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Educación Musical en las relaciones intergeneracionales.

Introducción:

Del seno de la experiencia institucional (Conservatorio de Lincoln) se desprenden una


serie observaciones respecto al trabajo en conjunto durante el proceso de aprendizaje de
adolescentes, adultos y adultos mayores. Una pulsión transgeneracional1 atraviesa a lo
largo la franja etaria que va desde los 13 a los 60 años; edades en las cuales la subjetividad
de estas personas interpela acerca de la naturaleza del sonido, la belleza que de ella
emana, la forma que reviste su organización sonora, etc. Sea por curiosidad o por hobbie
en los pre-adolescentes y adolescentes, por la búsqueda consciente de una salida laboral
en el profesionalismo pedagógico-musical o en el ámbito de concierto durante la adultez,
o en los adultos mayores por el anhelo de llevar a cabo el incumplido sueño temprano que
procurase el contacto con un instrumento en casa, dicha pulsión empuja al sujeto a la
descarga de las energías psíquicas por medio del lenguaje de la música.

Adentrándose en el mundo inmaterial de alturas y funciones armónicas, de sonidos


novedosos y llamativos, de texturas ricas en colores y montajes de sonidos superpuestos;
allí donde la arquitectura de las formas grandiosas hace gala y donde la medida
colorimetría de las pequeñas formas se plasma como un cuadro miniatura; donde la física
del sonido y las leyes de atracción y dispersión del sistema tonal tejen la trama narrativa
del discurso, se inaugura en la vida del sujeto una forma de catarsis de la libido que
potencia la sensibilidad y desarrolla la condición humana.

El grado y la fuerza con que se presentan, aún en forma germinal, estos diferentes
aspectos en cada sujeto y la búsqueda de la potenciación de aquellas áreas
medianamente conocidas o conquistadas, son el indicativo de que cada alumno favorece
el desarrollo del pequeño terreno ya descubierto en ese gran continente que es la música.
La satisfacción y el desarrollo personal ocultan las debilidades y enaltecen las
competencias previamente adquiridas. El bagaje o la historia de cada alumno, aporta su
peso específico en el proceso de aprendizaje entorpeciendo o estimulando el mismo.

Al interior de los salones de la Formación Básica (FOBA) crecen grupos con aspiraciones
diversas, de diferente procedencia social y generacional. Cada etapa del crecimiento de
este organismo social implica diferentes momentos de tensión y distensión entre los

1
Si bien la expresión se utiliza dentro del ámbito de la psicogenealogía, en el presente trabajo se hace uso
de la misma en alusión al carácter variado de las generaciones que atraviesa.
Del prefijo trans; “a través de”.
elementos que lo conforman y diferentes condiciones de desarrollo del mismo tomado de
conjunto.

Una planta recibe periódicamente el agua que hidrata hasta la última de sus fibras, su
cuerpo absorbe los rayos del sol en un tratamiento vivificador, se comprueba que la tierra
le permita asimilar los nutrimentos necesarios para su desarrollo, etc.

Del mismo modo que el jardinero procura cuidar la salud de su jardín, el maestro es el
encargado de asegurar las condiciones de aprendizaje y autodescubrimiento de sus
alumnos y proveer los medios para la independencia de los educandos.

Dar un canal de expresión común a través de la música a ese contenido multiforme que
expresan las energías del grupo por aprehender los modos de esa disciplina, se ha vuelto
de lleno el hecho fundamental.

Colectivo e Individuo:

Comienza el año, es el primer día de clases y cada alumno se incorpora a la institución


conociendo por primera vez a sus congéneres. Los saberes previos exigen un diagnóstico.
Hablamos sobre la vida personal de cada alumno y comprobamos que las apariencias de
cada uno son tan disímiles como los motivos que los trajeron al aula en primer lugar.
Termina la clase y la tarea para el próximo encuentro es clara: Cada quien traerá trozos
de músicas que sean de su agrado, sin discriminación alguna.

La segunda clase encuentra algunos alumnos al desnudo y deseosos de finalizar este


proceso que puede terminar en un escarnio a sus gustos musicales, mientras que otros
ven su momento de demostrar lo cuantiosos que son sus conocimientos musicales. Los
mayores comparten sus gustos musicales con los más jóvenes, mientras los últimos, no en
menor medida, los mantienen “actualizados” sobre lo que el mercado de la música ofrece
al día de hoy. El dialogo se presenta como un interjuego en el que las contradicciones
entre la estética del pasado y el presente abren pequeñas disputas entre los participantes
y los obliga a posicionarse desde otra perspectiva. Se produce una división en grupúsculos
en función de los estados frente a la exposición y a los gustos musicales de forma
contradictoria; produciéndose una extraña mixtura que los acompañará (al menos en
esencia) durante el resto de su vida institucional.

Luego de este trabajo, comenzamos a dictar los rudimentos clásicos que harán falta a cada
alumno y entramos en el terreno de juego grupal e individual. Aquí (y hablamos de juego
por la importancia del tiempo lúdico en la música), las brechas entre adolescentes y
adultos se cierran, los lenguajes y la subjetividad de cada uno encuentran un curso común
disolviéndose en el colectivo y participando conjuntamente de las actividades. Se forman
grupos de estudio, se establecen vínculos humanos y relaciones estrechas a pesar de la
distancia generacional. Los adolescentes encuentran amistades, desarrollan relaciones
afectivas con el sexo opuesto y encuentran un posible proyecto de vida profesional,
mientras que los adultos mayores encuentran un lugar donde disfrutar del aprendizaje de
la música y a la vez recuperar su dinamismo vital.

Las actividades de la clase -ricas en contenidos propios de la disciplina- son, al mismo


tiempo, los rieles propicios para el desarrollo de la inteligencia interpersonal, de la salud
emocional en los adolescentes, para dar el salto de la pasividad a la actividad en los
adultos mayores, y dar forma a la ejercitación y desarrollo de las funciones cognitivas y el
pensamiento artístico creativo en general. El aprendizaje de los elementos del lenguaje
musical, el vocabulario específico de la disciplina, la introducción a la práctica
instrumental, el canto individual y coral, la audición consciente de piezas musicales; todas
estas actividades y las competencias que ellas comprenden, cultivan la vida intelectual de
los educandos poniendo en primer plano conexiones neuronales ya en desuso o
insuficientemente desarrolladas.

Es a través de esta etapa y en su profundización, que del caldo primordial que encuentran
los docentes en un principio, se disocian aquellos elementos medios y dubitativos y
permanecen y se cristalizan en forma de grupo los que cumplen las expectativas.

Dos observaciones a vuelapluma sobre formas auxiliares de relaciones


intergeneracionales: La inclusión de la tecnología en el aula y la actividad concertística.

Dentro de la institución es común la búsqueda del uso diario de las tecnologías en función
del aprovechamiento de su conectividad y su rapidez, y en base al hecho de que se han
vuelto artículos de consumo accesibles a causa de su baratura. El uso de las Tecnologías
de Información y Comunicaciones (TIC), reviste un doble beneficio en estos casos. Por un
lado, el uso responsable de las mismas por los adolescentes evita el riesgo de alienación
en el mar de informaciones que nos ahoga y da un cauce de equilibrio a la ansiedad que
pueden sufrir los mismos. Por el otro, los adultos son introducidos a nuevas formas de
comunicación que los obligan a permanecer compaginados con todo lo que sucede en el
submundo de la tecnología, el internet, y la volatilidad que ello comprende.
Naturalmente, la sustancia de una relación entre los sujetos estará determinada por el
éxito en la ayuda que pueda brindar el primer grupo al segundo a la hora de compartir
producciones.

Al referirnos a la actividad de concierto, es importante mencionar que dado el rol social


que ocupa la música, los “músicos concertantes amateurs o aprendices” son producto en
cada exhibición de un proceso de relaciones humanas previas y posteriores: La
responsabilidad inescapable del ensayo, el encuentro del músico con los organizadores
(sea dentro de la institución o no), con quienes trabajen en el sonido del lugar, con el
público, dan lugar a un proceso de socialización y roce constante entre actores.

Por último, la gratificación que otorga el aplauso o el rechazo del abucheo final, refuerzan
positiva o negativamente como estímulos el trabajo expuesto y representan el choque con
la realidad fuera de la institución para el alumno. Más allá de cualquier nota o palabras del
docente, las fuerzas creativas mancomunadas del grupo, se ponen a prueba frente a la
realidad del público con incidencias imborrables sobre la autoestima del ejecutante, para
bien o para mal.

Conclusión:

Si bien los lazos intergeneracionales formados dejan ricas enseñanzas en todos los casos;
la ley de hierro que rige el desarrollo de todo el proceso de aprendizaje es,
indudablemente, la nota final. Pero, no por ello el producto pierde la totalidad de su valor.
Los paradigmas educativos imperantes conciben el proceso de aprendizaje como un
trayecto de cambio que genera un movimiento interno en el alumno y lo evalúan, ya sea
cuantitativa o cualitativamente, en el seno del mismo de acuerdo a sus posibilidades
reales.

De esta realidad multiforme e infinitamente variada, se arranca violentamente una


fracción de la misma esperando a veces un resultado arbitrariamente homogéneo.
Pareciera ser que en esta paradoja se fundamentan muchas veces los paradigmas
educativos modernos buscando una educación más “democrática, igualadora e inclusiva
de las diferentes inteligencias”, aunque sin mucho éxito en el caso que tratamos. Sin
embargo, y sin desembarazarnos de otras deficiencias institucionales, podemos evaluar
exitosamente el grado de inclusión generacional dentro del marco en el que trabajamos.

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