La turba es la
sonalmente ante Dios, ser lo que son, representarían una 1 1 1... tancia, la turba es Dios, Ja turba es la verdad, Ja turba
enorme potencia capaz de afrontar cualquier peligro. • ., el poder y el honor. Ahora sólo se piensa en jugar con
.

No, la desgracia es diferente. La desgracia consiste en , .,,3 turba. Como se juega con el dinero, así la turba lo es
este pueblo pequeño y degenerado, dividido, roído por 111du; se trata únicamente de apoderarse de ella y de te­
abominables envidias, hombre contra hombre, rebeldt• mTla de su parte. Frente a esa fuerza, todo se inclina.

contra to o poder, mezquino con todo aquel que signifi­ Además, que no se pueda prestar atención a mi doctri-
que algo, msolente y desenfrenado, fango que la tiranía 11.1 del «Ente» - y justamente porque así están las co-
del pueblo revuelve. Todo esto da mala conciencia; por •..1-;-, es asombroso que no se le pueda prestar atención.

eso se teme a los alemanes. Pero nadie tiene coraje para De ahora en adelante, todo testimonio de la verdad
decir dónde está el mal, y de este modo fomentan esas lt.1brá de dirigirse contra la turba, todo «verdadero»
malsanas pasiones y se vuelven importantes entre sí 111ártir caerá víctima de la turba. Y proponerse, precisa-
mismos por el hecho de combatir contra los alemanes. 1 1 1cnte, estar solo en nombre de Dios, para testimoniar
Un período horrendo amenaza a Dinamarca. El espíri q11c existe un Dios -como le echarán en cara-. sin re­
tu de provincialismo y la irritabilidad de la mezquindad ' 1�11nar la ayuda de nadie, ésa será su tarea.
llasta ahora, en el desarrollo del género humano, el
1 s. IGerkegaard se �cfiere a la hoslilidad creciente entre
Alemania , pueblo» ha representado el momento dialéctico; algo
_

Oinama a, que culminó en 1848 con el estaJlido


�c de la guerra dl'I
Schlesw1g-Holstem, _
en que Alemania apoyó hasta 1850 a los dos duca
dos. (N. de La t.} 1 o. Versícu lo citado anteriormente en el Diariu de 1846. (N. de la t.)
DIARIO INTIMO 203
202 SOREN KIERKEGAARD

do en su cuarto, está prepa-


�sí corno el depósito de un establecimiento, la grande o 1111 bue n abuelo que, encerra
niet o a quien ha invitado a
inagotable reserva de Ja cual nace el (<Ente» o much01 1 1 1 1do una sorpresa para su
sentado un poco antes; ha
«Entes». Si se pierde una enorme cantidad, no debemoa 11 1 1 a hora. El niño se ha pre
El chiquillo sabía que al-
atribuirlo a la Providencia, la cual ha dispuesto quo tl11m ado y no le han abierto.
Los gol-
1 111cn esta ba en el cua
rto, puesto que había luz .
c�da uno pueda convertirse en un «Ente», y por esto de·
ha abierto. Entonces se ha
c1mos que una enorme cantidad se pierde. 111 , �e han oído, pero nadie le
teza. Pero ¿por qué no le
El pueblo, (< ímpetu» de l a historia. El « pueblo» es la 1pnderado de él una gran tris
los preparativos de la fies-
fuer¿a que ha derrocado a reyes y emperadores; luego 111111 abierto la puerta? Porque
los reyes � los emperadores se sirvieron del << pueblo• 1 1 .iun no estaban listos.
para abatir a la nobleza y al clero. El clero se sirvió del
igualdad se discute en Eu­
«pueblo» para abatir a la nobleza, y la nobleza se sirvió 1\hora que la cuestión de la
del «pueblo» para abatir al clero. Siempre el «pueblo•. ' , 1pa hay que considerarla perdida.
comunistas luchan por los
Henos aquí llegados a la última fase : el concepto mis· l�ntrc nosotros también los
o
eno! Yo hago lo mismo. Per
mo de « pueblo» se está volviendo dialéctico. Ahora es d rk1 cchos del hombre. ¡Bu
nía del te-
1 1 1 1 1 1 bato con toda
s mis fuerzas contra la tira
«pueblo» quien debe ser abatido. ¿Cómo? Aquí intervie­
ne la categoría : el «Ente». 111rn· humano.
xim o la tiranía del temor
El proceso de educación del género humano es un pro­ El comunismo impulsa al má
i mientos actuales en Fran-
ceso de individualización. Por eso la humanidad debt.• 11111n ano (obsérvese los sufr
el cristia-
1
1 1a): 7 allí es pre
cisamente donde empieza
ser dividida primero en tres sectores (nobleza, clero,
burguesía); es preciso despedazar esa enorme abstrac­ 111,mo.
unismo hace tanto albo-
ción del «pueblo» con el «Ente». l�I principio con el cual el com
bres son iguales ante Dios
Todo el que esté capacitado para pensar puede enten­ 1 olu, el de que todos los hom
iguales), el cristianismo lo
der!�. Pero la mayoría no pueden pensar; para aceptar (por lo tanto, esencialmente
. Pero el cristianismo se
una idea de�en �e unirse en camarillas que confirmen y 11pone como cosa muy normal
. comunista de reemplazar
apmeben la JUSt1c1a de sus pensamientos, de lo contrario l u n roriza ante el progra ma
, por el
.1 Dios por el tem
or a la masa, por la mayoría
no se atreverían a tenerlos. Estando así las cosas es im­
posible concebir al «Ente»; porque es imposible �ensar­ pu eblo .

lo «en masa», por la simple razón de que ha sido creado


ionalismo se desencade­
e imaginado justamente para dispersar a la masa. Fuera todo es agitación; el nac
ar su vid a y
"ª por todas par
tes; todos hablan de sacrific
so
hacerlo, pero con el podero
Pasará tiempo antes de que la historia del mundo lle­ 1.il vez están dispuestos a
. Yo vivo apa rtad o en e� :c
gue a poseer de veras el concepto del «Ente». Antes será .q1oyo de l a opinión pública
n tam b1en
l uarto sile ncioso
(¡dentro de poco me acusará
preciso deshacer a los Estados; cuanto mayor sea el
nacional!), y sólo conozco
progreso, más pequeño será el Estado. Si todos deben de indiferencia por la causa
-
Pero de eso nadie se preocu
participar en el Gobierno, el Estado habrá de ser muy 11n peligro: la religiosidad.
pequeño.
17. Kierkcgaard alude a la revolución de la Comuna de París de
«A quien lla �a se le abrirá» (Mt. 7, 8). Pero, aunque
_ 1 X48. (N. de la t.)
Dios no abra inmediatamente, ¡consuélate! Imagina a
"

205
DIARIO INTIMO
204 SÓREN KIERKEGAARD
ha acreccnta-
esa relación sólo
p , nadie sos echa mi aclual estado de ánimo. Ésa es mi
� � , illv. el haber iniciado mento tre­
ndo. U n suple

1 1 penas de un modo treme
vi a : ¡eterna incomprensión! No comprenden mis sufri•
9 1• • 1 � 1
r se lo debo esen-
Si me he convertido en escnto
••I• 11Jo! a,
m1entos y me pagan con odio. a m i dine o· Ahor
:
m i melancolía y
La República Francesa 18 es un regalo del destino. Est• 1 1\i ncnte a ell a, a e en �í m ism o: c;co
debo convertirm
fund da sobre una falsedad, y debe comenzar con esa
� 1111 �ivuda de Dios, m1 melan coha Y
vencer
ahora Cristo me ayudará a
mentira; convencerse los unos a los otros de que esto era 111,.
.
lo que querían, la verdadera meta, aunque nada querían li wi:rme «pastor». amado al mundo, sin
melanc olía he
y no hubo meta alguna. 1 n medio de esta � :U� � h
� lía. Tod
pues
go , he am ado m i melanc
111\ mr o.
. ción de m 1 mm �
para
io ha ce r más tensa Ja situa del
¡No, educación, educación: esto es lo que el mundo , 1 vic escam 10�
los
ella, mi esfuerzo,
nece ila! Ha sido el tema continuo de mis trabajos li­
� 111 padecimientos de ayuda de D1os-:-
contribuido -con
la
t ranos, d argumento de mis conversaciones con Cris·
� pnhlico, todo ha en el futuro, pa1
a
obligado a pensar
t1án Vlll; ¡y ahora pasa por lo más superíluo del mundo! 11m1 a que me veo
asarla. . .
pntlcr por fin trasp ,
dec1d1do hablar,
coinci dencia ; cuando hab1a
(· ,1 raña dije nad , porqu
� e ha­
médico . Pero no le
Miércoles Santo, 1 9 de abril • presen tó el c1ón de hablar
repentino. La resolu
IH 1,1 sido demasiado
111 1 111anece firme.
,
N. B. verdaderos d1as
Viernes Santos fueron
l'.I Jueves y el
Todo mi ser ha cambiado. Mi reserva y mi mutismo se 1h· licsta para mí.
han roto; puedo hablar:

;Dios Santo, concédeme de la gracia! N B . NB .

de abril
� i padre decía, sin embargo: «No harás nada bueno I 1111c•<; de Pascua, 24
?1 1c�tra� tengas dinero ... » ¡Verdaderamente tuvo una arse, al menos por
o no puede quebr
mspirac1ón Creía que me entregaría a la bebi­
profética! No, no; mi mutism acaba rá por preo-
.
a La idea de pretender romperlo . _
?ªY � la vida alegre. ¡Eso sí que no! No, pero con toda mi ull r .
lo ire acrecen-
a cada momento
o

1 1 1par me tanto, que


mteligen i , mi melancolía y mi holgura, ¡qué ocasión
��
tan propicia para intensificar los tormentos del auto­ 1.i n<lo. de h. aber habl ado
embargo, el hecho
martirio de mi corazón! Me consuela, sin demasiado orgull?
so
médico . Sentía miedo de ser
¡Ay de mf! «Ella» no pudo quebrar el mutismo de mi , 011 cJ el pasado, as1 lo
en
alguien . Como hice .
melancolía. Que yo la amaba, nada es más cierto; así mi p.ira hablar con médico? Nada.
Pero
puede decir el .
hu.:c ahora. ¿Qué _ hu-
ncia
m lanco ía tuvo algo para meditar. Y aun así ella no ha­
: � ado la insta
tante haber respet
bna podido ser mía. Era y soy una individualidad peni- para m{ era impor
111a na . plena mente Y hace
tual me satisface
La ll República surgida de la revolución de 1848, que concluyó
Mi labor espiri tal de poder atender
con alegría , con
18.
con el golpe de cs1ado del príncipe Luis Napoleón. (N. de la 1.) 11uc lo soporte todo
DIARIO INTIMO 207
206 SOREN KIERKEGAARD

· ,¡
, quizá, más
a mi trabajo. Así he llegado a comprender mi vida: qui lic de romper mi silencio, ello sucederá
me abra un camino
mi misión sea la de anunciar a los otros consuelos y gOI 1 11 1 1 porque Dios de alguna forma
1• 1 1 11 encontrar empleo, y ento
zos, en tanto que yo me siento ligado a un dolor para al nces me ayudará a con-
Pero cuando pre­
que no hallo consuelo, salvo en l a labor espiritual. Hn 1 1 1 iarme por entero en esa situación.
•· 1 1do acabar con mi herm
ese aspecto nada tengo que objetar a mi destino. Por ol etismo, pensando continua­
' ' º 1 11c en él, obtengo exactame
contrario, cada día doy gracias a Dios por haberme con• nte el efecto contrario.

cedido siempre más de cuanto habría podido esperar,


Todos los días Le ruego que me conceda la osadía <lo
estarle agradecido; Él lo sabe. N l 1 NB.
Pero se trata de lo siguiente. Mi porvenir se volvcr6
cada vez más difícil para mis posibilidades económicas. I tle mayo de 1848
Si no tuviera la traba de este mutismo mío, podría bus·
infancia y una
car un empleo. Pero ahora es difícil. Hace largo rato que t 111 naturalezas excepcionales tienen una
pues del hecho de que sean
medito si será posible volcarme. Y puesto que hasta aho­ 111v1.·ntud muy desdichadas,
edad (que natural-
ra he obrado sobre todo evitando, olvidando, a menudo 1•11cia lmente reflexivas en aquella
la más profun­
he pensado que era mi deber, especialmente por cuanto 1111•11l c vive dentro de lo inmediato) nace
n reco mpensadas,
este mutismo puede convertirse para mí en ocasión de l 1 de las melancolías. Pero se verá
n a ser espíritus.
pecado, intentar una ofensiva contra mí mismo. 11111·s la mayoría de los hombres no llega
l 1 H lus esos años felices de su inme
diación representan
Si no lo hubiera hecho, tendría que reprochármelo
tortuga; por esta ra-
siempre. Pero, ahora qll!e lo hice, me comprendo mejor 1, 1rn el espíritu un andar a paso de
cia y la juventud
que antes, precisamente gracias a ello. •111 no l legan al espíritu. Pero la infan
pcionales se trans-
Espero que Dios, de un modo u otro, quiera acudir en lt ,cJ ichadas de las naturalezas exce
mi ayuda para mi actividad de escritor, o que, proveyen· lo11 111an en espíritu.
do de otra manera a mi sustento, me permita continuar
escribiendo.
Creo en la remisión de los pecados; pero la concibo dl·
tal manera (como hasta ahora lo he hecho) que a l a vez
he de llevar mi castigo toda mi vida, encerrado en esta
dolorosa cárcel de mi mutismo, alejado del más íntimo
comercio con los hombres, pero tranquilizado con la
idea de que Dios me ha perdonado. A esas alturas de la fr
no puedo llegar aún, no puedo tener semejante franque­
za de adhesión hasta que sea capaz de cancelar el dolo­
roso recuerdo. Pero creyendo me defiendo de la desespe­
ración; arrastro la pena y el dolor de mi silencio, pero
me siento indescriptiblemente feliz con la actividad del
espíritu que Dios me ha concedido con tanta abundancia
y gracia.
DIARIO INTIMO 209

1 1 1 1 lk cuentas (en la peor de las hipótesis), es infinita­


''''' mejor, aunque se mate a la infancia y a la juven­
f "1 t·.n general la educación cristiana se hace a la ligera,
11l onces todo se echa a perder. Pero es siempre mejor
111 1 que soportar esas penas en la infancia y en la ju-
1 1 1 1 1 d . tensos como en un potro de tortura dentro de la
1 847 - 1 848
111 l'ºría del «espíri tu», que aún no ha sido alcanzada;
i il•l , soportado todas esas penas que hacen de la infan­
(PAPELES SUELTOS)
' 1 1111a continua desdicha; y luego, desbordantes de fcli-
1 l u l , poder por fin comprender: «Bueno, ahora puedo
111plvarlo , ahora el cri tianismo existe para mí Y. lo e�
Algo sobre la remisión de los pecados m
, 11111 , Esto es mejor que la insulsez de no haber sido
1 , 11110 ni l.o otro.
He sido educado muy severamente en el cristianismo
por un anciano; por eso mi vida se vio profundamentt
perturbada y he debido soportar conflictos que nadlf
imagina y de lo que menos aún se habla. Sólo ahora, 1
los treinta y cinco años, quizá como consecuencia de mi
sufrimientos y de la amargura del arrepentimiento, ha
aprendido a apartarme tanto del mundo que puedo pcn
sar en hallar mi dicha en la fe del perdón de los pecado!,
Pero a la verdad que, aunque espiritualmente me sienta
fuerte como nunca, estoy demasiado viejo para enamu
rarme de una mujer, cte.
Es preciso estar decrépito para sentir verdaderamenh•
la necesidad del cristianismo. Si nos lo imponen a la
fuerza antes de este momento, acaba por hacernos en
loquecer. En el niño y en el joven hay cosas que les perh•
necen tan naturalmente que uno debe decir: «¡ Dios lo hu
querido así!» La esencia de la infancia y de la juventutl
es el culto de la vida natural; el cristianismo, en cambio,
es «espíritu». Concebir sin más ni más a la infancia de11
tro de l a categoría del «espíritu» es una crueldad, equi
vale a matarla, cosa que no ha sido la intención del crb
tianismo.
Por esto el cristianismo, en la mayor parte de la cri!-.
tiandad, se ha convertido en palabrería, por el hecho d,·
que así nos educan. Pues es raro, muy raro, que un niño
tenga una educación religiosa realmente severa ; lo cual.
DIARIO ÍNTIMO 211

, ,1 mi mos) han sido formulados adrede con excesivo


1 lt•or, más o menos como cuando adelantamos media
11111 d el despertador para evitar que nos despertemos de­
'" ,...1ado tarde por las mañanas.

DEL 1 5 D E MAYO DE 1 848 AL 2 DE ENER O DE 1 849


N. B.

L «balotaje» 1 (pues en esto consiste fundamental


E mente el principio vital de la democracia moderna: \ 111:lvo otra vez a los puntos más importantes en lo rela­
'''º a las relaciones con Dios.
en el número) representa el fin de todo lo noble; de toda
Dios es espíritu. Con un espíritu sólo se pueden mante-
cosa santa y amable y, en primer Jugar, del cristianismo:
111·1 relaciones espirituales; pero toda relación espiritual
una idolatría de lo mundano, un inflamarse por las cu•
, , eo ipso dialéctica. ¿Cómo sabe entonces un apóstol
sas de este mundo. Por consigu iente, para el cristiano,
1p1e es llamado? ¿Por medio de una revelación o por me­
la verdad está en la minoría; para el «balotaje», en 111
dl1¡ de una dialéctica semejante? Esto no lo comprendo,
mayoría. ¡Bien!
¡wro puede creerse.
l .a relación de un hombre común con Dios y con Cristo
Es una verdadera crueldad que el cristiano tenga qur
l.1 umcibo, en cambio, de una manera socrática. Sócra­
vivir en un mundo que de todos modo quiere obligarlo
h ... (¡ese bribón!) no sabía, en realidad, con certeza si
a hacer lo opuesto a aquello que Dios, con temor y tem
, \lstía o no la inmortalidad (Apol 40 ss.): pues sabía que
blor, le ordena en su fuero interno. ¡ Sería una crueldad
111 inmortalidad es una categoría del espíritu, y eo ipso
de parte de los padres que, amenazándole con castigm1
dialéctica y que está más allá de toda certidumbre in-
severos, ordenaran al niño: «¡Mira que has de portarll'
1m·diata; por lo tanto, ignoraba si era inmortal, cosa que
así y así!», y luego lo pusieran en compañía de rapact•11
111uchos jmbéciles saben al dedillo. ¡ Pero Sócrates sabía
que lo obligasen de todas maneras a hacer lo contrario!
111 que decía! Porque su vida expresa la existencia de la
111 mortalidad, él es inmortal. El asunto de la inmortali­
¡Qué extraño! Sócrates hablaba siempre de aquello
d:1d, dice él, me preocupa tanto que todo lo arriesgo por
que había aprendido gracias a una mujer (Platón, /:/
1'"1 ' «Si».
banquete, 201 ss.). También yo puedo decir que lo mejor
de mí mismo se lo debo a una jovencita; no lo aprendí dl•
¡ Oh, sí! La pena mayor es la de ser espíritu y tener que
ella, sino a causa de ella.
, 1vir entre los hombres.

En el fondo, muchos hombres piensan que los princi


Una forma de locura que nos conmueve es la de Otelo
pios cristianos (por ejemplo, el de amar aJ prójimo como
1 uando dice a Desdémona, antes de matarla: «¿Ha dicho
lksdémona su plegaria nocturna?» No la tutea, se ex­
1. Kierkegaard utiliza este término en sentido despectivo para presa con el lenguaje que se emplea con los niños: «¿Ha
reh­
rirse al sufragio popular. Traduzco literalmente la palabra ballorazio111 hecho Guillermo tal o tal cosa?»
empicada por el 1rnduc10r i taJ iano. (N. de la t.)
Es una escena magistral.
212 SóREN KJERK.EGAARD DIARIO ÍNTIMO 213

.
No he elegido esta vida, que he considerado sicmpn · 11hora, como castigo, Dios te midiera con su mirada de
como mi misión, porque me creyese más perfecto que los pies a cabeza? » Tal es y será mi infortunio: humana-
demás, sino porque me sentía más miserable y el mayor 1111.'nte hablando, he hecho demasiado por los hombres.
pecador. t• \teriormente me he comportado como si los mirara de
Por ello he vivido hasta ahora en una rigurosa renun 1 1 1 iba abajo... , precisamente porque me avergonzaba
cia de toda recompensa terrenal, y así necesariamenh• 1kmostrar1es cuánto los amaba; para que no me toma-
(dentro del espíritu deJ cristianismo) he acabado por Sl'I' 1 M l , sin más ni más, por un loco.
mal visto, escarnecido, aborrecido, arrojado como pasto ¡Sólo por haber olvidado dar los «buenos días» a una
a cualquier brutalidad, en tanto que los aristócratas lo • 1 iada he sufrido como si se tratara de un delito y he

celebran, movidos por una secreta envidia. 1t mido que Dios fuera a abandonarme! ¡Y luego atri­
Decir a cualquiera estas cosas ya no sirve de nada. li1 1ycn las persecuciones de que soy objeto a mi orgullo!
Existe un «tiempo de silencio» (Prv. 3, 7),2 como lo de F.n todo he visto una relación de deber, y Dios siempre
muestra el modelo más elevado: « Pero Él no respondía a li.1 estado presente para mí. Pero nadie parece tener <le-
nada.» (Ml. 27, 1 4). Pero yo lo he aprendido de un modc 11 ·res con respecto a mí.
lo más hwnildc, de Sócrates, quien, como Cristo, tenía d
poder de salvar su vida ... ¡halagando al pueblo! El mismo Cristo dice que no ha venido a traer la paz
1110 la discordia (Le. 1 2 , 51). ¡Ése es el punto capital! El
Periissem nisi periissem es y será el lema de mi vida. 1 1 1 1stianismo representa la discordia con el mundo, pero

Por esto mismo he podido soportar todo aquello qur 1 1 rristiano halla la paz de Cristo.

hace tiempo hubiera acabado matando a cualquicna


que no estuviera ya muerto. Siento un deseo de mayor perfección. Confiado y en-
1 1 q�ado a Dios, con la fe en la remisión de los pecados,
No reprocho nada a nadie. 1 'pero también estar maduro para algún cometido más
No existe nadie a quien yo haga reproche alguno; son 1 kvado. Pero, si aún me quedara un resto de vida, aun­

los hombres quienes no me han comprendido. N i en esh• que sólo fuera una hora, lo consagraría con todas mis
momento puedo desprenderme de m i primer pensa lm-rzas a l cometido al que hasta ahora las he consagra­
miento; es decir, de que ningún hombre piensa en Dio11 do: a atacar el refugio del mal. .. La turba, el impío parlo-
en lo recóndito de su corazón. Jamás he medido a nadir 11·0 entre los hombres, el sacrílego desprecio por el Ente.
con una mirada de pies a cabeza, ni siquiera al sirvienh•
o a la criada más humilde: porque aquel que está «�·n 1 le sido desdichado en amor, pero es imposible pensar
presencia de Dios» debe, en lo más profundo de su aJ11111, q11c pueda ser feliz, porque habría de convertirme en
horrorizarse en el instante mismo pensando así: « ¿ Y �I ,01 ro hombre. Sin embargo, mi desdicha ha sido mi fcli-
1 1 dad . Humanamente hablando he sido salvado por un
2. El proverbio citado dice así: e No te tengas por sabio. teme a l>u• dilunto, ¡por él, mi padre! Me es imposible imaginar que
y evita el mal.» (N. de la t.)
1 1 1 1 vivo hubiera podido salvarme. Me convertí entonces
3. «Hubiera perecido si no hubiera perecido•, citado anteriornw111t
c11 él Diario de 1 843, señalado con el signo NB. Es también el lema 11•
, 1 1 escritor, según las posibilidades de mi naturaleza;

«¿Culpable o no culpable?», ensayo autobiográfico en Etapas en el cm111 p�·ro, de no haber sido perseguido, no habría dado la
110 de la vida. (N. de la l.) • ,.1cla medida de mí mismo. En la vida existe siempre
214 SÓREN KlERKEGAARD DlARJO ÍNT/MO 215

una melancolía, y al mismo tiempo una indescriptible


felicidad. A esto, además de a la gracia y a la indescripti· Pero la muerte de mi padre fue para mí un golpe tan
ble ayuda de Dios, debo el haberme convertido en yo 1 1 l'mendo que jamás he hablado de ello con nadie. El
mismo. Casi me sentiría tentado a decir «con Su predi· p1 oscenio de mi vida está sumido en la más tétrica me­
lección», si ello para mí no representara menos que la l.111 olía y en las nieblas de esa miseria difusa en las pro­
bienaventuranza en la que creo y que me da una paz l 1 1 1 1didades de m i alma que no causa asombro por ser yo
llena de felicidad: el pensamiento de que Él tiene para q11 icn fui. Pero éste será siempre mi secreto. En otros,
cada hombre un amor de predilección. Mi vida con DiO!I q111zá esto no habría producido una impresión tan pro­
ha sido la de un hijo con su padre. l t 1 11da: pero piénsese en mi fantasía y especialmente al
1 1 1 1 1 1 ienzo, cuando no hallaba objeto alguno donde vol­
Poder reconciliarme con «ella» sería mi único deseo y ' '" se. Esta melancolía congénita, esta inmensa dote de
me daría una íntima alegría. Pero su matrimonio está en 1 l11 l or esta situación tan profundamente dolorosa como
,

mis manos. Si ella llegara a poseer la certeza de cuánto l,1 e le haber sido educado desde la infancia por un ancia-
la he amado y de cuánto la amaré, se arrepentiría de su 1111 1 1 1clancólico ... , en tanto que uno posee la innata habi­
casamiento. La sostiene el pensamiento de que, pese 1 ltd.id de engañar a cualquiera mostrándose lleno de brío
las dotes que me reconocía, no obstante la admiración y de alegría; ¡y que luego Dios, desde el cielo, me haya
el amor que me profesaba, yo me he comportado con ella 1\ 11clado de esa manera!
de una manera innoble. Ella no ha tenido la religiosidad
suficiente para vivir con un amor desdichado: ¡me ha "c..: demuestra cierto lo que mi padre decía: « Existen
causado tanta pena la idea de que no me haya atrevido • 11·1 1os pecados de los que un hombre no puede ser salva­
jamás a ayudarla directamente! .tu 'ino por una extraordinaria ayuda divina.» A mi pa­
. 1 1 t•, humanamente hablando, yo se lo debo todo. Me ha
• 1111vcrtido en todos sentidos en el más desdichado de los
Si no me hubiera sentido feliz en medio de mi melan
colía, no me habría sido posible vivir sin «ella>). Le• • ,
,...., , al hacer que mi juventud fuera un padecimiento
poquísimos días en que me he sentido dichoso, huma 1 1 1 igual y que en mi fuero interno me haya sentido a
namente hablando, no he dejado de sentir una indescrip 111111to de escandalizarme del cristianismo. Mejor dicho,
tibie nostalgia de «ella», de «ella», a quien tanto hahla 111 �·ué a sentirme escandalizado; aunque por respeto de-
amado y que tanto me había conmovido con su súplka 1111 110 decir palabra a nadie y, por amor hacia mí pa­
Pero mi melancolía y los padecimientos de mi alma m• • l t ,•, me empeñé en exponer el cristianismo de la manera
han hecho, humanamente hablando, siempre desdich1t 11111' verdadera, contrastando así con toda esa palabrería
do, de tal modo que no he poseído felicidad alguna pa11 •1111· (en la cristiandad) se hace pasar por cristianismo. Y,
compartir con ella. No me atrevo aún a hacerle la 111'11 11 1 1 ¡·1 nbargo, mi padre era el más cariñoso de los padres;
leve observación : mientras viva, yo seré el responsahl• • 1 1 1 ia y siento una íntima añoranza de él, de tal manera
de su porvenir. 111i ningún día he dejado de recordarlo por la mañana y
'"º la noche.
A mi padre se lo debo todo desde un comienzo. Fut· t'I '-tolo ahora he llegado a ese punto en que todo se vuel-
quien, melancólico como era, al verme triste me supliu\ • 1 l . 1 ro para mf. Como la mujer que al sentirse embara­
un día: « ¡ Trata de amar de veras a Jesucristo!» ul.1 ...,e vuelve silenciosa y seria, concentrada por entero
216 SOREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 217

en el pensamiento de su niño, también yo he visto ya 111 1-; relaciones con los que sufren y con todo aquel que
bastante en el mundo. Mi cometido lo percibo claramen· 1·.1 inferior a mi. ¡Váyase a saber cómo luego me acusan
te; tanto si debo vivir una sola hora como cien años, mi .r,. orgullo y de egoísmo!
cometido me satisface igualmente. Pero el hallarse de ese modo frente a Dios, aunque
1 1•presente una verdadera felicidad, exige un enorme
No se trata tanto de hacer una revisión del cristianis• , .t uerzo. Por eso me he sentido y me siento tan desdicha­
mo cuanto de borrar 1 800 años como si no hubieran .In. comparado con los otros hombres. Ser sano y
existido. Tengo la certeza de lograrlo: todo es para mi l1 1nte, poder tomar parte en todo, estar dotado de fuer-
claro como el sol. Siento, sin embargo, mi responsabili· ,,.., físicas y sin pensamientos: ¡cuántas veces lo he de-
dad, porque basta la menor impaciencia y terquedad : 1 .ido! ¡ Los padecimientos de mi juventud han sido tre­
entonces no aguanto más, mis ideas se confunden. t11l·11dos!
Por la mañana, apenas me levanto, doy gracias a Dios¡
luego comienzo a trabajar. A una determinada hora do Existe algo de verdad en la concepción de los griegos
la noche dejo el trabajo, doy gracias a Dios y me retiro 1 t ' l':tsc, por ejemplo, .Plutarco), que hacen del héroe un
descansar. Ésa es mi vida. Aunque a veces no se vea 1· 1'11 e ro especial, distinto del género humano. Como la
exenta de ataques de melancolía, mi vida transcurre co­ , 1 1cgoría cristiana del «espíritu». Pero lo humano con­
tidianamente en medio de un beatífico encantamiento, .1 .... 1c en lo siguiente: que a todo hombre le ha sido conce-
¡Ay de mí! Así vivo en Copenhague: el único individuo 1lido poder ser espíritu, espíritu que no es el coto privado
que no es formal, que no gana dinero, que no realiza d1· una cofradía de cerebros privilegiados, pues es ver­
nada, ¡un pobre diablo medio loco! Así me juzga la tur d,1d que a menudo un hombre del pueblo está capacita­
ba: y aun los pocos que ven con algo más de profun<ll do para realizar dicha categoría, en tanto que un profe-
dad, no se lamentan de que éste sea el juicio que de mí Sl' 1 1 1 difícilmente l a alcanza.
forman.
El crimen máximo ante los ojos de los hombres, aquel
Quien de niño no ha recibido ninguna impresión dd q11t.· castigan más cruelmente, es el de «no ser como los
cristianismo, pero la recibe más tarde, debería sentirNt il1 1 11ás». Eso prueba su naturaleza animalística; porque
destrozado por la angustia y por el temor de sí mismo 'º" pájaros tienen razón de perseguir a picotazos al pája-
Yo, en cambio, me siento muy sereno, porque sólo ahora, 1 1 1 que no es como los otros, puesto que la especie es su-
entre estas cosas familiares, me hallo como en mi hoga 1 . 111 1 io r a los individuos. Los pájaros son animales, ni más
111 menos. E n cambio, el destino de los hombres es el de
Mi desgracia, humanamente hablando, está en halll'I 1111 " 'r «como los demás», sino el de poseer cada uno su
poseído demasiado poca corporeidad. Mi inferioridad (y p 1 1 1pia peculiaridad.
ésa es mi relación con Dios, ante el cual con temor y 1 os hombres perdonan cualquier crimen menos éste,
temblor me siento siempre como un cero, por no hablm q11l· juzgan inhumano: ¡el delito de ser hombre!
del dolor y del arrepentimiento de mis pecados) se est, ,.
mece casi por la menor fruslería que emprendo, aJ pt.·11 Me apena, en medio de mi vida de esfuerzos, el hecho
sar así: « ¡ Quién sabe si Dios no se irritará contra mr y d1 que no siempre logre poseer, como quisiera, la inte-
me abandonará ! » Por eso me siento tan angustiado l'll 1 1111 id ad de dolerme de mí mismo, esa interioridad que
218 SOREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 219

poseía una vez, cuando todos me juzgaban feliz y con­ Así, la calumnia, cuando se tiñe de escarnio, de grace­
tento. ¡u, de vanidad, ofrece el aspecto de una cornucopia llena
¡Cuán fácil es, en un conflicto similar con el ambiente, de bombones ... Pero, por detrás . . . ¡Qué abominación,
olvidarse de uno mismo, de nuestra íntima relación con llius mío! ¡La corrupción de la juventud, el desvío de los
Dios, algo que en cierto sentido parece tan poca cosa Incautos y además los que fueron llevados a l a tumba!
con respecto a lo mucho! Y , si no todo esto, las mujeres que soportan el dolor. . .
Quien vive en quietud y apartamiento puede hallar Es extraño que ninguna otra acción m e haya propor­
tiempo para dolerse del menor pecado. l 1011ado tanta dicha corno este paso mío; en mi fuero in­
Espero, sin embargo, que Dios me conceda el don d� il'rno no puedo dejar de pensar que en la hora de mi
no convertirme en importante ante mis propios ojos; yo 111uerte contará por lo menos un acto bueno, un acto del
me abandono a Él en la más completa obediencia. 1· 1 1 a l tendré que regocijarme toda la eternidad ...
Todo hombre posee una realidad infinita, y es sober­
bia y ambición negarse a honrar en cada hombre a su P1..:<lro 4 sabe que el estado de 111is finanzas es alarman­
propio prójimo. ¡Oh, si pudiera hablar con cada hombre "" sabe que mi salud está muy quebrantada, conoce y se
por separado, estoy seguro de que los conmovería a to­ 1 l'presenta mis esfuerzos por permanecer aquí, sortean-
dos! Pero es un paralogismo pensar que mil hombres va­ 1 1 , , hábilmente el ataque de los necios y el escarnio co­
len más que uno, pues significa reducir a los hombres a t id iano. Sin embargo, desde entonces no he tenido
una categoría animal. La sal de la condición humana l.1 -;atisfacción de recibir una sola palabra suya. Proba­
está en que la unidad representa lo más elevado: mil l!lcmente es presa de un gran susto y, como buen pusilá-
hombres valen menos que uno. 111rne que es, probablemente estará rumiando el proso-
¡Pobre de mí! ¡ Quién sabe cuándo lograré que a los 1 1opéyico pensamiento de que esto podría ser un castigo
hombres les quepa en la cabeza esta dialéctica! 1 1 t l l i g ido por Dios. ¡ E l muy cobarde y, por añadidura,
� :11 üdoso, siempre dispuesto a aceptar cualquier demos­
t 1 1· 1ción de estima de parte de esos grundtvigianos! 5 ¡Oh,
Lo que digo acerca de mí mismo 1" ulgo «amoroso, amoroso de veras»! 6
U na actitud semejante yo no la entiendo. Si uno com-
Una palabra para mis contemporáneos
•I Pedro, el hermano mayor de Kierkegaard, único sobreviviente
Tal vez sea oportuno que también yo diga una palabrn 1 <Jll él de toda la familia. Fue pastor y luego obispo de Aalberg. Kie1-­
acerca de eso de lo cual todos hablan ahora (por ser d l11(11:.ird alude otras veces en su Diario a las diferencias espirituales
¡1l1111Lcadas entre ambos hermanos y a sus respectivas relaciones con
único que no ha hablado de ello o que apenas si ha hecho
1 p.1t.lre. Véase, por ejemplo, «La parábola de los dos hermanos» , en el
algún comentario en privado), es decir, del ataque de la ll/rtiio del 24 de enero de 1947 al 1 S de mayo de 1848. No obstante, fue
plebe... ¡ a mis pantalones! l111d1·0 quien se hizo cargo de los papeles de Kierkegaard a la muerte de
Cuando una mujer de vida alegre se adorna y embellc 1 11•, por haber renunciado a dicha responsabilidad Regina Olsen. a

ce, presenta un aspecto exuberante de vida, de juventud 111111·11 el autor había nombrado heredera. (N. de la t.)
11. Los que seguían la tendencia del obispo y sociólogo Grundtvig, par­
de la t.)
y de dicha. Pero ¡ cuán tremendo horror esconde ese ros
pd,11 iu de una Iglesia del Estado, racionalista y nacionalista. (N.
tro envejecido! Porque los rasgos del pecado son los ra:> '' Evidente ironía imitando el lenguaje de los gnmdtvigianos.
gos de la vejez. (N del L. i.)
220 SOREN KJERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 221

prende que las cosas andan mal para otro, creo que 1011
miramientos deberían desaparecer. Cuando hace alglln Ninguna vida produce un efecto tan grande como la de
tiempo se halló en dificultades con Mynster, me apresu 1111 mártir: porque el mártir tan sólo comienza a actuar
ré a escribirle, y más de una vez. Pero estos «Ortodoxos• '" .,pués de su muerte. Y de este modo la humanidad o se
que no tienen un ápice de franqueza filial con respecto a 111.1nliene unida a él o permanece aprisionada dentro de
Dios y lo consideran más como a un tirano a quien hay r 111isma.
que halagar que como a un padre a quien hay que tratar
con amor, experimentan una cierta voluptuosidad cuan· • Él [Pedro] negó delante de todos» (Mt. 26, 70). ¿Qué
do creen que Dios está maltratando a alguien. 1 111l·dc importarme? Si Pedro obra bien, entonces Pedro
Basta de esto. Mis sentimientos hacia mi hermano son , Pedro. Si Pedro obra mal, no tengo nada que ver con
inmutables. El destino que Dios asigna al extraordinario L I, puesto que no es esto lo que de él debo aprender.
es el de ser siempre el incomprendido, especialmentt•
por sus amigos y parientes. Pedro se ha considerado todu Réplica: ¡Cuán penoso es sentirse tan viejos como nos
su vida como mejor que yo y me ha juzgado un poco \ 11t:lvc lo eterno; en tanto que uno es aún un hombre, un

como «al hijo pródigo». En eso ha tenido razón: él hn l 1n111bre sobre todo, y cuando aún la existencia se dirige
sido siempre más honesto que yo. Su conducta con mi 11 1 10sotros con el lenguaje de la juventud! Hubo una niña

padre, por ejemplo, era La del hijo honesto, mientras qu� 11 quien yo amaba, graciosa y tan joven (¡cuán atrayente
la mía frecuentemente ha sido criticable. Pero Pedro no lt,1 e.le ser sentirse tan joven!), como persuasiva y seduc-
quiso a papá como lo he querido yo. Pedro no le dio dis· 111..a. ¡Qué pena tan tremenda ... : yo era para ella viejo
gustos como yo le di. Sin embargo, hace mucho tiempo 1 wno la eternidad!

ya que Pedro ha olvidado a mi padre, en tanto que todo!!


los días -desde aquel 9 de agosto de 1 838-7 yo pienso La Edad Media culmina con Rafael en su representa­
en él y pensaré siempre hasta que nos reunamos beatffi. ' 11111 de la Virgen. El protestantismo culminará con la
camente en el más allá. Y así en todas mis relaciones ... l111:1gen de Cristo; pero ésta será la flor del más perfecto
Luego pasó un tiempo. Cuando en el fondo yo era consi· de!)cnvolvimiento dialéctico.
derado como un cabeza dura a punto de perderse, Pedro
era siempre el honesto. Después me convertí en un cana Lo mejor de la vida consiste en el hallazgo. A veces
lla; como deben de haberlo supuesto los demás. Pedro, quien busca, halla; otras veces uno halla algo sin haber-
en verdad, es el honesto; a la luz del contraste se convicr 111 buscado. Quien encuentra una perla sin buscarla, la
te en el amoroso. Entonces me yergo sobre mis pies. Tal 11.1 hallado a pesar de todo; pero si alguien lo abandona
vez Pedro no pueda comprenderme: cuanto más ml' lodo por su posesión (Mt. 1 3 , 45) expresa a la inversa que
mira y me observa, más se asusta de mí. De todos modos, l.1 buscaba; pues conquistar de ese modo la posesión,
espera que yo Le haga confidencias. Y eso es justamentl' ' l11l:go de haber logrado encontrarla, es «en sentido inver­
•.o», lo mismo que buscar.
lo que no puedo hacer. Se sintió l igeramente ofendido.
¿Cómo no iban a tomar mal cariz las cosas?
La mejor prueba de la inmortalidad del alma, de la
l'\istencia de Dios, etc., se reduce en el fondo a la impre­
7. El padre de Kierkegaard murió en la madrugada de ese dlu
(N. del t. i.) .,,ón recibida en la infancia. Por consiguiente, la prueba,
222 SORE.N K!ERKEGAARD
DIARIO INTIMO 223

a diferencia de lo que acaece con tantas otras pruebas h11.·n utiliza espías. Con tal fin no se busca precisamente
doctas y solemnes, podría expresarse en los siguientes ,, hombres de vida intachable, sino a delincuentes, auda-
términos: «Es muy cierto, porque m i padre me lo dijo.• 1 n astutos, porque la policia necesita de su audacia y
¡Es bastante extraño! Durante una de mis primeras .d mismo tiempo los impulsa por la conciencia de su
conversaciones con «ella», cuando me hallaba más pro­ ' u.la anteacta. Y de este modo se sirve Dios de los peca­
fundamente agitado y alterado, le dije que en cada gene­ dores. Pero l a policía no piensa en mejorar a sus espías;
ración había siempre algún hombre destinado a ser sa­ 1 n cambio, Dios lo hace: cuando misericordiosamente
crificado por los demás. Probablemente ella no lo com· 111-. utiliza, a la vez los educa los vuelve mejores. Mas
prendió y quizá ni yo mismo me comprendí por entero 1.11 nbién en este caso la obediencia incondicional produ-
(en todo caso, se trataba sólo de m i íntimo sufrimiento): 1 1· la conciencia de la vida anteacta; pues un pecador
y menos que nada que ella comenzara a lle�ar las de h 1 1 111ilde y contrito debe confesarse que, aunque otro
perder. Pero justamente la juvenil espontaneidad de su pt1dría exigir algo de Dios, él no puede exigir absoluta-
dicha comparada con m i tremenda melancolía, y en ta· 11wn1e nada, sino que por el conlrario ha de estar dis­
les proporciones además, debió enseñarme a conocerme pm:slo a todo e incluso, cuando es castigado, darle gra­
a mí mismo; pues antes no había sospechado cuán me· ' l:1s como de un favor recibido.
l�n la antigüedad se amaba a la sabiduría (q.>LA.ooocpm);
lancólico era yo ni había tenido la menor idea de cuán
fel iz puede ser un hombre . . . l111v se ama el nombre de filósofo.
¡Con cuánta benevolencia m e ha guiado Dios a través
1 os hombres viven como cabezas huecas, como frívo-
de los obstáculos! He aqui que ahora me encuentro en d 1 ..... mujercitas. Por esto no tienen la menor idea de lo que
punto preciso en que la situación exterior tambié� de· 1 ¡ • 1 1 i fica el que a Dios Je plazca mantenerse in incognito.
muestra la verdad del principio según el cual «existen !'ornemos u n ejemplo menor: Sócrates. Qué pocos son
hombres destinados a ser sacrificados por los demás». 111.., que tienen una idea de la significación del hecho de
q11l· para él la ironía sea expresión del carácter y que,
Son «suyas» estas palabras proféticas con respecto u
prn lo tanto, no le importara mucho ser comprendido,
mí: « ¡ Acabarás por hacerte jesuit a ! » Para el romanticis·
1110 precisamente mantenerse fiel a su carácter; en con­
mo de una fantasía juvenil, el jesuitismo es precisamen
• l ucncia, ser incomprendido. Quiere ser incomprendi­
dn porque quiere conservar el incógnito. La suya no era
te una aspiración cuyo T.f).o((,8 sobrepasa por completo lu
inteligencia de esta juventud.
1 1 1 1.1 astucia del Rey Mago que busca dar placer a Jos pa­
t kntes y a los nietecitos. Vivió así, día tras día, durante
Pero acerca de mis relaciones con ella, no puedo escn
1 1 1 1 w h ísimos años.
bir nada. Soporto la responsabilidad del resto de su exi1i
tencia, y por eso mismo toda comunicación directa po
, Se puede ser cruel de muchos modos. Un tirano pue­
dría acarrear una confusión sin límites.
, ¡,. maltratar a un hombre. Pero se puede ser cruel de

Es verdad eso que he dicho de mí mismo: « Soy co11111 1 1 1 1 modo distinto de como lo han sido conmigo. Con
un espía al servicio de lo más elevado.» La policía ta111 l.11• 1 imas en los ojos, postrada ante mí, ella me rogó
11111 amor a Dios que hiciera algo que yo no podia ha-
8. Término griego que significa 'realización', 'objetivo final', 1:1111 1 1 1 ¡Oh! ¡Fue demasiado cruel y no he podido reco­
bién con motivo de la iniciación en los misterios. (N. de la t.)
l•• . 1 1 me! ¿Qué es más cruel: ser nosotros los crueles o
224 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 225

descargar sobre los demás La responsabilidad de ser


tan crueles? ¡Ay de mí! Acaecerá conmigo y mis contemporáneos lo
111 ismo que acaeció con mi pade y conmigo. Le ocasioné
Toda esa concepción de la « posibilidad del escándalo• 1m1chos padecimientos, después él murió y yo re cibí su
es algo que me complace imaginar en determinados mo­ lhH rimonio. El tiempo hace Lodo lo posible para ator-
mentos en los que antes no había pensado; algo por com· 1ncntarme, exprime mis mejores esfuerzos; luego moriré
pleto ajeno a mi ser que se opone a lo que debo llamar la ' cobrará mi herencia. Llegará un tiempo en que un da-
sal de mi posición de servidor con respecto al cristianis­ 11� se sentirá orgulloso de mí como escritor; por consi­
mo. Una vez más he de proclamar categóricamente que ••uiente, orgulloso al fin y al cabo por el hecho de que me
los años no me han cambiado en absoluto, sino que des· li.l an maltratado.
de el primer momento he procurado servir sinceramente
al cristianismo. En general, dos son las desv iaciones fundamentales
Sin embargo, ahora que me propongo iniciar un desa· 1 on respecto al cristianismo:
rrollo más rígido y decisivo del cristianismo, no me atrc· 1 ) El cristianismo no es una doctrina sino una comuni-
vo ya -ni probablemente tendré tiempo ni deseos- a 1 tit:ión de existencia. (Luego sobrevinieron las exagera-
1 iones de la ortodoxia con discusiones a propós ito de tal o
desarmllar un tema estético.9
Lo peor con respecto a ello es que he acabado por em· 1,d cosa, mientras que la existencia permaneció comple-
brollar el asunto con tales y tantas reflexiones que a Vl'· 1.1 mente inmutada, y así es como se discute acerca del
ces no sabía qué camino escoger. Y por lo mismo, aun· l 1 i tianismo lo mismo que acerca de la esencia de la filo­
que no existiera razón, era necesario actuar. Nada me .,olía platónica etc.) Por esto, cada generación debe co-
,

agota tanto como las decisiones negativas; sentirml' 111cnzar por el principo: esa erudición sobre las genera-
1. oi nes pasadas es esencialmente superflua, pero no
dispuesto a llevar a cabo algo, por haberlo considerado
justo y deseable, etc., y luego verme arrollado por un d1.·-;preciable si sólo comprende a sí misma dentro de sus
turbión de reílexiones. Eso no sirve. ¡Algo que en si p1 upios límites, y mucho más peligrosa si así no lo hace.
mismo es una bagatela y que ha sido bien ponderado, 2) En consecuencia (puesto que el cristianismo no es
corre el riesgo de convertirse de improviso en una tn·· 1111a doctrina), con respecto al cristianismo no es indife-
menda realidad! ¿Significa esto que l a reflexión se ha 1 ente la persona que lo expone (como en las otras doctri-
vuelto enfermiza? En tal caso es preciso actuar pam 11,1s), como si bastase exponerlo con exactitud objet iva.
salvar la vida. La indolencia segui rá entonces pretcn· No: Cristo no ha instituido docentes sino imitadores. Si
diendo daros a entender que aferrarse a lo negativo ha t•I cristianismo (precisamente porque no es una doctri­
bría sido de todos modos la mejor solución. ¡Puras mcn na) no se reproduce en quien lo expone, éste no expone al
tiras! Lo único justo es encomendarse a Dios y luego t ri s,ti anismo; pues el cristianismo es una comunicación
actuar. dv existencia y sólo puede ser expuesto con el existir .

1·: \istir en él es expresarlo existiendo: esto es, redupli-


9. Kierkegaard alude en este texto a sus dudas acerca de la open 1 �1rlo.
10
tunidad de publicar La reperición, obra que, por su carácter estéliw,
consideraba inconveniente para su posición definitiv::i de escritor C�l'll 10. Reduplicación: 'redoblamiento, dualidad', expresión que em­
ci::ilmente religioso. La
repetición apareció, por fin, en julio de 18411 pll'a Kierkegaard para designar a la relación objetiva producida por la
publicada en los números de Faedre/andet del 188 al 1 9 1 . (N. de la t.) , , ne,ión. (N. de la t.)
226 SOREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 227

Es así como, en lo que a mí se refiere, tengo un aguijón 111 a la cristiandad, con la ventaja de saber de qué e
en la carne desde los primeros años. Si no lo hubiera 1 1 .11a. Es preciso suponer que la mayoría de los hombres
tenido, tal vez me habría engolfado en las cosas del mun­ 110 han recibido ninguna impresión de lo que el cristia-
do; pero no puedo hacerlo, pues de lo contrario de buena 111 ... 1110 es, y que por lo tanto nj siquiera han advertido la
gana lo habría hecho. Por lo tanto, no tengo mérito algu­ pu.... ibilidad del escándalo. Confieso sinceramente que en
no; pues ¿cuál es el mérito del que camina rectamcnH.' 1 llo no tengo mérito alguno, pues lo debo, en el fondo, a
porque tiene andador o del caballo que sigue el camino l.1 educación que mi padre me dio.
trazado porque tasca un freno? J\quí es preciso citar otra vez a algunos hombres céli­
lw-;. Lutero pudo muy bien tener razón en casarse; pero,
La idea de que podría morir ahora, la idea de l a muer­ dl' haber estado casado, ya no se habría convertido en
te en la que he reposado, me produce ahora perturba­ l 1 1 1 "ro. Especialmente en estos tiempos se precisan
ción a causa de la publicación de ese pequeño artículo l11 1mbres solteros, porque el mal contra el que hay que
1
estético, 1 me perturba el pensamiento de que ese artícu­ 1 ombatir está en la « turba», en la prudencia, en el respe-

lo quede como mi (iltima publicación. 1 1 1 humano. ¿Y es posible imaginar a una esposa capaz
Pero, por otra parte, este pensamiento de la mucrtl' dv resignarse con la idea de que su marido se sacrificaría
inminente podría ser tan sólo melancólico fantasear, l1 1d1ando contra un poderoso, por ejemplo, un rey o un
precisamente ahora que acabo de publicar el artículo. 1inperador? Varum? 1 2 Por la razón de que así se le antoja
Y esa melancolía sería con justeza examinada; para lo 1 .... u fantasía. Pero exponerse a los comentarios de los
cual tal vez sirviera la publicación del artículo. ltom bres, ser burlado y escarnecido, esto es algo que
La cristiandad tenía verdadera y suma necesidad dt· lt.11.:c estremecer a una mujer, debido a su naturaleza.
una per ona célibe que tomara en sus manos la causa del 1 )11izá tendría ella coraje suficiente para imaginarlo de­
cristianismo. No es que tenga nada que objetar contra d • ,1pi tado por el gobierno, pero maltratado o burlado o

matrimonio, pero ha cobrado demasiada importancia. 1 ·l.arnecido por la turba, no, no, esto no podría soportar-
A fin de cuenta , el casamiento se ha convertido en la 111 Una mujer rogaría y suplicaría a l hombre que no se
única y suprema necesidad. Pero el cristianismo no lo 1 ' r nasiera, por el amor de Dios, a una cosa semejante;
entiende así. Tienes permiso para casarte y el cristianis 1 011 1.ágrimas en los ojos confesaría que no puede tolerar
mo bendice tu matrimonio, pero no olvides que has dl· \ ,·rlo maltratado de ese modo; rogaría para que sus ni-
dejar lugar a las existencias religiosas más decisivas. Dl· 110.... no sufrieran el suplicio de ver a su padre tratado de
otra manera se podría reprochar a San Pablo que no es 1 .1 manera, ni el de ser hijos de tal padre.
tuviera casado ( 1 Cor. 7, 7). ¡Y dónde mejor que en la prensa tiene su asilo este
Al respecto convendría examinar aquí las excepciones 1 1 1. d ? Y eso que casi todos los periodistas on solteros;
que se hacen en las prédicas: « Esto era válido para aqul' ¡ l 11l'go no quieren reconocer la necesidad de ser solte­
llos tiempos, para aquellas circunstancias», etc. ªº" · para servir al bien!

Lejos de mi pretender que soy un cristiano eminenll' l�.\iste un aspecto de la vida, el de las pequeñeces coti-
entre los auténticos cristianos; pero, sin embargo, resp1..· 1li.1nas (por ejemplo, que deba ir yo a tal o cual lugar,

1 1. ú1 repetición, a la que he aludido anteriormente. (N. de la t.) 12 ·¿Por qué?' En alemán en el original. (N. de la L.)
228 SóREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 229

ponerme un sobretodo pesado o ligero, etc.), que muy mundana, es y será la piedra fundamental de su matri-
difícilmente puede resultar conmesurable con las rela­ 1 1 1onio.
ciones con Dios. Tampoco Dios lo quiere así. Por eso Él
ha creado al hombre y a la mujer, y les dice: «Casaos.•
Tales cosas existen más bien para que los hombres se Sd/Jado, 26 de agosto
ayuden los unos a los otros. Es algo semejante a las rela­
ciones entre un padre y su niño: «No tengo ganas de pa­ Fui a Fredensborg. Me impulsaba un vago presentimien-
sar el día jugando contigo; búscate un compañero para 10; me sentía muy contento y estaba casi seguro de que
eso.» Es muy peligroso que el padre deba ser al mismo 111c encontraría con la familia [de Regina] y de que, por
tiempo compañero de juegos del niño y que el niño sólo lo t an to, valía la pena intentarlo. No me encontré con
frecuente la compañía de su padre. Otro tanto sucede en 11:i<lic. Entonces, después del paseo acostumbrado, pre-
la relación con Dios. Pero, cuando se trata de un niño 1·un1é a un marinero si al consejero de Estado, Olsen, 1 3 se
enfermo, por supuesto que el padre lo hace. Y, cuando Sl' le veía con frecuencia este año. «No -repuso - ; este año
trata de un hombre que fue desdichado hasta el extremo 11na sola vez, el primer domingo de Pascua.»
de renunciar por deber a la felicidad conyugal, muy le­ Fui a descansar a l a casa de los Kold. Estaba comien­
jos de interpretar s u renuncia como algo grandioso, tal do cuando vi pasar a un hombre frente a mi ventana: era
vez porque, al sobreestimar el matrimonio, más profun· l'I consejero Olsen.
<lamente sufría el propio infortunio, entonces Dios s� Él es el único con quien me atrevería, con toda seguri­
arroga el derecho de ayudarlo hasta en las cosas peqm.· dad, a reconciliarme, porque en ello no existe peligro al­
ñas de la vida. Para un hombre semejante, aun muchai. guno para la muchacha. Sigo sus pasos y por fortuna lo
pequeñeces pueden volverse, de un modo conmovedo1 , ulcanzo. Me aproximo y le digo: «Buenas tardes, señor
conmensurables en relación con Dios. Olscn, ¿no quisiera charlar un rato conmigo?» Se quitó
d sombrero para saludar, pero hizo ademán de recha-
El mío es un martirio de reflexión, o bien un martirio 1�1rme y me dijo: «Con usted no quiero hablar.» ¡Ay! Las
como sólo puede manifestarse en el mundo luego que la l�tgrimas asomaban a sus ojos ; ¡con cuánto dolor repri-
reflexión haya sustituido a l a pasión inmediata. La pcnu 111ido pronunció estas palabras! Traté de acercarme,
para mí consiste en no hallar justamente ningún páthm pero él echó a correr tan rápido que no habría podido
(ni siquiera en los malos tratos). « ¡ Es una necedad, una ulc:anzarlo, aunque me lo hubiera propuesto. Entonces
fruslería !», dicen ellos. Y, sin embargo, no cabe duda dt• grité con todas mis fuerzas, y estoy seguro de que me
que ése es el martirio ante el cual más se estremecen lo� ovó: «¡La responsabilidad es completamente suya, pues-
hombres. 10 que no ha querido escucharme!»
Por el momento no es posible hacer más.
Por «ella» nada puede hacerse. Dios sabe que de muv
buena gana lo haría, y también por mí si ella lo deseara La diferencia entre el fariseo y el publicano (Le. 1 8,
Por cierto que ella sería capaz de perder otra w1 9 14) .
la paciencia si se enterara de cómo han ido en realicl:ul 1 ) El publicano estaba en un rincón, «apartado».
las cosas. La idea de que yo soy un canalla, o por lo nu·
nos alguien que quería convertirse en una celebridacl 1 3. El pad1·e de Rcgina. (N. de la 1.)
DIARIO INTIMO 231
230 SÓREN KJERKEGAARD
ble, y para ella el gesto más conciliador, pues fácilmente
El fariseo había elegido el primer puesto, donde S(.' podía verse que la causa era la melancolía. Hice todo lo
mantenía «apartado» de aquél. posible para evitarle la menor humillación y así man­
2) El fariseo habla consigo mismo. lcndría mi superioridad, etc. En esto reside toda su
El publicano habla con Dios. wlpa, la única; porque lo mucho que ha sufrido inocen­
Porque, sin duda alguna, el fariseo se imagina que está ll!mente por lo demás, nadie lo sabe mejor que yo, que
hablando con Dios, pero se ve fácilmente que se trata dt.• precisamente he debido sufrir sabiéndome yo la causa.
pura imaginación. Pero ésta es su culpa y en el fondo se debe a su amor
Esto constituye una gran diferencia. propio. Ella consideró vana mi melancolía esperando
3) El publicano baja los ojos. .1ngustiarrne hasta la muerte para obligarme a capitu­
El fariseo posiblemente los mantiene en alto, con ex­ lar; luego, imaginativa como era, por cierto que no en un
presión orgullosa. -;cntido esencial pero impulsada por la exaltación, me
4) El fariseo da gracias a Dios, y en el fondo se buda .1seguró que, si yo hubiera podido convencerla de que
de Él. era un canalla, ella habría podido soportarlo todo: prue­
E.I publicano se acusa a sí mismo . . ruega y honra a
.
ba de que tenía una idea de mi melancolía. Por lo tanto,
Dios. debió ceder, soportar su padecimiento y aceptar esa apa­
Aun suponiendo que el fariseo se habfa presentado jus­ t:i ble solución, la de separarse de mí porque yo era un
tificado, su manera de entrar en la casa de Dios consti­ melancólico. En cambio, ella sobrepasó los límites de
tuyó una culpa que llevó consigo de vuelta a su hogar. toda humana relación y me angustió terriblemente. No
Posiblemente esto se le escapó por completo, es decir, se dio cuenta de que mi melancolía ocultaba una elasti­
que su culpa consistió en haber entrado en la casa de cidad tan fuerte como ella, y ésta estalló. Ella misma
Dios cede aquella forma». De haberse quedado en casa, me provocó para que empleara las medidas que he em­
contaría con un pecado menos. pleado.
Mi desgracia ha consistido en haberla visto tan orgu­
Aunque quiero hacerlo todo por «ella», por su bien y el llosa por el hecho de ser mi prometida. En lo que a esto
mío, sin embargo no es posible; no me atrevo, temo su se refiere, podría amainar un poco ahora y hacer que su
apasionamiento que no repara en nada cuando tiene el matrimonio fuera bello. Dios sabe que de buena gana lo
menor apoyo. Al final yo soy el garante de su matrimo­ haría y cuán penoso me ha resultado verla humillada
nio y Dios sabe el enorme esfuerzo que ello me cuesta. por mi causa, a pesar de que tengo conciencia de haber
¿Qué es lo que no me ha tocado soportar? Lo comprendo hecho todo lo posible para evitarlo. Pero mi culpa per­
mejor, gracias a una señal incLirecta, al hecho de que sólo manece siempre, y es tan grande que anula la suya con
ahora, después de siete años, me atrevo a confiar al pa­ respecto a mí.
pel algo sobre este asunto. 14 Después de mi muerte (que no me parece tan lejana)
El paso dado a su debido tiempo para romper el no­ ella, naturalmente, entrará en posesión de sus derechos.
viazgo, representó para mí la mayor humillación posi -
Con respecto a esto, todo está dispuesto ya. Su nombre
debe pertenecer a mi actividad literaria: su memoria
14. Kicrkegaard estaba escribiendo entonces «Mi relación con ci ta•, quedará ligada a la mía. Pero mientras viva, si en el ínte­
publicado por prmera vez en 1908 que en los Papeles está fechado el
i
rin no ha cambiado mucho, es un tema peligroso.
24 de agosto de 1849. (N. del t. i.)
DIARJO ÍNTIMO 233
232 SÓREN KJERKEGAARD

Mi actitud me ha procurado un alivio indescripUblc, 1 1oridad debería conmover hasta a las mismas piedras y
1 uvas distintas partes no temen la comparación con
nin-
pues, aunque la realidad no me haya pesado jamás, ha
sido algo tremendo mantenerla en vilo dentro de lo posi­ 1•1111 escritor contemporáneo (sin mencionar en absoluto
ble. Pero tal es la condición de su matrimonio. ti conjunto), es considerada una especie de manía ad
111odum de ir de pesca u otros esparcimientos semejan­
Hay que ver de cerca para creer que ciertas personas tr�. Los que podrían hacer algo en mi favor, revientan de
aun «valerosas» y decentes, apenas se convierten en 1 11vidia y permanecen mudos como piedras ... ; los otros
«turba», se transforman en otros seres muy distintos. Es 110 comprenden ni pizca, y así carezco del apoyo de una

preciso observar de cerca esa falta de carácter con la que 1 1 1 iscrable reseña literaria o algo por el estilo. Pequeños
algunas gentes, por lo demás honestas, exclaman: «¡Es profetas me plagian en conferencias sin pies ni cabeza,
una vergüenza, es indignante hacer o decir cosas seme­ 1·11 convenciones de pastores y en reuniones de ese tipo:
jantes ! » , y luego contribuyen con su grano de arena a pl'l'O nombrarme ... , ¡vaya, por Dios!, ¡eso sí que no es
envolver la ciudad y el país en un polvillo de charlas y de 1 1t't'csario!
Tal manía es considerada ahora como una diversión, y
chismes. Esa dureza de corazón con que actúa hasta la
llamada gente de buenos sentimientos cuando se viste
1·1 solaz consistiría a fin de cuentas en lograr que enlo­
queciera o en sacarme de mjs casillas. ¡Bonito recreo!
de «público», porque el participar o el no participar les
parece simplemente una inepcia, ¡una inepcia que, sin Detrás de estas maqwnaciones se oculta la convicción
embargo, gracias al concurso de muchos, se convierte en cit.· mi grandeza, de la misión extraordillaria que me ha
una inmensidad! ¡Ver que ningún otro ataque es tan te­ •.ido confiada. Pero la envidia mezquina de Ja chusma
mido como el del ridículo, hasta el extremo de que el i,.d.>0rea deliciosamente el placer de pensar que la po­
h?mbre cuyo coraje lo hace capaz de arriesgar la propia "l".;ión de semejante ventaja resultará posiblemente
vida por un extraño, se siente a punto de traicionar a su p.1ra mí un tormento mayor que si fuera el más misera­
padre y a su madre para no ser ridiculizado! Porque nin­ hll' de todos, ¡y que todo dependerá del capricho de la
gún otro ataque aísla tanto, ni nos deja tan enteramenk 1 husma!
privados de] sostén de la simpatía ajena; en tanto que lo!'i
Una perspectiva más agradable sería la siguiente: yo
curiosos y los sensuales sueltan la carcajada, y que
'>l'ría un genio, pero un genio tan interiorizado que no
logro ni ver ni sentir nada. Esta diversión a mi costa es
los cobardes temblarían como hojas sólo de pensarlo, to­
1 1 1 1 placer reservado a la chusma (la aristocracia junto
dos gritan sin cesar: « ¡ No es nada ! » ¡Tremendos bellacos
corruptos y con buen semblante que sólo piensan en de­ 1 on la clase media, y además los ganapanes del arroyo);
por consiguiente, ¡no es nada!
fenderse de un ataque semejante y que luego dicen: « ¡ No
es nada!» Y aun los mismos a quienes disgusta, dicen:
«¡No es nada!» El panteísmo es una ilusión acústica que confunde la
110.x populi con la vox Dei, como cuando gritaron: « ¡Cru­
¡Así es como me tratan en Copenhague! Me toman por ' i l'ícale, crucifícaJe! » : ¡era vox populi!
una especie de inglés, por un original medio loco con el
El único cristianismo que posee la cristiandad se redu-
que « todos nosotros, desde los personajes hasta los gana­
1 l'
al final a judaísmo. Pues así es: un cristianismo tran­
panes, tenemos derecho - ¡ demonios ! - a divertirnos».
qui lamente planeado (como un orden «establecido») es
Mi actividad l i teraria, esa enorme producción cuya intc-
234 SÓREN KIERKEGAARD 235
DIARIO INTIMO

judaísmo. El verdadero cristianismo está en importancia


continuo lu11na na. Otra vez nos hallamos frente a la
movimiento. l género
d1·1 hecho de que Dios se relaciona con todo � .
No me siento aún capaz de afrontar el marti socia bilida d) es
rio por el lu1 rnano. La categoría del género (de la
cristianjsmo, porque no me atrevo a llama el Ente.
rme cristiano , 11tonces una categoría intermedia entre Dios Y
en un grado tan e.levado. AJ final soy un genio Pero dond e haya de pre-
que podría Este es el movimiento inver so.
tal vez convertirse en mártfr de la verdad, de ser alzad o,
es decir, por dirar e el despertar, donde el precio haya
exponer verdaderamente qué es el cristianism en lo
e
o. dl1 ·e debe hacer valer al Ente. Esto es habitualm �
Por lo mismo, muy justamente en Punto de es viven
vista en mi 1 1 1:is necesario, porque por lo general los homb�
actividad como escritor se habla siempre de d, en camb io, repre-
«estar bajo 1•11 relajación y pereza . La sociabilida
el efecto de la educación», porque yo debo o que el hom-
aún ser edu· 1·111a u n consuelo. Está escrito: « N o es buen
cado de una manera muy diferente. Probableme r c?mo
nte �• 111 l' esté solo» (Gén. 2, 18), y le fue dada la muje
mi melancolía la que me engaña con la idea estar «solo s con D10s»,
de Ja muerte l ompañera. Pero aquf se trata de
próxima. re capaz de
1.111 solos literalmente que casi no existe homb
endo que
.,0portarlo; lo cual exige un esfuerzo tan trem
La fe consiste en « mantener firme la posi ita comp añía.
bilida d•. por to mismo el hombre neces
Esto era lo que tanto complacía a Cristo en
el enfermo
quien, después de haber padecido durante
creía siempre con la misma espontaneidad
largos años '. Sí, es verdad, humanamente habla
ndo; existe una
no depende
y juventud 1 1crta crueldad en el cristianismo. Pero ello
en que la ayuda de Dios era posible (Jn. 5, o de que deba
S ss.). Lo que dd cristianismo, sino más bien del hech
desmoraliza en el sufrimiento es precisame mundo de pe­
nte esa queja l'\Í ·tir manifestarse y desarrollarse, en un
que atonta, ese devanarse los sesos sin esper
demasiado tarde, el momento ya ha pasado»,
anza: « Ya cH l a<lo. L a crueldad no reside en el cristianismo, sin�
en lo
go Y
o s todo sosie
etc. que con él acaece, pues en sí mism � .
. 1 mor, el amor esencial, el amor personificado. .
La única relación ética que se puede tener una c1e�-
con la gran­ Es verdad, humanamente hablando, que hay
deza (y también con Cristo) es la contempor no preci­
aneidad. Rt· 1 a crueldad en lo que a un cristiano se le exige;
ferirse a un difunto es una relación estét suced e: pero
ica: su vida ha "ª mente en lo que se le
exige sino en lo que
perdido el estímulo, no juzga mi vida, me parte de que el
permite ad­ 1.·..,lo no depende del cristianismo, sino en
� irarlo... y también me deja vivir en una categoría muy hombre sea un pecador, y en parte también
de que el
diferente; no me obliga a juzgar de una form el pecado.
a decisiva. 1 1 1 undo en que le toca vivir esté sumergido en

La importancia de la sociabilidad religi in Licinco


osa se basa El bautismo, si fuera diferido hasta los ve.
fundamentalmente en lo siguiente: cuando , � al­
na
la idealidad : 1 1 1os, tendría aún algún sentido. ¿Se le ocurn
de la relación con Dios se ha vuelto dema de qumce
siado fuerk t• liien permitir a un muchacho d� catorce �
para el Ente (puesto que éste no puede exigi e.iemplo en lo
r de Dios una •1ños que dispusiera de su propia vida, por
revelación inmediata y queda prisionero ares?
de sus reflexio 1 l'lativo al matrimonio o a cosas simil
nes), él debe tener a otro hombre a quien
consultar. Sl·
demuestra así que la sociabilidad no es el as de pe­
fin más eleva Existen, como ya lo he demostrado, dos form
do, sino una concesión a la debilidad de do de desespera-
la naturale1.a \ ado: el pecado de llaqu
eza y el peca
DIARJO INTIMO 237
236 SÓREN KIERKECAARD

ción. Se peca por desesperación de haber sido débil o l1oin bre, el milagro de la creación , su ornamento -como
por ser tan débil que uno incurre en el pecado. La esen­ dilcn los pastores, ¡por dinero! - es el único que de-
cia del pecado viene dada por esta última forma y a ella 1·11tona.) La existencia terrenal es padecimiento; cada
se dirige el cristianismo. Porque, en el fondo, la doctrina l111111bre tiene su parte, y por esto sus palabras en el ins-
de la redención se relaciona con esa desesperación que 1.111Le de la muerte serán: « ¡Que Dios sea loado, porque
la redención detendrá. Sólo quien haya experimentado 1 , 1 1 1 1 bién esta hora ha pasado!»
la desesperación comprende fundamentalmente la re­ l.a existencia terrenal es tiempo de prueba, es el exa-
1
dención, porque siente su necesidad. 5 111L· 1 1 . Esas charlas de que es posible sobreponerse son
1 1 1 wnciones de los pastores para sacar dinero: una clase
La nostalgia del mundo es en sí misma un pecado. Sin d1· seriedad que revoca a Dios.
embargo, es muy fácil que, en medio de esa tristeza, uno
se vuelva importante a sus propios ojos. La nostalgia de l.a Reforma abolió el claustro. ¡Bien! No quiero dete-
Dios es esencialmente arrepentimiento; cuando la triste­ 11�·1 me en el hecho de que la Reforma, a su vez, ha vueJto
za ha durado demasiado, es preciso el arrepentimiento 1 poner en vigencia la polftica mundana. Pero observe-
para aliviarla. 11 1os un poco a la cristiandad. Si queremos hallar aún
Con frecuencia he dicho, bromeando, que puedo vivir 1111<1 pizca de cristiani mo, ¿dónde podemos encontrarlo
1
igual de bien con cualquier gobierno, con tal de que co­ .1110 entre las «gentes quietas»? 6 Las «gentes quietas»
nozca su imprimatur. Ahora se me ocurre que tal es a.1 fin .1111 las únicas migajas de cristianos en nuestros tiempos.
y al cabo la doctrina del cristianismo. En el relato evan­ Prro dichas «gentes quietas» no son cristianos en un sen-
gélico de la moneda del tributo (Mt. 22, 16 ss.), Cristo, en 1 ido decisivo: ellos no viven su vida dentro del «doble
efecto, pregunta a los fariseos: «¿De quién es esa imagen p1·I igro». En suma, las «gentes quietas» sólo son una edi-
y esa inscripción?» Es evidente lo que Cristo quiere dar a 1 ion mundanizada del claustro: gentes que se ocupan de
entender: «Si quieres ser cristiano, debes desentenderte "" asuntos, que traen hijos al mundo, etc., y así, en me­
absolutamente de toda política. » Porque la imagen del d1u de su «quietud espiritual>), se ocupan también del
emperador está grabada en la moneda del tributo, pero 1 1 1�t ianismo. En resumen, constituyen la comunidad de

el cristiano lleva consigo la imagen de Dios y por lo mis­ l.1 <<interioridad secreta». Pero rehúyen con todas sus
mo realiza con su persona aquello que Cristo ordenó que l t 1 c1"zas el peligro de sufrir por causa de la fe, el ingresar
se hiciera con la moneda: se da por entero a Aquél cuya 1•11 la auténtica situación cristiana.
imagen lleva grabada.
E ·o que los hombres consideran egoísmo y falta de so-
El cristianismo es la única explicación consistente de 1 1.1hi lidad puede, con frecuencia, ser melancolía. Cuan­

la existencia. (No me refiero a la existencia natural sino do uno se siente contento y feliz, es también más expan­
a la sociedad humana. Porque el canto de los pájaros ,1vo; pero, cuando se siente íntimamente desdichado,
es delicioso, el gorrión, placentero, el lirio, gracioso, y 11110 se encierra cada vez más dentro de sí mismo. Pero
el ejército de estrellas, eternamente inolvidable ... Sólo el
1b Stille i Folket: forma de neopietismo, difundida especialmente
15. Este pensamiento, expuesto ya en el Diario de 1 847, será el tema 1 1 1 l 1 l' los campesinos y los artesanos que alimentaban una profunda
central del ensayo lA en{en11edad ttwrtal. (N. del t. i.) 1•vl•1-;ión por la teología erudita de los señores. (N. del t. i.)
DIARIO INTIMO 239
238 SOREN KIERKEGAARD

eso no quiere decir que se trate de egoísmo. Puede ser a periódico hace público que una joven (llama da así y así,
menudo una especie de delicadeza, que consiste en el pu· cusa que muy bien puede ser exacta) ha lucido un vesti­
dor <le no querer demostrar a los demás nuestra propia do nuevo (¡tamb ién esto puede ser exacto!), si se preten­
desdicha. de repetir la historia un par de veces, la pobre muchacha
l orre el riesgo de ser infortu
nada para el resto de sus
Antonino, que, como estoico, naturalmente aprueba y días. Y un hombre puede hacer algo asf en cinco minutos
exalta el suicidio, desaprueba en cambio el martirio dt· ¡.i.racias a los periódicos. ¿Por qué? Porque la prensa es
los cri tianos (XI, 3). Exige que la presteza del ánimo u n medio de comunicación desproporcionado. Si uno
in­
(para modr, para elim inarse a sí mismo) sea el efecto dt• ' entase un instrumento, un cómodo y pequefi o altavo z,
una convicción personal y no (como para los cristianos) 1an potente que pudiese ser oído, en todo el país, ¿acaso
una simple obstinación; no, esta presteza ha de manifes 110 lo prohibiría la policía por temor a que la sociedad
tarse con dignidad reflexiva y, para que pueda persuadir l'ntera fuese presa dcJ pánico? Así también se prohíben
a los demás, sin ninguna postura trágica. Por consi· los fusiles.
guiente, lo que a fin de cuentas desaprueba es la entera Los l ibros, preferentemente los densos, podrían tole­
concepción cristiana de luchar contra el mundo. Antoni· rarse, porque debido a su misma extensión no tienen re­
no exige el egoísmo interiorizado que no elige la muertt.• lación alguna con el « momento » . Genera lmente el mal
para servir a una causa, etc., sino porque esto compl aCl' de los periódicos se debe al hecho de que estén fabrica
­
mejor a 1 Yo. El Yo de los estoicos es el Yo más aislado: dos a propósito para inílar la situac ión mund ial y vol­
por ello sería tal vez un error pensar que la propia muer· verla cien mil veces más importante. Pero toda educa­
te deba servir a una causa. No: la propia muerte delxo llÓn moral consiste precisamente, y sobre todo, en
únicamente satisfacernos a nosotros mismos. de pojar a los hombres de la sugestión de lo momentáneo.
Por cierto que yo no alcanzaré a verlo, pero estoy segu·
Llegará indispensablemente el tiempo en que el juicio , o de que esto ha de llegar. Así como China se detuvo
sobre la prensa habrá cambiado por completo; pero esta un momento dado de su desarrollo, así se detendrá
1.·n
invención todavía i mpresiona demasiado a los hombres. Europa en lo relativo a la prensa; permanecerá dete-
Deben habituarse más aún a los abusos de la prensa, 11ida como un « memento», y lamentará que el género
para poder con toda tranquilidad sopesar el provecho y hu mano haya realizado un descubrimiento que acaba
el daño que esta invención ha reportado a la humanidad. por embaucarlo.
En el fondo, las altas cla es no están muy lejos de pensa1
1
que el la proporciona infi nitamente más daños que bem' « Despójate de la vida», dice el estoico, 7 «y entonces
ficios. Por supuesto que hablo de los periódicos. d1.:saparecerá el dolor» . Despój ate de la vida y no habrá
.
El cambio de juicio respecto a la prensa traerá como lloriqueos, y, libre de éstos, ya no habrá dolor alguno
consecuencia el abandono de l a distinción jurídica entn· 1 Bicn! Pero, desde el punto de vista religio so, es despo-
lícito e ilícito, de tal modo que los diarios no puedan 1a rse de la idealidad y en el fondo liberarse de Dios por­
causar daño alguno publicando noticias que de ninguna que en la idea y con la idea comienza la relación con
manera quepa considerar falsas o prohibidas. Es preciso Dio . La piedad consiste en remitir el dolor a Dios (pero
insistir sobre l a desproporción inherente al medio de pu
blicjdad, considerado en sí mismo. Por ejemplo, si u11 17. Los editores daneses hacen referencia a Antonino. (N. del t. i.)
240 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 241

para ello es necesario poseer l a idea), en comprender 1I · la risa; triste consecuencia de la regresión por la cual
que É l es quien nos ha educado. 1ll raviesa el mundo. Nada nos detiene de una manera
p�1 tética, nada nos hace estremecer; uno sigue su camino
Quien no pudiera «seducir» a los hombres no podría \ encuentra que todo es cómico. La perversión humana
«salvarlos ». (Ésta es una categoría de la reflexión.) "\" vuelve cómica y se intenta representarla de una ma-
1 1 -ra cómica: la desmoralización de los Estados, todo el
Hasta cierta edad la juventud complace; luego es pre­ l 1 .1udulento mal de la vida pública, toda esa mezquin­
ciso volverse formales, preocuparse por el dinero y por d�1<l y falsía y astucia que se superan sin cesar a sí mis-
las cosas terrenas. No se piensa que como la segunda 1 1 1Cts con muestras de ingenio siempre renovadas, todo
infancia (el retornar a sentirse niños) es lo más elevado, t" m es motivo de farse (por ejemplo, Scribe). Esto de-
así la juventud, la falta de reparos propia de ella, es «por 1 1 1 uestra que la actual concepción de la vida está funda­
segunda vez», lo más serio, y que más bien ella tan sólo, da sobre la desesperación: todo es engaño... , ¡ riamos,
en un sentido eterno, significa seriedad. Pero la tempo· pues! Recuerda en cierto sentido a la época de los brin­
ralidad no puede entenderlo, porque la seriedad es la d 1<.,: todo es mezquindad... , ¡brindemos, pues! ¡Es bien
verdadera relación con lo elerno; por eso mismo la serie­ 1 1 1�le! Ciertamente es inmoral que una mujer sea livia-
dad no tiene «reparos» en absoluto. 1111; pero la mujer capaz de divertirse al ver su propia
liviandad representada como farsa, ha caído mucho más
Es absolutamente imposible para un verdadero cris­ lmjo aún.
tiano el evitar el ridículo. En efecto, ¿existe acaso algo
más ridículo que lo Absoluto en este mundo, que es el ¿Cuál es humanamente mi desdicha? Que poseo de-
mundo de la relatividad (y en esto hay justamente una 111asiado pudor o interioridad, pues en cierto sentido
situación dialéctica)? 1·1lus son una misma cosa, puesto que el pudor ocu.lta la
Así ha acaecido siempre. No se trata de una invención 1111crioridad. Puedo soportar una pérdida aunque sea
mía que yo enarbole como propaganda, esto de decir que 1 11nsiderable, pero no puedo prorrumpir en gritos; trato

el mundo de hoy se ha vuelto maligno. No: así fue en el 1·11 lo posible de convertirla en una cosa insignificante.
año l y en el año 335, así es en el año 1 848 y así será �;in embargo, el mundo exige, y demasiado tremenda-
también en el año 1 O 008. 1ncnte está habituado al descaro. Sobre todo cuando se
1 1 nta de dinero. Es terrible el descaro con que casi todos
Hay algo de extraño en la idea de que el llanto sea I'' i t a n que necesitan subvenciones, que son unos indi­
invención de la divinidad y la risa, en cambio, invención pl·ntes. Quien tenga pudor con respecto a este punto,
diabólica. Claro que, si yo fuera o me imaginara la pura \ quien crea que debe tenerlo justamente por su causa y
idealidad absoluta de la seriedad, en ello no habría nada 1 1or su idea, eo ipso, se ve excluido. Así sucede con todo.
de cómico, porque dicha seriedad contemplará al hom­ Puedo sufrir y muy profundamente ... , pero empezar a
bre siempre bajo el aspecto ético y, por consiguiente, no proferir grilos y a pedir socorro me repugna. Puedo ver
encontrará motivo alguno de risa sino de llanto. p1:rfectamente cómo un hombre me engaña, cuán vil-
111cnte y con qué frecuencia abusa de mi bondad; pero
Y es también extraño que el mundo tienda evidente 1q�añarle, no, no lo puedo hacer; me avergüenza. En ge-
mente a lo cómico, a ese desarrollo cada vez más intenso 11l'ral, no puedo menos que imaginar a los demás a mi
242 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 243

hechura; para mí, el pensar en el silencio de los demás tl crnidad. De ahí el proverbio: «Mala hierba nunca
sería un castigo más que suficiente. muere.»
Que el bien infunda fuerzas es también cierto, pero se
¡Cuán terrible es para mí pensar, aunque sea por un t rata de esa clase de fuerzas que no hacen un buen papel
solo momento, en los tenebrosos bastidores de mi vida en el mundo.
desde los primeros años! ¡La angustia con que mi padn.·
llenó m i alma, su tremenda melancolía, todas esas cosas El pretender abolir las garantías morales para reem­
que no puedo ni siquiera escribir... ! Una angustia simi· plazarlas por las jurídicas fue una invención de la pru­
lar se apoderó de mí con respecto al cristianismo, y sin d ·ncia humana presuntuosa y desconfiada. Pero fue
embargo me sentía poderosamente atraído por él. Y lue­ también algo más, una tentativa para abolir a Dios o
go, lo que he debido suErir a causa de Pedro, cuando ll' para convertirlo en un necio: a Él, que por una parte,
atacó esa especie de manía religiosa. l'll lo que a Él respecta, es lo bastante simple como
Como ya he dicho, hay momentos en que me resultu pa1·a conformarse con las garantías morales, ¡y que
terrible pensar en la vida que he llevado hasta aquí en el l"'i, por otra parte, el garante de todas las garantías mo-
más íntimo secreto, sin poder hacer referencia alguna a 1 a les!
nadie, ni siquiera una palabra; tampoco he tenido valor
para redactar la más insignificante de las notas ... ¡Y qul' También a este respecto existía entre «ella» y yo una
haya podido disfrazar una vida así con una existenciu diferencia infinita. Ella deseaba o había deseado brillar
exterior exuberante de vida y de alegría! l'l1 el mundo; ¡y yo, en cambio, con mi melancolía y con
Por eso mismo son veraces las palabras que me hl· 1 ni concepción melancólica del padecer y del tener que
aplicado a m í mismo: que así como Scherezade salvó su padecer! Probablemente, al principio ella se habría con­
vida contando fábulas, también yo salvo la mía o la con lurmado con su relación conmigo; en los primeros tiem­
servo a fuerza de escribir. po le habría bastado para satisfacer su vanidad. Pero
1 uando las cosas adquirieran un cariz más serio, cuando

Se dice que el bien da fuerzas. Es verdad, pero se tra ' o me viera reducido a la insignificancia para el mundo
ta de fuerzas muy frágiles y delicadas, en tanto que l'I ' abrazara el padecer efectivo y cristiano, para el cual no
mal proporciona una robusta fuerza . De otra manera, l'Xiste posibilidad alguna de honores y de consideración,
¿cómo se explica que quien hace el bien tenga que su l'lla se habría descorazonado fácilmente. Y yo ... , yo nun­
frir por ello y mucho más, sino porque el bien, aunqut• l :1 más habría sido yo mismo.
en un sentido noble, lo ha tomado frágil y delicado!
Cuando alguien realiza una mala acción, al instante l'I La potencia de la superioridad es precisamente la im­
mal le ayudará proporcionándole fuerzas, pues ento11 potencia para la habilidad. Sócralcs poseía la potencia
ces habrá de vencerse a sí mismo, precisamente porq11'' de la superioridad y por ello fue condenado a muerte. De
se siente culpable. El bueno se siente débil, en compa haber sido un hombre común, se habría echado a llori-
ración con él. Por eso las individualidades desespera 1 ¡ 1 1car y a lagrimear frente a sus jueces; habría halagado
das, que no creen en Dios ni en la eternidad, se mm•-. .d pueblo y así no lo hubieran condenado. Y de este
tran con suma frecuencia muy fuertes en esta vida, 1 1 1udo el fuerte, capaz de soportar fácilmente todas las
porque desconocen en absoluto la fragilidad que da 111 i 1 1 j urias de la abyección literaria con una sonrisa, es, por
244 SOREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 245

eso mismo, impotente. Si se mostrara débil, lo compade­ 1 1 1t• arroja a la cara una palabra 1 9 sin darle mayor im·
cerían y no tendría que sufrir. purtancia (pues no estaba muy desarrollada religiosa-
1 11cnte). . ., 20 y esa palabra me produce un efecto enorme.
Del único de quien podría decir que me siento envidio­ l·lla, en cambio, olvida bien pronto, y tranquilamente se
so es de élcuando llegue su hora; de él a quien llamo «mi 1 .lsa con otro. Así también mis contemporáne
os han
lector», aquel que en paz y en silencio podrá, de una ma­ 1 1 cído tal vez que podían bromear un poco a costa mía;
nera puramente intelectual, gustar el drama de la infi­ 1 1 1 pensar en que, debido a mi fantasía y a mi educación
Itita comicidad que ofrece rru existencia aquí en Co­ 11l• cumplir hasta el final con el orden divino religiosa-
penhague. El valor de ese drama, yo lo percibo mejor 1 11ente, el asunto adqujere un aspecto diferent e. Con los
que él; pero a mí me ha correspondido la amargura, la 1 ontemporáneos me ocurrirá lo mismo que con aquella
abominación de esta vida cotidiana, esle nuevo tipo dt.· 111uchacha: de pronto ellos comprenderán lo que han
incomprensión, que ni siquiera hayan osado reír conmi· 1 ausado, y cuando se arrepientan, será demasia
do tarde.
go porque desconfiaban y no podían entender cómo, en
medio de tantos comentarios, yo guardaba aún un cierto Todos hablan de desear únicamente la verdad, pero
sentido de la comicidad. Desde el punto de vista poético, ... icmpre se sobreentiende alguna otra cosa.
esto no ofrece ningún interés; más bien desde el punto dt.• He tenido oportunidad de descubrir el doble juego
vista poético choca un tanto que este drama sea reprc­ donde menos lo hubiera esperado. Recuerdo que, hace
scnlado dfa tras día durante años enteros; poéticamente, 1in año o un año y medio, dije a mi hermano Pedro:
debería ser abreviado. Ésta será l a buena fortuna de «mi .. creo que me convendría más renunciar por completo a
lector». En cambio, a través de la realidad cotidiana co­ 1(1 pluma y consagrarme a Ja cría de caballos», y con
mienza la vida religiosa, y así entiendo yo a mi vida: este 1oda seriedad me respondió: «Yo también creo que sería
drama de una infinita comicidad representa para mí un lo mejor.» ¡Tan vacía de objetivo juzga él a mi aspira­
l ión! Si, por el contrario, la pluma me hubiera
dado
verdadero martirio. Pero, si careciera de la conciencia
de que tengo obligaciones de infinita importancia en el Lima, si hubiera ganado dinero a montones, Pedro, segu-
campo religioso, podría desear el retiro en un lugar soli­ 1 amente, me habría dicho: «¡Oh! ¿Te has vuelto loco?»
tario y echarme a reír con toda el alma ... , ¡aunque mt.•
doliera la idea de que en este rincón de cornejas, en esta
1 IOJAS SUELTAS
cueva de prostitución burguesa, está mi patria, mi queri·
do Copenhague! 1 8
Mi salud decrece a diario; tal vez dentro de poco haya
dejado de existir. Pero no temo a la muerte. He aprendi­
Probablemente, con todos mis contemporáneos succ
do, como los soldados romanos, que hay cosas peores.
derá lo mismo que ha sucedido con mi padre, mi novia y
en todos los momentos decisivos de mi vida. Una joven 19. Que habría muen.o si él la hubiera abandonado. (N. del t. i.)
20. Regina Olscn afirmó que había recibido una esmerada educa·
18. El prefacio a Dos disertaciones edificantes del 5 de mayo de 184:1 , 1ón religiosa. Su madre la llevaba desde nil'la a las reuniones de los
(cumpleaños de Kierkegaard), éste lo dedica al •Ente•, al •Único•, •a devotos• en Stormgade, la misma secta a la que pertenecía el padre de
quien con alegría y gratitud llamo mi lector•. Se refiere a Regina, puc' "icrkegaard. La Biblia y la Imitación de Cristo figuraron siempre entre
"" lecturas predilectas. (Del prólogo de Rafael Meyer a Kierkegnard.,/..1•
/'opirer Forlovelsen, Copenhague, 1904.) (N. de la t.)
el danés sólo tiene un género, eJ común, en oposición al género neutro
(N. de los t. ( en Cro11ologfa de SOren Kierkegaard.)
DIARIO INTIMO 247

La desgracia fundamental del mundo es ese maldito


do.cere, y el hecho de que el progreso de los descubri-
1111entos ponga a los docentes en situación de impartir
una enseñanza cada vez más i mpersonal. Ya uno no en­
cuentra hombres, ni pensadores, ni amantes, etc. Por
DEL 2 DE ENERO AL 7 DE SEPTIEMBRE DE J 849
culpa de la prensa l a humanidad se ve envuelta en una
.1 t mósfera de p� nsamientos, d� sentimientos y de impre­

UNCA he conocido la alegría de ser niño. Las tre­


.
siones; y también de resoluciones y propósitos que no

N mendas penas quedepadecía perturbaban la tran­


la existencia de un niño, esa

pue en ser atribuidos a nadie, que pertenecen a todos y
.
.ti mismo tiempo no son de nadie.
quilidad que es propia
Verdaderamente, para servir a la verdad sólo cabe ha­
capacidad de aplicarse por sí mismo, etc., de dar alegría
-.:cr una cosa: sufrir por ella. Ésta es la única forma posi­
a su propio padre; porque mi inquietud interior me
ble de despertar. Una madeja tan horrible de reflexiones
arrastraba siempre a vivir fuera de mí mismo.
que todo lo envuelve, tan horrible como ésta donde hoy
Pero con frecuencia me parece que ahora me veo com­
l1a e�callado la h�manidad, no puede ser deshecha por
pensado; pues, aunque mi padre me haya hecho desdj­
1 ncd10 de la reflexión. Se requieren otras fuerzas. Sólo el
chado, con respecto a Dios me parece ahora que vuelvo a
rnártir puede hacerlo: mártires necesitamos, simple­
sentirme niño; como si las primeras cosas de la vida me
mente, y no aventureros.
hubieran sido arrancadas de una manera tan terrible pre­
cisamente para que pudiera experimentar, por segunda
No, por «Ella» no puede hacerse nada. En cierta for­
vez y de un modo más verdadero, mi relación con Dios.
rna, schlegel ha s do �fortunado: ¡tan joven y ya jefe de

. .
"ccc1ón en el Mm1steno! Esto le dará ánimos, como
¿Qué significa ser poeta? Sjgnifica tener su propia
vida personal, su propia realidad, en una categoría dis­
.1scntimiento de la Providencia respecto a su matrin :
11io. Se se1tirá reconciliada con su destino; me perdo-
tinta a la de la actividad poética; significa remitirse al �
11:1ra, gentilmente; creerá dentro de su capacidad de
ideal sólo con la fantasía, y que la propia e xistencia per­
sonal se convierta más o menos en una sátira de la poe­
t on prensió
� � 9ue, aunque estuviera dotado de extraordi-
11anas condiciones, el infiel soy yo, y ella la amante fiel
sía y de uno mismo. En cierto sentido, los pensadores
1�1 1 todo lo que me ha acaecido en los últimos años' ve á
modernos todos, aun los más profundos (me refiero a los
alemanes, porque entre los daneses no hay ninguno), son
l·lla, según su humor, una especie de castigo, a vec s �
' oinprenderá que fue un bien para ella no haberme se-
poetas. En general éste es el galardón máximo que brin­
1'.ui?o mar adentro. Y así todo se atenuará. Yo permane-
da la vida contemporánea. La mayoría de los hombres
1 ere como un recuerdo desvanecido que al final Ja visita­
viven por completo sin ideas; luego están los pocos qut•
' ;1 muy de vez en cuando; y aun entonces con un maf
logran ponerse poéticamente en contacto con el ideal,
1 k melancolía, porque la complace no juzgarme y po� �
que después niegan en la vida privada. Entre estos pocos que le da placer que yo no me case.
figuran los pastores, y por el hecho de ser pastores, son,
Tal situación se vería alterada apenas ella, de cual­
en un sentido más profundo, poetas; por lo tanto, «em
quier manera s� p�siera al corriente de la realidad, por­
brollones», como ya Sócrates había llamado a los poetas.

que de esa rehg1os1dad específica no tiene la menor sos-


.
248 SóREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 249

pecha. 1 Al instante lo comprendería todo de una manera de pensar, que no necesitará nj siquiera la décima parte
muy distinta, se haría reproches, perdería la idea que de del esfuerzo y de la dHigencia en la reflexión, ni esa clase
sí misma tiene y la de la superioridad de sus sentimien­ de dones que yo he poseído y que eran indispensables
tos comparados con los míos; y entonces sobrevendría el para desencadenar el primer ataque. Ése será el hombre
vértigo, l a imaginación volvería a dominarla. Y enton­ que hace falta: endurecido, severo, y también suficiente­
ces... , sí, entonces todo se habría perdido. mente armado de dialéctica.
Pero la verdad es que, y me atrevo a decirlo, a mí me
Es indudable que la vida más exasperante es la de ver­ ha correspondido un trabajo de Hércules. Para llevarlo a
se obligado a vivir en completa independencia. Cuando cabo he contado con todas las presuposiciones, una for­
uno está ligado a una posición, resulta evidente que tal tuna considerable y una bendición; pero para lo que ha
cosa no puede hacerse, que tal otra es imposible, etc., de ocurrir después no cuento con tantas disposiciones.
etc., de manera que uno no desperdicia tiempo en refle­ Debería volver a ser niño; pero preferentemente no un
xiones puesto que eso es imposible. En cambio, algo así, niño viejo que carece de fuerzas físicas; debería tener
lleva a menudo, mucho tiempo y es causa de muchas más salud física y mucha menos fantasía y dialéctica.
emociones, cuando se es por completo l ibre e indepen­
diente. Pero por otra parte es también verdad que enton­ Es penoso, le dije una vez al rey Cristián VIII, ser un
ces uno aprende a conocerse a sí mismo y a conocer la genio en un país pequeño. Lo dije naturalmente, de tal
vida de una manera muy distinta. manera que pareciera un cumplido para él. Le dije:
«Majestad, vuestra única desdicha es que vuestra sabi­
Será difícil que logre realizar por completo mi proyec­ duría y prudencia sean demasiado grandes y el país de­
to: es demasiado para un hombre solo. Precisamente masiado pequeño; es una desdicha ser un genio en una
porque era necesario despojar al cristianismo de la enor­ ci udad de provincia.» A lo cual él me respondió: «Así
me cultura y del refinamiento, de la confusión del cienti­ '\Crá posible hacer mucho más por las personas.» Era la
ficismo, etc., yo mismo debía estar provisto de esa cultu­ primera vez que yo hablaba con él. Tuvo para mí mu­
ra, ser en cierto sentido delicado como un poeta y <.:has palabras de elogio y me invitó a que lo visitara.
espíritu puro como un pensador. Pero para lo que sobre­ Repuse: «Majestad, no acostumbro a hacer visitas.» «Pe­
viene se precisan fuerzas físicas y una educación severa ro no tendrá nada en contra si lo mando llamar», me
de otro tipo: saber vivir con poco, no necesitar demasia­ ontestó. A lo cual repliqué: « Soy un súbdito, y Vuestra
das comodidades, poder dedicar parte del propio espíri­ Majestad sólo tiene que mandar, pero me permito por
tu a esta autodisciplina. rni parte hacer algunas reservas.» « ¿Cuáles, por ejem­
Tomad, por ejemplo, a un niño sano y robusto, edu plo?» «Que me sea permitido hablar a solas con vos.»
cadlo en esta forma de dominio de sí mismo. Al cabo dl' Estrechó mi mano y nos separamos. Durante el trans­
un par de años estará tan compenetrado de mi manera c:u rso de la conversación, en un comienzo, hizo alusión a
1 1 1 is numerosas ideas y me dijo si no podría dejarle algu­
1 . No he encontrado ninguna referencia a la nota indicada en el lcx nas. Le respondí que mi expresa intención había sido
to. El 1raductor italiano señala que el tex10 precedente presenta una
que toda mi labor fuera, entre otras cosas, útil para cual­
hoja arrancada, y hace alusión a las terribles cosas de su vida, a las qtw
Kicrkcgaard se refiere con frecuencia y que no podía confesar a Regina quier gobierno; pero el punto culminante era y sería
(N. de la t.) '>iempre que yo permaneciera en calidad de simple des-
250 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 251

conocido, pues de otra manera se presta.ría a una inter­ 1·so empleé otra táctica: dije ser de salud delicada. Cris-
pretación mezquina. Y además agregué: «Yo tengo el 1 ián VIII poseía dotes brillantes, pero su excesiva inteli­
honor de servir a un poder más alto, con el cual he empe­ g.cncia lo extraviaba, pues carecía de un fondo ético ade­
ñado mi vida.» mado y correspondiente. De haber vivido en un país
melidional y caído en manos de algún astuto religioso,
Cuando fui introducido y dije mi nombre, me felicitó: -.e habría convertido seguramente en su víctima. Ningu-

«Me alegra particularmente verlo, he oído hablar muy 1ia mujer hubiera tenido poder alguno sobre él, ni siquie­
bien de usted.» (¡En la antesala me sentía lleno de temor r:,) la mejor dotada; para ello él era por una parte dema­
y temblor, sin saber si traspondría el umbral de pie o siado inteligente, y por otra poseía la superstición
cabeza abajo! Uno que aguardaba conmigo me preguntó común a todos los hombres de creerse más inteligente
si haría las tres inclinaciones de rigor cuando fuera in­ que las mujeres. U n jesuita sí que podría haber doblega­
troducido; le contesté que para mí se trataba de un asun­ do y manejado a su antojo a Cristián VIII; habría debido,
to ridículo: un viejo cortesano habría resuelto el proble­ sin embargo, saber administrar «lo interesante», pues
ma de antemano; yo no sabía si entraría caminando de ello estaba en el fondo sediento. Amable y excepcio­
sobre mis pies o de cabeza). Pero, una vez que hube en­ nalmente fino, dotado de verdadera agudeza para todo
trado, me aproximé tanto al rey que éste instintivamente lo que significara proporcionar placer y hacer felices a
dio un paso atrás y así yo pude apoderarme de sus ojos. l�1s gentes, eso sí que lo era sin duda alguna.
en los cuales vi lo que desaba ver. «Y yo, Majestad -re­ Entré, pues. « Hace mucho que no se le ve», me dijo.
puse- siempre me he dicho a m í mismo: al final el hom­ Respondí desde la puerta: «Vuestra Majestad me permi-
bre con quien te hallarás más a gusto será el rey; para 1irá ante todo que me explique. Debo suplicar a Vuestra
que eso suceda, es preciso que tenga yo un rey lo bastan­ Majestad que crea que aprecio en mucho la gracia y el
te dotado de talento y que sepa mantenerse tan por lo lavor que Vuestra Majestad me dispensa; pero no me
alto que no se le ocurra mostrarse mezquino conmigo.» -.icnto muy bien y por eso vengo tan raras veces; no pue­
En conjunto, mis conversaciones con él merecerían do hacer antesala, la espera me fatiga.» Me repuso que
ser transcritas y referidas. 110 era necesario que esperara y que de todos modos po­

día escribirle. Le agradecí. Luego comenzó la conversa­


La segunda vez que hablé con Cristián VITI fue en Sor­ l'ión que en parte mantuvimos recorriendo la estancia.
genfrie, muchos meses después. Sus palabras, en cierto Prefería él hablar de cosas del gobierno o encauzar la
sentido, no tenían mucha i mportancia para mí, puesto l'utwersacíón hacia consideraciones generales acerca de
que deseaba que fuera yo quien hablara. n1alquier tema político. Aquel día fue sobre el comunis-
Pero hablar con él era excitante; nunca he visto a un 1110; era evidente que el asunto le inspiraba gran inquie­
anciano tan vehemente, casi fuera de sí; más bien pare­ lud. Le expliqué que, según tenía entendido, el movi-
cía una mujer. Poseía una especie de voluptuosidad por 11iiento que amenazaba con desencadenarse no atacaría
la cultura y las cosas deJ espíritu. De que esto podrfa .d rey. Habría luchas de clases, pero los partidos en liti­
resultarme peligroso, me di cuenta al instante y por ello t•io mantendrían siempre su interés por estar en buenas
me mantuve, con la mayor cautela posible, lejos de él. 1 l'laciones con el monarca. Los problemas de la antigüe­
En presencia de un rey hallé inconveniente servirme dad retornaban, y en cierto modo los reyes estaban apar­
de mi originalidad como pretexto para no acudir y por ll'. Habría peleas, como en un edificio, entre el sótano y
252 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 253

la planta baja y entre ésta y el primer piso, pero el pro­ pecie de conferencia a propósito. Quiso conocer mi opi­
pietario no sería molestado. Hablé luego de cómo se nión. Le respondí que no me había formado una idea
combate contra la «turba», mostrándose perfectamente acerca de Soróe. Me preguntó si no me gustaría dictar
tranquilo. Le dije que la «turba» es como una mujer con­ una cátedra allí. Me constaba que aquella misma maña­
tra la cual no se ha de combatir directamente, sino de na había salido de pesca y por eso en mi respuesta tuve
manera indirecta, ayudándola a salirse de los carriles; y, cuidado de deslizar una alusión. Le dije que los pescado­
como ella carece de ideas, acabará siempre por perder; res, además de sus propios sedales, cuentan a menudo
lo único que se requiere es mantenerse firmes. «Sí, así es con un pequeño sedal de reserva con el que atrapan, al­
como debe ser un monarca ante todo», afirmó. A lo cual gunas veces, los mejores peces ... Y yo era un pequeño
no respondí nada, pero dije, en cambio, que la época ne­ ·edal de ese tipo.
cesitaba educación y que lo que en otros países sería Entonces me agradeció el último libro que le había
causa de grandes violencias, no pasaría en Dinamarca llevado en mi visita anterior y que había hojeado. Según
de «gentiles bribonadas». Me hizo luego algunos elogios dijo, era muy profundo, pero demasiado elevado para él.
por esta feliz prueba de ingenio y aproveché la situación Repuse: «Vuestra Majestad no tiene tiempo, natural­
declarando: «Vuestra Majestad podrá juzgar mejor por mente, para leer libros, y los que yo escribo no son tam­
el caso mío si lo que digo es verdad; pues en cuanto a mí poco apropiados para vos. Vuestra Majestad, en cambio,
todo se ha reducido a que he recibido una buena educa­ ha recibido hace poco tiempo l a visita de los naturalis­
ción y por lo tanto, en el fondo, se lo debo a mi padre.» tas; eso sí que satisface vuestro gusto por la belleza.» Se
Hablamos un poco de Guizot2 y de un ataque que, preci­ mostró un tanto sorprendido y dijo: «Sí, claro, pero tam­
samente en ese mismo momento, se desencadenaba en bién lo otro puede ser bueno.»
su contra. Le demostré la infamia de semejante falacia: Más de una vez había hecho ademán de retirarme con
los Estados modernos, al fin y al cabo, han convertido el la excusa de que no quería retenerlo más tiempo. Una de
escándalo en un personaje oficial del Estado y por lo tan­ l'llas me repuso: «Sí, claro, a mí no me sobra el tiempo.»
to la táctica consistía en ignorarlo; pero un buen día podía A la tercera vez que repetf mis insinuaciones, le dije:
ocurrir que un ataque similar haya de ser tomado en serio: «Vuestra Majestad juzgará si yo tengo tiempo suficiente,
«Pienso en Guizot. Habrá leído los cargos, y a lo sumo se temía que Vuestra Majestad no dispusiese de más.»
habrá mirado al espejo para cerciorarse de que su risa y Luego me enteré por un hombre más práctico a quien
sus gestos eran los de costumbre; y luego, luego pretenden conté la conversación que me había comportado como
que la cosa sea seria. Si, por el contrario, otro dia tomarn un simplón; que si se quiere ser cortés con una Majestad,
el ataque en serio, se vería embaucado como un gentil­ con tales maneras uno acaba por ser descortés, puesto
hombre campesino que ignora la vida de la ciudad.» que es preciso esperar hasla que el rey, con una inclina­
Luego se distrajo hablando de Soroe;3 me dio una es- dón, dé la señal.
Por fin me retiré. Al despedirme dijo que tendría es­
2. Francisco Guizol ( 1787-1 874), político y escritor francés, disdpu pecial placer en volverme a ver. Luego hizo un ademán
lo espiritual de Mont..:squieu. filósofo de la historia. Es autor. ent11.· que yo recordaba de la vez pasada; quería estrechar­
otras obras, de una llistoria de la civilización de Europa y Francia de.\
me la mano, pero como aquel mismo hombre me había
pués de la calda del Imperio Romano. (N. de la t.)
3. Sor0e, pequei\a ciudad danesa donde funcionaba una Academia 1 nformado que la práctica imponía el besamanos cuan­

literaria superior, famosa en toda Dinamarca. (N. del r. i.) do el rey nos tiende la suya, pues no podía decidirme a
DIARIO INTIMO 255
254 SOREN KIERKEGAARD
oído. En fin, un rey no debe hablar mucho, sino poseer
hacerlo, fingí no haber notado el gesto e hice una reve­ tma frase propia para ser empleada en su oportunidad y
rencia. que no exprese nada. El rey, riendo, dijo: «Una descrip­
Entretanto me prometía a mí mismo visitarlo lo me-
ción de un rey muy graciosa en verdad.» Contesté: «Así
nos frecuentemente posible. es, pero hay algo más aún. El rey ha de cuidar, de vez en
,uando, de hacerse pasar por enfermo; esa participación
Mi tercera vi ita tuvo lugar en Sorgenfrie y le llevé un e · siempre excitante.» Me interrumpió entonces con una

ejemplar de Acciones del amor. El pastor Ibsen me habfa particular expresión de placer y de júbilo: «¡Ah! Ahora
dicho que una vez al rey se le había puesto en la cabeza '-omprendo por qué dice que se siente indfapuesto: quie­
que no lograba comprender mis libros y que �unca re hacerse el interesante.»
podría desechar esta idea. Yo había pensado lo mismo. Sí, es muy cierto que en la conversación se comporta­
Entré y le ofrecí el Hbro. Lo hojeó superficialmente Y ba de veras como una mujer, por la facilidad con que se
observó la disposición de la primera parte: («Tú deb� l·ntusiasmaba. Luego le demostré que se había perjudi­
amar. Debes amar al prójimo, tú debes amar al prÓJ l­ eado a sí mismo con las audiencias; concediendo derna­
mo») y al instante se sintió impresionado; era, por 'iada familiaridad a fulano y mengano se había enajena­
cierto una mente clara. Entonces tomé el libro y le ro­ do a funcionarios superiores que estaban descontentos

gué q e me permitiera leerle un pasaje: elegí en la pri­ de sus contactos a troche y moche con extraños; el rey
mera parte, la pág. 1 50 («El amor es un problema de habría de comprender por sí mismo que no es posible
conciencia» ). Se conmovió. En general, era fácil con­ vubernar de tal manera que permita conversar con cada
moverlo. 11110 de los súbditos. No pensaba que cada uno de los que
Luego se acercó a la ventana y yo lo seguí. Empezó ª l onversaban con él lo comentaran luego, agregando de-
,
hablar de su gobierno. Le dije que naturalmente podm 1.d les por su cuenta. Cometía ahora el mismo error con-
informarle de ciertas cosas que de otro modo no lograría 1 1 1 igo, aunque se tratase de una excepción, dado que,
conocer, podría decirle la impresión que el rey causaba obl igado por mi religiosidad, yo mantendría cada pala­
al hombre de la calle. « Pero ¿debo hacerlo o no debo bra en secreto (y, en efecto, no lo he comentado con na­
hacerlo? Si la respuesta es aíirmativa, hablaré sin pelos die mientras vivió, y después de su muerte con muy po­
en la lengua.» Repuso : « Diga lo que quiera.» Entonces rns y sólo en parte).4 Repuso que no creyese que sus
observé que se dejaba seducir por sus dotes personales; l'Vcntuales condiciones fuesen únicamente las que lo ha­
que a este respecto un rey se asemeja mucho a una mu­ hi¡m extraviado, porque desde que subió al trono su opi-
jer, quien ha de ocultar su talento para ser tan sólo una 11i6n fue que «ser rey no podía ya constituir una posición
madre de familia; y él, sólo el rey. He pensado con suma 1 k prestigio, pero que poco a poco había cambiado de
frecuencia en la conducta que un rey debiera observar. opinjón.»
Ante todo, no estaría mal que fucra feo; luego habría dl· Le dije que parte de estas observaciones ya había teni­
ser sordo y ciego o por lo meno fingir que lo es, puc� do oportunidad de hacérselas, inmediatamente después
esto simplifica muchas dificultades ... Una salida de mi 1 k u ascensión al trono. Respondió: «¡Ah, es verdad!;
parte audaz e impertinente, que, precisamente por ha l11e cuando se celebró la asamblea general de los estu-
ber sido dicha a un rey, adquiere un significado específi
co, y puede ser borrada del mejor modo con un « ¿Qué ha •I Cristián VID murió el 20 de enero de 1848. (N. de la t.)
dicho, por favor? » , indicando así que el rey no la ha
256 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 257

diantes en la cual usted actuó como presidente.» Como Novre 5 es lo mismo; el incógnito, un escond ite que me
se ve, tenía buena memoria. En ese mismo instante las proteja de 400 000 personas, no lo puedo encontrar.» La
puertas de una habitación contigua se abrieron de par respuesta era un tanto aguda y él me contestó: «Sí, es la
en par para cerrarse inmediatamente. El rey fue hasta la pura verdad.»
puerta, diciendo: « Debe de ser la reina. Tiene grandes Luego me interrogó acerca de Schelling. Hice enton­
deseos de verlo. Iré a buscarla.» Al poco rato llegó con la l·cs algunas tentativas a fin de atraer su atención. Me
reina del brazo. Me incliné. Era, a fin de cuentas, una preguntó cuál era la posición personal de Schelling en la
descortesía hacia la reina, pues en esa circunstancia ella corte, de qué consideraciones disfrutaba en la universi­
no podía mostrarse con toda su pompa real, tenía un as­ <.lad. Le dije que a Schelling las cosas le irían como al
pecto casi insignificante: ¿acaso podría ser de otro modo Rin en la desembocadura, que se vuelve todo agua estan­
si una reina se ve obligada a presentarse asf? El rey mos­ cada, y que de ese modo Schelling se empantanaba en su
tró a l a reina el ejemplar del nuevo libro, a propósito del c.:alidad de Excelencia de la Corte prusiana. Luego hablé
cual dije: «Vuestra Majestad me confunde, ya que no he un poco acerca de las razones por las cuales la filosofía
traído conmigo un ejemplar para la reina.» El rey repli­ oficial había sido primero hegeliana, y que probable­
có: « ¡ Ah, en cuanto a nosotros, u n ejemplar puede bastar mente ahora había llegado el momento de Schelling.
para los dos! » Esta última visita fue un ejemplo de la fineza que Cris-
La reina dijo que me conocía muy bien, que me ha­ 1 ián VIII sabía mostrar con aquella forma de atención
bía visto una vez mientras paseaba por los bastiones que se adaptaba a la calidad individual de las personas,
(cuando la evité dejando a Tryde solo y confundido); y ton su manera halagadora y muy atractiva de convertir
agregó: «He leído algo de su O lo uno o lo otro, pero .1 la audiencia en una visita familiar.
no logré entenderlo. » Repuse: «Vuestra Majestad ha Después no he vuelto a conversar con el rey. Había
de ver que eso es una desventaja para mí.» Pero l a si­ decidido firmemente no volver a visitarlo sino rara vez,
tuación produjo un incidente aún más cómico. Cris· l'S decir, cuando debiera llevarle un libro; pero no me
tián VIII había notado al instante el error de O lo uno o urrcpiento de haberlo visitado; para mí será siempre un
lo otro, y también yo, ¡caramba!, con asombro comprob� recuerdo muy entrañable. Si hubiese vivido más tiempo,
que la reina hablaba como las modist illas ... El rey mt.· neo que yo hubiese tenido algunos inconvenientes, por­
clavó una mirada que yo esquivé. Cambiamos al· que en realidad no le gustaba mucho que alguien llevase
gunas palabras más, y luego el rey dijo a la reina: « ¿H¡a 11na vida completamente privada: consideraba que com­
quedado sola Juliana?» Ella respondió que sí y se des­ petía al gobierno del rey prescribir a cada uno sus pro­
pidió. pias tareas. Por eso fui a visitarlo sólo en la época en que
Nosotros prosegu imos con nuestra conversación. El buscaba un empleo.
rey me preguntó si tenía intenciones de viajar. Repuse.· Mis contactos con él serán siempre un buen recuerdo
que a lo sumo haría un breve viaje a Berlín. «Imagino para mí: mi actitud personal ha debido dejarle una im­
que allí tendrá quizá muchas relaciones interesantes.• presión de energía perfecta, y yo siempre le vi como a l a
«No, Majestad, en Berlín vivo solitario por completo y .11 nabilidad y a l a vivacidad e n persona.
trabajo con el mayor empeño.» « ! Entonces podría 111.·
garse hasta Smorum-Ovre ! » , y reía de su gracia. «No. 5. Es decir, Smontm de arriba y Smlirum de abajo. Sm<>rum era una
Majestad, que yo vaya a Smorum-Ovre o a Smorum h:alidad rústica y ajsJada. (N. del t. i.)
258 SóREN KTERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 259

en cuanto a la religión, apenas si la rozaba desde el pun-


Por otra parte, en cierto sentido, debo a Cristián VIII 10 de vista estético; y además era inteligente. Era obvio
algo que no es poco. Me refiero a la agradable y placente­ que su conformación no era sana, sino hecha a propósito
ra impresión de la vida que él sabía infundir a los de­ para convertirlo (por supuesto que de la manera más
más. Siempre he sentido demasiada indolencia para po­ placentera y atrayente) en víctima de la astucia. El he­
nerme en contacto con lo temporal. Si mis visitas al rey cho de que se sirviera con frecuencia de otras personas,
hubieran adquirido un cariz desfavorable, habría acaba­ �n lugar de los personajes oficiales, era un error de su
do por volverme aún más indolente. Pero acaeció exacta­ astucia. Pero un carácter vigoroso le inspiraba miedo. Si
mente lo contrario. También en otro sentido esta rela­ esa persona poseía una constitución f-uerte, y se mostra­
ción me fue de provecho. Rodeado por la plebe y por la ba, por decido así, musculoso, la alejaba. Un carácter
envidia tan mezquina, privado del socorro de la menor i ndómito, que supiese ocultarse tras la ductilidad de la
ilusión; dado que era y soy todavía un simple hombre astucia y de l a fantasía, ése era su límite. Un enigma
privado y que me he transformado para la masa, a causa ..,¡ milar no habría sabido resolverlo, y como obedeciendo
del despreciable ambiente que reina en Dinamarca y u una ley de l a naturaleza habría caído en su poder.
gracias a mis dotes eminentes, en un origi nal, porque no En resumen, debo declarar que Cristián VIII me h a
estaban capacitados para comprenderme . . . : en este sen­ 1..: n riquecido con numerosas experiencias psicológicas.
tido ha sido un bien que la aristocracia envidiosa, que ral vez un psicólogo debiera prestar atención a los reyes,
desde bastidores ha azuzado en contra mía a la plebe, l'Specialmente a los reyes absolutistas; pues, cuanto más
haya tenido su pequeño hueso que roer. Por lo mismo, l i bre sea un hombre y más ligado se sienta a las preocu-
mi existencia necesitaba de algún relieve, y con tal ob­ 11aciones y a los reparos de lo temporal, tanto mejor po­
jeto me ha servido de mucho mi relación con el rey. Esta drá conocerlo.
tarea me convenía en cierto sentido: ¡acercarme a ur1 Si fuese esencialmente un hombre de reflexión y me
hombre con entera confianza, verme a solas con un mo· l1al lase en el caso de tener que actuar de una manera
narca absoluto, quien además era Cristián VIII . . ! No
. decisiva, ¿qué ocurriría? Mi reflexión me mostraría
obstante, me dí cuenta, fácilmente de que esta relación 1 1 t ras tantas posibilidades en pro y en contra. ¿Qué signi-
podía resultarme peligrosa; vi que Cristián VIII podía 1 ica eso? Significa que, como todo hombre, debo prestar
hallarse demasiado a gusto en mi compañía; y que, por 11t ención al hecho ele que existe una Providencia, un go­
lo tanto, habría de usar de la mayor cautela, como ad bierno del mundo, un Dios; debo reflexionar que mi re-
mitirá cualquiera que conozca l a inclinación que por mi 1 lcxión y la de los otros no es capaz de otra cosa sino de
sentía. Pero, por otra parte, nuestras relaciones se man < omprobar que Dios existe y que corresponde pagar el
tenían tan en vilo que habría podido ponerla por obra l.'11 derecho de peaje. ¿Y contra qué he chocado? El absurdo .
el momento en que así lo hubiera querido. ,•Y qué es el absurdo? El absurdo en este caso consiste en
La inteligencia de Cristián VIlI tenía, sin embargo, u11 que yo, ser de razón, debo actuar en un caso en que mi
límite: supersticioso d e su propia inteligencia, apenas st• 1 .1zón y mi reflexión me dicen: «Puedes hacer una u otra
daba cuenta de que estaba frente a una inteligencia em i 1 usa»; es decir, que mi razón y mi reflexión me dicen:
nente se volvía fantasioso y veía espectros por todas pa1 Puedes no actuar», mientras que yo «debo» actuar. Y el
tes. No era de nervios firmes, su vida había influido ('11 1 a-;o se repetirá cada vez que deba actuar de una manera
su estructura espiritual, carecía de una conduela ética ' , decisiva, pues entonces me hallo sometido a l a tensión
260 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 261

de una pasión infinita cuya consecuencia es Ja despm ilh e que sabe cómo hacerlo se denuncia a sí mismo, de-
porción entre acción y reflexión. Cuando actúo siguil'll 1110�1 rando que no posee aún capacidad alguna de refle-
do la falsilla de la vida cotidiana, no tengo presentl' t•I 1011 (pues la reflexión que no disponga para cada posi-
secreto de la reflexión y supongo que actúo en virtud th.• 1 , l1dad a favor de una en contra, no es reílexión, ya que
la reflexión aunque nada sea menos posible, porqur In • t�\ consiste en el dualismo), o bien demuestra que igno-
reflexión representa precisamente el equilibrio de "" 1 1 qué es actuar.
posibilidades. El absurdo, o actuar en virtud del abs111
do, es, por lo tanto, actuar según la fe, confiando en Dirn• 1 1111110 de vista en mi actividad como escritor no se debe
¡Muy bien! Quedamos, pues, en que debo actuar, pero 111 !'11hlicar; ¡no y no!
reílexión me cierra el paso. Entonces elijo alguna de In• 1 ) Esto es lo decisivo (todo lo que he meditado acerca
posibilidades o me dirijo a Dios diciendo: «Así procctlu 1 11 riesgos para mi situación económica no tiene impor-
yo, bendice ahor.a mi obra. ¡Yo no puedo obrar de otm 1.111cia): no puedo explicarlo por completo. Ya en el texto
modo, porque mi reflexión me ha detenido! » 1 0 t 1 n itivo (que guardo en mi poder sin pensar en hacerlo
Cualquier hombre es capaz de experimentar algo S\' J111pl"imir) no he logrado poner de relieve el punto que es
mejante, esté dotado de poca o de mucha reflexión; poi ¡ 11 1ra mí esencial : que soy un penitente y que esto explica
que la esencia de la reflexión es la misma, aunque 1111 1 1 t l más profunda naturaleza. Sin embargo, cuando volví
grado difiera según los individuos. Pero la razón por 11 ' lomar el manuscrito con intención de publicarlo, debí
cual tan raras veces se la experimenta estriba en que 1111 1 1 11 n:girlo porque me di cuenta de que ese aspecto estaba
individuo se vuelve hacia su fuero íntimo muy de tanltf ol1 rnasiado acentuado para poderlo publicar. Sólo si pu­
en tarde. Cuando comienzan las dificultades, rec u n l• olk·ra hablar e insinuar de un modo suficientemente
para pedir consejo a los demás y éstos le enjaretan ni ll1l'1 te (como acaece en mi fuero íntimo, cuando reflexio-
instante una linda reflexión. Y así se sale del paso. l.11 1111 por mi cuenta) la entidad de mi culpa y de mi pecado,
historia es muy sencilla. Tomemos a fulano, quien, l'll nlo entonces podría y querría hablar de la extraordina-
lugar de resist i r y de actuar en virtud de Dios, se remitc,1 1 l ,1 misión que me ha sido confiada. De otra manera, es
por ejemplo a mengano. Supongamos que fu lano di" 1 1 1 1 1 0 si la considerara en vano.
ponga de cinco porciones de reflexión, y mengano, l'll ) No puedo decir que mi actividad como escritor
cambio, de siete; la reflexión de fulano, de haber resistl li.1ya sido un puro sacrificio. Es verdad, por cierto, que
do éste, con rigor, en su interioridad, le habría señalatlo •'- 'ide niño me he sentido indescriptiblemente desdicha-
justamente el equilibrio de las cinco posibilidades a In 1111, pero reconozco que el expcdienle empJeado por Dios
vor y d e las cinco en contra. En el otro caso recibe u11n I"" a convertirme en un escritor ha sido para mí tanto
posibilidad de mengano, pero dado que esta posibilichul 111i1� abundante en goces. De modo, pues, que es verdad
no pertenece a fulano, éste naturalmente no posee la po tjl ll' he sido sacrificado, pero mi actividad literaria no
sibilidad en contra correspondiente (y mengano o 110 1 11 1 sido un sacrificio, porque constituía m i más ardiente
piensa en ella o se la calla): entonces fulano actúa l'll 1 1 1 ' 1clo.
virtud de aquélla y cree que actúa con reflexión. En CHm l'or consiguiente, no logro tampoco en esto mostranne
bio, sólo se trata de pura imaginación y de una ilusión 1 1 11 1 1 pletamente sincero porque en un libro i mpreso no
Nada es más imposible ni más contradictorio qUl· 111 1 11 11.:clo hablar de mis penas n.i de mis miserias, y enton-
acción (infinita-decisiva) en virtud de la reflexión. Qui,·11 1l " d goce será al final lo más evidente.
262 SOREN KJERKEGAARD
DIARIO INTIMO 263
pi u ma a tiempo. Pensé en abandonarlo todo con O lo uno
También ha habido de mi parte un poco de exaltación;
por ello podría fácilmente engañarme acerca de la con•
,1 /o otro. Pero nunca estuve tan cerca de hacerlo como
sistencia de mi propósito de preferir, llegado el caso, que
l11t:go de publicar las Disertaciones religiosas. Había ven­
me mataran antes de buscarme una ocupación más tran•
dido la casa y obtenido dos mil táleros. Acariciaba en-
quila.
11111c;cs el proyecto de emplearlos en un viaje. Pero no soy
3) Si además alguna vez me atribuyo la misión l'll• luh.'no para viajar y probablemente me habría puesto a
traordinaria, aunque lo haga con la mayor reserva, cs1
, �cribir como me sucede siempre que viajo. De modo
situación se volverá entonces inmutable para mí. La vi
i¡l ll' me quedé en casa; tuve que padecer el tormento de
da se convertirá en un tormento, cada vez, patéticamt.· n­
111 l'onfusión de la época, luego perdí dinero con los títu-
te, será considerada como algo extraordinario; ¡y adqul
111� que había comprado, etc. Entretanto seguí escribien­
do. dando fin a lo que, sin estos sufrimientos y una cierta
riré, así, una tremenda responsabilidad!
4) El hecho de que de tal modo no logre expresanuf
1 1 1dancolía, no habría sido capaz de realizar, pues la
por entero a mí mismo, significa que soy esencialmente
ii lL·a de postergarlo se me hacía cada vez más familiar.
un poeta; y en este punto me corresponde detenerme...
Ahora aparecerá la segunda edición de O lo uno o lo
En sí mismo el libro acierta y a mi parecer es magi
1ft0, para la cual ha de servir de contrapeso el grupo de
11 t ícu los « U n ciclo de disertaciones ético-religiosas» que
tral. Pero sólo podrá ser publicado después de mi mucre
te, si acaso entonces se acentúa más el hecho de que soy
1 1 11 1·csponden a la nueva dirección que debo tomar. Lo
un penitente, poniendo de relieve mi pecado y mi culpu,
1 1 111cluido que quede así. Es oro puro, usado con gran
y se agrega una alusión a mi miseria íntima. Pero con la
111 udencia.
idea de la muerte es preciso ser cauto y no dar un pa!ICI
pensando en que habré de morir dentro de algunos m"
El íinal del sermón de Lutero (sobre 1 Cor. 13) donde
ses ... ¡y luego tal vez alcance hasta los ochenta y dc11 , 1dirma que la fe es más elevada que el amor, es sofísti­
años! No, el libro será revisado y encerrado en una gáVl' ' 11, Lutero pretende siempre explicar al amor como sim­
ta, bien sellado y con esta inscripción: «Para ser abierto
t•'l' amor al prójimo, casi como si no existiera también la
después de mi muerte.»6
·1hligación de amar a Dios. Lutero, en suma, ha sustitui-
1li1 l'I amor a Dios por la fe, y luego al amor le llama
Ha sido providencial que no publicara en este mOffi\'ll
1111or al prójimo.
to Punto de vista en mi actividad como escritor. ¡EndiM
l�n verdad puedo decir que he trabajado al servicio del
blada impaciencia melancólica, la mía! Según el onlt·n
111 den establecido.»
del tiempo, ha sido escrito con posterioridad a toda mi
Y aun cuando llegara a ser un reformador según el
producción intermedia, que ahora habría de ser publin•
, .ido máximo que me es dado alcanzar, quedaría siem-
1 1 1 1.· n i servicio del «orden establecido»: porque la turba
da antes, si el libro apareciera durante mi vida.
La idea de dejar de escribir se me había metido c11 I•
y así la considero yo, el mal. Si debiera caer, si fuera
cabeza desde el comienzo; he dicho a menudo que c�lla
' " 1 esario que cayera, me pronunciaría contra ella
ba vacante el puesto de un escritor que supiera deja1 IM
1pe1yando al gobierno con todas mis fuerzas.
I · 1 hecho de que ponga el dedo en la llaga de la mala
6. Fue publicado como obra póstuma por su hermano Pedni • 14
"' 1 1 1 mbre de las prebendas, no significa que quiera pri-
1859. (N. del t. i.)
111 a nadie de la suya, intimidarlo y obligarlo a renun-
DfARIO INTIMO 265
264 SÓREN KJERKEGAARD

ciar a el la. El punto en discusión (muy secundario, sin propalaran l a voz de que yo, a ocul1as, toleraba la ironía
embargo) es una idea: la idea a cuya luz se considera a lu de la plebe.
propia prebenda. Si se admite que poseer alguna conl>t i Había meditado Ja posibilidad de estrechar con él la-
tuye una faci l itación, un arreglo, y que no es posible ,,. 1os más íntimos. Pero primero se imponía una prueba:

ner el descaro de invertir la situación convirtiendo a lu 111 de ver si, con respecto al único a quien él admiraba,
1. on respecto a lo que él mismo escribiera en el periódico,
prebenda en cosa seria ... ¡y tomando a Cristo y a lo•
apóstoles por visionarios! 11.·11ía valor suficiente (¡si le quedaba por lo menos una
Es verdad, pues, lo que dije a Cristián VIII, que 11w h1 izna de propia estimación!) para decir: «No, por cari­

consideraba como un benemérito del «orden establc<.:i cl:1d, yo no Jo alaco», o bien: «Atacaré ese pequeño ar-
do». Pero es verdad también lo que añadí, es decir, qm· 1 ículo que acaba de escribir. Pero por supuesto que no

lo significativo residía en el hecho de que fuera yo u n .11 acaré los li bros ya publicados, que he admirado e in-
simple particular. Tal era e l «despertar» que l a ép<X·u 1 1 1ortalizado y a los cuales debo mucho.»
reclamaba y también el «orden establecido» necesitahu No superó la prueba. Eso fue para mí, si así se le quie-
de esta rehabilitación en tiempos tan mezquinos, dond&• 11 · l lamar, el castigo por ser el único en comete1· un error

todo se explica con motivos mediocres; donde por u n ' c 111 Goldschmidt... por confiar demasiado e n él, espe-

desplante u n hábil servidor del Estado desmaya, porqUl' 1 .rn<lo que en cJ fondo tuviera algo bueno.
se dice: « ¡Oh, es un servidor, y el Estado le paga ! » Dice un proverbio orienta l : «Quien primero elogia y
l11cgo desprecia, miente dos veces.'' Fue el lazo que le
tt·11dí; pero ha sido una exageración. ¡Ay de mí! Debí

Mi última palabra sobre Goldschmidt 1 ontcnlarme con la certidum bre que todos poseían de
q11e era un ser despreciable.
Si me viera obligado a hablar diría lo siguiente: No ll-11
go nada que reprocharle. Debo, en cambio, reprocharnll' Es verdad: el cristianismo ha de ser presentado de ma-

el haberme causado daño a mí mismo por excesiva bon 11vra (y en esto consiste la «posibilidad del escándalo»)

dad y deferencia, el haber creído demasiado en él y l'I q1 11.· un hombre haya de ser loco para entrar en él, si no lo
haber esperado que exfatiera en él algo bueno, o ca "¡º l 1 npulsa la conciencia del pecado. Es preciso acabar con
nándole un daño al ponerlo a prueba para que la sil un
� 1·-.:1s remilgadas charlas de que el cristianismo satisface

ción se aclarara definilivamente. Lis aspi raciones más profundas, etc. No; tan sólo « l a lu­
Todos lo consideraban como a un ser dcspreciabll· v ' Ita y l a indigencia de una conciencia angustiada» pue­

ninguno de mis amigos lo frecuentaba. Quizá se equi\'n cl1•n impulsarlo a uno a correr la aventura del cristianis-
can, pensé. Decidió hacer carrera l iteraria y en esa < 1 1 1 1 10. De otro modo, se acabará por hallar un motivo de
1 -.d ndalo.
cunstancia se dirigió a mí. Con lealtad y benevole11rue
hice todo lo posible por darle ánimos y por arranca1 lo,
tal vez, de la aberración y de l a perdición del Corsario El origen de las indulgencias y otras cosas por el estilo
Me expuse a las críticas de muchos (así fue, y muclu" 1 1 1 1 1 me refiero a su degeneración) fue, sin embargo,

me lo han dicho) que se maravillaban de que yo saluda 1 1 1 1 1 11110 todo en la Edad Media, un error infantil. Si se reci-

o que fuera de paseo con u n hombre semejante. Me exp11 1.d1a tantas y tantas veces determinada oración, se obte-

se al peJigro de que algunas camarillas de envidiu'º" 111.111 tantas y tantas indulgencias. Pero ¿no hacía lo mis-
266 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 267

mo mi padre conmigo, cuando era un niño? Una vez me 111i erables canallas -dicen-, refinémonos con una cul­
prometió un tálero si le leía en voz alta un sermón <fo t u ra a base de clústes y de hipocresía y con el virtuosis-
Mynster, y cuatro táleros si copiaba el sermón que oycru 1110 de describirla dramáticamente.»
en la iglesia. No acepté; recuerdo también que me mú!\ ¡De este modo oficia el mundo de juez! Por degenerada
tré reticente porque quería ganarme de ese modo, cono· que sea nuestra época, nada la degenera tanto como esto.
ciendo mi debilidad por el dinero. Pero en realidad la ¡Llegaremos al extremo de suponer que el Juicio de
equivocación no fue por entero de mi padre, sino mía, l > ios será también chistoso!
porque nunca fui un niño de veras. Con un niño que no
tiene mejor comprensión de las cosas, no está mal procc.• /\unque se tratara de mi vida, no comprendo cómo se­
' fa posible (¡humanamente hablando!) consolar a un
der de ese modo; se espera que poco a poco irá penetra11
do en la esfera de una idea más elevada de manera qul·, l 1ombre por medio del cristianismo, que lo vuelve (¡hu-
al hacerse adulto, podrá aplicarse a ello más profunda 11mnamente hablando!) más mísero de lo que antes ba­
hía sido.
mente.

He aquí la mejor prueba de cuán profunda es la des


moralización de Ja época. Lo que en el pasado formaba Un hombre solo no es capaz de ayudar o de salvar a
'lllS
contemporáneos; sólo puede expresar que ellos van
la prédica penitenciaria de un juez (por consiguienk,
éticamente, de carácter ético) se ha reducido a refinadu hacia el abismo.
astucia que divierte a l a época con argumentos espid
tuales e interesantes ... , contando los pecados de la épo ¿Qué importan los peligros a los que podría exponer-
ca. Todos nos echamos a reír; y el narrador no es en ah 111c? Ellos son mi elemento.
soluto mejor que los males que relata. ¡Qué horror! Pero existe un peligro, o mejor aún, existe algo que es
¿Acaso tiene alguien más talento que Scribe para pn· 1.untrario a la total estructura de mi personalidad, algo
sentar la bajeza de la época, la fuerza de la mentira, cll-1 que la agita: verme obligado a hablar de mi interiori­
egoísmo y de la mezquindad del mundo? Y estas conw dad, de mi relación con Dios.
dias (¡es horrendo que lo sean!) son admiradas y sabo Quisiera rogar que se me dispensara de este paso que
readas por la época; y el mismo Scribe no es menos nw 1·111 ristecería mi espíritu. Estaba dispuesto, y lo estoy
diocre que el mundo que presenta. 11t'1n, a exponerme a todo; pero eso es otra cosa; no se
¡Abismo de perdición! En el fondo yace la desespera l rata de polémica sino de confesarse.
ción. Proponerse hacer algo para detener esta desrnorali Ésta es la causa de que la publicación de los ú ltimos
zación: querer salvarse a sí mismo por lo menos, scnu l 1 bros me haga sufrir tanto.
considerado como ridícula locura. Dejemos pasar, se di Con fe en Dios puedo luchar contra los hombres, estoy
cen todos, dejemos que ruede hasta el abismo ... Y mic11 dispuesto a dejarme destrozar. Pero no puedo soportar
tras nos hundirnos cada vez más, divirtámonos la ma1 que me compadezcan y que me consideren corno a algo
con estos pérfidos chistes. l'\ I raordinario; sería mi muerte. A pesar de mi propósito
« ¡Amnistía general -dicen-, amnistía para todos! » /\ dl: no viajar, en tal caso, me vería obligado a alejarme, a
nadie se le ocurre reprochar algo al otro. << ¡Riamo:-., 1 1 mc al fin del mundo, posiblemente para no regresar
pues! Cuanto más locos, mejor. No basta con ser uno" , ,1 más.
268 SÜREN KJERKECAARD DIARIO fNT/MO 269

111 1igos. Error, puesto que lo único serio es que yo debo


Job todo lo soportó; sólo cuando sus amigos
acudie t1Hwir, y luego... ¡ser juzgado!
para consolarle, perdió la paciencia (lb.
6, 1 ss.) /\I descuidar el aspecto ético del problema, se confun-
Tan sólo una cosa ha de ponernos serios: el
propio pee 1h· el sentido de la muerte, y uno concluye en ese parlo­
cado. Para lo demás vale el principio de
que, si puedce " o de que si lo más cruel es perder a alguien o tener que
tomártelo a la ligera, tanto mejor. Pero toma
rse a la lig 111ori r nosotros mismos.
ra el propio pecado equivale a pecar de
nuevo; lo cu
demuestra que en eso consiste la seriedad.
Si después de mi muerte se quisiera publicar mi Dia-
11n. podría ponérsele este título: Libro del juez.
Humanamente hablando, lo que contr
ibuyó a que
Cristo fuera muerto es el hecho de que
Él man tenia al 1 Qué melancolía! Hasta ese asunto de mis pantalones,
pueblo en una tensión continua (véaseJn. 111 1\.' Lanta bulla ha armado, tiene una triste (¡casi simbó-
10, 24). Huma•
namente hablando, Él habría podido evita 11, a!) conexión con la melancolía de mi vida. No es que
r al pueblo e!I
deicidio, viviendo por ejemplo algunos años 1 1 1 v icran nada de raro, o que yo tuviese la intención de
ocultamcn
te, para luego mostrarse de nuevo. Claro tlracr las miradas sobre m i manera de vestir. Es muy
que esto habrf1
sido una falsedad de Su parte; pero el .1·11 illo. Sí uno repara en la manera de vestir de las gen­
hecho de habL•r
empleado un tiempo tan breve, en tanto t•·•., se verá que los viejos genera lmente usan pantalones
que por otra
parte el pueblo no tuvo casi un momento 111.1'; cortos, en tanto que los jóvenes se preocupan más
de descanso
para respirar, fue lo que precipitó su fin p11 1 andar ati ldados, especialmente de llevar pantalones
...
1 kgantes. Los viejos piensan en la comodidad y no en e)
« U niverso», Uni-versum , es una hermosa 1•.pecto de las ropas.
palabra parn
expresar que todo lo creado sirve a un solo Mi padre era un anciano: siempre lo conocí así. La
señor, que st•
dirige solamente a Uno. 1k-.dicha fundamental de m i vida, es decir, la que desde
111110 se me tomara por un viejo, era visible también en
1111 modo de vestir. Recuerdo cuánto me entristecía
«Se adiestran ratones para destruir a los
ratones» ; aNI
cada generación educa al que debe o 1 1 1 :mdo era chiquillo verme obligado a usar, también yo,
a los que debl' ll
anunciarse en serio el cristianismo 1quellos pantalones cortos. Recuerdo además las pullas
a ellos mismu11.
1 u11Linuas de mi cuñado Cristián.
Cuanto más lo persigan y lo maltraten,
más su ánimo
volverá la espalda al mundo hasta el l.uego me hice estudiante; pero nunca fui joven, nunca
extremo de qm•
sólo hallará refugio en Dios. Y solam 1 1 1 vc esa impresión juvenil de tener por delante una lar-
ente cuando un
hombre se siente tan desdichado y vejad 1'·' vida, (porque para mí literalmente nunca hubo más
o que su sufri
miento se trueca en odio hacia la humanidad dl· medio año, ¡y esto apenas!), que estimula el deseo y el
, solamenk 1 1 1 icJado del aspecto exterior. Me consolé de otra mane-
enlonces el cristianismo empieza a exist
ir para él.
1.1 Mi espíritu se desarrollaba enormemente y no pensa­
li.1 en cosas semej antes. Pero, como con todas las cosas,
Uno salta de la esfera ética a la estética cuan
do, al ha \11 rne atenía a lo que fuera costumbre en casa de mi
blar de la muerte, dice que lo más cruel
no es nucs 1 1 .a p.idrc, almorzar y cenar a tales horas, etc., así sucedió
muerte o que debamos morir, sino la muer
te de nuestro' 1 on mis ropas. No cambié en absoluto mi manera de ves-
270 SÓREN KJERKEGAARD DIARJO INTIMO 271

tir, de modo que en verdad puedo decir que en el fondo kctamente que así es. No creo, sin embargo, que sea esta
se ataca a mi pobre padre, al atacar mi vestimenta. En \,anidad lo que me haya determinado. En su origen ha
medio de mi melancólica tristeza y de la exuberante iro ...ido un pensamiento religioso: creí que fuera mi deber
nía, comprendí a mi naturaleza involucrada en el sufri rnn respecto a Dios. Por ello, todo está listo ya con la
miento de haber sido viejo cuando contaba ocho años v 111scripción: « Para después de mi muerte.»
de no haber sido nunca joven: dotado de eminentes d<� Personalmente no puedo publicarlo con mi nombre,
tes espirituales, me erguía irónicamente por encima dt• 110 puedo asumir la cosa. Por ejemplo, es verdad que me
todo lo que se refiriera al lado anima l de la vida. Pero inicié «Con una resolución religiosa», pero esto se ha de
que por eso habría de ser atacado por los periódicos v ,·ntender de un modo distinto. O lo uno o lo otro y Diario
que millares de personas se sirvieran de ello como de un tle un. seductor, especialmente, han sido escritos para
motivo para atacarme como carácter, ¡eso no lo hubiern ella», para apartarla de mí. En general, el signo de mi
pensado jamás! ¡•cnialidad es el siguiente: de mis asuntos personales la
Providencia sabe extraer grandes consecuencias para el
Porque soy un genio de tal naturaleza que no puedo, si11 111undo. Pienso a propósito de esto en las palabras que
más ni más, asumirlo todo personalmente sin introducir l"'iCribió acerca de Sócrates un seudónimo: 7 «Mi vida
me demasiado en la casa de la Providencia. ,·ntera era nada más que una ocupación personal con­
Por otra parte,
no soy religioso hasta el extremo de poder relacionarlo todo .,igo mismo y luego la Providencia se encarga de añadir­
con Dios. le una importancia mundial.» Tomemos otro ejemplo:
polémico lo soy por naturaleza y el asunto del « Ente»
In he comprendido hace ya mucho tiempo. Pero cuando
Por consiguiente, ni siquiera una palabra. Pero si lk l·-;cribí por primera vez (en Dos disertaciones edifi­
gado el caso debiera decirla, hela aquí: rnntes)8 acerca del tema, yo pensaba sobre todo en mi
Sufro indescriptiblemente cada vez que he comenzado le tor: porque el libro contenía una pequeña señal para
a proponerme la publicación de algo simila r sobre mf ••ella»; entonces era absolutamente cierto que yo no
mismo o sobre mi carrera literaria. buscaba más que a un simple lector. Luego acabé
Mi alma se inquieta; mi espíritu no encuentra ya en la por aceptar esa idea, poco a poco. Pero otra vez aquí
pluma el reposo de antes; retengo con pasión tremend:a la parte que ha desempeñado la Providencia ha sido
cada palabra, la mastico horas enteras durante el resto mfinita.
del día. Mi oración se vuelve malsana y distraída, por Las demás obras pueden publicarse. Pero acerca de mí
que cualquier fruslería adquiere para mí una importan· mismo ni siquiera una sola palabra.
cia exagerada cuando está en relación con este estado Luego debo viajar.
.
En cambio, apenas lo dejo o me pongo a escribir otra
cosa, o aunque escriba acerca de ello pero sin idea dt•
7. Se refiere a Juan Climaco en el Tratado acie�1tl{ico co11clusivo.
publicarlo, me tranquilizo al instante y mi espíritu Sl' IN. del l. i.)
serena, como ahora que he escrito y voy a publicar Tre., 8. Publicadas conjuntamente con O lo uno o lo otro. En el prefacio.
disertaciones religiosas. Kicrkegaard se dirige a cmi lector, a ese ente hacia el cual tiendo casi
'º' brazos•, quien ciertamente es Regina. Sabido es que Regina seguía
Es demasiado pretender que asuma de pronto est:1
, on vivo interés la producción literaria de Kierkegaard y en particular
enorme actividad como una idea única, aunque vea per l.1 de carácter edificante. (N. del t. i.)
272 SÓREN KJERKECAARD DIARIO INTIMO 273

,, l'�te fin: así me habría evitado todo problema econó-


¡Ojalá pudiera decir, tal como lo comprendo en mi 11 i ico.9
fuero interno: «Yo soy un penitente.» Lo era, y por eso no En mi defensa debo decir que lo que vuelve tan difícil
he buscado un empleo y he roto mi noviazgo; lo era, y 1111 relación con una pequeñez como Copenhague (por
por eso me expuse a l a plebe, juzgando que ésa era una 11pucsto que en el caso de que haya de convertirme en
misión para un penitente; lo era, y por eso no me he es­ 1111 hombre públ ico) es que yo no pueda estar sin tener
cabullido: porque hago penitencia. p1 escnte la idea. A ninguno de mis contemporáneos se le
Y, no obstante, me ha sido concedida la cosa más ex· 11t urrió que mi vida podría adquirir el cariz que ha ad­
traordiaria. Pues ésa es justamente la dialéctica de lo quirido; y quizá hasta podría concluir en el martirio.
extraord inario: cuanto más bajo... , tanto más alto. Pero �oy yo quien dirige astutamente la intriga, mi táctica
hablar de esas cosas, no puedo, ni del hecho de que sea 1 ,igc que mis contemporáneos no deban abrir los ojos,
yo un penitente y, por consiguiente, de lo otro. ubrirlos por sí mismos, antes de que el hecho se haya
¡Ay de mí! Y tal vez en mi más íntima comprensión 111 oducido.
hay mucha melancolía. Y así he trazado el último panorama de mi vida. Cam­
Soy un poeta ... ; debo viajar. h10 de ruta ahora, permanezco fiel a mí mismo dentro de
11ii constitución originaria: a fin de cuentas, soy esen-
1 i a l mente un poeta y por l a fuerza habré de dejar de es­
N. B. ' ribir cuando no tenga medios de vida.
Por lo tanto, me alejo. Las cosas cambian ahora; ya no
¡Cuán extrañamente pueden mezclarse la melancolía v l'sloy en condiciones de ser yo mismo el ser que expongo.
la religiosidad! ¡Y qué peligroso es que uno posea fue;·. Pero jamás podré agradecer suficientemente a la Pro­
zas enormes, como las que a mí me han sido concedi­ videncia lo que ella me ha concedido y la forma en que
das ..., y además un ambiente tan reducido como éste en me ayuda. Deberé por cierto arrepentirme de haber pen­
el que vivo! 'ado seriamente en dar aquel paso, el de hacerme matar.
He considerado, no obstante, la posibilidad de dar un Pero en parte no pasó de pensamiento, y por otra parte
paso más y de marcar sistemáticamente l a ruta, paso yo he resistido (o Dios me ha ayudado a resistir) apenas
por paso, con l a perspectiva de que pudieran asesi­ me di cuenta de adónde me llevaba, y apenas sentí que
narme. mi genio se rebelaba. Y el infinito amor, que es la Provi-
Es verdad que el cristianismo habría necesitado un
despertar semejante; no lo dudo en lo más mínimo. Má� 9. Kierkegaard se mostró muy hábil en la administración de su pa-
aún, estoy absolutamente seguro y persuadido de qut• 1 1 imonio. Atendió personalmente a susintereses y supo también cuidar
la empresa hubiera triunfado. Humanamente hablan , exigir sus derechos de autor. Empicó el dinero que como herencia le
lOtTespondió en acciones y actividades lucrativas. Por otra p;.1rlc, no era
do, habría sido lo máximo que podia obtenerse de mi un asceta ni llevó nunca una vida de privaciones. Le gustaban la:s co-
vida. 111odidades y se las proporcionaba. Fue generoso con sus sobdnos, pró­
Pero surge aquí el lado melancólico y falso: para mí lo Jigo con los servidores, gastaba mucho dinero en café, cig arros y vinos
linos y paseos No Llegó a conocer la indigencia. El dia que sufrió el
importante era caer. Según mis cálculos poseía un pa .

.11aque que lo abatió, acababa de retirar del banco el último depósito.


trimonio suficiente para resistir algunos años más, y
Véase el libro de Friljov Brand y Elsc Rammcl, Kierkegaard uf Pengene
la catástrofe del 48 ayudó de un modo extraordinario (Kierkegaard y el dinero), Copenhaguc, 1935. (N. de la t.)
DIARIO INTIMO 275
274 SÓREN KJERKEGAARD

dencia, me ha dado también ese tesoro precioso, esa cosa l au<lal de conocimientos. Con «Ella », como ya lo he <li­
t lio las cosas fueron diferentes. Pero
más profunda que he considerado como un don del qul.' por cierto que ha
puedo disponer poéLicamente y aun sacar mucho prow .1d� un bien para mí, aun en el sentido de que de otra
-
cho, es decir, el don de comunicarlo poéticamente tul 11ianera le habría causado, al fin, más daño asegurándo
propo rcionado la satis-
como es debido. 111da a distancia; no le habría
la por
¿Cómo podré dar gracias suficientes a Dios? 1.tcción de saber que me han tomado por un canal
110 haberme casado con ella. E n resumen, soy
En lo referente a mis relaciones con R. Nielsen, lu su deudor
comprendo ahora todo muy fácilmente. Cuando se tratn ele un modo inefable. Ella me ha conm ovido . Duro de
e tierno en lo íntimo, tenía
de cambiar de ruta, siempre necesito a un hombre. Se •A·ntim ientos como era, aunqu
convierte él para mí, aunque en u n grado mucho menor, qu� ser una mujer quien me hiriera tan
profundamente,
10 propi as armas, con sú­
en lo que una vez fue la pequeña. No debe, sin embar porque la mujer combate con sus
pl i<.:as y lágrimas. Y esta batal la ha de ser mi
certera
go. lamentarse de haber mantenido relaciones conmigo
a fin de
porque se ha visto abundantemente favorecido. En mi dl'rrota. Por esto, desde entonces, lucho siempre
. no recurra a súplic as,
pensamiento, y mucho menos en los secretos moti vos <lt• , ,citar al adversario de modo que
porqu e
mi especulación, jamás lo he iniciado. Lo mantuve tan 1 1 1 a lágrimas; ni a mencionar el nombre de Dios,
sólo a mi lado, ¡pues en el caso de verme obligado a al· 1• 1 1 t onces estaría perdido.
tuar de veras, habría sido el único de quien po<lría Sl'I'
virrne! Y, si acaso me hubiera existencialmente encami
nado por la senda del martirio, se habría convertido l'll 15 de abril
el discípulo. La diferencia entre él y ella es, coa mucho,
esencial. ¡Ay de mí!, pues a «ella» la he engañado de u11 ¡ l >ios sea loado! Ahora me comprendo. Fue
un bien que
1·1 año pasado no me dedicara a viajar: tal vez eJ
viaje me
modo particular, no habiéndome comprendido a 1 1 1 1
mismo al comienzo. E n resumen, aquella vez la Provi l1:1hría disipado o impu lsado a escribir algo
fuera de lu-
ciencia me atrapó. Si no hubiera pedido su mano y, con 10:1 1·; y además las penas padecidas el año pasad
o, a pesar
prove-
m i certeza de dominar e] asunto, me hubiera asegurado 1h.: que fueran tremendas, me han sido de inefable
su relación a distancia (así, por ejemplo, diciéndole qm· ' hu.
En general, primero sobreviene el héroe, o más
bien el
en el caso de casarme, me unfría a ella) y luego hubicrn
empezado a reflexionar profundamente sobre la conw l Mácter ético, luego el poeta; yo quería ser ambos a l a
a» y
niencia de.:
casarme, todo habría sido más fácil, pues d \TI.. E n tanto que necesitaba d e la quietud del «poet
resultado hubiera conducido a que no debía casarnu.· dl'I despego de la vida y de la calma propia del pensador,
ad, y
Pero la Providencia me atrapó entonces y hube de sufrii 1 p 1cría al mismo tiempo estar en medio de la realid
tremendamente porque Dios tomaba parte en el p.robh· metaf ísica a un
1 11 la creación poética y en la reflexión
1 1 1 i-.mo tiempo. Mártir de mí mismo, como siemp
re lo he
ma en el más riguroso de los sentidos, y entre Ella y yo
existía una obligación moral. Mi relación con Nielsen la -.ido, en mi melancolía había, no sin orgullo,
escogido
ó en mi ayu­
hice elástica desde el principio, todo lo posible, y prn ,·stas tareas para atormentarme. Dios acudi
cierto que lo he favorecido enriqueciéndolo con un brn:11 d 1 y, como de costumbre, más allá de toda medida.
Ahora
.

todo está en orden. Me corresponde retroceder


1 O. Regina (N. de la t.) 1 1 1 1 paso en lo relativo a ser yo mismo el que he d·
277
DTAR10 fNTTMO
276 SóREN KJERKEGAARD
disputarme en Di-
.
1ble, que .
ning ún escritor pueda sante .
y, así, mío será el objetivo. Jnsisliré con mayor fuerza en 11npos ro de lo intere
la cristiandad. Seré el amante infeliz, pues no puedo ser 11amarca
.
l a paln :'ª.
tra1c 1ona a
� �
den ro d 1 géne
¡ tarea , me hubiese
conve r-
a
yo mismo el cristiano ideal; por eso he de ser el poeta . Si hubier
y en e ídolo � del umomento))
; Pº �que
.
Jamás olvidaré esta humil lación, y por lo mismo seré
distinto a los habituales predicadores que confunden el
iido
habría
en el
aban
héroe
donad o el mo
.
1 � �
·ento
1 hacia la simph
esante y
c1dad
hacia el
mis fuerza s ac1a lo inter mi
Y encauzado fiel a
charlar acerca de algo con el serlo en realidad . Así como, que me mantuve
esto demuestra
a pesar de no estar casado, me he convertido en el más .. momento»;
entusiasta propugnador del matrimonio, así también, en t a rea.
¡Dios sea loado ,
Él �odo lo logra!
� mi parte; soy , en
par-
,
un sentido algo similar, acaecerá con la segunda tarea.
en esto me nto lguno de
No hay o a sí mis-
Porque no he tenido la fuerza necesaria para dejarme ha comprendid
que a m
matar por la verdad (tampoco mis disposiciones natura­
les estaban hechas para ese fin) me convertiré en un poe­
1 c , un genio

mo sólo despu és de ��� � �;


e l vado a cabo
la
al servicio de
acció
un
n más
poder
pa rte me he sen t'do
1 .
a
1usta; y en colía ongmana o
• .

ta y en un pensador: he nacido para ello, pero en lo rela­ mi melan


s d e b 1
' d a
tivo al cristianismo y al ideal de ser cristiano. Puedo tal
vez hacer cualquier sacrificio en las menudencias, pero
1HáS alto, ya ��
un peno so agu1J on �
, en a carne , ya sea debido
a que era

penitente.
esencialmente me remito a testimoniar la verdad humil­ nada más que un
demente, es decir, confesando que en el más riguroso de ha sido sólo la
.
cha, hum na mente hablando,
Mi desd� � o severa­
los sentidos no soy un testimonio de la verdad. Esta con­
e� 10, l a de
haber sido educad
haber sido � n g medios su-
fesión es para mí la verdad pura, pero el hecho de que dc poseído
.

en el cnsua msmo , l a de haber


sea la verdad produce en mí un dolor que precisamente 1nente
vivir.
señala la situación del poeta con respecto a la obra, licicntes pa.ra con un impulso
cro no hª bría comenzado
cuando es al mismo tiempo la obra de un pensador. Sin lo pnm : habría embaraza-
. ese 0 sino al
menudeo, y me
tan g1gan t habría tem' do
He ido muy lejos, mucho más allá que el poeta. Fue .ientos· sm 1o segundo, no

do con los m1ram


. .
contra toda
necesario para alcanzar el objetivo: es decir, el cristia­ i a actuar
su ir,
fr. que me dec1·¿·6
la idea de de alcan-

nismo, el ideal de ser cristiano. h bría sido capaz


Así como en el canto de un poeta resuena un suspiro de prude ncia. �S n lo terce
reque
;�: � º
La tres cosas
, de las cuale s
ión .
su amor infortunado, así en todo m i entusiasta discurrir i.ar la situac bienes reales , han
prime ras espec .ia1 mente son hombres
sobre el ideal cristiano resuena el suspiro: ¡Ay de mí!, yo las do . porque para los
mi d es d'cha·
1
no lo soy; sólo soy un poeta y un pensador cristiano. constituido son más que
orgullo Y
verda d y el temor a 0:ios no
la
El movimiento del mundo o, si se prefiere, el conílicto vanidad .
entre ambas concepciones en lo relativo a m i actividad Dios, alguien me
. .
o de l r ladón con
de escritor, se plantea entre estos dos polos: lo interesan­ Si presci ndiend
preguntara cómo
he � �� el escritor
o l· convertirme enanciano por
te o l a simplicidad . El gusto de la época se ha perdido
ondena· s ºe 1 0 debo a un
que soy, l e resp jovencita por
·
«

dentro de lo interesante; era preciso, pues, encaminarse rat'tud y a una


mayo r g
c¡uien siento la � P eso tamb ién , me
· .
a la simplicidad. o bl1gado, )) or .
· ,
aun más
Para ello yo estaba eminentemente provisto de lo inte­ quien me siento producto de una síntesis
raleza es e 1
parece que mi natu
,

resante (que el tiempo anhelaba). Será difícil, más bie11


DIARIO INTIMO 279
278 SÓREN KJERKECAARD

poo.;ible descanso en la victoria. Y precisamente este mo-


de vejez Y de juventud, de rigor invernal y de dulzuru
. 111l·nto constituye el peligro. Carácter en el fondo es con­
es�ival.. . El primero me educó con su noble sabiduría, lu
. l l 1 1 ujdad.
oua con su amable imprude ncia .
que fuera un
La Edad Media se equivocaba al suponer
:'
i ªYª a saber si no me he mostrado demasiado quis­
.1crilegio el matrimonio para un sacerdote
. Luego vino
qu1lloso al no admi tir ni siquiera a un secuaz! Pues, a
. resado tanto que
pesar d� �ue s1. efectivamente muriese ahora o si debiern t 111cro ... que se casó. Ahora hemos prog
�· rnnsidera pecado que
un pastor no se case; no es lícito
s�r sacrificado por mi idea. evitando de este modo Ja di·
n pastor si no se está
casado; los felig reses no podrán
ficultad de los secuaces, podría IJegar a tener alguno cu
:: generació�. a menos que todo no concluya como t 011fiar en él si no está
casado; y lo dicen claramente,
1 wno se dice de un médico «que
las familias prefieren a
pompa de Jabón. ¿Y puedo pretender, entonces pa­
ros sean unos
l1 1'i casados», porque temen que los solte

d.ecer o soportar el fastidio de los secuaces. qui ncs
.t 1-.¡ol utos.
siempre, más o menos, traicionan a la idea?
spondía a la
!3-
s como si en la idea só]o me hubiese amado a mf En la Edad Media, pues, el celibato corre
r mien tes en que podían
mismo; de manera que mi vida expresase la idea, sin .,1111Lidad (en abstracto, sin para
. Ahora, en camb io, el soltero es
1 ,¡ ·tir algunos disolutos)
pensar en que para que la verdad -o algo verdadero­
seguras en sus
haya de penetrar en el mundo, debe ser comunicada a ,oo.;pechoso, y la esposa y la hija no están
los demás, Y soportar por eso mismo que se vuelva me­ manos.
no de la es­
nos verdadera que todos los que la posean de segunda ¡Cómo ha progresado el mundo en el terre
aba más en un

mano la atenuen o la rebajen. ¿Pero no será preciso piritualidad! En la Edad Media se confi
1 d i be, considerando su
estado como garantía (silogismo
amarlos tanto que deba uno decida explícitamente?
casado, y por el
del espíritu). Ahora se confía más en un
gara ntías contra la
En las relaciones entre el pecador y Cristo pasa lo mis· ltl·cho de serlo se supone que ofrece
ismo de la carne).
moque en el amor de la mujer por el hombre. La prime. »1:<lucción de la mujer o de la hija (silog
ra etapa es dolor y padecimiento; pues la mujer no se ha
de mí mismo
_
entregado aun, permanece apegada al yo, y por lo mis­ ¡Qué penoso es! He dicho con frecuencia
que a semejanza de la princesa de las
Mil una noches,
y
�º se estremece al pensar en la superioridad mascu­ , escribiendo.
lma ... l1c salvado mi vida con los relatos, es decir
a inmensa, pa-
1 a pluma ha sido mi vida. Una melancolí
a patét ica; todo po­
La reflexión es para l a mujer casi siempre excesiva y 1kcirn ientos interiores de naturalez
itiera escribir.
cl1:i dominarlo con tal de que se me perm
por lo tant�, mu� peligrosa; porque a fuerza de reflexio � t·.ntonccs el mundo se enfureció conm
igo. Malos tratos
nar, la mujer, s1 ha vencido en tal punto o si ha sido
me hicie ron en cambio
d�rrotada, no podrá menos de detenerse en la considera­ q11c habrían vuelto estéril a otro,
. Nada tenía po­
ción de que ha vencido ... y entonces tropezará. 1 1 1ás fecundo; todo lo olvidaba entonces
itiera escribir.
El hombre es de carácter más esencial . El cáracter no dlT sobre mí, con tal de que se me perm
ncolía resur­
.
consiste tanto en vencer, sino en resistir después de la ¡ Pero cuánto me hizo sufrir esto! Mi mela
nuev o vigor . Los malos
derrota, en �a tener el carácter. La psiquis femenina es )'l', mis penas íntimas adquieren
� se me hacen insoporta-
capaz de resistir durante algún tiempo contando con el t 1 a tos y la resistencia del mundo
280 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 281

bles. En resumen, me falta aqueJlo que habría podido d.id el peligro relativo; pero también - ¡atención! - el
vencerlo a todo, me falta mi actividad l iteraria. Al final, pt•ligro más que relativo de no alcanzar lo Absoluto, de
para aliviarme un poco, debo permitirme escribir algu­ 1111 descubrir l a existencia, de que la propia vida no esté
na nadería. Pero no conseguiré hacerlo, porque no me..• 1111nás determinada en este sentido, aunque uno esté
atrevo a comenzar una obra de grandes proporciones, y 11111 lejos de serlo. Para un hombre es una presunción
así el calmante no surte ningún efecto. El verdadero cal­ l1111tástica l a de pretender ser lo Absoluto; pero Ja verdad
mante consistía en tener el móvil perpetuo de una activi­ ,. .,,á en comprender que ésa es la medida con Ja cual ha
dad constante. 1k medirse y para propia humillación e incitación; por­
fllll' si bien es humillante descubrir cuán alejados esta-
Hay algo de verdad en el dicho de que al final las mu­ 1 1 10� de ello, ha de estimularnos también para que tenda-
jeres poseen más espíritu de sacrificio, porque viven má11 1111>s hacia Él.
silenciosas y apartadas, y por lo tanto, más cerca de ha
idealidad. Ellas no confunden tan fácilmente el precio Es muy fácil sucumbir a la tentación de dedicarse a
del mercado con el criterio justo, como hace el hombn· t l·lormar y a despertar al mundo entero, en lugar de re­
en cuanto empieza a actuar en la vida. Lo que las salva lonnarse a sí mismo; una aberración de los entusiastas y
(por esto mismo es frecuente hallar en las mujeres ras­ nuberantes de fantasía.
tros y manifestaciones de individualidad y del valor nc..·­ También yo he sentido Ja inclinación a obligarme, casi
cesario para anclar en un pensamiento individual), es 1 k una manera demoníaca, a ser más fuerte de lo que en
ese desapego por la vida que durante cierto período Sl' H·alidad soy. Así como a los hombres sanguíneos se les
les concede. Un régimen de vida más callado hace que..· l'\Íge que se odien a sí mismos, así también se me exige
algunas veces sean más ellas mismas que los hombres, que deba amarme a mí mismo y prohibirme aquello que
cuya interioridad desde la infancia se ve comprimida 1 1 1dancólicamente pueda representar casi un placer, e l
por el tener que ser «Como los demás». Y ya en la juve11· 11d io melancólico d e mí mismo.
tud, para no hablar de la edad adulta, están completa Tengo el defecto de acompañarme mientras estoy poe-
mente echados a perder por el hecho de conocer y en 1 1 1ando; de exigirme casi desesperadamente la acción
tender las cosas prácticas y reales. El cual consiste preci , umo si estuviera dispuesto para ella. Por eso mismo ne­
samente en este conocimiento. ¡Si se educara a las jów l C i to humilda d. Me humillé una vez cuando debí rom­

nes del mismo modo, pobre género humano! pl'r el noviazgo: acto ante el cual mi orgullo se rebelaba.
También la emancipación de la mujer, que tiende ;1
una educación semejante, es una invención diabólica.
/Je se ipso 1 1
Fue el «espíritu del Mal» quien condujo a Cristo a la
soledad para tentarlo. De esto se podría deducir qut· Al final sucederá algo tal vez diferente de lo que en u n
siempre es el espíritu del Mal el que empuja a un ho111 principio pensara.
bre a la soledad. Algo de verdad hay en ello, pero es a l Cuando comencé mi carrera l i teraria con O lo uno o lo
mismo tiempo e l camino para una verdadera rclació11 utro, poseía, según creo, una i mpresión mucho más pro-
con Dios ... En la soledad se encuentra lo Absoluto, '
también el peligro absoluto. En la sociedad, la relativ1 11. «Sobre sí mismo.•
282 SOREN KJERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 283

funda, que la de cualquier pastor del país, acerca del tt'· ll'- sin duda se me concederán fuerzas suficientes para
n-or que infunde el cristianismo; estaba animado de un 1 llo: lo digo sin orgullo. Estaba y estoy más que dispucs-
temor y temblor como tal vez nadie lo ha estado. No poi· 111 ahora a suplicar a Dios que me libre de esta espantosa
eso quería apartarme del cristianismo. No, mi explica· 1.1rca. Además, yo también soy un hombre, también a mí
ción fue otra. Por una parte, había aprendido hacía yu 1111.:' gustaría una vida feliz en esta tierra. Pero si ha de
mucho tiempo que existen hombres destinado a sufrir; h.1bcr cristiandad, si ha de existir un Estado cristiano
y por otra parte tenía conciencia de haber pecado mu· como ahora se ven por todas partes en Europa- pre-
cho; por eso pensaba que e] debía aprender el cristianis 1t·n<lo, comenzando por Dinamarca, cotizar el precio de
mo por este terror. Pero, ¡qué crueldad y qué falsía de tu l'r cristianos de modo que todo ese revol tillo de concep­
parte, pensaba, si quisieras con esto aterrorizar y turbar tw. ( iglesia del Estado, funcionarios, prebendas ...) vuele
quizá demasiado, muchas felices y amables existencias, por los aires.
de quienes tal vez se podría decir que poseen verdadera No me atrevo a actuar de otra manera porque soy un
mente l a convicción de ser cristianas! Era completamc11 111:nitente al cual Dios se lo puede exigir todo. Hasta mi
te ajeno a mi naturaleza el pensamiento de proponernw 11111dición seudónima depende del hecho de que sea un
asustar a los demás; en cambio, ya sea por melancoJfa o pt·11 itente. La persecución no dejará de acosarme; en
tal vez por un poco de orgullo, me complacía en consol ar 111 :1nto a los honores y a la reputación, que por otro lado
a los otros, en mostrarme con ellos como la dulzura pt•r pudrían corresponderme en parte, estoy bien asegurado.
sonificada, ocultando mis terrores en el arcano más pro Estoy tan acostumbrado a soportar la traición y la in­
fundo. •" atitud del pequeño país, la envidia de los aristócratas
Mi intención fue dar una seña] a mis contemporáneo� \ l'I escarnio de la plebe, que tal vez - a falta de algo
bajo una forma humorística (para aparecer frívolo), a fin 111l·jor- nadie sea más apropiado que yo para predicar
de ver si el los comprendían que se requería una presi611 1 1 <. ristianismo. Que el obispo Mynster guarde para sí el
mayor; me proponía guardar para mí esta pesada carga, 111.11Ho de terciopelo y el ornamento de la cruz pectoral.
como mi cruz. He desaprobado a menudo que un vcrcfo
dero pecador se dedicara a asustar a los demás. Ése es d
significado del Tratado conclusivo. ';11/we «Ella»
Entonces vi con terror lo que significa un « Estado cris
tiano» (lo vi especialmente en 1 848); vi cómo aquellos " l • 11 lo que a «Ella» se refiere, siempre estoy, y de ser posi­
quienes incumbía gobernar, tanto en la Iglesia como t'll ltk de un modo más ardiente, pronto y dispuesto para
el Estado, se ocultaban cobardemente, mientras el ha111 li.1l't'r todo aquello que podría animarla y alegrarla. Pero
pa se alzaba con insolencia; y experimenté cómo se puµa li 1110 su apasionamiento. Soy la garantía de su matrimo-
una aspiración de puro desinterés y de verdadero temrn 1110. Si se enterara de lo que pienso acerca de ella, quizá
a Dios (y taJ era mi actividad li teraria) ... ¡en un Estado 11 111atrimonio la di gustaría de pronto. ¡Ay, demasiado
cristiano! 1111·11 la conozco! Una de dos: o ella es la misma de siem­
Con lo cual mi destino quedó decidido. Ahora dependt· l'H". y entonces resultaría en extremo peligroso; o ha
de los contemporáneos la cotización del precio de M'I 1 .1111 biado tanto que no le importaría nada si tratase de
cristianos; ¡ hasta qué extremo han de querer que sea h' 11 l'r<:arme.
rrible! A mí -estaba a punto de decir desgraciadaml'll 1· I domingo siguiente a la muerte del padre estaba ella
284 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 285

(en la iglesia del Espíritu Santo) con toda la familia. Yo •guijón en la carne [Act. 9, 3]); contra el pecado, en cam­
también estaba. Contra lo habitual, inmediatamente bio, uno debe luchar con todas sus fuerzas.
después del sermón ella salió en lugar de quedarse para Por eso una de las situaciones más tremendas es deci­
el canto del himno. Yo, en cambio, desde tiempos inme­ d i r si se trata de un aguijón en la carne o de un pecado.
moriales tengo la costumbre de salir de inmediato. Ella
iba acompañada por Schlegel. La tentativa le salió bien: A veces, en ciertos momentos de depresión, se me ha
estábamos a punto de encontrarnos, cuando descendía ocurrido pensar en que Cristo no fue nunca tentado por
yo de la galería. Tal vez esperaba que la saludara. Fingí ('I padecimiento de la enfermedad, y menos aún del tipo
no verla. Aunque lo hubiera querido, una razón comple­ 1nás penoso entre todos, cuando el cuerpo y la psiquis
tamente fortuita me habría impedido, por lo demás, 1•<;1 án recíprocamente afectados, de manera que en este
aproximarme a ella en ese momento. �¡ ·ntido la Vida del Modelo habría sido más fácil. Pero
Quizás ha sido un bien que haya tenido en estos días C'lltonces me digo a mí mismo: « ¿Crees que si fueses
el lío con la imprenta; pues me habría decidido a dar el ' ompletamente sano alcanzarías la perlección fácHmen­
paso contrario a lo que hasta ahora he entendido que t<.: o más fácilmente? ¡Oh, todo lo contrario! Te abando­
debo hacer: sólo con su padre habría podido explicarme. , ,�das entonces con suma facilidad a tus pasiones; y si
Tal vez ella piense lo contrario; tal vez piensa que fue él 1 10 a otras, ciertamente al orgullo, y a un sentimiento
precisamente quien impidió que nos acercáramos de 11umentado de ti mismo y a cosas similares.» Así los su­
nuevo. lrimientos - aunque sean un peso- son un peso útil,
Dios sabe cuánto necesitaría ser bueno para con ella; rumo los tutores que se usan en ortopedia.
pero no me atrevo. Y de muchos modos parece más bien En general, ningún hombre puede llevar una verdade­
que una Providencia quiere casi impedirlo, quizás en rn vida espiritual si goza de una perfecta salud corporal
previsión de las consecuencias . . . , porque ha sido por una y psíquica, porque el bienestar inmediato lo domina. La
circunstancia fortuita por lo que no pude hablar con vida del espíritu en cierta forma representa una muerte
ella. A la vez siguiente, cuando predicaba Kolchoíf, yo ¡iara lo inmediato. El sufrimiento sirve de ayuda. Cuan­
me hallaba en la iglesia del Espíritu Santo, pero «ella,, do uno debe sufrir a dfario, cuando se es tan frágil que la
no estaba. Idea de la muerte está sin más ni más y al instante, al
dcance de la mano, entonces uno logra también persua­
Sócrates amaba a los adolescentes. ¿Por qué? Porque d i rse de veras que tiene necesidad de Dios.
en ellos hay un soplo del infinito, y esto era lo que él La salud física y el bienestar inmediato son un peligro
quería que se conservara. 1 1 1ucho mayor que las riquezas, que el poder y la repu­
Tomad en cambio a Mynster. En verdad, él no ama a tudón ...
los jóvenes; sino a los hombres ya desmoralizados, qul'
convierten sus objetivos temporales en la seriedad de la
vida; a éstos no es difícil enseñoreados. cerca de su perdón

Contra «el aguijón en la carne» uno debe luchar e<· • Su » perdón no puede hacer más fácil mi vida, puesto
diendo, no mostrándose recalcitrante. (Pablo probabk que al fin de cuentas no fue ella quien se ligó a mí, sino
mente resistió con tanta fuerza que le quedó clavado d vo quien se ligó a ella. La herida que recibí de su mano,
286 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO/NTJMO 287
guiada, eso sí, por l a mía, era y había de convertirst• •11 11" 111 1aréjamás a ninguna otra. Luego tendría que supli-
una herida religiosa: el vínculo que une es la relfü l(Mt 11 ll'. con respecto a cierto punto, que me creyera. Si
con Dios. 1111 posee suficiente feminidad, l a explicación será más
Si, en cambio, debiera proseguir con el engaño hu•ll 111t·nos definitiva. Si, en cambio, tuviese la dialéctica
el último extremo y aparecer de improviso como un 1 " , , q11 -rida para reflexionar intensamente acerca de un
nalla arrepentido, Ja engañaría y su perdón sería 11111 111d licto semejante y tan loco, se sentiría vencida. Mien­
ficción. ' ' '" erea que yo me he comportado, si no como un mal
Amorosa como es, seguramente descansa ahora l'll 11u 1ql'lo, al menos como un trastornado por pensamientos
matrimonio. Ella lo entiende así. Yo era un hombn· ,1, .1 , ,.randiosidad, el conflicto no existe; pero si he de mos-
condiciones extraordinarias y en cierta forma demaNht 11111 me como religioso, el conflicto surge.
do elevado para ella. Pero luego no fui ni siquiera t i,•I, 1 k considerado mi responsabilidad hacia ella hasta el
aspiraba a un fin audaz... y ella habría debido de sucum , 1 1 cmo de asumir la responsabilidad de su vida. Hace
bir. «Sin embargo, me ha amado -se dice ella a sí 111111 1 ! l o ya que ha salido del paso por sí sola, con su casa-
ma- y yo lo perdonaré; mejor aún, rogaré a Dios por 111 k·nto. El error que cometí al embarcarme en una rela-
él.» Lógica respuesta para una mujer. Lo que la manti" 1!111 que no podía llevar a cabo, ha sido castigado; y
ne por encima de mí es precisamente que ella sea la pua 1111va o no haya sufrido el castigo adecuado, debo de to­
<losa, que ella haya sido mejor que yo. Si con mis cxpU ''"' modos pedir a Dios el perdón. Darle una explica­
caciones consigo demostrarle dónde está Ja piedad, tnl ' iu11, si acaso fuera posible, puede ser peligroso para
vez se trastornaría. 1 11.t, podría turbar la ilusión de su matrimonio: puede
Está claro que yo me remito a Dios. Pero es prcd�o 1 1 peligroso para mí y alterar mis relaciones con Dios.
que renuncie a toda autotortura. Que al fina], en ('i.h1 ' .1unque no se tratara de esto, queda aún un reparo, el
consiste el haber pretendido hasta la desesperación qm• d1· chlegel, 1 2 a quien debemos todo miramiento.
elJa lograra comprenderme. Pero tal vez Dios no lo qui,• Pero, como lo he dicho, porque sea peligroso no ha de
re así; me mantiene unido a Él por medio de un equívu 11ponerse en absoluto, que no pueda acaecer; pues a ve­
co, y en sus manos me siento tan débil, porque a cada ' 1 s aun lo más justo puede ser peligroso. Si ella lo de-
instante (cuando la fe flaquea) surge la preocupación pot 1•.1 ra, se podría intentar. Dios sabe que de muy buena
hacer algo, a fin de que ella me comprenda. Cuando wn 1•.111a lo desearía.
fe cierro los ojos y me estoy muy callado, me siento tra11 Tal vez algún día me resulte evidente que me corres­
quilo; apenas dejo de hacerlo, el equívoco me atormc11 ponde a mí dar el primer paso; pero lo que más importa
ta, porque en lo que a ella se refiere, tengo en mi contra u .on mis relaciones con Dios, y además ella ahora está
todo lo inmediato y a todas las apariencias exteriores. 1 . 1sada.
Si ella me pidiera ahora una explicación, le diría sen
cilla mente: «¡Hay un punto del cual no puedo hablar, v
tú debes perdonarme por ello!» Además, diría así l a vcr Mi relación con ella
dad, y supongo que un cierto grado de comprensión
Mi principal culpa es la de haberla arrastrado a alta
la complacería. Podría verdaderamente decirle que la
1 1 1ar.
amaba, que ha sido la única criatura a quien he amado
cada vez más, que la amaba cuando la abandoné y qut· 12. El marido de Regina. (N. de la t.)
288 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 289

111u, le di el consejo de que no tratara de luchar con orgu­


1 l l o porque en ese caso el asunto se simplificaría para mí,
-.ino que luchara con abandono.
« E l noviazgo». Esencialmente replegado sobre m( Sea como sea, era preciso romper; le devuelvo el ani­
mismo, oprimido por el dolor de la melancolía y por lall llo con una carta que ha sido reproducida textualmente
penas del espíritu de haberla «arrastrado conmigo mar l'11 el Experimento psicológico. 13
adentro » ; con ella naturalmente era el amor y l a aten·
ción misma, tal vez exageradamente, pero ya era yo un 5
penitente. Además, no tenía l a menor sospecha de que
ella me ocasionara alguna dificultad. En lugar de considerar el asunto como terminado, ella
'ube hasta mi cuarto durante mi ausencia y me escribe
2 u 1 1 mensaje desesperado en el cual, por amor a Jesucris­
to y por l a memoria de mi difunto padre, me suplica que

Ella se comporta con presunción excesiva. En el mis 11u la abandone. .


mo mom·ento mí melancolía se desvanece esencialmenll• De modo que sólo me resta arriesgar una tentativa ex-
y las penas del espíritu desaparecen. Vuelvo a respirar 11 1 rema: la de sostenerla, si fuera preciso, con un engaño;
mis anchas, como antes. la de hacer todo lo posible por rechazarla, por excitar
Ésa es mi culpa. Habría debido escoger este momento 11C10 más su orgullo.
para i mpulsarla a la ruptura, habría representado d Así fue como dos meses más tarde rompí por completo
triunfo de su presunción. 111 1estras relaciones.
Pero para mí era demasiado serio el pensamiento dt•
que no podría realizar el matrimonio; también había 13. Incluido en ¿Culpable o no culpable?, de Etapas en el camino de la
algo de infantil en su presunción. 1 u/n_ (N. del t. i.)
De todos modos, ahora disponía de m í mismo y matw
jé el caso un poco inclinándolo hacia ella.

El la se me entrega y se revela como el más amable dt'


los seres.
Al mismo tiempo, lo «primero» retorna de nuevo y a11
mentado por la responsabilidad, acrecentado por s11
abandono femenil, casi de adoración.

Preveo que se impondrá una separación.


Entonces, sincero con ella y traicionándome a mí mi'
D!ARJO ÍNTIMO 29J
q 11crido decir en ese sentido. Y tal vez ella no cometía un
1 1 ror, pues bien comprendía que en el caso de que me
, lvcidiera a aceptarla, habría realizado todo lo que estu­
vkra en mi poder para hacerle la vida digna de ser vivi­
d11. Eso significa que ella tenía fe en mí.
7 DE SEPTIEMBRE DE 1849 AL 1 8 DE ABRIL DE 1 850 Admitamos que me hubiera casado con ella. ¿Qué ha-
111 1a sucedido? En menos de medio año se hubiera acon­
l'uiado. Hay en mí (en ello consiste el lado bueno y el
7 de setiembre 111:do de mi naturaleza) algo de incorpóreo, algo que
l1.1cc que nadie pueda enfrentarse conmigo cuando de
Acerca de Ella 1 ompartir la vida cotidiana se trata, y entablar de este

11 1odo una relación real. Por supuesto, que la frívola cara


¡Tan querida debía de hacérseme esa niña, o tanto ha q 1 1 c l.e muestro a la gente es harina de otro costal. Pero
bría de quererla yo religiosamente! l1 1cgo, en mi hogar, vivo en un mundo de espíritus. Con
Ella misma con lágrimas y súplicas (por amor a Jesu 1 lla he estado comprometido durante un año entero, y
cristo, por la memoria de mi pobre padre difunto ... ) me 1'11 el fondo ella no me conocía aún. Por lo tanto, se ha-
conjuraba a que no la abandonase. Por lo demás, habrha 1 1 1 1 & sentido defraudada. Probablemente, entonces me
podido hacer con ella lo que quisiera, absolutamento lt,1bría obligado a cambiar; y yo, en mi empeño por ayu­
todo; y ella me habría agradecido toda la vida el hab�r cl.1rla a recobrarse, habría dado un tumbo porque su es-
permanecido a su lado, como el mayor de los beneficios. 1 1 uctura era en cierta forma demasiado ligera. Yo era
Su padre, considerando extraña mi conducta, me rogabu demasiado pesado para ella y ella demasiado ligera para
y suplicaba que no la abandonara: «Está dispuesta a so 1 1 1 í; y precisamente esta circunstancia puede hacer que
portarlo todo, absolutamente todo.» En cuanto a él y al 1 1 1 10 ruede por tierra. Así, probablemente, no habría lle­
resto de la familia, me prometía del modo más solemnt• vado a cabo nada; o quizá me hubiera desarrollado
(si esto era lo que yo deseaba) que ni él ni ninguno de lo" lvualmente, pero ella se hubiera transf01::mado en un tor-
otros transpondría el umbral de mi casa apenas me c.i 111L·nto para mí; porque una vez casados, yo la vería en
sara con ella . Sería absolutamente mía, como si no tu 11na situación completamente equivocada. Ella mori-
viera ni parientes ni amigos. 1 L1. .. y todo habría acabado. Asociarla conmigo en la his-
Así hubiese podido casarme con ella (si no hubieran 1 nria, si se hubiera convertido en mi mujer... no, esto no
existido otras dificultades íntimas para mí), habría po 1'" posible. Puede muy bien convertirse en una señora
dido fácilmente vincularla a m í por completo, como !':1sada, pero debe permanecer en su condición de mi
deuda de gratitud. Además, habría podido ser un tirano, 111nada; nada más. Debe ser la historia de un amor infe-
dado que tenía en mi poder ese terrible coercitivo: que d 1 1 1., y para mí será siempre «la amada a la cual todo lo
matrimonio era un beneficio que yo le había concedido. tld>O». Entonces la historia la asociará a mí; ¡ya me ocu­
Pero, en verdad, que si me hubiera comportado así, ha par·é yo de enseñárselo!
bría procedido como un canalla; de un modo indigno Es muy sencillo. La razón me decía con toda claridad
que clama al cielo, habría abusado del dolor de una niña qu� lo que me proponía hacer era justo, lo único justo.
que la impulsaba a decir lo que nunca hubiera debido ni t\·ro si no hubiera poseído un deber de conciencia que
292 SÓREN KJERKEGAARD DIARJO fNTIMO 293

me detuviera, ella habría vencido. No me hubiera atrevi· 1 y, mi naturaleza es así! Existe en mí algo de incorpó-
do, confiando en l a reflexión de mi razón, a desafiar sus 11·0, y me habría dado pena ver toda esa gracia amorosa
lágrimas, sus súplicas, el dolor del padre, mi propio de· 1 I<.: una adoradora desperdiciada conmigo, como si no
seo ... habría acabado por ceder. Tuve que sostener d ha:ra algo infinitamente precioso, como si el error fuera
combate desde un puesto mucho más alto: ésa fue la il1· ella y no mío. De ese error yo, en cambio, no la habría
causa de mi inmovilidad, que interpretaron como dun.·· 111 rancado jamás, porque ella estaba como embaucada
za de corazón . Por otra parte, de no haber tenido un pro· y, viviendo en mi hogar, lo habría estado cada día más,
blema de conciencia, las cosas no habrían llegado hasta 11l· una manera cada vez peor. Sus relaciones han tenido
ese extremo y probablemente hubiera cedido. Verdadc· 1111 final conveniente. Ella no se ha convertido en una
ramente, ella se había entregado demasiado a mí, y qui· 111t.:ndiga en mi hogar sino en l a amada, en la amada úni­
zá no hubiera podido recobrarse. ' .1. Así pertenece ella a la historia.
La razón me dijo: «Puede casarse con Schlegel . » Ellu No me siento muy apegado a l a vida y moriría de bue-
misma me había confesado más tarde que si yo no mu 11:1 gana. E l día en que muera, su condición será envidia­
hubiera presentado aquel día, n probablemente se habrfu lil · . Ha tenido un matrimonio feliz; su vida tiene cierta
comprometido con Schlegel. D e modo que todo estaba 111portancia, como rara vez puede alcanzar una vida de
en orden. ¡ Y quién sabe si mi niña, persuadida de que la 1 1 1 1 1jer para un hombre que, desde luego, no está lejos de
he dejado por una razón de orgullo, no haya sido quien. 11dorarla; y además, mi vida expresa que ella h a sido la
en realidad, me haya preferido por orgullo! Después Je 1 1 1 1ica amada; mi existencia completa de escritor ha de
lo que tuvo que soportar conmigo, las relaciones con 1 olocarla en primer plano. Y ya que no antes, en la eter-
Schlegel muy bien podían enderezarse. Al fin de cuenta!f 1tldad seguramente ella me comprenderá .. (aquí, una
.

ella ha ganado un hombre de bien, el mismo que una Vl"/. /ioja arrancada.)
amara. Así, como mujer, ha reconquistado su derecho,
porque su vida ha tenido gran importancia para él. Po Después de mi muerte verán que basta con Temor y
drá, agradecido, apreciar su gracia gentil a diario y u f111i1blor para hacer inmortal un nombre de escritor. Será
cada hora de la vida familiar. Si no lo hace es un necio. lddo y también traducido a lenguas extranjeras, y ho-
1 1 orizará por el tremendo pathos que contiene. Pero
t tiando fue escrito, cuando aquel que pasaba por ser el
1. Según las declaraciones de RegiITTa, ella admiraba a K. y no espt•
raba su petición de matrimonio, que la sorprendió muchísimo. Ella Ir 1111tor, se paseaba bajo el incógnito del vagabundo y con
habló en esa oportunidad de Schlegel. «Podrás hablar de Schlegel ba�ll• 111rcs de petulancia, de guasón y de frívolo; nadie pudo
el día del juicio -la interrumpió él-. ahora te quiero yo.» Regina hn 1 nmprender su profunda seriedad. ¡ Necios! ¡No obstan-
confesado que nunca dejó de percibir su melancolía, que lo dominal111
11·. ningún libro es tan serio como ése! Era la auténtica
hasta producirle un cambio de expresión. Según parece, interpretó 1 11
ruptura del noviazgo como una crisis de melancolía y ella habrfá 11• 1"< presión del horror.
suelto la situación por sf misma, diciéndole: «Basta, no puedo más; ert•\ i el autor hubiera tenido un aspecto formal, el horror
libre, no vuelvas a verme.» Ha declarado también que el 1 7 de mayo d1• h lbría sido menor. La dualidad es el máximo del horror.
1855, el día de su partida para las Antillas, donde su marido había shh1
Pero cuando haya muerto se formarán de mí una idea
nombrado gobernador, provocó un encuentro con K. por la calli;, �
acercándose a él le murmuró: «¡Que Dios te bendiga y te conceda q111· lt111tástica, la de una figura tétrica; entonces el libro ten­
todo vaya bien para ti!" (Del Prefacio de Rafael Mayer a los Papc/1•1 d di un éxito tremendo.
relativos al noviazgo, publicados en Copenhague en 1904). (N. de la t J U na palabra de verdad ya se h a pronunciado. cuando
294 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 295

pongo de relieve la diferencia entre un poeta y un hércx'. gcr al amado, cuidarlo, embellecerle la vida, etc.: exac­
Hay en mí un aspecto poético preponderante, y la misti· tamente la antítesis de la verdadera generosidad divina,
.ficación consiste justamente en que Temor y temblor es de la impaciencia del martirio, en la cual consiste el sen-
en el fondo una reproducción de mi vida. En tal sentido, 1 ido de las cosas de Dios. Lo mismo que digo para la
el libro ha sido indicado la primera vez que en el «Dia mujer se aplica a los amigos en general. Se ve, por lo
rio» aludo al tema, con respecto a mi actividad como 1anto, que el mártir ha de ser maldecido en vida, odiado,
escritor. .1cusado de egoísmo, de vanidad, de enemistad hacia el
género humano y de otras cosas similares.
Justamente, Vigilius Haafniensis2 ha llamado la aten­ Y al mismo tiempo se ve cuán justa es mi acusación
ción sobre el concepto de la angustia como categoría in­ tundamental contra la cristiandad, por querer sustituir
termedia en lo referente a la tentación. Ésta es al fin y al lraudulentamente la piedad cristiana por la piedad ju­
cabo la verdadera dialéctica de la tentación. Si un hom­ daica. La piedad judaica consiste en aferrarse a la vida
bre pudiera vivir siempre sin angustia, la tentación no Jo ll'rrenal, en poseer tan sólo el sentido de las cosas huma-
atraparía jamás. 1ins; el cristianismo, en poseer el sentido de las cosas de
Así entiendo que tentó la serpiente a Adán y a Eva; Dios. Los predicadores pasan por alto la auténtica exj­
pues precisamente la fuerza de la serpiente es la angus­ gcncia cristiana y embellecen el judaísmo. En primer
tia; no tanto la astucia y la hipocresía, sino esa astucia lugar, se las componen cómodamente para vivir con el
que sabe cómo angustiamos. l riterio de la piedad judaica... luego le endosan la reden­
Y la angustia (como lo observa Anticlimacus justa­ l ión y la eternidad en virtud del cristianismo. Una reli-
mente en relación a lo inmediato, cuando se menciona a 1•iosidad así constituida es, desde luego, la más cómoda
la generalidad de la desesperación) alcanza su grado que se haya concebido hasta ahora.
máximo en virtud de la nada.3 De este modo se insinúan
el tentador y la tentación en aquel que sucumbe, como si ¡Cuánta dulzura y cuánto consuelo existe para el hom­
él mismo hubiera inventado la tentación. Porque al fin .v bre al poder decirse: también mi vida expresa el amor
al cabo la tentación y el tentador dicen: «¡En el fondo no que experimento hacia aquella persona! ¡Pobre de mí!,
he dicho nada, te has angustiado por nada!» 11 1 i vida. el amor que me inflama, sólo expresa crueldad
La angustia es el primer reflejo de la posibilidad, un hacia la amada. Y en el angustioso momento del escrú­
relámpago, que sin embargo posee un tremendo encanto. pulo siento angustia de mí mismo, como si de veras fue­
' a cn.ieldad y no si Dios debiera en realidad actuar con­
La mujer con respecto al hombre (amor-matrimonio) migo de ese modo.
ofrece este atractivo: ella posee solamente «el sentido dl·
las cosas de los hombres» (Mat. 1 6-23);4 es decir, protc Mi relación con «Ella». Ultimátum: ¡Por esta vez! Se
debería entonces recurrir a un poeta a fin de explicarle
2. Seudónimo del Concepto de la angustia. que el lado poético de la situación consistía precisamen-
3. !.A enfemtedad mortal.
4. El versículo al cual se hace referencia, dice así: « Entonces él. vol
11..· en el papel de hermana. Si lo comprende, todo peligro
\iéndose, dijo a Pedro: •Quítate de mi vista, Satanás; eres un pelig111 l'rótico será alejado; pues con una insinuación de poesía
para mí; porque no entiendes lo que es de Dios sino lo que es de lo., , además con una pequeña ayuda de mi parte, podría
hombres.» (N. de la t.) entrar como por el ojo de la aguja.
296 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 297

Es de veras triste ver a esa muchacha continuamente 1uventud, y te diré quién eres... Di a ti mismo lo que
relegada a la sombra. Schlegel es, desde luego, un hom­ piensas, que así podrías alcanzar l a sabiduría. Porque la
bre amable: estoy convencido de que ella se siente feliz sabiduría del hombre consiste precisamente en juzgar
por completo con él. Pero esa muchacha es un instru­ con rectitud su propia infancia y su propia juventud, en
mento que él no sabe tocar; tiene tonos que sólo yo sabía que su vida exprese en verdad el propio pensamiento.
arrancarle ...
Por lo demás, en este asunto m i actitud ha sido y es En esto consiste al fin y al cabo mi fuerza : en mi sufri-
como un ejemplo de una de las mayores distancias entre 1 1 1 iento. Es tremendo pensar que mi relación con un con-
1 cmporáneo tenga por fondo una comprensión de mi yo
la apariencia y la realidad. Yo desempeñé el papel de un
canalla . . . ¡mientras hacía todo lo posible para que ese ante Dios en un sentido diametralmente opuesto.

matrimonio fuera posible! Bastaba una sola palabra mfa Sucederá conmigo como ha sucedido con los demás
y el matrimonio se hubiera frustrado. Yo soy el canalla, ,interiormente: tarde o temprano, se creerá que me han
un perfecto canalla; y luego yo soy quien sostengo a ese wmprendido por el resultado. ¡Oh, pero cuando estaba
matrimonio, cuando en cualquier momento podría sen­ -.ulo con mi miseria, tan mísero que ni siquiera conse­
tirme tentado a mostrarme un poco menos cruel con· guía coger la pluma para describir mi estado, aunque
migo mismo, y de este modo, el matrimonio se vería muy bien sé y recuerdo lo que quiero decir; cuando esta­
perturbado. Durante mucho tiempo, por lo menos, ésa ba tan solo, no como un simple doliente, sino con el peso
fue la situación; y si ahora no lo es, se debe a mí precisa· de l a acusación de una niña: que yo habría sido la causa
mente, porque de u n modo inmutable he proseguido de su muerte; y con el dolor de un padre como si ya hu­
siendo... ¡el canalla! biera muerto, con la maldición de una familia, y las ha­
bladurías y todo en contra mía! Si entonces no me hu­
Si mi sufrimiento y mi debilidad no representaran las biera dedicado a recorrer las calles para charlar con una
condiciones de toda m i actividad espiritual, podría inten vendedora de frutas y con cualquier ganapán, etc., no
tar aún el ponerme, sin más ni más, en manos del médico. habría podido resistir. Me impresiona en la historia de
No tiene sentido alguno sufrir como yo sufro, y luego no Napoleón que cuando llegó a los Alpes, parecía distraído
hacer nada en absoluto, cuando la propia vida carece <ll' wn sus ensueños y prefería entretenerse discutiendo con
importancia. Pero ése es el secreto: la importancia de mi los guías acerca de sus asuntos domésticos. Es compren­
vida depende justamente de mis padecimientos. .., ¡ ble: Napoleón llevaba consigo un plan mundial; yo, en
rambio, una melancolía casi en los límites de la posibili­
El texto de san Pablo: «Cuando yo era niño, hablabn d<1d humana.
como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño;
La justicia se venga por sí misma; el amor es vengado.
pero cuando ya fui hombre hecho, dejé lo que era d,•
niño» ( 1 Cor. 1 2- 1 1). Podría sugerir el tema: ¿Qué pie11
sas de tu infancia y de tu juventud? Sohre mi actividad como escritor
¿Piensas que ha sido fútil o llena de imaginaciones?
¿O acaso piensas que entonces estabas más cerca dd l .a
heterogeneidad debe mantenerse ante todo: es decir,
ideal? que hay aquí un escritor y que no se trata objetivamente
Dime simplemente qué piensas de tu infancia y de 1 1 1 de una causa, sino de una causa por la cual un individuo
298 SOREN KlERKEGAARD DIAR!O INTIMO 299

se ha mantenido solo, ha padecido a solas, · cte. Pero 1quiere venderse por Cristo!) a un «aspirante» honrado
como no han entendido por qué el Tratado conclusivo tic· q11c admite humildemente no ser más que un poeta, y
ne un carácter cómico y que en ello consiste precisamen t oníiesa cuán infinitamente arredrado está. Con él los
te su seriedad; y como creen que mejoran Ja situación 1 011 tcmporáneos no pueden arreglárselas al instante o
tomando las cosas individualmente y traduciéndolas al t.111 pronto; puede convertirse en la inquietud incesante
uso y costumbre de los docentes; así también, debido a 11l- la contemporaneidad.
una nueva confusión, concluyen por tratarlo como una
causa y todo se traduce en objetividad; hacen consist ir En conjunto, la mujer es y debe ser un correctivo de la
l a novedad en el hecho de que exista en la obra una dot· p1 édica éticorreligiosa. No ha de ser ésta evera para con
trina nueva, en tanto que la novedad consiste en qm· lu!> hombres y diferente para las mujeres, pero debe, a
existe en ella una personalidad. pesar de su severidad, respetar a la mujer como una ins-
Como un penitente, y persuadido al mismo tiempo dt• 1.1ncia, y ser por lo tanto indulgente. Y por otra parte, tal
que en cierto modo esto correspondía a mi estructurn Vl'Z la mujer puede soportarlo ... ya sea porque posee me-
originaria, no he querido ponerme en evidencia. Mi acti 11os pensamientos y menos ideas que el hombre, o porque
vidad y m i exi stencia de escritor es como una exigencia. 1i1.me más sentimiento, más fantasía y más pasión. Por eso
He trazado el campo de batalla, incitando y espiando h1 1 1 1 ismo quizá, ella puede aguantar el peso casi mejor.
aparición de ese Ente; al instante me habría colocado "
su lado, presentando esa «formación)) que mis seudóni Que el « libre albedrío» sea una quimera, se deduce,
mos muestran siempre; en la que el mayor está siempn· 111cjor que de cualquier otro modo, por las dificultades,
en situación de servidor con respecto al menor. Esto i11 por el prolongado esfuerzo requerido para mudar una
dica la meta más alta, en tanto que lo demás siempre l'!'oo ... imple costumbre, aún después de haberse hecho un fir-
mayéutico. 111e propósito; o si no cuando el hombre, presa de escrú­
Pero esto no ha acaecido... pulos, debe luchar contra impulsos involuntarios y com­
halc con angustia mortal, que, en un principio, .lejos de
Hay algo de verdad en las palabras que un día me dijo .ill'jarlos, los provoca. De modo que sólo logra vencerlos
mi hermano Pedro: que la diferencia entre nosotros des po·o a poco, después de infatigable lucha.
de el punto de vista religioso, estribaba en que para él la
relación con Dios consistía en ser amado y para mí e11
amar. La observación no era del todo nueva; porque a l�L HIJO PRÓDIGO. EL PADRE. EL HERMAN05 (3 disertaciones)
menudo me ha inquietado l a duda de que si no sería
Dios <lema iado infinüamente elevado para que un hom O quizá se podría elegir una forma nueva: diversión
bre ose amarle. Sin embargo, está escrito: «Amarás al 1 omo edificación (entre paréntesis: Lectura recreativa).
Señor Tu Dios.» Además, también yo he expresado sie111 (Al margen): No es una novela. El relato es breve y no
pre que para mí Dios lo hace todo... 1 unliene una sola palabra sobre el amor; no hay perso-

AJ fin de cuentas los hombres prefieren a un «exalta


'i. Comentario con fondo autobiográfico de la parábola cvang�lica
do» que la emprende con el ideal (con éste, o puedt•1 1 (/, 1 1-32), que acentúa, a pesar de la ruslicidad con que está rcdac-
1 S,
acomodarse o mandarlo de paseo diciendo justamenh' 1.1110. el profundo cpathos• personal. (N. del t. i.)
300 SÓREN KIERKECAARD DIARIO INTIMO 301

najes femeninos. A ningún novelista se le ocurriría el relato se trasladan a ese paí extranjero; no, en el
una
situación semejante; simplemente un padre y sus 1111-.mo instante hemos llegado al fin del cuento, por lo
dos hl•
jos; una narración muy simple. 111l·nos de la primera parte. Se podría mostrar fáciJmen-
1•' que su impresionante brevedad puede tener un signi­
IH ado más profundo. Porque, cuanto más pronto un de-
1 . El hijo pródigo 1 1 ochador haya tirado todo lo que posee, tanto más
d1·1Tochador es; y por lo tanto es contradicción prolon-
Empecemos por el principio. En el principio él quiso cu· la historia en volúmenes volúmenes con el relato
11.ir
nocer el mundo; está harto de su hogar, de ver las misma 1 k los derroches del derrochador máximo. Pero aun en lo

cosas, de escuchar siempre lo mismo. La eterna historia 11·lativo a tales observaciones, trataremos de ser breves.]
.
Así piensa la juventud. Llega el momento en que Oc haber permanecido junto a su padre, seguramente
la casu
paterna parece demasiado estrecha. Otro tanto 110 hubiera derrochado tanto. Así, su desgracia consiste
succd11
con la jovencita que desde la ventana de la casa , 1 1 haberse marchado lejos. Pero quizás haya sido tam­
patern1
contempla la calle (porque una joven debe conten hu.:n su salvación; porque ahora el padre no estaba tan
tar�
con el permiso de mirar de vez en cuando por la ventan 1 l'rca de él como para impedirle que hiciera todo el
a:
no le está permitido salir como al muchacho); así 11prcndizaje por el cual debía pasar.
le part•
ce descu brir que aquello que busca está lejos. Por En general, los padres no Jo entienden; no poseen la
eso, 111
actitud característica de la jovencita es la de «Suspi 111agnanimidad suficiente como para echar a l hijo de la
rar•
en medio de su dicha: ¡ese suspirar tan suyo! Pero 1 .i:-.a o para comprender que debe irse: y de este modo,
gem·
ralmente no pasa de ahí. Permanece tranquila en la 110 existe solución alguna.
casu
paterna, y la nostalgia se transforma en un presen Las compañías del hijo pródigo fueron malas desde el
timicn
to callado, en riqueza para el resto de su vida. 111 mcipio hasta el final (¡ perdió todo su dinero con las
¡ Pero el hijo debe marcharse! 1 .\meras!) y acabó guardando puercos; la compañía más
...continúa el rel ato. u in e nos es la misma ...
[al m�rgen: Luego de recibir (su) -sí, claro que era posi Es un error considerarlo hijo pródigo después de ha-
ble disputarle el derecho, pero de eso hablaremos 1K·r gastado su dinero; lo era más aún cuando lo derro­
l'll
otro lugar. Y dado que el padre, el más autorizado ' haba con las meretrices.
parci
hacerlo, no opuso dificultades, no las suscitaremos « Luego volvió en sí.» He aquí que el viaje al extranje-
no ·0
tros tampoco: de modo, pues, que luego de haber recibí 1 0 ha concluido; en realidad no concluye con el regreso
do ((su» parte de los bienes paternos, se march .d hogar, sino con el volver en sí. Y ahora queremos co-
a a l ex
tranjcro. Si sucumbe en el mundo, de todos modos 11 1cnzar a hablar en otro tono del hijo pród igo.
110
podrá decir que ha sido porque el padre, con terque
dad
y severamente, dificultó su formación y le negó el dinem
? m padre
para un viaje al extranjero.
Parte, pues. No es una novela; en seguida uno presic En general, se presta toda la atención al hijo pródigo y
11
te que el relato se precipita hacia la ((catástrofe » 1 asi se olvida al padre.
. Uso
esta palabra extraña porque en esta narración Pero no es justo, porque este padre era en verdad un
existe dl·
veras un desbarajuste. Parte; y de esta manera, no sólo hombre muy extraño.
1:1
302 DTARJO fNTIMO 303
SóREN KJERKEGAARD

Si quieres saber exactamente en qué consistía su l'" 1 \', pretendes un cambio, es mejor que interrumpa
s in-
se
trañeza, te lo diré, pero escúchame bien. Cuando tuvo un 1 1 11•d iatamente la lectura; pues en tal caso ese padre
homb re más aburr ido de la tie-
hijo pródigo se convirtió en un padre de veras. Los otic11 , 111 1vertirá para ti en el
1 "". Y nada más tengo que decirte para tu consuelo,
padres se complacen en serlo cuando tienen hijos sin d" sino

fectos; en cambio, en el caso de un hijo pródigo, el pa<lu• que a un padre semejante raras veces se lo
encuentra
dice: «No quiero ser su padre, ¡que se marche de mi rn 11110 en la rea lidad.
ipio,
sa! » Nadie quiere ser padre de un hijo pródigo, pero t•slet Ahora correspondería comenzar desde el princ
padre, este hombre extraño, quería serlo justamenll•, p11nto por punto.
hasta tal punto que parecía amar menos al hermano dl'I
hijo pródigo, al muchacho de bien: ¿no es raro? ¡Oh!, "'
un coplero podría acabar así la historia con un: «¿no t•• \ m hermano
raro?», ¿no podré yo acaso concluirla de la misma m11
nera? El hijo pródigo no es un caso raro en la realid<u.I, l•s costumbre representarlo sin más ni más como al de
n,
pero, ¡cuántas veces uno se encuentra realmente con un 1 urazón duro, horrorizarse ante su dureza de corazó
padre como éste, por no decir que su lugar está en lrnt .rntirse mejores que él. ¡Cuidado! Es preciso ser cautos
cuentos y en el Evangelio!, pues el padre que aquí !4f ,, verdaderamente se desea sacar provecho
del Evan-
s y no seguir el prime r im­
m�nciona es verdaderamente el Dios del cielo. 1·cl io, y sobre todo, ser cauto
Empecemos por el principio, a fin de estudiar a l'!IO pulso.
este
padre amoroso y aprender a conocerlo. 1 Juman.amente hablando, él tiene razón; sobre
No hay exage ración algun a en
El hijo quiere conocer mundo, juzga demasiado estn• punto nada hay que decir.
. u descontento; se mantiene en los límite

cha la casa paterna. En cierta forma, era ingrato con su s de lo conve ­
razón .
padre, pero el padre no se lo reprocha. Por el contrario, niente; repito que, humanamente hablando, tiene
Evan-
el padre probablemente ha concentrado de tal mancrn Por eso cuidemos el domingo de no servirnos del
a ese herma no. Sí, hay
su amor en el hijo que no piensa en sí mismo. 1id io para creernos diferentes
al instan te:
Luego el hijo exige que el padre reparta con él sus bil' 11na razón de descontento que no se descubre
1.• I era siempre un buen hijo. Seguro que ha amad
nes. ¡Qué injusto es!, porque el hijo no tiene el menu1 o a su
derecho a exigirlo. ¡Y qué ingrato! Al final es como st padre y ha creído merecer su amor . De modo que en el
sino que el
dijera al padre: «En el fondo, quisiera que hubiest.·s londo no es que le tenga rencor al hermano,
a costa
muerto.» Y si con esto se contentara al hijo y si fucrn hermano, ¡y qué clase de hermano!, es preferido
del padre llega hasta el extrem o
para su bien, el padre amoroso hubiese deseado estai 'iuya. Y cómo la alegría
el pródi go, y que
muerto. de que parece que tuviera un solo hijo,
El padre, entonces, reparte sus bienes con él. Claro se olvidara del otro. Como si el padre
dijera (al contrario
que es raro que un padre se muestre dispuesto a hacl'I de los otros padres que no quieren serlo de los hijos pró­
Y quiero
eso; pero si así fuera, los dioses habrían de estar de acue1 cl igos): no quiero ser el padre del hijo decente.
es como
do. Pero este padre todo puede soportarlo y, sin embargo. recordar aquí que a menudo, en los casos grand
seguir siendo padre; la paternidad no es para él un título rn los pequeños, se ven ejemplos en
que el hijo de mala
de pega. No. El hijo quiere marcharse: él es el padre. El l Onducta es el favorito y todos están dispuestos a felici­
de
hijo se va: él es el padre. Sí: y si tú, porque así te cornpla tade cuando ese hijo mala cabeza demuestra un poco
304 SOREN KJERKEGAARD
DIARJO INTIMO 305

afecto; de modo que la condición más ventajosa t'll 1 11 1 1111: (como ya lo enseñó Aristóteles): se manti
ene
vida de familia como en la más vasta, del Estado 1 1• 11 lt' y de ninguna manera coincide con el
concepto.
casi la de ser el hijo de mala conducta. Debe subray;11 1 11 1 un ser anima l, para una planta
, para un ser hom­
eso sí, que el hijo pródigo se convierte de veras. l 1 . , 1.i existencia (ser o no
ser) es algo muy decisivo; un
Mi objeción contra el hermano, en el fondo, e� ,.,.,, h11111 hrc solo no tiene una existencia conceptual.
La filo-
puesto que ve que al padre el asunto le causa un indahW .l 1,1 moderna habla de la existencia de un modo
que
placer, hubiera debido, por amor a su padre, secunda1lu 11 1 1 1 1 1estra que no cree en la inmor talida
d perso nal; la
en su idea. 11111..ul'ía en general no cree, ella comprende tan sólo la
A este respecto contar todo lo que se sabe acerca clfl 11 1 1 1Ídad de los «conceptos».
hermano.
Luego utilizar tal vez la parábola de los dos herma11111 N11 logro que nadie me comprenda. Claro que se puede
uno de los cuales dice que sí y no lo hace; el otro dice qut •1111 prcnder aquello que digo; pero cuando
se trata de
no y hace la voluntad del padre. l'1111L. .-lo en práctica, nace la incomprensión.
Nadie está
Lo que confunde por completo la doctrina sobn· 11 ' 1 1 1 1 0 yo en todo instante sometido a las exige
ncias de
«esencia» en lógica 6 es el no considerar que se OPl' l l 1111.i f uerza superior, que inflexiblemente lo obliga
a se-
siempre con el concepto de existencia. Pero e l conc<'I ''" 1 1 1 1 hasta en los más míni mos detalles aquello que
ha
de existencia es una idealidad, y la dificultad estrilll 1 1 1 1 1 prcndido.
precisamente en saber si l a existencia se resuelve JlUI' l 1 1 1aginad un caballo que contemple admirado al
ca-
medio de conceptos. Si así fuera, Spinoza podría tc1wr 11. tllo << bailar ín» de un circo ecuestre y que se
proponga
razón con su essentia involvil ex,istentiam, 7 esto es, el con l 1 1 1 1 1 a r el paso de danza. ¡ Ningún caballerizo con
fusta,
cepto de existencia, vale decir, la existencia ideal. • pucias y freno le obliga
a seguir ese paso de danza!
Pero, por otra parte, Kant tiene razón cuando afirma , C icéis, acaso, que por
cuenta propia, lograría aprender
que del concepto de existencia no surge ninguna nueva 1 1 paso que para un cabal lo
común representa una espe­
determinación de contenido. Kant, claro está, pien!\I ' 1�· de crueldad?
honradamente en la existencia como no coincidente con ' lo que sucedería con este caballo (que a lo mejor
no
el concepto, es decir, que piensa en una existencia empl· 1 ra n i menos bien formado ni carecía
de condiciones)
rica. Sobre todo en el ámbito del ideal cuenta el princi· 1 �·..,pecto del otro, sucede con lo demás y conmi
go. Se
pio de que la esencia es la existencia (si está permitido ,...,luerzan por dar un salto, tropiezan, se emba
emplear en este caso el concepto de existe?cia). a tesi• � d.111 un salto distinto; cuando uno se lanza a actua
rullan ... y
r de
.
leibniciana -si Dios es posible, es necesario- es JUStís1· 1111a manera éticorreligiosa, casi al instante cae
en el uso
ma. Nada se le añade a un concepto, sea que tenga o no ck medios impacientes, hábiles, mezquinos. Falta
el ca­
existencia; para el concepto esto no cuenta en absoluto: li: dlcrizo, la fusta y el freno.
porque sobradamente posee existencia, es decir, existen·
cia de concepto, existencia ideal. Es un error fundamental creer que no existan concep
­
Pero la existencia corresponde a la realidad singular, t o · negativos. Los más elevados principios de todo
pen­
.... 1111icnto, o bien las pruebas de los mismos, son
negati­
6. Evidente referencia a la Lógica de Hegel. (N. del t. i.) ' as. La razón humana tiene sus límites: y sobre
vienen
7. La esencia involucra la existencia. (N. de la t.) los conceptos negativos. Las luchas contra
los límites
306 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 307

son negativas, es decir, repulsivas. La idea que se poset• 1.ón, en reunirlas, afirmar que se hereda lo que para su
de la razón humana es torpe y presuntuosa, especial­ concepto es imposible de heredar?
mente en nuestros tiempos; no se concibe jamás a un Es preciso creer. La paradoja en la verdad cristiana
pensador, a un hombre razonable, sino a la razón pura y <.lepende siempre de que la verdad haya de ser tal como
a otras cosas por el estilo que en realidad no existe�; 1.:s para Dios. La medida y el criterio utilizados son so­
porque a mi entender, nadie (sea profesor o lo que se k brehumanos, y con respecto a ellos una sola situación es
antoje) puede considerarse la Razón absoluta. La Razón posible: l a de la fe.
absoluta es un producto de la fantasía, lo cual explica la
magnífica carencia de límites, y por ende, la ausencia de La manía de los ferrocarrHes es un intento absoluta­
conceptos negatjvos, la comprensjón total, como la bru­ mente babélico. U n efecto del ocaso de una cultura, la
ja (de la fábula) que acaba comiéndose las entrañas. velocidad del fin. Desgraciadamente comenzaron casi al
mismo tiempo las novedades y el año 1848. Los ferroca-
Nunca el mal y la mediocridad son tan peligrosos 1Ti Les representan la potencialidad de la idea de centrali-
corno cuando los encubre la cordialidad. 1.ación. Y la novedad conduce al despedazamiento in dis­
iecla membra. 8
La angustia, en el fondo, no es más que impaciencia. La centralización señalará probablemente, aun desde
Hermosas palabras las de Petrarca: « La ira es una lo­ el punto de vista económico, el fin de Europa.
cura breve, y si no se la contiene, una larga locura qul'
conduce a la perdición. » En la primera etapa de la vida humana vale el princi­
La situación más peligrosa para un niño e n e l campo pio: el mayor peligro está en no arriesgar. Luego, cuan­
religioso. E l mayor peligro no está en que el padre o el do uno ha arriesgado fundamentalmente, en la segunda
educador sea un librepensador o un hipócrita. No, el pe­ l!Lapa cuenta el principio de que el mayor peligro está en
ligro está en que sea un hombre pío y temeroso de Dios, arriesgar demasiado. En el primer caso, por negarse a
en que el niño resulte profunda e íntimamente convenci­ arriesgar, uno se pone al servicio de la trivialidad; en el
do; y que más tarde, sin embargo, realice que en lo ínti­ "cgundo, por haber querido arriesgar demasiado, se de­
mo de su alma se oculta una inquietud, como si ni si­ ' ·mboca en la fantasía, quizás en la impiedad.
quiera el temor de Dios y la piedad pudiesen dar1e la
paz. El peligro consiste en que en condiciones semejan­ Una observación psicológica sobre el amor entre man­
tes, el niño se siente impulsado a formular casi una con­ cebos en la antigüedad.
clusión con respecto a Dios, a pensar que Él n.o es el La razón por la cual en la antigüedad la pederastia
Amor. 1.• ·taba tan generalizada y no se juzgaba condenable, se

debe ciertamente a la corrupción del paganismo; pero


El dogma «del pecado original » como «culpa» es la desde el punto de vista psicológico es preciso tener en
verdadera paradoja. Se demuestra mejor la paradoja dl' cuenta algo.
la manera siguiente: este dogma resulta de una síntesi� En las relaciones entre hombre y mujer, en la esfera de
de categorías cu ali ta tivarnente heterogéneas. « Heredan>
es una categoría natural, «culpa» una categoría éticoc:-. 8. Disjecta membra: miembros dispersos. Horacio, Sátiras, I, 4.
piritual. ¿Cómo es posible pensar entonces, dice la ra (N. de la t.)
308 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 309

la simple sensualidad, l a intelectualidad no tenia cabi .tños, ese resultado jamás se hubiera conseguido. Mis
da; en este aspecto, la mujer estaba considerada muy contemporáneos han recibido el arpón en pleno cuerpo;
por lo bajo y ante todo demasiado inferior para la idea pueden correr, si quieren, pero arrastrarán consigo la
masculina, como sucede en todo Oriente. Las relacione!! ruerda.
son puramente sexuales. La intelectualidad se abocó en
tonces al amor inocente por los efebos, como dice Sócm· La palabra creadora de Dios crea con omnipotencia de
tes, y luego degeneró en el vicio. Pero la intelectualidad la nada.
nada tenia que ver con el amor al sexo opuesto. Un orador, un retórico, produce el efecto inverso; ha­
En la cristiandad se ha puesto más o menos intelct· hla de la verdad que es escarnecida... y él obtiene hono­
tualidad en lo referente al amor a la mujer. Queda en pit• res y consideraciones.
la pregunta de si este agregado de intelectualidad, con Un pensador existencial produce aquello que anuncia.
respecto a un instinto así, no constituye un peligro moral Cuando dice «la verdad es perseguida» da golpes enérgi­
mayor; es decir, si no desarrolla un refinamiento qut• cos, que reciben como respuesta otros golpes; y puede
conduce a que poco importe amar solamente a una y att·· añadir, señalándose a sí mismo: «Podéis comprobarlo
nerse a ella, cuando per abusum se pone en contacto, dt• mirándome.»
este modo, a la intelectualidad.

Necesitar del trabajo para ahogar una melancolía pro /)e mí mismo
funda (hasta el extremo de que el médico deba decirnw:
« ¡Trabaje, por amor de Dios!»): no atreverse luego a tni Bueno, lo que los otros llaman jocosidad, broma ... una
bajar porque se carece de medios (en tanto que habitual lutesa: para mi es simplemente, y en el más profundo de
mente quien quiera ganar más basta con que trabajt• los sentidos, un delito.
más): en estas condiciones haber conocido a diario In La canalla se proponía conseguir que yo pasara frente
perspectiva de soportar los malos tratos de la brutali a la plebe por loco, para provocar de ese modo el escar-
dad ... ¡es muy cruel! 1iio con respecto a mí.
Sin embargo, como aquel que ha atravesado una selv11 Querían: o que me marchara -para que se demostra­
virgen a golpes de hacha, así también me siento yo fcli1 'l' que la plebe me condenaba al ostracismo-, o que mi
y gozoso. He vencido, he abierto un claro en la selva: u obra fuera disminuida.
través de las ilusiones he abierto una tronera sobre l'I Las cosas llegaron hasta el extremo de que hubiera de­
cristianismo, como hacía mucho tiempo no se había lo bido esperar un ataque personal por la calle; en ese caso,
grado hacer. ¿Qué me importa sufrir entonces? Verdadt· los que me conocen se hubieran asustado y yo habría
ramente no he trabajado en vano, no he dado golpes l'll -;nlido mal parado.
el aire ( 1 Cor. 9-26). Ha sido preciso un despilfarro; todo Pero de una manera paternal, de una manera inefable-
lo he comprometido; la Providencia me ayudó; he triu11 1 1 1cnte paternal, la Providencia me tendió la mano. Debo
fado. Por lo demás, no importa mi actual condición: co11 1ambién sin duda a mi innata prudencia y a mis virtu­
inefable reconocimiento la he puesto en manos de Dio:. des personales el saber comportarme en una situación
Es cierto que sólo así se podía alcanzar lo que he alca11 1an difícil (de la cual todo depende): en vez de invo­
zado. Si el ritmo se hubiera retardado durante uno o do, <ar la ayuda ajena, traté de disminuir la importancia
310 SÓREN KIERKEGAARD

del ataque, de modo que los amigos no me han trnl


donado.
¡Y cuánto he ganado para poner de relieve el cristiu
nismo! ¡ Y cuántas hipótesis poseo acerca de l a vida da
nesa! ¡Ya lo verán cuando llegue el momento!
l S DE ABRIL DE 1850 AL 22 DE ENERO DE 1 85 1
Enséñame Tú, ¡oh Dios!, a fin de que no me asfixie l'll
eJ martirio o en medfo de una asfixiante reflexión, sino
para que respire a pleno pulmón en la fe. F/ estoicismo y mi vida

Sin que quiera alabarme a mí mismo, me atrevo a Cuando leo a alguno de los estoicos, descubro que yo me
creer que yo podría ser quizás en nuestro ambienh• remito esencialmente al cristianismo. Puede ser verdad
quien gozara de mayores consideraciones. ¿Por qm�, .1quello que el estoico expresa a menudo con energía y
Porque se da por supuesto que soy un estrambótico, un habilidad, pero no me comprende. En un estoico todo es
demente, etc. orgullo, no hay cabida para la tristeza. Despreci a a esos
Una meretriz refinada siente en su fuero interno hon hombres, pobre plebe ignorante; los trata como a niños,
da estimación por una joven honesla; pero no dehc.• l orno si para él no contasen. Sus acciones carecen de
manifestarla en público, porque quiere reservarse d ,¡gnificado para ese sabio, no pueden ofenderlo; no sólo
derecho de burlarse de su honestidad como de una 1:s capaz de perdonarles las ofensas que le infieren, sino
extravagancia, de una rareza. Mjenlras la joven no repa que en su soberbia dice: ¡Hijos míos, vosotros no podéis
ra en ello y se mantiene tranquila, todo va bien; pero si oíenderme!
quisiera invertir la situación y juzgar que la vida de la ¡Mi vida no es ésa! Es cierto que con los aristócratas y
meretriz es algo más que una extravagancia, una triSll' los poderosos puedo sentirme inclinado a emplear esa
locura, una perdición, la suerte de esta joven estarla t:íctica, a armarme así, y por lo mismo su actitud para
echada. La mala mujer no descansaría hasta que la po conmigo nunca me ha afligido en el fondo; me vengo de
bre muchacha cayera en l a trampa. dios un poco a la manera estoica.
Pero, en cambio, ¡cuánto he amado al hombre común!
Mi alegría más honda era la de poder expresar de alguna
manera mi amor por el prójiroo; mi consuelo era, al ver
la abominable ostentación de aristocracia frente a los
más pobres, atreverme a decirme: « ¡ Yo no me conduciré
así!» Mi placer, mi dichoso pasatiempo era el de poder
suavizar mi requisitoria. Ése ha sido el fin de mi vida.
Por eso me afligen indeciblemente Jos escarnios del
hombre común. Creo que entre nosotros no ha habido
nadie que amara al hombre común como yo lo he ama­
do, ¡y ver que ahora muestra una actitud hoslil para con­
migo! Un periodista que por medio del engaño saca su
312 SóREN KJERKEGAARD
DIARIO ÍNTIMO 313

dinero al hombre común para


suministrarle conceph• \quellos que no conocen la vida de sociedad piensan con
confusos es considerado como
. un '
benefactor· en cambio
' l i l·cuencia que el personaje público debería precaverse,
�u1en tanto sacrificó, quien renunció a las ventajas ,lo
h11cer aclaraciones, etc . , y que constituye una prueba de
tngresar en la camarilla de los
do como enemigo del hombre
aristócratas es present11 �
, 11gullo el no hacerlo. ¡Qué desdichados so s en vuestra
común, como aquel 1 11 1genuidad! No. el público sólo desea .chismes, «algo
quie_ n
el hombre de la calle ha de esca
rnecer. p.1ra comentar». Sólo hay una escapatona, la de la astu­

¡ unca la vida cobrará un aspe
cto semejante para un t ia la de mantenerse ocultos en la medida de lo posible
estoico!
v � ostrarse nada más que en las circunstancias más so­
h·mnes; pero una conducta semejante, el cristianismo no
l.1 permite... .
El público
¡Algo para comentar! Dios creó al hombre a su imagen
(Gen. 1 , 17) y le dotó también con el don de la palabra,
La situación general de la vjda
pública no es más qur porque era su intención que el hombre hablara al ho�­
una absoluta falta de concien
cia. Existe un monstnao hre como a su prójimo, el amado con la amante, el ami­
hambriento < ºº quiero decir
aunque los últ .
, imo � u� esté sediento de sangrt•, !
go con el amigo, y los hombres entre s · Pero. ¿de qué?
. .
s acontec 1m 1entos parezcan indi
cal' l't'1, Omnipotente, has puesto en movimiento cielos y t1e-
que fácilmente se p�dría desp
ertar la sed de sangre): 1 rn para crear a un hombre cuya sabiduría, grandeza Y
este monstruo famélico es el púb
lico, ese ser devorado 1mor la eternidad admirará eternamente; pero el hom­
por la desesperación de encontra
periodistas son los servidores de
r algo que criticar. Y loi1 ilre halló que de eso no valía la pena hablar. ¡Oh, Tú,
la fiera, pues procuran infinitamente sublime, por cuya sublimidad aún comba­
al públ ico aquello que ha de com
. enta r. En otros tiempos ll'n los ejércitos celestiales! Tú te dignaste rebajarte has­
se an·o3 b n los hombres
� � a las fieras; ahora los periodis rael hombre -como hace el abuelo con el nieto, cuando
tas summ1stran graciosamente
. al público el plato qut• para contentarlo se pone a jugar con é l - ! Tú, excelso,
me3or saborea éste: ¡cla ro que
con salsa de chismes! que has llevado a cabo esa admirable unión �e. la �ue
u na personalidad pública es
. eo ipso 1 sacrificada. El habla la historia -en la cual además Tu pa r tlc 1pac16n
pen. od1s�a sabe cómo establec
cuánto tiempo (en proporción
er con precisión duranh' ha sido algo más que un juego- y los mismos espír tus�
a la fama) uno puede sc.·a que te rodean, y puesto que Te ayudan en la orgamza­

serv do ª ' público y cuántas vece
s por semana el público dón del cosmos y ven más profundamente en el secreto
se d1ve rt1rá. en despellejado con sus comenta
rios . Si la de la creación, no la han agotado aún y mucho menos se
personalidad pública es un ego
ísta que soporta todo esto han cansado de asombrarse; pero e l hombre no halló co­
como inevitable, si pone sus mir
as en otros bienes terrc "ª alguna que valiera la pena comenta�. El h?�bre . . . es
nales, en �onces sufrirá menos,
no habrá martirio ni pa decir, el público. Sólo pide alguien a quien cnt1car Y con
deccrá tristeza . Pero el público
lo devora, de todos mo esto se da por sentado que nos ha sido ofrecido algo para
dos aparej do con charla; lo
� ? único útil que el público 1:riticar conjuntamente, nuestra vida insulsa y, sobre
obtiene al {ma .
l de los hombres célebres es que
consigm• LOdo. nuestras insulseces. El resto repugna al público,
hablar de ellos, que saca su
buena tajada de charla. que sólo conoce un placer: el autoerotismo, el desove de
l a charla, el placer al cual se entregan a causa del pe­
1. •Por eso mismo...
riodista.
DIARIO ÍNTIMO 315
31./ SOREN KIERKEGAARD

El amor perfecto Io relación con Dios

ra más ínti-
El amor perfecto consiste en amar a quien nos hace dl'll• Niégate a t i mismo, de ser posible de la mane
sincera durante setenta años, más íntim a y más
dichados, pero ningún hombre puede exigir que se lu 111a
ja, posible-
ame así. .. 1 11ceramente que mil cristianos juntos; traba
por la gracia
Dios lo puede; ésta es la naturaleza de la jnfinita M�a 1 1 H.:nte más que mil mártires, siempre será
la gracia salva al
jestad. Y para aquel que ha sido religioso en el sentido por lo que has de salvarte, así como
más rígido, para él ha sido ciertamente verdad que, l'll 1 1 1�1yor pecador.
hacer una u
tanto que amó a Dfos, ha amado a Aquél que lo ha hecho, En ese sentido podría parecer indiferente
humanamente hablando, desdichado en esta vida ... otra cosa; ¡claro que si fueses un monstruo!
do, no se­
¡aunque también dichoso! Pero si Dios no fuese tan infinitamente eleva
tras que, en
Carezco de fuerzas suficientes para comprender de CS4.' ' 1a Dios; sería más o menos indigente, mien
modo la cosa, y temo mucho enredarme en el más pcli í ambio, es la Gracia.
los demás:
groso de todos los lazos : en el de volverme meritorio El error consiste en que te compares con
lla.
a mis propios ojos. De todas maneras, quien es religioso pero ante Dios la cosa es infin itame nte senci
en el sentido más estricto, ha superado también ese pl'·
ial se vuelve
ligro. La razón por la cual el vínculo matrimon
arse se
1 11 oportable para aquellos que quieren separ
posib le: si fuese
debe al hecho de que La separación sea
Un rasgo de mi padre que merece ser recordado 1 1nposible, todo andaría mejor.
dos palomas
El vendedor de palomas sabe que si toma
o y hembra!) y
�n d�a volq ué un salero sobre la mesa. Mi padre, que era entre las más irreconciliables ( ¡ pero mach
arse.
.
1rasc1ble e 1mpulsivo, comenzó a regañarme de tal ma­ las mete en la misma jaula, acabarán por acopl
actos de Dios! Con dos gallo s se­
nera que llegó hasta a decirme que yo era un hijo pród i­ ¡Qué seguros son los
un mach o y una
go y otras cosas por el setilo. Protesté entonces y le recor­ ría imposible, se matarían; pero con
leme nte im­
dé un antiguo episodio familiar, cuando mi hermana hembra deben adaptarse; cuando sea simp
cosas se arre­
Nicolina rompió una sopera de valor y mi padre nada posible que se separen, ya veréis cómo las
dijo fingiendo no haberse enterado. Me respo ndió: « Y glan por sí solas.
bien, mira, ése era un objeto precioso y no hacían falta
Jos regaños . Tu hermana se daba perfecta cuenta de lo
q�� había hecho . Pero cuando se trata de una cosa insig­ Las prédicas de Mynster y yo
nificante, entonces es preciso el regaño.»
Yo he sido educado en las prédicas de Mynster; pero por
Esta historieta contiene algo de la grandeza de la anti­
mi padre, por un hombre ingenuo, sencillo, serio y seve­
g?ed ad; e �a objetividad que no regaña, según la imprc­
. . ro a quien por nada en el mundo se le hubiera ocurrido
s1ó � and1v1dual, sino de una manera puramente objet iva,
actuar de una manera distinta.
segun la necesidad del reproche.
317
l/6 SOREN K1ERKECAARD DIARJO INTIMO

poco; teme�
Si hubiese sido educado por Mynster, entonces na111 11lrir, aunque haya logrado calmarlo un
o, estan do en m1
ralmcnte habría aprendido que sería un utópico quil'll qu� la enfermedad retorne y que, lueg
s los periódicos!
quisiera practicar el lunes, el martes y todos los días lif 1 .1sa, se dé un hecho que comenten todo
(cuando toda�
la semana, etc., lo que está escrito. ¡Eso no es todo! No hace mucho tiempo
¡Qué diferencia! ¡Ay! ¡Y qué sátira de Mynster he r'l' da vivía en casa del curt idor)
, volviendo un día ª. m1
o revolvien­
sultado yo al fin y al cabo! Esto no se ve; pues l a piedad hogar, noté que alguien debía de haber estad
, la de caoba;
que he heredado hacia él la conservo intacta, y cierta do en mi escritorio y en una de mis cajas
olvidado cerrarla,
mente que me ha sido útil al impedirme que exagere: puede ser que yo mismo, al salir, haya
s modos resu lta
cosa por otra parte extraña a mi naturaleza, porque l'N ,1unque es casi inconcebible; de todo
casa se me �uclv a
mi caractcríslica la circunspección al servirme de aqm•· muy molesto. Tales cosas hacen que l a
como en m1 caso,
llo que súbitamente podría causar arrebatos. Además, dL'sagradable, aunque uno disponga,
gradable a cau­
depende también de que hace mucho y muy profunda tk· los más fieles servidores. Me era desa
a dado muchas
mente, haya comprendido que representó a la exccp "· ' de Anders,2 de A.nders, que me habí
ción. ...a t isfacciones.
añadir a esto,
y cuando uno regresa a su casa fatigado,
cual me veo ex­
,1 menudo herido por la brutalidad a la
mo en semejan­
Mi casa puesto a diario: ¡Oh predicar el cristianis
pastor!
lcs condiciones es muy distinto que ser
Cuando uno vive solo como yo, tanto más se circunscribt• y luego carecer de medios para cont
inuar escribiendo:
ibir me olvido de todo.
a su hogar y desea tener paz por lo menos allí. porque cuando me pongo a escr
¿Cómo es mi casa ahora? En casa del curtidor de pÍl'
les el verano pasado sufrí de una manera indecible por
causa del hedor, y no me vi con ánimos para quedarml' cristianamente entendida una
(,·Es la naturaleza humana
otro verano, aparte de que el precio era demasiado caro. 1111idad o una dualidad?
Donde vivo ahora sufro intensamente el reflejo del sol
naturalmente
durante la tarde, de tal manera que en los primeros 'e habla mucho hoy en día, y los filósofos
tiempos temí volverme ciego. lo saben, de que la naturaleza humana
es unidad - am­ ;
en el pequ eño articulo
Y ahora se suman las preocupaciones por mi criado bién mi hermano lo expone así
-. En resumen,
Strube; el hombre en quien tanto confiaba, que habfa d i rigido a la convención de los pastores
hacerse fuertes
heredado de mi padre y tratado durante veinte años, a es u n argumento con el que suponen
ralez a humana es
quien consideraba uno de esos trabajadores sanos y fuer­ como con un axioma, el de que la natu
tes: precisamente él, mientras está a mi servicio enlo y debe ser una unidad.
tuve con Myns-
quece; es preciso internarlo en el hospital porque le hu Durante la últim a entrevista que man
Nielsen, del cual
·

atacado la manía de reformar al mundo entero, etc. tcr, le hice la pregunta a propósito de
; me parece que
Cuando uno está empeñado en una labor espiritual dijo: «A Nielsen no logró comprenderlo
idad .» A lo cual res-
como la mía, desea disfrutar de un ambiente de familia, quiere hacer del hombre una dual
como el que imaginé que me proporcionaría Strube; ¡
ahora todas estas preocupaciones por su causa! ¡Verlo 2. Anders, criado de Kicrkegaard. (N. de la t.)
318 SOREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 319

pondí: « Y bien: ¿y si fuera realmente así? ¿No es ése aca· propia vida consiste en cosas que no pueden comprcn­
_ te
so, Excelencia, el pensamiento del cristianismo, la lucha dcrse. De esto un adulto se avergüenza, especialmen
especu ­
que se entabla en cada hombre entre el hombre natural t•n nuestros tiempos especulativos y cuanto más
y el hombre nuevo, una lucha que ha de durar toda la lativo sea uno: entonces se sustituye la profundidad por
vida?» la especulación, para esquivar la cruz. .
Le expuse mi punto de vista al respecto, más o menos y la cristiandad es cómoda: por eso su tendencia a
la
en los siguientes terminos: unidad. Se convierte a la categoría cristiana, a lo que
La categoría de la relación entre el hombre y lo huma· debe valer para toda la vida, en un momento transitorio.
no es la que mejor entiendo cuanto más pienso en ella. ,,.n un «pasaje». Al _principio resulta incomprensible,
En la relación entre el hombre y Dios, l a categoría en pero poco a poco ... , etc. Es decir: se hace entrar de con-
cambio es: cuanto más pienso en la divinidad, menos la 1 rabando el deseo del hombre natural de
querer com­
entiendo. Dos cali dades heterogéneas no pueden jamás, prender, ¡obteniendo así la auspic iada unidad del pro­
en virtud de su mutua relación continuada, convertirse pio ser y las comodidades! Porque con esta unidad
en homogéneas: su diferencia de calidad, la heterogenei­ desaparecen las inquietudes y la aspiración, el temor Y
dad se hace por el contrario más evidente. Toda religio· d temblor que han de valer para toda la vida.
sidad sincera, por serlo es en cierto sentido una regn:­ Que la dualidad sea esencial a la naturaleza del hom­
sión, o lo que es lo mismo, nunca un progreso directo. bre es resultante por otra parte del principio mismo de
a
Cuando era niño creía estar más cerca de Dios; a medida que Dios debe ser un dominador absoluto. Observ�d
que avanzo en edad y descubro que los dos somos infini un tirano que entienda de veras del placer de domm ar.
tamente diferentes, tanto más hondamente experimento ¿Aca o se contenta con dominar de una manera directa?
el infortunio, y por consiguiente, in casu: 3 tanto menos ·
o, para gozar del placer del dominio, inculc� u�a dua­
comprendo a Dios, es decir, me resulta cada vez más evi lidad a los demás hombres: se transforma a si mismo en
dente lo infinitamente sublime que Él es. algo incomprensible y justamente por esa inaccesibili­
Por lo tanto: cuanto más progreso en lo relativo a pen dad obtiene de los otros una adoradora dedicación. En
samiento, inteligencia y comprensión, tanto más natural las relaciones de hombre a hombre esto constituye una
se me hace el deseo de querer comprender cada vez más. impiedad. Pero Dios no puede hacer otra cosa: Dios no
Pero he aquí que entonces menos comprendo a l a divini· puede ser el superlativo absoluto de las cosas humanas:
dad (a causa de lá relación inversa entre las cali dades). Él es diferente cualitativamente. De ahí deriva ante todo
Y cada vez que esto ocurre, parece como si el cristianis la incomprensión que crece con el desarrollo de la razón
mo se me pusiera al lado para decirme: «¿Acaso quieres humana, y así también, a su vez, adquiere poder la fe
abandonarme?» El creyente responde: «¡Oh, no! Claro que cree contra toda razón humana.
que quiero creer. Tal es la potencialidad de la fe: cuanto
menos comprendo, con tal de creer, más intensa será
la fe.» La metam orfosis de Lutero
Pero la cristiandad es vanidosa, quiere sustraerse a
esa cruz, a la humil lación de confesar llanamente que la Los contemporáneos de Lutero, especialmente aquellos
que estaban más cerca de él, Je vieron como a un héroe de
3. «En esta circunstancia.» Ju fe, víctima primero de la melancolía, y luego presa de
320 SOREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 321

los escrúpulos más horrendos: como a un hombre piadoso, 1ontraído en virtud de lo absoluto del vínculo con Dios
que puede llevar hasta aborrecer al padre y a
y como tal esencialmente un extraño en el mundo. la madre
Al poco tiempo concibieron una idea distinta: lo vieron (l,11c. 1 4-26).
como a un héroe político y el santo y seña con el que lo El judaísmo es un temor a Dios que tiene su patria en
recordaban fue: -¡Escúchame tú, Papa, yo seré!. .. , etc. t"'lc mundo, el cristianismo es el ser ajeno a este mundo
Pero mudaron de opinión, una vez que el Papa fue ven­ (lleb. 1 1-1 3).
cido; lo concibieron entonces como a un hombre munda­ Para el judaísmo la merced del temor a Dios es la en­ �
a
no, amante de los placeres de la vida; el santo y seña, ya dición en este mundo, para el cristianismo es el odio
sea del clero, ya sea de los laicos, fue entonces: l'"tc mundo.
-¡Quién no ama a las mujeres, el vino y los cantos! La lucha que el cristianismo anuncia que introducirá
De una manera muy popular se podría decir hoy que 1·11 el ámbito mismo de la piedad, el judaísmo debe con­
la importancia de la reforma consiste en que Lutero 'i<lcrarla como impiedad; por lo tanto, lo más lejos posi­
haya restablecido en sus derechos, dentro de la Iglesia ble de ser una expresión del temor a Dios.
cristiana, a las muchachas, al vino y a los juegos de nai­
pes como elementos integrantes; más aún, como a la ver­
dadera perfección, ¡en contraste con la imperfección qm· IJ1s bodas de Caná (J . 2-1 ss.)
existe en la pobreza, la oración y el ayuno! En tal sentido
su memoria se podría celebrar mejor con el siguiente 1 a cristiandad se ha afanado de un modo espantoso con
brindis, cantando en coro por el clero y los fieles: l''ilas bodas, pretendiendo demostrar vaya a saber qué
«¡Brindemos por Martín Lutero! ¡Viva Lutero! cosas.
«¡Abajo quien se niegue a beber en honor de Martín Ante todo, la circunstancia de que Cristo estuviera
Lutero! ¡Viva Lutero! presente en la boda no prueba nada con respecto al ma­
l ri monio. Como Maestro, era su obligación estar
<qÉste sí que es un verdadero brindis! ¡Viva, viva Mar en to­
lfn Lutero!» da, partes, dispuesto a buscar la oportunida d de ense­
nar. Porque no era Él un profesor que lee a cierta
También se podría, para guardar su memoria, hact.•1 s horas
que su retrato se convirtiera en Ja sota de espadas. Alzar 1·x cathedra, dispensas ... Por lo tanto, nada signif ica. Por
columnas en su honor no basta, dar su nombre a uno de.• otra parte, por el hecho de que Él participara en convi tes
sor
los días del año no basta. No, convertidle en la sot&a l.'On fariseos se podría demostrar que Cristo era defen
de espadas, ¡y no habrá eclesiástico que no tenga mo de los convites y de los farise os.
ti vos para no recordar a menudo a Martín Lutero y a la «Pero convirtió el agua en vi no para alegrar a los
Reforma! rnmensales.» Muy cierto. Pero sabido es que Su Ma­
dre debió forzarle y que prime ro Ella soportó un re­
el
proche; Él, pues, no estaba muy dispuesto a hacer
Cristianismo. Judaísmo milagro.
Si a juzgar por este hecho se debiera pronunciar uno
del
Tan sólo en esto se puede ver su heterogeneidad. El ju .\cerca del pensamiento del cristianismo a propósito
<laísmo presenta Ja vida de familia como una form.1 matrimonio, deberíamos decir: el matrimonio se vincu­
el
del temor a Dios: el cristianismo deshace todo vínculo la con el cristianismo como María con el milagro; en
323
DIARIO INTIMO
322 SOREN KlERKEGAARD

uno o lo otro, y al re
ducir el
fondo, el cristianismo no quiere mezc 1arsc en ese asuntu1 1111 c;mo, como digo en O lora .
se mantiene indiferente, sea qu � te cases o no te case ' to de la genera
ción a me función inferrior co n respecto
nta pu do
¡N o es extraño, pues, queocseresie
1•l

Pero la mu 'er rueg� para que as1 sea, y entonces el cri an representan tan sólo el
tianismo c�dc concuerda con la idl'I 11 l a se xu ali da d! Los qu e pr
de la mujer so r� ��� �: t� � :� �: ll'ipccto más bajo, se expresn, an a sí mismos en el momer n­
están determinados po el
to del acto de la generació turaleza, o mejor aún, porja- el
.1..;pecto más bajo de su na en la dirección del ale
Notas minúsculas punto extremo de la síntespris,ecisamente esta conciencia
1niento del espíritu. Pero lo que constituye el pudor. El
El 9 de agosto de este añ (�mversa no de la muerte dt• de alejarse del espí
ritu es tá en
r, o más bien el pudor esdo
· .

mi padre) era viernes . Co� u g ué . ., ..,píritu consiste el pudo


en
u. El an imal no siente pu r ni
La préd.tea de Lutero que m� toco, 1cer ese día era ba!I· uno se siente es pí rit
que
anto menos uno es espíri-
Lante extraña , sobre un vers1cu ,of de) santiago: «Todo·

1am poco el hombre bestial: cu


don es bueno y perCccto. .. (Sant. - 1 7. .
·
» 1 u , tanto menos
es púdico.
El día en qLLc mandé ef rnan_u scnto a la imprent;a,
la prédica de Lutero ue . e �oco le r era sobre el textu
de san Pablo·. « La (rib u7actones Je estos tiempos .. . • /)e mí mismo
(Rom. 8-18).
mi naturaleza una dualidaión d. Estoy (creo poder
Extraña coincidencia·. me ha impresionado profunda 1 lay. en de una prudencia
lo sin ex ag er ac ión ) en po ses
mente' dado que no recuerdo con anterioridad l a pré(1·1 decir de mí!, soy
· .

y de una inteli
gencia eminentes; peroan¡ay
ca que me toca leer. o por cu to no soy rea­-
El 8 de setiembre (aniversario . .
i· de m1 n�v1a:¿go) cae c11
. 1arnbién un hjjo de mi tietismp cción en ser el más inteli
domingo este año y el Evange 1º es. «Nadie puede serv11 ·

do a hallar un a cierta sa fa
a dos amos a la vez» (Mat. 6-24, 33). gente. en tiend o cu ál es el partido más
Así, en cu alq uie r ca so
mi fuero interno un cntus­
obre �l pud?r en relación con la sexualidad . . como prudente. Pero luego haytiten ear acerca de los grande
�onta1gne dice que es extr
1 - que se considere
ano ..,iasmo, un melancólico cóub mo la verdad debe sufrir, no
de los qu e de mu es tra n
despreciable una cosa ª que todos debemos nuestrn Mo ar co n astucia y hago todo lo
existencia . p·tensa que eª1 pudor es m.ás b.ien una reserva logro pe rsuad irm e de ac tu
excesiva. Así lo han. cre'd. J o no pocos incrédulos . contrario. acciones son tan intensas,n
Pero a ello es ������1 esp nd�r lo siguiente: sólo en Por esto, según creo, mis un esfuerzo inmenso. Aú ,
:x1s�encta al acto de la genera- ro tam bié n me cu es tan
parte el hombre pe
por el hecho de que mi rescu ponsabilidad sea tan granprdeu-
ción. Existe también �: r ento creati vo que debl· ál era la decisión más
atrib uirse a D ios . Con e r�� e : d pues he visto claramente
�:�,�� �� �;i� :��� dente.
:
': � ni m al �s, entre
';�1� Ca p Ja. 0u1en verdaderament
los ��
. Éstos sí que son actos de fe; pero a la vez están expuesn--
, c. se convierte en eza, a convertirse en bla
espíritu (porque cada homb, d ado ª s�r espí tos, en los momentos de flaqu
ritu) asume de una vez toda �� ��ur=l��� a l elegirse a si
� co de los escrúpulos.
DIARIO INTIMO 325
324 SÓREN KIERKEGAARD

puesto que no habrá tiempo para pensarlo, ya que la


idea colma por completo a ella y a su tiempo.
Un día comulga, algo muy original también para una
Clara Raphae/4 (Critica)
tal librepensadora ... y hace voto a Dios de que quiere
vivir para su idea; un voto con el cual ha puesto a Dios
U�a señ?rita. Nombre completo: Clara Raphael. Edad:
_ en una situación embarazosa debido a la originalidad de
veinte anos. Aspecto: gracioso. Religión: librepensadora.
� .
?e
Pro esión: �o manta en casa de un superintendente.
su idea, es decir, a l fin y al cabo de su absoluta carencia
tle ideas.
Ca r�cter ongmal, como lo dice ella misma, su amiga
Pronunciado el voto, regresa a casa y al instante se
M(:l� tlde, Y muchas respetables señoras y señores de la

vecmd�d en el ugar donde trabaja como goberna nta.
l"namora. Pero Clara no es tan sólo virtuosa como su
Charles, es una heroína: no se casará.
Concibe una 1 dea no menos original ... «Quiere ser ori­
. . Sufre tanto debido a esta resolución, que enferma; na­
gmal.» ¡En realidad es original de veras!
die sabe cuánto sufre ella, dice su amiga más íntima; y
Según parece, ella misma considera esta detennina­
corno nadie está más cerca que ella para saberlo y ella
�íón muy insuficiente, y empieza a pensar buscando una
no lo sabe tampoco, entonces nadie lo sabe.
idea para la cual vivir y además permanecer soltera,
. No, al claustro no quiere pertenecer, quiere vivir para
porque no quiere casarse.
la idea, y hela aquí convertida en fundadora de una or­
¡He aq�f a la idea: la emancipación de la mujer! Todo
den novísima: se casa, en efecto, con su amado... ¡pero
aca ba ahi. Por sus cartas no se logra saber nada más
como hermano y hermana!
�oncreto acerca de esa idea, cosa bastante original. Si la Verdaderamente, es un tipo de claustro original .
idea fuera más concreta, podría ser que la compartiese
Una observación más acerca de esta idea original: ¡un
con alguna otra persona: pero ella se ha asegurado la
matrimonio entre hermanos! Como la Erase habitual de
reserva de su originalidad.
las novelas: «Le estimo mucho pero no puedo amarle»,
La idea, elegida a causa de su infinita abstracción, no
así también dice Clara: «Puedo amarlo sólo como her­
pare�e ei: n:odo alguno que pueda impedirle el matri­
mana.» Por lo general, esto indica que una pareja no se
motllo (?Jala con un viudo con diez hijos). Clara Ra­
casa. No es tan original como para que no se lo compren­
phael. SJ� �mbargo, permanece inquebrantable: no se

casar , VlVlTá para su idea. Originalidad casi incom­
da. Pero que esto signifique matrimonio es un hallazgo
ciertamente original, un hallazgo casi indecente, y todos
preJ'l�1ble. Pues cuanto menos molestias proporcione
estarán de acuerdo conmigo, por cuanto él, por otra par­
una idea, mayor será la originalidad al mantenerse fir­

mes. ero, claro está, cuando la idea no es tan abstracta,
le, está muy lejos (lo mismo que yo) de ser tan puritano
como para considerar (como el señor Zierlich) que es in­
es decir, vacua, entonces al final la idea se vuelve decisi­
decente que dentro de un armario cuelguen juntas ropas
va para uno; Y no se trata tanto de decidir no casarse,
ele hombre y de mujer. Si seguimos por este camino,
4. �ditado �r l. L. Heiberg. Su autora, la señorita Matilde Fibigcr
dentro de poco una pareja de hombres deseará que le
f�c qo1en, como Jefa de enfermeras del Frederick Hospital, atendió solí­ i mpartan la bendición nupcial, lo cual no es menos inde­
.
citamente a K1erkegaard durante su última enfermedad Enu·1 Boesen, cente que casarse para vivir como hermano y hermana.
. .

am1gO Y con f'd


. 1 ente de K1erkegaar
. . d en su juventud, cuenta en el Diario El libro tiene una particularidad: un amplio prólogo
_
de la ultima enfennedad cómo Clara Raphael fue afcctuo a con Kier­
Jcl editor (dócil servidor del sistema, inolvidable autor
kegaard hasta el momento de la muerte. (N. de la t.)
326 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO fNT!MO 327

<le premisas; más tarde, aunque no abiertamente, profe- go de haber pasado un tiempo y de haber conocido un
or llevado a las estrcl las de un modo astronómico, aho­ progreso en el bien: cuando un hombre en circunstan­
ra propugnador y patrono del claustro... ¡del claustro de cias semejantes, tal vez por azar, se entera o lee algo a
Clara Raphael!), el señor director del Teatro, consejero propósito de otro hombre, reo de la misma culpa, quien
de Estado, caballero Heiberg. En su prólogo hace todo lo �e ha perdido; entonces despierta el terror. En el primer
posible para demostrar que el libro es una obra extraor­ momento de la culpa el pecado tiene poder de autocon-
dinaria, lo peor que podía hacer para sí mismo y para el ervación; y en cierto sentido, esto le da fuerzas, fuerzas
libro. Demuestra que la concesión protestante en mate­ físicas, fuerzas de la desesperación, para que no repare
ria de claustro es ... ¿cuál?, ¿la de casarse? No, esto no, no L:n l a culpa.
la de casarse como hombre y mujer, sino como hermano

La
y hermana; en resumen, lo que el protestantismo entien­
charla engendra la charla
de por claustro es un matrimonio teatral: un matrimo
nio dentro del cual se vive célibe por una idea. Cuando en alguna reunión social entra alguien que po­
Pero el mérito del descubrimiento y de haber introdu· -;ee verdaderos conocimientos acerca de un tema cual­
cido la idea en el mundo, el editor lo concede incondicio· quiera, sobre el cual quizá todos quisieran discutir, la
nalmentc a su defendida, Clara Raphacl; se reserva tan l onvcrsación ce a de golpe; las gentes enmudecen, lo de-
sólo algunas posibles objeciones, como por ejemplo, en 1an hablar frunciendo severamente el ceño, porque com­
contra de la doctrina de Clara Raphael sobre la Trini prenden su superioridad. En cambio, cuando entra al­
dad. ruien que apenas si sabe abrir la boca, demostrando a l
Tal vez Hciberg contaba con que el profesor Marten 1 1 1stante que no conoce u n ápice más que los otros, en­
sen se viera impulsado, por esta muy importante contri tonces se entablará una animada conversación.
bución al dogma de la Trinidad, a tratar el tema más a Y así también en situaciones mayores, en l a literatura:
fondo. Porque es imposible que esté de acuerdo con ella una obra de valor no tendrá crítica ni mención alguna,
en lo del claustro así proyectado, un claustro de mesco 1·11 tanto que a lo que a la mediocridad se refiera, se le
lanza, por no decir de ayuntamiento; dado que el prOÍl' liará publicidad en todos los periódicos. Pero la obra de
sor Martensen, según su dogmática, transporta la vida \<a lor sólo será objeto de envidia secreta.
claustral al otro mundo, donde nosotros los muertos ºº'
abstendremos del matrimonio más rigurosamente qlH'
Adán antes de la creación de Eva.
Si nadie quiere encargarse de la tarea de poner l'll
guardia contra la invasión de esta coquetería estética l'll
el dominio de la religiosidad, yo, de todos modos, no llll'
he quedado mano sobre mano.

Arrepentimiento

El terror de la culpa, cJ pecado, desde luego no es nrn"


fuerte en el primer momento. Por el contrario, lo es 1111·
DIARIO INTIMO 329

ciona a sí mismo mostrando que al fin y al cabo se trata


para nosotros de un problema de conciencia.

Indicio psicológico de un problema de conciencia

22 DE ENERO DE 1 85 1 AL 30 DE AGOSTO DE 1 852 Quien padece un problema de conciencia, no sólo no


busca la ayuda terrenal, evitar los peligros, hallar el
modo «más fácil», sino que sale al encuentro de los peli­
Lo viejo. Lo nuevo gros. Se crea por sí mismo la dificuJ tad, escoge el modo
más difícil. Porque le preocupa sólo una cosa: la duda de
Es verdad que lo que digo es algo muy anticuado. Pero, haber cometido tal vez un error, que el asunto no sea un
prestad atención, que después del año cuarenta y ocho se problema de conciencia; y a fin de aclarar esta duda' los
está volviendo muy nuevo. peligros ayudan.
Cuando �alta ese síntoma, no existe en el más riguroso
de los sentidos, un problema de conciencia.
«Constricción de conciencia» Tranquilo como un funcionario de banco, que a la me­
no� señal nota que el billete es falso... así digo yo tran­
Ninguna otra expresión, en maleria de seriedad, es tan q u1lamente: cuando falta ese sínloma, falta también el
astuta, por ser tan inmensamente comprometedora. problema de conciencia. Pero no digo luego: ¡cuando el
tES tan fácil... tan solemne, invocar la conciencia y la­ síntoma existe es absolutamente seguro que existe un
mentarse de presiones sobre la conciencia! problema de conciencia!
Pero, ¡cuidado!: lamentarse de presiones sobre la con·
ciencia puede muy fácilmente ser una autodenuncia.
Puedo, por ejemplo, lamentarme de que mis zapatos La Ética de Fichte
me aprieten sin denunciarme a mí mismo como culpa
ble, porque en este caso probablemente el culpable será Esta fraternidad será el pretexto para que desaparezcan
el zapatero. la. propiedad, el matrimonio, la familia y la diferencia
Cuando uno dice que siente una presión sobre la con rrnsma de Lalento y de habilidad personal: «El amor fra­
st•
ciencia y no puede hacer otra cosa que lamentarse, ternal será proclamado de improviso como fuerza revo­
trata con seguridad de una presión exterior; esto es vc1 lucionaria, liberadora: ¡una contradicción muy rara!»
dad. Pero por otra parte, además, la libertad no ha reat' . Y nos demuestra que el derecho es lo que nos vuelve
donado lo suficiente como para proponerse arriesgarlo iguales en este sentido y no el amor.
todo. Porque si he procedido así, si lo he arriesgado ah J:I
abría pedido decir, con mayor energía, que el amor
solutamcnte todo, estoy en buenas relaciones con mi es Justamente aquello que conserva la diferencia, puesto
conciencia. que no procura la propia ventaja, sino la del prójimo:
Pero, por lo genera l, las cosas suceden de la siguiente• _
por el contrano, le alegra que el prójimo la alcance, 0
manera: uno siente un peso pero no está dispuesto 11 que posca algo que yo ni soy ni tengo ( 1 Cor. 1 3-4).
l
arriesgarlo todo, y enlences se lamenta; es decir, se t ra
330 SOREN K1ERKEGAARD DIARIO INTIMO 331

Pero la más tremenda mistificación de los tiempos


modernos es la de que el egoísmo pase por amor, de tal
manera que muestre exigencias en Jugar de ser quien da. La libertad
Amor consiste en decir: aunque Jos otros tuvieran tales y
tales ventajas y yo no, aunque fuera el único que no las Tanto san Agustín como muchos modernos han demos­
poseyera, me sentiría contentísimo por los demás. trado que es ilusión el concebir a ese libre arbitrio en
Egoísmo consiste en decir: si yo no tengo esta ventaja, abstracto liberum arbitrium; como si un hombre en todo
que nadie la tenga tampoco. momento de su vida se hallara siempre provisto de esta
Y vemos otra vez que l a mentaJidad moderna se redu­ posibilidad abstracta, de manera que en eJ fondo no se
ce a esa desdichada caricatura de la religión que es Ja moviera jamás del mismo sitio; como si la libertad no
política. fuese al mismo tiempo un estado histórico.
Pero la política es el egoísmo disfrazado con la másca­ Me parece que esto puede aclararse de una manera
ra del amor, es el más tremendo de los egoísmos, el pro­ muy sencilla. Pensad en una balanza de precisión: des­
pio Satanás con figura de ángel luminoso (2 Cor. 1 1 - 1 4). pués de haber sido usada aunque sólo sea durante una
Sí, en verdad, el favorito debería decir: todo me lo qui­ semana, ya Liene historia. El propietario está ahora al
tan, pero por lo menos que tengan la honradez de no <.:0rriente de este hecho histórico: que la balanza tiende a
hacerlo en nombre del amor. i nclinarse hacia uno u otro lado; una historia que prosi­
A menudo nos horrorizamos ante la crueldad refinada gue según el uso que de ella se haga.
con que en otros tiempos el poder eclesiástico entregaba También la voluntad tiene una historia, historia inin­
un hereje al brazo secular a fin de no mancharse las ma· Le1TUmpida, que puede hacer que un hombre pierda al
nos con sangre, llegando hasta suplicar que se evitaSl' final hasta Ja facultad de poder elegir. Aquf no acaba la
el derramamiento de sangre; ¡lo cual significaba que el historia. Porque, como dice muy justamente san Agus­
condenado habría de ser quemado! tín, ese estado es el castigo del pecado, y también es pe­
¡Oh! ¡Pero no hay menos refinamiento cuando el más cado. El concepto del pecado nos atrapa de todos modos.
tremendo egoísmo, ese demonio desencadenado, se hacl' No se trata de un hecho exterior, es decir, que el castigo
pasar por amor y exige, en tanto que todo lo nivela, qm· consista en otra cosa; no, el castigo (la recaída), aunque
lo adoremos y que lo veneremos... como amor! . "ca un castigo, es a su vez otro pecado.

Hombre. Mujer /;() interesante y la delincuencia: una reduplicación


"" u na existencia delictuosa
Así como la tentación de la mujer estriba en abusar de la
astucia (por ejemplo, engañar), así también el hombt'\' No se presta suficiente atención a que, así como todo
está expuesto a la tentación de abusar de la fuerza. progresa en el ámbito de la reflexión, otro tanto sucede
En el fondo, éste es un cumplido que se hace a la mujt.•r l'rt el del delito.
indirectamente, una manera de admüirqueen lo relativo El tipo de un delincuente similar reflejo es, por ejem­
a astucia ella es el sexo fuerte, y que la culpa de la mujt.•t plo, el siguiente: se trata de un joven culto, dotado de
se revela siempre con más fuerza que la del hombre. n i l t ura científica, musical, sensible a todo género de im-
332 SOREN KlERKEGAARD DIARIO INTIMO 333

presiones; que escribe poesía y frecuenta los salones; en to, pensará: «Sí, antes se comportaba así, pero ahora es
resumen: es «interesante». Las mujeres hallan en él una mejor. ¡Tiene tanta personalidad, es tan sensible, culto,
esfumatura de melancolía y cuando a veces se murmu­ interesante y melancólico!»
ra: «Éste debe de haber hecho algo. . », las mujeres opi­
. Pero no es de extrañar que un delincuente así se vea
nan que debe de tratarse de una cosa pasada hace ya comprometido en ese tipo de crímenes que atañen a la
muchos años y que de ahí proviene su melancolía, pero policía, porque por una parte siempre existe algún de­
que ahora es honrado y amable, « iY tan melancólico! » . tective experto en la materia, que sabe cómo la facilidad
Así es e l hombre. Pero es preciso vivir, más aún, llevar que esas gentes poseen para inducir a engaño los con­
un tipo de vida en gran estilo. De modo que ha hallado vierte en los más calificados entre los delincuentes, y por
un modo de ganar dinero; por ejemplo, en secreto dirige otra parte, siempre permanece vigente la idea de que se
una pequeña banda de ladrones a la que dedica cierto trata de crímenes auténticos.
tiempo, se ocupa personalmente de sus asuntos, pero en Tomemos a un delincuente reduplicado de esta mane­
secreto, rcse 1-vándose del 30 % al 50 % del botín. No ra, pero no culpable de latrocinio ni de bandidaje: no,
puede ser de otra manera. Así como un funcionario tra­ vive de la calumnia. Para eso se sirve de los periódicos.
baja durante ciertas horas al día, como un comerciante Ante todo, se protege con extrema prudencia, y luego
negocia a su modo, así también su oficio es el de procu­ calcula: « ...necesito tanto y tanto para llevar una vida
rarse de esa manera el dinero, porque dinero necesita, y brillante. Lo ganarás con la calumnia. ¡Cuidado con
mucho. tambalear!: es tu oficio, tu negocio; por lo demás, haz
La idea (del delito) en el fondo no existe para él; en todo lo posible por mostrarte amable, agradable; trata
virtud de un endurecimiento demoniaco, ha tomado de­ de gustar en la alta sociedad que frecuentas ... »
finitivamente ese camino; es preciso calcular tantos No existe detective capaz de atrapar a un delincuente
delitos por año para vivir como un caballero elegante. similar, ni tribunal que lo juzgue. En el fondo, la opinión
Cuando de ello se trata no vacila. Para todo lo demás, pública lo hace todo. Y la opinión pública está formada
procura ser amable, agradable y disfrutar de la vida de por esos numerosos millares de hombres decentes pero
la alta sociedad. ingenuos, y por esa clase de mujeres, etc., gentes que no
La reduplicación consiste en lo siguiente: lleva una entienden nada de reduplicación, incapaces por comple­
doble vida. Cuando uno imagina un « talento extravia­ to de pensar que pueda existir algo semejante, «que él...:
do», o «un joven en el mal camino», «un simple y perfec­ ¡no, si es tan interesante, amable, bondadoso, emotivo,
to delincuente», etc., ninguno de ellos lleva una dobk melancólico, etc.!». Al final, la situación puede cambiar:
vida. No, cuando el talento se extravía, se extravía en surge un sereno observador que con su mirada aguda
todas sus manifestaciones, etc. La reduplicación, en descubre en él al delincuente y lo trata como a tal, pero
cambio, es la conciencia demoníaca: poder actuar, se­ entonces este observador es acusado de calumniador,
gún una norma fija, como delincuente al tanto por cien­ acusado de sentir rencor por el amable ...
to anual, y al mismo tiempo ser amable y culto, etcétera. ¡Cuán pocos son los verdaderos expertos en el campo
Un similar delincuente « reduplicado», naturalmentc de lo demoníaco! Y justamente la reduplicación es de­
es de los más peligrosos; engañará a las mujeres, a la moníaca ; lejos de constituir una excusa, es, por el con­
mitad de los hombres, y desorientará a los policías más trario, lo tremendamente calificativo. Pero lo demonía­
expertos. Quien no le haya sorprend ido en flagrante deli- co tienta; y aún aquellos que conciben alguna sospecha
334 SÓREN KJERKEGAARD DIARJO ÍNTIMO 335

con respecto a un hombre semejante, se sienten tenta­ lo siguiente: hasta nueva orden, hasta que no se haya
dos, sin embargo, a suponerlo un hombre de bien, a con­ demostrado que ha nacido un niño que tenga como dis­
siderar que existe aún en él un lado bueno. posición natural la abnegación, mantendré la vieja per­
Nota: Como es sabido, en general pocos son más bue­ suasión de que lo humano y lo cristiano contrastan cua­
nos y generosos que las mujeres públicas, y nadie más litativamente. Y lo de nacer con espuelas de que habla
propenso al llanto que un delincuente: se trata de emo­ Voltaire no es tan imposible, por lo menos no hay en ello
ciones que nada significan. ninguna contradicción; pero que la disposición natural
Nota: Y si luego sucede que la situación cambia de ma­ sea la abnegación, eso es completamente absurdo.
nera que un demoníaco semejante pueda obtener el mis­ Sin embargo, así lo escriben ahora por todas partes.
mo beneficio pecuniario que le es indispensable, por me­ Uno escribe un libro sobre la unidad de lo humano y de
dios honrados, todos se regocijan como si se tratase de lo cristiano; otro lo cita modificándolo un poco, etc.:
una conversión. ¡Sin duda respira aire de conversión! ¡puras monstruosidades! Nadie piensa en hacer por
Pero apenas no pueda obtener por medios honrados cuenta propia este ensayo inocente: cerrar tras de sí la
los recursos y las influencias que desee, tal vez vuelva propia puerta, y hablando francamente consigo mismo,
tranquilamente a las viejas práclicas. Porque lo demo­ preguntarse: ¿Pero puede ser verdad?
níaco consiste precisamente en esa tranquilidad con que
decide que necesita tanto por año para vivir y tales y
tales apoyos. Eso ha de obtenerlo a tout prix. 1 Sócrates

,Qué natural es! Primero se ocupa de la naturaleza (estu­


Lo existencial dios naturales, de astronomía y otras materias simila­
n�s): luego pasa a ocuparse de los hombres como mora­
Cada vez que alguien existencialmente hace progresar l i s ta y aquí se detiene.
un paso a l a causa, llega una generación de docentes y Ahora se procede al revés. Comienzan con los hom­
charlatanes que transforman el progreso en doctrina; es bres, y luego, aburridos, se dirigen a la naturaleza.
decir, que se retrocede. l�jcmplo: Rousseau.

Lo humano. Lo cristiano /Je mí mismo

«Lo humano y lo cristiano se identifican perfectamen l�I domingo 1 8 de mayo prediqué en la iglesia de la Ciu­
te»: ésa es la tesis, el santo y seña de nuestra época. Pero dadela. Versaba mi primer y querido texto sobre el capí-
es la exacta expresión de la abolición del cristianismo. 1 1 ilo I de l a Epístola de Santiago. Hablaba también, lo
Voltaire se supone que dijo que no creería en la heren 1 onfieso, ítem, suponiendo que elJa
pensando en «ella»;
cía nobiliaria hasta que no se le probara, historia e11 lt.i brfa sentido p lacer en
escucharme.
mano, que un niño había nacido con espuelas. Yo din\ J\I principio sufrí mucho por cualquier esfuerzo, como
1 1 1t· pasa cada vez que debo emplear mi personalidad

1. A cualquier precio. En francés ea el texto. (N. de la t.) 1 1 1rpórea .


336 SOREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 337

La prédica resultó bastante bien; pero mi voz era tan Esto me impresionó.
débil que en la iglesia se quejaban de que no lograban Pero no quería renunciar a ese proyecto; creía que era
oírme. m i deber esforzarme más. Y m i sufrimiento se hizo más
Cuando regresé a mi casa me sentía bastante bien, ex­ intenso.
citado; había pensado en pronunciar algunas prédicas Recordé entonces que ya otra vez había intentado so­
de ese tipo durante el verano, naturalmente que después brepasar mi límite, y ahora descanso con las palabras
de una oportuna preparación. dichas: «Para que nadie me tenga en más de lo que pue­
Luego fue evidente que me exigían un tiempo desme­ de sacar viéndome u oyéndome y por lo extraordinario
surado y que me fatigaba demasiado. de las revelaciones. » Mi tarea es la interiorización, hay
Entonces se me ocurrió pensar: Nunca podrás predi­ en mí mucho de poeta.
car ex tempore. 2 EJ domingo dieciocho, por la mañana, había rogado a
Esto me impresionó. Habría intentado la solución ex­ Dios que algo nuevo naciera en mí (no sé cómo se me
trema. ocurrió). Además un pensamiento se me impuso: así
¿Qué pasó entonces? El lunes me sentía completamen­ como los padres educan a sus hijos y luego Jos llevan al
te agotado. bautismo, asf también era éste el «bautismo» al cual
Así transcurrieron varios días. No abandoné la idea dl· Dios me conducía.
predicar ex tempore y de hacer resaltar la realidad cris Y en cierta forma también esto sucedió: que algo nue­
tiana existencialmente todo lo posible. vo ha nacido en mí, porque ahora comprendo mi tarea
Pero sentía que el proyecto contrastaba con todo de escritor de otra manera, ahora está consagrada a di­
mi ser. fundir la religiosidad de un modo directo. Y he recibido
Me debilitaba cada vez más, pero no renunciaba poi ese «bautismo» según creo.
completo a la idea. Hube de renunciar, sin embargo, la ¡Oh, sobre todo me preocupaba por arriesgarme tanto
vez siguiente. a causa de la otra inquietud que me atormenta: la econó­
Luego enfermé de veras. Ese dolor desdichado y peno mica! Y temía tanto que fuese un error grave, en Jugar de
so, que es el límite de mi personalidad, empezó a agitar hacer algo en lo que a ello respecta, arriesgarme ideal­
se tremendamente, como no me había sucedido hadn mente más allá del límite.
mucho tiempo. Dios, seguramente, otra vez hará que todo sea para mi
En determinado momento lo consideré como un casti bien. Él , a quien nunca podré dar gracias suficientes por
go por no haber estado lo suficientemente dispuesto todo lo que ha hecho por mí.
para aprovechar la ocasión.
Me sentí más desdichado.
AJ domingo siguiente, leí como de coslumbre mi « Pr� f,utero. Catalina Bora
dica» de Mynster; le tocaba el turno a la del «aguijón t'll
la carne » : «Para que nadie me tenga en más de lo qu• Lutero no era un enamorado de verdad.
puede sacar viéndome u oyéndome y por lo extraordi1111 Pienso que pudo haber dicho a Catalina: «Querida
rio de las revelaciones» (2 Cor. 12, 7). muchacha, el matrimonio, como te he dicho, no debe ser
otra cosa que un desafío a Satanás, al Papa y al mundo
2. « Improvisando. • l'nlero. Podrás darte cuenta así que muy bien podría ca-
338 SOREN KIERKEGAARD D!ARlO ÍNTIMO 339

sarme con tu cocinera. Pero lo importante es que sepa te\> , etc., depende (sin tener en cuenta que es un medio
que estoy casado. Podría casarme con el marco de una para aquietar a los ni ños) del amor propio. Da placer o
puerta también, si fuera posible, con tal de que pudiera es excitante ver al niño angustiado por algo que a noso­
considerarlo como a mi mujer, como un matrimonio tros no nos angustia, cuya futilidad comprendemos cla­
verdadero; ¡porque no deseo tanto el lecho conyugal ramente.
como desafiar a Satanás, al Papa y al mundo entero!» Cuando un hombre procede de ese modo, se verá que
Por el contrario, alguien podría decir: «Mi querida da al caso un tinte cómico. Pero la mujer posee un secre­
muchacha, el hecho de que no me case contigo no debe to vínculo que la liga a la angustia: la visión de la angus­
afligirte. Ante mis ojos serás siempre lo único amable; tia infantil la excita.
¡ pero para desafiar a Satanás, al público, a los periódi­
cos y a todo el siglo xrx, no puedo casarme! » 3

Hegel
El Ente
El lado honrado de los más encarnizados ataques lleva­
dos a cabo antaño contra el cristianismo, era éste: la
La causa de tan enorme confusión estriba en que cada
esencia del cristianismo permanecía más o menos in­
uno quiere organizar al instante una teoría y obligar a
tacta.
los demás. Apenas recibe una impr�sión del cristianis­
El lado peligroso de la obra de Hegel consiste en haber
mo, formula una teoría y como procede él, así deben de
desnaturalizado el cristianismo poniéndolo de acuerdo
proceder los demás. . .
con su filosofía.
¡No! E s preciso subrayar que existe un libro que se lla­
En general, es ésta la característica de la época de las
ma el Nuevo Testamento. Yo me siento obligado así y así,
luces. En lugar de dejar inmutados los hechos y de decir
y ni teorizo ni obligo a los demás. Simplemente digo: así
mejor: ¡no!, se cambian las cartas sobre la mesa y se
me siento obligado y así lo traduzco en la práctica.
dice: «Pero, ¡dios mío, si estamos de acuerdo ! » .
La verdad no consiste en atraer a los demás para for­
La hipocresía de l a inteligencia es infinitamente soca­
mar un pequeño círculo ni en ligarlos a mí o mis teorías¡
rrona, y por lo mismo es difícil tomarla como blanco.
la verdad consiste en manifestar que existe un libro qul'
se llama el Nuevo Testamento y que cada uno por su
cuenta y en presencia de Dios debe seguir sus preceptos.
Los acontecimientos de Francia

Psicológico Napoleón m no es un héroe, no es necesario demostrar­


lo. Una prueba existe, sin embargo; en la víspera del gol­
El placer que experimentan las mujeres especialmentt', pe de Estado, entre las dos y las cuatro de la madrugada,
cuando más ignorantes son, en aterrar a los niños crn1 se paseaba inquieto y preguntaba al asistente y a los cen­
historias fantásticas, por ejemplo, «el ogro va a 1leva1 t i nelas si no habían oído algo, es decir, la señal que
aguardaba. El otro Napoleón, en cambio, podía dorm ir
3. Evidente alusión a la ruptura del noviazgo. (N. del t. i.) en vísperas de una batalla. Un héroe soporta i n l ·n-
340 SÓREN KIERKEGAARD

samente su misión con tranquilidad, sin dejar tras­


lucir cuánto le pesa. El nuevo Napoleón carece de cal­
ma intensiva, es como un jugador y demuestra la ten­
sión de un jugador: no descansa en sí mismo como un
héroe.
ENERO DE 1852

«El profesor»

En la antigüedad los filósofos eran una fuerza, consti­


tuían una fuerza ética, un carácter. El imperialismo se
aseguró ... pagándoles, convirtiéndolos en « profesores » .
Lo mismo sucede con fa vida cristiana.
El profesor es un castrado: pero no ha perdido su
virilidad «por el reino de Dios» (Mt. 1 9 - 1 2), sino por lo
contrario, para acomodarse mejor a este mundo sin
carácter.

¿Puedo comprender? ¿Quiero comprender?

Dentro de la esfera de la intelectualidad, y con respecto


a todo lo que en ella está comprendido, debemos pregun­
tamos: ¿puedo yo comprender? Lo importante es com­
prender. Las diferencias entre hombre y hombre tienen
aquí cabida; uno puede comprender más que otro, com­
prende más fácilmente, es más ágil, etc., tiene más genio
y talento, y si yo no poseo esta diferencia, entonces no
hay nada que decir.
Dentro de la esfera ética y éticorreligiosa, la fórmula
es: ¿quiero comprender? Aquí, por lo tanto, no hay dife­
rencias.
Dentro de la esfera ética y éticorreligiosa, sobre todo,
no se puede admitir que haya algo acerca de lo cual se
deba preguntar: ¿puedo yo comprenderlo? Al instante
mismo la ética se desnaturaliza, pierde autoridad, se in­
troduce el aflojamiento.
342 SOREN K1ERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 343

La ética no puede tampoco valerse de la esfera de la �os los sobrepasan. Ellos no se asustan ante los peligros
inteligencia, diciendo: ahora trata de aspirar, luego lo­ y otras cosas similares. Pero he aquí que nace la tenta­
grarás comprender seguramente: ten un poco de pacien­ ción bajo la forma de la compasión. Y así, pues, el vale­
cia y ya verás cómo llegas a comprender alguna vez, etc. roso generalmente acaba por ser el mejor dispuesto para
No, no: todo lo que sirva para la inteligencia no tiene compadecerse de los demás. Los hombres, en general,
valor ético, excede del campo de la ética. La ética sóJo tal vez no se dejan retener tan fácilmente por la compa­
puede ser servida al estilo policial: ¡Canalla! ¡Tú eres sión, cuando tienen valor para afrontar el peligro; pero
quien no quiere comprender, pedazo de hipócrita! O por el valeroso precisamente es también el más débil, cuan­
medio de la ironía que hábilmente recela la trampa ... : do se trata de demostrar compasión.
podrían muy bien comprender, ¡pero no quieren! Supongamos que sea preciso introducir una idea. La
Por eso mismo, ¡qué abismo de astucia es la construc­ táctica del hombre común consiste en apartarse de un
'
ción de una ciencia en el ámbito ético y éÚcorreligioso! riesgo semejante, por temor al peligro; se horroriza y
¡Qué abismo de astucia hay en decir que las prédicas, preferiría mejor contentarse con seguir siendo un hom­
para satisfacer a las exigencias de la época, deberían de bre común. Surge el valeroso. Éste, es verdad, no se es­
haber comprendido la nueva filosofía moderna! Pero, panta ante el peligro. Pero -cuando la compasión lo
claro, la exigencia de la época estriba precisamente en asalta-, ante el pensamiento de que algo semejante no
ser dispensados de la exigencia de l a ética. Entonces pueda llevarse a cabo sin que algunos sufran por ello ... :
es mejor aplicar l a ciencia, la cual con elegancia obra ¡entonces sí que tiene escrúpulos!
en dirección a la intelectualidad: hacia el poder com­
prender.
La ley de la existencia

Amor y Psiquis Primero es Ja vida; luego, un poco o mucho más tarde


( pero más tarde) tiene lugar Ja teoría ; no viceversa, pri­
Justamente hoy he releído el cuento de Apuleyo. La mero la teoría y luego la vida. Primero el arte, la obra de
cuarta prueba a la que Venus sometió a Psiquis, fue la de arte, luego la filosofía del arte, y así con todo.
ir en busca de la caja de Proserpina; y los peligros que la Por lo tanto, primero es la vida y después la teoría.
acechan en el camino provienen en su mayor parte de Luego por lo general sobreviene una tercera cosa: el in­
las visiones y de los objetos que pretenden despertar su lcnto de crear la vida con la teoría, o mejor aún la ilu­
compasión y de este modo distraerla y retenerla . ... i6n de reanudar la misma vida anterior con la teoría, es
Esto mismo he observado e n otras leyendas; e s decir, d1..:cir, de reanudarla de una manera fomentada. Ésa es
que con respecto a lo extraordinario, a aquello que según la parodia (todo concluye en una parodia), y así acaba el
los griegos es el <<riesgo divino», lo que retiene o mejor proceso; se hace necesaria entonces una nueva vida. To-
aún lo que intenta retener al hombre, procede de la com 1 1 1cmos ahora al cristianismo. Hizo su aparición en el
pasión. 1 1 1undo corno vida; puro heroísmo que todo lo aniesgaba
Y con mucha justicia. Porque los peligros, y todo Jo por la fe.
que está en conexión con ellos, asustan a los hombres El cambio sobrevino esencialmente apenas se conside­
comLmes y les hacen retroceder. En cambio, los valero • < • al cristianismo como doctrina. La teoría pura consis-
344 SóREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 345

tía en tratar DE aquello que se había vivido. Pero alguna por el contrario despierta complacencia de sí mismos y
fuerza vital existía aún, y por lo mismo tenían lugar � presunción, consecuencias inevitables del intelectualis­
menudo discusiones a ultranza alrededor de la «doctn- mo y del pecado intelectual. ¡Oh, pecados del corazón y
na» y de los dogmas. <le las pasiones: cuánto más cerca estáis de la salvación
Pero la doctrina se convirtió cada vez más en la cate- que el pecado de la inteligencia!
goría más adecuada de la exist�n�ia . .Todo se volvió ob-
jetivo. Ésta es la « teoría» del cnst1amsmo. .
Luego siguió un período durante el cual se creía pos1- Ser-en-sí-y-para-sí 1 y mi tarea
ble reproducir a la vida en virtud de la teoría: éste es el
período del sistema, de la parodia. Ahora el proces� ha Abro el Nuevo Testamento (anteriormente me he procu­
concluido. El cristianismo ha de recomenzar como vida. rado el conocimiento más indispensable de l a antigüe­
También la catástrofe del 48 tiene este sentido total. dad clásica y no he descuidado del todo a los primeros
....iglos cristianos) y me pregunto: ¿Cómo nos relaciona­
Por esto es más fácil escribir una gramática de una mos ahora, cómo se relaciona ahora el género humano,
lengua muerta: porque es cosa concluida. El anatomista con esa concepción de la vida contenida en el Nuevo Tes­
debe trabajar con un cuerpo muerto, porque aun�ue pu­ la mento? ¿No se ha producido acaso un cambio cualita­
diera disponer de un cuerpo vivo, éste sufre cambios con­ ti vo en lo refe rente al concepto de humanidad y de ser
tinuos está en movimiento. La garantía para poder ela hombre?
borar �na teoría estriba siempre en que el objeto «Sea» o
Así es, y es muy fácil verlo.
«haya sido», no en que «devenga � . Par�c como si la te� ¿Cuál es, entonces, ese cambio? Que el ser-en-sf-y­
.
ría contuviese algo más que la vida misma. Y en c1ert.1 para-sí, lo Absoluto, ha desaparecido por completo de la
forma es así, porque la teoría abraza la totalidad, e� con vida y que la «razón» lo ha sustituido. Así el ser-en-sf-y­
junto de los detalles y de una vez, en tanto que la vida _t·� para-sí, el Ab oluto, no se ha borrado del todo, pero se ha
pobre y sucesiva. Pero por otra parte, la teoría no conut• convertido para los hombres en una ridiculez, una exa­
ne a la vida. Y esta seducción acaba por enredar a In geración cómica, algo quijotesco que causaría risa si se
teoría con la vana presunción de que podría ser cap�z <ll· lo pudiera ver, pero no se logra verlo porque ha desapa-
crear la vida en una medida superior, aun esa misma 1 ccido de la vida.
vida que precedía a la teoría. El en-sí-y-para-sí y la razón se relacionan entre sí en
sentido inverso: donde está el uno no tiene cabida l a
olra . Cuando l a razón h a penetrado por completo a todo
La dificultad de nuestra época ., a todos, entonces el en-sí-y-para-sí ha desaparecido por
1 ompleto.
Si habéis visto una nave hundida por ejemplo, en el fon En este punto nos hallamos ahora más o menos. Ra­
do fangoso de algún río, sabéis que casi es imposible n· tón por todas partes. En lugar de enamoramiento incon-
flotarla, porque es imposible que ninguna grúa halle un
fondo lo suficientemente sólido para afirmar e. Así ta111
El An sich-urid-{ür sich, que en la 1erminología hegeliana indicn
bién la humanidad entera está hundida en el lodo de la lr1 Absoluto, pero que para Kierkegaard recobra su genuino significado
inteligencia. Esto no provoca remordimiento, sino qu,• 111l·taíísico. (N. del t. i.)
346 SÓREN KJERKECAARD DIARIO INTIMO 347

dicional, matrimonio de razón. En lugar de obediencia de la comunicación del Espíritu Santo, a enseñar el cris­
incondicional, obediencia en virtud del razonamiento. tianismo.
En lugar de fe, saber por Ja razón. En lugar de confianza,
garantías. En Jugar de riesgo, probabilidad, cálculo pru
dente. En lugar de acción, simples acontecimientos. En El bautismo de los niifos
lugar del individuo, una camarilla. En lugar de persona
lidad, una objetividad impersonal, etcétera . Si se quiere conservar absolutamente el bautismo de los
Pero el Nuevo Testamento representa justamente al niños sería preciso cuidar mejor que «el segundo naci­
en-sí-y-para-sí. Yo me pregunto entonces: ¿Qué signific&1 miento» se convierta en una categoría decisiva para ha­
que finjamos que todo está en orden por el hecho de qm• cerse cristianos.
nos Uamenos cristianos según el Nuevo Testamento,
cuando Jo que es el nervio del Nuevo Testamento, el en
sí-y-para-s í, ha desaparecido de la vida? Melancolía
De que existe una enorme incongruencia, muchos st• •

han dado cuenta. Quisiera salir del paso diciendo: « j l:a En un himno se cita a aquel rico que ha reunido un teso­
humanidad ha crecido demasiado para adaptarse ••I ro a costa de grandes fa tigas y que «no sabe quién habrá
cristianismo!» de heredarlo».
Para mí es todo lo contrario: la humanidad ha retr0<.·,·
dido. (¿Acaso no es el matrimonio de razón una regu· Así yo dejaré en pos de mí un capital intelectual
nada
sión -así fueran 170 000 sus razones y las mejores- yn pequeño, ¡ay!, sé también quién recibirá mi heren
cia; ét,
comparación con el enamoramiento?) Hombres tallado11 t·�a figura que me es tan inmensamente antipática
, pre­
por el cristianismo ya no viven; se ha obtenido un térmi nsamente él, que hasta ahora ha heredado y que
hereda­
no medio de individuos que representan un progrc�u l'á además lo mejor de mf mismo: el docen
te, el profesor.
para el género humano, pero ya no hay individuos q11t• También esto forma parte de m i sufrimiento, el
saber­
puedan imponerse como portadores del cristianismo. lo, y luego proseguir con toda tranquilidad con
mi aspi­
ración que me causará penas y fatigas, y cuyo
fruto, en
Goethe, como representante de la moderna falta de t&1 t ic�ta form a, será heredado
por el profesor; digo en cier-
rácter: los pecados de la inteligencia son más de tenw1 1 n forma, porque en otro sentido me
lo llevaré conmigo.
que los demás pecados. El cristiani mo evidentemcnh·
ahora pone su causa en manos de los jueves: será preci�u
remontarse por lo menos hasta Lutero; será preciso "''' Ia conducta de Dios para conmigo
en especial Ja manera corno se lo sirve, la predicacion
objetiva que carece de carácter. Quizá pueda ser de ut ill Originariamente he estado en posesión de las condi
cio-
dad mostrar la moderna falta de carácter en otro campo, 11es exteriores requeridas para gozar
de la vida: y a mí
por medio de su representante, Goethe, en cuyo caso 1111 esto es demasiado cierto- no me faltaba el deseo
de
asume proporciones tan serias, porque Goethe no se p1 ,. querer gozar de la vida. Pero luego se me conce
dió un
enta como un maestro del cristianismo, ni está obli�··• .aguijón en la carne, una cruz; y no pude, por
lo tanto,
do por ningún voto sagrado en virtud de la ordenación � lkp.ar a gozar verdaderamente de la vida jamá
s.
348 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 349

Cuando luego, poco a poco, las condiciones para gozar un día hacer li bremente aquello que antes sólo lograba
de la vida se fueron esfumando y fui presa de las preocu­ hacer obligado por la fuerza.
paciones económ icas, pensé entonces en la posibilidad
de arrancarme ese aguijón de la carne. Hubiera podido
util izar así en mi beneficio las fuerzas y los dones conce­ El Ente
didos y, humanamente hablando, es muy cierto que mi
laboriosidad persona) habría logrado asegurarme aún Aunque fuera comprendido, no podría desear la funda­
las condiciones para gozar de la vida; y lo habría logra­ ción de un partido. Me preocupa lo siguiente: ¿qu� es la
do todavía entonces. verdad? ¿Me remito yo a esa verdad?
Comprendí muy bien que había algo de inconveniente Si fundara ahora un partido lograría alcanzar poder
en este proyecto para mi vida. Pero como dije, lo he pen­ terrestre; con esto quizás impediría que l a existencia cir­
sado. No sucedió así; nunca habría obtenido el consenti­ cundante me creara una situación que para mí se con­
miento de mi conciencia para actuar en ese sentido. Si lo vierte en un examen. En vez de lograr saber algo acerca
hubiera hecho, si lo hubiera logrado, me habría conver­ de l a verdad y de mi relación con ella, lograría saber
tido -desde el punto de vista cristiano- en un sofista. -cosa que sé de sobra y que me importa un comino­
No sucedió así, pues. Y ahora tal vez mi vida adquiera quc cuando uno posee un poder terrenal aumenta siem­
el cariz presentido. Ese aguijón en la carne tal vez me pre el número de los que aceptan lo que uno dice y de
sea arrancado; pero para entonces no estaré en posesión este modo se acrecientan el poder y los beneficios teffe­
de las condiciones para gozar de la vida; entonces esta­ nales.
ré tentado por tales sufri mientos y tan avanzado en la Pero esto no me interesa. Mi problema en cambio es:
vida que, por mí mismo, proscribiré la posibilidad del ¿Lo que he comprendido acerca de la verdad, lo traduz­
goce. co con mis obras a l a realidad, pero de manera que al
Y así deberé seguir otro cursus. El aguijón en la carnl' darle realidad sirva al mismo tiempo para producir esa
se me arrancará, y entonces se me ofrecerán de improvi­ <,Íl uación que muestra hasta qué punto yo me remito a la
so las condiciones para gozar de la vida, mejor dicho, me.· verdad? Por eso mismo cuido ante todo que no se vuelva
serán casi impuestas por l a fuerza. Para entonces habrá 1 1 nposible (por ejemplo, fundando un partido) la crea­
avanzado tanto en la mortificación y mi espíritu habrá _
ción de ese estado de cosas. Fundar un partido no me
madurado tanto, que tendré la fuerza de decir libremen· -.irve para descubrir Ja verdad y tampoco para probar
te: no, no lo quiero. mejor si me remito a la verdad; tan sólo me procura un
Así fue como no llegué nunca a gozar de la vida. ¡Oh. poder terrenal.
Dios mío, tal era quizá lo que tú habías decidido para Tal vez sea éste el objetivo principal de la vida de los
mí! Quisiste obtener de mí algo mucho mejor que el des otros y por eso mismo se muestran tan activos (con la
pilfarro de la vida en goces y luego tener que arrepentir l'Li queta de l a filantropía y de la simpatía) para fundar
me durante toda la eternidad. partidos.
Pero al principio no podía ni comprenderlo ni hacerlo, Es extraño. ¿Acaso es eso amor y simpatía? Yo creía,
y por eso mismo fue precisa la constricción, corno cuan t'n cambio, que amar era amar a los otros como a sí mis-
do se aplica un tutor a una pierna rota. La educaci(m 1110; por lo tanto ayudarlos de la misma manera, en
consistió entonces en conducirme a fin de que pudicrn t u�1 nto sea posible para un hombre hacer esto por otro,
350 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 351

para que presten atención a la verdad, y para que se exa­


I� victoria de la causa de Dios, del Omnipotente que infi­
nita y eternamente, ha vencido por toda la eternidad y
minen a í mismos, a fin de ver entonces si ellos se remi­
'iin lucha.
ten a la verdad.
No � posible negar que el pensamiento de que Dios
posca s1mplemente una causa, que para Dios tenga im­
r>Ortanc1a _ el hecho de que tú o yo combatamos por Su
Mi relación con Dios
causa, no es posible negar que un pensamiento semejan­
El pensamiento de hacer tal o tal cosa, o de sacrificar, dt.• le haya, a su debido tiempo, entusiasmado a muchos y
arriesgar esto o aquello -para servir la causa de Dios-, les haya hecho fácil el sacrificio total . Pero eso nada
un pensamiento semejante jamás me ha movido. Porque.· prueba, no es más que pura imaginación y sería tremen­
siempre he pensado que debía de haber cierto galima· da pres �ción si los hombres hubieran tenido en el pasa­
tías en la creencia de que un Omnipotente -para quien do una idea tan desarrollada de la infinita sublimidad
milJones. de mundos cuentan como un cero a la izquicr· de Dios, como pueden tenerla hoy. Por otra parte es cier­
da- tenga una causa para la cual sea de importanciu to que l a infinita beatífica tranquilidad con que debe­

que fulano o mengano hagan esto o lo otro. mos pensar en Dios infinitamente elevado por encima
No, eso no es po ible para mf. Pero resulta mcjoa dd mundo �cabará por aturdir nuestra inteligencia; así
cuando imagino a Dios como a un examinador que dict·: 11us convertimos en espectadores y no en actores. Pero no
«Desearía de ti tal o tal cosa. » Con esto no quiero dcd1 hay reverso: es preciso que volvamos a Ja acción, al mis-
que todo e convierta en artificios vanos; no, debería sc.·r 1110 desmesurado entusiasmo con que en los tiempos an­
vir de ayuda. Pero el pensamiento de que Dios deba h· t iguos se abrigaba la ilusión de servir de ayuda a Dios
ner una causa, y que el hombre fuese para ello, sin m&h t umbatiendo por Su causa.
Otra vez existe aquí una reduplicación que vuelve
ni más, Su cooperador, me parece de un infantilismo c.''
111uy d�cil el profundizarlo, una reduplicación que se
cusable en otros tiempos, pero que ahora se convierte l'll
l1a l la s1em pre, cada vez que el entusiasmo debe sobrepa­
galimatías; porque equivale a decir que Dios debería tt• .
'·• r o seguir a una ilusión. Con un ojo hemos de conside-
ner una causa, en el sentido que Él sería entonces lllUt
1.1 �· ca�i todo el esfuerzo humano como la mayor niñería,
parte, en tanto que lo es todo.
No, no es Dios quien tiene una causa, sino cada hum
' '.ias aun, c�mo a lo más indiferente en el mundo (porque
l� l. el Omrnpotcnte, tiene millones de recursos, y siem­
bre quien tiene una causa con Él . Y Dios, con infi111111
pre ha vencido infinitam ente); y luego, no obstante, he-
elevación, Jo contempla feliz; y debido a la infinita 10111
1110' de esforzarnos hasta el extremo, no menos que
lidad del todo hace sufrir a un hombre, abrazándolo .. 111
11qucl que de veras sentía entusiasmo al pensar que de su
embargo con su infinito amor. Él espera que un homhu•, .
lrnacJdad y de los riesgos que corría, dependía que Dios
por decirlo así, haga tal o tal cosa, que soporte esto 1 1
aquello porque eso forma parte del todo. Pero Dio" mt dd)iera vencer o perder.
tiene una causa; a lo sumo se podría decirlo, por aco111u En cierta forma, podría sentirme tentado a decir·

dación, como cuando el adulto para alegrar al niño p111 ,Felices de vosotros! » Porque, ¿acaso no puede sopor
ticipa de sus juegos. Pero Dios no tiene una causa, 1111 1• ''" 'º todo el horn�re convencido de que su aspiración es
. .
tiene en el sentido de que haya aún que l i brar una h.1111 1 1 1 1 1 nita�ente tan importante que pone en juego a la cau­
lla, algo que a Él se refiera, de modo que resulte dud11111 · ' de Dios? Por otra parte, no obstante yo me considero
352 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 353

feliz, porque ¿acaso no proporciona una inmensa alegría ¡Otra vez la reduplicación! Primero, creer que la aspi­
el poseer una idea de Dios infinitamente más elevada? ración humana más esforzada es solamente una estupi­
« A Él le toca crecer, a mí menguar» (Jn. 3, 30). Estas dez, una molestia inútil, un gesto ridículo aunque pre­
palabras pueden aplicarse a las relaciones de la hum�ni­ tendiera merecer l a felicidad; y luego, sin embargo (¡oh,
dad con Dios. A cada progreso que el hombre realiza, si fuera como debiera ser, esto sería Jo más entusiasman­
Dios se hace cada vez más infinitamente elevado; y por te!), deber esforzarse más que aquel que creyere de veras
ende, el hombre se disminuye, aunque ello suceda en que con su esfuerzo puede alcanzar la felicidad.
virtud de un progreso.
Sobreviene luego el peligro de que esta infinita subli­
El corazón falaz
midad de Dios produzca el efecto de aturdir, de parali­
za
r de este modo el hombre pierde voluntad y valor,
A menudo me he sorprendido al ver que cuando había

ale ría y audacia en el arriesgar y sufrir porque ello ni
comprendido perfectamente algo y lo tenía ante mis ojos
agrega ni quita nada. (¡Claro que sí, si yo fuer� el hom­
en su forma más convincente, clara y hasta elocuente, lo
bre que debo ser, porque precisamente esto es siempre lo
que más me preocupaba era no lograr escribirlo al ins­
más entusiasmante!)
tante, porque temía que en otra oportunidad no conse­
Y como Dios se ha convertido para nosotros los hom­
guiría escribirlo tan bien. ¡Ay de mí! ¡Lo más importante
bres en tan infinitamente elevado, ya no se trata, como
cm que lograra hacerlo en conformidad!
en las épocas más infantiles, cuando se creía de una ma·
Pero recuerdo también que con mayor frecuencia, al
nera más directa, de que Dios tenga una causa por Ju
proceder de este modo, succd.ía que un pensamiento ad­
cual combatimos; de este modo hasta el bien superior, la
quiría para mí una forma luminosa y precisa; y a pesar
beatitud eterna, se ha vuelto demasiado elevado parn
de esto, no sentía el deseo de escribirlo, porque com­
nosotros, inconmensurable para nuestra aspiración. Prn
prendía que lo necesitaba para mí.
eso sólo es Gracia. Hubo un tiempo en que los hombr<.•!i
A veces he escrito pensamientos tales cuando ya esta­
con seriedad infantil, con entera seriedad, creían que po·
ban consumados; porque entonces otro pensamiento se
<lían satisfacer a la exigencia y ganar la felicidad eterna.
me había ocurrido, un nuevo pensamiento que no debía
y en verdad, ¿qué es Jo que los hombres no podían llevas
\t.'r transcrito, sino consumado. Porque el alma necesita
a cabo, cuando estaban convencidos de que realmentt•
también su alimento, y esos pensamientos son justamen­
estaba en su poder el conquistar la dicha eterna, persu&a
lc el alimento de mi alma, los que no puedo escribir de
didos de que esa tarea era proporcionada a sus fuerzas�
i 1 1mcdiato.
Podría sentirme tentado a exclamar: ¡Dichosos de vosc�
tros! Y sin embargo: ¡cuánta ventura hay en la posesión dt•
una idea infinitamente más elevada del bien superior! O bien ... O bien. .2
.

No, ninguna aspiración finita puede alcanzar la dichn


eterna. Por eso es todo Gracia. Volvemos a encontrarno11 Así me llamaron en otros tiempos. ¡Qué serie de dctcrmi-
ante el peligro de que por ser Gracia tan sólo, cause l'I 1 1:iciones, y decir que la que debe entenderse por el se-
efecto de aturdir, de paralizar, de adormecer; pues al lm 1·undo bien, nunca la he recorrido!
de cuentas, es una aspiración en vano, puesto que sólo 1•11
2. Aut-Aut, título en danés de O lo uno o lo otro. He preferido la
Gracia. 11111na: O bien... o bien... para conservar el sentido del texto. (N. de la t.)
354 SóREN KIERKEGAARD

el
Señalé al matrimonio como al segundo bien, pero
he sobre ­
matrimonio no fue el segundo bien de mi vida:
pasado con mucho al primer bien.
en el
En efecto, un bien así significa gozar de la vida
las ins­
sentido más desenfrenado. Luego sobrevienen
agregado 30 DE AGOSTO AL 2 DE NOVIEMBRE DE 1 852
tancias intermedias: goce de la vida con un
ético. Pero en esto no consiste m i segun do bien. Luego
reli­
sobreviene el goce de la vida, con un agregado éticor
I O de setiembre
gioso; pero tampoco es éste mi segundo bien.
Sólo queda para mí entonces un segundo bien
: el do­
e en Hoy, pues, se cumplen doce años de mi compromiso.
lor, la renuncia, esta actitud religiosa de convertirm
«Ella», naturalmente, no dejó de encontrarse en el lu­
menos que nada en este mundo.
consti­ gar de costumbre para verme; y aunque en verano yo
Si soy un dialéctico originario, si la dialéctica
que sólo salgo más temprano que habitualmente, ella se ha cru­
tuye mi naturaleza, resulta en consecuencia
o bien y no en ningún zado conmigo hoy como ayer por la mañana. Cuando
puedo halla r reposo en este últim
o se des­ pasó a mi lado ayer, bajó de improviso los ojos, cosa que
otro bien intermediario; porque tan sólo cuand
a. me asombró. Pero al instante tuve la explicación. Un ca­
cansa en este último bien se ha agotado el dilem
bal lero me gritó que mi cuñado me seguía y que quería
alcanzarme. Ella lo había visto. Hoy se ha limitado a
mirarme, sin saludarme ni dirigirme la palabra. ¡Ay!, tal
vez esperaba que a mf me correspondiera hacerlo. ¡ Dios
mío, qué voluntariamente ha.ría esto y todo por ella!
Pero no me atrevo a asumir la responsabilidad. Ella mis­
rna debe pedírmelo.
Este año lo deseaba aún con toda el alma. ¡Cuán peno­
"º es postergar el asunto año tras año!
Pero ha sido un bien que no haya sucedido. Porque
hnbría podido influirme de tal manera que, para ador­
narla con la celebridad, me hubiera sentido tentado a
rnmprometerme a fin de vencer en un sentido terrenal y
.1 hacer fortuna en el mundo.

Por eso mismo me ha causado una profunda impre­


sión el hecho de que hoy también haya salido bien li bra­
do: esto ha renovado la íntima convicción de que ella no
ocupa, sin embargo, el lugar de prioridad en mi vida. Es
\'l'rdad, de buena gana querría no decirlo, que humana­
mente hablando ella posee y debe poseer el lugar de
1 1 1 ioridad en mi vida; pero en un sentido absoluto es
356 SOREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 357

Dios quien tiene ese puesto. Mi noviazgo con «ella» y su es preciso volver a odiarse a sí mismo por la voluntad de
ruptura dependen, en el fondo, de mis relacione� �on exponerse a algo semejante.
Dios; forman, si puede decirse así, de una manera divina ¡Odiarse a sí mismo! En efecto, el cristianismo enseña
mi noviazgo con Dios. que sólo se puede amar a Dios si uno se odia a sí mismo;
De modo, pues, que el 10 de setiembre es el aniversa­ y el cristianismo exige que uno ame a Dios.
rio de mi compromiso, ¡con tal de que lo recuerde a so­ La doctrina del Nuevo Testamento es que el cristianis­
las ... ! ¡Oh!, debería recordarlo y recordar que no d�bo mo consiste en odiarse a sí mismos.
concluir por flaquear y por convertirme en un sofista La prédica oficial del cristianismo ha logrado ama­
que hace fortuna en el mundo predicando que en el sufri­ "ªr a millones de cristianos enseñando que amar a Dios
miento hay felicidad; un sofista que, aun cuando él no es amarse a sf mismos; que es preciso amar a Dios para
goce de la vida verdaderamente, podría hallar placer � n poder en verdad gozar de esta vida; que sólo cuando se
alegrarse con la dicha experimentada por una muJCI' t.'Spera la dicha eterna se gustan de veras los bienes y las
ante .la celebridad que él proyecta sobre ella. �degrías de esta vida (Mynster). Y así, el término medio
Tal vez «Ella» me encontrará mañana y me lo pregun­ de los hombres jamás alcanzan el cristianismo, si el cris-
tará por su cuenta; quizá pasado mañana, qui:tá dentro 1 ianismo ha de consistir en odiarse a sí mismos, o bien si
de un aflo ... yo estaré siempre dispuesto. ¡Oh, pero creo -;e exige simplemente tal reconocimiento, el de que ésta
que hoy ha sido una lección útil que nada sucediera! Tal l'S la exigencia.
vez lo habría interpretado como una invitación de park ¿Le está permitido a un hombre atacar a otro hombre
de Dios para gozar de la vida, para vencer en el tiempo... porque su vida no cumple con la exigencia requerida
y de ese modo habría contristado al espíritu. Y tal vc1 para ser cristiano? ¡No, jamás! ¿Y por qué no? Porque
sólo en el instante de la muerte habría comprendido qm· .1c;í se altera al cristianismo y se lo transforma en Ley. Y
tomé un camino equivocado. .1demás, si éste lo transforma de esa manera en Ley para
otro, ¿acaso no hará otro tanto Dios con él?; ¿acaso no
l'"lamos todos sometidos a la misma condición de cum­
Del odiarse a sí mismo plir con la exigencia?
¿Cómo es posible entonces llevar a cabo el ataque? De
Lo que predica oficialmente el cristianismo. Según d 1111 modo muy sencillo. Cuando la « prédica» o se éxcede
Nuevo Testamento existe una sola categoría de cristia de la exigencia o la calla, el ataque es justo; porque en­
nos: los discípulos. tonces no se ataca la vida del ente sino su doctrina.
Para reconocer qué es lo que se exige a fin de ser disrt Y precisamente en eso consiste la inconveniencia de
pulo de Cristo, basta con leer el Nuevo Test� m�ntu t krta prédica; en que calla la exigencia. ¿Es acaso
(abandonarlo todo, odiarse a sí mismos, a la propia vida, ""umbroso puesto que el cristianismo oficial consiste en
etcétera). .1 1 narse a sí mismos, en gozar de la vida, etcétera?
Para hallar en el mundo al verdadero discípulo qm•
practique en serio esas enseñanzas (abandonarlo t?du,
odiarse a sí mismo), el Nuevo Testamento no hace m1sh·
rios: será odiado de todos, maldito, aborrecido, etc., \'
después (¡qué lógico es el cristianismo a pesar de todo!)
DIARIO INTIMO 359

Extraña contradicción de nuestra época

Si hubo alguna vez un tiempo o una época que haya apre­


1 853 ciado y tenido en cuenta la experiencia es la nuestra. Todo
ha de ser experiencia, ciencia experimental, etcétera.
Sólo en lo que respecta al cristianismo se nos exime de
Con la literatura moderna... hacer experimentos. Se pretende juzgarlo, sin osar re­
lacionarse con él, sin arriesgar tanto que uno penetre
Mis relaciones son muy extrañas. Leo y releo, y sigo sien­ en esas decisiones vitales que crean las situaciones cris­
do tan inteligente, o mejor, tan estúpido, como antes. t i anas.
Como alborotar, ya lo creo que lo hacen; pero para lo Por eso no se halla a nadie que se convicrLa en cristia­
que al fin y al cabo me interesa, nada logro aprender. El no. Así como en otros tiempos se decía que la guerra ha­
único fruto es la impresión de un alboroto insulso que Sl' bía caído en desuso y que había sido reemplazada por
da, sin embargo, aires de pretender que tiene algún sig las conversaciones diplomáticas y por los tratados escri­
nificado. Por medio de una imagen puedo indicar exa1.: tos; así también en vez de la anormalidad del riesgo por
tamente lo que quiero decir. la acción, se emplea el predominio de las razones en pro
1 v en contra. Pero aquel que hace prevalecer las razones
Vivo ahora tan cerca de la Frue-Ki rke, que durante la
noche puedo oír el alerta de los centinelas nocturno,, por supuesto permanece inmutable; y de ese modo, cosa
que se eleva a cada cuarto de hora. Cuando por la noclw ha tante ridícula, sigue siendo más o menos el mismo,
'�ª que abrace o que no abrace el cristianismo.
me despierto con frecuencia, podría enterarme de lu
hora. Con respecto a ese punto estoy bien servido; s61u
debo aguardar unos instantes, puesto que eJ centinl'lu
lanza su alerta cada cuarto de hora. ¡Y cómo lo han·I Mi tarea. De mí mismo
Lanza su grito en alta voz, agudamente: lo percibo co 1 1
I l de febrero
tanta claridad que casi me despertaría si estuviera do1
mido (cosa que no deseo). Grita: ¡Centinela alerta!, lul'J&CI
baja el tono, después de haber realizado un esfueno dt• l�I cristianismo es una heterogeneidad, algo inconmensu-
voz tan magnífico, y dice en voz baja la hora. Y asf prw.I 1 .1ble, algo irracional para el mundo y para ser hombre de
1 1 1 1 modo directo, tal es en absoluto el punto decisivo. Por
gue cada cuarto de hora, hora tras hora. Si permancdt•
1''l0 el cristianismo sin ascética es un imposible.
ra despierto durante una noche entera y me dedicara "
escuchar cada quince m inutos, todo lo que lograría "'" Una fase del ascetismo puede, no obstante, ser consi­
ber sería ese permanente: ¡Centinela alerta! dl'rada hoy como superada... En efecto, al principio el
1 1 i ·tianismo tuvo que luchar contra las pasiones vulga-

1 l -. y salvajes, y, por lo mismo, fue preciso educar a los


La catedral protestante de Copenhaguc, �Jebre por su estah111 •'­
Cristo y de los Apóstoles de Thorvaldsen. Allí se celebraron los furu.:1.1liit
1.
l1ombres por medio de eso que con estricto rigor hay que
de Kierkegaard con gran asistencia de público. (N. del t. i.) ll.11nar ascetismo.
360 SóREN K!ERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 361

es el haber
El fruto de esa educación de la huma nidad liberaran de tu heterogeneidad? ¿Acaso no es Cristo un
depositado una capa de cultura cristi ana. Salvador también para eso?»
de esta for­
Pretender colocar al ascetismo en la base Y me encaminé así en ese sentido. Pero he ahí que una
acrecentarlo,
mación y cultura cristiana es, por lo tanto, nueva dificultad se alzó ante mí. « S i ahora, me deda
seria . De todos modos, no para mi coleto, lograras verdaderamente tu fin en el
y constituye una empresa muy
entiendo que sea ésta mi tarea. nombre de Cristo, le darías Jas gracias de manera inefa­
cido a
En cambio, esta formación y cultura han condu ble; ¿y acaso no debería É l exigirte, en señal de gratitud,
con identi­
un desarrol lo de la intel igencia que amenaza que lo im itaras en el más riguroso de los sentidos, que
la prud encia; que
ficar al ser cristiano con la cultura y hubieras de ufrir infinitamente en este mundo como Él
al cristianis-
estaremos capacitados para comprender ha sufrido y muerto por ti?»
mo, etcétera. Me sentí bloqueado. Me parecía que sólo bajo esta
hay batalla
En este campo ha de librarse la batalla, si condición hubiera podido hallar salvación y ayuda, y la
respecto a ello
en el futuro. Se tratará de hacer valer con condición misma me hizo retrocéder de espanto, sobre
ener en sus·
la heterogeneidad del cristianismo, de mant lodo si debía ser considerada en verdad como la «condi­
dalo, etc. En resu �en: se ción»; porque me parecía que había aquí -si puedo de­
penso la posibilidad del escán
sentido; en
necesitará abnegación y ascetismo en este cirlo así- una superchería que no correspondía a mi
bía en otros
tanto que el ascetismo tal como se conce idea de la Gracia en Cristo. He luchado durante mucho
de una mane ra colateral, Liempo por esa causa, he sufrido inefablemente.
tiempos, deberá ser aplicado
idad de la
para mantener el orden, para inculcar la neces Ahora, Dios mío ( ¡ alabado sea Dios!), ahora lo com­
Gracia. prendo de otro modo. No, ¡Cristo no es tan mezquino!
«un aguijón
De mí mismo: Desde la infancia, gimo con Vemos en el Nuevo Testamento que Él no obliga a aque­
encia de culp;a
en la carne », al cual se ha añadido la conci llos a quienes sana y demás, a dar en compensación su
y de pecado: me he sentido heterogéneo. i;. �
se do �r, esa vida por Él. No, no; É l sólo quiere de ellos su agrade­
1 rclac1on co11 17, 1 6 ss.);
heterogeneidad la he interpretado como m d miento (véase el único leproso sarnaritano: Le.
Dios. Y la parábola del endemoniado curado (Me. 5, 1 ss.),
decir, de�
Desde el momento en que hallé m i tarea, es a quien no permitió siquiera que Lo siguiera, a pesar de
ocasiones cada
de que me convertí en escrilor, he tenido que el hombre así se lo pidió. No. Cristo no es mezquino
vez más frecuentes de reconocer cuán to me había sido v no hace pactos; no, Él es Gracia, Gracia infinita; tóma­
a aquel dolot la, agradéceme como a tu corazón le plazca, pero li bre­
concedido, por Jo demás; pero en cuanto
aún sta
pensé que nunca podría serme quitado, y como : mente y con franqueza.
del pecad o, no pose1a la Un hombre, cuyo juicio aprecio, dijo una vez que
ba vincu lada a él la conciencia
franqueza de orar a Dios por ello. vuando yo era joven, a un solo hombre juzgaba errónea-
impuso ,.1
Y así todo anduvo bien. Pero poco a poco se 111ente: a mí mismo. Hay algo de verdad en estas pala­
o no alca11
problema económico, porque m i patrimoni bras. Existe en mf una melancolía que en parte, sin em­
siemp re hah1.1
zaba para toda la vida y no sucedió, como bargo -así lo creo-, tiene algo de bueno, pero que por
.
supuesto, que muriera en edad temprana .
o l ra parte puede ser también algo de orgullo.
derar el prob lema haJO 01 1 1 1 He estado a punto de cometer un error conmigo mis-
Entonces tuve que consi
posible qm· h' 1110. Privado de un vínculo inmediato con Dios, he creí-
aspecto. Me pregu nté, pues: «¿No sería
362 SóREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 363

do mi deber asumir sufrimientos que sólo son adecua­


dos para aquellos que tienen un vínculo inmediato con
Dios. Sobre el ascetismo
El Apóstol, el Discípulo, tienen, en ese sentido, un
vínculo inmediato con Dios, y en él reside su fuerza para El ascetismo puede con suma facilidad transformarse en
oportar padecimientos sobrehumanos, y también la sofística. Imaginad a un hombre que si no ha vivido en
dispensa de servirse de su propia inteligencia. Un hom­ diversiones y jolgorios, ha derrochado bastante en place­
bre común sólo tiene con Dios un vínculo mediato, y de­ res; imaginad que deseche todo eso; ¿por eso se deten­
be, bajo la responsabilidad de Dios, hacer uso de su inte- dría? No; al cabo de poco tiempo, con la mjsma morbosa
1 igencia: más aún, tiene una responsabilidad en el caso preocupación, se abalanzará sobre la menor futesa: Je
de que no Ja use. asaltará el escrúpulo acerca de si osará o no comer un
Ahora me siento tan contento, tan rico, tan indescrip­ bizcocho de más, o saciarse de pan, etc.
ti blemente .rico, que en verdad en este instante (si debie­
ra describir mi estado) me hallo como aquel que ha reci­
Epigrama
bido una inmensa fortuna y pasa por un momento en
que no quiere ni siquiera hacer proyectos o dedicarse a
Se cuenta que un pastor sueco, habiendo conmovido a su
examinar sus tesoros en particuJar, ¡sino que se zambu­
audito1io con un magistral y espléndido sermón, preocu­
lle en la totalidad! Sí, soy infinitamente más rico aún.
pado por el efecto obtenido, agregó para tranquilizar:
Me encuentro ahora en la misma situación que cuando
«No lloréis, hijos míos, podría ser todo mentira.» ¿Por
empecé a utilizar el último de mis seudónimos2• ¡Pero
qué el pastor no dice lo mismo actualmente?
qué mudado! Humillado a través de una tremenda es­
Respuesta: Hoy no es necesario porque los feligreses
cuela, he adquirido también la franqueza: ¡Oh, Dios
ya lo saben. ¡Pero a pesar de eso sus lágrimas podrían
mío, en este momento no logro describir cómo otra vez,
ser igualmente sinceras! ¿Acaso no son sinceras las lá­
en virtud de tu infinito amor, todo ha sido dispuesto
para conducirme hasta este feliz punto de llegada! En

gr mas que se derraman en el teatro, donde fieles y pú­
blico saben que todo es mentira?
cuanto a mí, pensaba si no sería mi deber detenerml',
dejando así de llevar a cabo lo último. ¡Pero temía tanto
que el remordimiento de haber procedido de ese modo Temor y temblor (1 843)3
pesara sobre mi conciencia! ¡Alabado sea Dios, porqut•
me he arriesgado! Boceto
No obstante, aquí me detengo. En este momento mt•
siento demasiado, sf, demasiado rico para poder descri Supongamos (de esto no hablan ni el Antiguo Testamen­
bir lo que he padecido, aun por todo lo extraordinario to ni el Corán) que Isaac (Gén. 22, 3 ss.) hubiese sabido
que se me ha concedido durante estos últimos años, poi que el padre lo llevaba consigo al monte Moriah para
otra parte tremendamente dolorosos.
3. Al margen de este texto, Kierkcgaard remite a los textos anterio­
r� sobre el mis�o tema. He preferido por eso incluirlos con sus respec-
2. Anticlimacus. (En la enfemwdad mortal, de 1849 y en El e;ercir111 11 vas fechas, a fin de dar al lector una visión más completa de las varia­
.
del Cristianismo. de 1 850.) (N. del t. i.) ciones y los cambios sufridos por el pensamiento de Kierkegaard a pro-
.164 SOREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 365

sacrificarlo. Y bien, si contáramos hoy con un poeta, po­ leído en las tragedias. Cuando es preciso destetar al
dría describir el coloquio entre padre e hijo a lo largo del niño, la madre se unta el pecho con acíbar, pero la mira­
camino.* Ante todo, imagino que Abraham habrá con­ �ª materna sigue fijándose con ternura en el párvulo.
centrado en su mirada todo su amor de padre; su rostro Este cree que es el pecho y no la madre lo que ha cam­
venerable y el corazón desgarrado daban realce a sus biado. ¿Por qué volver amargo al pecho? Porque l a ma­
palabras: exhortó al hijo a soportar el destino con pa­ dre piensa que si continúa amamantando al niño le cau­
ciencia, dándole a entender con palabras veladas que sará un perjuicio, puesto que ya no debe seguir
también él, como padre, sufría, y mucho más. Ante su criándolo con sus pechos. Éste es un conflicto fácil de
fracaso, Abraham probablemente debió de apartarse por esclarecer, pues el pecho no es más que una parte de la
un instante y cuando volvió a mirar al hijo estaba irreco­ madre. ¡Dichoso aquel que no ha vivido conflictos más
nocible para Isaac: la mirada huraña, el aspecto glacial tremendos, que no necesita embadurnarse de negro ni
y las venerables canas despeinadas como Ja cabellera de hacer un viaje al infierno para conocer el aspecto de un
una furia, cubriéndole la frente. Aferró a Isaac por la cin­ demonio y presentarse bajo esa forma, impidiendo así
tura, sacó el cuchillo y lo apostrofó así: «¿Crees que que­ posiblemente a otro ser por lo menos que se aparte de
ría hacer esto por Dios? Te engañas. Soy un idólatra; Dios! Ése será el conflicto de Abraham.
este deseo ha despertado en mi fuero interno, quiero ma­ -Quien logre explicar es Le enigma habrá explicado al
tarte, ése es mi deseo, soy peor que un caníbal. No te mismo tiempo m i vida.
jactes necio chiquillo, pensando que soy tu padre; ¡soy y
•.
¿Pero dónde encontrar entre los contemporáneos a al­
quiero ser un asesino!» E Isaac se arrodilló clamando al guien que pueda comprender un enigma semejante?
ciclo: « ¡Apiadaos de mí, Dios de misericordia!» Mas he
aquí que Abraham murmura para sí: Es preciso proce­
der de este modo; al fin y al cabo es mejor que me crea Temor y temblor ( 1 852)
un monstruo, que me maldiga como padre y que ruegue
a Dios, antes de que sepa que ha sido Dios quien me im­ Abraham
puso la tentación; de lo contrario, quizá perdería la ra­
zón y blasfemaría de Dios.» Y él cortó la leña, ató a Isaac y encendió la pira; sacó el
¿Pero dónde hallar en nuestros tiempos al poeta capaz cuchillo ¡y lo hundió en el pecho de Isaac!
de imaginar un conflicto similar? Y sin embargo, la con­ En ese mismo instante, Dios apareció en forma corpó­
ducta de Abraham resultaría plena de auténtica poesía, rea ante Abraham y le dijo: « ¿Qué haces, pobre anciano?
de una magnanimidad que sobrepasa a todo lo que he ¡No pretendía de ti una cosa semejante! Eres mi amigo,
y sólo he querido probar tu fe. Hasta el último momento
te he gritado: ¡ Detente, Abraham!»
pósito de este tema que él mismo consideró en su «Diado• como su
obra más seria, •una reproducción de su vida» (véase «Diario» de Entonces Abraham repuso con una voz que era la de Ja
1849). (N. de la t.) flaqueza solemne, propia de la adoración y al mismo
• Podría suponerse que la vida anterior de Abraham no está dcspro· tiempo la de la flaqueza postrada, propia de la locura:
vista de culpa, y hacerle rumiar el pensamiento de que se trata de un «¡Oh, Señor, no te he oído! Pero ahora que lo dices, me
castigo de Dios, sugerirle tal vez también la melancólica idea de que
debe secundar a Dios en lo relativo a hacer que el castigo sea lo má:.
parece que escuché una voz semejante. ¡Pero cuando Tú
du,.o posible. lo ordenas, Señor, cuando Tú ordenas a un padre que
366 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 367

mate a su propio hijo, uno se siente un tanto tenso; por


eso no he escuchado Tu voz. Y si la hubiera oído, ¿cómo
habría osado creer que era l a Tuya? Cuando me ordenas Temor y temblor ( 1 852)
que sacrifique a mi hijo y en el último momento se escu­
cha una voz que dice: «¡Detente!», ¿no debo creer acaso Abraham sacrificó el camero y regresó a su hogar con
que es el tentador quien quiere impedirme que cumpla Isaac, a quien conservaba.
con Tu voluntad? Una de dos: o habría debido pensar «Pero -se decía Abraham-, con esta historia me he
que la voz que me decía que sacrificara a Isaac era l a del convertido para siempre en heterogéneo para la huma­
tentador; y en ese caso no me habría puesto en camino. nidad. Si te hubiera complacido, Señor, hacer que nacie­
Pero como me aseguraste que era la Tuya, entonces debí ra, siendo hombre, bajo la forma de un caballo, no sería

sacar la conclusión de que la otra voz era la del tenta­ más heterogéneo para la humanidad de lo que me he
dor.» convertido frente a ella en virtud de este hecho. Al fin y
Luego Abraham regresó a su hogar, y el Señor le dio al cabo, la diferencia en la figura exterior no es tan gran­
un segundo Isaac. Pero al mirarlo, Abraham no se mos­ de como la de no poseer en común los mismos conceptos
traba contento. Cuando lo contemplaba meneaba la ca­ y de tenerlos, precisamente en lo que respecta a l punto
beza y decía: «¡No era así el otro Isaac!» decisivo, infinitamente opuestos. Con Sara no puedo ha­
Pero dijo a Sara: «Ha sido muy extraño que haya sido blar, debe de considerar este viaje al monte Moriah
Dios quien quisiese que sacrificara a Isaac: fue cierto, como el delito más tremendo contra ella, contra su ama­
eternamente cierto, el mismo Dios no puede negarlo. Y do hijo y contra Ti, Señor. Ciertamente que llegará el
cuando cumplí su orden resultó un error de mi parte; ya liempo en que su cólera se apacigüe y me perdone. Y
no se trataba de la voluntad de Dios... » entonces tendré que darle las gracias por su amoroso
¡Pero no puede ser así para el padre de la fe, Abraham ! perdón. Y otro tanto sucederá con Isaac: algún día refle­
Porque en esto consiste la obediencia, en obedecer al ins­ xionara acerca de esta historia y me odiará, pero luego
tante e incondicionalmente hasta el final. ¡Oh! Cuando llegará el momento del perdón, y yo le agradeceré que
uno está dispuesto a decir A, está humanamente dis­ así sea. ¡Oh, Señor: al dolor de mi corazón, cuando me
puesto a decir B y a dar el golpe. Más difícil que trepar al vencí a mí mismo para sacrificar a Isaac, a ese desga­
monte Moriah y sacrificar a Isaac es, una vez que se ha rrón responden con el perdón del delito, y yo doy las
blandido el cuchillo, poder y querer comprender, dentro gracias humillado y confuso ante ese amoroso perdón! Y
de la absoluta obediencia, lo que de mí se exige. Cuando si yo (cosa que no haré a fin de no contaminar mi rela­
se trata de decisiones semejantes a la de sacrificar al ción Contigo iniciando a otros), quisiera decir a alguien
propio hijo o de conservarlo, poder guardar hasta el últi que se trataba de una prueba Tuya o que dependía del
mo momento la misma obediente diligencia, y si ffil' hecho de estar en relación Contigo, con eso me volvería
atrevo a decirlo así, la agilidad del servidor que debt• más heterogéneo en mi calidad de ser humano que si
resignarse -cuando ya ha llegado casi al término- ;:a hubiera nacido bajo la forma de un caballo.1>
retornar y por consiguiente a haber hecho el camino c 1 1 ¡Pero no puede ser así para el padre de la fe, Abraham!
vano. ¡Oh, esto es grandioso! «Pero nadie ha sido tan Porque abandonarse a pensamientos semejantes signifi­
grande como Abraham: ¿quién podrá entonces com ca acercarse a los límites de la fe, aun cuando uno pensa­
prenderlo?>1 ra que. lo hace a fin de mantenerse dentro de los lími tes
368 SOREN KJERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 369

de la fe. ¡Oh, las reflexiones sólo producen el efecto de


hacernos trasgredi r los límites, esos confines donde la fe
se desvanece en reflexiones! Nuevo «Temor y temblor» (1853)

Y Abraham subió al monte Moriah con Isaac. Decidió


hablar con Isaac ... y logró persuadir a Isaac de que era la
Nuevo « Temor y temblor» ( t 852) voluntad de Dios, y así Isaac se sintió dispuesto a dejarse
sacrificar.
Abraham Cortó la leña, ató a Isaac y encendió la hoguera ... besó
a Isaac por última vez. No eran padre e hijo, no, eran dos
El tono del relato debería rozar con mayor precisión la amigos, obedientes hijos de Dios.
locura. Lo culminante sería que Abraham no hubiera po­ Empuñó el cuchillo ... y lo sepultó en el pecho de Isaac.
dido mantenerse en Ja cima de la fe hasta el final, y que En el mismo instante, Dios, en forma corporal apare­
por eso acabara por sacrificar a lsaac. ció junto a Abraham y le dijo: <<¿Qué has hecho, pobre
anciano, hijo mfo? ¿No has oído mis palabras? ¿No has
escuchado mis gritos? Te advertí: ¡ Detente, Abraham! »
Pero Abraham respondió con voz que en parte tenía el
Tono acento de la sumi ión, y en parte el de la locura: «No,
Señor, no lo he oído. Grande era mi dolor, bien lo sabes,
Había una vez un hombre, que siendo niño aprendió la porque Tú sabes dar lo mejor y sabes también exigirlo.
historia de Abraham y, como siempre, sabía repetirla de Pero mi dolor fue mit igado porque Isaac comprendió, y
memoria al dedil lo. en medio de la alegría de estar de acuerdo con él no he
Pasaron los años, y como sucede con muchas cosas oído tu voz. Yo mismo, convencido de que demostraba
que se aprenden en la infancia, sucedió con ésta que obediencia, hundí el cuchillo en la víctima inocente.»
para nada le servía y que acabó por olvidar. Entonces Dios resucitó a Isaac. Pero encerrado en un
Entretanto, su vida cambió y muchas pruebas, y una mudo dolor, Abraham mascullaba para sí: ¡No era asf el
extraña pugna de golpe puso en orden su vida, y desde otro Isaac! » Y en cierto sentido no lo era, porque por
entonces tuvo bastante con pensar en ello. haber comprendido lo que Isaac comprendió en el mon­
Le preocupaba desde la mañana hasta la noche, du­ te Moriah, que era el elegido de Dios como víctima, se
rante el sueño y la vigilia, y envejeció precozmente. había convertido en cierto sentido en un anciano, viejo
Así pasaron quince años. Hete aquí que una mañana, como Abraham. «Éste no es absolutamente aquel Isaac» ,
apenas despertaba, un relámpago cruzó por su mente: y sólo para la eternidad estaban hechos en verdad el uno
« ¡ Pero si eso que estás viviendo es la historia dt· para el otro.
Abraham!» Dios lo previó, y tuvo misericordia de Abrahnin e hi/o
Entonces comenzó a leer. Leyó durante largas horas: que como siempre todo saliera bien, infinit::un ·ntc 1 1 1l'
en voz alta; trazó un croquis, lo detalló sobre el papel, no 1or que si no se hubiera producido aquel l'l 1 m .. 1 1 : 1
hizo otra cosa. ¡Pero aquel hombre ni comprendió a dijo Él a Abraham- una eternidad; dcnl ru d1· pm o 1 •
Abraham ni se comprendió a sí mismo! 1 1.•unirás eternamente con Isaac c�taréis lwc hu.., l'l u110
370 SOREN KIERKEGAAIW DIARIO INTIMO 371

para el otro en lo eterno. Si hubieras oído mi voz, si te ser sacrificados por los otros de una u otra manera, a fin
hubieras detenido, entonces hubieras tenido a Isaac en de hacer progresar la idea, y yo, en virtud de una cruz
esla vida, pero el problema de la eternidad no se te hu­ particular, soy uno de ellos. El otro pensamiento es que
biese hecho evidente. Fuiste demasiado lejos, todo me lo jamás me vería obligado a trabajar para mi sustento,
echaste a perder... pero yo hago que el asunto salga me­ por una parle porque creí que moriría muy joven, y por
jor que si no te hubieras extralimitado. ¡Hay una eter­ otra, porque preveía que Dios, en consideración a mi
nidad ! » cruz particular, me habría evitado este padecimiento y
Ésta es l a relación entre judaísmo y cristianismo. Se­ esa tarea. De dónde provienen tales pensamientos no Jo
gún el cristianismo, Isaac es inmolado realmente ... pero sé; pero lo cierto es que no los he recibido ni gracias a
para la eternidad. Según el judaísmo, sólo se trata de mis lecturas ni a las conversaciones con los demás.
una prueba, y todo el problema permanece esencialmen­ Recorreré ahora a vuelo de pájaro mi vida.
te dentro de esta vida. Cuando la dejé a «ella», pedí a Dios una sola cosa: que
lograra escribir y que llevara a término a O lo uno o lo
otro (también por causa de «ella», porque el Diario de un
De mí mismo seductor ha sido escrito para rechazarla, como digo en
Temor y temblor, que procede la madre cuando el niño ha
13 de octubre de ser destetado, untándose el pecho con acíbar) y luego
derecho a encerrarme en una casa rectoral para ser pas­
En lo que he escrito sobre mí mismo en el Diario del año tor, pues pensaba que con eso expresaba mi renuncia al
48 y en el del 49, creo que a menudo se me ha deslizado mundo.
un fragmento de corte literario. No es fácil cuando uno O lo uno o lo otro se concluyó. Pero no sucedió lo que
es escritor como yo lo soy, evilarlo por entero. Esto pasa esperaba según mis intenciones, es decir, ser odiado,
cada vez que tomo la pluma. Porque (¡vaya extrañeza!} aborrecido, etc. ¡Nada de eso! Obtuve, en cambio, un es­
en mi interior tengo una idea más clara y llana acerca de pléndido triunfo.
mí mismo. Pero apenas me propongo volcarla sobre el Entonces debí, pues, haberme encerrado en una casa
papc.l, interviene al instante La forma literaria. Es así rectoral para ser pastor .rural. Para ser fiel a la verdad
bastante extraño que cuando se trata de impresiones re­ debo confesar que, luego de haber realizado una produc­
ligiosas, de pensamientos y de expresiones que se refie­ ción tan enorme en un tiempo tan breve, luego de haber
ren, a mí, no experimento placer alguno en escribirlas; despertado en nuestro ambiente una impresión seme­
son para mí casi demasiado importantes. De tales pensa­ jante, ese proyecto se había borrado de mi mente. Al
mientos conservo aún algunos: pero corno escritor he mismo tiempo se despertó en mí un impulso tan fue 11 •

producido una infinidad, y sólo cuando una palabra de escribir que no pude resistirlo.
-por decirlo así- ha cumplido su tarea, se me ocurre Sucedió por lo tanto otra cosa, y me convcrl í c11 ·scritcw;
anotarla y transcribirla. pero con el firme propósito de ser un escritor l'l'li�io!-.O.
No obstante, quisiera escribir algo acerca de mí mismo. Pronto reapareció el antiguo proyecto (sc1· pa-.101 1 u
Hay en mi alma dos pensamientos tan precoces, cuyo ral). Creí que debía darme prisa para cclllc:l11i1 < 1 11 1 1 1 1 1
origen en el fondo no logro demostrar. El primero es qw.· actividad literaria lo más pronto po iblc, l11vgo < 1111v1·1
existen hombres cuyo destino es el de ser sacrificados, dl· t i rme en un pastor rural.
372 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 373

Cada vez que concluía una obra me decía: debo aban­ he de vencer en el tiempo, sólo lo lograré sobrepasando
donar la pluma. la exigencia.
Esto Jo comprendí sobre todo después de la publica­ He considerado siempre como esencial la sinceridad·'
ción del Tratado acientífico conclusivo ( 1 846). y bien, entonces vuelvo finita m i aspiración.
Mi intención fue detenerme ahí; fue entonces cuando Al instante surge la idea de «ella»; porque si se trata
escribí esas líneas a propósito de El corsario. de sobrepasar, si debo vencer en el tiempo, también
Desde ese momento cambié de idea acerca de mi acti­ «ella» ha de ser puesta sobre el tapete.
vidad literaria; juzgué que debía continuar mientras Con taJes pensamientos transcurrió el tiempo. Sufría
fuera posible. Ser escritor, permanecer en mi puesto, se muchísimo.
había convertido en algo tan exasperante entonces que La summa summantm fue que, no obstante, me horro­
representaba un ascetismo más áspero que e] de retirar­ rizaba el pensamiento de abandonar la idea primitiva y
me al campo. resolví publicar mi última obra: El ejercicio del cristia­
Sobrevino el año 48. En ese momento me fue conce­ nismo. Escribí a l a imprenta: debía de entregar el ma­
dida una visión de mf mismo como para permanecer nuscrito al día siguiente. He aquí que entonces muere el
casi alelado. Creí entender que había sido objeto de consejero de Estado, Olsen.4 ¡Qué extraño! De haberlo
una Providencia particular: tuve la impresión de que previsto el día antes, probablemente no habría escrito a
verdaderamente me había sido concedido lo extrordi­ la imprenta, sino que hubiera esperado un tiempo. Con­
nario. sideré entonces el asunto como decidido. Pero hubo un
Pero al mismo tiempo otro pensamiento se me hizo regateo, y por lo tanto mi última obra apareció con seu­
evidente: si yo debía ser en realidad lo extraordinario, si dónimo.
debía exigirme que pudiera ponerme en condiciones de Volví entonces a l proyecto de convertirme en un pas­
aceptar la pobreza, de padecer de una manera distinta a tor rural. Pero la situación había cambiado, porque se
aquella que había concebido hasta ese instante. trata de u n recurso económico, de un acto dfrecto para
Sobrevino, pues, el año 1848. Físicamente fuerte, en el asegurar mi vida. Llegado a este punto, me sumergí en el
fondo, no lo he sido jamás. En aquel tiempo, más de una problema: ¿puedo yo cristianamente hacer que mi aspi­
vez tuve la sensación de que la idea de la muerte me ración sea finita?
acechaba. Esto me hizo pensar en que debía buscar a En cuanto a «ella», nada puedo hacer; por una parte
alguien a quien poner al corriente de mi problema, en el porque constituye un grave riesgo para mí tocar el punto
caso de que yo muriere. Con este fin elegí al profesor de nuestras relaciones (véanse mis notas del año 48
Nielsen, quien un tiempo atrás había tratado de acercar­ Y 49); por otra parte porque tampoco tengo valor para
se a mí. hacerlo. Esto significaría, pues, que prosigo mudando de
Sufrí entonces un nuevo retraso. proyectos y que una vez más vuelvo finita mi aspiración.
El tiempo pasaba. Pensé: si no puedes aceptar lo ex­ Por esto no me oponía a la idea de que «ella» me lo
traordinario como carácter, abandona la última produc­ pidiera de alguna manera; si de un modo oficial y decisi­
ción (éticoreligiosa), y busca luego una tarea para esta vo buscaba un entendimiento conmigo, tal vez yo lo con-
vida; así podrás vencer. Porque había comprendido ha­
cía ya mucho tiempo que mi tarea con respecto a los 4. El padre de Regina. Véase «Diario» del 2 de c11c1 u a l 7 dl· ,,·1 lt· 111
contemporáneos está en sentido inverso; es decir, que si bre de 1849. (N. de la t.)
374 SOREN K1ERKEGAARD
DIARIO INTIMO 375

sideraría como una señal de la Providencia para que me


sobrepusiera, para que convirtiese en finita mi aspira­
ción. Mi relación con «Ella»
Mi vida se hace cada vez más tensa; escribir me pare­
24 1849
ce casi una bagatela y, en cambio, padecer hambre me de agosto de
parece ser el cristianismo. Porque, al fin de cuentas ¿qué
es el cristianismo? No consiste en un conjunto de doctri­ En forma un poco poética
nas, sino en servir a la verdad como carácter.
Hace un año y medio que he cambiado mi método de 1 . N. B. En los últimos Diarios del año pasado y de este
vida, tratando así de ver cuánto puedo soportar. año se encuentran aquí y allá algunas observaciones
Pero considero luego al ascetismo como sofística, y en­ acerca de ella.
tonces retorno a la Gracia. 2. Infandum, regina, jubes renovare dolorem. 5
El Nuevo Testamento evidentemente tiene por base el
· pensamiento de que existe una condenación eterna, de la
3. Regina Olsen. La vi por primera vez en casa de los
Rordam. En real idad, las primeras veces la vi en casa de
cual apenas un hombre entre tantos millones se salva. ellos, dado que frecuentaba a la familia (con Bolette
¡Nosotros, educados en el cristianismo, vivimos en cam­ Rordam, en cierto sentido, tengo alguna responsabili­
bio con la convicción de que todos nos salvaremos! dad; pues creo que anteriormente me había impresiona­
Hay momentos en que quisiera aferrarme a lo primero do, y yo también debo de haberla impresionado un poco,
que encuentro, y así, en nombre de Dios, romper con todo. aunque con entera inocencia y desde el punto de vista
Pero espero, y surge un nuevo obstáculo: «Ella.» De intelectual).
ese auténtico cristianismo «ella» no tiene la menor sos­ Ya antes de la muerte de mi padre, me había decidido
pecha; si me pongo a practicarlo, si lo convierto en efec­ por ella. Mi padre murió y me puse a estudiar para el
to, entre nosotros se alza una diferencia de religión. examen. Durante ese tiempo permití que su vida se vin­
¿Acaso debería eso de apartarte de concebir así al cris­ culara con la mía.
tianismo?, se dirá. ¡Oh! El Nuevo Testamento es un libro 4. Es suya también esta réplica con respecto a mí:
tremendo, porque considera este tipo de conflicto como << ¡Acabarás por hacerte jesuita!»
S. Durante el verano del año 40 me diplomé en teolo­
si formara parte del verdadero cristianismo.
Así lucho yo. Hay momentos aún en que todo es apaci­ gía. Hice en seguida una visita a los Rordam. Partí para
ble para mí, cuando creo comprender que mi tarea con­ Jutlancia, 6 y tal vez ya entonces tendía mis redes; por
siste en introducir la verdad en nuestra existencia; es ejemplo, prestándole libros durante mi ausencia y seña­
decir, hacer evidente, y hemos de confesarlo abriendo el lándole algunos pasajes.
corazón, que nuestro cristianismo es mitigación, que a En agosto regresé. Puede decirse que durante eJ período
nadie se le exige que sea el « discípulo». comprendido entre comienzos de agosto y comienzos de
Pero debo concluir: escribir me fatiga. Llevo sobre mis setiembre fue cuando de veras me acerqué a ella.
hombros un enorme fardo de obras, pero lo que me preo­
cupa es otra cosa; ¿puedo yo volver finita mi aspiración S. Kierkegaard escribe habitualmente: « ln{andum jubes regi11a, tt'

obteniendo beneficios terrenales con la prédica del cris­ 11ovare dolorem.� {Véase Diario de 1847: «Me mandáis, reina que n'11111•
ve un dolor indecible»). (Eneicla, Canto Il-3.) (N. de la t.)
,

6. V<!anse notas del viaje. (N. de la t.)


tianismo, que es la renuncia a toda cosa temporal?
DIARJO ÍNTIMO 377
376 SóREN KIERKEGAARD

Durante ese tiempo he padecido penas indescripti­


El 8 de septiembre salí de casa con el firme propósito
bles.
de decidirlo todo. Nos encontramos justamente frente a
EJla no parecía notarlo. En cambio, se volvió tan arro­
su casa. Me dijo que en la casa no había nadie; fui lo
gante qu� una vez me declaró que se había comprometi­
bastante audaz como para interpretar esas palabras
do c?nm igo po� compasión;8 en resumen, puedo firmar
corno una invitación, cosa que convenía para mis fines.
_ he v1sto una arrogancia semejante.
que Jamas
Subí con ella hasta su casa. Henos aquí a solas ea el sa­
É se fue, en cierto sentido, el peJigro. Si a ella no le
Lonci to. Ella está un poco nerviosa. Le rogué que tocara
.importa otra cosa, pensé, sino poder decir (como dijo
algo para mí, como lo hacía habitualmente. Lo hizo,
una ve �) «que el día en que estuviera persuadida de que
pero no logré mi intento. Entonces, de pronto, cogí la '.
partitura, la cerré con impetuosidad arrojándola sobre Y� la v1s1taba sólo por hábito, rompería las relaciones» ;
s 1 no toma el asunto más a pecho, yo tengo la sartén por
el piano, y le dije: « ¿Qué importa la música? ¡ A «usted»
el mango. Recobré, pues, mi autodomfoio. En otro senti­
es a quien quiero desde hace dos años !» Enmudeció. Por
do confieso mi flaqueza, reconozco que en determinado
otra parte, nada he hecho para hechizarla; hasta la puse
momento me hizo perder Ja paciencia.
en guardia contra m í y contra mi melancolía. Cuando
Puse en acción todas mis fuerzas; ella cede de veras, y
aludió a un entendimiento con Schlegel, repuse : «Está
cae en el exce o opuesto: el más absoluto abandono de
bien, lo consideraré como un paréntesis, porque yo ten­ _
adoración. Cosa de la �ual, hasta cierto punto, tengo yo
go la prioridad.» .
la culpa Y la responsab1hdad, porque yo mismo conozco
N. B. Creo más bien que fue el 10 cuando me habló de
Schlegel, porque el 8 no pronunció una sola palabra. Na­

demasiado las ificultades de la situación, y convencido
de qu� era preciso emplear todas mis fuerzas para ven­
turalmente, no me respondió; por fin, me marché, pues
cer s1 fuera posible mi melancoHa, le había dicho:
temía que alguien vin iera y nos encontrara juntos y a
«Cede, porque con el orgullo me facilitas las cosas. » Pa­
ella en tal estado de agitación. Fui a ver dfrectamente a
labras completamente sinceras para ella, y melancólica­
su padre, el consejero de Estado; recuerdo muy bien que
mente traicioneras para mí.
temía mucho haberla asustado demasiado y que tam­
Naturalmente, mi melancolía se despierta porque su
bién mi visita diera de alguna manera pretexto para
abandono me endosa la «responsabilidad» en Ja mayor
equívocos, hasta en detrimento de su reputación.
medida posible, en tanto que su altanería casi me libera�
El padre no dijo n i sí ni no, pero se mostraba bastante
ba de la «responsabilidad»; comprendo que debemos
aquiescente, como fácilmente comprendí. Pedí una entre­
acabar por ro:°1per. J � zgo, y así pensaba entonces, que
vista con ella, la obtuve el 1 O de setiembre por la tarde. No
ése era el castigo de Dios para conmigo.
dije una sola palabra para convencerl a; me aceptó.
No logr� aún comprender por entero qué impresión,
En seguida entré en relaciones con toda su familia.
en un se�tido puramente erótico, ha ejercido sobre mí,
Empleé m i habilidad, sobre todo con el padre, por quien
Pues es cierto que al verla abandonarse casi en adorn
por otra parte siempre he tenido mucha deferencia. .
c1ón y suplicarme que la amara, me conmovió hasta d
Pero al día siguiente, en mi fuero interno descubrí que
extremo de que todo lo hubiera arriegado por ella. Pt·i 4 1
me había equivocado. Un penitente como yo, con mi
una prueba d e cuánto la amaba e s e l hecho de qu,· 1111
vida ante acta 7 y m i melancolía ... debía bastar.

8. Etapas en el camino de la vida. (N. del t 1)


7. •Antes de los hechos ...
378 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 379

haya ocultado hasta a mí mismo cuánto me había con­ angustiarme hasta el fin. Sucede lo contrario. Claro que
movido en el fondo; esto está fuera de lo erótico. ella me angustió de una manera extrema, pero mi natura­
6. De no haber sido un penitente, de no haber tenido leza se rebeló con gigantesco sacudimiento para apartarla
mi vida ante acta, de no ser un melancólico, la unión con de mi. Sólo quedaba rechazarla con todas mis fuerzas.
ella me habría proporcionado una felicidad como nunca Fue un Liempo de tremendas penas; verse obligado a
la soñara. Pero aún cuando yo (por ser demasiado quien ser tan cruel, y amar, no obstante, corno amaba yo. Ella
era) debiera decir que habría alcanzado mayor felicidad luchaba como una leona; de no haber creído yo que era
en mi desdicha, sin ella que no con ella. . . ; me había con­ una protesta divina, habría vencido.
movido y de buena gana hubiera cumplido sus deseos. 1 1 . N . B. Durante estos dos meses del engaño, seguí l a
7. N. B. Sin embargo, ella presintió algo de lo que en táctica d e decirle a intervalos, en tono explícito: «Basta,
mí incubaba, porque a menudo se le escapaban estas pa­ déjame, ¡no resistirás!» Ella respondía con pasión que
labras: «Tú no eres feliz jamás. De modo que nada pier­ todo lo habría soportado con tal de no dejarme.
des si me permites estar a tu lado.» Una vez hasta llegó a Le propuse hasta que resolviéramos el asunto de l a
decirme que nunca me pediría ninguna explicación con siguiente manera: que ella rompiera para ahorrarle
tal de que le permitiera estar junto a mí. la humillación. No quiso. Repuso que si estaba dis­
8. Pero había una protesta divina. Así lo entendí yo. puesta a soportar todo lo demás, soportaría también eso;
La consagración. Habría debido cal larle muchas cosas, y de una manera no del todo a ocrática, observó que
basarlo todo en una falsía. probablemente nadie se lo haría notar en su presencia,
Le escribí devolviéndole el anillo. El mensaje está fiel­ y que de lo que decían en ausencia suya nada le impor­
mente reproducido en Experimento psicológico 9• He tra­ taba.
tado por entero de atenerme al hecho puramente históri­ 1 2 . La ruptura definitiva tuvo lugar dos meses más
co; pues de eso nunca he dicho una palabra a nadi�, a tarde. Ella se desesperó. Por primera vez en m i vida tuve
nadie en absoluto; soy más mudo que un sepulcro. S1 el que hacerle reproches. No quedaba otro remedio.
libro cayera en sus manos quisiera que lo recordara. Desde su casa fui directamente al teatro, porque que­
9. N . B. Algunas réplicas allí citadas están tomadas de ría encontrarme con Emil Boesen 10 (por eso inventaron
la rea lidad; por ejemplo, la de que: « N adie ha dicho que el chisme de que había estado de paseo por toda l a ciu­
el casarse haga engordar; he conocido a alguien (aquí di dad; que yo había dicho a la familia, sacando el reloj ,
el nombre de mi padre, y así el hilo de la historia fue que;: se dieran prisa si tenían algo más que decirme, por­
desviado) que se casó dos veces, sin engordar.» Y tam­ que debía ir al teatro).
bién: « Puede uno romper un noviazgo de dos maneras: Había concluido la función. Mientras salía de la se­
por motivos de estima, y por razones amorosas.» Así gunda platea, se me acerca desde la platea baja el conse­
como su respuesta: «Creo que estás loco.» jero de Estado Olsen y me dice: « ¿ Podría hablar con Su
10. ¿Qué hace ella? Impulsada por femenina desespe­ Señoría?» Fuimos a su casa. Ella estaba desesperada. El
ración, hete aquí que se desmanda. Evidentemente ha­ padre me dijo: « Será l a muerte para ella, está completa­
bía notado mi melancolía y debe de haber pensado en mente desesperada.» Repuse: «Trataré de tranquiliza.·-

9. Incluido en ¿Ct1lpable o no culpable?, de Etapas en el cami110 de la 10. El amigo íntimo de K.ierkegaard, su confidente c11 el lecho dl•
vida. (N. de la t.) muerte. (N. del t. i.)
380 SóREN KIERKEGAARD DIARJO INTIMO 381

la, pero es cosa decidida.» Él me replicó: « Soy un hom­ 1 7 . Así fue como nos separamos. N . B. Es verdad. El
bre orgulloso, y es duro para mí decirlo, pero le suplico dfa en que recibí las cosas que ella me devolvía, escribí
que no rompa con mi hija.» En verdad, era un gran hom­ una carta al padre que me fue devuelta sin abrir. Pasaba
bre; me conmoví; pero no cedí. Me quedé a cenar con l a las noches enteras llorando en mi cama, pero durante el
familia esa noche. Hablé con ella al despedirme. A l día día me mostraba como siempre, más burlón y chistoso
siguiente recibí una carta del padre en la que me decía que antes; era necesario que así lo hiciera. Mi hermano
que ella no había pegado ojo en toda la noche y que de­ me dijo que iría a ver a l a familia para demostrarles que
bía ir a verla. Fui y logré calmarla. Ella me preguntó: yo no era un canalla. Le dije: (< ¡Si lo haces te meto una
« ¿ Entonces no vas a casarte nunca?» Le respondí: «Sí, bala en l a cabeza! » La mejor prueba de cuánto me preo­
dentro de diez años, cuando me haya curado de capri­ cupaba el problema.
chos; entonces necesitaré una chica de sangre joven para Me fui a Berlín. Sufrí muchísimo. No pasaba día sin
rejuvenecerme.» Una crueldad necesaria. Ella me dijo: recordarla. Hasta hoy he mantenido mi promesa de re­
«Perdóname todo lo que te he hecho.» Le respondí: « ¡De­ zar a diario por ella por l o menos una vez, a menudo dos,
bería ser yo quien te pidiera perdón!» Y ella: «Prométe­ sin contar con las veces que pienso en ella.
me que te acordarás de mí.» Se lo prometí. « Dame un t 8. Roto el vínculo, mi estado de ánimo era: o te en­
beso», dijo ella. La besé... pero sin pasión. ¡Dios miseri­ tregas a las diversiones alocadas o a la religiosidad abso­
cordioso! luta, siempre que no sea a ese embrollo que amasan los
1 3. N. B. Ella sacó un billete con algunas palabras que pastores. E l Diario de un seductor se escribió para ella,
yo escribí para ella y que tenía por costumbre llevar col­ para rechazarla. El prólogo a Dos disertaciones edifican­
gado del cuello; se lo quitó y lo hizo mil pedazos en silen­ tes fue hecho a propós ito para ella, como muchas otras
cio. Luego, dijo: « ¡ Me has jugado una mala pasada!» cosas: l a fecha del libro y l a dedicatoria a mi padre. 1 2 Y
14. N. B. Me dijo: «¿Entonces ya no me quieres?» Le también en el li bro había algunas vagas alusiones: la re­
respondí: «Sí; ¡si continúas portándote así no te querré lativa al abandono: que se pierde al amado tan sólo
más!» cuando uno lo arrastra para que actúe contra l a propia
15. Ella: «Quisiera que fuera tarde cuando te arre- persuasión. Ella l o leyó. Lo sé por Sibbem.
pientas » , aludiendo a la muerte. Tuve que responder c � J 9. El Diario de un seductor estaba escrito a propós ito
con una broma, diciéndole si creía que iba a tener el fin para rechazarla, y de sobra sé la agonía que me costó su
de Wilhclm en Le.nora. publicación. Pues mi pensamiento, mi intención, era
16. ¡Zafarme del vínculo como un canalla, como el suscitar en contra mía el desdén universal: plan que fra­
más auténtico canalla! No se podía hacer otra cosa para casó por completo, especialmente por parte del público
que volviera a sus cabales, para liberarla y darle el im­ que acogió jubi loso la obra, cosa que contribuyó a au­
pulso hacia el matrimonio; pero al mismo tiempo era mentar mi desprecio por el público. Pero hacer que al­
una galantería exquisita. Con mi habilidad, hubiera sido guien al leer el Diario haya pensado, o piense en ella, era
fácil retirarme en mejores condiciones; que esta conduc­ al mismo tiempo la más exquisita galantería que se pue­
ta hubiese sido galantería lo ha demostrado el joven da imaginar. Para una mujer, ser l a elegida de un seduc­
11
Constantino Constantius. Estoy de acuerdo con él. tor es como para el fruto ser picado por un pájaro, por

11. Seudónimo de IA repetición. (N. de la t.) 12. S de mayo, cumpleaños de K. (N. de la t.)
382 SOREN K.IERKEGMRD DIARIO ÍNTIMO 383

que el seductor es buen conocedor. Evidentemente, un suponía enterado del noviazgo y buscaba mi consenti­
amante está ciego; por 10 tanto, su juicio no es objetivo; miento.
tal vez ve belleza y rasgos por completo inexistentes. El día en que se publicaron las amonestaciones de su
Pero el seductor es un buen conocedor; y de una parte matrimonio yo estaba en la Iglesia de] Salvador.
«el seductor» -el absoluto conocedor- , y de otra, una 2 1 . N . B. Ahora el consejero ha muerto, 1 3 ella espera
simple muchacha, verdaderamente constituye la mejor volver a verme: una relación inocente de amor puro.
galantería imaginable, pero demasiado profunda para ¡Oh, querida niña mía! ¡ Dios sabe cuánto querría verla,
adquirir popularidad. No sería galantería mayor la de hablar con ella, complacerla, y si ella lo necesitara, entu­
_
siasmarla! ¡Qué no darfa para poder adornarla, mien­
hacer que el seductor de la muchacha se convirtiera,
porque al instante se transformaría en «amante» ciego, lras viva, con los joyeles de Ja celebridad histórica que le
su juicio ya no inspiraría confianza. ¿Qué son entonces está asegurada! Ella debe tener un rango superior entre
los cantos de los poetas que han cantado e idolatrado a las jóvenes. Es importante que sea yo quien describa el
la amada de una manera directa, como enamorados? caso; porque de otro modo su matrimonio sería una sali­
¿Qué valor tienen sus elogios? No, el seductor y una mu­ da de tono, fáciJmente yo me convertiría en una sátira:
chacha única; ésa es la situación ideal. yo que he permanecido célibe, mienlras que ella queda
20. Sólo permanecí en Berlín seis meses. Mi intención morir de mal de amor.
era pasar allí un año y medio. El hecho de que regresara 22. Desde luego que le daría placer la celebridad: ella,
tan pronto debió de atraer su atención. Así fue. Me buscó que antaño, en su primera juventud, deseaba ser actriz
el día de Pascua después del sermón de Mynster. La es­ para brillar en el mundo. Sería la rehabilitación, para
quivé. Lo hice para rechazarla, para que no se quedara ella que, a pesar de lodo, era tan altanera.
con la idea de que había pensado en ella durante mi via­ 23. ¡Cuánto placer tendría en hablar con ella! ¡Qué
je. Además, Sibbern me había dicho (fue ella quien se lo alivio sería para mi relación con Dios! En la posibilidad
contó), que no podía soportar el verme. Vi entonces que ella es un peso, en la realidad me es ligera. Pero no me
no era verdad; pero que no podía soportar el hablar con­ atrevo a dar el paso; ella me demostró una vez qué capaz
migo hu be de creerlo. es de excederse del limite. En verdad que un matrimonio
Por otra parte, puedo decir que los pasos decisivos de no bastaría para atarla, si de nuevo su pasión se inflama­
su vida los ha dado bajo mis auspicios. Antes de compro­ se. Claro: si realmente yo hubiera sido un canalla todo
meterse con Schlegel, ella notó mi presencia en una igle­ ería más fácil.
sia. Le concedí una mirada. Dos veces seguidas me hizo Su vínculo con SchlegcJ no es una garantía. Suponga­
una señal; meneé la cabeza, y esto significaba: « Debes mos que ella, en cierto sentido, haya comprendido con
renunciar a mí.» Entonces repitió el ademán; respondí astucia que éste sería el único modo posible para reanu­
con el gesto más amable posible, que quería decir: «Mi dar una relación conmigo; porque si hubiera permaneci­
amor será para ti.» do soltera, ya no sería el caso de pensar en un casamien­
Cuando ya estaba comprometida con Schlegel, se cru­ to. Si hubiera pensado que era mi voluntad que ella se
zó conmigo una vez por la calle y me saludó de la ma­ ca ara con Schlegel, y que por eso mismo durante Jos
nera más amable e insinuante. No comprendí, puc:-. dos últimos meses, bromeando y casi por incomodarla,
entonces ignoraba su noviazgo. La miré de un modo i11
lerrogante meneando la cabeza. Seguramente ella ml· 13. En la noche del 2 5 al 26 de junio d e 1849. (N. del t. i.)
384 SOREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 385

atrapar­
le hablaba a menudo de él, diciéndole que debfa dos maestros, la noble sagacidad de un anciano y la
deseo; pero
lo. Y en verdad tal era mi pensamiento y mi amable imprudencia de una mujer.
en ese caso su relación conm igo es más elevada que la
�� verdad la causa de la reli gión, y sobre todo la del
relación con Sehlegel. _
cn�tianismo, requiere sin duda un hombre célibe. ·Pero
Si Dios le inspirara la petición de entrevistar
se con-
daría placer:
d
que extrañamente dialéctica es la historia infinita e mi
migo, sí. .. en ese caso me arriesgada. Me educación!
ería a corre r el ries­
esto es verdad, pero sólo así me atrev ¡Y si a ella no se le ocurre pedirlo, probablemente de­
pues el ma­
go. Nuestra relación sería entonces perlecta, beré renunciar! Es extraño, por otra parte, que ella me
con ella me .
trimonio es mi traba; una relación fraternal haya comprendido tan poco que no vea que para mi todo
daría una alegría grande, muy grand e.
se reduce a una cuestión de responsabilidad. Por eso de­
! ¡A
24. ¡Qué felicidad sería para mí poder contentarla see_ tanto que fuera ella quien rompiera el noviazgo.
qué duro es
ella que tanto ha sufrido por mi causa! ¡Y Ahor� probab lemente vive fel iz casada con Schlegel.
verse obligado a mostrarse tan cruel! Casi ha
ortar
habido una
me así para

Él ha sido afortuna o: será un estímulo para ella, algo
trama de insidias de mi parte al comp as1, com? la aprobación de la Providencia con respecto a
rla a sí mis­
ligarla a un matrimonio y luego abandona su matnonio._ Para mí, en cierto sentido, el mundo me es
o como
ma. ¡Ojalá hubiera comprendido a su matrimoni adverso. Tal vez ella encuentre justa la explicación de
o fratern al conm igo, en
una posibilidad de un matrimoni que ��sa sobre mí un castigo. Pero también podría la
eza pura­
quien posiblemente sólo ha visto una grand opos1c1ón del mundo, cosa bastante peligrosa, conferir­
yo quien
mente intelectual! Pero correr el riesgo de ser me un nuevo valor ante sus ojos.
perm itido en conci encia . Ella
dé el paso no me está 26. Si es verdad lo que me ha contado Ja señorita
del límite ; y por
demostró una vez ser capaz de pasar Deneker (y yo me he servido a menudo de la señorita
o al fin y al
otra parte, al casarse, ella se ha emancipad �encker para hacerle llegar mis sugestiones directas a
cabo. fin de consolidar su matrimonio), que ella dice que ccen
me
25. Cuando vivía en Norregade, en el primer piso, el fo�do» no me guarda rencor por haber roto el noviaz­
Lo hicier on
hice construir un armario de palo de rosa. go, sino por la mane�a como lo hice, esto demuestra que
aban en
según mis indicaciones, que a su vez, se inspir posee �na bu en� dos1s de desmemoria femenina, propia
, ¡tan graci osa en medio _ _ _
unas palabras que ella me dijera de la mmed1ac10n. Olvida evidentemente que rec ibió,
toda la vida si le
de su pena! Me dijo que me agradecería dos meses antes del paso decisivo, una carta mía de rup­
ue hubiera
concedía que permaneciera junto a mí, aunq tu�, redactada con las explicaciones más humil lantes a
rio. Por
de estar encerrada dentro de un pequeño arma m 1 re� pecto: creo que contra ese procedi miento no había
divis iones . En su inte­
eso el mueble fue construido sin ObJ_ �Ctón alguna que hacer. Fue ella, quien por no querer
me la re­
rior guardo con sumo cuidado las cosas que resignarse, insistió de una manera tan desesperada que
recuerdo de
cuerdan, que para mí pueden significar un hube de ere� r un nuevo alfabeto. Olvida que fue ella mis­
han impre so dos ejemplares _ . que si hubiera podido convencerla de que
ella. De todos mis libros se ma quien d1JO
para mí.
únicos en papel vitela, uno para ella, otro era yo un canalla lo soportaría todo fácilmente. ¡Y ahora
ta des­
Entre mis papeles hay una carta, para ser abier probablemente se lamenta de mi «Conducta canallesca » !
ella y a mi
pués de mi muerte, que se refiere a ella. A Y además, si no hubiera empleado ese si tema probable­
de mis obras : a mi�
pobre padre dedicaré el conjunto mente todavía estaríamos disputando para romper el
386 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 387

noviazgo. En ese sentido podría ser justo que se quejara idealmente al grupo de Regina; ella debía haber perma­
de mi conducta, porque de ninguna otra manera habría necido en él para ser eternizada por l a poesía.
logrado mi fin. Ahora ya no es posible.
27. En cierto sentido la mujer es un ser tremendo. Regina podía y debe casarse. Esto es lo único que tiene
Hay en ella una forma de abandono que me espanta, una verdad poética. Y aun cuando ella me dijera que lo
porque es por completo contraria a mi naturaleza: es ha hecho por resentimiento para conmigo, etc., le res­
tremendo el abandono femenino, fcmcninamente sin re­ pondo: « ¡ Puros cuentos! ¿Qué conciencia puede tener
paros, porque la feminidad está en cierto sentido muy una damita de lo que hace? Tú has realizado algo com­
fuertemente unida al reparo. Pero si eso se rompe... y si pletamente extraordinario, me hiciste un beneficio, me
el otro es un ser dialéctico, dotado de fantasía melancóli­ ayudaste al dar ese paso, iY por eso sé que lo has hecho
ca y con un pesado fardo de religiosidad ... en verdad que por amor a mí aunque pretendas no haberlo pensado!
en ese caso es algo tremendo. Vamos a ver: ¿Te convenía acaso actuar de ese modo
28. En cuanto a mí, he aprendido lo siguiente: que me mezquino de mujercita despechada o crees que yo puedo
he comportado como un aulotorturador. Probablemen­ tener pensamientos mezquinos? La mezquindad es lo
te, ahora cambiaré de método. único que soy incapaz de comprender.» Visto histórica­
29. Y también es cierto que si ahora reanudara mi re­ mente por un zote cualquiera, ella tiene en su contra un
lación con ella, comenzaría sin más ni más a hacerle re­ hecho patente, su casamiento. Mi interpretación, la úni­
proches. Por ayudarla he soportado, he hecho todo lo po­ ca sincera en absoluto, da al paso su auténtico significa­
sible mejor dicho, para aparecer ante los demás como do que es un «plus» a su favor. Ella se distingue en el
:
un canalla. Pero en verdad ella tiene una gran responsa­ primer caso por su fe, por haber poseído feminidad sufi­
bilidad. N o es mérito suyo si no llegué literalmente a la ciente para creer a un hombre que le trataba de ese
desesperación; y aunque estoy dispuesto a perdonar y a modo. En el segundo caso se destaca por haber entendi­
olvidar como si nada hubiese pasado, no obstante ella do perfectamente la agudeza en el sentido de que ella
debe saberlo, en el caso de que la relación se reanudara y debía casarse. Esto es lo que fácilmente puede inducir a
para que fuera una relación fundada sobre la verdad. engaño. Y en tal sentido me duele estar ahora en venta­
30. En cuanto a Cornelia, 1 4 su noviazgo me ha entris­ ja; yo, el soltero, y que no puede además investirla de sus
tecido en cierto sentido. Era una genuina feminidad de derechos con la interpretación de que el matrimonio era
excepción. Basta con este rasgo suyo de noble sencillez lo que ella debía realizar.
femenina. Cuando todos los enterados sabían al dedillo
que yo era un canalla y cada uno de ellos se jactaba de
conocerme por entero, ella dijo: « ¡ No logro entender al Balance
Dr. Kierkegaard, pero sin embargo lo considero un hom­
bre de bien! » Frase realmente enérgica, que me caus(> l . Creo que su pensamiento ha sido el siguiente: en el

impresión hasta a mí mismo. Pero Cornelia pertenece fondo él me quiere, y se ha comprometido conmigo. Yo
lo amo demasiado. ¿Cómo puede sobrevenir entonces es­
t� conflicto? Debe de ser una locura; una melancolía que
14. La hermana de Rcgina. e La figura de mujer más notable que h�·
conocido.• (Véase •Diario• de diciembre 1844 a diciembre de 1845) linda con l a locura, ergo, lo arriesgaré todo para abrir
(N. del t. i.) una brecha en su melancolía.
388 SÓREN KJERKEGAARD DIARJO INTIMO 389

¡ Excelente! Como Láctica femenina es perfecta. Ella 2. De ella (especialmente desde el momento en que su
no podía darse cuenta de que se trataba de una pugna orgullo se transformó en abandono) no tengo nada que
religiosa, pues estaba por completo desprovista de desa­ decir; ni una sola palabra que no sea para loor y gloria
rrollo religioso y mucho menos aún capacitada para sos­ suya. Era una muchacha deliciosa, una naturaleza ama­
pechar semejantes confl ictos religioso . Su táctica es ex­ ble, casi hecha a propósito para que una melancolía
celente, y ella form idable por la intrepidez femenina con como la mía hallase su única alegría en hacerla dichosa.
que inicia el ataque. Por lo demás, yo le había dado en Graciosa en verdad lo era la primera vez que la vi;·
cierto sentido autorización para que procediera así. Sa­ graciosa en su abandono, noblemente conmovedora, no
bía yo, en verdad, cuán peligrosa habría de resultarme; sin cierta sublimidad en el momento definitivo de la se­
¡qué digna de ello era esa amable criatura! Aunque el paración. Infantil del principio al fin, y a pesar de su
asunto me costara el precio máximo, ella debía luchar astuta cabecita algo he hallado en ella, algo que equivale
aferrándose al abandono. Y lo hizo, ¡querida y deliciosa para mí a un elogio eterno: silencio e interioridad . Y
niña mía! y de una manera magjstral dentro de su condi­ además poseía un poder: una mirada de adoración cuan­
ción de mujer. do suplicaba, que hubiera podido conmover a una roca.
En cuanto a mí, es ley de mi vida que retorna en todos Habría sido la felicidad poder hacer su vida dichosa,
los fostantes decisivos. Como aquel general que en per­ contemplar su inefable dicha.
sona dio la orden al piquete que lo fus ilaba, así he orde­ 3. Nota. Es suyo el relato de l a pareja de rústicos ena­
nado yo siempre cuando he debido ser herido. Pero tam­ morados que hablaban de otra campesina, quien había
bién el duelo que ella debía sostener era de gran estilo y roto con su galán y la campesinita comentó: «Es raro...
estupendo; en cierto modo soy yo quien le puso el arco ¡él iba siempre tan bien vestido!» También fue ella quien
en la mano, yo mismo quien colocó el dardo y quien le me contó la rustoria de la señora Mynster, que se fugó de
enseñó cómo afinar la puntería. Así pensaba yo (¡y eso sí su casa con Pollione y, muy gran dama, fue en persona a
que es amo.r!); o seré tuyo, o te permitiré que me hieras ver a su marido para decirle: «Total, será mejor que te lo
tan profundamente, en lo más íntimo de mi melancolía y diga yo misma: ¡me he casado con Pollione! »
en mi vínculo con Dios, de manera que, aunque separa­ 4. Si he cometido una injusticia que clama al cielo
do de ti, sea siempre tuyo. arrastrándola a esa relación conmigo, provocando esce­
¡Qué modelo de amor desdichado! No es, por ejemplo, nas ten;bles como hechas a propósito para destruir por
como el de Federica con Goethe, que rechaza todo otro completo la impresión que de ella tenía, ¡que Dios me
amor, porque debe bastarle a una muchacha haber ama­ perdone! Debía ofenderla y abandonada; debía durante
do a Goethe; ¡todo lo contrario! Ella ha de poner de relie­ los úl timos meses mostrarme cruel, para tratar en lo po­
ve mi vida, y yo soy quien ha hecho lo posible para que sible de ayudarla a romper el compromiso. Para mí esto
ella se case. Una situación similar sólo es concebible fue lo más duro. He debido proseguir con esa crueldad
como pugna religiosa. Porque si se tratara de mi orgullo, con la intención más honrada y sincera. Ella ha de haber
etc., si fuera manía de gozar de mi parte, etc., sería im­ sufrido entonces penas indescriptibles. ¡Ojalá me per­
posible que mi vida pudiera expresar esto que yo exalto done!
en ella, « m i única.» La he amado. Mi existencia exaltará su vida de una
Bien, ella se ha casado y ahora las relaciones son por manera absoluta. Mi carrera de escritor podría también
completo normales. considerarse como un monumento en su honor y gloria.
390 SÓREN KJERKEGAARD
DIARIO ÍNTIMO 391
La arrastro conmigo a la historia. Y a mí, que melancóli­
camente sólo tenía un deseo, el de hacerla dichosa, no hechizarla no me faltaban, ¡casi para desdicha mía! Y en
me será negado esto en la historia, allí cami � aré a s� cuanto entreveía una esperanza no podía privarme del
lado. Como un maestresala la conduzco al triunfo, d �­ placer de hechizarla ... a ella, graciosa como una chiqui­
ciendo: « ¡ Por favor! ¡Paso para ella, para nuestra quen- lla, y que cuando nos separamos, a pesar de todo lo que
da, nuestra amable y pequeña Regina!» había padecido, seguía siendo como una niña. Pero
.
s. Una vez le pedí a Dios que me la concediera co:°1? nuestras relaciones debían romperse, y tuve que mos­
un don: aun en los momentos en que entreveía la pos1b1- trarme cruel para animarla: esto es « temor y temblor.»
lidad de un matrimonio, le he dado a Dios gracias por La situación se vuelve tan horrible que, por fin, el as­
ello como si fuera un don. Luego debí de considerarla pecto erótico parece desvanecerse, porque el horror da a
como un castigo de Dios: esto lo he mantenido siempre nuestras relaciones otra categoría. A tal punto era yo un
. anciano que ella se convirtió en algo así como un niño
honradamente, aun cuando ella hacía todo lo posible
para hacerme sentir, a mí que era presa de la desespera- predilecto, casi como si el sexo se hubiera vuelto indife­
ción 1 m i superioridad. rente; ¡esto es « temor y temblor»! Y yo oso pretender
·Y en verdad Dios castiga de un modo terrible! Para que he deseado el matrimonio con mayor pasión que

u a conciencia angustiada, ¡qué horrible castigo! Tener ella: tenía para mí el significado (como para los demo­
a esa muchacha sumisa, poder hacerla dichosa, �ontem­ nios legendarios) de ser mi salvación desde el punto de
plar su indescriptible dicha (cosa que constituye la vista puramente humano. ¡Ay de mí!, yo no he de Llegar a
mayor felicidad de un melancólico) y escuchar luego en puerto, debo ser utilizado de otro modo. Por eso era una
su fuero interno esta voz de juez: ¡ Debes abandonad � ! frase enigmática -que ella no comprendió, pero que yo
Es tu castigo. Será agudizado por la visión de sus suf ri­ comprendí muy bien- la que, en medio de su pena, me
, _
mientos, debe ser acrecentado por las suplicas � las lá­ dijo: «Al fin y al cabo, tú no puedes saber si no sería un
. bien también para ti que yo permaneciera a tu lado.»
grimas de ella que no sospecha que ése es tu castigo, smo

que supone que se trata de cnle �ad de tu parte . (*) Y
..

que es preciso lograr que te dulcifiques.


6. (*) Nota. Así también pensaba ella �n el fondo,
pues repetidas veces dijo que m i orgullo me irnpulsaba a
abandonarla. Declaró que al fin de cuentas yo no era
fundamentalmente bueno, pero que, no obstante, ella no
podía dejar de amarme y de pedirme permiso para que
no la apartara de mí.
.
7. Todo el contenido de aquel año de noviazgo fue en
el fondo para mí una secuela de reflexiones penosas de
mi conciencia angustiada. Me preguntaba: « (.Te atreve­
rás acaso a comprometerte? ¿Te atreverá� �caso � c�­
sarte?» ¡Ay de mí! ¡Entretanto, ella, la deh� 1osa ch1�� ­
.
lla, daba vueltas en torno mío y era m1 noVla! ¡Yo, viejo
como un anciano, y ella una niña! Pero ¡ay!, dotes para
DIARJO INTIMO 393

esa actitud significaba: ¡Ha llegado el tiempo en que de­


bes romper con la tradición de tu padre! Fue la última
prédica de Mynster. ¡Alabado sea Dios!; ¿no es éste aca­
so, a pesar de todo, un signo de su Providencia?
Si el obispo Mynster hubiera cedido, cosa que bjen
pudo mantener oculta para todos (y hubiera adquirido
1 DE MARZO A OCTUBRE DE 1854 para todos el sentjdo de un triunfo), también mis condi­
ciones económicas habrían podido volverse menos du­
ras de lo que eran. Porque el obispo Mynster, que en con­
El obispo Mynster junto me hacía bastantes concesiones en el campo del
espíritu, contaba con prudencia mundana que al final
J de marz.o de 1854 me habría visto obligado a ceder en su favor de algún
modo, dado que, por razones de dinero, no podía hacerle
Ahora ha muerto. frente. A menudo intercalaba en nuestras conversacio­
¡Ojalá se hubiera logrado persuadir!� d� q':1e termina­ nes, sin dirigirse directamente a sí, una frase bastante
ra su vida con la confesión de que el .cnst1arnsmo que él
. . ., ' caracterísUca: «La decisión dependerá no de quien po­
ha representado no es cristianismo, smo una m1t1ga�1on. sea mayor fuerza, sino de aquel de nosotros que no pue­
¡Ojalá lo hubiera dicho él, que ha arrastrado c?ns1go a da resistir más tiempo.»
una generación entera! Ahora que ha muerto sm hacer
esa confesión, todo cambia; sólo permanece el hecho de
que él con su prédica ha situado al cristianismo en una Acerca de mí mismo y de mi hennano
ilusión.
Hasta para mi dedicación melancólica hacia el pastor Vivo de la manera más apropiada para conducirme di­
de mi pobre padre la situación ha cambiado. Porque me rectamente a 1.a locura y para que me tomen por un de­
parece excesivo que tampoco después de su muerte no sequilibrado; y en efecto, toda una clase social me consi­
pueda hablar de él sin reticencias; aunq�e de so ra s .
é � dera realmente como a un extraño sujeto. Además, tengo
que no podré olvidar por con::ple�? el hec 1zo de m1�anti­
un hermano que vocifera hábilmente que yo represento
gua dedicación y de mi admirac1on estética. el «éxtasis» (palabra que por lo general para el pueblo,
Desde que nació un secreto equívoco entre nosotro�, equivale a la locura, y que hasta los tratados de medici­
.
mi deseo fue evitar en lo posible el ataque mientras vi­ na mencionan como indicación de un cierto tipo de Locu­
viera; pensaba en la posibilidad de que también yo pu­ ra) ... ¡en tanto que Martensen representa a la prudencia!
diera morir.
y sin embargo, llegamos a un punto en que creí casi
que era mi deber atacarlo. De todas sus prédicas sólo he Economía de la existencia
dejado de escuchar la última; 1 no porque la enfermedad
me lo impidiera, asistí a la iglesia de Kolthof. Para mí Imaginemos a una madre astuta, que tiene un niño que,
como todos, escucha de buena gana el relato de cuentos
1. El 26 de diciembre de 1853 (fiesta de San Esteban), e� la iglesia y fábulas. La madre, claro, conoce algunos, pero no más
del CastiJlo. Mynstcr murió el 30 de enero de 1854. (N. del t. 1.)
394 SÓREN KJERKECAARD DIARIO INTIMO 395

de una docena poco más o menos. Si el niño se obstinase Y al cristianismo, que con amor divino, querría trans­
en pasar un día entero escuchando cuento tras cuento, la formar a cada hombre en un individuo, estos hombres
madre acabaría por hallarse en un aprieto. villanos lo han convertido en su opuesto.
El arte de la madre, pues, consiste en distraer al niño. ¡No es de asombrar, pues, que sean necesarias penas
Por ejemplo, acaba de contarle un cuento. El niño recla­ tan tremendas para convertirse en un individuo, y es
ma otro al instante. La madre, por el contrario, le dice: perfectamente comprensible que los hombres prefieran
« ¡ M ira, Ludovico, qué mariposa tan extraña!» La diver­ lavarse las manos! Lo sé muy bien por propia experien­
sión cambia las cosas. Ludovico corre detrás de la mari­ cia. E n parte han sido profundas penas íntimas, pero
posa; tal vez cae y se lastima, etc.; de esa manera Ludo­ sobre todo la mezquindad de mis contemporáneos y su
vico tiene mil distracciones y queda convencido de que bestial conducta indigna respecto a mí, me han obligado
su madre posee una inagotable colección de cuentos. a mantenerme alerta. Con mis contemporáneos ha suce­
Así sucede con la Providencia, o mejor aún, con la dido lo mismo que con los hermanos de José: el los
existencia en relación con la idea. creían hacer daño, pero Dios dio vuelta a las cosas para
Nuestra existencia entera (y en esto consiste el arte di­ bien (Gén. 50-20).
vino, aun cuando al mismo tiempo nos demos cuenta de
que la Providencia nos considera como a niños) está dis­
puesta de una manera muy económ ica. Se ha proveído El protestantismo
de modo que Ja idea posea fuerza suficiente para bastar
a la duración de la vida de un hombre, en la mayor me­ Si el protest antismo no se limita a ser un correctivo
dida posible, aun cuando éste mantenga durante toda su necesario en determinado momento, sólo representa
vida un puro interés por la idea. Pero si un individuo de en el fondo la rebelión de los hombres contra el cristia­
la próxima generación (también ocupado exclusivamen­ nismo.
te en la idea) pudiese comenzar por donde el otro ha lle­ Si ha de predicarse el cristianismo en sustancia, se lo
gado, la existencia se presentaría en quiebra. hallará en los Evangelios como imitación, sufrimiento
El arte de la existencia consiste, pues, en engañar al continuo, tribulaciones y gemidos, aguzados por el fon­
pequeño Ludovico. Ahora, por ejemplo, transcurren diez do de la escena, por el juicio en el que habremos de ren­
años de guerra; nuevos despachos a diario, cte. Para la dir cuenta de toda palabra (Mt. 1 2 , 36): entonces consti­
idea, esto es del todo indiferente; en efocto, las ideas no tuye una tremenda diferencia, angustia, temor y tem­
hacen su entrada de ese modo en el mundo, pero ello blor. ¡Muy cierto! Pero ¿acaso hemos leído en alguna
llena de pensamientos la cabeza del pequeño Ludovico. parte de los Evangelios que Dios haya dispue to de otro
En lo concerniente a la idea, para el problema de la rela­ modo esta existencia terrenal?
ción de Dios con el hombre y del hombre con Dios, una En cambio, la naturaleza humana aspira a la quietud:
guerra europea nada enseña. nihil beatum nisi quietum. 2 Quietud y más quietud, para
Pero ¡qué raro es hallar a un solo hombre desarrollado poder enfrentarnos con los afanes finitos, para gozar de
hasta el punto de que sea refractario al influjo del númc· la vida en este mundo.
rol Y así los hombres viven y mueren por millones, son ¿Qué es ahora en sustancia el protestantismo sino la
el número y el número es su horizonte, su todo; es decir,
que son simples copias. 2. «No hay felicidad si no es en la quietud...
396 SOREN KIERKEGAARD
DIARIO INTIMO 397

rebelión del hombre contra el cristianismo? ¡Debemos


persecución y los malos tratos que le acarreará el tener
tener quietud ... y quietud por el cristianismo! Y de ese
que expresar el «espíritu» en medio de criaturas anima­
modo volvemos del revés al cristianismo y a ese horren­
lescas.
do pesimismo, que es el Nuevo Testamento, convirtién­
Pero puede también presentarse el caso bajo un aspec­
dolo en llano optim ismo. Quietud queremos; estad por
to distinto. Huye porque no se siente capaz de incomo­
eso tranquilos en virtud del bautismo, del bautismo de
dar a los demás, sabiendo muy bien que no puede ganar­
los niños, y de la gracia, por la cual sólo se salva el hom­
los por entero, y que por lo tanto se convertí ría para ellos
bre. ¡Ay, desde luego sería una imprudencia que preten­
en un tormento. O bien, si hubierais de ser del todo sin­
diéramos contribuir, aunque fuese de una manera míni­
ceros, vosotros que preferís disfrutar de esta vida, gozar­
ma, a nuestra salvación! Con lo cual nosotros dejamos a
la, traer a] mundo a niños que a su vez habrán de gozar­
un lado el cristianismo y nos entregamos a la caza de un
la, ¿no preferís acaso desembarazaros de un hombre que
empleo, a tener hijos. Nos engolfamos en los asuntos
sólo habla de la muerte y de l a mortificación? ¿No es
temporale y en los goces de l a vida, etc.
entonces una especie de reparo de su parte el esconderse,
·

puesto que al permanecer entre vosotros os hubiera he­


cho mucho más culpables de cuanto hubierais creído po­
El ente, La turba, el ntímero
sible? Porque para defenderse de un hombre semejante,
habríais debido perseguirlo brutalmente y hundiros en
El ente es para el hombre la determinación del espíritu,
la crueldad. Pues, cuando el goce de la vida idíl ica no se
del ser hombre; la turba, el número, es la determinación
remite a l «espíritu», se lo convierte, cJaro está, en algo
de la animalidad.
más hermoso; pero ¡ay!, con relación a] espíritu ¡o se lo
La operación es entonces muy sencilla: el grado de
espiritualiza o es bestialidad!
perfección del ente como espíritu estriba en cómo, per­
maneciendo en sí por completo inmutado, pueda sopor­

Muerte
tar que el número se abalance sobre él (como rapaces
Vida.
que arrojan sus inmundicias sobre alguien).
La distinción del hombre-Dios está en ser por comple­
El vivir infunde naturalmente alegría, el morir da ho­
to inmutado, en oposición a Jo innumerables m illones
rror. ¡Oh, pero si Ja existencia estriba en «vivir como un
del género humano; en ser Ente, sin cambiar ni un ápice,
muerto», vivir de esa manera se convierte en el horror
ni un rasgo del rostro. El Apóstol ya comienza a sentir la
más absolutamente tremendo!; mas a su vez morir es
necesidad de alguien que le acompañe.
beatífico, es una inefable beatitud indescriptible, porque
es alcanzar el propio elemento.
Si estas líneas fueran leídas por un pastor protestante
El claustro
las hallaría bellas y magníficas, y las aprovecharía para
desfogarse en su próximo sermón...
Según la idea corriente, es una cobardía que alguien <le­
¡Que sean confundidos en vergüenza y abomina ió11
erte del mundo para encerrarse en el claustro.
esos pastores protestantes que a lo sumo Icen a q uc:llo
que a otros ha costado luchas mortales, y que lo <1pt0Vl'
Puede que así sea algunas veces, es decir, que algún
hombre dude de que soporte las bromas bestiales, la
chan para desfogarse en sus sermones!
398 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 399

Pero no basta con esto. El caníbal no pretende ser el


mejor amigo de aquel a quien mata para devorarlo. En
Antropófagos 3 cambio, el pastor y el profesor gozan al mismo tiempo
del honor y de la reputación de ser los mejores amigos y
Pertenecemos, ciertamente, a pueblos civilizados y nos secuaces de aquellos santos.
consideramos infinitamente superiores a los caníbales. En verdad, como está escrito en el N uevo Testamento:
Pero es fácil demostrar que somos culpables de una an­ «En verdad os digo que los publicanos y las rameras os
tropofagia más horrenda que l a de ellos. precederán (a los fariseos) en el reino de Dios» (Mt. 2 1 ,
«El sacerdote» (el sacerdote protestante, el pastor), los 3 1 ) ; ¡así creo yo también que los caníbales entrarán en el
profesores: ¡ésos sí que son antropófagos! ¡Bien que me­ reino de los cielos, en lugar de los pastores y de los profe­
recen el término! ¡Antropófagos! sores!
Y son más abominables y horrendos que los caníbales.
Es fácil ver que son antropófagos; viven del hecho de
que otros hayan sido muertos, perseguidos, maltratados ¡Oh, Lutero!
por Ja verdad.
Esto es más horrendo que el canibalismo. Pues el mal ¡Lutero, tú tienes una responsabilidad enorme! Pues
es tanto más horrendo cuanto más dura. Los caníbales cuanto más lo pienso, veo tanto más claramente que has
matan a un hombre, se lo comen ... ¡y ya está! Es un mo­ abatido al Papa ... para poner en el trono al Público!
mento muy breve; y una vez ha pasado, antes de que Tú has alterado el concepto del «martirio» del Nuevo
vuelva a repetfrse existe la esperanza de que el caníbal Testamento enseñando a los hombres a vencer con la
pueda convertirse en otro hombre y mejorar. Pero el pas­ fuerza del número.
tor y el profesor se las componen de una vez por todas ¿Será acaso la moral como la astrología y la alquimia
(con frío y moderado cálculo) para vivir de los padeci­ una ciencia que se ocupa de algo que no existe?
mientos <le los santos; y así se casan, subrayándolo, Schopenhauer ataca los tratados de moral del tipo del
traen hijos al mundo, se las componen para entregarse de Kant: exponer los principios ideales del «tú debes», la
al idilio de gozar plenamente de l a vida. ¡Y pensar que virtud, los deberes ideales, sin preocuparse luego si al­
viven de los tormentos de los santos! Luego hacen cálcu­ guien lo hace. (Die beide Grundprobleme der Moral, §§ 4,
los a fin de aumentar el estipendio ... ¡ hasta tal punto es­ 13, 15.)
tán decididos con indignante tranquilidad a vivir como No, dice Schopenhauer, la moral debe como cualquier
caníbales! Ningún caníbal fue jamás tan abominable. otra ciencia atenerse a la vida real, describir la vida.
En vano la voz de aquellos santos clama: ¡Imitadnos! Pero, agrega, se podría entonces objetar: ¿acaso no se
¡Imitadnos! Los pastores y los profesores lo ocultan para convertiría de ese modo la moral en una ciencia como la
que nosotros no lleguemos a escucharlos. Y así viven, astrología y la alquimia, una ciencia que se ocupa de
luego de haberse apoderado del botín de aquellos santos, algo que no existe?
aprovechando sus sufrimientos. E l mismo Schopenhauer no parece darse cuenta de lo
chistoso que es, pues propone tal objeción seriamente y
3. Tema reanudado con ímpetu polémico, más violento aún, en el la rechaza con seriedad: ¡y luego también él escribe su
Momento (en el último número publicado por Kierkegaard). (N. del t. i.) tratado de moral!
400 SÓREN KJERKEGAARD DIARIO INTIMO 401

Progreso con la edad ¡Este mundo honrado!

Existen hombres que dan la impresión de que a medi­ Es excelente, en el fondo, lo que dice Schopenhauer,4
da que avanzan en años, se vuelven cada vez más estú­ más o menos en los siguientes términos: los únicos hom­
pidos. bres honrados de este mundo son los mercaderes, por­
Gentes a quienes uno conoce desde la primera juven­ que son lo bastante honrados como para confesar. .. ¡que
tud, desde la infancia: nadie sospechaba y a nadie se le embaucan!
hubiera ocurrido jamás que en aquel niño que era por
completo normal, se alojara un fondo tal de estupidez
como el que uno descubre con el correr del tiempo y que El cristianismo de nuestros tiempos
se manifiesta en cantidad siempre creciente.
En el Nuevo Testamento el asunto presenta este cariz:
«Abandona todas esas bagatelas , los pequeños egoísmos
El género humano con que los hombres generalmente ocupan sus vidas
como el comercio, el matrimonio, el traer hijos al mun­
Con el género humano pasa lo mismo que con el indivi­ do, el convertirse en alguien en el mundo ... ¡rompe por
duo: cuanto más envejece tanto más se manifiesta la com pleto con esas cosas y haz que t u vida esté consagra­
depravación que contenía : la juventud oculta y atenúa da a amar a Dios, sacrifícate por el género humano!»
mucho. Cuando un hombre está a punto de casarse, recibe la in­
Hasta la forma de persegu ir a las cosas eminentes y vitación (ver Le. 14, 1 5 ss.): ¡déjalo todo... piensa en ha­
más sinceras es hoy mucho más infame que antaño. certe cristiano! Cuando un hombre ha comprado seis
En otros tiempos se mataba a los eminentes... porque yuntas de bueyes y quiere probarlas, recibe la invita­
no se lograba comprenderlos. ¡Una culpa muy perdona­ ción: ¡déjalo todo, piensa en hacerte cristiano!
bl.e si se la compara con la situación actual! Hoy el cristianismo se ha convert ido en todo lo opues­
Hoy, generalmente, Jos envidiosos tienen clara con­ to: la bendición divina desciende sobre toda bagatela de
ciencia de sí mismos. Saben muy bien quién es el emi­ lo temporal, sobre las locuras y los placeres de esta vida.
nente; comprenden qué celebridad le espera ... y se car­ Los amantes llaman al pastor y éste entonces los ben­
comen de envidia. Están furibundos de envidia, porque dice ...
a ellos no les aguarda ningún nombre inmortal; y por Naturalmente, es en el protestantismo, en espec ial , en
consiguiente, sienten un sádico placer en maltratar al donde esto se ha convertido en el absurdo comp leto .
eminente. Por eso mismo el protestantismo ha dado tanto impul­
¡Oh, estultos! Si precisamente esto es lo que confiere so a la mujer, o mejor dicho, la ha puesto en primer pla­
inmortalidad al eminente; cada maltrato agrega años a no. Todo gira en torno a La mujer. ¡Qué encanto ! Uno
su celebridad. Si tenéis envidia de su inmortalidad col­ puede estar así seguro de que todo ha de conclu ir en
madlo hoy de honores y de gloria, procuradle días de
4. Parerga und Paralipomena. (N. del t. i.)
dicha, y no se convertirá en inmortal.
402 SÓREN KJERKEGAARD DJARJO ÍNTIMO 403

charlas y frioleras que acaban (¡de una manera muy un innato virtuosismo para la mentira, y en el fondo no
fina!. .. ) en las relaciones sexuales. es feliz si no puede poner su pizca de embuste en toda
Esto es lo que han descrito muchos de mis seudóni­ cosa. Como que podemos estar seguros a priori que don­
mos,5 contra los cuales, según veo hoy, se desata hasta el de interviene la mujer, interviene la mentira. En cierta
mismo Schopenhaue.r. La mujer no tiene la culpa; pero forma, ella es inocente, no tiene culpa: que no se nos ocu­
ella tiene la misión de humillar al hombre, de volverlo rra atacarla, pues hasta es posible hallarla muy amable.
insignificante. La existencia es también un soberano y, La mujer está en poder de una determinación natural
como todo soberano, sabe muy bien que el mejor modo que muy hábilmente se sirve de ella para enervar al
de asegurarse el propio poder es el de humillar y aplas­ hombre.
tar a aquellos a quienes manda. Con el progreso de la historia, pues (me refiero a la
Para esto la mujer puede ser útil cuando el hombre «historia del matrimonio»), ingresan con la mujer las
entabla formales relaciones con ella: porque sobre todo charlas de lo temporal; el filisteísmo es un egoísmo del
el hombre es humillado por la mujer. Uno puede pen­ cual sólo la mujer está dotada: porque en su calidad de
sar en general que todo marido en la intimidad perma­ mujer, de madre (¡sálvese quien pueda!), el suyo es un
nece con la cabeza gacha porque siente que ha sido em­ egoísmo que al hombre escapa por completo; la socie­
baucado. Cuando todas esas cosas grandiosas de los dad lo ha decorado con el sello de «amor». ¡Ah, no, po­
días del enamoramiento, cuando las historietas de Ju­ bres de nosotros! Es el más tremendo egoísmo por el
liana, encarnación de la gracia y de l a belleza, y de su cual la mujer no se ama a sí misma en primer lugar,
posesión como la mayor felicidad ... : cuando todo esto ciertamente, pero lo hace a través del egoísta amor por
concluye en una ... ¡falsa alarma!, el hombre sufre su los suyos y por sus cosas. Desde entonces las ideas están
primera derrota. Y no es poco, pues es difícil que se ani­ desahuciadas para ese hombre y toda aspiración más
me a confesarse que ha sido embaucado, que tanto él elevada, infinita, queda liquidada.
como Juliana han sido víctimas de un acceso de locura. Si Nuestro Señor mismo y sus ángeles quisieran tratar
La segunda derrota sobreviene más tarde, cuando el de conmoverlo, no hay nada que hacer: ¡el egoísmo de
hombre y Juliana (quien a su vez ha hecho por cuenta mamita es una fuerza tan enorme que consigue ponerle
propia la misma experiencia) se ponen de acuerdo en el bozal!
mostrar a mal tiempo buena cara y en ocultarlo a los La mujer posee el peligroso vínculo con la temporali­
demás. Se ponen de acuerdo en mentir, afirmando que dad de una manera distinta que el hombre. Es, como
el matrimonio es la verdadera felicidad, ¡y que ellos son dice el Seductor de Etapas, una «mistificación » . En de­
especialmente felices! terminado momento de su vida ella produce la ilusión
Una vez que esto se ha convenido, la Providencia sabe de ser la infinitud misma ... y de ese modo el hombre cae
que ese desdichado es fácil de gobernar: es de los que no en la trampa. Y como esposa, la mujer es lisa y llana­
harán conquistas en el mundo de las ideas, porque para mente temporalidad pura.
un hombre, semejante mentira repetida es muy depri­ Por eso la Iglesia ha concedido mayor importancia a
mente. Con la mujer es harina de otro costal. Ella posee la conservación de la virginidad en la mujer que en el
hombre, honrando a la monja más que al monje; porque
S. Temor y temblor (esp.: fllés y el Tritón), LA repeJición, Del concepto de cuando la mujer renuncia a esta vida y al matrimonio,
la angustia, Etapas en el cami110 de la vida (esp.: In vino veritas). (N. del t. i.) renuncia a mucho más que el hombre.
404 SÓREN KJERKEGAARD
DIARIO ÍNTIMO 405

bos casos, digo, yo daría vuelta al asunto. ¿No podría,


acaso, la simpatía, en ambos casos, impedir que el hom­
Sobre Arturo Schopenhauer bre fuera tan lejos, no lo retendría quizá? Me refiero a la
simpatía por esos millares y millares de hombres que no
A. S. (es bastante extraño: yo me llamo S. A.,6 ¡y nosotros pueden seguirlo, que viven con la mera ilusión de que la
nos relacionamos de una manera tan opuesta!) es sin vida es alegría, y a quienes por lo tanto sólo lograría tur­
duda un escritor importante; me ha interesado mucho, y bar, hacerlos desdichados, sin poder ayudarles a alcan­
lo que me ha sorprendido es haber encontrado a un es­ zar el punto que él ha alcanzado. ¿Y no puede, acaso, la
critor quien, no obstante un completo desacuerdo, tiene simpatía presentar de tal manera el caso (aunque de
conmigo muchos puntos de contacto. buena gana concedo que muy fácilmente se puede encu­
Contra su ética debo hacer especialmente dos obje­ brir así a la truhanería) que no quiera uno arriesgarse
ciones: hasta el extremo, por propia cuenta, para dar así la apa­
En primer l ugar, su concepción se resume así: o a tra­ riencia de la simpatía?
vés del intelecto, es decir, intelectualmente, o a través En segundo lugar (objeción capital), cuando uno ha
del dolor, el individuo l l ega a sondear toda la desdicha leído de cabo a rabo la Ética de A. S. llega a enterarse
de esta existencia, y resuelve entonces matar o bien mor­ (pues hasta ese punto es honrado) que él no es un asceta
tificar al deseo de vivir. Sobreviene entonces el ascetis­ semejante. De modo que no es él la contemplación al­
mo; y de este modo se llega a una contemplación, a un canzada en virtud del ascetismo, sino una contempla­
quietismo; a través del ascetismo perfecto. Y el indivi­ ción lograda por la contemplación del ascetismo.
duo actúa así por «Simpatía» (éste es el principio moral Esto presenta en sí mismo un grave inconveniente.
de A. S.): por simpatía, porque simpatiza con toda esa Puede ocultar lo más horrendo, un tipo perverso de vo­
aflicción que es la existencia; por consiguiente, simpati­ luntad melancólica; ítem, un odio profundo hacia los
za con la aflicción de los demás, que consiste en existir. hombres, etc.
Contra esto debería objetar que yo me sentiría casi Pero tampoco así resulta, pues es siempre un error ex­
tentado a invertir los términos y, notadlo bien, también poner una ética que no ejerza sobre el maestro un poder
por simpatía. En efecto: sea que uno llegue por medio de tal que él mismo la exprese con su vida.
la intelectualidad originaria aJ ascetismo penetrando el A. S., sin embargo, convierte a la ética en una especie
fondo de la desdicha total, o mejor aún de la desdicha de de genialidad; pero ésta es precisamente la considera­
la existencia; sea que por medio del sufrimiento lJegue al ción amoral de la moral. Él reduce la ética a genialidad,
punto en que aparezca como un alivio la ruptura total,
y aunque se pavonee bastante con el pensamiento de ser
romper con todo, con la existencia misma, es decir, con también un genio, subsiste el hecho de que a él (o a la
el deseo de existir (el ascetismo, la mortificación), lo naturaleza) no se le ha antojado que se convierta en una
cual con respecto a los múltiples pequeños tormentos y a genialidad encaminada hacia el ascetismo y la mortifi­
los tormentos sin cesar renovados, puede ser un alivio cación.
-como cuando uno logra sudar en comparación a la tor­ Aquí toco un punto que S. desdeñosamente aparta, es
tura de sentir calor cuando no se puede sudar- , en am- decir, el «tú debes», las penas de la eternidad, etc. Se
trata de saber si ese tipo de ascetismo y de mortificación
6. Sürcn Aabyc. (N. del t. i.)
son en el fondo posibles para un hombre que no respeta
DIARJO ÍNTIMO 407
406 SOREN KJERKEGAARD

Tomemos el caso de otro modo. Ve a Berlín, dispón


el «tú debes» y que no está determinado por una causal
para esos canallas el escenario en plena calle, soporta
de eternidad, no por genialidad, sino por razones éticas.
que seas el más popular entre todos, conocido por todos.
S., que al fin y al cabo abandona al cristianismo y en­
Mantén luego tal comunidad de conducta con esa cana­
salza el brahmanismo de la India, debe confesar sin em­
lla, que t e muestres con ellos por la calle y que posible­
bargo que esos ascetas están determinados por un repa­
mente todos se enteren de que eres conocido suyo. Eso sí
ro de eternidad, y por lo tanto por motivos religiosos, no
que es desbaratar la infamia de su afectada ignorancia.
geniales. lo encaran como un deber religioso.
Yo lo he puesto en práctica en un terreno desde luego
más restringido, aquí en Copenhague: ¡me hacen reír
Como ya he dicho, A. S. me ha interesado mucho.
con su pretendida ignorancia!
Y por lo tanto, naturalmente, también su suerte en
Y luego he arriesgado tam bién una vez (¡por haber re­
Alemania.
cibido una orden religiosa!), he arriesgado por propia
S. ha debido justamente reconocer esta verdad (como
iniciativa el convertirme en la caricatura y ser el haz­
con los pastores en religión, otro tanto acaece con la filo­
merreír de la plebe alta y baja; todo para deshacer las
sofía) : existe una clase de hombres quienes, bajo la apa­
ilusiones, y para que comprendieran que no se trataba
riencia de enseñar filosofía, viven de ella y cuyo oficio es
de una protesta profana, dispuesta a llamar en su auxilio
conspirar con el mundanisrno que los considera como a
a la plebe, sino de una protesta religiosa que, por lo mis­
verdaderos filósofos, puesto que lo son por oficio, es de­
mo, se arriesga hasta a apartar de sí a dicha plebe, en eJ
cir, que el filosofar es su profesión. Esto es muy cierto:
momento preciso en que quería aclamar su victoria.
en todas partes la situación dentro del cristianismo ha
Pero A. S. no es de e e temple; en ese aspecto no se
alcanzado un grado tal de degradación y de desmorali­
parece en absoluto a S. A. Es sólo un pensador teutón
zación que el paganismo resulta una sublimidad divina
que suspira por la fama. Sí, resulta incomprensible para
comparado con él. S. ve con justicia que esos respetables
mí que un ingenio tan notable como S., un escritor tan
señores on los profesores. En este aspecto, S. se muestra
inteligente, en lo referente a carácter moral (porque esti­
incomparablemente gro ero.
lísticamente posee mucho) esté tan poco dotado de la
Pero así, estamos otra vez en el principio. S. no es un
ironía y de la desenvoltura de un hombre superior.
carácter ético, no es un filósofo griego por su carácter, y
No se puede dudar de que ésa sea la situación actual
mucho menos un vigía cristiano.
en Alemania (uno se da cuenta fácilmente por el hecho
Si pudiera hablar con él, estoy seguro de que se horro­
de que los ganapanes y los empollones literarios, los
rizaría y que se reiría cuando le pusiera por delante la
periodistas y Los polígrafos, se agitan tanto hoy a causa
medida.
de S.): ahora lo arrastrarán al proscenio y lo aclamarán.
S. ha descubierto perfectamente que esos infames pro­
Apuesto ciento contra uno que está alegre como una:.
fesores se mantienen por un medio: ignorando todo lo
pascuas; ni se le ocurre mandar a freír espárragos a esta
que sea ajeno a su oficio. S. es encantador, excelente,
gentuza; no, debe estar exultante de alegría.
incomparable, en medio de su grosería que da en el
Y bien, ¿no es eso inexplicable? Un hombre como él
blanco.
Pero ¿cómo vive S.? Vive apartado, y de vez en cuando
capaz de presentar y con tanto talento, una concepci61 ;
de la vida tan misantrópica, se muestra rebosante de
suelta uno de sus truenos de grosería, que recibe en res­
contento y feliz de veras porque la Sociedad Científica
puesta una afectada ignorancia. Eso cs.
408 SOREN KJERKEGAARD
DIARIO INTIMO 409

de Trondhjem (¡santo Dios, de Trondhjem!) le ha conce­


correr de los siglos históricos, muy rara vez se encuentre
dido el premio. No le pasa por l a mente que tal vez esa
un carácter ético o religioso auténtico.
Sociedad Científica haya considerado como una rara
Esto está fuera de toda discusión: distinto es el fraca­
fortuna que un alemán le haya enviado una disert ción.
� so; una aspiración temporal del repudio del triunfo
¡Pro dii inmortales! ' Y como Copenhaguc, en cambio, no
mundano que nos ha sido ofrecido y luego el sacrificio;
ha premiado otra disertación presentada por S., alboro­
sólo en este aspecto se puede hablar de «ser sacrificado».
ta muy seriamente en el prólogo que acompaña a la pu-
Por lo mismo es posible admitir que S . ha sido de una
blicación.
manera indigna la víctima señalada de los profesores;
Es inexplicable para m í tal conducta. Podría com-
pero ética y religiosamente A. S . no es una víctima, por­
prender que S., para burlarse de dichas sociedades cien­
que por su parte habría deseado, y de muy buena gana,
tíficas, hubiera decidido participar en el concurso Y que
que se lo aclamara.
se hubiese divertido tanto con el premio recibido en
Corno he dicho anteriormente, el proscenio reviste mu­
Trondhjem como con el rechazo de Copenhague. ¡Ay! No
cha importancia, constituye el aspecto decisivo para deter­
es ése el modo como S. encara el asunto.
minar el carácter éticorreligioso; lo importante es que sea
Tal es la situación y me apena. S. se remite directa­
evidente que el sufrimiento ha sido libremente elegido.
mente a la fama, la ha deseado, suspira por ella. Ha reci­
Esto es lo verdaderamente trágico y sublime. Pero en
bido un trato indigno; eso no lo ha abatido; por el con­
la vida práctica se contentan con una tragedia de pro­
trario, lo ha impulsado para convertirse en un escritor
porciones más reducidas; han ansiado alguna grandeza
muy importante. Pero de ser un carácter ético o religioso
terrenal y obtenido la peor parte. Sucede con lo trágico
no se preocupa en absoluto, pues con un carácter ético o
lo mismo que con lo cómico; lo cómico puro, o bien Jo
religioso las cosas cambian. En ese caso, el principio es­
cómico de la catarsis, siempre tiene un carácter tal que
triba en que cuando la fama se ofrece ampliamente, se la
uno no ríe de algo que al fin y al cabo y presentado en
rechaza, y entonces estalla el conflicto.
otra forma, movería a compasión. ¡Oh, pero en l a vida
Así lo demuestra el « Modelo», el único, el Salvador del
práctica, la mayoría de los poetas cómicos se contentan,
mundo. Con Él lo primero que acaece es que la gente
así como las gentes, con reír de cosas que muevan a com­
quiere proclamarlo Rey (In. 6, 1 5); pero Se nfoga, por­
pasión! Y los poetas de sobra saben cómo han de calcu­
que quiere ser crucificado. Y sin embargo, n� puede
lar, movidos por la codicia del renombre, pues demasia­
presc ndir
i del principio, precisamente para henr a sus
do comunes son la depravación, la envidia y la maligna
contemporáneos encaminándolos hacia la religiosidad.
satisfacción (y otras cosas por el estilo) que ríen ante co­
Si Cristo no hubiera tenido en su poder esa primera
sas dignas de lástima.
cosa, habría subsistido siempre la duda de si Él no era
ante todo un hombre que al fin y al cabo, hubiera prefe­
rido ser Rey: es decir, un hombre a quien, al aspirar al El matrimonio
triunfo, le cupo la desgracia de ser crucificado.
Para un carácter ético y religioso el proscenio es de
Es decisivo para todo concepto religioso de l a vida, para
gran importancia. Por eso es comprensible que con el
toda religión, el modo de considerar al matrimonio, en
virtud del cual entiendo yo l a expresión ética de l a pro­
7. «Por los dioses inmortales.»
pagación de la especie.
410 SOREN KIERKEGAARD DIARIO INTIMO 411

Además del instinto y de lo que con él se relacione, alienta indistintamente, mostrándose fuera de él en otra
puede impulsar a un hombre al matrimonio una consi­ figura, en la figura de la mujer que es el anhelo de vivir
deración diferente que quisiera hacer notar. La he halla­ personificado; y entonces despierta en él el anhelo de
do tanto en Platón como en Aristóteles; también he leído vivir.
lo mismo en los libros de los Padres de la Iglesia. La idea Por eso es muy cierto lo que dice el seductor (en Eta­
de que dejar en pos de sí una familia represente un con­ pas) que «la mujer es la yesca». Podría parecer extraño
suelo porque no se puede ser inmortales, la propagación pero así es; lo que hace al seductor tan demoníaco y la
de la especie sería el sucedáneo de la inmortalidad indi­ razón por 1.a cual ningún poeta podría fácilmente deco­
vidual. Por eso mismo el hombre que se aferra como un rar una figura semejante es que en teoría domina el con­
pulpo a esta vida, cuando no cree en su inmortalidad, cepto total que el ascetismo cristiano tiene acerca de l a
trata por lo menos de prolongar su vida terrenal dejando mujer ... ; sólo que él l o practica a su modo. E l seductor
tras de f una fam ilia. tiene en común con los ascetas y con los ermitaños la
Esto jamás se ha expresado con tanta fuerza como en teoría; pero partiendo de la misma teoría, el asceta y el
el judaísmo, donde todo gira en torno al consabido: seductor toman en la práctica direcciones diametral­
«Multipl icaos, sed fecundos. » Todo gira en torno a la mente opuestas.
progenie, todo es genealogía; y con sanción �vina. (P�r
eso los hebreos no tenían l a menor idea de la mmortah­
dad.) Arturo Schopenhauer
Luego sobreviene el cristianismo y pone de relieve la
virginidad, es decir, la religión del espíritu. Así como durante una epidemia uno chupa pastillas
Siempre se oscilará entre Jos dos polos : e l individuo para impedir el posible contagio con el aire apestado, así
inmortal y el individuo mortal que se consuela con l a también debería recomendarse a los estudiantes de teo­
generación; en esto se diferencian esencialmente las di­ logía que están obligados a vivir en Dinamarca en medio
versas religiones. de este insulso optimismo cristiano, que tomaran coti­
dianamente una pequeña dosis de la Ética de Schopen­
hauer, a fin de inmunizarse contra la infección de esas
La mujer charlas.
Conmigo es otra cosa; yo me he inmunizado de mane­
El elogio que el Asesor hace a su modo de la mujer en l a ra muy diferente ...
segunda parte d e O lo uno o lo otro podía esperarse de un
marido entusiasta que propugna la moralidad del matri­
« Fanfarrón» 8
monio.
La mujer podría definirse como «e.I anhelo de vivir».
Es una palabra significativa; podría envidi. 1 .•1·h1 .1 111
También el hombre posee «el anhelo de vivir», pero está
alemanes; es excelente, pues lo mismo p1wch
esencialmente preparado para ser espíritu; y si estuviera
como adjetivo y como verbo. Schopc n h 1 1 1 1 1 l 1
solo, abandonado a sí mismo, no lograría saber (el Ase­
.

sor tiene razón) cómo comenzar y ¡jamás comenzaría! 8. Kierkegaard cita el término ll'11u/lq111, I 1111fi
Pero hete aquí que surge el «anhelo de vivir» que en él ltauer. (N. del t. i.)
DIARIO ÍNTIMO 413
412 SóREN KIERKEGMRD

veo las cosas hoy. No comprendo que un hombre pueda


con exquisitez, y diría más: ¡en qué confusión no se ve­
vivir con la fe de que él se salvará y que los demás irán al
ría, si no dispusiera de esa palabra, él que se ha cmpefia­
infierno, condenados por toda la eternidad. Esta dificul­
do en hablar de la filosofía hegeliana y de toda la filoso­
tad mía depende del hecho, como lo dije ya, de que estoy
fía profesoral !
desmoralizado; con todas esas charlas escuchadas desde
¡ Parecería que l a lengua teutona posee esa palabra por
la infancia, se pierde en el fondo el respeto por la majes­
la necesidad misma de utiHzarla continuamente que
tad divina.
existe en Alemania 1
Sólo cuando un hombre lucha por la salvación eterna
Los daneses no disponemos de un término así, pero
de su alma, sólo entonces puede llegar a soportar los tor­
tampoco su significado constituye una característica de
mentos de los primeros cristianos... pero entonces es
los daneses. No está en el carácter del pueblo danés el
preciso admitir que eo ipso los demás se condenan ...
mostrarse «fanfarrón».
Pues sólo esta tensión de luchar por la salvación eterna
En cambio, los daneses tenemos otro defecto; ¡ay!, un
puede impulsar a un hombre a soportarlo todo de
defecto correspondiente y por lo mismo Ja lengua danesa
verdad.
tiene una palabra que tal vez fa lengua teutona no posee:
«tragavientos».9 Se emplea generalmente para los caba­
llos, pero puede aplicarse también al hombre.
La mujer. El hombre
Más o menos la relación es ésta: Jos alemanes produ­
cen el viento y los daneses se lo tragan; he aquí la rela­
La mujer es el egoísmo personificado.
ción en que se hallan desde hace mucho tiempo daneses
Su ardiente afecto por el hombre es simplemente
y alemanes.
egoísmo.
Me divierte inefablemente comprobarlo en Schopen­
Pero el hombre no sospecha esta superioridad femeni­
hauer y en Hegel; ítem, descubrir lo que acaece hoy en
na, se considera feliz, se siente muy halagado al verse
Alemania, que sea el resultado de la filosofía hegeliana
objeto de un afecto semejante, tan ardiente, el cual, por
el hallazgo de que Hegel era un «fanfarrón» (probable­
eso mismo, se expresa en forma de sujeción, pues tiene
mente «por necesidad»), un producto surgido (por nece­
mala conciencia de que en el fondo se reduzca a egoís­
sidad) de seis mil años de historia universal; de todos
mo; cosa que el simplón del hombre no cree, y se siente
por el contrario, fortalecido por el afecto de ese alter ego 1 0
modos, del período que S., tan justamente señala, como
«la época de la filosofía del embuste».
suyo.
Pero S. ha tenido que vérselas con los «fanfarrones» ;
Tampoco la mujer sabe que es egoísmo; ella es siem­
yo he debido componérmelas con los «tragavientos » .
pre un enigma para sí misma; por una astucia de la na­
turaleza se le oculta esta mistificación del egoísmo que
se manifiesta bajo la forma de afecto. Si la mujer pudie­
Simpatía
ra comprender lo terriblemente egoísta que es, dejaría
de serlo, pues en otro sentido es demasiado buena para
Lo siento perfectamente: estoy desmoralizado porque he
ser egoísta.
sido educado en el cristianismo desde niño. Así es como
«Otro yo.»
i.)
10.
9. Windsluger. (N. del t.
414 SóREN K1ERKEGAARD
DIARIO ÍNTIMO 41.5

Esta historia del hombre y de la mujer es una intriga


cristianismo se inclina por el celibato y que hace del ma­
preparada con inmensa astucia, es un juego hecho a pro-
trimonio el caso especial...
pósito para aniquilar al hombre, qua 1 1 �spíritu.
.
Originariamente el hombre no es ego1sta; se convierte
en ello sólo y verdaderamente cuando tiene la dkha de El «pastor»
unirse a l a mujer. Esta unión, conocida con la forma del
matrimonio, en el fondo, contrastando con el egoísmo de
En el fondo, tiene un significado muy profundo que el
una casucha, podría ser llamada el egoísmo de la casa
<<pastor» vista ropas de mujer.
sólida; ¡la verdadera compañía del egoísmo!
Porque la culpa característica del « pastor» es general­
Una vez que se ha ingresado en esa compañía, se da
mente la misma de la mujer: astucia, descaro, embuste.
alma y cuerpo al egoísmo (también hay que contar que
Sí; así como ha de decirse que la esencia de l a mujer es
para ello son un par), es una sociedad que cuida (así
en parte (en el caso femenino tiene sin embargo un senti­
como en el mundo práctico se magnifica el hecho de te­
do más innocuo) la mentira y que donde interviene la
ner un socio sobre quien descargar la culpa de todo) de
mujer interviene siempre algo de mentira: así también
contar con alguien sobre quien descargar la culpa, con
sucede con los pastores oficiales.
quien poder mentir en sociedad.
. AdeP.lás, es característico del pastor desvanecerse, des­
y claro está; una vez que el hombre ha ingresado en
fallecer, coquetear, decir que no quiere cuando en realidad
esa compañía, está esencialmente perdido para cual-
quiere ... especialmente cuando se trata del alto clero.
quier cosa superior.
. No hace mucho leí un comentario acerca de un pastor
.

Por eso el cristianismo y las concepc10nes más profun-


que había sido nombrado arzobispo en un lugar de Ale­
das de la vida han mirado sospechosamente las relacio­
mania. En el discurso de la toma de posesión decía natu­
nes con el otro sexo porque suponen que la relación con
ralmente que había rogado a Dios para que le fuera
el sexo opuesto degrada al hombre.
apartado ese cáliz (el nombramiento de ar7.obispo):
y por eso también en la jerga de bandoleros que usan
¡pero ay, en vano!
los hombres se dice que es deber de todo hombre casarse
Lo mismo que una mujer que desea quizás el tálamo
y que el matrimonio es la verdadera vida que ennobl�ce.
nupcial, pero se desmaya y finge que no l o desea; si el
Me entristece en tal sentido que un hombre del calibre
marido la tomara en serio se originaría un equívoco. Es
de Lutero haya cometido tamaño error con su ejemplo ...
preciso recordar, sin embargo, que la mujer es inocente;
Por lo que respecta a mí mismo, no debo j �ctan�e
. su actitud se debe a la determinación natural de su ser, y
como si lo hubiera comprendido todo desde el pnnc1p10,
por lo mismo sería una villanía emplear con ella la iro­
del mismo modo que lo comprendí más tarde; si no hu­
nía. El caso del prelado es diferente. Pero la razón por la
biera encallado en virtud de aquello, yo también me hu­
cual la analogía de Ja mujer se ajusta a la del prelado, es
biera casado.
una analogía de la síntesis en que consiste la relación
En mi caso fue una cosa muy especial lo que así me
sexual: pecado; y además, el deseo que lo acompaña. En
detuvo... y mucho tiempo después veo que eso es lo que
efecto, el prelado percibe muy bien que por una parte el
el cristianismo llama cosa ordinaria, normal; veo que el
asunto del alto clero mundano es desde el punto de vista
cristiano un pecado, pero a pesar de ello siente su deseo.
11. «Por donde.»
Este dilema lo expresa por medio del desvanecimiento
DIARIO fNTIA-10 417
416 SOREN KIERKEGAARD

Por esto uno se sentiría tentado a declarar que la mu­


oficial; al desvanecerse, en cierta forma da satisfacción a .
JCr es el sexo fuerte, porque si la fuerza consiste.: en defen­
la indignación clistiana frente a la alta sociedad: como si
derse contra el sufrimiento, l a mujer se defiende mucho
el sentido moral de la mujer, el pudor, quedara satisfecho
mejor que el hombre.
en virtud de su resistencia. Pero como ya lo dije ¡el caso de
Pero la verdad es que la fuerza consiste en poder acep­
la mujer es muy distinto a la coquetería de los prelados!
tar, en soportar el sufrimiento; y es debilidad de todos mo­
dos l amenta e del sufrimiento. La debilidad de la mujer
. �
con�1ste precisamente en que ella recurre a la súplica, a las
la mujer
lágnmas y los suspiros para lamentarse del sufrimiento·
su de�il idad consiste en que con sus lamentos y sus queji�
Por lo general, la situación se presenta de la siguiente .
dos ahv1 � el dolor. La fuerza del hombre estriba en no po­
forma: intelectualmente, en el ámbito de la idea, etc., la
seer medio alguno para suavizar el dolor; por eso mismo
mujer, comparada con el hombre, hace más o menos el
su fuerza (y la verdad es que esto es paradójico) es causa
papel de una tonta.
de que deba suf:ir más que el sexo débil. Es una paradoja;
Pero para lo que podríamos llamar picardía instinti­
pero no lo es mas que esa otra verdad, no menos cierta, de
va, la mujer supera de tal manera al hombre, que éste,
que sea preciso estar sanos para enfermar y de que existan
en comparación con ella, es un grandísimo papanatas.
hombres enfermizos que carecen de l a salud requerida
Hoy, mientras paseaba en un momento de ocio, se me
para poder contraer una enfermedad.
ocurrió este pensamiento: si por curiosidad se pudiera
suponer por un momento que el hombre fuera capaz de
concebir... estoy seguro de que sus partos serían muy do­
Las relaciones sexuales
lorosos; ¿y por qué? Entre otras cosas porque no grita­
ría, sino que se diría a sí mismo: eres hombre, no es pro­
Cuanto más baja es la conciencia de un hombre tanto
pio de ti que grites, trata de contener el grito... La mujer, 1
más naturales son esas relaciones.
en cambio, grita al instante, y como es sabido, sus gritos
Pero cuanto más desarrollado intelectualmente está
ayudan al parto.
un hombre, tanto más domina la vida de conciencia·
En toda mujer, debido a esa picardía instintiva, existe
tanto más se aproxima, pues, al punto donde se encuen�
algo de genial: gracias a su genio, ella toma por el atajo
Lra el cristianismo y a lo que tiene una semejanza con él
mientras que el hombre se ve entorpecido por mil refle­
en la concepción religiosa y filosófica, y tanto más ·la
xiones y, aparte de todo lo demás, por una idea con suma
continencia se convierte en la expresión del espíritu.
frecuencia completamente estúpida y solemne acerca de
Entre estos dos puntos extremos se halla ese término
su dignidad de ser él, el hombre.
medio, para el cual la relación sexual ha perdido su sen­
tido inmediato y, no obstante, no se quiere alcanzar el
espíritu .
El sexo débil Entonces uno siente (puede ser en parte una especie de
p�dor, y por otra parte algo de hipocresía, a veces una
Posee el lamento, el grito y otras co as simi lares, y por
hipocresía muy refinada) el deseo de decidirse a casarse.
eso mismo sufre mucho menos que el hombre, que es
De tener razón, se debería de algún modo espiritualizar
reservado y taciturno.
418 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO /NTJMO 419

al matrimonio, convirtiéndolo en algo más elevado que que dice el pastor: «Si yo educase... » , concedo de buena
la satisfacción de un instinto. gana que es un beneficio que uno hace aJ Estado el de
¡Pamplinas! O satisfacción pura y simple de un instin- educar ese contingente que ha traído al mundo: claro
·

to, o espíritu. está que es· un servicio hecho al Estado, si se compara


El vicario de Wake{ield 1 2 comienza as(: « Siempre fue mi esta conducta con la de los que se limitan a traer al mun­
opinión que un hombre de bien que se ha casado y ha do un enjambre de niños que endosan al Estado.
educado una numerosa familia ha prestado al Estado un
servicio mayorqucel que ha permanecido célibe, limitán­
dose a hacer propaganda para la campaña demográfica.» El demoníaco
Bueno, hay aquí una «razón» para casarse: traer hijos
al mundo para servir al Estado.. . Risum teneatis, amici? 13 Quien tenga oídos para advertir las réplicas de lo demo­
No, la cosa es diferente. Con el crecimiento de la cul tura, níaco, habrá comprobado a menudo que se convierten
el hombre crece para la vida consciente y de cierta ma­ en verdaderas apenas se tergiversan.
nera, deja atrás al instinto, en todo caso al sentido in­ Una mujer y un hombre, presa de obstinación demo­
mcdialo del instinto. Interviene entonces (no confundir níaca, gritan: «No puedo soportar que nadie me domi­
con el pudor inmediato, pudor) un cierto disgusto inte­ ne.» Si se tergiversa el sentido, tendrás el secreto para su
lectual, sobre todo en el hombre. Por eso él debe tener curaciqn; no lo pueden soportar, pero necesitan precisa­
« razones» para ocultarse; aun cuando por otra parte se mente de alguien que los domine.
oculte mal, como actualmente, detrás de ese transparen­ Esto depend� ciertamente del hecho de que lo demo­
tísimo biombo: traer hijos al mundo para servir al Esta­ níaco conoce, por lo menos con cierta clairvoyance, 1 4 su
do. ¿Servir al Estado? Pero quizá sea ésta la verdad, qui­ remedio; pero, como demoníaco, ama su enfermedad y
zás al Estado se lo conciba mejor si se lo mide con el teme al remedio, y por «CSO» alborota que no lo puede
mismo rasero que a un establecimiento para la cría ca­ soportar (el remedio), que le serfa sumamente dañoso.
ballar; y los reyes no deberían compararse con los pasto­
res, sino a los administradores de establecimientos para
la cría caballar. El género humano
En cuanto a las expresiones de El vicario de Wakefield,
soy de distinta opinión. Estoy convencido, en efecto, de Aparte de la diferencia de que, en cualquier género ani­
que, permaneciendo célibe y sin hacer propaganda de­ mal, sólo existan ejemplares y no individuos, es decir,
mográfica, o mejor aún: permaneciendo célibe y aun ha­ que cada individuo es ejemplar y género, existe otra di­
blando en contra de la multipl icación del pueblo, estoy ferencia entre el género humano y cualquier otro género
convencido, digo, que uno prest a al Estado (que se des­ animal: en este último falta la situación de existencia de
moraliza con el número y se enerva con la superpobla­ ejemplares cuyo destino sea el de ser sacrificados por los
ción) un servicio mayor que si yo, ¡suponiendo que fuera demás.
posible!, trajera al mundo 1 70 000 niños. En cuanto a lo Eso sólo sucede con el género humano.
Y las víctimas sacrificadas por los otros difieren com-
12. Novela inglesa ( 1766) de Oliver Goldsmith.
13. «¿Contenéis la risa, amigos?,. 14. Perspicacia. (En francés en el texto.) (N. de la t.)
420 SOREN KJERKEGAARD
DIARIO INTIMO 421

pletamente en calidad de los hombres comunes (en nin­


perder a los hombres que se casan, convirtiéndolos en
gún otro género un ejemplar podría diferir comple­
finitos y mediocres.
tamente en calidad de los demás): en el fondo, son hom­
Cuando un adolescente o un joven se extravfa en las
bres espirituales. Pero estos hombres espirituales no co­
pasiones, sólo dos poderes lo esperan para salvarlo: una
mienzan por entir con orgullo su diferencia de calidad:
mujer que ama ... y Dios en el cielo. En el primer caso se
no, la humanidad los repudia de un modo u otro. Y por
salva, claro está, pero se convierte en finito. Pero, si no lo
el sufrimiento logran descubrir en verdad su condición
salva el amor de una mujer, si no e detiene ahí, si es
de excepcionales.
Dios quien lo salva, tendrá una existencia importante.

lA mujer El suicidio

Según la Biblia, es la mujer (Eva) quien seduce al hom­ Porque cristianamente esta existencia representa un su­
bre (Gén. 3 , 6). fri miento punitivo, y porque a su vez el cristianismo
Por contraste y en compensación (es un hecho) el amor promete (cuando llegue el último sufrimiento, el de la
de la mujer no se funda en absoluto de preferencia en la muerte) una existencia eterna y feliz; por eso mismo dis­
idea de que el amado sea la encarnación de las virtudes y gusta a Dios que alguien por voluntad propia se evada
de la perfección. Por el contrario, no hay muchacha que de la existencia.
no desee que su enamorado sea un poco descarriado, Pensar que esta existencia sea un gran bien y que haya
de manera precisamente que su papel frente a él sea el de condenarse al suicidio como ingratitud, no es natu­
de salvadora (en oposición a la Biblia donde es la seduc­ ralmente más que mentira y parloteo, una bribonada in­
tora).* Sí. la mujer representa al tipo del egoísta ama­ ventada por estos galeotos para darse la recíproca con­
ble, pero inocente; ella no es consciente. Pero hasta el firmación de que el nuestro es un «mundo amable».
mismo pensamiento de desear que el amado sea un tan­ No, justamente porque esta existencia es sufrimiento,
to descarriado para salvarlo con su amor, es egoísmo. P?rq�e nos aguarda Ja dicha eterna, si se resiste con pa­
Por otra parte, no puede negarse que las cosas suceden c1cnc1a, por eso el suicidio disgusta a l a Providencia.
como ella desea, que a menudo un hombre se salve de Sucede con esto como con los niños en Nochebuena,
sus descarríos anteriores por el amor de una mujer y cuando esperan impacientes en el cuarto oscuro... Por­
amándola. que los padres conocen la solicitud y el sacrificio realiza­
Pero también, y en un sentido superior, la Biblia tiene do para que la alegría sea mayor, los preparativos recla­
razón, cristianamente tiene razón; pues si bien es cierto man tiempo; por eso mismo les disgusta la impaciencia.
que la mujer salva a algunos de sus excesos y los con­
vierte en personas decentes, la mujer también echa a
La carne y la sangre
* Un desarrollo similar al de la situación bíblica sucede en la vida
cuando se dice que, por lo general, el hombre es quien seduce a la mu­ Con respecto a la verdad relativa a la carne y la sangre,
jer. Tampoco esto es verdad, es más bien una expresión de la astucia no se debe tratar a ningún hombre, absolutamente a nin­
íemenina, pues ella logra seducir con Lanta habilidad que el bobo del
guno, como a hombre de bien, de lo contrario uno se
homb.-e siempre pasa por ser el seductor.
verá burlado.
422 SóREN K1ERKEGAARD DIARIO INTIMO 423

En lo que a mí respecta, muy bien sé cuán exacto es; bendición consagra su unión. ¡Qué encanto! Así también
porque si Dios no me tuviera en su poder de una manera el bandido meridional consagra el homicidio arrod illán­
enteramente especial, si no me hubiera quebrantado dose antes al pie del altar.
desde la tierna infancia, de modo que no pudiera dejar­ Con la bendición los esposos consagran sus propósi­
me engañar por la carne y la sangre, yo habría sido en­ tos ... ¡Excelente! Al pie del mismo altar donde el Salva­
gañado a cada momento. dor del mundo está enclavado en Su Cruz (É l que con Su
Muerte dio una satisfacción para el pecado de la huma­
nidad, para el pecado original y enseñó: ¡Seguidme! ¡Se­

¡Qué ironía!
guirme es ser cristianos!) allí los amantes se arrodillan y
deciden ... deciden proseguir con el pecado original. ¡Si
fuese verdad que la bendición consagra a las relaciones
Sócrates, e l disolvente de la belleza inmediata, del hele­
sexuales, seria también verdad que el niño que nace
nismo, ¡era hijo de un escultor y de una partera!
no está concebido en trasgresión ni que ha nacido en
pecado!
Pero «¿acaso Cristo en persona no asistió a la boda?»
El celibato (Jn. 2, 1 ) : ¡Incomparable objeción! De modo, pues, que
É l que fue intransigente con lo que significa ser discí­
Cuando el Papa ordenó a su debido t iempo que el clero pulo y que para impedir que uno se mezclara con el
debía observar el celibato, ya el punto de vista del cris­ mundo llegó hasta a negarse a conceder a un hombre
tianismo se había perdido hacía tiempo y ló había reem­ que sepultara a su padre (Mr. 8, 22), ¡iba Él a pensar
plazado el confuso acomodo o compromiso con el mun­ que se puede al mismo tiempo ser discípulo Suyo y
do. Porque no se trata ólo de que los sacerdotes deban casarse y dedicarse a hacer hijos, es decir, engolfarse
observar el celibato, no; todos los cristianos deben per­ hasta los ojos en esta existencia! ¡Y eso estaría demos­
manecer célibes. La distinción entre clern y fieles es an­ trado por el hecho de que Él asistió a las bodas! ¡ Enton­
ticristiana ... , pero no para sacar en consecuencia la con­ ces se podría demostrar también que es verdadero
clusión contraria: ergo, 1 5 que también los sacerdotes cristianismo el banquetear, puesto que Cristo asistió
deban casarse. a un banquete! iY aun que ser cristiano es ser estafa­
Para el cristianismo éste es un mundo de pecado, el dor, pues Cristo frecuentaba a los publicanos y a los
niño es concebido en trasgresión, nace en pecado. El pecadores !
cristianismo se propone detenerse en un punto y dar una En general, es de importancia decisiva para toda reli­
satisfacción por el pasado, pero no por eso significa que gión el conocimiento de su concepto acerca de la pro­
se deba empezar de nuevo. Así como quien paga una creación. O este mundo es fundamentalmente un mundo
deuda ajena, exige del deudor que no vuelva a contTaer amable y en particular grato a Dios que desea que conti­
deudas, así también sucede con el celibato respecto al núe; o si no (y esto es el cristianismo del Nuevo Testa­
cristianismo. mento) el ser y el existir en este mundo repugna a Dios
Pero en la cristiandad se bendice a los esposos y la en sumo grado, y para detener a ambos introduce al cris­
tianismo que al instante cierra también el paso a la pro­
IS. cPor lo tanto.• creación.
424 SóREN KJERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 425

Sócrates. El cristianismo Judas /scari.ote

Sócrates tiene razón: si un hombre no hace lo que es jus­ El tremendo juicio a su respecto lo ha pronunciado el
to, es porque no lo comprende. Si lo comprendiera, lo mismo Cristo: ... «mejor fuera para él no haber nacido.»
haría; ergo, el pecado es ignorancia. (Mt. 26, 24).
El cristianismo tiene razón; el pecaso es culpa. Si en Pero en tanto que la cristiandad ha tratado de conver­
efecto un hombre, sin más ni más, no hace lo que es jus­ tir a Judas en l a figura más tétrica posible, yo quiero
to, es porque no lo comprende. Si lo comprendiera, etc., hacer notar si no se debe juzgar peor aún a otra calidad.
etcétera. Pero si no comprende lo que es justo es porque Judas, pues, no es (como probablemente ha sido en
no puede comprender; y el no poder comprender depen­ realidad) un hombre desesperado quien, en un momento
de del hecho de que no quiera comprender. ¡ Éste es e l de locura, vende a su maestro por treinta monedas (esta
fondo del asunto! pequeña suma constituye ya un atenuante, así como tam­
Sólo presentando la situación de una manera criminal bién lo es en cierto sentido el horrendo fin de su vida).
el cristianismo ha subyugado al mundo y ha podido No: el Judas moderno es un hombre más culto, tran­
mantener la disciplina. quilo, que entiende mejor a la vida y que sabe sacar pro­
vecho. Va a ver a sus sacerdotes y les dice: estoy dispues­
to a traicionarLo, pero escuchad mis condiciones . No me
importa ganar una fuerte suma de una vez por todas,
¡Oh, Sócrates! que podría derrochar en pocos años. No, quiero una
suma fija por año. Soy joven, sano y fuerte; según las
¡Tú has permanecido como el único pensador en el cam­ probabilidades humanas tengo ante mí una larga vida y
po puramente humano! podría desear (puesto que soy casado y que tengo una
¡Estos filósofos llamados cristianos son unas men­ familia) una vida placentera y llena de satisfacciones.
tes confusas! Tomad al célebre Agustín. Argumenta ¡Ése es mi precio!
contra los donatistas 1 6 del modo siguiente: ¿Qué creéis En mi opinión, esta situación es cualitativamente mu­
ser vosotros, que apenas sumáis una decena, frente a cho más abominable que la de Judas. Creo que una abo­
la Iglesia cristiana? ¿Cómo podéis vosotros, que ape­ minación semejante no se puede hallar en la antigüedad,
nas sois unos diez, pretender que poseéis la verdad? le ha sido reservada a nuestros tiempos de cultura.
¡Oh, Sócrates, no es verdad que a éste se le pueda lla­
mar un pensador! Argumenta en favor de la verdad en
virtud del número (¡y es un pensador cristiano!), en El hombre. lA mujer
tanto que el cristianismo descansa sobre la realidad
del Ente. La mujer fue creada a partir de una costilla del hombre
(Gén. 2, 2 1 ). Pero hablando cristianamente de la relación
16. Los que profesaban las doctrinas de Donato, cismático del entre hombre y mujer, ¿no podríamos decir que se ha
siglo rv. (N. de la t.) introducido una «digresión»?
426 SóREN KIERKEGAARD
DIARIO INTIMO 427

El hombre había sido creado para la eternidad; la mu­


les, desde luego que las lágrimas y los fuertes latidos del
jer lo desvía por una digresión.
corazón hubieran cesado.
Sin la mujer, el hombre es más débil en este mundo;
tiene un lado ílaco que la mujer protege, y unidos ambos
son fuertes para esta vida. Pero según el cristianismo la
El norte
ílaqueza propia del solitario, la flaqueza con re pecto a
esta vida, es indispensable para lograr las fuerzas para
la eternidad. Que el norte sea l a parte menos favorecida del mundo

pue e verse, entre otras cosas, por lo siguiente: ante todo
el clima desfavorable vuelve imposible ese tipo de dcs­
Sócraies. Alcibfades preocupación por l a vida que se encuentra en los países
_
cálidos, donde por l o mismo es más fácil alcanzar un
¿Por qué lloraba Alci bíadcs cuando Sócrates hablaba? idealismo filosófico, un idealismo que no divide aJ hom­
(«Cuando él habla, mi corazón late fuertemente, más bre de manera que en virtud de la filosofía se convierte
fuertemente que el de los coribantcs· y las lágrimas bro­ en un profesor de filosofía y en un profesional. En segun­
tan de mis ojos . . . » [El banquete].) do lugar, s?lo en el norte se observa ese prosaísmo que
No obstante, Alcibíades era un hombre que sabía ex­ desnaturaliza de muchas manera al ser de Ja mujer y
presarse, que sabía cómo elegir sus expresiones de un que crea problemas que no existen en los países meridio­
modo egregio. Si el concepto que Alci bíades tenía de Só­ ?ales: ese dualismo que hace al mismo tiempo de la mu­
crates se basaba en la ironía de éste, en que sabía burlar­ jer una persona útil para ganarse la vida. Originaria­
se de los demás de una manera incomparable, nada po­ rne�te la mujer era un lujo, estaba hecha para la
dría objetarle: Alcibíadcs hubiera debido decir: es para sociedad, como ornamento y otras cosas similares. Sólo
morirse de risa esto de oírlo a Sócrates . en el norte ha debido, al mismo tiemp
o, convertirse en
¿Por qué, pues, lloraba Alcibíades? Es fácil descubrir e
persona útil, y también en el norte deb surgir el proble­
que, como verdadero ironista. Sócrates empleaba la iro­ ma de su emancipación.
nía para ocultar los ideales. Pero algunas veces los ha
expuesto. Y entonces conmovía a Alcibfades hasta las lá­
grimas. El hombre común. Los docentes
Alcibíades lloraba. Las lágrimas rodaban abundantes
de sus ojos, el corazón le latía con fuerza, ¡por supuesto!
Al hombre común lo amo, los docentes me inspiran re­
Porque Sócrates le inspiraba esa pena que a una intelec­
pulsión.
tualidad ligera y sin carácter puede sugerir un hombre
Ha �ido la categoría de los «docentes» la que ha des­
de ca1-ácter. Alcibíades tenía suficiente idealidad e inte­
moralizado a l a humanidad. Si se dejara al mundo como
lectualidad para sentirse aferrado, cautivado por el
es en realidad, con los pocos que de veras están al servi­
ideal ético que Sócrates exponía, pero al íntimo aspecto
ei � de l a idea, o de un modo superior aún, al servicio de
de bajeza no lograba vencerlo. Por eso no pasaba de las
Dios, y luego el pueblo, todo andaría mejor.
lágrimas y de los saltos del corazón; si Sócrates le hubie­
Pero reproduce la infamia de que entre los eminentes
ra dicho que se comprometiera éticamente con los idea-
Y el pueblo se introduzca esa canalla, esos bribones,
,.

428 SÓREN KIERKEGAARD DIARJO ÍNTIMO 429

quienes con la apariencia de servir también a la idea, come a lo intensivo (como las sombras del infierno sor­
traicionan a los verdaderos servidores y confunden la ben a los vivos).
mente del pueblo, todo para recabar miserables ventajas Como la escritura en la arena y en el mar que no deja
terrestres. rastro alguno, así la existencia que no se convierte en
Si no existiera el infierno, sería preciso crear uno espe­ espíritu se desvanece sin dejar rastros.
cial para los docentes, cuyo crimen es precisamente de
tal hechura que se hace imposible castigarlo en este
mundo. El significado del cólera 17

Es el de adiestrar a los hombres en la existencia como


Entes, cosa que no se logra con ninguna guerra u otra
Dolorosa alteración del «hombre»
�lamidad, que más bien los matan. Pero la peste los
dispersa como a Entes, les enseña -corporalmente­
Antaño el hombre comprendía poco, pero ese poco lo
que son Entes.
conmovía profundamente.
Ahora comprende mucho, pero ya no se conmueve; o
si no, esa comprensión roza simplemente su superficie «Los filósofos en el trono»
como una mueca.
¿Es esto progreso? ¿Si toda esa comprensión es inca­
Era la tesis de Platón. Nuestra época enseña, en cambio,
paz de impresionar ahora al hombre, de conmoverlo, no
que un poeta dramático en el trono es sospechoso.
hay en ello algo de soez? Casi, podríamos decir, como
Me refiero a Luis Napoleón. Poeta como es, ha com­
una mujer que habiendo sido iniciada en toda la astucia
prendido que durante el desfile de Boulogne causaría un
y en la coquetería que la inteligencia puede inventar
efecto incomparable que al mismo tiempo llegase un co­
para agradar al hombre, esté dotada de una cultura de
rreo a rienda suelta con la noticia de la toma de Sebasto­
cierto buen grado pero sea incapaz de amar.
pol. ¡Bien! Así se arreglan ahora las cosas.
La consecuencia natural ha sido que al día siguiente
toda Francia está dominada por un malestar general,
El punto. La masa. La intensidad. La extensión como después de una borrachera.
Pero ese Napoleón es extraordinario para prostitui r al
11 de octubre de 1854 género humano. Esa raza de fanfarrones merece por cm
perador a un fanfarrón de gran estilo. ¡Y qu� cxcdt·ntt'
Una imagen. El centro es tan sólo un punto. El disco es resulta que los grandes descubrimientos (Ít'1 rc.1c. 1 1 1 il1·.. ,
un gran cuerpo. Sin embargo, dar en el centro significa telégrafos, etc.), traten de desarrolla r dt· ,1p(1yi11 . 1 t.1
acertar de veras; dar en el disco no es acertar. Asf, en el charlatanería! ¡Tal vez de e a mnncrn lo... la11111hH"· p111
fondo sólo lo intensivo vive: el ser de lo extensivo en dan retornar a sí mismos!
el fondo no es ser. Lo extensivo es un ser falso: su ser sólo
consiste en consumar lo intensivo. Sólo lo intensivo tie­ 17. Posible alusión o 13 Cfl1dr111!:. 1 lc: c<1l<·1.1 11111• �
· ali 4 111 ult 1111 ,11
ne ser por sí mismo, lo extensivo vive o de, o porque Europa central en esa época (N ''" fa t )
430 SÓREN KIERKEGAARD DfARIO INTIMO 431

móvil de toda «docencia » , a propósito para toda charla


profesora!). Tal vez a fuerza de girar «en torno» acaben
Síntoma por precipitarse dentro.

Se conoce que algo está a punto de desaparecer o que ya


ha desaparecido, cuando suscita un interés de otro géne­ Diferencia de individualidad
ro, por ejemplo, especulativo, estético, artístico.
Y así la característica de nuestros tiempos que se con­ Para l a victoria decisiva uno necesita ser sostenido por
vierte cada vez más en el tema de la novelística contem­ medio de victorias pequeñas, otro por eJ aguijón de una
poránea (por ejemplo, Goldschmidt entre nosotros) es la derrota.
de describir la lucha del genio contra la realidad. Signi­
fica que de ahora en adelante a nadie se le ocurrirá ac­
tuar dentro de la realidad (Goethe, por ejemplo, sofisticó
abiertamente su genio en talento). Pero nosotros debe­
mos liquidar algo y de este modo poseer el espíritu para
escribir la novela.
La gente de mente estrecha se equivoca pensando que
ese método es excelente; piensan que de ese modo es más
fácil que el problema se aproxime a nosotros o nosotros
al problema. ¡Ay de mí, qué error! Así, en cambio, se
aleja. Cuanto más perfecta es la narración novelística,
tanto menos penetra en la vida y tanto más, en cambio,
se acaricia y mima a ese enjambre de hombres, impul­
sándoles a deleitarse con la fantasía de esas cosas.
Creer que el arte ayude a penetrar en la realidad no es
un error menor que el de creer que una prédica cuanto
más artísticamente perfecta, más eficaz ha de ser para
cambiar la vida. ¡Nada de eso! Cuanto mayor sea su
efecto puramente estético, tanto más disuadirá del com­
promiso existencial.

Los dos caminos

Una cosa es sufrir y otra desempeñar el papel de profe­


sor de los sufrimientos ajenos.
Lo primero es «el camino»; lo otro es dar la vuelta, es
«rodearlo» (por eso mismo el término «en torno» es el
DTARTO ÍNTTMO 433

siempre por la curiosidad, mirado siempre como un ex­


traño, ora objeto de envidia, ora de burla, ora de admira­
ción, ora de brutal estupor; hacen todo lo posible para
impedirme, si fuera posible, que sea yo mismo y para
impedir posiblemente a todo hombre que sea él mismo.
OCTUBRE DE 1854 A SEPTIEMBRE DE 1855 En cualquier situación me tratan no como a una perso­
na, sino (¡en un sentido diferente!) como una especie de
objeto interesante, como a algo que se puede comentar
El escándalo hasta el cansancio ...
Desde luego que esto resulta infinitamente cómico,
La mediocridad quiere consolarse diciendo que cuando pero también es la expresión de cuán tensa es mi vida.
uno no toma al cristianismo de una manera demasiado Como ya dije, el esfuerzo consiste además en que sea
sublime (exageración que ella evidentemente no come­ yo completamente dfatinto a los demás hombres. Ellos
te), tiene por lo menos el mérito de no provocar escán­ viven puramente para objetivos finitos, y ésa es la clase
dalo. de hombres que prefiero, con los cuales me habría halla­
¡Muchas gracias! Si la exaltación puede ser culpable do muy a gusto si los periódicos de la plebe no hubieran
de haber dado alguna ocasión de escándalo al tomar al estropeado el caso; o si no fingen que viven para un ideal
cristianismo de una manera demasiado sublime, la me­ superior, pero es mera mistificación. De todos modos,
diocridad es siempre culpable. ese género de vivir para una idea, el mfo, es tan diverso
La mediocridad debe recordar (agua que nunca po­ de la vida de los hombres de aquí, como el idioma he­
drás beber: porque Pedro era en todo diferente a la me­ breo del danés; no poseemos una sola aspiración en co­
diocridad), por lo menos ha de recordar la respuesta de mún, y en cierto sentido ni siquiera el idioma; pues ellos
Cristo a Pedro: «Me eres escándalo» (Mt. 16, 23). se sirven del idioma de un modo falso.
Con suma frecuencia en cosas y proporciones meno­ Toma a un delincuente: su vida es distinta de la de los
res, uno que de veras reclamaba la verdad, ha hallado demás hombres. Pero como existen numerosos delin­
motivo para decir a esa maldita, despreciable, cordial cuentes, forman por eso mismo una asociación, un mun­
mediocridad de los tunos que querían retenerlo: «Me do aparte. Suponte que fueras el único delincuente: ¿no
eres escándalo.» sería esto tremendamente penoso?
¡Ya ves, mediocridad, cómo eres quizá la menos excu­
sable con respecto a la culpa contra la cual te creías ab­
solutamente segura «de dar escándalo»! Si este pensa­ El Salvador del mundo
miento no ha de servirte de ayuda, ¿no podría por lo
menos aguijonearte un poco para hacer que salieras de ¡Qué extraño efecto causa el pensar en el concepto insí­
tu costumbre? pido, nauseabundo y meloso de <<Salvador del mundo»
Mi vida es inmensamente tensa: ¡me siento tan extra­ que la cristiandad adora y reverencifl, y leer luego las
ño, tan absolutamente diferente a lo que ocupa a los siguientes palabras: «Fuego he venido a encender en la
hombres en general ! De muy distintas maneras, a diario, tierra» , ¡vino para traer una discordia que puede romper
en todo contacto, reparo en mi heterogeneidad. Rodeado los vínculos más sagrados, los vínculos que el propio
434 SOREN KJERKEGAARD DIARIO fNTlMO 435

Dios ha consagrado, el vínculo entre padre e hijo, entre Mientras viviera, yo no podía atacarlo. Porque mi acu­
mujer y marido, entre progenitores e hijos, etcétera ! sación versaba precisamente sobre lo siguiente: él no go­
(Le. 1 2, 49-53). bierna; el suyo es un hechizo visual, es un periodista, el
señuelo del público más que ninguna otra cosa. Pero ¿a
quién habría podido dirigir yo ese discurso? Por otra
El hombre y la mujer con respecto a la religiosidad parte, yo combatía al margen del gobierno; por lo tanto,
no hubiera podido debilitarlo. En privado se lo dije así:
En cierto sentido, la mujer está mejor constituida para pero ¿qué efecto podía tener el decírselo en privado?
el verdadero servicio religioso, porque la naturaleza de Mynster no temía más que al público porque era un co­
la mujer es de abandono total. Pero por otra parte eso no barde.
explica nada. Una eminente intelectualidad viril que se
entrega con femen ina sujeción, tal es la verdadera reli­
giosidad. El abandono de la mujer se relaciona esencial­ El Estado
mente con la interiorización, y es contrario a la natura­
leza de la mujer el convertirse en algo más. Pero, por Que cristianamente tenga razón Hegel cuando ense­
otra parte, una eminente intelectualidad viril se relacio­ ña que el Estado tiene un significado ético, que la ver­
na inmediatamente con un enorme egoísmo que ha de dadera virtud pueda manifestarse tan sólo dentro del
ser sofocado en la sujeción. estado (cosa que también yo repetí infantilmente
en mi tesis2), que el fin del Estado sea el de ennoblecer
al hombre, etc.; todo esto es, naturalmente, un gali­
El obispo Mynster matías.
El Estado es preferentemente un mal, no un bien; es
El motivo por el cual el obispo Mynster ha sido una fi­ un mal necesario, en cierto sentido ventajoso y útil,
gura profundamente desdichada para mí, no estriba en antes que un bien. El Estado es el egoísmo humano
que él no fuese el hombre que yo necesitaba, sino en en sus grandes dimensiones y proporciones, y muy le­
haberme producido el hechizo aparente de ser el hom­ jos está Platón de tener razón cuando dice que para
bre que yo necesitaba. Yo tenía necesidad de que en la conocer a la virtud es preciso estudiarla dentro del Es­
sede episcopal de Seelandia se sentara un carácter. Mi tado.3
desdicha no consistió en que Mynster no Jo fuera ; esto El Estado es el egoísmo humano en sus grandes di­
poco importa. No, la desdicha consistió en que él, en­ mensiones, organizado con un criterio de utilidad y de
tre el refinamiento de sus otros goces, había incluido agudeza, de modo que los egoísmos individuales se
hábilmente también el de pasar por hombre de carác­ atemperan, corrigiéndose recíprocamente. El Estado es
ter, por hombre de gobierno: en tanto que sólo era una defensa contra el egoísmo, por cuanto muestra un
un declamador dominical y, por lo demás, un astuto egoísmo superior que domina a todos los egoísmos indi­
1
eudemonista. viduales, de modo que éstos egofsticamente deben com-

1. Eudemon ísmo: docn·ína moral que identifica la virtud con la di­ 2. Del concepto de la ironía.
cha. (N. de la t.) 3. La República. (N. del t. i.)
436 SóREN KJERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 437

prender que, por egoísmo mismo, lo más prudente es vi­ El cristianismo, por eso mismo, no es de opinión de
vir dentro del Estado. El Estado se asemeja al cálculo que para ennoblecerse moralmente, el cristiano haya de
infinitesimal: cálculo de egoísmos, pero presentado ingresar en la colectividad del Estado; no, le advierte
siempre de tal manera que egoísticamente se vuelve más que dentro del Estado habrá de sufrir.
prudente el resolverse a formar parte, a ingresar en este Pero en el lenguaje ladrón de los hombres, se dice na­
egoísmo superior. Pero esto es otra cosa que el alabado turalmente que el Estado es moralmente ennoble­
fin ético del egoísmo. cedor, y de este modo uno está perfectamente asegura­
Y el Estado no va más allá; de modo que pensar en el do contra el peligro de que alguien entre en sospe­
mejoramiento por su intermedio no es menos dudoso chas acerca de ese egoísmo autorizado como si fuera
que el mejoramiento dentro de un correccional. Dentro virtud.
del Estado uno se vuelve quizás más astuto para el En general , no es posible poner suficientemente de re­
propio egoísmo, un egoísmo bien entendido, es decir, lieve, que lo inmediato, tosco, espontáneo, etc., nunca
el propio egoísmo en relación con los egoísmos ajenos; será tan corrompido como l a prudencia calculada. Un
pero no se vuelve uno menos egoísta. Y lo peor es que libidinoso que hace su capricho sin freno no es tan co­
se echa a perder con la consideración de este egoís­ rrupto como el que se da al libertinaje observando el de­
mo estatal -burgués, oficial, autorizado- como si coro. Un embaucador que, como se dice comúnmente,
fuera virtud, por cuanto la vida del Estado desmorali­ toma el pelo a otro, tal vez no sea tan corrompido como
za, porque nos tranquiliza en lo de vivir como astutos aquel que conoce hasta qué punto es posible embaucar
egoístas. cuando uno quiere mantener Ja estimación ¡y ser consi­
Más allá no va el Estado; cosa que si se Ja considera derado como hombre respetable!
desde el punto de vista de la educación y del desarrollo
moral, da mucho que pensar.
Además, el Estado está continuamente sujeto a la so­
fisticación; así como los sofistas griegos se arrebataban ¡Una razón más para casarse!
demostrando que la injusticia perpetrada en gran escala
es justicia, y que los conceptos de una manera totalmen­ El cristianismo dice: «No te cases, ésta es la conducta
te extrafía se invierten o decaen, que lo único que impor­ agradable a Dios y la más lógica si eres verdaderamente
ta es la reaHzación en grande. Además, el Estado está cristiano.»
continuamente sujeto a la escisión, puesto que el núme­ A esto el género humano responde: «Pero si todos pro­
ro decide acerca del concepto, y el número mayor repre­ cedemos así la humanidad se extinguiría.»
senta a la verdad. Y la hipótesis de que el género humano pueda desapa­
¡El Estado debería servir para desarrollar moralmen­ recer es considerada por la humanidad como la desgra­
te al hombre, ser el verdadero medio de la virtud, el lu­ cia mayor.
gar donde uno se convierte en virtuoso! En verdad que Entonces, en consecuencia, uno no puede menos
ese puesto para tal fin es por demás extraño, tanto como que casarse; y hay una razón más para casarse: ¡la tre­
pretender que para un relojero el mejor lugar para tra­ menda razón de que el género humano no debe desa­
bajar esté a bordo de una nave en medio de una fuerte parecer!
borrasca. He ahí otra razón más para casarse.
438 SOREN KJERKEGAARD DIARJO ÍNTIMO 439

dad quiere adoptar, en vez de aceptar las cosas tal como


están en el Nuevo Test amento. El género humano está
Las bodas de Caná perdido, Cristo ha venido para salvarlo; por lo tanlo, no
es necesario convertir a Cristo en el punlo de partida de
Ese continuo insistir de la cristiandad acerca del hecho una nueva progenie.
de que Cristo estuviera presente en las bodas de Caná y
que hasta proporcionara el vino (Jn. 2, 1 ss.), demuestra
que también los hombres tienen la sospecha de que el EL matrimonio
cristianismo se opone al matrimonio. Eso explica la im­
portancia que se da al mi lagro de Caná, y además que la La propagación de la especie depende del egoísmo hu­
argumentación que se pretende deducir del hecho es ri­ mano; o mejor aún, constituye l a esencia de ese egoísmo,
dícula. cosa que se demuestra de infinitas maneras: pocas líneas
bastarán para explicarlo.
La mayoría de los hombres carecen del sentimiento de
«Dejad que Los niños vengan a mí» (Mat. 19, 44) sí mismos que les permita vivir como entes; entonces, su
egoísmo necesita recurrir a esa provisión de fondos que
Sí, claro; puesto que Cristo es el Salvador del mundo y consiste en la posesión del sentimiento de sí mismo acre­
que también Los tiernos infantes pertenecen por su exis­ centado por el hecho de que haya algunos que le deban a
tencia a la humanidad perd ida. uno la vida. La propia vida parece adquirir importancia
Pero interpretar tal pasaje dándole el sentido de que en ese caso. Es a Ja vez (como a menudo he observado) el
luego mil lones y trillones de nosotros podamos decir: sucedáneo de la inmortalidad.
vamos a dedicarnos a hacer niños ... porque Cristo dice: La mayoría de los hombres carecen del sentimiento de
« Dej ad que los niños vengan a mí», es una bestial estupi­ sí mismos para hacerse valer frente a los demás hom­
dez o una insolencia desvergonzada. bres. Entonces el sentimiento de sí mismo necesila tener
La cristiandad ha logrado convertir a Cristo en un a alguien que le obedezca, alguien que esté completa­
buen hombre que suministra el vino en los banquetes, mente en su poder, de modo que también ellos posean la
como si Cristo no hubiera venido a l mundo para salvar a impresión de que el hombre es un dominador. A tal fin
una raza perdida, sino para servir de padrino a todos los servirán los niños. Pero ¡ Dios mío! ¡Cuánta brutalidad y
niños del mundo. cuánto egoísmo esconde en ese sentido la vida familiar!
Sin embargo, el problema es sencillo: «Salvar a una ¡Y qué cierto es que con frecuencia los padres tienen
raza» ... significa que la raza está perdida; de esa raza mayor necesidad de educación que los mismos niños!
estamos hasta la coronilla. Ahora, si queremos salvar­
nos, debemos liberarnos del género, y entonces cae de su
propio peso que es preciso empezar por cerrarle el paso El hombre, La mujer, el niño. El cristianisnw
al género.
Cristo no vino para convertirse en el cabecilla de una En el fondo es tremendo, y sin embargo verdadero, e·
nueva progenie que funda en él su origen. Pero es ésta la una expresión cuya medida da idea de la verdad, que d
nueva visión del cristianismo que en el fondo la cristian- cristianismo no existe en absoluto.
440 SóREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 441

Tal es fundamentalmente la situación de la cristian­ de filosofía.4 Intentadlo vosotros ahora; haced desdicha­
dad, especialmente dentro del protestantismo. da a una muchacha y decidle que lo hacéis por su bien.
Los hombres -y aun los que hoy se llaman machos y La destrozaréis, su inteligencia se quebrará en mil peda­
que sólo son emplastos y escupitajos comparados con el zos. Adaptaos entonces a ella. Decidle: «Soy un canalla,
ideal de Oriente acerca de la masculinidad- abandonan un cabeza hueca.» Sólo entonces podrá soportarlo y te
la religión personal diciendo: la religión (el cristianis­ perdonará amorosamente. Pero así también se le ha evi­
mo) es cosa de mujeres y de niños. dado la reduplicación dialéctica.
Y, no obstante, la verdad es diferente; el cristianismo Y otro tanto sucede con todos los aspectos del cristia­
tal como está expresado en el Nuevo Testamento, asume nismo. Sólo el varón ha recibido de la Providencia la
tales proporciones, que si se lo toma estrictamente no dureza para sobrellevar la realidad dialéctica . . .

puede ser una religión para mujeres, sino de segunda En el Nuevo Testamento la situación está pensada
mano; y en absoluto para niños. para los hombres, la religión se refiere al hombre; la mu­
Éste es mi testimonio como psicológo; ninguna mujer jer participa en ella secundariamente, por intermedio
puede soportar un dualismo dialéctico, y todo lo cristia­ del hombre. Sostener algo dialéctico no lo puede hacer;
no incluye la dialéctica. pero siendo testimonio de cómo el hombre sobrelleva su
Para poder remitirse al objetivo cristiano, es preciso misión, también ella recibirá la impresión de algo supe­
ser varón, es preciso poseer la dureza y la fuerza del va­ rior a la simple esfera de lo inmediato. En cuanto al
rón para poder soportar la presión de esa tarea. niño, que haga lo que se le antoje hasta que llegue su
Un bien irreconocible porque causa daño; una salva­ tiempo. Pretender que un niño digiera el verdadero
ción irreconocible porque nos hace desdichados; una cristianismo es una bestialidad como (cosa que a menu­
Gracia irreconocible a través del sufrimiento, etc.; todo do se efectúa) hacerle tragar alcohol, porque los padres
eso (que es lo cristiano) no puede ser soportado por nin­ lo beben, y que el pobrecito ángel no debe ser menos que
guna mujer, perdería la razón si debiera aguantar la ten­ ellos. ¡Y pretender que un niño digiera, con el nombre de
sión de ese esfuerzo. cristianismo, algo que no es tal, es un delito imperdo­
En cuanto al niño, naturalmente, es charlatanería de­ nable!
cir que debe ser cristiano.
Una mujer, y sobre todo un niño, se remiten a las cosas
directas y sólo respiran dentro de ellas. Si algo es un
bien, lo reconocen porque causa bienestar; no tiene sen­ La mujer
tido pretender que una mujer se esfuerce (del niño ni
vale la pena hablar) por comprender un bien que le cau­ Decir que, puesto que dentro del cristianismo el hombre
se daño, sería destrozarla. y la mujer son iguales, la mujer debe remitirse al cristia­
Baste con la siguiente observación: ¿de qué depende nismo del mismo modo que el hombre, es un despropósi­
que ninguna mujer pueda soportar la ironía, que la iro­ to. El cristianismo iguala al hombre y a la mujer cierta­
nía con respecto a su pasión sea la muerte para ella? ¿No mente, pero no ca m bia por eso la determinación de la
depende, acaso, del hecho de que ella no puede tolerar naturaleza; de lo contrario, por este camino llegaríamos
una situación dialéctica?
Con respecto a esto, yo he pasado el examen superior 4. Alusión a sus relaciones con Regina. (N. del t. i.)
442 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 443

al resultado de que la mujer debería tener igual estatura,


una musculatura robusta como la del hombre o también
(si el cristianismo se refiriera a .ello) que ésta podría lo­ NOTA
grar que dentro de la cristiandad, la gestación careciera
de leyes, ¡y que algunas veces pariera la mujer y otras el El grito del nacimiento, el estertor de la muerte.
hombre! La madre es quien primero grita, pero quizás el niño
Decir que la mujer se remite más esencialmente que el tendría más razón para hacerlo. La madre existe ya; por
hombre a la realidad cristiana es una bribonada que tie­ lo tanto, su dolor es un dolor de la existencia; pero el
ne por fin conducir al cristianismo a la esfera directa. niño nace a la existencia, nace al dolor de la existencia.
No; dentro de la gradación de las cosas directas, la mu­ Pero si el niño no grita al instante, seguro que lo hará
jer lleva ventaja ciertamente, ya sea en sutileza como en poco después. El estertor de la agonía es el grito de la­
profundidad e interioridad; pero apenas se introduce mento por haber nacido.
algo de dialéctica, la mujer se halla en las mismas condi­
ciones que los pueblos meridionales cuando deben pro­
nunciar alguna palabra eslava que lleva cinco o seis con­
sonantes seguidas de vocal. La. propagación del género

Dar la vida sería, pues, como se dice generalmente, el


La entrada y la salida de la vida mayor beneficio hacia el niño, de modo tal que proba­
blemente representaría arriesgar la existencia; vale de­
Escucha el grito del que nace, observa la agonía del que cir, un riesgo.
muere y di luego si quien comienza y acaba de ese modo Veamos si el cristianismo no tiene más bien una opi­
puede estar hecho para el goce. nión contraria; es decir, que propagar la especie sea algo
Es verdad que nosotros los hombres hacemos todo lo así como una consumación.
posible para alejamos lo antes posible de esos dos ex­ Así probablemente (aunque el cristianismo no tuviera
tremos, nos apresuramos hasta no poder más para olvi­ nada que objetar contra la propagación del género) ha­
dar el grito del nacimiento y para transformar en placer blaría cualquiera de los antiguos Padres de la Iglesia:
e l hecho de dar vida a un ser. Y cuando alguien muere, «Absteneos de propagar el género, dominad el instinto y
decimos al instante: se durmió tranquilo y sereno, la el placer, pues pensad que cada vez que ese instinto se
muerte es un sueño, ¡un sueño apacible! Decimos esto no satisface, la Providencia, a esa criatura animal que es el
por el difunto -puesto que nuestras palabras de nada le fruto, debe agregarle un alma inmortal; vosotros enton­
sirven- , sino para nosotros mismos, para no perder ni ces rebajáis a esta desdicha a un alma inmortal, atrayén­
una brizna del anhelo de vivir y para que todo se vuelva dola a un inmenso peligro del cual. así como puede sal­
excitante en el anhelo de vivir, en el intervalo que trans­ varse por medio del cristianismo, puede también
curre entre el grito del nacimiento y el estertor de la perderse eternamente por su causa.»
muerte, entre el grito de la madre y la repetición que Ésta es una explicación muy diferente a la expeditiva,
exhalará el niño cuando le llegue el tumo en su lecho de jocosa y placentera que habla del arriesgar la cxis1cncia
muerte. trayendo niños al mundo.
444 SOREN K1ERKEGAARD DIARIO INTIMO 445

La «historia universal» La verdad está desnuda

Los hombres nos jactamos de que l a «historia universal» Para nadar uno se despoja de todas las ropas; para aspi­
tiene una importancia enorme, y de que debe atraer en rar a la verdad es preciso desembarazarse en un sentido
sumo grado la atención de Dios. más íntimo, pues uno debe despojarse de una vestimen­
No me atribuyo la resolución de este problema: lo pre­ ta mucho más interior, de pensamientos, ideas, egoísmo
sento simplemente, y lo hago porque el cristianismo en­ y otras cosas similares, antes de quedar suficientemente
seña que la propagación de l a especie es un error. Pero desnudo.
«el personal de Ja historia» , todos esos m illones están
hechos así.
Talento. Espíritu
La pregunta es: ¿Interesa a Dios el asunto de la «histo­
ria universal » , de las cuatro monarquías: Hegel. Grund­ Si un hombre de talento debe convertirse realmente en
vig, Geert Westphaler5 (también él propone cuatro mo­ esphitu, ante todo ha de sentir disgusto para las satis­
narquías), Jos ferrocarriles y el telégrafo? ¿O acaso no Le facciones del talento; así como al niño que se inicia en el
disgusta más que a los padres la algazara que arman los arte de l a pastelería se le concede el permiso de comer
niños en el cuarto de juegos, cuando debieran atender a dulces hasta saciarse, para provocarle náuseas.
sus lecciones escolares, y con mucho mayor placer?
Esta fe en l a infinita importancia de la historia ¿no es Lutero afirmaba que era imposible vivir fuera del ma­
acaso una de las muchas ilusiones humanas que tratan trimonio; la antigua Iglesia, en camb.io, sostenía que era
de mantener vivo y de estimular el anhelo de vivir, de imposible vivir en castidad dentro del matrimonio, y
avivar el placer de participar en el ruido, entusiasmados por lo mismo éste era casi «Una prost itución tolerada».
por el relato de l a bulla y de l a endemoniada batahola
Si Lutero pretende decir que es imposible vivir en ca�­
que los diversos reyes y emperadores han hecho durante
tidad fuera del matrimonio porque los hombres se han
sus vidas?
vuelto disolutos y sensuales, pase. Pero entonces la Re­
Ricardo III, a fin de no escuchar las maldiciones de su
forma se convierte en algo muy curioso, especialmente
madre, mandó a los tambores: « ¡ Tocad el tambor!»6
cuando se ha de propagar a los cuatro vientos el gran
¿Acaso no sucede lo mismo con los hombres? ¿Acaso no
progreso cristiano que se supone que ella representa ser.
se trata de algo que no quieren escuchar y por lo mismo
Cada vez más se revela como una concesión hecha a la
desean el alboroto? Asf sucede con la historia del mun­
libido y a la sensualidad.
do. Pero ¿acaso no es vanidosa imaginación de nues­
tra parte el pensar que una cosa semejante preocupe a
Dios? ¿No es esto, por ventura, atribuirle nuestra abe­ Mi misión: «Abrir paso»
rración?
No soy un apóstol que anuncia algo en nombre de Dios y
5. Personaje cómico de Holberg. (N. del t. i.) con autoridad.
6. Shakespeare, Ricardo fil. Acto IV, Escena 3. (N. del c. i.) No; yo estoy al servicio de Dios, pero sin autoridad. Mi
446 SÓREN K1ERKEGAAJW

misión es «abrir paso», de modo que Dios puede avanzar


(mi mi ión no es la de abrir paso con los medios comu­
nes sino por medio del sufrimiento).
Se deduce fácilmente entonces por qué debo ser lite­
ralmente un hombre solo; ítem, que debo ser mantenido
en gran flaqueza y gr·aciUdad.
Porque si aquel que ha de abrir paso avanzara a la t 853 - 1855
cabeza de un par de batallones ... claro que, humana­
HOJAS SUELTAS
mente hablando, esto parece un método magnífico y el
más seguro para abrir paso. Pero existiría el peligro de
que, en lugar de abrir paso, ese hombre se apoderara del
puesto y tanto lugar podría ocupar que Dios acabaría
Odiarse a sí mismo
por no poder avanzar cómodamente.
. El simple hecho de pretender colocar los ideales en pri­
Mi misión es la de abrir paso; soy un policía, por asf
mer lugar es ya un comienzo de odio a sí mismo. Quien
decirlo. Pero la policía de este mundo procede con fuer­
se ama a sí mismo no quiere poner los ideales en primer
za y encarcela a los otros; en cambio, la policía superior
plano, a fin de que nada turbe el goce de su satisfacción.
procede por medio del dol�r y desea más bien ser encar­
celada.

Cómo entiendo yo el porvenir


Tres cosas por las cuales doy gracias a Dios
Ciertamente es preciso decidir e a hacer una reforma, y
ha de ser una reforma tremenda, en cuya comparación
J . Porque ningún ser humano me debe su existencia.
Ja de Lutero parecerá una simple broma; una reforma
2. Porque Él ha impedido que impensadamente me
espantosa que tendrá como grito de batalla: «¿Hallará fe
convirtiera en un pastor del tipo de los pastores de hoy
en la tierra?» (Le. 18, 8.)
que son una mofa del cristianismo.
. . Entonces se verá que mHlones de cristianos «renega­
3. Porque voluntariamente me he expuesto a ser lllJU­
rán» del cristianismo. Una reforma tremenda porque el
riado por El corsario.
cristianismo ya no existe de hecho. Será terrible para
una humanidad viciada por un cristianismo infantil, �e­
ducida por la presunción general de ser crisl ia11os,
¡cuando en cambio se trata de que deba rec i b i r d golpe
mortal que consiste en hacerse crisl ia11os, en :-.cr crls
tianos!
El paganismo había comprendido 1nu bic11 quv 1.:I
cristianismo significaba «Odio a lo.., ho1nb1'l''>»; prn l'"º
convertirse al cristianismo era c11to1 1n·:-. u11a l rn..1 h : n 1
ble. Pero mucho peor es lo qLK' :-.un:dl' ahora: Vt( i . 1 do" \
ablandados por e a papilla dul1011a que 'ilº ck·,1n1 Ita
448 SÓREN KIERKEGAARD DIARIO ÍNTIMO 449

como cristianismo, ahora que todos viven con la ilusión el Nuevo Testamento en la medida más amplia posible,
de ser cristianos ... ¡verse obligados a recomenzarlo todo! para que en lo posible llegue a todas las manos. Y si exis­
Por eso (así lo entiendo yo) Dios que es paciente, por te un libro hecho a propósito para invocar los espíritus
ahora nos contempla: no rechaza a esta humanidad es el Nuevo Testamento, con tal de que sepas leerlo.
ni tampoco exige a los hombres una tarea que sería su Pero tal vez ahí se esconde una astucia inconsciente y
ruina. muy refinada, una astucia instintiva: es decir que, a
Pero eso no significa que todo deba seguir como hasta fuerza de difundir este libro, de modo que en lo posible
ahora. llegue a todas las manos, uno cree estar más al seguro,
No, es preciso recomenzar. haberse asegurado mejor contra él, a fin de que su efica­
Nosotros debemos hacer el balance con toda sinceri­ cia se vea reducida a cero. ¡Bueno! ¡Continuad, pues, por
dad. Ésta es mi tarea, así la comprendo yo... ese camino, empedrad las calles con ejemplares del Nue­
vo Testamento; utilizadlos, si es posible, como tejías para
vuestras casas, liquidadlos a buen precio, más baratos
¡las buenas intenciones! aún que la arena, para que así puedan servir como lastre
para las naves! Entonces estaréis completamente asegu­
Imagina un remedio cuya dosis entera actuara como la­ rados y podréis reuniros para celebrar una fiesta solem­
xante y media dosis como astringente. ne: ¡y que acuda un orador para elogiamos a nosotros y
Tomemos a uno que padece de constipación. Pero a nuestro celo por la difusión del cristianismo!
vaya a saber por qué, en vez de la dosis entera (o porque
teme que le cause daño), por no dejarlo del todo se sumi­ Así se educa hoy a un niño en la cristiandad: tu padre
nistra (con buena intención) una media dosis (que siem­ y tu madre son dos personas bienquistas de Dios. Pero
pre es algo). ¡Vaya! algo es; pues la dosis entera es laxan­ especialmente esa «historia» (Geschichte) 2 de t u naci­
te y media dosis es astringente... ¡pero el pobrecito miento, ese asunto que hicimos los dos, ¡eso sí que agra­
padece de constipación! dó a Dios!
Así sucede con el cristianismo. Con él sucede lo mismo ¡Abominable mentira! Ese asunto es un delito para el
que con todo lo que presenta la alternativa de O lo uno o cristianismo, un delito ante los ojos de Dios, cuya bajeza
lo otro; media dosis actúa de un modo diametralmente consiste en que no sean los interesados quienes deban
opuesto a la dosis entera. asumir la pena sino un inocente quien, al nacer a la vida,
Y esas «buenas intenciones» prosiguen de generación ingresa en esa galera de la existencia humana.
en generación, proporcionan cristianos a millones, des­ Pero cae de su propio peso que al cristianismo ha de
piertan orgullo y nadie sospecha que está haciendo exac­ dársele el otro aspecto, que debe prosperar el oficio del
tamente lo contrario de lo que cree hacer... mendaz y el de los mil conjurados, criadores de semen­
Se prohíbe el «Ciprianus» 1 y otras obras por el estilo tales. Para ellos, el juramento nada agrega ni quita;
con las cuales la superstición cree poder invocar los es­ ¡muy bien conocen el paño! Si una religión ha de prospe­
píritus, por el temor que ellos inspiran. Pero se difunde rar, si se trata de convertirla en «religión popular» (y tal
es su objetivo, pues de obtenerlo, el negocio del propio
1. cCiprianus•. Manual de magia y ocultismo que Kierkegaard te­
nía en su biblioteca. 2. En alemán en el texto (N. del t. i.)
.
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beneficio alcanza su punto culminante), se trata enton­ quienes la Gracia no descuida, alcanzan ese exti·emo en
ces de ponerla en relación con la procreación, debe con­ que la vida aparece como el grado superior del hastío.
vertirse en la religión de hacer niños. En resumen, Pero no pueden resignarse y se rebelan contra Dios, cte.
¡cuanto mejor se obtenga que lo que constituye e] placer Sólo los hombres que, una vez llegados a este punto de
inmediato (comer, beber, divertirse, hacer niños), cons­ hastío vital, pueden con ayuda de la divina Gracia. creer
tituya también la religión, tanto más fácilmente se con­ firmemente que es por amor por lo que Dios actúa así, de
vertirá a ésta en una religión popular! modo que en su alma, en su fuero más íntimo, no se es­
conda duda alguna de que Dios sea amor; sólo éstos es­
tán maduros para la eternidad.
El fin de esta vida desde el punto de vista cristiano Y a éstos Dios acoge en la eternidad. Un hombre así se
convierte en Ángel. Y en el cielo cantará más fácilmente
25 de setiembre de 1855 las alabanzas de Dios: el tiempo del noviciado, el tiempo
del aprendizaje es siempre el más duro ... En medio de su
El fin de esta vida es alcanzar el más alto grado de alegría al poder darJc las gracias, ese hombre se siente
hastío. tan feliz que no quiere escuchar nada que no sea Dios
Aquel que haya llegado a ese extremo puede resistir: o mismo. Lleno de gratitud, todo lo remite a Dios y Le rue­
aquel a quien Dios sostenga a fin de mantenerlo firme en ga que las cosas queden tal como están: es decir, que
la creencia de que Dios por amor lo ha conducido hasta quien todo lo hace sea Dios. Porque ese hombre no cree
ese punto, ése resistirá de un modo cristiano la prueba de en sí mismo, sino en Dios.
la vista, estará maduro para la eternidad.
He nacido por medio de un crimen; he venido a la
existencia contra la voluntad de Dios. La culpa, que en
cierto sentido no es mía (aunque me convierta en un de­
lincuente a los ojos de Dios), consiste en dar la vida. La
pena corresponde a la culpa: ha de ser la pérdida de todo
anhelo de vivir, el alcanzar el grado más alto de hastío
vital. El hombre quiere entrometerse con el oficio del
Creador, y como no logra crear hombres, por lo menos
quiere dar Ja vida. Pero pagarás por ello, porque el fin de
esta vida es (claro que con la ayuda de mi Gracia, pues
sólo se salvan aquellos a quienes yo les concedo la Gra-
'

cia) alcanzar el grado superior de hastío vital.


La mayorfa de los hombres están hoy hasta tal punto
privados de espíritu, tan abandonados por la Gracia,
que la pena no les impresiona en absoluto. Perdidos en
este mundo, se afen-an a esta vida vana, se convierten en
una nada; su vida es u n derroche inútil.
Aquellos, en vez, que poseen un poco de espíritu y a

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