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Por lo anteriormente señalado, es necesario plantearnos al menos tres temas vinculados con esta
propuesta orteguiana. En primer lugar, a qué sistemas o paradigmas históricos se opuso el pensador
madrileño; en qué consistió esta renovada hermenéutica de su sistema de la razón vital o razón
histórica y, por último, qué proyección puede propiciar esta forma de hacer una filosofía de la
historia.
Para desarrollar estos temas expuestos como ideas, es necesario plantearnos la siguiente
interrogante: ¿ha existido una razón histórica, al menos en el desarrollo de la filosofía moderna?
A través de la historia del pensamiento filosófico es frecuente encontrar ideas acerca de la temática
de la razón histórica. Pero principalmente esta idea la encontramos, en cuanto a sus fundamentos
y principales ideas en la llamada Ilustración, cuando Vico da a conocer su “dominio epistemológico”
de la “nueva ciencia” de la historia y Kant comienza a desarrollar la fundamentación racionalista de
la filosofía de la historia en contraposición con las teorías de la historia de Federico Heder. La
tradición racionalista iniciada por Kant antecede la filosofía de la historia de Fichte y la variante del
modelo romántico de Schelling. El cambio de paradigma del modelo de una filosofía de la historia
se produjo con Federico Hegel, quien intentó entronizar la razón en la historia y en cuyo paradigma
quedaban integradas la filosofía, la historia, la sociedad, el derecho, el arte y la religión. La filosofía
de la historia de Hegel es seguida, a su manera, por los reduccionismos del modelo marxista y las
corrientes positivistas del siglo XIX.
También la filosofía de la historia de Federico Hegel nos lleva a un tema que va por la misma línea
racionalista de Kant. En esta dirección la teoría hegeliana, entendió la historia como el despliegue
del espíritu en el tiempo en donde la naturaleza quedaba excluida de esa historia. El tiempo y la
historia van a posibilitar la objetivización del espíritu, del mismo modo que la naturaleza era la
objetividad de la idea en el concepto de espacio. En esta teoría de la historia hay un predominio
claro del espíritu y de éste sobre el tiempo, el cual es presente. El espíritu entonces no es el pasado,
ni algo que todavía no es, sino que es el simple ahora. El espíritu posee en sí todos los grados del
pasado y su existencia en la historia consiste en un movimiento que se va desarrollando en grados
diferentes en su periodización de la historia. Según esta visión racionalista de la historia, el origen
de la sociedad se sitúa en los tiempos primitivos; para luego pasar al origen de la historia, que la
ubicó con el surgimiento del Estado que es producto del desarrollo de las leyes escritas. Culmina
este proceso cuando en la sociedad se logra configurar un Estado Republicano, en donde es posible
el mayor ejercicio de la libertad consiente y real del hombre y que Hegel identificó con el período
de la Revolución Francesa. En síntesis la teoría de la historia de Hegel gira en torno al origen,
desarrollo y consolidación de la institución del Estado. Una historia de corte estatal e institucional,
que más tarde dio origen a la llamada razón de Estado.
Lo primero que hay que decir de la razón histórica es que la vida humana tiene historia, que es una
realidad histórica; por este motivo el hombre se ve obligado a ocuparse de su pasado y va a recurrir
a este pasado, no sólo para buscar las normas que regirán su vida, sino porque además todo lo que
históricamente ha sido se encuentra en su pasado. “El hombre enajenado de sí mismo se encuentra
consigo mismo como realidad, como historia. Y, por primera vez, se ve obligado a ocuparse de su
pasado, no por curiosidad ni para encontrar ejemplos normativos, sino porque “no tiene” otra cosa.
No se han hecho en serio las cosas sino cuando de verdad han hecho falta. Por eso es la razón, esta
hora presente, de que la historia se instaure como razón histórica”2 . Pero no se trata de vivir sólo
del pasado sino que se viven en un presente, se vive en un ahora. Dice Ortega: “…la vida es siempre
un “hora” y consiste en lo que ahora se es. El pasado de su vida y el futu8ro de la misma tiene
realidad en al ahora merced a que ustedes recuerden ahora su pasado, o participen ahora en su
porvenir. En este sentido la vida es pura actualidad, es puntual, es un punto –presente- que contiene
todo nuestro pasado y todo nuestro porvenir: Por eso he podido afirmar que nuestra vida es lo que
estamos haciendo ahora”3 .
¿Qué es entonces la razón histórica? Uno de los puntos de partida para la comprensión de esta
innovadora hermenéutica de la historia la encontramos en sus ensayos de 1940-1944 titulados
Sobre la Razón Histórica y La Razón Histórica. Allí se anuncia: “Ha llegado el momento de que la
razón que era sólo física se libere de esta limitación y de que el hombre crea en la razón histórica.
Porque hasta ahora lo que había de razón no era histórico y lo que había de historia no era racional
¿O creen ustedes de verdad que apretando bien diez mil años de pasado no se pueden extraer unas
1
Reflexiones de un Centenario, O.C. Tomo IV, p.35
2
Historia como Sistema, VI, p.49
3
Unas Lecciones de Metafísica, XII, p.32
gotas de novísima y salvadora razón, de razón histórica? El hombre necesita de una nueva revelación
y esa revelación sólo puede venir de la razón histórica”4 . Aún cuando el filósofo español no
configuró de manera patente este sistema, en 1990 en un libro que publiqué con el título de Crítica
de la Razón Vital, propuse que el paradigma de la razón histórica contenía los siguientes
fundamentos e ideas. En primer lugar, una Teoría de la Memoria (individual y colectiva); una
dialéctica de la narrativa; la argumentación histórica de un proyecto vital y el arraigo y la posibilidad
de la razón vital-histórica en la vida humana.
De acuerdo a este esquema general, ya podemos desarrollar el segundo de los temas planteados al
principio de este artículo: en qué consistió esta renovada idea de su teoría de la razón histórica.
En primer lugar, el fundamento de la razón histórica es la memoria, por tanto, este sistema tiene
valor cuando se acude a esta condición tan inherente a la vida humana, que es entendida como un
camino que hay que recorrer. Dice Ortega: “… conforme caminamos, el camino que es nuestra vida,
ese camino lo conservamos y lo sabemos, esto es, que el camino de la vida ya recorrido se va
enroscando, envolviendo o enrollando sobre sí mismo como un “film” y al llegar al término de la vida
el hombre se encuentra llevando sobre su espalda, diríamos pegado a ella, todo el rollo de su vida
vivida. Es decir, que se encuentra cargado con la “experiencia vivida””5 . Este pasado histórico
constituye la posibilidad cierta de un presente y un futuro. Este pasado garantiza los argumentos
esenciales que usa el pensamiento para proyectarnos hacia el futuro. Además, en este pasado está
contenido el amplio repertorio de ideas y creencias que son las guías, el soporte y el sustento de
nuestra vida. Sin el pasado el hombre su sumiría en el más atroz desconcierto. “El pensamiento
hace posible la vida humana porque él permite al hombre imaginar proyectar el porvenir y
afrontarlo. Si de pronto toda interpretación del mundo sufriese un síncope integral y se quedase el
hombre sin saber qué iba a pasar mañana siquiera en sus líneas generales, ignorando totalmente a
qué atenerse ante las cosas de mañana, sucumbiría fulminado de terror”6 . En este pasado se
encuentran los aciertos y los errores que se producen en el transcurso de la vida histórica. Al tomar
razón de estos “hechos” históricos, supone que la vida presente y futura tratará de evitar esos
errores e insistirá en los aciertos, gracias a esa “experiencia vivida””7 . El hombre tiene pasado y
gracias a que posee una larga memoria, puede dar cuenta de lo que le ha sucedido en el transcurso
de su vida; por este motivo posee historia, y “por la historia entiendo el estudio de la realidad
humana desde el más remoto pasado hasta los hombres del presente inclusive””8 .
4
La Razón Histórica, XII, p.239
5
Ibidem, p.299
6
Ibidem, p.158
7
Ibidem, p.299
8
Una Interpretación de la Historia Universal, IX, p.74
que todo programa de vida, todo proyecto vital se va construyendo en un conjunto sucesivo de
etapas que están unidas entre sí. Cuando un proyecto vital fracasa parcialmente y es sustituido por
un nuevo proyecto, el programa “primario” “sigue” en éste por la conservación del pasado. Esta
“dialéctica histórica” se funda en el método de la encuesta, de la verificación, para descubrir lo que
el hombre ha sido, lo que le ha pasado en el amplio horizonte de su memoria. La razón histórica
entonces se torna en el sondeo a la profunda dimensión del pasado y que constituye el camino
recorrido por ese “peregrino del ser” que es el hombre.
El tercero de estos elementos de la razón histórica es la argumentación del proyecto vital que
consiste en el conocimiento del pasado que considera el inventario de las “cosas históricas”, y nos
permite tener el argumento necesario para tejer una determinada estructura imaginaria que,
formalmente, Ortega denomina proyecto vital. Por este m motivo la razón vital o razón histórica es
además una razón proyectiva. Sin este proyecto el hombre se encuentra perdido. Por este motivo,
ante la angustia existencial de la cual habló Heidegger, Ortega respondió: “la vida como angustia,
señor Heidegger? ¡Muy bien! Pero… además: la vida como empresa”10 .
Esta idea de futuro que posibilita la razón histórica, no supone que tengamos el porvenir en el
bolsillo. “El futuro es siempre nuevo (…). Más si la situación o los problemas son nuevos y no pueden
volver a soluciones antiguas ¿qué cabe hacer? Señores, solo una cosa: inventar”11 . No se trata de
que nuestro pasado nos permita profetizar acerca del futuro; por este motivo Ortega criticó al
filósofo de la historia Senguer, quien intentó un “profetismo histórico”, desde afuera de las vidas
históricas, en su forma o “morfología”. En cambio Ortega prefirió hablar de un pronóstico histórico
“desde dentro de la vida”12 , porque “toda visión histórica es vivir desde dentro”13 . Por este motivo
el pensador español dijo, en 1932: “La historia no prevé el futuro”, sino que nos enseña a “a aprender
a evitar lo que no hay que hacer”14 . Y llegamos al cuarto tema, la dimensión de la razón histórica,
y que es el arraigo de la posibilidad de la razón vital histórica en la vida humana. Cuando
preguntamos cómo se arraiga esta razón vital histórica en la vida humana, la respuesta es que
mediante una fe. Esta forma de conocer y reconocer la concatenación de los “hechos pasados” de
una vida individual o colectiva se rige por una fe, de manera similar a lo que plantea Kierkegaard
9
Historia como Sistema, p.394
10
La Razón Histórica, p.219
11
Pasado y Porvenir Para el Hombre Actual, IX, p. 716
12
El Tema de Nuestro Tiempo, III, p.154
13
Alrededor de Goethe, p. 602
14
Para el Archivo de la Palabra, p.368
para quien “el órgano para el conocimiento de la historia es la fe”15 . En Ortega la fe es una forma
fundamental de nuestro sistema de creencia, de tal manera que se acepta el conocimiento que
proviene de la razón histórica o vital porque “creemos en ella”, porque creemos en la razón. La
importancia de la fe en la vida humana es enorme, mucho mayor que la ciencia16 . Este
conocimiento narrativo de las “ideas” y “creencias” es una nueva forma del pensamiento histórico
que evita caer en la monotonía y en los reduccionismos bélicos, políticos o económicos del suceder
histórico. Esta forma de pensar se enmarca en dos estructuras fundamentales, a saber: 1° “La
Categoría del contexto, que indica que un pensamiento, idea o creencia es siempre texto de un
contexto y que constituyen las “implicancias históricas inmediatas”17 , 2° “que el pensamiento de
una época histórica tiene siempre un suelo, un subsuelo, y un adversario”18 . El subsuelo está
constituido por aquellas capas profundas de las cuales brota un pensar colectivo –que incluso podía
ser igualado por un pensador- y que determina una época histórica. El suelo, es aquella dimensión
de la historia que tiene como características el haberse constituido recientemente, son las
“admisiones fundamentales” de las cuales nos damos cuenta pero que hemos encontrado ya
recientemente establecidas. Es en este suelo desde donde pensamos y en el cual nos hallamos
instalados. Es la idea de la “altura de los tiempos” en los cuales nos encontramos viviendo y que
constituye uno de los ejes fundamentales de la vida de la razón histórica del raciovitalismo.
Finalmente el adversario, se refiere a que todo pensar, como todo acontecimiento histórico, es
“pensar o actuar contra”. Dice Ortega : “siempre nuestro pensar creador se plasma en oposición a
otro pensar que reclama ser superado. Esto también acontece en la historia, en donde el
“adversario” es el acantilado hostil que vemos elevarse sobre nuestro suelo actual, que surge en
contraste con lo que somos históricamente y en cuyo contraste descubrimos la figura de nuestra
propia identidad. El adversario no es nunca inefectivo pasado: es siempre contemporáneo”19 .
Nuestra historia, particular o colectiva no está aislada, se trate de un pueblo, de una época o de un
individuo; ya que la historia es además una tradición y en el “rehacer” esa tradición surge la filosofía
y el pensamiento histórico. Por este motivo la razón histórica es también tomar conciencia de que
el hombre es un heredero, heredero de una tradición histórica y cultural, con sus respectivos
contrapuestos.
Llegamos a la última parte de este artículo relativa a la proyección de esta filosofía de la historia.
De acuerdo a esta temática estimo que es oportuno plantearse el siguiente interrogante: ¿Cuál es
el motor de la historia en la configuración de un proyecto social? ¿En esta configuración social el
motor de la historia es la institución del Estado –como lo supuso el racionalismo europeo de los
siglos XVIII y XIX o la vitalidad de los pueblos? Para responder estas interrogantes, es necesario
entonces iniciar una reflexión en torno a quién o quiénes deben guiar los destinos de la sociedad, o
sea, en dónde se genera un impulso de un proyecto histórico según el raciovitalismo de Ortega.
Para el pensador español, el rol de este emergente liderazgo debía provenir de los políticos e
15
Abbagnano, N. Historia de la Filosofía, Tomo III, Editorial Montaner y Simón S.A. 1973, p.173
16
Una Interpretación de la Historia Universal, p.50
17
Origen y Epílogo de la Filosofía, p.393
18
Ibidem, p.395
19
Ibidem
intelectuales20 . El creyó firmemente en la idea de la renovación del liberalismo y que éste fuera
vital y superara lo anquilosado ingenuo de su antecesor del siglo XIX. Por este motivo en su obrar
El Espectador V se planteó dos temas de derecho público: Democracia y Liberalismo. Dice Ortega
“La democracia responde a esta pregunta: ¿Quién debe ejercer el poder público? La respuesta es: el
ejercicio de poder público corresponde a la colectividad de los ciudadanos”.
Pero esta pregunta no habla de qué extensión debe tener el poder público. Se trata sólo de
determinar a quien compete el mando. La democracia propone que todos mandemos
soberanamente en los hechos sociales.
El liberalismo, en cambio responde a esta pregunta: ejerza quien quiera el poder público ¿cuáles
deben ser los límites de éste? La respuesta suena así: el poder público, ejérzalo un autócrata o el
pueblo, no puede ser absoluto, sino que las personas tienen derechos previos a toda injerencia del
Estado. Es, pues, la tendencia a limitar la intervención del poder público21 . Aquí se precisa que el
liberalismo emprendido por Ortega defiende las libertades individuales, que son un derecho previo
que tienen las personas frente al Estado. Esta condición es la base de la proyección de la sociedad;
porque para el raciovitalismo el hombre la libertad y esa libertad debe ser la que permita plasmar
un camino de perfección. “La Libertad –dice el filósofo- está ligada a la médula de la vida humana,
ya que la vida nos es dada pero la recibimos “vacía de contenido”… Para ello es necesaria la libertad
que se ejerce dentro de una circunstancia e impulsada por una vocación: esto es la vida individual y
colectiva como proyecto, como empresa, como empresa privada”.
Ortega criticó al Estado y al estatismo de su tiempo. De manera enfática, opuso al Estado la vitalidad
y la iniciativa privada de la sociedad. Por lo mismo advirtió el peligro y el riesgo del intervencionismo
del Estado y de la estatización de la vida social que inhibe e impide el desarrollo histórico y la
proyección de una nación. Sobre este tema dijo de manera categórica: “El Estado no es más que
una máquina situada dentro de la nación para servir a ésta”22 . “En la historia triunfa la vitalidad de
las naciones, no es la perfección formal de los Estados”23 . “En nuestro tiempo, el Estado ha llegado
a ser una máquina formidable, que funciona prodigiosamente; de una maravillosa eficiencia por la
cantidad y precisión de sus medios. Plantada en medio de la sociedad, basta tocar a un resorte para
que actúen sus enormes palancas y operen fulminantes sobre cualquier trozo del cuerpo social (…).
Este es el mayor peligro que hoy amenaza a la civilización: la estatificación de la vida, el
intervencionismo del Estado, la absorción de toda espontaneidad social por el Estado; es decir la
anulación de la espontaneidad histórica, que en definitiva, nutre y empuja los destinos humanos”24
. En resumen, el proyecto social de una nación que abre un nuevo curso de la historia es la
20
Discurso en el Parlamento Chileno, “Boletín de Sesiones de la Cámara de Diputados”, Santiago, 4 de
diciembre de 1928.
21
Mirabeau o el Político, II, p.631
22
Mirabeau o el Político, p.630
23
Ibidem, p.631
24
La Rebelión de las Masas, IV, pp.224-225
espontaneidad y la voluntad creadora que empuja los destinos humanos. Por este motivo el rol del
político-intelectual y que la vida política favoreciera la vida intelectual para lograr el paradigma del
centro político con un epicentro intelectual, para favorecer la iniciativa privada que es aquella
empresa que proyecta los destinos de una nueva nación, como lo indicó en su Discurso ante el
Parlamento Chileno en 1928.
¿Entonces es posible que estas ideas puedan aplicarse en una institución de “nuestro tiempo?
¿Habrá alguien que haya pensado, no sólo económica o políticamente, sino intelectualmente en
nuestra vitalidad nacional, como una empresa o un proyecto privado y que incluya positivamente
en los destinos históricos de nuestro país?
Repasando nuestro pasado político, económico e intelectual, y buscando alguien que, de alguna
manera, hizo suyas las ideas de la razón histórica de José Ortega y Gasset, nos encontramos con la
figura de Pedro Ibáñez Ojeda: empresario, político e intelectual, fundador de la Escuela de Negocios
de Valparaíso en 1953. Precisamente Miguel Luis Amunátegui expresó que Pedro Ibáñez tras
analizar las lecturas de España Invertebrada y la Rebelión de las Masas de José Ortega y Gasset
reflexionó: “Para un espíritu liberal y además con intereses académicos y culturales tan arraigados,
la lectura del filósofo español José Ortega y Gasset era un paso obligado (… su lectura lo dejó
hondamente impactado, reafirmando su verdadera obsesión de individualidad y de
desaglomeración del hombre en la búsqueda del propio destino libre y soberano, llamado por el
esfuerzo personal y con una afanosa búsqueda de la excelencia. Estas ideas tan magistralmente
expuestas en este texto representarían una confirmación rotunda de sus propias ideas y
permanecerían para siempre como una impronta del profesor formador de juventudes y del
político”25
Esto nos reafirma que la filosofía de la historia –como la propuesta de Ortega- no sólo tiene vigencia
hoy, sino que además puede constituirse en un referente de todos aquellos que piensan la sociedad
como empresa y la vida como proyecto vital.
25
Pedro Ibañez Ojeda Empresario, Político y Educador, Universidad Adolfo Ibañez, p.110