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E D I T O R I A L T R O T T A
C O L E C C IÓ N E S T R U C T U R A S Y P R O C E S O S
S e r ie A n t r o p o lo g ía
ISBN: 978-84-9879-171-6
Depósito Legal: S. 1.111 -201 0
Impresión
Gráficas Varona, S.A.
CONTENIDO
Contenido.......................................................................................... ........... 7
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CONTENIDO
8
INTRODUCCIÓN
M a r g a r ita d el O lm o
Centro de Ciencias Humanas y Sociales
Consejo Superior de Investigaciones Científicas
9
MARGARITA DEL OL M O
2. Estoy haciendo aquí eco de una conversación mantenida con mi colega y amigo
Bernd Baumgartl, durante mi estancia de investigación en primavera de 2009 en Navreme,
Viena, financiada por un acuerdo entre la Academia de Ciencias Austriaca y el CSIC.
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INTRODUCCIÓN
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LA DECLARACIÓN SOBRE ÉTICA
DE LA ASOCIACIÓN AMERICANA DE ANTROPOLOGÍA
Y SU RELEVANCIA PARA LA INVESTIGACIÓN
EN ESPAÑA
N a n c y K o n v a lin k a
Departamento de Antropología Social y Cultural
Universidad Nacional de Educación a Distancia
L O S A N T R O P Ó L O G O S V AN A LA G U ER RA
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NANCY K O N V A LI N KA
Desde este punto de partida, quisiera ofrecer aquí una serie de con
sideraciones. Primero, ya que ninguna situación surge de la nada, creo
que será muy fructífero explorar la historia de las relaciones entre las
ciencias sociales (y la antropología en particular) y el poder militar en
los Estados Unidos, con el propósito de comprender mejor estos acon
tecimientos recientes. En segundo lugar, teniendo en cuenta el vínculo
temporal-espacial de la ética y la imposibilidad de que exista una ética
o moral atemporales, ahistóricas y sin contexto, veremos los distintos
códigos de ética que ha elaborado la Asociación Americana de Antro
pología (AAA) desde que se formó el primer Comité de la Problemá
tica de la Investigación y la Etica en 1965 y los contextos en los que se
formularon estos códigos. Incidiré de forma particular en el código más
reciente, aprobado en febrero de 2009 por los miembros de la Asocia
ción, como respuesta a las iniciativas actuales del ejército2. Finalmente,
ofreceré como conclusión las lecciones que creo que podemos sacar para
nuestro propio contexto, el de la investigación antropológica en España
y la formación de antropólogos.
Una persona que utiliza la ciencia como tapadera del espionaje político,
que se rebaja presentándose ante un gobierno extranjero como inves
tigador y pide ayuda en sus presuntas investigaciones con el propósito
de llevar a cabo, bajo este encubrimiento, sus maquinaciones políticas,
prostituye la ciencia de manera imperdonable y pierde el derecho de ser
clasificado como científico.
Por accidente han llegado a mis manos pruebas incontrovertibles de
que por lo menos cuatro hombres que llevan a cabo trabajo antropo
lógico, siendo empleados como agentes del gobierno, se presentan a
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En este proceso, «la ética» para los antropólogos se redefinió como algo
que trataba la naturaleza de la interacción entre el trabajador de campo
y los grupos que le acogían y, en particular, temas tales como el «consenti
miento informado» y la posibilidad de que el proyecto pudiera reportar
beneficios (o perjuicios) (Cassell y Wax, 1980). La moralidad de la invés-
tigación de campo encubierta sigue siendo un tema clave. Es necesario
subrayar que este tema no podía aparecer, y no apareció, en muchos
contextos tradicionales (Raymond Firth in Tikopia; Jean Briggs entre
los Utku de Chantrey Inlet), pero puede aparecer, y aparece, cuando se
intenta hacer trabajo de campo entre poblaciones modernas y urbanas
(Bulmer, 1982).
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tas como encubiertas, con dos motivos muy poderosos: primero, como
parte de su obligación de proteger a las personas que estudia, tanto de
cualquier repercusión negativa, como de la manipulación ideológica por
parte de un gobierno extranjero, y segundo, por un sentido de supervi
vencia profesional, por las consecuencias que el daño irreparable que un
descuido en este sentido podría acarrear a la reputación y carrera profe
sionales. Recuerdo con gran claridad que esta preocupación impregnaba
la enseñanza de la antropología en el ambiente universitario en Estados
Unidos a finales de los años setenta y principios de los ochenta.
El crecimiento de la antropología aplicada no-militar, a partir de
finales de los años setenta y las oportunidades de encontrar empleo
fuera de las universidades, ha llevado a una gran diversificación de los
campos de investigación y de la procedencia de los sueldos de los an
tropólogos. De nuevo, la investigación antropológica corre peligro de
tener que doblegarse a las perspectivas e intenciones de los que la fi
nancian. La intención anunciada del contratante puede ser «ayudar»,
«mejorar las condiciones» y «facilitar la comunicación», intención que
suele coincidir, por lo menos superficialmente, con la del antropólo
go, de proteger a las personas y a los pueblos que estudia de cualquier
consecuencia negativa, o incluso de ayudarles. Sin embargo, un gran
número de antropólogos «aplicados» ahora dependen de estos sueldos
no-académicos, formando un grupo importante que ha influido, como
veremos, en la formulación de ciertos pasajes del código de ética, ha
ciéndolos menos tajantes y más permisivos en ciertos aspectos.
A continuación vamos a tratar las sucesivas elaboraciones de los
códigos de ética de la Asociación Americana de Antropología y sus reac
ciones a todos estos acontecimientos a lo largo de más de medio siglo3.
L O S C Ó D IG O S D E É T IC A
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Con respecto a todos los puntos anteriores, se debe actuar con el pleno
reconocimiento de la pluralidad social y cultural de las sociedades de aco
gida y la consiguiente pluralidad de valores, intereses y demandas en esas
sociedades. Esta diversidad complica la tarea de elegir la investigación,
pero ignorarla lleva a decisiones irresponsables (AAA, 1971/1986).
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lógico, por los problemas éticos que plantea al antropólogo, sobre todo
en los aspectos de conflictos cíe intereses, la posibilidad de causar daño
a las personas estudiadas como posibles blancos de acciones militares y
la imposibilidad del consentimiento informado y libre de las personas
afectadas. Este tema también está tratado en el «Informe final» de la Co
misión sobre el Compromiso de la Antropología con las Comunidades de
Seguridad e Inteligencia de los Estados Unidos de América (AAA, 2007c),
en el contexto más amplio de la participación de los antropólogos en
actividades relacionadas con la seguridad nacional.
Estos hechos llevaron a una moción, en la reunión anual de la Asocia
ción Americana de Antropología de 2007, de revisión de ciertos conteni
dos referentes a la transparencia y la libre circulación del conocimiento
antropológico que se habían «debilitado» según Terry Turner, profesor
emérito de las universidades de Chicago y Cornell (AAA, 2008a). Los
miembros aprobaron la propuesta de revisión, que se ha llevado a cabo y
se ha aprobado por el Comité Ejecutivo. Los miembros de la Asociación
Americana de Antropología ratificaron este nuevo Código (AAA, 2008b)
en febrero de 2009. Simultáneamente, se Ija sugerido la necesidad de
una revisión más amplia del texto, revisión que durará hasta noviembre
de 2010.
Otro tema surgido en abril de 2008 es el Proyecto Minerva, una ini
ciativa del Departamento de Defensa de los Estados Unidos para finan
ciar investigación en las ciencias sociales en temas de seguridad nacional,
tales como el terrorismo, el fundamentalismo religioso y la institución
militar y la tecnología chinas. Una de las peticiones de la Asociación
Americana de Antropología fue la participación de la National Science
Foundation en el proceso de elección de propuestas de investigación,
petición que al final se ha aceptado. N o obstante, en una carta de su pre
sidenta en mayo de 2008 (AAA, 2008c) y, después, en una declaración
a los medios en julio de 2008 (AAA, 2008d), la Asociación Americana
de Antropología expresó su preocupación acerca de que la fuente de
financiación determinara que sólo se pagaran proyectos que coincidan
con los intereses del Pentágono. De nuevo, el control gubernamental o
militar de la financiación puede hacer peligrar la libre elección de los
temas de investigación.
La Asociación Americana de Antropología también está cumplien
do con su responsabilidad de educar sobre la ética a través de varios
documentos publicados en su página web, en particular el Handbook on
Ethical Issues in Anthropology (Cassell y Jacobs, 1987), pero también
gracias a otras herramientas más recientes. Este documento, además de
los artículos ya citados, incluye más de una veintena de casos, muchos
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Una vez que nos pongamos a ello, se nos ocurrirán otras iniciativas
nuevas y propias. Por ejemplo:
Con esto, y con las reflexiones que proponen otros artículos reuni
dos en este volumen, tenemos materia para empezar a trabajar.
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Hill, J. N., 1987, «The Committee on Ethics: Past, Present, and Future», en
J. Cassell y S.-E. Jacobs (eds.), Handbook on Ethical Issues in Anthropolo
gy. Special Publications Series, n.° 23, American Anthropological Associa
tion, http:/¡www. aaanet. org/p ublications/Ethics.cfm.
Houtman, G., 2005, «Editorial Note, From the Archives: Scientists as Spies»,
Anthropology Today, 21/3: 27.
Jacobs, S.-E., 1987, «Some Experiences in Teaching Ethics in Fieldwork Clas-
ses», en J. Cassell y S.-E. Jacobs (eds.), Handbook on Ethical Issues in An
thropology. Special Publications Series, n.° 23, American Anthropological
Association, http://dev.aaanet. org/committees/ethics/ch5.htm.
Price, D., 2000, «Anthropologists as Spies», The Nation, 2 de noviembre de
2000: 25-26.
Solovey, M., 2001, «Project Camelot and the 1960s Epistemological Revolu-
tion: Rethinking the Politics-Patronage-Social Science Nexus», Social Stu-
dies of Science, 31: 171-206.
Wax, M., 1987, «Some Issues and Sources on Ethics in Anthropology», en J.
Cassell y S.-E. Jacobs (eds.), Handbook on Ethical Issues in Anthropology.
Special Publications Series, n.° 23. American Anthropological Association,
http://www. aaanet. org/publications/issuesandsources. cfm.
Weinberger, S., 2007, «When Anthropologists Go to War», Danger Room, 16
de julio de 2007, http://blog.wired.com/defense/2007/07/when-anthropo-
lo.html.
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LA NEGOCIACIÓN DEL TRABAJO DE CAMPO*
C a r id a d H e rn á n d e z
Departamento de Didáctica de las Ciencias Sociales
Facultad de Educación
Universidad Complutense de Madrid
IN T R O D U C C IÓ N
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CARIDAD HERNÁNDEZ
sobre lo que está ocurriendo y explorar el ámbito tal y como los parti
cipantes lo ven y lo construyen. Segunda, intentar convertir en extraño
lo que es familiar, darse cuenta de que tanto el investigador como los
participantes dan muchas cosas por supuestas, de que eso que parece
común es sin embargo extraordinario, y cuestionarse por qué existe o se
lleva a cabo de esa forma, o por qué no de otra manera (Ericsson, 1973;
Spindler y Spindler, 1982). Tercera, asumir que para comprender por
qué las cosas ocurren así, se deben observar las relaciones existentes en
tre el ámbito y su contexto, por ejemplo entre el aula y la escuela como
un todo, incluyendo la comunidad, la comunidad a la que pertenece
el profesor, la economía, etc. Siempre se debe realizar un juicio sobre el
contexto relevante y se debe explorar el carácter de este contexto hasta
donde los recursos lo permitan. Cuarta, [...] (Kathlee Wilcox, citado por
Velasco et al., 1993: 97).
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LA N E G O C I A C I Ó N DEL T RABAJO DE C A M P O
LA D E C L A R A C IÓ N
D E LA A SO C IA C IÓ N A M E R IC A N A D E A N T R O P O L O G ÍA (AAA)
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LA N E G O C I A C I Ó N DEL T RABAJO DE C A M P O
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T R A B A JO D E C A M PO E N C E N T R O S E SC O L A R E S
2. Las Aulas de Enlace forman parte del programa «Escuelas de Bienvenida», puesto
en marcha por la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid en febrero de 2002,
para facilitar la llegada e integración de estudiantes extranjeros (los denominados «inmi
grantes») en las escuelas. Su objetivo se centra, fundamentalmente, en la enseñanza/aprendi-
zaje de la lengua castellana. Véase la página oficial del programa: http://www.educa.madrid.
org/portal/web/Bienvenida.
3. El trabajo mencionado se enmarca en los siguientes prpyectos de investigación:
«Racismo, adolescencia e inmigración» (PR41/06-15046) http://campusvirtual.ucm.es/prof/
racismo.html y «Estrategias de integración social y prevención de racismo en las escuelas»
(HUM2006-O3511/FILO) www.navreme.net/integration.
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LA N E G O C I A C I Ó N DEL T R A B A J O DE C A M P O
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CARIDAD HERNÁNDEZ
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LA N E G O C I A C I Ó N DEL T R A B A JO DE C A M P O
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NOVATO EN VALLE DE CHALCO:
REFLEXIONES SOBRE LA ÉTICA DEL ANTROPÓLOGO
DESDE EL RECUERDO DE UNA ETNOGRAFÍA
EN UNA BARRIADA MEXICANA
Je s ú s A d án e z Pavón
Departamento de Historia de América II (Antropología de América)
Universidad Complutense de Madrid
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JESÚS A D Á N E Z PAVÓN
Publicidad y privacidad son los dos ejes que articulan los distintos ar
tículos y declaraciones sobre ética emitidas, a lo largo de los años, por
la Asociación Americana de Antropología. La publicidad se refiere a la
obligación de transparencia con respecto al proyecto de investigación;
la privacidad a la obligación de proteger a quienes aportan información
ante los daños que ésta pudiera causarles. Los dos ejes en conjunto, en
el entendido de que ambos han de adoptarse no como requisitos forma
les, sino como principios por aplicar y evaluar en cada caso, pretenden
asegurar el compromiso fundamental: que las personas con quienes se
trabaja no sufrirán perjuicios derivados de la propia investigación. El
Código Etico de 1998 estipula que esa aplicación y evaluación debe
incluirse como sección ya desde la fase de proyecto:
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NOVATO EN V A L L E DE C H A L C O
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JESÚS A D Á N E Z PAVÓN
ÉTICA Y MILITANCIA
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NOVATO EN V A L L E DE C H A L C O
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NOVATO EN V A L L E DE C H A L C O
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JESÚS A D Á N E Z PAVÓN
Me parece que con esta idea se puede terminar de salvar la brecha que
un novato, allá por 1991, vio abrirse ante sí.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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BAGATELAS DE LA MORALIDAD ORDINARIA.
LOS ANCLAJES MORALES DE
UNA EXPERIENCIA ETNOGRÁFICA"
A n g el D ía z de R a d a
Departamento de Antropología Social y Cultural
Universidad Nacional de Educación a Distancia
¿Q U É D E M O N IO S H E D IC H O ?
Para hacer algo diferente del estricto trabajo de campo orientado por
mis obsesiones teóricas en Guovdageaidnu (Noruega), a lo largo de una
investigación que luego detallaré algo más, me propuse como profesor de
español en la Escuela Sami de Estudios Superiores (Sámi Allaskuvla). En
noviembre de 2003, antes de comenzar uno de mis cursos, me pasé por la
secretaría para conocer el número de estudiantes que tendría ese año. La
persona que estaba en ese momento de servicio no tenía la información.
«Pregúntale a Anne Margrethe» —me sugirió—. Fui a buscar a Anne Mar-
grethe, una trabajadora de la escuela a la que yo conocía. Al preguntarle
semejante cosa, que estaba totalmente fuera de sus competencias (ella era
docente en la institución), me sonrió amablemente y me dijo: «Debe de
tratarse de Anne Margrethe Mortensen»1, y continuó: «lea eará olmmos,
in mun... son lea mu gáibmi» («Es otra persona, no soy yo... es mi toca-
* He escrito este texto gracias a M argarita del Olmo que me invitó a participar
con él en el XXVIII Curso Julio Caro Baroja del Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, en diciembre de 2008. Una parte de las ideas fundamentales de este ensayo
ha surgido en un seminario de discusión sobre la Antropología frente al problema de los
Derechos Humanos que comparto en la UNED con los profesores Francisco Cruces y
Honorio Velasco. Ninguna de las ideas morales vertidas en este texto puede atribuírse
les, pero sí el estímulo del debate. Como siempre, agradezco los comentarios críticos de
los investigadores del CSIC presentes en la sesión, particularmente los de Pedro Tomé,
Francisco Ferrándiz, Juan Antonio Villarías y Margarita del Olmo. Sus comentarios han
inspirado especialmente la sección titulada «Intersubjetividad».
1. Todas las referencias personales mencionadas en este texto son apócrifas, salvo
la de la nota 2.
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ÁNGEL DÍAZ DE R A D A
ya...»). Yo le repliqué con lo que en ese momento creí que sería una mera
confirmación, en un sami algo inestable siempre en los primeros días de
cada estancia: «Na, juo, son lea du guoibmi». Al oír esto, Anne Margrethe
estalló en una carcajada. Le acababa de facilitar un motivo humorístico
para reírse conmigo durante semanas. Volví a casa atormentado por una
pregunta: ¿Qué demonios he dicho? No tenía a mano en mi memoria qué
quería decir guoibmi, aunque sabía perfectamente que en sami, una len
gua cuyo léxico está poblado de diptongos, hay que tener mucho cuidado
con ellos. Me precipité sobre el diccionario y comprobé que guoibmi, esa
palabra tan parecida a gáibmi, puede interpretarse básicamente de cuatro
modos: escolta, amigo, esposa o esposo, y amante. No me cabía ahora
duda de cómo la había interpretado Anne Margrethe, siempre propensa
a hacer uso del más radical sentido del humor: «Claro —había sido mi
respuesta— ella es tu amante»1.
Esta anécdota es un ejemplo de lo que en este ensayo consideraré
bagatelas de la moralidad ordinaria. Bagatelas que constituyen el teji
do de la intersubjetividad en el trabajo de campo etnográfico, y que,
en su aparente trivialidad, conforman sus únicos anclajes morales; o al
menos la clase de anclajes morales que yo reconozco como imprescin
dibles. Para personas como Anne Margrethe, acostumbradas a recibir
a antropólogos que van a estudiar a «los samis», pero que previamente
no se han molestado en aprender sami para poder comunicarse en su
lengua materna, un antropólogo que sí lo ha hecho es una persona
digna de compartir con ellas el sentido del humor, que es uno de los
bienes morales más preciados de cualquier sociedad humana, aunque
confunda a los tocayos con los amantes.
Al sugerir que estas bagatelas son imprescindibles, estoy sugirien
do que la vinculación moral del etnógrafo con las personas del campo
pasa primariamente, para bien y para mal, por la inmediata relación
intersubjetiva que mantiene con ellas en la práctica de campo, y no
necesariamente por el supuesto valor práctico que, en un futuro más o
menos distante, les será devuelto como producto de la investigación.
Puede que el producto de la investigación etnográfica sea más o me
nos útil a esas personas en el futuro, pero esa quimérica posibilidad,
distante en relación con la práctica de campo, no debería llevarnos
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LOS A N C L A J E S MORALES DE U N A EXPERIENCIA ETNOGRÁFICA
QUIMÉRICOS PROPÓSITOS
3. Este proyecto recibió los siguientes apoyos institucionales: en 2000, una ayuda
del Departamento de Exteriores del Gobierno Noruego (Utenriksdepartementet) para el
estudio de la lengua sami en la Universidad de Tromso; en 2002 y 2003, dos ayudas de la
Wenner-Gren Foundation for Anthropological Research (Gr. 6896 y Gr. 7092); adicional
mente, en 2002, recibí un ayuda del vicerrectorado de Investigación de la UNED, y en 2003
otra del Programa de Movilidad del Profesorado del Ministerio de Educación, Cultura y
Deporte (PR2003-0276). Agradezco a todas estas instituciones su generosidad.
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UN ENUNCIADO MORAL
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LOS A N C L A J E S MORALES DE U N A E X P E R I E N C I A ETNOGRÁFICA
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LOS A N C L A J E S MORALES DE U N A EXPERIENCIA ETNOGRÁFICA
BAGATELAS
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INTERSUBJETIVIDAD
Estoy manejando aquí dos ideas que pueden sonar contradictorias. Por
una parte, estoy insistiendo en la intersubjetividad como proceso uni
versal en el que se cimientan los mundos morales, y eventualmente los
acuerdos acerca de la buena vida. Por otra parte, estoy insistiendo en que
los juicios morales no tienen más fundamentación que el juicio propio, ni
más solidez que su comunicabilidad y su fuerza de convicción. El prime
ro es un enunciado universal de carácter empírico y analítico, no moral,
y pertenece a la familia de enunciados antropológicos acerca del Homo
Sapiens Sapiens. Lo que predica ese enunciado es que los seres huma
nos, al entrar en copresencia, entran inevitablemente en comunicación
(Watzlawick et al., 1985; Giddens, 1984,1987) y se construyen recípro
camente como sujetos en el ir y venir de sus acciones, gestos y mensajes.
Este primer enunciado es, pues, del mismo tipo que los siguientes: cual
quier miembro de nuestra especie puede usar el lenguaje verbal, cualquier
miembro de nuestra especie puede caminar sobre sus dos pies, cual
quier miembro de nuestra especie puede tocar la punta del índice de su
mano con la punta del dedo pulgar de la misma mano. Enunciar, en este
sentido, que cualquier ser humano puede construir intersubjetivamente
sus formas de acción social, es apuntar hacia esa categoría general que
Schütz y Luckmann definieron como mundo de la vida (Lebenswelt):
5. Aunque cito aquí la obra central de Jürgen Habermas Teoría de la acción comuni
cativa, el supuesto de una comunicación «libre de restricciones» es fundamental en toda su
obra. Ese supuesto es básico para el experimento filosófico central de su trabajo: la demarca
ción de las condiciones de posibilidad de una pragmática comunicativa universal (Habermas,
2010). Al referirme aquí a una posición contraria al ideal habermasiano quiero indicar sola
mente que tal marco «libre de restricciones» es empíricamente improbable en la mayor parte
de las situaciones inter subjetivas de la vida humana. También quiero indicar que, si como
consecuencia de lo anterior, ya es dudoso que pueda alcanzarse un marco pragmático de in
tersubjetividad universalmente válido, es decir, unas condiciones comunicativas de posibilidad
de una ética universalmente válida, mucho más dudoso es que pueda alcanzarse una semántica
ética (por ejemplo, una formulación lingüística de principios morales) con validez universal.
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LOS A N C L A J E S MORALES DE U N A EXPERIENCIA ETNOGRÁFICA
él, como proceso concreto, de poco sirve ignorar que lo que obtienes,
es decir, lo que no tenías antes de acudir al campo y ahora tienes en ese
alijo de conocimiento que denominamos «datos», depende crucialmen
te de quienes te lo entregan.
GRANDES PRINCIPIOS
Los principios morales que ofrecen los universalistas tienden a ser lo su
ficientemente abstractos como para flirtear con la trivialidad; como en la
expresión «cualquier sociedad sostiene que la vida humana es sagrada y
no puede ser quitada sin justificación». No se trata exactamente de que tal
enunciado sea incorrecto, pero en todo caso no es particularmente útil,
dado el rango de circunstancias que pueden ser cualificadas como justifi
cación en diversos escenarios culturales. Una aplicación contextualmente
sensible del derecho natural requeriría heroicas proezas de casuística para
incluir las variadas circunstancias del género humano. Sospecho que el re
sultado empezaría a parecerse mucho al relativismo (Brown, 2008: 368).
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LOS A N C L A J E S MORALES DE U N A EXPERIENCIA ETNOGRÁFICA
¿Es necesario, para producir una moral que nos gusta, con la que
nos sentimos identificados y que nos ayuda a convivir, que ésta se en
cuentre sustentada en cosas como el relativismo moral (una idea uni
versalista), la verdad analítica, o el empirismo factual? En mi opinión,
no. N o lo es. En esos tres pilares no se encierra ninguna piedra filoso
fal, porque tal piedra filosofal no existe. La moral se construye dialo
gando y llegando a pactos convencionales, siempre provisionales, en
el enrevesado camino de la vida práctica, poblado de bagatelas y de
delicados ejercicios comunicativos. La moral, en una nueva expresión
de Michael F. Brown, o es una moral dialógica (Brown, 2008: 369),
o es un simple discurso de grandes principios con una muy escasa uti
lidad práctica.
Forma parte de nuestra tradición intelectual ese momento histórico
crucial en el que los expertos de la ONU, redactores de la Declaración
universal de derechos humanos, pidieron la opinión de la Asociación
Americana de Antropología. La respuesta vino de la pluma de Melville
J. Herskovits que redactó un contundente alegato de relativismo cul
tural llevado en volandas, por la propia situación comunicativa, hacia
el relativismo moral (el que respondía era «antropólogo», pero los que
preguntaban eran «políticos»). Ninguna sociedad concreta tendría, a
juicio de Herskovits, la exclusiva capacidad de promulgar una D ecla
ración universal de derechos humanos, pues cada sociedad conforma
su propio horizonte moral (AAA, 1947). H a llovido mucho desde en
tonces. H oy en día la antropología ofrece un variado rango de posicio
nes frente a este problema7, en un terreno en el que — como en tantos
otros— es muy sencillo caer en la tentación de las exageraciones, las
interpretaciones torcidas y los golpes bajos (Brown, 2008). En general,
a mí me caben pocas dudas de que tanto Herskovits como sus críticos
han intentado hacer lo humanamente posible para resolver un proble
ma que, desde mi punto de vista, no tiene solución (Steward, 1948).
Creo que Herskovits, como podría haber hecho cualquier otro, entró
al trapo de un reto eminentemente tecnoburocrático, respondiendo
con un universalista relativismo cultural (y moral), pretendidamente
fundado en el juicio experto de los antropólogos, a la petición igual
mente universalista que le estaba haciendo Naciones Unidas: «Como
experto danos una respuesta eficaz para resolver de una vez por todas
el misterio de la moralidad, danos un instrumento que nos permita re
solver para siempre estos incómodos problemas prácticos». Pero ¿qué
7. Entre otros lugares, puede encontrarse una bibliografía ilustrativa de este proce
so de discusión en Goodale (2006) y en el ya citado artículo de Brown (2008).
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ÁNGEL D Í A Z DE R A D A
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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CONFLICTO DE INTERESES.
REFLEXIÓN SOBRE
UN TRABAJO DE CAMPO EN LA ESCUELA*
M a r g a r ita d el O lm o
Centro de Ciencias Humanas y Sociales
Consejo Superior de Investigaciones Científicas
INTRODUCCIÓN
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MARGARITA DEL OL M O
Mis razones para elegir estas dos citas para introducir el tema que
me propongo discutir a continuación vienen determinadas por el hecho
de que me parece que la primera resume admirablemente en una frase,
la situación: los etnógrafos somos investigadores que usamos personas
como herramientas. La segunda delimita con gran maestría la clase de
problemas que nuestro trabajo suscita: lo que hacemos en el trabajo
de campo son actividades intrínsecamente contrarias a la ética, pero
este hecho no nos conduce a abandonar el trabajo a los que seguimos
haciendo etnografía a pesar de ser conscientes de ello.
No quiero negar con esto la idea de que abandonar el trabajo sea una
respuesta ética y en este libro se incluye un capítulo en el que se aborda
precisamente este tema de una forma directa (véase López Rodríguez-
Gironés en este volumen), pero mi propósito aquí es el de poner encima
de la mesa algunos de los conflictos que mi último trabajo de campo me
ha suscitado y junto con ellos quiero presentar mis limitadas respuestas.
Soy consciente de que algunas de ellas, quizá las más relevantes, se han
quedado sin resolver; en estos casos sólo puedo ofrecer mi incomodi
dad para transformarla honestamente en materia de reflexión.
He realizado mi último trabajo de campo a lo largo de los tres cursos
escolares 2005-2006, 2006-2007 y 2007-2008 en un Aula de Enlace de
secundaria de un colegio concertado de la Comunidad de Madrid en enero
de 2002. Un Aula de Enlace es una medida puesta en marcha por la Con
sejería de Educación de la Comunidad de Madrid para iniciar la escola-
rización y facilitar la integración de los niños que vienen del extranjero
a nuestro país y se incorporan durante el curso escolar. En un Aula de
Enlace los estudiantes pasarán un periodo de hasta nueve meses apren
diendo castellano e idealmente solucionando las lagunas académicas que
las Comisiones de escolarización hayan detectado, en grupos de hasta
doce alumnos y de ocho a doce años, si se trata de un Aula de Enlace de
Primaria, o de doce a dieciocho si hablamos de un Aula de Secundaria2.
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REFLEXIÓN S O BR E UN T R A B A J O DE C A M P O EN LA E S C U E L A
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C O N F L IC T O S D E IN T E R E S E S
P R O V O C A D O S P O R M I TR A BA JO D E CA M PO E N LA C LA SE
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Andar por el colegio sin un objetivo conocido por un profesor está ab
solutamente prohibido y, a pesar de ello lo he hecho en muchas ocasio
nes, con una excusa a mano por si éramos interpelados. Estaba clara mi
lealtad hacia los chicos en estos momentos, pero con la profesora del
aula las cosas no eran tan sencillas. Siempre he tratado de colocarme en
el lado de los alumnos, pero eso no significa que aprobase su compor
tamiento. Como antropóloga se supone que tengo que dejar mi juicio
colgado fuera de la clase y utilizar únicamente el relativismo cultural
para aprender, a través del trabajo de campo, por qué la gente hace lo
que hace y cuáles son sus intereses.
Hablando en términos generales, se podría simplificar la situación
diciendo que había dos tipos de normas e intereses en juego y muchas
veces ambas entraban en conflicto, me refiero a las de los chicos (que a la
vez provocaban muchos conflictos entre sí) y las de los profesores (que se
supone son para beneficio de los alumnos). Como antropóloga no tengo
ningún problema en hacer esta distinción entre los valores de los chicos
y los de los adultos, generalmente identificados con los de los profesores.
Pero en algunas ocasiones era necesario aclarar mi postura con respecto a
las dos al mismo tiempo, y muchas veces en franca contradicción.
Sin embargo mis conflictos de intereses más profundos no han te
nido que ver con las diferencias entre las normas de los chicos y las de
los profesores, sino con las que había entre ellos mismos. Aquí no podía
jugar la carta de mi lealtad hacia los estudiantes, puesto que ambas par
tes del conflicto lo eran. En estas ocasiones he pretendido quedarme al
margen, pero no lo he conseguido siempre, especialmente en aquellos
casos en los que percibía que se estaban haciendo daño unos a otros.
El problema es que los chicos se hacen daño continuamente, princi
palmente porque se trata de adolescentes que están aprendiendo sobre
los límites y también porque, como ocurre con cualquier relación entre
seres humanos, los intereses de unos entran a veces en conflicto con los
de otros y nos hacemos daño mutuamente. En estos casos he sufrido
como persona, pero también como antropóloga, porque sinceramente no
sabía qué hacer, echando mano del relativismo cultural en un momento,
para tratar de evadir el conflicto al siguiente y meterme de lleno en él
usando mis normas personales a continuación. En todos los casos me he
sentido inconsistente e insatisfecha y el único provecho ha sido conocer
me a mí misma y explorar los límites de mi resistencia al sufrimiento.
El trabajo de campo en general me ha proporcionado suficientes
ocasiones para sufrir, y no sólo cuando los alumnos se hacían daño unos
a otros, sino cuando sentía que recibían un golpe más en sus machaca
das vidas y que ese golpe tenía un efecto inmediato en sus esperanzas.
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MARGARITA DEL OL M O
He entendido por qué las chicas que son populares e inteligentes, que
sienten que valen más fuera de la escuela que dentro, se dedican con
toda su alma a las fiestas y a ligar, jugando la carta de las relaciones
sentimentales demasiado pronto y demasiado peligrosamente. Ninguno
de los chicos que he conocido en el Aula de Enlace tenía la ventaja de
ser tan atractivo y popular, pero les he visto a veces comprender que
les resultaba más fácil encontrar un trabajo, cualquier trabajo, porque
entendían que iban a valer más así, al menos de momento.
Este tipo de situaciones, unido a la ocasión en la que una de las
chicas de la clase estuvo jugando con el hecho de pertenecer a una
banda latina, han sido las que me han resultado más difíciles en el tra
bajo de campo. Y la única forma de soportarlas era volver a mi vida,
pero de esta manera sentía que les estaba fallando a los chicos, porque
de hecho les estaba fallando. M i responsabilidad como etnógrafa me
ha permitido estas huidas a cambio de la búsqueda de un tipo de reci
procidad que fuera más allá.
Cuando hablo de reciprocidad me refiero al hecho de devolver a la
gente que involucramos en el trabajo de campo que nos ofrece sus pa
labras y su afecto gratis, gracias a lo que los antropólogos construimos
carreras académicas confortables, interesantes y, en mi caso, hasta bien
pagadas.
Pero no me estoy refiriendo a los intercambios que ocurren durante
el trabajo de campo que, como toda relación social, están basados en
algún tipo de intercambio: una ayuda extra en la clase, la posibilidad de
acabar más deprisa los interminables ejercicios gracias a mi ayuda para
dedicarse a cosas mucho más interesantes como escuchar música, prepa
rar la próxima fiesta, el próximo modelito o la novedad que introducía
en la clase mi papel rompiendo un poco la monotonía y el aburrimiento
durante un ratito, algo de información, un favor personal, un contacto,
algún libro, etcétera.
No me refiero a ninguna de estas cosas que yo he invertido en el in
tercambio, sino a un marco de referencia distinto en el que nos podamos
colocar frente a frente a la gente con la que hacemos trabajó de campo y
que nos enfrente a nuestras diferencias, especialmente cuando pertene
cemos a la misma sociedad, que es siempre el caso, a pesar de lo que las
circunstancias indiquen.
Pero voy a dejar mi argumentación suspendida en este momento para
retomarla al final del texto, porque me interesa introducir en la escena
ahora la otra parte de mi trabajo de campo de la que aún no he hablado.
Me refiero a mi papel entre las personas que han diseñado y puesto en
marcha el programa de las Aulas de Enlace en la Comunidad de Madrid.
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REFLEXIÓN S O B R E UN T R A B A J O DE C A M P O EN LA E S C U E L A
Puesto que el interés central de mi trabajo no eran los chicos, sino qué
consecuencias tenía en sus vidas la política de integración que ha puesto
en marcha la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid, mi
trabajo de campo no se limitó al aula, sino que tuvo otro eje cuyo obje
tivo principal era entrevistar a las personas de la Comunidad que tenían
una relación directa con la medida de las Aulas de Enlace, bien porque
hayan sido responsables del diseño o porque su trabajo tuviera que ver
con la puesta en práctica.
Al final me ha resultado más difícil entrevistar a estas personas que
conseguir un aula para realizar mi trabajo de campó, y mis dificultades
se pueden dividir, a grandes rasgos, en dos tipos.
El primer tipo tendría que ver con la gente responsable del progra
ma, generalmente funcionarios públicos de categorías altas, rodeados de
personal diverso que limita el acceso a ellos. Cuando hablo del personal
que limita el acceso me refiero a secretarias, porteros y distintos tipos
de asistentes que siempre me indicaban que la persona que yo buscaba
estaba reunida o de viaje, que olvidaban pasar mis mensajes, perdían mis
correos electrónicos, los faxes e incluso las cartas que enviaba para
solicitar una cita con el funcionario en cuestión. Casi todas estas barre
ras he conseguido salvarlas gracias a mi perseverancia, pero también al
estatus de investigadora que disfruto en el CSIC. Algunas citas me ha
costado un año y medio conseguirlas, pero finalmente nadie se ha negado
a concedérmelas. Desgraciadamente nadie me permitió grabar ninguna
de las entrevistas y cuando me han dejado consultar documentos, me han
permitido tomar notas, pero no hacer copias.
El segundo tipo de dificultades al que me he referido estaba relaciona
do con otro tipo de funcionarios y trabajadores, cuyos puestos de trabajo
se encuentran directamente de cara al público y que son los que ponen
en práctica las decisiones y las regulaciones que deciden los anteriores.
El acceso a ellos siempre me ha resultado bastante sencillo, pero una vez
que explicaba los propósitos de mi trabajo, el hecho de pertenecer al
CSIC ha jugado en contra mía, porque invariablemente me referían a sus
superiores. Este obstáculo tiene que ver con el funcionamiento jerárquico
de la administración, ya que una vez identificado mi «rango» dentro de
la estructura, me dirigían a las personas que ellos identificaban como mis
interlocutores y hablar directamente con ellos me ha resultado práctica
mente imposible. De alguna forma percibían que su trabajo podría sufrir
si hablaban francamente conmigo, así que no he insistido. Mi única posi
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E N B U SC A D E LA R E C IP R O C ID A D D E L TR A BA JO D E CA M PO .
C O N C L U SIO N E S PARA U N D EB A T E
7. N o voy a tratar aquí las conclusiones, ya que el objetivo del presente trabajo es
un análisis de las implicaciones éticas de mi investigación.
8. IN TER NetWork, financiada por el Programa Comenius, actualmente en curso
(http://internetwork.up.pt/).
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REFLEXIÓN SO BRE UN T R A B A J O DE C A M P O EN LA E S C U E L A
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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ANTROPOLOGÍA Y REPRODUCCIÓN:
LAS PRÁCTICAS Y/O LA ÉTICA*
D ia n a M arre
Universidad Autónoma de Barcelona
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DIANA MARRE
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un breve recorrido por los cambios que han tenido lugar en la repro
ducción en España, que la han convertido en uno de los primeros países
del mundo en procesos de reproducción asistida y adopción transnacio
nal. Finalmente, procuraré responder — o agregar más preguntas— a
aquella que según Caplan (2003) resume la relación entre antropología
y ética: ¿para qué y/o para quién es la antropología?
ANTROPOLOGÍA Y ÉTICA
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DIANA MARRE
1. Para un estado de la cuestión sobre el tema ver Mills (2003); Caplan (2003: 28,
n. 5); Evens (2008).
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La década del 2000, según Caplan (2003: 20), con el 11S, el 7J y el 11M,
la guerra en Afganistán e Iraq, el interminable conflicto palestino-israelí
y los conflictos latentes en Irán y Corea del Norte, plantea una situación
similar a la de los años sesenta cuando Estados Unidos y Gran Bretaña
estaban involucrados en diversas guerras en los lugares más remotos del
planeta, en relación con los cuales, la antropología no se distinguió ni por
la abundancia ni por la intensidad de sus intervenciones y opiniones.
Para exhortar a sus miembros a actuar como intelectuales públicos,
la Asociación Americana de Antropología propuso en 1971 los Princi
pies o f Professional Responsability que, en líneas generales, se resumían
en lo señalado por N. Chomsky sobre que los intelectuales tienen la
responsabilidad de «hablar de la verdad y de las mentiras» (Chomsky,
1969: 325, citado por Caplan, 2003: 21).
Sin embargo, decidir qué es verdad y qué es mentira, al igual que
reconocer qué es o no ético en términos de la sociedad y de la cultura
en la que se trabaja, y no de la ética personal, sigue siendo lo suficiente
mente complejo como para dificultar acuerdos mínimos.
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DIANA MARRE
Goody, 1969; Howell, 2006; Terrell y Modell, 1994) con escasa inves
tigación directamente relacionada con el tema, a pesar de la existencia
de numerosas referencias a diversas formas de adopción y/o acogimien
to en etnografías y monografías sobre diferentes culturas alrededor del
mundo. Se trata de una escasez, que se convierte prácticamente en au
sencia hasta los primeros años del siglo xxi, si nos referimos más espe
cíficamente a la adopción transnacional.
Una ausencia incomprensible si se tiene en cuenta que desde la adop
ción pueden analizarse los sistemas de parentesco, los mecanismos de
movilidad social o las formas de transmisión de la propiedad (Terrell y
Modell, 1994). Un tema que, además, enraíza con conceptos centrales
de la antropología social y cultural como el de persona, familia, infan
cia, raza, etnicidad, clase, nación, identidad o pertenencia.
Hay quienes han vinculado esa escasez y/o ausencia al declive que
tuvieron los estudios sobre parentesco durante la década de 1980, debido
a cierta forma de disolución de las fronteras que hasta entonces habían
definido estrictamente los campos de estudio de la antropología social en
económico, político, religioso y de parentesco (Carsten, 2000).
Un declive en los estudios de parentesco que había sido precedido
de una larga década de 1970, iniciada por el trabajo de D. M. Schneider
(1980 [1968]) y la primera traducción al inglés de la obra de C. Lévi-
Strauss sobre parentesco (Lévi-Strauss, 1969 [1949]), seguidas de una
singular producción bibliográfica sobre el tema, cuya intensidad y exten
sión pareciera haber cerrado también Schneider con su trabajo de 1984
(Schneider, 1984).
Se trata de un declive de una década, cuyo final comenzó con las obras
de F. Ginsburg y R. Rapp (1991), M. Strathern (1992) y M. Bouquet
(1993) tras las cuales, la revitalización de los estudios sobre parentesco en
antropología se debió, en gran parte, a las «nuevas» formas de parentesco
y familias emergentes de la expansión de las nuevas técnicas de reproduc
ción asistida, junto a las que o en el contexto de las cuales debe, desde
mi perspectiva, analizarse la expansión de la adopción transnacional en
España desde mediados de la década de 1990.
Durante esa década, muchos países europeos occidentales modifi
caron sus leyes de reproducción asistida para incluir diversas formas
de reproducción: con material donado, subrogada (conocida también
como alquiler de vientres) y «otras formas de parentalidad social recons
tituida» (Akker, 2001). Como consecuencia de ello, en algunos de esos
países, Noruega entre otros, las nuevas tecnologías de reproducción y
la adopción transnacional son consideradas ambas formas de repro
ducción asistida, en la medida en que constituyen las opciones con que
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6. En 2007 sólo el 36% de las familias catalanas que solicitaron una adopción trans
nacional había realizado previamente un tratamiento de reproducción asistida (Font Lletjós,
2008). En los diez años que hace que trabajo en adopción transnacional, diversas familias y
mujeres han manifestado su preferencia por adoptar niños o niñas de dos años en adelante
«para que hubieran aprendido ya las primeras cosas como el control de esfínteres, comer
y dormir», «porque los problemas en las lumbares me impiden cargarlo o agacharme du
rante mucho tiempo por lo que prefiero que camine» o «porque a los tres años se inicia la
escolarización obligatoria» que en Cataluña es de lunes a viernes de 9:00 a 17:00 horas.
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Hay los pijos de la adopción que se van a países del Este porque se pa
recen más a nosotros, la gente adopta en Rusia para tener un hijo más
parecido, cuatro millones cuesta... (Alcaide Uclés, 2008: 67).
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LA R E P R O D U C C IÓ N E N ESPAÑA
7. El cambio de siglo trajo consigo una «explosión» en los trabajos sobre adopción
transnacional desde la antropología en forma de artículos, lo que se reflejó también a par
tir del nuevo siglo en la aparición de diversos números monográficos Family Relations 49
(2000); Law and Society Review 36/2 (2002): Social Text 74/21 (2003) — coordinado por
Toby Alice Volkman y Cindi Katz— , fue reeditado en 2005 como libro (Volkman, 2005);
Journal o f Women’s History 19/1 (2007); Cbildhood 14 (2007) — no completamente de
dicado a la adopción— y Journal o f Latin American and Caribbean Antbropology 14/1
(2009). Una tendencia similar se produjo en la publicación de libros conjuntos (Marre
y Briggs, 2 009; Selman, 2 000; Volkman, 2005) y de monografías y etnografías sobre
adopción transnacional (Dorow, 2006; Howell, 2006; Leinaweaver, 2009), así como en
la realización de tesis doctorales, algunas de ellas realizádas por adoptados transnacional-
mente (Hübinette, 2005; Kim, 2007).
8. En 2002, la presidenta de la Coordinadora de Asociaciones en Defensa de la
Adopción y el Acogimiento (CORA), en su comparecencia ante la Comisión Especial
sobre Adopción Internacional del Senado, solicitaba la «modificación de la legislación, el
Código Civil en particular, con el objeto de clarificar las razones por las cuales los padres
[biológicos] deberían perder la custodia de sus hijos. De esta manera, los menores insti
tucionalizados podrían ser adoptados por familias españolas» (Comisión Especial sobre
Adopción Internacional del Senado, 23 de septiembre de 2002). Hubo que esperar seis
años, hasta finales de 2008, y a casi un año de sancionada la nueva Ley de Adopción Inter
nacional, el 28 de diciembre de 2007, para que se constituyera una «Comisión Especial del
Senado para estudiar la problemática de la adopción nacional y los temas afines relaciona
dos con ella, como acogimiento, desamparo e institucionalización» (el subrayado es mío).
El 1 de octubre de 2008 la prensa (La Gaceta.es, 1 de octubre de 2008) recogía la noticia de
la aprobación por unanimidad por el Senado (DS. Pleno del 1 de octubre de 2008, p. 598)
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ANTROPOLOGÍA Y REPRODUCCIÓN: L AS P R Á C T I C A S Y / O LA É T I C A
de una propuesta (BO CG 26 de septiembre de 2 0 0 8 ,1, 79, p. 32) del PSOE, y de los grupos
parlamentarios catalán y mixto —también recogida por la prensa unos días antes (Europa
Press, 24 de septiembre de 2008)— de la creación de dicha Comisión Especial, publicada
poco después en el Boletín Oficial de las Cortes Generales (BOCG, 6 de octubre de 2 0 0 8 ,1,
88, p. 6). Según explicó el portavoz de Educación, Política Social y Deporte del Grupo
Socialista en, el Senado, Mario Bedera, el objetivo es conocer por qué habiendo alrededor
de treinta mil menores bajo distintas formas de tutela del Estado, de los cuales un 10%
reuniría los requisitos para ser adoptado, sólo se adoptan unos ochocientos niños y niñas
españoles por año, mientras que las adopciones internacionales están en torno a las cinco
mil anuales. Cinco o seis años resultan demasiados para empezar a estudiar algo que parecía
tan evidente en 2002, lo que hace pensar que, tras la actual iniciativa está el incremento
de la espera de las adopciones transnacionales registrado desde 2005 que ha producido
una disminución en las adopciones transnacionales en 2006, 2007 y 2008, debida más a
las dificultades de tramitación que a una disminución de las solicitudes, con el consecuente
perjuicio económico para las entidades intermediarias, y económico y emocional para las
familias.
9. Real Decreto 2275/78 (BO E de 25 de septiembre de 1978).
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10. Ley 30/1981 (BOE de 20 de julio de 1981). Esta ley ha sido modificada por la
de 15/2005, de 8 de julio, por la que se modificaron el Código Civil y la Ley de Enjuicia
miento Civil en materia de separación y divorcio, con el objeto de agilizar los trámites al
suprimir la exigencia de separación previa.
11. Ley Orgánica 9/1985 (BOE de 12 de julio de 1985).
12. La V Encuesta Bayer Schering Pharma sobre Anticoncepción realizada en España
en 2007 ha mostrado que el uso de los métodos anticonceptivos ha pasado del 49 % en
1997 al 80% en 2007 con la consolidación de la píldora y e:l preservativo como métodos
seguros y reversibles en detrimento de los irreversibles como la esterilización femenina
(4,1% ) y masculina (4,3% ) y otros sistemas como el método Ogino (0,5% ), los parches
y anillos (4,3% ) o el coitus interruptus (2,5% ). El preservativo es el usado por el 38%
de los usuarios mientras que la píldora se sitúa en el 20,3 %, muy lejos del perfil europeo,
donde la píldora es el anticonceptivo más usado (49 % en Francia, 3 8 % en Alemania, 31 %
en Reino Unido y 29% en Italia) (La Voz Digital.es, 24 de octubre de 2007). En algunas
comunidades autónomas, como Cataluña, se ha propuesto considerar la posibilidad de
aborto libre hasta las catorce semanas (La Vanguardia, 22 de abril de 2008), así como
permitirlo hasta las veintidós, por malformaciones o «si las condiciones socioeconómicas
de las gestantes son desfavorables» (El Periódico, 21 de abril de 2008).
13. A finales de los años setenta, en un hospital de Barcelona se atendían cien par
tos diarios, mientras que actualmente no se superan los 3.500 anuales, de los cuales, un
5 4 % corresponde a mujeres inmigrantes. «Entrevista al jefe del servicio de Ginecología
y Obstetricia del Hospital del M ar de Barcelona» (El Periódico, 22 de abril de 2008).
14. Instituto Nacional de Estadística, Indicadores Demográficos Básicos (http://www.
in e.es/in ebase/cgi/um ?M =% 2Ft20% 2Fp318& 0=in eb ase& N =& L =0).
15. Cataluña, la comunidad autónoma española con el mayor índice de adopciones
internacionales por habitante de España y del mundo, tenía un, índice de natalidad de
1,14 en 1995 y llegó a 1,46 en 2007 como consecuencia de la natalidad inmigrante, cuyos
índices fueron en 2007 de 1,97 frente al 1,33 de la población no inmigrante. Mientras
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A NTROPOLOGÍA Y REPRODUCCIÓN: LAS P R Á C T I C A S Y/O LA É T I C A
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DIANA MARRE
18. El The Daily Telegraph bautizó a las ministras designadas en el último inicio de
legislatura como las «zapettes» (The Daily Telegraph, 17 de abril de 2008; The Indepen-
dent, 16 de abril de 2008; The Sunday Times, 20 de abril de 2008). Silvio Berlusconi,
cuando fue nuevamente primer ministro italiano, dijo que el gabinete de Zapatero era
«demasiado rosa» y que con tantas mujeres tendría muchos problemas para gobernar (The
Independent, 20 de abril de 2008).
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ANTROPOLOGÍA y REPRODUCCIÓN: LAS P R Á C T I C A S Y/O LA É T I C A
19. Pueden mencionarse los recientes mellizos —un niño y una niña— de Angelina
Jolie y Brad Pitt (El Periódico, 26 de julio de 2008), los de Jennifer López —también
un niño y una niña— (El Periódico, 20 de marzo de 2008) o los de Lisa Presley — en
este caso dos niñas— (El País, 11 de octubre de 2008), todas ellas en la década de los
cuarenta, la maternidad en solitario — también de dos niñas— de la baronesa Thyssen
(ABC.es, 1 de agosto de 2006), en la década de los sesenta, o la paternidad en solitario
— esta vez de dos niños— de Ricky M artin (El Periódico, 22 de agosto de 2008), estos
últimos a través de subrogación.
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PARA SE G U IR P E N SA N D O
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DE MUSEOS DEL SABER A MUSEOS DE LOS PUEBLOS.
EL LUGAR DE LOS ANTROPÓLOGOS1
F e rn a n d o M on ge
Departamento de Antropología Social y Cultural
Universidad Nacional de Educación a Distancia
IN T R O D U C C IÓ N : LO S M U SE O S E N LA ACTU ALIDA D
Durante los últimos años los museos están sufriendo una serie de trans
formaciones radicales. Están cambiando sus funciones, su relación con
las culturas que representan y han pasado de ser espacios en los que
se colecciona, conserva, investiga y muestra, a espacios de polémica y
de discusión en los que las voces que se elevan en contra o a favor de
los mismos no son sólo las de los académicos sino las de los grupos
representados o, incluso las de la sociedad en general (González de
Oleaga y Monge, 2009; Simpson, 2001: 1). Los museos han dejado de
ser los templos en los que se expone el conocimiento, el arte de los es
tados modernos, su visión del mundo de otros pueblos y culturas, para
convertirse en espacios de interpretación y, a menudo, de lucha abierta
entre los representados y aquellos que tradicionalmente tenían el poder
de representarlos: los conservadores, los académicos y, en el caso de
los museos etnográficos, los antropólogos. Los museos ya no son sólo
templos neoclásicos en los que se ordena y se da sentido al mundo, en
los que el visitante puede leer una historia u obtener una serie de con
1. En este artículo las descripciones que hago de los museos son producto de mis
propias visitas; se corresponden, por lo tanto, con las fechas en las que las realicé, en
algunos casos en distintos años y en sucesivas ocasiones, y no tienen por qué correspon
der con el modo en el que los museos están ahora organizados. He preferido sacrificar la
información y las citas a favor de una reflexión más personal que fomente una actitud más
crítica hacia los museos. He tratado, asimismo, de mostrar la llamada antropología de los
museos como un espacio en transformación.
125
FERNANDO MONGE
126
EL L U G A R DE L OS A N T R O P Ó L O G O S
Algunos museos o, mejor dicho, los edificios que los albergan, se con
vierten en protagonistas. Poco importa qué aloja el Museo Guggenheim
de Bilbao3, pues lo importante es visitar el edificio diseñado por Frank O.
Gehry, o si el Museo de la Ciencia de Valencia, cuyo nombre real poca
gente conoce4, contiene buenas exposiciones, ya que lo que impone es
la inmensa construcción de Santiago Calatrava; o si el Museo Nacional
de Arte Romano de Mérida (MAR)5, diseñado por Rafael Moneo, con
tiene buenas colecciones. Por supuesto, muchos de los grandes museos
tradicionales están alojados en edificios con un gran valor intrínseco,
nadie discute su belleza o el interés de hacer una visita.
¿Qué es lo que llama más la atención al visitante? Cuando hablamos
de la bondad de- los museos nos estamos refiriendo a su calidad, a lo
extraordinario de sus colecciones, a la calidad de la experiencia que nos
ofrecen, apenas discutimos su valor ético, su relación con la sociedad o
la cultura que reflejan, con nuestra propia perspectiva del mundo. Parece
que sólo pueden gustarnos más o menos pero no molestarnos, insultar
nos, engañamos. Los únicos casos que recuerdo en los que los visitantes
reconocen el artificio que los construye, se producen cuando se trata
de museos de otros países, culturas o identidades étnicas. En esos casos,
puede uno mofarse de su falta de antigüedad, del valor «inferior» de lo
mostrado, del nacionalismo pretencioso que esos mismos visitantes no
reconocen en sus propios museos (que generalmente tampoco visitan si
se encuentran en «su» ciudad). Sin embargo, la sensibilidad y capacidad
crítica que los visitantes españoles muestran hacia los museos extran
jeros no se manifiesta del mismo modo con los que existen en el país.
Algunos, no obstante, pueden ser considerados polémicos por una parte
de la ciudadanía que afirma una visión nacionalista particular, la espa
ñola, por exclusión de otras como la catalana. Pero estos casos, como el
Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC)6, apenas incomodan, basta
con no visitarlos. Sin duda, los nacionalistas son los otros y nuestros
museos contienen valores auténticos. Cuando normas como la Ley de
3. http://www.guggenheim-bilbao.es.
4. Su nombre es Museo de las Ciencias Príncipe Felipe y forma parte de la Ciudad
de las Artes y de las Ciencias, http://www.cac.es.
5. http://museoarteromano.mcu.es. Por cierto, el valor de los arquitectos estrella es
tal que no deja de ser curioso el modo en el que se integra su nombre en el museo. En este
caso la página web oficial indica para sorpresa del lector: «El 19 de septiembre de 1986
se inauguraba la sede actual del Museo, obra de Rafael Moneo Vallés, exponente clave de
la Romanización de Hispania, explicada a través de las piezas recuperadas del yacimiento
emeritense» (la cursiva es mía).
6. http://www.mnac.cat.
127
FERNANDO MONGE
128
EL L U G A R DE L O S A N T R O P Ó L O G O S
mitía y, con todo, bien sugerente de las dificultades que debe afrontar
una exposición de estas características. ¿Quién habla en representación
de quién y qué es lo que dice? ¿A quién debemos escuchar?
Cada sábado por la mañana, un grupo nativo era invitado por el
museo para que bailara, cantara y se representase ante el público. A las
puertas del edificio, frente a una de las esculturas más representativas de
la institución (una ballena asesina esculpida por Bill Holm, artista y con
servador, nativo y antropólogo), los nativos bailaban y cantaban. Gene
ralmente los grupos actuaban con sus ropas tradicionales y explicaban a
los espectadores el significado de canciones y bailes. A veces, entonaban
en inglés oraciones a la tierra y la vida y, si llovía, terminábamos den
tro del museo hablando con ellos. Las fronteras entre el exterior y el
interior del museo no sólo se borraban físicamente, los representados se
auto-representaban y, a veces, de modos bien sorprendentes, no sólo por
la dimensión política y ética de sus espectáculos o actividades, sino
por la chocante ropa de la que hacían uso. Su vestuario nativo parecía
más el de algunas películas que han conformado el imaginario popular
de lo que es ser nativo que los trajes tradicionales que la documentación,
fundamentalmente colonial, había recogido.
Apenas un año más tarde, el Congreso de los Estados Unidos apro
baba la Ley de repatriación y protección de tumbas de los nativos ame
ricanos (a partir de ahora, NAGPRA, Native American Graves Protec-
tion and Repatriation Act8; véase Simpson, 2001: 283-287; Mihesuah,
2000). La nueva ley establecía que todos los museos que recibieran fon
dos federales deberían elaborar inventarios y sumarios de los objetos de
las culturas nativas americanas que existían en sus colecciones y publi
car dichos inventarios en el Federal Register, con la finalidad de que
todos aquellos restos humanos, objetos funerarios, objetos sagrados del
patrimonio cultural de los nativos americanos con descendientes acre
ditados en organizaciones y culturas nativas, tanto indias como hawaia-
nas, puedan ser repatriados a sus grupos de origen. Los museos debían
crear un grupo de expertos que se ocupara de seguir las normas que
dictaba la nueva ley, elaborar los inventarios, entrar en contacto con las
comunidades nativas y atender todas las reclamaciones de repatriación
siguiendo la normativa legal.
Aunque la ley y los procedimientos que ésta indica son más comple
jos de lo que he indicado brevemente, dicha normativa legal trataba de
8. Public Law 101-601,16 de noviembre de 1990. Para acceder a una rica informa
ción sobre la ley, los programas de desarrollo e información relacionada con la implanta
ción de la misma, véase http://www.nps.gov/history/nagpra.
129
FERNANDO MONGE
9. Existe un documental de gran interés que aborda esta cuestión: Who Owns the
Past. The American Indian Struggle for Control o f their Ancertral Remains, dirigido y pro-,
ducido por Jed Riffe (Jed Riffe Productions, Berkeley Media, Berkeley, 2001).
10. Museum of Anthropology (MOA) at the University of British Columbia, Van-
couver (http://www.moa.ubc.ca).
11. Royal British Columbia Museum, Victoria (http://www.royalbcmuseum.bc.ca).
130
EL L U G A R DE L OS A N T R O P Ó L O G O S
mito del origen del hombre. Para los visitantes el museo se convierte en
una experiencia total en la que, al final, para los que aún tengan ganas
y tiempo, se ofrece la posibilidad de curiosear por el «almacén visible»
(yisible Storage12): los almacenes y vitrinas en los que se guardan las pie
zas no expuestas, pero que pueden buscarse y observarse en el orden y
modo que los visitantes deseen... Un poco más al fondo, hay una gale
ría en la que otros artistas nativos contemporáneos hacen exposiciones
temporales de sus obras. El museo promociona las obras de arte y las
artesanías nativas, y en su tienda, situada a la entrada, se pueden adquirir
desde reproducciones, libros, pósteres, CD y objetos de poco valor hasta
grabados numerados y obras de arte firmadas, de gran valor.
En Victoria (Columbia Británica, Canadá), antes de entrar en el Real
Museo Provincial, se puede visitar un edificio en el que artistas nativos es
culpen un poste totémico. Aquí, una vez más, las fronteras entre el exte
rior y el interior, entre los conservadores y los artistas nativos, se diluyen.
Una serie de postes totémicos marcan una de las entradas al museo (la
otra se realiza a través de su tienda) y en el interior los visitantes no sólo
pueden observar, sino convertirse, en algunos momentos, en testigos o en
una parte de las exposiciones. El museo no sólo se compone de vitrinas
o dioramas, o de espacios en los que se muestran las esculturas, ya que
se puede transitar por la reproducción de una antigua calle de la ciudad,
con cine mudo incluido, aprender sobre la vida de los grupos nativos de
la región antes y durante la colonización, pasear por la galería dedicada
a los primeros pueblos (First Peoples Gallery), o entrar en la casa del jefe
Kwakwabalasami, Jonathan Hunt, un jefe KwakwaKa’wakw (antes cono
cidos por los antropólogos como Kwakiutl) de Tsaxis (Fort Rupert). Su
hijo, Henry Hunt, y sus nietos, Tony y Richard Hunt, construyeron y es
culpieron esta casa para el museo, pero conservan los derechos de uso13.
En ella se pueden escuchar las canciones privadas de la familia (un gran
privilegio dado que su valor para la familia y la cultura es vital) y hacerse
una idea bastante precisa de cómo era la vida en su interior y cuáles eran
los significados simbólicos de los objetos gracias a la forma en que están
expuestos y adornan y dan vida a la casa. En estas secciones el contexto
que se ofrece a los visitantes para aproximarse y comprender el mundo
12. Pueden abrirse y curiosearse armarios, cajones y cajas en las que se guardan con
criterio museológíco las decenas de miles de piezas que no se muestran, existen guías que
permiten localizar piezas concretas (por supuesto, los cajones y las vitrinas están protegi
dos por planchas de metacrilato que impide que se puedan tocar, desorganizar o sacar).
13. Los datos relacionados con la casa los he obtenido de la página web oficial del
museo: http://www.royalbcmuseum.bc.ca/First_People_Gall/.
131
FERNANDO MONGE
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EL L U G A R DE LOS A N T R O P Ó L O G O S
15. El potlatch es una ceremonia organizada por un grupo que invita a otros grupos
y bandas cercanas, aliadas y rivales, en la que se ensalza al jefe y a los que la organizan, y
en la que se celebra una larga fiesta con bailes, comida y bebida, en la cual se regalan gran
des cantidades de objetos de valor, así como comida y bebida a los invitados. El potlatch
marca el estatus del grupo ante sus vecinos, así como el rango de su jefe, superior cuanto
más regala, y compromete a los invitados a superar ese potlatch con uno mayor en un
periodo determinado de tiempo. Entre 1894 y 1951 el gobierno de la Columbia Británica
y luego del Canadá prohibió esta ceremonia.
133
FERNANDO MONGE
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EL L U G A R . D E L O S A N T R O P Ó L O G O S
18. N o voy a entrar a desarrollar aquí este tema que cuenta con una amplia biblio
grafía; baste recordar que algunos de los espacios que hoy habitamos en las ciudades
fueron diseñados para estas exposiciones, unos como arquitectura efímera que no fue
desmontada (como el caso de la Torre Eiffel de París), otros como salas de exposiciones
(como las que alberga el Retiro — el Palacio de Cristal y el Palacio de Velázquez— ubi
cados en una zona del parque real de El Retiro de Madrid, recién abierto al público en
tonces, y que acogió, en esos edificios, el pequeño lago artificial y la zona circundante, la
Exposición General de las Islas Filipinas de 1887, o las exposiciones de Ashanti africanos
en 1897, o la de esquimales en 1900).
135
FERNANDO MONGE
19. Bill Holm Center for the Study of Northwest Coast Art. http ://www.Washington,
edu/burkemuseum/bhc.
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EL L U G A R DE LOS A N T R O P Ó L O G O S
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FERNANDO MONGE
museo dedicado a los nativos. Hoy, tras su creación en 1989 por una
ley del Congreso, albergado en el edificio diseñado por un arquitecto
nativo y dirigido por un nativo del M useo Nacional del Indio Ameri
cano20, ocupa su lugar simbólico en esa calle que representa a todos los
estadounidenses. El M useo Nacional del Indio Americano, que tiene
otra sede en un edificio neoclásico de la ciudad de Nueva York (en la
antigua Casa de las Aduanas en Manhattan), es una institución pecu
liar. En este museo muchos de los conservadores no son antropólogos,
sino nativos, y la relación con sus comunidades es muy intensa, tanto
que conciben los museos comunitarios de los distintos grupos como
una extensión del M useo Nacional. Existe un sistema de ayudas que
permite el desarrollo de esos pequeños museos y abre la posibilidad
de exponer piezas o celebrar exposiciones del M useo Nacional en sus
locales. La revista que publican (American Indian) atestigua la vitali
dad artística y cultural de los nativos y promueve su desarrollo. Las
primeras exposiciones inauguradas en la antigua Casa de las Aduanas
de Nueva York, en 1994, All Roads are Good: Native Voices on Life
and Culture (Todos los caminos son buenos: Voces nativas sobre la
vida y la cultura) y Creation’s Journey (Viaje de Creación21) dejaban
claro al visitante su nuevo espíritu. Las culturas nativas no están muer
tas, sus obras de arte, sus obras maestras, significan algo para ellos y
en esas exposiciones podían escucharse las opiniones acerca de cómo
las entendían ellos mismos y, sobre todo, cómo las sentían. Al lado de
las interpretaciones de antropólogos e historiadores de arte, los guías
y la exposición abrían las perspectivas nativas sobre su mundo. En una
esquina habilitada para sentarse en tom o a un narrador, una anciana
relataba a quien lo deseaba historias de su pueblo. Los mensajes que
recibía el visitante no se limitaban, como he indicado, a la interpre
tación antropológica, sino que ofrecían la posibilidad de acercarse a
la visión ofrecida por los nativos y de interactuar con las piezas y los
guías que las mostraban. El museo no sólo ayuda a reforzar la identi
dad indígena y de enorgullecer a sus comunidades, sino que pretende
construir una sociedad multicultural basada en el conocimiento y res
peto mutuos.
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EL L U G A R DE L OS A N T R O P Ó L O G O S
L O S M U SE O S A N T R O P O L Ó G IC O S E N ESPAÑA
Y LA SO C IED A D M U LTIC U LTU R A L
22. El análisis y parte de las reflexiones que vierto aquí han surgido de una investiga
ción conjunta que realizamos M arisa González de Oleaga y yo sobre los museos en general
y el Museo de América en particular: «El Museo de América: M odelo para armar» (2007).
139
FERNANDO MONGE
23. http://www.museoreinasofia.es
24. Picasso. Tradición y Vanguardia (6 de junio / 4 de septiembre 2006): 25 años con
el Guernica (Madrid, M useo Nacional del Prado, Museo Nacional Centro de Arte Reina
Sofía, 2006).
25. Boston’s Childrens M useum (http://www.bostonchildrensmuseum.org, http://
www.bostonkids.org).
26. Museum of Fine Arts, Boston (http://www.mfa.org).
140
EL L U G A R DE L O S A N T R O P Ó L O G O S
141
FERNANDO MONGE
27. El Museo de América forma parte, tal como indica en su página web, de un
proyecto de investigación europeo Museos como lugares de Diálogo Intercultural (http://
www.mapforid.it en el que participan instituciones de Italia, Hungría, Holanda y Espa
ña). El Ministerio de Cultura de España y el M useo Nacional de Antropología también
participan en este proyecto piloto. He podido trazar la participación en este proyecto de
antropólogos y sus primeros resultados apenas se pueden evaluar. Entre otros, el Museo
Nacional de Antropología ha lanzado, en este marco, una iniciativa llamada Contamos y
nos cuentan. Diálogo intercultural en el Museo Nacional de Antropología en la que distin
tos representantes de la sociedad, expertos y no expertos (entre ellos inmigrantes), hablan
sobre una serie de piezas expuestas en el museo. Comparada con las experiencias que he
relatado de otros países, ésta parece un poco más cauta y recelosa de la toma de posesión
que puedan hacer de la pieza y del museo las comunidades invitadas a hablar.
142
EL L U G A R DE L O S A N T R O P Ó L O G O S
R E F E R E N C IA S B IB LIO G R Á FIC A S
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LA POSICIÓN DEL ANTROPÓLOGO
EN LA REVALORIZACIÓN DEL PATRIMONIO.
EL DILEMA DE LA «PARTICIPACIÓN OBSERVANTE»
EN LA BATALLA NAVAL DE VALLECAS
E lís a b e th L o r e n z i F e rn án d e z
Universidad Nacional de Educación a Distancia
145
ELÍSABETH LORENZI FERNÁNDEZ
lia Naval. Como etnógrafa y como autora de un libro sobre esta fiesta,
jugué cierto papel a la hora de legitimarla ante los medios de comuni
cación y la Administración. Y para desarrollar este capítulo sobre mis
argumentos acerca de la ética profesional, lo que hice fue atrapar las
controversias que generó la publicación de mi trabajo.
Antes de continuar debo advertir al lector que en este texto la cues
tión ética se ha convertido en un punto de partida para reflexionar
sobre los dilemas que sentí durante los procesos participativos que im
plicó mi práctica etnográfica. Pero para desarrollarlo no voy a hacer
hincapié en la fase del trabajo de campo, donde la observación par
ticipante juega un papel fundamental y donde podrían ubicarse cla
ramente los dilemas ante las oportunidades de participación. Davydd
Grenwood (2000: 27-49) reflexiona magistralmente sobre este m o
mento de la investigación y las implicaciones para la metodología de la
observación participante señalando cómo desestabiliza al investigador
el hecho de que sus «informantes» se sientan también participantes de
la observación. En mi caso, esta disposición no me generaba este con
flicto, sino que me hacía sentirme más cómoda porque sus formas y el
lenguaje me resultan familiares. Las controversias, en mi caso, llegaron
después.
Las reflexiones que voy a exponer a continuación se centran en las
cuestiones que surgen al devolver los resultados de la investigación; es
decir, cuando salí del sombrío refugio de la observación y quedé expues
ta a la luz de las observaciones de los observados, además del «público»
en general y de la academia.
Pero para explicar bien los dilemas que afronté, debo primero ex
poner por qué se generaba un clima de polémica en torno a la fiesta
de la Batalla Naval, y por qué este clima me forzaba a situarme como
antropóloga en una pequeña, pero compleja arena política local.
LA P O L É M IC A BA TA LLA NAVAL
Desde hace ya casi tres décadas, la Batalla Naval consiste en una gran
guerra de agua colectiva en la cual todos y todas son víctimas y verdu
gos. Con esta fiesta se conmemora y se defiende la irreverente y utópica
independencia de Vallecas, proclamando la localidad como Puerto de
Mar. Se celebra todos los años el domingo de julio más cercano a la
mitad del mes, como punto y final extraoficial de las fiestas del distrito.
El evento se convoca en el bulevar del distrito y allí, desde las cinco de
la tarde, llueve gente cargada con cubos y pistolas, con la sana intención
146
LA P O S I C I Ó N DEL A N T R O P Ó L O G O EN L A R E V A L O Rl Z A C I Ó N D E L P A T R I M O N I O
de mojar y recibir con buen humor los chapuzones propinados por los
demás. Gente arremolinada en torno a cualquier fuente de agua se apre
sura a llenar sus armas acuáticas para poder mojar a sus contrincantes.
Los que se disfrazan de piratas, marineros y bañistas excéntricos ponen
su nota de color. «Atrezzaturas» de barco representan sus propias bata
llas y la charanga y la percusión riegan el ánimo con desordenadas notas
musicales. Los cubos, pistolas y disfraces pincelan con su colorido la
alegría y la algarabía de una fiesta a la cual han acudido cada vez, en los
últimos años, más de siete mil personas.
Desde sus inicios, en julio de 1982, cuando se proclamaba por pri
mera vez «iVallekas, Puerto de M ar!», la Batalla Naval ha estado estre
chamente ligadá a los movimientos sociales del distrito, una densa y cam
biante red de asociaciones y colectivos, desde la cual se ha dinamizado
la vida cultural del distrito. Este hecho, junto a otros factores, ha ido
contribuyendo a fomentar una especificidad cultural vallecana, porque
se han ido creado referencias comunes, lugares y momentos de encuen
tro, tareas colectivas, conceptos, símbolos e iconos. Por otra parte, este
trabajo cultural ha ayudado a cimentar la idea de Vallecas como barrio
particular e independiente.
M i objetivo al investigar la Batalla Naval era llegar a comprender la
cabida que un evento así tenía en un distrito en rápida transformación,
y cuál era su papel en la conformación de una identidad vallecana tan
arraigada en el barrio, y en muchos elementos, ligada a una cultura de
izquierdas. Con el tiempo esta observación dio lugar a mi tesis doctoral
y a la publicación de un libro Vallekas Puerto de Mar. Fiesta, identidad
de barrio y movimientos sociales (Lorenzi, 2006).
El libro trata principalmente de responder la siguiente cuestión: ¿por
qué en Vallecas el sentimiento identitario de barrio se manifiesta de
forma tan intensa? M i trabajo no trata tanto de definir las condiciones
que propician un sentimiento que es difícil de medir, sino de exponer
la labor de promoción identitaria y de práctica cultural que llevan ha
ciendo durante tantos años los movimientos sociales y que se encarna
claramente en la Batalla Naval.
Esta fiesta se celebra sin interrupción desde 1982, pero conseguirlo
requiere un gran despliegue de esfuerzos y estrategias por parte de sus
promotores, ya que no se trata precisamente de un evento que destile
conformismo. Es una fiesta que proclama independencia y autonomía,
tanto en su forma como en su contenido. La manera de usar y reclamar
lo público en espacios y recursos (el agua) choca con las formas de en
tender esta gestión por parte de los representantes locales del ayunta
miento. Por otra parte, la alarma social >de los últimos años, generada
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ELÍSABETH LORENZI FERNÁNDEZ
1. Ofrezco aquí una pequeña muestra de los titulares de prensa más polémicos en
los últimos años: «La guerra de los rebeldes», E l País, 19 de julio de 1993; «La sequía no
amargó la ‘batalla naval’», Ya, 18 de julio de 1994; «La Batalla Naval de Puente de Valle-
cas terminó con la intervención de la Policía Nacional», ABC, 17 de julio de 1995; «Bata
lla Naval, batalla campal», E l País, 17 de julio de 1995; «La Batalla Naval clandestina de
Vallecas se salda con ocho detenidos», 16 de julio de 1996; «La edil de Vallecas prohíbe
la Batalla Naval por apología del terrorismo», E l Mundo, 18 de julio de 1998; «Ley Seca
en Vallecas», Diario 16, 19 de julio de 1999; «La Batalla Naval de Vallecas será una fiesta
pese a la prohibición», Diario 16, 17 de julio de 2000; «La edil de Vallecas autoriza la
Batalla Naval tras cinco años de prohibición», E l País, 13 de julio de 2001; «Los valleca-
nos ‘se mojan’ por un puerto de mar», E l Mundo, 15 de julio de 2002; «Batalla Naval en
plena sequía», ABC, 14 de julio de 2006; «Polémica en Vallecas por la batalla naval del
domingo», 20 Minutos, 13 de julio de 2007; «Vallecas libra una batalla de 80.000 litros
de agua para exigir mejores servicios sociales», E l Mundo, 20 de julio de 2008.
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significativas para mí, al mismo tiempo que quería poder ofrecer una
reflexión para los colectivos que trabajan dentro de estos parámetros.
El segundo momento tiene lugar durante el propio trabajo de cam
po, cuando uno despliega sus formas de observación participante. Se
podría afirmar que el método etnográfico se distingue de otras aproxi
maciones metodológicas por la implicación del investigador en el con
texto de investigación (Estalella y Ardévol, 2007) ya que su objetivo es
lograr una aproximación holística que implique a todos los actores. Sin
embargo, según Davydd Grenwood (2000: 27-49), ésta es una metodo
logía con ciertas peculiaridades, ya que privilegia la observación como
meta central y sólo invoca la participación de forma adjetivada. Esta
idea, con una fuerte carga positivista, evoca un observador separado
de/y distinto a sus «objetos» de observación.
Efectivamente, cuando uno se encuentra situado plenamente en su
trabajo de campo, tiene ya sus contactos establecidos y las rutinas de ob
servación normalizadas, es el momento en el que puede desarrollar una
nueva fase de compromiso en función de que el antropólogo se sienta más
o menos implicado con las personas con las que trabaja. Ello depende de
muchos factores: afinidad personal o política, posicionamiento metodo
lógico, tiempo, capacidades, demanda de los sujetos... En este momento
entran en juego dos sentimientos contrastados, pero complementarios:
la sensación de que uno se siente integrado y la de que converge con las
impresiones de choque, personal y/o cultural. En la tradición etnográfica
esto supone una de las fuentes de reflexiones más ricas para la descripción
etnográfica y el punto de partida básico para el análisis. Personalmente
y a la hora de referir mi experiencia de campo, sentía que existía cierta
mistificación del valor de este choque en el imaginario antropológico y
ello me llevó a preguntarme si es tan necesaria esta sensación de extraña
miento para identificar hechos culturales significativos.
No quiero decir con esto que sintiera una total identificación con mis
sujetos de estudio, pero en mi caso, el sentimiento de afinidad con las
iniciativas que estaba observando era más fuerte que el del choque y esto
hizo posible e incluso fácil que la observación participante se convirtiera
en participación observante, no sólo desde lo que pudiera ofrecer como
antropóloga, sino desde las demás facetas de mi persona (habilidades,
contactos...). Admito que fue esta sensación de identificación previa con
el objeto de estudio lo que me empujó a realizar simultáneamente tra
bajo de campo comparativo en un barrio de Milán (Italia), con el fin
de agudizar mis sentidos y tener una mayor capacidad de identificar las
peculiaridades y recurrencias de las categorías culturales a las que me
estaba acercando en Vallecas.
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emana del poder político. Estas estrategias no sólo son propias del po
der constituido, sino también del alternativo, del de la oposición, del
informal. Este fenómeno se dará con mayor impulso cuando esta opo
sición no pueda luchar abiertamente o con la misma fuerza en la arena
política. ¿Están todas las estrategias encaminadas a reforzar la legitimi
dad de la Batalla Naval?
Creo que la comprensión de este fenómeno será más completa si
atendemos a la reflexión de José Luis García García (1998) en torno al
concepto de patrimonio cultural, llamando la atención, no tanto hacia
lo que representa en sí mismo, sino a los procesos que genera. Ade
más de incidir en el concepto de patrimonio cultural como un mismo
fenómeno cultural que debe ser explicado históricamente, aporta una
idea que resulta muy útil para estudiar la Batalla Naval: el marco del
patrimonio cultural se convierte en un recurso y por ello adquiere una
dimensión política.
Esto lo podemos observar en las estrategias desplegadas tanto por los
indios Kuna de Panamá, como en el barrio de Vallecas. La bandera del
patrimonio cultural se convierte en un recurso en un contexto donde su
defensa es parte de la nueva generación de derechos, una punta de lanza
para conseguir una mayor autonomía. Si pensamos en cuál es el objetivo
principal de la Cofradía Marinera de Vallekas (la conservación específica
de esta fiesta) y cuáles son las estrategias que se manejan para conseguir
lo, daremos otro paso más en el análisis. El fin último del grupo gestor,
la Cofradía Marinera, aunque vaya encaminado a enfatizar una imagen
legitima de la Batalla Naval, no es reforzar una identidad vallecana, esto
es algo que se hace en el camino, sino defender la fiesta en sí misma por
que está en peligro, porque es independiente, divertida y parte de su vida.
Es aquí donde volvemos a situar al investigador ante la defensa del
patrimonio. Al hilo de esta cuestión, Silvia Paggi (2003: 95-98) nos re
cuerda que un elemento cultural es etnológico cuando es reconocido
en el ámbito de la disciplina. Importa poco que el elemento sea poten
cialmente etnológico (porque todos los son), importa su apropiación
por parte de los etnólogos. En general, los bienes tienen un aspecto
volátil que no es más que su contexto de uso. Según Paggi, la escritura
textual se convierte en el lugar de la mediación etnológica si se encuen
tra el equilibrio entre las exigencias de la investigación y la necesidad
de divulgación.
Por eso, de la misma manera que he identificado la importancia de
la activación cultural y la práctica identitaria en la articulación social
y cultural de Vallecas, me planteo por qué no participar con mi trabajo y
su devolución. Suele pasar que, ante la cuestión del patrimonio, el an
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LA IM PA RCIA LID A D D E LA C IE N C IA
Y L A O B SER V A C IÓ N PA RTICIPAN TE
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6. Este tema se trata en otros capítulos de este libro desde diferentes perspectivas.
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las figuras en tanto que observadores amateur. Es aquí donde el autor del
texto etnográfico se erige en ¡representador de las culturas.
Según Fernández (2008), a partir de los acontecimientos de los años
sesenta tiene lugar un punto de inflexión en la política de la narración
determinado por las luchas contra el colonialismo, la emergencia de
las contraculturas, las luchas feministas y la eclosión de nuevas formas
de concebir el mundo a las que se le ha asignado el ambiguo nombre de
posmodernidad. Se abrió la posibilidad de experimentar con los límites y
contenidos de la disciplina, pero también con las formas narrativas, en
la conciencia de que no es posible representar una cultura. En este sen
tido hay una fuerte corriente de autores, como James Clifford (2001),
que se abren al carácter reflexivo, polifónico y dialógico. Esta es una
característica que les une a las formas de representación de los movi
mientos sociales, eludiendo la paradoja de la soberanía.
Si por una parte la calidad de un producto antropológico se mide
por la profundidad de la inmersión del investigador en el contexto de la
vida de sus protagonistas, por la otra se exige el contrapeso de una agu
da y argumentada visión externa, un estilo de narración que lo marque
y suficientes referencias que den cuenta de su distanciamiento. Porque
la legitimidad del etnógrafo se construye en este frágil equilibrio entre
el dentro y el fuera.
Gracias a esta relación de preocupaciones metodológicas, quizás
pueda entenderse que mi intención es aportar reflexiones éticas sobre
la imparcialidad de la ciencia y el miedo a la ingeniería social que se
ha generado desde la aplicabilidad de la antropología en el periodo
colonial. Pero el objetivo de este texto no es ése, sino abordar el de
bate desde otro punto de vista, quizás desde el otro extremo. Para mí
la pregunta es: ¿hasta qué punto es ético mantenerse en el refugio de la
imparcialidad? Con esta pregunta mi intención no es relativizar hasta
el último extremo la naturaleza imparcial de la disciplina, sino señalar
que la tendencia más normalizada es la estigmatización de la obra del
investigador que se coloca en una posición.
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D E L A O B SE R V A C IÓ N PA R TIC IP A N T E
A LAS M E T O D O L O G ÍA S PARTICIPATIVAS
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LA A N T R O P O L O G ÍA Y L A IN T E R V E N C IÓ N SO C IA L
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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DE RESPONSABILIDADES, COMPROMISOS Y
OTRAS REFLEXIONES QUE LLEVAN A
LA ANTROPOLOGÍA APLICADA*
A lic ia Re C ru z
Department of Anthropology
North Texas University
D E V A LLECA S A N U EV A Y O R K , PA SA N D O P O R LA C O M P L U T E N SE
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ALICIA RE C R U Z
gran mayoría muy pobres. Había cuatro retretes sin agua para atender
las necesidades de los vecinoá. Algunas casas no tenían agua corriente.
Historias de hambre, muerte y bombardeos de la guerra civil pululaban
por doquier; creo que me llegaron antes que las de Caperucita Roja o
la Cenicienta. Aprendí pronto que pertenecía al mundo de los pobres,
de los humildes, al bando de los que perdieron y a uno de los barrios
que fue más castigado por el franquismo durante la postguerra. Qui
zás el temor y la rabia fueron responsables de que nunca se hablara o
discutiera de política con mis padres en mi casa. Aprendí también que
había nacido en el bando de «los de la capital», pues no había ni un solo
miembro de mi familia que no fuera de Madrid, lo que significaba que
no había ninguna posibilidad de ir de visita o vacaciones «al pueblo»;
es decir, que en los veranos, la oportunidad que tenía de «saborear» las
vacaciones era cuando íbamos al Parque Sindical de Madrid. Creo que
fue el hambre por conocer otros lugares que no fueran Vallecas lo que me
llevó durante mi adolescencia a desarrollar y nutrir una pasión desafo
rada por saber cómo eran, pensaban, jugaban los niños de otros lugares,
países y culturas. Por lo tanto, no es un accidente que eligiera Antropo
logía como carrera universitaria.
Cursé Historia en la Universidad Complutense de Madrid, en la es
pecialidad de Antropología y Etnología de América. Quedé fascinada
por el exotismo cultural con el que se me presentaban las culturas pre-
hispánicas americanas y caí rendida ante las posibilidades que ofrecía
el análisis estructuralista. El estructuralismo fue el modelo teórico que
me permitió conectar el ser humano, su conducta, su pensamiento y su
cultura, y admiraba la brillantez con la que Lévi-Strauss nos decía que
las estructuras del lenguaje son equivalentes a las de la sociedad, que es
posible descubrir estructuras universales del pensamiento humano por
que están formadas de oposiciones binarias que se entretejen a modo de
bricolaje de significados en cuentos, mitos y leyendas. Quizá lo que me
parecía más revolucionario del mensaje estructuralista era que no hay
forma de entender la realidad social sin el pensamiento crítico que nos
muestra la estructura profunda, el origen de la lógica cultural. Aunque
la discusión sobre ética en el trabajo antropológico no tuvo un papel
central en mi formación inicial, el discurso académico apuntaba a la
necesidad de establecer una clara distinción entre el sujeto y el objeto
del análisis; el mensaje implícito era que el trabajo antropológico no
debía interferir en la vida social de la comunidad, y que el antropólo
go debía evitar promover cambios en el grupo que estudiaba, tanto, que
intervenir era algo que se no consideraba ético. Los principios funda
mentales de mi entrenamiento y formación apuntaban a la distinción
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LA A N T R O P O L O G Í A A P L I C A D A
LA CU LTU RA MAYA:
D E «L O O T R O E X Ó T IC O » A «L O H U M A N O M ÁS C E R C A N O »
Cuando recibí una beca para asistir a uno de los cursos de verano en la
Universidad Menéndez Pelayo de Santander, tuve la oportunidad de co
nocer a Gary Gossen, jefe del Departamento de Antropología de la Uni
versidad de Nueva York, en Albany. El me habló de las ayudas que ofrecía
la Universidad a estudiantes extranjeros y me invitó a solicitar un puesto
de ayudante en su Departamento. Lo hice, me aceptaron y allí empezó mi
aventura profesional y personal en el Nuevo Mundo.
Corría el año 1985 y estaba recién licenciada en Antropología y
Etnología Americana por la Universidad Complutense de Madrid. En
SUNY Albany abracé con pasión el modelo de antropología simbólica e
interpretativa de Victor Turner (1967, 1969) y Clifford Geertz (1973).
Descubrir el concepto de «liminalidad» fue tremendamente liberador,
pues facilitaba el análisis del «proceso» cultural, instaba a pensar en «la
cultura» como un constante flujo de cambios y transformaciones y, sobre
todo, invitaba a proponer la articulación de la idea de caos y orden como
principio fundamental en el entendimiento de la cultura y sociedad.
Cuanto más leía a Clifford Geertz, más me apasionaba su humanismo
y la forma en que proponía entender la cultura: como texto en acción
que incita al antropólogo a una búsqueda explicativa de los significados
contenidos en las ideas, creencias y valores culturales.
Tuve la oportunidad de hacer mis primeras exploraciones de trabajo
de campo entre los mayas de Yucatán, en 1986, en una pequeña comu
nidad campesina, muy conocida en el ámbito antropológico norteameri
cano, Chan Kom. Avatares del destino me llevaron justo a la comunidad
maya en la que no quería acabar haciendo trabajo de campo, porque ya
la habían estudiado numerosos antropólogos, profesionales y aprendi
ces. Respondiendo a la llamada de «lo exótico», que había sido ya mati
zada por mi entrenamiento en el estructuralismo y el simbolismo, tenía
interés en la vida ritual y en la tradición oral de la comunidad. Aunque
tuve oportunidad de vivir en casas no tradicionales, con electricidad,
elegí una casa maya tradicional de bajareque y techo de guano. Todo
ello suponía que por fin podía culminar el sueño de estudiar y vivir en
tre un «otro» radicalmente diferente a mis orígenes en el asfalto urbano
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TE X A S Y SUS M IST E R IO S
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LIBER TA D H E R N Á N D E Z
Y LAS L E C C IO N E S D E A N T R O P O L O G ÍA A PLICA D A E N M É X IC O
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ANTROPOLOGÍA APLICADA
EN LA UNIVERSIDAD DEL NORTE DE TEXAS
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LA A N T R O P O L O G Í A APLICADA
DISCUSIÓN
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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LA A N T R O P O L O G Í A A P L I C A D A
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«NO ESTAMOS DE ACUERDO CON ALGUNAS
DE TUS INTERPRETACIONES»;
GESTIÓN DE LA INFORMACIÓN EN EL TRABAJO
DE CAMPO CON PERSONAS ESTIGMATIZADAS *
V irtu d es T é lle z D e lg a d o
Grupo de Investigación sobre Patrimonio y Culturas Populares
Centro de Ciencias Humanas y Sociales
Consejo Superior de Investigaciones Científicas
* Las reflexiones de este texto fueron enriquecidas por los comentarios de M ar
garita del Olmo y Fermín del Pino tras su exposición en una sesión del XXVIII Curso
Julio Caro Baroja del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en diciembre
de 2008. Posteriormente el texto fue discutido con Nancy Konvalinka quien me ayudó
a reconducirlo orientándome hacia otras experiencias similares que habían sido útiles
para reflexionar sobre la práctica antropológica. La versión final del texto que presenté
en dicho curso se ha beneficiado de los comentarios constructivos de Angeles Ramírez,
Elísabeth Lorenzi y José Mapril. A su vez, agradezco la confianza y amabilidad de Angel
Díaz de Rada, quien ha inspirado mis reflexiones al cederme, antes de ser publicado, el
ensayo que elaboró para este mismo curso. f
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quería decir con cada uno de ellos, porque yo tampoco estaba de acuer
do con las interpretaciones que ellos habían hecho de las intenciones de
mi texto. Algo fallaba. Como les dije, me encontraba en el camino de mi
investigación y si obtenía por escrito los comentarios a las referencias
que habían generado el malestar, podía procurar solucionarlo. Valga
este artículo como parte de mi intento de superar los malentendidos y
reflexionar sobre los posibles motivos por los que han podido surgir los
mismos.
Sobre el texto que yo escribí y las reacciones posteriores, hay varios
aspectos que destacar desde un punto de vista ético. En el caso que nos
ocupa, el contexto social y político en que se produce el texto es visto
de manera enormemente hostil por las personas que aparecen en él, al
ser observado inicialmente como un producto de ese contexto y ser leído
desde esa óptica. Se crea así una comunicación en la que los roles de emi
sor y receptor son distribuidos atendiendo a una supuesta escala de poder
en la que el emisor sería el redactor al que se le presupone la conniven
cia con el contexto hostil para el receptor (protagonista) del texto. Esta
situación viene a reforzar la afirmación de Steve Tyler, quien aseveraba
que no se puede decir que haya nada que es observado, ni nadie que esté
observando, sino que lo que se encuentra es una producción discursiva
construida en un diálogo mutuo entre distintos agentes o actores (Tyler,
1986: 126). Y el diálogo que pretendo entablar aquí, constriñe a sus
actores desde el momento en que parece establecerse entre oponentes
sociales y políticos.
La situación puede ser entendida como un ejemplo de la produc
ción de los procesos de «indexicalidad» o dependencia de significado
contextual y de «reflexividad» o doble proceso por el que los datos y
situaciones descritas en un texto y contexto se elaboran y modifican
recíprocamente, definidos por Graham Watson cuando reflexionaba so
bre algunas circunstancias en las que se lleva a cabo la metodología de
investigación antropológica (Watson, 1991: 75). Así, las palabras que
conforman el texto que elaboré se cargan de un significado contextual
que se impone a su voluntad descriptiva y analítica inicial, otorgándole
un nuevo significado que no podría tener si se hubieran escrito en un
contexto diferente social y político. Por esto, cuando sus protagonis
tas lo leen, no dejan a un lado la situación a la que se enfrentan en su
cotidianeidad diaria, sino que lo abordan desde la misma. Y en ella
adoptan un rol y otorgan otro a su autor/a, reflejando cómo entienden
el contexto, que como se ha dicho con anterioridad, contiene distintas
circunstancias con las que se estigmatiza a las personas gracias a las cua
les pudo escribirse el texto.
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1. Esta cita ha sido extraída de la edición inglesa original y traducida por mí. La
traducción completa del texto se incluye en este volumen.
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EL ESTIGMA
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LA M O R A L E N LA P R Á C T IC A A N T R O P O L Ó G IC A
Decía Angel Díaz de Rada que «los anclajes morales más firmes de un
etnógrafo se encuentran en el sentido común local, y así, en el con
creto compromiso de coparticipación y reciprocidad con las personas
del campo» (véase Díaz de Rada en este volumen). El problema de esta
afirmación aparece cuando se cree estar respondiendo a las relaciones
de reciprocidad dando a conocer un trabajo encomiable, pero el modo
con el que se describe su acceso a él rompe esas relaciones porque sus
protagonistas encuentran violencia en él. De esta afirmación me gus
taría destacar que el compromiso es válido e inicial, pero los anclajes
morales locales son conocidos a veces con posterioridad a la realización
del trabajo de campo, mediante los malentendidos que pueden crearse
una vez que se escribe sobre la experiencia en él. Aunque a lo largo del
trabajo de campo se pueda captar la sensibilidad ética y/o moral de las
personas con las que se investiga, no siempre se pactan las palabras que
se utilizarán al hablar de ellos y la devolución de los textos no suele ha
cerse antes de que éstos aparezcan publicados. Lo importante es tener
en cuenta que estas palabras tienen un contenido político que puede
poner en cuestión la moral y las intenciones con las que se ha vivido en
el campo o con las que se ha reflexionado lo ocurrido en él.
Aquí es donde reside el problema porque, si sólo decimos aquello
con lo que están de acuerdo nuestros informantes, ¿podremos ir más
allá del discurso y la práctica oficial para encontrar contradicciones o
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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GESTIÓN DE LA I N F O R M A C I Ó N E N EL T R A B A J O DE C A M P O
Tyler, S., 1986, 126, citado en R. G. Fox (ed.), Recapturing Antbropology. Wor-
king in the present: Santa Fe (Nuevo México), School of American Resear
ch Press: 73-92.
Wattson, G., 1991, en R. G. Fox (ed.), Recapturing Antbropology. Working in
the present: Santa Fe (Nuevo México), School of American Research Press:
73-92.
201
IRA EN IRLANDA*
N a n c y S c h ep er-H u g h e s
Universidad de California, Berkeley
«Bueno, Nancy, siento decirte que no eres bienvenida, ya no. ¿Te han
permitido alojarte en el pueblo?». Al oír estas palabras me invadió una
sensación de torpeza. Yo estaba de pie en la entrada de la casa de campo
de Martin que para mí había sido tan familiar, un caserío emplazado
en escarpadas colinas de An Colchan, que era un lugar compuesto de
nueve o diez granjas vetustas. En un tiempo fuimos buenos vecinos. En
el verano de 1974 Martin entabló amistad con nosotros a pesar de las
advertencias de sus hermanas mayores, hasta el punto de escudriñar mis
simpatías políticas por las distintas actividades del IRA en la localidad,
en las que tanto él como su extensa familia estaban implicados. «¡Ay!
Debería haber escuchado a Aine», dijo Martin.
A lo largo del último cuarto de siglo algunas de las memorias de An
Colchan habían sido esculpidas en piedra. Los nombres de los Moriarty
y O ’Neill estaban epigrafiados en las tiendecitas de West Kerry, para
dar a entender que esta casa pública, este nombre o esta familia eran
para siempre. Pero en esta ocasión, de lo que se estaba hablando era de
mi empeño (una calumnia desde la óptica del pueblo) en manchar el
buen nombre de la comunidad. Incluso un orgulloso nacionalista como
Martin me estaba dando el consejo de que tuviera en cuenta las adver
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NANCY SCHEPER-HUGHES
tencias del pueblo: «¿No esperarás recibir correo mientras estás aquí?»,
me preguntó de manera inquietante.
Martin conservaba una apariencia atractiva en su corta estatura,
ahora llevaba gafas de diseño con montura dorada y aquella tarde vestía
una impecable camisa blanca almidonada. Al lado de la puerta se po
día apreciar un coche nuevo reluciente. Su casa de soltero, que compar
tía algún fin de semana con una hermana mayor que vivía en la ciudad,
había prosperado sin lugar a dudas a lo largo de las últimas dos décadas.
Casi todos los signos de trabajo activo en el campo habían desaparecido:
no había trazas de heno en estos preciosos pero escasos días templa
dos de mitad de junio. Ni rastro del almiar que solía tener delante de la
casa. Una rápida mirada hacia la derecha era suficiente para comprobar
que el granero estaba vacío y completamente limpio. Además, la ropa
tendida en la cuerda fuera de la casa no incluía ni pantalones de peto
de trabajo ni camisas vaqueras. Lo que había sido una granja activa y
productiva se había convertido en la casa de campo de un caballero,
y ofrecía un tremendo contraste con lo que había sido en la infancia de
Martin, cuando su adorado padre, el patriarca de una gran familia, se
levantaba temprano las mañanas de invierno para bajar al mar a recoger
distintas especies de algas marinas de la zona, medio congelado, embo
zado en su camisa de faldones, y tratando de calentarse golpeando sus
fornidos brazos contra el pecho. Todo ello, antes de empezar el trabajo
real diario en la granja.
Cuando Martin era aún muy joven, la familia envió a un hermano
mayor y más fuerte a América con el objetivo de que Martin, uno de los
hijos más jóvenes y vulnerables, pudiera quedarse al cargo de la granja
familiar. A pesar de que el derecho de primogenitura todavía se respe
taba, el padre patriarca tuvo la libertad de elegir entre los hijos quién
le iba a heredar, y para ello tuvo en cuenta las habilidades, personalida
des, aptitudes y necesidades de sus hijos, y también las suyas y las de su
mujer cuando empezaron a envejecer. El padre se decidió por Martin,
pero en vida del señor, la granja había dejado ya de ser un medio de
vida envidiable, y por eso la rivalidad que hubiera podido surgir entre
los hermanos se transformó en simpatía hacia el que quedaba atrás para
cultivar la pequeña granja pedregosa de An Colchan. Los hermanos de
Martin que se desperdigaron, tuvieron suerte y consiguieron llegar a
pertenecer a las filas de la academia universitaria y del clero1.
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I RA EN I R L A N D A
emigraron, incluso comparados con los hijos de la clase trabajadora nacidos en las propias
ciudades.
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NANCY SCHEPER-HUGHES
VUELTA A CASA
Habían pasado veinte años desde que una joven y un poco descarada
etnógrafa, que venía con su familia tan poco convencional (un marido
greñudo, amable y hippie y tres niños pequeños indisciplinados), trope
zara, un poco aturdida y casi por omisión, con la relativamente aislada
y rocosa comunidad de Ballybran, justo encima del espléndido desfila
dero de Conor, en las montañas Slieve Mish, más allá de las Maharees,
en las orillas de la Bahía Brandon. Un lugar sin salida en la punta este
de la Península Dingle, en West Kerry.
Era el final de la primavera de 1974 y habíamos llegado al final
del camino, figurativa y literalmente. Habíamos pasado varias semanas
en un coche alquilado reconociendo el terreno de West Kerry y West
Cork, buscando una comunidad anglo-parlante (o al menos bilingüe),
suficientemente amable como para que nos aceptara durante un año de
trabajo de campo. Nuestras tentativas de procurarnos una casa solían
empezar con el cartero local o el párroco residente, pero siempre nos
contestaban que la gente que vivía en ese o en otro pueblo no iba a ver
con buenos ojos el hecho de que un observador extranjero se instalara a
vivir en la propia comunidad. El trabajo de campo etnográfico era aún
un concepto extraño para la gente del campo, una gente que era cono
cida por su extraordinaria hospitalidad, lo extremadamente reservados
que eran y por la lealtad familiar. Los turistas que venían a pasar la esta
ción de pesca del salmón en la península Dinge eran una cosa, suficien
temente molesta ya, pero una antropóloga escritora que viniera a vivir
era algo totalmente distinto. En un país que se dedica a prohibir libros
y reverencia la letra escrita al mismo tiempo, cualquier autor tiene que
aprender a pisar con cuidado y a elaborar un plan de huida rápida.
La primera vez que llegamos a Ballybran me presenté y presenté
a mi familia al pastor local de la bellísima media-parroquia con cierta
inquietud. Mis documentos oficiales no me sirvieron para deslumbrar
a este sacerdote con los pies en la tierra. Lo que sí conseguí es que
hicieran cierto efecto las cartas que traía escritas por el cura de una
universidad local, donde se decía que tanto Michael como yo éramos
«suficientemente buenos católicos», aunque quizá un poco caprichosos,
en nuestro entusiasmo post-concilio Vaticano II, en lo que se refería a
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E N R E C O N O C IM IE N T O D E LA E T N O G R A FÍA
3. Esta sección está inspirada en una discusión entre Seamus Heaney y Robert Haas
sobre «el arte de traducir poesía» en la Universidad de California en Berkeley, el 9 de
febrero de 1999.
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entonces pensamos: «Sí, voy a ir allí y a ver si puedo volver con una
narración, una historia natural, una descripción densa (llámese como
se quiera) que podría enriquecer nuestra forma de entender el mun
do». Igual que cualquier otra forma de traducción, la etnografía tiene el
mismo objetivo que un depredador y un escritor. N o se hace «a cambio
de nada», de una forma totalmente desinteresada, es por algo, muchas
veces para ayudar a entender, da lo mismo que sea la esquizofrenia, que
una proyección de temas culturales o las formas de resolver los dilemas
humanos perennes sobre la reproducción de los cuerpos, las familias,
los hogares o las granjas.
El propio Seamus Heaney (1999) cuando habla de su ambicioso
proyecto de traducir el «Beowulf»* recurre a una metáfora generativa
basada en la relación de los vikingos con Inglaterra e Irlanda, distin
guiendo entre el periodo que se conoce como los ataques vikingos y
el que se denomina de asentamiento. El ataque es un excelente motivo
para una traducción poética. El poeta puede atacar la poesía italiana
o alemana y volver con una especie de «botín» llamado, por ejemplo,
«imitaciones» de Homero o «imitaciones» de Virgilio. Alternativamen
te, como hizo el propio Heaney en la traducción de Beowulf, el poeta
puede aproximarse a la traducción como si se tratara de «asentarse»,
lo que significa entrar en la obra «haciéndola propia», apoderándose
de ella para sus propios propósitos artísticos. Esta última perspectiva
requiere más tiempo porque es necesaria la imaginación: uno cambia la
obra y la obra le cambia a uno.
De la misma manera se podría decir que hay una forma de «incur
sión» y una de «asentamiento» a la hora de llevar a cabo una traducción
antropológica, aunque tenemos garantizado el hecho de que en nuestra
disciplina, ambas perspectivas pueden convertirse en las peores pesa
dillas. Ninguna de las dos posturas tiene muchos adeptos en el mun
do postcolonial en el que la mayoría seguimos trabajando. En nuestro
vocabulario «incursión» fue lo que Margaret Mead hizo algunas veces,
entrando en una cultura en busca de una idea o una práctica que pudie
ra ser útil para las madres jóvenes de Boston o los adolescentes de Los
Angeles. Otra forma de incursión es el tipo de investigación «rápida y
sucia» que a veces hacemos con un objetivo concreto: evaluar un pro
grama de prevención de SIDA en Bostwana o en cualquier otro lugar,
de una agencia internacional o gubernamental, sobre la supervivencia
* El legendario héroe de un poema inglés anónimo del siglo vin que vence a un
monstruo y se convierte en rey, pero luego muere luchando contra un dragón (http://
www.wordreference.com). (N . de la T.)
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L A H U ID A D E L C O N E JO : LA PARTIDA
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4. De acuerdo con la tradición de West Kerry, se espera que los «viejos» sientan la
llegada de la muerte, que generalmente suele estar representada en el dicho «La muerte
no ha salido aún de Cork de camino para venir a buscarme», o «Me ha dado, he sentido
el golpe en el corazón». Muchos viejos vecinos hablan con gran satisfacción del momento
en que su madre o padre ancianos se metieron en la cama y mandaron a buscar al sacer
dote diciendo: «H oy es mi último día», o «Seguro que no llego a la noche». Una manera
más discreta de señalar que la muerte está próxima era pedir la última comida, cuando los
viejos pedían el Lon na Bais, la «tía» Ana explicaba lo siguiente:
«Una mañana, como dos semanas después de que yo volviera de América, me llamó
mi padre a la cabecera de su cama y me pidió que le llevara un gran cuenco de té y dos
rebanadas finas de pan recién hecho. ‘Padre’, dije yo, ‘debe estar equivocado. Nuestra
gente no ha usado cuencos desde hace más de un siglo. Supongo que querrá decir una
taza grande de te’ . ‘Es un cuenco lo que quiero’, replicó. Le ofrecí coñac para aliviarle el
dolor, pero me paró y me dijo: ‘N o hija mía, no necesito ya eso, ya tomé suficiente cuando
era niño. Hoy voy a ver a D ios’. Así que le llevé el té y la tostada, lo dejé al lado de su
cama, pero nunca llegó a tocarlo. Se quedó sentado en la cama sonriendo y esperando
con ansiedad. Murió aquella noche... ¿verdad que fue una muerte bonita? Era lo que los
antiguos llamaban Lon na Bais, la comida de la muerte».
226
IRA EN I R L A N D A
R E F E R E N C IA S B IB LIO G R Á FIC A S
Arensberg, C., 1937, The Irish Countryman, Garden City (N.Y.), Natural His-
tory Press.
Bateson, G. et al., 1963, «A Note on the Double Bind», Family Process, 2: 154-
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Birdwell-Pheasant, D., 1998, «Family Systems and the Foundations of Class in
Ireland and England», The History ofthe Family, 3/1: 17-34.
Bourdieu, P., 1977, Outline o f a Theory o f Practice, Cambridge, Cambridge
University Press. ¡
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NANCY SCHEPER-HUGHES
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«MI COLEGIO SIN MÍ»: DILEMAS EN LA DEFINICIÓN
DE MI ROL COMO ETNÓGRAFA*
C arm en O su n a N e v a d o
Becaria MAEC-HECI
Centro de Ciencias Humanas y Sociales
Consejo Superior de Investigaciones Científicas
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LA D E F IN IC IÓ N D E M I PR O PIO R O L
7. Todas las frases en cursiva, de aquí en adelante, han sido extraídas literalmente
de mi diario de campo.
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10. Nombre ficticio de la profesora que debía dar clase en ese momento; la misma
con la que yo había hablado momentos antes.
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CARMEN OSUNA NEVADO
R E L A C IÓ N C O N L O S A L U M N O S
11. Término empleado por los autores. Personalmente prefiero hablar de personas
clave o importantes para la obtención de información.
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A M O D O D E C O N C L U S IÓ N
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CARMEN OSUNA NEVADO
en las que me sentía como una alumna más a la que podían regañar
por hablar, o por poner cara de aburrimiento durante las explicaciones;
pero en otras me sentía fiscalizada por algunos alumnos y contemplada
como profesora. Esa doble identificación causaba una indefinición en
mi papel que me hacía sentir incómoda.
Por otro lado, creo que es muy complicado mantenerse al margen
en un espacio donde las relaciones de poder están tan marcadas y de
un modo tan claro, habiendo, por tanto, dos grupos bien diferenciados:
profesores y alumnos. Tomar partido —en algunas situaciones— no es
siempre fácil y la pregunta de si se habrá hecho bien o no, se repite una
y otra vez.
Quiero señalar, una vez más, que quizá lo más desesperante — si
se me permite la palabra— fue la inseguridad que causaba la certeza
de que nadie tenía claro cuál era mi verdadero rol ni mi función en el
aula: ¿Era yo la que no sabía explicarme o ellos los que no termina
ban de sentir interés y, por tanto, no les importaba qué hiciera o dejara
de hacer? Supongo que la sensación podría haberse disipado con una
observación más larga ¿o no?... En todo caso, quizá la definición del
propio rol de antropóloga sea uno de nuestros desafíos más grandes a
la hora de hacer trabajo de campo: cómo actuar y hasta dónde actuar.
Cuando se establecen relaciones de confianza con personas, estable
cer estas fronteras puede resultar muy complicado. Graciela Batallán
(1994: 99) se refiere a la observación participante como «más observa
ción que participación». Pero... ¿qué pasa cuando el orden se invierte
o se iguala? Quizá es ahí donde los problemas éticos se vuelven inevi
tables en cualquier trabajo de campo, sea cual sea su naturaleza.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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DILEMAS EN LA D E F I N I C I Ó N D E MI R O L C O M O ETNÓGRAFA
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DELITOS DE OMISIÓN.
MÁS ALLÁ DE ESCRIBIR O NO ESCRIBIR:
ACTUAR O NO ACTUAR
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M IS C A M P O S: PALOS D E C IE G O Y M U C H O A U TO BÚ S
2. Los huertos son una forma de propiedad característica de Murcia. Cuentan con
una casa, por lo general grande y con un jardín de uso particular, pero también y en el
mismo terreno, con cultivos de cítricos de extensión variable.
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DELITOS DE O M I S I Ó N
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DELITOS DE O M I S I Ó N
te el que les resultó más útil adoptar, fue combinar una estancia más o
menos prolongada con visitas más cortas a otros lugares. Por su parte,
y en la compilación esta vez de C. W. Watson, Kate Gardner, con la que
encuentro muchos puntos en común que desarrollaré más adelante, ha
bla de un trabajo previo con migrantes en el lugar de destino, el Reino
Unido, y de un trabajo de campo relativamente tradicional en el origen,
Bangladesh, donde, dice, tuvo «la suerte de encontrar un lugar en el que
trabajar con relativa rapidez» (Gardner, 1999: 53) en el que permaneció
por un periodo de quince meses. Yo no fui tan afortunada: tardé cerca de
un año en encontrar mi campo. Pero tuve muchos otros campos, peque
ños, algunos tan pequeños como Brenda, su marido y su bebé.
Tuve la enorme suerte de conocer a Julia Ortega, que entonces tra
bajaba en UNICEF, en Quito a través de una amiga común peruana,
y de que ella me presentara a Marcia Cevallos en Guayaquil. En casa
de Julia tuve mi cuartel general y mi casa; era al lugar al que regresa
ba cuando necesitaba un respiro y el lugar desde el que partía cuando
reponía fuerzas7. En la costa8, con Marcia sentí siempre que volvía a la
civilización (y lo subrayo) y que tenía una amiga «de las de antes», «de
las de después», de mi vida al margen de la antropología.
La primera vez que llegué a Guayaquil se esperaba de mí que me
alojara con Brenda, pero tuve la precaución de instalarme de entrada en
un hotel algo oscuro del centro de la ciudad. Cuando conocí a Brenda
nos pareció evidente a las dos que no podía instalarme allí. No había
dónde. Y sin embargo durante mucho tiempo su casa fue mi casa de
Guayaquil. Aquí, de nuevo, la palabra «gradual». Durante un mes alqui
lé una habitación en casa de Marcia, mi amiga periodista, con la suerte
de que entre su casa y la de Brenda (entre un planeta y otro) no había
más que un paseo de quince minutos.
Se esperaba de mí —lo esperaba su madre en España y lo espera
ba Brenda que había sido mentalizada a distancia— que me alojara con
Brenda, que la protegiera, que me asegurara de que el parto iba bien, que
la asistiese económicamente, que le facilitara los papeles para su reagru
pación en España... Los antropólogos no son los únicos que «utilizan» al
«otro». Los informantes son seres humanos que persiguen también sus
propios objetivos y que manejan las estrategias que consideran oportu-
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PILAR LÓPEZ RODRÍGUEZ-GIRONES
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DELITOS DE O M I S I Ó N
una pregunta. «Si viaja después de las seis VAN a violarla». Y me quedé
muchas, muchas, muchas más veces. La primera vez que tuve que que
darme en El Triunfo, después de un funeral, lo hice en un hotel. Elegí
mal, pasé mucho miedo y no lo repetí. Después me quedé una noche
en el recinto10 que visitaba. Después dos. Pasados unos meses acudí a
una fiesta... Y en mi segundo año ese recinto junto a El Triunfo se fue
perfilando como mi campo, casa tras casa a lo largo de un camino era
una casa de migrantes, aunque la migración había pasado a un lugar
secundario entre todo lo que ahora resultaba de mi interés. Los últimos
seis meses viví allí, con la que también se iba perfilando como mi fami
lia. N o mi familia de adopción, sino mi familia. Con Brenda hacía un
año que no hablaba, vivía ella ya en España, en Totana, y nuestra rela
ción había cambiado, porque las relaciones cambian como cambiamos
las personas. Yo estaba en el campo y Brenda, que había sido el campo,
no; había pasado al recuerdo. ¿Pero es que Totana no era también el
campo?
Y si Totana era el campo, porque mucho tiempo antes lo había sido
aunque de manera superficial y porque de tanto en tanto pasaba por allí,
en mis permisos de becaria, entonces tengo que hablar ahora de Tomás.
En Totana conocí a Tomás, dos meses antes de viajar a Ecuador. La
verdad es que me gustó mucho desde el primer momento, pero la idea
de una relación con él no se me pasó por la cabeza, era demasiado dife
rente, demasiado «otro». Volví a España la primera Navidad, Tomás se
declaró, salí huyendo en un tren. Volví a España en mayo... y «caí»: esta
vez no huí. Pasamos tiempo juntos durante mis quince días de vacacio
nes, volví a Ecuador, nos peleamos telefónicamente y no volvimos a ha
blar en ocho meses. Volví a España en septiembre y no nos vimos, volví
de nuevo la siguiente Navidad y volví a caer. Desde febrero del segundo
año hasta que regresé definitivamente a España en octubre hablamos
mucho por teléfono y en los últimos meses empezamos a convencernos
de que éramos novios transnacionales. Por eso Tomás nunca estuvo en
el campo, no en Ecuador.
Durante diez meses después de mi regreso, cuando ya había termi
nado (¿o no?) mi «trabajo de campo», Tomás siguió viviendo en Tota
na y yo en Madrid, pero teníamos ya una relación «seria» y «formal».
Finalmente Tomás vino a vivir a Madrid conmigo, seis meses después
llegó su hijo de Ecuador, cinco meses después nos dejó, después llegó la
10. Un «recinto» podría equivaler a una aldea española, un pequeño núcleo rural
poblado. En realidad el lugar que visitaba no tenía siquiera la categoría de recinto, aunque
seguiré refiriéndome al mismo como si lo fuera.
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11. N o obstante quiero hacer notar que otras relaciones a las que apenas (o en abso
luto) hago aquí mención fueron y son igualmente significativas.
12. Aunque podría reaparecer en cualquier momento...
13. «Simpática» en Ecuador significa «guapa», en España «agradable en el trato».
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habían pasado desde que dejó de convivir con la que había sido su mujer
no había vuelto a tener «mujer» y quería proteger a sus hijos de rumores
e inquietudes. Sus hijos vivían en Quito, a cargo de otras personas14 y yo
evité desde un principio todo contacto con ellos. Pero como los campos
se mueven porque las personas lo hacen, su hijo se trasladó a la costa
cuando yo ya estaba allí... y al conocerme me dijo con bastante inten
ción: «¿mi papi tiene novia?... porque yo quiero que tenga»... pero no le
contesté.
Llevaba ya meses visitando El Triunfo cuando me peleé telefóni
camente con Tomás. Puede que sí sea ético tener una relación en el
campo, por qué no, pero quizá no sea lo más conveniente, quizá sea
demasiado arriesgado para uno mismo, y desde luego yo me alegré mu
cho entonces de que Tomás estuviera tan lejos. Después de esa pelea que
fue muy dura y parecía definitiva sentí terror: sentí que me quedaba sin
tesis ahora que por fin había encontrado mi campo. ¿Cómo iba a visitar
a la familia de Tomás cuando Tomás y yo no nos hablábamos? ¿Cómo
iba a pisar la casa en la que ahora vivía su hijo? ¿Cómo evitar el engaño
y al mismo tiempo no traicionar el deseo de Tomás? Pero fui capaz de
resolverlo adecuadamente. A los pocos días me encontré con la sobrina
de Tomás en un lugar fuera del recinto, quería hablar con ella. Esta
sobrina es particularmente cercana a Tomás, su confidente, había bus
cado y había conseguido mi amistad desde que pisé por primera vez El
Triunfo y es además especialmente carismática, es una líder natural no
sólo en su propia familia sino quizá en todo el recinto y más allá. Sin
entrar en detalles le expliqué que había tenido algunos problemas con
su tío y no quería engañarles al respecto, que estábamos muy enfadados
y ya no éramos amigos. Y Diana lo resolvió rápido: «Pilar, no te voy a
mentir, te recibimos por mi tío. Pero ahora eres nuestra amiga». Punto
y final. A partir de ese momento comencé a quedarme de verdad en el
recinto. N o sé qué explicaciones daría o dejaría de dar al resto de la fa
milia, pero todos me trataron siempre con mucho respeto, los que sos
pecharon algo fueron tan discretos como yo misma, me dieron la bien
venida entre ellos y me sentí cómoda y querida. Por mí misma. Y olvidé
que eran la familia de Tomás, ese señor que estaba tan lejos del campo.
Y cuando finalmente, un año después, pasamos a convertirnos en
eso que he llamado «novios transnacionales» dejé que el rumor se ex
tendiera de forma natural, me disculpé en Milagro con los antiguos cu
14. Como Tomás, su madre vivía también en España, en Madrid. A ella no la conocí
hasta mucho después de haber regresado de Ecuador; nunca ha estado en ninguno de mis
campos.
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PILAR LÓPEZ R O D R lG U E Z -G IR O N ÉS
15. Sobre esto mismo, véanse textos de Dubistch (1995) y Gardner (1999).
16. En realidad, «humilde» y «tranquila» serían términos más acordes con el discurso
«nativo».
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DELITOS DE O M I S I Ó N
rracharme esta vez, sí estaba eufórica y relajada como ellos. Estaba con
la familia de la antigua mujer de Tomás17. La noche antes algunos se
enteraron por primera vez de que Tomás y yo éramos «enamorados»,
y habían bromeado con ello, pero el anfitrión, don Milton, todavía no
lo sabía y yo quería que se enterase para evitar sentirme incómoda. N o
sé cómo, don Milton comenzó a hablar de Tomás. Decía «para guapo
mi cuñado; ¡siendo yo mujer, me acostara con él!»18. Y yo contesté ante
al corro: «¡Y yo!». Se rieron. Doña Clotilde, la mujer de don Milton
se reía: «¡M ira la española! ¡Y pensábamos que era coco!». Y sin saber
muy bien lo que decía, un poco intimidada por ser el centro de aten
ción, contesté: «Pues no». Tiempo después recapacité e indagué: «coco»
significa «virgen». Así que bebiendo cerveza, delante de una audiencia
que me rodeaba en corro y que además pertenecía en su mayor parte
a la familia de la esposa de Tomás, me declaré no virgen e hice público
que había tenido relaciones sexuales con Tomás. N o pasó nada. Don
Milton levantó la cerveza: «¡Brindo por mi cuñado!», y doña Clotilde
me pidió que fuera un día la madrina de su boda con don Milton, con el
que convivía ya cerca de cuarenta años. Hacía dos años que compartía
bailes y risas con ellos, era comadre ya de dos de sus hijas, de una de
ellas conocía toda su vida personal, ¿iba a cambiar algo ahora porque
yo no fuera «coco»? Lo único que cambió es que ahora mis comadres
también me preguntaban a mí sobre sexo.
Si he relatado esta anécdota es porque me ayuda a ilustrar ese pro
ceso de cambio, cambio en las dos partes, desde que se inicia la rela
ción del antropólogo con el informante hasta que se convierte en algo
distinto, hasta que la noción de la diferencia comienza a difuminarse.
Sin duda, desde que «la española» deniega una invitación para quedarse
en Milagro por miedo y por vergüenza y se queda sólo forzada por las
circunstancias sin saber cómo llenar los silencios de las muchas horas
por delante, hasta que esa misma española, en ese mismo lugar, bromea
sobre su virginidad con un grupo de borrachos, su manera de actuar en
el campo ha cambiado. Sobre ello continuaré hablando en los siguientes
apartados: si vamos a plantearnos consideraciones éticas sobre la con
ducta del antropólogo en el campo, o sobre la posibilidad de utilizar o
no lo que se le contó, estimo que es desde ahí, desde la idea de cambio
y de proceso desde donde debemos hacerlo.
17. Aunque lo cierto es que legalmente seguían casados, hacía ya más de diez años
que no convivían y nadie les consideraba como «marido» y «mujer».
18. «mi cuñado sí que es guapo... ¡si yo fuera mujer me acostaría con él!».
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PILAR LÓPEZ RODRÍGUEZ-GIRONÉS
SO B R E N O H A BLA R (N O E SC R IB IR ):
C O N SID E R A C IO N E S E N T O R N O A L «O T R O » Y E L «N O S O T R O S »
19. Pero, porque quizá sí sirva de algo, muchos de los nombres que aparecen en este
texto son falsos, como imprecisos algunos de los lugares.
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PILAR LÓPEZ R O D R ÍG U E Z- G IR O N ÉS
¿Casarme con un hombre del pueblo? [...] la idea hubiera parecido de
masiado extraña, impensable incluso. Los del pueblo pertenecían a un
mundo muy lejano al mío, y estábamos además separados por educación
y por clase (Dubisch, 1995: 29).
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DELITOS DE O M I S I Ó N
que estaba viendo de frente la cara a la miseria y que nunca sería capaz
de convertirme en una intrépida antropóloga. La sensación de pavor, de
inseguridad, era entonces frecuente, en Totana y en Ecuador. H oy la
entrevista la hubiera realizado tumbada sobre la cama y sin grabadora,
el orinal no lo hubiera visto... ni olido. Las casas de caña, como las de ce
mento por terminar de construir me parecen ahora residencias de verano
realmente agradables... sólo a veces, pocas, recuerdo que no hay dinero
para ir al doctor.
Pero en esos primeros tiempos sentía también que tenía permiso
para contarlo todo. Tenía permiso porque me lo concedían... y porque
eran «el otro». Era capaz de ver, ya entonces, la diferencia en el inte
rior del «nosotros» y deseaba a menudo escribir sobre esas distancias,
tan dolorosas a veces. Pero no podía: porque de la intimidad del «no
sotros», del más cercano, del que está cargado de afectos y envidias,
recelos y necesidades, no se escribe. N o se debe, no se tiene permiso y
sería una deslealtad hacerlo. Junto a esa frustración sentía un malestar
que era una advertencia, me parecía que considerar que del «otro», de
su intimidad, sí que se podía escribir, significaba de alguna manera des
humanizarlo. Hacerlo más otro, «reforzar lo que nos divide y debilitar
nuestro sentido de común humanidad» (Bolton, 1995: 140).
La cuestión es que el tiempo construye nuevos «nosotros». ¿Qué
sucede entonces cuando el «otro» se convierte en un «nosotros», en otro
«nosotros» del que también formo parte, aunque parte, quizá, extraor
dinaria? ¿Qué sucede entonces con los permisos?
Cuando comencé mi tarea, los informantes consintieron en relatar
me a mí, una extraña, los «secretos» de su vida y consintieron en que
esos secretos se hicieran públicos un día, con garantías de anonimato
algunos y con ansias de protagonismo otros. Pero poco a poco para
muchos dejé de ser una extraña, sabían que algún día escribiría un libro
sobre ellos y yo misma les advertía, de tanto en tanto, de que seguía
observándolos, pero con muchos, ésa pasó a ser una cuestión secundaria
de nuestra relación (y sin duda hoy lo es). ¿Seguía teniendo su permiso?
¿Hasta cuándo? ¿Para contar qué y qué no? ¿Lo tengo ahora o lo tendré
en el futuro si mi relación con ellos cambia, como seguro cambiará?
Brenda fue muy generosa contándome desde un inicio aspectos
de su vida que a mí me parecían profundamente íntimos. Pero mucho
después Brenda también, llorando, me confesó algo que nunca había
contado a nadie20. La consolé como pude y no hablamos de permisos.
20. A lo que por supuesto no hago ninguna referencia en este texto, ni directa ni
veladamente.
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PI L AR. L Ó P E Z RODRÍGUEZ-G1RONÉS
21. Así, «la investigadora y sus informantes son ambos y al mismo tiempo cambiados
y agentes de cambio» (Gardner, 1999: 52)
260
DELITOS DE O M I S I Ó N
C A SO S/D ILE M A S
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PILAR LÓPEZ RODRlGUEZ-GIRONÉS
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DELITOS DE O M I S I Ó N
3. Cuando Brenda iba a partir para España supe que estaba min
tiendo a Jorge, que confiaba plenamente en ella, en un aspecto que
podría perjudicarle gravemente, aunque no sabía realmente hasta dón
de pensaba llegar. No avisé a Jorge por no traicionar la confianza23 de
Brenda, pero sí intenté que tomara medidas que le protegieran. Brenda
actuó mal, no mal según mis valores, sino mal también desde los suyos.
Una vez en España Brenda se arrepintió y corrigió la situación que había
creado. Antes yo le había escrito un correo electrónico expresando mi
disgusto y me contestó diciendo que estaba de acuerdo con mi «repe
lada». Si no hubiera cambiado ella de opinión creo que yo me hubiera
sentido siempre muy culpable. Interferí y lo sigo haciendo en muchas
ocasiones, cuando mi malestar es mayor que no hacerlo.
22. Cuya ayuda, en éste como en otros momentos en que la he necesitado, ha sido
inestimable. M ás allá de un respaldo institucional, M anolo García Solaz me brindó tam
bién el apoyo humano que necesitaba, por lo que le estoy muy agradecida.
23. Y este saber de unos lo que no querían que otros supieran ha sido —y es— una
constante durante mi trabajo de campo con la que he tenido que debatirme para cada caso
particular.
263
PILAR LÓPEZ RODRÍGUEZ-GIRONÉS
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DELITOS DE O M I S I Ó N
25. Parte del proceso de contextualización es también saber qué se puede esperar de
las instituciones. M is expectativas respecto a una posible acción de la policía no eran las
mismas después de dos años de residencia que después de dos meses...
26. Cuando yo misma releo mi texto me pregunto a veces si no tendría entonces una
visión distorsionada de la «realidad»; al fin y al cabo, parece, nunca «pasó nada». N o creo
que sea así. Si ninguno de los casos relatados condujo a una muerte, nada permitía saber
qué podía y no podía suceder. He escuchado las suficientes historias violentas de personas
cercanas como para saber que no era sólo mi imaginación la que me hacía temer lo peor.
265
PILAR LÓPEZ R O D R ÍG U E Z - G IR O N ÉS
que he escogido para este texto), son situaciones en las que sufrí y no
quiero rememorar. Si puedo hacerlo es porque ahora no tengo relación
con los protagonistas, porque he puesto distancia, no física sino vital.
Porque en lo fundamental he salido del campo.
A M O D O D E C O N C L U S IÓ N
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DELITOS DE O M I S I Ó N
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PI L AR. L Ó P E Z RODRÍGUEZ-GIRONÉS
A N E X O : LA N IÑ A ...
25 de enero de 2006
268
DELITOS DE O M I S I Ó N
Os lo envío ahora, para que veáis que algunas cosas siguen siendo las
mismas (las preocupaciones) y otras son muy diferentes: principalmente
ahora soy mucho más cínica y me conmuevo menos para bien y para
mal... y comienzo a defenderme de los revoltijos emocionales... pero sigo
siendo más o menos buena gente, no creáis: -)...
Noviembre de 2004
269
PILAR L Ó P E Z RODRÍGUEZ-GIRONÉS
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
270
DELITOS DE O M I S I Ó N
271
HABLAN LOS NIÑOS.
EVALUACIÓN CRÍTICA DE PLAZAS Y ESPACIOS VERDES.
LA «OPINIÓN EXPERTA» DE NIÑOS DE LAVAPIÉS
PARA REFORMAR SU ESPACIO VITAL*
W altrau d M ü l l a u e r - S e i c h t e r
Departamento de Antropología Social y Cultural
Universidad Nacional de Educación a Distancia
273
WALTRAU D MÜLLAUER-SEICHTER
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LA O P I N I Ó N DE N I Ñ O S DE L A V A P I É S P A R A R E F O R M A R SU E S P A C I O V I T A L
ANTECEDENTES
3. Véase también: Perrazo (2003), Tonucci (2é06), Alderoqui (2000) y Miller (2007).
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W ALTRAU D MÜLLAUER-SEICHTER
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LA O P I N I Ó N DE N I Ñ O S DE L A V A P I É S PARA R E F O R M A R SU E S P A C I O VITAL
INTENCIONES
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14. Esta anotación tiene que ver con el interés que el aspecto de género tenía en
nuestro trabajo, relacionado con los resultados del que realizó un grupo interdisciplinar
en los parques de Viena.
15. Origen: 2 España, 5 Ecuador, 2 Colombia, 1 Venezuela, 1 República Dominica
na, 5 M arruecos, 1 India.
16. La observación participante durante el periodo de investigación muestra que la
intervención por parte de la policía para despejar la plaza era casi nula.
17. La plaza tiene dos entradas: una desde la calle de Embajadores, y la otra, desde
la calle de M esón de Paredes.
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WALTRAUD MÜLLAUER-SEICHTER
18. Agradecemos en general la cálida acogida que nos mostraron las personas que tra
bajan en «Paideia», tanto en la dirección (plaza de Tirso de Molina) como en el centro de día
(plaza de Agustín Lara), especialmente los monitores de los grupos: Ruth, Óscar, Javi y Alicia.
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LA O P I N I Ó N DE N I Ñ O S DE L A V A P I É S PARA R E F O R M A R SU E S P A C I O VITAL
Fotografía de W. Müllauer-Seichter.
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Fotografía de W Müllauer-Seichter.
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Fotografía de W Müllauer-Seichter.
21. Tal como está elaborado el dibujo, se entiende que lo generaron los monitores,
recogiendo las ideas en la discusión con los niños. Este paso se desarrolló en nuestra au
sencia, un «plus» añadido que nos dedicaron los niños y los monitores.
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Fotografía de W Müllauer-Seichter.
22. Creemos que el «alquiler de bicis y cascos» parece ser una idea apoyada por los
monitores. l
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WALTRAUD MÜLLAUER-SEICHTER
Las preguntas que hicimos a los niños fueron, por orden: ¿De dón
de vienes? ¿Qué te parece el cambio de la plaza? ¿Por qué te gusta / no
te gusta?23.
J o sel: Me parece bien... pero con bastantes peligros para los niños [por
que] si..., porque estas barras están así... oxidadas y los niños pequeños
se las meten en la boca. Y se pueden cortar... [<?Yesto ha mejorado en la
reforma?] No, todavía no.
A y e n : Me gustaría que la cambiaran [Y eso, ¿por qué?] Pues el parque in
fantil, que hagan un cambio para que no entren perros... ya había mucha
gente que se ha resbalado por culpa de los excrementos... Y poner sillas
cómodas, para las señoras mayores...
D a m iá n : Me gustaría también que cambiaran el parque (tiene el brazo
escayolado) que la parte de la me he caído sea más baja (risas entre los
niños)... es la parte que tiene el tobogán...
M a n u e l : A mí me gustaría que cambiasen el parque y quitasen el porche
y también los zigzags, porque ahora no puedes pasar con las bicis.
J o n a t h a n : Yo también quiero que quiten eso (zigzags) porque ahora que
queremos jugar fútbol no podemos....
J e n n if e r : Me gustaría que quitaran todo y lo volviesen a hacer de nuevo
como en este dibujo... (risas de los demás), ¡pues sí, así y ya está!
M e l is a : Deberían cambiar la entrada del garaje. Porque nos tapa (la
puerta y las ventanas del centro «Paideia»), Entonces habrá más espacio.
En las dos puertas pueden entrar las personas. ¡Pues, que quiten una!
(¿Cuál?) La que tenemos delante y que tapa también las flores, la otra
(casi incorporado en una de las escaleras que bajan a la plaza) no molesta
a nadie..., que la gente entra allí.
23. En estas entrevistas habrá que tener en cuenta que estamos trabajando sobre los
contenidos de las fotos sacadas.
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T e l é fo n o s
J onathan: ¡Sí hay, aquí en la esquina hay un locutorio!
J e n n if e r :¡Todos tienen teléfono! (se refiere al hecho de los móviles).
S a id a : ¡Pero no hay cabinas, en la plaza! ¿Estás ciego? (risas).
F u e n t es
S aea : ¡ N o hay!
D ia n a : Si c u a n d o e s ta m o s ju g a n d o y te n e m o s se d , te n e m o s q u e ir d e n
t r o ... d e b e r ía h a b e r u n a p o r lo m e n o s .
S aida : Sí hay, en el Casino, hay tres, una está llena de arena, sólo hay
una que funciona.
S afa : ¡¡Ya te dije que aquí no había!!
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W A LTRA U D MÜLLAUER-SEICHTER
C ésped
J onathan: ¡Sí hay, en el Casino! ¡Pero muy poco, cuando llueve se ve la
arena! ¡Y dicen que está prohibido pasear perros, pero hay muchísimos
perros!
I s m a e l : Me gustaría hacer volteretas, tirarme al suelo, ¡ahora te haces
daño!
Para la mayoría de los niños que acuden al centro «Paideia», las pla
zas y el parque también forman el entorno que frecuentan con sus fami
liares, o, en algunos casos, bajan solos para encontrarse con sus amigos.
Según lo que nos cuentan los niños a esta edad, a diferencia de las niñas
que suelen venir con las madres y otros familiares, los chicos ya acuden
ppr su cuenta para quedar aquí con sus amigos. Lo que observamos
entre los niños del centro, que se compone en su mayoría de niños de
inmigrantes, es que se refleja una experiencia de una avanzada autono
mía en comparación a niños autóctonos de su edad, una realidad que
coincide con las observaciones en el ámbito germánico y en Austria. Otra
conclusión es que los niños tienen desarrollados criterios muy claros so
bre la calidad del mobiliario urbano, lo que queda claro en su discusión
sobre la naturaleza de los bancos:
290
LA O P I N I Ó N DE N I Ñ O S DE L A V A P I É S P A R A R E F O R M A R SU E S P A C I O VITAL
lista de los chicos en relación con sus deseos sobre el mobiliario urbano
de la plaza. Una explicación de esto puede encontrarse en la filosofía
educativa de «Paideia» que se inclina en el trabajo por nivelar, tanto las
diferencias de género, como de país de origen.
JEN NIFER d e sc r ib e el d ib u jo d e la s c h ic a s:
Hay una hamaca, pues aquí, las bicis, los cascos... eh, puedes montarte
en el tren para conocer el barrio, o también para ir a la piscina (no hay
ninguna cerca) o jugar el ping-pong. Hay un merendero, por si estás
cansado de jugar o tienes hambre. Y... una huerta y una fuente...
RESULTADOS Y CONCLUSIONES
291
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WALTRAUD M Ü L L A U E R-S E I C H T E R
como una intervención preventiva para que los niños y jóvenes, sobre
todo aquéllos con una situación familiar más complicada, no se desvíen
hacia la marginalidad.
Como queda reflejado en este texto, a veces el trabajo de campo
nos desvía de la puesta en práctica estricta de las técnicas metodológi
cas que proponíamos al inicio de la investigación, y ello es debido a las
peculiaridades que muestra el «campo real» donde recogemos los datos
e interactuamos con aquellos que nos aportan conocimiento. Aunque
hubiéramos deseado más interacción directa con los niños, al fin y al
cabo, los protagonistas de esta investigación, pensamos que el resulta
do de generar una voz más en el abanico de opiniones sobre el diseño
urbano ha valido la pena. Las reglas del juego nos las cambiaron los
monitores del centro «Paideia», pero quizás nos ayudaron a llegar a los
resultados por otro camino que antes no vimos. En este sentido resulta
valiosa la siguiente reflexión de Paul Willis:
EL TIEMPO NO SE DETIENE.
LO QUE OCURRIÓ EN LAVAPIÉS MIENTRAS TANTO
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Fotografía de W. Müllauer-Seichter.
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W A L T R A U D M Ü L L A U E R-S E I C H T E R
nuevo qué entendemos por él, han surgido una serie de actividades en
Lavapiés, durante y después deíla realización de nuestro estudio. Quere
mos acabar este texto con el breve relato de una iniciativa que aumenta
la calidad de vida en el barrio para los niños. Es interesante también el
hecho de que ha surgido, como muchos de los fenómenos que se mues
tran en el espacio público, de repente y por iniciativa personal. En este
caso, en otoño del 2007, trabajando con «Padeia», nos dimos cuenta de
que en una tarde soleada paró un camión en la plaza, «descargó» con
la ayuda de niños y padres, vecinos de la plaza, un tremendo rollo que
se convirtió en una cancha verde de tamaño gigante, sacaron además
varios elementos móviles de la furgoneta y en unos minutos se montó
un campo de fútbol entre todos, y gracias a él, durante un par de horas
pudimos observar una plaza llena de vida, alegría y complicidad entre
grupos de distintos intereses.
Tales escenas no parecían comunes aquí. En Viena, por ejemplo, sí
lo son, porque el ayuntamiento organiza este tipo de actividades desde
hace años en varios parques de la ciudad, sobre todo en aquellos que
cuentan con gran porcentaje de niños inmigrantes que suelen acudir en
su mayoría solos y saben los días y horarios de los grupos de animadores
que vienen para emprender actividades creativas y deportivas27.
Fotografía de P. Aillapán.
27. Gerlich, Ritt y Schawerda (1997); Jessen, Scháfers y Weeber (2002) y Lebensmi-
nisterium (2004).
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WALTR.AU D MÜLLAUER-SEICHTER
Fotografía de W. Müllauer-Sichter.
Concluimos este texto con una apuesta por la esperanza que supuso
la observación a lo largo de los últimos meses: aunque el espacio público
está sometido en muchas ocasiones al diseño y a la estética global, que
deja a veces poco lugar para las necesidades locales de la gente que lo
frecuenta, al mismo tiempo, ese mismo espacio impide la visualización de
nuevos fenómenos sociales y los problemas que surgen del cambio social.
Queda por hacer una última observación que es importante men
cionar: Lavapiés es uno de los barrios en que la gran mayoría de los
niños que juegan en la calle o en las plazas suelen ser hijos de inmigran
tes; prácticamente nunca hemos visto jugando en la calle a niños de la
clase intelectual española que ha elegido residir en este barrio por su
carácter bohemio o «multicultural». Esto quiere decir que precisamente
estos niños educados y preparados por sus padres para una convivencia
sobre la base de la tolerancia y la igualdad con otras culturas no llegan a
tener en la práctica contacto con los niños inmigrantes. Cuando regre
san por la tarde en los autobuses escolares y se reúnen con sus madres
o cuidadoras (inmigrantes) ya no tienen tiempo para «bajar a la plaza» a
jugar. En general conocen mejor el entorno de su colegio en otra zona
de la capital que el de la plazoleta a la vuelta de la esquina de su casa.
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LA O P I N I Ó N DE N I Ñ O S DE L A V A P I É S P A R A R E F O R M A R SU E S P A C I O VITAL
Resulta extraño, pero los niños que todavía gozan de libertad de jugar
en el espacio socializado de las calles y las plazas en este barrio (y otros
parecidos) suelen ser hijos de la comunidad gitana y de una gran varie
dad de diferentes grupos de inmigrantes.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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SUJETOS COMO OBJETO DE ESTUDIO*
M a tild e F e rn á n d e z M o n tes
Instituto de Lengua, Literatura y Antropología
Centro de Ciencias Humanas y Sociales
Consejo Superior de Investigaciones Científicas
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MATILDE FERNÁNDEZ MONTES
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SUJETOS COMO OBJETO DE E S T U D I O
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SUJETOS COMO OBJETO DE E S T U D I O
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MATILDE FERNÁNDEZ MONTES
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SUJETOS COMO OBJETO DE E S T U D I O
309
MATILDE FERNÁNDEZ MONTES
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SUJETOS COMO OBJETO DE E S T U D I O
del forastero, quien asimismo le hizo creer que ella era el amor de su
vida. Sin embargo, no sólo fue abandonada en el pueblo tras quedar em
barazada, sino que, incluso, tiempo después y ya casado con una inglesa,
mientras la muchacha esperaba el regreso de su amado, el autor efecti
vamente volvió, pero fue para arrebatarle a su hija con el pretexto de
proporcionarla una mejor educación. Al parecer no tenía ningún interés
por los numerosos vástagos masculinos que también dejó en el pueblo y
Juliana nunca más volvió a tener contacto con la niña, lo que la sumió
en la profunda tristeza y melancolía que la acompañaron hasta su muerte
(Taller de Creación, 2007). Los homenajes que a nivel andaluz y nacional
ha recibido Brenan no han aplacado la baja consideración que aún hoy
día tienen los habitantes de Yegen, los cuales, por el tiempo transcurrido,
sólo conocen la historia por los relatos de sus antecesores.
La utilización de los datos obtenidos en «La Red» y el trabajo de
campo virtual tampoco están exentos de problemas éticos, por el con
trario, el manejo de la información se puede complicar hasta extremos
inverosímiles, más aún si se combina el trabajo de campo real, con el
virtual, tratando de respetar los intereses y valores éticos y morales de
los sujetos objeto de estudio. Pero, en este caso concreto, con el noble
propósito de sacar a la luz comportamientos escasamente éticos, me voy
a permitir la libertad de reproducir a continuación la serie de «Comen
tarios» que siguen a un artículo sobre la relación de Gerald y Juliana
descargados de una página web sobre literatura, de libre acceso y, ade
más, los de mayor relevancia van firmados con nombres y apellidos.
311
MATILDE FERNÁNDEZ MONTES
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SUJETOS COMO OBJETO DE E S T U D I O
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MATILDE FERNÁNDEZ MONTES
hay normas y experiencias ajenas que nos guiarán, pero al final el estar
o no estar a la altura de las circunstancias, con un comportamiento mo
ralmente ejemplar, casi siempre es fruto de la improvisación. Y, además
de las circunstancias concretas, depende de la calidad humana de cada
persona y esto es algo personal e intransferible.
R E F E R E N C IA S B IB LIO G R Á FIC A S
314
ANTROPOLOGÍA Y CUIDADOS:
DILEMAS ÉTICOS EN LA INVESTIGACIÓN
CON PACIENTES
M a n u e l M oren o P re c iad o
Universidad Europea de Madrid
INTRODUCCIÓN
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MANUEL MORENO PRECIADO
1. Recomiendo para los estudiosos el documento Guía de las fuentes para el estudio
de la emigración española elaborado y editado por el Centro de Documentación de la
Emigración Española (CDEE) de la Fundación 1.° de Mayo, Madrid, 2008.
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DILEMAS ÉTICOS EN LA I N V E S T I G A C I Ó N CON PACIENTES
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MANUEL MORENO PRECIADO
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DILEMAS ÉTICOS EN LA I N V E S T I G A C I Ó N CON PACIENTES
muy discutido trabajo realizado hace ya bastantes años por David Ro-
senhan (1973), titulado Acerca de estar sano en un medio enfermo, que
está considerado como el paradigma de la investigación encubierta, en
el que los investigadores se introdujeron como falsos pacientes menta
les en diferentes psiquiátricos, ninguno de ellos fue detectado como tal,
y por ello Rosenhan concluyó que los diagnósticos psiquiátricos sólo
estaban en la mente de los psiquiatras.
En ese sentido, la investigación encubierta con pacientes no goza de
buena prensa y, efectivamente, yo también pienso que en los estudios
de campo con metodologías cualitativas es preferible —y, por supuesto,
más ético— actuar de forma descubierta. Pude comprobar que, aunque
parezca que «a escondidas» sea más fácil conseguir datos, al final de for
ma descubierta, y quizá con algo más de tiempo y paciencia, los datos
se obtienen igualmente. Se podría pensar que decirle a una enfermera
que uno va a acompañar mientras hace sus tareas y rutinas con los pa
cientes podría llevar a ésta a actuar de otra forma distinta de la habitual
mostrando sólo aquello que le interesa. Sin embargo, eso no suele ser
así; al menos en mi experiencia pude constatar que los profesionales,
al poco de estar con ellos, se olvidan de que están siendo observados y
actúan de forma natural.
En una ocasión, un enfermero se mostró reticente a que hiciera ob
servación participante en su consulta, decía, porque dado que los pa
cientes no estaban al corriente de mis observaciones y no habían dado
su consentimiento, no le parecía ético; y, claro, hice la observación en
otra consulta. Entiendo que cuando lo que se está investigando son las
interacciones cotidianas entre personas y las prácticas rutinarias, no sus
aspectos íntimos, esas objeciones son exageradas, aunque respetables. En
este sentido, insistí con mis «porteros» en que dieran la más amplia
información y en que las observaciones se hicieran en lugares y con las
personas que se consideraran más favorables; aunque, claro está, no es
posible llevar esto hasta el punto de decir en una habitación de pacien
te: «Me está acompañando un investigador de campo, ¿da su aproba
ción para que entre en la habitación?».
Creo que vale mucho más la pena decir abiertamente lo que uno
pretende y observar hasta donde sea factible y, cuando se cierre un es
pacio, intentar abrirlo en otro lugar o circunstancia. Esto también suce
de con las entrevistas pactadas, donde pude constatar que informando
adecuadamente del objeto del estudio, las personas que aceptan suelen
ser más colaboradoras y dan una información más rica.
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MANUEL MORENO PRECIADO
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DILEMAS ÉTICOS EN LA I N V E S T I G A C I Ó N CON PACIENTES
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MANUEL MORENO PRECIADO
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DILEMAS É T I C O S EN LA I N V E S T I G A C I Ó N CON PACIENTES
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MANUEL MORENO PRECIADO
por tanto más temible, la parte oculta que la visible. Por ello, desvelar
los prejuicios requiere del investigador el despliegue de una serie de
habilidades y estrategias —por ejemplo, ganando la confianza del infor
mante— que permitan que esos prejuicios afloren. Cabe preguntarse:
¿no es abusar de la confianza del informante captar sentimientos que no
expresaría en un ámbito más público?
También con relación al prejuicio es necesario saber discernir lo que
es un prejuicio de carácter general, un prejuicio étnico, y lo que es par
ticular de un paciente inmigrado, o lo que es aplicable a cualquier tipo
de pacientes. Un análisis ligero nos puede llevar a una visión etnicista de
los hechos observados; por ejemplo, podemos pensar que un paciente
rechaza la comida porque no es culturalmente congruente, y a lo mejor
resulta que el rechazo se debe a que la comida está fría, mal cocinada,
o simplemente a un estado de inapetencia. Hay, pues, que hilar muy
fino antes de afirmar la existencia del prejuicio étnico; en este sentido
es necesario contrastar lo que los actores dicen con lo que hacen, y de
ahí la importancia de las observaciones de campo, ya que nos podemos
encontrar con sorpresas. Por ejemplo, en una de mis observaciones en
uri servicio hospitalario de obstetricia, con gran presencia de pacientes
inmigrantes, escuché frases cargadas de prejuicios hacia ellos — algu
nas podrían considerarse como abiertamente racistas— , que si son unas
guarras, que no quieren a los hijos, que los maridos son todos machis-
tas, etc., y, sin embargo, luego en la observación de las prácticas me he
encontrado con actitudes muy humanas y un trato respetuoso y cariño
so con los mismos hacia los que se habían expresado frases que podrían
hacerme pensar en un rechazo de carácter étnico. Es necesario ser muy
cuidadoso y no precipitarse en el análisis, porque la expresión abierta
de prejuicios obedece, a veces, a contiendas y problemas existentes en
un determinado contexto. En el caso referido, la explicación había que
buscarla en el contexto de desmotivación y deterioro del clima laboral
existente en ese momento entre el personal sanitario; también influyó,
claro está, el hecho de que las manifestaciones estaban dirigidas al inves
tigador y se realizaron desde la confianza que inspira un «compañero».
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DILEMAS ÉTICOS EN LA I N V E S T I G A C I Ó N CON PACIENTES
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MANUEL MORENO PRECIADO
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MANUEL MORENO PRECIADO
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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DILEMAS ÉTICOS EN LA I N V E S T I G A C I Ó N CON PACIENTES
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CONCLUIR EL INICIO DE UN PROCESO
DE REFLEXIÓN CONJUNTA
P ila r C u c a ló n
Centro de Ciencias Humanas y Sociales
Consejo Superior de Investigaciones Científicas
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PILAR C U C A L Ó N
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Fuera y dentro del lugar de estudio vivo toda una serie de situacio
nes perversas para mí. Incomoda y cuestiona mi moral el no enfren
tarme a ellas directamente, ¿por qué no hacerlo?, ¿por qué no actuar
ni en el campo ni fuera de él? Preguntas que quedan para un debate
posterior.
CONTAR O NO LO INTERESANTE
¿Por qué lo interesante nunca sale?, se pregunta Pilar López al narrar los
afectos, contradicciones, conflictos y soluciones tomadas antes, durante
y después de su etnografía entre España y Ecuador.
¿Cómo contestaría Nancy Scheper-Hughes a esta pregunta? A la luz
de su artículo compilado en este libro, diría que siempre debemos res
peto y empatia en nuestra escritura a las personas de nuestro estudio.
Manuel Moreno Preciado indica que es la propia ética del investigador
la que limitará sus actividades indagatorias frente a una persona, preser
vando sus derechos en cada momento.
M e aventuro a contestar a la sugerente e interesante pregunta de
Pilar López, manifestando que mostrar en nuestros textos algunas infor
maciones expresadas por parte de los actores sociales en una situación
comunicativa concreta va más allá de los intereses de la investigación,
así como de aquello que se espera que pueda aportar al campo para el
que se escribe. Las personas hacia las que se dirigen nuestras miradas
y preguntas, aunque puedan olvidar que somos investigadores como
consecuencia de nuestra estancia prolongada en su día a día, saben qué
hacer, qué decir y cómo hacerlo ante nuestra presencia. Se trata de una
situación como otras de su vida, marcada por relaciones de poder, en las
que cada uno acaba jugando un papel.
A la hora de analizar y escribir es preciso hilar fino y no dejarse
llevar por las primeras impresiones. En este sentido, Manuel Moreno
explica que en su estudio sobre la diversidad cultural en salud era nece
sario confrontar las frases abiertamente racistas de algunos profesiona
les sanitarios hacia sus pacientes, con lo cariñoso (como el autor las de
fine) de las acciones de estos mismos profesionales hacia estos mismos
usuarios. A esto añade la importancia de contextualizar el día a día de
los centros hospitalarios en el clima de precarización al que se ven so
metidos. Ser minucioso en el trabajo de campo implicaría para Waltraud
Müllauer-Seichter incorporar las imágenes de actores sociales muchas
veces olvidados, como son los niños.
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PILAR C U C A L Ó N
C O N C L U S IÓ N
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Brasil, Barcelona, Ariel.
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ACERCA DE LAS AUTORAS Y AUTORES
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DILEMAS ÉTICOS EN A N T R O P O L O G I A
Angel Díaz de Rada (Madrid, 1963) se doctoró en la UNED en 1993 con una
tesis en el ámbito de la Antropología de la Educación. Ese trabajo fue publicado
con el título Los primeros de la clase y los últimos románticos. Una etnografía
para la crítica de la visión instrumental de la enseñanza (1996). Angel Díaz de
Rada ha realizado trabajo de campo en el Valle del Jerte (España), dos institu
ciones escolares de Madrid, la ciudad de Leganés (Madrid), una oficina de aten
ción al ciudadano de la Comunidad Autónoma de Madrid, y en Guovdageaidnu
(Noruega). Por orden de realización, estos trabajos de campo tienen reflejo en
los siguientes trabajos, entre otros: J. L. García, H. Velasco y otros, Rituales
y poceso social (1991); la tesis doctoral mencionada; F. Cruces y A. Díaz de
Rada, La ciudad emergente. Transformaciones urbanas, campo político y campo
asociativo en un contexto local (1996); H. Velasco, A. Díaz de Rada y otros, La
sonrisa de la institución. Confianza y riesgo en sistemas expertos (2006); A. Díaz
de Rada, «¿Dónde está la frontera? Prejuicios de campo y problemas de escala
en la estructuración étnica en Sápmi» (2008), Revista de Dialectología y Tradi
ciones Populares, LXIII/1: 187-235. A lo largo de este repertorio de trabajos de
campo, Angel Díaz de Rada ha perseguido (y sigue persiguiendo) unas pocas
obsesiones básicas. En el plano teórico, el examen de la cultura expresiva en el
contexto de instituciones burocráticas, desde las escolares hasta las etnopolíti-
cas, y la formación de los vínculos humanos allí donde las burocracias buscan
producir sistemas abstractos de acción. En el plano metodológico, estas dispares
experiencias de campo, que sólo cobran sentido en el seno de la producción
etnográfica, han ofrecido una gama de pruebas para una idea general, carente
por completo de originalidad: el valor de la etnografía (cuanto más clásica me
jor) en el examen de las sociedades contemporáneas. A este respecto, el trabajo
fundamental ha sido el siguiente: H. Velasco y A. Díaz de Rada, 620 09 [1996],
La lógica de la investigación etnográfica-, su última publicación lleva por título
Cultura, antropología y otras tonterías (2010); los dos últimos títulos publica
dos en esta misma editorial.
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ACERCA DE LAS A U T O R A S Y A U T O R E S
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ACERCA DE LAS A U T O R A S Y A U T O R E S
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DILEMAS ÉTICOS EN A N T R O P O L O G Í A
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ÍNDICE GENERAL
Contenido.............................................................. .................................................................... 7
B a g a t e l a s d e l a m o r a lid a d o r d in a r ia . L o s a n c l a je s m o r a le s d e u n a ex p e
r ie n c ia e t n o g r á f i c a : Angel Díaz de R ada .......................................................... 57
¿ Q u é d e m o n io s h e d i c h o ? .......................... .............................................................. 57
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DILEMAS ÉTICOS EN A N T R O P O L O G I A
Q u im é r ic o s p r o p ó s i t o s ................................................................................................ 59
U n e n u n c ia d o m o r a l ...................... j ............................................................................ 60
B a g a t e l a s ............................................................................................................................ 63
In te r su b j e t i v i d a d ........................................ .................................................................... 68
G r a n d e s p r i n c i p i o s ............................................................................ ........................... 71
R e fe r e n c ia s b i b l i o g r á f ic a s ........................................................................................... 74
C o n f l ic t o d e in t e r e s e s . R e f l e x ió n so b r e u n t rabajo d e ca m po e n la e s
cu ela: Margarita del Olmo .............................. ........................................................ 77
I n t r o d u c c i ó n ................................................................................................................... 77
E l p r o b le m a d e l a c c e s o a l tr a b a jo d e c a m p o .................................................. 79
C o n f lic t o s d e in te r e s e s p r o v o c a d o s p o r m i t r a b a jo d e c a m p o e n la
c l a s e ............................................................................................................................... 81
C o n flic to s d e in te re se s en tre lo s r e sp o n s a b le s d e la s A u la s d e E n la c e .. 87
E n b u s c a d e la r e c ip r o c id a d d e l t r a b a jo d e c a m p o . C o n c lu s io n e s p a r a
u n d e b a t e .................................................................................................................... 89
R e fe r e n c ia s b ib lio g r á f ic a s .......................................................................................... 92
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ÍNDICE GENERAL
L a a n t r o p o lo g í a y la in te r v e n c ió n s o c i a l ........................................................... 167
T r a s la d a r e l d ile m a é t i c o ............................................................................................ 168
R e fe r e n c ia s b ib lio g r á fic a s ......................................................................................... 169
«N o esta m o s d e a c u e r d o c o n a lg un a s d e tus in t e r p r e t a c io n e s » : g e st ió n
DE LA INFORMACIÓN EN EL TRABAJO DE CAMPO CON PERSONAS ESTIGMATIZA
DAS: Virtudes Téllez D elgado ................................................................................... 187
L a s m a la s in te n c io n e s d e s p r o v is t a s d e m a la i n t e n c i ó n ............................. 189
E l e s t i g m a ............................................... ........................................................................... 193
L a m o r a l e n la p r á c t ic a a n t r o p o l ó g i c a ............................................................... 196
G e s tió n d e la in f o r m a c ió n d e l t r a b a jo d e c a m p o c o n p e r s o n a s e s tig
m a t i z a d a s .................................................................................................................... 199
R e fe r e n c ia s b i b l i o g r á f i c a s .......................................................................................... 200
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DILEMAS ÉTICOS EN A N T R O P O L O G Í A
A n t r o p o l o g ía y cu id a d o s : d ilem a s é t ic o s e n la in v e st ig a c ió n c o n pa cien
tes: Manuel Moreno Preciado.................................................................................. 315
I n tr o d u c c ió n .................................................................................................................... 315
E tic a y b io é tic a : ¿d e q u é e s ta m o s h a b l a n d o ? ................................................. 319
T r a b a jo d e c a m p o e n s a lu d : ¿y u s te d q u é h a c e a q u í ? ................................ 323
E l « c u lt u r a lis m o » : u n d is c u r s o p o c o é tic o ....................................................... 326
E tic a , in v e stig a c ió n , c u id a d o s y d iv e r s id a d : r e fle x io n e s f i n a l e s .......... 330
R e fe r e n c ia s b i b li o g r á f i c a s .......................................................................................... 334
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