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El deber de fundamentación de las

decisiones judiciales y el uso de la prisión


preventiva
"... La capacidad que tienen las normas jurídicas de cambiar la realidad es siempre
limitada. Esto explica que hasta ahora este tema siga siendo problemático y, en
alguna medida, una deuda importante del nuevo proceso acusatorio. Así, una de
las áreas en donde tradicionalmente resulta posible observar serios defectos de
fundamentación de las decisiones es en materia de prisión preventiva. Se trata de
un área en la que el deber de fundamentación de las decisiones es tan importante
que incluso el legislador reforzó la exigencia a los tribunales al establecer una
norma especial sobre la materia..."
Lunes, 27 de octubre de 2014 a las 12:15

Mauricio Duce
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Mauricio Duce
Un problema persistente en la práctica de funcionamiento de nuestro sistema procesal
penal, que proviene desde antes de la instauración del proceso acusatorio, es que muchas
decisiones relevantes de la etapa de investigación e intermedia se adoptan con niveles de
fundamentación —para decirlo de una forma elegante— a lo menos precarios. Esto explica
que el legislador haya querido dar una pauta clara sobre la materia en el artículo 36 del
Código Procesal Penal (en adelante CPP) al establecer el deber de fundamentar las
decisiones que se adopten (salvo las de mero trámite), especificando que la “simple
relación de los documentos del procedimiento o la mención de los medios de prueba o
solicitudes de los intervinientes no sustituirán en caso alguno la fundamentación” (inciso
segundo).
Desafortunadamente, la capacidad que tienen las normas jurídicas de cambiar la realidad
es siempre limitada. Esto explica que hasta ahora este tema siga siendo problemático y,
en alguna medida, una deuda importante del nuevo proceso acusatorio. Así, una de las
áreas en donde tradicionalmente resulta posible observar serios defectos de
fundamentación de las decisiones es en materia de prisión preventiva. Se trata de un área
en la que el deber de fundamentación de las decisiones es tan importante que incluso el
legislador reforzó la exigencia a los tribunales al establecer una norma especial sobre la
materia, el artículo 143 del CPP, en donde se establecen requisitos muy claros de
justificación de estas decisiones.

Contrario a esto, en nuestra práctica cotidiana normalmente se invocan razones abstractas


y generales para dar lugar a las prisiones preventivas solicitadas, como por ejemplo,
repetir los criterios señalados en los incisos tercero y cuarto del artículo 140 del CPP. De
hecho, este fue uno de los problemas identificados en el fallo de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos en el caso Norín Catrimán y otros vs. Chile de 29 de mayo de
2014, que llevó a la condena de nuestro país. Por ejemplo, se puede ver la situación del
propio Norín (párrafos 350 y 351), en donde la Corte establece una violación a los artículos
7.1, 7.3 y 7.5 la Convención Americana sobre Derechos Humanos (párrafo 358).

Como he señalado en trabajos más extensos sobre la materia (Mauricio Duce y Cristián
Riego, La prisión preventiva en Chile: análisis de los cambios legales y su impacto,
Ediciones Universidad Diego Portales, 2011), este fenómeno ha permitido el desarrollo de
un cierto automatismo en la aplicación de la prisión preventiva para delitos de cierta
gravedad. Cuestión que se ha vio agravada por la modificación introducida por la Ley nº
20.253 del año 2008 por medio de la que se introdujo un inciso cuarto al articulo 140 que
parece pretender volver a un antigua técnica legislativa consistente en describir ciertas
hipótesis en las que el juez estaría obligado a presumir el peligro para la sociedad. Esto ha
permitido que los tribunales entiendan habitualmente que el peligro para la seguridad de la
sociedad se constituiría por la concurrencia objetiva de una o algunas de las circunstancias
enumeradas en los incisos tercero y cuarto del artículo 140 del CPP (por ejemplo que el
delito imputado tenga pena asignada de crimen o sea un delito grave como se fundamenta
el caso en comento), sin necesidad de justificar en qué sentido concreto en el caso
específico objeto de decisión la libertad del imputado constituiría un peligro para esa
seguridad de la sociedad, por ejemplo, por la posibilidad que éste tendría de fugarse o no
comparecer o de reiterar conductas delictivas similares. La Corte Suprema ha interpretado
desde hace años estas modificaciones en un sentido consistente con la Constitución y los
tratados internacionales, afirmando que el inciso cuatro del artículo 140 del CPP debe ser
interpretado como “una mera referencia o criterio orientador” y no cómo una norma que
fuerce al criterio judicial (rol nº 192-2009 de 13 de enero de 2009). Lamentablemente,
dicho criterio no parece haberse traspasado a todos los jueces.

En la dirección descrita destaco entonces la importancia de un conjunto bastante reciente


de decisiones de la Corte Suprema y de varias Cortes de Apelaciones del país que —a
propósito de diversos recursos de amparo— han reiterado la importancia del deber de
fundamentación de las decisiones en esta materia, revocando varias prisiones preventivas
decretadas con justificaciones desarrolladas de manera formal. Quiero destacar
especialmente en esta línea una decisión reciente de la Corte Suprema de 10 de
septiembre de 2014 (rol nº 23.772-2014). En ella la Corte conoce en apelación de un
recurso de amparo y ratifica la resolución de la Corte de Apelaciones de Chillán agregando
diversas consideraciones de mucho interés que le permiten revocar la decisión del Tribunal
de Letras y Garantía de Bulnes que decretó originalmente la prisión preventiva.

En el numeral 1, la Corte parte por señalar que “….la necesidad de fundamentación de las
resoluciones judiciales, en particular aquella que ordena la prisión preventiva, constituye
una garantía consagrada a favor del imputado para conocer a cabalidad los motivos de la
decisión que lo priva de libertad y que encuentra reconocimiento constitucional en el
artículo 19 N° 3 inciso 6° de la Constitución Política de la República”. De esta forma, la
Corte enfatiza que no estamos ante un deber puramente formal, sino una exigencia de
orden constitucional derivada del debido proceso (se trata de una idea desarrollada
previamente por la Corte en otras decisiones, por ejemplo, véase causa rol nº 4688-2011
de 31 de mayo de 2011).

La Corte también avanza a señalar los alcances de este deber en el numeral 2 de su


decisión al señalar que éste “….no se satisface con referencias formales de compartir o
adherir a la tesis de alguno de los intervinientes ni con la mera enunciación de citas legales
si no se dota de contenido a la decisión en términos de indicar, en cada caso y con
precisión, cuáles son los fundamentos de hecho y de derecho que fundan las resoluciones
adoptadas, es decir, en el caso que se revisa, ésta debe comprender todos los extremos
de peligro que exige el artículo 140 del Código Procesal Penal”. Como se puede apreciar,
no sólo se reiteran las exigencias de los artículos 36 y 143 del CPP, sino se avanza
específicamente en determinar y reforzar los parámetros que una decisión en materia de
prisión preventiva debiera satisfacer.

Finalmente, la Corte se hace cargo de identificar qué tipo de razonamiento es insuficiente


para fundar la decisión al señalar en su numeral 3 que “…la juez recurrida se limita a hacer
suyos los antecedentes proporcionados por la fiscalía, sin explicitar en su resolución las
consideraciones en virtud de las cuales la medida cautelar impugnada resultaba
procedente, por lo que se aparta del mandato legal y constitucional, lo que acarrea la
arbitrariedad de la decisión y es suficiente para acoger la acción intentada”.
En líneas bastante similares es posible encontrar otros fallos. Destaco, por ejemplo, una
decisión de la Corte de Apelaciones de San Miguel de 22 de agosto de 2014 (rol nº 192-
2014) en el que la Corte también revocó una decisión de prisión preventiva como
consecuencia de acoger un recurso de amparo por falta de fundamentación de la decisión
original, aún cuando sus argumentos son un poco más generales. Lo interesante de estos
fallos es que relevan que la magnitud del problema de inadecuada fundamentación es tal
que el recurso de amparo es aceptado como un mecanismo idóneo para su solución.

Todos los casos brevemente reseñados dan cuenta de un área en donde claramente
nuestra práctica está al debe. Es probable que el mismo problema se reproduzca con
diversos niveles de intensidad en varias otras materias. Espero que esta columna ayude a
tomar mayor conciencia del problema y motive la discusión de algunas soluciones.

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