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~ (j el\- ' RAZONES PARA CREER
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Prólogo de S.E. el cardenal Godfried Danneels
BARCELONA
EDITORIAL HERDER
1990
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ji La fe. transracional y razonable
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ello, de que felizmente sea asÍ. En efecto, copiando el cé
lebre dicho de Pascal, «el hombre supera infinitamente
al hombre», aunque sólo lo que nos supera es capaz de
~ satisfacernos, solamente lo que supera nuestra medida
~ es verdaderamente medida nuestra. Los griegos habían
CAPíTULO PRIMERO ~. captado ya esta paradoja, al definir al hombre como un
«ser fronterizo», situado en un equilibrio inestable entre
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los animales y los dioses. Los dioses son seres comple
I~ , LA FE, TRANSRACIONAL y RAZONABLE I
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tos, acabados en sí mismos, en el seno de su existencia
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inmortal y dichosa. A su manera, los animales también
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~ se bastan a sí mismos desde el momento en que encuen
La fe es necesariamente transracional ~
tran en sus recursos naturales yen su entorno normal el
Es cierto que la fe supera a la razón, si por tal se en
tiende estrictamente el poder que poseemos de formular
principios gracias a los cuales medimos las cosas y las
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modo de dar cumplimiento a su destino. Ello no es así
para el hombre. De entrada, no está divinamente acaba
do en sí mismo y, por otra parte, su existencia animal in
mediata no logra satisfacerle. En tensión entre la pesan
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juzgamos. Etimológicamente, además, la palabra «ra ¡I tez de su animalidad y su insaciable sed de absoluto, no
zón» viene del verbo latino reri (reor, ratus), que significa ~.
le basta ser simplemente el hombre que es para ser ver
«contar», «calcular», y que encontramos más explícita ~
daderamente humano. Hay más en él, aunque lo que tie
mente en el sustantivo «ración», que da una idea de me ~
~ ne en su simple medida no es medida suficiente para sa
dida más evidente que «razón». Está, pues, claro que las ~ tisfacerle. El hombre sólo podrá completarse más allá
afirmaciones de la fe superan lo que nosotros podemos ~ de sí mismo, en una plenitud que supera el contorno na
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medir y circunscribir por nuestra razón, incluso en su
más amplio ejercicio. Así, por ejemplo, la afirmación de
~~ tural de su existencia. A partir de ahí, sería ilógico inti
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I1 ~ midarse por el hecho de que la fe se presente como
I! que Dios es Trinidad o que la resurrección de Jesús con ti transracional. Más bien es ésta 'Una condición indispen
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tiene la salvación del mundo no trasciende solamente el sable para que la fe pueda pretender llevar al hombre a, j'
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:' poder de la razón científica, como es evidente (¿ cómo po su auténtica plenitud. Y, por el contrario, lo pura y sim-' ,
drían comprobarse estas verdades experimentalmente, plemente racional le resulta, a la postre, insignificante. "
nalidad es condición necesaria, pero no suficiente, de en donde late el corazón más libre de la existencia, pero
esta auténtica desmesura que resulta ser la única medi que no sabe de dónde viene ni adónde va. Sin embargo,
da del hombre. Por este motivo tenemos que afirmar a pesar de ser el amor más que cuestión de clarividencia
que, aun siendo transracional, la fe ha de ser también ra racional, su idea no es el ser ciego o in inteligente. Desde
zonable -es decir, digna de la razón-, para ser auténti luego, el ser amado será siempre para mí un misterio,
camente humana. Si no, la fe dejaría de ser apertura y pero, precisamente en la medida de mi verdadero «cono
stlperación saludables de nuestra demasiado simple ra cimiento» del otro, descubro yo hasta qué punto él me
zón para confundirse abusivamente con la negación de resulta eternamente misterioso. Al contrario, quien no
la razón como tal; no significaría ya la ampliación de la conoce verdaderamente al otro se imagina equivocada
razón, sino la supresión de la misma. mente haberle dado la vuelta, haber penetrado en su
profundidad, y a partir de ahí manifiesta que le descono
ce. El amor auténtico sólo se inclina, pues, ante el miste
Un ejemplo: la amistad rio impenetrable del otro precisamente porque lo cono
ce de verdad. Algo similar sucede con el ignorante, que
Un ejemplo tomado de la vida cotidiana nos servirá se jacta fácilmente de saberlo todo, mientras que el sa
aquí de ayuda. La fe religiosa puede compararse a la bio reconoce de buen grado su ignorancia. Ampliando
confianza humana que concedemos a otro en la expe esta idea, podemos llegar a la conclusión de que el ver
riencia de la amistad o del amor. También el amor es dadero amor supera, ciertamente, el frío conocimiento
transracional, afortunadamente. Sería una pobre amis del otro, pero que, sin embargo, su verdad no se reduce
tad la que estuviera enteramente controlada por la ra por ello a un impulso disparatado. El que ama auténtica
zón y se presentara como la conclusión lógica de un ra mente sabe por qué ama, aun cuando su amor supere ese
saber.
zonamiento apremiante o de un cálculo riguroso: « ..• en
consecuencia; te amo.» Es esencial al amor humano el Dicho en pocas palabras, el corazón tiene razones
no ser puro asunto de lucidez, sino de inclinación, inclu que la razón no conoce, pero, precisamente, estas razo
so de arrebato, por un movimiento que desborda el cam nes del corazón que trascienden el orden puramente ra
po de sólo la conciencia clara. Tal desbordamiento es do cional de la razón son también... razones. El mismo razo
ble en este caso. De una parte, el amor humano se namiento vale analógicamente en lo que se refiere a la fe
alimenta de un impulso erótico que precede a toda deci religiosa: para ser digna del hombre y de su autonomía
sión de la conciencia e incluso se enraíza, por la libido racional, ha de poseer unas razones para afirmar lo que
sexual, en los repliegues más oscuros del inconsciente. trasciende el poder de la simple razón y de abrirse así a
Por otra parte y en dirección inversa, el dinamismo del la ley externa, a la «heteronomía», de una revelación o
amor es atraído y aspirado hacia lo alto por el misterio de cualquier otra forma de autoridad intelectual. Trans
fascinante de la persona amada, siempre más rico que racional, la fe ha de ser, sin embargo, razonable.
todo querer racional, y que apunta hacia un absoluto
cuyo deseo previene cualquier iniciativa de parte nues
tra. Paradoja del amor humano, que es una acción de la
libertad, aunque ésta no domina ni su origen ni su fin;
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Justificación racional de la fe ~ La fe. transracional y razonable
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daría muy pobre si se limitara a este tipo de lenguaje t~ 1. Sobre este punto. véanse las hermosas páginas de H.U ..von Balthasar, en PhéJ1o,
ménologie de la vérité. Beauchesne, Paris 1952, p. 77-83.
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J ustificacÍón racional de la fe La fe, transracional y razonable
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11 brazo, su brusca reacción no puede engañarme y me in Palabra de Dios, revelación y fe
'1 forma automáticamente de su dolor, sin exigir de mi
parte el mínimo acto de fe, ni ninguna comprobación. Si, ¿ Por qué no sucedería lo mismo, analógicamente, en
al contrario, a ese mismo alumno le pregunto qué opina el plano de la fe religiosa? Algunos espíritus se admiran
de mis clases y me conte~ta: «Señor profesor, usted es el de que se requiera un acto de fe en una materia que afec
más genial de los maes~ros», la duda se insinúa en segui ta de modo vital al destino del hombre y del mundo. Aho
da en mi espíritu: lo que acaba de decirme, ¿ correspon ra bien, en último término sólo lo que es existencialmen
de verdaderamente a su pensamiento íntimo? A menos te insignificante resulta perfectamente comprobable
de creer a este alumno sólo por la palabra, me veré obli por la razón (como un contacto físico elemental o una
gado a proceder a una comprobación. ¿ Y qué decir en el proposición matemática). A partir del momento en que
caso de que alguien empiece a hacernos confidencias to entramos en el campo altamente significante de la co
talmente personales de su vida íntima? En lo esencial, municación existencial entre las personas, una cierta
no podemos más que «creer» en su «testimonio», en la confianza en la palabra reveladora del otro ha de entrar
«revelación» que nos está haciendo de sí mismo y que so en juego, si quiero acceder a este tipo de información.
mos incapaces de controlar perfectamente desde el exte ¿Qué decir entonces si es Dios quien habla? Si la palabra
rior. que da testimonio de él en la historia no es sólo palabra
Toda comunicación auténticamente humana viene a de hombre, sino la palabra de la persona absoluta, infi
ser en definitiva transracional; es decir, escapa a una nitamente más misteriosa e insondable que una persona
comprobación exterior exhaustiva. Tengo que «creer» humana, ¿cómo asombrarse de que sea preciso «creer»
en el «testimonio» del otro. Yen general ello tiene que para recibir este «testimonio» incomparable y enrique
alegrarnos. Nuestro conocimiento de los otros y del cer la propia inteligencia con esta «verdad revelada»? Si
mundo sería en verdad raquítico si tuviéramos que limi la religión tiene sentido, no puede más que apoyarse so
tarnos a sólo los datos conocidos en virtud de poderlos bre una fe transracional, porque este carácter transra
circunscribir en función de los recursos propios a cada cional no es precisamente indicio de su indigencia, sino
uno de nosotros. Sin embargo, la confianza que otorga más bien de su verdad. Sin embargo, la fe en una revela
mos a los demás no ha de ser una confianza ciega y, si ción religiosa debe al propio tiempo estar iluminada y
tengo razones para pensar que el otro puede engañarse ser razonable, al igual que debemos contar con razones
o engañarme, es preciso hacer alguna comprobación, en para confiar en alguien y juzgamos a veces preferible
lo que me sea posible desde el exterior, procediendo, por comprobar sus manifestaciones, hasta el punto en que
ejemplo, a comparar la información con otras fuentes. nos sea posible. Ciertamente, si Dios existe y si nos «ha
Así, toda «revelación» interpersonal pide una actitud de bla) en la historia, no podría ni engañarse ni engañar
«fe» transracional en un «testimonio», pero, al propio nos, si no no sería verdaderamente Dios. Pero sucede
tiempo, para ser digna de nuestra razón tanto como de que Dios no nos «habla» inmediatamente y que su mis
la libertad del otro, tal «confianza» ha de ser iluminada ma existencia no nos resulta evidente. Como veremos,
y, con el apoyo en unas «razones para creer», resultar son unos signos complejos los que nos demuestran su
por ello razonable. existencia, y unos testimonios humanos, a veces muy
elaborados (Iglesia, tradición, Escritura, etc.), los que
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Justificación racional de la fe
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finición y por esencia, para ser digna tanto del sujeto EN LA RECTA RAZÓN
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Justificación racional de la fe El racionalismo, el fideísmo y la recta razón
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