Sei sulla pagina 1di 261

¡Apoya al autor, comprando sus libros!

Este documento fue hecho sin fines de lucro, ni con la intención de


perjudicar al Autor(a). Ninguna correctora, traductora o diseñadora del
foro recibe a cambio dinero por su participación en cada una de nuestros
trabajos. Todo proyecto realizado por Paradise Books es a fin de complacer
al lector y así dar a conocer al autor. Si tienes la posibilidad de adquirir sus
libros, hazlo como muestra de tu apoyo.

¡Disfruta de la lectura!
Staff
Moderadora de traducción
Maeh

Traductoras
Ivy Fer26
∞Jul∞ Alysse Volkov
Bella Black Rose
Lipi - Lipi cjuli2516zc
Valentina D. Taywong
Fiorella Sam89
Kariza Liz De Rossi
Maeh

Corrección y Revisión Final


* Andreina F*

Diseño
Maeh
Indice
Sinopsis Capítulo 12
Prólogo Capítulo 13
Capítulo 1 Capítulo 14
Capítulo 2 Capítulo 15
Capítulo 3 Capítulo 16
Capítulo 4 Capítulo 17
Capítulo 5 Capítulo 18
Capítulo 6 Capítulo 19
Capítulo 7 Capítulo 20
Capítulo 8 Capítulo 21
Capítulo 9 Capítulo 22
Capítulo 10 Próximo libro
Capítulo 11 Sobre el autor
Sinopsis
Jane
Siempre he estado por mi cuenta. Mi vida solía consistir en nada más
que trabajo, manteniendo a Allen lejos de los problemas, y si tuviese
tiempo, dormir. Entonces me convertí en su sirvienta.

Max
Cada día más de medio millón de personas sintonizan mi programa.
Ellos confían en mí. Sé eso porque soy el único hijo de la prominente familia
Emerson. Me gusta creerlo debido a que soy honesto, sin importar qué
historia esté reportando. Soy honesto sobre todo excepto por el hombre
que he estado follando por los últimos cuatro años… y ahora ella.

Wesley
Quiero tres cosas: La primera a Maxwell Emerson y Jane Chapman,
ambos en mi cama. La segunda ser el mejor maldito chef del país. La
tercera, averiguar cómo obtener simultáneamente lo primero y segundo
que quiero sin que ninguno de nosotros salga lastimado.

Tres personas. Una historia de amor.


La vida nos da algo que difícilmente podríamos imaginar.
—Marcel Proust.
Prologo
Traducido por Ivy & ∞Jul∞

Jane
Sábado
Nunca conocí a mis padres, pero me gustaría pensar que hubieran
querido más para mí que solo cacahuetes rancios, brillantes sujetadores
push-up, y tragos en el cuerpo. Sin embargo, desde que me dejaron en
una casa de drogas en algún lugar de la avenida Fremont, estoy bastante
segura de que sus expectativas no eran muy altas, para empezar... pero
una chica puede soñar ¿no? Después de todo, lo único que me quedaba
eran mis estúpidos sueños.
—Mierda, hace frío —me dije, subiendo el cierre de mi chaqueta de
cuero hasta el cuello, abrazando mis brazos a mí alrededor mientras
esperaba en la esquina.
—¡Oye! ¿Cariño, por favor, no me digas que te vas?
Ignóralo.
—Estoy hablándote a ti, sexy.
No estoy aquí. ¡Por favor, déjame en paz!
—¡Oye, perra! —Agarró a mi brazo y me tiro hacia él—. ¿Por qué eres
tan antipática?
Aún no lo miraba; en cambio miraba fijamente los taxis que
pasaban. Los hombres de por aquí eran como perros salvajes, y si hacías
contacto visual, tendrías que ahuyentarlos con un palo.
—Estoy fuera de horario, pero si buscabas un amigo, te sugiero que
entres. —Tomé una respiración profunda y aparté mi brazo.
—Bueno, no estoy adentro...
—Sí, Gavin. ¿Qué te dije acerca de jugar con mis chicas? —Conocía
esa voz. Odiaba el sonido del áspero sonido del papel de lija casi tanto
como odiaba el galón de desodorante para hombre en el que se sumergía
cada noche antes de salir.
Cuando se puso detrás de mí, tomó todo mi esfuerzo no sentir
nauseas.
—Estábamos hablando...
—Habla con otra persona; o bien entra o piérdete —ladró Allen, y
justo así, el imbécil se dejó ir antes de deambular por la puerta de atrás del
Bunny Rabbit. Esa no era una metáfora de algo, sino el nombre real del
club de desnudistas, es decir “el club de caballeros”, donde trabajaba. El
Bunny Rabbit era el boleto ideal de Allen para convertirse en el próximo
Hugh Hefner1... solo él querría ser un viejo pervertido—. Estás siendo
difícil,Janie. —Odiaba eso también, cómo pensaba que era lindo
agregarle algo al final del nombre de todos.
—¿Cuán difícil es preguntar por un aumento de sueldo? —
Finalmente me volví hacia él, pero tuve que bajar la mirada, en parte por
los tacones que llevaba y también porque era tan condenadamente
bajito. Un metro sesenta y siete centímetros, lo cual era realmente un metro
sesenta sin las plataformas de sus malditos zapatos, era casi siempre el
hombre más bajito del club. A veces, las chicas decían que se parecía a
un niño esperando que su madre saliera del trabajo. El hecho de que solo
tenía veinticinco años y tenía un redondo rostro infantil en realidad no
ayudaba tampoco. Lo único positivo era... dame un segundo y se me
ocurrirá algo.
—Janie...
—¡Y para que conste, no soy una de tus chicas! No me desnudo. Soy
una camarera y tu gerente y contadora y modista de las chicas...
—Lo entiendo; haces un montón.
—¡Hago de todo! —grité, levantando las manos para que viera todas
las vendas que fui recopilando en mis dedos—. ¿¡Ves!? Éste lo conseguí
volviendo a coser el sujetador de Jasmine. ¿Sabes lo difícil que es coser a
través de lentejuelas, Allen? ¡Demasiado jodidamente duro!
—Jane...
—¡Y este —Señalé el vendaje en mi pulgar—, es el precio que pagué
por tu estúpido intento de ahorrar dinero en una puta grapadora, Allen! Tu
grapadora de cincuenta centavos me mordió.

1 Es el fundador y redactor jefe de la revista Playboy.


—¡Lo entiendo! —gritó. Doblé el brazo por encima de mi pecho,
apartando la mirada de él y mirando a la torre John Hancock2—. Lo
entiendo, Jane. Sé que haces mucho, y sé que estoy agradecido...
—No, no lo creo. La gente muestra agradecimiento con dinero en
nuestra línea de trabajo. Que no haya dinero significa ingratitud. —Bueno,
en realidad, significaba que no hay servicio, pero me encontraba
demasiado enojada justo entonces para plantearlo mejor.
Suspiró. —Eres tan terca.
—Como una mula —acepté.
—Sabes cuánto cuesta hacer funcionar un negocio en este...
—Lo sé, pero si se eliminas los tragos de gelatina que nadie bebe,
dejas de servir los camarones que solo terminan en el suelo, y cambias
todas las luces a bombillas LED, podríamos ahorrar trescientos dólares al
mes. Mi ingreso adicional de doscientos me implicaría no tener que elegir
entre comestibles y mi maldita factura de luz.
Solo había empezado a hacer los libros contables hace un mes, y
casi lloré cuando me di cuenta de la cantidad de dinero que no hacía al
conservar la ropa puesta. Además, sabía exactamente cuánto hacía él
por otras chicas mientras me esforzaba día tras día.
Los dos llegamos desde el mismo hogar de acogida, pero él era un
año más joven que yo. Una parte de mí todavía lo veía como mi hermano;
no estoy realmente segura de por qué. Tal vez fue porque fui una niña
callada, y siempre me defendió, incluso cuando lo golpearían por ello.
Normalmente, los padres que adoptan aman a los recién nacidos,
pero yo era un bebé "droga" y eso era como tener la plaga. Nadie me
tocaría. Circulé de un hogar de acogida a otro hasta que me fui a los
dieciocho años, y Allen vino a encontrarme. Me ayudó a encontrar trabajo
de camarera, siendo conserje, barista, y cosas por el estilo hasta que abrió
su club hace tres años.
—Mira, ¿qué tal si hablamos de esto más tarde? Sabes que aquí se
descontrola en los fines de semana...
—¡Jane! —Antes de que pudiera terminar, Lady asomó su oscura
cabeza por la puerta y pude ver que la brillante estrella púrpura que tenía
en su teta izquierda se hallaba corrida—. ¡Jane, gracias a Dios! El broche
en mi sujetador se rompió, y mis tetas parecen torcidas. ¿Me puedes
ayudar?

2Es un rascacielos de cien plantas y 344 metros de altura situado en el 875 North Michigan
Avenue de Chicago, Estados Unidos.
—¿No tienes otro? —le espetó Allen. Lady colocó la mano en su
cadera, puso los ojos en blanco, e hizo estallar el chicle que masticaba.
—Sí, pero si Crystal se enoja teniendo un mejor traje de Súper Chica,
voy a decirle que fuiste tú quien me dijo que lo cambiara.
—¿Súper Chica? —cuestionó, y esta vez puse los ojos en blanco.
—Es noche de Héroes —recordé. ¿Cómo podía olvidar sus propias
ideas estúpidas?
—Correcto, espera...
—Mi actuación es en cinco. Jane, por favor —rogó.
—Jane... Por favor —añadió Allen, ya caminando hacia la puerta
trasera—. Juro que resolveremos esto mañana. Te necesitamos esta noche.
Es sábado...
—Jane —llamó Crystal de nuevo—. Por favor... por favor... por favor...
—¡Bien! —Eran como niños, ¡tan condenadamente molestos!
Volviendo de nuevo a Allen, metí mi dedo en su cara—. Si no me das un
aumento mañana, renunciaré para siempre, solo para que lo sepas.
Levantó las manos en señal de rendición y como una debilucha,
cedí antes de ajustar la correa de mi bolso y dirigirme al interior detrás de
Lady. No necesitaba mirar hacia Allen para saber que ahora se
encontraba de nuevo distraído en su propio mundo, lo más probable era
que borró de su mente la conversación que acabábamos de tener.
Entrando al vestuario de las chicas, metí la mano en mi bolso y saqué
las salvadoras de todos los clubes de desnudistas en todas partes. —Tengo
una pistola de pegamento, un kit de costura, almohadillas push-up, y brillo
para el cuerpo. ¿Quién es la primera? —pregunté cuando sus caras
sonrientes se volvieron hacia mí.
Era como una obscena Mary Poppins.

***

Domingo
—Sigues aquí —dijo Allen cuando entré al club casi vacío. Ángel
trabajaba los domingos. Era una de las chicas más viejas, pero podría
trabajar un poste mejor que nadie. Siempre comenzaba su rutina de la
tarde del domingo vestida de blanco, pero a las seis, estaría en rojo con
cuernos de diablo.
—Estoy aquí. Ayer dijiste que hablaríamos sobre mi aumento. —
Empecé a moverme hacia la barra, poniendo mi bolso en el mostrador de
vidrio y sentándome—. Así que, hablemos.
—Janie...
—No me digas Janie, Allen. Prometiste...
—¿Lo tienes por escrito? —Sonrió y lo fulminé con la mirada—. Jane,
no disponemos de fondos...
—¡Mentira, Allen! ¿Por qué me haces esto? Somos básicamente
familia.
—¡No hay dinero, Jane! Se fue. Lo perdí —espetó, y al momento en
que lo dijo, supe que se arrepentía. Trataba de evitar mi mirada
moviéndose al otro lado de la barra donde pretendía limpiar el mostrador.
—Allen, ¿qué quieres decir? ¿Lo perdiste?
Sin respuesta. En cambio, tiró la toalla, suspirando profundamente
mientras pasaba las manos por sus gruesos rizos. —Invertí en algún...
—Deja de mentirme, Allen. ¿Cómo fue exactamente que perdiste
todo?
—¿Alguna vez te preguntaste cómo fui capaz de abrir un club a los
veintiún años? —preguntó.
—No.—Porque sabía que no era legal y saber cosas como esas era
cómo las personas terminaban en accidentes de tráfico. Vi pasar suficiente
mierda en el Bunny Rabbit para haber aprendido a no hurgar en cosas que
no eran mi problema. Pero Allen, por desgracia, era mi problema, así
que...—. Ahora me pregunto. ¿Qué pasó?
—Hace tres años, hice un trato con Aaron...
—Jodido infierno, Allen. —Solo escuchar el nombre hizo que mi
estómago descendiera. No tenía idea de quién era Aaron, y nunca lo
conocí, pero escuché su nombre por todas partes. Vendía todas las drogas
fuera de Boston. Era como el monstruo debajo de la cama o en la sombra;
lo jodías y te mataba. Punto. El fin—. ¿Cuál fue el trato?
—Jane... yo...
—Déjame adivinar. ¿Le dejaste usar el club como un lugar para
limpiar su dinero, y te dio un pequeño préstamo para iniciar tu propio club?
¿Qué pasó con el trato? ¿Perdiste su dinero?
—Cómo supiste...
—¡No soy una idiota, pero es posible que tú lo seas! —Mi cabeza se
sentía en llamas—. ¿Cuánto?
—Mucho.
—Números, Allen, habla en números.
—Doscientos.
—¿Doscientos?
—Doscientos diez mil.
Mi boca debe haberse caído al suelo porque no podía sentir mi
cara. De hecho, creo que mi alma abandonaba mi cuerpo. —Por favor,
repite eso.
—Doscientos diez mil…
—¿Cómo es eso posible?
—También tenía productos aquí.
Asentí con la cabeza casualmente ahora y alcancé mi bolsa. —
Bueno, Allen, gracias por la explicación. Ha sido interesante trabajar para
ti, pero voy a renunciar justo antes de ser absorbida por tu tormenta de
mierda…
—Ya estás medio en ella—dijo, cuando me moví para alejarme.
—¿Qué?
—Tu nombre, te puse como copropietaria.
—¿Repítelo?
Asintió con la cabeza. —La primera vez que abrí, te puse como
copropietaria sólo en caso de que algo me pasara. Eres mi única familia…
En el momento en que dijo eso, me dirigí alrededor del mostrador,
saqué el brazo hacia atrás y le dio un puñetazo tan fuerte como pude en
la cara, enviando a su culo al suelo.
—¡Ah, puto infierno, Jane! —gritó, agarrando su nariz. Tirando mi
pierna hacia atrás, le di una patada en el costado—. ¡Jane! ¡Detente!
¡Jane!
Estaba a punto de matarlo, pero Tommy, el guardia de seguridad,
me empujó hacia atrás, aunque eso no me impidió luchar. —¡Déjame ir!
¡Déjame ir! ¡Voy a matar a ese hijo de puta! ¡Me estás tomando el pelo! ¡No
sólo estoy jodiéndome como empleada, apenas ganando el salario
mínimo, pero ahora soy una jodida copropietaria con una deuda enorme!
¿Me estás tomando el pelo?
—Jane, cálmate. —Tommy me tiró hacia atrás lejos de él—. ¡Respira!
Inhala a través de la nariz y exhala por la boca.
Haciendo lo que dijo, respiré; enfadada, como un toro furioso, pero
respiraba. Odiaba admitirlo, pero me hizo sentir mejor... aunque sólo un
poco.
—Tommy, estoy bien.
—¿Estás segura?
—Sí, gracias. —Asentí con la cabeza cuando me puso nuevamente
de pie, liberando su agarre.
—Jane…
—No quiero saber de ti. —Señalé a Allen cuando se acercó a mí,
ahora la sangre manchando la ridícula camisa a rayas de cebra que
llevaba—. Habla con quien carajo necesites hablar, y me sacas de esta
mierda, Allen, o juro por Dios, si no te matan, lo haré yo. ¿Entendiste?
—Está bien.
Asintiendo con la cabeza, agarré mis cosas y me dirigí hacia la
puerta, pero me detuve y me volví de nuevo a él. —Ah, y ¡renuncio!
Mary Poppins volaba lejos, muy lejos.

***

Lunes
—Voy a tomar cualquier cosa. ¡Mary, por favor! —le rogué. En este
punto, me sentía lista para frotar sus hombros y ser su reposapiés. De
acuerdo, no puedo ser tan extrema, pero realmente necesitaba un
trabajo.
—Jane, te amo; sabes que lo hago. Y estaré por siempre agradecida
por ayudarme a escapar de Ryan…
—Pero... —Normalmente hay un "pero" después de este tipo de
declaraciones.
—Pero nunca lo has hecho bien con la autoridad.
—¡Eso no es cierto!
Hizo una mueca hacia mí antes de alcanzar su teléfono. —Hola,
Magníficas Mucamas de Mary, ¿cómo podemos ayudarle? Sí... claro... sí.
No, gracias.
Hace dos años, Mary era conocida como “Spice” y era la única
desnudista que había conocido que alguna vez podría hacer un split en el
aire, mientras giraba con tacones de seis pulgadas. No podrías decirlo
ahora, con su camisa abotonada con volantes y chaqueta de punto,
parecía más a una directora con su cabello rojo atado en un moño y
gafas descansando sobre su nariz, pero me sentía orgullosa de ella.
—Lo siento, ¿qué decías? —preguntó cuando colgó el teléfono.
—Me decías que tengo un problema con la autoridad.
—Jane, le sacaste un arma a mi ex marido.
—En primer lugar, se trataba de un arma de juguete. En segundo
lugar, él abusaba de ti y el pequeño Andy. —¿Cómo podría utilizar eso
contra mí?
—Está bien, entonces, ¿qué pasa con la vez que le tiraste una
bebida a uno de los chicos en el bar?
—Yo…
—O la vez que amenazaste con arrastrar a una de las chicas por su
cabello si no dejaba de robar.
—Me haces sonar como una persona violenta y loca. Cada cosa
que hice…
—Algunas cosas deben hacerse para proteger a otros. Lo sé, Jane.
Eres una buena persona; diablos, eres probablemente una de las personas
más decentes que conozco. Pero este es mi negocio. No puedo correr el
riesgo de que ataques a alguien o seas grosera con ellos si uno de mis
clientes, por ejemplo, te solicite que vuelvas a limpiar sus ventanas. He
trabajado muy duro para llegar a este punto de mi vida. Este trabajo tiene
que ver con buenas referencias.
—Mary, te juro que no oirás un ruido salir de mí ¿de acuerdo? Voy a
trabajar el doble de duro que cualquier otra persona. Realmente necesito
este trabajo.
Suspiró y se colocó el cabello rojo detrás de la oreja. —Bien.
—¡SI! —Gracias, Jesús.
—Las reglas básicas: No hay maldiciones. No mierda personal. Y lo
más importante, haces lo que quiere el cliente, hasta que sea legal. —La
forma en que lo añadió en el último momento no pasó desapercibido.
—Entiendo. No te arrepentirás. Lo prometo.
—Dios, espero que sí —murmuró, arrancando un pedazo de papel
antes de entregármelo—. Acabo de recibir este cliente de otro servicio.
—Pensé que la lista de clientes de una sirvienta era tan personal
como la de un escolta. ¿Por qué alguien más te daría sus clientes?
—Al parecer, la mucama se retira, y el otro servicio está cerrando. El
otro propietario, simplemente pasó a ser un antiguo huésped mío en el
club y me está dando sus clientes. Este es un buen punto de partida para
ver si puedes o no entrar en esto. La criada se va mañana, así que puedes
conseguir las llaves de ella. Limpias dos veces por semana: martes y
sábados.
—Muchas gracias, y cualquier otro cliente, por favor envíalos en mi
camino —le dije mientras me movía hacia las puertas.
—Y Jane...
—¿Sí?
—Debes tratar de sonreír más. Eres hermosa cuando no estás con el
ceño fruncido al mundo.
—Sonreír, lo tengo. —Incluso mostré mis dientes antes de salir.
Cuando salí de su oficina, me encontré cara a cara con mi propio reflejo
en las puertas del ascensor.
Sonreí en ese momento, pero no podía tomarme en serio a mí
misma. La gran cosa acerca de ser linda es que hacía buenas propinas,
pero también alentaba a imbéciles a manosear. Los bastardos eran aún
peor si me reconocían fuera del club, por lo que siempre mantuve el
cabello castaño claro recogido en una coleta, llevaba mi gorra de béisbol
de los Patriots, y no usaba ningún otro maquillaje que delineador de ojos
de gato. Algunas personas aman sus tetas, su piel o piernas, pero siempre
me ha gustado mis ojos. No eran sexys o llamativos, simplemente el antiguo
marrón avellana, pero la gente supuestamente de ojos castaños tenían al
menos un padre con ojos marrones. No conocía a mis padres, pero uno de
ellos tenía los ojos marrones; al menos sabía algo.
Cuando llegó el ascensor, bajé la mirada a la dirección en mis
manos.
2829 W Calle Rowling.
Boston, Massachusetts.
Era el momento de ver cómo vivía realmente la otra mitad.

***

Martes
—Necesitas firmar esto —dijo la mucama mayor en un acento
alemán antes de que me entregara un bolígrafo y el portapapeles. Me hizo
sentir como si hubiera entrado en una clínica en lugar de un ático. Se puso
de pie fuera de las puertas como un perro guardián, pero no podía
apartar la mirada del lunar sobre el labio, del que brotaban pelos—. Firma.
—Lo empujó en mi pecho.
—Bueno. Está bien. —Poniendo la bolsa abajo para leer el acuerdo
de confidencialidad, me preguntaba por qué era necesario.
—Sin firma. No hay trabajo —dijo de nuevo.
—Lo entiendo, pero ¿por qué? ¿Debo conseguir un abogado o
algo?
Simplemente se cruzó de brazos y estrechó sus ojos en mí. Lo leí
rápidamente; era lo suficientemente simple y sencillo.
—Está bien, aquí —dije, regresándole el portapapeles. Asintió y se lo
puso bajo el brazo antes de darse la vuelta para abrir la puerta.
—Código 3140902. No te acuerdas, la policía llega después de tres
veces.
—3140902 —repetí cuando la puerta se abrió para exponer una vista
impresionante. De pared a pared las ventanas revelaban una piscina
privada y todo Boston. No podía apartar la mirada.
—Dolor en el culo —dijo la señora alemana, mientras sacudía la
cabeza a la pared de vidrio. Me di cuenta de que todavía no sabía su
nombre—. Limpias las ventanas. El limpiaparabrisas está en el armario.
En el momento en que lo dijo, la vista que admiraba desapareció.
Todo lo que veía ahora era todo el esfuerzo que se necesitaría para
mantener las ventanas limpias.
—Vamos. —Me indicó más lejos a través de pisos de madera oscura,
y me dio una visita rápida—. Sala de estar, limpias. Servicio de lavandería,
la ropa para lavar en la cesta azul y seca en la cesta de color roja. Cocina,
limpias. Ollas y cuchillos se limpian con esto, nada más. —Me mostró los
productos de limpieza sin marcar debajo del fregadero—. ¿Entiendes?
—Entendido. —Asentí con la cabeza, mirando el estado de la cocina
de acero inoxidable de arte. Me di cuenta de que todo era de color gris,
azul y blanco hueso, y se hallaba perfectamente situado, como en una de
esas casas modelo.
Genial, pensé. Estas personas deben ser maniáticos del orden.
No te quejes, Jane. Recuerda que necesitas el trabajo.
—Arriba. —La señora alemana no identificada se movió a mí
alrededor hasta la escalera de caracol—. Tres habitaciones —dijo cuando
llegó a la planta superior—. Habitación principal, limpias. La habitación de
invitados, limpias. Habitación privada, no limpias.
—¿Ésta, no se limpia? —pregunté, señalando la puerta color crema.
—No. —Agitó su dedo.
Levantando las manos en defensa, dije—:Está bien, lo tengo, pero
créame, no hay nada detrás de esas puertas que realmente me
sorprendería. Podría ser la habitación de Christian Grey y ni siquiera
parpadearía un ojo.
—¿Quién?
Me reí. —No importa.
—¿Entiendes? —me preguntó.
—Sí.
—Sí. Bueno. Adiós —respondió quitándose el delantal y
entregándomelo, y marchando por las escaleras.
La seguí. —¿Te irás?
—Sí. Usted limpia. Me voy. Adiós. —Comenzó a empacar sus maletas
felizmente y silbando. Sí, la mujer silbaba y se dirigía hacia la puerta.
Cuando se cerró, me quedé en medio del ático y respiré profundo.
Entonces hice lo que cualquier buena mucama haría. Conseguí guantes.
Limpiar inodoros puede ser lo suficientemente aburrido, pero aun así era
mejor que rociar brillo en el pecho de una mujer... para mí de todos
modos.
Esta era mi nueva vida.
Jane Chapman, la criada del ático.
1
Traducido por Bella´

Jane
Un mes.
Doce días.
Y demasiadas horas para contar.
Eso es cuánto tiempo había estado limpiando el ático del 2829 W de
la Calle Rowling sin tener alguna idea de quién vivía allí. Si no fuera por la
maldita ropa sucia dejada para mí cada semana, habría pensado que
trabajaba para fantasmas. El ático nunca se encontraba tan sucio. Es
cierto que puede haber una corbata o un calcetín rodando por ahí, o una
taza dejada en la mesa o en el fregadero y el polvo habitual, pero aparte
de eso, nunca conocí en realidad al dueño. No había alguna foto, y no
podía dejar que mi imaginación corriera. Existía algo sobre la habitación
prohibida oculta detrás de la puerta color crema que me mantuvo
adivinando, así que llegué a conclusiones irracionales: trabajaba para un
asesino serial, o uno de esos hombres que coleccionaban secretamente
muñecas inflables. Podía ser cualquier cosa,pensé… nada lo
suficientemente espeluznante para evitar que entrara.
—¿Tal vez él es un doctor rico que recolecta partes del cuerpo
humano? —murmuré para mí misma. Me di cuenta que era un él debido a
los bóxer ajustados en su ropa sucia. Balanceé mi cabeza al ritmo de Bon
Jovi sonando a través de mis auriculares antes de doblar perfectamente
las camisas blancas recién planchadas. No esperaba nada o a nadie y me
hallaba tan concentrada en mi pequeño mundo que cuando me di la
vuelta y lo vi… los vi, casi me pongo a gritar.
“Take my hand and we´ll make it…” la música sonaba en mi oídos
cuando me quedé congelada en el pasillo. No era capaz de apartar mis
ojos de ellos mientras se arrancaban la ropa el uno al otro.
Eran dos hombres… no, mejor dicho, dos modelos con lo que debo
haber soñado. Más de un metro ochenta, uno con cabello castaño claro,
el otro negro oscuro, sin camisas, brazos color marfil colocados alrededor
del otro, sus esculpidos torsos y abdominales frotándose juntos. Ellas se
besaban como si necesitaran la boca del otro para respirar mientras sus
lenguas hacían círculos. El de cabello oscuro metió la mano en los
pantalones del otro y agarró su polla, el cual ahora se encontraba de pie
orgulloso, grueso… y alto. Besó el lado de la mejilla del otro hombre y bajó
por su cuello.
Cuánto más miraba, más caliente se ponía mi cuerpo. Esto era tan
jodidamente caliente, y no podía apartar la mirada. No sabía siquiera si
esto era real. El hombre de cabello castaño claro no se detuvo solo en el
cuello de su amante. Sus besos descendieron en una línea rápida bajando
por el centro de las abdominales de su amante, y todo mientras nunca
dejaba de acariciar la polla de su compañero. Incluso desde donde me
hallaba parada, podía ver que palpitaba.
Oh, mi Dios. Mi boca cayó abierta cuando él comenzó a lamer la
punta de la polla y los lados como si fuera un cono de helado derritiéndose
en su mano, y no iba a desperdiciar una gota.
—Ah… —¡Mierda! ¡Joder! Gemí. No quise hacerlo. Quería retroceder,
pero me atraparon. Los ojos azules del hombre de cabello oscuro se
centraron en mí mientras se levantaba del suelo. Lucía furioso, pero su
amante solamente me miraba. Antes que alguno de ellos pudiera decir
cualquier cosa, corrí escaleras abajo gritando—: ¡Lo siento!
Ni siquiera lo pensé. Simplemente seguí moviéndome rápidamente
cerrando la puerta detrás de mí.
—Cristo. —Me apoyé atrás en el ascensor tratando de calmarme,
pero eróticas imágenes seguían parpadeando en mi mente.
Nunca sería capaz de sacar esa escena de mi mente o de escuchar
a Bon Jovi otra vez. “Living on a Prayer” seguía sonando en mis oídos.
Hice todo el camino hasta el primer piso tras recoger mi bolsa para
descubrir dos cosas: una, aún sostenía la camisa de un cliente, y dos, dejé
mi cartera.
¿Por qué, Dios, por qué? No podía irme sin mi tarjeta para el autobús
o las llaves de mi casa, así que tenía que ir arriba de nuevo. No podía
hacerlo, y no sabía por qué. Había visto a personas enrollándose docenas
de veces. Incluso conocí algunos hombres que se masturbaban en el
Bunny Rabbit. Mierda como esta no me perturbaba, pero en ese
momento, reaccionaba de modo anormal, y no tenía idea de por qué.
—¿Por qué? No importa —susurré para mí misma. Sólo necesitaba
conseguir mis cosas.
Dándome la vuelta, volví a entrar a la recepción de seguridad y
tomé asiento. Esperaría una hora. No quería interrumpir.
—¿Señora Chapman? —llamó el hombre de seguridad desde detrás
del escritorio.
—¿Sí?
—El señor Emerson dijo que usted olvidó sus cosas y dice que suba.
—Gracias —murmuré, caminando de regreso hacia los elevadores y
esperando que todavía tuviera trabajo cuando subiera.
Por supuesto todavía seguiría teniendo un trabajo. No hice nada. A
quién le importa si ellos estaban teniendo sexo; era su casa, ¿cierto?
Espera. ¿Uno de ellos no había salido? ¿Esa era la razón para la
confidencialidad? ¿O ellos tenían un amorío? ¿Ambos eran casados? ¿O
tal vez eran políticos? ¿Alguien arriba en la cadena alimenticia? El del
cabello oscuro se había quitado una corbata…
Entonces, Jane, en tu pequeño mundo, ¿todos los hombres en trajes
trabajaban para el gobierno?
—Argh. —Gruñí y froté el costado de mi cabeza. Trataba de luchar
contra el dolor de cabeza que me provocaba a mí misma cuando el
ascensor se abrió.
Miré fijamente hacia las puertas dobles con el bloque de teclado al
final del pasillo.
3140902.
—Error, acceso denegado.
Justo cuando me hallaba cerca del pánico, la puerta se abrió
ligeramente. Mirando hacia mí con los ojos verdes más brillantes y una
atractiva sombra de barba se encontraba el hombre de cabello castaño.
Tomó la camisa de mí al mismo tiempo que sus ojos viajaron por mi cuerpo
por lo que pareció como por siempre. Finalmente se fijaron en mi rostro y
sonrió.
—Hola, señorita Chapman —dijo con un apretado acento inglés que
me hizo sentir como si estuviera tratando de seducirme solo diciendo
“hola”. La abertura de la puerta se amplió, exponiendo su descubierto
torso para mí, obligándome a no solamente mirar fijamente hacia su
cuerpo una vez más sino también hacia los tatuajes que tenía. No podía
evitar sino mirar. Él tenía una constelación de cinco estrellas en el interior
de su bíceps y un atrapa sueños en su hombro, letras chinas en el costado
de su abdomen, una cruz en su pecho y sobre ella unos números
romanos—. ¿Terminaste de mirar, cariño? —preguntó.
—Usted miró también —dije en un impulso, y al momento en que lo
hice, me arrepentí. De esto era de lo que Mary hablaba: mi molesto deseo
secreto de siempre tener la última palabra.
—Touché —dijo mientras una de sus cejas se elevaba—. ¿Vas a
entrar?
—Sí, mierda. Lo siento. —¿Qué está mal conmigo?
Mis ojos fueron de inmediato al hombre que ahora estaba de pie en
la ventana. Él era de cabello oscuro y bien afeitado, y esta vez los ojos
azules que me fulminaron antes se centraban en su teléfono. Revisó algo
antes de asentir. Me di cuenta de que en los minutos que me fui, se había
encargado de ponerse su camisa y corbata de nuevo.
—Lo tengo, Nick. Sí, lo leeré antes de llegar. Dile a Carrie que quiero
repasar el programa cuando llegue… me importa un carajo si ella lo ha
hecho. Estoy diciendo que lo haremos otra vez. —Su voz era calmada pero
severa, un ligero acento de Boston, lo que significaba que creció aquí pero
que probablemente fue educado para hablar “correctamente”. Colgó y a
continuación miró de regreso hacia mí. Me di cuenta de que me miró justo
como el otro hizo—. ¿Tú eres la mucama? —preguntó como si no pudiera
creerlo.
—Sí.
—¿Cuánto tiempo te toma limpiar este maldito lugar tu sola?
—Lo siento, pero, ¿hay algo con lo que pueda referirme a ustedes?
—Al menos me haría sentir menos como una extraña si supiera sus
nombres—. ¿O solo “jefe” funciona? —añadí cuando ninguno de ellos
respondió.
—¿No sabes quién soy? —Furiosos ojos me fulminaron, causando que
su amante se riera disimuladamente mientras él se acercaba y se dejaba
caer de nuevo en el sofá.
—¿Debería? —Lo sabía. Era un condenado político.
—Soy Maxwell Emerson —declaró finalmente. Sabía que había oído
ese nombre antes, pero no podía ubicarlo. Se estiró y agarró el control
remoto, encendiendo la larga y plana pantalla a mi izquierda. No estaba
segura de qué trataba de mostrarme hasta que él apareció en la pantalla
en un traje negro hecho a medida y corbata azul marina como parte de
alguna introducción de un noticiero.
—Buenas tardes, damas y caballeros, soy Michael Madison, y vamos
a ir directo al punto. A un solo día después de que Maxwell Emerson
publicó la historia en El Reporte de Emerson sobre el escándalo del
Gobernador MacDowell, el Fiscal del Distrito ha emitido un comunicado de
que serán procesados…
—Lo tiene. Apaga la maldita cosa. —Su amante gruñó y apagó la
televisión. Cuando me volví, me guiñó un ojo—. Si gustas, puedes decirme
“jefe”. Me gusta la manera en que lo dices.
Me sentía confundida. Se sentía como si estuviera coqueteando
conmigo, pero en mi línea de trabajo, no me había encontrado con
muchos hombres homosexuales. Tal vez mi radar no era tan agudo como
debería haber sido.
—El británico aquí es Wesley Uhler, Chef principal del Wes Hill…
—¿Este es el imbécil que cobra casi trescientos dólares por persona?
—espeté, recordando cuántas veces vi recipientes de allí. Allen tenía el
hábito de tratar de vivir la gran vida a costa de su club y, sobre todo, de
mí. Me sentía tan enojada que me tomó un momento darme cuenta de las
expresiones en sus caras. Las palabras que justo dije volvieron a mi cabeza,
y deseé que la tierra pudiera abrirse así podía solo alejarme de aquí—. Lo
sie…
—No, está bien. —Wesley se rio, sacudiendo su cabeza—. Se supone
que debe ser ridículo. Cuanto más alto el precio, mayor es el deseo que las
personas tiene de comer ahí. También ayuda que soy un cocinero medio
decente.
—No seas modesto. Eso no se ve bien en ti —murmuró Maxwell,
alcanzando una hoja de papel impresa sobre la mesa.
—Bien,amor, soy un jodido genio en la cocina, y si usted comió en mi
restaurante, Señorita Chapman, tuvo un orgasmo con cada maldito
bocado.
Mi respiración se atascó en mi garganta mientras miraba fijamente
hacia él. Podía sentir mis orejas poniéndose calientes. Sin embargo, Max
entró en mi línea de visión, y sus ojos eran duros, afilados y firmes.
Mostró el documento que había recogido.
—Ahora que hemos sido presentados, espero que recuerde esto —
dijo, y vi mi firma en el contrato de confidencialidad que firmé hace un
mes—. No le llamé de nuevo acá arriba para tener un momento
agradable y conocernos. Usted vio algo hoy y no quiero que se repita a
nadie, porque si lo hace, entonces Dios me ayude, será el final para usted.
¿Quedó claro?
Sus fosas nasales se inflaron, y en un segundo, fue de ser genial y
sereno a casi maniaco. Lucía como si hubiera siquiera considerado
matarme si no estaba de acuerdo.
—Sé cómo mantener mi boca cerrada —respondí, haciendo mi
mayor esfuerzo por mantenerme de pie con confianza.
—Bien. Eso es todo por hoy. Tome sus cosas y salga. La nueva
contraseña será enviada por correo.
Asentí, acercándome por mi bolso y chaqueta. Ni siquiera miré atrás.
Mi mente daba vueltas. Solo necesitaba aire… y conseguir alejarme tanto
como fuera posible de Wesley y Maxwell.
Eran polos opuestos, como fuego y hielo, y no podía soportar los
rápidos cambios de temperatura.
Maxwell
En el momento en que ella cerró la puerta, me giré hacia él.
—¿Qué mierda fue eso?
—¿Qué? —preguntó casualmente, saliendo del sofá.
—No te hagas el tonto. Básicamente te la follabas con los ojos.
—¿Estás celoso? —susurró y se acercó más a mí. Se estiró para poner
su pulgar en mi labio.
—Ni siquiera un poco. —Y esa era la verdad—. Pero tú seduciéndola
mientras estoy tratando de intimidarla es difícilmente una buena decisión,
¿no crees?
Sus ojos verdes encontraron mi rostro antes de que hablara.
—Tú y yo siempre hemos sido honestos con el otro acerca de todo.
—Y…
—Y la deseo —dijo oscuramente, moviéndose más cerca de mí—. La
quiero en la cama con nosotros, y sé que la deseas también.
—Equivocado otra vez. Además, la has conocido por cinco
minutos…
—Ese es el tiempo que me tomó quererte. —Se burló mientras se
inclinaba, pero sus labios solo oscilaron sobre los míos, y en ese momento,
compartimos el aire entre nosotros.
—Yo no la deseo. —Lo deseaba a él… como siempre. Como una
maldita droga de la que no podía liberarme—. Además, ella es una
molestia. ¿Quién solo se para en el pasillo mirándonos embobada como si
nosotros…
—¿Fuéramos dos leones follando en un zoológico? —dijo
suavemente—. Tal vez es debido a que somos como dos leones follando
en un zoológico. Me gusta esta mucama, y es como una pequeña abeja
obrera. Puedo ver mi reflejo en toda la platería. Es un bono que sea
atractiva y enérgica.
—Entonces tú fóllala y regresa a mí. —El pensamiento me molestó
más de lo que me hubiera gustado.
—No. —Sacudió su cabeza—. Cuando dejes de mentirte a ti mismo,
cuando admitas que la deseas también, ahí es cuando veremos lo mucho
que ella podría desearnos. Hasta entonces, solo me mantendré
haciéndote venir en mis manos… —Metió la mano en mis pantalones.
—¿Nadie te dijo nunca que tienes la mente de un demonio?
—¿Nadie te dijo nunca que tienes el cuerpo de un pecador?
No le pude responder. Sus labios se hallaban sobre los míos, su
lengua ya en mi boca, y mis manos moviéndose para agarrar su apretado
culo. Con todos los demás yo era Maxwell, el imbécil, el bloque de hielo, el
jefe… pero con él, era tan bueno como una perra en celo.
—Me estás excitando simplemente por como respiras —susurró
lentamente mientras se dejaba caer a sus rodillas.
Podía ver mi reflejo en las ventanas, mi boca abierta mientras él
acariciaba con gentileza a lo largo de mi polla, su pulgar rozando la punta.
—¿Qué es lo que quieres, Max?
—Irme a trabajar.
Apretó, lamiendo la longitud de la vena ahora palpitando al
costado de mi pene.
—No mientas y no me hagas hacerlo de nuevo.
—Quiero tu boca en mí… ahora —demandé. Hizo como se le fue
dicho, permitiéndome deslizar mi polla dentro de su caliente y húmeda
boca. Agarró la parte posterior de mis rodillas, inclinándose hacia delante y
tomándome por completo dentro de su boca—. Mierda —siseé,
empujando hacia delante, agarrando un puñado de su cabello, cerrando
mis ojos e inclinando mi cabeza hacia atrás.
Tomó mi longitud todo el camino hasta la base mientras que sus
dientes se deslizaron con suavidad sobre mí. Después de ser interrumpidos
antes, no podía contenerme y todo mi cuerpo quería esto y a él. Una y
otra vez follé su boca y su cabeza rebotó de ida y vuelta hacia mí.
Dejando ir una de mis piernas, se estiró para rodear mis bolas en sus manos.
—Joder. Ahh… Wes… ¡Urg! —Gruñí, viniéndome en su boca. Me
mantuvo en el lugar mientras bebía todo de mí mientras que trataba de
recuperar el aliento.
Cuando retrocedió, limpió la esquina de su boca.
—Eso fue rápido.
—Cállate —dije entrecortadamente; él solo besó un lado de mi cara.
—Otra razón para ser agradable con la sirvienta, Max, es el contrato
de confidencialidad. Lo necesitas. Recuerda que es solo un papel, y ella
podría dejar salir cosas por accidente. Demandarla no repararía el daño
que podría causar. Has llegadotan lejos ahora.
—Incluso con una referencia sexual, sigo sin encontrar divertidas tus
bromas. —Fruncí el ceño.
—Mis bromas están bien; eres tú quien carece de humor —replicó,
besando mis labios antes de dirigirse con toda tranquilidad a la cocina.
Me senté en el brazo de mi sofá, tratando de calmarme. Tenía treinta
y un años, pero tenía las hormonas de un chico de diecisiete.
Maldito seas, Wes.
Sin una palabra hacia él, me dirigí escaleras arriba para tomar una
ducha antes de irme a trabajar.
No podía creer que habían sido cuatro años desde que nos
encontramos por primera vez. Había estado cubriendo una historia en
París, y en una de mis primeras noches ahí, fui a un restaurante
recomendado por mi madre. Ella fue con unos cuantos colegas y no podía
dejar de delirar sobre la comida.
Él no mentía cuando le dijo a la mucama que su comida era
“orgásmica”. Lo fue en ese entonces y todavía lo era, pero en París esa
noche, quise conocer a la persona que creó tales exquisiteces. Le
pregunté al maître y el Chef, Wes, salió vestido en su ropa blanca. Llevaba
sus mangas enrolladas y su cabello recogido en un moño.
Algunas personas creían en el amor a primera vista. Esto no era
amor; era lujuria… simple lujuria desde el momento que nuestros ojos se
encontraron. Siempre había mantenido mis impulsos lujuriosos en control,
pero esa noche no tenía idea de qué pasó.
Me dio su tarjeta. Le llamé y ni siquiera una hora más tarde,
estábamos en su piso follando como animales. No solo esa primera noche.
O la siguiente o la siguiente, sino cada noche por la semana completa que
estuve allí.
Luego me fui.
Seis meses después, él abrió un restaurante en Boston.
No preguntó por qué nunca le llamé o si había pensado en él. Esa
era una de las diferencias entre mujeres y hombres. Los hombres no
preguntan. Sin embargo, me aparecí en su restaurante, y continuamos
justo donde lo dejamos. Seguramente ambos pensamos que nos
hartaríamos el uno del otro en algún momento, pero no nos detuvimos a
cuestionar lo que teníamos.
Cuatro años más tarde, y ni siquiera me sentía un poco fastidiado de
él.
—¿Sitio para uno más? —Abrió la puerta de cristal de la ducha y
entró detrás de mí, envolviendo sus brazos alrededor de mis hombros.
Nosotros solo nos quedamos de pie ahí por un momento,
presionados el uno contra el otro, el agua caliente golpeando contra
nuestra piel.
—No la deseo —susurré.
—Está bien, solo tú y yo.
Eso era más que suficiente.
La verdad es, a pesar de que partes de mí no querían; no podía
conseguir sacar sus grandes ojos color avellana de mi mente.
No más complicaciones. Considerando mi familia, ya tenía suficiente
simplemente estando con él.
2
Traducido por Bella´

Jane
Maxwell Emerson.
No sabía qué hacíabuscando su nombre en Google, pero una vez
que hice clic en “buscar”, no pude dejar de leer. No era como si tuviera
nada más que hacer el viernes en la noche.
—Vaya. —Sabías que alguien era famoso cuando Google tenía una
sección en la barra lateral para ellos. Pensé que era porque era un
presentador de noticias. Me equivocaba.
Maxwel Alexander Emerson III, nacido el 10 de abril, hijo del magnate
hotelero y ex gobernador, Alistair Crane Emerson, y ahora se sentaba con
la Senadora Elspeth Yates, y era Director de YGM, la compañía de medios
de comunicación que no sólo controlaba el conservador canal de noticias
del noticiero de Maxwel III,El Reporte de Emerson, sino también el Boston
Rover y varias otras emisoras las cuales no eran conocidas. El patrimonio
familiar era en billones. Ese número se encontraba tan fuera de la
estratosfera para mí que ni siquiera podía comprenderlo, así que lo ignoré.
Era hijo único, pero su familia era tan monótona que entre más
buscaba, más deprimida me sentía.
Lógicamente, busqué al otro hombre, Wesley. Pensando que debía
ser solo un chef… equivocada otra vez.
Wesley Uhler era el hijo de la famosa poeta y novelista británica,
Brenda Uhler, quien había viajado por el mundo para el momento que
tenía treinta y cuatro. Ahora se hallaba casada con una mujer, una ex
profesora de Astronomía en Cambridge. Ella también escribió unos cuantos
libros en ese tema.
Seguí leyendo hasta que vi que Wesley perdió a su hermano menor.
Después de eso, se sintió muy personal seguir leyendo, y no quería
entrometerme en nada más de lo que ya lo hacía.
Ya que yo no era nadie y ellos no podían buscarme en internet, se
sentía muy acosador. Cerrando mi laptop, me relajé en mi colchón,
contemplando el desgarre en el techo de mi departamento. Una por una,
gotitas de agua goteaban de ella a una cubeta. Mi teléfono sonó.
—¿Hola? —respondí mientras me acostaba. Mi cuerpo entero dolía.
—Hola, Jane, soy Mary.
—¿Me despidieron no es así? —Demonios. ¿Cuál era el punto de
hablarme si iban a cambiar de opinión?
—¿Qué? ¿Quién?
Mierda. Me incorporé. Se suponía que no dijera nada.
—Disculpa, Mary. ¿Qué pasa?
—¿Tienes tiempo para reemplazar a una mucama que llamó
enferma? El cliente dará una fiesta en tres horas, y aunque tengo otras dos
empleadas allí, podría usar el tercer juego de manos para terminar de
limpiar a tiempo. ¿Puedes ayudar? Realmente no quiero perder estos
clientes.
—Más trabajo es más dinero, Mary. No necesitas preguntar. ¿Cuál es
la dirección? —pregunté, agarrando un lápiz y cualquier libreta para
anotar.
—317 Calle Beacon. Es un edificio. Si tomas un taxi, te lo rembolsaré.
—Música para mis oídos. Me estoy yendo ahora. Te llamaré cuando
esté allí —dije, ya poniéndome mis pantalones y entrando en mis zapatillas
Vans.
Agarrando mi bolsa, salí. Tres horas para limpiar una casa era casi
cortante. Eran mediados de agosto, y sin embargo, cada vez que salía, se
sentía como el Polo Norte. Ya podía decir que iba a ser un frío invierno.
Tuve que caminar por unos diez minutos para ver un taxi. Ellos no
venían a mi vecindario por la misma razón que yo tenía una pistola
eléctrica conmigo todo el tiempo.
—¡Taxi! —Corrí hacia la calle e hice señas como una demente
porque empezaba a congelarme—. 317 Calle Beacon, por favor —dije,
poniéndome el cinturón de seguridad y frotando mis manos.
—¿Quiere la calefacción? —me preguntó.
—Por favor —dije, sentándome sobre mis manos.
Era una de esas noches donde se sentía como si todo el mundo
estuviera fuera o yendo a la ciudad. Mi cosa favorita para hacer era
observar a las personas. Para mí, todo el mundo tenía una historia o algún
lugar al que ir. No podía permitirme vivir en esta ciudad —infiernos, sólo la
mitad de nosotros podía realmente— pero me encantaba de igual modo.
Gracias a los atajos del conductor, sólo tomó cerca de veinticinco
minutos para que estacionara frente al elegante edificio color crema.
Pagando con todo lo que tenía en mi cartera, agarré mi bolsa y subí las
escaleras de dos en dos. Un mayordomo —sí, un mayordomo en toda regla
con traje de pingüino y todo— abrió la puerta.
—Hola, soy una de las empleadas.
Me miró de arriba abajo.
—La próxima vez use la entrada de servicio.
—Sí, señor. —Asentí mientras se hacía a un lado para dejarme entrar.
La primera cosa de la que me di cuenta fue que todo era de color crema,
verde y amarillento, pero eso fue antes de que viera un caro suelo de
mármol.
—¡Oh, Dios allí está otra! —Una mujer con cabello corto y rubio en un
albornoz rojo se acercó sosteniendo una copa de vino—. Por favor, dime
que esta habla inglés. EsaEarlena, o Erelenea o Earlina… no tengo idea de
cómo se pronuncia, pero jura que no entiende una cosa de lo que digo.
Solo se mantiene asintiendo como una cabeza de resorte repitiendo okey,
okey, okey3.
—No hablo inglés4. —Me encogí de hombros hacia ella.
Ante eso, suspiró y sus hombros cayeron mientras frotaba su sien.
—Estás en América ahora. Aprende a hablar inglés.
—Okey. —Asentí hacia ella, luchando con la urgencia de decirle
unas cuantas palabras. Ella se hallaba probablemente cerca de su primera
mitad de los treinta; no existía razón para ser tan ignorante.
Me miró fijamente y comenzó a ahuyentarme con su mano como si
tuviera que ir con la basura.
—¡Bueno! ¡Ve a limpiar!
—Sí. —Corrí alrededor de ella y vi a la segunda empleada en la
cocina, luego oí a la mujer suspirar una vez más.

3 Español en el original
4 Español en el original.
—Jesús. Lo juro, Foster, encontrar una buena persona como tú es
imposible en estos días. —Lloró la reina del drama antes de beber su vino.
—¿Eres español?5 —me preguntó con escepticismo una mujer mayor
con el cabello marrón y gris. La piel blanca, pensé en que no la llamaría
blanco marfil, más como bronceada, era probablemente la delatora.
—No —murmuré—. Pero ella no lo sabrá.
Se rio, sacudiendo su cabeza.
—Earlene.
—Jane —dije, sacudiendo su mano—. ¿Qué quieres que haga?
—Carlotta arriba. Cocina, cena. Tú sala de estar, baño y exterior.
—Lo tengo —le dije, alcanzando los guantes y productos de limpieza.
Quería ponerme mis auriculares y escuchar música, pero quería
asegurarme de oír si me llamaba.
El lugar era un desastre.
Tenía manchas de ruedas. Las viejas manchas de agua sobre la
mesa de café me hacían sentir como si estuviera enloqueciendo. ¡Usen
portavasos, gente!Se encontraban a solo una pulgada de distancia. Sus
plantas tenían migajas de galletas sobre ellas, y para empeorarlo, los
cojines del sofá apestaban a vino. Los rocié antes de llevarlos fuera para
que se ventilaran, con suerte antes de su fiesta. No sabía quién demonios
era su empleada, pero necesitaba torturarla dado la cantidad de basura
que olvidó. Todas estas cosas no sucedían en una semana: manchas,
polvo detrás de los cristales y en los cuadros fotográficos… ella
holgazaneaba. La dueña podría ser una perra, pero nosotras teníamos que
seguir haciendo nuestro trabajo.
Dirigiéndome al baño, enrollé mis mangas para usar el limpiador del
inodoro cuando la grosera dueña vino detrás de mí.
—No olvides usar cloro —dijo, cerca de asustar la mierda fuera de mí.
—Okey. —Asentí.
Sólo me miró de arriba abajo antes de regresar a su mayordomo.
—Todavía no pudo creer que no entienda inglés —dijo en voz alta—.
Vigílalas, Foster. Si algo se pierde, te haré responsable. Voy a vestirme.
Poniendo mis ojos en blanco, solo restregué ya que no existía sentido
en molestarse con personas como ella. Nunca cambiaban.

5Español en el original.
—¿Así que no entiendes inglés? —me preguntó el mayordomo
quitaba un mechón de mi cabello con mi muñeca.
Sonriendo hacia él, sacudí mi cabeza.
—No.
Sonrió.
—Mantén el ritmo.
—Gracias —respondí.
Nos tomó con exactitud dos horas y veintitrés minutos para terminar,
lo cual era sorprendente en realidad, si considerábamos todo. Mi espalda
dolió cuando me incliné sobre el mostrador. La empresa de catering había
estado allí por una hora y preparaba cuidadosamente cada plato con su
personal.
—Muy bien, no estoy seguro de sus medidas, pero esto debería
funcionar. —La dueña se hallaba ahora fuera de su habitación y en un
largo y ajustado vestido color rosa con un sujetador incorporado que
gritaba “mira a mis tetas”. Alrededor de su cuello tenía un collar de un solo
diamante. Llevaba su rubio cabello acomodado de un lado y no mentiría,
lucía espectacular. Había averiguado de uno de los chicos que
preparaban la bandeja de caviar, el cual parece asqueroso, que el
nombre de la señorita era Irene Monrova y que era la hija de algún gran
inversor en algo. Acababa de volver de Francia y daba una fiesta de
bienvenida… para ella misma, lo que parecía triste en realidad, con toda
honestidad.
—¿Qué? —Earlene se movió de la pila de uniformes reales de
sirvienta en blanco y negro—. No. Nosotras limpiar.
—Acabo de llamar a su jefa, así que no se preocupen. Pagaré extra.
Vamos, vayan a cambiarse. ¿Alguien puede traducir por mí? —Miró hacia
el personal de cocina.
Earlene miró su reloj.
—Mi hijo.
—Ve. —Asentí hacia ella, tomando el vestido de sus manos. Ella
necesitaba estar con su hijo.
—Espera, ¿qué? ¡No! Las necesito a todas.
—Está bien. Me quedaré y cubriré lo que sea que ella necesita hacer
—dije. Carlotta llegó, agarrando un vestido negro y un delantal.
—¿Hablas inglés? —Me fulminó con la mirada.
Me encogí de hombros.
—Un poco.
—No eres graciosa, y si no te necesitara ahora mismo, te echaría por
hacerme parecer tonta.
Quería decirle que hacía un gran trabajo de eso por su cuenta, pero
solo asentí, aunque me sentía tentada a añadir un “okey”…
Se dio la vuelta y fue a probar la comida.
—¿Cuánto crees que nos pagarán por esto? —preguntó Carlotta.
Era probablemente unos pocos años mayor que yo, aunque era una
cabeza más baja que yo. Foster nos señaló la habitación de atrás donde
podríamos cambiarnos. Se hallaba llena de cajas y más cajas de pinturas
sin abrir, sillas y armarios. Apenas había espacio para cambiarnos, pero nos
las arreglamos.
En el momento que trataba de abotonar mi vestido, uno cerca de mi
pecho se desprendió.
—¿Es en serio? —dije, mirando hacia mi pecho. Mis tetas ni siquiera
eran tan grandes, pero el vestido era demasiado ajustado. Miré a Carlotta,
quien iba vestida perfectamente, y me di cuenta de que este traje no era
para chicas altas.
No me molesté en cubrirlo. Si mis senos les ofendían, iban a tener que
superarlo. Me sentía demasiado cansada para siquiera importarme en ese
momento.
—¿Cuál es el problema? Ahora, yo soy… —La señorita Monrova se
acercó, deteniéndose cuando vio mi sostén negro—. ¿Lo arruinaste?
—Era demasiado ajustado. ¿Tiene uno más grande?
—No, no tengo uno más grande. ¿Qué vamos a hacer? La gente va
a estar aquí en cualquier minuto, y no hay forma de que puedas salir en
pantalones.
—Si el señor Foster pudiera prescindir de sus camisetas y pajaritas,
puedo hacer uniformes formales para Carlotta y para mí.
—¿Quién es Carlotta? —Se me quedó mirando, totalmente
confundida.
Señalé a la mujer parada justo a su lado y quien limpió toda su casa.
—Oh, está bien. Tendré a Foster trayéndote las camisas, pero date
prisa. No arruines esto. —Resopló antes de salir. Podrías pensar que era el
día de su boda. Saliendo del vestido, metí la mano en mi mochila y agarré
un par de tijeras y mi kit de costura. No iba a tener una costura perfecta,
pero en ese momento, no me importaba. Carlotta me extendió el suyo
también.
—Eres demasiado buena en eso —dijo mientras cortaba los tops y
cosía la tela sobrante.
—Años de práctica. —Si Bunny Rabbit me enseñó algo, fue cómo ser
buena bajo presión—. Quédate ahí y espera. Cuando tenga las camisas,
voy a apretarlo más, pero puedes arrancarla más tarde para salir de ella.
—Señorita. —Hubo un golpe en la puerta.
Abriéndola, me estiré y tomé la ropa.
—Gracias, Foster.
—No, gracias a usted. Lo lamento por el improviso. —Él no era quien
debería haber estado disculpándose con nosotras.
Carlotta tomó la camisa más grande y abrochó la parte delantera
con rapidez mientras yo me metía en la falda. Algunos cortes ingeniosos en
la parte delantera hicieron que no pareciera que robamos camisetas de
un tipo. Luego saqué la tela extra de la espalda y la sujeté en su lugar.
Carlotta alcanzó la pajarita y se la quité, cortando la parte del cuello de su
camisa antes de ponerla justo encima de sus pechos.
—Bien. —Le di pulgares hacia arriba antes de saltar a la mía. Cocía y
cortaba tan rápido que me corté el dedo—. Ah —siseé e inmediatamente
puse mi pulgar en mi boca así no sangraría por donde sea. Entonces
busqué dentro de mi bolsa por una curita.
—¿Estás bien? Eres buena en todo. —Carlotta se rio de mí.
—Años de práctica también significa años de errores. —Sonreí
mientras apretaba mi dedo. A continuación me metí en la falda, luego
abotoné la parte superior de mi top con la pajarita. Me quedaba un poco
ajustado cuando terminé, pero era mejor que nada—. ¿Bien? —le
pregunté mientras daba una vuelta.
—Maravilloso.
—Síp, solo esperemos que la jefa también lo piense —murmuré,
dando un paso fuera.
Cuando lo hice, ella esperaba y golpeaba su pie con nerviosismo.
Miró por encima de nosotras y tomó una profunda respiración.
—Está bien, hagamos esto, Boston. Irene ha vuelto a la acción.
Wesley
Eran un poco pasadas de las diez para el momento en que di la
vuelta por la casa de Irene. Max dijo que se hallaba a solo cinco minutos, y
esperaba que fuera cierto. Irene iba a necesitar a su primo esa noche de
todas.
Había un total de cuatro personas quienes vinieron a darle la
bienvenida, sin incluir al personal. Todos ellos lucían como cautivos
sangrientos, viendo la puerta, pero demasiado asustados para dar
cualquier paso.
—Bienvenido, señor, ¿puedo tener su abrigo?
—Estoy bien, amigo. No me quedaré mucho tiempo —le dije,
poniendo mis manos sobre sus hombros y buscando por alguien para
conseguirme un trago lo suficientemente rápido para olvidar este conjunto
de mierda.
Irene y yo no éramos cercanos, pero frecuentemente traía a sus
“amigas” a mi restaurante para mostrar que me conocía personalmente.
Mientras disfrutara la comida, no me importaba un demonio, de cualquier
manera. Mi plan era observar a Max esforzarse por hacer una pequeña
charla y luego frustrarlo sexualmente a través de la multitud hasta que
inventara alguna estupidez para irnos, pero eso no era más una
posibilidad. Lástima.
Sexo borracho tendría que hacerlo.
—Perdóneme, ¿eres la encargada del alcohol? —hablé a la
camarera en el bar limpiando copas.
—Le traeré alguna ahora. —Se dio la vuelta, casi tropezando con sus
propios pies mientras la copa en sus manos caía al suelo. Atrapándola, la
sostuve.
—¿Se encuentra bien?
—¡Lo siento mucho! —Jadeó, peinando hacia atrás su cabello
castaño cobrizo antes de agacharse a recoger los cristales rotos—.
Gracias, pero yo me encargo —dijo cuando me incliné para ayudarla.
—Soy un profesional en romper vajillas.
—¿Oh enserio? ¿Esto le pasa mucho? —se burló, levantando la
mirada hacia mí, y en el mismo momento, yo miré hacia ella. Nuestros
rostros se encontraban casi a una pulgada de distancia.
Sus ojos color avellana lucían aturdidos mientras me miraba
fijamente en conmoción. Eran marrón cálido en el centro y parecían tener
este tono color miel hacia el borde.
—Lo siento —dijo de nuevo, retrocediendo y poniéndose de pie—.
Conseguiré una escoba.
Justo así, escapó. No podía apartar la mirada de ella. No quería. Sin
embargo, debido a que el maestro del universo amaba los malos
entendidos, eso justo tuvo que pasar en el mismo momento en que vi a
Max de pie en la puerta. No tenía expresión en su cara, lo que significaba
que hacia su mayor esfuerzo en no dejar a nadie saber lo que sentía o
pensaba.
Se me quedó mirando una vez más antes de caminar hacia la
cocina.
Sexo enojado será entonces, pensé mientras me inclinaba sobre la
barra y me servía.
Maxwell
—¿Cortaste tus manos otra vez? —Escuché a una empleada hablar
cuando di un paso dentro de la cocina. El catering y su personal se
sentaban alrededor, incluso comiendo la comida que se suponía sirvieran
o hipnotizados por sus teléfonos.
—Está bien. Dejé caer una copa. En realidad, necesito regresar y
limpiarlo antes de que alguien se lastime —dijo, la mujer que sabía era la
señorita Chapman. Puso un vendaje en su dedo antes de tomar la escoba
de la otra mujer. Cuando Irene me pidió el número de mi servicio de
limpieza, nunca pensé que ella estaría aquí.
—Sí, porque está tan lleno de gente que no verán una copa rota —
se burló la otra mujer—. ¿Todo ese trabajo hoy para esto?
—Me siento mal; ella realmente quería que esto fuera bien…
—No. No te sientas mal por gente como ellos. Ellos nunca se sentirían
mal por ti. Creen que el mundo está centrado en ellos; es bueno cuando
Dios les recuerda que son humanos también.
—¡Regresen a trabajar! —grité cuando me adentré más a la
cocina—. ¿O les pagan para holgazanear? Hay invitados que necesitan
comida y tragos. Vayan.
Saltando, corrieron uno por uno, con excepción de Jane, quien lucía
más molesta de lo que me gustaría admitir.
—Eso significa que usted también, señorita Chapman.
—Por supuesto, disculpe. Irene… la señorita Monrova está en su
recamara. Le llevé comida, pero su puerta está bloqueada…
—Está bien.
Asintiendo, comenzó a alejarse, pero por alguna razón, me acerqué
y agarré su brazo. Ella miró hacia mí, y tuve que admitir que era bonita,
hermosa incluso, en una extraña manera pero no entendía por qué Wes se
obsesionaba tanto con ella. Mujeres hermosas había por montones en
nuestra ciudad.
—Lo siento. ¿Necesita algo, señor Emerson? —preguntó, sin miedo.
De hecho, se sintió como si me estuviera retando.
—Dices “lo siento” demasiado.
Asintió de nuevo.
—Es una debilidad para la mayoría de las personas. Si están
enojados o molestos y dices“lo siento” rápido, automáticamente se relajan.
Sonreír hace la misma cosa al parecer, pero no soy buena en ello.
Eso era una mentira. Hace solo dos minutos la vi sonriendo a Wes.
—¿Luzco relajado?
—Ni siquiera un poco, señor Emerson. Pero ya que no he hecho
nada, y por el momento no estoy trabajando para usted, estoy segura que
no puede estar enojado conmigo. Por lo tanto, ¿puedo tener mi brazo de
regreso o le gustaría intimidarme un poco más? —Mantuvo la cabeza en
alto hacia mí.
—Mis disculpas, señorita Chapman. No quería intimidarla —dije con
demasiada cortesía, liberando su brazo.
—Sí, lo hizo. Sin embargo, está bien, ya que no funcionó. —Hizo una
mueca antes de sacudir su cabeza y salir. No podía apartar la mirada. Me
sentí como si hubiese perdido en ese altercado; ella tuvo la última palabra,
y eso me molestaba.
Wes salió del pasillo bebiendo una copa de brandy. Ni siquiera me
miró. Ni siquiera parecía darse cuenta que me encontraba allí, pero lo
conocía demasiado bien. Era un entrometido hijo de puta, y lo más
probable es que hubiera escuchado todo.
—Señor Uhler, es bueno verlo otra vez —dije, acercándome para
estrechar su mano.
—Igualmente. Lamentablemente no puedo quedarme más tiempo.
Por favor, dele a su prima mis saludos. La próxima vez que venga al Wes
Hill, corre por mi cuenta —respondió, sacudiendo mi mano antes de
voltearse hacia el Señor Foster e irse.
—Dile a los invitados que se vayan, Foster. Esto ha sido suficiente —le
dije. Me dirigí arriba por las escaleras. Podía ver la bandeja que Jane dejó.
Cubrió cuidadosamente toda la comida con envoltura plástica, incluso el
agua—. Irene, abre. Soy yo —dije mientras tocaba la puerta.
Sin respuesta.
—Irene, si no hablas, voy a pensar ya sea que estás muerta o
muriendo y tendré que tumbar la puerta.
—¡Vete! —gritó, arrojando algo contra la pared.
—Irene, no eres una niña. Lo entiendo, estás molesta, pero no puedo
ayudarte si no me dejas entrar —dije.
Cuando siguió sin responder, suspiré, tomando asiento contra su
puerta y estirándome por su bandeja de comida.
—Bien, esperaré. Sabes cómo amo comer pasta fría —bromeé,
quitando la envoltura y llenando con la pasta mi boca. No había comido
en todo el día. Realmente no traté de probarla tras un segundo, pero el
sabor se quedó en mi boca. Ya sea que me hallaba demasiado
acostumbrado a la comida de Wes, o esto era simplemente horrible; no lo
sabía—. ¡Una cosa positiva de que nadie apareciera es que no los
sometiste a esto! —Me estiré por el agua mientras ella abría la puerta.
Tenía su rímel corrido por todos sus parpados, sus ojos rojos y brillantes
por su llanto.
Todavía en su vestido, se sentó a mi lado. Tomó el plato y lo probó.
—Es buena. ¿De qué hablas? —Frunció el ceño.
¿Eso era lo que ella consideraba bueno? ¿Qué estuvo comiendo en
París? ¿Desperdicios?
—Más despacio o te atragantarás, Siri6 ya no me dice dónde puedo
deshacerme de los cuerpos. —Este es el por qué no trataba de hacer
bromas; era peor que Wes.
—Han pasado tres años, Max. ¿Cuándo me perdonarán? Ni siquiera
tus padres vinieron —susurra mientras se sonaba la nariz.
—Mis padres no conocen de perdón o paciencia. O de
amabilidad… o cualquier cosa buena en realidad.
Se rio.
—¿Siguen presionándote para que te cases?
No respondí.
—Tomaré eso como un sí. Vas a tener que decirles que eres gay. Los
rumores…
—¿Para qué las etiquetas? ¿Gay? ¿Abstemio? Nunca he pensado
en mí con esas líneas. —Había estado con hombres y mujeres y realmente
no importaba. Para mí, todo el mundo era el que tenía un maldito
problema.
—Bueno, lo que sea que seas, sugiero que lo averigües rápido antes
de que tu madre se postule para la presidencia. Los oponentes tienen una
habilidad para cavar en la vida personal.
—Ellos ya lo hicieron.

6 Es una aplicación con funciones de asistente personal a veces con su propia


personalidad para iOS. Esta aplicación utiliza procesamiento del lenguaje natural para
responder preguntas, hacer recomendaciones y realizar acciones mediante la
delegación de solicitudes hacia un conjunto de servicios web.
—Sabes a lo que me refiero.
Sí, lo hacía. Mi madre iba a postularse para Presidenta el próximo
período, y necesitaba la familia feliz lista.
—¿Quieres que me quede? —Cambié la plática.
Negó con su cabeza.
—En realidad, solo quiero olvidar. Deberías ir a casa.
—Si necesitas algo, llama —dije, dirigiéndome hacia las escaleras.
—Y Max —llamó, poniéndose de pie—. Gracias por venir.
—Siempre.
—Oh, y ¿Max?
Suspirando, me di la vuelta.
—Sí, Irene.
—Hay una empleada abajo, Jane. ¿Puedes pagarle por mí? Sé que
no se supone que lo hagamos, pero realmente hizo mucho por mí hoy.
La empleada Jane sorprende otra vez.
Jane
Puse las últimas sobras en el refrigerador cuando Max entró en la
cocina. Sus ojos azules escanearon la habitación y luego regresaron a mí.
—¿Dónde está todo el mundo?
—¿Pensé que les dijo que se fueran?
—¿Y tú no cuentas como todo el mundo?
Me encogí de hombros.
—No podía solo dejar el desastre. Irene… la señorita Monrova, habría
despertado en una casa sucia el día después de una de las peores noches
de su vida. Parecía horrible hacerle eso.
Me preguntaba cuál era su relación con ella. ¿Eran amigos?
—¿Así que eres una santa y decidiste hacerlo por el equipo y limpiar?
No me gustó el tono que usaba como si se burlara de mí.
—No, no soy una santa. Todavía estoy en el horario laboral, así que
me pagan por cada minuto, gracias.
—Pones todo este esfuerzo por diez dólares extra —dijo, con
ignorancia.
Mis manos dolían con la necesidad de golpear la mierda fuera de él.
—Sí. Trabajo por los diez dólares extra. Esos diez dólares extra son
pan, leche y huevos. Comida. ¿Alguna vez ha estado muerto de hambre,
Señor Emerson? ¿No? ¿Alguna vez ha estado tan hambriento que se siente
enfermo y con dolor? ¿O tan pobre que ha comido las sobras de otros en
los bares? No, diría que no. Trabajo tan duro como puedo para
conseguirlo. Un extra de diez dólares es… es más para mí de lo que usted
pueda posiblemente entender. En el proceso de hacer ese dinero, puedo
ayudar a alguien también. Dos pájaros, un tiro, y las empleadas estamos
todas por los descuentos.
Me sentía tan molesta. ¿Pensó que me mataba día sí y día no solo
por diversión? Él podía tener sus reglas y sus secretos, nada de eso era mi
problema, pero no podía insultarme por trabajar duro. No era su perro para
patear cada vez que estuviera de mal humor.
—Lo siento, no quise insultarla —dijo sinceramente—. Lo siento.
Lo fulminé con la mirada.
—Usted dice eso solo porque le dije que ayuda a que las personas se
calmen.
Sonrió, y en ese segundo vi cuán agradable era.
—Que esté tranquila es bueno viendo cuan cerca está de los
cuchillos.
Suspiré, frotando mis hombros.
—Buenas noches, Señor Emerson.
—Te daré un viaje a casa.
—¿Qué?
—Por ser un imbécil, te daré un viaje a casa. Se ahorrará el billete de
autobús y yo me sentiré menos idiota.
Tenía razón, y usé todo mi dinero para llegar aquí.
—Vivo en Chelsea. ¿Está bien?
—No hay problema.
—Deme un minuto para agarrar mis cosas —dije, caminando de
regreso a la habitación donde me cambié y metí mi ropa dentro de mi
bolsa antes de regresar.
Él permaneció allí esperando y salimos al aire frío. Di la bienvenida al
aire fresco después de esa tensa fiesta.
—¿Necesita un minuto? —me preguntó, esperando junto a la puerta
de su Ferrari 1962 azul oscuro.
Sonreí.
—¿Este es su auto?
—No, se lo robé a una vieja señora en Worcester. —Puso los ojos en
blanco.
—Necesito ir a Worcester. —Sonreí, subiéndome. Pasé mis manos por
el tablero, mirando hacia él cuando se subió—. Vi este en una película una
vez y me dije a mí misma que si ganaba la lotería este sería mi primera…
bueno, mi segunda compra.
—¿Después de la conferencia que me dio malgastaría en un auto de
siete millones?
Casi tuve un ataque al corazón.
—¿Dijo siete millones?
—Seis punto nueve, pero no me gustaría dejar ningún margen de
error o reemplazos —dijo casualmente, entrando a la carretera.
Fruncí el ceño. No sabía qué más hacer.
—Luce como una niña que descubrió que Santa Claus no es real —
dijo, relajándose en el asiento color crema.
Jadeé, poniendo una mano en mi corazón.
—¿Qué ha dicho? ¡¿A quién le he estado enviando cartas al Polo
Norte todo este tiempo?!
Se me quedó mirando como si estuviera loca y luego solo se rio. Y yo
también.
—Puedo nunca ganar la lotería, y nunca tendré este auto, pero al
menos conseguí esta oportunidad —le dije. Cerrando los ojos, levanté una
mano al aire como si estuviera en una montaña rusa—. La mayoría de
ustedes viven sus vidas por completo sin tener una aventura que llamar
propia. ¿Qué es la vida sin la búsqueda de un sueño?
Inhalando profundamente, abrí mis ojos cuando el auto se detuvo en
un semáforo. Cuando miré hacia él, me miraba, no fulminándome, no
enojado, solo con asombro. Miraba hacia mí con tanta intensidad que me
removí en mi asiento y aparté la mirada.
—Es una cita de la película…
—Vanilla Sky —dijo antes de que yo pudiera.
—Déjeme adivinar, ¿la odia?
—No. —Aceleró cuando la luz cambio—. En realidad, es una de mis
favoritas.
—¿En serio? Tantos críticos desgarraron a Tom Cruise por esa película,
pero personalmente pienso que es mucho mejor en Jerry Maguire. La
chica en mi antiguo trabajo pensó que estaba loca. Estoy divagando.
Normalmente no divago. —¿Qué pasa conmigo? Cada vez que me
hallaba cerca de Wesley o Maxwell, de repente empezaba a actuar como
tonta.
No dijo nada por el resto del camino, así que nos sentamos en
silencio. Cuando llegamos a mi vecindario, me di cuenta que su auto
atraía mucha atención indeseada.
Alcanzando mi cinturón de seguridad, me senté.
—Puede dejarme en la esquina. No está tan lejos para caminar.
—¿Qué era la primera cosa? —me preguntó.
—¿Ah?
—Usted dijo que si ganaba la lotería, este auto sería su segunda
compra. ¿Qué sería lo primero?
—¿Por qué le importa?
No respondió.
—Bien, pagaría todas mis deudas y me alegraría de nunca recibir
uno más de esos estados de cuenta en mi correo de nuevo. —Era otro
sueño fuera de alcance.
—Las pagaré —dijo de la nada.
—¿Perdón?
Dio la vuelta al auto, sin responder.
—Oiga, señor Benefactor, mi departamento está de ese lado. —
Señalé en la otra dirección.
—Te llevaré a mi casa.
¿Perdió la cabeza?
—Sí. Sin mi permiso, esto podría ser considerado secuestro.
Se detuvo a un lado de la carretera. Volviéndose hacia mí, sus ojos
lucían sombreados en el interior de su auto. No sabía si correr o llamar una
ambulancia para él. Suspiró.
—Mi madre se postulará para Presidenta el próximo año. —Otra
declaración al azar de la que no tenía idea de dónde había salido—. Ella
quiere una perfecta familia feliz a su lado, y sería genial si su hijo no fuera
bisexual.
—¿Le dijo que ganaría la presidencia si abrazaba el arcoíris?
Se burló y se inclinó hacia atrás.—Es más que eso. Mi familia es vieja,
blanca y conservadora, y también mis televidentes, en realidad. No hay
nada malo con eso; mis puntos de vista políticos también se alinean de esa
manera. La revista Time me llamó “la sangre joven y el alma del Nuevo
Partido Republicano”. Quiero postularme algún día, pero mi partido no
está listo para seguir a un hombre que disfruta de follar a otro hombre.
—Quiere que sea su tapadera y pretenda estar en una relación con
usted —murmuré, finalmente entendiendo. Pero ¿cuánto tiempo duraría?
Parecía mejor solo decir la verdad…
—No solo una relación. Quiero que se case conmigo.
3
Traducido por Bella´

Maxwell
—¿Le pediste que se casara contigo? —dijo Wes mientras yo me
recostaba en la cama tratando de averiguar cómo demonios caí en este
agujero.
—Sinceramente no sé qué sucedió —dije, descansando mi brazo en
mi cara—. Solamente iba a llevarla a casa. Agradecerle por su trabajo en
casa de Irene. Entonces comenzamos a hablar acerca de lo mucho que
amaba mi auto. Lanzó sus manos al aire, y el viento sopló su cabello hacia
atrás. Tenía esta genuina y hermosa sonrisa en sus labios, y parecía tan
condenadamente feliz sólo por tener la oportunidad de viajar en él. Luego
citó a Vanilla Sky y en ese momento pensé…
Lo sentí cernirse sobre mí. Dejando mi brazo caer al costado, levanté
la mirada hacia él.
—¿Pensaste qué? —No alejó su mirada de mí.
—Pensé que si tú la querías y ella te quería no me importaría. Que
todos podíamos ganar en esto. Conseguiría que mi madre me dejara en
paz. Tú te librarías de esta fascinación que tienes con ella, y ella
conseguiría suficiente dinero para dejar de trabajar tan duro —dije en voz
baja, estirándome para cepillar atrás un mechón de su cabello castaño
claro.
—La deseas también —dijo de nuevo con sus brazos a cada lado de
mi cabeza—. Ese es el por qué le preguntaste. Incluso si fue una sola vez,
tú…
Lo besé solo para hacer que cerrara la boca. Y a pesar de que gimió
en mi boca, no podía dejar de pensar en ella: cómo se arqueó contra el
asiento de mi auto y cuán suaves lucían sus labios rosas. Recordé la
primera vez que ambos escuchamos su gemido. Todo se nublaba en mi
mente y tenerlo así de cerca de mí no ayudaba.
Así que solamente necesitaba dejar de pensar.
Estirándome, lo alejé, dándole la vuelta y sujetándolo debajo de mí.
Agarrando su cuello, lo fulminé con la mirada.
—Deja de pensar en ella y empieza a pensar más en mí.
Empujándome, luchando en mis brazos, rodamos una y otra vez en
la parte superior de la cama, yo arriba, él arriba, hasta que Wes agarró un
puñado de mi cabello y tiró mi cabeza hacia atrás cuando ambos
estábamos sobre nuestras rodillas.
—¡Siempre estoy pensando en ti! —se burló Wes mientras yo besaba
su mandíbula y tiraba fuerte—. Cada maldito día estás en mi mente.
Nunca puedo tener un respiro de ti. ¡Giro entorno a ti! ¡Eres una adicción
que nunca puedo quitarme así que no me hagas seguir repitiéndolo!
Mierda.
—Wes…
—Quítate la ropa. Aparentemente necesitas un recordatorio físico —
ordenó, liberando su agarre en mi cabello, sus ojos duros, completamente
serio… excitándome con cada respiración—. Ahora.
Mi cabeza latía con fuerza contra mi pecho mientras hacía como
me pidió. Saliendo de la cama, me puse de pie y comencé a quitar mi
corbata…
—Más lento. —Se recostó atrás contra las almohadas. Él sabía que yo
odiaba ser puesto en esta posición, pero también sabía que no le
desobedecería cuando se ponía así. Desabotoné mi camisa lentamente
para él.
Me llamó una adicción.
Entonces, ¿qué era él para mí? ¿Una obsesión? ¿Una pasión
sofocante?
Cuando me paré frente a él desnudo, tomé una respiración
profunda, tratando de calmarme. Con cada segundo, mi polla se ponía
más y más dura, contrayéndose con ansia. Se levantó y pasó a mi lado,
agarrando algo de la cajonera.
—¿Sabes qué es lo que justo estoy pensando? —me preguntó.
Cuando regresó parándose frente a mí, respondió su propia pregunta—.
Cómo te verías con bolas en tu boca.
Antes de que pudiera hablar, levantó una mordaza de bola a mis
labios. Mirándolo enfurecido, abrí mi boca, excitados como la mierda y
profundamente frustrados.
Jane
Tomé una ducha, esperando relajarme lo suficiente para ir a la
cama, pero únicamente me hizo más consciente de todo: el hecho de
que me encontraba desnuda en un ático de un millón de dólares, y
también el hecho de que pasaría la noche en dicho ático y que el dueño
de este me pidió que me casara con él. No estaba segura dónde tomé el
camino equivocado, pero ya no se sentía como mi normal vida mundana.
Debatí mis opciones.
—Sin deudas —murmuré para mí mientras secaba mi cabello—. Por
el otro lado, matrimonio. Un matrimonio falso.
No existía manera que esto pudiera funcionar.
»Agh, no puedo. —Bajando el peine y la sacadora, me envolví en la
toalla y di un paso dentro de la misma habitación que limpié una y otra vez
durante el último mes. La cama tamaño King con ocho malditas
almohadas solo para decoración. Otra ventana limpia a mano. La
alfombra de felpa blanca que aspiré… ahora se suponía que fuera mi
habitación. Incluso por una noche era…
—Ahh… urgh… Joder.
Acercándome a mi puerta, escuché pero no estaba segura de qué
oía. Mi mente me dijo que mantuviera la puerta cerrada, pero mi mano no
parecía entender el mensaje. Abrí la puerta solo un poco para asomarme,
pero solamente vi una tenue luz amarilla.
Quédate dentro.
Pero en vez de eso, caminé de puntillas por las tablas del piso
mientras apretaba la toalla a mi pecho. No sabía qué esperaba, pero a
Maxwell con una mordaza de bola roja en su boca, agarrándose a las
sabanas mientras Wesley se clavaba en su trasero no lo era. Me sentí dejar
de respirar y me asombré ante cuán hermosos eran. Eran como animales
salvajes cuando gruñían, éxtasis cubriendo la cara de Max. Al igual que
antes, sus ojos azules se fijaron en mí y sin embargo la rabia que tuvo antes
se fue. Cuando su boca se separó la mía también. Me sentí humedecerme,
y mientras que sabía que debería apartar la mirada, no podía… no con la
manera en que él me miraba.
—Juahm… —Max trató de hablar contra la bola. Wes abrió sus ojos y
miró fijamente hacia mí cuando se detuvo, una gota de sudor cayendo de
su barbilla en la espalda de Max. Se salió de él y Max colapsó en la cama,
pero Wes salió de la cama y caminó a la puerta. Me quedé mirando su
polla. Era jodidamente enorme, erecta y apuntaba directamente hacia mí.
Traté de no mirar, pero era humana. ¡Demonios! Entonces noté su tatuaje
de quince centímetros en el interior de su muslo, el cual decía: “Juro
solemnemente que mis intenciones no son buenas”. Sonrió hacia mí, nunca
rompiendo el contacto visual mientras lentamente cerraba la puerta.
Me sentía demasiado avergonzada para pensar claramente.
Dándome la vuelta, corrí.
Cerrando la puerta de golpe, me recosté en ella y jadeé.
—Joder —murmuré, dejando caer la toalla y apresurándome de
regreso al baño para poner la ducha en agua fría. Mi piel estaba en
llamas.
Cuando di un paso dentro, me estremecí, temblando bajo el agua
cuando golpeó contra mí. Quería pensar en algo más. Pero por segunda
vez ahora, interrumpí en su vida privada, y me sentí como una maldita
pervertida. Fue como si estuviera hipnotizada por ello… dos hombres
adultos enamorados… dos hombres follando. No era de mi incumbencia.
Estaba mal y era grosero mirarlos boquiabierta, y sabía que, sin embargo,
no podía borrar las escenas de mi mente.
»Deja de pensar —susurré, poniendo mi cabeza directamente
debajo de la fría corriente de agua. Era más fácil decirlo que hacerlo.
La mirada de placer en el rostro de Max, la manera en que toda la
cama se sacudía cuando Wes embestía dentro de él. La manera en que
Wes caminó a la puerta completamente desnudo, y orgulloso de ello. La
sonrisa en sus labios cuando me miró, nunca rompiendo el contacto visual
hasta que la puerta se cerró completamente. ¿Cómo olvidas algo como
eso?
»No lo haces —me susurré, cerrándole al agua y dando un paso en
la alfombra. No había vapor en los espejos. Estaba un poco húmedo, así
que podía seguir viendo mi cuerpo perfectamente: mi cabello pegándose
a mi cuerpo, agua deslizándose por mi cuello y pecho solo para gotear de
mis muy duros pezones, gracias al frío—. ¿Qué estás haciendo, Jane?
Me di una bofetada en la cara porque necesitaba despertar de
cualquier ensoñación o fantasía en la que empezaba a caer.
No me casaré con Maxwell Emerson. El mismo hecho de que
consideré incluso su proposición demostraba cuán desesperada me sentía.
No obstante, trabajé cada día de mi vida y la primera lección que
aprendíera que la única persona con quien podía contar era yo. No
existían gracias salvadoras o camino fácil. Cenicienta era un buen cuento
de hadas.
»Pero yo soy una sirvienta. —Asentí para mí. Puse hacia atrás mi
cabello húmedo en una cola de caballo, decidiendo que me lo secaría
cuando regresara a casa.
Regresando al dormitorio, no me molesté en secarme. En cambio,
agarré mi ropa, me la puse, y me enrollé en las sabanas. Mirando la hora:
doce y cuarenta y siete de la noche. Oficialmente era sábado por la
mañana. Tenía que limpiar, y después de eso, iría a casa. Si no pasaba la
aspiradora y hacía mi mejor esfuerzo por ser silenciosa, no los molestaría.
Además, ellos estaban ocupados de otra manera.
Agarrando la toalla que dejé caer, me moví al cuarto de lavado. La
cesta azul se hallaba llena de calcetines, ropa interior, camisetas y algunas
toallas. Separando los colores y los blancos, los ordené para lavarlos antes
de tomar la cesta roja para el lavado en seco y luego cerré la puerta de la
lavadora. Agradecía que ellos tuvieran una de esas silenciosas.
Tronando mi cuello a la izquierda y luego a la derecha, tomé una
respiración profunda antes de ir a trabajar y ponerme los guantes de
limpieza. Si tenía suerte, estaría terminado antes de que ellos despertaran
en la mañana.
»Señor Ventana… nos encontramos otra vez. —Sonreí para mí misma,
levantando la mirada a la gran ventana con vistas de Boston.
Wesley
—¡Wes! —se quejó Max cuando la alarma de mi teléfono sonó y se
apartó de mí, pero me encontraba demasiado cansado para
levantarme—. ¡Apágala antes de que la arrojé por la maldita ventana!
Podía ser tan idiota a veces. Poniendo mis ojos en blanco, me senté y
froté mis ojos mientras lo alcanzaba.
Seis y diez de la mañana.
La idea de ir al supermercado esta mañana me agotó, pero me
levanté de cualquier modo y me estiré.
—¿Qué quieres para desayunar? —le pregunté, sabiendo que nunca
permanecía en la cama después de que yo me levantaba. No era una
persona mañanera, pero una vez que se despertaba, no existía esperanza
de que pudiera dormirse otra vez. Cuatro años de esto y pensarías que ya
estaría acostumbrado.
—Cualquier cosa. —Se hallaba acostado sobre su estómago, la
sabana apenas cubriendo su trasero.
—¿Risotto con puerros, champiñones shiitake y trufas está bien
entonces? —pregunté, alcanzando mis vaqueros.
Se dio la vuelta, abriendo solo un ojo para ver si era en serio. La
última vez que dijo “cualquier cosa”, hice justo eso y él tuvo que obligarse
a comer en mi nombre.
—Pensándolo bien, tocino y huevos está bien. —Bostezó.
Asintiendo, abrí la puerta, recordando por qué la cerré en primer
lugar, y vi una pila de camisas, toallas, calcetines y ropa interior doblada a
la perfección a mis pies. Tenía una nota encima.
—Tu prometida está despierta —dije y él gruñó, probablemente
recordando la improvisada proposición que le hizo anoche.
—Te refieres a nuestra propia Tom el mirón7 —refunfuñó. Saliendo de
la cama, hizo una mueca y se agarró la espalda. Sonreí con orgullo—.
Cállate.
—No dije nada. —Me encogí de hombros. Se puso unos bóxers,
finalmente notando la ropa limpia doblada. Le dejé recoger el mensaje.

7Peeping Tomen el original, personaje de la leyenda de Lady Godiva, quien no pudo


resistir la tentación de mirar a su señora por un agujero.
Lo siento, no fui capaz de limpiar su habitación. Lo haré dos veces la
próxima vez.
Hice una pausa antes de mirar de regreso en el momento. Pasando
por encima de la ropa limpia, miré alrededor del ático. Lucia impecable.
—¿Hizo el desayuno? —Max vino a mi lado, asintiendo hacia la
cocina, donde dos bandejas estaban afuera.
—Son las seis de la mañana. ¿Cuándo demonios hizo todo esto? —
pregunté, bajando las escaleras. Podía ver que la habitación en que se
suponía iba a estar durmiendo ahora se encontraba vacía. Por la
temperatura del plato de huevos, panqueques de fresas, tocino y tostadas,
ella se fue solo hace unos minutos. Esta vez leí la nota.
Sé que esto no está probablemente a la par con la cocina de Wesley
Uhler, pero hice el desayuno, primero para disculparme por anoche (otra
vez), y segundo porque no quería que una gran cantidad de platos
quedaran en el fregadero.
Intentó escribir en letra pequeña pero aun así necesitó usar el reverso
de la nota adhesiva. Maxwell se quedó mirando su plato.
—Si la cosa de la limpieza no funciona, ella debería tratar una
carrera en allanamiento de morada —declaró, y entendí lo qué quiso
decir. ¿Cómo podríamos haber dormido a través de todo esto?
Sentándose en el taburete, retiró la envoltura de plástico para comer.
—¿Bien? —Esperé.
—Demasiada sal —respondió, pero siguió comiendo.
Estirándome por mi tenedor, corté los panqueques y recogí huevos
con él antes de tomar un bocado. En el momento en que lo hice, sonreí.
Mintió. Era bueno. No mejor que yo, pero bueno. Él solo no quería admitirlo.
—Tienes razón, demasiada sal —mentí con él.
—¿Supongo que significa que rechazó mi propuesta? —preguntó,
todavía comiendo.
—¿Estás decepcionado?
Levantó la mirada y se salvó cuando mi teléfono sonó.
—¿Qué? —respondí.
—Chef, solo conseguimos dos trufas…
—¿Dos? ¡Pedí una docena!
—Bueno…
—Estaré allí en veinte. —Colgando, tomé otro poco antes de ir
arriba—. Me tengo que ir.
Asintió y lamí el jarabe de la comisura de sus labios antes de salir
corriendo por las escaleras. Cuando llegué a la cima, me detuve para
mirar la habitación de invitados. Me preguntaba qué pasaba por su
mente…
Jane
—Jane, me rogaste por este trabajo —me recordó Mary mientras me
sentaba en su oficina el lunes por la mañana. Dormí todo el domingo,
perdiéndome seis llamadas de ella. No me di cuenta de cuán exhausta me
sentía hasta que me acosté. Ni siquiera comí; solo dormí.
—Lo sé y todavía quiero limpiar, pero solo no ese ático. Sería mejor si
pudiera cambiar de trabajos con otra empleada.
—¿Pasó algo? —Se acercó a mí y podía decir que me escaneaba
por marcas o moretones—. Si algo sucedió, juro…
—Nada pasó. —Eso no era una mentira. Nada pasó en la manera
que ella pensaba—. Solo… —Necesito pensar algo que creería—. Tengo un
enamoramiento por el dueño y actúo incómoda, ¡está bien! No quiero
estar allí. Necesito concentrarme.
—¿Tú, Jane “la celadora” Chapman, tienes un enamoramiento?
—¡No, por favor! —Gruñí ante el nombre. Las chicas en el Bunny
Rabbit me lo dieron como una broma, pero se quedó, y lo odiaba con
pasión.
—Algo no huele bien aquí —presionó. Solo señalé al pez ángel en la
esquina de su oficina, lo cual hizo que me fulminara con la mirada—. No
eres graciosa.
—Fue un poco gracioso —dije—. Mary, me conoces, y siempre hago
mi mejor esfuerzo por estar concentrada, así que es raro para mí. Ese es el
por qué quiero salir antes que cualquier cosa pase.
—¿Entonces hay una posibilidad de que cosas pasen? —Su ceja
rojiza se elevó. Para este punto solo estaba siendo entrometida.
—Mary. Por favor.
—No puedo solo cambiarte. El señor Emerson dejó muy claro que
solo quería una empleada. Tengo que hacerle saber.
—Bien, pero mientras tanto, ¿tienes algo más para mí?
Puso una mueca, sus labios estrechándose en una línea apretada.
—Eres tan suertuda a veces.
Yo, ¡suertuda! ¡Ja! La suerte y yo ni siquiera vivimos en el mismo
hemisferio.
—Irene Monrova… trabajaste para ella el viernes, preguntó si te
podías ocupar los lunes, lo cual es por qué traté tanto de llamarte ayer.
¿Ves? Esta era el tipo de “suerte” que conseguía.
—¿Qué está mal? —preguntó.
—Nada. Iré allí ahora. Es solo mediodía. —Agarré mi bufanda y bolsa
y me puse de pie para irme.
—¿Todavía eres capaz de trabajar los miércoles para el señor
Crofton y los jueves para el señor Wells, o tienes un enamoramiento secreto
con alguno de ellos también? —se burló con una gorda sonrisa en su cara.
Fingí pensarlo.
—Ahora que lo mencionas, el Señor Wells seguro sabe cómo
balancear un bastón, y esas entradas, esos dientes perdidos y viejas manos
arrugadas… es un poco caliente.
—¡Ewww... Jane! —Su cara se apretó e incluso se sacudió en su silla
como si estuviera tratando de quitar la idea por completo de su cuerpo.
—Adiós, Mary, y gracias. —Le dirigí una sonrisa antes de salir, como
siempre me decía.
Solo así, me lavé las manos de Maxwell y Wesley, no iba a
avergonzarme a mí misma más. La segunda regla de supervivencia que
aprendí al crecer era que si se ponía desastroso y peligroso, entonces
estaba bien correr.
Correr era bueno; cualquiera que dijera lo contrario debería ser el
primero en morir en una película de terror.
4
Traducido por Lipi-Lipi

Maxwell
¿Por qué contesté el teléfono?
—Hola, ¿señor Emerson? ¿Está usted allí? —dijo la voz en la línea.
—Sí, estoy aquí.
—Se trata de Mary Turner de Magníficas Mucamas de Mary. Quería
preguntarle si estaría bien con un cambio de criada.
¿Por qué le conteste el teléfono? Vi el número en la pantalla. Sabía
quién era y para añadir a la incomodidad, me encontraba en el trabajo.
No tenía tiempo para preocuparme por una maldita criada. Sin embargo,
contesté la puta cosa de todos modos.
—¿Qué está mal con la mucama que ya tengo? —cuestioné,
firmando en el tablero de segmento frente a mí.
—Fue solicitada personalmente por otro cliente —respondió ella;
pude sentir mi mandíbula apretarse, pero no tenía ni idea de por qué.
—¿Señora Turner, es esta su manera de hacer negocios?
—¿Disculpe?
—Tal vez usted no es consciente, pero soy una persona privada. Creo
que no hacen bien con el cambio. Me ha llevado más de un mes para
acostumbrarme a esta nueva criada, ¿y ahora usted me dice que ella
tiene otro cliente que quiere su casa limpia exactamente al mismo tiempo
que la mía? O tal vez usted lo sabe y esto es sólo un truco para obtener
más dinero.
—Señor Emerson, no, nunca…
—Entonces quiero la misma maldita criada los martes y los sábados
como siempre. Que tenga un buen día, señora Turner. —Al colgar, lancé el
teléfono de nuevo en mi escritorio y me incliné hacia atrás.
Si no hubiera estado seguro antes, lo estaba ahora. Ella rechazó mi
oferta y ahora trataba de marcharse. Aquí se encontraba la misma mujer
que tenía el maldito nervio para sermonearme sobre el valor del trabajo
extra, sin importar lo difícil que sea, y dejaba ahora un trabajo de pago
absolutamente bueno.
Hipócrita.
¡Estupendo! Wes iba a culparme o por lo menos creer que me
deshice de ella porque me sentía celoso. No me importa un carajo. Nunca
dijimos que éramos exclusivos. No habíamos estado con nadie durante
años, o al menos yo no, pero esto todavía no cambiaba el hecho de que
no existían reglas entre nosotros.
—Ella es solo una criada—murmuré para mí mismo. Entonces,¿por
qué estoy tan jodidamente cabreado?
—¿Señor Emerson?
—¿Qué? —dije bruscamente cuando mi asistente asomó la cabeza
en mi oficina. Ella saltó hacia atrás, empujando sus gafas más arriba de su
nariz.
—Ahmm... yo... está... la reunión se está iniciando.
Frotándome los ojos, asentí. —Estoy en camino.
Levantándome, tomé mis teléfonos antes de caminar alrededor de
mi escritorio y salir de mi oficina y en el hoyo. Más de dos docenas de
empleados en esta planta se encontraban pegados a sus computadoras,
y en algunas noches parecían zombies. Todo el mundo en el negocio de
los medios de comunicación comenzaba allí hasta que encontraron una
historia que les ayudaría a subir.
Caminando alrededor de ellos, algunos me miraron y asintieron
hacia mí. Ellos eran los que iban a hundirse, y pronto. Los que no prestaron
atención hacia mí, estaban escribiendo, en llamadas, o deslizándose hacia
atrás y adelante en sus sillas mientras compartían información, eran los
adictos al trabajo que llegarían lejos.
—¿Qué tenemos? —dije tan pronto como entré en la reunión antes
de tomar mi asiento en la mesa principal. Un interno corrió hasta colocar
una taza de café en mi mano.
Como siempre, Scarlet de Burgh, mi productora, se levantó en primer
lugar. Cuando se trasladó a la parte delantera de la mesa de conferencias
blanca, su cabello negro ondulado rozó la parte superior de sus hombros.
—El escándalo del Gobernador MacDowell es un tesoro; cuanto más
empujamos, más encontramos. Hay correspondencia con productos de
Farmacéuticas Tyson y una RMH que tienen vínculos financieros
cuestionables. Todos están negando. La policía no suelta nada…
—¿Quién tenemos fuera de la estación de policía? Todo es cuestión
de tiempo —interrogué, tomando un sorbo de café antes de deslizarme
hacia atrás y escupirlo. Mis ojos se ajustaron al interno al que iba a
disparar—. ¿Qué diablos es esto?
—¿Su café? —contestó.
Levantando la tapa, se lo mostré. —Bebo mi café negro. ¿Parece
esto negro para ti? Me pregunto si eres daltónico, pero viendo que incluso
aun así deberías ser capaz de distinguir la diferencia entre los tonos de
café, ¡que no es una excusa! Lo que me deja con la creencia de que eres
un idiota. ¿Eres un idiota, interno a quien no conozco cuyo nombre no me
importa saber? Olvídalo. Estás despedido.
—¿Qué?
—¡FUERA! —le grité, y corrió tropezando con sus propios pies mientras
se iba. Girando de nuevo a la mesa, todos los ojos se hallaban pegados a
mí, aterrorizados, con la excepción de Scarlet—. Esta noche, hacemos
público que la policía y el fiscal de distrito no están siendo transparentes.
Vamos a poner presión sobre ellos, y quiero una historia que se publicará
inmediatamente después de ir en vivo duplicando eso. La gente de este
estado tiene derecho a saber qué coño hacía su gobernador con el
dinero de sus impuestos. Si encuentran resistencia, llámenlos por estar en el
bolsillo de alguien. Si no lo son, serán reivindicados. Si lo son, bueno... esto
es solo otra historia.
Nadie se movió. Simplemente se miraban.
—Se pueden ir —les espeté. Agarraron sus tabletas y rápidamente
salieron uno por uno mientras me inclinaba hacia atrás en la silla.
—Sabes que por esto es que te llaman Maxasaurus Rex, ¿verdad? —
preguntó Scarlet, viniendo a mi lado y tomando asiento en la mesa—. Sin
embargo, hoy estás un poco más sanguinario de lo habitual; ¿qué ocurre?
¡No lo sé!
—Nada —mentí.
Sus ojos azules brillantes se estrecharon y levantó la cabeza. —¿Tus
padres otra vez?
—¿Eres mi productora o mi terapeuta?
—Para ti, tengo que ser ambos a la vez.
—Estoy bien, Scarlet.
—¿Señor Emerson? —Mi asistente una vez más asomó la cabeza en
el interior—. Su madre está en la línea dos…
—¿Qué le dije que debe hacer cuando llama mi familia?
—Enviar a correo de voz, pero ella dijo que es importante y sigue
llamando.
Tan pronto lo dijo cuando sonó mi teléfono, lo que demuestra que mi
madre tenía esta oficina intervenida. Estaba seguro de ello.
—Vamos, Lily, antes de que nuestro dinosaurio favorito trate de
comernos enteras. —Scarlet dio unas palmaditas en mi hombro antes de
salir.
—Para el registro, ¡si escucho a alguien referirse a mí como un lagarto
gigante, estaré despidiéndolos también! —dije en voz alta mientras se iba.
Sólo saludo atrás, obviamente no preocupándose.
Alcanzando el teléfono, me preparé para la reprimenda que estaba
a punto de llegar.
—Hola, madre —dije cortésmente.
—Madre. —Su voz alta apuñaló en mis oídos—. Siri, Google “madre”.
—Debe de haber hablado con su otro teléfono y levantarlo hacíasí para
escucharlo—. Las mujeres que habitan o realizan la función de soportar
alguna relación con sus hijos, que pueden o no pueden ser sus
descendientes biológicos.
—¿Esta es tu manera de decirme que soy adoptado? —Si es así,
parece que la vida está finalmente mirando hacia arriba.
—¡Me vuelves loca, Maxwell, y lo sabes! ¿Quién protege las llamadas
de su madre?
—Cualquier persona mayor de dieciséis años.
Respiró hondo. —Esta noche tengo una fiesta muy importante.
Estarás allí, con una mujer joven y hermosa, preferiblemente alguien que no
te ponga en un aprieto, o a mí, y sea material de matrimonio. Sonreirás, se
reirán, fingirás que eres el único hijo de la familia Emerson, y heredero de
todo, cuando tu padre y yo muramos. Lo que podría ser muy pronto ya
que estás interesado en romper mi corazón. Será una noche espléndida y
luego puedes volver a tu fortaleza de la soledad por encima de Boston.
¿Entiendes?
—¿Dónde se supone que encuentre a esta mujer joven y hermosa sin
ataduras? —pregunté.
—No sé, hijo, pero la productora morena de tu oficina parece una
opción viable.
—Adiós, madre. —Colgué, luchando contra el impulso de dejar caer
mi cabeza sobre la mesa. Al parecer, mi teléfono estaba maldito.
Jane
—Parecía lamentable la otra noche, ¿verdad? —me preguntó Irene
en la puerta. Iba vestida con un traje que yo no podía permitirme,
pendientes de diamantes sólo vistos en catálogos, y el maquillaje perfecto
mientras fregaba su baño.
Si era “lamentable” lo que parecía, me encantaría tomar una
puñalada en ello.
—No, no —contesté por fin mientras rociaba la taza del inodoro con
blanqueador.
—Solía ser muy popular; las personas hacían fila para venir a mis
fiestas.
Me di cuenta de que realmente no le importaba un bledo lo que yo
pensaba, ella sólo quería desahogarse, pero escuchar a la gente rica y sus
historias melodramáticas no se hallaba en mi descripción de trabajo.
—La gente en esta ciudad... son tan falsos. ¿Sabes? Todos ellos te
aman cuando tienes dinero y poder, pero en el momento en que metes la
pata, te excluyen en frío.
Otra vez, esto no era mi negocio... pero de nuevo no le importaba
un carajo y yo no podía hacer nada al respecto.
—Maté a alguien. —Mi cabeza se giró de nuevo hacia ella y rompió
a reír—. ¡Oh, Dios mío! Su cara. ¡Ja! ¡Ah! ¡AH! Usted parecía dispuesta a
orinar sus pantalones.
—Eso no fue gracioso.
—Ahora ya sabes cómo me sentí cuando dijiste que no sabías inglés.
—Se cruzó de brazos.
—Touché. —Asentí con la cabeza antes de levantarme y tirar de la
cadena—. Lo tendré en mente.
—¿Tendrás en mente qué?
—Que usted tenga un retorcido sentido del humor —solté, pero no le
importó y en cambio sonrió alegremente hacia mí.
—Sabes, eres demasiado bonita para ser una criada.
—Traté de ser una prostituta, pero no funcionó.
Sus ojos se abrieron, y esta vez me reí.
—¿Quién tiene el humor retorcido ahora? —Sacudió su cabeza
hacia mí.
—Nunca dije que hubiera algo malo con el humor negro. De hecho,
lo aplaudo. —Cogí el cubo y me trasladé fuera de su cuarto de baño para
volver abajo.
—¿Jane, está hecho?
—Sí, ¿por qué? —Dándome la vuelta para estar frente a ella, le pedí
a Dios que no tuviera nada más para hacer. Ya había limpiado durante
cinco horas.
—Necesito ayuda. —Se refirió a los dos vestidos en su cama. El
primero era un vestido esmeralda maravillosamente simple con mangas
que caerían sobre el hombro. El otro era un vestido champán elegante de
gasa con encaje en las mangas.
—Definitivamente el champán es el número uno.
—Muy bien, usted puede usar el verde.
—¿Lo siento, lo repite? —La miré, esperando que se riera para
demostrar que se trataba de otra broma oscura... como el tipo de broma
de: “Ja, ja, ja, por supuesto, puedes usar el vestido de mil dólares, solo
bromeaba, eres una criada”.
Pero tomó el cubo de limpieza de mi mano y lo puso junto a la
puerta.
—Señora Monrova…
—Todos los que no vinieron a mi fiesta van estar allí —dijo al borde
de las lágrimas, recogiendo con sus uñas—. Van a amontonarse juntos y
reírse de mí.
—Entonces no vaya.
Sacudió su cabeza. —Si hiciera eso, sabrían que me escondo. No
tengo amigos aquí más. Si voy sola, me sentaré allí con un…
—¡Eres hermosa! ¿No tienes un chico que puedas llamar? Alguien…
cualquier persona.
Sacudió su cabeza. —He quemado muchas conexiones. Además, si
trajera un chico, tratarían de robármelo o hablar de mí hasta que él se
distancie de mí.
¿Qué fue eso? ¿La versión adulta de Chicas malas?
—Quien quiera que sea esa gente, no valen la pena.
—Sí, ¡lo son! —espetó ella—. Lo siento. No quiero quedar como
ofensiva porque realmente necesito tu ayuda, ni quiero insultarte, pero
simplemente no lo entiendes. Sí, estas mujeres son perras maliciosas. No, no
quiero ser su amiga, pero son las hijas de Senadores, banqueros, magnates,
y una gran cantidad de personas importantes que pueden hacer la vida
más difícil de lo que debe ser. Prefiero estar en la sala y ser ignorada que
en el frío. Es sólo la forma en que es. Le pagaré personalmente por las horas
extras.
Tenía ganas de llorar, pisar mis pies, o hacer algo para salir de esto,
pero era débilde voluntad cuando se trataba de gente que necesitaba
ayuda. A pesar de que este fuera el tipo más tonto, más molesto y pijo de
“ayuda”, podría recordar sus sollozos en su fiesta.
—¿Por qué yo?
—Eres caliente, no más caliente que yo, pero si voy allí con una
hermosa y nueva mejor amiga que nadie conoce, que se ría hasta el
cansancio de nuestros chistes retorcidos, entonces verán que no me
importa y que puedo hacer amigos. Por casualidad no sabes francés
¿verdad?
—Lo hago.
¡Oh, Dios mío! Se agarró a mis hombros, saltando alrededor. —¡Este
es el destino!
Si el destino era una desnudista llamada Dominique, sí, tal vez. Me
encantó aprender. Era mi manera de sobre recompensar por nunca llegar
ir a la universidad. Dominique habló este idioma todo el tiempo y los
hombres derramaban sus billeteras para ella. Dije algunas palabras y
conseguí mejores propinas. “A” y “B” igual a aprendiendo francés;
cualquier cosa para hacer un dólar adicional. Allen luego comercializó el
Bunny Rabbit como el único club lleno de tira exótica en la ciudad durante
la noche burlesca-francesa.
Sin embargo, ese fue mi único talento.
—¿Jane?
—¿Qué?
—Vas a ser mi amiga francés exótica. Necesitamos un nombre…
—Jane —dije.
Frunció el ceño. —¿Qué?
—No cambio mi nombre para cualquier persona. Jane. Además,
¿está segura de que quiere quedar atrapada en una mentira más
adelante?
—Realmente no eres nada divertida.
—Genial, puede tomar a otra persona. —Me acerqué a la puerta,
pero me agarró del brazo.
—Está bien, pero ¿al menos habla en francés, por favor?
¿Cómo? ¿Cómo diablos me meto en esta mierda todo el tiempo?
—Está bien.
—Puedes tomar una ducha ya que hueles a lejía. —Arrugó la nariz y
retrocedió. Sólo podía mirarla fijamente en estado de shock.
Así que al parecer tenía dos talentos: idiomas y meterme en las
situaciones más impredecibles y ridículas conocidas por el hombre.

***

—¿Cómo es posible que te veas mejor que yo? —Puso mala cara
cuando entré en su habitación. No sabía cómo responder a eso porque no
sabía de si trataba de insultarme o elogiarme... quizás ambas.
Volviendo a mi reflexión en su espejo, todavía no podía creer que
era yo. Me puse maquillaje ligero como siempre, pero Irene añadió alguna
sombra de ojos ligera ahumada e hizo una gran diferencia. Mi cabello
castaño rojizo se rizaba en los extremos y al final se separaba a un lado
para dejar al descubierto mi cuello. Me detuve en el lado de mis pechos,
los montículos de los cuales se podía ver perfectamente a causa del
encanto de la forma del vestido. Irene también me ofreció una pulsera de
diamantes para llevar, pero no podía tomarla para llevarla. En primer lugar
porque tenía miedo de perderla y tendría que vender mi alma, y en
segundo lugar porque era demasiado. En cambio sugirió que llevara unos
pendientes de diamantes, y le dije si sólo porque, al menos, esos se
sujetaban firmemente a mi cuerpo y no sólo colgaban de mi muñeca.
Pero la maldita guinda sobre el helado era los tacones... sus
hermosas, impresionantes, plata brillante bombas de Christian Louboutin
que se adaptaban a mis pies como un guante.
Espera. Estuvetan arrastrada por todo que no lo capté
inmediatamente.
—¿Qué tamaño de zapatos usas?
Se puso de pie junto a mí a esponjar su cabello. —Tamaño ocho y
medio. ¿Por qué?
—Me pongo un siete. —La miré, pero ella todavía no lo entendía—.
¿Cómo es que estos zapatos me quedan?
Se congeló.
Bajé la mirada al vestido de nuevo. Mis pechos eran más grandes
que los de ella y,sin embargo, el vestido me acunaba perfectamente.
—Tenías planeado esto todo el tiempo, ¿verdad? —Me aparté. Era
mucho más inteligente de lo que pensé inicialmente. Llamó a Mary y yo
llegué hasta aquí sólo para que ella no tuviera que ir a la fiesta sola, y caí
adecuadamente para ello.
—Si lo has notado, estoy un poco desesperada —respondió, una
pequeña sonrisa en sus labios.
—¿Se gastó miles de dólares sólo para tener una amiga? Se podría
haber conseguido una escolta.
Se encogió de hombros, recogiendo su bolso. —No hay nada que
pueda hacer ahora. Vámonos. Ya es tarde.
¿Qué demonios?
Una parte de mí se sentía impresionada... otra parte más grande de
mí se encontraba un poco descolocada, pero la seguí de todos modos.
Foster, se hallaba parado en la parte inferior de la escalera. Al
verme, levantó su ceja. Una sonrisa burlona se extendió en su vieja cara. —
Señora Chapman.
—Ni siquiera comiences. —Lo miré—. No me lo advirtió cuando
llegué aquí.
—Aprenderás. A la señora Monrova es difícil decirle que no.
Inclinándome hacia él mientras le ponía el abrigo, le susurré—: ¿Ella
no está loca, no?
—Tenga una buena noche,Señora Chapman. —Se rio
disimuladamente antes de alejarse de mí para valerme por mí misma.
—¡Jane, vamos! —Ella me lanzó una chaqueta de piel y miró el reloj.
Eran más de las nueve. Sólo tres horas más hasta la medianoche y
podríamos volver en una calabaza.
Colocándome el abrigo, salí corriendo hacia el Mercedes
esperando.
—Me veo bien... ¿verdad?
¿No es demasiado tarde para preguntar? —Estás preciosa.
Totalmente impresionante.
—Francés, ¿recuerdas?
Suspirando, repetí—: Vous êtes Belle. Très étonnante.
—¡Merci, et toi!—Se rio tontamente, inclinándose hacia atrás en el
asiento.
Rodando mis ojos, miré por la ventana, sin saber por qué tenía
mariposas en el estómago. Me sentía un poco nerviosa, pero no tenía idea
de por qué.
—Si planeó esto, ¿por qué me hizo limpiar su casa primero? —le
pregunté.
—Porque estaba sucia, por supuesto.
Me volví hacia ella. —Limpié el viernes. Lo estropeóa propósito, ¿no
es así? Para que no acabara y me marchara.
—Me haces sonar mucho más retorcida de lo que realmente soy —
dijo, fingiendo comprobar su teléfono.
Ella era una locura. Sin embargo, la quería un poco por ello.
¿Una noche de juego de etiqueta no hace daño, verdad?
5
Traducido por Valentina D. & SOS por Bella´

Jane
Desde Boston a Weston, también conocida como la ciudad más rica
de los Estados Unidos, fueron sólo treinta minutos, pero se sintió como si
hubiera ido a través del mundo. Las casas aquí eran más grandes que la
mitad de mi vecindario. Fue una locura. Cuando condujimos por el camino
de entrada y alrededor de la fuente de agua de la mansión estilo
europea, mi estómago dio un vuelco y no quería salir del auto.
—Bienvenidos —dijo el portero. Acelerando, me aferré al abrigo
alrededor de mis hombros mientras Irene salió del otro lado.
—Sé misteriosa —expresó ella en francés, y esperaba que eso
significara no hablar.
—¿Nombres? —dijo otro hombre en la puerta. Él iba vestido con una
chaqueta de traje; dado el frío de la noche, me preocupaba que el pobre
hombre se congelara.
—¿En serio? —chasqueó Irene, molesta—. Irene Monrova. Sobrina de
Elspeth Yates.
Al momento en que lo dijo, él se enderezó. —Disculpe, señora, pero
fuimos instruidos para comprobar a todos. Por favor disfrute.
¿Elspeth Yates? ¿Dónde escuché ese nombre antes?
—¿Puedo tomar sus abrigos? —Una criada lo tomó de mí antes de
que pudiera responder. Irene ni siquiera parpadeó, simplemente se lo
lanzó.
Inclinándose hacia mí, Irene susurró—: Sonríe. Los buitres están todos
aquí.
No sabía lo que quería decir hasta que caminé por la esquina hacia
la gran sala de estar. La mayoría de los muebles fueron movidos para la
fiesta, pero eso no quitaba toda la decoración. Las pinturas que colgaban
en las paredes tenían que haber sido transportadas directamente desde
museos; demonios, todo el lugar era como un museo. En realidad me
encontraba más interesada en ver más de ello, pero todos los ojos de los
invitados se hallaban puestos en ella… nosotras… ambas. La miraban
como si fuera en realidad una asesina, y la sentí dar un paso atrás. Ella
parecía asustada y no se podía mover.
—Irene —susurré.
—Esto fue una mala idea. Lo siento.
Agarré su brazo antes de que pudiera correr. Hablando en francés,
le dije—: No tengo idea de lo que hiciste, pero pasé horas hoy limpiando tu
casa. Dejé que me convencieras de venir a una fiesta de la que no quería
ser parte, en un vestido que estoy asustada de arruinar. Vas a caminar allí
como la jodida reina de Inglaterra, o que dios me ayude, voy a perder mi
mierda.
Me miró con los ojos abiertos antes de reír y dar un paso hacia
delante. —Tu francés es un poco rudo en los bordes, pero bueno.
Por supuesto que eso fue todo lo que agarró de mi discurso.
Sacudiendo la cabeza, caminé después de ella. Cuando lo hice, dos
chicos al otro lado de la habitación me sonrieron. Sonreí, haciendo
contacto visual con ellos antes de apartar la vista y tomar una copa de
champán. Se suponía que debía hacerla ver bien, ¿verdad?
—Eres natural —me dijo.
Aprendí de desnudistas, así que por supuesto soy natural. Para los
hombres, por lo menos, podía fingirlo, porque ya sea que estuvieran en
trajes o pantalones de jean, todos funcionaban igual.
—¡Irene! Cuanto tiempo sin verte. —Un hombre rubio fue el primero
en acercarse y sus ojos marrones cayeron en mí—. ¿Quién es tu amiga?
—¿Cómo sabes que soy su amiga? Podríamos ser amantes —dije en
francés, sabiendo que él no podía entender. Irene resopló y trató de no
reír.
Él nos miró, confuso. —Lo siento, ¿qué fue eso?
—Jane —le respondí, ofreciéndole una mano.
—Archibald Saint James —dijo, besando la parte posterior de ella—.
Pero todos mis amigos me dicen Archie.
—Eso es bastante agradable de sus amigos, Sr. Saint James —le dije,
y las esquinas de sus labios se elevaron.
—También lo creo, tal vez tú…
—Ese es un largo apretón de manos, Archibald. —Ambos nos
volteamos para encontrar a Maxwell Emerson vestido con un traje negro y
una corbata de moño con su mano en el bolsillo. Sus ojos azules miraron a
Archibald.
Elspeth Yates… Elspeth jodida Yates… ¡su madre! ¡Mierda!
No dijo nada más, pero se acercó a mí y puso su mano en mi cintura.
Mis ojos se abrieron. Quería alejarlo, pero no quería llamar más la atención.
Estaba atrapada.
Quien dijo que ninguna buena acción queda sin castigo me
hablaba a mí.
Maxwell
Contrariamente a la creencia popular, no odiaba a la gente.
¿Algunas personas me molestaban? Sí. ¿A menudo perdía los estribos?
¿Quién no? Sin embargo, odiaba a Archibald Saint James con tanta
vehemencia que si él se estuviese ahogando en frente de mí, iría adentro y
haría un emparedado.
Sus ojos de serpiente bajaron a mi mano en su cintura, y traté de
ignorar el calor que venía de su piel.
—Maxwell, no sabía que estuviera familiarizado con una mujer tan
hermosa —presionó, obviamente alimentando el rumor circulando de que
yo tenía que ser gay. Para las malas lenguas, esto explicaba por qué
nunca traje mujeres a ninguna de las ridículas fiestas de mis padres hechas
con el simple propósito de exhibir su riqueza.
Volteándome a Jane, podía decir que me gritaba con los ojos.
Alcanzándola, ahuequé su cintura más fuerte y descaradamente la besé.
Se quedó mirando y le di un apretón a su culo para darle a entender que
me siguiera la corriente. Cerrando sus ojos, me respondió el beso, pero
antes de que pudiera ir más lejos, se apartó. Sus labios lucían hinchados y
su rostro sonrojado.
—Ahora lo sabes, Archibald —dije, tomando la mano de Jane y
tirando de ella fuera de la sala de estar por completo.
No dejé de caminar, o la dejé ir, y podría sentirme calentando, pero
no sabía porqué. ¿La imagen de Archibald besando su mano me
enfureció, o fue el shock de verla desde el principio? Vestida como…
—¡Suéltame! —Me dio una patada en la espinilla una vez que
estábamos en la privacidad de mi habitación de la infancia.
—¡¿Qué mierda?! —siseé, liberando su mano para agarrar mi pierna
palpitante.
—¡Eso es lo que quiero saber, idiota! —me gritó, pateándome una
vez más, obligándome a retroceder—. ¿Cómo te atreves a poner tus labios
sobre mí sin preguntar primero?
—¡Basta ya! —grité cuando trató de golpearme de nuevo.
Simplemente levantó su puño—. ¡Trataba de salvarte!
—¿De qué?
—¡De él! ¡Es un maldito violador!
Se congeló con su puño aún en el aire. —¿Qué?
—Joder —siseé, sentándome en la cama y enrollando mis
pantalones; efectivamente, mi espinilla sangraba. Su tacón era un infierno
de arma—. Deberías estar dándome las gracias, no agrediéndome.
—Dice el hombre que agarró mi culo. —Se cruzó de brazos,
manteniendo aún la distancia—. ¿Qué quieres decir con que es un
violador?
—No me di cuenta que existían diferentes definiciones de violador —
le espeté mientras hacía una mueca de dolor.
Suspiró antes de mirar alrededor de la habitación y abrir unas
cuantas puertas antes de encontrar el baño. Escuché encenderse el agua
por unos segundos, y regresó con una toalla húmeda. Pasando para
sentarse en la cama junto a mí, agarró mi pierna y la puso sobre su regazo.
—¿Por qué está aquí si es un violador? Pensé que tu madre era
candidata para Presidenta —dijo, frotando suavemente mi espinilla.
—Debido a que no fue procesado oficialmente por violación. Su
familia lo pagó todo. La víctima fue alguna estudiante universitaria en
bancarrota. En el momento en que ella tomó el dinero, se fue de Boston
para siempre. Estoy seguro que hay más como ella, pero cuando tu padre
es dueño de una de las más grandes compañías de servicios financieros en
el país, puedes barrer mucho más debajo de la alfombra. Te besé porque
la única familia con la que no te metes es la mía. Si él piensa que eres mía,
estás a salvo.
Me frunció el ceño y me miró con esos grandes ojos avellana. —Eres
este súper famoso reportero, ¿por qué no lo expones?
—¿Tan famoso que ni siquiera me conocías la primer vez que nos
vimos?
Frunció los labios a un lado, y empezaba a notar que ella era horrible
controlando sus expresiones faciales.
—No cuento porque no miro las noticias. No es que sea tonta o algo,
o que no me preocupe lo que está sucediendo en…
—Simplemente no tienes tiempo porque estás trabajando. —Ella
siempre trabajaba—. Excepto que trataste de renunciar esta mañana.
—No traté de renunciar.
—¿En serio? Tu jefa me llamó esta mañana para decirme que
recibiría una nueva emplea…
—Es lo mejor.
—No decidas qué es lo mejor para mí —le contesté, alejando mi
pierna de ella.
Me miró. —No lo hacía. Decidía qué era lo mejor para mí.
Contrariamente a lo que tu ego puede decirte, Sr. Emerson, el mundo no
gira alrededor de ti.
—Entonces, ¿eso es un no al matrimonio?
Levantó sus manos. —¡Sí! ¿Sabes cuán loco suenas? Ni siquiera me
conoces y estás enamorado… No me voy a casar con un extraño por
dinero. Tú y tu prima, ambos piensan que pueden comprar gente con
dinero. Tal vez puedan, pero no pueden comprarme.
Ella sacaba lo peor de mí.
—Eres una idiota —le dije cuando se levantó para irse.
—¿Qué? —Se dio la vuelta hacia mí.
Poniéndome de pie, arreglé mi corbata. —Eres una idiota. ¿Crees
que trabajar duro es el secreto de hacerlo? ¿Cómo crees que la mitad de
estas personas llegaron al punto donde gastan trescientos dólares en un
plato de pasta? Tal vez hace un tiempo, trabajar duro fue la razón. Tal vez
hay uno entre miles de personas quien tiene éxito ahora de esa manera.
Algunas personas nacen con suerte y en la riqueza. Algunas personas
nacen extremadamente inteligentes o atléticas. Pero para la mayoría, es
ajetreo normal. ¿Por qué haces diez dólares la hora, y tu jefe, quien ni
siquiera limpia casas, hace dieciséis? Haces lo que sea para llegar a la
cima y la mayoría de las veces eso significar usar a la gente.
Probablemente has estado matándote el culo trabajando toda tu vida, y
lo más probable consiguiendo ser pisoteada mientras estas en eso,
también. Pero, ¿estás de alguna manera mejor que lo que estabas el año
pasado? Cualquier oportunidad que tengas para seguir adelante,
deberías tomarla. Si no lo haces, o estás asustada o eres una idiota.
Esperaba que se volteara bruscamente hacia mí, pero se quedó allí
de pie como si la hubiera abofeteado en la cara. Sus ojos brillosos por las
lágrimas que no iba a dejar caer.
—Tal vez tengas razón. He sido pisoteada por los jefes. No es justo y,
sin embargo, sigo trabajando. Soy la adicta al trabajo Jane. —Se encogió
de hombros—. Pero no tengo a nadie a quien pisotear. Todo lo que tengo
es a mí, así que me atesoro a mí misma más que a nada o nadie en el
mundo. Así que cuando tratas de comprarme como si fuera nada más que
un artículo y no una persona, y si te dejo… entonces no me gustaré a mí
misma. Y sí no me gusto a mí misma, no tendré nada. Nada es doloroso.
Se limpió rápidamente la lágrima de su mejilla y se dio la vuelta para
salir. Fue solo cuando se fue cuando sentí como si pudiera respirar de
nuevo… aun así, mi corazón vio a alguien tan hermosa en el exterior pero
tan rota por dentro.
—Así se hace. —La puerta se abrió e Irene entró; mis hombros
cayeron. Ella era la otra hermosa y rota mujer en mi vida que me volvía
loco.
—¿Por qué la trajiste aquí?
—Quería ver cómo reaccionarias al verla toda arreglada —
respondió, apoyándose contra mi puerta—. Los escuché peleando el
viernes, y esa fue la primera vez que te he visto tan comprometido con una
mujer. Ella te gusta.
Caminando hasta ella, me aseguré que entendiera que no jugaba.
—¡No la arrastres a tu desorden, Irene! Tienes veintiocho años, así que
arregla las cosas por ti misma. La última vez que usaste a las personas,
¿cómo funcionó eso para ti?
—Jódete —dijo entre dientes antes de salir.
¿Por qué toda esta mierda me pasaba a mí?
Nada es doloroso. La voz de Jane hizo eco en mi mente, y de
repente sentí la urgencia de encontrarla… solo para disculparme, por
supuesto.
Wesley
Cuando dije que tenía una adicción a Maxwell Emerson, no estaba
siendo gracioso. En los cuatro años que estuvimos juntos, nunca estuve con
nadie más… ese solo hecho era una locura. ¿Yo, el puto Wes, había
estado y estaba en una relación monógama? Incluso mis propias madres
estuvieron sorprendidas cuando les dije. No era que no podía, es sólo que
nunca encontré a la persona quien pudiera satisfacer la furiosa lujuria que
sentía todo el maldito tiempo. Entonces lo conocí y él ardía junto conmigo.
Alimentando una adicción… viviendo con codependencia…
acechando…amor; llámalo como quieras, pero nunca fui tan lejos de él, lo
cual esporqué cuando la Senadora Elspeth Yates me rogó para atender
personalmente su evento esa noche, dije que sí, a pesar de que me juré a
mí mismo que nunca atendería ningún evento. Cuando el Primer Ministro
de Francia quería comer mi comida, venía a mi restaurante como todo el
mundo.
Lo que planteaba la pregunta: ¿qué rayos hacía yo allí?
—¡Esto necesita más vinagre! Pica la albahaca ahora y espera diez
minutos una vez que… —Me detuve a mitad de la oración cuando vi a
Jane corriendo abajo por las escaleras. Iba vestida en verde esmeralda y
su cara lucia hinchada y rosa. Tenía sus zapatos en una mano y la cola de
su vestido en la otra.
—Dime que la ves —exclamó mi ayudante de cocina—. ¿La
conoces? —preguntó, confirmando que no soñaba.
—Maldita sea —susurré y me hallaba impresionado por lo hermosa
que se las arregló para lucir incluso aunque parecía obviamente molesta.
—¿Chef?
—Corta la albahaca ahora y espera diez minutos para rallar las trufas
encima —le dije, sin apartar mis ojos de ella mientras ella ignoraba a todo
el personal de la cocina y se dirigía directamente al patio trasero.
Quitándome el delantal de chef, fui a la nevera y saqué un solo postre
helado de chocolate y vainilla con salsa de cereza—. Cuchara —le espeté
a uno de ellos.
—Aquí, Chef.
—Nicklaus, la cocina es tuya.
—Sí, Chef. —Asintió, sin levantar la vista de su plato. Era una de las
razones por las que podía confiar en él. Al abrir la puerta, fui golpeado
inmediatamente por una ráfaga de aire frío, que curiosamente no pareció
afectarla en absoluto. Se sentaba en uno de los escalones, mirando hacia
el cielo nocturno.
—¿Vienes aquí a menudo? —pregunté, tomando asiento a su lado.
Su cabeza se volvió hacia mi tan rápido que pensé que se rompería.
—¿Por qué estás en todas partes? —Gimió ella, cepillándose el
cabello hacia atrás.
—Esa no era la reacción que esperaba —dije, le entregué el postre y
me impulsé para pararme.
—No, lo siento —dijo en voz alta antes de que diera un paso.
—¿Estás segura? Porque no lo hago bien con las mujeres que lloran.
—¿Es por eso que trajiste el postre? —Sonrió, tomando un bocado.
Hizo una pausa, mirándolo. Sonreí y volví a sentarme.
—Soy asombroso. Vamos, puedes decirlo.
Hizo una mueca hacia mí, luchando. —Está bien… sin embargo, no
orgásmico.
—No debería ser. Al menos no con la primera mordida —dije, viendo
mientras otra cucharada llena entraba más allá de sus rellenos labios—. Un
gran orgasmo no sucede muy rápido, señorita Chapman. Es la
acumulación y el recorrido lo que te lleva allí. Me miró, ya sin comer, y
tomé la cuchara de su boca, tomé más chocolate, y la llevé de vuelta a
sus labios. Se separaron para mí—. Sientes todo al principio, tu boca
haciéndose agua. El temblor ha ido hasta tu espina vertebral… la
sensación de hormigueo en tus oídos y manos. Tus pezones cada vez más y
más duros mientras tu coño se pone más y más mojado. Deberías estar
gimiendo de placer, saboreando cada centímetro de ello hasta el punto
que está haciéndote perder la cabeza, sin gritar, sin ceder. Es entonces, y
solo así —Le doy el último bocado—, que dejo que te corras.
Abrió la boca y tragó con los ojos abiertos. Se apartó de mí, y sonreí
como el sucio pecador que era.
—Tienes razón, señorita Chapman.
—¡Cállate! —Puso su mano sobre mis labios, cubriéndolos—. Tú y ese
maldito acento y tu puto postre me están confundiendo.
Esperé a que quitara las manos. Cuando lo hizo, le dije la verdad. —
No estas siendo confundida; estás siendo calentada. Tus pezones son la
prueba de ello.
—¡Hace frío! —espetó, colocando sus manos sobre ellos.
—Hacía frío cuando salí, y ellos no lucían así. Créeme, habría notado
si lo estuvieran.
—¿Cómo puedes coquetear conmigo cuando estás en una
relación?
Buena jodida pregunta. Max fue la primera persona que alguna vez
captó mi atención así y ahora aquí se encontraba ella como un maldito
huracán que no podía ignorar.
—Pero supongo que es justo desde que Max me besó.
—¿Él hizo qué? —¡Ese pequeño pendejo!
—No te pongas celoso. Lo hacía para protegerme de este… —No
me importaba una mierda. Acercándome, hice lo que me moría por hacer
desde la primera noche que nos atrapó. Mis labios estuvieron pronto sobre
los suyos y pude saborear el chocolate, la cereza y la vainilla en su lengua.
Sus labios eran tan suaves como pensé que serían, y quería, no, necesitaba
más. Gimiendo en mi boca, casi me lo dio antes de separase.
—Ahora es justo —le dije, tratando de recuperar el aliento.
—¡Ustedes dos están locos! —Chasqueó y se levantó para irse.
Quería ir detrás de ella, pero debido a la situación bastante grande
sucediendo entes mis piernas, me lo pensé mejor.
Sus labios serían hermosos en mi polla… en la polla de Max.
—Maldito sea —dije con voz entrecortada.
¿Por qué coqueteé con ella? Debido a que era hermosa y yo la
quería, pero también porque sabía que Max la quería de igual manera.
Sea cual sea la excusa que la pequeña mierda hizo con el fin de besarla
era un montón de gilipolleces. La besó porque quería. El hecho de que él
la quería me encendió.
—¡Joder! ¡Baja! —le grité a mi pene.
Ambos iban a matarme.
Jane
—¿Puedes creer que tuvo la audacia de mostrar su cara? —Escuché
a una de las mujeres suspirar cuando regreséarriba. Siguiendo su mirada, vi
dos mujeres mirando a Irene mientras ella hablaba con Max.
—No, ¿por qué? ¿Qué pasó? —susurró otra mujer.
—Bueno, hace tres años se enamoró de este fraude total. Siguió
mostrándolo, algún pez gordo agente de Wall Street. Resulta que ella sabía
que él era un fraude, pero la chantajeaba. Ella era una completa
drogadicta, y él dijo que iba a exponerla. Convenció a tanta gente para
confiar en él con su dinero mientas todo el tiempo supo que tendrían
perdidas. Egoístamente solo quería salvarse a sí misma. Fue un gran
escándalo. Únicamente evitó ir a la cárcel porque es parte de la familia
Emerson. Además se exilió a Francia. Quién sabe en qué tipo de problemas
se metió allí. Deben haber sido horribles si está aquí de regreso
arrastrándose por atención otra vez. Es de esperar que le haga a su tía un
favor y vaya a alguna parte.
No quise escuchar más. Agarrando dos copas llenas de la bandeja,
retrocedí antes de chocar con las mujeres y derramar todo el vino sobre
sus vestidos.
—¡Oh, mi Dios! —dejé escapar.
—¡Has perdido la cabeza! —me gritó la pequeña señorita chismosa
con su mano en el aire.
—¡Lo siento tanto!
—Ni siquiera has comenzado a…
—Señoritas. —Max vino detrás de mí—. Me disculpo por esto, por
favor, permitan a las empleadas limpiarlo. Prometo que personalmente les
rembolsaré.
—Está bien, señor Emerson. —Trataron de ser lindas y yo quería rodar
mis ojos… sin embargo, cuando sus miradas cambiaron de nuevo hacia mí,
fingí sentirme terrible.
—Lo siento tanto —repetí mientras se iban. Jodidamente ridículas.
Max se giró hacia mí, su ceja elevada.
—Te vi derramar las bebidas en ellas apropósito.
—No tengo idea de lo que estás hablando. —Me encogí de
hombros.
—Gracias. —Las esquinas de sus labios se elevaron y lució, por
primera vez, realmente lindo—. Y lo siento por más temprano.
—Debe haber pasado más tiempo del que pensaba para que
desarrollaras una personalidad completamente nueva.
—Juro que disfrutas de exasperarme.
—Sólo un poco.
—Sabes que mañana me aseguraré de que tengas una enorme
cantidad de cosas para limpiar —respondió.
—Renuncié. ¿Recuerdas? —Había acabado con su ático.
Negó con la cabeza.
—¿No me escuchaste? Tú no haces las reglas. Eres la abeja obrera.
Le dije a tu jefa que te quería como mi empleada. Si no, entonces acabé
con sus servicios. Ella va a presionarte para venir, porque, como dije, todo
el mundo se auto conserva. Apuesto que incluso te amenazará con
despedirte si no te presentas.
—¡Tú, imbécil! ¿Por qué me atormentas? —Gruñí.
—Simple. Has visto cosas, y preferiría no lidiar con otra empleada. Así
que espero verla brillante y temprano, señorita Chapman, o vendré y la
traeré yo mismo.
—Lo odio…
—Maxwell. —En ese momento, una mujer se acercó usando un
asimétrico vestido negro. Su cabello negro peinado hacia atrás y sus ojos
azules abiertamente mirando hacia mí. Sabía que era su madre, la famosa
Elspeth Yates, y era magnifica.
—Madre —dijo Max, parándose más recto, si era posible, y también
tenso—. Te ves hermosa como siempre.
—Gracias, querido. ¿Vas a presentarme a tu amiga…
—Prometida —la corrigió, y yo miré alrededor rogando que hubiera
otra mujer además de mí. Nop, solo yo.
El maldito bastardo. ¿Escuchó alguna palabra de lo que le dije?
—En realidad, señora, lo rechacé. Jane Chapman. Es un placer
conocerla finalmente. Su casa es impresionante. —Me acerqué para
estrechar su mano y se me quedó mirando en confusión.
—¿Rechazaste a mi hijo? ¿Por qué? —preguntó, sin estrechar mi
mano.
—Él es un engreído, narcisista imbécil. —Dejé caer mi mano—. Y con
eso, voy a excusarme.
Con arrogancia, caminé de regreso a Irene.
—Brava. —Me aplaudió—. Pero en su defensa, se pone
increíblemente nervioso cerca de su madre. Probablemente dijo la primera
cosa en su mente para conseguir quitársela de encima.
—Por favor, di que puedo irme ahora.
Asintió y nunca estuve tan agradecida. Estas personas y su drama
eran demasiado agotadores.
A la mierda la vida de los ricos y famosos. Seguiré siendo una
sirvienta.
6
Traducido por Valentina D. & Fiorella

Jane
—Hogar dulce hogar —farfullé con cansancio mientras giraba la
llave de mi apartamento. Era después de las dos de la mañana cuando
regresé a casa. Entrando, la primera cosa que noté fue que la ventana
estaba abierta. Nunca la dejé abierta.
Grité cuando un hombre me agarró del cabello y me lanzó al pasillo.
La puerta se cerró con fuerza mientras caía al suelo. No levanté la mirada.
No quería ver su cara… si veía su cara…
—He estado esperando demasiado tiempo para que llegaras aquí.
—Apretó mi cabello, forzándome a levantar la mirada. Cerré los ojos con
fuerza—. Mírame.
No mires. No mires.
—¡Mírame, perra! —gritó, abofeteándome tan fuerte en la cara que
podía saborear la sangre en mi boca—. ¿Dónde está el dinero?
—Cualquier cosa que quieras tomar… ¡ahh! —Lloriqueé cuando su
pie conectó con mi estómago.
—¿Hay aquí algo que valga doscientos veintidós mil? Un pajarito me
dijo que te vio montar en un coche de un millón de dólares. Ahora, ¿de
dónde sacaste el auto? —No respondí, así que me golpeó una y otra y otra
vez.
Tosiendo sangre y sollozando, sostuve mis brazos contra mi pecho e
hice mi mayor esfuerzo para mantener la calma a pesar de que
empezaba a entrar en pánico.
—Este es un mensaje de Aaron. Él quiere su dinero y lo quiere ahora.
Si tengo que venir aquí o por ese pequeño cabrón, Allen, una vez más…
bueno, no seré tan amable la próxima vez —dijo, pasando sus manos por
todo mi cuerpo mientras me estremecía con asco.
No dijo nada más, y fue sólo hasta después que se fue que
finalmente abrí los ojos. El dolor se vertía sobre mí en oleadas.
Arrastrándome a mi bolso, llegué adentro por mi teléfono.
Se sintió como por siempre antes de que Mary respondiera.
—Son las dos de la mañana, Jane…
—Ayuda. —Sollocé.
Maxwell
Martes llegó. Ella no vino.
Llegó el sábado y no se presentó.
Ahora de nuevo era martes y aun, sin noticias de ella. Llamé al
servicio de limpieza y todo lo que Mary dijo fue que podía darme
referencia de otro servicio de limpieza, pero Jane no podía venir. Incluso
conduje por su apartamento, pero no sabía cuál era su puerta.
—¿Qué pasó en la fiesta de tu madre? —preguntó Wes, sentándose
en la cama sin camisa, ya sin fingir que leía el libro en sus manos. No había
hablado de eso y él no había preguntado—. Sé que la besaste.
Me volví hacia él y sus ojos verdes parecían en calma, y
completamente diferente a él.
¿Cómo?
—Ella me dijo. Bajó a la cocina y trataba de no llorar. No pregunté
por qué y luego la besé.
—¿Hiciste qué?
—La besé por la misma razón que tú la besaste. Estoy atraído por
ella.
—No estoy…
—Chorradas. —Sacudió la cabeza, lanzando el libro al lado de la
cama antes de levantarse—. Desde que la conocimos, he estado tratando
de mantener la distancia por tu bien, tú, bastardo celoso. Pero, ¿qué has
estado haciendo? La llevas a casa. Te le propones. La besas enfrente de tu
familia y amigos. Luchando de un lado a otro. Consiguiendo saber sus
películas favoritas. Y yo estoy aquí sintiéndome cómo un gilipollas
¡esperando a que lo jodas y simplemente lo admitas!
—¡No te estoy deteniendo! —grité de vuelta—. Si quieres follarla, ¡ve
a follarla! ¡VE! No te quejes conmigo.
—No lo entiendes —dijo Wes, moviendo la cabeza y agarrando su
camisa—. Los quiero a los dos.
—¿Deberíamos abrir nuestra relación a cualquier persona que
quieras follar ahora? ¿Dónde está el bar? Ves a una linda chica o un chico
y es “Oye, vamos a tener un trio porque el mujeriego, Wesley, quiere”. Si no
estoy de acuerdo, ¿soy yo el que necesita aceptarlo? Jódete.
—Sentí algo cuando la miré —confesó mientras se ponía su camisa y
caminaba hacia mí—. En ese momento me aterrorizó. Apenas he sentido
eso una vez antes y aun lo hago: cuando te miro. Pensé en eso
abaratándonos algo de alguna manera, o que yo era… que algo estaba
mal. Entonces te miré. Vi que la mirabas de la misma manera que me
miraste hace cuatro años. Cuando no te sentías cómodo con tu actividad
sexual. Cuando solías follar hombres en la oscuridad y ocultando que me
pasabas por alto cuando trataba de abrazarte. Luchaste constantemente
conmigo porque no podías aceptar que nosotros podíamos estar en una
relación estable y normal como hombres. Entonces me di cuenta que no
era algo se encontrara mal con nosotros. Si lo hubiera estado, tú y yo no
reaccionaríamos a la misma mujer. Te digo todo el tiempo que siento que
fuimos destinados a conocernos. Así que, ¿quién dice que no puede haber
otra persona con nosotros? ¡La sociedad! ¿Las mismas personas que
pensaban que ser homosexual significaba ser mentalmente
incompetente? Que se jodan. Si estamos atraídos uno por el otro, ¿por qué
luchar contra ello? No estoy siendo simplemente un mujeriego, pero
gracias por el insulto. Me voy a dirigir a mi apartamento. Te veré luego.
Y justo así caminó fuera.
No quería que se fuera, pero después de lo que dijo, no sabía cómo
responder. En su lugar, salí de la habitación y me apoyé contra la
barandilla, escuchando mientras la puerta se cerraba detrás de él. ¿Qué
estaba pasando? Ni siquiera me entendía a mí mismo. ¿Por qué me sentía
tan enojado de que Jane dejara de venir a trabajar? ¿Por qué poner tanto
esfuerzo en conseguir una mucama de vuelta? ¿Por qué esto? ¿Por qué
eso? Cuanto más pensaba, más me dolía la cabeza, así que continuaba
posponiéndolo.
—Error. —La puerta pitó cuando alguien puso el código. Bajando la
mirada a mi reloj, me di cuenta que era el primero de octubre. El código
cambiaba cada mes.
¿Lo olvidó?
Corriendo por las escaleras, casi me tropecé, poniéndome más
avergonzado. Me detuve para alisar mi ropa antes de abrir la puerta.
Esperaba mirar directamente hacía Wes, pero en lugar de eso, mi cabeza
cayó en una gorra de béisbol azul marino de los Patriots.
—¿El código cambió? —preguntó en voz baja, alzando la mirada
hacia mí.
A la mierda el código.
—¿Jane? ¿Qué pasó? —Ahuequé el lado de su cara y vi el daño: su
labio se hallaba reventado y roto en ambos lados, su ojo izquierdo era de
color amarillo rojizo oscuro y los moretones incluso se extendían a través
desu nariz. Vestía una chaqueta, una camisa cuello de tortuga, unos
leggins, pero tenía el presentimiento que existía más daño por ver.
—Lo siento por tomarme la semana libre, pero ahora estoy aquí para
limpiar si no has conseguido una nueva empleada. —Levantó un cubo con
suministros para que viera, para nada respondiendo mi pregunta. Me paré
allí con la rabia construyéndose dentro de mí hasta el punto en que
apretaba los puños—. Por favor deja de mirar y permíteme limpiar,
Maxwell. Es la única cosa en la que soy buena.
Dando un paso, la dejé entrar, sin embargo, no estaba seguro de si
seguía respirando. Se movió al sofá donde se quitó su chaqueta y la dobló
cuidadosamente. Puso su gorra encima antes de ponerse los audífonos y
agarrar sus guantes color amarillo brillante.
Los voy a matar. No. ¡Los voy a jodidamente crucificar!
Sacando mi celular del bolsillo trasero, tecleé rápido y él respondió al
primer tono.
—Cuando dije que te vería luego…
—Ella volvió. Ven ya mismo… ella está… está herida.
—¿A qué te refieres con que está herida? —Ya podía escucharlo
caminar.
—¡Alguien golpeó el infierno fuera de ella! —Suprimí un grito mientras
mis manos temblaban. Cada respiración poniéndose cada vez más corta.
La línea se cortó. Guardando el teléfono, abrí la puerta y esperé a
que llegara el ascensor. Tomó menos de un minuto. Él se veía como yo me
sentía. Sus ojos lucían duros, sus labios en una línea delgada mientras
entraba, y justo cómo yo lo hice, se congeló cuando la vio limpiando la
mesa de café.
—¿Está limpiando? —siseó a través de sus dientes antes de caminar
hacia ella. Lo detuve y puse una mano en su hombro después de cerrar la
puerta.
—Está tratando de sentirse útil. No le gusta ser compadecida.
—Sé eso, ¡pero está herida! —me espetó—. ¿Quién hizo esto?
—Sé lo que tú sabes. Simplemente vino aquí y pidió limpiar, así que la
dejé limpiar, pero entiende esto: No la voy a dejar ir hasta que consiga un
jodido nombre. —Me moví para sentarme en las escaleras.
Su mandíbula crujió a un lado antes de tomar una respiración
profunda. Sentándose a mi lado en la escalera, puso su mano sobre su
boca.
—Quien sea que hizo esto… —Se detuvo, juntando las manos, y
entonces entendí lo que fue tan difícil para mí de entender hace cinco
minutos.
Me preocupaba por ella. No sabía por qué. No podía explicarlo.
Todo lo que sabía era que en ese momento, viéndola, jodidamente dolía.
Era una tortura. La Jane que conocía era fuerte, enérgica, amable y un
dolor en el culo adicta al trabajo, pero alguien trató de romperla. No.
Simplemente no.
Wesley
Esperamos dos horas.
Eso fue un total de sesenta y cuatro muecas de dolor, veintidós
tramos rápidos, dieciséis inhalaciones agudas de dolor, nueve veces en
que ella sólo hizo una pausa y se quedó allí perdida en sus pensamientos, y
cuatro veces se limpió la comisura de los ojos. Cuando lo hizo por quinta
vez, no podía aguantar más.
Levantándome, entré en la cocina y me puse delante de ella. Me
miró con sus grandes ojos color avellana, y se secó el rabillo del ojo
magullado, y se sacó los auriculares.
—¿Quién? —pregunté, poniendo mi mano en su cara magullada—.
¿Quién? —le pregunté de nuevo.
—Estoy bien.
—Joder —susurré, pasando la mano por los labios—. No desestimes
esto. Háblame. ¿Quien?
Sus ojos se humedecieron y se veía lejos. Acercándome más, la
envolví en mis brazos y ella sollozaba. Temblaba como un niño. Besando la
parte superior de su cabeza, Max se apoyó en la isla de la cocina, con la
cabeza hacia abajo, mechones de cabello negro cubriendo sus ojos.
—Voy a preparar un baño —murmuró, dándose la vuelta.
Asintiendo, me agaché y la levanté. Ella envolvió sus brazos
alrededor de mí, y no los soltó como un gatito aterrorizado. Sólo se hizo más
daño. Ninguno de los dos dijo nada mientras caminábamos por las
escaleras hasta el dormitorio principal. La puse en la cama cuando Max
entró en el baño.
—¿Quieres que vaya?
—Necesito ayuda —susurró ella, sin levantar la vista hacia mí—. No
puedo levantar mucho los brazos.
Tragando el bulto doloroso en mi garganta, llegué a la parte inferior
de su cuello alto y la puse de pie lentamente, agachándome para ayudar
a su brazo derecho y luego el izquierdo, levantándolo suavemente por la
cabeza...
Cristo.
Los moretones en su cara no eran tan malos como lo eran en su
estómago y su pecho. Si esto era un par de días después, sólo podía
imaginar lo malo que era después de que ocurriera.
—Jane —dije en voz baja, moviendo la cabeza. No tuve más
palabras.
—Estoy bien —mintió de nuevo. Quería decirle que no era así. Al
verla así, yo no estaba bien, pero no era sobre mí.
—¿Quieres mantener tu sujetador? —pregunté, señalando su
sujetador que tenía un broche en la parte delantera, por lo que podía
quitárselo por sí misma.
Sólo lo alcanzó y se deshizo de él. Al igual que el resto de ella, sus
pechos lucían magullados también. Las marcas eran todas de golpes, y no
tenía marcas de dientes o chupones. Lo que no descartaba asalto sexual,
pero...
—Cuando fantaseaba con estar desnuda delante de ustedes, no
era como esto —trató de bromear, cambiándose al borde de la cama
para quitarse su pantalón. Una vez más no noté ningún chupón, pulgar de
la mano o impresiones; de hecho, sus piernas eran prácticamente las
únicas cosas no golpeadas. Quien haya hecho esto se centró en su mitad
superior—. Esta es la parte en la que dices algo sexual o algo. Eres Wes, el
salvaje espíritu libre —me susurró.
—En este momento, soy Wes, uno de los hombres tratando de...
tratando de hacer que te sientas segura.
Se rio un poco y era música para mis oídos. —Ustedes no tienen que
hacer nada para que me sienta segura. Es por eso que vine. Tengo miedo
en cualquier otro sitio menos aquí. Él no me puede alcanzar aquí.
Poniendo sus manos sobre su cara, lloró de nuevo.
Al oír la apertura de la puerta, vi como Max se acercó y se arrodilló
junto a mí en frente de ella.
—Estás a salvo aquí. Puedes permanecer durante el tiempo que
desees, y no tienes que limpiar absolutamente nada.
Ella se rio, sorbiendo un par de veces antes de dejar caer sus manos
y mirarnos. —Gracias.
Odiaba la forma en que nos dio las gracias. Como... como que no
era normal para ella ser tratada con amabilidad. Levantándola de nuevo,
entré en el cuarto de baño.
Max atenuó las luces y puso unas velas alrededor de la bañera;
incluso colocó la televisión en... Vanilla Sky. Poniéndola en pie, se acercó a
la bañera. Max inhaló al ver la contusión en la espalda mientras ella se
metía en la bañera, las burbujas rodeándola.
—Pregúntame por qué me gusta esta película. —Se quedó mirando
la pantalla.
—¿Por qué te gusta esta película? —preguntó Max, apoyado en el
lavabo del baño mientras me apoyaba en la puerta.
—Debido a que el mensaje es que no importa lo mal que la vida se
pone, no importa cuántas vueltas equivocadas o subidas y bajadas
atravieses, siempre va a ser mejor que soñar con tu vida lejos —respondió
ella, tirando de sus piernas contra su pecho—. Estoy viva por una razón,
incluso si mis padres drogadictos me abandonaron al nacer con suficiente
heroína en mi sistema para matar a un elefante bebé. A pesar de que
tengo las facturas del hospital y las deudas hasta el cuello. A pesar de que
no tengo dinero y he pasado toda mi vida sola. A pesar de que mi jefe me
dejó como la copropietaria de un club en el que empezó con dinero de la
droga resultando en mí siendo golpeada por algunos... usureros. Tengo que
estar aquí por una razón ¿verdad? ¿Dios no está jodiendo conmigo?
¿Tratando de ver lo mucho que puedo tener antes de que esté fuera de mí
misma?
Los ojos me ardían. Parpadeando las lágrimas, me moví para ir a
sentarme a su lado, pero Max se me adelantó y se sentó en el borde de la
bañera. Puso la mano en su mejilla mientras le besaba la parte superior de
su cabeza. —Tienes dos razones aquí.
Lo miró con el ceño fruncido. —Tú solo quieres usarme para ocultar tu
relación.
—No —dijo, mientras movía la cabeza—. Al principio, tal vez, pero
ahora... ahora quiero saber cómo sería para nosotros tres. Me preocupo
por ti. Wes está obsesionado contigo, pero nada de eso significa nada sin ti
diciendo lo que quieres. No tienes que decirlo ahora. Sólo quédate aquí,
¿de acuerdo?
—Bueno.
La confianza no sólo sucede durante la noche. Si lo hiciera, tendría
que llegar el momento en que ocurrió el golpe. Necesitaba tiempo y
espacio. Le daríamos eso. Mientras tanto, vamos a averiguar cómo diablos
hacer que estos cabrones paguen.
7
Traducido por Kariza, Bella´& Maeh

Wesley
Max se había ido hace una hora para prepararse para su segmento
de las ocho en punto, y yo cerré oficialmente mi restaurante por el día así
que uno de nosotros podría quedarse con ella. El único problema era que
no tenía idea de qué hacer o decir. Así que, hice lo que cualquier hombre
razonable debería hacer: llamé a mis madres. Sí, eso era plural.
El teléfono sonó algunas veces mientras me sentaba en la sala de
estar del ático. La primera cosa que vi fue humo cuando la video-llamada
se conectó.
—¿Mamá? ¿Está todo bien?
Ella agito una mano a través del humo, vi una parte de su cabello
rubio antes de que saliera, tosiendo. —Si no es más que mi pequeño tonto
favorito.
—Mamá, tienes que dejar de llamarme así —respondí, incluso
cuando no podía evitar sonreír cuando vi su cara más claramente. Mi
mamá, Brenda, siempre mantenía su cabello rubio corto, y también tenía
una oreja llena de perforaciones—. ¿Qué está pasando? ¿Por qué está la
casa en llamas?
—Porque alguien le envió una receta sencilla a su madre. —Me
apuntó, tomando asiento en el patio.
—No puede ser así de malo
Giró la cámara para que viera el humo saliendo de la
ventana…obra de mi madre, Pippa.
—¡Todo lo que tenía que hacer era derretir el queso!—Me reí.
—En vez de eso, ¡trata de derretir nuestra casa! Ven a casa.
Sálvame. Extraño comer comidas hechas en casa.
Rodé mis ojos ante eso. —Mamá, tú eres la que me enseñó cómo
cocinar.
—Sí, y seguramente me superaste, así que después de dieciocho
años de criarte, pequeño polluelo, merezco ser cuidada en exceso ahora
en mi vejez.
—¡Mira esa piel! No luces como más de cuarenta. —Le guiñé.
Frunció el ceño. —Te ves delgado. ¿Cómo un chef puede ser
delgado? Nadie come el alimento de un chef flaco.
—No estoy flaco. Estoy en forma. Todos aquí me aman porque
piensan que cocino saludable.
—¿Lo haces?
—Ni siquiera un poco. ¿Cuál es el punto de la vida si no agregas un
poco de mantequilla a veces?
Reímos ante eso.
—¡Detente! ¡Me estás haciendo extrañarte más!
—Brenda.—Le doy la misma mirada que solía usar conmigo cuando
era un niño.
—¡Al menos dime que me extrañas también, pequeño idiota!
—Las extraño a ambas.
Inhaló profundamente, como si estuviera obteniendo un impulso de
energía antes de exhalar. —Está bien, qué quiere mi pequeño tonto.
—¿No puedo llamar solo para decir hola? O, ¿asegurarme que mi
casa de la infancia no ha sido quemada hasta los cimientos?
—Wesley. —Me diola mirada, y me encogí de lo efectivo que era
aún.
—Bien… Tengo una amiga. —No sabía de qué otra manera decirlo,
pero me gustaría que no fuera así. Me sentía cliché, pero no me
interrumpió—. Es increíble, una persona trabajadora, y hace una semana
se lesionó. Ella no vino a mí hasta ahora. También, no la conozco muy bien,
pero sé que quiero ayudarla. Solo que no sé cómo. Se ha convertido en
una persona tranquila y no es persona naturalmente tranquila.
—Suena como si la conocieras bien —responde, sus ojos
suavizándose.
—No.—Fruncí el ceño, ojala así fuera—. Es solo una persona muy
genuina. Si la conocieras, te gustaría instantáneamente.
—Wesley, ¿qué está pasando con Maxwell?—preguntó y deseaba
que no lo hiciera.
—Nada, aún estamos juntos.—Hasta donde sé.
Me mira por un largo tiempo antes de hablar.—¿Se da cuenta de
que tienes sentimientos por alguien más?
—Es solo una amiga. Honestamente, no nos hemos conocido el uno
al otro por…
—Te conozco por treinta y un años, treinta y dos, pasado mañana, y
en todo ese tiempo solo me has llamado dos veces sobre gente especifica
en tu vida: Maxwell y esta mujer. ¿Qué está pasando, cariño?
Corriendo mi mano a través de mi cabello, parte de mí lamentado la
llamada. —Mamá… ¿podemos enfocarnos solo en ella justo ahora? Solo
necesito un consejo. ¿Qué le digo?
—No lo sé —contestó, encogiéndose de hombros—. Si es tan
genuina como dices entonces probablemente lo que quiere de ti es… la
verdad.
—A las mujeres les encanta cuando te desnudas para ellas.—
Escuché la suave risa de mi otra mamá, Pippa. Ella se sentó en el reposa
brazo de la silla y entró en el marco, su cabello café estirado hacia atrás
en una cola de caballo—. Si no quiere hablar sobre ella misma entonces sé
honesto con ella sobre quien eres, mientras más sienta que te conoce, más
cómoda se sentirá para compartir sus problemas.
—Así que, ¿ser un presumido y solo seguir hablando de mí?—Eso
sonaba como una idea horrible.
—No, idiota, hagan cosas juntos y algunas veces pon un desliz como:
“Oh, esa camisa me recuerda cuando…” cosas como esa. ¿Qué te dicen
las estrellas?
—Que deje la astrología para ti. Las llamare después. ¡Las amo!
Ellas se despiden antes de colgar. Saqué los audífonos de mis oídos y
me levanté mientras Jane bajaba las escaleras vistiendo una de las
camisas de Maxwell. Llevaba su cabello suelto y aún mojado después del
baño.
—Lo siento, no quería interrumpir tu llamada. —Levantó las manos
como si quisiera empujarme hacia atrás—. Solo quería agua.
Asintiendo, me dirigí a la cocina.
—Puedo servirme sola. —Me siguió
—Eres una invitada —le recordé, agarrando el vaso y la jarra de
agua del refrigerador. Llené el vaso y se lo di, esperando que no saliera
corriendo a la habitación. Por una fracción de segundo estoy seguro de
que cruzó su mente, pero se quedó bebiendo. Maxwell y yo queríamos
llamar a un doctor, pero tampoco queríamos que se sintiera que la
estábamos forzando a hacer nada.
—Fui golpeado mucho —dejé salir, pensando en el consejo de mis
madres.
—¿Qué?—Se veía confundida—. Luces como si fueras el golpeador.
—Gracias.—Sonreí.
—No…No quise decir…
—Entendí lo que quisiste decir —dije, sirviéndome un vaso de agua
antes de tomar asiento en el lado opuesto a ella.
—¿Por qué fuiste golpeado?
—Debido a que era un escuálido niño con dos mamás, gruesas
gafas, y un amor por la lectura. Alias, lo que los americanos llaman “nerd”.
—Oh, ¡Los días dorados! Amargo sarcasmo intencionado
—No puedo verlo.—Agitó sus manos sobre mi cuerpo, y me di cuenta
que una vez más me hallaba de pie en frente de ella medio desnudo. Me
encontraba tan acostumbrado a raramente usar ropa aquí. No podía
hacer nada al respecto ahora.
—Pubertad, lentes de contacto, y algunos tatuajes hacen
maravillas.—Me encogí de hombros, inclinándome hacia delante—. Pero
antes de eso, fueron dieciocho años de ser encerrado en armarios o
vestidores y tener a los profesores haciendo observaciones conmigo. Cada
vez me decía a mí mismo que iba a pelear. No podía solo dejar que me
acosaran. Y cada vez seguía terminando con un ojo morado o una nariz
rota. No importaba si cambiaba de escuelas. Mis madres discutían al
respecto. Brenda, es una poeta, y aunque parece resistente debido a su
temperamento, es muy suave. Ella quería enseñarme en casa, pero mi
madre, Pippa, no lo tenía. Dijo que eso solo me haría incomodo e incapaz
de ponerme de pie por mí mismo. Ellas se sentían ya estresadas por mi
pequeño hermano, Charlie, que enfermó de Leucemia. No podía lidiar con
todo eso, así que me fui de casa. Fui a la universidad en Londres. Solo me
quede ahí por un semestre, después mi hermano murió. En vez de ir a casa,
corrí lejos a Francia.
—Lo siento por lo de tu hermano —contestó. Terminado el agua.
Me detengo, mirando el vaso vacío.
—¿Te importaría si obtenemos algo más fuerte que esto? —Levanté
mi vaso.
—¡Sí, por favor!—Sonrió, levantando su vacío hacia mí.
Guiñando, tomé ambos y los puse en el lavabo antes de tomar vasos
apropiados para el vino.
—Dime cuando —le dije después de descorchar el vino tinto.
Poniéndolo en su vaso, esperé y esperé y ella no dijo nada hasta que el
vino llegaba justo en el borde.
—Perfecto—Sonrió, inclinándose para tomar la parte superior así no
se derramaba.
—¿Estás segura? Esto es muy fuerte.
Me despidió con una mano y bebió como si estuviera muriendo por
tomar una copa. Cuando finalmente tomóuna respiración profunda y
lamió el vino que se mantenía en sus labios, su vaso lucía tan lleno como el
mío.
—Está bien. —Me reí. Era tan linda.
—No juzgues.
—¿Yo? ¡Nunca!—Sacudí mi cabeza antes de inclinarme para limpiar
la esquina de su boca—. Pero, ¿qué fue lo que te dije acerca de saborear
las cosas en la boca?
¡Mierda! Eso salió más sexual de lo que hubiera querido.
Su cara se volvió roja, lo que hizo que la sangre corriera a lugares
que no debería…no justo ahora al menos.
—¿Huiste a Francia? —Cambió el tema y lo retomó desde donde yo
lo dejé.
—Sí, fui a Francia, sin conocer una palabra en francés, gracias. No
tenía idea de qué iba a hacer conmigo. Terminé consiguiendo un trabajo
en el mercado de pescado. Día tras día, eviscerando y manejando
pescado. Este chef, el Chef Dieudonné, un hombre bien entrado en los
sesentas, venía cada día y personalmente escogía toda la comida del mar
él mismo. Un día no apareció, así que fui en bicicleta en la lluvia a su
restaurante. Era la primera vez que había estado dentro de una cocina
profesional, y me dejó alucinado. —No podía luchar contra la sonrisa
engreída extendiéndose por mi cara—. No puedo describirlo, el caos, la
emoción, y la rapidez con la cual todo el mundo trabajaba. Por primera
vez en mi vida, pensé… esto… esto es lo que quiero.
—¿Así que te uniste a su cocina? —preguntó inocentemente.
Inhalé, deseando que fuera así de fácil.
—En mis sueños. El Chef Dieudonné era el mejor. Todo el mundo que
era alguien quería estar en esa cocina. ¿Quién era yo para pedir estar allí?
Primero, tenía que entrar a la escuela de cocina, y si piensas que las
escuelas secundarias tienen agresores, vaya, las personas culinarias eran
degolladoras. Si incluso tocabas el cuchillo de otro estudiante, había
peleas. Personas saboteando la comida de otras, personas durmiendo con
sus instructores, hombre o mujer, no importaba. Era solo para sobrevivir. No
lo entendía al principio. Luego recordé que me encontraba en la jodida
Francia. La ciudad era conocida por su comida. No le permiten a
cualquiera ser Chef. Tienes que ser arrogante, despiadado y audaz. En
otras palabras, realmente tienes que creer que eres un dios en la cocina
con el fin de serlo.
—Eres arrogante, despiadado y audaz. Está bien, arrogante y audaz
puedo verlo, pero ¿despiadado? —Soltó una risita tonta, bebiendo un
poco más.
—Nunca has entrado a mi cocina. Hago que Maxwell parezca un
pequeño cachorro. —Le guiñé y tomé un sorbo de vino.
—Entonces lo hiciste —dijo, sonando tan orgullosa por mí que me
sentí incluso más orgulloso de mí mismo.
—Sí, lo hice. Quería ser un Chef. Quería estar en la cocina del Chef
Dieudonné. Cuando encuentras tu pasión por algo, es impresionante cuan
estricto puedes ser. Pienso en todos esos golpes que tomé, y me doy
cuenta que nunca me defendí tan duro como podía porque nunca me
importó demasiado. La escuela no era mi pasión. Disfrutaba leer dicción
pero eso era todo. Las personas allí no significaban nada para mí. Visité
casas, abracé madres, y luego me uní a la escuela culinaria. Dos años y
medio después, me gradué y tuve ofertas para unirme a cocinas de todo
el país.
—¿Así que fuiste a la del Chef Dieudonné?
—Ya quisiera. Murió al segundo año de que estaba allí. Sin embargo,
me dejó sus cuchillos. Es un gran honor. Incluso si no sabía por qué, su Chef
ayudante me dijo que el Chef me vio cuando comencé. Él dijo que el Chef
Dieudonné le dijo que yo sería un Chef que mirar algún día. Nunca miré
atrás después de eso.
—Eres afortunado —dijo, empujando su cabello detrás de sus
orejas—. Desearía poder encontrar una pasión como esa.
—Estoy seguro de que eres buena para algo y solo no te has dado
cuenta —dije, acercándome más.
Nos quedamos en silencio por un tiempo y observé como sus ojos
color avellana miraron cada uno de los tatuajes en mi pecho. Tomando su
mano, la puse en el costado de mis costillas donde tenía otro tatuaje.
—Este —Dejé que sus manos se deslizaran por las letras chinas—,
significa “sé quien eres en realidad”, o al menos espero que lo sea. Me
encontraba ebrio cuando lo conseguí.
Se rio y era un sonido melodioso. Moviendo su mano a mi pecho,
tomé una respiración profunda.
—Este es por Charlie. —Moví su mano a mi hombro—. Este es por mi
mamá, Brenda, siempre pondría un atrapa sueños sobre mi cama, y me
haría sentir mejor. —Deslizando su mano por mi brazo, me detuve en la
constelación—. Este es por el primer hombre que he amado realmente:
Maxwell. Un Aries de sangre caliente.
Miró hacia mí. Sus ojos parecían llenos de diversión, y no tenía idea
de por qué hasta que dijo—: ¿Juro solemnemente que mis intenciones no
son buenas?
—En mi defensa, era un nerd que creció en Inglaterra. Amar a Harry
Potter es un acuerdo.
Me encantaba escuchar su risa. Estirándome, empujé su cabello
hacia atrás, mi pulgar frotando suavemente su mejilla.
—No me mires, soy fea.
Eso dolió. ¿Cómo? ¿Cómo puede pensar eso?
—He visto gente fea. He visto gente bonita que piensa que no son
feos. Jane Champan, tú eres increíblemente hermosa.
—No puedes parecer dos personas por igual —susurró cuando me
incliné hacia ella.
—Mírame. —Quería besar sus labios, y estaba seguro que ella quería
también, pero en su lugar besé su frente.
—Puerta abierta —dijo la puerta automática, y ambos nos volteamos
y observamos mientras Maxwell entraba. Sus ojos azules miraron entre
nosotros.
En un instante, ella se hallaba sobre sus pies, dándole un rápido
“hola” antes de subir corriendo las escaleras y regresar a su habitación.
Él suspiró y frotó la parte trasera de su cuello mientras entraba a la
cocina.
—Creo que podrías gustarle más tú de lo que yo le gusto.
Entregándole mi vino, me apoyé en la isla y levanté la mirada a la
puerta cerrada de Jane.
—Si le gusto, le tienes que gustar, porque eres una parte de mí.
—¿Cómo es tan fácil para ti decir cosas como esa? —preguntó,
tomándose el resto del vino.
—Así son las cosas —respondí—. Así es como soy.
Maxwell
—¿Sí? —preguntó, abriendo la puerta.
Levanté la bandeja de desayuno para ella.
—No cenaste anoche.
—¿Me hiciste desayuno? —Se me quedó mirando con escepticismo.
—No, Wesley lo hizo. Tuvo que irse por una emergencia en la cocina
o algo. —Una parte de mí tenía la sensación de que nos dejó apropósito.
—Gracias. Sin embargo, no tenías que traerlo arriba. Ustedes, chicos,
ya han hecho demasiado —susurró, sus ojos bajaron cuando tomó la
bandeja.
Me quedé de pie allí por un momento, sin saber qué decir.
—Estoy echado a perder, te concederé eso —dejé escapar. Se me
quedó mirando como si fuera un extraterrestre. Me sentí como uno porque
no podía callarme—. No me gusta compartir. No lo hago bien con los
demás. Las citas son un dolor en el trasero para mí. Todo el mundo está
tratando de dar su mejor paso, pretendiendo que son algo que no son.
Algunas personas tienen una reposada cara de perra. Yo tengo lo que Wes
llama “reposada personalidad de imbécil”. Para él, las personas
simplemente se funden en sus manos. Es jodidamente molesto porque
incluso yo lo hago. Él es una persona de personas y yo soy el Grinch.
—Umm…
—Lo que trato de decir es… —¿Qué mierda tratas de decir,
Maxwell?—. Le gustas. Me gustas. No sé cómo abrirme a las personas
como él,así que… así que… no te enamores solo de él. ¿Está bien?
Se me quedó mirando mientras una sonrisa lentamente se extendía
por su cara.
—¿Sabes que todo el mundo ama al Grinch al final de la película
cierto?
Me reí con eso.
—Nunca la terminé.
—¿Qué? La pasan todos los años. —Abrió la boca como si la hubiera
insultado personalmente.
Me encogí de hombros.
—He visto videos y pedazos pero nunca la he visto completa.
—Soy una aficionada del cine. Escuchar esto me duele. —Hizo un
puchero.
—La última cosa que necesitas es más dolor. Está en Netflix, así que
la veré…
—Brillante. —Asintió, pasándome con la bandeja.
—¿Quieres verla ahora? —La seguí.
Se detuvo en las escaleras, levantando la mirada hacia mí.
—¿Tienes algo más que hacer?
No, no lo tenía. Bajé las escaleras y ella me siguió detrás.
—¿Eres una de esas personas que hablan durante las películas? —le
pregunté cuando se sentó en el sofá.
Se congeló con el vaso de jugo de naranja descansando en sus
labios.
—¿Eso es un problema?
—No, yo lo hago también. Vuelve loco a Wes. —Sonreí mientras me
sentaba junto a ella.
Se rio.
—Me siento tan emocionalmente involucrada que tengo que decir
algo.
—Lo entiendo —respondí, inclinándome hacia atrás después de
comenzar la película. Sus ojos inmediatamente estuvieron pegados en la
pantalla—. ¿Después de esto me ayudarás con algo? —No miré hacia ella,
solo observé.
—¿En qué?
—El cumpleaños de Wes es mañana. Soy una porquería para
planificar cosas como esas. No podemos salir y es mi culpa, pero…
—Seguro. —Asintió sin vacilar y se rio en el momento en que el Grinch
apareció en la pantalla.
Es hermosa.
Jane
¿Por qué he venido aquí?
Ese fue el primer pensamiento que atravesó mi mente mientras me
paraba fuera de la puerta. Traté de venir con una explicación razonable,
pero no tenía alguna. Sin embargo, tuve muchas egoístas e irracionales. La
primera, no quería que ellos me olvidaran. Sí, intenté dejarlo. Sí, dije que
quería salir huyendo. Pero esa horrible noche de la paliza, cuando las
únicas dos personas en mi teléfono fueron Allen y Mary, me di cuenta que
no quería ser olvidada. Quería más personas a las cuales importarles. Era
egoísta, lo sé. Mi segunda razón fue que Mary me estresaba. Ella era
increíble y quería ayudar, pero se sentía como si estuviera orgullosa por el
hecho de que pudiera devolverme el favor de cuando la ayudé. No
quería quedarme allí. No podía ir con Allen; él era la razón de que todo
esto hubiera pasado. Así que, vine a su puerta, pero no estaba del todo
segura de en qué me metía.
Ahora que me encontraba allí, sentía que me desmoronaba. Ellos
fueron tan dulces. Ambos se preocupaban y me sentí… me sentí feliz de
estar ahí, pero existía una parte de mí que sabía que las cosas buenas
nunca me sucedían.
—Jane.
—¿Huh? —Alcé la vista y Max ya no veía la película sino a mí—. Lo
siento, ¿qué?
—¿Estás bien? Dejaste de hablar.
—Sí… lo siento.
—Jane, dices “lo siento” demasiadas veces. —Alzó mi barbilla para
acunar un lado de mi rostro—. ¿En qué pensabas?
—Tú —dije honestamente, tomando su mano, pero no la alejé. Ese
era el problema—. Y en Wesley. Lo más importante, yo. Te lo dije. Soy
egoísta. Vine porque quería que alguien se preocupara por mí. Y soy feliz
aquí.
—¿Pero?
—Pero… no soy buena siendo feliz. Es miércoles, y los miércoles limpio
la casa del señor Crofton y paseo a sus tres perros: Bailey, Coco y Gus. Pero
en cambio, estoy acurrucada en el sofá viendo El Grinch. Nunca he tenido
un día libre en mi vida… pero lo quiero. Quiero quedarme aquí con
ustedes, e incluso estoy tentada en mandar al diablo mi orgullo y sólo
casarme contigo. Eso me asusta. Sé que no puedo solo estar sentada todo
el día. No puedo solo estar aquí, pero estoy tan confundida.
—No tienes que resolverlo todo ahora. —Roza gentilmente mi mejilla
como lo hizo Wes—. No tienes que quedarte sentada todo el día, Jane.
Puedes salir y ver qué quieres hacer. Puedes aprender a disfrutar de vivir en
vez de sólo trabajar. ¿Qué te apasiona? ¿Dónde quisiste siempre ir o ver?
Apuesto a que nunca te preguntaste eso a ti misma porque no tuviste
tiempo. Al quedarte conmigo, con nosotros, puedes.
Lo hizo sonar tan simple… tan divertido.—¿Pero qué pasa cuando
esta fascinación tuya y de Wes se pierda?
Frunció el ceño ante eso y su mano cayó.—¿Has visto alguna
película hasta el final?
—¿Qué?
—¿Has comenzado una película y llegado de una vez al final?
—No.
—Entonces, ¿por qué comenzar una relación de esa manera? No
tengo ni idea de lo que pasará la próxima semana, el próximo mes, o el
próximo año. Todo lo que sé es que aquí y ahora te queremos aquí. ¿Eso
no es suficiente?
Mi corazón se sintió como si estuviera tamborileando contra mi
pecho. —Pensaré en ello.
¿Qué sería si no fuera la Jane mesera o camarera / administradora
/contadora/ asistente de una desnudista? No tenía ni idea, pero ahora
tenía curiosidad.
8
Traducido por Fer26, Alysse Volkov & SOS por Bella

Jane
—¿No son las rosas un poco cliché? —Él frunció el ceño mientras la
vendedora envolvía las flores, y mientras yo tomaba todas las malditas
velas que pudiera.
—¡Los clichés se vuelven clichés porque funcionan!—dije mientras
comenzaba a buscar tarjetas de cumpleaños para Wes. Decidimos dejar el
departamento después de que finalmente encontramos qué hacer.
Aunque, Wes escogió el momento menos oportuno para regresar a casa.
Ninguno de nosotros pudo inventar una excusa que no fuera la de que
tenía una cita en el doctor esta mañana, y que Max se ofreció a llevarme.
Podía decir que él sentía que algo sucedía, pero no dije nada. Él iba a
estar en el restaurante hasta la noche en cualquier caso.
—¿Eso es todo, señora?—La mujer detrás del mostrador me miró
contenta. Agradecía que la mujer no reaccionara a los moretones de mi
cara; esperaba que eso significara que finalmente mejoraba. La semana
pasada, apenas podía sentir mi cara. Era un poco temible.
—¿Tendrá algunos globos? —Me incliné sobre el mostrador para ver.
—No globos—interrumpió Max, entregándole su tarjeta.
Fruncí el ceño. —¡No puedes tener una fiesta sin globos!
—A lo mejor si son cinco.
—Puedo tener cinco. —Junté mis manos y me incliné hacia él,
dándole la mejor mirada de perrito que pudiera conseguir—. ¿Por favor?
Me miró, y podía decir que rechinaba sus dientes. —Agrega un par
de globos.
—Una docena por favor. —Miré hacía ella. Desapareció,
consiguiendo dos paquetes distintos.
—¿Regular o de helio?
—Helio —dije.
—Regular—dijo Max al mismo tiempo, y antes de que pudiera tratar
de nuevo de convencerlo de otro modo, tomó los regulares—. ¿Cómo se
verá si llegamos a casa llenos de globos de helio?
—Está bien. —Lancé mis manos bromeando y asintió mientras
firmaba el recibo. En el fondo de mi cabeza no pude evitar notar cómo
dijo cuando lleguemos a casa. Era apenas mi segundo día y él lo llamaba
mi casa. Odié cómo lo disfruté.
—¿Tienes algo más en esa lista de nunca acabar?—preguntó,
tomando la bolsa.
Alcancé mi tableta. —Flores y velas, listo. Tarjeta de cumpleaños,
lista. Comestibles, doblemente listos, porque no voy a olvidar lo mucho que
te veías confundido mientras caminabas por el pasillo.
—No me encontraba confundido, simplemente la tienda no estaba
propiamente organizada—murmuró un poco avergonzado. Un adulto en
sus treinta años y nunca compró sus comestibles. Qué vida, hombre.
—Si tú lo dices—respondí mientras regresábamos a su auto.
Él no había manejado su Ferrari, cosa que agradecía sumamente; en
vez de eso era un simple Mercedes negro, y odio que estuviera usando la
palabra simple para describirlo. Abrió la puerta para mí antes de guardar
todas las cosas junto con los comestibles.
—Vale, deberíamos de tener suficiente tiempo para colocar todo y
prepararlo.
—Sabes que pude haber contratado a alguien.
—¡Eso no es nada romántico!—lo interrumpí antes de que pudiera
decirlo—. Él sabe que eres rico. ¡No cuenta si es algo fácil! ¿Qué hiciste en
los años anteriores?
Frunció el ceño. —Normalmente nosotros solo…
—¿Normalmente ustedes qué?
—¿Segura que quieres saber?
Esto se sintió como una pregunta complicada, pero tenía tanta
curiosidad. —Bien, ¿qué?
—A él le gusta el BDSM. Me gusta un poco, pero no estoy tan metido
como él. En su cumpleaños, lo dejo que se vuelva loco—contestó, y no
pude mirarlo más. En vez de eso, solo mire al frente mientras manejaba. El
BDMS no era el problema; el problema era que los vi a los dos desnudos, y
lo vi con una pelota en su boca. Ahora empezaba a recordar—. Traté de
advertirte.
—¡No, no lo hiciste! Sabías que seguiría con eso.
—¿Te estás sonrojando? —Se rio de mí y yo agarré mis orejas.
—¡Cállate!
Afortunadamente no siguió con eso, lo que me permitió calmarme
un poco. Recargándome de nuevo en mi asiento, regresé de nuevo a la
lista.
—Estoy segura que este año va a amar lo que estás haciendo —dije
suavemente, sonriendo para mí misma.
—Eres tan extraña.
—¿Por?
Miró hacia mi dirección. —Te pones tan feliz cuando ayudas a otros.
Hasta con Irene, cuando les tiraste ese vino a esas horribles mujeres, vi lo
orgullosa que te sentías.
—Nunca confesé sobre eso, hasta donde todos saben, fue un
accidente. —Pestañeé y él puso sus ojos en blanco.
—¿Por qué te llevabas bien con ella? Eso no está en la descripción
de tu trabajo.
—¿Has conocido a tu prima? Todo el mundo piensa que no tiene ni
idea de lo que sucede, pero es una malvada mente maestra.
—Eso todavía no explica por qué fuiste a ayudarla.
—Solo soy un ser humano. —Levanté mi cabeza antes de lentamente
reflejarme—. No me gusta ver a otros avergonzados o en dolor porque me
hace pensar… que podría ser yo. De nuevo una razón egoísta.
No dijo nada. Nos estacionamos en frente del edificio y el portero
vino por las llaves de Maxwell, mientras que el otro me habría la puerta.
—Lo tenemos—dije, corriendo a tomar las bolsas de la cajuela.
Incluso le di unas a Maxwell. Miró las bolsas con mucha confusión—. La
gente normal carga sus propias bolsas.
—No quiero ser normal.
Le di una mirada, suspiró y tomó las bolsas de mis manos. Fue
completamente un bebé.
El portero nos siguió y para ese momento tenía el ascensor ya
esperando por nosotros.
La gente rica aparentemente no necesita siquiera presionar botones.
—¿Por qué sonríes?
—Porque puedo. —Me balance de adelante hacia atrás sobre mis
talones mirando mientras pasábamos cada piso—. Pregunta:¿Wes vive
contigo?, ¿cómo es que la gente en el lobby no lo sabe?
—Respuesta—dice burlándose—. Wes tiene su piso justo debajo del
mío. Es un residente. Solo que pasa más horas en mi piso. Además, el
portero y las empleadas domésticas todas aquí deben firmar un contrato
de confidencialidad.
Pensaron en todo.
—Ático—dijo la voz automática cuando llegamos al piso, Maxwell
abrió la puerta y busqué, asegurándome que Wes no estuviera dentro.
—Él me mandó un mensaje para decirme que llega a las siete
aproximadamente—dijo.
—Está bien, entonces saca las velas, pero no las prendas, y después
ven conmigo a la cocina. La comida siempre debe de estar lista primero.
—No me quieres en la cocina.
—Si es fácil, no es romántico.
—Él ama la cocina. No es romántico si la quemo—dijo, realmente
asustado.
Poniéndome cerca de su cara, lo miré.
—No, Jane. —Me miró sin arrepentirse.
—Sí, Maxwell
—No.
—SI.
—No.
Besé su mejilla. —Sí, vamos. Hay un extintor abajo del lavabo si algo
sucede.
—¿Seduces a todos para que hagan lo que quieres? —Me siguió un
poco enojado.
—Cuando lo esté seduciendo, señor Emerson, lo sabrá.
Wesley
—¿Qué malditos demonios es esto? —Traté de no reír en el momento
en que entré por la puerta. Jane se hallaba allí de pie vestida en traje de
mesera. Llevaba el cabello recogido hacia atrás, y tenía un delantal
alrededor de ella, pero eso no era extraño, incluso en comparación con el
ambiente en el ático de Max. Todas las luces se encontraban apagadas a
excepción de la tenue luz de la cocina, y docenas de velas se extendían
por toda la sala. Los muebles fueron movidos, y había ahora una mesa en
el centro arreglada para dos personas.
—Bienvenido a Le Château de Maxwell. ¿Puede darme su
chaqueta? Nos veremos en su mesa. —Extendió la mano hacia el abrigo y
lo dobló con cuidado sobre su brazo.
Me sentía demasiado aturdido para hablar. Finalmente hice
contacto visual con Max donde se encontraba justo a un lado vestido con
un traje de tres piezas… y agarrando una rosa en la mano.
—¿Estoy en The Bachelor? —pregunté con una sonrisa en mi cara.
Mientras caminaba hacia él, pude sentir que se sentía incómodo y ponía
todo en esta situación para hacer esto. Tomó una respiración profunda
antes de entregarme la rosa.
—Nunca hemos estado en una cita —dijo en serio—. No somos del
tipo que realmente se estresa sobre esto; sin embargo, me han dicho que
sigue siendo importante. No podemos salir, y eso es mi culpa, por lo que
Jane me ha ayudado a hacer un restaurante aquí.
—No tienes que hacer esto —murmuré, ahora sintiéndome incómodo
por tomar la rosa de él.
Frunció el ceño. —Sigue la corriente. Ella es una tirana.
—¿Qué fue eso, Sr. Emerson? —Apareció Jane junto a nosotros con
una sonrisa en su cara. Me di cuenta de queya no tenía mi abrigo.
—¿Está lista nuestra mesa? —le pregunté, y esto tomaba todas mis
fuerzas para reírme. ¿Era esto una cita o una obra de teatro de comedia?
No tenía ni idea, pero me dejaría llevar por la corriente.
—Por aquí. —Hizo un ademán hacia nosotros para caminar a
nuestros asientos—. ¿Hay algo que pueda conseguirles para beber?
Si querían jugar, me dejaría llevar por la corriente.
—Dime, ¿cuáles son sus vinos más destacados? —pregunté,
deshaciendo las servilletas y colocándolas sobre mi regazo.
—Esta noche, el Chef ha seleccionado un Cabernet Sauvignon de
1989, o si le gustaría ir por algo más sofisticado, tenemos un Cote Rotie
“Brune et Blonde”.
Era buena. A partir de esos vinos, ellos, losChefs, deben tener carne
preparada. —¿Qué sugieres?
Ella nunca salió de su papel. —Ambos son igualmente deliciosos. Sin
embargo, me gustaría sugerir un ron Martínez antes del vino.
—Dos ron Martínez entonces. —Max asintió hacia ella y desabrochó
su chaleco.
—Ahora mismo, señor —respondió con frialdad.
—Los dos son ridículos —le dije.
—¿Lo odias? —Frunció el ceño.
Negué con la cabeza. —Por el contrario, amor. Estoy sorprendido,
perdí la capacidad del habla.
—No parece que te guste —murmuró, tratando de alcanzar el agua.
Agarré su muñeca, inclinándome sobre ella.
—Gracias. —¿Me importaba que nunca realmente salíamos?
Realmente no. Sin embargo, el hecho de que pensara en ello significaba
mucho más de lo que se daba cuenta, sobre todo porque sabía cuan
incómodo se sentía. No lo dejé ir, pero en su lugar agarré su mano,
notando cómo encajaban sus dedos contra mis manos perfectamente.
—Feliz cumpleaños —susurró, y sentí el impulso de saltar la comida e
ir directamente a la cama.
—Dos ronMartínez. —Regresó Jane, colocándolos frente a nosotros y
sin siquiera parpadear a nuestras manos. En su lugar, sacó dos menús
escritos a mano y los colocó sobre la mesa—. Por favor, tomen su tiempo.
—Ella está loca. —Se rio Max mientras cogía el menú.
—¿No te dijo acerca de esto?
—Todo lo que dije fue que quería tener una cita para cenar contigo.
Fue y recreó un restaurante.
Echando un vistazo por encima del hombro, vi como ella picaba
algo con cuidado, como si éste fuera el momento más importante de su
carrera.
—La mujer no sabe cómo hacer las cosas a medias —le contesté. Era
una de las cosas que la hacían tan malditamente entrañable.
—Wes. —Se acercó, tirando de mi barbilla hacia él, sus labios se
hallaban sobre los míos antes de que pudiera parpadear. Inclinándome
hacia él, su lengua se deslizó en mi boca, rodando con la mía. Me
encantaba cómo sabía. Justo cuando mi pene comenzó a cobrar vida, él
se separó—. Esta noche… te quiero… quiero que me folles con tanta fuerza
que no ella no pueda ignorarlo —susurró, besándome de nuevo.
Jodida mierda.
—Te quiero ahora —exigí, hablando sólo a una pulgada de sus
labios.
—Hemos trabajado mucho en esto. Se puede esperar una hora…
—Baja la mirada —le dije, y cuando lo hizo, el bulto en mis
pantalones clavaba la vista hacia él—. No puedo hacerlo más de una
hora.
La comisura de su boca se levantó y sus ojos miraron por encima de
mi hombro hacia ella antes de que se pusiera de pie. Se movió
rápidamente alrededor de la mesa y se arrodilló frente a mí. Llevó la mano
rápidamente hacia el cinturón, tirando de él antes de deshacer el botón y
la cremallera.
—Max… ahhh. —Jadeé cuando me tocó. Lentamente acariciando
de arriba abajo antes de lamer el líquido pre-seminal ya formándose en la
punta de mi pene. Mi respiración se detuvo en la garganta. Levantando la
mirada hacia ella, la vi mientras miraba fijamente, todavía congelada, con
los labios de color rosa separados ligeramente—. Ven —le dije, levantando
la mano por ella—. Ahh… —Gemí cuando la lengua de Maxwell recorrió
uno de mis lados, dejando besos a lo largo del camino—. Ven —le susurré
de nuevo, y lo hizo. Se acercó, en silencio hipnotizada por Max hasta que
estuvo justo al lado de mi silla. Tomando su mano, besé su muñeca,
moviéndome a su palma antes de tomar dos de sus dedos en mi boca
degustando el alcohol en ellos. Ella inhaló profundamente.
—Wes…
—No tienes que mirar lejos, Jane —susurré cuando tomó sus dedos
de mi boca. No retrocedió. Su pulgar rozó mis labios—. No tienes que fingir
como que esto… él… nosotros… como que note excitamos. Así que
bésame, Jane.
Se me quedó mirando fijamente, pero bajó la cabeza,
recompensándome con sus labios. Fue entonces cuando Max me tomó en
su boca.
Mierda. Mierda. Mi mente gritó cuando el placer salió de mí en
oleadas. Ella sabía a su dulce picante. Cada rincón de su boca era mío. Mi
pecho se sentía como si fuera a explotar por la falta de oxígeno, lo cual
sólo hizo que la boca caliente de Max se sintiera aún más gloriosa. Podría
haber muerto en ese momento y nunca me arrepentiría.
—Cielos… —murmuró cuando nos separamos, y apreté mis dientes
mientras agarraba el cabello de Max.
No me esperaba que se agachara junto a él; no creo que ella lo
esperara, tampoco. Sin embargo, cuando lo hizo, Max retrocedió,
lamiendo a lo largo de mí pene.
—¡JODER! —Gemí cuando su pequeña lengua me lamió también.
Era como que si compartieran un cono de helado, y ambos me
saboreaban. Ambas lenguas se trasladaron a la punta de mi pene, y en
ese instante se lamieron el uno al otro. Esa lamida condujo a un beso y el
beso se volvió uno justo en la base de mi polla. Max levantó la mano
mientras seguía acariciándome. Al verlos besándose así justo frente a mí
era mejor que cualquier porno en el mundo, y me llevó hasta el borde.
Cuando se separaron, un hilo de saliva se formó entre la lengua y los dos se
quedaron mirando el uno al otro. Jane se sonrojaba lentamente; era
demasiado sexy.
Él se rio de ella antes de llevarme de nuevo a su boca mientras
colocaba su mano sobre el bulto que tenía ahora. Ella le acarició través de
sus pantalones mientras apartaba la mirada de nosotros. Sus orejas se
volvieron de color rojo brillante.
»¡Ough… ahh… URGH! —Me estremecí cuando me vine en la boca
de Maxwell, y se lo tragó todo con avidez. Los acaricié a ambos en la
cabeza, y ella me miró, todavía respirando con dificultad. Pensé cómo
esta “cosa” la golpeaba, que seriamos como… lo que esto sería como…
pasos pequeños.Llegamos tan lejos en tan poco tiempo, pero finalmente
alcanzó un punto de inflexión.
—Traeré la cena. —Se levantó rápidamente, pero no fue a la cocina
primero. En cambio, fue al baño y pude oír correr el suministro de agua.
—¿Y ahora qué? —preguntó Max, poniéndose de pie y quitándose la
corbata por completo.
—Esperamos. Cenamos. Reproduzco la imagen de los dos por el
resto de mi vida. —Sonreí, dándole la cara de nuevo. Cogió su vaso, las
bebidas que quedaron totalmente olvidadas hasta ahora—. El mejor
maldito cumpleaños que he tenido nunca —anuncié, levantando mi vaso
hacia él justo antes de tomarlo. Quemó por toda mi garganta, pero eso no
era nada en comparación con el fuego dentro de mí por tenerlos en mi
cama. No sería esta noche; ella todavía no estaba lista… pero pronto.
Jane
¿Qué mierda, Jane?
¿Qué mierda?
Seguí preguntándome incluso mucho después de que les di de
cenar y desaparecí, más bien me escondí, en el dormitorio. Todavía podía
probarlos a ambos en mi lengua, y mis pezones se encontraban tan duros
que era doloroso.
¿Qué pasaría ahora? ¡¿A qué te refieres con qué pasará ahora
Jane?! ¡Lamiste la polla del hombre, así que no hay vuelta atrás!
—¡Argh! —Me levanté de la cama y volví a entrar al baño para
tomar otra jodida ducha fría.
Quitándome la ropa, me detuve cuando me miré.
»Jodido infierno, hombre. —No solo me besé con ambos y lamí la
polla de Wes, lo hice luciendo como la mierda. Sí, mis moretones parecían
casi curados. El único en mi cara tenía un tinte amarillento. Era el de cerca
de mis costillas, donde fui pateada, el que se destacaba en su mayoría
ahora. Tenía la esperanza de que se iría en otro día más o menos. Me
ponía hielo en cada oportunidad que podía. No quería que ellos…
Hice una pausa cuando el pensamiento vino a mi mente. Quería que
me vieran hermosa. Nunca me importó cómo me veían las personas antes.
»Estoy jodida. —Cedí sin darme cuenta.
Sin embargo, ¿realmente eso es algo tan malo?
Carpe diem.
Aprovecha el día.
Solo vives una vez.
¿Qué si… sólo qué si… lo hacía?
Maxwell
Lo hizo de nuevo.
Saliendo de mi dormitorio la mañana siguiente, todo lucía
inmaculado. La única prueba del restaurante improvisado era la mesa que
quedaba en el centro de la sala de estar. Necesitaba llamar para que
retiraran los muebles.
—Buenos días —murmuró Wes, viniendo detrás de mí. Estaba
desnudo y su polla quedaba contra mi trasero. Besó mi hombro—. Veo que
nuestra allanadora favorita ha atacado de nuevo.
—No está aquí —le dije.
—¿Revisaste?
—No. —Le pasé una de sus notas, de la cual solo se leía: Estaré de
regreso en un día o dos… lo prometo.
—¿Tienes su número?
—No. —Estuve con ella casi toda la mañana del día anterior; ¿cómo
era esto posible? No pensé que ella correría otra vez—. ¿Crees que
regresará?
—No nos ha mentido antes —me recordó, y suspiré, apoyándome
contra la barandilla.
—Esto es tú culpa.
—¿Mi culpa? Por favor, explícate. —Wes se movió de detrás de mí
para inclinarse en la barandilla.
—La ofreciste enfrente de mí.
Se rio.—Alguien disfrutó ese beso mucho más de lo que aparentaba.
No podía responder a eso, no sin recordar y excitarme. Siendo el
bastardo que era, se inclinó para hablar en voz baja en mi oído.
—Si estás tan excitado por un beso… imagina cómo será cuando tu
polla esté tan profundo en su apretado coño que apenas puedas pensar
con claridad. Cuando yo te folle a ti, mientras tú la follas…
—Wes. —Me aferré al barandal.
—Sugiero que averigües cuándo son tus próximas vacaciones
porque una vez que pase, y créeme pasará… —Sus manos se deslizaron
hacia abajo por mi pecho—... ninguno de nosotros estará dejando esta
casa por un tiempo.
Sus manos se detuvieron justo en mi cintura. Besando mi hombro una
vez más, caminó alrededor de mí y regresó al baño.
¡Maldito sea! ¡Maldito sea!
Girando, lo seguí de regreso al dormitorio y lo empujé a la cama
antes de subir encima de él.
—¿Sí? —Sonrió hacia mí, sus ojos se llenaron con tanta lujuria como
los míos.
—No soy tu perra —siseé hacia él, mi pecho subiendo y bajando—.
No me digas qué pasará.
—Entonces quizás podrías mostrarme —respondió.
Furiosamente levanté sus piernas, la punta de mi pene en su ano, su
pecho subiendo y bajando en excitación. Mordiendo la parte superior de
sus dedos, empujé hacia delante.
—Agh… —Gruñimos ambos.
—¿Quién va a decir que no soy yo el que te folla, eh? —siseé,
saliendo antes de golpear más profundamente dentro de él—. ¡Tú la follas
a ella! Yo te follo a ti.
—Max… mi… er… da… ahh… —Esa jodida mirada en su cara nunca
se fue mientras ponía sus manos en mi hombros, tomando cada clavada
con avidez.
Emocionalmente y sexualmente, él me frustraba y no sabía qué
hacer sino seguir follándolo por el culo tan duro como podía.
9
Traducido SOS por ∞Jul∞

Jane
—No pensé que te vería de nuevo aquí —dijo Tommy, el portero del
Bunny Rabbit, mientras salía del club. Todavía era demasiado temprano en
la tarde para una multitud, pero sólo dale un par de horas; era sábado,
después de todo.
—Créeme, no quiero, Tommy. ¿Allen está dentro? —pregunté y él
asintió, moviéndose para que lo siguiera.
Se sentía como si hubieran sido años desde que me fui, no sólo
semanas. Esperaba que el lugar fuera diferente, pero aun así era el mismo
viejo agujero iluminado de neón en el suelo. La barra todavía tenía
bandejas de cacahuetes tostados y viciados y las bebidas en la barra
todavía se organizaban exactamente cómo los había dejado.
—¡Estás de vuelta! —Allen dejó caer las cajas sobre el mostrador, con
una sonrisa de tamaño gato gordo en su cara cuando abrió los brazos
para abrazarme—. Lo sabía…
—No estoy de vuelta —dije, dejando a un lado su abrazo—. Quería
asegurarme de que seguías vivo.
—¿Por qué no iba a estar vivo? —Frunció el ceño con su cabeza al
nivel de mis tetas.
—Aaron. —En el momento en que dije su nombre, me agarró del
brazo, tirando de mí hacia el mostrador.
—¿Ha venido a…
—No, uno de sus chicos lo hizo, pero ¡no antes de golpear la mierda
fuera de mí! —dije bruscamente, tirando de mi brazo—. Podría haber sido
asesinada, Allen. ¡Violada!
—Mantén tu voz baja.
—¡NO! —Todavía me sentía tan enojada con él que quería agarrar
una botella y golpearlo en la cabeza—. ¡Me niego a morir a causa de tus
errores!
—Mira. Estoy pensando algo…
—Necesito un número para transferir el dinero. —Lo corté antes de
que pudiera decir nada más.
—¿Qué? —Se congeló.
—El dinero. Se los daré pronto y entonces no quiero ver tu cara de
nuevo.
—¿Qué quieres decir con que obtendrás el dinero? ¿Dónde?
¿Cómo? ¿Qué haces, Jane? —Se inclinó más cerca y sólo retrocedí.
—No es asunto tuyo. Adiós, Allen. —Apartándome de él, salí sin mirar
hacia atrás. No quedaba nada para mí allí. No sabía lo que iba a ocurrir a
continuación o cómo funcionaría, pero necesitaba saber. Sabía que no
podría ser peor.
—¿Vive todavía? —Tommy sonrió cuando salí hacia el sol.
—Sí. Mantuve mis manos para mí misma. —¿Ven? Podría usar
palabras, no sólo mis puños—. Quisiera decir “nos vemos, Tommy”, pero
realmente espero que no, al menos no aquí.
—Entiendo. Cuídate, pero si me necesitas para golpear algunas
cabezas, llámame en cualquier momento.
Eso fue todo. Me alejé del Bunny Rabbit, con sentimientos de
esperanza y miedo, y seguí caminando. Al doblar la esquina a donde el
auto amarillo de Mary me esperaba, la vi inclinarse sobre el asiento para
abrir la puerta.
—¿Estás segura acerca de esto?
—¿Estabas segura de eso cuando te fuiste?
—El mejor día de mi maldita vida. —Sonrió, sacando su cola de
caballo para pasar sus manos por su cabello rojo. Entonces se inclinó para
abrir la guantera y arrojó una botella de ibuprofeno para mí.
—Estoy bien. —Mis heridas se habían ido y solo dolían si me inclinaba
torpemente.
—Créeme, vas a querer tomarlas ahora. ¿Cuándo fue la última vez
que te enceraste?
Traté de pensar, pero no podía recordar. La depilación con cera
costaba más que una maquinilla de afeitar de cuatro dólares. Suspirando,
tomé dos pastillas sin agua mientras íbamos. No pude evitar lo nerviosa y
emocionada que me sentía... no por la depilación con cera, sino por la
razón de la depilación con cera.
Estoy atraída por Maxwell y Wesley. Ahí, lo dije, bueno, lo pensé.
Mary no sabía nada de Wes, pero sabía que algo pasaba con Max. No
quiero luchar contra ello nunca más. Quería explorarlo. ¿Qué pasaría si
todo explotaba en mi cara? Al menos me gustaría conseguir el buen sexo.
¡Echaba de menos el sexo! No un polvo rápido o pretender que algún tipo
era increíble cuando pensaba en mi lista de compra. Yo quería... quería lo
que me dieron en el cumpleaños de Wes. Quería sentirme tan excitada
que no podía detenerme, que actuara en lugar de pensar.
—Esta mujer, es un regalo de Dios. Un ángel total —dijo Mary,
estacionando en frente de una pequeña casa de ladrillo marrón y gris,
pero hermosa.
—¿Este es el spa? —pregunté, dando un paso fuera del auto.
—Síp, mi hogar lejos de casa. —Suspiró mientras caminaba por las
escaleras.
No dije una palabra, pero la seguí.
—De la cabeza a los pies total, Maggie —le dijo a la mujer rubia
detrás de la mesa. Me di cuenta que su maquillaje de ojos de gato era
impresionante.
—¿Cuánto cuesta un cabeza a los pies total? —pregunté, pero no
me prestaba atención a mí, en lugar dio a la mujer, Maggie, su tarjeta—.
Mary, no. Lo tengo.
—Guárdalo. Además, serás la futura señora Emerson. Estoy
consiguiendo mis buenos puntos de amiga temprano. —Me devolvió el
saludo—. Quiero a Tomoko para ella, Maggie; ella es un huevo de oro.
—Gracias —le dije, cruzando los brazos. Mary lucia casi tan
emocionada como yo.
—Lo tengo, habitación cuatro. Por favor cámbiate a la bata. —
Maggie le entregó la llave.
La habitación se hallaba al final del pasillo a la derecha, y Mary
apareció en la silla no muy lejos de mí.
—Déjame adivinar, ¿te vas a quedar por el apoyo moral? —
pregunté mientras tiraba de los pantalones abajo. Tomó su teléfono.
—Pero por supuesto. Puedes ser gallina
Era demasiado tarde para eso. Poniéndome la bata, me senté en la
cama, sintiendo como si estuviera a punto de ir a una cita con el médico.
—¿Tienes un médico que pueda ir a ver al último minuto?
—¿Por qué?
—Quiero estar segura.
—¿Lo estás? —Inclinó la cabeza hacia un lado—. Un niño y ya está
listo para la vida.
—¡Mary!
—¡Está bien, está bien! —Metió la mano en su bolso—. ¿Qué deseas?
¿El DIU, TCI, TVR, el parche, o las inyecciones? En realidad, tacha las
inyecciones. Conseguí esas una vez y tuve el peor dolor durante los
próximos tres meses... eso no es atractivo.
—Sólo me estoy quedando sin pastillas, cielos.
—Oh, eso funciona, también. —Se encogió de hombros, envió un
texto cuando una pequeña mujer japonesa con el cabello largo y blanco
entró en la habitación. Era vieja, pero incluso su maquillaje era mejor que el
mío.
—Es demasiado pronto para ti —dijo, señalando a Mary.
—No. No. Mi amiga, cita caliente. Hombre rico. —Mary asintió con
facilidad y quería enterrar mi cara en el suelo.
—Oh... déjame ver.
¡Oh, Dios mío! Ella acaba de abrir mis piernas como si fueran nada.
—Cariño. —Suspiró, mirando hacia mí con el ceño fruncido en los
labios.
—¿Qué? ¡No está tan mal! ¡Me afeité!
Frotó mis piernas, brazos y cara. No había límite a dónde se fue.
Sacudiendo la cabeza, se trasladó a su fregadero y puso los guantes,
tijeras, aceite y cera. Miré a Mary, no parecía estar prestando atención
mientras se desplazaba a través del teléfono.
—¿Cariño, tomas medicación?
—Ella está toda buena, Tomoko; hazla brillar. —Mary deslizó un trozo
de goma de mascar en su boca. Mientras tanto, mi corazón comenzaba a
correr.
—Reunión, hombre rico, mañana. Hoy duele. —Frotó algo en mis
pobres muslos internos y vagina.
—¿Hoy duele? ¡Mary dijo que eras un ángel!
—¡Un ángel pero no Dios! —Se rio de nuevo.
Gimiendo, me acosté con las manos aferradas a la cama.
—No te preocupes. Me amas mañana. —Palmeó mi hombro antes
de conseguir la cera—. Uno…
—¡JODIDA MIERDA! ¿QUÉ PASÓ CON DOS Y TRES? —grité con
lágrimas en los ojos.
—Mentí.
¡Maxwell y Wesley, es mejor que estremezcan mi puto mundo!
10
Traducido por Black Rose, cjuli2516zc & SOS por ∞Jul∞

Maxwell
—A los pocos días de haber publicado esta historia, mi equipo y yo
finalmente hemos conseguido información especial de la detención del
Gobernador MacDowell y sus actividades ilegales. No se trataba de simple
corrupción, sino sobre crimen organizado, fraude bancario, y lo peor de
todo, sobornos. Esto no fue un caso de unos cuantos apretones de manos
en un cuarto trasero en algún lugar, ni fue la presión ejercida por los
grandes bancos o corporaciones que conducen a la privación de bienes y
servicios básicos. No, la depravación del Gobernador MacDowell fue más
profunda que eso. Con el fin de ocultar el creciente problema de asaltos
sexuales en Boston, dio instrucciones a la policía local a, y cito, “dar
advertencias” a las prostitutas consideradas por los agentes como
objetivos. ¿Cuál es el problema con esto? Se preguntará. En este mismo
momento, el fiscal está arrestando, no a uno o dos, sino a doce policías
que formaban parte de un anillo de esclavitud sexual en la ciudad. Estas
advertencias de la policía fueron utilizadas para reclutarlas para el anillo. A
las mujeres se les prometió no presentar cargos contra ellas. También se les
prometió viviendas gratuitas, comidas, y chequeos, pero en su lugar fueron
amenazadas y sometidas a actos sexuales. Cuanto más seguimos
cavando, más suciedad estamos descubriendo. ¿Por quién votamos para
el cargo público? ¿Hasta dónde llega esto? No me voy a detener hasta
que lo averigüe. Únanse a mí el lunes por la noche mientras hablaré con
una de las víctimas del gobernador. Soy Maxwell Emerson y este es El
Reporte de Emerson. —Terminé cuando empezó la música y se apagaron
las luces.
—Brillante —dijo Scarlet en mi oído mientras sacaba el micrófono y
cerraba los papeles sobre la mesa—. ¿Qué pasa?
—¡Una víctima no es suficiente, Scarlet! Quiero joder a este hijo de
puta —espeté, caminando fuera del escenario hacia mi oficina.
—¡Max, ya lo tienes! —dijo, manteniéndome el ritmo.
—No. No lo hago. —Agarrando el agua de mi mesa de café, me
recosté en mi sofá y tiré de la corbata hacia abajo—. Ella es una prostituta.
Eso es todo lo que verán cuando sintonicen mañana. El Gobernador
MacDowell y su equipo legal de pendejos intentarán desacreditar todo lo
que diga. Ellos ahogarán una sola voz. Sin embargo, ¿tres, cuatro, cinco?
¡No! La gente va a ver el monstruo que realmente es.
—¿Qué es esta venganza que tienes contra el Gobernador
MacDowell? —preguntó sentándose junto a mí y me alejé un poco, lo que
sólo hizo que se sentara más cómodamente.
—Es un mentiroso y un violador; no necesito una venganza para ir
tras un monstruo como él.
—Está bien, voy a empezar a lanzar llamadas. ¿Necesitas algo? —Se
estiró para tocar mi cara, pero la agarré de la muñeca.
—Estoy bien. Solo estoy cansado. Voy a volver a casa por ahora —
contesté.
—Por supuesto, voy a tener el auto esperando. Buenas noches,
Maxwell —dijo, poniéndose de pie y saliendo por la puerta. Se sintió como
una eternidad antes que mis sienes dejaran de doler. Recostándome,
terminé mi agua antes de agarrar mi chaqueta y bolso. Odiaba trabajar los
sábados, pero quería ser el primero en dar la noticia.
—Buenas noches, señor Emerson.
—Un buen espectáculo, señor.
—Excelente, señor, de verdad. No puedo esperar para el lunes.
No miré a los ojos. No hablaba con nadie. Me monté en el ascensor
para bajar por mí cuenta, cerrando los ojos mientras me apoyaba contra
la pared.
Puto gobernador... ni siquiera iría allí. En su lugar, metí la mano en mi
chaqueta del traje, agarrando mi teléfono. Justo cuando iba a llamar a
Wes, el diablo mismo llamó.
—Padre —respondí mientras se abrían las puertas de la planta baja.
—Tu madre dice que no estás respondiendo a sus llamadas.
—No me di cuenta de que llamaba. Por favor, dale mis disculpas en
mi nombre.
—Maxwell.
—Sí, señor —contesté, tomando asiento en la parte trasera del auto
listo y tirando mis cosas a la derecha de mí.
—Ya no eres un niño. Esta…
—Si no soy un niño, ¿no significa eso que puedo omitir este sermón?
He tenido una noche bastante larga.
Lo oí inhalar profundamente.
—Tu madre estará anunciando su candidatura en los próximos días.
Espero que tú…
—¿Encuentre una mujer para colgar de mi brazo? ¿Responda cada
vez que llamen? ¿Haga todo lo que quieran cuando quieran? ¿Soy su hijo,
o soy una marioneta?
—Agradable hablar contigo, hijo. —Colgó y tiré el teléfono a un lado.
Inclinándome hacia atrás en el asiento, miré mientras las calles de la
ciudad pasaban.
Mi abuela me dijo una vez que no podíamos escoger las familias en
las que nacíamos por una razón. Ella no tenía idea de cuál era la razón,
pero estaba casi segura que era porque la mitad de nosotros no
elegiríamos nacer. Conocía ese sentimiento, no querer estar vivo. Fue
gracias a él, a Wes, que yo…
—Señor, su teléfono. —El conductor me sacó de mi trance.
Mirando por encima, por supuesto, mi teléfono sonaba, y era él.
—¿Qué? —dije, aunque me sentí mejor.
—Vi el programa. ¿Qué quieres para cenar?
Wes...
—Lo que sea. Ese plato de pasta que hiciste la última vez —dije,
recordando cómo odiaba cuando le contestaba con “lo que sea”.
—Bueno. ¿Te veo pronto?
—Más pronto de lo que piensas —contesté, colgando cuando el
conductor se detuvo en mi edificio. No esperé a que viniera a abrir la
puerta. En su lugar, agarré mis cosas y me dejé salir.
—Buenas noches, señor Emerson —me dijo el portero.
—Buenas noches, Barry. —Asentí con la cabeza, moviéndome hacia
el ascensor cuando mi teléfono sonó. Desplazándome a través de los
correos electrónicos, me di cuenta por el rabillo del ojo que una mujer
también entró, pero no me molesté en levantar la mirada. Sólo esperaba a
que se fuera.
Sin embargo, nunca lo hizo.
Nos dirigimos cada vez más arriba, hasta que estábamos en el piso
de Wes, y ella todavía no había salido cuando las puertas se abrieron en mi
piso.
—Suite del ático —dijo la voz automática, anunciando la siguiente
planta.
—Creo que perdió su piso —dije, caminando hacia fuera.
—Señor Emerson, cuando estás en un ascensor con una mujer en un
vestido como éste, es de mala educación no mirar.
Esa voz.
Mirando hacia atrás, la vi allí de pie en un pequeño, negro,
impresionante, vestido que abrazaba todas sus curvas perfectamente.
Llevaba su cabello en ondas que caían justo al lado de sus pechos y sus
labios eran de color rojo cereza. Los tacones rojos que tenía en sus piernas
lisas hacían que se vieran interminablemente largas.
—¿Jane? —Se veía tan diferente. Pasó de hermosa a pecaminosa.
—Te dije que sabrías cuando estuviera intentando seducirte... bueno,
no sólo a ti. —Se encogió de hombros, caminando junto a mí y hacia la
puerta—. Hazme un favor y consigue mi maleta.
Dios, su culo se veía increíble.
—Maxwell.
—¿Eh? —Me reenfoqué en su cara.
Su cuidada mano señaló la maleta esperando en el ascensor. —Mi
maleta.
—Oh, sí. La tengo —tartamudeé como un bufón, agarrando el
mango y siguiéndola al interior.
—Puertas abriendo —dijo la voz automática.
—Eso fue rápido... —Se congeló, mirándola directamente a los ojos
con la misma expresión que debí haber tenido hace unos segundos—.
Guau.
—Los dos deberían ver lo que tengo debajo del vestido. —Sonrió,
yendo a la cocina.
Wes me miró y yo me hallaba demasiado perdido para que las
palabras comenzaran incluso a venir. Acabé de llevar su equipaje a un
lado de la escalera.
—Muchachos —dijo en voz alta. Y como escolares, nuestras cabezas
la enfrentaron. Se sentó después de agarrar tres copas y una botella de
vino al azar. La abrió, y sirvió una copa para cada uno de nosotros—.
Vengan acá.
—Sí, señora —susurró Wes, ya caminando hacia ella. No pude decir
nada porque antes de darme cuenta ya me encontraba de pie justo en
frente de ella también. Nos dio un vaso a cada uno.
—Los dos se sienten atraídos a mí —dijo confiadamente—. Yo estoy
atraída por los dos. Ahora, pensé que podía escapar de los dos, pero eso
falló. Entonces pensé que podría ser solo una amiga, pero ahora que los he
visto y tocado a los dos, no sería suficiente. Así que he decidido que sean
mis amantes. Esto podría terminar horriblemente, terriblemente mal, pero
hasta entonces voy a tener el mejor sexo de mi maldita vida. No se
contengan, y salud. —Chocó su copa contra las nuestras.
Dios ten piedad.
Jane
Jane la mucama murió. Hora oficial de la muerte fue el mediodía, el
viernes, cuatro de octubre, cuando fue encerada por una mujer japonesa
en Roxbury. Mi piel se sentía en llamas, y ahora había abierto la puerta a
una nueva faceta de mí misma.
—Jane, no hay vuelta atrás de esto —dijo Max mientras bebía.
Él no lo entendía, pero Wes lo hizo. La lujuria salía de él en olas. Se
bebió el vino y derramó fuera de la comisura de su boca, pero no le
importaba una mierda.
Dando un paso atrás lejos de ellos, me bajé la cremallera en el lado
de mi vestido y lo empujé hacia abajo, permitiendo que cayera en una
piscina cerca de mis pies. Ambos ojos fueron a mis pechos, mis bellos
pechos sin hematomas. Wes se acercó a mí y tomó mi culo con una mano
antes de correr su otra mano por mi estómago hasta que llegó a mi ropa
interior. Frotó mi coño y besó el lado de mi cuello mientras arqueaba mi
cuerpo para darle más espacio para jugar.
—Max —le llamé mientras nos miraba. Sus fosas nasales se abrieron y
su respiración se desaceleraba. Estaba excitado—. No te limites a mirar. Los
quiero a ambos.
Eso era todo lo que necesitaba. Se acercó a mí y me bajó el
sujetador y agarró mi pecho antes de usar su lengua para lamer mi pezón.
Un escalofrío se disparó a mi espalda.
¿Quién en su sano juicio querría volver de esto?
—Ahh... —Me sacudí en la parte superior de la mano de Wes.
—Tonta, tonta, chica.—Wes me mordió el labio superior antes de
decir—: ¿Piensas que puedes entrar en la boca de los leones y hacernos
tus mascotas?
Max rio mientras seguía besando mi pecho y debajo de mi barbilla
hasta que sus labios se hallaban justo en los míos. —No sabe en lo que se
ha metido, Wes. Debemos mostrarle lo que realmente significa ser nuestra
pareja.
—No tengas miedo, amor. El gatito acaba de llegar —respondió Wes
lentamente mientras besaba mi mejilla.
—No tengo miedo —les dije, y realmente no lo tenía. Fuera lo que
fuese, lo quería. Yo quería. Wes quitó su mano de mí, y al instante la
extrañé.
—Saboréala —dijo a Max, quien me lamió de sus dedos; era
jodidamente sexy. Me lamí los labios, también.
—¿Quieres jugar? —dijo Max cuando Wes retiró sus dedos. Se estiró
para que tomara su mano, y lo mismo hizo Wes—. Vamos a jugar entonces.
Me llevaron por las escaleras de nuevo en su dormitorio.
—Sube a la cama —mandó Max, ya tirando de su cinturón, pantalón
y corbata. Wes desapareció en el armario mientras me sentaba en las
sábanas de seda azul marino.
A continuación, se metió en la cama y me obligó a tumbarme
mientras se acercaba, al igual que un león sobre su presa.
—¿Sabes lo mal que te hemos deseado? Y vienes aquí con este
aspecto. ¿Cómo se supone que debemos controlarnos?
—No —le susurré, alcanzándolo y llevando sus labios a los míos.
Nuestro tercer beso era diferente del resto, y no se contuvo. Tomó mi
pecho y lo apretó y pellizcó mis pezones mientras gemía en mi boca. Ni
una vez aparté la mirada y él tampoco. Podía sentir su verga rozar contra
mi muslo.
—Max —le dijo, lamiendo su lengua. Me levantó la pierna, y antes de
que lo supiera, mi tanga se movió suavemente a un lado. Algo me entró
lentamente, vibrando mientras lo hacía.
—¡Oh! ¿Qu... ah...
No tenía oportunidad de pensar con claridad, incluso mientras
profundizaba el beso. Una vez más, manos extendieron mis nalgas mientras
que otro vibrador embestía en mí.
»¡Joder! —susurré, liberándome de él, todo mi núcleo ahora
vibrando.
Sentado en el medio de la cama, los vi a ambos de pie frente a mí,
desnudos. Con sus pollas duras y la frente en alto. Wes se movió una vez
con ansiedad.
»Ah... ah… ¿qué? ¿Qué? —Me moví en su cama, rebotando hacia
arriba y hacia abajo a la presión ahora en mi coño y culo.
—Mira lo mojada que está poniéndote. —Wes me levantó la
barbilla—. Está empapando a través de tus bragas, bebé.
—Veo... veo… que has... pensado en esto. —Joder se sentía tan bien
y tan frustrante al mismo tiempo.
—Vamos a hacerla rogar por ello —respondió Max.
—Mis pensamientos exactamente.
No sabía lo que quería decir hasta que vi a Wes besar hacia abajo la
mandíbula de Max. Sus pollas frotándose una contra la otra por un
momento antes de que cada uno se agarrara entre sí y se bombeara justo
en frente de mi cara. Me incliné hacia delante. Me hallaba tan mojada
que goteaba por mi muslo, pero se alejaron.
—¿Cuál es la palabra mágica? —preguntó Max, y no podía apartar
la mirada mientras su pulgar acariciaba la punta de la polla de Wes y toda
la mano de Wes serpenteaba alrededor de la polla de Max.
—Por favor…
—Por favor, ¿qué? —preguntó Wes.
—Quiero... déjame... déjame... deja que los toque... Los quiero en mi
boca.
—Señorita Chapman, qué sucia —dijo Max, volviéndose hacia mí
con su pene en mi cara. Lamí el pre-semen desde la parte superior de la
misma e hice lo mismo cuando Wes se acercó. No sabía si era posible, tal
vez fue sólo mi propio subconsciente, pero Max sabía caliente y Wes dulce.
Al momento en que los probé, no podía parar. Sujetando la gruesa polla
de Max, frotaba por el lado de ella mientras tomaba la polla de Wes en mi
garganta. Era tan grande que pensé que iba a tener arcadas, pero incluso
cuando golpeó la parte posterior de mi garganta, chupé. Alternaba entre
los dos. Cuando miré hacia ellos, estaban liándose. Una de las manos de
Wes sostenía un puñado de mi cabello, la otra el de Max.
—Oh... ahh… —Los vibradores me volvían loca. Trayendo sus pollas
más juntas, besé la punta de los dos, lamiendo como si fueran caramelos.
—Cómela —dijo Wes, alejándose de los dos. Su pecho subía y
bajaba.
Max no lo dudó. Me empujó sobre mi espalda y levantó mis piernas
hacia arriba mientras deslizaba fuera mi tanga antes de separar los labios
de mi vagina. Sacó el vibrador y me chupó felizmente. Agarrando mi
propio pecho, me sacudió contra su boca.
—Wes. —No tuve un segundo para prepararme antes de que Wes se
arrodillara a mi lado y abriera mi boca para deslizar su polla gruesa,
caliente de nuevo en mi boca.
Sentí a Max besar mi estómago, subir por encima de mí hasta que su
pene se frotaba contra mi coño. Abrí mis piernas más para él, y su punta
entró en mí lentamente.
—Más —supliqué lamiendo el lado de la polla de Wes mientras mi
lengua se deslizaba sobre su vena palpitante.
—¡Sí!
—¡Mierda... mierda! —dijo Max entre dientes, metiendo de golpe su
polla dentro de mí. Llenaba todo de mí.
Besé las bolas de Wes y bombeé su polla antes de lamer todo el
borde, tentándole hasta que incluso yo no podía aguantar más. Se metió
en mi boca duro, sosteniendo mi cabeza hacia abajo, y no lo detuve.
Chupé como una jodida campeona.
Maxwell
Apretando mis dientes mientras me deslizaba en el culo apretado de
Wes, hice todo lo posible para mantener mis ojos abiertos. Sostuve su
pierna sobre mi hombro y empujé hacia adelante con el sudor rodando
por mi cara. Jane se inclinó hacia delante para lamerlo. Se sentó en el
rostro de Wes y sus brazos sostuvieron sus muslos encima de él. Ni una sola
vez apartó la mirada.
Verla... mirarme así...
—Más fuerte —susurró, colocando sus manos sobre el pecho de Wes
mientras continuaba moliéndose encima de él—. Más fuerte.
Cada vez que lo dijo, salí de Wes sólo para cerrarme de golpe de
nuevo, y ella lamió sus labios de excitación. Inclinándome, mordí su labio
inferior.
—¡Ohh...ohh...! —Jadeó, echando su cabeza hacia atrás mientras se
venía en su boca.
Maldición, ella estaba caliente.
Rodó de él.
Me salí.
La levantó y la sentó en su pene. Vi cómo ella se acomodó
lentamente, tomando todo de él.
Él la volcó sobre sus manos y se puso de rodillas delante de ella.
Me puse detrás de él, sosteniendo su cintura, y sin previo aviso, guie
mi pene de nuevo en él.
—Dios, joder... —siseó él, sosteniendo sus piernas hacia arriba.
No tenía palabras.
Mi mente iba en blanco.
Todo lo que podía hacer era seguir respirando y follando.
Wesley
Él arrancó su segundo condón de la noche con sus dientes, y me
deslicé dentro tan rápido como sea humanamente posible mientras me
lubricaba más y me deslizaba en su culo. El vibrador que puse la ablandó
perfectamente.
—Joder. —Era estrecha, tan jodidamente estrecha, y yo veía
estrellas. Me sentía en el cielo, un cielo pecaminoso, perfecto. Mirar su culo
tomarme casi me hizo querer venirme ahí mismo.
—Wes... oh —gritó, estirándose para aferrarse a mí cuando Max se
colocó entre sus muslos. Él temblaba de emoción. Levanté sus muslos
separados para él, y en un rápido movimiento, empujó hacia adelante
profundamente dentro de ella.
»Jodido, Cristo —gritó ella. Su mano agarraba el hombro de Max, y su
cabeza se apoyaba en la mía, su cuerpo atrapado entre los dos.
Ambos empezamos lentamente, dejándola adaptarse a nosotros,
sintiendo su apretón alrededor de nuestras pollas.
»Bésalo —me susurró. Sonreí y me incliné hacia delante para tomar
los labios de Max—. Más. Como la primera vez que los atrapé.
Ella me volvía loco: su boca, su cuerpo, todo. Estirándose, Max
agarró mi cabello y me besó apasionadamente como si se estuviera
muriendo de sed y no pudiera beber de nada más excepto yo.
No puedo. Creí que lo podría tomar, pero no podía. Mi polla
palpitaba con la necesidad de liberación. Agarrando su culo para
estabilizarme, salí de ella lentamente antes de estrellarme de golpe de
nuevo. Gimió algo inaudible, y pude sentir a Max al otro lado de ella,
empujando profundamente en ella también. Ninguno de los dos se detuvo,
y ella gimió, gritando nuestros nombres, viniéndose una y otra vez cuando
alcanzamos nuestro pico.
Sí, esto era el cielo.
—Joder. Joder —grité cuando me corrí sólo unos segundos más
tarde, luego Max lo hizo también. Salí primero y caí de nuevo en la cama—
. La mejor maldita follada de mi vida —les dije cuando sentí a Jane caer a
mi lado.
—He oído eso antes. —Max se rio, respirando igual de duro.
Fue sólo cuando pude sentir mis dedos de los pies otra vez que me
incorporé para revisar a Jane. —¿Estás bien?
—No he estado con nadie en un año. Estoy un poco oxidada —dijo
ella, cepillando hacia atrás los mechones de su cabello. Miré a Max, que
se sentó también.
—Fuimos demasiado duro —dije, mirando sobre su cuerpo. Max se
levantó, moviéndose al cuarto de baño.
—No. —Sacudió su cabeza—. Los dos fueron perfectos. Gracias.
Ella nos daba las gracias, los hombres que acababan de pasar las
últimas tres horas doblándola y follándola como una estrella porno.
Max volvió con toallas calientes y un vaso de agua, mientras
alcanzaba en la mesita de noche por unos ibuprofenos.
—El ibuprofeno ayudará con el dolor —le dije.
Hizo un puchero, todavía aturdida. —Pero me gusta el dolor.
Max hizo una pausa, mirando hacia mí, y sabía lo que pensaba. —
Por el amor de Dios, Jane, no nos tientes aún más.
—De acuerdo —dijo inocentemente, pero la mirada en sus ojos dijo
algo completamente diferente. Tomó el medicamento de mí y Max limpió
el interior de sus muslos ligeramente—. Tan caballeros —le dijo a Max
mientras se estiraba para rozar el lado de su mejilla. Estaba borracha del
sexo—. ¿Va a fruncirme el ceño por la mañana, señor Emerson?
—Max. Sólo llámame Max. Y es por la mañana. —Él sonrió
abiertamente después de besar su muñeca.
Ella no dijo nada más, solo rodó a su lado, bostezó y cerró sus ojos. En
nuestra primera noche juntos, aprendimos que Jane Chapman podría
dormirse en un instante.
Acostándome de nuevo junto a ella, me quedé mirando hacia el
techo.
—Esto... nosotros... acabamos de volverlo mucho más complicado —
susurró Max, acostándose en el otro lado de ella.
—Pero amaste cada momento de ello. —No respondió porque tenía
razón. En el momento en que la vi, lo supe, al igual que lo supe cuando lo
vi a él; ellos eran míos. No sabía cómo iba a funcionar, pero sólo tendría
que averiguarlo.
11
Traducido SOS por Taywong, cjuli2516zc & Valentina D

Jane
Cuando desperté me di cuenta de cuatro cosas.
En primer lugar, me encontraba sola. En segundo lugar, me sentía
tan malditamente dolorida, de la mejor manera posible. En tercer lugar, la
nota sobre la almohada a mi lado que decía:
Estamos abajo, tómate tu tiempo. W&M.
Sonreí porque sabía que trataban de darme espacio para
adaptarme. Podía oler el tocino; Wes era más prometedor cocinando. Una
parte de mí se preguntaba cómo hubiera sido despertar con ambos. La
última cosa que noté fue mi equipaje que ahora se hallaba estacionado
en la esquina con el vestido negro que usaba, doblado en la parte
superior.
Poco a poco deslizándome fuera de la cama, casi me desmayé.
Bajé la mirada a mis piernas, con una sonrisa tan amplia que debía lucir
como una idiota. No pude evitarlo. Me follaron legítimamente hasta que
mis piernas se debilitaron, incluso horas después. Chicos, siempre lo dije,
pero ellos fueron los primeros en llevar a cabo realmente su promesa por
mí.
—Guau —dije, recordando cómo sus manos y labios se sintieron en
mi piel. Moviéndome hacia mi maleta, saqué mi bolsa de aseo antes de
entrar en el baño principal. Frente al espejo, me quedé mirando los
chupetones en mis pechos... y el estómago y el cuello. Parecía que perdí
una batalla con un vampiro. Sacando mi cepillo de dientes, hice una nota
mental para agradecerle a Mary por cualquier labial que me haya dado.
No se manchó en absoluto, e incluso ahora, podía ver el débil labial rojo en
mis labios. Lavarlo con jabón también fue fácil.
Me di una ducha rápida para limpiar mi cabello antes de secarlo
con una toalla.
Tenía atuendos que podría haber llevado, incluyendo otro par de
lindos conjuntos de sujetadores y bragas, pero ni siquiera me molesté.
Agarré la camisa azul claro abotonada de Max que tiró en la esquina y me
la puse. Max andaba siempre en un traje y corbata, mientras que Wes
usaba vaqueros, camisetas y chaquetas, si es que llevaban ropa en
absoluto. Eran opuestos en todo y, sin embargo, funcionó.
—Tienes esto, Jane —susurré a mí misma justo en frente de la puerta
antes de salir.
—¿Esa ya es tu segunda taza de té? —preguntó Max, mordiendo su
tostada francesa. Ambos llevaban nada más que sus calzoncillos.
—¿Por qué demonios estás contándolas?
—Para un hombre que se queja de los estereotipos británicos, seguro
que eres rápido en probar que tienen razón.
—¿Puede mi estereotipado culo británico tomar mi bebida en paz
ahora que has expresado tu estúpido interior, o necesitas otro golpe? —dijo
Wes, sorbiendo su té.
—Estoy seguro de que hay una broma gay en alguna parte —
respondió Max y rio en voz alta.
Los dos se volvieron hacia mí y fue un poco intimidante, sus ojos
vagando por mi cuerpo y luego de vuelta hasta mi cara.
—Buenos días —los saludé caminando hacia ellos—. ¿Hay algo para
mí?
—No, en realidad planeábamos dejarte morir de hambre —murmuró
Max, llevando su café a sus labios.
—No le hagas caso. —Wes lo ignoró, sonriéndome mientras ponía un
plato de tostadas francesas, tocino y huevos frente a mí—. El buen sexo
hizo cortocircuito en sus emociones, por lo que no puede evitarlo por sí
mismo.
—Que te jodan —dijo Max en respuesta, a pesar de las comisuras de
sus labios curvándose.
—Nunca los he visto así, chicos. —Sonreí, tomando un bocado de la
tostada francesa. Como siempre Wes cocinó, era increíble.
—Eso es porque siempre hay alguien que se escapa por la
madrugada. —Max se acercó a servirme un vaso de zumo de naranja—. Y
para que conste, Sra. Chapman, apruebo ese atuendo.
—Como tu nueva amante, ¿es habitual que obtenga aprobación de
todos mis atuendos?
—Si estás desnuda en todo momento, no hay ninguna necesidad de
aprobación —agregó Wes, apoyado en la mesa. Sus ojos verdes miraron a
Max y durante una fracción de segundo se sentía como si estuvieran
teniendo una conversación mental, antes de que me miraran.
—¿Qué? —pregunté a ambos.
—Eres mucho más audaz de lo que esperábamos que fueras esta
mañana —respondió Wes.
—Déjame adivinar: ¿pensaban que actuaba fuera de personaje
anoche? —les pregunté a ambos antes de beber—. ¿Que soy una buena
chica de corazón?
—¿No es así? —cuestionó Max, y era una buena pregunta; sólo que
no sabía la respuesta.
Encogiéndome de hombros, di otro mordisco a la tostada y los hice
esperar. Tomé otro bocado y Wes rio disimuladamente. Max solo rodó sus
ojos.
—¿Qué hace a una chica una buena chica? —pregunté, realmente
quería saber—. ¿Alguien que es “inocente”? Pues bien, estoy fuera. Tenía
quince años cuando perdí mi virginidad. Hasta hace dos meses, trabajé en
un club nocturno.
La ceja de Wes se levantó y Max trató de mantener una cara seria,
pero sus labios hicieron una línea dura mientras se encorvaba. Sus
expresiones faciales eran lindas.
»No como desnudista. Era la camarera y la gerente. Pero mantengan
la calma, chicos. —Sonreí brillantemente y ambos sorbieron de sus bebidas
como si no supieran de qué hablaba—. De todos modos, no estoy segura
de qué están esperando. Apenas sé lo que estoy esperando. Solo tomé la
decisión de estar aquí. Fui al médico y tengo más control de natalidad,
pasé demasiado tiempo en el vestido perfecto, y luego vine aquí. Cuando
tomo decisiones, no huyo lejos de ellas. Soy muy terca.
—No me digas —contestó Wes. Lo miré; él sólo guiño de vuelta.
—Entonces, sólo podemos saltarnos a la parte de las reglas de la
conversación —dijo Max, poniendo su taza sobre la mesa.
—¿Las reglas? —Miré entre ellos. Wes no dijo nada, pero pasó
alrededor de la isla de la cocina a pararse a mi lado.
—Max y yo siempre somos honestos con los demás acerca de todo
lo que queremos y esperamos. Siempre hemos sido nosotros, pero ahora
estás tú —dijo Wes, metiendo mi cabello detrás de mi oreja—. No podemos
pretender o hacer como si nada hubiera cambiado. Así que sí, hay reglas
para ti, y si quieres, hay reglas para nosotros.
—Está bien. —Dejé el jugo y miré entre ellos. No voy a negar que me
sentía un poco nerviosa.
—Regla número uno es que no puedes solo irte. Llamada o mensaje
—dijo Max, poniendo un nuevo y brillante teléfono inteligente a mi lado.
—Chicos, no puedo…
—La regla número dos: Somos ricos, Max más que yo. —Wes sonrió—.
Sin embargo, todavía soy rico, lo que significa que podemos llenarte de
regalos caros de vez en cuando. No discutas con nosotros sobre ello.
Podría ser enorme para ti, pero sinceramente, no lo es para nosotros.
Además, Max me dijo lo mucho que te preocupa no venderte a ti misma.
Tú estando con nosotros significa más que un regalo.
Tragué el nudo en mi garganta, no sabía qué decir. Así que tomé el
teléfono. —Solo no se vuelvan locos, ¿de acuerdo? Me confundo
fácilmente. —Este sería un caso en el punto.
—Regla tres. —Max puso su mano en mi muslo—. Nadie más que
nosotros.
—¿Es una calle de doble sentido? ¿Nadie más que yo?
Ambos sonrieron a eso.
»¿Qué?
—Jane, eres la primera mujer que cualquiera de nosotros ha querido
que se uniera a nosotros, la primera en la que no podíamos dejar de
pensar. —Wes besó mi frente—. Pero, si te hace sentir mejor, sí, nadie más
que tú. Sólo seremos nosotros tres.
—Sí, me hace sentir mejor. —Asentí—. ¿Puedo añadir una regla?
Se miraron el uno al otro. Max se giró completamente hacia mí, y yo
trataba de no mirar hacia abajo en el bulto de sus bóxers. —Estamos
escuchando.
—Los quiero a ambos. Me gustan los dos. Me gusta cuando los dos
están juntos, así que no me jodan si el otro no está allí. —Sé que fue
atrevido.
—¿Define joder? —preguntó Wes.
Sonreí y señalé a sus penes. —Esos no van en mi culo, coño o boca a
menos que el otro esté ahí para ser testigo. Besos, toques, todo lo demás es
juego limpio. Pienso que a ustedes dos se les permite follar entre sí ya sea
que esté allí o no.
—¿Por qué? —preguntó Max. Me encogí de hombros.
—Mi razón desinteresada es porque ustedes ya se encontraban en
una relación antes de mí. Sería un error para mí romper un enlace que ya
está ahí.
—¿Y tú razón egoísta? —preguntó Wes.
—Disfruto de ustedes dos follando... especialmente si siento como si
los atrapara en el acto.
—Dime que estoy soñando —dijo Wes a Max, su pene ya volviéndose
más duro.
—Concéntrate. No ahora —dijo Max, a través de sus apretadas
mandíbulas.
—Esa noche cuando te vi con una bola en la boca, Wes agarraba tu
cintura con una mano mientras acariciaba tu pene con la otra. Él te folló
tan duro por el culo que tu cuerpo se sacudió hacia delante. Dejé de
respirar, Max. Mis pezones se hallaban tan duros, fue doloroso. Mi coño
dolía... —dije en voz baja, acercándose más y más cerca de sus labios
antes de girar frente a Wes, cuyos ojos se nublaban con lujuria—. ¿Por qué
iba a querer parar eso? Quiero más. Quiero ver, sentir más. Dime que
puedo, Wes... por favor.
—Tentadora —fue lo único que pudo susurrar.
Sonriendo, me empujé de nuevo en mi silla y agarré mi jugo. —
Llámame domadora de leones.
—Y deseas iniciar suavemente con ella —dijo Max finalmente,
mientras sus manos se metían en mi camisa y agarraba mis pechos.
—Jane. —Wes presionó su pulgar en mis labios—. No nos empujes a
esto, porque fallaremos y tú necesitas descansar.
—He estado descansando durante un año. —Abriendo mi boca,
tomé su pulgar en mi boca y lo chupé—. Que se joda el descanso y
fóllenme.
Cualquier cosa que estuvo deteniéndolos se quebró en ese
momento. Como apretando un botón, Max se agarró a mí, haciéndome
girar en mi espalda presionada contra su pecho. Su pene se apoyaba
contra mi culo con sólo la tela de sus bóxers entre nosotros. Levantó mi
pierna mientras Wes se inclinaba para liberar su pene para mí y frotar la
punta en mi coño. Envolví mi brazo alrededor del cuello de Max.
—Bueno, no la hagamos seguir esperando —dijo Max.
—¡Ahh... joder! —susurré cuando Wes se empujó hacia delante.
—Como desees —respondió saliéndose sólo para embestirse de
nuevo. Intercalándose entre ellos, cerré mis ojos y lamí mis labios mientras
Max besaba mi cuello.
Yo no era una chica buena.
No era una chica mala.
Era su chica.
Maxwell
—Jesucristo. —Jadeé, tendido en el suelo de la cocina. Mi pecho se
sentía como si fuera a explotar.
—Caray —gritó Wes, respirando por su nariz, su pecho subiendo y
bajando con cada aliento.
—Ustedes, muchachos, ¿están bien?
Levantando mi barbilla, vi cómo despreocupadamente bebía su
vaso de jugo de naranja. Su cuerpo desnudo se encontraba cubierto en
una capa fina de sudor. Agotado, dejé caer mi cabeza hacia atrás y me
quedé mirando el techo de mi cocina.
—Ella... ella no es humana —le dije a Wes; trató de reírse, pero
terminó tosiendo mientras seguía tratando de recuperar su aliento.
—Debo haber salvado a Gran Bretaña en mi vida pasada para
merecer esto —bromeó, acariciando mi pecho antes de finalmente
sentarse sobre sus codos para mirar a Jane—. ¿Pensé que dijiste que
estabas oxidada?
—Es como andar en bicicleta. ¿Quién sabía? —dijo alegremente.
Finalmente, encontré la fuerza para sentarme. Jane se acercó a
nosotros y colocó sus manos encima de muestras cabezas, mientras corría
sus dedos por nuestro cabello. Besé su muslo, y Wes besó su pierna. Ella era
una jodida domadora de leones; no existía forma de negarlo. En sólo un
día y medio, nos tenía en nuestras rodillas con cadenas invisibles alrededor
de nuestros cuellos.
»El teléfono de alguien está sonando —dijo ella. Había estado tan
embelesado con el sonido de mi corazón golpeando en mis oídos, que no
lo escuché. Empujándome fuera del suelo, me incliné sobre la mesa;
nuestro desayuno fue olvidado.
—Maxwell Emerson —contesté, ni siquiera comprobando para ver
quién era. Me sentía demasiado absorto con la escena frente a mí. Wes se
hallaba ahora a sus pies y ambos estaban desnudos en la puerta del
refrigerador. Ella sacó fresas y él consiguió crema batida. Roció un poco en
su boca, y ella lamió el exceso de la comisura de su labio, causando que él
palmeara su culo tan fuerte que saltó antes de reírse tontamente.
Trataban de matarme.
—Hola, señor Emerson.
—¿Quién habla? —Parpadeé, tratando de reenfocarme.
—Kevin, el guardia de seguridad.
—¿Qué pasa, Kevin el guardia de seguridad?
—Tengo una Sra. Scarlet de Burgh aquí para usted. Dice que es
urgente y ha estado tratando de contactar con usted por una hora.
Separando el teléfono de mi oído, comprobé y, efectivamente, tenía
quince llamadas y más de cuarenta textos perdidos.
—Espera —dije, mirando al otro lado a Jane alimentando a Wes con
una fresa. Lo mordió por la mitad antes de mirarme.
—¿Qué pasa? —Frunció el ceño.
—Mi productora está aquí, y sabe muy bien que eso me molesta.
Debe ser importante —dije y él asintió.
—¿Necesitamos escondernos? —preguntó Jane.
—Voy a tomar una ducha y prepararme para el trabajo —dijo Wes—.
Deberías utilizar esto como una oportunidad para hacerle entender que no
hay posibilidad en el infierno.
Antes de que pudiera responder, me besó duro y rápido, luego
retrocedió.
—Jane, quédate con él —respondió él, y sin más fue arriba.
—Estoy un poco perdida. —Jane vino hacia mí—. ¿Qué pasa con tu
productora?
—Él cree que ella está enamorada de mí.
Permaneció en silencio por un segundo mientras se inclinaba en la
isla. —¿Y lo está?
—Ella es la mujer con la que mi madre preferiría que me casara. En el
trabajo, hay dos rumores: ya sea que soy gay o estoy follando a Scarlet de
Burgh.
—¿De Burgh? —Hizo una cara—. Suena rica y bonita. ¿Rubia?
—Morena.
—Oh. Realmente tienes una cosa por las morenas. —Sonrió,
cepillando hacia atrás unos mechones de mi cabello—. ¿Qué quiere que
haga, Sr. Emerson?
Era una pregunta de un millón de dólares.
Lo bueno es que podía permitirme el lujo de preguntar.
Jane
—Hola. —Sonreí cuando abrí la puerta, otra vez vestida solo con la
camisa de Max. Era justo como pensé: la mujer delante de mí era
guapísima. Perfectos senos copa C, caderas redondas completas, y
estaba segura de que tenía un culo asesino también. Sus ojos azules se
ampliaron cuando me miró de arriba abajo.
—Lo siento, estoy buscando a…
—Max, ¿sí? Por favor, entra. Él está vistiéndose —dije, abriendo la
puerta para que entrara. Cuando lo hizo, sus tacones hicieron clic contra el
revestimiento de madera. Ella dio tres pasos antes de volverse hacia mí.
—¿Quién eres tú?
—Jane Chapman, la novia de Max. Eres su productora, ¿verdad? —
Extendí mi mano para estrechar la suya.
—No sabía que Max tenía una novia. —No sacudió mi mano y al
instante recordé a la madre de Max... no me extraña que él no viera a
Scarlet de esa manera. Ya podía captar las similitudes.
—Ahora lo haces. —Me encogí de hombros, poniendo mi mano
abajo—. ¿Quieres algo de tomar? ¿Café? ¿Agua?
—Estoy bien. ¿Cuánto tiempo llevan juntos? —preguntó, caminando
para poner su bolso en el sofá.
—El tiempo suficiente, pero no estoy segura de por qué preguntas.
¿Los productores generalmente preguntan este tipo de cosas?
—No. Sin embargo, Max y yo hemos sido…
—Amigos por un tiempo —terminé por ella—. Lo sé. Y sé que te gusta,
también.
—Entonces, ¿es por eso que decidiste enfrentarme vestida así? ¿Para
ponerme en mi lugar? —preguntó suavemente, aunque si las miradas
mataran, habría estado muerta hace mucho tiempo—. Es bastante
desesperado, ¿no te parece?
—¿Crees que salí así para demostrar algo? —Me reí, más que
molesta—. Scarlet, si fuera a demostrar algo, haría esto.
Abriendo mi camisa, la dejé ver los chupetones por todos mis pechos
y estómago. Sus puños se cerraron y trató de mantener una cara seria.
—Te puede gustar él todo lo que quieras, Scarlet. No estoy
amenazada por ti porque no puedes ganar —le dije mientras me
abotonaba la camisa—. Así que por favor no lo pongas en una situación
donde podría tener que dejar ir un maldito buen productor.
—¿Jane?
Me di la vuelta mientras Max bajaba las escaleras vestido con
pantalones oscuros y una camisa casual. Era la primera vez que lo veía sin
una corbata... bueno, hablando en sentido figurado.
—¿Todo bien? —preguntó, poniendo su mano en mi cintura.
—Me siento un poquito incómoda de pie aquí en tu camisa. Voy a
tomar una ducha y vestirme. —Besé su mejilla antes de pasar a las
escaleras—. Fue un placer conocerte, Scarlet. Deberíamos reunirnos otra
vez en diferentes circunstancias. Realmente me gustaría saber más sobre el
trabajo de Max.
—Claro —dijo, pero sonó como un “vete a la mierda”.
Asintiendo, me dirigí de vuelta al dormitorio esperando que Wes
estuviera en la ducha, pero en vez de eso, él se hallaba acostado en su
ropa en el centro de la cama.
—Ven aquí —me dijo sin molestarse en abrir sus ojos.
—No me di cuenta de que eras del tipo celoso —dije, gateando en
la cama y descansando mi codo en sus abdominales.
—¿Qué te hace pensar que soy celoso? —preguntó.
—Max me pidió que destruyera a esa mujer, todo porque hiciste un
comentario. Me siento un poco mal.
Sus ojos se abrieron de golpe y sus mandíbulas se apretaron. —No
sientas lástima de ella. En realidad estoy celoso de ti. Si hubiera ido abajo,
ella no habría conseguido atravesar la puerta.
—¿Qué hizo ella? —Él lucía demasiado molesto para que fueran sólo
celos.
—Max no sabe esto, pero ella fue quien inició el maldito rumor sobre
su sexualidad. Ella esperaba que serviría para demostrar que él no lo era,
pero desde que su madre y la de él son amigas, supongo que pensó que
terminaría con Max.
—Qué perra.
—Aprenderás, Jane, que puedo tomar un montón de mierda, pero
no jodas con la gente que me importa. Si Max no la necesitara, yo
tendría… —No terminó esa declaración, y sólo puse mi cabeza en su
pecho.
—¿Te molesta que tu relación se mantenga en el armario? —
pregunté.
—Es un muy buen armario.
—Wes.
—Hace unos días, preguntó por tu ayuda con el fin de hacer una
cita para mí —susurró, colocando su mano en mi muslo—. No me molesta
tanto como le molesta a él. Se preocupa lo suficiente como para que me
moleste. Cuando esté listo, tomará una decisión. Puedo esperar. Mientras
tanto, tenemos una hermosa mujer para enfocarnos.
—No te enfoques demasiado que te darás cuenta que no hay
mucho aquí —susurré—. Les doy ya sea un mes o dos antes de que estén
aburridos conmigo, pero va a ser divertido hasta entonces.
Se movió, sentándose contra las almohadas. —¿Por qué haces eso?
—¿Hacer qué?
—Mantener una pierna afuera de la puerta todo el tiempo. Te has
comprometido a estar aquí, pero todavía no puedes evitar pensar en
correr. ¿Por qué?
—Sólo estoy siendo práctica.
—Estoy enamorado de un hombre que no puede ser honesto con su
familia o con nadie más fuera de este ático. Deseo a una mujer que
apenas conozco pero ansío más de lo que puedo entender. Además de
eso, el hombre que amo también la quiere, y eso me hace quererla más, si
es posible. ¿Cómo es algo de eso práctico?
No sabía qué decir a eso; era una mentira. Lo sabía y no existía
punto en mentir al respecto. —Tú y Max se tienen el uno al otro para caer
de nuevo. Tan mierda como la familia de Max puede ser, él aún tiene una
familia. Tú tienes una familia. Siempre he sido sólo yo… siendo práctica,
incluso en la cara de lo poco práctico sigue siendo auto conservación. No
es un hábito que voy a romper sólo por dos extraños.
—¿Dos extraños con los que no tienes problema de acostarte?
—El sexo es diferente. Sabes que todo es acerca de atracción.
—Bien, entonces, dime acerca de ti.
—Les he dicho todo.
—Me has dicho acerca de tus circunstancias. Quiero saber quién
eres.
—¿De qué hablan ustedes dos?
Me di la vuelta para ver a Max entrando a la habitación, cerrando la
puerta detrás de él. Cayó en la cama junto a Wes y cerró sus ojos cuando
su cabeza golpeó la almohada.
—¿Todo está bien? —le pregunté.
—Pregúntame mañana —respondió, levantando mis piernas y
poniéndolas sobre su regazo—. Entonces, ¿de qué estamos hablando?
—Jane estaba a punto de estar de acuerdo para jugar a las
cuarenta y siete preguntas. —Wes sonrió.
—¿Cuarenta y siete? Pensé que el juego se llamaba veinte
preguntas.
—Lo es, pero sabía que no estarías de acuerdo de buenas a
primeras. Prefiero negociar de mayor a menor —replicó el bastardo—.
Debemos conocer a la mujer con la que estamos compartiendo cama. Por
lo que sabemos, podrías ser una viuda negra en búsqueda de su presa,
pretendiendo ser una mucama, entonces utilizando seducción antes de
¡Zas!
Mi boca se abrió y miré a Max; se limitó a sacudir su cabeza.
Obviamente esperó esa locura de parte de Wes.
—¿No se deberían haber preocupado acerca de eso antes de
acostarse conmigo?
—Si vamos a morir, al menos conseguimos sexo con eso —dijo Max,
uniéndose a la locura.
—¡Los dos están locos!
—A través de cuarenta preguntas, verás cuán locos —contestó Wes.
—Está bien, pero yo empiezo —dije, sentándome entre ellos—. Wes…
mierda. No puedo pensar en nada.
—Está bien…
—No, espera. —Levanté mis manos y ambos se rieron de mí—. Está
bien, ¿qué te pone frustrado, aburrido e insatisfecho?
—Trampa, esas son tres preguntas. —Frunció el ceño.
—No, hay una coma entre cada adjetivo. —Crucé los brazos.
Miró a Max quien sólo asintió, y sonreí tan amplio que mis mejillas
dolieron.
—De acuerdo, pero recuerda que también sé cómo utilizar una
coma.
—Estás evadiendo —respondió Max.
—¿Qué me pone frustrado? Hay demasiados botones en la ropa.
¿Cuándo estoy aburrido? Cuando no estoy usando mis manos para
cocinar o follar. ¿Qué me pone insatisfecho? No lo sé… la comida sin
sabor, una mala follada.
Sacudiendo mi cabeza, me volteé hacia Max. —¿Sobre qué sueñas?
—Sexo —respondió él, haciendo reír a Wes.
—Chicos, ¡todas sus respuestas son sobre sexo!
Wes asintió. —Somos hombres. ¿Qué esperabas?
—Odio este juego —murmuré para mí misma.
Max miró a Wes. —¿Te gustaría hacer los honores?
—Jane Chapman, ¿quién es más guapo? —preguntó con una
sonrisa traviesa en su cara. Max levantó su ceja como si me retara a decir
“Wes” en lugar de a él.
—David Beckham. —No iba a caer en esa trampa.
—¿Qué…?
—La próxima vez, se más específico, y no, Max, no puedes hacer la
misma pregunta.
Su mandíbula se tensó en un lado. Me di cuenta que no estaba
acostumbrado a ser mandado por una mujer. —¿Cuál es tu mayor miedo?
—Ser olvidado. Mi turno. —No quería hacer hincapié en eso—. Wes,
¿quién fue tu primer flechazo?
—Diana Bancroft —dijo sin dudar, e incluso Max se sorprendió por
eso—. En nuestro séptimo año, ella regresó con estas grandes tetas. Nunca
tuve que esconder una erección por tanto tiempo en mi vida. También fue
mi primer acto sexual.
Quería golpearlo. En su lugar, me enfoqué en Max. —¿Cuáles son tus
pasatiempo favoritos? Ten en cuenta que la respuesta no debe implicar
sexo o cualquier cosa sexual.
De hecho lo tuvo que pensar… como realmente pensar antes de
decir—: Volar supongo, o coleccionar autos.
Continuamos por un rato, riéndonos de cada respuesta ridícula.
Aprendí que Max tuvo las cejas depiladas por su prima Irene quien trató de
dibujarlas de nuevo. Wes condujo en el lado equivocado de la carretera
unas pocas veces cuando vino por primera vez a los Estados Unidos.
También era un adicto a la adrenalina. Max odiaba las aceitunas. Wes
amaba la comida de mar y sobre todo pescar por sí mismo. Max era en
realidad un tirador experto y tomó esgrima en la escuela secundaria.
Gente rica.
Todo parecía sencillo y fácil, incluso divertido, hasta que fue el turno
de Wes y simplemente preguntó—: ¿Por qué no nos has dicho cuánto le
debes al prestamista o al vendedor de drogas o lo que sea?
La pregunta fue tan al azar y repentina que me quedé helada,
demasiado sorprendida para responder.
—¿Jane?
Pasando mi mano por el cabello, me obligué a sonreír a pesar de
que no quería. —Acabamos de empezar, así que no estoy en posición de
pedir dinero.
—¿Prefieres recibir una paliza?
—Chicos…
Max me interrumpió. —Mi turno. ¿Cuánto es la deuda?
—Voy a tomar una ducha. —Me moví para levantarme, pero Wes
me empujo hacía atrás, permaneciendo sobre mí.
—Te lo dije, nada me molesta más que cuando la gente que me
preocupa se lastima. Es aún peor cuando no puedo hacer nada al
respecto. Me encantar verte sonriendo y recuerdo que hace sólo unos días
tu cara estaba mallugada. No nos hagas pasar por eso de nuevo, por
favor.
¿Por qué? ¿Por qué se preocupaban tanto? ¿Por qué no podíamos
simplemente…?
—¿Jane? No preguntaremos de nuevo —exigió Wes, y porque de
alguna manera, me convertí en una persona más débil desde que los
conocí, me di por vencida.
—Doscientos diez mil.
12
Traducido por Kariza, Lipi-Lipi & Taywong

Jane
—Cómelo.
Esnifó entre dientes mientras todo su cuerpo se encorvaba. Ira
rodaba de él en olas. Nunca lo vi así. De hecho, el hombre que en mi
mente conocía como Wesley y el Chef en frente de mí ahora parecían dos
hombres completamente diferentes.
La pequeña mujer a su lado, temblando de terror, giró el plato sobre
el mostrador junto a ella antes de tomar un bocado de arroz, vieiras y
pescado. La cocina se quedó en completo silencio; se sentía como si
todos estuvieran reteniendo el aliento, infierno, incluso yo lo hacía, y no
estaba completamente segura de qué demonios pasaba. No podía dejar
de mirarla mientras ella masticaba y masticaba hasta que se detuvo e hizo
una cara. Llegando a su boca, sacó una espina larga y delgada. Cuando
lo hizo, algunas otras personas en la cocina hicieron una mueca, pero no
Wes; él solo la miro.
»¿Que es eso?—le preguntó, extrañamente en calma.
—Un hueso, Chef.
—¿Los huesos son comestibles?
—No, Chef.
—¿Es o no es el poissonier8 de mi cocina?
—Lo soy, Chef
—ENTONCES, ¿QUÉ JODIDOS ES ESTO? —Agarró el plato y lo arrojó a
través de la cocina. Se estrelló en el impacto con el arroz y el pescado

8Un cocinero encargado de preparar y cocinar (y posiblemente seleccionar) pescado y


platos de pescado.
volando a todos lados. Nadie más parecía sorprendido, pero no pude
evitar saltar.
—Hice…
—Sal de mi cocina, o te arrojaré fuera.—Se inclinó hacia delante en
su cara, y ella tomó su delantal rápidamente, dejando el mostrador antes
de correr a la parte de atrás.
Él se dio vuelta para hacer frente al resto del equipo. Al igual que un
sargento, se movió a su siguiente víctima, un hombre mayor con una
bandana en su cabeza. El hombre levantó la vista pero no dijo nada.
—Debí hacer que lo probaras tú, también, porque tú hiciste la salsa.
La salsa, la salsa que yo te enseñé cómo hacer, la salsa que te he
observado hacer decenas de veces, ¡la salsa que sabía a MIERDA!
—Sí, Chef
—¿Sí, sabía como mierda, o sí, sabes que cometiste un error?
Tragó.—No tuve tiempo de…
—Ve a casa, Alexander. Regresa cuando tu cabeza no esté metida
en tu propio culo.
—Sí, Chef.—También tomó su delantal y se fue.
—¿Qué odio hacer?—preguntó al resto de ellos.
—Disculpase con los clientes —respondió su ejército como uno.
—¿Qué no tolero?
—Malos cocineros —contestaron.
Se quitó su delantal y lo arrojó a la mesa.—Piensen en eso mientras
estoy ahí afuera disculpándome con una señora de sesenta años de edad
sobre el pescado, malditos coños.
Fue solo cuando se fue que todos ellos parecieron respirar de nuevo.
Uno de ellos se puso a descansar sobre sus rodillas como si hubiera corrido
diez kilómetros.
—Chicos, ¿pensé que dijeron que él había estado de buen humor en
el último par de días, Nicklaus?—musitó una mujer.
Un hombre alto con el cabello recogido regresó a su sartén con una
pequeña sonrisa en el rostro.—Parecía bastante dócil para mí. La última
vez, de hecho, realmente agarró al chef de repostería de su collar y lo
lanzó fuera.
Me reí de eso. Y yo aquí pensando que Max era el idiota de los dos,
pero aparentemente Wes compartía ese rasgo con él.
—¿Quién eres tú de nuevo? —preguntó la mujer, sus ojos cafés
curiosos. Cuando preguntó, todos se enfocaron en mí como si hubieran
olvidado completamente que me encontraba aquí.
—Soy una amiga de Wes —dije, lo cual solo hizo que compartiera
algunas miradas alrededor antes de asentir.
—¿Eres cocinera?—presionó.
—¡Deja de ser entrometida, Abbey!—Nicklaus sonrió mientras
sacudía su cabeza.
—¿Eres realmente un chef?—preguntó otro chico. Él era mucho más
joven y fue relegado a apilar platos en la parte de atrás.
—No.—Sacudí mi cabeza. Aun no habíamos llegado a cómo
describirme, pero me iba a volver un poco loca quedándome en el ático
así que Wes se ofreció a traerme por la noche mientras Max se precipitaba
a trabajar—. Solo soy una amiga.
—¿Amiga que mejora el humor?
—¡Abbey!—le espetó Nicklaus, y ella solo sonrió y me guiñó.
Nicklaus levantó la vista hacia míy sus ojos se dirigieron de arriba
abajo sobre mi cuerpo. Por un segundo pensé que me miraba hasta que
un pequeño ceño apareció en sus labios. Era apenas notable, pero se
hallaba ahí. Yo no le gustaba.
Interesante.
—Nicklaus, necesito salmón —ordenó Wes cuando caminó de
regreso en la cocina poniendo de vuelta su delantal en su cintura.
Inmediatamente se movió, agarrando algo que parecía como
diminutas pinzas y dirigiéndose a un masivo armario refrigerado. Wes se
movió alrededor de la cocina tomando ingredientes antes de pararse en
la estufa. Me miró y articuló—:Lo siento.
—Estoy bien —articulé de regreso, sacudiendo mi cabeza. De hecho
era agradable verlo en el trabajo, y no era la única que lo pensaba
tampoco. Lentamente todos se detuvieron de lo que hacían para
observarlo.
Él cortó en finas rodajas las cebollas verdes tan rápidamente que
parpadeé y ya estaban hechas y movidas a un lado de la tabla de cortar.
Lo siguiente fue el ajo y después algunas verduras de hoja verde. Parecían
espinacas, pero no estaba segura. Nunca quitó sus ojos de la comida
enfrente de él, nunca desperdició ni un momento. Era tan rápido, elegante
y meticuloso.
—Salmón.—Vino Nicklaus, colocándolo a la derecha de él.
Wes no lo miró. Probó la salsa café que hizo en algún momento
cuando miré entre Nicklaus y él de nuevo.
—Bourbon —pidió, mano extendida. En un relampagueo, se
encontraba en su mano y lo roció sobre el pescado.
Fue entonces cuando lo vi, la mirada en el rostro de Nicklaus cuando
Wes sonrió, satisfecho con lo que creó.
A él le gustaba.
—Chef, me puedo encargar de…
—No. Le dije a ella que personalmente le llevaría el pescado —lo
cortó Wes, comenzando en la estufa.
Le tomó menos de diez minutos preparar el pescado, incluyendo el
tiempo que le tomó decorar el plato. Cuando terminó, puso el platillo en la
palma de su mano para evitar las huellas y caminó fuera. Cuando se fue,
Abbey y algunos otros se precipitaron para probar la salsa restante.
—Ahh. —Gimió Abbey mientras lamia la cuchara—. Esto hace que
todo valga la pena.
—¿Comiendo?—Me reí.
—El Chef Uhler ha sido galardonado con tres estrellas Michelin9por los
últimos seis años consecutivos —respondió ella, pero no tenía idea de qué
significaba.
—¿Tres son buenas?
Todos se congelaron y me miraron como si fuera un extraterrestre.
—Tres es Dios —me espetó Nicklaus—. En el último recuento, hay solo
quince restaurantes con estrellas Michelin en este país. Seis en Nueva York,
dos en Chicago, uno en las Vegas y uno aquí en Boston, Uhler’s Wes Hill.
Comer su comida es un honor. Trabajar con él es incluso uno más grande.
Y yo creí que me educaron.
—¿A alguien más le gustaría joder más esta tarde o estoy libre para
irme?—Regresó Wes, completamente ajeno. Los cocineros alrededor de
todo lo que quedaba se dispersaron como ratones, moviéndose de vuelta
a sus estaciones.
—Estamos bien, Chef —le dijo Nicklaus mientras él caminaba hacia
mí, poniendo su mano en mi espalda, lo que seguramente Nicklaus y todos
los demás notaron.

9Esuna forma de calificar a los restaurantes de acuerdo a la calidad, la creatividad y el


cuidado que tienen con los platos que sirven en su establecimiento.
—Muy bien entonces.—Wes se quitó la capa de cocinero que
llevaba. Después agarró la chaqueta que olvidé que sosteníapara él, tomó
mi mano y me dirigió por la parte trasera—. Buenas noches, cocina.
—Buenas noches, Chef —contestaron de vuelta.
Afuera me estremecí con el cambio de aire. Sonriendo, me aparté
de él y me incliné.
—No era consiente que me hallaba ante la presencia de un Dios.
—Podría habértelo dicho, pero no quería abrumarte con mi
magnificencia —contestó, haciéndome girar alrededor y acercándome.
—Ahora entiendo por qué eres tan engreído. Todas esas personas
inclinándose hacia ti, día tras día. Lo disfrutas, ¿no es cierto? ¿Correcto,
Chef?
Pellizcó mis costados mientras caminábamos, lo que me hizo reír tan
fuerte que solté un bufido.
—Sra. Chapman, ¿son cosquillas?
—No lo hagas. —Retrocedí.
Una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro.
—Wes, no. —Me reí, huyendo, y me alcanzó con facilidad antes de
recogerme y lanzarme sobre su hombro. No podía parar de reír cuando me
dio la vuelta—. ¡Me rindo!
—Te rindes muy fácilmente para mi gusto, señora Chapman —
respondió, ajustándome de vuelta a mis pies.
Tratando de poner mi mejor acento británico falso, levanté mi
cabeza y dije—: Es simplemente una rendición para luchar otro día, porque
te lamentarás del día que me hiciste resoplar.
Se echó a reír, con tanta fuerza que tenía lágrimas en sus ojos verdes.
—¿Lamentar? ¿Tú? ¿Tratas de ser británica o Shakesperiana?
—Shakespeare era de Gran Bretaña. —Me encogí de hombros.
—Muy bien. ¿Como tal, debo peguntar si tú, la más bella de todas
las doncellas, me acompañaría a dar un paseo? —me preguntó,
dándome su codo.
—Si te complace. —Asentí con la cabeza, uniendo mi brazo con él—.
Me alegro de que llegué a verte en tu hábitat natural —dije, apoyándome
en él.
—Mi hábitat natural. —Asintió con la cabeza, estando de acuerdo.
—Tu personal realmente me gusta —le dije.
—¿Quieres decir Nicklaus?
—No, significa cualquier persona. Espera, ¿lo sabes?
—Por supuesto que sé. No soy tan denso como Max —contestó—.
Nunca ha dejado que eso interfiera con su trabajo, y me beneficio
también.
—¿Cómo te beneficia que tenga un flechazo unilateral, que no sea
hacer que te sientas bien contigo mismo?
Hizo un puchero. —No soy tan vanidoso.
—Te creo… ahh —contesté cuando cosquilleó en mis costados de
nuevo—. Bien, está bien.
—Nicklaus es un gran chef, y en el próximo año o dos, podría estar
listo para ir por su cuenta. Los chefs son engreídos; es sólo cómo es. Su
enamoramiento sobre mí lo obliga a esforzarse por estar en el mismo nivel
que yo. Trabaja el doble de duro para mí y nunca contraataca. Sólo quiere
perfeccionar sus habilidades. En este momento estoy ganando. Voy a
echarle de menos cuando se dé cuenta de que está listo para salir.
—¿No le dirás cuando esté listo?
—Si tengo que hacerlo, entonces no lo hará. Me alegro de que te
reunieras con él; es un buen tipo. Sin embargo, lamento que yo no fuera
menos de un asno esta noche.
—Mentiroso. Te ha gustado mostrarles quién era el jefe delante de
mí.
Bajó la mirada y miré fijamente arriba, retándolo a discutir.
—Está bien, tal vez un poco.
—Lo sabía. Finalmente los deduje a ti y Max.
Cuando llegamos a la zona de juegos abandonados, corrí hacia los
columpios y pateé con mis piernas.
—Por favor, comparta su sabiduría con nosotros pequeña persona,
Sra. Chapman. —Me empujó suavemente en el columpio.
—Tú y él son dos machos alfa y, por lo general, nunca funciona
porque... bueno, porque uno termina por destruir al otro. Sin embargo, en
situaciones muy raras, algunos alfas realmente disfrutan de esa lucha.
Alguien que les empuje hacia atrás, desafiándolos. Tú eres activado por tu
cabronismo y él por su chulería. Sin juego de palabras.
Agarró las cadenas y me mantuvo inmóvil mientras se inclinaba
sobre mi hombro con los labios junto a mi oído.
—¿Qué vamos a hacer contigo, Jane? Estás descubriendo todos
nuestros secretos, uno por uno.
—¿Asegurarse de que mis labios estén sellados? —Me volví hacia él.
—Puedo hacer eso —respondió antes de besarme.
Maxwell
—¿Ella se echó para atrás? —Pellizqué el puente de mi nariz,
tratando de respirar—. ¿Qué significa que se echó para atrás?
—Se preocupaba de que la hicieran un objetivo partidario del
Gobernador MacDowell.
—¡MIERDA! —Cerré mi mano sobre la mesa—. ¡Alguien llegó a ella, y
era su trabajo asegurarse de que no fuera posible!
—Tal vez si no estuvieras tan centrado en una mujer al azar y
estuvieras aquí centrando en una de las historias más importantes en esta
ciudad…
—Vete.
—Max.
—Ve a casa, Scarlet. Obviamente, necesitas un descanso de esto,
así que vete antes de que digas algo de lo que te arrepientas —le
contesté.
Apretó sus puños con tanta fuerza que parecía que estaba a punto
de extraer sangre. Agarrando su bolso, tableta y móviles, pisó fuerte hacia
fuera. No me molesté en mirar hacia atrás, pero en cambio me concentré
en las personas frente a mí. Todos ellos trataban de fingir que no sólo
habían oído algo sobre mi vida personal.
—Revisen todo lo que tenemos —dije, inclinándome hacia atrás en
mi silla. Nadie se movió—. ¿De verdad van a hacerme llamar a alguien?
—El Gobernador MacDowell…
—¿Su nombre? —le pregunté al hombre de piel oscura vestido con
una camisa a cuadros horrible.
—Dwayne Adams... Señor.
¿Señor?
—Señor Adams, no le recuerdo estando aquí.
—He estado en el pozo. Scarlet me invitó aquí.
—Bienvenido a lo grande. Ya que tuviste las bolas de hablar primero,
no me jodas. —Asentí con la cabeza para que continuara—. ¿Qué
tenemos?
Se volvió hacia el dibujo de una tela de araña en la pared y señaló
la imagen del Gobernador MacDowell en el centro.
—Hace tres semanas, nos dieron un consejo anónimode que el
Gobernador MacDowell sobornó a un juez, el Juez Aster, para conseguirle
a su hermano una sentencia más leve por un golpe y fuga después de
conducir bajo la influencia de drogas. El Juez Aster, quien hasta este
momento había tenido un historial impecable, estuvo de acuerdo…
—Todavía no sabemos —dijo Isla, una joven rubia que todavía se
sentía incómoda de hablar por sí misma. Hasta entonces había sido
básicamente la sombra de Scarlet.
—Correcto. —Asintió Dwayne con la cabeza—. Isla fue quien
confirmó la historia después de hablar con el agente judicial. Precisamente
allí fuimos capaces de seguir perforando la conejera a la corrupción. Aquí
es donde MacDowell hizo numerosos acuerdos de propiedad, mientras era
un Comisionado del Condado en la zona. Más tarde se acercó a
chantajear a los miembros del ayuntamiento. El Gobernador MacDowell
todavía afirma ser inocente de esos cargos. Es cuando usted, señor, fue
informado por un denunciante en el Departamento de Policía de Boston
sobre la nueva orden por “advertencias” y el anillo sexual. Tuvimos una
mujer, sólo llamada “LL”, que afirmaba que era parte del anillo. Ella llamó
para decirle a Scarlet que no podía hacer el show y ahora ha
desaparecido.
—¿Está viva? —le pregunté; todos ellos se tensaron.
—¿Usted piensa que la mataría? —habló otro de ellos.
Lo miré como si fuera estúpido; no, tenía que ser estúpido. —Esto es
Boston. Si no crees que sea posible, no eres de aquí.
—Así que, ¿qué hacemos si no tenemos invitados? Hemos estado
reproduciendo y promoviendo esta entrevista durante los últimos dos días.
¿Qué vas a decir esta noche?
—La verdad —le contesté, poniéndome de pie—. Sigue trabajando
en esto. Sigue persiguiendo a la policía y la oficina del gobernador. Eres un
amigo de un amigo que conoce a alguien en la oficina del gobernador.
No te detengas hasta que estén tan molestos que te digan cualquier cosa
con tal de conseguir que te vayas.
—Sí, señor.
Saliendo, me dirigí a mi oficina. Todo el mundo se hallaba en el pozo
contestando el teléfono y escribiendo condenadamente, era como una
orquesta sinfónica. Entrando en mi oficina, me senté en mi silla de cuero y
froté mis ojos.
—Cuánto tiempo sin verte, Max.
—¡Jesús! —Salté al hombre sentado en mi sofá con sus zapatos de
piel de serpiente en mi mesa de centro—. No lo suficiente, Teddy. Quita tus
pies de mi mesa.
Se rio burlonamente, se levantó y se pasó las manos por su cabello
marrón viscoso. Su tripa colgaba sobre su cinturón, pero no parecía
preocuparse.
—No deberías estar aquí —le dije.
—Sólo pensé en venir a hablar contigo de hombre a hombre, bueno,
haga ese hombre a una pequeña hada. ¿Por qué has dedicado tu tiempo
a joder a mi padre?
—Vete a la mierda. Tu padre es un criminal.
Teddy MacDowell, el hijo del mismo demonio por el que hacia mi
mejor esfuerzo posible para asegurarme de que no se escapara con esta
mierda, solo se chupó los dientes y se sentó en la silla frente a mí.
—Esto comienza a sentirse personal, Max.
—Es señor Emerson —dije antes de pulsar el botón del
intercomunicador.
—¿Sí, señor?
—Voy a necesitar a los de seguridad aquí. Ahora —dije, nunca
mirando lejos de él.
—Nunca has sido muy amable. —Frunció el ceño—. Bueno, al menos
no a nadie más que a mi hermano.
—Lárgate. —Me levanté, moviéndome alrededor de la mesa para
mirarlo a la cara.
—¿Chris? ¿Recuerdas? Estoy seguro de que al público le encantaría
saber acerca de su vida personal también, ¿eh? ¿Qué tal si hacemos una
entrevista sentados? ¿Qué tal si le digo a todos que eres más un poco de
chupar polla bi…
Antes de que pudiera terminar la palabra, le di un puñetazo en la
mandíbula. Se tambaleó hacia atrás, se apresuró y agarró mi cuello.
—¡Señor! —La seguridad entró precipitadamente y lo sacó fuera.
—¡Tienes secretos, también, Emerson! Sigue viniendo por mi familia
así, y yo voy por la tuya, ¿me oyes? ¡Me oyes, tú, maldito pequeño niño! —
gritó, cuando ellos lo apartaron.
Cerrando de golpe la puerta, agarré la lámpara cerca del sofá y la
tiré contra la pared.
Que se jodan. ¡Que se jodan todos!
Wesley
—Max llega tarde —susurró, acostada en mi regazo mientras
cepillaba su cabello.
—Es un adicto al trabajo. —Era cierto. Lo que ella no sabía era que
siempre volvía a casa a tiempo. Las únicas veces que no llegaba era si
había ocurrido algo, algo que lo llevara de regreso a ese lugar oscuro de
nuevo. Si no se encontraba en casa en ese momento, no volvería a casa
hasta temprano en la mañana, lo más probable borracho.
¿Qué pasó?
—Pareces preocupado. —Se dio la vuelta para mirarme.
—Estoy bien…
—¡Mentiroso! Si no puedes decirme, simplemente di que no puedes
decirme. —Era demasiado malditamente perceptiva para su propio bien.
Inclinándome, besé sus labios.
—No sé lo suficiente para decirte, e incluso si lo hiciera, no soy quien
deba decir algo.
Frunció el ceño. —Estoy muy cansada para descifrar lo que sea que
eso significa.
—Duerme entonces.
—Quiero tener sexo con ambos —dijo sin rodeos, mientras hacía un
puchero. Era una de las cosas que disfrutaba de ella, cómo no era tímida
de su sexualidad. Cómo confiaba en su propia piel, lo cual era refrescante
en una mujer.
—Te despertaré cuando esté aquí.
—¿Lo prometes? —Levantó su dedo meñique para mí.
Uniéndolo con el mío y besándolo, asentí. —Lo prometo, mi pequeña
mariposa caliente.
Sus ojos se cerraron pero sonrió. —¿Estás prometiendo cosas BDSM
también?
Jodido infierno. —Ve a dormir, Jane, antes de que rompa una regla.
—Sí, Chef. —Se rio para sí misma. Era hermosa cuando dormía. Se
veía tan inocente, no era en absoluto como la seductora que en realidad
era.
No. Concéntrate. Max. Traté de calmarme, mientras alcanzaba mi
teléfono.
El teléfono sonó una vez antes de ir al correo de voz. Rechazó mi
llamada. ¡La pequeña mierda!
Poniendo mi teléfono sobre la mesa, me senté, alzando la cabeza de
Jane para levantarla. Una parte de mí pensó en llevarla al piso de arriba...
Las cosas se van a poner feas aquí. Sin embargo, otra parte de mí quería
que ella lo viera. Quería que se involucrara emocionalmente, tan
jodidamente hasta las rodillas en la vida de ambos, Max y la mía, que
sienta como que era en realidad parte de ello y no sólo una mujer que
ambos follábamos como el infierno.
Quitándome mi chaqueta, la puse sobre su cuerpo. Ella se había
cambiado a sus tan cortos shorts, que eran básicamente ropa interior, y
una camiseta sin mangas tan fina que sus pezones se empujaban a través
de la tela, junto con gruesos calcetines peludos. La tomé de nuevo; ella no
era inocente. Incluso mientras dormía, seguía malditamente jugando
conmigo.
Quería tocarla.
Quería follarla.
La quería.
Ella es mía... es nuestra.
Pidió, y cito “cosas BDSM” como si nada, como si entendiera lo que
quería. Follarla con Max sólo me satisfacía parcialmente. Trataba de
conseguir que se sintiera cómoda con la idea de los dos de nosotros antes
de que la asustara aún más. Si supiera lo que quería hacer con su pequeño
cuerpo atractivo de buenas a primeras, habría huido y nunca volvería.
Si supiera lo mucho que quería ver mi semen en su cara, lo mucho
que quería atarla, golpear su coño y culo hasta que estuvieran de color
rojo brillante... ¿Me vería todavía como el dulce Wesley? No había caso
apresurándome en ello. Podría esperar. Por ahora.
Hasta entonces tendríamos que centrarnos en Max.

***
Eran las dos y cuarenta y siete de la mañana cuando oí la voz
automática alertándome que la puerta se había abierto, y como lo
esperaba, tropezó en estado de ebriedad. Lanzó su chaqueta a un lado y
con rabia se quitó la corbata.
—Es bueno saber que no estás muerto en una zanja en algún lugar —
dije.
—Ahora no —se quejó, pasando junto a mí. Agarrando de su brazo,
tiré de él hacia atrás.
—Ignoraste mis llamadas seis veces.
—¡Wes, AHORA NO! —Sacó su brazo de mí.
—¡Al diablo con eso! ¡Sí, ahora!
Trató de golpearme, y por eso, lo golpeé de vuelta. Mi puño fue justo
a su estómago. Se tambaleó hacia atrás antes de cargar hacia delante
como un maldito toro, golpeando mi espalda en la barandilla de la
escalera.
—¡Oh! Dios, ¡Wes! ¡Max! ¡Detente! —gritó Jane, pero ninguno de los
dos escuchó. Los dos luchando, cayendo al suelo hasta que pude sujetarlo
debajo de mí.
—¡BASTA! —grité hacia él mientras trataba de luchar, entonces lo
sostuve con más fuerza, inclinándome hacia delante. Más suavemente
dije—: Max, suficiente.
Se detuvo, cerró los ojos y asintió. Me levanté, pero él yacía postrado
en el suelo. Tomé asiento junto a él en el suelo. Jane se quedó en estado
de shock.
»Jane. —Ofrecí mi mano y ella no la tomó.
—No me gustan cosas como esta —susurró.
Max inclinó la cabeza hacia un lado y la miró fijamente por el más
largo momento antes de decir—: ¿A quién le gusta estar así?
Ella frunció el ceño, pero se acercó y se sentó junto a nosotros. —
¿Que está pasando?
No podía responder esa pregunta, así que esperé a que él hablara.
—El primer chico que me importó, el primer chico con el que dormí...
su nombre era Christopher MacDowell, hijo del Gobernador MacDowell,
quien acabó expuesto ante el mundo como el monstruo que en realidad
es.
Había oído esta historia antes. Él se lo estaba diciendo.
—Así que,¿Chris está molesto?
Él rio amargamente y sacudió la cabeza. —Conocí a Chris cuando
tenía dieciséis años. Él tenía quince. Estábamos juntos odiando la escuela
católica en la que estábamos. Su familia lanzó una fiesta de Año Nuevo,
una de esas fiestas para demostrar cuánto dinero tienes, y ambos nos
emborrachamos. Una cosa llevó a la otra y follamos en su dormitorio.
Después de ocultarlo durante tanto tiempo, estar con él era como un
santuario. Continuó durante cuatro meses. Éramos muy cuidadosos. En ese
momento, su madre murió y empecé a notar moretones en su cuerpo. Me
dijo que comenzó a hacer boxeo. No pensé mucho en ello. Me pareció
que trabajaba a través del dolor. Lo que no sabía era que su padre se
estaba volviendo abusivo. Durante una de nuestras citas secretas, fuimos
atrapados.
Simplemente dejó de hablar por un momento y respiró hondo. Jane
se acercó, acariciando un lado de su cara, y él cerró sus ojos, inclinándose
hacia ella.
»Fuimos atrapados, y su padre se molestó tanto que su cara se volvió
roja. Llamó a mi madre y me dijo que iba a presentar cargos y tendrían
que encerrarme donde alguien me haría lo que le hice a su hijo. Me sentía
tan asustado que dejé de hablar con Chris. Llamaba y lo evitaba como la
peste. Mi madre... lo ocultó de mi padre, pero la mirada de disgusto que
tenía en su cara me dijo lo que realmente sentía. Me envió a uno de esos
campamentos para “exorcizar la homosexualidad” en secreto. Mi padre
pensó que me encontraba en Italia con amigos.
»Cuando regresé, descubrí que Chris se había suicidado. Una de las
sirvientas me dijo que me escribió una carta, pero mi madre la quemó. A
día de hoy, cuando la veo, no puedo perdonarla. No puedo perdonarme
a mí mismo tampoco. Sólo lo dejé con ese monstruo. Dios sabe cuántas
veces su padre lo golpeó antes de que finalmente... se sentía asustado y lo
abandoné.
Maxwell lloró y Jane simplemente lo abrazó.
—¿Qué ha pasado esta noche? —le pregunté.
—El hermano menor de Chris juró que revelaría todo si no me
retractaba. Realmente cree que soy la razón de que su hermano se
suicidara.
—¿Te está chantajeando? —susurró ella.
Sacudió la cabeza. —Él no dirá nada. El gobernador MacDowell lo
mataría antes de dejarlo revelar ese secreto. Es sólo que...
El recordatorio de eso todavía duele.
Ella debía saber lo que pensaba porque besó la frente de Max, sus
mejillas, su nariz, sus labios, y él no pudo evitar besarla de vuelta.
13
Traducido por Kariza

Maxwell
—¿Confías en mí?—Wes tuvo el descaro de preguntarle a ella con
una corbata de satín y un vibrador en sus manos. Jane arrodillada en el
centro de nuestra cama con sus manos puestas entre sus muslos y su
cabeza abajo. También usaba una venda. Él no le había hecho nada
todavía, y ella ya temblaba. Me preguntaba cómo reaccionaria si viera la
bandeja de “herramientas” que él tenía justo a la izquierda de nosotros.
—Sí —contestó, y cuando lo hizo, él tomó su mano y la dejó sostenida
justo enfrente de la cama, y yo, desnudo. Levantando la muñeca, se la ató
firmemente a la pata de la cama, besando los lazos antes de pasar a la
siguiente.
—¿Recuerdas la palabra de seguridad?—preguntó él mientras
generosamente presionaba su pulgar en sus labios y su otra mano viajaba
a través de la longitud de su cuerpo, deteniéndose solo cuando llegó a su
coño. Metió su dedo medio dentro de ella.
—Sí, es oruga —respondió, lamiendo sus labios.
—¿Qué piensas de nuestra pequeña mariposa, Max?—Wes se dio la
vuelta hacia mí con una sonrisa maliciosa.
Él sabía que no podía responder debido a la pelota en mi boca. Me
desnudó y ató a una silla así tenía un asiento de primera fila para su
espectáculo. Esto no es lo mío. Lo dije unas cien veces, y sin embargo, verlo
encender el vibrador rosa y sostenerlo en su pezones, después en su boca,
asegurándose de que estuviera húmedo antes de lentamente deslizarlo en
su coño… me encendió más de lo que podía imaginar. Mi polla se levantó
a la vista de ella de esa forma; mi lengua peleaba contra la pelota en mi
boca. Ella retorció las piernas, apretándolas juntas, y giró sus manos tirando
de las corbatas. Él agarró sus muslos y los extendió abiertos.
»Parece como que también tendré que atar estas dos abajo —
musitó para sí mismo. No podía dejar de mirar incluso si hubiera querido.
La cuerda que usó en mi era tan segura que solo podía sentarme y
mirarla. Su coño vibraba haciéndola estar tan mojada que goteaba por
sus muslos. Tragué saliva en mi boca. Quería lamerlo. La quería a ella en mi
lengua. Cuando Wes regresó, extendió sus piernas y las ató a las patas
inferiores de la cama.
Esos no fue todo.
Él sostenía una fusta de cabeza plana.
Dio un paso atrás para admirar su obra, vistiendo nada más que sus
calzoncillos azul oscuros. Su dura polla era fácil de ver a través del material.
Lamiósus labios antes de sacudir su mano para calmarse a sí mismo.
Regresando a lo suyo…
¡Slap!
—¡Ahh! —Gimió ella en placer. Él azotó sus tetas tan duro que ella se
sacudió como si electricidad hubiera pasado por su cuerpo.
¡Slap!
Justo en su estómago.
¡Slap!
En su otro pezón.
¡Slap!
En su muslo.
¡Slap!
En su trasero.
»Oh…—Gimió en cada uno, y su pecho elevándose y cayendo—.
¿Eso es todo, Chef?
Su agarre en la fusta se apretó mientras mi polla se movía ansiosa.
Quería que la golpeara más. Quería verla retorcerse.
¡Slap!
¡Slap!
¡Slap!
¡Slap!
»¡Joder! —Jadeó, respirando a través de su nariz—. Chef…
¡Slap!
¡Slap!
Moviéndose detrás de ella, agarró su cabello y tiró hacia atrás. —No
me presiones, cariño, o nunca podrás sentarte de nuevo.
En vez de asustarse, ella le sopló un beso, y si hubiera podido, habría
reído.
Wes llegó entre sus muslos, tomando el vibrador lentamente antes de
embestir de nuevo. Una y otra vez lo hizo hasta que ella se balanceaba
con el movimiento. Lanzando su cabeza hacia atrás, dolía con placer, y
justo cuando parecía que llegaba al clímax, él se detuvo.
—¡No! —se quejó; él la ignoró y trajo el vibrador y lo puso sobre la
punta de mi polla.
¡Joder!
Me sacudí y más que nada quería tocarlo, tocarme a mí mismo. Él lo
sabía también, y en vez de tener misericordia, trajo el vibrador de arriba
abajo por mi polla, un temblor subiendo y bajando por mi espina dorsal
también.
Me sentía tan jodidamente bien y tan insatisfecho al mismo jodido
tiempo.
¡Joder! Gruñí tratando de habar contra la pelota en mi boca, pero
nada funcionaba.
Justo así, se alejó y caminó detrás de Jane.
—Tu trasero es demasiado apretado, señorita Chapman. Voy a tener
que estirarlo —dijo, llegando detrás.
—Por favor… —suplicó mientras su voz se apagaba. No podía ver,
pero por el modo en que se meneaba, estaba seguro que él usaba el
vibrador para provocar su culo.
—¿Por favor qué, señorita Chapman?—preguntó él, y ella jaló de las
corbatas y mordió su labio tan fuerte que parecía que iba a sacar sangre.
Él agarró el lubricante de la mesita de noche.
Unos minutos después, ella temblaba. Su coño tan húmedo que
suplicaba por mí.
De nuevo, luché contra las cuerdas.
»Deberías ver a Max, nena —susurró en el oído de Jane mirando
directamente hacia mí—. Está tan duro. Él quiere follarte. ¿Qué piensas?
¿Deberíamos dejarlo?
No respondió, solo tomo una respiración profunda.
Él agarró su mandíbula.»Necesitas responder.
—Sí.
—¿Sí, qué?
—Sí, déjalo que me folle.
—No. Solo estoy comenzando a divertirme.
¡Que se joda!
»Necesitas aprender paciencia—me dijo él con un movimiento
rápido sobre mi polla.
Reajustando la fusta en sus manos, se giró hacia ella.
¡Slap!
La fusta golpeo justo en los labios de su coño. Al final estos se
pusieron más húmedos.
—Oh…
¡Slap!
»Yo…
¡Slap!
»Sí —gritó ella y se vino con tanta fuerza que me dolía no tocarla.
Wes dejó caer la fusta, camino fuera y regresó con una vela roja. La
sostuvo sobre su pecho.
»Mierda—siseó ella mientras la cera caía sobre su pezón. Él no se
detuvo hasta que todo el pezón estuvo cubierto en cera roja. Hizo lo mismo
con su seno izquierdo.
No entendía quépasaba hasta que vino hacia mí. Miré la flama; el
reflejo en los ojos de Wes.
—¡Urgh! —Gruñí. Intente decirle que no, pero lo hizo, y la cera cayó
sobre mi polla. Quemó solo por un segundo antes de rápidamente
enfriarse. Una y otra vez la cera caliente caía; era algo que podría desear
de nuevo.
Mi ceja se movió. Podía sentirlo y quería gritar, pero todo lo que hice
fue tomar respiraciones profundas a través de mi nariz para calmarme a mí
mismo. Eso pareció molestarlo. Él quería que perdiera el control. Soplando
la vela, la dejó caer a mis pies. Agachándose, frotó la cera de mi polla. La
cera se desprendió pero no dejó de acariciarme.
Esto me volvía loco. Tan cerca… me hallaba tan jodidamente cerca.
Nunca apartó la mirada de mí.
—Voy a hacerte ser salvaje.—Movió su pulgar sobre mi líquido pre-
seminal sobre mi punta.
Estaba…tan cerca…tan jodidamente cerca, pero justo como con
ella, él se detuvo y me dejó ir antes de que pudiera terminar.
En vez de eso, se movió sobre sus herramientas y regresó con un
collar. Por un segundo pensé que era para mí, su perro Max, pero en su
lugar, lo puso alrededor del cuello de Jane. Con un simple tirón, deshizo los
nudos alrededor de sus muñecas. Ella cayó un poco hacia delante,
poniendo sus brazos en sus hombros, no deshizo las de sus pies. Solo le
ayudó a estar sobre sus rodillas. Usando la correa del collar, la trajo hacia
mí.
»Vente sobre ella —ordenó, y mis ojos se abrieron—. ¿No lo deseas?
Hazle saber a quién pertenece.
No podía hablar y solo la mire ahí abajo vendada. Esperé que
hablara…ella podía.»¿Estás esperando por permiso? ¡Jane, dile!
Ella tragó y asintió.—Vente sobre mí, Max.
¡Jodido cristo, ten piedad!
—Ayúdale, Jane.—Él la guio poniendo su mano en mi polla y de
nuevo ella asintió.
Lamió desde la base de mi polla todo el camino hasta la punta.
¡Jane! No solo no se detuvo, lamió como si fuera la cosa más dulce
del mundo, como si mi polla fuera su comida favorita. Solo así, me tomó en
su boca y chupó.
No puedo.
Los sonidos que hacía mientras succionaba. La manera en que se
encendía.
»No seas codiciosa, Jane. —Wes tiró de la correa. Ella quitó su boca
sobre mi mientras mis ojos rodaron atrás y me vine, golpeándola justo en la
cara. Estaba en todos lados, incluso en su cabello.
Un poco incluso cayó en sus labios y ella solo usó su lengua para
lamerlo. Jodido Cristo, fuer hermoso.
»¡Buen chico! —dijo él palmeando mi cabeza—. Te dejaré tener un
pequeño descanso antes de la segunda ronda.
¡Maldito sea!
Wesley
Quien quiera que dijo que los sueños no se hacen realidad
probablemente soñaba sobre la clase de cosas incorrectas. Le tomó solo
veinte minutos estar duro de nuevo, record personal. Tenía que manejarlo;
él trataba de negar cuanto disfrutaba esto y cuanto más lo quería.
—Oh. —Gimió Jane. Ella, por otro lado, entró de cabeza en todo
esto por primera vez. Era perfectamente sumisa y eso solo me excitó más.
Poniendo el collar en Max, no gruñó o peleó en contra. En vez de
eso, se quedó aun cuando corté la cuerda de él. Cuando quité la pelota
de su boca, goteaba con saliva, y tomó una respiración profunda,
lamiendo sus labios. Usé cuerda extra para amarrar sus brazos detrás de su
espalda.
—Es justo que la pruebes tú también —le dije mientras jalaba la
correa. Él me siguió y se arrastró sobre la cama donde Jane se hallaba
atada de nuevo. Tenía sus piernas abiertas y su coño lucía húmedo y
palpitando por más—. Cómetela bien. No desperdicies ni una gota —le
dije, y él fue sobre ello, dándome una perfecta vista de su apretado,
esculpido culo.
Él succionó su clítoris como un hombre muriendo de sed. Ella gimió en
voz alta que sonaba en mis oídos y su cuerpo parcialmente se levantó de
la cama. Tiraba de las corbatas tan duro como podía. Caminando
alrededor de la cama me agaché y lamí su duro pezón. Mi lengua
rodando alrededor una y otra vez antes de regresarlo a mi boca.
Mordiendo suficientemente gentil, tenía su sabor.
¡Enfócate, Wes!
Retrocediendo, tenía que tomar un descanso. Mi polla latía tan duro
que no me podía concentrar y sudor caía de mi frente.
Jalé de la correa, y él se detuvo.
»Fóllala. —Necesitaba verlo follarla. Sentado, con los brazos atados a
la espalda, la esquina de mi labio subió mientras él trataba de posicionarse
a sí mismo. Trataba de acomodarse, pero o ella estaba muy húmeda o él
se sentía muy ansioso. Llegando a él, agarré su polla y la apreté un poco
antes de ayudarlo a meterse dentro de ella.
Era casi como si hubiera olvidado cómo hablar; se volvió salvaje. En
el momento en que estuvo dentro, se estrelló hacia delante y su cuerpo se
sacudió. Gruñidos y gemidos salían de sus bocas y él golpeaba dentro de
ella. La habitación se llenó de sonidos de piel golpeando con la de ella y el
espeso olor a sexo se desprendía de los dos.
No podía más.
La correa se deslizó de mi mano, y alcancé el lubricante y cubrí mi
polla con él antes de trepar en la cama. Cuando deshice los nudos de
Max, sus manos libres supieron qué hacer.
¡Smack!
Golpeé su trasero tan duro como para poder ver la marca roja que
dejé en su piel. Tomando mi polla, la froté contra su culo, dejando que sus
nalgas me masajearan por un momento.
¡Solo un momento!
—Joder…—siseé en voz alta y duro, saliva venía de mis labios. Él dejó
quieto su culo para darme la bienvenida. Cerrando mis ojos, saboreé que
se apretara alrededor de mi polla. Poniendo mis manos en sus caderas, lo
saqué un poco más.
—Ahh. —Gruñó él, llegando a alcanzar el pecho de Jane mientras se
estrellaba dentro de ella.
¡Si! No podía parar. Su culo era mío, y lo follaría así hasta el día que
muriera.
Jane
—¿Qué hora es? —pregunté, demasiado cansada incluso para
levantar mi cabeza del pecho de Max. Tenía mis piernas sobre Wes, y ni
siquiera estaba segura de cómo llegamos a esta posición, pero me sentía
muy cansada para moverme.
Max alcanzó su teléfono de la mesa de al lado. —Seis y ocho de la
mañana. Mierda, tengo que volver al trabajo en dos horas.
—¿Desde cuándo te toma dos horas para estar listo?—preguntó
Wes, y podía sentir su pecho subiendo y bajando.
—Tengo demasiado sexo que lavar fuera de mí. —Max sonrió,
mirándolo—. Y cera.
Me reí ante eso mientras corría las manos a través de mi cabello. —
Necesitamos definitivamente hacer eso de nuevo.
Ambos gimieron y me forzaron a mirarlos.
—¿De qué jodidos estás hecha?—me preguntó Max.
—Dame veinte minutos —respondió Wes, cerrando los ojos.
—No quería decir justo ahora, ustedes, grandes llorones. —Me apoyé
en el pecho de Max—. Y aquí me encontraba yo, pensando que tenía a
los dos más capaces amantes.
—Te apuesto que no podrías encontrar ningún amante mejor en el
mundo —declaró Wes; Max asintió.
Con una ceja levantada, los miré a los dos y pregunté—: ¿Debería
intentar?
Ambos pares de ojos me miraron con enojo.
»Bromeaba. —Levanté mis manos en defensa y ambos se relajaron—.
He decidido algo.
Wes me miró confundido. —¿Cuándo tuviste tiempo para pensar?
—En algún momento entre mi tercer y cuarto orgasmo —disparé de
vuelta, y ambos parecieron orgullosos.
—Bueno, señorita Chapman, ¿en quépensabas cuando deberías
haber estado gritando nuestros nombres?—Max jugaba con una hebra de
mi cabello.
—Me casaré contigo.
Ambos se congelaron. Max incluso encontró la fuerza para sentarse
contra la cabecera, forzándome a sentarme.
—Repítelo.
—Me casaré contigo —dije, estirando mi cuello—. No quiero más
rumores sobre ti o cualquier idiota tratando de chantajearte. Así que me
casaré contigo, Maxwell…si aún lo quieres.
Él miró a Wes, quien por alguna razón se veía complacido; no sabía
porqué. Max era de él, y solo asílo dejaba casarse conmigo.
—Jane, no te mentiré. Eso sería de mucha ayuda, pero mi familia es
un desastre.
—Yo no tengo familia, así que me conformo con una desordenada.
—Él no sabía que incluso con todo lo que me dijo ya sobre su familia,
seguía celosa de eso. Tener personas a las cuales llamar padre y madre,
incluso si no se llevaban bien, era mejor que nada—. Y entonces ustedes
dos de hecho podrán salir.
—¿Tú crees?—pregunto Wes, sentándose también.
—Lo sé. Hemos estado todos juntos. Max, tú no eres gay, eres
bisexual, pero ellos no lo saben. Conmigo alrededor, no pensarán de otra
manera. Ustedes dos pueden ser amigos, hermanos o lo que sea que se
llamen los chicos cuando se preocupan el uno por el otro…pero de nuevo,
si no quieres…
—Sí, quiero —dijo Max, esperando la respuesta de Wes, quien
besaba la parte de atrás de mi mano.
—Gracias, Jane.
—¿Por qué me agradeces? Me casaré con un esposo millonario y
por otro lado estoy consiguiendo un amante que cocina.—Sonreí,
cambiando para descansar entre ambos—. Estoy viviendo el sueño,
caballeros.
—Entonces, de nada —dijo Max, tratando de ser engreído.
—Así que —Levanté las sabanas—, ¿en qué ronda vamos?
Se rieron y rodaron hacia mí, Wes enfrente, Max en mi espalda.
Estaban duros y listos de nuevo…y,¿se preguntaban de qué estaba hecha
yo?
—Fóllenme —ordené, y no tuvieron que pensarlo dos veces.
Wes se deslizé, besando mi pecho y levantando mi pierna
ligeramente antes de empujase muy profundo en mi coño que tuve que
sostenerme de su hombro. Él abrió mis nalgas para Max.
Esto era demente.
Yo estaba demente.
Que se joda. Los tres perdimos la cabeza. No podíamos detenernos.
No queríamos detenernos.
»Sí. —Gemí mientras Max entraba en mí desde atrás.
Una vez más me hallaba entre dos hombres y era incluso mejor que
la primera vez.
Dios, ayúdanos.
14
Traducido por Taywong & Black Rose

Jane
No podía creer que ya habían pasado dos semanas desde que me
mudé, aunque al mismo tiempo se sentía como si hubiera sido mucho
tiempo. Pasé mis días siendo más una sirvienta de lo que fui antes, pero
esta vez, todos convivíamos. También comencé a tomar algunas clases en
línea en gestión empresarial. Fue idea de Wes, pero tratar de encontrar lo
que era más allá de una sirvienta no era tan fácil como esperaba. Más
tarde en la semana, oficialmente me encontraba convirtiéndome en la
prometida de Maxwell Emerson. No lo hicimos al instante porque, bueno,
porque ambos dijeron que querían que los conociera antes de que todo se
volviera caótico. Aprendíalgunas cosas en ese momento. Lo primero era lo
que se hallaba detrás de la puerta del “cuarto secreto”. Era una
habitación, pensé que podría haber sido una mazmorra sexual o la
habitación de matar de Dexter. Resultó ser un maldito gimnasio.
Ellos no querían a nadie allí porque Max también tenía unas cajas sin
desempacar que necesitaba tirar. Una de ellas tenía fotos de Wes y él.
Cada mañana trabajaban juntos. Parecía bastante inofensivo hasta que
me di cuenta que el ejercicio era más que otra forma de juego previo para
ellos. Y se empujaban a sí mismos, sudor goteando de sus abdominales y
cuellos. De vez en cuando, cogí a uno de ellos mirando al otro. Con el
tiempo, ambos se miraban fijamente, jadeando por su entrenamiento,
cubiertos de sudor y pasión. Todo esto equivalía a sexo en la ducha... un
montón de puto sexo en la ducha.
La segunda cosa que aprendí de ellos fue que ninguno de los dos se
sentía demasiado cansado o enfermo para tener sexo. Cuando Max se
ponía caliente, Wes dejaría todo para ver que él llegara. Cuando Wes
estaba duro, Max ya se hallaba de rodillas. Mi pobre corazón apenas
podía aguantar más. Ambos simplemente parecían saber cuándo los
quería. Habíamos follado en todas partes en el ático: en la cocina, en la
sala de estar, y en el dormitorio de invitados, el cual se suponía era mi
habitación, pero yo siempre estaba en su cama. Follamos en la ducha y
mientras tomaba un baño. Me encontraba cubierta de chupetones todo
el tiempo.
La tercera y última cosa que aprendí era que les gustaba usando la
menor cantidad de ropa posible. Sinceramente, no podía recordar la
última vez que llevé un sujetador allí... o bragas para el caso. Querían
acceso en cualquier momento, y ¿quién era yo para negarles eso?
—Tus pezones se están endureciendo. —Max bajó la mirada hacia
mí. Ambos nos quedamos en el baño y supuse que estaría cepillando mi
cabello.
—Ellos hacen eso —dije, cepillando mientras él tomaba mi culo. Lo
hizo ahora, ambos lo hacían; me tocaban por todas partes y me
encantaba. Se sentía como que se sentían doloridos de tenerme de vuelta
en sus penes.
—No me tientes, señora Chapman, yo…
—¡Mierda! —maldijo Wes—. De todas las malditas veces.
Miré a Max, que se cepillaba los dientes a mi lado. Sus cejas se
elevaron, mientras ambos caminábamos a la puerta de la habitación. Wes
se quedó en calzoncillos sosteniendo una camisa a rayas de color azul
claro.
—¿Qué pasa? —preguntó Max.
—Nada. —Wes solo suspiró, tirando la camisa sobre la cama antes
de entrar al armario.
—Eres consciente de que vas a necesitar mentir un poco mejor que
eso, ¿verdad? —dijo Max, regresando al baño.
Wes no respondió. Sólo sacó más ropa, pero lucia demasiado tenso
para alguien quién ha pasado todo un día teniendo sexo. Caminando
hacia la cama, tomé la primera camisa que había maldecido. Tenía un
desgarro debajo del pliegue del cuello. Moviéndome a mi maleta —que
todavía no me tomé la molestia de desempacar, en parte porque no tuve
un momento para hacerlo— cavé en mi bolso. Reajustando la toalla
alrededor de mi cuerpo, di un paso atrás en la cama con el kit de costura
en mi regazo.
—¿Qué estás haciendo? —me preguntó Wes mientras buscaba el
color de hilo correcto.
—Cosiendo tu camisa.
Se detuvo, dándome el tiempo suficiente para ensartar la aguja.
—¿Por qué?
—¿Por qué, qué? —pregunté en respuesta, no mirando más allá de
la camisa en frente de mí.
—¿Por qué remendar mi camisa?
—Pregunta tonta.
—¿Por qué quieres llevarla?
Una vez más no dijo nada, pero en cambio se pasó las manos por su
cabello castaño claro. —Hoy tengo una entrevista.
Max salió del cuarto de baño con los brazos cruzados sobre el
pecho. Se apoyó en el marco de la puerta. —¿Una entrevista con quién?
—La revista Time. He hecho la lista del Top Ten de los mejores chefs
del país —dijo, como si no fuera nada. Incluso Max se sorprendió.
—¿Por qué no dijiste nada? —preguntó, dando un paso adelante.
—No es nada…
—Tonterías —dije en voz baja, sonriendo a mí misma mientras
continuaba cosiendo.
Se volvió hacia mí con la esquina de su boca curvada. —No son
tonterías. Realmente no me importa el rango o la fama ni nada de eso.
Max se movió mirando por encima de la ropa sobre la cama. —Así
que la razón por la que maldecías a las camisas esta mañana es...
—¿Quiénhará la entrevista? Me acabo de enterar de que el Chef
Névenoé es el que me estará entrevistando —dijo él. Miré a Max. Max me
miró. Ninguno de nosotros tenía idea de quién era el jefe de cocina, Wes lo
captó. Sacudiendo la cabeza, explicó—: El Chef Névenoé era el segundo
de cocina del Chef Dieudonné, el hombre que me dejó sus cuchillos. No lo
he visto desde entonces. Ahora viene a mi restaurante y se sentará
conmigo…
—Y estás nervioso. —Sonreí. Nunca le había visto nervioso.
—No, es que no quiero parecer un idiota delante del mejor héroe de
cuando fui estudiante —disparó de vuelta.
—Así que estás nervioso. —Max asintió, poniendo su mano en su
hombro—. ¿Nos quieres allí para apoyo moral?
—Preferiría no tener una erección delante de él, gracias. —Wes lo
fulminó con la mirada, pero antes de que pudiera decir nada más, me
senté y le entregué la camisa. La tomó de mis manos y se le quedó
mirando como si fuera oro—. M & J —dijo, mirando las pequeñas letras
cosidas que puse en el remiendo.
—Maxwell y Jane. Pensé que si nos querías allí, nos hubieras dicho
antes, por lo que ya no podemos estar físicamente allí, pero seguiremos
estando detrás de ti... —Mi voz se apagó mientras ambos me miraban.
Era tan intenso que sentía la necesidad de tragar el nudo en mi
garganta.
»¿O tal vez fue una idea poco convincente?
—Por el contrario... gracias —susurró Wes, y pude ver que empezaba
a ponerse duro.
—No hay problema. Deberías usar tonos de azul. El color que más te
queda. Una corbata azul marino oscuro con esa camisa y un jersey gris y
azul sobre ella. Informal pero sofisticado.
—¿Vaqueros? —Hizo una pausa, pensando en ello.
—Mezclilla oscura.
Se me quedó mirando, pero asintió con la cabeza mientras se
alejaba.
»¿Qué he hecho? —pregunté a Max.
—Nada. Por ahora debes saber que Wes es un idiota para ese tipo
de mierda —respondió.
—Entonces,¿por qué me estás mirando, también?
—Un par de razones.
—¿Cuáles son?
—En primer lugar, pensaste y cosiste eso más rápido de lo que yo
pudiera imaginar.
—¿Gracias?
—En segundo lugar —dijo, mientras se inclinaba hacia abajo para
agarrar mi barbilla. Sus labios se cernían sobre los míos—. Dijiste una gran
cantidad de pronombres personales, nosotros, nosotros…
—Lo siento, no sabía que estarías molesto por eso. —Me estaba
saliendo de mí.
—No estoy molesto —respondió él, besándome; no podía dejar de
besarlo. Sus manos agarraron mi toalla para abrirla—. ¿Por qué no lo
ayudamos a relajarse?
—Tú también tienes que prepararte para trabajar.
Tomó mi pecho. —¿Solo eres sumisa para Wes?
Mi corazón golpeó contra mi pecho. Mis oídos se sentían como si
estuvieran ardiendo.
Finalmente me llevé a responder. —No.
Max tomó mi mano y me llevó al baño. De pie detrás de mí, susurró—
: Chúpalo.
—Está bien.
Wes colocaba el cepillo de dientes de nuevo en la taza antes de
enjuagar su boca. Sus ojos verdes se encontraron con los míos antes de
que vagaran a lo largo de mi cuerpo.
—Jane... yo...
Dando un paso más cerca de él, besé su pecho y pectorales,
deslizándome hacia sus abdominales hasta que bajé sus pantalones y
calzoncillos. Su pene casi me dio una palmada en la cara de lo duro que
ya estaba.
»Jane —repitió, apretándose en el fregadero mientras lamía.
—Estás demasiado tenso —dijo Max detrás de mí—. Cuando estás
tenso, piensas demasiado. Al pensar demasiado, causas más problemas
para ti mismo.
—Ahh... —dijo Wes entre dientes, colocando su mano sobre mi
cabeza mientras besaba el lado de él.
—No eres el mismo niño que este chef conocía antes; eres igual de
bueno. Podrías incluso ser mejor. Él viene a tu cocina. —Max besó su
oreja—. Tu templo. Él va a pagarte por respeto, no al revés.
Cuando miré hacia él, los ojos de Wes se estrecharon, y respiraba por
la nariz.
—Eres Wesley Uhler. No te agachas para nadie más que yo. —Max se
agarró a su cuello. Wes lo miró, pero sólo hizo que Max mordiera su labio.
La mordedura se convirtió en un simple beso entonces el simple beso se
convirtió en una besuqueada en toda regla. Wes le arrancó la toalla de la
cintura y agarró su culo.
Qué mierda más caliente.
Tomando a Wes en mi boca, lo chupé al ritmo de sus gemidos, que
era música para mis oídos. Quería más de él; sin embargo, me detuve
cuando sentí su mano en mi cabello tirándome hacia atrás. No fue Wes,
fue Max. Mantuvo mi cabeza hacia atrás, agarró la verga de Wes, y lo
acarició con fuerza. Wes se mordió los labios antes de que finalmente
explotara su esperma caliente en mi pecho.
»Ten esto en tu cabeza hoy —le dijo Max mientras se lamía los dedos.
Wes no dijo nada, pero respiró hondo y se levantó. Todo su cuerpo
ahora parecía relajado. Se inclinó, recogió sus calzoncillos y vaqueros y se
reajustó a sí mismo. Acarició mi cabeza antes de salir.
—Ay. —Di un salto cuando sentí la fría toalla sobre mi pecho.
Dándome la vuelta, Max se hallaba en cuclillas a mi lado, limpiando mi
pecho—. Supiste exactamente lo que él necesitaba oír.
Rio. —Menos mal estabas aquí. No puedo hablarle y chuparlo al
mismo tiempo.
—Estoy segura de que habrías descubierto cómo —contesté,
mientras me ponía de pie. La primera cosa que vi fue mi propio reflejo en el
espejo.
Max se puso detrás de mí con sus manos en mi cintura, sus ojos azules
en los míos en el espejo.
—¿Estás teniendo dudas? —preguntó, besando mi hombro.
Apoyada en él, negué con la cabeza. —Sólo estoy... Estoy
impresionada de ver dónde estoy.
—¿Qué quieres decir?
—Nunca he pensado mucho en mi futuro. Sólo me ocupo del día a
día. Ahora estoy aquí, comprometida contigo y compartiendo dos
hombres sin vergüenza. Creo que mi cerebro se está poniendo al día con
el resto de mí.
—Jane, ahora eres familia. Mi familia. La familia de Wes. Perteneces
a nosotros. Nosotros te pertenecemos.
—Los pronombres personales. —Sonreí y él hizo lo mismo.
—No dejes que tu cerebro se ponga al día. Sólo te hará dudar, o
peor, correr. —Besó un lado de mi cabeza—. Vístete. Tengo que presumir a
mi prometida hoy.
—Sí, señor Emerson.
Maxwell
—Si lo sigues mirando fijamente por más tiempo, te quedarás ciega
—le dije, pero no me prestó atención. Se limitó a seguir mirando el anillo de
diamantes corte radiante de seis punto tres quilates en su dedo. Desde el
momento en que entramos en la joyería, sus ojos estuvieron pegados a él y
una sonrisa inmensa se repartió en su rostro—. Y yo que pensaba que iba a
tener que pelear contigo por un anillo.
—Sé que tratas de ser un idiota, pero estoy demasiado impresionada
por esta belleza para que me importe. —Sonrió, levantándolo a su cara.
Era de ella.
—Las chicas y sus rocas—dije rodando los ojos, tratando de no sonreír
demasiado, pero seguía sonriéndole como un maldito idiota—. Para. —
Mierda, ahora me sentía como un niño.
—No puedo. Es tan lindo.
—Oh, Dios mío. —Me reí.
—El gran Maxwell Emerson riéndose de mí, me siento honrada.
¿Señor Conductor? Por favor sea mi testigo de este destino. —Se sentó,
pero agarrándose al asiento del hombre.
Me acomodé en el asiento de atrás, tratando de recuperar la
compostura. Honestamente me olvidé del conductor en su totalidad.
—Sí, señora. —Hizo un gesto a ella.
—Jane, Irene vendrá al estudio hoy para llevarte de compras.
—¿Compras? —Se echó hacia atrás, con el ceño fruncido—. ¿No te
gusta mi ropa? Me esforcé mucho hoy.
Me di cuenta. Se veía hermosa en una falda de talle alto, color
verde oscuro, complementada por una de mis camisas blancas, que
adaptó a su tamaño en cuestión de minutos. Se veía elegante y
sofisticada. El único problema era que no era de diseñador. Ella se veía
bien, pero no se veía como una Emerson.
—¿Max?
—Te prefiero sin ropa. —¡Mierda, Maxwell! Sostuvo su cabeza con
orgullo—. Lo que quiero decir es, no me importa lo que uses. Sin embargo,
otros lo harán. En el momento en que la gente se entere de nuestro
compromiso, tu cara estará en el público. Piensa en ello como tu
armadura de diseñador. Entre mejor te vistas, más difícil será para que te
ataquen.
—Está bien, pero si alguien pone algo con volantes en mi cara...
—Les dices elegantemente que se lo lleven —terminé por ella; hizo
una mueca.
—¿Me va a tocar aprender sobre etiqueta, también?
No quería desanimarla, pero no quería mentirle tampoco, así que fue
mejor no decir nada en absoluto.
»Max.
—Llegamos —dijo el conductor, y se encontró con mi mirada en el
espejo, y me dio una breve inclinación de cabeza antes de salir.
—Esto no ha terminado —me dijo Jane al oído cuando la puerta se
abrió.
—Por supuesto que no —dije, con la esperanza de que estaría
demasiado cansada para preguntar de nuevo después de que Irene
terminara con ella—. ¿Cómo se llama? —le pregunté a mi conductor.
—Calvin, señor, Calvin Roberts.
—Usted será su conductor personal —dije—. Cualquier cosa que ella
necesite, dondequiera que tenga que ir, usted se encarga.
—Sí, señor.
—¡Un gusto conocerte! —saludó Jane con su mano antes de que yo
se la tomara. En el momento en que entramos en el edificio, me di cuenta
de las miradas. Las personas se detuvieron en shock total, lo que demostró
cuán extendido se encontraba el rumor sobre ser gay.
Pensé que Jane estaría incómoda, pero simplemente se aferró a mí,
caminando como si no se diera cuenta. Puse mi mano en la parte baja de
su espalda cuando llegamos a los ascensores.
—Eres muy popular —susurró mientras se inclinaba.
—No por las razones que quiero.
Las puertas se abrieron y antes de que pudiéramos entrar, Scarlet
intentó salir. Dio un salto hacia atrás, sorprendida.
—¿Estás bien, Scarlet? —pregunté cuando no se movió; ni siquiera
parecía estar respirando.
—Sí, lo siento. Me dijeron que tu auto estaba aquí y vine a
encontrarte.
Asentí, dejando que Jane entrara primero. —Scarlet, recuerdas a
Jane.
—Está grabada en mi memoria. —Sonrió, extendiendo la mano para
estrechar la mano de Jane—. Es bueno verte de nuevo.
—Igualmente. —Vi cómo Jane utilizó a propósito su dedo anular para
cepillarse el pelo hacia atrás antes de sacudir su mano. Como un halcón,
los ojos de Scarlet se fijaron en él y no dejaron de mirar. Jane, siendo la
mujer implacable que era, se limitó a sonreír y sacó la mano—. ¿No es
hermoso? Max me ha estado molestando toda el día porque no dejo de
mirarlo.
Scarlet se aferró a la mano extendida de Jane y me miró. —¿Estás
comprometido?
—Lo que soy es un millón de dólares más pobre —contesté. Jane
golpeó mi pecho.
—No costó un millón de dólares.
—Casi. —Me reí cuando vi la caída de su mandíbula. No la dejé ver
el precio—. Sí, Scarlet, estoy comprometido.
Abrió la boca para decir algo, pero se detuvo y se congeló. Le tomó
unos segundos más antes de poder pronunciar alguna palabra. —
Felicitaciones. Tengo que irme. Tengo que parar en contabilidad, pero en
serio, felicidades. Todos tendremos que celebrar más adelante.
—Claro. —Asentí cuando pulsé el botón para el siguiente nivel.
—Ese no era el piso de contabilidad, ¿cierto? —preguntó Jane
cuando las puertas del ascensor se cerraron de nuevo y ella se fue.
—No, no lo era.
—No estoy siendo demasiado perra, ¿verdad?
—¿Desde cuándo reclamar a tu pareja es estar siendo perra? —le
pregunté y se volvió hacia mí, poniendo sus manos sobre mis hombros. Mis
manos cayeron a sus caderas—. Hay muchas más mujeres como Scarlet,
Jane; tienes que afilar tus tacones.
Rio. —Las cosas que hago por ti, señor Emerson.
—Solo sigue mirando el anillo —respondí, mientras mis manos se
deslizaron hacia abajo para apretar su culo. Me incliné para besarla, pero
sólo puso su mano entre nosotros otra vez, mirando la maldita roca.
—Es lindo. —Guiñó, sabiendo muy bien que jugaba conmigo.
—No sea demasiado engreída, señora Chapman.
—¿Cómo podría no ser arrogante cuando sigues apretando tu polla
en mi culo? —susurró en mi oído cuando llegamos a mi piso.
Mordí el interior de mi mejilla para mantener la calma.
»¿Es aquí donde trabajas? —preguntó, mientras se movía a mirar
hacia abajo en el pozo como si no intentara ponerme duro.
—No, esto es para los subordinados —dije en voz baja, y ella rio—.
Vamos. —Tomé su mano—. Me gustaría darte un tour…
—Estoy bien, estoy bien. Ve…
—¿A decir las noticias? —Terminé por ella mientras vacilaba.
—Trataba de pensar en algo más genial que eso, como ser el faro de
la verdad en un mar de oscuridad.
La miré fijamente. Trataba tan fuerte de no reírme que me dolían los
ojos.
»¿No es bueno?
—Es algo... —Volviéndome a la fosa, señalé a uno de ellos, llamando
a la persona con apariencia menos aburrida que pude encontrar.
—Sí, señor.
—Esta es mi novia, Jane. Muéstrale los alrededores ¿Lo harás? —le
pregunté, aunque sabía que no me iba a rechazar.
—Claro, señor.
Asintiendo con la cabeza, me moví para darle un beso a Jane en la
mejilla. —Irene estará aquí pronto.
—Estoy bien, Max, ve.
—Un faro, lo tengo.
Ella era un bicho raro, pero era linda.
Wesley
El Chef Névenoé se encogió de hombros. —Todo está bien.
—Es jodidamente brillante y te está matando, ¿no es así? —Sonreí.
—¿Cuándo llegaste a ser tan arrogante?
—En el momento en que me dieron un delantal y me llamaron
“Chef” —respondí, y unos pocos camarógrafos que nos rodeaban rieron.
—Me tienes. —No pudo evitar pero sonrió—. Il est magnifique, Chef
Wesley.
Asentí en señal de agradecimiento antes de sentarme frente a él. —
Viniendo de ti, eso significa mucho.
—Cuando te vi por primera vez te veías como una rata ahogada
fuera del restaurante del Chef Dieudonné, no te vi ascendiendo tan lejos
como has llegado. Yo les digo a mis alumnos que te conocía desde que
eras un gatito en el mundo de la cocina, y piensan: “Mira, este anciano
está exagerando”.
—Apuesto a que te arrepientes de no llevarme dentro de tu cocina
ahora —le contesté, ignorando la cámara haciendo zoom sobre mi cara.
Sacudió la cabeza. —De ningún modo. Serías el primero que me
preguntara si el Chef Dieudonné lo habría hecho de esta manera o añadir
esto o lo habría hecho por eso. Yo también quise crecer. Salí de la cocina
del Chef Dieudonné y empecé por mí mismo como todos los buenos chefs
hacen. Recuerdo el miedo que tenía. ¿Qué hay de ti? Tu primer
restaurante en París, La Hauteur, ¿sigue siendo uno de los mejores de la
ciudad?
—Gracias. Honestamente, cuando la abrí, me sentía aterrado. Tenía
tantas personas diciéndome que era demasiado joven. Era demasiado
engreído. Era demasiado "algo". Algunos de los mayores críticos en el
mundo vivían en el mismo radio de cuarenta y cinco millas. Nunca olvidaré
a Gabriel Gaétan, mi primer crítico después de la apertura. “La Hauteur,
parfaitement desvanecen et oubliable". La Hauteur, perfectamente
amable y olvidable.
Se rio suavemente de mí. —¿Lloraste?
—¿Llorar? ¡Ja! Hice un menú especial, y me tomó semanas crearlo.
Incluso lo llamé “El Gaétan” en su honor. Él está bastante orgulloso. Incluso
hoy en día, viene y pide “El Gaétan”, pero tentó a otros críticos para
escribir críticas negativas, sin embargo.
—Eres un arma de doble filo sobre ti mismo —dijo, y se encogió de
hombros.
—Si apuñalarse a uno mismo es la forma de un plato perfecto,
apuñala —dije.
—La Hauteur sigue abierto y amado. Tienes otro restaurante en tu
país de origen y en Roma. ¿Cómo los controlas a todos?
—La tecnología es una cosa hermosa. Una vez a la semana,
converso con todos mis chefs. Repasamos los menús y obtenemos
actualizaciones. Para mantenerlos en sus pies, incluso envié críticas para
asustar la mierda de ellos. También los visito durante todo el año, pero
disfrazado.
—Eres un show de realidad en fabricación.
—Dios, no.—La realidad sería la mitad pornografía y otra mitad redes
de cocina—. Prefiero mantener mi vida personal solo así... personal.
—¿Así que no tienes una musa especial para tu comida? —preguntó
de todos modos—. Leí de un crítico de los tuyos que dijo que solo un
hombre quien esté enamorado puede cocinar como tú lo haces.
—Estoy enamorado de la comida... y algunos pueden discutir
conmigo. —Eso trae un par de risas de mi propio personal de cocina.
—¿Así que si no hay nadie que te esté manteniendo aquí, qué sigue?
Has estado en Boston cuatro años ahora; ¿dónde te ves yendo tú mismo
después? Después de todo, el mundo de la comida es inmensa. ¿India,
Tailandia, África, América del Sur, tal vez?
—No he pensado en ello todavía. Realmente estoy disfrutando de
Boston.
—Mi consejo, Chef Wesley, mientras que todavía eres joven... explora
más. Ve más y tu comida te agradecerá por ello.
Odiaba cómo parte de mí se entusiasmaba por la idea. Sólo
empacar con mis cuchillos y salir allí de nuevo... pero cuanto más pensaba
en ello, menos posible se volvería.
Max.
Ahora Jane.
No solo era yo nunca más. No me podía solo ir... Lo sabía, pero no
podía hacer que la sensación desapareciera.
—Estás emocionado por la idea, ¿verdad?
—Por ahora, Boston es mi casa. Pero, ¿quién sabe lo que depara el
futuro?
15
Traducido por Valentina D, Alysse Volkov &Sam89

Jane
—¡Oh Dios mío! —grité y salté hacía atrás, envolviendo mis manos
alrededor de mi pecho cuando Irene irrumpió en el vestidor—. ¿Qué
diablos estás haciendo?
—Te estoy capturando mientras tu guardia está abajo. ¡Jesús Cristo!
—Sus ojos cayeron a los chupones que tenía por todo mi cuerpo—. ¿Está
mi primo tratando de follarte o comerte viva?
—¡Irene! ¡Sal de aquí!
—¡Cálmate! Ambas somos mujeres. Además, ya he visto la evidencia
—dijo, agitando su mano sobre mi cuerpo.
—El hecho de que somos mujeres no significa que quiera que me
veas desnuda. —La miré, esperando a que se fuera. En su lugar,
simplemente se sentó en la pequeña silla del vestuario y cruzó las piernas.
—Jane. Por favor explícame cómo eras mi mucama un día y al
siguiente la prometida de mi primo —preguntó.
—¿Me puedo vestir primero?
Me dio mi sujetador. Dejando caer mis brazos, se lo arrebaté. Inclinó
su cabeza hacia un lado, sin dejar de mirar con los ojos abiertos.
—Sabes que eres un poco rara —le dije, poniendo el broche en su
lugar.
—Directa. No rara —corrigió—. Ahora que tus senos están cubiertos,
o más bien los pechos de Max, desde que los marco de arriba a…
—Irene.
—Jane.
Suspirando, agarré mi falda a su lado y ella la tomó de vuelta.
—Irene.
Se levantó y asomó su cabeza fuera de la cortina. —La rosada, y el…
sí…también necesitará joyería así que ten a William llevando todo.
Girando de nuevo a mí, sostenía un vestido de coctel color rosa
suave de encaje sin mangas en una mano y en la otra un par de tacones
de color beige.
—Esto es lo que vas a usar.
—¿Usar para dónde?
—Para conocer a los padres de Max.
—¿Qué? —Era un poco pronto para encontrarme a los padres, sobre
todo después de la primera vez que conocí a la madre de Max.
—Ella me llamó hace cinco minutos, y la única cosa que aprenderás
rápidamente es a nunca decirle no a Elspeth Yates.
—Mírame. —Metiendo la mano en mi bolso, agarré mi teléfono.
—Jane, no. Max necesita enfocarse en su historia. Necesitas
demostrarle a él y a todos los demás que no se pueden meter contigo. La
única manera de hacer eso es estar frente a Elspeth. —Estiró sus manos de
nuevo—. La única oportunidad que tienes de pararte cara a cara con
Elspeth es si estás vestida a la perfección. Puede criticar tu personalidad,
pero no puede hablar mal de Vera Wang.
—¿Qué está mal con mi personalidad?
—Jane, estoy tratando de animarte. Ven, vístete —dijo. No podía
creerle. Realmente no le importaba una mierda.
Tomando el vestido de ella, me deslicé en él, pero no podía cerrarlo.
—¿Las modelos de Vera Wang tienen tetas?
—No es culpa de Vera, tu cuerpo es desproporcionado.
—Tengo tetas. Me gustan los carbohidratos. ¡Demándame! ¿Y
podemos dejar de hablar de Vera Wang como si la conociéramos?
—Yo la conozco —disparó de regreso antes de asomar la cabeza
por las cortinas de nuevo. Ignorándola mientras mandaba a las tropas, me
di vuelta al espejo.
¡Copas C,son geniales copas! Conocía docenas de desnudistas que
tenían que pagar por lo que Dios me dio naturalmente. Todos estos
diseñadores cortan sus vestidos como si las mujeres que estarían allí
estuvieran en la pubertad. A ese ritmo, iba a tener que comprar una talla
más y tomarle todo en la cintura.
—Fruncir el ceño te da arrugas.
—También lo hace vivir —dije, y ella rio.
—Cierto. Pero, en serio, deja de fruncir el ceño. Vas a estar bien. Eres
fuerte y segura. La mayoría de las mujeres se habrían enloquecido a este
punto.
—He estado haciendo eso por los últimos cinco minutos.
Simplemente no pareces darte cuenta —respondí, y por alguna razón, no
pude evitar sonreír. Me agradaba Irene. Parecía no creer en el espacio
personal y no tenía filtro, pero eso sólo aumentaba su encanto.
—Madam —dijo alguien detrás de la cortina. Irene alcanzó detrás
para revelar un vestido con detalles negro y dorado de mangas cortas. Sin
discutir, me deslicé en el vestido. Se ajustaba como un guante, abrazando
cada curva de mi cuerpo, y se detenía justo encima de mis rodillas. Era
impresionante.
—Como siempre, ¡Alexander McQueen al rescate! Dios bendiga su
alma. —Cerró sus ojos como si realmente estuviera orando por el hombre—
. Ahora zapatos. Por favor dime que puedes caminar en tacones.
—Puedo caminar en tacones.
Puso un par de zapatos impresionantes frente a mí, y cuando me los
puse, de verdad me sentí como alguien importante. Alzando las manos,
até mi cabello en un moño rápido pero desordenado.
—Brillante. Tienes una habilidad especial para esto.
—Gracias, creo.
—Ahora, maquillaje.
¡Oh, Dios mío! ¡Nunca iba a terminar!

***

Ocho bolsas de ropa.


Seis bolsas de zapatos.
Tres bolsas de bolsos de mano.
Todo esto y la tarjeta de crédito a nombre de Maxwell dañada sin
reparación, y terminamos. Pobre Roberts, el conductor que Max tuvo
conmigo todo el día, ni siquiera pudo guardarlo todo en el maletero. Tuvo
que llamar otro auto. Lo peor fue el hecho de que no conseguimos lo que
Irene dijo, y cito, “sólo necesario”, así que tuvimos que ordenar los
elementos para ser traídos al ático.
—Maxwell va a perder la cabeza cuando vea la cuenta —murmuré
más para mí.
—En realidad gastamos menos de lo que pensó que haríamos. —
Levantó su teléfono y efectivamente, Max le envió un mensaje.
El banco me llamó debido a los gastos que ustedes dos han estado
haciendo. Me alegro. Asegúrate de ordenar al menos dos de todo lo que le
guste en otro color. No le muestres el precio.
—Es mandón incluso en mensajes de texto. —Suspiró, tirando su
teléfono de vuelta en su bolso.
—¿Qué más necesito saber acerca de tu familia?
—¿Te refieres para impresionarlos?
—Sí, eso sería grandioso.
—No tengo idea. He estado trabajando en eso desde que nací. —Lo
dijo como una broma, pero me di cuenta que se preocupaba mucho por
ello.
Sin decir nada más, saqué mi propio teléfono justo cuando recibí un
mensaje de Wesley.
¿Estás bien? Max me dijo que dejó que Irene te secuestrara.
Sálvame. Ella es implacable. 
Si realmente no te estás divirtiendo, puedo ir ahora.
Sonreí a eso.
Gracias. Pero me va a llevar a conocer a los padres de Max.
Oh… Max no me dijo sobre eso.
Sí, su madre simplemente nos convocó. Estoy segura que ella ha
escuchado acerca de la anticipación.
Q.E.P.D.
No es gracioso. Escribí, aunque de hecho me reí. Sólo quiero estar de
vuelta en nuestro refugio seguro.
¿Refugio seguro?
El ático donde no tenemos que pretender ser alguien o mentir o algo.
Donde somos… sólo nosotros.
Yo también.
Antes de que lo olvide, ¿cómo fue la entrevista? ¿Está el Chef
Névenoé asustado de tu grandeza?
¡Ahí le has dado!
¿Cómo vamos a vivir con tu ego ahora?
Ja. Encontraremos una manera. Pero no, en realidad, el Chef
Névenoé fue genial. Es una gran persona a la cual pedirle consejo. Me ha
puesto a pensar mucho.
¿Sobre qué?
—Jane.
—¿Eh? —Levanté la vista hacía ella.
—Estamos aquí.
—Mierda, está bien.
Envié un mensaje de vuelta rápidamente, y vi los tres puntos que
significaban que él escribía.
¿Wesley, podemos hablar más cuando vuelva a casa? Está bien. Lo
siento. Tengo que correr, hasta luego, te amo.
—¡Oh, Dios mío! —grité, mirando el mensaje de texto que envié.
—Jane, ¿qué pasa?
—¡Dime que hay una manera de retomar un mensaje de texto! —le
grité, viendo que todavía no lo leyó… entonces lo hizo—. Mátame. Por
favor mátame.
—Jane, ¿qué pasa?
Ella intentó tomar el teléfono, pero lo apreté contra mi pecho como
si fuera pan en la última cena en el campamento para gordos.
»Jane, estás siendo rara… más rara de lo normal.
Miré de nuevo a mi teléfono y no respondió. No podía explicarme la
colosal metedura de pata que acababa de hacer. ¿Te amo? Ni siquiera
cariño, ¿sino amor real? ¡No me jodas, hombre! Ahh.
—Señora, ¿le gustaría que siga conduciendo? —preguntó Roberts, y
pensé que hablaba con Irene, pero me hablaba a mí. Yo era una señora
ahora.
—Jane. —Irene puso sus manos en mis hombros—. Cualquiera que
sea la crisis emocional que estás pasando en este momento va a tener que
esperar. ¿Me entiendes? Ahora vamos a encontrarnos codo a codo con
algunas de las mujeres más poderosas de esta ciudad, por lo que necesitas
bajar la guardia, como Khaleesi en Astapor.
—Sólo he visto la primera temporada de Juego de Tronos, así que no
tengo idea de lo que eso significa —le contesté, y se veía insultada.
—¿Cómo puede ser sólo la primera temporada?
—Trabajo mucho. —O, al menos, lo hacía. Últimamente el sexo
estuvo tomando un papel más importante de mi vida.
—Tú y yo veremos el resto más tarde. Ahora vamos. —Tomó mi mano
y la dejé mientras trataba de olvidarme de mi texto terriblemente
embarazoso.
Roberts mantuvo la puerta abierta para nosotras, y me di cuenta de
que estábamos en el Museo de Bellas Artes.
—Voy a estar aquí hasta que esté lista para salir, señora —me dijo
Roberts a mí.
—Gracias. —Asentí hacia él mientras seguía a Irene por las escaleras
y al edificio. Era pasada la hora de cierre, pero había docenas de personas
hermosas, todos con vestidos, vino en sus manos, riendo entre sí. Al igual
que en la primera fiesta a la que asistí con Irene, algunos de ellos la vieron
mal, mientras que otros la ignoraron por completo; sin embargo, esta vez
me quedé con la cabeza erguida.
—Señora, ¿puedo tener su abrigo? —preguntó un servidor. Se lo di a
como lo hizo Irene, pero yo empezaba a molestarme con esta mierda de
“señora”.
—Si no se trata sólo de Jane —anunció Archibald Saint Jame
mientras se acercaba a mí con su cabello rubio peinado hacia atrás y un
pañuelo blanco sobre su chaqueta negra. Conociendo lo que sabía de él
por Max, no quería pasar mucho tiempo cerca de él.
—No por mucho tiempo. —Levanté el anillo en el dedo para que lo
viera.
—¿Maxwell Emerson pidió que te casaras con él? —dijo en estado
de shock, y más fuerte de lo que deseaba. Llamó la atención de más de
unas pocas personas.
—Más bien como que me hace lucirlo. Estoy en busca de Elspeth, si
nos disculpas. —Agarré a Irene, que ni siquiera se molestó en saludar.
—Impresiónalos —susurró. Sonreí mientras caminábamos junto a
algunos cuadros. Cuando llegamos al final de los retratos, vimos a Elspeth
rodeada de un grupo de mujeres. Tenía el cabello con rizos y llevado hacia
el lado, y un vestido azul marino oscuro caído hacia el hombro que era
impresionante. Cuando sus ojos azules se encontraron con los míos,
inmediatamente se acercó a mí.
—Jane, querida. —Besó a los lados de mis mejillas—. No me di
cuenta que ibas a venir.
—Cuando se enteró de tu evento aquí, se moría por venir. —¡Irene
mintió! ¡Jodidamente me engañó otra vez!
Con la mirada sorprendida, miré a Irene, que acaba de guiñar y
desenlazar los brazos de los míos, articulé—:MALVADA.
—Elspeth, ¿quién es esta hermosa jovencita? —preguntó una mujer
mayor, delgada, con el pelo gris recogido.
—Señoras, por favor, les presento a mi futura nuera… Jane
Chapman. —Me sostuvo cerca de ella, y yo no estaba segura, pero tenía
la sensación de que me encontraba ahora en la dimensión desconocida.
—¿Nuera?—La mujer mayor se quedó sin aliento—. Señorita, ¿cómo
hizo para capturar al escurridizo Maxwell Emerson?
—Los dos estamos apasionados por las mismas cosas. —Siendo eso
Wesley—. Eso es todo lo que puedo decir. Él realmente odia hablar de su
vida personal.
—Él no es el único —añadió Elspeth—. Damas, nos dan un momento.
—Por supuesto.
¡No, no me dejen! Se fueron más allá a la exhibición, dejándome con
ella. No dijo una palabra, pero seguía saliendo de la habitación.
Caminamos y caminamos hasta que llegamos a un ala vacía del museo.
En la pared había una pintura colonial americana: un lienzo de diecisiete
por quince pies que representa a George Washington, de Thomas Sully.
Frente a ella había dos sofás negros. Se sentó en uno y me moví para
sentarme en el otro frente a ella.
—Tiene que ser un poco confuso —me dijo finalmente, cruzando las
piernas.
—¿Qué quiere decir?
—Viniste aquí esperando a la madre malvada que desaprueba una
criada don nadie, quien una vez fue una camarera en un club de
bailarinas exóticas, esté saliendo… no, esté comprometida con mi hijo.
Cruzando las piernas, también, asentí, notando que hizo una
verificación de antecedentes sobre mí. —¿Estás diciendo que me
equivoqué?
—Sí —dijo simplemente—. Cásate con mi hijo. No me importa si eres
una interesada o simplemente una chica inocente tratando de salir
adelante. De cualquier manera, lo ayudas y ayudándole es todo lo que
quiero.
¡Dimensión desconocida! Las palabras destellaron en mi mente una y
otra vez.
—Así que, si tenía planeado casarme con tu hijo y llevarlo a dar la
mitad de todo lo que vale la pena, ¿no le importaría?
—Diría que esperaras al menos un par de años, tal vez tener un hijo
antes de hacerlo. Me encantaría una nieta.
Esto es una trampa. Algo se siente mal.
—¿Por qué?
La sonrisa en su cara cayó. —Si él está contigo entonces ese hombre
finalmente se irá.
—¿Qué? —Mi corazón empezó a correr.
—Wesley. En este momento podría estar bien, pero voy a hacer una
gran cosa de tu boda. Voy a darte la bienvenida a la familia con los brazos
abiertos. Vamos a tener cenas familiares y vacaciones, y cada vez Max va
a tener que dejarlo atrás. No es sólo en la medida que cualquier ser
humano puede tener. Se va a empeorar, también, cuando se tiene un hijo.
Va a ver cómo una familia entera se construye en torno a él, y va a ser
atrapado en ese maldito ático escondido, Max es leal. Se quedará por ti
hasta el día de su muerte y luego va a terminar con esa cosa sin sentido.
Pensé sobre ello…. no, no solo pensé sobre ello, lo vi: Wesley era
empujado a un lado. Max se quedaba conmigo porque se sentía como si
me arrastró a esto. El resentimiento, el dolor, todo pasó por mis ojos y mi
pecho ardía.
—¿Por qué harías eso? ¿Por qué le haces daño así? Él ama…
—Detente. —Levantó la mano—. Max siempre ha estado
confundido. Siempre ha buscado la atención de figuras paternas para
compensar la pobre excusa de padre que tiene.
—Eso no es lo que…
—Eso es exactamente lo que es. Nosotros no le mostramos la manera
correcta. Alistair y sus constantes infidelidades y falta de consideración lo
afectaron. Mi ambición no ayuda. Pasamos por alto a Maxwell y se
convirtió en algo torcido.
—¿Te escuchas a ti en este momento? Amar a las personas no es
retorcido.
—Lo es, Jane. —Asintió al levantarse—. Él debe estar feliz de que ha
encontrado a alguien tan comprensiva como tú. Estoy segura de que
puedes hacer la vista gorda a los deslices que pueda tener. Sin embargo,
Wesley es un problema de cuatro años que he estado tratando de
arreglar. Por lo tanto, Jane, se casan y me quitan el dolor de cabeza.
Pasó por delante de mí y yo me quedé atascada e incapaz de
moverme.
—Oh —agregó—. Me disculpo de antemano de que Alistair está en
este momento jodiendo a alguna puta y no va a venir esta noche. Vamos
a tener la cena este fin de semana, así que por favor ven a Washington.
Voy a enviar el jet.
Con eso, se fue, y si Irene había estado allí, habría dicho que el único
asesinato que pasó era el mío y todo lo que pensaba que estaba
haciendo.
Me senté en silencio hasta que me llegó un mensaje de texto. Pensé
que era de Wes, pero alguien más repartía castigo para mí hoy.
Rompe con Maxwell…antes de que yo le muestre lo que realmente
eres. Scarlet.
Adjuntó una foto de Wesley y yo dándonos besos en el parque
infantil.
¿Cómo? Fue lo primero que pensé.
Jódelos a todos, fue mi segundo pensamiento.
Wesley
La puerta se abrió y ella entró con rapidez.
—¿Jane? —Observé mientras no me miraba a mí, sino que se dirigía
a la cocina para agarrar un par de tijeras e ir por su cuello—. ¡Jane! ¿Qué
jodido infierno estás haciendo?
—¡Quítalo! —me gritó mientras intentaba cortar el material.
—Jane, cálmate…
—¡Fuera! ¡Quítamelo! ¡Sácame de esta cosa! ¡Lo quiero fuera! —
siguió gritando y me moví a la cremallera, que estaba atascada—. Wes. —
Sollozó.
Tomando las tijeras de ella, corté la espalda y los lados. Lo desgarré y
desgarré hasta que estuvo libre. Jadeó por aire antes de encorvarse sobre
la mesa para llorar.
—Jane.
Limpiando su cara, se movió hacia la hielera del vino. No le
importaba qué botella era, sólo la sacó y apuñaló el corcho con el abridor.
Cuando quitó el corcho, bebió directamente de la botella.
Bebió y bebió y bebió hasta el punto de que me impresionaba que
no necesitara aire.
—Ahh. —Jadeó, golpeando su pecho.
—Jane, usa palabras.
—No soy Khaleesi —dijo, bebiendo de nuevo.
—Está bien. Intentemos usar palabras que tengan sentido.
Me fulminó con sus hinchados y enrojecidos ojos. —¡Tengo sentido!
¡No soy Khaleesi! Pensaba que lo era. Pensé que podría ser esta quisquillosa
y rica perra y estar junto a Max. Pero no puedo. ¡Todos ellos son crueles y
los odio!
—Jane. —Me acerqué a ella, poniendo mis manos en los lados de su
cara—. Mi hermosa mariposa.
—No intentes hacerme sentir mejor. —Gruñó, poniendo su cabeza en
mi pecho—. Todo lo que quieren es herirnos. No les hicimos nada. Sólo
queremos vivir nuestras vidas a nuestra manera, y ellos trataron de herirnos.
¿Por qué?
Existían veces como esta donde realmente veía la inocencia en ella.
Pasando mi brazo a su alrededor, besé su frente.
—No lo sé.
—No les permitas alejarte —murmuró contra mi pecho—. Max y tú
tienen algo real… algo especial y hermoso. No les dejes herirte.
—¿Por qué lloras por nosotros? Todavía estamos aquí —repliqué,
sintiendo sus cálidas lágrimas en mi pecho.
—Porque…
—¿Porque?
—Porque soy una buena persona.
Sonreí a eso. —Entonces no es porque me amas.
Cuando dije eso, saltó fuera de mis brazos como un gato asustado y
la botella de vino se deslizó de su mano. La atrapé antes de que golpeara
el suelo.
—¡Eso fue un error! —dijo rápidamente, extendiendo sus brazos—.
Tecleaba realmente rápido y no estaba pensando. Las únicas personas a
las que alguna vez he mandado mensajes son Mary y Allen, y ellos son
como familia, así que supongo que iba en piloto automático. No soy una
de esas chicas locas que duermen con chicos y piensan que van a estar
juntos siempre o casarse o algo. Bueno, estoy comprometida con Max,
pero eso es diferente, y podría no seguir con ello. Su madre es malvada. No
malvada en tu cara, sino del tipo que se te acerca sigilosamente y te da
pesadillas…
—Jane, por favor, respira antes de que pierdas la consciencia. —
Verla divagar era divertido, pero se veía como si estuviera al borde de
lágrimas histéricas—. Entiendo. No te preocupes, está bien. Sólo dime qué
ocurrió esta noche. ¿Qué hizo Elspeth?
—Me abrazó —susurró.
—Los abrazos son buenos…
—Me abrazó porque quiere usarme como una división entre Max y
tú. Sabe sobre ti también. Lo ha sabido por un tiempo y quiere que tenga
una gran boda y una gran familia. Quiere que tenga una vida con Max y
te eche. Lo que no voy a hacer. —Alzó la mano para tirar del anillo en su
dedo, pero se atascó—. Al momento en que me quite este anillo, voy a
lanzárselo a ella.
—¿Cuánto has bebido esta noche?
—No lo suficiente. —Hizo un puchero.
La recogí y envolvió sus brazos alrededor de mi cuello. La sostuve
mientras sus tacones caían al suelo. Sostenerla me ayudaba a relajarme.
Llevándola al dormitorio, la tumbé en la cama.
—Quédate.
—No voy a ninguna parte —susurré, tumbándome junto a ella.
No quería pensar y tampoco lo hacía ella. Se acurrucó contra mí y la
escuché divagar. Fue relajante y fue lo que necesitaba justo entonces.
Maxwell
—Sólo quería que conociera a Elspeth en terreno común. Sabes que
tu madre nunca haría una escena. No sé qué ocurrió cuando estuvieron a
solas, Max, pero lo que sea que tu mamá le dijo, realmente la afectó —
explicó Irene. Todavía tenía el móvil junto a mi oreja cuando entré en el
apartamento.
—Lo entiendo, e Irene…
—Lo sé. Lo sé. Dejaré de entrometerme. Lo prometo —replicó y no
me molesté en contestar. Sólo colgué.
—¿Wes? —Quitándome mi corbata, di un paso más adentro. La
primera cosa que noté fue la camisa de Wes en el sofá. La siguiente cosa
fue la botella de vino en la encimera y el vestido de ella desgarrado y los
descartados tacones en el suelo. Echando un vistazo al dormitorio, una
docena de cosas que podrían estar haciendo pasaron por mi mente en
una fracción de segundo.
Obligué a los pensamientos a salir y me acerqué, escuchando pero
sin oír nada. No sabía por qué mi mano vacilo en la puerta, pero lo hizo y
eso me molestó. Abriéndola de un empujón, ahí estaban ellos,
acurrucados y dormidos. Janes se apoyaba sobre el pecho de Wes,
roncando suavemente, y Wes la sostenía apretadamente. Pellizcando el
puente de mi nariz, tomé una profunda respiración antes de sentarme en
el borde de la cama para quitarme los zapatos.
—Has vuelto —escuché susurrar a Wes. La cama se movió cuando se
levantó para sentarse a mi lado.
—Sí —respondí, desabrochando mis gemelos—. ¿Me perdí una
fiesta?
—¿Qué?
—El vino… sus ropas están en el suelo.
No dijo nada y sólo me levanté y caminé a mi armario.
—¿Qué crees que pasó? —Me siguió, deteniéndose en la puerta del
armario y apoyándose contra ella.
—No sé, Wes, por eso pregunto.
—No follamos sin ti, si eso es lo que te preguntabas —dijo, pero
cuando miré a su cara, no parecía divertido. Parecía molesto—. Volvió
llorando, intentando cortarse el vestido que llevaba. La liberé y fue por el
vino. Si no me crees, puedes revisar tus malditas cámaras.
¿Por qué me molestaba tanto? ¿Qué mierda?
—¿Qué tal si nos saltamos la mierda pasivo-agresiva y me dices qué
demonios está pasando? ¿Por qué lloraba? ¿Hizo mi madre…?
—Jane y yo nos vamos a Reino Unido durante la semana —
interrumpió él.
—¿Disculpa?
—Voy a llevar a Jane a conocer a mis madres por la semana.
O estaba jodiendo conmigo o realmente intentaba cabrearme. —
¿Ambos simplemente van a escapar con el otro?
Suspiró. —No estoy escapando. Le estoy dando a ella un momento
para pensar después de la noche que tuvo. Se lo merece.
—¿Vamos a hablar sobre esto o sólo vas a seguir protestando…?
—No. No voy a hablar sobre esto. Me voy por una semana. No
necesito tu permiso para hacer eso. Invité a Jane. Dijo que sí. Claro que se
encontraba borracha en el momento. Sin embargo, si se despierta y se
siente como para explicártelo, entonces esa es su elección. Buenas
noches, Maxwell. —Con eso, caminó fuera de la habitación.
—¿A dónde vas? —Lo seguí.
—Mi casa. —Agarró sus vaqueros y su camisa del sofá y se fue.
Volviéndome hacia Jane, ella simplemente yació allí, en el centro de
mi cama, su cabello sobre su cara, roncando ligeramente.
¿Qué mierda acababa de pasar?
16
Traducido por Black Rose & Maeh

Jane
—El sol... quema... —Gemí, tirando las sábanas sobre mi cabeza y
acurrucándome en una bola. La cabeza me dolía hasta el punto en que
estaba segura de que se iba a partir.
—Ya es más de mediodía.
—¿Qué? —Me senté y vi a Max de pie junto a mí, un vaso de agua
en una mano y dos pastillas en la otra. Tomándolas de él, las tiré en mi
boca y bebí—. Gracias, no puedo creer que dormí tanto tiempo.
—No lo hiciste. Sólo te necesitaba despierta. Todavía es temprano —
respondió, dejando el vaso sobre la mesita de noche.
Habría dicho algo acerca de él siendo un idiota o me habría
tumbado de nuevo sobre las almohadas, pero la mirada en sus ojos
cuando se sentó a mi lado me dijo que algo pasaba.
—¿Qué pasa?
—¿Qué pasó anoche, Jane?
En el momento en que traté de pensar, sentí el interior de mi cabeza
palpitando. Incorporándome más, alcancé el vaso de agua y lo terminé.
—Anoche apestó. —Fruncí el ceño, frotándome los ojos y mirando
alrededor buscando a Wes—. ¿Dónde está Wes?
—Necesitaba recoger algo de su lugar. Volverá pronto. ¿Mi madre te
dijo algo anoche?
—Ella sabe de Wes. Quiere que desaparezca y quiere que le ayude
con eso.
—¿Tú? —Me miró sorprendido y divertido—. ¿Qué eres, una asesina a
sueldo?
—No es gracioso. —Realmente no lo entendía—. Ella me prometió
darme la bienvenida con los brazos abiertos. Me dijo que no le importaba
si te quitaba la mitad de tu dinero, si al menos, te daba hijos. Quiere
empujar a Wes lejos, tener fiestas, eventos familiares, y una boda gigante y
¡asegurarse de que Wes no esté allí! Me quiere tirar en el medio de ustedes
dos.
—Ella va a tratar y luego se dará cuenta de que Wes no es tan fácil
de alejar. Lamento que te haya molestado pero…
—También recibí una amenaza de tu perra productora, Scarlet —
espeté. Quería que estuviera tan molesto que iría y le diría a su madre que
se metiera en sus malditos asuntos.
—¿Scarlet?
—Debe haber tenido a alguien vigilándome y tiene una foto mía y
de Wes besándonos en el parque.
Cerró los ojos y suspiró. —Les dije a los dos que tuvieran cuidado.
—¿Eso es lo que te molesta? —grité, levantándome de la cama—.
¿El hecho de que Wes y yo fuimos atrapados?
—¡Sí! Se supone que debes ser mi prometida; ¡lo último que necesito
es que cualquiera dude de ti, Jane! Tenemos un plan…
—¡Entonces necesitamos uno nuevo!
—¡Jane!
—¡No! No somos aves. No puedes simplemente encerrarnos aquí y
liberarnos siempre que nos necesites. Wes es un ser humano. Tal vez él
pueda soportar toda la mierda que tu madre le lanza, ¡pero no tiene por
qué hacerlo! ¡Y yo! ¡Me gustan los dos! Lo he dicho desde el principio. Max
sin Wes no es el Max que quiero y viceversa.
—Jane, ¡esto no es un juego! —gritó en mi cara, tan cabreado que
sus ojos se veían feroces—. ¡No podemos simplemente salir todos de la
mano y fingir que no pasa nada! Que yo sea homosexual o bisexual es una
cosa. ¡Pero estar en una relación con dos personas al mismo tiempo es una
cosa completamente distinta! En el mundo real hay consecuencias y
normas sociales que, lo siento, tenemos que cumplir. Puedes quejarte, o
puedes encontrar una manera de evitarlas.
Quería darle un puñetazo con tantas ganas.
—Jane.
Ambos nos volvimos y ahí se hallaba Wes, vestido con un suéter
casual, pantalones oscuros y botas.
—Wes.
—¿Puedes vestirte? Tenemos que tomar un avión. Dijiste que tenías
un pasaporte, ¿verdad? —preguntó, poniendo unas bolsas de compras
que Irene y yo compramos en la puerta.
—Sí, desde cuando fui a México. Espera. ¿A dónde vamos?
Se movió para conseguir mi maleta, que todavía no había
desempacado. —A que conozcas a mis madres, ¿recuerdas?
—Oh. —La conversación de anoche inundó de nuevo en mi cabeza.
—Sí, creo que es mejor que todos consigamos un poco de espacio.
—Asintió mirando a Max. Max sólo rodó los ojos y negó con la cabeza.
—Está bien. —Asentí y estiré mi mano en una de las bolsas para sacar
al azar un suéter de color melocotón y un par de pantalones vaqueros de
mi maleta—. No me demoro.
—Te espero abajo.
Maxwell
—Wes, ¿qué estás haciendo? —pregunté cuando ambos entramos
en la sala de estar.
—Te dije que voy a…
—Visitar a tus madres, lo sé, lo oí la primera vez. Pero, ¿qué está
pasando realmente? ¡Nunca has simplemente huido!
Apretó su mano alrededor de la manija de la maleta de Jane. —No
hago sino hablarte, sin embargo, ¡no pareces estar oyendo!
—¡No tienes sentido! En un momento todo está bien. Al siguiente
llego a casa y me estás diciendo que tú y Jane se están escapando juntos.
Apretó el puño hacia mí, apretado la mandíbula con fuerza.
—Estoy lista. —Jane se apuró abajo, mirando entre nosotros.
—Bien —me burlé—. Haz lo que se te dé la puta gana, pero si crees
que sólo voy a esperar aquí…
—Jane, vamos a perder nuestro vuelo —dijo Wes, y tuvo el puto
descaro de decirme a mí que yo no lo escuchaba.
Ella frunció el ceño, mirándonos a los dos. Caminando hacia mí, me
dio un beso, y no fui capaz de devolverle el beso o alejarla.
—No digas más mierda que puedas lamentar. Vamos a volver, y
todos vamos a tener que ser responsables de nuestras palabras —susurró,
besando mi mejilla cuando se alejó.
Inmediatamente la extrañé.
—Si te vas, voy a conseguir una nueva criada. —Fruncí el ceño.
—Nunca será tan buena como yo. —Me dio un guiño, dándose la
vuelta para marcharse.
Wes ni se molestó en mirar hacia atrás. El idiota solo recogió su
mierda y se dirigió a la puerta. —No llenes tu cara con comida chatarra
mientras no estoy.
—Comía mucho antes de ti, y voy a seguir comiendo mucho
después. —¿Qué demonios fue eso? No quise decir eso, solo salió, y justo
así, se fueron.
Se sentía como si ambos me hubieran dado una bofetada en la
cara. ¿Qué coño estaba mal con ellos? ¿Por qué ahora? ¿Todo estaba
bien? ¿Por qué diablos hacían que todo fuera más complicado de lo que
tenía que ser?
—Que se jodan —dije en voz baja, volviendo a mirar a la vista de la
ciudad—. Que se jodan los dos.
¿Quién sabe? Tal vez esto era lo que Wesley deseó desde el
principio, y si ese era el caso, estar molesto solucionaba nada. Y de hecho,
no fue repentino. Desde el momento en que la conoció, tal vez él ya había
pensado en esto.
Entonces, ¿fueron los últimos cuatro años una mentira también?
De vuelta arriba, me quité la ropa, una por una, tirándola donde
fuera. En el momento en que me desnudé y entré al baño, me di cuenta
que sus cepillos de dientes se habían ido.
—Que se jodan —dije en voz baja y, sin embargo, mi pecho
quemaba.
¿Qué era esto?
Jane
Él vio por la ventana y su cuerpo entero se puso rígido. Habíamos
estado en el aire por cerca de una hora, y aún no dijo una palabra. Así
que, hice lo que siempre hacía cuando me sentía incómoda: comencé a
divagar.
—Soy huérfana, así que,¿sabes cómo conseguí mi nombre? —
pregunté, y lentamente se dio la vuelta para mirarme.
Sus ojos verdes suavizándose mientras se inclinaba hacia el respaldo
de la silla. —¿Cómo?
—Bueno, Jane realmente no es tan especial, como con Jane Doe,
para una mujer desconocida. Uno de los oficiales de policía que me
encontró dijo que no paraba de sacudirme y llorar, algo así como cuando
sus hijos no obtenían un cono de helado de fresa de Chapman. A ellos no
les gustaba ningún otro helado de fresa excepto los de Chapman. Los de
Chapman eran lo mejor; los hacía sentir mejor sin importando qué. Así que,
él me nombró Jane Chapman. Estoy agradecida de que sea una mejor
historia que decir que encontró a un bebé en la esquina de algún lugar.
Por supuesto, no me llamaron Jane Chapman en el hospital. Era labebé
desconocida o la bebé de la avenida Fremont. Sin embargo, uno de los
doctores dijo que necesitaría un hombre real, y todos comenzaron a
llamarme Jane Chapman. El oficial que me encontró, el oficial Hershaw,
quiso adoptarme, pero su esposa estaba muy enferma. Él venía y me
visitaba casi cada mes hasta que cumplí seis. Tristemente, fue baleado
durante el trabajo. Por lo tanto, soy muy apasionada con mi nombre.
Incluso busqué el significado de “Chapman” y significa “mercantil”.
Odiaba esa definición por lo que lo cambié en Wikipedia para que se
refiriera al helado de fresa.
Él rio, tomando mi mano y basándola en el dorso. —Diría que sabes
más como chocolate con menta, pero fresa funciona, también.
—No te burles. Estamos en un avión. No habrá sexo en las nubes para
ti.
—Max y yo hemos sido miembros desde 2012. —Se alzó de forma tan
instintiva, que estaba segura de queni siquiera quería o pensaba que lo
haría. Sólo pasó.
—¿Estás bien?
—Él está arruinado —murmuró, sin dejar mi mano—. Y es un coño.
Reí suavemente ante eso. —¿Es por eso que te estás yendo?
¿Esperas que sea menos como un coño, que vendrá después?
—Nosotros, Jane. —Me vio a los ojos y las esquinas de sus labios se
alzaron—. Él acostumbra salirse con la suya. Utiliza todo y a todos a su
alrededor, así que no comprende cuánto la gente sacrifica por él.
Necesita estar solo. Tal vez eso lo ayude a ver el palo que tiene atravesado
en su propio trasero. Además, él te irrita, también.
—Yo no importo…
—No te atrevas a decir eso. —Le dio a mi mano un pequeño
apretón—. Tú importas. Importas tanto como lo hace él.
Gracias, pensé, pero no me pude obligar a decirlo, en cambio
coloqué mi cabeza en su hombro. Ambos hombres eran testarudos;
realmente no sabía cómo funcionaría todo.
17
Traducido SOS por Bella, Sam89 & Maeh

Wesley
—Jane —le susurré, cepillando su cabello hacia atrás—. Jane. Bebé,
despierta.
Sus pestañas revoloteaban abiertas y vi sus hermosos ojos color
avellana. Sonrió de oreja a oreja cuando enfocó.
—Hola.
—Hola, odio despertarte, pero estamos aterrizando. —Se veía
preciosa cuando dormía; era impresionante todo el tiempo, y eso hacía
difícil concentrarse.
—¿Estamos aterrizando? —respondió, confundida, sentándose y
cubriendo su boca mientras bostezaba. Se detuvo, mirando alrededor del
avión—. ¿Estamos aterrizando? ¿Estamos en Londres? —Lucía tan
emocionada que era linda.
—No. Soy de Cornwall, Falmouth, para ser especifico. Londres está a
casi seis horas de distancia.
A ella no parecía importarle; solo transmitió su agradecimiento.
—¡Estoy en Inglaterra! Wes, estoy tan emocionada.
—Puedo decirlo.
—Damas y caballeros, mientras comenzamos nuestro descenso, por
favor aseguren que sus asientos y bandejas están por completo en
posición vertical. Asegúrese que su cinturón de seguridad está bien
abrochado y todo equipaje de mano está guardado debajo del asiento
enfrente del suyo o en las cabinas de arriba. Gracias —dijo la aeromoza,
pero dudo que Jane la escuchara. En cambio, miraba fijamente por la
ventana.
—Puedes ignorar a la aeromoza, cariño, pero no me ignores a mí.
—No estoy ignorándote. Simplemente estoy admirando el país que
te creo y te dio ese brillante acento —se defendió, sosteniendo mi mano.
En medio segundo, una docena de maneras en que podría hacerla
gemir mi nombre y poner atención solamente en mí llegaron a mi mente.
—Damas y caballeros, bienvenidos al nuevo aeropuerto Cornwall.
Hora localtres cuarenta y siete de la tarde y la temperatura es de nueve
grados Celsius o cuarenta y ocho grados Fahrenheit. Por su seguridad y
comodidad, por favor permanezca sentado con su cinturón de seguridad
bien abrochado hasta que el capitán apague la señal de Uso de
Cinturones. Esto indicará que hemos llegado a la entrada y que es seguro
para ustedes moverse en la cabina.
—¿Tus mamás nos recogerán? —preguntó, ya tratando de arreglar
su cabello.
—Sí, y son bastante escrupulosas cuando se trata de la apariencia
de otra mujer. Pero solo ignóralas...
—Wes, ¿por qué me dejaste dormir? —Entró en pánico, buscando
bajo la silla de enfrente de ella por una bolsa. No podía evitarlo, me reí—.
¿Qué? ¿Hay algo en mi cara? ¿Babeé?
—Jane, relájate. Primero que nada, no babeas. Segundo, te ves
hermosa como estás, y tercero, mis mamás ni siquiera saben que estamos
aquí.
—¿Qué? —Sus hombros cayeron, pero me fulminó con la mirada
como si estuviera a punto de matarme. Afortunadamente la señal de Uso
de Cinturones se apagó, y desabroché el mío para pararme—. ¿Qué
quieres decir con que tus mamás no saben que estamos aquí?
—Bueno, recuerdas que aparecí con esta idea muy de último minuto
—le recuerdo, tomando mi mochila de arriba.
No se veía contenta por ello, pero tomó mi mano de cualquier
modo.
—¿A tus mamás les gustan las sorpresas?
—Las aman. Será como un milagro de Navidad. Ahora, vamos.
En el momento que bajamos del avión, tomé una respiración
profunda. Helaba, pero era casa. No me di cuenta cuán feliz me sentía de
regresar, y más importante, cuán emocionado me encontraba de
finalmente mostrarle a alguien dónde crecí. Max conoció a mis madres
cuando ellas vinieron a Boston, pero él nunca vino aquí. Tenía la intención,
dijo, pero el trabajo seguía metiéndose en el camino.
—Mierda, olvidé rellenar las formas de aduana —murmuró Jane,
dejando ir mi mano para cavar en su bolso. No quería dejar de tocarla; no
podía. Puse mi mano en su espalda y esperé y luego me di cuenta, nadie
miraba hacia mí. Nadie nos miraba. Unas cuantas personas sonreían y
asentían mientras nos pasaban, pero ni una vez recibí esas miradas. ¿Las
miradas “cómo te atreves a ser gay y feliz en público”? Yo era solo un tipo
esperando por su hermosa chica—. No está funcionando —replicó,
tratando de escribir en el papel sobre su mano. Hizo una pausa y me miró,
sus ojos vagando en mi pecho.
—Mis ojos están aquí arriba. —Sonreí de satisfacción.
—Date la vuelta.
—¿Qué?
—Date la vuelta.
Haciendo lo que ella pidió, me di la vuelta. Me extendió su bolsa y
entonces usó mi espalda como un escritorio para escribir. Me retracté… las
personas empezaron a mirar. Unas cuantas chicas soltaron unas risitas y
unos cuantos hombres solo asintieron hacia mí como si estuviéramos
hablando en algún código secreto de entendimiento.
No lo entendí siquiera.
Jane
—Están jodiendo conmigo. —Jadeé. Mis ojos estaban a punto de
salir de mi cabeza. Nos llevó una hora desde el aeropuerto hasta su casa, y
todavía no podía creer lo que veía—. ¿Vives en un castillo?
—¡No es un castillo! Es más como una casa de campo que parece
un poco como un castillo si eres de América y no conoces cómo se ven los
castillos —replicó con una gran sonrisa en su cara.
—Dímelo ahora, ¿eres un príncipe? ¿Es tu verdadero nombre Príncipe
Wesley Fitz-Lloyd Uhler Dickens o algo como eso?
—Jane. —Él se reía, pero yo hablaba en serio—. Primero, ese nombre
es bastante bueno. Segundo, no, no soy un príncipe, y no, no es un castillo.
Probablemente es del mismo tamaño que el ático de Max.
Abriendo la puerta y dando un paso en la gravilla mientras él salía
también, exhalé mientras rápidamente le di a mi cabello otra cepillada.
Tras haber pasado por aduana, lo hice detenerse para que pudiera lavar
mis dientes, arreglar mi cabello y maquillarme en el baño.
—Relájate, mis madres son inofensivas. Un poco locas así que
encajarás… auch. —Lo corté golpeando su brazo.
—No me hagas enloquecer. Ya estoy nerviosa.
Sacudiendo su cabeza, caminó hacia arriba hasta la puerta verde y
tocó una vez, luego dos veces, entonces hizo una pausa antes de tocar
arriba y abajo la puerta.
Retrocedió un paso, y un segundo después una mujer alrededor de
mi altura con corto cabello color rubio oscuro y una oreja llena de percings
de un lado pero solo un gemelo en el otro abrió la puerta. Sus lentes
descansaban en su nariz. Miró hacia nosotros por un momento antes de
cerrar la puerta de golpe en nuestras caras.
—Te lo dije —dijo Wes, sin sorprenderse—. Ellas están locas.
Un segundo después, la misma mujer salió, esta vez con un
matamoscas y comenzó a golpearlo.
—¡Tú, pequeño idiota! —gritaba mientras le pegaba.
—¡Auch, mamá! ¡Mamá! —gritó, esquivando sus golpes.
—¿Cómo puedes dejarme responder a la puerta luciendo como una
lunática? —Lo golpeó otra vez—, y ¡cuando traes una invitada!
—¡Mamá! ¡Está bien! Lo siento, pero ahora ya me has avergonzado
lo suficiente.
—No les hagas caso.
Me doy la vuelta hacia la otra mujer. Ella tenía el cabello hasta los
hombros en color marrón gris y ojos verdes, y sonreía hacia mí con cariño.
—Tú debes ser Jane.
—Sí, es un placer conocerle, señora. —Extendí mi mano pero ella
entrelazó mi brazo para llevarme dentro.
—Mi nombre es Pippa, no señora. ¿Parezco vieja para ti? —Me miró
con cuidado y sacudí mi cabeza.
—Para nada; podríamos ser gemelas de hecho.
—¿Estás quedando bien conmigo?
—¿Está funcionando?
Sonrió y luego se volteó hacia Wes y su otra madre. Él ahora la
perseguía haciéndole cosquillas a los lados mientras ambos reían como
locos.
—Ustedes dos se congelarán, y no cortaré los dedos de tus pies no
importa cuando ruegues, Wes —gritó Pippa hacia ellos.
—¿Qué? —Resoplé, tratando de no reír.
—Cuando era un niño, siempre era la reina del drama. Se cortaba
con papel y pensaba que necesitaba suturas. Tenía gripa, y escribía un
testamento. Un día saltó en un lago congelado y vino a casa llorando y
rogando que cortara los dedos de sus pies así podría salvar su pierna.
¿Qué? Eso no sonaba como él en absoluto. —¿Cuántos años tenía?
—Seis. —Se encogió de hombros y ambas nos reímos.
—Lo que sea que esté diciendo, hay una perfectamente buena
explicación —dijo Wes en el momento en que volvió dentro con su madre
a su lado. Ella respiraba mucho más pesado que él, y no se veía feliz sobre
ello.
—¿Hay alguna explicación para olerle el culo al perro del señor
Edwards…?
—¡Tenía cuatro años! ¡Ni siquiera lo recuerdo! —Jadeó, exasperado,
lo cual hizo que ambas de sus madres rieran. Caminando hacia Pippa, le
dio un breve abrazo y la besó en el lado de su rostro antes de añadir—:
Acaba de entrar por la puerta, así que por favor mantengan las historias
vergonzosas al mínimo.
—No, por favor. Me encanta esto. En casa, él es el chico genial.
Wesley, el guapo y divino chef. Estoy contenta de conseguir verte más
como un humano.
—Prefiero guapo y divino. —Hizo un puchero, poniendo su mano en
mi espalda.
Rodando mis ojos, hice una reverencia. —Sí, Chef.
—Mejor, ay, mamá, esto es abuso. —Frunció el ceño cuando ella le
pellizcó.
—Hola, querida, soy Brenda. —Ella puso sus manos sobre mi rostro—.
Es tal placer conocerte. Si el idiota de mi hijo nos hubiera dicho que venias,
habríamos cocinado algo.
—De nada —me susurró Wes mientras se adentraba en la casa.
Brenda lo fulminó con la mirada. Él silbó y yo esperaba algún tipo de perro,
pero en su lugar un pájaro gris vino de alguna parte y voló a su mano.
—Wesley está en casa —dijo el pájaro y me reí. Él se acercó a mí y
tomé un paso atrás. De nuevo, el pájaro dijo—: Wesley está en casa.
—¿Qué le decimos a Wesley? —preguntó Pippa al pájaro.
—Entra en la cocina. Haz un sándwich.
Wesley se volvió para mirar a ambas. —¿Cuánto tiempo lo han
estado entrenando para decir eso?
—Un tiempo. —Brenda se encogió de hombros, tomando mi brazo—.
Ahora ve mientras conocemos más a Jane aquí.
—Mamá, acabamos de llegar. Estamos cansados y…
—Jane, ¿estás cansada? —me preguntó Pippa.
—No, ma… no, Pippa, estoy bien —me corregí a mí misma
rápidamente.
—Ves. Ahora ve. —Brenda asintió.
—Ya voy. Ya voy —replicó él antes de darme una rápida mirada.
—Ella estará bien. Ahora ve —lo presionó Pippa—. Mozart, ¿qué
debería hacer Wesley?
—Entra en la cocina. Haz un sándwich.
—Ya voy. —Se movió hacia mí y besó el lado de mi cabeza, y traté
de colocarme lejos de Mozart. No era realmente una persona de pájaros.
—Entra en la cocina. Haz un sándwich.
—Una vez más y te voy a dar de comer al gato del señor Edwards —
murmuró Wes mientras rodeaba la esquina.
—Iré por algo de té —dijo Pippa, siguiéndolo.
Iba a decirle que no se preocupara por eso, pero realmente no
quería rechazar té de una mujer británica en su propia casa.
—Entonces… Jane. —Brenda me guio a la sala de estar, la cual tenía
una hermosa vista del océano—. Dime, ¿cuándo te enamoraste de mi
hijo?
Mi boca se abrió. —No es así. Somos… somos cercanos, pero
difícilmente estamos enamorados o algo.
—Mi hijo no te habría traído aquí si no le importaras. Relájate, no soy
una de esas amenazadoras madres que se ponen sobreprotectoras con
sus hijos. Bueno, lo soy, pero dudo que tenga algo de lo que preocuparme
contigo.
Mis palmas normalmente no sudaban, pero tenía una sensación de
que existía una primera vez para todo.
—Es realmente complicado.
—Soy una autora, querida —dijo ella, poniéndose cómoda en el
sofá—. Las historias de amor complicadas son el mejor tipo.
Dios, ayúdame.
Wesley
—¿Vas a seguir mirando? —me preguntó mi mamá, Pippa, mientras
ponía la tetera en la estufa.
—¿Qué?
—Sigues mirando hacia la sala de estar como si ella fuera a
desaparecer… y estás dejando salir el aire frío. —Asintió a la puerta del
refrigerador que todavía tenía abierto.
—Mierda…
—Lenguaje.
Rodando mis ojos, cerré la puerta y me moví para inclinarme contra
el fregadero. Mozart se hallaba ahora parado en su poste, picando sus
propias alas.
—¿Rompiste con Max? —preguntó como si fuera tan simple.
—No.
—¿Lo sabe ella?
—Sí.
—¿Y?
—Mamá… —Nunca necesité salir del armario con mis madres antes.
A ellas nunca les importó y sabía que no era una gran cosa, pero esto lo
era.
—¿Sí? —Se giró para enfrentarme.
—Todos… los tres estamos juntos. Max. Ella. Yo, todos nosotros.
—¡Wesley! —Me miró fijamente en shock.
—Lo sé —la interrumpí antes de que pudiera hablar—. Sé lo que estás
pensando. No está bien. Esto es complicado. No puedes amar a dos
personas al mismo tiempo. Una o todos saldremos heridos. Lo sé, mamá. Lo
sé. Pero…
—¡Pero!
Suspirando, volví a cómo me sentí el día antes cuando Jane me
contó sobre el plan de Elspeth. —Tenía una entrevista con un chef ayer por
la mañana. Lo admiro más que a nadie en la industria, y me dijo que
saliera de allí. Que aprendiera más y no me estancara en una ciudad, o no
aún, al menos. Al momento que lo dijo, quise ir a cualquier parte… a todas
partes. Me sentía excitado ante el pensamiento de aprender algo nuevo
para cocinar.
—No estoy segura de entender la conexión aquí —replicó ella,
quitando la tetera de la estufa.
—Pensé sobre esto todo el día —continué—. ¿Dónde iría? ¿Cómo se
sentirían si me iba? Me sentía tan dividido y entonces ella me envió un
mensaje. Decía “te amo”. No pude evitar sonreír. Me sorprendió tanto que
choqué contra una maldita pared. De inmediato, cada pensamiento que
estuvo pasando por mi cabeza desde que hice la entrevista, desapareció.
No quería ir a ninguna parte donde ella no estuviera… donde ambos no
estuvieran. Estoy enamorado de ella y estoy enamorado de Maxwell. No sé
si es igual. ¿Cómo mides lo mucho que amas a alguien? Si ambos
estuvieran colgando de un acantilado y sólo pudiera elegir a uno, me
uniría a ellos en el acantilado y esperaría que pudiéramos ir juntos. No
puedo dividirme a mí mismo de ellos.
Suspiró profundamente. —Si este es el caso y todo esto acaba de
pasar, entonces, ¿por qué están aquí?
—Porque no quiero ser empujado a un lado por Max. Eso es por qué
me fui y esa es una de las razones por las que la traje. Quiero que él sepa lo
que sería para mí quedarme a un lado y verlos juntos en público. Quiero
que él sea el hombre fuera sin pareja por un poquito.
—Wes, no sé qué decir.
Miré a sus ojos verdes. —No digas nada. Sólo apóyame. Apóyanos.
Apoya mi decisión de amar a dos personas a la vez. Por favor, mamá,
tenemos suficiente gente contra nosotros ya.
Puso su mano en mi mejilla. —Está bien.
Jane
—Tus madres son divertidas. —Suspiré, cayendo encima de su cama
antes de mirar el cielo azul pintado en su techo. Su habitación se hallaba
cubierta de libros; no solo comics, sino las obras completas de autores
como Platón y Aristóteles al igual que Edgar Allen Poe y Shakespeare.
—Esa es una palabra para ellas. —Se acostó junto a mí—. Sin
embargo, sé que les agradaste.
¿En serio? Sonreí. —Me agradan, también, pienso que Brenda
realmente cava en lo profundo. Lo juro, un segundo más y ella sabría mi
número de seguro social y mi tipo de sangre.
—No te sorprendas si te agrega como uno de los personajes en su
próxima novela de crimen.
—Es realmente genial que escriba novelas de crimen.
—Es una palabra para ello —repitió.
Me levanté y arrojé un par de almohadas en el suelo a mi lado.
»¿Qué haces? —Frunció el ceño, poniéndose de su lado.
—Durmiendo en el suelo.
—¿Por qué?
Tengo muchas razones… bueno, realmente solo una. —Max. Él no se
encuentra aquí.
—¿Así que quieres dormir en el suelo?
—No… Yo… —Urgh. Corriendo las manos por mi cabello, pienso en la
manera en cómo decirlo.
—¿Jane?
—Me llevaste lejos de Inglaterra en menos de doce horas. —Él no
entendía lo que significaba para mí; incluso ni yo lo pensé mucho—. Tres
meses atrás, nunca creí que incluso viviría en Boston. Fui a México con Allen
una vez, sí, pero estábamos sobre la frontera. Ahorramos por meses y
rentamos este viejo Chevy. Fue cosa de una vez en la vida para mí. Y en
menos de doce horas, me has traído a Inglaterra, en primera clase, y estoy
en un castillo en el océano, incluso si no quieres admitir que es un maldito
castillo. ¡Pero esto es increíble, Wes! Estoy tan emocionada y feliz. Quiero
besarte. Besarte justo ahora conducirá a otras cosas, y entonces me sentiré
mal sabiendo que cortamos a Max como si fuera nada.
Ahí está, lo dije.
Me miró por largo tiempo. Su rostro sin emociones.
»¿Wes?
—Dormiré en el suelo. —Se levantó y caminó hacia el armario para
sacar una sábana. Se dejó caer en las almohadas que coloqué en el suelo.
Antes de acostarse, besando el lado de mi cabeza.
—¿Wes?
—Jane, no digas más, por favor. Lo harás más difícil para mí. —Creí
que lo había arruinado trayendo a colación a Max. Sin embargo, vi la
furiosa erección que tenía dentro de los pantalones vaqueros—. Buenas
noches —susurró.
—Buenas noches.
Wesley
Ella no tenía idea del efecto que causaba en mí.
Cuanto más la quería por el hecho de que se preocupara por Max.
Ajustándome en el suelo, miré hacia mi cama. —Sabías que me
ofrecería a quedarme en el suelo, ¿cierto?
Fingió roncar ruidosamente. Sonriendo a mí mismo, cerré los ojos.
18
Traducido por Liz de Rossi & Black Rose

Maxwell
Ring.
Ring.
Ring.
Alcanzando a la mesita de noche, agarré mi teléfono. —¿Qué?
—¿Dónde estás? —gritó Scarlet tan fuerte que tuve que alejar el
teléfono de mi oído—. Llegas tarde.
—¿Por…?
—¡Maxwell! ¡La reunión!
—La reunión es a las nueve.
—¡Por eso es que te estoy llamando a las ocho y cincuenta y siete de
la mañana preguntándome dónde diablos estas!
¿Ocho y cincuenta y siete de la mañana? Saqué mi teléfono lejos y
me quedé en estado de shock mientras el tiempo pasaba de ocho y
cincuenta y siete a ocho y cincuenta y ocho, nunca me había quedado
dormido, no en los últimos cuatro años por lo menos. Wes siempre se
levantaba temprano, lo que a su vez me levantaba, también. Dándome la
vuelta, me senté, mirando a mí alrededor la habitación... mi muy vacía
habitación.
»¿Max?
—Estoy en camino. —Colgándole, me levanté.
No estoy seguro de por qué salí de mi habitación, como si realmente
lo necesitara para comprobar que ambos no estaban allí. Me quedé en la
puerta por un tiempo hasta que sentí mi teléfono vibrar de nuevo.
Levantándolo hacia arriba, vi que tenía un par de mensajes perdidos de
Jane.
Max, acabamos de llegar. Sólo pensé que querrías saberlo.
Sé que estás molesto… Ambos están molestos, pero... sólo... no sé.
Espero que estés bien. Ambos te extrañamos, buenas noches. Jane.
Leo su mensaje más reciente.
Sé que ya estás levantado, así que, buenos días. Lo siento, no pude
escribir antes. Pippa y Brenda me llevaron hoy a la ciudad. ¡Tengo un
suéter de lana de una oveja real! La conocí. Su nombre es Tabitha. Tiene su
abrigo y creo que parecemos gemelas.
Unido a su mensaje venía una foto de ella y Tabitha. Sonriente,
negué con la cabeza. Sólo ella podía sonreír así a causa de una oveja.
¿Cuál es Tabitha?
Le pregunté, escribiéndole de regreso, mientras me dirigía al cuarto
de baño.
Idiota. Contenta de que finalmente respondas los textos. ¿Estás bien?
Estoy perfectamente bien. El trabajo me mantiene ocupado por lo
que no tienes que mantenerte escribiéndome. Disfruta tu viaje.
...Bueno.  Pero voy a mantener a los mensajes de texto. Después de
todo, no soy la que paga esta factura de teléfono.
Haz lo que quieras. ¿Cómo está Wes…?
Borrándole la segunda frase, colgué el teléfono y froté la parte de
atrás de mi cuello.
Ring.
Mirando el teléfono, su siguiente texto, me molestó más de lo que
podría imaginar.
Wes dice que está contento de que no te quedaras dormido sin él.
Su ego puede haberle hecho pensar que soy incapaz de vivir sin él...
está completa y totalmente equivocado. Ni siquiera me di cuenta.
Envié antes de darme cuenta de lo que decía.
¿Por qué no podía decir las cosas realmente como pasaban por mi
cabeza?

***
—No tenemos nada y el cuarenta y ocho por ciento de nuestros
televidentes creen que estás atacando directamente al gobernador
MacDowell sin hechos reales —dijo Scarlet mientras caminaba alrededor
de la mesa—. Tal vez deberíamos dejar caer la historia.
—No. —Agité la cabeza—. Nadie más está hablando de esto. En el
momento en que dejemos de aplicar presión es el momento en que
disminuye.
—Max, no somos los fiscales. —Gimió, frotándose el lado de la
cabeza—. La historia ha empezado a enfriarse. No tenemos tarjetas por
jugar, y nuestra única carta de triunfo hasta la fecha, es la entrevista con
alguna de las supuestas chicas, desaparecidas hace semanas. No tengo
idea de dónde está, o si sigue segura acerca de ser forzada a dormir con
él.
—Ella podría ser…
—No hay prostitutas muertas o desaparecidos en la ciudad
tampoco. Tenemos que seguir adelante. —Me cortó, y cuando miré
alrededor de la mesa, me di cuenta que todos pensaban lo mismo.
—Bien —murmuré, levantándome de la mesa—. Hemos presionado
demasiado cerca. Eso es todo.
—Max…
Haciendo caso omiso de ella, me levanté con mis teléfonos y me fui.
Ya había hecho la mitad de camino hacia mi escritorio cuando se acercó
a mí Dwayne Adams, quien decidí que tenía un fetiche por las camisas de
tela escocesa.
—Señor, esta vez no solo nos llevamos esta, ¿verdad? Realmente
creo que tenemos algo aquí.
—¿No los oyes? No tenemos nada.
—Voy a encontrar algo —dijo rápidamente.
—¿Por qué? —Me volví hacia él.
—¿Por qué?
—¿Por qué estás tan comprometido con esta historia? —le pregunté.
Sabía que mis sentimientos personales me fueron nublando en esto, ¿pero
por qué él estaba en esto?
—Él es culpable…
—Puta mentira. ¿Cuál es la verdadera razón?
No habló, solo lo invité a seguirme al interior de mi oficina. Una vez
dentro, cerré la puerta.
—Quiero clavar ese culo a la pared —indicó.
—Veo eso, pero aún no me estás diciendo por qué…
—¿Ha oído hablar de la ABM que el gobernador pasó hace cuatro
años? —me preguntó.
—La Ley de Bienestar Integral. —Asentí—. ¿Qué pasa con ella?
—Ya que ha sido puesto en su lugar, el bienestar de los hombres y
mujeres se ha reducido en más de la mitad. Debido a que el gobernador
revocó el nuevo aumento de los ingresos, las personas que trabajan
realmente están luchando. Algunos incluso van a comedores ahora. Es tan
malo que la gente quiere protestar, pero no pueden permitirse el lujo de
tomar el tiempo libre de su trabajo mal pagado. En el pasado, cualquiera
que lo trataba era enviado a la cárcel bajo cargos falsos. El gobernador
MacDowell los llamó “desechables”. Además de eso, recortó más de mil
millones en el gasto, mientras reducían los impuestos para los millonarios.
Afirmó que las minorías fueron la razón para el aumento de las tasas de
criminalidad, pero la mayoría de las detenciones fueron por delitos
menores como el robo de alimentos. ¿Ahora que sabemos que también es
un fraude y un depredador, vamos a dejar que siga libre? ¡No puedo! No lo
haré.
Por una fracción de segundo, recordé la conferencia de Jane en lo
que diez dólares significaban para ella.¿Alguna vez ha estado muriendo
de hambre, señor Emerson? ¿No? ¿Ha estado tan hambriento que se
siente enfermo y con dolor? ¿O tan pobre que come las sobras de otras
personas en los bares? Sus palabras tocaron otra vez mi cabeza.
—Bien. —Asentí mientras me inclinaba hacia atrás en la silla—. Sigue
mirando.
—No lo voy a defraudar —dijo, moviéndose hacia la puerta.
—¿Adams?
—Sí, señor.
—Sé inteligente. No vayas a cavar a través de la basura del hombre
ni nada. —Pensé por un segundo—. O al menos, no quedes atrapado.
—Sí, señor.
Cuando se fue, me eché hacia atrás y tomé una respiración
profunda. Sin embargo, eso era todo lo que tenía para relajarme antes de
que Scarlet, la última persona con la que quería estar a solas en ese
momento, entrara.
—Sé que estás molesto —dijo.
—No tienes idea —murmuré. Si iba a hacer esto, iba a hacerlo
ahora—. Vamos a atraparlo.
—Sé que sí, pero hasta que llegue algo concreto...
—Cuando lo hagamos, estaremos de vuelta en la parte superior, y
entonces podrías dejar la compañía con una calificación alta.
Hizo una pausa antes de inclinar la cabeza hacia un lado. —¿Qué
quieres decir con dejar?
—Quiero decir que quiero despedirte, pero tampoco quiero hacer
esto más grande de lo que tiene que ser.
—¡Max! ¿Qué?
—¿Qué? —Finalmente, la miré y me levanté de mi asiento—. ¿Qué
creíste que pasaría cuando intentaste chantajear a Jane? Que ni siquiera
intentaste ocultarlo. ¿Con qué pensamiento en mente te enfrentaste
abiertamente a ella? ¿Que ella escapara y no me lo dijera?
Apretó los puños y se acercó a mí. —Esa mujer te está engañando,
¿y quieres despedirme? Es una obvia cazafortunas…
—¡Ese no es tu asunto! —espeté. Me empujaba y se olvidaba de que
no tenía miedo de empujar de regreso—. Con los años, he tolerado tu
encaprichamiento porque pensaba que con el tiempo lo entenderías. No
te quiero. No me importa que fuéramos juntos a la escuela. No me importa
que nuestras madres sean amigas o si nos vemos bien juntos. Nada de eso
cambia el hecho de que cuando te miro, no siento nada. O al menos, no
lo hacía. Ahora sólo estoy molesto. Deja a Jane en paz.
—Tú…
—Si llego a ver esa foto en cualquier lugar, Scarlet... Me deberías
conocer lo suficientemente bien por ahora para saber que cuando voy
detrás de alguien, nunca me rindo. —Sus ojos se agrandaron mientras me
miraba.
—¿Eso es todo, señor Emerson?
—Sí, puedes irte. Tengo dolor de cabeza. —Volví a mi asiento y cerré
los ojos. Cuando oí el portazo, solté el profundo aliento que estuve
conteniendo.
—Señor Emerson, su padre está en la línea —anunció mi secretaria.
¡Por el amor de Dios!
Lo que daría por estar en Cornwall en estos momentos. No.
Tan pronto como lo pensé, me senté derecho de nuevo.
No podía empezar a pensar así, ¡sobre todo después de un solo puto
día!
Estaba bien.
—Sí, padre —contesté el teléfono mientras me frotaba el lado de la
cabeza.
—Tu madre me ha dicho que de hecho encontraste una mujer con
la que deseas casarse —dijo con una voz más ligera de lo normal.
—Sí.
Respiró profundamente. —Felicidades. Empezaba a preocuparme
que algo sobre los rumores de ser un maricón fuera cierto. Acabo de volver
a la ciudad esta noche…
—Ella está visitando un amigo. Estará de vuelta en casa la semana
que viene.
—Está bien. Voy a estar en la ciudad por un tiempo. Tal vez
podríamos reunirnos. Quería hablar contigo sobre la cobertura del
escándalo del Gobernador MacDowell que has estado haciendo.
—Estoy ocupado trabajando en esa historia. Quizás en otra ocasión.
—Maxwell. —Allí estaba, el tono decepcionado y frustrado al que me
acostumbré—. Hay algunas historias que es mejor dejar quietas. Lo has
hecho bien. Él va a tener enormes críticas por la corrupción. El otro asunto
es sólo…
—¿Es sólo una red de explotación sexual ilegal?
No dijo nada.
—Dime que no estás involucrado en esto.
—Te estoy diciendo, hijo. Déjalo.
¿Esta era mi familia? ¡Estas personas! ¿Por qué? ¿Qué hice para
merecer esta gente de mierda?
Jane
—Eres muy rara, Jane —dijo Pippa mientras caminábamos por la
playa.
—Me lo dicen mucho —respondí.
Era un frío día de octubre, pero aún hermoso. Delante, Wes
caminaba junto a su madre, Brenda, y ambos se reían de algo. Me di
cuenta de que eran más como hermanos que madre e hijo. Ella se burlaba
de él y lo golpeaba como una hermana mayor lo haría.
—¿Cuándo es tu cumpleaños?
—El veintiuno de diciembre. —No sabía por qué preguntaba, pero
asintió como si hubiera dicho algo importante.
—El veintiuno de diciembre —repitió—. Así que eres Sagitario, lo que
significa que eres muy independiente y directa casi hasta la exageración.
Buscas la aventura en todas las cosas y tiendes a ser inteligente y
entusiasta, pero lo más importante, eres generosa.
—Es cierto, eres astróloga. Sabía que era Sagitario, pero no sabía que
era tan positivo.
—Eso es porque empecé con lo bueno —respondió con una
sonrisa—. Los nacidos bajo el signo de Sagitario también son tercos,
inquietos, irascibles, descuidados…
—Está bien, vamos a volver a lo positivo.
—Y no pueden manejar las críticas —añadió la última parte, mientras
entrelazaba su brazo con el mío. Podía sentirme frunciendo el ceño; no
trataba de mostrar que tenía razón.
—Estoy segura que cada signo tiene sus altos y bajos.
—Por supuesto. Mira por ejemplo a mi hijo. —Asintió con la cabeza
hacia Wes que caminaba hacia el océano—. Los Libra son románticos,
alegres y encantadores.
Podía totalmente ver todo eso en él. —Y lo negativo.
—Necesitan aprobación de los demás, pueden ser superficiales, y
odian estar en situaciones en las que no están en control.
—Puedo ver todo eso, también.
Sonrió y alzó la vista hacia el cielo mientras el sol empezaba a
ponerse. —Sabes que la mayoría de las mujeres se sentirían un poco
avergonzadas acerca de dormir con dos hombres, y dudo que incluso
podrían ser capaces de mostrar su cara a cualquiera de sus madres y, sin
embargo, aquí estás, confiadamente orgullosa, haciendo tu mejor esfuerzo
para gustarnos.
Me encogí de hombros. —No soy la mejor persona para hablar sobre
asuntos de moralidad. No tuve exactamente los mejores modelos de
conducta. Trato de hacer lo que me hace sentir feliz y segura. Todo el que
me juzgue lo hace desde el exterior. No me ayudan a pagar mis cuentas;
no vienen a alimentarme cuando estoy enferma. ¿Para qué vivir para las
personas que no se preocupan por mí, salvo si estoy viviendo de una
manera que aprueban?
—Como he dicho, independiente y directa, e inteligente —repitió,
mirando hacia el mar. No podía apartar la mirada de ella. Era atractiva de
una manera extraña. Me di cuenta que, de las dos madres de Wes, ella
era la calmada, la controlada. Era medio raro como era la que amaba
todo el asunto del zodiaco—. Soy Virgo. ¿Sabes lo que eso significa? —
preguntó; negué con la cabeza—. Significa que mis rasgos negativos dicen
que soy crítica, demasiado lógica y analítica, inflexible e interfiero en todo.
¡Otra vez esto no! Suspiré, sabiendo ya a dónde iba. —Déjame
adivinar, yo y esta situación con Wes y Max, la estás juzgando.
—Es difícil no hacerlo. —Desenlazó nuestros brazos.
—¿También vas a intentar interferir de alguna forma? —Porque al
parecer yo era repelente de mamás. Y yo que pensaba que les gustaba,
bueno, les gustaba de una manera más normal que a la madre de Max.
—Podría. ¿No has pensado en lo que puede suceder a
continuación?
—¿A continuación?
Asintió, aspirando por la nariz. —Estoy hablando de cuando Wes y
Max superen este problema que están teniendo. Supongamos que todos
deciden continuar de esta manera. Uno de ustedes simplemente está
obligado a sentir celos. Boston es una ciudad grande y Maxwell es bien
conocido. Así que si tuvieras que estar en su brazo en un momento y luego
en el brazo de Wes al siguiente, la gente no lo entendería. Todavía estamos
luchando por la igualdad de derechos en la comunidad LGBTQ. ¿Ahora
quieres agregar a la mezcla la poligamia?
No me gustaba esa palabra, poligamia, pero no tenía otra.
—No estamos pensando así…
—No, están manteniendo su cabeza en la arena, aunque es obvio
que estás enamorada de Wes, ya que compruebas dónde está cada
cuatro minutos. Y también estás enamorada de Max ya que lo has
mantenido al tanto durante todo el día. Eso y que sonríes como una loca
cuando mencionas a cualquiera de ellos.
Sálvame por favor... alguien... cualquiera...
—Sólo nos estamos divirtiendo. —Di un paso lejos, no uno obvio, más
como si estuviera esperando que nos siguiéramos acercando a Wes y
Brenda.
—Los Sagitario también son excesivamente lógicos, así que sé que no
piensas eso.
—No todos encajamos en un modelo perfecto de algún círculo
antiguo de animales en el cielo —espeté, pasando la mano por mi cabello.
—¿Jane? ¿Mamá? —Wes vino a buscarnos—. ¿Está todo bien?
—Todo está bien; estábamos hablando sobre las estrellas. ¿A dónde
fue tu madre? —preguntó Pippa, mirando sobre su hombro.
—Entró a la casa a buscar algo para beber. —Asintió de nuevo a la
casa.
—Voy a ayudarla. Si no he vuelto en diez minutos, envíen un equipo
de rescate. —Le dio un beso en la mejilla antes de caminar por la playa
hacia su casa.
Se volvió y me quedé mirando al océano, una parte de mí
queriendo correr hacia él
—¿De qué hablaban realmente? —preguntó Wes, deteniéndose a
mi lado.
—Las estrellas.
Gimió. —Ella no se fue por la borda con las cosas del zodiaco de
nuevo, ¿verdad? Juro que si se fuera a una religión oficial, ella sería la
pastora principal.
No contesté. No sabía qué decir. Sus palabras excavaban
profundamente en mi cabeza.
»No me dejas otra opción —susurró, y cuando me volví hacia él, se
quitaba la ropa.
—¡Wes! ¿Qué estás haciendo?
—Te estoy distrayendo de lo que sea que acaba de ocurrir —
respondió mientras se quitaba el jersey y la camiseta y los tiraba hacia mí.
—Wes, no…
Se quitó su ropa interior mientras corría hacia el océano.
—¡Guau! —gritó y su culo fue lo último que vi antes de que él se
sumergiera. Un segundo más tarde, salió a tomar aire—. No está tan mal.
¡Ven!
—¿En serio? Porque tus dientes castañetean.
—¡No seas cobarde!
—¡No soy cobarde!
—¡COBARDE!
De tanto reír, casi me orino mientras salía corriendo. Me quité el jersey
y los vaqueros y corrí al mar. Por una fracción de segundo no sentí nada y
luego me golpeó. Era como abrazar el iceberg que hundió el Titanic.
—¡Dios mío! —grité—. ¡FRÍO! MALDITO FRIO.
¡Maldita mierda! Corrí fuera del agua tan rápido como pude,
agarrando mi jersey de lana y envolviéndome en él.
—¡Jane! —Se rio, corriendo conmigo todo el camino de regreso a la
casa.
—¿Qué… —Oí un poco de la pregunta de su madre, pero ni siquiera
podría ver su rostro. Solo iba por calor. En la casa, salté arriba y abajo
mientras me abraza a mí misma.
—Sabes que el agua fría hace que tu pene se congele, ¿verdad? —
dijo Pippa, alimentando con una galleta a Mozart, que se sentaba en su
hombro.
—No estás ayudando. —Wes, que acababa de acunar su pene,
corrió al piso de arriba, y me dejó allí. Ella me miró y luego comenzó a reír.
—Oh, tener veinte de nuevo. —Sacudió la cabeza y salió a la calle.
Corriendo por las escaleras, llegué a su habitación y oí la ducha
correr. Me quité el sujetador y la ropa interior, me metí y le di la espalda. El
calor de la ducha era justo lo que necesitaba.
—La idea más estúpida de todos los tiempos —murmuré—. Se sentía
como si tuviera témpanos colgando de los pechos.
—Sí, pero fue muy divertido. —Me abrazó por un segundo antes de
dejarme ir y darse la vuelta—. Correcto, sin Max, no hay sexo.
—Sí —dije, por lo que quedamos culo con culo en la ducha, tratando
de descongelarme.
Maxwell
De todos los lugares donde este idiota quería conocerme, tenía que
ser el restaurante de Wesley. En la zona de recepción había un hombre
joven, muy probablemente de unos veinte años.
—¿Tiene una reserva para esta tarde? —preguntó, sus ojos marrones
oscuros fugazmente vagando hacia arriba y abajo por mi cuerpo.
—Emerson.
Miró el ordenador y asintió. —Su compañía ha llegado. ¿Le gustaría
que tomara su abrigo?
Asintiendo, me lo quité y su mano rozó sobre la mía. No reaccioné o
incluso pretendí darme cuenta. Los hombres homosexuales a menudo lo
hacían. Dado que las personas no siempre eran abiertas con su sexualidad,
los sacaban en pequeñas antenas. ¿Hay contacto visual? ¿Notó el
contacto? ¿Si lo hizo, reaccionó? Todas esas pequeñas cosas me
ayudaron a encontrar la manera de acercarme a alguien.
—Sígueme por favor. —Aún sin mirarlo, saqué mi teléfono y envié un
mensaje a Wes rápidamente.
Tu maître está tanteando el terreno. He contado tres miradas a mi
entrepierna, un vistazo, y un roce de la mano. Al parecer, valgo la pena el
riesgo.
—Maxwell. —Mi padre no se molestó en ponerse en pie una vez que
llegué. Odiaba lo mucho que nos parecíamos. Mismos ojos azules y cabello
negro, a pesar de que el suyo era gris a los lados, e incluso estábamos a la
misma altura.
Al menos la calvicie no estaba en mi futuro.
—Vamos a hacer esto rápido —murmuré, tomando asiento. El
anfitrión se fue, pero no sin tratar de hacer contacto visual. El chico, al
parecer, no lo entendía. Por último, se alejó cuando pretendí que no me
daba cuenta de que seguía allí.
—Falta de tacto como siempre. Eres hijo de tu madre —respondió él,
bebiendo su whisky.
—¿Preferirías que fuera un mujeriego y embustero? —Le pregunté sin
emoción. Realmente no importa. Hubo un tiempo en que me compadecí
de mi madre, pero no iba a ir por ese agujero del conejo de nuevo.
—No incordies. Es un rasgo femenino —instruyó.
—¿Todavía preocupado porque pudiera ser uno de esos maricones?
Su mandíbula se torció hacia un lado. —¿Bien, lo eres?
—Debería decir que sí sólo para ver si tienes un ataque al corazón.
Sin embargo, no es por eso que estoy aquí. Tú y el gobernador, ¿qué tanto
esconden?
—Como dije en el teléfono, déjalo, Max.
—Como dije en el teléfono, no lo haré, Alistair. —Se inclinó sobre la
mesa, me aseguré de poder mirarlo a los ojos—. Si estuviste involucrado en
algo de eso, voy a hundirte con él.
—¿Tanto nos odias?
—Gracias por el almuerzo. —Retrocedí—. Pero me di cuenta de que
todavía enfermas, así que voy a comer mi almuerzo solo.
—Maxwell. Estoy advirtiéndote…
—Disfruta tu almuerzo; He oído que la comida aquí es para morirse.
—No quiero perder ni un momento con él.
Wesley
Tu maître está tanteando el terreno. He contado tres miradas a mi
entrepierna, un vistazo, y un roce de la mano. Al parecer, valgo la pena el
riesgo.
—¿Qué demonios? —susurré, sentándome.
—¿Qué es? —Jane salió del baño secándose el cabello con una
toalla.
—Nada, sólo estoy despidiendo a alguien —murmuré más para mí
que para ella. El primer texto que envía, y es esta mierda. Jodía conmigo a
propósito.
Traté de pensar en qué decir a eso, pero nada me vino a la mente.
Dejé caer el teléfono, poniéndolo hacia abajo.
Malditamente odio esta mierda.
—¿Wes?
—Estoy bien —le espeté.
—Sólo llámalo. —Suspiró y se tendió a mi lado, apoyando la cabeza
en mi pecho—. Tú y yo sabemos que no va a ceder.
—No puedo. —Si lo hiciera, no iba a funcionar. Nunca lo conseguiría.
Tomé el teléfono de nuevo, lo sostuve por encima de los dos y tomé una
foto.
—¡¿Qué estás haciendo?!
—Responder. —Le envié una imagen y escribí.
Dudo que él, o cualquier otra persona,podría compensarte por
nosotros dos.
—¡Ustedes dos están alborotando los nervios! —Me dio una patada,
mientras agarraba una almohada de debajo de mi cabeza.
—¿A dónde vas?
—Estaré durmiendo en el sofá de la planta baja. A partir de ahora,
no voy a satisfacerte a ti tampoco. Mantén tus manos en ti. No me
abraces. No me beses. Nada hasta que dejen de actuar como dos niños y
empiecen a actuar como mis hombres de nuevo. —Cerró la puerta detrás
de ella.
¿Quería que sólo nos besaríamos y se arreglaría? Me hubiera
gustado, pero para empezar, ¿cómo podría compensar a alguien que no
se daba cuenta del problema?
19
Traducido por Bella & cjuli2516zc

Maxwell
—Puerta abierta —dijo la voz automática.
Dando pasos alrededor de la isla de la cocina, fui a la puerta
esperándolos, pero en su lugar, Irene tropezó dentro con una botella de
vino y una bolsa de comida tailandesa.
—No quien esperabas, ¿eh?
—¿Cómo conseguiste entrar? —Nadie sabía el código con la
excepción de…
—Jane —respondió, entrando al ático—. Y antes de que te enojes
con ella, dijo que tu contraseña sería cambiada mañana de todos modos,
así que vamos a comer.
No tenía la energía para discutir, así que la ignoré y entré a la sala de
estar.
»¡Max, este lugar es una porquería!
Sentándome, ojeé las páginas de registros frente a mí.
»¿Dónde tienes tus platos?
Él se encontraba allí en el segundo veinte. ¿Por qué mantener esto
superpuesto?
»Puedes ignorarme todo lo que quieras, pero no me voy a casa.
LL. Maldición, si veo este nombre una vez más.
»¡Max!
—¿QUÉ? —le grité, sin darme cuenta que se hallaba justo a mi lado.
Dio un salto hacia atrás, ojos abiertos—. Lo lamento, Irene, pero estoy
trabajando. Esto es importante para mí. No puedo lidiar con cualquier
mierda en la que hayas caído ahora.
Me fulminó con la mirada por un segundo, luego bajó ambas copas
de vino. Apretó sus puños y tomó una respiración profunda antes de
hablar. —Primero, eres un imbécil, vine aquí debido a que Jane me rogó.
Dijo que ya no respondías sus mensajes o sus llamadas. Dijo que se sentía
preocupada y que regresaría esta noche. Lo lamento si he tenido que ser
yo, la jodiste, primo, pero parecía que Jane no tenía el número de nadie
más porque tú haces el hábito de alejar a todo el mundo que se preocupa
por ti de tu vida, pensé en venir y verte en persona ya que han sido tres
días desde la última vez que te vi al aire. Contenta de saber que no estás
muerto, idiota.
¿Tres días? Alcancé mi teléfono, pero estaba muerto.
—He estado trabajando —murmuré, mirando fijamente—.
Honestamente, no me di cuenta que estuvo tratando de contactarme.
Saqué todo de mi mente en orden para concentrarme. Era más fácil
de ese modo. En el momento que me descarrilaba, me encontraba
deprimido, y no tenía tiempo para eso. Había andado demasiado en mi
cabeza, se sentía como si fuera a explotar.
—Bueno, solo llámala, ¿sí? Te dejaré así puedes regresar a lo que sea
que esto sea… —Hizo señas a los papeles y fotos frente a mí. Inclinándose,
besó mi mejilla—. Descansa un poco antes de que ella regrese también…
tal vez limpia. Sé que ella era una sirvienta, pero una bienvenida a un
desastre de casa no es la manera.
—Gracias por tu sabiduría, Irene.
Me guiñó un ojo antes de ir a la cocina para tomar su bolsa.
Siguiéndola cuando llegó a la puerta, se giró hacia mí y sonrió. Era una real
y genuina sonrisa; no había visto una en su cara en años.
—Conocí a alguien. Alguien agradable —me dijo—. Realmente
quería decirte.
—¿Por qué a mí?
No parecía nada molesta. —En verdad me vas a hacer decirlo.
—¿Decir qué?
—Te quiero, tú, gran idiota. Honestamente, siempre has sido
importante para mí, como un hermano mayor. Sé que siempre soy un
desastre, así que decirte que he conocido a alguien, una buena persona
común y corriente, de buena familia, a quien de verdad le importo, es
importante. Tal vez puedo presentártelo y todo eso cuando no estés
ocupado con trabajo.
—Sí. —No sabía qué más decir hasta que subió al ascensor—. Irene.
—¿Qué?
—También te quiero.
Sonrió, ondeando su mano. —¡Lo sé! Pero es bueno escucharlo.
Esperando a que el ascensor se cerrara, caminé de regreso.
Volteando el teléfono en mi mano otra vez, fui a mi habitación donde el
cargador se hallaba conectado a la lámpara de la mesita como siempre.
En los últimos tres días, no podía recordar venir aquí arriba. Dormí en el sofá
la mayor parte del tiempo. Entrando al baño, estuve a punto de
provocarme un ataque mientras orinaba. El hombre en el reflejo no se
parecía a mí en nada. No me había afeitado desde que se fueron, tenía
manchas de comida por toda mi camisa, y llevaba mi cabello negro
parado en todas direcciones.
—Jesucristo, Max —murmuré, descargando el excusado y
desnudándome. Justo me giré en el agua para lavar mis manos cuando lo
escuché.
BUZZ.
BUZZ.
BUZZ.
BUZZ.
BUZZ.
BUZZ.
Mi teléfono vibraba tanto que se cayó. Recogiéndolo, un flujo de
mensajes me llegó sin parar.
Dudo que él, o cualquier otra persona, podría compensarte por
nosotros dos.
No tenía idea de qué hablaba, pero la imagen de ellos juntos me
molestó.
Tú y Wes están haciéndome enojar. Sólo hablen de ello,¿está bien?
Es de noche aquí así que te hablo después.
Buenos días.
¿Te sientes como para hablar hoy?
Supongo que no.
Wes te echa de menos, simplemente no puede rendirse.
El anfitrión tiene esposo. ¿Seguro que no solo imaginaste que te
coqueteaba?
¡Oh! Había olvidado completamente que le envié un mensaje al
respecto.
¡Max! Vuelve a lo más importante en el mundo... yo. Creo que
encontré algo que realmente me gusta hacer... ¿adivina qué?
Sólo voy a decirte entonces. Fui a esta tienda de ropa y hay esta
anciana que ha estado haciendo vestidos para las chicas aquí durante los
últimos veinte años. Ella es divertidísima. ¡Creo que podría querer hacer
ropa! Seguro que no voy a ser la próxima Ralph Laruen ni nada, pero tal
vez una pequeña tienda en algún lugar. En el momento en que lo pensé,
fue como si todo se aclarará, y tuve este gran y gordo “obvio”. He estado
haciendo, cosiendo, y ajustando casi toda mi propia ropa desde que tenía
trece años. ¿Qué piensas?
Jane siente que encontró su sentido en la vida. Lo menos que puedes
hacer es responder el mensaje.
Entiendo que estés enojado con Wes, pero, ¡no dejes de hablar
conmigo!
¿Estás bien?
Max. Sintonicé para verte en las noticias. ¿No estabas anoche?
¿Te encuentras bien?
Si estás jodiendo conmigo, Max, juro por Dios que te sacaré la
mierda.
Llámanos.
Estamos regresando a casa. Nada mejor te ha pasado.
Diez llamadas perdidas: Jane.
Trece llamadas perdidas: Wes.
—Su buzón de voz está lleno, por favor borre los mensajes. Primer
mensaje —dijo la voz automática antes de que oyera la voz de Jane.
—Hola, ¿llamo sólo para comprobar? Estás volviéndonos un poco
locos. Llámanos, ¿de acuerdo?
—Siguiente mensaje.
Este era uno de Wes. Él respiró hondo. —Tú ganas. Me rindo.
Llámame.
—Siguiente mensaje.
Era uno de Jane otra vez. —Wes está enamorado de ti. Tú lo sabes. Él
lo sabe. Creo que lo que pasó fue... tu madre lo asustó. Francamente nos
asustó a los dos. Cuando amas a alguien quieres compartir eso
abiertamente, y no quieres ocultarte; no quieres convertirte en un pequeño
secreto sucio o, peor, ser completamente empujado fuera. Una parte de
mí siente que esto es mi culpa. Lo siento…
—Siguiente mensaje.
Jane. —Lo siento porque me entrometí entre los dos. También lo
siento porque estoy muy feliz de haberlo hecho. Estoy feliz con los dos, así
que el que no contestes el teléfono es aterrador. Tengo problemas de
abandono. No puedes irte así. Me jode emocionalmente.
—Último mensaje.
Wes. —Estaremos de vuelta en Boston en algún momento alrededor
de la medianoche. Hablaremos entonces. Te amo.
—Fin de los mensajes.
Me senté allí tan abrumado que mis pulmones ardían, o al menos en
un primer momento pensé que se trataba de mis pulmones desde el
intenso dolor en mi pecho. No eran mis pulmones; mi corazón dolía. Dolía
oírlos sonar tan asustados. Dolía saber que les importaba tanto. Sólo me
dolía, y cuanto más intentaba calmarme, más doloroso se volvía.
Llamé a Jane primero, sabiendo que ambos recibirían los mensajes
cuando aterrizaran.
—Jane —hablé con su correo de voz sintiéndome como un idiota
absoluto—. Lo siento mucho. Nunca tuve la intención de ignorar tu
mensaje o llamadas. He estado trabajando en esta historia... pero eso es
pendejada y no una excusa. Me siento como una completa mierda. Que
abras una boutique es una idea increíble, pero no te excluyas. Realmente
podrías ser la siguiente Ralph Lauren. Hablaremos de ello cuando llegues a
casa... sí, a casa, porque me alegro de que estés en el medio, también. Me
alegro de que los dos te tenemos. Lo siento de nuevo.
Colgando, marqué a Wes, pero, como era de esperar, no respondió,
y terminé hablando en su correo de voz también. —Soy un idiota, sabías
eso cuando me conociste por primera vez, pero nunca te jodería así.
Lamento que he estado fuera de ello. Cuando llegues a casa
hablaremos... joder... esto... voy a ir al aeropuerto. Incluso llevaré flores o
alguna mierda... porque... porque... También te amo, Wes. A la mierda lo
que dice mi madre.
Corriendo de nuevo al teléfono, marqué rápidamente.
—Hola, Magníficas Mucamas de Mary…
—Soy Maxwell Emerson. Necesito una mucama, tal vez dos, en mi
ático esta tarde. Deben terminar antes de la medianoche. No me importa
el costo. ¿Es eso posible?
—Por supuesto, señor Emerson.
—Bien, le enviaré el código —dije, colgándole.
Luego entré en el cuarto de baño y agarré mi maquinilla de afeitar y
peine. Honestamente me sentía nervioso. ¿Cómo diablos iba a explicar
cómo quedé tan envuelto en el trabajo que elegí olvidarme de ellos por
tres días cuando les importaba lo suficiente como para entrar en pánico
por mí? Realmente era un jodido idiota. Sabía que estarían cabreados, y
que todos terminaríamos peleando... pero después de eso... estaríamos
bien.
Jane
—¿¡El maldito qué!? —Wesley respiró hondo antes de colgar su
teléfono tal como lo hice cuando entramos por la terminal del
aeropuerto—. ¿Qué demonios está mal con él?
—Sonaba arrepentido —le contesté, sin darme cuenta de que
tomaba una respiración profunda también.
Realmente nos asustó. El primer día pasó y no pensé en ello. El
segundo me sentía molesta, y podía decir que Wes lo también, pero él
siguió diciéndome que Max probablemente sólo estaba trabajando.
Luego, cuando fuimos a ver la cobertura informativa en línea y él no
apareció, lo vi en su cara... algo no estaba bien. El tercer día, cuando Irene
dijo que no sabía nada de él y cuando nosotros todavía no podíamos
comunicarnos, ambos apenas incluso terminamos de empacar. Sólo
agarramos nuestros pasaportes, dijimos adiós a sus mamás, y condujimos el
auto rentado de regreso al aeropuerto. Wes, siendo el pez gordo, fue
capaz de conseguir el último vuelo de salida.
—Voy a matarlo —masculló Wes para sí mismo, pero sabía que él
todavía se sentía nervioso.
—Trata de no hacerlo, el aeropuerto está lleno de testigos. Dijo que
nos está recogiendo ahora…
—Noticias de última hora, BRMJ informa que Maxwell Emerson, hijo
del magnate hotelero y ex Gobernador Alistair Crane Emerson y la
Senadora Elspeth Yates, el reportero titular de El Reporte de Emerson de
YGM, tuvo un accidente de auto a las diez y cuarenta y nueve de esta
noche...
Todo parecía volverse sordo mientras Wes y yo nos girábamos a las
pantallas en la terminal. Pensé que soñaba, o que tal vez escuché mal o el
reportero cometió un error. Sin embargo, no se trataba sólo de un
reportero. Eran todos ellos. Todos los informes tenían una imagen de Max
pegado allí como unas de las fotos de rostro que utilizan cuando las
personas mueren. Luego colocaron escenas aterradoras de su Ferrari
1962azul oscuro... o lo que quedaba de él.
Lentamente, arranqué mis ojos lejos de ello para mirar a Wesley. Él
miraba fijamente abiertamente, su boca abierta y sus ojos verdes amplios.
Todo su cuerpo parecía tan quieto que daba miedo. Las únicas cosas que
se movían eran sus ojos, y miraban de pantalla en pantalla antes de que
finalmente parpadeara. Levantando su teléfono, comenzó a marcar,
caminando rápidamente al principio.
—Max —dijo en el teléfono—. Max contesta el teléfono. Max esto no
es gracioso. Las noticias... ¿has visto las noticias? Llámame.
Colgó y marcó una y otra vez hasta que empezó a correr. Corrí con
él, mientras todas las pantallas alrededor de nosotros seguían repitiendo la
misma cosa.
Maxwell Emerson, de 31 años, en estado crítico.
Se sentía demasiado repentino, demasiado rápido, demasiado... no
correcto, y debido a eso, se sentía como una pesadilla andante.
20
Traducido por Bella´& Black Rose

Jane
—Lo lamento, señora, no podemos dejar entrar a nadie en este lado
del hospital —me dijo el guardia de seguridad.
—¡Soy su prometida! ¡MUEVETE! —grité hacia él. Simplemente
extendió sus brazos como si eso fuera a detenerme.
—Lo lamento, señora, pero no tengo manera de probar eso…
—Tiene diez segundos para moverse o voy a golpearte. —Wes miró
con desprecio hacia el hombre, quien solamente llamó por refuerzos.
—¡Jane!
Me di la vuelta para encontrar a Irene con sus ojos tan rojos que supe
que tenía que ser verdad. Realmente era verdad. Corriendo hacia mí,
envolvió sus manos alrededor de mí y apretó con fuerza.
»¿Te han dicho algo?
—¡No nos dejarán pasar! —Mi cabeza se sentía como si estuviera en
llamas y no pudiera respirar.
—¿Nos? —Frunció el ceño, finalmente notando a Wes—. ¿Chef
Wesley? ¿Qué haces aquí?
—Buena pregunta. —Conocía esa voz. Caminando detrás del
guardia bloqueando nuestra entrada se encontraba Elspeth vestida en un
traje negro. Llevaba su cabello puesto hacia atrás y sus ojos lucían
inyectados en sangre. Lucía tan humana en este momento, no como el
monstruo que trató de destruir todo hace menos de una semana.
—¿Cómo está él? —Irene fue la primera en hablar. Me dejó ir y
caminó hacia ella—. No entiendo. ¡Lo vi justo hace unas horas!
Elspeth trató de hablar pero solo pestañeo. Sus ojos se llenaron de
lágrimas y sus manos se sacudían, pero trató de esconderlo
estrechándolas.
»¡Tía Elspeth! —le gritó Irene.
—Él está en muy malas condiciones —logró decir finalmente,
ajustando las perlas en su cuello. Tosió y rodó sus hombros—. Es un milagro
que esté vivo… eso es lo que los doctores dicen. Pero aún está… aún
está… está mal.
—Necesito verlo… —Wes dio un paso al frente, pero ella levantó su
mano.
Justo así la madre desconsolada se fue y el monstruo regresó. —Las
únicas personas que permiten entrar es a la familia, es decir yo, su madre;
Irene, su prima; y Jane, su prometida. Perdón, ¿quién eres tú?
—¡Elspeth! —le grité. Podrían haberme disparado entre los ojos y no
habría sido tan doloroso.
—Jane, ¿qué pasa? Vamos —Irene tiró mi brazo, pero yo me alejé,
parándome junto a Wes, quien se estaba rompiendo. Su cara pálida y
todo su cuerpo se quedaron inmóviles.
—No hagas esto, Elspeth; no es correcto…
—Ya sea que te quedes aquí con él, o puedes ver a mi hijo. Dios
sabe… —dijo, cerrando sus ojos—. Puedes arrepentirte si no lo haces.
La abofeteé.
Quería hacer más que darle una bofetada, pero cuando levanté mi
mano otra vez, Wes me atrapó.
—Ve. Esperaré aquí afuera —respondió.
—Wes…
—Ve. Necesito un momento de cualquier modo.
—Wes…
—Jane, por favor.
Asintiendo, me fui. Elspeth, como la despiadada humana que era,
solo se giró e Irene miró entre nosotros con una expresión confundida
mientras caminábamos por el pasillo. Haciendo una pausa a mitad de
camino, me volví hacia Wes, pero él ya se alejaba rápidamente.
Con cada paso que di hacia delante, sentí mi estómago anudarse
hasta que finalmente estábamos enfrente de la habitación de Max. Pude
escuchar las maquinas cuando abrieron la puerta, pero no pude ver
dentro. No podía obligarme a dar ese paso.
Elspeth caminó hacia la ventana junto a la cama. Había un hombre;
lo recordaba de la búsqueda de Google que hice antes: el padre de Max.
Sentado en la silla frente a la cama de hospital con sus manos en su rostro.
—Oh mi Dios —lloró Irene, arrojando su mano sobre su boca,
Era lo que necesité para entrar, y cuando lo vi… Cuando apenas
podía verlo debajo de las vendas ensangrentadas, me estremecí. Grité tan
fuerte, sin embargo no pude oírme a mí misma. Caminando hacia él, puse
mi mano en sus raspadas manos.
—Max —susurré—. Max.
Wesley
Apenas logré llegar al escusado a tiempo. Encorvándome sobre él,
no pude evitar vomitar. Todo mi cuerpo se sacudió mientras me arrodillaba
por el borde. Los sollozos que salieron de mis propios labios no parecían
humanos en absoluto, pero no podía parar.
Así que esto es el infierno.
Jane
—No quiero ningún miembro de la prensa por aquí. Cualquier desliz y
juro que tendré sus cabezas. —Elspeth se dirigió a lo que, sólo pude
suponer, era su equipo de seguridad. Cuando por fin salieron, volvió a
entrar en la habitación, pero me quedé mirando de regreso a sus ojos
rotos.
—Déjalo entrar —exigí.
—No estoy haciendo esto con ella…
—¡Déjalo entrar!
—¡NO! —me gritó—. Si eso es demasiado difícil para que lo puedas
entender, haré que te echen.
—¿Me vas a echar hacia un mar de reporteros, señora Senadora?
Bien, porque me han dicho que soy muy fotogénica. ¿Llorar en el
momento justo? Lo manejo al dedillo. ¿Cómo podría expresar esto? “Mi
futura suegra me odia, porque soy una pobre donnadie. Siempre ha
estado en mi contra, y ahora ni siquiera me deja estar a su lado”. No soy
una magnate de los medios, pero estoy segura de que la prensa se va a
devorar esa historia. Es mejor que la historia real, ¿verdad?
Se frotó la frente. —¿Vas a hacer esto? ¡¿Ahora?! Mi hijo está
acostado roto... tal vez muriendo, en esa cama... y vas a…
—Lo estoy haciendo por él. ¡No es sobre ti! ¡Nunca ha sido sobre ti! —
¿Por qué no lo entiende? ¿Por qué nadie lo entiende?
—Disculpe, señorita. —El padre de Max se puso de pie—. ¿Con quién
cree que está hablando? Salga.
Tomando una respiración profunda, Elspeth entró en la habitación y
cerró la puerta detrás de ellos.
—Soy... Soy una de los amantes de Maxwell —dije, sabiendo que lo
empujaba, pero no podía pensar con claridad. Las únicas personas que
me importaban en este momento eran Max y Wes... y ambos sufrían.
—¿Una? —Irene levantó la vista de la cama de Max.
—Jane, suficiente. —Elspeth me agarró del brazo con fuerza, pero
me empujé lejos de ella.
—Señor Emerson, su hijo, Maxwell Emerson, no está enamorado de
mí. Estamos en una relación, pero... pero, él está enamorado de un
hombre llamado Wesley Uhler. Han estado juntos durante los últimos cuatro
años.
—¿Disculpe? —Sus cejas se juntaron.
—Nada, ella ya se está yendo…
—Tóqueme otra vez, señora, y le mostraré que tengo un lado muy
feo. —Me alejé de ella, mirando hacia atrás al padre de Maxwell—. Su hijo,
su hijo adulto, es bisexual. Él está enamorado de un hombre, y si Max fuera
capaz de hablar, diría que lo quiere aquí.
—Señorita, está muy confundida.
—Hace unos días, su hijo me llevó a su estación y me presentó como
su prometida. La gente sabe quién soy. Puede estar disgustado. Puede
fingir que no es cierto, o que todo esto es sólo un juego enfermo o lo que
sea, pero de cualquier manera, va a dejar que Wesley entre, o voy a salir
por esa puerta a airear todos los trapos sucios de los Emerson para que
todo el mundo los vea. No tengo una familia. No tengo a nadie que me
pregunte qué demonios estoy haciendo o que me odie por mis decisiones.
No tengo ninguna fachada de mierda que respaldar. Pero ustedes sí. Así
que, o lo dejan entrar aquí en secreto, o voy a empezar a hablar a las
orejas de algunos reporteros. Su elección.
Miró a Elspeth, pero yo me sentía demasiado molesta para mirarla.
—Una sola vez…
—Puede entrar cuando ustedes no estén aquí.
—No presiones.
—¿Sabe por qué la gente no negocia con un atacante suicida? —
pregunté—. Porque no funciona. Cuando una persona está dispuesta a
destruirse a sí misma, no se puede negociar. Así que o bien me matan
ahora, o hacen lo que les pido. Si dos hombres enamorados los asusta
tanto, pueden esperar fuera, pero Wesley tiene el derecho a estar aquí
todo el tiempo que quiera y punto.
Él inclinó su cabeza hacia un lado, y supe que había ganado. Tanto
así, estas personas se preocupaban más por proteger su imagen, que
sobre la felicidad de su propio hijo.
Que se jodan.
Wesley
Podía escuchar mi teléfono timbrando, pero no podía molestarme
para contestarlo o levantarme del suelo del baño. Solo me quedé allí
sentado tratando de pensar. ¿Por qué diablos me fui? Todo por lo que me
estuve preocupando parecía ridículo. Tal vez por una fracción de segundo
sentí celos de Jane, la libertad con la que podía ser parte de su mundo,
mientras que tenía que simplemente seguir esperando. Tal vez tontamente
pensé que él acabaría por enfrentarse a su familia y que seríamos capaces
de solucionar todo esto. Ahora todo parecía tan insignificante.
—¿Wes? —La puerta del baño se abrió y Jane se hallaba encima de
mí, con el teléfono en su oído. Se quedó mirándome durante mucho
tiempo antes de entrar y cerrar la puerta detrás de ella.
—No manejo bien la muerte —le confesé mientras frotaba el tatuaje
de mi hermano. Ardía como para demostrar mi punto.
—Está bien —susurró, tirando sus piernas contra su pecho—. Pero él
no está muerto. Un poco golpeado aquí y allí, pero no está muerto. Una
vez que los dos estemos junto a él hablando, tendrá que mantenerse vivo
sólo para poder decir la última palabra.
Sonreí ante eso. —Deberías ir a estar con él.
—No iré sin ti.
—Elspeth…
—Hice un trato con ellos. Puedes entrar.
—¿Cómo?
Se encogió de hombros. —Una vez que has tratado con una docena
de desnudistas y has sido golpeada por un traficante de drogas, negociar
con algunos esnobs ricos no es nada. Ahora vamos. Max probablemente
está a la espera de escuchar tu voz, pero primero... —Buscó en su bolso,
sacando la bolsa que nos dieron en primera clase—. Arréglate un poco. Él
va a despertar y vas a ser la primera persona que vea.
Levantándome, tomó mi mano y me llevó al fregadero. Tomando la
bolsa de ella, me lavé los dientes. Ella apoyó la cabeza en mi espalda.
»Él va a estar bien. No tiene opción.
Lo supe entonces. En un mundo lleno de monstruos, farsantes, y
mentirosos, Jane era un ángel. Nuestro ángel.
Jane
Irene se fue con los padres de Max para conseguir algo de comer o
lo que sea, y me sentía agradecida por ello. Esto era demasiado privado.
Sentado junto a Max, Wes le levantó las manos, sollozando. Besó la parte
posterior de la mano de Max una y otra vez. Dándoles espacio, di un paso
fuera, cerrando la puerta detrás de mí. Envolviendo una bufanda
alrededor de mí, caminé por el pasillo sin un destino en mente. Mi corazón
se sentía tan pesado que en realidad se sentía como que podría hundirse
hasta mis pies y luego, tal vez, incluso a través del suelo, sin parar hasta que
cayera al centro de la tierra.
Finalmente encontré un lugar para sentarme, metí mis rodillas hasta
mi pecho, tratando de relajarme.
—Hemos escuchado varias historias sobre el estado actual de
Maxwell Emerson, reportero titular aquí en YGM. Sin embargo, ninguno ha
sido confirmado. Actualmente sabemos que toda la familia de Emerson
está con él en este momento. Maxwell Emerson celebró su compromiso
con su novia a largo plazo, Jane Chapman, hace apenas unos días.
Nuestros corazones y oraciones están con nuestro líder esta noche—habló
un joven en televisión, no demasiado lejos de mí. En la pantalla, había una
foto de Max justo de cuando nos bajamos del ascensor en su edificio. Él me
miraba y sonreía, y, por supuesto, yo hacía algún tipo de cara.
Alcanzando mi cara, traté de limpiarme los ojos, pero las lágrimas
seguían viniendo. Lo peor de mí era que cuando empezaba a llorar, no
podía parar. Lloraba hasta que ya no podía llorar por más tiempo.
No sabía cuánto tiempo me quedé así. Fue sólo cuando mi teléfono
comenzó a sonar que me di cuenta de mi entorno de nuevo.
Ring.
Ring.
Ring.
Conocía el número, sólo que no quise contestar. Haciendo caso
omiso de la llamada, me recosté cuando empezó de nuevo.
Ring.
Ring.
Ring.
—Allen. Este no es el momento par…
—Jane. Es importante. Puedo ir a ti.
—Allen, siempre es importante. En este momento no puedo tratar
con…
—Se trata de Maxwell.
21
Traducido por Bella´

Wesley
Levanté mi cabeza de su mano cuando escuché abrirse la puerta,
pero luego vi que era Elspeth. Me miró y luego simplemente caminó hacia
la ventana. Tenía la sensación de que me decía que me fuera, pero no
podía obligarme a mí mismo a hacerlo.
—Gracias —dije en su lugar, sin alejar la mirada de Max incluso si
dolía verlo de esa forma—. Gracias por dejarme entrar.
—La única razón por la que estás aquí es debido a que esa mujer no
tiene sentido del decoro o respeto. Nunca estaré de acuerdo con… con
ustedes, o esto.
—¿Por qué?
—¿Por qué? —repitió.
Poniendo las manos de él en mi frente, asentí. —¿Por qué no puedes
estar de acuerdo con esto?
—¿Por qué no están de acuerdo las personas con abusar de niños?
¿O herir a los animales? Solo no lo están. No estoy de acuerdo con su estilo
de vida. No me hace una mala persona. No me hace la villana.
—Así que en otras palabras, usted no sabe. —Finalmente eché un
vistazo hacia ella—. Nos ve, y solo está disgustada hasta el punto donde no
le importa lo que cualquiera de nosotros siente. Sus sentimientos importan
tanto más, y por ello, nosotros debemos vivir con su desprecio.
—Estoy segura de que eres un buen hombre, pero no lo eres para mi
hijo.
—Es una buena cosa que sea elección de su hijo, ¿no? —le
recordé—. ¿Ha pensado alguna vez que si él pudiera conformarse con lo
que usted quería para él, no lo habría hecho ya? ¿Siquiera se le ha
ocurrido cuán doloroso es romper el molde? ¿No ser el hijo que usted
quería que el fuera? Él lo sabe. Hay una parte de él que desea poder serlo.
Pero no puede. Así que se esfuerza por caminar en medio, para ser el
Maxwell Emerson que todos ustedes esperan que sea y el simple Max que
es él.
—No hables por mi hijo.
—¡Alguien tiene que hacerlo! —Las personas como ella me volvían
loco—. ¡Él ha estado tratado de hablar con usted pero se niega a
escucharlo! Todos ustedes se niegan a escuchar.
—¡Sr. Uhler! —Levantó sus manos como si fuese a estrangularme—.
Vamos a dejar este asunto, ¿por qué no? Hay un límite para lo que una
bruja perversa puede manejar en una noche.
Ambos caímos en un silencio.
Él era su hijo.
Era mi amor.
Ambos estábamos heridos, y el silencio era en realidad la única
opción.
Jane
Sentada en la cafetería del hospital con una taza de café frío,
esperaba a que Allen llegara. Él no dijo nada más excepto que era acerca
de Max en el teléfono. El lado del hospital donde Maxwell se recuperaba
básicamente se encontraba bajo aislamiento gracias a Elspeth. Yo
tampoco quería irme, así que la cafetería era la única opción.
—Hola, jefa.
Levanté la mirada de mi taza de café para ver no solo a Allen sino
también a Lady, Crystal y Bambi del club de desnudistas. Todas ellas
andaban vestidas como si justo hubieran acabado su turno, y la única
cosa cubriéndolas fuera sus abrigos.
—Chicas, ¿qué hacen aquí?
Todas ellas, una por una tomaron una silla. Allen comenzó—: Nunca
te agradecí o dije lo siento.
—El dinero.
—Sí, el dinero. —Parecía como si hubiera envejecido en el tiempo
que estuve ausente. Su cara lucia arrugada y sus hombros parecían más
hundidos, haciéndolo verse incluso más bajo—. Y lo siento, no solamente
por meterte en este desastre, sino también, hubo un momento, una
fracción de segundo cuando la transferencia entró y vi todos esos ceros…
mi corazón dio un vuelco. Pensé en correr, solo tomarlo, dejar Boston, el
Bunny Rabbit… a ti… detrás.
—¡Allen!
—¡No lo hice! —Levantó sus manos para proteger su cara, lo cual
habría sido gracioso si no me hubiera sentido como gran mierda—. No
corrí. No gasté ni diez centavos. Pagué la deuda que teníamos, y ahora el
Bunny Rabbit es un negocio limpio.
—Qué grandioso… —Mi voz a la deriva, seguía mirando a las chicas
quienes no eran capaces de mirarme a los ojos—. ¿Entonces por qué todas
ustedes están aquí? ¿Qué tiene que ver esto con Max?
—Eso no tiene nada que ver conmigo, ¿está bien? Nada. Ni siquiera
quiero ser arrastrado a esta mierda. Dije que lo lamento y todo eso, así que
dejaré a las señoritas contigo. —Se levantó de un salto y nos dejó allí.
—Cobarde. —El rostro en forma de corazón de Bambi se arrugó
cuando le hizo una mueca.
—Jane. Mamá Jane, sabes que así es como las chicas te llaman en
realidad. —Crystal sonrió mientras pellizcaba su propia mano—. Tú siempre
nos defendiste. Siempre cubriste nuestras espaldas. Cuando renunciaste,
todas en verdad te extrañamos. Nos mantuvimos rogando a Allen para
que te diera un aumento así regresarías.
—Demonios, todas estábamos incluso dispuestas a dividir nuestras
entradas contigo. —Lady sonrió, sacudiendo su cabeza hacia a mí—.
Deberías sentirte honrada.
—Lo estoy. Pero, chicas, sigo estando un poco confundida.
—Maxwell Emerson ha estado tratando de ponerse en contacto con
nosotras —escupió Crystal—. Ese es el por qué estamos aquí.
—¿Por qué estaría Max tratando de entrar en contacto con
desnudistas?
—¿A qué te refieres con desnudistas? ¿Crees que eres mejor que
nosotras o algo ahora? —espetó Lady, cruzando sus brazos. Bambi elevó su
ceja a su lado.
—Saben que la última persona quien las menospreciará soy yo,
chicas. Solo estoy tratando de entender esto.
—No puedo hacer esto —murmuró Lady. Sus ojos se pusieron
vidriosos con lágrimas que ella no dejaría caer. Se levantó y se fue
rápidamente.
—¿Conoces la historia que YGM ha estado tratando de hacer sobre
el Gobernador? —susurró Crystal—. ¿La de las chicas siendo sacadas de
las calles por advertencias?
Uno a uno, los puntos comenzaron a conectar. —Ustedes… todas
ustedes… ustedes son… pero,¿pensé que era prostitución?
Crystal dejó caer su cabeza y entonces Bambi habló después.
—Eso fue antes de que nosotras empezáramos en el Bunny Rabit.
Trabajábamos en esta esquina de Fairmount. Fuimos arrestadas por
algunos policías encubiertos. Ellos nos llevaron, ficharon… todo parecía
normal, hasta que prometieron que no nos cobrarían. Conseguiríamos
todas estas cosas si nosotras hacíamos lo que ellos pedían.
—No sé cuántas pollas chupé esa noche —dijo Crystal frotando su
garganta—. Al principio, pensé que no era la gran cosa. Demonios, me
encontraba en libertad condicional. No quería regresar, pero luego se salió
de control, y nosotras estábamos atascadas en esta cosa. Era el infierno y
obviamente no podíamos ir a la policía, sabes. Nosotras solo lidiamos con
eso, pero una chica trató de hablar y solo empeoró.
—Crystal. —Agarré su mano—. Estoy tan impotente como tú. Quiero
escuchar esta historia como tu amiga, pero necesito que hables de ello
con…
—Los noticieros. —Bambi asintió, peinando su corto cabello detrás de
su oreja—. Sí, ese es el por qué estamos aquí. Nos salimos, una forma fácil
es cuando quedas embarazada. Ellos no te quieren más. Conseguimos
dinero para permanecer calladas, e íbamos a irnos. Lady se enojó. Trató
de contactar los noticieros, pero imagino que se asustó.
—Nosotras te vimos en las noticias, la foto de ti y Max, y queríamos
ayudar, y esta es la única manera que sabemos. —Crystal se encogió de
hombros—. Nosotras no sabemos a dónde ir luego o quién creerá en
nosotras.
—Yo sí —respondí, y tomé mi teléfono, llamé a Irene.
—Jane, dejaste…
—Irene. Necesito el número de Scarlet de Burgh. —Como ella me
dijo, recordaba cuánto significaba esta historia para Max. Había estado
tan en contra de dejarnos que no habló con nosotros por tres días. Esto hizo
que nos regresáramos a casa antes, lo que lo hizo precipitarse a nosotros.
Era un círculo que daba vuelta—. Gracias. —Me pude sentir llorando otra
vez. Me convertí aparentemente en una bola de lágrimas.
Wesley
—¿Qué estás haciendo? —Irene siguió a Jane mientras entraba a la
habitación. Sus ojos lucían inyectados de sangre cuando miró
frenéticamente alrededor. Elspeth suspiró y murmuró algo hacia ella y
Alistar, el padre de Maxwell, entrando pero sin mirarme.
—¿Dónde está el maldito control remoto? —espetó Jane, corriendo
sus manos por su cabello.
—Señorita, no ha causado usted ya suficiente…
—Puedo explicarlo. Solo necesito el control remoto —le respondió.
—Jane —le llamé y le entregué el control remoto de la mesita de al
lado.
—Gracias. —Lo tomó y prendió la televisión. Buscó a través de los
canales antes de detenerse en YGM. Pasaban un comercial.
—Apaga eso.
—Es sobre Max —dijo en voz baja, caminando hacia el otro lado de
la cama de Max y tocando su cabeza—. Lo descubriste. Todo el mundo lo
sabrá ahora. Lo descubriste.
Confundido, me acerqué. —¿Jane? ¿De qué hablas?
—Estas son noticias de última hora de YGM. —Todos nos giramos
hacia la televisión donde un hombre negro con una camisa a cuadros,
corbata azul marina, y una chaqueta apareció en la pantalla—. Hace
semanas, aquí en este escenario, mi jefe, Maxwell Emerson, destapó el
escandaloso comportamiento del Gobernador MacDowel en El Reporte
de Emerson. Todo el mundo estaba pegado a sus televisiones. ¿Cuán lejos
iría este escándalo? ¿Qué otras acciones ilegales iban a ser expuestas? Era
una increíble historia, y nosotros no quisimos creer que nuestro gobernador
era no solamente un ladrón y un fraude, sino también un predador sexual.
Cuando las horas se volvieron días y los días semanas, fuimos capaces de
perdonar al Gobernador MscDowell, poniéndolo en el cementerio junto
con otros policías corruptos. Después de todo, no había nada más sino la
especulación de “advertencias” de asaltos sexuales. Las entrevistas fueron
retiradas, las fuentes desaparecieron, y parecía como si esto fuera otra
historia fabricada. Otras estaciones comenzaron dar la historia de sus
primeras planas, pero incluso cuando los ratings bajaron y nuestro equipo
de noticias era presionado para alejarse del desarrollo de esta historia, mi
jefe, Maxwell Emerson, se mantuvo firme. Él creía que este hombre, el
Gobernador MacDowell, no solo debería desaparecer entre bastidores sino
ser castigado por sus acciones. Esta noche, Maxwell Emerson ha probado
por qué es el hombre que merece esta silla, por su confianza, y ya que está
luchando por su vida en el hospital, sus oraciones. No una, sino tres mujeres
han aparecido temprano esta mañana con pruebas, no solo de que el
Gobernador MacDowell está involucrado, sino muchos otros. Gracias,
señoritas, por hablar.
Al lado de él se sentaban tres mujeres de diferentes orígenes étnicos.
Una sonrisa se extendió por mi cara cuando me volví de regreso a Max. —
Dios, ¿cómo vamos a vivir con tu ego ahora?
—Voy a tener que llamar a mi abogado —murmuró Alistair,
buscando dentro del bolsillo de su chaqueta.
¿Y ellos se disgustaban con nosotros?
22
Traducido por Black Rose & Maeh

Maxwell
Primer día
—Mwlels… —Eso era lo que sonaba, una amortiguada voz que
hablaba en mi oído, y traté de moverme, pero mi cuerpo se sentía como si
estuviera atado cuanto más trataba de moverme, peor se sentía.
»Vamms… ha… ah… —No podía entender las palabras, lo que sólo
me hizo frustrarme más y entré en pánico.
»Maxwell. —Finalmente, algo que pude entender—. Maxwell, soy el
Dr. Raji. —¿Quién es este?—. ¿Puedes escucharme ahora?
No sabía lo que hacía, pero la presión en mis oídos disminuyó. Traté
de decírselo, pero mi garganta ardía. Luchando, hablé con lo que me
pareció papel de lija en la garganta. —Yo… q…
—Está bien. Tómate tu tiempo. —Abrí los ojos y tuve que cerrarlos
inmediatamente; las luces casi me cegaban.
—¿Qué… dónde…?
—Estás en el Hospital General de Boston. Estuviste en un accidente
de auto hace cinco días.
—¿Accidente de auto?
¿Cinco días?
Traté de pensar, pero todo lo que vi fueron las luces… las luces de la
furgoneta… ¿la furgoneta? ¿Qué?
—Señor Emerson, ¿puede sentir esto?
No estaba seguro si sentía algo o no, así que no hablaba.
—¿Qué tal aquí?
Todavía nada, y sabía que no era bueno.
—Cálmese, señor Emerson. Está bien. Todavía tenemos un largo
camino por recorrer, un paso a la vez, pero ya ha dado el primer paso al
despertar.
¿Cinco días? Dijo cinco días.
Cerré los ojos, pensé de nuevo. Yo… habría ido a… Jane y Wes.
—Mi… familia. —No sabía de qué otra manera llamarlos.
—Todos están aquí. Los traeré una vez que hayamos terminado.
Hubo un chasquido y la cama se levantó ligeramente,
permitiéndome sentarme en posición vertical. No era sólo el doctor Raji,
sino todo un equipo de médicos, conté seis, alrededor de mi cama, todos
ellos simplemente mirándome fijamente.
—Señor Emerson, sé que duele, pero intente respirar por mí. —Colocó
su estetoscopio en mi pecho. Respirando de nuevo, me concentré en mis
piernas. Todavía tenía ambas, afortunadamente, pero apenas sentía una
de ellas. Eran como peso muerto.
—¿He golpeado a alguien? —pregunté finalmente, la furgoneta
volvió a mi mente.
—La policía dice que se pasó la luz amarilla. El otro conductor se
estrelló contra usted. Está bien y sus hijas han sido dadas de alta. Su familia
pagó sus cuentas. Fue un accidente.
—¿Mi familia? —pregunté de nuevo.
—Podemos detenernos por ahora y traerlos, pero trate de relajarse —
dijo.
Quería preguntar si alguien podía relajarse en una situación como
esta, pero todo lo que podía hacer era asentir, e incluso eso dolía.
—Maxwell. —Las primeras personas que entraron no eran realmente
las primeras que quería ver, pero seguía agradecido.
—Mamá —dije mientras me besaba en la mejilla, llorando.
—Te dije que te amaba, y vas a enrollar tu auto alrededor de una
farola. Qué asno —dijo Irene, apartando las lágrimas de sus ojos.
—Lo siento. —No tenía la fuerza para ser ingenioso.
Me abrazó antes de sentarse a mi lado.
—¿Papá? —Miré hacia mi madre.
Ella frunció el ceño. —Él es… no va a poder venir por un tiempo.
¡Más prostitutas!
—Ha sido acusado. La maldición de la familia Emerson vuelve a
atacar —murmuró Irene amargamente.
—¿Qué?
—Explotación sexual. Culpó al Gobernador MacDowell para salvarse,
que es…
—Irene, suficiente. —Mi madre se burló y tomó mi mano. Me sentía
demasiado confundido, y la idea de hacer preguntas sólo me daba dolor
de cabeza. No me importaba nada de eso.
—Jane —susurré, mirando a mi madre—. Y Wes.
No respondió, pero siguió sosteniendo mi mano.
—Están esperando en el pasillo. No han dejado de esperarte. Te
aman mucho —respondió Irene, y una parte de mí se sorprendía, pero otra
parte mayor de mí se sentía aliviada.
—Yo… yo… necesito verlos.
Caminó hacia la puerta y no tuve que esperar un segundo antes de
que ambos entraran corriendo. Su ropa estaba arrugada y sus rostros
lucían pálidos.
—Ustedes se ven… como… mierda. —Jadeé, ¿Por qué tomó tanta
energía decirlo? No lo sabía. Mi madre me dejó ir. No dijo ni una palabra,
sólo se fue con Irene.
—Sí, bueno. —Wes se sentó a mi lado. Besó el lado de mi cabeza,
luego los labios—. Mi novio casi me dio un ataque al corazón dos veces, en
realidad.
—Habla por ti mismo —dijo Jane, ahora sentada en el lado opuesto
de mí. Tomó mi mano antes de decir—. Siempre me veo bien. Tu vista no
está bien ahora mismo.
La inhalación se sentía como si hubiera tragado vidrio. Quería decir
algo, pero todas las palabras que me venían a la mente parecían
insuficientes en el mejor de los casos.
—Nunca más —dijo Wes con los ojos cayendo. Parecía que había
perdido peso y todo su cuerpo temblaba. Miró al techo y parpadeó unas
cuantas veces.
Jane estaba tan mal. Una vez más, al igual que el día en que fui a
recogerlos, que sólo me parecía que hubiese sido ayer, me sentía
asombrado de ellos.
—Lo siento —susurré.
—Idiota. —Jane se mordió el labio—. No lo lamentes. Sólo mantente
vivo.
—Está bien.
—Está bien. —Wes asintió de nuevo.

***

Segundo día
El primer día que estuve despierto, me encontraba tan sorprendido,
asombrado y agradecido de estar vivo, agradecido de que ambos
estuvieran allí, que realmente no pensaba mucho en mí. El segundo día,
aprendí un par de cosas. Aprendí que mi historia, tanto del escándalo
como de estar despierto, era todo de lo que se podía hablar en las
noticias. Me dejó con un sentido de orgullo, que me llevó a través de la
segunda pieza de noticias que escuchaba actualmente.
—Se ha roto los huesos en ambas piernas y tiene un daño importante
en los nervios —me explicó el médico a mí y a mi madre quien se hallaba a
mi lado. Jane y Wes se habían ido a casa antes, aunque sólo porque les
rogué. Lucían tan mal como yo—. Sin embargo, los huesos pueden sanar,
por lo que no es el problema.
—¿Cuál es el problema? —pidió mi madre.
—Tienes lo que llamamos una lesión incompleta de la médula espinal
—respondió, levantando una silla a mi lado—. Ahora lo que eso significa es
que no tiene parálisis total o pérdida de la sensibilidad, y su médula espinal
no fue totalmente dañada o interrumpida. Esto significa que hay mejores
posibilidades de recuperación adicional, pero quiero que se prepare para
el largo plazo. Se pondrá peor antes de que mejore.
—¿Qué quiere decir? —¿Cómo podría empeorar?
—Físicamente, su cerebro sabe cómo caminar y cómo funciona.
Cuando el cuerpo no responde, puede ser frustrante. Puede haber
momentos en lo que intente moverse por su cuenta y caer. Usted
necesitará asistencia para los primeros meses, una enfermera, si elige
emplear a alguien para su rehabilitación. También debemos tener en
cuenta que los dolores fantasmas y cambios de humor son comunes.
También hay… existe la posibilidad de que no vuelva a caminar.
Después de eso dejé de escucharlo.
Cuando tenía nueve años, mi abuelo vivía con nosotros. Perdió la
capacidad para caminar cuando tenía veintitantos años, y ese fue el
comienzo de la “maldición Emerson”, como Irene le encantaba llamarle,
cómo un Emerson arruinó todo a nuestro alrededor debido a nuestra
propia codicia. La historia fue que mi abuelo durmió con la esposa de otro
hombre, y ese hombre le disparó en la espalda. Siempre se caía al salir de
su silla de ruedas, y siendo la mierda que yo era, sólo lo observaba. Pensé
que lo que conseguía era porque él también era un idiota para todos,
incluyendo a mi madre. Lanzaba cosas y maldecía a las criadas; era como
si odiara vivir y se aseguraba de que todos los demás a su alrededor
también lo hicieran.
—Maxwell.
Miré a mi madre, quien sonrió suavemente y me cepilló el cabello. —
Lo que sea que estés pensando, sácalo de tu cabeza. Vas a estar bien. Te
conozco. Eres demasiado terco para dejar que esto te detenga.
—Sí.

***

Tercer día
—¡Ah! —grité, agarrando las sábanas.
—¿Max? ¿Qué pasa?
—¡No me toques! —grité, aspirando por la nariz, tratando de luchar
contra el dolor en la pierna izquierda. Se sentía como si alguien estuviera
tratando de cortarla—. ¡AHHH! ¡AHH!
Wes me llamaba, pero no podía pensar en otra cosa que no fuera el
dolor.
—Duele. ¡Putamente duele! ¡Haz que pare! ¡Por favor!
—Max, espera. La morfina hará efecto en breve —dijo uno de los
médicos, y quería darle la definición de “pronto”.
Se sintió como horas antes de que el dolor desapareciera, pero no
podía soportar ni abrir los ojos. Me quedé echado inhalando y exhalando,
obligándome a ir a dormir.
—Ha estado en el dolor todo el día —susurró Jane.
—Podría haber sido cualquier número de cosas, pero tienes que
entender que va a sentir dolor por un tiempo. Todo lo que podemos hacer
es manejarlo.
La puerta se abrió y se cerró.
—¿Sólo manejarlo? —Wes suspiró, sentado a mi lado—. Detesto verlo
así, Jane.
¿Él lo odiaba? ¿Qué hay de mí?
Wesley
Se suponía que le darían de alta y siendo lo tonto que era, de hecho,
consideré conseguirle una flor, no un ramo, sólo una sola rosa. Sin
embargo, sabía que él se quejaría. En su lugar, le hice una hamburguesa.
Había estado quejándose sobre la comida del hospital... bueno, estuvo
quejándose acerca de casi todo, pero la comida era lo único que podía
solucionar. Jane, por el contrario, le consiguió un oso de peluche diciendo
que al menos podría sacarle la mierda fuera cuando estuviera enojado.
—Aquí vamos. —Jane respiró profundamente.
—Max... —empecé a decir cuando llegamos a su habitación, pero él
no se hallaba allí. Estaba sólo su enfermera rehaciendo la cama en donde
debería haber estado acostado.
—Sr. Uhler y Sra. Chapman. —Se volvió hacia nosotros, pero no antes
de recoger dos cartas—. El señor Emerson quería que les entregara estas a
ustedes.
Miramos las cartas pero no las tomamos. —¿Dónde está?
Se encogió de hombros. —Dijo que les entregara estas, y se dio de
alta a sí mismo.
Tiré la hamburguesa en la mesa cerca de la puerta y tiré la carta
abierta, parcialmente confundido, después de todo, ¿quién demonios
todavía escribía cartas a mano? ¿Por qué no llamó?
Querido Wes,
Probablemente te estés preguntando por qué no te llamé o te mandé
un mensaje, pero también sé que disfrutas de este tipo de cosas. Se
necesita más esfuerzo que escribir un simple correo electrónico, ¿verdad?
Jane me dijo una vez que diciendo lo siento, calmaría a alguien, incluso si
estaban molestos. Disculparse todavía tiene un impacto. Por lo tanto,
quiero decirte que lo siento muchísimo por dejar las cosas así. Lo intenté.
Realmente lo hice, pero la idea de pasar por esto contigo y Jane a mi lado
no me hace sentir mejor. En realidad, me hace sentir enfermo. Lo
suficientemente enfermo como para saber que los trataré mal por ninguna
razón. Lo suficientemente enfermo como para saber que estaría celoso
cada vez que te viera caminar de un extremo de la habitación a otro. Lo
suficientemente enfermo como para ser tan miserable que sólo los haría
miserables a los dos, también.
No estoy rompiendo contigo, así que ni siquiera vayas allí. Me
perteneces... y a Jane. El hecho de que sea un pendejo egoísta no cambia
eso. Sólo tengo que trabajar a través de esto. No sé cuánto tiempo me
tomará, pero sé que estoy pensando en ustedes dos.
Tuyo,
Maxwell Emerson.
PD. La regla de no estar con Jane a menos que todos estemos allí...
daremos pausa a eso. Tú y Jane deben estar juntos.
Incluso hasta el final, todavía era un egoísta de mierda.
—¿Una carta de rompimiento?
Me di la vuelta para ver a Jane apoyada en la puerta mirándome.
Su carta seguía sin abrir en sus manos. Sonrió con tristeza y sus ojos color
avellana nunca dejaron los míos.
—La versión de Maxwell de una carta tipo “espérame”—dije.
—Si no estamos los tres, no está ninguno... —Parecía estar
preguntando, y quería responderle. Quería decirle que simplemente
esperara, pero no pude. Tal vez me encontraba en estado de shock. Sólo
le devolví la mirada—. Fue muy divertido —dijo, besando mi mejilla—.
Fuimos divertidos. Gracias.
—Jane, solo vámonos y…
—¿Aclaramos esto? —Sacudió la cabeza—. Es mejor simplemente
rasgar el vendaje y dejarlo como está.
—¿A dónde vas a ir?
—Wes, te estoy dando una salida. Sin resentimientos. No tienes que
explicarme cómo no está funcionando. Sólo haz lo que sé que quieres
hacer en este momento.
Besándola por última vez, no me devolvió el beso. ¿Era yo o se sentía
fría? No estaba seguro, pero era diferente ahora. Pasando mis manos por
mi cabello, traté de luchar contra el dolor de cabeza formándose. Traté de
negar el hecho de que me sentí aliviado... aliviado de que simplemente
podía escapar de todo esto.
—Lo siento; si necesitas algo llámame. Quédate en el apartamento
de Max…
—Vete, Wes.
Besándola en la frente una vez más, salí de la habitación. Pensé que
yo estaba bien. Pensé que me hallaba preparado para cualquier cosa...
entonces, ¿por qué temblaba tanto?
Jane
Y tan rápido como empezamos, terminamos.
Metiendo la mano en mi bolso, saqué la cosa con la que incluso una
sucia Mary Poppins estaría decepcionada.
—El DIU, TCI, TVR, el parche, y la inyección... y me fui por la píldora —
susurré, mirando la prueba de embarazo positiva en mi mano—. Bien
hecho, Jane.

Continuará…
Proximo libro

Es realmente simple.
Jane prefiere nunca involucrarse románticamente con ninguno de
los dos hombres que podrían ser el padre de su hijo.
Wesley quiere abrir otro restaurante exitoso y olvidar todo el ménage
à trois que tenía con Maxwell y Jane.
Maxwell quiere que los tres vuelvan a estar juntos y hará todo lo
posible para que esto suceda... incluso si significa ponerse de rodillas.
Ver... simple, ¿verdad?

Tres amantes, una historia de amor...


Sobre el autor
Amelia Lefay es un
personaje de mi propia
imaginación. Es una mujer a
mediados de sus veintes
enamorada del sexo. Sexo sucio,
sexo rudo, sexo de cualquier tipo.
No es una zorra o una cualquiera.
Cree que una mujer debe alzar la
voz y expresarse sexualmente
como quiera.
Representa los derechos de
los homosexuales, los de las
mujeres, los de las minorías y la
protección del medio ambiente.
Puede ser una perra, pero no cree
que sea algo malo.
Tiene pechos desiguales, estrías en su trasero, astigmatismo, y muslos
que se rozan mientras camina (lo que significa que ningún par de
pantalones duran tanto como deberían).
Pero lo más importante es que Amelia es una soñadora… tiene
sueños tan grandes que incluso la asustan, porque si fallara… si no puede
lograrlo… se sentiría como nada.
¡VISÍTANOS Y ENTÉRATE DE NUESTROS
PROYECTOS!
¿Qué esperas?

http://www.paradisebooks.org/

Potrebbero piacerti anche