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Capitulo I:

EL TRABAJO HASTA LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL


IDEAS GENERALES
Desde inicios de la aparición del hombre sobre la tierra, desde que apenas se concebía indicios
de civilización, el hombre ha ido involucrándose con sus contemporáneos para la realización de
diversas actividades que le ayudarían para su subsistencia como especie; en este sentido, se crea
una especie de relación entre trabajo y hombre, naciendo en este contexto el concepto de lo
que hoy entendemos por actividad remunerativa, que en esos tiempos se realizaba para
sobrevivir, ya sea para protegerse de la naturaleza, fabricar utensilios, saciar el hambre,
exteriorizar el arte, entre otras actividades de ese entonces.

“Es la aplicación de energías intelectuales o corporales de forma que redunden en


beneficio de la colectividad y que da la posibilidad de ganar el sustento” (Dr.
Barbagelatta).

Reforzando lo anteriormente dicho el hombre desde tiempos más antiguos ha estado


trabajando. Mediante esta actividad ha conseguido alimentación, fuego, herramienta, todo el
sustento para poder sobrevivir. Pero el ser humano se ha caracterizado en la historia por su
intelecto, por esa capacidad de pensar hacer las cosas por medio de los demás; es por eso que
se gestan los primeros indicios de esclavitud e intentar vivir gracias al sudor de otros. En
consecuencia, a esta forma de trato hacia los demás, el hombre ha buscado diversas formas para
hacer valer los derechos que como individuo le corresponden, y desde tiempos remotos tuvo
que luchar contra el que se denominaba más fuerte, es así que la esclavitud representa uno de
los tratos más crueles y ruines en la historia de la humanidad.

“La diferencia entre el más humilde, banal, simple, rutinario de los trabajos de un
hombre con respecto a la maravillosa composición de trabajo que puedan hacer las
abejas o las hormigas o el castor, es que el hombre tiene una idea antes de construir,
antes del trabajo, de lo que va a ser, y eso no lo tienen los animales” (Karl Marx).

En los tiempos antiguos predominaba la consideración del trabajo como pena, como maldición
odiosa, dejando a un lado el sistema de trabajo familiar de las primeras agrupaciones humanas,
puede decirse que, en las primeras civilizaciones antiguas, el trabajo forzoso constituía el
régimen general del trabajo. La esclavitud, era casi el único medio para obligar a los hombres
para obedecer y a cooperar en el trabajo armónicamente, o al menos así lo veían los
gobernantes y reyes de ese entonces.

EL TRABAJO EN LA PRE HISTORIA


Federico Engels distingue tres épocas principales en la evolucion de la humanidad: el Salvajismo,
la Barbarie, la Civilización.

En los tiempos del Salvajismo el trabajo significaba toda actividad humana que el hombre
desarrollaba para satisfacer sus necesidades alimenticias a través de la caza, pesca, la
recolección de frutos y plantas para subsistir. Desde nomadismo, época en la que vivieron
muchas familias o tribus en las cavernas, se cubrieron con pieles de animales salvajes,
descubrieron el fuego y se agruparon en hordas, con el paso del tiempo el hombre se
sedentariza, al descubrir la germinación de la simiente, inventa la agricultura, radica en lugares
apropiados para la siembra; es pastor, inventa el telar, la rueda y construye viviendas.
EL TRABAJO EN LA EDAD ANTIGUA
Asia occidental antigua
En Mesopotamia, el país de Sumer, ubicado entre los ríos Éufrates y Tigris, por su geografía fue
propicio para el cultivo de los dátiles, cebada, trigo y sésamo. La actividad laboral fue
predominantemente agrícola, aunque sus formas de explotación asuman la forma de empresa
que son granja y manufactura a la vez. Abundan los oficios: panaderos, carpinteros, zurradores,
carniceros, orfebres, y en realidad los agricultores son solo una parte del conjunto.

“Se trata de una sociedad en la que la propiedad privada está profundamente


establecida. Las tierras eran explotadas de diferentes maneras, bien por colones
mediante una renta anual o mediante prestatarios militares o civiles, a veces sin títulos
regulares”. (DE BUEN LOZANO, 1997, pág. 17)

Es así como el comercio alcanza amplios desarrollos, regulados, inclusive, por el Código
Hammurabi, rey de Babilonia, más de 2000 años antes de Cristo, en el que se reglamentaban
algunos aspectos del trabajo, tales como: el salario mínimo, aprendizaje, formas de ejecución
de algunas labores, jornales de los obreros dedicados a la elaboración de ladrillos, marineros,
carpinteros, pastores, etc.

Egipto
Es un país del rio Nilo, la actividad fue sustancialmente agrícola. En los treinta siglos de vida del
antiguo Egipto su sistema laboral no vario en nada. Existieron también actividades de cría de
ganado, talleres artesanales, en las grandes ciudades proliferaban los oficios de
entretenimiento.

“Dos de las actividades donde se producía el peor trato para los trabajadores eran las
mineras y el trabajo en las canteras. Las grandes construcciones obligaron a la creación
de auténticas ciudades obreras”. (DE BUEN LOZANO, 1997, pág. 9)

Los salarios se pagaban en especie mediante la entrega de productos de consumo. Existía


también una especie de asistencia médica para quienes sufrían accidentes de trabajo. En
resumidas cuentas, fue régimen de explotación que provoco desordenes sociales e inclusive el
ejercicio del derecho de huelga. En Egipto predomino el trabajo de esclavo al lado de los oficios
libres. Un proverbio egipcio señala que el “hombre tiene buenas espaldas, y no obedece sino
cuando se les pega”.

Grecia
El larguísimo periodo de nacimiento, desarrollo, esplendor político y económico de Grecia no se
vio acompañado de un modelo social. Los salarios de los trabajadores, en su etapa más
desarrollada, eran escasos y la aparente prosperidad ocultaba la dura miseria. No faltaron
movimientos obreros, si bien fueron excepcionales ya que la mayor parte de los conflictos eran
individuales. Las ciudades no conocieron grandes movimientos de huelga.

No parece ser que los legisladores se hayan preocupado en particular de una regulación del
trabajo favorable a los trabajadores, aunque si de la actividad misma. Pero a cambio de ella
Grecia creo la civilización. A Grecia se le debe el enorme desarrollo del arte arquitectónico y
escultórico de la belleza en todas sus manifestaciones, pero de manera particular, el concepto
mismo de la ética. Aunque el mismo Aristóteles haya considerado ética de la esclavitud.
Roma
Durante la época del Imperio Romano, el hombre se consideraba un cumulo de virtudes dentro
de los cuales no existía el concepto de trabajo. Consideraban que únicamente las bestias y los
esclavos debían trabajar. No es de extrañar que en Roma no existiera el Derecho Laboral y
mucho menos que hubiera leyes al respecto. A pesar que la agricultura era la principal actividad
del Imperio, la actividad de tipo comercial venía siendo actividad de los extranjeros y por lo tanto
nadie se interesaba por legislar en dichas actividades. A estas personas simplemente se les
reconocen honores públicos y es de aquí de donde se derivó la palabra “honorarios” al hecho
de ganar un sueldo.

La aportación fundamental de Roma a la organización del trabajo, más allá de su trascendencia


política militar jurídica y artística, se encuentra en la organización de los colegios de artesanos.

“Los colegios existentes sumaban ocho de los cuales se tiene referencia únicamente de
los que reunían a los carpinteros, a los trabajadores en cobre y bronce y el de los
tañedores de flautas y cuernos…” (CABANELLAS, 1966, pág. 104)

De hecho, los colegios romanos integraban instituciones reconocidas oficialmente, aunque no


todas constituyeron organismos políticos. Gozaban de prerrogativas que se explica por el hecho
de que esta actividad profesional tenía una máxima importancia para la guerra considerándolos
más como soldados que como artesanos. El trabajo fue considerado como una “res” (cosa) y por
ello se identifica en cierta forma como una mercancía, tanto aplicable a quien ejecutaba el
trabajo como al resultado del mismo. Sin embargo, la sutileza del Derecho Romano permitió
distinguir entre la locatio conductio operarum y la locatio conductio operis, para diferenciar el
contrato, que tuvo por objeto la actividad del hombre y aquella que contemplaba tan solo el
resultado de esa actividad.

El locatio conductio operarum, denominada “arrendamiento de servicios”, implicaba la


prestación de servicio o trabajo a favor del locatario, por el pago de un precio corriendo el
conductor o locatario con los riesgos derivados de la prestación. Se llamó trabajo mercenario al
que se realizaba en virtud a la locación de servicios, de las que se excluía las operae liberales.

La locatio conductio operis, denominada “arrendamiento de obra”, era un contrato en virtud del
cual una persona se comprometía a ejecutar una obra por un precio, asumiendo el riesgo de
dicha ejecución. Esta modalidad resulta de la circunstancia de que los romanos tuvieron en
cuenta no el trabajo en sí mismo sino el resultado. Entonces fue obligación del locatario realizar
el opus como se convino o en todo caso de acuerdo a la equidad y buena fe.

LA EDAD MEDIA
Tras la caída del Imperio Romano toda esa cultura laboral tan denigrante para el ser humano
pasa a ser ocultada y escondida sin acceso al pueblo. El primer paso en la transformación
conceptual del trabajo lo había dado en la antigüedad el cristianismo. El trabajo no será ya
ocupación infamante, las nuevas generaciones crecen en un ambiente donde el trabajo, aparte
de necesario, comienza a considerarse como un bien social.

En el siglo IX en la Inglaterra se conoce a las guildas que son asociaciones de asistencia mutua
formada por comerciantes y trabajadores, a veces con matices religiosos. Es hasta después del
siglo X que aparecen las de mercaderes y artesanos. Lo más característico de estas guildas era
la comunidad de esfuerzos y la estrecha alianza del trabajo con el trabajo. Contaban con una
integración democrática, se preocupaban por el resultado del trabajo y se prohibían en sus
estatutos trabajar después del toque de queda o antes del amanecer.
“Las corporaciones de oficio, continuación natural de las guildas, parecerían encontrar
su manifestación más rotunda a partir del siglo XIII…” (DE BUEN LOZANO, 1997, pág.
19)

Lo característico de la corporación era la escala gremial, que se repite siempre en la historia,


tenían una cuidadosa administración con tinte moral. Las corporaciones gozaban de derechos
civiles como de propietarios. Eran personas jurídicas, que podía poseer bienes, contratar,
estipular, comparecer ante la justicia por intermedio de sus representantes. La finalidad social y
moral es la impedir que el grande aplaste al pequeño. La vida cabe en un vocablo: solidaridad.
En la ciudad, nació un régimen artesanal controlado por la corporación profesional o gremio. Si
la servidumbre ofrece poco material al estudio jurídico laboral, no ocurre así con el régimen de
las corporaciones, estas tienen fines, no solo económicos, sino también educativos, jurídicos,
benéficos, asistenciales y finalmente políticos.

“Un tema fundamental en la regulación está constituido por el tránsito de la esclavitud,


que desaparece formalmente con Roma, aunque de hecho se mantuvo por muchos siglos
más, particularmente en América en el siglo XX, hacia la servidumbre (…) En el pacto de
servidumbre el campesino se comprometía a trabajar las tierras del señor,
gratuitamente, recibiendo a cambio protección del castillo…” (DE BUEN LOZANO, 1997,
pág. 20)

En primer lugar, aparece el edicto de Turgot de 1776, que apoya la libertad de ejercicio del
comercio, artes y oficios que a cada quien le pareciese adecuado. Luego la ley Chapelier de 1791,
que prohíbe las corporaciones de oficio. Y finalmente el sistema gremial se vio en medio de dos
fuegos: el de la revolución tecnológica y el de la revolución política.

LA EDAD MODERNA
Durante la edad moderna ya nos vamos a hechos históricos como el descubrimiento de América,
la fiebre del oro, la inflación, el cohecho, la corrupción, etc. Surgen las grandes fábricas, los
grandes mercados y la nueva maquinaria que a la vez fomenta nuevos sistemas de producción
y nuevas necesidades sociales.

El descubrimiento de una energía nueva, diferente de la humana, del animal, del aire o del agua,
la energía del vapor trajo transformaciones rotundas en las relaciones de producción. A partir
de ese momento los gremios cedieron ante la presencia de las empresas que, además,
superaron el problema de la iluminación y, por lo tanto, de las restricciones de la jornada con la
utilización del gas de carbón. La supresión formal de los gremios no tardó en producirse.

“Nació un nuevo sistema económico, basado en la producción mercantil y en el trabajo


asalariado: el capitalismo. En este sistema los medios de producción se concentraron
en poder de un grupo de personas a las cuales las demás, lideradas de la dependencia
feudal pero privada de los instrumentos de producción se vieron obligadas a venderles
su fuerza de trabajo a cabio de una remuneración como la ´nica forma de acceder de a
una parte de la riqueza creada por ellos mismos” (RONDON VASQUEZ, 1986, pág. 37)

La formación de la sociedad capitalista siguió un proceso cuyos más importantes fueron la


acumulación primitiva, el desarrollo de la manufactura, la revolución industrial en Inglaterra, la
elaboración de la ideología económica liberal y la Revolución Francesa.

Capitulo II:
EL NACIMIENTO DEL DERECHO DEL TRABAJO
EL INDUSTRIALISMO Y LAS CONDICIONES DE TRABAJO
La Revolución Industrial y la Económica estuvieron en el origen de la decadencia, y a la postre,
de la supresión de las corporaciones.

Los campesinos acudieron a la ciudad, donde se les ofrecía la oportunidad de trabajar en las
máquinas, sin necesidad de aprendizaje previo. Las mujeres y los niños participaron en el
mercado del trabajo, preferidos en razón del menor salario por un trabajo igual al de los
hombres. El contrato de trabajo en el cual el trabajador comprometía su actividad mediante un
precio convenido, se convirtió en figura común el ejercicio del trabajo. Quien pagaba el salario
imponía crecientes onerosos.

La concentración de la población industrial en los suburbios trajo la concentración de un


proletariado urbano que tenía que ganar el salario para poder vivir. El proletariado urbano no
tenía el recurso del campesino de la tierra. La condición del trabajador frente al industrial, vino
a determinar un estado de cosas bochornosas. Se olvidó de la condición humana de los
trabajadores. En el campo jurídico, la simulación del trabajo a una mercancía lo dejaba
enteramente sujeto a la ley de la oferta y la demanda.

El desarrollo de la manufactura
La manufactura se caracterizó por la reunión de varios o muchos trabajadores, en locales
pertenecientes a capitalistas comerciantes, pero ya en relación de dependencia. En esta etapa,
el trabajo se realizaba aun con herramientas manuales. Fue este un paso trascendental que dio
trabajo asalariado con las características fundamentales que hasta ahora conservan. En lo
sucesivo, la fuente de capital seria la plusvalía no pagada a los obreros concentrados en esos
centros de trabajo.

“La manufactura se hizo posible por los comerciantes para atender la demanda
creciente de mercados decidieron contratar a los artesanos para que trabajasen en
locales instalados por ellos en lugar de encargar las obras a los talleres artesanales”.
(RONDON VASQUEZ, 1986, pág. 38)

El maquinismo
Consistió en la utilización masiva de máquinas, es decir en la aplicación de conjunto de
maquinismos complejos a la producción. El maquinismo dio lugar a la Revolución Industrial, cuyo
centro fue Inglaterra en la segunda mitad del siglo XVIII, Y comprendió una serie de innovaciones
técnicas en las industrias textil y metalúrgica, y en la energía.

“Con estos descubrimientos la máquina no sólo entraba en competencia con la habilidad


de los trabajadores manuales, sino que los desplazaba. La reacción de muchos obreros
fue violenta: destruir las máquinas y quemar las fábricas. Debido a esto en 1769 se
promulgó una ley en Inglaterra para sancionar los asaltos a las máquinas y a las fábricas.
Sin embargo, la prohibición legal no frenó estas acciones: surgió, más destructor, el
movimiento luddista (de Nedd Ludd, dueño de unas fábricas textiles), lo que ocasionó
que se promulgara una nueva ley en 1812 por la que se imponía la pena de muerte al
que destruyera una máquina” (PEREZ VALERA)

El liberalismo político y la economía liberal


El Liberalismo político, constitutivo del sistema individualista y liberal burgués, tuvo una
finalidad única: garantizar a la burguesía los principios del derecho natural y de la economía
liberal. Si los hombres son por naturaleza iguales los unos a los otros y libres, deben continuar
siéndolo, a fin de que cada uno busque libremente, sin ninguna interferencia, su bienestar y su
felicidad, sin más limitaciones que el respeto a la idéntica libertad de los demás. En una sociedad
así, la misión del estado y del derecho puede únicamente consistir en la garantía de la
coexistencia de las libertades. Una frase perfecta para aquel sistema: “la mayor cantidad posible
de libertad y la menor cantidad posible de estado y de derecho”

Algunos puntos de relevancia en tema de la materia laboral que integraban el contenido del
sistema liberal, son las siguientes:

 Las condiciones de hecho surgidas de la profunda revolución originada por la


introducción de los adelantos técnico;
 Las condiciones político-sociales, ligadas a la ideológica y a los principios filosóficos y
políticos de la época, que fijaron para esta los límites de la ordenación político-social;
 El predominio absoluto de la ley de la oferta y la demanda en el campo económico y del
desarrollo del sistema capitalista con todas sus secuelas, directa recuperación en el
plano jurídico laboral;
 La vigencia de un sistema jurídico en el que se dan como grandes líneas directrices: la
libertad contractual, la igualdad formal de las partes ante el contrato y la autonomía
reguladora de las partes; y
 La prohibición absoluta de todo fenómeno asociativo, como medida garantizadora de la
independencia y libertad individuales, aunque más bien sobre todo e
intencionadamente, como sistema de contención, y eliminación, de las asociaciones
profesionales obreras.

Estas condiciones hicieron que el obrero está sometido a tratamientos degradantes, si se le exige
una labor difícil de realizar bajo pena de ser privado del trabajo, y, por consiguiente, de verse
irremisiblemente lanzado a la miseria y, sin embargo, su trabajo es considerado como libre,
puesto que puede abandonarlo a su antojo, hay en esto un caso de coacción espantosa y su
libertad no es más que ilusoria.

La jornada normal de trabajo era de 15 horas o más, aunque se solían dar 30 minutos de
descanso. Además, frecuentemente los lugares de trabajo no eran higiénicos: locales laborales
totalmente cerrados y a más de 30° centígrados. El reglamento interno de las fábricas, por lo
demás, imponía multas a los obreros que lo infringían. Así, en 1823 encontramos que en
Inglaterra al que silbaba en el trabajo se le multaba con un chelín, e igualmente al que llegaba
al trabajo 5 minutos tarde. Al obrero enfermo que no enviaba un reemplazante competente se
le multaba con 6 chelines al día. Como consecuencia de todo lo anterior, el promedio de vida en
los barrios industriales descendió de 25 años y nueve meses en 1812 a 21 años y nueve meses
en 1827.

EL DESPERTAR DE LA CUESTIÓN SOCIAL


Como una reacción ante la triste situación de la clase obrera, en siglo XIX, se crearon las más
grandes corrientes de pensamiento destinadas a la liberación del ser humano de la explotación.
En el siglo XX no se ha producido algo semejante; es éste el siglo de las grandes realizaciones
sociales, o de la aplicación práctica de alguna de aquellas doctrinas.

El socialismo utópico
Se designa con esta denominación a un conjunto de planteamientos formulados por
ideólogos cuyo denominador común fue crear una sociedad igualitaria, basada en el trabajo,
pero de ejecución irrealizable. Así Babeuf fue el inspirador principal del movimiento
denominado “Conspiración de los Iguales”, pondría el acento en que la igualdad formal,
invocada por el liberalismo triunfante, pudiera convertiré en igualdad económica. Roberto
Owen, introdujo algunas limitaciones a la jornada de trabajo disminuyéndolo a diez horas,
prohibición del trabajo de los niños menores de diez años y lo más importante la conversión de
su empresa en una cooperativa de producción y trabajo, donde pretendía la igualdad absoluta,
lo cual le trajo problemas y fracaso ya que no había una distinción por especialidad. Cobet
planteó la organización de una comunidad integral sobre la base de la propiedad y trabajo en
común de sus miembros; en esta comunidad la familia subsistía, pero todos los niños eran
entregados desde la más temprana edad a la escuela, universidad, gratuita y obligatoria.

El anarquismo
Los que postulaban esta corriente querían un sistema de vida donde primara la libertad absoluta
para que cada individuo pudiese hacer lo que quisiese sin sujeción a reglas coactivas. El
anarquismo tuvo una gran influencia entre los obreros, dando lugar a las corrientes
denominadas anarco-sindicalismo por tratar de realizar la acción a través del movimiento
sindical; fue propulsor decidido de las reivindicaciones obreras y particularmente por la lucha
de las ocho horas.

El socialismo científico
Corriente creada por Carlos Marx y Federico Engels que fue postula a la publicación del
“Manifiesto Comunista”, documento público en vísperas de la Revolución Francesa. El también
denominado marxismo no solo es una teoría que busca el cambio social, sino es todo sistema
filosófico que explica e interpreta todos los fenómenos del universo. Todo el universo está en
constante movimiento, producido por fuerzas interiores, por contradicciones. Así, en la
sociedad, “la contradicción entre las relaciones de producción y fuerzas productivas se expresa
en una oposición entre dos clases sociales de intereses contrarios la clase capitalista y la clase
obrera”. (RONDON VASQUEZ, 1986, pág. 47)

En efecto, el establecimiento de la empresa capitalista convierte a los trabajadores reclutados


para trabajar en ésta en clase obrera; y entre ambas clases se plantea de inmediato una
oposición o lucha, no solo por sus intereses distintos. La lucha de clases constituye, por lo tanto,
el modo de comportamiento normal de la sociedad capitalista de cuya dinámica depende la
evolución económica, social, política, jurídica y cultural.

La revolución francesa
La Revolución Francesa fue un proceso social de extraordinaria importancia que llevó a la
burguesía a asumir el poder político en Francia, a finales del siglo XVIII, para dar desarrollo pleno
al sistema capitalista de producción. La Revolución Francesa atravesó por tres grandes fases: la
fase política, que consistió en la toma del control del Estado por la Burguesía, y en el abatimiento
de la nobleza y del régimen feudal; la fase jurídica, por la cual se organizó la sociedad bajo el
nuevo modelo burgués contenido en el Código Civil de 1804, y; la fase militar, expresadas en las
campañas bélicas emprendidas por Napoleón con la finalidad de difundir e implantar los
principios de la Revolución Francesa.

“Pero no solo se atacó al orden feudal. Para asegurar el desarrollo capitalista también
dio medidas drásticas contra la clase obrera. Fue por ello que la Asamblea Nacional
aprobó, en 1791, la Ley Charpelier prohibiendo cualquier tipo de asociación de carácter
corporativo o de otra naturaleza”. (RONDON VASQUEZ, 1986, pág. 41)
Esto implicaba no sólo la desarticulación de las corporaciones artesanales, sino también la
prohibición de la organización sindical de los trabajadores para evitar cualquier tipo de
contratación colectiva que hubiera podido distorsionar la libre oferta y demanda de la fuerza de
trabajo.

Los primeros cincuenta años del siglo XIX, que corresponde primeramente a la lucha sindical,
pero pertenece también al derecho del trabajo, porque se luchaba por su idea, pues las
libertades sindicales, de huelga y de negociación y contratación colectivas, son su finalidad
inmediata, la condición para que pudiera nacer el derecho sustantivo en una sociedad en la que
su estado era impotente frente a la formula “dejar hacer, dejar pasar” de los fisiócratas. En los
años finales del periodo que consideramos aquí se produjeron dos grandes acontecimientos,
que provocaron el tránsito a la era de la tolerancia, la entrada del marxismo a la lucha de clases
como el pensamiento básico de los trabajadores y las revoluciones europeas de mediados del
siglo.

LOS CONGRESOS OBREROS DEL SIGLO XIX


Antes del nacimiento formal del Derecho del Trabajo, la tarea de establecer las normas,
correspondió a los múltiples congresos obreros que se celebraron a partir de la mitad del siglo
XIX.

El primer congreso fue celebrado en Londres, en 1847, el de la Liga de los Comunistas, que
precede a la publicación del Manifiesto Comunista. Entre 1862 y 1864 se dan conferencias
preparatorias de la Primera Internacional, o sea de la Asociación Internacional de Trabajadores
(AIT). Entre 1866 y 1876 se reúnen en Ginebra, Lausana, Bruselas. Basilea y Londres. La Segunda
Internacional lleva a cabo su congreso fundador en Paris en 1889 y los siguientes en Bruselas
(1891), Zurich (1893), Londres (1896) y Paris (1900).

Cinco congresos y conferencias de tipo corporativo tienen lugar en Paris y Londres, entre 1893
y 1900. El documento fundador de la AIT en 1864, tiene el tono de un documento orgánico
destina a fijar los puntos principales de la AIT. Así, en la Segunda Internacional se exige el dictado
de una legislación protectora cuyas bases enuncia con precisión. Son las siguientes:

 Limitación de las jornadas de trabajo al máximo de ocho horas para los adultos.
 Prohibición del trabajo de los niños menores de catorce años.
 Suspensión de trabajo nocturno, salvo en aquellas actividades que por propia naturaleza
exijan horarios ininterrumpidos.
 Prohibición del trabajo a las mujeres que afecten el organismo femenino.
 Reposo ininterrumpido de treinta y seis horas semanalmente.
 Prohibición de ciertos géneros de industria perjudiciales a la salud de los trabajadores.
 Supresión de regateo.
 Supresión del pago en especie, así como de las cooperativas patronales.
 Supresión de las oficinas de colocación.
 Vigilancia en todos los talleres industriales, comprendiendo la industria doméstica, por
inspectores retribuidos por el Estado y elegidos por los propios obreros.14

No cabe duda de que estos principios enuncian las bases de una legislación laboral
necesariamente protectora de los trabajadores. No son muy diferentes los enunciados de las
leyes laborales puestas en vigor desde finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, salvo en la
etapa actual claramente dominada por el neoliberalismo y el revisionismo.

PRIMERAS NORMAS LABORALES


No hay duda alguna acerca de que las primeras manifestaciones normativas del derecho del
trabajo surgen en Europa en los últimos años del siglo XIX y se consolidan en la segunda década
del actual. Una referencia selectiva a esos orígenes permite considerar los antecedentes
siguientes:

Las leyes que al principio parecían eminentemente nacionales, se han ido convirtiendo en
instituciones del Derecho del Trabajo en todo el mundo. Se trata de una lista de leyes que versan
acerca de la misma materia: trabajo de niños y mujeres, jornadas de trabajo, accidentes de
tránsito, en las naciones más adelantadas. Convenciones colectivas, seguro social obligatorio,
salarios mínimos, subsidios familiares, vacaciones pagadas, etc. Así tenemos algunos ejemplos,
en los países más representativos

Alemania. - Ley de protección al obrero de 1891, la de protección al menor de 1903 y la Ley del
trabajo a domicilio de 1911. Estas leyes fueron precedidas de las leyes que establecieron el
Seguro Social implantado desde 1880. También deben mencionarse la Ley de Tribunales
industriales de 1890 y la Ley de Tribunales mercantiles de 1904.

España.- Sin ningún propósito sistemático, y como fruto de preocupaciones mitad filantrópicas
(protección del trabajador individual) y mitad defensivas (protección frente al movimiento
obrero), se sucede desde 1873 hasta 1917 un largo capítulo legislativo en el que se colocan las
primeras piedras de lo que ha de ser un futuro derecho del trabajo.16 En la misma época se
dictan leyes sobre el trabajo de menores de diez años (1873); prohibición de trabajos peligrosos
(1878); diversas prohibiciones sobre trabajo de menores (1900); trabajo de las mujeres con
derecho a descanso de una hora para lactancia (misma ley); la ‘‘Ley de la Silla’’ que permite a las
mujeres disponer de un asiento y en 1912, la ley del 11 de julio que prohíbe el trabajo nocturno
de la mujer en talleres y fábricas.

Francia. - El 22 de marzo de 1841 se dicta una ley relativa al trabajo de los niños empleados en
las manufacturas, fábricas y talleres. Dice que es bastante modesta: prohibición del trabajo para
los niños menores de ocho años; duración máxima de la jornada de trabajo establecida, para los
niños de ocho a doce años, en ocho horas y, para los de doce a dieciséis, en doce horas’. Después
de la Revolución de 1848, se crea en 1874 la Inspección de Trabajo y se reforman los Tribunales
paritarios. En 1893 se reglamentan la higiene y la seguridad; se impone al empleador la
responsabilidad por riesgo de trabajo (1898) y se impide el despido discrecional con las leyes de
27 de diciembre de 1890 y de 19 de julio de 1928 que establecen la obligación del preaviso y
permiten al juez fijar al empleador responsabilidades económicas. En la misma época se prohíbe
el pago del salario en especie o en bonos; se determina su inembargabilidad y la prohibición de
multas. En 1910 nace el Código de trabajo que es, en realidad, una compilación, sucesivamente
mejorada.

LA FORMACIÓN DEL DERECHO DEL TRABAJO


La acumulación de normas protectoras del Trabajo, hasta conformar una rama de derecho
específica, tomo cerca de cien 100 años. Recordemos que, a comienzos del siglo pasado, el
trabajo en las empresas capitalistas estaba sujeto totalmente a las reglas del Código Civil según
las cuales la autonomía de la voluntad era el precepto supremo determinante de los derechos y
obligaciones de los empleadores y trabajadores, y que los contratos de locación de servicios y
de locación de obra eran la forma legal de vinculación de unos y otros. De esta situación,
favorable a los empresarios, se fue avanzando hacia otra caracterizada por la existencia de
normas limitativas de la autonomía de la voluntad, lo que en la práctica equivalía a decir
restrictivas de la voluntad de los empleadores.

“La edad heroica del derecho del trabajo corresponde a los primeros cincuenta años del
siglo pasado: los trabajadores de Inglaterra y Francia, de Alemania y de Austria, se dieron
cuenta de que no podían esperar del estado, más aún, de que este era el representante
de la burguesía para impedir que la justicia se enfrentara a las ambiciones del capital”.
(DE LA CUEVA)

Las primeras normas protectoras estuvieron dedicadas a la limitar la edad de admisión en el


trabajo de los niños. Lugo vinieron las normas relativas a la jornada de trabajo, por la misma
época fu fijada en 10 y 12 horas diarias en varios países europeos hasta llegar al establecimiento
de la jornada de 8 horas diarias. También se lograron algunas normas sobre el descanso semanal
obligatorio y sobre a protección en la empresa contra accidentes. La conquista de derecho de
asociación sindical tomó también cerca de cien años en algunos pauses. La prohibición a los
obreros de sindicalizarse dictada por los gobiernos capitalistas y feudales europeos a fines del
siglo XVIII, comenzó a ceder cuando los obreros ingleses lograron en 1825 que se les permitiera
asociarse. En 1866 los obreros franceses consiguieron que el Gobierno de Napoleón III les
facultara a coaligarse temporalmente; pero solo en 1884, con la tercera República, alcanzaron
totalmente el derecho de organización sindical.

Este conjunto de nuevos derechos sociales llevó a algunos autores a la convicción de que se
había creado una nueva rama del Derecho, independiente del Derecho Civil, rectora de las
relaciones laborales, la cual tenía como eje al contrato de trabajo.

Algunos autores clasifican en etapas del Derecho del Trabajo en tres momentos1: la primera, de
protección al trabajo al más débil, adoptando una posición tutelar, reflejada en todo el mundo
con la legislación hecha a favor del trabajo del menor y de la mujer; una segunda etapa, estará
marcada por la humanización del trabajo, a instancia de la OIT, al reconocerse que el trabajo
humano no es una mercancía. Este humanismo se ha visto fortalecido con la Declaración de los
Derechos Humanos y los acuerdos bilaterales y multilaterales de trabajo; y una tercera etapa
será de la concentración social, que intenta aproximar a los agentes sociales productivos para
que sean ellos, los protagonistas de su propio destino en materia laboral. El Estado en esta etapa
actúa únicamente como promotor y árbitro de los asuntos laborales. (GOMEZ VALDEZ, 1996,
pág. 32)

LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL Y SUS CONSECUENCIAS


Los trabajadores de los estados en guerra con los imperios centrales, lanzaron desde 1914 la
idea de que en el tratado que pusiera a fin a la lucha, se incluyeran las normas fundamentales
para la protección futura de los trabajadores, tendencia que culminó con la propuesta del
secretario de estado francés Justin Godard, para que se redactara una carta internacional del
trabajo. Por último, la Revolución de octubre, que estableció en Rusia el régimen comunista,
hizo ver a los pueblos y a los hombres la urgencia de encontrar sistemas que se inspiraran en los
principios de la justicia social. Los años posteriores a la guerra presenciaron dos sucesos
trascendentales para la evolución del derecho europeo del trabajo: la creación de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) en el Trabajo de Versalles de 28 de junio de 1919 y
la proclamación de la Constitución alemana de Weimar el 11 de agosto de 1919. En los dos
documentos, México se había anticipado desde 1917, se operó una transformación
colosal en el derecho del trabajo.

Al conocer la abdicación de Kaiser, una mayoría incontable de trabajadores se reunió frente al


palacio imperial para reclamar de los jefes de la socialdemocracia la implantación de un régimen
socialista. Pero los dirigentes del partido, que habían perdido la decisión revolucionaria,
prefirieron sacrificar a los líderes radicales Liebknecht, Rosa Luxemburgo y Kurt Eisner y pactaron
con los partidos del centro y católico un régimen híbrido que precipitó la catástrofe del
nacionalsocialismo.

La constitución de Weimar es la primera de Europa que dedicó un capitulo a los derechos del
trabajo, los cuales -nuestra Constitución se había anticipado dos años- se elevaron por ese hecho
a la categoría de los viejos derechos del hombre, de tal forma, que, según la doctrina de Carlos
Schmitt, apareció en aquella Carta Magna una nueva decisión política y jurídica fundamental:
esta nueva manera de ser de derecho del trabajo.

MÉXICO: EL CONSTITUCIONALISMO Y LA PRIMERA REVOLUCIÓN


SOCIAL DEL SIGLO XX
La inquietud social y política creció a partir de 1900, hasta hacerse incontenible en 1910: según
el censo de ese año, que mantuvo su proporción a lo largo de la década la población rural, con
nueve millones setecientas cuarenta y cinco mil personas, frente a tres millones ochocientas
sesenta y un mil de la urbana, representaba el setenta y dos por ciento total de los habitantes
de la República. Una población campesina que conducía una servidumbre de miseria, peor
tratada que las bestias de carga y de tiro que usaban los amos, y una condición social que
únicamente podía mantenerse por la férrea dictadura de los jefes políticos y por la acción de los
rurales-halcones. Por otra parte, la clase media se ahogaba frente a los cuadros de la burocracia,
cerrados a toda persona que no perteneciera a las clases privilegiadas. Los hombres despertaron
por tercera vez, después de la Guerra de Independencia y de la Revolución liberal y se
prepararon para la que sería la Primera revolución social del siglo XX.

La cuestión fundamental para los hombres de aquellos años, la condición imperiosa para
cualquier acción posterior, consistía en poner fin a la dictadura gubernamental, que ya no era
tanto del general Díaz cuanto de la burguesía territorial y del grupo llamado de los científicos,
que se había impuesto al anciano dictador. Los gobiernos de la Barra y de Madero defraudaron
los anhelos y esperanzas de los campesinos y motivaron la rebelión del caudillo sureño
Emiliano Zapata, reencarnación del alma y del pensamiento de Morelos, con la nueva bandera
de la revolución: “Tierra y libertad”.

En los años de mil novecientos once a trece se sucedieron los gobiernos de Francisco León de la
Barra y de Francisco I. Una vez más se irguió el pueblo de México en defensa de su ley
fundamental, del sistema federal y de legitimidad de sus gobernantes. El Plan de Guadalupe
condensó los propósitos de la lucha por el restablecimiento de la vigencia de la constitución
violada; en él, el ejército del pueblo se llamó constitucionalista, nombre que se aplicó
después al movimiento revolucionario. De él nacieron: la nueva Constitución de mil
novecientos diecisiete, la primera Declaración de derechos sociales de la historia y el derecho
mexicano del trabajo.

La declaración de los derechos sociales de 1917


Nació la Declaración de derechos sociales, fuente del derecho agrario y del derecho del trabajo,
como un grito de rebeldía del hombre que sufría injusticia en el campo, en las minas, en las
fábricas y en el taller. Fue el mismo grito de la Guerra de Independencia, el que resonó también
en los campos de batalla de la Guerra de Reforma. Brotó de la tragedia y del dolor de un pueblo
y fue creación natural, genuina y propia del mexicano, del hombre que venía de ofrendar su vida
en el combate de la revolución.

El derecho del trabajo de la Revolución social mexicana quiso ser el mensajero de un mundo en
el cual el trabajador sería elevado a la categoría de persona, no para quedar simplemente
registrado con ese título en una fórmula legal, sino para vivir como persona en la realidad de la
vida social: en el futuro, el derecho ya no sería tan sólo una forma de la convivencia, sino una
fuerza activa al servicio de la vida, un instrumento de la comunidad para garantizar a los
hombres la satisfacción de las necesidades de orden material y espiritual que impone la dignidad
de la persona humana.

El 15 de julio de 1914, el general Huerta abandonó el poder, cediendo el triunfo a la Revolución.


Casi inmediatamente después, los jefes de las tropas constitucionalistas iniciaron la creación del
derecho del trabajo: el 8 de agosto se decretó en Aguascalientes la reducción de la jornada de
trabajo a nueve horas, se impuso el descanso semanal y se prohibió cualquier reducción en los
salarios. El 15 de septiembre se dictó en San Luis Potosí un decreto fijando los salarios mínimos.
Se fijaron en el Estado de Tabasco los salarios mínimos, se redujo a ocho horas la jornada de
trabajo y se cancelaron las deudas de los campesinos. Manuel M. Diéguez expidió un decreto
sobre jornada de trabajo, descanso semanal y obligatorio y vacaciones; y el 7 de octubre, Aguirre
Berlanga publicó el decreto que merece el título de primera ley del trabajo de la Revolución
constitucionalista. El 4 de octubre de 1914 se impuso el descanso semanal en el Estado de
Veracruz y el 19 del mismo mes, Cándido Aguilar expidió la Ley del trabajo del Estado, cuya
resonancia fue muy grande en toda la República: jornada máxima de nueve horas, descanso
semanal, salario mínimo, teoría del riesgo profesional, escuelas primarias sostenidas por los
empresarios, inspección del trabajo, reorganización de la justicia obrera. En el mismo año de
1915, el general Salvador Alvarado se propuso reformar el orden social y económico del Estado
de Yucatán, a cuyo efecto expidió las leyes que se conocen con el nombre de Las cinco hermanas:
agraria, de hacienda, del catastro, del municipio libre y del trabajo, un intento de socialización
de la vida.

LA CODIFICACIÓN CIVIL DEL DERECHO DEL TRABAJO


El principio de la autonomía de la voluntad que en el ámbito de los contratos establecían los
códigos civiles, sólo en apariencia propiciaba la libertad y la igualdad en los contratos laborales.
En realidad, la desigualdad económica tan profunda entre los contratantes generaba también la
desigualdad social, política y jurídica. El liberalismo individualista no cayó en la cuenta de que
entre el fuerte y el débil es la libertad quien mata; la libertad no conduce por si sola a la igualdad,
la desigualdad, en cambio, si conduce a la perdida de la libertad.

El desarrollo de la legislación del trabajo y la profunda transformación de criterios jurídicos que


supone la corriente del Derecha Laboral, ha hallado una culminación universal en el acceso de
los principios universales que lo rigen, a las constituciones políticas de los Estados. Y así nace el
Derecho del Trabajo, se inicia con una tendencia codificadora, a la unificación de criterios con
respecto a las distintas situaciones planteadas.

El Código Civil Francés de 1804 restituyó las locaciones de servicios, de obra, de cosa y el
mandato como modalidades contractuales bajo la égida del derecho común. Dentro de este
contexto se legisló también el contrato de trabajo subordinado. Los Códigos Civiles que
posteriormente se dictaron en el viejo continente siguieron a mantener a todos estos contratos
dentro de la esfera contractual del Derecho común.

Los Código Civiles de inicios del siglo XX (Italiano, Suizo, Alemán y Francés), abordarán una vez
más la contratación del trabajo subordinado, pero esta la evolución del Derecho del Trabajo
procuró que su tratamiento fuera hecho como el de un contrato especial que, si bien estaban
ligado a las instituciones civiles, se distanciaban de él por una serie de elementos que ya eran
motivo de enjuiciamiento jurídico. En cambio, la locación de servicios, de obra, de mandato,
siguió teniendo una estrecha vinculación con el Derecho Común, como sucede hasta ahora. Con
la promulgación de los Códigos de Trabajos modernos, Leyes Generales de Trabajo, etc., los
Códigos Civiles dejarán de ocuparse del contrato de trabajo, salvo para su aplicación supletoria.

ULTIMAS CRISIS Y CONSOLIDACIÓN DEL DERECHO DEL TRABAJO


El resto de la historia es bien conocido. La presencia del fascismo en Italia; la crisis de 1929 en
Estados Unidos de América, la aparición del nazismo el Alemania, la invasión de Etiopia por los
italianos; la guerra en España y en medio las conquistas violentas de los nazis (…) La paz con
derrotas económicas de los dos lados, provocó un esfuerzo de reconstrucción que regeneró las
viejas conquistas obreras y colocó al mundo en la posición del pleno empleo, con las económicas
del Tercer Mundo en un proceso de desarrollo sostenido. El Estado de bienestar vivió su mejor
momento y con él el Derecho del trabajo y la seguridad social.

“Pero las crisis son recurrentes y en 1973 en mundo volvió al desempleo, la inflación y las
medidas dramáticas asumidas muchas veces inutilitariamente por los Estados y otros
con los mecanismos de la concertación social. Las víctimas propicias han sido sin duda
los trabajadores, que ven mermada sus antiguas conquistas sociales y la quiebra de la
seguridad social hoy en trance de privatización alarmante”. (DE BUEN LOZANO, 1997,
pág. 46)

Se habla inclusive de la desaparición del trabajo. Lo que es, por lo menos, discutible. Pero de
que lo que no cabe duda es de que lo que nació con tanta fuerza entre el final del siglo XIX y
principios del siglo XX, en sus postrimerías pasa, sin el menor género de dudas, por un serio
problema de falta de esperanza.

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