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Recientemente en México, particularmente en círculos reformados, se ha visto una tendencia a rechazar la aplicación en la
predicación. El objetivo del presente trabajo es mostrar que esta idea es una novedad, no es bíblica, ni reformada, ni aun
cristiana. Comienzo el presente trabajo definiendo la aplicación (I), después realizo una defensa de la aplicación en la
predicación (II) mostrando que hay un consenso casi unánime acerca de la necesidad de la aplicación entre los teóricos de
la interpretación bíblica y de la predicación, que los mejores predicadores de la historia se caracterizaron por enfatizar la
aplicación, que los Estándares de Westminster la requieren, que la predicación bíblica también se caracteriza por la
aplicación y que la aplicación es exigida por la teología reformada.
Finalmente respondo a las objeciones principales (III): que es el Espíritu Santo quien aplica y que por tanto, el predicador
no debe interferir en la obra del Espíritu, que la aplicación conduce inevitablemente al legalismo, que la aplicación es algo
subjetivo y por tanto inapropiado en un sermón público y que la Biblia misma tiene pasajes de aplicación y que por tanto
basta con exponer estos pasajes.
I. ¿Qué es la aplicación?
Habiendo definido la aplicación pasaremos ahora a su defensa. Comenzaré mostrando que hay un consenso
casi unánime acerca de la necesidad de la aplicación entre los teóricos de la interpretación bíblica y de la
predicación. Después pasaré a mostrar que los mejores predicadores de la historia se caracterizaron por
enfatizar la aplicación. Alegaré después que los Estándares de Westminster la requieren, que los ejemplos de
predicación que la Biblia nos provee también se caracterizan por la aplicación y que la aplicación es exigida
por nuestra teología reformada, particularmente por nuestra doctrina de las Escrituras.
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Aunque hemos considerado únicamente autores contemporáneos, podemos ver que la preocupación por la aplicación como parte del
proceso interpretativo se encontraba tanto en Agustín (354-430) como en todos los intérpretes medievales que siguieron y desarrollaron
su modelo, por ejemplo: Gregorio, Hugo de San Víctor, Tomás de Aquino y aun posteriormente en Melanchton. Según Silva los tres
sentidos (alegórico, tropológico y anagógico) funcionaban como aplicaciones (qué creer, hacer y esperar) del sentido literal (KAISER &
SILVA, 2007: Kindle Locations 6545-6553). Según Silva, fue la necesidad de la aplicación llevó a Agustín a formular su teoría del
sentido múltiple del texto bíblico. Recientemente, la interpretación alegórica, que fue degradada por la Ilustración como anti-científico,
así como por el fundamentalismo, se ha reevaluado, particularmente a la luz de la hermenéutica moderna (THISELTON, 1992, 2000), así
como de la predicación cristocéntrica (JOHNSON, 2007). Thiselton escribe sobre Orígenes: “Por momentos, la ‘interpretación alegórica’
se acerca a representar lo que hoy día conocemos como aplicación pastoral” (1992:171).
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Las obras más usadas en seminarios evangélicos y reformados en los Estados Unidos son: Fee & Stuart (1985), el primero de Regent
College y el segundo de Gordon-Conwell Theological Seminary, Pratt (1993) antiguo profesor de Reformed Theological Seminary,
Vanhoozer (1998) de Trinity Evangelical Divinity School (TEDS), Poythress (1999) de Westminster Theological Seminary en
Philadelphia, Osborne (2006) también de TEDS, Kaiser & Silva (2007) de Gordon-Conwell Theological Seminary, Klein, Blomberg &
Hubbard (2017:406-407) de Denver Theological Seminary. Todos concuerdan en la necesidad de la aplicación, a veces llamada
apropiación o contextualización. En cuanto a autores hispano-parlantes el autor más reconocido en el ámbito protestante es José M.
Martínez (1924-2016). En su Hermenéutica Bíblica escribe: “no es suficiente que el intérprete se pregunte: <<¿Qué dijo el autor a sus
coetáneos?>> Debe añadir: <<¿Qué nos dice a nosotros hoy?>> En la contestación debe resonar de nuevo la palabra divina con toda su
fuerza iluminadora y renovadora. Todo lo que no sea esto se reduce a ejercicio académico estéril.” (MARTÍNEZ, 1984: 541). Para
Martínez la falta de aplicación ha resultado en el desprestigio de la predicación: “la predicación evangélica se ha venido debilitando hasta
el punto de que se pone en entredicho su funcionalidad. En gran parte ello se ha debido a la incapacidad de muchos predicadores para
ahondar exegéticamente en el texto hasta llegar al meollo de su contenido y después comunicarlo significativamente de modo que salga al
encuentro del oyente en el mundo de éste y ahí le interpele, convenza y le mueva a una decisión” (Ibid. 543). Como vemos Martínez
estaría de acuerdo con la necesidad de la aplicación, tal como la hemos definido.
autores actuales reconocen que aunque el sentido original y la aplicación contemporánea deben ser
distinguidos no pueden ser fácilmente separados (BROWN6, 2007: Kindle Location 342).
Osborne (2006: Kindle Location 9254-9263) entiende que el propósito mismo de la interpretación bíblica es
llegar a la aplicación:
No debemos atrevernos a convertir el estático estudio del sentido original del texto en un fin en sí mismo. La meta en todo
tiempo debe ser la aplicación dinámica del texto a las necesidades personales actuales y a compartir el texto con otros mediante
la predicación expositiva y la enseñanza. (…)No podemos separar la exégesis de la aplicación, el significado de la significancia,
porque los dos son aspectos de un mismo acto hermenéutico. La meta del predicador es asegurar que la Palabra hable hoy tan
claro como lo hizo en tiempos antiguos
Y así, poder predicar el texto y su aplicación a la congregación:
…el predicador ayuda a sus escuchas a revivir el drama y poder espiritual del texto y entender como el mensaje se relaciona a
situaciones similares en sus vidas.7 (Ibid.: Kindle Locations 9820-9821).
Así que, el propósito mismo de la hermenéutica es que podamos predicar haciendo evidente el significado
verdadero y aplicándolo a las necesidades de los oyentes en su propia situación cultural (ROSSCUP en
MACARTHUR, 2009:142). Por ello: "La exégesis no está completa hasta que hemos aplicado el texto a
nosotros mismos y luego a la gente a quien enseñamos" (BLACK en AKIN, 2010:152).
Para el teólogo y hermeneuta Bernard Ramm "La Escritura es la Palabra de Dios escrita; la exégesis es la
Palabra de Dios comprendida y la predicación es la Palabra de Dios hecha relevante a un determinado tiempo
y lugar” (en TURNBULL:8). Y también para Stuart (2002:86): “Un sermón es una presentación diseñada para
aplicar la Palabra de Dios a la vida de la gente. Sin aplicación, una plática no es un sermón; puede ser una
conferencia, una lección u otra cosa, pero no un sermón.” Para Bock (2001: 27-28) no llegar a la aplicación
tanto en el proceso interpretativo como en la predicación es no hacer una buena interpretación del pasaje en
cuestión y es un acto de irresponsabilidad de parte del intérprete y predicador:
El exégeta, quien ha llegado a conocer el pasaje mejor que todos, rehúsa ayudar a su lector o escucha en el punto en que
punto de interés más agudo del lector o escucha. El exégeta deja la responsabilidad clave a la sensibilidad subjetiva del
lector o escucha, quien conoce el pasaje mucho menos.
Cuando tendemos a estudiar la Biblia como un libro de historia o una abstracción teológica y no añadimos la dimensión
ética de lo que el pasaje nos llama a ser y hacer como personas tenemos un problema… cualquier pasaje puede tener una
aplicación que nos llame a reflexionar sobre como vivimos.
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Brown define la hermenéutica en relación con la interpretación bíblica como el estudio del proceso entero de interpretar el sentido de un
texto y aplicarlo hoy (Kindle Location 185). Para Brown la Escritura es un acto comunicativo de Dios, Él nos habla personalmente, él
inicia el diálogo para transformarnos (Ibid. 124): cognitiva, emotiva y volitivamente Él nos habla y demanda una respuesta de nosotros.
Leer la Biblia consiste en desarrollar una amistad con Dios (Ibid. 154).
En general, encuentro dos corrientes principales: los que están más cómodos con el sentido como siendo
múltiple (o uno pero multidimensional, sensus plenior) y los que ven el sentido como siendo único, mas con
múltiples aplicaciones. Insisto en que ambos ven la aplicación como parte esencial del proceso interpretativo,
lo que los distingue es que los primeros la ven como inseparable y(o) indistinguible del sentido y del proceso
interpretativo y los segundos tienden a verlo como el último paso del proceso interpretativo.
Entre los que ven el sentido como rico o múltiple se encuentran: Pratt (1993), Vanhoozer (1998,
2007, 2014) y Poythress (1986ª, 1986b, 1987, 1988, 1999, 2009). Para Poythress una distinción rígida entre
sentido y significancia es relativa, ya que la autoridad de la Palabra de Dios demanda que se obedezca a sus
implicaciones para nuestra situación (que Dios mismo controla y determina):
Dios espera que sus palabras sean aplicadas a muchas situaciones a lo largo de la historia. Él nos demanda obediencia, no
solamente a lo que dice de manera directa (“sentido”), sino también a lo que implica (“aplicación”). Toda aplicación válida
estaba en la intencionalidad de Dios desde el principio y como tal, tiene su sanción. La autoridad divina no solo está unida a lo
que dice más directamente, sino también a lo que implica. Esta ligada a las aplicaciones.
Esto significa, entonces, que no necesitamos una distinción rígida y precisa entre sentido y aplicación, en el caso del
discurso divino. Ciertamente, algunas cosas son dichas directamente (“sentido”), y otras deben ser deducidas a la luz de ver la
relación entre lo que dice y nuestra situación (“significancia”, “aplicación”). Pero la distinción, como yo la veo, es relativa. Es
una distinción entre lo que se dice más o menos directamente, y lo que debe ser más o menos estimado en relación con una
situación más amplia, a fin de ser deducido (POYTHRESS, 1986a:251).
Para Poythress, del mismo modo que debemos lidiar con la intencionalidad humana del texto bíblico,
debemos también considerar que para el autor divino, todos los futuros oyentes y sus situaciones están
incluidos. Por lo tanto, “enfocarse en lo que el texto dice más directa y obviamente, o enfocarse en lo que dice
a la luz de la relación con una situación, son cuestiones de grados” (Ibid.:252).
Todos ellos siguen a su maestro, John M. Frame (1987), quien ve toda la teología como aplicación de la
Palabra de Dios, por personas a todo área de la vida (2013:8). Para Frame entonces entender un pasaje es
saber cómo aplicarlo:
Cuando uno no sabe como “aplicar” un texto, y dice que conoce su “significado”, uno está haciendo una proposición sin-
sentido. Conocer el sentido, entonces, es saber cómo aplicarlo. El sentido de la Escritura es su aplicación. (FRAME,
1987:Kindle Locations 949-950).
Vanhoozer en particular sigue además la teoría de “Actos de habla” de Austin & Searle que divide el sentido
en acto locutivo (qué dice), acto ilocutivo (cómo lo dice, es decir, la retórica y persuasión) y acto perlocutivo
(para qué lo dice, es decir, el resultado esperado8). Vanhoozer relaciona esta teoría, así como su visión de la
multiplicidad coherente del sentido en el ser uno y múltiple de la Trinidad. Según Vanhoozer, este
fundamento metafísico permite que haya perfecta armonía dentro de la riqueza múltiple del significado. Esta
perspectiva también nos ayuda a entender mejor la aplicación pues no podemos aplicar lo que Biblia dice sin
entender cómo lo dice y con qué efecto, a fin de que seamos fieles no solo a sus proposiciones sino también a
su intención y poder (aplicación original). Duvall & Hays, siguen a Vanhoozer "No podemos aplicar los
textos de la Biblia sin saber lo que significan, sin embargo, sí podemos conocer su sentido sin aplicarlo.
Podemos investigar el contexto, analizar palabras, e incluso memorizar capítulos enteros, pero a no ser que
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Poythress también habla del sentido referencial o proposicional, expresivo y conativo (efecto) y lo relaciona con el conocimiento de
Dios, su presencia y su poder (Ibid.:252).
pongamos en práctica lo que sabemos, verdaderamente no habremos aprehendido la palabra en cuestión. El
mero conocimiento no basta; ésta ha de llevarnos a la acción" (DUVALL&HAYS, 2008:293). Poythress
además de ver el sentido como rico y multiperspectival considera que este puede ser aproximado
legítimamente desde múltiples perspectivas metodológicas (2001). En otras palabras, es legítimo ver cada
pasaje de la Escritura desde una perspectiva doctrinal, devocional, litúrgica, misionera, ética, social, etc.
Por otro lado, están los que ven el sentido como único y la aplicación como múltiple. Entre ellos
están: Ramm (1970), Stott (1972), Caird (1980), Fee (1981), Kaiser (1981), Fee & Stuart (1985), Virkler
(1994), Osborne (2006), Kaiser & Silva (2007) y Klein, Blomberg & Hubbard (2017). Estos siguen a Hirsch
(1967) que distingue significado (sentido original único) y significancia (aplicación múltiple). Por ejemplo,
Mark Strauss, profesor del Bethel Seminary, escribe: “una vez que hemos regreso por el puente del mundo del
texto y determinado el sentido del mensaje para ellos, el sentido para ellos, debemos ahora determinar la
significancia para nosotros. Por que la Biblia es la Palabra de Dios, porque es tanto humana como divina,
tiene un mensaje en su contexto del primer siglo de un autor humano a sus receptores humanos, pero también
tiene significado de Dios para nosotros”. Estos persiguen en perseguir cierta objetividad en la interpretación
(Fee, por ejemplo, habla de significado llano, 1987:60) y procuran proteger la Biblia de interpretaciones
arbitrarias mediante el empleo de una metodología precisa y secuenciada (primero entender el significado
original y luego aplicarlo).
Sin embargo, es necesario reconocer que siempre nos aproximamos a la Biblia espiritualmente
prejuiciados9: con un corazón regenerado, sensible a la Palabra de Dios, con amor, gratitud hacia Dios y
disposición a obedecerle o con un corazón no-regenerado, que se rebela a su Palabra y que odia a Dios (aun a
pesar de una religiosidad externa). Es decir, nos acercamos a Dios con fe o sin ella; confiando en que existe
un Dios supremo, creador, sustentador y salvador, a quien debemos adoración y lealtad, que se revela a sí
mismo en la Palabra o confiando en ídolos. Leemos esperando que Dios nos hable o no, orando a Dios para
que se manifieste o no, ávidos por obedecer o no. Así que siempre nos acercamos a Dios con doctrina, con
ideas y proposiciones acerca de Dios, de nosotros mismos y del mundo. Y esto es correcto, toda palabra
demanda ser interpretada a la luz de lo que sabemos de la persona que la dice. Aun más, no podemos separar
la interpretación bíblica de nuestros intereses personales: ¿Qué quiero hacer? ¿Qué quiero conocer? ¿En qué
situación o problema me encuentro ahora (o mi iglesia)? ¿Qué demanda Dios de mí ahora a través de este
pasaje? Leemos las páginas de la Escritura buscando consuelo, exhortación, corrección y guía. En otras
palabras, meditamos en la ley para cumplirla y no solo para acumular datos teológicos, leemos la Biblia
buscando aplicarla a nuestras vidas. Esto caracteriza la lectura bíblica del cristiano.
Por otro lado, tampoco debemos menospreciar los efectos del pecado en nuestra lectura bíblica. Aun
como cristianos nos resistimos a obedecer, a cambiar nuestra manera de pensar, nuestros deseos y nuestras
acciones. Por todas estas razones estamos obligados a afirmar que no hay neutralidad ni objetividad. Somos
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No estoy diciendo que los autores en este grupo nieguen estas cosas. Al contrario, particularmente los autores más recientes en este
grupo lo afirman, sin embargo, ponen el énfasis en colocar seguros y límites para proteger nuestra interpretación, como por ejemplo:
considerar el contexto literario, el contexto cultural e histórico, no precipitarse en relacionar un pasaje con otros pasajes de la Biblia o con
una doctrina, ni saltar directamente a la aplicación. Este esfuerzo es loable, y ciertamente, todo cristiano debe crecer en su entendimiento
bíblico y buscar ser fiel en su interpretación pero el principal factor para la interpretación correcta no es el método sino el corazón
regenerado soberanamente por el Dios mediante el evangelio de Cristo y por el poder del Espíritu.
criaturas de Dios y le debemos rendir cuentas de nuestra aplicación de su Palabra: ¿la rechazaremos, haremos
oídos sordos, nos justificaremos y encontraremos excusas para no obedecerla o nos esforzaremos en estudiarla
para saber cómo aplica a la totalidad de nuestra vida, pondremos en práctica esta aplicación con fidelidad y
prontitud, buscaremos entender cómo aplica a otros en sus necesidades y luchas a fin de ministrarles la
Palabra? La aplicación personal y comunitaria (en la predicación, el liderazgo, la consejería y la educación
bíblica) es un imperativo para el cristiano, es por esto que los principales autores evangélicos de la
interpretación bíblica la afirman y la demandan de la predicación, independientemente de si la ven como el
final del proceso interpretativo (distinción significado-significancia) o como una espiral en que nuestra lectura
va corrigiendo nuestras ideas preconcebidas.
B. Teóricos de la predicación:
El siglo XVIII
Philip Doddridge (1702-1751), el ministro congregacionalista inglés, en sus famosas conferencias sobre la
predicación, como Perkins, enfatiza la necesidad de la aplicación a distintos grupos de personas: conversos,
incoversos, ignorantes, apáticos, lujuriosos y profanos, moralistas e hipócritas, los que dudan, los que están
siendo tentados, los que se deslizan, los confirmados, celosos o gozosos, los viejos y los jóvenes, los
prósperos y afligidos, ricos y pobres, saludables y enfermos, los que han perdido amigos (1807: 65-66).
Charles Simeon (1759-1836), en su libro Horae Homileticae (1792), escribe: "El autor ha perseguido
dar a cada texto, sin prejuicio ni parcialidad, su justo significado, su aplicación natural y uso legítimo" (en
STOTT, 2000:12).
El siglo XIX
Autores como Charles Bridges (1794-1869) dan tal importancia a la aplicación que creen que es
necesario aplicar cada porción del texto a lo largo del sermón: “El método de aplicación perpetua, por tanto,
donde cada materia lo permite, es preferible para lograr un mayor impacto” (Kindle Locations 3651-3652).
Asimismo, el teólogo presbiteriano R. L. Dabney (1820-1898) en su libro de 1870 Lectures on Sacred
Rhetoric (Conferencias en retórica divina) considera un peligro la predicación sin aplicación.
Dabney escribe: "La predicación exclusiva de la doctrina a los cristianos tiende a cultivar un espíritu
antinomiano” (1870: 58). Y llama a los predicadores a denunciar y condenar la vida de los malvados, así
como motivar y dirigir a los piadosos hacia una vida que honre a Dios.
Del mismo modo, John Broadus (1827-1895) conocido como ‘El príncipe de los expositores’ y
considerado por Spurgeon como el más grande predicador de su tiempo, escribe en su clásico libro de 1870,
considerado por Turnbull como el “libro más destacado de la predicación en los Estados Unidos durante el
siglo diecinueve” (1976: 13), On the Preparation and Delivery of Sermons (Sobre la preparación y
presentación de sermones): "La aplicación en un sermón no es un mero apéndice a la discusión o parte
subordinada de ella, sino la cosa principal" (1951:151); y también: "La parte principal de la aplicación es la
persuasión. No basta convencer a los hombres, ni probarles que una verdad les es aplicable y practicable, sino
que debemos persuadirlos. (...) no sólo apelando a los sentimientos, sino presentando antes algún motivo o
motivos para obrar según proponemos" (1951:152).
El siglo XX10
En el siglo XX, G. Campbell Morgan (1863-1945), evangelista y predicador de la capilla de
Westminster y antecesor de Martyn Lloyd-Jones, también tenía en alta estima la persuasión:
El predicador no pide meramente que la congregación discuta una situación, considere una proposición o preste atención a una
teoría. Salimos a tomar por asalto la ciudadela de la voluntad, y capturarla para Jesucristo... Ya sea evangelizando o enseñando,
ello no importa. El llamado es lo definitivo.
El prolífico escritor anglicano John Stott (1921-2011), en su tratado La predicación: puente entre dos
mundos, afirma que la aplicación es necesaria en la predicación: "Esto de aterrizar la Palabra en el mundo no
es algo opcional; es una característica indispensable de la verdadera predicación cristiana.” (STOTT,
2000:138). Stott define la predicación misma como el construir puentes entre la Biblia y el mundo actual. Por
lo que sin la aplicación no hay verdaderamente una comunicación de la Palabra al pueblo:
…permítanme exponer las principales características del ministerio de la predicación, concebido como la actividad de
construir puentes entre la Palabra y el mundo contemporáneo. Tal predicación tendrá autoridad al exponer los principios
bíblicos, y será cuidadosa al aplicarlos a los complejos temas de discusión actuales. (Ibid.:171)
Él ruega a los predicadores que hagan una aplicación específica, pues para él la falta de aplicación en el
sermón es una falta de consideración hacia el pueblo de Dios:
Mi petición es que los tratemos como gente real que tiene preguntas reales; que en nuestros sermones abordemos temas de
la realidad y que construyamos puentes con el mundo real en que viven y aman, trabajan y juegan, ríen y lloran, se esfuerzan
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Otros teóricos de la predicación traducidos al castellano insisten también en la necesidad de la aplicación, su conexión con la
exhortación o persuasión, su valor práctico, etc. P. Ej. BLACKWOOD (1959) CRANE (1985:67-71), LIEFELD (1990:107-126), SILVA
(1995: 34), COSTAS, (1989: 68-69).
y sufren, envejecen y mueren. Debemos incitarlos a pensar sobre todos los estados de su vida, desafiarlos a hacer que
Jesucristo sea Señor de cada área y demostrar su importancia contemporánea. (Ibid. 140-141)
Asimismo acentúa la importancia de la persuasión: “El sermón no solo debe mostrar al auditorio cómo aplicar
la verdad predicada, sino que debe persuadirlo a la acción” (Ibid.:213)
J. I. Packer (1926), importante teólogo e influyente autor anglicano, también ve la aplicación como
parte de la esencia misma de la predicación: “Predicar es enseñar, primero y antes que nada. Pero es más que
enseñar; es enseñar mas aplicar... Es el tipo de discurso que se dirige a la mente y al corazón y busca sin
temor cambiar la forma en que las personas piensan y viven”. (1986: 3). Packer resalta la conexión entre las
proposiciones del texto (el elemento cognitivo) y la respuesta activa del escucha, por medio de la persuasión.
Para Packer la aplicación cumple esta función, ella "hace que las proposiciones o ejemplos en el texto
empujen constantemente en las acciones y hábitos".
Cuando predicamos las promesas e invitaciones del evangelio, cuando ofrecemos a los pecadores la sangre redentora de
Cristo Jesús, nuestra tarea abarca más que anunciar las buenas nuevas; tenemos que poner y reponer énfasis en la
responsabilidad del hombre en cuanto a su reacción al evangelio de la gracia de Dios (2008:28)
Jay E. Adams (1929), autor de más de 100 libros y fundador del movimiento de consejería noutética,
considera la aplicación práctica tan importante que la demanda en el sermón desde el inicio hasta el final: “La
aplicación debe iniciar con el primer enunciado del sermón y debe continuar hasta el final” (ADAMS,1990:
119). Adams también considera que la persuasión es una parte esencial de la aplicación: “No solo deben
entender cómo esas verdades debieran impactar sus vidas sino también sentirse obligados y quizá ávidos de
implementar esos cambios”.
Uno de los textos Haddon W. Robinson (1931-2017), profesor del seminario evangélico Gordon-
Conwell y autor del libro Biblical Preaching: The Development and Delivery of Expository Messages, famoso
tratado con tres ediciones en castellano hasta el momento (1980, 2011, 2014), subraya que la diferencia entre
una conferencia y un sermón es precisamente la aplicación. Robinson dice que al predicar “no estás dando
una conferencia a la gente sobre la Biblia. Estas hablando a la gente sobre ellos mismos desde la Biblia."
(ROBINSON, 2001:123). Robinson, describe y alaba el método del predicador presbiteriano Donald Gray
Barnhouse (1895-1960) por consistir de aplicación de principio a fin:
Antes de empezar leía el texto y lo iba comentando, basado en su exégesis, todo esto para que la congregación pudiera
apreciar el hilo y los matices del pensamiento del autor bíblico. "¡Muchos de los que asistían por primera vez a aquella
iglesia presbiteriana creían que aquella lectura del texto ya era la predicación! Cuando Barnhouse llegaba a la predicación,
ya podía centrarse en el mensaje del pasaje, sus implicaciones y las aplicaciones, que es lo que hace que una predicación
sea una predicación (en HYBELS, 2008:66).
Otro autor y predicador de renombre, Albert N. Martin en su libro What's Wrong with Preaching Today?
(1967) nota que la falta de aplicación en la predicación es una grave falta, característica, sin embargo, de la
predicación de su tiempo:
…la predicación contemporánea esta marcada por una clara debilidad …. en el aspecto de la aplicación práctica de la
enseñanza. En muchos ministerios puede haber un sólido contenido bíblico y una gran medida de contenido doctrinal,
pero muy poca aplicación práctica, en la cual los hombre puedan ver las implicaciones del contenido y la doctrina (y de
este modo ellos puedan conocer la forma de adornar la doctrina de Dios nuestro Salvador, en todas las cosas). (2000:143).
Para Martin la característica de la buena predicación es su poder exhortativo:
Cuando leemos los sermones de los grandes predicadores del pasado, somos impresionados con su denuedo santo. El lector se
siente como si estos sermones de los viejos maestros le estuvieran arrinconando y como que tiene que hacer algo respecto a la
verdad con la que está siendo confrontado (Ibid.:148)
El siglo XXI
En nuestro siglo, los principales autores siguen enfatizando la necesidad de la aplicación en el sermón.
Por ejemplo, para el teólogo bíblico australiano Graeme Goldsworthy (n. 1934): “la predicación bíblica
expositiva es siempre exposición del Evangelio y sus implicaciones" (2000:). Goldsworthy incluso considera
el problema de la aplicación como el problema central de la interpretación bíblica: “Cada vez que leemos la
Biblia nos encontramos con el problema de la correcta aplicación del texto a nosotros, el sentido del texto
antiguo para el mundo de hoy.”(2011: Kindle Locations 113-115).
David G. Peterson (n. 1944), colega de Goldsworthy en Moore Theological College, afirma que una iglesia
sana necesita de la predicación con aplicación: "La aplicación en la predicación es central a la vida de la
iglesia" (2013:186). Lo mismo opina el anglicano John Cheeseman (1950-2017):
La aplicación es absolutamente crucial. Es lo que hace que el mensaje llegue con poder a la congregación. Las personas
quieren oír algo que es relevante para ellos en su vida diaria. Debemos esforzarnos al máximo en hacer la aplicación tan
real y aterrizada como podamos. (...) Si inyectas tus sermones con aplicaciones a lo largo, ayudarás a las personas a
permanecer despiertas y alerta (2006).
Bryan Chapell, antiguo profesor de Covenant Theological Seminary y actual presidente emérito de Knox
Theological Seminary, discurre que la exposición del texto bíblico está inconclusa a menos que lleguemos a la
aplicación. Chapell escribe: "Sin la aplicación el sentido está escondido. La aplicación es esencial para una
exposición completa (de la palabra)".11 Para Chapell la aplicación transforma una conferencia en un sermón,
información en exhortación, adquisición intelectual en transformación de vida.
Sin aplicación, un sermón no incentiva a la gente a obedecer el mensaje. La mayoría de los escuchas se preguntarán por
qué deberían perder su tiempo reflexionando en algo que el predicador ni siquiera parece ser capaz de relacionar con sus
vidas. Las proposiciones de verdad, aun de verdad bíblica, no hacen automáticamente un mensaje para el púlpito. Los
sermones bien construidos requieren unidad, propósito y aplicación. (CHAPELL, 2005:Kindle Locations 708-711).
Dennis E. Johnson (2007), profesor del Westminster Theological Seminary California, encuentra el origen de
la separación de la interpretación bíblica y la aplicación en la Ilustración, su búsqueda de objetividad y su
modelo de investigación y urge a reunir la interpretación bíblica y la proclamación:
Las expectativas académicas frecuentemente dividen la investigación bíblica de sus aplicaciones prácticas. (…) La
exégesis misma se ve empobrecida cuando la especialización y las presiones profesionales en la academia inculcan en la
facultad y los estudiantes un modelo de interpretación bíblica que aborta el proceso antes de la aplicación, privándolo de
sus frutos más dulces. (2007:Kindle Locations 335-336)
11
Ver también CHAPELL, Bryan. Clase en línea: Christ-Centered Preaching. En:
https://www.youtube.com/watch?v=Jo5VUIFWyQs&list=PLHKxt9HSA8B4Q_Hfk_fRNcY7-osUMCsHZ (en línea, consultado el 22
Junio 2013)
El profesor del Puritan Reformed Theological Seminary Joel R. Beeke (1952) critica los sermones ‘de
comentario’. Él afirma que los escuchas los pueden identificar y reconocen que estos no salen del predicador,
que este no los ha aplicado a su propia vida ni entiende cómo aplican a la vida de su congregación12.
Para los profesores del Southeastern Baptist Seminary, Daniel L. Akin (n. 1957) & David L. Allen
"...cualquier cosa menos que una verdadera exposición que explica, ilustra y aplica el texto a la gente, no
refleja la visión apropiada de la autoridad bíblica" (2010: 103). Akin afirma la idea de la especificidad de la
aplicación. Él escribe:
No podemos esperar que las personas llenen los espacios en blanco de las aplicaciones en los sermones(...) No podemos
golpearles la cabeza con <<debes>> sin proveerles de los <<cómos>>.
Mark Dever (n. 1960), iniciador del movimiento 9marks, también considera la aplicación central:
Es nuestro trabajo como proclamadores de la Palabra de Dios no solo decirles la verdad sino también decirles por qué la
verdad debe importarles y qué demanda la verdad de ellos. Como predicador, no solo informas, tú "reprendes, redarguyes y
exhortas con paciencia y doctrina" (2 Ti. 4:2). En pocas palabras, tú aplicas. (DEVER & GILBERT, 2012: 92).
Otro autor, David Helm, en su libro sobre la predicación expositiva insiste en la importancia de considerar a
la audiencia, la pereza de los predicadores que no hacen aplicación y la seriedad de omitir la predicación,
eliminando así su poder y deshonrando la Palabra:
La exégesis no es suficiente. Hecha de forma aislada, la exégesis sola puede llevar a una predicación demasiado
intelectual… La predicación intelectual ocurre cuando conviertes a la primera audiencia en tu preocupación final. Es lo que
pasa cuando tomas un texto profundamente relevante y lo haces irrelevante escribiendo sermones que parecen un
comentario académico. Haces el trabajo de la exégesis, pero te detienes. Terminas con discursos aburridos, inefectivos y
llenos de notas al pie de página. (2015: 67-68).
Julius Kim, profesor de homilética del Seminario Westminster de California también insiste en la necesidad
de la aplicación: “La predicación es una combinación de explicación, proclamación y aplicación. El
predicador tiene el privilegio y la responsabilidad de explicar las verdades del texto y proclamar a Cristo en el
texto. Adicionalmente, debe también aplicar todas estas perspicacias a las mentes, corazones y vidas de sus
oyentes” (2015: 167). Kim insiste en que una marca de la predicación apostólica es la aplicación:
“Aunque el proceso de transformación de vidas es dirigido por el Espíritu, la Biblia nos enseña que la Palabra de Dios
predicada es el medio por el que se recibe esta gracia. (….) A lo largo del NT, abundan ejemplos en que los apóstoles
concluyeron su predicación de la Escritura con un llamamiento al arrepentimiento y la fe. Ellos aplicaron las implicaciones
de quién era Jesús y la salvación que ofrecía mediante su vida sin pecado y su muerte sacrificial. Ellos llamaron a sus
oyentes a volverse de su pecado en contrición y a poner su confianza en Cristo solo para su salvación. Aun más, los
apóstoles amonestaron a los creyentes con las implicaciones del evangelio –para sus hogares, iglesias y lugares de trabajo.
Ellos aplicaron las verdades de Dios mediante el evangelio a sus oyentes. Nosotros también debemos aplicarlas a nuestros
escuchas” (Ibid.: pp. 167-168).
12
Beeke enfatiza, como los puritanos, la aplicación. Véase: BEEKE, Joel. Clase en línea: Reformed Experiential preaching. En:
https://www.youtube.com/watch?v=Jo5VUIFWyQs&list=PLHKxt9HSA8B4Q_Hfk_fRNcY7-osUMCsHZ (en línea, consultado el 25
de Septiembre de 2017) y también MURRAY, David y Joel Beeke. Clase en línea: Homiletics I. En:
https://www.youtube.com/watch?v=ya1NkKer8L8&list=PLHKxt9HSA8B5crmi5Tj65MqmjUQxycP49 (en línea: consultado el 25 de
septiembre de 2017).
C. Grandes predicadores cristianos:
Habiendo visto ya el consenso entre los autores de interpretación o hermenéutica bíblica y de la homilética,
pasaremos ahora a ver el ejemplo de los grandes predicadores cristianos. Me enfocaré, selectivamente, en los
predicadores más estimados en la tradición reformada.
Wayne Grudem, en su Teología Sistemática escribe:
A través de la historia de la iglesia los más grandes predicadores han sido aquellos que reconocen que no tienen autoridad en
sí mismos y se han hecho a la tarea de explicar las palabras de la Escritura y aplicarlas claramente a la vida de sus oyentes.
(2009: 82).
Espero mostrar con ejemplos particulares que esto es el caso.
El cristianismo primitivo
Comenzaremos con Justino Mártir, importante autor cristiano del siglo segundo d.C. en su Primer Apología
67.3-5 escribe:
El día que se llama del sol se celebra una reunión de todos los que moran en las ciudades o en los campos, y allí se leen, en
cuanto el tiempo lo permite, los Recuerdos de los Apóstoles o los escritos de los profetas. Luego, cuando el lector termina, el
presidente, de palabra, hace una exhortación e invitación a que imitemos estos bellos ejemplos.
Según este ejemplo, uno de las referencias más antiguas sobre el culto cristiano primitivo, la predicación
consistía en una exhortación moral. Es decir, en aplicación, vista como explicación de las implicaciones, con
ejemplos específicos y de manera persuasiva.
Otro autor del segundo siglo, el creador de la palabra ‘Trinidad’, Tertuliano (c. 155-c.240) escribe también en
su Apología, en el cap. XXIX:
Nos reunimos para leer nuestros escritos sagrados... Con las palabras sagradas nutrimos nuestra fe, animamos nuestra
esperanza, fortalecemos nuestra confianza, y confirmamos además los buenos hábitos al inculcar los preceptos de Dios. En
el mismo lugar también se exhorta y administra santa censura y reprensión...
Un poco más adelante, Juan Crisóstomo (c. 347-407), llamado ‘boca de oro’ y el predicador más respetado
por los reformadores, enfatizó la aplicación. Según Stitzinger (2009: 61): "La predicación de Crisóstomo se
caracterizaba por una exposición bíblica sencilla, una valerosa proclamación de la moralidad en lugar del
dogma, una profunda solemnidad, y una aplicación dirigida al hombre común".
Según John Stott, la predicación de Crisóstomo se caracterizaba por ser bíblica, simple y directa, con
aplicación práctica y valiente (2000:19).
13
Ver todo el capítulo 42 y 43 de BEEKE, Joel & JONES, Mark A Puritan Theology. (Grand Rapids, MI: Reformation Heritage Books,
2012).
palo de la verdad divina cada arbusto detrás del que se esconda algún pecador, hasta que, como Adán que se
escondió, quede delante de Dios desnudo”.
Más adelante, Matthew Henry (1622-1714), presbiteriano Galés y autor del famoso comentario sobre toda la
Biblia y considerado uno de los últimos predicadores puritanos, según Stitzinger (2009), se caracterizaba por
predicar con aplicación práctica y propósitos devocionales. Según el erudito Robert E. Webber (1933-2007) el
patrón típico del sermón entre los presbiterianos consta de tres secciones: el contenido doctrinal, la
argumentación desde el texto y la aplicación (1994:Kindle Location 2063).
Otro gran predicador y evangelista fue George Whitefield (1714-1770). Sobre los sermones de Whitefield,
Ryle escribe en 1869:
No eran como el disparo matinal y vespertino de Portsmouth, una clase de disparo formal... que no perturba a nadie. Por el
contrario, eran todo vida y fuego. No había forma de escapar de ellos... Lo caracterizaba una violencia santa que capturaba
la atención de su audiencia por asalto.” (RYLE, 2018:53).
El siglo XIX
Del siglo XIX, el predicador bautista reformado, Charles H. Spurgeon (1834-1892), considerado uno de los
más grandes predicadores de la historia y autor de Discursos a mis estudiantes (1875), se cree que alguna vez
dijo: "Donde la aplicación comienza principia el sermón" (en MURRAY, 2010: Kindle Locations 1203-1205).
El siglo XX
En el siglo XX el predicador evangélico Martyn Lloyd-Jones (1899-1981) afirma que "El propósito de
predicar es relacionar la enseñanza de las Escrituras con lo que sucede en nuestro días" (1998: 109). Sobre el
efecto persuasivo de su predicación J. I. Packer escribe: “nunca escuché tal predicación… venía a él con la
fuerza de un choque eléctrico, trayendo a sus escuchas un sentido de Dios mayor que cualquier otro hombre”.
Stitzinger también afirma: "Su predicación procedía de una exégesis cuidadosa y se caracterizaba por el
establecimiento metódico del significado y la aplicación de sus textos" (2009:74). En uno de sus libros más
influyente, La predicación y los predicadores (1972) Lloyd-Jones escribe:
Habiendo aislado la doctrina de este modo… procede a considerar la relevancia de esta doctrina para los que te oyen. La
cuestión de la relevancia jamás debe ser olvidada. Como ya he dicho antes, no estás dando una conferencia, ni leyendo un
ensayo; estás buscando…influenciar a estas personas, la totalidad de sus vidas. (1972:75)
…es importante que vayas aplicando lo que vas diciendo…y habiendo llegado al clímax aplicar de nuevo. Esto puede ser en
forma de exhortación, pregunta o afirmación. Pero es vital que el sermón siempre termine con aplicación o exhortación
(Ibid.:77-78).
…hay hombres que no exhortan en absoluto. Dan una exposición brillante y se quedan ahí. No hay nada que mueva al llanto
o a la acción, no hay emoción, no hay sentimiento, no hay exhortación. Todo esto está obviamente mal… (Ibid.:258)
Otro de los predicadores más influyentes del siglo es el bautista calvinista John F. MacArthur (n. 1939). Para
MacArthur la reflexión sobre la aplicación es parte del estudio bíblico. Según MacArthur debemos siempre
preguntarnos “¿Cómo se relaciona esta verdad conmigo?”. Él también da una serie de preguntas guía para
orientarnos en la aplicación del texto bíblico: ¿Hay ejemplos a seguir?, ¿Hay mandamientos a obedecer?,
¿Hay errores que evitar?, ¿Hay pecados que abandonar?, ¿Hay promesas que reclamar?, ¿Hay pensamientos
acerca de Dios?, ¿Hay principios por los cuales vivir? (2009:244). MacArthur enfatiza también el aspecto
volitivo del sermón: “La predicación debe incitar a tomar una decisión, debemos entender qué requiere Dios
de nosotros y debemos responder ‘sí lo haré’ o ‘no lo haré’”.
Otro predicador bautista calvinista y prolífico autor es John Piper (n. 1946). Para Piper: "Toda
prédica cristiana debería ser una exposición y una aplicación del texto bíblico" (1990:16).
Siglo XXI
Quizá el predicador presbiteriano de mayor renombre hoy, Timothy Keller (n. 1950), en su libro Preaching
(2016) escribe “...una persona no ha entendido el texto hasta que vea cómo se relaciona con su vida.
Ayudarles a ver se conoce como la aplicación". Keller advierte:
Frecuentemente veo predicadores que pasan mucho tiempo en lo primero (exégesis) pero poca reflexión e ingenio en lo segundo
(afectar el corazón). De hecho, algunas escuelas de la predicación expositiva enseñan que el predicador debe solo presentar los
datos obtenidos de su investigación bíblica y que cualquier cosa más es 'entretenimiento'. Como vimos en el prólogo esta actitud
viene, irónicamente de una malinterpretación de la advertencia de Pablo en 1 Co. 1 y 2 contra la 'sabiduría humana' en la
predicación. Sin embargo, negar la persuasión, la ilustración y otras formas de afectar el corazón socava la efectividad de la
predicación-en primer lugar porque la hace aburrida y en segundo lugar porque es infiel al propósito de la predicación. (2016:15-
16)
Él también considera central la persuasión, es decir, hablar al corazón, así como la especificidad en la
aplicación (el cómo):
No puedes alcanzar y reestructurar los afectos del corazón a menos que apuntes a través de los principios bíblicos a la belleza de
Jesús, mostrando claramente cómo la verdad particular de tu texto solo puede ser practicada mediante la fe en la obra de Cristo.
El predicador presbiteriano John Ortberg (n. 1957) escribe:
La predicación bíblica ocurre cuando la gente escucha, cuando pueden oír a Dios hablándoles como habló al mundo de las
Escrituras y les permite responder. Por muchas razones los sermones tienen mucha información sobre la Biblia pero no son
predicación hasta que no hacen un llamado que permite que la gente responda. (…) Mi meta no es llevar a la gente a través de la
Biblia. Mi meta es que la Biblia llegue a las personas. (…) Para hacer eso debe preguntarme tres cosas. ¿Qué quiero que la gente
sepa? ¿Cómo quiero que se sienta? ¿Qué quiero que la gente haga. Reflexiona en estas preguntas para cada sermón que predico
porque no si no dirijo a la mente, el corazón y la voluntad –si no puedo contestar estas preguntas- entonces no debo predicar este
mensaje porque este no va a lavar sus mentes con la Palabra” (en LARSON&ROBINSON, 2005:452-453).
Finalmente, uno de los predicadores más reconocidos hoy en el mundo hispanoparlante, Sugel Michelén,
escribe en su libro sobre la predicación expositiva "Un sermón sin aplicación es como una carta sin dirección:
lo que dice puede contener buenas ideas, pero no llegará a ningún sitio." (2016: 213).
D. Los Estándares de Westminster
Ya hemos visto el consenso entre los teóricos de la interpretación y de la predicación con respecto a la
aplicación como parte esencial del sermón. También hemos visto que algunos de los predicadores que más
han impactado la tradición reformada, desde la iglesia primitiva hasta nuestros días, se han caracterizado por
predicar con aplicación. Ahora pasaremos a examinar los estándares reformados de mayor importancia para
los reformados: Los Estándares de Westminster.
El Catecismo Mayor
Habiendo visto el Directorio pasaremos ahora propiamente a los Estándares, comenzando por el
Catecismo Mayor. Podemos observar primeramente que el Catecismo Mayor está organizado como una
aplicación de la verdad de las Escrituras a los creyentes. Desde el inicio se plantean dos ámbitos de
aplicación: lo que se ha de creer y lo que se ha de hacer.
P. 5 ¿Qué es lo que principalmente enseñan las Escrituras?
R. Lo que principalmente enseñan las Escrituras es lo que el hombre ha de creer respecto a Dios y los deberes que Dios impone
al hombre?
El resto del documento está organizado siguiendo esa doble aplicación, de la pregunta 6 a la 91 incluye lo que
el cristiano ha de creer y de la 92 a la 196 lo que el cristiano ha de hacer. Pudiera parecer que al hacer esto el
Catecismo olvida a los incrédulos pero esto no es así. Podemos notar que la sección del Catecismo sobre la
Ley considera también otros públicos potenciales. Es decir, expone ley y algunas aplicaciones de esta, pero
también resalta cómo estas aplican a todos los hombres (p. 95), a los no regenerados (p. 96) y a los
regenerados (p. 97). Esta sección también incluye algunas reglas de interpretación (p. 99)14, con el fin de
facilitar la aplicación y evitar algunos errores comunes como pueden ser: afirmar que la ley aplica solo en un
aspecto pero no en otros (por ejemplo en los afectos mas no en las palabras) o que lo que no es explícitamente
prohibido no estaría incluido en un mandato positivo (por ejemplo, que el mandato de no adorar a Dios por
medio de imágenes no incluye una correcta adoración de Dios).
La Confesión de fe
Finalmente, la Confesión misma (I.VI) reconoce que la Biblia es suficiente para gobernar todos los
aspectos de la vida humana (nótese el texto de prueba: 2 Timoteo 3:15-17), pero que es necesaria la
aplicación, es decir, seguir un proceso mental mediante el cual las implicaciones de cada texto puedan ser
extraídas para cada persona y situación particular:
El consejo completo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia gloria y para la salvación, fe y vida del hombre,
está expresamente expuesto en las Escrituras, o se puede deducir de ellas por buena y necesaria consecuencia, y, a esta
revelación de su voluntad, nada ha de añadirse, ni por nuevas revelaciones del Espíritu, ni por las tradiciones de los hombres.
Este proceso de aplicación es claramente diferenciado por la Confesión de tres cosas: las añadiduras de los
hombres, las supuestas nuevas revelaciones del Espíritu y las tradiciones humanas (Gálatas 1:8-9; 2 Tes. 2:2).
Este apartado, en sí, funciona como una aplicación de orden polémico y pretende distinguir la enseñanza
bíblica de la católico romana en el primer punto, de la anabaptista en el segundo y de la tradición anglicana en
el tercero. Como tal, es una aplicación particular de los versículos que toma como textos de prueba, al
contexto histórico y cultural en que se originaron los Estándares. Sin embargo, el principio de diferenciar las
aplicaciones legítimas (implicaciones o deducciones) como autoritativas, de las preferencias de una persona o
un grupo de personas, sigue vigente y es uno de los fundamentos, según los propios estándares, de la
necesidad de la aplicación en los sermones.
14
Según la pregunta 99 (¿Qué reglas pueden observarse para la recta inteligencia de los diez mandamientos?) la ley:
1. Obliga a obediencia perfecta
2. Afecta pensamientos, voluntad, afectos, palabras, obras y maneras
3. Mandado/prohibido
4. Cada mandamiento puede ser visto como una perspectiva de los otros (por ejemplo, considerando la primera tabla, que todo
pecado puede ser visto como idolatría 1º, como falsa adoración 2º, como violación del orden natural 3º o como deshonrar el
nombre de Dios 4º).
5. Debemos considerar circunstancias
6. Género, causas, medios, ocasiones y apariencias
7. Debemos procurar que sea hecho (bueno) o evitado por otros (malo)
Ayudarnos (bueno) o no participar (malo)
E. El ejemplo de los predicadores bíblicos:
Ya hemos examinado los teóricos de la interpretación bíblica y de la predicación, a los predicadores más
influyentes en la tradición reformada y a los Estándares de fe de Westminster. Ahora pasaremos a examinar la
Biblia misma.
2. ¿Explica la Biblia de manera específica cómo estos oyentes deben responder a ella?
Según Boice (1996:92) “…la Biblia nos fue entregada por Dios para provocar una respuesta personal en
nosotros. Si no permitimos que esto suceda, inevitablemente la estaremos usando mal (aun cuando la
estudiamos)”. La Biblia misma afirma que su propósito es que respondamos a su mensaje con obediencia:
16
Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud, 17 para
que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de bien. 2 Timoteo 3:16-17 (DHH)
Estos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que Jehová vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis
por obra en la tierra a la cual pasáis vosotros para tomarla; Dt. 6:1 (RVR1960)
Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena;
Mt. 7:26 (RVR1960)
La Biblia da instrucciones específicas para todas las áreas de la vida: el matrimonio, la familia, los negocios,
la comida, el vestido, el trabajo, la iglesia, el gobierno, etc. Estas varían pues fueron aplicaciones de Dios para
su pueblo en distintas etapas. Por ejemplo, ya no es necesario que dejemos nuestra tierra para ir a vivir a
Canaán (Ge. 12:1), ni está prohibido que comamos carne de puerco (Lev. 11:7 vs. Mr. 7:19), ni es necesario
que las mujeres usen velo (1 Co. 11:5). Sin embargo, estos pasajes nos instruyen en hacer el bien (2 Ti. 3:16-
17). Si no los aplicamos correctamente estos pasajes a nuestra época, no sabremos cómo demandan que
actuamos. Podremos leer la Biblia y saber su contexto cultural pero nos perderemos del propósito divino para
las Escrituras: capacitarnos para toda buena obra.
La predicación bíblica
A partir de un estudio detallado de la predicación en la Biblia, Peter Adam define la predicación bíblica como:
“la explicación y aplicación de la Palabra a la congregación de Cristo, con el fin de preparar para el servicio,
unir en la fe, producir madurez, crecimiento y edificación.” (1996:84). Adam, no es el único que ve la
aplicación como parte esencial de las predicaciones de la Biblia, según Gilbert & Dever (2012) el patrón de la
predicación bíblica consiste en que: "Leían la Palabra de Dios, la explicaban y llamaban a las personas a
responder a lo que decía". Aunque no podemos hacer aquí un estudio tan detallado sí nos detendremos a
examinar algunos sermones bíblicos desde el Pentateuco hasta el Apocalipsis.
15
Según Lawson podemos notar también aquí que la aplicación es holística: se dirige a la mente (v. 1-9), a las emociones (v. 9-12) y a la
voluntad (v. 13-18).
7
Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira
venidera? Lc. 3:7 (RVR1960)
Y tremendas imágenes:
11
Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es
más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. 12 Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su
trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará. Mt. 3:11-12 (RVR1960).
Así como con grandes promesas de reivindicación y exaltación que tomaba de los profetas pero aplicaba
directamente a sus escuchas:
Todo valle se rellenará,
Y se bajará todo monte y collado;
Los caminos torcidos serán enderezados,
Y los caminos ásperos allanados; Lc. 3:5 (RVR1960)
Finalmente, como Moisés y Esdras, las reforzaba mediante una respuesta simbólica y ritual (el bautismo y
confesión de pecado, Mr. 1:5).
16
El arrepentimiento es un cambio de actitud y acción del pecado y la rebelión hacia la obediencia a Dios. Tanto en el hebreo como en el
griego se enfatiza una conducta recta. El arrepentimiento se manifiesta:
- Sientes culpa (Sal. 51:4-10)
- Te duele tu pecado (Esd. 10:1, 9:3; Jl. 1:13)
- Odias el pecado
- Te humillas ante quienes pecaste (Ge. 33:3)
- Confiesas tu pecado, aunque esto tenga un costo (Filemón 8-16)
- Restituyes a quienes ofendiste o contra quienes pecaste (1 Cr. 21:22-26, Lc. 19:1-10)
- Buscar la misericordia de Dios con confianza (Sal. 51:1; 130:4)
- Te esfuerzas por vivir una vida santa
- Anuncias el perdón de Dios a otros (Hch. 9:1-28)
que descenderás hasta el abismo. Si los milagros que se hicieron en ti se hubieran hecho en Sodoma, esta habría permanecido
hasta el día de hoy. 24 Pero te[b] digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para Sodoma que para ti». Mateo
9:13 (RVR1960)
Y con terroríficas imágenes de juicio:
»Pero, si alguien hace pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de
molino y lo arrojaran al mar. Si tu mano te hace pecar, córtatela. Más te vale entrar en la vida manco que ir con las dos manos al
infierno, donde el fuego nunca se apaga. Y, si tu pie te hace pecar, córtatelo. Más te vale entrar en la vida cojo que ser arrojado
con los dos pies al infierno. Y, si tu ojo te hace pecar, sácatelo. Más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que ser arrojado con
los dos ojos al infierno, 48 donde»“su gusano no muere, y el fuego no se apaga”. (Marcos 9:41-48 NVI)
Utilizó ilustraciones específicas que ayudaron a sus escuchas a entender cómo aplicar su enseñanza. Sus
escuchas a menudo se identificaron con los personajes de sus historias sintiéndose acusados: “sabían que
hablaba de ellos” (Mt. 21:45) y en efecto Jesús hablaba de ellos y a ellos específicamente (Lc. 15:1, 11),
señalando en sus corazones lo que les impedía creer.
A fin de persuadirles empleó imágenes que surgían de la vida cotidiana de sus escuchas:
13
Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que
entran por ella; 14 porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. Mateo 7:13-
14 (RVR1960).
Su predicación fue apasionada, aun en el volumen de su voz (Lc. 8:8). Él no se contentó con exponer el
significado, ni siquiera con explicar su aplicación, sino que llamó a la gente enérgicamente a responder a su
mensaje: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed,
venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.” (Jn.
7:37-38 RVR1960). Jesús habló palabras cargadas de intensas emociones y habló directamente a sus
discípulos para consolarles, prepararlos para los problemas particulares que han de enfrentar y darles
esperanza (Jn. 16).
Veamos ahora un ejemplo concreto: Lc. 4:16-28. Jesús lee el libro de Isaías (v. 17-20), después con
“hermosas palabras” explica de qué manera ese pasaje se relacionaba con sus oyentes y con Él mismo (v. 21).
Aparentemente, hasta aquí tenemos un sermón exitoso, que todos aprueban. Pero Jesús no se queda allí, por
que conoce el corazón de sus escuchas, sabe que estos resisten el mensaje, pues piensan “<<¿No es este el
hijo de José?>>. Así que Jesús acusa directamente a sus escuchas de incredulidad (v. 23-24) y utiliza el
ejemplo de la viuda de Sarepta para señalar que su incredulidad significa que Dios no le ha enviado a ellos (v.
25-27). Jesús está provocando una reacción comparando a sus escuchas con el pueblo infiel del tiempo de
Elías, recordándoles el juicio de Dios en el pasado y que su fe en Dios, sin la mediación de Cristo, no es
genuina ni les garantiza las bendiciones mesiánicas sino el juicio para los malvados anunciado por el mismo
Isaías. La reacción no se hace esperar, ellos enfurecidos procuran tirarle por el precipicio (v.28-29).
Los apóstoles como predicadores
David Murray describe la predicación de Pedro como predicación con aplicación. Según Murray en Hch.
2:22-39 “Pedro aplicó profecías del AT a su generación. Su sermón buscaba cambiar a sus oyentes. Se dirigía
a ellos directamente y les llamaba a arrepentimiento y fe.” (MURRAY,2011:Kindle Location 1200).
Los sermones de Hch. 2, 3, 5, 10, 13 se pueden considerar sermones con aplicación por: adaptarse a
las circunstancias y características del público (por ejemplo, en su discurso inaugural, Pedro aplica las
promesas del profeta Joel a su público: los judíos que habitaban en el exilio pero que habían sido reunidos de
las naciones, tal como prometieron los profetas, en la dispensación del Nuevo Pacto realizado en la muerte y
resurrección de Jesús, recientemente ocurrida), dar instrucciones específicas sobre cómo responder (con
arrepentimiento y fe, así como con bautismo) y emplear toda clase de recursos, de nuevo, según la audiencia,
para persuadirles y provocar una respuesta (la promesa de perdón de pecados, el uso de imágenes atractivas
para presentar el evangelio, la advertencia de juicio y condenación a los que no creyeren, el ejemplo de
desobediencia de sus ancestros, judíos o gentiles según sea el caso, el testimonio de Dios en las Escrituras, en
la naturaleza o aun en los autores paganos, por medio de su bondad común, etc.).
El predicador de Hebreos
El libro de Hebreos es considerado como una homilía o serie de homilías. En estas homilías el autor aplica
principalmente los Salmos (Salmo 110 en el cap. 1, Salmo 8 en el cap. 8, Salmo 95 en los caps. 3-4, Salmo 2
y 110 en el cap. 5, Ge. 14 y Sal. 110 en el cap. 7 y Jer. 31 en el cap. 8) a la situación extremadamente
particular de sus oyentes, judíos que cansados de la persecución pueden ver un refugio en su antigua religión.
El autor les advierte seriamente que esto sería un grave error que les traería un juicio terrible de parte de Dios,
al mismo tiempo les incita a permanecer mostrándoles la grandeza y superioridad de la actual dispensación
del Pacto de Gracia en el Nuevo Pacto en Jesucristo.
En su totalidad la epístola es aplicación pero además cada sección está llena de aplicación. Según Lawson el
libro de Hebreos busca mover a los creyentes a la adoración y la gratitud, manda emular ejemplos (Heb. 11),
persigue producir en sus escuchas un mayor aprecio por la obra de Cristo, advierte contra la murmuración, la
incredulidad, la falta de mansedumbre y particularmente la apostasía (Heb. 3:12-13), llama a los desviados a
renovar su arrepentimiento y fe17.
17
LAWSON, Steven. Clases en línea: Mechanics of Expository Preaching. En:
https://www.youtube.com/watch?v=PcwME05aPck&list=PL4sbg6ng23C7CHOnSyuHsVGnko6Pyedni (en línea, consultado el 25 de
septiembre de 2017)
18
JOHNSON, Luke T., “The Use of Leviticus 19 in the Letter of James,” JBL 101 (1982): 391 –401
amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete” Ap. 3:19 RVR1960) y la perseverancia (Ap. 2:25 “pero lo que tenéis,
retenedlo hasta que yo venga” RVR1960; “4Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado
sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas.” 3:4 RVR1960) y una promesa
concreta si responden con arrepentimiento o permanecen fieles (CARSON & MOO, 2008:621).
F. La doctrina reformada
Hasta el momento hemos visto que la aplicación en la predicación es el consenso entre los teóricos de la
hermenéutica y homilética, la característica de muchos de los grandes predicadores, un requisito de los
Estándares de Westminster, el ejemplo de la Biblia en general y en particular de los sermones bíblicos. Ahora
veremos la relación que la doctrina de las Escrituras, de la creación a imagen de Dios, del pacto, de la fe y de
la santificación también exigen la aplicación.
La doctrina de la fe
La Biblia no solo nos da datos sino que con autoridad nos manda creer y obedecer. Como hemos visto, el
contenido entero de la Biblia puede resumirse en lo que debemos creer y lo que debemos hacer. Es decir, la
Biblia está diseñada por Dios para ser obedecida. La fe misma es una forma de obediencia (Gal. 3:1; 1 Pe.
1:2). ‘Creed el evangelio’ es un imperativo (Mr. 1:15). Dios habla con absoluta verdad pero también con
absoluta autoridad, cada palabra suya demanda ser creída.
Del mismo modo, la Biblia enfatiza que la fe verdadera implica obediencia (Gn. 15:1-6; 22:15-18, Ex. 2:24,
19:3-6, 24:3, Dt. 4:1, 40; 5:1, 6:1-3, 11:26-28, 12:28, 15:5, 28:1, Jer. 7:23-26, 25:3-7, 32:33, 35:12-16, 4:1-6,
2 Ts. 3) y perseverancia (Heb. 6:12). La aplicación es necesaria entonces, porque Dios necesitamos saber qué
hemos de creer y qué hemos de hacer, porque la fe debe manifestarse en hechos concretos y cotidianos (Mt.
7:20), en nuestro ‘caminar’ (Hch. 19:23), en seguir a Cristo (Mr. 10:21), porque si decimos que creemos en él
debemos andar como él anduvo (1 Jn. 2:6). Insisto: ¿Cómo anduvo? ¿Qué hizo? ¿Cómo actuó con ‘x’
persona, bajo ‘y’ circunstancia y qué implicaciones tiene para mí y mis circunstancias? ¿Qué frutos espera
Dios de mi fe? ¿Cómo debe afectar la enseñanza de cada pasaje de la Biblia mi relación con la economía, con
la política, con el arte y con las ciencias, cómo debe afectar mis relaciones de pareja, familiares, laborales y
19
Así que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. Mt. 19:6 (NVI)
20
Horton (2006) siguiendo a Kline distingue los tratados vasallo-soberano de las concesiones reales. Para Horton el Pacto de Gracia sería
una concesión real, a diferencia del de obras que sería un tratado vasallo-soberano. La diferencia radica en que estos pactos tienen una
base distinta para la aceptación por Dios (obediencia de Cristo a nuestro favor vs. nuestra obediencia) pero ambos tienen las mismas
condiciones: perseverancia en fe y obediencia. La diferencia entonces radica en que en el Pacto de Gracia Dios provee de las condiciones
mismas del pacto por medio de la justificación pero también por medio de la santificación (pp. 182-185).
civiles? Todas estas preguntas son preguntas de aplicación y no son opcionales, sino esenciales: “Pero
cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa
sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa;
y cayó, y fue grande su ruina.” (Mt. 7:26-27 RVR1960).
La preguntas de la aplicación son “¿qué debo hacer para ser salvo?” (Hch. 16:30), ¿cuáles son las obras
específicas que son el fruto de la fe (Stg. 2:22; Ap. 2:19)? ¿cómo se manifiestan en particular en mi vida (Gal.
5:16-26)? ¿De dónde obtengo el poder para realizarlas?
La doctrina de la santificación
El propósito de nuestra redención son las buenas obras (Ef. 2:10), “la voluntad de Dios es nuestra
santificación” (1 Tes. 4:3-7). Estas buenas obras son específicas y por tanto, requieren de discernimiento. Este
discernimiento se desarrolla mediante la práctica, es decir, mediante la aplicación diaria de la Palabra a
nuestra vida cotidiana (Heb. 5:14). Los que no desarrollan esta capacidad de aplicar la Biblia cotidianamente
están en peligro de apostatar de la fe (Heb. 5:11-6:11). Es por esto que Pablo insiste en que Tito, como
ministro de la Palabra debe aplicarla a los distintos grupos de la iglesia: los ancianos, las ancianas, las
jóvenes, los ministros, los siervos y a todos, dando instrucciones específicas (Tito 2), a fin de que cada uno
pueda ‘ocuparse en buenas obras’ (Tit. 3:8). No es que seamos salvos por obras, sino que la salvación de Dios
es comprensiva e incluye nuestra santificación (Ro. 8:30), es decir, nuestra transformación a semejanza de
Cristo (Ro. 8:29). Esta santificación se da mediante la Palabra (Jn. 17:17) aplicada a nuestros oyentes
particulares. El ministro de Dios es responsable de presentar una iglesia santa (2 Co. 11:2). Para ello debe
aplicar la Palabra de Dios, debe hablar “lo que está de acuerdo con la sana doctrina” (Tit. 2:1), en otras
palabras, lo que la sana doctrina implica para sus vidas, cómo se debe reflejar su fe en su vida cotidiana y
debe poner su empeño en persuadirles. Esta labor persuasiva es la exhortación (Hch. 2:40; 13:15; 14:22; 1 Co.
14:3; 2 Co. 8:6; 1 Tes. 4:1; 2 Tes. 3:12; 1 Ti. 5:1, 6:2; Tito 1:9) y es lo que el Espíritu, el gran exhortador,
utiliza para santificarnos.
III. Respuesta a objeciones contra la aplicación
Esta objeción suena muy piadosa y hace parecer que introducir una aplicación en el sermón es actuar contra la
obra de Dios. Sin embargo, es fácil notar que es errónea y que surge de una falta de comprensión de la
soberanía de Dios. Como es bien sabido y entendido por los teólogos reformados, Dios trabaja habitualmente
por medio de instrumentos. Uno de los instrumentos que Dios utiliza es la voluntad humana. El que Dios
emplee al ser humano para lograr sus propósitos no implica de ninguna que la libre elección del ser humano
sea negada. De la misma manera, cuando el ser humano realiza lo que Dios soberanamente manda, esto no
implica tampoco que el hombre deje de ser responsable por sus acciones (Ro. 9:17-21). Vemos esto una y otra
vez en las Escrituras.
Por ejemplo:
1) aunque Dios preserva a sus santos (Jn. 10:28-29; Ro. 8:30; 1 Co. 1:8; Fil. 1:6) esto no excluye que estos
deban hacer grandes esfuerzos en perseverar (Ro. 2:7; 1 Co. 15:1; Ef. 6:18; Heb. 3:14; Stg. 1:25; 2 Jn. 1:9;
Ap. 2:26).
2) aunque Dios es soberano para llamar a la fe esto no se opone al hecho de que es necesario que las personas
lleguen a la fe por medio de predicadores que también llamen a la fe (Ro. 10:14; Jn. 12:36, 14:1, 11; Hch.
10:43).
3) Lo mismo sucede, por supuesto, con quienes escuchan este mensaje: Aunque la fe y el arrepentimiento son
dones que Dios reparte libremente (Fil. 1:29) esto no impide que el hombre sea responsable de arrepentirse y
creer personalmente (Nm. 14:11; Mt. 21:25, 32; Jn. 10:38; Hch. 19:9; Heb. 3:14 y 4:14).
4) Así también sucede con la exposición y enseñanza de la Biblia. Que el Espíritu ilumine la mente de los
escuchas soberanamente no se contrapone a que esta iluminación viene instrumentalmente por medio de una
buena explicación de parte del maestro.
Es por esto que no hay razón alguna para creer que el hecho de que el Espíritu aplica la verdad al corazón de
los escuchas se contrapone a que el predicador tiene la responsabilidad de aplicar fielmente esta misma
Palabra a sus escuchas. Como dice Michelén (2016:)
Sabemos que el Espíritu Santo es quien, a fin de cuentas, aplica la verdad al corazón de los hombres. Pero ¿acaso no podemos
decir lo mismo de todos los otros elementos del sermón? El Espíritu es quien ilumina el entendimiento, pero nosotros debemos
esforzarnos por ser claros y sencillos al predicar.
Aunque también es cierto, que excepcionalmente, el Señor puede decidir no emplear medios o instrumentos,
sino obrar directamente, esto no es el modo habitual en que actúa y mucho menos es un pretexto o excusa
para que el predicador evada la aplicación, como dice Eric J Alexander (2008: 28): "El Espíritu santo es quien
aplica la verdad (...) pero eso no nos excusa de preguntarnos ¿cómo debe aplicar estas verdades a mi
consciencia y la de mi gente?". Y también Spurgeon:
Es verdad que el Señor puede trabajar sin el auxilio de instrumento alguno, conforme lo verifica a veces valiéndose de
predicadores indoctos para la conversión de las almas; y también lo es que puede obrar aun sin agentes, como lo hace cuando
salva a los hombres sin ninguna clase de predicadores, aplicando la palabra directamente por medio de su Espíritu Santo; pero no
podemos considerar los actos soberanos y absolutos de Dios, como regla para normar los nuestros (pdf:1)
John Stott (2000:135) desprecia este argumento como una excusa para la negligencia:
...al ser llamados a dar cuenta de nuestra práctica expositiva sin aplicación, contestamos devotamente que confiamos en que el
Espíritu Santo aplique su Palabra a las realidades de la vida humana... el texto bíblico es en sí mismo sorprendentemente
contemporáneo y...el Espíritu Santo ciertamente lo utiliza para conducir a los oyentes a la convicción de haber pecado, a la fe en
Cristo y a crecer en santidad. (...) Al mismo tiempo, sería inadmisible utilizar la perpetua relevancia del evangelio y el ministerio
actual del Espíritu Santo como excusa para evitar el problema de comunicación.
Por supuesto, que es también es posible que el predicador no esté bien preparado para aplicar la Biblia y
meramente resuma los comentarios bíblicos que consulta, como dice Rinne (2014):
Luché desde el comienzo, ya que el seminario me había equipado bien para la exégesis y la interpretación bíblica, pero no tan
bien para la aplicación de la misma. Es por eso que adquirimos el estereotipo de pastores “nuevos” o recién graduados, cuyos
sermones suenan más como un comentario bíblico y no tanto como una palabra de parte de Dios. Y en referencia a los
comentarios bíblicos, pocas veces estos proporcionan ayuda en la aplicación del texto.
Pero un predicador que no está preparado para extraer la aplicación del texto no debe predicar habitualmente,
pues el riesgo es alto:
Los sermones expositivos aburridos por lo general carecen de aplicaciones efectivas. Los sermones aburridos evocan dos quejas.
Primero, los escuchas murmuran, "Es siempre lo mismo". El predicador da a todos los pasajes la misma aplicación, o peor,
ninguna aplicación. "Que el Espíritu Santo aplique esta verdad a sus vidas", dice el ministro que no tiene la más remota idea de
cómo el contenido bíblico puede cambiar a la gente.
Una segunda reacción negativa es que el sermón no se relaciona de manera directa con el mundo para tener un uso práctico:
"¿Qué diferencia hace?" Cuando una persona decide vivir bajo la autoridad de la Escritura, esto sucede fuera del edificio de la
iglesia. Ahí fuera, las personas pierden sus trabajos, se preocupan por sus niños y encuentran plagas en sus plantas.
Normalmente las personas no pierden el sueño sobre las Jebuseos o aun sobre lo que Abraham, Moisés o Pablo escribieron. Se
quedan despiertos pensando en los precios de la despensa, las malas cosechas, los pleitos con su cónyuge, el diagnóstico del
médico, una vida sexual frustrante... Si el sermón no hace diferencia en ese mundo, ellos se preguntan si hace alguna diferencia
en absoluto. (ROBINSON, 2015:30-31).
Por esta razón Orozco (2005:117) condena esta actitud como orgullo:
Aunque parezca increíble, necesitamos refutar la objeción que la aplicación es obra exclusiva del Espíritu. Ciertamente la obra
del Espíritu es hacer que la aplicación sea percibida espiritualmente, sea eficaz moralmente y más extensiva. Pero decir meras
generalidades y confiar en el Espíritu (para suplir nuestra falta de aplicación) es presunción.
Otra objeción contra la aplicación en los sermones es el temor que esta conduzca al legalismo y que aleje a las
personas del evangelio. Esto es un problema serio (Gal. 1:6-9) y real pero la aplicación no necesariamente
conduce al legalismo, solo una mala aplicación.
Además, el temor al legalismo no debe impedir la aplicación. La aplicación es necesaria y bíblica pero es
también una expresión de amor (1 Jn. 4:18):
Algunos predicadores reformados temen hacer aplicación del texto, porque quieren evitar el legalismo o el moralismo y quieren
confiar en la obra del Espíritu Santo en las vidas de los oyentes. Aunque estos deseos son correctos, no podemos asumir que la
congregación automáticamente vaya a saber cómo se relaciona el texto con sus vidas (TROTTER).
Adicionalmente, el rechazo del legalismo no es inconsistente con la afirmación de la aplicación, pues es solo
cuando aplicamos la verdad a los corazones de los oyentes que predicamos verdaderamente a Cristo:
Indudablemente, los predicadores bíblicos deberían denunciar la predicación legalista y moralista, pero también aquella que
suprime la aplicación por temor a ser legalista o moralista. Podemos predicar a Cristo y aplicar la verdad con poder. Solo cuando
se haya efectuado la aplicación se podrá decir verdaderamente que Cristo ha sido predicado a los corazones de los hombres.
(BORGMAN en MICHELÉN, 2016: 214).
Por otro lado, el evangelio mismo requiere la enseñanza de principios morales así como la exhortación
persuasiva a cumplirlos:
Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena;
27
y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.
(Mt. 7:26 RVR1960)
Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. (Lc. 13:3 RVR1960)
El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.
Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y
permanezco en su amor. (Jn. 15:6, 10 RVR1960)
Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda
sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; (1 Jn. 2:3-4 RVR1960)
En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el
amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. Y este es el amor, que andemos según
sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio. (1 Jn. 5:2-3; 2 Jn.
1:6)
Como también afirma Stott:
Existen muchos pastores hoy en día quienes, por medio a ser tildados como <<legalistas>> no entregan una enseñanza ética a la
congregación. ¡Cuánto nos hemos alejado de los apóstoles! El <<legalismo>> es el intento erróneo de ganar nuestra salvación
por obediencia a la ley. El <<fariseísmo>> es una preocupación por lo externo y los detalles del deber religioso. Enseñar los
estándares de conducta moral que adornan el evangelio no es legalismo ni fariseísmo, sino simple cristianismo apostólico. (2000,
152).
Es importante también entender también el lugar de la ley moral. La ley moral no es para nosotros un
medio de salvación sino la manera en que nos acercamos a Cristo para ser justificados y santificados por él.
Algunos teólogos hablan del indicativo (lo que somos en Cristo) y el imperativo (como debemos realizar lo
que ya somos”. Para Ridderbos "El imperativo está fundado en la realidad que ha sido dada en el indicativo,
apela a esta realidad, y pretende completarla" (2000:254-55). Y Greidanus expande esta idea:
...sin el indicativo de lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo. El peligro de tal predicación, claramente es que llevaría al
legalismo. Además, es importante destacar que en las epístolas, los imperativos nunca funcionan sin los indicativos. (...) Este
orden es evidente, no solamente en la forma de las epístolas, donde las gracias y el cuerpo preceden a las exhortaciones, sino
también en los detalles"(en ÁVILA:2002:235).
Chapell (2005) habla del FCF (Fallen Condition Focus) como una manera de relacionar el indicativo y
el imperativo en los puntos del sermón, conectando a los receptores originales con nosotros por medio de
nuestra experiencia del pecado y la necesidad que tenemos de la gracia. De este modo la proposición del
sermón es contruida como: “Puesto que Dios es o ha hecho esto… ustedes deben…”.
Asimismo, Jesús explicó esta relación entre indicativo e imperativo comparando a la persona regenerado con
un árbol bueno que da fruto, es decir, que es transformada a semejanza de Cristo (2 Co. 3:18) y actúa como él
(1 Jn. 2:6):
16
Por sus frutos los conocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los cardos? 17 Del mismo modo, todo árbol
bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo. 18 Un árbol bueno no puede dar fruto malo, y un árbol malo no puede dar
fruto bueno. 19 Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. 20 Así que por sus frutos los conocerán.
21
»No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que
está en el cielo. 22 Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos
demonios e hicimos muchos milagros?” 23 Entonces les diré claramente: “Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de
maldad!” Mt. 7:16-23 (NVI)
Es por esta razón que los sermones legalistas surgirán inevitablemente de los predicadores legalistas: "Si
usted no da alegría (glorificar al Señor y salvar almas), no da el evangelio; lo que da es legalismo. (...) La
teología existe para la doxología... (para) glorificar a Dios deleitándose en él" (PIPER, pdf:22,28).
Otra manera de entender esto es notar que la fe verdadera incluye obras:
14
Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno alegar que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe? 15 Supongamos que
un hermano o una hermana no tiene con qué vestirse y carece del alimento diario, 16 y uno de ustedes le dice: «Que le vaya bien;
abríguese y coma hasta saciarse», pero no le da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué servirá eso? 17 Así también la fe por sí sola,
si no tiene obras, está muerta.
18
Sin embargo, alguien dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras».
Pues bien, muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré la fe por mis obras. 19 ¿Tú crees que hay un solo Dios? ¡Magnífico!
También los demonios lo creen, y tiemblan.
20
¡Qué tonto eres! ¿Quieres convencerte de que la fe sin obras es estéril?[a] 21 ¿No fue declarado justo nuestro padre Abraham por
lo que hizo cuando ofreció sobre el altar a su hijo Isaac? 22 Ya lo ves: Su fe y sus obras actuaban conjuntamente, y su fe llegó a la
perfección por las obras que hizo. 23 Así se cumplió la Escritura que dice: «Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta
como justicia»,[b] y fue llamado amigo de Dios. 24 Como pueden ver, a una persona se la declara justa por las obras, y no solo por
la fe. Santiago 2:14-24 (NVI)
Santiago no está diciendo que el pecador es justificado por sus obras, sino que las obras justifican (prueban o
vindican) que la persona tiene una fe genuina, una fe salvadora.
Una herramienta práctica consiste en no limitarse a una sola aplicación. Al dar varias aplicaciones el
predicador resalta su carácter circunstancial (¿cuándo?) y ayuda a una aplicación más fiel:
"Para no caer en la trampa del legalismo, hemos de distinguir claramente entre el principio bíblico y sus aplicaciones concretas.
Una forma de hacerlo desde la predicación es ilustrando el principio con dos o tres ejemplos diferentes, para no equiparar el
principio a una única forma de aplicarlo (...)" (ROBINSON, 2005:70)
21
Aunque Frame ha rechazado la posición extrema de Dennison que niega cualquier aplicación, simultáneamente reconoce que las
aplicaciones y exhortaciones éticas más poderosa que él ha escuchado han venido de sermones de Clowney y el mismo Dennison
(2008:401).
22
La diferencia es hermenéutica, para este movimiento la historia de la redención no solo ilustra la ética y el dogma sino que es su
fundamento. Ver cita de Holwerda en (GREIDANUS, 1970:47).
cristiano sin considerar el pasaje a la luz de la historia de la redención. El riesgo de esto último era que la obra
de Dios en Cristo fuera hecha a un lado para enfatizar la experiencia y obediencia del creyente, es decir, el
legalismo. Es decir, un evangelio sin Cristo, un imperativo sin indicativo.
Es importante enfatizar que este movimiento no rechazaba la aplicación en el sermón. Holwerda nos
recuerda que las narraciones del Antiguo Testamento fueron escritas como un ejemplo para nosotros:
…quien desee interpretar los elementos históricos de manera cristocéntrica …no debe olvidar que este material histórico fue
dado para nuestro ejemplo, de hecho, debe proceder sobre esa base y mostrar por qué estos elementos históricos son ejemplos
para nosotros.
El movimiento consideraba la aplicación como esencial al sermón; pero, insistía en que para ser legítima esta
debía proceder de entender el pasaje en términos de la historia de la salvación:
En otras palabras, el método histórico-redentivo, excluyendo cualquier elemento “ejemplarista”, es el único método que puede
conducir a una aplicación correcta. No es correcto considerar el momento histórico en la exposición y luego ignorarlo en la
aplicación.
Los mismo afirma Vant Veer. El método no elimina la imitación de los personajes bíblicos:
“…intenta entender todos estos mensajes en conexión con los demás, en su unidad mutua y en conexión con el centro de la
historia redentiva, Cristo Jesús”. Sin embargo este método “No olvida que estas cosas fueron escritos como ejemplos, sino que
procede precisamente de este punto y nos muestra de qué manera estas cosas pueden ser ejemplos”.
Tampoco está en contra de hablar de las luchas y experiencias de los creyentes del Antiguo Testamento, sino
únicamente de negar el significado de estos personajes a la luz de la historia de la redención y hacer un
paralelo directo entre ellos y nosotros:
Por lo tanto, debemos afirmar, en primer lugar, que ninguno de nosotros afirma que no sabemos nada de las luchas o
experiencias de los creyentes del Antiguo Testamento, ni que no debamos desarrollar estas en un sermón. Tampoco niego que
David, Isaías, etc., están incluidos con nosotros en la misma lucha espiritual, y que ellos como los creyentes actuales han
conocido sus periodos de incredulidad, duda, temor, fe firme, grande gozo, etc. La Biblia nos da suficiente material para
sermones sobre esos temas. Pero esto no es la controversia. Sin embargo, si el material histórico es tratado según las reglas
anteriores, el carácter cristológico del texto y del sermón es enfatizado.
Sin embargo, algunos seguidores de este movimiento lo han malinterpretado. Para estos los personajes
bíblicos nunca pueden ser presentados como ejemplos morales. Otros, los más extremos, han negado
cualquier aplicación ética tildándola de “moralista”. Es por esto que los seguidores más actuales de este
movimiento han tenido que aclarar que esta interpretación es errónea23. Para evitar el problema del moralismo
basta con entender el propósito (la aplicación) original del pasaje a la luz de la historia de la redención
(Clowney, 2003:49). Una vez que vemos a Cristo como el centro de la Escritura la aplicación puede recobrar
su lugar legítimo en la predicación. Como escribe Clowney:
La predicación incluye proclamar las buenas noticias, enseñar las riquezas de la revelación de Dios, animar, exhortar, advertir y
amonestar. No obstante, ningún aspecto de la predicación puede perder de vista la llamada del Salvador. (…) Tanto la tierna
súplica como la seria advertencia provienen de la boca del Salvador personal que habla a través de Su Palabra cuando esta es
predicada. (Ibid:69)
Las Escrituras están llenas de instrucción moral y exhortación ética, pero la base y el motivo de todo se encuentra en la
misericordia de Jesucristo. Debemos predicar todas las riquezas de las Escrituras, pero a menos que el centro mantenga en órbita
todas las partes y piezas de nuestra consejería desde el púlpito, de nuestra condenación de los pecados sociales, de nuestros
pensamientos positivos o negativos, todos volarán y se esparcirán en el aire dominical (1986:21).
23
Entre los primeros en hacerlo véase Greidanus (1988, 1999) y Clowney (2003).
Dice Goldsworthy: “No hay nada de malo con los estudios de personajes – debemos aprender del ejemplo de
otros – sin embargo tales estudios frecuentemente roban el lugar de aspectos más fundamentales de la
enseñanza bíblica.”(2011: Kindle Locations 306-307). Goldsworthy nos da un ejemplo útil en la historia de
Moisés como bebé. ¿Qué justificación tenemos para identificar a nuestros hijos con el bebé Moisés y no con
todos los niños que no escaparon a la ira de faraón? (Ibid.: Kindle Locations 320-323).
Por otro lado, principalmente por influencia de la teología multiperspectival del teólogo reformado
John M. Frame, así como de su alumno Vern Poythress (1987), los autores más recientes como Bryan Chapell
(2005), Dennis E. Johnson (2007), también profesor de Westminster California y Timothy Keller (2016), han
visto la validez de considerar legítimos varios propósitos y no solo uno24. Y han resaltado la necesidad de la
aplicación, la imitación y la exhortación moral. Como resume Frame (2003):
(1) La Escritura no solo contiene narrativa, sino también ley, proverbios, canciones, cartas y literatura apocalíptica, cada uno de
los cuales tiene propósitos distintivos que el predicador debe traer a la luz.
(2) La intención de los autores bíblicos en describir a los personajes se debe en parte, a presentarlos como ejemplos positivos o
negativos de conducta humana (Ro. 4:1-25; 1 Co. 10:1-13; Heb. 11, Stg. 2:21-26, 5:17-18; 2 Pe. 2:4-10; Judas 8-13).
(3) Las Escrituras nos llaman explícitamente a imitar a Jesús (Jn. 13:34-35) y a Pablo (1 Co. 11:1, 2 Ti. 3:10-11), al Padre (Mt.
5:44-48; 1 Pe. 1:15-16). Pablo demanda a Timoteo que sea también ejemplo para otros (1 Ti. 4:12). La imitación es un medio
importante en el proceso de santificación del creyente.
(4) El propósito entero de la Escritura es la aplicación: a nuestra fe (Jn. 20:31) y a nuestras buenas obras (2 Ti. 3:16-17).
(5) Algunos predicadores histórico-redentivos han sido criticados por interpretar textos de manera arbitraria para mantener un
cristo-centrismo artificial.
Frame también argumenta la necesidad de la aplicación, contra los autores más radicales, a partir del Señorío
de Cristo:
Algunas personas piensan que ser cristocéntrico es enfocarse enteramente en la historia redentiva bíblica y nada en el mundo en
que vivimos. A ellos no les gusta hablar de ‘aplicación’, porque piensan que esta desviará nuestra atención de Cristo. Razonan
que si dedicamos tiempo a mostrar cómo Cristo se relaciona a la política, la amistad o la paternidad ya no somos cristocéntricos.
Sin embargo, el Cristo de la Biblia es Señor sobre toda la vida. La Escritura nos enseña no solo a describirle sino también a
mostrar de qué manera él es Señor sobre todas las cosas. El propósito de la Biblia es que ‘el hombre esté equipado para toda
buena obra’ (2 Ti. 3:17). (…) Si Cristo no puede ser aplicado a la vida, entonces él no hace ninguna diferencia. Si él no hace
ninguna diferencia, entonces no es el Cristo de las Escrituras.
Sin embargo, insisto en que estos puntos no contradicen el movimiento histórico-redentivo, tanto como las
reacciones excesivas de algunos de sus seguidores. Podemos enfatizaron de tal modo la historia de la
redención que eclipsemos el resto de la enseñanza bíblica y socavemos lo que queríamos defender: la unidad
de las Escrituras. Por ejemplo, es posible que a fin de subrayar el propósito redentivo ignoraremos que la
Biblia cumple con múltiples propósitos (incluido uno ético), que a modo de resaltar la gracia minimicemos la
tercera función de la ley (como guía moral para el creyente), que con el objetivo de resaltar la obra de Cristo
hagamos a un lado la respuesta de obediencia que debemos al Pacto de Gracia, que con el designio de exaltar
la ‘sola fe’ ignoremos la necesidad del autoexamen y el llamado al arrepentimiento, que con la meta de dar
preeminencia a la unidad de las Escrituras despreciemos la necesidad de la instrucción doctrinal, que por
24
Ha habido también una revaloración de la interpretación alegórica, notando que la interpretación histórica y literaria siempre controló
los otros sentidos.
temor al pragmatismo ignoremos que la Biblia también da instrucción sobre los ‘cómos’ de la vida cotidiana y
que para evadir las aplicaciones superficiales neguemos la importancia de la apropiación subjetiva de la
Palabra. El triste resultado es que se predique a un Cristo Redentor pero no al Logos, la Sabiduría de Dios, el
Legislador, el Señor del Pacto, el Pastor que guía por sendas de justicia (FRAME, 2008: 401) y, en última
instancia, que la predicación cristiana sea menoscabada: “Cuando un predicador evade dar aplicaciones éticas
concretas en sus sermones, no está predicando el consejo completo de Dios, y no está adecuadamente
edificando a su pueblo” (FRAME, 2008:401).
Esta sobre reacción que etiqueta de moralista toda predicación ética se desliga de la regla apostólica. Como
dice Johnson:
¿Puede la práctica apostólica sostener la demanda absoluta de algunos defensores de la homilética histórico-redentiva de que el
la narrativa histórica del Antiguo Testamento jamás fue dada para el propósito (ni siquiera el propósito secundario) de proveer
de una guía ética? ¿No nos instruyen las sanciones divinas o la aprobación o desaprobación de los narradores humanos algo
sobre lo que sería una respuesta fiel al pacto de gracia? ¿Y no recomiendan los autores del Nuevo Testamento la fe y fidelidad de
los santos del pasado (Heb. 11; Stg. 5:10, 17–18) y nos implican sus advertencias contra la infidelidad (1 Co. 10:1–14; Heb. 3–4)
que tales ejemplos pasados, positivos y negativos, instruyen éticamente a los que habitamos en una época histórico-redentiva
más privilegiada? (2007: Kindle Locations 960-966).
Otra objeción a la aplicación viene de considerarla meramente la reflexión personal y subjetiva del
predicador. Como tal la aplicación no sería la Palabra de Dios, ni tendría verdadera autoridad, por lo que
predicarla desde el púlpito involucraría atar la conciencia de las personas con mandamientos de hombres.
Ya hemos hablado de este punto al inicio de nuestra defensa, al considerar a los teóricos de la hermeneútica,
ahora la abordaremos de manera particular.
Cabe señalar que esta objeción tiene razón en resaltar que no podemos añadir nada a la Biblia y que hacerlo
acarrea condenación (Dt. 12:32; Ap. 22:19) pero se equivoca al asumir que:
1) La exégesis es menos subjetiva que la aplicación. En ambas los resultados dependerán de nuestras
presuposiciones, particularmente de nuestra presuposición última (la fe en Dios). Asimismo, en
ambas los métodos humanos serán parciales y falibles. "La distinción entre afirmación y
aplicación NO nos salvará de nuestra falibilidad al traducir, hacer exégesis o entender la Escritura.
Descubrimos aplicaciones por medios falibles pero lo mismo es cierto de la exégesis de la
Escritura". (FRAME, 2008).
2) La aplicación es separable del proceso mismo de la exégesis. Como hemos visto, la aplicación es
parte esencial del proceso interpretativo. Desde el momento en que comenzamos a leer
comenzamos a relacionar lo que leemos con nuestro mundo, nuestro conocimiento y experiencias.
Nuestra necesaria predisposición a obedecer a Dios a fin de entender la Palabra (Jn. 7:17), la
finalidad y poder santificador de las Escrituras (1 Ti. 3:16-17, Jn. 17:17), la manera en que
funciona el lenguaje no solo diciendo cosas, sino también haciendo cosas y buscando un efecto
(Mt. 21:45), el carácter histórico de la revelación (ocurrió en nuestro mundo, a seres humanos,
bajo una relación de pacto con el mismo Dios), así como la convicción del Espíritu de Dios que
nos redarguye (Jn. 16:8; Hch. 2:37) impiden que podemos leer la Biblia neutralmente sin
relacionarla con nosotros mismos, nuestras creencias y obras, nuestra manera de ver el mundo,
nuestra relación con Dios y con el prójimo, etc.
3) Las aplicaciones son menos autoritativas. Pablo aplica la ley de Moisés a los creyentes, para él
“No pondrás bozal al buey que trilla”, implica que los ministros del evangelio deben recibir una
compensación monetaria por su trabajo (1 Co. 9:1-11). Pregunto ¿estamos eximidos de obedecer
esta aplicación? Los fariseos se negaban a extraer las implicaciones del mandamiento “Honra a tu
padre y a tu madre”, para ellos no era un requisito ayudar a los padres, sino una obra meritoria
(una ofrenda a Dios v. 11). ¿Condena Cristo a los fariseos por añadir a la ley requerimientos
subjetivos o por no considerar la aplicación correcta autoritativa? La respuesta obvia es que la
aplicación legítima del mandamiento incluía ayudar a los padres en todo. Los mismo sucede con la
parábola del buen samaritano (Lc. 10:25-37). El intérprete de la ley sabía que la ley implicaba
misericordia en todas sus relaciones interpersonales, pero queriendo negar la autoridad de la
aplicación preguntó “¿Quién es mi prójimo?”. Hoy alguien quizá quiera negar que las leyes sobre
el trato con los extranjeros del Antiguo Testamento tienen implicaciones para la política exterior
de los Estados Unidos de América, argumentando que esas leyes aplicaban solo a la teocracia o
que esas implicaciones son una mera aplicación subjetiva y que cada cristiano es libre de elegir su
postura. Pero no engañará a nadie sino a sí mismo, la aplicación verdadera es siempre autoritativa.
En resumen, la subjetividad es inevitable, es la razón misma por la que se requiere un proceso interpretativo:
No tenemos un acceso directo a los pensamientos de Dios sino solo uno mediado. Somos criaturas y no el
Creador, pero la Palabra de Dios es lo suficientemente clara para que entendamos qué nos demanda creer y
hacer y nuestras facultades, así como dones espirituales como creyentes, son suficientes para que entendamos
las implicaciones de estas enseñanzas para situaciones que no son explícitamente anticipadas en la Biblia.
En términos populares mexicanos ‘No se haga menso’, la aplicación no siempre es igualmente sencilla o
transparente pero igual es requerida de todo lector y predicador de la Biblia.
D. La Biblia misma tiene pasajes de aplicación: basta con exponer estos pasajes
¿Qué nos llevaría a pensar que los apóstoles aplicaban la Biblia a las situaciones específicas de su
congregación y que nosotros no debemos hacerlo sino simplemente explicarlo (1 Co. 11:1; Fil. 3:17; 2 Tes.
3:7, 9)? ¿Hemos de transmitir su enseñanza sin seguir su ejemplo (Jn. 13:15; 1 Co. 4:6; 1 Ti. 4:12; 1 Pe. 5:3)?
¿Podemos considerarnos creyentes si vemos la Biblia meramente como una colección de historias sobre Israel
y la iglesia primitiva sin considerarnos parte de la historia de Dios y ver que estas historias aplican a nosotros
también en algún modo, no fueron escritos estos pasajes precisamente para que fuesen aplicados a nosotros (1
Co. 10:6), es decir, para nuestra amonestación (1 Co. 10:11)? ¿No aplica el llamado evangélico también a
nosotros? ¿No somos nosotros, y no solo los escuchas originales de Pedro o Pablo, llamados a arrepentirnos y
creer (Jn. 3:15-16, 5:24; 1 Ti. 1:16)? ¿No aplica el llamado a la santidad a nosotros (Lev. 20:7, 1 Pe. 1:15-
16)? ¿No aplica el llamado a hacer discípulos también a nosotros (Mt. 28:19; Hch. 11:26)?
Si esto es así, entonces es claro que no basta con exponer estos pasajes, es nuestro deber aplicarlos a nosotros
mismos y a nuestros oyentes.
El efecto de una predicación sin aplicación será entonces una iglesia infiel:
"...la Biblia es un libro intensamente práctico porque fue escrito no solo para ser comprendido sino también obedecido... muchos
cristianos, habiendo escuchado sermones ortodoxos toda su vida, pueden ser herejes en lo práctico. (...) Todos los cristianos
tenemos la responsabilidad de preguntarnos ¿y qué? ¿qué diferencia hace este pasaje en mi vida? Porque somos llamados a vivir
bajo la autoridad de Dios y a la luz de la revelación bíblica. Robinson, Biblical Preaching, p.105
Si no estamos dispuestos a aplicar la Biblia mejor dejemos que decir que la valoramos.
"Tenemos que hacernos la misma pregunta... ¿De qué sirve tenerlas si no las vamos a usar? Dios no nos dio las historias del
Antiguo Testamento para esconderlas en los roperos de nuestras vidas. Él inspiró estos registros para referirse a los retos de
nuestras vidas. (...) A menos que apliquemos las historias a la vida contemporánea, no tenemos razón alguna para guardarlas.
(PRATT, 1993:311).
Conclusión
Hasta este punto he mostrado la evidencia histórica, confesional, bíblica, teológica y lógica a favor de la
aplicación en el sermón. Al momento no he encontrado ningún argumento que me incline en contra de ella.
Sin embargo, aun es necesario complementar este trabajo con un análisis de las propuestas metodológicas
para la aplicación legítima; particularmente por la escasez de buenos materiales en castellano o por lo menos
de estudios que contrasten las distintas propuestas. La razón para este proyecto es que permanece entre
muchos predicadores y maestros el temor a la mala aplicación, a la manipulación y al legalismo. Este temor
está ampliamente justificado pero como hemos visto no es suficiente para que neguemos aquello que la Biblia
misma ejemplifica y requiere de nosotros. Por el momento espero haber contribuido a que se desechen los
pretextos y excusas para no hacer aplicación en el sermón y haber despertado el interés por cómo lograr una
aplicación legítima, tema que, si el Señor quiere, trataré próximamente.
Bibliografía