Sei sulla pagina 1di 14

La Espiral en la Naturaleza

La espiral es una formación natural frecuente en el reino vegetal. Como

queda dicho, evoca la evolución de una fuerza, de un estado. Tiene la

propiedad de la ‘homotecia continua’. Es decir, aunque crezca siempre

permanece semejante a sí misma. Esto permite, como en las conchas de los

caracoles o los cuernos de los animales, crecer por un extremo sin cambiar

la forma.
En biología son frecuentes las estructuras aproximadamente iguales a la

espiral logarítmica, por ejemplo, las telas de araña y las conchas de

moluscos.

Hace millones de años, antes de la aparición de los peces, en la familia de

los cefalópodos había muchas especies de animales con concha en forma

de espiral. Los amonites iban taponando los espacios redundantes del

caparazón a cada vuelta del caracol hacia la madurez. Los amonites

vivieron en el Cretácico y el Jurásico, pero todavía hoy existen moluscos

del género nautilus.

Los nautilus, como hacían los amonites, van sellando los tabiques de las

cámaras a medida que construyen otra mayor para albergar su cuerpo

que va creciendo, y ese caparazón sin bicho, lleno de gas más ligero que

el agua, lo utilizan a modo de boya para flotar.


Si damos un corte transversal a la concha del nautilius veremos que está

formada por compartimentos separados por tabiques y comunicados por

un sifón. El animal ocupa el compartimento más externo, que es de mayor

tamaño. Al ir creciendo el molusco abandona el compartimento anterior

y crea uno con la misma forma, pero más grande. Su borde exterior

describe una curva que es siempre igual a sí misma.

Sí, se trata de una espiral logarítmica o equiangular (α=81º), pero no es la

espiral logarítmica áurea, la construida sobre el rectángulo áureo

(α=72.97º), ya que, como se muestra en la figura, difiere bastante de ésta.


La forma de la concha del nautilus -en rojo- se ajusta con mucha exactitud

a la espiral de Fibonacci formada con triángulos equiláteros. En este caso,

se construye una serie de triángulos equiláteros cuyos lados son los

términos de la serie de Fibonacci y se forma la espiral con arcos de las

circunferencias circunscritas a los triángulos.

Se ha medido a un halcón volando en picado contra su presa a una

velocidad de 389 km/h, pero contrariamente a lo que podría pensarse su

trayectoria es una espiral logarítmica. Si el picado fuese recto la

velocidad sería incluso superior, entonces ¿por qué no hacen el picado en

línea recta…?
Los resultados de la investigación del biólogo Vance A. Tucker

demuestran que los halcones mantienen la cabeza recta durante el vuelo

para no generar turbulencias que le harían perder velocidad, pero

mientras cazan intentan no perder nunca de vista a su presa. Como

muestra la figura su mejor visión está en ángulo con su dirección de vuelo,

así que sólo pueden volar con la cabeza resta sin perder de vista a la presa

si vuelan trazando una espiral logarítmica.

En efecto, dadas las propiedades de la espiral, dicha trayectoria le

permite controlar visualmente a las presas al tiempo que maximiza su

velocidad. En conclusión, el halcón se aproxima a su presa según una

espiral logarítmica porque su mejor visión está en ángulo con su dirección

de vuelo; y este ángulo es el mismo que el grado de la espiral que traza.


Los insectos se aproximan a la luz según una espiral logarítmica porque

acostumbran a volar con un ángulo constante a la fuente luminosa.

Normalmente el Sol es la única fuente de luz y volar de esta forma

consiste prácticamente en seguir una trayectoria espiral.

Un aspecto fascinante de las plantas es su capacidad de producir unos

hermosos diseños en espiral. Esto ha fascinado a los matemáticos, filósofos

y botánicos durante siglos, y se conoce como filotaxis, o «disposición de las

hojas». Aún más asombroso fue el descubrimiento hace mucho tiempo que

las espirales se ajustan a unas relaciones matemáticas precisas, en

particular la Sucesión de Fibonacci. Esta sucesión, que lleva el nombre del

filósofo medieval que la describió, es la secuencia de números enteros

generada al añadir entre sí los dos enteros anteriores: 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21,

34, 55, etc.


Si se observa atentamente una piña, una alcachofa, un girasol o un

cactus, y se delinean las espirales, se detectan múltiples espirales tanto en

sentido horario como antihorario, en ángulos cada vez más cerrados. La

cantidad de espirales en cualquiera de dos direcciones contrarias son

generalmente miembros de la sucesión de Fibonacci. Además, el ángulo

entre las hojas en un tallo y los elementos en una espiral está

generalmente cercano al «Ángulo Áureo» (137,5°), es decir, el límite de los

cocientes de los sucesivos números de Fibonacci, y se relaciona con la

«Razón Áurea», el rectángulo más grato a la vista, que se construye con

cuadriláteros con los lados con longitudes de números crecientes de

Fibonacci.
En el crecimiento de las plantas, las hojas deben disponerse, alrededor del

tallo, de manera que reciban la máxima cantidad de luz solar. Si

creciesen unas encima de las otras, la hoja de arriba impediría que la luz

solar llegase a la hoja de abajo. A medida que el tallo va creciendo, cada

hoja brota con un ángulo fijo (propio de cada especie) respecto a la hoja

anterior.

Curiosamente, el ángulo que maximiza la cantidad de luz solar que

reciben las hojas y que éstas no se solapen unas con otras es el ángulo de

oro de 137,5º.
En la imagen de abajo, que se corresponde con la de la izquierda vista

desde arriba, vemos la distribución de las hojas alrededor de un tallo y

observamos que ninguna hoja está completamente sobre otra anterior.

Si observamos esta imagen, vemos cómo las hojas se van añadiendo en la

hélice ascendente que forman alrededor del tallo con un ángulo de 137,5º

desde la hoja anterior. El porqué el ángulo áureo produce la mejor

disposición de las hojas alrededor de un tallo está ligado al concepto de


número irracional. Si un ángulo es irracional por muchas veces que lo

desplaces alrededor de un eje nunca regresará a la posición inicial.

Pero la cuestión aún persiste: ¿cómo hacen matemáticas las plantas? Es

decir, ¿cómo resulta esto de procesos naturales al nivel molecular? La

respuesta ha esquivado a los biólogos durante décadas, y parece que ya

nos vamos acercando a la respuesta. Hojas, 0a1pétalos, flores y semillas

comienzan a brotar a partir del meristemo apical (extremo de

crecimiento) en sitios llamados primordios. Estos primordios tienden a

actuar como sumideros para

la auxina, la hormona que

produce el crecimiento de las

plantas. Es decir, la auxina

los evita concentrándose en

la superficie (L1 en la figura)

Los nuevos primordios

crecen efectivamente en la

zona donde la concentración

de auxina es mayor. Esta zona se corresponde con la zona cercana al

centro del crecimiento y que se encuentra lo más alejada posible de los

demás primordios. Ver figura:


En resumen, como muestra la figura de arriba, surge un primordio (3), el

crecimiento de la planta lo lleva hacia fuera de la zona central de

crecimiento (DILATACIÓN) a la vez que un nuevo primordio (2) surge en

la zona donde se va concentrado la auxina que evita al primordio (3)

acercándose a la zona central que se corresponde con la punta de la yema

(L1) y alejándose por ROTACIÓN del primordio (3).

Ahora la auxina se concentra en una nueva zona que evita a los

primordios anteriores (3 y 2), zona donde surge el primordio más joven

(1). Este proceso de ‘búsqueda del espacio libre con máximo empacamiento’

es el que explica el surgimiento de los primordios según un patrón

geométrico regido por el GIRO y DILATACIÓN.

Ya lo tenemos: GIRO + DILATACIÓN = ESPIRAL LOGARÍTMICA.

Potrebbero piacerti anche