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Prólogo

or qué es necesario hacer un A BC de l n eo -


l i be r a l ismo ? ¿Por qué es necesario continuar
haciendo el ABC del neoliberalismo? La pri-
mera pregunta la intentamos responder en el
primer volumen de esta serie, donde la editora afirmaba que
el ABC “emerge a partir de la necesidad de revisar los térmi-
nos y las nociones que conforman la gramática de la racio-
nalidad neoliberal y que se han ido incorporando de manera
dosificada en el lenguaje y en las prácticas cotidianas.”1

A partir de allí, dos supuestos básicos motivan este segun-


do libro-ofensiva. Primero, una constatación que hoy no
cesa de aparecer, desde los mapas trazados por diversas
izquierdas en múltiples territorios: que el neoliberalismo
no es solo un cierto conjunto de reglas y prácticas macro

1  Mary Luz Estupiñán (Ed.). El ABC del Neoliberalismo, Viña del


Mar, Chile, Communes, 2016.

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y microeconómicas, sino que es una forma de racionali-
dad, una verdadera “razón-mundo” que, como tal, tiene
su propia gramática, su propio lenguaje. Razón-del-mundo e
imposición material, prácticas discursivas y no discursivas
que pretenden atravesar y componer todas nuestras posi-
bles relaciones, ensamblando nuestras vidas a semejanza
del mundo del capital, es decir, como valores a maximizar.
Movilizando con ello la implacable lógica de la competencia
que, desde las más íntimas esferas afectivas, hasta las más
complejas instituciones estatales, funciona como motor de la
racionalidad que nos obliga a pensarnos como una mercan-
cía más entre todo convertido en mercancía.

Y entonces, ¿cómo seremos capaces de pensarnos de otro


modo si solo disponemos de su lenguaje¸ únicamente del
sentido que, aquellos que pretenden la acumulación infinita,
les dan a las palabras? ¿Cómo atacar, cómo transformar?
Segunda constatación fundamental: que, si el lenguaje neo-
liberal lo quiere permear todo, no puede pensarse separado
de las formas de vida que estimula o prohíbe y, por tanto, si
deseamos, si la izquierda desea otra vida posible, otro mun-
do, entonces, la descomposición implacable de este lenguaje
y del mundo que encierra, es parte fundamental de la elabo-
ración colectiva de otra política, como otra forma de vivir.

Ahora bien, el ABC del neoliberalismo es un libro y, por ello,


nos encontramos de frente con sus potencialidades y limi-
taciones. Será aquí necesaria, entonces, una consideración
de método: evitar acomodarnos en aquello que la feminista

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chilena Julieta Kirkwood denominaba “fantasía de la rea-
lización por invocación”. Esta trampa, refiere a la creencia
común en la izquierda de que, por plantear con claridad
un problema, éste ya ha sido resuelto. Problema igualmente
generalizado tanto ayer como hoy en medio del feminismo
y de las izquierdas.

Sin embargo, este libro también busca ser una ofensiva, en


tanto entregaría pistas cartográficas, para la proliferación de
otros urgentes y apropiados mapas de nuestro presente. Y
como cualquiera que haya tomado un mapa sabe: hay que
cuidarse de la simplificación excesiva que, por tanto, hiciera
al mapa falsear el territorio al punto de inmovilizarnos. Así,
por ejemplo, frente a la omnipresente cuestión antropológica
de nuestros días que es la subjetivación neoliberal, es claro que
tal constatación no puede ni discursiva ni prácticamente su-
plantar la necesaria organización para resistir sus lógicas, or-
ganización que, por lo demás, se encuentra ya en movimien-
to. El ABC II busca, por ello, participar de este agenciamiento
que insiste en oponerse al descarnado neoliberalismo, que
actualmente expone con claridad su violencia constitutiva.
La propia existencia de este libro podría considerarse una
práctica de desujeción, a condición de no olvidar que ais-
lado, sin prácticas organizativas, sin estrategias, se trataría
solo de un parpadeo en el insomnio de la racionalidad que
nos impone (no tan) sutilmente el neoliberalismo.

Para las mayorías trabajadoras precarias, el neoliberalis-


mo procede infiltrándose en las prácticas cotidianas con

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violencias de diversas intensidades, desde la más sutil e im-
perceptible seducción de la publicidad infinita, hasta la más
descarnada violencia de los estados convertidos en brazos
armados del capital global, narco incluido. Y orquestando
aquellas intensidades, encontramos los imperativos de la
competencia, el consumo y el endeudamiento que, suce-
diéndose en el tiempo como una rueda incesante, van mol-
deando nuestros proyectos de vida, generando una ilusión
de consentimiento y libertad en un marco de opciones su-
puestamente variadas y multicolores, que darían vida a una
sociedad de oportunidades, la cual se erige, no obstante, so-
bre el trasfondo sangriento de su instalación y mantención.

Quienes van quedando atrás, quienes no son capaces de


aprovechar estas oportunidades, esta fortuna maquiaveliana
tan esquiva a veces, son identificados como perdedores y
rezagadas. Si en el lenguaje liberal quienes no acataban el
contrato social eran irracionales, en el contexto del contrato
neoliberal, quienes fracasan son vistos como personas que
no se han esforzado lo suficiente, y así, pueden convertirse
en resentidas si eligen resistir su designación, o perdedores,
si persisten infructuosamente en entrar en la competencia.
Es una sociedad donde el riesgo no tan solo se ha rutini-
zado, sino que incluso es alabado, estamos constantemente
empujadas a ir más allá de nosotras mismas –parafraseando a
Laval y Dardot– bajo una presión que ya no es exclusiva de
los brokers de la bolsa, sino que es la condición de este nuevo
contrato. El cual ya no nos promete sacarnos del estado de
inseguridad de la guerra de todos contra todos, sino que

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tiende a prolongarla al infinito, definiendo sus marcos y, con
ello, posibilitando la acumulación crecientemente privativa
de la riqueza colectivamente producida.

Y es que en su cara amable la sociedad de las oportunidades


parece ser la expresión inequívoca de la igualdad moderna,
ya que como sus portavoces no se cansan de repetir, nuestra
cuna ya no nos determinaría, sino únicamente nuestro méri-
to. La promesa de la movilidad social parece no tener límite
en una sociedad donde todo puede transarse en el mercado,
donde no habría privilegios asociados al apellido, a la casta,
a la clase. El crédito ha democratizado el consumo de toda
clase de bienes, desde los paquetes turísticos, a la educación
universitaria. Es, precisamente, el truco que el neoliberalis-
mo en su versión progresista ha puesto en juego, la alquimia
que transforma las demandas de justicia en peticiones de
inclusión. Dejando todo intacto, las políticas neoliberales
buscarán flexibilizar las reglas para que el sistema incluya
a aquellos sujetos que dejaba fuera, por ejemplo, flexibili-
zar políticas de créditos para incluir a quienes resultaban
demasiado “riesgosas” para la banca. Incluir mujeres en los
directorios de empresas, para seguir haciendo exactamente
lo mismo que sus colegas varones, con la venia de los ín-
dices de ONU mujeres, o en el Congreso para que legislen
dentro de los límites de la Constitución vigente; hacer ac-
cesible la educación superior mediante el endeudamiento,
profundizando y naturalizando la deuda como fuente de la
acumulación; dar becas a miembros de pueblos originarios
para que se enfrenten luego al racismo en las selecciones de

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empleo y tengan que “blanquearse” si buscan ascender en
la escala social.

La cara menos amable es, como decían los estoicos, para


quienes se resisten. Para quienes eligen no competir, para
quienes ponen el cuerpo a las políticas de reajuste, de depre-
dación medioambiental, de precarización laboral. Cuando
se trata de proteger el orden económico y la distribución del
poder que hace posible la homeostasis neoliberal, la sutileza
y el lenguaje que buscan seducir, desaparecen. Las muertes
de Berta Cáceres en Honduras, Macarena Valdés en Chile
o Santiago Maldonado en Argentina, están ahí para re-
cordarnos que hay formas de vida que no pueden tener una
oportunidad en el horizonte neoliberal.

Mejorar nuestras formas de mapear, de delimitar al adversa-


rio, al enemigo, y así planificar nuestras tácticas, elaboran-
do nuevas inclinaciones estratégicas, tiene como requisito,
como ya lo insinuamos, la posibilidad de hablar un lenguaje
distinto a aquel que nos ha colonizado. Solo así podremos
pensar más allá de los límites que nos han dibujado. La ta-
rea de este libro es, en ese sentido, negativa en cuanto se
propone señalar los límites que mediante el lenguaje nos ha
impuesto el neoliberalismo, pero también pretende ser po-
sitiva en cuanto los textos aquí reunidos esbozan y sugieren
estrategias de organización y resistencia.

Podemos entender la gramática del neoliberalismo como una


forma de seducción que busca someternos voluntariamente

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a la lógica del capitalismo, es por eso que cada uno de los
conceptos que hemos puesto en este volumen se presentan
desde una cierta inocuidad en los discursos cotidianos, es
precisamente en dicha inocuidad que reside el peligro de
dejarlos pasar inadvertidos, de ver conquistas donde hay
espejismos. El libro no pretende ser una develación de la ver-
dad oculta a los no iniciados desde una pretendida atalaya
intelectual, sino la expresión del trabajo de crítica y cons-
trucción colectiva de quienes lo vienen elaborando por años
desde la investigación y la militancia, urdiendo prácticas de
resistencia y creación.

Un libro-ofensiva, una vez más, como caja de herramien-


tas, puesta a disposición y en conjunción con los proyectos
colectivos que buscan generar prácticas a contrapelo de las
lógicas neoliberales. Es por eso que hemos invitado a activis-
tas y académicas y a quienes se mueven sinuosamente entre
ambos espacios, a escribir textos breves, sin pretensiones
academicistas, haciendo ya de la escritura una práctica de
resistencia al ensimismamiento de las lógicas universitarias.
Por supuesto, todo intento corre el peligro de su fracaso,
pero eso habrán de juzgarlo quienes lo lean.

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