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FACULTAD DE DERECHO
ASIGNATURA:
DERECHO CIVIL IV
MATERIAL DE LECTURA
Profesores Responsables:
Dr. Guillermo García Montúfar S.
Dr, Moisés Arata Solís
ABRIL - 2018
TEORÍA GENERAL DE LOS DERECHOS REALES
1.1. Concepto.
“Partiendo de una definición de Derecho Civil que lo concibe como parte o sector del
ordenamiento jurídico, que está compuesto por el sistema de normas y de instituciones
que están encauzadas a la defensa de la persona y de sus fines dentro de la comunidad,
no resulta difícil aislar como una de sus partes al Derecho Civil Patrimonial, que puede
ser considerado como aquella parte del Derecho Civil, que comprende las normas y las
instituciones a través de las cuales se realizan y ordenan las actividades económicas del
hombre”
1.2. Contenido.
“En toda comunidad o sociedad bien organizada es necesario establecer una serie de
reglas por medio de las cuales se lleve a cabo la distribución de los bienes económicos
entre los miembros de esa comunidad o sociedad y, por consiguiente, la atribución a
cada uno de ellos de concretos y determinados bienes. De esta suerte, el primero de los
temas con que se enfrenta el Derecho Patrimonial es precisamente el relativo a la
atribución de los bienes económicos a las personas. La vida económica no se hace, sin
embargo, con la simple función de atribución-distribución. La búsqueda de la
satisfacción de necesidades y de la realización de los diferentes fines personales, en el
orden de una sociedad, exige una organización del trabajo y, por consiguiente, las reglas
en virtud de las cuales unas personas realizan o pueden realizar prestaciones de
servicios a favor de otras (cooperación o colaboración social) y un tráfico o cambio de
manos de los bienes económicos (intercambio en sentido amplio). De esta forma puede
decirse que el Derecho Patrimonial regula las diferentes operaciones que las personas
realizan en relación con los bienes económicos"
Este ‘orden económico constitucional’ no es una pieza aislada, sino un elemento más
dentro de la estructura básica de la ley fundamental. Además hay que enmarcar la
Constitución económica dentro de un contexto más amplio: el modelo de sociedad (una
sociedad libre) y la idea de Estado (‘Estado social y democrático de derecho’, ‘Estado
autonómico’) que se quiere garantizar a través de la Constitución.
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(…) Hay fundamentalmente dos sistemas posibles de organización social y económica:
liberal y socialista. Ambos se pueden definir de acuerdo con el siguiente esquema:
“La gran mayoría de los sistemas económicos que funcionan en la realidad son mezclas
más o menos heterogéneas que combinan elementos de los distintos casos teóricos (…)
y en los cuales coexisten la propiedad privada, la propiedad estatal, el mercado y la
planificación centralizada. El papel que cada uno de estos elementos juega dentro de la
organización económica está dado básicamente por las normas jurídicas que rigen en el
país de que se trate. En general, las economías mixtas más cercanas al sistema
capitalista puro tienen un sistema jurídico que presupone que la mayor parte de las
actividades económicas son llevadas a cabo por entidades privadas y canalizadas a
través de los mercados. Para asegurar el funcionamiento de esos mercados y resolver
posibles conflictos que se producen en los mismos, el Estado provee de normas y de
instituciones jurídicas que fijan una serie de criterios generales de aplicación y de
interpretación, que constituyen el derecho privado del país en cuestión. Para ciertas
actividades en particular (salud, educación, seguridad, etc.), el Estado participa también
de manera directa, a través de dependencias propias que actúan en el mercado de
distinta forma y cuya organización y funcionamiento también es objeto de normas
jurídicas específicas que constituyen buena parte de lo que sería el derecho
administrativo. Por último, existe también un conjunto importante de normas jurídicas
destinadas a regular y planificar la prestación de algunas actividades, reemplazando al
mercado o interviniendo en el funcionamiento de éste. Estas últimas normas
constituirían el derecho regulatorio (…)
Además de las ramas del derecho mencionadas en el párrafo precedente, buena parte de
las normas encuadradas dentro de otras áreas del conocimiento jurídico sirven para
ayudar a delinear el sistema económico dentro del cual se mueve una sociedad. Así, las
normas de derecho penal complementan a las de derecho privado protegiendo a los
mercados de una serie de situaciones que atentan contra su funcionamiento (por
ejemplo, del robo), y las de derecho procesal son también un complemento
indispensable de las normas privadas, penales y regulatorias. El derecho laboral, por su
parte, es en buena medida parte del derecho privado en el sentido de que sirve para
asegurar el funcionamiento descentralizado de los mercados de trabajo, pero incluye
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también una serie de normas de tipo regulatorio que tienen por objeto intervenir en esos
mercados”
(…) el Estado emerge como garante final del interés general, desde el momento en que
su tarea consiste en la intervención directa para satisfacer una necesidad real de la
sociedad, cuando la colectividad y los grupo sociales, a los cuales corresponde en
primer lugar la labor de intervenir, no están en condiciones de hacerlo.
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presentan cierto grado de indeterminación y, por consiguiente, amplia flexibilidad a
favor del legislador; tales disposiciones no pueden asumirse como capaces de sustentar
cualquier tipo de legislación arbitraria y carente de adecuación objetiva, pues los limites
a la intervención estatal en la actividad económica de los particulares, se constituyen ahí
donde tal actuación supondría una violación del principio de vinculación a los derechos
fundamentales.
Asimismo, el artículo 59° de la Constitución recoge una cláusula de garantía para las
libertades de trabajo, empresa, comercio e industria; pero, a la vez, establece un
mandato, cual es, “brindar oportunidades de superación a aquellos sectores que sufren
cualquier desigualdad, en tal sentido, promueve las pequeñas empresas en todas sus
modalidades”.
A juicio de este Tribunal, dicha cláusula no sólo determina un rol negativo para el
legislador, de no interferir irrazonablemente en tales libertades económicas, sino que al
mismo tiempo le otorga un margen de actuación a fin de garantizar condiciones
materiales de igualdad.
De esta manera, el artículo 59° del texto constitucional habilita la intervención estatal
para cumplir con el deber de garantizar el principio-derecho de igualdad, no sólo en
aquellas situaciones de sospechosa mayor vulnerabilidad, recogidas expresamente en el
artículo 2.2 de la Constitución –por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión,
opinión, condición económica o de cualquiera otra índole– sino principalmente, lo
habilita para establecer medidas adecuadas y necesarias que le permitan cumplir con la
promoción de la pequeña empresa en todas sus modalidades.
Por su parte, el artículo 60° de la Ley Fundamental establece una reserva de ley
absoluta, para habilitar al Estado a realizar excepcional y subsidiariamente actividad
empresarial, directa e indirectamente, cuando el interés público o la conveniencia
nacional lo justifique.
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proteger a quienes cierran el circulo económico en calidad de consumidores y usuarios.
De este modo, conforme a lo señalado en los párrafos anteriores, no cabe duda que el
Estado puede intervenir de manera excepcional en la vida económica de los particulares,
a fin de garantizar bienes constitucionales que pueden ponerse en riesgo por las
imperfecciones del mercado y respecto de los cuales existe un mandato constitucional
directo de promoción en tanto actividad y/o protección del grupo menos favorecido.
“La idea de orden público económico es relativamente reciente. Se presenta como una
aplicación de la idea genérica de orden público al caso concreto del quehacer
económico. Tropieza, pues, la delimitación de la idea con las mismas dificultades con
las que choca la delimitación del concepto de orden público en general. Para un
importante sector de la doctrina, el orden público es siempre una limitación de la
genérica libertad, que por regla general se entiende que deben gozar los particulares, y
por ende la frontera de esta libertad con la actuación de los poderes públicos. Aplicando
esta idea a la actividad económica se ha dicho que el orden público económico es la
actividad de la Administración o del Estado que se dirige a configurar económicamente
la sociedad. Farjat lo define como ‘el conjunto de las reglas obligatorias en las
relaciones contractuales relativas a la organización económica, a las relaciones sociales
y a la economía interna de los contratos’.
Para nosotros, pues, el orden público económico está constituido por aquellas reglas que
son básicas en el orden jurídico global y con arreglo a las cuales en un momento dado
aparece organizada la estructura y el sistema económico de la sociedad (…)
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mercado, libertad de empresa, libre concurrencia económica y libre contratación. Todo
ello quiere decir que la producción, el intercambio y la contratación de los bienes y de
los servicios se realizan por los particulares de manera libre y espontánea. Se produce
de acuerdo con la voluntad de los interesados. Ello significa que, globalmente
considerado el problema, se admite una espontánea dinámica de la sociedad que el
Estado no impide (…)
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siempre de un respeto de los derechos adquiridos, lo que significa certidumbre acerca
del fenómeno adquisitivo, sin mutaciones retroactivas del mismo, y certidumbre
también de los fenómenos que pueden determinar la pérdida o extinción de los derechos
(…).
2.2. Semejanzas.
“Existe una sola semejanza entre los derechos reales y personales: ambos tienen
contenido patrimonial.
Desde el punto de vista económico, la semejanza es mayor en cuanto a los derechos
reales sobre cosa ajena, ya que éstos, al igual que los derechos personales, son bienes
inmateriales; en cambio, el dominio es bien material por confundirse con la cosa que es
su objeto”
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2.3. Diferencias generales:
e) Número: es ilimitado en los derechos personales, ya que los particulares pueden crear
las más variadas relaciones jurídicas. En los derechos reales, en cambio, los particulares
sólo pueden dar nacimiento a los derechos que la ley establece taxativamente y en
número muy reducido.
f) Nacimiento: los derechos personales nacen siempre de alguna de las causas o fuentes
que determina la ley (título). En los derechos reales a veces no es así, porque en algunos
casos basta el hecho o acto jurídico para que nazca el derecho real (título), pero en otros
es necesario que sobrevenga o preceda otro hecho o acto (modo) para que se produzca
la adquisición del derecho. (…)”
“Para los autores clásicos, el derecho real viene definido por la inmediatividad: es un
derecho que recae directa e inmediatamente sobre una cosa y genera una relación
directa de la persona con la cosa. En cambio, los derechos de crédito o derechos
personales suponen una relación entre dos personas y no recaen directamente sobre las
cosas, sino que en ellos el titular del derecho lo único que tiene es una facultad para
exigir una conducta del sujeto pasivo o deudor
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La tesis clásica de la distinción entre derecho real y derecho de crédito fue criticada por
Augusto Thon. No puede decirse que existe una relación jurídica entre una persona y
una cosa. Sólo cuando una persona entra en conflicto con otra u otras se pone en juego
el ordenamiento jurídico. El derecho de propiedad no consiste tanto en lo que el
propietario pueda directamente hacer con su jardín (goce), como en la posibilidad de
ponerle al jardín una verja y excluir a los demás de la utilización del jardín. Se deduce
de aquí que la pretensión del propietario se dirige a que los demás observen un
determinado comportamiento”
“La noción original de derecho real llevaba implícita la idea de la existencia de una
cierta pertenencia del bien respecto del sujeto titular. En la medida que esa pertenencia
se encontraba garantizada por el ordenamiento jurídico, se podía afirmar que el derecho
real garantizaba al titular la exclusividad de dicha pertenencia, lo cual, viendo las cosas
desde la perspectiva de los demás conduce, necesariamente, a la idea de exclusión de
estos últimos. Esta última idea (…) dio lugar a la afirmación de la existencia de dos
elementos, un elemento interno (denominado inmediatez) constituido por la relación
directa e inmediata del sujeto respecto de la cosa y un elemento externo (denominado
absolutez) constituido por la oponibilidad de dicha relación frente a todos los demás.
Así tenemos que por ejemplo AUBRY y RAU afirman que: “los derechos reales son
aquellos que crean una relación inmediata y directa entre una cosa y la persona al poder
de la cual ella se encuentra sometida, de una manera mas o menos completa siendo, por
eso mismo, susceptibles de ser ejercidos no solamente contra tal persona determinada,
sino contra todos” (…)
(…) La inmediatez y la absolutez como notas tipificantes del derecho real no han estado
exentas de críticas.
Respecto de la primera, las principales críticas son las siguientes: (a) la idea de una
relación directa de la persona con la cosa es jurídicamente inaceptable, el derecho
objetivo como el subjetivo siempre tienen por referencia a la conducta humana “en su
interferencia intersubjetiva” (ROJINA …), la relación de la persona con la cosa podrá
ser una relación económica pero no una relación jurídica; y, (b) como todo derecho
subjetivo supone la facultad de exigir a otro una conducta determinada que satisfaga el
interés del titular, en el caso de los derechos reales esa facultad tendría un contenido
meramente negativo consistente en la posibilidad de exigir a todos los demás la
obligación de abstenerse de todo lo que pueda perturbar al ejercicio del derecho por su
titular y resultaría tan cierta la existencia de esta obligación que la misma se patentizaría
cada vez que alguien viola el derecho del titular, caso en el cual, la razón por la que el
contraventor es condenado es, precisamente, porque se encontraba previamente
obligado (el sujeto pasivo indeterminado se torna en sujeto pasivo determinado).
En cuanto a la absolutez, las críticas más importantes son las siguientes: (a) la
denominada obligación negativa que afectaría a todos los no titulares, no es
propiamente una obligación en el sentido estricto que tiene dicha palabra para el
derecho por cuanto “no sería de la misma naturaleza que la que liga a deudor y
acreedor en los derechos personales; pues no tiene naturaleza patrimonial, no figura en
el pasivo del patrimonio de esos miembros obligados a respetar el derecho real, como
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figuraría, por ejemplo, una obligación de no hacer. Efectivamente, si yo me obligo a no
hacer algo me privo por ello de un derecho que me pertenecía; pues el hecho de que
deba respetar los derechos reales de los demás, no implica la privación de ninguna
facultad de mi parte” (MARIANI …); y, (b) como consecuencia de lo anterior se tiene
que el denominado “deber de respeto” al que se alude como significado de la
oponibilidad erga omnes de los derechos reales no sería otro que el deber general que
tienen todas las personas de respetar los derechos de los demás cualquiera sea la
naturaleza de los mismos.
“(E)n el siglo XIX la distinción entre derechos reales y personales que se fundamentaba
en la relación directa con la cosa objeto, existente en los primeros, y no en los segundos
fue objeto de severas críticas. Kant, en sus Principios metafísicos del derecho, ya había
señalado el camino, al decir que todo derecho es necesariamente una relación entre
personas y que a todo derecho corresponde necesariamente un deber.
(…) Del axioma anterior derivaron la definición de derecho real como aquel que
establece una relación jurídica entre una persona como sujeto activo y todas las otras
como sujetos pasivos, relación que tiene la misma naturaleza que la de las obligaciones
propiamente dichas; la obligación impuesta a todos menos al titular del derecho real es
puramente negativa: consiste en abstenerse de todo lo que pueda perturbar el ejercicio
pacífico del derecho por su titular”
(…) De lo expuesto se deduce que las tesis personalistas niegan la distinción entre
derechos reales y personales: ambos tienen la misma naturaleza, son obligaciones. Las
diferencias que pudieran apuntarse entre ambos son diferencias de efectos, que derivan,
no de la distinta naturaleza del vínculo sino del hecho de que son disímiles el objeto y el
número de los sujetos pasivos, y nada más.
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“(…) esa mentada obligación pasiva universal no es una obligación en el sentido técnico
de la palabra, no tiene contenido económico para el obligado – supuestamente obligado-
dado que no grava su patrimonio.”
“Jallu (…) sostiene que el derecho obligacional es un derecho sobre las cosas, o por lo
menos subsidiariamente recae sobre las cosas, sobre el conjunto de los bienes del
deudor. El centro de gravedad de la obligación lo desplaza así del sujeto al objeto. En
efecto, agrega, el derecho obligacional, en la ejecución forzada recae sobre el objeto
(como por ejemplo en la obligación de entregar un caballo, recae sobre el caballo) o
subsidiariamente sobre todas las cosas que integran el patrimonio del deudor
(indemnización de daños y perjuicios, que se ejecuta sobre el patrimonio)”
(…) reduce todo a una relación entre patrimonios y produce una despersonalización del
derecho subjetivo, al afirmar que los derechos personales no tendrían por objeto una
conducta del deudor o sujeto pasivo, sino el patrimonio de este último, circunstancia
que se vería reflejada en la célebre máxima según la cual “el patrimonio del deudor es la
prenda común de sus acreedores.
(…) la máxima antes citada constituye una generalización que no excede el marco de un
mero aforismo y carece de utilidad para fundar una doctrina seriamente científica.
Además, se caracteriza el derecho partiendo del momento anormal o excepcional del
incumplimiento, única ocasión en la cual el acreedor obtiene la facultad de agredir el
patrimonio de su deudor.
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(…) Para hacer respetar esos derechos subjetivos existen dos clases de normas: las
constitutivas del derecho disciplinario, que sujetan a los integrantes del grupo
imponiéndoseles aun sin su consentimiento; aquí ubicaríamos a los derechos reales, y
las constitutivas del derecho estatutario, que por contemplar intereses particulares
tienen en cuenta la voluntad individual. Aquí se ubicaría el derecho de las obligaciones
y de los contratos”
El derecho real es una relación de derecho en virtud de la cual una cosa se encuentra, de
una manera inmediata y exclusiva, en todo o en parte sometida al poder de apropiación
de una persona. El derecho de crédito es por el contrario, una relación de derecho por
virtud de la cual la actividad económica o meramente social de una persona, es puesta a
disposición de otra, en la forma positiva de una prestación por proporcionarse, o en la
forma negativa de una abstención por observar. El derecho real es una relación de
derecho por virtud de la cual una persona tiene la facultad de obtener de una cosa,
exclusivamente, y en forma oponible a todos, toda la utilidad que produce o parte de
ella. En oposición al derecho real el de crédito es una relación de derecho, por virtud de
la cual una persona, el acreedor, tiene la facultad de exigir de otra, el deudor, el
cumplimiento de una prestación determinada, positiva o negativa
(…) En función de la definición que hemos dado, los caracteres específicos del derecho
real son los siguientes: 1. Desde el punto de vista del objeto. El derecho real se refiere a
la apropiación de una riqueza, en tanto que el derecho de crédito tiende al
aprovechamiento de los servicios ajenos, el derecho real únicamente puede recaer sobre
cuerpos determinados e individualizados, porque únicamente son susceptibles de
apropiación los bienes individualmente designados o que pueden individuarse (…) 2.
En oposición de la obligación, que necesariamente pone en presencia a dos personas,
puesto que sujeta la actividad de una a favor de la otra, el titular del derecho real es
puesto en contacto con una cosa bajo la garantía del poder social, pudiendo retirar de
ella toda la utilidad que sea susceptible de de proporcionar dentro de los límites del
derecho real de que se trate”
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“Nuestro propósito es llegar a precisar el problema social que la constitución de
relaciones obligatorias trata de resolver, poniendo en claro la diferencia esencial
existente entre el problema práctico de la relación de derecho real y el problema
práctico de la relación de obligación.
Una corriente doctrinal ha creído percibir la antítesis entre estas dos especies de
relaciones, considerando que unas resuelven el problema del tener y, las otras, el
problema del deber tener. Aun reconociendo la fundamental exactitud de esta tesis, nos
parece, modestamente, que peca de insuficiencia, puesto que, enfocando la posición
jurídica del que tiene derechos solamente, no aclara, con su fórmula excesivamente
elíptica el aspecto social del problema que la constitución de estas relaciones pretende
resolver, es decir, la conexión existente entre los sujetos de las mismas relaciones como
socialmente vinculados. Diremos, por tanto, que en las relaciones de derecho real se
resuelve un problema de atribución de bienes; en cambio en las relaciones de obligación
se resuelve un problema de cooperación o de reparación en las hipótesis de
responsabilidad aquiliana.
Establecida así la antítesis, parece que no es posible una confusión entre las dos
categorías de relaciones. Ciertamente, para aquellos que se atienen excesivamente a las
abstracciones conceptualistas, consideran el Derecho bajo la especie de norma de
conducta, no resulta una diferencia clara y neta, puesto que normas de conducta pueden
encontrarse con facilidad tanto en las relaciones de derecho real como en las relaciones
de obligación. Pero si se considera que a los fines de la actuación práctica de las
relaciones de derecho real, el titular del derecho no tiene en cuenta la prestación ajena,
mejor aún, la positiva cooperación de un tercero, mientras que, al contrario, en las
relaciones obligatorias la prestación ajena está ínsita en el concepto mismo de
obligación, resulta evidente dónde está la diferencia de los problemas prácticos resueltos
por la ley mediante la constitución de estas dos clases de relaciones. En un caso se trata
de atribuir bienes a una persona y de excluir correlativamente a las demás: hay, por
tanto, una relación de atribución y de correlativa exclusión; en el otro se trata de
resolver un problema de cooperación, en el supuesto de relaciones jurídicas que tienen
su fuente en un contrato, o de compensar las consecuencias lesivas de un acto ilícito.
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3.3.3. Teorías que inciden en la clasificación de los derechos reales y personales.
a) Tesis de Giorgianni.
“A nuestro juicio, es posible individuar situaciones jurídicas en las que, aún cuando son
incluidas por la doctrina dominante entre los derechos reales, el interés del sujeto no es
obtenido en absoluto mediante un poder inmediato sobre la cosa, mientras que, por el
contrario, es posible individuar situaciones jurídicas tradicionalmente comprendidas en
los derechos de crédito, en que el instrumento puesto a disposición del sujeto por el
ordenamiento jurídico para la consecución del interés está constituido precisamente por
u poder inmediato sobre la cosa.
Consideremos, por un lado, los llamados derechos reales de garantía (hipoteca, prenda)
y la servidumbre negativa; por otro, el arrendamiento, el comodato y la anticresis.
(…) Otro significado se atribuye al carácter absoluto del derecho real en contraposición
a la relatividad del derecho de crédito. Se dice, en efecto, que mientras el primero es
ejercitable erga omnes, el segundo puede ejercerse sólo frente a la persona del deudor.
Pero ha sido justamente observado que existen excepciones a tal principio, tanto en el
sentido de que hay derechos que son incluidos en la categoría de los derechos reales que
no son ejercitables erga omnes, como en el de que hay derechos que en general son
incluidos entre los derechos de crédito que, en cambio, son ejercitables erga omnes. Se
ha aportado, por un lado el ejemplo de la propiedad inmobiliaria no transcrita, que no
puede oponerse al adquirente posterior que, en cambio, ha transcrito (art 2.644 c. c.), y
el ejemplo de la propiedad inmobiliaria no transcrita, que no puede perseguirse contra el
poseedor de buena fe (art. 1.153 c. c.): por otro, el ejemplo del arrendamiento superior a
nueve años transcrito, que puede oponerse a todo tercero (art. 1.599 cpv. 2 c. c.).
Si, en cambio, examinamos la propiedad, es evidente que ésta no puede ser encuadrada
ciertamente en el esquema del derecho de crédito, en cuanto el interés con ésta la ley
quiere proteger no es realizable mediante el poder de pretender de otro sujeto un
determinado comportamiento. Por lo que, aún admitido por un momento que al derecho
del propietario corresponda un deber de todos los demás sujetos (y no, como nosotros
tendemos a creer, una sumisión (soggezione), no puede haber duda que tal deber no
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corresponde al poder del propietario, en cuanto la imposición del deber no va dirigida a
realizar el interés de este último; éste se puede, en cambio, considerar una manifestación
del deber genérico del neminen laedere.
El interés del propietario, que es el de gozar de la cosa de modo pleno y exclusivo, es,
en cambio, perfectamente realizado por un poder inmediato sobre la cosa, esto es, por
un poder de satisfacer directamente sobre la cosa el interés (de goce) protegido.
Del mismo modo debe decirse que el interés (de goce) del titular es realizado mediante
un poder inmediato sobre la cosa no sólo en la enfiteusis, en el usufructo, en el uso, en
la habitación y en la servidumbre positiva, sino también, por las razones antes
expuestas, en el arrendamiento, en el comodato y en la anticresis; mientras, por el
contrario, en la servidumbre negativa, como antes hemos intentado demostrar, el interés
del titular debe entenderse realizado mediante una relación obligatoria.
No creemos, por lo demás, que la ley garantice sólo al propietario el interés de disponer
del propio derecho junto al de gozar la cosa (como, en cambio, resultaría de la
definición legal de la propiedad, art. 832 c. c.), en cuando debe considerarse en general
conexo no sólo a la propiedad, sino también a los demás derechos un poder de
disposición de la posición favorable garantizada por la ley al titular. Se puede decir, en
efecto, que en cada derecho, al menos en general, hay, junto al poder que garantiza la
consecución del interés específico, un poder de disposición, esto es un poder de influir
con la propia voluntas sobre la situación favorable atribuida por el ordenamiento
jurídico (por lo demás, la definición de la propiedad dada por el art. 832 dice sólo que el
propietario tiene el “derecho de disponer de las cosas de modo pleno y exclusivo”, esto
es, de disponer de la situación favorable que es la de 'gozar … de las cosas de modo
pleno y exclusivo’.
(…) Entre los derechos patrimoniales es posible individuar aquellos en los que el poder
es vinculado a una cosa determinada; así, la propiedad o el derecho de goce de una cosa,
o el derecho de crédito frente a un sujeto en cuanto éste es propietario o poseedor de una
cosa. Es también posible posteriormente individuar, dentro de los derechos
patrimoniales de este tipo, una categoría de éstos en la que la vinculación del poder del
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titular con la cosa es tal, que el poder mismo se hace inherente a la cosas, en el sentido
de que el titular puede obtener la satisfacción de su interés con independencia de las
relaciones de hecho o jurídicas que afectarán a la cosa. Ahora bien, a nuestro juicio, es
precisamente en tal categoría donde pueden identificarse los derechos reales.
(…) Pero es necesario no confundir el carácter inherente del poder sobre la cosa, que
hemos perfilado, con el carácter inmediato del poder sobre la cosa. El carácter
inmediato se refiere a la estructura del poder del titular, esto es, al modo con que este
último persigue la realización de su interés, mientras el carácter inherente se refiere a
los vínculos del poder con la cosa. Así, por ejemplo, la hipoteca no atribuye al titular un
poder inmediato sobre la cosa para la satisfacción de su interés; sin embargo, el poder es
verdaderamente inherente a la cosa en cuanto la sigue con independencia de quien sea
propietario (art. 2.808 c. c.). Por el contrario, el arrendamiento de los bienes muebles,
aún atribuyendo al titular un poder inmediato sobre la cosa para la satisfacción de su
interés, no se puede considerar inherente a la misma cosa, dado que éste e inoponible al
tercer adquirente de buena fe (art. 1.599 cpv. 1).
(…) El resultado a que hemos llegado nos permite encuadra exactamente la figura de la
obligatio propter rem y la carga real y puede tener trascendencia en la solución del
problema relativo a la valoración y los límites de eficacia de algunos supuestos
prácticos presentados al examen de la jurisprudencia.
b. Tesis de Ginossar.
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de bienes incorporales, de créditos y de derechos. Se separa de esta manera la idea de
propiedad de los derechos reales. La distinción del derecho en real y personal es
pertinente sólo en aquellos casos en los cuales existe una propiedad de derechos. Los
derechos personales y los derechos reales aparecen como dos especies del derecho de
obligación, por el cual una persona determinada (sujeto activo, acreedor) puede exigir
de otra persona determinada (sujeto pasivo, deudor) una prestación activa o pasiva. Lo
que distingue al derecho real es que el deudor o deudores pasivos no son las personas
nominalmente designadas y, en su caso, sus sucesores universales, sino la persona,
quien quiera que sea, que en un determinada momento sea la propietaria de un bien. La
obligación real pasa a cada adquiriente particular del bien, el cual determina la identidad
del sujeto pasivo, de suerte que todo ocurre como si fuera la persona y no la cosa quien
deba la prestación”
“Ginossar, en ‘Droit réel, propriété et créace (1960) formula una elaboración de lo que
llama sistema racional de los derechos patrimoniales. Sostiene que el activo del
patrimonio se integra con la propiedad de los bienes, que pueden ser corporales o
incorporales; y estos últimos, derechos relativos o derechos intelectuales. A su vez los
derechos relativos los subdivide en personales, en reales, y en los que toman notas de
unos y otros: los mixtos
El concepto amplio de propiedad aplicable a todos los bienes que constituyen el activo
del patrimonio, no representa una idea novedosa (…) en cuanto a la subclasificación de
los bienes en corporales e incorporales, incluyendo entre los últimos a los derechos
personales y a los reales sobre cosa ajena, implica volver al sistema del derecho romano,
que llamaba cosas a las que aquí se denomina bienes, y distinguía cosas corporales
(dominio) y cosas incorporales (derechos personales y reales, salvo el de dominio).
Otro de los puntos sobresalientes de Ginossar consiste en incluir los derechos reales
sobre la cosa ajena en la categoría de derechos relativos como consecuencia de
participar de la opinión de que en esos derechos, además del sujeto pasivo universal,
aparece un sujeto pasivo determinado, que es el propietario de la cosa gravada con el
respectivo derecho real sobre la cosa ajena”
“(L)a noción teórica del derecho real como poder directo e inmediato sobre la cosa
oponible erga omnes no capta por completo la realidad legislativa, y que en el fondo son
criterios de política jurídica los que determinan que determinadas situaciones tengan o
no eficacia erga omnes, prescindiendo que en ellas se detecte o no aquel poder. Se habla
entonces, para salvar la pureza del concepto, de que esa situación en la que no existe
poder directo e inmediato no es derecho real sino que produce efectos. Pero este
subterfugio no evita el relativismo de la distinción entre derecho real y personal, porque
pone de relieve que no serían como dos circuitos separados sino secantes entre los
cuales hay una gran zona en común (precisamente la más importantes, los efectos,
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frente a terceros de una situación jurídica) donde la diferenciación quiebra. Tampoco
explica la razón intrínseca, si es que la hay ontológicamente, por la que, aun careciendo
su titular de todo poder directo e inmediato, su derecho es oponible a terceros.
Así las cosas, seguramente fuese más útil y menos problemático hablar simplemente de
situaciones jurídicas dotadas de oponibilidad a terceros y carentes de ella. Pero la
diferenciación entre el derecho real y de obligación por la vía de la estructura de poder
que confieren a su titular (directamente sobre la cosa o facultad de exigir una prestación,
según que se trate respectivamente de derechos reales o de crédito) es la tradicional. No
obstante, su mantenimiento obliga necesariamente a señalar importantes excepciones en
los casos en que se da una oponibilidad erga omnes sin poder directo e inmediato sobre
la cosa”
(…) tenemos relaciones con grados de oponibilidad diversos según la función social que
desarrollan. Por ello es un error considerar que de la oponibilidad se derivan sólo dos
categorías (…)
Cuando un interés económico, que el sistema jurídico pretende proteger, resulta tutelado
logrando que una sola persona pueda disfrutar, usar o disponer de un bien, configurando
un “status” respecto al mismo, el sistema jurídico creará una relación oponible a todos,
prohibiéndoles toda conducta perturbadora (como en el caso de la propiedad). Cuando
otro interés se encuentra tutelado por la actividad de alguien en particular, se dotará al
titular de la posibilidad de exigirle comportamiento al obligado (un crédito por
ejemplo). Cuando se requiera ambas cosas, el Derecho se pronunciará en ese sentido; se
opondrá a todos una relación y se exigirá a alguien un comportamiento específico (un
arrendamiento inscrito o un usufructo). Es una simple correlación entre problemas y
soluciones. Y a problemas distintos, distintas respuestas.
(…) nos inclinamos por una posición pluralista, que libere al legislador del imperativo
de catalogarlas relaciones jurídicas o en libro de reales o en los relacionados con las
obligaciones. Debemos hablar de una gran categoría (si queremos de un sólo libro en el
Código): las relaciones jurídico patrimoniales. Las subcategorías se definirán conforme
a la realidad (…)
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b) La segunda, íntimamente relacionada con la anterior es que el sistema establezca
prelaciones clara en cuanto que la relación jurídica prima cuando tenemos dos o más de
ellas en conflicto. Esto dependerá en mucho del grado de oponibilidad, y con ello, del
grado de recognoscibilidad que tenga la relación jurídica como tal. También dependerá
de la opción legislativa entre la dinámica y la estática, entre el cambio y el “status”. Así
se dotará de mayor protección al enajenante o al adquirente, se admitirá o no las
adquisiciones a “non domino”, y la “justicia” estará del lado del diligente comerciante o
del descuidado propietario.
Logrando que estas dos premisas se plasmen en el sistema jurídico, poco importará si
una relación jurídica es real, obligatoria, comparte ambas naturalezas o no es ninguna de
las anteriores (…)
“(E)l elemento inmediatez (a) (…) no puede ser entendido como una relación física o
económica de la persona con la cosa sino como una relación del titular con los demás a
propósito de la asignación de los bienes, que se caracteriza porque la satisfacción del
titular respecto de los bienes asignados se obtiene sin la necesidad de que los demás
desplieguen una específica actividad de cooperación o colaboración para con él; y, (b)
no es cierto que el derecho real puede contraerse a una obligación meramente negativa
de todas las demás personas distintas al titular del derecho, es necesario reconocer “que
cada derecho subjetivo se caracteriza primariamente por su haz de facultades (su
distinto ámbito de poder) .... y secundariamente, se organiza la especial protección
(aparte de la ... genérica de todos los derechos“ (PEÑA …), es decir, los derechos
reales sí tienen un verdadero aspecto positivo que está constituido “por el conjunto de
facultades jurídicas que otorgan (no de facultades económicas) ... en forma abstracta o
concreta” (ROJINA…), en abstracto estamos hablando de “las diversas posibilidades
normativas de ejecutar actos de dominio o de administración, dentro de la connotación
estrictamente jurídica de esas actividades” (íbidem), mientras que en términos
concretos de lo que estamos hablando es del ejercicio, por el titular, de algunos de los
actos de dominio o de administración que corresponden a su derecho. Es precisamente
ese contenido positivo el que permite distinguir los diversos tipos de derechos reales
que el ordenamiento jurídico contempla. Es más, en la actualidad, se sostiene que si se
aprecia con detenimiento la situación jurídica del titular de un derecho real
encontramos que su derecho subjetivo, sin dejar de ser un ámbito de poder atribuido al
sujeto privado, por efecto de las concepciones vigentes, especialmente las derivadas de
la noción de Estado Social de Derecho, debe dejar de ser identificado como un ámbito
de completa y total libertad para su titular sino que, como lo sostiene COLINA (p.200),
con palabras formuladas respecto al derecho de propiedad privada, pero aplicables –con
mayor razón- a cualquier derecho real, “es perfectamente factible diluir en su interior
deberes y obligaciones que acoten y limiten la extensión de los poderes y facultades que
se reconocen al propietario”.
20
En lo que concierne al elemento absolutez, aceptándose que no se trata de una
obligación en el sentido estricto que tiene dicho término para el derecho, se considera
que “el aspecto negativo de los derechos reales, tiene un contenido más enérgico que
aquel que menciona la doctrina a través de la obligación general de respeto. Este
aspecto negativo se manifiesta ... en un nuevo derecho subjetivo, o mejor dicho, en una
manifestación de ese nuevo tipo, que hemos caracterizado como posibilidad normativa
de impedir que otro interfiera en nuestra esfera jurídica o en nuestra conducta”
(ROJINA, p.35). La dimensión de la facultad de impedir la interferencia de otro está
condicionada a la dimensión de la esfera jurídica de protección, así tenemos que las
facultades positivas que se reconocen a un propietario son mayores que las que se
reconocen al titular de un derecho de goce sobre cosa ajena (uso, usufructo o
habitación) y determinan que el primero tenga una esfera de protección mayor que la del
segundo y, por consiguiente, el conjunto de medidas de protección con las que aquel
puede hacer efectiva – en un caso concreto- su facultad de no interferencia (pretensiones
reivindicatorias, declarativas, de deslinde, etc.) sean más amplias que las de éste último.
(…) La oponibilidad erga omnes de los derechos reales está sustentada en la
información interna con la que cuenta el sujeto respecto de los bienes que son suyos y,
por deducción, respecto de los bienes que son ajenos. Esta oponibilidad es útil y
suficiente cuando lo único que le interesa al sujeto es saber si el bien frente al que se
encuentra es ajeno y, por consiguiente, tiene el deber de respetarlo, por ello se suele
hablar de terceros en general o terceros “desprovistos de interés legítimo en la
mutación, o poenitus extranei, también conocidos como terceros desinteresados”
(COGHLAN…). (…) los autores clásicos (…) mencionaban como ejemplo el de aquél
propietario cuyo terreno, eventualmente no inscrito o con titulación no saneada, es
invadido por un tercero, supuesto en el cual el titular podría reivindicar el bien, quien
quiera que fuera el invasor y la razón para que esto sea así es que dicho invasor no
podría desconocer la ajenidad del bien, independientemente de si su titular había
accedido o no a algún medio de publicidad de su derecho.
21
punto de vista estático (nadie debe ser privado de su derecho sin su consentimiento) y,
en el de la oponibilidad registral, lo es desde el punto de vista dinámico (nadie que
adquiera un derecho y emplace su titularidad en el registro puede ver defraudado su
derecho por consecuencia de actos no publicitados).”
“La propiedad es el derecho real por antonomasia. Atribuye a su titular el máximo poder
que el ordenamiento jurídico reconoce sobre una cosa. Los demás derechos reales tienen
por objeto una cosa ajena, porque al propietario le basta con su derecho de propiedad
para obtener la utilidad o satisfacción que la cosa proporciona y, en consecuencia, no
tiene sentido atribuirle un derecho más limitado sobre una cosa propia. Los derechos
reales sobre cosa ajena (iura in re aliena) gravan el derecho de propiedad, si bien en
ocasiones su objeto lo constituye otro derecho real. (…) Por razón de su definición
económica los derechos reales sobre cosa ajena se clasifican en derechos de goce o
disfrute, derechos de realización de valor y derechos de adquisición preferente”
“Derecho de uso y disfrute o derechos de goce son los que atribuyen a su titular la
facultad de utilizar total o parcialmente una cosa ajena, ya sea con carácter temporal o
perpetuo, y en ocasiones también la de hacer suyos los frutos que produce.
El usufructo es el derecho real de goce por excelencia, ya que atribuye a su titular, tanto
la utilización como los frutos de una cosa ajena. Los derechos de uso y habitación tienen
22
una naturaleza semejante, pero son más limitados que el usufructo, tanto en su extensión
objetiva como en el contenido de las facultades que corresponden a su titular.
Las servidumbres son también iura in re aliena cuyo contenido consiste en la utilización
parcial y limitada de la cosa que constituye su objeto. La utilidad que proporcionan a su
titular es menos extensa que en el usufructo, pero en cambio, son menos limitadas en el
tiempo, ya que tanto las servidumbres reales como las personales (desvinculadas en su
titularidad de la conexión a un determinado inmueble) pueden ser perpetuas.
“Se trata de derechos de garantía, que permiten a su titular hacer efectivo su crédito
contra el valor de determinados bienes del deudor que quedan afectos, con eficacia erga
omnes, al cumplimiento de una obligación. Son derechos reales de garantía la prenda, la
hipoteca, la anticresis. El titular de los mismos asegura el cumplimiento de una
obligación en virtud de la facultad que se le atribuye para cobrar su crédito con
preferencia a otros acreedores sobre el importe obtenido de la enajenación del bien
llevada a cabo a través de un procedimiento judicial o extrajudicial predeterminado por
la ley. Es por ello que algunos autores han negado que los derechos de realización de
valor sean derechos reales. Se dice que su titular no ostenta ningún poder directo o
inmediato sobre la cosa y que tampoco existe en relación a ellos una obligación general
de abstención distinta a la del crédito garantizado. También se ha dicho que el bien
hipotecado o pignorado está afecto al cumplimiento de las obligaciones de su
propietario igual que lo está el resto de su patrimonio, con la única salvedad de que el
acreedor garantizado con él goza de preferencia respecto del propio bien. Incluso se han
calificado estos derechos de instituciones procesales, a modo de un embargo anticipado.
A pesar de todo, la doctrina más general considera que los derechos de realización de
valor son verdaderos derechos reales sobre cosa ajena”
“Supone la tenencia física o material de una cosa que puede ser propia o ajena;
normalmente acompaña al derecho de propiedad, pero puede corresponder a otra
persona; es además el presupuesto necesario para la adquisición de los derechos reales
por usucapión”
23
4.4. Los derechos reales administrativos.
“Para que pueda hablarse de derecho real administrativo es necesario que se den los tres
elementos que integran la definición, a saber: primero, que exista un auténtico derecho
subjetivo; segundo, que el derecho sea real, y tercero, que el objeto del mismo sea un
bien de dominio público.
(…) Los derechos reales administrativos no sólo son derechos subjetivos; son derechos
reales, esto es, recaen sobre cosas. Esta segunda característica nos permitirá excluir del
concepto aquellos casos en que extiendo un derecho subjetivo, su titular no ostenta un
poder concreto sobre la cosa, sino un derecho frente a la Administración pública, en
virtud del cual ésta viene obligada a realizar alguna prestación o a abstenerse de llevar a
cabo ciertas actividades en perjuicio de aquellas situación jurídica reconocida a favor
del particular.
(…) La naturaleza jurídica de los derechos reales administrativos viene dada por las dos
notas fundamentales que integran el concepto: son derecho reales, pero no privados; son
derechos reales administrativos.
(…) Al ser derechos reales participan, en principio, de las características propias de esta
figura jurídica, recaen sobre la cosa, su titular puede hacer uso de los medios de
protección jurídica inherentes a los derechos reales, su eficacia se despliega erga omnes,
etc.
(…) Ahora bien, no se trata de derechos tradicionales del Derecho privado. Se trata de
una figura propia del Derecho administrativo. El hecho de que recaigan sobre un bien de
dominio público implica su sometimiento al régimen jurídico especial propio del
dominio público, que no es más que una manifestación especial del régimen
administrativo. ¿Qué quiere decir esto? Sencillamente, la aparición, frente al titular del
derecho real administrativo, de un sujeto cualificado investido de prerrogativa: la
Administración pública, titular del dominio”
5.1. Concepto.
24
b) La idea de patrimonio es necesaria para perfilar lo que nosotros llamamos el
soporte objetivo de la responsabilidad de un deudor. No creemos que a los
acreedores incumba un derecho de garantía como el de prenda sobre el
patrimonio del deudor, pero el patrimonio constituye la base de su
responsabilidad (…) Y, en este sentido, es, por una parte, el posible objeto del
poder de agresión de aquéllos por la vía del embargo o de la ejecución de los
bienes que lo componen y, por otra, existe una serie de medidas de control para
impedir la preparación o la consumación de una insolvencia (…)
c) La idea global y unitaria de patrimonio tiende a posibilitar la subrogación real
cuando un conjunto de bienes es objeto de una demanda o de una obligación de
restitución. La subrogación real supone la sustitución dentro del conjunto de
bienes considerados en abstracto como una unidad de unos concretos bienes por
otros, existiendo una conexión jurídica entre la salida y la entrada.
(…) Un concepto de patrimonio que pueda servir para ulteriores desarrollos cabría
formularlo así: por patrimonio se entiende el complejo o conjunto de relaciones
jurídicas valuables en dinero que pertenecen a la esfera jurídica de una persona,
activa o pasivamente”
a) El elemento material, que son los bienes y las deudas, es decir, el activo y el
pasivo. Dichos bienes y deudas han de ser de contenido económico o pecuniario,
pues en otro caso, se tratará de bienes y obligaciones extramatrimoniales, ajenos
al patrimonio.
b) El elemento personal, que es el titular del patrimonio, pero con dos modalidades:
una, la del patrimonio personal, con un titular determinado; y otra, la de los
patrimonios autónomos, que si bien en determinados casos significan la
atribución a un titular o titulares determinados, en otros casos, implican que los
bienes formen una masa unitaria con un determinado destino a favor de
beneficiarios finales de ellos.
25
GARCÍA GARCÍA, José Manuel, Teoría general del patrimonio. En: Estudios
jurídicos en homenaje al profesor Luis Díez-Picazo, Tomo I, Civitas, Primera
edición, Madrid, 2003, p. 581.
“A fines del siglo pasado se enfrentaron dos concepciones distintas del patrimonio, la
teoría clásica o personalista y la teorías objetiva o realista, prevaleciendo actualmente
una posición o teoría mixta o ecléctica.
a) Teoría clásica o personalista.- Defendida por Aubri et Rau, que son dos autores
franceses que desarrollan la concepción del pandectista Zachariae. Le siguen Planiol y
Rippert.
26
Por ello, hay que defender un sentido amplio de patrimonio, como conjunto de bienes y
deudas, comprensivo de dos sentidos del mismo, que tienen una serie de caracteres,
funciones y estructura o composición comunes.
En cuanto al supuesto normal, de pertenencia de los bienes a un titular, puede ser único
o plural, y tratarse de persona física o jurídica.
27
La razón de ser y la necesidad de la publicidad en materia de derechos reales es una
consecuencia del carácter absoluto de estos derechos. Todos los integrantes de la
comunidad están obligados a respetarlos, pero para que ello ocurra es evidente que
deben ser conocidos.
“El tráfico jurídico de los derechos reales sobre bienes inmuebles exige una especial
publicidad. Una persona que quiere comprar una finca o esta dispuesta a conceder un
préstamo con la garantía de una hipoteca, se plantea dos interrogantes: a) si el vendedor
o hipotecante son verdaderos propietarios; b) si la finca que se compra o se recibe en
garantía no está gravada con derechos reales limitados, sobre todo que no comportan
posesión. El primer interrogante, en algunos casos, se puede resolver averiguando si el
vendedor o hipotecante posee finca, lo cual, en principio, no reviste especial dificultad:
muchos poseedores son propietarios; pero este expediente no sirve siempre, pues hay
poseedores no propietarios y nunca sirve para resolver el segundo interrogante. Por eso
desde muy antiguo se sintió la necesidad de una especial publicidad del derecho de
propiedad y de los derechos reales limitados sobre las fincas, en especial de la hipoteca,
que no comporta posesión.
(…) Actualmente está bastante generalizado entre los países la existencia de un Registro
que dé publicidad a los derechos reales inmobiliarios”
“La posesión (…) es una situación multifacética y como tal, cumple diversas funciones,
así por ejemplo, es el presupuesto para la protección o defensa de un determinado
estado de cosas (defensa posesoria), para la adquisición de derechos o pretensiones
vinculadas con la inversión y explotación económica de los bienes (pago de mejoras y
adquisición de frutos), para la adquisición de la titularidad dominial que de hecho se ha
venido ejerciendo (prescripción adquisitiva), etc.
28
Ahora bien, una de esas funciones es la de servir de instrumento para la publicidad de
los derechos reales (…)
29
(…) debe diferenciarse de la forma (…) la publicidad opera como exteriorización
cuando ya se ha producido la forma del negocio jurídico. Esta es un ulterior grado
de exteriorización, que opera en un campo diferente (…) La forma afecta y se
refiere fundamentalmente a las partes. En cambio la publicidad tiene también una
eficacia relevante respecto a los terceros (…)
30
ser un efecto constitutivo conformador, de inoponibilidad, de prioridad, de
legitimación, de fe pública. Y relacionado con todo ello está la presunción de
exactitud y el estar los asientos bajo la salvaguardia de los Tribunales. Precisamente
por producir (…) efectos jurídicos “sustantivos”, la publicidad registral inmobiliaria
se diferencia totalmente de la eficacia de los llamados Registros Administrativos”
(…). Naturalmente que lo “administrativo” es también “jurídico” en sentido
amplio, pero lo que se pretende con la distinción, es separar los Registros que
producen efectos de Derecho Civil y los que producen efectos meramente
administrativos. (…) La característica fundamental de los Registros de información
administrativa (…) es el archivo de los datos que acceden a ellos. No existe aquí
publicidad en sentido estricto. Es cierto que la Constitución garantiza (…) “el
acceso de los ciudadanos a los Registros Administrativos, salvo en lo que afecte a la
seguridad y defensa del Estado, la averiguación de los delitos y la intimidad de las
personas”. Pero esta accesibilidad no equivale a publicidad. Destaca, pues, que
frente a las notas de publicidad y de seguridad, propias de los “Registros de
seguridad jurídica”, los Registros de información administrativa tiene como nota
fundamental el “archivo de datos, pues estos han de servir para la actuación
administrativa, no para la actividad de los particulares y tienen como fin dotar a la
conducta de la Administración de objetividad y eficacia”
31
reunir las exigencias que resultan de dicho dispositivo, estará en
condiciones de invocar una adquisición inobjetable, por la protección que
el Registro brinda a quien confía en la información que se publicita.
32
Como se puede ver, ambos signos pueden coexistir dentro de un mismo
ordenamiento jurídico, pero dividiendo su campo de acción, según el tipo de bien
de que se trate. Sin embargo, esto último no es cierto en muchos ordenamientos
jurídicos como sucede en el español y en el argentino en los que además del título
coexisten la tradición como modo de adquirir (que por cierto genera publicidad
posesoria) y el registro como medio de publicidad que permite hacer oponible el
derecho frente a terceros. Incluso, en el derecho peruano, por ejemplo, para bienes
muebles como son los automotores, que son bienes que se registran, por
aplicación de la regla general contenida en el art. 947 del Código Civil y no
derogada para estos efectos por el Art. 34.1 de la Ley General de Transporte y
Tránsito Terrestre (Ley 27181), se entiende que coexisten la tradición como modo
de adquirir y la publicidad registral para efectos de la oponibilidad del derecho
adquirido, lo cual genera conflictos y dificultades cuando en el tráfico jurídico el
signo posesorio y el registral resultan asignados a diferentes personas.
Por otro lado, la ideal separación de los signos publicitarios no siempre resulta
conveniente en función al acceso real que hayan tenido los bienes en el Registro,
así en el caso peruano, si bien para los bienes inmuebles, se presupone como
medio idóneo de publicidad al Registro y así por ejemplo el Art. 1135 de dicho
Código al tratar del concurso de acreedores sobre un inmueble otorga la primera
prioridad a quien ha inscrito su derecho, la segunda a quien tiene un titulo de
fecha cierta más antiguo (lo cual ya no es un medio de publicidad, sino sólo una
buena prueba de la antigüedad del título), y la tercera al título finalmente más
antiguo. Sin embargo, como en el Perú aún existe una inmensa cantidad de
inmuebles no registrados, convendría establecer para éstos, la prioridad en favor
de quien ha recibido posesión.”
MARTINEZ COCO, Elvira y Guillermo GARCÍA MONTÚFAR. Op. cit. pp. 41-
43
7. Los Bienes.
“El término ‘cosa’, desde el punto de vista ontológico tiene dos significados:
En sentido general. Según este sentido todo lo que existe en la naturaleza es cosa, con
excepción del ser humano. Cosa es todo ser corpóreo o incorpóreo, apropiable o
inapropiable por el hombre, perceptible o no por los sentidos, ocupe o no un espacio
físico en la naturaleza. (…)
El concepto de cosa para los romanos, estuvo fundado en la idea de utilidad que ella
prestara a los seres humanos. Un objeto inútil no podía ser cosa. El esclavo fue
considerado como res mancipi hasta el momento de la aparición del peculio, con el cual
se le reconoció una personalidad natural.
En cambio, la palabra bien tiene un significado muy preciso para el derecho civil.
Únicamente la cosa que está dentro del patrimonio de un sujeto de derechos, y que
33
además tiene características pecuniarias o económicas, merece el calificativo de bien.
Son dos los requisitos del concepto ‘bien’:
a) Que la cosa esté dentro del patrimonio de una persona: la res nullius, los
fenómenos difusos en la naturaleza, el alta mar, no son bienes. Los recursos
hidrobiológicos, o sea los que tienen su ciclo vital dentro del agua, y la fauna
silvestre (…) son bienes de propiedad de la nación; por tanto, no quedan
excluidos de la noción de bien.
“Desde un punto de vista jurídico, la ley entiende por bien todo aquello que pueda ser
objeto de apropiación. Este significado es distinto del económico, pues en este sentido,
bien es todo aquello que pueda ser útil al hombre. Por tanto, aquellos bienes que no
puedan ser objeto de apropiación, aún cuando sean útiles al hombre, no lo serán desde el
punto de vista jurídico. En la naturaleza existen gran cantidad de bienes que no pueden
ser objeto de apropiación, tales como el aire, el mar, los astros, etc”
“De acuerdo con la posición adoptada por nuestro Código el bien es el género, y la cosa
una de las especies.
En efecto, los bienes pueden ser materiales o inmateriales: los primeros se denominan
cosa; para los segundos, no existe un término que los designe, por lo que puede
llamárselos bienes inmateriales o bienes que no son cosas.
(…) El concepto de cosa como objeto de los derechos en general y como objeto
inmediato de los derechos reales en especial, debe ser construido desde el punto de vista
jurídico y no desde un punto de vista físico, por cuanto no existe identidad entre ambos.
Desde un punto de vista físico, cosa es todo lo que existe corporalmente en el espacio,
con excepción de la persona.
Por lo tanto, es necesario depurar aún más el concepto: para que haya cosa en sentido
jurídico, el objeto material debe ser susceptible de una medida de valor y, por
34
consiguiente, ser accesible al hombre y apropiable, pero sin encontrarse a su inmediata
disposición en cantidades ilimitadas.
El sol y el aire son “cosas físicas”. Sin embargo, no son “cosas jurídicas”, ya que al ser
inapropiable el primero, y al hallarse en cantidades ilimitadas el segundo no son
susceptibles de apreciación pecuniaria.
En síntesis, el concepto de cosa como objeto de los derechos es restringido, puesto que
debe constituir un bien en sentido económico”.
7.2. Clasificación:
“Cosas muebles son las que pueden transportarse de un lugar a otro, sea moviéndose
ellas mismas, como los animales (que por eso se llaman semovientes), o bien que solo
se muevan por una fuerza externa, como las inanimadas (…)
Cosas inmuebles, que también se llaman predios, fincas, raíces o heredades, son las que
no pueden transportarse de un lugar a otro, como las tierras y minas, y las adheridas
permanentemente a ellas, como los edificios, los árboles (…)”
“La distinción tradicional desde el punto de vista jurídico entre los bienes es la que los
clasifica como muebles e inmuebles.
Tanto una razón como otra se han entendido tradicionalmente como causas explicativas
del diferente régimen jurídico a que hemos aludido en líneas anteriores. Sin embargo, la
evolución económica que se inicia con la revolución industrial y prosigue en nuestros
días no hay duda de que modifica estos puntos de vista clásicos, con repercusión en el
ordenamiento jurídico.
35
(…) Por otra parte, la consideración de los bienes inmuebles como los de mayor
importancia y valor hoy es discutible. El auge de las sociedades mercantiles que
controlan sectores de la producción o de los servicios y que a su vez pueden ser
controladas mediante la posesión de títulos representativos de su capital (acciones de
una sociedad anónima, p. ej.), hace que tenga mucha más importancia y valor ese
paquete de acciones (que ni siquiera ha de ser mayoritario, sobre todo en las sociedades
en que el capital social se encuentra diluido entre gran número de personas) que la
propiedad de la tierra en sí mismo contemplada. Además, la valoración de la tierra como
el bien más importante es propia de una economía agraria rústica. Hoy la tierra es
importante y valiosa en tanto se realicen inversiones de capital en maquinarias,
instalaciones, etc. Y respecto de los inmuebles, su valor está en función de su
proximidad a centros de producción industrial o mercado o vías de comunicación, no
por sí mismos”
“Son bienes fungibles aquellos que tienen un mismo poder liberatorio, es decir, que
sirven como instrumento de pago con un mismo valor y que; por lo tanto, pueden ser
reemplazados en el cumplimiento de las obligaciones.
(…) Estas cosas fungibles se determinan por su género, cantidad y calidad. La cosa
fungible siempre es intercambiable y está catalogada con relación a otras de un mismo
valor; por este motivo, tratándose del cumplimiento de una obligación se puede pagar
con cualquiera de las cosas fungibles, porque todas ellas tienen un valor liberatorio
igual; por ejemplo, la moneda de igual valor, cuño, liga, etc. Las cosas no fungibles son
aquellas que no tienen ese poder liberatorio equivalente; poseen una individualidad
característica y, por consiguiente, no pueden ser intercambiables”
Una cosa es consumible cuando desaparece por el primer uso que se haga de ella, como
los alimentos. Es inconsumible en el caso contrario, como un carro, un paraguas, un
vestido.
36
puede fraccionarse en cuantas partes queramos. No existen cosas indivisibles respecto
al valor, puesto que a la cosa siempre se la puede sustituir por un determinado valor,
esto es, dinero, que de por sí es divisible; así, p. ej., un billete de banco o un título de
crédito en su entidad material es jurídicamente indivisible, dado que las partes no son
otra cosas que pedazos de papel; pero siempre es divisible en cuanto al valor (…)
La noción de divisibilidad es independiente del modo con que se actúe la división, que
es diversa según la diversa naturaleza de la cosa. La división de algunas cosas requiere
división material, o sea, separación efectiva y real, interposición de aire entre las
singulares partes: para dividir un tronco de árbol es necesario hacerlo pedazos, como
para dividir géneros se precisa una separación material. En otras cosas la división se
hace mediante colocación de signos: terrenos se dividen por medio de setos, hileras de
árboles, muros, etc.; los edificios se dividen por simple denominación: por planos, por
ubicación, por descripción. En tales casos sería absurdo hablar de división material.
La posibilidad de una división ideal, esto es, por signos o denominaciones, no lleva a la
conclusión de que todas las cosas sean divisibles, puesto que para la división jurídica no
es necesario el fraccionamiento efectivo y real; la distinción subsiste siempre: es posible
dividir idealmente un edificio sin demolerlo, pero las partes tienen siempre la misma
función del todo; por el contrario no es posible dividir ni siquiera idealmente un animal
o una máquina, ya que las partes resultantes de tal división no representan en modo
alguno al total”
BIONDI, Biondo, Los bienes, Editorial Bosch, Barcelona, 2003, pp. 94-98.
Traducción de la segunda edición italiana, revisada y ampliada, con anotaciones
sobre el derecho español, por: Antonio de la Esperanza Martinez-Radío
37
“El Estado tiene, entre su amplio repertorio de objetivos, el de materializar el bien
común e individual de los administrados. Para tal efecto, desarrolla una serie de
funciones de carácter administrativo, jurisdiccional y legislativo. Como consecuencia de
este ejercicio, el Estado también asume una doble característica de persona; una, la de
Derecho Público, y otra, de persona de Derecho Privado. En ese mismo orden de ideas
podemos añadir que en cada una de las características anotadas, el Estado asume
obligaciones y otorga derechos.
Este lineamiento de corte simple explica el rol tradicional del Estado, el cual también es
aplicable para el entendimiento del tema de los bienes del Estado. En efecto, como
cualquier otro sujeto de derecho, el Estado es titular nato y jurídico de una serie de
bienes que se encuentran en su esfera de dominio. Estos bienes, a su vez, pueden ser
clasificados en bienes de dominio público y bienes de dominio privado del Estado.
Los bienes del Estado, como indicamos anteriormente, son aquéllos que se encuentran
en su esfera de dominio, lo cual no necesariamente determina concluir que su ius
imperium sobre los mismos es absoluto. Así, los bienes públicos son de dominio
público; y los bienes privados constituyen bienes de dominio privado del Estado. Los
primeros son bienes públicos y su uso es de todos, a la vez que se encuentran sujetos a
las leyes y a sus normas reglamentarias. Las características de los bienes de dominio
público son las de inalienabilidad, inembargabilidad e imprescriptibilidad. Por su parte,
sobre los bienes de dominio privado el Estado ejerce plenamente su derecho de
propiedad y los atributos que éste le confiere; es decir, el uso, el disfrute y disposición”
a) los bienes destinados al uso público, constituidos por las obras públicas de
aprovechamiento o utilización general, cuya conservación y mantenimiento le
corresponde ti una entidad estatal.
b) los bienes de servicio público, que son aquéllos destinados directamente al
cumplimiento de los fines públicos de responsabilidad de las entidades estatales;
así como los bienes destinados directamente a la prestación de servicios públicos o
administrativos.
c) los bienes reservados y afectados en uso a la defensa nacional.
d) Todos aquéllos a los que por ley se les confiera tal calidad.
38
Los bienes de dominio público tienen el carácter de inalienables e imprescriptibles.
Sobre ellos, el Estado ejerce su potestad reglamentaria, administrativa y de tutela
conforme a ley.
(Texto del Artículo II según D.S. 42-2006-EF publicado el 12-04-2006)
Sobre los bienes de dominio privado, las entidades públicas ejercen el derecho de
propiedad con todos sus atributos, sujetándose a las normas del derecho común.
Vemos así que con el correr del tiempo han ocupado el primer lugar en la clasificación
de las cosas distintas categorías (res mancipi y res nec mancipi); muebles e inmuebles;
cosas registrables y cosas no registrables), atendiendo a la necesidad histórica de
distinguir los bienes de mayor valor e importancia económica preponderante, y a la
posibilidad de su individualización. Estos requisitos son los que se van a unir en la
época actual para configurar la categoría de bienes registrables, y darán impulso al
derecho registral, permitiendo que se extienda desde los inmuebles – como había nacido
originariamente – a una cantidad de cosas muebles, e incluso a otros derechos que son
cosas, pero que tienen gran importancia social y son perfectamente individualizables”
39
(E)l concepto de cosa no importa necesariamente un solo cuerpo: al contrario, el par de
guantes o las cuarenta cartas de la baraja española representan un único objeto. También
en las estructuras compuestas por muchos y dispares elementos sucede a veces que
algunos no se hallan físicamente unidos al cuerpo principal, y acaso guardan con él una
mera relación de proximidad. Otros son separables, desarmables o desmontables, siendo
más o menos esenciales, o bien desempeñando funciones accesorias o ajenas a la del
objeto al que se encuentran adosados. Y surge, a raíz de la venta o el legado de la cosa,
o su hipoteca, o el embargo por deudas de su dueño, etc., el problema de saber cuáles de
esos componentes o accesorios forman parte del objeto a tales efectos.
Son parte integrante los componentes esenciales de la cosa: los que le dan el ser, de tal
modo que sin ellos no puede decirse que la cosa exista en su acepción propia. Una casa
sin tejado, escaleras, puertas o ventanas, por ejemplo, no es una casa en el sentido usual
de la palabra o, al menos, es una casa incompleta. Los mencionados elementos no sirven
para enriquecer o adornar la casa, sino que confluyen a integrar su concepto: de ahí que
su nombre de parte integrante.
De las partes integrantes, unas se hallan vinculadas físicamente entre sí de tal modo que
su separación sólo puede hacerse con alternación o destrucción de su naturaleza y
fisonomía o las del objeto que componen (bombilla eléctrica), o quedando
prácticamente inútil el objeto separado (encuadernación de un libro): partes esenciales.
Otras, pueden recobrar su individualidad, pero in actu dan el ser a la cosa, de modo que,
sin ellas, no se considera completa según la opinión vulgar (las puertas de una casa, la
pieza de un automóvil, que, sin embargo, podrían ser objeto de derechos separados).
Algunas partes son separables física pero no económicamente, por la pérdida de valor
que ello reporta al conjunto.
No es indispensable que las partes integrantes estén adheridas entre sí. ‘Los cajones de
una cómoda – dice Lange – según las concepciones del tráfico no son cosas autónomas,
sino partes integrantes del mueble, si bien no están unidos corporalmente con él de una
manera fija, siendo, al contrario, separables (…)
(…) A su vez, las pertenencias son cuerpos muebles independientes, si bien destinados
al servicio duradero de otro principal, con arreglo a su finalidad económica: en caso de
duda, se entienden comprendido, tanto en el tráfico como para la ejecución forzosa, en
la cosa principal, pero pueden ser objetos de negocios y derecho aislados. El ejemplo
típico (no muy afortunado) es el de la llave en relación con la cerradura; también la
botella de vino o la rueda de repuesto del automóvil.
40
Para que una cosa sea considerada como pertenencia – explica Lange – debe
encontrarse en una relación a la vez funcional y espacial con el bien al que se subordina.
“Los “frutos” constituyen una categoría particular de los “bienes” caracterizada por la
relación de derivación de otro “bien”.
Todos los “bienes” son, como tales, fuente de utilidad: el fundo o el animal, la casa o el
vestido, dan de sí utilidades. Pero esta utilidad puede tener también diferente naturaleza
y puede ser de diferentes modos recabada y apropiada: a) ciertas utilidades no se
obtienen más que el acto mismo en que se consuman (por ejemplo: la utilidad de ir
vestido, de nutrirse, de viajar, etc.); b) ciertas otras se separan de una cosa como
“bienes” a su vez, que pueden ser gozados (usados, utilizados) en u momento posterior
(por ejemplo: las partes de los animales, los productos de los árboles); c) y hay, por fin,
utilidades que se recaban del hecho de conceder a otros el goce de un bien propio:
utilidades que revisten el significado y el valor de compensación por el goce concedido
(intereses de un capital prestado, canon de locación, canon de enfiteusis, rentas, etc.).
41
(…)
(…) a) Ante todo, define o delimita el contenido un derecho o facultad del propietario
de una cosa (…)
b) Es un módulo para resolver el eventual conflicto entre el poseedor de una
cosa y quien le ha vencido en la posesión al liquidar el estado posesorio en que el
primero se encontrara: el poseedor de buena fe hace suyos los frutos percibidos y los
que el poseedor legítimo hubiera podido percibir.
c) Se utiliza el concepto de frutos para delimitar las respectivas esferas de
actuación del usufructuario y del nudo propietario
d) (…) para resolver los posibles conflictos entre el donante que revoca la
donación y el donatario que en virtud de la revocación tiene obligación de restituir los
bienes;
e) (…) cuando se dice que el acreedor tiene derecho a los frutos de la cosa desde
que nace la obligación de entregarla (…)
Con carácter general podemos considerar que es preciso establecer un criterio por medio
del cual se delimite el derecho de adquisición de los rendimientos (ius fruendi) cuando
pueden corresponder al propietario o a otras personas (enfiteuta, arrendatario, etc.) y
que cuando existe obligación de transmitir o de restituir una cosa hay que delimitar el
momento en que la percepción de los rendimientos comienza o termina para cada uno
de los dos sujetos, el que transmite y el que adquiere, el que recibe en restitución y el
que restituye.
(…) en los Códigos late una cierta consideración de las cosas como algo naturalmente
fructífero o productivo o como algo económicamente destinado a la producción y la
consideración de la productividad como un deber de diligencia y un canon de
resarcimiento de daños cuando las cosas han devenido improductivas o no han llegado a
alcanzar la que sería su razonable productividad (..)
42
a) (…) el trabajo no se considera nunca como un bien fructífero o como un
factor de producción. Toda nueva riqueza tiene su fuente en una cosa preexistente. (…)
La “industria” del hombre es solamente un factor auxiliar de la tierra o de los otros
bienes para la producción de sus frutos. Excepciones a esta regla pueden ser la
disciplina de la sociedad de gananciales (…) por lo general el trabajo no es factor de
producción sino gasto deducible.
b) (…) los códigos hacen abstracción, al hablar de frutos no sólo del trabajo
humano sino de los elementos del precio de costo o de producción.
(…)
(…)
a) La teoría orgánica de los frutos. (…) los frutos son productos orgánicos que se
separan de una cosa en virtud de una función biológica.
b) La llamada teoría de la separación. (..) son frutos las partes de una cosa que,
en virtud de su separación de aquélla, a la que se considera como cosa principal,
adquieren independencia. (…) Son frutos las partes de una cosa que se separan de ella
conforme a su destino económico o al uso social: las partes destinadas a separarse de la
cosa.
43
consumo del titular. (…) Es fruto en sentido jurídico lo que es renta en sentido
económico.
(…) la conexión exageradamente subjetiva (…) debe ser equilibrada con criterios
objetivos, pensando sobre todo que la calificación de algo como fruto no se produce
dentro del círculo interno de una persona, en el cual es indiferente establecer si algo se
percibe como fruto o por una razón distinta, sino que se produce siempre para resolver
un posible o eventual conflicto entre dos o más personas, de manera que la decisión
sobre si es fruto o no, es factor decisivo para atribuirlo a uno o a otra. (…) Además (…)
no puede decirse que el destino de los frutos sea siempre el consumo o la consumición.
(…)
Pero el bien capital aislado, sin estar implicado en las relaciones humanas, no produce
frutos jurídicamente relevantes, aunque por su fecundidad natural produzca frutos en el
sentido de las ciencias naturales. (…) siempre que un sujeto puede ejercitar
determinadas facultades sobre los productos de la cosa y no puede, al propio tiempo,
ejercitarlas sobre la cosa productora, o puede hacerlo sólo con ciertas reservas, adquiere
pena relevancia jurídica el concepto de fruto. (…)
(…)
1º Fruto en sentido jurídico y renta en sentido económico-jurídico es un
excedente económico, esto es, un incremento positivo experimentado por el patrimonio
de la persona de que se trata. Sólo hay auténticamente furor, cuando en un periodo
determinado el patrimonio ha experimentado un aumento. Sin embargo, no todos los
aumentos patrimoniales deben confundirse con ésta o con los frutos.
No son fruto ni renta las percepciones por virtud de las cuales se restituyen bienes de
capital aún cuando su restitución se produzca en forma fraccionada. Por ejemplo las
cuotas de amortización de los créditos, el precio de venta de bienes vendidos a plazos,
etc.
44
3º Son frutos en sentido jurídico y renta en sentido jurídico-económico, tanto los
incrementos procedentes del rendimiento de los capitales como los procedentes del
rendimiento del trabajo personal. (..)
“(E)l sistema del numerus clausus consiste en que la ley establece en forma taxativa y
en número limitado los derechos reales a los que los particulares pueden dar nacimiento.
También fija el contenido de cada uno y les da un nombre. En este sentido, sistema de
numerus clausus, sistema de creación legal de los derechos reales y tipicidad de los
derechos reales, son expresiones equivalentes.
Como todo derecho implica beneficio para su titular, cada derecho real queda tipificado
mediante la determinación cualitativa y cuantitativa de esa utilidad: por ejemplo, el
dominio es configurado como el sometimiento de una cosa a la voluntad y acción de
una persona; el usufructo, como el derecho de usar y gozar de una cosa con la condición
de no alterar la sustancia; el uso y habitación, con el mismo contenido que el usufructo,
pero circunscripto el uso y goce a la satisfacción de las necesidades de sus titulares y sus
45
respectivas familias; la servidumbre, como el derecho a obtener una determinada y
específica utilidad sobre un inmueble ajeno”
“El problema que plantea esta clásica cuestión es el del ámbito de la autonomía privada
en la creación de derecho reales. Numerus clausus hace referencia al sistema que limita
el número de derechos reales a aquellos que se hallen tipificados por el ordenamiento
jurídico. Numerus apertus designa al sistema que atribuye a la autonomía de la voluntad
el poder de crear, dentro de ciertos límites, nuevas figuras de derechos reales.
Corresponde a cada ordenamiento la adopción de uno y otro modelo.
“El derecho privado patrimonial ha sido y sigue siendo un medio para asegurar y
facilitar la circulación de la riqueza y así impulsar la economía de mercado libre. Para
conseguir estos fines, se crea el concepto de derecho subjetivo, que es un poder jurídico
esencialmente disponible en cuanto fundamentalmente transmisible (también
renunciable); lo que hace de él la moneda usual del tráfico jurídico inventada a tal
efecto por los juristas teóricos. Y no solamente los derechos reales, más consistes en
virtud de su reipersecutoriedad y de referirse a cosas normalmente materiales, son
enajenables, sino que asimismo lo son los derechos de crédito, cedibles a pesar de
constituir poderes sobre la conducta de la persona (del deudor).
En este contexto jurídico, que bien podría ser denominado principio de transmisibilidad
de los derechos, desentona la indisponibilidad a veces de éstos poderes jurídicos
subjetivos.
46
(…) La doctrina es unánime en considerar que la indisponibilidad de un derecho
constituye una notable excepción a la regla de su disponibilidad esencial. Otras veces
su opinión es aún más severa, porque cataloga la indisponibilidad de patología opuesta
a la libre circulación de los derechos”
“¿Por qué no permitir que el propietario pueda limitar su facultad de disponer o gravar
un bien? ¿Cómo explicar una prohibición para establecer límites a los que la autonomía
privada puede hacer en la esfera más privada del patrimonio de un individuo, es decir,
en su propiedad? El artículo 882 contiene un principio que se discute poco, pero que es
difícil de explicar.
Se suele decir que permitir que se establezcan tales límites implicaría generar una suerte
de inmovilismo jurídico sacrificando la circulación de los bienes en el mercado. Y si
estos pactos se generalizan pueden resucitar las llamadas propiedades vinculadas (como
las manos muertas o las capellanías), aquellas de las que su titular ya no se puede
deshacer.
Pero ese problema no parecería ser suficiente a una prohibición tan radical y extrema,
que por lo menos en el texto literal de la norma, no permitiría la existencia de
limitaciones temporales, es decir no explicaría por qué el legislador no podría haber
optado porque la prohibición de disponer y gravar se pueda limitar a periodo de tiempo
definido.
(…) Es evidente que renunciar a la facultad de disponer y gravar tiene un costo para el
propietario. Significa renunciar a la posibilidad de hacer líquido el bien o de usarlo para
adquirir financiamiento. Una propiedad a la que se priva de un atributo tan importante
como el que permite gravar o disponer, reduce su valor económico, y evidentemente
vale menos que la misma propiedad con el ejercicio de todos sus atributos sin
restricción alguna. Si ello es así, un individuo actuando razonablemente dentro de la
esfera de su autonomía privada, sólo aceptará asumir ese costo a cambio de algún
beneficio”
47
Exposición de Motivos:
La práctica ha demostrado que la prohibición absoluta del actual artículo 882 es
inconveniente. Por esto, el nuevo texto admite la prohibición pero por un plazo máximo
de diez años, lo cual concuerda con lo que dispone el artículo 101 de la Ley General de
Sociedades”
8.3. Predios rústicos: retorno a la regulación del derecho civil (ex art. 883º).
Artículo 883.- Los derechos reales sobre predios rústicos se rigen por la legislación de
la materia (derogado).
Código Civil de l984
DISPOSICIONES FINALES
PRIMERA.- Deróganse las Leyes recogidas en el Texto Unico Concordado del Decreto
Ley N° 17716, aprobado por Decreto Supremo N° 265-70-AG, sus ampliatorias y
conexas, con excepción de los artículos 153, 154, 155, 156, 157, 159, 160, 161, 162,
163, 164, 165 parte primera y párrafos 1, 2, 5 y 6; y los artículos 166, 167, 168 y 169,
subsistiendo esta excepción en tanto se aprueba la Ley Orgánica del Poder Judicial y el
Código de Procedimientos Civiles.
Asimismo, deróganse el artículo 3 de la Ley N° 9147, el Decreto Ley N°. 19400, los
artículos 2 y 5 de la Ley N° 25137, los Decretos Supremos N°s. 030 y 031-91-AG, el
Decreto Supremo N° 026-90-VC, el artículo 39 del Decreto Legislativo N° 201, el
artículo 71 del Decreto Legislativo N° 611, el artículo 883 del Código Civil y las demás
disposiciones que se opongan a la presente Ley.
Artículo 1.- La presente Ley establece los principios generales necesarios para
promover la inversión privada en el desarrollo de las actividades económicas en las
tierras del territorio nacional y de las comunidades campesinas y nativas.
48
Artículo 3.- Las garantías previstas en los Artículos 70 y 88 de la Constitución Política
significa que por ningún motivo se podrá imponer limitaciones o restricciones a la
propiedad de las tierras distintas a las establecidas en el texto de la presente Ley.
Las áreas naturales protegidas por la Ley Forestal y de Fauna Silvestre mantienen su
intangibilidad. Se mantienen igualmente vigentes las normas referidas a la protección
del patrimonio inmobiliario de carácter, histórico y arqueológico del país.
LEY DE LA INVERSIÓN PRIVADA EN EL DESARROLLO DE LAS
ACTIVIDADES ECONÓMICAS EN LAS TIERRAS DEL TERRITORIO
NACIONAL Y DE LAS COMUNIDADES CAMPESINAS Y NATIVAS (LEY N°
26505 publicada el 18-07-1995)
“En sentido amplio se podría pensar que son bienes inmateriales todos aquellos que
carecen de corporeidad; o bien los que, además, no pueden percibirse mediante el
sentido del tacto (con lo que excluimos de esta categoría a las energías), o acaso a través
de cualesquiera sentido corporales. En tal acepción es bien inmaterial un derecho de
crédito, lo mismo que uno de la personalidad.
(…) El nombre de propiedad industrial (…) designa los derechos sobre aquellos bienes
inmateriales que se relacionan con la industria y con el comercio: de una parte, los que
tutelan la exclusiva de reproducción de los nuevos productos o procedimientos que por
su originalidad y utilidad merecen tal monopolio; de otra, las denominaciones del
producto o del comerciante que sirven de atracción y punto de cita a la clientela.
49
(…) Frente a la propiedad intelectual, que contempla la creación literaria y artística, la
llamada ‘propiedad industrial’ se centra en el ámbito de las ‘cosas útiles’, del homo
faber en su actividad de productor, primero, y luego en la de vendedor.
PROPIEDAD
1. Concepto.
“El señorío del hombre sobre las cosas es una de las claves de la historia de la
Humanidad. La apetencia de poder, el apetito de dominación es uno de los motores de la
historia del hombre sobre la tierra y de sus evoluciones. La lucha entre los que tienen y
los que aspiran tener que subyace en el fondo de todas las ideologías formuladas y que
se formularán hasta el fin de los tiempos, es algo obvio que no necesita ningún
comentario.
Por ello la propiedad no es solamente una institución jurídica, sino que es objeto de
estudio por diversas ramas: la economía, la sociología, la política, la filosofía jurídica,
etc. La propiedad y su regulación jurídica en gran medida no es más que una
superestructura de las ideas sociales, políticas y económicas que en un periodo
determinado sacuden a las naciones. De ahí que una definición legal de la propiedad
está siempre influida por el ambiente histórico en que se formula (…)
Cualquiera que fuere la ideología que inspire una regulación positiva de la propiedad, ha
de concretarse ante todo en una definición técnico-jurídica, que será en gran medida
aseptica (…) en la definición del artículo 348 se destaca que el derecho de propiedad se
define por la reunión de tres facultades (gozar, disponer y reivindicar). Han sido
innumerables la críticas que tal definición ha sugerido centradas todas ellas sobre una
idea básica: las facultades dominicales son muchas más, no se pueden encerrar en tres
verbos. Por eso se ha definido la propiedad doctrinalmente como el señorío más pleno
que se puede tener sobre una cosa. Pero todo este discurso no es lo más importante (…)
Lo más importante y lo que más interesa es lo que el propietario puede hacer o no hacer,
en otras palabras la cuestión de las limitaciones establecidas por las leyes. Cabe, en
efecto, plantearse la siguiente pregunta: ¿El propietario ha de gozar y disponer como
quieren las leyes, o éstas sólo deben circunscribirse a ordenar lo que el propietario no
puede hacer? No es lo mismo que una ley prohíba en determinadas superficies la
plantación de viñedos (con lo que implícitamente se están autorizando todos los demás
cultivos), que ordene que determinadas superficies han de ser dedicadas al cultivo de
arroz. Es aquí básicamente donde juegan las ideologías políticas, éste es el campo de su
actuación”
50
“(E)l término propiedad tiene dos sentidos: uno amplio equivalente a derechos
patrimoniales; otro estricto y técnico, equivalente a dominio. (…) Podríamos definir la
propiedad como el derecho real cuyo ámbito de poder comprende, en principio, todas
las facultades posibles sobre la cosa.
(…) 2ª Implica un poder inmediato sobre una cosa, protegido frente a todos. Desde este
punto de vista sí cabe calificar a la propiedad de derecho absoluto y exclusivo; el poder
que confiere es directo, es decir, independiente de la actuación de otras personas
(absoluto) y la protección que se otorga al derecho es frente a todos, es decir,
excluyente.
B. Dentro de los derechos reales se caracteriza porque el ámbito de poder típico del
derecho de propiedad comprende, en principio, todas las facultades posibles sobre la
cosa. (…) Por la propiedad, en principio, los bienes están sometidos, en todas las
utilidades posibles, al poder del propietario”
Las doctrinas liberales nunca han perdido vigencia, y manifestación de ello es hoy la
llamada Escuela de la Teoría Económica del Derecho o Escuela de Chicago (segunda
mitad del siglo XX). Constituye la doctrina de esta Escuela una versión moderna y
científica del liberalismo: aplica al derecho categorías y métodos de la Economía. Se
parte de que la economía de mercado genera la máxima riqueza. Para ella es
presupuesto la propiedad (entendida, en sentido amplio, como cualquier tipo de derecho
sobre bienes económicos), institución con la que se consigue el máximo de imputación
de beneficio o perjuicio causado por una actividad económica, con lo cual se crea la más
eficaz utilización de los recursos. De ahí que el régimen de propiedad privada
corresponda a los sistemas económicos más avanzados. Las normas deben ser
51
modeladas e interpretadas – según esta escuela – del modo más congruente con el
principio de maximización de la riqueza”
52
2.3. Teorías modernas sobre el derecho de propiedad.
“(…) me parece que la proclamación de la ‘función social’ del dominio en los textos
constitucionales entraña un modo de interpretación de los preceptos vigentes amén de
un programa y una barrera para el legislador; pero que no incide directamente sobre la
configuración del dominio, cuya finalidad primaria, en cuanto garantía de la autonomía
personal es, lógicamente, la atribución de los bienes en términos reales, y ésta fallaría si
la conducta del sujeto fuese determinada minuciosamente por los órganos públicos, so
pretexto de garantizar la función social. La actividad del dueño no es función, porque
toda función se halla destinada a actuar un interés ajeno (no propio, como el del dueño),
y además público (mientras el propietario actúa sobre todo interés privado). No basta –
dice Barassi – que la propiedad privada sea un instrumento de interés nacional, para
deducir que el propietario deba actuar siempre con arreglo a este interés. En suma, la
llamada ‘función social’ no es en este sentido una verdadera ‘norma jurídica de
conducta’ si por tal se ha de entender una que dicte al dueño su comportamiento en cada
caso, si bien sí lo son, evidentemente, aquellos preceptos que, en desarrollo de la idea de
función social, imponen al dueño obligaciones de hacer u omitir: por ejemplo, al
propietario rústico el deber de cultivar de tal modo o practicar u omitir tal cultivo o
introducir determinadas mejoras.
“Es un lugar común en la doctrina admitir que la teoría jurídica del derecho subjetivo ha
sido elaborada sobre la base de la concepción clásica de la propiedad privada.
(…) Con la crisis del estado liberal-burgués y el advenimiento del Estado Social, la
concepción del dominio reinante hasta ese momento sufre un giro copernicano, porque
la conexión propiedad-libertad aparece compensada por la vinculación con el principio
de solidaridad. (…) La titularidad de un derecho de propiedad ya no conlleva la
atribución de un poder incondicionado exclusivamente sometido a la voluntad del
propietario. Junto a ésta, la realización del interés social de la colectividad constituye un
nuevo factor del que depende el ejercicio de las facultades dominicales.
(…) La gran atracción del derecho positivo y objetivo condujo a Duguit a negar la
existencia de la categoría de derecho subjetivo, quien consideraba que ésta es una
53
noción de orden puramente metafísico que se halla en contradicción indudable con las
tendencias de las sociedades modernas, con el realismo y, en definitiva, con el
positivismo de su época. Esta actitud dogmática adoptada ante el derecho subjetivo
influye directamente en la posición que el iuspublicista francés toma respecto a la
propiedad privada. A su entender, la concepción individualista del dominio es
insostenible y debe desaparecer por desenvolverse igualmente en el ámbito de la
metafísica y muy alejada de la realidad positiva. El radical rechazo de las tesis
individualistas y su profunda inspiración positivo-social, llevó a Duguit a sostener que
la propiedad ha dejado de ser un derecho subjetivo para convertirse en una función
social y, en este sentido, afirmaba literalmente: ‘la propiedad ya no es, en el derecho
moderno, el derecho intangible, absoluto que el hombre que posee la riqueza tiene sobre
ella. La propiedad no es un derecho; es una función social. El propietario, es decir, el
poseedor de la riqueza tiene, por el hecho de poseer esa riqueza una función social que
cumplir; mientras cumple esa misión sus actos de propietario estarán protegidos. Si no
los cumple o los cumple mal (…) la intervención de los gobernantes es legítima para
obligarle a cumplir su función social al propietario, que consiste en asegurar el empleo
de las riquezas que posee conforme a su destino’.
(…) El error de las teorías que sitúan la función social en la faz externa del derecho de
propiedad quizás pueda radicar en reclamar la noción clásica del derecho subjetivo,
subrayando, desde esta perspectiva, la imposibilidad de disolver en el dominio
elementos de carácter obligatorio que excluyan al sujeto titular la ‘libre determinación
del contenido del tener’. Tal manera de pensar sólo puede ser mantenida si se considera
aún vigente la conexión entre propiedad y omnímoda libertad. Desde estas premisas
dogmáticas es lógico que se señale la contradicción entre propiedad privada y función
social. Si se sigue identificando el dominio con la idea de plena y absoluta libertad, no
cabe duda de que las exigencias de tipo social, en tanto que conllevan una restricción de
esa libertad plena, resultan radicalmente antitéticas y, por lo tanto, indisolubles en su
interior.
Sin embargo quienes sostiene que la función social es un mero límite externo parecen
hacer abstracción de que la propiedad privada y los derechos subjetivos patrimoniales,
en general, han experimentado, en nuestro siglo, una transformación tan profunda que
impide concebirlos como una esfera subjetiva de disposición plenamente libre. En el
Estado de Bienestar, proclamado por la Constitución española de 1978 en su art. 1º, el
derecho subjetivo de propiedad se redimensiona en su esencia adquiriendo una nueva
manera de ser comprendido, debido a la mutación que, por efecto de la vinculación al
principio de solidaridad social, experimentan sus rasgos definitorios e identificativos.
De esa transformación en sentido social se deriva que la propiedad ya no puede ser
54
entendida como un poder de disposición ejercitable en completa y total libertad por su
titular. Desde esta nueva óptica, desaparece la posible contradicción entre función social
y propiedad privada, ya que, al dejarse de identificar ésta con un ámbito subjetivo de
disposición totalmente libre, es perfectamente factible diluir en su interior deberes y
obligaciones que acoten y limiten la extensión de los poderes y facultades que se
reconocen al propietario. La desvinculación con la libertad plena y la ligazón con el
principio de solidaridad social, convierten a la propiedad privada en un nuevo derecho
subjetivo, plenamente compatible con la idea de vínculo inherente al concepto de la
función social.
Esta función social explica la doble dimensión del derecho de propiedad y determina
que, además del compromiso del Estado de proteger la propiedad privada y las
actuaciones legítimas que de ella se deriven, pueda exigir también un conjunto de
deberes y obligaciones concernientes a su ejercicio, en atención a los intereses
colectivos de la Nación.
55
dominio privado, se encuentran legitimadas cuando se justifican en la obligación de
atender el bien común, que es la función social de la propiedad en sí misma.
Absoluto: (…) el dominio es el derecho real que otorga a su titular la mayor cantidad de
facultades posibles sobre una cosa; lo cual no impide la existencia de restricciones que,
configurando el estatuto normal del dominio, no alcanzan a borrar este carácter.
(…) Exclusivo. Dos personas no pueden tener en el todo el dominio de una cosa.
(…) De estos tres caracteres el único que sería esencial sería el exclusivo, ya que si no
existe, el derecho no sería dominio, sino condominio”
56
En efecto, desde la perspectiva constitucional, el derecho fundamental a la propiedad,
como los demás derechos, posee un doble carácter: de derecho subjetivo y, a su vez, de
institución objetiva valorativa. Es decir, en nuestra Constitución se reconoce a la
propiedad no sólo como un derecho subjetivo o individual, sino también como una
institución objetiva portadora de valores y funciones.
(…) Por otra parte, identificar el carácter absoluto de la propiedad con la falta de
limitaciones o restricciones a su libre ejercicio resulta una enunciación demasiado
utópica, de corte metafísico que quizás puede ser mantenida a nivel puramente político,
iusfilosófico o dogmático, pero que difícilmente puede alcanzar realización práctica a
nivel jurídico-positivo.
57
4. Contenido del derecho real de propiedad.
(…) Del artículo 923 se desprende que los atributos o facultades del dueño son:
a) El derecho de usar o ius utendi, en virtud del cual el propietario utiliza el bien de
conformidad con su naturaleza o destino. Este atributo presupone, desde luego,
el derecho de poseer o ius posidendi pues es la manera como el propietario
ejercita los demás atributos y sin ella no puede beneficiarse del bien.
b) El derecho de gozar o disfrutar o ius fruendi, por el cual el dueño obtiene para sí
el aprovechamiento del bien, se trate de sus frutos como de sus productos e
inclusive su consumo, cuando el bien es consumible (…)
c) El derecho de disponer o ius abutendi, que es el más caracterizado y típico de los
atributos del dominio dado que el uso y el goce son actos de administración por
cuya virtud el dueño tiene la libertad de disposición tanto material como
jurídica, consumiéndolos, afectándolos, desmembrándolos o desprendiéndose de
ellos a título oneroso o gratuito.
d) El derecho de reivindicar el bien o ius vindicandi, mediante el cual el propietario
recurre a la justicia reclamando el objeto de su propiedad y evitando la
intromisión de un tercero ajeno a derecho (ej, recuperación de un bien,
reconocimiento de la propiedad, etc.)”
“En razón del supuesto total de la propiedad, o sea de la titularidad unida al ejercicio del
poder de hecho sobre la cosa (posesión), es posible que en un momento dado se
encuentren disgregados estos elementos; es decir, que una persona sea titular de la
propiedad y otra la poseedora.
58
La forma ordinaria de desconocimiento de la propiedad consiste, pues, en la privación
total del poder de hecho posesión. Mas puede suceder que sin desconocer la propiedad,
ni la posesión, un tercero pretenda someter la cosa de otro a un gravamen, por ejemplo,
cuando sobre un fundo ajeno alguien ejerce de hecho o pretende ejercer una
servidumbre de tránsito. Para estos casos, la ley otorga al propietario la acción
negatoria, a fin de que judicialmente se declare que su propiedad está libre de
gravámenes o de restricciones.
VALENCIA ZEA, Arturo y Álvaro ORTIZ MONSALVE, op. cit., pp. 233-234
“En su acepción más técnica, la propiedad es el derecho real que recae sobre cosas
corporales y atribuye a su titular un poder general y pleno sobre las mismas. Los autores
antiguos partían de la consideración de las facultades que se estimaban atribuidas a los
dueños de los bienes, concibiendo la propiedad como el conjunto de los derechos de
usar, disfrutar, disponer y reivindicar, fundamentalmente, mientras la doctrina moderna
ha observado que, más que una suma de facultades, la propiedad es el centro unitario de
todas ellas, puesto que permanece aunque el propietario quede privado temporalmente
de las mismas.
a) La distinción en la doctrina
“Con los límites o limitaciones legales las leyes precisan el contenido ordinario o
normal del derecho de propiedad según la función económico-social de las diferentes
categorías de los bienes y de su situación
59
“(…) La distinción entre límites y limitaciones del dominio es aceptada por la mayoría
de la doctrina, entendiendo por límite la frontera, el punto normal hasta donde llega el
poder del dueño, o sea el régimen ordinario de restricciones a que (comparándolo con el
supuesto de que fuese omnímodo) está sometido tal poder, y por limitaciones las
reducciones, en casos singulares, del poder que normalmente tiene el dueño sobre la
cosa.
b) Críticas a la distinción.
“En realidad los límites dominicales son una constante invariable a lo largo de la
historia, han estado siempre presentes en los distintos ordenamientos jurídicos que se
han sucedido en el tiempo, y respecto a ello el orden liberal-burgués no constituye una
excepción.
(…) El orden burgués relega los límites a un segundo plano, intentando reducir al
mínimo su existencia, porque se entiende que constituyen una radical contravención a
principios fundamentales del sistema, como la libertad y la plena autonomía privada. Lo
natural y verdaderamente esencial es el poder del propietario, que ha de desarrollarse
normalmente sin estar sujeto a ningún tipo de control. Por el contrario, las limitaciones
han de ser consideradas como amputaciones infligidas a la noción pura de propiedad.
Toda obligación que pese sobre el propietario es entendida como contraria a la
naturaleza de su derecho y, en consecuencia, será vista como una interferencia ilícita en
el poder absoluto que le corresponde. Consiguientemente los límites dominicales se
conciben a posteriori como algo tardío, accesorio, accidental y adventicio que
únicamente han de imponerse cuando sean totalmente imprescindibles y necesarios. En
suma, las limitaciones sólo se admiten como excepciones puntuales y aisladas a los
principios generales que rigen en materia de propiedad.
60
algo tardío que sólo es admisible cuando, en el ejercicio de su poder, el propietario
pueda ocasionar una lesión a los derechos de terceras personas. Se trata de límites
externos, porque no dirigen, coordinan o canalizan de modo constante y uniforme el
comportamiento del propietario, sino que actúan excepcionalmente y a posteriori para
resolver situaciones de conflicto entre diferentes derechos dominicales”
“Esta distinción entre límites y limitaciones (cf. Diez Picazo, L. (…)) por cuanto
implica deslindar un contenido “normal” del derecho de propiedad (el que marcan los
límites, de otro extraordinario o “anormal” (el que marcan las limitaciones), y la fijación
de la “normalidad” nos lleva a que, o bien, en sentido vulgar, a lo frecuente, a lo
probable, con lo que se “está diciendo muy poco”.
“Como opina Coca Payeras, M. (…) no es menester acudir a ese impreciso punto de
partida de la “anormalidad”; hoy, la distinción entre límites y limitaciones nos sitúa ante
la diferencia entre el contenido genérico o unitario del derecho de propiedad y el
contenido que ocasionalmente pueda encerrar la posición jurídica de un propietario; los
límites nos ofrecen la panorámica de hasta donde llega el poder “del” propietario, y las
limitaciones, la de hasta donde llega el poder de “un” sujeto que es propietario, o el
poder de un sujeto “a pesar de” ser propietario”
Estos atributos se encuentran limitados desde varios puntos de vista: a) por el interés
público; b) por el derecho de los demás; c) por el derecho de vecindad; d) por la función
de la propiedad”
61
Hay, pues, limitaciones fundadas en la propia naturaleza de la propiedad, que los
Tribunales reconocerán incluso sin disposición positiva concreta, por el solo hecho de la
existencia del derecho y para que bajo la apariencia de éste no se atente contra el
ordenamiento jurídico. Existen también disposiciones estrictamente legales, tanto para
la protección de los derechos privados como en interés público o general, y tanto
consistentes en una limitación del uso o de la facultad de excluir, como en someter al
propietario a una transmisión forzosa. Todo ello con independencia, por otra parte, de
las limitaciones establecidas por la voluntad del propietario, igualmente consistentes en
la limitación del uso o de la facultad de exclusión, o en impedir la libre transmisibilidad
del objeto del derecho. Este último grupo de limitaciones, por responder al juego de la
libre voluntad, son de carácter muy distinto y no pueden equipararse a las limitaciones
que como estado normal afectan a la propiedad”
(…) Existen otros límites del dominio aún más generales, ya que se refieren también al
ejercicio de todo derecho: la buena fe y la prohibición de abuso de derecho (…). En
realidad no constituyen delimitaciones configuradoras del derecho ni tampoco límites
externos a su contenido normal, sino más bien estándares de conducta inherentes al
ejercicio normal de los derechos en función de la realidad social de cada momento.
Verdaderas limitaciones al contenido normal – legal – del dominio son las restricciones
o modificaciones impuestas por acto voluntario del propietario, como son la
constitución de derechos reales o la imposición de prohibiciones voluntarias de
disponer, así como las limitaciones o restricciones singulares impuestas al propietario
por la autoridad judicial o administrativa”
62
del inmueble tiene el deber de soportar la actuación del titular de la servidumbre que, en
muchos supuestos, es la Comunidad, en cuyo beneficio se constituye, como una
modalidad del tipo de servidumbre prevista en el art. 531 del C.c. y, por tanto, como
servidumbre personal, sin la existencia de predio dominante.
Estos límites legales del dominio (de interés público o privado) afectan a la propiedad
inmobiliaria en general, en sus diferentes formas, y son normalmente diferenciables de
los condicionamientos legales que configuran los diferentes estatutos jurídicos de esas
formas de la propiedad.
(…) Las leyes reguladoras del dominio público, de la protección del medio ambiente y
de la ordenación territorial y urbanística, de la reforma de las estructuras agrarias, de los
montes, etc., contienen dos tipos de normas: una relativas a la ordenación general de los
recursos naturales (que configuran los estatutos jurídicos de las diferentes formas de la
propiedad inmobiliaria) y otras normas que establecen los límites de la propiedad
inmobiliaria en general. Sin embargo, la frontera entre los preceptos que definen los
estatutos jurídicos de esas formas de la propiedad inmobiliaria y los que establecen los
límites de cada uno de los tipos de propiedad, será muchas veces imprecisa”
Estos atributos se encuentran limitados desde varios puntos de vista: a) por el interés
público; b) por el derecho de los demás; c) por el derecho de vecindad; d) por la función
de propiedad”
“El interés público limita la propiedad en el sentido de que cuando resulten en conflicto
los intereses de los particulares con el interés de la colectividad, el interés privado del
propietario debe ceder ante el interés público (…)
63
III. Por razones de higiene se prohíbe habitar edificios que no reúnan un mínimo de
condiciones de salubridad, y se prohíbe igualmente ciertas industrias peligrosas para la
salud, etc.
VALENCIA ZEA, Arturo y Álvaro ORTIZ MONSALVE, op. cit., pp. 164-165
64
5.4. Limitaciones convencionales.
El artículo 926 guarda estrecha vinculación con la norma que la precede (artículo 925)
ya que ambas se refieren a las restricciones al derecho de propiedad. Sin embargo, en
este último caso la restricción debe ser impuesta por ley y, además, debe ampararse en
causas de necesidad y utilidad públicas o de interés social. En cambio, en el artículo
materia de este comentario, la voluntad de las partes es la que da origen a la restricción
y no se exigen – al menos explícitamente – requisitos adicionales que justifiquen o
sustenten la restricción.
(…) Mientras el artículo 882 del Código Civil de modo taxativo impide pactar
convencionalmente la prohibición al ejercicio de los atributos del derecho de propiedad,
el artículo 926 del mismo cuerpo legal sí permite establecer restricciones al ejercicio de
tales atributos.
(…) así resultará entonces que no podremos impedir (limitación absoluta), sin
apartarnos del orden establecido, el ejercicio de los atributos del derecho de propiedad,
salvo, por supuesto, autorización legal expresa en sentido distinto. Situación distinta
ocurrirá con las restricciones convencionales ya que las mismas sí están permitidas por
el artículo 926, lo que significa que es jurídicamente posible circunscribir o reducir los
límites (limitación relativa) del ejercicio de los atributos ya mencionado. Por lo tanto, si
bien no podemos prohibir, sí es posible restringir el ejercicio de los atributos del
derecho de propiedad.
(…) El tema central en cuanto al contenido de la restricción radica en que ésta no debe
ser contraria a ley, ni generar efectos que ésta no permite.
Respecto de esto ultimo, debe tenerse en cuenta que la restricción no puede suponer una
prohibición de ejercer los atributos del derecho de propiedad, ni directa ni
indirectamente. La restricción, para ser válida, solo puede significar el establecimiento
de límites (como por ejemplo, la aplicación de un ómnibus entregado en usufructo al
transporte de escolares y no a transporte público) o del cumplimiento de determinadas
condiciones como requisito previo al ejercicio del derecho de propiedad. Esto supone
que la restricción no puede consistir – en ningún caso – en hechos cuya ejecución
dependa de la exclusiva voluntad de una de las partes o de un tercero, ya que si así
fuera, estaríamos expuestos a la negativa y, por ende, se estaría en una situación que
importe la prohibición (limitación absoluta) del ejercicio de los atributos del derecho de
propiedad, la cual está absolutamente vedada.
(…) En nuestra opinión, son tres los parámetros que deben respetarse al pactar una
restricción al derecho de propiedad: (i) que no constituya un impedimento (limitación
absoluta) al ejercicio de los atributos del derecho de propiedad, (ii) que no atente contra
1
La referencia es al artículo 926 del Código Civil peruano.
65
las normas imperativas de la ley, y (iii) que el pacto no constituya un caso de abuso del
derecho.
Una reflexión final consiste en determinar si las restricciones a las que alude el artículo
926 son de carácter personal o de carácter real. Usualmente, las restricciones están
asociadas a la figura de la servidumbre.
Sin embargo, el escenario de las restricciones es más amplio que el de las servidumbres.
Así, una diferencia importante entre las servidumbres y restricciones es que las primeras
solo se pueden constituir a partir del atributo dispositivo, en tanto que una restricción se
puede pactar también respecto al disfrute o aprovechamiento económico del bien”
5.5. Expropiación.
“(D)esde sus orígenes mismos la expropiación forzosa se nos presenta bajo una doble
faz: por una parte, supone un poder de la Administración de abatir y hacer cesar la
propiedad y las situaciones patrimoniales de los administrados; por otro lado, su
regulación se articula en muy buena medida como un sistema de garantías ofrecido a
estos administrados que sufren sobre su patrimonio la violenta inmisión administrativa.
(…) Desde el dogma del carácter absoluto del derecho de propiedad, se inquiría por una
justificación del poder que permite a la Administración extinguirlo o alterarlo en un
caso concreto. Este planteamiento carece hoy de sentido. La propiedad no es,
evidentemente, un derecho absoluto y, exactamente igual que todos los derechos, ha de
servir a una necesidad colectiva para subsistir o mantenerse. Esto es hoy un principio
constitucional (…). De este modo, cuando las necesidades colectivas postulan su
desaparición o su transformación o cambio nada resulta objetable a esa exigencia, si es
que, efectivamente, ésta es fundada. Lo cual se manifiesta, a la vez, en un orden general
y de régimen, como en un orden particular, referido a situaciones concretas. Esto último
es lo propio de la expropiación forzosa: no se altera el status general de la propiedad,
simplemente se impone un sacrificio de una situación dominical específica ante
66
intereses públicos superiores. Pero, a la vez, tal sacrificio se reduce al mínimo, al no
acarrear la pérdida del contenido económico de la situación sacrificada, contenido que
es simplemente sustituido por un equivalente dinerario para que la carga pública que la
extinción de la propiedad supone no recaiga sobre la sola persona del afectado y se
reparta entre toda la colectividad, a través del sistema fiscal que nutre los fondos de que
la indemnización procede. (…)
Estos cuatro círculos sucesivos de garantía, y especialmente los tres primeros, son, en
mayor o menor extensión, como ya se ha dicho, consustanciales con el instituto de la
expropiación forzosa”
67
GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo y Tomás-Ramón FERNÁNDEZ, Curso de
derecho administrativo, Tomo II, Palestra – Temis, Versión latinoamericana, en
base a la duodécima edición, Lima – Bogotá 2006, pp. 1118-1177,
6. Propiedad predial.
6.1. Concepto.
“(S)i el concepto del dominio, según hemos visto, ha sufrido una profunda
transformación, en ningún ámbito es ésta tan intensa como en tema de bienes
inmuebles, donde las posibilidades de actuación del titular se hallan radicalmente
limitadas y dirigidas, y ello igual en la propiedad urbana, sometida al plan, que en la
agraria, sujeta a específicas formas de racionalización que se traducen en múltiples
intervenciones administrativas (…)
Hemos llegado, en efecto, a una sociedad y un modo de vida en los que, como dice
Díez-Picazo, ‘toda propiedad inmueble, considerada dentro de una zona o dentro de un
sector, origina una comunidad de intereses en la que hay elementos privativos y
elementos comunes, esferas de competencia exclusiva y esferas de competencia social.
Es, además, una comunidad de la que forma parte integrante, como miembro nato, la
Administración pública’.”
“Aunque las exigencias del tráfico han provocado que el concepto de finca se
transforme, para comprender objetos de titularidad real distintos de la superficie
terrestre (propiedad horizontal, concesiones…), una finca es inicialmente un espacio
delimitado de la superficie terrestre, objeto de una titularidad dominical”
“La determinación del objeto del dominio, en cuanto a sus límites materiales, en los
sentidos horizontal y vertical, no ofrece dificultades tratándose de cosas muebles. Como
observa Picard, la posibilidad de ‘desplazarse’, característica de estos bienes, implica la
condición de un cuerpo aislado, y por ende, perfectamente diferenciado de los demás.
68
El problema de la extensión espacial se presenta respecto de los inmuebles. En
principio, en el plano horizontal no surgen conflictos: los deslindes establecen el ámbito
de cada dominio, y cuando ellos no existen o no están correctamente fijados, la ley
organiza el procedimiento de la demarcación, que se descompone en dos operaciones, el
deslinde y el amojonamiento.
(…) Para definir las fincas puede ser suficiente indicar la posición geográfica (latitud y
longitud) de aquellos puntos del contorno que sean necesarios para construir a partir de
ellos, mediante líneas rectas que los unan, el resto del perímetro. Para evitar dudas sobre
cómo trazar dichas líneas delimitadoras (qué punto debe unir cada línea) será
conveniente establecer un orden o numeración sucesiva en estos hitos geográficos de la
69
definición perimetral. El contorno resultará de trazar líneas rectas entre cada uno de esos
puntos de georreferenciación y el siguiente en orden, hasta cerrar todo el perímetro. La
posición geográfica de los puntos de georreferenciación (latitud y longitud) puede
expresarse en lenguaje alfanumérico, susceptible de ser incorporado al folio registral.
70
e. En el caso que el predio a inmatricular esté ubicado en más de un distrito deberá
indicarse los límites distritales correspondientes. Para efectos de lo establecido en el
literal b), el Registrador consignará los distritos involucrados”.
“El sentido de una finca plantea el problema de hasta dónde llega en altura y
profundidad, los derechos del dueño. Los jurisconsultos romanos le reconocían la
facultad de utilización indefinida del espacio aéreo que se halla sobre su fundo, y del
subsuelo bajo él: tenía una facultad de ocupación y ejercitándola podía apropiarse de
ellos. Mas los romanistas de la edad media acuñaron una fórmula mucho más absoluta
para delimitar los derechos del dueño; que llegan – dicen –, a partir de la superficie de la
finca, usque ad sidera et usque ad inferos. Esta fórmula, según parece, tuvo
originalmente la finalidad de proteger a los dueños de la tierra frente a la pretensión de
los señores feudales o – más frecuentemente – los monarcas, de constituir las minas una
regalía cuyo disfrute tenían reservado o podían conceder.
Mas, con o sin la excepción de las minas, la fórmula hizo fortuna. Aun aplicada
literalmente, apenas planteaba dificultades en una época en la cual el empleo de la
superficie nunca podía ocupar una altura considerable, ni tampoco la técnica permitía
habitualmente practicar galerías muy profundas.
(…) El vuelo. (…) esta propiedad del vuelo se extiende hasta donde llega el interés
potencial del dueño, y no más. Digo interés potencial porque, a lo que entiendo, el
dueño puede impedir en consideración a ese interés, y sin tener todavía un programa de
utilización actual, las inmisiones que puedan traducirse en derechos oponibles en el
futuro al dueño de la finca, cuando intente éste cualquier nueva utilización del espacio
aéreo delimitado por la proyección vertical de sus fronteras.
71
LACRUZ BERDEJO, José Luis y otros, Derechos reales, Volumen Primero.
Dykinson, Madrid, 2004, pp. 346-350. Nueva edición revisada y puesta al día
por Jesús Delgado Echevarría.
“La propiedad debe extenderse en sentido vertical para poder existir, porque la
existencia misma es tridimensional. El problema es fijar el límite vertical de la
propiedad.
Las antiguas teorías de la extensión ilimitada son incompatibles con el hecho de que la
tierra gira y con el desarrollo de la tecnología moderna; también se han mostrado
inadecuadas las teorías de la ocupación (por privilegiar a los más altos) y del interés
(pues mi interés, por ejemplo, no me puede permitir limitar la navegación aérea). Por
otra parte la legislación administrativa ha publificado el subsuelo (legislación de minas)
y ha nacionalizado los usos urbanísticos. Por ello, para explicar la extensión vertical de
la finca, se ha acuñado el concepto de finca funcional. El propietario tiene derecho sobre
el volumen necesario para el uso de la finca, de acuerdo con su destino económico y con
las limitaciones (crecientes) establecidas por las leyes”
“Hasta la revolución francesa las prácticas feudales o comunes, usos y privilegios, bajo
el antiguo régimen, obligaban a los propietarios a dejar sus campos abiertos, sin muros o
cercas, tanto al ejercicio de la caza por el señor o el rey, como a los rebaños de
corporaciones de ganaderos (…) o a los ganados de los señores, o acaso de los otros
vecinos del pueblo, o los de los vecinos de otros pueblos (…) a fin de que pudieran
pastar en ellos libremente una vez levantadas las cosechas de cereal o en la parte que
quedase en barbecho. La revolución reacciona frente a este estado de cosas autorizando
a todos los dueños para cerrar sus fincas, con cuya medida las hacen francas de
cualesquiera prestaciones, salvo que éstas hayan sido constituidas en condición de
servidumbre de Derecho privado.
72
(…) El cercamiento proporciona la exclusividad del goce de la finca pues sin él no está
estrictamente prohibido entrar en ella.
“Este criterio se halla expuesto en el artículo 967 materia del comentario. Este artículo
supera el criterio contenido en el artículo 864 del Código anterior, al contemplar no solo
la capacidad de exigir que se corten las ramas que invaden el predio vecino, sino que
ahora se confiere al dueño del predio vecino la capacidad de poder cortarlas por sí
mismo.
Nuestra legislación en este punto, creemos con buen criterio, evita caer en el excesivo
tecnicismo de la legislación italiana. Al señalar que el vecino tiene derecho a exigir la
extirpación de los árboles realiza una categorización en base a la altura de los mismos
(árboles de alto fuste, árboles de medio fuste y árboles de bajo fuste). Asimismo,
nuestro Código no considera un plazo para que el propietario del árbol que invade el
predio ajeno pueda cortar las ramas invasoras; dejando al dueño del predio invadido
que ejercite su derecho en el momento que él estime conveniente y, en caso de encontrar
resistencia del otro propietario, recurrir a la autoridad municipal o judicial para lograrlo.
Si el propietario invadido por ramas y raíces ajenas encuentra resistencia del propietario
o poseedor colindante, desarrollando la protección judicial a que alude la norma podría
incoar un interdicto de retener, porque obviamente en este caso es perturbado en su
posesión, aun cuando esta figura sería opcional porque la norma tiene un sentido
categórico: puede cortar las ramas y raíces, confiriéndole la potestad para hacerlo”
VÁSQUEZ RÍOS, Alberto, Corte de ramas y raíces invasoras del predio. En:
Código Civil Comentado, Tomo V. Derechos Reales, Gaceta Jurídica, Primera
edición, Lima, 2003, p. 383
73
6.4. Limitaciones por razón de vecindad.
“(E)s opinión predominante que mientras las restricciones debidas a la vecindad son
comunes a todos los predios que se hallan en la misma situación, las servidumbres son
limitaciones excepcionales del dominio inmobiliario. Las primeras responden a un
interés genérico de la colectividad, surgiendo relaciones jurídicas derivadas de la
situación fáctica, en cambio, la servidumbre crea la relación jurídica autónoma con base
en ciertos hechos que no la imponen a fortiori
(…) Asigna Gonzáles-Alegre (…) a las relaciones de vecindad los siguientes caracteres:
a) Constituir limitaciones normales del dominio. b) Basarse en la reciprocidad o
bilateralidad. c) No suponen deber de indemnizar por su constitución, nota que también
las diferencia de las servidumbres. d) Son inmanentes a la propiedad por el solo hecho
de la proximidad. Con la propiedad nacen o se adquieren, se conservan y se pierden. e)
Las relaciones de vecindad nacen automáticamente, es decir, de pleno derecho, entre los
propietarios por el solo hecho de la vecindad. f) Son imprescriptibles. No pueden
prescribirse independientemente del derecho de dominio a que van adheridas. g)
Objetivo de las relaciones de vecindad reguladas por el Derecho es la más armoniosa
convivencia entre vecinos; por tanto, su razón de ser es más la persona que el
patrimonio. h) La derogación de toda ‘relación de vecindad’ supone la creación de una
servidumbre; la derogación de una servidumbre reintegra el dominio a su contenido
normal. i) Las relaciones de vecindad son presumibles a efectos de prueba y pueden
presentar un contenido obligacional o un contenido real, aunque ambos van
entremezclados, con predominio en cada caso de uno u otro aspecto”
SANTOS BRIZ, Jaime, Derecho civil. Tomo II, Editorial revista de derecho
privado, Madrid, 1973, p. 131
“En el ejercicio del derecho de propiedad, habrá de ser tenido en cuenta el interés de
terceras personas que puedan resultar afectadas por el mismo, con lo cual se opera una
indudable templanza de la radical exclusividad que el orden liberal predicaba del
dominio en un plano dogmático
La templanza a la que ahora nos referimos comienza a ser activada imponiendo al dueño
el deber de consentir ciertas intromisiones que responden a necesidades naturales o
sociales y que garantizan la armoniosa coexistencia de los diversos derechos de
propiedad. La mayor parte de esas intromisiones tienen lugar en el marco de las
denominadas relaciones de vecindad. En base al mantenimiento de unas buenas
relaciones de vecindad, el titular de un derecho de propiedad sobre un terreno, debe
soportar la caída de agua que descienda naturalmente y sin obra del hombre de los
predios anteriores (…), debe permitir que el propietario de un enjambre de abejas lo
persiga en su finca (…); ha de consentir también el paso de aquellos propietarios de
heredades vecinas sin acceso a camino público (…), así como el paso de materiales o la
colocación de andamios u otros objetos que sean indispensables para construir o reparar
algún edificio (…)
74
obligado a construir sus tejados o cubierta de manera que las aguas pluviales caigan
sobre su propio suelo (…); el dueño de los árboles cuyas ramas se extiendan sobre una
heredad o fundo ajeno tiene la obligación de cortarlas cuando así le sea reclamado por el
propietario del fundo o heredad (…); el propietario de una pared o columna o cualquiera
otra construcción que amenace ruina está obligado a su demolición o a efectuar las
obras necesarias para evitar su caída (…).
En estos tres tipos específicos de supuestos contemplados por el Código Civil, el interés
exclusivo y excluyente del propietario sobre el bien objeto de dominio ha de ceder para
permitir la realización de otros intereses que aunque distintos de los que le
corresponden, son igualmente considerados legítimos y, por este motivo, jurídicamente
tutelados (…) mediante la utilización de distintas medidas, según el caso concreto de
que se trate”
ADROGUÉ, Manuel I., Las molestias entre vecinos en la reforma civil (Ley
17.711). En: ADROGUÉ, Manuel I. y otros Temas de derecho reales, Plus Ultra,
Buenos Aires, 1986, p. 66
6.5.1. El urbanismo.
“Se habla de Derecho Urbanístico como el conjunto de normas que regulan la actividad
de ordenación del uso del suelo y, en consecuencia, de la gestión, ejecución y control de
los procesos de transformación de este recurso encaminados a su utilización.
Comprende los siguientes aspectos:
- la disciplina jurídica del hecho social o colectivo de los asentamientos de
población en el espacio físico.
- las potestades atribuidas o controladas por entes públicos que inciden en el
régimen urbanístico del suelo, en tanto que es soporte de la actividad
transformadora de urbanización y edificación.
75
- las políticas que determinan cómo, cuándo y dónde deben surgir y desarrollarse
los asentamientos humanos y los instrumentos técnicos precisos para lograr tales
objetivos.
- los principios rectores del urbanismo que deben informar la práctica judicial y la
actuación de los poderes públicos estatal, autónomo y local.
- El orden de distribución de competencias entre los poderes públicos (…)
(…) Igualmente guarda relación con el medio ambiente natural o artificial (urbano o
urbanizable) porque la ordenación del territorio es instrumento esencial para un medio
ambiente adecuado, y éste no es posible sin la utilización racional de todos los recursos
naturales.
(…) Por todo ello, el urbanismo debe ubicarse en una planificación integral del territorio
que tenga en cuenta todos los aspectos del mismo, pero también de su entorno próximo
y remoto y en una coordinación de todos los recursos naturales a fin de conseguir una
optima calidad de vida (…)”
“esta propiedad sujeta a límites tiene una especial presentación cuando hablamos de la
propiedad urbana, esto es, de una propiedad inmersa en un conglomerado de
propiedades, sujeta a un alto riesgo de conflicto con los derechos e intereses de los
demás, porque precisamente vive inmersa en un conglomerado muy compacto, entonces
a esa propiedad hay que regularla con mucho cuidado, con mucha delicadeza, hilar fino
porque hay intereses individuales, intereses colectivos, hay competencias exclusivas del
sujeto titular y hay competencias sociales, hay un interés común por esa propiedad, todo
ello en aras de la convivencia urbana.
76
en este momento, que privilegian al suelo por sobre la construcción. Sin embargo hoy
en día se dice que el suelo no es sino la mera localización de una construcción y de la
actividad que en ella se realiza, la construcción pasa a ser lo más importante, la
inversión en la construcción suele ser mucho más cuantiosa que la efectuada en la
adquisición del suelo. Esa inversión que se hace en la construcción tiene reglas y esas
reglas son conocidas como limitaciones por razones urbanísticas.
Son parámetros edificatorios los factores numéricos que por ejemplo establecen el
coeficiente de edificación, las alturas, los porcentajes de áreas libres, las áreas de retiro,
los números de estacionamiento requeridos, etc.
ii) Normas de edificación vigentes.- En segundo lugar tenemos que además de esos
parámetros que son específicos, fijos, con determinadas tolerancias señaladas por la ley,
existen las denominadas normas de edificación vigentes que por cierto no son solo las
normas del Reglamento Nacional de Construcciones sino una serie de normas dispersas
a lo largo de toda la legislación, por ejemplo, si quiero edificar una clínica no solo hay
normas sobre ello en el Reglamento Nacional de Construcciones sino que también hay
normas especiales en las normas del Sector Salud. Entonces todas esas normas de
edificación vigentes también son limitaciones al derecho a edificar.
iii) Normas y acciones de control urbano.- Finalmente tenemos las normas de control
urbano que versan sobre fiscalización de la actividad edificatoria. Cuando la
Municipalidad hace una inspección en una obra que se está realizando, hace una
supervisión, está dinámicamente en lo que respecta a la aplicación de las normas sobre
edificación vigentes”.
6.5.2. Zonificación
77
Artículo 30.- De acuerdo con las características determinadas en los estudios
correspondientes se consignarán las siguientes zonificaciones:
a. Residenciales
b. Vivienda-Taller
c. Industriales
d. Comerciales
e. Pre Urbana
f. Recreación
g. Usos Especiales
h. Servicios Públicos Complementarios
i. Zona de Reglamentación Especial
j. Zona Monumental”
“Se entiende por habilitación a todo proceso formal y complejo en virtud del cual se
cambia el uso de un predio rústico a urbano (…) o, se reurbaniza un conjunto de predios
que ya tienen la condición de urbanos.
78
también en los distintos grados de informalidad en los que comúnmente suelen
incurrir los habilitadores tradicionales: ejecución de obras sin autorización, ventas
de lotes no autorizadas, inobservancia de los aportes reglamentarios, etc.
79
uso real de un predio rústico, hasta entonces considerado como zona de
reforestación, es el de residencial de densidad media, porque lo único que habrá
sucedido es que se habrá dado paso a la posibilidad de regularizar la habilitación
de facto, bajo las exigencias del procedimiento previsto por la ley para las
habilitaciones urbanas nuevas. Finalmente, se utiliza también la expresión cambio
de uso para aludir a la incidencia administrativa y tributaria que tiene el hecho
que todo o parte de un inmueble sea destinado a un uso distinto pero compatible
con el que le correspondía, como cuando se decide que parte de una vivienda sea
destinada para la instalación de una tienda comercial compatible con la
calificación residencial del predio.
80
“Habilitación urbana: Proceso de convertir un terreno rústico en urbano, mediante la
ejecución de obras de accesibilidad, distribución de agua y recolección de desague,
distribución de energía e iluminación pública, pistas y veredas. Adicionalmente, podrá
contar con redes de distribución de gas y redes de comunicaciones. Las habilitaciones
urbanas pueden ser ejecutadas de manera progresiva”
6.5.5. Independización.
“Norma GH.010
Artículo 5.- La independización de terrenos rústicos o parcelaciones, que se ejecuten en
áreas urbanas o de expansión urbana, deberán tener parcelas superiores a 1 (una)
hectárea.
Artículo 7.- Los predios sobe los que se emitan resoluciones mediante las cuales se
autorice su independización o parcelación, deberán encontrarse dentro de áreas urbanas
o de expansión urbana, y contar con un planeamiento integral.
En caso el predio se encuentre solo parcialmente dentro de los límites del área de
expansión, la independización se aprobará solo sobre esta parte.
81
No se autorizarán independizaciones de predios fuera del área de expansión urbana.
Artículo 8.- El planeamiento integral deberá ser respetado por todos los predios
independizados, y tendrá una vigencia de 10 años.
Las limitaciones que resulten del anteproyecto de diseño urbano serán inscritas en el
rubro cargas y gravámenes de las partidas registrales de cada una de las parcelas
aprobadas.
Lo dispuesto en este artículo no se aplica tratándose de predios del Estado, en cuyo caso
es de aplicación lo dispuesto en el artículo 63°.”
6.5.6. Acumulación
82
a) Los inmuebles que se pretende acumular constituyan un todo sin solución de
continuidad;
b) Pertenezcan al mismo propietario;
c) Sea solicitada por el propietario de los inmuebles en mérito a documento privado con
firma legalizada notarialmente, otorgado por el propietario, que contendrá el área,
linderos y medidas perimétricas de cada uno de los predios, con indicación de la partida
registral donde corren inscritos; el área, linderos y medidas perimétricas del predio
resultante, indicándose su nueva denominación;
d) Plano de acumulación, autorizado por el profesional competente;
e) Tratándose de predios urbanos, los planos y códigos catastrales o la constancia
negativa de catastro a que
se refiere el D.S. N° 002-89-JUS, según sea el caso.
La acumulación deberá practicarse en una nueva partida, donde se deje constancia de las
partidas que son materia de acumulación. Asimismo, se procederá a cerrar las partidas
acumuladas, salvo que exista área remanente sobre dichas partidas.
83
Artículo 66°.- Acumulación de predios afectados con garantías reales o medidas
cautelares
En los casos en los que dos o más de los predios materia de acumulación estén gravados
con alguna hipoteca u otro derecho real de garantía, sólo procederá la acumulación si en
la solicitud presentada por el propietario, o en documento adjunto al mismo, consta
además la intervención de todos los titulares de los derechos reales de garantía
constituidos, expresando precisa y claramente su conformidad con la acumulación, in-
cluyendo sus firmas legalizadas notarialmente.
En el caso de que los predios materia de acumulación se encuentren afectados por
medidas cautelares, el Registrador sólo inscribirá la solicitud de acumulación de predios
cuando el solicitante adjunte el documento en el que conste la conformidad del Juzgado,
Sala o entidad administrativa que ordenó extender la anotación de la medida cautelar,
salvo que la medida cautelar anotada no pierda prioridad como consecuencia de la
acumulación.
“Las cuestiones hasta ahora planteadas son de macrourbanismo porque apuntan a los
grandes temas de la consideración de los suelos en su conjunto, a partir de la
planificación y ejecución del planeamiento y se extiende a la urbanización como
elemento preparatorio del suelo. Secuencialmente siguen los aspectos de
microurbanismo o la edificación puntual y circunstanciada de cada parcela de terreno
por sus propietarios que, en definitiva, es como se crean y desarrollan las ciudades.
Comprende el derecho-deber de edificar y, en ciertos casos, los deberes de conservar lo
edificado, o demolerlo según los casos, pero principalmente en supuestos de declaración
de ruina.
En el concepto de propiedad establecido por la Ley del Suelo de 1990, desde el sistema
de sucesiva adquisición de facultades urbanísticas en la medida en que se cumplen los
deberes impuestos por la ley, el derecho a edificar se adquiere y nace por el
otorgamiento de la licencia. Esta situación ha sido corregida por el artículo 13 de la Ley
de Suelo de 1998 en que el ius aedificandi se concibe como una facultad ínsita en el
derecho de propiedad urbana, en las condiciones que en cada caso establezca la
legislación urbanística y el planeamiento”
“(…) tema de obligada consideración en todos los tratamientos científicos del ius
aedificandi, el decidir si el derecho a edificar es una facultad inherente al derecho de
84
propiedad, necesitado a lo sumo de un acto declarativo de carácter administrativo para
poder ser ejercitado, o si, por el contrario, se trata de una forma de aprovechamiento de
los terrenos de la que está naturalmente privado el propietario y que adquiere en virtud
de un acto constitutivo de carácter administrativo. El ius aedificandi pertenecería en este
caso a la colectividad y el reparto de este derecho sería más o menos discrecional por
parte de la Administración, según necesidades o intereses en los que ningún papel
desempèñaría la pretensión del privado respecto al aprovechamiento obligatorio de su
finca (…)
“(…) es posible mantener una construcción del derecho de propiedad del suelo y de las
facultades que lo integran, conforme a la nueva legislación, que configure esas
facultades como inherentes al dominio, formando parte del contenido de la propiedad.
No se trata de un esfuerzo puramente dialéctico, derivado de un empeño de mantener a
ultranza una concepción unitaria de la propiedad, sino de una exigencia constitucional,
de la necesidad de interpretar la (…) legislación del suelo (…) de forma que se respete
plenamente la Constitución, porque una interpretación (…) que considere abiertamente
que la propiedad del suelo está inicialmente vacía de contenido y se va “llenando” con
los derechos que sucesivamente va otorgando al propietario del suelo la Administración,
al aplicar lo establecido en la propia Ley2 y en los planes urbanísticos resultaría
abiertamente enfrentada a los artículos 33 y 53.1 de la Constitución, que exigen el
respeto al contenido esencial de los derechos y, concretamente, del derecho de
propiedad.
Para que el respeto se produzca, es necesario que el contenido del derecho de proipiedad
del suelo comprenda la potencial facultad de edificar. Esta potencial facultad de edificar
la tiene todo propietario por el hecho de ser tal propietario, y lo que está sujeto a
determinadas condiciones, (…) no es la adquisición de (…) facultades, sino el ejercicio
de las mismas. Si el propietario ejerce estas facultades – dice VATTIER- conforme a los
requisitos legales – que no administrativos – y en tiempo oportuno, desemboca en la
accesión de la obra construida (…)
COPROPIEDAD
2
Se refiere el autor a la Ley del Suelo dictada en España en 1990
85
1. Concepto y naturaleza jurídica
1.1. Concepto.
“(…) la copropiedad es un derecho real autónomo sobre bien propio que pertenece a dos
o más personas de manera indivisa (sin partes materiales) y mediante la asignación de
cuotas ideales que representan la participación de cada quien en la cotitularidad del
mismo, en el que coexisten dos tipos de esferas de actuación, unas atribuidas de manera
individual a cada copropietario y otras de manera colectiva, es decir, con referencia a
todos los copropietarios a los cuales se entiende vinculados en su actividad por la
concurrencia con los demás o por las decisiones unánimes o, por lo menos, mayoritarias
del conjunto, siendo el parámetro ordinario de esa concurrencia y de esas decisiones el
valor de las participaciones que a cada quien correspondan.
“Las teorías más relevantes sobre la naturaleza de la copropiedad son las siguientes:
A) Teoría de la interinidad. Los autores que defienden esta teoría consideran que,
mientras permanece indivisa la cosa común, cada uno de los copropietarios no tiene un
verdadero derecho de propiedad porque está condicionado por la concurrencia de los
demás cotitulares. Incluso mantienen que no existe un verdadero derecho subjetivo de
cada copropietario sino una situación sui generis, aunque otros admiten que se trata de
una especie de derecho debilitado, incluso, de un derecho real distinto al de propiedad.
C) Teoría de la división. Se agrupan bajo este epígrafe las opiniones que mantienen que
no hay un derecho único sino tantos derechos como individuos tiene la comunidad.
Resumidamente – escribe Capilla Roncero -, se ha dicho que la cuota es la parte ideal o
teórica en que se divide la cosa objeto del derecho tenido en común, de manera que cada
comunero sería dueño individualmente considerado de una participación sobre la cosa,
cuya precisión material se alcanzará con la división final (división ideal, pues de la cosa,
que es la doctrina más clásica, llamada de la propiedad plúrima parcial). También se ha
dicho que lo que se fracciona es el derecho de propiedad originariamente unitario: cada
comunero tendría una parte, una cuota ideal del derecho de propiedad, cuyas facultades
correspondería pro parte a los copartícipes (cuota como parte del derecho; Ferrara).
86
D) Teoría de la propiedad plúrima total. Según ella, cada uno de los comuneros tiene un
derecho de propiedad pleno, si bien limitado en cuanto a su ejercicio por la existencia de
iguales derechos de los demás, siendo la cuota de participación la que determina la
proporción en la concurrencia del ejercicio de las facultades que se ejercitan de manera
individual, pues algunas facultades sólo pueden ser ejercidas de manera colectiva”
“Las teorías reseñadas en los dos últimos literales 3 son las que se mantienen vigentes en
la doctrina (…)
Consideramos que no existe inconveniente teórico alguno que impida admitir que bajo
la denominación de ‘derecho de copropiedad’ se pueda entender que se está ante la
presencia de un derecho real autónomo en el que coexisten armónicamente tanto una
división de poderes con tantos titulares como copropietario existan (derechos
individuales plenos no necesariamente idénticos a los poderes de un propietario
exclusivo y, en muchos casos, limitados por la concurrencia de los derechos de los
demás sobre la base de la cuota ideal reconocida a cada copropietario) como una unidad
de poder atribuida al conjunto de los copropietarios (derecho colectivo que para su
ejercicio requiere el concurso unánime o, por lo menos, mayoritario de los
copropietarios, el cual se encuentra organizado bajo los patrones que se derivan de la
existencia de cuotas de participación asignadas a cada quien dentro del derecho
colectivo)”
2. Características de la copropiedad.
3
Se hace referencia a la teoría de la división y a la teoría de la propiedad plúrima total.
87
i) Pluralidad de sujetos. Tratándose de un supuesto de comunidad, solo tiene
sentido hablar de copropiedad en la medida en que dos o más sujetos
concurren en la titularidad de un derecho de propiedad, tal como lo prescribe
el artículo 969 del C.C. La pluralidad de sujetos se manifiesta como la
concurrencia tanto de personas naturales como colectivas o de ambas en la
titularidad del dominio de una cosa material o inmaterial sin que ello
implique la constitución de una entidad dotada de una personalidad jurídica
distinta a la de los copropietarios. (…)
ii) Unidad de objeto. Conforme lo hemos señalado al hablar de la comunidad en
general, ésta se configura cuando la titularidad conjunta en que radica recae
sobre un mismo e idéntico derecho, es decir, cuando todos los comuneros
son, contemporáneamente, titulares de un derecho real o uno de crédito, o
cuando son varios los que, de manera conjunta, ostentan la titularidad de una
masa patrimonial (…)
iii) Ausencia de una parte material. Es consecuencia de la unidad de objeto el
hecho de que el bien o los bienes puestos en situación de copropiedad no se
encuentren divididos en partes individualizadas respecto de las cuales pueda
decirse que le corresponda a cada titular un derecho de dominio exclusivo.
Siendo ello así, ninguno de los copropietarios puede circunscribir el ejercicio
de su derecho a una parte de la cosa físicamente individualizada sino que el
mismo se extiende a todas y cada una de las partes de la cosa común.
iv) Asignación de cuotas ideales. Cada condómino tiene atribuida una fracción
aritmética de la cosa común que se incorpora a su patrimonio como entidad
autónoma mientras dura la indivisión, para concretarse en una porción
material de la cosa común al ser ésta dividida (Puig Brutau)”
“No es tanto sobre el concepto de goce sobre el cual debe llamarse la atención para
distinguir la comunidad de la sociedad, pues la atención se debe llamar, ante todo, sobre
la circunstancia de que, en la comunidad, el goce de una o más cosas – o sea el ejercicio
del derecho de propiedad – es el único fin de las partes. Hay comunidad y no sociedad,
cuando las partes constituyen la relación, o cuando la mantienen ‘con el solo fin del
goce de una o de varias cosas’, ya que ellas no tienen otra intención sino la de ejercitar
en común entre sí su derecho de propiedad.
88
Pero esto implica que ellas no tienen solo el fin de gozar de las cosas, ya que se
proponen explotar, colectivamente una actividad empresarial, y el goce de los bienes
constituye, con respecto a esta actividad, solo un elemento (constituye, en términos de
economía descriptiva, el elemento de la utilización de los factores reales de la
producción).”
89
3.3 Diferencia con la comunidad hereditaria
“Se advierte una gran anarquía entre los autores que definen indistintamente a los
herederos como copropietarios o condóminos, situación que se ha trasladado a nuestro
Código y que se revela, entre otros casos, en el artículo que comentamos4 (…).
De otra parte, la copropiedad puede recaer sobre bienes, en cambio la herencia, como
explica Valencia Zea, representa un patrimonio, vale decir, un conjunto o totalidad de
derechos subjetivos patrimoniales. Por tanto, explica este autor, en ningún caso la
herencia es un cuerpo cierto, ni cosa corporal. Tampoco es una cosa compuesta, ni cosa
universal propiamente dicha, de que son ejemplo una biblioteca, un rebaño, etc. (…)
Analizando el tema hasta este punto, queda aclarado que los coherederos son comuneros
y no copropietarios, por lo que el término utilizado en la norma bajo comentario no
resulta acertado. No obstante, es así como ha sido denominada esta situación de
indivisión existente entre los coherederos, por lo que para estos efectos se deberá
considerar el término copropietario como referido al de comunero en la herencia”
4. Origen de la Copropiedad.
iii) Por mandato de la ley.- Nos referimos a todos aquellos casos en los que la
cotitulación de un bien tiene su fuente determinante en la voluntad del legislador, es
4
La referencia es al artículo 844 del Código Civil peruano.
90
decir, los casos en que dados ciertos presupuestos sobreviene una imposición de la ley
que determina la indivisión respecto de ciertos bienes a favor de dos o más personas. A
modo de ejemplo tenemos el caso de la medianería establecida por los artículos 994 y
siguientes del Código Civil, que es una indivisión forzosa de carecer permanente
establecida por la ley respecto de las paredes, cercos, zanjas situadas entre dos predios
(…)
5. Clases de copropiedad.
91
ARATA SOLÍS, Moisés, Definición de copropiedad, op. cit., pp. 412-413
i) Los contratos que celebren los copropietarios sobre los frutos aún no percibidos y
repartidos serán contratos que en unos casos versarán sobre bienes futuros y que,
en principio, serán parcialmente ajenos. Estos contratos estarán sujetos a la
posterior existencia de los frutos y a la asignación de los mismos al copropietario
(…)
ii) Nada obsta a que los copropietarios, en ejercicio de su autonomía privada, lleguen
entre sí a establecer determinados acuerdos respecto de como deba organizarse la
titularidad de los frutos. Así, si la copropiedad recae sobre un fundo y una parte
92
del mismo es cultivada exclusivamente por uno de los condóminos y la otra parte
por el otro, no habrá obstáculo para que corresponda a cada uno de ellos los frutos
obtenidos de la explotación de la zona que cada uno trabaje. Del mismo modo,
piénsese en la renta obtenida por el arrendamiento del predio común respecto de la
cual pueden acordar los copropietarios distribuirse la percepción exclusiva de la
renta a razón de unos periodos para uno de ellos y otros para el otro condómino.
iii) En la hipótesis que alguno de los copropietarios haya tomado para sí todos los
frutos y con cargo a ellos haya realizado la adquisición de otros bienes se plantea
la cuestión de si sólo se tiene un crédito contra él por el valor que debe ser
reembolsado o si lo adquirido, puede ser considerado, por aplicación de una suerte
de subrogación real, como un bien común. Lo primero tiene fuerte asidero en lo
dispuesto por el artículo 976 conforme al cual la indebida percepción exclusiva de
frutos a lo que da lugar es a un reembolso de los mismos, reembolso que se
producirá en especie si los frutos aún se mantienen en poder del copropietario
deudor o en dinero si ya no existen bajo el poder del deudor. Sólo habría que
excluir de esta conclusión, el caso en que el copropietario dijo obrar en nombre de
todos, caso en el cual de conformidad con lo dispuesto por el artículo 161 del CC
los demás copropietarios podrían ratificar el acto y, también, el caso en que el
negocio practicado por el copropietario aún cuando ha sido celebrado a nombre
propio es una adquisición a favor de la gestión de los bienes comunes, como por
ejemplo si se compraron accesorios para sustituir a los que se encontraban en mal
estado de conservación o funcionamiento en el bien común, supuesto que puede
ser considerado como una gestión de negocios ajenos que, conforme a lo
dispuesto por el artículo 1952 del CC, podrá ser ratificada por los interesados y
aún no siéndolo, en caso de ser provechosa para ellos, se entenderá que el
copropietario no es el dueño exclusivo de lo adquirido sino todos los comuneros y
que, incluso, podría pedirles una indemnización por los perjuicios sufridos durante
la gestión (…)
En cuanto a la primera interrogante si los frutos aún existen en especie dentro de las
posesiones del copropietario, los demás tendrán derecho al reparto de los mismos.
Nótese que nos referimos a sus posesiones porque como hemos dicho, la percepción de
los frutos no es suficiente para la incorporación de los mismos en el patrimonio del
copropietario. Sin embargo, tratándose de bienes determinados únicamente por su
especie y cantidad, como por ejemplo un quintal de arroz, debemos entender que los
mismos quedan incorporados al patrimonio del copropietario con la obligación de
devolverlos en especie o en dinero. Finalmente, si los frutos ya no estuvieran en
posesión del copropietario porque ya dispuso de ellos los demás copropietarios tendrían
derecho al reembolso en dinero de los mismos. Para todos los casos contemplados debe
tenerse en cuenta que tratándose de frutos industriales o civiles el computo de los
mismos, de conformidad con lo dispuesto por el artículo 893 del CC, deberá efectuarse
descontando los gastos y desembolsos realizados para obtenerlos.
93
Respecto a la segunda pregunta debe tenerse en cuenta que cuando el reembolso de los
frutos se verificará en dinero, estamos ante una verdadera deuda de valor, es decir, se
debe pagar tanto dinero como el que sea necesario, para reemplazar el valor de los
bienes en especie que no serán entregados por el copropietario obligado. Es aplicable a
este respecto el artículo 1236 del CC conforme al cual “cuando debe restituirse el valor
de una prestación, aquél se calcula al que tenga al día del pago”.
(…) se suele sostener que el copropietario, conforme a lo dispuesto por el artículo que
comentamos, no requiere del consentimiento ni de la aprobación de los demás para
poder disponer de su derecho individual de copropiedad, lo que nos conduce a pensar
que el tiene, de manera íntegra, la libertad para disponer, según su sola conveniencia,
de su derecho individual de copropiedad. Sin embargo, el fenómeno dispositivo aludido
no estaría siendo percibido en su integridad, es decir, como un proceso que comprende
tanto el desprendimiento del derecho como la adquisición del mismo por otra persona, si
no mencionáramos la incidencia que respecto al mismo puede tener el derecho de
retracto.
Para el tema que nos ocupa nos interesa el inciso 2 del artículo 1599 del Código Civil,
conforme al cual, tienen derecho de retracto, entre otros, “...El copropietario, en la
venta a tercero de las porciones indivisas”. Demás esta decir que las cuotas ideales
deberán concernir a bienes muebles inscritos (por ejemplo un automóvil) o a inmuebles
(por ejemplo un predio …), de forma tal que, por una evidente ficción de la ley, la cuota
ideal tendrá la naturaleza mobiliaria o inmobiliaria que corresponda al bien común sobre
el cual ella recaiga.
(…) existen autores, cuya posición compartimos, que consideran que el retracto si limita
la libertad de contratar del vendedor y del original comprador si se tienen en cuenta los
94
efectos económicos perjudiciales que ella produce dentro de una sociedad cuya
organización económica está sustentada en la libre negociabilidad de los bienes,
afectando así al vendedor, al comprador e incluso a los terceros, con el sólo beneficio
del retrayente.
Del mismo modo que se establece la posibilidad de disponer del derecho individual de
copropiedad, con mayor razón se permite que el copropietario pueda realizar también
actos de gravamen sobre la parte ideal, no sobre el bien común, sino sobre el derecho
individual que le corresponde en la copropiedad. Así, (…) el copropietario puede
hipotecar, prendar o constituir algunos derechos reales de goce sobre cosa ajena.
Así como la cuota ideal puede ser gravada (…) los acreedores del copropietario puedan
embargar esa cuota ideal, así lo prevé el artículo 646 del Código Procesal Civil (…)
ARATA SOLÍS, Moisés, Disposición de la cuota ideal, op. cit., pp. 493-499
95
“De una cosa podemos disponer de dos maneras: o variando su esencia física o
enajenando en todo (o) en parte el poder jurídico que tenemos sobre ella.
(…) En cuanto a la enajenación de la cosa, es claro que sólo puede hacerse por todos los
que en ella tienen parte, sin excepción (…) y esta disposición total no es la suma de las
disposiciones de cada uno sobre su respectiva participación, como lo demuestra el
hecho de que ninguno, por sí solo, puede gravar la finca indivisa con una servidumbre, y
conjuntamente sí (…) no es, pues, que cada uno tenga una parte en la facultad de
disposición, que es indivisible, sino sólo un derecho de concurrir a formar la voluntad
común (o el de impedir que éste se forme, si no concurre)”
Interesa señalar todos presupuestos y demás elementos que configuran a los actos que se
encuentran comprendidos dentro del supuesto de hecho de la norma contenida en el
artículo bajo comentario5, aún a riesgo de ser redundantes o por demás obvios, porque
de lo que se trata es de poder individualizar el supuesto de hecho para luego
diferenciarlo del supuesto de hecho al que se puedan referir otras normas jurídicas. El
detalle es el siguiente:
i) Debe existir una situación de copropiedad entre dos o más personas sobre uno o
más bienes.
(…)
ii) Deben haber actuado sólo uno o algunos de los copropietarios a nombre propio y
sin invocar la representación, aún sin poder, de los demás copropietarios.
(…)
iii) No debe tratarse de un acto respecto del cual se evidencie que se trata de un acto
en formación al cual le resta contar con la participación de los demás
copropietarios.
(…)
v) El negocio jurídico debe tener por referencia a todo o parte del bien o de los
bienes comunes.
(…)
5
Se hace referencia al artículo 978º del C.C.
96
vi) El negocio debe perseguir un efecto practico sobre el derecho colectivo de
copropiedad para el logro del cual, quien o quienes, actúan no se encuentran
legitimados.
(…)
vii) El acto celebrado por uno o algunos de los copropietarios no debe estar precedido
de una aprobación o autorización de los demás lo suficientemente completa y
precisa como para considerar que el tercero, en realidad, ya tiene celebrado un
contrato con todos o sólo precise aceptar los términos de lo ofertado por todos.
(…)
ix) Absoluta irrelevancia del hecho que el tercero conociera o pudiera haber conocido
de la parcial ajenidad del bien.
(…)
x) Quedan fuera las hipótesis en que la actuación del copropietario conduce a una
adquisición a nom domino.
(…)
97
en el remate del bien común llevado a cabo a pedido de un acreedor de todos los
copropietarios. Finalmente, también podría lograrse la eficacia del negocio mediante la
obtención del consentimiento complementario de los demás copropietarios, quienes, por
cierto, previo acuerdo con el copropietario que celebró el acto, podrían adicionar el
consentimiento que falta para poder estar en condiciones de afirmar que se cuenta con el
poder de disposición suficiente (…)
ARATA SOLÍS, Moisés, Validez de actos de propiedad exclusiva, op. cit., pp.
505-519
98
preparación de la cosa común, ya que se trata de gastos que han beneficiado a
todos, asegurando la existencia e integridad del objeto.
Esta obligación se circunscribe a la proporción que cada uno tiene en el
condominio, pero no habrá obstáculo alguno para que los condóminos
convengan otro modo de participación. Inclusive, puede pactarse que sólo uno
de ellos cargue con los gastos, como sucedería en el caso en que sea él quien
goza en forma exclusiva de la cosa común con el consentimiento de los demás.
3. Cargas reales que graven la cosa común. Rige el artículo 26896: ‘En las cargas
reales que graven la cosa, como la hipoteca, cada uno de los condóminos está
obligado por el todo de la deuda’.
5. Deudas por rentas o frutos y por daños. La cosa común puede producir frutos,
resultando de toda lógica que los mismos se distribuyen entre los condóminos en
proporción a sus respectivas cuotas”
99
esto redunde en beneficio de los copropietarios, ha sido tratado por el Código bajo la
denominación de administración de los bienes, entendiéndose que la administración es
la actividad destinada a la simple conservación y el ‘disfrute de la cosa sin alterar su
sustancia’ (Lacruz …). Sin embargo, creemos más conveniente utilizar la expresión
‘gestión’, por ser un término genérico que se refiere a toda actividad material o jurídica
que se realiza con relación a los bienes comunes, lo cual comprende lo que
tradicionalmente se ha denominado actos de administración y actos de disposición. La
gestión, (…) puede presentar dos formas, como gestión directa o como gestión
indirecta.
i) Gestión indirecta.- Es la que se encuentra a cargo de un tercero, puede ser incluso uno
de los copropietarios en cuyo caso ya no estará actuando en interés propio como lo haría
en la gestión directa, sino en interés común. Existen tres formas de gestión indirecta:
- Gestión convencional.- Es la que se constituye mediante acuerdo de los copropietarios,
quienes al mismo tiempo de designar al administrador también tendrán que fijar sus
atribuciones, derechos y obligaciones (…)
- Gestión judicial.- Es aquella que se establece cuando se solicita ante la autoridad
judicial el nombramiento de una o más personas que encarguen de velar por los bienes
comunes. Presupone la existencia de desavenencias entre los copropietarios sobre la
gestión común directa o la falta de acuerdo sobre el nombramiento de una gestión
convencional (…)
- Gestión de hecho.- Es la actividad que de facto realiza uno de los copropietarios
cuando no se ha establecido la gestión convencional o judicial”
ARATA SOLÍS, Moisés, Adopción de decisiones sobre el bien común, op. cit., pp. 431-
433
(…) Cabe enumerar las siguientes: 1ª) La extinción del objeto, por pérdida o destrucción
de la cosa común o extinción del derecho común. 2ª) La renuncia de todos los
comuneros. 3ª) La consolidación, por transmisión a un comunero de las cuotas de todos
los demás o a un tercero de las cuotas de todos los comuneros. 4ª) La usucapión ganada
por un tercero. 5ª) La división del objeto común”
10.1. Concepto.
100
“La división o partición del haber común es el modo normal de poner fin a la indivisión
o comunidad.
“Se considera como equivalentes partición y reparto, porque se considera que la primera
se produce si unos bienes comunes son adjudicados a unos y otros a otros, con lo cual se
opta por una definición restrictiva de la partición, cosa que no es extraña en nuestro
medio en el que en la práctica es muy común aludir a esta operación como una de
“división y partición”, expresión que también es utilizada por el propio Código en el
inciso 1 del artículo 992 en el que se enumeran las causas de extinción de la
copropiedad.
(…) según el propio Código pueden presentarse los siguientes supuestos: (i) partición
con estricto reparto de partes del bien o bienes comunes (Art. 983); (ii) partición
mediante la adjudicación del bien común indivisible a favor de unos y compensación en
dinero a otros (Art. 988); (iii) partición mediante el reparto del dinero resultante de la
venta contractual o en subasta pública del bien común indivisible (Art. 988); y, (iv)
partición mediante una combinación de reparto de bienes comunes y mutuas
compensaciones en dinero de las diferencias de valor existentes entre los bienes
asignados a cada quien (inc. 3 del Art. 1118).
101
Así por ejemplo, si uno de los copropietarios adeuda una suma de dinero por los tributos
que gravan al bien y otro que se adjudica el bien acepta asumir esa deuda, nada
impedirá que el acreedor cobre la deuda a quien es su deudor y que éste se vea después
en la necesidad de repetir lo pagado contra quien aceptó asumir dicha deuda”.
Si todas son personas capaces, nada puede impedir que se haga una partición por
convenio (…)
Pero no siempre ocurre que haya lugar a convenio. Las partes pueden no estar de
acuerdo, o también acontecer que haya algún copartícipe sin capacidad jurídica
suficiente, o que se halle en situación de ausente (…) En estos casos se impone la
división y partición judicial (…) [Sin embargo,] hay casos frecuentes en que, no
obstante haber menores, es más conveniente hacer la partición extrajudicial y, entonces,
esa partición hecha de esa forma tiene valor siempre que se apruebe (…) esto es, se
presenta la minuta de partición al juez y se pide su aprobación”
“En el Código de 1936 existía una evidente implicancia entre el numeral 905, que
expresaba que el pacto de indivisión no podía exceder a cuatro años y que cualquier otro
plazo se reduciría a éste y el artículo 907 que se ocupaba del pacto de indivisión sin
tiempo fijo.
Esta implicancia ha sido eliminada en el presente artículo 7, recogido del numeral 194 de
la Ponencia, puesto que hay unidad en el sistema: el pacto de indivisión es por un plazo
máximo de 4 años, y sin no se consigna plazo se presume – juris et de jure – que es por
este término.
7
Se refiere al artículo 993 del Código Civil de 1984, actualmente vigente.
102
Se establece igualmente que el pacto de indivisión puede renovarse cuantas veces los
copropietarios lo juzguen conveniente”
“El codificador mira al condominio con disfavor, fomentando los medios tendientes a su
disolución. Por ello, prohíbe a los copropietarios renunciar indefinidamente al derecho
de pedir la partición. Sólo les está permitido hacerlo por un plazo que no exceda de
cinco años8, pero puede renovarse todas las veces que se quiera.
Los condóminos están facultados para convenir la renovación antes de cumplirse los
cinco años, pero en tal supuesto el nuevo período comienza a contarse desde la
celebración del segundo acuerdo, y no desde el vencimiento del primer plazo.
En el caso en que se hubiera pactado la indivisión por un lapso mayor de cinco años, en
general se considera que la cláusula es válida por el plazo autorizado por el Código. Si
no se ha fijado plazo alguno o el mismo es incierto, la cláusula es igualmente válida por
cinco años, pues respeta la voluntad de las partes y el texto de la ley”
12. Medianería
8
En el caso peruano este plazo es de cuatro años.
103
condiciones previstas (…) bien porque el dueño de una finca conviene con el vecino que
le ceda la mitad de su pared, generalmente para construir apoyándose en ella”.
“(S)e da cuando los propietarios de los fundos contiguos tienen, como anejo de su
respectivo dominio, el derecho de participación en la comunidad constituida sobre los
elementos medianeros o divisorios de los fundos.
(…) Su naturaleza es muy discutida. El Código Civil 9 y algún autor estiman que es una
servidumbre; otros autores señalan que es una comunidad especial. Pensamos que se
trata de una comunidad que se distingue por las siguientes notas:
1ª. Es una comunidad aneja que da lugar a un tipo muy simple de conjuntos
inmobiliarios. Como en todo conjunto inmobiliario, el derecho de participación en la
comunidad constituye con cada dominio una sola unidad jurídica, sujeta al mismo
destino jurídico: en este sentido puede decirse que el derecho de medianería es
‘inseparable’ (…) de la finca a que activamente pertenece.
2ª. Esta comunidad aneja tiene carácter especial por razón del objeto: no recae sobre una
unidad real independiente; recae sobre elementos – paredes, cercas, vallados, setos, etc.
– que en sí no constituyen jurídicamente un bien autónomo sino que están al servicio de
las unidades reales objeto de cada propiedad, los fundos separados por la medianería.
3ª. Se trata de una comunidad que reconoce en los elementos comunes zonas de uso
exclusivo de uno u otro medianero”
1. Presupuesto fáctico
“Es axiomático, tanto en las ciencias de la naturaleza como en las de la cultura que todo
cuanto ‘es’, obedece a una causa. El adagio latino ‘Nemo dat qui nemo habet’ plasma un
aspecto del principio.
Por razón de constituir un derecho real pleno, adviene inexorablemente del dominio o
del condominio. Lo hace por una peculiar sucesión constitutiva y sus efectos son
diversos en uno u otro caso. Si lo primero, opera per se la constitución de derechos
reales de propiedad horizontal con sujeto singular; si lo segundo, se constituirán todos y
cada uno de los derechos reales con pluralidad de titulares; obviamente que en este
último caso se requiere el concurso unánime de los condóminos.
9
Se refiere al Código Civil español.
104
En esta transformación se agota un derecho real y surge un sistema de derechos reales,
necesariamente plural; ello en virtud de haberse modificado alguno de los elementos del
derecho real.
“La doctrina nacional ha elaborado tesis de lo más diversas sobre la naturaleza jurídica
del derecho de propiedad horizontal. Desde aquella que lo considera un dominio
integrado con un condominio de indivisión forzosa, hasta las que sostuvieron criterios
tales como que se trataba de un servidumbre, de una situación jurídica societaria o que
estábamos frente a un derecho de superficie.
La atribución de esta autonomía no es óbice para sostener que quien adquiere bajo
régimen horizontal, accede a la titularidad de un derecho exclusivo sobre lo privativo e
integra, junto con otros, una comunidad sobre las partes comunes del edificio del cual
aquel sector forma parte
PAPAÑO, Ricardo José y otros, Derechos reales. Tomo II. Ediciones Depalma,
Buenos Aires, 1990, pp. 15-16
105
“El régimen de propiedad exclusiva y propiedad común es definido en nuestro
ordenamiento legal como aquel régimen jurídico que supone la existencia de una
edificación o conjunto de edificaciones integradas por secciones inmobiliarias de
dominio exclusivo, pertenecientes a distintos propietarios, y bienes y servicios comunes.
De dicha definición se obtiene, tal como además lo reconoce en forma unánime la
doctrina y la legislación comparada, que son dos los elementos que configuran este
régimen: a) las secciones de propiedad exclusiva y b) los bienes comunes. Asimismo,
debe señalarse que como forma de gobierno diseñada para permitir la coexistencia de
distintos propietarios de las secciones de dominio exclusivo que concurren en la
utilización y mantenimiento de los bienes y servicios comunes, el régimen deberá contar
con un reglamento interno – en el que se precisará, entre otros datos, los derechos y
obligaciones de los propietarios –, y una junta de propietarios que se encargará de la
administración de la edificación.
(…) (S)e puede concluir que podrán constituir secciones de propiedad exclusiva las
porciones de la edificación debidamente individualizadas mediante la descripción de sus
áreas, linderos y medidas perimétricas, las cuales deberán tener además un uso
determinado, tales como vivienda, comercio, industria, oficina, estudio, garage,
depósito, entre otros. Será obligatorio que dichas porciones cuenten con numeración
asignada por la municipalidad, salvo que por su propia naturaleza no sea posible
asignarle numeración, tal como ocurre con los aires de una edificación.
Excepcionalmente, podrán considerarse como secciones de propiedad exclusiva los
predios sin construir.
Cabe señalar que las normas no han precisado que las secciones de propiedad exclusiva
deberán tener acceso a la vía pública a través de una zona común o propia, sin embargo
dicho requisito es necesario a fin de permitir el aprovechamiento económico
independiente de la sección. Por lo demás, las zonas comunes en una edificación son
necesarias precisamente porque permiten la utilización de las secciones de propiedad
exclusiva”
106
hubiese aprobado a tenor del artículo 43 de la Ley Nº 27157 la transferencia de
dichos bienes por los dos tercios de los votos de la Junta de Propietarios.
2. Regímenes vigentes.
“La Ley Nº 27157 y su Reglamento se aplican a las unidades inmobiliarias en las que
coexisten secciones de propiedad exclusiva y bienes y/o servicios comunes, tales como
edificios de departamentos de uso residencial, comercial, industrial o mixto; quintas;
casas en copropiedad; y centros y galerías comerciales o campos feriales. Estas normas
prevén que los propietarios de las secciones pueden optar entre dos regímenes:
independización y copropiedad o propiedad exclusiva y propiedad común. El régimen
de independización y copropiedad supone la existencia de unidades inmobiliarias
exclusivas susceptibles de ser independizadas y bienes de dominio común, sujetos al
régimen de copropiedad regulado en el Código Civil. Los propietarios de los bienes de
propiedad exclusiva pueden optar por este régimen cuando se trata de quintas, casas en
copropiedad, centros y galerías comerciales o campos feriales u otras unidades
inmobiliarias con bienes comunes, siempre que estén conformadas por secciones de un
solo piso o que, de contar con más de un piso, pertenezcan a un mismo propietario y los
pisos superiores se proyecten verticalmente sobre el terreno de propiedad exclusiva de
la sección. No se puede optar por este régimen en el caso de edificios de
departamentos”.
107
AVENDAÑO ARANA, Francisco, Propiedad horizontal. En: Código Civil
Comentado, Tomo V, Derechos Reales, Gaceta Jurídica, Primera edición Lima,
2003, p. 356
“El título se puede predisponer por el dueño del edificio, haciendo él una división
formal pero reteniendo por el momento la totalidad de los huecos sin enajenar ninguno;
o pueden otorgarlo los diversos adquirentes de un mismo constructor.
Puede asimismo resultar el título de una división en la que los codueños en copropiedad
ordinaria o miembros de una comunidad hereditaria describen los pisos, señalan la cuota
de cada uno y se los adjudican. O bien podrá hacer esta adjudicación un testador, que
constituye el régimen de propiedad horizontal en su testamento, sea distribuyendo la
casa entre una pluralidad de herederos o legatarios, sea legando uno de los pisos, lo que
obliga a constituir el régimen de propiedad horizontal asignando a este pido una cuota
en los elementos comunes, y otra al conjunto de los restantes locales y apartamentos. En
todo caso, habiendo una pluralidad de dueños o adquirentes por pisos (o futuros pisos),
al otorgamiento del título han de concurrir todos ellos: el propietario del edificio no
puede otorgarlo solo si ha vendido ya, aunque sea mediante documento privado, algún
local”
LACRUZ BERDEJO, José Luis, op. cit., Tomo III, Volumen segundo, p. 553.
La presente sección norma el régimen legal al que deberán someterse las unidades
inmobiliarias en las que coexistan secciones de propiedad exclusiva y bienes y/o
servicios comunes.
108
“Por determinación unilateral del único propietario (o de todos los copropietarios,
persistiendo la copropiedad en cada piso o en el conjunto de los pisos) (…); basta, pues,
esta determinación, unilateral y en forma, para que pueda considerarse que la propiedad
del edificio ha quedado desintegrada en tantas propiedad separadas como pisos o locales
independientes (…)
Por adquisición de uno de los pisos o locales por otra persona, pues desde entonces se
produce una situación de comunidad (…)
“La Ley dispuso en su artículo 30 que los propietarios pueden solicitar al registro
correspondiente la anotación preventiva de la predeclaratoria de fábrica, la misma que
tendrá vigencia por un año. El Reglamento, a su turno, ha establecido que dicha
anotación preventiva podrá ser renovada antes de su vencimiento, por igual plazo, tantas
veces como sea necesario mientras esté vigente la Licencia de Obra y no sea posible la
inscripción de la declaratoria definitiva, previo pago de los derechos registrales
correspondientes.
109
La predeclaratoria de fábrica tiene como objetivo registrar una futura construcción. Su
utilidad la encontramos en aquellas edificaciones sujetas a lo que se conocía como
propiedad horizontal. En efecto, con la inscripción de la predeclaratoria es posible
inscribir simultáneamente la preindependización de las secciones de dominio exclusivo
y el reglamento interno, con lo cual el constructor puede proceder a lo que se conoce
comercialmente como ‘venta en plano’ y que jurídicamente es definido como la venta
de un bien futuro”
4.4.1. Concepto.
“Existe toda una controversia doctrinaria acerca de la naturaleza jurídica del reglamento
de copropiedad y administración.
Puesto que nosotros pensamos que el inmueble edificado queda afectado al régimen de
la ley por el solo efecto de mediar los tres recaudos constitutivos que hemos señalado,
naturalmente nos resistimos a considerarlo un contrato.
Aún en el caso de emanar el negocio jurídico de afectación del acuerdo de sus titulares –
indispensables, por otra parte, en el supuesto de condominio-, no se trataría propiamente
de un contrato, desde que no es un acto plurilateral sino plurisubjetivo.
Por tanto, el sistema opera con independencia de toda ulterior enajenación de unidades
independiente –que, por otra parte, pueden no existir jamás- quedando con ello
demostrado la inexactitud de la opinión, de considerar este caso como oferta de
contrato. La división del objeto de derecho, esto es, el fundo edificado en una pluralidad
de unidades autónomas, ocurre por la virtualidad propia del cumplimiento de los
110
requisitos constitutivo y no por razón de la enajenación de las unidades particulares que
conforman el inmueble edificado.
No se puede constituir un derecho real (…) sobre una unidad sin previamente haberse
dividido el edificio.
ADROGUÉ, Manuel I., Las molestias entre vecinos en la reforma civil (Ley
17.711). En: ADROGUÉ, Manuel I. y otros Temas de derecho reales, Plus Ultra,
Buenos Aires, 1986, pp. 156-157
4.4.2. Contenido.
“Con relación al contenido del reglamento interno, establece el artículo 153 del
Reglamento de la Ley, que en primer lugar deben determinarse las unidades
conformantes de la edificación, señalando sus áreas, numeración y el uso a que estarán
destinadas (…) Asimismo el Reglamento Interno debe contener una relación de los
bienes comunes, debiendo indicarse con precisión, cuáles de estos bienes comunes
tendrán la condición de intransferibles.
Como contenido obligatorio del reglamento interno se establece que deben constar
derechos y obligaciones de los propietarios (…) la norma vigente no contiene un
artículo donde se consignen de manera ordenada los derechos y obligaciones de los
propietarios (…); en todo caso, de la lectura del Reglamento de la Ley Nº 27157
encontramos derechos y obligaciones que se encuentran dispersos, por ejemplo, el
derecho del propietario a usar la propiedad exclusiva está contenido en el artículo 131
del reglamento, el derecho a participar en los bienes comunes en el artículo 130, el
derecho de disponer de la unidad exclusiva en el artículo 132, el derecho a realizar obras
en los artículos 133 y 141-A, también existe el derecho de acumular y subdividir
regulado también en el artículo 133, el derecho a ejecutar obras sobre bienes de dominio
común previa autorización de la Junta de Propietarios en el artículo 136, el derecho de
disponer bienes comunes en el artículo 135 y la obligación de efectuar el pago de los
gastos comunes en el artículo 138. Esta enumeración nos da la pauta de los derechos y
obligaciones que deben formar parte del Reglamento Interno, al margen de cualquier
otro que determine la Junta de Propietarios.
También debe constar la relación de los servicios comunes que tenga la edificación, los
porcentajes de participación en los bienes comunes, el porcentaje de participación en los
gastos comunes (…) el régimen de la Junta de Propietarios, con la determinación de sus
111
órganos, la designación del presidente, en cuanto a los demás cargos, la elección no es
obligatoria, puede tratarse de una directiva conformada por secretario, tesorero, vocal y
otro, dependiendo de cada Junta en particular. Asimismo, deberán señalarse las
facultades que deberán tener estos órganos; hacer constar lo relativo a las sesiones
ordinarias y extraordinarias, es decir, cómo va a ser efectuada la convocatoria, cuál va a
ser el quórum (…).
En el artículo 153 bajo comentario, aparecen tres requisitos que debe contener el
reglamento interno, pero que no los consideramos obligatorios, toda vez que dependerá
del tipo de edificación así como de la decisión de los propietarios. Estos son los
referidos a las limitaciones y disposiciones sobre usos y destinos de bienes comunes y
secciones exclusivas, toda vez que es admisible la posibilidad de que tales limitaciones
no se establezcan; lo mismo ocurre con los reglamentos especiales referidos a obras,
usos, propagandas u otros de ser el caso, apreciándose del mismo tenor de este inciso
que no se trata de una materia de obligatoria consideración. Si pensamos en edificios de
altura, podría tratarse de la autorización para la colocación de carteles, circunstancia que
puede estar contenida en el reglamento interno; asimismo, cualquier acuerdo o pacto
lícito que la Junta de Propietarios considere pertinente establecer.”
112
REGLAMENTO DE LA LEY N° 27157 DE REGULARIZACIÓN DE
EDIFICACIONES, DEL PROCEDIMIENTO PARA LA DECLARATORIA DE
FÁBRICA Y DEL RÉGIMEN DE UNIDADES INMOBILIARIAS DE
PROPIEDAD EXCLUSIVA Y DE PROPIEDAD COMÚN, Decreto Supremo Nº
008-2000-MTC, publicado el 17 de febrero de 2000
45.2. De requerirse por los interesados, se constituirá además una Junta General de
Propietarios con delegados de las diferentes Juntas de Propietarios, la cual se encargará
de todo lo concerniente a asuntos que afecten a la edificación en su conjunto.
(…) el segundo párrafo del artículo 142º del reglamento señala que de realizarse
variaciones en el área de las secciones de propiedad exclusiva, podrán reajustarse los
porcentajes en la forma prevista en el reglamento interno o, en su defecto por acuerdo
de la junta de propietarios. Es decir, que el reglamento interno puede establecer que no
es necesario un acuerdo de la junta de propietarios para que se realice un reajuste de los
porcentajes de participación sobre los bienes comunes, bastando para ello que el
113
interesado o el presidente de la junta de propietarios lo solicite. Sin embargo, de no
pactarse dicha estipulación en el reglamento interno, el reajuste a nuestro entender debe
aprobarse por acuerdo de la mayoría calificada de la junta de propietarios.
Tanto la acumulación como la subdivisión son actos modificatorios sobre predios que se
originan por el tráfico jurídico de los mismos que se efectúan por muy variados motivos
(…)
(…) por ejemplo, (…)una empresa que funciona en una oficina de un edificio necesita
comprar y acumular la oficina colindante, ya que el local que tiene le resulta
insuficiente para sus actividades empresariales.
Por otro lado, la subdivisión tiene como sustento aquél acto material de segregación de
un predio urbano, en dos o más unidades inmobiliarias, el cual se tramita ante el
Departamento de Desarrollo Urbano de la municipalidad respectiva. A través de este
acto material el propietario se encuentra en aptitud de satisfacer necesidades de muy
variada índole, como por ejemplo vender una de las unidades inmobiliarias resultante de
la subdivisión con el fin de transferirla a un tercero que desea adquirir dicha unidad
inmobiliaria para destinarla a un local comercial, el mismo que podrá usar el inmueble
para tal fin si es que la normatividad urbanística se lo permite (zonificación).
Este acto material debe tener como correlato (de ser un predio inmatriculado) a la
independización, que es definida como aquel acto registral por el cual se apertura una
partida registral para cada unidad inmobiliaria resultante de una desmembración de
terreno, con edificación o sin ella; o, como consecuencia de la inscripción de una
edificación sujeta al régimen de propiedad exclusiva y propiedad común (artículo 55º
del RIRP).
114
ser independizadas registralmente, siempre y cuando se respete los supuestos de orden
lógico y normativo.
(…) el artículo 44º de la ley, establece que los propietarios de secciones de propiedad
exclusiva se encuentran facultados para acumular, subdividir e independizar sus
secciones de dominio privativo. Sin embargo, esta facultad puede ser ejercida en la
medida que en el reglamento interno no exista alguna restricción que impida efectuar a
los propietarios actos modificatorios de sus secciones privativas.
(…) si cada tienda tenía un porcentaje de participación sobre los bienes de dominio
común del 0.50%, la nueva unidad inmobiliaria resultante del acto de acumulación
tendrá el 1.00%, sin que haya afectado a la asignación de los porcentajes de las demás
tiendas que conforman la galería comercial. De igual forma, si se subdivide en dos una
tienda que tenía un cuota de participación del 1.00%, cada nueva unidad inmobiliaria
tendrá una cuota de participación del 0.50%, sin que se afecte a las cuotas de
participación de las demás tiendas comerciales.
115
y/o afecten derechos de los demás propietarios de las secciones de propiedad exclusiva
o de terceros (artículo 133º del reglamento).
(…) los predios (entiéndase como tal a las secciones privativas) materia de acumulación
deben ser colindantes, pero esta colindancia no debe ser total o significativa, basta que
haya una mínima colindancia para que se cumpla este requisito, lo que se busca es la
continuidad material, con el fin de que la resultante sea una nueva unidad inmobiliaria.
Consideramos que esta continuidad material no sólo se puede realizar en un plano
horizontal (como sería la acumulación de dos departamentos contiguos) sino que
además se puede agrupar en un plano vertical, y constituir una nueva unidad
inmobiliaria que en nuestro país denominamos duplex. La colindancia se encontraría en
el techo o suelo en común de las dos secciones privativas. Sin embargo, para que se
pueda acumular dos secciones en un plano vertical, es necesario que las obras a
efectuarse para la unión material no perjudiquen de ninguna forma los elementos
comunes o estructurales esenciales para la estabilidad de la edificación. Ahora bien, si
las obras alterasen de alguna forma la volumetría, el estilo arquitectónico o el aspecto
exterior de la sección privativa donde se ejecuta la obra o de la edificación matriz, el
propietario deberá obtener de manera previa la autorización de la junta de propietarios,
para lo cual deberá alcanzar a la junta toda la información y documentación técnica,
legal y administrativa de las obras a efectuar para que la misma pueda realizar una
correcta evaluación para tomar una adecuada decisión (segundo párrafo del artículo
133º del reglamento).
(…) en la doctrina se distingue dos clases de elementos o bienes comunes: (i) los que lo
son por esencia o naturaleza; y, (ii) los que lo son por destino.
Los primeros, son inherentes al derecho de cada sección privativa pues no sólo permite
la existencia de la edificación o conjunto de edificaciones sino que permite el uso y
disfrute de dichas secciones, (…) son imprescindibles para la existencia del propio
régimen de propiedad exclusiva y propiedad común. En cambio, los segundos son
aquellos que pueden ser susceptibles de un aprovechamiento independiente, hasta el
punto que pueden ser independizados como secciones privativas, pero a los que se le ha
establecido a través del reglamento interno, la calidad de elemento común con la
finalidad de que presten un mejor servicio o utilidad a los propietarios de la secciones
de propiedad exclusiva.
116
(…) el artículo 134º del reglamento que señala una relación de bienes comunes
intransferibles, salvo pacto en contrario establecido en el reglamento interno.
(…) es claro que los bienes comunes por destino son los que pueden ser desafectados
para efectuar su transferencia a terceros, no pudiéndose realizar lo mismo en el caso de
los bienes comunes por naturaleza que al tener el carácter de inseparables e
intransferibles, están destinados para el mejor uso y disfrute de las secciones de dominio
exclusivo.
El artículo 43º de la ley establece que para efectuar la transferencia de bienes comunes,
se necesita que la misma sea aprobada por los dos tercios de los votos de la junta de
propietarios, pero para este acto de disposición sólo podrán votar (conforme lo señala el
primer párrafo del artículo 148º del reglamento), los propietarios hábiles de las
secciones o sus representantes en nombre de ellos, aún cuando no integren la junta de
propietarios. La autorización para transferir bienes o zonas de propiedad común será
otorgada por la junta de propietarios, siempre que no contravengan los parámetros
urbanísticos y edificatorios, y las normas de edificación vigentes, ni se perjudique las
condiciones de seguridad y funcionalidad de la edificación, ni se afecte el derecho de las
secciones de propiedad exclusiva o de terceros (artículo 135º del reglamento). Además
el mencionado artículo 43º sanciona con nulidad la transferencia realizada sin contar
con la mayoría de los dos tercios.
(…) la mayoría calificada señalada en el artículo 43º es de orden público, ya que la ley
otorga a los bienes o zonas comunes una protección especial, por lo que un reglamento
interno no podría establecer una mayoría inferior a los dos tercios. Sin embargo, si
podría establecer la unanimidad a fin de brindar una mayor protección a dichos bienes.
(…) tomado el acuerdo (…) deberá ser notificado a los propietarios de las secciones de
propiedad exclusiva que no asistieron a la junta (se entiende que de manera previa
deben haber sido debidamente citados a junta), aun cuando hubieran renunciado a ella,
mediante carta notarial dirigida al domicilio señalados por ellos ante la junta. La
notificación (…) permitirá a los propietarios de las secciones privativas, manifestar su
discrepancia con el acuerdo, en un plazo de 20 días útiles contados a partir de dicha
notificación, entendiéndose esta discrepancia como una salvedad que permitirá por
ejemplo (…) impugnar el acuerdo de transferencia de una zona común. Si los
propietarios no manifiestan discrepancias, quedarán vinculados a dicho acuerdo. Una
vez que transcurra el plazo de 20 días útiles desde la notificación (…) se podrá ejecutar
el acuerdo.
117
En el primero de los supuestos no quiere decir que acordada la transferencia, no exista
un intervalo de tiempo desde dicho acuerdo, aunque sea desde un plano intelectual en
que el bien o zona común se ha convertido jurídicamente en un bien de propiedad
exclusiva cuya titularidad recae en el conjunto de propietarios de las secciones de
dominio privativo de la edificación.
Sin embargo, del tenor del artículo 43º de la ley, que a nuestro entender responde a
razones pragmáticas, se desprende que la junta de propietarios cuenta con facultad para
transferir un bien común desafectado siempre que el acuerdo sea tomado por mayoría
calificada, norma que debe ser preferida por ser una norma especial que predomina
sobre las normas generales del Código Civil.
Por otro lado, en el segundo de los supuestos, es decir cuando la junta de propietarios
desafecta un bien común para convertirlo en un bien sujeto al régimen de copropiedad,
(…) deja de ser común y es convertido en un elemento privativo, pero al no ser
enajenado a un tercero, necesariamente debe constituirse un régimen de copropiedad,
donde los copropietarios serán los titulares de las demás secciones exclusivas de la
edificación, los cuales estarán sujetos a las disposiciones establecidas en los artículos
118
969º y siguientes del Código Civil. En ese sentido, se deberá modificar el reglamento
interno, ya que a la nueva unidad inmobiliaria de propiedad exclusiva, se le debe asignar
una cuota de participación sobre los bienes comunes y redistribuir los demás
porcentajes. Asimismo, luego de la independización, en la partida registral de la nueva
sección privativa se debe inscribir la copropiedad resultante por la desacfectación (…)
(…) Sin embargo, ni la ley ni el reglamento han establecido una regla general que
indique cual es el porcentaje que necesita la junta de propietarios para modificar la
cuota de participación en casos distintos a los supuestos especiales (…)
(…) nos encontramos ante un vacío legal que no existía en el derogado régimen de
Propiedad Horizontal, ya que en el inciso e) del artículo 22º del reglamento del decreto
ley 22112, se establecía que para modificar el reglamento interno se necesitaba la
aprobación de las dos terceras partes de los votos de los propietarios incorporados a la
junta, salvo que se tratase de la modificación de los porcentajes de participación, en que
se requería unanimidad, considerando aún a los propietarios no incorporados.
Finalmente, dicho inciso señalaba que la modificación no podía afectar los derechos
legítimos de un propietario.
(…) caso en que la junta de propietarios quiera modificar alguna cláusula del
reglamento interno que no involucre una modificación de la cuota de participación, por
ejemplo que se modifique el tenor de una cláusula del reglamento interno de un edificio
119
donde se prohíbe criar animales, a fin que los ocupantes de las secciones privativas lo
puedan hacer.
De igual forma que en el anterior punto, nos encontramos ante un vacío legal, puesto
que ni la ley ni el reglamento establecen cual es la mayoría necesaria para efectuar una
modificación de este tipo en el reglamento interno.
El inciso e) del artículo 13º del reglamento interno modelo, el cual fue aprobado por la
Resolución Vice-Ministerial Nº 004-2000-MTC de fecha del 8 de octubre del 2000,
estipula que la aprobación y la modificación de un reglamento interno puede efectuarse
por mayoría calificada, salvo en los casos de variación y reajuste de los porcentajes de
participación. Sin embargo, el artículo 39º de la ley establece que el reglamento interno
es aprobado por el promotor o constructor o, en su caso, por los propietarios con el voto
favorable de más del 50% de los porcentajes de participación. En consecuencia,
consideramos que ésta mayoría es la que debe regir para la modificación del reglamento
interno que no signifique una modificación de la cuota de participación. Sin perjuicio
que el o los constituyentes, en base a la autonomía privada establezcan que para
modificar el reglamento interno se requiera mayoría calificada o la unanimidad (…)
“Al lado de los bienes propios o secciones de propiedad exclusiva se encuentran los
elementos que permiten su existencia y aprovechamiento: los bienes de propiedad
común, tal como se les ha denominado en la Ley Nº 27157. La doctrina considera que
los bienes comunes, dependiendo de si son imprescindibles o no para el uso y disfrute
de las secciones de propiedad exclusiva, se clasifican en: a) Bienes comunes por
naturaleza u objetivamente esenciales para el uso y aprovechamiento de las secciones de
propiedad exclusiva y, b) bienes comunes por destino, accidentales, o por decisión del
otorgante del reglamento interno.
En el primer rubro encontramos a los bienes comunes sin los cuales no podrá existir el
régimen de propiedad exclusiva y propiedad común pues son elementos que permiten
tanto la existencia del conjunto de la edificación como la utilización de las secciones de
propiedad exclusiva. Por su parte, los bienes comunes por destino, son aquellos que
reuniendo todas las características de un bien de propiedad exclusiva se les considera
comunes por ser más conveniente para el régimen a criterio del otorgante del
reglamento interno.
120
contrario, podrán considerarse como bienes comunes intransferibles.
Cabe señalar que solamente el terreno sobre el que se levanta la edificación –entendida
esta, no solamente como el espacio de terreno techado, sino también las porciones no
techadas ocupadas por jardines, patios, áreas de circulación, estacionamientos, y otros
espacios que en conjunto conforman la unidad edificada-, constituye un bien común,
razón por la que quedan excluidos los terrenos adyacentes a la edificación sujeta al
régimen que originariamente formaron una sola unidad con la porción construida, salvo
que en el reglamento interno se haya señalado expresamente que dicha porción no
edificada también forma parte del régimen, ya sea como sección de dominio exclusivo
destinada a futura edificación o como zona común.
Por el contrario, el terreno será un bien propio cuando solamente sirva a una sección de
dominio exclusivo tal como ocurre con las edificaciones constituidas por quintas, casas
en copropiedad y centros y galerías comerciales y campos feriales de un solo piso. En
este tipo de edificaciones, las secciones de propiedad exclusiva estarán constituidas
tanto por el terreno como por la construcción, salvo que sobre u mismo terreno exista
más de una sección de propiedad exclusiva, en cuyo caso el terreno constituirá un bien
de dominio común de dichas secciones.
También serán bienes comunes esenciales en las edificaciones en altura, los elementos
estructurales de la edificación tales como los cimientos, sobrecimientos, columnas,
techos y demás elementos que sirvan a más de una sección de propiedad exclusiva. En
la misma línea, también serán bienes comunes esenciales, las zonas de circulación que
permitan la comunicación entre las distintas secciones de propiedad exclusiva y la vía
pública, tales como los pasajes, pasadizos, escaleras, entre otros. Los ascensores y
montacargas también constituyen bienes comunes esenciales al igual que el espacio
cúbico vertical por el que se desplazan, pues permiten la comunicación de la vía pública
y las secciones de dominio exclusivo ubicadas en los pisos superiores del edificio.
Como podrá apreciarse, el requisito para que se considere un bien común esencial para
la edificación es que sirva a más de una sección en particular. Es decir que el uso y
disfrute de las secciones de dominio exclusivo solamente podrán efectuarse a través de
dichos bienes comunes.
En dicha línea expositiva, los sótanos constituidos por los espacios ubicados bajo el
nivel del suelo entre los cimientos de la edificación, así como las azoteas o la parte más
elevada de un edificio son elementos no esenciales para el régimen de propiedad
exclusiva y propiedad común, razón por la que en el reglamento interno pueden ser
consideradas como secciones de propiedad exclusiva, al igual que el ambiente destinado
121
para el cuarto del guardián. En este sentido se pronuncia la Ley Nº 27157 al establecer
en el artículo 40 literal h), que los sótanos y azoteas son bienes comunes, salvo que en
los títulos de propiedad se establezca lo contrario.”
122
gravamen, cesión en uso o la celebración de cualquier acto o contrato que importe
disposición o limitación de su uso, para poder acceder al registro, deberá reunir la forma
de escritura pública o, en el caso que el valor del bien sea inferior a las 20 UIT,
mediante los formularios registrales aprobados por la Ley Nº 27555.
(…) debe tenerse en cuenta que conforme al artículo 43 de la Ley Nº 27157 la junta de
propietarios no aprueba la desafectación de los bienes comunes en abstracto, es decir, si
bien se desafecta el bien común, también se aprueba su transferencia. Por ello, si se
admitiera que para la transferencia de los bienes comunes desafectados resultan de
aplicación únicamente las reglas de la copropiedad contenidas en el Código Civil, puede
ocurrir que los propietarios que votaron en contra de la desafectación y transferencia
(1/3 de los propietarios con derecho inscrito) no estén de acuerdo con transferir sus
cuotas ideales en cuyo caso no procederá la transferencia aprobada por la junta de
propietarios, bloqueándose de este modo la finalidad de la norma. Por lo tanto, dentro
de la sistemática de la norma objeto de comentario resulta aconsejable concluir que la
posterior transferencia de las zonas comunes desafectadas podrá ser efectuada por la
junta de propietarios a través de su presidente, más aún cuando de conformidad con el
cuarto párrafo del artículo 145 del Reglamento de la Ley Nº 27157, el presidente de la
junta de propietarios ejercerá la representación legal de la misma,
(…)
123
copropietarios el hecho de que uno de ellos pueda por sí mismo imponer la venta en
cualquier momento (acción de división)
Mucho más frecuente parece en principio el caso en el que lo que decide la Junta de
propietarios es no ya simplemente su desafectación, sino su venta en unas determinadas
condiciones. En definitiva, lo que hay que resaltar es que la Junta de propietarios
normalmente no se limitará a desafectar, sino que se predeterminará con qué fin se
desafecta. Desafectará el elemento común imponiéndole un destino concreto. Del
mismo modo en que el título constitutivo, o la Junta de propietarios impusieron un
destino a la cosa común, el acto de desafectación implica alterar ese destino. Y la
conversión en comunidad ordinaria es uno solo de los posibles destinos que puede
imponer.
Esta argumentación trata de evitar los efectos perversos que derivarían de aceptarse la
tesis en virtud de la cual para vender el elemento común la Junta no puede sino
desafectarlo; y una vez desafectado, se aplicarían las reglas de la comunidad ordinaria
(entre ellas, “actio comuni dividundo”).”
124
Son servicios comunes, entre otros:
Las facultades del titular de la propiedad horizontal en relación al objeto privativo, son
en principio las propias de un dueño. Podemos distinguir entonces entre facultades
materiales y jurídicas.
1. Facultades materiales
(…) Derecho de usar: puede servirse del piso o departamento, pero necesariamente
deberá sujetarse al destino establecido en el reglamento y no atentar contra la moral y
las buenas costumbres.
(…) Derecho de gozar: puede percibir los frutos que normalmente serán civiles, pues es
difícil concebir que el objeto, por su peculiar naturaleza, produzca frutos naturales o
industriales.
(…) Derecho de disponer materialmente: esta facultad es muy limitada, ya que no sólo
no puede cambiar el aspecto exterior, sino que aun dentro del piso o departamento, le
está vedado realizar cualquier acto que altere o modifique la estructura, conformada por
los planos horizontales y verticales de propiedad común.
No debemos olvidar que el derecho exclusivo no recae más sobre cielorrasos, pinturas,
revestimiento de pisos, tabiques interiores, artefactos sanitarios, etcétera., por lo que las
125
facultades materiales de disposición se circunscribirán a ser ejercidas únicamente sobre
ellos
2. Facultades jurídicas
(…) Derecho de enajenar: el ejercicio de esta facultad es muy amplio, ya que puede
transmitir el piso o departamento por actos entre vivos o mortis causa, a título oneroso o
gratuito, en forma total o parcial.
(…) Derecho de gravar: puede constituir toda clase de derechos reales, como usufructo,
uso, habitación, servidumbres, hipoteca y anticresis.
(…) Derecho de constituir derechos personales: está facultado para ceder el uso del piso
o departamento mediante un contrato de locación, comodato, etcétera.
También con respecto a las cosas y partes comunes, debemos distinguir entre las
facultades materiales y jurídicas.
1. Facultades materiales.
(…) En principio, las facultades materiales de uso y goce de las partes comunes son
amplias, pero reconocen una doble limitación:
a) Respetar el destino
b) No perjudicar no restringir el legítimo derecho de los demás
(…) Por otro lado, los derechos de cada titular de la propiedad horizontal no están
supeditados a la proporción que les corresponde sobre las partes comunes; por mínima
que ésta sea, pueden usar de las mismas con toda amplitud, tanto el propio titular como
los miembros de su familia, personal de servicio, visitantes.
2. Facultades jurídicas
126
Las secciones de propiedad exclusiva podrán destinarse a cualquier uso permitido por
las normas vigentes, salvo las limitaciones que establezcan en el Reglamento Interno”
Dicha autorización será otorgada, siempre que los actos mencionados en el primer
párrafo no contravengan los parámetros urbanísticos y edificatorios, y las normas de
edificación vigentes, ni se perjudique las condiciones de seguridad y funcionalidad de la
edificación, ni se afecte los derechos de las secciones de propiedad exclusiva o de
terceros”
127
En caso de producirse variaciones en el área de las unidades inmobiliarias de uso
exclusivo, podrán recomponerse los porcentajes en la forma que esté prevista en dicho
Reglamento o, en su defecto, por acuerdo de la Junta de Propietarios
4.7.1. Prohibiciones.
128
B) Expensas comunes
Se trata de los gastos normales u ordinarios originados en la conservación, reparación y
funcionamiento de las cosas y servicios comunes y que como tales, deben estar a cargo
de todos los propietarios.
Por lo tanto, puede convenirse que determinadas unidades contribuyan a ciertos gastos
en una proporción menor, o bien que queden eximidas de contribuir, a condición de que
no se beneficien con la cosa o servicio que genera el gasto (…)
El pago de los gastos comunes, se efectuará de acuerdo con los porcentajes establecidos
en el Reglamento Interno, teniendo en cuenta criterios de uso, espacio ocupado,
demanda de servicios, el número de personas que ocupan las secciones, la ubicación o
accesibilidad de las mismas, etc., porcentajes que no son necesariamente iguales a los de
participación en el dominio de los bienes comunes”
129
ejercer todos los derechos que le corresponden.
Está inhabilitado cuando incumple con pagar tres (3) o más cuotas ordinarias, o una (1)
extraordinaria al momento de la convocatoria. Sin embargo, podrá asistir a la Junta de
Propietarios, con voz pero sin voto, y no se lo considerará para determinar el quórum.
Queda rehabilitado cuando cumple con pagar sus adeudos”.
130
normas vigentes.
h) Ejercer los demás derechos que les otorgue la Ley o el Reglamento Interno.
4.9.1 Concepto
131
“En cuanto a la inscripción registral de la Junta de Propietarios, la nueva normativa
determina que ésta sea un nuevo acto inscribible en el Registro de la Propiedad
Inmueble. Como se recordará, con anterioridad a la legislación vigente, la junta de
propietarios no requeriría inscribirse para funcionar como tal, bastaba que la Junta de
Propietarios se constituyera, realizara sus sesiones, llevara sus acuerdos en un libro de
actas con las formalidades de ley y de esta forma podía hacer valer entre otros actos, la
representación de su presidente o de sus directivos elegidos, ante las diversas
autoridades administrativas o ante el Poder Judicial.
(…)
El legislador ha considerado (…) que la Junta de Propietarios debe registrarse, sin
requerirse para ello que se constituyan como asociación u otra forma asociativa
contemplada en el Código Civil u otra norma, sino que la Junta de Propietarios se
constituye plenamente cuando se otorga el Reglamento Interno y se inscribe éste en el
Registro de Propiedad Inmueble.
¿Por qué consideramos importante como acto inscribible la renuncia de los propietarios
y su readmisión? Se trata de la posibilidad de efectuar el cómputo del quórum para
determinar la validez de los acuerdos, porque aquellos propietarios que han renunciado
no tienen ni voz ni voto en la sesión de Junta de Propietarios. Algo similar ocurre
también con aquellos propietarios que estén inhabilitados por no estar al día en el pago
de sus cuotas, éstos solamente tendrán derecho a voz en la Junta de Propietarios, no
siendo computada su asistencia para el quórum respectivo. La relevancia de este aspecto
radica en la calificación de la modificación de Reglamento Interno que realiza el
Registrador en base a las mayorías simples o calificadas establecidas en la normativa
vigente.
Al respecto, existe el criterio uniforme que para estas inscripciones no se debe exigir la
inscripción del llamado “acto previo”, exigencia que ha generado una profusa
problemática en los registros de personas jurídicas. Así, si la Presidencia o la Junta
Directiva de los Propietarios tiene la duración de un año, ¿sería obligatorio inscribir los
sucesivos nombramientos de los presidentes? Al respecto, la ley establece que es
obligatorios elegir al primer presidente, en consecuencia, consideramos que en lo
sucesivo solamente será exigible su inscripción en los casos en que se realice algún acto
o modificación inscribible durante el periodo de mandato del mismo, en cuyo caso será
132
relevante tener [que] inscribir tal nombramiento; sin embargo, si ello no ocurre, no se
requerirá la inscripción.”
Al respecto se han dado dos opiniones: 1) una que se pronuncia por el reconocimiento
de la existencia del “consorcio” como entidad diferenciada de los copropietarios y
atribuyéndole personalidad, hacia la que se ha volcado masivamente la jurisprudencia, y
2) otra que se inclina por la negativa.
La primera de ellas sostiene (…) que el consorcio es una persona de existencia ideal,
aún cuando algunos hablan de “personalidad restringida” o “limitada” a la realización
de los actos indispensables para la defensa, uso y goce de los intereses comunes.
En el consorcio aparece, por otra parte, un sustracto material representado por los
copropietarios de las unidades, cosas en condominio forzoso, órganos de administración
y principio de mayorías, todo ello encaminado al cumplimiento de fines trascendentes a
los de cada uno de sus miembros.
133
decisiones adoptadas por el otro órgano, actuando como celoso guardián de los intereses
de la comunidad’
47.1. La Junta de Propietarios está constituida por todos los propietarios de las
secciones y tendrá la representación conjunta de éstos.
48.2. Para ejercer la representación procesal antes referida se requiere copia certificada
por Notario del Acta de Sesión de Junta de Propietarios donde conste dicho
nombramiento y que esté debidamente inscrita.
134
“Artículo 145°.- Constitución de la Junta de Propietarios
“La Junta de Propietarios está constituida por todos los propietarios de las secciones de
Propiedad Exclusiva de la edificación y tiene la representación conjunta de éstos.
La Junta de Propietarios estará presidida por uno de sus miembros que tendrá la calidad
de Presidente, quien ejercerá la representación legal de la misma, asumiendo las
funciones y responsabilidades que este reglamento señala. El reglamento interno podrá
disponer la constitución de una Directiva cuando lo estime conveniente, señalando su
composición y funciones”
a) El presidente de la Junta.
b) Cualquiera de los poseedores de las secciones de propiedad exclusiva, propietario o
no.
c) Cualquier persona natural o jurídica especialmente contratada para tal función.”
135
f) Elaborar y proponer el presupuesto anual de ingresos y gastos ante la Junta de
Propietarios, para su aprobación.
g) Llevar los libros de actas al día, asumiendo las funciones de Secretario de la Junta.
h) Cumplir y hacer cumplir los acuerdos de la Junta de Propietarios y ejercer todas las
funciones que la Junta o el Reglamento Interno le asignen.
i) Las demás que establezca el Reglamento Interno”
Sus poderes son soberanos y sus decisiones tomadas dentro del marco de las previsiones
legales y reglamentarias, obligan a todos, aún a la minoría disidente y a los ausentes.
Aunque la ley guarda silencio, ya que en general ha sido sumamente concisa en lo que
hace a la regulación de las asambleas, éstas pueden ser ordinarias o extraordinarias (…).
Las primeras son las que se reúnen con periodicidad, en los plazos determinados por el
reglamento, para tratar las cuestiones que los propietarios deben analizar regularmente:
aprobar la rendición de cuentas del administrador, proveer a la designación de los
nuevos miembros del consejo de administración, la renovación de los seguros, etcétera.
Las segundas son las que se convocan por el administrador o a solicitud de un cierto
número de propietarios, para considerar asuntos extraordinarios, por ejemplo, la
remoción de aquél, el nombramiento del reemplazante, la hipoteca de todo el edificio,
etcétera.
136
indicación del día, hora y lugar de la reunión y las materias a tratarse.
Si la sesión debidamente convocada no se celebrara en la fecha prevista, la Junta deberá
ser nuevamente convocada en la misma forma dentro de los tres (3) días naturales desde
la fecha de la sesión no celebrada.
Las sesiones de la Junta de Propietarios, se celebrarán necesariamente en el predio.
137
4.10. Solución de controversias.
Las vías para resolver cualquier controversia que se pudiese suscitar en casos
específicos relacionados con el presente Reglamento son:
“1ª. Por la destrucción del edificio, salvo pacto en contrario. Se estimará producida
aquélla cuando el coste de la reconstrucción exceda del cincuenta por ciento del valor de
la finca al tiempo de ocurrir el siniestro, a menos que el exceso de dicho coste esté
cubierto por un seguro. Salvo pacto en contrario, sobre el suelo y edificación surge
entonces una comunidad ordinaria.
MULTIPROPIEDAD
1. Origen.
El gran desarrollo que ha tenido esta figura a nivel mundial se explica en el creciente
interés de los Estados por aumentar su ingreso de divisas a través del turismo y en lo
costosa que normalmente resulta esta actividad. En ese sentido, se ha buscado la manera
138
de ensanchar la base turística buscando que esta actividad se encuentre al alcance de los
sectores más amplios de la sociedad.
Esta figura se basa en la idea de ‘compartir’ un bien, permitiendo que los costos sean
absorbido de manera proporcional por todos los ‘comunitarios’, a cambio de recibir su
uso y disfrute por espacios de tiempo previamente determinados.
2. Concepto.
“Se trata, con este nuevo tipo de unidad real (con este nuevo tipo de objeto de los
derechos subjetivos), de dar satisfacción a una necesidad turística, expuesta en los
eslóganes publicitarios. Si para las vacaciones sólo se necesita tener determinado
aparadamente durante una semana de cada año, ¿por qué comprarlo (o comprometerlo)
para todo el año? Basta comprar (o comprometer) sólo ese periodo de cada año, con el
considerable ahorro. La determinación del nuevo tipo de unidad inmobiliaria se
consigue a través de una doble delimitación: espacial (determinado apartamento o
alojamiento) y temporal (el periodo en que convencionalmente se divide cada uno de los
años del ciclo de años que dure el derecho que sobre el nuevo objeto se crea para la
satisfacción del referido interés intermitente del sujeto)
En el Perú una simple lectura del decreto Legislativo Nº 706 permite apreciar que la
multipropiedad nace a partir de un derecho real clásico: la propiedad, en su modalidad
de copropiedad.
139
Sin embargo, no basta con la existencia de una copropiedad para poder decir que
estamos ante una multipropiedad, será necesario además que los copropietarios afecten
el bien al referido régimen y eso se dará a partir de la celebración de un contrato donde
se establecerá la regulación del uso del bien de forma temporal; así como un pacto de
indivisión forzosa de la copropiedad. Esta forma de constitución de la multipropiedad
ha dividido a la doctrina a la hora de calificar este derecho como de carácter personal o
real.
4. La copropiedad y la multipropiedad.
10
Esta referencia es al Borrador de Anteproyecto de Ley de Conjunto Inmobiliarios del 18 de diciembre
de 1991, de España.
140
Por lo demás, la comunidad que forman los multipropietarios de cada vivienda o local
es configurada por el Borrador sobre la base de los siguientes caracteres:
a) Es una copropiedad, comunidad pro indiviso o por cuotas
b) Tal copropiedad, en cuanto tal, tiene por objeto la vivienda o local en sí misma,
sin consideración temporal ninguna; y también, en los mismos términos, el
mobiliario instalado en aquélla ‘con carácter de permanencia y para su servicio’.
c) Existe, sin embargo por disposición de la Ley, lo que, entre nosotros, ha descrito
Pau Patrón como una ‘vinculación institucional entre turno y cuota’, de manera
que la condición de comunero comporta la atribución (…) ‘en exclusiva y frente
a todos’ – esto es, con relevancia jurídico-real –. ‘de un turno de
aprovechamiento’ que confiere al multipropietario, ‘durante un período fijo de
cada año, el disfrute de la vivienda o local y del mobiliario instalado en el
mismo con carácter de permanencia y para su servicio’ (…)”
“A. Facultades y cargas de cada titular. El titular de cada derecho tiene facultades y
cargas en cuanto titular de un derecho autónomo y, también, facultades y cargas en
cuanto partícipe en la comunidad accesoria que comporta la constitución de este
régimen.
- Tiene la facultad de gozar – por sí o por otro (por ej., arrendatario) – del alojamiento y
de los servicios e instalaciones de uso común en los términos que resulten de la
respectiva escritura reguladora (…)
141
B. Facultades y cargas de la propiedad gravada.
1. Las facultades. El propietario sigue teniendo todas las facultades posibles sobre la
cosa en cuanto no perjudique los derechos de aprovechamiento que la graven. Puede,
pues, disponer libremente de su derecho de propiedad ‘con arreglo a las normas del
Derecho Privado’ y ‘sin perjuicio de las limitaciones que resultan del régimen y de las
facultades de los titulares de los derechos de aprovechamiento por turno’ (…); puede,
por tanto, hipotecar su derecho de propiedad (ya gravada con los derechos de
aprovechamiento por turno). Puede, también, el propietario, una vez que esté legalmente
constituido el régimen, enajenar cada uno de los derechos constituidos, si bien ha de
atenerse en la transmisión o comercialización de estos derechos (publicidad, oferta
vinculante, deber de información de cada contrato, posible desistimiento o resolución
por parte adquirente) a las estrictas normas que, en defensa de los posibles adquirentes,
ha establecido la Ley.
3. Las cargas. Transmitir la propiedad ‘sin perjuicio de las limitaciones que resultan
del régimen y de las facultades de los titulares de los derechos de aprovechamiento
por turno’ significa que con la propiedad se trasmite, también, la carga que sobre la
propiedad pesa de prestar los servicios ‘que son inherentes a los derechos de
aprovechamiento por turno’ (…) Por eso el propietario, todo propietario y no sólo el
inicial, ‘es responsable, frente a los titulares de derechos de aprovechamiento por
turno, de la efectiva prestación de los servicios’, de modo que ‘cualquier titular’, en
todo caso – haya o no contrato del propietario con una empresa de servicios y, caso
de haberlo, entable o no el propietario acción de resolución de este contrato –
‘podrá reclamar del propietario la efectiva prestación de los servicios y las
indemnizaciones que correspondan en el caso de que tal prestación no se efectúe”
POSESIÓN
(…) En su concepto más primitivo y material este tener es, además, un fenómeno
visible, perceptible por el sentido de la vista. Un fenómeno natural e irrenunciable que
persistiría aunque, por quedar un solo hombre en mundo, acabase el Derecho, que exige
alteridad y, por tanto pluralidad. ‘no veo al propietario – dice Hernández Gil –, o bien,
de aquello que percibo no cabe inferir que lo sea efectivamente. En cambio veo al
poseedor’; al poseedor, por supuesto en su aspecto más fáctico y material, no a la
posesión en su forma espiritualizada (…)
Al hecho de tener, de dominar una cosa, se le llama posesión en los textos legales de
todos los tiempos. Pero la palabra ha adquirido desde el Derecho romano un radio de
acción mucho mayor.
142
Habitualmente se tiene en virtud de alguna causa jurídica (título) que reglamente la
tenencia: Juan tiene la colección de sellos de Federico porque éste se la dio en prenda;
Clotilde tiene el piso de su difunto esposo porque él se los dejó en usufructo; Enrique
tiene el automóvil que compró; Pedro tiene el huerto porque lo tomo en arriendo de su
dueño. Todos estos supuestos lo son de un contacto físico con la cosa (posesión)
facilitado u ordenado por otra persona que anteriormente lo mantenía: la razón por la
cual esta otra persona facilitó la posesión es el título (prenda, legado de usufructo,
compra, arriendo) del nuevo poseedor.
Pero si el ratero Teobaldo sustrae el billetero de Juan, o Pedro expulsa del huerto a su
legítimo dueño y se queda con él, o Clotilde ocupa un piso deshabitado, también tienen
el billetero, o el huerto o el piso, como el hallador tiene la sortija que encuentra
extraviada en la calle, o el cultivador la tierra abandonada que siembra.
1.2. Etimología
“Hay autores que asignan un gran interés al estudio de la etimología del vocablo
possessio, pues creen así posible el captar en los más remotos tiempos de la historia, el
alumbramiento del fenómeno señorial. Otros, dan al tema un interés muy relativo. A
nuestro entender, son los segundos los que tienen la razón.
De todos modos, los resultados a los que han llegado los estudios etimológicos sobre el
vocablo, son, hasta el presente, desalentadores, salvo que se conceptúe alentador el
comprobar que el enigma señorial reside ya en la propia palabra del Derecho Romano:
a) Posiblemente, el primero que se ocupó del tema fue Labeón (…) lo que sabemos
de su pensamiento en este punto, se lo debemos a Paulo, y a Paulo lo leemos a
través de un fragmento del Digesto, y de dicho fragmento del Digesto, tenemos,
por lo menos, dos versiones (la vulgata y la florentina).
Como resultado final de estos trasvasamientos, tenemos que, según una versión
possessio deriva de pedibus, y según otra, sedibus.
(…) Hubo quienes estuvieron con la versión pedibus, gráficamente recogida por
las Partidas, al afirmar que posesión tanto quiere decir como ‘ponimiento de
pies’. Ello llevó a la glosa a sostener que no podía haber una verdadera posesión
143
sobre las cosas muebles, porque sobre ellas no se ponen los pies, y a un jurista
francés a exceptuar, de consecuencia tan rigurosa, a los zapatos. Con ese criterio,
la versión sedibus que alude al estar sentados, no dejaría de tener también su
problemática, salvándose, desde luego, las sillas…
c) Pero los glotólogos que consultó Bonfante, le sugirieron otra etimología, a partir
del potis o poteo sedeo con lo cual, en tal caso ‘el concepto genuino de la
possessio no sería dado por la humilde imagen del sedere, sino por la soberbia
afirmación: ‘me siento como señor’.
d) Sin pretender agotar el tema, no podemos dejar de lado otra posibilidad sugerida
por Gentile: que la palabra possessio significara pura y simplemente ‘propiedad’
en lenguaje plebeyo”
(…) Sin embargo no existiendo todavía ‘la propiedad privada’ como un dominio
incontestable, y reducida a la posesión la justificación de la tenencia de los bienes, la
necesidad de un gobierno y la imposición de la ley quedaban limitadas a una expresión
mínima. ‘Si hemos de juzgar – sostiene Jacquetta Hawkes – por los australianos y otras
analogías, la tribu tendría una vaga posesión de todo el territorio, y zonas menores
dentro de éste quedarían atribuidas a la familia o al clan. Esta propiedad familiar o del
clan no sería probablemente absoluta: todos los miembros de la tribu tendrían derecho a
cazar por todas las tierras tribales, al menos ciertos animales o en épocas determinadas.
Toda pieza mayor muerta sería compartida sobre la base de la igualdad por todo el
grupo, aunque cabe que los mejores trozos correspondieran por derecho a los mayores y
a los hechiceros y sanadores. Los individuos sólo serían dueños de sus útiles, armas y
adornos personales; hasta el equipo ritual sería probablemente una posesión comunal’
(…) Quiere decir que en el plano de las consideraciones expuestas, originariamente, las
relaciones de hecho parecerían haber sido las predominantes, siendo la posesión la única
144
manifestación que el individuo tenía sobre las cosas corporales, mediante el poder
físico.
En el período histórico que se considera, la relación de los integrantes del grupo social
con los bienes era, pues, ostensiblemente posesoria y común; no obstante que según
ciertas opiniones la propiedad habría sido siempre individual, el criterio predominante,
sin embargo, es completamente opuesto, tanto el de Jacquetta Hawkes (…), como el de
otros autores, para los cuales la posesión y el dominio sobre los bienes fue comunal en
todos los pueblos primitivos. La propiedad individual, con los caracteres bajo los cuales
se la reconoce actualmente, se revela sólo en determinado momento del acontecer
histórico. El derecho de propiedad individual sobre la tierra no se alcanzó
inmediatamente”
“En el Derecho romano la idea de posesión no era unívoca. Se distinguían tres tipos o
clases de situaciones.
145
En el Derecho clásico estas situaciones se designaban con los nombres de possessio
naturalis, o possessio corpore (detinere, tenere), possessio civilis y possessio a secas o
possessio ad interdicta. Los compiladores redujeron a estas tres categorías a dos:
possessio naturalis y possessio civilis, que englobaba la antigua possessio ad interdicta
y la possessio civilis propiamente dicha.
146
LACRUZ BERDEJO, José Luis, op. cit. Derechos reales, Volumen primero, p.
35
Esta tendencia extensiva que caracteriza a la doctrina canónica se produce en una doble
dirección o aspecto. En primer lugar en cuanto a los objetos de posible posesión. El
Derecho canónico admitió la posesión de los bienes incorporales, ampliando la
concepción romana que sólo admitía la posesión de los bienes corporales.
Paulatinamente el Derecho canónico fue aplicando la protección posesoria a los oficios,
dignidades eclesiásticas, diezmos, estado matrimonial y, en general, a los derechos
honoríficos y los de familia y estado. Cabe decir que el Derecho canónico acusa, cuando
menos, una fuerte tendencia a extender la posesión a toda clase de derechos susceptibles
de ejercicio continuado.
2.1. Concepto.
“La posesión es la más fáctica y tangible de las situaciones consideradas por el derecho.
Se accede a su conocimiento empírico por la vía de la percepción. No ‘veo’ al
propietario, o bien, de aquello que percibo no cabe inferir que lo sea efectivamente. En
cambio ‘veo’ al poseedor. Hay unos signos constituidos por diversas manifestaciones
del comportamiento social que tienen como referente la posesión. Se aproximan a los
signos – índice (en el sentido de Carnap) por cuanto existen una conexión causal entre
ellos y lo designado. Y sin embargo, es difícil explicar, comprender, con criterios-
jurídicos qué es la posesión.
Se pueden distinguir tres clases de ‘relaciones’ (en sentido amplio) de las personas con
las cosas del mundo exterior: el uso de las cosas que no se integra en la estructura de la
relación jurídica, aunque pueda ser determinante de consecuencias o de significación
para el derecho; un poder sobre las cosas productor de consecuencias jurídicas
imputables a diversos derechos y de manera específica a los derechos llamados por
antonomasia reales; y la posesión.
La posesión equidista de las otras dos situaciones. Es algo más que el mero contacto o
uso de la primera hipótesis, pero no es o es algo menos que la situación cualificada
147
comprendida en la segunda hipótesis. Es una tercera situación o hipótesis. ¿Cómo
delimitarla? El simplicismo en que a veces se incurre consistente en situar en la primera
hipótesis el no derecho o lo jurídicamente indiferente y, correlativamente, encuadrar en
la segunda hipótesis el derecho, no parece correcto. Pensando así la posesión resulta ser
un derecho frente al mero hecho y un hecho (bien que productor de consecuencias
jurídicas) frente al derecho. Para encontrar un hueco a la posesión, que no sea el mismo
de los derechos, no vale decir que está en la zona de los hechos productores de
consecuencias jurídicas y no en la de los hechos indiferentes. Porque los hechos
indiferentes no tiene encaje en el sistema y, consiguientemente, no cuentan. Nada que
esté fuera del sistema sirve para llevar a cabo una catalogación que sólo tiene sentido
dentro del sistema. La primera hipótesis también puede quedar revestida de
significación jurídica y en tanto sea así sirve. Que no haya en ella posesión no quiere
decir que jurídicamente no haya nada. Puede no ser indiferente el contacto que se haya
mantenido o mantenga con una cosa, aunque no constituya la posesión. Evidentemente
no poseo el vehículo de transporte público del que hago uso, y sin embargo, de ese uso
surgen consecuencias jurídicas como la pretensión indemnizatoria en caso de accidente.
La diferencia entre un hecho o uso no posesorio y el que tiene este alcance radica en que
como relevante a tal fin afirmamos el hecho o uso que expresan una situación cuyo
mantenimiento o continuidad están amparados por la ley. La posesión es el derecho a
continuar poseyendo basado en el hecho de poseer. La continuidad es inherente a la
posesión no sólo como hecho, sino como posibilidad garantizada por el ordenamiento
jurídico”
“En la doctrina tradicional se sostiene que son dos los elementos que constituyen la
sustancia del fenómeno posesorio: el corpus y el animus. Para que exista posesión es
necesario la concurrencia o el concurso de ambos factores. Esas ideas gozan de la
autoridad de algunos textos romanos. Paulo dice (D. 41, 2, 3, 1) 11 que et adipiscimus
possessionem corpore et animo; nuque per se animo reque per se corpore.
148
rem sibi habendi o simplemente animus. Una opinión que goza de la inigualable
autoridad de Savigny, identificaba animus possidendi con animus domini. El animus en
la posesión es la voluntad del poseedor de tener la cosa como dueño de ella y de servirse
de ella para sus propios fines. No se requiere que el poseedor sepa o crea que es
propietario, sino simplemente que quiera hacer con la cosa lo mismo que hace un
propietario. La voluntad del poseedor es la misma voluntad del propietario”
Realizando un gran esfuerzo para eliminar el lugar que Savigny había concedido al
animus domini en la posesión, Ihering distinguía entre relación de lugar, tenencia y
posesión. Primero hay un simple contacto con las cosas que no produce consecuencias
jurídicas. La voluntad erige esa relación primaria en tenencia o posesión, siendo de
mayor entidad las consecuencias inherentes a esta última (defensa propia y la actio
iniuriandum). El interés pone en marcha la voluntad. La misión de ésta termina aquí.
Por sí misma no genera una posesión diferenciada. La línea divisoria entre la tenencia y
la posesión no está constituida por la concurrencia en la segunda de una voluntad
específica caracterizada como animus domini, ni porque la primera quede relegada al
mero corpus o contacto con las cosas. El corpus y el animus no son, para Ihering,
elemento elementos separables. Uno y otro están implicados. La relación de posesión se
caracteriza ‘positivamente… por la posibilidad asegurada de hecho de obrar por sí
mismo sobre la cosa y negativamente por la exclusión de todos los demás’. La posesión,
pues, no se diferencia de la tenencia desde el punto de vista de la voluntad, que es igual
para ambas. Obedece tan sólo a que el derecho, movido por razones prácticas, en unos
supuestos da lugar a efectos que en otros rechaza. Para determinar, dentro de la
actuación judicial, la concurrencia o no del supuesto, Ihering da entrada a una
presunción según la cual se ‘deberá admitir la posesión dondequiera y cuando las
condiciones exteriores existan, a menos que por otra parte resulte, en la persona del
supuesto poseedor, la existencia de una relación de aquéllas a las cuales el Derecho
romano sólo concede la tenencia’, esto es, una de las causae detentationis alieno
nomine.
149
porque por virtud de razones de carácter social se quiso debilitar la posición de una de
las partes en beneficio de la otra (por ejemplo, arrendamiento)”
Todo ello nos permite sentar una primera conclusión, que parece importante. En rigor,
llamamos posesión a aquellas situaciones jurídicas que permiten poner en juego la
defensa interdictal (possessio ad interdicta), así como a aquellas situaciones jurídicas
que legitiman a una persona, en virtud de un fenómeno de apariencia, para ejercitar el
150
derecho real que dicha apariencia manifiesta o provoca y permiten a los terceros confiar
en la misma y, finalmente, a aquellas situaciones que con el paso del tiempo se
transforman en dominio o en titularidad jurídico-real (possessio ad usucapionem).”
“La posesión presenta una diferencia fundamental con los derechos. Sin entrar en
mayores matizaciones, cabe señalar que los derechos existen y pertenecen a una persona
como derivación de un título de atribución, que produce su adquisición en los términos
previstos en las leyes. Por ejemplo, la propiedad pertenece a una persona por un
contrato de compraventa acompañado de tradición. Es un hecho jurídico instantáneo,
por tanto, el que produce una situación jurídica de poder, que atribuye determinadas
facultades de actuación. Sin embargo, los efectos reconocidos tradicionalmente a la
posesión no se derivan de un hecho aislado sino de una situación continuada.
La nota fundamental de tal situación jurídica es el contacto de una persona con una
cosa, pero la fijación del tipo de contacto necesario para ser considerado como
posesorio es difícil por su misma relatividad.
No hay duda de que el señorío propio de la posesión tiene que ser intencionado,
consciente y querido, no basta un contacto sino que hay que querer tal relación con la
cosa para someterla a la voluntad del poseedor. La voluntad está implícita en la
conducta del poseedor, por lo que cuando no exista tal voluntad consciente habrá que
concluir que no hay posesión. Por ejemplo, no es poseedor aquel a quien colocan en su
bolso un paquete de cigarrillos o unas llaves, sin ser consciente de ello.
151
de la posesión establecida en nuestro Código, seguramente por influencia canónica, y la
regulación de la pérdida de la posesión, por la posesión de otro, aún contra la voluntad
del antiguo poseedor, si la nueva posesión hubiere durado más de un año, parecen
apoyar tal conclusión, sin perjuicio de las explicaciones que requiere la situación que se
produce antes del transcurso de más de un año desde el despojo.
Una vez que la tenencia de la cosa o el disfrute del derecho, como situación jurídica,
han sido precisados en alguna medida (…) hay que aludir a la discutida relación de la
posesión con la titularidad de los derechos. La posesión suele situarse a medio camino
entre la simple detentación y el correspondiente derecho. La oposición entre posesión y
derecho tiene su explicación en la intención de deslindar la posesión de ciertos derechos
en cuyo contenido se integra la facultad del disfrute posesorio, lo cual permite
diferenciar la posesión como institución autónoma de la facultad de poseer aneja a tales
derechos. Esto, a mi juicio, es más perentorio en tanto en cuanto se considere que la
posesión es un derecho, hasta el punto de que se llega al extremo de considerar que
poseedor es el no titular del derecho que se comporta como si lo fuera. Normalmente no
se llega a este exceso y simplemente se estima que la posesión juega en un plano
diferente al de los derechos, es decir, que su esencia radica en la producción de sus
efectos con independencia de que exista o no el derecho. (…)
152
En conclusión, se entiende por posesión una situación jurídica en la que una persona
tiene una cosa o disfruta de un derecho, de forma consciente, voluntaria, independiente
y con carácter exclusivo según la opinión común.”
La posesión se muestra así en su pureza. No requiere inquirir un por qué más allá de los
mostrado por ella misma. Hemos dicho que es contenido y consecuencia de
determinados derechos, así como presupuesto para la adquisición de los derechos reales.
Pues bien, la independencia de la posesión como institución jurídica consiste en lo
opuesto, es decir, en afirmarse por sí. Radica en que la pregunta del por qué en la
instancia estrictamente posesoria, puede quedar omitida. Desaparece el causalismo
como modo de definir las prerrogativas dispensadas jurídicamente. La situación, en
cuento dad, es objeto de tutela dirigida a mantenerla. Claro es que dentro de esta
posesión abstraída de los derechos hay cierta jerarquía: desde el mero poseedor natural
hasta el poseedor de buena fe, con título y en concepto de dueño, existe una marcada
diferencia. Pero aún en último peldaño posesorio, el por qué definidor de los derechos
no ha de inquirirse en cuanto todo descansa en la creencia del poseedor de que aquello
que es, es jurídicamente. La posesión remite a lo que entiende el poseedor y a lo que
con su conducta está mostrando. Se considera por muchos que la protección de estas
situaciones descansa en la probabilidad, en la presunción o en la apariencia de la
propiedad: Sin desconocer el contacto que los ordenamientos jurídicos han establecido
entre la propiedad y la posesión, no creo que esta se pliegue exclusivamente a aquélla.
Aun cuando no lo reflejen así los ordenamientos, hay en ella una primariedad social
básica muy superior a la del derecho de propiedad. La posesión es una conformación
jurídica elemental de lo socialmente dado.
153
sociológico, las instituciones reflejan, al mismo tiempo, un paradigma ético o
valorativo. Preguntarse por el fundamento de algo en los dominios del derecho implica
poner en marcha estas ideas. No es frecuente proceder así en el plano estricto de la
ciencia jurídica todavía imperante – pese a las renovaciones metodológicas – más
entregada a la elaboración lógica de los conceptos y del sistema que a la investigación
de la realidad social condicionante y de los fines. Se construyen dogmas absolutos a
partir de inducciones generalizadoras que terminan por desligarse del punto de partida
para dotar de un valor superior a lo ‘construido’, olvidando el proceso seguido en la
construcción. Por eso el dogma funciona como un a priori propicio al reduccionismo
deductivo. La posesión, por tantas razones peculiar, ofrece también aquí matices
particulares. Forma parte de la tradición científica y no ha perdido actualidad el
problema de la protección posesoria. Jhering comenzó uno de sus estudios clásicos
advirtiendo lo siguiente: nadie – dice – se pregunta por qué se protege la propiedad;
todos inquieren por qué se protege la posesión. Hoy día la observación no es del todo
certera. El fundamento de la propiedad ha pasado a ser un tema inquietante en las más
amplias esferas ideológicas. Y a esas corrientes no puede mostrarse insensible la ciencia
jurídica. Sin embargo, aunque falta aquel contraste, continúa en pie la vieja pregunta en
torno a la posesión.
1. Teorías absolutas
También se debe a Jhering la observación de que las teorías explicativas del fundamento
de la protección posesoria se pueden clasificar en absolutas o relativas, según que
hagan descansar su razón de ser en la posesión misma o fuera de ella. Acaso los
términos más adecuados para expresar tales ideas sean los de fundamentación autónoma
y heterónoma.
2. Teorías relativas.
Las llamadas teorías relativas o explicaciones heteronómicas muestran una amplia gama
de matices. Dentro de ella figuran las doctrinas, entre sí antagónicas, de Savigny y
Jhering. El primero al estimar que la posesión no es en sí mismo un derecho y que,
consiguientemente, su perturbación no puede considerarse en rigor como un acto
antijurídico, situó el fundamento de la protección posesoria en el respeto a la esfera
jurídica de la persona y en la eliminación de la violencia. Jhering, que en tantos puntos
154
discrepó de Savigny, señaló numerosas contradicciones a tal fundamento de la tutela
posesoria. No comprende que careciera de protección el poseedor en nombre ajeno si el
fundamento de la posesión se encontrara no en la posesión misma, sino en la persona y
obedeciera a evitar la violencia. El que fueran excluidas de la posesión las cosas extra-
commercium tampoco se lo explica, ya que la situación jurídica de la cosa es indiferente
si sólo ha de pensarse en la persona y en la represión de la violencia. Por lo mismo
estima un contrasentido que estuviera asistido de tutela interdictal el poseedor de mala
fe y que la mayoría de los interdictos actuaran sin subordinación a un delito. Y si, como
sostiene Savigny, los interdictos fueran unas acciones penales, Jhering objeta que
carecerían de utilidad al lado de las ya existentes. Tampoco estima congruente con la
represión de la violencia y la función penal de los interdictos que éstos tuvieran
precisamente por objeto la restitución de la posesión. En conjunto, Jhering considera la
argumentación de Savigny posible en un tratado de derecho natural, mas incompatible
con las fuentes romanas.
Tras la tarea estrictamente crítica, Jhering llevó a cabo una labor constructiva. Tampoco
él sitúa el centro de la protección en la posesión en sí. Lo ve en la propiedad. La tutela
de la posesión, piensa, se ha introducido por la propiedad, si bien se ha beneficiado a los
no propietarios. Concibe la posesión como la exteriorización de la propiedad; y
consiguientemente la protección posesoria es un complemento de la tutela dominical,
una facilitación de la prueba.
155
Las doctrinas de esta clase – innumerables – se inclinan más hacia explicar el
cómo que a justificar el porqué de la posesión. Atenidas al patrón positivista
consideran suficiente que el ordenamiento jurídico configure una normatividad
de la posesión (…)
b) Por una concepción historicista. Las doctrinas de este carácter abandonan los
esfuerzos especulativos generalizadores para preocuparse sólo de la génesis y de
la transformación de la posesión (…) Así, por ejemplo, se resalta – como lo
hace Alvaro D’Ors – que la función originaria de la possessio fue un modo de
distribuir una parte del ager publicus, sustraido al dominium con lo que vino a
introducirse una propiedad especial protegida por un medio extraprocesal (el
interdictum), distinto de la actio.
c) Por una concepción económico – social o realista. (…) Las elaboraciones de
Saleilles, ya clásicas, siguen siendo fundamentales. Contrapone a la rigurosa
instrumentación jurídica de la propiedad, la realidad de la posesión como la
efectividad consciente y querida de la apropiación económica de las cosas. A
Puig Brutau, en nombre de su realismo, le parece muy ambiciosa la pregunta del
porqué de la protección del poseedor, para reputar preferible preguntarse tan
sólo ‘en qué casos merece la protección’, si bien reconoce que la protección
representa siempre ‘un fenómeno social que no es posible eliminar’
d) Por una concepción exaltadora de los valores de la paz y el orden. (…) De un
modo muy completo y sintético, Albaladejo escribe: ‘La protección de la
posesión se apoya en que la Ley no debe permitir que una situación existente,
auque sea de hecho, como la posesión, sea atacada ni siquiera por el que
persigue un fin justo en sí (como el de hacerse con una posesión que le
corresponde), y menos por quien pretende despojar injustamente al poseedor.
e) Por la concurrencia de las varias concepciones. En esta línea pueden
recordarse entre muchos, los nombre de Barassi, G. García Valdecasas, Espin y
Castán. El último escribe: ‘Las variadísimas teorías formuladas por los autores
(la mayoría de las cuales han surgido como explicaciones históricas de la
posesión en derecho romano), lejos de ser incompatibles, se complementan
entre sí, y unidas a otras razones de utilidad (como la de preparar la posesión
procesal de las partes en el juicio acerca del dominio) justifican cumplidamente
la tutela posesoria’. Díez-Picazo descarta como poco satisfactorias las teorías
que colocan el fundamento de la tutela posesoria en la protección de la
personalidad por su carácter genérico ya que ésta es la razón justificativa última
de todas las instituciones humanas; considera que aun cuando la posesión
genera una apariencia jurídica, la protección de la posesión va más allá de esta;
estima que es argumento suficiente el de la defensa de la propiedad; ve en la
posesión la eliminación del arbitrio y de la violencia (…) Lacruz resalta dos
fundamento principales: uno de carácter histórico en el sentido de que el
derecho canónico medieval (…) que cree ha influido en la regulación posesoria
del Código civil más que el derecho romano; y otro fundamento de carácter
social. ‘La posesión – escribe – no es el simple contacto (…) sino la proyección
del hombre en la cosa para satisfacer sus necesidades o crear riqueza con
abstracción de la relación de dominación; del animus domini que cualifica a la
propiedad y no necesariamente a la posesión’ ”
4. Naturaleza jurídica.
156
“La determinación de la naturaleza jurídica de la posesión ha estado presidida por la
discusión sobre si se trata de un hecho o un derecho (…)
En la doctrina parece que prevaleció en principio la vieja idea de que la posesión res
facti no iuri est. Existe una innegable atracción natural por considerar a la posesión
como un simple hecho, ya que su esencia radica en una relación de hecho, de poder, una
situación fáctica de poder sobre una cosa, cuya subsistencia está condicionada por el
mantenimiento del hecho posesorio, del contacto con la cosa.
(…) Los argumentos para defender una y otra tesis han girado sobre las siguientes ideas.
5. Clasificación.
157
5.1. Según la adecuación o no del comportamiento del poseedor al régimen de
asignación de titularidades previsto por el ordenamiento jurídico: posesión
legítima e ilegítima.
5.1.1 La distinción.
“(P)oseedor legítimo es sinónimo de titular de un derecho real que se ejerce por medio
de la posesión. Es quien tiene derecho de poseer, pues ha adquirido su derecho mediante
título y modo suficiente, si es que la adquisición es derivada y por acto entre vivos.
Claro está que también será poseedor legítimo, por ejemplo, quien ha devenido dueño
en virtud de un modo unilateral de adquisición como la apropiación o la accesión; o
bien, por sucesión en los derechos del propietario; o quien adquirió un usufructo u otro
derecho real usucapible por prescripción.
Lo fundamental es que el derecho que se ejerce haya sido constituido respetando las
normas que establece el Código.
a) Didáctico, porque pone de relieve que tan es posesión el poder de hecho ejercido por
el propietario (posesión legítima) como el ejercicio por el no propietario (posesión
ilegítima) (…)
“En la antigua Roma cada una de las familias (patricias) tenía como jefe al pater
familias, propietario y poseedor de los bienes familiares, sacerdote de los dioses
familiares y magistrado con poderes absolutos sobre su familia. Cultivaba la tierra con
la ayuda de sus hijos, esclavos y clientes. Roma admitió a otros pueblos itálicos,
agricultores sin tierra, conocidos como plebs (plebeyos). El pater familias acogió y
158
proporcionó tierras en precarium al plebeyo, quien se convirtió en su cliente, protegido
y vasallo: a cambio, el plebeyo le debía fidelidad, ayudaba en el cultivo de sus tierras y
lo seguía en la guerra y en la política.
El precario del latín preces que significa ruego, fue la forma de participación en la
propiedad ajena. En Roma precario era el que posee una cosa solicitada por ruego a su
dueño (precario dans), quien lo concedía por benevolencia y podía recuperarla en
cualquier momento, porque la posesión precaria no originaba ningún derecho. (…) El
pater familias (patrono) entregaba porciones de tierra en precarium no sólo a los
plebeyos sino también a los siervos manumitidos y a otros extranjeros sometidos o
acogidos voluntariamente por una gens. Cuando el patrono perdió su jurisdicción sobre
su gens, el pretor le confirió el intedicto de precario para obtener la restitución del bien.
El precario solamente podía ser desalojado por su patrono. Para que el precario defienda
su posesión frente a tercero, el pretor le confirió los interdictos de retener y recobrar
(…).
En la Edad Media la corono entregó tierras en concesión al señor feudal y éste las
entregaba en parcelas a campesinos, por tiempo indeterminado, a cambio de servicios
personales, convirtiéndose en sus vasallos. Cuando se quiso fijar tiempo al
aprovechamiento de las tierras surge la denominación de precaria.
El Derecho canónico reguló los bienes de la Iglesia católica, que por su gran cantidad no
podía administrar, creando algunas figuras con la denominación común de precaria. Así,
algunos bienes fueron afectados a favor de laicos con la denominación de precarie
oblata; otros fueron afectados a usos especiales de tipo eclesiástico, fundados en una
especie de administración usufructuaria a tanto alzado, concedida con el nombre de
precaria a título individual a favor de laicos o de ciertos clérigos; un particular donaba
bienes a un monasterio y éste lo devolvía en el acto, mediante un documento llamado
carta precaria, para que lo disfrute pagando un canon anual.
En el Perú, los códigos civiles de 1852 y de 1936 no dieron una definición de ocupante
precario.
159
El segundo párrafo del mencionado art. 970 prescribía: “Hay también acción de
desahucio para recuperar bienes inmuebles que usa otra persona de modo precario y sin
pagar pensión”.
2. La segunda hipótesis del numeral 911 (el título pierde validez, eficacia) si es
novedosa: la posesión se adquirió con título, pero este luego ha fenecido, ha
caducado. Es un caso típico de conversión de posesión legítima en ilegítima
(…)”
160
RAMÍREZ, Eugenio María, Tratado de Derechos Reales, Tomo I, Editorial
Rodhas, Lima 1996, pp. 532-533
“El artículo 911 del C.C., ha sido considerado como un intento defectuoso de definir la
posesión ilegítima.
Una calificación de este tipo ignoraría los antecedentes históricos de la figura que ha
permitido siempre un goce amplio y sin restricciones del bien dado en precario, y
atacaría a la liberalidad y la tolerancia como fundamentos de la concesión.
Todo esto nos convence, también, de que es necesario iniciar una revisión crítica del
concepto de posesión ilegítima generalmente aceptado en nuestro sistema jurídico, a la
luz de la doctrina y legislación comparadas”
WONG ABAD, Julio Martín, El precario. En: Themis, Segunda época, 1989, Nº
15, p. 90.
“(S)e comprende que la ley no puede colocar en un mismo plano de igualdad a todos los
poseedores. Es verdad que quien roba y quien compra obtienen una posesión en nombre
propio, y que ambos están protegidos con las acciones posesorias y el derecho de
161
defender la posesión. Pero mientras el ladrón es poseedor de mala fe, el comprador es
poseedor de buena fe.
“La posesión ilegítima puede ser de buena o de mala fe. Es lo primero cuando el
poseedor cree en su legitimidad debido a un error o a ignorancia. El error puede ser de
hecho o de derecho. El Código actual ha innovado en dos aspectos con relación a este
tema: en primer lugar, ha aclarado acertadamente que la buena fe sólo se da cuando
existe posesión ilegítima y, en segundo término, se ha agregado la ignorancia como
causal de la buena fe. El Código anterior solamente contemplaba la posibilidad de error.
Esto parece del todo justificado en un país como el nuestro donde existe un alto grado
de analfabetismo y por consiguiente una gran posibilidad de desconocimiento o
ignorancia del derecho escrito. Por el contrario, la posesión ilegítima es de mala fe
cuando el poseedor tiene plena conciencia de su ilegitimidad.
Los efectos de la buena y mala fe se dan en tres rubros: en materia de frutos, en caso de
pérdida o detrimento del bien y tratándose de la prescripción adquisitiva de dominio”
“(L)a buena fe es un estado subjetivo, pero que debe apoyarse en un título, aunque éste
contenga un error de hecho (vender terreno colindante en lugar del propio) o de derecho
(cuando el heredero aparente vende lo que le pertenece al heredero real). Aunque el acto
jurídico sea no sólo anulable sino nulo, presta buena fe al poseedor que ignoraba la
nulidad (se tiene buena fe si no se sabía la incapacidad del vendedor).”
“Dice el artículo 432 que ‘la posesión de los bienes y derechos puede tenerse en uno de
estos dos conceptos: o en el de dueño, o en el de tenedor de la cosa o derecho para
conservarlos o disfrutarlos, perteneciendo el dominio a otra persona’
Fijándonos ahora sólo en la posesión de cosas, lo que el artículo 432 viene a decir es
que es poseedor únicamente quien posee como dueño, y los demás que eventualmente
pudieran tener poderes sobre la cosa para conservarla o disfrutarla (el usufructuario, el
162
arrendatario, el depositario, etc.) son meros tenedores de la misma. Lo decisivo en esta
situación es que no se arrogue el concepto de dueño, ni pretenda serlo
“Quien posee como propietario o en nombre propio no reconoce a nadie derecho alguno
sobre la cosa poseída; posee en forma absoluta y plena. En cambio, quien posee en
nombre ajeno reconoce a otro como propietario, como sucede con la posesión de
usufructuarios, arrendatarios, comodatarios, etc.”
(…) Alguien entrega a otro la posesión (‘poder de hecho’), para que después el otro le
devuelva de nuevo la cosa. Durante este interregno hay un vínculo entre ambos, cada
uno de los dos es ‘poseedor’: el que tiene la cosa en sus manos es el ‘poseedor
inmediato’; el otro, el que espera su devolución, es ‘poseedor mediato’, por cuanto el
primero es en cierto modo su auxiliar en la posesión, es su ‘intermediario’ en la
posesión. (…)
163
subalquilado. Entonces sólo el subalquilado es ‘posedor inmediato’; los otros dos son
‘poseedores mediatos’ ”
Huelga decir que (en los ataques dirigidos contra su persona) el servidor de la posesión
tiene el derecho general de legítima defensa (…) incluso contra el señor.
(…) Por cierto, si del servidor de la posesión no pudiésemos decir más sino que no es
poseedor, parecería absurdo señalar por separado y como una clase especial de los
servidores de la posesión, entre todas las numerosas personas que se hallan en estrechas
relaciones corporales con una cosa, sin poseerla. Lo que distingue al servidor de la
posesión de los demás no-poseedores, es el que a él le es lícito ejercer – hasta más allá
de los límites del derecho general de legítima defensa – los derechos de autoprotección
del poseedor, contra ataques extraños (…): le es lícito defender la cosa por la fuerza, tal
como le sería lícito al poseedor mismo, tal como no sería lícito a otro tercero.
164
por una relación social de autoridad y subordinación. No es la relación que media entre
‘la pretensión y la deuda’, sino la que existe entre el ‘orden y la obediencia’.
(…) El carácter del servidor de la posesión como miembro de una relación compleja de
señorío, permite distinguir también los límites de su servicio a la posesión. El servidor
de la posesión tiene el derecho de ejercer la autoprotección del poseedor, y esto no sólo
respecto a las cosas confiadas inmediatamente a su cuidado, sino también respecto a
todas las demás cosas pertenecientes a la esfera del señorío en cuestión, aunque sea
otro servidor o el mismo poseedor el que ejerza el poder sobre dichas cosas, incluso en
el caso de que el otro servidor de la posesión directamente encargado de la cosa
amenazada, tolere o él mismo cometa el despojo.”
6. Sujetos de la posesión
6.1. La coposesión.
“La exclusividad de la posesión no impide que sobre una misma cosa concurran dos o
más posesiones iguales, cada una por una parte indivisa.
(…) En las relaciones entre los coposeedores, sus respectivas posesiones se encuentran
limitadas entre sí, pero como la noción de partes indivisas o ideales es incompatible con
el poder de hecho sobre la cosa que supone la posesión, si la cosa es indivisible, debe
entenderse que la poseen conjuntamente, cada uno por el todo. (…)
“Se ha abierto paso (…) otro ángulo interpretativo: el que posee en nombre ajeno, a
diferencia del que lo hace en nombre propio, lo hace en virtud de una relación
representativa (…)
El sentido de la representación posesoria, por tanto, parece radicar en que una persona
realiza una conducta posesoria, esto es, tiene una cosa o disfruta de un derecho, y los
efectos que el ordenamiento liga a tal situación no se producen respecto de esa persona
sino de otra en cuyo nombre actúa. De acuerdo con esta configuración, los efectos de la
posesión se producirían en la esfera jurídica de aquel en cuyo nombre se posee, ya sea la
165
atribución de los frutos (siempre que la posesión sea calificada de buena fe), en la
posibilidad de usucapión, o en la legitimación dimanante de la posesión en la tutela
judicial de la posesión. Si aquel en cuyo nombre se posee tiene la condición de
poseedor, es indudable que podrá defenderse contra los actos de perturbación o despojo
llevados a cabo contra el representante o incluso por éste contra el poseedor.
Pero si del lado del representado parece clara la imputación de los efectos derivados de
la posesión, no resulta tan diáfano lo que ocurre con el representante (…) El debate
tiene su centro de gravedad en la tutela posesoria, pues es claro que la atribución de los
frutos o la adquisición mediante usucapión son efectos que sólo pueden producirse en
uno de los dos, y admitida la representación posesoria es claro que deben beneficiar al
representado. Pero en el caso de la defensa judicial de la posesión cabe discutir si el
representante puede actuar en nombre propio (en su condición de poseedor en nombre
de otro) o solo puede ejercitar la acción en nombre del verdadero poseedor (…) sin
embargo, admitida la representación posesoria es lógico, por pura coherencia, atribuir
todos sus efectos al representado y, por tanto, la actuación procesal del representante
posesorio debe hacerse como la de cualquier representante, esto es, acreditando que se
dispone del correspondiente título que habilita para la defensa procesal”
7. Objeto de la posesión.
“Cosas susceptibles de posesión. La posesión supone cosas sobre las cuales se pueda
tener ánimo de señor o dueño, es decir, cosas susceptibles de apropiación o de
propiedad privada. En consecuencia, no se puede tener posesión respecto de las cosas
comunes a todos los hombres (como la alta mar); de los bienes nacionales de uso
público (calles, plazas, puentes, caminos, mar adyacente, playa del mar, los ríos); y, en
general, de las cosas incomerciales, esto es, las que no pueden formar parte del
patrimonio.
(…) Si bien se admite que la posesión se extiende a los derechos reales, hay
discrepancias en la doctrina en cuanto a los derechos personales.
Algunos juristas, como el francés Girard y el italiano Chironi, piensan que todo derecho,
sea real o personal, es susceptible de posesión.
166
“En el derecho romano clásico sólo existía la posesión de las cosas (las res extensa, que
ocupan un espacio tridimensional); la quasi possessio o posesión de los derechos se
inicia para abarcar la posesión de los derechos reales, aunque parece que tiende a
ampliarse en el derecho bizantino. El derecho canónico reconoce una gran importancia a
la quasi possessio, que extiende a títulos honoríficos, oficios y beneficios eclesiásticos,
rentas y dignidades.
8.1.- De propiedad.
“La posesión no debe ser confundida con la propiedad (…) Debe tenerse en cuenta, sin
embargo, que si bien la posesión y la propiedad son cosas diferentes, existen entre esas
dos instituciones relaciones muy grandes: (…) la posesión (…) si es protegida y
amparada por ley es precisamente porque ella crea una presunción de propiedad”
167
por virtud de la que el poseedor probara su propiedad por medio de la posesión,
deberíamos admitir este efecto no sólo cuando el poseedor actúa como demandado, sino
también cuando lo hace como demandante, aunque, este caso sea mucho menos
frecuente. Habría que admitir que el poseedor pudiera instar un juicio declarativo para
obtener una declaración de propiedad a su favor sin otra prueba que la posesión. Sin
embargo, el Código peruano con buen criterio exige en el artículo 952 que el poseedor
haya usucapido para que pueda entablar un juicio a efectos de que se le declare
propietario. No es la simple posesión lo que prueba la propiedad, porque el poseedor
antes de completar el tiempo necesario para usucapir no puede entablar un juicio para
que se le declare propietario. Entiendo, por consiguiente, que no se trata de una
verdadera presunción sino sólo de una regla de carga de la prueba, aunque es corriente
en los códigos formularla bajo el vestido de una presunción, que verdaderamente no es
tal”
“En el caso peruano, existen (…) puntos efectivos de contacto o incidencia entre la
posesión y el Registro: La primacía de la legitimación registral sobre la legitimación
posesoria. Este efecto se encuentra regulado por el Art. 912 del Código Civil, el cual
luego de establecer la presunción de propiedad a favor del poseedor de cualquier tipo de
bien, precisa que la misma no puede oponerse al propietario con derecho inscrito.”
8.2.- De continuidad.
“La presunción de continuidad en la posesión que establece este artículo está fundada en
un juicio de probabilidad, pues parece lógico que quien posee en un momento anterior y
lo hace ahora haya poseído también en el tiempo intermedio. Requiere, por tanto, dos
elementos esenciales: la posesión antigua y la posesión actual. Al no contener distinción
alguna, comprende las distintas clases de posesión y conceptos posesorios.
La presunción no sólo juega a favor del poseedor, sino que también puede ser utilizada
en contra por los terceros para exigir responsabilidad a dicho poseedor por los daños
causados por la cosa o en la cosa (accidente ocurrido en un fundo, etc.).
La posesión, sigue diciendo el mismo autor, es preciso probarla para que la presunción
pueda operar. No es necesario, sin embargo, probar que la posesión ha durado
168
inicialmente un tiempo determinado, es decir, no es preciso probar hechos posesorios
que hayan durado un periodo determinado de tiempo.
“La norma confirma el principio de que lo accesorio sigue a lo principal y crea una
presunción iuris tantum a favor del poseedor de una cosa compuesta, sobre las que la
componen como accesorias, siempre que estén unidas a la principal por accesión física o
moral, situación que cesa cuando aquéllas han sido separadas, porque entonces recobran
su propia individualidad e independencia cesando también la extensión que la ley
consagra”
“Esta es una regla trascendental en las ejecuciones y el problema que suscita cuando la
posesión del inmueble está desdoblada en mediata e inmediata (por ejemplo, arrendador
y arrendatario) es si ese desdoblamiento se reproduce en relación con la posesión de los
muebles contenidos en aquel. Esta consecuencia hay que negarla, la posesión de los
muebles en principio corresponde exclusivamente al que ejerce la posesión inmediata
del inmueble. Si el poseedor mediato pretendiera lo contrario, a él incumbe la carga de
la prueba.”
“La buena fe se presume, excepto en los casos en que la ley establece la presunción
contraria. En todos los otros la mala fe debe probarse (…) El principio de la buena fe
impera no sólo en la esfera del Derecho Civil o del Derecho Privado, sino que, con
trascendencia más amplia, en todo el campo jurídico. Y esto porque la ley presume lo
normal, habitual y corriente, esto es, la reacción normal de un sujeto de derecho
(conciencia y actuación de buena fe)
169
(…) Se agrega que la mala fe guarda parentesco estrecho con el dolo, y si se
pretendiera que la buena fe debe probarse, equivaldría a sostener que la presunción es la
mala fe y no la buena”
“La primacía de la confianza en el signo registral por sobre la confianza en el título que
sustenta la posesión que se ejerce. Se trata del supuesto regulado por el artículo 914 del
Código Civil conforme al cual la presunción de buena fe en el ejercicio de la posesión
no opera cuando se trata de oponer la misma a quien tiene inscrito el bien a su nombre.”
9.1. Adquisición.
Hay una adquisición originaria cuando el derecho y, en este caso la posesión, surge de
nuevo para el adquirente. Se produce la adquisición derivativa cuando la atribución o la
incorporación tiene por base el acto de otra persona denominada transmitente a quien
ha pertenecido antes la posesión obtenida. La adquisición derivativa puede ser
derivativa-traslativa y derivativa-constitutiva.
170
identidad de contenido, aunque exista comunicación y derivación entre ambas
posesiones”
9.1.2. La tradición.
171
- En la segunda variante, la función de la posesión se amplía, porque si deja de
exigirse como elemento de la tradición que el tradente sea propietario o titular
del derecho real, no ocurre tan sólo que el dominio del tradente y la justa causa
son hechos jurídicos distintos de la tradición, que según los casos, darán o no
lugar a la transmisión: se abre también la posibilidad de una adquisición a non
dominio, en la que desempeña un papel relevante la posesión;
- En la tercera variante, la posesión asume el protagonismo; hay un círculo
trazado por ella, dentro del cual opera la tradición como medio de transmitir la
posesión a otro, bien la misma ostentada por el transmitente, bien otra, de menor
entidad, derivada.
“La tradición puede ser material, simbólica (ficta), traditio brevi manu, constituto,
possessorio, documental. El art. 901 regula la tradición material. La tradición de los
muebles no solamente transfiere la posesión, sino también la propiedad (art. 947). En
cambio, la tradición de los inmuebles confiere la posesión, pero carece de importancia
para la transferencia de la propiedad inmobiliaria, porque la sola obligación de enajenar
un inmueble convierte al acreedor en propietario (art. 949).
La tradición material se produce con la entrega del bien por parte del tradens a quien
debe recibirlo o a su representante (accipiens). El adquirente puede recibir
personalmente el bien o puede hacerlo mediante la persona designada por él
(representación voluntaria) o por la ley, como es el caso de los padres, tutores,
curadores, quienes actúan como receptores de los incapaces (representación legal). Las
personas jurídicas, por carecer de corporeidad y de intelecto, siempre adquieren la
posesión mediante sus representantes.
172
depositada, siendo entregada al comprador por el depositario, en cumplimiento de la
orden del vendedor; en tal caso, la entrega al comprador por el depositario ha de
considerarse, por lo que afecta a la adquisición de la propiedad, equivalente a una
entrega hecha por el propio vendedor”.
La tradición simbólica de un inmueble, tiene lugar, por ejemplo, con la entrega de los
documentos relativos a dicho bien o de las llaves, o con la entrega de la llave del mueble
(caja fuerte, baúl) donde se encuentran los documentos o las llaves del inmueble, y en
fin, equivale a la entrega material, todo acto que revele la voluntad indubitable de
entregar el inmueble por el tradens y de recibirlo por el accipiens.
La tradición simbólica de los muebles se realiza, por ejemplo, con la entrega de las
llaves del inmueble donde se encuentran, con la entrega de las llaves de las cajas que los
contienen, con la entrega de los documentos que los representan (conocimiento de
embarque, certificado de depósito en almacenes generales de depósito).
A veces no es suficiente la entrega material del bien sino que además se requiere del
cumplimiento de ciertas formalidades dispuestas por la ley, por ejemplo, entregar el
vehículo al comprador con la respectiva tarjeta de propiedad. Si no se observa la forma
prescrita por la ley bajo sanción de nulidad, el acto de entrega del bien es nulo”
No porque desaparezca aquello a que las normas subordinan la adquisición tiene lugar
la pérdida. Por lo mismo, situaciones que no son aptas para engendrar la adquisición,
son suficientes para que la posesión se mantenga.
(…) El artículo 46612 dice: ‘El que recupera conforme al derecho la posesión
indebidamente perdida, se entiende para todos los efectos que puedan redundar en su
beneficio que la ha disfrutado sin interrupción.’ Aquí aparece quizá la manifestación
más clara de la conservación de la posesión. Si la posesión se perdió indebidamente, y si
se recuperó la posesión, el tiempo comprendido desde el momento de la pérdida al de la
recuperación se entiende que no ha sido un tiempo en el que ha producido efectos la
12
La referencia es al Código Civil español.
173
pérdida, sino que ha tenido lugar una conservación de la posesión en todo lo que resulte
beneficioso para el poseedor.
1.ª Que no es preciso el ejercicio inmediato del poder para que se conserve la posesión.
2.ª Que a veces se conserva con intención.
3ª Que todo ello implica una cierta equiparación del régimen de la posesión al régimen
de los derechos. Porque en orden a los derechos es manifiesto que se conservan sin que
se reiteren los supuestos determinantes de la adquisición. La vinculación que la
posesión tiene con el ejercicio efectivo de un poder de hecho ha determinado que
generalmente se entienda que sólo pueden conservarse en tanto se produzcan los
supuestos que originan su adquisición. Mas existen normas en las que se abandona esta
estricta vinculación y se admite la posibilidad de una conservación de la posesión sin la
subsistencia de los supuestos determinantes de la adquisición”
9.3.1. Tradición
“En este caso el poseedor en lugar de desprenderse de la cosa, sin que exista un
beneficiario determinado, lo hace a favor de otra persona, bien de modo gratuito bien
onerosamente. Se extingue la antigua posesión y nace otra nueva, que, por tanto, es
distinta de la anterior. El término cesión no puede entenderse como mero convenio o
negocio jurídico que sólo produce obligaciones, entre ellas la de entregar la posesión,
sino como acto de ejecución de ese acuerdo de voluntades, que permite la entrada en
posesión del cesionario. También requiere la capacidad precisa para transmitir y aceptar
la posesión.
174
9.3.2. Abandono
Se ha señalado que cuando el art. 460.3 habla de pérdida, lo hace como sinónimo de
destrucción o de extinción física de la cosa, sin englobar, en esta idea la de pérdida
como extravío. El puro extravío no produce extinción posesoria, como pone de relieve
175
el art. 461, según el cual la posesión de la cosa mueble no se entiende perdida mientras
se halla bajo el poder del poseedor, aunque éste ignore accidentalmente su paradero. Se
podrá objetar que en los casos de extravío la cosa no se encuentre “bajo el poder del
poseedor”, a lo cual habrá de replicar que, si no en un sentido estricto, sí se conserva el
poder posesorio en forma espiritualizada, mientras, como consecuencia del extravío o
de la accidental ignorancia del paradero, no se haya constituido otra posesión. Y si esto
hubiera ocurrido, la extinción posesoria no se produciría por el extravío, sino por el
comienzo de la nueva posesión”
a) Que en el caso los auxilios de la justicia llegarían demasiado tarde. Aquí la palabra
‘justicia’ debe ser interpretada como sinónimo de autoridad pública competente para
prevenir y reprimir tales hechos.
176
“Respecto de la defensa de la posesión (…) el Código es, a nuestro entendimiento,
demasiado parco. Así el artículo 921, único articulo que regula todo el universo
sustantivo de la tutela posesoria judicial, establece que: ‘Todo poseedor de mubles
inscritos y de inmuebles puede utilizar las acciones posesorias y los interdictos. Si su
posesión es de más de un año puede rechazar los interdictos que se promuevan contra
él’.
Es notorio que esta norma, en forma muy escueta, establece dos alternativas para la
tutela jurisdiccional de la posesión: las acciones posesorias y los interdictos.
(…) el Código Procesal Civil regula los interdictos, clasificándolos en dos: interdictos
de recobrar e interdictos de retener. El interdicto de recobrar, de conformidad con lo
dispuesto en el artículo 603 del Código Procesal Civil, es aquel que procede cuando el
poseedor es despojado de su posesión, siempre que no haya mediado proceso previo.
Por su parte, el interdicto de retener, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 606
del Código Procesal Civil, procede cuando el poseedor es perturbado en su posesión.
Dicha perturbación puede consistir en actos materiales o de otra naturaleza, como la
ejecución de obra o la existencia de construcciones en estado ruinoso. La pretensión
materia de este interdicto es que cesen los actos perturbadores.
Existe una distinción conceptual, jurídica y procesal entre acción posesoria e interdictos,
no solo por la redacción del artículo 921 acotado – que las distingue con la conjunción y
–, sino que los interdictos exigen solamente la posesión actual y material, ‘la posesión
como hecho y no la posesión como derecho; esto es, no se busca encontrar un derecho o
causa por el cual se haya ejercido la posesión sino tan solo determinar fácticamente que
se estuvo poseyendo el bien’, en tanto que las acciones posesorias debaten el derecho a
la posesión. No se ‘requiere aquí poseer fácticamente; puede no tener la posesión
efectiva, pero precisamente el mejor derecho a poseer es su objeto. De ahí que para
poder plantear la acción se requiere título, es decir, ser poseedor legítimo. Y esa es
justamente la diferencia sustancial con el legitimado activo del interdicto, que puede ser
inclusive un poseedor ilegítimo, vicioso’.
(…) Siendo la diferencia de tipo sustancial, es de verse que las sentencias en ambos
procesos van a diferir también en cuanto al fondo. Mientras que el interdicto concluye
con una resolución provisional – esta sentencia puede ser demandada en un proceso de
conocimiento – la acción posesoria culmina con una resolución con carácter de cosa
juzgada en materia de posesión, lo que es coherente con el tipo de proceso, por cuanto
los interdictos, al ser ventilados en proceso sumarísimo, sólo admiten medios
probatorios referidos exclusivamente a probar la posesión y el acto perturbatorio, no
teniendo en cuenta la calidad del título posesorio, en tanto que las acciones posesorias
exigen ausencia de vicios, pues el título posesorio que se tenga va a probar el mejor
derecho a la posesión.
En nuestro medio existe jurisprudencia importante que ha delimitado las fronteras entre
ambos conceptos:
177
poseyó una parte del bien sub-litis y no su totalidad; cuando lo real es que en un
proceso interdictal como el de autos, únicamente debe acreditarse el acto de
posesión en sí del demandante y la desposesión efectiva sufrida por este’
- (…) ‘Que el interdicto tiene por objeto proteger el hecho de la posesión que hay
que acreditar por sus manifestaciones objetivas, debatiéndose en este proceso el
hecho de la posesión independiente del título posesorio’
- (…) ‘El artículo 921 del Código Civil establece las formas de defensa judicial de
la posesión, señalando como tales a las acciones posesorias y a los interdictos;
(…) las primeras se conceden a aquellos que tienen derecho a la posesión,
mientras que las segundas tienen como finalidad defender al poseedor actual, sin
entrar a considerar si tiene derecho o no a la posesión’
(…) El problema del que adolece nuestra legislación respecto de la acción posesoria, a
diferencia del interdicto, es que carece de desarrollo legislativo, tanto sustantivo como
procesal, como ya se ha expresado, salvo el breve enunciado del artículo 921 del Código
Civil. Pero siguiendo con el análisis efectuado, puede sostenerse que un caso en el que
podría interponerse una acción posesoria es cuando quien tiene mejor derecho a poseer
no posee de hecho, y demanda a quien posee sin título o con título inferior. En otras
palabras, puede emplearse para defender un mejor derecho contra otro, lo que en el
Código de Procedimientos Civiles era regulado procesalmente vía interdicto de adquirir
(…)
Así, es claro que el usufructuario que tiene registrado su derecho tendría mejor derecho
que el arrendatario que celebró el contrato de arrendamiento con el propietarios con
posterioridad a dicha inscripción y que, por cierto, no tiene inscrito dicho
arrendamiento. Si el acreedor aún no ha hecho entrega a ninguno de los dos, la acción es
contra el propietario para que cumpla con entregar el bien. Pero en el supuesto que el
propietario hubiese entregado el bien al arrendatario, el usufructuario tendría expedita la
acción posesoria contra el poseedor, es decir, contra el arrendatario, sin perjuicio de las
acciones contra el propietario”
178
“ ‘Hace suyos’ (…) significa que el poseedor adquiere, no simplemente la posesión de
los frutos, sino la propiedad, y tanto de los consumidos como de los que conserva o
reinvierte. Significa, además, que esos frutos los hace suyos definitivamente, esto es,
que no ha de restituirlos luego, ni tampoco su importe (…)
LACRUZ BERDEJO, José Luis, op. cit. Derechos reales, Volumen primero, pp.
111-114
10.3.- Mejoras.
(…) Según nuestra regulación, las mejoras son de diversas clases y el poseedor tiene
derecho al reembolso sólo tratándose de algunas de ellas.
(…) El fundamento del derecho que estudiamos es sencillo. El régimen de las mejoras
busca restituir el equilibrio patrimonial entre el poseedor que se ha sacrificado y el
propietario que ha visto incrementado el valor de su patrimonio. En este fin, en la
medida que el desequilibrio se presenta respecto de bienes y teniendo en cuenta que de
por medio está el derecho de posesión que da cuenta de la explotación deseada de los
mismos, el sistema regula una figura especial denominada mejoras, a partir de la cual el
poseedor podrá cobrar su inversión e incluso negarse a la entrega del bien si ésta no le
es abonada
A propósito del incremento de valor que identifica a las mejoras, debemos reiterar que
tal conclusión se extrae de la clasificación contenida en el Código Civil. También de ella
13
Se refiere al artículo 455 del C.C. español, equivalente al artículo 910 de nuestro C.C.
179
se observa cierta contradicción en la distinción que pretende establecer. En efecto, dice
la norma que son mejoras necesarias las que evitan la destrucción o deterioro del bien.
Evidentemente el fin de las mejoras no relega el hecho de que su incorporación eleve el
valor del bien y por ende su renta. Es decir, un bien a punto de destruirse o deteriorarse
no tiene el mismo valor que cuando se ha superado esa situación producto del gasto
efectuado por el poseedor. Por la misma razón, la renta del bien no será la misma. Sin
duda, estos valores se incrementan
A este nivel no se debe identificar gastos con mejoras, pues el propósito de la figura no
es sólo restituir el patrimonio del poseedor, sino alcanzar el equilibrio económico
teniendo como referente la mejoría experimentada por el patrimonio del propietario. En
esta medida no habrá mejoras pese al gasto efectuado por el poseedor, si las actividades
desplegadas no incrementan el valor del bien o si incluso lo perjudican. Un poseedor
puede gastar 100 en modificar las estructuras de una vivienda cuyo valor era de 1000,
sin embargo si como resultado de esa modificación el inmueble sigue valiendo 1000 o
menos, no resulta razonable que el propietario pague los gastos, pues no hubo mejoría.
Estas situaciones se pueden presentar perfectamente como producto de una inversión
ineficiente del poseedor, la que de modo alguno puede trasladarse al propietario por la
vía de la mejora. El tema de valor debe apreciarse en el mercado, único escenario válido
para asignar valores y observar el equilibrio patrimonial que es fundamento del régimen
de mejoras.
(…) el reembolso de las mejoras sólo se produce a favor de los poseedores cuando éstas
existen al tiempo de la restitución del bien.
(…) sólo desde que el poseedor entrega el bien al propietario o está dispuesto a
entregarlo, puede exigir el pago de las mejoras. ¿Qué es lo crucial en este momento?; el
desprendimiento de la posesión o la recuperación de la misma por el propietarios.
Consideramos que lo segundo.
(…) en cuanto a las condiciones del reembolso nuestro ordenamiento ha dispuesto que
se pague el valor actual de las mejoras necesarias y útiles que existen al tiempo de la
restitución. No se distingue la clase de poseedor. De modo que tanto el poseedor
legítimo como el ilegítimo gozarán de este derecho. Sin embargo, la misma norma se
encarga de negar el derecho tratándose de las mejoras que se realizan después de la
citación judicial, dejando a salvo el reembolso permanente de las mejoras necesarias. Se
entiende que se refiere a la citación judicial para la restitución de la posesión”
180
MEJORADA CHAUCA, Martín, La posesión y las mejoras en el Código Civil
peruano. En: Ius et Veritas, Año IX, Nº 17, 1998, pp. 240-245
“La responsabilidad del poseedor de mala fe por pérdida o deterioro del bien no sólo se
origina cuando ha existido dolo o culpa sino también en el caso fortuito, solución justa
que implica una sanción a la mala fe del poseedor, con la sola excepción, fundada en el
principio de equidad, que la pérdida o deterioro se hubieran producido igualmente si el
bien hubiera estado en poder de su titular.
“El poseedor de mala fe no solo responde de la culpa, sino que, al considerársele como
administrador de un bien ajeno, se presume que todo daño se debe a su culpa; es más: la
mala fe hace que esté permanentemente en mora de entregar y por ello responde
también de los casos fortuitos o fuerza mayor, salvo que acredite que el caso fortuito o
la fuerza igualmente hubieran ocurrido estando la cosa en poder del titular del derecho
patrimonial respectivo”
“El poseedor tiene derecho a sumar el plazo posesorio de anteriores poseedores (artículo
898), para lo cual se requiere que haya habido una transmisión válida y que se trate de
posesiones homogéneas.
14
Se refiere al artículo 909
181
personalmente tenga pocos años de posesión. Y es que se trata de la misma posesión que
ha venido siendo transmitida’”
1. Noción e importancia.
“La expresión ‘modos de adquirir los derechos reales’ alude a los distintos hechos o
circunstancias que producen el efecto jurídico de atribuir a un sujeto concreto y
determinado la titularidad de un derecho real sobre una cosa o sobre otro derecho y no
es más que una manifestación concreta de de la adquisición de los derechos subjetivos
en general. Los hechos o circunstancias a los que el ordenamiento jurídico conecta el
efecto del nacimiento de un derecho subjetivo son muy variados y así unas veces se
trata de un mero hecho natural – en el que no interviene directamente la voluntad del
hombre – (…), pero otras veces es la voluntad expresa y determinada del ser humano la
que da lugar a que surja un derecho subjetivo”
“Se entiende por modos de adquirir el dominio o como diremos nosotros, la propiedad,
los diferentes hechos o actos que puedan dar lugar al nacimiento o existencia de la
misma (…).
En el derecho romano, lo mismo que en los países que como el nuestro conservan la
tradición entre los modos de adquirir la propiedad, hay que distinguir el modo y el
título: el primero sería el hecho o acto que da nacimiento a la adquisición, el segundo
sería el acto jurídico que algunas veces se encuentra como antecedente del hecho o acto
de adquisición: si tomamos la tradición o la inscripción en el registro de la propiedad,
ellas constituyen el modo, en tanto que el contrato de venta, de donación, etc., que les
sirven de antecedente, constituiría el título. El título confiere solamente un derecho a la
cosa, pero la propiedad sólo se transmite cuando el modo ha sido cumplido. En las
legislaciones que, como el derecho francés, aceptan la transmisión de la propiedad por
la sola fuerza de las convenciones, esta distinción, al menos en las relaciones entre las
partes contratantes, carece ya de interés y aplicación práctica: el modo y el título se
confunden; la venta, la donación, son a la vez el uno y el otro
182
SALVAT, Raymundo M. op. cit., II, Buenos Aires, 1962, pp. 115-118
2. Clasificaciones
“Son muchas y muy variadas las clasificaciones propuestas sobre los modos de adquirir
la propiedad, pero todas ellas se muestran inconsecuentes y ninguna de ellas adquiere un
consenso unánime. No es extraño que sea así, pues toda clasificación implica la
adopción de un dogmatismo a priori y ninguna resiste el contraste con la realidad
jurídica”
“Los hechos que configuran los aludidos modos son sumamente variados: a veces, basta
un mero hecho exterior o de la naturaleza, como el aluvión o la avulsión; en otros casos,
el hecho es humano, ya que el hombre tiene una participación directa en el proceso
adquisitivo, como la apropiación o la especificación; pero en buena parte de los
supuestos, ese hecho jurídico es, además, voluntario y lícito, y tiene por fin inmediato
producir la adquisición del derecho, o sea se trata de un acto jurídico, como la tradición”
183
En la segunda, que es en realidad una deformación de la genuina sucesión, sobre la base
del derecho del causante se crea un derecho nuevo de contenido menor, que
correlativamente reduce el del primero, por ejemplo, una constitución de usufructo.
En esta adquisición constitutiva hay sucesión en el sentido de que sólo nace el derecho
filial si antes existía el derecho básico.
“Modo de adquirir por causa de muerte es el que para operar presupone el fallecimiento
de la persona de la cual se deriva el derecho. No basta, pues, que un derecho esté
subordinado a la muerte de una persona; es necesario, además, que el derecho que se
adquiere derive de la persona difunta, que a ella le haya pertenecido. Por eso el derecho
del beneficiario de un seguro de vida de cobrar el seguro, la indemnización, a la muerte
del asegurado, no es un derecho que se adquiere por sucesión por causa de muerte, ya
que ese derecho es del beneficiario mismo; no lo tenía el difunto y mal podía
transmitirlo; su muerte dentro de la vigencia del contrato de seguro es sólo la condición
para que el beneficiario adquiera el derecho de cobrar el seguro.
(…) Modos de adquirir entre vivos son los que para operar la adquisición de un derecho
presuponen la existencia de la persona de la cual otra deriva su derecho, o no
presuponen ni la existencia ni la muerte de otra persona de la cual se derive el derecho,
porque éste se adquiere originariamente, es decir, nace en la persona de su titular.
Modos de adquirir entre vivos de carácter derivativo es la tradición, y modos de adquirir
entre vivos de carácter originario son la ocupación, la accesión y la prescripción”
“En cuanto a la individualización de los bienes que se adquieren, los modos de adquirir
pueden ser: a título universal y a título singular:
En otras palabras, el modo de adquirir a título universal hace adquirir a una persona
todo el patrimonio de otra o una cuota-parte (representada por una fracción) de este
patrimonio, el modo a título singular o particular hace adquirir determinado bien,
determinado derecho, o determinados bienes o determinados derechos.
184
a) Hay dos modos que siempre son a título singular: la accesión la ocupación;
b) Hay un modo que indistintamente puede ser a título universal o a título singular:
la sucesión por causa de muerte;
c) Hay dos modos que por regla general son a título singular: la tradición y la
prescripción, salvo que se trate de la cesión o prescripción de una herencia,
casos en que son a título universal”
“Según el sacrificio pecuniario que importen, los modos de adquirir son a título gratuito
o a título oneroso.
3. Apropiación
El concepto enunciado proviene del derecho romano: la occupatio, que era la forma
típica de adquirir el dominio por un modo originario conforme al derecho natural.
Consiste en la aprehensión de una cosa que no pertenece a nadie (res nullius) con la
intención de hacerse dueño de ella. El concepto de res nullius, se extendió tanto a las
cosas sin dueño, como a las tomadas al enemigo (occupatio bellica), a las cosas
encontradas por casualidad (inventio) y las abandonadas voluntariamente por su dueño
(res derelictae), que por tal situación se convertían en res nullius.
(…) En lo que hace a la terminología, es común usar la voz ocupación, pero Lafaille
sostiene que ‘…apropiación es más genérico y por consiguiente más adecuado, ya que
el uso acuerda al primero un sentido circunscripto a los inmuebles
(…) Por definición, las cosas susceptibles de apropiación son exclusivamente las cosas
muebles sin dueño o abandonas por su dueño.
4. Especificación o transformación.
185
“La especificación o transformación es otro modo de adquisición del dominio de cosas
muebles, por el cual una persona realiza un trabajo utilizando una materia que no le
pertenece, y de resultas de su obrar obtiene un objeto nuevo.
b) Objeto nuevo: es necesario que el especificador con su trabajo cree una nueva
especie, otra cosa distinta.
Como lo destaca Bibiloni, esta circunstancia es decisiva. No basta el simple
cambio o un trabajo en la superficie externa. La fusión del metal de un objeto
que hace el ladrón no es especificación, de modo que en este caso procede la
reivindicación.
5. Mezcla o confusión.
Para que se produzca este modo de adquisición del dominio en cualquiera de esos tres
supuestos se requiere que las cosas formen un todo único y que haya habido
consentimiento a la accesión por parte del dueño de alguna de ellas”
186
CLERC, Carlos Mario, op. cit., 172
“El sistema de la buena fe del artífice, como criterio para determinar la propiedad de los
bienes resultantes, ha sido superado por el Código italiano, artículo 940, y todos los
modernos Códigos que en él se inspiraron (artículo 111 de la Ponencia), que ya no
distinguen entre la buena o mala fe del artífice, estableciendo en cambio un criterio
objetivo y técnico: el del valor del insumo utilizado. Es decir el artífice adquiere la
propiedad del nuevo bien, pagando el valor de la materia salvo el caso que el valor de la
materia utilizada ‘sobrepase notablemente’ a la mano de obra.
Esta regla subraya muy justamente el valor del trabajo y sólo admite la citada excepción
para evitar eventuales abusos del artífice.
La segunda parte de este artículo15, que recoge el 881 del Código derogado, se ocupa de
la unión o mezcla de bienes muebles, limitándose a prescribir que el objeto resultante
pertenece a los propietarios de los insumos en proporción a su valores respectivos, pero
sin discriminar si entre los bienes unidos o mezclados uno es principal y el otro
accesorio, criterio del que se derivan importantes consecuencias”
6. Accesión.
“Es un medio originario de adquirir en virtud del cual se obtiene lo que se une o adhiere
materialmente a él (…) La accesión funciona como modo de adquirir la propiedad
mueble e inmueble. Puede ser también accesión natural y artificial.
187
pero, si hubo adherencia, el dueño de este fundo podrá hacer suya la accesión
pagando su valor. (…)
7. Sucesión
“El sistema de la transmisión sucesoral de pleno derecho, a favor tanto de los herederos
como de los legatarios, acertadamente establecido por el referido Art. 657 del Código de
1936, no ha sido modificado, no sólo porque se declara que la transmisión sucesoria se
produce desde el momento de la muerte del causante, sino, además, porque el Código de
1984 no contiene disposición alguna que subordine la transmisión sucesoria a la
intervención judicial. No obstante, debido a la aplicación de las disposiciones procesales
pertinentes, para ejercer en la vía judicial los derechos derivados de dicha transmisión y
como lo tiene establecido la Corte Suprema en jurisprudencia que conserva mérito, los
herederos y legatarios deben probar su calidad de tales con el título sucesorio
correspondiente, que para los primeros es el testamento en que se les instituye o, en su
defecto, la declaración judicial de herederos; y para los segundos es el testamento en
que se instituye el legado”
8. Percepción de frutos
“Es un modo originario de adquirir la propiedad, por medio del cual el poseedor de
buena fe hace suyos los frutos del bien (…) prima facie, es menester aclarar que sólo se
refiere al poseedor, no al propietario, al usufructuario, al acreedor anticrético o a
cualquier persona que en virtud de un contrato o acto jurídico, tenga el derecho de
percibir los frutos los bien. Esta figura sólo es para el poseedor, que cree en su
legitimidad, quien no está obligado a restituir los frutos que le pudiera reclamar el
propietario, durante todo el tiempo que su posesión fue de buena fe. La ratio de la
norma reside en sancionar la desidia del propietario y, por otro lado, premiar el trabajo
del poseedor, no castigando su ignorancia por la buena fe que lo ampara.
(…) la buena fe dura mientras las circunstancias permiten al poseedor presumir que
posee legítimamente o hasta que es citado en juicio”
9. La Ley.
“Dice Lafaille que la nómina del art. 2024 no es completa, pues algunas veces la ley
permite la adquisición de ciertas cosas que no encuadran en ninguna de las categorías
enunciadas como por ejemplo la adquisición por el poseedor de buena fe de una cosa
188
mueble que no sea robada ni perdida (…) o la adquisición, que hace el propietario del
fundo, del tesoro hallado por un tercero (…), y pone de resalto también que tampoco
figura la expropiación por causa de utilidad pública (…) Alterini señala otro caso que
está fuera de aquella nómina (…), y que es la adquisición que hace el sub-adquirente de
buena fe y a título oneroso, no obstante que el acto por el cual su antecesor llegó a ser
propietario haya sido anulado (…). Asimismo, el comiso o decomiso es un modo de
adquisición, si bien en principio no para los particulares sino para el Estado, regido por
el derecho penal y administrativo y por numerosas leyes o reglamentos que no son
específicamente de esas materias, sino por ejemplo aduaneras, de precios máximos,
sanitarias, de pesca, de policía municipal, etc”.
“Puede decirse que en todos los casos que hemos analizado, la ley es la fuente
primordial, la verdadera causa constitutiva de los derechos reales. Sin embargo, no debe
olvidarse que en el proceso genético de cualquier derecho subjetivo y especialmente de
los de tipo patrimonial, la ley representa una situación jurídica abstracta que sólo puede
transformarse en concreta, creando derechos y obligaciones, si concurre un supuesto
jurídico previsto por la misma, para hacer que se actualice la hipótesis normativa. Por
este motivo, aun en los casos en que la ley directamente determine la constitución o
nacimiento de un derecho, es necesario pensar siempre en la existencia de un hecho o
actos jurídico condicionantes de la situación jurídica abstracta. En nuestra materia, aun
cuando se diga que el usufructo o las servidumbres derivan directamente de la ley se
requiere, por ejemplo, que alguien ejerza la patria potestad para que pueda darse el
usufructo legal sobre los bienes de los que están sometidos a ella. Sin esta circunstancia
sería imposible hablar de la constitución de un usufructo por la sola disposición de la
ley. Lo mismo ocurre para las servidumbres legales que requieren circunstancias de
hecho, tales como el desnivel de los predios o que una finca se encuentre enclavada
entre otras, sin salida a la vía pública.
(…) Conocida es la reacción de León Duguit contra la tesis clásica, afirmando que la ley
es la causa eficiente de los efectos jurídicos, siendo la voluntad expresada en los
negocios de derecho, simplemente una causa concurrente.
189
jurídica. Para nuestro problema concreto, la citada teoría tiene la importancia de definir
en forma más jurídica el verdadero proceso genético de los derechos subjetivos y, en
general, de las consecuencias jurídicas.
Julián Bonnecase, terciando en la polémica suscitada, consideró que los hechos y actos
jurídicos, sólo tienen por objeto poner en movimiento la ley para transformar la
situación jurídica abstracta, en una situación concreta, de la cual derivan o pueden
derivar derechos subjetivos y otros efectos jurídicos”
“Otro de los medios [de adquirir la propiedad] que indicamos es la ley. Esta es, en rigor,
una causa que concurre con todas las formas de transmisión de la propiedad, de manera
que es importante su fundamento si se toma en cuenta que la adquisición, la herencia,
prescripción, ocupación, accesión, adjudicación, suponen siempre la concurrencia de la
ley, de manera que en rigor puede decirse que la propiedad se transmite por contrato y
ley; por herencia y ley; por prescripción y ley, etc.
El papel que juega la ley como medio de transmitir la propiedad ha sido muy discutido.
Su estudio se ha hecho a propósito del acto jurídico y de sus consecuencias; pero tiene
un alcance más general. No sólo nos interesa saber hasta qué punto concurren el acto
jurídico y la ley en la producción de efectos (y entre ellos el adquirir y transmitir la
propiedad), sino que también, si cuando se realiza un hecho o un acto jurídico podemos
determinar el papel o función que juega la ley; y como en todas las formas de
transmisión de la propiedad encontramos, o un acto o un hecho jurídicos, concurriendo
con la ley, convendrá entonces precisar el papel de la misma.
Bonnecase ha sostenido que la ley establece una situación jurídica abstracta, es decir,
que la norma es un cuadro o hipótesis general que prevé un conjunto de situaciones que
vendrían a realizarse cuando se verifica un acto o un hecho jurídicos. La situación
jurídica abstracta establecida en la ley, no produce con relación a determinada persona
ningún efecto, sino que implica simplemente una posibilidad para el caso de que,
aplicada la norma, se realicen con respecto a ciertas personas determinados efectos; y la
norma se aplica por medio del acto o del hecho jurídico
El acto o hecho jurídicos vienen a originar, entonces, situaciones jurídicas concretas que
ponen en movimiento la ley para aplicarla con respecto a determinada o determinadas
personas”
10.1. Concepto.
190
fenómeno es algo que interesa solamente a los transmitentes y a los adquirentes y que,
por tanto, a sus voluntades queda confiado. Frente a este punto de vista, se puede
también observar que el efecto adquisitivo y traslativo determina igualmente un interés
legítimo de los terceros y de la comunidad entera en saber, por medio de signos
ostensibles o por hechos indubitados, quién es en un momento dado el propietario de
una cosa o el titular de derechos reales sobre ella. De esta suerte, no basta ya el simple
consentimiento o la simple manifestación de voluntad de las partes, sino que ésta tiene
que dar lugar a lo que acabamos de llamar hechos indubitados o signos ostensibles de la
transmisión, los cuales pueden consistir, o bien en unas manifestaciones de tipo solemne
y ritual, o bien en un traspaso o toma de posesión, en cuanto que la posesión es una
afirmación de la titularidad dominical o real sobre las cosas. En un sistema fundado
sobre las ideas últimamente apuntadas, cabe todavía que estos signos de exteriorización
del cambio real se encuentren causalmente entrelazados con los propósitos empíricos
que negocialmente las partes han tratado de desarrollar o que, por el contrario, queden
desconectados y abstraídos de ellos. Combinando cada uno de estos elementos,
aparecen los diversos sistemas que el Derecho histórico y el Derecho comparado
conocen en el tema que ahora nos ocupa”
DÍEZ-PICAZO, Luis y Antonio GULLÓN, op. cit., Volumen tercero, pp. 59-60
10.2. Sistemas
Al lado de estos dos modos rituales y solemnes, aparece tambièn en el Derecho romano
la traditio, que es un modo de adquirir y transmitir el dominio, consistente en la entrega
o traspaso de la posesión hecho por el transmitente al adquirente, con la intención de
transmitir la propiedad y en virtud de una justa causa. En el Derecho clásico, la
tradición se aplicaba únicamente respecto de las cosas nec mancipi. Sin embargo, la
mayor sencillez de este medio traslativo hizo que fuera frecuente también su utilización
en la transmisión de las cosas mancipi y que los viejos modos rituales solemnes cayeran
en desuso.
191
Sin embargo, el pretor otorgó a este adquirente (…) una característica protección que
acabó por hacer de él un efectivo dueño.
Para que funcione este mecanismos traslativo, según la doctrina romanista se requiere:
que el tradente sea propietario; que se lleven a cabo los actos de entrega o de traspaso de
la posesión; que exista una concorde voluntad de las partes de adquirir y transmitir el
dominio; y que la tradición esté fundada en una justa causa.
“Señala Castán que la construcción o elaboración de la teoría del título y el modo fue
obra de los intérpretes y expositores de la Edad media y de los primero siglos de la Edad
Moderna, que llegaron a ella inclinándose a una interpretación rigurosamente causal de
la traditio, ampliando y generalizando la doctrina romana de la tradición a todos los
casos de adquisición y a todos los derechos reales aplicando denominaciones – titulus y
modus, causa próxima y causa remota – tomada de la terminología escolástica propia
de la época. Expresaban estos nombres, sigue diciendo Castán, las ideas o categorías de
posibilidad y efectividad. Como la convención entre transmitente y adquirente no daba
sino la mera posibilidad de que la transmisión y consiguientemente la adquisición se
efectuase, se la llamó título; y como la tradición realizaba en concreto o efectuaba la
transmisión se la llamó modo. Y en cuanto ambas eran causa de la adquisición fueron
llamadas respectivamente causa remota y causa próxima”
Sin modo subsiguiente, el título es insuficiente para producir la adquisición del derecho
real.
Sin título previo, la entrega (el modo) no transfiere (hace adquirir al que la recibe) el
derecho real. Por ejemplo, si no hubo anteriormente contrato de compraventa, pero se
entrega la cosa, el que la recibe adquiere su posesión (ya que ésta es la tenencia efectiva
192
de la misma, y ésa la ha recibido), pero no se convierte en dueño (no adquiere la
propiedad: derecho real).
Afirmar que en virtud del solo consentimiento se transmite la propiedad sobre un bien
inmueble, no quiere decir que título y modo sean lo mismo. En este caso, hay quienes
han entendido que el título absorbe al modo de adquirir, pero lo que debe entenderse en
realidad es que se hace coincidir ambos momentos: el de perfeccionamiento del título, si
es que media por ejemplo un contrato, y el de la transferencia de propiedad, ambos
ubicados como efectos de la sola voluntad de transferir.
Por esta razón, el Código Francés cree conveniente establecer el principio que la
propiedad se transmite por efecto de las convenciones (…)
Tal solución, adoptada por un sinnúmero de legislaciones, se vio sin embargo sujeta a
muchas críticas – antiguas y modernas – fundamentalmente provenientes de los
defensores del sistema real y registral de transmisión de la propiedad.
(…) Según la teoría del Código Francés sobre la transmisión de la propiedad, como
efecto inmediato de los contratos, no hay intervalos entre la perfección de los contratos,
la transmisión y su adquisición realizada. La tradición y la posesión nada valen. El
193
derecho personal y el derecho real son una misma cosa. No hay diferencia alguna entre
el título para adquirir y el modo de adquirir, entre la idea y el hecho, entre la causa y el
efecto, la innovación del Código Civil de Francia fue tan inesperada, tan peligrosa, tan
opuesta a la buena razón, que por mucho tiempo se dudó que ella hubierse derogado el
régimen de las leyes anteriores.
“El Código alemán se aparta de la teoría del título y modo, y viene a implantar el
sistema romano, según la concepción de Savigny, combinándolo, de conformidad con la
tradición germánica, con las exigencias de la publicidad registral.
“A diferencia del sistema alemán, por mucho tiempo se ha hablado del sistema Torrens
o australiano de transferencia de la propiedad, llamado de tal manera en homenaje a ‘Sir
Robert Torrens, diputado australiano que lo inspiró y logró su consagración al
imponerlo por la Real Property Act’.
Sin embargo, en nuestra afirmación hay dos conceptos que corren el riesgo de ser
falaces sino los aclaramos debidamente:
194
Lo que es indudable, pues, es que se requiere la inscripción para que se opere la
transmisión, constitución, modificación o extinción de un derecho real inmobiliario y
por ello lo hemos incluido dentro de los sistemas registrales constitutivos de la
propiedad, pero ello no significa que exista el sistema Torrens para ver que se opere la
transferencia de la propiedad.
(…) en relación a esto gira nuestro segundo concepto que debemos aclarar: no podemos
equiparlo a ‘sistema Australiano’, cuando precisamente por ser solo un sistema registral,
no es el único existente en Australia.
(…) Todo esto significa que hay en Australia, dos sistemas de vigencia coetánea:
a) El primero de ellos denominado de ‘general law’, que opera en todos los casos
que el objeto del derecho real trasmitido o constituido es un inmueble no
incorporado al sistema Torrens. Respecto a él rigen los mismos principios y
normas jurídicas del ‘Common Law’ inglés y en donde podemos diferenciar dos
etapas negociables: el ‘contract’ (negocio jurídico causal) y el ‘deed’ (negocio
jurídico de la enajenación). A estas dos etapas negociales, sigue la inscripción
del título en un registro inmobiliario, de efectos declarativos y no convalidantes.
b) El sistema Torrens, que sí se concibe como un registro constitutivo y
convalidante. Dentro de este sistema, se busca proteger las transmisiones hechas
por particulares tanto como las provenientes del Estado. Por ello, se crea la
ficción de que los inmuebles al venderse, retornan al dominio del Estado, y éste
es quien los transfiere al comprador, libre en consecuencia de todo posible vicio,
resultando un título completamente saneado. Tanto así, que puede darse el hecho
que la inscripción practicada haya privado de su propiedad a un verdadero
propietario, quien sólo puede solicitar la anulación de la inscripción en caso de
fraude o dolo, pero nunca reivindica el bien si éste ha pasado a un tercero de
buena fe. En este caso sólo se tiene derecho a una indemnización que brinda el
propio Estado, para lo cual en la inscripción de los títulos se cobra una pequeña
cuota que integra un fondo, que sirve precisamente para cubrir los casos en que
se tenga que indemnizar a alguien”
“La tradición cumple junto con el título una función constitutiva del derecho real. El
requisito de la inscripción se limita a dar a dicho derecho nacido de la conjunción del
título y el modo, la oponibilidad frente a terceros interesados.
Con título y tradición hay derecho real, aunque no esté inscripto el primero. Puede
ocurrir, en cambio, que haya título registrado y no se haya cumplido con la tradición, en
cuyo caso y no obstante la exteriorización del título, no habrá nacimiento de derecho
real. Ello es así porque nuestro registro es un registro de documentos y no de derechos
reales”
195
10.4. Transferencia de la propiedad mueble
(…) Abrazamos con vivo interés la solución adoptada por nuestro legislador, porque
responde a la propia naturaleza de los derechos reales. En efecto, del carácter absoluto
de los derechos reales se desprende su oponibilidad erga omnes. En tal virtud es preciso
acudir a medios que faciliten noticia a cualquier interesado de forma suficiente acerca
de su existencia. No se concibe que una sociedad esté obligada a respetar un derecho
que no conoce. En consecuencia, si se quiere que la colectividad respete el derecho real,
es menester que éste no sólo se acomode a lo que la colectividad entiende por derecho
real, sino que se manifieste, que se evidencie, que se publicite para que pueda llegar al
conocimiento de los obligados a respetarlo. Es así, que el ordenamiento jurídico se ve en
la necesidad de establecer la publicidad como elemento constitutivo para la
transferencia de los derechos reales. La publicidad estará dada no por un hecho efímero
en el tiempo, sino por un signo que perdure en el espacio, no será un acto sino un
estado. En materia no-registrable la posesión cumple esta función publicitaria. La
posesión directa como signo externo (y no la entrega, que generalmente permanece
oculta a la colectividad), es la que exterioriza la existencia del derecho real y justifica la
tradición.
(…) Ahora bien, si decimos que la propiedad es un derecho absoluto que impone una
obligación universal de abstención, y que debe publicitarse urbi et orbe para que sea
respetada, y afirmamos luego que la posesión directa se desempeña, mal que bien, como
elemento publicitario, debemos colegir necesariamente, que la para transferencia se
requiere la entrega. La entrega entendida como el traspaso de la posesión directa de
manera exclusiva a favor del adquirente. En algunos casos bastará que el enajenante
señale el bien o entregue las llaves (del granero o cofre), mientras que en otros deberá
desprenderse físicamente del bien a favor del adquirente. Nuestro legislador basándose
en estas consideraciones ha recogido con lucidez y acierto la necesidad de la tradición
para la transferencia del dominio no-registrable”
196
(…) Al regular la segunda cuestión fundamental en materia de transferencia de dominio,
es decir las relaciones interpartes, nuestro Legislador siguiendo al Derecho francés
consagró un sistema causal de transmisión que supone la existencia de un título y de un
modo válidos. No basta, pues, que el título o acto de naturaleza obligatoria que da lugar
a una obligación que consiste en una prestación de dar, concurra con la tradición o
modo. La causalidad no se agota por la concurrencia aislada de ambos elementos, sino
en la medida que la tradición logre los efectos del pago.
(…) Quien celebra una compraventa no desea transferir hasta no verificar la tradición, y
aún en la hipótesis de haber hecho tradición, si la compraventa se invalidace deseará
que todo se retrotraiga a su estado original, anterior a la celebración de la compraventa
(…) Si bien el sujeto quiere transferir propiedad, lo hace porque pretende no sólo
extinguir su obligación, sino, además, recibir el precio. Ambas figuras están
íntimamente ligadas.
(…) El Codificador de 1984 toma partido respecto de las dos cuestiones fundamentales
sobre las cuales reposa todo sistema de transferencia: la participación de los terceros, y
la vinculación habida entre el título y el modo. Respecto de la primera abraza la tesis
germana de la necesidad de la tradición, quedando los terceros encargados de su propia
protección, ya que deberán tomar noticia acerca de la nueva titularidad del dominio.
Respecto de la segunda se adscribe a la corriente causalista francesa, que refleja mejor
la realidad de los hechos y la voluntad de las partes”
“(E)l artículo 1135 del Código Civil (…) y el artículo 1136 resuelven el conflicto que se
genera entre acreedores a quienes el mismo deudor se ha obligado a entregar el mismo
bien. Este conflicto se resuelve estableciendo criterios de oponibilidad. el artículo 1135
se refiere a la concurrencia de acreedores sobre un mismo bien inmueble y el 1136 sobre
un mismo bien mueble.
1.- El acreedor de buena fe a quien el deudor hizo tradición del bien, aunque su título
sea de fecha posterior.
2.- Si el deudor no hizo tradición del bien, es preferido el acreedor de buena fe cuyo
título conste en documento de fecha cierta más antigua.
3.- Si los títulos no constan en documento de fecha cierta, es preferido el acreedor de
buena fe cuyo título sea de fecha anterior.
197
inscrita en el Registro Vehicular ¿cuál de los derechos prevalecerá? ¿El de Secundus o el
de Tertius?
“El Código no ha contemplado una solución para el caso de un bien mueble susceptible
tanto de entrega como de inscripción respecto del cual se celebran sucesivos actos de
disposición (o de constitución de una garantía prendaria).
(…) El artículo 1136 resulta insuficiente para resolverlo. En tal supuesto corresponde
apelar a la analogía para resolver la situación y aplicar la regla del artículo 1135.
Corresponderá, en consecuencia, preferir en el caso planteado a Z.
198
“El artículo 94816 regula el supuesto conocido como la ‘adquisición a non domino’,
supuesto mediante el cual la propiedad puede ser adquirida por un tercero a pesar de
haberle sido transferida por una persona sin derecho o facultades para hacerlo.
(…) Por último, en lo referente al tercer elemento de análisis, el artículo exige al tercero
dos requisitos: que tenga buena fe y que reciba la posesión del bien mueble objeto de la
transferencia.
(…) Por último, la norma exige que el tercero reciba la posesión del bien. Esta
exigencia resulta correcta pues, como hemos visto, la norma se refiere exclusivamente a
la transferencia de propiedad de bienes muebles, resultando por ello lógico y necesario,
conforme a los requisitos que el propio Código establece para dicha transferencia, que
se efectúe la tradición al acreedor.
199
si se ha elegido la tradición como mecanismos constitutivo de la propiedad mueble, esto
se debe justamente al mencionado poder publicitario que genera la posesión (…)
Sin embargo, no toda tradición genera una posesión capaz de dar publicidad a la
transmisión de derechos, pues la tradición ficta, con excepción del caso de la tradictio
brevi manu, supone jurídicamente realizada una tradición a pesar de que el bien materia
del contrato no ha llegado físicamente a poder de su acreedor, es decir, del tercero. Y es
que la tradición ficta es una creación jurídica que tiene como finalidad ahorrar
formalidades que resultarían absurdas en determinados supuestos, en orden a considerar
efectuada la transferencia de propiedad, pero que no ha tenido entre sus objetivos
otorgar publicidad a la transferencia realizada. El legislador ha considerado conveniente
sacrificar la publicidad de las transferencias para evitar un innecesario doble
desplazamiento de los bienes. En esa medida, quien adquiere la posesión en virtud de
una tradición ficta, con la salvedad hecha líneas arriba, no da publicidad a su titularidad
y no puede generar la presunción del artículo 912. Al fin y al cabo, podríamos decir que
se trata de una suerte de ‘posesión ficta’.
(…) Sin embargo, la regla de protección que establece el artículo 948 admite, en su
propio texto, dos excepciones: los bienes perdidos y los adquiridos con infracción a la
ley penal. Por lo tanto, cuando, a pesar de cumplirse con todos los elementos del
supuesto de hecho recién analizado, el bien materia del contrato sea un bien que el
vendedor encontró perdido o robó o hurtó. El tercero de buena fe que actúa basado en
la confianza que le brinda la posesión del vendedor no se convertirá en propietario; será
tan sólo un poseedor ilegítimo de buena fe. En esa medida, como acabamos de señalar,
la única vía que le quedará para adquirir la propiedad será la prescripción”
200
la función de resolver, análogamente a la transcripción cuando el objeto es inmueble, el
eventual conflicto entre varios adquirentes del mismo objeto procedente de la misma
persona, cuando se trata de cosas muebles. En otras palabras, tiene, si no propiamente,
como recientemente dijimos una función de publicidad, una función en parte similar.
Como entre varios adquirentes sucesivos de un mismo bien inmueble de la misma
persona prevalece aquel que de todos ellos ha transcrito primero, así también, entre
varios adquirentes sucesivos de una misma persona de un mismo bien mueble,
prevalece aquel que primero ha conseguido la tradición de él”
¿De qué obligación puede hablarse en el caso del artículo 949 del Código Civil
vigente? Se trata de una obligación que consiste en transmitir el derecho de propiedad,
lo que supondría una actividad material del deudor consistente en dar, hacer o no hacer
(que es la prestación) a través de la cual se produzca dicha transmisión (cumplimiento).
La prestación siempre es contenido u objeto, para quienes prefieren un enfoque distinto
de la obligación. Pero en este caso, el interés del sujeto activo queda satisfecho
mediante la obtención del derecho de propiedad y esa obtención se logra
automáticamente sin necesidad de ningún acto material del sujeto pasivo ¿Cuál sería la
estructura de semejante ‘obligación’? ¿En qué consiste la prestación que el ‘deudor’
debe ejecutar?
Esto no impide que en ciertos casos, el contrato que produce la atribución directa del
derecho de propiedad no pueda crear, a la vez, verdaderas obligaciones, pero sólo en la
medida en que ello sea necesario. Por ejemplo, si el vendedor tiene que entregar el
inmueble al comprador, es claro que surge una obligación que consiste en que el deudor
realice todo aquello que sea necesario para poner el inmueble a disposición del
201
comprador. Ciertamente, si el comprador fuera arrendatario o comodatario o de
cualquier modo estuviera en posesión del bien, tal obligación tampoco surge
No sería admisible sostener en contra de la tesis del efecto real del contrato que aquí se
postula, que de este modo no se podría explicar los contratos relativos a la transferencia
de propiedad de bienes inmuebles ajenos o futuros o en los que se ha estipulado la
reserva de propiedad, etc., debido a que en ellos la transferencia de propiedad no se
produce inmediatamente al celebrarse el contrato. A quienes así razonan les sería
aplicable la misma objeción porque es evidente que en los casos recordados la
transferencia de propiedad tampoco se produce como consecuencia inmediata de
contraer la sola obligación de enajenar.
Lo que ocurre es que en cualquier caso en que el efecto real no se puede producir como
consecuencia inmediata de la celebración del contrato, se tiene un efecto real diferido
que depende, respectivamente , de la adquisición del bien ajeno por parte del enajenante
o de la existencia del bien, o del pago total del precio, etc.
FORNO, Hugo, El contrato con efectos reales., en: Ius et Veritas, Año IV, Nº 7,
1993, pp. 85-86
“La lectura de los dispositivos antes referidos permite advertir que, a excepción de la
transferencia de bienes muebles (art. 947), la prenda con inscripción (art. 1059) y la
hipoteca (art. 1099), en todos los casos en que la adquisición del derecho real supone
acuerdo de partes para transferir o constituir el mismo, no se ha previsto como exigencia
adicional el cumplimiento por las partes de un hecho simultáneo o posterior que pueda
ser considerado como un signo de recognoscibilidad, es decir, el derecho real puede
nacer sin necesidad de la tradición o de la inscripción que son los medios que conducen
a la publicidad posesoria o registral de los derechos reales.
Un sistema como el antes descrito, con las excepciones que se indican, puede ser
calificado como un sistema consensual de adquisición de derechos reales, en el que el
acto de intercambio o constitución es considerado como suficiente para la incorporación
del derecho real dentro del patrimonio del adquirente, por oposición a aquellos sistemas
en los que el título es un antecedente de la adquisición que debe ser seguido de un acto
posterior consistente en la tradición del bien o en la inscripción del derecho (sistemas
de título y modo) en los que el nacimiento de un derecho real coincide con el acceso por
el adquirente a un signo de publicidad de su derecho.
En consecuencia, en la mayoría de adquisiciones reales (las derivadas de negocios de
intercambio o constitución de gravámenes), demostrar que se ostenta un derecho real
supone demostrar que se cuenta con un título o acto negocial, calificado por la ley como
atributivo del derecho real. Pero esto último sólo será posible si se cumplen las dos
condiciones siguientes:
i) El acto debe haber sido otorgado a favor del adquirente por quien ostente, hasta
entonces, el poder de disposición sobre el bien o derecho del que se trate. Dicho
en otras palabras, el título debe haber sido otorgado por el anterior titular del
derecho o por quien con cargo a su titularidad (usualmente el propietario) está en
condiciones de constituir un derecho sobre bien ajeno.
202
ii) Debe tratarse de un acto jurídico válido, es decir, se deben haber cumplido con
todas las exigencias de carácter estructural establecidas por la ley, así, los sujetos
intervinientes deben haber expresado libremente su voluntad, deben tener
capacidad para adquirir o disponer de sus derechos, así como para ejercerlos; en
su caso, deben haber sido debidamente representados; el objeto del acto debe ser
física y jurídicamente posible; se deben haber perseguido fines lícitos; y, debe
haberse observado, en su caso, a forma establecida por la ley con carácter
solemne.
Dadas las condiciones mencionadas, se puede decir que un sistema consensual tiene,
para la prueba de la titularidad de un derecho real, los dos riesgos siguientes:
Conflictos con terceros en general. En estos casos, el titular del derecho real para
oponer su derecho no necesita imprescindiblemente acreditar que ha accedido a algún
mecanismo de publicidad de su derecho, su sólo título puede ser un indicio suficiente
del mismo, así lo ha reconocido, por ejemplo, nuestra Corte Suprema al señalar lo
203
siguiente: “el superior colegiado … minimizando el título presentado por el actor …
declaró improcedente la demanda al considerar que … carecía de evidente legitimidad
para obrar … sin embargo de la escritura pública de compraventa … de fecha
26.01.93, se advierte que el demandante adquirió el lote de terreno rústico situado en
el caserío Cacán … habiendo sido anotado en forma preventiva este acto
jurídico… que la mencionada fecha de la escritura pública es la que le otorga al
referido instrumento el carácter de ser fecha cierta, y no obstante carecer de
una inscripción registral definitiva resulta ser título válido que acredita al
accionante como propietario del inmueble antes precisado, en consideración a que la
sola obligación de enajenar un inmueble hace al acreedor propietario de dicho bien,
como lo señala el artículo 949 del CC … por lo que teniendo el actor la condición de
propietario del predio … tiene el poder jurídico que le permite reivindicar su bien.”
(Casación 1017-99 Publicada en El Peruano el 02.05.02). Esto responde a una razón
muy simple, el tercero al que nos referimos, por su propio conocimiento, sabe que el
bien es ajeno y, por consiguiente, si bien le favorecen su condición de demandado y, en
muchos casos, la posesión que ejerce sobre el bien que determina la presunción relativa
de propiedad a su favor (art. 912 del CC), todo lo cual obliga al titular del derecho real
invocado a demostrar que efectivamente lo es para así acreditar el fundamento de su
demanda y desvirtuar la presunción de propiedad, lo cierto es que la prueba de la
propiedad es, por así decirlo, libre o no necesariamente absoluta e incontrovertible.
Por otro lado, si bien, por hipótesis, el conflicto con el tercero en general usualmente
supone que éste se encuentra en posesión del bien, es posible que en algunos casos
excepcionales los conflictos con terceros se presenten no obstante que el titular se
mantiene en posesión del bien, como en una acción meramente declarativa de la
propiedad frente a quien no tiene título alguno. En esos casos, aún cuando no se ejerza
una acción interdictal, le podrá bastar al titular con demostrar la posesión actual para
ampararse en la presunción relativa de propiedad establecida por el art. 912 del Código
Civil. Por cierto, como se desprende de la parte final del artículo mencionado no podrán
hacer uso de dicha presunción el poseedor inmediato frente al poseedor mediato ni el
poseedor de un bien inscrito a nombre de tercero.
204
Finalmente, el titular puede demostrar su derecho mediante la acreditación de la
inscripción del mismo en los Registros Públicos. En abstracto, la prueba del derecho a
través de su inscripción es una prueba más fuerte que la derivada de la publicidad
posesoria, está amparada en el efecto legitimante de las inscripciones previsto en el art.
2013 del Código Civil, conforme al cual la información registral se presume cierta y
legítima, salvo rectificación o invalidación, esto último sólo por mandato judicial. La
mayor jerarquía de la inscripción frente a la posesión está establecida en la parte final
del art. 912 del Código Civil, conforme al cual la presunción de propiedad que la
posesión genera no puede oponerse al propietario con derecho inscrito. La razón final de
dicha jerarquización es la presunción absoluta de conocimiento de las inscripciones
contenida en el art. 2012 del Código Civil.
Con la elaboración de tal prelación lo que se nos dice en el fondo es cuál es el orden, de
mayor a menor grado de importancia, que el legislador otorga a cada mecanismo de
preferencia.
205
Como ya lo hemos mencionado, analizando los artículos 1135 y 1136, nos daremos
cuenta de que en el caso de los bienes inmuebles la inscripción es para el legislador el
máximo mecanismo de preferencia; para el caso de los bienes muebles, comprobaremos
que la tradición es el supremo de los mecanismos. Constatamos también que, en
segundo orden y para ambos casos, nuestro codificador considera la prioridad en el
tiempo como la regla a seguir, teniendo en cuenta que la fecha cierta – no sólo es la que
consta en instrumento público – primará sobre la fecha que sea dubitable”
“Conflictos con terceros interesados. En estos casos, quien se afirma como el titular
del derecho real lo que pretende es evitar que terceras personas interesadas en ostentar
algún derecho con cargo al mismo bien puedan invocar algún título que, de hacerse
efectivo, resulte incompatible con el suyo, por ser excluyente o, por lo menos, limitante
del mismo.
Suele ser un lugar común, sostener que en esta materia, la regla a aplicar es la que
deriva del aforismo, según el cual el derecho más antiguo es preferido al más moderno
(prior tempore potior iure). Pero en realidad la lectura de los diversos artículos del
Código Civil referidas a la solución de estos conflictos, tales como los arts. 1135, 1136,
1670 y 2022 permite advertir que el aforismo en mención no es más que un mal
resumen de los criterios legislativos adoptados para resolver esos conflictos. Podemos
decir que existen hasta tres criterios debidamente jerarquizados que se expresan de la
siguiente manera: (i) el primero que de buena fe accede al signo de recognoscibilidad de
su derecho (publicidad registral o posesoria) es el preferido; (ii) a falta de publicidad de
la titularidad, el que de buena fe cuenta con una prueba fehaciente de la antigüedad de
su título es el preferido; y, (iii) a falta de publicidad o de una prueba fehaciente de la
antigüedad del título, será preferido quien simplemente pueda demostrar la mayor
antigüedad de su titulo. Como se ve no siempre el primero en el título es el preferido,
antes que eso pueda ocurrir el derecho ha preferido al primero en la publicidad o, por lo
menos, al primero en la prueba fehaciente de la antigüedad del título.
Podría decirse, con razón, que los criterios antes mencionados contienen, a nivel de
detalle, diversas incoherencias con nuestra propia realidad jurídica como puede ser el
haber olvidado, en el tema de concurrencia de acreedores sobre bienes inmuebles (art.
1135), que existen inmuebles no registrados respecto de los cuales el criterio de
206
preferencia debió ser la publicidad posesoria o el que, en el tema de concurrencia de
acreedores sobre bienes muebles (art. 1136), se haya obviado tener en cuenta que
existen bienes muebles registrados respecto de los cuales el criterio de preferencia debió
ser el acceso a la publicidad registral y no a la posesoria. Sin embargo, no podrá negarse
que con la formulación de dichos criterios lo que en realidad se pretende es cubrir el
riesgo de la clandestinidad que es propio de los sistemas consensuales de transferencia o
constitución de derechos reales porque se pone a disposición del adquirente la
posibilidad de registrar oportunamente su título para contar con la certeza de la
irrelevancia de cualquier acto anterior o posterior a su adquisición otorgado a favor de
terceros, pero no inscrito. Es más, si ninguno de los que ha entrado en conflicto hubiera
accedido a la publicidad, en lugar de pasarse a la inmediata comprobación de la
antigüedad del título, se opta por preferir –dentro de la clandestinidad – no a quien a
través de la libre prueba pueda demostrar la mayor antigüedad de su título sino a quien
tenga ciertas pruebas fehacientes –usualmente documentales- que demuestren la fecha
más antigua de su título (criterio de la fecha cierta más antigua).
En suma, es dentro del contexto de los conflictos con terceros interesados que actúa el
principio de oponibilidad registral consagrado por el art. 2022 del Código Civil.
Jerarquiza a la prueba de la publicidad registral como algo más fuerte que las demás
pruebas o indicios de una titularidad, de forma tal que la clandestinidad de dichas
pruebas y los riesgos implicados quedan conjurados para el adquirente que logra
parapetarse tras el signo de publicidad registral y se pone a buen recaudo de posibles
“enemigos” que él no puede conocer pero que también pueden tratar o haber tratado con
su transferente. La publicidad registral que –según se suele repetir con desdén o, por lo
menos, sin verdadera conciencia de lo que se dice- cumpliría una función meramente
declarativa de derechos, porque publicita situaciones jurídicas preexistentes a su
inscripción, nos muestra, a través de la denominada oponibilidad registral que, en
realidad, produce verdaderos efectos sustantivos que hacen la diferencia entre un
derecho inscrito y un derecho no inscrito, al punto de sostenerse que la resolución de
este tipo de conflictos conduce a la ineficacia definitiva o, por lo menos, temporal del
derecho no inscrito y que, por consiguiente, debe entenderse que el vencedor, aunque su
título sea de fecha posterior, está realizando una adquisición derivada de quien actuó
como su transferente o constituyente del derecho y no de una adquisición a non domino.
Al respecto se sostiene que: “el derecho pasa al adquirente con todos sus vicios
eventuales, y que éste no puede dejar de vincular el propio derecho al derecho del
enajenante (o constituyente); en efecto, él transcribe contra el enajenante (o
constituyente), no contra el primer causahabiente ... precisamente por efecto de la
transcripción, la segunda adquisición, que por sí misma sería ineficaz, adquiere
eficacia en detrimento de la primera adquisición, que se hace ineficaz, restituyendo
aunque sea a posteriori, al enajenante (o constituyente) la figura de dominus y de
legitimado para disponer en orden a la segunda (o ulterior) enajenación (o
constitución)” (MESSINEO …).
“Mengoni, en una monografía clásica (Gli acquisti a non domino, Milán, 1948), ponía
de relieve cómo la máxima según la cual nadie puede transmitir a otro más derechos que
los que él mismo ostente o, más brevemente dicho, ‘nadie da lo que no tiene’, a pesar de
207
su apariencia, es sobre todo y ante todo un principio normativo. La doctrina más antigua
lo entendía como un axioma lógico, derivado de una aplicación de los principios lógicos
de la no contradicción, aunque en todo caso susceptible de excepciones. Frente a ello se
ha señalado que, bajo la máscara de un principio lógico, lo que existe es una regla
jurídica, y por tanto práctica, determinante de una solución jurídica que el ordenamiento
jurídico da a las enajenaciones llevadas a cabo por los no titulares. Por consiguiente,
significa una determinada manera de entender el punto sobre el que debe recaer la
protección de intereses cuando hay conflicto entre varios. Quiere decir, simplemente,
que en el debate entre el titular anterior desposeído y el adquirente que reciba la cosa de
un no titular, es preferido el primero, quien puede considerar ineficaz la enajenación
realizada y por consiguiente reivindicar la cosa. Al mismo tiempo resulta sacrificado el
interés del adquirente, cualesquiera que pudieran ser las razones de protección que
pudiera alegar.
(…) Para que pueda hablarse en puridad de una adquisición a non domino han de
concurrir una serie de condicionamientos que es preciso examinar y analizar con alguna
atención.
De lo anterior se deduce que no son actos que puedan englobarse en la categoría que
nosotros estudiamos aquellos en que la disposición la realiza el verdadero titular de un
derecho que está sometido a alguna limitación en cuanto a su disponibilidad. Si en tal
caso el adquirente adquiere el derecho transmitido, no obstante la prohibición o la
limitación del poder del disponente, ello no supondrá en modo alguno que sea un
adquirente a non domino. Tampoco se produce adquisición a non domino en aquellos
casos en que el enajenante, aun no siendo titular de los derechos objeto del acto de
disposición, ostente una especial legitimación para disponer sobre él. Se encuentran en
este caso todas aquellas hipótesis en las cuales puede existir a favor del disponente una
especial legitimación por virtud de un negocio autorizativo o de una autorización de
origen legal.
(…) Al lado de los datos anteriores, que sirven para delimitar plenamente la hipótesis
objeto de nuestro análisis, hay dos datos ya señalados anteriormente y que deben ser
208
siempre tenidos en cuenta: la transmisión realizada entre el non dominus y el tercero
debe ser siempre una transmisión a título oneroso, y el tercero debe ser un tercero de
buena fe.
Solo las transmisiones onerosas justifican la adquisición a non domino, porque sólo en
ellas está presente el interés colectivo en la seguridad del tráfico jurídico y de la
circulación de los bienes. Si el beneficiario de la transmisión es puramente gratuito no
merece mayor protección que aquella que se dispense a la persona de quien recibió las
cosas.
La concurrencia de buena fe, para llevar a cabo la protección se explica por sí sola. Si el
tercero conocía la ilegitimidad del acto traslativo llevado a cabo por el non dominus, la
justificación de la protección que pudiera acordársele, se pierde por completo. La buena
fe es no sólo subjetiva (creencia en el poder de disposición del transmitente o ignorancia
de la falta de dicho poder), sino también objetiva, puesto que debe fundarse en una
situación de apariencia que razonablemente permita aquella convicción”
“El principio de Fe Pública Registral se encuentra regulado por el Artículo 2014 del
Código Civil, el cual encuentra su antecedente directo en el artículo 34 de la Ley
Hipotecaria Española. Es el principio por el cual se ‘protege la adquisición efectuada a
título oneroso y con buena fe de quien aparece en el Registro como titular registral, que
se inscribe en el registro, contra cualquier intento de enervar dicha adquisición, que se
fundamenta en causas no inscritas antes’. Este principio, a diferencia del Principio de
Legitimación, que sólo brinda una protección provisional y por tanto susceptible de
declaración de invalidez ante el órgano jurisdiccional, confiere una garantía de
seguridad jurídica plena a quien, bajo la fe que emana del Registro, adquiere e inscribe
un derecho reuniendo los requisitos antes mencionados. De este modo, el tercero
registral no será afectado por los vicios que pudiera tener el título de su transferente,
pues la aplicación de este principio, determinará que su adquisición sea inatacable y no
susceptible de ser privada de eficacia, aun en Sede Jurisdiccional.
(…) Entrando directamente al análisis de este Principio, debemos precisar los requisitos
exigidos por nuestro ordenamiento vigente para que éste resulte aplicable, que son los
siguientes:
a) Debe existir un acto o derecho inscrito que contenga una causa de nulidad,
anulabilidad, rescisión o resolución, que publicita la existencia de facultades
dispositivas para el transferente de un derecho.
b) Un tercero, respecto a la relación jurídica que da lugar al acto o derecho
inscrito, adquiere un derecho mediante un acto plenamente válido.
c) La adquisición del tercero se efectúa a título oneroso.
d) No deben constar en el registro las causas que determinen la invalidez o
ineficacia del acto o derecho inscrito.
e) El tercero debe proceder con buena fe.
f) El tercero debe inscribir su derecho en el Registro correspondiente
209
(…) Analizando el primer supuesto de aplicación del presente principio registral, debe
existir un derecho o acto inscrito, del cual aparezcan las facultades dispositivas del
transferente. Esto quiere decir, p. ej., que en una compraventa debe encontrarse
previamente inscrito el derecho de propiedad del transferente, a los efectos que el
tercero pueda acogerse a la presunción que emana de la legitimidad de los asientes
registrales.
(…) Innecesario resulta ya explicar que este Principio no favorece a quien adquiere un
derecho respecto a un bien no inmatriculado, puesto que no existiría la inscripción
previa que pueda legitimar el acto dispositivo del transferente.
(…) El título del transferente debe encontrarse sujeto a hechos que determinen su
invalidez (nulidad o anulabilidad) o ineficacia (rescisión o resolución). Nótese que el
vicio o la causal de ineficacia NO deberá encontrarse en el título adquisitivo del tercero
registral (…)
Un tema más difícil es el referido a la buena fe del tercero. Algunos autores la dividen
en buena fe ‘subjetiva’ (desconocer la inexactitud del Registro) y buena fe objetiva
(‘que en el Registro no consten las causas de inexactitud’). En nuestro criterio dicha
división es artificiosa, pues la buena fe exigida al tercero no es más que una: la que
deriva del desconocimiento de la inexactitud registral, siendo que la inexistencia
registral de las causas de inexactitud, es sólo un elemento que servirá como presunción
‘juris tantum’ para aliviar la carga de la prueba respecto a la existencia de dicha buena
fe. La buena fe que se exige al tercero no implica una verificación de la exactitud del
contenido de las inscripciones, ni una creencia especial respecto a ella, sino,
simplemente el desconocimiento de las causas que motivan su inexactitud”
210
Tampoco será suficiente demostrar que su título está inscrito porque, a diferencia del
supuesto anterior, este no es un “conflicto de títulos”, no se trata de enfrentar en el
presente a quienes pretenden ostentar un título válido pero incompatible con el nuestro
sino de enfrentar los vicios del pasado para evitar el aniquilamiento al que ellos
normalmente conducen respecto de todo lo que se erige sobre las bases de un acto
inválido o ineficaz. Se requiere, dar un paso más, se requiere demostrar que se tienen
“mejores razones” para proteger y mantener en la “posición adquirida” a quien se nos
presenta hoy como el titular, frente a quien – por cierto legítimamente- pretende la
restitución de las cosas al pasado, hasta antes de que ocurriera el defecto patológico.
Las “mejores razones” no son, por cierto, un tema dejado al libre arbitrio de quien deba
evaluar el conflicto, sino que como dichas razones son una excepción a la regla general
de lógica jurídica que opera en las transferencias derivativas, según la cual nadie puede
dar más o mejor derecho que el que tiene, se debe entonces buscar en el ordenamiento
jurídico un precepto o principio protector que permita mantener la adquisición de quien
se presenta como titular actual aún con sacrificio del derecho del verdadero titular.
En el caso de nuestro Código Civil pueden citarse, entre otras, las normas contenidas en
los artículos 903, 948, 1542 y 2014, específicamente referidas a la circulación de bienes
y a la protección que reciben los adquirentes de los mismos, cuando se presentan, por lo
menos, estas dos condiciones básicas: (i) una apariencia de titularidad de quien actúa
como “disponente” del derecho, sustentada en un signo de publicidad (la posesión o el
registro); y, (ii) una actuación del adquirente sustentada en la confianza que despertaba
dicha apariencia.
Para el caso específico del tercero protegido por el Art. 2014 del Código Civil, que nos
interesa contraponer con quien resulta protegido por el Art. 2022, tenemos que se trata
del adquirente de un bien que practicó el acto de adquisición sobre la base de la
información registral, siempre que esa adquisición sea a título oneroso y se inscriba a
favor del adquirente, caso en el cual su derecho se torna en inatacable, siempre que los
vicios precedentes a su adquisición no pudieran haber sido constatados de la
información registral existente y no se tuviera, de otra forma, el conocimiento de los
mismos. De este modo, se da un paso distinto y más sofisticado que con la oponibilidad,
porque de lo que se trata ahora es de eliminar el riesgo de la posible existencia de
defectos o vicios en la titulación que no pudieran ser advertidos de los documentos que
la contienen. Esto guarda relación con otra característica del Registro en nuestro país,
cual es la de ser no convalidante, lo que significa que el acto inscrito no queda sanado
de los vicios que pudiera contener por el sólo hecho de haber accedido al Registro, de
forma tal que siempre es posible demandar su nulidad y corregir la inexactitud del
Registro (art. 2013 del Código Civil). Sin embargo, por los efectos específicos
expuestos es fácil advertir que, aquí también, la publicidad registral tiene trascendentes
efectos en lo que concierne a la protección de terceros que actúan de buena fe y
cumplen con todas las exigencias para estar protegidos por el Registro, de forma tal que
en lo que a ellos concierne lo que es una presunción de exactitud que admite prueba en
contrario (art. 2013) se convierte en una presunción absoluta que da certeza a la
adquisición que ellos han concertado con quien aparecía como facultado para otorgarla
(art. 2014).
ARATA SOLÍS, Moisés, op. cit. pp. 501-503
211
11.1. Concepto.
De modo, pues, que el usucapiente, durante este tiempo y con esas condiciones,
aparece, figura, actúa o viene comportándose como titular del derecho de que se trata
(si es del de propiedad, como dueño de la cosa que sea; si del usufructo, como si fuese
usufructuario de la misma). Y ese derecho que realmente no le pertenecía, se convierte
en suyo en virtud de que ha venido apareciendo como si le correspondiese.
Por último, es del caso destacar que el tratamiento dual de la prescripción no permite
determinar su naturaleza jurídica, como tampoco, es obvio, un concepto único de ella.
Siendo un vocablo anfibológico, sólo la dualidad permite su explicación (…)”
212
VIDAL RAMIREZ, Fernando, La prescripción y la caducidad en el Código
Civil peruano con un estudio de la relación jurídica, Cultural Cuzco Editores,
Lima, 185, pp. 88-89
“La consideración del papel que desempeña el transcurso del tiempo en ambos
supuestos [prescripción adquisitiva y extintiva] ha permitido fundar la concepción
unitaria del fenómeno que enlaza dicho transcurso con el efecto de la adquisición y de la
pérdida de los derechos.
Contra esta concepción unitaria se han formulado serias objeciones. No hay duda que el
transcurso del tiempo es un factor que interviene en el proceso de adquisición y de
pérdidas de ciertos derechos, pero también interviene y puede apreciarse en otros
fenómenos jurídicos.
Ahora bien, a primera vista parecería que la prescripción solo sirviera como modo para
adquirir propiedad, por estar regulado en los artículo 950 al 953 que conforman el
Subcapítulo V del capítulo Segundo del Título II del Libro V del Código Civil. Pero
213
esto no es así, la prescripción adquisitiva tiene también como función la de servir como
medio de prueba de la propiedad, siendo esta función la que más se utiliza (…)
214
que está fundada únicamente en la posesión y no requiere ni justo título ni buena
fe.
i) Usucapión de dominio y usucapión de los derecho reales sobre cosas ajenas. Por
su objeto, la usucapión puede entrañar la adquisición del derecho real pleno o
derecho de dominio o referirse a simples derechos reales sobre cosas ajenas”
11.5. Requisitos.
“Los artículos 950 y 951 del C.C.17 distinguen dos clases de prescripción, la ordinaria
(corta) y la extraordinaria (larga), necesitando en ambas clases lo siguiente: i) la
posesión, que debe ser continua, pacífica, pública y como propietario; y ii) el tiempo,
pero este no es igual para ambas clases ya que para la prescripción extraordinaria de
bienes inmuebles se necesitan 10 años y para bienes muebles 4 años. En cambio, para la
prescripción ordinaria de bienes inmuebles se necesitan 5 años y para bienes muebles 2
años. Los plazos son menores para los bienes muebles debido a la celeridad de su tráfico
y a la idea de que suelen ser menos valiosos.
ii) Posesión pacífica.- La posesión debe esta exenta de violencia física y moral (…)
La doctrina coincide con lo señalado por Albaladejo, en el sentido de que una vez
que hayan terminado los actos de violencia, recién en ese momento se puede
considerar que existe posesión pacífica.
17
La referencia es al Código Civil peruano
215
(…) El artículo 920 del C.C. (…) permite la autocomposición unilateral del
conflicto, que no afecta a la posesión pacífica, por el cual el poseedor puede
ejercitar la defensa posesoria repeliendo los actos violentos que se empleen contra
él y recuperar el bien, siempre que dicha defensa cumpla con el requisito de
inmediatez y racionalidad.
iii) Posesión pública.- Es decir, que exista un exteriorización de los actos posesorios,
que actúe conforme lo hace el titular de un derecho (...) Lo contrario a la posesión
pública es la posesión clandestina, que carece de eficacia posesoria, por ejemplo,
una persona que ingresa por las noches a un inmueble por un pequeño hueco en la
pared del lindero del fondo, y que antes que amanezca se retira del inmueble. Este
individuo no podrá adquirir la propiedad por prescripción, ya que su posesión ha
sido clandestina.
iv) Como propietario. Se entiende que el poseedor debe actuar con animus domini
sobre el bien, pero no se trata de creerse propietario, sino comportarse como tal. El
poseedor pleno y el mediato pueden prescribir un bien. Sin embargo, el poseedor
inmediato (artículo 805 del C.C.), y el servidor de la posesión (artículo 897 del
C.C.), no lo pueden hacer. (…)
Pero qué sucede si el guardián de una casa ya no se comporta como tal, es decir,
que ya no conserva la posesión de la casa en nombre de quien lo contrató, sino que
actúa como propietario de esta. Considero que si dicho comportamiento es
exteriorizado y opuesto al titular de la casa, el ex guardián ya no sería un tenedor
de ella, sino un poseedor de la casa (claro está que hablamos de una posesión
ilegítima de mala fe) que surtirá efectos para prescribir (extraordinaria)
v) Justo título y buena fe. He señalo anteriormente que para que opere la
prescripción ordinaria, es necesario dos requisitos especiales, que son justamente
el justo título y la buena fe. Sobre la base de estos requisitos, los plazos
prescriptorios se acortan, ya que para bienes inmuebles se necesitan 5 años y para
bienes muebles se necesitan 2 años (...)
Por otro lado, la buena fe es la creencia del poseedor de ser legítimo por
ignorancia o error de hecho o de derecho sobre el vicio que invalida su título
(artículo 906 del C.C.) (...)
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El justo título y la buena fe son dos requisitos especiales para que opere la
prescripción adquisitiva ordinaria, pero estos no son independientes. El que desee
adquirir un bien por prescripción ordinaria deberá acreditar su justo título que a su
vez servirá como sustento de presumir la buena fe (...)
1. Noción
217
insuficiente para analizar una eventual invocación, por el demandado, de un título con
fuerza probatoria suficiente como para poner en tela de juicio la eficacia del título del
actor (…) Estamos ante los casos en que es necesario que la reivindicatoria vaya
precedida de una pretensión declarativa de la invalidez o ineficacia del título que invoca
a su favor el poseedor, es decir, de una declaración mucho más completa y contundente
que la contenida en toda sentencia que ampara una reivindicación. Un ejemplo de lo que
decimos podría ser el caso de aquél propietario al que mediante coacción se le obligó a
suscribir los documentos correspondientes a la venta de su inmueble y a entregar
posesión del mismo, hipótesis en la cual resulta obvio que el acto y los documentos que
lo contienen son absolutamente nulos y que siendo así las cosas no ha existido
transferencia de propiedad alguna, pero también es evidente que a dicho propietario no
le bastará invocar la reivindicatoria para obtener la recuperación de su inmueble sino
que en tal supuesto deberá demandar, previa o simultáneamente con la reivindicación, la
nulidad del título con el que está premunido el poseedor. A similares conclusiones ha de
llegarse en los casos en que el poseedor del bien ha logrado el emplazamiento registral
de su título, porque en tales casos operará en su favor la presunción de legitimidad de
las inscripciones y, por consiguiente, será necesario demandar no sólo la nulidad o
ineficacia del título sino también la de su inscripción.
-La definición que venimos analizando tiene un efecto reductor respecto de lo que debe
entenderse como la recuperación a la que tiene derecho el demandante, la cual no sólo
se contrae a la entrega de la posesión sino también a todo aquello que va de suyo con
una restitución a favor del propietario como son los frutos, las accesiones e, incluso, la
indemnización que pudiera corresponderle por los daños causados (…) la pretensión
reivindicatoria debería ser suficiente para sustentar todos los conceptos antes indicados
y, por consiguiente no debería ser preciso que el petitorio de una demanda considere
como pretensiones distintas a las peticiones del actor referidas a dichos temas. Sin
embargo, sabemos que esa precisamente no es nuestra práctica (…)
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demandado en cuanto se refiere a la posibilidad de invocar aquellos hechos que
conforme a su relación personal con el demandante puedan ser considerados como
idóneos como para mantener la posesión, porque como ya lo hemos adelantado, para el
amparo de una acción reivindicatoria no basta probar la propiedad del bien, también
deberá quedar demostrada la falta de justificación para la conservación de la posesión
por parte del demando.
-Por el contenido y ubicación sistemática de los artículos 923 y 927 del Código Civil es
posible advertir que la reivindicación sería una pretensión reservada para el titular de un
derecho de propiedad, lo que lógicamente comprende no sólo a la típica propiedad
individual, sino también a las situaciones de copropiedad. a la propiedad de unidades
sujetas al régimen de propiedad exclusiva y propiedad común y a la multipropiedad, es
decir, todos los derechos reales sobre cosa propia. Nuestra ley civil no nos dice como se
defienden los demás derechos reales que se ejercen a través de la posesión, excepto en
el caso de la prenda (art. 1070 del C.C.) y de la anticresis (por la remisión que efectua el
art. 1096 del C.C.) para los que se prevé “la acción reivindicatoria si ella corresponde al
constituyente”. La deficiencia es más grave si se tiene en cuenta que para los demás
derechos reales mencionados, no se ha establecido, como si lo hacen las legislaciones
extranjeras, cuáles serían las acciones reales pertinentes. Dicha deficiencia determina
que en la práctica al titular de un derecho real distinto de la propiedad, la prenda y la
anticresis, ante una privación de las facultades posesorias que su derecho le atribuye,
sólo le quede acudir a los remedios posesorios para la defensa de su derecho, sea a
través de los interdictos, cuando se den los presupuestos de despojo o perturbación; o,
en su defecto, a través de las acciones posesorias propiamente dichas, no teniendo estas
últimas desarrollo legislativo alguno en nuestro país”
2. Características
(…) para proteger dicha perpetuidad se establece en el Art. 927 del CC. que la acción
reivindicatoria a diferencia de otras acciones reales, es imprescriptible, lo cual significa
que el titular de la propiedad, sin importar el tiempo que haya transcurrido desde que
dejó de ejercer o perdió el ejercicio de sus atributos de uso y disfrute, puede reclamar el
bien de quien quiera que lo tenga.
219
precisamente la improcedencia de esa pretensión porque como consecuencia de la
prescripción ya no hay derecho sustantivo de propiedad que proteger. Es más, la
práctica de nuestros tribunales que suele desconocer lo dispuesto por el Art. 927 al
exigir que el prescribiente acredite en el proceso el haber obtenido ya la declaración de
propiedad, nos demuestra la necesidad de mantener dicho párrafo y de ser el caso,
convertirlo en un mandato mucho más preciso en cuanto a la función de medio de
defensa que el mismo consagra para la prescripción adquisitiva (…)”
“De acuerdo con la común opinión doctrinaria, acogida en diversos fallos en nuestros
Tribunales, los hechos que deben quedar acreditados en el proceso de reivindicación,
para efectos de poder amparar la demanda, son los siguientes:
-Título inscrito sobre bien registrado. En este supuesto bastará que el demandante
acredite su derecho mediante la presentación de un ejemplar autenticado de su título con
la respectiva constancia de inscripción o una copia certificada de la partida registral del
bien en la que aquél debe figurar como titular. En dicho caso, el demandante no
requerirá aportar prueba adicional alguna porque se verá beneficiado con la denominada
presunción de legitimidad de las inscripciones prevista por el Art. 2013 del CC.
conforme al cual lo inscrito se presume cierto y produce todos sus efectos hasta en tanto
no se rectifique o se declare su invalidez.
220
que en nuestro país no tienen inscrito su dominio por no estar inscrito el bien inmueble
al que el mismo se refiere.
2. La identidad del bien. De lo que se trata es de demostrar que el hecho que acredita
la adquisición del dominio, particularmente el título, está referido precisamente al bien
cuya restitución se reclama. El bien al que se refiere el petitorio de la demanda debe ser
coincidente o, por lo menos, debe estar comprendido dentro del título que acredita el
dominio.
Es preciso señalar que en muchos casos esta exigencia ha sido llevada a extremos
inaceptables, como por ejemplo, el haber solicitado que la fracción de un predio
ocupada por un tercero deba encontrarse debidamente independizada en los Registros
Públicos, lo cual supondría considerar que el ocupante del bien puede forzar al
demandante a tramitar y obtener la creación de una nueva unidad inmobiliaria cuya
extensión superficial, linderos y medidas perimétricas habrían sido prefijados por el acto
de ocupación indebida del demandado. En realidad, en tales supuestos basta acreditar
que lo reclamado forma parte del bien del que se es propietario y, al tiempo de la
ejecución de la medida, el órgano jurisdiccional, simplemente, deberá asegurarse que el
demandado deje de ocupar parte alguna de la propiedad del demandante.
221
4. Otras acciones para la defensa de la propiedad.
Por el contrario, una violación del derecho de propiedad bajo la forma de impedimento
del derecho de disponer y como consecuencia de la privación de la posesión del bien a
cargo del propietario, es difícilmente concebible, dado que la transferencia del derecho
de propiedad puede realizarse aun cuando el propietario que lo enajena carezca de la
posesión del bien.
“(E)sta acción no difiere de la reivindicación más que por la extensión de la lesión que
puede sufrir el derecho de propiedad. Para intentar dicha acción es necesario que se
haya impedido enteramente usar de la cosa, es decir, debe mediar desposesión. Todo
ataque de importancia menos grave, dará lugar a la acción negatoria.
Tratándose de una acción de condena como las demás acciones reales, tiende a que la
libertad de ejercicio del derecho real sea restablecida.
222
Si se trata, por ejemplo, de una servidumbre de tránsito, deberá dejar de pasar por el
inmueble del actor”
Si, además de alegar pretensiones de naturaleza petitoria sobre la cosa, el tercero realiza
también actos que constituyen perturbaciones o molestias del derecho del propietario
(…), éste puede pedir que el juez ordene su cesación (…), además de la condena al
resarcimiento del daño (…)
Este segundo aspecto de la negatoria se diferencia del anterior, puesto que se tiende a
una sentencia de condena, en lugar de declaración de certeza.
4.3. Deslinde.
Es claro que el deslinde puede implicar una reivindicación (p. ej.; la zona litigiosa es
poseída por el colindante, exclusivamente o promiscuamente con el accionante), y surge
el problema entonces de determinar si en lugar de la acción de deslinde ha de ejercitarse
la acción reivindicatoria cumpliéndose todos sus requisitos. En otras palabras, se
cuestiona cuándo existe deslinde y cuándo reivindicatoria.
223
POTHIER, cuya doctrina ha encontrado amplio eco, estimaba que siempre que la
posesión del terreno eventualmente discutido en el deslinde es objeto de posesión
exclusiva por parte de un colindante, la acción a ejercitar debía de ser la reivindicativa.
En cambio, cabría la del deslinde si la confusión de límites genera una posesión
promiscua sobre la zona.
BIGIAVI sostiene, con más acierto, que cuando la cuestión es la de señalar hasta qué
limites se extienden los fundos se está ante una acción de deslinde cualquiera que fueren
las consecuencias de esa fijación. En cambio si se controvierte sobre los títulos de los
colindantes, se está ante una acción reivindicatoria. Aduce el siguiente ejemplo: El actor
pretende que la zona que ostenta el demandado es suya según su título o porque tiene un
título (la ganó por usucapión, la adquirió por herencia, la compró, etc.). Si el
demandado niega la eficacia de ese título (alega, por ejemplo, que él es el que ha
adquirido la zona controvertida por usucapión, o que los títulos que presenta el
demandante son nulos), no se está ante una controversia sobre interpretación de títulos,
que es el objeto del deslinde, sino ante una controversia sobre la existencia o validez de
títulos, que debe ventilarse mediante la acción reivindicatoria”
DIEZ PICAZO, Luis y Antonio GULLON, op. cit., Volumen III, p. 180-181
Sucede que en el mundo del derecho procesal civil, muchas veces se afecta bienes que
no son de propiedad del demandado (ejecutado) sino de un tercero que no es parte en el
proceso. En tal hipótesis, procederá la tercería de propiedad, debiendo interponerla el
tercero que alega la propiedad sobre los bienes embargados, que resultan incompatibles
con el remate. Para ello el titular del derecho debe acreditar su dominio con documento
público o privado de fecha cierta.
Esta acción está regulada por los artículo 533 a 539 del código adjetivo y se tramita
como proceso abreviado.
RAMIREZ CRUZ, Eugenio María, Tratado de derechos reales, Tomo II, Lima,
1999, p. 479
USUFRUCTO
1. Concepto.
224
“El usufructo constituye un derecho real. El usufructuario, en efecto, es puesto en
posesión de la cosa sobre la cual recae el usufructo, es decir, entra en relación directa e
inmediata con ella, lo cual constituye el carácter esencial de los derechos reales.
La cosa debe pertenecer a otro, es decir, ser ajena. El usufructo, en efecto, constituye
una desmembración de la propiedad: el usufructuario obtiene el derecho de uso y goce
sobre la cosa de otro, pero el propietario de ésta conserva todas las demás facultades
inherentes al derecho de propiedad, especialmente la facultad de disponer de ella, de
enajenarla, venderla o cederla. Resulta de aquí una situación especial, en la cual
tenemos el concurso de un doble derecho: por un lado, el derecho del usufructuario al
uso y goce de la cosa; por otro, el derecho del propietario, que conserva una propiedad
despojada de la mayor parte de sus ventajas, y, por consiguiente, poco menos que
estéril: esta propiedad recibe por eso mismo el nombre de nuda propiedad.
El derecho del usufructuario al uso y goce de la cosa no es absoluto, sino que, por el
contrario, se ejerce, como dice la ley con tal que no altere su sustancia.
2. Constitución.
225
d) Por la ley: en la actualidad el único supuesto de usufructo legal es el que
corresponde a los padres sobre los bienes de los hijos sujetos a su patria
potestad.
Debemos aclarar, por último, que el usufructo nunca puede tener su origen en una
decisión judicial”
3. Elementos
3.1. Sujetos
Usufructo simple y usufructo múltiple. Según las personas a quienes se concede y las
formas como a ellas se atribuye, el usufructo puede ser simple, si se concede a una sola
persona, o múltiple, si a varias. Este último se subdivide en simultáneo y sucesivo. El
usufructo simultáneo confiere un goce actual a todos los usufructuarios y constituye una
especie de comunidad de usufructo. El usufructo sucesivo da el goce a los titulares del
derecho a uno en pos de otro (…)”
3.2. Objeto
“El usufructo tiene como objeto una o varias cosas materiales, que lo mismo pueden ser
muebles que inmuebles, siempre que se trate de cosas apropiables, que estén dentro del
comercio y sean susceptibles de utilización y de disfrute.
El usufructo puede recaer sobre la totalidad de la cosa, sobre una parte de la misma, o
sobre una cuota si la propiedad es de una pluralidad de personas, encontrándose por
tanto idealmente dividida”
226
DIEZ-PICAZO, Luis y Antonio GULLÓN, op. cit., Volumen III, p. 329
a) Las cosas de dominio público del Estado, pues estando fuera del comercio, no
pueden ser objeto de ningún derecho real. Si pertenecieran al dominio privado,
se requiere una ley especial que autorice la afectación
b) (…)
c) Los derechos (…) nunca un derecho real puede tener por objeto otro derecho
real y ni siquiera un derecho personal, (…) no pueden ser objeto del usufructo el
propio usufructo, el uso y la habitación, las servidumbres reales activas
separadas de los inmuebles a que fueren inherentes, la hipoteca, la prenda y
anticresis separadas de los créditos garantizados con tales derechos, y los
créditos intransmisibles”
b) Derecho de usar: puede usar o servirse de la cosa, empleándola para todos los
usos que le son propios, pero respetando su naturaleza y el destino al que se
encontraba afectada al momento de la constitución del usufructo. Por lo tanto, si
se trata de una casa, podrá morar en ella pero no convertirla en un local de
comercio y, mucho menos, suprimir habitaciones o alterar la fachada.
227
d) Derecho de hacer mejoras: el usufructuario tiene el derecho de hacer mejoras en
la cosa siempre que no altere la sustancia ni la forma principal. Puede también
reconstruir edificios arruinados por vejez y otras causas.
El usufructuario tiene plenas facultades para administrar, pues sólo le está vedada la
disposición del objeto”
5.1. Inventario.
“El usufructuario debe hacer un inventario de los muebles y un estado de los inmuebles
“La norma [artículo 1007] reproduce el numeral 939 del Código derogado, instituyendo
la obligación de prestar garantía (…) cuando así lo establezca el título constitutivo de su
derecho. La obligación existirá también cuando así lo determine el juez, si encuentra
que puede peligrar el derecho del nudo propietario.
(…) Esta garantía, evidentemente, se constituye con el fin de asegurar que el bien será
restituido en buenas condiciones al momento de la extinción del usufructo.
A diferencia de otras legislaciones como la argentina, por citar un caso, que solo admite
la constitución de fianza (…), para nuestro ordenamiento la garantía a que se refiere la
norma bajo comentario puede revestir cualquier modalidad, de acuerdo con el título
constitutivo o a criterio del juez que la imponga. En ese sentido, puede tratarse de una
garantía personal o real, en cualquiera de las clases y modalidades permitidas por el
ordenamiento jurídico.
Por último, es claro que el monto de la garantía exigida por la norma, como señala
Beatriz Arean (…), debe ser suficiente para cubrir, según el caso, el valor del bien
mueble o el importe de los eventuales deterioros que el usufructuario podría causar al
inmueble objeto de usufructo. Y con respecto al tiempo de la garantía, se entiende que
debe cubrir todo el plazo del usufructo. No obstante los señalado, puede ser que en estas
materias (monto y tiempo de la garantía) se acuerde algo distinto”
228
ARIAS-SCHREIBER PEZET, Max, Obligación de prestar garantía. En: Código
Civil Comentado, Tomo V, cit, p. 649
5.3. Conservación
El precepto [artículo 1008] busca preservar una de las características más importantes
del usufructo, cual es la obligación de devolver el bien al propietario, conservando su
naturaleza y sustancia.
(…) cualquier explotación del bien que fuese contraria ala naturaleza del mismo podría
determinar que este sufra perjuicios que atenbten contra los derechos del nudo
propietario”
“(…) no podrá hacer un uso irracional que perjudique a la cosa misma, en su sustancia
material, ni al nudo propietario cuando éste vuelva a tener el dominio perfecto sobre la
cosa (…)
Por eso, no se puede sustituir las construcciones, aunque las que se sustituyan sean
mejores, ni se puede usar y gozar el terreno de otro modo, etc (…)”
5.4. Reparación
5.5. Restitución.
229
La STS de 19 de noviembre de 1958 explica el sentido de esta obligación
diferenciándola, en cuanto a su trascendencia jurídica, de la obligación de entrega en la
compraventa. Aquí la entrega no condiciona la vida del usufructo. La obligación de
entregar es más bien un efecto de la extinción ya producida. La reintegración de las
facultades del dominio es un efecto inmediato y directo del poder expansivo de la nuda
propiedad, en el que tienen su raíz las facultades que comprende el usufructo, y cuya
reinversión se produce ipso iure a la extinción del mismo.
“El nudo propietario es dueño, y como tal, tiene derecho a enajenar su nuda propiedad.
Es evidente que si el nudo propietario enajena la nuda propiedad, la persona que la
adquiere estará obligada a respetar el usufructo existente sobre la cosa; porque nadie
puede adquirir más derechos que los que tiene su causante.
De esto desprendemos que, cuando interpretamos el artículo 1000, referido a las formas
de constitución, debemos entender que los supuestos contemplados generan la relación
‘inter partes’, similar a la propiedad que genera el artículo 949 para inmuebles, pero
230
que, para considerarlo como relación oponible, debemos recurrir a mecanismos de
recognoscibilidad.
Las normas del Código sólo recogen un solo mecanismo para lograr este fin: el registro.
En primer lugar, tenemos el artículo 926, ya citado, y que señala que las restricciones a
la propiedad fijadas contractualmente, sólo surten efecto respecto a terceros una vez que
éstas se encuentren inscritas en el registro respectivo. Estos derechos son inscribibles tal
como lo dispone el artículo 2019 en el caso de la propiedad inmueble, y resultan
oponibles en orden de inscripción, tal como lo determinan los ya citados artículos 2016
y, sobre todo, el 2022. Esto podemos concordarlo con el artículo 1135, si es que el
supuesto de hecho bajo análisis es el de un concurso de acreedores, pues del usufructo
se deriva una obligación de dar por parte del propietario.
Pero si no estamos ante un caso de concurso de acreedores (es decir que el obligado no
sea uno solo), la solución se complica. De hecho, todos los problemas estarían
solucionados si el Código hubiese exigido, como acto constitutivo de la relación
jurídico real, la inscripción en el caso de los demás bienes. A pesar de ello, el legislador
prefirió optar, nuevamente, por la “etiqueta” de derecho real, en lugar de hacerlo por la
función social de la instituciones.”
“El nudo propietario puede reclamar del usufructuario los frutos pendientes al momento
de la restitución, pues los frutos pendientes al iniciarse el usufructo, pertenecen al
usufructuario y los pendientes al momento de extinguirse el usufructo, al nudo
propietario”
18
Se refiere a los artículos del Código Civil peruano
231
El artículo 1017 confiere al nudo propietario un mecanismo para hacer cumplir
efectivamente los dispositivos antes mencionado, permitiéndose acudir al juez, en la vía
incidental (hoy proceso sumarísimo), para oponerse a su infracción.
Se busca proteger el legítimo interés del propietario quien, a decir de Wolf, ‘puede
demandar al usufructuario que se abstenga de los actos lesivos, cuando aquél utilice la
cosa contra derecho y persista en ello a pesar de la intimación del propietario. No es
necesario que exista de presente o sea de temer una lesión importante del derecho’”
7. El cuasiusufructo
7.1 De dinero.
“Es requisito esencial del usufructo el recaer sobre objetos que no se alteran de manera
sustancial por el primer uso. En efecto, el segundo párrafo del artículo 999 del Código
establece que el usufructo recae sobre bienes no consumibles; no obstante, a través de la
norma bajo análisis [artículo 1018] – cuyo antecedente se encuentra en el artículo 955
del Código Civil de 1936 – y los artículos 1019 y 1020, nuestro Código admite
expresamente la posibilidad de constituir usufructo sobre bienes consumibles.
(…) es oportuno poner de relieve que el usufructo de dinero que regula nuestro Código
Civil constituye un supuesto sui generis de cuasiusufructo. En efecto, el cuasiusufructo
a que se refieren la doctrina y la legislación comparada importa el consumo del bien con
la obligación de restitución; el cuasiusufructo que regula el artículo bajo análisis, en
cambio, no obstante referirse a un bien eminentemente consumible como el dinero,
establece de manera implícita la prohibición de usarlo, pues ‘el usufructo de dinero solo
da derecho a percibir la renta’
232
(…) Las consideraciones expuestas nos permiten concluir que el usufructo sobre dinero
peruano, tal y como ha sido regulado, lejos de constituir un cuasiusufructo, es un
usufructo perfecto, habida cuenta que el objeto del usufructo (dinero), no obstante ser
un bien consumible por naturaleza, no puede ser usado por el usufructuario, dado que la
norma bajo comentario lo prohíbe”
De otro lado, es menester señalar que al igual que el usufructo de dinero (…) el
usufructo de un crédito tampoco es un cuasiusufructo, teniendo en cuenta que ‘para
asegurar el usufructuario la utilidad que puede dar el crédito durante el usufructo, no es
necesario atribuirle su propiedad, y para proteger los derechos del propietario, no hay
que reducirlos a un derecho de obligación (sic) respecto de aquel; además, que
subordinar la duración del usufructo a la del crédito y considerarlo extinguido cuando se
satisfaga la obligación correlativa, contrasta igualmente con el propósito que guía la
constitución legal o voluntaria del usufructo” (VENEZIAN…).
En lo que respecta a los frutos, más allá de los cuestionamientos que pudieran efectuarse
frente a la posibilidad de considerar a los intereses como frutos del capital
(FERNANDEZ CRUZ…), es válido afirmar en sentido amplio que “al conceder el
crédito en usufructo, el acreedor no hace otra cosa que ceder al usufructuario el ius
fruendi; de modo que los frutos del bien, o sea los intereses, le corresponderán a este
último, gozando de las acciones de la ley para percibirlos debidamente. El
usufructuario, en este caso, carece de todo derecho respecto del capital” (ARIAS
SCHREIBER…).
Finalmente, debe tenerse presente que se trata de un derecho limitado. Ello obedece a
que “el usufructo sobre créditos se traduce en una cesión total o parcial de la facultad de
exigencia al deudor de las prestaciones principales y accesorias, que debe llevar como
lógico complemento el de los medios que acrediten su existencia, recayendo el goce
sobre el objeto de aquellas prestaciones también de una manera total o parcial. [No
233
obstante], es una cesión del crédito limitada por su propia naturaleza, pues el
usufructuario carece de un poder de disposición sobre él, no podrá transigir con el
deudor, ni novarlo, ni condonarlo, etc.” (DIEZ PICAZO Y GULLON…).
(…) el usufructuario tendrá derecho solo a los provechos o beneficios derivados del
derecho gravado.
Ello resulta concordante con lo dispuesto por el artículo 107 de la Ley General de
Sociedades, referido al usufructo de acciones de una sociedad. Esta norma prescribe que
“salvo pacto en contrario, corresponden al propietario los derechos de accionista y al
usufructuario el derecho a los dividendos en dinero o en especie acordados por la
sociedad durante el plazo del usufructo”.
(…) la posibilidad de constituir usufructo sobre un derecho está condicionada a que este
no sea personalísimo o intransmisible.
(…) Además, queda claro que si el contenido del derecho gravado se altera por causas
imputables al constituyente, tiene lugar una modificación en el contenido de usufructo.
Estas modificaciones deberán entenderse referidas no solo a la extinción, sino también
la disminución de sus atribuciones (pérdida de prioridad concursal por no presentare al
reconocimiento de créditos, en caso de insolvencia del deudor, por ejemplo).
Lo propio ocurre frente a las lesiones de tercero, lo que determina que el usufructuario
deberá ser tutelado como el titular del derecho mismo. Así, por ejemplo, si el derecho
usufructuado fuese un derecho marcario, es pacífico que el usufructuario tendría todos
los derechos del titular de la marca frente a quienes pretendieran desprestigiarla en el
mercado o servirse de ella sin autorización.
Para ello, “debe entenderse por crédito para los efectos del usufructo, el título de
crédito, y no el crédito como derecho a la prestación. Los títulos de crédito, como
valores transmisibles por endoso, pueden ser representativos de dinero o de
mercaderías. Los que producen renta son los títulos representativos de dinero.
Consiguientemente el usufructo se establecerá sobre los títulos de crédito que produzcan
renta” (CUADROS VILLENA…).
234
Cabe advertir que se trata de un endoso en procuración, lo cual le permitirá cobrar los
intereses y evitar que el crédito se extinga, sin que esto importe la transferencia de
propiedad sobre el crédito. Ello encuentra correlato en lo dispuesto por el artículo 1020
del Código, el cual establece que las facultades del usufructuario solo alcanzan al
trámite. Para el cobro efectivo se requiere de la participación del propietario.
(…) De Dalmases (…) apostando por la seguridad jurídica de las transferencias, refiere
que si la enajenación del título objeto de usufructo se hiciese en ciertas condiciones,
(aún siendo el enajenable de mala fe, podría dar lugar a una adquisición perfectamente
válida e irrevindicable”. Esta es la solución que más se ajusta a nuestro ordenamiento
jurídico. No obstante, no escapa a nuestra comprensión la inseguridad que representa
para el usufructuario la posibilidad –altamente verificable- de que el crédito
usufructuado sea transferido a un tercero que lo adquiere de buena fe. (…)
Se trata sin duda de un elemento que desalienta el empleo de esta figura en las
relaciones comerciales.
Finalmente, cabe precisar que la extinción del crédito por el pago no importa la
conclusión del usufructo, pues aún cuando se refiera al usufructo dinerario, el artículo
1020 del Código establece como regla que el usufructo continúa sobre el dinero
cobrado”.
8.- Extinción
“El término de duración del usufructo comenzará a contarse desde la apertura del
derecho y no desde el comienzo del goce. El lazo establecido es continuo, es por ello
que se computa el tiempo en que el usufructuario no ha usado de él por ignorancia,
despojo, o cualquier otra causa.
235
DOMÍNGUEZ DE PIZZIO, Rosa, Derecho reales de goce o disfrute sobre la
cosa ajena, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1979, p. 71
8.2. Muerte
De lo dicho se deriva que los derechos del usufructuario no son transmisibles a título de
herencia o legado, puesto que se extinguen a su muerte”
“Por muerte del usufructuario. Será causa de extinción en los usufructos vitalicios.
Lo era, en todo caso, en el derecho romano en la medida en que el usufructo se
consideró un derecho intransmisible.
(…) En cuanto al usufructo temporal, algunos autores entienden que el fallecimiento del
usufructuario antes del plazo será causa de extinción del derecho pues el sentido de la
institución es el de atender a las necesidades del titular. Según esta tesis, para que la
muerte no extinga el usufructo será preciso que se pacte expresamente la prórroga o
duración del mismo después de la muerte del usufructuario, pues si solo se establece un
plazo sin hacer esa salvedad, regirá la norma ordinaria de extinción del usufructo por
muerte.
Por tanto, sea constituida a título oneroso o gratuito, si lo es por un plazo determinado y
puede interpretarse que la voluntad del constituyente fue ésta, aunque ello no se deduzca
de una manifestación expresa en el título constitutivo, el fallecimiento del usufructuario
antes de su conclusión no extinguirá el usufructo, que se transmitirá mortis causa a sus
sucesores”
CASTIELLA RODRGUEZ, José Javier y otros, op. cit. En: Juan Francisco
Delgado de Miguel (Coordinador), cit., Tomo II, Volumen 2.º, pp. 288-290
236
8.3. Renuncia
“La renuncia puede ser expresa o tácita. La renuncia expresa puede hacerse constar en
un documento público o privado o bien puede manifestarse verbalmente ante testigos.
La renuncia expresa puede ser unilateral, es decir, simple declaración del usufructuario
de que renuncia al derecho, o bilateral, establecida en un contrato con el propietario.
Cuando es bilateral puede ser onerosa o gratuita, es decir, se puede renunciar merced a
una contraprestación en dinero, bienes o servicios o sin esa contraprestación. Cuando la
renuncia es bilateral y de carácter oneroso, en realidad equivale a un cesión de derechos,
o sea a una venta, y debe llenar las formalidad del contrato de compra-venta”
8.4. Prescripción
8.5. Consolidación
Por la consolidación del usufructo con la propiedad (…). Se entiende por consolidación
el hecho de reunirse en una sola persona las calidades de nudo propietario y
usufructuario, como si el usufructuario hereda del nudo propietario.
237
“El usufructo termina, en fin, por sentencia de juez que a instancia del propietario lo
declara extinguido, por haber faltado el usufructuario a sus obligaciones en materia
grave, o por haber causado daños o deterioros considerables a la cosa fructuaria.
El juez, según la gravedad del caso, podrá ordenar, o que cese absolutamente el
usufructo, o que vuelva al propietario de la cosa fructuaria (…)”
USO Y HABITACIÓN
1. Generalidades
“Es un derecho real por el cual el usufructuario tiene la facultad de utilizar el bien y de
extraer los frutos, pero limitando el aprovechamiento a sus propias necesidades y a las
de la familia.
Comenta el Profesor Romero Romaña, que este derecho se conoció desde Roma auque
limitado al jus utendi, pero que posteriormente, convencidos de su poca utilidad se le
amplió dándole el jus fruendi auque en forma restringida, pasando así al Código de
Napoleón y a los demás.
(…) a) Es un derecho real como el usufructo, pero menos completo que aquél, ya que el
usuario sólo goza de los frutos en forma limitada.
b) Sólo recae sobre bienes no consumibles, es decir, no existe el cuasi uso (…).
c) Es un derecho de carácter temporal como toda desmembración del derecho de
propiedad, que subsiste mientras dicho derecho esté vigente y sirva a las necesidades del
propio usuario o de su familia.
d) Es un derecho desmembratorio de la propiedad, como el usufructo.
e) Es un derecho instransmisible, por ser un derecho personalísimo
f) No es embargable.
(…)”
“El ‘uso’ es un derecho afín al ‘usufructo’, más de lo que deja entrever el nombre, y
distinto de él por un aspecto que el solo nombre no basta para exponer. No es que del
‘usufructo’ se obtenga el ‘uso’, quitándole el ‘frui’, es decir, conservando el goce
consistente en emplear la cosa en un servicio de utilidad no individual, como
vulgarmente significa el verbo ‘usar’, y quitando el poder de apropiarse las utilidades
que se separan mediante individualidad propia en forma de ‘frutos’. Hay que rechazar
esta idea que los nombres parecen sugerir.
238
cuantitativamente por las necesidades del usuario y de su familia y cualitativamente por
la efectiva posibilidad de que frutos y utilidades sean directamente empleables en
satisfacer aquellas necesidades. Por consiguiente, el ‘uso’ es el derecho real de servirse
de una cosa y de recoger sus frutos según su destino económico, en cuanto ello sea
necesario para las necesidades del titular y de su familia, valoradas esas necesidades
según la condición social del usuario(…)
Y así por ejemplo, si en el ‘uso cae un fundo, el usuario no puede recoger todo lo que
produce, vendiéndolo en el mercado y convirtiéndolo en dinero, sino solamente lo que
sea necesario y baste para satisfacer una necesidad directa (aunque lo que con miras a la
necesidad haya recogido y hecho propio, pueda luego venderlo sin emplearlo realmente
en su satisfacción: no es el empleo real, sino la empleabilidad directa, lo que legitima la
apropiación); y no puede tampoco arrendar el fundo percibiendo sus alquileres como
puede hacerlo el usufructuario, pues sería un goce indirecto. Si hay una máquina, puede
servirse de ella para su necesidad, no alquilarla; a menos que la máquina forme parte de
un conjunto haciendal destinado precisamente al alquiler, en cuyo caso, puesto que se
puede dar el uso de la hacienda, podrá gozar y disfrutar la hacienda para satisfacer sus
necesidades, pero no para juntar sumas que poner en ahorro, capitalizándolas”.
“La ‘habitación’ es afín al ‘uso’, pero debe rechazarse el concepto común de que no sea
más que el ‘uso’ mismo en cuanto tiene por objeto específicamente una casa. Hay una
diferencia más intrínseca, atinente al contenido: el contenido del ‘uso’ implica todo
goce, con tal de que sea directo según la destinación del bien; el de la ‘habitación’ no
comporta más que la posibilidad de servirse de la casa a fin de proveer exclusivamente
a la necesidad de alojamiento (…). Y, por tanto, el usuario puede ejercer en la casa una
actividad haciendal propia, con tal de que no cambie su destino; el titular de la
‘habitación’ no podría hacer más que ‘habitarla’, es decir, alojarse en ella con su
familia”
“Es un derecho real que faculta a su titular para usar un casa ajena, o parte de ella, para
utilizarla como morada. En otras palabras es un derecho real por el cual se habita
gratuitamente una casa ajena.
2. Constitución
239
“No tiene fuente legal, como el usufructo, siempre es convencional y puede ser
constituido por convenio, testamento y aún adquirido por prescripción, aunque (…)
quien puede adquirir la propiedad de un bien por usucapión, no se limita a adquirir un
derecho real restringido”
3. Elementos
3.1. Sujetos
En suma, las personas jurídicas pueden ser titulares de un derecho de uso o habitación,
pero no tienen derecho a los frutos a título de satisfacción de las necesidades de sus
integrantes”
“El precepto legal19 define el derecho de habitación como un derecho de uso restringido,
en contraposición a este, por el hecho de recaer sobre determinados bienes, solo
inmuebles, que sirven para un supuesto específico: morada.
Ahora bien, no se trata de cualquier clase de inmueble, sino de aquellos que por sus
características pueden ser utilizados como morada por personas. Vale aquí la aclaración
para el hecho de que este derecho, en nuestra particular opinión, sólo podría ser
constituido a favor de personas naturales y no de personas jurídicas. En la medida en
que las personas jurídicas no requieren de morada, entendida como casa-habitación, y/o
vivienda propiamente dicha, no estarían comprendidas en los alcances del instituto.
19
Se refiere al artículo 1027 del Código Civil peruano.
240
Además, toda vez que la facultad de disfrute se encuentra excluida en el derecho de
habitación, mal podría considerarse la constitución de un inmueble para oficina como
un derecho de habitación para personas jurídicas, puesto que, entre otros, se trata de una
actividad eminentemente económica, sea que se identifique con personas jurídicas sin
fines de lucro o con aquellas en las que el animus lucrandi se encuentra presente.
Asimismo, la extensión del ámbito ‘familiar’ de una persona jurídica ha de tenerse en
cuenta como causal que imposibilita la constitución del derecho a su favor”
3.2. Objeto
“En principio, pueden ser objeto de este derecho todos los bienes. Pero hay una
excepción (…) por la que el derecho de uso tiene que recaer, forzosamente, sobre bienes
no consumibles; por que de lo contrario, nace un cuasi-usufructo y no un derecho de
uso”
4. Derechos y obligaciones
“Son los mismos que los del usufructuario, pero restringidos a sus necesidades y a las
de su familia. (…) En principio, es un derecho personal, establecido, a favor de la
persona beneficiada; y si no hay disposición en contrario la ley establece que debe
beneficiar también a los familiares.
No existe artículo en el código que determine cuáles son las personas que deben
comprenderse como familiares del usuario. Esto constituye un vacio, porque en otras
instituciones como la del hogar de familia, por ejemplo, establece quiénes deben
entenderse por familiares.
(…) [Los poderes jurídicos del usuario] están restringidos por el artículo 95420, que no
permite realizar ningún acto jurídico, salvo la consolidación. La prohibición se funda en
que se considera un derecho netamente personal”
SUPERFICIE
241
principio romano superficies solo cedit (…). Pero, aparte de que el propietario puede
conceder sobre el edificio o la plantación un derecho real de uso y aprovechamiento, es
posible también que, como atenuación o excepción a la regla tradicional de la accesión,
el propietario de la finca conceda gratuitamente o a cambio de un canon, a otra persona
(superficiario) el derecho de hacer y mantener una construcción o una plantación sobre
el suelo de aquélla – o incluso, en caso de las construcciones, por debajo de dicho suelo
–, de modo que lo edificado o lo plantado sea de la propiedad (propiedad superficiaria)
de quien construyó o plantó y no del dueño del terreno, quien sin embargo recuperaría
su propiedad a la extinción del derecho del superficiario. Es posible asimismo, aunque
sea mucho menos frecuente, que el dueño de un inmueble edificado o plantado,
reservándose su derecho sobre el suelo, ceda a otro la propiedad de la construcción o de
la plantación y el derecho a mantenerlos sobre la finca.
(…) en la actualidad se propende a considerar que se trata de una relación que da lugar a
un derecho autónomo que consiente edificar o plantar sobre finca ajena y mantener en
ella la edificación o la plantación (derecho de superficie), detentando la propiedad
separada de lo edificado o lo plantado (propiedad superficiaria). En este sentido, el
derecho específico de superficie supondría – como indica Roca Sastre – el ‘soporte
jurídico de la propiedad superficiaria’
Así, esta última, deriva del planteamiento romano, en el cual inicialmente la regla
superficies solo cedit se opone a la concepción del derecho sobre el vuelo, como un
derecho real y obliga, para garantizar el uso del suelo y el aprovechamiento económico
de lo plantado o edificado por el superficiario, a emplear la figura del arrendamiento o,
en la concesión de terrenos públicos, de una facultad de utilización de carácter que
llamaríamos hoy administrativo. Sólo más adelante se ve reforzada la situación del
superficiario, primero con la concesión del interdictum de superficies y, en el último
momento, de acciones utiles in rem (…) de carácter similar a la reivindicatoria.
La otra idea nace de ciertos Derechos medievales en los que, en parte con el fin de
conciliar la inalienabilidad de las tierras feudales y eclesiásticas con la necesidad de
favorecer el desarrollo de la construcción urbana, se llegó a admitir – superando la
concepción de dominio dividido de la enfiteusis – que pertenezca a un sujeto la
propiedad de suelo y a otro la del edificio levantado sobre él, perpetuamente o durante
cierto tiempo. La doctrina francesa aceptó esta figura de la propiedad temporal del
superficiario sobre el vuelo (y derecho de utilización del vuelo) a fin de prescindir de la
figura de la enfiteusis, mal vista por el legislador; mas ulteriormente ha sido en otros
países el legislador – fundamentalmente para utilizarla como instrumento de política
urbanística – quien ha partido de aquella base”
2. Concepto y características
242
“El derecho de superficie (…), es el derecho real que confiere a su titular el poder de
edificar en suelo ajeno, haciendo suya la propiedad de lo construido.
(…) La especialidad más característica del derecho real que estudiamos reside en esa
separación entre el dominio de lo construido o plantado o sembrado y el suelo en que se
efectúa. El primero corresponde al titular de la superficie, y el segundo al concedente de
la misma. Viene a ser así una derogación convencional del principio de accesión: el
propietario del suelo no hace suyo lo que en él se edifica, planta o siembra. Por otra
parte, el superficiario goza del suelo ajeno, en tanto que utiliza para construir o sembrar
o plantar, y mantener el resultado de su actividad”
“El derecho de superficie urbano es un derecho real que permite a su titular construir
sobre, o debajo de, suelo ajeno, obteniendo la propiedad temporal de lo edificado.
- Responde a las dos fases del derecho de superficie: primero, como un derecho real a
edificar; y segundo, como propiedad separada del edificio.
- Comprende tanto los supuestos en que la construcción se encuentra sobre el suelo,
como aquéllos en que se edifica debajo del mismo.
- Toma partido por el carácter temporal del derecho de superficie.
3. Constitución
“El derecho de superficie puede originarse por cualquiera de las posibles formas a
través de las cuales nacen los derechos reales. El modo normal de adquisición del
mismo es el negocio jurídico, es decir, la declaración de voluntad del dominus soli
aceptada por el superficiario. Negocio jurídico que puede ser realizado inter vivos, o
mortis causa. (…)
243
Para un mejor estudio del tema podemos realizar una clasificación de sus diferentes
modos de constitución. Así, (…) de ellos (…) hemos recogido bajo el epígrafe
constitución general, referida a la modalidad urbana común, y que nace inter vivos,
como consecuencia de una venta, una permuta, una donación, y, mortis causa, a través
de un testamento”
“En principio, el derecho de superficie puede constituirse por acto intervivos, como
también por acto de última voluntad o mortis causa: por testamento que instituye un
legado ad hoc y, en otros países, en virtud de pactos sucesorios, por ejemplo. El
concepto expresado está recogido en el artículo 1031 del Código Civil vigente.
Cabe, además, que la concesión superficiaria se constituya por un acto o título oneroso
(contra pago de un canon o solarium, por ejemplo) o a título gratuito.
De otro lado, se ha afirmado, por autores como Albaladejo y Castán, que el derecho de
superficie puede adquirirse por usucapión.
Roca Sastre ha negado, sin embargo, esta posibilidad, sustentándose “en la especialidad
propia del derecho de superficie, porque si consiste su fundamento en la derogación del
principio de accesión, es indudable que éste no puede derogarlo el non domino.
Conviene indicar, sin embargo, que Roca Sastre da solución diferente al problema, en el
caso de que el derecho de superficie se haya constituido por efecto del derecho a
construir o en virtud de la enajenación de una construcción preexistente.
Según Roca Sastre, a quien seguimos en el desarrollo de este punto de vista, “en este
caso parece que el esfuerzo no es tan grande, pues no se trata de neutralizar los efectos
atributivos de la accesión, sino tan sólo de escindir los efectos de una accesión ya
operada. Y si esta escisión puede producirse por negocio jurídico, parece que la
usucapión, al menos la ordinaria, podrá funcionar, en el sentido de producir esta
escisión una vez consumada”.
(…) La forma más usual de constitución del derecho de superficie es por acto
intervivos, es decir, mediante contrato. Con menos frecuencia, surge a partir de un acto
mortis causa. En este orden de ideas, el derecho de superficie puede constituirse por
efecto de la concesión ad aedificandum o derecho a construir; en razón de la
enajenación de una edificación preexistente; o, finalmente, como resultado del contrato
accesorio al de arrendamiento de un terreno.
244
En este supuesto, la propiedad superficiaria se habrá obtenido de modo originario, como
resultado o a título de especificación.
245
En efecto, la indemnización es meramente una prestación de carácter en sentido
accesorio, en sentido económico, que no tiene relación alguna de equivalencia con la
prestación principal dada por el hecho de la constitución del derecho de superficie. No
puede discutirse, por lo demás, que para el superficiario constituye una gran ventaja de
carácter económico tener y mantener, por un largo periodo, una edificación en suelo
ajeno que implica la derogación del principio superficies solo cedir, sin mediar el pago
de un canon o de precio alzado.
Pero ello no quita que un contrato de superficie haya sido establecido a título gratuito.
Como dice De los Mozos, “el carácter de gratuidad es evidente, lo que pasa es que la
doctrina piensa en el gasto que ha hecho el superficiario para llevar a cabo la
construcción, pero ¿y si ésta ya existía cuando se hizo la concesión?”.
Esto, sin embargo, no excluye que la ley acuerde un derecho de retención o una garantía
suficiente en favor del superficiario, en tanto no se pague aquélla, siempre y cuando,
como es obvio, medie obligación para su pago. Debe notarse que en ese caso se estaría
reteniendo precisamente lo ajeno, reconociéndose así el carácter automático de la
reversión.
4. Elementos
4.1. Sujetos
246
Lo expresado quiere significar que, si el inmueble correspondiente se encontrara, por
ejemplo, en condominio, sería necesaria la unanimidad de los condóminos para
constituir el derecho (Cfr. Artículo 971, inciso 1, del Código Civil).
Nada obstará, sin embargo, para que nudo propietario y usufructuario se pongan de
acuerdo y convengan en su constitución.
La regla con respecto al usufructo será la mima sea que exista o no una edificación
levantada.
En opinión de De los Mozos, tampoco gozará del poder de disposición, el dominus soli
que tuviera su finca gravada con una servidumbre de no edificar, encontrándose
limitado en caso de una servidumbre altius non tollendi, desde que el derecho de
superficie deberá constituirse en perfecta concordancia con sus términos. En ese caso
podrá elevarse una edificación sólo dentro de la altura permitida.
4.2. Objeto
“En nuestra opinión, el derecho de edificar se ejerce siempre sobre inmueble ajeno. No
ignoramos, sin embargo, los supuestos mencionados por De los Mozos, como ejemplos
de superficie sobre suelo propio; ellos son: la reserva de superficie antes de la
enajenación del inmueble y la parcelación de terrenos antes de la construcción. En
nuestro criterio, aunque es factible la constitución del derecho de superficie
concomitantemente con el acto de transmisión, no existe en tal caso superficie sobre
suelo propio, sino que (…) se trata de instrumentaciones simultáneas sobre un mismo
inmueble”
247
5.1. Facultades del superficiario.
“La facultad de destruir la cosa, en cambio, debe ser analizada con algún detalle. Para
algunos autores, la actuación del superficiario debe ser siempre civiliter, por lo que debe
abstenerse de utilizar sus facultades de modo abusivo; debe abstenerse, además, de
deteriorar gravemente la construcción o plantación realizada cuando el dueño pueda
tener alguna facultad expectante. En igual sentido se ha dicho que cuando la
construcción implica la contraprestación que el superficiario debe por el uso y goce de
ella, o cuando la superficie se ha constituido enajenando un edificio ya existente, el
superficiario está obligado a conservar la construcción, pues la solución contraria
provocaría un enriquecimiento sin causa. (…)”
Su ejercicio, obviamente, deberá encuadrarse dentro de los términos del título en virtud
del cual ha sido constituido.
Como expresa De los Mozos si el derecho de superficie “ha sido constituido para
edificar viviendas no puede destinarse para instalaciones industriales y, como ello va
implícita la derogación del principio de accesión, toda extralimitación del superficiario
o de sus causahabientes supone una infracción de los términos de la concesión”.
(…) Desde que el superficiario se encuentra facultado para disponer del derecho del
cual es titular, está en igual aptitud para constituir sobre él derechos reales o personales,
tales como el usufructo, servidumbres, derechos de superficie (untererbaurechten),
hipoteca, etc.
248
(…) De los Mozos, afirma que “se ha planteado por la doctrina si el derecho de
superficie puede cederse por el superficiario en usufructo, bien que se incurra en el
equívoco de distinguir entre derecho de superficie y propiedad superficiaria (cuya
enajenación por separado no es posible), otra cosa es que debido a la naturaleza del
derecho de usufructo se pueda aplicar al derecho a constituir ínsito en el derecho de
superficie, por aquello de que la construcción supone especificación y, por tanto,
alteración de la sustancia de la cosa”.
Ciertamente, empero, habrá que lograr salvar ciertas situaciones oscuras, como por
ejemplo, la que se deriva del perecimiento de la edificación. Nuestro Código ha previsto
en su artículo 1025 una norma inspirada en artículo 517 del Código español que
transcribimos seguidamente. No puede dudarse, después de su lectura, que su aplicación
estricta no será posible.
Indica el numeral en cuestión que “si el usufructo se establece sobre un fundo del cual
forma parte un edificio que llega a destruirse por vetustez o accidente, el usufructuario
tiene derecho a gozar del suelo y de los materiales. Pero si el usufructo se encuentra
establecido solamente sobre un edificio que llega a destruirse, el usufructuario no tiene
derecho al suelo ni a los materiales, ni al edificio que el propietario reconstruya a su
costa”.
249
El derecho real de superficie es hipotecable, luego el objeto de la hipoteca es
propiamente este derecho real de superficie que, como apunta (…) Gullón, está
integrado por el derecho de construir, por la facultad de mantener la construcción y por
la de adquirir la propiedad temporal de lo edificado, con las ventajas económicas que
ello representa. Lo que ocurre, y conviene precisar por ser el punto central de la
cuestión, es que, frente a la hipoteca el derecho de superficie se puede encontrar en dos
momentos distintos: el primero, corresponde al periodo de tiempo que va desde el
momento en que se pacta la concesión, con la finalidad de construir, hasta que esta
facultad ha cumplido su objetivo, dando lugar a la propiedad superficiaria. El segundo
momento se extiende desde que existe esta propiedad superficiaria hasta el término de la
concesión.
Señala Guilarte, que esta misma es la solución por la cual ha optado el derecho italiano.
Menciona este autor, citando a Rubino, que la hipoteca puede ser inscrita aunque la
construcción todavía no haya surgido, sin que en ese caso tenga por objeto una cosa
futura, dado que ya existe el derecho a construir. Agrega que después se extiende
automáticamente a la misma por “la irrescindible unidad de la relación superficiaria,
comprensiva de estos dos derechos singulares”.”
5.1.3. La indemnización
250
“Al producirse la extinción de la superficie, por cualquier causa que sea, el superficiario
tiene derecho a ser recompensado por el valor de las obras en la medida del
enriquecimiento, salvo pacto en contrario”
5.2.1. Verificar un uso del suelo, vuelo y subsuelo compatible con el ejercicio de los
derechos del superficiario.
“En cuanto al subsuelo. El Código portugués prevé expresamente que el uso y disfrute
del subsuelo pertenece al propietario; la solución es razonable: el concedente o dueño de
la finca lo es de todo menos aquello que ha enajenado temporalmente (la superficie)
(…)
En cuanto al suelo. Puede ser que la construcción ocupe la totalidad de la finca, en cuyo
caso no es posible que el concedente haga uso alguno del suelo; si sólo ocupa una parte
del predio el concedente podrá usar y disfrutar de la porción descubierta, o transmitir el
derecho de goce sobre tal porción, siempre que sea compatible con el derecho del
superficiario (…)
En cuanto al vuelo. En defecto de pacto entre las partes entendemos que el vuelo sobre
lo edificado no puede corresponder al concedente por una doble razón: en primer lugar,
porque la constitución de la superficie conlleva, para el concedente, la pérdida temporal
de la facultad de edificar, al quedar suspendido el principio de accesión; y, en segundo
lugar, porque el ejercicio de la facultad de edificar por el titular del vuelo habría de
hacerse apoyando sobre la propiedad del superficiario (para lo que se precisaría su
autorización). Cuestión distinta es que el concedente se reservase, con el consentimiento
del superficiario, el derecho de sobreedificación sobre el edificio que construya éste”
251
derivado de su naturaleza pública. Estamos pensando en el derecho a inspeccionar la
edificación, en orden a comprobar que se cumple el destino para el que se concedió tal
derecho (finalidad que puede ser de índole social), o el estado de conservación (para
asegurar el valor de lo que se revertirá). La salvaguarda del interés general hace
aconsejable que el concedente goce del citado derecho de inspección”
(...) vamos a estudiar algunos de los posibles pactos que las partes pueden estipular en
base al principio de la autonomía de la voluntad (…)
1. Pacto por que se prevè que la reversión tenga carácter parcial (…) Nos explicamos. Si
la reversión es parcial, el edificio pertenecerá en propiedad al dueño del suelo (por
reversión de ciertas fincas) y al antiguo superficiario (por retención de los restantes
pisos y locales). A su vez, al extinguirse el derecho de superficie, la propiedad del suelo
ya no queda disociada de la del edificio, luego los titulares de éste han de ser
simultáneamente titulares del suelo. Y el modo idóneo – aunque quizá no el único – de
articular tal situación jurídica es la constitución del edificio en régimen de propiedad
horizontal: el titular de cada piso es cotitular de los elementos comunes, entre los que
figura el suelo, en proporción a su cuota.
- Los pisos y los locales que retiene ya no le pertenecen con una titularidad
temporal sino definitiva. No es superficiario de los mismos, sino su propietario.
- El edificio queda constituido en propiedad horizontal, de modo que quien fue
superficiario adquiere, por esta vía, una participación en la propiedad del suelo.
Luego, en caso de reversión parcial, lo que adquiere, o bien no lo ha tenido
nunca (una participación en la propiedad del suelo) , o bien lo ha tenido pero en
otro concepto (ahora, su título es de propiedad; antes, el de superficiario) (…)
2. Pacto por el que se excluye la reversión de modo total. El pacto por el que se excluya
totalmente la reversión no es válido.
252
suelo y la del edificio. Esto es, se frustra su carácter temporal, ya que el superficiario
continuará en propiedad de la totalidad del edificio (…)
3. Pacto por el que se prevè la reversión a favor de un tercero. Una tercera posibilidad
consiste en pactar que, llegado el momento, la reversión de lo edificado se produzca no
a favor del concedente sino de otra persona.
6. Extinción
“El fin principal de toda relación jurídico-real, consiste en que el derecho realice
plenamente su función económica, desapareciendo aquella cuando el titular no pueda
desarrollar la función prevista. En el derecho de superficie, la función económica es la
construcción y el mantenimiento de la edificación en suelo ajeno, por un tiempo
determinado o indefinido, y una vez transcurrido el derecho se extingue.
Como dice Roca Sastre, este es ‘el clásico supuesto de extinción de un derecho por
caducidad, es decir, por haberse agotado el tiempo de vida que se señaló al ser
constituido, dentro del tiempo máximo determinado por la ley’.
La doctrina estima, sobre la base de los preceptos respectivos, que no resulta posible
prorrogar el plazo de duración.
Esa es, por lo demás, la solución que brinda el derecho comparado. Así, por ejemplo, en
el ordenamiento germano donde, si bien no se admite la prórroga del plazo, cabe, sin
embargo, un derecho de preferencia a la renovación si así se ha previsto
contractualmente, ya que en este caso constituye “contenido del derecho de superficie”.
253
(…)
La extinción del derecho de superficie por resolución del título constitutivo podrá
deberse también a la aplicación de una cláusula resolutoria expresa. Es decir, en caso de
que se hubiera convenido expresamente que el vínculo obligatorio nacido del contrato
se resolverá si una determinada prestación no fuera cumplida conforme a lo acordado.
La doctrina ha discutido mucho lo relacionado con el momento a partir del cual debe
entenderse que la extinción produce sus efectos.
(…)
-el material, que supone la no realización de actos posesorios, actos que son calificados
como tales por la ley; y
-el temporal, que supone el transcurso del tiempo, de un lapso determinado que varía de
acuerdo a cada ordenamiento legal positivo, para que opere el abandono.
254
La renuncia ha sido definida como ‘el acto por el cual una persona manifiesta su
voluntad (expresa o tácita) de dejar de ser propietario de determinado bien (de
desapoderarse de la cosa), desprendiéndose de la posesión del mismo’. Expresa
Raymundo Salvat que esta ‘intención de renunciar no se presume. Se justifica que así
sea porque la intención de hacer una liberalidad no debe presumirse en ningún caso’.
(…)
Esta forma de extinción puede ocurrir por efecto de la adquisición del suelo por parte
del superficiario, sea por compra, legado, herencia u otro título; o como consecuencia de
la adquisición por el dominus soli de la concesión superficiaria. También puede
presentarse en el caso de que un tercero adquiera, por cualquier título, el derecho de
propiedad sobre suelo y edificación.
(…)
El Código Civil dispone, en su artículo 1313 que ‘por el mutuo disenso las partes que
han celebrado un acto jurídico acuerdan dejarlo sin efecto’. El mutuo disenso (distracto)
no es más que un acuerdo de voluntades contrario al prestado originalmente para la
creación de la relación jurídica patrimonial.
El mismo artículo 1313 del Código vigente agrega que ‘si (el mutuo disenso) perjudica
el derecho de tercero se tiene por no efectuado’.
255
(…)
Conceptúan que el edificio se ha levantado bajo condición (si aedificatur), por lo que,
como anota Guilarte, destruido el edificio no se puede reiterar la condición ya cumplida.
En nuestros días, la doctrina es casi unánime en admitir que esta causa de extinción sólo
será tal en caso de haber sido pactada.
Esa doctrina ha servido de inspiración al Código Civil peruano que en su artículo 1033,
establece lo siguiente: ¡El derecho de superficie no se extingue por la destrucción de lo
construido’.
Nada impedirá, sin embargo, que las partes acuerden lo contrario, en atención al
principio de la autonomía de la voluntad, puesto que la norma no es de orden público.
(…)
256
Ha sido el Derecho italiano el que se ha ocupado de esta causa de extinción,
estableciendo su procedencia en el caso de la concesión ad aedificandum o derecho a
construir. Así, el cuarto párrafo del artículo 954 del Código italiano indica que ‘el
derecho de hacer la construcción sobre el suelo ajeno se extingue por prescripción por
efecto del no uso (es decir, por falta de aprovechamiento del derecho por el titular)
durante veinte años’.
Ha quedado establecido que este plazo deberá ser contado desde la fecha en que pudo
iniciarse la construcción; y, en caso de que se tratara de derecho de reconstruir, desde
que operó la demolición o destrucción de la edificación.
(…)
(…)
(…)
Este efecto se presenta en la mayoría de casos de extinción del derecho como, por
ejemplo, los de mutuo disenso, transcurso del plazo, etc.
Como expresa Roca Sastre, esta obligación de indemnizar forma parte del contenido
normal del derecho de superficie, aunque puede ser excluida por el pacto que las partes
establezcan al efecto, o limitada en su monto. Ello se justificará, por ejemplo, si el
derecho de superficie se hubiera constituido como resultado de la enajenación de una
edificación preexistente. Obviamente que en el caso de que no se pacte en contrario de
la posibilidad de percibir una indemnización, el superficiario podrá hacer uso del
derecho de retención como garantía de pago de la misma; salvo, como es natural, que se
le garantice ello de modo distinto.
257
(…)
6.2.2. Efectos respecto de los derechos reales concedidos por el dominus soli
Expresa Guilarte que resulta indudable que el dueño del suelo puede constituir derechos
reales sobre éste. Agrega, empero, que en el estudio de los efectos que para dichos
derechos reales supone la extinción del derecho de superficie, es menester atender al
momento en que se establecieron. Es decir, si lo fueron antes o después de constituido el
derecho de superficie. Y, además, importa conocer la naturaleza de dichos derechos;
esto es, si son derechos reales de uso o de goce o si se trata de derechos reales de
garantía.
Añade el mismo Guilarte, respecto de los derechos de uso del suelo establecidos con
anterioridad a la constitución del derecho de superficie, que si este uso es incompatible
con el que después va a hacer del mismo objeto el superficiario, es indudable que el
derecho de superficie no habrá podido surgir. Empero, si, por el contrario, fueran
compatibles ambos goces y a la extinción del derecho de superficie estuviera vigente
aquél, es de preguntarse si se extenderá dicho derecho real de uso a la construcción o
plantación superficiaria.
(…)
(…)
Explica Guillén Ballesteros que ‘frente al acreedor hipotecario, los actos dispositivos
del deudor hipotecario no son eficaces, dado el vínculo de indisponibilidad que la
hipoteca crea sobre el bien gravado. Por lo tanto, no es que aquél tenga derecho sobre el
suelo, prescindiendo de la construcción o del derecho real de goce del superficiario, sino
que la derogación de la accesión (acto eminentemente dispositivo) no se da en relación
con el acreedor hipotecario. La presunción de que lo edificado, plantado o sembrado ha
sido realizado por el propietario, sigue conservando su plena vigencia con respecto a la
hipoteca. De lo contrario, la renuncia a la accesión hecha por el propietario sería en
perjuicio de tercero, que por el artículo 4 del Código Civil está privada de eficacia’.
En nuestro ordenamiento legal, sobre la base de lo preceptuado por el artículo 1101 del
Código vigente, puede arribarse a una conclusión similar a la desarrollada por Gullón
Ballesteros.
258
Solución contraria será, en cambio, si la hipoteca venciera con posterioridad a la
extinción del derecho de superficie.
Como expresa Guilarte, ‘resulta indudable que se ha podido aceptar tal garantía
hipotecaria teniendo en cuenta el posible valor del edificio’.
(…)
(…)
Según Guilarte, ‘son aquellos constituidos o trasmitidos por el superficiario a virtud del
negocio jurídico, estando excluidos de este régimen aquellos que haya adquirido el
tercero por usucapión, por cuanto esta adquisición es originaria, y el derecho, así
adquirido, no puede resentirse de las limitaciones del derecho del superficiario’.
No existe razón alguna, como aprecia con certeza De los Mozos, para diferenciar su
situación de los derechos reales.
(…) las legislaciones italiana y española ofrecen dos tipos de soluciones respecto de los
derechos reales constituidos sobre el derecho de superficie, cuando éste se extingue por
efecto del transcurso del tiempo o por otras razones.
(…)
En el caso del Código peruano, el artículo 1034 puntualiza que ‘la extinción del derecho
de superficie importa la terminación de los derechos concedidos por el superficiario en
favor de tercero’.
259
Como puede apreciarse, la regla se refiere genéricamente a ‘derechos’, sin precisar si se
trata sólo de los derechos reales o si involucra tanto a éstos como a los personales. En
aplicación del viejo aforismo ‘ubi lex non distinguit nec non distinguere debemos’, es
preciso concluir que la norma comprende ambos tipos de derechos.
6.2.4. Efectos respecto de algunas obligaciones que surgen para el dominus soli y el
superficiario
En este último punto, vamos a dedicar algunas líneas al problema que se presenta
cuando al concluir el derecho de superficie no exista edificación levantada.
Guilarte distingue sobre este particular varias situaciones ‘si se pactó como
contraprestación por la cesión del goce del suelo la mera adquisición de la propiedad de
lo edificado sin otra prestación por parte del superficiario y sin que éste tuviera derecho
a indemnización, parece indudable, que el concedente estará facultado para exigir al
superficiario una indemnización equivalente al valor de lo que hubiera representado la
edificación. Si, por el contrario, nada se hubiera pactado en el título sobre la
contraprestación en esta forma, entonces se limitará la facultad del concedente al normal
juego de la accesión: es decir, adquirirá la edificación si es que existe’.
Respecto de esta materia, pueden presentarse diversas situaciones que, en todo caso,
deberán resolverse teniendo en consideración el alcance de las estipulaciones contenidas
en el acuerdo mediante el cual se estableció el derecho de superficie.”
CARDENAS QUIRÓS, Carlos, op. cit. En: Estudios jurídicos en honor de los
profesores Carlos Fernández Sessarego y Max Arias Schreiber Pezet, Cit., pp.
39-55
SERVIDUMBRES
1. Concepto.
260
(…) Un paralelismo de las servidumbres se puede hacer con el status de las personas.
En ambos casos se tiene una situación jurídica determinada: del fundo en las
servidumbres, de la persona el status personarum. Pero mientras la persona
necesariamente tiene determinados status, la situación de fundo dominante o sirviente es
sólo accidental: posible, pero no necesario. La situación normal es la de libertad.
La terminología romana, que llega hasta nuestros días, habla de servitus, es decir,
emplea el mismo lenguaje que para la esclavitud de las personas: se habla de fundus
serviens qui servit, o como decimos nosotros, fundo dominante.
Es una situación antitética. Del lado activo implica un incremento tanto económico
como de facultades jurídicas, en cuanto que se concreta en un derecho respecto del
fundo sirviente que no está contenido en el derecho de propiedad; es una extensión
jurídica del dominio (…) Inversamente del lado pasivo implica una disminución
económica y jurídica, en cuanto se disminuyen legalmente las facultades incluidas en el
dominio, y por tanto se produce disminución de su valor.
(…) Del concepto de servidumbre como situación objetiva entre dos fundos derivan los
caracteres fundamentales de la institución, que al mismo tiempo son la confirmación de
aquel concepto: inherencia, permanencia indefinida, inalienabilidad separadamente del
fundo, indivisibilidad.
Una misma utilidad (paso, acueducto, no edificado, etc.), precisamente todas aquellas
utilidades que pueden formar el contenido de una servidumbre, en el caso de que se
atribuyen a favor de una persona, dan lugar a un derecho de crédito: si se atribuye en
cambio objetivamente a un fundo da lugar a una servidumbre. Ambas relaciones podrán
incluso constituirse mediante los mismos actos (contrato, testamento, etc); pero lo que
las distingue no es el acto, sino la diversa estructura de la relación que se constituye. La
utilidad recae siempre sobre la persona, pero en el caso de la servidumbre se extrae en
base a una relación con el fundo.
261
Lo mismo se puede repetir en relación al lado pasivo. La servidumbre implica
restricción en los poderes del propietario, objetivamente a cargo de cualquier persona
que en cada momento es propietario del fundo sirviente.
Esta concepción, original de los juristas romanos, está dictada por exigencias prácticas,
las cuales sugieren que se reconozca una relación permanente y objetiva,
independientemente de la fluctuación de las personas. A esta exigencia responde la
servidumbre que une la utilidad y el gravamen al fundo. A las necesidades temporales y
personales provee la obligación, a las permanentes y objetivas, la servidumbre.
(…) El concepto primordial de servidumbre como situación entre dos fundos constituye
el fondo de la institución que no desaparece nunca ni con el paso del tiempo, pero se
encuadra necesariamente en la órbita del derecho para convertirse en institución
jurídica.
(…) El contenido del derecho es tan variado que no es posible encerrarlo en una
fórmula legal. Cualquiera que sea, implica siempre gravamen, servicio. Este es el
elemento común y constante de cualquier relación que se califique de servidumbre. No
es nada extraño, pues, que la propiedad, el usufructo, el uso y la habitación y la hipoteca
se definan por la misma ley como derechos precisamente por que incluyen facultades
singulares, aunque generales, como la propiedad. En cambio, en las servidumbres el
denominador común, cualquiera que sea el derecho correspondiente, viene dado por la
sujeción de un fundo respecto a otro. Decimos exactamente fundo gravado por una
servidumbre para indicar el estudio de sujeción de un fundo, al que corresponde la
situación de supremacía de otro que calificamos de fundo dominante.
BIONDI, Biondo, Las servidumbres, Editorial Comares S.L., Granada, 2002, pp.
104-117. Traducción de la 2.ª edición y anotaciones al derecho civil español
común y foral, por: Juan Manuel Gonzáles Porras.
2. Fundamento
262
“La razón jurídica esencial de la existencia de las servidumbres es de adecuación del
derecho a la utilidad que proporcionan sus objetos. Las facultades que integran los
derechos subjetivos han de ser las precisas para la obtención de las utilidades que
proporcionan sus objetos, en cuanto las excedan son superfluas, y si no son aptas para
conseguir toda la utilidad o utilidades, no sirven a sus fines, en ninguno de los dos casos
cumplen con su función. Como he expuesto al explicar en Roma su nacimiento y
evolución, recogiendo las opiniones de Grosso y especialmente de Franciosi, sería un
despilfarro adquirir en propiedad la franja de la finca que ocupa el camino, el canal, el
acueducto o el tendido eléctrico, telefónico o del teleférico, etc., cuando la servidumbre
es lo adecuado y lo suficiente, no sólo para cumplir el fin del camino, canal, acueducto
o de los tendidos aéreos, sino también para que el propietario del predio sirviente sufra o
tolere el paso de ellos con el mínimo daño, sin que sea necesario que enajene la
propiedad de la parte de su finca afectada. Con esta reducción de las facultades del
propietario del predio sirviente se obtiene el mismo beneficio, la misma ventaja, la
misma utilidad que adquiriendo la propiedad y a un coste inferior, conservando el
propietario del predio gravado la propiedad con las ventajas en materia de servidumbres
de luces y vistas o de distancias de plantaciones, etc. Con las servidumbres se supera el
aislacionismo de las fincas sin necesidad de adquirir las contiguas”
“El derecho real de servidumbre se fundamenta en una causa servitutis: la utilidad del
fundo dominante. La utilidad de un fundo dominante como característica esencial de la
servidumbre está en la propia definición legislativa de la figura. ¿Puede cualquier
utilidad servir de causa servitutis y fundar una servidumbre? La idea de que cualquier
utilidad puede justificar la imposición voluntaria de una servidumbre es contraria al
derecho romano y propia del derecho intermedio (Baldo, Bartolo). El principio tiene un
claro sentido antijurídico – multiplica las cargas ocultas – y antieconómico – restringe
los rendimientos de la propiedad. La categoría general está admitida en la moderna
codificación que admite cualquier provecho del fundo dominante, y pierde el sentido de
la tipicidad en las servidumbres inmobiliarias. Sin embargo, el análisis atento de la
jurisprudencia muestra que la propia excepcionalidad de las servidumbres, hace del
problema un problema ‘teórico’, pues la práctica apenas conoce la existencia de
servidumbres innominadas. ¿Es la inutilidad causa de extinción o reducción de la
servidumbre?; el tema no viene legalmente previsto con carácter general en la
codificación, sin embargo la adecuación entre el gravamen de la servidumbre y la
utilidad (causa servitutis) es un principio que se asienta en consideraciones dogmáticas
(la definición de servidumbre), la facultad de redención es un corolario de la facultad de
modificación y de ejercicio civiliter de la servidumbre y se explica sobre todo por unas
razones macroeconómicas (libertad de la propiedad, tutela del crédito, productividad
agraria, tutela de la pequeña propiedad agrícola). En el Código Civil la redención de la
servidumbre por inutilidad viene prevista en la servidumbre legal de paso (art. 568)21
que debe interpretarse con la máxima amplitud (...)
ALVAREZ CAPEROCHIPI, José Antonio, op. cit., Tomo II, pp. 43-44
3. Clasificación
21
Similar dispositivo se encuentra en el artículo 1050 del Código Civil peruano.
263
3.1. Servidumbres legales o forzosas y voluntarias.
“Servidumbres legales son aquellas impuestas por la ley como consecuencia natural de
la situación de los predios y tomando en cuenta un interés particular o colectivo; por
ejemplo, la servidumbre de desagüe por cuanto que el predio sirviente se encuentre en
un plano inferior con relación al dominante y las aguas pluviales tengan necesariamente
que escurrir hacia el predio inferior. En cambio, las servidumbres voluntarias son
aquellas que se crean por contrato, por acto unilateral, por testamento o por
prescripción.
“Por tradición secular, que se remonta al Corpus iuris y llega a algunos códigos
civilistas del siglo pasado, las limitaciones legales del dominio se han calificado de
servidumbres, a las que se añade el adjetivo de legales para indicar que la relación
emana directamente de la ley. (…)
(…) La doctrina ha ido de uno a otro exceso. Todas o una gran parte de las limitaciones
legales del dominio eran calificados antes como servidumbres legales, y por ello
presentaba esta categoría un centenar de instituciones muy heterogéneas, que nada tenía
de común como no fuere su reconocimiento positivo. No menos excesiva es la doctrina
opuesta, que niega la existencia de las limitaciones legales del domino, que presenten
estructura análoga a la servidumbre y que por tanto puedan aún calificarse como
servidumbres emanadas de la ley.
El error de la doctrina tradicional está en haber formado una categoría calificada como
servidumbre legal, incluyendo en ella indiscriminadamente todas las limitaciones
legales del dominio. Esto es un error indudablemente. Pero existen limitaciones que
responden plenamente a dicho estado de sujeción de un fundo respecto a otro en utilidad
de éste, que constituye la esencia de la servidumbre (…) Que se apoye directamente en
la ley o en la voluntad del hombre no tiene importancia a los fines de la estructura de la
relación, del mismo modo que se habla técnicamente de obligaciones legales para
indicar directamente en la ley, presentan la misma estructura de las obligaciones
voluntarias. Podemos, por tanto, calificar de servidumbres legales las relativas a las
distancias, altura de edificios, luces, estilicidio. Y no carece de valor constatar que
precisamente respecto a tales relaciones ha surgido el concepto de servidumbre legal,
264
que históricamente más que ampliado se ha desnaturalizado, hasta comprender todas las
limitaciones legales del dominio, dando lugar a esa desviación que justamente ha
denunciado la doctrina moderna.
(…) Las servidumbres legales, es decir, las limitaciones de la propiedad que implican
relación entre fundo, difieren de las voluntarias no por la estructura, que no es distinta,
sino por las siguientes notas:
a) Las servidumbres voluntarias son atípicas, y, por tanto, cualquier utilidad que un
fundo pueda proporcionar a otro puede ser contenido de ellas. Las servidumbres
legales son típicas, y cada una tiene el contenido establecido uniformemente por
la ley.
b) Para las servidumbres legales el único título es la ley.
c) Todas las servidumbres legales, precisamente porque suponen una limitación del
dominio, son negativas.
d) Mientras que las servidumbres voluntarias derivan del hecho del hombre, las
reglas emanan directamente de la ley, y por ello no valen las limitaciones
dispuestas para la constitución de las voluntarias.
e) Las servidumbres legales se establecen en interés privado y, por tanto, son
derogables por pacto o por constitución de una servidumbre inversa. Mientras
que la servidumbre voluntaria implica una derogación al régimen de libertad, la
servidumbre inversa al régimen legal implica derogación al régimen legal de
limitación”
Así, las servidumbres legales no quedan constituidas por simple disposición de la ley
sino que en estos casos la ley se limita a conceder a la persona el derecho subjetivo o
poder jurídico que le faculta para reclamar la constitución, de manera que la persona
que según la ley puede beneficiarse de las servidumbres legales, puede optar entre
constituirlas o no (derecho potestativo constitutivo), siendo forzosa para el titular del
predio sirviente desde el momento en que se ejercita esa facultad, pero inexistentes
antes de que haya procedido a su constitución por lo que hasta entonces la finca se
encuentra libre de gravámenes y frente a cualquier intromisión puede su titular o
poseedor ejercitar la acción negatoria o las acciones posesorias. Ello hasta el
establecimiento de la servidumbre a través de un acto de imposición, el cual se realiza
por un acto jurídico, que es un acto de concreción del mandato legal que, en la mayoría
de los supuestos se realiza mediante un acto concreto de la autoridad judicial o
administrativa (…) pero sin excluirse el cumplimiento voluntario de la norma mediante
la constitución convencional del derecho real limitado por acuerdo de los interesados”.
265
REBOLLEDO VARELA, Ángel Luis, Régimen general de las servidumbres. En:
REBOLLEDO VARELA, Ángel Luis (Coordinador) y otros, Tratado de
servidumbres, Editorial Aranzadi, Navarra, 2002, p. 130
“Son servidumbres continuas las que su uso es o puede ser incesante, sin necesidad de
acto del hombre; son servidumbres discontinuas aquellas para cuyo uso se requiere la
interveción humana. Como servidumbres continuas, tenemos, por ejemplo, la de luces,
la de desagüe; en estas servidumbres su ejercicio no depende de ningún acto del
hombre, puede decirse que por virtud de una situación natural de los predios se ejercen
por sí solas, sin que sea necesaria la actividad humana. Lo mismo ocurre en la
servidumbre en la servidumbre de desagüe, o escurrimiento por el declive natural de los
predios, que se ejercita sin necesidad de actos del hombre. En cambio, las servidumbres
discontinuas requieren para su ejercicio la actividad humana, sólo cuando se ejecutan
ciertos actos se están usando; por ejemplo, la servidumbre de paso.
“es continua la servidumbre (afirmativa (…)) para cuyo ejercicio no sea necesario el
hecho del hombre; es, pues, la servidumbre de la que constituyen ejemplos el acueducto,
la vista saliente, la gotera, y similares.
Hay posesión de la servidumbre discontinua cuando exista ejercicio de ella que consista
en un acto del propietario del fundo dominante, correspondiente al contenido de la
servidumbre. Así, posee la servidumbre de pasto aquel que, aunque sólo sea en el
tiempo en que los animales puedan encontrar hierba para alimentarse, los conduzca al
fundo sirviente; no desaparece la posesión de la servidumbre; aunque, en el tiempo en
que falte la hierba, los animales no sean conducidos al fundo sirviente.
266
La distinción que acabamos de señalar revela su utilidad en materia de extinción de la
servidumbre por prescripción”
Las aparentes son aquellas que se manifiestan por signos exteriores, como una puerta,
una ventana, un acueducto. Las no aparentes son aquellas cuya existencia no se
manifiesta por ningún signo de esa naturaleza, como la prohibición de edificar o de
elevar edificio más allá de una altura determinada.
Esta clasificación (…) no hace a la naturaleza de las servidumbres, sino que depende
simplemente de una situación de hecho.
Así, por ejemplo, una servidumbre de paso es siempre discontinua, mas puede ser
aparente o no aparente, según se manifieste o no por signos exteriores. Una servidumbre
de vista es también siempre continua, pero sólo es aparente cuando se manifiesta por un
signo exterior, como una ventana.
267
(…) El ser aparente una servidumbre no consiste solamente en que haya un algo exterior
visible sino que (…) se requiere que ese algo sea ‘signo aparente de servidumbre’ (…)
Por lo que respecta a qué debe entenderse por signo exterior que revela el uso y
aprovechamiento de la servidumbre porque la anuncia y está constituida a la vista,
existe unanimidad en la doctrina al estimar que, en todo caso, ha de tratarse de signos
permanentes (‘están continuamente a la vista’), no variables o accidentales, por lo que,
en principio se excluyen los signos meramente temporales que, en último término,
serían considerados precarios o tolerados a efectos de de una eventual usucapión. Ahora
bien, hay que tener en cuenta que la permanencia del signo aparente no está referida a
su forma o a la mayor o menor consistencia estructural de los materiales empleados en
la construcción, sino a la estabilidad y normalidad de la misma en relación con la
utilidad que a través de él se pretende proporcionar al predio dominante.
(…) El signo ha de tener una relación objetiva con el uso o aprovechamiento, es decir,
inherente en cuanto instrumento del ejercicio de la servidumbre. Desde esta perspectiva,
un signo que no guarde ninguna relación objetiva de instrumentalizad con el uso y
aprovechamiento no sería suficiente para permitir calificar una servidumbre de aparente,
como tampoco lo sería por la exigencia apuntada de signo objetivo, aunque ello puede
ser más dudoso, si el signo sólo se manifiesta inequívocamente para el propietario del
fundo sirviente y no objetivamente para cualquiera.
(…) El signo exterior, obviamente, tiene que estar dotado de una publicidad suficiente
por lo que ha de ser visible y estar continuamente a la vista (…), como afirma Lucas
Fernández, se exige que se trate de un signo exterior que objetivamente pueda ser
apreciado por cualquiera, sin que baste el conocimiento subjetivo que de la servidumbre
pueda tener el titular del predio sirviente [por haberla constituido, por ejemplo], ni
tampoco el que puedan tener los terceros a través del Registro de la Propiedad donde
pueda estar inscrita la servidumbre. Por otra parte, un solo signo puede ser suficiente
según los casos para convertir una servidumbre en aparente y, además (…) no se
requiere que la exteriorización y visibilidad tengan que se totales, ya que puede ser
parcial respecto solamente de la visibilidad de alguno de los elementos u obras
materiales que posibiliten el aprovechamiento de la servidumbre apreciable con una
normal diligencia.
(…) El signo aparente puede hallarse situado tanto en el predio sirviente, que es lo más
frecuente, como en el predio dominante dependiendo de la naturaleza de la servidumbre
ya que el signo deberá estar situado en el lugar en que la misma se ejerce”
“Por el carácter de la sujeción a que se encuentra sometido el dueño del predio sirviente,
las servidumbres son positivas o negativas.
Positiva es la servidumbre que sólo impone al dueño del predio sirviente la obligación
de dejar hacer, como la de acueducto y la de tránsito.
268
Negativa es la servidumbre que impone al dueño del predio sirviente la prohibición de
hacer algo, que sin la servidumbre le sería lícito, como la de no poder elevar sus paredes
sino a cierta altura.
En las servidumbres positivas el dueño del predio dominante está facultado para realizar
actos de uso sobre el predio sirviente ajeno; la sujeción del propietario de este último
consiste en el deber de tolerar (in partiendo) los actos de aquél.
En las servidumbres negativas el dueño del predio dominante está facultado del poder
de privar al propietario del fundo sirviente de que haga algo; la sujeción de este último
consiste en el deber de abstenerse de hacer alguna cosa en el propio fundo (servitus
prohibendi, o in non faciendo): no edificar, no construir más arriba de determinada
altura, no plantar árboles.
Un escritor francés decía: ‘¡El ocio! He ahí la más grande y bella conquista del hombre’.
Pues bien, según fluye de las explicaciones anteriores, no hay temor de que esta
conquista la pierda el dueño del predio sirviente porque, de acuerdo con una adagio
universal, la servidumbre no puede consistir en la obligación de hacer; Servitus in
faciendo consistere non potest. El que sufre la servidumbre debe dejar hacer o
abstenerse de hacer, pero él nada está obligado a hacer en razón del gravamen real
mismo. La actividad debe desplegarla el dueño del predio dominante, el titular del
derecho de servidumbre, y la carga se objetiviza materialmente en el predio que la
soporta, sea a través de un acueducto, o de una senda, o de un muro que soporta una
construcción ajena o que no puede elevarse más en beneficio de ésta, etc.
(…) los tipos que se miran como obligaciones de hacer constitutivas de servidumbre, en
realidad (…) no son servidumbres, sino obligaciones legales basadas en las relaciones
de vecindad. En otros casos las obligaciones de hacer que corresponden al dueño del
predio sirviente son obligaciones que se agregan a la relación real de servidumbre, son
accesorias de ésta y tienden a permitir o facilitar el ejercicio de la misma. Así, puede
establecerse voluntariamente que el dueño del predio sirviente estará obligado a
remover él, cada vez que se presente, los obstáculos (tierra, piedras, basuras) que
impidan el libre curso de las aguas por el acueducto. En esta hipótesis, la servidumbre
consiste en dejar conducir por heredad propia las aguas a que tiene derecho el dueño del
fundo dominante; la obligación de remover los obstáculos es accesoria al gravamen real.
Estas obligaciones accesorias son propter rem, es decir, obligaciones en que el deudor lo
es por ser dueño de la cosa por cuya causa se le impone la obligación: en este caso,
dueño, dueño del predio sirviente; cambia de dueño la cosa, automáticamente cambia el
deudor de la obligación, pasa a serlo el nuevo dueño de aquélla”
4. Caracteres
269
razón de ser inherente activa y pasivamente a las fincas afectadas, su titularidad activa y
pasiva se determina por referencia a la apropiación o a la titularidad sobre un inmueble
y entraña objetiva y mediatamente una relación entre fundos. Por eso, como explica
Puig Brutau, su titularidad no corresponde a una persona por su cualidad estrictamente
personal, sino que el titular del derecho es por serlo del predio dominante y, por su
parte, los deberes inherentes al predio sirviente son asumidos por quien sea titular de
este fundo (…)”
RAMS ALBESA, Joaquín, op. cit., Tomo III, Volumen Segundo, p. 126
“Desde el derecho romano era indispensable que fueran distintos los propietarios,
extinguiéndose la servidumbre por consolidación (…). Técnicamente, no había lógica al
establecerlo, porque las servidumbres gravan los predios sin tener en cuenta la persona
que ejerce el dominio; pero en ninguna legislación se permitía.
El primero que innovó la norma fue el código suizo, en su artículo 73; y así lo ha hecho
también nuestro código: En efecto, en el artículo 97722 se expresa: ‘El propietario de dos
predios, puede gravar el uno con servidumbre en beneficio de otro’. La disposición es
perfectamente clara, pero ha debido agregarse que la servidumbre debe estar establecida
en debida forma e inscrita en el Registro de la Propiedad Inmueble. Si una persona es
propietaria de dos fundos y establece entre ellos servidumbres, puede indudablemente
hacerlo por simple razón de comodidad y sin que conste expresamente su constitución;
pero si vende a un tercero uno de los fundos, para que la servidumbre impuesta tenga
efecto, es necesario que aparezca inscrita en el Registro de la Propiedad, pudiendo así
ser opuesta a todo el mundo”
Este otro caso nos puede clarificar aún más la tesis expuesta. Existen dos predios
contiguos, uno de propiedad de A y el otro de B. El predio de B soporta una
22
La referencia es al Código Civil peruano de 1936, derogado. Sin embargo, el Código Civil de 1984
contiene una disposición casi similar en el artículo 1048.
270
servidumbre legal de tránsito para salir a la vía pública a favor del predio A, quien
adquiere el dominio del predio sirviente y decide conservar cada predio en forma
independiente con su matrícula inmobiliaria. Es decir, no efectúa el englobe de las dos
propiedades para convertirlas en una y por tanto siguen subsistiendo las dos matrículas
inmobiliarias. Si decide arrendar el predio beneficiado con la servidumbre es indudable
que el inquilino necesitará la existencia de esta para realizar a plenitud la explotación
económica. Sin embargo, la ley ya ha puesto en marcha la confusión y el predio no goza
de la servidumbre. En casos como este la confusión no debe operar ya que la
servidumbre se constituye en beneficios de los predios y no de sus propietarios”
4.3. Utilidad.
(…) la utilidad propia del servicio que el predio sirviente rinde al predio dominante
debe se lícita, no sólo, como ocurre para cualquier situación que interese al Derecho, en
el sentido de no contradecir una específica norma cogente, sino en el, acaso más general
y sofisticado pensamiento del legislador de la regla concreta (…) de no atentar contra el
orden público (…) y también en el de no desconocer – como ha sugerido Comporti – la
función social, que, aunque explícitamente reportada en el texto constitucional a la
propiedad (…), puede extenderse a las derivaciones de la misma (…) entre las cuales se
encuentran, desde luego, las servidumbres, que no podrían menoscabar, por intereses
que se concretan en la utilidad privada, los superiores que se cifran en la utilidad social.
RAMS ALBESA, Joaquín, op. cit., Tomo III, Volumen Segundo, pp.129-135
4.4. Indivisibilidad
271
ALVAREZ CAPEROCHIPI, José Antonio, op. cit., Tomo II, pp. 42
“(E)l principio es que las servidumbres, como cargas y como derechos, es decir,
consideradas como cualidades inherentes al fundo sirviente o dominante, son
indivisibles: este principio se funda en la naturaleza propia de las servidumbres, las
cuales consisten en un hecho que en sí mismo no puede ser dividido: cuando yo tengo
un derecho de paso por la heredad ajena, no se concebiría que este derecho pudiera
existir sólo por mitad; cuando tengo el derecho de tomar agua en la fuente de la heredad
vecina, tampoco podemos pensar que este derecho exista sólo por mitad; cuando el
vecino tiene sobre mi heredad una servidumbre que me impide edificar a más de veinte
metros de altura, ni mi vecino ni yo podemos creer que esa servidumbre exista sólo en
una mitad; consideradas en sí mismas, todas las servidumbres nos parecen revestidas de
un carácter evidentemente indivisible, que aleja toda idea de la posibilidad de un
fraccionamiento de ellas, sea como carga, sea como derecho. Pero el legislador, al
consagrar el principio de indivisibilidad de las servidumbres, no lo ha considerado
abstractamente, sino desde el punto de vista práctico, en las aplicaciones que este
principio comporta y en la extensión que debe dársele.
Por lo que respecta al predio sirviente, son aplicables los mismos criterios expuestos
sobre le fundo dominante: la indivisibilidad de la servidumbre no puede tener como
consecuencia hacer soportar el gravamen, por vía de expansión, a otros fundos que el
272
propietario del predio sirviente le ha unido posteriormente y de ahí que la servidumbre
sólo recaerá sobre las partes del nuevo predio que constituían el antiguo (…)
Una cuestión que plantea la división del fundo dominante es si después de ella la
servidumbre continúa siendo un todo unitario, de acuerdo con el principio de
indivisibilidad (…) La doctrina mayoritaria, con acierto, considera que la división del
predio dominante (y aún del sirviente) implica la aparición de diversas servidumbres
que suceden a la originaria, constituyendo derechos autónomos y de cuya utilidad cada
titular tiene derecho a disfrutar con independencia de los otros y así, a un único predio
dominante y una única relación jurídica existente con el predio sirviente, sustituyen
tantos predios dominantes como parcelas divididas, todas ellas beneficiarias de otras
tantas servidumbres con igual contenido y extensión que la primitiva. La consecuencia
de ello es que la inmutabilidad de la servidumbre no es tan absoluta pues a partir de la
división cada servidumbre puede seguir vicisitudes distintas, no sólo en cuanto al
ejercicio independiente de las acciones confesoria o negatoria, sino también en la
concurrencia de las causas de extinción, en especial, en cuanto a la posibilidad de
considerar extinguida la servidumbre respecto de aquellos predios resultantes del
fraccionamiento del dominante para los que la servidumbre sea inútil o haya devenido
en imposible su ejercicio dadas las nuevas características físicas (…)
273
servidumbre en otras tantas como parcelas resulten, y todas ellas quedarán y
continuarán gravadas si bien el ejercicio actual no se verifique por todas ellas sino por la
que siga comprendiendo el lugar de ejercicio anterior, y dado el carácter autónomo de
cada una de ellas, si no se producen las causas previstas en el título constitutivo o en la
ley que permitan variación del lugar de tránsito en el plazo de 20 años 23, habrá extinción
por no uso, pero no antes, plazo que comenzará a computarse desde la segregación pues
con anterioridad, existiendo predio único, habrá existido uso o ejercicio. Admitir una
extinción anterior supondrá, en otro caso menoscabo.”
En los comienzos del derecho romano las servidumbres son típicas. La ley solo
reconoce determinadas formas de relación, teniendo cada una denominación propia,
contenido propio, régimen propio, y protegida por acciones específicas. La tipicidad es
uno de los caracteres del derecho romano, correspondiente al sentido de concreción,
carente de abstracciones, que refleja el espíritu latino. Típicas son las obligaciones, los
contractus, los delicta, las disposiciones testamentarias, las actiones. De igual manera
también las servidumbres.
(…) Los supuestos aumentan, pero las servidumbres permanecen siempre típicas. En las
fuentes no sólo falta una definición, lo que no es extraño, sino incluso cualquier
formulación general. También en los juristas recientes encontramos catálogos de
servidumbres, tanto rústicas como urbanas; los problemas jurídicos son tratados en
relación a alguna servidumbre, mencionada a modo de ejemplo, más que refiriéndose a
una doctrina general.
(…) No se posee una disciplina particular para cada contrato típico en la esfera de la
disciplina general del contrato, pero aquello que sirve para algunas formas de
servidumbres, denominadas de cualquier manera, o para categorías de éstas, no vale
para otras; no se pueden considerar de la misma manera la servidumbre de apoyo y la
servidumbre de paso. Ya las clasificaciones romanas y modernas (mancipi y nec
mancipi, rústicas y urbanas, continuas y discontinuas, aparentes y no aparentes)
demuestran la exigencia de una disciplina diferente.
23
En el Código Civil peruano el plazo para la extinción por no uso es de 5 años conforme al artículo
1050º.
274
La perpetuidad de la servidumbre se conecta con su función, que es la de proveer a las
necesidades del fundo, que antes no debían de ser tan mudables. A la perpetuidad del
fundo y de sus necesidades le corresponde la perpetuidad de la servidumbre, que es una
característica propia de la institución, en contraposición a la temporalidad del
usufructo. La servidumbre presenta la misma perpetuidad de la propiedad, ya que no es
otra cosa que una cualidad inherente al fundo.
275
‘especialidad’ de la servidumbre, habría de excluirse la posibilidad de la constitución de
una ‘servidumbre general o universal’, que comprendiera todas las utilidades de la finca
y vaciara sustancialmente de contenido al derecho de propiedad.
(…) Hay que tener en cuenta, por lo demás, que no es esencial a la servidumbre la
ingerencia positiva en el inmueble gravado (menos, su posesión); así algunas se limitan,
desde fuera, a excluir ciertos actos del dueño, como la de no edificar; y otras atribuyen
una facultad extra al titular activo en perjuicio del fundo gravado, pero sin penetrar en
él, como la de no guardar las distancias legales en las plantaciones. Lo que si, por una
parte, obliga a adoptar una idea del goce que la servidumbre procura al dueño del predio
dominante sobre el sirviente funcional y posiblemente sólo mediata e instrumental, por
otra, indica también, aunque ello no sea, desde luego, decisivo respecto de la idea de
especialidad, que la parcialidad recurre de manera clara en la utilidad dispensada en
estos supuestos de servidumbre, sin que, por el contrario, se niegue en los casos en que
la servidumbre no tenga esas características.”
RAMS ALBESA, Joaquín, op. cit., Tomo III, Volumen Segundo, pp. 137-140
5. Constitución
276
DOMÉNECH SALVADOR, Adela, Derechos reales de goce: las servidumbres,
en: LLOPIS GINER, Juan Manuel (Coo) y otros, Curso básico de derechos
reales, Editorial práctica de derecho, Valencia, 2006 pp. 208
Los problemas que se plantean inmediatamente nacen de una importación sin modular
de una categoría que se estructura sobre unos basamentos ajenos a las situaciones reales
a las que se enfrenta el ordenamiento público; así conceptos como predio sirviente y
predio dominante son extraños, salvo en materia de aguas, a la dinámica de las
servidumbres administrativas.
La pretensión, sin embargo, de construir una doctrina propia de las servidumbres parece
a todas luces fuera de lugar pues la casuística es extrema, como se tendrá ocasión de
comprobar, y la posibilidad de reconducir esa pluralidad de regímenes de gravámenes y
limitaciones a una unidad conceptual no deja de ser puramente ilusoria.
Por ello es suficiente asumir la herencia propia del Derecho Civil y modular la
comprensión de las especialidades que se nos ofrecen por la presencia del interés
general. Esta sí constituye una radical diferencia entre las servidumbres de derecho
privado y las servidumbres de derecho público pero sobre ella sólo procede construir no
una estructura teórica sino una aproximación crítica y expositiva propia.
La única respuesta a esa cuestión ya la hemos adelantado, allí donde pueda identificarse
un poder exorbitante y la afectación del interés general, estaremos en presencia de una
servidumbre administrativa, ausentes éstos la servidumbre será de naturaleza civil.
(…)
277
La constitución de servidumbres administrativas y limitaciones legales encuentra en la
gestión de servicios de interés general y en la protección de la integridad del demanio
público título suficiente. Pero debe notarse inmediatamente que ello muta la esencia del
régimen de las servidumbres que con ese título se constituyen respecto de las
servidumbres civiles, aquellas que atienden sólo al interés de dos particulares (…)
Esta tesis primera no excluye, sin embargo, la realidad de una tutela de algunos bienes
jurídicos que se imponen incluso a ese interés público y así podrán entenderse las
limitaciones a la constitución de servidumbre de acueducto para algunos supuestos y
respecto de concretas categorías de predios o iguales limitaciones para la servidumbre
de transporte de energía eléctrica en vuelo entre otras.
(…)
“La voluntad de los particulares (autonomía privada) es reconocida por la ley como
fundamental fuente de creación de servidumbres. Es obvio que se encauza a través de
un negocio jurídico y es por consiguiente una ‘voluntad negocial’
278
DÍEZ-PICAZO, Luis y Antonio GULLÓN, op. cit., p. 377
(…) para la usucapión de la servidumbre, es necesaria (…) una posesión (…) del
derecho de servidumbre, o sea (…) un ejercicio de hecho (del contenido) de la
servidumbre correspondiente (ejemplo, el paso efectivo, para que se pueda llegar a la
usucapión del derecho de paso); de lo contrario, la posesión no sería idónea para
conducir a la adquisición de la servidumbre por usucapión.
Hace falta, igualmente, un animus iure servitutis re utendi y no una posesión ejercitada
por efecto de la tolerancia ajena (…)
La posesión debe ser continua (continuidad de la posesión que no debe confundirse con
la continuidad de la servidumbre (…) y debe –a los fines de la usucapión-, proseguir
durante veinte años (…)
(…) Puede tener lugar, respecto a la servidumbre, también la usucapión abreviada (…)
pero, a diferencia de la usucapión ordinaria, para hacer adquirir la servidumbre es
necesario un título idóneo, la buena fe en la adquisición (…)
(…) con la variante de que la adquisición de buena fe (…) concierne a una servidumbre
y no al derecho de propiedad, y que la correspondiente posesión es posesión de (un)
derecho y no posesión de cosa”
279
6. Derechos y obligaciones.
6.1.1. Practicar actos de uso del predio sirviente o impedir a su dueño que ejerza
alguno de sus derechos.
“Con carácter básico o sustancial el titular del predio dominante tiene derecho a
ejercitar la servidumbre en el modo y forma que según su naturaleza corresponda a esa
concreta servidumbre. Y así: si la servidumbre es positiva la facultad básica consistirá
en una cierta utilización o goce parcial del predio sirviente; si es negativa, en la facultad
de exigir un comportamiento omisivo del dueño del predio sirviente. A este ejercicio del
derecho de servidumbre es aplicable el principio general del ius civiliter, en el sentido
de que el dueño del predio dominante ha de obtener el máximo rendimiento para su
finca causando el mínimo perjuicio al sirviente”
DOMÉNECH SALVADOR, Adela, op. cit., en: LLOPIS GINER, Juan Manuel
(Coo) y otros, Curso básico de derechos reales, cit, p. 206
“Como todos los derechos subjetivos, las servidumbres disponen de medios de defensa.
La acción característica del derecho real de servidumbre es la confesoria, que
corresponde al dueño del predio dominante o titular de la servidumbre frente a quin le
perturbe en el ejercicio o desconozca su derecho. La acción tiene por objeto el
reconocimiento de la existencia del derecho real y la restauración de la situación
perturbada. Por otro parte, el propietario de una finca sobre la cual se ejercite
indebidamente una servidumbre dispone de la acción negatoria.
“Existe (…) el derecho de efectuar las obras necesarias para el uso y conservación de la
servidumbre (…) Los gastos de las obras corren por cuenta del predio dominante, a no
ser que se hubiese convenido un régimen distinto (…) o que el predio sirviente utilice
de algún modo la servidumbre, en cuyo caso el dueño de éste contribuye también a los
gastos (…). En caso de copropiedad o cotitularidad sobre la servidumbre los gastos
serán proporcionales al beneficio que les reporte”
280
“La obligación fundamental de comportarse civiliter en el ejercicio de su derecho; esto
es, como hemos dicho anteriormente, debe ejercitarlo del modo menos gravoso para el
fundo sirviente.
(…) No alterar la servidumbre ni hacerla más gravosa al ejecutar las obras necesarias
para su uso y conservación, eligiendo para ello el tiempo y la forma conveniente a fin de
ocasionar la menor incomodidad posible al dueño del predio sirviente”
DOMÉNECH SALVADOR, Adela, op. cit., en: LLOPIS GINER, Juan Manuel
(Coo) y otros, Curso básico de derechos reales, cit, pp. 206-207
“(N)o está permitido realizar, al propietario del predio, acto u obra alguna que altere o
perjudique el uso de la servidumbre, la que debe usarse de acuerdo con lo que establece
su título de constitución o como ha venido usándose. En la segunda parte se amengua el
rigor de la disposición24 al decir que si la servidumbre resultara incómoda puede
variarse, siempre que con ello no perjudique al dueño del predio dominante. Por
ejemplo, en el caso de un camino que atraviesa un fundo sirviente, puede ser necesario a
su propietario cambiar su trazo, sin alargarlo y sin causar ningún perjuicio; de acuerdo
con lo dispuesto en el artículo es posible hacer el cambio y si el propietario del predio
dominante se opusiera podría imponérsele este cambio judicialmente. Se trata de una
cuestión de hecho, que hay que resolver en cada caso. La oposición del propietario del
predio dominante, sin motivo justificado, constituiría un abuso del derecho, que no está
permitido”
24
La referencia es al Código Civil de 1936. Similar disposición se halla en el artículo 1047 del Código
Civil de 1984.
25
Se refiere al artículo 1046 del Código Civil de 1984.
281
ARIAS-SCHREIBER PEZET, Max y Carlos CARDENAS QUIRÓS, op. cit.,
Tomo V, pp. 328-329
6. Extinción
Aunque las servidumbres son generalmente perpetuas o permanentes como los predios
mismos a quienes benefician, la libertad de la convenciones puede sujetar su duración a
un plazo o a una condición; cumplido el plazo o la condición, la servidumbre se
extingue, con los efectos que determine el título de su constitución o un acuerdo
posterior de las partes”
6.1.3. Confusión
“Por la reunión de los predios sirviente y dominante en una sola persona. [La
servidumbre] para constituirse debe recaer sobre predios pertenecientes a diferentes
personas, aplicando el principio de que nadie puede tener servidumbres sobre su mismo
predio; por consiguiente, si existía una servidumbre voluntaria sobre dos predios y éstos
dos pasan a propiedad de una sola persona, la servidumbre se extingue a pesar de que
existan los signos exteriores para el ejercicio de la misma. Si los predios vuelven a
pertenecer a distintas personas por venta o enajenación, no renace la servidumbre,
siendo voluntaria, a no ser que se hubieren conservado los signos exteriores que la
denoten: el acueducto, la ventana, etc., y al enajenarse nuevamente los predios a
distintas personas, no se estipule expresamente que la servidumbre continuará”
282
ROJINA VILLEGAS, Rafael, op. cit., Tomo tercero, p. 495.
“(E)n el Código derogado la confusión era causal de extinción de la servidumbre, era así
que si los dos predios: el dominante y el sirviente llegaban a ser propiedad de una sola
persona se extinguía el gravamen. El actual Código26 sostiene la posición contraria, en el
artículo 97727, al permitir que el propietario de dos predios grave uno en beneficio de
otro. La segunda tesis es acertada puesto que la servidumbre es un gravamen real por
excelencia y se constituye en atención exclusiva de los inmuebles y no de las personas.
Por ello la confusión no es causal de extinción y sí lo es si los dos predios se reúnen en
una sola unidad inmobiliaria, pues que en tal eventualidad no existiría pluralidad de
predios”.
6.2.1. No uso.
“Las servidumbres se extinguen (…) por el no uso, que, a diferencia de los demás
derechos reales, conduce a la pérdida del derecho por la prescripción extintiva.
6.2.2. Renuncia.
LLÁCER MATACÁS, María Rosa, op. cit.. En: REBOLLEDO VARELA, Ángel
Luis (Coordinador) y otros, Tratado de servidumbres, cit, p. 965
6.2.3. Redención.
283
ambos (redención). Si el título constitutivo prevé que, en determinadas circunstancias, el
titular pasivo puede pedir la extinción, lo que existe es un derecho personal cuya
existencia y ejecución judicial cabría promover”
LLÁCER MATACÁS, María Rosa, op. cit. En: REBOLLEDO VARELA, Ángel
Luis (Coordinador) y otros, Tratado de servidumbres, cit, p. 966
GARANTIAS REALES.
1. Nociones generales.
“El mecanismo de las garantías reales es complejo: el derecho de crédito protegido por
la garantía goza, gracias a ésta, de un derecho de preferencia y de un derecho real que
aparecen estructuralmente unidos. Inicialmente, el derecho real empleado fue el de
propiedad (fiducia cum creditore, venta en garantía), pero con la evolución histórica se
fueron decantando derechos reales limitados que, aparte de proteger eficazmente el
crédito, no planteaban los inconvenientes derivados de la transmisión de la propiedad
(hipoteca, prenda). Así se llega a los sistemas jurídicos modernos, que comprenden una
serie de garantías reales creadas sobre los modelos de la prenda y de la hipoteca, y que
comprenden las prendas especiales, las hipotecas mobiliarias y la prenda sin
desplazamiento. Aunque los mecanismos de publicidad y los bienes sobre los que recae
la preferencia son distintos, el mecanismo jurídico es idéntico desde un punto de vista
general: en todos los casos, para tutelar un determinado crédito se concede un derecho
de preferencia limitado al valor de un bien, y asimismo se confiere al acreedor un
derecho real que, recayendo sobre el mismo bien, protege el derecho de preferencia
otorgado al acreedor.
284
reales, el recurso a la financiación es más fácil y barato, con lo que se coadyuva a la
expansión del crédito y al consiguiente desarrollo de la economía.
Existen, como puede verse, motivos suficientes para la confusión. La lógica económica
que presumiblemente debe apoyar la existencia de las garantías reales no es tan evidente
como una primera aproximación puede hacer ver. Las garantías reales aparecen
dibujadas en claroscuro: no puede aceptarse a priori que ejerzan una función positiva en
la economía, como tampoco puede darse por descontado que los efectos positivos
compensen las posibles repercusiones negativas que se derivan para el deudor y los
demás acreedores del deudor común.
(…) Por los motivos indicados, es preciso encontrar una justificación racional, desde el
punto de vista económico, para la existencia de las causas de preferencia negociales. Si
los efectos económicos de estas causas de preferencia son negativos, no se justificaría la
vigencia de éstas, ya que no puede sostenerse que estas causas de preferencia cumplan
otros fines distintos de los meramente económicos. Así pues, la cuestión de la función
de las garantías reales está íntimamente relacionada con la de su sentido: si no se
demuestra que las garantías reales desarrollan una función económicamente positiva,
carecerán de sentido, y por lo tanto no tendrá justificación su mantenimiento en un
sistema jurídico y económico moderno. Se trataría, como máximo, de residuos
históricos que no cabe defender.”
285
aunque debe destacarse que el flujo de caja del deudor tiene una importancia superior.
Aunque el acreedor tenga en cuenta el valor del bien objeto de la garantía, ha de
considerar también las frecuentes dificultades con las que habrá de enfrentarse si llega
al punto de tener que ejecutar la garantía, y que repercuten negativamente en la
valoración económica de la misma.
De aquí se sigue que cuando un deudor cuenta con grandes probabilidades de obtener un
abundante flujo de caja en el futuro, puede recibir financiación mediante créditos
ordinarios, y no constituirá causas de preferencia que le compense por las desventajas
que muchas de las causas de preferencia acarrean, especialmente en lo que se refiere a la
gestión de la propia empresa.
Esta teoría es resistente a los reparos que, a primera vista, pueden formularse. De hecho
podría objetarse que existen deudores que reciben un crédito tutelado por una causa de
preferencia antes de recibir créditos ordinarios. La respuesta a esta aparente objeción es
la siguiente: si el deudor cuenta con un patrimonio de valor apreciable pero sus
proyectos económicos son considerados excesivamente arriesgados como para obtener
286
crédito ordinario a un tipo de interés aceptable, la situación favorece que el deudor
intente obtener crédito tutelado por causas de preferencia, y los propios acreedores
pueden estar dispuestos a compensar el exceso de riesgo de los proyectos del deudor
con la mayor seguridad que ofrece el crédito preferencial. La opción a favor del crédito
tutelado por causas de preferencia de origen negocial es clara. Diversamente, si el
deudor tiene proyectos económicos que cuentan con grandes probabilidades de éxito,
los financiadores pueden estar dispuestos a conceder créditos ordinarios, con
independencia del insuficiente valor del patrimonio del deudor.
Así pues, las causas de preferencia son instrumentos útiles para completar las opciones
de financiación de los deudores. No puede afirmarse que en el ámbito de tutela del
crédito exista un “teorema de la irrelevancia”: de la existencia de dos tipos distintos de
financiación, el crédito ordinario y el crédito tutelado por causas de preferencia, se
derivan grandes ventajas para deudores y acreedores, y para todo el sistema económico.
Lo cierto es que existen factores adicionales que justifican la existencia de las causas de
preferencia de origen negocial. En primer lugar, debe tenerse en cuenta la variabilidad
de la capacidad de obtención de crédito de los deudores. Así, el recurso al crédito
tutelado por causas de preferencia es signo de un momento de seria limitación o incluso
agotamiento de las posibilidades de financiación a través del crédito ordinario, momento
que puede ser superado posteriormente. Quizás gracias a la financiación obtenida a
través del crédito tutelado por una causa de preferencia. Otro factor adicional de
considerable importancia viene dado por el fenómeno conocido como “racionamiento
del crédito” (credit rationing): a un determinado nivel de riesgo de las actividades
económicas del deudor, no existe un correspondiente tipo de interés del crédito
ordinario. Así, si el riesgo es demasiado elevado, no se concede un crédito a un alto tipo
de interés, incluso a un exorbitante tipo de interés, sino que la concesión de crédito no
se produce en ningún modo, ya que el alto tipo de interés provoca la antieconomicidad
de la operación para el deudor, y también para el propio acreedor. En esta situación, el
deudor debe recurrir al crédito tutelado por causas de preferencia, si ello le es posible.
Además, hace falta subrayar que el incremento de la probabilidad de insolvencia del
deudor provoca un aumento del tipo de interés del crédito ordinario en una ratio más
que proporcional respecto del aumento del tipo de interés del crédito tutelado por causas
de preferencia, ya que éste cuenta con el valor del bien o bienes objeto de la causa de
preferencia, valor que no suele estar sujeto a variaciones tan dramáticas como las que
puede experimentar el flujo de caja del deudor.
La teoría aquí expuesta permite también comprender por qué existen acreedores
(típicamente, las entidades de crédito) que simultáneamente conceden créditos
ordinarios y créditos tutelados por causas de preferencia a un mismo deudor: el objetivo
que se persigue con esta práctica es el de combinar las dos perspectivas de análisis de
riesgo, es decir, flujo de caja y valor patrimonial de los objetos de la preferencia, para
alcanzar la mezcla de riesgo y de rendimiento económico que mejor satisfaga las
necesidades del acreedor, y para cubrir las distintas necesidades de financiación que se
presenten a lo largo del desarrollo de un proyecto empresarial.
287
causas de preferencia de origen negocial, por tanto es complementaria de la del crédito
ordinario. Las combinaciones entre las dos formas de crédito bastan para resolver los
problemas de financiación en la mayoría de los casos en que tal financiación produce un
resultado eficiente para la economía, permitiendo que los acreedores concedan créditos
dentro de ciertos márgenes de seguridad, y que los deudores con proyectos
económicamente valiosos encuentren medios financieros para ponerlos en práctica. A
esta explicación general, debe añadirse que en los sistemas jurídicos actuales las causas
de preferencia negocial, y sobre todo las garantías reales, tienden a predominar debido a
la proliferación de los privilegios, ya que las garantías reales permiten, en la mayoría de
los casos, evitar que los privilegios reduzcan las posibilidades de satisfacción del crédito
tutelado por ellas.”
“Si bien el patrimonio es la prenda común de los acreedores, esta garantía colectiva por
sí sola es insuficiente para asegurar el cobro de sus créditos.
En primer lugar, el deudor puede contraer otras obligaciones. Además, como conserva la
facultad de disponer de sus bienes, puede también enajenarlos o gravarlos, convirtiendo
de ese modo en ilusorios los derechos de los acreedores.
Por otra parte, en virtud del principio pars condictio creditorum, todos concurren en un
pie de igualdad para hacer efectivos sus créditos, salvo que la ley excepcionalmente, los
haya premunido de un privilegio.
Precisamente para evitar ese riesgo, el legislador ha ideado seguridades o garantías que
pueden ser de dos clases: personales o reales.
En las garantías personales al deudor se suma otro deudor a la par del originario o en
subsidio. Son ejemplos típicos la fianza y el aval.
Ahora bien, la seguridad que brindan tales garantías no es absoluta, porque el peligro de
caer en insolvencia también pesa sobre el segundo deudor. De ahí que ya desde tiempos
muy antiguos se hayan creado las garantías reales, en virtud de las cuales una o varias
cosas de propiedad del deudor quedan afectadas en forma especial para asegurar el
cumplimiento de la obligación así garantizada. En otras palabras, esa o esas cosas son
gravadas con derechos reales a favor del acreedor.
(…) Es cierto que estas garantías tampoco dan al acreedor una seguridad absoluta, pues
la cosa al convertirse en dinero, puede resultar insuficiente para satisfacer el crédito.
Pero de cualquier modo el riesgo es mucho menor que el que dejan subsistente las
garantías personales.”
288
1.2. La responsabilidad patrimonial universal del deudor no es una garantía.
Por tanto, de aquí puede deducirse una respuesta a las preguntas formuladas: ni el
artículo 1.911 CC debe relegarse a los supuestos de incumplimiento, para los que
existen ya otras normas específicas en el ordenamiento jurídico, ni la responsabilidad
patrimonial universal debe ser considerada como una garantía general de los derechos
de crédito. De lo que se deducirá que se trata de una forma de tutela ínsita en el propio
concepto de la obligación.
28
La referencia es al Código Civil español
29
El texto de esta norma del Código Civil español es el siguiente: “Artículo 1.911.- Del cumplimiento de
las obligaciones responde el deudor con todos sus bienes, presentes y futuros”
289
derechos añadidos a la obligación que tratarán de asegurar su cumplimiento. Y de ahí, la
garantía.
Por tanto, el artículo 1.911 CC debe ser examinado como la razón de ser de las
seguridades que pueden pactarse o imponerse, pero no debe ser considerado como una
forma de garantía.”
“La ley prevé unos mecanismos cuya finalidad es también el aseguramiento del derecho
de crédito, pero que no pueden ser considerados como garantías en sentido técnico. Se
trata de sistemas previstos para asegurar el cumplimiento por parte de deudor y para
evitar el perjuicio de un deudor cumplidor (…)
Las situaciones que parecen identificarse con las garantías tienen como supuesto de
hecho circunstancias distintas: o bien son obligaciones nuevas que se añaden a las que
ya produce un determinado contrato, ya sea para regular las consecuencias de la rotura
del sinalagma en las obligaciones de este tipo, o trata de obligaciones que constituyen el
único efecto de un negocio. Como afirma Fragali, se trata de obligaciones que
completan o forman el contenido de un negocio, sin confundirse con una relación
distinta que deba considerarse principal. O bien de las que se añaden para prever
supuestos de incumplimiento. Por ello, afirma el propio Fragali, la garantía de una
obligación no puede consistir en una nueva obligación a cargo del propio deudor,
porque siendo ésta del mismo tipo de la obligación a garantizar y a cargo del mismo
obligado, el acreedor no vería reforzada su posición. Por tanto, existen dos situaciones,
como mínimo, en las que los medios previstos para evitar el perjuicio del acreedor no
constituyen exactamente garantías: se trata de aquellas relaciones consecuencia natural
de la obligación principal y aquellas en que imponen al deudor mayores obligaciones de
aquellas derivadas naturalmente de la obligación pactada.
Por todo lo anterior, debe decirse que no deben tener la consideración de garantías los
siguientes mecanismos:
1.º Las obligaciones derivadas de determinados contratos con causa onerosa, que
imponen al deudor una reparación en el caso que el acreedor se vea desposeído de la
cosa, por existir un mejor derecho anterior. Es el caso del saneamiento por causa de
evicción. Aquí es la ley la que obliga al vendedor/deudor a eliminar la irregularidad de
la prestación debida.
2.º Las situaciones generales dirigidas a evitar que la conducta del deudor haga ilusoria
la prestación pactada. Se trata de los sistemas para evitar el fraude de acreedores (arts.
1.111, 1.291.3 y 1.295 CC); los mecanismos para evitar el empobrecimiento del deudor
a costa de sus acreedores, como ocurre cuando deja de ejercitar las acciones de que es
290
titular, que intenta evitar la acción subrogatoria (art. 1.111 CC); los sistemas de tutela en
los casos de pluralidad de acreedores, etc.
3.º No existe tampoco garantía cuando se añade a la obligación principal una nueva
obligación a cargo del propio deudor. El ejemplo más claro de esta situación es la
cláusula penal; en ella se tiene una obligación duplicada, a cargo del mismo obligado,
que no tiene mayores posibilidades de asegurar la satisfacción del acreedor que la que
tiene la obligación principal. Es cierto, sin embargo, que la doctrina española considera
que la cláusula penal cumple una función de garantía que permite asegurar el
cumplimiento de la obligación y el resarcimiento del daño, además de permitir pactar
aquellas funciones que las partes crean conveniente, en virtud de la autonomía de la
voluntad; pero me inclino más por aceptar la tesis de Rubino, que permite considerar la
cláusula penal como un medio sancionatorio y no garantista. Porque en la cláusula penal
se produce una sanción por el incumplimiento, o por el retraso, que añade una nueva
obligación con cargo al propio deudor. Por tanto, configurada la cláusula penal como
una sanción, debe concluirse que no se trata de una garantía, porque es una
consecuencia del incumplimiento y puede consistir en el resarcimiento del daño, y
además resulta absurdo que el deudor se garantice a sí mismo.
4.º No existe tampoco garantía propiamente dicha cuando se transfiere el riesgo del
incumplimiento del contrato a un tercero, por medio del sistema de los seguro, porque,
como afirma Fragali, si se considerara que nos encontramos ante un sistema de
garantías, lo que existiría en realidad es una fianza prestada por tercero, el asegurador.
Por tanto, en una primera conclusión, puede afirmarse que la ley, pero también los
interesados, prevén una pluralidad de sistemas que producen una dispersión de medios
que permiten proteger el derecho del acreedor, y obtener la satisfacción requerida con la
obligación que se ha asumido. Pero que estos medios no pueden ser considerados como
garantías en sentido técnico.
El propio concepto de garantía está también muy ligado con el problema de sus fuentes
reguladoras, como ya se ha puesto de relieve. La dispersión de la legislación vigente
hace que este trabajo se estructure en torno a los principios generales que rigen el
derecho de garantías. Es la explicación de estos principios y los límites que imponen al
sistema establecido la base de la estructura de esta introducción.”
“De las definiciones que se han transcrito se deducen los caracteres esenciales de la
garantía en sentido técnico, para diferenciarla de la garantía como concepto general, de
manera que los rasgos comunes serían:
291
1.º que permite satisfacer el interés del acreedor independientemente, o de forma más
específica, que el de los acreedores que no han pactado derechos de garantía concretos:
2.º que actúa sobre bienes concretos del patrimonio del deudor o refuerza las
posibilidades de acreedor, añadiendo la responsabilidad de un tercero ajeno a la
obligación pactada;
3.º que no afecta a todos los acreedores, sino sólo a aquel que la ha pactado a su favor;
4.º en algunos supuestos no se extingue cuando se enajenan los bienes que se han
destinado a esta función.
Pero este concepto que se ha dado aquí incluye todas las formas de tutela ya sean
pactadas, ya sean legales. E incluye también formas no admitidas en el ordenamiento
jurídico por enfrentarse a normas imperativas que son una consecuencia de los
principios reguladores de las garantías.”
a) Las garantías personales. Son garantías personales aquellas que se dirigen contra el
patrimonio del propio deudor o el de un tercero, en cuyo caso, se amplía la posibilidad
de agresión del acreedor en caso de incumplimiento. Hay que tener en cuenta que no
gravan directamente bienes concretos, sino que amplían el círculo de patrimonios
responsables. Las garantías personales pueden ser de diferente clase, origen y efectos:
- Se puede también cambiar un deudor por otro deudor que resulte más solvente, a
través de la asunción de deuda.
292
- Se puede atribuir la posesión de una cosa en garantía del pago de una deuda, sin que
ello constituya derecho real; depósito en garantía.
Entre los típicos derechos reales de garantía se encuentran la prenda, con sus diversas
modalidades, la hipoteca y la anticresis.
c) Las garantías prestadas por terceros. Todas las garantías pueden se prestadas por el
deudor o por un tercero. Se prestan normalmente por el propio deudor aquellas que
consisten en la creación de derecho reales que recaen sobre algunos bienes de su
patrimonio, de modo que los separa y les atribuye una status a través del que responde
preferentemente de la efectividad del crédito garantizado.
Cuando las garantías personales se prestan por un tercero, provocan como efecto
esencial, la adición de un nuevo patrimonio al inicialmente afecto, de modo que se
amplía el ámbito de responsabilidad y, por tanto, el crédito tiene más ‘solvencia’, es
decir, más posibilidades de satisfacción. Estos tipos pueden tener lugar en las garantías
reales como en las personales. Supuestos típicos de garantías personales prestadas por
terceros son el aval y la fianza y la constitución de una relación de solidaridad pasiva.
Ejemplo de garantías reales prestadas por terceros son la hipoteca y la prenda de
terceros.
Todo lo anterior hace que lleguemos a un primera conclusión: resulta difícil pretender
llegar a una única legislación dada la dispersión de los tipos de garantías que pueden
utilizarse para obtener la satisfacción del interés del acreedor. Hay que encontrar los
principios generales que van a facilitar la creación de una base uniforme que permitirá
la determinación de las reglas por las que el derecho de garantías puede ser regulado”.
2. La Hipoteca.
293
2.1. Definición
“A. Es un derecho real. Implica un poder sobre un inmueble protegido frente a todos.
La doctrina que afirma que la hipoteca implica una obligación real (por ejemplo, Sohm,
Büchel y otros) no niega, por eso sólo, su naturaleza de derecho real. Ahora bien,
consiste en una obligación en que el deudor será quien sea dueño de la finca afectada
con la hipoteca (obligatio propter rem). El dueño nunca pasa, en cuanto dueño de la
finca hipotecada, a deber personalmente la deuda garantizada, sino que simplemente,
como afectado por el gravamen real, tiene que soportar el ejercicio del derecho de
hipoteca de su titular. No está obligado a pagar, únicamente tiene la carga de hacerlo si
quiere evitar la enajenación forzosa de la finca a fin de que con su precio sea satisfecho
el acreedor.
Sí niegan, en cambio, que la hipoteca sea un derecho real, o que sea un derecho real de
carácter civil e incluso que sea un derecho subjetivo autónomo, los que sostienen las
posiciones siguientes:
294
La concepción procesalista de la hipoteca desconsidera el poder sustantivo que la
hipoteca confiere al titular sobre la finca con independencia de que su dueño sea el
deudor. Ni siquiera el procedimiento mismo de efectividad de la hipoteca tiene, por sí,
naturaleza procesal. Las acciones que defienden y actúan las facultades que integren el
contenido del derecho de hipoteca constituyen sólo el aspecto de protección procesal de
ese poder.
Como todo derecho real implica un poder inmediato sobre la cosa (la garantía puede
hacerse efectiva sin la mediación del propietario), protegido frente a todos
(reipersecutoriedad): ‘la hipoteca sujeta directa e inmediatamente los bienes sobre que
se impone, cualquiera que sea su poseedor’ (…)
C. Es un derecho real limitado. Comprime las facultades ordinarias del dueño. Por eso
es de interpretación restrictiva.
E. Es un derecho real que se constituye sobre bienes inmuebles.(…) Y que, por tanto, en
sí mismo es un bien inmueble (…)
1.º El crédito o la deuda se divida entre varias personas o se pague parte de la deuda
(…)
295
2.º La finca hipotecada se divida: la hipoteca est toto et tota in qualibet parte (…) En
caso de división de la finca entre los comuneros (…), o por el solo acto del dueño, el
acreedor hipotecario conservará intacto el derecho de hipoteca; pero con la ventaja de
que puede exigir ‘la totalidad de la suma asegurada contra cualquiera de las nueva
fincas en que se haya dividido la primer o contra todas a la vez (…)”
(…) Cabe expresar que para poder hipotecar no es necesario tener la posesión actual del
inmueble. Nada impide que el propietario que ha sido despojado constituya la hipoteca
antes de haber intentado la acción reivindicatoria.
“En el caso de la hipoteca, el artículo 1098 del Código Civil establece que su
constitución debe exteriorizarse a través de una determinada formalidad, es decir,
‘escritura pública’ o aquella prevista por la ley (‘documento privado con firmas
legalizadas’, ‘formularios registrales’, etc.). Estas formalidades servirán igualmente
para exteriorizar los actos secundarios o derivados (ej. Modificación, rectificación,
ratificación, levantamiento o cancelación, etc.), salvo que exista dispositivo que
autorice el empleo de formalidades especiales ej. ‘declaración jurada con firma
legalizada notarialmente’, Ley Nº 26639)
Si bien es cierto, el artículo 1098 del Código Civil establece una formalidad para la
constitución de la hipoteca, sin embargo, no sanciona con nulidad su inobservancia, por
lo que conforme al artículo 144 del Código Civil el documento que se extienda solo
tendrá carácter ad probationem.
296
La escritura pública es regulada en el artículo 50 y siguiente de la ley del Notariado,
aprobada por decreto Ley Nº 26002 (…)
Mediante Ley Nº 27755 (El Peruano, 15.6.2002) se creó el ‘Registro de Predios’ – que
[integró] al Registro de Propiedad Inmueble, Registro Predial Urbano y la Sección
Especial de Predios Rurales –, asimismo, se dispuso la unificación de los documentos
inscribibles; en ese orden, el artículo 7 establece que ‘(…) todas las inscripciones se
efectuarán por escritura pública, o mediante formulario registral legalizado por notario,
cuando en este último caso el valor del inmueble no sea mayor a veinte Unidades
Impositivas Tributarias (…)’; es decir, a diferencia de lo que sucede con el artículo 1098
del Código Civil, la Ley Nº 27755 limita el empleo de los documentos que pueden
contener actos inscribibles (como la constitución de la hipoteca) a aquellos formalizados
mediante escritura pública o formulario registral legalizado notarialmente”
297
inmovilización del inmueble (porque el máximo puede absorber todo su valor), sí al
menos la inseguridad que supondría tener que soportar un gravamen de cuantía
inicialmente indeterminada y sólo determinable en el futuro. Con ello no queremos
decir que las exigencias del principio de determinación resulten satisfechas con la
expresión de una cifra máxima de responsabilidad; tan sólo pretendemos indicar que la
protección de los terceros proviene de la expresión de un máximo de afección y no de
las exigencias que resulten añadidas o de las ulteriores redefiniciones de las que el
principio de determinación de la obligación garantizada pueda ser objeto. Además,
como señalamos en el subepígrafe anterior, la expresión de un máximo no significa
tampoco que por ello el título constitutivo (de una hipoteca de máximo) acredite la
cuantía de la obligación garantizada a efectos ejecutivos, pues para ello será necesario
que la cantidad realmente adeudada sea acreditada (…)”
“Considerando que de acuerdo con el artículo 1107 del Código Civil, la extensión de la
hipoteca en cuanto a la obligación garantizada comprende el capital (crédito), los
intereses, las primas de seguro pagadas por el acreedor y las costas del juicio, el monto
del gravamen debe comprenderlos, por lo que su cuantía es ordinariamente superior al
crédito u obligación garantizados.
¿Qué sucedería si finalmente la cantidad o cuantía del gravamen inscrito resulta inferior
a los rubros considerados anteriormente?
La inscripción forma parte del supuesto de hecho del nacimiento del derecho real de
hipoteca. Pero puede decirse que en cuanto acto jurídico es también, aunque relativo,
acto completo; en él no juega ya la voluntad concorde de las partes, ni tampoco, en
cierto sentido, la del Registrador, quien deberá inscribir siempre que la escritura cumpla
con los requisitos legales.
En este sentido, en cuanto etapa y requisito del proceso constitutivo puede decirse que
la inscripción es una forma : pero no del contrato de hipoteca expresado ya en su propia
forma (escritura pública), sino del derecho real; no es una forma del contrato, sino una
298
formalidad relativa al contrato que tiene su propia forma y es perfecto en cuanto tal; es –
insisto – una forma constitutiva del derecho real; y ello en régimen de indisponibilidad:
no cabe la renuncia de las partes a la inscripción como forma constitutiva entre ellas, ni
sería eficaz el pacto de no inscribir. Mientras la inscripción no se produce la hipoteca no
nace. Nace con la inscripción y sin efectos retroactivos.
(…) Negar eficacia de hipoteca a aquella en que falte la inscripción no quiere decir,
pues, que el título carezca de una eficacia distinta. El contrato creador del derecho real,
aun cuando no consumado, es, como ya he dicho, perfecto en cuanto contrato.
“En el lado activo de la relación obligatoria está el llamado acreedor, también ese
mismo acreedor será el titular del derecho real que es la hipoteca, como se ha dicho
anteriormente, hay una identidad personal entre ambas posiciones jurídicas, no cabe que
uno sea acreedor de la obligación y otro sea el titular de la hipoteca, dado el carácter
accesorio que tiene la hipoteca respecto de la obligación.
También cabe que en el lado activo existan uno o varios acreedores, que podrán estar
unidos entre sí de forma mancomunada parciaria (lo que exige la fijación de la cuota
que corresponde a cada uno de ellos) o bien mancomunada solidaria, o bien en mano
común”
299
“(E)n el lado pasivo de la obligación [pueden] producirse divergencias entre la persona
que es el deudor de la obligación y quien hipoteca un bien de su propiedad en garantía
de la obligación, es decir, Antonio puede ser el deudor de la obligación principal, pero
Barlomé puede hipotecar un bien de su propiedad en garantía de la obligación de
Antonio. De esta forma en el lado pasivo del crédito hipotecario pueden distinguirse tres
posibles situaciones: 1. Deudor hipotecario. 2. Hipotecante no deudor y 3. Tercer
poseedor de finca hipotecada.
Deudor hipotecario
(…) es cuando recae en la misma persona ser titular pasivo del crédito, es decir, deudor,
y titular del derecho real que se hipoteca (…) Este será el caso también de un heredero
que suceda al causante en la deuda y en el bien dado en garantía (…) También es deudor
hipotecario cuando un adquirente del bien hipotecado y por lo tanto la adquisición es
posterior a la constitución de la hipoteca asume además la deuda que estaba garantizada
con la hipoteca (…)
Hipotecante no deudor
Se da esta situación cuando uno es el deudor personal y otro el titular del derecho real
dado en garantía, como se decía antes, Antonio es el deudor en el crédito y Bartolomé es
el propietario del bien hipotecado. En este caso el hipotecante no deudor consiente la
hipoteca, está presente en el momento de su constitución, pero en este supuesto la
responsabilidad es distinta, mientras que el deudor personal responde ilimitadamente de
la obligación, ya que tiene una responsabilidad patrimonial universal (…), el
hipotecante no deudor tiene una responsabilidad limitada al bien o bienes hipotecados,
ya que él no es deudor personal, su responsabilidad queda constreñida por la hipoteca.
“Hemos visto (…) cómo en Roma la hipoteca podía recaer indistintamente sobre bienes
muebles e inmuebles. El antiguo derecho francés careció de un régimen de unidad en
relación con esta materia, pues mientras que en Bretaña y Normandía se admitió la
validez de la hipoteca mobiliaria, bien que despojándola del derecho de persecución que
tenía en el derecho romano, en París y Orleáns se rechazó por completo la posibilidad
de gravar hipotecariamente los bienes muebles.
300
En Alemania e Inglaterra se ha aceptado, igualmente la posibilidad de gravar
hipotecariamente ciertos bienes muebles”
“Al ser la hipoteca un derecho real de carácter inmobiliario y tener por objeto un bien de
naturaleza inmueble, parece en principio claro que dentro de ella misma debe quedar
comprendido todo lo que es el inmueble o forma parte del inmueble y, en cambio,
quedar excluido aquello que no lo es en puridad.
Sin embargo, tan simple deducción tropieza con algunas dificultades. La primera es que
la idea de inmueble posee carácter fundamentalmente jurídico y cultural, que no se
acopla enteramente con la realidad material. Como se recordará, al describir los
inmuebles, se distinguían en el artículo 334 C.c. Los inmuebles por naturaleza, por
incorporación, por destinación y por analogía. Por ello, decir que la hipoteca se extiende
al inmueble no significa otra cosa que una aproximación muy provisional. (…)
(H)ay que señalar que el problema de la extensión objetiva del derecho real de hipoteca
es de interpretación ante todo del negocio jurídico creador de la hipoteca, y que es la
declaración de voluntad de las partes la fuente primordial de reglamentación en este
punto, por lo que la primera tarea que se impondrá siempre es la de la interpretación del
título constitutivo cuando la discusión se suscite entre ellas”
“Como hemos visto, históricamente se extendía a todo el bien. Hoy en día se sienta en la
legislación hipotecaria un principio más restrictivo. Se admite en principio que las
hipotecas sólo se extienden a accesorios y mejoras; mediante pactos se puede extender
también la hipoteca a las pertenencias, frutos y rentas vencidas no satisfechas. En
ningún caso se puede extender a las pertenencias, frutos y rentas vencidas cuando
hubiesen sido costeados o sea titularidad de un tercer poseedor”
“En virtud del principio accessorium sequitur principale, las construcciones que existan
en un terreno se consideran como formando un solo cuerpo con él, de modo que la
enajenación o el gravamen del predio comprende no solo la tierra, sino también las
edificaciones que le acceden, aunque nada se diga sobre el particular, cualquiera que
hubiere sido la persona que las construyó (…)
301
De suerte que no solo comprende las edificaciones (inmuebles por adherencia (…)),
sino también las plantaciones (…), los establecimientos industriales adherentes al suelo,
las cosas radicadas en los inmuebles (…), las fuentes, cascadas, etc., posteriores,
coetáneas o anteriores al gravamen”.
(…) En su punto 1º se refiere a las mejoras realizadas en la finca hipotecada que quedan
incluidas dentro de la hipoteca, aunque nada se diga en la escritura de constitución,
como son las nuevas plantaciones, obras de riego o desagüe, obras de reparación,
seguridad transformación comodidad, adorno o elevación y cualesquiera otra
semejantes. (…)
“(E)n principio, se pueden garantizar toda clase de créditos. Claro está que cualquier
que se el objeto de la obligación, en cuanto a la prestación prístina u originaria, en caso
de incumplimiento y ejecución de la garantía hipotecaria, se podrá resolver al fin en el
pago de una suma de dinero y el legislador ha querido expresar no sólo esto, sino
remarcar la necesidad de que la suma, monto de la garantía, esté siempre expresada en
dinero.
MUSTO, Néstor Jorge. Derechos reales. Tomo 2, Editorial Astrea, Buenos Aires,
2000, pp. 260-261.
302
“Una de las características de la hipoteca, derecho real de garantía por excelencia, y
además un requisito legal para su validez, es que se constituya para garantizar el
cumplimiento de una obligación. Es decir, debe tener necesariamente como referente,
sin el cual no podría existir, una obligación principal. A esto se conoce el carácter
accesorio de la hipoteca.
303
Pero para que una obligación futura o eventual pueda ser garantizada con un derecho
real hipotecario, es necesario que se señalen los lineamientos básicos sobre los que se
constituirá la misma. Se dirá entonces que se constituye una hipoteca para garantizar
una obligación que tendrá determinadas características que se señalarán de antemano.
Dentro de ello, lo más importante es fijar claramente el monto o la cuantía (en forma
determinada o determinable) que cubre la garantía, para los efectos de que tanto
acreedores como terceros estén notificados y debidamente advertidos del alcance de la
obligación garantizada y el límite hasta el cual está afectado el inmueble en el caso que
se quiera constituir ulteriores hipotecas. (…) Por ejemplo, se constituye una hipoteca
para garantizar el saldo de una cuenta corriente y se fija como saldo máximo la suma de
2 mil intis. En este caso la obligación es eventual, pues puede o no llegar a surgir, pero
en todo caso ya está garantizada con una hipoteca, y en la hipótesis que esta obligación
finalmente nazca los terceros y acreedores ya habrán estado prevenidos de que el
inmueble soportaba un gravamen hipotecario en garantía de una obligación eventual
hasta por 20 mil intis.
(…) También hay formas de establecer obligaciones futuras. Para ello existen los
contratos preparatorios que (…) ha recogido el Código Civil en forma sistemática (art.
1414 y sgtes.). En efecto, tanto en el compromiso de contratar como en el contrato de
opción existe una vinculación o ligamen preliminar entre las partes para que en el futuro
se celebre un contrato definitivo. Pues bien, para garantizar la obligación que surja de
este contrato definitivo se puede, desde ahora, constituir una garantía hipotecaria.
Es importante añadir que la hipoteca que garantiza dicha obligación sólo surtirá sus
efectos si la obligación que finalmente surge es aquella que había sido proyectada entre
las partes. De tal manera que si se contrae una obligación distinta, ésta no estará
garantizada con hipoteca alguna. Para determinar esto se requerirá que tanto la
obligación que se proyecta contraer como la que en efecto se contrae consten en sendas
inscripciones registrales.
¿Qué efectos tiene una hipoteca que garantiza una obligación futura o eventual? Más
concretamente: ¿qué rango ocupará si se opone a otra hipoteca constituida sobre el
mismo inmueble y que garantiza una obligación cierta y actual?
(…) El problema se reduce (…) a dilucidar (…) ¿Cuál de las dos primará?
Evidentemente primará la que primero adquirió el rango conforme al art. 1112 del
Código Civil: ‘las hipotecas tendrán preferencia por razón de su antigüedad conforme a
la fecha del registro’. El rango de la hipoteca que garantiza la obligación determinada y
actual surgirá cuando efectivamente se inscriba en el registro, no habiendo en esto
problema alguno. Pero ¿en qué momento adquiere su rango la hipoteca que garantiza la
obligación futura o eventual?
Sobre el particular existen dos posiciones bien definidas: por un lado están quienes
consideran que la hipoteca sólo existirá y tomará el rango respectivo cuando la
obligación futura o eventual se convierta en cierta y actual, sin importar con qué
antelación estuvo inscrita en el registro, y por otro quienes sostienen que la hipoteca se
304
constituye y adquiere su rango hipotecario desde el momento de su inscripción en el
registro y sólo sus efectos están condicionados a la existencia del crédito.
(…) cabe añadir que (…) si no aceptamos que una hipoteca que garantiza una
obligación futura o eventual adquiere su rango en el momento en que se inscribe,
entonces no tendría ninguna utilidad práctica su constitución. Así es: ¿de que me
serviría una hipoteca inscrita si no adquiere rango sino cuando la obligación futura o
eventual nazca? No obtendría ningún beneficio al hecho de inscribirla con antelación,
me daría igual inscribir antes del surgimiento de la obligación o cuando esto ocurra, si
sé que sólo adquirí el rango (que es lo que más me interesa) cuando esto último suceda.
Evidentemente esto no es así. El art. 1104 del C. Civil no está por gusto, tiene una
utilidad práctica y ello consiste en que una hipoteca garantiza desde ahora (desde su
inscripción) una obligación futura o eventual”
“Según el artículo 1107 del C.C., ‘la hipoteca cubre el capital, los intereses que
devengue, las primas del seguro pagadas por el acreedor y las costas del juicio
(…) La hipoteca garantiza el principal del crédito, esto es, el capital. Esto es justamente
el objeto de la hipoteca.
Por lo general el monto del gravamen (suma máxima hasta por la cual responde el bien
hipotecado) coincide con el capital. Sin embargo, nada impide que la hipoteca cubra
parte del capital. La responsabilidad hipotecaria sería entonces menor que el principal
del crédito. En este caso, la hipoteca cubriría solamente parte del capital que fue
garantizado.
El monto del gravamen, ¿puede ser mayor que el principal del crédito? Creemos que no,
debido al carácter accesorio de la hipoteca. Si la responsabilidad hipotecaria fuese
mayor que el capital, la hipoteca estaría garantizando parte de una deuda inexistente.
Lo anterior no significa que el crédito garantizado no pueda crecer por intereses, primas
y costas. Todo lo contrario. El crédito sí puede aumentar y es cubierto (el crédito y sus
accesorios) por la hipoteca. Sin embargo, el monto del gravamen, al constituirse la
garantía, no puede ser mayor que la cuantía del capital.
305
(…) Si el crédito principal genera intereses, ellos son cubiertos por la hipoteca. Lo
anterior se justifica porque los intereses tienen el carácter de una prestación accesoria
del crédito principal.
Ahora bien, no todos los intereses moratorios pueden ser cubiertos por la hipoteca.
Podría ocurrir que terceros no tengan forma de determinar que el deudor ha incurrido en
mora y que por tanto se están generando intereses moratorios. En este caso, en virtud
del carácter especial de la hipoteca, ésta no puede cubrir los intereses moratorios”
“El pacto comisorio es el acuerdo entre el acreedor y el deudor hipotecario que permite
que, en caso de incumplimiento, aquel se haga pago de la obligación, adquiriendo la
propiedad del bien.
306
en otras palabras, no tendrá eficacia cualquier pacto que autorice al acreedor a tomar en
propiedad el bien hipotecado en caso de incumplimiento del deudor en el pago de la
obligación.
(…) Más allá de la discusión sobre lo positivo y lo negativo del pacto comisorio, lo
cierto es que en la actualidad, cuando solo es posible la ejecución judicial de la
hipoteca, advertimos que el sistema no asegura que estos riesgos (apropiación del bien
hipotecado a valor diminuto), que parecen prevenirse prohibiendo el pacto comisorio,
no se presenten, lo que causa perjuicio tanto al acreedor como al deudor.
(…) Así desde un punto de vista lógico, tampoco el sistema normativo vigente se
presenta como razonable y, por tanto, el pacto comisorio podría ser repensado.
(…) El sustento de la crítica que se formula a esta norma radica (i) en que la misma
limita las posibilidades de satisfacer una obligación que no ha sido pagada en el tiempo
y formas previstas, y (ii) en el encarecimiento del crédito derivado de la excesiva
dilación en la venta judicial de la garantía y en las deficiencias propias del sistema.
(…) Luego del análisis efectuado, en el que se involucran una serie de elementos que
inciden fundamentalmente en el costo del dinero y la protección a las partes – acreedor
y deudor –, es posible concluir que el pacto comisorio no debería estar proscrito, sino
más bien debería constituir una alternativa adicional que permita una rápida satisfacción
de las obligaciones no pagadas oportunamente.
Sin duda, el régimen del pacto comisorio debería estar diseñado de tal manera que no se
preste a los temidos abusos. Para ello el sistema podría prever mecanismos de seguridad
que no permitan que esta modalidad se distorsione.
GARCÍA GARCÍA, Luis, Nulidad del pacto comisorio. En: Código civil
comentado, op. cit. Tomo V, pp. 1016-1024
307
“(L)a ley concede al acreedor hipotecario el derecho de obtener el pago de su crédito
mediante la persecución de la cosa hipotecada, sin perjuicio de obtenerlo sobre los otros
bienes del deudor.
Lo primero puede tener lugar de una doble manera: bien mediante el remate del
inmueble gravado, para que con el producto de la subasta se le cubra el valor de su
acreencia; bien por medio de la adjudicación misma de la cosa hipotecada, en caso de
que no hubiere postura admisible.
Hay, pues, una acción encaminada a ejercitar la garantía, es decir, a desprender del
derecho real accesorio que es la hipoteca sus naturales efectos, en un doble sentido: de
subasta o de adjudicación. Además, existe la acción propia de la calidad del acreedor,
esa acción que compete a todo aquel que tenga a su favor un crédito, para obtener el
pago sobre la totalidad del patrimonio del deudor (…)
Para decirlo con GUASP, “en el proceso de ejecución no se trata, pues, de examinar una
pretensión para formar la orden de que sea actuada, sino pura y simplemente de
actuarla; de aquí que en el desarrollo de esta manifestación específica de la tutela
procesal falte normalmente una fase destinada a que el juez reciba y compare las
posibles alegaciones contradictorias de las partes”.
En cambio, falta al juicio ejecutivo aquella característica específica que fue señalada,
como la más relevante del proceso de ejecución, a saber, la ausencia de un periodo
procesal destinado a recibir y examinar por el juez las posibles alegaciones
contradictorias de las partes. En efecto, dentro del juicio ejecutivo existe indudable y
normalmente una fase destinada a la cognitio judicial, fase en que el deudor puede
oponerse a la continuación del procedimiento y en que el juez debe analizar, antes de
pasar adelante, los fundamentos de tal posición. Dicho en otros términos: en el proceso
ejecutivo cabe proponer “excepciones” las que abren una etapa de cognitio judicial.”
308
en cuenta no solo las causas generales de extinción, sino que la hipoteca no se extingue
mientras no se cancele su inscripción. El artículo 91 del Reglamento General de los
Registros Públicos señala con carácter general que las inscripciones se extinguen
respecto de terceros desde que se cancela el asiento respectivo, salvo disposición
expresa en contrario. Ello sin perjuicio de que la inscripción de actos o derechos
posteriores pueda modificar o sustituir los efectos de los asientos precedentes.
Esto explica que en ocasiones el Registro publicita la existencia de una hipoteca que ya
no existe, porque la obligación se extinguió. La Exposición de Motivos sobre la materia
señala que si no se hace constar en el Registro la cancelación de la hipoteca, puede
suceder que si el acreedor cede su crédito, y, por consiguiente la hipoteca que garantiza,
a un tercero que reúne los requisitos del articulo 2014 del Código Civil, el pago
realizado por el deudor resulta inoponible al cesionario del crédito con garantía
hipotecaria, quien por reunir la calidad de tercero registral será mantenido en su
derecho.
309
Cuando la hipoteca garantiza una obligación, debe tenerse en cuenta todas las
vicisitudes de la obligación también deben incorporarse al Registro, para que tenga
efectos frente a tercero; esto se desprende del artículo 56 del Reglamento de las
Inscripciones, que determina que son datos relevantes que deben constar en el asiento de
inscripción de hipoteca: el capital y el interés; por ende, cualquier cambio sobre estos
aspectos también debe constar en el Registro.
(…) En atención a lo expuesto, todas las causas por las que se extingue una obligación
producen la extinción de la hipoteca que la garantiza. Deberán tenerse en cuenta las
causas de extinción de obligaciones (de dar, hacer, no hacer) reguladas en el Libro de
Obligaciones del Código Civil.
El artículo exige renuncia por escrito, por lo tanto debe ser expresa y no tácita. La
doctrina reconoce que este acto es unilateral y que no debe perjudicar al tercero (…)
El artículo parece referirse a la destrucción material o física del bien, sin embargo,
existe también de la pérdida jurídica del bien.
(…) Consolidación
310
cualidad de deudor y acreedor, sino al caso en que el derecho real de hipoteca se
extingue cuando en una misma persona se da la cualidad de titular dominical y de titular
del derecho real que lo grava. Esto ocurre porque no es posible que se admita la
hipoteca sobre cosa propia
(…) la hipoteca se extingue por caducidad, conforme al segundo párrafo del artículo 3
de la Ley Nº 26639. El Tribunal Registral ha establecido en un precedente de
observancia obligatoria (publicado en el Diario Oficial El Peruano el 18.7.2003) que
esta norma ha introducido una nueva causal de extinción de la hipoteca. Llega a esta
conclusión luego de analizar en diversos pronunciamientos los alcances del artículo 3 de
la Ley Nº 26639, cuyo texto es el siguiente:
3. Garantía Mobiliaria
Según se aprecia del Dictamen que lo precedía, el propósito de este Proyecto era el de
establecer un marco legal e institucional para las garantías reales y, con ello, vencer los
obstáculos que enfrentan los agentes económicos.
Por otra, un Registro Mobiliario de Contratos, que será utilizado para inscribir los actos
jurídicos que recaigan sobre bienes muebles no registrados; en tanto los actos
inscribibles referidos a bienes muebles registrados seguirán inscribiéndose en los
diferentes Registros de Bienes ya existentes o por crearse.
311
(…) resulta necesario subrayar que esta Ley contempla modificaciones sustanciales,
cuya eficacia resulta indispensable analizar.
3.1. Concepto
312
Artículo 4°.- Bienes muebles comprendidos en esta Ley
La garantía mobiliaria a que se refiere la presente Ley puede constituirse sobre uno o
varios bienes muebles específicos, sobre categorías genéricas de bienes muebles o
sobre la totalidad de los bienes muebles del constituyente de la garantía mobiliaria,
sean presentes o futuros, corporales o incorporales.
Pueden ser objeto de la garantía mobiliaria:
Los bienes muebles inembargables, señalados en el artículo 648° del Código Procesal
Civil, no están afectos a garantía mobiliaria.
No pueden afectarse en garantía mobiliaria los recursos que constituyen el encaje
bancario de conformidad con el artículo 163° de la Ley N° 26702, Ley General del
Sistema Financiero y del Sistema de Seguros y Orgánica de la Superintendencia de
Banca y Seguros.
Tampoco están afectos a garantía mobiliaria los bienes que integran los Fondos de
Aportes Obligatorios, el Encaje Legal, el Fondo de Longevidad, el Fondo
313
Complementario y los demás señalados en el artículo 20° del Decreto Supremo N°
054-97-EF, TUO de la Ley del Sistema Privado de Administración de Fondos de
Pensiones.
314
El acreedor garantizado, en caso de que tuviese la posesión del bien mueble, tendrá la
calidad de depositario y deberá cuidarlo y mantenerlo en buen estado. Si el acreedor
garantizado dañara o pusiera en peligro el bien mueble afectado en garantía
mobiliaria, el deudor o el constituyente tendrán derecho a exigir su entrega en
depósito a una tercera persona, sin perjuicio de la indemnización a que hubiere lugar;
el deterioro o daño del bien mueble se verificará comparando el estado de
conservación encontrado con el declarado en el inciso 5 del artículo 19° de la presente
Ley o mediante peritaje acordado entre las partes.
Si el acreedor garantizado tiene la posesión del bien dado en garantía mobiliaria y éste
produce frutos o intereses, el acreedor garantizado los percibirá por cuenta del deudor,
y los imputará a los intereses de la deuda garantizada y el exceso que hubiere al
capital; salvo pacto en contrario.
El acreedor garantizado está obligado a devolver el bien afectado en garantía
mobiliaria al constituyente o deudor cuando se cumpla con la obligación principal
garantizada. Si se perdiere o destruyere el bien dado en garantía mobiliaria, éste será
pagado por el acreedor garantizado, quien sólo podrá eximirse de esta obligación,
probando que no se perdió o destruyó por su culpa. Cuando la pérdida fuere por caso
fortuito o fuerza mayor, acaecida después de extinguida la obligación principal
garantizada, el acreedor garantizado pagará los bienes afectados en garantía mobiliaria
si no tuvo justa causa para demorar su devolución. Tiene igual responsabilidad el
acreedor garantizado que, sin haber tenido causa legal, rehúsa el pago de la obligación
garantizada ofrecido por el deudor.
Si el acreedor garantizado pierde la posesión del bien mueble afectado en garantía
mobiliaria, puede recuperaría en poder de quien se encuentre, inclusive del deudor.
315
En el caso de un crédito otorgado en garantía mobiliaria, su eventual extinción por
medio distinto al pago no es oponible al acreedor garantizado en cuyo favor se
hubiere constituido la garantía mobiliaria, salvo asentimiento de dicho acreedor
garantizado.
316
En el caso del inciso 2, se procederá a la cancelación por la sola verificación del
transcurso del plazo de la vigencia de la garantía mobiliaria u otro acto inscribible.
317
las condiciones pactadas' para la venta. En todo caso, el representante deberá actuar
con diligencia y buena fe.
Las partes podrán pactar la forma de ejecución de la garantía mobiliaria, pero deberán
observar necesariamente las disposiciones establecidas en los incisos 2 y 4 del
presente artículo.
Tratándose de una garantía mobiliaria constituida sobre dinero o créditos, regirán las
reglas que anteceden en cuanto fueren aplicables”.
“(E)l punto de partida de la nueva ley fue la consideración de que el actual sistema de
ejecución judicial de garantías reales es ‘lento y por ende costos’. Y para hacerlo
‘rápido’ y ‘barato’ no se pensó siquiera en la posibilidad de mejorar ese ‘sistema’ a fin
de hacerlo rápido, y sobre todo, efectivo, sino en crear otro ‘alternativo’, centrado en
dos instrumentos jurídicos: la venta extrajudicial del bien dado en garantía y en la
adjudicación del bien al acreedor a través de un (…mal llamado) ‘pacto comisorio.
Haciendo la precisión de que la tercera medida, la consistente en la toma extrajudicial
del bien, también recogida en la ley, no es un fin en sí misma sino instrumental a las
otras dos.
(…) Lo primero que se desprende la Ley es que la enajenación del bien dado en garantía
debe – como regla – hacerse ‘extrajudicialmente’. Es más, el Artículo 47º establece que
solo ‘excepcionalmente, si mediare pacto o la situación prevista en el inciso sexto, se
venderá el bien mueble con arreglo al Código Procesal Civil.
Tengo mis dudas de que esta disposición sea constitucional, pero si se piensa que el
Tribunal Constitucional, prácticamente ha ungido de constitucional a los arbitrajes
impuestos por ley, es altamente probable que se considere que tambièn lo sea la
imposición legal de que la realización de la garantía, sea, en principio, extrajudicial.
Habrá que ver.
Por los demás, la disposición suena casi a burla y bien podría habérsela ahorrado:
¿Quién va a pactar someterse a las disposiciones del C.P.C.?”
53.1 Es válido que las partes acuerden qué el acreedor garantizado pueda adjudicarse
la propiedad del bien mueble afecto en garantía mobiliaria. Para la validez del pacto
se requiere, bajo sanción de nulidad, incluir el valor del bien mueble afecto en
garantía mobiliaria acordado por las partes y, además otorgarse el poder a que se
refiere el numeral 53.6 de este artículo.
53.2 Producido el incumplimiento, el acreedor garantizado que desee adjudicarse el
bien mueble afecto en garantía mobiliaria deberá comunicar notarialmente al deudor y
al representante a que se refiere el numeral 53.6 de este artículo, así como, de ser el
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caso, al constituyente y al depositario, el monto detallado de la obligación garantizada
no pagada y el valor del bien mueble afecto en garantía mobiliaria acordado por las
partes.
53.3 Si el valor del bien mueble afecto en garantía mobiliaria fuera menor que el
monto de la deuda, el acreedor garantizado podrá exigir el saldo mediante la emisión
de un título con mérito ejecutivo o en la vía del proceso de ejecución.
53.4 Si el valor del bien mueble afecto en garantía mobiliaria fuere mayor que el
monto de la deuda, el acreedor garantizado deberá pagar la diferencia al representante
a que se refiere el numeral 53.6 de este artículo, dentro de un plazo de diez días de
recibida por el deudor la comunicación mencionada en el numeral 53.2 de este
artículo. Vencido dicho plazo sin pagarse la diferencia, el deudor podrá exigir en la vía
sumarísima el pago de una multa no menor de cinco veces la diferencia, más intereses
y gastos. Todo pacto que fije un monto inferior, es nulo.
53.5 Cuando el acreedor garantizado pretenda adjudicarse el bien mueble afecto en
garantía mobiliaria de conformidad con este artículo, dicho acreedor garantizado
deberá cancelar o pagar el crédito de los acreedores garantizados que lo preceden en
el rango o consignar su importe al Juez.
Si hubiese gravámenes posteriores, los acreedores, garantizados cancelarán su crédito
con cargo a la diferencia prevista en el numeral 53.4 de este artículo. Para este efecto
el representante a que se refiere el numeral 53.6 cumplirá con consignar judicialmente
el monto a que se refiere el numeral 53.4 de este artículo.
53.6 Al momento de pactarse la posibilidad de adjudicación del bien mueble afecto en
garantía mobiliaria, las partes deberán otorgar poder específico e irrevocable a un
representante común para que en caso de incumplimiento proceda a suscribir la
documentación necesaria para la transferencia del bien mueble afecto en garantía
mobiliaria. En ningún caso el representante podrá ser el propio acreedor garantizado.
El poder constará en el formulario de inscripción y se inscribirá conjuntamente con el
pacto. Para estos efectos no resulta aplicable el segundo párrafo del artículo 153° del
Código Civil. Es requisito de validez para efectos de transferir la propiedad del bien
mueble gravado a favor del acreedor garantizado, que éste pague al representante la
diferencia de valor o la multa previstos en el numeral 53.4 que antecede.
53.7 El representante expedirá una constancia de adjudicación para los efectos
tributarios correspondientes.
“El último instrumento ideado por el legislador para hacer más efectivo (se supone
para beneficio de ‘todos’…) nuestro neo sistema de garantías mobiliarias es el pacto
de adjudicación del bien al acreedor, tal como previsto en el (largo) artículo 53º.
Con ese pacto, se dice, se habría suprimido la prohibición del ‘pacto comisorio’
preexistente en relación a la vieja prenda en el ya derogado Artículo 1066 del C.C.
La sola circunstancia de que integre el ‘pacto’ el valor del bien excluye que lo
regulado (y permitido) por la ley sea un pacto comisorio. En efecto, una convención
comisoria se caracteriza porque objeto del pacto es que en caso de incumplimiento del
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deudo el bien otorgado en garantía pase a ser de propiedad del acreedor
extinguiéndose con ello, sin más, la obligación, valga lo que valga ese bien.
* Nota a pie nº 17: “la esencia del pacto marciano es que en caso de incumplimiento,
el bien dado en garantía se transfiera al acreedor, pero éste está obligado a pagar al
deudor una suma igual a la diferencia entre el valor del bien (tasado tras el
incumplimiento por un tercero designado por ambas partes) y el monto de la deuda”
Si bien la LGM contiene iniciativas en principio acertadas, los matices que se han
dado a estas iniciativas podrían terminar opacando esta importante propuesta. Lo
positivo de la normas es que crea una garantía nueva (la garantía mobiliaria) que se
moverá dentro de un marco normativo flexible que permitirá otorgar más bienes en
garantía y podrá adecuarse a las necesidades de cada caso; crear un registro unificado
y de jurisdicción nacional que permite obtener información acerca de los contratos
celebrados para las garantías mobiliarias, que le permitiría al acreedor cobrar rápido
sin que se devalúen los bienes recibidos en garantía.
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Lo anterior es particularmente criticable cuando la Comisión de Reforma del Código
Civil ya ha trabajado en este tema e incluso ha propuesto actualmente reformas
urgentes al Código Civil en este sentido: prenda global y flotantes general y flexible,
un registro unificado de garantías muebles, el pacto comisorio y se propone un
mecanismo de ejecución extrajudicial de la prenda. Yo me pregunto si no era mejor
ajustar esta segunda propuesta e implementarla, antes de aventurarnos por el camino
de la LGM que contiene un marco normativo más ambicioso y que tendremos que ver
en el camino cómo cala en nuestra sociedad”
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