NOTAS DEL SERMÓN
De En Contacto con el Dr. Charles Stanley
Paz con uno mismo
PASAJE CLAVE: Salmo 34.14 | LECTURAS DE APOYO: Marcos 16.15 | Juan 14.27 | 1 Juan 1.9
INTRODUCCIÓN
Paz es una palabra que casi siempre se asocia con
la Navidad.
Se usa en tarjetas de Navidad, villancicos y predicaciones;
sin embargo, la mayoría de la gente no la experimenta.
Por lo general, el mundo se caracteriza por conflictos
nacionales, desacuerdos políticos, amistades desechas y
ansiedad interna. La única manera de tener paz con Dios,
con otros y con uno mismo es mediante una relación
personal con Jesucristo, quien es el verdadero motivo de
la Navidad.
DESARROLLO DEL SERMÓN
El hecho de que la palabra "paz" se repita cientos de veces
en la Biblia es una clara indicación de su importancia.
Jesucristo les dijo a sus discípulos: “La paz os dejo, mi paz
os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe
vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn 14.27).
Jesucristo vino para darnos paz en tres aspectos.
1. Paz con Dios. El pecado hace que las personas sean
enemigas de Dios, quien es santo. Cristo pagó el castigo
por nuestros pecados con su muerte en la cruz. Todos
los que creen en Él y lo aceptan como Señor y Salvador,
reciben el perdón de pecados y son reconciliados con
Dios el Padre. El conflicto termina y la enemistad se
reemplaza con paz.
2. Paz unos con otros. El término griego que se traduce
como paz significa unir. Como los creyentes en Cristo
tienen el Espíritu Santo, Él los capacita para perdonar,
enmendar relaciones y vivir en armonía con otros. Él
también nos equipa para que podamos amar a quienes
no conocemos; aunque nuestro problema principal es
amar a quienes sí conocemos.
3. Paz con uno mismo. La paz de Cristo es una quietud
interna y serenidad que se encuentran en una relación
armoniosa con Él. Sin embargo, a menudo no disfrutamos
esa paz, pues permitimos que circunstancias externas y
pensamientos internos nos perturben. La paz de Dios nos
permite amar y vivir en armonía con nosotros mismos y
con otros.
“Busca la paz y síguela” (Sal 34.14)
En vez de esperar con pasividad la armonía, debemos
buscarla activamente. La paz no viene con facilidad, pues
algunas personas son contenciosas. Así que, vivir en paz
con otros casi siempre requiere paciencia y perdón, para
que podamos relacionarnos con ellos como Dios desea.
Una vez que hemos alcanzado armonía debemos mante-
nerla, pues el Señor desea que disfrutemos su paz y que
podamos expresarla a otros; aunque sean difíciles de amar.
¿Cuáles son las evidencias de conflicto interno en
vez de la paz de Cristo?
La manera en que nos relacionamos con nosotros mismos
afecta nuestra relación con los demás.
No sentir agrado por nuestra apariencia personal.
Quienes siempre encuentran defectos en su apariencia
carecen de paz interna, pues no aceptan la manera como
Dios los creó. En vez de enfocarse en lo que Dios dice de
ellos, se denigran a sí mismos cada vez que no están a la
altura de sus propias expectativas.
Sentirse incompetente. Cuando a las personas les
cuesta lograr lo que desean, o lo que ya no pueden hacer,
suelen dirigir su atención a sus fracasos y se sienten
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 incompetentes. El resultado es carencia de paz y de
satisfacción interna.
Sentirse indigno. No hay tranquilidad para quienes se
sienten indignos de recibir algo bueno, pues se basan en
lo que sienten y no en la verdad de la Palabra de Dios.
Sentirse inseguro. Las personas que casi siempre se
sienten inseguras no tienen paz consigo mismas. Pero
Jesucristo capacita a quienes lo aceptan como Salvador,
para que puedan hallar serenidad y seguridad en Él.
No encajar en ningún grupo. Todos desean ser acepta-
dos por los demás. Por tanto, cuando se sienten fuera de
lugar en un grupo; ya sea una clase de escuela dominical,
un grupo en su trabajo, o en su comunidad; les embarga
un conflicto interno en vez de disfrutar de la paz de Dios.
Pero quienes pertenecen a Cristo siempre son amados y
aceptados por Él.
No sentirse amado. Este es uno de los problemas más
grandes en nuestra sociedad. Nuestro mundo se caracte-
riza por la crítica y la culpa, en vez de la aceptación y el
amor hacia otros. Muchas veces esto afecta a los niños
que crecen sin sentirse amados y aceptados por sus
padres.
Dios desea que nos aceptemos tal y como nos ha creado.
Si alguna de estas evidencias nos caracteriza, es muy pro-
bable que la paz de Cristo no esté reinando en nuestro co-
razón, pues nuestra mente está llena de pensamientos de
autocrítica. Esto afecta nuestra manera diaria de actuar, la
forma en la cual nos relacionamos con otros y cómo perci-
bimos a Dios e interactuamos con Él. Estos pensamientos
también pueden incitarnos a pecar, al tratar de satisfacer
nuestras necesidades de manera distinta a la que Dios ha
indicado en la Biblia.
El Señor usa circunstancias difíciles y adversidades para
ayudarnos a madurar, no para abatirnos. Al preocuparnos
con pensamientos críticos respecto a nosotros mismos,
nos olvidamos de Dios y de su amor. Además, poner nues-
tra mirada en nosotros nos impide amar al Señor, disfrutar
de su paz y vivir en armonía con otros.
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Cristo puede liberarnos de esos pensamientos que
roban nuestra paz.
Debemos dejar que Dios transforme nuestros pensamien-
tos y sentimientos negativos, o seguiremos actuando con-
forme a ellos. Cristo no solo es la figura central en nuestra
salvación, sino también en toda nuestra vida. Puede libe-
rarnos de malos pensamientos para que nuestro corazón
se llene de su paz y deje de estar atribulado. Al someternos
a su autoridad, Cristo se manifiesta a través de nosotros en
nuestras relaciones. Pero si vivimos en conflicto interno,
nunca podremos estar en paz con los demás.
Si no confrontamos estos problemas, los acarrearemos en
el futuro. Nuestro Padre celestial no desea que carguemos
con pensamientos y sentimientos que no son de su agrado
hacia otras personas o hacia nosotros mismos.
La única manera en la que podemos disfrutar de la paz de
Cristo es al rendir nuestra vida a Él. Jesucristo murió por
nosotros para liberarnos del dominio y la condenación del
pecado. Una vez que ya somos salvos, continúa purificán-
donos del pecado al confesárselo (1 Jn 1.9). No tenemos
que arrastrar una carga de dolor, pena y falta de perdón,
pues contamos con el Salvador que puede sanarnos y libe-
rarnos, al reemplazar nuestra carga con su paz y gozo.
REFLEXIÓN
¿Qué pensamientos relacionados con su vida le roban la
paz? ¿De qué manera se contradicen con lo que el Señor
dice en la Biblia? ¿Qué similitud tienen con lo que la
Biblia enseña sobre Dios y su relación con usted?
¿Qué pensamientos acerca de otras personas le impiden
tener una relación armoniosa? ¿Hay alguien a quien
deba perdonar? De ser así, ¿quién?
¿Está dispuesto a rendir a los pies de Cristo las críticas
hacia otros y hacia usted mismo y pedirle que comience
a transformar y sanar su vida, para que así pueda sentir
paz verdadera?