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Diseño cubierta: Vicente Morales
ISBN: 84-344-2216-6
Impreso en España
PRESENTACIÓN
lidad de que la actividad ritual humana ejerza una influencia y propicie esa
acción sobrenatural. Se ha tendido asimismo a ver los sistemas de creen-
cias como fenómenos de carácter cultural, y los comportamientos sociales
a ellas vinculados como fenómenos de naturaleza social. Los sistemas de
creencias son así considerados culturales, mientras la aceptación o rechazo
individual de la creencia tendría un origen social. Ésta es sin duda una
visión que entiende la religión como sistema cultural y que encuentra en su
relación con el comportamiento social las claves que iluminan los procesos
de cambio y las funciones seculares de la religión. No obstante, la autono-
mía de la religión como sistema cultural entendida al estilo de C. Geertz ha
merecido algunas críticas a las que haremos amplia referencia en el capí-
tulo cuarto, y que en síntesis impugnan el divorcio que Geertz sugiere entre
religión y mundo cotidiano, producto de una religión entendida como sis-
tema de símbolos y en apariencia apartada del poder y de los procesos
socioeconómicos (Asad, 1983). Lo que esta crítica señala, en suma, es que
cualquier forma de discurso religioso ha de relacionarse necesariamente
con las condiciones sociales de su producción.
La religión ha sido reiteradamente definida por referencia a lo sobre-
natural. Generalmente se ha argumentado que es esta característica la
que permite diferenciarla de otros subsistemas de la cultura y otras for-
mas de ideología: la religión se sostiene sobre la creencia en la existen-
cia de un mundo poblado de fuerzas invisibles, dioses, espíritus y otras
entidades sobrenaturales. Poderes, a menudo caracterizados como seres,
que trascienden el poder humano y los procesos de la naturaleza. Seres
misteriosos cuyas formas y funciones varían, pero que suelen estar al
tanto de las acciones humanas~ que escuchan las plegarias, perciben el
ritual y reciben ofrendas y sacrificios. Las relaciones que los individuos y
grupos establecen con lo sobrenatural revisten la forma de una relación
social, de manera que las interacciones con los dioses y espíritus están
modeladas sobre formas sociales de interacción. Y aunque a estos seres
se les pueden atribuir todo tipo de intenciones, por lo general se mues-
tran interesados en el bienestar de los grupos humanos mientras el com-
portamiento de los individuos merezca su aprobación. La religión se
revela, en consecuencia, como expresión fundamental de los valores de
una sociedad, valores que la sociedad misma trata de salvaguardar ape-
lando a las sanciones sobrenaturales.
Junto a lo sobrenatural encontramos una y otra vez a la religión defi-
nida por referencia a lo sagrado. Fue Durkheim quien acuñó una distin-
ción ya clásica para expresar que en todo tiempo y lugar los individuos
clasifican las cosas según dos categorías opuestas: lo sagrado (que refie-
re a prohibiciones y prescripciones que generalmente no se aplican a la
cultura secular) y lo profano (el mundo cotidiano en un sentido práctico
e instrumental). En el tercer capítulo nos ocuparemos más detenida-
mente de esta distinción que, como es sabido, tiene sus limitaciones: pri-
mero, lo sagrado· no puede ser identificado de manera extracontextual;
segundo, cualquier comportamiento humano puede ser revestido de sig-
20 LA RAZÓN HECHIZADA
tras que para el indonesio de Peacock los espíritus no son una creencia
extraordinaria, ni tan siquiera son en sentido estricto unacreencia, sino
parte de una relación incuestionable. De manera que la religión se ha
venido definiendo, para evitar que su dominio abarcase todas las creen-
cias posibles, sobre un criterio intelectualista y etnocéntrico. Es proba-
ble que los conceptos que los occidentales espontáneamente mantienen
sobre la magia, la posesión de espíritus o la hechicería, en contraste, por
ejemplo, con los conceptos africanos, estén ligados a lo sobrenatural, lo
extraordinario, lo misterioso y lo fantástico. Pero fenómenos que para
nosotros caen más allá del entendimiento racional constituyen, en otras
tradiciones culturales, los· pilares de la más elemental comprensión del
mundo (Olivier de Sardan, 1992: 14).
Sin duda la idea religiosa de lo sobrenatural, lo extraempírico o lo
sobrehumano, 7 plantea un serio problema a los analistas sociales que
tratan la religión. Melford Spiro define la religión como «Una institu-
ción que consiste en la interacción culturalmente modelada con los
seres culturalmente considerados sobrehumanos» (Spiro, 1968: 96). Si
son «considerados» sobrehumanos por otros, parece que se nos exime
de aceptar científicamente la existencia de una realidad inmaterial y
suprasocial, pero en realidad sólo pospone la cuestión de producir un
concepto de religión que no incorpore lo sobrehumano y lo extraordi-
. nario, y que en cambio haga posible la explicación de los procesos
mediante los que se llega a considerar algo como sobrehumano o
extraordinario. El mismo Worsley, un marxista contemporáneo, que
rechazó la conclusión de Nadel según la cual la religión es una clase
de experiencia (relacionada con el «estremecimiento» al que se refi-
riera el pragmático William James) y la seguridad que ella proporcio-
na, acabó enfatizando, al fin y al cabo, un tipo especial de significado
y no una experiencia, concluyendo que la religión es creencia en seres
sobrehumanos o en un reino sobrenatural. Más que a Nadel o a James,
Worsley prefiere seguir a Spiro «Y observar, simplemente, que lo que
distingue la creencia religiosa de otros tipos. de creencias sociales es
que, de uno u otro modo [ ... ] se refiere a y busca validación en una
8. <<Es cierto que ningún científico social, que yo sepa, explica la vida social
como resultado de la obra de los dioses. Pero muchos aceptan las ideas religiosas como
no problemáticas o como ajenas a su competencia, de modo que las tratan como un fac-
tor dado que permite explicar la vida social. Afirmaciones del tipo de que el pueblo X
tiene tal costumbre porque tal tema o creencia forma parte de su concepción del
mundo implican que la religión, el ritual y el mito son realidades autodefinibles. Una
afirmación de esta clase puede ser un paso preliminar hacia una teoría de la religión,
del ritual y del mito. Pero cuando tal afirmación va acompañada implícita o explíci-
tamente por la suposición de que la realidad autodefinible de la religión, del ritual y
del mito no se relaciona con el resto de la realidad social de ningún modo necesario
que podamos conocer, se asigna entonces a la idea de los dioses una fuerza explica-
tiva que no es más que una débil sustitución agnóstica de los dioses mismos»
(Feuchtwang, 1977: 81-82).
PENSAR LA RELIGIÓN. NOTAS INTRODUCTORIAS 23
10. Evans-Pritchard afirma, refiriéndose a los textos sobre religión de los antro-
pólogos racionalistas de fines del siglo XIX, algo que puede parecer obvio, pero que
merece la pena no olvidar: «La creencia religiosa era algo absurdo para estos antropó-
logos y lo es también para gran parte de los antropólogos de ayer y de hoy>> (1991: 33).
11. Robert R. Marett, Alexander Goldenweiser y Robert Lowie son buenos
exponentes clásicos.
PENSAR LA RELIGIÓN. NOTAS INTRODUCTORIAS 25
12. La distinción entre ellos había sido formalizada por Frazer en 1909, cuan-
do se acordó usar «etnografía» para referirse a los <<trabajos descriptivos sobre pué-
blos analfabetos»; <<etnología>> y arqueología prehistórica para los trabajos que se
ocupaban de la <<reconstrucción hipotética de la historia de tales pueblos>>; y por últi-
mo, <<antropología social» para denominar <<el estudio comparativo de las institucio-
nes de las sociedades primitivas>> ... <<Frazer ya había definido la antropología social en
1906 como la rama de la sociología que se ocupa de los pueblos primitivos>>• Así Wes-
termarck, continúa Radcliffe-Brown, <<ocupaba el cargo de· profesor de sociología,
aunque en realidad su obra estaba en el campo de la antropología social». La cita
completa pertenece al artículo <<Historical Note on British Anthropology», American
Anthropologist, vol. 54, 1956, p. 276 (citado en Kuper, 1973: 16).
26 LA RAZÓN HECHIZADA
insospechados: «... Si hoy por hoy no hay nada más importante desde el punto de
vista sociológico que los macrofenómenos religiosos del tipo religión-sociedad,
nada es más intrigante que su exacto opuesto: la decodificación cuidadosa de los
más mínimos misterios de las religiones absolutamente minoritarias>>; la antropo-
logía se busca a sí misma <<mediante el abandono del escenario de la "importancia
social" y ocupando otro, mucho más difuso, menos visible, en el que espera entre--
ver respuestas .:y preguntas que, por el mismo hecho de rehuir la actualidad iluso-
ria, de relevancia inmediata, pueden servir para interpretar realidades ocultas»
(Rodrigues Brandao, 1995: 22-23). Una apuesta de este tipo, emparentada con el
análisis microsociológico de las nuevas realidades socio-religiosas y, por tanto, con
la esencia del trabajo etnográfico, puede contribuir a legitimar y enriquecer 1a
entrada del antropólogo en los escenarios tradicionalmente reservados a 1as demás
ciencias sociales.
24. Néstor García Canclini afirma preferir la expresión «procesos de hibrida-
ción>> a los conceptos «mestizaje>> y «sincretismo>>, ya que la primera «abarca diver-
sas mezclas interculturales -no sólo las raciales a las que suele limitarse "mestiza-
je"- y porque permite incluir las formas modernas de hibridación mejor que ·sin-
cretismo", fórmula referida casi siempre a fusiones religiosas o de movimientos sim-
bólicos tradicionales>> (García Canclini, 1990: 14-15).
32 LA. RAZÓN HECHIZADA
26. Buena parte del debate sobre la racionalidad de la magia y sobre la interpre-
tación del pensamiento tradicional, de lo que nos ocupamos en el capítulo 5, lleva implí-
cita la confrontación entre las interpretaciones «intelectualistas>> de la religión {que
representan Horton y Jarvie) y la perspectiva <<Simbolista», derivada sobre todo de una
determinada interpretación del pensamiento de Durkheim, interpretación que Beattie
defendió de manera destacada (Skorupski, 1976; Morris, 1995). Sin duda, Durkheim ha
sido el pensador clave en la historia del estudio antropológico de la religión. Dos aspec-
tos del análisis durkheimiano han sido en este sentido enfatizados. El primero de ellos
es la <<sociedad» conceptualizada como totalidad de relaciones sociales estructuradas,
como estructura de lazos sociales formada por el consenso moral, y no tanto como un
nexo de relaciones económicas, políticas e ideológicas (de manera que lo social apare-
cería divorciado de su sustrato material). El segundo es el tratamiento de la religión
como si ésta consistiera en un simple reflejo de los modelos sociales, ignorando de este
modo sus funciones ideológicas. Esto lleva a Morris a afirmar: <<Siguiendo a Durkheim,
muchos antropólogos han desatendido la manera en que las creencias religiosas ayudan
a sancionar los intereses de grupos o clases sociales y el hecho de que la religión puede
ser una forma de alienación»; más allá, tal vez exagerando hasta la caricatura las con-
secuencias de esta tendencia, Mor:ris sentencia: <<Por consiguiente, su actitud hacia la
religión ha sido casi siempre neutral y apologética» (Morris, 1995: 175).
34 LA RAZÓN HECHIZADA
27. «Un objeto de investigación, por más parcial y parcelario que sea, no puede
ser definido y construido sino en función de una problemática teórica que permita
someter a un sistemático examen todos los aspectos puestos en relación por los pro-
blemas que le son planteados (... ) Lo real no tiene nunca la iniciativa puesto que sólo
puede responder si se lo interroga.>> A veces se piensa que existen hechos que podrian
trascender tal como son a la teoría para la cual y por la cual fueron creados ... «Sin
embargo, el desafortunado destino de la noción de totemismo (que Lévi-Strauss com-
para al de histeria) bastaría para destruir la creencia en la inmortalidad científica de
los hechos: una vez abandonada la teoría que los unía, los hechos del totemismo vuel-
ven a su estado de datos de donde una teoría los había sacado por un tiempo y de
donde otra teoría no podrá sacarlos más que confiriéndoles otro sentido» (Bourdieu,
Chamboredon, Passeron, 1991: 54-55).
CAPÍTULO 2
CONSTRUYENDO LA RELIGIÓN COMO OBJETO
DE CONOCIMIENTO ANTROPOLÓGICO
«Ninguna divinidad residente regula ahora la vida del
sol abrasador, ningún ángel guardián empuja las estrellas por
el arqueado firmamento [ ... ] Ninguna divinidad bulle en la
olla hirviente, ningún espíritu preside ni mora en el volcán,
ningún demonio ululante se desgañita por la boca de los
lunáticos» (Tylor, 1981: 253).
l. Entre los eruditos griegos y romanos destaca Heródoto, viajero que trató de
mostrar cómo los dioses en diferentes sistemas religiosos tienen funciones similares;
Euhemerus, que también creyó que los dioses eran originalmente dirigentes huma-
nos deificados por sus logros, principio de interpretación conocido como <<euheme-
rismo» que Herbert Spencer retomaría en pleno siglo XIX. (Duch, 1998: 260-263);
Cicerón, que vivió en un período en el que la religión pública había perdido bastan-
te autoridad, y él mismo fue un escéptico que vio la religión como una institución
social sin valor emocional alguno. Mantuvo que el término latino religio derivaba eti-
38 LA RAZÓN HECHIZADA
6. Son las mismas deficiencias que cabe atribuir a la obra de Max Müller quien,
sin embargo, llegó a reconocer que los salvajes contemporáneos no eran equiparables
a la humanidad primitiva, ya que habían vivido tanto como las «razas civilizadas».
Esto significaba llegar más allá de lo que lo hicieron los antropólogos de la misma
época (Waal Malefijt, 1970: 47).
42 LA RAZÓN HECHIZADA
8. La teoría de Tylor fue impugnada por Robertson Smith en 1885, cuando éste
propuso el totemismo como la· primera forma de religión. Esta tesis fue defendida
años más tarde por É. Durkheim.
9. <<Suele considerarse que la teoría del Animismo se divide en dos grandes
dogmas, que constituyen las partes de una doctrina única y coherenté; el primero,
relativo a las almas de las criaturas individuales, susceptibles de una existencia con-
tinuada después de la muerte o destrucción del cuerpo; el segundo, relativo a otros
espíritus, en escala ascendente hasta el rango de las divinidades poderosas>> (Tylor;
1981: 29).
44 LA RAZÓN HECHIZADA
Para Andrew Lang, por ejemplo, los dioses no pudieron surgir de la creen-
cia en espíritus, porque la idea de una deidad suprema y todopoderosa
es comúnmente pensada, incluso entre las tribus más simples, como una
persona y no como un espíritu. De manera que, muy probablemente, el
monoteísmo había precedido al animismo, que sería una degeneración
de aquél. Sin embargo coincidía con Tylor en su convicción de que sue-
ños y visiones estarían en el origen de la idea de alma. Para R. R. Marett,
evolucionista que sucedió a Tylor en Oxford, el animismo no pudo ser el
primer estadio de la religión. Consideró que hubo una etapa pre-animis-
ta caracterizada por la creencia en el mana, término polinesio que refie-
re a un poder impersonal, impreciso y no antropomorfizado. Como evo-
lucionista, entendió que esta creencia, a la que llamó animatismo, era
aún más simple que la creencia en almas y espíritus, por lo que debió
precederla (Evans-Pritchard, 1991: 58-66). El concepto de alma llevó a
Tylor a pensar que los fetiches, objetos inanimados de carácter sagrado,
estaban santificados por la presencia de un espíritu, y. de hecho enten-
dió que esto era así en todos los casos en que el primitivo personifica-
ba la realidad inanimada. Según Marett, explica Robert Lowie, Tylor
ingenió una hipótesis innecesaria. De ahí la distinción conceptual y ter-
minológica que representa el animatismo, que se aplicaría en aquellos
casos en los que «los salvajes consideran vivo lo que nosotros clasifica-
mos. como objeto inanimado»; Lowie, de acuerdo con la crítica de
Marett a Tylor, recoge uno de los ejemplos del primero: «Cuando[ ... ] un
nativo de Suráfrica grita a un huracán, está personificando el fenóme-
no natural, pero no tenemos ningún derecho a presumir que está pen-
sando en un ser de esencia corpórea relativamente refinado que reside
en la tormenta y la dirige» (Lowie, 1990: 133). Lowie, para quien la reli-
gión es inseparable de la emoción, sostiene con Marett que animismo y
animatismo son esencialmente no religiosos, «O sólo potencialmente
religiosos, adquiriendo tal carácter religioso sólo en la medida en que la
actitud emocional característica de la religión está unida a sus objetos»
(Lowie, 1990: 134).
Tylor, Spencer y Lang pensaron en el primitivo como en una especie
de filósofo; Marett vio en él una criatura ligada a sus emociones; y Sir
James G. Frazer, que desarrolla sus teorías en los últimos años de lo que
Lowie llamó el «período tyloriano», se refirió a las fases del desarrollo
intelectual humano desde una perspectiva también racionalista y evolu-
cionista. Nos interesan sobre todo las relaciones que Frazer estableció
entre magia, religión y ciencia, que representaban para él los tres esta-
dios del desarrollo intelectual humano. Sostuvo que la magia constituía
la fuente original de todas las formas de religión, con lo que inicia un
debate, que se ha convertido en un clásico, sobre la noción de magia y
sobre las relaciones entre ésta, la religión y la ciencia. La razón está
ausente del período mágico, en el que los individuos están gobemados
por la superstición. La magia se debe a los intentos seudocientíficos del
primitivo para manipular la naturaleza, intentos basados en erróneas
46 LA RAZÓN HECHIZADA
12. Frazer reconoció que una disti~ción clara entre magia y religión no era posi-
ble en todos los casos. En el antiguo Egipto, en la India y aún entre los campesinos
europeos, se reza a los dioses tanto como se recurre a procedimientos mágicos; inclu-
so los dioses son quienes en muchos casos revelan las fórmulas mágicas que otorgan
poderes a quien las conoce. Pero para Frazer, explica Lowie, esta mezcla es un pro-
ceso reciente. De ahí la importancia de la cronología establecida por Frazer: La Era
de la Magia ha precedido en todos los casos a la Era de la Religión porque, primero
(lo que no pasadel <<terreno apriorístico», afirma Lowie) las asociacione§_de ideas de
la magia son psicológicamente más simples que la concepción de seres personifica-.
dos; segundo (argumento que ya descansa sobre <<los datos empíricos de la distribu-
ción>>), porque la magia es universal y además invariable, y por lo general <<el arraigo
de un elemento cultural es proporcional a su antigüedad» (Lowie, 1990:. 137).
CONSTRUYENDO LA RELIGIÓN COMO CONOCIMIENTO ANTROPOLÓGIOO
que siempre le fascinaron más que las teorías mismas, y que recogió de
los relatos de campo de viajeros y etnólogos, pero él mismo no tuvo nin-
gún contacto con los pueblos que estudió. Pese a sus errores, las teorías
evolucionistas de Frazer, un firme defensor del método comparativo, ins-
piraron numerosas investigaciones posteriores. Escribió también sobre
totemismo, exogamia, folklore, relacionó la religión con las formas de
organización política tratando de probar que los jefes primitivos fueron
a menudo magos y sacerdotes, especialistas tempranos en el arte de la
magia, principalmente dedicados al control del tiempo, sobre todo a ase-
gurar la lluvia, lo que los volvió tan importantes que llegaron a conver..:
tirse en jefes, en reyes e incluso en dioses.
14. Aunque, como aclara Lowie, Durkheim admitió que algunas veces los
hechiceros se reúnen en hermandades. Pero tal asociación no es esencial para la
práctica de la magia, ni guarda correspondencia alguna con lo que es una organiza-
ción eclesial: «una hermandad de b,rujos correspondería simplemente a una asocia-
ción de sacerdotes sin el concurso de seglares; ¿y dónde se puede encontrar una igle-
sia formada exclusivamente por sacerdotes?» (Lowie, 1990: 147).
50 LA RAZÓN HECHIZADA
y
importante para explorar las funcion:es los significados en sus propios
contextos culturales. Lo interesante es que, pese a la falta de consenso y la
antigua propuesta de Radcliffe-Brown de desterrar', dada la confusión, el
término «magia» de la terminología antropológica, la magia ha sobrevivi-
do y siempre emerge cuando de dar cuenta de los fenómenos religiosos se
trata. En unos casos las frágiles fronteras entre magia y religión, señaladas
entre otros por Lowie, y en otros cierta pereza conceptual que aqueja muy
particularmente al estudio de la religión; llevan al uso en muchos textos de
la expresión «mágico-religioso», una popular solución de compromiso que
aparece frecuentemente al etiquetar las creencias y prácticas relacionadas
con lo sobrenatural. Claro que la vacilación se impone cuando se trata de
aplicar el término al cristianismo, el judaísmo o el budismo.
16. Los principios de la ciencia social positivista habían sido establecidos por
Montesquieu .en el siglo XVIII, aunque en Francia pueden rastrearse hasta el raciona-
lismo de Descartes, en la primera mitad del siglo XVII. Montesquieu lo aplicó al estu-
dio de la sociedad, afirmando que los fenómenos sociales tienen, al igual que los
fenómenos naturales, un orden fijo gobernado por leyes racionales que es posible
descubrir. Posteriormente D'Alembert, Sairit-Simon, Turgot y Condorcet, en el si-
glo XVIII, y Comte, ya en el XIX, sostuvieron una idea común en torno al concepto de
ciencia. Los tres últimos formularon las leyes que gobiernan los fenómenos sociales
en términos de estadios de desarrollo, visiones evolucionistas en las que la religión
ocupaba invariablemente el más bajo escalón. Para. Turgot esos estadios eran el ani-
mista, el metafísico y el científico. Para Comte, quien se inspiró en aquel esquema,
los estadios pasaban de la fase teológica a la metafísica, y de ésta a la científica o
positiva. Para Comte el progreso dependía de la atrofia paulatina tanto de la religión ·
como de la filosofía.
52 LA RAZÓN HECHIZADA
17. Sus teorías han sido criticadas por quienes estimaron que las reconstruc-
ciones históricas que elaboró no eran del todo correctas; o por antropólogos que con-
sideraron exagerado el peso causal concedido a las religiones antiguas. Claro que su
obra fue publicada en 1864, fecha en la que ni los registros arqueológicos ni los rela-
tos etnográficos eran muy estimables. Según Waal Malefijt, Coulanges se adelantó a
pensadores posteriores al enfatizar la mituraleza social de la religión y al proponer
una teoría <<estructural» para su estudio (Waal Malefijt, 1970: 57).
CONSTRUYENDO LA RELIGIÓN COMO CONOCIMIENTO ANTROPOLÓGICO 53
18. Pese a que no falta quien considera que Marx casi no escribió específica-
mente sobre temas religiosos y que, cuando lo hizo, apenas dio a sus ideas un tra-
tamiento sistemático (Morris, 1995: 44; Hamilton, 1995: 81).
54 LA RAZÓN HECHIZADA
19. Worsley (1986) y Giddens (1992), entre otros, han señalado la doble condi-
ción de Marx como intelectual y revolucionario, lo que ha originado el poderoso efec-
to de sus escritos sobre la teoría sociológica y sobre la historia política y social del
siglo xx. Los trabajos de Marx sintetizan tres corrientes de pensamiento: primera, la
economía política vinculada a la filosofía utilitarista británica del siglo XIX (Adam
Smith y Ricardo); segunda, las distintas corrientes del socialismo francés (Saint-
Simon, Fourier, Proudhon) y sus ideas sobre el carácter no permanente de la socie-
dad burguesa, fuente inmediata de la visión de la sociedad que Marx plasmara en sus
Manuscritos económicos y filosóficos (el primer borrador de El Capital); tercera, la
dialéctica hegeliana que aportaría la dimensión histórica y cerraría este círculo de
influencias de las experiencias británica, francesa y alemana sobre su obra (Giddehs,
1992: 19). La dialéctica hegeliana era, según Marx, esencial para comprender el
carácter efímero de todas las formas históricas. Pero para Hegel el sujeto de la his-
toria era el espíritu y no el ser humano lo que, unido a su énfasis en la conciencia y
su abandono de la interacción activa entre el ser humano y la naturaleza resultaba,
de acuerdo con Marx, completamente mistificador. De ahí que Marx siguiese la pers-
pectiva materialista de Feuerbach, que invirtió a Hegel, y proclamara que los seres
humanos eran los .sujetos de la historia; éstos no podían ser definidos en términos de
autoconciencia ni a través de sus presuntos atributos éticos, sino en términos de su rela-
ción activa con el mundonatural (Marx y Engels, 1972: 65-66).
CONSTRUYENDO LA RELIGIÓN COMO CONOCIMIENTO ANTROPOLÓGICO 55
22. También señaló que el cristianismo era el sistema religioso que mejor se
adaptaba al sistema de producción de mercancías, debido a su <<culto al ser humano
abstracto» (Morris, 1995: 57). Este tema será tratado extensamente por Max Weber,
en lo que llegará a ser la tesis más importante sostenida en La ética protestante y el
espíritu del capitalismo. Nos ocuparemos de esta obra en el cuarto capítulo.
23. El primitivo está alienado debido a la presión de la naturaleza, alienación
que en este caso se expresa en forma de <<religión natural». La expansión.de la divi-
sión del trabajo incrementa el control sobre la naturaleza, por lo que las creencias
religiosas van siendo elaboradas en forma de sistemas de ideas más claramente
<<racionalizados>> (en sentido weberiano), que expresan la <<autoalienación» del ser
humano. El capitalismo incrementa hasta límites insospechados el control de la natu-
raleza, gracias a los avances científicos, como incrementa el avance de la autoalie-
nación. En este caso, el carácter <<ilusorio» de la .religión se basa en su legitimación
del orden social existente (alienado), transfiriendo a un universo místico las capaci-.
dades humanas que están en potencia, pero que el sistema capitalista impide poner
en acto (Giddens, 1992: 355).
24. Feuchtwang, que trata de desarrollar un método marxista para la investi-
gación de la ideología y, en particular, de la religión como ideología, sostiene lo
siguiente: <<La religión es una clase de ideología, tanto si aceptamos como' si no la pro-
posición de que las ideas religiosas se caracterizan, más que otras ideas, por la totali-
zación, o de que su peculiaridad reside en la combinación de la totalización con la
prescripción moral» (Feuchtwang, 1977: 80).
CONSTRUYENDO LA RELIGIÓN COMO CONOCIMIENTO ANTROPOLóGICO 51
25. Si bien fue Engels, más que Marx, quien elaboró las más claras interpreta-
ciones materialistas de la religión, en el sentido de que' relaciona el fenómeno reli-
gioso con la estructura de clases y con las relaciones socioeconómicas. Siguiendo a
Müller, Tylor y Feuerbach, Engels afirmaba que toda religión no era más que <<el
reflejo fantasioso en la mente de los hombres de las fuerzas externas que controlan
su vida diaria>>; primero se trató de las fuerzas de la naturaleza, lo que fue cambian-
do a lo largo del proceso evolutivo hasta alcanzar el monoteísmo. Estas explicacio-
nes ahistóricas y especulativas de la religión se ven contrapesadas por sus análisis de
religiones específicas, en los que la religión es analizada en términos de conflictos
de clase. Nos referimos a dos: primero, su estudio de los orígenes del cristianismo
(<<originalmente un movimiento de gente oprimida ... de los pueblos sometidos y dis-
persados por Roma>>). Las ideas de Engels sobre el origen del cristianismo serán
desarrolladas por K. Kautsky a principios de siglo, coincidiendo con Engels en las
diferencias entre el primer cristianismo con su ethos comunista, y la iglesia cristiana
posterior convertida en religión de estado al servicio de la dominación. Y, segundo,
su análisis de las revueltas campesinas en Alemania durante el siglo XVI, las llama-
das guerras religiosas, que en realidad incorporaban intereses materiales de clase
(Morris, 1995: 65-71).
58 LA RAZÓN HECHIZADA
28. <<Después ·de cuarenta años, los análisis de Rudolf Otto conservan aún su
valor (... ) Pero, en las páginas que siguen, nos situamos en otra perspectiva. Que-
rríamos presentar el fenómeno de lo sagrado en toda su complejidad, y no sólo en lo
que tiene de irracional. No es la relación entre los elementos no-racional y racional
de la religión lo que nos interesa, sino lo sagrado en su totalidad( ... ) La primera defi-
nición que puede darse de lo sagrado es la de que se opone a lo profano» (Elíade,
1967: 18).
29. Para l. M. Lewis, Eliade estuvo siempre demasiado preocupado por las
implicaciones metafísicas del chamanismo como técnica para el logro del éxtasis.
Esto sería consecuencia del carácter fenomenológico de sus postulados (Lewis, 1986:
24-25).
CONSTRUYENDO LA RELIGIÓN COMO CONOCIMIENTO ANTROPOLÓGICO 61
bién es uno, aunque sólo uno de los factores condicionantes de la ética económica.
Claro que el propio. estilo de vida .religiosamente condicionado está profundamente
afectado por los factores económicos y políticos que actúan en el interior de deter-
minados límites geográficos, políticos, sociales y nacionales» (Weber, 1978: 6).
32. En esto muestra, afirma Waal Malefijt, la influencia del siglo XIX. Pero su
racionalismo fue atemperado por su insistencia en la interacCión dinámica entre las
circunstancias históricas y la estructura social como factores primordiales de los pro-
cesos de cambio (Waal Malefijt, 1970: 79).
CAPÍTULO 3
LOS HECHOS RELIGIOSOS
COMO HECHOS SOCIALES
64 LA RAZÓN HECHIZADA
2. Durkheim usó como fuentes principales las descripciones de Sir G~orge Grey
(Joumals of Two Expeditions of Discovery in North-West and Westem Australia, during
the years 1937, 1938 and 1939, under the Authority of Her Majesty's Govemment, Lon-
dres, T. and W. Boone, 1841), Baldwin Spencer y F.J. Gillin (The Native Tribes of Cen-
tral Australia, Londres y Nueva York, McMillan, 1899, y de los mismos editores The
Northem Tribes of Central Australia, 1904) y Strehlow (Die Aranda und Loritja-Stiim-
me in Zentral Australien, 5 vols., Frankfurt am Main, J. Baer and Company, 1907-
1920) (citado en Waal Malefijt, 1970: 60).
LOS HECHOS RELIGIOSOS COMO HECHOS SOCIALES 69
3. Durkheim lo expresa de este modo: ·<<Se comprende sin dificultad que, una
vez alcanzado tal estado de exaltación, el hombre pierde la conciencia de sí mismo.
Sintiéndose dominado, arrastrado por una especie de fuerza exterior que le hace pen~
sar y actuar de modo distinto a como lo hace normalmente (... ) todo se desarrolla
como si realmente fuera transportado a un mundo especial, completamente diferen-
te a aquel en que vive de ordinario, a un espacio poblado por completo de fuerzas
excepcionalmente intensas.( ... ) ¿Cómo sería posible que experiencias de este tipo,
sobre todo cuando se repiten cotidianamente a lo largo de semanas, no le dejaran la
convicción de que existen realmente dos mundos heterogéneos e incomparables entre
sí? El uno es aquel en el que arrastra lánguidamente su vida cotidiana; por el con-
trario, no puede penetrar en el otro sin tomar contacto inmediatamente con fuerzas
extraordinarias que lo enardecen hasta el frenesí. El primero es el mundo profano;
el segundo, el de las cosas sagradas>> (Durkheim, 1992: 205).
70 LA RAZÓN HECHIZADA
4. En 1904 M. Mauss publica «Essai sur les variations saisonnieres des socie-
tés eskimos: Essai de morphologie sociale», L'Année sociologique, Vol. 9: 39-132.
Junto a H. Hubert publica en 1902-1903, «Equisse d'une théory générale de la
magie», L'Année sociologique, 7: 1-146; y en 1964 (original en francés de 1899), Sacri-
fice, its Nature and Function, University of Chicago Press. El primero de ellos es un
ensayo sobre cosmología esquimal, en el que colaboró Henri Bauchat. Proponía que
la religión esquimal era un producto de la concentración social y que el modelo de
su vida social se reflejaba en sus ideas cosmológicas; el modelo de vida esquimal era
dualista: campamentos dispersos por la tundra dedicados a la caza del caribú y pesca
durante el verano, y con la llegada de las nieves se formaban campamentos mayores
en la costa dedicados a la caza de la foca. Era en estos momentos cuando tenían
lugar las ceremonias religiosas. Sobre este ensayo, escribe Evans-Pritchard con cier-
to sarcasmo: <<Trata esencialmente de demostrar la tesis durkheimiana de que la reli-
gión es fruto de la concentración social y se vivifica mediante actividades gregarias
periódicas, de modo que el tiempo, al igual que las cosas, tiene una dimensión sagra-
da y otra secular (... ) Por ingeniosa que sea, esta exposición apenas demuestra que,
para la práctica de ceremonias religiosas, hacen falta ocio y un número suficiente de
persónas» (Evans-Pritchard, 1991: 115-116).
S. Y páginas atrás, en el capítulo de Lo sagrado y lo profano en el que se refie-
re en términos reconociblemente durkheimianos a la oración, afirma: <<la oración es
en primer lugar un fenómeno social ( ... ) una religión es un sistema orgánico de
nociones y de prácticas colectivas, referido a los seres sagrados que reconoce. Inclu-
so, cuando la oración es individual y libre, aun cuando el fiel elige por sí mismo los
términos y el momento, en todo lo que dice no hay otra cosa que frases consagradas,
es decir, sociales (... ) La oración es social no sólo por su contenido, sino también por
su forma. Las formas de la religión son de origen exclusivamente social. Fuera del
ritual no existe nada más» (Mauss, 1970: 114-115).
LOS HECHOS RELIGIOSOS COMO HECHOS SOCIALES 71
10. «No debe sorprendernos el ver que para los primitivos los minerales
(sobre todo las piedras y las rocas) sean algo muy distinto qu:e paninosotros ( ... )
El primitivo pasará cerca de una roca o de una piedra cualquiera sin prestarle
atención.· Pero por poco que alguna cosa de la misma detenga su mirada y dañe
su imaginación, bien porque la forma sea extraña, su posición curiosa, o su
dimensión anormal, el acto revestirá el carácter que los papúa del delta .del Pura:-
ri denominan imunu, los indios de las llanuras de la América del Norte llaman
wakan y en otras partes de modo análogo. Estos objetos, por estar cargados de
fuerza mística, pueden ejercer sobre la suerte del indígena y de los suyos una
influencia dichosa o nefasta. Probará, según sea el caso, de evitarla, conciliarse
con esa fuerza o incluso captarla. Si llega a apropiársela, aumentará por ello su
propio mana o imunu»'(Lévy-Bruhl, 1974: 17).
11. Como explica Evans-Pritchard, «ciertos pueblos primitivos participan de
sus sombras, de modo que lo que afecta a sus so~bras les afecta a ellos. De ahí
que pueda ser fatal atravesar un espacio abierto a mediodía, pues quien así obra-
ra perdería su alma. Otros pueblos primitivos participan de sus nombres, y por
ello rehúsan revelarlos, pues, si un enemigo suyo se enterara de su nombre, se
apoderaría del propietario del mismo. Entre otros pueblos, se participa de los
hijos, y cuando un niño está enfermo es el padre quien toma la medicina>>. Evans-
Pritchard observa que, si bien las participaciones de Lévy-Bruhl se parecen a las
asociaciones de ideas de Tylor y Frazer, las conclusiones a las que llegan son bien
distintas: para estos últimos el primitivo cree en la magia porque razona errónea-
mente a partir de sus observaciones; para Lévy-Bruhl razona erróneamente por-
que sus razonamientos están determinados por las representaciones místicas de su
sociedad, de manera que «la primera es una explicación dada en términos de psi-
cología individual, mientras la segunda es sociológica>> (Evans-Pritchard, · 1991:
141).
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LOS HECHOS RELIGIOSOS COMO HECHOS SOCIALES 75
mente una relación ideal por una real; para Evans-Pritchard estas ana-
logías implican un nexo simbólico, no son predicados de identidad:
«.. Jos nuer no dicen que un gemelo sea como un pájaro, sino que es,
efectivamente, un pájaro [ ... ] no se ha de tomar la afirmación de
manera más literal de lo que la toman los propios nuer. Ellos no'pre-
tenden que un gemelo tenga pico, alas, etc.», ni los tratan como a pája-
ros, sino como a hombres y mujeres; sin embargo «además de ser
hombres y mujeres, han nacido de un parto doble [ ... ]La fórmula no
expresa una relación diádica entre gemelos y pájaros, sino una rela-
ción triádica entre los gemelos, los pájaros y Dios» (Evans-Pritchard,
1980: 155-156). De todas formas, Evans-Pritchard trató de poner a
prueba la vieja teoría de Lévy-Bruhl en su célebre Brujería, magia y
oráculos entre los azande, de la que nos ocuparemos más adelante. A
Lévy-Bruhl, como a Durkheim, no le interesó el origen de la religión,
sino que se preocupó tan sólo de mostrar cómo las ideas religiosas evi-
dencian una mentalidad distintiva.
Afirmaciones como las de Lévy-Bruhl dinamitaban los fundamen-
tos mismos del trabajo de campo, ya que si la mente del ágrafo era de
un tipo esencialmente diferente, ¿cómo comprender su funcionamien-
to y sus productos sin convertirlos en una parodia de nuestra propia
mentalidad y cultura, en términos de las cuales creía erróneamente el •
etnógrafo poder analizar la diversidad? Los antropólogos jamás le dis-@. z
culparon la brecha que su distinción abría, 12 si bien malinterpretaron ¡:: ¡ti '
sus propósitos, ya que Lévy-Bruhl siempre pensó que el estudio de las~~ O i
sociedades ágrafas podía y debía hacerse analizando cómo. modos de ;: t1:l 6 ~
pensamiento pautados derivaban en modos pautados de conducta. O r E;. 0
Esto lo· convierte, hasta cierto punto, en un pionero de la ulterior {) - N gJ
escuela de Cultura y Personalidad.1 3 Lévy-Bruhl advirtió, y ahí reside !ii O :El>
el. origen de su famosa distinción, sobre lo inapropiado de aplicar ?. -4 2§ &'n
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12. Los antropólogos británicos, afirma Evans-Pritchard, rechazaron rápida- ;; ~
mente las afirmaciones deLévy- Bruhl, ya que su <<tradición empirista les hacíades- 1~ )>
confiar de cuanto pareciera especulación filosófica». Le criticaron no haber visto en
su vida un primitivo ... <<Creo poder decir>>, afirma con orgullo Evans-Pritchard, «que
fui uno de los pocos antropólogos que, aquí o en América, ·dijeron algo en favor suyo>>
(Evans-Pritchard, 1991: 133).
13. De hecho, Evans-Pritchard explica que Lévy~Bruhl.«habla de axiomas, valo-
res y sentimientos -más o menos de lo que a veces se denomina patterns de pensa-
miento-, y' afirma que entre los pueblos primitivos, aquéllos tienden a ser místicos
y, por tanto, ajenos a la verificación, inatacables por la experiencia e indiferentes a
la contradicción>> (Evans-Pritchard, 1991: 135). Marvin Harris, por su parte, afirma
que en Growing up in New Guinea (1930), Margaret Mead «Se propuso someter a
prueba la tesis sostenida por Lévy-Bruhl de que los ingredientes animistas de lamen-
talidad primitiva eran similares a las formas de pensamiento infantiles, por lo que en
consecuencia se encontrarían más acusados en los niños primitivos que en sus
padres;, (Harris, 1983: 357).
76 LA RAZÓN HECHIZADA
14. La obra a la que nos referimos lleva por título Les Carnets du Lucien Lévy-
Bruhl, y fue publicada en 1949 en París, Presses Universitaires de France.
LOS HECHOS RELIGIOSOS COMO HECHOS SOCIALES 77
ciados por Mauss. Pero esta tendencia es también reconocible entre los
antropólogos funcionalistas y empiristas británicos, más volcados hacia
los hechos registrables. Unos y otros esquivaron toda concesión a la tras-
cendencia y al tratamiento sentimental de los fenómenos religiosos, para
considerarlos como modalidades particularmente apasionadas y vehe-
mentes del campo más amplio de la ideología, los sistemas de represen-
tación, la cosmología, las mentalidades o los imaginarios colectivos;
20. Para una crítica a las ideas de Malinowski sobre la magia, resulta intere-
sante el trabajo de S. F. Nadel en la obra colectiva sobre B. Malinowski editada por
R. Firth. En el capítulo dedicado a la magia y la religión, Nadel se refiere a esta ten-
dencia de Malinowski a la generalización, que en el tratamiento a los fenómenos
mágicos y religiosos resulta especialmente claro (Nadel, 1974: 203).
21. El Kula es un tipo de intercambio intertribal que funciona a un tiempo
como empresa comercial y como forma de organización social. Esta institución vasta
y compleja, que aúna el intercambio ceremonial de collares y brazaletes y el inter-
cambio de mercancías para la supervivencia, comporta un trasfondo mítico y un
ritual mágico de envergadura. El papel de la magia en la institución del Kula, como
en el cultivo de los huertos y la ''pesca (principales medios de subsistencia trobrian-
desa), «por su función de ordenar, sistematizar y regular el trabajo, tiene un valor
económico incalculable para los indígenas» (Malinowski, 1973: 74).
84 . LA RAZÓN HECHIZADA
22. No obstante, Radcliffe-Brown siempre co~sideró que <<las dos ónicas per-
sonas en el mundo competentes para preparar antropólogos» eran B. Malinowski y
R. Lowie, este óltimo en los Estados Unidos. Así aconsejó a su alumno Schapera ·en
Ciudad del Cabo, donde Radcliffe-Brown enseñó durante años (Kuper, 1973: 90-91).
LOS HECHOS RELIGIOSOS COMO HECHOS SOCIALES 85
23. Es necesario recordar que las teorías de Weber y Simmel sólo se difundie-
ron en Inglaterra en la década de los cuarenta (Kuper, 1973: 68).
86 LA RAZÓN HECHIZADA
Brujería, magia y oráculos entre los azande, publicada por vez prime-
ra en 1937, tiene, como corresponde a esos años, un tono combativo y
crítico hacia los postulados de Malinowski, y sobre todo hacia la convic-
ción de que no se puede comprender una costumbre excepto mediante la
descripción minuciosa de todas sus circunstancias, lo que le llevó a rela~
cionar la magia con todas las actividades a las que puede asociarse.
Evans-Pritchard reconoce en esta obra que la magia y los ritos relacio-
nados con la brujería y .los oráculos tienen multitud de interconexiones
con cualquier otra actividad social, de manera que se podría pensar que
al escribir sobre las prácticas rituales y las creencias místicas azande se
debería describir toda la vida social azande. 24 Pero Evans- Pritchard afir-
ma tajantemente que «a menos que hagamos abstracciones, no podemos
empezar a estudiar los fenómenos [ ... ] Mi objetivo en este libro no es
describir exhaustivamente todas las situaciones sociales en que la magia,
los oráculos y la brujería se presentan, sino estudiar las relaciones de
estas prácticas y creencias entre sí, mostrar cómo forman un sistema
racional e investigar cómo este sistema racional se manifiesta en el com-
portamiento social» (Evans-Pritchard, 1976: 26).
Sin embargo, tal y como ha argumentado Robert Ulin, Evans-Prit-
chard parte indiscutiblemente de lo que fue la afirmación programática
aparecida en las primeras páginas de Argonautas del Pacífico occidental,
en donde Malinowski se propone estudiar el mundo «desde el punto de
vista del nativo» (Ulin, 1990: 36-37). Evans-Pritchard reconoce, reco-
giendo aquel paradójico testigo, que ha intentado dar una explicación de
la vida mística zande «a partir de las propias exposiciones de los azan-
de», y afirma lo siguiente: «No ofrezco explicación de por qué los azande
atribuyen los acontecimientos a la brujería y a la magia, pero he tratado
de descubrir uniformidades en las razones que dan del acaecer de los
fenómenos. Siempre nie he preguntado "¿cómo?" más que "¿por qué?"
los azande hacen determinadas cosas y creen en determinadas nociones,
y he tratado de explicar el hecho citando otros hechos de la misma cul-
tura y haciendo notar la interdependencia entre los hechos. La explica-
ción, por tanto, se encontrará incorporada en mi relación descriptiva y
no se plantea independientemente de ella. Mis interpretaciones están
contenidas en los mismos hechos, pues los he descrito de tal form:a que
las interpretaciones surjan formando parte de la descripción» (Evans-
24. <<Al escribir sobre las prácticas rituales y las creencias místicas azande,
¿debo, en consecuencia, describir toda la vida social azande? Al describir la magia de
la caza y la agricultura, ¿debo hacer una relación completa de estas actividades eco-
nómicas? y, al mencionar la magia de los cantos y de las danzas, ¿debo describir el
canto y la danza? Creo que no ( ... ) Sería grotesco describir la vida económica azan-
de en un libro sobre la magia, los oráculos y la brujería azande, puesto que la agri-
cultura, la caza y la recolección no son acciones propias de estas creencias y ritos,
sino que las creencias y los ritos son actos que influyen en la· agricultura, la caza y
la recolección» (Evans-Pritchard, 1976: 26).
88 LA RAZÓN HECHIZADA
25. Evans-Pritchard mostró que los azande no planteaban este contraste, pero
mantuvo la oposición, lo que debilitó su crítica a la teoría de la magia de Malinows-
ki. Como ha señalado Kuper, «hubiera sido más interesante examinar toda la teoría
azande de la causación, sin la dicotomía extrínseca entre fuerzas "místicas" y "obje-
tivas". No obstante, la dicotomía iba implícita en el tema racionalista de toda la
empresa: hacemos ver a "nosotros" que, aunque "ellos" creen en la magia, siguen
siendo capaces del pensamiento lógico» (Kuper, 1973: 104).
LOS HECHOS RELIGIOSOS COMO HECHOS SOCIALES 89
26. Este debate será retomado por Peter Winch, seguido~ de la última filoso-
fía de L. Wittgenstein, en el célebre ensayo publicado por vez primera en 1964 y
titulado Comprender una sociedad primitiva. Nos ocuparemos de esta discusión y de
los argumentos críticos de Winch acerca de la obra de Evans-Pritchard en el quin-
to capítulo.
90 LA RAZÓN HECHIZADA
28. Firth distingue el «ritual», que define como <<Un conjunto de procedimien-
tos formales de tipo simbólico, que envuelven un código de comunicación .social, y
se cree que posee una especial eficacia para afectar las condiciones técnicas y socia-
les de los actuantes o de otros participantes», del <<ceremonial», que considera <<como
una especie de ritual en el que sin embargo el énfasis recae más sobre el reconoci-
miento y la demostración simbólicos de una situación social que sobre la eficacia de
los procedimientos para modificar tal situación» (Firth, 1967: 1213).
29. J.C. Mitchell, The Yao Village: A study in the Social Structure of a Southern
Nyasaland Tribe. Manchester University Press, 1956. El estudio de M. Marwick es un
análisis de las tensiones del sistema de linajes visto a través del prisma de las acu-
saciones de hechicería, y lleva por título Sorcery in its Social Setting: A study of the
Northern Rhodesian Cewa. Manchester University Press, 1965.
LOS HECHOS RELIGIOSOS COMO HECHOS SOCIALES 93
30. Middleton y Winter reconocen que todos los estudios sobre. brujeria tienen
en el año 1937 una fecha clave, ya que fue entonces cuando vio la luz el influyente
trabajo de Evans-Pritchard y, con él, la polémica distinción entre brujeria y hechice-
ría. Otra fecha igualmente relevante es el año 1944, en el que se publica Navaho
Witchcraft, de C. Kluckhohn (Middleton y Winter, 1969: 2-3).
94 LA RAZÓN HECHIZADA
31. Esta perspectiva, ya estaba en la obra de Simmel, que, al igual que la de otro
de los. grandes pensadores germanos de principios del siglo xx, Max Weber, fue igno-
rada por los antropólogos británicos hasta después de la segunda guerra mundial
(Kuper, 1973: 178).
32. Nos referimos a Naven, de Bateson y a <<Ritual Festivals and Social Cohe-
sion in the Hinterland of the Gold Coast» (American Anthropologist, XxxVIII, de
1936) y The Dynamics ofClanship among the Tallensi (1945), de M. Fortes.
33, Expresada, por ejemplo, en su artículo de 1963, <<African Rituals of Con-
flict», en el que Norbeck se muestra crítico con las tesis de Gluckman. Primero, por-
que sostiene que Gluckmari trata la inversión del comportamiento femenino en los
rituales agrícolas zuUtes como transgresión simbólica del orden patriarcal estableci-
do, como conflicto de intereses cuya función catártica es eliminar la división, pero
está olvidando rituales masculinos como los asociados a la circunCisión de los ado-
lecentes, en los que el travestismo y la conducta obscena, se pregunta Norbeck, ¿reve-
larían acaso también una actitud de rebelión? Del mismo modo rechaza la interpre-
tación del ritual <<de rebelión» ncwala, ya que lo que en él se representa no es la rebe-
lión de los súbditos contra el rey, sino que se dramatizan los diferentes peligros que
acechan al monarca. A juicio de Norbeck, la ritualización de los conflictos puede
tener un valor funcional positivo, como acertadamente señaló Gluckman, pero eso no
los convierte en rituales de rebelión (Norbeck, 1963: 1255 y ss.). Otro crítico, T.O.
Beidelman, reprocharía a Gluckman el haberse ocupado tansólo de la función laten-
te de las ceremonias, lo que limitó mucho sus interpretaciones. Esta crítica la desa-
rrolla Beidelman en su artículo de 1966 <<Swazi Royal Ritual», Africa 36: 373-405.
LOS HECHOS RELIGIOSOS COMO HECHOS SOCIALES 95
34. En Politics, Law and Ritual in tribal Society (Oxford, Blackwell, 1965),
Gluckman describe la incompatibilidad entre principios como los del deber de reco-
nocer la superioridad del padre y el derecho de los hijos a la independencia, o el
deber de la solidaridad entre hermanos y el interés individual. Los tallenses practi-
can el culto a los antepasados,' que causan enfermedades y desgracias a qulenes fal-
tan a sus obligaciones con los parientes, en particular con los ancianos, represen-
tantes vivos del poder de los antepasados. Gluckman concluye que las creenCias mís-
ticas están por ello ocultando conflictos a través de la consagración por parte de los
poderes ancestrales del principio de obligación .. de la solidaridad consanguínea.
96 LA RAZÓN HECHIZADA
dominios del Imperio, las teorías las importaban los antropólogos bri-
tánicos tradicionalmente de Francia. Las ideas de Durkheim se habían
empobrecido un tanto al cruzar el Canal.: «Radcliffe-Brown creó un
Durkheim bastante británico, una especie de individuo nada disparata-
do, con los pies en el suelo», cuyas teorías, en consonancia, hablaban de
la perfecta adaptación de los grupos sociales primitivos a través de la
recreación colectiva de los sentimientos de cohesión y la disciplinada
obediencia a las normas. La preeminencia absoluta de lo social relega-
ba la religión y otros aspectos al rango de epifenómenos de la estructu-
ra social (Kuper, 1973: 202-203). Pero Lévi-Strauss recreó un Durkheim
diferente. Partió de la última etapa del sociólogo francés y adaptó tam-
bién las ideas de Mauss, principalmente las aportaciones de tío y sobri-
no en torno a las clasificaciones primitivas y la lógica primitiva, esto es,
la sociología del conocimiento durkheimiana. Todo ello unido a la lin-
güística estructural de Jakobson y la escuela de Praga, y la tradición
boasiana de la antropología cultural que tomó de R. Lowie a su paso por
los Estados Unidos en los años cuarenta, ayudó a edificar uno de los
complejos teóricos más influyentes que ha conocido la historia de la
antropología. El impacto del estructuralismo 37 del francés Lévi-Strauss
en la antropología social británica alcanzó su punto álgido en la década
de los sesenta, cuando se fue consolidando .el tránsito de las normas y
las acciones a los sistemas simbólicos.
Los antropólogos que impulsaron el neo-estructuralismo inglés fue-
ron E. Leach, R. Needham y M. Douglas. El resto de los antropólogos bri-
tánicos se mostraron indiferentes e incluso contrarios a Lévi-Strauss.
Como explica Leach, es muy difícil cuadrar la posición de Lévi-Strauss
«con el materialismo, el empirismo o cualquier otra actitud basada en los
hechos observables», lo que lleva a los antropólogos británicos a des-
confiar de la obra de Lévi-Strauss, «por no decir que se muestran abier-
tamente hostiles» (Leach, 1970: 42-43). Edmund Leach, considerado el
42. Véase, por ejemplo, la crítica al análisis clásico de Douglas sobre el simbo-
lismo de las «anomalías» animales (Lewis, 1991: 513-525).
43. De hecho Lewis presenta la llamada <<brujería introspectiva», esto es, el
hecho frecuente en África occidental de que existan individuos que espontáneamen-
te confiesan ser brujos y haber embrujado a otros (casos en los que acusador y acu-
sado coinciden), como un desafío al marco estándar del estructural-funcionalismo y
su teoría de la brujería y la tensión social. Según esta explicación estándar, la vícti-
ma del infortunio buscaría alivio acusando a un enemigo (el brujo) de sus pesares.
Las autoacusaciones no encajarían en este esquema (Lewis, 1986: 50-52).
LOS HECHOS RELIGIOSOS COMO HECHOS SOCIALES 105
48. Fue así como consiguió volver fresco un tema anacrónico, lo que para Leach
es la principal virtud de Lévi- Strauss: reunir hechos familiares de forma no habitual lle-
vando la reflexión hasta los principios generales. Claro que a veces esta virtud le con-
dujo a juegos de artificio como el que despliega en el capítulo IV de El pensamiento sal-
vaje (Lévi-Strauss, 1994: 162-198), en el que demuestra que la estructura del sistema de
castas de la India es una transformación lógica de la estructura del orden totémico
de los aborígenes australianos. Piruetas, al cabo, que <<en nada amplían nuestra com-
prensión sobre el sistema de castas o sobre el totemismo australiano» (Leach, 1970: 40).
110 LA RAZÓN HECHIZADA
Estos dos son, sin duda, sus trabajos más durkheimianos. En ellos
argumenta que el modo más extendido de pensamiento humano es analó-
gico más que lógico, lo qué, recordando a Pareto, extendió a todo el pen-
¡' samiento no científico ni matemático, y no sólo (como hiciera Lévy-Bruhl)
i a la «mentalidad primitiva». El pensamiento mítico se rige por una lógica
que no es menos rigurosa que la de la ciencia moderna, hi refleja un grado
inferior de progreso intelectual; la única. diferencia estriba en la naturale-
za de las cosas a las que se aplica uno y otro modo de pensamiento, y en
el descubrimiento pór parte de la ciencia de nuevas áreas en las que ejer-
cer. sus poderes (Lévi-Strauss, 1994: · 388). Aunque en apariencia Lévi-
Strauss se inspira más en Durkheim que en Lévy-Bruhl, por lo que en con-
secuencia debería haber suscrito la continuidad esencial que Durkheim
señaló entre la ciencia y el pensamiento religioso (del que aquélla deriva),
sin embargo defendió la existencia de dos modelos de pensamiento que
eran inconmensurables: el pensamiento salvaje que capta el mundo
mediante el símbolo yla metáfora, y que no obedece a propósitos prácti-
cos, y el pensamiento domesticado de la ciencia (Lévi-Strauss, 1994: 390).
De todas maneras no tendría sentido extenderse aún más de lo que ya
lo hemos hecho sobre las ideas en torno al pensamiento primitivo, ya que
Lévi-Strauss evitó, como R. Horton ha señalado acertadamente, cualquier
discusión sobre la religión; a la que relegó a los dominios de la emoción
y la confusión (Morris, 1995: 370). De hecho los herederos de Durkheim
compartieron, con escasas excepciones, un escepticismo profundo hacia
lo que Lévi-Strau:ss denominó la «ilusión religiosa». Los fenómenos reli-
giosos se hicieron formar parte de realidades más amplias que los abar-
caban y desde las cuales debían partir las explicaciones; en el caso de
Lévi-Strauss la religión sencillamente se diluye hasta desintegrarse en el
complejo universo del pensamiento mítico y los sistemas de símbolos.
La antropología racionalista francesa ha resultado, eso sí, muy pro-
lífica en monografías sobre las cosmologías religiosas. Nos referimos a
la línea que parte de Mauss y siguen Hertz, Leenhardt, Soustelle,
Métraux49 o Leiris, y que culmina con Lévi-Strauss y discípulos suyos
como Luc de Heusch, 50 Izard, Smith, Pouillon, Belmbnt o Chaumeil.
51. Los trabajos que han enfatizado el método estructural de Lévi-Strauss son
incontables. Entre ellos cabe citar, por ejemplo, el de R. Rosaldo, <<Metaphors of hie-
rarchy in a Mayan Ritual», American Anthropologist, LXX, de 1968; el de M. Rosaldo
y J. Atkinson, <<Man the hunter and woman: metaphors for the sexes in Ilongot Magi-
cal Spells>>, en R. Willis (comp.) The interpretation of Symbolism, Malaby Press, Lon-
dres, 1975; o el de G. Gossen, <<Temporary and spatial equivalents in Chamula ritual
symbolism>> en Lessa y Vogt (comps.), 1975 (véase bibliografía). P. Scarduelli ha rea-
lizado también numerosos trabajos en los que profundiza en esta perspectiva. Hay
que mencionar asimismo el estudio sobre clasificaciones simbólicas de M. Griaule:
Conversations with Ogotemmeli: An Introduction to Dogon Religious Ideas (Oxford·
University Press, 1972), y el interesante trabajo de revisión realizado por Walter E. A.
Van Beck, <<Dogon Restudied. A Field Evaluation of the Work of M. Griaule», en
Current Anthropology (1991), 32/2: 139-168.
112 LA RAZÓN HECHIZADA
En las primeras décadas del siglo :xx la reacción contra la teoría evolu-
cionista, que había tenido en B. Malinowski y A. R. Radcliffe-Brown sus
adalides británicos, se extendió también entre los antropólogos norteameri-
canos encabezados por Franz Boas y Robert Lowie. Aquella reacción .no
descalificaba el evolucionismo globalmente, sino que dirigía sus críticas
hacia las primeras teorías antropológicas, la ortogénesis y, en lo que nos
concierne, tam,bién hacia las teorías que trazaban la evolución de la religión.
El desarrollo de la antr()pología en los Estados Unidos. se inicia en paralelo
al devenir de la antropología en Europa, con la diferencia de que los estu-
diosos americanos del XIX, que. también fueron evolucionistas, 1 enfatiz;:u-on
la necesidad de observaciones de primera mano. La proximidad de Jas
poblaciones indoamericanas facilitaron expediciones cuyos propósitos no
siempre eran de carácterantropológico, 2 y el énfasis en el trabajo de campo
acabó desembocando a la postre en una notable escasez de trabajos teóri-
cos sobre mito y religión. La verdadera ruptura entre las tradiciones britá-
nica y norteamericana se produjo con el predominio de Radcliffe-Brown
tras su regreso a Oxford en 1937, y la posterior partida de Malinowski hacia
los Estados Unidos (Kuper, 1973: 87). Para los antropólogos norteamerica-
nos el funcionalismo había llevado demasiado lejos el rechazo de la histo-
ria y la evolución. Coincidieron en considerar la búsqueda de los orígenes
últimos como una tarea estéril, pero los norteamericanos pensaron que la
antropología debía al menos ser capaz de proporcionar reconstrucciones
parciales basadas en los registros existentes, la tradición oral, los hallazgos
arqueológicos y los estudios empíricos de patrones de difusión.
Desde el punto de vista del abordaje de los fenómenos religiosos, la
línea seguida por los antropólogos norteamericanos contrasta sensiblemen-
te con el agnosticismo axiológico y el tratamiento, en cierto modo desmiti~
ficador, característico de Durkheim, Mauss y los numerosos trabajos que su
magisterio inspiró. Toca ahora ocuparse de los enfoques más influidos por
la escuela idealista alemana y por el pragmatismo norteamericano, que ges-
taron unas estrategias de acercamiento en las que los hechos sociales y reli-
giosos dejaban de considerarse como «Cosas» y pasaban a convertirse expe-
riencia y emoción, y a ser abordados desde la «cosmovisión», los «estados
de conciencia» y la dimensión psicológica en sentido amplio. La distancia
sociológica entre sujeto y objeto se acortó ha$ta confundir, en los trabajos
sobré religión, las fronteras que separan la observación presuntamente
objetiva y crítica de la inmersión mística y las tentaciones teologizantes.
Claro que estas tendenCias ·están presentes· también entre algunos de los
autores tratados en el capítulo anterior: desde · Malinowski · a las teorías
cibernéticas de Bateson, el cognitivismo de Dan Sperber o las últimas ten-
deneias de la antropología simbólica (el último Tumer y James Femández).
La lectura de los fenómenos religiosos en clave de emoción, experiencia,
estados de consciencia o cosmovisión, 3 atraviesa los trabajos de Lowie,
Radin y Goldenweiser (discípulos directos de Boas), asícomo los produci-
dos por la escuela de Cultura y Personalidad (Roheim, Kluckhohn, Spiro,
Kardiner, Wallace, Benedict, Mead), se hace también presente en la antro-
pología fenomenológica del polémico Castaneda, y hasta en el irrefrenable
impulso del materialista Ma:rvin Harris que, ajeno a las connotaciones teo-
lógicas del término, insiste en hablar de «experiencia religiosa». 4 La ten-
3. Dentro de esta línea destacan los trabajos de Calixta Guiteras en México, orlen-.
tados por las nociones de «Cosmovisión>> y ethos. También' Gary Gossen, de tendencia cog-
nitivista, parle de similares planteamientos en el enfoque antropológico de la religión.
4. En su conocido manual Introducción a la antropología general (Alianza Edi-
torial, Madrid, 1988), Harris titula uno de los capítulos dedicados a religión <<Varie-
dades de experiencia religiosa». Sorprenden dos cuestiones: la primera, que un autor
tan poco sospechoso de veleidades subjetivistas emplee dicha expresión de manera
acrítica aunque, casi de inmediato, la haga equivaler a <<la superestructura»; la segun-
da, que ni siquiera en la bibliografía se refiera al clásico Variedades de la experiencia
religiosa del pragmático William James.
RELIGIÓN Y EXPERIENCIA. EL BAILE DE LAS ESENCIAS 121
6. Existe otra lectura del impacto del difusionismo sobre las perspectivas cul-
turalistas. Las afinidades con la antropología difusionista centroeuropea (Grabner,
Frobenius, Smith), partidaria de planteamientos confesionales que llevaron a interc
' pretar los fenómenos religiosos desde la vivencia privada de lo sagrado, es con-
gruente con el énfasis de la antropología norteamericana en la dimensión subjetiva
de la religión.
RELIGIÓN Y EXPERIENCIA. EL BAILE DE LAS ESENCIAS 125
1O. Clifford Geertz afinaría posteriormente una aseveración tan ambigua como
ésta, al afirmar: <<Realmente se puede decir que un hombre es "religioso" respecto del
golf, pero no si tan sólo lo practica con pasión y lo juega los domingos; ese hombre
debe también ver el golf como simbólico de alguna verdad trascendente» (Geertz,
1988: 95).
128 LA RAZÓN HECHIZADA
¿ .
11. Peter Berger se ha mostrado contrario a estas definiciones de la religión a
posteriori, que el mismo Weber defendió al afirmar que sólo definiría la religión tras
culminar su análisis de la misma, por lo que no es sorprendente que al final los lec-
tores de su obra aguardasen en vano el cumplimiento de esa promesa. La investiga-
ción siempre trabaja «dentro de un marco de referencia que define lo que es impor-
tante y lo que no lo es en cuanto a la investigación misma». La ausencia de defini-
ciones «Sustantivas» previas sólo puede producir confusión (en el peor de los casos)
o uso implícito de definiciones que no se desvelan (en el mejor). Diferente es el caso
de las definiciones «funcionales» al estilo de Durkheim, o de Thomas Luckmann
(Berger, 1981: 242-243). Berger afirma que Weber está entre quienes utilizaron defi-
niciones implícitas. Estimo que Lowie, de acuerdo con este razonamiento, aunque
rechaza la definición previa de religión, de hecho se refiere claramente a ella en
términos de emoción. Lo que no sólo resulta contradictorio con su declarac;ión de
intenciones inicial sino, además, ciertamente confuso.
12. Lo que conduce a Lowie a uno de los muchos embates que las ideas de
Lévy-Bruhl hubieron de soportar: los primitivos no tienen una mentalidad distinta
de la nuestra, afirma Lowie, porque <<al enfrentarse con los problemas de la vida coti-
diana, emplean con frecuencia los mismos procesos psicológicos de asociación,
observación e inferencia que nuestros propios granjeros, ingenieros y artesanos»
(Lowie, 1990: 18).
RELIGIÓN Y EXPERIENCIA. EL BAILE DE LAS ESENCIAS 129
13. «Para que poseamos la idea de lo sobrenatural no basta con que seamos
testigos de acontecimientos imprevistos; es preciso todavía que se los conciba como
imposibles, es decir, inconciliables con un orden que, con razón o sin ella, nos pare-
ce necesariamente implicado en la naturaleza de las cosaS.>> (Durkheim, 1992: 25).
130 LA RAZÓN HECHIZADA
14. Estas críticas eran de tres tipos. Desde el punto de vista etnológico, Gol-
denweiser pregunta de dónde sacarían su religión los pueblos no totémicos, ya que
hay muchos pueblos de cultura simple no totémicos, pero todos tienen algún tipo de
religión. El error de Durkheim es similar al de Frazer, sostiene Goldenweiser, ya que
ambos creyeron que en Australia se hallaba representada la cultura primordial de la
humanidad. Desde el punto de vista sociológico, Durkheim hizo equivaler dios a
sociedad y ésta a «multitud», pero entonces no se explica por qué las reuniones de
indios para danzas seculares no se han transformado ep fiestas religiosas, «si es cier-
to que la propia asamblea da origen al sentimiento de religión». Desde el punto de
vista psicológico, se equivoca Durkheim al creer que la naturaleza no puede inspirar
al primitivo. una emoción religiosa a través de la superioridad demostrada por las
fuerzas naturales sobre los seres humanos; Durkheim, además, no apoya esta idea en
evidencia de investigación etnográfica alguna, por lo que se limita a «combatir un
dogma psicológico con otro»; su antinaturalismo le lleva a subestimar la capacidad
·de los individuos para la experiencia religiosa (Lowie, 1990: 153-156).
15. Morris considera que la perspectiva individualista de Lowie, que le llevó a
afirmar que la religión era <<la subjetividad elevada a su plenitud», bien podría deber-
se al individualismo de la religión cuervo, basada en alucinaciones y visiones (Morris;
1995: 179).
RELIGIÓN Y EXPERIENCIA. EL BAILE DE LAS ESENCIAS 131
16. Si bien en otro momento Lowie afirma que, aunque una historia de la reli-
gión no puede prescindir de los hechos psicológicos de la religión, sóstener que eL
miedo fue el que creó a los dioses no nos ayuda a entender por qué los aborígenes
americanos que adoran el trueno <<por temor>>, lo identifican característicamente aso-
ciándolo con un pájaro: necesitamos entender la diversidad concreta de los fenóme-
nos religiosos, para dilucidar «por qué trata un cuervo de asegurar la realización de
sus deseos por medio del ayuno y la oración, un ekoi con un sacrificio cruento y un
maorí con un encantamiento sagrado>> (Lowie, 1990: 178). Y, más adelante, sostiene
que aunque algunos fenómenos religiosos como la comunión con lo sobrenatural
puedan ser comprendidos en términos puramente psicológicos, hay que hacer siem-
pre referencia a las normas sociales: «Hasta el simple hecho de que un individuo
dado sea apto para dialogar con los poderes sobrenaturales está determinado social-
mente>> (Lowie, 1990: 208).
132 LA RAZÓN HECHIZADA
17. «Tan pronto como se. adopta una postura psicológica, queda patente que los
objetos más divergentes, es más, la propia negación de lo que de ordinario se identi-
fica como objetivo de la devoción religiosa, pueden quedar revestidos de valor reli-
gioso, es decir, pueden provocar respuestas que psicológicamente no se pueden dis-
tinguir de las provocadas por los objetos reconocidos universalmente como religio-
sos. Se trata de una opinión que evidentemente comparte Durkheim en lo que me
parece la parte más consistente de su libro» (Lowie, 1990: 308).
RELIGIÓN Y EXPERIENCIA. EL BAILE DE LAS ESENCIAS 133
21. Morris sostiene que, aunque Radin cita en términos elogiosos la obra de
Otto, su teoría de la religión está más próxima a la tradición de Hume. En The Natu-
ral History of Religion, de 1757, Hume afirmaba que los inicios de la religión no debían
buscarse en la contemplación de la naturaleza, sino en las incertidumbres y los mie-
dos existenciales. Se trataría de una interpretación naturalista de la religión de orien-
tación psicológica, si bien no centrada en la explicación racional de los fenómenos
sino en los estados emocionales, algo así como <<una explicación funcional, pero no
del grupo social, sino del individuo>>. Una tradición interpretativa que, por lo demás,
posee una larga historia, al menos desde Eurípides (que desde una perspectiva teo-
lógica se refería a la confusión en que los dioses dejaron la vida, mezclando las cosas
con sus contrarios, lo que obligó a los individuos, presas de la ignorancia, a rendir
culto y reverencia a los dioses). Spinoza y Hume serían herederos de esta tradición.
Morris también se refiere a la importante influencia ejercida por Jung, el otro gran
referente del movimiento psicoanalítico, sobre Radin. Freud fue, como Durkheim o
Marx, un racionalista, y su actitud hacia la religión fue negativa y hostil. Jung fue un
teólogo inclinado hacia los estudios empíricos. Apenas se ocupó de la religión (a la
que consideraba algo positivo y saludable, en la medida en la que respondía a una
necesidad psíquica existencial), tal vez porque para él Dios y las creencias religiosas
no necesitaban explicación. Eran una realidad psíquica dada, equivalían «Virtual-
mente al propio inconsciente>> (Morris, 1995: 177-179 y 204).
22. Para Radin tal olvido no es casual. Muchos antropólogos han creído que,
mientras las grandes religiones históricas no podían divorciarse de las vicisitudes de
orden económico, en el caso de las religiones primitivas el factor económico no podía
determinar las expresiones religiosas. Se sorprende de que «incluso un antropólogo
y economista tan distinguido como Raymond Firth>> haya llegado a opinar esto, tal y
como demuestra su obra Primitive Economics of the New Zealand Maorí, de 1929
(Radin, 1957: v).
RELIGIÓN Y EXPERIENCIA. EL BAILE DE LAS ESENCIAS 135
23. Lo que le acarreó la crítica de uno de sus más destacados discípulos, Alfred
Kroeber, para quien las pretensiones científicas de Boas le volvían incapaz de traba-
jar de manera genuinamente ideográfica. Según Kroeber, Boas no fue un verdadero
particularista más que por lo que tuvo de anti-evolucionista, ya que su énfasis en la
inducción, el empirismo y la generalización teórica (a la que aspiraba pero que no
alcanzó) le impedían ocuparse de la Historia real. Para Kroeber la antropología
no podía ser más que ilna rama de las Humanidades. Pero, aunque rechazó la bús-
queda de leyes generales, defendió el trabajo inductivo, es decir; la etnografía des-
provista de preconcepciones teóricas. Y más allá: su rechazo del individualismo boa-
siano (y de discípulos como Mead, Benedict, Lowie, Radin, etc.) le llevó a conducir
el trabajo ideográfico en una dirección inesperada y hasta opuesta, ya que para Kro-
eber el individuo se encuentra completamente subordinado a su cultura. La cultura
consistía para Kroeber más en un estilo o en una configuración que en una estruc-
tura, y debía explicarse siempre en función de sí mismq; la Historia, por su parte,
está determinada por pautas culturales ( «SUp~rorgánicas>>) y no por pautas de perso-
nalidad. Es'as pautas culturales son determinantes y se desarrollan con independen-
cia de los individuos, afirmaCiones que eran contrarias al empirismo, el individualis-
mo y la anti-abstracción predícada por Boas, y que llevaron a éste y a sus discípulos
a censurar el misticismo reificador y el determinismo «culturológico>> de· Kroeber.
RELIGIÓN Y EXPERIENCIA. EL BAILE DE LAS ESENCIAS 137
24. De ahí que Dilthey se refiera a la·<<mente objetiva», que en parte equivale
al <<sistema cultural» así definido por Clifford Geertz para resaltar el elemento sis-
témico de la cultura, sistema que consiste en <<patrones de significaciones interacti-
vas». Claro que en Geertz este·vocabulario sistémico es de origen funcionalista, ya
que su primer maestro fue Parsons. El método hermenéutico, tal y como lo formu-
la Dilthey y lo retoman Ricoeur, Gadamer y el mismo Geertz en la antropología
interpretativa, es el <<análisis cultural». El mayor problema de este tipo de análisis
interpretativo -no explicativo- es el de la subjetividad: para conocer el sistema cul-
tural debemos conocer el significado de la acción, pero como ésta es experiencial y
no podemos <<observar» las conexiones mentales de los individuos, la hermenéutica
se acaba volviendo irremediablemente subjetiva. Es lo que Geertz posteriormente tra-
tará de explicar definiendo el análisis cultural como «intrínsecamente incompletO>>,
ya que las leyes abarcadoras son imposibles dentro de un marco interpretativo. La
clave del análisis cultural, expuesta por Dilthey, consiste en entender un discurso
mejor que su creador (la mer(:l empatía y la introspección no son suficientes, ya que
nos llevarían a entenderlo tan bien como su creador), por lo que lo interesante no es
el autor sino el texto: se hace así necesario hallar el equivalente social del texto (de
ahí la famosa analogía del texto desarrollada por Geertz), equivalente a la «mente
objetiva>> de Dilthey. Y de tratar las acciones como textos se ha ocupado Paul Ricoeur,
uno de los más importantes herederos de Dilthey, que tratará de considerar la acción
significativa como texto emancipando el significado del contexto situacional. Para
ello distingue <<discurso hablado» (en el que el significado y la intención subjetiva se
funden) del <<texto escrito» (se rompe la conexión entre el significado y la intención,
porque el texto se dirige a cualquiera). En la vida real los actores sociales hablan
como si escribieran para un público desconocido, deben fiarse dE~ una jerga común,
porque la acción está guiada por un orden supraindividual, cultural. La <<retirada al
texto>> y el descentramiento del sujeto nace de este acto de elevar la acción por enci-
ma de la situación inmediata, y está presente en Derrida y en los pensadores postes-
tructuralistas como M. Foucault o P. Bourdieu.
RELIGIÓN Y EXPERIENCIA. EL BAILE DE LAS ESENCIAS 139
mel y Dilthey, era entre otros establecer una ciencia de la cultura, lo que
llevó a este último a desarrollar una perspectiva hermenéutica de la cul-
tura, una defensa de la intuición y de la distancia irreductible entre las
Ciencias Naturales y las Ciencias del Espíritu, pero ~in abandonar los idea-
les positivistas que debían hacer posible volver las ciencias sociales tan
precisas y empíricas como las ciencias naturales. La hermenéutica dil-
theyana influyó en los existencialistas y fenomenólogos como Husserl,
Heidegger, Jaspers y Gadamer, en antropólogos como Boas y Ruth Bene-
dict, en los teóricos críticos de la Escuela de Frankfurt y en el mismo Max
Weber. De hecho la obra de Weber trató de mediar entre los polos extre-
mos que representaban las dos tradiciones intelectuales rivales: el positi-
vismo de las Ciencias Naturales y el idealismo e historicismo alemanes. 26
Su obra tiene de esta forma una lectura en clave positivista (la enfatiza-
da por Parsons) y otra en clave idealista, que es la que pone de relieve el
indiscutible interés weberiano en las estructuras de significados.
El modo en el que Weber combinó esta doble herencia es acaso lo
más relevante de su sociología. Fue crítico con el positivismo comteano
que trataba de asimilar las ciencias sociales (las Geisteswissenschaften) a
las ciencias naturales, ya que, al igual que Dilthey, Weber enfatizaba el
carácter subjetivo de la acción sociaF 7 y encontraba imposible com-
prender la cultura humana desde la total neutralidad axiológica. 28 Pero
por otra parte sostuvo (y demostró) que los estudios ·históricos podían
dar lugar a generalizaciones válidas, lo que le llevó a mostrarse crítico
con los postulados del Dilthey, según los cuales había una distancia que
29. Weber entiende por Sociología aquella ciencia que <<pretende entender,
interpretándola, la acción social para de esa manera explicarla causalmente en su
desarrollo y efectos>>. Y afirma que la <<acción>> es <<social» siempre que <<el sujeto o
los sujetos enlacen a ella un sentido subjetivo>>, esto es, <<la acción social es una acción
en la que el sentido mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de
otros, orientándose por ésta en su desarrollo>>. De tal manera que la tarea del soció-
logo es «comprender, interpretándolas, las acciones orientadas por un sentido>>. La
«Comprensión>> incluye una dimensión actual del sentido mentado por una acción
(comprendemos <<de un modo actual el sentido de la proposición dos por dos igual a
cuatro>>, que equivale a comprensión racional de pensamientos, y comprendemos la
cólera, relacionada con los afectos, o al que dispara sobre un animal, lo que equiva-
le a comprensión racional de una acción), e incluye asimismo la comprensión expli-
cativa (<<comprendemos por sus motivos qué sentido puso en ello quien formuló o
escribió la proposición dos por dos igual a cuatro, para qué lo hizo precisamente en
ese momento y en esa conexión, cuando lo vemos ocupado en una operación mer-
cantil, en una demostración científica, en un cálculo técnico ... >> o «comprendemos un
acto de cólera por sus motivos cuando sabemos que detrás de él hay celos, vanidad
enfermiza u honor lesionado>>). Así que <<explicar» significa para la sociología (la
<<ciencia que se ocupa del sentido de la ·acción») <<captación de la conexión de sentido
en que se incluye una acción, ya comprendida de modo actual, a tenor de su sentido
subjetivamente mentado» (Weber, 1992: S-9). De manera que, de acuerdo con Weber,
el elemento causal está comprendido en el elemento interpretativo: porque la sociolo-
gía es interpretativa puede ofrecer explicaciones causales. Como afirma Ricoeur refi-
riéndose a la definición weberiana de la sociología, <<desde Weber a Geertz no se pro-
ducirá ningún cambio importante en este punto filosófico» (Ricoeur, 1994: 213).
RELIGIÓN Y EXPERIENCIA. EL BAILE DE LAS ESENCIAS 143
'
30. Weber habla por ejemplo del <<tipo ideal» de empresario capitalista, que no
es otra cosa que <<aquel tipo de empresario que nosotros hacemos objeto de nuestra
investigación, rio el tipo corriente dado empíricamente»; se refiere, por tanto, a una
abstracción desde una realidad particular, que una vez construida permite la genera-
lización (Weber, 1989: 71). Del mismo modo el <<líder religioso carismático» es tam-
bién un tipo ideal: en ciertas culturas y bajo ciertas circunstancias, el liderazgo reli-
gioso es tipificado como una cualidad extraordinaria de la personalidad, o una habi-
lidad para ejercer autoridad sobre otros. Una vez construido este tipo, trascendiendo
las variaciones individuales y culturales del comportamiento carismático, es posible
rastrear la presencia (o la ausencia significativa) de tales líderes en otras culturas.
31. Afirma Schütz que a. Weber <<Sólo le interesaban los problemas epistemoló-
gicos en la medida en que repercutían directamente sobre la investigación especiali-
zada o proporcionaban herramientas adecuadas para realizarla. Una vez que tenía a
su disposición estas herramientas, perdía interés en los problemas más fundamenta-
les>> (Schütz, 1993: 37).
144 LA RAZÓN HECHIZADA
36. Para una síntesis de las principales críticas a las tesis weberianas, véase
Morris; 1995: 90-92.
37. Si bien Weber, como sostiene Giddens, coincidía con Durkheim al admitir
que había formas muy primitivas de religión en las que existían elementos espiritua-
les que no se habían personificado como dioses, lo que no significaba para Weber
que esos tipos primitivos de religión sean los más elementales. en el sentido de pro-
genitores evolutivos de religiones más complejas (Giddens, 1992: 279). Así, Weber
advierte: <<Hoy se ha abandonado del todo la creencia en ·la vigencia universal del
totemismo; también se piensa que es una enorme exageración el derivar casi todas
las comunidades sociales y la religión en general del totemismo» (Weber; 1992: 352).
38. Lo que fue visto por Weber críticamente y con cierto indisimulado pesi-
mismo, ya que la racionalización, la <<jaula de hierro>>, significaba la desmistificación
de la vida y conducía a una actitud meramente instrumental, a la deshumanización
· y la cosificación. Para Weber, <<racionalización» implica tendencias interrelacionadas
como la formalización (o impersonaliz,ación de las relaciones), la instrunientalización
y la burocratización en aumento (Ruano de la Fuente, 1996: 13). La racionalización
implicaba también un tipo de poder legitimado que llamó <<autoridad legal-racional»,
un tipo de dominación legítima que contrastaba con la autoridad carismática y con
la tradicional (Weber, 1992: 172-173).
RELIGIÓN Y EXPERIENCIA. EL BAILE DE LAS ESENCIAS 147
40. La forma en la que Weber relaciona las creencias religiosas con la ¿lase o
posiCión de status de los creyentes ha llevado a algunos autores a considerar que
Weber actuaba en realidad como un materialista puro. Lo que interesaba a Weber
era la relación entre lo que llamó «habitus» (una forma de vida particular) y el esti-
lo de religión a la que ese habitus se asociaba; en este sentido, y a diferencia de Durk-
heim, Weber no consideraba la sociedad como equivalente a una totalidad orgánica
sino que la concebía como Una arena en la que entran en conflicto diferentes agen-
tes y grupos de interés. Por otro lado, a diferencia de Marx y Engels, Weber nose
ocupa de las clases económícas sino de los grupos de status {Giddens, 1992: 269-277),
que define como un conglomerado de individuos que comparten un <<estilo de vida»,
una cultura común, una ocupación y una escala de prestigio (Morris, 1995: 100 y
106). Además, frente al determinismo marxista, Weber siempre enfatizó la causalidad
múltiple en sus ap.álisis históricos. Otra diferencia importante es el tipo de diagnós-
tico que sobre el· capitalismo elaboraron uno y otro: para Weber' representaba la
encamación de la racionalidad y para Marx mi sistema explotador. Buena parte de
las diferencias entre uno y otro, que llegan a crear un vacío epistemológico en oca-
siones insalvable, se deben a la herencia hegeliana de Marx y el.legado kantiano de
Weber (Morris, 1995; Giddens, 1992: 310-318).
41. He manejado los Ensayos sobre sociología de la religión en tres volúmenes
publicados por Taurus en 1992; Las referencias anteriores a la obra La ética protes-
tante y el espíritu del capitalismo pertenecen a la edición de Península de 1989, pese
a estar la obra también contenida en el primer volumen de Taurus:
42. Según Weber, el ascetismo terrenal distintivo de Occidente deriva de las
antiguas profecías judías (Weber, 1992- [vol.III]: 406). Elascetismo profético se desa-
rrolló como un ascetismo centrado en el mundo, como una actitud religiosa que bus-
caba controlar y transformar el mundo, en la que los profetas sometían la vida coti-
diana de los creyentes a los dictados de una moral dictada por Dios.
RELIGIÓN Y EXPERIENCIA. EL BAILE DE LAS ESENCIAS 149
43. Desde sus comienzos, hace casi cuatrocientos años, los Estados Unidos han
sido <<llO sólo una entidad geográfica, sino una zona de la imaginación. Han sido el
lugar donde "todo es posible", donde supuestamente no hay límites para lo que se
puede lograr»; y tal vez a causa de esta fe en la invención, la oportunidad, la liber-
tad, los Estados Unidos son el único país occidental sin una. verdadera tradición
socialista. No había comunalismo suficiente para eso. En la historia de los Estados
Unidos ni la izquierda ni la derecha abrazaron nunca ideologías colectivas: <<siempre
se presentaron como variaciones sobre el pensamiento individualista». El individua~
lismo moral de la sociedad norteamericana proviene principalmente del legado reli-
gioso del puritanismo protestante, un tipo de religión introspectiva extremadamente
individualista que, en su versión norteamericana, ha planteado siempre un serio
desafío a las comunidades religiosas institucionales (Alexander, 1995: 162-163).
44. Peirce procuró combinar los factores colectivos de la vida social, la ética y
obligación comunitaria, con un énfasis pragmático en la experiencia individual en el
mundo real. Para ello elaboró la que es considerada (Alexander, 1995: 168) primera
teoría compleja de los símbolos, en la que trataba de no divorciar el .sentido sim~
lico de los actos individuales de los referentes <<reales» (error en el que en diversa
medida incurrieron interaccionistas y etnometodólogos). Para ello argumentó que,
aunque los sistemas de signos tienen una existencia previa a la experiencia individual
y brindan el contexto para cada acto, ·la experiencia y la aceión práctica proporcio-
nan los criterios de verdad.
150 LA RAZÓN HECHIZADA
45. Para Kant describir el mundo no quiere decir simplemente imitarlo: nues-
tras descripciones están modeladas por nuestras elecciones conceptuales, las cuales
dependen a su vez de nuestra naturaleza y nuestros intereses. El punto de vista cien-
tífico y el punto de vista moral (y el punto de vista religioso, que depende del moral
pero que revela una autonomía propia, y el estético, y el legal) generan descripciones
que. no son irreductibles ni intercambiables, y todas de hecho pueden ser correctas.
No obstante para Kant, estas descripciones moldeadas por nuestras elecCiones con-
ceptuales no pueden ser, por ello mismo,·descripciones de cómo el objeto <<es en rea-
lidad>>. El problema está servido, ya que cabe preguntarse cómo es entonces posible
una descripción de las cosas como ellas son en s{ mismas. En último extremo, para
Kant sólo la imagen científica del mundo contiene lo que en sentido estricto pode-
mos llamar «conocimiento>>, lo que tanto el pensamiento de Wittgenstein como el de
los pragmáticos corrige definitivamente (Putnam, 1999: 48-51). De hecho, nótese que
ésta es la dirección que siguen las críticas que Peter Winch, neowittgensteiniano, diri-
ge al análisis que Evans-Pritchard realiza. sobre la brujería zande, considerada como
un conjunto de ideas racionales pero que no concuerdan con la <<realidad objetiva>>
que sólo la Ciencia está en condiciones de desvelar. Desarrollaremos este debate en
el siguiente capítulo.
REJ.JGIÓN Y EXPERIENCIA. EL BAILE DE LAS ESENCIAS 151
50. Cabe observar, no obstante, ciertos paralelismos entre las ideas de James sobre
la religión y las sostenidas por Durkheim, lo que puede sorprender. Carlo Sini extrae la
siguiente cita de. la obra de James La voluntad de creer, publicada en 1897: <<Nuestra fe
es la fe de algún otro, y esto sucede especialmente en los.asuntos de mayor importancia.
Nuestra fe en la verdad misma -por ejemplo, en el hecho de que existe una verdad y de
que ésta y nuestra mente han sido creadas la una para la otra- ¿qué otra cosa es sino
una apasionada expresión de deseo que refuerza nuestro sistema social?» (Sini, 1999: 39).
51. El mismo James era conscientede estas críticas, y se esforzó por defender la
legitimidad filosófica de sus ideas. Sini nos refiere el tipo de descalificaciones de las que
la obra de James ha sido blanco, y que se han extendido imprudentemente al conjunto
del pragmatismo: el pragmatismo sería un movimiento producto de la típica «visión de
la vida americana>>, una filosofía orientada a la acción, <<para especuladores y técnicos>>,
una filosofía fácil para el hombre de la calle, sin tiempo ni ganas de reflexiones más pro-
fundas. Ahora bien, tales afirmaciones son, de acuerdo con Sini, mezquinas y superfi-
ciales ellas mismas, ya que un simple vistazo a la génesis histórico-cultural del pragma-
tismo demuestra que en este movimiento conViven dos tendencias: la <<culta'» de Peirce
y la <<popular>> de James. El .sesgo populista del pragmati1>mo jamesiano propició
muchas de las críticas, pero tambiénlas generaron <<la estrechez mental>> de algunos crí-
ticos. El problema del abstracto empirismo individualista de James (heredado de J.S.
Mill y de Chauncey Wright), que le llevó al final. de su carrera a reconocer las virtudes
de la filosofía más colectivista de Peirce, es el mismo qtie en aquellos tiempos preocu-
paba al fenomenólogo Husserl: si la experiencia no es ni.objetiva ni subjetiva, ¿cómo
explicar el cárácter <<público» de los pensamientos? (Sini, 1999: 43-45). Este problema
lo hereda el fenomenólogo «mundano>> Alfred Schütz, y quien trató con más lucidez de
solucionarlo fue el etnometodólogo, y <<anti-discípulo>> de T. Parsons, Harold Garfinkel.
. 52. La herencia del pragmatismo se desarrolló en varias direcciones. Destaca la
representada por el <<Ínstrumentalismo>> de John Dewey y la de G. H. Mead, el fundador
de la psicología social, ámbito en el que el pragmatismo dio sus mejores frutos. Tam-
bién se establecieron vínculos con la escuela neopositivista de Viena, principalmente a
través de Charles Morris, un discípulo de Mead que hizo posible el difícil diálogo entre
la lógica formal de los neopositivistas y los postulados pragmáticos, principalmente apli-
cando éstos a la tercera de las perspectivas desde las que han de analizarse los. signos
mediante los que se lleva a cabo toda acción comunicativa: lapragmática, referida a las
consecuencias prácticas (frente a la sintaxis; referida a las relaciones gramaticales consc
titutivas, y la semántica; referida al significado). Putnam, discípulo de Carnap y segui-
dor de James, ha tratado de conciliar objetividad e interpretación. Richard Rorty, en la
línea de Feyerabend, Heidegger y Derrida, ha cuestion:;ldo la posibilidad de una teoría
universal, dado que la ciencia misma es una empre§a histórica y socialmente condicio-
nada. Entre. los analistas del lenguaje que han asumido el pragmatismo destaca John
Searle, que sigue la teoría de los actos lingüísticos de J. L. 'Austin prestando especial
atención a los que llama actos <<ilocucionarios>>, los que se ejecutan al hablar (una orden,
una promesa), con lo que incorpora lo esencial de la herencia pragmática: la reducción
del significado a la acción significativa (Sini, 1999: 46-51).
RELIGIÓN Y EXPERIENCIA. EL BAILE DE LAS ESENCIAS 155
55. La antropología de Geertz está profundamente influida por Max Weber y por
Talcott Parsons. Este último, que introdujo el trabajo de Weber en los Estados Unidos y
fue el maestro de Geertz, postuló en su teoría de la acción que el individuo, la sociedad
y la cultura eran los tres sistemas interdependientes que regulaban el comportamiento
humano, lo que le llevó a tratar de integrar las perspectivas de Freud, Durkheim y
Weber. Geertz no hizo suya la totalidad del modelo parsoniano, pero tomó la idea del
sistema cultural y la combinó con la <<acción significativa» de Weber (Kuiper, 1991: 42).
RELIGIÓN Y EXPERIENCIA. EL BAILE DE LAS ESENCIAS 157
56. Kuiper sostiene que los análisis realizados por Geertz sobre el concepto de
persona balinés, javanés y marroquí, revelan que su aproximación al estudio de la
cultura es en parte resultado de una desviación de cierta tradición antropológica
americana: la escuela de Cultura y Personalidad que, representada por antropólogos
como Benedict, Mead, Kluckhohn o Linton, se hizo popular en los años treinta y cua-
renta. Aunque Geertz se mostró crítico con la variante de esta escuela entregada a la
investigación psicológica e individualista de los rasgos de personalidad, en cambio
practicó lo que se podría considerar otra de sus variantes: la investigación sobre los
modos en los que la experiencia y el comportamiento individual están integrados y
el contexto cultural sirve de marco de investigación. Según Kuiper, los conceptos e
ideas contenidos en la obra de G. Bateson y M. Mead, Balinese Character, publicada
en 1942, pueden encontrarse también en los estudios sobre cultura balinesa realiza-
dos por Geertz (Kuiper, 1991: 41).
158 LA RAZÓN HECHIZADA
58. En efecto, Geertz, en el capítulo que titula «La ideología como sistema cul-
tural;,, perteneciente a su obra La interpretación de las culturas, no considera que la
religión pueda ser una forma de ideología (Geertz, 1988: 171-202).
160 LA RAZÓN HECHIZADA
59. En este sentido Geertz se inspira en Ryle, Wittgenstein y la filosofía del len-
guaje ordinario. De acuerdo con Ortner, el enfoque cultural de Geertz se inscribe en
una antropología de la práctica o de la acción (Kuiper, 1991: 43-44).
RELIGIÓN Y EXPERIENCIA. EL BAILE DE LAS ESENCIAS 161
62. En relación con ello Geertz invoca a L. Wittgenstein e involucra a toda la antro-
pología en su visión hermenéutica de la cultura: <<La crítica generalizada de las teo-
rías personales de la significación constituye ya (desde el primer Husserl y el último
Wittgenstein) una parte tan importante del pensamiento moderno que no necesitamos
exponerla aquí una vez más. Lo que se impone es darse cuenta de que el fenómeno
alcanza a la antropología, y especialmente advertir que decir que la cultura consiste en
estructuras de significación socialmente establecidas en virtud de las cuales la gente hace·
cosas tales como señales de conspiración y se adhiere a éstas (... ) no es lo mismo que
decir que se trata de un fenómeno psicológico (una característica del espíritu, de la per-
sonalidad, de la estructura cognitiva de alguien) o decir que la cultura es el tantrismo, la
genética, la forma progresiva del verbo, la clasificación de los vinos ... >> (Geertz, 1988: 26).
63. Marcus y Fischer se refieren a la caída en los años sesenta de la sociología
de Parsons, su visión abstracta del sistema social, un vasto y complejo sistema teóri-
co omnicomprensivo y de vocación inultidisciplinar que era también demasiado apo-
lítico y ahistórico como para mantenerse en pie tras la muerte de su artífice, para
sobrevivir a los complicados años sesenta (Marcus y Fischer, 1982: 10-11).
64. Se trata del célebre Writing Cultures: The Poetics and Politics of Ethnography,
editado por J. Clifford y C.G. Marcus (Berkeley, University of California Press). El tra-
bajo de Asad se titula «The Concept of Cultural Translation in British Social Anthropo-
logy». La versión que he manejado es la de la edición traducida, que figura en la biblio-
grafía y data de 1991. La compilación de ponencias publicada en 1986 es el resultado
de un acontecimiento fundacional: El Seminario de Santa Fe, que se llevó a cabO en la
School of American Research de esta ciudad de Nuevo México err abril de 1984. Una de
las constantes en ese seminario fueron las críticas hacia los postulados de Clifford
Geertz y a su programa de la descripción densa, principalmente por parte de dos de Jos
más directos seguidores de Geertz: V. Crapanzano y P. Rabinow (Reynoso, 1992: 31).
164 LA RAZÓN HECHIZADA
65. Si bien Rabinow está más preocupado por la experiencia del etnógrafo en
el trabajo de campo y Crapanzano por el encuentro etnográfico entre antropólogo e
informante. Kevin Dwyer analiza críticamente las perspectivas de ambos y, aunque
se reconoce más próximo al tratamiento dialogado de los materiales que practica
Crapanzano, se desmarca objetando que éste orquesta en última instancia los textos
según conviene a sus propósitos, selecciona, omite e intercala análisis «objetivos>> de
los discursos nativos (Dwyer, 1982: 278-279), lo que desde la «Ortodoxia>> postmo-
derna es un completo sacrilegio.
66. Dwyer también se refiere en términos elogiosos a P. Bourdieu, que enfatizó el
rol activo del antropólogo en la producción de información y de interpretaciones nati-
vas, aunque no aceptó que el antropólogo fuese en sentido estricto un actor (Dwyer;
1982: 263-264). En el <<Postfacio>> a las Reflexiones sobre un trabajo de campo en Marrue-
cos, Bourdieu escribe: <<¿Qué es un informante y qué hace exactamente cuando elabora
para el antropólogo una representación de su propio mundo, representación acerca de
la cual nunca podrá saber claramente si sus esquemas. formadores e informativos están
tomados del sistema de estructuras cognitivas característico de su propia tradición, del
sistema etnográfico o de una mezcla inconscientemente negociada de ambos códigos
colectivos de clasificación, mutuamente confrontados?» (Bourdieu, en Rabinow, 1992:
153). En relación con la religión, K. Dwyer realizó en Arab Voices. The human rights
debate in the Middle East (1991, University of California Press) un análisis comparado
de la historia reciente de Egipto, Marruecos y Túnez, enfocada hacia el análisis del ejer-
cicio de los derechos individuales y las relaciones entre género, política y religión.
RELIGIÓN Y EXPERIENCIA. EL BAILE DE LAS ESENCIAS 165
68. Borges cita una antigua enciclopedia china donde está escrito que «Los ani-
males se dividen en (a) pertenecientes al Emperador; (b) embalsamados; (e) amaes-
trados; (d) lechones; (e) sirenas; (f) fabulosos; (g) perros sueltos; (h) incluidos en esta
clasificación; (i) que se agitan como locos; U) innumerables; (k) dibujados con pincel
finísimo de pelo de camello; (1) etcétera; (m) que acaban de romper el jarrón; (n) que
de lejos parecenmoscas>>. La cita procede del relato «El idioma analítico de John Wil-
kins», perteneciente a Otras disquisiciones (Buenos Aires. Emecé Editores: 1960), de
Jorge Luis Borges. En Laspalabras y las cosas (México. Siglo XXI: 1991), Michel Fou-
cault afirma que su libro nació de este texto de Borges.
69: Gananath Obeyesekere muestra, en su obra Medusas Hair: An Essay on Per~
sonal Symbols andReligious Experience (1981), cómo los conceptos analíticos freu-
dianos pueden ser usados como guías P<tra generar cuestiones sin violentar el
encuentro etnográfico. Se centra en las relaciones entre los significados privados y
los símbolos públicos en Sri Lanka, ilustrando la apropiación individual de modelos
culturales para hacer frente a las presiones emocionales, recreando, desde pautas
sociales compartidas, nuevos patrones significativos; concretamente se refiere a
cómo budistas rurales adaptan formas estáticas hindúes de devoción como un marco
terapéutico viable para la existencia (citado y comentado en Marcus y Fischer, 1982:
49 y 53).
168 LA RAZÓN HECHIZADA
4. Morris prefiere un origen más amplio. Según nos refiere, en la década de los
setenta y bajo las influencias combinadas de Evans-Pritchard y Lévi-Strauss (que
había publicado El pensamiento salvaje en 1966), resurgió en el seno de la antropo-
logía el interés por el análisis del pensamiento religioso. Este interés renovado siguió
dos caminos: uno se ocupó de las clasificaciones simbólicas y el otro del debate sobre
la naturaleza del pensamiento religioso. Dos importantes simposios recogieron lo
principal de aquellas dos líneas de debate. Los trabajos del primero de ellos fueron
compilados por R. Needham: Right and Left: Essays in Dual Symbolic Classification
(University of Chicago Press, 1973), y muestra cómo los trabajos siguieron una orien-
tación claramente estructuralista. Los textos del segundo de los simposios fueron
compilados por R. Horton y R. Finnegan: Modes of Thought .{Londres: Faber and
Faber, 1973). Dejando a un lado la teoría de la «mentalidad primitiva>> de Lévy-Bruhl
y las teorías que sostienen que el pensamiento religioso, y sobre todo el de las socie-
dades tribales, es ininteligible para los occidentales, Morris afirma que son tres las
aproximaciones que se han intentado a la cuestión de la racionalidad del pensa-
miento religioso: la contextua!, la simbolista y la intelectualista (Morris, 1995: 352 y
ss.) Dado que los simbolistas (Leach,. Turner, Douglas) ya han sido tratados en nues-
tro capítulo tercero y, sobre todo, dado que al cabo creían, como Lévy-Bruhl, que las
creencias religiosas no eran lógicas, por lo que no han solido entrar en discusiones
sobre la aparente irracionalidad de'las creencias mágicas y religiosas· porque estima-
ron que tales creencias habían de ser interpretadas como simbólicas, apenas serán
mencionados en este capítulo. Por contra, nos ocuparemos de las perspectivas con-
textual e intelectualista, ambas confrontadas y representadas por la tradición witt-
gensteiniana de Winch y por la I"eacción positivista de Horton, Jarvie o Gellner.
Ambas posiciones han sido ampliamente descritas y discutidas por Skorupski, que
trabajó con Horton y enfatizó la visión intelectualista en su importante estudio filo-
sófico sobre las teorías antropológicas de la religión (Skorupski, 1976).
174 LA RAZÓN HECHIZADA
que encerrado entre las líneas, 9 afirma que si bien la brujería y la creencia
en oráculos de los azande son lógicas y sistemáticas en relación con los
supuestos azande, son erróneas en tanto la brujería es empíricamente
indemostrable: «Una conclusión insoslayable de las descripciones azan-
de acerca de la brujería es que no se trata de una realidad objetiva. La
condición fisiológica de la que se dice que es el asentamiento de la bru-
jería, y que yo creo que no es sino la comida en su paso' por el intestino
delgado, es una condición objetiva, pero las cualidades que le atribuyen
y el resto de las creencias al respecto son místicas. Los brujos, tal como
los conciben los azande, no pueden existir» (Evans-Pritchard, 1976: 83).
No obstante, la idea de que las creencias en la brujería y los oráculos son
lógicas en relación a sus propios supuestos implica corregir los postula-
dos de Lévy-Bruhl: aunque las creencias religiosas puedan ser empírica-
mente inaceptables, son sin embargo racionales, y sólo si se asumen
como tales cobran significado y pueden ser entendidas.
Recordemos que son tres las perspectivas desde las que se ha aborda-
do la cuestión de la racionalidad del pensamiento religioso. La simbolista
(Leach, Turner, Douglas) sostiene, como lo hizo Lévy-Bruhl, que las creen'-
cias religiosas no son lógicas, razón por la que esta perspectiva no ha soli-
do prestarse a discusiones sobre la aparente racionalidad de las creencias
mágicas y religiosas, porque estimaba que tales creencias debían interpre-
tarse como simbólicas. Las otras dos perspectivas, contextua! e intelectua-
lista, están confrontadas y representadas la una por la tradición wittgens-
teiniana de Winch, y la otra por la reacción positivista a esta tradición
(Horton, Jarvie, Gellner) '(Morris, 1995: 352 y ss.). La posición de Evans-
Pritchard sie.nta las bases de la perspectiva contextual, que aborda la racio-
nalidad del pensamiento religioso desde la exploración del contexto místi-
co y práctico de las creencias. La posición crítica de Winch, que veremos
más tarde, da un gigantesco -y para algunos desatinado- paso más allá,
ya que eliminará la posibilidad de apelar a criterios científicos extracon-
textuales para establecer, en último extremo y como lo hace Evans-Prit-
chard, la adecuadón de esas creencias a la realidad objetiva.
·10. El trabajo que mejor recoge la visión que Malinowski tuvo del lenguaje es
su <<Apéndice» a la obra de Ogden y Richards The meaning of meaning, publicada en
1923. Ogden había sido el traductor al inglés del Tractatus Logico-philosophicus de
Wittgenstein (Gelln:er, 1998: 146).
11. De hecho en las primeras páginas de su obra Argonautas del Pacífico Occi-
dental, Malinowski afirma que el objeto de la etnología es <<entender el mundo como
lo hacen los nativos ( ... ) captar el punto de vista del nativo, su relación con la vida,
comprender su visión del mundo>>. Pero este propósito, del que sin duda arranca
buena parte del tn:tbajo de Evans-Pritchard, no sólo es contradictorio con el método
concreto que empleó, sino que tan sólo unas páginas despúes es desmentido por el
propio Malinowski: <<Los nativos obedecen a la fuerza y a las órdenes del código tri-
bal, pero no las entienden, exactamente igual que obedecen a sus propios instintos e
impulsos, pero no podrían expresar ni una sola ley de la psicología>> -la cursiva es
mía- (Malinowski, 1973: 39-42; Ulin, 1990: 33).
RELIGIÓN, RACIONALIDAD Y JUEGOS DEL LENGUAJE 179
12. Giddens sostiene lúcidamente que existe un aspecto en el que las obras de
Wittgenstein posteriores al Tractatus continúan los temas de éste, y ese aspecto es
precisamente el célebre principio según el cualJos límites de mi lenguaje son los lími-
tes de mi mundo (Giddens, 1987: 57).
180 LA RAZÓN HECHIZADA
bian los conceptos y, con éstos, los significados de las palabras» (Witt-
genstein, 1988b: 66-lOc); En este contexto, «seguir una regla» no equiva-
le meramente a conocerla y a aplicarla de manera mecánica, porque la
comprensión de la regla es esencial para su adecuada aplicación en los
15. Y que los azande p¡:acticarían hasta barrer su fe sin fundamentos en la bru-
jería y los oráculos, según Evans-Pritchard, si dispusieran de los medios apropiados:
<<Los azande actúan de forma experimental dentro del marco de sus nociones místi-
cas. Actúan como tendríamos que actuar nosotros si no tuviéramos medios para
hacer análisis químicos y fisiológicos y quisiéramos obtener los mismos resultados
que ellos quieren obtener ( ... ). Si sus nociones místicas les permitieran generalizar
sus. observaciones percibirían, como nosotros, que su fe no tiene fundamento>>
(Evans-Pritchard, 1976: 313). Hay que recordar que Frazer ya definió la magia como
ciencia bastarda.
RELIGIÓN, RACIONALIDAD Y JUEGOS DEL LENGUAJE 183
16. «La naturaleza general de los datos revelados por el experimento sólo puede
especificarse en lo relativo a criterios construidos dentro de los métodos de experi-
mentación empleados, y éstos, a su vez, tienen sentido sólo para alguien que es com-
petente en el tipo de actividad científica en el que ellos son empleados. ( ... ) Lo que
Evans-Pritchard desearía poder decir es que los criterios aplicados en la experimen-
tación científica constituyen el verdadero nexo entre nuestras ideas y una realidad
independiente, mientras que los criterios característicos de otros sistemas de pensa-
miento ~en particular, métodos mágicos de pensamiento- no lo son. Es evidente que
las expresiones "verdadero nexo" y "realidad independiente" ( ... ) no pueden ser expli-
cadas por referencia al universo de discurso científico, porque ello supondría una peti-
ción de principio. Debemos preguntamos entonces cómo, por referencia a qué uni-
verso de discurso establecido, debe explicarse el uso de esas expresiones; y está claro
que Evans-Pritchard no ha contestado a esta cuestión» (Winch, 1994: 38-39).
17. Tambiah recoge con lujo de detalles las anotaciones críticas realizadas por
Wittgenstein hacia 1931 a La rama dorada de Frazer, parte de las cuales aparecen en
Sobre la certeza. Tambiah refiere cómo Wittgenstein desaprobó con rotundidad los
intentos de Frazer de aplkar criterios de verdad a las visiones mágicas y religiosas,
tachándolas en consecuencia de supersticiosas y erróneas. Para Wittgenstein la <<con-
dición humana» busca el misterio religioso y la vivencia emocional, esto es, su enfa-
do le llevó a apelar a la unidad básica de los propósitos humanos, lo que contrasta
con los supuestos relativistas de su segunda filosofía (Tambiah, 1990: 54-63).
184 LA RAZÓN HECHIZADA
mas de interacción humana (Winch, 1990: 46). La teoría de los juegos del
lenguaje «no se aplica sólo a los hechos del habla o los discursos, sino
también a los actos e interacciones humanos» que Winch liga a unas
reglas cuya necesaria relación con los significados «revela que no hay
una sola racionalidad sino, potencialmente, tantas racionalidades distin-
tas como comunidades de hablantes» (Ulin, 1990: 15). 20 La racionalidad
no es entonces otra cosa que la lógica informal de vida que comparte una
comunidad de hablantes en el seno de una tradición cultural específica.
La traducción de todas estas ideas al trabajo del etnógrafo salta
inmediatamente a la vista: los objetos de los que se ocupa el etnógrafo
son sujetos que comparten reglas intersubjetivas o juegos del lenguaje
por medio de los cuales constituyen su realidad social, de manera que,
según lo que podría considerarse la principal contribución de Winch a la
antropología, comprender una cultura «esencialmente distinta de la pro-
pia» implica comprender las reglas intersubjetivas que dan sentido a las
acciones y a los productos culturales. Y tomar conciencia, en cualquier
caso, de. que los procedimientos antropológicos tienen su propia pqrti-
cularidad cultural y su propia racionalidad, ya que según Winch forman
parte de otro juego del lenguaje más. Claro que los problemas para el tra-
bajo del etnógrafo también saltan a la vista: casi como los dilemas que
en su día plantearon las tesis de Lévy-Bruhl, los postulados de Winch
parecen eliminar la posibilidad de supuestos compartidos sobre la per-
cepción y la realidad empírica, lo que vuelve complicada hasta la tarea
de una mera traducción literal, no digamos de cualquier ensayo de inter-
pretación. Aislados cada uno -antropólogo e informante- en su propia
burbuja cultural, la comunicación no puede ser más que una suma de
malentendidos y el trabajo de antropólogo un estéril monólogo.
La perspectiva de Winch hunde sus raíces en la antigua visión com-
'prensiva de la ciencia social, y por ello considera que los métodos etnográ-
ficos deberían adecuarse a la lógica de los objetos (que son sujetos) de estu-
dio, mientras rechaza los métodos explicativos defendidos por sus adversa-
rios en el debate sobre la racionalidad. Lo único que Winch le objeta a la
«tornprensión interpretativa» weberiana es su explicación acerca del pro-
ceso de validación de las interpretaciones: para Weber, Verstehen es algo
incompleto que necesita el refuerzo «de un método por entero diferente,· o
sea la recolección de estadísticas». Pero según Winch las correcciones a
Weber no deberían acercarse, sino alejarse de las alternativas propuestas
por los postpositivistas como Popper, Ginsberg o Gellner (acercarse, en con-
secuencia, a Wittgenstein). Y ello porque «dado el caso de que una inter-
pretación propuesta sea errónea, la estadística, aun cuando pueda señalar
23. Giddens se refiere a estas páginas de Winch con gran agudeza crítica, y sus
observaciones sin duda son relevantes para el. trabajo etnográfico en el campo de la
religión: si una determinada ceremonia religiosa en la que alguien adorna su lugar
de culto con oro para propiciar a su dios es considerada tanto por el protagonista
como por el observador externo como una actividad religiosa, ello no impide que el
observador también pueda caracterizar lo que el actor hace como una <<inversión de
fondo>>. Puede haber caracterizaciones de la conducta de un actor que no sólo no le
resulten familiares a éste, sino que incluso si se les presentan se niegue a reconocer-
las como válidas. Pero esto no es base suficiente para rechazar aquellas caracteriza-
ciones inaceptables «desde dentro>>, aunque muy a menudo ese rechazo pueda ser
relevante para la investigación. Verstehen debe considerarse desde las destrezas pues-
tas en práctica en el lenguaje entendido como actividad práctica, que produce la vida
social y posibilita la intersubjetividad, y no desde su consideración como método
especial de entrada en el mundo social que es peculiar de las ciencias sociales (esto
ya fue defendido por Schütz, dicho sea de paso). Verstehen es la condición ontológi-
ca de la sociedad humana tal como es producida y reproducida por sus miembros
(Giddens, 1987: 153).
24. Crítica que Kuhn ha ampliado y, a la vez, ha vuelto más concreta: el
paradigma de Kuhn refiere a una tradición que contiene rasgos fácilmente identi-
ficablés junto a tendencias y procedimientos desconocidos, pero que guían la
investigación de modo subterráneo y sólo pueden descubrirse por contraposición
con otras tradiciones: Al introducir la noción de paradigma Kuhn, explica Feyera-
bend, «planteó sobre todo un problema>>, lo que la mayor parte de sus seguidores,
sobre todo en ciencias sociales, no vieron, por lo que consideraron equivocada-
mente que el enfoque de Kuhn presentaba «Un nuevo hecho». Pero lo que Kuhn
hizo fue explicarnos que la ciencia depende de circunstancias que no se describen
en las exposiciones habituales ni aparecen en los manuales científicos, por lo que
han de identificarse de forma indirecta (Feyerabend, 1988: 73). La consecuencia
natural de la identificación de las teorías científicas con tradiciones es la noción
de incpnmensurabilidad, de origen wittgensteiniano, y que Feyerabend y Kuhn, en
lo esencial, comparten.
RELIGIÓN, RACIONALIDAD Y JUEGOS DEL LENGUAJE 189
25. <<La razón para este trato especial concedido a la ciencia se encuentra, por
supuesto, en nuestro pequeño cuento de hadas: si la ciencia ha descubierto un méto-
do que transforma las ideas ideológicamente contaminadas en teorías verdaderas y
útiles, entonces es que,en realidad, la cienci¡:t no es mera ideología, sino una medi-
da objetiva de todas las ideologías», por lo que la ciencia queda excluida de la exi-
gencia de separación entre estado e ideología. Y prosigue en defensa de su célebre
<<principio de proliferación»: si deseamos comprender la naturaleza debemos hacer
uso de todas las ideas, de todos los métodos, porque la afirmación de que no existe
conocimiento válido alguno fuera de la ciencia no es más que otro cuento de hadas
interesado (Feyerabertd, 1993: 297 y 301). Claro que en otro lugar, y respondiendo a
las feroces críticas de Gellner de un modo no menos feroz, afirma que no propone
que <<haya que utilizar la proliferación, sino tan sólo que el racionalista no puede
excluirla>> (las cursivas son del autor. Feyerabend, 1988: 169).
·190 LA RAZÓN HECHIZADA
tados hacia fines. Explicar los cultos cargo desde la locura o la irraciona-
lidad, como hizo Lucy Mair, equivale a no explicarlos en absoluto (Jarvie,
1984: 45). El mismo Jarvie reconoce que esta afirmación respalda la tra-
dición de Tylor y Frazer, para quienes magia, ciencia y religión nacen del
esfuerzo por hacer el mundo inteligible, por lo que no tiene inconvenien-
te en denominar «neo-frazeriana» a su propuesta sobre la atribución de
racionalidad (Jarvie, 1984: 49-50), aunque estime que Frazer se equivocó
al considerar peyorativamente estas prácticas. También se opone a la pers-
pectiva simbolista del ritual defendida por Beattie, para quien era preciso
diferenciar entre dos tipos de racionalidad (la acción racional o compor-
tamiento dirigido a fines y la racionalidad en términos de las creencias
racionales). Beattie, máximo exponente del modo de interpretación sim-
bólico de la religión, 28 consideraba, al estilo de Radcliffe-Brown, que la
principal función del ritual era expresar sentimientos sociales importantes
y que las creencias religiosas son esencialmente expresivas, por lo que sería
improcedente someterlas al tipo de prueba que podrían refutarlas. En la
medida en la que creencias y rituales forman parte del comportamiento
expresivo, constituyen un fin en sí mismas, aunque no por ello dejan de
tener importantes consecuencias sociales: magia y religión encierran, para
Beattie, ideas y actividades más rituales y simbólicas que prácticas y cien-
tíficas (Beattie, 1993: 276). Según Jarvie, Beattie sostuvo una visión muy
idealizada de la ciencia empírica, ya que parecía incapaz de admitir que
también el pensamiento racional puede llevar a error. 29
28. Su ensayo «Ritual and social change», publicado en 1966 en Man (1: 60-
74), es el mejor ejemplo de su perspectiva simbolista. Constituye una elaborada cri-
tica a los postulados intelectualistas de Jack Goody, Robin Horton y de I.C. Jarvie,
que para Beattie representaban un movimiento de recuperación de los planteamien-
tos intelectualistas frazerianos en la antropología social (Morris, 1995: 365). Según
Beattie, se hace necesario distinguir el comportamiento práctico y basado en la expe-
riencia, que ha de entenderse en relación a los fines buscados por el actor, y los actos
rituales que, al ser comportamiento expresivo, sólo pueden entenderse desde los sig-
nificados y los predicados simbólicos. Claro que el comportamiento ritual es <<racio-
nal», como sostienenJarvie y los otros, pero esto es obvio para Beattie (Beattie, 1993:
266). Lo que no podemos es elevar esto a la categoría de explicación, porque enton-
ces no entenderemos lo esencial del comportamiento mágico y religioso, que puede
ser racional desde el punto de vista de que es acción dirigida a fines, pero no desde
el punto de vista del contenido de las creencias mágico-religiosas. Éstas, desde el
momento en el que se distancian de las hipótesis empíricamente verificables de
la ciencia, son irracionales.
29. Beattie, al igual que simbolistas como Douglas, Leach o Turner, que de-
sarrollaron de una manera peculiar los postulados durkheimianos, sostiene una
visión de las creencias mágicas y religiosas que le aproxima a Lévy-Bruhl. Para ellos
ese tipo de creencias no eran lógicas sino expresivas y simbólicas, por lo que el deba-
te sobre la racionalidad o irracionalidad de las creencias mágicas y religiosas carecía
de' sentido. Douglas, por ejemplo, coincide en la crítica de Evans-Pritchard a la visión
intelectualista de Tylor y Frazer, ya que defender que las creencias mágicas eran racio-
nales y que el error no estaba en el razonamiento sino en las premisas sólo podía
192 LA RAZÓN HECHIZADA
conducirles a una visión de los pueblos ágrafos como gentes pueriles e irracionales;
Douglas también coincide con Evans-Pritchard en su defensa de la perspectiva de
Lévy-Bruhl, aunque con las reservas que ya conocemos. Estas reservas, explica Dou-
glas, derivan de la más amplia visión de Evans~Pritchard, que no sólo se preguntó
por la posibilidad de aceptar las creencias religiosas sino cualquier explicación
metafísica en general, cualquier explicación no verificable, incluido el poder curati-
vo del psicoanálisis. Lo que le llevó al problema más amplio de la racionalidad. Así
que Douglas coincide con la visión sociológica francesa, y reconoce que Evans-Prit~
chard, que. en algún momento se declaró discípulo de Lévy-Bruhl, fuf el lazo de
unión de los sociólogos franceses de' L'Anneé Sociologiqué, ya que «el resto de noso-
tros recibimos a Durkheim filtrado por Radcliffe-Brown» (Douglas, 1991: 34-36).
Claro que, como ha sostenido Skorupski, no eran Tylor y Frazer quienes considera-
ron irracionales las creencias religiosas, sino los simbolistas como Douglas o Leach
(Morris, 1995: 364). Recordemos que Frazer y Lévy-Bruhl habían defendido pers-
pectivas muy diferentes, aunque ambos mostraron una arrogancia plenamente etno-
céntrica frente a los pueblos ágrafos: para Frazer había similitud entre los procedi-
mientos intelectuales que la ciencia y la magia ponen en marcha, para Lévy-Bruhl
la distancia entre la ciencia (racional y lógica) y las creencias mágico-religiosas (no
lógicas) era insalvable. Para Leach la creencia y la acción ritual eran comporta-
miento simbólico referido al orden social. Otros eminentes funcionalistas como Par-
soris y Firth también pensaron que las creencias religiosas y las acciones rituales no
pueden evaluarse con criterios de racionalidad, ya· que no guardan relación con el
mundo empírico. Para Beattie, que desarrolló una· amplia crítica a los postulados
intelectualistas de Jack Goody, Robin Horton y l. C. Jarvie (Morris, 1995: 365-366),
el ritual debía ser entendido eminentemente como comportamiento expresivo (Beát-
tie, 1993: 264-283).
RELIGIÓN, RACIONALIDAD Y JUEGOS DEL LENGUAJE 193
:Sn manera que postula un vínculo causal entre las relaciones sociales, la
la- enfermedad y las desgracias (Horton, 1994: 200-207). La perspectiva
de intelectualista de Horton se distancia de la simbolista al proponer
ue similitudes importantes entre el pensamiento religioso y el científico,
le- y al separar ambos tipos de actividades teóricas del limitado sentido
o- común. En esta misma línea sostiene que los esfuerzos teóricos y el
or sentido común desempeñan roles. complementarios en la vida cotidia-
o. a na, en la que la mayor parte de la gente se desenvuelve haciendo uso
.te del sentido común, hasta que determinadas circunstancias les fuerzan
:::i- a volverse hacia el pensamiento teórico (Horton, 1994: 207-210). 30
.te Horton señala hasta un total de ocho elementos que revelan la conti-
se nuidad entre el pensamiento religioso y el científico, para apoyar su
o- teoría de que los sistemas religiosos tradicionales aJricanos funcionan
~n como modelos teóricos próximos a los de la ciencia.
4: Horton ~n definitiva propone, al enfatizar las similitudes entre la
el religión y la ciencia, una importante crítica a dicotomías que conside-
o- ra anticuadas (intelectual/emocional, racional/místico, natural/sobre-
es natural, abstracto/concreto). Resta importancia a la diferencia entre
;o las entidades personales de la religión (espíritus y brujas) y las imper-
ie sonales (los conceptos) de la ciencia, diferencia que acepta, pero
entiende que considerarla suficiente para establecer el quid de la dife-
rencia entre tradición y ciencia dificulta al cabo el entendimiento de
ambas. Pero con todo ello Horton no pretende convencemos de que el
~s; pensamiento tradicional es científico sin más, y de hecho se refiere a
:le algunas de las grandes diferencias que separan religión y ciencia. Un
u- primer grupo de diferencias gira en torno a la ausencia de alternati-
tó
)n
vas frente al conjunto de principios teoricos, que en el caso del pen-
ti- samiento tradicional se consideran sagrados (por ello constituyen un
BÍ sistema de pensamiento «cerrado»), lo que no ocurre en el caso de la
lt- ciencia (Horton, 1994: 223-234). Un segundo grupo refiere al carácter
ie de garantía del orden cósmico que tienen los cuerpos de creencias
o- religiosas, que no admiten desafío alguno, ya que esto supondría el
1). advenimiento del caos y el infortunio. Los científicos, en cambio,
a-
:h
S-
::>- 30. Horton lo ilustra con un ejemplo tomado de su trabajo de campo entre los
:i- kalabari del delta del Níger, que tratan las enfermedades (que reconocen en gran
bJ número) con hierbas. Muy a menudo el tratamiento de la enfermedad se rn:ueve en
LO ~as coordenadas del sentido común sin la menor referencia a la intervención de agen-
:I- tes espirituales. Si la enfermedad no responde al tratamiento y las hierbas se demues-
r- tran ineficaces, comienzan a pensar que «hay algo más» en la enfermedad. De otra
LO manera, «lé! perspectiva proporcionada por el sentido común es demasiado limitada».
el Si la enfermedad no remite con el tratamiento se recurre a la adivinación (que puede
>S llevar a cabo el mismo doctor que inició el tratamiento), a las agencias espirituales,
), y la enfermedad es puesta en relación con un amplio espectro de circunstancias que
t- suelen girar en torno a problemas y disturbios en la vida social del enfermo (Horton,
1994: 209).
194 LA RAZÓN HECHIZADA
31. Los simbolistas Douglas y Beattie, entre otros, han criticado varios aspec-
tos de la teoría sostenida por Horton en este ensayo; Si para la ciencia la noción bási-
ca esla de un universo mecánico, las explicaciones religiosas tienen en cambio un
importante componente moral. Los agentes espirituales, en segundo lugar, son. más
que urios ~uantos conceptos explicativos, ya que son propiciatorios y se les conside-
ra dotados· de voluntad propia. Algunas creencias mágicas, prosiguen, tienen estatus
de conocimiento empírico sin mediación teórica alguna (los nuer creen que el inces-
to causa la lepra). En tercer lugar, Horton hace equivaler pensamiento tradicional
(africano) y religión, y Beattie plantea que, puestos a comparar alguna religión con
la ciencia, habría sido más lógico tomar el caso de la religión occidental y no la afri-
cana, para no extrapolar desde contextos culturales completamente dispares (Morris,
1995: 369). James Fernández realiza una reflexión crítica interesante sobre el impac-
to del debate'sobre la racionalidad en las concepciones de la religión africana (Fer-
nández, 1978: 225).
32. Según Horton, los antropólogos y sociólogos contemporáneos han tendido
a ignorar esta tesis de Durkheim, según la cual no existe ruptura sino continuidad
entre el pensamiento religioso y el científico (lo que Lévy-Bruhl negó), porque el
<<romanticismo liberal» de un lado les llevó a idealizar a las sociedades ágrafas y a
considerarlas representantes de un paraíso perdido que el desencanto con el pro-
greso y con la ciencia les inducía a buscar, por lo que se pensó (como piensan los
antropólogos simbolistas, pero también Freud o Lévi-Strauss) que la religión no
podía tener una dimensión teórica, explicativa e intelectual. De otro lado el positi-
vismo, que exalta la ciencia como única forma válida de conocimiento a partir de la
observación empírica y las generalizaciones inductivas, ha llevado a considerar que
la ciencia es una extensión del sentido común y nada tiene que ver con la religión.
De un lado la decepción· respecto de la ciencia y del otro un excesivo entusiasmo
científico llevaron a ignorar esta aportación de Durkheim en la que Horton recono-
ce apoyarse (Horton, 1994: 88-104 ).
RELIGIÓN, RACIONALIDAD Y JUEGOS DEL LENGUAJE 195
39. Las afinidades entre algunos aspectos principales de las ideas de Gadamer
y las del Wittgenstein del último período son notables. Para ambos el lenguaje no es
principalmente un sistema de signos o representaciones que de alguna manera «están
en lugar>> de los objetos, sino una expresión del modo humano de <<Ser en el mundo».
Giddens sostiene, haciéndose eco de las observaciones de Apel y Habermas, que la
filosofía de Gadamer supone un enfoque crítico de la obra de Wittgenstein, y sobre
todo de los esfuerzos de Winch por aplicar los principales postulados de esta última
a la lógica de las ciencias sociales. Según esta crítica, Winch se acercaría a la teoría
hermenéutica casi sin rozarla, debido al carácter ahistórico de su obra. Al igual que
Wittgenstein, Winch se detiene donde empiezan los intereses de la hermenéutica, esto
es, en el contacto entre diferentes <<formas de vida» o «juegos del lenguaje». Esta es
la gran limitación de la filosofía del lenguaje de Wittgenstein, detrás de la cual aguar-
da \la hermenéutica, pero el filósofo no llegó a cruzar esa frontera. La consecuencia
es un relativismo extremo. Giddens lo ejemplifica acertadamente como sigue: <<El
cristianismo de occidente forma una unidad, un sistema cultural único y, sin embar-
go, se encuentra en constante diálogo interno y externo, lo que es la fuente de su
cambio a través del tiempo. El diálogo que se establece cuando dos culturas se
encuentran no es diferente en su calidad del que está involucrado en el interior de
cualquier tipo de tradición vital o "forma de vida">>, que se trasciende a sí misma
constantemente. Al aceptar la mediación de las tradiciones a través del diálogo,
Gadamer va más allá de los límites de la filosofía de Wittgenstein y Wmch, pero
Habermas ha corregido a Gadamer su tendencia a reproducir en ciertos aspectos
capitales <<una parálisis wittgensteiniana del impulso crítico», debido al alejamiento
de las tradiciones concretas y de la historia (Giddens, 1987: 57-58 y 64)
200 LA RAZÓN HECHIZADA
40: Giddens pone en relación los paradigmas de Kuhn, los juegos del lenguaje
de Wittgenstein y Winch, las realidades múltiples de las que hablaron James y Schütz,
las estructuras del lenguaje de Whorf e incluso las realidades alternativas de Castane-
da. Cada una de estas üociones se utiliza para mostrar que de alguna manera los sig-
nificados han de ser captados hermenéuticamente, en relación a lo que Giddens
llama marcos de significado. Claro que advierte contra el relativismo extremo al que
puede conducir la relatividad del significado, error en el que cae Winch. El caso de
Winch, como el de Kuhn, evidencia los problemas inherentes a la exageración de la
unidad interna de. paradigmas y juegos del lenguaje o formas de vida, lo que lleva a
tratarlos como sistemas cerrados, y a no reconocer que el problema de la mediación
de diferentes marcos de significado tiene que ser tratado como el punto de partida
del análisis. La alternativa para Giddens reside en establecer, como punto de partida,
que todos los paradigmas, juegos del lenguaje, etc., son mediados por otros (Giddens,
1987: 146 y 162).
RELIGIÓN, RACIONALIDAD Y JUEGOS DEL LENGUAJE 201
CAPÍTULO 6
SECULARIZACIÓN, MUNDO GLOBAL
Y RENACIMIENTOS COMUNITARIOS.
RELIGIÓN E IDENTIDAD
EN EL FIN DEL MILENIO
6. Jocelyne Cesari ha explorado las diversas maneras en las que los musul-
manes franceses se identifican con el Islam, afirmando que en ocasiones «la obser-
vancia de las prácticas de culto puede acompañarse de una debilitación en la
comunidad de pertenencia y reforzar una lógica defensiva para escapar del mode-
lo cultural de la sociedad de acogida>>. Se refieré también a lo que llama el <<Islam
secularizado>>, ya que <<no hay que olvidar las nuevas formas de religiosidad en las
sociedades modernas, donde el creyente no sólo obedece las normas transmitidas
por la institución o la tradición, sino que escoge los bienes de salvación en fun-
ción de su individualidad. La dimensión colectiva de la pertenencia islámica es
concebida y regulada por la lógica individual» (Cesari, 1996: 16-17). En un inte-
resante artíCulo, Johri Fulton analiza detalladamente los esclarecedores trabajos
de Hervieu-Léger y el concepto de modernidad que esta autora elabora a partir de
la <<postmodernidad>>, tal y como fue conceptualizada por Lyotard, y de la<<moder-
nidad avanzada>>, tal y como ladescribió Giddens. Hervieu-Léger establece de esta
manera las relaciones entre religión y modernidad, e interpreta la evolución del
cristianismo occidental desde una sociedad tradicional a la sociedad contemporá-
nea y pluralista (Fulton, 1997).
SECULARIZACIÓN, MUNDO GLOBAL Y RENACIMIENTOS COMUNITARIOS 209
puede ser descrita como no moderna» (Berger y Luckmann, 1997: 72" 73).
Toda América Latina muestra que la supuesta modernización (sea ésta lo
que fuere) no sólo no liquida las adhesiones religiosas, sino que incluso
parece generarlas. Hay quien incluso apunta que las nuevas identidades
religiosas pueden estar originando procesos de cambio insospechados.
Así Peter Berger afirma, con respecto al imparable auge de los protes-
tantismos en América Latina, lo siguiente: «Este nuevo protestantismo se
expresa mayoritariamente mediante la iglesia de Pentecostés y está pro-
vocando una revolución cultural muy similar a la que, hace años, tuvo
lugar en Inglaterra y Norteamérica (Max Weber sigue viviendo en Gua-
temala)» (Berger, 1993: 38-39). La creatividad religiosa contemporánea
no debería tratar de explicarse desde el presunto fracaso de los ideales
de la modernidad, sino desde esa misma modernidad (Hefner, 1998),
ingenuamente asimilada a una desintegración irreparable de las religio~
nes de. todo tipo en favor del empuje científico-tecnológico yde la hege-
monía sin competencia de la razón instrumental.
La visión marxista de la naturaleza de la religión y las predicciones
sobre su Aufhebung (extinción) han jugado también un importante papel
en este debate histórico. 10 Marx caracterizó la religión como una expresión
de los intereses de clase y como una forma de ideología útil a la clase
dominante. Para Marx las ideas que prevalecen en todo tiempo y lugar son
generalmente las ideas de la clase dominante, incluidas las ideas religiosas
que -consecuentemente- .están por lo común destinadas a legitimar su
posición y a desmotivar el cuestionamiento de la misma. Organizaciones y
líderes religiosos se han acomodado históricamente a.esta situación sacan-
do.partído de ella, estableciendo alianzas. con los poderes seculares para
lograr su propia legitimación. Nadie en su sano juicio negaría· hoy que la
religión juega y ha jugado muchas veces a lo largo de la historia ese papel,
y que lo seguirá jugando, sobre todo en las sociedades de clases. Pero el
hecho de que la religión pueda jugar un papel ideológico y manipulativo
en determinadas circunstancias no significa que no sea nada al margen de
su función como sostén ideológico de un orden social particular. Como
argumenta Hamilton, afirmar que la religión puede funcionar como ins-
trumento de manipulación no la explica mejor de lo que pueden explicar~
se el drama o el arte cuando se afirma, con razón, que pueden ser utiliza-
dos con propósitos ideológicos (Hamilton, 1995: 84). El enfoque marxista
tiende a ignorar numerosos aspectos de la religión, a simplificar un fenó-
meno demasiado· complejo y escudarse en exceso en las amplias generali-
zaciones. Tal vez porque Marx rara vez escribió atendiendo a intereses
puramente académicos, sino guiado por propósitos de carácter político, no
10. El. marxismo constituye una de las más radicales impugnaciones a la reli-
gión. Como afirma La Rocca, Ma:rxrealizó una crítica ideológica, Engels llevó a cabo
una crítica histórica, Gramsci una crítica política y Bloch una crítica bíblica (La
Rocca, 1988: 231). ·
SECULARIZACIÓN, MUNDO GLOBAL Y RENACIMIENTOS COMUNITARIOS 213
11. No obstante, Hamilton reconoce que el mismo Marx supo que la religión era
algo más que un mecanismo de sostenimiento del status qua social. Si la religión
fuese tan sólo un mecanismo manipulativo, derivaría tan sólo de la clase dominante;
Pero cuando .Marx se ocupa de la religión como un resultado de la alienación, recono-
ce que la religión puede surgir de aquellos que sufren la alienación, esto es, las cla-
ses subordinadas. De manera que enfatizóasimismo la función compensatoria de la
religión y el hecho de que pueda llegar a funcionar como una forma de protesta.
Según Hamilton, el análisis de Marx según el cual la religión es principalmente ideo-
lógica y manipúlativa entra en contradicción con el que la ideptifica con las clases
alienadas. Para Marx la religión era a un tiempo una expresión de protesta y un
mecanismo de legitimación destinado a desalentar la protesta. Pero las condiciones
en las que se desenvuelven las clases subordinadas y oprimidas no pueden ser alte-
radas más que cuando el capitalismo llegúe a su fin, de modo que para Marx la reli-
gión sirve a los oprimidos para· volver más tolerable su situación, pero no puede ayu-
darles a cambiarla (Hamilton, 1995: 84-85). '
12. No obstante, Gramsci se opuso al mecanicismo de cierto marxismo, y tam- i
bién a las interpretaciones idealistas de los fenómenos religiosos. La religión no es
un simple epifenómeno, de la estructura social, del mismo modo que las superes-
tructuras no son el reflejo inmediato y mecánico de las relaciones de producción. Su
teoría de la religión deriva de la tesis central que inspiró su pensamiento: la relación
dialéctica entre estructúra y superestructura, por lo que vio la religión como un
fenómeno complejo, a la vez ideológico y económico (Caceres, 1988: 292).
13. Para Weber el desencantamiento del mundo era consecuencia de la racio-
nalización estimulada por la profecía religiosa. El advenimiento del calvinismo com-
pletó la eliminación del ritual mágico, e incluso el calvinismo mismo fue perdiendo
actualidad con la madurez de la producción industrial capitalista. Aunque no entró
en detalles, Marx aceptó la importancia histórica de la afinidad entre la ética pro~
testante y el «espíritu» ·de la empresa capitalista moderna, y subrayó la <<racionalidad
ascética» del capitalismo moderno, lo que se manifiesta -según Marx- en el pre-
dominio del mercado en las relaciones humanas y en la búsqueda de la ganancia
monetaria como un fin en sí misma (Giddens, 1992: 346).
214 LA RAZÓN HECHIZADA
17. «Debemos tener cuidado para no confundir "el conocimiento" (es decir, la
configuración de significado del universo) con las instituciones formales del apren-
dizaje o la legitimación (es decir, la "explanación" explícita -y simbólica- de la
coherencia de tal universo), dotadas de ideologías institucionalmente organizadas.
Esta distinción es especialmente importante en términos de la dimensión ideológica
de este universo socialmente construido. A través de la historia humana la religión
ha desempeñado un papel decisivo para la construcción y el mantenimiento de uni-
versos. Esta posición no implica necesariamente la posición durkheimiana extrema
de que la religión no ha hecho nada o no es nada fuera de esta función .social, pero
implica que esta función social es sociológicamente central. En todo caso, si bien es
cierto que esta función de la religión puede descubrirse en todas las culturas, la loca-
lización institucionalmente.especializada de la religión en iglesias u organismos simi-
lares es relativamente rara en la historia ( ... ). Ergo, para los fines de una sociología
general de la ·religión, esta especialización institucional no puede emplearse como
criterio de definición de la religión» (Berger y Luckmann, 1980: 59).
SECULARIZACIÓN, MUNDO GLOBAL Y RENACIMIENTOS COMUNITARIOS 217
xos, tanto religiosos como, crecientemente, científicos. Las prácticas religios<J.s no 1'1
1 '
~.
convencionales son tachadas en nuestra cultura, y subrepticiamente en nuestros tex-
tos científicos, de «irracionales>> (hay un sentido religioso de lo <<irracional», y hay un
sentido científico que, en los textos sobre religion, a veces se distinguen con dificul-
tad). Pero, esto es obvio, son <<irracionales>> en el sistema de creencias (religioso, cien-
tífico) en relación al cual esas prácticas son parasitarias: cuando hablamos de cier-
'
{
!
19. Hay un aspecto que Berger considera muy importante respecto a la· tarea
de la religión como mantenedora de la realidad: «Es el aspecto de los requisitos pre-
vios socioestructurales de todo proceso mantenedor de la realidad, sea religioso o de
otro tipo. Podemos formularlo del modo siguiente: los mundos son: socialmente cons-
truidos y socialmente mantenidos. Su continua.realidad objetiva (como facticidad
corriente asumida como tal) y subjetiva (como factiCidad que se impone a las con-
ciencias individuales) está basada en unos procesos sociales especfficos, precisamen-
te los procesos que continuamente reconstruyen y mantienen ese mundo. Inversa-
mente, la interrupción de dichos procesos amenaza la realidad (subjetiva y objetiva)
del mundo en cuestión. Así, cada mundo requiere una· <<base» social para la conti-
nuación de su existencia como tal mundo, que es real para los seres humanos. Esta
·base podría llamarse Sl.i estructura de plausibilidad.>> Según Berger, el concepto de
<<estructura plausible» incorpora algunos conceptos clave de K Marx, H. G. Mead y
A. Schütz (Berger, 1981: 74).
220 LA RAZÓN HECHIZADA
21. <<Una vez que se acepta una definición sustancial de religión, se puede natu-
ralmente apuntar la cuestión, con esperanza o sin ella, de si la religión es o se ha
convertido en un fenómeno excepcional. Si aceptamos la tesis propuesta por Durk-
heim -:6 que al menos está implícita en su obra- y definimos la religión por su fun-
ción social universal, esta cuestión deja entonces de tener sentido (... )una definición
funcional de religión evitaría los prejuicios ideológicos acostumbrados y la estrechez
"etnocéntrica" de la definición sustancial del fenómeno>> (Luckmann; 1973: 52).
222 • LA RAZÓN HECHIZADA
1
cleros del Interaccionismo Simbólico norteamericano: Erving Goffman.
En su obra Estigma.' La identidad deteriorada, Goffman propone que el
estigma implica un proceso social que no separa grupos e individuos sino
roles de interacción, lo que explicaría que los individuos y grupos afecta-
dos por alguna clase de estigma reproduzcan a su vez los discursos estig-
matizadores al referirse a otros individuos y/o grupos: «El estigma impli-
ca no tanto un conjunto de individuos concretos separables en dos gru-
pos, los estigmatizados y los normales, como un penetrante proceso social
de dos roles en el cual cada individuo participa de ambos roles, al menos
en ciertos contextos y en algunas fases de la vida. El normal y el estig-
matizado no son personas sino, más bien, perspectivas[ ... ] Y puesto que
lo implicado son roles de interacción, no individuos concretos, no resul-
tará sorprendente que en ciertos casos aquel que tiene una cierta clase de
estigma exhiba sutilmente todos los prejuicios normales dirigidos contra
aquellos que tienen otra clase de estigma» (Goffman, 1989: 160).
Los conversos a nuevas religiones, por lo .común, inquietan. Se trata
de gente que ha pasado a pertenecer a un universo simbólico diferente,
no reconocido por la mayoría. Los conversos intentan articular su pro-
pia manera de ver el mundo, con lo que están en cierto modo negando,
desafiando o al menos cuestionando la cosmovisión dominante que codi-
fica y legitima su entorno (Parte, 1992-93: 41-43). La teoría del etiqueta-
do que los interaccionistas simbólicos norteamericanos aplicaron al estu-
dio del desviacionismo social continúa siendo uno de los enfoques más
fructíferos para interpretar los procesos de construcción de la imagen
social de los movimientos calificados de «sectarios». Desde esta perspec~
tiva, el «desviacionismo religioso» no lo es en razón de los contenidos de
las prácticas alternativas que los «desviados» promueven, sino que es
consecuencia del significado social que dichas prácticas tienen para la
cosmovisión dominante en el entorno concreto (Prat, 1997: 32-34; Can-
tón, 1997). La sospecha que se Cierne sobre el extraño religioso tiene
carácter de lo que Abril ha llamado «conjetura total»: «La sospecha exa-
cerbada no desvela, sino que fabrica lo que persigue»; no interroga las
apariencias, sino que las produce (Abril, 1998: 49).
Se hace así necesario enfatizar el carácter construido del estigma que
etiqueta las prácticas religiosas antihegemónicas, sobre las que conmún-
mente se realiza y divulga una lectura en clave de alarma social: los adep-
tos a nuevas religiones son seres intrínsecamente peligrosos y desviados,
gente a la que se ha privado de voluntad, y sus empresas religiosas son
las responsables de una soberbia conspiración destinada -uno de los
rizos más significativos del discurso antisectario'--- a aniquilar el sistema
de libertades sobre el que se fundan nuestras sociedades democráticas.
El mismo sistema que, en consecuencia, debe afanarse por proteger y
salvar a la sociedad de las «sectas» y a los conversos de sí mismos. En
verdad se trata de evitar que el disidente religioso se aparte o entre en
conflicto con instancias sociales que son, claro, las más interesadas en
propagar el discurso antisectado: familia, gobierno, estructura laboral,
SECULARIZACIÓN, MUNDO GLOBAL Y RENACIMIENTOS COMUNITARIOS 229
bore con la explotación ilegal de las personas.» Los nuevos cultos sólo en
ocasiones anecdóticas (y analíticamente irrelevantes las más de las veces)
pueden considerarse «impuestos» a individuos y grupos coaccionados.
Estimo más prudente, y ésta es una visión que los referentes. episte-
mológicos que guían el trabajo etnográfico ayudan a entrenar, contemplar
los importantes cambios en las lealtades religiosas tradicionales, e incluso
en cierta medida estas últimas, como expresiones de procesos de apropia-
ción creativa y selectiva que han de ser entendidos antes que denunciados .•
La denuncia es resultado de una visión del proceso en la que, como expli-
ca Martín Barbero para el caso de la massmediación, no caben más figu-
ras que las estratagemas del dominador, que las relaciones; carentes de
seducción o resistencia, entre emisores-dominantes y receptores-domina-
dos. Una visión del proceso según la cual por la estructura del mensaje no
atraviesan ni conflictos, ni contradicciones, ni luchas. De tal manera que
el modo en que la gente produce el sentido de su vida, o el modo en que
se comunican y se sirven (en nuestro caso) de las nuevas creencias y prác~
ticas religiosas, queda fuera del esquema. Es así que la comunicación, y
esto puede aplicarse al campo religioso actual y a las grandes campañas
proselitistas de algunos grupos religiósos (Hoover, 1998), se vuelve una
cuestión de mediaciones más que de medios, cuestión de cultura «y, por
tanto, no sólo de conocimiento sino de re-conocimiento». Esto significa
re-ver el proceso de la comunicación desde su otro lado: el de la recepción,
la resistencia y las apropiaciones desde los usos (Martín-Barbero, 1991: 9-
12).4 Se hace así preciso observar e interpretar las conductas religiosas
' desde la estrategia más que desde la regla, desde la apropiación estratégica
y no tanto desde la imposición y la dominación sin resistencia.
La denuncia es una actitud a priori, y no siempre expresa, en nume-
rosas investigaciones que abordan las formas modernas de religión. En
pocos campos tienen los prejuicios del investigador tantas oportunidades
de gobernar el análisis. Esto resulta, sin duda, revelador de los compro-
i
tEACH, Edmund (1970): Lévi-Strauss, antropólogo y filósofo. Madrid: i!
Anagrama. 'il
!,
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . 239