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4,6 CENTÍMETROS

Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las trece. Cientos de personas
paseaban bajo el indiferente sol de Hamburgo, sin saber, que la chica de ojos
grises, que, escondida bajo una gorra oscura pasaba nerviosa por delante de esa
amarga biblioteca siempre vacía, aunque, ahora llena de policías y médicos
forenses; sería puesta en busca y captura y condenada a más de treinta años tras
las frías rejas de Hoheneck. La cárcel de mujeres con trastornos psicóticos más
conocida en Alemania.
La criminal más buscada del momento, paseaba sin siquiera llamar la atención por
Lattenplaz; la plaza más famosa y transitada de Hamburgo

Remontemonos al diez de octubre del 99 a las 16:53 horas.


En ese momento, a Linda le detectaron esquizofrenia; en ese momento, a Linda le
caía el mundo encima.
-La dopamina y la serotonina han bajado en su cuerpo a causa de una infección
cerebral que le ocasionó esquizofrenia- Las palabras de Hemmer rebotaban en el
cráneo de Linda.
Desconocía el 80% de las palabras que el doctor Hemmer parloteaba como si de
una metralleta se tratara, aludiendo a la enfermedad que se oponía a los sueños y
aspiraciones de Linda; acabar la carrera de medicina y sacarse los másteres
necesarios para, algún día, llegar a ser neurocirujana.

Volvamos al siglo XXI, más exactamente cuando Linda, tras informarse y descubrir
que un esquizofrénico sí podía colegir una carrera, empezó a medicarse y mejoró
notablemente. No contenta con haber logrado licenciarse en medicina, quería dejar
su huella en el mundo.
Meses más tarde, un fuerte brote esquizofrénico atacó a Linda y la retuvo en una
habitación del hospital Sankt George Asklepios Klinic durante poco más de dos
primaveras.
Le diagnosticaron un tipo de esquizofrenia llamado trastorno esquizoafectivo, este,
le ocasionaba delirios de grandeza y alucinaciones que podían llegar a ser letales.

Linda, tras una aparente mejora gracias a la esquizoterapia y la medicación, le


dieron el alta en el hospital.
La paciente volvió a su vida cotidiana sin que los especialistas supiesen que desde
su ingreso al Sankt George, no se había tragado siquiera una pastilla de los
centenares de ellas que debía ingerir para regular el brote.
Entonces, cansada de ser una chica con una aparente vida monótona y nada
llamativa, las voces de su cabeza la presionaron brutalmente para que matara a
Hemmer, el médico que le abrió los ojos pero también le arruinó la vida.
Dados sus estudios, tenía conocimiento de muchos métodos letales,pero Hemmer
también.

Después de años planeando estrategias mortales, Linda decidió acabar con la vida
del doctor sin dejar rastro.
El primero de abril del 2014, Linda se acercó a Hemmer y a su hija que, como cada
martes, acudían a la biblioteca más melancólica y vacía de toda Alemania, a
terminar los argumentos que su hija Nadja presentaría al sacarse las oposiciones de
policía.
Linda se hizo pasar por bibliotecaria, esa tarde llevaba un broche horrendo clavado
en su suéter por una aguja de 4,6 centímetros; ésta, es la profundidad exacta en la
que se encuentra la vena cerebral magna, esa misma que pinchó Linda para matar
al doctor.
Acercándose por la espalda a Hemmer, clavó con delicadeza y rapidez el alfiler en
la nuca del doctor, provocando así, la detonación de la vena más primordial del
cuerpo humano.
El abundante sangrado y los llantos de Nadja, permitieron a Linda escabullirse entre
el bullicio de la multitud con su broche rojo.

Antes de actuar, Linda dejó varias huellas dactilares parciales de su padrastro y de


su exmarido.

Hoy en día, la policía alemana sigue buscando como sospechosos del caso, dos
hombres rubios, de ojos claros y aunque el 78% de varones nacidos en Alemania y
alrededores cumplan a la perfección esas características, Najda Hemmer, nueva
jefa de policía no cede y sigue buscando el asesino que acabó con su padre.

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