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e+v inicio 01~02 2020_evangelio y vida 08/11/19 22:04 Página 1

EvangeliO yVida

Comentarios a los evangelios de


enero por P. Silviano Calderón cm
febrero por P. Benjamín Romo cm

2020

Ciudad de México
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EvangeliO yVida
Cuadernos bimestrales


con reflexiones sobre el evangelio de cada día

Dirección: Silviano Calderón Soltero, cm


Parroquia Medalla Milagrosa
Ixcateopan 78, Col. Vértiz Narvarte,
03600 Benito Juárez, CDMX
silvianocm@yahoo.com.mx
Diseño: Miguel Ángel Díaz Lagunas

Administración: Jesús Arzate Macías, cm


Seminario Vicentino
Av. San Fernando 154
14000, Tlalpan, CDMX
Tel. Fijo: (55) 5573 2947
Celular: 55 7617 5041
jesusarzate_m@yahoo.com.mx

Depósito de donaciones en:


Banamex, Sucursal 241, Tlalpan,
N° de Cuenta: 7 9 6 8 2 1 3
a nombre de: Jaime Reyes M.
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UN mundo que mira


sólo hacia la tierra.
Últimamente he escuchado algunas advertencias
sobre las afectaciones físicas del uso excesivo de
los dispositivos electrónicos (celulares, tabletas,
computadoras). Se habla de una serie de nuevos
padecimientos “modernos”. Se trata, sobre todo, de
tres afecciones (cito una nota del periódico El Universal):
1. “La posición en que se utilizan los dispositivos hace
que las personas inclinen el cuello, lo que provoca que
se recargue de dos a tres veces el peso de la cabeza
sobre la sexta y séptima vértebras cervicales, lo cual
provoca inflamación y dolor”.
2. “Puede haber repercusiones en el sistema nervioso
de los brazos y de las manos, por lo que muchos sufren
adormecimiento y falta de
fuerza. El problema puede
empeorar, causando artrosis
en las vértebras”.
3. “También hay un gran
crecimiento de afecciones
oculares como ausencia de
lágrimas, visión borrosa e intolerancia a la luz”.
Leer esta nota para mí fue revelador. Me parecía
que estaban describiendo no problemas físicos,
sino al hombre moderno y lo que ha llegado a
convertirse, no sólo por el abuso de los dispositivos
electrónicos sino, sobre todo, a causa de la
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confusión ideológica que estamos viviendo en


este cambio de época. ¿No les parece que estos
males físicos son sólo un signo de los males
espirituales de la sociedad actual?:
≈ Cuello encorvado: porque muchos no quieren
mirar hacia lo alto, sólo miran hacia la tierra. Ni
a Dios ni a sus hermanos; levantan la cara sólo
para verse a sí mismos al espejo o para tomarse
una “selfie”. Parece que el hombre no puede o no
quiere mirar hacia el cielo, hacia Dios, hacia su
vocación trascendente.
El P. Honorio López c.m., en su libro sobre las
Mujeres del Evangelio, cita una anécdota rusa que
viene al caso: “En la cárcel del comunismo soviético, en
Yaroslavl, las mujeres presas nos movíamos con viveza en
el patio de quince metros, reservado al paseo, esforzándonos
en mirar a escondidas al cielo, porque mirarlo abiertamente
estaba prohibido... teníamos que tener la cabeza inclinada”
(La otra mirada: Jesús y las mujeres, p. 8).
¡Estaba prohibido mirar al cielo! Para no pensar
en la libertad, en la trascendencia, en la eternidad,
en la inmensidad del amor de Dios.
Pues hoy parece que las ideologías dominantes
nos tuvieran encarcelados y nos prohibieran mirar
al cielo. El materialismo
hedonista y consumista
parece tener al hombre
moderno encorvado sobre
sí mismo, incapaz de
incorporarse, de levantar los ojos y abrirse a la
trascendencia, mirar cara a cara a Jesucristo,
descubrir y acoger a los otros, sus hermanos.
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≈ Brazos y manos adormecidos, atrofiados. Si te


encierras sólo en ti mismo, claro que se te
atrofiará el sentido del compartir, de abrazar, de
sostener, de ayudar a los otros. La solidaridad, la
caridad y la compasión desaparecen ante la
autocomplacencia, el individualismo egoísta, la
búsqueda única de la realización personal.
≈ Ausencia de lágrimas, visión borrosa e intolerancia
a la luz. La carrera por triunfar, enriquecernos,
gozar de la vida sin límites nos incapacita para
llorar por la suerte de los pobres, por la pérdida
de futuro de los jóvenes, por los éxodos migratorios
en tantas partes del mundo, la guerra, el crimen,
la desigualdad, el deterioro ecológico de nuestra
casa común… No hay lágrimas por los otros, no
hay corazones sensibles, no hay lucha audaz por
la dignidad de todos.
Además, la visión se va
borrando o distorsionando.
Perdemos la capacidad de ver
con claridad y profundidad
la realidad que nos rodea,
preferimos lo virtual a lo real,
miramos todo desde la perspectiva del mercado,
de la ganancia, de la productividad. Terminamos con
intolerancia a la luz del evangelio, a la visión de
Jesucristo sobre el hombre, su vocación y su destino.
No se trata de satanizar el mundo de hoy ni la
tecnología, sabemos lo útil que ésta es en muchos
campos (aunque sabemos también que hay que
estar atentos para utilizarla correctamente). Se
trata de aprender la lección.
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Evalúa qué tanto te has dejado “encarcelar” por las


ideologías antievangélicas y deshumanizadoras.
¿Te has encorvado sobre ti mismo? ¿Se te están
atrofiando las manos, generosas para abrazar,
acariciar, tomar a tus hermanos? ¿Se te va
nublando la visión, borrando la mirada de fe? ¿Se
te agotaron las lágrimas para llorar la pobreza, la
injusticia, la soledad de tu prójimo? ¿Te vas
volviendo “intolerante a la luz” de la Palabra de Dios,
a la luz del Espíritu que te habla al corazón?
Jesucristo alivia todas estas afecciones. Basta
recordar a la mujer encorvada del Evangelio, que
miraba siempre hacia el piso hasta que fue
sanada por Jesús y entonces lo pudo mirar a él a
los ojos, pudo mirar a sus hermanos y levantar la
mirada hacia el cielo (Lc 13, 10-17).
Los cristianos estamos llamados a ser una
alternativa al proyecto egoísta del mundo y una
denuncia de las ideologías del consumo, de la
falta de solidaridad, del hedonismo narcisista,
de la deshumanización del trabajo y de las
relaciones. Debemos mirar más al frente y más
hacia el cielo.

P. Silviano C. cm
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Envió dios a su Hijo, nacido de mujer.


Núm 6, 22-27; Sal 66; Gal 4, 4-7; Lc 2, 16-21.

enero
Iniciamos este nuevo año de la mano de María.
Por un momento la Iglesia nos invita a que
movamos un poquito los reflectores que están
enfocados en el pesebre de Belén y los dirijamos
a la madre del hermoso niño que duerme en él.
¿Quién es la mamá de este niño que tanto nos alegra

•miércoles Fiesta de Santa María, Madre de Dios • 2020


y llena de asombro?
Es María, ¿la recuerdan? La jovencita de Nazaret que,
tras la invitación del ángel y su acogedora respuesta
(Yo soy la esclava del Señor…) se vio envuelta en este
tremendo misterio de la Encarnación, misterio de
cercanía, de iluminación, de futuro para el hombre.
Mírala por un momento. Está feliz como nadie
puede estarlo. Un poco preocupada, también (¿qué
se hace cuando uno acaba de dar a luz al que es Luz
de las naciones?). Mírala
por un momento y
llénate con ella de gozo.
Tómala de la mano y
pídele que te lleve a
comprender la hermosura
y la riqueza del misterio
del Verbo hecho carne,
del Dios-con-nosotros.
Agradécele su participación en este misterio y pídele
que te ayude a conseguir de Dios la disponibilidad,
la confianza plena y la humildad de María, la Madre
de Dios.
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2 • enero • jueves • 2020


1 Jn 2, 22-28; Sal 97; Jn 1, 19-28.
“Entre ustedes hay alguien a quien no conocen”
Así lo proclama la voz de Juan Bautista, una voz que
grita en el desierto. Voz grave, profética, reveladora,
que escuchamos como un llamado a profundizar en
el verdadero significado de la Navidad que acabamos
de celebrar.
¿Crees que Jesús sigue recostado en Belén? ¿Piensas
que la Navidad ya pasó y que sólo fue un peligroso
tiempo para tus niveles de glucosa y colesterol, a
causa de tanta fiesta?
Pues hoy se levanta la voz firme del Bautista que
nos recuerda: Jesús nació, creció, murió y resucitó,
y hoy está junto a ti. Vivo y real,
hambriento y sin trabajo, triste y solo,
deprimido y enfermo… ¡Y no terminas
de reconocerlo y de acogerlo!
La Navidad fue la irrupción definitiva
de Jesús en la historia, y desde entonces
es una presencia riquísima, multifacética,
perenne. La Navidad abrió la puerta a
la luz; y una vez que la luz entra,
¿cómo recogerla, cómo regresarla,
cómo no verla?
¿No ves de cuántas formas Jesús
vivo te acompaña? ¿No lo reconoces
en tantas manos extendidas, necesitadas, en tantos
abrazos y caricias? ¿Qué significa, entonces, la
Navidad para ti?
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“Ahí está el Cordero de Dios, que quita el


pecado del mundo”1 Jn 2, 29-3,6; Sal 97; Jn 1, 29-34.
De niño me enseñaron que es de mala educación
señalar a las personas con el dedo. Aún hoy me
cuesta hacerlo. Pero no puedo dejar de imaginar
a Juan el Bautista señalando claramente a Jesús: “Él
es el Cordero, el que ha de bautizar con Espíritu
Santo. Atestiguo que él es el Hijo de Dios”.
…Yo sólo vine a prepararle el
camino e invitar a todos a que
vuelvan los ojos y la vida hacia él.
Yo sólo bautizo con agua, él
bautizará con ese océano infinito
de gracia y de fortaleza que es el
Espíritu Santo. Yo soy sólo una
voz, él es la Palabra que, cuando
se pronuncia, nace la vida, se
gesta una nueva realidad. Yo no
soy digno de desatarle la correa de
sus sandalias, él será capaz de lavarnos a todos
los pies y de ofrecer su vida por todos. Él es más
fuerte que yo, más fuerte que todo. Yo no soy
nadie, soy sólo una voz.
No te equivoques, no te confundas, Jesús es el
Cordero, el camino, la verdad, la vida, la luz que
alumbra toda oscuridad. Sigue la dirección que
señala la mano del Bautista. Te encontrarás con
Jesús.
Ya no apartes la mirada de él. Ni el corazón

3 • enero • viernes • 2020


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4•enero•sábado Sta. Isabel Ana Seton • 2020


1 Jn 3, 7-10; Sal 97; Jn 1, 35-42.

M
“— Qué buscan? — Maestro, ¿donde
é vives?”
? ?

e da la impresión de que la Palabra de Dios


tiene prisa y no quiere perder el tiempo.
Apenas celebramos la Navidad; luego Juan
el Bautista nos invitó a dirigir la mirada (y
los oídos y el corazón y la vida toda) hacia
Jesús. Hoy la Palabra nos llama a seguir a ese Jesús
que acabamos de acoger.
La escena es conmovedora: San Juan, el evangelista,
se acuerda incluso de la hora: “Eran las cuatro de
la tarde”. Ante la invitación del Bautista, varios de
sus discípulos comenzaron a caminar detrás de
Jesús quien, sintiendo que lo seguían, se volvió y les
preguntó: ¿Qué buscan? Van con él, “y se quedaron
con él aquel día”, dice el Evangelio.
Y no sólo aquel día, se quedaron para siempre.
¿Qué buscaban y qué encontraron esa tarde?
¿Qué descubrieron en Jesús, en sus palabras, en su
proyecto, en su manera de acogerlos? ¿Qué experiencia
iluminadora, transformadora tuvieron aquella tarde
con Jesús que los hizo quedarse con él para siempre,
no pensar ya en otros proyectos, en otros caminos
sino el de Jesús?
Todo eso lo podemos encontrar tú y yo. En Jesús
están todas las respuestas, en él son colmados
todos los deseos.
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5 • enero • domingo (Epifanía del Señor) • 2020


Is 60, 1-6; Sal 71; Ef 3, 2-6; Mt 2, 1-12.
“Vieron al niño y, postrándose, lo adoraron”
La luz de la Navidad no es sólo para un grupo, o
para un pueblo. La luz de la Navidad es para todos
los hombres, de todos los tiempos. Porque Jesucristo
no vino sólo a fundar una nueva religión, un rito
distinto o una novedosa doctrina. Jesucristo vino a
revelarle al hombre su verdadera naturaleza y su
auténtico destino. Quiere llevar al hombre a su origen,
a su raíz, y, desde ahí, proyectarlo a su máximo
potencial, a su vocación completa.
Los magos de oriente son personajes extraordinarios;
ellos buscan la raíz de las cosas y los límites del
universo. Preguntan por el rey de los
Judíos pensando, tal vez, encontrarlo
en un palacio cuajado de lujos y
riquezas, rodeado de siervos que van
y vienen apurados en atenderlo. Y en
la gruta de Belén caen rendidos ante
la humildad del niño que tienen
delante.
Los Magos de Oriente representan
a los hombres de todos los tiempos y lugares que buscan
con sinceridad algo, Alguien que dé consistencia a la
vida y a las cosas, que muestre caminos en medio del
desierto hacia la luz, hacia la plenitud. Y en Jesús
encuentran todas las respuestas. Y en él las encontraremos
tú y yo.
Bendigamos a Dios por la inocencia de los niños.
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6 • enero • lunes • 2020


1 Jn 3, 22-4, 6; Sal 2, Mt 4, 12-17. 23-25.

“Arrepiéntanse, que está cerca el reino de los cielos”

J
esús inicia su ministerio como un misionero
itinerante. Desde Cafarnaúm como base,
recorre los pueblos de Galilea “enseñando
en las sinagogas, proclamando la Buena
Noticia y sanando toda clase de enfermedad
y dolencia”.
Jesús “enseña”, “anuncia el Reino” y “sana todo
tipo de enfermedad”. Su acción se dirige al hombre
completo, en todas sus dimensiones. Todo el hombre
y todos los hombres están en su preocupación.
Esto es una novedad muy grande.
El destinatario del evangelio es el hombre en su
totalidad: su vida, su suerte, sus sueños, su destino,
sus heridas, sus ansias de justicia, su necesidad
de amar y ser amado…
Jesús enseña una nueva forma de vivir, de
relacionarse con Dios y con los hermanos. Muestra
caminos equivocados de entender y de practicar
la religión. Jesús anuncia la Buena Noticia del
Reino de Dios. Anuncia fundamentalmente el
amor del Padre por sus hijos y el proyecto de un
mundo de hermanos solidarios y fraternos. Y
sana, cura las heridas, restablece la fuerza y la
esperanza de los hombres.
Nadie está excluido del amor de Dios, que
quiere que todos los hombres se salven.
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7•enero•martes Lindalva Justo de Oliveira HC • 2020


1 Jn 4, 7-10; Sal 71; Mc 6, 34-44.
“Se compadeció, porque eran como ovejas sin pastor”
Escuchamos en el evangelio el relato de la
multiplicación de los panes. El autor sagrado, que no
es sólo un reportero, se permite describirnos lo que
pasaba dentro del corazón de Jesús: “Se compadeció
de la multitud”, nos dice; los miró y sintió un
profundo pesar; habían caminado mucho para
esperarlo en la playa del lago. No eran gente rica, era
el pueblo que, en su mayoría, vivía sometido por
los tributos, el hambre y la enfermedad. La vida
era muy dura para ellos. Y Jesús se compadece y
los sacia abundantemente.
Sor Lindalva Justo de Oliveira es
una santa mujer de nuestros días.
Fue una Hija de la Caridad de San
Vicente de Paúl. Brasileña, nació en
1956. Entró a la Compañía a los 35
años. Terminando su Noviciado fue
enviada a servir a un centro de
atención a enfermos terminales.
Tenía el espíritu vivo, sencillo,
comprometido, alegre y entregado
de las Hijas de la Caridad. El viernes santo de
1993, llegando de la celebración del Vía Crucis de
Jesús, vivió el suyo propio: fue acuchillada por uno
de los pacientes que, obsesionado por Sor Lindalva,
había decidido vengarse por la resistencia de la
Hermana a sus insinuaciones. Tenía 40 años,
murió en el acto, mientras servía el desayuno a sus
“amos y señores”.
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8 • enero • miércoles • 2020


1 Jn 4, 11-18; Sal 71; Mc 6, 45-52.
“¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!”
Al ver a Jesús caminando sobre las olas del lago,
los discípulos gritaron de miedo. El grito concentra el
desamparo, la angustia, la fragilidad, la impotencia
del hombre que se siente amenazado. El grito es una
reacción instintiva que quiere detener el peligro,
alejar el mal, tomar valor para hacerle frente. El
miedo intenso también paraliza, inmoviliza, nos
deja mudos, congelados.
Por otro lado, el miedo, en sus distintos grados, es
un compañero de camino en la vida. Va cambiando
de rostro, de tamaño... pero ahí está. Su causa puede
ser la oscuridad, o la posibilidad de un regaño de
los papás, el rechazo de los compañeros, de la
novia, reprobar el examen, perder el empleo, ser
sorprendido en una infidelidad. Miedo a ser
asaltado o secuestrado, a envejecer, a morir…
En medio de este mar embravecido que puede
resultar a veces la vida, es esperanzadora la frase
de Jesús a sus discípulos: “No
tengan miedo, soy yo”. Como si les
(nos) dijera: Conmigo no tienen
por qué temer, conmigo están
seguros, nada ni nadie les hará
daño.
¿Cuáles son tus miedos? ¿Cómo
les haces frente?
Deja que Jesús se acerque y te
diga: Aquí estoy, soy yo, no temas.
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9 • enero • jueves • 2020


1 Jn 4, 19-5, 4; Sal 71; Lc 4, 14-22.

N
“… para anunciar a los pobres la Buena Noticia”
inguna empresa, ningún proyecto llegará
a cumplirse si no se plantea, desde el
principio, un objetivo claro y definido.
Estamos en el inicio del ministerio de
Jesús. Ha elegido un lugar entrañable para
él como punto de arranque: Nazaret, su pueblo.
Y su primer acto en la sinagoga es también la
definición de su proyecto, del objetivo de su vida
y misión. Este proyecto no lo plantea de la nada,
adopta las palabras del profeta Isaías que acaba
de leer:
• Llevar la Buena Noticia a los pobres,
• Anunciar la libertad a los cautivos,
• Dar la vista a los ciegos,
• Poner en libertad a los oprimidos y
• Proclamar el año de gracia del Señor.
“Esto se cumple hoy”, dijo Jesús. Lo tomo como
mi tarea personal, lo cumpliré al pie de la letra.
Es hermoso ver en su proyecto de vida a los
pobres, los oprimidos, los ciegos, y es hermoso
ver a Jesús pasar por el mundo proclamando y
entregando la gracia infinita de Dios no con
caducidad para un año, sino para toda la
eternidad.
El que tú recibas la gracia del amor de Dios,
el que tú veas y encuentres libertad, ha estado
en los planes eternos de Dios. ¿Cuál es tu plan
de vida?
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10 • enero • viernes • 2020


1 Jn 5, 5-13; Sal 147; Lc 5, 12-16.
“Señor, si quieres, puedes sanarme”
¡Era inteligente ese hombre leproso! “Si quieres, tú
puedes”, le dice. Da por hecho el poder que tiene Jesús,
pero apela a su voluntad, a su compasión.
De alguna manera lo está retando, y Jesús acepta el
reto: “Claro que quiero”, y claro que puedo. Y se
realiza el milagro.
Claro que quiero… no quiero otra cosa en el
mundo. No naciste para vivir marginado, excluido
de la comunidad, con una vida (igual que el cuerpo)
rota por la enfermedad y por el rechazo de tus
hermanos, cargando, además, la culpa de sentirte
castigado por Dios…
Claro que quiero verte recuperar
la salud y la alegría, y las ganas
de vivir y la confianza en Dios
que es un Padre de amor, y la
confianza en ti mismo y en los
hombres…
Claro que quiero verte caminar
con los tuyos, lleno de proyectos,
curado de la carne muerta y del
resentimiento, y de la soledad,
la exclusión, la pobreza, la
injusticia del juicio de todos sobre ti.
Claro que quiero. Tú ganas el reto (siempre lo
ganarás). Queda limpio, ve feliz a disfrutar la vida
y la salud y la salvación.
¡Con Jesús siempre ganamos!
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11 • enero • sábado • 2020


1 Jn 5, 14-21; Sal 149; Jn 3, 22-30.
“Él debe crecer y yo disminuir”

¿C
uántas desgracias en el mundo, cuántas
terribles historias de amargura y de
conflictos causados por los celos y la
envidia! Nos parece una afrenta personal
que otros sobresalgan; nos entristece que
otros sean felices y logren sus sueños. ¡Cuántos ojos
sucios que miran las cosas de forma tan torcida y
cuántos corazones envenenados que se llenan de
amargura y rabia con el bien ajeno!
Y los mandatos no escritos de la sociedad nos
siguen empujando a competir en todos los ámbitos,
a mirar la vida como una lucha a muerte contra
todos, a sobresalir, a demostrar que somos mejores.
¡Qué gran lección nos da el Bautista! Los chismosos
de siempre quieren enfrentarlo con Jesús: “Todos se
están yendo con él”, le dicen, nos está ganando a la
audiencia, haz algo, no te dejes vencer, muéstrale
quién manda…
¡Y en lugar de entristecerse, Juan se alegra!
Tenía muy clara su misión y limpio el corazón. Era
un hombre maduro, integrado, lleno de bondad y de
generosidad.
Alégrate por el bien de los demás. Pídele al Señor
que te dé unos ojos limpios y un corazón generoso,
como el de Juan Bautista. No creas a los chismosos.
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12 • enero • domingo autismo del Señor) • 2020


(B
Is 42, 1-7; Sal 28; Hech 10, 34-38; Mt 3, 13-17.
“Este es mi hijo muy amado”
El bautismo de Juan era un signo sencillo pero
profundo y comprometedor, con el que los pecadores
sellaban un compromiso de arrepentimiento y de
conversión. Para Jesús, el bautismo que recibe de Juan
tiene un significado distinto. Es un acontecimiento
fundante que lo capacita simbólicamente para dar inicio
a la misión salvífica que realizará. Por ello se abre el cielo,
y desciende el Espíritu Santo como unción divina y se
escucha la voz de Dios, presentándose como el Padre
orgulloso de ese ser extraordinario que es Jesús, y
asegurándole su amor y predilección.
Es la experiencia de que Dios es su
Padre y de que él es el “amado”. Esta
experiencia se hará ya inseparable de
Jesús. “Desde esta experiencia de ser ‘el
amado’, Jesús es el hombre libre de
ataduras y libre para los demás. Ya no
irá por la vida buscando ávidamente
que lo amen, sino dando amor... Quien
no se sabe amado, busca vorazmente
que lo amen, y no da amor; quien se
sabe amado por quien más importa, da
amor a los demás. Es su manera de
decir ¡gracias!”. (Cfr. P. Honorio).
En Cristo, desde tu bautismo, tú también eres “el hijo
amado”. Acoge ese amor de Dios y ofrécelo a los demás.
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13 • enero • lunes • 2020


1 Sam 1, 1-8; Sal 115; Mc 1, 14-20.
“Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres”
Todo empezó en Galilea.
Allá se dirige Jesús después del bautismo y la
experiencia en el desierto. Se va a la frontera, a la
periferia. Junto al lago encuentra a Simón (siempre
el primero), Andrés, Santiago y Juan, que trabajaban
en su oficio de pescadores. “Vengan conmigo y los
haré pescadores de hombres”, es la invitación y la
promesa de Jesús.
¿Qué les está proponiendo?
“Pescar hombres”. No
embaucar a los ingenuos,
sino rescatar a quienes viven
atrapados en los océanos
oscuros y profundos del sinsentido,
del dolor, la injusticia y la soledad; ayudarlos en
cualquier situación a salir a la superficie, traerlos a
la luz, al aire fresco, a la tierra firme (esto es
conveniente sólo para los hombres, no para los
peces, claro).
Jesús es la Tierra Firme donde los hombres
podemos asentar nuestros pies y caminar seguros,
con rumbo.
Este es el gran proyecto de Jesús, en el cual nos
invita a participar: dejarnos rescatar y ayudar a que
otros sean rescatados del océano oscuro.
Los apóstoles “inmediatamente, dejando las redes,
lo siguieron”. ¿Cuál será tu respuesta?
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14 • enero • martes • 2020


1 Sam 1, 9-20; 1 Sam 2; Mc 1, 21-28.
“Se asombraban porque enseñaba con autoridad”

I niciado su ministerio, Jesús se dedica en


cuerpo y alma a dos tareas: Enseñar y actuar
en favor de los hombres. Es lo que lo vemos
hacer hoy en la sinagoga de Cafarnaúm.
Pronuncia palabras que sorprenden a todos
(“Porque lo hacía con autoridad, no como los
letrados” ) y sana a un hombre poseído por un
mal espíritu. La sabiduría y profundidad de sus
palabras las une a una acción decisiva, firme,
enérgica contra el espíritu que tenía sometido a
aquel pobre hombre.
Jesús quiere ver a los hombres libres, dignos, no
sometidos a nadie ni esclavizados por nada: ni por
la mentira o la ignorancia, ni por las fuerzas del
mal. Está dispuesto a enfrentar cualquier poder
que vulnere la dignidad del hombre y la
hermosura de la vida. Está dispuesto a todo para
rescatarnos de las manos de cualquier enemigo.
Nunca más el hombre deberá ser presa de los
lobos, ¡ha llegado el Buen Pastor!; nunca más
deberá perderse en la vida, porque aquí está quien
es el Camino verdadero.
Los habitantes de Cafarnaúm presentían el
inicio de una nueva era. Su corazón y sus ojos se
lo decían: ¡Algo nuevo está naciendo! Y era sólo
el inicio de todo. En Galilea, en la periferia.
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15 • enero • miércoles • 2020


1 Sam 3, 1-10. 10-29; Sal 39; Mc 1, 29-39.
“Vámonos de aquí”
El inicio de la misión de Jesús en Cafarnaúm fue
todo un éxito. Mucha gente escuchó enseñanzas
sorprendentes y fueron testigos de muchas
curaciones (la suegra de Pedro incluida), todo
esto, según san Marcos, en un día.
El pueblo se entusiasma por lo que ha visto y oído
y, al día siguiente, temprano, ya lo están buscando.
Quieren seguir escuchándolo, aprendiendo y hay
todavía muchos enfermos que curar, muchas
cosas que puede hacer por ellos…
Pero Jesús ha madrugado más que ellos y, en
oración (como lo haría muchas veces), le ha
preguntado al Padre cuál es su voluntad, y el
Padre le ha respondido, y Jesús ha entendido:
Nadie te debe aprisionar, no es el crédito lo que
buscas, sino la fe y la adhesión al Reino; hay
muchos lugares que debes recorrer, muchos más
hombres y mujeres que necesitan
de ti… Camina, no te detengas,
llega a todos, busca a los más
alejados…
…Y Jesús siguió su camino,
recorriendo pueblos, encontrando
rostros sucios, corazones heridos.
Y siguió caminando hasta que te
encontró a ti y a mí.
Y encontró acogida en tu vida y en la mía, y se
quedó… pero sin dejar de caminar.
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16 • enero • jueves • 2020


1 Sam 4, 1-11; Sal 43; Mc 1, 40-45.
“Si quieres...”

L
a semana pasada escuchamos este mismo
pasaje, pero narrado por San Lucas.
En torno a la Navidad nos asombraba el gran
misterio de la Encarnación: la omnipotencia
y el amor infinito de Dios contenidos
en la debilidad y fragilidad de la carne tierna de
ese niño en brazos de María.
Hoy descubrimos una expresión de esa
“debilidad”: Jesús es tocado particularmente por
la indigencia, la vulnerabilidad de los pobres y
los enfermos, por la precariedad de su vida
dura y difícil. Esta “debilidad” es una puerta que
se abre para dar acceso a la misericordia que
Dios muestra a sus hijos. Puerta que quedará
definitivamente abierta por la lanza que rasgó
el corazón de Jesús en la cruz. El leproso de hoy
toca a esa puerta (“Si quieres…”), y la puerta se
abre (“Claro que quiero…”).
No dudes nunca de la misericordia de Dios.
No renuncies a tocar esa puerta que, al abrirse,
te inunda de perdón, de ternura, de gozo y de
amor.
Y no cierres nunca tu propio corazón. Que la
lanza del amor también lo rasgue. Que también
sea una puerta abierta por la que tus hermanos
puedan acceder al amor infinito de Dios.
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17 • enero • viernes • 2020


1 Sam 8, 4-7. 10-22; Sal 88; Mc 2, 1-12.
“Levántate, toma tu camilla y ve a tu casa”
Jesús volvió a Cafarnaúm. Muchos lo recuerdan
y acuden para escucharlo y para ser curados.
Eran tantos que no dejan acercarse a un grupo de
amigos y familiares que cargan en su camilla a
un hombre paralítico.
Pero la necesidad, el ingenio y la confianza en Jesús
los hace trepar al techo, abrir un boquete, descolgar
al enfermo y ponérselo delante a Jesús.
Jesús se conmueve ante esta insistencia casi
impertinente. Sabe que quieren al amigo, al familiar
y que están dispuestos a realizar cualquier esfuerzo
por conseguir su curación.
Recuerdo una escena conmovedora. Un señor
cargando en la espalda a su mujer enferma
rumbo a la clínica más cercana. Caminando por
esas sierras montañosas que
aún abundan en nuestro
país. ¡De qué manera habrá
conmovido a Jesús el esfuerzo
de ese hombre lleno de
esperanza! Cuántas familias
pobres tocan puertas, buscan
de todas formas atender a
sus enfermos.
¿Tú qué estás dispuesto a hacer por los demás? ¿Serías
capaz de conmover el corazón de Jesús por tu esfuerzo
y dedicación para ayudar a los otros?
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18 • enero • sábado • 2020


1 Sam 9, 1-4. 17-19; Sal 20; Mc 2, 13-17.
“Sígueme”
Todos conocemos la escena conmovedora de la
vocación de Mateo. Jesús va caminando y “mira”
a Mateo quien, sentado, cumple su oficio de
recaudador de impuestos.
Primero es la mirada: sin prejuicios (Mateo es
un traidor y pecador, según Israel) ni condenas.
Jesús mira en él algo más profundo y esencial,
descubre la posibilidad de un discípulo y reconoce
su derecho a cambiar, a reivindicarse, a encontrar,
junto a él, nuevos caminos
para su vida.
Luego viene la invitación:
“sígueme”, y la respuesta
pronta, sin titubeos. Mateo
rompe con su pasado y
emprende un nuevo rumbo con Jesús. Luego vendrá
la fiesta por la amistad, por el futuro recuperado.
No tienes que cargar para siempre con los fardos
de tu pasado. Encontrarte con Jesús te da la
posibilidad de desprenderte de ellos, y de cualquier
carga que no sea la del amor fraterno. Porque su
mirada contiene la verdad sobre ti. Cuando Jesús
te mira, re recrea, te reconstruye y te revela no lo
malo o desgraciado que hayas sido, sino le feliz y
completo que puedes llegar a ser.
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19 • enero • domingo (2° T.O.)• 2020


Is 49, 3-6; Sal 39; 1 Cor 1, 1-3; Jn 1, 29-34.
“Yo atestiguo que él es el Hijo de Dios”

J
uan el Bautista había dicho de sí mismo:
“Yo soy una voz que clama en el desierto”.
Bien pudo haber dicho: “Yo soy una
flecha”. La vida toda de Juan fue una
referencia, una parábola, una señal que
apuntaba hacia Jesús: “Él es el Cordero de Dios, es
más importante que yo, yo vine para que él fuera
manifestado a Israel, es el que ha de bautizar con
Espíritu Santo, es el Hijo de Dios…”.
Éstas y más cosas dice de Jesús. Pudo haber
dicho con verdad otras más: Mi misión es que
todas las miradas se dirijan a él y todos los pies
caminen detrás de él en seguimiento. Yo voy a
desaparecer, a disminuir, pero él se irá
convirtiendo poco a poco en la piedra angular,
en el centro y fundamento del caminar de la
humanidad hacia un nuevo destino de luz. Yo
sólo derramo agua sobre los que vienen a
bautizarse, él derramará ríos infinitos de gracia
y de luz, de amor y de esperanza para todos. Yo
sólo convoco, llamo la atención, para que él,
finalmente se ponga a la cabeza de la nueva
marcha de la humanidad para conducirla a la
tierra nueva y los cielos nuevos…
¿Es tu vida una flecha que se dirige hacia
Jesús y su evangelio? ¿Es tu vida una parábola
profética que habla del Reino a los demás?
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20 • enero • lunes • 2020


1 Sam 15, 16-23; Sal 49; Mc 2, 18-22.

“A vino nuevo, odres nuevos”


Los fariseos ayunaban dos veces por semana.
No era obligatorio (la Ley sólo obligaba ayunar
una vez al año), pero ellos piensan que cualquier
judío que se considerara piadoso, debería
hacerlo. Por ello van con Jesús y le echan en
cara que sus discípulos no ayunan.
Jesús da la cara por los suyos (¡tienen quién
los defienda!) y da una respuesta sorprendente:
En una fiesta no se ayuna, en una fiesta se
disfruta de la vida en medio de la alegría y
la abundancia. He venido con la
buena noticia de que la vida es
una fiesta, la fiesta del amor de
Dios y del amor mutuo entre los
hombres. Pues bien, la fiesta ha
iniciado ya, el Reino ya está entre
ustedes. El Novio llegó, para iniciar este
banquete de bodas con la humanidad. Mientras
tengan al Novio no hay motivo ni para la
tristeza ni para la angustia. Ha iniciado algo
nuevo, tienen ya el Vino Nuevo de la gracia, de
la esperanza y de la alegría.
Jesús quiere que vivas la vida como una
fiesta. Lo tenemos a Él, nada deberá empañar
el gozo de sentirnos acompañados.
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21 • enero • martes • 2020


1 Sam 16, 1-13; Sal 88; Mc 2, 23-28.
“ El Hijo del Hombre es Señor del sábado”

H
ace poco escuchaba a un juez contar
que en su carrera se había encontrado
con varios casos en que la ley y la
justicia se contraponían. Si aplicaba
estrictamente la ley en favor de uno de
los demandantes, cometía una grave injusticia
en contra del otro. El juez terminaba diciendo
que, en tales situaciones siempre se inclinaba
por resolver en favor de la justicia, aunque
muchas veces otra instancia terminó revocando
su decisión y resolviendo en favor de la ley.
Hoy en el evangelio se da una situación
parecida. Los fariseos reclaman a Jesús que sus
discípulos van cortando espigas para comer,
con lo cual violan la ley del sábado, que prohíbe
realizar todo tipo de trabajo en ese día.
–¡Pero tienen hambre! ¿A quién ofenden, si
cortan algunas espigas para mitigarla? –A
Dios, que nos ha dado la ley del sábado –le
responderían–.
–¿Cómo puede preferir Dios el cumplimiento de
una práctica meramente ritual, al bienestar de
sus hijos? –La ley es la ley –le dirían, intransigentes–.
–Pues no, el hombre es primero, y todo lo
que quiere Dios es que sus hijos coman, y
trabajen y descansen y oren y vivan con
dignidad. Lo demás no viene de Dios. Y ya no
le respondieron.
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22 • enero • miércoles • 2020


1 Sam 17, 32-33. 40-51; Sal 143; Mc 3, 1-6.

“Levántate y ponte en medio”

d
e nuevo una discusión sobre el sábado. Están
en la sinagoga, hay un enfermo, es sábado y
se supone que Jesús no debe curarlo, no
debe hacer nada en favor del enfermo. Jesús
lo pone en medio y habla sobre lo absurdo
de la situación. ¿Cómo una ley puede impedir hacer
el bien a alguien que está en desgracia? ¿Es eso lo que
Dios quiere? Y Jesús sana al enfermo.
Los adversarios se quedaron callados, sin argumentos.
Pero en su corazón se fue gestando el firme deseo
de acabar con Jesús. Es la salida de los violentos, de
los que están cegados por su ideología, de los que no
aceptan que Dios es Padre, que perdona a todos, que
ofrece a todos su abrazo amoroso.
No aceptan un Dios así. Para ellos, dios tiene que ser
“justo”, es decir, tiene que castigar a los malos y premiar
a los buenos; quieren un dios celoso, vengativo,
intransigente (como ellos).
¿Cómo es el Dios en quien crees? ¿Un Dios
pequeño, a la medida de tu corazón mezquino? Si tu
amor a Dios no te lleva a poner al hermano pequeño
y pobre en el centro de tu vida y preocupación, como
lo hace Jesús en la sinagoga, tu Dios no es el mismo
de Jesucristo.
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23 • enero • jueves • 2020


1 Sam 18, 6-9; 19, 1-7; Sal 55; Mc 3, 7-12.
“Le seguía una gran multitud”
Aparece Jesús seguido de una gran multitud, de todo
Israel e incluso de países vecinos. Los espíritus inmundos
caen a sus pies, los enfermos lo quieren tocar para ser
curados…
A veces el evangelio nos presenta estas escenas que
son como una fotografía en la que quiere mostrarnos el
resumen de toda la película: Jesús, los discípulos, la gran
multitud de gente marginal, los pobres de siempre, los
olvidados, que no sólo son judíos, son de todas partes,
del mundo entero; personas agobiadas, necesitadas, que
ven en Jesús una respuesta, una esperanza. Multitud
que es aliviada en sus dolores y en su indigencia por
Jesús. La salud, la vida, la esperanza brotan en torno a
Jesús, dador de vida nueva.
Vemos también a los espíritus inmundos ser derrotados
por el poder de Jesús. Esas fuerzas perversas que tenían
a los hombres atrapados, oprimidos, mudos, paralíticos,
leprosos, marginados, condenados a su suerte.
Caen los demonios, brota la vida… Es toda una parábola
de toda la obra salvadora del Jesús de entonces y de hoy.
Que la acción de Jesús sea la nuestra. Que su lucha,
sea compartida.
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24 • enero • viernes • 2020


1 Sam 24, 3-21; Sal 56; Mc 3, 13-19.
“Fue llamando a los que él quiso y se fueron con él”
En el evangelio de hoy somos testigos de un
momento solemne, fundamental para el ministerio de
Jesús y para el futuro de su proyecto: la vocación de los
doce Apóstoles. Desde la montaña los va llamando.
Ellos son (necesitamos conocerlos, mencionarlos,
aprender sus nombres) Pedro, Santiago y Juan, Andrés,
Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago de Alfeo,
Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote.
Los llamó para dos cosas:
para que convivieran con él y
para enviarlos a predicar.
Primero Jesús quiere crear la
comunión con sus apóstoles,
después vendrá la misión, el
anuncio de la Buena Noticia del
Reino. De esta manera, Jesús con el grupo de los Doce
crean el primer “experimento del Reino”, la primera
“célula” de fraternidad y ayuda mutua que después se
irá reproduciendo en las distintas comunidades
cristianas que irán surgiendo.
Así comienza el Reino, como un poco de levadura en
la masa, como una pequeña semilla que contiene en sí
la potencia transformadora que irá convirtiendo a la
humanidad entera en una gran familia de hermanos.
Gracias, Señor, por los Apóstoles, por el Reino, por
la Iglesia.
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25•enero•sábado Conversión de San Pablo •2020


Hch 9, 1-22; Sal 116; Mc 16, 15-18.
“Vayan por el mundo y proclamen la Buena Noticia”
A punto de ascender al cielo, Jesús les hace un
último encargo, importante, a sus discípulos: Lleven el
Evangelio al mundo entero. Ellos entendieron que esa
era su misión fundamental y se fueron a cumplirla.
Pero el cumplimiento de este mandato de Jesús
comenzó a hacerse realmente posible a partir de San
Pablo. Por ello es importante el acontecimiento que
hoy celebra la Iglesia. La conversión de San Pablo fue
su primer encuentro con el Cristo vivo, resucitado, que
lo llama a pasarse al camino luminoso de la historia
y de la vida. Y Pablo, en lugar de seguir combatiendo
el evangelio, se convertirá en uno de sus más fieles
anunciadores. Ese encuentro con Cristo que lo ciega de
tanta luz, trastoca los fundamentos de su existencia y
los objetivos de su vida. Pablo entiende que ha sido
llamado para una misión específica: ir a todo el mundo
conocido de entonces a compartir su experiencia de Jesús
y a formar comunidades
en torno a Jesucristo. Ya
no descansará, no tendrá
otra meta. “Anunciar el
evangelio no es para mí
motivo de orgullo, sino
una obligación a la que
no puedo renunciar. ¡Ay
de mí si no anuncio el
evangelio!” (1 Cor, 9, 16). ¡Ay de nosotros si no
evangelizamos!
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26 • enero • domingo (3° T.O.) • 2020


Is 8, 23-9, 3; Sal 26; 1 Cor 1, 10-13. 17; Mt 4, 12-23.
“El pueblo que vivía en tinieblas vio una luz intensa”

s
an Mateo nos narra hoy el inicio de la misión
apostólica de Jesús, injertando un bello texto
del profeta Isaías en su relato. Es una profecía
llena de esperanza. El profeta está hablando
de los días oscuros de la invasión asiria, la
humillación y penurias que sufrió el pueblo de Israel
y anuncia días de luz y liberación. San Mateo habla
de Jesús como esa luz, esa libertad y esa justicia que
llegan finalmente para el mundo.
“El pueblo que vivía en tinieblas vio una luz
intensa, a los que vivían en sombras de muerte les
amaneció la luz”.
¡Qué hermosa manera de hablar del significado
de la venida de Jesús al mundo! ¡Qué hermosa y qué
verdadera!
Una luz nos amaneció en Belén, una luz intensa que
termina con la noche larga del hombre confundido,
dando vueltas en círculo llegando siempre al punto de
partida: su contingencia, su egoísmo, su incapacidad
para salvarse a sí mismo, para redimirse. Larga noche
que termina con Jesús, Sol de Justicia que ilumina a
todo hombre (Jn 1, 9) y que, a quienes lo reciben, los
capacita como hijos de Dios (Jn 1, 12).
Larga noche que no debe volver.
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27 • enero • lunes • 2020


2 Sam 5, 1-7. 10; Sal 88; Mc 3, 22-30.

J
“Un reino dividido no puede sostenerse”
esús fue difamado más de una vez, por la
incomprensión de sus adversarios o
simplemente por mala voluntad. Hoy, los
“letrados venidos de Jerusalén” lo acusan
de actuar con el poder de Satanás. Para
Jesús fue sencillo desmontar la falsa acusación:
¿Cómo puede satanás expulsarse a sí mismo? Una
casa dividida internamente no puede sostenerse...
El ladrón primero tiene que atar al hombre fuerte,
sólo después podrá saquear la casa y llevarse sus
cosas…
No es la intención del texto, pero estos ejemplos
que da Jesús para explicar que él actúa con el poder
maravilloso y regenerador de Dios me llaman la
atención. Habla de reino dividido, de un hombre
fuerte sometido y de robo, de saqueo.
Es, precisamente, lo que hace Satanás: dividir,
someter, saquear… Toda división y conflicto entre
hermanos es influencia del enemigo; todo lo que
somete, esclaviza, oprime, lastima la dignidad del
hombre, es fruto de la acción del enemigo, que
termina robando la esperanza, la confianza, el
amor, la alegría, la comprensión, la paz… del
corazón de los hombres.
Cristo vino para hacernos fuertes, libres,
dignos, felices. No permitas ser sometido.
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28 • enero • martes • 2020


2 Sam 6, 12-15. 17-19; Sal 23; Mc 3, 31-35.
“Éstos son mi madre y mis hermanos“
Los que cumplen la voluntad de Dios, son mi familia. Esto
respondió Jesús cuando le avisaron que lo buscaban
su madre y sus familiares. Jesús acaba de nombrar a los
doce apóstoles; ahora está rodeado de una multitud
que no lo dejaba ni comer y justo está terminando una
polémica con los letrados venidos de Jerusalén, que
lo acusaban de actuar con el poder de Satanás. Jesús
está entregado en cuerpo y alma a su misión de anunciar
y construir el Reino de Dios por eso aprovecha la ocasión
para sacar una enseñanza.
Mira a quienes lo rodean y habla alto para que
escuchen su respuesta: Éstos, los que se esfuerzan por
conocer y cumplir la voluntad
de Dios, son mi familia. Ha
nacido un nuevo vínculo de
unión entre los hombres: el
deseo de cumplir la voluntad
de Dios, la docilidad a su
proyecto de amor. Él es el
Padre de todos y quiere ver a sus hijos viviendo como una
sola familia, estrechamente unidos por un vínculo muy
profundo que los hace reconocerse como hermanos. En
eso consiste el Reino de Dios que les anuncio.
Seguramente después de su enseñanza salió para
dar un beso a su madre con quien lo unía, además
de la sangre, la docilidad a la voluntad de Dios.
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29 • enero • miércoles • 2020


2 Sam 7, 4-17; Sal 88; Mc 4, 1-20.

“Les enseñaba muchas cosas con parábolas”

E
l scuchamos hoy la parábola del sembrador
y la explicación que de ella hace Jesús.
La Palabra es una semilla. Esa Palabra
que está pronunciando Jesús, que quedó
registrada en el Evangelio y que acabamos
de leer o escuchar. Esa Palabra es una semilla que
quiere ser acogida, cultivada, regada, para comenzar
a brotar y crecer convirtiéndose en planta, en árbol,
en bosque, en abundancia de frutos. Pero tiene que
ser escuchada, meditada, entendida, acogida,
aplicada a la vida, practicada. Es entonces cuando
se manifiesta toda su fuerza transformadora. Como
un árbol que crece poderoso y rompe el concreto
que lo quiere contener. Como un prado de flores
que pinta el desierto de colores con una sola lluvia,
transformando el paisaje. Como el trigo, el maíz, el
arroz, que se multiplican en infinidad de granos
que sacian el hambre de los hombres.
Ésa es la Palabra y su fuerza. La Palabra de la
verdad de Dios, Palabra que de vida, que muestra
caminos nuevos, que responde las preguntas, que
aconseja, que anima y entusiasma, que configura al
hombre según el proyecto de Dios. Todo eso, y más,
es la Palabra de Dios. Una semilla que puede hacer
reverdecer la tierra que la acoge.
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¿Acaso se enciende una lámpara para meterla debajo


de un cajón?” 2 Sam 7, 18-19. 24-29; Sal 131; Mc 4, 21-25.
Hay lugares o situaciones en donde es difícil
mostrarse como discípulo de Jesucristo o
hablar de su mensaje. La política, las escuelas
públicas son tierra vedada al Evangelio. ¿De qué
hablan los jóvenes en sus reuniones, en sus
largas charlas? ¿De qué hablan los obreros, los
trabajadores en su tiempo de descanso mientras
comen? ¿Sobre qué platican las familias cuando
están reunidas? ¿Sobre qué hablan los padres
con sus hijos y los hijos con sus padres? ¿Qué
es lo que comunican los más famosos “influencers”
y “youtubers” en las redes sociales? ¿Cuáles son
los temas que tratan los libros
más vendidos, las películas
ganadoras de óscares y demás
premios?
¿Es sobre la Buena Noticia
del Reino? ¿Hablan del amor
de Dios, de la dignidad de las personas, sobre
todo las más débiles, las más pobres? ¿Hablan
de reconciliación, de perdón, de solidaridad, de
justicia, de igualdad, de respeto, tolerancia,
acogida, caridad, amor?
¿De qué hablan? ¿De qué hablamos? Una
lámpara no se enciende para esconderse.
Jesús encendió la lámpara del Reino, y debe
colocarse en el candelero para que alumbre
a todos.

30 • enero • jueves • 2020


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31 • enero • viernes • 2020


2 Sam 11, 1-17; Sal 50; Mc 4, 26-34.
“¿Con qué compararemos el reino de Dios?”

H
oy escuchamos dos parábolas en las
que Jesús habla del Reino de Dios
comparándolo con una semilla llena
de vitalidad o con una semilla de
mostaza que, siendo la más pequeña,
puede crecer más que las otras plantas y echar
ramas, y dar sombra, y anidar a los pájaros.
¡Qué hermosos ejemplos llenos de esperanza
y confianza! Nos muestran el proceso paradójico
del Reino, que nace humilde, que crece en
silencio, desapercibido, sin los reflectores de
los noticieros.
A veces lo podemos ver en pequeños signos,
en algunos logros de las sociedades, en la
gestación de una nueva conciencia sobre los
derechos de los hombres, sobre su vocación a
trascender. Pero luego vienen las ofertas del
“buen fin” y nos invade el furor consumista,
viene una caravana de migrantes y renace la
intolerancia y el egoísmo, la atención se lleva a
otros temas que interesan a quienes quieren
controlar las conciencias y el pensamiento de
las sociedades.
Pero la semilla sigue creciendo, la levadura
sigue fermentando la masa, el Reino de Dios
sigue gestándose en lo más hondo del corazón
de muchos hombres y mujeres. Poco a poco.
Incontenible.
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“Pasemos a la otra orilla”

febrero
2 Sam 12, 1-7.10-12; Sal 50; Mc 4, 35-41.
Esta es la invitación que Jesús hace a sus
discípulos. Y las sorpresas en la travesía no se
hacen esperar porque hay viento, tormenta,
oscuridad, lo cual provoca el miedo en
aquellos que van en la barca con Jesús. Él

•sábado Btas. María AnaVaillot y Odila Baumgarten HH.CC. • 2020


duerme tranquilo después de una larga jornada
de trabajo (acaba de estar en medio de la multitud
curando, predicando y escuchando).
El miedo les lleva a los discípulos a recurrir a Jesús
con el grito de: ¿No te importa que perezcamos?
Jesús reprende al mar y al viento para que se
calmen. La admiración de ellos no se hace esperar,
y por otra parte la reprensión de Jesús: ¿Por qué esa
falta de fe? ¿No estoy yo aquí con ustedes?
La invitación de Jesús: pasar a la otra orilla
también es para nosotros hoy. Somos peregrinos,
vamos de paso hacia la otra orilla, y en nuestra
travesía también vamos
encontrando tormentas,
vientos, noches oscuras
que nos hacen titubear
en nuestro camino, y la
fe parece perderse. Esta
experiencia la constatamos
en nuestra Iglesia, en
nuestras comunidades, en nuestras familias y en
nuestra misma persona. Dirijamos nuestra súplica
a Jesús: Señor, aumenta nuestra fe.
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e+v febrero 2020_evangelio y vida 08/11/19 22:51 Página 40

2•febrero•domingo esentación del Señor)•2020


(Pr

Mal 1, 3-4; Sal 23; Heb 2, 14-18; Lc 2, 22-40.


“Simeón, conducido por el Espíritu Santo…”
El evangelio de San Lucas nos presenta hoy a la
Sagrada Familia que se dirige al templo para cumplir
con la ley: consagrar todo varón primogénito al
Señor, según la ley de Moisés. Simeón, un hombre
bueno que había recibido la promesa de no morir
hasta no ver al Mesías, abraza al Niño y da gracias
a Dios por haberlo conocido. Después se dirige a
María: una espada te atravesará el alma. Jesús será
para unos libertad, justicia, amor y paz; de otros
recibirá rechazo hasta llevarlo a la muerte.
Hoy constatamos también
esta realidad. Para unos Jesús
es Camino, Verdad y Vida; de
otros seguirá experimentando
el rechazo y la oposición a
su proyecto. Quienes nos
sabemos comunidad de seguidores tomemos el
ejemplo de Simeón, reconociendo que solo en
Jesús tenemos un camino abierto a la vida, y a
una vida en plenitud.
Hoy en la Iglesia celebramos la jornada de la
Vida Consagrada, recordamos a todas aquellas
personas que se han consagrado a Dios para vivir
la radicalidad del evangelio desde una vida de
pobreza, castidad y obediencia, dedicados a
construir el Reino de Dios. Pidamos por ellos.
40
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3•febrero•lunes Bta. Josefina Nicoli H.C. • 2020


2 Sam 15, 13-14.30; 16,5-13; Sal 3; Mc 5, 1-20.
“¿Qué tienes conmigo, Hijo de Dios Altísimo?”
Dejarnos curar por Jesús: Todos nosotros
tenemos heridas, todos. Heridas espirituales, pecados,
enemistades, celos, envidias; tal vez no saludamos
a alguien: « ¡Ah! Me hizo esto, ya no lo saludo».
Pero hay que curar esto. « ¿Y cómo hago?». Reza y
pide a Jesús que te sane. Es triste cuando en una
familia los hermanos no se hablan por una estupidez.
Después, las enemistades van adelante, muchas
veces durante años, y esa familia se destruye. Los
padres sufren porque los hijos no se hablan, o la
mujer de un hijo no habla con el otro, y así los celos,
las envidas…
Y el único que expulsa los demonios es Jesús. El
único que cura estas cosas es Jesús. Por eso: déjense
curar por Jesús. Cada uno sabe dónde tiene la
herida. Cada uno de nosotros tiene una; no sólo tiene
una: dos, tres, cuatro, veinte. Cada uno sabe. Que
Jesús cure esas heridas. Pero,
para esto, tengo que abrir el
corazón, para que Él venga.
¿Y cómo abro el corazón?
Rezando. «Pero, Señor, no
puedo con esa gente, la odio,
me ha hecho esto, esto y
esto…». «Cura esta herida, Señor». Si le pedimos a
Jesús esta gracia, Él nos la concederá. Déjate curar
por Jesús. Deja que Jesús te cure. (Papa Francisco).
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4 • febrero • martes • 2020


2 Sam 18, 9-19,3; Sal 85; Mc 5, 21-43.

“No temas, basta que tengas fe”


No conocemos el nombre de esa mujer que,
temerosa y en secreto, se acerca a Jesús atreviéndose
a tocarlo, con temor pero con la confianza de ser
curada. Nadie sabe que es una mujer marcada por
una enfermedad secreta. ¿Dónde podrá encontrar la
salud que necesita para vivir su
dignidad? Solo en Jesús.
Ella oye hablar de Jesús y
presiente que es Él quien puede
arrancar la impureza de su
cuerpo y de su vida entera. Jesús la mira con amor y
le comunica su fuerza curadora.
Muchas mujeres viven entre nosotros con
experiencias parecidas. Humilladas por las heridas
secretas que solo ellas conocen y sufren
secretamente. Sin fuerzas para contar a alguien su
enfermedad; buscan ayuda, consuelo, esperanza…
sin saber dónde encontrarlos. Se sienten culpables
cuando muchas veces solo son víctimas.
Pidamos por tantas mujeres víctimas de la
violencia en sus múltiples formas, que puedan
escuchar de Jesús esas palabras: Hija tu fe te ha
curado. Vete en paz.
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“Quien quiera seguirme niéguese a sí mismo, tome


su cruz y sígame” 2Cor 4, 7-15 Sal 123; Lc 9, 23-26.
5
Hoy en México celebramos a san Felipe de Jesús,

• febrero • miércoles San Felipe de Jesús • 2020


primer mártir mexicano. Siendo joven entró al
noviciado franciscano, el cual abandonó. Su padre lo
envió a Manila en Filipinas, para que se dedicara al
comercio. Allí encontró una vida mundana que lo
deslumbró, sin embargo al poco tiempo reconsideró su
vocación (sus amigos lo abandonaron al quedarse sin
dinero) y regresó con los franciscanos de Manila.
Volviendo a México, una tormenta desvió el barco
hacia Japón, ahí junto con otros compañeros
religiosos, fue hecho prisionero a causa de su fe,
martirizado y finalmente colgado en una cruz. En su
agonía repetía estas palabras: Jesús, Jesús, Jesús…
Viendo que se ahogaba debido a la argolla en que se
encontraba prisionero su cuello, los soldados lo
atravesaron con dos lanzas en los costados, de las
cuales una atravesó su corazón. Murió mártir el 5 de
febrero de 1597.
Dios tiene sus caminos para llevarnos a la
santidad. Nuestra repuesta puede ser generosa y sin
reservas, puede ser vaga o
puede ser negativa. Todos
estamos llamados a ser santos.
No tengas miedo, la santidad
te hace más humano y más
feliz. Existe una sola tristeza,
la de no ser santo.
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6•febrero•jueves Pablo Miki y compañeros •2020


1Re 2, 1-4; 10-12; 1 Crón 29; Mc 6, 7-13.

J
“Llamó a los doce y los fue enviando de dos en dos”
unto al mandato del amor, Jesús nos dejó
éste: Vayan por todo el mundo y prediquen
el evangelio (Mc 16, 15). Cuando vamos de
misión, enseguida pensamos en lo que hay
que llevar. Curiosamente, en el evangelio
de hoy Jesús habla, por el contrario, de lo que
no hay que llevar.
¿Qué es lo que sí hay que llevar? La Palabra
de Jesús, su presencia, la oración, la confianza
en él, la apertura al Espíritu Santo para que sea
Él quien hable. Porque voy a hablar de Jesús
con mis palabras y con mi vida.
El estilo de vida que Jesús nos propone es
desafiante y provocativo. ¿Qué hacemos con
estas palabras de Jesús? ¿Habrá que borrarlas
del evangelio? Necesitamos hoy más que nunca
ser fieles a su espíritu y caminar con la confianza
puesta en su persona y sus palabras, no en nosotros
o en nuestros propios medios.
El reino de Dios no se construye con dinero,
su proyecto no lo sacarán adelante los ricos,
sino aquella gente sencilla que sabe vivir
desprendida de tantas esclavitudes que este
mundo consumista nos ofrece. La obsesión por
la seguridad nunca será buena, y los privilegios
menos. Alejados de los pobres no anunciaremos
la Buena noticia de Jesús.
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7 • febrero • viernes • 2020


Sir 47, 2-13 Sal 17; Mc 6, 14-29.

d
“Juan el bautista, un hombre honrado y santo”
ice el evangelio de hoy que Herodes
consideraba a Juan el Bautista un hombre
honrado y santo, y por eso lo escuchaba
con agrado. Sin embargo esto no le impidió
buscar la forma de quitarle de en medio
porque le era un estorbo para sus intereses
y para su prestigio. Al tenerlo en la cárcel pretende
encapsular la verdad, para seguir en la mentira y
en la maldad.
Herodías, confabulada con la hija, serán quienes
terminen haciendo que Herodes acabe con la vida
del profeta, porque sucede lo de siempre: “la verdad
no peca pero incomoda”.
Por otra parte el martirio de Juan es visto por el
evangelista como una “profecía” del martirio de
Jesús, el profeta por excelencia. Y esta ha sido y
sigue siendo la suerte de muchos hombres y
mujeres que a través de la historia de la Iglesia
han derramado su sangre en honor a la verdad y
en fidelidad a Jesucristo.
Hoy como en aquellos tiempos la realidad en la
que vivimos nos sigue mostrando escenarios
parecidos: la corrupción, la prepotencia, los abusos
de poder, la mentira, el engaño, la violencia siguen
siendo parte de nuestro mundo y un desafío para
cada uno de nosotros.
¿Cómo estamos viviendo nuestra vocación de
profetas?
Danos Señor valentía para vivir nuestra fe, para
seguir y confesar a Jesucristo con nuestra palabra,
nuestra vida y nuestro amor a los hermanos.
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8 • febrero • sábado • 2020


1Re 3, 4-13; Sal 118; Mc 6, 30-34.
“Vio un gran gentío y sintió compasión”
La compasión de Jesús por la humanidad no tiene
límites, ni conoce el encerramiento, es disponibilidad y
atención inmediata a quien lo necesita. Así lo vemos en
el evangelio de hoy. Aunque sigue un programa con sus
discípulos, es capaz de desprogramarse para dar una
respuesta a los necesitados, los que lo buscan.
La caridad de Jesucristo no conoce el ensimismamiento
en los propios problemas o dificultades. Él nos enseña
a salir del círculo estrecho de mi yo y mis circunstancias,
sean éstas felices o penosas.
Cuando más queramos encerrarnos
en nosotros mismos, levantemos
la mirada del corazón y veamos a
Cristo en la barca, predicando sin
descanso a sus hermanos.
Imitemos su ejemplo y extendamos
su Reino con generosidad. Pensemos
en lo que realmente vale la pena:
la salvación.
Gracias Jesús por enseñarme a mirar las necesidades de
los demás antes que las propias. Ayúdame a entender que
sólo el contacto contigo en los sacramentos, en la oración y
en el servicio a los pobres, lograré que mi corazón cambie.
Haz que anhele el recogimiento de mi espíritu, ese humilde
sagrario donde me habitas y me esperas para enseñarme a
vivir como Tú.
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9 • febrero • domingo (5° T.O.) • 2020


Is 58, 7-10; Sal. 111; 1 Cor 2, 1-5; Mt 5, 13-16.
“El justo brilla como una luz en las tinieblas”
La sal es la metáfora perfecta para nuestra Iglesia,
ya que así como ella es capaz de impregnar y dar
sabor a los alimentos, también Jesús nos invita a
transformar el entorno en el que nos encontramos de
forma que la vida de las personas cobre sentido y
tenga el sabor que se propaga
por la práctica de los valores
del evangelio.
A veces seremos pocos en
número, pero no importa.
Del mismo modo que unos
pocos granos de sal pueden
hacer una gran diferencia en la comida, también unos
pocos pueden hacer la diferencia en su entorno. Los
cristianos estamos llamados, como la sal, a darle
sabor a la vida nuestra y la de los demás. Y el sabor
sólo nos viene de estar como el sarmiento unido a la
vid, nuestra vida unida a la vida de Jesús.
Por otra parte también nuestra luz viene de nuestra
relación con Cristo. Nuestra luz no es nuestra, sino el
reflejo de la luz de Jesús. Se trata de no buscar ser luz
por nosotros mismos, sino un bello reflejo de la luz
que es Jesús. Jesucristo quiere que seamos luz, todos
brillando –¡mil puntos de luz, un millón de puntos,
un billón!–. Se trata de iluminar al mundo con nuestras
obras, con el testimonio de nuestra propia vida.
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10 • febrero • lunes • 2020


1 Re 8. 1-7, 9-13; Sal 131; Mc 6, 53-56.

J
“Le rogaban que les dejara tocar el borde de su manto”
esús va de camino y la gente lo reconoce y se
acerca a Él para ser curados de sus males físicos;
su fe es tan grande que solo con tocar el
borde de su manto quedarán curados de sus
enfermedades y dolencias. Es la historia de
tantos heridos en el camino. Jesús ha venido para
darnos vida (Jn 10, 10) y muchos quedaban curados por
el poder de Jesús, pero al lado de ese poder estaba la fe
incondicional de quienes a Él se acercaban.
Vivimos en una sociedad herida y enferma por la falta
de valores humanos y evangélicos. Muchas personas
ignoran que su verdadera enfermedad está a niveles
muy profundos. No se dan cuenta que el deterioro de su
salud comienza a gestarse en su vida absurda y sin sentido,
en la carencia de amor verdadero, en el deseo centrado
egoístamente en uno mismo, o en tantas dolencias que
impiden el desarrollo de una vida sana.
Nuestro ser más profundo pide sentido, esperanza y
sobre todo amor. Por eso la experiencia de sabernos
amados incondicionalmente por Dios nos puede curar.
Esta experiencia de amor genera estabilidad y paz en
nuestro interior.
Y Jesús se deja “tocar” en la Eucaristía, en el
sacramento de la reconciliación, en su Palabra, en el
hermano, en el pobre.
Toca a Jesús, Él curará tus heridas.
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11• febrero•martes Ntra. Sra. de Lourdes • 2020


1Re 8,22-23.27-30; Sal 83; Mc 7, 1-13.

L
Dejan el mandato de Dios para mantener la tradición
os fariseos, fieles cumplidores de la ley, están
indignados al ver a los discípulos de Jesús
comer sin haberse lavado las manos. El ataque
es también contra Jesús, que va creando esa
atmosfera de libertad en donde lo decisivo
es el amor. No entienden la Buena Noticia que Jesús les
está anunciando, en su corazón no reina Dios sino la
ley. Ellos no piensan en el bien de las personas, se
han obsesionado por aparecer cumplidores.
Seguramente recordamos aquel canto: “¡Su nombre
es el Señor y pasa hambre…, y muchos que lo ven
pasan de largo, a veces por llegar temprano al
templo!”. Ir al templo, orar, escuchar la Palabra de
Dios, el encuentro con la comunidad; todo esto es
importante, sin embargo el amor a Dios va más allá,
hasta hacerse pan, medicinas, ropa, educación, a
quien no lo tiene.
Decía san Vicente de Paúl: Amemos a Dios
hermanos, pero que sea con el esfuerzo de nuestros
brazos y con el sudor de nuestra frente. Jesús vino
a centrarnos en lo esencial: Ámense unos a otros
como yo los he amado. Esto es lo decisivo en la vida.
Como bien diría san Juan de la Cruz: Al atardecer
de la vida te examinarán en el amor. Amar como
Jesús va a justificar nuestra existencia.
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12 • febrero • miércoles • 2020


1 Re 10,1-10; Sal 36; Mc 7, 14-23.
“Lo que sale del hombre es lo que lo contamina”
El centro de la persona humana es el corazón. Es allí
donde brotan nuestras acciones y nuestros sentimientos,
sean buenos o malos. Por eso la insistencia de Jesús por
llevarnos y centrarnos en ver hacia dentro, hacia nuestro
interior. Es el corazón el que hay que cuidar porque ahí
está la fuente de toda bondad y de toda maldad.
En el evangelio de hoy Jesús continúa insistiendo en
lo que es verdaderamente importante para la vida del
hombre. Lo exterior es importante, pero lo es más el
interior. Jesús con sencillez clarifica que: “nada que
entre de fuera puede hacer al hombre
impuro; lo que sale de dentro es lo
que hace impuro al hombre”. Y lo
explica con detalle: “del corazón del
hombre salen los pensamientos
perversos, robos, homicidios, adulterios,
codicias, fraudes, desenfreno, envidia,
difamación, orgullo, frivolidad…”. Esto es lo que nos
contamina.
Así pues, la realización del bien o del mal se engendra
en el corazón ¿Qué es lo que sale de nosotros? No
busquemos disculpas ni nos auto~engañemos
afirmando que lo que nos viene de fuera nos hace
tener actitudes que no deseamos, que somos víctimas
de situaciones o actitudes de otros. Dios creó todas las
cosas buenas, es el corazón y las acciones nuestras lo
que hace que algo sea bueno o malo a los ojos de
Dios. Lo que nos hace puros es el amor, la justicia, la
misericordia y el servicio a los demás.
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13 • febrero • jueves • 2020


I1 Re 11,4-13; Sal 105; Mc 7,24-30.
“¡Señor, ayúdame!”

E
l encuentro de Jesús con la mujer
Cananea es sorprendente. Es una
mujer extranjera, de otra raza y de otra
cultura. Una mujer atrevida que reta a
Jesús para arrancarle dos milagros: Una
fe fuerte y la curación de su hija. El encuentro
con Jesús fue un camino de fortaleza de la fe de
aquella mujer, porque junto a Jesús florecieron
en ella la fe, la humildad, la perseverancia.
Jesús le permite que insista y así, la mujer va
creciendo en su fe.
Ella es un ejemplo de cómo derribar fronteras.
Cuando hay fe, amor y conciencia de la propia
pobreza, el amor no se rinde y se vuelve
infinitamente inventivo. Sin embargo a falta de
amor vienen las barreras, los muros para no ser
molestados con las necesidades del prójimo. Así
le dirán los discípulos a Jesús, Señor despídela
para que no venga gritando. Una solución muy
fácil y cómoda. Hay tantos pobres que buscan
sobrepasar el muro de la pobreza, y nosotros, con
nuestros miedos, buscamos defender nuestros
territorios personales y evitar ser incomodados.
Como aquella mujer, también nosotros
estamos necesitados de Jesús. No se necesitan
muchas palabras, basta lo que ella dijo: ¡Señor
ayúdame!
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14 • febrero • viernes • 2020


1 Re 11,29-32; 12, 19; Sal 80; Mc 7, 31-37.

“¡ E ffeta! Que significa ábrete”

J
esús va rumbo al lago de Galilea y un
hombre sordo y tartamudo le pide que le
imponga las manos. La sordera de aquel
hombre simboliza la actitud cerrada de las
personas para escuchar la palabra de Jesús
y asumir el proyecto de Dios. Jesús hará que aquel
hombre escuche bien y hable sin dificultad.
La salvación y la sanación interior vienen de la
escucha. Por eso los profetas, al compartir el mensaje
de parte de Dios, primero llaman a escuchar:
Escucha Israel. Hoy nuestro mundo nos está
bombardeando de mensajes y de palabras huecas
y vacías, y por ello, terminamos frecuentemente y
sin darnos cuenta perdiendo de vista lo importante.
Jesús es la Palabra hecha carne, Él es el Mensaje
vivo del Padre para la humanidad.
¿Cómo poder predicarlo, cómo hablar de Él con
el lenguaje de las palabras y sobre todo con el
lenguaje de la vida y de las obras, si antes no hemos
gastado tiempo para escucharlo, para estar con Él?
Necesitamos la postura de María la hermana de
Martha, que sentada a los pies de Jesús se dejaba
llenar de su presencia y de su vida.
Señor Jesús, abre nuestros oídos y suelta nuestra
lengua para escucharte y anunciarte.
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15 • febrero • sábado • 2020


1 Re 12,26-32; 13, 33-34; Sal 105; Mc 8, 1-10.
“Comieron hasta quedar satisfechos”
Jesús tuvo una clara conciencia de haber venido al
mundo para que tuviéramos vida en abundancia
(Jn 10, 10). Sin embargo hoy constatamos una realidad
escandalosa: Unos pocos con mucha riqueza
económica, muchos millones muriendo por carecer
de lo elemental para una vida digna.
Es una vergüenza, en México entre los años 2012
y 2016 fallecieron 37,827 personas a causa del
hambre. Es un dato que nos avergüenza, pues contamos
con recursos suficientes para alimentar a toda la
población. Pero la brecha entre ricos y pobres es
desmesurada. Sabemos por otra parte que uno de los
hombres más ricos del mundo
es mexicano. México cuenta
con una población total de
alrededor de 112 millones de
mexicanos. El número de
personas en pobreza pasó de
53.3 millones  de mexicanos
en 2012 a 55.3 millones en
2015 (46.2% de la población total). El número de
personas en pobreza extrema pasó de 11.5 millones
en 2012 a 11.4 millones en 2015 (9.5% de la
población total). El 80 % de los indígenas de nuestro
país viven en pobreza.
Y Jesús nos dirá, como a sus discípulos: Denles
ustedes de comer. (Porque nos ha dado con qué
darles). ¿Somos compartidos o acumuladores?
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16 • febrero • domingo (6° T.O.) • 2020


Sir 15,16-21; Sal 118; 1 Cor 2, 6-10; Mt 5, 17-37.
Se dijo a los antiguos . . . pero yo les digo
Ir más allá de la ley y la costumbre… a la perfección
del amor que no conoce límites. La gente sigue siendo
religiosa a pesar del secularismo. Basta observar cómo
se siguen pidiendo bautismos, quince años, bodas y
funerales. La fuerza de la costumbre es grande y los
convencionalismos sociales se imponen.
Sin embargo hay que admitir que
estas celebraciones no son muchas
veces un encuentro sincero con Dios.
Muchas de ellas quedan reducidas a
un evento social, algo impuesto por la
costumbre o algo que se hace sin
entender su significado y su valor y, por
lo tanto, no lleva a un compromiso o
cambio de vida en las personas. ¿Quizá nosotros, los
ministros, también contribuimos a que así sea?
Sucede también que, cuando una comunidad
cristiana busca que las celebraciones sean medios de
evangelización y encuentro con Dios, o cuando se busca
que la Eucaristía sea un momento más vivo y participativo,
que toque el interior de las personas, no falta quien se
moleste porque no se está haciendo como siempre o
porque dura mucho tiempo. ¿Qué sentido tienen para
nosotros las celebraciones y los sacramentos?
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17 • febrero • lunes • 2020


Sant 1,1-11; Sal 118; Mc 8, 11-13..
“¿Para qué pide una señal esta generación?”

L
a historia de la humanidad se va fraguando a
través de acontecimientos. Y son todos ellos
señales que tienen un por qué y, vistos desde la
fe, un para qué. Desde el Antiguo Testamento
Dios ha invitado a su pueblo a aprender a
ver en su propia historia, las señales de su presencia
misteriosa y siempre amorosa. Dios se hace presente
a cada hombre, a cada pueblo y al mundo a través
de signos y acontecimientos. Solo hay que saberlos
mirar desde la fe. Desde la mirada de Dios.
Nos toca vivir en un mundo y en una sociedad en
la que todo se quiere ver y comprobar al instante,
todo se quiere tocar, experimentar. Un mundo en
el que solo se cree en lo que se ve, que ha perdido
el valor y el sentido del misterio, del absoluto, del
más allá.
Y Jesús nos hace una llamada a la fe. Nos invita a
saber ver a través de los acontecimientos lo que está
detrás de ellos para descubrir la voluntad de su
Padre Dios.
Nos sucede muchas veces que con el paso del
tiempo, las experiencias vividas en el pasado se
vuelven mensajes claros del amor de Dios. Signos de
su presencia. Por eso adoptemos la súplica que los
apóstoles hicieron a Jesús: Señor aumenta nuestra
fe, porque solo así, seremos capaces de descubrir tu
presencia en los acontecimientos, en las personas
y en la misma naturaleza.
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18•febrero•martes S. Francisco Regis Clet • 2020


Sant 1, 12-18; Sal 93; Mc 8, 14-21.
¿Todavía no entienden ni comprenden?
Jesús, a través de signos, va manifestado su identidad:
es uno de nosotros y al mismo tiempo es Dios. Los
discípulos no han caído en la cuenta de quién es
Jesús. No se percatan de su poder y no entran por el
camino de la confianza en él, que va dando respuestas
de vida a través de sus milagros y su capacidad de
perdonar. Por ello viene el reproche:
¿Todavía no entienden?
Por otra parte, ellos siguen
queriendo solucionar los problemas
y salir adelante con sus propias
fuerzas, lo que les lleva a vivir
preocupados sólo por lo material.
Ellos discutían que no tenían pan. Jesús les advierte:
cuídense de la levadura de los fariseos y de la de
Herodes. Es otro signo, cuídense de la incredulidad,
de la incomprensión, de estar inquietos y preocupados
por las cosas de este mundo.
¿Y todavía no comprenden? ¡Cuántas maravillas
Dios ha hecho en nuestra vida! ¡Cuántos milagros
ha obrado en nuestra vida, de cuántos peligros y
tentaciones nos ha librado, de cuántas caídas nos ha
cuidado! Y todavía no logramos sentir ese amor
tierno y cercano. Te invito a volver sobre tu historia;
podrás ver el paso delicado, silencioso pero efectivo
de Dios por tu vida.
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19 • febrero • miércoles • 2020


Sant 1, 19-27; Sal 14; Mc 8, 22-26.
“Veo hombres, los veo como árboles, pero caminando”
Esther, una monja de clausura, nos comparte: Llevo
varios días pensando qué es la fe, preguntándome: ¿es
lo mismo la fe en el Dios de Jesús o la fe en cualquier
otra religión?, ¿de qué hablamos cuando decimos «tengo
fe en esta persona, en la ciencia o
en cualquier otra cosa...»? Para mí
creer, tener fe, es sencillamente
vivir, responder a mi día a día
desde este monasterio. Compartir
con mis hermanas dificultades y
alegrías, disfrutar un día de sol o
de lluvia, soñar juntas, celebrar la
Eucaristía, reír juntas, pasar una
tarde junto a la chimenea, cantar
un salmo, acoger a quienes se acercan a rezar con
nosotras…, y, por la noche, recoger el día y ponerlo en
manos de Dios.
La fe va de la mano de la confianza, es el “dejarse
caer” sabiendo que alguien te recogerá, sabiendo,
incluso, que si no te recoge nadie es lo mejor, aunque
no se entienda. Como Jesús, que decidió entregar su
vida y dársela al Padre, aceptando lo que sucediera a
partir de entonces.
La palabra fe se pasea por nuestro vocabulario con
cierta facilidad y no siempre somos conscientes de su
profundidad. “Ten fe”, escuchamos o pronunciamos
sin ahondar demasiado en ello. Pero… tener fe es amar
hasta la exageración, mirar con la mirada de Dios.
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20 • febrero • jueves • 2020


Sant 2,1-9; Sal 33; Mc 8, 27-33.
“Y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo?”
Todos, desde nuestra vida, vamos dando respuesta
a esta pregunta de Jesús. Veamos la respuesta de un
gran santo, San Francisco de Sales.
~Jesús es nuestro Salvador y Redentor. “Él nos ha
rescatado con su Pasión y muerte. Se ha hecho
compañero de nuestra miseria para luego hacernos
compañeros de su gloria”.
~Nuestro Médico: “El excelente Médico de todas
nuestras enfermedades. Venid a Mí, nos dice, y serán
curados. Y para el divino Médico es como un honor
que le busquen los enfermos”.
~Nuestro Maestro: “Es el que
el Padre ha enviado para
enseñarnos lo que tenemos que
hacer y ajustar nuestra voluntad
a la suya”.
~Nuestro Amigo: “Aprendan
de Él lo que tienen que hacer y
no hagan nada sin su consejo,
porque Él es el Amigo fiel que les
conducirá y dirigirá”.
~Nuestro Guía: Nos lleva de
la mano. “Si les entra miedo, no
teman: van con Jesús. Él les ayudará y cuando no
puedan seguir, Él les llevará en sus brazos. Tengamos
los ojos fijos en Aquel que nos conduce”.
~Modelo en todo.
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21 • febrero • viernes • 2020


Sant 2, 14-24.26; Sal 111; Mc 8, 34-9, 1.
El que quiera seguirme, cargue con su cruz y sígame
La vocación de todo bautizado es una llamada
que Jesús nos hace para seguirlo. El verdadero
cristiano es un seguidor de Jesús, a quien no basta
haber recibido el bautismo de niño, sino que
procura vivir esa nueva condición de hijo de Dios
y hermano de los otros.
Y el seguimiento implica caminar hacia esa
configuración con Jesucristo, modelo de hombre
perfecto. Implica negación, sacrificio, disponibilidad,
renuncia para “dejar” atrás viejas formas de
comportarse, de actuar, de tratar a los demás, de
ver la vida y de verse a sí mismo. El negarse a sí
mismo es también, renunciar
a los propios proyectos y
caprichos egoístas para asumir
el estilo de vida de Jesús.
Seguir a Jesús es, por
tanto, conocer y tratar de
asumir en nosotros su proyecto de hacer de este
mundo un espacio en donde se viva la justica, el
amor, la fraternidad, el perdón y todos los valores
que Él mismo vivió y predicó.
La pregunta de san Vicente sigue siendo hoy
válida para nosotros: ¿Qué haría Jesucristo si
estuviera en mi lugar?
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22•febrero•sábado Cátedra de san Pedro • 2020


1Pe 5, 1-4; Sal 22; Mt 16, 13-19.

L
¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?
a primera de las dos preguntas que Jesús
dirige a sus discípulos, va en relación a la
opinión de los demás. Jesús busca verificar
hasta qué punto sus discípulos conocen la
opinión de la gente sobre Él. Las respuestas
son muy variadas: Jesús sería Juan Bautista, Elías,
Jeremías o alguno de los profetas. Es identificado
con personajes del pasado y no con una identidad
propia.
Hay un dicho que conocemos bien: Dime con
quién andas y te diré quién eres. La forma de
evaluar nuestra identidad, depende de las personas
con las que yo me relaciono y de lo que yo hago
junto con ellas o inspirado y motivado por ellas.
Hay personas que se convierten en motivadoras
e inspiradoras en nuestra vida. ¿Es Jesús alguien
que inspira tus pensamientos, tus sentimientos y
acciones?
Inspirados para inspirar, contagiados para
contagiar, evangelizados para evangelizar. Somos
un libro abierto para los demás y de él también
aprenden. Nuestra vida es una predicación para
los demás. La pregunta que Jesús lanza a los
discípulos tiene dos maneras de responderse:
desde lo que sabemos y hemos aprendido, o desde
lo que vamos viviendo. Los santos respondieron
con la vida, ya que ella es la única respuesta que
al final vale.
Seremos examinados no por lo que hayamos
dicho, sino por lo que hayamos hecho.
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23 • febrero • domingo 7° T.O.) • 2020


(
Lev 19, 1-2.17-18; Sal 102; 1 Cor 3, 16-23; Mt 5, 38-48.
“Sean perfectos como es perfecto el Padre celestial”

C
uando Jesús llama a sus discípulos, lo
veremos siempre en camino y haciendo
esta invitación: Ven y sígueme. La perfección,
que es un llamado a ser santos, es algo
inalcanzable para los humanos en esta
vida, sin embargo Jesús nos invita a caminar
hacia ella, a dar lo mejor de nosotros mismos,
poniendo al servicio de los demás todo lo que
somos, lo que tenemos y lo que podemos.
San Pablo expresará la llamada a la santidad con
estas palabras: Ésta es la voluntad de Dios: que sean
santos. Que se abstengan de las inmoralidades,
que cada uno sepa usar de su cuerpo con respeto
sagrado (1Tes 4, 3-4).
San Vicente de Paúl fue un líder siempre en
acción, inquieto por el servicio y la evangelización
de los pobres, atento y con respuestas efectivas
ante cualquier pobreza, e invitó a muchos para
ponerse en camino hacia la santidad desde el
servicio humilde y desinteresado a los pobres.
Para mover a las personas utilizó esta
comparación: El agua de un estanque no está
nunca en movimiento. Y se vuelve turbia y lodosa,
mientras que los ríos y las fuentes que corren
rápidamente entre las piedras y rocas, tienen
las aguas limpias y frescas. ¿Y tú y yo, cómo
buscamos la santidad, la perfección?
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24 • febrero • lunes • 2020


Sant, 3, 13-18; Sal 18; Mc 9, 14-29.
Tengo fe, pero dudo, ayúdame
El evangelio de hoy nos cuenta cómo los discípulos
no pudieron expulsar al demonio de aquel niño.
El poder del mal fue superior a sus fuerzas.
Hoy también hay muchos males que son mayores
que nuestra capacidad de enfrentarlos: violencia,
drogas, guerra, falta de empleo, terrorismo, etc.
Hacemos grandes esfuerzos quizá, pero parece
que en vez de mejorar, el mundo queda peor que
antes. Y nos preguntamos, ¿de qué sirve luchar?
La gente que rodea a aquel niño se desespera.
A la falta de fe y de oración de sus discípulos se
debe su fracaso. Cuando los discípulos le preguntan
a solas a Jesús ¿por qué no pudimos?, él les contesta.
Esta clase de demonios solo es posible expulsarla
con la oración y el ayuno. Por su falta de fe. De
hecho, fe y oración van unidas, y
se relacionan en la vida.
Si hoy existe la falta de oración
entre los seguidores de Jesús es
por la falta de fe, y esto tanto a
nivel personal como comunitario.
Necesitamos la oración ya que la
plegaria hace despertar nuestra fe adormecida. Y
desde la oración brotará la fuerza para luchar
contra el mal. Es urgente mantenernos en pie
de lucha contra todo mal, pero con el arma de la
oración.
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25•febrero•martes B. Sebastián de Aparicio•2020


Sant 4, 1-10; Sal 54; Mc 9, 30-37.
“¿De qué hablaban por el camino?”

E
l evangelio de este día nos habla de dos
cosas importantes: El segundo anuncio
de la pasión, y la catequesis de Jesús
sobre quién es el más importante entre
los discípulos. Éstos no van siguiendo el
discurso de Jesús, su preocupación es otra, van
en otro canal: “¿quién es el más importante?”.
Sin duda sus intereses son otros, todavía muy
centrados en lo terreno y lo mundano, en lo
material.
Jesús les va escuchando, y una vez llegados a
casa retoma con ellos el diálogo. ¡Qué paciencia
la de Jesús! El que quiera ser el primero sea el
último de todos y el servidor de todos. Ésta es la
instrucción fundamental de Jesús, que ha venido
a poner el mundo al revés. Cambiar la ambición
del poder, la fama y el prestigio por una actitud
de servicio sencillo y humilde.
¿De qué vamos hablando nosotros hoy por el
camino de la vida? ¿Cuáles son nuestros intereses?
Jesús nos dijo: Donde está tu tesoro ahí está tu
corazón. ¿Qué es lo que nos preocupa y por lo
que trabajamos? Busquen primero el reino de
Dios y su justicia, y lo demás se les dará por
añadidura.
Haz Padre bueno que vivamos la pasión por
vivir y anunciar tu reinado en nuestro mundo.
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26 • febrero • Miércoles de Ceniza • 2020


Jl 2, 12-18; Sal 50; 2 Cor5, 20-6,2; Mt 6, 1-6.16-18.
“Arrepiéntanse y crean en el evangelio”
Una vez más en el camino de nuestra historia de
salvación, Dios nos ofrece una nueva oportunidad
para continuar el laborioso pero liberador camino de
conversión. Y nos presenta las tres armas que nos
purificarán y nos encaminarán a la santidad.
1: La oración. El tiempo de cuaresma es un buen
momento para revisar cómo es nuestra relación con
Dios, para acercarnos con más frecuencia a la Palabra
y a los sacramentos (eucaristía, reconciliación).
2: El ayuno. La Iglesia nos invita a practicar el
ayuno durante este tiempo. Pero se puede y debe ir
más allá de la privación de una comida. Es ayunar
de críticas, esfuerzo, sacrificio, renuncia a todo
aquello que impide vivir en comunión con Dios y
con el hermano.
3: La limosna. No se limita a mi colaboración para
el templo y sus gastos. Es ayuda al necesitado, salir
del egoísmo o de la ambición
de tener y de poseer más y
más cosas materiales.
Y la conversión, nos dice san
Pablo, es gracia, es obra de
Dios. En nombre de Dios les
exhortamos: déjense reconciliar
con Dios. Pidamos con mucho fervor: Cambia mi
mente, mi corazón, mis acciones.
El profeta Joel nos anima diciéndonos: Aún es
tiempo…
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27 • febrero • jueves • 2020


Deut 30, 15-20; Sal 1; Lc 9, 22-25.
El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo,

L
que cargue con su cruz, y que me siga.
a cuaresma es un camino hacia la celebración
gozosa de la Pascua y es también una imagen
de nuestra vida en camino hacia la pascua
eterna: el cielo. Por eso hoy Jesús nos dice que
para alcanzar esa meta hemos de
emprender un camino de despojo de todo aquello
que nos impide caminar con un corazón libre de
todo egoísmo, y en actitud alegre de entrega a los
demás.
Hay un verbo que guía el camino de todo
creyente, y que aparece desde que comienza la
historia de la salvación: Dejar. Cuando Dios llama
a Abraham le dice, Deja tu tierra… y vete al país
que te mostraré. Esta invitación a “dejar” aparece
también en la llamada a los discípulos quienes, al
escuchar a Jesús, lo dejan todo inmediatamente
para seguirlo. Por tanto, no puede haber un
verdadero seguimiento de Jesucristo sin esa
disposición a “dejar”.
Jesús nos llama a la conversión, tarea nada fácil.
Sólo con la gracia de Dios se podrá ir dejando
atrás todo aquello que nos impida seguirlo. Ayer
lo escuchamos en esa bella exhortación de san
Pablo: En nombre de Dios les exhortamos: déjense
reconciliar con Dios…
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28 • febrero • viernes • 2020


Is 58, 1-9; Sal 50; Mt 9,14-15.
“El ayuno que yo quiero es…”
La primera lectura de hoy contiene una fuerte
denuncia del formalismo religioso, que no compromete
a la persona a pesar de sus muchas prácticas religiosas,
las cuales terminan estando huecas de compromiso. Es
decir ¿de qué me sirven esas prácticas que no llevan al
compromiso con el hermano que tiende su mano para
clamar justicia, o para pedir que comparta con él?
Porque el ayuno sin amor efectivo vale poco.
El ayuno, más que la privación de alimento es el
deseo profundo de compartir aquello que se es y se
tiene. Es también el ayuno de vicios y de pecados. San
Agustín decía: Para ayunar de veras, hay que abstenerse,
antes que nada, de todo pecado.
¿Cuáles son los vicios de los que hay que ayunar?
Tenemos como tentación el vicio del consumismo, que
es una bofetada a tantos hermanos que pasan
necesidad. El vicio del alcohol, que tanto daño hace a
la persona y las familias. El vicio de los medios de
comunicación y las redes sociales que tantos beneficios
pueden acarrearnos, pero también tantos males están
causando a las personas.
Un buen examen y revisión de vida nos vendría bien
para darle valor a esta práctica del ayuno.
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29•febrero •sábado • 2020


Is 58, 9-14; Sal 85; Lc 5, 27-32.
No necesitan médico los sanos, sino los enfermos
El lunes 29 de julio del año 2019, los Obispos de
México expresaban su alegría por la aprobación
que hiciera la Santa Sede, de declarar al beato
Anacleto González Flores, mártir de la persecución
religiosa en México, como patrono de los laicos
mexicanos. Nació en Tepatitlán, Jal., el 13 de julio
de 1888.
Fue un laico con ideales, ejemplo
para los laicos, porque desde su vida
cristiana vivida en radicalidad, y
desde su profesión de abogado,
defendió los derechos humanos,
los derechos de los niños, de los
enfermos, de los pobres. Luchó por vivir los valores
del reino en la vida ordinaria de manera cristiana.
Miembro de la Familia Vicentina de México. A los
26 años, Anacleto, se lanzó a las obras sociales
inspirándose en el beato Federico Ozanam,
haciéndose miembro activo de las Conferencias
de San Vicente de Paúl, y por ello, dedicándose a
la visita domiciliaria a los pobres, los enfermos,
los presos y con una gran dedicación a la formación
cristiano de los jóvenes.
Antes de morir, dijo al General Ferreira: Perdono
a usted de corazón, muy pronto nos veremos ante
el tribunal divino, el mismo juez que me va a
juzgar, será su juez, entonces tendrá usted, en mí,
un intercesor con Dios.
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¡ Ya no hay pretextos para no rezar!


En la reflexión del inicio de este número de
Evangelio y Vida hacíamos referencia a los
padecimientos provocados por el uso (abuso)
prolongado de los dispositivos electrónicos.
Que quede claro que ni la fe ni la Iglesia están
peleados con la tecnología, y prueba de ello es
la reciente noticia que encontré por ahí:
“¡Rosario electrónico que se activa haciendo la
señal de la cruz!”
Dicha noticia daba cuenta de un nuevo
dispositivo lanzado por el Vaticano llamado
“Click to Pray” o “Click
para rezar el Rosario”,
proyecto que “reúne lo
mejor de la tradición
espiritual de la Iglesia y
los últimos avances del
mundo tecnológico”.
En la era de los gadgets y las aplicaciones,
la Iglesia se esfuerza en motivar a todos, pero
sobre todo a las nuevas generaciones, a la
oración, a la espiritualidad Se trata de un
dispositivo portátil e interactivo que se
conecta con una aplicación en el celular y que
se activa, ni más ni menos que haciendo la
señal de la cruz con él. Además, se puede usar
como brazalete, porque se trata de una “cruz
inteligente” que almacena datos, a la que se
engarzan 10 cuentas de hematita y ágata

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