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El Velo

Con la palabra “velo”


se designa una tela o cortina
que se utiliza para cubrir algo.
Cubre algo, y al cubrirlo, no deja que se vea el objeto que se
cubre.

Un velo puede ser de una tela


fina, como por ejemplo, la de una
cortina que cubre una ventana y
que deja pasar algo de luz pero
que impide ver el interior de una
habitación.

Como puede ser de una tela gruesa, para impedir que se vea
lo que está detrás del velo.

UN VELO NO NOS PERMITE VER CON CLARIDAD


LO QUE ESTÁ DETRÁS DE ÉL.

Se tapa con un velo lo que se quiere resguardar


de daños, de miradas indiscretas, de suciedad.
Dios creó al hombre a su imagen y semejanza para ser
conocido, amado y servido en su vida terrestre y finalizada ésta,
ser gozado eternamente.

Puso al hombre en el Paraíso para que lo cultivase y lo cuidase.


De todos los árboles de fruto podía comer
menos de uno y le advirtió que si comía
de ese fruto prohibido empezaría a ver el
mal y la muerte.

Adán y Eva, al despreciar esa advertencia


de Dios y comer del fruto del árbol,
comenzaron a ver lo que antes no veían:
vieron que estaban desnudos. Y
comprendieron que eso era efecto del
pecado. Pues antes no se veían así.
Para tapar su desnudez, cosieron unas
hojas de higuera y se hicieron unos
delantales.

Pero Dios, luego de anunciarles el castigo que les esperaba por


haber pecado, les hizo unas túnicas de pieles y los vistió.

La túnica es una
prenda de vestir
amplia y larga,
con mangas, que
cubre desde el cuello
hasta las piernas. O
sea que Dios quiso
cubrir a los hombres
dejando sólo a la
vista la cabeza.

Y desde ese
momento, los
hombres
comenzaron a
vestirse como Dios
les había enseñado.
¿Por qué Dios quiso cubrir
los cuerpos de los hombres?

Porque Dios, sabía que en el mundo pecador al que habían caído


sus hermosas criaturas, los hombres iban a seguir pecando y no
lograrían vencer solos esa terrible situación, por lo que quiso
ayudarlos a salir de la cárcel en que habían caído por culpa del
pecado prometiéndoles un Salvador y enseñándoles cómo
debían comportarse para poder ser salvados y llegar al fin para
el que habían sido creados. Por ese motivo no quería dejar a la
vista de todos la parte inferior de los cuerpos degradados por el
pecado. Apartándolos de la vista, en cierta forma los apartaba del
mundo y los protegía de los malos deseos que les provocaban
las heridas del pecado y que convertía a la carne de que estaba
hecho el cuerpo en un enemigo.

Adán y Eva, arrepentidos de lo que habían hecho y corregidos


por Dios, tuvieron muchos hijos y fueron poblando la tierra. Los
que creyeron y siguieron a Dios, conservaron por tradición las
indicaciones que Él les había dado. Siguieron vistiéndose con
túnicas por siglos.
¿Por qué las mujeres cubrían sus cabezas?

Cuando Dios creó a Eva, Adán estaba dormido. Luego, al


despertar, supo Adán que ella era hueso de sus huesos
puesto que había sido hecha de su propio cuerpo. Aunque
esto sucedió, para él, de una forma misteriosa, ya que no lo
había visto con sus propios ojos. En ese momento Dios
instituyó el matrimonio y decretó que hombre y mujer se
unirían para poblar la tierra con sus hijos para lo cual
recibieron la bendición divina.

Pero después del


pecado, Dios dijo
a la mujer que a
partir de ese
momento iba a
sufrir dolores al
tener hijos y que
iba a estar bajo
el dominio de su
marido.

La mujer entonces, como parte del cuerpo del hombre


comenzó a cubrirse la cabeza
con un velo o manto, para
indicar que era de él y en
respeto y sumisión a la
autoridad que el mismo Dios
había puesto sobre ellas. Las
niñas eran pertenencia de su
padre y cuando se casaban
pasaban a ser de sus
maridos. El padre cuidaba de
sus hijas y buscaba casarlas
con quien era más
conveniente para ellas.
Así cuando una mujer se portaba mal o se iba de la casa de
su padre o de su marido para vivir con quien ella quisiera, se
las humillaban quitándoles el velo, siendo esa una forma de
castigo a su mal comportamiento.
La revelación
Ahora bien, así como Dios quiso ayudar a los hombres y les dio
una vestimenta adecuada, que les permitiría no sólo protegerse
del sol, del viento y de la lluvia, sino también de la mala conducta
de los pecadores, y fuera así mismo un signo que los diferenciara
de los animales y entre sí, así también Dios ordenó cubrir algo
muy especial: y eso fue el lugar dónde Él eligió para vivir entre
los hombres.

Dios deseaba ayudar a los hombres y ellos, para poder ser


ayudados, necesitaban de Dios. Pero como habían elegido
comer del fruto prohibido que les había abierto los ojos y habían
comenzado a ver el mal, ¡Dios no podía dejarse ver por ellos…ya
que Dios es todo lo bueno y no hay nada de maldad en Él!

Dios sólo podía estar entre los hombres detrás de un velo con el
que no lo pudieran ver. Ningún hombre podía ver a Dios, porque
el hombre en pecado no resiste la visión de Dios y muere
eternamente.

Dios ordenó a los hombres construir una caja de oro, que en


estado puro es el metal más valorado que existe sobre la tierra,
a la que llamó ARCA DE LA ALIANZA.
Esa Arca debía ser colocada en un lugar especial, resguardado
por cortinas que la taparan. Ese lugar especial se llamaba el
Santo de los Santos y nadie podía entrar a él salvo el Sumo
Sacerdote.

Ese lugar era sagrado, porque era donde habitaba Dios, y ahí
iban los hombres a rezar y a ofrecer sus sacrificios. Y todo esto
estaba protegido, por indicación de Dios, con dos velos.

Los hombres no sólo no podían ver a Dios. Sabían que si


pasaban esos velos y tocaban el Arca sin el poder sacerdotal,
morían.

Todo esto sucedía así antes de que naciera Jesús.

¿Por qué Dios quiso cubrir el Arca de la Alianza y que no


quedara a la vista de todos los hombres?

Dios mandó proteger de ese modo lo que es sagrado. Sagrado


es todo lo que concierne a Dios, lo que le pertenece. Es todo lo
que no está contaminado por el pecado. Es lo que no contiene
nada malo y por lo tanto, no pertenece a este mundo sino al
servicio de Dios. El Arca de la Alianza debía estar detrás de una
cortina en una habitación dentro del Templo, debía estar
apartada y protegida. Debía estar en un lugar santo. Porque
santo quiere decir consagrado, es decir, algo que se ha hecho
para servicio de Dios.

Protegida de las miradas de este mundo, que es la cárcel donde


cayó el hombre después de haber pecado. De este mundo, cuyo
príncipe es el demonio, el ángel que no quiso servir a los deseos
de Dios y tiene en su poder a todos los hombres que no quieren
ser rescatados por el Salvador.

Porque Dios había prometido un Salvador, y ese Salvador no


podía ser nadie más que Él mismo. Nadie más que Él tiene el
suficiente poder para vencer a la muerte. ¿Cómo mostrarles y
enseñarles la verdadera razón de su deseo de salvar a los
hombres?

¿Cómo permitir a los hombres tocar su habitación sin morir?

Oh! ¡Qué admirablemente lo hizo!

Se envió a Él mismo, en su Hijo, para que llegara su palabra, su


mensaje, de una manera que el hombre, al verlo, no sintiese
miedo de morir ni muriese.

Y su Hijo habló en nombre del Padre que lo había enviado, y


contó a los hombres por qué Dios quería salvarlos.
Lo reveló.

La palabra revelación quiere decir “quitar el velo”, se refiere a


proporcionar información de algo que estaba ignorado o secreto,
de algo misterioso.

Los hombres sabían que Dios los había creado. Lo que los
hombres no sabían era por qué Dios los había creado ni para
qué. Debía quitar el velo sobre ese misterio. Parte de ese velo,
pues Dios no podía quitar todo el velo que lo cubría. Porque la
visión total de Dios sólo está prometida a los bienaventurados.
Dios cubre su Gloria y la descubre sólo a sus más allegados.

Entonces buscó otro lugar para habitar entre los hombres, porque
ya no quería hacerlo en el Arca de la Alianza. Quería hacerlo en
persona. Y para ello, buscó a una mujer, que debía ser como el
oro, pura y valiosa por sus virtudes…¡Porque Dios quiso nacer
de una mujer y que los hombres lo conocieran como niño!
La Virgen

La Virgen era una mujer judía y como tal, usaba velo.


Para vivir en ella, Dios la hizo santa e inmaculada desde su
concepción.
La Virgen fue concebida sin pecado, pura, colmada de virtudes y
consagrada a Dios desde niña.
Dios no podía venir a ningún lugar donde hubiese ni una
pequeñísima partícula de maldad.
Y esta era la razón más oculta por la que las mujeres rectas y
justas usaban velo. Todas ellas eran imagen de la que iba a ser
el lugar elegido por Dios para venir al mundo.
Muy especialmente, todas las niñas descendientes del Rey David
se preservaban y se mostraban al mundo como algo misterioso
y reservado para fines santos, porque Dios había prometido
nacer de una virgen de la casa de David. Esa doncella fue la
Virgen María.
Y nació Jesús.

Nació la Vida. Nació la Palabra que la comunica. Nació el


Salvador, el Camino al cielo.
Por un tiempo que duró 33 años, Dios se hizo visible a los
hombres. Los hombres podían verlo sin morir, podían escucharlo,
podían tocarlo…

Sin embargo, Dios aún estaba cubierto. Lo estaba por un cuerpo


de carne como el nuestro. Un cuerpo que sólo vieron los que
vivieron cerca suyo. Un cuerpo que Él también cubría, como
todos los varones justos, con una túnica y con un manto.

Y su Madre Santísima, que lo había llevado en su vientre y


alimentado con su seno, seguía cubriéndose de pies a cabeza
como algo sagrado, como algo perteneciente a Dios, como todas
las mujeres que pertenecían a alguien. Ella sola sabía que
pertenecía por entero a Dios, más que ninguna otra persona en
el mundo, pero ante los ojos de las demás personas, ella
pertenecía a su esposo José. Ella usaba el velo por dos motivos,
por sumisión a su marido y porque era un cuerpo sagrado del que
Dios se había servido a modo de tabernáculo.
Jesús, Nuestro Salvador, cumplió la misión que su Padre le había
encargado.

Su misión era revelar el gran secreto:

Dios es Amor

Creó a los hombres por amor, los creó para su Hijo Unigénito,
que iba a nacer como hombre para salvarlos de la muerte del
pecado, por medio del acto más amoroso que puede haber entre
los que se aman: dar la vida.
Dios nos ama y quiere ser amado por nosotros.

Da su vida divina a quien le ama. Y dando su vida divina y eterna,


entregó siete fuentes de regalos que reparten su vida celestial a
todos los que quieran recibirla y quieran amarlo. Y vive en ellos,
en cada uno de los hombres que lo aman.
Con esos nuevos hijos de Dios, Jesucristo construye un templo
perfecto hecho de piedras vivas, con quien habitará por los siglos
de los siglos después de festejadas las bodas. Esta Iglesia
representa su futura esposa, a la que Él, levantará su velo, dará
un beso y abrazándola, la poseerá para siempre.

Mientras se complete la construcción de este templo espiritual de


piedras vivas, ha mandado edificar templos de piedras, lugares
santos, lugares sagrados: las Iglesias que se ven por todo el
mundo y que con sus muros de ladrillos y piedras cubren, cobijan
y dan casa a Dios para que las personas que quieren recibirlo y
amarlo puedan hacerlo.
Y dentro de las Iglesias ha mandado construir altares, donde
volver a morir por sus amados cada vez que ellos quieran
manifestarle su amor y recibir sus regalos.
Y esto sucede así desde que Jesús subió a los
cielos y envió al Espíritu Santo, después de su
nacimiento.

Cada Iglesia tiene una nueva Arca de oro: el Copón donde el


sacerdote deja a Dios habitando entre los hombres. Dios oculto
nuevamente a los ojos de los hombres, su Cuerpo velado tras las
apariencias del pan.

Y este copón, por Sagrado y porque contiene el misterio del Dios


invisible, se cubre con un velo.
Cada Iglesia tiene un lugar Santo de los Santos, donde se
guarda, aislándolo y protegiéndolo del mundo, al Copón con la
hostia consagrada.
Y este sagrario o tabernáculo, se cubre con un velo.

Cada Iglesia recibe a hombres y mujeres que van a los templos


de piedra a rendirle culto a Dios, a rezarle, a adorarlo, a darle
gracias. Todos deben ir en actitud de sumisión y de respeto
porque todos son templos de Dios desde el bautismo.
Pero
¿por qué los hombres no se cubren sus cabezas
y las mujeres sí?

Dios constituyó al hombre cabeza de su mujer y de su familia.


Los hombres son y acuden a la Iglesia como representantes de
Cristo en sus familias. Cristo se mostró al mundo, durante su vida
terrenal, se dejó ver, sin velo. Cristo es cabeza y esposo de su
Iglesia. Por eso, los hombres no se cubren.
A la mujer, Dios la constituyó
cuerpo de su esposo. A través de
ella nacen los hijos. Está sumisa
a lo que la cabeza mande, a su
esposo. Se cubre. La cabeza y el
cuerpo con decoro. Cubre ese
algo misterioso, que tiene porque
en ella nace la vida, que debe ser
protegido de las miradas
indiscretas.
Pero además, Dios creó a la
mujer dándole una belleza
especial y distinta que la del
hombre, y puso en su cabello su
gloria. Dios cubre su magnífica
gloria tras humildísimas
apariencias de pan ¿y no cubrirá la mujer la insignificante gloria
que le proporciona su cabello? ¿Se expondrá a las miradas, y
hasta las provocará con su aspecto, en detrimento de la atención
debida a la inmolación incruenta de Dios en el altar?

Sí, las mujeres deben usar velo en las Iglesias.

Así lo determinó la Iglesia y por lo dicho, fue costumbre durante


toda la historia de la misma hasta que en los años 60, diferentes
periódicos de noticias publicaron en todo el mundo que las
mujeres no debían seguir cubriéndose la cabeza.
“El P. Bugnigi dijo que las mujeres NO
deberán seguir cubriéndose sus cabezas.”

Eso dijo la prensa, aunque no era lo que había dicho el P.


Bugnini. La prensa mintió.
La mayoría de las mujeres, sin embargo, prefirió hacerle caso a
lo que decían los diarios, sin interesarse en lo que mandaba la
Iglesia, cuyas reglas al respecto siguen vigentes.
Pero de acuerdo al Código de Derecho Canónico y a costumbres
inmemoriales las mujeres tienen la obligación, aún hoy día, de
cubrir sus cabezas.

Las mujeres cristianas en todo el mundo tienen otras


razones para llevar sombreros, mantillas, rebozos,
bufandas, pañolones, o velos. Algunas las llevan por
respeto a Dios; otras, para obedecer lo pedido por el Papa,
o continúan una tradición familiar. Pero la más importante
razón de todas es porque Nuestro Señor dijo:

"Si me amáis, observad mis mandamientos."


(Juan XIV,15).
Es un honor llevar el velo. Pues al no usarlo, la mujer está
de alguna manera deshonrando su dignidad femenina, su
señal de sujeción de mujer, así como un oficial militar es
deshonrado cuando es despojado de sus condecoraciones.

El Pontifical Romano contiene el imponente ceremonial de


la consagración de los velos de las religiosas:

"Recibid el sagrado velo, para que podáis ser conocidas


como habiendo despreciado al mundo, y que
verdaderamente, humildemente, y con todo vuestros
corazones, sois sujetas a Cristo como sus esposas; y que Él
os defienda de todo mal, y os lleve a la vida eterna"
(Pontificale Romanum, de benedictione).

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