Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Efesios 1:13-14
Por Juan Ramón Chávez
INTRODUCCIÓN
En nuestra sociedad se están llevando acabo muchos cambios, que para algunos pueden
ser buenos y para otros no tanto. Por ejemplo, antiguamente el matrimonio tradicional era
aquel en el que el marido era el que salía a trabajar y la esposa se quedaba al cuidado de
los hijos y del hogar. Ahora en el matrimonio moderno, ambos son los que trabajan. Y
quienes se hacen cargo de los hijos, en el mejor de los casos son los abuelos y en el peor,
las guarderías públicas. El matrimonio futurista que incluso ya empieza aparecer, es
aquel en donde la esposa es la que sale fuera de su casa a trabajar y quien se queda al
cargo de los hijos y del hogar es el esposo.
Sean que nos gusten estos cambios o no, esto está sucediendo. Por eso ahora, algunos
jóvenes cuando se quieren casar, omiten el símbolo de las arras. Porque las arras
representaban la promesa del hombre de que se iba a encargar de trabajar y aportar el
sustento al hogar que estaba formando. El que esta tradición se acabe no representa
ningún problema, porque es una tradición y promesa humana. Sin embargo, según la
Biblia, las arras seguirán existiendo, pero no bajo la figura de 13 monedas de oro, sino
bajo la persona del Espíritu. Por eso hablaremos sobre las arras, pero LAS ARRAS DE
ESPIRITU.
Ese es el término que la LXX utiliza para referirse a la “prenda” que Tamar pidió a
su suegro Judá, mientras esperaba el envío del cabrito como precio pactado por
llegarse a ella. Obviamente sin saber Judá que ella era su nuera. De allí que Judá le
entregó a título de arras: el sello, el cordón y el báculo (Génesis 38:17-20).
En el Nuevo Testamento Pablo tomó el término “arras” que era común en sus días,
para hablar del Espíritu Santo en sentido figurado. Enseñando que el Espíritu Santo es
el anticipo, adelanto, o pago inicial que garantiza un pago completo en un futuro. Lo
mencionó en tres ocasiones en diferentes contextos:
1. Se menciona en 2 Corintios 1:22 “el cual también nos ha sellado, y nos ha dado
las arras del Espíritu en nuestros corazones”. En el contexto habla de las
promesas de Dios. Aquí el Espíritu Santo nos garantiza que Dios cumplirá todas
las promesas que nos hizo.
2. También en 2 Corintios 5:5 “Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien
nos ha dado las arras del Espíritu” En el contexto habla de que nuestro cuerpo
mortal será transformado en un cuerpo inmortal y el Espíritu Santo es la garantía o
pago inicial de que eso sucederá.
3. Y aquí en Efesios 1:14 que dice que el Espíritu Santo “es las arras de nuestra
herencia”. Es decir, es la garantía que recibiremos nuestra herencia, porque Dios
lo ha prometido.
El apóstol Pedro es el que nos habla más de nuestra herencia en el futuro. Dice:
“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande
misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de
Jesucristo de los muertos, 4 para una herencia incorruptible, incontaminada e
inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros” (1 Pedro 1:3-4). Aquí nos dice
varias cosas de nuestra herencia:
Claro que no. Porque Jesús ya ha pago el precio completo por nosotros (1 Corintios
6:20, 7:23; 1 Pedro 1:18-19). Sin embargo, aunque el precio esta pagado, aún estamos
en este cuerpo y aun vivimos en este mundo. Por eso aún, no hemos obtenido lo
prometido por Dios. Por eso que el Espíritu Santo es la garantía de que después de
este mundo, y después de esta vida, Dios nos llevara al cielo. Por eso Pablo dijo:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al
Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20). El Espíritu Santo es como el boleto
de entrada al cielo.
La Biblia nunca enseña que los cristianos recibiremos aquí en la tierra todo lo que
Dios está dispuesto a darnos. Al contrario Jesús enseño: “De cierto os digo, que no
hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino
de Dios, 30 que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero
la vida eterna” (Lucas 18:29-30). Aunque estemos muy bendecidos aquí en la tierra,
lo mejor está por venir. Porque lo que disfrutamos aquí es temporal y lo que está por
venir es eterno.
La palabra redimir significa: Liberar o rescatar a alguien de algo. Si bien es cierto que
Cristo nos ha redimido con su sangre cuando nos convertimos (Efesios 1:7), aquí sin
embargo, está hablando de la redención final, la liberación plena que se llevara a cabo
en el futuro. Por eso Pablo dice: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el
cual fuisteis sellados para el día de la redención” (Efesios 4:30).
Cuando nos convertimos a Cristo, somos libertados de la esclavitud del pecado (Juan
8:34; Hechos 2:38). Pero mientras la iglesia permanezca en este mundo estará en
peligro de volver a caer en el (2 Pedro 2:20). Por eso habrá una liberación plena y
final en el futuro.
El hecho de que la parábola de la red enseñe que la iglesia en el fin del siglo será
purificada de los malos que están en ella, indica que ahora la iglesia corre el riesgo de
ser corrompida desde adentro por estos falsos hermanos. Dice:
“el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda
clase de peces; 48 y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno
en cestas, y lo malo echan fuera. 49 Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y
apartarán a los malos de entre los justos, 50 y los echarán en el horno de fuego; allí
será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 13:47-50). Por eso habrá una liberación
plena y final en el futuro de todos los falsos cristianos. Es como el pueblo de Israel,
iban a ser completamente libres cuando entraran a tomar posesión de la tierra
prometida.
Así que, la redención comienza aquí con la limpieza del pecado (Efesios 1:7, Hechos
3:19; Apocalipsis 1:5). Continua con la santificación en nuestras vidas (1 Corintios
1:1-2) y finalizara en el futuro siendo semejantes a Cristo (1 Juan 3:2). El Espíritu
Santo es la garantía de que seremos completa y totalmente libres en el futuro.
Así que, debemos vivir como hijos alabándole todos los días con nuestras palabras y
acciones. La alabanza es el acto que empieza en el tiempo y que continuara por toda
la eternidad. Porque todos los hijos que Dios tiene aquí, ahora, estarán por siempre
con él en la eternidad.
Además, Dios no tenía que darnos una garantía para que le creyéramos la promesa
que nos hizo, de darnos una herencia en el cielo. Su palabra hubiera sido suficiente.
Pero lo garantizó por consideración a nosotros. Porque Dios sabe nuestra debilidad de
fe. Por eso quiso darnos la seguridad con la presencia del Espíritu Santo en nuestras
vidas.
CONCLUSION
Hemos mencionado la razón, la duración y el propósito de las arras del Espíritu.
Todos los que hemos obedecido los mandamientos de Dios, hemos recibido el
Espíritu Santo (Hechos 5:32). Dios lo dio, no para su beneficio, sino para el nuestro.
Para que nosotros tuviéramos la seguridad de que nos dará la recompensa que nos
prometió. Ha recibido usted el Espíritu Santo de Dios, que es el anticipo de la
herencia celestial que Dios quiere darle? Si usted lo ha recibido, lo felicito. Lo mejor
está por venir. Pero si usted aun no lo ha recibido, hay una manera de hacerlo, crea al
Señor, arrepiéntase de sus pecados, confiese esa fe en Jesús y bautícese para el perdón
de sus pecados y esa es la manera de tener el Espíritu Santo (Hechos 2:38). Que será
su anticipo de su herencia celestial. Que Dios lo bendiga para hacerlo.
Juan Ramón Chávez
Monche91@hotmail.com