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Deseche su propia gloria

Hemos perdido el arte de adorar al Señor. Nuestra adoración se ha vuelto desordenada con
interminables series de palabras superficiales, que todo lo que consiguen, la mayoría de las
veces, es “llenar espacio” o “quemar tiempo” con monólogos tan carentes de pasión que Dios
tiene que ignorar.

Algunos de nosotros vamos al Señor a llevarle cargas tan pesadas, que nos sentimos demasiado
frustrados y distraídos como para ver al Padre y comprender cuánto nos ama. Necesitamos regresar a
la sencillez de nuestra edad infantil. Cada noche en mi hogar, yo arrullo a mi hija de seis años de edad
antes de dormirse, porque la amo.

Por lo general se echa en mis brazos, y antes de dormirse recuerda los problemas del día y dice algo
como: “Papito, ese niño fue malo conmigo en el patio de la escuela”, o “Papi tuve problemas hoy con mi
examen de ortografía”. Para ellos éstos parecen problemas gigantes. Yo siempre procuro asegurarle en
esos momentos, que todo va a estar bien, porque está descansando en mis brazos, y porque yo la amo.

Dios quiere que nosotros hagamos lo mismo. Con demasiada frecuencia venimos a Él al final del día y
lo “adoramos” en forma mecánica con palabras y frases prefabricadas y memorizadas. Luego, como
estamos casi totalmente absortos por las ofensas recibidas y por los problemas del día, nos dejamos
caer en la cama y acudimos a su presencia el tiempo apenas suficiente para recitar nuestra serie de
palabras y hacerle entrega de nuestra lista de deseos.

Usted tendrá que darle la cara a Dios


Lo que Dios quiere es que lo miremos. Sí, podemos decirle lo que sentimos. Necesitamos hacerlo, pero
Él espera recibir nuestra adoración íntima, que trasciende y va más allá de las meras palabras y de
nuestras acciones externas. El Señor ha puesto frente a usted una puerta abierta, pero tendrá que
“darle la cara” a Dios.

No puede regresar desde la puerta de la eternidad, tiene que entrar. “Después de esto miré, y he aquí
una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube
acá: y yo te mostraré las cosas que sucederán después de éstas”. Apocalipsis 4:1.

La razón por la cual comparto esto por escrito no es porque usted y los muchos que leerán estas líneas
desconozcan la Palabra de Dios. Lo hago porque el Señor desea desarrollar un nuevo nivel de intimidad
con su pueblo. El no desea que sólo memoricemos la Biblia para participar en competencias, quiere que
lo conozcamos a Él. Antes de convertirse a Cristo, Pablo dijo que comprendía la ley. Pero después de
convertido dijo: “Yo sé en quién he creído” Una cosa es saber algo acerca de Dios, y otra muy diferente
conocerle.

Mis servicios favoritos y los tuyos no son lo mismo.


Me embarqué en esta jornada aquella vez en la presencia del Señor cuando me habló y me dijo: “Hijo,
los servicios que tú consideras tus favoritos, y los que son de mi preferencia, no son los mismos”.
Entonces me di cuenta que a menudo vamos a la iglesia para “obtener algo” de Dios cuando la Biblia
nos habla una y otra vez que “ministremos al Señor.” Sí, estamos involucrados en el ministerio, claro
que sí.

Nuestras vidas están tan llenas de la ministración a la gente y de sus necesidades, que rara vez
tenemos un momento de ministración para Dios. Semana tras semana quedamos satisfechos cuando
nuestras pequeñas necesidades personales son suplidas. ¡Cuándo oiremos la voz apacible de Dios que
nos dice: “¿Hay alguien que me quiera?” El Salmo 103 todavía dice: “Bendice alma mía a Jehová”, pero
la práctica nuestra es: ¡Bendice mi alma, oh Señor!

La definición o la idea que Dios tiene de un héroe y la nuestra, probablemente no son las mismas.
Considere lo que Él dijo de la mujer “pecadora” que rompió el vaso de alabastro para ungir al Señor. Es
María, la del vaso de alabastro. Lo asombroso es que los discípulos estaban tan abochornados por la
acción de la mujer, que quisieron sacarla de la casa. ¡Pero Jesús hizo de su acción un eterno
monumento a la adoración sin egoísmo!

Recuéstese en el regazo del dador de las bendiciones


Dios nos dice:”Yo he puesto delante de ti una puerta abierta” Ver Apocalipsis 3:7-13. Este es uno de los
tiempos en que Dios parece abrir las puertas del cielo y decir: “Entra a un nuevo lugar de intimidad y
comunión conmigo.” ¡No necesita preocuparse por las bendiciones, si se recuesta en el regazo del
Bendecidor! Tan sólo dígale que lo ama, y cada una de las bendiciones que alguna vez imaginó vendrán
sobre usted. ¡No busque la bendición, busque al Bendecidor, el dispensador de las bendiciones! ¡No
busque el avivamiento, busque a quien lo produce! ¡No busque la mano de Dios, busque su rostro!

¿Está usted siempre en la mente de Dios?


Jesús dijo que esta mujer que había quebrado su vaso de alabastro para ungirlo para el día de la
sepultura, siempre sería recordada en cada lugar del mundo en donde se predique el evangelio.

En otras palabras, ella estaría siempre en la mente de Dios. ¿Quiere usted una visitación de parte de
Dios? Tendrá que hacer espacio para Él en su vida, no importa la congestión y el desorden que haya en
ella en este momento. Esto significa que a veces sus posesiones más preciadas tendrán que romperse
para liberar la fragancia que Dios recuerda.

Tiene que desechar su gloria para ministrarle a Dios


“María desechó su gloria para ministrarme a mí,” me dijo Jesús. Usted puede estar muy ocupado en
procurar ser un discípulo y trabajar como un discípulo, y aun así pasar por alto la adoración. ¿Piensa en
realidad que Dios necesita que nosotros hagamos cosas para Él? ¿No es Él el Creador que salió al
balcón de los cielos y dio forma a los siete mares? Entonces es obvio que no necesita que haga nada
para Él. Lo que desea es su adoración. Jesús dijo a la mujer samaritana en el pozo de Jacob: “...los
verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el padre tales
adoradores busca que le adoren.” Juan 4:23

Dios no necesita sus servicios religiosos, Él anhela su adoración. Y la única adoración que puede
aceptar es la que proviene de un corazón y un espíritu humilde. Por lo tanto si quiere verlo, tendrá que
dejar de lado su gloria. Nosotros apreciamos a los ungidos: ¡Dios aprecia a los ungidores! Estas son
personas que ven su rostro, derramadores de aceite a sus pies, lavadores con lágrimas, humildes
amantes de Él, más que de sus cosas.

Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que
está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Marcos 11:25

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