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Criterios de orientación
Presentación
1.Nuevas respuestas para nuevos tiempos
2.Libertad y derecho de asociación en el misterio de comunión
2.1.La Iglesia, misterio de comunión
2.2.Mirando la historia de la Iglesia
2.3.El Concilio Vaticano II
2.4.El Código de Derecho Canónico
2.5.Viviendo el derecho de asociación
4.Criterios de eclesialidad
4.1.El primado de la vocación a la santidad
4.2.Confesar la fe católica
4.3.Comunión con el Santo Padre y los Obispos
4.4.Conformidad y participación en el fin apostólico de la Iglesia
4.5.Compromiso en la sociedad al servicio de la dignidad humana
Presentación
Con alegría presento al Pueblo de Dios en el Perú el presente documento pastoral:
Asociaciones y movimientos eclesiales. Criterios de orientación. Efectivamente, se trata
de un conjunto de criterios de orientación que recoge el magisterio eclesial reciente, así
como la experiencia de la Iglesia en los últimos lustros, en relación a lo que el Papa Juan
Pablo II ha calificado como «el lozano florecer de grupos, asociaciones y movimientos de
espiritualidad y de compromiso laicales» (1).
Este documento de la Comisión Episcopal de Apostolado Laical ha sido preparado como
un aporte a la reflexión sobre la identidad y proyección de las asociaciones y movimientos
eclesiales. Quiere ser un gesto de solidaridad pastoral hacia las distintas comunidades y
expresiones de vida asociada que están mostrando una gran fecundidad en la Iglesia de
estos tiempos. Quiere ser también un instrumento de servicio para el fortalecimiento de la
comunión de la Iglesia en la verdad y la caridad.
En el Plan Pastoral que hemos ofrecido los Obispos peruanos a nuestras Iglesias locales
como horizonte de compromiso eclesial en camino al milenio adveniente, decíamos:
«Percibimos, como ha señalado el Papa Juan Pablo II, una nueva etapa de la vida
asociativa de la Iglesia a través de la floración de nuevos movimientos y asociaciones
eclesiales. Vemos este fenómeno como una bendición del Espíritu Santo. Descubrimos en
la realidad de los movimientos eclesiales una oportunidad pastoral que debe ser promovida
y orientada desde el carisma que el Espíritu Santo les ha dado para enriquecimiento del
Pueblo de Dios en respuesta a los desafíos de estos tiempos. Hemos de poner todos los
medios para que esta floración se realice en explícito espíritu de comunión al interior de
nuestras Iglesias locales» (2). El presente documento se inscribe dentro de lo que allí
expresábamos y recoge las principales expectativas que se descubren en el Pueblo de Dios
en relación a las nuevas manifestaciones de vida asociada.
El tema de las asociaciones y movimientos eclesiales ha venido suscitando una
importante reflexión en el Pueblo de Dios. A partir del Concilio Vaticano II hemos visto
florecer y desarrollarse diversas formas de vida asociada, que han sido campo propicio de
fecundo compromiso eclesial, especialmente para los laicos. Son muchos y muy ricos los
frutos que ya se están viendo. Creemos que se trata de nuevas expresiones de vida
cristiana suscitadas por el Espíritu para afrontar nuevos desafíos apostólicos. De esta
manera, en continuidad con la fecunda tradición asociativa de la Iglesia, se abren nuevos
canales de participación eclesial en apertura a los nuevos tiempos.
El Papa Juan Pablo II ha venido destacando este florecer asociativo. A la vez que ha
ofrecido valiosos criterios de orientación, ha alentado a que se acojan y se promuevan al
interior del Pueblo de Dios las nuevas expresiones que el Espíritu Santo viene suscitando
en el marco de la comunión eclesial. Recientemente, en la vigilia de Pentecostés, afirmó:
«Uno de los dones del Espíritu a nuestro tiempo es, ciertamente, el florecimiento de los
movimientos eclesiales, que desde el inicio de mi pontificado he señalado y sigo señalando
como motivo de esperanza para la Iglesia y para los hombres. "Son un signo de la libertad
de formas, en que se realiza la única Iglesia, y representan una novedad segura, que
todavía ha de ser adecuadamente comprendida en toda su positiva eficacia para el reino de
Dios en orden a su actuación en el hoy de la historia" (Discurso del 29-IX-1984). En el
marco de las celebraciones del gran jubileo, sobre todo las del año 1998, dedicado en
particular al Espíritu Santo y a su presencia santificadora dentro de la comunidad de los
discípulos de Cristo (cf. Tertio millennio adveniente, 44), cuento con el testimonio común y
con la colaboración de los movimientos. Confío en que ellos, en comunión con los pastores
y en armonía con las iniciativas diocesanas, quieran llevar al corazón de la Iglesia su
riqueza espiritual y, por ello, educativa y misionera, como valiosa experiencia y propuesta
de vida cristiana» (3).
En una línea semejante nos había dirigido unas palabras a los Obispos peruanos en
visita ad Limina: «Los movimientos apostólicos son una nueva bendición del Señor a su
Iglesia, por lo que, como Obispos, debéis prestar gran solicitud, alentándolos y cuidando
que sean fieles a la fe de la Iglesia y dóciles a las orientaciones de sus Pastores» (4). El
presente documento quiere ser una manifestación de nuestra acogida a la invitación del
Romano Pontífice.
El marco de referencia inmediato para el documento que ahora ofrecemos es el
magisterio del Papa Juan Pablo II, sobre todo su exhortación apostólica post-sinodal
Christifideles laici. Hemos procurado también recoger las grandes líneas de la renovación
conciliar, tanto en los mismos textos del Concilio Vaticano II como en sus aplicaciones en
el
Código de Derecho Canónico y en el Catecismo de la Iglesia Católica. Todo esto leído
desde nuestra realidad en sintonía especialmente con los documentos de las Conferencias
Generales del Episcopado Latinoamericano.
Finalmente, debo manifestar que el presente documento de la Comisión Episcopal de
Apostolado Laical es fruto de un trabajo iniciado unos meses atrás por un equipo de
personas, muchas de las cuales pertenecen a asociaciones y a diversos movimientos
eclesiales. Recoge expectativas y esperanzas del Pueblo fiel sobre este asunto, teniendo
particularmente en cuenta a los Pastores. Una especial atención se ha puesto en las
asociaciones y movimientos que sirven en nuestras Iglesias locales en el Perú, tratando de
acoger sus dones y alentar sus esperanzas. Agradezco el esfuerzo realizado por el equipo
que ha trabajado en la preparación del presente documento en sus diversas etapas de
redacción, así como a todos aquellos que han ofrecido sugerencias y aportes para
enriquecer el texto. Pero debo agradecer sobre todo su amor a la Iglesia y su deseo de
servirla.
Ponemos a los pies de la Virgen María, Estrella de la nueva evangelización, estas
orientaciones, para que nos ayude a acoger las mociones del Espíritu y nos guíe en estos
tiempos de nuevos desafíos. Bajo su manto maternal nos acogemos para fortalecer la
comunión de la Iglesia, desde los diversos carismas y expresiones evangélicas, para
proyectarnos así en la misión. Ella, que es la Pedagoga del Evangelio, nos eduque en la
apertura a la Palabra y en la fidelidad al designio redentor.
4.Criterios de eclesialidad
Toda la vida asociada está llamada a reflejar en sí misma el misterio del amor de
Cristo del cual ha nacido la Iglesia y sigue naciendo hasta el fin de los tiempos. Las
diversas comunidades y experiencias asociativas deben ofrecer al mundo el testimonio
claro y explícito de su sentido de Iglesia, puesto de manifiesto en su plena participación en
la vida eclesial en sus distintas dimensiones y en la diligente obediencia a las enseñanzas
del Romano Pontífice y a los sucesores de los Apóstoles. En el profundo sentire cum
Ecclesia, que enseñaba San Ignacio, encontramos un criterio fundamental para ajustar la
propia vida al designio divino.
Dada la inmensa variedad de posibilidades que se abren para el desarrollo de la vida
asociativa, se hace necesario establecer algunos criterios teológicos para discernir su
eclesialidad. El Papa Juan Pablo II propone en la exhortación post-sinodal Christifideles
laici
cinco criterios de discernimiento y reconocimiento de la eclesialidad (139); criterios que
deben comprenderse «siempre en la perspectiva de la comunión y misión de la Iglesia, y
no,
por tanto, en contraste con la libertad de asociación» (140). Estos criterios de eclesialidad,
como los llama el Santo Padre, ayudan al ejercicio de la libertad de asociación de los fieles,
a la vez que garantizan y sostienen la participación en la vida y misión de la Iglesia.
Recogemos lo que señala el Romano Pontífice:
4.2.Confesar la fe católica
«La responsabilidad de confesar la fe católica, acogiendo y proclamando la verdad
sobre Cristo, sobre la Iglesia y sobre el hombre, en la obediencia al Magisterio de la Iglesia,
que la interpreta auténticamente. Por esta razón, cada asociación de fieles laicos debe ser
un lugar en el que se anuncia y se propone la fe, y en el que se educa para practicarla en
todo su contenido» (142).
CONCLUSIÓN
5.5.Ámbitos de inserción
La inserción de los movimientos eclesiales en la Iglesia local evidencia la existencia de
lo que se puede calificar como ámbitos diversos de participación y comunión. Estos
ámbitos
se entrecruzan entre sí. Tener en cuenta su existencia ayuda a organizar una pastoral
eficaz y orgánica así como a comprender el aporte que pueden significar las asociaciones y
movimientos eclesiales en los proyectos de pastoral de conjunto.
Se pueden mencionar por lo menos dos ámbitos:
-Ámbitos territoriales. Se trata de aquellos ámbitos circunscritos a un determinado
territorio geográfico. Se debe considerar aquí a las diócesis y a las parroquias. También se
incluyen barrios, o lugares concretos como escuelas, universidades, centros de trabajo u
hospitales.
-Ámbitos funcionales. Se trata de ámbitos que no están circunscritos a territorios.
Se refieren más bien a una vinculación de tipo funcional que atraviesa espacios o territorios
comunes. Así, por ejemplo, el mundo del trabajo, la política, la educación, el arte, el
deporte, los medios de comunicación social, el mundo campesino, etc. Se pueden también
incluir los vínculos de edad -jóvenes, ancianos, etc.-, de ocupación -abogados, médicos,
estudiantes, artesanos, etc.-, de situación personal -viudas, huérfanos, minusválidos,
enfermos, etc.-.
Se debe añadir entre estos dos tipos de ámbitos lo que se puede llamar apoyo
pastoral que se incluye en ambos, pero que por sus características peculiares e importancia
merece también tenerse en cuenta. Se trata fundamentalmente de todos aquellos servicios
de formación -en sus distintos aspectos: doctrinal, espiritual, en la acción-, de celebración y
de compromiso evangelizador y solidario.
Los movimientos y asociaciones eclesiales ofrecen la posibilidad de un importante
aporte en los dos ámbitos y en los campos de apoyo pastoral. Teniendo en cuenta los
desafíos que la pastoral en las ciudades presenta a las parroquias, se debe destacar el
enorme servicio que pueden ofrecer especialmente en los ámbitos funcionales. Las Iglesias
locales no deben desaprovechar los dones de estos movimientos y asociaciones, antes
bien deben poner los medios para que fructifiquen para bien de todo el Pueblo de Dios en
cada territorio. Se podrá así impulsar mejor la presencia de la Iglesia en los "areópagos
modernos" (167), en los cuales se configuran muchas de las tendencias culturales y en los
cuales a menudo se olvida al Creador y Redentor.