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Derecho Penal en Cajamarca

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Derecho al debido proceso


Edwin Rafael Llanos Malca

RESUMEN
El fin último de todo Estado Constitucional, es sin duda, el reconocimiento y
tutela de los Derechos Fundamentales. Y entre estos Derechos
Fundamentales, uno de los que indudablemente cuenta con especial
relevancia es el derecho a un Debido Proceso Legal. Hoy el Debido
Proceso Legal no solamente es un canal que hace viable y factible el
ejercicio de otros derechos, sino también es un parámetro que encuadra o
limita el accionar de quien tiene autoridad, buscando así evitar el abuso del
poderoso sobre el más débil. Es sin duda uno de los derechos más
frecuentemente invocados por los justiciables en todo proceso judicial y la
ciudadanía en sus controversias con diferentes autoridades. Y, tal vez por
ello, en la actualidad no es fácil comprender cuáles son sus alcances y
límites.

SUMARIO:
1. Origen del Derecho a un debido proceso. 2. Dimensiones del debido
proceso. 3. El tratamiento del derecho a un debido proceso por los
organismos de protección internacional de los derechos humanos. 4. El
tratamiento brindado al debido proceso en el Perú. 5. Algunas
precisiones.

I. ORIGEN DEL DERECHO A UN DEBIDO PROCESO


El tratamiento del derecho a un Debido Proceso no es un tema novedoso en
el Derecho Comparado. Existe consenso en que la primera mención a este
derecho fundamental en un texto constitucional se va a dar en los Estados
Unidos de Norte América, en lo prescrito en la Quinta Enmienda a su
Constitución Federal. En esta disposición de 1791 se dirá, que: “…A
ninguna persona se le privará de la vida, la libertad o la propiedad sin el
“due process of law” (Debido Proceso Legal).
En la traducción de esta última expresión, se ha generado muchas
confusiones sobre la comprensión de los contenidos de este concepto. Así,
si bien la expresión “Due” puede y cabe traducirse como “Debido”, su
significado no se limita a una consideración únicamente de respeto
fundamentalmente formal a parámetros normativos previamente
establecidos, sino también incluye el intento de satisfacer consideraciones
mínimas de respeto a valores como el valor justicia. El concepto “Process”,
no solamente está circunscrito al escenario de un proceso judicial, sino
además a los procedimientos administrativos e incluso a las actuaciones de
autoridades corporativas en relaciones entre particulares. Finalmente la
referencia “of Law”, está dirigida a apuntar que estamos ante situaciones
conforme a Derecho, de acuerdo con el ordenamiento jurídico vigente, y no,
como se desprendería de una traducción más de corte literal, de ceñirse
solamente al respeto de lo prescrito en el texto de las leyes aprobadas por
el Congreso o Parlamento, según sea el caso.

II. DIMENSIONES DEL DEBIDO PROCESO.


Todas estas precisiones sobre los alcances de la expresión “Due Process of
Law”, fueron también generando otra importantísima consecuencia: la de
una múltiple comprensión de dicho concepto.
Se puede entonces hablar de una dimensión sustantiva y otra procesal del
Due Process of Law.
II.1. LA DIMENSIÓN SUSTANTIVA DEL DEBIDO PROCESO O DEBIDO
PROCESO SUSTANTIVO.
Esta dimensión, está dirigida más bien a evitar un comportamiento
arbitrario de quien cuenta con alguna cuota de poder o autoridad. En
nuestro medio, ello ha significado la conformación de un concepto de
razonabilidad.
Cuando hablamos de razonabilidad nos estamos refiriendo a un parámetro
al cual debe ceñirse la labor de quien cuenta con autoridad: el que se
encuentra en esta situación pues, en aras de proteger derechos
fundamentales o bienes jurídicos de significativa relevancia, llegar incluso a
establecer límites en el ejercicio de algún (os) derecho (s). Sin embargo,
ello no le habilita a actuar de cualquier manera (lo cual implicaría dejar la
puerta abierta a la arbitrariedad), sino, y allí se encuentra lo propio del
concepto razonabilidad, de acuerdo con fines lícitos (o por lo menos no
prohibidos por el ordenamiento jurídico vigente), fines que deberán
materializarse a través de medios proporcionales. La proporcionalidad de
los medios utilizados será consecuencia de analizar la utilidad, idoneidad y
el equilibrio de dichos mecanismos.
La utilidad del medio, implica el responderse si dicho mecanismo facilita el
obtener el fin buscado. La interrogante por su idoneidad busca acreditar la
adecuación de aquél medio para conseguir dicho fin. Por último, el
determinar si se respeta una consideración de equilibrio será consecuencia
de evaluar si lo efectuado es o no lo menos perjudicial para la plena
vigencia de diversos derechos fundamentales.
Pongamos un ejemplo concreto: si cuando estamos caminando por la calle
alguien saca una pistola y amenaza con matarnos, probablemente nuestra
reacción, si es que contamos también con una pistola, sea la de intentar
disparar primero. Si finalmente así lo hacemos, es muy posible afectar
drásticamente el derecho a la integridad o el derecho a la vida del otro. Sin
embargo, aquí bien podrá alegarse que hemos introducido una limitación
razonable y no arbitraria a esos derechos ya que:
- Actuamos inspirados en un fin lícito, o por lo menos, no prohibido por
nuestro ordenamiento jurídico (en este caso, la defensa de nuestra
propia vida, frente a una amenaza cierta e inminente en su contra);
- Empleamos un medio que en principio parece proporcional a la
gravedad de la amenaza a nuestros derechos (una pistola frente a otra
pistola), pues en función a lo que se planteaba, respondía a una
evaluación de utilidad, idoneidad y equilibrio en los parámetros que ya
hemos explicado.

II.2. LA DIMENSION PROCESAL O EL DEBIDO PROCESO PROCESAL.


La perspectiva o dimensión normalmente más conocida del Debido Proceso
en el Perú tradicionalmente ha sido la procesal, e incluso circunscribiéndola
al escenario del proceso judicial. Desde su formulación inicial, la dimensión
procesal del Debido Proceso o Debido Proceso Procesal, fue entendida
como el derecho que tiene cualquier ciudadano de acudir a una autoridad
competente e imparcial para que dicha autoridad resuelva un conflicto de
intereses que tengo con otra persona o personas (la determinación de si se
ha contraído o no una deuda, por ejemplo) o una situación de incertidumbre
con relevancia jurídica (una sucesión intestada, por citar un caso), dentro de
las mayores condiciones de igualdad y justicia posibles para las partes
involucradas y dentro de un plazo razonable.
No existe ley alguna destinada a especificar cuáles son los derechos que a
su vez componen la dimensión procesal del Debido Proceso. Sin embargo,
tanto a nivel doctrinario como jurisprudencial se han ido estableciendo
cuáles serían estos derechos. Entre ellos, en una relación que no debemos
entender como taxativa, encontraríamos a los siguientes:
- Derecho de acceso a la autoridad destinada a acoger o denegar
nuestros requerimientos (pretensiones);
- Derecho de contradecir o a defendernos de una alegación (pretensión)
exigida en contra de nuestros propios derechos;
- Derecho a un juzgador imparcial;
- Derecho a un juzgador predeterminado por ley (el cual en rigor no es lo
mismo que el juez natural, aunque habitualmente se les confunde);
- Obligación de respetar formalidades que preservan una buena
notificación y audiencia para quienes son parte de la controversia;
- Derecho de ofrecer y/o actuar las pruebas que sean pertinentes para
acreditar las diferentes posiciones o pretensiones de las partes;
- Derecho a poder obtener las medidas cautelares que permitan
temporalmente proteger nuestras pretensiones o posturas;
- Derecho a recibir una resolución a nuestros requerimientos en un plazo
razonable, o al menos, sin dilaciones;
- Obligación de motivar el fallo y las diferentes resoluciones que sean
necesarias para absolver la controversia pendiente, salvo las de mero
trámite;
- Existencia de una pluralidad de instancias que puedan pronunciarse
sobre las diferentes posiciones (pretensiones) en juego, siempre que la
situación concreta lo permita o el ordenamiento jurídico vigente lo
prescriba, dependiendo del caso;

III. EL TRATAMIENTO DEL DERECHO A UN DEBIDO PROCESO


POR LOS ORGANISMOS DE PROTECCION INTERNACIONAL DE
LOS DERECHOS HUMANOS.
La preocupación por asegurar la plena vigencia del derecho a un Debido
Proceso no ha estado solamente presente en algunos países en particular,
sino también ha sido un aspecto de vital importancia dentro de algunos de
los más relevantes tratados previstos para la protección de Derechos
Humanos, y en el quehacer de las instituciones establecidas para asegurar
la plena vigencia de los derechos recogidos en esos tratados.
El tema no queda solamente en el plano de la mera declaración, tal como
prescriben los artículos 8, 10 y 11 de la Declaración Universal de Derechos
Humanos, o el 25 de la Declaración Americana de Derechos Humanos.
Así, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de las Naciones
Unidas, prescribe: Artículo 14.1. “Todas las personas son iguales ante los
tribunales y cortes de justicia. Toda persona tendrá derecho a ser oída
públicamente y con las debidas garantías por un tribunal competente,
independiente e imparcial, establecido por la ley, en la sustanciación de
cualquier acusación de carácter penal formulada contra ella o para la
determinación de sus derechos y obligaciones de carácter civil…”
Por otro lado, la Convención Americana de Derechos Humanos, conocida
también como Pacto de San José de Costa Rica, en su artículo 25.1.,
dispone: “Toda persona tiene derecho a un recurso y rápido o a cualquier
otro recurso efectivo ante los jueces y tribunales competentes, que la
ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos
por la Constitución, la Ley o la presente Convención, aún cuando tal
violación sea cometida por personas que actúen en el ejercicio de sus
funciones oficiales.”
Estas prescripciones, sin duda deben ser tomadas en cuenta por nuestros
jueces y fiscales, no solamente en tanto y cuanto existe un compromiso del
Estado Peruano de cumplir estos tratados, sino especialmente por la
relevancia que actualmente le reconoce la Constitución de 1993 a dichos
tratados. De acuerdo con la Constitución Peruana, los tratados ( y entre
ellos los destinados a la protección de los Derechos Humanos), una vez
ratificados por el Perú, son parte del ordenamiento jurídico de nuestro país
(art. 55). Es más, los tratados sobre Derechos Humanos ratificados por el
Perú y la jurisprudencia de los organismos previstos para asegurar la plena
vigencia de esos tratados son una pauta ineludible para la interpretación de
toda actuación o disposición vinculada con los derechos recogidos en ellos.
IV. EL TRATAMIENTO BRINDADO AL DEBIDO PROCESO EN EL
PERÚ
Un análisis de la evolución del ordenamiento jurídico peruano nos
demuestra cómo en nuestro país se ha venido dando una progresiva
incorporación del derecho a un debido proceso en sus dos principales
dimensiones, aunque ello no se ha producido en forma sistemática y
plasmado no sin pocas imprecisiones y ambigüedades.
Así por ejemplo, en la Constitución Política de 1979 no existía una
referencia expresa al Debido Proceso, aunque cierto es que varios de los
aspectos de su dimensión procesal ya estaban reconocidos como parte de
los que se denominaban “Garantías de la Administración de Justicia”,
disposiciones consignadas en el artículo 233 de dicho texto constitucional.
Teníamos que esperar hasta la aprobación de la carta de 1993 para ver por
primera vez incorporado el Debido Proceso dentro de un texto constitucional
peruano. En el tercer inciso del artículo 139 de la Constitución vigente,
norma incluida dentro de los llamados “principios y derechos de la función
jurisdiccional”, exige como pauta de obligatorio cumplimiento “la
observancia del debido proceso y la tutela jurisdiccional”.
Por otro lado, a lo largo del ya mencionado artículo 139 se recogen una
serie de derechos habitualmente considerados como propios de la
dimensión procesal del Debido Proceso, tales como la motivación de las
sentencias y demás resoluciones que no sean de mero trámite (inciso
quinto), el juez predeterminado por ley (segundo párrafo del tercer inciso) o
la exigencia de no ser privado del derecho de defensa (inciso catorce).
La única expresa mención que hace la Carta de 1993 al Debido Proceso
Sustantivo la encontramos en la referencia hecha a la razonabilidad y a la
proporcionalidad como parámetro para la revisión judicial que pueden hacer
los jueces peruanos durante la vigencia de un Estado de Excepción en
nuestro país (artículo 200 de la Constitución de 1993)
Lo recientemente descrito pareciera circunscribir al derecho a un Debido
Proceso a su dimensión procesal, la cual solamente parecerá exigible en
sede judicial. Además, introduce una mención a la tutela judicial efectiva
que no pareciera compatibilizarse con el concepto que acabamos de
reseñar. Sin embargo, aún admitiendo la pertinencia de esa aseveración,
nada en nuestra opinión impedía que, siguiendo las pautas que poco a poco
han ido imponiéndose a nivel mundial, bien pudiera invocarse la plena
vigencia y tutela de este derecho fundamental en los diversos
procedimientos administrativos, máxime si en ambas constituciones se
incluía una cláusula de derechos implícitos (artículos cuatro de la
Constitución de 1979 y tres de la de 1993), mediante la cual, de acuerdo
con el respeto de principios centrales para el constitucionalismo
contemporáneo como son los de dignidad del hombre y respeto del Estado
Democrático de Derecho, no solamente podía justificarse la existencia de
un derecho fundamental a un Debido Proceso en sus diversas dimensiones,
derecho que además no estaría únicamente circunscrito al ámbito judicial.
Es más, y aun sin recurrir a la cláusula de derechos implícitos, la doctrina y
jurisprudencia a nivel mundial claramente admite la posibilidad de reconocer
nuevos contenidos dentro de aquellos ya admitidos dentro del ordenamiento
jurídico de algún estado en particular.

V. ALGUNAS PRECISIONES.
V.1. Diferencias entre Debido Proceso y Tutela Judicial Efectiva.
Desde incluso ya antes de la aprobación de la Constitución de 1993, tal
como lo prueba lo previsto en el artículo I del Título Preliminar del Código
Procesal Civil y 7 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, aparece en el Perú
el requerimiento de, a la par de lo previsto para el Debido Proceso, también
respetar la tutela jurisdiccional efectiva o judicial efectiva, planteamiento
finalmente consolidado en el tercer inciso del artículo 139 del texto
constitucional actualmente vigente.
El derecho a una tutela jurisdiccional efectiva se le puede definir como “el
derecho de toda persona a que se le haga justicia”, a que cuando pretenda
algo de otra, esta pretensión sea atendida por un órgano jurisdiccional, a
través de un proceso con garantías mínimas.
Vemos pues, cómo, desde su formulación inicial, el margen de acción de la
tutela jurisdiccional o judicial efectiva se circunscribe a un ámbito vinculado
con el quehacer de la judicatura, sea esta ordinaria o constitucional, por
constituir básicamente un derecho de todo justiciable a acceder a los
tribunales para intentar ver satisfechas sus pretensiones. En cambio, el
Derecho a un Debido Proceso, como ya hemos visto, no sólo se
circunscribe al ámbito judicial, sino además al procedimiento administrativo
e incluso a las actuaciones de las autoridades corporativas entre
particulares.
V.2. Diferencias entre el Juez Natural y el Juez Predeterminado por la
Ley.
Es habitual encontrar a nivel doctrinario y jurisprudencial referencias a
conceptos como “juez natural” o “juez predeterminado por ley”. Es más, en
muchos casos se les trata como sinónimos. Ahora bien, importante es
anotar que en rigor, aunque vinculados entre sí, “juez natural” o “juez
predeterminado por ley” no significan lo mismo.
La idea de juez natural, surgida en la época en la cual todas las personas
no eran juzgadas por los mismos jueces, apunta a que quien debe
juzgarnos es aquel al cual por la naturaleza de sus actividades le
correspondería procesarnos. Así por ejemplo, en el Perú es un juez militar
quien debiera pronunciarse en los casos iniciados contra otro militar ante los
presuntos delitos de función que se le adjudican a este último. Ese juzgador
en cambio no podría procesar o condenar a civiles o a militares retirados.
Por otro lado, la idea del juez predeterminado por ley, no se encuentra
vinculada a la naturaleza de la persona o personas procesadas, sino en
función a la distribución de las competencias jurisdiccionales efectuada en
la aplicación del principio de legalidad. Violaría el derecho al juez
predeterminado por ley someter una controversia a un juez civil cuando está
previsto que este tipo de casos los resuelva un juez en lo penal, por solo
citar un caso al respecto.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
. ESPINOZA-SALDAÑA BARRERA, Eloy. Jurisdicción Jurisdiccional,
Impartición de Justicia y Debido Proceso, Lima, Ara Editores, 2003, p. 412-
415.
. QUIROGA LEÓN, Aníbal. El Debido Proceso Legal en el Perú y el
Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos, Lima,
Juristas Editores, p. 125-143.
. SAENZ DÁVALOS, Luis. La tutela del derecho al debido proceso en la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional. En: Revista Peruana de Derecho
Constitucional, Lima, Tribunal Constitucional N° 1, 1999, p. 483-564.
. CONSTITUCION POLÍTICA DEL PERÚ DE 1979.
. CONSTITUCIÓN POLITICA DEL PERÚ DE 1993.

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