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La historia de una madre sola: Lo primero que nos llama la atención es que para
este mensaje tan trascendental, Juan comienza narrando la historia de una madre
sola. Ahí, gimiendo y retorciéndose en sus dolores de parto, frente al monstruoso
dragón, ella se encuentra absolutamente sola, aislada, abandonada, sin nadie a su
lado. En todo el relato no aparece José ni otros defensores de ella, ni tampoco otras
mujeres solidarias con ella. Sólo la acompaña en el escenario su horrendo enemigo,
el dragón, y no le quedarían dudas a ella de cuáles fueron las intenciones de ese
malvado monstruo.[10] Ella gritaba, pero sólo el dragón escuchaba su clamor, y lo
escuchaba con la malévola satisfacción de quién estaba al punto de devorar a la
criatura.
Claro, sabemos bien que ella no estaba sola, que Dios estaba con ella y la iba
a amparar, ¿pero lo sabía ella? Dios sólo aparece en el relato después; la narrative
destaca con sumo dramatismo la absoluta soledad de ella. Aun cuando Dios
interviene para rescatar al bebé, ¿lo habrá entendido ella? Nada indica que sí. Lo
que ella debe de haber sentido, en la angustia de su soledad, probablemente era
también la ausencia de Dios, igual que el salmista en diferentes momentos. ¿Qué
puede haber más angustioso que creer en Dios pero sentir sólo su ausencia, nada de
su presencia?
Es sorprendente darnos cuenta que este pasaje nos relata la navidad según el
Apocalipsis. Para esta mujer no fue nada de "oh santísimo, felicísimo, grato tiempo
de Navidad" ni tampoco "Navidad, navidad, es un día de alegría y felicidad". Esta
mujer no cantaba villancicos sino gritaba alaridos de sus dolores de parto. El pasaje
nos advierte contra el peligro de sentimentalizar y romantizar demasiado la navidad y
celebrarla con total insensibilidad hacia los que sufren.
Claro, hay gran valor humano en los bellos relatos evangélicos de la navidad,
que se destaca también en la versión novelística de Saramago. Ahí está un José
tierno y atento, sólicito por el bien de ella. En los villancicos y muchas pinturas, hasta
los animales adoran al niño, sin duda para el asombro y el deleite de la madre:
La vaca mugiendo
despierta al Señor,
Mas no llora el niño,
pues es puro amor...
Según un villancico popular, los reyes del oriente vienen a ver "Al niño Dios que
sonríe /Entre una mula y un buey, /Aunque todo el mundo sabe /Que es de los reyes
el Rey". La tradición navideña nos presenta un niñito muy sublime pero poco humano
y poco creíble.
Este relato tan diferente debe entrar también en nuestra celebración navideña,
para inspirar en nosotros más compasión y más empatía con los que sufren y se
hallan solos y solas en su angustia.[11] ¿Y no les parece que debe movernos a
tomar más en cuenta la situación de las madres solas, con más solicitud por ellas, y
actuar a cómo podamos para ampararlas?
Una mujer que vive amenazada por un monstruo (12:4). Como si los dolores de
parto no fueran suficiente sufrimiento para esta mujer (y aparentemente los tuvo
fuertísimos), ella, para colmo de males, tuvo que encontrarse cara a cara con un
monstruo. Y no fue cualquier enemigo sino el eterno enemigo de todo lo bueno y lo
humano, el diablo mismo. ¡Pobre mujer, tan cerca del monstruo y, aparentemente, tan
lejos de Dios!
Por supuesto, hay una lección general aquí: estamos siempre frente al
príncipe de las tinieblas, aquel cuyo oficio es mentir y matar (Jn 8:44; Ap 12:9;
20:8). Pero creo que la enseñanza es mucho más específica; nos hace ver la
especial vulnerabilidad de la mujer y la enorme soledad con que ella tiene que hacer
frente al dragón que la amenaza.
Una mujer que pierde su bebé recién nacido (12:5). Al fin esta mujer llega a dar a
luz, después de sus largos y difíciles meses de embarazo, pero el bebé es arrancado
de sus brazos instantáneamente, apenas nazca. Nosotros los y las lectores sabemos
bien la lógica teológica de este extraño suceso, pero nada indica que lo hubiera
entendido ella. Es casi seguro que su caso era como el de Job, que no tenía cómo
entender lo que le estaba pasando. Eso a veces es lo más difícil en los momentos de
dolor y pérdida.
Sin embargo, Dios estaba con ella aun en el exilio. Ese lugar resultó ser un
refugio que Dios había preparado para ella, en cierto sentido un anticipo del "lugar
preparado" que nos promete Cristo (Jn 14:1-2). ¿Reconocía ella la gracia de Dios
para ella en medio del exilio? Lo cierto es que en esa condición de refugiada Dios le
proveyó a ella realmente todo lo esencial: albergue, protección y alimentación
(12:6,14).
El doloroso fenomeno del exilio, tan ampliamente conocido por las familias de
muchos paises de nuestro continente, separa a padres e hijos de su patria y muchos
veces unos de otros. Es especialmente difícil y duro para la mujer refugiada, sobre
todo cuando es madre sola. ¿Y no se preocupará Dios hoy también por los millones
de exiliadas de nuestros países latinoamericanos? Por supuesto, y es más, Dios
quiere que nosotros, sus hijas e hijos, seamos hoy sus instrumentos para ayudarles a
ellos a llevar una vida digna y plenamente humana, a pesar de encontrarse lejos de
su propia patria.
El dragón odia a las mujeres y a los niños, pero Dios los protege:[15] ¿Cómo
podemos reconocer la presencia y actividad de Satanás en la historia? Jesús, en una
polémica con los líderes judíos, caracterizó al diablo con toda claridad: "Desde el
principio éste es un asesino y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en
él" (Jn 8:44). La mentira y la muerte: eso define la esencia de los diabólico. Miente
para poder matar, y mata para imponer sus mentiras. Su reino es un reino de
falsedad y violencia.
El objeto preferido de la furia asesina del diablo, como en este pasaje, son los
niños y sus madres. El infanticidio diabólico es un tema frecuente al través de la
Biblia, uno de los hilos paradigmáticos que dan unidad a su mensaje. Al nacer
Moisés, Faraón organiza el asesinato multitudinario de niños, arrancados cruelmente
de los brazos de sus madres (Ex 2:1-10). La sombra demoníaca detrás de todo
infanticidio era el sacrificio de los niños a Moloc (Lv 18:21; 20:2-5; 1 R 11:7,33). El
Señor también pidió a Abraham sacrificar a su hijo Isaac, señalándole que el
verdadero Dios no espera menos de nosotros que los falsos dioses, pero en seguida
Dios proveyó un sustituto (Gn 22:8,12). Al nacer Jesús, según San Mateo,
"Herodes buscó al niño para matarlo" (2:13) y desató una masiva masacre de todos
los niños menores de dos años en Belén (2:16). Y como en el Antiguo Testamento el
ídolo Moloc estaba detrás de esas guerras contra la niñez, ahora en el Apocalipsis
aparece el dragón satánico detrás de esta agresión contra la mujer y el niño.
Dios manda también a sus hijas e hijos defender a los débiles, los huérfanos y
las viudas (Sal 82:3; Dt 14:28-29; 16:11,14; 24:17,19-21; 26:12-13; cf. Job 31:17,21;
Jer 49:11) y luchar por la justicia hacia ellos (Is 1:17,23; 10:2; Jer 7:5-7; 22:3; Zac
7:10). Pero los malhechores los maltratan y los matan (Sal 94:5; Mal 3:5; Job 6:27;
22:9; 24:3,9; Is 10:2; Jer 5:28; Ez 22:7). Son los herederos de Faraón y de Herodes.
Nuestra época ha visto también sus faraones y sus Herodes. Igual que ellos,
los dictadores latinoamericanos han odiado a las mujeres y los niños. En Nicaragua,
la Guardia Nacional de Somoza sacaba a los jóvenes de sus casas, los asesinaba en
plena calle e incineraba sus cadáveres. Al niñito Luis Alfonso Velázquez, brillante
orador y militante del Frente Sandinista de doce años, lo asesinaron a sangre fría y
pasaron un tanque encima de su cuerpo.
No sólo con la espada, o con fusiles, se matan a los niños y las mujeres, sino
también por estructuras socio-económicas que los matan de hambre. En agosto de
1514, en las afueras de Sancti Spiritus, Cuba, Bartolomé de las Casas estaba
preparando su sermón para el domingo sobre un texto del libro deuterocanónico de
Eclesiástico:
Ahí, a orillas del río Tuinucú, Dios habló al corazón de Bartolomé de las Casas y le
convenció de su pecado, como partícipe del sistema colonial de la encomienda
española. Hoy también, nuestro sistema económico injusto mata a viudas y asesina a
huérfanos. Y en la misma Cuba, hoy el embargo estadounidense condena a miles de
niños a una vida de permanente hambre.
Satanás es siempre enemigo de las mujeres y los niños, pero Dios los
defiende y los protege. Dondequiera que veamos violencia contra los niños y las
mujeres, o irrepesto contra ellos, podemos saber que el dragón está presente y
activo. Ahí es donde el Dios de la vida nos llama a comprometernos con la causa de
su reino, en defensa de cada mujer y su niño, como nos enseña el capítulo doce del
Apocalipsis.
Bibliografía:
Caird G. B, The Revelation of St. John the Divine, Nueva York: Harper & Row, 1966.
Pippin, Tina, "The Heroine and the Whore: Fantasy & the Female in the Apocalypse of
Juan", Semeia 60:1992, pp. 67-82.