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¿Qué hacer cuando hay miembros

de mi familia que son tóxicos?


Por PAULA LÓPEZ*

Alejarse de los seres queridos puede ser una de las decisiones más difíciles.
Pero cuando las heridas y el irrespeto alcanzan niveles que hieren su
dignidad es hora de repensar su camino.

Piense por un instante en aquellas situaciones familiares que sacan lo peor


de usted, y que le han causado tantas heridas. Piense en los miembros de su
familia, que quizá no hubiera elegido, si hubiera tenido la oportunidad de
hacerlo.

La fábula de la familia del puercoespín puede reflejar una situación similar y


llevarlo a reflexionar al respecto. Durante la Edad de Hielo, muchos animales
murieron a causa del frío. Los puercoespines dándose cuenta de la situación,
decidieron unirse en grupos. De esa manera se abrigarían y protegerían entre
sí, pero las espinas de cada uno herían a los compañeros más cercanos, los
que justo ofrecían más calor. Por lo tanto decidieron alejarse unos de otros y
empezaron a morir congelados. Así que tuvieron que hacer una elección, o
aceptaban las espinas de sus compañeros o desaparecían de la Tierra. Con
sabiduría, decidieron volver a estar juntos. De esa forma aprendieron a
convivir con las pequeñas heridas del otro.

Esta fábula no está muy lejana de su realidad, y la de todas las familias en


general, cuando hay cercanía entre sus miembros, todos tienen espinas y son
lastimados por las espinas de quienes están más cerca, como le sucede a los
puercoespines; a medida que nos vamos acercando con la intensión de
calentarnos, las espinas que tenemos van lastimando y rosando hasta de la
manera más sutil pero aun así dolorosa.

La interpretación del mundo y de sus propias heridas es totalmente diferente


para cada miembro de su familia. Es asombroso ver, por ejemplo, cómo en
una misma familia, aunque todos los hijos han recibido la misma educación,
el mismo amor, el mismo cuidado de sus padres, cada individuo va tomando
caminos y modos de ser absolutamente opuestos. Pero todos están
condicionados e influenciados por sus experiencias.

Al respecto, el chileno Rafael Echeverría, sociólogo y filósofo experto en


Coaching, dice que los condicionantes del actuar humano son algunos
visibles y otros ocultos: Nuestra predisposición biológica, nuestros
aprendizajes, las herramientas que usamos según las competencias de cada
uno, el nivel de motivación emocional y los hábitos que adquirimos.

¿Cómo cambiar y modificar sus emociones para poder transformar su manera


de actuar y la de los demás? ¿Cabe esperar, por ejemplo, que esa relación
que usted ha añorado tener con su hijo, llegue a ser realidad? ¿Con su madre,
con su padre o con su hermano? ¿Con su familia política o extendida?

Es doloroso cuando usted percibe en su entorno que otras personas o grupos


familiares cercanos al suyo, pueden tener relaciones como las que usted
quisiera y usted no lo logra. En ese momento es posible que usted sienta un
grito desgarrador en su interior, que le dice que ni usted, ni los otros pueden
cambiar, y que está condenado a permanecer en esa sensación de dolor e
impotencia.

Inicialmente usted puede luchar para lograr lo que tanto ansía, y en ocasiones
con una toma de conciencia y un trabajo interior contundente lo consigue. Sin
embargo, no puede desconocer los condicionantes ocultos y la manera como
cada uno interpreta cada vivencia. Cada miembro de su familia tiene un
observador interno el cual condiciona a cada uno de los participantes de cada
relación. El trabajo más complejo es aceptar que todos están en evolución
permanente y que no depende de usted la transformación del otro.

¿Qué pasa entonces cuando sus expectativas chocan con su realidad?


Aumenta entonces su frustración y su desesperación. Una discusión con
algún miembro de su familia, le puede causar una crisis emocional y unas
heridas profundas difíciles de sanar. Este proceso de desapegarnos con amor
de nuestros familiares, puede llevar años. Aprender el manejo de las
emociones es cada vez más complicado, cuando por la cercanía y el amor,
aumenta el dolor en medio del conflicto.

Usted no puede controlar cómo reacciona la otra persona, tampoco es


efectivo tratar de que actúen como usted espera, pero sí puede elegir cómo
usted regula y controla sus emociones. Esto lo convierte en una persona
emocionalmente inteligente. Desengancharse de las corrientes de hostilidad
en las que muchas de las familias se ahogan hoy en día, es la mejor opción.

Puede amar a su familia, y a la vez decidir no cargar el equipaje emocional


que no le pertenece, puede luchar por que reine un espacio de paz y armonía,
pero también rechazar sus esfuerzos por manipularlo, controlarlo o producir
en usted sentimientos de culpa.
Aprender a ser asertivo con los miembros de su familia, sin ser agresivo y
aprender a fijar límites, es lo que le dará la libertad que necesita para romper
las cadenas de las que usted mismo se ha hecho preso. Para lograr la
estabilidad que tanto anhela, lo primero es no negociar con su dignidad, usted
debe ser quien pone las condiciones de respeto y cordialidad, para que la
relación que usted tanto desea fluya. Después de entrar en este intercambio
de afectos y deseos, debe hacer un primer trato con usted mismo, en el que
su bienestar emocional y su tranquilidad primen por encima de todo.

Una vez haya establecido estas reglas con usted mismo y después con ese
miembro de su familia con quien desea llegar a una relación armónica, es
necesario iniciar un diálogo pausado y amoroso. Primero exprese lo que
usted piensa, después ese pensamiento bájelo a su corazón, para decirle lo
que usted siente y por último exprese claramente lo que usted necesita.
Recuerde que no es una exigencia, es una petición, esto denota un asertivo
lenguaje no violento.

Si ha tenido situaciones de conflicto anteriormente a este acercamiento, le


aconsejo iniciar el diálogo en una posición de apertura emocional y humildad,
por medio del cual usted le dice a la persona que si en algún momento del
pasado, sus palabras o sus acciones no fueron las que esa persona
esperaba, o si le causaron heridas que aún están activas, usted se excusa
por esos hechos y pide perdón.

La actitud de arrogancia construye muros difíciles de derribar, es necesario


pedir perdón aún por aquel daño que no sabemos que causamos. En algunos
casos estos intentos no dan fruto y lo pueden conducir a mayor frustración y
a mayor sufrimiento. Si es este el caso y usted ya ha intentado muchos
acercamientos, abriéndose más la brecha y haciéndose más honda la herida,
es el momento de realizar a conciencia y con una profunda decisión de
aceptación el siguiente ejercicio:

Imagine que usted está en un aeropuerto, y está llegando de un viaje difícil y


pesado con estos miembros de su familia. Están todos cansados agotados y
con ganas de tener un espacio de serenidad. Están todos frente a la cinta de
las maletas y cuando empieza a salir el equipaje usted por amor, empieza a
cargar todas las maletas de los miembros de esta travesía. Cuando usted se
da cuenta tiene a sus espaldas y bajo sus brazos 5 o 6 maletas, las cuales
tienen rótulos con los nombres de cada uno de sus propietarios. En ese
momento usted se detiene agotado ya sin fuerzas, pone las maletas en el
piso y busca el rótulo con el nombre de cada dueño, el de sus hijos, el de sus
padres, el de sus hermanos, cuñados, suegros etc.
Toma entonces con decisión cada una de estas maletas y una por una, la
devuelve a su dueño. Mira a esa persona a los ojos y le dice por su nombre
tomándole la mano, “yo te quiero, pero en este momento decido entregarte tu
maleta, ya que me es muy pesada y no me corresponde cargártela, puedo
ayudarte un rato, puedo acompañarte, pero la responsabilidad es tuya, pues
el equipaje que lleva dentro lo empacaste y lo elegiste tú; debes hacerte
responsable de su peso”… Le da un abrazo y se retira con amor, sintiéndose
más liviano para salir de ese aeropuerto a su propia vida, cargando
exclusivamente sus maletas, solo con el contenido emocional que usted
eligió.

Liberarse de la responsabilidad autoimpuesta de cargar el equipaje


emocional que no le corresponde, hará que aún en la distancia haya paz en
su familia. Elegir alejarse de aquel miembro tóxico de su familia que lo
atropella y lo lastima, es a veces el único camino que le queda pare proteger
su integridad emocional. Cuando una persona tóxica le bota su basura, usted
decide si la hace suya, solo usted decide lo que entra en su interior y lo
contamina.

Mi píldora para el alma de esta semana: Practique la higiene interior


diariamente, así su equipaje emocional se hará más liviano y su corazón se
hará libre, para alcanzar la plenitud que tanto desea.

*Logoterapeuta. www.paulalopez.com /instagram @paulalopezes.


¿Qué es una familia tóxica y qué puede
hacer estando en ella?
Situaciones dañinas para el bienestar mental o físico ameritan que uno se
aleje de sus parientes.
Pensar en dejar atrás a los parientes puede sonar desquiciado en un país en
el que la familia se sigue manteniendo como el núcleo fundamental de la
sociedad. Sin embargo, cuando las relaciones familiares (entre padres e hijos,
primos, hermanos, etc.) se convierten en un ambiente hostil o destructivo para
uno de sus miembros, puede estar más que justificado que algunos vínculos
se corten; que no se vuelvan a ver ni para Navidad.

Según Alexander Rodríguez, coordinador de la especialización en Terapia


Familiar de la Universidad Luis Amigó de Medellín, “un núcleo familiar es
tóxico cuando hay una dinámica entre los miembros que daña las
relaciones significativas: no hay comunicación; no hay demostraciones
de afecto pero sí de hostilidad, peleas, comentarios que menosprecian
a otros miembros de la familia, que causan estrés constante”.

Además, como explica la psicóloga de familia María Elena López, mantener


indefinidamente relaciones negativas en la familia está relacionado con la
aparición de ciertas psicopatologías asociadas a tener que lidiar con altas
dosis de presión y estrés. También puede causar episodios de depresión.

Un hombre bogotano de 32 años, quien prefirió no dar su nombre para este


artículo, vivió como parte de una familia tóxica de esta manera: “Mis papás
se separaron cuando ellos tenían más de 50 años y yo 30. En ese momento
vivía con ellos por un tema económico y mi mamá, que estaba muy inestable
emocionalmente, sucumbió con esa separación. Se puso muy grosera
conmigo, con mis hermanos y con mis primos. Se quedó con mucho odio
hacia la familia de mi papá (su abuela, sus hermanas, etcétera)”.
Cuenta que se mudó rápidamente de la casa de su madre apenas empezó a
notar que ella trataba de ponerlo en contra de su padre. “Me decía que él me
había hecho mucho daño, que era un desagradecido, que no merecía
nada, que me iba a echar si le hablaba”.

Tanto la familia de su papá como él cortaron la comunicación con ella.


Todos estos comportamientos, como explica Victoria Cabrera, psicóloga e
investigadora del Instituto de la Familia de la Universidad de la Sabana, “dan
cuenta de un manejo de los conflictos en el que no se controlan las emociones
negativas: hostilidad, rabia, agresión, desprecio, quejas, todas características
tóxicas”. Añade que normalmente suele ser ‘un tercero metido en un
problema de dos’ lo que empieza a deteriorar las relaciones
familiares. “Esto se llama triangulación: un problema de dos personas que
ponen en conflicto a otros parientes sin que el problema sea de ellos
directamente”.

Ahora bien, esta no es la única razón por la que una familia, que viva bajo el
mismo techo o no, genere vínculos tóxicos. En otros casos, los parientes
forman ‘alianzas’ en contra de otro miembro y “se presenta falta de
respeto contra otros miembros, agresiones, desvalorización y exclusión
de decisiones familiares”, dice López.

¿Qué se puede hacer?


Frente a vínculos tóxicos con familiares, López recomienda que, primero,
identifique si siente malestar, estrés y sufrimiento como emociones
predominantes en las relaciones familiares antes de tomar medidas.

Luego, la investigadora Cabrera aconseja que evalúe cuál es su rol exacto


en el conflicto en cuestión. En principio, no debe meterse en problemas que
no lo incumben así como tampoco debe involucrar a otros en sus conflictos
con otro pariente.
Por su parte, López dice que si usted es parte de la situación, lo mejor que
puede hacer es dialogar, expresar y compartir los sentimientos hacia la
persona con la que tiene el conflicto y hacer evidente el problema.

¿Cuándo cortar relaciones?


“Si una familia está dispuesta a arreglar las circunstancias, se puede. Si no,
no”, opina Cabrera. “Cuando una situación afecta su salud, su bienestar
o su integridad física, pone en riesgo su vida o hay maltrato constante
y una evidencia de que los involucrados no quieren arreglar nada,
debería cortar relación con esos familiares problemáticos”. En este caso,
puede ser necesario tener que romper vínculos con toda su familia.

Aunque suene raro, hay que saber también controlar las esperanzas. Como
explica el psicólogo Rodríguez, “a veces quienes quieren arreglarlo todo y
que siempre piensan en perspectivas como grupo familiar son los que siguen
siendo más desfavorecidos y afectados (porque reciben más maltrato)”.

Si eventualmente quisiera retomar contacto, Rodríguez aclara que debe ser


una decisión de todos los involucrados. “Es útil que se pregunten qué
pueden conciliar y de qué manera se pueden comunicar siempre y
cuando sea de una forma amigable y el grupo familiar sea protagonista”.
A VECES, LA FAMILIA NO ES LO MÁS IMPORTANTE
3 conversaciones alrededor de la ruptura entre padres e hijos.
Podemos dejar de hablar con un amigo, incluso si antes de la pelea nos
unían años de aventuras, borracheras o secretos.

Podemos decidir no volver a ver a una pareja, quizá porque el daño que
ha hecho a nuestro corazón es demasiado grande.

Podemos discutir con cualquier persona, borrarles de nuestras redes


sociales, ignorarles por la calle.

Pero lo que no podemos hacer jamás es olvidarnos de nuestro padre,


de nuestra madre, de nuestros hijos o hermanos: a ellos nos une un
vínculo demasiado fuerte y, en ocasiones, también, demasiado doloroso.

Antes de comenzar a leer y preguntar a propósito de las rupturas familiares,


siempre pensé que se trataba de un tema oscuro, siniestro,
prácticamente ausente en nuestra sociedad.

Estamos acostumbrados a ver en la televisión a familias felices, familias que


a pesar de sus diferencias se mantienen unidas. La familia, en sí misma, se
ha convertido en una institución e incluso en un lema: “la familia es lo
primero”.

Es sorprendente, sin embargo, darse cuenta del odio desmesurado que


puede llegar a existir entre personas de la misma sangre. Yo misma, al
empezar a conocer las historias ocultas de amigos cercanos o conocidos,
me planteé si en verdad eso que se nos vende es una farsa, una
imposición o una impostura.

¿Se lo debemos todo a las personas que nos han dado la vida?

“Se me saltan las lágrimas cuando me acuerdo de este tema”, me escribe


una chica por chat de Facebook nada más contarme que desde hace cinco
años no habla con su hermana y que, a causa de esto tampoco habla con
su padre.

“Tuve que separarme de mi familia porque sentía que todo el rato me


juzgaban”, escribe otro joven reconociendo también que desde que está
solo ha logrado sentirse más libre.
Es posible que no estemos preparados para afrontar una ruptura así. Es
posible, también, que el sentimiento de deuda para con nuestros familiares
sea demasiado grande. ¿Cómo voy a decir adiós a la persona que me
crió?, ¿a la persona que, cuando no tenía absolutamente nada, lo dio
todo por mí?

Dolor, violencia y vergüenza

“Yo a veces no me hablo con mis padres por periodos que pueden ir de varias
semanas a años. A veces es porque me han pegado, insultado, echado
de mi casa o porque me tratan mal por mucho que lo intenten.”

Quien habla ahora es Manu, un joven de treinta y pocos años que


reconoce no sentirse del todo preparado para hablar de este tema en
público. Para él ha sido un trauma que le ha perseguido toda la vida, un
problema que no puede explicarse del todo, porque cada detalle cuenta en el
hecho de que la relación acabara así.

“En mi caso, el no hablarme con mi familia es supervivencia. Si hablase


con ellos a menudo, estaría muerto hace ya tiempo. Me habría suicidado o
tendría problemas de salud mental tan graves que no podría ser
independiente ni activo.”

Si no permitimos a un amigo o amante que nos maltrate, ¿por qué se lo


deberíamos permitir a alguien de nuestra misma sangre?

Manu, a menudo, se ha sentido maltratado física y psicológicamente,


algo que, según dice, nunca le permitiríamos a un amigo, y por lo tanto
tampoco se lo debemos permitir a alguien que sea de la misma sangre.

Esta relación cíclica con sus padres se debe principalmente a que ellos no le
entienden, a que juzgan su manera de vida quizá porque se sienten
insatisfechos con la suya.

“Cada minuto sin ellos soy feliz. Cuando hablo con ellos, los quiero y me
alegro, pero de algún modo estoy apostando contra mí mismo, porque
jamás me van a permitir ser libre o feliz o respetarme. Y tardo meses en
recuperarme de ello. Es una resaca de larga duración.”

Dice Manu que a veces ha llegado a encontrar en Internet testimonios


desgarradores de personas que, como él han dejado de hablar con sus
padres. Personas que hasta se han inventado que sus progenitores han
muerto, para no someterse a las miradas de duda e incomprensión que
la ruptura de este vínculo produce.

Pero claro, si a veces a nosotros mismos nos cuesta horrores entender


cómo hemos llegado a esa situación, ¿cómo nos lo va a entender el resto?

Adiós, mamá

En un email extenso recibo el testimonio de Lucy, una chica de veintitantos


años que estuvo varios años sin tratar con su madre. Lucy cuenta que
desde siempre habían tenido peleas, algo que puede parecer normal en una
relación madre e hija, aunque en su caso, todo iba siempre más allá.

Lucy se sentía desprotegida, abrumada por los continuos despistes y la


dejadez de su madre, y eso fue precisamente lo que le llevó a buscar ayuda
en un psicólogo. Es probable que la adolescente pensara que el problema
era suyo, pero lo cierto es que la recomendación del profesional le cambió
su manera de ver las cosas.

Que sea tu madre no quiere decir nada

Le dijo que si le hacía daño y si la situación era insostenible, lo mejor que


podía ocurrir es que detuvieran sus relaciones. “¡Pero si es mi madre!”, le
dijo ella. “¿Y qué? Eso, en realidad, no quiere decir nada.”

Desde ese momento Lucy hizo lo que tanto miedo le daba, pero también lo
que de pronto le provocó una liberación infinita. Con el tiempo, Lucy
recuperó la relación con su madre. Y aunque ahora son más distantes, han
conseguido respetarse la una a la otra, y sobrevivir.
Aunque a pesar de este final agridulce, ella tiene las cosas más que
claras: “si te duele, estás en tu derecho de cortar la relación, de poner
tus límites. Sea quien sea la otra persona, lo primero es cuidarse.”

La familia no es lo primero, lo primero es cuidarla

Dentro de unos meses Julia va a ser abuela. Ronda los 50 años y está
emocionada por lo que está por llegar. Julia, que ha tenido etapas de su vida
absolutamente tristes, desastrosas y depresivas, mira al futuro con
confianza, porque tomó la decisión de ser la dueña de sus emociones.
La familia que Julia ha decidido tener es muy pequeña. Minúscula. Las
personas que le importan son su marido, su hijo, su nuera y el bebé en
camino. No le importa nada más y ha decidido cuidar a los que más quiere,
entenderlos y sobre todo respetarlos.

Lo cierto es que, técnicamente, su familia es mucho más grande, pero


desde hace tiempo no tiene trato con ella. Hace pocos años, su propia
madre la llamó para decirle que aunque hubiera parido a cinco hijos, ella
consideraba que tenía sólo cuatro, porque Julia no era bienvenida.

Casi desde su juventud, la quinta hermana rechazada estaba considerada


como la débil de los hermanos. Durante toda su vida, a Julia no la respetaban
en casa, y cuando al fin se casó y tuvo un hijo, sintió cómo sus propios
padres le obligaban a decidir entre dos familias: la de su apellido, o esa
que había formado.
“No puedes obligar a un hijo a decidir así”, cuenta por teléfono con la
respiración agitada. “No puedes rechazar a un familiar sólo porque ha
decidido tener una vida distinta a la tuya”.

Yo no quiero hacer daño a mi hijo

En adelante, casi todos los problemas de Julia con sus padres y sus
hermanos estaban relacionados con el dinero. Para ella, lo más importante
era ahorrar con tal de, algún día, poder ayudar a su hijo en todo lo que
necesitara.

“Esto es algo que mis padres no entendían. Según ellos la obligación de un


hijo es trabajar para mantener a sus padres, y no al contrario.” Lo cierto es
que Julia ayudaba todo lo que podía a su familia, hasta que un día ya no
pudo soportarlo más.

“Es una situación difícil, que me ha llevado a tener muchos problemas y a


tomar medicación. Por eso decidí cortar por lo sano. Hay relaciones que son
como un objeto roto, a veces pegarlo con pegamento es más inútil que
romperlo.”

Después de cinco años sin hablar con sus padres ni con sus hermanos, una
antigua amiga de su ciudad natal la llamó para avisar de que su madre
estaba muriendo. Julia quiso saber qué pasaba, pero sus hermanos lo
impidieron.
Durante meses reflexionó acerca de si debía presentarse en el funeral una
vez llegado el momento. Cuando ocurrió, tomó la decisión de pasarse
unos minutos por el tanatorio, para despedirse a su manera.

Ni su padre ni sus hermanos le dirigieron la palabra.

Hay relaciones que son como un objeto roto, a veces es mejor deshacerse
de él que intentar arregarlo rápido y mal con un poco de pegamento

“Cuando vi a mi madre muerta sentí mucha pena. Era la primera vez que
la veía en todo el tiempo que habíamos estado sin hablar. Sentí pena y rabia,
porque pensé en todo el tiempo que había perdido. En todas las horas
en las que podría haber disfrutado de su nieto. En qué nos había llevado
a esa situación.”
Julia va a ser abuela y no oculta su alegría, como tampoco oculta la angustia
que le causa saber que su hijo ha crecido sin unos abuelos que le
cuidaran, que le quisieran, que le apoyaran.

“Yo no quiero hacer daño a mi hijo”, susurra. Porque, según ella, lo más
seguro es que nadie en su sano juicio quiera llegar a una situación similar,
pero a veces, cuando el dolor se presenta, hay que ser rápido y frío en la
manera de actuar.

Mirando la fortaleza y la ilusión de Julia, uno se pregunta si acaso nuestra


obsesión por que la familia es lo primero no nos ha cegado ante lo que
de verdad importa: que lo primero es cuidarla, y sobre todo, respetar a
cada uno de sus miembros. Jamás hacerles tanto daño.
Familiares tóxicos: ¿Cómo podemos
defendernos?
No podemos cortar así porque sí una relación con un familiar. Son de nuestra
sangre y es complicado. Si no quieres que te manipulen, defiéndete y pon
límites. Informar de quién eres, cómo eres y lo que quieres no es ser egoísta,
es ser sincera.
Todos tenemos en nuestro entorno a familiares tóxicos. Son personas que
solo piensan en sí mismas y que nos manipulan, que juegan con nuestras
emociones.
Esto es un hecho complicado puesto que de manera habitual compartimos
lazos estrechos con ellos. En esta situación, ¿qué podemos hacer?
Las personas tóxicas
Para empezar, tener familiares tóxicos en nuestro círculo personal puede
afectar a nuestra calidad de vida. Si por ejemplo tenemos un amigo
manipulador y con tendencias egoístas e interesadas, siempre podemos
romper esta amistad para encontrarnos mejor. Para disponer de nuestro
necesario equilibrio e integridad.
Pero ¿qué pasa cuando la persona manipuladora es por ejemplo
nuestra madre, nuestro hermano o incluso nuestro esposo? No es lo mismo
y todos podemos entenderlo. No podemos cortar así porque sí una
relación con un hermano, una madre o una suegra.
Familiares tóxicos, cuando la familia ahoga
Es algo complejo y duro donde se hallan muchas emociones y
sentimientos. Son parte de nuestra sangre y es complicado romper un
vínculo, así como así.
No obstante, hay mucha gente que acaba haciéndolo por su propia
salud. Hay ocasiones en que las relaciones se recrudecen. Entonces estos
familiares tóxicos pueden llegar a atentar contra nuestro propio equilibrio
emocional.
Un ejemplo de ello serían esos padres que no nos permiten elegir con libertad
a nuestra pareja. Que nos recriminan nuestras amistades y nuestras
relaciones. Todos tenemos derecho a equivocarnos, pero nunca pueden
prohibirnos o sancionarnos.
Esta codependencia puede ser muy dolorosa, según afirma
este estudio realizado por el Centro de Prevención del Alcoholismo y
Tabaquismo de Madrid, y suele ser necesaria la práctica de la psicoterapia.
Pensemos por ejemplo en algunos hermanos, hermanas o primas que
siempre están exigiéndonos cosas o echándonos por cara aspectos que nos
dañan, que nos hieren. ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo actuamos? Te damos
las claves.

1. Pon límites- Sabes lo que quieres y lo que no puedes permitir


Veamos primero un ejemplo. Vas a casa de los padres de tu pareja y te
ponen para comer un plato muy picante. A ti no te gusta el picante y no te
sienta bien. Sin embargo, por no llamar la atención y no ofender a nadie,
prefieres guardar silencio y comerte el plato.
A partir de entonces, cada vez que vas a casa de tus suegros siguen
poniéndote el mismo comensal. Hasta que de pronto, no tienes más remedio
que decir en voz alta «que el picante no te sienta bien». Lo más probable es
que te respondan, ¿por qué no lo habías dicho antes?
Bien, es solo un simple ejemplo. Un modo de entender que debemos
informar en todo momento de lo que podemos y no podemos aceptar.
Si no puedes acompañar cada tarde a tu madre o tu hermana a comprar,
hazlo saber. Si no te gusta que te digan cómo tienes que educar a tus hijos,
dilo. Y si no quieres que te manipulen, defiéndete y pon límites.
Levanta la voz para informar sin sancionar. Para defenderte sin atacar.
Habla siempre con respeto y el máximo cariño. No deseas romper ningún
vínculo, solo informar de quién eres, cómo eres y lo que quieres. No es ser
egoísta, es ser sincero.
La comunicación es fundamental para que no vuelvan a suceder este tipo de
malentendidos. Este estudio elaborado por la Universidad de Camagüey
(Cuba), hace hincapié en el valor de la forma y el contenido para establecer
una comunicación empática y abierta con la familia (ya sean hijos, padres o
familiares políticos).
2. Aprender a ser asertivos y evitar ser condescendientes
A veces no queremos hacer daño a nuestros familiares y nos
guardamos muchas palabras. Padres o abuelos que se quejan de estar
solos, cuando en realidad los atendemos siempre que podemos. O hermanos
que nos pueden decir que no los apoyamos tal y como debiéramos.
Hemos de ser asertivos y, con respeto y cariño, les diremos siempre la
verdad:
• «Vengo siempre que puedo y sabes que siempre que necesites algo
puedes llamarme».
• «Sabes que yo siempre te apoyaré en todo, pero no me pidas cosas
que no puedo hacer. Ahora mismo yo también paso por una situación
difícil y tienes que entenderme».
Muestra siempre sinceridad y cercanía, pero di en voz alta la verdad de
lo que sientes y necesitas. Informa de lo que puedes hacer y lo que no.
Evidencia que tú también tienes necesidades que deben ser respetadas.

3. Apoyo incondicional a la familia pero cuidando siempre nuestra


integridad
La familia es siempre lo primero. Lo sabemos. Pero al igual que es lo más
importante de nuestra vida, en ocasiones, si nos hacen daño también
puede ser lo más destructivo de nuestras existencia.
Hay personas que han sufrido abusos o maltratos en su infancia. Mantener
una relación de familia cordial con esos miembros nunca será posible, y eso
queda claro.
Lo esencial, es que siempre cuides de tu autoestima, que seas una persona
madura, equilibrada y con la necesidad de ser feliz día a día. Si alguien de
tu familia te causa daño, lo mejor es establecer distancia y alejar ese
vínculo para recuperar nuestra integridad y tranquilidad.
La autoestima es, según este estudio de la Universidad de Costa Rica, un
factor relevante para nuestra vida, y para nuestra propia felicidad. Es algo
que no debemos olvidar nunca.
Todos sabemos que las relaciones familiares nunca son fáciles, pero hemos
de tratar de convivir en armonía. Si hay excesivas manipulaciones y un alto
egoísmo por parte de esos miembros, al final el trato deberá ser el justo. El
justo para disponer de nuestro espacio personal, para ser felices y evitar más
problemas.
Por último, sabemos que la familia es parte esencial de nuestro ser, de
nuestra identidad y raíces. Pero si esas raíces tienen demasiadas espinas y
solo nos originan dolor, tendremos que alejarnos un poco. Defiéndete de los
familiares tóxicos, cuídate, informa de lo que eres capaz de aceptar y lo que
no puedes admitir. Ama a los tuyos, pero, ante todo, ámate a ti mismo.
Autora: Ana Muñoz(Psicóloga)
Consulta: Siempre me he sentido menospreciada e infravalorada por mi
familia pero nunca le di mayor importancia aceptando que era así porque así
debía ser, hasta que hace 3 años explotó la bomba y entendí que no tenía
por qué aceptar ciertas cosas, recuerdo frecuentemente el daño que me
hicieron en un pasado y tengo temor a que me lo vuelvan a hacer, soy incapaz
de mostrar cariño o cualquier muestra de afecto por mínima que sea, hacia
ellos.
Yo siempre he sido una persona muy cariñosa y me da la impresión de que
nunca me supieron valorar como otras personas de mi entorno me han
valorado. ¿Es normal que después de estos años y tras la chispa que explotó
la bomba siga con este dolor interno y este resentimiento? Intento perdonar
todo lo sucedido durante mi vida pero me molesta el haberme sentido tan sola
en momentos especialmente importantes en mi vida, ahora me siento
completamente indiferente hacia ellos porque tengo una vida en la que se
que no soy inútil.

Respuesta: Creo que es una buena señal el hecho de que hayas dejado de
ver ese menosprecio como algo normal. Probablemente indicaba que tu
autoestima era baja por entonces y te sentías merecedora de ese
menosprecio, algo que parece haber cambiado, lo cual supone el primer
paso; es decir, reconocer el daño y la injusticia. La siguiente fase lógica es
esta en la que te encuentras ahora: sentir resentimiento y dolor por lo
sucedido. Sí se puede considerar normal a pesar del paso del tiempo si
tenemos en cuenta que ha sido un tema no resuelto. Cuando nos sucede algo
que nos causa dolor y no asimilamos lo sucedido, ese dolor puede
permanecer durante años.
La siguiente fase tiene que ver con la superación de todo aquello. Como tú
misma dices, ahora tienes tu propia vida y te sientes bien contigo misma. Ya
no los necesitas a ellos y ellos no pueden hacerte daño si tú no los dejas. Es
decir, tú tienes más control sobre tus sentimientos del que te puede parecer
en un primer momento.
Si alguien te menosprecia, por ejemplo, diciendo algo desagradable acerca
de ti, es bastante lógico que te moleste (probablemente le molestaría a
cualquiera), pero sentirte molesta no es lo mismo que sentirte deprimida,
hundida, furiosa, etc. Y ahí es donde puedes elegir.
Tú puedes decidir si te vas a sentir sólo molesta (que es un sentimiento leve
y fácil de sobrellevar) o si te vas a sentir deprimida o furiosa, ya que esos
sentimientos dependen de lo que pienses, de las cosas que te digas a t
misma. Por ejemplo, si alguien te insulta y tú piensas: "Tienen razón, no valgo
para nada, si ellos me desprecian es porque soy una inútil a la que nadie va
a querer nunca", entonces, sin duda te vas a deprimir, pero si,
inmediatamente después, te dices a ti misma: "Eh, ¿qué estoy pensando?
Eso no es cierto, lo que ellos digan de mí no me convierte en una inútil; es
sólo su opinión, y las opiniones no son hechos", entonces te vas a sentir de
un modo muy diferente.
Por eso es por lo que te decía antes que nadie puede hacerte daño si tú no
les dejas porque eres tú quien controla tu pensamiento. En cuanto a lo
sucedido en el pasado, no es necesario ni perdonar, ni olvidar, ni cambiar las
cosas. Más bien son opciones que puedes elegir si así lo deseas. Lo
fundamental es que aceptes que lo sucedido ha sucedido; no puede
cambiarse.
Por eso no sirve de nada pensar que no debería haber pasado, que es injusto,
que las cosas deberían haber sido de otro modo porque esos pensamientos
no harán que cambie el pasado y sí que te llevarán a sentirte mal. Es mejor
pensar que preferirías que las cosas hubieran sido distintas, pero así es como
han sido y eso no lo puedes cambiar.
Eso no significa que no puedas hacer nada. Tienes varias opciones y puedes
elegir la que más desees: tratar de hablar con ellos y arreglar las cosas (si
ellos quieres); aceptar que ellos son así, que tal vez no van a cambiar nunca
y centrarte en las relaciones de tu vida actual que sí son satisfactorias, etc.
Ten en cuenta que puedes ser feliz igual si no tienes una relación de cariño
con ellos, no los necesitas, puedes ser feliz con tus otras relaciones, con los
otros aspectos de tu vida. Pocas personas tiene la suerte de tener una vida
perfecta a todos los niveles, pero pueden ser felices centrándose en aquello
que sí tienen mientras tratan de lograr lo que no tienen (aceptando que no
siempre logramos todo lo que queremos).

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