Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Mauricio Duce
Ver más
Comente
Mauricio Duce
Un problema persistente en la práctica de funcionamiento de nuestro sistema procesal
penal, que proviene desde antes de la instauración del proceso acusatorio, es que muchas
decisiones relevantes de la etapa de investigación e intermedia se adoptan con niveles de
fundamentación —para decirlo de una forma elegante— a lo menos precarios. Esto explica
que el legislador haya querido dar una pauta clara sobre la materia en el artículo 36 del
Código Procesal Penal (en adelante CPP) al establecer el deber de fundamentar las
decisiones que se adopten (salvo las de mero trámite), especificando que la “simple
relación de los documentos del procedimiento o la mención de los medios de prueba o
solicitudes de los intervinientes no sustituirán en caso alguno la fundamentación” (inciso
segundo).
Desafortunadamente, la capacidad que tienen las normas jurídicas de cambiar la realidad
es siempre limitada. Esto explica que hasta ahora este tema siga siendo problemático y,
en alguna medida, una deuda importante del nuevo proceso acusatorio. Así, una de las
áreas en donde tradicionalmente resulta posible observar serios defectos de
fundamentación de las decisiones es en materia de prisión preventiva. Se trata de un área
en la que el deber de fundamentación de las decisiones es tan importante que incluso el
legislador reforzó la exigencia a los tribunales al establecer una norma especial sobre la
materia, el artículo 143 del CPP, en donde se establecen requisitos muy claros de
justificación de estas decisiones.
Como he señalado en trabajos más extensos sobre la materia (Mauricio Duce y Cristián
Riego, La prisión preventiva en Chile: análisis de los cambios legales y su impacto,
Ediciones Universidad Diego Portales, 2011), este fenómeno ha permitido el desarrollo de
un cierto automatismo en la aplicación de la prisión preventiva para delitos de cierta
gravedad. Cuestión que se ha vio agravada por la modificación introducida por la Ley nº
20.253 del año 2008 por medio de la que se introdujo un inciso cuarto al articulo 140 que
parece pretender volver a un antigua técnica legislativa consistente en describir ciertas
hipótesis en las que el juez estaría obligado a presumir el peligro para la sociedad. Esto ha
permitido que los tribunales entiendan habitualmente que el peligro para la seguridad de la
sociedad se constituiría por la concurrencia objetiva de una o algunas de las circunstancias
enumeradas en los incisos tercero y cuarto del artículo 140 del CPP (por ejemplo que el
delito imputado tenga pena asignada de crimen o sea un delito grave como se fundamenta
el caso en comento), sin necesidad de justificar en qué sentido concreto en el caso
específico objeto de decisión la libertad del imputado constituiría un peligro para esa
seguridad de la sociedad, por ejemplo, por la posibilidad que éste tendría de fugarse o no
comparecer o de reiterar conductas delictivas similares. La Corte Suprema ha interpretado
desde hace años estas modificaciones en un sentido consistente con la Constitución y los
tratados internacionales, afirmando que el inciso cuatro del artículo 140 del CPP debe ser
interpretado como “una mera referencia o criterio orientador” y no cómo una norma que
fuerce al criterio judicial (rol nº 192-2009 de 13 de enero de 2009). Lamentablemente,
dicho criterio no parece haberse traspasado a todos los jueces.
En el numeral 1, la Corte parte por señalar que “….la necesidad de fundamentación de las
resoluciones judiciales, en particular aquella que ordena la prisión preventiva, constituye
una garantía consagrada a favor del imputado para conocer a cabalidad los motivos de la
decisión que lo priva de libertad y que encuentra reconocimiento constitucional en el
artículo 19 N° 3 inciso 6° de la Constitución Política de la República”. De esta forma, la
Corte enfatiza que no estamos ante un deber puramente formal, sino una exigencia de
orden constitucional derivada del debido proceso (se trata de una idea desarrollada
previamente por la Corte en otras decisiones, por ejemplo, véase causa rol nº 4688-2011
de 31 de mayo de 2011).
Todos los casos brevemente reseñados dan cuenta de un área en donde claramente
nuestra práctica está al debe. Es probable que el mismo problema se reproduzca con
diversos niveles de intensidad en varias otras materias. Espero que esta columna ayude a
tomar mayor conciencia del problema y motive la discusión de algunas soluciones.