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NUEVO PROCEDIMIENTO PARA LA DETERMINACIÓN DE CAPACIDAD

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Modificaciones: 10/5/2016, 20/5/2016, 22/5/2016, 21/6/2016, 6/11/2016


Publicada en "Derecho de Familia" Revista Interdisciplinaria de Doctrina y
Jurisprudencia, editorial Abeledo Perrot, Buenos Aires, N° 76, septiembre de 2016,
pag. 153

1. Un nuevo derecho procesal.


El código civil y comercial argentino, vigente desde mediados del año 2015
contiene normas de carácter procesal que influyen en la forma de llevar adelante
los juicios de restricción de la capacidad por enfermedad mental.

La ley introduce algunas normas de procedimiento, que en principio


corresponderían a las provincias según el sistema constitucional federal.

Ya la ley de salud mental 26.657 había introducido la exigencia de la


intervención de un “equipo interdisciplinario” (arts. 8 y 13), que cambiara la
aplicación de disposiciones de los códigos procesales, como es el caso del de la
Nación que preveía en su art. 626 inc. 3° (y aún lo sigue disponiendo), la
actuación únicamente de médicos psiquiatras o legistas.

El art. 152 ter del Código Civil que introdujo esa ley y que se encuentra
actualmente derogado incorporó dos principios que el nuevo código mantiene, es
decir la necesidad de que las declaraciones de insania o inhabilitación se
sustentaran en examen de facultativos conformado por evaluaciones
interdisciplinarias y el requerimiento de renovar las sentencias cada tres años,
que ya había provocado contradicciones o figuras nuevas no previstas por los
códigos procesales locales.

El Código Civil y Comercial de la Nación exige el dictamen de un “equipo


interdisciplinario” (art. 37 último párrafo), sin aclarar el número de integrantes,
ni el momento en el que deben examinar al interesado y expedirse.

Cabe recordar que Argentina ha ratificado un convenio internacional, que es de


directa y obligatoria aplicación para los jueces, como es la Convención sobre las
Personas con Discapacidad (ley 26.378 de 2008 y su protocolo facultativo, aprobados
mediante resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas del 13 de
diciembre de 2006).

El referido convenio relativiza la aplicación rigurosa de las normas


procesales nacionales y locales (para un sistema federal como el argentino) en
tanto se opongan o no satisfagan de modo pleno los fines de esa convención.
Establece el criterio de que los procedimientos deben ser ajustados de manera de
lograr un mejor acceso a la justicia de las personas con discapacidad, y facilitar
la comprensión y realización de los trámites. En la misma línea, el Código Civil y
Comercial de la Nación también reduce ahora la obligatoriedad de los códigos
procesales a preceptos indicativos para el juez (ver por ejemplo la directiva que
contiene el art. 35 del CCCN en cuanto a los "ajustes de procedimiento" de acuerdo
con la situación particular del interesado).

En cuanto a la forma de actuar de los jueces y otros operadores judiciales, la


interpretación y aplicación de reglas procesales cuando se encuentran presentes
personas en situación de vulnerabilidad resultan de suma utilidad las “Cien Reglas
de Brasilia Sobre Acceso a la Justicia en Condiciones de Vulnerabilidad” adoptadas
por la Cumbre Judicial Iberoamericana en el año 2008 que deben constituir asimismo
una fuente indispensable para ajustar la mente y las decisiones en materia de
resoluciones sobre procedimientos de restricción del ejercicio de la capacidad.

Cuando el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación dispone que el juez debe
asegurar los ajustes razonables de procedimiento de acuerdo a la situación deja una
amplísima libertad de acción en esta materia y las “Cien Reglas de Brasilia”
constituyen bases seguras para decidir qué ajustes necesita el procedimiento en el
caso concreto. En efecto, el director del proceso debe adaptar la totalidad de su
accionar a la satisfacción de los requerimientos contenidos en el art. 31, en el
35, en el 37 de ese código, en las disposiciones de la ley de salud mental, en la
Convención de las Personas con Discapacidad de rango constitucional y dejar de lado
cualquier disposición del Código Procesal si “razonablemente” entiende que puede
contrariar esos objetivos.

Ese nuevo estilo legal incorpora directivas procesales a la ley nacional que
ponen en entredicho la rigurosa aplicación de los procedimientos provinciales
previstos en códigos o leyes de factura anterior en el tiempo.

Es un caso muy claro de una ley posterior que obliga al juez a no aplicar otra
ley anterior vigente si considera que no es razonable para un determinado caso.

Por supuesto, y por las mismas razones, pierden fuerza imperativa muchas
disposiciones de rango inferior a los códigos procesales. Los reglamentos
judiciales, desde el Reglamento para la Justicia Nacional hasta el Reglamento para
la Justicia Nacional en lo Civil deben ser ahora legalmente dejados de lado si se
muestran inconsistentes con los principios generales, con la única exigencia de que
el juez fundamente con acierto que no convienen a la “situación” de la persona
interesada. Algunas normas reglamentarias, como es el caso del Sistema Único de
Administración de Peritos y Martilleros de la Justicia Nacional y Federal (SUAPM),
creado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación para garantizar la
transparencia y equilibrio en el sorteo de peritos para actuar en juicio han dado
lugar a diversas dificultades específicas en los procesos de restricción de
capacidad, por lo que también aquí el juez debe prescindir de toda norma que no
haya sido prevista expresamente para tales casos y resolver como ajuste de
procedimiento la elección de profesionales en la forma que asegure una rápida y
calificada realización de los informes requeridos, en bien de la protección de
personas con enfermedades mentales.

Numerosos reglamentos de los tribunales superiores provinciales y reglas de


superintendencia han sido pensados para procesos litigiosos, de contenido
patrimonial. Aplicados a casos de determinación de capacidad, de niños o personas
vulnerables en general constituyen fuentes de demora, de dificultades insuperables
para los que carecen de patrocinio letrado, cuando no de molestias innecesarias. El
operador debe prescindir directamente de tales disposiciones como contrarias a las
normas convencionales y de fondo que venimos comentando, en estricto respeto de la
pirámide jurídica.

La misma suerte corre, en buena medida, la fuerza de los antecedentes, y


precedentes jurisprudenciales.

La jurisprudencia en esta materia ha perdido gran parte de su influencia como


para sustentar el fundamento de las decisiones de los jueces. El art. 2 del Código
Civil y Comercial de la Nación no menciona actualmente las resoluciones de otros
jueces como fuente de interpretación de la ley. Y el art. 3, que requiere al juez
resolver lo que exige es una “decisión razonablemente fundada”.

Es un gran avance para la solución justa de los casos en los que están
interesadas personas especialmente vulnerables la decisión de los legisladores de
no incorporar como fuente del derecho a la jurisprudencia, que por lo general
atiende mas al valor de la coherencia en las resoluciones adoptadas en distintos
juicios que a la justicia del caso puntual. El cuidado de los tribunales por
generar "jurisprudencia" ha contribuido siempre a una redacción abstracta e
impersonal sobre los hechos. Esto se nota en los tribunales colegiados y por
quienes resumen las decisiones para las publicaciones jurídicas, que han terminado
por darles a algunas afirmaciones un aspecto similar al de leyes de cumplimiento
inexorable. Lo mismo ha sucedido con la redacción de la jurisprudencia plenaria,
afortunadamente suprimida en su fuerza obligatoria.

Estas disposiciones sobre la actual obligatoriedad de códigos y reglamentos


procesales no son aisladas, sino que forman parte de un conjunto de principios que
el nuevo código civil y comercial exige a los jueces para decidir en cuestiones de
familia.

También los arts. 705, 706, 707, 710 del Código Civil y Comercial de la Nación
ordenan al juez que aplique las normas procesales de modo de facilitar el acceso a
la justicia, especialmente para los vulnerables, y que siempre se tengan en cuenta
los intereses superiores de ciertas personas (como los niños y los que padecen
discapacidades).

La regla 33 de las “Cien Reglas de Brasilia” aconseja, en el mismo sentido, la


adaptación de todas las normas procesales y en general de la cultura judicial:
“(33) Se revisarán las reglas de procedimiento para facilitar el acceso de las
personas en condición de vulnerabilidad, adoptando aquellas medidas de organización
y de gestión judicial que resulten conducentes a tal fin”.

Estos cambios son de una trascendencia tan grande, modifican tanto la visión y
la práctica de jueces y abogados que han significado la muerte de un enfoque
judicial-procesal. Es que han incidido en lo que los hombres y mujeres de derecho
más amamos: “lo que siempre se hizo”. Como todo duelo, se han desencadenado en
quienes participamos de estas cuestiones reacciones psicológicas semejantes a las
que se siguen con tragedias personales y sociales. Es sabido que la primera de
ellas es la de la negación, etapa en la cual probablemente se encuentren muchos por
estos momentos.

Frente a la existencia de normas contradictorias, o que resuelven de distinta


manera la misma situación procesal la conducta de los jueces vacila: en algunos
casos los magistrados han creído que estaban obligados a aplicar las dos normas en
conflicto, acumulando así exigencias de unas y otras. Otros se aferran con brío al
Código Procesal Civil y Comercial procurando mantenerse a flote con una tabla que
al menos conocen.

Se ha dado el caso, por ejemplo, de jueces (sobre todo en las cámaras de


apelaciones) que frente a lo dispuesto por el art. 631 del C.Procesal y lo que
establecía el art. 152 ter del Código Civil (según ley 26.657) y ahora 37 in fine
del Código Civil y Comercial, consideraron que para que se pudiera restringir
válidamente la capacidad resultaba necesaria la opinión de tres médicos legistas o
forenses (art. 631 CPCC), a las que debería sumarse la de dos o tres profesionales
de distintas incumbencias, como un licenciado en psicología, un trabajador social y
además que todos esos profesionales (tres, cinco o mas según los intérpretes)
debían ir juntos a ver al interesado y elaborar juntos el dictamen. Una exigencia
casi imposible de satisfacer, de enorme potencia invasiva para el que tiene que
enfrentarse a ese conjunto y responder preguntas de todos ellos, a menos que sea
una persona absolutamente incapaz, en cuyo caso todo ese esfuerzo es innecesario.

De esta manera, una persona en clarísimas condiciones como para merecer


inmediatamente la protección legal mediante la restricción del ejercicio de su
capacidad pudo haber sido sometida forzadamente a un examen por siete profesionales
si es que a los cinco mencionados se les añaden los dos que expidieron los
certificados para la iniciación del trámite.

¿Aseguró este procedimiento una resolución mas ajustada o significó una


mortificación innecesaria para una persona a la que se buscaba proteger?

En materia de prueba, la autoridad y facultades del juez deben ser ejercidos


en base a los principios de libertad, amplitud y flexibilidad.

Resulta entonces evidente, que el proceso de declaración de incapacidad, tal


como sucede con todos los relacionados con cuestiones de familia y personas
vulnerables, debe ser conducido por el juez con flexibilidad, amplitud y cuidado
para las personas que son su interés principal, descartándose toda idea de rigidez,
canonismo o ritualismo.

Ese conjunto normativo impone que la prueba sobre los hechos y circunstancias
que hicieran necesario restringir el ejercicio de la capacidad de una persona sea
analizada en conjunto, con un criterio amplio, que se escuchen las opiniones de
profesionales con incumbencia en materia de salud mental y trabajo social, con
participación del juez en entrevista personal con la persona interesada.

El art. 1 del Código Civil y Comercial de la Nación dispone que los casos
deben ser resueltos teniendo en cuenta la Constitución Nacional, los tratados
internacionales. El art. 2 se refiere a las leyes, que deben ser interpretadas
teniendo en cuenta sus palabras, sus finalidades, las leyes anàlogas.

Por eso, el sistema y normas en materia de juicios de incapacidad previsto en


el Código Procesal Civil y Comercial ya no es de aplicación exclusiva y rigurosa,
sino que debe ser utilizado atendiendo a la finalidad general de establecer los
hechos que son materia de estos procesos, de un modo que respete la finalidad de
las normas de fondo y sustancialmente la persona de la que se requiere protección.

2. La multitud.
Un primer aspecto en el que los jueces deben actuar con la suficiente
ponderación es el de la intervención de profesionales (abogados u otros) para
cuidar que sin que se vea afectado razonablemente el derecho de defensa en juicio,
la persona con discapacidad no se vea sometida a un hostigamiento por el exceso de
supuestos defensores.

No puede -ni creo que lo quiera así el nuevo sistema del Código Civil y
Comercial- exigirse al interesado tener que dar explicaciones, contestar preguntas
ni asistir a tantas audiencias como parecería desprenderse del texto de algunos de
los nuevos artículos sin violentar gravemente, entre otros el derecho a ver
respetada su privacidad. El art. 22 de la Convención de Personas con Discapacidad
dispone en su art. 12. 4: “Los Estados Partes asegurarán que en todas las medidas
relativas al ejercicio de la capacidad jurídica se proporcionen salvaguardias
adecuadas y efectivas para impedir los abusos de conformidad con el derecho
internacional en materia de derechos humanos. Esas salvaguardias asegurarán que las
medidas relativas al ejercicio de la capacidad jurídica respeten los derechos, la
voluntad y las preferencias de la persona, que no haya conflicto de intereses ni
influencia indebida, que sean proporcionales y adaptadas a las circunstancias de la
persona, que se apliquen en el plazo más corto posible y que estén sujetas a
exámenes periódicos por parte de una autoridad o un órgano judicial competente,
independiente e imparcial. Las salvaguardias serán proporcionales al grado en que
dichas medidas afecten a los derechos e intereses de las personas”.

Si se aplicaran rigurosamente la sumatoria de normas que se refieren a los


procedimientos para decretar la restricción de capacidad, el interesado debería
tolerar o aceptar la presencia, acciones y decisiones de:
-Un juez.
-Un Defensor de Menores.
-Un abogado patrocinante.
-Un abogado curador o apoyo provisional.
-Al menos dos médicos que certifiquen la patología para la iniciación del
proceso.
-Al menos otros dos profesionales (médico psiquiatra, trabajador social,
licenciado en psicología) para conformar el equipo interdisciplinario.

Todos los profesionales deberían contratar una minivan para trasladarse juntos
a tener una entrevista con el interesado y superarían en número a los necesarios
para un transplante hepático. Si además se piensa que todos tienen que actuar
simultáneamente podrían compararse con un grupo de música de cámara o de rock,
aunque por supuesto sin deleite alguno.

Pero, todavía participarían:


-Los dos o tres facultativos del área de la salud que otorgan el “Certificado
Único de Discapacidad” (CUD) conforme ley 22.431 y modificatorias.
-Los tres jueces y el Defensor de Menores de Cámara de Apelaciones.

Si se analizan las funciones e incumbencia de cada uno podrá advertirse que


sobran los abogados defensores. Es que tanto el Juez como el Defensor de Menores e
Incapaces, el abogado patrocinante y el curador o apoyo provisional presentan un
amplio campo común, porque todos ellos procurarán que la tramitación sea legal y
razonable, escucharán los pedidos, deseos e intereses de la persona.

Esta proliferación de abogados ha llegado a la desmesura con creaciones de la


Defensoría General de la Nación, que actúa en la Ciudad de Buenos Aires hasta que
dicho distrito cree sus propias competencias. Además de los abogados ya mencionados
en la ley ha formado distintos grupos nuevos: para la revisión de las sentencias,
otros cuando el interesado tiene bienes, o no los tiene, llegando al caso de que
una misma persona tiene que soportar dos o mas abogados “ocupándose” de él, sin
poder unos explicar qué es lo que hacen ni entender los supuestos destinatarios
nunca para que están. Afortunadamente luego de la desalentadora y molesta
experiencia de la intervención de abogados para revisar sentencias de incapacidad
se ha suprimido la figura luego de un año de inútil presencia y molestias para las
familias y las personas con discapacidad mental.

Como son muchos -y en mi opinión demasiados- no es indispensable exigir ni


imponer la actuación de todos. Mas que un deber u obligación que deba soportar
pasivamente la persona a la que se busca restringir la capacidad, debe considerarse
que toda esta oferta profesional es un derecho que el verdadero interesado puede
ejercer o no. El respeto al ejercicio propio de la capacidad no restringida así lo
exige.

De manera que si el interesado prescinde de cualquiera de ellos por


considerarlos innecesarios (como habitualmente sucede con el letrado patrocinante),
y el juez considera que se trata “prima facie” del ejercicio de un aspecto de su
capacidad que no será limitado o restringido en la sentencia, el proceso no por
ello perderá su validez, pudiendo continuar con la asistencia general del Defensor
de Menores.

En los últimos tiempos se ha creado, además de la pléyade de abogados con


pequeños roles diferenciales el concepto novedoso del “defensor técnico” y se ha
pretendido obligar a las personas que ya tienen que soportar un proceso de
restricción de la capacidad a aceptar otro abogado más, con ese extraño rótulo.

¿Que es un “defensor técnico”? ¿No son todos los abogados técnicos en derecho?
¿No es la esencia de su trabajo la defensa? ¿Se tratará de un abogado al que le
repugna su tarea y debe asumirla igual por obligación? ¿O alguien que quiere evitar
todo acercamiento de empatía o afecto hacia quien patrocina?

Son figuras quizás importadas del derecho penal, y que exteriorizan una
concepción de que limitar el ejercicio de la capacidad es una pena o castigo, que
las personas afectadas de enfermedades mentales son presos que deben ser liberados
o algo así. Peor aún, alientan la figura o tipología de un abogado que debe ejercer
como curador, apoyo, patrocinante o defensor sin valorar una relación personal,
humana, de empatía con su defendido o cliente.

Estas y otras normas deben ser entonces cuidadosamente moderadas con un fin
práctico, de respeto a los derechos de las personas interesadas y de razonabilidad.

3. El juzgado.
El Código Civil y Comercial, los códigos procesales, los tratados
internacionales hablan de “el juez”, lo que implicaría que las decisiones sean
tomadas por una persona. Una sola, mujer u hombre.

Pero en Argentina todos los jueces forman parte (aunque lo encabecen) de un


conjunto o equipo del que participan alrededor de diez personas, llamado “juzgado”.

Las decisiones que el juez adopta en cada situación son generalmente basadas
en modelos, despachos relativamente uniformes, que son preparados por alguno de los
integrantes del equipo, luego revisados por un funcionario superior (como es el
Prosecretario o Secretario) y finalmente puestos a la consideración del juez.

De esta manera el juez no da en nuestro sistema prácticamente ninguna


respuesta espontánea u original. Casi siempre es el fruto de un diálogo interno de
la oficina (oral o escrito) entre al menos tres personas incluído el juez y sobre
la base de algún criterio que ya se ha utilizado en casos similares.

Este sistema de despachos tipo es alentado por las Cámaras de Apelaciones que
en diversas épocas han tratado de establecer patrones comunes en la respuesta
escrita. También muchos jueces encuentran una zona segura y confortable para su
trabajo diario firmando proveídos siempre iguales o parecidos, ya que a sus propias
conciencias les resulta una forma de asegurar la igualdad procesal y de guarecerse
frente a posibles críticas o acusaciones, que son mas fáciles de contestar si se
exhiben infinidad de resoluciones idénticas no cuestionadas por otras personas.

Para los casos de determinación de la capacidad, que es nuestra preocupación,


conviene detenerse en los efectos burocratizantes, despersonalizantes, contrarios a
la oralidad y reaccionarios de este esquema de trabajo.

En efecto, el “despacho en expediente” contribuye a eternizar el sistema


escrito. Aleja al juez y su equipo del diálogo y la presencia con los interesados.
Mucho mas si ese despacho es un calco que se aplica a situaciones que nunca son
idénticas.

Contribuye a esta despersonalización la arquitectura de los juzgados, que


normalmente prevé una o dos zonas acotadas para escuchar o dialogar con las partes,
quedando el resto de los integrantes del equipo, el secretario y el juez fuera de
la vista. Las dificultades para acceder a ellos se van acentuando con las escalas
jerárquicas mediante puertas cerradas desde dentro y escritorios alejados.

Por otro lado, el uso de modelos escritos crea una fuerza de perpetuación de
criterios, conceptos y lenguaje que resiste la correcta aplicación de las nuevas
normas de fondo, ya sean nacionales o internacionales, manteniendo en vigencia
costumbres que han perdido sustento legal. También induce fuertemente la decisión
del juez porque la respuesta no es una idea o concepto originario sino que viene ya
avalada por alguien del equipo interno y es mas sencillo aceptarla que discutirla y
pensar en otra.

¿Cómo transitar desde este esquema hacia la presencia, oralidad y mayor


participación del juez?

Un primer paso es el de ejercer la oralidad entre los integrantes del equipo


del juzgado, alentando un diálogo constante sobre cada caso entre las distintas
personas que lo forman.

Otro es el de favorecer la comunicación no escrita con las personas


interesadas, sus familias, las instituciones en las que reciben tratamiento, los
profesionales que los asisten. Hace bastante mas de cien años que se inventó el
teléfono y los agentes de los juzgados no lo usan casi para su tarea, para recibir
información actualizada, para reclamar alguna conducta que se espera, para
comunicar la necesidad de alguna entrevista o audiencia. Los empleados sienten
pudor de hablar por teléfono, de anotar en el expediente que lo hicieron o que
llegaron a alguna comunicación o acuerdo con cualquiera de los interesados. Todos
prefieren ver un papel llamado cédula, en una especie de voluptuoso placer estético
pero que nada agrega a la realidad. Es verdad que muchos secretarios y jueces
comparten esos placeres formales, pero alguna vez es necesario emprender el camino
para poder convertir las comunicaciones judiciales en comunicaciones humanas y no
meramente formales. A esto debe añadirse que ha de favorecerse el empoderamiento de
aquél que “lleva” el caso para recibir la visita y contestar todas las preguntas e
inquietudes que estén a su alcance al interesado o su familia, sin temor a ser
considerado en falta por esto.

En los juzgados, parte de esta comunicación la desempeñan las personas que


reciben a los interesados en la que aquí se llama “mesa de entradas” y en otras
provincias “barandilla”. Estos agentes son la primera línea de diálogo humano, de
contención, de trasmisión de inquietudes y de asesoramiento básico, especialmente
en cuanto a la orientación para el mejor ejercicio de derechos y obtención de
patrocinio letrado gratuito.

Finalmente el propio juez, el Defensor de Menores, el curador provisorio, los


trabajadores sociales deben cumplir con su tarea en las reuniones, especialmente la
que prevé el art. 35 del CCCN o en su caso del art. 40 del mismo código. No debe
olvidarse que en algún sentido el juez forma también parte de un “equipo
interdisciplinario” y que su opinión, obtenida no solamente de los informes
recibidos sino de sus propias impresiones es de capital importancia.

Con estos criterios me propongo delinear los que a mi criterio constituyen a


partir de ahora las exigencias y etapas de procedimiento para arribar a una
sentencia cuando lo que se demanda es la restricción al ejercicio de la capacidad.

Por razones prácticas y pese a que buena parte de sus normas resultan ahora
inaplicables, seguiré el esquema del Código Procesal Civil y Comercial, que se
encuentra entronizado en las mentes y costumbres, procurando que siga siendo una
guía para el trámite hasta que se disponga de uno que reglamente el actual Código
Civil y Comercial de la Nación.

4. Iniciación. Requisitos.
Para iniciar un pedido de restricción de la capacidad las personas legitimadas
(art. 33 CCCN) deben acreditar “prima facie” ante el juez que aquél al que se busca
proteger padece una adicción o una alteración mental permanente o prolongada de
suficiente gravedad.

La iniciación del proceso por alguien que no es el propio interesado requiere


del juez una decisión de carácter cautelar y provisoria, para la que será
suficiente que se funde en las tradicionales verosimilitud del derecho invocado y
peligro en la demora (arts. 34 CCCN y del CPCCN).

Se debe tener por acreditada: a) la legitimación del peticionario –que puede


ser demostrada con las respectivas copias de partidas para el caso de los que son
parientes, o en forma sumaria para todos-; b) la existencia de una patología
mental; c) la necesidad de proteger al interesado mediante una limitación al
ejercicio de la capacidad.

El modo de acreditar la verosimilitud de la patología mental y necesidad de


apoyo o representación no queda ahora circunscripto únicamente a la presentación de
dos certificados médicos como dispone el art. 624 del C.Procesal.

El ajuste razonable de procedimiento hace factible que cualquier elemento de


juicio que el juez considere suficiente y que lo lleve a la convicción sobre la
procedencia de iniciar el proceso bastará. Puede ser suficiente: a) el certificado
de discapacidad vigente expedido de conformidad con la ley 22.431 y modificatorias,
que contiene un preciso diagnóstico; b) las constancias de historias clínicas de
las que se desprenda con claridad la situación y patología; c) informes realizados
en sede penal por médicos u otros profesionales con incumbencia; d) los exámenes
realizados en internaciones psiquiátricas involuntarias o voluntarias; e) los
antecedentes que obren en el juzgado o defensoría de menores e incapaces sobre
internaciones anteriores, de las que resulte un diagnóstico de una patología
permanente, persistente o susceptible de cursar en brotes.

Debe presumirse la actuación de buena fe y la intención de procurar la


protección judicial a quien promueve un proceso de restricción de capacidad de otra
persona, salvo prueba en contrario.

Esto es así porque el juez debe considerar que cualquiera que pone en sus
manos un caso está demostrando una confianza en la institución judicial, y juzgar
favorablemente que le sea permitido tomar intervención en una situación personal en
la que pudiera ser necesaria la ayuda del Poder Judicial para proteger a un
vulnerable. También es de sensible importancia la fecha cierta que produce la
iniciación de un proceso judicial para juzgar sobre eventuales actos perjudiciales
para el interesado.

De manera que no debe emplearse ningún criterio restrictivo inicial para


analizar los certificados o informes médicos que se presentan, sino por el
contrario, analizar con amplitud todas las circunstancias que se invocan. Igual
temperamento debe emplearse para juzgar sobre la legitimación inicial, que no
requiere necesariamente del acompañamiento de partidas para acreditar vínculos, no
solamente por lo dispuesto por el art. 46 in fine del C.Procesal sino porque las
decisiones del juez en esta instancia por lo general son urgentes y de carácter
cautelar. Mas adelante podrá exigirse una mejor demostración de los vínculos para
aquél a quien se nombre como curador en los casos de incapacidad absoluta.

En caso de duda sobre las razones invocadas, el alcance de las constancias


médicas o la situación personal del interesado el juez debe utilizar en ese primer
momento la facultad establecida en el art. 35 del CCCN y mantener inmediatamente
una entrevista con la persona a la que han pedido se limite el ejercicio de la
capacidad. Esa reunión seguramente aclarará algún aspecto no suficientemente
explicitado en los informes médicos o en la redacción de las presentaciones hechas
y será oportunidad para que el juez en forma directa cumpla con lo dispuesto por el
art. 31 inc. d) del mismo código, brindando información de una forma que sea
adecuada para su comprensión. A esa reunión debe darse oportunidad de intervenir al
Defensor de Menores, al apoyo procesal (si es que está designado) o al letrado
patrocinante del interesado.
5. Las partes y sus denominaciones.
En el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación se utilizan ciertas
denominaciones para quienes forman parte del proceso de “declaración de demencia”.

“Denunciante” (art. 627, 632, 633, etc.) es el que inicia el proceso de


incapacidad, participando como parte hasta el dictado de la sentencia.

“Presunto demente”, “presunto Incapaz”, “presunto insano” “demente”


“inhabilitado” (arts. 624, 625, 627, 629, 636, 637 quinter etc.) es la persona de
la que se demanda la declaración de insania o inhabilitación. Cabe agregar que un
uso generalizado en el ámbito judicial argentino -sin real sustento en los
diccionarios de la lengua- emplea frecuentemente la denominación “causante” para
referirse a la misma persona sin mencionarla por su nombre.

“Curador provisional” es el abogado nombrado por el juez para asistir al


“presunto demente” durante la sustanciación del juicio.

Con la entrada en vigencia del Código Civil y Comercial de la Nación es


necesario adaptar las denominaciones para ajustarlas a la nueva orientación general
en esta materia.

Es una cuestión sumamente relevante tener siempre presente que todos son
personas, seres humanos, individuales y únicos, y que disponen de un nombre y un
apellido.

Por lo tanto, debiera individualizarse a cada una de esas personas por su


nombre y no por el rol o papel que cumple en el proceso. El cumplimiento de las
reglas de Brasilia conduce necesariamente a evitar denominaciones técnicas, cuya
comprensión escapa a los que no son abogados.

En todos los procesos judiciales pero en particular en aquellos en los que


intervienen personas vulnerables los tecnicismos, el lenguaje rebuscado o
intelectual, el exceso de adjetivaciones, etc. deben ser cuidadosamente evitados.

Las decisiones de los jueces deben ser de muy fácil comprensión para cualquier
lector u oyente. El comienzo de este camino es no pegarle a cada uno un rótulo
inventado por abogados, primer paso que involuntariamente utilizan los letrados
para segregar a quienes no lo son.

Por eso la mejor forma posible de hacerlo es utilizar el nombre y apellido. El


juez y los técnicos tendrán que ser los que hagan el esfuerzo para ubicarse sobre
qué papel está cumpliendo esa persona en el proceso que se lleva adelante. Para
satisfacer los requerimientos de amabilidad, cortesía y buen trato corresponde
preceder muchas veces con el “señor”, “señora”, “joven”, etc.

No debe temerse que los textos aparezcan literariamente chatos, monótonos o


repetitivos. Ese peligro es infinitamente menor que el de llenarlo de palabras que
suenan raras a oídos no entrenados sólo para obtener cierto ficticio lucimiento y
dejar a los verdaderamente interesados en ayunas. sobre el verdadero significado.

El cambio de lenguaje procede no solamente en las resoluciones escritas sino


también en la comunicación oral. El código civil y comercial procura que se utilice
el coloquio entre el juez y los interesados y la oralidad exige que se afiancen los
medios para lograr la mayor comprensión posible en los destinatarios.

De todas maneras, me hago cargo de las dificultades, por lo que propondré


algunas denominaciones que entiendo surgen de las nuevas disposiciones del Código
Civil y Comercial.
-El que inicia el proceso puede ser denominado “iniciador” o “peticionario” o
“peticionante”. Nunca “denunciante”.
-La persona de la que se requiere protección “interesado” u otro término
equivalente. Nunca “denunciado”, “causante”, “presunto incapaz”, “incapaz” ni
palabras equivocadas como “usuario” que corresponden a quien contrata un servicio
público.

6. Pruebas.
Cuando el juez considera que existe verosimilitud en base a los elementos que
se acompañan, con la conformidad del Defensor de Menores y tal como ordena el
actual código procesal debe ordenar la apertura a prueba, nombrar un abogado, apoyo
o curador provisional y conformar la designación de un equipo interdisciplinario.

Los integrantes de esa agrupación deben estar en condiciones, por su


incumbencia, de responder a los requerimientos previstos por los incs. a), b), c) y
d) del art. 37 CCCN. Por tanto, parece necesario que intervengan como equipo básico
un médico psiquiatra y un licenciado en trabajo social.

Las características de la patología apreciadas “prima facie” aconsejarán en


algunos casos la intervención de un tercer profesional, como puede ser un
licenciado en psicología.

Resultará en cambio innecesaria la actuación de un psicólogo si la persona


interesada tiene abolidas sus facultades psíquicas, como puede darse en los
pacientes de estado vegetativo, idiocia profunda, catatonía profunda, etc. Desde
luego que si del informe de los otros dos profesionales surge la conveniencia de
actuación de un psicólogo podrá optarse por la ampliación del informe.

El equipo debiera examinar conjuntamente a la persona interesada, porque el


intercambio de ideas entre profesionales de distintas incumbencias seguramente
enriquecerá el resultado de las conclusiones que deban presentar al juez.

Pero si por cualquier razón atendible el examen se efectúa por separado, no


por ello pierde su validez. La esencia es la visión y opinión de distintos
profesionales y no la concurrencia al unísono. Las razones para no concurrir juntos
a realizar el examen pueden obedecer a consideraciones hacia la persona, para
evitarle molestias o intrusiones, o también a circunstancias del trámite que hayan
impedido la concurrencia en un tiempo razonable.

De todas maneras, el juez puede pedir la ampliación o complementación del


informe si existen razones, porque dispone de amplias facultades para hacerlo.

El número de profesionales no debe ya ser necesariamente de tres, como


menciona el art. 631 del C.Procesal Civil y Comercial. La utilización del vocablo
“equipo” torna exigible la presencia de al menos dos, que el juez como dije antes
puede ampliar cuando existen motivos para hacerlo.

El número de tres previsto por el Código Procesal responde a la reglamentación


de un modelo de insania o inhabilitación que ya no existe, porque la sentencia que
se dictaba en esos supuestos tendía a ser permanente y requería para la
modificación un nuevo juicio, llamado de rehabilitación.

Ahora, un pronunciamiento en la materia puede ser revisado en cualquier


momento y su vigencia se encuentra temporalmente acotada por lo dispuesto en el
actual art. 40 del CCCN.

Cuantos mas profesionales se haga intervenir mas molestias se impondrán a la


persona interesada y mas gastos recaerán sobre su patrimonio. Con el nuevo sistema
previsto por el art. 32 del CCCN, su limitación en el tiempo y la posibilidad
constante de revisión ya no parece necesario abundar en opiniones para llegar a un
pronunciamiento certero y ajustado a la situación del interesado.

Otra consecuencia que se deriva del art. 37 del CCCN es que tampoco es
imprescindible que además de los profesionales que expidieron los certificados para
la iniciación intervengan dos o tres mas.

Ocurre cada vez con mayor frecuencia que los informes que se acompañan al
iniciar las actuaciones ya reúnen el carácter de interdisciplinarios, que han sido
conformados por un equipo y contienen todos los requerimientos previstos por el
mencionado art. 37 y, además, han sido consentidos por el propio interesado. Con
los actuales abordajes para la enfermedad mental, especialmente los requeridos por
la ley de salud mental 26.657 existe cada vez mayor conciencia de la labor
interdisciplinaria. En tales casos, el juez dispone de facultades como para tener
como prueba suficiente esos antecedentes, siempre que sean aceptados por los
interesados y obviar el nombramiento de un nuevo equipo.

En esta oportunidad el juez también puede considerar necesario mantener la


entrevista a que se refiere el art. 35 del CCCN.

En cuanto a la forma de elección de los profesionales, cabe destacar que el


código no habla de “peritos”. Por lo tanto, lo que importa es que se trate de
profesionales con suficiente incumbencia, y la forma de selección también puede ser
decidida por el juez conforme a las circunstancias del caso y en la medida en que
susciten confianza y consentimiento.

Por lo tanto, puede optar en algunos casos por la selección al azar mediante
el sistema de designación de peritos establecido por la Corte Suprema de Justicia
de la Nación (SUAPM), o por cualquier otro sistema que parezca adecuado y garantice
el derecho de defensa. Por ejemplo los médicos del PAMI, los equipos conformados en
la sede de la Defensoría General de la Nación, o de la ley 26.657, equipos de
hospitales, o propuestas de las partes en casos fundados.

Lo importante es el resultado de la tarea. Si suscitara objeciones puede


optarse por la ampliación o actuación de nuevos profesionales, como medida para
mejor proveer.

7. Derecho de defensa. Excesos.


Para el derecho sustancial que rige ahora en esta materia, las personas se
mantienen siempre capaces y las restricciones operan sólo para el ejercicio (art.
31 inc. a), 32, 36, 38 y concordantes del Código Civil).

Estas limitaciones -que no deben ser presumidas- (art. 31 inc. b) tienen por
objeto apoyar o complementar el ejercicio de la capacidad en ciertos aspectos de la
vida y se disponen a ese solo fin, sin que puedan invadir o inhabilitar el
ejercicio de la capacidad fuera de lo resuelto en la sentencia.

En consecuencia la persona interesada es parte en el proceso, puede participar


en él, designar abogado, ofrecer prueba (arts. 31 y 36), consentir resoluciones o
recurrirlas. No corresponde que sea tratado como un minusválido procesal exagerando
hasta el exceso ritual el supuesto derecho de defensa en juicio, desconociéndole
así en la práctica la capacidad que la ley sustancial se preocupa por mantener.

En los juicios por determinación de la capacidad se advierte muchas veces un


fenómeno que recuerda la doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en
el caso Colalillo (Fallos 238:550), pero al revés. En lugar de pecar del
formalismo, pasividad y prescindencia que criticara el mas alto tribunal hace
sesenta años a los jueces de ese entonces, ahora parece necesario encontrar la
forma de contener la hiperactividad desbordada, que con la excusa de la actuación
de oficio ya no se detiene ni siquiera en considerar que es necesario preguntarles
a las personas qué es lo que quieren y actúan con lo que no se les pide y en donde
no los llaman.

Algunos jueces y otros intervinientes se sienten en la necesidad de asegurar


tan exageradamente el "derecho de defensa" que omiten tener en cuenta las
verdaderas circunstancias de cada caso, los deseos e intereses de la persona
afectada. Con esta excusa se consideran con facultades para prescindir de sus
opiniones, resolver a sus espaldas, asignarle varios abogados, someterlo a mas
estudios médicos, obligarlo a trasladarse a hospitales, centros de salud, obras
sociales y cuerpos médicos a responder los mismos cuestionarios una y otra vez,
cuando no a recibir en su casa a varios profesionales que hacen interrogatorios
similares.

Es muy difícil oponerse a estas andanadas burocráticas, sobre todo porque en


general ninguno se ocupa de asegurarse de que el verdadero destinatario esté
conforme ni se pide su asentimiento, y también porque la razón parece ser que
actúan en favor del interesado con la excusa de que toda esa molesta e inútil
invasión se justifica en asegurar su derecho de defensa en juicio.

Lo mas preocupante es que casi ninguno de los actores se dé real cuenta de qué
es lo que está protagonizando ni le convenga hacerlo, porque a todos se les asignan
importantes remuneraciones. Lo que el Estado paga por día a los que simplemente van
a comprobar si una persona merece o no una restricción de capacidad podría
destinarse para asignarles un subsidio que seguramente haría mas felices a los
afectados y sus familias.

8. Notificaciones.
El sistema de notificaciones personales que se encontraba regulado por los
arts. 133, 142 y siguientes y 631y 626 inc. 3 del CPCCN no cumple actualmente con
la exigencia del art. 31 inc. d) del Código Civil y Comercial de la Nación.

La mencionada norma exige que los medios y tecnologías que se utilicen para
comunicar resoluciones deben ser “adecuados para su comprensión”.

El Oficial Notificador carece de entrenamiento y formación como para


asegurarse que lo que está notificando puede ser comprendido por el notificado. El
actual Reglamento de la Oficina de Notificaciones no contiene exigencia alguna en
tal sentido, bastando con la identificación de la persona (art. 157) y la entrega
de un texto escrito presumiéndose que el destinatario sabe leer y comprender sus
alcances.

Consecuentemente, para cumplir realmente con la disposición legal del actual


código de fondo es necesario implementar alguna otra forma de hacer llegar la
información sobre lo actuado en el trámite judicial a la comprensión del principal
interesado.

A este fin puede optarse por varias alternativas. Una de ellas es la de


conferir facultades de notificación al curador o apoyo provisorio. Otra es acudir a
personas que el juez considere debidamente entrenadas, como pueden ser los
trabajadores sociales o agentes del propio juzgado. No pueden descartarse los
oficiales notificadores, pero para que cumplieran con el recaudo legal debería
modificarse el reglamento de la respectiva oficina y asegurarse el entrenamiento en
esta materia.

También puede realizar estos actos de anoticiamiento el propio juez, en


oportunidad de mantener una entrevista con el interesado.
9. El art. 35 del CCCN.
Esta norma debe ser interpretada conforme a su finalidad, que es la de
garantizar la inmediatez del juez con el interesado y no la de abrumarlo con una
muchedumbre.

Aunque menciona solamente la modalidad de “audiencias”, dando a entender un


acto llevado a cabo en la sede del juzgado, cabe entender que la entrevista
personal es sólo una de las formas posibles.

Como también el juez debe asegurar la accesibilidad y los ajustes razonables


de procedimiento que aconsejen la situación del interesado, cabe incluír otras
modalidades, como la concurrencia del juez hasta el lugar en el que resida el
interesado.

Al menos en una oportunidad el contacto debe ser personal, ya sea en la sede


del juzgado o donde se encuentre aquél del que se pide la restricción de capacidad.

Pero para garantizar la inmediatez no se encuentran excluídos otros medios


como puede ser la comunicación telefónica, mensajes de texto, conferencia via
internet, etc., ampliables a otras partes intervinientes en el proceso (curador o
apoyo provisorio, denunciante o impulsor, Defensor de Menores e Incapaces) o del
entorno familiar y de asistencia.

En este orden de ideas, la exigencia de que se encuentre presente un abogado y


el Ministerio Público debe considerarse como un derecho para el interesado, que
como todo derecho puede o no ejercer sin que su decisión afecte la validez del
acto. El juez debe informar de los alcances de esta facultad y dejar en libertad de
decidir a las personas que están en condiciones de hacerlo.

Cada entrevista, tanto del juez, como de los integrantes del equipo médico o
del abogado designado por el Estado debe contar con la expresa conformidad del
interesado para su realización, aspecto que debe ser informado previamente. El juez
no puede citar compulsivamente a ninguna persona ni utilizar lenguaje imperativo
para comunicar las audiencias o entrevistas.

10. Traslado de la prueba.


Así como prevé el art 632 del CPCCN, de toda la prueba que se colecte debe
darse al interesado y a las demás partes un traslado o anoticiamiento.

Como apunté mas arriba, la notificación “personal” del modo como está previsto
actualmente en dicho código y en el Reglamento de la Oficina de Notificaciones no
satisface la exigencia de asegurar la máxima comprensión de las resoluciones ni de
los informes interdisciplinarios.

Por lo tanto, el juez debe emplear alguna forma como para hacer llegar a la
comprensión del interesado y cumplir con lo dispuesto por el art. 31 inc. d) del
CCCN.

Puesto que el juez debe mantener una reunión personal, puede ser una buena
oportunidad de poner en conocimiento de toda la prueba, informes de equipos
interdisciplinarios y además despejar cualquier inquietud o duda en la entrevista
personal que prevé el art. 35 del CCCN.

La debida asistencia del Defensor de Menores e Incapaces y de su curador o


apoyo o abogado patrocinante garantizarán que el acto se realice adecuadamente.

En caso de que no pueda por alguna razón lograr la comunicación en ese momento
puede acudirse a una notificación por medio del curador o apoyo o de personal
entrenado del juzgado (trabajadores sociales por ejemplo).
Hay casos en los que la comunicación resulta imposible por la patología que
padece la persona interesada. Por respeto a su condición debe evitarse la
utilización de cédulas de notificación meramente formales en tales casos y
considerar suficiente lo que informen los profesionales del equipo
interdisciplinario, curador o apoyo, etc.

La difundida costumbre de insistir con cédulas de notificación personal a


quienes consta que nada pueden entender es una corruptela que no solamente afecta
la dignidad de aquél a quien se pretende notificar sometiéndolo a un rito absurdo
sino también a familiares que deben asistir a tales fantochadas que ponen en duda
el grado de lucidez de los jueces que se empeñan en tales imposibles.

11. Contenido de la sentencia.


La sentencia en este tipo de procesos no se aparta de las exigencias
requeridas a todos los pronunciamientos judiciales en el sentido de que el juez
debe conocer la verdad de los hechos, y formar su convicción analizando la prueba
en conjunto y de acuerdo con las reglas de la sana crítica.

La resolución debe prever en qué aspectos el ejercicio de la capacidad ha de


ser restringido, si se configura o no el supuesto excepcional de incapacidad
contemplado por el art. 32 in fine del CCCN. De sus consideraciones corresponde que
surjan los requisitos exigidos por el art. 37 y 38 del mismo código, designándose a
la persona o personas de apoyo, a quienes deberán delimitarse sus facultades.

Si el juez opta por incluir a la persona en el supuesto de los tres primeros


párrafos del art. 32 basta con que enumere los actos que se restringen y deben ser
ejercidos con la asistencia o conformidad del apoyo, toda vez que el régimen
general es el de ejercicio autónomo de la capacidad, que no requiere de ninguna
enumeración.

12. Recursos. Improcedencia e inconveniencia de la Consulta.


La sentencia que se dicte es apelable (art. 242 del CPCCN) y el recurso debe
ser concedido en relación. Desde que es dictada el juez puede ordenar las medidas
cautelares que procedan, con fundamento en la verosimilitud que ella otorga (art.
212 inc. 3 del mismo código), entre las que pueden contarse disponer la inmediata
actuación del apoyo o curador designado, las gestiones previsionales o de obra
social, de urgente administración, etc.

En cambio ha perdido su justificación originaria el mecanismo de consulta


previsto en los arts. 253 bis y 633 in fine mismo código.

Por lo pronto, ese precepto alude a la “declaración de demencia”, que


actualmente no existe por lo que no puede dictarse una sentencia con ese alcance.

El procedimiento de consulta tenía como fundamento normas de fondo


provenientes del código civil derogado que dotaban de cierta permanencia a las
declaraciones de insania y hacían necesario un nuevo proceso para la rehabilitación
o modificación de los alcances.

Por otro lado, implícitamente tenía como medio un procedimiento escrito y el


escaso o nulo conocimiento personal del interesado, que era principalmente
entrevistado por peritos o asistentes sociales.

Esta no es la realidad de la normativa actual.

Es que, por una parte, el juez ya no puede tomar decisiones sin conocer y
recibir una impresión personal del interesado, exigencia que es requerida tanto al
juez de primera instancia como a los de segunda instancia, Defensor de Menores de
Primera Instancia y Defensor de Menores de Cámara (art. 35 del CCCN).

De manera que cualquier revisión o consulta exigiría que la persona a la que


se le ha restringido la capacidad, que ya ha tenido reuniones con su curador, con
el juez, con el defensor de menores y con cuatro o cinco profesionales de otras
disciplinas tuviera que asistir a una nueva audiencia obligatoria con otros cuatro,
situación que ya parece desproporcionada e inconveniente.

Otro aspecto de la legislación sustancial que hace innecesaria la consulta es


la revisión periódica prevista por el art. 40 del mismo código.

La aplicación de esta norma disminuye la temporalidad de los efectos de la


sentencia, que puede ser revisada en cualquier momento a pedido de los legitimados
y a mas tardar a los tres años. Por lo tanto, cualquier cambio de circunstancias
puede ser evaluado y ya no resulta necesaria la tramitación de un nuevo juicio
porque el juez dispone en ese momento de facultades para modificar los alcances de
la restricción con un sencillo procedimiento informativo (conforme al art 47 CCCN).

13. Impulso. Actuación de oficio. El Defensor de Menores.


Es aplicable a los procesos de determinación de capacidad el principio
contenido en los arts. 706, 709 y concordantes del CCCN en el sentido que el juez
puede actuar de oficio.

Esta facultad implica no solamente ordenar pruebas u otras diligencias para


mejor esclarecer la verdad de los hechos que interesa conocer, sino también la de
actuar en el impulso mediante el paso de una etapa a otra, la gestión de
notificaciones y comunicaciones, la activación de la producción de diligencias ya
ordenadas u ordenamiento de nuevas, adopción de medidas cautelares y de seguridad,
etc.

El impulso de oficio es compartido por el juez con el Defensor de Menores e


Incapaces, especialmente cuando asume la actuación principal prevista por el art.
103 del nuevo código civil y comercial.

Debe quedar claro de que se trata de una facultad para ser ejercida
prudentemente y con conciencia de su necesidad. El juez o el defensor de menores e
incapaces pueden impulsar las actuaciones, lo que importa que si por razones
fundadas consideran que no deben hacerlo no están incurriendo en irregularidad
alguna. Lo que importa es que tanto la acción como la inacción sean el resultado de
una decisión criteriosa, basada en las circunstancias del caso y que, en la medida
de lo posible, sea explicitada en sus fundamentos.

Es decir que el avance no obedezca a que "algo hay que hacer" y la quietud no
responda al mero descanso en el casillero.Tan bueno o tan malo puede ser el
excesivo protagonismo judicial como la inacción injustificada.

14. Influencia del proceso y las conductas sobre el enfermo mental.


Los jueces y demás abogados, peritos y auxiliares pueden o no tener conciencia
del influjo que su modo de actuar produce en la psiquis de las personas que
participan como destinatarios en un juicio de restricción de la capacidad.

Pero es una concreta realidad, propia no solamente de la modalidad de


comunicación interpersonal, sino del ámbito en el que se lleva a cabo (las
dependencias de un juzgado), de la significación de los partícipes (juez, defensor
de menores e incapaces, abogados) y del medio que se elija (oral o escrito).

Es posible que los que intervienen en tales actos no tengan ningún propósito
de influir sobre la situación patológica, o que consideren que es tarea reservada a
terapeutas. Los abogados hasta podrían tratar de evitar toda inducción bajo el
temor de ser rotulados como ejerciendo ilegalmente la psicología o psiquiatría.

Cualquiera que sea la posición que tengan los profesionales al respecto sobre
lo que corresponde, es legítimo o conveniente hacer o no hacer, lo cierto es que en
muchísimos casos acabarán por advertir que, de hecho, lo que resuelve el juez, los
contenidos de las entrevistas, las respuestas que den, las actitudes, etc. producen
una importantísima repercusión en el espíritu del interesado y en el curso de su
padecimiento mental.

Cuando la relación es presencial, la sensación de hallarse frente a personas


seguras, honradas, con experiencia de vida, afectuosas y que demuestran interés en
su situación particular produce bienestar, sensación de protección. El contacto
personal fructífero puede atemperar estados de angustia, ansiedad, incertidumbre y
duda.

Desde el punto de vista psicológico el juez, defensor de menores, abogado o


curador varón representan simbólicamente a un padre y si es mujer a una madre. Es
decir alguien que puede indicar límites pero lo hace con amor y con perspectiva
propia del que tiene mejores conocimientos y experiencia.

Las opiniones o consejos de estos operadores pueden beneficiar a estas


personas y no está de más que sepan que esto será así aunque no lo quisieran o
buscaran.

Por las mismas razones, una actitud indolente, burocrática, precipitada, con
consignas o vocabulario ininteligibles puede contribuir al agravamiento de
cualquier patología preexistente. Es lo que sucede muchas veces con las decisiones
de carácter procesal, difíciles de entender para los abogados y directamente
intentendibles para los interesados y sus familias.

Desde que comenzara un mayor interés y preocupación por las ventajas de la


oralidad en los procesos judiciales se valora cada vez más el recurso de la
oratoria. La elocuencia verbal es un complejo en el que participan las posturas
corporales y gestuales, inflexión de la voz, selección del orden del discurso.

En el ámbito penal o patrimonial la oratoria se utiliza principalmente para


convencer, que es una de las formas de influencia de una persona sobre las
actitudes y pensamientos de otra.

En el campo de los derechos de familia y en particular en los que participa un


enfermo mental la oratoria del juez, defensor de menores, curador provisional, etc.
se dirige no solamente a la comunicación sino a la creación de un clima favorable a
los acuerdos, al cambio de creencias patológicas o negativas, al reconocimiento y
valoración de los vínculos familiares. En suma, es una elocuencia en algún sentido
sanadora. Esta interacción es favorable ya sea que se piense en la persona con
capacidad restringida, en su persona de apoyo o en cualquier otro partícipe. En
sentido amplio, todos los operadores son recíprocamente "personas de apoyo".

El efecto tranquilizador, terapéutico, es especialmente relevante cuando el


diálogo se lleva adelante con una persona a la que se le restringe la capacidad. El
interesado debe recibir el mensaje de que el juzgado es un ámbito inclusivo, que
brinda seguridad y protección, que garantizará de modo permanente su derecho a ser
escuchado y a obtener ayuda en los aspectos en los que la necesite.

Alejandro Olazábal
alejandro.olazabal@gmail.com
Publicado hace 30th March 2016 por Alejandro Olazabal
Ubicación: CIUDAD DE BUENOS AIRES
Etiquetas: abogado capacidad restringida curador curador provisional defensor de
menores e incapaces enfermo mental incapacidad juez de familia presunto incapaz
sentencia de incapacidad
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Restricción de Capacidad o Declaración de Incapacidad. Procedimientos judiciales


Dedicado a mejorar el desempeño de los abogados, de los jueces y defensores de
incapaces en los procesos de restricción de capacidad, declaración de incapacidad,
internación en hospital psiquiátrico y las mejores prácticas centradas en la
protección legal de los enfermos mentales. Dirigido también a las personas que se
ocupan como curadores o apoyos.

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Nov
20
NOSTALGIA DE LOS BORRACHOS EN LAS COMISARÍAS
Creo que todo empezó por ahí. Hace algunos años la policía sentía la obligación de
hacer algo por los borrachos que estaban por la noche en las calles. Personas con
fuerte dependencia al alcohol, con sus facultades mentales disminuídas o alteradas
y que no atinaban a otra actitud que quedar tirados durmiendo su sopor. Con frío,
incómodos en el duro suelo.

Con la comprobación práctica de que luego de dormir la mona esos hombres y mujeres
mejorarían y podrían “circular” nuevamente, los llevaban a las comisarías para que
durmieran allí. Por supuesto en una celda que es el único alojamiento del que
disponen esas oficinas públicas abiertas las veinticuatro horas.
May
19
SALUD MENTAL Y ADICCIONES por Ana Giustra
“Voluntad” y “Riesgo cierto e inminente”: Sus alcances en la Ley 26657 en pacientes
adictos

Ana Giustra

Abogada (T°107-F°708 CPACF)

Se presenta el caso de una paciente de 39 años, con problemas de adicción de larga


data, quien estando en situación de calle, es internada por orden judicial. Ante
sugerencia médica de continuar su tratamiento en una institución terapéutica
cerrada, la misma se niega.
Apr
30
PATROCINIO LETRADO EN JUICIOS DE RESTRICCIÓN DE CAPACIDAD
En otras entradas de este blog me he referido al papel del abogado como curador o
apoyo provisorio en los juicios de determinación de capacidad por enfermedad mental
(“CURADOR PROVISIONAL O ABOGADO DE APOYO EN JUICIOS DE DETERMINACIÓN DE LA
CAPACIDAD”, cuyo sitio en internet es:
http://curadorprovisional.blogspot.com.ar/2015/02/curador-provisional-en-juicios-
de.html).
2
Apr
27
ALAMBRE CAÍDO
Así dicen en el campo de una persona a la que le pasan por encima, por la que otro
decide sin creer que tiene que consultarlo, preguntarle lo que piensa ni tener en
cuenta sus deseos o sentimientos.

Los nuevos supuestos defensores de los derechos de las personas con padecimientos
mentales creen que ellos son los que saben qué es lo que el enfermo necesita.
Mar
10
CONSULTA A CAMARA DE APELACIONES EN JUICIOS DE DETERMINACION DE CAPACIDAD
CONSULTA A CAMARA DE APELACIONES DE SENTENCIAS DE RESTRICCIÓN A LA CAPACIDAD. UN
PROCEDIMIENTO SIN JUSTIFICACIÓN

Alejandro Olazábal

4/6/2017

El Código Procesal Civil y Comercial de la Nación contiene numerosas disposiciones


que se han tornado inútiles o inaplicables. Esto es especialmente así en las
destinadas a reglamentar el procedimiento judicial para la aplicación de normas de
fondo que fueran modificadas o derogadas en los últimos tiempos en cuestiones de
familia o capacidad.
2
Jan
11
SOLEDAD Y ADULTOS MAYORES.
Soledad: un fenómeno que interpela a la sociedad y al sistema de salud [1]

Por María Sofía Bertrán

www.centrodebioetica.org

9 de enero de 2017

“Epidemia de soledad” fue el tema tratado por un artículo del diario The New York
Times[2].
Jul
29
PEDIDO DE INTERNACIÓN INVOLUNTARIA (MODELO DE ESCRITO)
PIDE INTERNACIÓN Y TRATAMIENTO

Señor Juez:

………………………………………, con domicilio en……………………..de esta ciudad (teléfono fijo…………………,


celular…………………………………., correo electrónico………………………………………………………), constituyendo
domicilio físico en…………………………………..y electrónico………………………………., con el patrocinio
letrado del doctor…………………………………………………………., (matrícula……………..teléfono fijo………
celular………………………………………., correo electrónico…………………………………………………..) a V.S. digo:

I. Objeto. Legitimación.
2
Jun
28
DEMANDA DE RESTRICCION DE CAPACIDAD (MODELO PARA JUZGADOS DE ARGENTINA)
DEMANDA RESTRICCIÓN DE CAPACIDAD

Señor Juez:

…………………………………… con domicilio en……………………..de esta ciudad (teléfono fijo…………


celular…………correo electrónico…………………………………), constituyendo domicilio físico
en…………………….y electrónico……………, con el patrocinio letrado del
doctor………………………………………………(matrícula……………..teléfono fijo……… celular……………………………….,
correo electrónico………………………..) a V.S. digo:

I. Objeto.
1
May
8
¿CURADOR O APOYO?
Casi todas las determinaciones importantes las consultamos con otro. Nuestros
padres, novias, esposas, amigos, sacerdote o líder participan en lo que haremos e
influyen de diversas maneras en la decisión.

A veces lo que nos aconsejan obra para confirmar la idea que está en proyecto,
otras para mejorarla y también para ayudarnos a dejar de lado una intención
embrionaria.

Esto nos sucede a todas las edades, con las distintas características y aspectos de
las acciones que pensamos tomar.
Mar
30
NUEVO PROCEDIMIENTO PARA LA DETERMINACIÓN DE CAPACIDAD
Esta nota está en elaboración y se actualiza periódicamente. Cualquier comentario,
aporte o crítica será bienvenido.

Modificaciones: 10/5/2016, 20/5/2016, 22/5/2016, 21/6/2016, 6/11/2016

Publicada en "Derecho de Familia" Revista Interdisciplinaria de Doctrina y


Jurisprudencia, editorial Abeledo Perrot, Buenos Aires, N° 76, septiembre de 2016,
pag. 153

1. Un nuevo derecho procesal.

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