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¡Tu Rey Viene!

¡Tu Rey Viene!


Daniel Ruiz / General

Juan - Serie Expositiva / Rey; Paz / Juan 12.12–16

Hace algunos meses, mientras visitaba a mi prometida en la ciudad de Mérida y


andábamos en una reconocida heladería en el centro de la ciudad, vi que una
gran multitud se había congregado. Junto con Jessi (mi prometida) decidimos ir a
ver cual era la causa de esa multitud reunida: estaban esperando al que -hasta
entonces- era el presidente electo de nuestra nación. Aun no había llegado pero
la gente ya vitoreaba su nombre y ‘hurras’. Pasados unos minutos por fin se
escucho una voz que dijo: “ya llegó”, al escuchar esto las voces de júbilo se
incrementaron, sin embargo, el ruido fue mucho más estruendoso cuando por fin
se le vio caminando entre la multitud. La gente gritaba y celebraba. Los que
podían estiraban las manos para poder saludarlo ¡Qué gran recibimiento al que
en unos meses ocuparía el puesto presidencial de nuestro país!
Si un hombre que solo estaba por recibir la silla presidencial de nuestro país fue
recibido de esa manera, ¿cómo debería ser recibido el que se haría de todo reino,
dominio y poder para sentarse a la diestra del Padre?
El texto que hemos leído el día de hoy encontramos como Jesús, cercano a su
muerte, fue reconocido como rey y recibido en Jerusalén pocos días antes de la
pascua. En el recibimiento que tuvo Jesús en Jerusalén aprendemos varías
verdades acerca de su persona y su obra. Mi oración al Señor es que hoy, en el
estudio de este pasaje, podamos contemplar a) la gloria de Jesús nuestro rey, b)
la certeza de las profecías sobre Jesús y c) la bendición de conocer al Cristo
resucitado.

La gloria de Jesús nuestro rey


“El siguiente día, grandes multitudes que habían venido a la fiesta, al oír

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que Jesús venía a Jerusalén, tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y
clamaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de
Israel!” (Juan 12.12–13, RVR60)
Según el relato juanino, al día siguiente de que Jesús fuera ungido en Betania una
gran multitud se había reunido en la entrada de Jerusalén al escuchar que Jesús
se acercaba a la ciudad. Recordemos que la Pascua era la fiesta más importante
para los judíos. Muchos de ellos llegaban de grandes lejanías para poder celebrar
esta fiesta en la ciudad de Jerusalén. Josefo, un historiador judío, dice que la
multitud de los que se reunían en la ciudad para aquellas fechas rondaba las tres
millones de personas. Muchos de estos que habían venido de fuera a celebrar la
Pascua se enteraron que Jesús se acercaba a Jerusalén y con prontitud salieron a
su encuentro.
¡Vaya recibimiento que le dieron a Jesús! Examinemos lo que este evangelio nos
enseña sobre como recibieron a Jesús:
1. TOMARON RAMOS DE PALMA y SALIERON A RECIBIRLE: las ramas de
palma, en las Escrituras, están relacionadas a regocijo y triunfo. Por medio de
estás palmas que fueron agitadas, el pueblo expresaba su gozo en señal de
triunfo. Aunque pareciera intrascendente, el hecho de que salieran a recibirle
es algo muy importante. Ellos no esperaron a que Jesús entrará a Jerusalén,
sino que salieron, tal y como solía hacer el pueblo cuando el rey regresaba de
la batalla victorioso. La congregación salía a la espera de su rey, haciéndole un
pasillo a su paso y siguiéndolo después de que pasara por enfrente de ellos.
Ellos están reconociendo a Jesús como un rey victorioso en batalla. Sus voces
lo confirman.
2. CLAMABAN: ¡HOSANNA! ¡BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL
SEÑOR, REY DE ISRAEL!: Los cánticos de esta gente revelan la causa de su
gozo y algarabía. Ellos tienen en mente el Salmo 118:25-26 que dice: “Oh
Jehová, sálvanos ahora, te ruego; Te ruego, oh Jehová, que nos hagas prosperar
ahora. Bendito el que viene en el nombre de Jehová; Desde la casa de Jehová os
bendecimos”. La Palabra ‘hosanna’ traducida es “salve ya”, o como lo dice el
Salmo “sálvanos ahora”. Esta gente esta reconociendo que Jesús puede
salvarlos. Cuando cantan “¡bendito el que viene en el nombre del Señor, Rey
de Israel!” ellos muestran que además de reconocer que Jesús puede salvarlos,
también es el que Dios ha enviado para hacerlo. Ellos claman pidiendo
salvación y ven en Jesús al salvador dado por Dios. Ellos llaman a Jesús

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‘bendito y rey de Israel’.
Esta es la alabanza de la que Jesús es digno, pues él es el Rey de gloria. Sin
embargo debemos preguntarnos, ¿en que pensaba esta multitud cuando
reconocían a Jesús como el ‘bendito enviado por Dios’ y ‘Rey de Israel’ y
clamaban ‘sálvanos ahora’? En un libertador terrenal. Ellos veían a Jesús
simplemente como un libertador político. En Jesús miraban a alguien que podría
vencer al imperio romano y restablecer el trono en Israel. Esa era la salvación que
ellos anhelaban.
Oh, hermanos, reflexionemos. Si estos hombres, por motivos tan viles y
perecederos ofrecieron al Señor esta alabanza, nosotros que conocemos mejor
los alcances de la salvación y el reino de Jesús ¿no deberíamos con mucha mayor
pasión y entrega ofrecerle sacrificios de alabanza? Nuestro Señor es más que un
libertador político y terrenal. Es el salvador de nuestras almas. El nos ha dado
salvación eterna, librando nuestras almas del tormento eterno por su muerte
vicaria en la cruz. Nos ha dado libertad de poderes más grandes que el imperio
romano: nos libro del reino del pecado y de la muerte y nos ha hecho sentar en
lugares celestes junto con él. La salvación que de Cristo Jesús hemos recibido es
más grande de la que la multitud a la entrada de Jerusalén esperaba, entonces,
¿hemos de adorarle con menor fervor y devoción que ellos? Por supuesto que no.
Piensa, Jesús quien murió en el monte Calvario y venció la muerte al tercer día
resucitando con poder es el que ahora reina desde el cielo sobre todo principado
y potestad, y que se complace en morar en nosotros y con nosotros. Es Jesús
nuestro Señor a quien el Padre exalto y le dio un nombre sobre todo nombre,
para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla y toda lengua confiese que
Jesús es el Señor para gloria de Dios el Padre ¡Ese es Jesús nuestro Rey, digno de
toda gloria!
Veamos ahora:

La certeza de las profecías y promesas


sobre Jesús
En estos versículos, además de poder contemplar cuan asombrosa es la gloria de
Jesús nuestro Rey, también aprendemos cuan seguras son las profecías sobre él.
“Y halló Jesús un asnillo, y montó sobre él, como está escrito: No temas,

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hija de Sion; He aquí tu Rey viene, Montado sobre un pollino de asna.” (Juan
12.14–15, RVR60)
Juan no abunda en detalles sobre cómo Jesús obtuvo este burrillo (pollino), pero
eso nos lo relatan los evangelios sinópticos (Mt. 21.1–11; Mr. 11.1–11; Lc. 19.28–
40). A lo que Juan quiere dar importancia es al hecho de que esta acción ocurre
como cumplimiento de una profecía dicha al menos 500 años antes de que
nuestro Señor Jesús apareciera en escena, la cual se encuentra en Zacarías 9:9.
Esta profecía apuntaba al futuro Rey-Pastor de Israel, quien destruiría a los
enemigos de su pueblo, pero con proceder manso y humilde.
Los reyes normalmente no escogerían un asnito para una entrada triunfal ya que
para eso usaban el caballo, relacionado con el poder y la guerra. El burro por lo
contrario estaba relacionado con la paz. Entonces, lo que había sido profetizado
Zacarías puede parafrasearse como lo dice J. C. Ryle:
“No temas; no te desanimes ni entristezcas, llegará un día en el que volverás a
tener un Rey. Vendrá alguien que pasará por las puertas cabalgando ante la
mirada de todos; un Rey que irá a lomos de un asno; no como guerrero que
empuña una espada, sino como Príncipe de Paz, Rey santo y justo, mejor aún
que David, Salomón, Ezequías y Josías, y que traerá consigo la salvación para
las almas. No pienses, pues, que estás desamparada porque ahora seas pobre y
no tengas rey. Espera al Rey que viene. (Ryle, J. C. (2004–2005). Meditaciones
sobre los Evangelios: Juan. (E. F. Sanz, Ed., D. C. Williams, Trad.) (Vol. 2, p. 396).
Moral de Calatrava, España: Editorial Peregrino.)
Ahora la profecía se está cumpliendo. Aunque han pasado cinco siglos desde que
la palabra fue dada por medio de Zacarías, la palabra se cumple. Así es nuestro
Dios, no falla a su palabra. Podríamos pensar que la promesa tarda en cumplirse,
pero si el Señor lo ha dicho, no dudemos, así será.
El Señor Jesús vino al mundo a derrocar a los enemigos de su pueblo, pero no
vino con espada ni con ejércitos. Sino que vino en humildad y mansedumbre,
como ovenja emudeció y fue llevado al matadero, pero en esa cruz donde murió
humillado el venció. Las profecías y promesas del Señor se cumplen, no importa
cuanto tarden en llegar.
En la primera venida del Señor muchas de las profecías hechas por los profetas se
cumplieron. Sin embargo, algunas otras aun esperan su cumplimiento. Los
hermanos del primer siglo esperaban el cumplimiento de dichas promesas, y

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después de 2,000 años henos aquí esperando también por ellas. ¿Hace eso menos
seguras dichas profecías y promesas? Por su puesto que NO, “porque todas las
promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén” (2 Co 1.20). No dudemos, hermanos,
el Señor cumplirá todas sus promesas en Cristo Jesús.
En tercer lugar veamos:

La bendición de conocer al Cristo


resucitado
Además de mostrarnos la gloria de Jesús nuestro rey y la certeza de las profecías
y promesas sobre Jesús, el texto también nos muestra que es una bendición
incomparable conocer al Cristo resucitado.
“Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue
glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de
él, y de que se las habían hecho.” (Juan 12.16, RVR60)
Los discípulos, que presenciaron de primera mano la entrada triunfal de Jesús a
Jerusalén seguramente compartieron el gozo y la algarabía de aquella ocasión,
pero les falto entendimiento. Claramente se nos dice que no entendieron estas
cosas. Participando de primera mano pero tan faltos de entendimiento. Muchas
veces somos como los discípulos, participamos de las gloria y la obra de Dios tan
de cerca pero nos falta entendimiento.
Fue hasta que Jesús fue glorificado que ellos pudieron entender ¿De donde vino
este entendimiento? De que recordaron las Escrituras. Recordaron “que estas
cosas estaban escritas acerca de él”, ¿donde? en la Biblia. Su entendimiento de
Jesús se aclaró al recordar las Escrituras. Pero esto ocurrió solo hasta que Jesús
fue glorificado, es decir, después de su resurrección y ascensión. Seguramente
cuando ya estuvo con ellos el Espíritu Santo a quien Jesús dejo para que les
recordara todas las cosas (Juan 14:26).
Hermanos, que bendición tenemos nosotros los creyentes de este tiempo,
porque conocemos a Cristo Jesús, muerto, resucitado y glorificado. Por lo cual
sabemos que nosotros también podemos adquirir un entendimiento correcto de
nuestro salvador, pero debemos escudriñar las Escrituras que nos dan testimonio
de Él. El Espíritu Santo esta con nosotros y el nos guiará al conocimiento de
nuestro Salvador, esforcémonos por estudiar las Escrituras para conocer lo que

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de él dicen de tal manera que podamos entender su persona, su carácter, su
naturaleza, su obra, su gracia, su amor. Quiera el Señor llenarnos del
conocimiento de nuestro Señor y Salvador, el Cristo glorificado.
Que nuestra oración sea como la de Pablo en Efesios 3:14-21 “Por esta causa
doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo,de quien toma nombre
toda familia en los cielos y en la tierra,para que os dé, conforme a las riquezas de su
gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;para que
habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados
en amor,seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la
anchura, la longitud, la profundidad y la altura,y de conocer el amor de Cristo, que
excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y a
Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de
lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria
en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.”

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