Juan - Serie Expositiva / Rey; Paz / Juan 12.12–16
Hace algunos meses, mientras visitaba a mi prometida en la ciudad de Mérida y
andábamos en una reconocida heladería en el centro de la ciudad, vi que una gran multitud se había congregado. Junto con Jessi (mi prometida) decidimos ir a ver cual era la causa de esa multitud reunida: estaban esperando al que -hasta entonces- era el presidente electo de nuestra nación. Aun no había llegado pero la gente ya vitoreaba su nombre y ‘hurras’. Pasados unos minutos por fin se escucho una voz que dijo: “ya llegó”, al escuchar esto las voces de júbilo se incrementaron, sin embargo, el ruido fue mucho más estruendoso cuando por fin se le vio caminando entre la multitud. La gente gritaba y celebraba. Los que podían estiraban las manos para poder saludarlo ¡Qué gran recibimiento al que en unos meses ocuparía el puesto presidencial de nuestro país! Si un hombre que solo estaba por recibir la silla presidencial de nuestro país fue recibido de esa manera, ¿cómo debería ser recibido el que se haría de todo reino, dominio y poder para sentarse a la diestra del Padre? El texto que hemos leído el día de hoy encontramos como Jesús, cercano a su muerte, fue reconocido como rey y recibido en Jerusalén pocos días antes de la pascua. En el recibimiento que tuvo Jesús en Jerusalén aprendemos varías verdades acerca de su persona y su obra. Mi oración al Señor es que hoy, en el estudio de este pasaje, podamos contemplar a) la gloria de Jesús nuestro rey, b) la certeza de las profecías sobre Jesús y c) la bendición de conocer al Cristo resucitado.
La gloria de Jesús nuestro rey
“El siguiente día, grandes multitudes que habían venido a la fiesta, al oír
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que Jesús venía a Jerusalén, tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!” (Juan 12.12–13, RVR60) Según el relato juanino, al día siguiente de que Jesús fuera ungido en Betania una gran multitud se había reunido en la entrada de Jerusalén al escuchar que Jesús se acercaba a la ciudad. Recordemos que la Pascua era la fiesta más importante para los judíos. Muchos de ellos llegaban de grandes lejanías para poder celebrar esta fiesta en la ciudad de Jerusalén. Josefo, un historiador judío, dice que la multitud de los que se reunían en la ciudad para aquellas fechas rondaba las tres millones de personas. Muchos de estos que habían venido de fuera a celebrar la Pascua se enteraron que Jesús se acercaba a Jerusalén y con prontitud salieron a su encuentro. ¡Vaya recibimiento que le dieron a Jesús! Examinemos lo que este evangelio nos enseña sobre como recibieron a Jesús: 1. TOMARON RAMOS DE PALMA y SALIERON A RECIBIRLE: las ramas de palma, en las Escrituras, están relacionadas a regocijo y triunfo. Por medio de estás palmas que fueron agitadas, el pueblo expresaba su gozo en señal de triunfo. Aunque pareciera intrascendente, el hecho de que salieran a recibirle es algo muy importante. Ellos no esperaron a que Jesús entrará a Jerusalén, sino que salieron, tal y como solía hacer el pueblo cuando el rey regresaba de la batalla victorioso. La congregación salía a la espera de su rey, haciéndole un pasillo a su paso y siguiéndolo después de que pasara por enfrente de ellos. Ellos están reconociendo a Jesús como un rey victorioso en batalla. Sus voces lo confirman. 2. CLAMABAN: ¡HOSANNA! ¡BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR, REY DE ISRAEL!: Los cánticos de esta gente revelan la causa de su gozo y algarabía. Ellos tienen en mente el Salmo 118:25-26 que dice: “Oh Jehová, sálvanos ahora, te ruego; Te ruego, oh Jehová, que nos hagas prosperar ahora. Bendito el que viene en el nombre de Jehová; Desde la casa de Jehová os bendecimos”. La Palabra ‘hosanna’ traducida es “salve ya”, o como lo dice el Salmo “sálvanos ahora”. Esta gente esta reconociendo que Jesús puede salvarlos. Cuando cantan “¡bendito el que viene en el nombre del Señor, Rey de Israel!” ellos muestran que además de reconocer que Jesús puede salvarlos, también es el que Dios ha enviado para hacerlo. Ellos claman pidiendo salvación y ven en Jesús al salvador dado por Dios. Ellos llaman a Jesús
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‘bendito y rey de Israel’. Esta es la alabanza de la que Jesús es digno, pues él es el Rey de gloria. Sin embargo debemos preguntarnos, ¿en que pensaba esta multitud cuando reconocían a Jesús como el ‘bendito enviado por Dios’ y ‘Rey de Israel’ y clamaban ‘sálvanos ahora’? En un libertador terrenal. Ellos veían a Jesús simplemente como un libertador político. En Jesús miraban a alguien que podría vencer al imperio romano y restablecer el trono en Israel. Esa era la salvación que ellos anhelaban. Oh, hermanos, reflexionemos. Si estos hombres, por motivos tan viles y perecederos ofrecieron al Señor esta alabanza, nosotros que conocemos mejor los alcances de la salvación y el reino de Jesús ¿no deberíamos con mucha mayor pasión y entrega ofrecerle sacrificios de alabanza? Nuestro Señor es más que un libertador político y terrenal. Es el salvador de nuestras almas. El nos ha dado salvación eterna, librando nuestras almas del tormento eterno por su muerte vicaria en la cruz. Nos ha dado libertad de poderes más grandes que el imperio romano: nos libro del reino del pecado y de la muerte y nos ha hecho sentar en lugares celestes junto con él. La salvación que de Cristo Jesús hemos recibido es más grande de la que la multitud a la entrada de Jerusalén esperaba, entonces, ¿hemos de adorarle con menor fervor y devoción que ellos? Por supuesto que no. Piensa, Jesús quien murió en el monte Calvario y venció la muerte al tercer día resucitando con poder es el que ahora reina desde el cielo sobre todo principado y potestad, y que se complace en morar en nosotros y con nosotros. Es Jesús nuestro Señor a quien el Padre exalto y le dio un nombre sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla y toda lengua confiese que Jesús es el Señor para gloria de Dios el Padre ¡Ese es Jesús nuestro Rey, digno de toda gloria! Veamos ahora:
La certeza de las profecías y promesas
sobre Jesús En estos versículos, además de poder contemplar cuan asombrosa es la gloria de Jesús nuestro Rey, también aprendemos cuan seguras son las profecías sobre él. “Y halló Jesús un asnillo, y montó sobre él, como está escrito: No temas,
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hija de Sion; He aquí tu Rey viene, Montado sobre un pollino de asna.” (Juan 12.14–15, RVR60) Juan no abunda en detalles sobre cómo Jesús obtuvo este burrillo (pollino), pero eso nos lo relatan los evangelios sinópticos (Mt. 21.1–11; Mr. 11.1–11; Lc. 19.28– 40). A lo que Juan quiere dar importancia es al hecho de que esta acción ocurre como cumplimiento de una profecía dicha al menos 500 años antes de que nuestro Señor Jesús apareciera en escena, la cual se encuentra en Zacarías 9:9. Esta profecía apuntaba al futuro Rey-Pastor de Israel, quien destruiría a los enemigos de su pueblo, pero con proceder manso y humilde. Los reyes normalmente no escogerían un asnito para una entrada triunfal ya que para eso usaban el caballo, relacionado con el poder y la guerra. El burro por lo contrario estaba relacionado con la paz. Entonces, lo que había sido profetizado Zacarías puede parafrasearse como lo dice J. C. Ryle: “No temas; no te desanimes ni entristezcas, llegará un día en el que volverás a tener un Rey. Vendrá alguien que pasará por las puertas cabalgando ante la mirada de todos; un Rey que irá a lomos de un asno; no como guerrero que empuña una espada, sino como Príncipe de Paz, Rey santo y justo, mejor aún que David, Salomón, Ezequías y Josías, y que traerá consigo la salvación para las almas. No pienses, pues, que estás desamparada porque ahora seas pobre y no tengas rey. Espera al Rey que viene. (Ryle, J. C. (2004–2005). Meditaciones sobre los Evangelios: Juan. (E. F. Sanz, Ed., D. C. Williams, Trad.) (Vol. 2, p. 396). Moral de Calatrava, España: Editorial Peregrino.) Ahora la profecía se está cumpliendo. Aunque han pasado cinco siglos desde que la palabra fue dada por medio de Zacarías, la palabra se cumple. Así es nuestro Dios, no falla a su palabra. Podríamos pensar que la promesa tarda en cumplirse, pero si el Señor lo ha dicho, no dudemos, así será. El Señor Jesús vino al mundo a derrocar a los enemigos de su pueblo, pero no vino con espada ni con ejércitos. Sino que vino en humildad y mansedumbre, como ovenja emudeció y fue llevado al matadero, pero en esa cruz donde murió humillado el venció. Las profecías y promesas del Señor se cumplen, no importa cuanto tarden en llegar. En la primera venida del Señor muchas de las profecías hechas por los profetas se cumplieron. Sin embargo, algunas otras aun esperan su cumplimiento. Los hermanos del primer siglo esperaban el cumplimiento de dichas promesas, y
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después de 2,000 años henos aquí esperando también por ellas. ¿Hace eso menos seguras dichas profecías y promesas? Por su puesto que NO, “porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén” (2 Co 1.20). No dudemos, hermanos, el Señor cumplirá todas sus promesas en Cristo Jesús. En tercer lugar veamos:
La bendición de conocer al Cristo
resucitado Además de mostrarnos la gloria de Jesús nuestro rey y la certeza de las profecías y promesas sobre Jesús, el texto también nos muestra que es una bendición incomparable conocer al Cristo resucitado. “Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que se las habían hecho.” (Juan 12.16, RVR60) Los discípulos, que presenciaron de primera mano la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén seguramente compartieron el gozo y la algarabía de aquella ocasión, pero les falto entendimiento. Claramente se nos dice que no entendieron estas cosas. Participando de primera mano pero tan faltos de entendimiento. Muchas veces somos como los discípulos, participamos de las gloria y la obra de Dios tan de cerca pero nos falta entendimiento. Fue hasta que Jesús fue glorificado que ellos pudieron entender ¿De donde vino este entendimiento? De que recordaron las Escrituras. Recordaron “que estas cosas estaban escritas acerca de él”, ¿donde? en la Biblia. Su entendimiento de Jesús se aclaró al recordar las Escrituras. Pero esto ocurrió solo hasta que Jesús fue glorificado, es decir, después de su resurrección y ascensión. Seguramente cuando ya estuvo con ellos el Espíritu Santo a quien Jesús dejo para que les recordara todas las cosas (Juan 14:26). Hermanos, que bendición tenemos nosotros los creyentes de este tiempo, porque conocemos a Cristo Jesús, muerto, resucitado y glorificado. Por lo cual sabemos que nosotros también podemos adquirir un entendimiento correcto de nuestro salvador, pero debemos escudriñar las Escrituras que nos dan testimonio de Él. El Espíritu Santo esta con nosotros y el nos guiará al conocimiento de nuestro Salvador, esforcémonos por estudiar las Escrituras para conocer lo que
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de él dicen de tal manera que podamos entender su persona, su carácter, su naturaleza, su obra, su gracia, su amor. Quiera el Señor llenarnos del conocimiento de nuestro Señor y Salvador, el Cristo glorificado. Que nuestra oración sea como la de Pablo en Efesios 3:14-21 “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo,de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra,para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor,seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura,y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.”
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