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LA NECESIDAD DE LA APLICACIÓN EN EL SERMÓN

Diego Román Martínez


2018
Resumen:

Recientemente en México, particularmente en círculos reformados, se ha visto una tendencia a rechazar la aplicación en la
predicación. El objetivo del presente trabajo es mostrar que esta idea es una novedad, no es bíblica, ni reformada, ni aun
cristiana. Comienzo el presente trabajo definiendo la aplicación (I), después realizo una defensa de la aplicación en la
predicación (II) mostrando que hay un consenso casi unánime acerca de la necesidad de la aplicación entre los teóricos de
la interpretación bíblica y de la predicación, que los mejores predicadores de la historia se caracterizaron por enfatizar la
aplicación, que los Estándares de Westminster la requieren, que la predicación bíblica también se caracteriza por la
aplicación y que la aplicación es exigida por la teología reformada.
Finalmente respondo a las objeciones principales (III): que es el Espíritu Santo quien aplica y que por tanto, el predicador
no debe interferir en la obra del Espíritu, que la aplicación conduce inevitablemente al legalismo, que la aplicación es algo
subjetivo y por tanto inapropiado en un sermón público y que la Biblia misma tiene pasajes de aplicación y que por tanto
basta con exponer estos pasajes.

I. ¿Qué es la aplicación?

Antes de discutir la necesidad de la aplicación es necesario definir la aplicación. La aplicación conecta la


Biblia con la vida de manera específica y persuasiva, dirigiéndose a la totalidad de la persona y buscando la
transformación del corazón.

La aplicación es conectar la Biblia con la vida


Según Robinson (2001:180) la aplicación consiste en “Relacionar el pasaje expuesto con la experiencia de tus
oyentes de forma específica”1. La aplicación responde a la pregunta “¿Y qué?”, o “¿Qué diferencia hace esta
verdad en mi vida?”. La aplicación, entonces, es la ayuda que el predicador brinda a quien lo escucha a fin de
que este entienda cómo el texto bíblico se relaciona con su vida (KELLER, 2016:iv).

La aplicación debe ser específica


Algunos predicadores hacen una aplicación demasiado general. Por ejemplo, dicen ‘Así que, prediquemos el
evangelio” o “Por tanto, confiemos en Dios”. Estas aplicaciones son por lo general ciertas pero son
insuficientes. Es necesario especificar qué debemos hacer, dónde, por qué motivo y cómo (CHAPELL, 2005:
Kindle Locations 4966-4970).

1
La mayoría de las citas son propias del autor del presente ensayo, aun en libros que se encuentran en castellano pero que fueron leídos
en inglés, como indica la bibliografía.
La aplicación también consiste en persuadir o exhortar
Por otro lado, podemos pensar que basta con decir algo como “Aquí el apóstol Pablo nos exhorta a perseverar
en la fe”, pero no podemos esperar que esto producirá una respuesta de parte del escucha. Braga define la
aplicación como “El proceso retórico, mediante el cual se hace que la verdad se aplique directa y
personalmente a los individuos, a fin de persuadirles a que respondan adecuadamente a él" (en ÁVILA,
2002:250); y lo mismo hace David Eby “En todos los casos la predicación será enseñanza, más aplicación,
con el propósito de persuadir" (1996:35). De la misma manera, Broadus (1951:151) dice que la aplicación
"designa no sólo la parte del sermón en la cual mostramos al oyente de qué modo las verdades que se han
expuesto le son aplicables, sino también lo que denotamos por los términos ‘persuasión’ y ‘exhortación’"
La ausencia de la persuasión hace inefectivo el sermón y es una insensatez de parte del predicador:
"El principal fin de un orador es persuadir... Y por ende, aquel predicador quien en su discurso florece sólo en nociones
generales, y no conduce a algún argumento en particular, ni se esfuerza por instar a su auditorio a la creencia o práctica de
alguna verdad o deber, es como un pescador necio que lanza su red al aire vacío donde no puede esperar tener éxito en sus
esfuerzos." (WILKINS: 25)
Spurgeon consideró malos predicadores a todos los que niegan la persuasión y les comparó con lanza-
cuchillos ‘maravillosamente hábiles para fallar’. Él mismo exhortó poderosamente a los predicadores a
utilizar todos los medios de la persuasión:
"No tiene sentido disparar hacia el cielo cuando el objetivo es penetrar los corazones humanos. Esgrimir bien el sable se hace tan
a menudo que ya no es necesario repetirlo. El trabajo es ir a la carga hacia el corazón y la conciencia. Disparen al centro mismo
del enemigo. Apunten a un efecto... un efecto sobre la conciencia y sobre el corazón." 2
Dever & Gilbert no se quedan atrás: "Habla como el que ha encontrado la cura para la enfermedad más mortal
e implora a tus escuchas que abran sus ojos a esa cura también" (2012:119).

La aplicación se dirige a toda la persona


La persuasión no solo se dirige a la mente, mediante argumentos, sino también apela a la voluntad y busca,
mediante recursos literarios y elementos de la presentación misma, como el tono, el ritmo, los gestos y el
volumen de la voz, impactar las emociones. En palabras de Pratt la aplicación busca: “conectar
apropiadamente el sentido original de un documento bíblico con los oyentes contemporáneos de maneras que
impacten sus conceptos, comportamientos y emociones.”3 Adams define la aplicación como el "Proceso
mediante el que los predicadores hacen las verdades tan pertinentes a los miembros de sus congregaciones
que estos no solo entienden cómo estas verdaderas debieran cambiar sus vidas, sino que también se sientan
obligados y estimulados a implementar esos cambios cuanto antes" (ADAMS, 1990:17).
Algunos reformados temen a la persuasión, particularmente a que apele a las emociones, pero
Dooley y Vines nos recuerdan que es la obligación del predicador, tanto ser fiel al exponer el contenido
cognitivo del texto como en transmitir la emoción del texto: "El predicador debe transmitir el contenido
emocional del texto. Dios creó a los hombres para responder a la emoción y no solo a la información."
(DOOLEY&VINES en AKIN, 2010:243, 263).

2
Citado en MURRAY, David (2011).
3
PRATT, Richard. Clases en línea: Él Nos Dio las Escrituras: Los Fundamentos de la Interpretación. En:
http://es.thirdmill.org/seminary/course.asp/vs/HGB (en línea, consultado el 25 de septiembre de 2017) Lección 6, p. 4
Lo mismo dice Hollifield: "La Biblia late con emoción. Pocos sermones intentan señalar este latido(...) Un
predicador que desee ser un fiel exégeta de las Escrituras debe dar mayor atención a la dimensión emocional."
(en AKIN, 2010: 18). No podemos esperar que los mensajes que no apelan a las emociones sean eficaces:
Arturo Azurdia escribe: "Una razón para la falta de poder (y fruto) en la predicación es no predicar con el
mismo pathos del pasaje." (en AKIN, 2010:251). Porque Dios nos creó también como seres emocionales.
La predicación se dirige a la totalidad de la persona, persuadiendo el intelecto mediante la argumentación, a
las emociones mediante la motivación e ilustración y a la voluntad mediante la apelación entusiasta
(CHAPELL, 2006).

La aplicación busca la transformación completa hablando al corazón


En términos bíblicos, la predicación no se reduce a la transmisión de información sino a la transformación del
corazón. Como dice Keller:
"Frecuentemente veo predicadores que pasan mucho tiempo en lo primero (en la exégesis) pero poca reflexión e
ingenio en lo segundo (en afectar el corazón). De hecho, algunas escuelas de la predicación expositiva enseñan
que el predicador debe solo presentar los datos obtenidos de su investigación bíblica y que cualquier cosa más es
'entretenimiento'. Como vimos en el prólogo esta actitud viene, irónicamente de una malinterpretación de la
advertencia de Pablo en 1 Co. 1 y 2 contra la 'sabiduría humana' en la predicación. Sin embargo, negar la
persuasión, la ilustración y otras formas de afectar el corazón socava la efectividad de la predicación-en primer
lugar porque la hace aburrida y en segundo lugar porque es infiel al propósito de la predicación." (KELLER,
2016:15-16).

En resumen, podemos definir la aplicación como:


La explicación dentro del sermón de cómo se relaciona X verdad bíblica con la vida de los escuchas
(su relación con Dios, con el mundo y consigo mismos), de manera específica (qué, dónde, por qué y
cómo) y persuasiva (utilizando todas las herramientas retóricas literarias y de presentación) y
holística (dirigida al corazón: mente, voluntad y emociones).
II. DEFENSA DE LA APLICACIÓN EN LA PREDICACIÓN

Habiendo definido la aplicación pasaremos ahora a su defensa. Comenzaré mostrando que hay un consenso
casi unánime acerca de la necesidad de la aplicación entre los teóricos de la interpretación bíblica y de la
predicación. Después pasaré a mostrar que los mejores predicadores de la historia se caracterizaron por
enfatizar la aplicación. Alegaré después que los Estándares de Westminster la requieren, que los ejemplos de
predicación que la Biblia nos provee también se caracterizan por la aplicación y que la aplicación es exigida
por nuestra teología reformada, particularmente por nuestra doctrina de las Escrituras.

A. Teóricos de la interpretación bíblica o hermenéutica:



En general, los teóricos contemporáneos4 de la interpretación bíblica están de acuerdo en que encontrar la
aplicación es parte necesaria del proceso interpretativo, es decir, que no hemos terminado de interpretar o
entender la Biblia hasta que hemos llegado a la aplicación5:
Finalmente, debemos considerar ‘lo que significa el pasaje para mí’, esto es, el significado actual del pasaje. Tradicionalmente,
este paso ha sido descrito como aplicación y ha sido distinguido agudamente del sentido del texto. En décadas recientes, sin
embargo, un número de escritores influyentes, no solo en el campo de la teología sino también en la filosofía y la crítica literaria
–han protestad que la distinción no es sostenible. Rechazar la distinción entre sentido y aplicación parece una posición extrema,
pero no hay duda que tiene una medida de verdad. Ciertamente, cuando muchos cristianos leen la Biblia quieren saber qué hacer
con lo que leen. Debemos considerar también que hemos comprendido la Biblia solo en la medida que esta ha afectado la
totalidad de nuestra vida. (KAISER & SILVA, 2007: Kindle Locations 302-310).
Para Packer (1999: 3:27) “La exégesis sin aplicación no es en absoluto interpretación” (en BROWN: Kindle
395). Otros autores también incluyen la aplicación dentro de su definición de hermenéutica. Por ejemplo, para
Tate (2008) la hermenéutica engloba exégesis (el proceso de inferir del texto) e interpretación (las
implicaciones para los lectores); y Fee & Stuart (1985:22) llaman hermenéutica al proceso mismo de la
aplicación (diferenciándolo de exégesis que para ellos consiste en entender el sentido original). Muchos


4
Aunque hemos considerado únicamente autores contemporáneos, podemos ver que la preocupación por la aplicación como parte del
proceso interpretativo se encontraba tanto en Agustín (354-430) como en todos los intérpretes medievales que siguieron y desarrollaron
su modelo, por ejemplo: Gregorio, Hugo de San Víctor, Tomás de Aquino y aun posteriormente en Melanchton. Según Silva los tres
sentidos (alegórico, tropológico y anagógico) funcionaban como aplicaciones (qué creer, hacer y esperar) del sentido literal (KAISER &
SILVA, 2007: Kindle Locations 6545-6553). Según Silva, fue la necesidad de la aplicación llevó a Agustín a formular su teoría del
sentido múltiple del texto bíblico. Recientemente, la interpretación alegórica, que fue degradada por la Ilustración como anti-científico,
así como por el fundamentalismo, se ha reevaluado, particularmente a la luz de la hermenéutica moderna (THISELTON, 1992, 2000), así
como de la predicación cristocéntrica (JOHNSON, 2007). Thiselton escribe sobre Orígenes: “Por momentos, la ‘interpretación alegórica’
se acerca a representar lo que hoy día conocemos como aplicación pastoral” (1992:171).
5
Las obras más usadas en seminarios evangélicos y reformados en los Estados Unidos son: Fee & Stuart (1985), el primero de Regent
College y el segundo de Gordon-Conwell Theological Seminary, Pratt (1993) antiguo profesor de Reformed Theological Seminary,
Vanhoozer (1998) de Trinity Evangelical Divinity School (TEDS), Poythress (1999) de Westminster Theological Seminary en
Philadelphia, Osborne (2006) también de TEDS, Kaiser & Silva (2007) de Gordon-Conwell Theological Seminary, Klein, Blomberg &
Hubbard (2017:406-407) de Denver Theological Seminary. Todos concuerdan en la necesidad de la aplicación, a veces llamada
apropiación o contextualización. En cuanto a autores hispano-parlantes el autor más reconocido en el ámbito protestante es José M.
Martínez (1924-2016). En su Hermenéutica Bíblica escribe: “no es suficiente que el intérprete se pregunte: <<¿Qué dijo el autor a sus
coetáneos?>> Debe añadir: <<¿Qué nos dice a nosotros hoy?>> En la contestación debe resonar de nuevo la palabra divina con toda su
fuerza iluminadora y renovadora. Todo lo que no sea esto se reduce a ejercicio académico estéril.” (MARTÍNEZ, 1984: 541). Para
Martínez la falta de aplicación ha resultado en el desprestigio de la predicación: “la predicación evangélica se ha venido debilitando hasta
el punto de que se pone en entredicho su funcionalidad. En gran parte ello se ha debido a la incapacidad de muchos predicadores para
ahondar exegéticamente en el texto hasta llegar al meollo de su contenido y después comunicarlo significativamente de modo que salga al
encuentro del oyente en el mundo de éste y ahí le interpele, convenza y le mueva a una decisión” (Ibid. 543). Como vemos Martínez
estaría de acuerdo con la necesidad de la aplicación, tal como la hemos definido.
autores actuales reconocen que aunque el sentido original y la aplicación contemporánea deben ser
distinguidos no pueden ser fácilmente separados (BROWN6, 2007: Kindle Location 342).
Osborne (2006: Kindle Location 9254-9263) entiende que el propósito mismo de la interpretación bíblica es
llegar a la aplicación:
No debemos atrevernos a convertir el estático estudio del sentido original del texto en un fin en sí mismo. La meta en todo
tiempo debe ser la aplicación dinámica del texto a las necesidades personales actuales y a compartir el texto con otros mediante
la predicación expositiva y la enseñanza. (…)No podemos separar la exégesis de la aplicación, el significado de la significancia,
porque los dos son aspectos de un mismo acto hermenéutico. La meta del predicador es asegurar que la Palabra hable hoy tan
claro como lo hizo en tiempos antiguos
Y así, poder predicar el texto y su aplicación a la congregación:
…el predicador ayuda a sus escuchas a revivir el drama y poder espiritual del texto y entender como el mensaje se relaciona a
situaciones similares en sus vidas.7 (Ibid.: Kindle Locations 9820-9821).
Así que, el propósito mismo de la hermenéutica es que podamos predicar haciendo evidente el significado
verdadero y aplicándolo a las necesidades de los oyentes en su propia situación cultural (ROSSCUP en
MACARTHUR, 2009:142). Por ello: "La exégesis no está completa hasta que hemos aplicado el texto a
nosotros mismos y luego a la gente a quien enseñamos" (BLACK en AKIN, 2010:152).
Para el teólogo y hermeneuta Bernard Ramm "La Escritura es la Palabra de Dios escrita; la exégesis es la
Palabra de Dios comprendida y la predicación es la Palabra de Dios hecha relevante a un determinado tiempo
y lugar” (en TURNBULL:8). Y también para Stuart (2002:86): “Un sermón es una presentación diseñada para
aplicar la Palabra de Dios a la vida de la gente. Sin aplicación, una plática no es un sermón; puede ser una
conferencia, una lección u otra cosa, pero no un sermón.” Para Bock (2001: 27-28) no llegar a la aplicación
tanto en el proceso interpretativo como en la predicación es no hacer una buena interpretación del pasaje en
cuestión y es un acto de irresponsabilidad de parte del intérprete y predicador:
El exégeta, quien ha llegado a conocer el pasaje mejor que todos, rehúsa ayudar a su lector o escucha en el punto en que
punto de interés más agudo del lector o escucha. El exégeta deja la responsabilidad clave a la sensibilidad subjetiva del
lector o escucha, quien conoce el pasaje mucho menos.
Cuando tendemos a estudiar la Biblia como un libro de historia o una abstracción teológica y no añadimos la dimensión
ética de lo que el pasaje nos llama a ser y hacer como personas tenemos un problema… cualquier pasaje puede tener una
aplicación que nos llame a reflexionar sobre como vivimos.

¿Un sentido o muchos sentidos?


Algunos critican la aplicación en el sermón tildándola de subjetiva y desean restringirla a la lectura individual
de la Biblia. Como hemos visto los principales autores de la interpretación bíblica rechazarían esta restricción,
sin embargo, vale la pena notar que este error surge de una falta de comprensión del debate acerca del
problema del sentido y su relación con la aplicación. Aunque responderé a esta objeción más adelante, es
pertinente abordar ahora este problema.


6
Brown define la hermenéutica en relación con la interpretación bíblica como el estudio del proceso entero de interpretar el sentido de un
texto y aplicarlo hoy (Kindle Location 185). Para Brown la Escritura es un acto comunicativo de Dios, Él nos habla personalmente, él
inicia el diálogo para transformarnos (Ibid. 124): cognitiva, emotiva y volitivamente Él nos habla y demanda una respuesta de nosotros.
Leer la Biblia consiste en desarrollar una amistad con Dios (Ibid. 154).
En general, encuentro dos corrientes principales: los que están más cómodos con el sentido como siendo
múltiple (o uno pero multidimensional, sensus plenior) y los que ven el sentido como siendo único, mas con
múltiples aplicaciones. Insisto en que ambos ven la aplicación como parte esencial del proceso interpretativo,
lo que los distingue es que los primeros la ven como inseparable y(o) indistinguible del sentido y del proceso
interpretativo y los segundos tienden a verlo como el último paso del proceso interpretativo.
Entre los que ven el sentido como rico o múltiple se encuentran: Pratt (1993), Vanhoozer (1998,
2007, 2014) y Poythress (1986ª, 1986b, 1987, 1988, 1999, 2009). Para Poythress una distinción rígida entre
sentido y significancia es relativa, ya que la autoridad de la Palabra de Dios demanda que se obedezca a sus
implicaciones para nuestra situación (que Dios mismo controla y determina):
Dios espera que sus palabras sean aplicadas a muchas situaciones a lo largo de la historia. Él nos demanda obediencia, no
solamente a lo que dice de manera directa (“sentido”), sino también a lo que implica (“aplicación”). Toda aplicación válida
estaba en la intencionalidad de Dios desde el principio y como tal, tiene su sanción. La autoridad divina no solo está unida a lo
que dice más directamente, sino también a lo que implica. Esta ligada a las aplicaciones.
Esto significa, entonces, que no necesitamos una distinción rígida y precisa entre sentido y aplicación, en el caso del
discurso divino. Ciertamente, algunas cosas son dichas directamente (“sentido”), y otras deben ser deducidas a la luz de ver la
relación entre lo que dice y nuestra situación (“significancia”, “aplicación”). Pero la distinción, como yo la veo, es relativa. Es
una distinción entre lo que se dice más o menos directamente, y lo que debe ser más o menos estimado en relación con una
situación más amplia, a fin de ser deducido (POYTHRESS, 1986a:251).
Para Poythress, del mismo modo que debemos lidiar con la intencionalidad humana del texto bíblico,
debemos también considerar que para el autor divino, todos los futuros oyentes y sus situaciones están
incluidos. Por lo tanto, “enfocarse en lo que el texto dice más directa y obviamente, o enfocarse en lo que dice
a la luz de la relación con una situación, son cuestiones de grados” (Ibid.:252).
Todos ellos siguen a su maestro, John M. Frame (1987), quien ve toda la teología como aplicación de la
Palabra de Dios, por personas a todo área de la vida (2013:8). Para Frame entonces entender un pasaje es
saber cómo aplicarlo:
Cuando uno no sabe como “aplicar” un texto, y dice que conoce su “significado”, uno está haciendo una proposición sin-
sentido. Conocer el sentido, entonces, es saber cómo aplicarlo. El sentido de la Escritura es su aplicación. (FRAME,
1987:Kindle Locations 949-950).
Vanhoozer en particular sigue además la teoría de “Actos de habla” de Austin & Searle que divide el sentido
en acto locutivo (qué dice), acto ilocutivo (cómo lo dice, es decir, la retórica y persuasión) y acto perlocutivo
(para qué lo dice, es decir, el resultado esperado8). Vanhoozer relaciona esta teoría, así como su visión de la
multiplicidad coherente del sentido en el ser uno y múltiple de la Trinidad. Según Vanhoozer, este
fundamento metafísico permite que haya perfecta armonía dentro de la riqueza múltiple del significado. Esta
perspectiva también nos ayuda a entender mejor la aplicación pues no podemos aplicar lo que Biblia dice sin
entender cómo lo dice y con qué efecto, a fin de que seamos fieles no solo a sus proposiciones sino también a
su intención y poder (aplicación original). Duvall & Hays, siguen a Vanhoozer "No podemos aplicar los
textos de la Biblia sin saber lo que significan, sin embargo, sí podemos conocer su sentido sin aplicarlo.
Podemos investigar el contexto, analizar palabras, e incluso memorizar capítulos enteros, pero a no ser que


8
Poythress también habla del sentido referencial o proposicional, expresivo y conativo (efecto) y lo relaciona con el conocimiento de
Dios, su presencia y su poder (Ibid.:252).
pongamos en práctica lo que sabemos, verdaderamente no habremos aprehendido la palabra en cuestión. El
mero conocimiento no basta; ésta ha de llevarnos a la acción" (DUVALL&HAYS, 2008:293). Poythress
además de ver el sentido como rico y multiperspectival considera que este puede ser aproximado
legítimamente desde múltiples perspectivas metodológicas (2001). En otras palabras, es legítimo ver cada
pasaje de la Escritura desde una perspectiva doctrinal, devocional, litúrgica, misionera, ética, social, etc.
Por otro lado, están los que ven el sentido como único y la aplicación como múltiple. Entre ellos
están: Ramm (1970), Stott (1972), Caird (1980), Fee (1981), Kaiser (1981), Fee & Stuart (1985), Virkler
(1994), Osborne (2006), Kaiser & Silva (2007) y Klein, Blomberg & Hubbard (2017). Estos siguen a Hirsch
(1967) que distingue significado (sentido original único) y significancia (aplicación múltiple). Por ejemplo,
Mark Strauss, profesor del Bethel Seminary, escribe: “una vez que hemos regreso por el puente del mundo del
texto y determinado el sentido del mensaje para ellos, el sentido para ellos, debemos ahora determinar la
significancia para nosotros. Por que la Biblia es la Palabra de Dios, porque es tanto humana como divina,
tiene un mensaje en su contexto del primer siglo de un autor humano a sus receptores humanos, pero también
tiene significado de Dios para nosotros”. Estos persiguen en perseguir cierta objetividad en la interpretación
(Fee, por ejemplo, habla de significado llano, 1987:60) y procuran proteger la Biblia de interpretaciones
arbitrarias mediante el empleo de una metodología precisa y secuenciada (primero entender el significado
original y luego aplicarlo).
Sin embargo, es necesario reconocer que siempre nos aproximamos a la Biblia espiritualmente
prejuiciados9: con un corazón regenerado, sensible a la Palabra de Dios, con amor, gratitud hacia Dios y
disposición a obedecerle o con un corazón no-regenerado, que se rebela a su Palabra y que odia a Dios (aun a
pesar de una religiosidad externa). Es decir, nos acercamos a Dios con fe o sin ella; confiando en que existe
un Dios supremo, creador, sustentador y salvador, a quien debemos adoración y lealtad, que se revela a sí
mismo en la Palabra o confiando en ídolos. Leemos esperando que Dios nos hable o no, orando a Dios para
que se manifieste o no, ávidos por obedecer o no. Así que siempre nos acercamos a Dios con doctrina, con
ideas y proposiciones acerca de Dios, de nosotros mismos y del mundo. Y esto es correcto, toda palabra
demanda ser interpretada a la luz de lo que sabemos de la persona que la dice. Aun más, no podemos separar
la interpretación bíblica de nuestros intereses personales: ¿Qué quiero hacer? ¿Qué quiero conocer? ¿En qué
situación o problema me encuentro ahora (o mi iglesia)? ¿Qué demanda Dios de mí ahora a través de este
pasaje? Leemos las páginas de la Escritura buscando consuelo, exhortación, corrección y guía. En otras
palabras, meditamos en la ley para cumplirla y no solo para acumular datos teológicos, leemos la Biblia
buscando aplicarla a nuestras vidas. Esto caracteriza la lectura bíblica del cristiano.
Por otro lado, tampoco debemos menospreciar los efectos del pecado en nuestra lectura bíblica. Aun
como cristianos nos resistimos a obedecer, a cambiar nuestra manera de pensar, nuestros deseos y nuestras
acciones. Por todas estas razones estamos obligados a afirmar que no hay neutralidad ni objetividad. Somos

9
No estoy diciendo que los autores en este grupo nieguen estas cosas. Al contrario, particularmente los autores más recientes en este
grupo lo afirman, sin embargo, ponen el énfasis en colocar seguros y límites para proteger nuestra interpretación, como por ejemplo:
considerar el contexto literario, el contexto cultural e histórico, no precipitarse en relacionar un pasaje con otros pasajes de la Biblia o con
una doctrina, ni saltar directamente a la aplicación. Este esfuerzo es loable, y ciertamente, todo cristiano debe crecer en su entendimiento
bíblico y buscar ser fiel en su interpretación pero el principal factor para la interpretación correcta no es el método sino el corazón
regenerado soberanamente por el Dios mediante el evangelio de Cristo y por el poder del Espíritu.
criaturas de Dios y le debemos rendir cuentas de nuestra aplicación de su Palabra: ¿la rechazaremos, haremos
oídos sordos, nos justificaremos y encontraremos excusas para no obedecerla o nos esforzaremos en estudiarla
para saber cómo aplica a la totalidad de nuestra vida, pondremos en práctica esta aplicación con fidelidad y
prontitud, buscaremos entender cómo aplica a otros en sus necesidades y luchas a fin de ministrarles la
Palabra? La aplicación personal y comunitaria (en la predicación, el liderazgo, la consejería y la educación
bíblica) es un imperativo para el cristiano, es por esto que los principales autores evangélicos de la
interpretación bíblica la afirman y la demandan de la predicación, independientemente de si la ven como el
final del proceso interpretativo (distinción significado-significancia) o como una espiral en que nuestra lectura
va corrigiendo nuestras ideas preconcebidas.
B. Teóricos de la predicación:

Habiendo ya visto el relativo consenso sobre la necesidad de la aplicación en el proceso interpretativo y en la


predicación, entre los autores contemporáneos de libros de hermenéutica y exégesis bíblica, pasaremos ahora
a ver este consenso también entre los teóricos de la predicación más estimados por la tradición reformada.
Esta vez comenzaremos con los autores puritanos.

El siglo XVI y XVII


Entre los puritanos quizá el tratado sobre de predicación más importante fue The Art of Prophecying
(El arte de la profecía), escrito en 1607 por William Perkins (1558-1602).
Martyn Lloyd-Jones (1987: 388) resume el método de predicación Perkins de este modo:
1. El primer paso consiste en leer en forma clara el texto de las Escrituras.
2. Después el predicador pasa a ofrecer a sus escuchas el sentido y la comprensión del mismo,
interpretándolo mediante las Escrituras mismas.
3. De aquí pasa a recoger unos pocos y provechosos puntos de doctrina.
4. Finalmente, aplica estas doctrinas a la vida y las costumbres de sus oyentes.
Perkins también considera el elemento retórico o persuasivo en el Capítulo VII “De los modos de usar y
aplicar las doctrinas” de su libro. Perkins habla de los medios de persuasión e incluye: argumentación,
admonición o advertencias, convicción indirecta (haciendo surgir un juicio moral sobre otra persona y luego
volcándolo hacia ellos) y súplica. Otro autor puritano, Richard Baxter (1615-1691) en su famoso libro El
Pastor Reformado, escrito en 1656, escribe que “es una tragedia cuando la buena enseñanza es desperdiciada
por la falta de aplicación práctica o de una persuasión ferviente.” (PDF:18). El mismo Baxter exhortaba a los
predicadores a hablar a su gente ‘como a personas que deben ser despertadas aquí o en el infierno’.

El siglo XVIII
Philip Doddridge (1702-1751), el ministro congregacionalista inglés, en sus famosas conferencias sobre la
predicación, como Perkins, enfatiza la necesidad de la aplicación a distintos grupos de personas: conversos,
incoversos, ignorantes, apáticos, lujuriosos y profanos, moralistas e hipócritas, los que dudan, los que están
siendo tentados, los que se deslizan, los confirmados, celosos o gozosos, los viejos y los jóvenes, los
prósperos y afligidos, ricos y pobres, saludables y enfermos, los que han perdido amigos (1807: 65-66).
Charles Simeon (1759-1836), en su libro Horae Homileticae (1792), escribe: "El autor ha perseguido
dar a cada texto, sin prejuicio ni parcialidad, su justo significado, su aplicación natural y uso legítimo" (en
STOTT, 2000:12).
El siglo XIX
Autores como Charles Bridges (1794-1869) dan tal importancia a la aplicación que creen que es
necesario aplicar cada porción del texto a lo largo del sermón: “El método de aplicación perpetua, por tanto,
donde cada materia lo permite, es preferible para lograr un mayor impacto” (Kindle Locations 3651-3652).
Asimismo, el teólogo presbiteriano R. L. Dabney (1820-1898) en su libro de 1870 Lectures on Sacred
Rhetoric (Conferencias en retórica divina) considera un peligro la predicación sin aplicación.
Dabney escribe: "La predicación exclusiva de la doctrina a los cristianos tiende a cultivar un espíritu
antinomiano” (1870: 58). Y llama a los predicadores a denunciar y condenar la vida de los malvados, así
como motivar y dirigir a los piadosos hacia una vida que honre a Dios.
Del mismo modo, John Broadus (1827-1895) conocido como ‘El príncipe de los expositores’ y
considerado por Spurgeon como el más grande predicador de su tiempo, escribe en su clásico libro de 1870,
considerado por Turnbull como el “libro más destacado de la predicación en los Estados Unidos durante el
siglo diecinueve” (1976: 13), On the Preparation and Delivery of Sermons (Sobre la preparación y
presentación de sermones): "La aplicación en un sermón no es un mero apéndice a la discusión o parte
subordinada de ella, sino la cosa principal" (1951:151); y también: "La parte principal de la aplicación es la
persuasión. No basta convencer a los hombres, ni probarles que una verdad les es aplicable y practicable, sino
que debemos persuadirlos. (...) no sólo apelando a los sentimientos, sino presentando antes algún motivo o
motivos para obrar según proponemos" (1951:152).

El siglo XX10
En el siglo XX, G. Campbell Morgan (1863-1945), evangelista y predicador de la capilla de
Westminster y antecesor de Martyn Lloyd-Jones, también tenía en alta estima la persuasión:
El predicador no pide meramente que la congregación discuta una situación, considere una proposición o preste atención a una
teoría. Salimos a tomar por asalto la ciudadela de la voluntad, y capturarla para Jesucristo... Ya sea evangelizando o enseñando,
ello no importa. El llamado es lo definitivo.
El prolífico escritor anglicano John Stott (1921-2011), en su tratado La predicación: puente entre dos
mundos, afirma que la aplicación es necesaria en la predicación: "Esto de aterrizar la Palabra en el mundo no
es algo opcional; es una característica indispensable de la verdadera predicación cristiana.” (STOTT,
2000:138). Stott define la predicación misma como el construir puentes entre la Biblia y el mundo actual. Por
lo que sin la aplicación no hay verdaderamente una comunicación de la Palabra al pueblo:
…permítanme exponer las principales características del ministerio de la predicación, concebido como la actividad de
construir puentes entre la Palabra y el mundo contemporáneo. Tal predicación tendrá autoridad al exponer los principios
bíblicos, y será cuidadosa al aplicarlos a los complejos temas de discusión actuales. (Ibid.:171)
Él ruega a los predicadores que hagan una aplicación específica, pues para él la falta de aplicación en el
sermón es una falta de consideración hacia el pueblo de Dios:
Mi petición es que los tratemos como gente real que tiene preguntas reales; que en nuestros sermones abordemos temas de
la realidad y que construyamos puentes con el mundo real en que viven y aman, trabajan y juegan, ríen y lloran, se esfuerzan

10
Otros teóricos de la predicación traducidos al castellano insisten también en la necesidad de la aplicación, su conexión con la
exhortación o persuasión, su valor práctico, etc. P. Ej. BLACKWOOD (1959) CRANE (1985:67-71), LIEFELD (1990:107-126), SILVA
(1995: 34), COSTAS, (1989: 68-69).
y sufren, envejecen y mueren. Debemos incitarlos a pensar sobre todos los estados de su vida, desafiarlos a hacer que
Jesucristo sea Señor de cada área y demostrar su importancia contemporánea. (Ibid. 140-141)
Asimismo acentúa la importancia de la persuasión: “El sermón no solo debe mostrar al auditorio cómo aplicar
la verdad predicada, sino que debe persuadirlo a la acción” (Ibid.:213)
J. I. Packer (1926), importante teólogo e influyente autor anglicano, también ve la aplicación como
parte de la esencia misma de la predicación: “Predicar es enseñar, primero y antes que nada. Pero es más que
enseñar; es enseñar mas aplicar... Es el tipo de discurso que se dirige a la mente y al corazón y busca sin
temor cambiar la forma en que las personas piensan y viven”. (1986: 3). Packer resalta la conexión entre las
proposiciones del texto (el elemento cognitivo) y la respuesta activa del escucha, por medio de la persuasión.
Para Packer la aplicación cumple esta función, ella "hace que las proposiciones o ejemplos en el texto
empujen constantemente en las acciones y hábitos".
Cuando predicamos las promesas e invitaciones del evangelio, cuando ofrecemos a los pecadores la sangre redentora de
Cristo Jesús, nuestra tarea abarca más que anunciar las buenas nuevas; tenemos que poner y reponer énfasis en la
responsabilidad del hombre en cuanto a su reacción al evangelio de la gracia de Dios (2008:28)
Jay E. Adams (1929), autor de más de 100 libros y fundador del movimiento de consejería noutética,
considera la aplicación práctica tan importante que la demanda en el sermón desde el inicio hasta el final: “La
aplicación debe iniciar con el primer enunciado del sermón y debe continuar hasta el final” (ADAMS,1990:
119). Adams también considera que la persuasión es una parte esencial de la aplicación: “No solo deben
entender cómo esas verdades debieran impactar sus vidas sino también sentirse obligados y quizá ávidos de
implementar esos cambios”.
Uno de los textos Haddon W. Robinson (1931-2017), profesor del seminario evangélico Gordon-
Conwell y autor del libro Biblical Preaching: The Development and Delivery of Expository Messages, famoso
tratado con tres ediciones en castellano hasta el momento (1980, 2011, 2014), subraya que la diferencia entre
una conferencia y un sermón es precisamente la aplicación. Robinson dice que al predicar “no estás dando
una conferencia a la gente sobre la Biblia. Estas hablando a la gente sobre ellos mismos desde la Biblia."
(ROBINSON, 2001:123). Robinson, describe y alaba el método del predicador presbiteriano Donald Gray
Barnhouse (1895-1960) por consistir de aplicación de principio a fin:
Antes de empezar leía el texto y lo iba comentando, basado en su exégesis, todo esto para que la congregación pudiera
apreciar el hilo y los matices del pensamiento del autor bíblico. "¡Muchos de los que asistían por primera vez a aquella
iglesia presbiteriana creían que aquella lectura del texto ya era la predicación! Cuando Barnhouse llegaba a la predicación,
ya podía centrarse en el mensaje del pasaje, sus implicaciones y las aplicaciones, que es lo que hace que una predicación
sea una predicación (en HYBELS, 2008:66).
Otro autor y predicador de renombre, Albert N. Martin en su libro What's Wrong with Preaching Today?
(1967) nota que la falta de aplicación en la predicación es una grave falta, característica, sin embargo, de la
predicación de su tiempo:
…la predicación contemporánea esta marcada por una clara debilidad …. en el aspecto de la aplicación práctica de la
enseñanza. En muchos ministerios puede haber un sólido contenido bíblico y una gran medida de contenido doctrinal,
pero muy poca aplicación práctica, en la cual los hombre puedan ver las implicaciones del contenido y la doctrina (y de
este modo ellos puedan conocer la forma de adornar la doctrina de Dios nuestro Salvador, en todas las cosas). (2000:143).
Para Martin la característica de la buena predicación es su poder exhortativo:
Cuando leemos los sermones de los grandes predicadores del pasado, somos impresionados con su denuedo santo. El lector se
siente como si estos sermones de los viejos maestros le estuvieran arrinconando y como que tiene que hacer algo respecto a la
verdad con la que está siendo confrontado (Ibid.:148)

El siglo XXI
En nuestro siglo, los principales autores siguen enfatizando la necesidad de la aplicación en el sermón.
Por ejemplo, para el teólogo bíblico australiano Graeme Goldsworthy (n. 1934): “la predicación bíblica
expositiva es siempre exposición del Evangelio y sus implicaciones" (2000:). Goldsworthy incluso considera
el problema de la aplicación como el problema central de la interpretación bíblica: “Cada vez que leemos la
Biblia nos encontramos con el problema de la correcta aplicación del texto a nosotros, el sentido del texto
antiguo para el mundo de hoy.”(2011: Kindle Locations 113-115).
David G. Peterson (n. 1944), colega de Goldsworthy en Moore Theological College, afirma que una iglesia
sana necesita de la predicación con aplicación: "La aplicación en la predicación es central a la vida de la
iglesia" (2013:186). Lo mismo opina el anglicano John Cheeseman (1950-2017):
La aplicación es absolutamente crucial. Es lo que hace que el mensaje llegue con poder a la congregación. Las personas
quieren oír algo que es relevante para ellos en su vida diaria. Debemos esforzarnos al máximo en hacer la aplicación tan
real y aterrizada como podamos. (...) Si inyectas tus sermones con aplicaciones a lo largo, ayudarás a las personas a
permanecer despiertas y alerta (2006).
Bryan Chapell, antiguo profesor de Covenant Theological Seminary y actual presidente emérito de Knox
Theological Seminary, discurre que la exposición del texto bíblico está inconclusa a menos que lleguemos a la
aplicación. Chapell escribe: "Sin la aplicación el sentido está escondido. La aplicación es esencial para una
exposición completa (de la palabra)".11 Para Chapell la aplicación transforma una conferencia en un sermón,
información en exhortación, adquisición intelectual en transformación de vida.
Sin aplicación, un sermón no incentiva a la gente a obedecer el mensaje. La mayoría de los escuchas se preguntarán por
qué deberían perder su tiempo reflexionando en algo que el predicador ni siquiera parece ser capaz de relacionar con sus
vidas. Las proposiciones de verdad, aun de verdad bíblica, no hacen automáticamente un mensaje para el púlpito. Los
sermones bien construidos requieren unidad, propósito y aplicación. (CHAPELL, 2005:Kindle Locations 708-711).
Dennis E. Johnson (2007), profesor del Westminster Theological Seminary California, encuentra el origen de
la separación de la interpretación bíblica y la aplicación en la Ilustración, su búsqueda de objetividad y su
modelo de investigación y urge a reunir la interpretación bíblica y la proclamación:
Las expectativas académicas frecuentemente dividen la investigación bíblica de sus aplicaciones prácticas. (…) La
exégesis misma se ve empobrecida cuando la especialización y las presiones profesionales en la academia inculcan en la
facultad y los estudiantes un modelo de interpretación bíblica que aborta el proceso antes de la aplicación, privándolo de
sus frutos más dulces. (2007:Kindle Locations 335-336)


11
Ver también CHAPELL, Bryan. Clase en línea: Christ-Centered Preaching. En:
https://www.youtube.com/watch?v=Jo5VUIFWyQs&list=PLHKxt9HSA8B4Q_Hfk_fRNcY7-osUMCsHZ (en línea, consultado el 22
Junio 2013)
El profesor del Puritan Reformed Theological Seminary Joel R. Beeke (1952) critica los sermones ‘de
comentario’. Él afirma que los escuchas los pueden identificar y reconocen que estos no salen del predicador,
que este no los ha aplicado a su propia vida ni entiende cómo aplican a la vida de su congregación12.
Para los profesores del Southeastern Baptist Seminary, Daniel L. Akin (n. 1957) & David L. Allen
"...cualquier cosa menos que una verdadera exposición que explica, ilustra y aplica el texto a la gente, no
refleja la visión apropiada de la autoridad bíblica" (2010: 103). Akin afirma la idea de la especificidad de la
aplicación. Él escribe:
No podemos esperar que las personas llenen los espacios en blanco de las aplicaciones en los sermones(...) No podemos
golpearles la cabeza con <<debes>> sin proveerles de los <<cómos>>.
Mark Dever (n. 1960), iniciador del movimiento 9marks, también considera la aplicación central:
Es nuestro trabajo como proclamadores de la Palabra de Dios no solo decirles la verdad sino también decirles por qué la
verdad debe importarles y qué demanda la verdad de ellos. Como predicador, no solo informas, tú "reprendes, redarguyes y
exhortas con paciencia y doctrina" (2 Ti. 4:2). En pocas palabras, tú aplicas. (DEVER & GILBERT, 2012: 92).
Otro autor, David Helm, en su libro sobre la predicación expositiva insiste en la importancia de considerar a
la audiencia, la pereza de los predicadores que no hacen aplicación y la seriedad de omitir la predicación,
eliminando así su poder y deshonrando la Palabra:
La exégesis no es suficiente. Hecha de forma aislada, la exégesis sola puede llevar a una predicación demasiado
intelectual… La predicación intelectual ocurre cuando conviertes a la primera audiencia en tu preocupación final. Es lo que
pasa cuando tomas un texto profundamente relevante y lo haces irrelevante escribiendo sermones que parecen un
comentario académico. Haces el trabajo de la exégesis, pero te detienes. Terminas con discursos aburridos, inefectivos y
llenos de notas al pie de página. (2015: 67-68).
Julius Kim, profesor de homilética del Seminario Westminster de California también insiste en la necesidad
de la aplicación: “La predicación es una combinación de explicación, proclamación y aplicación. El
predicador tiene el privilegio y la responsabilidad de explicar las verdades del texto y proclamar a Cristo en el
texto. Adicionalmente, debe también aplicar todas estas perspicacias a las mentes, corazones y vidas de sus
oyentes” (2015: 167). Kim insiste en que una marca de la predicación apostólica es la aplicación:
“Aunque el proceso de transformación de vidas es dirigido por el Espíritu, la Biblia nos enseña que la Palabra de Dios
predicada es el medio por el que se recibe esta gracia. (….) A lo largo del NT, abundan ejemplos en que los apóstoles
concluyeron su predicación de la Escritura con un llamamiento al arrepentimiento y la fe. Ellos aplicaron las implicaciones
de quién era Jesús y la salvación que ofrecía mediante su vida sin pecado y su muerte sacrificial. Ellos llamaron a sus
oyentes a volverse de su pecado en contrición y a poner su confianza en Cristo solo para su salvación. Aun más, los
apóstoles amonestaron a los creyentes con las implicaciones del evangelio –para sus hogares, iglesias y lugares de trabajo.
Ellos aplicaron las verdades de Dios mediante el evangelio a sus oyentes. Nosotros también debemos aplicarlas a nuestros
escuchas” (Ibid.: pp. 167-168).


12
Beeke enfatiza, como los puritanos, la aplicación. Véase: BEEKE, Joel. Clase en línea: Reformed Experiential preaching. En:
https://www.youtube.com/watch?v=Jo5VUIFWyQs&list=PLHKxt9HSA8B4Q_Hfk_fRNcY7-osUMCsHZ (en línea, consultado el 25
de Septiembre de 2017) y también MURRAY, David y Joel Beeke. Clase en línea: Homiletics I. En:
https://www.youtube.com/watch?v=ya1NkKer8L8&list=PLHKxt9HSA8B5crmi5Tj65MqmjUQxycP49 (en línea: consultado el 25 de
septiembre de 2017).
C. Grandes predicadores cristianos:

Habiendo visto ya el consenso entre los autores de interpretación o hermenéutica bíblica y de la homilética,
pasaremos ahora a ver el ejemplo de los grandes predicadores cristianos. Me enfocaré, selectivamente, en los
predicadores más estimados en la tradición reformada.
Wayne Grudem, en su Teología Sistemática escribe:
A través de la historia de la iglesia los más grandes predicadores han sido aquellos que reconocen que no tienen autoridad en
sí mismos y se han hecho a la tarea de explicar las palabras de la Escritura y aplicarlas claramente a la vida de sus oyentes.
(2009: 82).
Espero mostrar con ejemplos particulares que esto es el caso.

El cristianismo primitivo
Comenzaremos con Justino Mártir, importante autor cristiano del siglo segundo d.C. en su Primer Apología
67.3-5 escribe:
El día que se llama del sol se celebra una reunión de todos los que moran en las ciudades o en los campos, y allí se leen, en
cuanto el tiempo lo permite, los Recuerdos de los Apóstoles o los escritos de los profetas. Luego, cuando el lector termina, el
presidente, de palabra, hace una exhortación e invitación a que imitemos estos bellos ejemplos.
Según este ejemplo, uno de las referencias más antiguas sobre el culto cristiano primitivo, la predicación
consistía en una exhortación moral. Es decir, en aplicación, vista como explicación de las implicaciones, con
ejemplos específicos y de manera persuasiva.
Otro autor del segundo siglo, el creador de la palabra ‘Trinidad’, Tertuliano (c. 155-c.240) escribe también en
su Apología, en el cap. XXIX:
Nos reunimos para leer nuestros escritos sagrados... Con las palabras sagradas nutrimos nuestra fe, animamos nuestra
esperanza, fortalecemos nuestra confianza, y confirmamos además los buenos hábitos al inculcar los preceptos de Dios. En
el mismo lugar también se exhorta y administra santa censura y reprensión...
Un poco más adelante, Juan Crisóstomo (c. 347-407), llamado ‘boca de oro’ y el predicador más respetado
por los reformadores, enfatizó la aplicación. Según Stitzinger (2009: 61): "La predicación de Crisóstomo se
caracterizaba por una exposición bíblica sencilla, una valerosa proclamación de la moralidad en lugar del
dogma, una profunda solemnidad, y una aplicación dirigida al hombre común".
Según John Stott, la predicación de Crisóstomo se caracterizaba por ser bíblica, simple y directa, con
aplicación práctica y valiente (2000:19).

Agustín y los predicadores medievales


Ya hemos hablado sobre Agustín y su método de interpretación. Baste decir por ahora que la homilía
medieval también se caracterizó por el elemento exhortativo y la aplicación moral, incluso excesivamente.
Pasemos ahora a hablar de los grandes predicadores protestantes.
La reforma
Según Quicke, Martín Lutero (1483-1546) “desarrolló un estilo de predicación heráldica que enfatizaba el
contenido bíblico, la simplicidad y la aplicación cotidiana” (en LARSON&ROBINSON, 2005:66). Lutero
habló al pueblo alemán sobre todo asunto de importancia moral, política y social. (Ibid.:68).
Quizá el predicador más admirado por los reformados es Juan Calvino (1509-1564). La predicación
de Calvino se caracterizó por la aplicación. Calvino escribe en su comentario a 2 Ti. 4:1-2: “Si dejamos a la
elección de los hombres seguir lo que les enseñamos, no moverán un dedo. Por tanto, la doctrina en sí misma
no aprovecha en nada”. Para Calvino la aplicación también incluía la exhortación o persuasión de la voluntad.
Calvino escribe: “No hemos venido a la predicación meramente a escuchar lo que no sabemos, sino a ser
incitados a cumplir con nuestro deber”. John H. Leith escribe acerca de Calvino: “Los sermones de Calvino
van de la Escritura a lo concreto, a la situación actual en Ginebra” (1990:215). Y Nyenhuis escribe:
El pastor que administra la Palabra de Dios tiene que conocer a su gente para poder aplicar la Palabra de Dios a ellos, en
términos a su alcance. La predicación de Calvino tenía dos puntos focales: La primera era la Palabra de Dios y la segunda el
Pueblo de Dios. El pastor, o predicador, tiene que tener un profundo conocimiento de ambos. (...) en la predicación de
Calvino ni la teología, ni la mera exégesis ocupaban el primer lugar; sino que daba primer lugar a la aplicación directa a la
congregación. (...) <<Si entrara en el púlpito (sin) considerar cuidadosamente cómo aplicar la Santa Escritura a la
edificación del pueblo, entonces yo sería un presumido arrogante>> (En: ÁVILA,2002:207).
Y el erudito T. H. L. Parker (1916-2016), en su libro sobre la predicación de Calvino, escribe: “Se puede
afirmar sobre Calvino que un sermón ‘Sin aplicación no es predicación’”.

Los predicadores puritanos


Aunque la aplicación fue importante para otros predicadores de la reforma, pasaremos ahora a hablar
de los grandes predicadores puritanos. Según G. Campbell Morgan: “Para los puritanos "La característica
final de la predicación devota era que cada sermón debía tener su <<uso>> o <<aplicación>>, particularmente
relacionado con <<la conversión de almas y su formación en santidad>>”. Y, de acuerdo con Quicke, "(los
puritanos británicos) fueron maestros predicadores con sermones en dos partes: una exposición de los puntos
doctrinales del texto y su aplicación a los oyentes"(En ROBINSON,2015). Uno de los actuales expertos en el
movimiento puritano, Joel Beeke, escribe así:
Para los puritanos, la predicación era el eco del ministro ordenado de la Palabra Santa de Dios para los salvos y no salvos,
con el propósito de cambiar su pensamiento y alterar sus voluntad, a fin de convertir a los pecadores y santificar a los
santos. (...) La predicación puritana nombraba pecados específicos, luego hacía preguntas para cargar la consciencia de
hombres, mujeres y niños de pecado. (...). La sección llamada "usos" del texto, podía ser extensa, pues el ministro aplicaba
la Escritura a diversos escuchas. Estas aplicaciones podían ser advertencias penetrantes a reformar un estilo de vida impío, o
como Perkins lo dijo, penetrantes en sus notas de consuelo. La meta era siempre traer la Palabra hasta cada persona, o como
Baxter lo dijo, atornillarla en las personas para que crecieran en santidad.13
Beeke también cita a Stephen Marshall (1594-1655), quien contribuyó al Catecismo Menor de Westminster:
“(el) sermón debe explicar, ilustrar y aplicar la Escritura.” y a James Durham (c. 1622-1658). "La parte
aplicativa del sermón es 'la vida de la predicación'. Un escritor puritano escribió: "Debemos golpear con el


13
Ver todo el capítulo 42 y 43 de BEEKE, Joel & JONES, Mark A Puritan Theology. (Grand Rapids, MI: Reformation Heritage Books,
2012).
palo de la verdad divina cada arbusto detrás del que se esconda algún pecador, hasta que, como Adán que se
escondió, quede delante de Dios desnudo”.
Más adelante, Matthew Henry (1622-1714), presbiteriano Galés y autor del famoso comentario sobre toda la
Biblia y considerado uno de los últimos predicadores puritanos, según Stitzinger (2009), se caracterizaba por
predicar con aplicación práctica y propósitos devocionales. Según el erudito Robert E. Webber (1933-2007) el
patrón típico del sermón entre los presbiterianos consta de tres secciones: el contenido doctrinal, la
argumentación desde el texto y la aplicación (1994:Kindle Location 2063).

Los grandes evangelistas del siglo XVIII


Uno de los grandes evangelistas, teólogos y predicadores reformados fue Jonathan Edwards (1703-
1758). R. W. Dale (1829-95) escribe sobre Edwards:
…en la elaborada sección doctrinal de sus sermones, el gran predicador Jonathan Edwards estaba simplemente poniendo sus
escopetas en posición, pero en sus <<aplicaciones>> abría fuego sobre el enemigo. Me temo que demasiados de nosotros
pasamos tanto tiempo poniendo nuestras escopetas <<en posición>>, que nos vemos obligados a terminar sin haber
disparado. (En: BEEKE & JONES, 2012: 146).
El mismo Edwards escribió algo similar: "Nuestra gente no necesita tanto que sus cabezas sean llenadas como
que sus corazones sean tocados, y están en gran necesidad de un tipo de predicación que tiende a ello”
(BEEKE, Ibid:43).
Piper resalta cómo Edwards apelaba a la voluntad: “(El hipercalvinismo) crea un tipo de prédica que informa,
pero no llama al arrepentimiento a los pecadores. Edwards como Spurgeon que le siguió, sabían que esto no
era auténtico Calvinismo, era contrario a las Escrituras e indigno de la tradición Reformista."(PIPER:40).
Edwards utilizaba todos los recursos retóricos a su disposición para mover los corazones de las personas:
…se esforzó en hacer que la gloria de los cielos lucieran de irresistible belleza y que los tormentos del infierno lucieran
intolerantemente horribles. (...) Cuanta vez leo los sermones de Edwards, tengo la profunda experiencia de sentirme
desnudo. Los secretos de mi corazón son removidos. Las engañosas obras de mi corazón son expuestas. La potencial belleza
de nuevos afectos parecen atractivos. (Ibid.:42)
Edwards fue acusado de emocionalismo pero él respondió:
Si alguno de ustedes que es cabeza de familia, viera a uno de sus hijos que está en medio de una casa que está quemándose y
se encuentra ante el inminente peligro de ser consumido por las llamas, que sin darse cuenta del peligro rehusara escapar, a
pesar de que usted ya le hubiera hablado repetidas veces advirtiéndole del peligro, ¿Acaso llegaría usted a hablarle de una
manera fría e indiferente? ¿No le gritaría, y le advertiría y le mostraría el peligro así como su insensatez al demorarse, de la
manera más vívida que le fuera posible?

Otro gran predicador y evangelista fue George Whitefield (1714-1770). Sobre los sermones de Whitefield,
Ryle escribe en 1869:
No eran como el disparo matinal y vespertino de Portsmouth, una clase de disparo formal... que no perturba a nadie. Por el
contrario, eran todo vida y fuego. No había forma de escapar de ellos... Lo caracterizaba una violencia santa que capturaba
la atención de su audiencia por asalto.” (RYLE, 2018:53).
El siglo XIX
Del siglo XIX, el predicador bautista reformado, Charles H. Spurgeon (1834-1892), considerado uno de los
más grandes predicadores de la historia y autor de Discursos a mis estudiantes (1875), se cree que alguna vez
dijo: "Donde la aplicación comienza principia el sermón" (en MURRAY, 2010: Kindle Locations 1203-1205).

El siglo XX
En el siglo XX el predicador evangélico Martyn Lloyd-Jones (1899-1981) afirma que "El propósito de
predicar es relacionar la enseñanza de las Escrituras con lo que sucede en nuestro días" (1998: 109). Sobre el
efecto persuasivo de su predicación J. I. Packer escribe: “nunca escuché tal predicación… venía a él con la
fuerza de un choque eléctrico, trayendo a sus escuchas un sentido de Dios mayor que cualquier otro hombre”.
Stitzinger también afirma: "Su predicación procedía de una exégesis cuidadosa y se caracterizaba por el
establecimiento metódico del significado y la aplicación de sus textos" (2009:74). En uno de sus libros más
influyente, La predicación y los predicadores (1972) Lloyd-Jones escribe:
Habiendo aislado la doctrina de este modo… procede a considerar la relevancia de esta doctrina para los que te oyen. La
cuestión de la relevancia jamás debe ser olvidada. Como ya he dicho antes, no estás dando una conferencia, ni leyendo un
ensayo; estás buscando…influenciar a estas personas, la totalidad de sus vidas. (1972:75)
…es importante que vayas aplicando lo que vas diciendo…y habiendo llegado al clímax aplicar de nuevo. Esto puede ser en
forma de exhortación, pregunta o afirmación. Pero es vital que el sermón siempre termine con aplicación o exhortación
(Ibid.:77-78).
…hay hombres que no exhortan en absoluto. Dan una exposición brillante y se quedan ahí. No hay nada que mueva al llanto
o a la acción, no hay emoción, no hay sentimiento, no hay exhortación. Todo esto está obviamente mal… (Ibid.:258)

Otro de los predicadores más influyentes del siglo es el bautista calvinista John F. MacArthur (n. 1939). Para
MacArthur la reflexión sobre la aplicación es parte del estudio bíblico. Según MacArthur debemos siempre
preguntarnos “¿Cómo se relaciona esta verdad conmigo?”. Él también da una serie de preguntas guía para
orientarnos en la aplicación del texto bíblico: ¿Hay ejemplos a seguir?, ¿Hay mandamientos a obedecer?,
¿Hay errores que evitar?, ¿Hay pecados que abandonar?, ¿Hay promesas que reclamar?, ¿Hay pensamientos
acerca de Dios?, ¿Hay principios por los cuales vivir? (2009:244). MacArthur enfatiza también el aspecto
volitivo del sermón: “La predicación debe incitar a tomar una decisión, debemos entender qué requiere Dios
de nosotros y debemos responder ‘sí lo haré’ o ‘no lo haré’”.
Otro predicador bautista calvinista y prolífico autor es John Piper (n. 1946). Para Piper: "Toda
prédica cristiana debería ser una exposición y una aplicación del texto bíblico" (1990:16).

Siglo XXI
Quizá el predicador presbiteriano de mayor renombre hoy, Timothy Keller (n. 1950), en su libro Preaching
(2016) escribe “...una persona no ha entendido el texto hasta que vea cómo se relaciona con su vida.
Ayudarles a ver se conoce como la aplicación". Keller advierte:
Frecuentemente veo predicadores que pasan mucho tiempo en lo primero (exégesis) pero poca reflexión e ingenio en lo segundo
(afectar el corazón). De hecho, algunas escuelas de la predicación expositiva enseñan que el predicador debe solo presentar los
datos obtenidos de su investigación bíblica y que cualquier cosa más es 'entretenimiento'. Como vimos en el prólogo esta actitud
viene, irónicamente de una malinterpretación de la advertencia de Pablo en 1 Co. 1 y 2 contra la 'sabiduría humana' en la
predicación. Sin embargo, negar la persuasión, la ilustración y otras formas de afectar el corazón socava la efectividad de la
predicación-en primer lugar porque la hace aburrida y en segundo lugar porque es infiel al propósito de la predicación. (2016:15-
16)
Él también considera central la persuasión, es decir, hablar al corazón, así como la especificidad en la
aplicación (el cómo):
No puedes alcanzar y reestructurar los afectos del corazón a menos que apuntes a través de los principios bíblicos a la belleza de
Jesús, mostrando claramente cómo la verdad particular de tu texto solo puede ser practicada mediante la fe en la obra de Cristo.
El predicador presbiteriano John Ortberg (n. 1957) escribe:
La predicación bíblica ocurre cuando la gente escucha, cuando pueden oír a Dios hablándoles como habló al mundo de las
Escrituras y les permite responder. Por muchas razones los sermones tienen mucha información sobre la Biblia pero no son
predicación hasta que no hacen un llamado que permite que la gente responda. (…) Mi meta no es llevar a la gente a través de la
Biblia. Mi meta es que la Biblia llegue a las personas. (…) Para hacer eso debe preguntarme tres cosas. ¿Qué quiero que la gente
sepa? ¿Cómo quiero que se sienta? ¿Qué quiero que la gente haga. Reflexiona en estas preguntas para cada sermón que predico
porque no si no dirijo a la mente, el corazón y la voluntad –si no puedo contestar estas preguntas- entonces no debo predicar este
mensaje porque este no va a lavar sus mentes con la Palabra” (en LARSON&ROBINSON, 2005:452-453).
Finalmente, uno de los predicadores más reconocidos hoy en el mundo hispanoparlante, Sugel Michelén,
escribe en su libro sobre la predicación expositiva "Un sermón sin aplicación es como una carta sin dirección:
lo que dice puede contener buenas ideas, pero no llegará a ningún sitio." (2016: 213).


























D. Los Estándares de Westminster

Ya hemos visto el consenso entre los teóricos de la interpretación y de la predicación con respecto a la
aplicación como parte esencial del sermón. También hemos visto que algunos de los predicadores que más
han impactado la tradición reformada, desde la iglesia primitiva hasta nuestros días, se han caracterizado por
predicar con aplicación. Ahora pasaremos a examinar los estándares reformados de mayor importancia para
los reformados: Los Estándares de Westminster.

El Directorio para el culto público


El lugar donde se trata el tema de la aplicación en el sermón de manera más explícita es en el
Directorio para el culto público. Aunque este documento no tiene un valor confesional es un buen referente
para entender la perspectiva homilética de los teólogos de Westminster. Según el Directorio (III,3): "En el
sermón el ministro debe explicar la Palabra de Dios para la instrucción de sus oyentes y entonces aplicarlo
para su exhortación.” Y debe de hacerlo de tal modo que “el deber no sea divorciado de la verdad cristiana.”
Para el Directorio la aplicación incluye una función apologética (hacia los incrédulos) y polémica
(hacia las falsas doctrinas: “(El) ministro falla de realizar su tarea como un guardián de Dios-designado
centinela en las murallas de Sión- si se descuida de avisar a la congregación de las enseñanzas predominantes
de los enemigos del evangelio que destruyen el alma.” Pero también debe edificar a los santos, exhortándolos
a creer y obedecer la Ley divina y llamar a los inconversos al arrepentimiento y fe.
Este énfasis en considerar entre la congregación a personas distintas, por ejemplo: no creyentes
abiertos, no creyentes obstinados, creyentes superficiales que requieren el autoexamen, creyentes inmaduros
que requieren instrucción básica, creyentes que se han deslizado y necesitan volver al camino, creyentes que
han sido confundidos por el error y necesitan corrección, creyentes fieles que están pasando por un periodo de
prueba, etc.; coincide con la observación de Joel Beeke (2012:1558), quien habla de 6 tipos de aplicación
entre los teólogos puritanos: instrucción, confutación (o refutación del error), exhortación (al deber),
dehortación (redargüir) y consuelo, juicio (autoexamen).

El Catecismo Mayor
Habiendo visto el Directorio pasaremos ahora propiamente a los Estándares, comenzando por el
Catecismo Mayor. Podemos observar primeramente que el Catecismo Mayor está organizado como una
aplicación de la verdad de las Escrituras a los creyentes. Desde el inicio se plantean dos ámbitos de
aplicación: lo que se ha de creer y lo que se ha de hacer.
P. 5 ¿Qué es lo que principalmente enseñan las Escrituras?
R. Lo que principalmente enseñan las Escrituras es lo que el hombre ha de creer respecto a Dios y los deberes que Dios impone
al hombre?
El resto del documento está organizado siguiendo esa doble aplicación, de la pregunta 6 a la 91 incluye lo que
el cristiano ha de creer y de la 92 a la 196 lo que el cristiano ha de hacer. Pudiera parecer que al hacer esto el
Catecismo olvida a los incrédulos pero esto no es así. Podemos notar que la sección del Catecismo sobre la
Ley considera también otros públicos potenciales. Es decir, expone ley y algunas aplicaciones de esta, pero
también resalta cómo estas aplican a todos los hombres (p. 95), a los no regenerados (p. 96) y a los
regenerados (p. 97). Esta sección también incluye algunas reglas de interpretación (p. 99)14, con el fin de
facilitar la aplicación y evitar algunos errores comunes como pueden ser: afirmar que la ley aplica solo en un
aspecto pero no en otros (por ejemplo en los afectos mas no en las palabras) o que lo que no es explícitamente
prohibido no estaría incluido en un mandato positivo (por ejemplo, que el mandato de no adorar a Dios por
medio de imágenes no incluye una correcta adoración de Dios).

La Confesión de fe
Finalmente, la Confesión misma (I.VI) reconoce que la Biblia es suficiente para gobernar todos los
aspectos de la vida humana (nótese el texto de prueba: 2 Timoteo 3:15-17), pero que es necesaria la
aplicación, es decir, seguir un proceso mental mediante el cual las implicaciones de cada texto puedan ser
extraídas para cada persona y situación particular:
El consejo completo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia gloria y para la salvación, fe y vida del hombre,
está expresamente expuesto en las Escrituras, o se puede deducir de ellas por buena y necesaria consecuencia, y, a esta
revelación de su voluntad, nada ha de añadirse, ni por nuevas revelaciones del Espíritu, ni por las tradiciones de los hombres.
Este proceso de aplicación es claramente diferenciado por la Confesión de tres cosas: las añadiduras de los
hombres, las supuestas nuevas revelaciones del Espíritu y las tradiciones humanas (Gálatas 1:8-9; 2 Tes. 2:2).
Este apartado, en sí, funciona como una aplicación de orden polémico y pretende distinguir la enseñanza
bíblica de la católico romana en el primer punto, de la anabaptista en el segundo y de la tradición anglicana en
el tercero. Como tal, es una aplicación particular de los versículos que toma como textos de prueba, al
contexto histórico y cultural en que se originaron los Estándares. Sin embargo, el principio de diferenciar las
aplicaciones legítimas (implicaciones o deducciones) como autoritativas, de las preferencias de una persona o
un grupo de personas, sigue vigente y es uno de los fundamentos, según los propios estándares, de la
necesidad de la aplicación en los sermones.


14
Según la pregunta 99 (¿Qué reglas pueden observarse para la recta inteligencia de los diez mandamientos?) la ley:
1. Obliga a obediencia perfecta
2. Afecta pensamientos, voluntad, afectos, palabras, obras y maneras
3. Mandado/prohibido
4. Cada mandamiento puede ser visto como una perspectiva de los otros (por ejemplo, considerando la primera tabla, que todo
pecado puede ser visto como idolatría 1º, como falsa adoración 2º, como violación del orden natural 3º o como deshonrar el
nombre de Dios 4º).
5. Debemos considerar circunstancias
6. Género, causas, medios, ocasiones y apariencias
7. Debemos procurar que sea hecho (bueno) o evitado por otros (malo)
Ayudarnos (bueno) o no participar (malo)
E. El ejemplo de los predicadores bíblicos:

Ya hemos examinado los teóricos de la interpretación bíblica y de la predicación, a los predicadores más
influyentes en la tradición reformada y a los Estándares de fe de Westminster. Ahora pasaremos a examinar la
Biblia misma.

La Biblia como predicación


Según J. I. Packer "La Biblia es Dios predicando” (en STOTT, 2000:98). Si esto es así, podemos tomar la
Biblia en sí como un modelo para nuestra predicación. Pasaremos a examinar si la Biblia puede ser entendida
como aplicativa, es decir, si la Biblia explica cómo se relaciona X verdad divina con la vida de los escuchas,
de manera específica (qué, dónde, por qué y cómo) y persuasiva (dirigida al corazón: mente, voluntad y
emociones).
Podemos abordar este problema a partir de las siguientes preguntas:
1. ¿Fue escrito cada pasaje de la Biblia considerando las necesidades particulares de sus oyentes?
2. ¿Explica la Biblia de manera específica cómo estos oyentes deben responder a ella?
3. ¿Utiliza la Biblia estrategias retóricas a fin de incitar esta respuesta?

Consideremos cada una de estas preguntas en orden.


1. ¿Fue escrito cada pasaje de la Biblia considerando las necesidades particulares de sus oyentes?
Sí. Toda revelación especial de Dios se da en términos pactuales, es decir, aclara nuestra posición con
respecto a Dios (él es nuestro Creador, Soberano, Señor y Juez y nosotros sus criaturas dependientes, que le
debemos obediencia y reverencia), así como las obligaciones específicas que tenemos hacia él. Necesitamos
que él nos diga cómo es él (qué debemos creer respecto a él y nosotros mismos), cómo obedecerle u cómo
adorarle. En particular, a partir de la Caída, necesitamos de perdón de pecados, de un sustituto que gane la
vida eterna por nosotros, de sabiduría para entender la realidad que tendemos a distorsionar y de instrucción
ética que nos guíe, etc. En la Biblia Dios se revela como la respuesta a nuestra necesidad. Cada pasaje bíblico
responde a nuestras necesidades de redención, sabiduría, instrucción y esperanza.
De redención:
Pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan
vida. Juan 20:31 Nueva Versión Internacional (NVI)
De sabiduría:
Hijo mío, escucha las correcciones de tu padre
y no abandones las enseñanzas de tu madre. Proverbios 1:8 (NVI)
A fin de que entendamos nuestra propia vida a su luz:
[ Nun ] Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero. Salmos 119:105 (NVI)
De instrucción ética:
7
La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma;
El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.
8
Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón;
El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos.
9
El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre;
Los juicios de Jehová son verdad, todos justos. Salmos 19:7-9 (RVR1960)
De esperanza:
Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de
las Escrituras, tengamos esperanza. Ro. 15:4 (RVR1960)

2. ¿Explica la Biblia de manera específica cómo estos oyentes deben responder a ella?
Según Boice (1996:92) “…la Biblia nos fue entregada por Dios para provocar una respuesta personal en
nosotros. Si no permitimos que esto suceda, inevitablemente la estaremos usando mal (aun cuando la
estudiamos)”. La Biblia misma afirma que su propósito es que respondamos a su mensaje con obediencia:
16
Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud, 17 para
que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de bien. 2 Timoteo 3:16-17 (DHH)

Estos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que Jehová vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis
por obra en la tierra a la cual pasáis vosotros para tomarla; Dt. 6:1 (RVR1960)

Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena;
Mt. 7:26 (RVR1960)
La Biblia da instrucciones específicas para todas las áreas de la vida: el matrimonio, la familia, los negocios,
la comida, el vestido, el trabajo, la iglesia, el gobierno, etc. Estas varían pues fueron aplicaciones de Dios para
su pueblo en distintas etapas. Por ejemplo, ya no es necesario que dejemos nuestra tierra para ir a vivir a
Canaán (Ge. 12:1), ni está prohibido que comamos carne de puerco (Lev. 11:7 vs. Mr. 7:19), ni es necesario
que las mujeres usen velo (1 Co. 11:5). Sin embargo, estos pasajes nos instruyen en hacer el bien (2 Ti. 3:16-
17). Si no los aplicamos correctamente estos pasajes a nuestra época, no sabremos cómo demandan que
actuamos. Podremos leer la Biblia y saber su contexto cultural pero nos perderemos del propósito divino para
las Escrituras: capacitarnos para toda buena obra.

3. ¿Utiliza la Biblia estrategias retóricas a fin de incitar esta respuesta?


Según el teólogo bíblico Bruce Waltke:
Los autores bíblicos en muchas ocasiones y de forma intencional, evitan presentar su teología de forma clara y concisa, en su
lugar, buscan evocar una respuesta visceral en sus escuchas. Emplean la retórica para comunicar el mensaje a fin de afectar el
comportamiento (WALTKE, 2007: Kindle Locations 2293-2294).
Todos los creyentes hemos experimentado el poder de la Palabra para mover nuestros corazones. Aunque
sabemos que esto depende del Espíritu de Dios no podemos negar que la Biblia utiliza todos los recursos
literarios para lograr este efecto y que al predicarla nosotros debemos buscar los mismos efectos:
Porque la historia de la salvación es presentada en la Biblia mediante géneros literarios que mueven nuestros corazones, lo
lógico es que al proclamar esa historia, lo hagamos según las palabras y las formas que producirán los mismos efectos
(ACHTEMEIER, 108:46).
Veamos ahora algunos ejemplos de la predicación bíblica para afirmar que la Biblia considera las necesidades
de los oyentes (1), explica la respuesta específica que se espera de ellos (2) y utiliza estrategias retóricas a fin
de incitar esta respuesta (3).

La predicación bíblica
A partir de un estudio detallado de la predicación en la Biblia, Peter Adam define la predicación bíblica como:
“la explicación y aplicación de la Palabra a la congregación de Cristo, con el fin de preparar para el servicio,
unir en la fe, producir madurez, crecimiento y edificación.” (1996:84). Adam, no es el único que ve la
aplicación como parte esencial de las predicaciones de la Biblia, según Gilbert & Dever (2012) el patrón de la
predicación bíblica consiste en que: "Leían la Palabra de Dios, la explicaban y llamaban a las personas a
responder a lo que decía". Aunque no podemos hacer aquí un estudio tan detallado sí nos detendremos a
examinar algunos sermones bíblicos desde el Pentateuco hasta el Apocalipsis.

Primeros discursos divinos: Dios como predicador


Desde el Pentateuco (Ge. 2) podemos ver la comunicación especial de Dios con Adán como un sermón en que
Dios explica a Adán su posición de criatura hecha a imagen Suya (exposición), le explica los deberes que le
corresponden como tal (aplicación como explicación específica, en este caso: llenar la tierra y sojuzgarla y no
comer del árbol del bien y del mal) y le exhorta a la obediencia mediante bendiciones y castigos, así como
recordándole su bondad y amistad (persuasión, Dios venía a buscar a Adán, se humillaba y condescendía al
hablar con su criatura y mostrarle su favor). Una vez que Adán ha caído es Dios mismo quien le predica el
evangelio en Ge. 3 (exposición). Dios inicia utilizando una serie de preguntas retóricas (persuasión) que
conducen a Adán al autoexamen (estas preguntas aplicaban específicamente a él y a su mujer), Adán intenta
evadir las preguntas (v. 12) pero es directamente confrontado (v. 17). La explicación de los juicios de Dios así
como de sus promesas salvíficas persuaden a Adán a reconocer su pecado y a confesar su nueva fe, fe que se
expresa claramente en el nombre que pone a su mujer (Eva = vida, v. 20) y a su hijo (Caín = He aquí que Dios
me ha dado varón en Ge. 4:1).
Vemos algo similar en el diálogo con Caín en Ge. 4. Dios rechaza su ofrenda (v. 5) pero le instruye sobre la
correcta adoración, le advierte sobre el pecado, le llama a corregir su vida y le promete bendición si así lo
hace (v. 7). Posteriormente utiliza también preguntas retóricas (v. 9-10) y le señala su pecado particular (v.
11), así como el juicio que vendrá por causa de él (v. 12). Pero también le recuerda su misericordia y
protección (v. 15).

El libro de Deuteronomio: Moisés como predicador


Otro ejemplo del Pentateuco son los sermones de Moisés. Según Stott (2000) Moisés explicó y aplicó la
Ley al pueblo de Dios en el desierto (ver Dt. 31:9-13, Mal. 2:7-9). Algunos comentaristas consideran el libro
entero de Deuteronomio como una serie de sermones. Lo interesante y lo que distingue el libro de
Deuteronomio de la exposición de la Ley en Éxodo es precisamente la aplicación. Moisés aplica la ley a la
segunda generación, que entrará en la Tierra Prometida. Esto se hace evidente en que las mismas leyes e
instrucciones que Moisés había anunciado en el libro de Éxodo, Levítico y Números, tienen un cumplimiento
diferente “Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra” (Dt. 4:44-5:21; 6:10; 9:1; 12:1-18:14; 19:1-
27:10). También podemos notar que Moisés utiliza en su aplicación múltiples recursos retóricos:
1) Malos y buenos ejemplos de personas conocidas por su audiencia (1-3, 5:22-33; 9:6-29),
2) Recordatorios de las bendiciones que ya han recibido en el pasado (5:26; 7:6-8; 8:15-16; 10:22; 11:1-
7),
3) Explicaciones doctrinales del carácter de Dios para incitarles a confiar en él y obedecerle (7:9-11;
10:14-18),
4) Grandes promesas futuras basadas solo en la fidelidad de Dios (18:15-22)
5) Promesas de bendición por la obediencia (7:12-24; 11:8-32; 28:1-14; 31:5)
6) Promesas de perdón y bendición en caso de arrepentimiento sincero (30:1-20)
7) Severas advertencias por la desobediencia (1:21, 4:1-8, 15-40; 6:10-7:5, 8:19-20; 28:15-68),
8) Aplicaciones concretas de la ley para su nueva circunstancia (6:6-9, ver también punto 13)),
9) Mandatos claros a hacer algo particular (a lo largo de todo el libro, como ejemplo ver 29:9)
10) Antropomorfismos que enfatizan el anhelo de Dios de que obedezcan (5:29) así como su amor
paternal por ellos (8:5),
11) Continuos resúmenes del punto principal de la aplicación: obedecer a Dios en esta nueva etapa de
sus vidas (6:4-6; 10:12-13, 20-21),
12) Exigencias de que sus escuchas hagan votos y promesas públicas de obediencia (27:11-26),
13) Moisés también acompaña el sermón de actos cúlticos simbólicos como introducir la ley en el arca
(31:24-29) y entonar un canto (31:30-32:43). El arca representa la presencia de Dios entre ellos, la
ley regula la relación de ellos con su Dios. El canto recuerda las grandes hazañas de Dios a fin de
que crean en él y no sigan el mal ejemplo de sus ancestros.
Moisés concluye con una exhortación a la aplicación de corazón:
45
Y acabó Moisés de recitar todas estas palabras a todo Israel; 46 y les dijo: Aplicad vuestro corazón a todas las palabras que yo
os testifico hoy, para que las mandéis a vuestros hijos, a fin de que cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley. 47 Porque no
os es cosa vana; es vuestra vida, y por medio de esta ley haréis prolongar vuestros días sobre la tierra adonde vais, pasando el
Jordán, para tomar posesión de ella. (Dt. 32:45-47 RVR1960).

Los historiadores como predicadores


De algún modo cada libro histórico tiene un propósito y es una aplicación de la revelación anterior al pueblo
de Dios de ese momento.
“No es incorrecto ver a los historiadores de Israel como predicadores. Sus textos son los eventos. Los aplican con celo a la
congregación de Israel. Estos textos integran maravillosamente historia, literatura, moralidad y teología” (2007:).
Sin embargo, tomaremos ejemplos de sermones contenidos en ellos. Tomemos el ejemplo de Natán en 2 Sam.
12. Natán inicia su exhortación con un caso para que el rey juzgue (vv. 1-4). Mediante este caso busca mover
las emociones de David, a modo que emita un juicio “se encendió el furor de David en gran manera contra
aquel hombre, y dijo a Natán: Vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte.” (v. 5-6).
Entonces Natán aplica esta historia directamente a su escucha: David “Tú eres aquel hombre”. Todo
el tiempo Natán tiene un solo propósito: moverle al arrepentimiento. Para lograrlo ya ha impactado su corazón
y le ha confrontado directamente. Ahora Natán le recuerda a David la misericordia que Dios a tenido hacia él
(vv. 7b-8): “Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, y te di la casa de tu señor, y las
mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría añadido
mucho más.”. Después aguijonea su corazón con una pregunta: “¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de
Jehová, haciendo lo malo delante de sus ojos?”. Pero Natán no lo deja ahí, sino que señala de manera
específica el pecado de David “A Urías heteo heriste a espada, y tomaste por mujer a su mujer, y a él lo
mataste con la espada de los hijos de Amón.” y le anuncia su juicio (vv. 10-12). Finalmente Natán logra su
propósito: David confiesa su pecado (v. 13). Es entonces que Natán responde con las promesas de Dios:
“También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás.” (v. 13b).

Los profetas como predicadores


Los profetas escritos también predicaron aplicando la ley a sus contemporáneos:
Básicamente, los profetas fueron enviados por Dios para recordar a los israelitas de la relación pactual que existía entre Dios y
ellos. En este sentido, no había nada radicalmente nuevo sobre el mensaje que los profetas trajeron. Más bien, ellos recordaban,
reforzaban, explicaban y aplicaban lo que la gente ya debía saber sobre la base de lo que Dios había hecho por ellos y dicho a
ellos en el pasado –y especialmente en el pacto y ley que Dios había hecho con Israel en el Monte Sinaí. (WRIGHT, 2016:199)
Ellos señalaban específicamente cuál era el pecado del pueblo, mandaban volverse a Dios, explicaban en qué
consistía esto para distintos grupos de personas y les persuadían mediante advertencias y promesas, con
vívidas y poderosas imágenes, severas acusaciones, preguntas retóricas, recordatorios de las obras de Dios a
su favor y de juicios pasados en su contra, el ejemplo de sus antecesores, explicaciones de la naturaleza de
Dios: su santidad, su justicia, su fidelidad, etc.
Ellos estaban ahí para persuadir a la gente a creer lo que decían y a actuar en consecuencia. Eso a veces implicaba que tenían
que llamar la atención del pueblo perturbándolo. Así que no te sorprendas cuando el lenguaje de los profetas parece exagerado,
confrontador y controversial. Ellos podían usar el sarcasmo y la burla. También podían ser repulsivos y ofensivos. Hacían lo que
fuera necesario para que la gente los escuchara. (Ibid.:204).
Los profetas también incitaban a sus escuchas a responder con acciones concretas:
La salvación provista es por gracia y es gratis, pero la gente debe responder a la oferta gratuita de Dios. (…) el pecador ha de
arrepentirse volviéndose a Dios como la única fuente de bondad y de bendición, dejando de lado su malvada manera de vivir y
viendo sus actos <<buenos>> como corruptos. (VANGEMEREN en GIESE & BRENT, 2007:148).
Veamos el ejemplo en Isaías 1. En este pasaje Isaías señala el pecado del pueblo: una adoración hipócrita (vv.
11-14), injusticia y opresión de los líderes (vv. 16-17, 21, 23) e idolatría (v. 29) y le ordena volverse a Dios
(vv. 16-17). En este caso no explica en qué consiste el arrepentimiento para distintos grupos de personas pero
lo hace más adelante (por ejemplo en Is. 58:6-7). Isaías busca persuadir a los malvados mediante advertencias
(vv. 15, 24-25, 28), animar a los fieles mediante promesas (v. 26-27) e invita a todos al arrepentimiento (v.
18). A fin de persuadirles les recuerda las obras pasadas de Dios a su favor (v. 9, 21) y los juicios en su contra
(vv. 7-8). Lo hace con vívidas imágenes (vv. 2-3, 6, 8, 30-31), con severas acusaciones (vv. 4, 10) y preguntas
señaladoras (vv. 11-12). Utiliza el ejemplo de Sodoma y Gomorra y lo aplica a ellos (v. 10). Pero también
argumenta a partir de la naturaleza de Dios y el hombre (ver más adelante 2:22, aunque está implícito en el
pasaje: que Dios es el juez v. 5, el creador v. 2, el dador de la ley v. 10, el Salvador v. 18, etc.). Nótese que no
les da una mera enseñanza teológica sino que utiliza la doctrina para reforzar su aplicación de la ley a sus
escuchas.
Podemos encontrar estos mismos elementos en el resto del libro de Isaías así como en los profetas
menores y mayores. Cada proclamación de los profetas busca una respuesta de arrepentimiento y fe, lo hace
mediante aplicaciones específicas, se dirige a la totalidad de la persona: mente (con argumentos), emociones
(mediante poderosas imágenes) y voluntad (mediante mandamientos, promesas, advertencias y preguntas).
Cada sermón profética busca el cambio de corazón mediante la aplicación del evangelio (las promesas
redentivas de Dios) y lo hace de manera persuasiva y apasionada.

Nehemías como predicador


Tomemos ahora el ejemplo de Esdras en Nehemías 8. Esdras comienza su sermón con un
llamamiento a la adoración (v. 6) y la lectura de la ley (v. 1). Los levitas exponían el sentido del texto (v. 8-9).
Esta explicación incluía aplicación y se dirigía al corazón15. Todos entendían que la ley hablaba de ellos y
reaccionaron con llanto (v.9). Pero Nehemías y los demás exhortaban al pueblo a alegrarse (v. 9-11) pues la
fiesta solemne, el rito que celebraban, apuntaba a la redención y presencia de Jehová en medio de su pueblo.
Mediante estas exhortaciones ellos fueron consolados (v. 10, 12) y se alegraron. Más adelante vemos un
ejemplo de aplicación específica: Cuando leyeron de la fiesta de los tabernáculos, Esdras y los demás les
incitaron a obedecer inmediatamente: “Salid al monte, y traed ramas de olivo, de olivo silvestre, de
arrayán…como está escrito” (v. 15, RVR1960). El pueblo cumplió con el mandato de Dios según lo prescrito
por él (v. 18).

Juan el bautista como predicador


El mensaje de Juan el Bautista era una aplicación del mensaje de arrepentimiento de los profetas,
particularmente Isaías, a la gente del tiempo de la venida del Mesías. Él entendía que la llegada del “cordero
de Dios que quita el pecado del mundo” (anunciado por la ley: Ge. 22:7; Ex. 12:21, 29:38; Lev. 9:3, etc.)
tenía implicaciones éticas. En la historia de la salvación él sabía que esta venida incluiría el juicio (Is. 11:3;
16:5, 32:1, 51:5, 66:16 y particularmente Mal. 3:2). Por ellos les exhortaba diciendo:
8
Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, 9 y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre;
10
porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz
de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego. Mt. 3:8-10 (RVR1960)
Él buscaba una respuesta concreta, el arrepentimiento y explicaba en qué consistía este para los grupos de
personas presentes. Para los ricos: “El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga
lo mismo.” (Lc. 3:11), para los publicanos “No exijáis más de lo que os está ordenado.” (v. 13), para los
soldados “No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario.” (v. 14).
Él exhortaba mediante advertencias de juicio:


15
Según Lawson podemos notar también aquí que la aplicación es holística: se dirige a la mente (v. 1-9), a las emociones (v. 9-12) y a la
voluntad (v. 13-18).
7
Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira
venidera? Lc. 3:7 (RVR1960)
Y tremendas imágenes:
11
Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es
más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. 12 Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su
trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará. Mt. 3:11-12 (RVR1960).
Así como con grandes promesas de reivindicación y exaltación que tomaba de los profetas pero aplicaba
directamente a sus escuchas:
Todo valle se rellenará,
Y se bajará todo monte y collado;
Los caminos torcidos serán enderezados,
Y los caminos ásperos allanados; Lc. 3:5 (RVR1960)
Finalmente, como Moisés y Esdras, las reforzaba mediante una respuesta simbólica y ritual (el bautismo y
confesión de pecado, Mr. 1:5).

Jesús como predicador


El mensaje de Jesús fue un mensaje de arrepentimiento16 y fe (Mt. 4:17, 11:20-24; Mr. 1:15; Lc. 5:32; Lc.
13:3): “Jesús apareció como un heraldo del reino de Dios, ofreciendo salvación a aquellos que respondieran
con arrepentimiento y fe. (…) la meta de la proclamación del evangelio es desafiar a las personas a responder
a él y a recibir lo que Dios nos ofrece en Cristo” (PETERSON, 2013:87-88).
Para Jesús el arrepentimiento y la fe se mostraban en actos de misericordia y amor sacrificial (Mt.
9:13), así como en gratitud y adoración ferviente a Dios (Lc. 7:36-50). Él especificó a cada grupo en qué
consistía este arrepentimiento. Él no simplemente repitió la ley sino que la aplicó a las prácticas de sus
oyentes, haciendo énfasis en el corazón: “cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el
concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.” (Mt. 5:22), “ yo os digo que
cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.” (Mt. 5:28), “No juréis en
ninguna manera” (Mt. 5:34), “Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.” (Mt.
5:42), “Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti” (Mt. 6:2), etc.
Jesús no se contentó con hablar de arrepentimiento sino que lo demandó con fuertes y directas acusaciones:
20
Entonces comenzó Jesús a denunciar a las ciudades en que había hecho la mayor parte de sus milagros, porque no se habían
arrepentido. 21 «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Si se hubieran hecho en Tiro y en Sidón los milagros que se hicieron en
medio de ustedes, ya hace tiempo que se habrían arrepentido con muchos lamentos.[a] 22 Pero les digo que en el día del juicio será
más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para ustedes. 23 Y tú, Capernaúm, ¿acaso serás levantada hasta el cielo? No, sino


16
El arrepentimiento es un cambio de actitud y acción del pecado y la rebelión hacia la obediencia a Dios. Tanto en el hebreo como en el
griego se enfatiza una conducta recta. El arrepentimiento se manifiesta:
- Sientes culpa (Sal. 51:4-10)
- Te duele tu pecado (Esd. 10:1, 9:3; Jl. 1:13)
- Odias el pecado
- Te humillas ante quienes pecaste (Ge. 33:3)
- Confiesas tu pecado, aunque esto tenga un costo (Filemón 8-16)
- Restituyes a quienes ofendiste o contra quienes pecaste (1 Cr. 21:22-26, Lc. 19:1-10)
- Buscar la misericordia de Dios con confianza (Sal. 51:1; 130:4)
- Te esfuerzas por vivir una vida santa
- Anuncias el perdón de Dios a otros (Hch. 9:1-28)
que descenderás hasta el abismo. Si los milagros que se hicieron en ti se hubieran hecho en Sodoma, esta habría permanecido
hasta el día de hoy. 24 Pero te[b] digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para Sodoma que para ti». Mateo
9:13 (RVR1960)
Y con terroríficas imágenes de juicio:
»Pero, si alguien hace pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de
molino y lo arrojaran al mar. Si tu mano te hace pecar, córtatela. Más te vale entrar en la vida manco que ir con las dos manos al
infierno, donde el fuego nunca se apaga. Y, si tu pie te hace pecar, córtatelo. Más te vale entrar en la vida cojo que ser arrojado
con los dos pies al infierno. Y, si tu ojo te hace pecar, sácatelo. Más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que ser arrojado con
los dos ojos al infierno, 48 donde»“su gusano no muere, y el fuego no se apaga”. (Marcos 9:41-48 NVI)
Utilizó ilustraciones específicas que ayudaron a sus escuchas a entender cómo aplicar su enseñanza. Sus
escuchas a menudo se identificaron con los personajes de sus historias sintiéndose acusados: “sabían que
hablaba de ellos” (Mt. 21:45) y en efecto Jesús hablaba de ellos y a ellos específicamente (Lc. 15:1, 11),
señalando en sus corazones lo que les impedía creer.
A fin de persuadirles empleó imágenes que surgían de la vida cotidiana de sus escuchas:
13
Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que
entran por ella; 14 porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. Mateo 7:13-
14 (RVR1960).
Su predicación fue apasionada, aun en el volumen de su voz (Lc. 8:8). Él no se contentó con exponer el
significado, ni siquiera con explicar su aplicación, sino que llamó a la gente enérgicamente a responder a su
mensaje: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed,
venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.” (Jn.
7:37-38 RVR1960). Jesús habló palabras cargadas de intensas emociones y habló directamente a sus
discípulos para consolarles, prepararlos para los problemas particulares que han de enfrentar y darles
esperanza (Jn. 16).
Veamos ahora un ejemplo concreto: Lc. 4:16-28. Jesús lee el libro de Isaías (v. 17-20), después con
“hermosas palabras” explica de qué manera ese pasaje se relacionaba con sus oyentes y con Él mismo (v. 21).
Aparentemente, hasta aquí tenemos un sermón exitoso, que todos aprueban. Pero Jesús no se queda allí, por
que conoce el corazón de sus escuchas, sabe que estos resisten el mensaje, pues piensan “<<¿No es este el
hijo de José?>>. Así que Jesús acusa directamente a sus escuchas de incredulidad (v. 23-24) y utiliza el
ejemplo de la viuda de Sarepta para señalar que su incredulidad significa que Dios no le ha enviado a ellos (v.
25-27). Jesús está provocando una reacción comparando a sus escuchas con el pueblo infiel del tiempo de
Elías, recordándoles el juicio de Dios en el pasado y que su fe en Dios, sin la mediación de Cristo, no es
genuina ni les garantiza las bendiciones mesiánicas sino el juicio para los malvados anunciado por el mismo
Isaías. La reacción no se hace esperar, ellos enfurecidos procuran tirarle por el precipicio (v.28-29).
Los apóstoles como predicadores
David Murray describe la predicación de Pedro como predicación con aplicación. Según Murray en Hch.
2:22-39 “Pedro aplicó profecías del AT a su generación. Su sermón buscaba cambiar a sus oyentes. Se dirigía
a ellos directamente y les llamaba a arrepentimiento y fe.” (MURRAY,2011:Kindle Location 1200).
Los sermones de Hch. 2, 3, 5, 10, 13 se pueden considerar sermones con aplicación por: adaptarse a
las circunstancias y características del público (por ejemplo, en su discurso inaugural, Pedro aplica las
promesas del profeta Joel a su público: los judíos que habitaban en el exilio pero que habían sido reunidos de
las naciones, tal como prometieron los profetas, en la dispensación del Nuevo Pacto realizado en la muerte y
resurrección de Jesús, recientemente ocurrida), dar instrucciones específicas sobre cómo responder (con
arrepentimiento y fe, así como con bautismo) y emplear toda clase de recursos, de nuevo, según la audiencia,
para persuadirles y provocar una respuesta (la promesa de perdón de pecados, el uso de imágenes atractivas
para presentar el evangelio, la advertencia de juicio y condenación a los que no creyeren, el ejemplo de
desobediencia de sus ancestros, judíos o gentiles según sea el caso, el testimonio de Dios en las Escrituras, en
la naturaleza o aun en los autores paganos, por medio de su bondad común, etc.).

Pablo como predicador


El mensaje de Pablo siempre incluyó una aplicación a sus oyentes, Pablo detallaba qué debían creer y qué
debían hacer: “sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de
Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas
de arrepentimiento.” (Hch. 26:20 RVR1960).
Además de los sermones evangelísticos en Hechos podemos analizar las cartas de Pablo como modelos
de predicación con aplicación. Greidanus, nos invita a considerarlas de este modo: "Las cartas son como
sermones también porque varias de ellas contienen un resumen de la predicación apostólica." (en
ÁVILA,2002:). Podemos notar que Pablo aplicaba las Escrituras a las circunstancias específicas y aun a los
creyentes particulares de cada congregación (Gal. 5:12; Fil. 3:2, aun de nombre: Fil. 4:2; 1 Ti. 1:20; 2 Ti.
2:17):
Las cartas a menudo se escribían para confrontar un problema o amenaza: en Tesalónica, una expectativa nerviosa del retorno
inmediato de Jesús; en Galacia, influencia de judaizantes; en Corintios, división y libertinaje; en Colosas, la amenaza de una forma
temprana del gnosticismo; y otros. (...) (Ibid.:237)
Robinson también resalta el carácter específico de la aplicación en las cartas de Pablo:
... cuando Dios habló en la Escritura, se dirigió a hombres y mujeres como eran y donde estaban. Imagina que la carta de Pablo a
los corintios hubiese llegado a Filipos. Los filipenses hubieran quedado perplejos sobre los problemas específicos que Pablo
escribió porque vivían en una situación diferente sus hermanos y hermanas de Corinto. Las cartas del nuevo testamento, como las
profecías del antiguo, estuvieron dirigidas a congregaciones específicas que luchaban con problemas particulares (2015: 31).
Podemos notar esta especificad de Pablo, en su Segunda Epístola a los Corintios. Aquí Pablo no da un lista de
vicios típica en 2 Co. 12:20-21, sino una que se relaciona específicamente con la conducta cismática
(altercados, intereses mezquinos, arrogancia), los actos antisociales (rabia, egoísmo, calumnias, chismes) y la
inmoralidad sexual, características de su público particular: la iglesia de Corinto.
Dennis E. Johnson, profesor del Westminster Seminary California, también resalta la aplicación en la epístola
a los Efesios:
Las epístolas del Nuevo Testamento muestran que los creyentes necesitan ayuda para 'conectar los puntos' entre la obra de gracia
en Cristo (indicativo) y la respuesta que tal misericordia debe evocar en nosotros (imperativo). Sin moverse del fundamento en
el evangelio, los apóstoles dejaron claro lo que una conducta adecuada para el llamamiento de gracia y la iniciativa de Cristo
significa (Ef. 4:1):
- Di la verdad en lugar de mentir (v. 25)
- Resuelve conflictos rápido y con gentileza (vv. 26-27, 30-32; 5:1-2)
- En lugar de robar, trabaja para dar a otros (v. 28)
- Escoge palabras de gracia y no corrosivas (v. 28).
- Sean libres de la esclavitud a la impureza sexual (5:3-5).
Si los efesios fuesen capaces de conectar estos puntos instintivamente, Pablo pudo haber terminado su epístola en 4:1. Pero ellos
necesitaban -y nosotros necesitamos-su aplicación de las buenas nuevas de la reconciliación con Dios y con los demás en un
cuerpo en Cristo (2:16) y nuestra nueva creación para caminar en buenas obras (2:10).
De igual manera los cristianos en Corinto aparentemente reducían el evangelio de la gracia a una frase pegajosa para tu
automóvil: 'Todo me es lícito' (1 Co. 6:12, 10:23). Así que necesitaban del Pastor Pablo para 'conectar los puntos' entre la cruz
de Cristo y su sexualidad: 'Ustedes no se pertenecen, fueron comprados por precio' (¡Y vaya precio!). 'Así que glorifiquen a Dios
con sus cuerpos' (6:19-20). (JOHNSON, 2015).
En términos generales las cartas de Pablo están llenas de imperativos o mandatos a obedecer e instrucciones
específicas (qué, dónde, cómo y por qué), así como de elementos persuasivos: argumentaciones detalladas,
preguntas retóricas, súplicas tiernas y emotivas, amonestaciones severas, advertencias temibles a los
desobedientes, promesas maravillosas para los fieles, exhortaciones vívidas para los débiles, correcciones
precisas para los que están en error, etc.; y se dirigen a la totalidad de la persona:
Como Pablo se dirigió a la persona completa, los predicadores hoy deben dirigirse a la persona como un todo. Deben hacerlo, no
dirigiéndose en forma separada al intelecto, a la voluntad, y a las emociones, sino en forma íntegra, a la persona entera a la vez.
(RIDDERBOS en ÁVILA, 2002:249).

El predicador de Hebreos
El libro de Hebreos es considerado como una homilía o serie de homilías. En estas homilías el autor aplica
principalmente los Salmos (Salmo 110 en el cap. 1, Salmo 8 en el cap. 8, Salmo 95 en los caps. 3-4, Salmo 2
y 110 en el cap. 5, Ge. 14 y Sal. 110 en el cap. 7 y Jer. 31 en el cap. 8) a la situación extremadamente
particular de sus oyentes, judíos que cansados de la persecución pueden ver un refugio en su antigua religión.
El autor les advierte seriamente que esto sería un grave error que les traería un juicio terrible de parte de Dios,
al mismo tiempo les incita a permanecer mostrándoles la grandeza y superioridad de la actual dispensación
del Pacto de Gracia en el Nuevo Pacto en Jesucristo.
En su totalidad la epístola es aplicación pero además cada sección está llena de aplicación. Según Lawson el
libro de Hebreos busca mover a los creyentes a la adoración y la gratitud, manda emular ejemplos (Heb. 11),
persigue producir en sus escuchas un mayor aprecio por la obra de Cristo, advierte contra la murmuración, la
incredulidad, la falta de mansedumbre y particularmente la apostasía (Heb. 3:12-13), llama a los desviados a
renovar su arrepentimiento y fe17.

Santiago como predicador:


Como el libro de Hebreos, los eruditos consideran también la epístola de Santiago como un sermón
representativo de la predicación de Santiago o como una serie de homilías que se vinculan libremente
(CARSON & MOO, 2008:554). Santiago aplica Lev. 19:12-1818 a sus oyentes (o primeros lectores). No
vemos aquí una larga explicación del contexto histórico, cultural y literario sino una directa aplicación de este
pasaje a sus escuchas. A los que enfrentan pruebas (1:2-18) Santiago les anima a “ver el sentido y propósito
de su sufrimiento (1:2-4), a orar con fe en busca de sabiduría (1:5-8), y a entender la pobreza y la riqueza
desde una cosmovisión cristiana (1:9-11)” (Ibid.:544). Por otro lado, Santiago señala el riesgo del “doble
ánimo” (1:8; 4:8) que se manifiesta entre sus escuchas en la indiferencia ante los pobres y necesitados, la
envidia hacia los ricos, el chisme, la arrogancia, la imparcialidad y la concupiscencia. Él advierte a sus
escuchas que estas obras no reflejan una fe verdadera (1:19-27) y que quienes las practican no escaparán al
juicio de Dios (2:1-13). Les reprende apasionadamente “¡Oh almas adúlteras!” ¿No sabéis que la amistad del
mundo es enemistad contra Dios?” y les llama al arrepentimiento (4:4-10) con gritos y lágrimas “Afligíos, y
lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza.” (4:9). Santiago no se
contenta con indicativos (habla de ellos como hermanos y parte del pueblo de Dios), él les da mandamientos
particulares (en los 108 versículos de la epístola encontramos 59 imperativos) y se sirve de vívidas metáforas
para impactar sus emociones (el agitado mar, la flor que se marchita, un incendio), apelando a la autoridad de
las palabras de Jesús (4:13-15) y a citas del AT (4:7) para reforzar su mensaje.

El Espíritu como predicador en Apocalipsis 2:1-3:22:


En el libro de Apocalipsis vemos el mensaje del Cristo resucitado, mediante su Espíritu, a las siete iglesias en
la provincia romana de Asia. El mensaje es enviado por mano de Juan a los predicadores (ángeles) de cada
iglesia, a fin de que estos a su vez entreguen este mensaje a su iglesia. Desde el inicio podemos notar que el
Espíritu no da un mismo mensaje a cada iglesia, a pesar de que pertenecen a una misma área geográfica,
tienen un trasfondo pagano, están en la misma época histórico-redentiva y les espera igualmente la
persecución; sino un sermón que se adecúa a cada iglesia, con sus problemas doctrinales, emocionales (Ap.
2:4) y éticos. Cristo modela al pastor que “conoce a sus ovejas” y “conoce sus obras” (3:1), que ve con
claridad los problemas de su propia iglesia y se esfuerza en corregirlos en su predicación, aplicando la palabra
a los corazones de su gente. Cada mensaje contiene alabanzas animando a las iglesias a perseverar haciendo el
bien en lo que ya han sido fieles, críticas de sus errores particulares (por ejemplo, Ap. 2:14-15 habla de la
fornicación y el comer cosas sacrificadas a los ídolos, también señala la falsa doctrina de los nicolaítas),
advertencias específicas, exhortaciones hacia el arrepentimiento (“Yo reprendo y castigo a todos los que


17
LAWSON, Steven. Clases en línea: Mechanics of Expository Preaching. En:
https://www.youtube.com/watch?v=PcwME05aPck&list=PL4sbg6ng23C7CHOnSyuHsVGnko6Pyedni (en línea, consultado el 25 de
septiembre de 2017)
18
JOHNSON, Luke T., “The Use of Leviticus 19 in the Letter of James,” JBL 101 (1982): 391 –401
amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete” Ap. 3:19 RVR1960) y la perseverancia (Ap. 2:25 “pero lo que tenéis,
retenedlo hasta que yo venga” RVR1960; “4Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado
sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas.” 3:4 RVR1960) y una promesa
concreta si responden con arrepentimiento o permanecen fieles (CARSON & MOO, 2008:621).
























F. La doctrina reformada

Hasta el momento hemos visto que la aplicación en la predicación es el consenso entre los teóricos de la
hermenéutica y homilética, la característica de muchos de los grandes predicadores, un requisito de los
Estándares de Westminster, el ejemplo de la Biblia en general y en particular de los sermones bíblicos. Ahora
veremos la relación que la doctrina de las Escrituras, de la creación a imagen de Dios, del pacto, de la fe y de
la santificación también exigen la aplicación.

La doctrina de las Escrituras


La Biblia como la Palabra de Dios, se dirige no solo a los oyentes originales, sino también a nosotros (1 Co.
10:9, 1 Ti. 3:15, Heb. 12:5). El propósito mismo de la Escritura es que apliquemos sus enseñanzas a todas las
áreas de nuestra vida. Si esta es la meta de la Palabra, esta debe ser también el objetivo del teólogo: "El objeto
de la teología es la aplicación de la Palabra a todas las áreas de la vida" (FRAME, 1987, 2013) y del
predicador de la Palabra, debe tener la misma meta: "Toda comunicación tiene un fin básico: influir y afectar
intencionalmente el comportamiento de otros."(MONTESSI en ÁVILA,2002:286). Como escribe Christopher
Wright:
La vida del pueblo de Dios (en la era del Antiguo o Nuevo testamento) es siempre vida vivida en respuesta a lo que Dios ha
hecho y Dios ha dicho. Es por esto que nuestra predicación de la Palabra de Dios de cualquier porción de las Escrituras debe
apuntar al corazón y la voluntad del pueblo –buscando una respuesto. (…) “¿Qué respuesta busco de mis escuchas al predicar
este texto en el mundo de hoy –una respuesta que en alguna manera corresponde al propósito del texto mismo?” No es suficiente
con simplemente explicar el texto. No es suficiente con crear un vínculo hacia Cristo. Tiene que haber un momento de “¿Y qué?.
La Palabra de Dios demanda una respuesta y una parte de nuestra labor en predicar y enseñar es dejar eso muy claro. (2016:79).
Es por esto que Hendricks afirma que: "Cada vez que observas e interpretas pero fallas en aplicar, cometes un
aborto a la Escritura, en términos de su propósito." (2007:290). Duvall y Hays también escriben:
Estudiamos la Escritura no solo para aprender más cosas acerca de Dios, sino en especial para conocerle personalmente y amarle
más. Su propósito no es llenarnos el cerebro de hechos bíblicos, sino cambiar nuestras vidas. La intención del autor divino es
que hagamos nuestra su Palabra entendiéndola y aplicándola (Jn. 14:21). (DUVALL & HAYS, 208: 307).

La doctrina de la creación a imagen de Dios


La Biblia enseña que Dios nos creó a su imagen y semejanza (Ge. 2:16). El propósito de nuestra creación (y
redención) es reflejarle. A fin de lograr este propósito Dios nos da su Palabra:
Dios nos habla en Su Palabra con un doble propósito: para que lo conozcamos a Él como Redentor y para que seamos
conformados a Su imagen. (...) Esa es la meta de la redención (Ro. 8:29; 2 Co. 3:18; Ef. 4:22-24, Col. 3:9-10). (MICHELÉN,
2016:221)
La meta es conocer a Dios, amarlo (Dt. 6:5; Mt. 22:37), creer en Él (Jn. 20:31), caminar con él fielmente (Miq. 6:8) e
incrementar nuestra semejanza a Él (GOLDSWORTHY en MICHELÉN, 2016:221)
A fin de obedecer la Palabra necesitamos saber cómo aplica a nuestras vidas. Michelén cita el caso de los
fariseos que preguntaron “¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?” (Mt. 19:3
RVR1960). Jesús les reprende por no aplicar correctamente las Escrituras. Para Michelén el “por tanto” del
versículo 619 indica la aplicación: “Serán una sola carne” implica que el divorcio no es lícito.

La doctrina del Pacto


Los pactos bíblicos incluyen20:
1) Prólogo histórico: Una narración de los actos salvadores de Dios.
2) Condiciones pactuales: responsabilidades o deberes de Dios hacia nosotros incluyendo protección y
provisión y de nosotros hacia Dios incluyendo fe, obediencia y arrepentimiento)
3) Advertencias y promesas: descripción de la bendición que vendría por la obediencia y de la
maldición que vendría por la desobediencia
4) Símbolos o ritos que recuerdan el pacto incluyendo el sacrificio de animales (el incumplimiento
traerá muerte) y una comida que implica la participación y comunión dentro del Pacto
La aplicación consistiría en incluirnos (o llamarnos a ser incluidos) en los actos salvadores de Dios (1),
explicar los deberes que tenemos con Dios (2), persuadirnos a cumplirlos por medio de advertencias y
promesas, así como mediante un recordatorio del ser y obras de Dios (3) y la exigencia de obedecer los
sacramentos (4): el bautismo una vez y la Santa Cena regularmente, como una afirmación del compromiso de
Dios y nuestra respuesta: obediencia y consagración a Dios en gratitud y amor hacia los que él redimió (el
cuerpo de Cristo).

La doctrina de la fe
La Biblia no solo nos da datos sino que con autoridad nos manda creer y obedecer. Como hemos visto, el
contenido entero de la Biblia puede resumirse en lo que debemos creer y lo que debemos hacer. Es decir, la
Biblia está diseñada por Dios para ser obedecida. La fe misma es una forma de obediencia (Gal. 3:1; 1 Pe.
1:2). ‘Creed el evangelio’ es un imperativo (Mr. 1:15). Dios habla con absoluta verdad pero también con
absoluta autoridad, cada palabra suya demanda ser creída.
Del mismo modo, la Biblia enfatiza que la fe verdadera implica obediencia (Gn. 15:1-6; 22:15-18, Ex. 2:24,
19:3-6, 24:3, Dt. 4:1, 40; 5:1, 6:1-3, 11:26-28, 12:28, 15:5, 28:1, Jer. 7:23-26, 25:3-7, 32:33, 35:12-16, 4:1-6,
2 Ts. 3) y perseverancia (Heb. 6:12). La aplicación es necesaria entonces, porque Dios necesitamos saber qué
hemos de creer y qué hemos de hacer, porque la fe debe manifestarse en hechos concretos y cotidianos (Mt.
7:20), en nuestro ‘caminar’ (Hch. 19:23), en seguir a Cristo (Mr. 10:21), porque si decimos que creemos en él
debemos andar como él anduvo (1 Jn. 2:6). Insisto: ¿Cómo anduvo? ¿Qué hizo? ¿Cómo actuó con ‘x’
persona, bajo ‘y’ circunstancia y qué implicaciones tiene para mí y mis circunstancias? ¿Qué frutos espera
Dios de mi fe? ¿Cómo debe afectar la enseñanza de cada pasaje de la Biblia mi relación con la economía, con
la política, con el arte y con las ciencias, cómo debe afectar mis relaciones de pareja, familiares, laborales y

19
Así que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. Mt. 19:6 (NVI)
20
Horton (2006) siguiendo a Kline distingue los tratados vasallo-soberano de las concesiones reales. Para Horton el Pacto de Gracia sería
una concesión real, a diferencia del de obras que sería un tratado vasallo-soberano. La diferencia radica en que estos pactos tienen una
base distinta para la aceptación por Dios (obediencia de Cristo a nuestro favor vs. nuestra obediencia) pero ambos tienen las mismas
condiciones: perseverancia en fe y obediencia. La diferencia entonces radica en que en el Pacto de Gracia Dios provee de las condiciones
mismas del pacto por medio de la justificación pero también por medio de la santificación (pp. 182-185).
civiles? Todas estas preguntas son preguntas de aplicación y no son opcionales, sino esenciales: “Pero
cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa
sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa;
y cayó, y fue grande su ruina.” (Mt. 7:26-27 RVR1960).
La preguntas de la aplicación son “¿qué debo hacer para ser salvo?” (Hch. 16:30), ¿cuáles son las obras
específicas que son el fruto de la fe (Stg. 2:22; Ap. 2:19)? ¿cómo se manifiestan en particular en mi vida (Gal.
5:16-26)? ¿De dónde obtengo el poder para realizarlas?

La doctrina de la santificación
El propósito de nuestra redención son las buenas obras (Ef. 2:10), “la voluntad de Dios es nuestra
santificación” (1 Tes. 4:3-7). Estas buenas obras son específicas y por tanto, requieren de discernimiento. Este
discernimiento se desarrolla mediante la práctica, es decir, mediante la aplicación diaria de la Palabra a
nuestra vida cotidiana (Heb. 5:14). Los que no desarrollan esta capacidad de aplicar la Biblia cotidianamente
están en peligro de apostatar de la fe (Heb. 5:11-6:11). Es por esto que Pablo insiste en que Tito, como
ministro de la Palabra debe aplicarla a los distintos grupos de la iglesia: los ancianos, las ancianas, las
jóvenes, los ministros, los siervos y a todos, dando instrucciones específicas (Tito 2), a fin de que cada uno
pueda ‘ocuparse en buenas obras’ (Tit. 3:8). No es que seamos salvos por obras, sino que la salvación de Dios
es comprensiva e incluye nuestra santificación (Ro. 8:30), es decir, nuestra transformación a semejanza de
Cristo (Ro. 8:29). Esta santificación se da mediante la Palabra (Jn. 17:17) aplicada a nuestros oyentes
particulares. El ministro de Dios es responsable de presentar una iglesia santa (2 Co. 11:2). Para ello debe
aplicar la Palabra de Dios, debe hablar “lo que está de acuerdo con la sana doctrina” (Tit. 2:1), en otras
palabras, lo que la sana doctrina implica para sus vidas, cómo se debe reflejar su fe en su vida cotidiana y
debe poner su empeño en persuadirles. Esta labor persuasiva es la exhortación (Hch. 2:40; 13:15; 14:22; 1 Co.
14:3; 2 Co. 8:6; 1 Tes. 4:1; 2 Tes. 3:12; 1 Ti. 5:1, 6:2; Tito 1:9) y es lo que el Espíritu, el gran exhortador,
utiliza para santificarnos.
III. Respuesta a objeciones contra la aplicación

A. ‘No debemos aplicar porque es el Espíritu Santo quien aplica’

Esta objeción suena muy piadosa y hace parecer que introducir una aplicación en el sermón es actuar contra la
obra de Dios. Sin embargo, es fácil notar que es errónea y que surge de una falta de comprensión de la
soberanía de Dios. Como es bien sabido y entendido por los teólogos reformados, Dios trabaja habitualmente
por medio de instrumentos. Uno de los instrumentos que Dios utiliza es la voluntad humana. El que Dios
emplee al ser humano para lograr sus propósitos no implica de ninguna que la libre elección del ser humano
sea negada. De la misma manera, cuando el ser humano realiza lo que Dios soberanamente manda, esto no
implica tampoco que el hombre deje de ser responsable por sus acciones (Ro. 9:17-21). Vemos esto una y otra
vez en las Escrituras.
Por ejemplo:
1) aunque Dios preserva a sus santos (Jn. 10:28-29; Ro. 8:30; 1 Co. 1:8; Fil. 1:6) esto no excluye que estos
deban hacer grandes esfuerzos en perseverar (Ro. 2:7; 1 Co. 15:1; Ef. 6:18; Heb. 3:14; Stg. 1:25; 2 Jn. 1:9;
Ap. 2:26).
2) aunque Dios es soberano para llamar a la fe esto no se opone al hecho de que es necesario que las personas
lleguen a la fe por medio de predicadores que también llamen a la fe (Ro. 10:14; Jn. 12:36, 14:1, 11; Hch.
10:43).
3) Lo mismo sucede, por supuesto, con quienes escuchan este mensaje: Aunque la fe y el arrepentimiento son
dones que Dios reparte libremente (Fil. 1:29) esto no impide que el hombre sea responsable de arrepentirse y
creer personalmente (Nm. 14:11; Mt. 21:25, 32; Jn. 10:38; Hch. 19:9; Heb. 3:14 y 4:14).
4) Así también sucede con la exposición y enseñanza de la Biblia. Que el Espíritu ilumine la mente de los
escuchas soberanamente no se contrapone a que esta iluminación viene instrumentalmente por medio de una
buena explicación de parte del maestro.
Es por esto que no hay razón alguna para creer que el hecho de que el Espíritu aplica la verdad al corazón de
los escuchas se contrapone a que el predicador tiene la responsabilidad de aplicar fielmente esta misma
Palabra a sus escuchas. Como dice Michelén (2016:)
Sabemos que el Espíritu Santo es quien, a fin de cuentas, aplica la verdad al corazón de los hombres. Pero ¿acaso no podemos
decir lo mismo de todos los otros elementos del sermón? El Espíritu es quien ilumina el entendimiento, pero nosotros debemos
esforzarnos por ser claros y sencillos al predicar.
Aunque también es cierto, que excepcionalmente, el Señor puede decidir no emplear medios o instrumentos,
sino obrar directamente, esto no es el modo habitual en que actúa y mucho menos es un pretexto o excusa
para que el predicador evada la aplicación, como dice Eric J Alexander (2008: 28): "El Espíritu santo es quien
aplica la verdad (...) pero eso no nos excusa de preguntarnos ¿cómo debe aplicar estas verdades a mi
consciencia y la de mi gente?". Y también Spurgeon:
Es verdad que el Señor puede trabajar sin el auxilio de instrumento alguno, conforme lo verifica a veces valiéndose de
predicadores indoctos para la conversión de las almas; y también lo es que puede obrar aun sin agentes, como lo hace cuando
salva a los hombres sin ninguna clase de predicadores, aplicando la palabra directamente por medio de su Espíritu Santo; pero no
podemos considerar los actos soberanos y absolutos de Dios, como regla para normar los nuestros (pdf:1)
John Stott (2000:135) desprecia este argumento como una excusa para la negligencia:
...al ser llamados a dar cuenta de nuestra práctica expositiva sin aplicación, contestamos devotamente que confiamos en que el
Espíritu Santo aplique su Palabra a las realidades de la vida humana... el texto bíblico es en sí mismo sorprendentemente
contemporáneo y...el Espíritu Santo ciertamente lo utiliza para conducir a los oyentes a la convicción de haber pecado, a la fe en
Cristo y a crecer en santidad. (...) Al mismo tiempo, sería inadmisible utilizar la perpetua relevancia del evangelio y el ministerio
actual del Espíritu Santo como excusa para evitar el problema de comunicación.
Por supuesto, que es también es posible que el predicador no esté bien preparado para aplicar la Biblia y
meramente resuma los comentarios bíblicos que consulta, como dice Rinne (2014):
Luché desde el comienzo, ya que el seminario me había equipado bien para la exégesis y la interpretación bíblica, pero no tan
bien para la aplicación de la misma. Es por eso que adquirimos el estereotipo de pastores “nuevos” o recién graduados, cuyos
sermones suenan más como un comentario bíblico y no tanto como una palabra de parte de Dios. Y en referencia a los
comentarios bíblicos, pocas veces estos proporcionan ayuda en la aplicación del texto.
Pero un predicador que no está preparado para extraer la aplicación del texto no debe predicar habitualmente,
pues el riesgo es alto:
Los sermones expositivos aburridos por lo general carecen de aplicaciones efectivas. Los sermones aburridos evocan dos quejas.
Primero, los escuchas murmuran, "Es siempre lo mismo". El predicador da a todos los pasajes la misma aplicación, o peor,
ninguna aplicación. "Que el Espíritu Santo aplique esta verdad a sus vidas", dice el ministro que no tiene la más remota idea de
cómo el contenido bíblico puede cambiar a la gente.
Una segunda reacción negativa es que el sermón no se relaciona de manera directa con el mundo para tener un uso práctico:
"¿Qué diferencia hace?" Cuando una persona decide vivir bajo la autoridad de la Escritura, esto sucede fuera del edificio de la
iglesia. Ahí fuera, las personas pierden sus trabajos, se preocupan por sus niños y encuentran plagas en sus plantas.
Normalmente las personas no pierden el sueño sobre las Jebuseos o aun sobre lo que Abraham, Moisés o Pablo escribieron. Se
quedan despiertos pensando en los precios de la despensa, las malas cosechas, los pleitos con su cónyuge, el diagnóstico del
médico, una vida sexual frustrante... Si el sermón no hace diferencia en ese mundo, ellos se preguntan si hace alguna diferencia
en absoluto. (ROBINSON, 2015:30-31).
Por esta razón Orozco (2005:117) condena esta actitud como orgullo:
Aunque parezca increíble, necesitamos refutar la objeción que la aplicación es obra exclusiva del Espíritu. Ciertamente la obra
del Espíritu es hacer que la aplicación sea percibida espiritualmente, sea eficaz moralmente y más extensiva. Pero decir meras
generalidades y confiar en el Espíritu (para suplir nuestra falta de aplicación) es presunción.

B. Aplicar conduce al legalismo

Otra objeción contra la aplicación en los sermones es el temor que esta conduzca al legalismo y que aleje a las
personas del evangelio. Esto es un problema serio (Gal. 1:6-9) y real pero la aplicación no necesariamente
conduce al legalismo, solo una mala aplicación.
Además, el temor al legalismo no debe impedir la aplicación. La aplicación es necesaria y bíblica pero es
también una expresión de amor (1 Jn. 4:18):
Algunos predicadores reformados temen hacer aplicación del texto, porque quieren evitar el legalismo o el moralismo y quieren
confiar en la obra del Espíritu Santo en las vidas de los oyentes. Aunque estos deseos son correctos, no podemos asumir que la
congregación automáticamente vaya a saber cómo se relaciona el texto con sus vidas (TROTTER).
Adicionalmente, el rechazo del legalismo no es inconsistente con la afirmación de la aplicación, pues es solo
cuando aplicamos la verdad a los corazones de los oyentes que predicamos verdaderamente a Cristo:
Indudablemente, los predicadores bíblicos deberían denunciar la predicación legalista y moralista, pero también aquella que
suprime la aplicación por temor a ser legalista o moralista. Podemos predicar a Cristo y aplicar la verdad con poder. Solo cuando
se haya efectuado la aplicación se podrá decir verdaderamente que Cristo ha sido predicado a los corazones de los hombres.
(BORGMAN en MICHELÉN, 2016: 214).

Por otro lado, el evangelio mismo requiere la enseñanza de principios morales así como la exhortación
persuasiva a cumplirlos:
Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena;
27
y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.
(Mt. 7:26 RVR1960)
Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. (Lc. 13:3 RVR1960)
El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.
Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y
permanezco en su amor. (Jn. 15:6, 10 RVR1960)
Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda
sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; (1 Jn. 2:3-4 RVR1960)
En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el
amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. Y este es el amor, que andemos según
sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio. (1 Jn. 5:2-3; 2 Jn.
1:6)
Como también afirma Stott:
Existen muchos pastores hoy en día quienes, por medio a ser tildados como <<legalistas>> no entregan una enseñanza ética a la
congregación. ¡Cuánto nos hemos alejado de los apóstoles! El <<legalismo>> es el intento erróneo de ganar nuestra salvación
por obediencia a la ley. El <<fariseísmo>> es una preocupación por lo externo y los detalles del deber religioso. Enseñar los
estándares de conducta moral que adornan el evangelio no es legalismo ni fariseísmo, sino simple cristianismo apostólico. (2000,
152).

¿Cómo entonces evitar el legalismo?


Keller define el legalismo como considerar el amor de Dios como condicionado por lo que hacemos, esto
conduce a basar la propia identidad en el desempeño y reconocimiento que obtenemos de otros y resulta en
egoísmo, aspereza, inseguridad y celos. De acuerdo con Keller el legalismo es solo un lado de la moneda. El
otro lado es el antinomianismo que afirma “Como Dios me ama, no le importa como vivo”. Para el legalista
Dios es malvado que no quiere dar sino privarnos del gozo, para el antinomiano los mandamientos de Dios
son un obstáculo para la libertad. Ambos niegan que haya gozo en obedecer y perciben a Dios como
indispuesto a bendecir.
El problema, dice Keller, es que “Tendemos a sanar uno con el otro”. Sustituimos la ley con el perdón y la
aceptación o sustituimos la misericordia de Dios con sus mandamientos. Pero la solución es el evangelio: La
maravillosa gracia de Dios nos libera de la condenación del pecado (justificación) pero también del pecado
mismo (santificación). Viendo la belleza, el amor y la gloria de Dios en Cristo somos transformados,
agradecidos, somos llenos de amor hacia Él y nos esforzamos en guardar sus mandamientos, admirados,
somos llenos de temor reverente para vivir vidas piadosas e impactados por su justicia y amor comenzamos a
anhelar ser más como Él es y se ha revelado a nosotros en Cristo. Es necesario que el predicador muestre la
necesidad que tenemos de Cristo y cómo es solo en él que podemos agradar a Dios (Jn. 15:5; Ro. 3:21-28;
Heb. 11:6). Para Piper (2004) esto es equivalente a dirigirse al corazón: “Busca el cambio de corazón para
afectar comportamiento. Los actos externos que no surgen de afectos dados por Dios, deleitándote en él y
dependiendo de él y buscando su gloria son meros legalismos.”.

Es importante también entender también el lugar de la ley moral. La ley moral no es para nosotros un
medio de salvación sino la manera en que nos acercamos a Cristo para ser justificados y santificados por él.
Algunos teólogos hablan del indicativo (lo que somos en Cristo) y el imperativo (como debemos realizar lo
que ya somos”. Para Ridderbos "El imperativo está fundado en la realidad que ha sido dada en el indicativo,
apela a esta realidad, y pretende completarla" (2000:254-55). Y Greidanus expande esta idea:
...sin el indicativo de lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo. El peligro de tal predicación, claramente es que llevaría al
legalismo. Además, es importante destacar que en las epístolas, los imperativos nunca funcionan sin los indicativos. (...) Este
orden es evidente, no solamente en la forma de las epístolas, donde las gracias y el cuerpo preceden a las exhortaciones, sino
también en los detalles"(en ÁVILA:2002:235).
Chapell (2005) habla del FCF (Fallen Condition Focus) como una manera de relacionar el indicativo y
el imperativo en los puntos del sermón, conectando a los receptores originales con nosotros por medio de
nuestra experiencia del pecado y la necesidad que tenemos de la gracia. De este modo la proposición del
sermón es contruida como: “Puesto que Dios es o ha hecho esto… ustedes deben…”.
Asimismo, Jesús explicó esta relación entre indicativo e imperativo comparando a la persona regenerado con
un árbol bueno que da fruto, es decir, que es transformada a semejanza de Cristo (2 Co. 3:18) y actúa como él
(1 Jn. 2:6):
16
Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los cardos? 17 Del mismo modo, todo árbol
bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo. 18 Un árbol bueno no puede dar fruto malo, y un árbol malo no puede dar
fruto bueno. 19 Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. 20 Así que por sus frutos los conocerán.
21
»No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que
está en el cielo. 22 Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos
demonios e hicimos muchos milagros?” 23 Entonces les diré claramente: “Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de
maldad!” Mt. 7:16-23 (NVI)
Es por esta razón que los sermones legalistas surgirán inevitablemente de los predicadores legalistas: "Si
usted no da alegría (glorificar al Señor y salvar almas), no da el evangelio; lo que da es legalismo. (...) La
teología existe para la doxología... (para) glorificar a Dios deleitándose en él" (PIPER, pdf:22,28).
Otra manera de entender esto es notar que la fe verdadera incluye obras:
14
Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno alegar que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe? 15 Supongamos que
un hermano o una hermana no tiene con qué vestirse y carece del alimento diario, 16 y uno de ustedes le dice: «Que le vaya bien;
abríguese y coma hasta saciarse», pero no le da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué servirá eso? 17 Así también la fe por sí sola,
si no tiene obras, está muerta.
18
Sin embargo, alguien dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras».
Pues bien, muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré la fe por mis obras. 19 ¿Tú crees que hay un solo Dios? ¡Magnífico!
También los demonios lo creen, y tiemblan.
20
¡Qué tonto eres! ¿Quieres convencerte de que la fe sin obras es estéril?[a] 21 ¿No fue declarado justo nuestro padre Abraham por
lo que hizo cuando ofreció sobre el altar a su hijo Isaac? 22 Ya lo ves: Su fe y sus obras actuaban conjuntamente, y su fe llegó a la
perfección por las obras que hizo. 23 Así se cumplió la Escritura que dice: «Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta
como justicia»,[b] y fue llamado amigo de Dios. 24 Como pueden ver, a una persona se la declara justa por las obras, y no solo por
la fe. Santiago 2:14-24 (NVI)
Santiago no está diciendo que el pecador es justificado por sus obras, sino que las obras justifican (prueban o
vindican) que la persona tiene una fe genuina, una fe salvadora.
Una herramienta práctica consiste en no limitarse a una sola aplicación. Al dar varias aplicaciones el
predicador resalta su carácter circunstancial (¿cuándo?) y ayuda a una aplicación más fiel:
"Para no caer en la trampa del legalismo, hemos de distinguir claramente entre el principio bíblico y sus aplicaciones concretas.
Una forma de hacerlo desde la predicación es ilustrando el principio con dos o tres ejemplos diferentes, para no equiparar el
principio a una única forma de aplicarlo (...)" (ROBINSON, 2005:70)

La predicación histórico redentiva


Antes de pasar al siguiente punto debemos detenernos un momento para considerar la predicación histórico
redentiva, también conocida como predicación cristocéntrica. Antes de la Primera Guerra Mundial surgió un
movimiento holandés, que seguía la hermenéutica de Grosheide (1929) y la homilética de Hoekstra (1926),
encabezado por K. Schilder, B. Holwerda, S. G. De Graaf, D. Van Dijk y M. B. Van’t Veer. Este movimiento
alcanzó los Estados Unidos, por la publicación de Sidney Greidanus (1970), que resumía esta controversia, así
como por los profesores del Seminario Westminster Philadelphia: Edmund P. Clowney (1961) y luego
Westminster California: James Dennison21 y Michael S. Horton (1996), así como mediante la traducción de
C. Trimp (1996) y ha ganado popularidad y credibilidad, por la creciente popularidad influencia de la teología
bíblica de Geerhardus Vos (1903, 1948), Herman Ridderbos (1962, 1975), Richard Gaffin (1976) y Meredith
G. Kline (1968, 1972, 1991, 2000), en círculos reformados.
Este movimiento enfatiza correctamente que las Escrituras son un todo unido, que su tema central es la
historia de la salvación en Jesucristo (Ef. 3:4, 8, 4:21; Gal. 6:14; Col. 2:3; 1 Co. 2:2, 1:18, 23-24, 30, 15:1-5;
Lc. 2:44-47; Hch. 1:3-8; Jn. 5:45-47) y que cada pasaje debe ser entendido a la luz de la totalidad de la
Escritura y en particular de Cristo. Sus opositores eran los liberales, particularmente los barthianos
(GREIDANUS, 1970:9), que eliminaban el aspecto histórico de la redención y directamente encontraban un
sentido espiritual o existencial para los textos bíblicos. Los intérpretes que seguían el alegorismo medieval o
interpretación mística. Pues, aunque la alegoría medieval buscaba conectar cada pasaje de la Biblia con
Cristo, esta olvidaba considerar el contexto histórico-redentivo del pasaje, haciendo un salto injustificado de
cualquier palabra u objeto a Cristo (p. Ej. Madera siempre se refería a la cruz, o el rojo a la sangre de Cristo).
Finalmente, el movimiento veía un error en algunos predicadores contemporáneos. A este error le llamaron
predicación “ejemplarista”, “biográfica”, “pietista” o “ilustrativa”22 y consistía en aislar ciertas historias o
personajes del Antiguo Testamento y en correlacionarlos directamente con la vida espiritual y moral del


21
Aunque Frame ha rechazado la posición extrema de Dennison que niega cualquier aplicación, simultáneamente reconoce que las
aplicaciones y exhortaciones éticas más poderosa que él ha escuchado han venido de sermones de Clowney y el mismo Dennison
(2008:401).
22
La diferencia es hermenéutica, para este movimiento la historia de la redención no solo ilustra la ética y el dogma sino que es su
fundamento. Ver cita de Holwerda en (GREIDANUS, 1970:47).
cristiano sin considerar el pasaje a la luz de la historia de la redención. El riesgo de esto último era que la obra
de Dios en Cristo fuera hecha a un lado para enfatizar la experiencia y obediencia del creyente, es decir, el
legalismo. Es decir, un evangelio sin Cristo, un imperativo sin indicativo.
Es importante enfatizar que este movimiento no rechazaba la aplicación en el sermón. Holwerda nos
recuerda que las narraciones del Antiguo Testamento fueron escritas como un ejemplo para nosotros:
…quien desee interpretar los elementos históricos de manera cristocéntrica …no debe olvidar que este material histórico fue
dado para nuestro ejemplo, de hecho, debe proceder sobre esa base y mostrar por qué estos elementos históricos son ejemplos
para nosotros.
El movimiento consideraba la aplicación como esencial al sermón; pero, insistía en que para ser legítima esta
debía proceder de entender el pasaje en términos de la historia de la salvación:
En otras palabras, el método histórico-redentivo, excluyendo cualquier elemento “ejemplarista”, es el único método que puede
conducir a una aplicación correcta. No es correcto considerar el momento histórico en la exposición y luego ignorarlo en la
aplicación.
Los mismo afirma Vant Veer. El método no elimina la imitación de los personajes bíblicos:
“…intenta entender todos estos mensajes en conexión con los demás, en su unidad mutua y en conexión con el centro de la
historia redentiva, Cristo Jesús”. Sin embargo este método “No olvida que estas cosas fueron escritos como ejemplos, sino que
procede precisamente de este punto y nos muestra de qué manera estas cosas pueden ser ejemplos”.
Tampoco está en contra de hablar de las luchas y experiencias de los creyentes del Antiguo Testamento, sino
únicamente de negar el significado de estos personajes a la luz de la historia de la redención y hacer un
paralelo directo entre ellos y nosotros:
Por lo tanto, debemos afirmar, en primer lugar, que ninguno de nosotros afirma que no sabemos nada de las luchas o
experiencias de los creyentes del Antiguo Testamento, ni que no debamos desarrollar estas en un sermón. Tampoco niego que
David, Isaías, etc., están incluidos con nosotros en la misma lucha espiritual, y que ellos como los creyentes actuales han
conocido sus periodos de incredulidad, duda, temor, fe firme, grande gozo, etc. La Biblia nos da suficiente material para
sermones sobre esos temas. Pero esto no es la controversia. Sin embargo, si el material histórico es tratado según las reglas
anteriores, el carácter cristológico del texto y del sermón es enfatizado.
Sin embargo, algunos seguidores de este movimiento lo han malinterpretado. Para estos los personajes
bíblicos nunca pueden ser presentados como ejemplos morales. Otros, los más extremos, han negado
cualquier aplicación ética tildándola de “moralista”. Es por esto que los seguidores más actuales de este
movimiento han tenido que aclarar que esta interpretación es errónea23. Para evitar el problema del moralismo
basta con entender el propósito (la aplicación) original del pasaje a la luz de la historia de la redención
(Clowney, 2003:49). Una vez que vemos a Cristo como el centro de la Escritura la aplicación puede recobrar
su lugar legítimo en la predicación. Como escribe Clowney:
La predicación incluye proclamar las buenas noticias, enseñar las riquezas de la revelación de Dios, animar, exhortar, advertir y
amonestar. No obstante, ningún aspecto de la predicación puede perder de vista la llamada del Salvador. (…) Tanto la tierna
súplica como la seria advertencia provienen de la boca del Salvador personal que habla a través de Su Palabra cuando esta es
predicada. (Ibid:69)
Las Escrituras están llenas de instrucción moral y exhortación ética, pero la base y el motivo de todo se encuentra en la
misericordia de Jesucristo. Debemos predicar todas las riquezas de las Escrituras, pero a menos que el centro mantenga en órbita
todas las partes y piezas de nuestra consejería desde el púlpito, de nuestra condenación de los pecados sociales, de nuestros
pensamientos positivos o negativos, todos volarán y se esparcirán en el aire dominical (1986:21).


23
Entre los primeros en hacerlo véase Greidanus (1988, 1999) y Clowney (2003).
Dice Goldsworthy: “No hay nada de malo con los estudios de personajes – debemos aprender del ejemplo de
otros – sin embargo tales estudios frecuentemente roban el lugar de aspectos más fundamentales de la
enseñanza bíblica.”(2011: Kindle Locations 306-307). Goldsworthy nos da un ejemplo útil en la historia de
Moisés como bebé. ¿Qué justificación tenemos para identificar a nuestros hijos con el bebé Moisés y no con
todos los niños que no escaparon a la ira de faraón? (Ibid.: Kindle Locations 320-323).
Por otro lado, principalmente por influencia de la teología multiperspectival del teólogo reformado
John M. Frame, así como de su alumno Vern Poythress (1987), los autores más recientes como Bryan Chapell
(2005), Dennis E. Johnson (2007), también profesor de Westminster California y Timothy Keller (2016), han
visto la validez de considerar legítimos varios propósitos y no solo uno24. Y han resaltado la necesidad de la
aplicación, la imitación y la exhortación moral. Como resume Frame (2003):
(1) La Escritura no solo contiene narrativa, sino también ley, proverbios, canciones, cartas y literatura apocalíptica, cada uno de
los cuales tiene propósitos distintivos que el predicador debe traer a la luz.
(2) La intención de los autores bíblicos en describir a los personajes se debe en parte, a presentarlos como ejemplos positivos o
negativos de conducta humana (Ro. 4:1-25; 1 Co. 10:1-13; Heb. 11, Stg. 2:21-26, 5:17-18; 2 Pe. 2:4-10; Judas 8-13).
(3) Las Escrituras nos llaman explícitamente a imitar a Jesús (Jn. 13:34-35) y a Pablo (1 Co. 11:1, 2 Ti. 3:10-11), al Padre (Mt.
5:44-48; 1 Pe. 1:15-16). Pablo demanda a Timoteo que sea también ejemplo para otros (1 Ti. 4:12). La imitación es un medio
importante en el proceso de santificación del creyente.
(4) El propósito entero de la Escritura es la aplicación: a nuestra fe (Jn. 20:31) y a nuestras buenas obras (2 Ti. 3:16-17).
(5) Algunos predicadores histórico-redentivos han sido criticados por interpretar textos de manera arbitraria para mantener un
cristo-centrismo artificial.
Frame también argumenta la necesidad de la aplicación, contra los autores más radicales, a partir del Señorío
de Cristo:
Algunas personas piensan que ser cristocéntrico es enfocarse enteramente en la historia redentiva bíblica y nada en el mundo en
que vivimos. A ellos no les gusta hablar de ‘aplicación’, porque piensan que esta desviará nuestra atención de Cristo. Razonan
que si dedicamos tiempo a mostrar cómo Cristo se relaciona a la política, la amistad o la paternidad ya no somos cristocéntricos.
Sin embargo, el Cristo de la Biblia es Señor sobre toda la vida. La Escritura nos enseña no solo a describirle sino también a
mostrar de qué manera él es Señor sobre todas las cosas. El propósito de la Biblia es que ‘el hombre esté equipado para toda
buena obra’ (2 Ti. 3:17). (…) Si Cristo no puede ser aplicado a la vida, entonces él no hace ninguna diferencia. Si él no hace
ninguna diferencia, entonces no es el Cristo de las Escrituras.
Sin embargo, insisto en que estos puntos no contradicen el movimiento histórico-redentivo, tanto como las
reacciones excesivas de algunos de sus seguidores. Podemos enfatizaron de tal modo la historia de la
redención que eclipsemos el resto de la enseñanza bíblica y socavemos lo que queríamos defender: la unidad
de las Escrituras. Por ejemplo, es posible que a fin de subrayar el propósito redentivo ignoraremos que la
Biblia cumple con múltiples propósitos (incluido uno ético), que a modo de resaltar la gracia minimicemos la
tercera función de la ley (como guía moral para el creyente), que con el objetivo de resaltar la obra de Cristo
hagamos a un lado la respuesta de obediencia que debemos al Pacto de Gracia, que con el designio de exaltar
la ‘sola fe’ ignoremos la necesidad del autoexamen y el llamado al arrepentimiento, que con la meta de dar
preeminencia a la unidad de las Escrituras despreciemos la necesidad de la instrucción doctrinal, que por


24
Ha habido también una revaloración de la interpretación alegórica, notando que la interpretación histórica y literaria siempre controló
los otros sentidos.
temor al pragmatismo ignoremos que la Biblia también da instrucción sobre los ‘cómos’ de la vida cotidiana y
que para evadir las aplicaciones superficiales neguemos la importancia de la apropiación subjetiva de la
Palabra. El triste resultado es que se predique a un Cristo Redentor pero no al Logos, la Sabiduría de Dios, el
Legislador, el Señor del Pacto, el Pastor que guía por sendas de justicia (FRAME, 2008: 401) y, en última
instancia, que la predicación cristiana sea menoscabada: “Cuando un predicador evade dar aplicaciones éticas
concretas en sus sermones, no está predicando el consejo completo de Dios, y no está adecuadamente
edificando a su pueblo” (FRAME, 2008:401).
Esta sobre reacción que etiqueta de moralista toda predicación ética se desliga de la regla apostólica. Como
dice Johnson:
¿Puede la práctica apostólica sostener la demanda absoluta de algunos defensores de la homilética histórico-redentiva de que el
la narrativa histórica del Antiguo Testamento jamás fue dada para el propósito (ni siquiera el propósito secundario) de proveer
de una guía ética? ¿No nos instruyen las sanciones divinas o la aprobación o desaprobación de los narradores humanos algo
sobre lo que sería una respuesta fiel al pacto de gracia? ¿Y no recomiendan los autores del Nuevo Testamento la fe y fidelidad de
los santos del pasado (Heb. 11; Stg. 5:10, 17–18) y nos implican sus advertencias contra la infidelidad (1 Co. 10:1–14; Heb. 3–4)
que tales ejemplos pasados, positivos y negativos, instruyen éticamente a los que habitamos en una época histórico-redentiva
más privilegiada? (2007: Kindle Locations 960-966).

C. Mientras que la interpretación es objetiva la aplicación es subjetiva

Otra objeción a la aplicación viene de considerarla meramente la reflexión personal y subjetiva del
predicador. Como tal la aplicación no sería la Palabra de Dios, ni tendría verdadera autoridad, por lo que
predicarla desde el púlpito involucraría atar la conciencia de las personas con mandamientos de hombres.
Ya hemos hablado de este punto al inicio de nuestra defensa, al considerar a los teóricos de la hermeneútica,
ahora la abordaremos de manera particular.
Cabe señalar que esta objeción tiene razón en resaltar que no podemos añadir nada a la Biblia y que hacerlo
acarrea condenación (Dt. 12:32; Ap. 22:19) pero se equivoca al asumir que:
1) La exégesis es menos subjetiva que la aplicación. En ambas los resultados dependerán de nuestras
presuposiciones, particularmente de nuestra presuposición última (la fe en Dios). Asimismo, en
ambas los métodos humanos serán parciales y falibles. "La distinción entre afirmación y
aplicación NO nos salvará de nuestra falibilidad al traducir, hacer exégesis o entender la Escritura.
Descubrimos aplicaciones por medios falibles pero lo mismo es cierto de la exégesis de la
Escritura". (FRAME, 2008).
2) La aplicación es separable del proceso mismo de la exégesis. Como hemos visto, la aplicación es
parte esencial del proceso interpretativo. Desde el momento en que comenzamos a leer
comenzamos a relacionar lo que leemos con nuestro mundo, nuestro conocimiento y experiencias.
Nuestra necesaria predisposición a obedecer a Dios a fin de entender la Palabra (Jn. 7:17), la
finalidad y poder santificador de las Escrituras (1 Ti. 3:16-17, Jn. 17:17), la manera en que
funciona el lenguaje no solo diciendo cosas, sino también haciendo cosas y buscando un efecto
(Mt. 21:45), el carácter histórico de la revelación (ocurrió en nuestro mundo, a seres humanos,
bajo una relación de pacto con el mismo Dios), así como la convicción del Espíritu de Dios que
nos redarguye (Jn. 16:8; Hch. 2:37) impiden que podemos leer la Biblia neutralmente sin
relacionarla con nosotros mismos, nuestras creencias y obras, nuestra manera de ver el mundo,
nuestra relación con Dios y con el prójimo, etc.
3) Las aplicaciones son menos autoritativas. Pablo aplica la ley de Moisés a los creyentes, para él
“No pondrás bozal al buey que trilla”, implica que los ministros del evangelio deben recibir una
compensación monetaria por su trabajo (1 Co. 9:1-11). Pregunto ¿estamos eximidos de obedecer
esta aplicación? Los fariseos se negaban a extraer las implicaciones del mandamiento “Honra a tu
padre y a tu madre”, para ellos no era un requisito ayudar a los padres, sino una obra meritoria
(una ofrenda a Dios v. 11). ¿Condena Cristo a los fariseos por añadir a la ley requerimientos
subjetivos o por no considerar la aplicación correcta autoritativa? La respuesta obvia es que la
aplicación legítima del mandamiento incluía ayudar a los padres en todo. Los mismo sucede con la
parábola del buen samaritano (Lc. 10:25-37). El intérprete de la ley sabía que la ley implicaba
misericordia en todas sus relaciones interpersonales, pero queriendo negar la autoridad de la
aplicación preguntó “¿Quién es mi prójimo?”. Hoy alguien quizá quiera negar que las leyes sobre
el trato con los extranjeros del Antiguo Testamento tienen implicaciones para la política exterior
de los Estados Unidos de América, argumentando que esas leyes aplicaban solo a la teocracia o
que esas implicaciones son una mera aplicación subjetiva y que cada cristiano es libre de elegir su
postura. Pero no engañará a nadie sino a sí mismo, la aplicación verdadera es siempre autoritativa.

En resumen, la subjetividad es inevitable, es la razón misma por la que se requiere un proceso interpretativo:
No tenemos un acceso directo a los pensamientos de Dios sino solo uno mediado. Somos criaturas y no el
Creador, pero la Palabra de Dios es lo suficientemente clara para que entendamos qué nos demanda creer y
hacer y nuestras facultades, así como dones espirituales como creyentes, son suficientes para que entendamos
las implicaciones de estas enseñanzas para situaciones que no son explícitamente anticipadas en la Biblia.
En términos populares mexicanos ‘No se haga menso’, la aplicación no siempre es igualmente sencilla o
transparente pero igual es requerida de todo lector y predicador de la Biblia.

D. La Biblia misma tiene pasajes de aplicación: basta con exponer estos pasajes

¿Qué nos llevaría a pensar que los apóstoles aplicaban la Biblia a las situaciones específicas de su
congregación y que nosotros no debemos hacerlo sino simplemente explicarlo (1 Co. 11:1; Fil. 3:17; 2 Tes.
3:7, 9)? ¿Hemos de transmitir su enseñanza sin seguir su ejemplo (Jn. 13:15; 1 Co. 4:6; 1 Ti. 4:12; 1 Pe. 5:3)?
¿Podemos considerarnos creyentes si vemos la Biblia meramente como una colección de historias sobre Israel
y la iglesia primitiva sin considerarnos parte de la historia de Dios y ver que estas historias aplican a nosotros
también en algún modo, no fueron escritos estos pasajes precisamente para que fuesen aplicados a nosotros (1
Co. 10:6), es decir, para nuestra amonestación (1 Co. 10:11)? ¿No aplica el llamado evangélico también a
nosotros? ¿No somos nosotros, y no solo los escuchas originales de Pedro o Pablo, llamados a arrepentirnos y
creer (Jn. 3:15-16, 5:24; 1 Ti. 1:16)? ¿No aplica el llamado a la santidad a nosotros (Lev. 20:7, 1 Pe. 1:15-
16)? ¿No aplica el llamado a hacer discípulos también a nosotros (Mt. 28:19; Hch. 11:26)?
Si esto es así, entonces es claro que no basta con exponer estos pasajes, es nuestro deber aplicarlos a nosotros
mismos y a nuestros oyentes.
El efecto de una predicación sin aplicación será entonces una iglesia infiel:
"...la Biblia es un libro intensamente práctico porque fue escrito no solo para ser comprendido sino también obedecido... muchos
cristianos, habiendo escuchado sermones ortodoxos toda su vida, pueden ser herejes en lo práctico. (...) Todos los cristianos
tenemos la responsabilidad de preguntarnos ¿y qué? ¿qué diferencia hace este pasaje en mi vida? Porque somos llamados a vivir
bajo la autoridad de Dios y a la luz de la revelación bíblica. Robinson, Biblical Preaching, p.105
Si no estamos dispuestos a aplicar la Biblia mejor dejemos que decir que la valoramos.
"Tenemos que hacernos la misma pregunta... ¿De qué sirve tenerlas si no las vamos a usar? Dios no nos dio las historias del
Antiguo Testamento para esconderlas en los roperos de nuestras vidas. Él inspiró estos registros para referirse a los retos de
nuestras vidas. (...) A menos que apliquemos las historias a la vida contemporánea, no tenemos razón alguna para guardarlas.
(PRATT, 1993:311).
Conclusión

Hasta este punto he mostrado la evidencia histórica, confesional, bíblica, teológica y lógica a favor de la
aplicación en el sermón. Al momento no he encontrado ningún argumento que me incline en contra de ella.
Sin embargo, aun es necesario complementar este trabajo con un análisis de las propuestas metodológicas
para la aplicación legítima; particularmente por la escasez de buenos materiales en castellano o por lo menos
de estudios que contrasten las distintas propuestas. La razón para este proyecto es que permanece entre
muchos predicadores y maestros el temor a la mala aplicación, a la manipulación y al legalismo. Este temor
está ampliamente justificado pero como hemos visto no es suficiente para que neguemos aquello que la Biblia
misma ejemplifica y requiere de nosotros. Por el momento espero haber contribuido a que se desechen los
pretextos y excusas para no hacer aplicación en el sermón y haber despertado el interés por cómo lograr una
aplicación legítima, tema que, si el Señor quiere, trataré próximamente.

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