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BAUTISMO Y CONFIRMACIÓN
Examen: tal vez sea en parte tema y en parte test. Podría haber parcial.
TEMA 1
1. LA NOCIÓN DE «INICIACIÓN»
Las grandes líneas de la iniciación se encuentra recogidas en el CEC II, 2, 1º: «Los sa-
cramentos de la iniciación cristiana»: recogiendo un texto de la Constitución Apostólica
Divinae consortium naturae, de Pablo VI, el núm. 1212 declara: «Mediante los sacra-
mentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se ponen
los fundamentos de toda vida cristiana. "La participación en la naturaleza divina, que los
hombres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene cierta analogía con el
origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En efecto, los fieles renacidos en
el Bautismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmación y, finalmente, son ali-
mentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y, así por medio de estos sa-
cramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez con más abundancia los tesoros de
la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad" (Pablo VI, Const. apost. Di-
vinae consortium naturae; cf. Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos, Prenotandos 1-
2)».
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La expresión «iniciación cristiana» referida al conjunto sacramental bautismo-
confirmación es relativamente reciente. Aparece por primera vez en la obra de un histo-
riador de la Iglesia llamado Louis Duchesne (finales del siglo XIX y principios del XX).
Trabajó en la Academia de la República Francesa en Roma. La obra se titula Los oríge-
nes del culto cristiano (París, 1889). Emplea el término «iniciación» a semejanza de
como la disciplina académica denominada Historia de las religiones había comenzado a
utilizar en el siglo XIX para referirse a los ritos de ingreso en los cultos de la antigüedad
clásica y tardía que conocemos como religiones de los misterios o de iniciación.
El término «iniciación» proviene del verbo latino initiare, procedente del sustantivo
initium, que a su vez deriva del verbo latino inire, compuesto de in-ire: ir adentro, en-
trar. Inire, pues, es entrar. Initiare, iniciar. Por tanto, ser iniciado no significa únicamen-
te un comienzo, sino un comienzo que supone una entrada, un ingreso. Engloba así las
dos coordenadas en que se desarrolla la vida humana: espacio y tiempo. Iniciarse signi-
fica comenzar a estar dentro de algo.
Estas religiones mistéricas tienen como punto central el ser una iniciación libre, perso-
nal, para una salvación. En las religiones políticas no había realmente una iniciación,
sino que se vinculaba uno a ellas desde el nacimiento. Las religiones mistéricas prome-
ten una salvación por medio de un ingreso, una iniciación. Esto, en la literatura clásica,
se expresa con dos términos: myésis (de donde procede mysterion) y teleté (cumplimien-
to o perfección –esto da a entender cómo en estas religiones la iniciación no implicaba
un proceso, sino que cuando alguien se iniciaba en él se alcanzaba la perfecta integra-
ción–).
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Tipología de iniciaciones: Podemos distinguir tres grandes grupos:
2. Ritos que comportan el ingreso en una sociedad religiosa cerrada: en la Iglesia del
período patrístico no cualquiera podía asistir a la eucaristía: para asistir a la liturgia de la
palabra había que ser, al menos, catecúmeno. Para asistir a la liturgia eucarística, había
que estar bautizado (catechumeni si sint, recedant).
¿Qué aspectos o elementos entran en juego para que haya verdadera iniciación, y no un
mero inicio? Fundamentalmente son dos:
2. En toda iniciación se halla presente, para alcanzar el vínculo con el arquetipo, una
muerte simbólica. Esto es, la iniciación saca al iniciado de las coordenadas existenciales
en que antes se movía para introducirlo en las coordenadas existenciales del arquetipo.
Como para llegar a ser algo que no se era (para iniciarse, pues) había que ser algo pre-
vio, en cierto modo hay que morir a lo que antes se era para ser iniciado.
Esta muerte y nacimiento tiene lugar con vistas a la unión definitiva con el arquetipo de
modo eficaz y actual. Toda iniciación tiende a esto, pero se realiza verdaderamente en la
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religión cristiana, lo cual conocemos por mor de la resurrección de Cristo, de la cual hay
testigos.
Ejemplos de religiones iniciáticas son: el culto de Mitra, Cibeles, Isis, Eleusis, etc. Pun-
to en común es que, en estas religiones, por la iniciación por medio de un rito, el inicia-
do entra en contacto con un mito originario y alcanza así una salvación vetada a todo
aquel que no ha participado de estos ritos.
Estos ritos tuvieron un período de auge entre los siglos II a. C. y IV a. C. Para ser más
precisos, los procedentes del Asia menor tuvieron su apogeo durante el principado.
3. LA INICIACIÓN EN ISRAEL
La iniciación en Israel va unida a una práctica que los Padres de la Iglesia que vieron
como tipo o figura del bautismo: se trata de la circuncisión. Según los estudiosos, el
pueblo de Israel tomó esta práctica de Egipto.
La Alianza se sella con un sacrificio y con el rociado al pueblo con la sangre de ese sa-
crificio. Tiene un carácter indeleble. Tiene tal importancia la circuncisión como inicia-
ción en el AT que esta institución es contemplada como surgida por voluntad del mismo
Abrahán.
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En el NT, la circuncisión decae como signo de iniciación, pues ha sido suprimida por el
bautismo, plenitud de lo que prefiguraba la circuncisión, que además tiene carácter uni-
versal.
El misterio del cual nace el bautismo recoge toda la teología anterior encerrada en el rito
de la circuncisión. Esto queda testimoniado en la lanzada a Cristo en la cruz (al punto
salió sangre y agua; ya no hay más sangre de la alianza).
San Pedro, en un momento dado, se plegó a las pretensiones a los judaizantes, que que-
rían seguir apegados a los ritos de Israel. Estos ritos, empero, ya no tenían valor teológi-
co alguno.
TEMA 2
1. NUEVO TESTAMENTO
El Evangelio no tiene hoy el mismo significado que en esta primera era. «Evangelio»
era un término de carácter político, pues era la proclama del deseo del monarca; por lo
tanto, era un eufemismo.
1.2. Una incipiente catequesis acerca del significado de la persona y la obra de Nuestro
Señor Jesucristo.
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rios en que, por tratarse de personas no tan familiarizadas con la fe de Israel, esta em-
brionaria explicación parece ser más amplia.
Este segundo momento irá adquiriendo progresivamente mayor importancia hasta, sobre
todo, el siglo IV, en que dará lugar a una verdadera estructura litúrgico-pastoral: el cate-
cumenado.
1.3. Una afirmación explícita por parte de quien recibe el anuncio (y la catequesis, en su
caso) de su fe y su arrepentimiento y conversión respecto a la vida de pecado. Quienes
reciben el bautismo, en efecto, deben manifestar públicamente su buena disposición.
Esto dará lugar a alguno de los ritos previos al rito del bautismo: profesión de fe y re-
nuncias.
1.4. Un rito de lavacro (baño) que sella la conversión a Dios y a Cristo y el comienzo de
la nueva vida: bautismo. Baptisma o baptismós etimológicamente significa sumersión
en un líquido, quedando después el sentido técnico entre los cristianos. En latín, al prin-
cipio, no se empleaba este término, sino otros, especialmente tinctio, -onis. Más tarde,
serán dos los términos, baptisma, baptismatis, y baptismus, -i.
Este baño tiene como característica algo que solo aparece en el baño de conversión de
San Juan el Bautista. Los baños rituales son conocidos prácticamente en todas las reli-
giones, pero son auto-baños. El bautismo de Juan y el cristiano no es un auto-baño, sino
que el bautismo tiene un ministro. En el caso de los relatos neotestamentarios, son mi-
nistros los apóstoles y los diáconos. El bautismo es un hetero-bautismo.
Otra característica del lavacro de iniciación de la era apostólica era que, preferentemen-
te, se vivía en lo que se llamaba «aguas vivas» (un río, singularmente); lo cual no quiere
decir que, en determinadas circunstancias, no se permitiera bautizar en aguas conteni-
das. Es probable que, aunque las referencias explícitas del NT hagan referencia a las
aguas vivas y también los documentos de la primitiva Iglesia, no cabe duda de que hubo
también bautizos en aguas estancadas.
El rito consistía en un verdadero baño. Si era total o parcial, es discutible. Junto a esto,
el rito del agua era acompañado por alguna confesión (homología) de la fe en Cristo y
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en el Dios trinitario. El tenor de la fórmula no lo conocemos, aunque tenemos la refe-
rencia de Mt 28, 19. Pero no es tanto una fórmula ritual cuanto una inauguración del
bautismo cristiano.
1.5. Los libros del Nuevo Testamento recogen un texto de imposición de la/s mano/s
especialmente relacionado con el baño bautismal, de tal modo que viene a ser como una
plenificación del bautismo. En este gesto, la Tradición de la Iglesia encontrará el fun-
damento del sacramento de la confirmación.
En las obras de los Padres encontramos óptimos testimonios de esta estructura sacra-
mental.
San Agustín es conocedor de la variedad de ritos, por haber conocido la Iglesia romana,
milanesa y africana. En África, la homilía se escuchaba siempre de pie, mientras que en
Roma era costumbre escucharla sentado.
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Cabe distinguir: catecumenado (preparación al bautismo) y misterios del bautismo (sa-
cramentos de iniciación cristiana: bautismo y confirmación –nombre que no existía en
época patrística–).
Vid. Abad, La celebración del misterio cristiano, Eunsa, 206 y siguientes. También,
aunque no tan desarrollado, Oñatibia, Bautismo y confirmación, capítulo 2.
Esta estructura común se expresa en las diversas tradiciones a partir de ritos unas veces
comunes y otras particulares.
2.1. Catecumenado
Por lo general, abarcaba tres años completos, tiempo prudente para comprobar la fe del
candidato y sus buenas disposiciones. Se abría con un ingreso solemne por el cual los
candidatos, acompañados por su padrino (quien daba fe de él), eran conducidos a la pre-
sencia del obispo o un presbítero para el examen de admisión. Se juzgaba sobre la ido-
neidad del candidato y sobre los motivos para su incorporación a la comunidad cristia-
na. Se interrogaba por la profesión del candidato: impedían acceder al catecumenado a
quienes tuvieran que ver con los ritos paganos, el teatro o con los juegos circenses.
Una vez admitido, el candidato quedaba incorporado al grupo de los catecúmenos, gru-
po bien definido en la Iglesia, incluso en el espacio sagrado de las iglesias.
Después del ingreso, los catecúmenos tenían periódicos exámenes acerca de su conducta
(llamados «escrutinios») acompañados de algunos ritos de carácter exorcístico. Partici-
paban de la liturgia de la palabra, llamada entonces «liturgia catecumenal». Por otra
parte, tenían unos «sacramentos» especialmente destinados a ellos, como son el llamado
«rito de la sal»: del mismo modo que los bautizados comulgaban, los catecúmenos reci-
bían unos granos de sal (datio salis), pues estaban llamados a ser sal de la tierra.
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2.2. Período de preparación próxima
Cuando al cabo de tres años el ministro ordenado consideraba que el candidato estaba
bien preparado, daba comienzo el período de preparación próxima para los ritos bautis-
males. A partir de entonces, los catecúmenos pasaban a ser denominados competentes
(porque pedían el bautismo), audientes (porque escuchaban la Palabra de Dios en las
asambleas eucarísticas a partir de ese momento) y electi. Este período de preparación es
lo que dio lugar al período litúrgico de la cuaresma. Durante estos cuarenta días se pro-
cedía a esta preparación próxima.
Era un período muy intenso: había asambleas de catecúmenos casi todos los días, escru-
tinios semanales, proclamación los domingos de los evangelios que muestran la teología
del bautismo.
La última semana (Semana Santa) era de especial intensidad para quienes iban a recibir
los sacramentos bautismales. Se repetían los exorcismos, se hacía el examen sobre el
Credo y el Padrenuestro. El Jueves Santo los candidatos se daban un baño penitencial y
se perfumaban. El Viernes Santo comenzaban un ayuno absoluto que duraba hasta la
Vigilia Pascual. Después tenía lugar el último y principal exorcismo, que consistía en
una imposición de las manos sobre la cabeza del candidato (gesto del Espíritu Santo).
Después tenía lugar la insufflatio o exsufflatio, que consistía en que el obispo o presbíte-
ro soplaba sobre las orejas, ojos, nariz. El motivo reside en que, en Roma, una forma de
insultar al otro era soplándole. Así, se reían del espíritu inmundo, pues latente estaba la
conciencia del pecado original.
- El primero es la profesión del símbolo de la fe. El símbolo que les había sido explica-
do y que ellos habían aprendido de memoria durante la cuaresma y que, en los días ante-
riores, se les había entregado de forma solemne, es devuelto por el candidato al profesar
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su fe trinitaria. En este símbolo bautismal se encuentra el origen de lo que después sería
llamado el «símbolo de la fe». Vid. Historia del símbolo de la fe.
Algunos piensan que, durante la era patrística, esta profesión tenía lugar más bien du-
rante el mismo lavacro bautismal como fórmula del bautismo, en respuesta a las pregun-
tas sobre la fe trinitaria que el ministro hacía al candidato. No habría una profesión pre-
via a la ablución. No se sabe; tal vez dependiese de cada iglesia.
Antes del baño de iniciación, el ministro bendecía las aguas con una oración de consa-
gración. Toda consagración se realiza mediante una bendición, mas no toda bendición
es una consagración. El agua, como elemento material, se convierte en ámbito de la
presencia de Cristo.
Optato de Milevi, escritor númida que es el único escritor africano del siglo IV (descon-
tando a San Agustín), afirmaba que la fuente bautismal se denomina piscina porque en
ella nada, después de la oración de consagración, el pez, ijzus, es decir Jesucristo Dios
Hijo Salvador. Y, en efecto, la bendición del agua da lugar a la presencia de Cristo, cier-
tamente, aunque no en substancia, sino en virtud. Optato afirma que Jesús descendió al
Jordán a bautizarse para dar al agua una capacidad que no tenía, para que las aguas pu-
dieran ser cristóforas, portadoras de Cristo.
En realidad esto no es así, sino que el nombre «piscina» se llamaba así porque las pri-
meras fuentes bautismales eran los estanques de las casas romanas, que tenían peces.
La fuente bautismal solía tener una forma que recordaba la presencia de Cristo en las
aguas, ya que, o bien era octogonal (que significa la Resurrección) o bien tenía la forma
de cruz. El número mayor de fuentes bautismales del período patrístico que conserva-
mos proviene de lugares del cristianismo antiguo en que actualmente ha desaparecido:
el África cristiana y partes del Oriente medio. Y ello porque no ha habido continuidad
del cristianismo, mientras que donde hay continuidad se construyó encima y no es fácil
excavar sin destruir las obras posteriores.
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que servían para guardar algunos de los instrumentos que se empleaban en el lavacro,
así como otras que servían como vestuarios.
En el centro la fuente se ponía una reja que servía para preservar el pudor de las mujeres
que se bautizaban. A ellas las acompañaban las diaconisas, que no tenían el orden sa-
grado, sino que estaban precisamente para ungir y auxiliar a las mujeres que se iban a
bautizar. Se recurría a las diaconisas, mujeres, por motivos de pudor. El baptizando se
arrodillaba dentro de la piscina (inmersión) y el ministro derramaba agua sobre la cabe-
za (infusión).
Los baptisterios funcionaban de modo similar a las termas romanas. Por ejemplo, una
vez que los candidatos se despojaban de sus vestidos, eran ungidos con el óleo perfu-
mado, lo cual era típico de las termas romanas.
Otro rito de exorcismo era aquel en el que el ministro tocaba la boca y los oídos y ex-
clamaba «epheta», ábrete.
Después miraban al Oriente (ex oriente, lux) para hacer la confesión de fe. Además, el
Edén se situaba al Oriente; y es que el candidato entraba en el paraíso.
Se realizaba con óleo perfumado (óleo de los catecúmenos) y exorcizado. No había re-
cibido una consagración como el crisma, sino un exorcismo, para librarlo de toda reli-
quia del demonio. Esta unción no se realiza como actualmente, sino por todo el cuerpo.
Ya se ha dicho que este ritual era derivación de la unción con aceite que solía hacerse en
los baños públicos antes de ingresar en el agua; aceite que tenía carácter protector.
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2.7. Lavacro bautismal
Consistía en una triple ablución con el agua, acompañada de una triple interrogación
sobre la fe del candidato, interrogación que constituía la fórmula bautismal propiamente
dicha. En las Catecheses mystagogicae San Cirilo explica que esa inmersión es un in-
gresar en el sepulcro de Cristo. Esto tiene que ver con la forma octogonal de la fuente
bautismal.
Por la altura de las fuentes bautismales cabe suponer que la triple ablución consistía en
que el candidato se ponía de rodillas dentro del agua mientras el ministro derramaba
sobre su cabeza el agua bautismal.
Las tres formas del bautismo son inmersión, infusión y aspersión. Esta última fue objeto
de teorización por los teólogos medievales, a raíz de la lectura del pasaje del bautismo
masivo el día de Pentecostés (no se concebía que hubieran podido bautizar por inmer-
sión a tantísimas personas, debido a la gran cantidad de tiempo que habría exigido). El
único bautismo por aspersión, hoy considerado ilícito, que está documentado, tuvo lugar
en Granada tras la reconquista en 1492.
Así pues, en el período áureo del catecumenado, el bautismo tenía lugar por dos gestos
simultáneos: inmersión e infusión. Actualmente, en el rito latino, solo se contempla ge-
neralmente el bautismo por infusión.
El lavacro bautismal consiste en lo que hoy en día llamamos el sacramento del bautis-
mo.
Este gesto dará lugar más tarde a lo que denominamos sacramento de la confirmación.
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2.9. Imposición de la veste cándida
2.10. Consignación
Este rito significa donación del Espíritu, según aparece ya en la teología neotestamenta-
ria. Y ello porque, ya en el Antiguo Testamento, el Espíritu Santo es contemplado bajo
el signo de la sombra. Destaca la imagen de la sombra como signo del Espíritu Santo en
la Anunciación, por ejemplo. De hecho, todo signo epiclético se hace mediante la impo-
sición de la mano.
***
Participaban así por vez primera en la liturgia eucaristía, y recibían por vez primera el
Cuerpo y la Sangre de Cristo. Junto a esto, en algunas iglesias, por ejemplo en el África,
recibían leche y miel (quasi modo geniti infantes, etc.). Durante toda la semana subsi-
guiente, acudían diariamente a la eucaristía. Vestían esa semana con la veste blanca y
vestían un calzado vegetal, no animal.
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Esta semana era el tiempo de la mistagogía, que terminaba con el domingo in albis, en
el que ya podían dejar de vestir las vestes blancas. Durante esta semana recibían las ca-
tequesis mistagógicas, explicación teológica de lo que habían vivido ritualmente.
Del conjunto de ritos que hemos estudiado, los verdaderamente esenciales son: el lava-
cro trinitario; un conjunto formado por los gestos de crismación, consignación e imposi-
ción de la mano (confirmación) y la recepción del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Desde los siglos VII al XVI, en parte a consecuencia de las conversiones masivas de los
habitantes del Imperio y después de los pueblos bárbaros, los sacramentos de iniciación
pasan a ser mayoritariamente conferidos a recién nacidos. Esto, entre otras cosas, impli-
ca que el conjunto ritual transmitido a la Iglesia patrística tenga que ser adaptado a las
nuevas circunstancias.
Por ejemplo, la fuente o piscina bautismal acaba por desaparecer, pues no es apta para el
bautizo de recién nacidos. Todos los diálogos entre ministro y candidato pasan a serlo
entre padres y padrinos. A su vez, en los gestos correspondientes al sacramento de la
confirmación, la crismación asume progresivamente los gestos de consignación e impo-
sición de la mano. Es decir, se crisma al confirmando mediante la señal de la cruz, y
generalmente mediante la palma extendida sobre su cabeza.
Ante este problema, las iglesias orientales responden de manera distinta: el presbítero es
ministro del sacramento de la confirmación.
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La praxis medieval queda recogida en los incipientes rituales, libros litúrgicos para uso
de los párrocos, y los pontificales, libros litúrgicos para uso de los obispos.
2. En cuanto al ministro, se dictamina que basta que este tenga la intención de hacer lo
que hace la Iglesia, afirmando la validez del bautismo conferido por herejes y/o cismáti-
cos.
3. En cuanto a los efectos, el bautismo borra el pecado original tanto en adultos como en
niños, y condona todas las penas temporales debidas al pecado.
5. El bautismo imprime carácter en el alma, es decir, una señal indeleble, por cuya razón
no puede repetirse.
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partir el sacramento: ordo para el bautismo de párvulos y ordo para el bautismo de adul-
tos. Siempre en una sola sesión y únicamente el bautismo (la confirmación aparece en el
Pontifical).
Este ritual no era de uso obligatorio en las iglesias locales. Por ejemplo, el Manual To-
ledano siguió en uso.
Lo más característico del Ritual romano respecto al bautismo es que el rito se desarrolla
todo él sin tener en cuenta la situación del candidato: un infante. Todos los diálogos
propios del rito los pronunciaba (pregunta y respuesta) el sacerdote.
A finales del siglo XIX y a inicios del XX, sobre todo con la obra de San Pío X, co-
mienzan a proponerse plazos para la administración del sacramento.
5. ACTUALIDAD
Vid. Abad.
Aunque se edite por separado, en puridad es un fascículo del Ritual Romano. Se llama
Ritual al libro litúrgico para uso de los presbíteros fuera de la celebración de la eucaris-
tía y de la liturgia de las horas.
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Sigue la estructura de la Traditio apostolica con las necesarias adaptaciones. El proceso
está dividido en cuatro tiempos de formación, acompañados de sus correspondientes
ritos denominados técnicamente «grados».
Pertenece también al Ritual Romano. Responde a una petición de los padres conciliares,
pues hasta entonces no había un ordo propio para esto. El nuevo ritual articula la cele-
bración del bautismo en cuatro momentos. Cuando el bautismo tiene lugar fuera de la
celebración eucarística:
1º Ritos de acogida: tienen como signo principal la señal de la cruz, que hacen sobre el
niño el ministro, los padres y los padrinos.
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rio encendido con la luz del cirio pascual (signo de la luz de Cristo resucitado que ilu-
mina la vida cristiana) y rito del epheta sobre los oídos y boca del bautizado (expresa la
habilitación para escuchar la palabra de Dios y profesar la fe).
No pertenece al Ritual romano, sino al Pontifical romano, libro litúrgico que regula la
celebración de los sacramentos cuyo ministro es el obispo. El gesto esencial del sacra-
mento fue definido con ocasión de la publicación de este ritual. Por ello, el texto va pre-
cedido de la Constitución apostólica Divinae consortium naturae, que instauró una nue-
va praxis sacramental.
Estructura:
4º Saludo de la paz.
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TEMA 3
ANTIGUO TESTAMENTO
En la tradición bíblica el agua es siempre considerada como fuente de vida (esto es co-
mún a otras religiones). La expresión bíblica añade a otras visiones religiosas la consi-
deración de que el agua se encuentra en el comienzo mismo de la creación, que comien-
za con un separar las aguas de arriba y las aguas de abajo. El espacio para la vida, pues,
viene de Dios, mediante la distinción de las dos aguas. En la tradición eclesial el agua
del bautismo es inicio de la nueva vida.
- Éxodo:
El agua adquiere un valor aún más marcado, ya que los acontecimientos primordiales
que dan origen a Israel; es decir, su liberación de la esclavitud de Egipto, su constitu-
ción como pueblo de la alianza y su ingreso en la tierra prometida, se alcanzan mediante
el traspaso por las aguas; concretamente, dos aguas: el Mar Rojo y el Jordán. La Pascua
se alcanza mediante el paso del Mar Rojo, que es salvación para Israel y destrucción
para Egipto, que es símbolo del pecado. El ingreso en la tierra prometida es mediante el
paso del Jordán, signo del Reino de los Cielos.
Esta misma tipología es propia del bautismo. Santo Tomás de Aquino afirmaba por ello
que el bautismo por inmersión era el rito más plausible.
- Profetas:
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Cuestión distinta es la de los baños con agua. En Israel eran bien conocidos los baños de
purificación, es decir, los baños con un sentido lustral, como medio necesario para lim-
piar la impureza legal, sea para las personas, sea para los objetos. Podían ser baños par-
ciales (las manos) o completos (cuerpo entero).
El bautismo también comporta una purificación, pero no puede decirse que provenga
genéticamente de los baños de purificación. Entre otras cosas porque los baños de puri-
ficación son sin ministro, son auto-bautismo. Además, por su propia naturaleza son
reiterables.
Otro baño es el de los prosélitos. Constituyó una costumbre muy extendida a partir del
siglo I a. C. Formaba parte del rito mediante el cual un prosélito era admitido en la sina-
goga. El convertido, en presencia de unos testigos, tenía que sumergirse en el agua. El
sentido de este baño no es muy distinto de los baños de purificación. Se trataría de la
primera purificación levítica. Era precisa la presencia de dos testigos. Esta purificación
se debía al hecho de que el prosélito no había nacido de madre judía. Luego seguía la
circuncisión.
En la época de Jesús son conocidos en Israel otros baños mediante los cuales pasaban a
formar parte de una secta. Mediante ellos, un judío ingresaba en una comunidad o secta
de naturaleza generalmente mesiánica y, por tanto, escatológica. Es el caso de los ese-
nios. Tiene el mismo significado que el baño de los prosélitos, en el sentido de que es
una purificación primera, con un cierto sentido de nacimiento nuevo. Pero esto es más
relativo que en el bautismo cristiano, pues el iniciado ya era judío y seguía siéndolo.
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y señalan el hecho de que Jesús de Nazaret acudiera a Juan para recibir su bautismo. La
razón por la que Jesús acudió a bautizarse radica en la relación entre el bautismo de
Juan y el de Jesús. Descendió a las aguas para que el bautismo de Juan recibiera el sig-
nificado y la calidad que Juan no podía darle. Los Padres comentan que Cristo bajó a las
aguas para santificarlas. Con el Bautismo de Jesús acaba el Antiguo Testamento.
TEMA 4
TEMA 5
Todo sacramento tiene una pluralidad de niveles de significado. No tiene un único efec-
to, sino una pluralidad de efectos. Esa pluralidad de se puede agrupar en dos, que la
tradición teológica llama res et sacramentum y res tantum (solo efecto). En el bautismo,
el primero es lo que se llama carácter y el segundo es la gracia.
Res tantum:
pp. 44-46 del manual de Oñatibia. En última instancia todo el NT puede considerarse
una riquísima catequesis bautismal.
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Cristo nos libera. 1 Co 7: el bautismo nos hace esclavos de Cristo, dice, pero el que es
esclavo de Cristo alcanza la libertad de los Hijos de Dios. El bautismo, por ello, es sello,
sphragis. En los ritos bautismales, este carácter de sello se manifiesta en la consigna-
ción.
3. El bautismo como muerte y resurrección con Cristo. Este paradigma está desarrollado
principalmente por San Pablo en la Epístola a los Romanos. Quien es bautizado muere
con Cristo y resucita con Él ahora en el sacramento, a la espera de la resurrección futu-
ra. Esto supone ya en la propia vida una dimensión nueva en la existencia: la existencia
en Cristo resucitado. Esto queda especialmente subrayado en la inmersión en el agua y
en la salida de las aguas.
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quienes dan gran importancia a los exorcismos. El que recibe el bautismo pasa a estar
poseído del Espíritu Santo. Optato de Milevi, refiriéndose a los donatistas, que rebauti-
zaban, les decía que cometían la peor de las blasfemias, pues pecaban contra el Espíritu
Santo. Y es que están llamando «maldito» (sal fuera) al Espíritu que ya inhabita en el
alma del bautizado. Además de manifestarse por la unción, este paradigma también se
manifiesta mediante la imposición de la mano. Quien recibe el bautismo recibe también
los dones y frutos del Espíritu Santo. Este efecto es el que hace de puente con lo que
después será el sacramento de la confirmación, que añade una plenitud del don del Espí-
ritu Santo en orden a la misión.
7. Remisión de los pecados. Aparece muy marcado en el mismo término que emplea el
Nuevo Testamento para referirse al baño bautismal, loutrón tees hamartías. Una carac-
terística primordial la tiene aquel pecado que no es consecuencia del ejercicio de la li-
bertad humana sino de la misma condición humana que es lo que se denomina «pecado
original». No aparece explicitado esto en el NT pero desde muy pronto se comprendió.
De hecho, la praxis de bautizar infantes es muy temprana. Esto lo desarrollará San
Agustín. Toda la tradición eclesial ha comprendido que el bautismo perdona el pecado
original y los pecados personales. Esta característica venía precedida por el bautismo de
Juan, un bautismo de conversión. El gesto que manifiesta el perdón de los pecados es el
mismo baño (se lavan las manchas).
Todo sacramento contiene dos efectos: res tantum (dimensión del sacramento que es
significado y solo significado) y res et sacramentum (efecto que es significado del signo
sacramental quo talis y, a su vez, significante de aquel efecto del sacramento que solo es
significado). En la eucaristía, res et sacramentum es la presencia real de Cristo, en la
que se apoyan las res tantum (unión con Cristo y unión de la Iglesia).
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como la alianza entre Dios e Israel era indeleble, esta alianza en Cristo es indeleble.
Aunque Israel fuera infiel, es ya desde la Pascua pueblo de Dios. Por no desaparecer ese
vínculo, Israel puede volver a la fidelidad a Dios. Por ello, en la teología del carácter se
apoya la reviviscencia de la gracia. Es decir, aquel cristiano que pierde la amistad con
Dios, una vez reconciliado, recupera aquellos dones espirituales que previamente tenía.
En cuanto a cómo se tematiza, en qué consiste ese signo espiritual indeleble que nos
configura con Cristo, el Magisterio nunca ha tomado partido por las diversas explica-
ciones teológicas.
La teología, a partir de la doctrina incoada por San Agustín, encuentra que el carácter
que es efecto del bautismo no es sino la «consagración» o unción con el Espíritu por la
cual el cristiano participa de la obra profética, cultual y real del pueblo santo de Dios. Es
decir, el carácter bautismal no es sino la participación del sacerdocio de Cristo sacerdo-
te, profeta y rey. Es decir, el carácter del bautismo se identifica con el sacerdocio común
de los fieles o sacerdocio bautismal, por el cual todo cristiano está llamado a revivir en
su vida la misión de Cristo. Por tanto, ha de hacer de su vida una obra sacerdotal.
¿Qué relación tiene esto con el sacerdocio ministerial? La Iglesia mantiene desde siem-
pre que, junto con el del bautismo, hay un sacramento específico, el del orden. No se
agota en el sacerdocio bautismal el sacerdocio de Cristo. Hay una diferencia esencial
entre ambos sacerdocios. En uno se participa del sacerdocio del Cuerpo de Cristo. En el
otro se participa en el sacerdocio de Cristo Cabeza. El sacerdocio ministerial o el carác-
ter sacerdotal del sacramento del orden está al servicio del sacerdocio bautismal o parti-
cipación del sacerdocio de Cristo Cuerpo.
Santo Tomás de Aquino se pregunta por qué a este sacerdocio bautismal lo denomina-
mos «carácter», efecto que es a un tiempo visible y a un tiempo invisible. Y es que más
bien parece algo puramente espiritual. Lo denominamos carácter, tiene una manifesta-
ción sensible, porque en el fondo el carácter bautismal no es sino una diputación para el
culto, que se manifiesta en que para recibir cualquier sacramento hay que recibir el bau-
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tismo. Se manifiesta así el carácter bautismal, visiblemente, cuando se recibe algún sa-
cramento. El poder recibir la comunión eucarística es signo visible del carácter sensible
del carácter.
EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN
CEC 1286: «En el Antiguo Testamento, los profetas anunciaron que el Espíritu del Se-
ñor reposaría sobre el Mesías esperado (cf. Is 11,2) para realizar su misión salvífica (cf
Lc 4,16-22; Is 61,1). El descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en su Bautismo por
Juan fue el signo de que Él era el que debía venir, el Mesías, el Hijo de Dios (Mt 3,13-
17; Jn 1,33- 34). Habiendo sido concedido por obra del Espíritu Santo, toda su vida y
toda su misión se realizan en una comunión total con el Espíritu Santo que el Padre le
da "sin medida" (Jn 3,34)».
1287: «Ahora bien, esta plenitud del Espíritu no debía permanecer únicamente en el
Mesías, sino que debía ser comunicada a todo el pueblo mesiánico (cf Ez 36,25-27; Jl
3,1-2). En repetidas ocasiones Cristo prometió esta efusión del Espíritu (cf Lc 12,12; Jn
3,5-8; 7,37-39; 16,7-15; Hch 1,8), promesa que realizó primero el día de Pascua (Jn
20,22) y luego, de manera más manifiesta el día de Pentecostés (cf Hch 2,1-4). Llenos
del Espíritu Santo, los Apóstoles comienzan a proclamar "las maravillas de Dios" (Hch
2,11) y Pedro declara que esta efusión del Espíritu es el signo de los tiempos mesiánicos
(cf Hch 2, 17-18). Los que creyeron en la predicación apostólica y se hicieron bautizar,
recibieron a su vez el don del Espíritu Santo (cf Hch 2,38)».
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cual perpetúa, en cierto modo, en la Iglesia, la gracia de Pentecostés" (Pablo VI, Const.
apost. Divinae consortium naturae)».
1. ASPECTOS DOGMÁTICOS
· Antiguo Testamento:
Dios siempre quiere establecer una relación con los hombres. Siempre hay alianza,
promesas, dones. Israel se comprometió a cumplir la Ley, pero fue infiel. En el profe-
tismo hay una clara conciencia de que ha de advenir una renovación de la Alianza, una
nueva alianza (Jeremías, Ezequiel). El pueblo se sabe elegido, consciente de sus prome-
sas: el Reino de Dios, el Mesías y la efusión del Espíritu de Dios. El Reino de Dios será
un Reino en que Dios mismo reinará, el pueblo será transformado desde dentro, un
Reino de misericordia y de bondad. Para ello Dios enviará un Mesías, escogido y amado
por Dios, pastor de su pueblo, ungido por el Espíritu del Señor. Será sacerdote como
Melquisedec, Profeta como Moisés y Rey como David. Y como señal de los nuevos
tiempos, se derramará el Espíritu de Dios (se extiende la unción del Mesías a todo el
pueblo, para lo cual sería necesario cambiar el corazón del pueblo). Habrá una nueva
Ley inscrita en los corazones de carne, movidos por Dios a actuar conforme a la Ley.
· Nueva Alianza:
En cuanto al Espíritu, para la Biblia, todos los seres vivos, en particular el hombre, están
animados por un aliento vital (ruah). De Dios depende que vivan o mueran. Ruah tiene
como significado original «viento», «soplo». La mente hebrea entiende que Dios sopla
y hace vivir soplando: «retiras tu aliento (ruah) y expiran (Salmo 104)». Respecto de los
ídolos, se dice que «no hay aliento en sus bocas».
Cuando el AT habla del ruah Yahveh se refiere a una fuerza divina, vitalidad de Dios
(en el NT aparecerá como Persona divina).
Solo comprendiendo la relación íntima entre Jesús y el Espíritu Santo puede entenderse
el sacramento de la confirmación. Vid. fotocopia.
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A las siete semanas de la Pascua se celebraba Pentecostés, como conmemoración de la
Alianza del Sinaí. El poder de Dios había sacado a Israel de Egipto y ahora la sabiduría
de Dios lo organiza como pueblo. Dios les da las tablas de la Ley. Ahora el Espíritu
Santo les concede la Ley en sus corazones, con el mandato primordial de la caridad.
El discurso de Pedro que pronuncia este mismo día contiene una interpretación teológi-
ca de lo que allí ocurría. Pedro afirma que hoy se afirma lo dicho por el profeta Joel:
«yo derramaré mi Espíritu sobre toda carne...» Resume la vida de Cristo en la tierra.
Alude al Salmo 16, la profecía de Natán y el Salmo 110. Pedro intenta que entiendan
que, en el conjunto de las promesas mesiánicas, que el Mesías ha muerto y ha resucita-
do. Se trata de poder conjugar la figura del Siervo de Yahveh con el Mesías glorioso.
Explica que el triunfo de Cristo no ha sido militar, sino sobre las potencias verdadera-
mente hostiles: muerte y pecado. Exhorta a convertirse, a bautizarse en el nombre de
Jesucristo para el perdón de los pecados y la recepción del don del Espíritu Santo. Así,
el que se incorpore por el bautismo podrá recibir el don del Espíritu Santo.
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En la Edad Media todo lo que tiene que ver con el bautismo pasa a un libro litúrgico, y
lo que tiene que ver con la confirmación pasa a otro. El bautismo pasa al ritual y lo lle-
van los sacerdotes consigo, y la confirmación pasa al pontifical, y la celebra el Obispo:
Pontifical romano-germánico, de Durando, etc. Estos serán la base del Pontifical de
Trento.
Hugo de San Víctor, en su obra sobre los sacramentos de la fe cristiana, precisa que el
crisma se realiza con aceite y bálsamo: el aceite significa la infusión de la gracia; el bál-
samo el olor de buena fama (la publicidad del sacramento, que mira a la misión). La
imposición de las manos y el don del Espíritu Santo van unidos a los apóstoles, luego
solo los obispos pueden realizarlo. Se pregunta cuál es mayor de los dos sacramentos, y
se contesta que están tan unidos que no pueden separarse. Después de la imposición y
las manos y la unción, ¿cuánto tiempo deben estar sin lavarse la cabeza los que han re-
cibido el sacramento?, se pregunta.
Santo Tomás de Aquino trata de la confirmación en S. Th. III, q. 72. Dedica doce artícu-
los, de los que nos interesan sobre todo el 1, el 5 y el 7. En este último artículo, afirma
«El Espíritu Santo, como sabemos, se nos confiere en este sacramento para fortalecer-
nos [...] Por otra parte, ya se vio como la misión o donación del Espíritu Santo va siem-
pre acompañada de la gracia santificante, de donde se deduce que este sacramento la
confiere».
Interesantes son las respuestas a las objeciones del artículo 2: A. 2 ad 1: «Este sacra-
mento, como acabamos de decir (a.1 ad 1), fue instituido por Cristo al prometer el Espí-
ritu Santo a sus discípulos. Pero él les envió el Espíritu Santo sin la unción del crisma.
Y los mismos Apóstoles lo conferían con la sola imposición de manos, sin crisma. De
hecho se lee en Act 3,17 que los Apóstoles imponían las manos sobre los bautizados y
recibían el Espíritu Santo. Luego el crisma no es la materia de este sacramento, porque
la materia es imprescindible en el sacramento».
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Se pregunta también si imprime carácter, y da noticia de qué entiende por carácter: «po-
testad espiritual para ejercer ciertas acciones sagradas». En el caso de la confirmación,
es recibir el poder para combatir la lucha espiritual contra los enemigos de la fe. Pone el
ejemplo de Pentecostés: los Apóstoles estaban temerosos y, después de Pentecostés,
confiesan públicamente su fe sin ningún temor.
Efectos sacramentales
· Carácter:
El carácter es una consagración, y la unción es su signo. Es, como tal signo que imprime
carácter, un signo distintivo, configurativo y dispositivo:
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· La gracia sacramental específica:
Los textos litúrgicos que quieren hablar de los efectos propios del sacramento tienen un
lenguaje con muchas referencias a los siete dones del Espíritu Santo, que dan una aper-
tura intuitiva del alma a ser impulsados por el Espíritu Santo y a ser dócil a sus mocio-
nes.
2. ASPECTOS LITÚRGICOS
En cuanto a la estructura:
1. Ritos iniciales.
2. Liturgia de la Palabra con homilía que se propone en el Ritual.
3. Rito de la confirmación:
- Renovación de las promesas bautismales, renuncia a Satanás y al pecado. Credo dia-
logado.
- Imposición de las manos sobre todos los confirmandos en conjunto y, mientras le-
vanta las manos y las impone sobre ellos, pronuncia una oración que procede del Sa-
cramentario Gelasiano. Ayuda a comprender el sacramento y se refiere a la concesión
de cada uno de los dones.
- Crismación: «N., recibe por esta señal el don del Espíritu Santo». Procede del Asia
Menor, siglo V. Ya antes se daba el beso de la paz, que se recogió ya en la Traditio
apostolica: comunión eclesial con el obispo y todos los fieles. La suave bofetada está ya
en el Pontifical de Durando, toma su origen del ceremonial de investidura de caballeros,
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pues supone la concesión de libertad al escudero (esto hunde sus raíces en el Derecho
romano). Para el confirmando, es liberación de todo temor.
4. Oración de los fieles.
5. Liturgia eucarística.
6. Bendición especial.
Crismación:
Fuerte simbología tiene ya en la Biblia la unción con óleo. El aceite es símbolo de ale-
gría, curación, abundancia, fomento de la belleza, lucha, etc. El aceite tiene la propiedad
de expandirse, penetrar en todo lugar, etc. El aceite, entonces, denota la consagración, la
plenitud.
Y es que Inocencio III (muerto en 1216) afirma que, con la crismación sobre la frente,
se designa la imposición de las manos que, con otras palabras, se dice confirmación.
Inocencio IV recuerda que los Apóstoles comunicaban el Espíritu Santo con la imposi-
ción de la mano, representada por la confirmación o crismación sobre la frente. Un
ejemplo de confusión entre unción e imposición ocurre en Inglaterra en el siglo VII:
después de ungidos los habitantes de las montañas, el obispo imponía las manos sobre
sus cabezas ungiéndoles con el crisma consagrado.
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culum Domini... Respondiendo a una consulta sobre la necesidad o no de seguir impo-
niendo la mano, la Santa Sede, expresó que no es necesario que el ministro de la con-
firmación, mientras crisma, imponga la mano sobre la cabeza del confirmando, pues la
crismación manifiesta suficientemente la imposición de la mano.
Ministro:
1313 «En el rito latino, el ministro ordinario de la Conformación es el obispo (CIC can.
882). Aunque el obispo puede, en caso de necesidad, conceder a presbíteros la facultad
de administrar el sacramento de la Confirmación (CIC can. 884,2), conviene que lo con-
fiera él mismo, sin olvidar que por esta razón la celebración de la Confirmación fue
temporalmente separada del Bautismo. Los obispos son los sucesores de los Apóstoles y
han recibido la plenitud del sacramento del orden. Por esta razón, la administración de
este sacramento por ellos mismos pone de relieve que la Confirmación tiene como efec-
to unir a los que la reciben más estrechamente a la Iglesia, a sus orígenes apostólicos y a
su misión de dar testimonio de Cristo».
1314 «Si un cristiano está en peligro de muerte, cualquier presbítero puede darle la Con-
firmación (cf CIC can. 883,3). En efecto, la Iglesia quiere que ninguno de sus hijos,
incluso en la más tierna edad, salga de este mundo sin haber sido perfeccionado por el
Espíritu Santo con el don de la plenitud de Cristo».
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edad a las Conferencias episcopales. En España se determinó en torno a los catorce
años, pues se deseaba que la educación cristiana de los jóvenes no se quedara en la pri-
mera comunión, pero en el mismo decreto se reserva al obispo la posibilidad de decidir
otra cosa. Incluso si no tiene uso de razón se debe confirmar en peligro de muerte.
1309 «La preparación para la Confirmación debe tener como meta conducir al cristiano
a una unión más íntima con Cristo, a una familiaridad más viva con el Espíritu Santo, su
acción, sus dones y sus llamadas, a fin de poder asumir mejor las responsabilidades
apostólicas de la vida cristiana. Por ello, la catequesis de la Confirmación se esforzará
por suscitar el sentido de la pertenencia a la Iglesia de Jesucristo, tanto a la Iglesia uni-
versal como a la comunidad parroquial. Esta última tiene una responsabilidad particular
en la preparación de los confirmandos (cf Ritual de la Confirmación, Praenotandos 3)».
Así, es necesario profundizar en la vida de oración y sacramentos.
1311 «Para la Confirmación, como para el Bautismo, conviene que los candidatos bus-
quen la ayuda espiritual de un padrino o de una madrina. Conviene que sea el mismo
que para el Bautismo a fin de subrayar la unidad entre los dos sacramentos (cf Ritual de
la Confirmación, Praenotandos 5; Ibíd.,6; CIC can. 893, 1.2)».
Rito esencial
Tradiciones
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