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equipo?
Los “empowered teams” mejoraron la calidad del
trabajo en muchas grandes empresas, pero sacar
provecho de ellos no es tan sencillo como
algunos creen.
En síntesis l trabajo en equipo vale más que la suma de los aportes de las individualida-
Usted mencionó el liderazgo como una condición para la delegación de poder a los
equipos. ¿Cuál es la principal diferencia entre este liderazgo del que habla y el lide-
razgo tradicional?
Creo que la diferencia principal está en la forma en que definimos el término mana-
gement. Durante muchos años utilizamos cuatro palabras: planificar, organizar, lide-
rar y controlar. Esto era lo que hacían los líderes y gerentes. Planificaban, organiza-
ban, conocían el qué, el cuándo, el dónde y el cómo. Dirigían, motivaban, evalua-
ban y controlaban, es decir, encontraban errores, los corregían, sancionaban a los
empleados. Ahora estas cuatro tareas de la gerencia pasaron a manos de los em-
pleados. Los empleados planifican, organizan, dirigen y controlan.
Por suerte, los líderes han comenzado a dirigir su atención a donde deben, a temas
de mayor importancia: lo que sucede en el ambiente que rodea a la compañía, la
tecnología, la información necesaria para que el equipo pueda realizar su trabajo, y
cómo ayudarlo a asumir cada vez mayores responsabilidades. Se trata de trasladar
el foco desde adentro de la organización hacia el exterior, porque el ambiente que
la rodea es cada vez más complejo y la velocidad del cambio mayor. Necesitamos
gerentes y líderes que se concentren en estos temas, y no tanto en la actividad dia-
ria del equipo.
En un reciente artículo, usted menciona que los equipos desarrollan mecanismos pa-
ra maximizar su desempeño. ¿Puede decirnos cuáles son?
Se vincula con el aprendizaje a partir de los errores. Hay que permitir que los equi-
pos cometan algunos errores hasta que descubran por sí mismos lo que tienen que
hacer para obtener resultados exitosos. Con el tiempo, los equipos aprenden a ha-
cer las cosas por su cuenta, sin correr a preguntarle al gerente: ¿está bien?, ¿está
mal?, ¿es esto lo que debo hacer? De lo que se trata es de dejar que el equipo
compruebe los resultados de sus propias acciones, se equivoque, aprenda de los
errores y se comporte en forma mucho más proactiva que reactiva. Pero eso irá su-
cediendo con el tiempo. El equipo irá desarrollando estos mecanismos, ya sean los
de control de calidad, evaluación de sus propios integrantes, motivación, etcétera.
Librados a su suerte, la mayoría de los equipos descubre que sus miembros son
bastante inteligentes y prefieren desarrollar algunas cuestiones por cuenta propia,
sin esperar las indicaciones de los gerentes.
¿Qué sucede durante la transición? ¿Cómo puede una compañía pasar del sistema tra-
dicional al de equipos con poder? ¿Es necesario conseguir ayuda externa?
Sí, pienso que es muy difícil para una compañía hacer esta gran transición por sí so-
la. En general es bueno recurrir a una organización externa, especialmente cuando ha
habido problemas de confianza en la empresa. Es común que los empleados descon-
fíen de estos movimientos, porque los pueden ver como una forma de obtener más
de ellos sin darles nada a cambio. Piensan: “Ellos quieren que yo tome más decisio-
nes y más responsabilidades, pero no quieren pagarme”, como sucede muchas ve-
ces. Entonces, no es malo confiar en una firma externa. Con Benson Rosen incluimos
una lista de factores importantes a considerar antes de decidirse a organizar “empo-
wered teams”: temas de organización, cuestiones relacionadas con los equipos que
ya existen y factores vinculados con la gente de la organización. Pero yo recomenda-
ría que los ejecutivos de recursos humanos, y tal vez los de gestión estratégica, se
reúnan y evalúen estas cuestiones, porque hay que estar preparados en esos tres as-
pectos antes de aplicar este concepto. Es caro, lleva tiempo, absorbe recursos, será
doloroso y puede haber, al principio, pérdidas de productividad. Pero a largo plazo el
rendimiento aumentará más que si no se hubiese hecho esta transición. Quizás haya
que perder en el corto plazo para obtener ganancias más adelante.
¿Puede suceder que una compañía esté preparada para organizar equipos con poder,
pero prefiera el trabajo individual, porque se ajusta más a sus necesidades?
Efectivamente. Es correcto. Hay que tomar estas decisiones en función de las tareas
y el ambiente en el que uno opera. No creo que se justifique introducir estos equi-
pos en una organización como McDonald’s, que no se mueve en un ambiente muy
complejo: ha tenido los mismos dos o tres competidores durante años, e hizo los
mismos Big Macs en los últimos 30 o 40 años. Su entorno es muy simple y muy es-
table. En este caso no tiene mucho sentido insertar unos cuantos equipos con po-
der. No se necesita ser muy creativo para hacer hamburguesas, no hay mucho lugar
allí para la innovación. Puede ser que McDonald’s cumpla con algunos de los requi-
sitos organizativos para formar equipos con poder, pero no los necesita.
¿Qué sucede con la inversión necesaria para la transición? Usted ha señalado que Le-
vi Strauss invirtió millones de dólares para poner en marcha sus equipos de trabajo
a principios de los ’90. ¿Es un proceso tan costoso?
Sí, aunque depende del tamaño de la organización y de la velocidad que se le desee
imprimir al cambio. Si se lo quiere hacer lentamente, costará más. Depende de las
metas de la compañía, su tamaño y sus recursos. Si ya hay equipos, como ocurre en
algunas organizaciones, aunque sin delegación de poder en ellos, la transición puede
resultar más fácil y menos costosa, porque ya existe la estructura, y sólo faltan los
factores de “empowerment” que los equipos necesitan. No siempre costará millones.
Si la empresa comienza desde cero, va a requerir mucho esfuerzo y recursos. No
obstante, la mayoría de las compañías estadounidenses, por lo menos las más gran-
des, las Fortune 1000, ya implementaron alguna forma de equipos de trabajo. En la
actualidad no resulta tan costoso como lo era bajo las estructuras jerárquicas indivi-
dualistas de los años ’70 y ’80.
Los equipos con poder producen innovaciones, solucionan problemas que parecen
imposibles, logran nuevas metas de calidad y establecen records de productividad.
Pero todavía hay compañías que se resisten a aplicar un método semejante. ¿Qué ar-
gumentos esgrimen?
Muchos gerentes no confían en que los empleados tengan la capacidad o la volun-
tad de recibir poder. El concepto de “empowerment” tuvo mucha mala prensa en el
país, se volvió un cliché: “Sí, hace unos años practicamos el ‘empowerment’, pero
no funcionó”. Las compañías pueden ser escépticas porque, como digo, no creen
que los trabajadores estén dispuestos a ejercer la autoridad y a asumir la responsa-
bilidad por sus acciones, o simplemente piensan que no podrán hacerlo. Dicen: “No
poseen las habilidades, ni la capacitación; no están listos”. La realidad es que na-
die conoce muy bien el significado de “empowerment”. ¿Significa que los trabajado-
res manejan la organización, que deciden cuándo entran, cuándo salen y lo que ha-
cen? En general no es así. Siempre habrá líderes y gerentes. Los trabajadores no
van a manejar la organización. Aunque algunos empleados creyeron que las pala-
bras “empowerment” y “autogestión” significaban que ellos quedarían a cargo.
En los Estados Unidos no se habla mucho de “equipos de trabajo autogestionados”,
ni siguiera de “empowered teams”. A las empresas no les gustan esas expresiones.
Prefieren llamarlos “equipos de trabajo de alto rendimiento”, para no dar la impresión
de que los empleados tienen el poder en sus manos. Les gusta decir que estos equi-
pos tienen un rendimiento superior al esperado para el tipo de trabajo que realizan.
Por consiguiente, muchas compañías se muestran renuentes o temerosas ante la posi-
bilidad de adoptar un concepto sobre el cual hay tantas definiciones diferentes, y que
supone para algunos gerentes el riesgo de perder algún grado de poder y de control
sobre la organización. Esta es una prueba muy difícil para la mayoría de los gerentes
norteamericanos, entrenados para mandar. Eso es lo que hacen, y lo que han hecho,
por décadas.
No es difícil comprender los beneficios que el sistema ofrece a una organización. Pe-
ro, ¿en qué beneficia al integrante de un equipo? ¿Mejora la calidad de su trabajo?
Bueno, eso es lo que escuchamos. Cuando los equipos funcionan bien, los emplea-
dos se sienten más satisfechos con su trabajo, más comprometidos con sus organi-
zaciones y con su equipo. Cuando les preguntamos a los empleados si les gustaría
volver al antiguo sistema de trabajo, casi todos nos dicen que no, aun si están en
desacuerdo con algunas de las cosas que suceden en el equipo o en la organiza-
ción, porque saben que este sistema es mejor que el anterior.
Es muy difícil recuperar el poder una vez que fue cedido. No sé si los equipos fun-
cionarán siempre, pero creo que estos equipos autónomos y con responsabilidades
nos acompañaran por largo tiempo, porque se trata de un poder que les fue confe-
rido a los empleados. Es como si el Congreso de los Estados Unidos dijera: “A par-
tir de ahora no van a votar más para elegir a su Presidente. Desde ahora, será el
Congreso el que lo elegirá”. Habría una revolución. Por eso pienso que tendremos
“empowered teams” durante un largo tiempo. La mayoría de los trabajadores los
percibe como beneficiosos, aunque también están quienes no los ven de ese modo.
Esto puede tener dos causas: integran un mal equipo, con bajo rendimiento, lo cual
disminuye su motivación, o bien se trata de gente que no desea asumir responsabi-
lidades, ni tener autonomía o poder de decisión. Hay individuos que sólo quieren ir
a trabajar, recibir órdenes, cobrar su sueldo y volver a casa. Por eso son empleados
y no gerentes. No está mal, pues hay trabajo para ellos, pero no encajan en un sis-
tema de delegación de poder.
¿Qué posibilidades de éxito tiene un “empowered team” fuera de los Estados Unidos;
en algún país de Europa o en América latina, por ejemplo?
Pienso que los latinoamericanos pueden trabajar mejor en equipo. Los estadouni-
denses son muy individualistas y, por lo tanto, les cuesta más. En ciertos países eu-
ropeos y en América latina hay más colectivismo; las personas tienden a sentirse
cómodas en grupo, como en familia. Precisamente, las diferencias culturales y los
equipos han sido mi tema de investigación en los últimos tres años. ●