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“La diferencia entre el más humilde, banal, simple, rutinario de los trabajos de un
hombre con respecto a la maravillosa composición de trabajo que puedan hacer las
abejas o las hormigas o el castor, es que el hombre tiene una idea antes de construir,
antes del trabajo, de lo que va a ser, y eso no lo tienen los animales” (Karl Marx).
En los tiempos antiguos predominaba la consideración del trabajo como pena, como maldición
odiosa, dejando a un lado el sistema de trabajo familiar de las primeras agrupaciones humanas,
puede decirse que, en las primeras civilizaciones antiguas, el trabajo forzoso constituía el
régimen general del trabajo. La esclavitud, era casi el único medio para obligar a los hombres
para obedecer y a cooperar en el trabajo armónicamente, o al menos así lo veían los
gobernantes y reyes de ese entonces.
En los tiempos del Salvajismo el trabajo significaba toda actividad humana que el hombre
desarrollaba para satisfacer sus necesidades alimenticias a través de la caza, pesca, la
recolección de frutos y plantas para subsistir. Desde nomadismo, época en la que vivieron
muchas familias o tribus en las cavernas, se cubrieron con pieles de animales salvajes,
descubrieron el fuego y se agruparon en hordas, con el paso del tiempo el hombre se
sedentariza, al descubrir la germinación de la simiente, inventa la agricultura, radica en lugares
apropiados para la siembra; es pastor, inventa el telar, la rueda y construye viviendas.
EL TRABAJO EN LA EDAD ANTIGUA
Asia occidental antigua
En Mesopotamia, el país de Sumer, ubicado entre los ríos Éufrates y Tigris, por su geografía fue
propicio para el cultivo de los dátiles, cebada, trigo y sésamo. La actividad laboral fue
predominantemente agrícola, aunque sus formas de explotación asuman la forma de empresa
que son granja y manufactura a la vez. Abundan los oficios: panaderos, carpinteros, zurradores,
carniceros, orfebres, y en realidad los agricultores son solo una parte del conjunto.
Es así como el comercio alcanza amplios desarrollos, regulados, inclusive, por el Código
Hammurabi, rey de Babilonia, más de 2000 años antes de Cristo, en el que se reglamentaban
algunos aspectos del trabajo, tales como: el salario mínimo, aprendizaje, formas de ejecución
de algunas labores, jornales de los obreros dedicados a la elaboración de ladrillos, marineros,
carpinteros, pastores, etc.
Egipto
Es un país del rio Nilo, la actividad fue sustancialmente agrícola. En los treinta siglos de vida del
antiguo Egipto su sistema laboral no vario en nada. Existieron también actividades de cría de
ganado, talleres artesanales, en las grandes ciudades proliferaban los oficios de
entretenimiento.
“Dos de las actividades donde se producía el peor trato para los trabajadores eran las
mineras y el trabajo en las canteras. Las grandes construcciones obligaron a la creación
de auténticas ciudades obreras”. (DE BUEN LOZANO, 1997, pág. 9)
Grecia
El larguísimo periodo de nacimiento, desarrollo, esplendor político y económico de Grecia no se
vio acompañado de un modelo social. Los salarios de los trabajadores, en su etapa más
desarrollada, eran escasos y la aparente prosperidad ocultaba la dura miseria. No faltaron
movimientos obreros, si bien fueron excepcionales ya que la mayor parte de los conflictos eran
individuales. Las ciudades no conocieron grandes movimientos de huelga.
No parece ser que los legisladores se hayan preocupado en particular de una regulación del
trabajo favorable a los trabajadores, aunque si de la actividad misma. Pero a cambio de ella
Grecia creo la civilización. A Grecia se le debe el enorme desarrollo del arte arquitectónico y
escultórico de la belleza en todas sus manifestaciones, pero de manera particular, el concepto
mismo de la ética. Aunque el mismo Aristóteles haya considerado ética de la esclavitud.
Roma
Durante la época del Imperio Romano, el hombre se consideraba un cumulo de virtudes dentro
de los cuales no existía el concepto de trabajo. Consideraban que únicamente las bestias y los
esclavos debían trabajar. No es de extrañar que en Roma no existiera el Derecho Laboral y
mucho menos que hubiera leyes al respecto. A pesar que la agricultura era la principal actividad
del Imperio, la actividad de tipo comercial venía siendo actividad de los extranjeros y por lo tanto
nadie se interesaba por legislar en dichas actividades. A estas personas simplemente se les
reconocen honores públicos y es de aquí de donde se derivó la palabra “honorarios” al hecho
de ganar un sueldo.
“Los colegios existentes sumaban ocho de los cuales se tiene referencia únicamente de
los que reunían a los carpinteros, a los trabajadores en cobre y bronce y el de los
tañedores de flautas y cuernos…” (CABANELLAS, 1966, pág. 104)
La locatio conductio operis, denominada “arrendamiento de obra”, era un contrato en virtud del
cual una persona se comprometía a ejecutar una obra por un precio, asumiendo el riesgo de
dicha ejecución. Esta modalidad resulta de la circunstancia de que los romanos tuvieron en
cuenta no el trabajo en sí mismo sino el resultado. Entonces fue obligación del locatario realizar
el opus como se convino o en todo caso de acuerdo a la equidad y buena fe.
LA EDAD MEDIA
Tras la caída del Imperio Romano toda esa cultura laboral tan denigrante para el ser humano
pasa a ser ocultada y escondida sin acceso al pueblo. El primer paso en la transformación
conceptual del trabajo lo había dado en la antigüedad el cristianismo. El trabajo no será ya
ocupación infamante, las nuevas generaciones crecen en un ambiente donde el trabajo, aparte
de necesario, comienza a considerarse como un bien social.
En el siglo IX en la Inglaterra se conoce a las guildas que son asociaciones de asistencia mutua
formada por comerciantes y trabajadores, a veces con matices religiosos. Es hasta después del
siglo X que aparecen las de mercaderes y artesanos. Lo más característico de estas guildas era
la comunidad de esfuerzos y la estrecha alianza del trabajo con el trabajo. Contaban con una
integración democrática, se preocupaban por el resultado del trabajo y se prohibían en sus
estatutos trabajar después del toque de queda o antes del amanecer.
“Las corporaciones de oficio, continuación natural de las guildas, parecerían encontrar
su manifestación más rotunda a partir del siglo XIII…” (DE BUEN LOZANO, 1997, pág.
19)
En primer lugar, aparece el edicto de Turgot de 1776, que apoya la libertad de ejercicio del
comercio, artes y oficios que a cada quien le pareciese adecuado. Luego la ley Chapelier de 1791,
que prohíbe las corporaciones de oficio. Y finalmente el sistema gremial se vio en medio de dos
fuegos: el de la revolución tecnológica y el de la revolución política.
LA EDAD MODERNA
Durante la edad moderna ya nos vamos a hechos históricos como el descubrimiento de América,
la fiebre del oro, la inflación, el cohecho, la corrupción, etc. Surgen las grandes fábricas, los
grandes mercados y la nueva maquinaria que a la vez fomenta nuevos sistemas de producción
y nuevas necesidades sociales.
El descubrimiento de una energía nueva, diferente de la humana, del animal, del aire o del agua,
la energía del vapor trajo transformaciones rotundas en las relaciones de producción. A partir
de ese momento los gremios cedieron ante la presencia de las empresas que, además,
superaron el problema de la iluminación y, por lo tanto, de las restricciones de la jornada con la
utilización del gas de carbón. La supresión formal de los gremios no tardó en producirse.
Capitulo II:
EL NACIMIENTO DEL DERECHO DEL TRABAJO
EL INDUSTRIALISMO Y LAS CONDICIONES DE TRABAJO
La Revolución Industrial y la Económica estuvieron en el origen de la decadencia, y a la postre,
de la supresión de las corporaciones.
Los campesinos acudieron a la ciudad, donde se les ofrecía la oportunidad de trabajar en las
máquinas, sin necesidad de aprendizaje previo. Las mujeres y los niños participaron en el
mercado del trabajo, preferidos en razón del menor salario por un trabajo igual al de los
hombres. El contrato de trabajo en el cual el trabajador comprometía su actividad mediante un
precio convenido, se convirtió en figura común el ejercicio del trabajo. Quien pagaba el salario
imponía crecientes onerosos.
El desarrollo de la manufactura
La manufactura se caracterizó por la reunión de varios o muchos trabajadores, en locales
pertenecientes a capitalistas comerciantes, pero ya en relación de dependencia. En esta etapa,
el trabajo se realizaba aun con herramientas manuales. Fue este un paso trascendental que dio
trabajo asalariado con las características fundamentales que hasta ahora conservan. En lo
sucesivo, la fuente de capital seria la plusvalía no pagada a los obreros concentrados en esos
centros de trabajo.
“La manufactura se hizo posible por los comerciantes para atender la demanda
creciente de mercados decidieron contratar a los artesanos para que trabajasen en
locales instalados por ellos en lugar de encargar las obras a los talleres artesanales”.
(RONDON VASQUEZ, 1986, pág. 38)
El maquinismo
Consistió en la utilización masiva de máquinas, es decir en la aplicación de conjunto de
maquinismos complejos a la producción. El maquinismo dio lugar a la Revolución Industrial, cuyo
centro fue Inglaterra en la segunda mitad del siglo XVIII, Y comprendió una serie de innovaciones
técnicas en las industrias textil y metalúrgica, y en la energía.
Algunos puntos de relevancia en tema de la materia laboral que integraban el contenido del
sistema liberal, son las siguientes:
Estas condiciones hicieron que el obrero está sometido a tratamientos degradantes, si se le exige
una labor difícil de realizar bajo pena de ser privado del trabajo, y, por consiguiente, de verse
irremisiblemente lanzado a la miseria y, sin embargo, su trabajo es considerado como libre,
puesto que puede abandonarlo a su antojo, hay en esto un caso de coacción espantosa y su
libertad no es más que ilusoria.
La jornada normal de trabajo era de 15 horas o más, aunque se solían dar 30 minutos de
descanso. Además, frecuentemente los lugares de trabajo no eran higiénicos: locales laborales
totalmente cerrados y a más de 30° centígrados. El reglamento interno de las fábricas, por lo
demás, imponía multas a los obreros que lo infringían. Así, en 1823 encontramos que en
Inglaterra al que silbaba en el trabajo se le multaba con un chelín, e igualmente al que llegaba
al trabajo 5 minutos tarde. Al obrero enfermo que no enviaba un reemplazante competente se
le multaba con 6 chelines al día. Como consecuencia de todo lo anterior, el promedio de vida en
los barrios industriales descendió de 25 años y nueve meses en 1812 a 21 años y nueve meses
en 1827.
El socialismo utópico
Se designa con esta denominación a un conjunto de planteamientos formulados por
ideólogos cuyo denominador común fue crear una sociedad igualitaria, basada en el trabajo,
pero de ejecución irrealizable. Así Babeuf fue el inspirador principal del movimiento
denominado “Conspiración de los Iguales”, pondría el acento en que la igualdad formal,
invocada por el liberalismo triunfante, pudiera convertiré en igualdad económica. Roberto
Owen, introdujo algunas limitaciones a la jornada de trabajo disminuyéndolo a diez horas,
prohibición del trabajo de los niños menores de diez años y lo más importante la conversión de
su empresa en una cooperativa de producción y trabajo, donde pretendía la igualdad absoluta,
lo cual le trajo problemas y fracaso ya que no había una distinción por especialidad. Cobet
planteó la organización de una comunidad integral sobre la base de la propiedad y trabajo en
común de sus miembros; en esta comunidad la familia subsistía, pero todos los niños eran
entregados desde la más temprana edad a la escuela, universidad, gratuita y obligatoria.
El anarquismo
Los que postulaban esta corriente querían un sistema de vida donde primara la libertad absoluta
para que cada individuo pudiese hacer lo que quisiese sin sujeción a reglas coactivas. El
anarquismo tuvo una gran influencia entre los obreros, dando lugar a las corrientes
denominadas anarco-sindicalismo por tratar de realizar la acción a través del movimiento
sindical; fue propulsor decidido de las reivindicaciones obreras y particularmente por la lucha
de las ocho horas.
El socialismo científico
Corriente creada por Carlos Marx y Federico Engels que fue postula a la publicación del
“Manifiesto Comunista”, documento público en vísperas de la Revolución Francesa. El también
denominado marxismo no solo es una teoría que busca el cambio social, sino es todo sistema
filosófico que explica e interpreta todos los fenómenos del universo. Todo el universo está en
constante movimiento, producido por fuerzas interiores, por contradicciones. Así, en la
sociedad, “la contradicción entre las relaciones de producción y fuerzas productivas se expresa
en una oposición entre dos clases sociales de intereses contrarios la clase capitalista y la clase
obrera”. (RONDON VASQUEZ, 1986, pág. 47)
La revolución francesa
La Revolución Francesa fue un proceso social de extraordinaria importancia que llevó a la
burguesía a asumir el poder político en Francia, a finales del siglo XVIII, para dar desarrollo pleno
al sistema capitalista de producción. La Revolución Francesa atravesó por tres grandes fases: la
fase política, que consistió en la toma del control del Estado por la Burguesía, y en el abatimiento
de la nobleza y del régimen feudal; la fase jurídica, por la cual se organizó la sociedad bajo el
nuevo modelo burgués contenido en el Código Civil de 1804, y; la fase militar, expresadas en las
campañas bélicas emprendidas por Napoleón con la finalidad de difundir e implantar los
principios de la Revolución Francesa.
“Pero no solo se atacó al orden feudal. Para asegurar el desarrollo capitalista también
dio medidas drásticas contra la clase obrera. Fue por ello que la Asamblea Nacional
aprobó, en 1791, la Ley Charpelier prohibiendo cualquier tipo de asociación de carácter
corporativo o de otra naturaleza”. (RONDON VASQUEZ, 1986, pág. 41)
Esto implicaba no sólo la desarticulación de las corporaciones artesanales, sino también la
prohibición de la organización sindical de los trabajadores para evitar cualquier tipo de
contratación colectiva que hubiera podido distorsionar la libre oferta y demanda de la fuerza de
trabajo.
Los primeros cincuenta años del siglo XIX, que corresponde primeramente a la lucha sindical,
pero pertenece también al derecho del trabajo, porque se luchaba por su idea, pues las
libertades sindicales, de huelga y de negociación y contratación colectivas, son su finalidad
inmediata, la condición para que pudiera nacer el derecho sustantivo en una sociedad en la que
su estado era impotente frente a la formula “dejar hacer, dejar pasar” de los fisiócratas. En los
años finales del periodo que consideramos aquí se produjeron dos grandes acontecimientos,
que provocaron el tránsito a la era de la tolerancia, la entrada del marxismo a la lucha de clases
como el pensamiento básico de los trabajadores y las revoluciones europeas de mediados del
siglo.
El primer congreso fue celebrado en Londres, en 1847, el de la Liga de los Comunistas, que
precede a la publicación del Manifiesto Comunista. Entre 1862 y 1864 se dan conferencias
preparatorias de la Primera Internacional, o sea de la Asociación Internacional de Trabajadores
(AIT). Entre 1866 y 1876 se reúnen en Ginebra, Lausana, Bruselas. Basilea y Londres. La Segunda
Internacional lleva a cabo su congreso fundador en Paris en 1889 y los siguientes en Bruselas
(1891), Zurich (1893), Londres (1896) y Paris (1900).
Cinco congresos y conferencias de tipo corporativo tienen lugar en Paris y Londres, entre 1893
y 1900. El documento fundador de la AIT en 1864, tiene el tono de un documento orgánico
destina a fijar los puntos principales de la AIT. Así, en la Segunda Internacional se exige el dictado
de una legislación protectora cuyas bases enuncia con precisión. Son las siguientes:
Limitación de las jornadas de trabajo al máximo de ocho horas para los adultos.
Prohibición del trabajo de los niños menores de catorce años.
Suspensión de trabajo nocturno, salvo en aquellas actividades que por propia naturaleza
exijan horarios ininterrumpidos.
Prohibición del trabajo a las mujeres que afecten el organismo femenino.
Reposo ininterrumpido de treinta y seis horas semanalmente.
Prohibición de ciertos géneros de industria perjudiciales a la salud de los trabajadores.
Supresión de regateo.
Supresión del pago en especie, así como de las cooperativas patronales.
Supresión de las oficinas de colocación.
Vigilancia en todos los talleres industriales, comprendiendo la industria doméstica, por
inspectores retribuidos por el Estado y elegidos por los propios obreros.14
No cabe duda de que estos principios enuncian las bases de una legislación laboral
necesariamente protectora de los trabajadores. No son muy diferentes los enunciados de las
leyes laborales puestas en vigor desde finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, salvo en la
etapa actual claramente dominada por el neoliberalismo y el revisionismo.
Las leyes que al principio parecían eminentemente nacionales, se han ido convirtiendo en
instituciones del Derecho del Trabajo en todo el mundo. Se trata de una lista de leyes que versan
acerca de la misma materia: trabajo de niños y mujeres, jornadas de trabajo, accidentes de
tránsito, en las naciones más adelantadas. Convenciones colectivas, seguro social obligatorio,
salarios mínimos, subsidios familiares, vacaciones pagadas, etc. Así tenemos algunos ejemplos,
en los países más representativos
Alemania. - Ley de protección al obrero de 1891, la de protección al menor de 1903 y la Ley del
trabajo a domicilio de 1911. Estas leyes fueron precedidas de las leyes que establecieron el
Seguro Social implantado desde 1880. También deben mencionarse la Ley de Tribunales
industriales de 1890 y la Ley de Tribunales mercantiles de 1904.
España.- Sin ningún propósito sistemático, y como fruto de preocupaciones mitad filantrópicas
(protección del trabajador individual) y mitad defensivas (protección frente al movimiento
obrero), se sucede desde 1873 hasta 1917 un largo capítulo legislativo en el que se colocan las
primeras piedras de lo que ha de ser un futuro derecho del trabajo.16 En la misma época se
dictan leyes sobre el trabajo de menores de diez años (1873); prohibición de trabajos peligrosos
(1878); diversas prohibiciones sobre trabajo de menores (1900); trabajo de las mujeres con
derecho a descanso de una hora para lactancia (misma ley); la ‘‘Ley de la Silla’’ que permite a las
mujeres disponer de un asiento y en 1912, la ley del 11 de julio que prohíbe el trabajo nocturno
de la mujer en talleres y fábricas.
Francia. - El 22 de marzo de 1841 se dicta una ley relativa al trabajo de los niños empleados en
las manufacturas, fábricas y talleres. Dice que es bastante modesta: prohibición del trabajo para
los niños menores de ocho años; duración máxima de la jornada de trabajo establecida, para los
niños de ocho a doce años, en ocho horas y, para los de doce a dieciséis, en doce horas’. Después
de la Revolución de 1848, se crea en 1874 la Inspección de Trabajo y se reforman los Tribunales
paritarios. En 1893 se reglamentan la higiene y la seguridad; se impone al empleador la
responsabilidad por riesgo de trabajo (1898) y se impide el despido discrecional con las leyes de
27 de diciembre de 1890 y de 19 de julio de 1928 que establecen la obligación del preaviso y
permiten al juez fijar al empleador responsabilidades económicas. En la misma época se prohíbe
el pago del salario en especie o en bonos; se determina su inembargabilidad y la prohibición de
multas. En 1910 nace el Código de trabajo que es, en realidad, una compilación, sucesivamente
mejorada.
“La edad heroica del derecho del trabajo corresponde a los primeros cincuenta años del
siglo pasado: los trabajadores de Inglaterra y Francia, de Alemania y de Austria, se dieron
cuenta de que no podían esperar del estado, más aún, de que este era el representante
de la burguesía para impedir que la justicia se enfrentara a las ambiciones del capital”.
(DE LA CUEVA)
Este conjunto de nuevos derechos sociales llevó a algunos autores a la convicción de que se
había creado una nueva rama del Derecho, independiente del Derecho Civil, rectora de las
relaciones laborales, la cual tenía como eje al contrato de trabajo.
Algunos autores clasifican en etapas del Derecho del Trabajo en tres momentos1: la primera, de
protección al trabajo al más débil, adoptando una posición tutelar, reflejada en todo el mundo
con la legislación hecha a favor del trabajo del menor y de la mujer; una segunda etapa, estará
marcada por la humanización del trabajo, a instancia de la OIT, al reconocerse que el trabajo
humano no es una mercancía. Este humanismo se ha visto fortalecido con la Declaración de los
Derechos Humanos y los acuerdos bilaterales y multilaterales de trabajo; y una tercera etapa
será de la concentración social, que intenta aproximar a los agentes sociales productivos para
que sean ellos, los protagonistas de su propio destino en materia laboral. El Estado en esta etapa
actúa únicamente como promotor y árbitro de los asuntos laborales. (GOMEZ VALDEZ, 1996,
pág. 32)
La constitución de Weimar es la primera de Europa que dedicó un capitulo a los derechos del
trabajo, los cuales -nuestra Constitución se había anticipado dos años- se elevaron por ese hecho
a la categoría de los viejos derechos del hombre, de tal forma, que, según la doctrina de Carlos
Schmitt, apareció en aquella Carta Magna una nueva decisión política y jurídica fundamental:
esta nueva manera de ser de derecho del trabajo.
La cuestión fundamental para los hombres de aquellos años, la condición imperiosa para
cualquier acción posterior, consistía en poner fin a la dictadura gubernamental, que ya no era
tanto del general Díaz cuanto de la burguesía territorial y del grupo llamado de los científicos,
que se había impuesto al anciano dictador. Los gobiernos de la Barra y de Madero defraudaron
los anhelos y esperanzas de los campesinos y motivaron la rebelión del caudillo sureño
Emiliano Zapata, reencarnación del alma y del pensamiento de Morelos, con la nueva bandera
de la revolución: “Tierra y libertad”.
En los años de mil novecientos once a trece se sucedieron los gobiernos de Francisco León de la
Barra y de Francisco I. Una vez más se irguió el pueblo de México en defensa de su ley
fundamental, del sistema federal y de legitimidad de sus gobernantes. El Plan de Guadalupe
condensó los propósitos de la lucha por el restablecimiento de la vigencia de la constitución
violada; en él, el ejército del pueblo se llamó constitucionalista, nombre que se aplicó
después al movimiento revolucionario. De él nacieron: la nueva Constitución de mil
novecientos diecisiete, la primera Declaración de derechos sociales de la historia y el derecho
mexicano del trabajo.
El derecho del trabajo de la Revolución social mexicana quiso ser el mensajero de un mundo en
el cual el trabajador sería elevado a la categoría de persona, no para quedar simplemente
registrado con ese título en una fórmula legal, sino para vivir como persona en la realidad de la
vida social: en el futuro, el derecho ya no sería tan sólo una forma de la convivencia, sino una
fuerza activa al servicio de la vida, un instrumento de la comunidad para garantizar a los
hombres la satisfacción de las necesidades de orden material y espiritual que impone la dignidad
de la persona humana.
El Código Civil Francés de 1804 restituyó las locaciones de servicios, de obra, de cosa y el
mandato como modalidades contractuales bajo la égida del derecho común. Dentro de este
contexto se legisló también el contrato de trabajo subordinado. Los Códigos Civiles que
posteriormente se dictaron en el viejo continente siguieron a mantener a todos estos contratos
dentro de la esfera contractual del Derecho común.
Los Código Civiles de inicios del siglo XX (Italiano, Suizo, Alemán y Francés), abordarán una vez
más la contratación del trabajo subordinado, pero esta la evolución del Derecho del Trabajo
procuró que su tratamiento fuera hecho como el de un contrato especial que, si bien estaban
ligado a las instituciones civiles, se distanciaban de él por una serie de elementos que ya eran
motivo de enjuiciamiento jurídico. En cambio, la locación de servicios, de obra, de mandato,
siguió teniendo una estrecha vinculación con el Derecho Común, como sucede hasta ahora. Con
la promulgación de los Códigos de Trabajos modernos, Leyes Generales de Trabajo, etc., los
Códigos Civiles dejarán de ocuparse del contrato de trabajo, salvo para su aplicación supletoria.
“Pero las crisis son recurrentes y en 1973 en mundo volvió al desempleo, la inflación y las
medidas dramáticas asumidas muchas veces inutilitariamente por los Estados y otros
con los mecanismos de la concertación social. Las víctimas propicias han sido sin duda
los trabajadores, que ven mermada sus antiguas conquistas sociales y la quiebra de la
seguridad social hoy en trance de privatización alarmante”. (DE BUEN LOZANO, 1997,
pág. 46)
Se habla inclusive de la desaparición del trabajo. Lo que es, por lo menos, discutible. Pero de
que lo que no cabe duda es de que lo que nació con tanta fuerza entre el final del siglo XIX y
principios del siglo XX, en sus postrimerías pasa, sin el menor género de dudas, por un serio
problema de falta de esperanza.