Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
1.- Introducción
En los últimos días han saltado a los periódicos varias noticias que tienen que ver con el
tema de este artículo. En las Maldivas, una adolescente de 14-15 años es violada por su
padrastro que la deja embarazada y mata después al bebé, pero el gobierno la castiga a ella a
recibir 100 latigazos y medio año de prisión por haber mantenido relaciones sexuales antes
del matrimonio1. Un clérigo musulmán egipcio, dueño de un medio de comunicación, ha
justificado las agresiones sexuales que se están sucediendo en la plaza Tahir a las mujeres
que van a protestar contra el régimen, diciendo que hablan como ogros, van desnudas
porque van sin velo, lo que demuestra que van para que las violen; muchas son “cruzadas” y
otras viudas que no tienen quién las controle2. La tercera ha sido la de una mujer joven
violada por el ejército somalí, y encarcelada por denunciarlo a una periodista que también ha
sido encarcelada por sacarlo a la luz. Y la cuarta de una serie inacabable, también en
Somalia, Asha, una adolescente de 14 años, violada por tres hombres del clan más poderoso
de la ciudad, y lapidada en castigo3
En estas noticias terribles he visto reflejado aquello en lo que estaba trabajando: cómo el
cuerpo de las mujeres es un territorio de luchas desiguales de poder, de afirmación del
dominio patriarcal que perdura en el tiempo a través de unos esquemas inconscientes sin
apenas modificación, esquemas que se sacralizan apelando a principios o costumbres
puestas por la divinidad. Cuerpo físico, social y religioso que se muestran profundamente
interrelacionados.
“Y la Palabra se hizo carne y desplegó su tienda entre nosotros” (Jn 1,14). Con esta metáfora,
nacida en una cultura nómada, el evangelio de Juan expresa la clave de la fe cristiana en la
que se pone de manifiesto la importancia central que para ella tiene el cuerpo, y el cuerpo
situado.
Al leer el Nuevo Testamento se ve lo importante que es la metáfora del cuerpo para hablar
de la comunidad de seguidores de Jesús y de las relaciones que configuraban la identidad
cristiana; una prueba de ello son los muchos estudios que sobre sus usos se han realizado en
los últimos años4. Ahora bien, es interesante también comprobar cómo los cuerpos físicos
1
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/02/27/actualidad/1361960302_190561.html
(consultado por última vez 1 Marzo 2013)
2
http://www.abc.es/internacional/20130207/abci-predicador-egipcio-tahrir-violadas-201302072034.html
(consultado por última vez 1 Marzo 2013)
3
http://elpais.com/diario/2008/11/01/sociedad/1225494002_850215.html
(consultado por última vez 1 Marzo 2013)
4
Dale B. Martin, The Corinthian Body (New Haven: Yale University Press, 1995): Karl O. Sandnes, Belly and Body
in the Paulines Epistles (SNTSMS 29; Cambridge: Cambridge University Press, 2002); James D.G. Dunn, “The
Hay un texto del evangelio que resulta muy sugerente debido a la capacidad de evocación
liberadora y empoderadora que tiene. Se trata de la sanación de la mujer con la columna
doblada (Lc 13,10-17) que se encuentra en una sección del evangelio de Lucas donde se
muestra cómo actúa el Dios que según proclama Jesús ya está actuando.
En el título de este trabajo se alude a tres aspectos de la realidad social que han sido muy
estudiados en los últimos años y que están íntimamente interrelacionados: el cuerpo
sexuado, el lugar social donde este cuerpo vive y se entiende, y la identidad que ambos
generan y por la que, a su vez, son influidos.
La identidad que se vive en el cuerpo está transida: 1) por el género, puesto que el cuerpo se
construye como masculino o femenino, y 2) por el lugar social que ese cuerpo ocupa y que
condiciona su existencia y su desarrollo, 3) por las ideas sobre el cuerpo que la sociedad o el
grupo tenga.
Body of Christ in Paul”, en Michael J. Wilkins – Terence Paige (eds), Worship Theology and Ministry in Early
Church (Sheffield. JSOT Press, 1992)146.162.
¿Quién soy yo?, ¿quién eres tú? Es la pregunta por la identidad, y su respuesta es siempre
relacional y situada. Es conocida la definición de identidad que da el psicólogo social,
H.Tajfel:”Identidad es la parte del auto-concepto de un individuo que deriva del
conocimiento de su pertenencia a un grupo social, junto al significado valorativo y emocional
que van asociados a dicha pertenencia”5. Los seres humanos se conciben a sí mismos con una
serie de características que proceden de su ser parte de un grupo, que a veces puede ser
voluntario y otras no; se trata, por tanto, de una identidad social que identifica a la persona
como perteneciente a ese grupo y no a otros, le da unas posibilidades o se las constriñe.
Ahora bien, la cuestión de la identidad se complica si tenemos en cuenta que las personas
pueden pertenecer y, normalmente, pertenecen, a diferentes grupos y, por tanto, pueden
tener diferentes identidades que pueden solaparse, diluirse y perder importancia o ganarla,
pueden evolucionar y pueden causar problemas; pueden entrar en conflicto, bien porque las
identidades chocan entre sí, o bien porque la persona, o el subgrupo al que pertenece, no
acepten la configuración de la identidad que les ha sido impuesta por el grupo dominante y
se rebelen de diversas formas, en muchas de las cuales el cuerpo ocupa un lugar importante,
sea consciente o inconscientemente.
La identidad personal se asienta, en primer lugar, en el cuerpo físico, que lejos de ser un
dato “bruto”, un mero acontecimiento biológico y fisiológico, es siempre objeto de
interpretación y, en ese aspecto, suele decirse que es “construido”. La sociedad le da
diferentes significados y valores, le impone diferentes funciones, le permite diferentes
actitudes y acciones, le atribuye diferentes espacios y lugares que condicionan y conforman
su identidad y su existencia. Y es que la identidad social impone una forma de ser persona, de
considerar y tratar el cuerpo personal según variables como el sexo, la raza, la edad de la
persona.
5
Henry Tajfel, Grupos humanos y sociales (Barcelona: Herder, 1984) 292
Por tanto, cada persona, en virtud de ciertas propiedades que la sociedad señala como
importantes y decisivas, y entre las cuales está el sexo, ocupa un lugar definido en ese
“territorio”; un lugar que le posibilita o le limita; un lugar que muchas veces determina sus
posibilidades y desarrollos. Las personas pueden aceptarlo como algo “natural”, incluso
como voluntad divina, o pueden revelarse ejerciendo una oposición, individual o grupal, con
grados y estrategias diversas, frente a las construcciones hegemónicas de su cuerpo personal
y del lugar que se les atribuye.
6
Tomo la frase del estudio de Halvor Moxnes, “Body, Gender and Social Space: Dilemmas in Constructing Early
Christian Identities, en Bengt Holmberg, Exploring Early Christian Identity. (WUZNT 226; Tübingen: Möhr
Siebeck, 2008)163-181.
7
A la variable género se le añaden de forma acumulativa otras como raza, riqueza, orientación sexual, edad..
8
Robert Sack, Human Territoriality. Its Theory and History. (London/New York: Cambridge University Press,
1968) 19
9
G. Geertz, “Religion as cultural system” in M. Barton (ed), Anthropological Approaches to the Study of Religion.
(New York: Praefer Publishers, 1966) 4.
En ese sentido, podemos decir que el cuerpo es un “territorio disputado”, subrayando así su
cualidad de lugar construido y escenario de disputas entre visiones sociales, políticas y
religiosas diferentes. Es evidente la dimensión socio-política, incluida en ella el aspecto
religioso, que tiene el tratamiento del cuerpo personal.
Por lo dicho hasta ahora, es evidente que existe una relación entre el cuerpo físico y el
cuerpo social. El tema fue estudiado por la antropóloga Mary Douglas11. Su teoría del cuerpo
físico como microcosmos del cuerpo social ha influido en gran parte de los estudios que,
sobre el cuerpo, se han realizado en el ámbito bíblico, durante las últimas décadas; pero, la
mayoría de ellos no han introducido la variable del género en sus análisis de la relación entre
cuerpo físico y cuerpo social.
10
He trabajado este aspecto en Carmen Bernabé, “Mary Magdalene and the Seven Demons in Social-Scientific
Perspective”, en Ingrid R. Kitzberger (ed), Transformative Encounters. Jesus and Women Re-viewed (Leiden: Brill,
2000) 203-223. Una versión revisada y en español “María Magdalena y los siete demonios. Aportaciones de la
antropología cultural a la exégesis” en Isabel Gómez Acebo (dir.) María Magdalena. De apóstol a prostituta y
amante (Bilbao: DDB, 2007) 19-60. Véase también, Esther Miquel, Jesús y los espíritus. Aproximación
antropológica a la práctica exorcista de Jesús (Salamanca: Sígueme, 2009). Ian Lewis, Ecstatics Religions
(London: Routledge, 21989).
11
Son ya clásicas sus obras Pureza y peligro, o Símbolos naturales
12
Por citar algunos: Mathhew Kuefler, The Manly Eunuch. Masculinity, Gender Ambiguity, and Christian
Ideology in Late Antiquity (Chicago: University Chicago Press, 2001). Carmen Bernabé, “Of Eunuchs and
Predators: Mt 19,1-12 in Context”: BTB 33(2003)128-134. Halvor Moxnes, Putting Jesus in His place. (Louisville,
Kentucky, 2003) ch.4 [ed. castellana: Poner a Jesús en su lugar. EStella:EVD, 2005) 139-172)]. Stephen. D. Moore
–Jannice. C. Anderson (eds.), New Testament masculinities (Semeia Studies 45; Leiden: Brill, 2004). Todd
Penner / Caroline Vander Stichele (eds), Mapping Gender in Ancient Religious Discourses ( Biblical Interpretation
Series 84; Leiden: SBL & Brill, 2007)
Del estudio de Mary Douglas es interesante resaltar su afirmación de que el cuerpo físico es
un microcosmos del cuerpo social. Las actitudes de la sociedad hacia el cuerpo personal
reflejan las actitudes respecto de ella misma; el control social que la sociedad ejerce sobre
los cuerpos físicos refleja el control social que existe dentro de la sociedad, en sus
relaciones, en sus estructuras,…. en su organización. Cuanto más jerárquica y autoritaria es
una sociedad, o un grupo dentro de ella, más control ejerce sobre los cuerpos físicos
personales que lo componen. Al igual que ciertos grupos, el cuerpo personal buscará sus
formas de manifestar su malestar y protesta, consciente o inconscientemente.
RESUMIENDO: De todo lo anterior, es posible deducir que el cuerpo humano, lejos de ser
algo evidente y “natural”, en todo momento y lugar, conlleva una interpretación socio-
cultural que le confiere uno u otro significado y valores; que le impone unas u otras
funciones y finalidades; que le atribuye diferentes lugares según ciertas características como
el sexo, la raza…; y que, de esa forma, configura su identidad concreta y sus posibilidades de
desarrollo. Sin embargo, esa identidad otorgada puede ser discutida de formas diversas por
el individuo o por ciertos grupos. Una de ellas es expresar la discrepancia usando el mismo
cuerpo físico, a veces de forma inconsciente y, muchas veces, ejerciendo la violencia contra sí
mismo, como hemos visto más arriba; otra manera de discutir esa identidad impuesta es
expresar conscientemente su visión alternativa sobre las realidades que configuran y definen
su identidad y la identidad social comunitaria en la que ésta se desarrolla; mediante una
categorización14 distinta que promueva o defina una nueva identidad social y corporal, ya
sea mediante prácticas y/o mediante discursos, un grupo o una figura que actúa como
iniciador de ese cambio de identidad puede poner en marcha un movimiento de cambio,
cuyo resultado puede ser la estigmatización y marginación de la persona o grupo que
promueven la nueva identidad, o bien puede resultar en un nuevo paradigma.
13
Carmen Bernabé, “La violencia machista, la construcción de la sexualidad y el papel de la Teología”: Journal of
the European Society of Women in Theological Research 20(2012) 9-23.
14
Esta categoría es definida por Tajfel como un sistema de de orientación que ayuda a crear y definir el puesto
del individuo en la sociedad. Henry Tajfel, Grupos humanos y categorías sociales (Barcelona: Herder, 1984) 292-
93. Véase también, P.L. Berger/Th. Luckmann, La construcción de la realidad social ( Buenos Aires: Amorrortu,
2003).
3.- La mujer doblada a la que Dios devuelve su posición erguida (Lc 13,10-17)
El texto presenta a Jesús en una sinagoga, el día de sábado, donde también se encontraba
una mujer de la que se dice que “un espíritu de debilidad” (asqeneiaj pneuma) estaba
doblada (sunkuptousa) desde hacía 18 años y a consecuencia de ello, y no podía ponerse
derecha (anakupsai) completamente (to pantelhj). Al verla Jesús, la llamó
(prosfonew) y le dijo: has sido liberada (apolelusai) de tu debilidad, y le impuso las
manos e inmediatamente fue reconstruida, enderezada (anwrqwqh) y glorificaba a Dios. El
jefe de la sinagoga indignado por la curación de Jesús dijo a la multitud: hay seis días en los
que es necesario (dei) trabajar, venid esos días a sanaros y no en sábado. Le dice el Señor:
hipócrita, todos vosotros ¿no soltáis al buey y al asno del pesebre para llevarlos a beber?; y
ésta que es (siendo) Hija de Abraham, a la que Satanás ató ya 18 años, ¿no era necesario
(edei) desatar de esta atadura en sábado? Y diciendo esto quedaron avergonzados
(kathscinonto) todos los opositores y la gente se alegraba por todas las cosas gloriosas
que habían sucedido por él.
El ámbito religioso era el centro desde el que el mundo judío ordenaba el mundo: se
establecía el orden social y los lugares que cada persona o grupo social ocupaba en él; lo que
cada persona era, cómo debía comportarse y que consideración merecía. Todo ello quedaba
legitimado por Dios en las conciencias y en los cuerpos de los asistentes que ocupaban cada
uno su lugar, aquél que les era atribuido según fueran mujer o varón mayor de edad; judío o
gentil, sacerdote o laico, sano o con taras físicas. La Sinagoga, al igual que el Templo, era un
lugar que conformaba la identidad personal y comunitaria de forma importante. Es en ese
lugar donde se contextualiza el relato a analizar.
Es en este lugar donde Jesús va a enseñar (v.10). Y el evangelista subraya esta acción. Si hasta
entonces Lucas había utilizado el verbo “hablar” para definir lo que Jesús hacía, ahora lo
cambia y pasa a emplear el verbo “enseñar” (didaskô). Con ello refuerza la acción y el
mensaje del relato que se desarrolla en los versículos siguientes. En el lugar donde se
interpretaba la voluntad de Dios para el pueblo de Israel, Jesús va a hacer una interpretación
alternativa de esa voluntad divina proponiendo una identidad y un lugar para la mujer que
La acción comienza con una constatación sorpresiva a juzgar por el Kai idou, que, sin
embargo, no introduce, como sería de esperar, acción alguna sino la presencia de una mujer
cuyo cuerpo presentaba una deformación extrema y de la que se dice que tenía “un espíritu
de debilidad” (asqeneiaj) que, desde hacía 18 años, le hacía estar totalmente encorvada
hasta el punto de no poder ponerse derecha en modo alguno. Esa es la constatación
sorpresiva, el acontecimiento que rompe el discurrir pacífico del escenario presentado.
La presentación que se hace de la mujer es muy plástica, muy física, a la vez que pone de
manifiesto la forma en la que era entendido, catalogado y valorado su cuerpo defromado en
el contexto en el que encontraba, e informa de la identidad social y del lugar que el grupo le
atribuía. La atribución de rasgos caracteriales debidos a la posesión de ciertos rasgos físicos
era habitual en la antigüedad, hasta el punto de que existía una teoría llamada fisiognomía
que lo desarrollaba.
La fisiognomía era una técnica o “para-ciencia” que identificaba el carácter de las personas
por su apariencia física15. En relación con la espalda curvada, dice el Pseudo-Arsitóteles en la
Physiognomica, “Aquellos que tienen una espalda ancha, carnosa y bien articulada son
fuertes de carácter; es testimonia el varón; aquellos en los cuales es débil, sin carne, y mal
articulada son débiles de carácter, testimonia la mujer. Aquellos en los cuales la espalda está
doblada, con los hombros dirigidos al pecho son de disposición maligna.. porque las partes
frontales que deberían ser visibles desaparecen” (810b 25-32). Esta atribución de un carácter
moral a los rasgos físicos se encuentra también en Qumrán, donde se unía la fisiognomía con
el Zodiaco para decidir quién entraba en la comunidad; se utilizaba ambos para establecer,
según los rasgos físicos del neófito, las partes de luz o tinieblas que tenía aquél que
pretendía entrar en la comunidad. Se puede leer en la Regla de la Comunidad (1 Q S V), y en
el fragmento 4 Q 158 donde se va pasando revista a todo el cuerpo según esos principios (el
fragmento 4Q 158):
“Y si sus muslos son largos y delgados y los dedos de sus pues largos y delgados. Y está en la segunda
posición. Su espíritu tiene seis partes en la casa de la luz y tres en la de las tinieblas….. (4Q 186 frag. 1
col II 5-9). Y si sus dientes son de alturas desiguales. Los dedos de sus manos son gordos. Sus muslos
15
Mikeal C. Parsons, Body and Character in Luke and Acts. The subversion of Physiognomy in Early Christianity
(Grand Rapids, MI: Backer Academic, 2006).
Un dato que corrobora la importancia del género en este pasaje es que la comprensión
reflejada aquí había aparecido ya en el evangelio (Lc 8,1-3), donde el evangelista también
empleaba el término “debilidades” al lado de las posesiones por espíritus para caracterizar,
en aquel caso, a las mujeres que seguían a Jesús.
16
Los estudios de campo se han hecho a lo largo y ancho de todo el mundo, en sociedades en las que existe la
creencia generalizada en espíritus. También se ha estudiado el tema en autores clásicos que hablan sobre ello.
17
En muchas sociedades de este tipo jerárquico, los varones que sufren posesiones son los de la élite y se ven
poseídos por espíritus centrales, del grupo, que les otorgan autoridad. Este tipo de posesiones se denominan
centrales y son valoradas; el tipo de posesiones sufridas por mujeres, menores y esclavos son consideradas de
forma negativa. Las sociedades que tienen un menor control del cuerpo y, por tanto, su estructura tiende a ser
menos rígida y jerárquica, también son más permisivos con las posesiones que implican pérdida de control del
cuerpo.
18
Puede haber otras explicaciones según sea la cultura y el grupo humano, desde la salida del alma del sujeto
(entre algunos pueblos africanos) hasta la personalidad múltiple o fenómeno de disociación (en la psiquiatría
de las sociedades occidentales).
En todo caso, “posesión” o “histeria” son unas dolencias claramente coloreadas por el
género; en realidad, son interpretaciones de ciertos fenómenos corporales que parecen
darse más entre las mujeres. La antropología ha descubierto que los síntomas, interpretados
como posesión, aparecen cuando concurren ciertas situaciones problemáticas en el grupo
familiar o local en que vive la mujer y están en relación con las normas y costumbres que los
rigen; las posesiones suelen ser reflejo de situaciones sociales o familiares de presión
extrema, de opresión, de cargas o responsabilidades excesivas, de marginación o
subordinación; situaciones que se reflejan en el cuerpo y a las que se responde con el cuerpo.
Por eso, se han definido las posesiones como “estrategias indirectas de protesta”21.
La sociedad o el grupo se defiende construyendo ese cuerpo que refleja el malestar como un
cuerpo enfermo, poseído o moralmente desviado al que hay que controlar, vigilar o anular
de formas diversas; lo hace mediante un proceso que se denomina “etiquetaje” (Labelling)22,
por el cual se busca controlar y manejar aquellos personajes, varones o mujeres, que se
apartan de las normas sociales por su comportamiento o su crítica explícita, y constituyen un
peligro para el mantenimiento del statu quo. Es fácil darse cuenta del aspecto político del
“juego” de posesiones y exorcismos23. El mismo Jesús aparece siendo acusado de estar
endemoniado debido a sus exorcismos (Mc 3,22-30).
Es evidente que esta comprensión e interpretación del cuerpo y su lenguaje es un acto social
puesto que es la sociedad quien interpreta una serie de síntomas que se dan en una persona
desde uno u otro paradigma; el de la posesión, en concreto, es una interpretación que tiene
connotaciones muy específicas y repercusiones graves que afectan a la consideración de la
persona en el grupo, al lugar que se le otorgaba, a las relaciones que establecía, a su
cualificación moral vergonzosa (no honorable), y con ello al estigma y el confinamiento a una
lugar marginal a quien lo sufría. Esa clasificación y esa atribución de lugares, en Israel como
en tantas culturas primitivas, quedaban sacralizadas pues su sanción se remitía a la voluntad
divina.
Con los conocimientos anteriores podemos deducir la identidad social que tenía esta mujer y
apreciar en toda su profundidad y alcance el gesto y las palabras de Jesús de Nazaret.
19
Hay que recordar como Celso acusa a los cristianos de creer en la resurrección dejándose embaucar por las
patrañas de una mujer “histérica” (Orígenes, Contra Celso 2,55; 3,55)
20
He desarrollado este tema, aplicado a Lc 8,1-3, en Carmen Bernabé Ubieta, “Mary Magdalene an the Seven
Demons in a Social Scientific Perspective”, en I.R. Kitzberger (ed), Transformative Encounters: Jesus and Women
Re-Viewed, (Leiden: Brill, 2000) 203-23: Véase también, Esther Miquel Pericás, Jesús y los espíritus (Sígueme:
Salamanca 2011)
21
I.M. Lewis, Ecstatic Religions ( London: Routledge, 21989
22
Bruce Malina / J. Neyrey, Calling Jesus Names. The Social Values of Labels in Matthew ( Sonoma, Polebridge
Foundations and Facets, 1988)
23
Ha estudiado este aspecto del problema, P.W. Hollenbach, “Jesus, Demoniacs, and Public Authorities: A
Socio-Historical Study”: Journal of the American Academy of Religion 49 (1981)570-572. S. Guijarro, “The
Politics of Exorcism: Jesus' Reaction to Negative Labels in the Beelzebul Controversy”: Biblical Theology Bulletin
29 (1999) 118-129.
Es evidente que los líderes religiosos y la gente, guiados por sus percepciones fisiognómicas,
veían a esta mujer como un ser moralmente reprobable, en la que la debilidad moral propia
de las mujeres se manifestaba de forma concentrada hasta doblarla por completo. Su
característica física la hacía sospechosa de inclinaciones malignas y castigos divinos, y la
apartaban de la comunidad. Género y enfermedad se reforzaban mutuamente, desde las
percepciones y categorías al uso para dar a esta mujer una identidad estigmatizada y un lugar
marginal en el Pueblo elegido. El situar la acción en Shabbat y en la Sinagoga apunta a la
importancia de la fe y las instituciones religiosas de Israel en el problema y en la solución. Es
decir, cuerpo social/religioso y cuerpo físico parecen estar estrechamente relacionados. El
cuerpo deformado de mujer se convierte en una denuncia de las identidades y lugares
atribuidos en función de ciertos aspectos como el género, la condición social o física…; una
denuncia de las relaciones opresivas dentro del cuerpo social, en las que la religión tenía un
peso fundamental: o bien legitimando, mediante la apelación a la voluntad de Dios, la visión
excluyente y jerárquica; o bien, mediante la apelación al mismo Dios y a su voluntad inclusiva
y liberadora, criticando y denunciando las relaciones opresivas del statu quo. Era la tradición
de los profetas de Israel, y en ella es presentado el profeta de Nazaret en Lucas (Lc 4,4-30),
como lo había sido María de Nazaret (1, 48.52-53) antes que él. De tal madre, tal hijo, parece
decir el texto.
La acción comienza por la mirada. Jesús mira y la ve. Por la acción que sigue a continuación
se trata de un ver en profundidad, de un saber descubrir la injusticia y el sufrimiento, de un
saber discernir lo que el cuerpo expresa sin palabras. La llamó en voz alta al centro de la
escena, interpelándola con el nombre genérico de “mujer”, y dio comienzo la
transformación.
La forma en que Lucas describe el cambio experimentado por esta mujer es muy
interesante. Jesús dice (v.12): “Has sido desatada, liberada, de tu debilidad”
(avpole,lusai th/j avsqenei,aj sou), el perfecto pasivo está indicando una
acción realizada y apunta a Dios como origen de la acción (pasivo divino). Jesús parece
constatar una realidad y esta palabra tiene carácter performativo, realiza lo que anuncia. “Y
le impuso las manos (puso o tendió sus manos sobre ella), e inmediatamente fue restaurada
(erguida, erigida, levantada, puesta derecha). El verbo avnorqo,w tiene un claro
significado, el de construir de nuevo, reconstruir algo que estaba caído; de nuevo el verbo se
encuentra en voz pasiva lo que indica que ha sido la acción de Dios, su poder creador y
Creo que se puede decir que hay en esa acción una recategorización de lo que es la mujer y
su cuerpo y también del cuerpo social con el que se relaciona y donde se sitúa. Una
recategorización que puede entenderse detrás del apelativo Hija de Abraham con el que es
designada en el v.16, en la controversia sobre la autoridad que respalda y legitima la
reconstrucción que hace Jesús.
Según M. Parsons24, en este apelativo Hija de Abraham, que es único en todo el N.T. y en la
literatura judía del tiempo, hay una alusión a la madre de los 7 mártires que aparece en el
libro de los Macabeos junto a la categoría abrahámica:“Hija de la fuerza de Abraham”(2 Mac
14,20;15,28;17,6;18,20). Esta mujer es presentada como mujer fuerte por antonomasia.
Cuerpo e identidad se reconstruyen aquí en estrecha relación, a la vez que se le atribuye ese
nuevo lugar en la comunidad socio-religiosa, el cuerpo se transforma y vuelve a su posición
humana; y es Dios quien aparece como autor y garante del cambio. Lucas indica esta
presencia y autoridad mediante la alusión a la imposición de las manos y a su presencia en el
Señor Resucitado pues Lucas cambia y, en medio de la polémica, llama a Jesús Kyrios (v.15).
Esta nueva visión de los cuerpos, sus identidades y el lugar que ocupan son mantenidos en la
comunidad por su fe en el Resucitado.
La respuesta es la de “glorificar a Dios”. Este término tiene mucho que ver con la posibilidad
de experimentar a Dios en sus actos liberadores. La mujer lo experimenta en la
transformación de su cuerpo que ha sido restaurado en su integridad, al que se le ha
devuelto la dignidad. Después será la multitud quien lo haga, quien se alegre porque la
presencia de Dios se ha realizado en estas cosas, mientras las autoridades religiosas quedan
avergonzadas, es decir, sin honor y sin autoridad ante el público.
A continuación el texto desarrolla una polémica entre Jesús y el Jefe de la sinagoga que, en
realidad y a juzgar por los plurales utilizados, es una polémica entre dos grupos: los
seguidores de Jesús y los dirigentes sinagogales. La interpretación que se ha hecho de la
curación y de la controversia. Para algunos exégetas se trata de un trabajo redaccional de
Lucas con un tono marcadamente anti-judío25, mientras que para otros estaba ya unida en la
24
Mikeal C. Parsons, Body and Character in Luke and Acts, 87
25
Elisabeth Schüssler Fiorenza, Pero ella dijo Prácticas feministas de la Interpretación Bíblica (Madrid: Trotta,
1996) 247-274.
Pero, Lucas no solo desmonta la creencia fisiognómica que atribuía un determinado lugar en
la comunidad o expulsaba de ella, sino que propone una forma positiva de construcción de la
identidad. Para promover nuevas identidades es fundamental: a) el recontar los mitos
fundacionales de forma nueva. Es lo que hace Lucas, por boca de Jesús, cuando, al utilizar el
“era necesario (edei) que fuera liberada” en sábado, alude al plan o voluntad salvadora de
Dios. Cambia el referente de la celebración del sábado y de la voluntad de Dios sobre él,
pasando del descanso (en Génesis) a la de liberación (en Éxodo), y propone que la
reconstrucción del cuerpo de la mujer y su lugar social están anticipando la liberación
escatológica; b) El ámbito ritual donde la palabra se hace performativa. En este relato
aparece el ámbito ritual en el tema de la imposición de manos que parece indicar que nos
encontramos en ese ámbito. Sería interesante seguir estudiando si nos encontramos ante un
ritual de la comunidad lucana y, de ser así, qué sentido podría haber tenido. Si era un ritual
de sanación, de exorcismo, quién lo realizaba, qué consecuencias tenía, si acallaba la
protesta del cuerpo volviéndolo al lugar impuesto, si la sanaba escuchando y respondiendo
26
Francois Bovon, Comentario al Evangelio de Lucas, Sígueme, Salamanca 479.
27
Este término aparece múltiples veces en el evangelio de Lucas para indicar que lo sucedido entra en el plan o
voluntad salvadora de Dios para la historia. Surge de una mirada creyente a la historia.
Elaine Wainwright28 estudia las sanaciones en Lucas y piensa que este evangelio cambia la
construcción /etiquetaje social negativo del cuerpo de las mujeres sanadoras, por otra
positiva, aunque se estaría haciendo para que actúen dentro de los límites del paradigma
dominante patriarcal y marcado por el género.
En este relato de Lc 1,10-17 la mujer es llamada Hija de Abraham. Jesús elimina las “etiquetas
negativas” que construían el cuerpo de la mujer y la cambia por otra inusual y positiva. La
reconstrucción de la mujer da como resultado la acción de glorificar a Dios, es decir, hacer
visibles los grandes hechos liberadores de Dios que se concretizan aquí y ahora en este
cuerpo femenino que se pone derecho para mirar de frente.
4.- Conclusiones
El resultado de la acción es que los adversarios quedan llenos de vergüenza. Lucas subraya
así un cambio narrativo entre el comienzo y el final. Entre la situación de la mujer,
avergonzada y marginada por los esquemas oficiales socio-religiosos, que guiaban y
conformaban la percepción y la construcción del mundo y de las personas en él, que se
hacen evidentes al comienzo del relato; y la vergüenza de los responsables al final. Resuena
aquí lo que, al comienzo del evangelio, anunciaba otra mujer, María de Nazaret en un canto
profético: los humildes son exaltados y los poderosos son avergonzados. Son las señales del
cumplimiento del tiempo, el inicio de la llegada del tiempo escatológico que Jesús ha traído
y la comunidad confiesa y disfruta. Otra cosa es que este cambio en la construcción de la
identidad femenina que conlleva el mensaje del Evangelio se tomara en serio en la
comunidad lucana proponiendo un cambio en el lugar social atribuido y en el cuerpo social, o
si la imposibilidad de cambiar la construcción del cuerpo social llevó poco a poco a una vuelta
a paradigmas antiguos en relación a la consideración del cuerpo físico de las mujeres.
En todo caso, en este texto concreto vemos que el cambio en la consideración del cuerpo
físico y en su “construcción” provoca un interrogante crítico al cuerpo socio-religioso. Y esa
nueva construcción crítica del cuerpo socio-religioso posibilita la reconstrucción liberadora
del cuerpo físico femenino. Depende de qué imagen de Dios y de su voluntad se tenga para
construir una u otra identidad femenina que se escribe y se refleja en el cuerpo de las
mujeres. Solo aquellas imágenes de Dios y aquellas interpretaciones de lo que está más
acorde a su ser (dei), aquellas que facilitan la reconstrucción que exige el mantenerse
erguida y autónoma es la que lleva a la glorificación de Dios, a la experiencia de su presencia
liberadora.
28
Elaine M. Wainwright, Women Healing /Healing Women. The Genderization of Healing in Early Christianity
(Bible Word; London-Oakville: Equinox Pub., 2006)