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REVISTA DE PASTORAL LITÚRGICA
http://phase.cpl.es/

vinculada al La liturgia
INSTITUTO SUPERIOR DE LITURGIA DE BARCELONA, en las grandes ciudades
DE LA FACULTAD DE TEOLOGÍA DE CATALUNYA

año 57 (2017) núm. 339

Centre de Pastoral Litúrgica 339


+ Nàpols 346, 1. 08025 Barcelona mayo / junio 2017 (año 57)
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phase Fundador
Pere Tena †

Director
José Antonio Goñi
Vinculada
al Instituto Consejo
Luis Fernando Álvarez (Madrid)
Superior
Dionisio Borobio (Salamanca)
de Liturgia Juan María Canals (Madrid)
de Barcelona,
REVISTA DE PASTORAL LITÚRGICA

Manuel Carmona (Jaén)


de la Facultad Ángel Cordovilla (Madrid)
de Teología Lino Emilio Díez (Madrid)
Juan Javier Flores (Roma)
de Catalunya
Jaume Fontbona (Barcelona)
Aurelio García (Valladolid – Roma)
Luis García (León)
Jaume González (Barcelona)
Ramiro González (Ourense)
Jordi Latorre (Barcelona)
Julián López (León)
Alejandro Pérez (Málaga)
Salvador Pié (Barcelona)
Jordi-Agustí Piqué (Montserrat – Roma)
Lluís Prat (Solsona)
Guillermo Rosas (Santiago de Chile)
Fernando Sedano (Puebla)
Josep Urdeix (Barcelona)

Publicado por Precio de suscripción para el 2017:


Centre de Pastoral Litúrgica España: 60 €
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Precio de este número: 11 €
ISSN 0210-3877 / D.L.: B 7504-1961 Imprenta: Agpograf

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año 57
mayo – junio 2017
núm. 339

La liturgia
en las grandes ciudades
Editorial
Celebrar la fe y la vida con mi comunidad parroquial
(José Antonio Goñi)............................................................. 195

Artículos
Alphonse Borras
Lugares de culto para el «homo urbanus»....................... 199
Lino Emilio Díez Valladares
Vivir y celebrar en comunidad............................................ 211
Oscar Darío Pechinenda
El papel de los santuarios en el culto................................. 223
Marcos Aceituno Donoso
«Actitud política», fruto del «ars celebrandi» eclesial..... 235
Gonzalo Matías Guzmán Karadima
La connaturalidad en lo popular, entre la liturgia y la
piedad.................................................................................... 251

Puntos de vista
El lujo litúrgico, un desafío a la riqueza de la fe (Alain
de Raemy)............................................................................ 265
Las celebraciones litúrgicas en los hospitales (Abilio
Fernández García)........................................................... 269

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194 Sumario

Celebraciones en los tanatorios (Enric Termes Ferré).. 274


La Divina Liturgia es el centro de la vida cristiana de
los católicos orientales de Ucrania en el sur de España
(Roman Hamratsey)........................................................... 279
Noticias
Mons. Víctor Sánchez recibe el III Memorial Pere Tena
de Pastoral Litúrgica............................................................ 285
«Tibi laudes et gratias»........................................................ 286
La renovación del Misal...................................................... 286
Libros
Bibliografía reciente en italiano.......................................... 287
In memoriam
Pedro Farnés Scherer (1925-2017) (José Antonio Goñi).. 293

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Editorial

Celebrar la fe y la vida
con mi comunidad parroquial
Soy natural de Mendigorría, un pequeño pueblo de la zona media
de Navarra (España) que apenas llega a los 1000 habitantes. Todo
el pueblo nos conocemos; sabemos los unos la vida de los otros.
En el pueblo hay una parroquia, cuyo titular es san Pedro apóstol,
aunque antiguamente hubo otra parroquia dedicada a la Virgen
María, por lo que contamos con dos iglesias. Sin embargo, solo
en contadas ocasiones del año, se utiliza la primigenia parroquia.
Hay también dos ermitas en el término municipal, a unos cuatro
kilómetros del núcleo urbano ambas: una dedicada a la Virgen, en
su advocación de Andión, y otra al apóstol Santiago.
La vida del pueblo está marcada, entre otras cosas, por los acon-
tecimientos religiosos, como si de un reloj o calendario se tratara.
Así, cuenta con dos misas dominicales, una el sábado por la tarde,
otra el domingo por la mañana, que posibilitan uno de los momen-
tos de encuentro semanal. Además, las celebraciones cristianas
anuales reúnen al pueblo bien para festejar a la patrona, la Virgen
María en el misterio de su asunción (15 de agosto), o a la patrona
secundaria la mártir santa Apolonia (9 de febrero); bien para acudir
en romería caminando desde el pueblo a las ermitas y pasar un
día de fraternidad, el 1 de mayo a la primera, el 25 de abril a la
segunda; bien para celebrar las primeras comuniones; bien para
acompañar a una familia que ha perdido un ser querido; bien para
festejar un aniversario, etc. Además, en determinadas ocasiones,
el templo es utilizado a modo de auditorio, para que la coral o la
banda municipal den un concierto navideño, por ejemplo, para
hacer una representación de un auto sacramental, para recibir a

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196 Editorial

sus majestades los Magos de Oriente en la víspera de la Epifanía


del Señor.
De algún modo, podríamos decir que la vida del pueblo tanto civil
como religiosa están entrelazadas. Iglesia y municipio están al ser-
vicio de la sociedad, sin concebirse esta relación como una alianza
de poderes. La parroquia crea vínculos entre todos los habitantes
del pueblo, siendo visible la comunidad cristiana de Mendigorría.
Por otra parte, mis destinos pastorales han sido siempre en la
ciudad, en Pamplona, cabeza de la diócesis y capital de la pro-
vincia de Navarra. Ahí he vivido experiencias diferentes a la de
mi pueblo de origen. Concretamente desempeñé mi ministerio
durante un año en la céntrica parroquia de San Miguel, en pleno
ensanche. Diariamente contábamos con misas prácticamente cada
hora desde las 7 de la mañana, a lo largo de la semana pasaban
por los locales parroquiales una infinidad de niños para la cate-
quesis de primera comunión o adolescentes preparándose para
la confirmación, la lista de enfermos para visitar era bastante
extensa… Mucha de la gente era de paso: acudían a una misa u otra
porque les venía bien ese domingo, se apuntaban a la catequesis
porque la parroquia estaba cerca del colegio o de las actividades
extraescolares, pedían celebrar un funeral porque era una iglesia
céntrica… Recuerdo cómo la gente preguntaba qué domingo
iban a celebrarse las primeras comuniones o cuándo vendría el
obispo para administrar la confirmación, para no ir a esa misa.
En cambio, en mi pueblo, también la gente preguntaba lo mismo,
pero con la intención contraria: acompañar a las familias que iban
a celebrar un acontecimiento cristiano importante. Podríamos
decir que también en la ciudad la parroquia estaba al servicio de
la sociedad, sí; pero la comunidad parroquial quedaba diluida
frente al individuo cristiano que utilizaba la parroquia según sus
necesidades. Una experiencia totalmente diferente a la vivida en
mi infancia y adolescencia.
Esta realidad va siendo común en nuestra sociedad actual. En
la configuración urbana del siglo xxi, van creciendo los grandes
núcleos urbanos en detrimento de las pequeñas poblaciones. Es
por ello que hemos considerado oportuno dedicar un número a la

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Editorial 197

liturgia en las grandes ciudades y ofrecer algo de luz a esta realidad,


donde la Eucaristía dominical no es punto de encuentro de una
comunidad cristiana que se conoce, sino una reunión de cristianos
individuales que celebran su relación con Dios, sin ser muy cons-
cientes de que formar parte de la Iglesia significa pertenecer a una
comunidad parroquial concreta, en la que, con otros creyentes, se
celebra la fe y se comparte la vida, sin ser muy conscientes de que
además de la relación personal con Dios está la relación comunita-
ria. Bien señaló C.S. Lewis, cuando el diablo Escrutopo escribía a
su sobrino Orugario para aleccionarle sobre cómo podía debilitar
al creyente que tenía encomendado: «Sin duda sabes, que si a un
hombre no se le puede curar de la manía de ir a la iglesia, lo mejor
que se puede hacer es enviarle a recorrer todo el barrio, en busca
de la iglesia que “le va”, hasta que se convierta en un catador o
connosseur de iglesias.» (Cartas del diablo a su sobrino, núm. XVI).
De modo que, para evitar esto, sería conveniente conseguir que
cada el creyente acuda a la misa de su comunidad cristiana en lugar
de buscar la misa que mejor se adapte ese domingo a su horario,
potenciando así comunidades cristianas en las que puede haber,
por circunstancias, creyentes de paso, pero en la que no todos son
de paso. Recordemos cómo se describe la celebración dominical de
los cristianos del siglo ii en una única celebración que es encuentro
de la comunidad cristiana: «El día que se llama día del sol tiene
lugar la reunión en un mismo sitio de todos los que habitan en la
ciudad o en el campo» (Apología primera 1, 67).
José Antonio Goñi
Director de la revista «Phase»

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Culmen et fons

15,00 €

Liturgia y sociedad actual


AA.VV. 100 págs.
Un libro que recoge las ponencias expuestas en las
Jornadas de la Asociación Española de Profesores de
Liturgia Liturgia y sociedad actual, realizadas a finales
de agosto de 2016.
Hay una positiva preocupación por la dificultad existente
en la sociedad actual de comprender la acción litúrgica y
se advierte también una falta de conocimientos básicos
de lo que es la liturgia. ¿Por qué? ¿Qué es lo que ha
ocurrido? ¿Qué podemos hacer? Preguntas valientes
que guiaron la reflexión y el diálogo de las mencionadas
Jornadas.

Centre de Pastoral Litúrgica


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Phase 57 (2017) 199-210

Lugares de culto
para el «homo urbanus»*
Alphonse Borras

Resumen
El artículo nos adentra en algunos aspectos del fenómeno de urbanización al prin-
cipio de este siglo xxi y en los interrogantes que plantea para una pastoral urbana
desde el ángulo litúrgico. Teniendo en cuenta este contexto, se aborda después la
diversidad de creyentes y el abanico de realidades eclesiales en el seno de la Iglesia
local diocesana.
Palabras clave: ciudades, culto, pastoral, sociedad.
Abstract
The article gets us into some aspects of the phenomenon of urbanization at the
beginning of this 21st century and into the questions raised for an urban pastoral
from the liturgical angle. Afterwards, taking into account this context, the article
deals with the diversity of believers and the range of ecclesial realities within the
local diocesan Church.
Keywords: cities, pastoral, society, worship.

¿Cómo vive un creyente su fe en la variedad de «ofertas» religiosas


de las grandes ciudades? Esta es la cuestión que se me ha planteado.
Una cuestión que lleva al «vivir» y no, de entrada, al «celebrar», que
más bien será abordado en las restantes contribuciones. Yo hubiera
preferido que se hablara del creyente en plural. «El» creyente in
abstracto no existe. En cambio, no me importa referirme al homo

*
Este artículo, preparado por el autor en francés para la revista Phase, ha
sido traducido al castellano por Mercè Solé.

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200 Alphonse Borras

urbanus para designar la cultura de este mundo «urbanizado».


Hay que estar atentos, ya que esta cultura desborda ampliamente
las «grandes ciudades» y parece extenderse por todas partes.
Pone el acento, desde varios puntos de vista, en los rasgos de la
ultramodernidad, principalmente en la emergencia del sujeto, en
su eclecticismo o su selectividad, en el pluralismo de creencias y
de convicciones sobre un fondo de universalización.
Me detendré en algunos aspectos del fenómeno de urbanización
al principio de este siglo xxi y en los interrogantes que plantea
para una pastoral urbana desde el ángulo litúrgico.1 Teniendo en
cuenta este contexto, abordaré después la diversidad de creyentes
y el abanico de realidades eclesiales en el seno de la Iglesia local
diocesana. La frecuentación de los diferentes lugares de culto en
medio urbano refleja en efecto una «demanda» de los creyentes en
función de la variedad de sus derroteros espirituales. No podemos
sin embargo contentarnos con una constatación, hay que exami-
narla para comprender en qué condiciones el abanico de lugares
de culto puede coincidir con las aspiraciones de los creyentes y
contribuir en el medio urbano a la catolicidad que confesamos en
el Credo.

1. La urbanización generalizada y las cuestiones que plan-


tea a la pastoral
Hacia el año 1900, el sociólogo Georg Simmel anunció ya la «urba-
nización galopante». Su aceleración inscribe a la humanidad en el
«tiempo de las ciudades».2 Si actualmente se estima que un 50%
de la población mundial se ha convertido en urbana, se la evalúa
en un 80% en 2030. El papa Francisco se muestra extremadamente
sensible a esta urbanización generalizada y a los desafíos que
supone para la evangelización y la pastoral (cf. Evangelii gaudium
[=EG] 71-75).

1 Este artículo se inscribe en la estela de las reflexiones desarrolladas por A.


Borrás, «La comunicación del Evangelio en la gran ciudad. Espacio, agentes,
condiciones», en L.M. Sistach (ed.), La pastoral de las grandes ciudades, Madrid:
PPC 2015, 191-233.
2 J. Rémy - L. Voyé - L. Costes, «Sociologie urbaine», en J.-P. Durand – R.
Weil (eds.), Sociologie contemporaine, Paris: Vigot 32006, 446-471.

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Lugares de culto para el «homo urbanus» 201

La ciudad existe desde que los seres humanos han tenido la capa-
cidad de intercambiar con otros bienes los excedentes de los pro-
ductos necesarios para su subsistencia. A partir de este momento,
han comenzado a vivir con otros recursos además del trabajo de la
tierra. En la encrucijada del intercambio de bienes nacía también
una colectividad en un espacio que ella misma determinaba, cons-
truía y aseguraba. Esta colectividad conocía relaciones funcionales
y una división del trabajo más desarrollada entre sus habitantes
en función de la vida económica, social y cultural.
Más todavía que en las sociedades tradicionales, la ciudad moderna
descansa sobre la especialización funcional y la mezcla de poblacio-
nes. No implica una sociabilidad circunscrita al barrio: se vive en
alguna parte, pero se decide desplegar las restantes dimensiones
de la existencia en diferentes barrios. Este eclecticismo acentúa
el anonimato propio de la realidad urbana. Cuánto más densa es
la población, más se protegen los ciudadanos deslizándose en la
muchedumbre. Esto no deja de incidir en la frecuentación de los
centros de culto. Esta es la sociabilidad propiamente eclesial de los
fieles que los frecuentan. Es pertinente preguntarse si esta favorece
sociológicamente la inscripción del hecho cristiano en el tejido social
y teológicamente el testimonio evangélico como signo que anticipa
y anuncia el reino que llega.
Más todavía que antaño, la cultura urbana está marcada por la
movilidad que se impone por la especialización de funciones
(un lugar y una actividad). Sus expresiones variadas se dan en
las categorías socio-profesionales, en los grupos sociales, en los
barrios o en los suburbios, etc. En el ámbito religioso, se va por
ejemplo a la parroquia para la catequesis de los niños, a una igle-
sia conventual por la calidad de la liturgia e incluso a la catedral
para ciertos acontecimientos. ¿Cómo construye esta pluralidad de
frecuentaciones de centros de culto una conciencia diocesana de
participar en la misma misión?
En el espacio urbano multifuncional, no basta con querer moverse.
Hay que ser capaz de hacerlo y disponer de las posibilidades
(recursos financieros, capital cultural, relaciones sociales, parti-
cipación en las redes, etc.). Los individuos culturalmente favore-
cidos o poseedores de poder social, particularmente a causa de

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202 Alphonse Borras

su poder económico, aprovechan mejor las relaciones sociales en


red al mismo tiempo que refuerzan esta estructura selectiva, si no
elitista, de relaciones.3
La ciudad moderna está hecha para los individuos que tienen
la oportunidad de desplazarse. A los ciudadanos precarizados
a causa de la pobreza o aislados a causa de la edad o la enferme-
dad, la urbanización les sale dolorosamente cara: sobre todo les
resulta más difícil porque ya no se benefician de las solidaridades
tradicionales de la familia o de la vecindad como en los pueblos de
antes. A eso se añaden además otras circunstancias (una vivienda
mal concebida, una mala calidad de los equipamientos, el miedo
al otro y la intolerancia, el sentimiento de inseguridad, etc.), la
dificultad para moverse se convierte entonces en sinónimo de
incomunicación y en fuente de violencia. Estos ciudadanos, mal
integrados, marginalizados o excluidos, son ciudadanos a medias,
como dice el papa Francisco, incluso sobrantes urbanos (cf. EG 74).
Esto plantea una cuestión a la orientación de la pastoral, particu-
larmente litúrgica, de los diferentes centros de culto. ¿Cuáles son
su apertura y su solidaridad con los ciudadanos precarizados?
La ciudad moderna es típicamente una sociedad de servicios al
público con un abanico de funciones susceptibles de coincidir con
las necesidades de los individuos.4 Induce a una terciarización
de los estilos de vida. Los ciudadanos se convierten en usuarios,
incluso en clientes. El mercado de bienes materiales o simbólicos
con sus respectivos dispositivos funciona sobre la base de criterios
de calidad en función de la competencia del personal que las admi-
nistra y según el grado de satisfacción de los clientes. De forma

3 Para muchos, su precarización económica y su marginalización social,


particularmente por el hecho del paro, así como su pertenencia a las minorías
y sus diferencias, étnicas por ejemplo, son factores de exclusión social que
engendran discriminación, incluso segregación, y suscitan la violencia de unos
y el miedo de otros. Estas «prácticas de segregación y de violencia«expresan
«numerosas dificultades» que obstaculizan el «pleno desarrollo de la vida
de muchos» (EG 74).
4 Cf. A. Texeira, Entre a exigência e a ternura. Uma antropolgia do habitat
institucional católico, Lisboa: Paulinas 2005, 264-265. Cf. igualmente su artículo
en catalán: A. Texeira, «Parròquia i cultures urbanes», Quaderns de Pastoral
209 (2008) 129-138.

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Lugares de culto para el «homo urbanus» 203

semejante ocurre en el campo religioso, donde se trata de responder


a las «exigencias» de calidad de los fieles en relación a los «bienes
simbólicos» que consideran como «lo debido». Esta «táctica» de
los fieles es habitualmente contrarrestada por la «estrategia» de
los eclesiásticos que se desea «comunitaria», incluso «misionera».
Por poco que estos jueguen a «controladores de la gracia» (cf. EG
47 in fine), los fieles se siente descalificados cuando ejercen su
selectividad con toda buena fe.
La pastoral urbana, en particular la parroquial, mira a menudo
con malos ojos el eclecticismo de los creyentes. Por importante
que sea la institución parroquial –porque ofrece a todo aquel que
pasa por este lugar lo esencial para convertirse en cristiano (¡y
para seguir siéndolo!)–,5 la diversidad de los centros de culto no
es una oportunidad para la evangelización. La cultura urbana de
los creyentes requiere una pluralidad de realidades eclesiales. ¿La
pastoral urbana toma en serio la diversidad de las necesidades
religiosas y de las búsquedas espirituales?

2. Diversidad de creyentes y variedad de las realidades


eclesiales
La Iglesia es «para el mundo»; su finalidad no está en sí misma.
Despliega su misión «en el corazón de la historia» para significar
la alianza que Dios desea establecer con toda la humanidad. Esta
misión se vive en este lugar, en la Iglesia «local», –concretamente
en la diócesis– en la diversidad de creyentes que la constituyen.
Estos representan un amplio abanico de motivaciones según se
refieran de una forma u otra a la Iglesia católica o bien se sientan
comprometidos con ella. Estas motivaciones son diversas.
Yo las clasifico en cuatro categorías principales que no son compar-
timentos estancos, sino que a menudo interactúan: la educación
recibida en familia o más simplemente las tradiciones familiares,
los valores vehiculados por el hecho cristiano, la cultura bajo sus
diferentes ángulos (historia, patrimonio, religiosidad, sentido de
lo sagrado, etc.) o la fe, tanto la fe elemental (o «antropológica», la

5 Cf. A. Borras – G. Routhier, La nueva parroquia, Santander: Sal Terrae


2009, 71-75.

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de vivir en confianza, de confiar en la vida y en el prójimo) como


la confesión de fe («teologal», propiamente crística y trinitaria).
Estas motivaciones para denominarse cristiano o estas razones
para identificarse como tal se encuentran por todas partes en
Europa, pero probablemente en proporciones sensiblemente
diferentes según los países, su historia religiosa y su evolución
cultural. La «fe» –antropológica y a fortiori teologal– no es para
nuestros contemporáneos la razón exclusiva de su referencia a la
Iglesia, ni el único factor en la elaboración de su identidad.
Me gusta, en efecto, subrayar esta diversidad de razones al referirse
al hecho cristiano o a la fe cristiana. Desde sus orígenes, la Iglesia
es un cuerpo mezclado –un corpus permixtum decía san Agustín–
cuyos signos precursores vemos ya en el Nuevo Testamento.6
Dicho de otro modo, ni antes, ni ahora, la adhesión de fe personal
en Cristo califica exclusivamente la referencia que los seres humanos
tienen con él y con el Dios con el que se identifica, el «reino» que
él anuncia e inaugura, los valores y actitudes que se desprenden
de él. Es así también en nuestras vidas, dónde, según las etapas o
circunstancias particulares de nuestra existencia, las razones que
definen nuestra identidad católica son diferentes.
Este corpus permixtum que es la Iglesia es todavía más abigarrado en
nuestra cultura urbana, por varios motivos: el mestizaje de la pobla-
ción, el pluralismo de creencias y de convicciones, la persistencia
de lo religioso cada vez menos regulado por la Iglesia y entregado
al bricolaje de los individuos. La fluidez del sentido de pertenencia
del homo urbanus expresa en tanto que determina sus necesidades
religiosas, incluso su búsqueda espiritual. Pues nuestros contem-
poráneos –también los católicos, sobre todo los jóvenes, a menudo
menos integrados en la institución eclesial– son, propiamente dicho

6 En los relatos evangélicos, hay una diversidad de personas que se refieren


a Jesús de Nazaret: la muchedumbre, los anónimos en contacto con Jesús, sus
discípulos, los doce o los apóstoles y los más cercanos como Pedro, Santiago
y Juan. Paralelamente en las comunidades del siglo i, hay un amplio abanico
de personas tocadas por la personalidad del nazareno, seducidas por lo que
dice y lo que hace, transformadas por una necesidad de vivir, interpeladas
por el Evangelio o concernidas muy personalmente por un encuentro con
Jesús hasta el punto de creer en él.

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Lugares de culto para el «homo urbanus» 205

seekers, «peregrinos», buscadores de sentido.7 Lo que sigue siendo


determinante sin embargo es la experiencia religiosa del individuo:
lo que prueba o experimenta en una búsqueda de sentido y lo que
verifica como bueno, benéfico y provechoso para él.
Es la búsqueda del individuo lo que prima (validación personal).
Se nutre de diferentes fuentes y en diferentes lugares; necesita
ser compartida, si no verificada con otros individuos (validación
comunitaria).8 Pero este compartir necesita muy a menudo un
marco institucional, concretamente un lugar de culto donde se
celebra y a la vez se consolida la experiencia. Los itinerarios biográ-
ficos ya no se escriben en función de lugares estables y de tiempos
fijos. Están ya condicionados por la participación en los «lugares
altos» y los «tiempos fuertes». ¡Especialmente para el homo urbanus!
La Iglesia en la ciudad es más que nunca este pueblo abigarrado
de personas que se cruzan, se frecuentan y caminan juntas –para
algunos pasos o para un largo camino– porque se sienten o se quie-
ren concernidas por el «hecho cristiano» según una variedad de
sensibilidades, de motivaciones, en definitiva de recorridos (bus-
cadores de sentido, catecúmenos, fieles practicantes u ocasionales,
recomenzantes, etc.). ¿Cómo acompañar a las personas en nuestras
ciudades para que, a partir de su diversidad, se encuentren con
Cristo, arraiguen en esta experiencia fundadora9 y contribuyan
así a la catolicidad de la Iglesia local?

7 Sobre la interpelación que esto dirige a la Iglesia católica, me remito a


la obra coordinada por M. Lamberigts (ed.), 50 anys après le Concile Vatican
II. Des théologiens du monde délibèrent, Paris-Roma: FIUC-Librería Editrice
Vaticana 2015, 77-81.
8 En las sociedades tradicionales, la prioridad, en cambio, consistía en
la validación institucional de las tradiciones y de las herencias. En nuestros
días, esta validación no interviene si no en último lugar. Sobre esta triple
validación, hay que leer las reflexiones de D. Hervieu-Léger, Le pèlerin et le
converti. La religion en mouvement, Paris: Flammarion 1999, 187.
9 «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea,
sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un
nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva [...]» (Benedicto
XVI, Deus caritas est, 1).

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206 Alphonse Borras

Durante largos siglos, la parroquia ha sido la institución que ha


dado mayor visibilidad al hecho cristiano. No obstante, jamás ha
sido la única. También otras instituciones eclesiales ha contribuido
a ello: abadías y monasterios, santuarios, lugares de peregrinaje
a los que se sumaban ya antes otras expresiones de tipo asocia-
tivo como las cofradías, uniones pías y terceras órdenes, etc., y
en nuestros días múltiples asociaciones espirituales, apostólicas,
caritativas, etc., así como centros de formación, medios de comu-
nicación diversos y servicios eclesiales sin olvidar las instituciones
temporales cristianas (escuelas, hospitales, etc.).
Todavía hoy, la parroquia no lo es todo de la vida diocesana y del
anuncio del Evangelio en este lugar.10 Nada nuevo. Lo que es nove-
doso, especialmente en las ciudades, es que la institución parroquial
no basta para comunicar el Evangelio en el espacio urbano. Es una
institución para el día a día, pero no está equipada para reunir a todos
los ciudadanos, tanto a los que viven en la ciudad como a los que
vienen por trabajo u otras razones. Corre el riesgo de ser «líquida».11
El papa Francisco invita a «imaginar espacios de oración y de comu-
nión con características innovadoras, más atractivas y significati-
vas para las poblaciones urbanas» (EG 73).12 La especialización de
funciones y la movilidad de los ciudadanos así como su eclectismo
subrayan los límites de la parroquia en la ciudad moderna de cara
a las necesidades de grupos humanos cuyos espacios de referencia
escapan ya a las contigüidades espaciales. De ahí las iniciativas de

10 «[La parroquia] no es la única institución evangelizadora», escribe


el papa Francisco después de haber afirmado no obstante que «no es una
estructura caduca» (EG 28).
11 Cf. A. Join-Lambert, «Vers une Église “liquide”», Études (2015) 67-78,
cuya versión aumentada ha sido publicada con un título que expresa mejor
lo que el autor apunta: «Vers des paroisses-liquides» en M. Pelchat (ed.),
Réinventer la paroisse, Montréal-Paris: Mediaspaul 2015, 81-102, en particular
pp. 86-90.
12 Prosigue evocando la necesidad de una «evangelización que ilumine los
nuevos modos de relación con Dios, con los otros y con el espacio, y que suscite
los valores fundamentales» (EG 74). A este efecto, añade: «Es necesario llegar
allí donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas, alcanzar con la Palabra
de Jesús los núcleos más profundos del alma de las ciudades»(EG 74).

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Lugares de culto para el «homo urbanus» 207

citychurches, verdaderos espacios de acogida, de interioridad, de


escucha y de oración para los que «pasan» por la ciudad.
La selectividad de nuestros contemporáneos y la fluidez de las
pertenencias pueden ser compartidas por otras realidades ecle-
siales que comportan a menudo un centro de culto. Estos lugares
de culto son susceptibles de reunir a un amplio abanico de fieles
o de buscadores de sentido. Estas «instituciones eclesiales, comu-
nidades de base y pequeñas comunidades, movimientos y otras
formas de asociación, son una riqueza de la Iglesia que el Espíritu
suscita para evangelizar todos los ambientes y sectores» (EG 29).13

3. Algunas condiciones para vivir la catolicidad de los


diferentes lugares de culto
Estos diferentes componentes de la Iglesia diocesana constituyen
una especie de dispositivo eclesial plural por el que el Evangelio
es anunciado, testimoniado y celebrado en este lugar. Son, cada uno
por su parte, lugares de referencia cristiana donde una experiencia
eclesial puede iniciarse, vivirse y desarrollarse. En efecto, en estos
lugares, y al hilo de las vicisitudes de la existencia, se encuentran
ciertamente los creyentes, pero también los buscadores de sentido.
Pueden, en cierto grado, redescubrir la riqueza del Evangelio y
caminar con otros creyentes. ¿En qué condiciones la variedad de
centros de culto contribuye a la catolicidad intrínseca de la Iglesia
local, es decir, a su capacidad de integrar la diversidad con vistas
a la unidad y de significar la universalidad de la salvación para
todos? Esto implica a partir de ahora la humanización de este
mundo orientado hacia el reino que viene.
La primera condición es levantar acta de esta variedad. Aceptarla
como un hecho es, de entrada, asumir el principio de realidad: las
personas son lo que son. Sus demandas religiosas o cultuales, que

13 Y el Papa añade: «Muchas veces aportan un nuevo fervor evangelizador


y una capacidad de diálogo con el mundo que renuevan a la Iglesia. Pero es
muy sano que no pierdan el contacto con esa realidad tan rica de la parroquia
del lugar, y que se integren gustosamente en la pastoral orgánica de la Igle-
sia particular. Esta integración evitará que se queden solo con una parte del
Evangelio y de la Iglesia, o que se conviertan en nómadas sin raíces» (EG 29).

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208 Alphonse Borras

ciertamente deben purificarse, son, mientras no se demuestre lo


contrario, el indicio de una respuesta de fe, al menos incoativa,
donde está presente la gracia. Aceptar de buen grado esta varie-
dad, es reconocer en la circunstancia lo que Yves Congar llamaba
la «catolicidad desde abajo», la diversidad social y cultural de
los individuos y colectividades concernidas en tanto que se abre
a la presencia de Dios –por Cristo y por el Espíritu– a través de
múltiples mediaciones humanas. La «catolicidad desde arriba» es
justamente la voluntad universal de salvación por parte de Dios.14
Se trata de encontrar de buen grado la variedad de itinerarios gracias
al abanico de ofertas de lugares de culto en la ciudad. Si esta es la
localidad de la sede episcopal, el obispo diocesano será todavía
más solicitado como garante y promotor de la comunión de la Igle-
sia local y de su catolicidad intrínseca. Bajo este ángulo, la iglesia
catedral juega un rol emblemático para manifestar en el momento
oportuno la unidad católica de la Iglesia diocesana, por ejemplo
en su fiesta patronal, en la misa crismal, en los acontecimientos
particulares, en los que el obispo diocesano convoca a los fieles, a
considerar hoy más que nunca como seekers.
La segunda condición es que cada centro de culto sea lo que
deba ser: la parroquia como parroquia, una iglesia conventual
como iglesia conventual, un santuario como santuario, etc., es
decir, en función de la misión desarrollada en cada una de estas
instituciones. Dicho de otro modo, cada comunidad eclesial debe
corresponder a su finalidad específica. Esto vale para la catedral,
símbolo de la catolicidad tanto como de la misión de la diócesis.
Los responsables de los lugares de culto y sus colaboradores res-
pectivos velarán, pues, por la coherencia propia de sus iniciativas
y proyectos pastorales. Las «ofertas» serán variadas tanto en lo
que concierne a los días litúrgicos, en particular el domingo y
entre semana, como en las expresiones eucarísticas o no, y las
modalidades de su realización. Lo que está claro es que «todo» no

14 Sobre esta doble fuente de la catolicidad, Y. Congar, «Propiedades


esenciales de la Iglesia», en J. Feiner – M. Löhrer, Mysterium salutis. Manual
de teologia como historia de la salvación. 4/1. La Iglesia, Madrid: Cristiandad
1973, 492-516.

339 phase.indb 208 16/05/17 10:03:05


Lugares de culto para el «homo urbanus» 209

puede ser ofrecido «en todas partes»!... ¡ni todos los días! En un
medio urbano hay centros de culto que solo abrirán entre semana.
Las iglesias parroquiales –y, si procede, los santuarios y las recto-
rías– y a fortiori la iglesia catedral son los lugares por excelencia
de la celebración del domingo. Este es en efecto el día que significa
la alianza que Dios se ha propuesto establecer con todos los seres
humanos en su diversidad, por Cristo en el Espíritu Santo. Este
signo inscrito en el tiempo se ofrece a todos por la iglesia parro-
quial y la catedral –a su manera– por la iglesia de un santuario y la
confiada a un párroco. ¿Por qué no reservar la liturgia dominical
a la iglesia catedral, si esta está en el centro de la ciudad? Una tal
opción pastoral tendría por lo menos la ventaja de resaltar la espe-
cificidad de la iglesia catedral en relación a otras iglesias, a veces
numerosas, en el centro de la ciudad. Las restantes realidades ecle-
siales no deberían necesariamente ejercer esta función dominical,
a excepción de las destinadas a su propia comunidad –internas,
podríamos decir–, por ejemplo en las iglesias conventuales.
En un medio urbano no conviene sin embargo focalizar la celebra-
ción de la Eucaristía, ni la adoración eucarística. Según su búsqueda
y en función de lo que ya ha descubierto y progresivamente asimi-
lado del tesoro de la fe, cada uno podrá, en primer lugar, encontrar
un lugar para rezar juntos, libremente, por placer, con formas muy
simples, cantos de tipo litánico. Después le llegará el momento de
celebraciones más elaboradas a partir de la escucha de la Palabra,
seguida de una explicación estimulante para vivirla en lo cotidiano.
Y, finalmente, para quien lo desee y ya haya acrecentado su anhelo,
estará la liturgia eucarística y, si procede, la santa comunión. En
este abanico de expresiones cultuales, hay que contar no solamente
con la Liturgia de las Horas, abierta (y ofrecida) a los restantes
fieles por ejemplo en las iglesias conventuales, sino también con
devociones tales como el rezo del rosario o el viacrucis.
La tercera condición es prevenir formalmente espacios donde los
responsables pastorales de esos centros de culto puedan encon-
trarse, coordinarse y discernir en materia de pastoral litúrgica.
Esto se puede realizar bajo la autoridad del arcipreste o del decano
correspondiente, que tenga entre sus atribuciones el cuidado de la
coordinación pastoral, pero con la condición de respetar la legítima

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210 Alphonse Borras

autonomía de los responsables pastorales y de no comportarse


como un super-párroco. El arcipreste, en efecto, no se ocupa de
la cura animarum sobre los lugares de culto de su competencia. El
consejo pastoral urbano, si existe, es un lugar privilegiado para
reunirse, examinar y orientar las prácticas. Sean cuales sean las
modalidades institucionales, es importante efectuar el discerni-
miento eclesial necesario para hallar la diversidad de expectativas
y necesidades de los creyentes, favorecer su proceso espiritual y
ser para ellos «facilitadores de gracia» (cf. EG 47).
En este estadio de la coordinación eclesial, se valora que la acogida
litúrgica y devocional de los creyentes les comprometa no solo
en relación a los planes de la acogida de la Buena Noticia (munus
propheticum) y de la celebración de las maravillas de la salvación
(munus sacerdotale). Les implica igualmente en relación al plan de
la diaconía para humanizar este mundo, tejiendo con sus con-
ciudadanos una convivencia digna del reino (munus regale). Esta
dimensión del servicio es constitutiva y no consecutiva de la fe,
puesto que es en el servicio humano de sus hermanos y hermanas
cuando los creyentes hacen también la experiencia del encuentro
con el resucitado. Es en el seno de una Iglesia en camino donde
Cristo viene al encuentro de los creyentes.15 Ahora bien, la Iglesia
está hecha para servir, si no, no sirve para nada.
Alphonse Borras

Presbítero de la diócesis de Lieja (Bélgica), donde es vicario general;


canonista y teólogo, ha impartido clases en el Seminario Episcopal
de Lieja, en la Facultad de Teología de los Jesuitas de Bruselas, en el
Instituto Católico de París y en la Universidad Católica de Lovaina,
de la que es profesor emérito.

15 Cf. A. Borras, «Appartenance à l’Église ou itinérance ecclésiale?», Lumen


Vitae 48 (1993) 161-173.

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Phase 57 (2017) 211-222

Vivir y celebrar en comunidad


Lino Emilio Díez Valladares

Resumen
Vivir la pertenencia a la propia comunidad cristiana quiere decir reconocer en ella
la fuente de la propia vida cristiana, el alimento para vivirla, el sentido profundo de
gratitud y el compromiso de vivir la corresponsabilidad en su misión, dejándonos
implicar plenamente, según los propios dones recibidos del Espíritu y las capacidades
humanas de que disponemos.
Palabras clave: Compromiso, comunidad, domingo, pertenencia.
Abstract
Living our belonging to the own Christian community means to recognize in it the
source of our own Christian life, the food to live it, the deep sense of gratitude
and commitment to live the co-responsibility in its mission, allowing ourselves to
fully involve in it, according to the gifts received from the Spirit and the human
capabilities that we have.
Keywords: commitment, community, membership, Sunday.

En la era de la información, el modo en que las sociedades entien-


den las nociones de espacio e identidad se transforma. El sentido
de pertenencia a un lugar y una comunidad, en el que la Iglesia
basa su estructura, se diluye.
En las grandes ciudades se encuentra una gran oferta de misas.
Ante esta multitud de misas, los fieles pueden acudir a la que mejor
se adecue a su horario. Esto debilita la vinculación con la comu-
nidad celebrante y la vivencia del domingo como encuentro de la
comunidad, pues en esas misas las personas que las frecuentan
no son normalmente constantes.

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212 Lino Emilio Díez Valladares

Esta tarde, Señor, estoy solo. Poco a poco los ruidos de la iglesia se
han callado, los fieles se han ido y yo he vuelto a casa, solo.
Este comienzo de la oración del sacerdote del domingo por la tarde,
del conocido libro de M. Quoist,1 sugiere una situación que podría-
mos denominar «de otro tiempo», al menos en parte. El domingo,
no solo para el sacerdote, era una jornada de intensa actividad en la
vida de la parroquia. En cierto modo, y en depende qué ambientes,
lo es todavía hoy, pero no es difícil caer en la cuenta de que algo está
cambiando. Está cambiando la relación con la parroquia territorio.
En un tiempo, era el territorio el que pertenecía a la parroquia,
porque toda la vida se desarrollaba a la sombra de la torre del
campanario de la iglesia: los nacimientos en casa, la escuela de los
niños, el trabajo en los campos, la enfermedad y la misma muerte;
incluso la fiesta, entonces no se hablaba de tiempo libre y menos
de weekend, pertenecía a la parroquia. Hoy ya no es así.
Son de todos conocidas las dificultades sociales y culturales para
una experiencia viva del domingo en nuestras comunidades parro-
quiales: la cuestión de la movilidad, de las ciudades-dormitorio,
los turnos de trabajo, las actividades deportivas, las diversiones
juveniles, las compras del fin de semana en las grandes superficies
comerciales… Son fenómenos que a menudo llevan a las perso-
nas a vivir fuera de la parroquia diversos momentos de su vida
cotidiana, incluida la fiesta. Ya no es el territorio el que pertenece
a la parroquia, sino la parroquia la que pertenece al territorio,
y está llamada –por tanto– a leer los cambios y a interpretar las
necesidades.
A ello hay que añadir, en el plano subjetivo, la extendida mentali-
dad también entre los «practicantes» de vivir el domingo como pre-
cepto u obligación que cumplir, pero sin un ulterior compromiso
eclesial o misionero. Son manifestaciones de lo que podríamos
denominar «un débil sentido de pertenencia» a la Iglesia, según el
cual el cristiano tiende a elegir la propia parroquia independiente-
mente del criterio territorial, igual que tiende a elegir las normas
morales a observar o los mismos artículos del Credo. De aquí

1 M. Quoist, Oraciones para rezar por la calle, Salamanca: Sígueme 63 2007,


84.

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Vivir y celebrar en comunidad 213

surge, casi irremediablemente, una desvinculación del originario


entorno parroquial.
Si todo lo dicho hasta aquí es cierto, y parece que lo es, surge una
cuestión: si se pone el acento sobre la parroquia parece que, al
final, sea ella la que está llamada a salvar al domingo, y en gene-
ral la fiesta, de la crisis en la que se ve inmersa, multiplicando
las iniciativas pastorales para conseguirlo. Podría ser… Pero
acecharía otro peligro: el de que todo ello fuera vivido solo por
unos pocos, incluso menos de los ya no muchos que frecuentan la
misa dominical, con los sabidos acentos autorreferenciales –tan
criticados y criticables– y espíritu escasamente misionero. Con-
viene entonces plantearnos algo más profundo: una parroquia
que vive el domingo es, ante todo, una comunidad cristiana que
se interroga: ¿Por qué y para qué el domingo? ¿Por qué vivirlo
en la parroquia? ¿Es la parroquia la que vive el domingo, o es el
domingo el que hace vivir a la parroquia?
Resulta oportuno recordar aquí la Carta apostólica Dies Domini,
del año 1998, en la que san Juan Pablo II afirmaba en referencia a
nuestro tema:
34. […] La Eucaristía dominical, sin embargo, con la obligación de la
presencia comunitaria y la especial solemnidad que la caracterizan,
precisamente porque se celebra «el día en que Cristo ha vencido a la
muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal», subraya con
nuevo énfasis la propia dimensión eclesial, quedando como para-
digma para las otras celebraciones eucarísticas. Cada comunidad,
al reunir a todos sus miembros para la «fracción del pan», se siente
como el lugar en el que se realiza concretamente el misterio de la
Iglesia. En la celebración misma la comunidad se abre a la comunión
con la Iglesia universal, implorando al Padre que se acuerde «de la
Iglesia extendida por toda la tierra», y la haga crecer, en la unidad
de todos los fieles con el Papa y con los pastores de cada una de las
Iglesias, hasta su perfección en el amor.
35. El dies Domini se manifiesta así también como dies Ecclesiae.
Se comprende entonces por qué la dimensión comunitaria de la
celebración dominical deba ser particularmente destacada a nivel
pastoral. Como he tenido oportunidad de recordar en otra ocasión,
entre las numerosas actividades que desarrolla una parroquia «nin-
guna es tan vital o formativa para la comunidad como la celebración

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214 Lino Emilio Díez Valladares

dominical del día del Señor y de su Eucaristía». En este sentido, el


Concilio Vaticano II ha recordado la necesidad de «trabajar para
que florezca el sentido de comunidad parroquial, sobre todo en la
celebración común de la misa dominical». En la misma línea se sitúan
las orientaciones litúrgicas sucesivas, pidiendo que las celebraciones
eucarísticas que normalmente tienen lugar en otras iglesias y capillas
estén coordinadas con la celebración de la iglesia parroquial, preci-
samente para «fomentar el sentido de la comunidad eclesial, que se
manifiesta y alimenta especialmente en la celebración comunitaria
del domingo, sea en torno al obispo, especialmente en la catedral, sea
en la asamblea parroquial, cuyo pastor hace las veces del obispo».2
Los interrogantes planteados y las afirmaciones del documento
pontificio demuestran una circularidad entre la afirmación de la
centralidad de la Eucaristía dominical y la relevancia de la misma
parroquia. Sería fecundo recuperar la centralidad de la parroquia
y releer su función histórica concreta a partir de la Eucaristía,
fuente y manifestación de la reunión de los hijos de Dios y verda-
dero antídoto para el peligro de su dispersión en la peregrinación
hacia el reino.3

1. A dónde pertenecen los creyentes


El carácter comunitario del cristianismo ha sido una de las cons-
tantes indiscutibles en la tradición bíblica, teológica y vivencial de
la Iglesia católica. Sin embargo, también se puede afirmar que la
problematización de ese hecho es bastante reciente. En la mayor
parte de la historia de la humanidad, los individuos han vivido en
formas de asociación dominadas por interacciones presenciales
estrechamente vinculadas a una localidad. El pueblo de Israel y
la Iglesia surgieron y se constituyeron en este tipo de contexto.
La noción misma de Iglesia (asamblea) ha sido pensada en ese
universo de significados, y su constitución territorial en diócesis
y parroquias es un dato indiscutible de la fuerza del elemento
territorial en la delimitación jurídica de lo que es una comunidad

2 Juan Pablo II, Carta apostólica sobre la santificación del domingo Dies Domini
(31 de mayo de 1998), 34-35.
3 Conferencia Episcopal Italiana, Comunicare il Vangelo in un mondo
che cambia (29 de junio de 2001), 47.

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Vivir y celebrar en comunidad 215

(Iglesia local). En este caso, la localidad es el referente primordial


de la pertenencia de los creyentes, de modo que su adscripción a
una diócesis y a una parroquia está dada por su domicilio.
Por primera vez en siglos, el advenimiento de la modernidad y,
más recientemente, la posmodernidad han trastocado las formas
tradicionales de socialización y pertenencia. La Iglesia no ha per-
manecido ajena a esta revolución sociocultural; por el contrario,
ha visto estupefacta cómo su organización territorial milenaria
de diócesis y parroquias se desdibuja ante la intensa e imparable
movilidad humana. También ha experimentado la relativización
de su mensaje al coexistir, confrontarse y hasta mezclarse con una
infinidad de perspectivas, símbolos y modos de vida. Ante esta
vorágine, el énfasis de la Iglesia en el carácter comunitario de su
ser y misión no ha menguado. Sin embargo, cada vez se torna más
difícil identificar dónde está la comunidad (diocesana o parro-
quial), pese a que se apele reiteradamente a ella en comunicados
oficiales y celebraciones litúrgicas.
Lo que parece intuirse es un hecho de la vida cotidiana: gran
parte de los creyentes no se identifica con su Iglesia en térmi-
nos territoriales, quizá ni siquiera con la parroquia, que sería la
unidad territorial básica de participación de los fieles en la Iglesia
dentro de una diócesis. De hecho, no es raro escuchar, sobre todo
en medios urbanos, que la poca gente que acude a la celebración
dominical va a donde el «cura habla bien», a donde le entiende o
escucha lo que quiere escuchar, o a donde le queda cerca un lugar
de esparcimiento o de compras, etcétera.
Lo relevante de esta discusión es que no ha sido asunto de observa-
dores externos o de los fieles no clérigos, sino que la problemática
se ha venido planteando en el interior de la misma Iglesia, por lo
menos desde la década de los sesenta del siglo pasado. Por ejem-
plo, la cuarta ponencia presentada por el entonces obispo de San
Cristóbal de las Casas en la II Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano celebrada en Medellín (Colombia), en 1968,
afirmaba que para evangelizar no se podía soslayar que «en la
sociedad anterior, la persona vivía casi únicamente la influencia
de su ambiente territorial: su pueblo, que era a la par su lugar de
trabajo, donde estaba su familia, su parroquia y sus diversiones;

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216 Lino Emilio Díez Valladares

de suerte que influir en ese territorio era abarcar toda la persona.


Hoy día […] es más fuerte el ambiente de oficina, del club, de
los medios de comunicación, que el influjo de la familia o de la
parroquia».4 Samuel Ruiz resumía su preocupación pastoral con
una pregunta clave: «¿Cómo formar una comunidad cristiana
donde no hay comunidad humana?».5
Cuarenta años después, el documento final de la V Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (Aparecida,
Brasil, 2007) continúa haciéndose eco de la necesidad de revisar y
renovar la estructura parroquial.6

2. Tendencias de las nuevas formas de asociación y


pertenencia en el mundo actual
Desde hace algunos años, los antropólogos plantean que, si bien se
han erosionado las formas tradicionales de comunidad (territoria-
les, cara-a-cara, etcétera), puede ser que estemos ante fenómenos
nuevos de socialización para los cuales el imaginario que acom-
paña tradicionalmente al término comunidad sea insuficiente, por
lo que se hace necesario replantear teórica y metodológicamente
la posibilidad de nuevas formas de vinculación social, quizá más
allá de la comunidad. La Iglesia, en cuanto realidad histórica que
se comprende a sí misma como «comunidad de creyentes», puede
estar experimentando los cambios aludidos, pero no los alcanza
a entender, ya que los enfrenta con el imaginario y las categorías
propias de sociedades homogéneas, vinculadas a una localidad
bien delimitada.

4 S. Ruiz, «La evangelización en América Latina», en CELAM, La Iglesia


en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio: Ponencias
I, Bogotá: Secretariado General del CELAM 1968, 156.
5 Ruiz, «La evangelización en América Latina», 169.
6 V Conferencia General del Consejo Episcopal Latinoamericano
y del Caribe (CELAM), Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros
pueblos en él tengan vida «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 16,4). Apare-
cida (Brasil), 13 - 31 de mayo de 2007. Documento conclusivo, Bogotá: Centro de
Publicaciones del CELAM 2007, núms. 172-173, 179 y 372.

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Vivir y celebrar en comunidad 217

Por eso, no está de más señalar algunas de las principales carac-


terísticas que revelan las nuevas formas de socialización en el
mundo actual. En ellas, los creyentes tendremos que discernir la
posibilidad o no de expresar y vivir la propia fe.
a) Se trata de formas de interacción sin proximidad, desterritoria-
lizadas, cuyos vínculos ya no dependen de la copresencia de
individuos en una misma localidad. Para el desarrollo de esta
característica ha sido fundamental el desarrollo tecnológico de
los medios de comunicación, de manera particular internet.
b) Mientras gran parte de las comunidades tradicionales eran de
adscripción compulsiva u obligatoria, las nuevas formas suponen
pertenencia voluntaria y están asentadas en la contingencia, no
en la permanencia; no implican pertenencia exclusiva sino que
suponen por principio la multipertenencia.
c) Son inestables, híbridas y polimorfas. Suponen, por lo mismo,
identidades múltiples, siempre cambiantes.
d) El parentesco, la familia, la religión y la tradición han perdido la
centralidad y luminosidad como soportes principales de la interac-
ción. Las nuevas formas de interacción logran establecerse a partir
de amistades, afinidades emocionales, intereses compartidos,
etcétera.
Estos rasgos han dado lugar a nuevas formas de pertenencia e
interacción basadas en la diferencia, la distancia y la multiperte-
nencia, para las cuales la categoría de comunidad se revela estrecha
e inadecuada. En este sentido, el dato recogido en una reciente
encuesta sociológica en México,7 donde los creyentes dicen des-
conocer su diócesis y obispo, más que atribuirlo a la ignorancia de
los fieles, quizá sea el momento de leerlo como la señal clara del
agotamiento de la diócesis y la parroquia como estructuras capaces
de soportar y fomentar nuevas formas de comunidad.

7 Encuesta Nacional de Cultura y Práctica Religiosa «Creer en México»,


promovida por el Imdosoc, levantada por Ipsos y publicada en octubre de 2013
(cf. José de Jesús Legorreta, «Los creyentes y su Iglesia: hacia nuevas formas
de pertenencia» [en línea]. Este país. Tendencias y opiniones. 3 de noviembre
de 2014 <http://archivo.estepais.com/site/2014/los-creyentes-y-su-iglesia-
hacia-nuevas-formas-de-pertenencia> [Consulta: 1 de diciembre de 2016]).

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218 Lino Emilio Díez Valladares

3. Cultivar el sentido de pertenencia


Es algo que resulta fundamental, el sentido de pertenencia a la Igle-
sia, que cada uno expresa ante todo a través del compartir el camino
de la parroquia, de la comunidad cristiana, a la que pertenece.
Es necesario tomar conciencia de que nadie es cristiano si no
gracias a la Iglesia, que lo ha regenerado a la vida nueva de hijo
de Dios a través del agua del bautismo y alimenta su fe mediante
los sacramentos, la palabra de Dios, la oración y el ejercicio de
la caridad. La parroquia es «la Iglesia de Cristo en medio de las
casas de los hombres», es como la fuente del pueblo a la que todos
acuden a por agua para poder vivir. No es, pues, posible vivir la
vida cristiana, sin una continua referencia a la Iglesia, no solo
para recibir, sino sobre todo para aprender a dar: porque esta es
la vida del cristiano, que quiere asumir la forma de Cristo, el cual
«se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho
semejante a los hombres; […] se humilló a sí mismo, hecho obe-
diente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2, 7-8). Entonces,
vivir la pertenencia a la propia comunidad cristiana quiere decir
reconocer en ella la fuente de la propia vida cristiana, el alimento
para vivirla, el sentido profundo de gratitud y el compromiso de
vivir la corresponsabilidad en su misión, dejándonos implicar
plenamente, según los propios dones recibidos del Espíritu y las
capacidades humanas de que disponemos, comprometiéndonos
a hacer crecer a los más jóvenes es esta sensibilidad.
Hay que amar a la Iglesia, sufrir sus limitaciones, soñar e inventar
las opciones que la hagan crecer. La vida del cristiano, tanto más
si participa habitualmente en la misa, no puede ir acompañada
de la crítica sistemática y destructiva de la Iglesia. La crítica se
puede dar, naturalmente, pero ¡atención!, una crítica que nace del
amor, y aquí hay que ser sinceros con nosotros mismos; hay que
verificar que la crítica nazca realmente del amor, y no sea mero
fruto de resentimientos, vanidad u orgullo. En consecuencia, la
opción de ser cristiano, se ha de renovar cada día y debe huir
del individualismo imperante, que hoy separa a los unos de los
otros, porque el cristiano es tal solo si se siente parte de un gran
pueblo, la Iglesia, que le permite encontrarse con aquél cuyo
nombre lleva: Cristo.

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Vivir y celebrar en comunidad 219

Si la Iglesia es misionera, y lo es, como nos lo recuerda insistente-


mente el papa Francisco, el cristiano que siente profundamente su
pertenencia a ella, no puede no sentirse partícipe de su misión, y
su vida debe hacerse misionera, al sentir en sí el mandato a vivir
la propia existencia como «sacramento de Cristo». Signo eficaz e
instrumento de su presencia salvadora. Cada instante de la vida
del cristiano debe ser manifestación de esta identidad suya y reco-
nocimiento de la misma identidad-dignidad del otro, porque es
manifestación de Cristo para los otros y reconoce la manifestación
de Cristo en los otros.
Toda la vida de cada cristiano y de toda la comunidad eclesial han
de ser una manifestación y un anuncio del Evangelio de Jesucristo,
que así se hace presente y se actualiza la salvación en el hoy de la
historia humana. He aquí la razón por la que debemos subrayar
siempre más la coherencia de vida: no basta celebrar, si después
no vivimos lo que celebramos, no es suficiente escuchar la palabra
de Dios, si luego no la ponemos en práctica; no sirve declarar el
amor cristiano, la acogida de los pecadores o de los extranjeros, el
perdón, la solidaridad fraterna… si después, cuando nos toca en
primera persona ponerlo en práctica, aducimos excusas, incluso
humanamente plausibles, para no actuar lo que decimos haber
escuchado y acogido con fe. Es urgente que acojamos la insistente
invitación del papa Francisco y, unidos, hagamos realidad su
anhelada «Iglesia en salida»: salir de nuestro individualismo, de
los personalismos, de nuestra indiferencia, de nuestra superficia-
lidad para ser «evangelio vivo», que anuncia la alegría personal y
comunitaria del encuentro con Cristo.

4. Perspectivas pastorales
Con motivo del Congreso Internacional de Pastoral de las Gran-
des Ciudades celebrado en Barcelona en mayo de 2014, el enton-
ces redactor-jefe, hoy nuevo director de nuestra revista, abría
el número 322 (julio-agosto 2014)8 con una reflexión en la que
ofrecía pistas pastorales para afrontar la situación sobre la que
reflexionamos; transcribo a continuación y hago mías sus palabras

8 J. A. Goñi, «La liturgia en las grandes ciudades», Phase 54 (2014) 355-358.

339 phase.indb 219 16/05/17 10:03:06


220 Lino Emilio Díez Valladares

publicadas allí, que mantienen su actualidad y pueden resultar


inspiradoras…
En los inicios de la Iglesia, según indica el libro de los Hechos de los
apóstoles, la comunidad primitiva vivía como si de una familia se
tratara, teniendo como base la enseñanza de los apóstoles, la vida
común, la celebración eucarística y la oración: «Los creyentes vivían
todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes
y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario
acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las
casas y comían juntos alabando a Dios con alegría y de todo corazón;
eran bien vistos de todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando
al grupo los que se iban salvando» (Hch 2,44-47).
La celebración dominical de la Eucaristía reunía a los bautizados,
siendo un vínculo entre ellos. «El día que llamamos del sol se cele-
bra una reunión de todos los que moran en las ciudades o en los
campos…» (San Justino, Apología 1, 67).
De modo que todos los creyentes en Cristo de una determinada loca-
lidad se conocían, compartían la vida, disfrutaban con las alegrías
de cada uno, se ayudaban en las necesidades, se acompañaban en
las penas, etc.
Sin embargo, este rasgo presente en la Iglesia primitiva no fue posible
mantenerlo al crecer el número de cristianos. Las comunidades se iban
haciendo cada vez más grandes y, por tanto, no era posible mantener
los vínculos de amistad y la relación familiar entre todos sus miembros.
En la actualidad, esta situación se encuentra acentuada en las comu-
nidades cristianas de las grandes ciudades.
Además, a este rasgo, debemos añadir la gran movilidad que carac-
teriza nuestro mundo. Por una parte, hay personas que cambian de
lugar de residencia, sea por un corto espacio de tiempo sea por un
largo periodo, de modo que su comunidad cristiana de referencia
también se ve modificada. Por otra parte, dentro de una misma
ciudad, hay gente que no acude siempre a las celebraciones de su
parroquia, sino que acude a aquella que mejor le conviene en cada
ocasión por ubicación, horarios celebrativos, etc. Y, finalmente,
dentro de una misma parroquia, se ofrecen diferentes horarios para
la misa dominical o diaria, impidiendo que todos los miembros
de esa comunidad se conozcan pues no participan en las mismas
celebraciones.

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Vivir y celebrar en comunidad 221

¿Cómo podemos romper este individualismo y utilitarismo de la fe


que tantas veces encontramos en los creyentes del siglo xxi? ¿Cómo
podemos recuperar este vínculo de cada uno con su comunidad
cristiana, sintiéndose parte integrante de la familia de los bautizados?
En primer lugar, debemos potenciar el sentido de pertenencia a la
parroquia. Cada parroquia tiene sus miembros, los cuales son todas
las personas que viven en la jurisdicción parroquial y aquellas otras
que, sin tener el domicilio dentro de los límites de la parroquia,
forman parte de esa comunidad por motivos afectivos, familiares u
otros. Cada cristiano debería celebrar los sacramentos en su propia
parroquia, compartiendo así, con el resto de miembros de la parro-
quia, su vida de fe.
Convendría, en segundo lugar, no multiplicar el número de misas
simplemente por el hecho de ofrecer una variedad de horarios, a no
ser que una afluencia masiva lo obligara. Otro tipo de actividades
sociales tienen un horario único y a quien le interesan se organiza
para acudir a conciertos, a representaciones teatrales, a eventos
deportivos, a reuniones, a proyecciones cinematográficas… Cuando
algo es valorado y deseado, se hace un esfuerzo por participar,
dejando de lado otras ocupaciones. Lo que consideramos importante
lo hacemos independientemente del grado de incomodidad que nos
conlleve ejecutarlo. En cambio, la gran facilidad que damos para
cumplir con el precepto dominical va, muchas veces, en detrimento
de la propia celebración.
Finalmente, deberíamos destacar una misa dominical del resto,
en la que resuenen los acontecimientos vividos por los miembros
de la comunidad. A esa celebración se podría invitar a las familias
que durante la semana han bautizado un hijo para que todos sean
partícipes. Y se podría añadir una petición por ellos en la oración de
los fieles y ofrecer a los neófitos a María al concluir la celebración.
Si desea un bautizo con misa, podría administrarse en esa misma
misa. También en esa misa principal tendrían lugar las primeras
comuniones de los niños que en la parroquia reciben catequesis y
las confirmaciones de los jóvenes. Igualmente podría administrarse
una vez al año el sacramento de la unción de enfermos en esa misa.
De la misma manera, en los avisos del final de la misa, se leerían las
proclamas de aquellos miembros de la parroquia que desean con-
traer matrimonio. Por otra parte, se podría pedir por aquellos que
murieron a lo largo de la semana, contando con la participación de

339 phase.indb 221 16/05/17 10:03:06


222 Lino Emilio Díez Valladares

sus familiares. Estas y otras iniciativas ayudarían a que los miembros


de la comunidad vivieran como miembros de una gran familia que
comparten, de algún modo, su vida de fe.
Ahora bien, no debemos olvidar que los cristianos formamos parte
de una familia que supera los límites locales y así en cada misa recor-
damos que estamos unidos a la Iglesia que peregrina en la tierra, bajo
el cayado del papa y del obispo de la diócesis correspondiente, a los
difuntos que nos precedieron con el signo de la fe y a los santos que
participan de la liturgia celestial. Por ello, aunque uno tenga una
comunidad de referencia, puede acudir a misa, por una circunstan-
cia concreta y de modo esporádico, a otro lugar diferente del suyo
sintiéndose acogido y como en «su propia casa» en cualquier lugar
donde haya un grupo de bautizados que celebra su fe ya que en
medio de ellos esta Cristo (cf. Mt 28,20) y son una expresión viva de
la Iglesia (cf. Gal 3,27-28; SC 26).
Lino Emilio Díez Valladares
Sacerdote sacramentino, doctor en liturgia, es párroco de Nuestra
Señora del Santísimo Sacramento (Madrid) y profesor del Instituto
Superior de Pastoral (Universidad Pontificia de Salamanca) y de
la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Comillas
(Madrid).

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Phase 57 (2017) 223-233

El papel de los santuarios


en el culto
Oscar Darío Pechinenda

Resumen
Este artículo presenta el papel de los santuarios en la gran ciudad, a partir de la expe-
riencia en el santuario Nuestra Señora del Rosario de Nueva Pompeya, en la ciudad de
Buenos Aires. Los santuarios, son signo de la presencia de Dios en la vida cotidiana
de las personas; como lugar de peregrinación para experimentar y ahondar la fe.
Palabras claves: peregrinación, religiosidad popular, sacramento, santuario.
Abstract
This article presents the role of sanctuaries in the big city, from the experience in
the shrine of Our Lady of the Rosary of Nueva Pompeya, in the city of Buenos Aires.
Sanctuaries are signs of the presence of God in the daily life of people; as a place of
pilgrimage in order to experiment and deepen the faith.
Keywords: pilgrimage, popular piety, sacrament, sanctuary.

1. Introducción
Hablar de los santuarios, es reconocer la devoción que generan
algunos lugares, promovidos por la fe espontánea del pueblo.
Algunos santuarios en Argentina tienen el nombre que se refieren
a Cristo, como el Señor del Milagro, en la provincia de Salta. Otros,
están bajo la advocación de algún nombre en relación con la Virgen
María, como la Virgen de Luján, patrona de la República Argentina,
en la provincia de Buenos Aires o Nuestra Señora del Rosario de
San Nicolás, en la provincia de Santa Fe. Otros santuarios tienen

339 phase.indb 223 16/05/17 10:03:06


224 Oscar Darío Pechinenda

como patrono algún santo: san José, san Cayetano, san Expedito,
san Pantaleón o san Ramón nonato, por citar algunos.
Los santuarios, son signo de la presencia de Dios en la vida coti-
diana de las personas; cada peregrino tiene su propia vida, su his-
toria, sus dificultades y alegrías. El presente artículo, lo basaremos
en el santuario de Nuestra Señora del Rosario de Nueva Pompeya,
santuario ubicado en la ciudad de Buenos Aires (Argentina), a
cargo de los frailes menores capuchinos. Para conocer la devoción
tan popular, recordemos su historia.

2. Origen de la devoción
El año 1876, cerca de Nápoles, en el valle recubierto por la lava del
Vesubio en la erupción del año 79. En la nueva ciudad de Pom-
peya edificada sobre las ruinas de la antigua, un abogado, hoy
beato, Bartolo Longo,1 dio con un cuadro que estaba a punto de
ser arrojado a las llamas, y quedó prendado de él. En la imagen se
veía representada la Virgen del Rosario, teniendo a ambos lados
a santo Domingo y a santa Rosa de Lima.
Bartolo Longo, tomó cariño por la Virgen y comenzó a difundir
su culto. Pronto el título de Nuestra Señora del Rosario se unió
al nombre del lugar, es decir, de Pompeya. Tenía 30 años cuando
empezó a repartir rosarios y medallitas, y se puso a recorrer los
campos y ranchos de los campesinos, recomendando el rezo del
rosario.
La devoción popular despertada por Bartolo Longo, lo llevó a
construir un templo digno de la Virgen y de contener a numerosos
devotos, surgiendo el templo de la Virgen del Rosario de Pompeya
en Italia. En octubre de 1873 organizó la primera fiesta de la Virgen
en la pequeña Iglesia. Las primeras fiestas fueron presididas por
un cuadro de la misma advocación. En 1875 se consiguió un lienzo

1 Bartolo Longo nació el 10 de febrero de 1841 en Latiano, cerca de Brindisi


en la costa del Adriático; recibió una educación profundamente cristiana,
primero en su hogar y luego en el colegio religioso, donde cursa la escuela
primaria y secundaria. Desde joven mostró aptitud por la literatura y la
música. Estudió derecho. Fallece el 5 de octubre de 1926. Beatificado por san
Juan Pablo II, el 26 de octubre de 1980.

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El papel de los santuarios en el culto 225

(1,40m x 1m) con la imagen de la Virgen del Rosario con santo


Domingo y santa Rosa de Lima, pintado en óleo. En 1879 se hizo la
reparación definitiva del cuadro sustituyendo la imagen de Santa
Rosa de Lima por la de santa Catalina de Siena.
En octubre de 1883, fiesta de la Virgen se recitó por primera vez la
súplica (la devoción de los 15 sábados era conocida desde el siglo
xvii, el beato la convirtió en práctica especial y la publicó en 1877
«Los quince sábados del santísimo rosario») que luego habría de
repetirse en todo el mundo el 8 de mayo y el primer domingo de
octubre.2

3. El culto en Buenos Aires


La devoción en Buenos Aires tuvo un humilde comienzo. Su his-
toria se remonta con una joven enferma de 18 años, que residía en
una pobre vivienda. El padre Darío Brogi, residente en la parroquia
de San Cristóbal, asistió a la joven que al poco tiempo falleció.
El abandono material y espiritual de la zona impresionó al sacer-
dote que concibió la idea de levantar una capillita y atender a la
población. Fue así como comenzó la obra de Nueva Pompeya,
dicha capilla se erigió en una casita. Inmediatamente el Padre
Brogi, concibió el proyecto de una iglesia, una iglesia en aquel
barrio, llena de lagunas y pantanos, lugar de descarga de basura,
y quema de desperdicios.
En este medio concibió el padre Brogi, una iglesia grande con ele-
mentos de arquitectura gótica. Muy pronto el celoso sacerdote se
vio superado por la ingente tarea que había emprendido y pidió
ayuda a los padres capuchinos italianos (genoveses), establecidos
en Montevideo (República oriental del Uruguay). Dichos herma-

2 La devoción de los quince se convirtió en los veinte sábados y consiste


en practicar un acto religioso en honor de la santísima Virgen del Rosario
de Pompeya, durante veinte sábados seguidos en memoria de los veinte
misterios del santo rosario. Esta devoción se puede practicar en cualquier
época del año; pero se recomienda en los veinte sábados anteriores al 8 de
mayo, fiesta de la dedicación del primer santuario de Pompeya (Italia), o en
los veinte sábados anteriores al primer domingo de octubre, día en que el
pueblo celebra la solemnidad de Nuestra Señora del Rosario.

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226 Oscar Darío Pechinenda

nos con el padre Brogi y una comisión de damas, construyeron la


iglesia, el convento y un colegio. El nuevo templo, de 47 metros
de largo y quince de ancho, fue inaugurado el día 29 de junio de
1900, fiesta de los apóstoles san Pedro y san Pablo.
Los primeros capuchinos tampoco pudieron hacer frente a las
numerosas dificultades acumuladas tanto económicas como espi-
rituales. El superior general se dirigió a los padres de la provincia
española de Navarra, que estaban en Chile, los cuales aceptaron
continuar con aquella misión.

4. Hechos providenciales
La señora María Luisa Calviño, desahuciada por los médicos, entre
los cuales se hallaba un hermano suyo, organizó una peregrinación
al templo de Nueva Pompeya. La peregrinación tuvo lugar el 4
de julio de 1902, con alrededor de 5000 personas, presidida por
el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Mariano Antonio Espi-
nosa. La señora Calviño, padeciendo una rara enfermedad, que
la tenía acabada, y viendo que los demás eminentes médicos de
su propia familia y otros no la podían curar, había hecho voto de
organizar una peregrinación al templo de Nueva Pompeya si, por
mediación de la Santísima Virgen del Rosario de Pompeya, Dios
le concedía la salud. Apenas formulada la promesa se sintió mejor
y luego se encontró completamente sana; según el testimonio de
sus familiares, muere 50 años después de cáncer.
El mismo arzobispo vio la necesidad de elevar el templo a la
categoría de parroquia. El 19 de marzo de 1906, fiesta de san José,
monseñor Espinosa extendió el decreto de la erección de la parro-
quia de Nuestra Señora del Rosario de Nueva Pompeya.

5. Coronación de la Virgen
La imagen que se veneró en los primeros años del templo fue un
óleo, copia del cuadro de Pompeya de Italia. Al instalarse el retablo
del nuevo altar en 1910, el cuadro primitivo fue suplantado por
otra producción en tela de mayores proporciones. Finalmente,
en el año 1914, el cuadro al óleo fue sustituido por el grandioso
grupo escultórico de madera tallada, obra de Miguel Castellanas

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El papel de los santuarios en el culto 227

(barcelonés) que fue bendecido por monseñor Espinosa en la


inauguración del Camarín el 3 de mayo de 1914. Desde entonces
se ha venerado por sinfín de devotos, que llegan hasta la sagrada
imagen a depositar un beso de filial amor en el pie de la madre del
Salvador del mundo. La coronación de la Virgen, el 20 de agosto
de 1922, por manos del nuncio apostólico monseñor Vasallo de
Torregrosa, fue celebrada con la participación de casi la totalidad
de obispos de la república y representantes del gobierno nacional
y con la asistencia de unas 100.000 personas. Aquella ceremonia
se recuerda cada 20 de agosto con cultos especiales, siendo el más
destacado la consagración de los niños a la Virgen María.3
El templo primitivo, de una sola nave ojival, en años posteriores
experimentó varias modificaciones: el camarín de la santísima
Virgen, capilla alta con acceso a la imagen; la nave lateral en martillo
fue bendecida el 9 de octubre de 1926; el claustro de la Virgen, y su
fuente fueron inaugurados el 28 de abril de 1928; la remodelación
del altar mayor fue realizada en 1967 suprimiendo el retablo de
madera y construyendo un gran altar de mármol en el centro del
presbiterio; y su última remodelación se inauguró en Pascua del
2003. En el año 2000, centenario de la inauguración del templo, el
cardenal Jorge Mario Bergoglio, lo consagró solemnemente.
Es de destacar, una serie muy valiosa de 16 vitrales, de 5 metros
de altura y 1,50 de ancho, que representan los quince misterios
del Rosario, que embellecen muy particularmente las naves del
templo. Fueron realizados en Alemania.

6. La devoción en la actualidad
Muchos peregrinos se acercan al santuario como lugar de peregri-
nación; para rezar, agradecer, visitar el camarín de la Virgen, par-
ticipar de las celebraciones,4 llevar agua bendita para sus hogares
y enfermos, anotar misas por los seres queridos, suscribirse a la
revista del santuario, adquirir algún artículo en la santería, como
la atención en la secretaría parroquial.

3 Cada año participan un promedio de 500 niños en la celebración.


4 Las misas en el santuario: 4 de lunes a viernes; 5 los sábados y 6 los
domingos.

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228 Oscar Darío Pechinenda

Recordemos que nos dice el papa Francisco, respecto a los san-


tuarios:
Los santuarios, meta de tantos peregrinos que en estos lugares santos
con frecuencia son tocados en el corazón por la gracia y encuentran
el camino de la conversión.5
El sentido de peregrinar hacia los santuarios lo recoge un texto
de Aparecida:
El caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras mani-
festaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o
invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador por el cual
el pueblo cristiano se evangeliza a sí mismo y cumple la vocación
misionera de la Iglesia.6

El santuario como espacio privilegiado de acogida, donde la sere-


nidad, el silencio, el sosiego, la amistad, la fraternidad, son metas
anheladas y buscadas por los peregrinos que llegan al santuario.
El santuario, reviste especiales condiciones para preparar el
encuentro entre Dios y el hombre, hallan en la acogida una forma
privilegiada que predispone al peregrino, a abrirse a la experiencia
del encuentro con Dios.7
En este sentido, también puede ayudar a la reflexión el Directorio
sobre la piedad popular y la liturgia, que dedica el capítulo VIII, a
santuarios y peregrinaciones, donde destaca el aspecto litúrgico:8
En los santuarios se debe proporcionar a los fieles de manera más
abundante los medios de la salvación, predicando con diligencia la
Palabra de Dios y fomentando con esmero la vida litúrgica, princi-

5 Francisco, Misericordiae cultus 3.


6 V Conferencia General del Consejo Episcopal Latinoamericano y del
Caribe (CELAM), Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros
pueblos en él tengan vida «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 16,4).
Aparecida (Brasil), 13 - 31 de mayo de 2007. Documento conclusivo, Bogotá:
Centro de Publicaciones del CELAM 2007, núm. 264. [=Aparecida]
7 Cf. A. Astigarraga, «La peregrinación al santuario, encuentro sacra-
mental con Dios», Phase 46 (2006) 504-505.
8 Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacra-
mentos, Directorio sobre la piedad popular y la Liturgia. Principios y orientaciones,
núm. 261.

339 phase.indb 228 16/05/17 10:03:06


El papel de los santuarios en el culto 229

palmente mediante la celebración de la Eucaristía y la penitencia,


y practicando también otras formas aprobadas de piedad popular.
Más adelante, en el número 263 del Directorio, ofrece una buena
síntesis de algunas características en los santuarios:
Por su origen, quizá, recuerdo de un acontecimiento considerado
milagroso, que ha determinado la aparición de manifestaciones de
devoción duradera, o de testimonio de la piedad y el agradecimiento
de un pueblo por los beneficios recibidos; por los frecuentes signos
de misericordia que suceden en ellos, lugares privilegiados de la
asistencia divina y de la intercesión de la Virgen María, de los santos
o de los beatos; por la situación, con frecuencia aislada y elevada,
y por la belleza, ya sea austera, ya exuberante de los lugares en los
que se encuentran, signo de la armonía del cosmos y reflejo de la
belleza divina; por la predicación que allí resuena, llamada eficaz a
la conversión, invitación a vivir en la caridad y aumentar las obras
de misericordia, exhortación a llevar una vida caracterizada por el
seguimiento de Cristo; por la vida sacramental que allí se desarrolla,
lugar de fortalecimiento de la fe, crecimiento de gracia, refugio y
esperanza en la aflicción; por el aspecto del mensaje evangélico que
expresan, una interpretación especial y casi una prolongación de la
Palabra; por su orientación escatológica, una invitación a cultivar
el sentido de la trascendencia y a dirigir los pasos, a través de los
caminos de la vida temporal, hacia el santuario del cielo.
Tres aspectos de la pastoral se viven de modo particular en el san-
tuario de Nueva Pompeya de Buenos Aires que hemos tomado
como base de nuestra reflexión.
Un primer aspecto importante de la devoción en los santuarios es
la peregrinación. La peregrinación hacia los lugares de culto ofrece
una riqueza de matices que la convierten en un ámbito donde la
experiencia religiosa es posible, donde la acogida, la solidaridad,
el contacto con otros peregrinos, la cultura, la belleza, el silencio,
traza un entorno para la propuesta de la Buena Noticia.9 Nos dice
el papa Francisco:
La peregrinación es un signo peculiar en el Año Santo, porque es
imagen del camino que cada persona realiza en su existencia. La

9 Cf. Astigarraga, «La peregrinación al santuario, encuentro sacra-


mental con Dios», 506.

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230 Oscar Darío Pechinenda

vida es una peregrinación y el ser humano es viator, un peregrino


que recorre su camino hasta alcanzar la meta anhelada.10
La peregrinación es imagen del camino que toda persona realiza
en su existencia. Por eso en cada diócesis sería oportuno señalar las
metas de peregrinación, la iglesia catedral, santuarios, apreciados
por la piedad cristiana.11 Peregrinar puede ser símbolo del camino
de conversión y de orientación hacia la meta de la misericordia. La
peregrinación, es estímulo de la conversión, nos dejamos abrazar
por la misericordia de Dios y nos comprometemos a ser miseri-
cordiosos. Por eso, la peregrinación tiene etapas trazadas desde la
misma palabra de Dios, para el camino del creyente.12
En otro texto de Aparecida se descubre la experiencia del peregrino:
Destacamos las peregrinaciones, donde se puede reconocer al pueblo
de Dios en camino. Allí, el creyente celebra el gozo de sentirse
inmerso en medio de tantos hermanos, caminando juntos hacia Dios
que los espera. Cristo mismo se hace peregrino, y camina resucitado
entre los pobres. La decisión de partir hacia el santuario ya es una
confesión de fe, el caminar es un verdadero canto de esperanza, y la
llegada es un encuentro de amor. La mirada del peregrino se deposita
sobre una imagen que simboliza la ternura y la cercanía de Dios.13
Un segundo aspecto importante en los santuarios es ofrecer al
peregrino la posibilidad del sacramento de la reconciliación. En
muchos casos la confesión puede ser espontánea de alguien que
vio a un confesor y entra al confesionario; pero también en otros,
el peregrino se prepara desde el momento que dice «mañana voy
a confesarme a Pompeya»;14 en un santuario no solo se confiesan
los fines de semana, por supuesto que aumenta el número de los

10 Francisco, Misericordiae vultus 14.


11 Cf. Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangeli-
zación, Misericordiosos como el Padre. Subsidios para el Jubileo de la Misericordia.
2015-2016, Madrid 2015, 222.
12 Cf. M. Barba, «Un año extraordinario de misericordia», Phase 56 (2016) 72.
13 Aparecida, núm. 259.
14 El papa Francisco ha citado, en varias oportunidades, al padre Luis Dri,
capuchino, confesor del santuario. Recientemente se ha publicado un libro del
padre Luis, con el prólogo del papa, titulado «Non aver paura di perdonare».

339 phase.indb 230 16/05/17 10:03:06


El papel de los santuarios en el culto 231

fieles, pero la atención debe ser permanente durante el día, facili-


tando los horarios. Durante todos los días del año hay confesores.
Muchos llegan de distintos lugares sabiendo que van a encontrar
un confesor.
[...] Como pastores, estamos llamados a fomentar la confesión fre-
cuente. Invitamos a nuestros presbíteros a dedicar tiempo suficiente
para ofrecer el sacramento de la reconciliación con celo pastoral y
entrañas de misericordia, a preparar dignamente los lugares de la
celebración, de manera que sean expresión del significado de este
sacramento. Igualmente, pedimos a nuestros fieles valorar este regalo
maravilloso de Dios y acercarse a él para renovar la gracia bautismal
y vivir, con mayor autenticidad, la llamada de Jesús a ser sus discí-
pulos y misioneros. Nosotros, obispos y presbíteros, ministros de
la reconciliación, estamos llamados a vivir, de manera particular, la
intimidad con el maestro. A la vez, con plena disponibilidad, tene-
mos la alegría de ser ministros de la reconciliación, también nosotros
hemos de acercarnos frecuentemente, en un camino penitencial, al
sacramento de la reconciliación.15
La antropología muestra que el hombre actual está abierto al
símbolo, al gesto y al cuidado que debiéramos tener incluso con
los confesionarios.16 Citamos a Benedicto XVI, cuando se dirige
a los sacerdotes hablando del confesionario como el lugar de la
palabra y el gesto:
Queridos hermanos, es necesario volver al confesionario, como lugar
en el cual celebrar el sacramento de la reconciliación, pero también
como lugar donde habitar más a menudo, para que el fiel pueda
encontrar misericordia, consejo y confortación. Sentirse amado y
comprendido por Dios y experimentar la presencia de la misericordia
divina, junto con la presencia real en la Eucaristía. La «crisis» del
sacramento de la penitencia, de la que se habla a menudo, interpela

15 Aparecida, núm. 177.


16 Un buen confesionario: limpio, luminoso, en que el penitente pueda
elegir arrodillarse, o sentarse ¿no facilitaría el gusto por entrar al confesio-
nario? Simbólicamente la puerta del confesionario es nuestra puerta santa,
donde elegimos ingresar para ser abrazados por la misericordia.

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232 Oscar Darío Pechinenda

ante todo a los sacerdotes y su gran responsabilidad de educar al


Pueblo de Dios en lo que respecta a las radicales exigencias del Evangelio.17
Finalmente, de la pastoral litúrgica, catequética y solidaria encuen-
tra su lugar central en el santuario:
– Pastoral sacramental: Un gran número de los bautizados siguen
la tradición de sus padres y bautizan a sus hijos; algunas esta-
dísticas de los últimos años del santuario de Nueva Pompeya
lo demuestra.18
– Ministros extraordinarios de la comunión: Es importante el ser-
vicio de los 35 ministros extraordinarios, en las celebraciones
eucarísticas sobre todo los fines de semana; incluye también
las visitas a los enfermos y a los hogares de residencia.
– Catequesis familiar: La pastoral catequética comprende
catequesis de niños, jóvenes y adultos.
– Encuentros y cursos de formación: Durante el año se organizan
encuentros formativos en liturgia, Biblia, espiritualidad.
Durante los tiempos de Adviento y Cuaresma brindar espacios
de encuentro como preparación personal y comunitaria. Tam-
bién cada año se organiza el encuentro nacional de santuarios
con la participación de rectores y servidores delegados.
– Migrantes, novenas: Durante los últimos años han aumentado
los peregrinos radicados en Buenos Aires, pertenecientes a los
países de Bolivia, Paraguay, Uruguay, Perú. En el patio de la
Virgen se han introducido imágenes de la Virgen de Caacupé,
Copacabana, De los Treinta y tres. Para acompañarlos en su
devoción se les facilitan sus novenas, y están integrados a la
pastoral del santuario.
– Cáritas: Desde el año 1984 funciona el servicio de Cáritas, bajo el
nombre de centro de Misericordia y Justicia. El mismo consiste

17 Benedicto XVI, Discurso del santo padre Benedicto XVI a los participantes
en el curso sobre el fuero interno organizado por la penitenciaría apostólica (11 de
marzo 2010).
18 Año 2012: Bautismos (2150); comuniones (300); confirmaciones (189);
matrimonios (82); año 2013: Bautismos (2074); comuniones (310); matrimonios
(47); año 2015: Bautismos (1951); confirmaciones (150); matrimonios (45).

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El papel de los santuarios en el culto 233

en brindar ayuda a las personas que residen en el radio de la


parroquia. En la actualidad se asisten 100 familias y, todos los
donativos que entran en el santuario son compartidos con 16
centros entre los cuales hay comedores, capillas y parroquias
ubicados en la capital federal y el gran Buenos Aires.

7. Conclusiones
Una vez escuché un consejo que me ha servido en el ministerio
sacerdotal; observar cómo la gente reza, cuáles son sus actitudes,
posturas, escucharlas, acompañarlas. Se podría llamar la pastoral
de la presencia; un santuario para el peregrino es su casa, no es un
lugar extraño. El peregrino experimenta el encuentro con Dios, el
encuentro con lo sagrado.
Aún queda mucho por reflexionar y coordinar en la interacción
entre la pastoral territorial y la pastoral de santuarios. En tiempos
de movilidad, la gente cada vez se identifica menos con su propia
parroquia, sobre todo en las grandes urbes, donde el pueblo de
Dios se traslada a vivir su fe en la comunidad donde se «siente
más cómoda», o en los santuarios, donde la flexibilidad de los
horarios, de los servicios y de la comprensión misericordiosa de
la pastoral, debiera encontrar en la pastoral de conjunto un lugar
más destacado.
Una liturgia cuidada que integre los valores de la piedad popular,
como los hicieron Bartolo Longo y tantos pueblos que encontraron
un lugar para manifestar su fe comunitariamente en los santua-
rios, nos pide una constante búsqueda teológico pastoral que nos
ayude a integrar la pastoral de santuarios a la pastoral territorial
ordinaria de nuestras Iglesias particulares.
Oscar Darío Pechinenda
Nacido en Buenos Aires, capuchino, licenciado en teología siste-
mática con especialidad en liturgia, ha desempeñado los servicios
de formador, párroco, ecónomo, consejero provincial.

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Phase 57 (2017) 235-250

«Actitud política»,
fruto del «ars celebrandi» eclesial
Marcos Aceituno Donoso
Resumen
Este artículo pretende ofrecer un breve ensayo que aúne dos aspectos contemporá-
neos: la celebración sagrada y su repercusión en la vida política. Primero, se recopilan
enseñanzas de santo Tomás de Aquino sobre la prudencia política, en vistas a ofrecer
una síntesis actualizadora, bajo el epígrafe «actitud política». A continuación se
define ars celebrandi a la luz de sus repercusiones en la missio que la asamblea litúr-
gica percibe cuando celebra el misterio pascual de Cristo, y finalmente se proponen
una serie de concreciones morales y espirituales de cara a visibilizar efectivamente
la presencia de los católicos en el actual mapa político democrático.
Palabras clave: ars celebrandi, asamblea, democracia, participación, vita.
Abstract
This article tries to provide a short essay that combines two contemporary aspects:
the sacred celebration and its impact on political life. First, there are some collected
teachings from St Thomas Aquinas on political wisdom, in order to offer an updated
synthesis, under the heading «political attitude». Then, the article offers a definition
of ars celebrandi in light of its impact in the missio that the liturgical assembly recei-
ves when she celebrates the paschal mystery of Christ; finally, the article proposes a
series of moral and spiritual concretions in order to effectively visualize the presence
of Catholics in the current democratic political map.
Keywords: ars celebrandi, assembly, democracy, participation, vita.

Puede sorprender el título, pero la pretensión de quien escribe es


precisamente ofrecer un ensayo que aúne dos aspectos contempo-
ráneos que desde hace bastante tiempo no se hace: la celebración

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sagrada y su repercusión en la vida política.1 Para ello, desarrollaré


tres aspectos fundamentales: primero, recopilaré enseñanzas tra-
dicionales de santo Tomás de Aquino sobre la prudencia política,
en vistas a ofrecer una síntesis actualizadora, bajo el epígrafe
«actitud política». En segundo lugar, definiré ars celebrandi a la luz
de sus repercusiones en la missio o vita que la asamblea litúrgica
percibe cuando celebra el misterio pascual de Cristo. Finalmente,
recopilaré dos expresiones del magisterio eclesiástico reciente (uno
pontificio y otro del episcopado español), donde se proponen una
serie de concreciones morales y espirituales de cara a visibilizar
efectivamente la presencia de los católicos en el actual mapa polí-
tico democrático.
En esta reflexión, partimos de una afirmación apriorística, pero bas-
tante constatable: la Iglesia católica, al menos en el estado español,
ya no es sociológicamente mayoritaria. Es más, el actual panorama
eclesial se va redirigiendo hacia un plano meramente interior,
privado, relegado a la esfera de la mera conciencia subjetiva, sin
posibilidades reales de manifestar externa y públicamente su men-
saje y su concreción eclesial. Este breve ensayo desea prolongar
la reflexión sobre el eje liturgia-política que ya hicieran en su día

1 Aplicadas a la actual coyuntura española, de lo que se está empezando


a denominar «segunda transición», vemos las siguientes aportaciones: Cf.
I. Sotelo, «El surgir de un nuevo ciclo», El País (7 de noviembre de 2011); G.
de la Dehesa, «¿Una segunda transición?», El País (2 de febrero de 2013);
A. Grandes, «Transición», El País (23 de noviembre de 2014); C. Orquín,
«Rivera compara el fin de legislatura con una segunda transición en España»,
El País (26 de octubre de 2015); C. Torres, «Rivera apremia a Sánchez y pre-
siona al PP: “Esto no se puede alargar”», El Mundo (18 de febrero de 2016);
C. García-Abadillo, «¿Por qué Podemos tiene la sartén por el mango?», El
Mundo (17 de febrero de 2016). Así lo manifestaron también miembros del
espectro político de centro, como M.D. de Cospedal (24 de enero de 2016),
o Inés Arrimadas (de C's), el 19 de febrero de 2016. De hecho fue J.M. Aznar
López quien ya apeló a la transición de 1975-1982 para incitar a un cambio en
la vida política española, y ahora los radicales del espectro político izquierdista
(grupo Podemos) son quienes lideran dicho discurso: cf. J.M. Aznar López,
España. La segunda transición, Madrid: Espasa Calpe 1994; P. Iglesias Turión,
Una nueva transición: materiales del año del cambio, Madrid: Akal 2015.

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teólogos y liturgistas de nuestro ámbito,2 y que paulatinamente va


asumiendo el episcopado español en sus instrucciones.

1. Actitud política
La «actitud política» debe entenderse como disposición esencial
y activa de quienes participan de la asamblea litúrgica. Se define
como aquel modo de ser y actuar propio en el seno de la vida
común en vistas a la búsqueda del bien común. De hecho, si hemos
de buscar categorías análogas en la teología tradicional católica,
debemos remitirnos a santo Tomás de Aquino y su propuesta de
«prudentia politica».3
Para el Aquinate la prudencia es la virtud que ordena la vida
activa4 y ofrece a la capacidad intelectual del hombre y la sociedad
una comprensión tanto teórica (especulativa) como práctica del
régimen del bien común.5 El gobierno común requiere una virtud
que inserte cualidades tales que capaciten a individuos específi-
cos para llevar adelante el proyecto de progreso hacia la felicidad
temporal y escatológica de la sociedad, la meta suprema (la visión
beatífica de Dios) y la intratemporal: el desarrollo satisfactorio
del conjunto de la ciudadanía y de cada uno de los individuos.6
El mismo gobierno prudencial requiere una vertiente propositiva
y también defensiva, es decir, resistir a los elementos adversos
(ideologías o actos de agentes sociales).7

2 Cf. J. Bellavista, «Liturgia, ideología política y exclusión de la comu-


nidad eclesial», Cuadernos Phase 13 (1973) 425-436; J. Llopis, «Homilías y
política», Cuadernos Phase 16 (1976) 60-63; L. Maldonado, «Memoria y narra-
tividad, denominador común de la teología litúrgica y la teología política»,
Cuadernos Phase 15 (1975) 297-307.
3 Cf. STh II-II, qq. 48-49.
4 Cf. STh II-II, 181,2
5 Cf. STh I-II, 47,1-2; II-II, 47,10, ad 1.
6 La gestión política requiere de líderes y súbditos con misiones diversas:
la del líder regir y diseñar planes de actuación y a los súbditos todo lo dispo-
nible para la recta ejecución (cf. S.Th. II-II, 47,12).
7 Cf. STh II-II, 50, 4.

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Genéricamente los pasos que dinamiza la prudencia (partes pru-


dentiae) son tres: memoria de lo pasado, inteligencia en el presente
y sagacidad de cara al futuro. Incluye docilidad a los mayores.8
La memoria recoge al experiencia acumulada de cara a un cono-
cimiento cierto y auténtico de la verdad.9 La inteligencia supone
un conocimiento claro de los principios que deben reinar en una
situación específica, por eso la prudencia, que tiene por finalidad
concluir en acciones concretas, necesita de un conocimiento univer-
sal apto para ello y otro operativo.10 La docilidad pretende incluir
la acogida de opiniones y perspectivas de otros, es la dimensión
colectiva de una decisión, que de manera eminente se debe tomar
de las personas de experiencia, que ya han adquirido un juicio
equilibrado sobre los factores favorables y los distorsionadores
de muchas actuaciones.11

2. «Ars celebrandi» de la asamblea litúrgica, no solo de


quien preside
Frente a este ideal social que dibuja la prudencia, me pregunto por
la fuerza que puede aportar la celebración del misterio pascual
a los fieles –y no solo en el ministro ordenado que preside– y la
conciencia de un imprescindible compromiso de renovación polí-
tica, teórica y práctica. Ciertamente, urge una reflexión en vistas a
identificar los eventuales efectos que una adecuada celebración de
la liturgia puede tener en los miembros de la comunidad católica,
simultáneamente miembros de la comunidad democrática. Para
ello empiezo por describir lo que significa el «arte de celebrar».
A grandes rasgos el ars celebrandi consiste en la disposición moral,
espiritual y comunitaria de acceder a la celebración de los misterios
de la fe en las cuatro grandes manifestaciones santificadoras de la

8 Cf. STh I-II, 53, 3, in c.


9 Cf. STh I-II, 49,1, in c.
10 Cf. STh I-II, 49,2, sed c.
11 Cf. STh I-II, 49,3, in c.

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Iglesia, que son: sacramentos, sacramentales, lugares sagrados y


santificación del tiempo.12
Muchas veces, y también recientemente, se ha vinculado la cele-
bración litúrgica y sus principios teológicos fundamentales con la
teología espiritual.13 Un ámbito que se puede entender en relación
con la implicación política de la Iglesia en el mundo contemporá-
neo es la vinculación de esa con la teología pastoral, si bien siempre
se entiende en relación a una mejor acción ad instructionem de los
ritos o la teología celebrativa.14 De hecho, eso es lo que indicó la
Asamblea conciliar en 1963, bajo la presidencia del beato Pablo VI
en Sacrosanctum Concilium 59.15

12 Es importante comenzar por captar la importancia de esta expresión


latina (ars celebrandi), ya clásica, siendo cual es, uno de los lugares comunes
de la aplicación de la reforma litúrgica implementada. Este breve ensayo
tiene por inquietud aunar dos aspectos de la vida cristiana: actitud política y
experiencia litúrgica, entendida esta como una sana y participada celebración
sagrada, según los postulados del magisterio eclesiástico contemporáneo
(cf. Sacrosanctum Concilium, 14-20). En este sentido tenemos dos factores
sociohistóricos y eclesiales que se deben tener en cuenta: primero, la crisis
de la teología de la liberación, y por otro, la crisis general en teología moral, sobre
todo desde la encíclica Veritatis splendor (1993), cuya recepción ha sido muy
azarosa y que ha tenido por respuesta el silencio de los teólogos moralistas.
Ante este panorama, el último intento de teología política que han tenido
algún eco interesante e incisivo en la vida eclesial española, es la publicación
del Compendio de Doctrina social de la Iglesia. Este incluye algunos aspectos
sobre implicación de los fieles en la vida política, pero solo genéricamente,
sin ulteriores reflexiones que se concreten suficientemente.
13 Cf. R. Guardini, Vom Geist der Liturgie, Friburgo 1918; I. Herwegen,
Kirche und Seele. Die Seelenhaltung des Mysterienkultes und ihr Wandel im
Mittelalter, Münster 1928. Obras de nuestro contexto, a modo de ejemplo: J.
Castellano, Liturgia y vida espiritual: teología, celebración y experiencia (Biblio-
teca Litúrgica, 27), Barcelona: CPL 2006; J.J. Flores, Introducción a la teología
litúrgica (Biblioteca Litúrgica 20), Barcelona: CPL 2003, 286-294.
14 C. Floristán, «Ritmos litúrgicos y ritmos de sociedad», Phase 20 (1980)
39-49; O. Casel, «Hodie», Cuadernos Phase 14 (1990) 5-9; S. Marsili, «El
“tiempo litúrgico”, actuación de la historia de la salvación», Cuadernos Phase
14 (1990) 10-34; I. Oñatibia, «La pastoral del año litúrgico, hoy», Cuadernos
Phase 14 (1990) 35-45; J. Bellavista, «La eficacia educativa del año litúrgico»,
Cuadernos Phase 14 (1990) 46-57.
15 «Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a
la edificación del cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios; pero, en

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2.1. Liturgia de la Palabra de Dios


Paso a describir a continuación de modo estructural, los compo-
nentes esenciales del acto celebrativo. Este primer componente de
toda celebración litúrgica es la escucha creyente de la Biblia. Tiene
por intención la introducción de la asamblea en la dinámica de
la historia de la salvación, el contenido específico de la acción de
Dios en la historia de la humanidad. En la lectura de la Escritura,
la asamblea reunida accede al acontecimiento soteriológico, que
en la celebración se convierte en factor conmemorativo.16
Normalmente, según los principios litúrgicos básicos, esta lectura
atenta y sagrada dispone la actitud de los fieles, confiriendo una
fuerza mayor secundaria (ex opere operantis Ecclesiae) al signo sacra-
mental en cada celebración, activo por sí mismo (ex opere operato),
por la previa disposición con la escucha y oración con la Palabra
divina y evangélica. Dicha fuerza viene conferida por la colación
de la gracia santificante, que actúa en cada fiel, particularmente y
globalmente, en la medida que celebra los sacramentos y demás
sacramentales con las debidas disposiciones espirituales. Tam-
bién interviene la remisión de los pecados veniales con que va
aneja la adecuada acogida creyente de la predicación cristiana.17
Finalmente hay que añadir que aquella fuerza se incrementa por

cuanto signos, también tienen un fin pedagógico. No solo suponen la fe, sino
que, a la vez, la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras
y de cosas; por esto se llaman sacramentos de la “fe”. Confieren ciertamente
la gracia, pero también su celebración prepara perfectamente a los fieles para
recibir fructuosamente la misma gracia, rendir el culto a Dios y practicar la
caridad».
16 «Todo cuanto se ha dicho acerca de la incidencia del acontecimiento en la
celebración, no sería posible sin un factor que establece una profunda relación
entre el hecho histórico salvífico y quienes lo conmemoran. Este factor es el
memorial, una realidad de gran importancia en la liturgia, hasta el punto
de constituir una de las categorías que contribuyen a definirla en cuanto
presencia y realización de la obra de la salvación» (J. López Martín, «En el
espíritu y la verdad». Introducción antropológica de la Liturgia, vol 2, Salamanca:
Secretariado Trinitario 1994, 75).
17 Recordemos cómo el Enchiridion de indulgencias aplica la indulgencia
parcial (y la aneja remisión de pecados veniales) a la lectura prolongada de
la Sagrada Escritura (cf. Enchiridion Indulgentiarum, Romae: Typis Polyglottis
Vaticanis 1986, «Aliae concesiones», 4).

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el incremento en la participación moral y espiritual en el tejido


social y eclesial. De este modo el fiel es capacitado para la celebra-
ción activa del misterio pascual de Cristo en un sacramento u otro
signo sagrado, y también en la concreción vital en la convivencia
socioeclesiástica.

2.2. Liturgia del sacramento/signo sacramental que se celebra


Si hemos de buscar una definición breve de «signo» en contexto
sacramental, se podría admitir: realidad visible instituida por Jesu-
cristo que vehicula por el Espíritu Santo el amor invisible del Padre.
En este sentido la disposición de los rituales y los formulismos
coadyuvan a una mayor participación de los fieles con formularios
audibles y adaptados a la lengua de los miembros de la asamblea
litúrgica. Recordamos también que, según la dogmática eclesial,
los sacramentos son canales de gracia santificante eficaces por sí
solos, aunque con la adecuada recepción fiducial de los fieles se
pueden incrementar los aspectos meritorios.18

3. Actitud política como fruto («vita») del «ars celen-


brandi» eclesial
Me dispongo a continuación a desarrollar cómo la celebración
litúrgica tiene un potencial dinamizador de la actitud política en
los miembros que celebran el misterio pascual, a la luz de la doc-
trina tomasiana de la prudencia, por un lado, y del movimiento
intrínseco de la celebración litúrgica, que podemos sintetizar en:
misterio, celebración y vida, con J. Corbon.19

3.1. La anamnesis: un recuerdo proactivo de Cristo en beneficio del pueblo


de Dios
La dimensión anamnética en la liturgia es capital a la hora de
componer el oracional celebrativo. En sustancia, el «memorial»
tiene por objeto la acción salvífica divina efectuada por Cristo y
actualizada por la virtud del Espíritu Santo, atendiendo a su unitas

18 Cf. Catechismus Catholicae Ecclesiae, 1127-1129.


19 Cf. J. Corbon, Liturgie de source, París: Du Cerf 1983, 22007.

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divina y su composición económica.20 Aplicándolo desde la pru-


dencia tomasiana, la memoria litúrgica tiene por objeto recuperar
los acontecimientos salvíficos.
La propuesta teológico-litúrgica que apoya la «actitud política»
tiene como elementos celebrativos fundamentalmente tres: el
officium lectoris, la oratio universalis, y la participación misma en la
liturgia de cara sacramento u otro signo sagrado.

3.1.1. El oficio de lector


De las 27 ocasiones en que aparece esta función en la Ordenación
General del Misal Romano [=IGMR], notamos que el lector es una
expresión social de la celebración. Como indica en la Ordenación
General del Misal Romano, número 99, tiene por oficio proclamar
lecturas. Es una expresión ministerial, por ello, puede y debe leer
las lecturas bíblicas y pronunciar las intenciones de la oración
universal si no se halla presente el diácono (cf. IGMR, 71), e incluso
recitar las antífonas de ingreso y comunión si no se cantan (cf.
IGMR, 198). Como ministro, es también expresión de la partici-
pación activa de la asamblea en el desarrollo litúrgico de los ritos
propios de cada celebración sagrada y en él se actualizan ya las
tres dimensiones teológico-litúrgicas indicadas al inicio. Primero,
es proclamador del misterio de Dios actualizado en la historia
salvífica por medio de la lectura pública de los textos sacros que
nos los actualizan, también indica, en segundo lugar, la acción
epiclética de Dios, cuando participa en la realización de los signos
sagrados, ya que requiere idoneidad y una institución, si quiera
ad actum. Finalmente, en tercer lugar, la misión evidente de ejercer
un munus ministeriale en la celebración, con su adecuada coherente
en el aspecto moral, pastoral y espiritual.

20 «Il contenuto del memoriale, ciò che diventa presente in virtù dello
Spirito Santo, è l’azione salvifica di Cristo, anzitutto e direttamente la sua
morte sacrificale e la risurrezione che la corona, ma poi anche tutta l’opera
salvifica in quanto un’unica grande unità» (N.Neunhauser [A.M. Triacca],
«Memoriale», en D. Sartore – A.M. Triacca – C. Cibien (eds.), Liturgia [I
dizionari San Paolo], Cinisello Balsamo [Milán]: San Paolo 2001, 1177).

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3.1.2. La oración universal o plegaria de los fieles


Otro elemento común de las celebraciones sagradas es la presen-
cia de plegarias para que los fieles oren en común. La Ordenación
General del Misal Romano, número 55, nos indica su contenido: las
necesidades de toda la Iglesia y todo el mundo y su salvación. Es
una respuesta del sacerdocio bautismal de los fieles que se ordena
en modo común y general. La importancia recae en la respuesta
de la asamblea, y su orientación contempla todas las realidades
sociales y espirituales. Este modo de oración recuerda la petición
del epistolario tritopaulino, cuando requería de los bautizados:
«Os exhorto, pues, antes de nada, a realizar súplicas, oraciones,
peticiones, acciones de gracias por todos los hombres» (1Tim 2,1).

3.1.3. Participación personal de cada fiel en el signo sagrado


Finalmente, las respuestas y momentos en que el pueblo de Dios
convocado en asamblea celebrativa participa activamente son la
última expresión que sirven de incentivo y ocasión para generar
una actitud política, ya que abarca todos los aspectos esenciales de
la lex credendi y la lex orandi. El canto común, la recitación común del
Símbolo de fe, la comunión con el signo sagrado que se celebra, y la
exhortación común a ir en paz o al Ite, missa est, son ocasiones en que
la conciencia de la asamblea, en general y en particular, recibe las
gracias necesarias para prolongar el mysterium celebratum a la vida
pública y social, con sus compromisos políticos y diplomáticos.

3.2. La epíclesis, efusión pneumatológica en pro de una actitud política


Hablar de epíclesis significa la acción catabática del Espíritu Santo
sobre los dones eucarísticos u otra modalidad de signo (sacramen-
tum) sobre los cuales Dios interviene pneumatológicamente.21
Desde la perspectiva dogmática, la acción pneumatológica se

21 «Nella sua dimensione discendente la liturgia è comunicazione dello


Spirito santo che attua la presenza di Cristo glorificato [...], il quale a sua
volta conferisce lo Spirito ai suoi fratelli» (A.M. Triacca, «Spirito Santo, I»,
en Sartore – Triacca – Cibien, Liturgia, 1888.

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concreta en la infusión de la caridad en el alma espiritual,22 que no


puede operar sino a través del resto de virtudes morales. Así pues,
política y amor evangélico van intrínsecamente unidos, pese a su
diferencia en el ránking teológico-moral.
Aplicándolo a situaciones políticas sociológicas, la acción litúrgica
tiene la misma prioridad sobre otras formas de apostolado, aun
siendo necesarias, que la que tiene el amor de Dios sobre la actitud
política de los hombres. Así lo afirma el magisterio eclesial reciente:
No obstante, la liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de
la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza.
Pues los trabajos apostólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos
de Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan para alabar a Dios
en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la Cena
del Señor (SC 10).
Análogamente, pues, la actitud política debe ser consecuencia de
la acción renovadora del Espíritu en la asamblea celebrativa que
comparte la esfera política, porque también es componente del
tejido social civil.
La renovación civil viene –así debemos creerlo por fe– por la pre-
dicación viva y eficaz de la Palabra transformadora del misterio
pascual de Jesucristo, acompañada de una adecuada celebración
de la misma, que incluya una «viva et actuosa participatio» (cf. SC
11). Dicha participación incluye tanto el consciente ejercicio del
sacerdocio bautismal –y ministerial en el caso del clero– como la
vitalización de conductas éticas orientadas a una incidencia eficaz
en la vida política. En este sentido, son lúcidas las palabras de A.M.
Triacca, que afirma que la transformación vivificante, operada por
la participación en la celebración, cambia a una persona en hijo de
Dios por adopción (bautismo), a un fiel en ministro constituido en
un sacerdocio ministerial (orden), y a un penitente en camino hacia
la conversión en perdonado (penitencia). Esto comporta un diá-

22 Tomás de Aquino, en contra del obispo Pedro Lombardo, insistía en que


el Espíritu no viene directamente sino por medio de la virtud de la caridad
en el alma misma.

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logo bilateral asimétrico entre la acción divina que adopta medida


humana y la acción humana que se abre al quehacer divino.23
Así, la política del cristiano en una democracia contemporánea
aporta dos principios fundamentales de diálogo fructífero: la
dimensión comunitaria, porque todos formamos parte activa e
implicada en la recepción del don divino, y la dimensión de acogida
del Otro. Esta acogida se realiza en nuestro caso por medio de una
capacitación sobrenatural y en el ámbito político por medio de
una escucha crítica de las opiniones, más allá del consenso social.
Si traducimos en práctica política la actitud celebrativa de la
comunidad, el católico vive dos retos en el ámbito sociopolítico:
la denuncia profética confrontada desde la implicación de que todo
salga adelante en un contexto igualitario, y la oferta de planes de
actuación plausibles espiritual y políticamente. Ambos retos com-
portan la necesaria aceptación de algunos requisitos humanos,
aceptables para la consciencia cristiana y general en la sociedad,
y el riesgo de no ser escuchados e incluso rechazados, pero no por
ello significará estar en el error.

3.3. La misión: presencia intensa en la comunidad democrática contem-


poránea
He reservado la misión como un apartado especial, ya que es el
escenario donde la vida renovada por el Espíritu se desarrolla en
su amplio espectro político. La acción política, que desea reno-
varse a la luz de una adecuada ars celebrandi tanto de ministros
como de fieles, se concreta de manera específica en el foro social
comunitario. Ello comporta a mi juicio los siguientes elementos,
concretamente tres:
a) El primero nace de una premisa evangélica, a saber: la pre-
sencia cristiana debe ser como sal y luz entre los hombres, en
cuanto colectivo de personas que no necesariamente profesan
la fe teologal de Jesucristo (cf. Mt 5,12-14). Sin embargo, dicha
conciencia debe ir acompañada de la exigencia igualmente
esencial de la evangelización y que la propia celebración

23 Cf. A.M. Triacca, «Partecipazione», en Sartore – Triacca – Cibien,


Liturgia, 1442.

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recuerda, que la identidad explícita e irrenunciable que ha gene-


rado el evento sacramental es ineludible e innegociable.
b) El segundo consiste en sostener los principios fundamentales e
innegociables que ya formulara Benedicto XVI en su magisterio
eclesiástico, sobre todo en el texto que sigue:
Es importante notar lo que los padres sinodales han denominado
coherencia eucarística, a la cual está llamada objetivamente nuestra
vida. En efecto, el culto agradable a Dios nunca es un acto mera-
mente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al
contrario, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente,
esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia par-
ticular para quienes, por la posición social o política que ocupan,
han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el
respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta
su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y
mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien
común en todas sus formas. Estos valores no son negociables. Así
pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su
grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente inter-
pelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y
apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza
humana. Esto tiene además una relación objetiva con la Eucaristía
(cf. 1Cor 11,27-29). Los obispos han de llamar constantemente la
atención sobre estos valores. Ello es parte de su responsabilidad
para con la grey que se les ha confiado (Sacramentum caritatis 83).24
c) Finalmente, el diálogo político, iluminado por la actio liturgica,
comporta también una abertura a la plausible renovación en la
formulación de principios fundamentales de la fe y costum-
bres, sin renunciar a la identidad, pero asumiendo la situa-

24 La expresión surgió en 2002 en el documento Nota dottrinale circa alcune


questioni riguardanti l’impegno e il comportamento dei cattolici nella vita politica,
cuando J.A. Ratzinger hizo referencia a principios dotados de valor absoluto,
unas exigencias éticas fundamentales e irrenunciables. En marzo de 2006
siendo ya Papa recibió en audiencia al Partido Popular Europeo y delineó tres
principios: tutela de la vida en todas sus fases, promoción y reconocimiento
de la familia natural y la tutela de la educación parental a favor de su prole.
En 2007 introdujo un argumento que relaciona política y liturgia, a saber,
«coherencia eucarística». Sobre la importancia del documento de 2002 (cf. E.
Vadillo Romero (ed.), Documentos 1966-2007. Congregación para la doctrina
de la fe [BAC 673], Madrid: Editorial Católica 2007, 710-715).

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ción ambiente que tiene una escala de valores sensiblemente


diversa a la década de los 90 del siglo pasado.

4. Conclusión: actitud política en una liturgia, celebrada


eclesialmente
Llegados a este punto de la reflexión, se puede constatar como el
magisterio eclesial reciente urge en esta línea de actuación: espi-
ritual, política y litúrgica. Ya en este sentido, tenemos el esfuerzo
del papa Francisco, que va en esa línea de un modo preclaro:
Estoy convencido de que a partir de una apertura a la trascendencia
podría formarse una nueva mentalidad política y económica que
ayudaría a superar la dicotomía absoluta entre la economía y el bien
común social.25
Complementariamente, las propuestas del episcopado español,
por poner un caso específico, se han apoyado fundamentalmente
en las dimensiones antropológica y moral del Evangelio. Posturas
en su gran mayoría acertadas, pero que se han antojado en algún
punto todavía necesitadas de mayor profundización, sobre todo
desde la reflexión sobre la acción litúrgica como locus theologicus et
politicus, de cara a afrontar con mayor eficacia las exigencias que
el escenario político requiere.26

25 «Sono convinto che a partire da un’apertura alla trascendenza potrebbe


formarsi una nuova mentalità politica ed economica che aiuterebbe a superare
la dicotomia assoluta tra l’economia e il bene comune sociale» (Francisco,
Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 205).
26 Ya en 1966 afronta los cambios socioculturales con una llamada a todos
los agentes sociales, incluyendo ya a los medios de comunicación, insistiendo
en la cooperación en la distinción de esferas de poder. En 1971 estudió la
situación moral española, proponiendo remedios por parte de la Iglesia como
la reactivación de la vida sacramental que se estaba deteriorando. En 1972
abandona el ámbito litúrgico como respuesta a la situación político-social. De
manera específica en 1977 se afronta el clima de transición hacia la democracia
contemporánea, se insistió en la conciencia política para preservar el derecho
de libertad religiosa y otros principios de justicia y equidad. En este sentido,
un documento de capital importancia es el de 1986 sobre «Los católicos en la
vida pública», donde se exhorta al cristiano a la caridad política y a no ceder
ante la indiferencia o la confusión. Incluye una mención a la celebración
litúrgica como eje espiritual y pastoral de la acción posterior del laico en la
sociedad.

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248 Marcos Aceituno Donoso

Poco a poco se ha ido subsanando al abordar la situación de crisis


socioeconómica y religiosa, en la instrucción pastoral La Iglesia,
servidora de los pobres (2014). En esta se incluye un elemento directa-
mente relativo a la vida sacramental y litúrgica. Pienso que se debe
hacer mayor eco de este documento de cara a seguir reflexionando
en estas dos facetas, liturgia e implicación política, así como en el
empeño político en nuestro escenario.
En ese sentido, tres son las ideas principales a tener en cuenta en el
binomio litúrgico-político. La primera es la perspectiva psicológica,
el beneficio singular que reporta el encuentro personal con Cristo
en la participación sacramental:
Cuando los cristianos tienen la experiencia gozosa del encuentro
con Jesucristo, alimentada por la oración, la Palabra de Dios y la
participación fructuosa en los sacramentos, se acercan a la madre
Iglesia deseosos de amarla más y de hacerla crecer, se empeñan en
su edificación, viven una fe comprometida socialmente, y aprenden
a encontrar y a servir a Cristo en los pobres (La Iglesia, servidora de
los pobres, 13).
La segunda noción es la dimensión espiritual, las consecuencias
transformadoras para la conciencia individual de los fieles, expli-
cada en clave trinitaria y eucarística. De hecho la insistencia se
remarca con este sacramento y las consecuencias prácticas en la
transformación del mundo. En este sentido desarrollan un con-
cepto que ya trabajó Benedicto XVI en Sacramentum caritatis, 45:
La espiritualidad que anima a los que trabajan en el campo caritativo
y social no es una espiritualidad más. Posee unas características
particulares que nacen del Evangelio y de la realidad en que se vive

En 1990 se afronta la situación moral con el documento La verdad os hará libres,


que incluye diversos pasajes sobre el efecto de los sacramentos en la vida moral
(cf. Conferencia Episcopal Española, La Iglesia y el orden temporal a la luz del
Concilio Vaticano II [29 de junio de 1966]; Conferencia Episcopal Española,
Sobre la vida moral de nuestro pueblo [18 de junio de 1971]; Conferencia Epis-
copal Española, Algunos aspectos de la situación religiosa en España [8 de junio
de 1972]; Conferencia Episcopal Española, Ante la actual situación española
política y económica [22 de septiembre de 1977], 6; Conferencia Episcopal
Española, Los católicos en la vida pública [22 de abril de 1986], Conferencia
Episcopal Española, La verdad os hará libres, 48).

339 phase.indb 248 16/05/17 10:03:08


«Actitud política», fruto del «ars celebrandi» eclesial 249

y actúa, y que hemos de cultivar: una espiritualidad trinitaria que


hunde sus raíces en la entraña de nuestro Dios, una espiritualidad
encarnada y de ojos y oídos abiertos a los pobres, una espiritualidad
de la ternura y de la gracia, una espiritualidad transformadora, pas-
cual y eucarística. La unión con Cristo que se realiza en el sacramento
de la Eucaristía es al mismo tiempo unión con todos los hermanos.
Cristo refuerza la comunión y apremia a la reconciliación y al com-
promiso por la justicia. La vivencia del misterio de la Eucaristía,
alimento de la verdad, nos capacita e impulsa a realizar un trabajo
audaz y comprometido para la trasformación de las estructuras de
este mundo. (La Iglesia, servidora de los pobres, 38).
Finalmente, se recupera otra noción de Benedicto XVI, esta vez
del motu proprio Intima Ecclesiae natura sobre la interrelación
entre las funciones genéricas de la Iglesias y su consecuencia en
la acción social:
El papa Benedicto XVI nos explica claramente la interrelación entre
las funciones de la Iglesia: «La naturaleza íntima de la Iglesia se
expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-
martyria), celebración de los Sacramentos (leiturgia) y servicio de
la caridad (diakonia). Son tareas que se implican mutuamente y no
pueden separarse una de otra. Para la Iglesia, la caridad no es una
especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar
a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irre-
nunciable de su propia esencia (La Iglesia, servidora de los pobres, 40).
Estas pistas magisteriales son, en síntesis, orientaciones que sirven
para iniciar un camino de aplicación litúrgico-pastoral realmente
atento al cambio sociológico que desde mediados del siglo xx se
perciben a nivel mundial y que España está experimentado ya
desde la década de los 80. Resumidas en una afirmación, se podría
decir que «la actitud política se traduce en el campo específico y
a veces contingente en una “presencia proactiva en política por
parte de los católicos”».
En definitiva, estamos ante un ámbito de reflexión que se abre y
que tiene una duración de medio a largo plazo, sobre todo porque
el reciclaje de prácticas tanto celebrativas como disciplinares
están, se quiera o no, en periodo de recepción y adaptación. Sin
embargo, una conciencia clara de prudencia política necesita que
la liturgia sea efectiva en quienes la celebran. De este modo la

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250 Marcos Aceituno Donoso

presencia política de la asamblea celebrativa tendrá una eficacia


porque sus miembros serán transformados sacramentalmente por
la acción salvadora de Dios y se convertirán en agentes efectivos
de un cambio no ideológico, que se reduce al final a movimientos
pendulares de izquierdas o derechas, sino ad potius, a algo mejor.
En síntesis, la anábasis que introduce el Espíritu en el mundo cada
vez que se invoca en las reuniones celebrativas de la Iglesia tiene
como una consecuencia la implicación de los fieles tanto en el
desarrollo activo y eclesialmente participado en la sagrada litur-
gia, como en el foro público. Y es de desear que de este modo se
podrá exponer, y si cabe, defender, los postulados del Evangelio y
la propuesta de un escenario político favorable a un ejercicio libre
de la religión donde manifestar en otros foros la vida celebrada y
recibida en la actualización del misterio pascual.
Marcos Aceituno Donoso
Presbítero de la diócesis de Terrassa, doctor en teología bíblica,
imparte clases en la Facultad de Teología de Catalunya y es párroco
en Cerdanyola del Vallès (Barcelona).

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Phase 57 (2017) 251-263

La connaturalidad en lo popular,
entre la liturgia y la piedad
Gonzalo Matías Guzmán Karadima

Resumen
«Lo popular» es el escenario del misterio de la redención. Sus categorías y lenguaje
hablan de quiénes y cómo son sus actores. Es fundamental hacer una re-lectura
teológica desde «lo popular», como lugar teológico, de las categorías eclesiológicas
claves del Concilio Vaticano II buscando comprender cómo la identidad de pueblo,
que toca todo el ser de la Iglesia, se expresa en su culto, litúrgico y más allá de este.
Palabras clave: cultura, piedad popular, pueblo de Dios.
Abstract
«The popular thing» is the scene of the mystery of Redemption. Its categories
and language speak of who and how are their actors. It is essential to make a re-
theological reading from this «popular thing», as a theological place of the Second
Vatican Council ecclesiological key aspects, trying to understand how the identity of
people, which concerns the entire being of the Church, is expressed in their liturgical
worship and beyond it.
Keywords: culture, People of God, popular piety.

1. El «status quaestionis» de «lo popular» como lugar


teológico
Un ejercicio con un tinte algo ignaciano puede ayudar a ilustrar
la problemática de interés para este artículo, me refiero a realizar
una «composición de lugar». Probablemente cada uno de los lec-
tores ha asistido a más de alguna celebración litúrgica; estas sellan
los momentos fuertes con los cuales la vida o lo cotidiano se va
jalonando. Los invito a recordar por ejemplo, la vigilia pascual,

339 phase.indb 251 16/05/17 10:03:08


252 Gonzalo Matías Guzmán Karadima

corazón del año litúrgico. El lucernario inicial con la bendición


del fuego nuevo y el encendido del cirio pascual que anuncia el
evento fundante de la resurrección de Cristo, la larga liturgia de la
Palabra que recorre la economía de salvación, la liturgia bautismal
en la que nacen nuevos hijos a la Iglesia y la liturgia eucarística en
la que se concreta sacramental y realmente la donación de Cristo.
Paralelamente invito a visitar con la mente algún santuario, sea este
en honor a Cristo, a María o algún otro. Los peregrinos entrando,
tocando estos el lugar sagrado, las velas encendidas, el susurro de
las oraciones, el canto de las letanías o la oración del rosario. Se
puede agregar a esta composición de lugar el bullicio del compar-
tir, bailes, cantos, trajes y comida típica y, por qué no, el necesario
souvenir para llevar a casa y a los seres queridos.
Respecto al primer caso de nuestra composición de lugar, gracias a
todo el movimiento litúrgico del siglo pasado y su recepción en la
Constitución sobre la sagrada liturgia Sacrosanctum Concilium del
Vaticano II hoy, con claridad, se afirma y se reconoce, que la litur-
gia es el culmen y la fons (cf. SC 10) de toda la vida eclesial, y como
tal debe ser vivida y amada. Gracias al misterio de la encarnación
(cf. SC 5; DV 2. 4) y al misterio pascual, del cual brota la eficacia
sacramental, esta es definida por los padres conciliares «como el
ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles
significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del
hombre» (SC 7).
La piedad popular, el segundo de los casos de la reciente com-
posición de lugar, no fue definida por Sacrosanctum Concilium
(cf. SC 12-13), sino que escuetamente esta se limita a reconocer
su presencia en la vida de la Iglesia en los ejercicios piadoso y
los recomienda conforme a las leyes y normas correspondientes.
Como consecuencia quizás de una errónea comprensión y/o apli-
cación de la reforma litúrgica conciliar más una visión restrictiva
o prejuiciada del concepto popular, la piedad popular realizó un
fatigoso camino en el magisterio universal de la segundad mitad
del siglo xx.
La teología hoy, sabe que la liturgia, gracias a la acción epiclética
del Espíritu Santo que hace eficaz la anámnesis celebrativa, es un

339 phase.indb 252 16/05/17 10:03:08


La connaturalidad en lo popular, entre la liturgia y la piedad 253

locus theologicus fundamental, es la transmisión de la traditio en


acto, en cuanto el misterio celebrado acontece no solo como auto-
comunicación de Dios a los hombres, sino que es la realización
misma de la Iglesia en su sentido originario.1
¿Cómo entender la piedad popular como un lugar teológico? Para
encontrar la respuesta ayuda un recorrido por el magisterio
pontificio desde el Vaticano II, hasta nuestros días. Algunos hitos
fundamentales son:
a) La Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi de Pablo VI en
el año 1975, quien, en el número 48, dedica un extenso párrafo
en el que presenta riquezas y problemáticas de la religiosidad
popular, reconociéndola como un lugar de encuentro con Dios
en Jesucristo cuyas raíces están en la búsqueda que los pueblos
realizan de Dios. Pablo VI enumera un conjunto de valores
y límites acuñando finalmente el término piedad popular o
religión del pueblo.
b) Si bien Juan Pablo II tiene numerosos textos y homilías, par-
ticularmente en sus viajes a América Latina, en los que se
refiere directa o indirectamente a la piedad popular, se debe
mencionar como fruto de su pontificado el Directorio sobre la
piedad popular y la liturgia. Principios y orientaciones, publicado
por la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los
Sacramentos en el año 2002. Este se ocupa de una gran variedad
de acciones rituales, actos de culto, devociones, buscando con-
siderar de forma orgánica a lo largo del año litúrgico los nexos
entre liturgia y piedad popular, recordando algunos principios
fundamentales, entregando orientaciones teológico-pastorales
y dando indicaciones prácticas.
c) Benedicto XVI en Sacramentum caritatis (2007), números 66-68,
resalta el vínculo Eucaristía – Adoración al Santísimo Sacra-
mento; el primero es el acto de adoración más importante que
se prolonga en el segundo. Analógicamente se puede pensar
la relación entre celebración litúrgica y los ejercicios de la

1 Cf. L. Müller, Dogmática. Teoría y práctica de la teología, Barcelona: Herder


2
2009, 8-9.

339 phase.indb 253 16/05/17 10:03:08


254 Gonzalo Matías Guzmán Karadima

piedad popular. La segunda debe siempre conducir y emanar


de la primera. En Verbum Domini (2010), números 65 y 88,
destaca la dimensión bíblica de todo acto de culto; hablando
de aquel extra litúrgico señalará que no solo deben inspirarse
en la Sagrada Escritura, sino también ofrecer una atmósfera
adecuada para la proclamación y la escucha de la Palabra de
Dios. Deben facilitar el encuentro con la persona de Cristo.
d) El proceso evolutivo se ve coronado por la Exhortación Evan-
gelii gaudium del año 2013. En los números 122 al 126, el papa
Francisco, sitúa la piedad popular en el encuentro generativo
del pueblo creador de cultura con el mensaje evangélico; este
hace nacer una acción misionera espontánea, cuyos agentes
principales son: el Espíritu Santo y el pueblo mismo.
e) Existe una fuerte influencia de la teología latinoamericana y de
los documentos del Consejo Episcopal Latinoamericano y del
Caribe en el proceso recién enunciado del magisterio pontificio
en relación al tema que interesa. Es a partir de la Asamblea
General del Sínodo de los Obispos de 1974 sobre la evangeli-
zación del mundo contemporáneo, que el tema religiosidad-
piedad popular, gracias a la intervención de diversos padres
sinodales de América Latina, no solo entra en la discusión del
aula, sino también es recogido por el Santo Padre en el ya citado
número 48 de la Exhortación post-sinodal Evangelii nuntiandi.2
Escuetamente para cada uno de los documentos del CELAM
se puede decir: en la conferencia de Río de Janeiro de 1955 la
piedad popular fue un tema desconocido, en el encuentro en
Medellín del año 1968 se ve en ella una secreta presencia de
Dios (cf. DM 6, 5) y el balbuceo de una auténtica religiosidad
(cf. DM 6, 4); en el Documento Conclusivo de Puebla del año
1979 la piedad del catolicismo popular es vista como una
existencia cultual en la cual la presencia y acción del Espíritu
Santo permiten a los fieles relacionarse con Dios (cf. DP 444-

2 Cf. J.L. González, «Liturgia y religiosidad popular en la vida y doctrina


de Pablo VI», en L’Esortazione Apostolica di Paolo VI Evangelii nuntiandi. Storia,
contenuti, ricenzione. Colloquio internazionale di studio, Brescia 22-23-24 settembre
1995, Brescia-Roma: Pubblicazioni dell’Istituto Paolo VI - Edizioni Studium
1998, 209-214.

339 phase.indb 254 16/05/17 10:03:08


La connaturalidad en lo popular, entre la liturgia y la piedad 255

469; 895-963); en la conferencia de Santo Domingo del año


1992 el prisma de lectura fue la inculturación de la fe siendo
la piedad popular una expresión privilegiada de esta (cf. SD
36); finalmente, el año 2007 en Aparecida, el episcopado lati-
noamericano, aborda el tema como un espacio de encuentro
con Jesucristo llegando a acuñar los términos mística popular
y espiritualidad popular (cf. DA 262-263).
Es posible constatar, a la luz del recorrido anterior, que a lo largo
de la historia del cómo la Iglesia ha celebrado el misterio de Cristo
se pone de manifiesto que en el encuentro de la liturgia con la
piedad popular aquello que despunta no es tanto el problema de la
piedad o de la liturgia propiamente tales, sino qué se entiende por
popular. ¡Esta es la cuestión del status quaestionis! La comprensión
que se tenga de este marcará la reflexión teológica conduciéndola
o desviándola por diversos caminos que en algunos casos pueden
ser hasta opuestos.
Se hace necesario, por lo tanto, una clarificación conceptual. ¿Qué
se entiende por popular la liturgia? ¿Qué enseñan las ciencias
humanas de esta realidad? ¿Se puede hablar de «lo popular» como
un lugar antropológico? ¿Qué dice «lo popular» del ser humano?
¿Por qué es un lugar teológico?

2. Un método que ilumina la cuestión «popular»


Gracias a la comprensión litúrgica del Vaticano II, que volviendo
a las fuentes renueva la lectura y el acto mismo del evento celebra-
tivo y, en particular, gracias a la concepción de la sacramentalidad
de manera amplia o difusa otorgada por Lumen gentium, número
1, una investigación sobre «lo popular» debe interrogase por los
elementos constitutivos del pueblo, la cultura, lo sacro, la religiosidad.
Una certeza que otorga la fenomenología es la constante antropo-
lógica de la presencia de la experiencia religiosa en los diversos
pueblos, donde una primera dimensión universal común, normal-
mente como consecuencia de situaciones existenciales límites es
la experiencia de lo sacro, con la capacidad de reenviar al hombre a
aquello que le es totalmente otro, es una ventana de lo inmanente
a lo trascendente. Dentro de esta realidad sagrada se encuentran

339 phase.indb 255 16/05/17 10:03:08


256 Gonzalo Matías Guzmán Karadima

la religiosidad y los sistemas religiosos. De estos último entre sus


características destacan: la creencia (dimensión teórica doctrinal), la
experiencia (dimensión práctica - moral), la pertenencia (dimensión
social) y la práctica religiosa (manifestación ritual, mecanismo de
relación entre el hombre y Dios).3 Estas cuatro concretan la nece-
sidad humana de significado y trascendencia.
«Lo popular» obliga preguntarse por una definición de pueblo. Sin
embargo, encontrar una definición tal no es fácil, existe la tenta-
ción de aplicar filtros ideológicos o de no comprender la dinámica
diacrónica que la realidad pueblo contiene en sí. Sin embargo, la
definición realizada por la asamblea general de la Conferencia de
las Naciones sin Estado de Europa (CONSEU) del 27 de mayo de
1990 es de gran utilidad. En su Declaración Universal de los Derechos
Colectivos de los pueblos, el artículo 1 del Título I, afirma:
Cualquier colectividad humana que tenga una referencia común a
una cultura y a una tradición histórica propia, desarrolladas en un
territorio geográficamente determinado o en otros ámbitos, consti-
tuye un pueblo.4
Por tanto como lugar antropológico, pueblo, habla de colectividad
humana, el ser humano con-vive, aquí la sociología utiliza concep-
tos como: ethos, nación, comunidad y sociedad; realidad ya conocida
por Gaudium ets spes número 12. Pueblo habla de cultura, enten-
dida como un conjunto complejo de conocimientos, creencias,
arte, moral, leyes, costumbres y otras capacidades y habilidades
adquiridas por el hombre como miembro de una sociedad.5 Pueblo
habla de tradición histórica propia, ideas, mitos, historias, que forman
dicha cultura permitiendo el con-vivir del colectivo. Pueblo habla
del binomio pertenencia-dependencia, tierra o lenguaje entre otros
elementos, que crean redes de relación social.

3 Cf. M. M. Romanelli, Il fenomeno religioso. Manuale di sociologia della


religione, Bologna: Dehoniane 2002, 34-36.
4 J. Casañas (ed.), La autodeterminación de los pueblos, Barcelona: Icaria
editorial 2008, 185.
5 Cf. E. B. Tylor, Primitive Culture: Researches into the Development of
Mythology, Philosophy, Religion, Language Art and Custom, Vol. 1, London: John
Murray 1871, 1.

339 phase.indb 256 16/05/17 10:03:08


La connaturalidad en lo popular, entre la liturgia y la piedad 257

Aún queda la pregunta por «lo popular» ¿Cómo se ha entendido


este en la reflexión litúrgica post-Vaticano II? Solamente mencionar
algunas visiones ya superadas, ya sea por su estrechez conceptual
o por ser erradas al sustentarse sobre algún juicio previo de tipo
ideológico. «Lo popular» como lo iletrado, es decir sinónimo de
superficialidad o falta de formación.6 «Lo popular» como lo tradi-
cional, códigos de un pueblo traspasados a lo largo del tiempo que lo
identifican como tal. Si bien la tradición forma parte de «lo popular»
no lo agota. «Lo popular» como relativo a la masa, conjunto homo-
géneo, marcado por una suerte de superficialidad repetitiva. «Lo
popular» como lo opuesto a lo oficialmente establecido (cf. DPPL 9).
Pero, ¿cómo entender «lo popular» como determinante de la reli-
giosidad, casi como su declinación? Una luz importante otorga la
fuente teológica que inspiró el retorno del hecho piedad popular al
magisterio universal. Esto lleva necesariamente a fijar la mirada en
la teología latinoamericana que estaba detrás de las aportaciones
de los obispos de dicho continente en el Sínodo de los obispos de
1974. Pareciera ser que los estudiosos, principalmente europeos,
reciben el tema pero no todos aceptan o se preguntan por la teo-
logía que le subyace.
Comprender «lo popular» a la luz de la lectura que hizo de la ecle-
siología de Lumen gentium, números 9-13, la teología del pueblo,
nacida en argentina en el año 1969, inspiradora de gran parte de
los documentos publicados por el CELAM se hace imprescindible.
Entre sus teólogos fundadores se ha elegido el sacerdote argentino
Lucio Gera (1924-2012), con una vasta carrera pastoral, teológica
y docente es designado miembro, en el año 1969, de la Comisión
Teológica Internacional.
L. Gera comprende pueblo como «comunidad de hombres reunidos
en base a la participación de una misma cultura que históricamente,
concretan su cultura en una determinada voluntad»7, es decir

6 Cf. I. Schinella, «Fondazione e lettura teologica della pietà popolare»,


en M. Sodi (ed.), Liturgia e pietà popolare. Prospettive per la Chiesa e la cultura della
nuova Evangelizzazione, Città del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana 2013, 68.
7 L. Gera, «Pueblo, religión del pueblo e Iglesia», en Escritos Teológico-
Pastorales de Lucio Gera. 1. Del preconcilio a la Conferencia de Puebla (1956-1981),

339 phase.indb 257 16/05/17 10:03:08


258 Gonzalo Matías Guzmán Karadima

como sujeto-objeto comunitario de una historia y de una cultura con


la capacidad de auto determinarse y auto organizarse. Para la teología
del pueblo, «lo popular» refiere directamente al pueblo tocando así
toda la existencia humana. El ser humano con-vive en la dinámica
popular, no puede renunciar a esta. «Lo popular» es todo aquello
relativo o le pertenece a aquel sujeto-objeto histórico-cultural. Pueblo
y «lo popular» si bien no se identifican son inseparables. La presen-
cia de «lo popular» es tal que inclusive su mención o uso adjetival
pareciera no ser necesario.
La Iglesia es pueblo de Dios (cf. LG 9. 13), que para L. Gera, sigue la
analogía teológica-pastoral de la encarnación del Verbo, es decir, pueblo
de Dios encarnado en los pueblos, permeando estos con el don
de la fe. El mensaje evangélico impregna la cultura respetándola
en su identidad, autonomía y trascendencia. Cristo confirma al
hombre creado, no anula su humanidad, no borra su popularidad.8
La popularidad de la Iglesia por tanto proviene de Cristo cabeza
encarnado, de aquella que sus miembros traen consigo y del hecho
de ser en sí misma pueblo de elección divina. La Iglesia es en su
esencia popular, en cuanto pueblo que asume y genera cultura. Ella,
en cuanto sacramento (cf. LG 1), está llamada a ser popular asu-
mido y elevado, de alguna manera se podría decir popular redimido.
Los miembros del pueblo de Dios, en el bautismo son ungidos
con el chrisma, efusión del Espíritu Santo que los capacita en el
culto debido a Dios porque los vincula al Ungido-Cristo quien
les participa de su sacerdocio para ser ejercido en el culto y en la
diaconía. Es el pueblo sacerdotal de la lex orandi, de la lex credendi
y de la lex vivendi. Así la Iglesia es pueblo al servicio de los pueblos
que con su sacramentalidad significa, comunica y hace posible el
encuentro con Dios.

ed. V. Azcuy, Buenos Aires: Agape Libros – Publicaciones de la Facultad de


Teología Universidad Católica Argentina 2006, 724.
8 Cf. L. Gera, «La correlación entre la cristología y la antropología en la
constitución pastoral Gaudium et spes», en V. Azcuy (ed.), Escritos Teológico-
Pastorales de Lucio Gera. 2. De Puebla a nuestros días (1982-2007), Buenos Aires:
Agape Libros – Publicaciones de la Facultad de Teología Universidad Católica
Argentina 2007, 258-263.

339 phase.indb 258 16/05/17 10:03:08


La connaturalidad en lo popular, entre la liturgia y la piedad 259

3. Qué permanece en la cuestión «popular»


La piedad popular es un lugar teológico porque en ella se encuen-
tran significativos atributos de Dios (cf. EN 48; DPPL 61). En el
encuentro del espíritu humano con el Espíritu divino en la cultura
de cada pueblo se realiza una osmosis tal que crea manifestaciones
en las que se pueden descubrir la paternidad de Dios, la acción de
la divina providencia y la presencia amorosa y constante de un Dios
que ha dado la vida por los hombres. La piedad popular contiene
una rica teología trinitaria percibida, vivida y celebrada gracias a
la capacidad intuitiva-emocional de los hombres.
En un segundo aspecto, siguiendo a Lucio Gera,9 se debe consi-
derar que el mundo no es algo fijo, sino dinámico, por realizarse,
donde su actor fundamental es el hombre, que haciendo uso de
su conciencia y libertad proyecta y realiza su sentido en una mate-
rialidad y corporeidad. Esta toma de conciencia del ser humano
en relación a la naturaleza y la sociedad genera la cultura y, por
medio de ella, el hombre se esfuerza por responder a los problemas
fundamentales de la existencia como lo son él mismo y su fin. Es
un permanente tomar conciencia del momento histórico, de la
encrucijada tiempo-espacio, en un devenir en el que el hombre va
verificando su sentido y el del mundo que lo rodea.
Si la cultura es comprendida como esta dinámica de autoconciencia
y de construcción de sentido, impregnar esta con el Evangelio
significa insertar la Palabra de Dios en lo más íntimo del «sistema
operativo» de un pueblo, es por ello que una primera y necesaria
manifestación de inculturación es «lo popular» y sus manifestacio-
nes religiosas de fe cristiana. Tocar el corazón de la cultura significa
contribuir a la búsqueda de la verdad que el hombre realiza, en este
sentido, la piedad popular en cuanto acción evangelizadora del
Espíritu Santo, penetra delicada y respetuosamente la existencia de
cada fiel transformando desde la dinámica de autoconciencia popular
cada comunidad humana.

9 Cf. L. Gera, «Misión de la Iglesia en la Universidad», en Escritos Teológico-


Pastorales de Lucio Gera. 1. Del preconcilio a la Conferencia de Puebla (1956-1981),
ed. V. Azcuy, Buenos Aires: Agape Libros – Publicaciones de la Facultad de
Teología Universidad Católica Argentina 2006, 325.

339 phase.indb 259 16/05/17 10:03:08


260 Gonzalo Matías Guzmán Karadima

Por tanto, la piedad popular es un lugar teológico, no solo porque


en ella se encuentran significativos atributos de Dios (cf. EN 48;
DPPL 61); sino también porque es una «escuela en acto de evan-
gelización», cuyo pedagogo es el Espíritu Santo. En un respetuoso
y misterioso silencio pneumático este se adentra hasta lo más pro-
fundo del espíritu humano, sentimientos - conciencia y, respetando
su libertad y capacidad creadora, hace emerger con un lenguaje
rico en emociones una respuesta del hombre-popular al Dios que
se le ha revelado.
Por lo tanto, se puede afirmar la con-naturalidad entre la sagrada
liturgia y la piedad popular. Con-naturalidad que no significa
igualdad, ya lo afirman los padres conciliares en Sacrosanctum
Concilium número 7 «toda celebración litúrgica, por ser obra de
Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada
por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo
grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia».
Una primera con-naturalidad la entrega el profesor Crispino
Valenziano en el volumen Liturgia e Antropologia, basándose en la
Exhortación apostólica Marialis cultus de Pablo VI.10 Entre ambas
realidades del culto eclesial existe una con-naturalidad teológica
dadas por las notas trinitaria, cristológica y eclesial del culto, además
por las orientaciones que en este deben estar presentes: bíblica,
litúrgica, ecuménica, antropológica. En esta con-naturalidad, la
celebración litúrgica es la gran pedagoga para la piedad popular,
la primera le asegura a los fieles un sano y correcto ejercicio del
sacerdocio bautismal.
Una segunda con-naturalidad es posible denominarla celebrativa.
Ambas realidades del culto tienen por sujeto celebrante el Christus
totus que en el misterio de la encarnación tiñó de popularidad el
ser de la Iglesia. Al hacerse hombre, Cristo, asumió un pueblo, un
país, una época, y con esto, posibilitó y marcó la dinámica del culto
cristiano. La Iglesia, cuerpo de Cristo, cabeza y miembros, repre-
sentada en la comunidad celebrante lo es tal gracias a la dinámica

10 Cf. C. Valenziano, Liturgia e Antropologia, Bologna: Dehoniane 1998,


48-53.

339 phase.indb 260 16/05/17 10:03:08


La connaturalidad en lo popular, entre la liturgia y la piedad 261

encarnatoria. En la celebración el pueblo de Dios realiza la unidad


en Cristo por el Espíritu.
Con-naturalidad celebrativa en el Espíritu Santo, es él quien otorga
sendas densidades pneumatológicas para que cada una sea un
encuentro transformante, por Cristo, en el Espíritu, con el Padre.
Una anámnesis (liturgia), otra mímesis (piedad popular).
Con-naturalidad celebrativa en el lenguaje simbólico, tomado este de
la condición popular. Lenguaje verbal y no verbal, rico en códigos,
signos, símbolos y ritos que enriquecen la performance celebrativa.
Lenguaje que por esencia es siempre el mismo y siempre nuevo,
fiel reflejo del devenir del sujeto-objeto histórico-cultural al cual per-
tenece, que es el pueblo. El lenguaje, por ser popular, está siempre
a la deriva.11
«Lo popular» por tanto, como lugar teológico, es un punto de
encuentro entre la liturgia y la piedad. Sin embargo la problemá-
tica pastoral aún permanece, recuperar la dimensión popular de la
celebración cristiana, con toda la dinámica memorial-cultural que
el ser pueblo de la asamblea celebrante significa, permitirá que las
contradicciones o paralelismos entre piedad popular y sagrada
liturgia encuentren solución.

4. Algunas cuestiones abiertas desde la perspectiva de «lo


popular»
a. ¿Qué define la naturaleza litúrgica de un acto de culto? ¿Qué
define la densidad ontológica pneumatica de un acto celebrativo
de tal manera que sea mímesis o anámnesis? ¿Cuál elemento
anamnético-epiclético es aquel constitutivo litúrgicamente? ¿Es
solo fruto del necesario acto positivo de naturaleza jurídica?
Preguntas que a primera vista parecieran tener una respuesta
clara y precisa, no lo son tal. Un camino a estudiar en bús-
queda de respuestas, es la performance celebrativa de particular
importancia para la eficacia, de tal manera que de la pobreza
del mínimo necesario para la validez se pase a comprender

11 Cf. G. Venturi, «Lingua/Linguaggio liturgico», en D. Sartore – A. M.


Triacca – C. Cibien (eds.), Liturgia, Cinisello Balsamo: San Paolo 2001, 1030.

339 phase.indb 261 16/05/17 10:03:09


262 Gonzalo Matías Guzmán Karadima

el ex opere operato desde la antropología como una estructura


ritual corpórea-eclesial donde la forma exterior asume gran
dignidad de contenido.12
b. Inculturación. Un campo en el que se puede trabajar mediante
prolijos estudios de índole antropológica, histórica, exegética
y teológica (cf. VL 30), especialmente desde continentes como
el latinoamericano es el de la inculturación litúrgica en relación
a las distintas acciones simbólicas presentes en las diversas
manifestaciones de piedad popular de los variados pueblos. La
cultura, que es popular, es el lugar natural al que la liturgia y
la piedad deben mirar para enriquecerse mutuamente. Puede
suceder que el excesivo celo por un indudable genio romano,
que en sí ya es inculturado, puede terminar por dañar la cele-
bración litúrgica y la tan deseada actuosa participatio (cf. SC 14).
c. Liturgia y lenguaje emocional. Al momento de celebrar se debe
evitar el riesgo de caer en un sentimentalismo, sin embargo
una liturgia a-emocional significa reducir la celebración en su
totalidad al plano racional y del deber, incongruencia absoluta
con el origen de la experiencia religiosa misma que surge de la
emoción del encuentro con el Otro y no de un razonamiento.
Las emociones son pensamientos inscritos en el cuerpo13 de
gran valor social y comunicativo, facilitan la comprensión de
las relaciones interpersonales en las redes de contacto en «lo
popular». La sociología hoy, se pregunta: ¿Pueden estas ser
conceptualizadas o solo dejadas al sentido común? ¿Es lícito
objetivarlas? ¿Solo reflejan estados psicológicos o descubren
fenómenos cognitivos y culturales?14 La piedad popular es un
enorme universo de manifestaciones emocionales en las que la

12 Cf. A. Dal Maso, L’efficacia dei sacramenti e la «performance» rituale.


Ripensare l’ex opere operato a partire dall’antropologia culturale, Padova: Edizioni
Messaggero 1999, 351.
13 Cf. P. Sacchi, «Emozioni», en U. Fabietti - F. Remotti (eds.), Dizionario
di Antropologia. Etnologia, antropologia culturale, antropologia sociale, Bologna:
Zanichelli 2009, 260-261.
14 Cf. J. G. Padioleau, «Emozioni», en I. Riccioni (ed.), Dizionario di Socio-
logia, Roma: Gremese 22008, 145-146.

339 phase.indb 262 16/05/17 10:03:09


La connaturalidad en lo popular, entre la liturgia y la piedad 263

persona y el pueblo expresan su relación con Dios, urge desde


el ars celebrandi litúrgico prestarles atención.
Gonzalo Matías Guzmán Karadima
Presbítero de la arquidiócesis de Santiago de Chile, doctor en
liturgia, es administrador parroquial en su diócesis, profesor en la
Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile,
profesor en el Instituto de Catequesis de la misma universidad y
miembro de los consejos arquidiocesano y nacional de liturgia.

339 phase.indb 263 16/05/17 10:03:09


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Las Iglesias Orientales Católicas


Por José Manuel Fernández. 388 págs.
El autor, muy bien documentado, hace una descripción sistemática
de las 23 Iglesias orientales católicas, de sus orígenes, de su tradición
y de su situación actual, tan afectada por la forzosa emigración de
muchos cristianos de Oriente. Una guía que ofrece una amplísima
bibliografía.

Centre de Pastoral Litúrgica


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339 phase.indb 264 16/05/17 10:03:09


Puntos de vista

El lujo litúrgico,
un desafío a la riqueza de la fe
Alain de Raemy

La ciudad de Friburgo en Suiza cuenta más o menos 40.000 habi-


tantes, de los cuales un 80% son bautizados católicos. Durante el
curso universitario, son unos 10.000 estudiantes y 200 profesores
los que se deben añadir a estas cifras.
Cuenta con 7 parroquias, 3 monasterios femeninos de clausura y
unas 20 comunidades religiosas de todo tipo. Cada domingo (y
sábado por la tarde) se celebran 69 misas en este territorio urbano
de 9,3 km2.
El tercio de los católicos va a misa en una de las comunidades
religiosas. La media de los practicantes del domingo es de un 8%
de los bautizados.
En resumen, una situación excepcional, con ventajas y riesgos, y
un gran desafío para el futuro.

1. Ventajas
Cada católico puede participar en una misa, según sus preferencias
de tipo litúrgico, comunitario o homilético.
También puede programar su fin de semana (sin olvidar que el
domingo no es el último día de la semana, sino el primero…), sin la
preocupación de quedarse sin misa. El obispo diocesano o su auxi-
liar celebran por ejemplo la última misa dominical del domingo
en la catedral a las 20:30. La asistencia está constituida en su mitad
por jóvenes de entre 20 y 40 años de edad, teniendo de este modo

339 phase.indb 265 16/05/17 10:03:09


266 Puntos de vista

libre el viernes, sábado y domingo para pasarlo libremente con


sus amigos de otras religiones o convicciones.
Esta situación de gran oferta litúrgica permite también construir
núcleos de fe compartida en modos diversos, pero con la valoriza-
ción de todas las potencialidades en carismas y servicios.
La legítima variedad de sensibilidad litúrgica y estética fortalece
la fe y el compromiso de quienes así tienen la posibilidad de vivir
a gusto y con fruto la celebración dominical.
Al mismo tiempo, la variedad presente en un mismo territorio
tan exiguo, permite alternar el tipo de celebración, predicación y
comunidad, conociendo así los diferentes carismas presentes en
la Iglesia y abriéndose a su universalidad.
Pero todas estas ventajas pueden considerarse come un lujo de
facilidades que permiten ciertas conveniencias, que si llegasen a
faltar no pondrían en peligro ni la fe ni sus incidencias en la vida
del cristiano.

2. Riesgos
La comunidad católica, siendo poco practicante (un 8%), da a los
feligreses, y a los jóvenes en especial, la impresión de formar parte
de un resto sin futuro.
Existe además el riesgo de limitarse a una sola expresión de la fe,
que puede radicalizarse mirando con prejuicios otras formas de
vida y sensibilidades cristianas.
Pero, sobre todo, se olvida el sentido del domingo, día del Señor y
de su cuerpo, sacramento de su vida y vida de su pueblo.
Son tantos los desafíos que la sociedad actual pone a los cristianos,
que es importante poder compartir este día, conociendo siempre
mejor a los demás hermanos y hermanas en la fe e integrando
fácilmente nuevos miembros o católicos de paso.
La mezcla de generaciones y niveles sociales da toda su fuerza a
la transcendencia de la fe. Se realiza así la unidad en la diversidad
de tipos y opciones personales, culturales, políticas y sociales.

339 phase.indb 266 16/05/17 10:03:09


Puntos de vista 267

Se muestra de este modo la importancia de la única fe que nutre


la diversidad y crea la unidad. Es fermento de un respeto y de
una paz, que no dependen solo de mi buena voluntad o de un
compromiso social.
El domingo, que es encuentro con Dios Padre en Jesucristo y
obra del Espíritu Santo que reúne a la humanidad dispersa, no es
propio celebrarlo en grupos separados por preferencias a pocos
metros de distancia. La celebración dominical es por su propia
naturaleza reunión de diversidades y actividades que durante la
semana, entonces sí, tienen cada una, por definición, su lugar y
su misión particular.

3. Conclusiones
Las últimas orientaciones pastorales del obispo de la diócesis de
Lausanne, Genève y Fribourg, en la que se encuentra la ciudad de
Friburgo con la catedral (desde la reforma protestante), piden a
las parroquias y a las unidades pastorales (conjuntos territoriales
de varias parroquias) cuidar la celebración de la misa dominical
de modo que sea para todos expresión de unidad en la fe.
La propuesta de reunir en un solo lugar o en pocos lugares signi-
ficativos y fácilmente accesibles a los feligreses del domingo, y de
evitar así la celebración de un elevado número de misas con poca
participación y pocos medios de animación de la calidad musical
y artística en general, no es siempre fácil de realizar, por razones
de vínculo sentimental y financiero (¡estamos en Suiza!) de los feli-
greses con la iglesia de su pueblo o de su barrio, pueblos y barrios
en los que, pese a la diminución de la práctica dominical, sigue
habiendo un coro y una banda parroquial… Además, las personas
de mayor edad, pueden sentirse olvidadas y abandonadas cuando
ya no pueden ir a pie al lugar de la celebración dominical.
Hay que constatar que un mayor respeto de las normas litúrgicas
y una diminución de opciones ideológicas en el modo de celebrar
la misa, son también el fruto de la urgencia que todos perciben
de una evangelización básica y fundamental. Ya no nos podemos
permitir el lujo de la concurrencia de ideas, opciones o gustos.

339 phase.indb 267 16/05/17 10:03:10


268 Puntos de vista

Este respeto de la liturgia puede ser también fruto de la concentra-


ción en un solo lugar de la celebración dominical, puesto que todos
deben poder sentirse allí en casa, en el hogar de la única fe católica.
La falta de sacerdotes, que reúne inevitablemente a más perso-
nas en un solo lugar, permite continuar fomentando y haciendo
comprender que haya que renunciar a la celebración de la misa
dominical en cada iglesia o capilla. Y esto también en una ciudad
como Friburgo, con su cantidad de comunidades religiosas (pero
con falta de vocaciones).
Me parece fundamental el desafío que se pone así a la fe en cuanto
al modo de reunir litúrgicamente a católicos domiciliados en una
misma región geográfica pero con tanta variedad de gustos y
orientaciones, y todavía actualmente con tantas posibilidades.
La solución no puede ser la de contentarse con una fragmenta-
ción. Sería como renunciar a la fe común, como fermento de paz y
unidad. Y puede hasta provocar que se prefiera una liturgia de la
Palabra por falta de sacerdote, renunciando «tranquilamente» a
la celebración de la Eucaristía, sin mayores razones y ¡perdiendo
la mayor riqueza sacramental!
Solo el respeto del rito, pero con una fuerte implicación de estilos
musicales, artísticos y homiléticos, puede conducir, poco a poco,
a reconocer, más ventajas que riesgos, en el esfuerzo de reunirse
todos juntos en el día del corpus Domini, sacramento de su vida y
vida de su pueblo.
† Alain de Raemy
Obispo auxiliar de Lausanne, Ginebra y Friburgo (Suiza).

339 phase.indb 268 16/05/17 10:03:10


Puntos de vista 269

Las celebraciones litúrgicas


en los hospitales
Abilio Fernández García

El hospital es hoy una «encrucijada de la humanidad» donde se


dan cita culturas distintas y personas de distinta y variada cultura,
de diversas creencias e ideologías y de todos los estratos sociales.
Además, el cardenal F. Angelini1 afirmaba en el año 1991 que «los
Hospitales son los templos más frecuentados de la humanidad».
Las celebraciones litúrgicas constituyen un aspecto relevante de la
pastoral de la salud, pero existe el riesgo de que resulten equívocas,
debido a ciertas mentalidades incorrectas que pueden albergar el
enfermo o sus familiares… Si se siguen los pasos de un capellán
hospitalario y se observa el discurrir de su jornada, se puede apreciar
que gran parte de sus encuentros y contactos con los pacientes están
en función de la «administración de los sacramentos». El modo como
se desarrollan los ritos no permite hablar de celebración.2
Sirvan estas pinceladas para acercarnos un poco a una realidad
realmente compleja, pero en la que existen grandes retos y grandes
oportunidades. Enfermo y familia, profesionales y voluntarios
con el servicio de atención espiritual y religiosa componen el
entramado de la comunidad hospitalaria, para algunos una cuasi-
parroquia, fiel reflejo de la sociedad.
La publicación del Ritual de la unción y de la pastoral de enfermos,
supuso un impulso para la reflexión sobre la celebración de los
sacramentos en la enfermedad. Desde entonces «la historia de la
pastoral de la salud ha sido un camino de vida, fiel al mundo de
la salud y al evangelio».3

1 Pontificio Consejo para la pastoral de los Agentes Sanitarios,


Jornada Mundial del Enfermo. Por qué celebrarla, cómo celebrarla, Ciudad del
Vaticano 1992, 13-17.
2 «Liturgia y Pastoral de la Salud», en Bermejo, J.C. – Álvarez, F., Diccio-
nario de Pastoral de la Salud y Bioética, Madrid 2009, 998ss.
3 Departamento de Pastoral de la Salud. Conferencia Episcopal

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270 Puntos de vista

A raíz del Congreso «Iglesia y salud» recobra fuerza la necesidad


de renovar la celebración de los sacramentos en la enfermedad, de
modo que sean momento culminante de la evangelización de los
«acontecimientos fundamentales de la existencia».4
He tenido la gran suerte de haber formado parte de esa historia,
primero como seminarista, después como sacerdote y enfermo y,
finalmente, como capellán. Pasar por la experiencia de la enfer-
medad, y una enfermedad seria. Ejercer el ministerio pastoral
como capellán de hospital veintitrés años. Vivir en el entorno de
la salud y la enfermedad, el dolor y el sufrimiento, el deterioro y
la discapacidad o la vejez y la muerte durante más de cuarenta
años me ha enseñado a amar lo humano en todas sus realidades;
he aprendido a caminar a su lado con los distintos ritmos que va
marcando la existencia, me ha exigido sentarme en compañía o
soledad y dedicar tiempo a los retos y posibilidades que cada
situación iba marcando para dar respuesta con presencias, gestos,
signos y/o celebraciones.
Me he tomado con serenidad la propuesta de escribir sobre las
celebraciones litúrgicas en el hospital, pero también con alegría
–pues ha sido durante años una experiencia enriquecedora– y
con preocupación. Es un tema serio celebrar en el hospital, lugar
complejo y con realidades sumamente sensibles y ampliamente
necesitadas. Celebrar no resulta fácil, pero es posible y necesario.
Con una sensación de alegre y serena preocupación me he sentado
en el despacho y, después, he caminado por sus largos pasillos, he
visitado enfermos y he llegado a la capilla, no para celebrar, sino
para hacer una reflexión. Han vuelto a la memoria vida y expe-
riencia de muchos años llenos de situaciones y rostros concretos.
Recorrer el hospital es ir descubriendo personas marcadas por la
fragilidad, vulnerables, en sufrimiento, pero revestidas de espe-
ranza y sacralidad. Es ver familias rotas, desencajadas, llenas de

Española, Tiempo y Camino. «Informe Iglesia y salud» a la 64 Asamblea Plenaria


de la CEE, Madrid 1999, 7.
4 Tiempo y Camino, 70

339 phase.indb 270 16/05/17 10:03:10


Puntos de vista 271

angustia y preocupación, pero siempre con una leve sonrisa que


apunta a la esperanza. Es tropezar con profesionales entregados
en la lucha por la vida, curando, cuidando y siendo, entre la incer-
tidumbre, el soporte de lo necesitado y débil.
La visita facilita momentos de encuentro y diálogo. Se va descu-
briendo la fe, el significado de la enfermedad, el tiempo para la
oración y la ocasión para la celebración sacramental. Se descubre
la importancia de escuchar la historia de las personas y facilitar su
expresión para poder ritualizar sus contenidos. Cuando el corazón
encuentra espacio, su lenguaje permite percibir las necesidades del
alma. Es todo un intento de recorrer el camino de la fe con el enfermo
y familia, con los profesionales, con la comunidad hospitalaria.
Enfermos, familiares y profesionales llenos de bondad que recla-
man prácticas religiosas y, quizás, con dificultad para sentir a Dios
como Padre misericordioso que sale al encuentro del hombre en
Cristo. Ante la enfermedad parece que solo hay preguntas y repro-
ches. ¡Cuánto por qué!
La enfermedad es una experiencia personal y ambivalente, es el
misterio de la vida que nos envuelve, y ante ella saltan todas las
alarmas. Hay que poner audacia y creatividad para suscitar la fe y,
ante un Dios que por su discreción parece ausente en los momentos
importantes, ser capaces de suscitar esa presencia que en Cristo
ayuda a vivir la nueva situación en esperanza.
La capilla es el lugar sagrado del encuentro, la oración, la cele-
bración y la fiesta, pero ubicado en ese entorno inhóspito para la
celebración, el hospital. Ante la complejidad que envuelve la vida
en la enfermedad ¿qué se puede hacer en estos espacios del dolor?
¿Qué plantear al enfermo en su fragilidad o a la familia en tensión
continua entre la duda y la espera esperanzada? ¿Qué ofertar a un
personal profesional que entrega su vida al servicio de la vida?
Rainer María Rilke en uno de sus poemas al ser preguntado qué
hacer en situaciones de complejidad responde: «Yo celebro».5 Pen-
diente de ser facilitador de la oración y dar vida a la celebración,

5 Rainer María Rilke, Poema Yo celebro.

339 phase.indb 271 16/05/17 10:03:10


272 Puntos de vista

no sé dónde ni cómo pero recuerdo haber leído en algún lugar


«orar y celebrar: liturgia».
Para la oración, en la sequedad del enfermo, el hospital es como
un oasis privilegiado y en su soledad se presenta ante Dios con su
pasión, con lo que piensa, siente, sufre y espera. Su actitud honesta
y humilde es idónea para escuchar a Dios que habla de múltiples
maneras, tratando de entender lo que va comunicando con ese
lenguaje a veces misterioso.
El enfermo, en diálogo sencillo y confiado habla con Dios, pide
y suplica, agradece y le proclama extraordinariamente bueno...
Desde la miseria se reclama la misericordia de Dios presente y
cercano para aprender a «mirar» la realidad con el sentido y la
mirada de ese Dios.
A Santiago un cáncer le iba llevando su vida a los 59 años y estaba
llena de preguntas: «¿Dónde vas a encontrar respuesta a tanta
pregunta?» A mi pregunta, contestó: «aquí en mi interior». Esto
es…, esto es para celebrarlo, pero ¿cómo? El hospital es tierra
extraña para el enfermo y para la celebración, similar a lo que nos
ofrece el Salmo 136 «¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra
extranjera!».
Henri J. M. Nouwem escribe:
Cuando se habla de celebración tendemos a imaginar fiestas alegres,
movidas, en las que se olvidan por un momento las dificultades de
la vida metiéndonos en una atmosfera de música, baile, bebidas y
conversaciones agradables. Sin embargo, en el sentido cristiano de la
palabra, celebrar es mucho más que esto. La celebración es posible,
solo donde amor y temor, alegría y dolor, sonrisas y lágrimas pueden
coexistir. Celebración es aceptación de la vida en la conciencia cada
vez más clara de su preciosidad, y la vida es preciosa, valiosa, no
solo porque se puede ver, tocar y gustar, sino también porque un
día ya no la tendremos.
Cuando se es capaz de celebrar la vida en todos sus momentos deci-
sivos –en los que ganancia y pérdida, es decir, vida y muerte están
siempre presentes– entonces se puede celebrar también la muerte
porque vamos aprendiendo de la vida que quien la pierde la gana.

339 phase.indb 272 16/05/17 10:03:10


Puntos de vista 273

Celebrar es vivir lo inesperado para proclamar y sentir a Dios pre-


sente en nuestras vidas. Al celebrar nos ponemos en sintonía con los
que tienen esa misma experiencia, y vivimos la fraternidad como
expresión sublime del amor con que Dios nos ama. La celebra-
ción es fiesta, una experiencia gozosa, que da plenitud a nuestras
dimensiones íntimas y profundas que solo el Señor puede colmar.
En los templos más frecuentados de la humanidad hay lugares
sagrados como la habitación de un enfermo o la capilla, espacios
para la oración y la celebración, para el encuentro y la fiesta. Hay
que hacerlo desde el enfermo y ofrecerle las posibilidades de ritua-
lizar su experiencia desde la fe. Reconciliación, unción y Eucaristía
son sacramentos de sanación. La Palabra anunciada tiene su rea-
lización simbólica en los sacramentos y nuestro compromiso irá
dando cumplimiento a lo que anunciamos y celebramos.
La liturgia es la herramienta adecuada que marca el ritmo y armo-
niza la celebración en los grandes acontecimientos de la vida: salud,
enfermedad, sufrimiento, deterioro y muerte. Se celebra el nacer y
las esperanzas «no nacidas», aquellas que han existido solo para
los padres y su entorno. No son muchas, pero cuando se dan son
reconfortantes.
Se celebra la fortaleza de Dios en la fragilidad y el sufrimiento.
Cuando la situación del enfermo lo permite, la presencia de la fami-
lia y de los profesionales hacen que la celebración esté cargada de
un gran contenido y que proporcione paz en la lucha por la salud
y enfrentarse a la muerte con serenidad. Se celebra el amor que
alimenta la vida de la comunidad hospitalaria cada domingo en la
escucha de la Palabra, la oración y el pan compartido. En la termi-
nalidad es el alimento para el camino hacia el encuentro definitivo.
Se celebra la esperanza que consuela a quienes han perdido a su
ser querido. Celebraciones puntuales con los profesionales y/o
programadas para los familiares de los fallecidos en un tiempo
concreto. Todas las realidades del hospital pueden ser oportunidad
para una gran celebración.
Abilio Fernández García
Sacerdote dedicado durante casi 40 años a la pastoral de la salud.

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274 Puntos de vista

Celebraciones en los tanatorios


Enric Termes Ferré

1. Los tanatorios: una realidad omnipresente y compleja


El año 1969 se inauguró el primer tanatorio en la ciudad de Barce-
lona, conocido por la calle donde está situado, Sancho de Ávila, y
el único existente durante muchos años. Posteriormente, y esta es
la realidad actual, este tipo de instalaciones se ha multiplicado y
se han convertido en una realidad omnipresente. Progresivamente
también se han instalado tanatorios en las ciudades cercanas a la
capital e incluso en algunas poblaciones importantes por el volu-
men de su población, convirtiéndose de hecho en el lugar donde
se velan los difuntos de aquella población y de las de su entorno
más cercano.
Esta omnipresencia y el hecho de la presencia de equipos formados
básicamente por diáconos, con la colaboración de algún sacerdote,
que atienden los servicios religiosos católicos, ha provocado que la
inmensa mayoría de las celebraciones fúnebres se realicen en estas
instalaciones, la gran mayoría sin Eucaristía. Esto no significa que
las parroquias no puedan acoger, y de hecho acojan, celebraciones
exequiales con el cuerpo del difunto; pero cuantitativamente son
muy pocas. Mi experiencia indica que esto sucede cuando ya existe
una relación estrecha con la parroquia, ya sea del difunto o/y de su
familia, y por el deseo de hacer una celebración en el ámbito donde
se han realizado tantos tipos de celebración de aquella persona;
o bien porque hay el deseo de un ámbito no tan «frío y aséptico»
–palabras literales de un familiar– del tanatorio (a esta escasez
también influye la disponibilidad del sacerdote de la parroquia
de realizar estas celebraciones en el templo parroquial).
Paralelamente al aumento de número de tanatorios, se ha ido
produciendo una progresiva secularización de la sociedad, con el
aumento progresivo y significativo de «celebraciones laicas», en
las que el personal del tanatorio ofrece una «liturgia» adaptada
a la petición de la familia. Por otro lado, se constata la ruptura de
la trasmisión de la fe entre las generaciones anteriores y las más

339 phase.indb 274 16/05/17 10:03:10


Puntos de vista 275

jóvenes, lo que produce a veces que un difunto, con un trasfondo


religioso durante toda su vida, sea despedido en una celebración
laica dado el poco o nulo sentimiento religioso de sus hijos y nietos.
Además, los tanatorios también son ámbitos en los que otras con-
fesiones cristianas o religiones tienen la posibilidad de realizar su
celebración religiosa de oración por el difunto.

2. Parroquia y tanatorio: relación o indiferencia


Desde hace más de siete años estoy en una parroquia del centro
de la ciudad, con bastante población de edad avanzada. A lo largo
de un año se me pide entre veinte y treinta veces que presida una
celebración en alguno de los tanatorios de la ciudad, una cantidad
que va en aumento a medida que el tiempo de vida en la parroquia
hace que las relaciones y el conocimiento de las personas sean
mayores, y que aumenta su «confianza» en pedir mi presencia
en estas celebraciones de oración y despedida de un ser querido
(la ciudad es muy anónima, también en ocasiones de muerte y no
siempre sabes que una persona relacionada con la parroquia está
enferma grave o ha muerto).
Una queja que se escucha a menudo en relación con las celebra-
ciones en los tanatorios es su percepción de «frialdad». Por eso, la
presencia de un sacerdote que no forma del equipo de diáconos
que habitualmente presiden las celebraciones católicas en los
tanatorios, provoca habitualmente una percepción de «calidez»
especial en la celebración, ya que existe previamente un cierto cono-
cimiento y relación con el difunto o con algún o algunos miembros
de la familia. Esta «frialdad» o «calidez» creo que no está causada
directamente por la persona que preside la celebración, sino por
la existencia de la posibilidad o no de un contacto más prolongado
con un núcleo significativo de los que asisten al funeral. Todos los
que presidimos algún tipo de celebración de la fe –eucaristías en
una parroquia u otros sacramentos– experimentamos esta «cali-
dez» o «frialdad» en la medida que existen más lazos de «relación
y contacto humano» con aquellos con los que celebramos.
Sea el que sea el tipo de relación que me une con el difunto y/o con
sus familiares, siempre he experimentado la necesidad de prepa-

339 phase.indb 275 16/05/17 10:03:10


276 Puntos de vista

rar la celebración con aquellas personas más cercanas al difunto.


Conocer las circunstancias de su fallecimiento, especialmente
también poder compartir cómo lo han vivido y lo están viviendo
aquellos familiares más cercanos, las preguntas que surgen en
momentos de desconcierto y duelo, la elección de las lecturas
y la participación en forma de unas palabras de despedida, etc.
Esta parte la considero muy importante, ya sea que la celebración
se realice en la parroquia o en el tanatorio. Buscar un momento
para que se acerquen a la parroquia y, si no es posible, acercarse
personalmente al tanatorio para poder compartir este diálogo con
tranquilidad y sentido, intentando iluminar con la luz de la fe en
Jesús, muerto y resucitado.
Es verdad que en las celebraciones en los tanatorios, el celebrante
puede «controlar» algunos de los elementos de la celebración,
pero otros aparecen «impuestos» o «condicionados» por la misma
estructura, funcionamiento y posibilidades del tanatorio. Pienso
en tres de estos elementos.
En primer lugar en los elementos externos que expresan el carácter
religioso de la celebración, como es la presencia del cirio pascual al
lado del féretro y el rito de encenderlo o la presencia del crucifijo.
En los tanatorios de la ciudad ha «desaparecido» el cirio pascual
porque la presencia de un elemento con fuego cercano a los siste-
mas de seguridad contra incendios los convierte en incompatibles.
Ciertamente hacemos la celebración sin este signo, pero de esta
manera perdemos un elemento simbólico muy profundo de la rela-
ción de la muerte con la esperanza de la resurrección en el camino
del cristiano a imagen de Cristo muerto y resucitado. También la
presencia en muchas ocasiones casi simbólica de imágenes religio-
sas, especialmente del crucifijo, es una pérdida de expresividad de
un elemento central de cómo encaramos la muerte, su significado
y la esperanza que acompaña inseparablemente a la muerte.
En segundo lugar está la problemática de la música en las cele-
braciones en los tanatorios. Previamente a la celebración y en la
mayoría de ocasiones antes de haber contactado con el sacerdote,
los familiares han acordado un repertorio de músicas. En su
elección, el criterio de fe o religioso está ausente o minimizado, y

339 phase.indb 276 16/05/17 10:03:10


Puntos de vista 277

muchas veces prevalece el factor sentimental o de conocimiento de


aquella pieza musical por parte de quienes las eligen –pensando
más o menos en los gustos del difunto–, más que en su sentido
religioso y su posible disposición y adecuación a lo largo de una
celebración de la fe cristiana.
Finalmente te encuentras con el tiempo limitado de la celebra-
ción –los horarios y la rendibilización del personal del tanatorio y
también del cementerio marcan los tiempos– entre veinte y treinta
minutos. Siempre he procurado no vivir la limitación temporal
como una imposición, sino que, respetándola desde el momento
en que se inicia la celebración, vivirla como una invitación a medir
las palabras, buscando la centralidad de aquellas palabras que
considero que es preciso pronunciar y que son más adecuadas a
las circunstancias del difunto y de sus allegados –de aquí la impor-
tancia de un diálogo previo y tranquilo– sin limitar la posibilidad
que haya momento o momentos de silencio que acompañen la
oración y la misma celebración. Personalmente prefiero transmitir
o acentuar algún elemento central de cómo los cristianos queremos
vivir la muerte y la esperanza de la resurrección, y repetirlo de
diferentes maneras a lo largo de la celebración, que atiborrar de
palabras y palabras.

3. Del tanatorio a la parroquia


Una segunda parte de la celebración en un tanatorio se puede produ-
cir cuando hay la petición de la Eucaristía en la parroquia. A veces, es
la segunda parte de la celebración que he presidido en el tanatorio,
otras es una petición de familias más o menos relacionadas con la
vida parroquial que, después de la celebración en el tanatorio previa
al entierro, desean recordar a su difunto algunos días después en
la celebración parroquial. En ambos casos es importante la acogida
de aquella familia, desde el mismo momento en el que entran en
contacto con alguien de la parroquia, ya sea una persona que acoge
en los locales parroquiales, una persona responsable del despacho
parroquial o algunos de los ministros de la parroquia.
Si entro en contacto por primera vez con aquella familia considero
también muy importante lo que he señalado anteriormente en la

339 phase.indb 277 16/05/17 10:03:10


278 Puntos de vista

preparación de la celebración en el tanatorio, un momento tran-


quilo y personal en el que compartir las circunstancias de la muerte
del familiar y, sobretodo, cómo están viviendo este momento de
dolor y duelo, invitándoles a compartir sentimientos y vivencias
con sus otros allegados, e intentando transmitir palabras de aliento
y esperanza desde la fe en Jesucristo.
En muchas ocasiones, las personas que asistirán a la celebración
de la Eucaristía en la parroquia –como también en la misma cele-
bración en el tanatorio– muestran signos de alejamiento vital de
la fe y, cada vez más entre las generaciones más jóvenes, una igno-
rancia total de la liturgia y especialmente del mensaje cristiano.
Presentarles la esperanza cristiana ante la muerte, basada en la fe
en Jesús muerto y resucitado, continua siendo una oportunidad
evangelizadora.
Con todas sus limitaciones, las celebraciones en los tanatorios
son una oportunidad de expresión de la fe cristiana y de nuestra
esperanza.
Enric Termes Ferré
Párroco de Sant Josep Oriol (Barcelona).

339 phase.indb 278 16/05/17 10:03:10


Puntos de vista 279

La Divina Liturgia es el centro de la vida


cristiana de los católicos orientales de
Ucrania en el sur de España
Roman Hamratsey

La comunidad ucraniana greco-católica de la ciudad de Málaga,


que está en el sur de España fue iniciada en año el 2006 con la
llegada de los ciudadanos ucranianos en búsqueda del trabajo y
una vida mejor.
Roman Hamratsey es un sacerdote católico ucraniano del rito
oriental, que está casado con Tetyana Hamratsey y tiene dos hijos,
y uno de ellos está estudiando para ser sacerdote en el Seminario
Castrense de España.
Con la llegada del sacerdote ucraniano Roman Hamratsey a
Málaga cuenta él mismo que al principio de su trabajo como
sacerdote y capellán para los fieles católicos ucranianos del
rito oriental, en la provincia de Málaga el primer domingo que
empezó a celebrar la Eucaristía se encontró en la parroquia solo
con 7 personas, pero posteriormente se fue expandiendo y cre-
ciendo dicha comunidad que hoy en día cuenta con más de cien
fieles fijos que llegan los domingo y en las fiestas importantes
que son como referencia del cristianismo oriental pueden venir
más de 300 personas para participar en la divina liturgia, tales
fiestas son el día de la Pascua y la Navidad que se celebra el día
7 enero en la Iglesia oriental.
Históricamente, cuenta el padre Roman que al principio con su
llegada a Málaga no había una comunidad fija ni estable eran
personas que unos domingos venían u otros no podían por las
cuestiones de su trabajo, pero poco a poco empezó a ir a los lugares
de encuentro de su paisanos para atraerlos a la Iglesia, y también
explicarles que él es un sacerdote craniano católico del rito oriental
que está aquí en España para atender a los fieles católicos orientales.
Pero al cabo de un año ya era conocido en Málaga, la gente tenía
sus datos, sabia donde se encontraba la parroquia para poder llegar

339 phase.indb 279 16/05/17 10:03:10


280 Puntos de vista

y participar en la Eucaristía, también estableció un horario para


poder confesar a la gente entre la semana y los domingo, aunque en
aquel momento solo podría celebrar las eucaristías los domingos:
tanto en Málaga como en Marbella en la parroquia Divina Pastora
que desde un principio encontró un gran apoyo y cercanía muy
grande por parte del párroco don Agustín y lo mismo también en
Málaga con el otro párroco que se llama don Rafael. Y por su puesto
por todos los sacerdotes diocesanos de Málaga.
Ahora el padre Roman está en la parroquia de San Felipe Neri en
Málaga; es una parroquia central y muy conocida en Málaga no
solo para los católicos orientales sino también por su valor histó-
rico, como lo afirma también él mismo que dicha parroquia es un
lugar donde se nota de verdad la presencia de Cristo y que es un
lugar que ayuda a rezar y profundizar a uno en los misterios de
Cristo. El cambio a esta Iglesia se debe principalmente al obispo de
Málaga don Jesús, que siempre estuvo disponible para dar apoyo
a los católicos orientales ucranianos.
Lo primero que hay que destacar: los cristianos orientales se
identifican en primer lugar por su fe, que hoy en día eso ya dice
mucho, en el mundo que vivimos. También la situación de un
extranjero no siempre es favorable en un país donde no se habla
en tu propio idioma pero como estamos en España que es un país
muy acogedor y la gente también son muy simpática, sobre todo
en Málaga y también nuestro nuevo párroco don Alejando que
nos ayuda en todo lo que se le pide. Por tanto mucha gente que
viene a la misa buscan tener un encuentro con Cristo para darle
gracias a Dios por todo, esa idea es muy común en los feligreses
orientales.
Otro factor muy importante es la disponibilidad de la gente,
que siempre sea la hora que sea viene y buscan un tiempo para
el encuentro con Cristo, que es el centro de la vida cristiana.
Muchos de los fieles viven en lugares distintos no solo de la ciudad
sino de la provincia, porque también viene de otras ciudades o
pueblos cercanos a Málaga, y todo es para poder participar de
la Eucaristía.

339 phase.indb 280 16/05/17 10:03:10


Puntos de vista 281

También vienen para recibir la confesión y el mismo cuerpo de


nuestro Señor. Además, la liturgia oriental dura casi una hora y
media, porque se canta durante toda la Eucaristía desde el prin-
cipio hasta el final, y esto requiere a la comunidad tener un coro
propio donde la gente participa y tiene reuniones aparte para
poder armonizar y cantar para alabar mejor a Dios, porque el que
canta reza dos veces. Los ornamentos y las vestiduras del sacerdote
oriental son distintas de un sacerdote católico del rito latino por
su cantidad en primer lugar y por su evolución histórico-litúrgica.
En la Iglesia oriental realmente debido a la tradición asiática, de
los santos padres y pertenencia a Constantinopla las vestiduras
se mantuvieron prácticamente las mismas desde el siglo v hasta el
día de hoy. También la misma liturgia que tradicionalmente no se
llama misa o Eucaristía sino Divina Liturgia, que es santa misa por
el hecho de que pertenece a las Iglesias orientales del rito bizantino,
pero dentro del tiro bizantino todas las Iglesias digamos se sub-
dividen en varias Iglesias o se llaman bien católicas orientales de
un determinado país, o greco-católicas de Rumania, Eslovaquia,
Hungría. Todas estas Iglesias desde siempre han estado en plena
comunión con Roma debido a cismas internos de la Iglesia pero la
mayoría de estas Iglesias orientales como tales quisieron seguir en
comunión con la Santa Sede por eso se les llama también uniatas.
Esta unión se celebra en los años 1596 y se domina como Unión de
Brest, se trata de la ruptura con la dependencia del Patriarcado de
Constantinopla y entrada en comunión con la Iglesia católica bajo
la autoridad del papa como obispo de Roma. De esta manera estas
Iglesias de rito bizantino, para no llegar a ser Iglesias cismáticas se
unen a Roma para seguir siendo fieles a la Iglesia católica, que es
la Iglesia de los apóstoles, es decir, la verdadera Iglesia.
Además tenemos a lo largo del año litúrgico varias fiestas importan-
tes que no siempre coinciden con el calendario gregoriano porque
que la Iglesia oriental tiene su propio calendario juliano y un santoral
particular, pero la gente deja sus trabajos para esas fiestas y precep-
tos para venir y poder estar en la Divina Liturgia. Además en los
últimos tres años la comunidad creció muchísimo más esto debido
al conflicto entre Rusia y Ucrania, que actualmente para nadie es
secreto que ambos países están en plena guerra, por tanto vienen

339 phase.indb 281 16/05/17 10:03:10


282 Puntos de vista

bastante más personas incluso de la zona del conflicto del este de


Ucrania, donde la mayoría de las personas son de la fe ortodoxa.
Otro dado que revela la cantidad de los feligreses, que creció sobre
todo en los últimos años es la situación político-económica en
Ucrania, con el inicio de la guerra en Ucrania la moneda del país
perdió mucho su valor económico, por tanto estamos hablando de
emigración muy y muy fluida por parte de los ucranianos hacia
fuera de su país para poder vivir mejor y tener un trabajo digno.
Puedo poner un ejemplo muy destacable si en el 2014 en Ucrania el
sueldo medio eran unos 400 dólares entonces eran unos 370 euros
ahora debido al conflicto donde no solo se trata de lo económico
sino de las vidas humanas, la gente que muere, por tanto el sueldo
actual medio de una persona normal y corriente son unos 90 euros,
debido a la devaluación de la moneda ucraniana grivna.
La gente nueva que llegan de Ucrania lo primero que hacen es
buscar algún sacerdote ucraniano, y como en los últimos tres
años la cantidad de la gente creció bastante, casi todos las nuevas
personas que llegan acuden a nuestra comunidad y así buscan
el trabajo entre todos, es decir entro todos y a través de la Iglesia
o parroquia nos ayudamos mutuamente, además la gente se da
cuanta en estas situaciones de la importancia sobre la Iglesia y
como años a través de ir a la misa dominical no solo participan
como cristianos que son en primer lugar sino también se sienten
acogidos por sus paisanos y compatriotas. Se trata de una ayuda
mutua entre toda la comunidad, empezando por búsqueda de los
pisos, trabajos ayudas económicas casi de todo lo que puede pasar
en la vida de un emigrante, recién llegado a un país desconocido.
Por otra parte mi labor como sacerdote, afirma el padre Roman,
dentro de España para mi es satisfactoria, porque puedo ayudar
a la gente, llevarles a Cristo y enseñar y dar todo lo que puedo.
Estamos hablando del sur de España donde la gente es muy buena
y acogedora, y sobre todo la gente mayor de aquí en los años 70-80
antes pasó por lo mismo que pasamos ahora que es la emigración.
El hombre en general siempre tiende a vivir mejor, además que
la dignidad de la persona también se refleja a través del trabajo,
y si no hay trabajo el hombre pierde su dignidad y no se siente ni

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Puntos de vista 283

satisfecho ni realizado como persona. Y mi labor muchas veces


como párroco consiste en encontrar algún trabajo para una mujer
o un hombre o también ir a visitar a los enfermos que muchas veces
hay hombres o mujeres ingresados en el hospital que no tienen
aquí a nadie están completamente solos y mi trabajo es ir a verlos
hacer visitar traer lo que necesitan. O también hay muchos casos
cuando personas mayores se mueren aquí y no tienen ni nada ni
nadie y aquí se quedan, por tanto lo anuncio en las parroquias y
todos juntos recogemos voluntariamente algún dinero para hacer
la repatriación del cadáver.
Además forma parte de la tradición de las iglesias orientales que los
niños pequeños pueden recibir al Señor antes de hacer la primera
comunión, entonces es como un estímulo y la invitación para los
matrimonios jóvenes que actualmente tenemos muchos que traen
a sus hijos e hijas para que comulguen junto a sus padre y con el
resto del pueblo de Dios que participa de la Eucaristía.
El otro factor no menos importante es que a lo largo de estos diez
años a nuestra comunidad católica oriental se han unido muchas
personas ortodoxas incluso de otros países, porque la liturgia es
la misma tanto en la Iglesia oriental católica como en la ortodoxa.
Incluso dice el padre Roman que en Marbella le vienen hasta los
católicos sirios, desgraciadamente también debido a su situación
político-bélica en su país pero lo que nos une en este mundo que
parece que ser que es tan grande y al mismo tiempo tan pequeño
para los cristianos, nos une una y única fe en nuestro Salvador.
Así que podemos ver que la Iglesia tiene como dos pulmones, tal
como ya lo decía san Juan Pablo II, un pulmón es Iglesia latina y
otra es Iglesia oriental que ambos forman parte de una Iglesia a
pesar de que sus ritos y tradiciones por cuestiones históricas son
distintos. Pero lo primordial es la unión de la Iglesia y la fe en un
Dios que siempre nos salva a pesar de que nos encontramos tan
lejos de nuestro país.
Roman Hamratsey
Sacerdote ucraniano de rito greco-católico, párroco de las
comunidades católicas ucranianas en Málaga.

339 phase.indb 283 16/05/17 10:03:10


Cuadernos Phase
El arte de la oración
Por Benedicto XVI. 156 págs.
Una recopilación de las intervenciones del papa
Benedicto XVI en las audiencias generales entre
mayo de 2011 y octubre de 2012 que, en su
edición conjunta, se convierten en una lección
magistral sobre la oración.
9,90 €

Cristo, Pontífice misericordioso


Por Albert Vanhoye. 120 págs.
Recopilación de seis conferencias de Albert
Vanhoye, jesuita y doctor en Sagrada Escritura,
sobre el sacerdocio de Jesús, a partir de la carta a
los Hebreos. Un sacerdocio que es una novedad
y que está en la base del sacerdocio común y del
ministerial, tal como lo entendemos en la Iglesia.
9,90 €

Centre de Pastoral Litúrgica


 Nàpols 346, 1 – 08025 Barcelona
 933 022 235  cpl@cpl.es
www.cpl.es – @CPLeditoral

339 phase.indb 284 16/05/17 10:03:11


Noticias

Mons. Víctor Sánchez recibe


el III Memorial Pere Tena
de Pastoral Litúrgica
10 de mayo de 2017

El presidente del Centre de


Pastoral Litúrgica, Jaume Font-
bona, entregó el galardón con-
memorativo del III Memorial
Pere Tena de Pastoral Litúrgica
al arzobispo de Puebla de los
Ángeles, México, Mons. Víctor
Dr. J. Fontbona, Mons. V. Sánchez, Mons. Ll. Martínez
Sánchez. En el transcurso del
Sistach, Mons. J.-E. Vives y Dr. G. Seguí. acto celebrado en el Semina-
rio Conciliar de Barcelona, el
Dr. Gabriel Seguí, director del
Instituto Superior de Liturgia
de Barcelona, hizo una apor-
tación sobre La recepción de la
reforma litúrgica en Latinoamérica
y el Caribe.
Entrega del Memorial a Mons. V. Sánchez. El I Memorial fue otorgado a
la Abadía de Montserrat por la
tarea realizada y que sigue rea-
lizando en diversos ámbitos de
la liturgia. El II Memorial fue
otorgado conjuntamente a Julián
López, obispo de León y al padre
claretiano Juan María Canals,
por sus trabajos desde la Confe-
Intervención de Mons. V. Sánchez. rencia Episcopal Española.

339 phase.indb 285 16/05/17 10:03:11


286 Noticias

«Tibi laudes et gratias»

El viernes 17 de febrero de 2017 tuvo lugar en el salón de actos del


palacio arzobispal de Alcalá de Henares una Jornada cisneriana
de estudios litúrgicos, organizada por el obispado de Alcalá y
la Universidad San Dámaso de Madrid. Bajo el título Tibi laudes
et gratias, se enmarcaron cuatro conferencias que hablaron de la
importante labor realizada por el cardenal Cisneros en la recupe-
ración y promoción de la liturgia hispano-mozárabe: El cardenal
Cisneros y la liturgia (Juan Manuel Sierra López), Alfonso Ortiz y el
rito hispano-mozárabe (Ramón Gonzálvez Ruiz), Los calendarios litúr-
gicos hispanos desde el siglo xi hasta la renovación de Cisneros (Miguel
C. Vivancos Gómez) y La recepción del Misal Mozárabe de Cisneros
en la obra de Alexander Lesley (Félix María Arocena Solano). Siguió
después una mesa redonda de los ponentes. Como conclusión
se celebró un oficio litúrgico vespertino, presidido por Mons.
Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo de Toledo y superior del rito
hispano-mozárabe.

La renovación del Misal

El miércoles 22 de marzo tuvo lugar en la Facultad de Teología de


la Universidad San Dámaso de Madrid una jornada de estudio
dedicada a la reciente publicación de la nueva edición del Misal
en español, con el título La renovación del Misal: celebrar para la vida.
La intervención principal de la mañana corrió a cargo del litur-
gista Jaume González Padrós con su conferencia Teología del Misal
Romano: código verbal, código gestual. Tres comunicaciones cerraron
la mañana: La «actio» litúrgica, expresión del misterio cristiano
(Daniel Alberto Escobar Portillo), Una catequesis que promueve la
participación activa y consciente en la liturgia (Álvaro Ginel Vielva)
y La celebración eucarística fuente de la espiritualidad laical (Diego
Figueroa Soler).

339 phase.indb 286 16/05/17 10:03:11


Libros

Bibliografía reciente en italiano

Loris Della Pietra, Una Chiesa che celebra, Padua: Messaggero


2017, 112 pp.

¿Por qué los ritos? ¿Inciden en la en los ritos de la Iglesia no implica


vida? ¿Qué importancia tienen la solo al clero sino a toda la comu-
fe, el testimonio, la caridad? ¿Por nidad porque todos los fieles son
qué celebrar es un arte para toda la transformados, regenerados en la
comunidad? Celebrar, participar liturgia.

Salvatore Esposito, A te la lode e la gloria nei secoli. Manuale di liturgia


(Scienza liturgica), Turín: Elledici 2016, 554 pp.
Desde su experiencia pastoral, litúrgica, además de las nuevas
Salvatore Esposito ha escrito un formas de sensibilidad que el movi-
manual de liturgia. Por medio del miento litúrgico ha dado en estos
estudio de las diferentes épocas años. Ha sido escrito con un len-
culturales, extrae toda la riqueza de guaje sencillo, inmediato para con-
la Constitución litúrgica conciliar seguir que las celebraciones sean
Sacrosanctum Concilium y ofrece auténticas y poder comprender el
una comprensión de la reforma verdadero espíritu de la liturgia.

Renzo Gerardi, Il sacramento del perdono per la riconciliazine dei


penitenti (Nuovi saggi teologici), Bologna: Dehoniane 2015, 320 pp.

En este volumen Renzo Gerardi pecado, examina el evento sacra-


estudia el sacramento de la peni- mental del perdón en relación con
tencia, presentando su rito, sus el evento fundamental de la recon-
fundamentos bíblicos y su historia. ciliación y explora la modalidad
Elabora, además, una teología del con las cuales la Iglesia determina

339 phase.indb 287 16/05/17 10:03:11


288 Libros

la esencia y los elementos para una presenta la praxis de la confesión


celebración válida y fructuosa. La partiendo de los principios mora-
reflexión examina la figura del les y pastorales que la forman y la
penitente, el papel del sacerdote regulan.
(señalando deberes y abusos), y

Andrea Grillo, Iniziati alla Pasqua. Meditazioni per la Quaresima


(Meditazioni 230), Brescia: Queriniana 2017, 95 pp.

Con las reflexiones recogidas en obra es vivir la oración como pala-


este libro, el autor intenta resti- bra no indiferente, de recuperar la
tuir la nueva dignidad simbólica penitencia como cambio de vida,
y ritual del tiempo de Cuaresma. de encarnar el ayuno y la limosna
Las tres formas clásicas para pre- como implicación con los bienes
pararse para la Pascua –oración, materiales y la libertad, con los sen-
ayuno y limosna- son repensadas tidos y con el hambre. De esta forma
e iluminadas por la escucha de la se intenta llegar al Triduo Pascual
Palabra y sobre todo por la acción habiendo realizado el transitus del
litúrgica. El reto planteado en esta creyente.

Angelo Lameri, Alla ricerca del fondamento teologico della parte-


cipazione attiva alla liturgia. Il dibattito nella commissione liturgica
preparatoria del Concilio Vaticano II. (Con testi inediti di G. Bevilacqua,
P. Jounel, A.-M. Roguet, K. Rahner) (Bibliotheca «Ephemerides
Liturgicae» - Subsidia 177), Roma: Centro Liturgico Vincenziano-
Edizioni Liturgiche 2016, 144 pp.

Continuando con su reciente publi- las relaciones solicitadas a algunos


cación (La “Pontificia Commissio miembros de la Pontificia commis-
de sacra liturgia praeparatoria Con- sio de sacra liturgia praeparatoria
cilii Vaticani II”. Documenti, Testi, Concilii Vaticani II (P. Jounel, G.
Verbali, Roma: Centro Liturgico Bevilacqua) y a algunos teólogos
Vincenziano-Edizioni Liturgi- externos (K. Rahner, A. M. Roguet)
che 2013), Angelo Lameri ofrece junto con algunas cartas de los pro-
nuevos textos, hasta ahora inéditos, tagonistas del debate sobre la par-
que caracterizaron el trabajo pre- ticipación activa de los fieles en la
paratorio del Concilio. Se trata de liturgia y su fundamento teológico.

339 phase.indb 288 16/05/17 10:03:11


Libros 289

Philippe Markiewicz-Ferrante Ferranti, Pietre vive. L’arte nella


vita spirituale, Bose: Qiqajon 2016, 301 pp.

¿Cuál es el papel del arte en la vida pero accesible solo por medio de
espiritual? El arte es un instru- los sentidos. Y esta idea puede apli-
mento privilegiado para acceder carse también a otras religiones.
a la profundidad de la teología En particular para los cristianos
y, no solamente en el arte sacro el arte puede considerarse como
en su dimensión histórica, sino una experiencia espiritual cuyo
también en el arte contemporáneo. cumplimiento se vive en la liturgia:
La experiencia sensible, en efecto, todo en la iglesia de piedra muestra
puede conducir al misterio, que se la Iglesia de piedras vivas.
encuentra con otras experiencias,

Marco Navoni, L’ anno liturgico ambrosiano - Storia e spiritualità, Milán:


ITL 2017, 270 pp.

El volumen propone una serie de un tratado erudito de historia


de cincuenta y dos comentarios de la liturgia, sino que de un modo
litúrgicos, históricos y espirituales simple y accesible muestra las
sobre varios periodos en los que se peculiaridades características del
articula el año litúrgico ambrosiano año litúrgico ambrosiano, diverso
y en particular sobre las fiestas del en algunos aspectos del año litúr-
Señor, de la Virgen María y de los gico del rito romano.
santos. No se trata propiamente

Eric Palazzo, L’invenzione cristiana dei cinque sensi nella liturgia e


nell’arte del medioevo, Nápoles: Editrice Domenicana Italiana 2016,
448 pp.

Este libro nos acerca al medioevo, el oído, el gusto, el olfato, el tacto y


centrándose en cómo en aquella el rito nos lleva a la contemplación
época los sentidos y el arte adentra- del invisible por medio de accio-
ban en el indecible, cómo acceder a nes, objetos, frescos, miniaturas,
la mística por medio de lo sensible. esculturas…
La alabanza anima y exalta la vista,

339 phase.indb 289 16/05/17 10:03:11


290 Libros

Michel Ramery, Mistero e materia. Sulla relazione tra liturgia e


architettura nel pensiero di Dom Hans van der Laan OSB (1904-1991),
Ciudad del Vaticano: Librería Editrice Vaticana 2017, 608 pp.

El volumen ilustra la relación entre ciones del arquitecto se basan en


liturgia y arquitectura en el pen- una teoría comprensiva de la crea-
samiento y en la obra del monje ción, con un estilo armónico gracias
benedictino y arquitecto holandés a la aplicación de un esquema que
Dom Hans van der Laan. El texto él llama «el número plástico».
muestra cómo todas las contribu-

Jean-Pierre Sonnet (ed.), La Bibbia si apre a Pasqua. Il lezionario sulla


Veglia pasquale: storia, esegesi, liturgia (Lectio), Cinisello Balsamo:
San Paolo 2016, 312 pp.

El siguiente volumen nace como un guos en el presente simbólico de la


diálogo entre biblistas y liturgistas. acción litúrgica? ¿Cómo la asam-
La investigación histórica muestra blea une la sucesión de lecturas,
la grandeza del leccionario actual desde las narraciones de los oríge-
de la Vigilia Pascual. Recorriendo nes, el discurso profético o sapien-
las nueve lecturas de la Vigilia, siete cial, la exhortación paulina, antes
biblistas asocian análisis exegético de escuchar el anuncio del evan-
con una atención a la Palabra en gelio pascual? ¿Qué papel juegan
su proclamación, preguntándose: las oraciones que concluyen cada
¿Cómo resuenan los textos anti- etapa de la liturgia de la Palabra?

Roberto Tagliaferri - Aldo Natale Terrin (eds.), La pastoralità e la


questione dell’individuo nella liturgia (Caro Salutis Cardo - Contributi
1), Roma-Padua: Centro Liturgico Vincenziano- Abbazia di Saanta
Giustina 2016, 298 pp.

Con ocasión del 50 aniversario del Tagliaferri, Aldo N. Terrin, Paolo


Concilio Vaticano II, ha sido edi- Tomatis y Sergio Ubbiali intentan
tado este volumen con diversas mostrar cuál es el puesto del «yo»
contribuciones sobre la pastoral. y del «nosotros» en la Iglesia y en
Rinaldo Fabris, Luigi Girardi, Enzo la liturgia, cómo conjugar el valor
Pace, Gilles Routhier, Roberto de la comunidad y la centralidad

339 phase.indb 290 16/05/17 10:03:11


Libros 291

del sujeto, en una cultura centrada en dos partes: La cuestión pastoral


sobre el individuo y sus derechos. del Vaticano II y la liturgia pastoral
Sus escritos han sido agrupados entre individuo y comunidad.

Paolo Tomatis, I ministeri liturgici oggi (Giovani ed educazione


religiosa), Turín: Elledici 2017, 112 pp.

Estas reflexiones sobre los minis- cada asamblea. El presente trabajo


terios de la liturgia, esto es, sobre tiene una intencionalidad práctica,
los servicios operados dentro y para hacer realidad la teoría, para
en favor de la liturgia, están dedi- dar respuesta a las cuestiones y
cadas a los «sastres» que cortan problemas que surgen en el servicio
y cosen el «hábito» litúrgico para litúrgico.

Giovanni Zaccaria – José Luis Gutiérrez Martín, Liturgia.


Un’introduzione (Biblioteca de iniciación a la liturgia), Roma: Edusc
2016, 190 pp.

Giovanni Zaccaria y José Luis nuestra disposición para entrar en


Gutiérrez ofrecen una introducción comunión con Cristo; una unión
a la liturgia. De modo sencillo acer- de intimidad única porque Dios
can al lector a reconocer la liturgia no ama de palabra sino de manera
como un don de Dios, como una corpórea.
ventana que nos abre al tiempo, al
instrumento que Dios ha puesto a Juan de Pablos

339 phase.indb 291 16/05/17 10:03:12


Culmen et fons

25,00€

Una liturgia que parte del Misterio


Por Juan José Silvestre. 272 págs.
Silvestre analiza el extenso legado teológico y litúrgico
de Louis Bouyer (1913-2004), sacerdote francés que
inició su andadura como pastor luterano y que se implicó
apasionadamente en la renovación litúrgica del siglo XX,
antes y después del Concilio Vaticano II.
Para ello el autor parte principalmente de las obras
de Bouyer, todavía poco estudiado en su conjunto,
centrándose en los aspectos litúrgicos.
Un completo estudio, acompañado de una exhaustiva
referencia bibliográfica, para comprender a una de las
grandes figuras del movimiento litúrgico.

Centre de Pastoral Litúrgica


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339 phase.indb 292 16/05/17 10:03:12


In memoriam

Pedro Farnés Scherer


(1925-2017)
José Antonio Goñi
El 24 de marzo de 2017 recibíamos la triste noticia de la muerte, a
sus 91 años, de Pedro Farnés Scherer, presbítero y canónigo de la
catedral de Barcelona.
Farnés fue uno de los «maestros» de liturgia del siglo xx, uno de
los «padres» de la renovación litúrgica. Su vida estuvo dedicada
a la liturgia, más aún, su vida fue la liturgia.
Su vocación litúrgica ya se manifestó durante su formación en
el Seminario Conciliar de Barcelona, donde había ingresado en
1943, siendo ordenado presbítero en 1950. Recordemos que en
aquella época el movimiento litúrgico estaba en plena efervescen-
cia: acababa de publicarse la Encíclica Mediator Dei (1947), recién
había sido constituida la Comisión Piana, se había reformado la
Vigilia Pascual primero (1951) y la Semana Santa después (1955),
se había creado el Centro de Pastoral Litúrgica de París (1943)
y su Instituto Superior de Liturgia había iniciado su andadura
(1956), se había celebrado el Congreso de Pastoral Litúrgica de
Asís (1956)… También entonces, concretamente en 1956, hubo un
Congreso Litúrgico Diocesano en Barcelona y, entre sus frutos,
fue publicado un Directorio diocesano de la misa, que se le encargó
al entonces presbítero Pere Tena, con la colaboración de Pedro
Farnés y Joan Bellavista, y el consejo de Quirze Estop y el monje
de Montserrat Adalbert Franquesa. Empezó aquí un equipo de
trabajo que derivó en el Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona,
fundado en 1958.

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Completó sus estudios teológicos en la Facultad Santo Tomás de


Aquino Angelicum de Roma, donde obtuvo la licenciatura en teo-
logía (1959), y en el Instituto Litúrgico de París, donde se diplomó
en liturgia (1961) e inició los cursos de doctorado, aunque su tesis
fue defendida en el Instituto Superior de Liturgia de Barcelona
años más tarde (1989).
Trabajó en la reforma litúrgica postconciliar a nivel institucional,
siendo miembro del coetus De Praecibus eucharisticis del Consilium
ad exsequendam Constitutionem de sacra liturgia, relator de la
subcomisión para las oraciones sálmicas de la Sagrada Congrega-
ción para el Culto Divino, consultor de la Comisión Episcopal de
Liturgia de las conferencias episcopales de España y de México,
consultor de la sección de publicaciones litúrgicas del CELAM,
miembro del equipo de preparación de la versión unificada del
Ordinario de la misa en español llevada a cabo por las conferencias
episcopales de España y de Latinoamérica, miembro de la comi-
sión de España y del CELAM para la edición el Bendicional, relator
del proyecto de segunda edición del Ritual de Exequias de España.
Fue miembro del Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona desde
sus inicios, siendo su presidente durante un trienio (1987-1990),
fundó la revista Oración de las Horas (actualmente Liturgia y Espi-
ritualidad), colaboró con la revista Phase desde su andadura como
miembro de su consejo de redacción.
Desarrolló su labor docente en el Instituto de Liturgia de la Univer-
sidad Pontificia de Salamanca, en el Seminario de Tarragona, en la
Facultad de Teología de Cataluña, en el Instituto Superior de Liturgia
de Barcelona, en el Instituto de Teología Espiritual de Barcelona,
en el bienio de liturgia de la Universidad San Dámaso de Madrid.
Impartió cursos, charlas y conferencias por todo el mundo en
diócesis, seminarios, monasterios, casas religiosas… Participó en
un gran número de congresos y jornadas de liturgia.
De modo particular asesoró a las comunidades neocatecumenales
en cuestiones litúrgicas, dando charlas a sus miembros y reco-
rriendo los seminarios del mundo entero.
Publicó diversos libros, subsidios litúrgicos y escribió numerosísi-
mos artículos en diferentes revistas especializadas. Y anualmente

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In memoriam 295

ofrecía el Calendario litúrgico pastoral, con sugerencias pastorales y


unas enjundiosas introducciones a cada mes.
Pasará a la historia por las explicaciones que publicó en la revista
Liturgia y Espiritualidad sobre el modo de entender la liturgia del
entonces cardenal Ratzinger, que le valieron la respuesta del
mismo.
Fue tremendamente fiel a las rúbricas. Siempre cumplió hasta la
última coma y tilde de las leyes litúrgicas, incluso aquellas que no
compartía o creía que deberían hacerse de otro modo.
Destacó como un hombre espiritual. No solo estudió la liturgia,
explicó la liturgia, escribió sobre liturgia, sino que vivió la liturgia.
Solía decir que el escrito que más valoraba de su extensa bibliogra-
fía era su libro Roguemos al Señor, porque servía para rezar.
En esta última década, afirmaba insistentemente que «se estaba
muriendo», incluso organizó una solemne unción de enfermos y
tenía preparado su funeral desde hacía quince años.
Sin embargo, a pesar de que la infirmitas –«no estar firme», como
explicaba él, esto es «la debilidad»– le había mermado en sus
capacidades, no se resistió a dejar de trabajar por la liturgia: ya
no escribía pero dictaba, oía mal pero asistía a las reuniones que
se le convocaban, entre ellas la del consejo de Phase, aunque solo
pudiera hacer acto de presencia y manifestar así su interés.
Esperemos que su encuentro con la muerte, a la que nunca miró
con buenos ojos, haya sido victorioso. No comprendía que san
Francisco de Asís hablara de la «hermana muerte», sino que la
miraba de un modo radicalmente opuesto: la muerte fue la gran
enemiga de Cristo, máxima expresión del pecado; pero fue ven-
cida por Cristo. Y por tanto, era también su enemiga, y esperaba
ser partícipe del triunfo de su Señor y poder entonar, en el día de
su tránsito, el salmo 113 o el salmo 117 –ambos exaltan el triunfo
pascual y fueron fijados por él mismo para la liturgia exequial– y, al
llegar a las puertas del paraíso, conducido por los ángeles, recibido
por los mártires, haya escuchado de labios del Buen Pastor: «siervo
bueno y fiel, pasa al banquete de tu Señor», siendo así partícipe,
junto con Lázaro, del descanso eterno, convirtiéndose en piedra
viva del templo de la Jerusalén celestial, disfrutando para siem-

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296 In memoriam

pre de la liturgia del cielo, aquello que bajo formas sacramentales


estudió, explicó, transmitió, vivió, celebró en la tierra.
***
Cada año a las 11 de la noche del 15 de septiembre, el presidente
de la república mexicana -y los diferentes alcaldes y gobernadores
en sus jurisdicciones-, al grito «¡Viva los héroes que nos dieron
patria!» conmemora el inicio de la independencia, que tuvo lugar
en aquella misma noche de 1810. Enumera seguidamente quienes
llevaron a cabo aquella revolución: «¡Viva Hidalgo! ¡Viva Morelos!
¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez!…»
Con la muerte de Pedro Farnés, se nos ha ido uno de los «héroes»
que nos dieron «liturgia». En los últimos años han ido muriendo
otros cercanos a nosotros: Franquesa, Aldazábal, Oñatibia, Tena,
Bellavista, Llopis, los hermanos Velado… Prácticamente ya no
queda vivo ninguno de aquellos «padres» que llevaron a cabo la
renovación litúrgica del siglo xx y redescubrieron el misterio de
Cristo celebrado en el culto cristiano.
A la nueva generación de liturgistas nos toca seguir la estela que
ellos marcaron: adentrarnos en la esencia de la liturgia y transmitir
su vivencia al pueblo fiel. En la dedicatoria que me escribió Corne-
lio Urtasun en su libro Las oraciones del Misal: escuela de espiritualidad,
así lo expresaba: «Tú eres de la segunda generación de liturgos que
haréis el milagro de entusiasmar al pueblo de Dios en los misterios
de Cristo celebrados por y en la Iglesia».
Y quizá llegue el día en el que tengamos que conmemorar esta
renovación litúrgica llevada a cabo durante el siglo xx, que nos
ha permitido hacer anamnesis de la historia de la salvación revi-
viendo el misterio pascual de Cristo en cada celebración, que la
liturgia aliente la vida de cada creyente celebrando su fe. Y cada 4
de diciembre, fecha en la que se promulgó la Constitución de litur-
gia Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II, al grito «Viva
los padres que redescubrieron la liturgia», comenzando por Dom
Guéranger, enumeremos a aquellos «héroes» que empeñaron sus
vidas por mostrar la verdadera esencia de la liturgia para poder
celebrar con su auténtico sentido el culto cristiano.
José Antonio Goñi
Director de la revista «Phase»

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phase Fundador
Pere Tena †

Director
José Antonio Goñi
Vinculada
al Instituto Consejo
Luis Fernando Álvarez (Madrid)
Superior
Dionisio Borobio (Salamanca)
de Liturgia Juan María Canals (Madrid)
de Barcelona,
REVISTA DE PASTORAL LITÚRGICA

Manuel Carmona (Jaén)


de la Facultad Ángel Cordovilla (Madrid)
de Teología Lino Emilio Díez (Madrid)
Juan Javier Flores (Roma)
de Catalunya
Jaume Fontbona (Barcelona)
Aurelio García (Valladolid – Roma)
Luis García (León)
Jaume González (Barcelona)
Ramiro González (Ourense)
Jordi Latorre (Barcelona)
Julián López (León)
Alejandro Pérez (Málaga)
Salvador Pié (Barcelona)
Jordi-Agustí Piqué (Montserrat – Roma)
Lluís Prat (Solsona)
Guillermo Rosas (Santiago de Chile)
Fernando Sedano (Puebla)
Josep Urdeix (Barcelona)

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INSTITUTO SUPERIOR DE LITURGIA DE BARCELONA, en las grandes ciudades
DE LA FACULTAD DE TEOLOGÍA DE CATALUNYA

año 57 (2017) núm. 339

Centre de Pastoral Litúrgica 339


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