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HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA

SERIE GENERAL
cLOS HOMBRES"
Director: GONZALO PONTON
HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA

Traducción castellana de
JORDI BELTRAN

EDITORIAL CR[TICA
Grupo editorial Grljalbo
BARCELONA
íNDICE

Agradecimientos 9

l. Introducción 11
2. Hablan la locura y la psiquiatría: un diálogo histórico. 20
3. Locura y poder 61
4. Locura y genio 88
5. Locura religiosa 118
6. Mujeres locas . 146
7. De tontos a extraños 176
8. Daniel Schreber: la locura, el sexo y la familia . 203
9. John Perceval: la locura confinada . 230
10. El sueño norteamericano 259
11. El dios terapéutico 288
12. Conclusión 316

Sugerencias de lectura 320


índice alfabético 338
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. - A mis padres

se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación


1n sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier
dio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros
todos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

ulo original:
SOCIAL HISTORY OF MADNESS. STORIES OF THE INSANE
idenfeld and Nicolson, Londres

Jierta: Enrie Satué


1987: Roy Porter
1989 de la traducción castellana para España y América:
Editorial Crítica, S. A., Aragó, 385, 08013 Barcelona
IN: 84-7423-423·9
xSsito legal: B. .35.792-1989
preso en España
9.-NOVAGRAFIK, Puigcerda, 127, 08019 Barcelona 27240 ¡
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AGRADECIMIENTOS

A lo largo de los años me he beneficiado muchísimo de conver·


saciones -que a menudo eran discusiones- sobre el tema del pre-
sente libro con muchas personas, demasiadas para dar aquí sus
nombres. Del mismo modo, me han estimulado muchos libros, más
de los que puedo citar ett la breve sección de sugerencias de lec-
tura que hay al final del libro. Algunos amigos y colegas han te1tido
la amabilidad de leer los borradores de la presente obra y comentar-
los co1tmigo. Estoy especialmente agradecido a William F. Bynum,
Tony Delamotbe, John Forrester, Godelíeve va1t Haeteren, Margaret
Kinnell, Sue Lintb, Cbarlotte Mackenzie, Michael Neve, Chrístine
Stevenson, Sylvana Tomaselli, Jeme Walsh, Dorotby Watkins y
Andrew Wear. Deseo hacer hincapié en que estas personas no sott
responsables de las opiniones e interpretaciones que se expresan en
el libro. El Wellcome Institute ha resultado u1t marco maravilloso
para escribir. También quisiera dar las gracias a todas las personas
que be tratado en W eidenfeld a1td Nicolson. Han sido unos editores
ejemplares; en particular, Juliet Garditzer, la mejor de todas.

RoY PoRTER
The Welcome Institute for the
History of Medicine

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1
l. INTRODUCCION

¡, ¿Qué significa estar loco? El. presente libro explora la vida de


un par de docenas de «locos» tal como ellos mismos dejaron cons-
t tancia de ella.

¡. No es una historia médica de la locura vista como enfermedad.


Mucho menos se trata de una historia de la psiquiatría. Sobre todo,
no es un ejercicio de psicohistoria, ni un invento de hacer que las
civilizaciones del pasado se tiendan en el diván para analizar sus
1 psiques colectivas. Mis intenciones son mucho más modestas. ·Explo-
t
raré los pensamientos y sentimientos de varias personas locas de
siglos anteriores al nuestro, utilizando principalmente para ello sus
propios escritos autobiográficos:
Huelga decir que nada nuevo hay en concentrar la atención en -.;;:
la vida de los neuróticos y los locos. Bastantes psiquiatras y otros
estudiosos han emprendido extensos diagnósticos retrospectivos de
los muertos, analizando la «locura» de personajes reales como Jor-
ge III, Daniel Schreber y Virginia Woolf, y también de otros ficti- ·
dos como, por ejemplo, Hamlet, el rey Lear y el propio Edipo. Por
regla general, mi propósito ha sido sondear las profundidades ocultas
de su enfermedad mental; otras veces, absolverlos por completo de
la acusación de estar locos. >
Pero mis objetivos en el presente libro son bastante diferentes.
No son psiquiátricos ni psicoanalíticos. No pretendo descifrar lo
que dijeron, escribieron o hicieron los locos a la luz de alguna teoría
psiquiátrica; revelar qué enfermedad .o síndrome padecían en reali-
dad; ni siquiera descubrir el significado «verdadero» (esto es, incons-
ciente) de sus actos. Si se lleva a cabo con sensibilidad, ésta puede
ser una empresa fructífera e iluminadora. Sin embargo, como simple
12 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
INTRODUCCIÓN 13
:¡ ~··

historiador, no me siento capacitado para efectuarla. Y tampoco es


lo que más me interesa. ranzas y los temores de sus contemporáneos. Usan el lenguaje de su
; ~·
época, aunque con frecuencia lo usan de forma muy poco. _?tt?d~xa.
En vez de ello, lo que deseo examinar no es el inconsciente de los
Al leer los escritos de los locos, mejora nuestra percepcron mtl.!l1a
looos, sino su consciente. En lugar de leer principalmente entre .,.~.
.' de la gran variedad que presentaba lo que podía pensarse y sentirse
.:
líneas, buscando significados escondidos, reconstruyendo infancias ~ •.-

en los márgenes. Podríamos compararlos con la forma en que los


perdidas, poniendo al descubierto deseos no e:x"Presados~ lo que deseo

·¡~;
historiadores de la cultura popular nos han pedido que escucháramos
es explorar lo que los locos pretendían decir, lo que había en su pen-
.. cori -talante comprensivo el lenguaje popular de las inscripciones mu-
samiento. Sus testimonios nos hablan de esperanzas y temores de las
rales, los acertijos, el saber y el lenguaje de los niños que v~ ~,la
injusticias que sufrieron y, sobre todo, de lo que represent~ estar : ':. . escuela o las cosmoloo-ías de los herejes acusados ante la Inqu1s1cton.
loco o pasar por estar loco. Deseo sencillamente, literalmente, ver lo ·;,: ~"·L.·.
. La 'posteridad ha tratado
b
con enorme condescendenct.a"1os escr1tos
.
que tenían que decir. Es curioso constatar que esto se ha hecho muy
de los locos; O bien no les ha prestado la menor atencrón, o los ha
pocas veces, que nos ha interesado más explicar lo que dijeron. > •.'
vistoc como simples casos de locura. Pero sería una necedad correr :
Así pues, mis lecturas de los escritos de los locos no se basarán
hacia el otro extremo e intentar convertir a los locos, en bloque, en
en teorías del desarrollo psíquico, no demostrarán cómo hechos uni-
. héroes populares, en radicales y rebeldes. Seria un error, una terrible
versales de la vida psíquica -tales como el complejo de Edipo-
muestra de sentimentalismo, sacar la conclusión precipitada de que
encuentran expresión en ellos. Lo que me interesa es más bien el <>.
la voz de los locos es la voz auténtica de los excluidos, de que, de
modo en que los locos intentaron explicar su propio comportamien-
algún modo, la locura dirige el coro de la protesta cont:~ la con-
t~, a e?os mi?mos y a otras personas, empleando el lenguaje de que ciencia dominante de la élite; que canta, de hecho, la canc10n de los
d1spoman. Mts puntos de referencia, por consiouiente son el len- ....,..
reprimidos. Puede que a veces lo haga, como, por ejemplo, en el
guaje, la historia y la cultura. Los escritos de los locos ;ueden leerse "'
caso de John Ciare, el poeta campesino, que ciertamente v~ía e~ mun-
no sólo como síntomas de enfermedades o síndromes sino com;
do desde abajo. Y algunos locos tales como Artaud han Identt_úcado
comunicaciones coherentes por derecho propio. Com¿nmente los>" i la locura con la insurrección. Pero ocurre con bastante frecuencia que
médicos psiquiátricos han negado la inteligibilidad de la Iocu;a: a
los locos no tienen nada contra su sociedad como tal, aunque, una
juicio de Kraepelin, ese era uno de Ios rasgos típicos de la demencia
precoz. A menudo presentaban la insania como alo-o irracional como
vez se han vuelto locos, suelan expresar las protestas más feroces
contra el trato que reciben. ·
un cúmulo de bobadas: lo que decían los locos"'no era mej~r que
bal~r;ceos sin sentid?. Quizá sea así con frecuencia. Pero pocas pro- > Ocurre más bien que lo que dicen los locos es iluminador porque ..
presenta un mundo a través del espejo o porque, a decir verdad,
habilidades hay de que las autobiografias de los locos entren en esa
acerca el espejo a la lógica (y a la psicológica) de la sociedad o;e~da.
categoría. La locura puede ser típicamente incomprensible o sencilla-
Se concentra, poniéndolos a prueba, en la naturaleza y los límites
mente mal comprendida; pero basta echar una ojeada a los escritos
de la racionalidad, la humanidad y -la «comprensión>> de lo normal. ;
de l?~os que nos han llegado de siglos anteriores para tener la conúr-
En ese sentido el difunto filósofo francés Michel Foucault hizo muy •
macron de que, aunque diagnostiquemos su dolencia como locura, no
estaban tan locos como parece. bien en insistí; en que la historia de la locura debe ser coextensiva
con la historía de la razón. Son dobles la una de la otra. ·
Me propongo arrancar la lógica de los textos explorando éstos <.
Además, visto desde esta perspectiva, el consciente de los locos
como frutos de su situación y de su tiempo. Aunque los locos solían
hace frente al de los cuerdos para constituir una especie de sala de
parecer tan alienados, tan alienados mentalmente, que (semín se
los espejos. Cuando yuxtaponemos la mente de los insanos a la. de la
creí~) era n:cesario excluirlos de la sociedad, es obvio que su~ testi- . \
razón, la sociedad y la cultura, vemos dos facetas, dos expres10~es,
n:oruos refleJan, aunque a menudo sea con un lenguaje poco conven-
dos caras y cada una de ellas plantea el interrogante a la otra. S1 la
cional o deformado, las ideas, los valores, las aspiraciones, las espe-
1 normalidad condena la locura por irracional, infrahumana, perversa,
¡ --
14 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA INTRODUCCIÓN 15
la locura contesta, típicamente, en especie, tiene su propio tu quoque. 1 de una dialéctica del consciente entre ellos y su época. ¿Por qué no >
De modo bastante parecido a Jos niños que juegan a ser adultos los aplicar lo mismo a las teorías de la psiquiatría? Hoy día se debate
,_r
locos subrayan las hipocresías, el doble rasero y la pura e insen~ible ¡ mucho en torno a si es apropiado considerar la psiquiatría y el psico-
falta de memoria de la sociedad cuerda. Los escritos de los locos )
i análisis como ciencias, y antipsiquiatras como Thomas Szasz llfirmarían
ponen en duda el discurso de los normales, ponen en entredicho el í que la psiquiatría ha hecho las veces de ideología represiva, que la
derecho del citado discurso a ser el portavoz objetivo de la época. 'f:. enfermedad mental es el invento, la delusión, de la psiquiatría. Mi
Se. po~e a prueba la suposición de que existen niveles definitivos y objetivo, sin embargo, no es castigar a los pioneros de la psiquiatría.
umtanos de verdad y falsedad, de realidad y delusión. ' Los.propios psiquiatras, sobre todo en el pasado, solían ser hombres
Y nos. quedamos esencialmente, de una parte, con historias acerca muy marginales, mal comprendidos y vilipendiados por la sociedad
de la reahdad contadas por las autoridades públicas y, de otra, con en general, porque proponían creencias que comúnmente se juzgaban ·
cuentos que relatan los locos. Para decidir entre estos mitos rivales tan descabelladas como las de los locos mismos. El psiquiatra loco
--o, a menudo, formas rivales de contar los mismos mitos- no ·es, por supuesto, una figura cómica corriente.
existe ningún tribunal contemporáneo de apelaciones, sino s~ple­ . A pesar de ello, no veo razón alguna para conceder una categoría
mente la voz de la mayoria. Emily Diddnson lo expresó en verso: privilegiada de veracidad a los mitos que propusieron doctores de
locos y psiquiatras anteriores. El chiste eterno en la historia de la
Mucha locura es el sentido más divino locura lleva aparejada una serie de variaciones sobre el tema de
Para un ojo entendido,
los locos y los doctores de locos intercambiando sus identidades res-
Mucho sentido, la más absoluta locura
Es la mayoría ' pectivas y la consiguiente imposibilidad de distinguir entre unos y
En esto, como en todo, la que se impone otros. Y me parece que en muchos de los encuentros entre «locos»
Asiente, y estás cuerdo, y sus doctores que examinaré en estas págmas -Alexander Cruden y
Objeta, eres al Úlstante peligroso, el doctor Monro, John Perceval y el doctor Fox, Daniel Schreber, el
Y te dominan con una cadena.* doctor Weber, Freud, etcétera-la humanidad común y, con frecuen-
cia, el sentido común se encuentran quizá decididamente en el bando
Nathaniel Le~, el ?ramaturgo loco del siglo xvu, expresó lo mismo de los locos.
de manera mas grafica al protestar contra su encierro en el manico- Pero mi intención, al hacer esto, no es añadir los cañones de la
mio: «Me llamaron loco, y yo les llamé locos, y, maldita sea, me historia a la andanada antipsiquiátrica. Es, antes bien, demostrar
ganaron por mayoría de.votos». cómo la psiquiatría misma ha formado parte de un consciente común.
Pero, ¿acaso no es la psiquiatría precisamente ese buscado trib~­ Los locos y los médicos de locos dicen con frecuencia cosas compara-
nal de apelaciones? Al contrario; pues un rasgo clave de los capítulos bles sobre Ja agencia y la acción, los derechos y la responsabilidad,
del pres.ente libro es la sugerencia de que, desde el punto de vista de la razón y la tontería, si bien aplicándolas de maneras fundamental-
los escntps que se analizan, la psiquiatría es, ella misma, parte del mente inversas. A decir verdad en el siglo en curso, al pasar la
problema en vez de la solución: es sencillamente otro rival una psiquiatría a formar parte del acervo cultural común, con frecuencia
mitología _admisible. Como acabo de decir, trataré de demostra~ que<, es difícil distinguir si el que habla es el psiquiatra o el paciente.
las creenc1as de los locos tienen sentido cuando se leen como parte · Una de las percepciones monumentales de Freud es la de que el
hombre forja mitos. Incesantemente. Siempre está contando histo-
rias. El presente libro examina el consciente: principalmente el de
* «Much Madness is divinest Sense- 1 To a discerníng Eye- 1 Much Sense-
the starkest Madness- 1 'Tis the Majority 1 In this, as All, prevail- 1 Assent personas locas, en parte el de psiquiatras y (de modo más implícito
·a?d you ~re sane- 1 Demur- you're straíght-way dangerous- 1 And handled que explícito) el de la sociedad en general. Las delusiones de los <.
wrth a Cham.» locos, los mitos de la psiquiatría y las ideologías de la sociedad en
> ~.

i6 HISTORIA SOCIAL ÍlE LA LOCURA 1' INTRODUCCIÓN 17

general .forman. parte de un tejido ideológico común. Lillane Feder


ha expresado b1en este concepto: f
4: psiquiatría muestra generaciones de doctores y otros expertos dudan-
do de que hubiera alguna razón en la locura. Se daban casos d~ men:
i tes poseídas y extremidades manipuladas por Poderes. del Mas ~lla
¡.
0 por un veneno en la sangre o mediante una mentahda~ retorcida.
El loco, como otras personas, no existe solo. Refleja a los que f·
tienen trato con él y, al mismo tiempo, influye en ellos. Encarna y .;: En la medida en que el comportamiento de los que. sufna_n trastor-
transforma simbólicamente los valores y las aspiraciones de su fami- _¡·_·· nos terúa sentido, éste no era en términos de sus mtencwnes, ~el
lia, su tribu y su sociedad, aun cuando renuncie a ellos, así como «aquí y ahora», de relaciones sociales y .~el ~str~ento dellenguaJ~,
sus delusiones, su crueldad y su violencia, hasta en su huida ¡ . íno en términos extrínsecos: la poses ton diabolica o una neurosts
interna. ' ~antil. Tal como ha argüido Peter Barham, un crítico_ de _la psiquia-
tría ortodoxa, esto ha llevado a una sordera extraordman~ ante las
Desde luego, decir esto es decir algo que, si se deja en generalidad, comunicaciones de los que padecen trastornos y,_ en partlcula:, ha
es totalmente banal: ningún hombre es una isla, el consciente es un empujado a descartar sus reacciones y quejas relatiVas al tratam:ento
continuo lingüístico. La época de la Reforma produjo muchísimos -<; psiquiátrico que se les aplica. Las protestas de los locos se han mter- >
maníacos religiosos, así como exorcistas expertos para curarlos. La -· .pretado como síntomas de su locura. ·
Viena finisecular aportó abundantes pacientes con transtomos sexua- . Pero con retrospección --o quizá con la distancia, ~unque, ~or <
les para que fueran curados por los freudianos obsesionados con la supuesto, con espíritu comprensivo-, podemos ve~ cuanto sentido
sexualidad. Sin embargo, en el mojigato Boston de la misma época, ¡·.::_·•
tenían por lo común las voces de los locos, en los_ mtento7 desespe-
ni los pacientes ni sus doctores hablaban para nada del sexo y sólo rados que personas aisladas, atribuladas y confu_nd1das .hacl~n con el
se preocupaban por problemas de la voluntad y el espfritu. f fin de comprender su situación real, sus prop1as a~s1as, lmpulsos,
Al llevarla a la práctica, sin embargo, colocando las principales recuerdos. Forman las luchas de los desesperados e 1mpotentes por
expresiones de locura en su contexto histórico-cultural, la teoría ejercer cierto control sobre quienes los teman en su pod_e~, ya fl:era~
adquiere más importancia. Porque induce a pensar que existe verda- diablos fantasmas doctores de locos o sacerdotes. La log1ca esta ah1
deramente una historia, no sólo de la psiquiatría, sino de la locura para qclen se tom~ la molestia de mirar. T~davía no disponemos. de>
misma. La insania no es simplemente un átomo individual, un acci- perspectiva para explicar lo que nos desconc1erta en el comporta;ruen-
, dente biológico, sino que forma un elemento en la historia de subcul- to de los locos de hoy. Pero la historia nos demu~tta que. senamos
turas por derecho propio. Las culturas de la locura difieren radical- unos necios si lo descartáramos diciendo que «no tlene sentdm>.
mente entre sociedades avanzadas y sociedades tribales, entre comu-
nidades masculinas y comunidades femeninas. Como indicaré más ·~,: Tal vez unos cuantos comentarios más sean útiles a modo de
. adelante, la locura religiosa ha dado paso a la secular; la controlada ¡ explicación, disculpa y agradecimiento. En primer lugar, co~o se
externamente, a la dirigida por dentro. Vemos la aparición de la 1 verá. con toda claridad, el presente libro es sumamente selectivo Y
familia como nexo para explicar la insania tanto entre los locos como !!:_ episódico. Me he concentrado en ~n númet? reducido de casos rela-
entre los psiquiatras justo en el momento en que la ideología de las tivamente famosos, casos que estan muy bien do.cumentados o que
familias felices burguesas pasa a dominar la sociedad en general. ! plantean problemas defil;idos ,con cla_ridad. Obv1amente, los locos
Percepciones sumamente individualistas entre los locos reflejan la í ·que escribieron su autobmgrafta constttuyen una m~estra muy poco
egopsiquiatrfa ·en los tiempos modernos, en los que impera la ayuda ·representativa de todos los locos. No soy partidario de ~bordar_ la
propia. Hay supuestos culturales compartidos. Hasta los locos son J historia empleando el método basado en «el g~an loco».~ selec~1ón
hombres de su tiempo. Se puede ser raro, ser extraño, de maneras ¡ ha· hecho que los casos ingleses y de lengua mglesa esten excesiVa-
que siguen teniendo sentido. >1, mente representados. . , , .
Cabe que en esto haya una moraleja práctica~ La historia de la . , Mi ancla de esperanza han sido escritos autobrográficos autenti-
18 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
t' INTRODUCCIÓN
19

cos, utilizados junto con afirmaciones de autenticidad comprobada.


Aquí y allá, no obstante, he utilizado ejemplos literarios o de índole f: ·
~ mera crónica y antología solventes de los escritos .de personas locas
en un largo período histórico. Peterson fue el ~nmero en mostrar
parecida para demostrar algún argumento. Evidentemente, utilizar t. que era posible escribir una historia del c?nsctente de los locos. 7
esta clase de textos presenta grandes peligros si no se hace con espí- /;. Espero que mi libro sea un complemento valioso del suyo.
rdit~dcrítico. E.sp;¡:o habherbevitado lo,s p~ores. EEn cbier:o sentido, he ~·.:· .:
eJa o que m1s nguras a 1en por s1 mtsmas. s o Vlo que esto es
literalmente imposible y he tenido que buscar el sentido de lo que
dijeron para encontrar sentido en sí mismas. Por desgracia, en un r
libro del fotmato y la naturaleza de éste, no es posible discutir con ·
detalle interpretaciones alternativas, ni siquiera empezar a plantear 1\.· ~.;
y explorar los enormes problemas que plantea el hecho mismo de
«leer» o «interpretar». Tampoco he podido dejar constancia de la
amplitud, la vatiedad y la sutileza de los conocimientos actuales en
muchos campos en los que, obviamente, me he inspirado en gran
medida. He contado una historia sencilla. Espero que no revele un
pensamiento simplista. :
En la totalidad del libro empleo la palabra «locos» como nombre ..,. ¡;
genérico de toda la gama de personas a las que de algún modo, en ;
mayor o menor grado, se considera anormales por sus ideas o su ·
conducta. Huelga decir que la etiqueta es insatisfactoria. Albergo la
esperanza de que el hecho mismo de que lo sea contribuya a llamar ,
la atención sobre sus limitaciones y demuestre que se utiliza simple- l:
mente como forma abreviada de denominar a toda una colectividad. :> !'
De modo parecido, he empleado el término «psiquiatría» como pala- f ·
bra genérica que abarca todos los intentos de tratar a los locos, así ¡1•
como la palabra «psicoanálisis» para referirme a las terapias creadas '
por Freud y otras que, en términos generales, son consonantes con .
ellas. Ha habido animados debates entre los estudiosos en torno a [:
si las personas calificadas de «locas» eran realmente insanas o si sim- ¡·
plemente eran estigmatizadas como tales. El asunto, sin embargo, no (
es central en el presente libro y no emito ningún juicio al respecto. '
Basta,rá decir aqui que todas las crónicas autobiográficas que se usan <
en el libro fueron escritas por personas de las que se creía que esta-
ban o habían estado locas. En un momento u otro, algunas de ellas
aceptaron que estaban verdaderamente locas. Otras se opusieron ~
ferozmente a que las llamaran así. ;> !
La deuda que he contraído con otros estudiosos es, naturalmente, 4.....
enorme. Debo hacer una mención especial de gratitud a Dale Peter-
son. Su libro A mad people's history of madness constituye la pri-
....:..::1
HABLAN LA LOCURA Y LA PSIQUIATRÍA 2,1

Tbe manufacture of madness no lo escribió, como cabría esperar, un


relativista revolucionario, sino un psiquiatra en ejercicio y, a decir
verdad, profesor universitario de psiquiatría: el doctor Thomas S.
Szasz.
Dicho de otro modo, sigue en plena ebullición - y no en menor
medida entre los propios psiquiatras- el debate para determinar
cuál es el objeto básico de sus estudios. ¿Es la insania verdaderamen-
2. HABLAN LA LOCURA Y LA PSIQUIATRíA: te una «enfermedad», como todos aceptamos que lo es el saram-
UN DIÁLOGO HISTóRICO pión? ¿No sería mejor considerarla esencialmente como una etiqueta
que ponemos a las personas que muestran una serie de síntomas y
rasgos cuya definición es más bien subjetiva, pero que, en el fondo,
El núcleo de los próximos capítulos será una investigación de la son sólo más o menos «diferentes» o «taras»? En tal caso, ocurre
mente de los locos basándose en sus propios escritos autobiográficos. sencillamente que decimos que esta o aquella persona está mental-
A modo de preliminar, trataremos de situar dichos escritos en su mente «confusa» porque nos «Confunde», que está «trastornada»
contexto. ¿Qué condiciones empujaron a los locos á escribir y publi- porque esencialmente nos «trastotna», Jo cual es en sí mismo una
car sus historias? O, dicho de otro modo, ¿qué rasgos especiales de posibilidad que nos trastorna mucho. Los locos son «extraños}>.
nuestra cultura han hecho, a lo largo de los siglos, que algunas per- Pero, ¿significa eso algo más que decir que nosotros los encontramos
sonas -los <<locos»- tuvieran la sensación de ser un grupo muy extraños? ¿Y qué puede decirse del hecho de que nosotros les pare·
especial, separado del resto de la sociedad, con una necesidad particu- cemos extraños a ellos?
lar de defenderse c0ntando la historia de sus vidas? El interroO'ante sobre qué es realmente la insania sigue sin encon· '
Para resolver los problemas que plantean estos interrogantes es trat respuesta~ A menos que mañana se descubra el gene de la esqui-
importante, ante todo, recordar que ni siquiera hoy día poseemos un zofrenia, estos problemas controvertidos no se resolverán rápida-
consenso racional sobre la naturaleza de la enfermedad mental: ¿qué mente. Lo que importa ahora es tener presente -para no ceder a la
es?, ¿cuáles son sus causas?, ¿cómo se· cura? Esta falta de consenso tentación de sentirnos superiores a los investigadores de tiempos
se da incluso entre los psiquiatras. Este reconocimiento de ignoran- • pasados- que la locura conserva su enigma. Y debemos pensar tam-
da influirá forzosamente en las actitudes que adoptemos ante la bién que la extrañeza ha sido típicamente el factor clave de los diá-
masa de explicaciones contradictorias de la insania que han aportado logos fragmentarios y los silencios que tienen lugar entre los «locos»
por un igual los psiquiatras, la sociedad y los locos. La locura ha y los «cuerdos». La locura es un país extranjero. '
sido y sigue siendo un concepto elusivo. Por supuesto, la mayoría de 6
Todas las sociedades toman medidas para ocuparse de personas ·
la gente, y prácticamente todos los psiquiatras, propondría algo que peculiares cuyo comportamiento resulta extraño, causa transtornos
parece basado en el sentido común -la realidad de la enfermedad o representa un peligro: hasta este punto, la locura constituye una
mental-, como nos invita a hacer el título de una defensa reciente verdad universal de la vida. Pero las maneras de describir, juzgar
de la psiquiatría a cargo de los psiquiatras Martín Roth y Jerome y tratar estas peculiaridades difieren muchísimo de una sociedad a
Kroll. Pero es igualmente posible pensar en términos de la fabrica- otra, de una época a otra y de un síntoma a otro. Encontramos aquí
ción de la locura, esto es, la idea de que poner la etiqueta de insania un elemento de relativismo irreducible.
es principalmente un acto social, un concepto cultural (o, utilizando Para poner un ejemplo, en el Occidente de hoy es común llamar
una formulación más débil, el dicho de que toda sociedad tiene los «neurosis» a la incapacidad mental y emotiva relativamente leve.
locos que se merece). Y vale la pena señalar que el libro titulado Con frecuencia no se la considera orgánica, sino sólo «funcional»
(fruto, por ejemplo, de la preocupación o de la «tensión>>) y es muy
_.,_.. i

2)
22 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA HABLAN LA LOCURA Y LA PSIQUIATRÍA

posible tratarla -al menos en el caso de quienes pueden permitír- origen a determinadas maneras de pensar, hablar y actuar en relac.ión
selo- recurriendo a medios esencialmente psiquiátricos tales como con los trastornos mentales en Occidente: desde el punto de v1sta
la psicoterapia. Exactamente lo contrario ocurre en China. Allí, debí-
locura han sido muchos y se les ha crttlcado a fondo. Ofrecere aqm
1:
de los pacientes en lugar de los psiqu~a.tras. Estos significados, de
do a la concurrencia de doctores y pacientes, incapacidades equipa-
rables en lineas generales se imputan a la «neurastenia», diagnóstico un dibujo en miniatura de personas locas, de su lugar social Y de
que antes era común en Occ~ente, pero que ahora se ha extinguido. su desplazamiento a instituciones y de su tratamiento (lo que Andrew
Se la considera esencialmente como una enfermedad del cuerpo. Los Scull, empleando una frase feliz, ha denominado «casas de locos,
diagnósticos (y a menudo tratamientos) contrastados nacen de priori- doctores de locos y locos»). Esto servirá de telón de fondo de los -4
dades socioculturales divergentes. En el Occidente individualista, el intentos de los locos de encontrarle sentido a su situación -su expe-
trastorno mental, si es leve, es relativamente «legítimo». Como riencia de la locura y de la psiquiatría-, situación que exploraremos
creemos tener derecho a la felicidad, creemos también tener derecho detalladamente en el corazón del libro. /
a quejarnos cuando nos sentimos desdichados, derecho a una repara-
ción. En cambio, en la sociedad de la China comunista, una sociedad
mucho más rígida y comunal, confesar que se padece semejante RAZONAR ACERCA DE LA LOCURA
debilidad se consideraría una vergüenza, una intemperancia, y haría
inútiles las pretensiones de comprensión y atención. Allí, la «somati- En el caso de la tradición intelectual de Occidente, fueron los
zación» -la presentación de síntomas en forma física vinculados a griegos los primeros para quienes encontrarle s:ntido a la l~cura s~
una diagnosis orgánica-, en contraste, da dignidad y credibilidad al convirtió en un problema que planteaba alternativas y req~erta expli-
enfermo. Erewhon, la novela fantástica que Samuel Butler escribió caciones. En la mitología griega y en las epopeyas homéncas proba-
en la época victoriana, presenta estas alternativas e inversiones de blemente encontramos los restos, por lo menos, de actitudes arcaicas
modo especialmente claro. En la sociedad «erewhoniana», el delito ante los locos y sus actos. Los héroes griegos se vuelven locos; algu-
era considerado universalmente como una enfermedad, pero estar nos son presa de frenesí; otros aparecen enajenados a causa. de ~a
enfermo era un delito. furia, la venganza o el dolor. Pero los mitos no prese~t~n la tnsanta
Estos ejemplos señalan algo que _con frecuencia es visible en los en los términos que más adelante introdujeron la med1ctna Y la filo-
estudios que siguen: el hecho de que el lenguaje, las ideas y las aso- sofía clásicas, y sus héroes no poseen psiques que puedan compa-
ciaciones que rodean a la enfermedad mental no tienen significados rarse con la de Edipo en la obra de Sófocles, todavía menos con la
científicos fijos para todas las épocas, sino que es mejor verlos como de Hamlet o Sigmund Freud. La epopeya antigua, y podr!amo~ decir
«recursos» que distintas partes pueden utilizar de forma diferente que la mentalidad que representa, no da a sus persona¡es n:nguna
para propósitos diversos. Lo que es mental y lo que es físico, lo que sensibilidad, ningún yo interior reflexivo, ninguna mente P~?pta que
es locura y lo que es malo no sori cosas fijas, sino conceptos relativos se encare con lo que el doctor Johnson llamaría «la elecc10n de la
a la cultura. vida>>. No es «psicológica» como la novela. , . .
En el presente libro no me interesa jugar a ser médico de los < En vez de ello, los héroes de Homero son mas parecidos a marta-
muertos y llevar a cabo una serie de autopsias psiquiátricas, tratando netas jugadores a merced de fuerzas que en esencia proceden del
de descifrar exactamente qué clase de enfermedad mental padecieron Más 'Allá y que ellos no pueden controlar: dioses, demonios, las
diversas personas. Me interesa más utilizar sus escritos para ver cómo parcas, las furias. Cada uno de ellos tiene su propio destino como
«le encontraban sentido al yo», cómo intentaban demostrar que había guerrero, rey, hijo, hija, padre; poseen cuerpos físicos poderosos
(citando la frase de John Perceval) «racionabilidad en la locura>>. 7 para ejecutar actos (piernas que corren, brazos que golpean). Sobre
Y, al hacer esto, me propongo contemplar, desde un ángulo poco sus actos se nos dice mucho más que sobre sus deliberaciones, y sus
común, las tradiciones de la cultura y el conocimiento que han dado destinos son decididos, en su mayor parte, siguiendo instrucciones
24 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA HABLAN LA LOCURA Y LA PSIQUIATRÍA 25

de arriba, que a menudo les son reveladas por medio de augurios. o la filosofía definía de qué manera la locura de lo irracional era las
en sueños. Suelen ser maldecidos y perseguidos por poderes terri- i antípodas de la dignidad humana; y la dicotomía entre lo racional
bles, los cuales castigan, vengan y destruyen, a veces empujando a i y lo irracional, y la soberanía legítima de lo racional, se hizo funda-
i mental para su vocabulario, tanto moral como científico, y, a través
los dementes hacia la locura. El proceso de contaminación y purifi- 1
cación vuelve locos a muchos. Pero la vida interior, con sus dilemas 1 de él, para el nuestro.

~
de Ja razón y la conciencia y los tormentos de la lucha mental, aún Si la invención de la filosofía permitió a los griegos reflexionar
no es el centro de la atención. sobre la locura, ¿cómo, entonces, la explicaron? ¿Cómo esperaban
Con todo, ese paisaje mental más moderno y sus símbolos ya em- prevenirla o curarla? Simon ha sugerido un útil método esquemático.
pezaban a aparecer en el apogeo de Ja civilización griega en los ¡ Arguye que había dos tradiciones principales que les servían para <
siglos v y IV a. de C. De hecho, el psiquiatra e historiador Bennett encontrar sentido a la locura y que han resultado ser los patrones
Simon ha argüido, de un modo que es iluminador aunque sea cons- de formulaciones futuras. Una residía en el habla y el drama, el arte
cientemente anacrónico, que el pensamiento ateniense sobre la psique, y el teatro, especialmente en la tragedia. Los trágicos griegos usaban >
tal como se desarrolló en los siglos citados, ha marcado la pauta que como esencia de sus dramas los grandes conflictos elementales e inso-
la mente occidental ha usado desde entonces para razonar sobre las portables de la vida: el trauma de la voluntad individual aplastada
mentes y la locura. En efecto, Freud quiso decir lo mismo cuando bajo el destino ineludible, las exigencias rivales del amor y el odio,
puso el nombre de «complejo de Edipo» a los conflictos sexuales la piedad y la venganza, el deber y el deseo, el individuo, la familia
infantiles. y el estado librando batalla en el pecho.
Los filósofos griegos emprendieron con energía la tatea de some- Además, mostraban estos conflictos aterradores convirtiéndose
ter la naturaleza, la sociedad y el consciente a la razón. Deseaban -como nunca habrían podido en tantos términos para los héroes
domar la anarquía, establecer el orden, imponer autodisciplina. La de Homero-- en los objetos conscientes de la reflexión, la respon-
racionalidad pasó a ser definitiva de la facultad más noble del hom- sabilidad y la culpa, del conflicto interior, de mentes divididas con-
bre. Por medio de 1a lógica y Ja teoría podía percibirse el orden tra sí mismas. Considérense las funciones del coro en la tragedia.
cósmico y, por ende, comprender el lugar singular que ocupa el hom- Los poderes destructivos ya no eran esencialmente los del destino
bre en la naturaleza. Pero la razón también podía, por medio del externo, de dioses y furias malos, sino que ahora eran autoinfligidos;
autoconocimiento («conócete a ti mismo»), entender la naturaleza ahora los héroes aparecían consumidos pot la vergüenza, la culpabi-
humana misma y de este modo controlar los apremios «animales» lidad, el dolor; se despedazaban a sí mismos. Los nuevos héroes
inferiores, los apetitos más bajos de dentro. La filosofía entronizó acarreaban la propia locura sobre sí mismos y la guerra civil de den-
así a la razón. tro se convertía en parte integrante de la condición humana.
Mas, al hacer esto, los griegos no negaron la realidad de todo lo Con todo, el drama también sugería sendas de resolución o (como
que no fuese racional. De hecho, la misma adulación que dedicaron dice Simon) el teatro como «terapia». Por supuesto que la locura
a la razón es un testimonio seguro del poder que atribuían a las podía castigarse sencillamente en la muerte. Pero, como en el caso
fuerzas misteriosas de la pasión, del destino, del hado a las que la de Edipo, el sufrimiento podía dar por resultado una sabiduría más
razón se oponía. Pero es claro que algunas escuelas de filósofos grie- elevada, la ceguera podía conducir a la percepción íntima, y la
gos -los estoicos en particular- exponían lo irracional como pro- representación pública del drama mismo podía ser una catarsis colec-
blema, una amenaza, un escándalo, queJa razón debía combatir. Los tiva. Representar la locura hasta agotarla, forzar la expresión de lo
griegos nunca dejaron de sentir terror ante las fuerzas titánicas y impensable, sacar al aire libre los monstruos de las profundidades
primordiales que poseían la mente y a menudo jugaban con el destino humanas, todo esto constituía una recuperación ritual del terreno
humano, ni dejaron de admirar el «fuego» que se apoderaba de genios para la razón y significaba la restauración del orden.
Y artistas, iluminando visiones de lo divino. Pero a partir de Platón, Así, la locura podía ser la enfermedad del alma tal como la
•.:.../
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26 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA HABLAN LA LOCURA Y LA PSIQUIATRÍA

expresaba el arte. Sin embargo, los griegos también crearon una < Pero también las introdujo en un esquema cristiano de índole cósmica
forma totalmente distinta de afrontar la locura, una tradición que no -la locura como divina Providencia- que podía impartir un signi-
era de teoría moral, sino de teoría médica. Al encontrarse ante lo ficado más elevado a las dos. No hace falta decir que la teología ctis-
que siempre se había considerado como Ia enfermedad sagrada -la tiana también podía tratar la locura de maneras muy distintivas, unas
epilepsia-, los médicos científicos de la tradición hipocrática se atré- maneras esencialmente ajenas a la filosofía griega centrada en el hom-
vieron ahora a negar que fuese sobrenatural, un milagro enviado bre· consistía en ver el trastorno mental como señal de la guerra
desde lo alto. Arguyeron que, por el contrario, no era más que una qu: Dios y Satanás libraban por la posesión ~el alma, (la «psi~oma­
enfermedad física, el fruto de los poderes regulares de la naturaleza . ..> quia» ). Las mentalidades medieval y renac;~tlsta podía~ ~onsider.ar
De ello se deducía que todas las anormalidades, también toda Ia la locura como religiosa, como moral o med1ca, como dívma o dia-
locura, podían reclamarse para la medicina naturalista. Las explica- bólica, como buena o mala.
ciones se inspiraban en causas y efectos físicos, centrándose en órga- El mundo moderno amaneció con la llegada del Renacimiento, la
nos tales como el corazón o el cerebro, la sangre, los espíritus y los Revolución Científica y la Ilustración. Pero a corto plazo ninguno de
humores, y las curas se apoyaban en el régimen y las medicinas. Dicho los numerosos significados antiguos de la locura fue refutado ni cayó
de otra forma, para el temperamento científico, la manía y la melan- en desuso: el misterio de la locura no se resolvió. El lector de >
colía eran esencialmente enfermedades, inteligibles en términos de Anatomía de la melaJZcolía (1621), la compendiosa obra de Robett
anatomía y patología. Burton, se lleva la triste impresión de que hay tantas teorías de la
Los pensadores clásicos definieron así -¡pero no resolvieron!- locura como personas locas. Y a la postre el principal cambio en el
el problema de la locura para los siglos venideros elevando la mente, razonamiento sobre la insania no fue resultado de un gran avance
valorando hasta tal punto la razón, el orden y la inteligibilidad cósmi- científico o médico. No hubo ningún Newton de la insania, ninguna<-
ca. Haciendo del hombre la medida de todas las cosas, hicieron revolución copernicana de la psiquiatría que descubriera los secretos >
humana la locura. También especificaron esquemas alternativos y que contiene el cráneo. .
rivales para explicar la locura, la negación de su ideal. De una parte, En lo que hace a las actitudes ante los locos y su tratam1~nto,
la insania podía ser los extremos de la experiencia: la mente en el el verdadero punto decisivo fue consecuencia de un desplazamiento
límite de su resistencia. Como tal, la locura ciertamente tenía sus a largo plazo de la política que se seguía con las personas que mos-
significados, aunque en gran medida mostrasen al hombre torturado traban rasoos delictivos y peligrosos: el auge de la exclusión. Durante
como parte de las terribles labores de un universo despiadado. la Edad Media y hasta mucho después de ella, raramente se habían
De otra parte, el transtorno mental podía ser en esencia una dolencia tomado disposiciones oficiales y especiales en relación con los locos.
somática, un síntoma delirante de enfermedad como, por ejemplo, la Los refugios destinados específicamente a ellos casi eran desconoci-
fiebre. En tal caso, se le atribuía menos responsabilidad al enfermo, dos. Se crearon algunas residencias, muy pocas, para los insanos:
pero la explicación también ofrecía menos significado, menos razón aparecieron algunos asilos en la España del siglo xv y, más o menos
en la locura. Ambas formulaciones -la locura como maldad, la locu- en la misma época, el Bethlem Hospital de Lon~res empezó a esp,e-
ra como enfermedad- tenían un potencial temible pata considerar cializarse en cuidar a los locos. Algunos monasterios aceptaban algun
que la persona loca no era plenamente humana. que otro loco. En su mayor parte, con todo, la mayoría de ellos eran
Los herederos del legado griego --que, eri definitiva, somos atendidos (o desatendidos) en el seno de la familia, vigilados por la
nosotros- nunca resolvieron el acertijo impenetrable de la división comunidad aldeana o sencillamente se les permitía vagabundear (el
entre las teorías psicológica y somática de la locura. Ambas teorías t «Tom o' Bedlam» inglés).*
han tenido sus atractivos y sus inconvenientes. La cultura de la cris-
tiandad latina medieval absorbió e hizo uso de ambas alternativas * Mendigo errante. Después de la disolución de las casas religiosas, los
griegas (la locura como trauma moral, la locura como enfermedad).
1 t
pobres erraban por el país y muchos de ellas se disfrazaban de un modo que
. HABLAN LA LOCÚRA Y i::A PSIQUIATRÍA . -- L'?
28 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
volvían ingeniosamente de arriba abajo las categorías mismas que
. Sería impropio deplorar esta indiferencia por considerada espe- aseguraban la soberanía de la razón sobre la locura.
cialmente cruel o alabarla como sí fuera una muestra singular de Michel Foucault ha argüido que en aquellos buenos tiempos la
progresismo. Ocurría sencillamente que el estado tradicional desem- locura realmente expresaba sus propias verdades y entablaba un diá-
peñaba un papel asistencial limitado. Sin embarO'o es posible que logo extenso con la razón. No es necesario que lleguemos hasta el
la antigua mezcla de los locos con la gente en gen~t~l contribuyeta a final con este primitivismo romántico. Pero podemos aceptar otro
preservar detto sentido residual de humanitarismo común; al menos argumento suyo en el sentido de que, a partir del siglo XVII, se acti-
no fomentaba el apartamiento de los locos como seres esencialmente varon movimientos que durante los tres siglos siguientes hicieron
alienados, como una raza aparte. Esto concordaba con las enseñanzas que a los locos se les segregara cada vez más de la sociedad cuerda,
cristianas, que quizás ayudaban a mantener cierto concepto de la tanto categórica como físicamente. En particular, la costumbre de
persona loca o del idiota como ser humano como criatura hecha a internar a los insanos en alguna institución fue cobrando ímpetu
. '
1~agen Y semejanza de Dios igual que el resto de los creyentes. de modo inexorable. ·
S: ~od?s los hombres eran pecadores, cabía que, en definitiva, las La Ilustración sancionó la fe de los griegos en la razón («Pienso, t
distmc:ones ~e~ mundo -los símbolos externos de categoría, riqueza, luego existo», había afirmado Descartes). Y la empresa de ]a edad
educación y exlto- contasen poco a ojos de Dios. de la razón, que adquirió autoridad a partir de mediados del si-
Asimismo, en circunstancias muy especiales, la creencia cristiana glo XVII, ·consistía en criticar, condenar y aplastar todo lo que sus
P.odfa conceder un valor positivo a la locura. La insania, ni que decir protagonistas juzgaron necio o irrazonable. Todas las creencias y
t1ene, P,odía .ser el castigo que Dios aplicaba por una transgresión, prácticas que pareciesen ignorantes, primitivas, infantiles o inútiles
como ejemplifica el caso favorito de la locura de Herodes. Pero la fueron descartadas con prontitud por idiotas o insanas, fruto evi-
locura también podía ser santa. Una fe fundamentada en la locura dente de procesos mentales estúpidos, de la delusión y del devaneo.
de la Cruz, que combatía la mundanalidad, que loaba la inocencia Y todo lo que se etiquetaba de esta forma podía considerarse perju-
del recién nacido, que valoraba los misterios espirituales de la con- dicial para la sociedad o el estado; cabía considerarlo, de hecho,
templación, el ascetismo y la mortificación de la carne, y que esti- como una amenaza para el funcionamiento apropiado de una socie-
maba la fe más que la inteligencia no podía por menos de ver dad racional, progresiva, eficaz y ordenada.
resplandores de piedad en la sencillez del imbécil o en los éxtasis y A la larga, la distinción que hicieran los griegos entre la «razón»
los transportamientos (véase, por ejemplo, la vida de Margery Kempe y la «locura», entre Jos miembros de la· sociedad plenamente razo-
en el capítulo 6 ). nables y los infrarracionales, fue adquiriendo cada vez más peso. La
. ~o~o mínim? en teoría, aunque quizá menos en la práctica, el<.. creciente importancia de la ciencia y la tecnología, el desarrollo de
Ctlstiamsmo medieval y renacentista pensaba que la voz de la locura la burocracia, la formalización del derecho, el florecimiento de la
podía ~~r .un medio de, transmisión de la voz de Dios, a la que ofrecía economía de mercado, la propagación de la instrucción y la educa-
la pos1bxhdad de ser 01da. En la esfera más secular, los bufones de la ción: todas estas cosas aportaron algo a este proceso amorfo pero
corte gozaban del privilegio de los locos para volver la normalidad inexorable que estimaba la «racionalidad», tal como la entendían los
al revés y expresar verdades que les estaban vedadas a los cortesanos miembros «bienpensantes» de la sociedad que tenían poder para
políticos. Asimismo, a partir del Elogio de la locura de Erasmo > imponer normas sociales. La anormalidad provocaba angustia. Sin
vehículos literario~ señalaban paradójicamente una sabiduría simplo: duda los hombres de la Ilustración sentían simpatía benévola para
na que era supenor a la de los pomposos profesores, con lo que con los insanos, al igual que para con los salvajes y los esclavos, pero
sólo viéndolos, ante todo, como enteramente ajenos a ellos mismos. ~
A partir de mediados del siglo XVII comenzó un proceso parecido
incitara a las gentes a darles limosna. Con tal fin, algunos fingían estar locos, de redefinidón en el seno del propio cristianismo, un proceso ten-
cual es el caso de Edgar en El rey Lear. (N. del t.)
JO HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA HABLAN LA LOCURA Y LA PSIQUIATRÍA

dente a negar la validez de las formas tradicionales de locura reli- a los pobres. Al fin y al cabo, dentro de la propia cultura elitista la
giosa. Los siglos de la Reforma y la Contrarreforma, por supuesto, excentricidad estaba en boga y más adelante llevaría a las ideas
habían concedido mucha importancia a la realidad de la locura reli- románticas del genio loco y la degeneración «dandista». A pesar dé
giosa: parte de ella era «buena», derivada directamente de Dios y ello, la opinión pública, a partir de la Ilustración, se mostró pronta
manifestada en éxtasis y en poderes proféticos; gran parte de ella, a identificar las actitudes y la conducta de los elementos marginales
mala, con su origen en el diablo y sobradamente obvia en las brujas, de la sociedad -delincuentes, vagos, los «lunáticos» religiosos- con
los endemoniados y los herejes. Las vidas de George Trosse y Chrís- la falsa conciencia y la locura. Era fácil pasar de juzgar a estos indi-
toph Haitzmann, que comentaremos más adelante, muestran las rami- viduos como perturbadores a llamarlos perturbados, de verlos como
ficaciones de estos puntos de vista. «alienados» de la buena sociedad a suponer que su «alienación» era
Pero, a partir de la segunda mitad del siglo XVII, los líderes de mental. Cuanto más altas eran las expectativas impuestas por el esta-
la Iglesia ya estaban hartos de la carnicería y el caos que habían do central o por la economía de mercado, mayor era la divisoria apa-
causado estos conflictos interminables entre los buenos y los malos rente entre los que dictaban y cumplían las normas y los que no
espíritus. Se puso en duda la realidad (o al menos la validez) de la lo hacían.
locura religiosa. Hasta los piadosos admitían que las pretensiones De forma creciente, se crearon instituciones para encerrar en ellas
de hablar con lenguas divinas debían tratarse con extrema suspicacia. a los peores casos, tanto para impedir que la sociedad misma se viera
Probablemente, muchos de estos «oradores» no eran más que entu- abrumada y saboteada, como a modo de máquinas para reformar .a
siastas, fanáticos ciegos que padecían credulidad y superstición. Lo los transgresores. En toda Europa, los siglos XVIII y XIX fueron tes-
más probable es que la «inspiración pretendida» no fuera sino delu- tigos de una proliferación de escuelas, prisiones, hospicios, casas de
sión o incluso enfermedad. A finales del siglo xvn John Locke abogó corrección, talleres penitenciarios y, no en menor medida, manico-
por El cristianismo racional. Al parecer, ahora hasta la religión tenía mios para hacer frente a la amenaza de la locura.
que ser racional. Foucault dio el nombre de «el gran confinamiento~> a esta política ~
La misma inversión es aplicable a las «brujas». En la gran manía consistente en encerrar a las personas difíciles, peligrosas o simple-
de las brujas que afectó a toda Europa en los siglos XVI y xvu, las mente diferentes. Era, a juicio de Foucault, una política deliberada.
autoridades, así civiles como eclesiásticas, habían tratado a las brujas En muchos aspectos el análisis de Foucault necesita ser matizado Y
como seres auténticamente poseídos u obsesionados por el diablo. depurado. Pero es innegable que el confinamiento de las personas
De modo creciente, a partir del siglo XVII, las manifestaciones de la raras y preocupantes, de las personas perversas y peculiares? c.obró
brujería fueron reinterpretadas -al menos en el caso de la elite ímpetu a partir de las postrimerías del siglo XVII. Este mov1m1ento
social que contrglaba las imprentas- y los tribunales de justicia- se aceleró de forma particular en el siglo XIX y su expansión numérica
esencialmente como delusiones, fruto de la historia individual y colec- continuó hasta hace poco más de una generación. Desde entonces, la •
tiva, obra de mentes ignorantes que se autoengañaban. Después de política de internar a los seres insanos ha dado marcha atrás. Se están
todo, las brujas propiamente dichas no eran más que un estorbo cerrando las instituciones de confinamiento y la asistencia comunita-
chiflado para la vida civil, adolescentes o viejas histéricas. ria («excarcelación») es la respuesta que hoy se da a los trastornos
Desde luego, estos cambios de rumbo intelectuales y culturales mentales. Las cifras totales de personas internadas a causa de su
sirvieron para ampliar la linea divisoria entre las personas <<normales» locura han disminuido ininterrumpidamente durante la última gene-
-es decir, las que aceptaban las normas de cortesía y propiedad que ración. El movimiento partidario del asilo representa el gran punto
exigía una sociedad civil progresiva y cada vez más secular- y las decisivo en la forma de ver y tratar a los locos.
personas extrañas. Sería demasiado fácil ver este abismo nuevo y 1 En los primeros manicomios públicos era común que los locos
crucial entre lo racional y lo irracional sencillamente en términos ! fuesen tratados con gran dureza, aunque siempre existió un reducido
de poder clasista desnudo: la razón como instrumento para reprimir l número de manicomios particulares, «de buen tono», donde se ofre-

1
au.i:>J.VlU.I\·- <>U(.;lA.L-DE LA ".LOCURA ..
HABLAN LA LOCURA Y LA PSIQUIATRÍA
dan condiciones, ~e lujo a lo~ parientes que pagasen unas tarifas muy
elevadas. Los cr1t.tcos se quejaban de que a los internos de los mani- La psiquiatría pudo florecer cuando gran número de locos fueron
cot;Ii.os ~olían tratarlos. como a animales salvajes. Sin embargo, la encerrados en asilos, pero no antes de que así ocurriese.
opmtón mfluyente consideraba que ello era defendible. Después de Esto no equivale a negar que desde hacía tiempo existía un inte-
todo, ¿acaso los que perdían el juicio no se veían reducidos a la con- rés médico por la locura, interés que se vio reforzado por el únpetu
di~ión de ani~al que sólo era capaz de responder a la fuerza y al que la Revolución Científica dio a la anatomía y a la neurología. Las
mtedo? A dectr verdad, podía considerarse que el· trato brutal de antiguas explicaciones orgánicas de los griegos, que recalcaban la
que eran objeto se Io t.enían merecido, pues existía la creencia general sutil unidad del cuerpo y la mente, el alma y el espíritu, mediante
de que los locos eran víctimas de su propia vanidad, orgullo, pereza las categorías de los humores, temperamentos y complexiones, fue:
y pecados. ron perdiendo gradualmente su posición ventajosa. Se vieron susti-
Está por ver todavía si el loco encerrado en un manicomio en tuidas en gran parte por modelos mecánicos del cuerpo y la mente,
1650, 1750 o 1850 lo pasaba peor que aquel a quien se permitía y por la atención cada vez mayor al papel que el sistema nervioso
vagar por ~s caminos, o que era encadenado en el granero, o que, central desempeña en la producción de trastornos de las percepcio-
.,. como la senora R?chester en fane Eyre, permanecia encerrado bajo nes y el comportamiento. Algunas pruebas de la creciente importancia
".llav~ ~la buhardilla. X:• en tod? caso, sería un error afirmar que el~ explicativa de la neuroanatomía y, por ende, del concepto de «neu-
mov1m1ento que defend1a el encterro de los locos era esencialmente rosis» en su sentido original (enfermedad de los nervios) las veremos
represivo y punitivo. Era, más que nada, segregativo. Su base lógica en el presente libro, al comentar los casos de Jorge III y Daniel Schre-
expresaba ante todo la idea de que encerrar a los locos era Jo mejor ber. Es bien sabido que Jorge III insistía en que no estaba verdade-
, para todos, algo esencial tanto para el bienestar del loco como para ramente loco, sino sólo «nervioso». Y al cabo de un siglo, Daniel
-" la seguridad de la sociedad. " Schreber propuso una complicada teoría según la cual sus propios
De modo creciente, a partir, quizá, de mediados del siglo XVIII, nervios se veían afectados por rayos que emanaban de los nervios
los argumentos favorables al encierro de los insanos se vieron refor- divinos. Estas investigaciones médicas de los trastornos mentales,
zados po,r una fe nueva en la terapia y por el sueño de curar. Decían desde finales del siglo XVII hasta el presente, han seguido los pasos
que hab1a que encerrar a los locos porque las nuevas técnicas de de los doctores griegos al sancionar el «materialismo médico», esto
tl:atamiento harí~ que se pusieran bien. Con un tratamiento apro- es, la creencia de que las raíces de la insania estaban en trastornos
piado se reparanan sus facultades intelectuales y se rectificaría su orgánicos, neurológicos o bioquímicos.
conducta. Una vez curados, se les podría devolver a la sociedad civil. A partir de las postrimerías del siglo xvm, de tales investigacio-
~e todos modos, tanto si }~an dirigidos a curar como si sólo preten- nes nadó una rama especializada de la medicina -cabe calificarla, de
dtan se~regar, las bases log1cas del confinamiento dependían de una modo un tanto anacrónico, de «psiquiatría»-, una rama anclada en
per:epctón creciente de la divisoria esencial entre, de una parte, la el movimiento partidario del asilo. Su modelo era principalmente
razon normal y, de otra, la delusión. orgánico. Daba mucha importancia a las terapias basadas en los fár·
Sería un error considerar que esta tendencia a encerrar la locura <. macos: algunos se usaban para calmar a los maníacos; otros, para
la tendencia que se ~~ r~gistrado durante los últimos tres siglos, e~ estimular a los melancólicos; y muchos tenían por finalidad purgar
fundamentalmente hlJa Intelectual de la «psiquiatría». En primer la constitución de las sustancias que la envenenaban, lo cual se con-
lugar, la reclusión de los locos era principalmente una expresión de seguía por medio de sudores, vómitos y laxantes. Médicos rivales
la P?~tica civil, era ~ás ~na iniciativa de magistrados, filántropos y defendían sus propios tratamientos físicos y mecánicos, que eran muy
familias que una realizac10n -para bien o para mal- de los médi· distintos de los otros e incluían el recurso a técnicas de electrochoque,
cos. A decir ':erdad, la ascensión de la medicina psicológica fue más que fueron comunes a partir del siglo XVIII, baños muy calientes,
la consecuencia que la causa de la ascensión del asilo para locos. _> duchas frías y sillas que impedían moverse. Mediante estas cosas
-y, por supuesto, empleando también manillas, camisas de fuerza
34 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA HABLAN LA LOCURA Y LA PSIQUIATRÍA

o trabajos manuales- se trataba el cuerpo con el fin de que el tra- dormida de los locos, para lo cual los trataba como seres dotados <
tamiento repercutiera también en la mente. Así (para poner un ejem- de, como mínimo, un residuo de emociones normales, seres que toda-
plo), el inglés William Perfect, que a .finales del siglo XVIII regía un vía eran capaces de· excitarse y de ser adiestrados. Al finalizar el .7
manicomio privado, aplicaba a sus pacientes una verdadera batería siglo xvm, el movimiento en cuestión avanzó varias etapas empu-
de técnicas físicas cuyo objeto era tranquilizar a los delirantes y a los jado pot las visiones emancipadoras de Chiurugi en Italia, Philippe
frenéticos. Recurría también a drogas tales como el opio, al encierro Pinel en París, los Tuke con su «terapia moral» en el recién fun-
en solitario en habitaciones oscuras, a baños fríos, a una dieta «depre- dado Retiro de York, y, tal vez más ambiguamente, por Reil y otros.
sora», a las sangrías, a los purgantes, etcétera. Estos métodos calma- psiquiatras románticos en Alemania. Con sus métodos diferentes en
ban el cuerpo. Pero poniendo fin a las agitaciones de la constitución, la superficie pero equiparables en lo fundamental, estos reformado-
lo que se pretendía fundamentalmente era calmar la mente y hacerla res aspiraban a tratar a sus pacientes como seres humanos que podían
receptiva a las zalamerías de la razón. curarse. Su «revolución francesa» de la psiquiatría liberaría a los
Disciplinar, reforzar y restaurar el sistema mediante la aplicación locos de sus cadenas, literales y figurativas, y les devolveria sus dere-
controlada de fármacos y las restricciones mecánicas desempeñaban chos de seres racionales que tenían en suspenso. Los locos podían
un papel importante en las técnicas para tratar los trastornos estar «alienados» ahora, pero el tratamiento crearía de nuevó todo
mentales que se idearon a partir del siglo XVIII. Pero el ambiente el hombre. Los asilos de Brislington y Ticehurst, donde estaba inter-
segregativo del asilo («lejos del mundanal ruido») también demostró nado John Perceval (véase el capítulo 9), seguían esta filosofía.
set un marco prometedor para técnicas más explícitamente «psiquiá- Característicamente, estos reformadores, inspirándose en la teoría
tricas» destinadas a dominar la locura dominando directamente la de John Locke sobre la forma de funcionar del entendimiento humjj-
mente, las pasiones y la voluntad y, de esta manera, transformar el no, hacían hincapié en que el loco no se encontraba enteramente
comportamiento. A partir de mediados del siglo XVIII, los innovado-<.. desprovisto de capacidad de raciocinio (como le ocurría al idiota); Y
res empezaron a desechar, por considerarlo ineficaz, el recurso nor- tampoco su razón había sido destruida del todo por la anarquía de
mal a la medicación. Los críticos radicales atacaron también las sim- las pasiones. Era más bien una criatura a la que la asociación defi-
ples restricciones mecánicas -los métodos brutales consistentes en ciente de ideas y sentimientos en la mente había llevado a sacar con-
manillas, látigos y cadenas, pero también las más sutiles camisas de clusiones erróneas acerca de la realidad y el comportamiento apro-
fuerza-, tachándolas de crueles e incluso contraproducentes. En nom- piado. La locura era, pues, esencialmente delusión y ésta nada del
bre del progreso esclarecido, se propusieron regímenes nuevos que error intelectual. Los locos se veían atrapados en mundos de fantasía,
hacían hincapié en los métodos «morales» -la amabilidad, la razón que con demasiada frecuencia etan fruto de una imaginación desen-
y el humanitarismo-- en la regeneración de los locos. frenada. En esencia, necesitaban que los trataran como a niños que
El movimiento partidario del «tratamiento moral», que alcanzó requerían una dosis fuerte de rigurosa disciplina mental, rectificación
prominencia en la Inglaterra de finales del siglo XVIII, concedía mucha y readíestramiento en las tareas de pensar y sentir. Por consiguiente,
importancia a la recuperación de los perturbados por medio del el manicomio debía convertirse en una escuela reformatoria.
carisma personal del médico de locos, apoyándose en la fuerza de La psícoterapéutica que acabamos de describir en líneas generales
carácter y en el despliegue sutil de tácticas psicológicas inventivas -la idea de que si primero se aislaba a la gente de las malas influen-
que se ajustaban a las necesidades de cada caso individual. En primer cias y luego se reprogramaban rigurosamente sus cerebros, se lograba
lugar había que reducir a los pacientes; luego era necesario moti- su curación- engendró un noble optimismo. Durante el siglo XIX "7
varlos mediante la manipulación de sus pasiones: sus esperanzas y se pusieron en práctica a gran escala numerosos planes para redimir
temores, su sensibilidad al placer y al dolor, su deseo de estima y su a los locos. Si la psiquiatría progresista del asilo curaba a los insanos,
revulsión de la vergüenza. la sociedad tenía la obligación de colocarlos en instituciones. En
De hecho, este movimiento pretendía reavivar la humanidad toda Europa y en la América del Notte, el estado nuevo o reformado
36 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA HABLAN LA LOCURA Y LA PSIQUIATRÍA

aceptó su deber de legislar y ocuparse de los locos, los tristes y los la hereditaria, una diátesis constitucional, una mancha en el cerebro.
malos. Cada vez más, la norma que se seguía con este tipo de gente Para generaciones de psiquiatras cuya ocupación cotidiana consistía
era certificar su dolencia y encerrarla obligatoriamente en institucio- en observar a los muertos vivientes de los asilos, y que se familiari-
nes especiales para «curarla» además de «resguardarla». En 1800 zaban con las últimas investigaciones de la neuropatología de los
había en Gran Bretaña unas 5.000 personas confinadas en asilos; la transtornos sensoriales y motores tales como la ataxia, la epilepsia,
cifra había subido a alrededor de las 100.000 en 1900 y aumentado la afasia y la sífilis terciaria, el realismo sobrio exigía una teoría
en la mitad de esa cifra en 1950. Para entonces, aproximadamente «degeneracionista», ver a los locos como regresivos, como casos de
medio millón de enfermos o deficientes mentales se hallaban encerra- reversión. Esto se ajustaba a su vez con el estado anímico de una
dos en instituciones psiquiátricas de los Estados Unidos. Para tratar- élite socio-política burguesa a la que preocupaban las masas. '
los, aparecieron en tándem una nueva profesión y una nueva ciencia L~ escuela degeneradonista de psiquiatría de finales del siglo XIX
psiquiátricas. también era muy dada a ver enfetmedades mentales en las efusiones
Sin embargo, el hecho brutal de las multitudes cada vez mayores deca~entes de los genios artísticos y literarios, desde los poetas
que iban a parar a los asilos pronto dio en qué pensar. Por un lado, malditos hasta los imptesíonistas y cubistas. Algunos psiquiatras
a muchos médicos y magistrados del siglo XIX se les ocurrió la alar- Ctefan que estOS pintores padecían transtOtnOS morales mentales V
mante idea de que, después de todo, la locura era infinitamente más visuales: de hecho, denunciaban a los «decadentes» d~ forma ta¡l
amenazadora de lo que habían imaginado. Los primeros reformadores vitrió1ica, que daban pie a interrogantes sobre su propio equilibrio
no habian visto más que la punta del iceberg. Apenas acabados de m~?tal.. Figuras cr~ativas tales como Schumann, Virginia Woolf y
construir, los asilos se vieron llenos a rebosar y de las fuentes de la N1}1nsk1, que examtnaremos en capítulos posteriores, experimentaron
locura seguían manando más maniacos, más melancólicos suicidas, relaciones traumáticas con psiquiatras que trataban de devolverlas a
más dementes seniles necesitados de asistencia y tratamiento. Daba Ia normalidad.
la impresión de que aparecían clases enteras y nuevas de enfermos Pero, sobre todo, creció el temo.r (tentado estoy de llamarlo «his-
mentales: alcohólicos, locos criminales, maniacos sexuales, paraliticas. teria») sobre la peligrosa degeneración de las masas las cuales seoún
. .
adv1rt1eron mueh os psiquiatras, estaban destruyendo' la civilización
' ::;,
Asimismo, se daba un hecho todavía más penoso: la experiencia
iba demostrando que los insanos, incluso cuando eran internados en con su imbecilidad mental o su salvajismo precisamente cuando el
el muy alabado ambiente utópico de los nuevos asilos, no se recu- darvinismo dictaba que sólo las sociedades mejor adaptadas sobre-
peraban con la rapidez y la certeza previstas. A decir verdad, muchos vivirían. El optimismo de la Ilustración había culminado con . la
de ellos no se curaban en absoluto. Por consiguiente, el asilo no aspiración de los revolucionarios franceses a liberar a los locos de
tardó en cambiar de carácter: de ser un instrumento de regeneración sus grilletes mentales y devolverles toda su capacidad de racioci.ni~.
pasó a ser el cubo de la basura donde se tiraba a los incurables. Peor Un siglo más adelante, sin embargo, -un siglo de encuentros depri-
aún: los críticos radicales alegaban que podia ser la herramienta mentes con los locos en el hospital mental-, la psiquiatría se había
creada para la «fabricación de locura» y, por ende, la fe en el asilo vuelto más sabia o más pesimista. Prueba de ello la tenemos en la
podia ser una forma de «delusión». formulación de la demencia precoz, que no tardaría en denominarse
Y de esta manera el optimismo que dio origen al sistema de «esquizofrenia», por parte del psiquiatra alemán Emil Kraepelin.
asilos dejó a su paso una estela de pesimismo o fatalismo. Si lo mejor El esquizofrénico arquetípico, según Kraepelin, no eta un ser
que la psiquiatría podía ofrecer no curaba a nadie, el veredicto que sencillamente estúpido y brutal, un hombre sin cualidades; podía
con claridad creciente vio la profesión a partir de mediados del poseer una inteligencia y una astucia aterradoras. A pesar de· ello,
siglo XIX era que la mayoría de los lunáticos eran obviamente incu- parecía haber renunciado a su humanidad, abandonado todo deseo de
rables. Y esto dio a su· vez nuevos ímpetus a las teorías médicas de participar en la sociedad humana. Se había replegado al interior de un
la insania como enfermedad física arraigada, quizás incluso una mácu- mundo propio, un tnunqo solipsista, autistp. Al describir a Jos esqui-
38 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA 'I:tABLAÑ LA LOCURA Y á PSIQ'GfATRÍA ·

zofrénicos, Kraepelin usó repetidamente frases como «atrofia de las una guerra civil incesante, una guerra que adquiría un carácter uni-
emociones», «habla confusa» y «vidación de la voluntad» para versal.
expresar su impresión de que eran pervertidos morales, casi una Por otra parte, Freud daba a su concepto del inconsciente un
especie aparte. El psiquiatra suizo Manfred Bleuler --el hombre que grado considerable de la tortuosidad que tradicionalmente se atribuía
quizá más ha investigado la esquizofrenia en este siglo-- diría de los al diablo poseedor (el inconsciente parecía llevar el diablo dentro).
enfermos que eran «extraños, desconcertantes, inconcebibles, miste- Tanto en el caso del individuo echado en el diván como en el de la
riosos, incapaces de empatía, siniestros, aterradores»; y concluyó que, civilización misma, la actitud programática de' Freud era no aceptar
en conjunto, «es imposible tratarlos como a iguales». Así pues, el nada en su valor aparente: su glosa de la duda cartesiana era una
esquizofrénico era al mismo tiempo pieza de lucimiento de la psiquia- ciencia de la suspicacia universal. Y, siguiendo esta consigna, sos-
tría, su doble, pero también la horma de su zapato. pechaba que toda la charada de la razón era poco mejor que una
La mayoría de las fantasías más truculentas de la psiquiatría dege-<. máscara, un mecanismo de defensa, un poder mixtificador de resis-
neracionista -su tremendo racismo, su hereditarismo especulativo, tencia. La razón podía ser el pináculo de la civilización, pero era
su salacidad- fueron denunciadas enérgicamente. por Freud y los también, característicamente, racionalización, el agente de la falsa con-
otros líderes de las nuevas psiquiatrías dinámicas que empezaban a ciencia, preparado para protegernos de deseos inadmisibles y recuer-
alcanzar prominencia a principios del presente siglo. Y, por supues- dos insoportables. ¿Por qué otro motivo seguía viviendo la huma-
to, la innovación terapéutica que había en el fondo del psicoanálisis nidad de ilusiones tales como la religión?
ofrecía un motivo más para el optimismo: la cura verbal. Prometía Lo peor de todo era que los impulsos del yo y las exigencias de
que si el paciente sencillamente «lo contaba todo», siguiendo el mé- la sociedad se encontraban siempre en desacuerdo. Para encontrarles
todo de la asociación libre, las represiones creadoras de neurosis se sentido a los desastres de la civilización, Freud sugirió que estaba fun-
derretirían como una bola de nieve en verano. ;> dada en el parricidio y era animada por un instinto de muerte. Hacia
Con todo, a pesar de este mesianismo de la <mueva fe», Freud las postrimerías de su carrera manifestó de forma más pública sus
sentía un pesimismo subyacente que con el tiempo se hada abruma- 1 dudas, incluso las relativas al potencial terapéutico de sus propias
dor. Entre otras cosas, Freud siempre insistió en que sus métodos ·. técnicas. Su palabra definitiva sobre ese tema la da en un escrito titu-
sólo servían para tratar a personas con trastornos leves -a los neu- lado «Análisis terminable e interminable».
róticos, pero no a los psícóticos ni los esquizofrénicos-, pues el
psicoanálisis presentaba unas exigencias a los pacientes que sólo po- ¿Qué tiene que ver todo esto con el tema central del presente
dían satisfacer los que poseyesen ya un buen sentido de la realidad libro, que consiste en explorar cómo los propios locos han llegado a
y la capacidad de interacción emotiva (o, como decían los guasones, pensar y escribir sobre su dolencia? En primet lugar, diré algo muy <.
tenías que estar muy bien para someterte al tratamiento freudiano). básico: vale la pena observar que, a lo largo de los siglos, han apa-
En segundo lugar, la psiquiatría freudiana tenía mala opinión de recido dos grupos separados con una sensación creciente de identidad
la naturaleza humana. Las personas eran egoístas, agresivas y des- distintiva. De una parte, tenemos la profesión psiquiátrica, que, por
tructivas: «sencillamente una manada de lobos>>. El concepto freu- supuesto, dista mucho de ser homogénea. Los psiquiatras han defen-
diano de las luchas entre el inconsciente y el consciente que daban dido sus propios derechos a tratar a las personas con trastornos; los
paso a la neurosis entrañaba un replanteamiento de la doctrina pla- han defendido contra los legos, el clero y, de hecho, la clase médica
tónica del alma tripartita dividida contra el yo, pero era un plantea- en general. A menudo lo han conseguido a costa del aislamiento y
miento que adquiría una forma particularmente· aterradora. Mien- del antagonismo. Los psiquiatras del siglo XIX (es inquietante que >
tras que Platón había concluido con optimismo que reinaría la ver- adoptaran el título de «alienistas») solían sentirse sitiados en su asilo,
dadera armonía cuando la razón gobernase las pasiones, Freud veía como un ejército de ocupación guarneciendo una red de castillos.
l!Z!s rel!lciones emre el idl el ego y el superego como generadoras de .E:n el J?r~sent('! si~lo, Freud y sus primeros seguidores sintieron tan
40 HIS'I'OlUA SOCIAL DE LA LOCURA HABLAN LA LOCURA Y LA PSIQUIATRÍA 41

agudamente el rechazo de la sociedad en general, que el creador del a los locos a hacer de actores -¡como en Charendon!- era fruto,
psicoanálisis llegó al extremo de formar su propio «comité secreto», huelga decirlo, de la peculiaridad que hada de la psiquiatría algo
una camarilla interna integrada por los fieles, a quienes Freud rega- sin igual en la medicina: el confinamiento obligatorio en el asilo.
laba sus propios anillos secretos. Porque la gran mayoría de los pacientes que fueron atendidos por
De otra parte, las personas con trastornos mentales y de com- < médicos de locos o psiquiatras en los dos siglos que siguieron a
portamiento iban formando un grupo claramente identificable que, 1750 habían sido aislados de sus semejantes y encerrados en insti-
típicamente, el siglo xrx encerraba en el abarrotado hospital men- tuciones especiales, privados de sus derechos jurídicos y de su perso-
tal, peto que también proporcionaba un provechoso tráfico para la nalidad.
psiquiatria de consultorio. Cuanto más «tacional» se volvía la sacie- .)' La costumbre de identificar y aislar a los locos y encerrarlos juntos
dad, y cuanto más apreciaba la «normalidad», más visibles se hacían en «instituciones totales» aisladas, que a veces alojaban a miles de
los «locos» (o, mejor dicho, al final, invisibles, ya que eran encerra- enfermos, ¿qué efecto podía surtir salvo el de reforzar el argumento
dos porque se prefería no verlos). básico de los psiquiatras, la alienación supuestamente fundamental
Obviamente, estos dos fenómenos están vinculados, son dos -.. de los asilados? De esta manera el sistema se convirtió en una pro-
caras de la misma moneda. La mayor identificación de un conjunto fecía que por su propia naturaleza contribuía a cumplirse, al obligar
separado de locos fue fruto del nacimiento de la profesión que los a los calificados de «anormales» a vivir en circunstancias que impe-
identificaba y atendía. A medida que ha ido creciendo, la psiquiatría , dían llevar úna vida normal. Privados de todo lo que se pareciese a
ha hecho más reclamaciones territoriales en lo referente a «descu- las opciones, las libertades, la autodeterminación del mundo exterior,
brir>> enfermedades mentales donde antes no se sospechaba que las los locos (decían los críticos, algunos «locos», algunos «cuerdos») se
hubiera. Por ejemplo, la psiquiatría del siglo XIX afirmó que su esfera ajustaban, por supuesto, al estereotipo de la locura formulado por
apropiada alcanzaba el comportamiento aberrante que tradicionalmen- la psiquiatría misma: ¿qué otra cosa cabía esperar?
te se había considerado como vicio o pecado y, por ende, competen- No obstante, el comportamiento de las personas encerradas en
cia del juez o del predicador. Beber en exceso se convirtió en la enfer- manicomios se transformó en la prueba tangible, a ojos de sus carce-
medad mental del alcoholismo, del _mismo modo que los abusos leros, de la diferencia esencial de los insanos. Además, el hecho de
sexuales como la sodomía fueron convertidos por la psiquiatría en la que los locos, en contra de lo que se esperaba, no se recuperasen en
<meurosis homosexual», a la vez que la psicopatología capturaba toda los manicomios demostraba que su dolencia era incurable. De modo
una serie de otras «perversiones» eróticas. paralelo, el hecho de que los neuróticos no mejorasen rápidamente en ·
Este hecho no logró burlar la atención de los locos. Sus autobio- el diván era, para muchos analistas, la prueba de lo muy arraigadas
grafías señalan con frecuencia que la psiquiatría tendía a ser ambicio- que estaban las neurosis edípicas, de que hada falta mucha «per-ela-
sa, pero circular: veía locura en todas partes. Porque creaba los boradón» analítica.
rasgos que profesaba curar, o, cuando menos, quedaba fija a ellos. Las crónicas que aparecen en los capítulos siguientes son testi- <..
Así, la medicina mental misma se veía infectada por una especie de monio de la profunda desconfianza, a menudo antagonismo, que la
locura, según pacientes de asilo tales como William Belcher o John psiquiatría despierta en los locos. Estas tensiones raramente son visi- >
Perceval; a otras personas las hada víctimas de sus propias delusio- bies en los escritos de los legos en la materia cuando hablan de los
nes, creando por arte de magia su propio mundo fantástico de los doctores en general. La explicación sencilla, por supuesto, es que los
locos. Según Perceval, una vez te habían obligado a interpretar el locos están locos. Pero hay que recordar que las barreras especiales
papel de paciente en esta fantasía, una vez te encerraban en el asilo, a la comunicación que afloran en tantas de estas narraciones -la
sólo te permitían escapar si interpretabas tu papel al pie de la letra. sordera, la indiferencia, los designios opuestos- son resultado inevi-
Esta percepción de la psiquiatría coino teatro, en el cual los doctores table de la senda que singularmente toma la psiquiatría ¡¡l re¡;urtir
escdbían la obra y dirigían las representaciones, adem~s de obli(Sa¡: al encierro for;mso y en m¡¡sa de paciente~,
42 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA HABLAN LA LOCURA Y LA PSIQUIATRÍA - ·-u

Esta tendencia a segregar a las personas con trastornos tuvo otra Así pues, la psiquiatría tiene su propio punto ciego. Puede ver<.
consecuencia clave: la costumbre médica de colocar al paciente bajo únicamente una dimensión de la dialéctica doctor-paciente: la enfer-
el microscopio, en espléndido aislamiento, y explorar exclusivamente medad o demonio dentro del segundo. Lo que las narraciones de l<!s
dentro de él, su propia naturaleza y la historia de su vida, en busca pacientes subrayan de modo especial son los demonios de fuera, entre
de la raíz de su trastorno. Al ser apartado del contexto social y los que puede figurar, como ejemplo definitivo, el propio psiquiatra.
encerrado en el manicomio, el loco se convirtió en un problema que lleva un manicomio, con sus técnicas y su entorno. ·"
clínico, en un «caso». Dado que el asilo era oficialmente un lugar, En resumen, la historia de la psiquiatría, vista a ojo de pájaro,
«beneficioso», las subsiguientes faltas de cooperación y de conducta muestra que a lo largo de los siglos, fenómenos profundos han con-
por parte del paciente no podían ser sino una confirmación más de tribuido a «construir» a la persona mentalmente enferma como tipo,
que la «locura» estaba dentro. Así (como perciben muchos de los un tipo al que se puede tratar o, como mínimo, confinar. La sociedad
escritores locos que estudiaremos), la psiquiatría institucional colo- se ha definido progresivamente como racional y normal y con ello ha
caba a los pacientes ante un dilema. De una parte, se les consideraba aprobado que se estigmatice y excluya a los «extraños» y «alienados».
locos y, por ende, incapaces de hacerse responsables de sus vidas. Y el método particular del asilo amurallado y cerrado con llave
Al mismo tiempo se les reñía de forma habitual por sus propias -que, después de todo, acabó alojando a más personas que la cár-
transgresiones. Y si se rebelaban contra esta situación <<imposible» cel-, respaldado por la especialidad médica de la psiquiatría insti-
-o, a decir verdad, si trataban de señalar la paradoja-, ¿qué sig- tucional, subrayó el carácter diferente, la singularidad, de los que
nificaba ello sino nuevas pruebas de que eran elementos perturba- , eran «alienados» o <:<excluidos» de esta manera. Estos factores, uní-<.
~~? , dos unos a otros, se les antojaron a muchos escritores locos una ame-
En los capítulos posteriores se sugiere que, de modo parecido, la naza perpetua a su común humanidad, una forma (como dijo Virginia
psicodinámíca moderna corre el ríesgo de convertir al paciente en Woolf) de «penalizar la desesperación». La voz de los escritores que
<<Víctima» haciéndole cargar con toda la responsabilidad de su propio comentaremos en el libro es una voz que se muestra profundamente
estado. En este caso, el primer acto de «aislamiento» tiene lugar consciente de que se le ha hecho sentirse diferente. Por regla gene-
cuando se obliga al paciente a echarse a solas en el diván -no hay ral, se quejan de que la «alienación» es una identidad falsa que les
espado para sus padres, hermanos y hermanas, cónyuge, vecinos, pa- han impuesto o, de hecho, una no identidad, una sensación de haber
trono, etc.- y acto seguido se ptohíbe el contacto humano normal sido transformados en .una no persona. Y con demasiada frecuencia
con el analista. Éste adopta profesionalmente el distanciamiento del es una excusa para no escucharles. >
observador científico, y analista y analizando tienen un contrato de
una sola dirección. Vienen a subrayar lo que decimos las interpreta-
ciones radicalmente distintas que de las memorias de Daniel Schreber Yo E IDENTIDAD
ofrecen Freud y Schatzman. Al modo de ver de Freud, la psicosis
de Schreber puede entenderse atendiendo exclusivamente a sus pro- Es frecuente que los escritos de los locos expresen argumentos<.
pios impulsos interiores. Su red de fantasías puede descifrarse y en respuesta a otros argumentos, con el fin de apuntalar el sentido
entonces revela sus deseos homosexuales inconscientes, cuya supre- de personalidad e identidad que ellos creen menoscabado por la socie-
sión crea trastornos. En la infanda, los citados impulsos le hieron dad y la psiquiatría. Así, en el fondo de la psicopolítica se libra una
desear a su padre y a su hermano. En ningún lugar sugiere Freud batalla por el sentido del yo: ¿quién lo define? ¿quién es el propie-
que las manías persecutorias de Schreber nacieran de situaciones tario? Y esto nos introduce en el centro de una historia más pro-,>
familiares intolerables en las que se encontraba de niño, o de exigen- funda.
das imposibles que le hicieríln ot+as personas. S~;:hatzman explora La ascensión de Occidente ha supuesto la creación de ideales que
estas posibilidades, conceden un valor singul~r al individuo. La filosofía griega declaró
44 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA HABLAN LA LOCURA Y LA PSIQUIATRÍA 45

primeramente que el hombre era la medida de todas las cosas y luego político. El liberalismo inventó el mito del yo atomístico . nacido
recalcó que cada hombre debe hacerse responsable de su propio como agente libre en un estado de naturaleza, antes de la soc1ed.td y
destino. Sócrates bebió la cicuta y más adelante los estoicos defen- también del estado. El capitalismo produjo un mito paralelo, el
dieron la autonomía de la voluntad racional, noblemente indepen- concepto del homo ecoJtomicus, el productor-consumidor individual
diente de todas las formas de dominio externo y de esclavitud res- y soberano que buscaba su propio beneficio en el mercado. A est?
pecto de las pasiones. De esta manera modelos de autoconocimiento persona le dio una morada local y un nombre Daniel Defoe: se con-
y de autodominio establecieron el valor superior del individuo. virtió en Robinson Crusoe, el hombre aislado en la isla que --como
Desde el interior de su propio esquema de valores, que es muy si desafiara a John Donne- generaba una economía y una sociedad
diferente, el cristianismo también sancionó la singularidad del yo. completas partiendo de dentro de sí mismo. . ·
Por supuesto, el panorama que presentaban la Biblia y la teología Un sentido incomparable del valor intrínseco del yo smgular
era complejo, por cuanto para el hombre caído, pecador, el amor a cobró fuerza en las tradiciones de pensamiento moral introspectivo
si mismo significaba los males del orgullo y la vanidad; era deber (nosce te ipsum) y la reflexión autobiográfica (que sais-ie?) a partir
del cristiano aniquilar su yo en la búsqueda del amor de Dios. No de Montaigne. Rousseau, cuyas Confesiones transformaron la autorre-
obstante, el hombre y sólo el hombre estaba creado a imagen y seme- velación en una forma artística, ofreció una apología de sí mismo
janza de Dios, que había garantizado a toda persona un alma indi- afirmaQdo .que era, si no virtuoso, al menos diferente, y el roman-
vidual, inmaterial e inmortal. A diferencia de las otras religiones de ticismo pronto se embarcó en su odisea de la educación moral
la antigüedad, el cristianismo ofrecía la promesa, no de una persis- (Bildzmg) del yo soberano como héroe. Y haciendo juego con todos
tencia vaga y despersonalizada después de la muerte, una unión con estos impulsos a la introspección, surgió, por supuesto, la exploración
el Alma del Mundo o una mera transmigración de las almas, sino la del significado del yo en las nuevas disciplinas de la psicología y la
supervivencia del yo encarnado personal intacto por medio de la resu- psiquiatría.
rrección de la carne. La Revolución Científica fue importante en este aspecto. Porque
De muchas maneras diferentes y demasiado complejas para des- destruyó las antiguas correspondencias macrocosmo-microcosmo del
cribirlas aquí, durante la Edad Media y hasta bien entrados el Rena- universo orgánico e impuso una visión del hombre a solas en el
cimiento y la Reforma, destacados pensadores concedieron cada vez cosmos. El dualismo cartesiano negaba la conciencia a cualquier obje-
más importancia a un sentido fundamental de la primada del yo to natural excepto al cerebro humano y hada de la conciencia humana
individual. Por medio de la meditación y el misticismo, el devociona- de la autoexistenda una proyección solipsista de su sentido de ser.
lismo católico hurgó en el alma particular en busca de un mayor Pero no transcurrió mucho tiempo antes de que la prueba de la auto·
acercamiento a Dios. También el protestantismo, con su sacerdocio existencia de Descartes fuera puesta en duda. El empirismo de Locke
de todos los creyentes y su justificación exclusivamente por la fe, demostrÓ que el carácter individual era en sí mismo el fruto de la
situó necesariamente el último tribunal de apelaciones en asuntos de experienda, de miríadas de inputs sensoriales atomizados fundién-
conciencia dentro del corazón de cada creyente. Tal como recalcó dose precariamente en el sensorio: el hombre, pues, se hacía a sí
Max Weber, el ethos del protestantismo, al desechar los sacramentos mismo. Y Hume llevó esa percepción de la subjetividad una etapa
de salvación institucionales y casi mágicos del catolicismo, arrojó más allá poniendo en duda la continuidad y la integridad mismas de
sobre el cristiano individual la inmensa carga de justificarse ante nuestras propias percepciones de nuestra identidad: ¿cómo podíamos
Dios. El individuo tenía que registrar y azotar su propia alma, con- estar seguros de que de un día a otro éramos la misma persona y no
fesarse ante sí mismo y demostrar a sus semejantes, por medio de su múltiples personalidades?
propia rectitud moral, su «elección» para la salvación. De esta manera el problema del conocimiento llevó de nuevo al
Al fragmentarse la cristiandad, crecieron las pretensiones de tole- problema del conocedor y de cómo podía conocerse a sí mismo. Para
r¡¡ncia teológica y éstas a su vez se ~;ntrelazflron con ~1 indivicl\Jalismo los escépticos de la Ilustración, esto pasó a ser un problema funda-
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mental, una fuente de desorden y confusión. No es extraño que un sentido religioso retrospectivo de la tragicomedia del ser humano·
Laurence Sterne fuese capaz de imáginar a su héroe medio loco, descarriado.
Trístram Shandy, siempre inseguro de sí mismo, de su yo, disolvién- Los ejemplos más hondamente introspectivos de la apologia pro
dose bajo la voz de alto de un centinela: «"Y quién eres tú'', pre- vita sua -algunos ostensiblemente privados, otros explícitamente
guntó él. "No me confundas", dije yo». escritos pensando en su publicación- surgieron al principio de pro-
Mediante el romanticismo, mediante la filosofía idealista alemana tocolos que en esencia eran religiosos: la necesidad de desnudar la
y sus críticos tales como Schopenhauer, y más adel~nte mediante el conciencia y confesar los pecados propios bajo el Todopoderoso omni-
existencialismo, la filosofía y la literatura modernas se embarcaron vidente. Podían servir para la redención de otros, para ayudar a con-
en la inquieta búsqueda de identidad auténtica esencial; y al hacerlo vencer al mundo no regenerado del propio valor definitivo y con-
se encontraron atrapadas en una aventura cada vez más incestuosa quistado con esfuerzo, o para proporcionar esencialmente una forma
con las categorías y las teorías de la psiquiatría misma. La relación de sumar ·las cuentas espirituales antes de presentarse ante el Crea-
dor. Con el tiempo, el lenguaje y los valores de la autobiografía se
de amor-odio entre, de una parte, el moderno psicoanálisis freudiano
volvieron más comúnmente seculares, pero el deseo apremiante de
y jungiano y, de otra, escritores y artistas es demasiado conocida
hacer revelaciones autolacerantes no perdió intensidad. El autobió-
para que sea necesario describirla aquí. grafo podía tener pocas virtudes que revelar, excepto la virtud últi-
Dicho de otro modo, acabo de sugerir que múltiples tradiciones
ma de la «honestidad».
de pensamiento convergieron en el pensamiento occidental moderno Pero crecieron también muchos otros géneros de autobiografía
para fomentar el desarrollo y la realización del yo. La individualidad y merece la pena fijarnos aquí en uno de ellos. Este género era orgu-
era apreciada. Pero era problemática. Planteaba sus propios proble- lloso en vez de penitente, estaba empeñado menos en la autoincrimi-
mas psiquiátricos. El auge de la novela, con su exploración de las nación que en la autojustificación. Con frecuencia semejantes solilo~
vicisitudes del yo como héroe, experimentando la educación moral, quíos cobraban la forma de una vindicación contra las calumnias del
brinda un ejemplo clásico. Pero, sobre todo, vemos en ella el desarro- mundo cruel, o la afirmación «objetiva» de los logros propios. Seme-
llo de tradiciones distintas de escritura autobiográfica. jantes versiones del yo fueton publicadas de muchas maneras: como
En la autobiografía, la religión preparó el c~mino. A decir ver- autobiografías propiamente dichas, comentarios preliminares, tefuta-
dad, las Confesiones de san Agustín proporcionaron el modelo y la ciones, cartas abiertas y así sucesivamente, muchas de ellas celebrando
sanción para el posterior desarrollo del género. De las comuniones las virtudes excepcionales del autor. Burckhardt hizo hincapié en el
del yo con Dios se dejó amplia constancia en la Edad Media y una individualismo del Renacimiento; ciertamente, a partir del Renaci-
obligación introspectiva fue institucionalizada en el seno del catoli- miento las figuras públicas pocos escrúpulos tuvieron en cantar sus
cismo mediante las prácticas de la confesión y la penitencia. Llevar propias alabanzas, o en saldar cuentas con sus enemigos, utilizando
y publicar diarios espirituales fue luego común en los siglos XVI el género autobiográfico.
y xvu e iban dirigidos a la autoconfesión, es decir, a confesar la Los petsonajes grandes y gloriosos, desde Benvenuto Cellini hasta
propia suciedad ante Dios. Un tema conspicuo en tales autobiografías Gibbon, y luego hasta Freud y más allá, han tenido el prurito de
espirituales era la experiencia de la conversión. El pecador había poner las cosas en su lugar, de retratarse como héroes. Han tenido
sucumbido primero a la tentación y avanzaba dando tumbos, ciega- multitud de imitadores entre los desconocidos, empeñados en demos-
mente, hacia las fauces del infierno. Pero Dios en su misericordia trar por qué ellos también habrían sido. Cellinís, Gibbons o Freuds
creaba una profunda crisis espiritual. El alma era atormentada, mas de no haber sido por las maquinaciones de sus enemigos y la male-
la gracia salvaba al pecador y le transformaba en un penitente agra· volencia del destino. Espoleados por las obligaciones para con la
decido. En el mundo de habla inglesa, Grace abou~tding, de John verdad y el amor a sus semejantes, incontables autobiógrafos han
Bunyan, pasó a ser el ejemplo definitivo de esta manera de encontrar i::;trado sus tristes historias de olvido y vilipendio. Los que han su-
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frido encarcelamiento, han sido privados de sus libertades y han incesante de hablar de sí mismos o una sed insaciable de escribir (la
batallado por la Causa han sentido la necesidad de contar sus his· cacoethes scribe~tdi). Por supuesto, esta clase de egoísmo monstruoso
torias para poner sus vidas en orden e informar a la posteridad. -inicialmente los pecados de vanidad y orgullo- era desde hada
Muchos recurren a la autobiografía porque se creen incompren- mucho tiempo definitoria del estado de locura. Semejante forma de
didos. Pero, ni que decir tiene, se trata de un género que no puede autointoxicación podía manifestarse como desesperación (tal es el
protegerse contra la incomprensión. Es común que los autobiógrafos caso de William Cowper, que comentaremos más adelante, cuya idea
protesten demasiado y el potencial del género para el patetismo y la fija era que nadie en todo el mundo podía ser tan pecador como él)
autoparodia involuntaria fue denunciado cumpljdamente en los pd- o, en caso contrario, como un sentido desmesurado de la propia im-
meros tiempos por Jonathan Swift con su modesta invitación a entrar portancia, como en las pretensiones de Daniel Schreber, Clifford
en el monstruoso egoísmo que se engaña a sí mismo de gentes como Beers o quizá Freud de que, debido a su propia experiencia de la
el narrador del El cuento del tonel y del propio Lemuel Gulliver. psiconeurosis, se encontraban en una situación incomparable para
¿Dicen la verdad semejantes ~<narradores de poco fiar»? ¿O no ofre- salvar la psique revelando al mundo una nueva religión o una nueva
cen nada más que cuentos relatados por idiotas, sin significado algu- ciencia.
no? Esta ambigüedad radical del proyecto de contar la propia historia Y es muy cierto que en la realidad algunos locos han tratado de
es precisamente lo que hace que la autobiografía corra el riesgo de dejar constancia de su situación. Clifford Beers nos cuenta que el
disolverse en una empresa loca. Ese autobiógrafo es un necio que cabo sal~avldas que le mantuvo atado a la cordura durante su estan-
cree que sus autorrevelaciones no serán consideradas como síntomas cia en el asilo eta a menudo un pedacito de lápiz escondido en alguna
de psicopatolgía. Laurence Stetne recalcó las exclamaciones auto- parte de su celda. Cabe especular que lo que le mantuvo razonable-
biográficas de su enemigo, Tobias Smollett: «"Se lo contaré al mun- mente cuerdo durante el resto de su vida fue la capacidad de contar
do", exclamó Smelfungus [Smollett]. "Será mejor que se lo cuentes su propia historia una y otra vez, miles de veces, a los asistentes a
a tu médico", dije yo». No es de extrañar, pues, que las autobiogra- conferencias y cenas. Nijinski nos relata que permanecía sentado
fías de los locos resulten un campo de minas hermenéutico. Porque escribiendo resueltamente su diario en ruso justo en el momento en
el género mismo exige un solipsismo que podría verse como inheren- que sus médicos trataban de entrevistarle. Muchos diarios de locos
temente patológico. Para contar la propia historia: ¿qué podría esta- son obras muy largas y detalladas: el diario de Goodwin Wharton,
blecer mejor la propia veracidad, o proporcionar síntomas más con- el político whig y comulgante con el mundo de las hadas de finales
cluyentes de absoluta autodelusión? del siglo XVII, alcanza cerca del medio millón de palabras; y eso
que el autor nos asegura que no es más que un resumen de sus anota-
ciones originales.
LA PSIQUIATRÍA Y EL YO Personas que llevan una vida normal y corriente, libres de una
amenaza diaria a su dominio mental, sin el temor de que nadie qui-
< Uno de los tropos, una de las quejas de la psiquiatría a lo largo siera escucharlas, han experimentado necesidades profundas de crear
de los siglos es que los locos hayan sido tan egocéntricos. Se dice versiones de sí mismas que «ajustaran la realidad>> para el público o
que es característico de su dolencia (paranoia, megalomanía, etcétera) la posteridad. No debería sorprendernos, pues, que quienes se hayan
creer que todo gira alrededor de ellos mismos (el problema de la sentido profundamente amenazados por demonios o por médicos de
>autorreferencia); e..""{perimentan, como el Viejo Marino,* la comezón locos desearan dejar su propio testimonio con el fin de alcanzar
justicia temporal o eterna o, sencillamente, como única maneta de
* Nombre de un personaje que en un poema de S. T. Coleridge es conde- replicar.
nado a viajar de un país a otro predicando amor y respeto a todos los seres ¿Cómo han interpretado la sociedad y la psiquiatría estos cuen-
vivos. (N. del t.) tos del más allá? Como hemos señalado, la cultura europea tradício-
50 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA HABLAN LA LOCURA Y LA PSIQUIATRÍA 51

nal así la docta como la popular, se había mostrado dispuesta a shire, a finales del siglo XVIII, a Joanna Southcott, profetisa y futura
alb~rgar la idea de que la locura realmente podía tener algo que madre del Nuevo Mesías -mujer a la que todos creían totalmente
decir que quizá poseía verdades misteriosas o era vehículo_ de las chiflada-, se le permitió seguir en libertad y llegó a tener miles de
misrr:as. Al bufón se le concedía su privilegio; al loe~ profét}co,, sus seguidores en Londres, además de fundar su propia iglesia. En con-
conversos. La bruja posesa que incriminaba a sus vecmos vew como traste, otra figura profética muy parecida y contemporánea de Joanna
sus acusaciones eran investigadas. Los primeros ':isitantes de ~ethlem, Southcott, Richard Brothers, perdió casi por completo el contacto
que iban al manicomio como quien va a presenctat un espectacu!o, se con el público después de que el gobierno ordenara confinarlo en un
deleitaban con los desvaríos libres y no censurados de los «colegtales» manicomio.
(así les llamaban) y jugueteaban con la idea de que podía haber razón Desde luego, el manicomio era en sí mismo una institución ambi- <.
en la locura verdad en la insania, porque, en el fondo, todo era <<Un gua, toda vez que podía ser una caja de resonancia además de un
mundo loe; mis señores». Según se decía, los internados en Bed-<. silenciador. Hasta 1770 más o menos, en el hospital de Bethlem de
lam "' 0 <<b:d!amítas» aprovechaban su libertad sin igual ~ara m~l­ Londres se fomentaban las visitas indiscriminadas del público, a la
decir al rey, burlarse de la autoridad y desen?;ascarar la htpocresta. vez que en el de Charenton, en París, se organizaban funciones de
Podían decir lo que pensaban y preguntar qUle~es eran los ~erdade­ teatro. Pero los manicomios particulares siempre habían mostrado
ros locos. Así pues, el loco (cabría verlo como td.puro) podta ser el/· gran int~rés en esconder a las personas que habían perdido el juicio,
único hombre libre. y el secretismo (que se justificaba diciendo que era en beneficio de
Huelga decir que la broma podía ser a costa del l?co. Comenta- los pacientes) dominada el asilo público del siglo XIX y su leg~do.
ristas y psiquiatras por igual se burlaron de los que dectan ser poetas, Reglamentos complicados se encargaban de limitar severamente el
inventores de algún que otro internado que creía ser Anacreont~. acceso de los enfermos al mundo exterior y viceversa. Un paciente
En el cuadro vivo de Bedlam que forma la escena final de Rake s de comienzos del siglo XVIII tal como Alexander Cruden no experi-
progress Hogarth se presenta a sí mismo como artista loco que
mentaba grandes dificultades para tener acceso al mundo situado más
traza ga;abatos en todas las paredes. Devolviendo el cumplid?•. Paul allá de los muros del asilo:· recibía visitas y enviaba cartas. Pero eso
Sandby dibujó a Hogarth como The writer rmt ~tad. Es:r~btendo iba a cambiar. Una queja constante de prácticamente todas las auto- o:
sobre locos que escribían sobre ... Todo se convertla tan factlmente biografías de pacientes a partir del siglo XIX se refiere a la barrera
en una sala de espejo~. que impide comunicarse. La terapéutica consistente en el máximo
No obstante una verdad parece clara en medio de toda la con- control ambiental, en un absolutismo ilustrado psiquiátrico, parecía
fusión cultural. A la larga, el desarrollo de la segregación por medio ·~ exigir que se redujeran al mínimo los contactos entre el enfermo y
del sistema de manicomios, así como de una disciplina que lo p~e: la sociedad, casi como si se tratara de una enfermedad que fuera
sidía -la psiquiatría-, sirvió para hacer callar a los locos o, qutza contagiosa.
;;;...

más exactamente, para hacer que sus voces resultaran inaudibles para Una de las mayores pesadillas de que deja constancia John Per-
la mayoría e ininteligibles par.a otros, ~oco inclinado: a escuc~ar. ceval en su Narrative era la del aislamiento de sus semejantes y la
Esto ocurrió en un tosco senttdo matenal. Cuanto mas se poma a invariable destrucción o censura de las cartas que escribía o que
los locos bajo llave, más se les hacía callar. La persona rara o .inadap- recibía. Seguramente este aislamiento forzoso fue lo que contribuyó
tada que vivía en la sociedad, si bien en sus márgene~,. obviamente a que John Clifford Beers creyera que los visitantes a quienes permi-
tenía más oportunidades de expresarse -y de que le hrcteran caso- tían verle en el asilo eran en realidad impostores y secuaces, totalmen-
que la que se encontraba recluida en el asilo. Por ejemplo, en Devon- > te irreales. Aislados en asilos, tanto Robert Schumann como Daniel
Schreber creían que sus esposas habían muerto, pues no habían tenido
., Hospital psiquiátrico, el más antiguo de Inglaterra, fundado por Enri- noticias de ellas desde hacía mucho tiempo .
que VIII en 1547. (N. del t.) Otras formas de comunicación o de autoexpresión estaban igual- <..
52 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA HABLAN LA LOCURA Y LA PSIQUIATRÍA 5.3'
1
mente prohibidas porque se las consideraba contraindicadas. La tera- licantropía era la forma de locura que hacía que un hombre aullase:
pia basada en la cura de reposo que popularizaron Weir Mitchell y 1 como un lobo.
otros ·a finales del siglo XIX negaba a los pacientes el acceso a pluma Detrás de todo esto se hallaba la suposición de que lo que decían
y papel porque se creía que escribir excitaba demasiado. De modo::-<. las personas locas estaba desprovisto de significado: «toda coherencia
parecido, desde el punto de vista terapéutico se juzgaba deseable que ha desaparecido». No constituía un uso apropiado y con sentido del
los pacientes no hablaran de ellos mismos. La «enfermedad verbal» lenguaje, sino que era análogo a una simple efusión, una purga
se tenía por un síntoma de personalidad histérica, siempre anhelando del cerebro, un grito de dolor incontrolable, totalmente fortuito, o
que le prestaran atención. Escuchando lo que decían los histéricos, un balbuceo infantil. Al fin y al cabo, las principales teorías de la ..:.. <
lo único que conseguirían los médicos era exacerbar en el paciente medicina mental en los siglos XVIII y XIX argüían que la causa;
un sentido malsano de su propia importancia. Inclusp en una época la esencia, de la insania no se encontraba en un conflicto primario
ilustrada como la actual, es probable que los intentos de comunicarse de la mente, sino que surgía de una lesión corporal. Trastornos de
o escribir que hagan los pacientes sean vistos con suspicacia. Hace las tripas, un exceso de bilis negra, una infección de la sangre, un
unos veinte años, como parte de un experimento, unos investigadores tumor en el cerebro, el movimiento del útero: todos estos trastornos
norteamericanos se hicieron encerrar en un asilo fingiéndose esquizo- somáticos producían dolor, angustia, crisis histéricas, alucinaciones.
frénicos. En el hospital, estos seudopadentes se comportaban normal- El habla de. los locos, por consiguiente, no era más que una reacción
mente y a veces tomaban nota por escrito de lo que observaban. Esto refleja a alguno de tales trastornos, como el ruido que indica que
quedó reflejado en sus historiales clínicos como síntoma de su esqui- el coche sufre una avería. Era secundario, sintomático; indicaba que
zofrenia: lo llamaron «comportamiento escriton>. . > algo estaba mal, pero no tenía ninguna verdad inherente. Semejante ?
Así, con bastante brusquedad, la psiquiatría institucional aislaba guirigay no ofrecía ninguna indicación de la realidad personal, social
a los enfermos mentales de la sociedad y colocaba obstáculos a la o cósmica. Estaba muy generalizada la opinión de que lo mejor que
comunicación. Un paciente irlandés se quejó a su supervisor dicién- podía hacerse con las cosas que decían y escribían los locos era tra-
dole: «Me habéis quitado mi lenguaje». Schumann, al parecer, estuvo tarlas como ruido y furia, como tonterías. Tenemos el ejemplo del
a punto de perder el arte de hablar por culpa del silencio prolongado. influyente doctor Nicholas Robinson, contemporáneo y seguidor de
Pero la psiquiatría también tendía a sofocar a los locos en otro sen- .e: Isaac Newton. Argüía Robinson que las palabras y los movimientos
tido, un sentido más sutil: partiendo del supuesto de que, de todos de los locos eran sólo espasmos automáticos de las cuerdas vocales.
modos, lo que podían decir no tenía sentido. No obedecían a actos del cerebro y, por ende, no brindaban ninguna
¡Sabe el cielo lo locuaces que eran los locos! Pero lo que decían percepción de las condiciones mentales, toda vez que la locura era
(a juicio de la corriente principal de la medicina psicológica) no eran esencialmente fruto de trastornos somáticos. Cuando un paciente
más que tonterías, no era verdadera comunicación. Ciertamente, éste revelaba sus sueños y decía que en ellos un amigo montaba en él
fue el veredicto de los médicos a partir del siglo XVII al enfrentarse como si fuese un caballo, Robinson lo interpretaba sencillamente como
a brujas y a pentecostalistas religiosos con sus declaraciones aparen- síntoma de una imaginación recalentada y aconsejaba «medicinas
temente diabólicas o blasfemas. Si se tomaban literalmente, tales fuertes» para purgarlo.
palabras resultaban peligrosas, incluso abominables. Debido a ello, Así pues, la psiquiatría tomaba Jas peculiaridades y defectos del <
se hizo común, para referirse a lo que decían los locos -sus maldi- habla como señales de locura y en el siglo XIX se hizo cada vez más
ciones, obscenidades, insultos e indecencias-, usar términos tales frecuente interpretarlas como consecuencias de enfermedades del sis-
como «cháchara», «parloteo» y «desvaríos», dando a entender con tema nervioso central o del cerebro. Pero los médicos no se atrevían
ello que el lenguaje de los locos era infrahumano, que no comunicaba a ocuparse de lo que los locos decían realmente, pues creían que sólo
cosas con más sentido que los ruidos de los animales salvajes, con serviría para que sus ideas fijas arraigaran con mayor firmeza en su
los que, por supuesto, era común compararles. Después de todo, la cerebro, sin proporcionar ninguna información significativa al doctor.,->
54 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
., __ ,
HABLAN LA LOCURA Y LA PSIQUIATRÍA 5.5

El problema de las «otras mentes» se resolvió, de hecho, negándolas. l


directa, de persona a persona. En vez de ello, lo que les preocupaba
En sus autobiografias los locos suelen quejarse de que sus esfuerzos < eran las técnicas que podríamos denominar «conductistas» para hacer 1
l
1
por comunicarse son sofocados, desoídos o interpretados deliberada- que el habla de los locos resultase apropiada. En el Retiro de York l
mente mal. Al ver que sus palabras eran objeto de apropiación inde- no se prestaba la menor atención a las alucinaciones; hubiese tepre-
l
¡

bida, muchos se han sentido empujados a protegerse por medio del sentado complacer el egoísmo de los pacientes. Lo que contaba era
silencio o inventando alguna jerga. > la reeducación en las pautas corteses de conversación y se conside-
La culminación de este proceso se encontraba en rasgos clave raba que tomar el té con los doctores eta instructivo a tal efecto. >-
de la demencia precoz, tal como la formuló Kraepelin, que pronto se Estos obstáculos a la comunicación con los nativos, ¿se debían a

li
convertiría en la «esquizofrenia» increíblemente influyente de Eugen que nadie -al menos antes de Freud- poseía la habilidad de leer
Bleuler. Kraepelin estaba dispuesto a considerar la demencia precoz entre líneas de descifrar sílabas y símbolos? Por supuesto que no.
como orgánica en su etiología. Sin embargo, su sorprendente aspecto En efecto Ías habilidades filológicas y hermenéuticas cultas e inge-
sintomático residía en que se caracterizaba por el autismo. Se suponía niosas habían sido el instrumental de la erudición humanista tradi-
que el enfermo mostraba escaso interés por el mundo exterior y no cional. Las palabras, los símbolos y los rituales de un texto, o de
se relacionaba ni comunicaba con él. Por lo tanto, había hecho de sí una cultura eran traducidos habitualmente al lenguaje de otra por
mismo un ser esencialmente incomunicado, alienado de la humani- quienes cre~n en la mitología o la religión universal. Los significados
dad. El esquizofrénico era el hombre convertido en isla. Al modo de simbólicos constituían la esencia de lo oculto. En principio, no
ver de Kraepelin, la falta de voluntad de comunicarse era típica de la había ningún motivo para que esta manipulación del lenguaje. por
dolencia: «Los pacientes se vuelven monosilábicos, parcos en sus parte de John Ciare o de Daniel Schreber no resultara bastante mte-
palabras, hablan con titubeos, enmudecen repentinamente, nunca ligible para sus médicos como formas de hablar. Después de todo,
relatan nada por iniciativa propia . . . no establecen relaciones con cada uno a su manera, tanto Freud como Jung se inspiraron profun-
otras personas». Esta descripción de la esquizofrenia llamó la aten-
ción sobre una de las tendencias incipientes de la recién nacida
psiquiatría: la idea de que la esencia de la locura reside en ser aliena- r damente en estas tradiciones exegéticas de la filología y la mitología
clásicas. La filosofía, la poética y la crítica literaria habían buscad~
los siO'nificados ocultos con enorme habilidad para leer entre líneas.
do, diferente, otro. Críticos de la psiquiatría ortodoxa tales como
R. D. Laing y Peter Barham han observado que hay sólo un paso
i A;imismo, la idea de que alguna facultad inconsciente animaba
la mente, cuyo funcionamiento podía ser misterioso pero no por ello
corto de ailf a la idea de que la locura es esencialmente incompren- dejar de ser inteligible, traduciendo oscuros deseos en palabras e
sible, inaccesible; lo cual, según ellos, sanciona con demasiada faci- imágenes, era una idea con la que estaban perfectamente familiariza-
lidad el olvido organizado. Laing ha sugerido que las notas que tomó dos los poetas y filósofos románticos: ejemplo de ello son los con-
Kraepelin sobre casos de esquizofrenia demuestran que era él quien vencionalismos que hay detrás del Kubla Khan de Coleridge. Pero
no acertaba a comunicarse. Quien sepa escuchar silencios puede inter- entre los psiquiatras prefreudianos, Jos oyentes dispuestos a escuchar
pretar el mutismo del esquizofrénico como una respuesta muy elo- con un tercer oído eran muy pocos. John Haslam, de Bethlem, tomó
cuente. nota de las fantasías de James Tilley Matthews, pero lo hizo, al pare-
A partir del siglo XIX, una serie de teorías orgánicas permitieron "- cer, sólo para probar que estaba mal de la cabeza.
hacer oídos sordos a lo que decían los locos. Irónicamente, se trataba Dicho de otro modo, la profunda disposición a ver la locura <
de una sordera análoga a la indiferencia que, según decían, mostraban como esencialmente lo Otro dictaba de forma casi automática que
los locos ante la comunicación. La terapéutica plantea dilemas pare- > se negase a lo que decían las personas extrañas la categoría de forma
ciclos. Así, ni siquiera a los defensores de la <<terapia moral» que <.. de comunicación auténtica aunque fragmentaria. Así obraban incluso .:>
hemos mencionado antes les interesaba escuchar lo que los locos médicos liberales y sensibles. En la crónica que publicó de su relación
tenían que decir; y tampoco les interesaba la comunicación verbal terapéutica de ocho años con la «señorita Beauchamp», el psiquiatra
HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA HABLAN LA LOCURA Y LA PSIQUIATRÍA 57
56
norteamericano de principios del siglo xx Morton Prince iden~if1có EL RETORNO DE LO REPRIMIDO
numerosas personalidades fragmentarias y distintas en su pactente
(BI, BII, BIII, etcétera), cada una de las cuales le hablaba en una Una de las funciones -o al menos uno de los derivados- de la
lengua diferente. Prince enumeró y ·etiquetó estos fragmentos del yo ascensión de la psiquiatría institucional y de la teoría psiquiátdca ha
(algunos eran buenos; otros, malos) e intentó encontrar a la «verda- sido la costumbre de no escuchar a los locos; más, quizá, que el gran
dera» señorita Beauchamp (era la sumisa, lo que no es extraño). No silencio sobre el que escribió Foucault, ha sido mucho hablar sin
obstante Prince mostró poco interés por lo que decía cada uno de entender~e mutuamente. Algunos de los locos, sin embargo, cierta·
estos yo~s (aunque, al leer su crónica, nos parece obvio que varios mente han dado su opinión. Muchos cientos de locos han publicado
de estos yoes se burlaban o mostraban ira y confusión provocadas la historia de su vida. (¿Quién sabe cuántos la habrán escrito?) Las
por él). crónicas que contienen los nueve capítulos siguientes representan
Tal vez alguien creerá que estamos culpando a Prince y a sus sólo una gota del océano de lo que han querido comunicar.
predecesores por no ser Freud. No es, empero, una. queja totalm~nte A grandes rasgos, podemos encajar esquemáticamente sus escritos
irrazonable. Después de todo, a lo largo de los stglos, los escritos < en los principales géneros autobiográficos que ya hemos comentado.
de los locos se han quejado con amargura de las barreras y defensas De una parte, tenemos la tradición de la autobiografía espiritual. Los
que levantaban los médicos y que frustraban sus intentos de comu· que han experimentado la locura, justamente igual que los que han
nicarse. John Perceval y otros reconocen que cuando estaban alte- 7 sufrido una crisis religiosa y la conversión, generalmente han contado
rados su habla resultaba verdaderamente extraña. Pero (así lo afirmó sus experiencias: a menudo las dos cosas vienen a ser en esencia lo
más adelante Perceval) las aberraciones en su empleo de nombres mismo. Publicar con posterioridad a los acontecimientos es una forma
propios y demás no eran tan opacas que resultase imposible com- de encontrarle sentido a lo que ha pasado y de decirle al mundo que
prenderlas. Perceval sacó la conclusión de que la autoridad había se ha recuperado la razón. No era un proyecto infalible, desde luego,
optado por hacer el sordo. Percevallo interpretó como un gesto agre- y podía resultar contraproducente. Por ejemplo, a ojos de sus mé-
sivo y respondió en especie. Según escribió, gran parte de su perma- dicos, el deseo de Daniel Schreber de publicar sus memorias parecía
nencia en el asilo consistió en una pantomima intencionada y mutua. la prueba positiva de la persistencia de su locu.ta.
Pero, ni que decir tiene, la «cura verbal» de Freud no deja de " En este género confesional, las primeras crónicas son religiosas
tener sus propias y hondas ambigüedades, tanto en teoría como en la en el sentido literal, cristiano. Varios autores que comentaré más
práctica. Si la vida en el asilo fomentaba las escenas de silencio, con adelante, tales como Margery Kempe, George Trosse y John Perceval,
Freud sostenemos a veces diálogos de sordos, conversaciones en len- se consideran a sí mismos totalmente ortodoxos en términos religio-
guajes diferentes (en las que «no» significa, típicamente, «SÍ») Y con sos. Otros, por ejemplo Schreber, escriben crónicas francamente reli-
un intérprete que adolece de ideas fijas en relación con el significado giosas de sus propias psicosis, pero su religión es un batiburrillo ela-
de ciertas palabras. Es evidente que Freud era al mismo tiempo un borado por ellos mismos. Y otros (por ejemplo, «Barbara O'Brien»)
oyente buenísimo y malísimo. Era totalmente selectivo y cabe argüir hacen la crónica de su posesión por poderes superiores e inferiores.
que la apropiación de las historias de sus pacientes, con el fin de cró?ica que sigue claramente las pautas religiosas pero en la qu~
utilizarlas para sus propios fines teóricos, fue un gesto más agresivo estan ausentes los elementos formales de la religión.
e insensible que la sordera aguda de sus predecesores, como inducen Y existen también algunas autobiografías espirituales (todas las
a pensar los casos del «hombre lobo» y de «Dota>?, que examínate- que comento son modernas) que continúan ocupándose de los ele-
mos más adelante. mentos de la desesperación -la tentación, la noche tenebrosa del
alma, el camino hacia la recuperación- que se inspiran en el género
confesional de profundis, pero cuyos autores piensan esencialmente
dentro de un marco secular. Un ejemplo de ello nos lo ofrece la eró-
58 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA HABLAN LA LOCURA Y LA PSIQUIATRÍA 59

nica que Jim Curran hace de su crisis de trabajo y bebida; el marco comio, pero piensa, se mueve y es en el idioma de la religión; y así
«mítico» en que se inspira es el del sueño norteamericano. sucesivamente.
No obstante, varias de las crónicas que analizaremos entran en d Escritores del siglo xvm como Alexander Cruden, Samuel Bruck-
segundo género de escritos autobiográficos que hemos comentado: shaw y William Belcher cayeron sin duda bajo mayor grado de poder
son obras agresivas de autojustificación, obras que denuncian a los del médico de locos. Pero en esencia responden a él como a una"
enemigos y vindican los actos del propio autor. En gran medida, fuerza negativa y opresiva, ajena a ellos mismos y carente de una per-
estas obras constituyen un quejido de protesta contra el tratamiento { cepción íntima de su situación. No puede decirse lo mismo en el caso >
de la locura, contra el perseguidor que pretendía ser el protector de de John Perceval en el siglo XIX. Perceval consideraba esencialmente
los autores. extraños los regímenes de asilo que conoció, pero de un modo prác-
A partir del siglo xvm, muchos escritos acusan a los médicos de tico, constructivo, puso interés en formular críticas del sistema de
locos y a sus secuaces. Con frecuencia se alega en ellas -ahí está asilos con vistas a su rectificación. Perceval ansiaba también dirigir
el ejemplo de Samuel Bruckshaw- que una víctima perfectamente sobre sí mismo una mirada psiquiátricamente informada. Situándose
cuerda ha sido confinada de forma indebida. En otros casos, cabe a cierta distancia, quería saber en términos psicofilosóficos cómo se
que el autobiógrafo se muestre más dispuesto a reconocer que en había vuelto loco primero y recuperado después. Y estudió qué clase
otro tiempo padeció cierto grado de incapacidad mental. Pero enton- de asilo habría tratado de modo eficaz a un paciente como él.
ces su acusación no va dirigida contra el confinam.iento per se, sino Per<A.a transición espectacular a un nuevo entendimiento entre
contra el régimen maligno o siniestro del manicomio. La institución el paciente trastornado y el médico psiquiátrico llega con el siglo xx.
y el personal de la misma aparecen denunciados por ineptos, explo- Buena indicación de ello es el hecho de que tantos volúmenes de
tadores y contraproducentes. Como afirmaron William Belcher y memorias de locos escritos en el presente siglo se hayan publicado
otros, el manicomio se transforma en una máquina maligna para repletos de introducciones, aparato y conclusiones redactadas por
enloquecer a los hombres en vez de curar su locura. He decidido no > psiquiatras, lo que da a dichas memorias un sello de aprobación pro-
dar en el presente libro una selección copiosa de escritos de este fesional: los escritos de «Barbara O'Brien», que se comentan en el ::>
género, ya que éste se halla muy bien representado en Amad people's capítulo 10, son un buen ejemplo. Asimismo -tasgo totalmente nue-
bistory of madmss, la excelente antología de escritos de protesta vo-, muchos pueden narrar ahora un cuento de salvación por medio
recopilada por Dale Peterson. de la psiquiatría, si bien ciertas obras (por ejemplo las de Curran y
Resultaría engañoso tratar de ensartar todas estas crónicas auto- Balt, como veremos más adelante) narran un cuento de dos psiquia-
biográficas formando una sola línea cronológica y esperar que de esta trías: una mala y otra buena.
manera relatasen una historia progresiva. Cada narración es única Esta creciente interacción positiva, coalescenda o simbiosis entre <
y me he limitado a agruparlas en torno a temas generales. Pero la voz del loco y la voz de su médico podría interpretarse de muchas
algunos fenómenos resultan conspicuos. Lo que se observa particu- <.. maneras diferentes. Quizás indique sencillamente que lo que podría-
larmente a lo largo de los siglos es una creciente relación, incluso mos llamar el imperio psiquiátrico-psicoanalítico se ha vuelto más
convergencia, entre la conciencia de los locos, tal como la expresan ubicuo en el presente siglo, que el neurótico o el pskótico de hoy
en sus propios escritos, y el saber y el lenguaje de la psiquiatría. No 7 cae bajo la mirada psiquiátrica de modo mucho más ineludible que
es extraño, por supuesto, que en las crónicas autobiográficas más su predecesor de hace uno o dos siglos. Puede que signifique senci-
antiguas no aparezca ni por asomo ninguna forma de psiquiatría. llamente que la psiquiatría del siglo xx sea experimentada en verdad
En el siglo xv, Margery Kempe acepta el hecho de haber estado por los enfermos como una psiquiatría más comprensiva. Donde antes
loca, pero en lo sucesivo todos sus contactos son con el clero; algo los descontentos querían denunciar a los médicos de locos gritando
semejante ocurre un poco más tarde con Christoph Haitzmann y sus a los cuatro vientos, los pacientes modernos se muestran mucho más
experiencias de la posesión. George Trosse se recupera en un maní- inclinados a cantar las alabanzas de la psiquiatría. Pero también puede
60 HISTORlA SOCIAL DE LA LOCURA

inducir a pensar que se ha vuelto más seductiva. En la cultura trans-


atlántica del siglo xx, ser anormal de ciertas maneras aprobadas se
acepta como una forma de normalidad en sí misma; y no pocos >
pacientes modernos han «cambiado de bando» y (como Clifford Beers)
de ser pacientes han pasado a ser profetas o ejercitantes, o han opta-
do por presentar sus propias odiseas hacia el espacio interior como
viajes de descubrimiento de las verdades de la psique.
Así, un elemento de asimilación: la locura puede haberse despla-
zado hacia la psiquiatría. Mas todo movimiento es relativo; quizás 3. LOCURA Y PODER
estemos presenciando una forma más de folie a deux, la locura y la
psiquiatría como dobles.
A principios del siglo XIX, un paciente de un asilo de París solía
exclamar: «Soy hombre, Dios, Napoleón, Robespierre, todo junto.
Soy Robespierre, un monstruo. Debéis darme muerte». La histo- <.
ria de la locura es la historia del poder. Porque imagina el poder,
la locura es a la vez impotencia y omnipotencia. Hace falta poder
para controlarla. Amenazando las estructuras normales de la auto-
ridad, la insania se halla enzarzada en un diálogo incesante --.:.a veces
en un monólogo monomaníaco- sobre el poder. Esto se debe en
parte a la analogía irresistible que desde los griegos se traza entre el
microcosmos y el macrocosmos, el cuerpo natural y el cuerpo político. :P
Platón desarrolló explícitamente la analogía entre el ordenamiento
jerárquico del alma sana (en el cual la razón domina las pasiones
bajas e indómitas) y el orden social orgánico, en el cual guardianes
racionales poseen verdadera autoridad, disciplinando a la multitud
anárquica, que no sabe dominarse a sí misma, sino que es esclava de
sus propios apetitos.
Durante los dos mil años siguientes, las mentes sanas, los cuerpos
sanos y las sociedades sanas fueron asociados con el imperio de la
razón, a la vez que los trastornos lo fueron con los deseos bajos y
vulgares. Ecos de esta pauta, debidamente transformados, perduran
en la división tripartita que de la psique hace Freud, así como en el
papel que delineó para el superego controlador y el id anárquico.
La analogía no era sólo descriptiva, sino también prescriptiva.
El buen orden exigía que la razón reinara. Cuando era derrocada
estallaba la locura política de la guerra civil, como ocurre cuando
el rey Lear entrega su reino y pierde el juicio en la tempestad que
se desencadena sobre el brezal. Dicho de otro modo, algo especial-
mente malo había ocurrido cuando la razón, ese instrumento legítimo
62 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA Y PODER 63

de gobierno, tanto personal como político, dejó de cumplir su giaba irónicamente a los locos por ser los autotes de todo lo que
cometido apropiado. Cuando los príncipes abusaron de su cargo y se < era grande en los imperios y reinos, y durante todo el siglo XVIII los
volvieron tiranos, sustituyendo los deberes superiores por los bajos caricaturistas políticos británicos jamás se cansaron de retratar a poli-
deseos, transtornaron el orden de las cosas. Los hados de la natura- tices supuestamente enloquecidos por la ambición como Charles
leza, o Dios, se vengarían de forma apropiada: enloqueciéndolos. La James Fox o Edmund Burke como locos de atar. La escena del mani-
leyenda y la historia griegas aparecen llenas de gobernantes que se comio en Rake's Progress de Hogarth incluye previsiblemente un
volvieron locos en justo castigo a sus propias ambiciones frenéticas rey loco (es de suponer que, haciendo un juego de palabras, se ·
o a su desprecio de la ley. A veces esta locura era considerada deci- > trata de un «pretendiente»).
didamente terapéutica porque surtía un efecto catártico. La rabia o la Asombrosamente, esta idea de que los poderosos podían, de '
locura es purgada; el héroe recobra la salud -aunque no su reino- hecho, ser muy inestables resultaba atractiva a ojos de las propias
o puede morir convertido en un hombre más sabio y mejor que antes. clases gobernantes. Adoptaron ávidamente la idea de que existía una
Andando el tiempo, la pérdida de la razón da sabiduría al rey Lear, «enfermedad inglesa», una especie de trastotno constitucional de
del mismo modo que la pérdida de los ojos da percepción íntima a los nervios que escogía a los miembros de la aristocracia y de la alta
Gloucester, su viejo compinche. sociedad en general. No ser del todo normal o racional, ser presa de
Al lado de estas ideas esencialmente griegas, el judaísmo y el < cambios de_humor, de melancolía, pasó a ser una señal de talento y
cristianismo abrazaron puntos de vista parecidos. Cuando los podero- de superioridad, el precio que pagaba por el genio o las presiones del
sos abusan de su poder y son humillados la locura es la suerte sim- poder, en lugar de ser algo que descalificaba para el ejercicio del po-
bólica que apropiadamente les aguarda. El despótico Nabucodonosor, > der. Nadie se sorprendió demasiado cuando Pítt el Viejo sufrió una?
que comete atrocidades contra el pueblo de Dios, se ve reducido a crisis aterradora; y nadie creyó que semejante episodio debía poner
la locura bestial. Los cronistas y los artistas medievales le imagina- fin a su carrera en la vida pública. Los suicidios de Robert Clive y de
ban desnudo y peludo, desterrado de la sociedad, andando a cuatro lord Castlereagh fueron aceptados por la nación como sintomáticos
patas, comiendo las hierbas de la tierra. Dentro de la teología cris- < de las responsabilidades del cargo.
tiana, a veces la aflicción de la locura que cae sobre los poderosos La clase médica contribuyó a popularizar esta ideología nueva
se interpreta sencillamente como un castigo. A menudo es una prue· que hacía del trastorno mental algo «de buen tono». En este sentido,
ba (una humillación a la que seguirá la exaltación) y de vez en cuando influyó de forma especial el cuadro de lo que podríamos llamar ana·
es una franca bendición, una comunicación directa y extática con la .> crónicamente «doctores psiquiátricos» que aparecieron en toda Euro-
voluntad divina. pa durante el siglo XVIII. Los médicos de locos -especialmente los
Todas estas asociaciones entre, por un lado, el orden y el desor- que regían manicomios- adquirieron una aguda conciencia de la
den psíquicos e individuales y, por el otro, la constitución del bien psícopatología de la pasión predominante al tener que tratar en per-
general mismo resonaron poderosamente en el transcurso de los sona a gran número de locos que sufrían delirios de grandeza y se
siglos. Pero adquirieron un matiz señaladamente nuevo quizás a par- creían papas o emperadores, omnipotentes, inmortales o inmensamen-
tir del siglo xvm. Porque<aiiado del vínculo secular (al que desafia- te ricos. El pionero de la medicina norteamericana, Benjamín Rush,
ba) entre gobierno y racionalidad, se expresaba con creciente fre- amplió el diagnóstico: en su taxonomía de la enfermedad mental, el

l
cuencia la idea de que había realmente algo patológico en el ejercicio radicalismo y el fervor :revolucionario se convirtieron en dolencias
mismo del poder. ...> mentales, del mismo modo que ser negro pasó a ser una enfermedad
Era, huelga decirlo, una idea que se prestaba fácilmente al len-? física. En d París de comienzos del siglo XIX, Esquirol tenía muchos 1
1
guaje de la oposición y del discurso político radical, ansioso d e · pacientes que estaban convencidos de ser Napoleón. Es claro que
denunciar a todos los monarcas y generales como bandidos enlo- dentro de la naciente psiquiatría se estaban forjando eslabones entre 1
quecidos por el poder. En El cuento del tonel, Jonathan Swift elo- .71 .•·•. las delusiones enloquecidas por el poder del loco común y las fanta-
J
64 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA Y PODER 65

sías de los reyes, políticos o predicadores de verdad. ~esde 1~ re;~- < más que con la medicación y esta consigna la hicieron suya otros
lución francesa hasta Adler y la investigación de las ratees pstcologt· médicos que pretendían crear técnicas de tratamiento nuevas y más
cas del fascismo que hizo Wilhelm Reich -la necesidad del hombre eficaces: ingreso precoz en una institución, incomunicación, sedantes,
pequeño de imitar al hombre grande- el afán de poder a~arecería nuevas terapias mecánicas tales como el tratamiento de choque y,
como una doctrina central de la psiquiatría, representada clímcamente l' sobre todo, el «tratamiento moral», es decir, lo que pudiéramos
en la megalomanía, etcétera. llamar «control psicológico». Para médicos como William Pargeter,
En este proceso, el centro del debate en torno a la l~cu.ra Y el Joseph Mason Cox, William Hallaran y otros, lo que contaba real·
poder se desplazó hada la autoridad -en const?nte crectmtento- mente era el ejercicio del dominio mental del doctor sobre su paciente,
del propio médico de locos. Puede que los médicos en genera~ n? dominio que se lograba mediante la manipulación de las emociones, .el
ejercieran mucho poder en la n:edicina pren:oderna. Su falta de tecru- " placer y el dolor, la esperanza y el miedo, dominando también
cas curativas de probada eficac1a y su necestdad de someterse al. con· el entorno, previendo las respuestas, venciendo en perspicacia a la
trol del cliente privaron a los médicos de una base de poder mde· baja astucia de la insania. Los médicos de locos tenían que ser gene-
pendiente que les permitiera dominar en cuestiones de salud en ,g~ne· rales, por lo que ellos mismos saboreaban el poder. A principios del A
ral. Pero la situación era bastante diferente en .el caso de los medtcos siglo xrx ya empezaban a formular grandes planes -incluso planes
que se encargaban de los locos, especialmente en .el contexto. del grandiosos- para el asilo ideal, que iba a ser una especie de utopía >
manicomio de propiedad privada. Era lógico que los msanos hubtesen terapéutica, más racional que la sociedad misma. ·
perdido su derecho a gobernarse, a tener voz o ejercer el veto en lo Y parecía dar resultado. Uno de ellos, el reverendo doctor Francis
relativo a su propio confinamiento o terapia. Era frecuente que man- Willis -notorio porque sometía a sus pacientes por medio de la
dar a los locos, incluso maltratarlos físicamente, formase parte del fuerza carismática y fascinante de sus ojos- dijo a una comisión par·
tratamiento. A menudo los médicos de locos aparecían retratados .? lamentaría que nueve de cada diez de sus pacientes locos recobraban
con el látigo en la mano. la cordura. Fue a Willis a quien llamaron para que tratase a Jorge III
Por otra parte, durante el siglo XVIII los I?édicos de locos de <.. en 1788, cuando los doctores de la corte se revelaron incapaces de
toda Europa empezaron a creer que tenían dommada la loc~ra,. que curar su trastorno.
podían curarla. (Unos pocos consideraban que e.st.o era en Sl, m1s~10 :> ··· Las crónicas tradicionales de la enfermedad del rey Jorge se
una delusión.) Los puntos de vista médicos tradicionales hab1an stdo inspiraban en gran medida en los viejos estereotipos moralizadores
muy pesimistas. En La anatomía d~, la melancolía (1621) Robert de la razón derrocada. A juicio de los políticos whigs y de los críti-
Burton había concluido que, a excepcton de rezar, poco podta hacerse cos de la época, se trataba de un caso clásico de justo castigo. El
para curar los casos graves de melancolía y man~a: est?s .trastornos monarca que con sus locas ambiciones de tiranía personal había
formaban parte de la condición humana, eran cast.p~demxcos. YJos puesto en peligro la constitución libre cosechaba ahora en su mente
manicomios tradicionales como el Bethlem se hmttaban a aphcar lo que había sembrado. Los juicios de carácter hechos por historia-
los programas de medicación más rutinarios. Pero cada v~z .eran dores recientes que cultivan un «freudismo popular» han adoptado
más los médicos de locos que argüían que, a pesar del pes1m1smo en esencia el mismo punto de vista, puliéndolo un poco. Según los
dogmático, la locura se contaba entre las en!ermeda~es más cu;ables. biógrafos modernos, el rey Jorge, más que un déspota, era un hom-
A mediados del siglo XVIII, William Batt1e afirmo que ~a?Ia dos bre que se preocupaba por nimiedades, un burócrata teutónico obse-
clases de locura: la locura original, que, como el pecado ortgmal, ~o sionado por el orden. Se volvió demasiado concienzudo y se sometió
podía curarse, y la locura consiguiente, que por regla general podta a sí mismo a un régimen severo y obsesivo, detallado, en lo adminis-
curarse. d' ,E trativo: escribía personalmente todas sus cartas. Además, casado con
Pero la locura no cedía a Jos remedios universales ni a la me 1· ..., la fea Carlota, debió de convertirse (sugieren los historiadores) en
cación general. Battie afirmaba 51ue con el tratamiento se conseguía un semillero de frustraciones sexuales. Al final estalló, sucumbiendo
66 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
LOCURA Y PODER o7
quizás a accesos de insania en 1765, pero sin ningún género de duda
cuitas. «¡Menuda conversación la que siguió!», escribió ella en.su
en 1788-1789, 1801, 1804 y 1810 (del último de ellos no se repuso diario:
nunca y se sumió en la demencia senil). ...
Con todo, los psiquiatras Macalpine y _Hunte~ han _argmdo que Mencionó todo lo que ocupaba el primer lugar en su pensamien-
esta interpretación psicodinámica apenas tiene ~a~ vahdez que. las to; parecía tener sólo los restos de la inconstancia que calentaba
especulaciones de café. Las pruebas d~ que extstt;ra un c_onfhc~o su imaginación sin perturbarle la razón y le despojaba de todo con-
psíquico profundo y duradero, un conf11cto que venta de la mfa?cta trol sobre lo que decía, aunque casi en su perfecto estado mental
y de la niñez, son endebles. Los argumentos c~n que se apoya dtcha en cuanto a sus opiniones ... ¡Qué cosas no me dijo! ... me abrió
su corazón, me expuso todos sus sentimientos y me dio a conocer
tesis son esencialmente ex post facto. Macalpme y Hunter, que en todas sus intenciones.
general ven con escepticismo la validez del psicoanálisis, han pr~­
puesto otra explicación de la enfermedad del rey Jorge: qu~ ~ad~~1a ¿Qué fue lo que dijo el rey, qué secreto guardaba en su corazón?
porfiria, trastorno metabólico hereditario que produce u~a _m1tac10n Burney no nos lo dice a nosotros.
y un delirio intensos. La enfermedad del monarca era pr1?c1palm_ente
No es, por ende, realista que pretendamos penetrar hasta el
física; sus trastornos mentales eran en esencia secundanos Y smto-
fondo del trastorno del monarca. Lo que sí puede explorarse, sin
máticos.
embargo, es el mareante diálogo de poder que la insania del rey puso
Dejando aparte estas «luchas por el poder» entre los bandos neu- en movimiento.
rológico y analítico, las interpretaciones psicodinámicas de la dolen·
Cuando Jorge III cayó enfermo en Cheltenham, en el verano de
da del rey Jorge plantean más interrogantes de los que resuelven.
1788, de lo que llamaron «fiebre biliosa», respondió -como típica-
Son forzosamente conjeturas, toda vez que carecemos de datos ap.ro-
mente hubiesen hecho sus contemporáneos- consultando con· su
piados de la conciencia interior del enfermo, así durante tod~ su. v1da
médico de confianza, sir George Baker. Obedeció la autoridad del
como en sus períodos de enfermedad. Tal vez a algunos pstqmatras
médico en algunos aspectos (tomó una purga que le «disciplinó bien»)
les parecería revelador que el rey, para referirse a sí mismo, emplea·
y siguió sus propios caprichos en otros, persistiendo en montar
ra típicamente la tercera persona; pero esa costumbre era caracte-
mucho a caballo a pesar de los consejos del médico. A mediados de
rística del cargo y no de la persona, y los informes redactados en
octubre volvió a padecer una dolencia similar, que empeoró. Sufrió
tercera persona difícilmente sondearán las profundidades de la con-
dolores de estómago, calambres, espasmos y se le hincharon los pies.
ciencia.
También padeció estreñimiento, muy probablemente como conse-
Tenemos varios informes más sobre la mente deltey en los mo-
cuencia de la medicación. La gente empezó a hablar de «gota» y «reu-
mentos en que se encontraba desquiciada. Pero los que probable- matismo».
mente son bastante dignos de confianza -por ejemplo, las notas
Su estado empeoró. Se mostraba agitado, vehemente, locuaz y
diarias que tomaban sus médicos, sir George Baker y el doctor Job~
ronco. Tenía fiebre y se le veía confundido además de sufrir tras-
Willis, hijo y ayudante de Francis Willis- son concisos y estere?tl· tornos en la vista y el oído. Se apoderó de él una gran «prisa de
pados, mientras que los que son ricos en anécdotas fueron escntos
ánimo» y empezó a hablar sin parar, mostrándose «incoherente»,
principalmente por chismosos y aficionados al escándal?, muchos de «frívolo» e «infantil». El delirio apareció antes de que terminase el
los cuales no eran testigos oculares y de cuya veracidad hay que
mes. Los médicos que le atendían con regularidad, sobre todo sir
dudar. Un día de febrero de 1789, se permitió al rey, que iba mejo·
George Baker, sir Lucas Pepys y Richard Warren, ordenaron que
rando, que diese un paseo por los jardines de Kew. Al ve~ a Fanny
se le aplicasen ventosas y purgas. También se le aplicaron «vejigato·
Burney, que a la sazón era dama de honor, el monarca echo a correr
rios» a modo de contrairritante. El rey se resistió y mostró una
tras ella. Fanny fue presa de pánico y huyó. Los Willis le ordenaron
«acentuada aversión a los médicos», insistiendo en que «la reina es
que se detuviera y entonces el rey la abordó y le contó todas sus
mi médico y ningún hombre necesita otro mejor». Tranquilizó a
,'~ i~
·. :..·~"' .
LOCURA Y PODER
68 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
de tener que insistir en que, a pesar del mejor tratamiento que él
Fanny Burney diciéndole que «estoy nervioso ... no estoy enfermo», podía ofrecer, el rey no mejoraba y, de hecho, no se recuperaría. Cier-
pero a principios de noviembre Burney creía que el rey se encontraba tamente, el rey conservaba la cordura suficiente para percatarse de
en «franco delirio». que su médico era un canalla: solía llamarle «Richard Rasca!».*
El estado del monarca empeoró durante todo npviembre. ~staba El delirio del monarca creó anarquía en su cabecera. Normalmen-
más débil, de vez en cuando entraba en coma y se . ?bservo u~a te, cuando los reyes padecían alguna enfermedad física predominaba
creciente «alteración de sus facultades». Pronto se temto que muri~­ la etiqueta de la corte. Los médicos no hablaban a menos que les
se. Ya el día 8, refugiándose en la decente· oscur~dad ?el l:_ng~aJe dirigiesen la palabra; recibían órdenes en vez de darlas. A decir
docto, Warren escribió en su diario: «rex noster msan;t», .anad~en­ verdad, este protocolo de cabecera se observó en los primeros días
do «hay pocos motivos para esperar que recupere la mte!lg~ncta». de la enfermedad del monarca. En una ocasión, cuando el enfermo
Otros médicos que atendían al enfermo concurrieron a reg~ad1entes. no permitió que Warren entrase en su alcoba, el médico tuvo que
Y, aunque los boletines oficiales continuaron habland.~ valientemente formarse un diagnóstico escuchando los desvaríos del rey por el ojo
de «fiebre», la nación leyó entre líneas y reconoc1o el ve~d~dero de la cerradura. El propio monarca trató de conservar el dominio de
significado que se ocultaba detrás del eufemismo. El reconoc1m1ento la situación. Robert Fulke Greville, el fiel caballerizo real, comentó
de que el rey padecia lo que Baker llamaba «alienación de la mente» que «Ciertamente, el rey no se sentía vencido en la última lucha y,
e «imaginación engañada» ( o, hablando claro, que ahora estaba por Jo tanto, continuaba ejerciendo autoridad, pues parecía ser cons-
«loco») transformó la situación. , ciente de no haberla perdido, aunque se había visto mermada». Con
A escala nacional abrió una caja de Pandora. Los reye~ pod1an todo, la idea de que un rey loco, que a veces se ponía violento, por
gobernar aunque su 'cuerpo estuv1ese · enfermo: pero, ¿y s1 h. ab'an1 lo que era necesario dominarlo físicamente, ordenase cómo se le debía
perdido el juicio? La oposición whig -encabezada por Shertd.an Y curar resultaba demasiado paradójica para durar. Pero, ¿quién podía
Burke en ausencia de Charles James Fox, que estab~ d~ vacac10?~s tomar el mando? La propia reina, aunque sus intenciones eran bue-
en la riviera italiana con su querida- pronto reclamo la ms!au.raclOn nas, a menudo se ponía «histérica». El príncipe de Gales era parte
de una regencia que confiriese plenos ~oderes real~~ ,al prmc1p.e de interesada, pues pretendía que se instautase una regencia, y por ende,
Gales. En cambio, el ministro del rey, Pltt, se permltlo una magistral no podía imponer respeto. Pitt difícilmente podía dirigir la cabecera
conducta de prevaricación fabíana. , ,.
El estado del rey se convirtió rápidam:nte en un b~lon poh:1c~.
Los boletines diarios sobre su salud eran le1dos como oraculos ~noml­
t desde Westminster. ¿Impondrían los médicos el control clínico?
El doctor de más categoría era sir George Baker, hombre apaci-
ble que se llevó un susto de muerte al verse ante la traumática pers-
cos. ¿Dormía el rey? ¿Estaba agita~o? ¿Estaba loco?. Pe;sonahdades pectiva de tener que encargarse del rey. No podemos negar que la
whig como la duquesa de Devonsh1re se. pasa:on el 1nv1erno propa- perspectiva debía de resultar de lo más amedrentadora. Dar órdenes
gando cuentos en el sentido de que la msama del rey era tot~~ Y a un monarca no era conducta propia de un caballero. En todo caso,
horrible: el rey, afirmaban los rumores, se comportaba como u.r: mno, los médicos debieron de temer por su porvenir si se veían obligados
forcejeando con sus pajes y quitándoles las pelucas. Ademas, los a recurrir a remedios violentos y entonces el rey -¡gracias a sus
whigs argüían que la locura del monar,c~ era defin~tiva, U:curable. esfuerzos!- se ponía bien.
Inevitablemente estas batallas de la pohuca de partidos obligaron a De todos modos, el doctor no supo hacer frente al dilema (tam-
los médicos dei rey a entregarse también a politiquerías médicas. ··'· bién él se volvió «medio loco», según el chismoso whig Jade Payne).
El irritante más descarado en este aspecto era el doctor ~ichard Cuando los dos Jorges se encontraron cara a cara Ja voluntad que
Warren, ·hombre que insistía públicamente en que se ;e con,stdera~a triunfó fue la del rey y no la de Baker. En cierta ocasión el monarca
el primer médico del rey, pese a que eran notorias sus stmpat~a.s whrg
y su familiaridad con el príncipe de ~~~es. Las lealtades poht,Ic?s de * Rícard<> ~1 Granuja. (N. del t.)
Warren le colocaron en la rara poslClon -rara para un medrco-
.. -....-

HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA


LOCURA Y PODER 71
70
empujó a Baker contra la pared y le ~izo saber que no, era I?":í?r rey estaba loco, además de un voto de «no confianza» en los médicos
que una vieja y que incluso «le daba mtedo» hablar con el. A. JU1CI? regulares del monarca. La reina dio su consentimiento muy a su
del caballerizo Greville, Baker, con su constante estado de «t.ndec1- pesar. Willis llegó el 5 de diciembre en compañía de su hijo John
sión» sólo consiguió sembrar el caos en la alcoba real. Grevtlle se y un grupo de sus «hombres», es decir, ayudantes forzudos y entre-
dio c~enta de que el rey se estaba convirtiendo en el maest~o de la nados. Cuando el rey se dio cuenta de la enormidad de lo que había
ceremonia de la confusión; no quería hacer esto y no quena hacer sucedido, confesó que nunca más se atrevería a dejarse ver en Ingla-
lo otro, etcétera. Una vez, al negarse a tomar un baño caliente: orga- terra y que tendría que retirarse a Hannover.
nizó tal escena que al final tuvieron que ponerle una camtsa de Willis -clérigo beneficiado, doctor en medicina por Oxford y, a
sus setenta y tres años, una generación más viejo que el rey- hizo
fuerza. lo que nadie se había atrevido a hacer hasta entonces: asumir el man-
La gente veía que esta confusión en ~a ~abecera estaba e~a~er-
bando la del propio rey. A éste le dio por md1sponer a unos med1cos do. En virtud de su confianza inquebrantable en su propia capacidad
con otros. Sin embargo, todo debía de resultar muy desconcertante de curar al rey, se granjeó el apoyo a regañadientes de la reina y de
para su majestad. Philip Wíthers dijo que él y otros tenían órdenes los cortesanos leales (Fanny Burney se convirtió en admiradora espe-
de guardar riguroso silencio en presencia del rey, e~ inter~s de 1~ cial de ambos Willis). El doctor Willis chocó con la hostilidad glacial
salud de éste. En cierta ocasión el monarca pregunto a W1thers Sl y constante de Warren y, en menor medida, de los otros médicos de
había ido de caza. Siguiendo las instrucciones, Withers se limitó a la corte. Warren seguía considerándose médico principal y, a su
hacer una reverenda. El rey repitió la pregunta; Withers repitió modo de ver, Willis -que ni siquiera era miembro del Real Colegio
la reverencia. No es de extrañar que el rey le agarrase por el pes- de Médicos- no era más que el custodio del rey. A Warren le gus-
cuezo y le «atacase con tal vigor y tal prontitud», que al final With:rs taba decir que hablaba a Francis Willis «con autoridad» y apenas se
tuvo que romper el silencio y pedir ayuda. Es claro que el aturd:do dignaba a hablar con el hijo de Willis, John.
rey creía que todos los demás se habían vuelto locos. El leal Grev1lle Greville anotó en su diatío que había «celos entre el cuerpo de
médicos»; dicho de otro modo: los médicos se peleaban. Hasta la
1·esumió así la situación:
forma de redactar el boletín médico diario dio pie a discusiones
La conducta general de los médicos 110 ha sido tan decidida o acaloradas: ¿el rey había pasado una <<noche muy buena», como a
firme como exige la ocasi6n. Parecen esquivar la responsabilidad y menudo decía Wíllis, o sólo una «noche buena», como solía enmen-
hasta ahora no han impuesto su autoridad, pese a la insistencia de darle Warren? Estos juegos de los médicos exasperaron mucho al
todos .. . La tarea se hace más difícil debido a las complicaciones parlamento. Pero Willis logró imponetse a los médicos regulares de
de varios controles y varias ingerencias. No deberían turbarnos las la corte. De hecho, Warren dio un paso en falso que resultó particu-
decisiones fluctuantes ni desconcertarnos las múltiples instrucciones larmente fatal. En una ocasión entró en la cámara del rey y éste le
de otras procedencias. suplicó que le quitara la camisa de fuerza que Willis le había puesto.
Warren cumplió los deseos del monarca, que inmediatamente se
En este momento bajo, a comienzos de diciembre de 1788, lady arrancó todos los emplastos, se rascó los vejigatorios y se excitó
Harcourt sugirió que se llamara al reverendo doctor Francis Willis, hasta enfurecerse. Fue necesario ponerle otra vez la camisa de fuer-
el célebre (o tristemente célebre) doctor de locos que era propietario za. Warren no volvió a entrometerse. Poco después \Villis dio aviso
de un manicomio particular en Greatford, condado de Lincolnshire. de que nadie podía acercarse al rey sin su permiso y el de su hijo.
Willis había tratado a la madre de lady Harcourt en dicho lugar. La De hecho, a los Willis no les resultó demasiado difícil imponer su
coyuntura era crítica. En efecto, llamar a un médico especializado en dominio en la habitación del enfermo. En efecto, ellos o sus hombres
locos (al que, además, casi todo el mundo consideraba poco más que se hallaban constantemente de servicio, mientras que Warren, sir
un charlatán) representaría reconoc~r de modo ipconfundible que el Lucfls Pepys y los demás médicos ~enían que desplazarse a Wind~or
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72 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA Y PODER 73

o, más adelante, a Kew, sólo para permanecer allf unas pocas horas, soberano que si continuaba hablando, se vería obligado a hacerle
al mismo tiempo que seguían atendiendo a su clientela de Londres. callar o le ordenaba que «se controlara, pues, de no hacerlo, le pon-
A su vez, esto daba a Willis autoridad en la política general de dría una camisa de fuerza». Con frecuencia tenía que ponérsela real-
Ia crisis de regencia. Willis era un tory áspero y partidario de Pitt; mente. También utilizaba sillas que restringían la libertad de movi-
Su firme convencimiento de que el rey no tardaría en curar alento mientos. El rey se quejaba de que los Willis le pegaban, pero no
a Pitt a persistir en sus tácticas dilatorias. Pitt disponía ahora de está claro si es verdad que usaban más fuerza de la necesaria para
autoridad médica para replicar a los whigs cuando éstos recitaban dominar a un hombre fornido de cincuenta años cuando se ponía
los pronósticos pesimistas de Warren. El empeño de los whigs en frenético.
demostrar que el monarca estaba irremediablemente loco rebotó con- Pero las amenazas y la fuerza no eran el camino por el que Willis
tra ellos mismos. pretendía llegar a la curación. Poseía veintiocho años de experiencia
Sobre todo, Willis demostró ser todo un psiquiatra y no sentir en el cuidado de enfermos mentales y comprendía lo mucho que
miedo ante el rey. No poseía ninguna teoría psiquiátrica avanzada. podía conseguirse valiéndose del carácter, la sensibilidad a los cam-
Su idea clave era la sencillez misma. La locura era sobreexcitación. bios de humor y un tono de voz autoritario: apoyándose, de hecho,
La mayor prioridad era la calma. La locura era anarquía. El desi- en la majestad. Greville -que no simpatízaba mucho con los \Xlillis,
derátum era combatir la confusión con el control. Era necesario que, pues eran en gran parte responsables de excluirle de la cámara real
excepcionalmente, la autoridad médica desplazara la autoridad del e instalar en ella a sus propios hombres- tuvo ocasión de compro-
rango y la majestad. Willis explicó: bar que esto podfa ser muy eficaz. Cierto día el monarca empezó a dar
muestras de agitación mientras insultaba a Warren y a los otros
Del mismo modo que la muerte, en sus visitas, no hace distin- doctores:
ción alguna entre la choza del pobre y el palacio del príncipe, ,tan;-
bién la insania es igualmente imparcial en sus tratos con sus subdt- El doctor Willis siguió mostrándose firme y le reprochó en tér-
tos. Por este motivo, no hacía ·ninguna distinción en el tratamiento minos decididos, diciéndole que tenía que dominarse o, de lo con-
de las personas puestas a mi cuidado. Por consiguiente, cuando mi trario, le pondría la camisa de fuerza. Así diciendo, el doctor Wíllís
gracioso soberano se ponía violento, me consideraba en el deber de salió y volvió con una en la mano ... El rey la miró atentamente y,
someterle al mismo sistema de control que hubiera adoptado en el alarmado por la firmeza del doctor, comenzó a someterse . . . Al
caso de uno de sus propios jardineros de Kew. Dicho con palabras desearle el doctor Willis las buenas noches y recome11darle compos-
sencillas: le ponía una camisa de fuerza. tura y moderación se retiró.

(En esta visión de la locura como gran igualadora, Willis rompía Venía a ser como domar leones. A pesar de ello, Greville se sentía
con la habitual costumbre psiquiátrica de inclinarse ante el rango, impresionado.
aunque en apariencia fuese para fines terapéuticos. Así, su contem-
poráneo el doctor John Monro explicó al parlamento que a sus Me impresionaron mucho la propiedad y el estilo imponente
pacientes de Bethlem les ponían las esposas, cosa que no hadan en del lenguaje autoritario que el doctor Willis empleó en esta ocasión.
el caso de los pacientes de pago de su asilo privado; éstos eran Fue necesario forcejear. Aprovechó la oportunidad juiciosamente y
caballeros y les hubiera «molestado» que les pusiesen grilletes. Esta se comportó con un dominio y una fuerza maravillosa. Al alzar el
rey la voz para imponerse, Willis alzó también la suya y su tono
«molestia» obstaculizaría su recuperación.)
era fuerte y decidido. Al bajar el rey la suya, bajó también la del
El rey tuvo que convertirse en súbdito de \Villis y aceptar sus doctor Willis ... El rey se encontró con que los poderes del doctor
órdenes como absolutas. Éstas eran respaldadas a su vez por la san- Willis eran más fuertes . . . cedió y recobró un poco la composht·
ción de la camisa de fuerza. A veces bastaba con la simple amenaza: ra ... Parece que fue el primer paso efectivo hacia una recuperación
~1,1ando el paciente no se sosegaba Willis advertí!l al desmandado permanent~.
74 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA Y PODER 75

Willis no se apoyó exclusivamente en cierta osadía al tratar con el seguía estando loco). «Cuando el doctor Willis y su hijo están pre-
paciente, sino que poco a poco fue forjando una relación con él (por sentes, su majestad se muestra muy sobrecogido; cuando están ausen·
ejemplo, jugaba partidas de chaquete con el rey para estimular su tes, habla y actúa de modo muy diferente.~> Pero, ¿qué pensó el rey
capacidad de prestar atención). A veces permitía que el paciente al verse sometido a la psiquiatría?
cumpliera sus deseos, dejándole ver a la reina (jugaban a los naipes Es lamentable, pero poco sabemos al respecto. Su majestad, huel-
y cantaban) y alentándole a dar paseos. Y procuraban aumentar su ga decirlo, no llevaba ningún diario ni escribió más adelante sus
confianza. Le permitía leer (quizá fue debido a Willís que el monarca memorias. Para hacernos una idea de lo que pasó por su cerebro
leyó El rey Lear, aunque apenas necesitaba esta obra para identifi- durante la crisis dependemos de las notas sueltas que tomaron sus
carse, ya que el ex primer ministro lord North, que se había vuelto médicos y ayudantes. Estas notas muestran un marcado sesgo políti-
ciego, visitó al enfermo y los dos parecerían Lear y Gloucester en la co: Warren, por ejemplo, seguía hablando de alienación mental cuan-
playa de Dover). Sobre todo, Willis permitía que el rey se afeitara do desde hada ya mucho tiempo los Willis señalaban que la capacidad
y le dio un cortaplumas para que se arreglara las uñas (los whigs de atención del rey había mejorado mucho. Pero también aparecen
dijeron que esto entrañaba unos riesgos escandalosos). Sin embargo, muy censuradas. Así, algunos fragmentos indican que el enfermo a
todos estos privilegios estaban permitidos únicamente en un marco menudo fantaseaba en relación con Jady Pembroke, que en otro tiem-
de poder absoluto. po se llamaba Elizabeth Spencer y había sido uno de sus primeros
Antes de que transcurrieran dos meses desde la llegada de los amores. Daba serenatas a su «Eliza», se dirigía a la «reina Esthen>
Willis, el rey ya iba en camino de recuperarse. De vez en cuando y a la «teina Isabel» y, en un momento absolutamente shakesperiano,
sufría una recaída y los Willis echaban la culpa a los irritantes vejiga- declaró que ordenaría la disolución de todos los matrimonios. En una
torios terapéuticos que aplicaran los médicos anteriores. A mediados discusión tempestuosa con la reina Carlota en alemán, lengua que
de febrero de 1789, el rey prácticamente ya había recobrado la nor· (¿diplomáticamente?) ninguno de los presentes entendía bien, su
malídad, en el momento oportuno para impedir la aprobación de la majestad, al parecer, le dijo a su esposa que Eliza era su verdadero
ley de Regencia. Los Willís reclamaron para sí todo el mérito de la amor. En otra ocasión, sin embargo, se mostró contrito y avergon-
curación y fueron recompensados generosamente por Pitt (Frands zado de revelar sus «ideas equivocadas» y expresó la esperanza de
recibió una pensión de 1.000 libras al año; John, la mitad de dicha que nadie las hubiese oído. Pero no sabemos con exactitud a qué se
suma). . referían las fantasías y las afirmaciones del rey. El discreto Greville
Pero, ¿fueron realmente los artífices de la recuperación, o siquie- se limitó a anotar repetidas veces que el rey hablaba «indecente-
ra de que ésta se acelerase? Es imposible decirlo. Obviamente, si mente» o se enzarzaba en «conversaciones impropias», e incluso en
Macalpine y Hunter están en lo ciérto al argüir que la dolencia del estos casos Greville sentía la necesidad de justificar su propia osadía
rey era la porfiria, entonces nada de lo que hicieron los \Villis curó señalando que toda información sobre la salud del rey podía ser
al monarca; su recuperación fue espontánea. Pero no hay duda de valiosa. Francis Willis, por supuesto, no hizo ningún análisis proto-
que, en términos del tratamiento de los síntomas, su llegada fue freudiano de los deseos eróticos del monarca y, en vez de ello, «le
eficaz porque lograron que en la habitación del enfermo volviese a echó un sermón severo sobre sus conversaciones impropias».
imperar un ambiente sereno. Y los testigos presenciales tuvieron oca- En su último acceso de locura, el rey (convertido ya en el patriar-
sión de observar la habilidad con que calmaban al rey. Greville lo ca barbiblanco «triste, loco y ciego» que Shelley describe) era cada
percibió muy claramente. «Siempre que el doctor Willis se ausentaba vez más dado a sostener conversaciones con los muertos y creía que
de la habitación, [el rey] divagaba confusamente sobre diversos la nación iba a padecer una gran inundación. El doctor William
temas, pero cuando el doctor volvía cambiaba de tema, jugaba mejor Heberden el Joven escribió: «parece vivir ... en otro mundo, y ha
sus bazas y hablaba con más cautela.» Hasta \Varren tuvo que reco- perdido casi todo el interés por las cosas de éste».
noc~rlo (aunque aprovc;!chó par~ confirmar que, en el fondo, el rey · En ninguno de sus accesos de locura negó el rey q11e padeciera
76 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
LOCURA Y PODER 11

un trastorno. Al trazar planos nuevos para Kew House, bromeó:


«no está mal para un loco». Pero parece ser que en todo momento hacer causa comú.n .. Debido a ello,. a veces el rey cooperaba gustosa-
conservó Ia percepción de que lo esencial de su dolencia era una lucha mente con los Wilhs, como, por eJemplo, cuando el 7 de febrero de
en pos de autoridad. Cuando jugando a los naipes, este juego que 1789 despidió a los demás doctores, que se quedaron perplejos
tanto simboliza el poder real, garrapateó en una nota: «Sir Richard («¡Pobre hombre, qué loco está!», susurró audiblemente Warren
\Varren Baronet Primer Médico del Rey», era su forma de dejar al salir). Pero en otras ocasiones consiguió engañar a los Willis,
bien claro quién seguía siendo el rey de la baraja: de hecho, suplicó como la vez, en 1801, en que se declaró en huelga y se negó a firmar
a Willis que se llevara a Warren a Greatford. Cuando una regencia papeles o documentos de estado hasta que los Willis accedieran a su
pareció inevitable, el propio rey redactó la lista de los que formarían petición de visitar a la reina. Durante todo el reinado del monarca
el gabinete de regencia, colocando al arzobispo de Canterbury en estuviera éste loco o cuerdo, las maniobras· políticas continuaron coro~
ptimer lugar y relegando al príncipe de Gales. Sabía que el caos de costumbre.
político era anatema. «La constitución inglesa es la mejor del mun-
do», comentaba en sus desvaríos, «si tiene un defecto, es el de no Q~izás en Dinamarca llevaran mejor estas cosas. La monarquía
ser digna de un rey». Y era muy consciente del delicado equilibrio escandmava fue gobernada entre 1766 y 1808 por el cuñado de
de poder entre él mismo y sus médicos. Jorge III, Ctistián VII (casado con Caroline Mathilde, hermana
Es probable que desde el principio detestase a los Willis, porque de Jorge_). Durant: la práctica totalidad de dicho período Crístián
éstos no intentaban ocultar que le estaban tratando como a un loco. fue considerado mas o menos loco. El poder efectivo se hallaba en
Expresó claramente la aversión que le inspiraban cuando fueron manos de un consejo encabezado por el hermano del rey; pero, a
llamados durante su siguiente acceso de insania en 1801. En esta falta de una regencia oficial, Cristián siguió obrando de acuerdo con
ocasión el doctor John Willis, a quien ahora ayudaban su hermano las reglas de la majestad, convertido en un auténtico rey loco. Escri-
menor, Robert Darling, y otro hermano, Thomas, que era clérigo, be Thomas Malthus que el enajenado monarca pasaba revista a sus
ejerció su poder incluso con menos comedimiento que en ocasiones tropas durante las guerras napoleónicas.
anteriores. Si los \Villis pudieron actuar así, se debió en parte a que Tod~s las fuentes danesas de la época se mostraban extremada-
se habían metido en el bolsillo a Addington, el débil primer ministro. n:e_!l~e cucunspectas al hablar del «estado» del rey, por lo que es
Willis escribe que Addington les dio permiso para <<volver a some- d1fr<;tl sa?e~, con certeza en qué consistía su dolencia y cuándo em-
terle a nuestro poder>> si surgía la necesidad. pezo. Cnstran~ al que todas las crónicas presentan como un joven
A veces, durante esta crisis, aislaban por completo al enfermo ~g~do Y sofis.tlcado, parece que celebró su subida al trono en 1766
del mundo exterior y no permitían que la reina entrase en sus apo- tmttand? la v1da de un libertino. Encontramos insinuaciones de borra-
sentos. Además, insistían en examinar los documentos de estado gue cheras, J.~ergas .de s.emüncógníto en la ciudad, y desenfreno sexual.

se presentaban al rey para asegurarse de que no le causarían angustia. Con:o dtJO el histonador Reddaway, Caroline Mathilde «no acertó a
Y en una ocasión, durante su convalecencia y después de quedar cauttvar» a su esposo (se dijo que en la noche de bodas Cristián se
oficialmente fuera de su control, llegaron al extremo de secuestrarle, quejó de que él tuviera que llevársela al lecho cuando había tantos
en una extraordinaria operación de capa y espada, cuando el monarca o_tros hombres que podían hacer el trabajo). El rey tuvo varias que-
se dirigía a Kew y durante casi todo un mes lo tuvieron literalmente r~das, entre las que destacó la fornida y aristocrática «Booty Cathe-
prisionero. A pesar de todo, el rey aceptaba el régimen de los Willis rme», Y se habló de flagelaciones y otras prácticas desviadas. Pero
porque necesitaba recuperarse y sabía muy bien que tnmbién a ellos n~~a de tod? esto parecería muy irregular en una corte del antiguo
les interesabn su recuperación, mientras que a Warren le interesaba r:gtmen Y Ciertamente no se consideraría como una señal de locura.
que le declarasen permanentemente insano y se instaurase una regen- Sm embargo~ ya en 1768 se observó cierta volatilidad en las emodo-
cia. Así pues, el paciente loco y lo~ médicos de locos necesitaban n~s. del rey Y, en una maravillosa parodia de Hamlet, le enviaron a
~ .' vrsttar Inglaterra en bien de su salud. Al parecer, las conversaciones
78 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA Y PODER ..,(l
1/

con su cuñado y las visitas turísticas dieron resultado porque, según No está claro qué era exactamente lo que le pasaba a Cristíán. A prin-
se dijo, al volver a Dinamarca era un hombre más sobrio. cipios del presente siglo, el psiquiatra danés Christiansen intentó
En vista de ello, resulta difícil explicarse los acontecimientos demostrar que el rey padecía demencia precoz y .sugirió que la causa
repentinos de los dos años siguientes. Porque la seria y lenta auto- era la masturbación. Sin embargo, poco sabemos salvo que a veces
cracia sufrió una dramática revolución palatina. En el plazo de unos se ponia violento (destrozaba mesas y ventanas), que se deleitaba
meses se puso en marcha un desordenado programa de reformas que con juegos de palabras en varias lenguas ( «lch hin confus») y que
modernizó la burocracia, abolió privilegios y atacó la ineficiencia, todo creía erróneamente que era expósito, huérfano, y que el ombligo le
ello envuelto en las galas de la ideología de la Ilustración. Cabe que estaba desapareciendo. Lo que es significativo es que durante una
fuese obra del rey y, desde luego, más adelante se consideró que era generación reinara en el país un señor de la confusión.
un síntoma de que había perdido el juicio. Es muy probable que el
artífice fuese el carismático médico del monarca, el alemán Struensee, En los primeros tiempos de su delirio, cuando empezó a hablar
.que se había ganado la atención de Cristián y algo más que la aten- en tercera persona, el rey Jorge III dijo en broma que lo hacía para
ción de Caroline. poner freno a su locuacidad, pues temía ser «tan elocuente como el
Fuera quien fuese el causante de aquellos turbulentos meses de señor Burke» y decir «demasiado sobre cosas insignificantes». Así
reforma -más adelante Struensee insistiría en que todo fue obra pues, el rey se convirtió en su propio bufón. Su majestad no nece-
del rey-, lo cierto es que la élite política tradicional se sintió ofen- sitaba la percepción especial de los locos para darse cuenta de que su
dida. Y se vengó. En enero de 1772 protagonizó un golpe de estado. viejo enemigo presentaba muchos de los síntomas de la insania.
La reina fue detenida; Struensee, encarcelado y juzgado. Se le acusó A decir verdad, después de un debate parlamentario sobre la salud
oficialmente de arrogación impropia de poderes, pero todo el mundo del rey, Burke encontró un boletín que alguien había dejado en su
sabía que Struensee tenía relaciones adulterinas con la reina (hasta propio banco de la cámara de los comunes: «Muy irritable por ]a
Cristián había bromeado diciendo que su segundo hijo lo había engen- tarde, no duerme nada por la noche y muy intranquilo esta mañana».
drado el Espíritu Santo) y esto bastó para perderle. Struensee acabó Existía la creencia general de que el emocional y obsesivo Burke
en el patíbulo, ahorcado y descuartizado. A Caroline la tuvieron iba camino de la locura. Boswell escribió que echaba <<espuma como
sometida a estrecha vigilancia y a Cristián le permitieron continuar Niágara». Gibbon le llamó «el loco más elocuente que he conocido
su existencia de marioneta, sumido en sueños y perdido en otra jamás» y el diarista Wraxalllo presentó como un hombre completa-
mundo: mente descontrolado: ·

Cuando se viste puede pasarse horas enteras sentado, sin decir


nada, con los ojos fijos, la boca abierta, la cabeza baja, al igual que Sus mismos rasgos, y los movimientos ondulantes de su cabe·
za . . . algunas veces parecía próximo a la alienación de la mente.
una persona que no siente nada. Le conozco [escribi6 el príncipe
Ni siquiera sus amigos podían inducirle siempre a atender a razones
Carlos de Hesse] y no he olvidado esa actitud, que siempre presa-
giaba alguna escena violenta y alguna revolución que se está fra- y protestas, aunque a veces le impedían abandonar su asiento, suje·
guando, y es en estas ocasiones que su mente, por naturaleza muy tándole por los faldones de la levita, para evitar las ebulliciones
de su ira o de su indignación.
activa y animada, pero muy deprimida por mil causas, la principal
de las cuales es física, funciona con la mayor fuerza, traza planes -.~::.:~·r: :.. .,.:·.· ~~\;~
nuevos, toma resoluciones violentas que, sin embargo, no poseen Burke reconocía personalmente padecer una profunda <<hlelaricolía»~· J
estabilidad, ni siquiera representan un peligro para aquellos contra y su temor a una revolución jacobina universal se hizo ti:an intenso ·
quienes se forman. que quiso que le enterraran en una sepultura anónima,' no fuera~
los sacrílegos franceses a invadir el país y profanar sus huesos. .
Fue Burke, por supuesto, quien grabó en el cerebro de los ingle.:/
..·\'
80 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
LOCURA Y PODER 81
ses juiciosos la idea de que la revolución francesa fue un act? público Tras una audiencia con lord Liverpool, Matthews se dispuso' a empe-
de locura. La llamada «racionalidad» de la edad de la razon era en zar negoCiaciones con las autoridades francesas. Sin embargo, la toma
realidad una delusión. La fe ciega en que el fiat legislativo de liber-
del poder por los jacobinos echó por tierra sus planes. Era obvio que
tad, igualdad y fraternidad redimiría el mundo ·.en un abrir Y. c;rrar los jacobinos no confiaban en él, pues simpatizaba con Dantón y, en
de ojos era la clase de delusíón horrible que abr1gaban los anttheroes todo caso, eran hostiles al mesmerismo, que, a su modo de ver, era
de Swift. Y la revolución sanguinaria misma era puro terror, un
una muestra de la decadencia aristocrática: de hecho, confiscaron los
paroxismo loco. . bienes del propio Mesmer.
Muchos, no obstante, interpretaban de modo muy dtferente la
Matthews se encontró con que sospechaban de él. Como escri-
psicopolítica de la revolución francesa. La caída de la Basti!la pare·
biría más adelante en una carta dirigida a lord Liverpool: «Me vi
da simbolizar la liberación de la mente humana de las mamllas que
convertido igualmente en blanco de intrigas . . . se falsificaron car-
tradicionalmente la atenazaban, tanto las materiales, de hierro, como
tas ... se descubrieron complots cuyo centro era yo». Por suerte para
las «forjadas por la mente», los cocos de la supersti~i?n, la i~noranci~ él, «¡No me da miedo ni todo un ejército jacobino!». Sin embargo,
y el error. En el París revolucionario, el doctor P~ilippe Pmel corto los jacobinos le encarcelaron en 1793. Al cabo de un tiempo fue
las cadenas de los locos encerrados en la Salpetnere; fue un gesto puesto en libertad y consiguió volver a Inglaterra en marzo de 1796,
de liberación psiquiátrica, un nuevo amanecer en el tratamie?:o de
convencido de que su misión era salvar a Inglaterra. Él y nadie más
los locos. Y casi al mismo tiempo los cuáqueros Tuke prohtb1eron
que él estaba al corriente de un vil complot para «entregar a los
esencialmente el uso de la fuerza física, sustituyéndola por la terapia
franceses todos los secretos del gobierno británico, instaurar la repú-
moral en su nuevo asilo el Retiro de York. En todas partes los ..;-
' blica en Gran Bretaña e Irlanda, y, en particular, desorganizar la
desplazamientos del poder' político encontrare? eco er: e~, 1e_nguaje
.
armada británica, crear en ella tal confusión, que las fuerzas milita-
nuevo de la psiquiatría, a la vez que las relaciOnes ps1qu1atncas se
res francesas pudieran moverse sin peligro». El arma secreta que
comentaban utilizando el idioma de la política. En esta situación de
los franceses empleaban para alcanzar tan terrible objetivo era el
flujo, parecía que el poder --el po~:r de la autori~ad y el _de la mesmerismo. Desde un buen principio cundió la creencia de que el
locura- residía en la mente: percepc1on que en Francta fue senalada
por la acuñación del término «ideología» y en Inglaterra por la
mesmerismo tenía un gran potencial para hacer daño. El propio Franz <
Anton Mesmer, el doctor vienés que había sido el primero en desarro-
expresión trivial «marcha de la mente». A ojos de mucha, ~ente de llar la técnica «hipnótica», había sido expulsado de Viena y de París
la época, este nuevo imperio de 1~ intelectual sobre, lo ftstco -lo porque se temía que sus poderes hipnóticos le daban un dominio
que los psiquiatras llamaban «terapta moral»- parec1a la 1~arc~ del absoluto sobre los pacientes, las mujeres jóvenes en particular, que
progreso. No obstante, como ha recalcado el filosofo frances Mtchel caían «bajo la influencia».
Foucault, tenía -y, de hecho, ello era visible- su dimensión. más
Los peligros del mesmerismo fueron subrayados en Inglaterra
siniestra, un potencial para un dominio más sutil y más encub:er~o, antes incluso de la Revolución francesa. En 1788 Hannah More pre-
para el lavado del cerebro y, más adelante, para abusar de la ps1qU1a·
vino a Horace Walpole contra la «mixtificación demoníaca» que tanto
tria con fines políticos. Buen ejemplo de ello es la carrera de James
7 había arraigado en Francia y empezaba a· echar raíces en Inglatena.
Tilley Matthews. , . ., Las consecuencias políticas subversivas fueron destacadas por otro
Matthews, que se dedicaba al comercio del te en Londr~s, s1?t1o escritor inglés enemigo del mesmerismo, John Pearson. Tal vez los
como Wordsworth la emoción del nuevo amanecer revoluc10nano y
ministtos de la corona, en su búsqueda del poder absoluto, abusarían
en 1793 marchó a París donde tuvo oportunidad de conocer el mes- de la «influencia» mesmérica: _...,.
merismo. Deplorando eÍ estallido de hostilidades entre Inglaterra y
Francia, se le metió en la cabeza la idea de organizar una misión de
Si el ministro teme que algún orador turbulento se oponga a
paz, cautivado como estaba por la doctrina mesmérica de la armonía.
una moción favorita, puede, mediante la elocuencia de sus dedos,
HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
LOCURA Y PODER G3
82
dormir al molesto diputado; o si el caballero ya se ha puesto en «cerca de los edificios del parlamento, el almírantaztto la tesorería
' arma dos con máquinas (llamadas <<lanzaderas"' de
' aire>>) para'
pie, lanzando invectivas contra la mala ,administrad~,n, puede que etceter~>~,
encuentre otra ocupación para este Demostenes, sumtendolo en una t~ansmltlr ~ndas de magnetismo animal. De esta manera hipnotiza·
crisis. rtan a los mtembros de la administración, dejándoles «poseídos» como
bajo un «hechizo, igual que marionetas», capaces de inculcar 'pensa-
Settún Pearson la amenaza era real: «Podéis decir que este poder mientos y leer las mentes. Sobre todo, el mismísimo primer ministro
pu~de resultar 'una máquina peligrosa en mános de una admini~tr~­ se hallaba especialmente sometido a su influencia, pues (Matthews se
ción corrupta». Por suerte, el remedio estaba al alcance y conststla lo había oído decir a los propios conspiradores): «El señor Pitt no
en tomar contramedidas: era ni .la mi:ad de capaz de resistir en fluido magnético en su efecto
operatrvo, smo ~ue era movido como una simple marioneta por los
Pero recordad señor, que los patriotas pueden valerse de la expertos magnetizadores ocupados en tales villanías».
misma arma, de t~l modo que en un dia de asuntos públicos, Saint Debido a sus anteríores asociaciones con el mesmerismo, Mat·
Stephens * mostraría una abigarrada ~!Scena de di~ut.a~os profunda- th~ws estaba enterado de todo esto, por lo que pasó a ocupar el
mente dormidos o presa de convulswnes. Consntuma una nueva pnmer lugar en la lista de víctimas futuras de los conspiradores.
era en la historia de la influencia ministerial. Una «~an~a de siete», cuyo jefe era un individuo al que conocía
por elmtrlgante nombre de «Bill, o el Rey», había recibido el encar-
De pronto nos encontramos nuevamente en el mundo del whig
go de eliminarle. La hipnótica ~<ciencia de la agresión» de la banda
Burke, con su oratoria hipnótica, y del tory Francis \Villis, con su
permitía a sus miembros torturar a distancia y entre las torturas
capacidad de inmovilizar a un loco con la mirada. De hecho, se
había atr.ocidad~s tale.s. como «.curvar los pies, inspirar letargo, pro·
habían enfrentado en una comisión de la cámara de los comunes Y
voc~r chtspas, mmovilrzar rodillas, quemar, hundir ojos, privar de
Burke había dudado de la capacidad del viejo matasanos. Con voz
la vtsta, colgar del techo, arrancar órganos vitales, desgarrar fibras,
atronadora, Burke preguntó por qué Willis estaba tan seguro de
etc.». Lo peor de todo eran sus «manipulaciones de los sueños» es
poder controlar al rey. decir, controlar la mente mientras la víctima dormía. Estas amen~zas
«Colocad las velas entre nosotros, señor Burke -replicó el doc- que pesaban sobre su vida explican la urgencia con que, al volver a
tor, en tono igualmente autoritario- y os daré una respuesta. ¡Aquí Ingl~tena, Matthe';s envió cartas de aviso a la administración y al.
tenéis, señor! ¡Con el OJO! Le miraría así, señor ... ¡así!» presrde.nte de la camara de los comunes. En particular, escribió a
Burke apartó al instante la cabeza y, sin replicar nada, recono· lord Ltverpool recordándole su anterior entrevista, divulgando los
ció evidentemente esta autoridad de basilisco. com~lo:s y dando a entender que no le iría nada mal una recompensa
econom1ca. Seguramente lord Liverpool no contestó o lo hizo en
La autoridad del ojo, de la voz, o, de hecho, de los rayos mesméri- tono escéptico, pues el 6 de diciembre de 1796, Matthews le envi6
cos: todo formaba parte del nuevo aparato de «control mental» que otra carta que empezaba con estas palabras:
florecía en tiempos de la revolución. Eran específicamente los rayos
. Declaro que, su ~eñ?:ía es en todo el sentido de la palabra un
mesméricos los que perturbaban a James Tilley Matthews. t~a1dor de lo mas dtabohco. Tras una larga vida de iniquidad polf·
Equipos de lo que él denominaba «espías magnéticos» se habían tlca ~ real, durru;te la cual. su señoría, adulando y engañando, y
infiltrado en Inglaterra. Estaban ocupando posiciones estratégicas contr:buye~~o ma~ que na~te a engañar a su rey, quien creyendo
sus htpocntlcas (szc) profes10nes, en detrimento de muchos de los
amigos del país os ha colmado de honores y emolumentos os habéis
* De 1547 a 1834, año en que fue destruida por un incendio, la capilla convertido en autor de maquinaciones de traición fundamentadas .
de San Esteban (Saint Stephens) en el palacio de Westminster fue el lugar
en las más extensas intrigas. ·
donde se reunían los comunes. (N. del t.l
84 lliS'l'ORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA Y PODER 85
Matthews revelaba haber descubierto que, de hecho, lord Liver- el emperador del mundo entero, dirigiendo proclamas a sus desobe-
pool estaba confabulado con la Francia revolucionaria y los C011spi- dientes súbditos y expulsando de sus tronos a los usurpadores de sus
radores mesméricos y le informaba de que sabía que «de hecho, per- dominios». Para corroborar su locura se adujo el testimonio de otros
petrasteis el asesinato del infortunado monarca», es decir, Luis XVI. m~d~cos, incluy~ndo (la ironía es magistral) tanto a Robert Darling
A decir verdad, para Matthews estaba claro que los gobiernos, britá- Wdl1s como a s1r Locas Pepys, antiguos adversatios en el tratamiento
nico y francés se habían confabulado para que la guerra con:muara del. rey Jorge . .Tohn Haslam, el apotecarío de Bethlem, creía que la
y causase «el asesinato de ambas naciones» con el fin de «pnvarme me¡or manera de probar que Matthews seguía siendo víctima de delu-
Je existencia~> y «sacrificarme a la furia popular». . siones consistía en dejarle hablar por sí mismo: y simplemente publi-
Habiendo descubierto la perfidia del regicida oculto, lord Ltver- có la historia escrita por el propio Matthews en un volumen malicioso
pool, Mathews se presentó en la cámara de los comunes, donde acusó pero delicioso titulado Illustrations of madness: exhibiting a singular
al ministerio de «pérfida venalidad». Obligado a comparecer ante el case of insanity, and a no less remarkable diferences in medical
consejo privado, que procedió a interrogarle, fue encerrado en Beth- opínion: developing the ttature of att assailment, and the mamzet' of
lem en enero de 1797, después de que el lord canciller Kenyon workitzg events,· with a description of the torlttres experienced bv
desoyera las protestas de su familia en el sentido de que no estaba bomb-bursting, lobster-ct·acking, and lengtbenbtg the brain. EmbeÍ-
loco. Con todo, ¿qué hizo su confinamiento (argüiría más adelante lisehd with a curious plate (Ilustraciones de la locura: mostrando
Matthews) sino corroborar su propia acusación de que el gobierno un caso singular de insania, y una diferencia no menos notable de la
era en verdad la marioneta de una banda de asesinos mesmérícos opinión médica: desarrollando la naturaleza de un ataque, y la mane-
enviados a Inglaterra para silenciarle? Una prueba más de lo que ra de suceder los acontecimientos; con una descripción de las torturas
decía era el hecho de que, al poco de su detención, las bandas -libres experimentadas mediante el estallido de bombas, el rompimiento de
ya de sus esfuerzos por frustrar sus propósitos- pudieron hipnotizar langostas y el alargamiento del cerebro, Adornado con una lámina
a la armada británica y provocar el motín de Nore. curiosa) (1810), Tal como el título de Haslam daba a entender se·
Encerrado en Bethlem -donde se dio la espléndida ironía de que tra:aba de otro caso en el que los doctores de locos no tenían pUl;tos
· otro paciente, Urbane Metcalf, se creyera heredero del trono de D~a­ raciOnales en común, un caso de locura médica. Haslam añadía con
marca-, Matthews se sintió totalmente a merced de sus perseguldo- desprecio que «siendo la locura lo contrario de la razón v del buen
res, pues ahora, de un modo u otro, los mesmeristas france~es. co~ta­ sen;ido, como la luz lo es de la oscuridad, lo recto de Ío torcido,
ban con la complicidad de los médicos de locos de la prop1a mstttu- etce_tera, parece portentoso que puedan albergarse dos opiniones con-
cíón. Atacado por una impía confabulación en la que participaban trartas sobre el asunto»: ¿Estaban Clutterbuck y Birbeck en su sano
los O'obiernos francés y británico, así como Bethlem, Matthews em· juicio?
pezÓ a dirigirse al universo en busca de una reparación. Al estilo de ~o está claro si Bitbeck y Clutterbuck ignoraban al principio las
Napoleón, redactó un documento que empezaba diciendo: «James, teortas de Matthews sobre la conspiración francesa o si las conocían
Absoluto, único, Supremo, Sagrado, Omnümperioso, Archigrande, Y las consideraban totalmente racionales, como quizá hubiera hecho
Archisoberano ... Archiemperador». En ella ofrecía recompensas ~urke. Desde luego, muchos hombres de principios de siglo, en espe-
fabulosas a quienes estuvieran dispuestos a asesinar a sus enemigos. cral el abad Barruel y John Robinson, ptopusieron teorías sobre una
Pero permaneció en Bethlem. conspiración en toda regla al hablar de la naturaleza de la revolución,
En 1809 su familia exigió que le pusieran en líbertad y dos Y lejos de encerrarles en el manicomio, fueron tratados por todos
médicos distinguidos, los doctores Birkbeck y Clutterbuck, dieron fe como héroes públicos. De hecho, Barruel, ex:~ctamente igunl que
de que estaba cuerdo. Se opusieron a este testimonio los médicos de Mntthews, cre1a que el mesmerismo andaba metido en complots revo-
Bethlem, que arguyeron que Matthews estaba tan obsesionado como lucionarios. ·
siempre, «a veces un autómata al que mueven los demás . . . y otras, Matthews pasó varios años más en Bethlem. Mataba el tiempo
86 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA Y PODER

trazando planos arquitectónicos par~ el nuevo edificio de Bethlem; presentado como precursor del psicoanálisis de Freud (se recordará
algunos de ellos sirvieron para construir el edificio que existe todavía que éste, en_los ~omienzos de su carrera, intentó, aunque sin éxito,
en Lambeth y que, apropiadamente, aloja el Museo Imperial de la emplear .el htpnotrsmo con fines terapéuticos). Por supuesto, la «han- 7
Guerra. Cuando finalmente salió de Bethlem, fue trasladado al ma- da de siete» de que hablaba Matthews, la que violaba la mente
nicomio del doctor Fox en Hackney, donde encontró ocupación en (llenándole de mesmerismo), era toda «imaginación», sólo existía
calidad de <<consejero» sobre la conducta de los .. locos, magnífico «en el cerebro». Un mundo de reyes y súbditos producía un mu..."ldo
ejemplo de cazador furtivo transformado en guarda de coto o, tal loe~ Y mimético de omnipotentes e impotentes, de emperadores y
vez, de «autómata» convertido en «emperador». ~utomatas (cabe recordar que la palabra checa robot significa «traba-
También a Haslam «lo soltaron» de Bethlem. Cuando en 1815 JO de esclavo»). El mundo revolucionario que entró en erupción en
el parlamento investigó el estado de los manicomios, se descubrió que las ~ostrimerías del. siglo xvur era un mundo en el que los reyes
Bethlem era un nido de corrupción (el propio Haslam testificó que el perd1an la cabeza, literal y metafóricamente, y citoyens del nuevo
recién fallecido cirujano de Bethlem, Bryan Cowper, estaba tan loco amane~er tales como James Tilley Matthews oscilaban violentamente
que tenían que ponerle una camisa de fuerza). Haslam se vio conver- de la hbcrtad a_ la reacción, sin estar seguros de si la revolución era
tido en cabeza de turco y despedido en 1816. Quizás esta experiencia razonable. No tlene nada de extraño que los parisienses acudieran en
le amargó. Lo que es seguro es que más adelante llegó a pensar que gran número a Charenton para presenciar los espectáculos que mon-
toda la sociedad estaba chiflada. En cierta ocasión, al prestar testi- taba Sade.
monio ante el tribunal en un caso en el que la defensa alegaba insa-
nia, afirmó que el acusado no era el único que estaba loco, sino que
también lo estaban todos los presentes en el palacio de justicia -en
toda la nación- y que quizá la única excepción en este cuadro de
insania universal era nada menos que Dios Todopoderoso (añadió res-
petuosamente que eminentes teólogos de la Iglesia de Inglaterra le
habían confirmado que Dios estaba en su sano juicio).
El temor de Matthews al uso y el abuso del mesmerismo con <. .
1
fines políticos no era una delusión paranoide singular, sino una per- .~ :

cepción común de amenazas de peligro procedente de fuera. Podría-


' .

mos optar por interpretar que la creencia de Matthews de que era


perseguido por el control exterior de la mente indicaba o bien su
conciencia política o su estado de delusión. Ciertamente, reflejaba 7 ··
su experiencia auténtica de encontrarse bajo el control arbitrario de
~
los médicos de Bethlem, la Bastilla inglesa. Sil1 duda no se engañaba '· '·
al creer que corrían tiempos de tortura y conspiración. La iro1úa de
este caso concreto estriba en que la expresión de tales temores hizo ,,
que le encerrasen por loco, clara demostración de que en el uso o el ,
abuso de la psiquiatría con fines políticos la izquierda radical no era
la única que se encontraba con que su libertad corría peligro.
Con todo, sigue siendo una ironía que el mesmerismo hiciera<
que las personas se sintiesen perseguidas, no por los demonios o por
Satanás, sino precisamente por el instrumento que a menudo se ha
LOCURA Y GENIO S9

Arranca de una todo lo que tiene forma, decisiva no en simples adar-


mes, como hace la cordura».
Woolf era, en este aspecto, una platónica moderna y metafórica.
Platón había argüido, en el Battquete, en Fedro y en otras partes, la
existencia de un espíritu o furor místico enviado por el cielo y por
medio del cual se «inspiraban» unos pocos elegidos: <<Las mayores
bendiciones llegan por medio de Ia locura, de una locura que es
enviada por el cielo». Poseyendo así visiones trascendentales o cono-
cimiento, tales personas gozaban de una «locura divina» que las ele-
vaba por encima de las personas mundanas.
4. LOCURA Y GENIO La interpretación freudiana del genio era bastante diferente. No
era un don de los dioses, sino fruto de los procesos del inconsciente;
Virginia Woolf desconfiaba muchísimo de Freud. De niña había no llegaba desde arriba, sino desde dentro, subiendo de las profun-
sido objeto de abusos sexuales, por lo que difícilmente cabía esperar didades. Cuando los traumas psíquicos de la infancia y la niñez no
que aplaudiese la interpretación freudiana de tales .recue~dos .como se superaban apropiadamente, la consecuencia, según Freud, era la
esencialmente ({histéricos», señales de fantasías destderattvas 111fan- neurosis adulta. Típicamente, la represión engendraba neurosis, que
sencillamente tendía a la incapacitación. En algunos casos, empero;
tiles. d F d lo reprimido hallaba una expresión sublimada de tipo sumamente
Lo que es seguro es que veía con suspicacia el empeño e ,r:u
en anatomizar la creatividad. A veces Freud desarmaba a sus crtttcos creativo. Así, el arte y la neurosis eran primos, cuando no hermanos
(<<Ante el problema del artista creativo, el análisis_ debe, ¡ay!, ~epo· gemelos. En la medida en que consideraba que los talentos artísticos
ner las armas»). Pero nadie podía tomarse en setlo esta renunc:a ~1 y literarios nacfan de determinados temperamentos, Freud era más
pensar en las explicaciones asombrosament~ ~~ductivas de los stgnl- aristotélico que platónico. Porque Aristóteles y toda la tradición de
ficados artísticos que hacía Freud en sus anahs1s de Leonardo, Ham- pensamiento médico clásico sobre el hombre asociada con su nom-
let, etcétera. Woolf rechazaba de plano los supuestos significados bre y con el de Hipócrates habían argüido que la «melancolía» era
ocultos que el psicoanálisis encontraba en la literatur~: ~<estos. ~lema· tanto un temperamento como, casi, una enfermedad. Las personas
nes piensan que prueban algo ... además de su propia I_mbecdt~ad». melancólicas eran angustiosas, celosas, deprimidas, solitarias. Eran
Asimismo, Woolf también desconfiaba de la doctrtna segun la difíciles o incluso peligrosas. En unas pocas, este talante caprichoso
cual las personas creativas eran neuróticas. Posiblemente no. quería Y sombrío resultaba muy creativo en imágenes e ideas; era el humor
que le recordasen su propia historia de inestabilidad ment~l 111 desea- del genio.
ba que su «arte» fuese medicalizado de esta manera. Ctertamente, Estos conceptos relativos a la singularidad y la vocación (dones)
temía que el tratamiento psiquiátrico la despojara d~ sus fac~~tades del artista estaban muy difundidos. En particular, cuando eran refor-
creativas. Ya estaba harta de que doctores entrometidos le dtjesen: zados por el tipo de neop1atonismo que proponían filósofos renacen-
;~
tistas tales como Ficino, con su idea de la mente cósmica ofrecían
«no debes leer esto» y «no debes escribir ni una palabra». Lo que l una ideología que ennoblecía al poeta y le daba sabiduría ~rofética.
nunca negó fue la existencia de un frenesí, que podría denominarse 1, ..
«locura», que excitaba la imaginación. En 193~, en. u~a carta a Ethe~ Pero por lo común tenían también un aguijón en la cola. Cuando
Smyth, hablaba de sus propios accesos de insama («ml .cere_bro estallo Montaigne fue a visitar al gran poeta italiano Tasso, que se había
en una cascada de fuegos artificiales»): <~Como expenenc1a, la locu- vuelto loco y estaba encerrado, lo que le impresionó no fue la subli- ·
ra es tremenda, te lo aseguro, y no debe desptedarse; y en su lava me alianza entre el gran ingenio y la locura, sino su antítesis. Tasso.
todavía encuentro la mayoría de las cosas sobre las que escribo. se había vuelto estúpido.
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90 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA Y GENIO

La estrategia escéptica del propio Montaigne era la opuesta: pre- de Carlos II, y que, a raíz de una serie de trifulcas, acabó confinado
sentar al hombre de letras como un ser más bien corriente, aunque, en Bethlem y en un manicomio privado que tenía en Finsbury el
al mismo tiempo, individual. Y es claro que Shakespeare pretende ser doctor Allen, médico de Bethlem. Mientras permanecía encerrado,
irónico cuando hace que Teseo, en El sueño de Uíta nocbe de verano, tras ser declarado oficialmente loco, escribió una serie de poemas
declame que que, al salir del manicomio, publicó con el título de Lucida intervalla,
es decir, «intervalos lúcidos», en 1679.
El loco, el amante y el poeta Como versos, no son memorables. Como apologiae autobiográficas
en imaginación consisten.* son intrigantes porque llevan un doble juego. Como noticias proce-
dentes de dentro, recurren a la tradicional prerrogativa de que goza
Las relaciones entre el arte y la locura eran, pues, complicadas. Nu~e­ el loco: la de ser el tonto con licencia para quejarse y declarar que el
rosos autores del Renacimiento y la Ilustración crearon personaJeS mundo entero está loco (a modo de epígrafe, toma en préstamo la
locos o necios en sus obras Y. novelas como másc?ras o portavoc;s semel insanivimus omnes de Burton). Al mismo tiempo, con todo,
de ellos mismos: el don Quijote de Cervantes, posiblemente el Tns- quiete vindicar su propia razón y usar su capacidad de versificar
tram Shandy de Laurence Sterne, posiblemente el sobrino del Rameau como prueba de su cordura. Afirma que está completamente cuetdo,
de Diderot son todos, al menos hasta cierto punto, el, ~oble de su o al menos. lo estaría si un médico de manicomio no le estuviera
autor, si bien un doble distanciado. Con todo, no es facü encontrar tratando mal:
a muchos que vistan su propio yo con el manto de la locura. ~1 «arte»
y la habilidad artística, más que la inspiración, eran consrderados Dice él, que más ingenio que el doctol' tenía,
como el distintivo del escritor o del artista, y las estructuras de la opresión a un hombre sabio hará loco;
mecenazgo del tradicional mundo de las letras ofrecían ar?~mentos Por ende, Religio lvfedici (¿te importa?)
sólidos a favor del conformismo social en vez de la excentr1c1dad en esto no es locura de suerte alguna:
el artista. · . . . mas fluyen naturalmente de aquí (pienso yo)
No equivale esto a decir que la «imaginacióm> Y e_1 «gema» ,"!·slo- rabia poética, pluma afilada y bilis en tinta.
nario no fueran valorados en su justo precio en los crrculos cntxcos. Hombre sobrio, decidtne, ¿qué puede op:dmir tnás
que el uso de la fuerza por locos p:ua que se confiese
Pero la teoría clásica, tal como la tnodificó la psicología emp~rica loco?"'
de la Ilustración, insistía en que la imaginación no debía ser vac;l~n­
te idiosincrática y visionaria, sino que debía atenerse a la sohda La delusión bajo la que se afana el mundo consiste en confundir la
información de los sentidos y ser templada por el juicio. El verdade;ro inspiración poética -que él posee- con la locura, que le poseería:
<>enio era un impulso orgánico y sano, el de combin~r las ro~tenas
~rimas de la mente. La patología de la imaginación o del gemo ma- Doctor, este desconcertante acertijo os ruego me expliquéis:
leada -del Parnaso pervertido por Bedlam- fue :~plorada en l~s A otros vuestra física cura, mas yo me quejo
sátiras sin piedad de Swift, Pope y los demás neoclasicos por med1o de que en mí hace todo lo contrario,
del recurso del escritor loco. · y hace de mi un poeta, que, dicen, está loco.
No es extraño, por lo tanto, que los laureles del poeta loco a La verdad es que en buen estado se halla mi cerebro
veces fuesen rechazados específicamente. No es mucho lo que se sabe
de James Carkesse, aparte de que en un tiempo trabajó en el ~inis­ * «Says He, who more wit than the Doctor had, 1 Oppression will make
terio de Marina, a las órdenes de Samuel Pepys, durante el remado a wise man Mad; ... 1 Therefore, ReligÍo Medici (do you mind?) 1 This is not
Lunacy in any kind: f But naturally flow hence (as I do think) f Poetic Rage,
sharp Pen, and Gall in Ink. 1 A sober Man, pray, what can more oppress, 1
* «The Iunatic, the lover and the poet 1Are of imagination all compact,¡> ,:.
Than force by Mad-mens usage to confess 1 Himself for Mad?¡>
92 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA Y GENIO

más lo sabe Apollo que su médico: co y sus bardos concedían gran valor al solitario con su sentimiento
es enfermedad del curandero, no mía, mi poesía
intedot (el poeta de segunda fila Edward Young hablaba «del extra·
el ciego monstruo tomó por locura.*
ño de dentro»). En escritores elegíacos como Thomas Gray, la me·
lancolía volvió a ser la comadrona del arte. Pero, por supuesto, es
Carkesse insiste en que la verdadera prioridad estriba en distinguir
con el romanticismo que el vinculo indisoluble entre la locura y el
a poetas como él de los locos y poner fin a la siniestra doctrina de
genio artístico encuentra justificación como experiencia autobiográ·
«nullum magnttm ingenium ( absit verbo invidia) sine mixtura de-
fica, incluso como el escudo de armas del talento. A veces lo que se
mentíae»: no hay gran ingenio que no esté mezclado con locura:
pone de relieve es que la locura (o, de forma más general, el gran
Pasa por verdad corriente que siempre un poco de locura tormento) es el yunque del arte noble. A veces el mensaje es prome·
a mucho ingenio acompaña, extraño es en sobria tristeza: teico y afirma que la locura es el precio que hay que pagar por la
de ahí que les llamen, confabulados pobres y ricos, creación. El arte es, pues, un demonio, un ángel exterminador; se
locos, cuyo iltgenio está por encima de la norma. cobra un tributo terrible; quema al artista. Para producir arte subli-
Mas sin duda cuando los amigos y tú me declarasteis loco me, el artista ve minada su salud, mental o física. En todo caso, esta
vosotros erais quienes habíais perdido el 'juicio, engañados por la luna.** doctrina romántica que veía el genio como doble de la locura y vice-
versa elevó el arte hasta el éxtasis e hizo del artista o del escritor
Carkesse afirmaba que el doctor Allen (a quien llamaba «curandero la analogía estética del profeta dotado de poderes ajenos a este
de locos») le habfa dicho que «hasta que dejara de hacer versos, no mundo.
estaría en condiciones de ser dado de alta». Con todo, ¿qué demos- La creencia romántica en la locura creativa encontró exaltada
traba esto sino la locura del doctor? Porque la verdadera poesía no expresión en el punto de vista de William Blake. Éste presentaba el
era la fuente ni el síntoma de la locura, sino apropiadamente medi- arte como «visionario». Repudiando el empirismo y el materialismo
cinal: ¿por qué otro motivo era Apolo dios tanto del canto como de «visión única» que cultivaban Bacon, Newton, Locke y (en la
de Ia curación? pintura) sir Joshua Reynolds, Blake insistía en que «sólo las cosas
Si la asociación popular de la locura con la poesía comportaba el mentales son reales». Después de todo, el arte, a pesar de la doctrina
peligro de acabar en el manicomio, no es extraño que los poetas ortodoxa, no consistía en imitación. El concepto «ilustrado» de la
evitaran abrazarla. Poetas del período georgiano como William Col- imaginación que terúa Locke, el concepto que hablaba de la construc-
lins y William Cowper tenían sus paroxismos de locura, pero no ción de imágenes a partir de sensaciones, era falso, como lo era
hay ningún indicio de que viesen la· insania como fuente de inspira· también la reducción de lo «visionario» a lo «imaginario» que hacía
ción. Cabe que, de hecho, la falta de un fuerte sentimiento poético el doctor Johnson. En cambio, Blake opinaba que la imaginación
contribuyera a que Collins se sumiese en una melancolía malsana. eta el poder que daba forma a las visiones. Como tal, era el sine qua
La «sensibilidad» del siglo XVIII y el redescubrimiento de lo góti- non, el espíritu vivo, del arte. La imaginación era la prerrogativa de
los locos. «Todo este mundo es una visión continua de fantasía o
* «Doctor, this pusling Riddle pray explain: / Others, your Pbysick cures, imaginación.» Blake se alegraba de su locura. Era, a su modo de ver,
but I complain /lt works with me the dean contrary way, / And makes me un estado envidiable de fecundidad y salud artísticas. En un sueño
poet, who are Mad they say./ The Truth on't is, my Brains well fixt condition / o en una visión se imaginó a Willíam Cowper pidiéndole ayuda:
Apollo better knows, than his physitian: 1 'Tis Quacks disease, not mine, my
poetry /By the blind Moon-calf, took for Lu1racy.» :~ . Cowper vino a mí y me dijo: «Ojalá estuviera loco siempre.
** «lt goes for curren/ truth, that ever sorne madness f Attends much Jamás descansaré. ¿No puedes hacerme verdaderamente insano? ...
wit, 'its st1·ange in saber sadness: / Hence they are call'd, by Plot of poor and Tú conservas la salud y, pese a ello, estás tan loco como cualquiera
rich, 1 Madmm, whose tvít's above the standard pitch / But sure, when Friends de todos nosotros -más que todos nosotros-, loco como refugio
and you me Mad cot1cluded, 1 Twas you your senses lost, by th'moon deluded.» del descreimiento ... de Bacon, Newton y Locke».
94 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA Y GENIO 95

Hasta cierto punto, claro está, la «locura» de Blake debería ~erse del alma, perversión de la voluntad, una indocilidad casi propla de
como metafórica, un ardid que le permitiría distanciarse del .raCiona- Byron. Y a mediados del siglo XIX, la image11 «byrónica» o bohemia (
lismo mundanal y de los artistas comerciales. ~lake n:cesltaba su que el propio romanticismo tardío tenía de sí mismo ya la estaban ·
propio mundo: «Debo crear un sistema o me vere esclavizado por el transformando los psiquiatras en la nueva categoría diagnóstica de la
de otro hombre. No razonaré ni compararé: lo mío es crean>. Ne:ct'- degeneración decadente. Como tal, la vinculaban cada vez más (aun-
sitaba una persona que le permitiera perturbar a la gente con prover- que especulativamente) a una supuesta etiología orgánica: el vuelo
bios del infierno. Así, cuando escribe: «¿Qué, se preguntará, cuando romántico fue obligado a aterrizar convertido en enfermedad somá-
sale el sol no ves un disco redondo de fuego que se parece un poco tica o, como mínimo, en uno de los síntomas principales de trastor-
a una guinea? Oh, no, veo una compañía innumerable de la hueste nos degenerativos tales como la consunción, la neurastenia o, de
celestial exclamando Santo, Santo, Santo, es Dios Todopoderoso», hecho, la sífilis. Los doctores empezaron a ver el genio mismo, no
lo que hace es provocar al mismo tiempo que expone un argumento simplemente como un demonio, sino como algo específicamente pato-
serio sobre la inescapabilidad de lo subjetivo. Le gustaba aceptar la lógico y aparecieron numerosos libros que denunciaban The i1zfirmi-
«calumnia de locura» que le lanzaba el mundo; hacía de él otro ties of genius, o las enfermedades de The great abnormals. Los
hombre un hombre inaceptable, le daba licencia para protestar, para románticos gustaban de decirle al mundo que estaban locos. Poca
denunci~r la verdadera locura de las «manillas forjadas por la mente» idea tenían de cómo el mundo se tomaría su venganza. >
de una civilización que negaba la vida. Pero sería un e:r?r dar a
entender que se trataba únicamente de una pose, de retonca auto- A mediados del siglo XIX, el doctor Franz Richarz, propietario de
dramatizante. El romántico religioso Blake creía literalmente que a un asilo privado en Endenich, cerca de Bonn, compartía los puntos
menudo escribía bajo «dictado inmediato». Conversaba familiarmente de vista de la psiquiatría degeneradonista, Creía que «Casí todos los
con los profetas y también con su hermano muerto; Y él Y su esposa, grandes artistas» -incluía entre ellos a Mozart y a Goethe- eran
desnudos, se sentaban en el jardín recordando el paraíso. Blake era «acosados por humores melancólicos espontáneos». Sus arrebatos
un tío raro. · frenéticos de actividad suponían «esfuerzo excesivo» y «productivi-
Sin embargo, nunca recibió cuidados psiquiátricos y tampoco fue dad mental, especialmente artística, inmoderada», y esto a su vez
internado jamás en un asilo. Sin duda, ello obedece a muchas r~zones «agotaba la substancia de componentes centrales psíquicamente acti-
y no es la menos importante el hecho d~ que contara con su~~1entes vos del sistema nervioso», lo que provocaba «un deterioro lento,
protectores comprensivos como para ev1tar que sus excent~1~1dades pero irreversible y progresivo».
le metieran en lios g1·aves. Pero también tuvo la suerte de v1v1~, poco Richarz creía que esto era precisamente lo que había ocurrido en
antes de que la mitología del romanticismo, con su celebrac10n de el caso de Robert Schumann, que había ingresado en su asilo en 1854
las nupcias del genio con la locura, dejase de. ser un. c?n<;epto, un y permanecído allí hasta su muerte al cabo de dos años y medio.
jeu d'esprit, y pasara a formar parte de la puJan~e. disc1ph?a de la Schumann era la quintaesencia del romántico. Nació en el seno
psiquiatría. Aspectos de la ideología del romantiCismo dejaron su de una familia dispuesta a cultivar la vida ideal del arte, las ideas
huella en doctores de la mente además de en artistas y estetas. Por y las pasiones por encima del simple progreso mundanal. Su padre
ese medio se volvieron peligrosos. · era un ratón de biblioteca y autor, con un característico amor germá-
Primero Pinel en la Francia revolucionaria y, al mismo tiempo, nico a los mitos y al folclore fantástico. Su madre, mujer muy emo-
en Inglaterra, los Tuke, con su terapia moral, se hicieron eco del cional, amaba la música. Schumann creció cargado de sentimientos,
optimismo liberacionista de la revolución liberando la m~nte de la sensible, lleno de ardor y con un anhelo intenso de perderse -y
tiranía de los grilletes de hierro. Pero luego, un p~co mas ~de!an~c encontrarse- en el reino de la cultura. Durante mucho tiempo,
y especialmet1te en Alemania, en las ideas de Red, la ps1qmatna empero, no supo con certeza si su don principal eran las palabras,
representó de forma creciente la insania misma como noche oscura como su padre, o la música, como su madre; sus mayores aspirado-
96 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA Y GENIO 97
nes consistían en unir ambas cosas en el Heder, en el oratorio, en cohibido? hl_lptesionable, inseguro de su propio porvenir; sus «cartas
la ópera. a casa» ln~Ican ·1? mucho, que ansiaba complacer a su madre. Sobre
A partir de 1828, pasó sus días de estudiante.· en Leipzig, donde todo, la v1d~ misma solía parecerle precaria. «Una tempestad de
el romanticismo se respiraba en el ambiente. En teoría, estaba allí truenos se cierne sobre mi vida.» :
para estudiar Derecho; en realidad, consagraba su tiempo al piano. . ¿A qué se debía semejante inseguridad? La vjda misma era
A ratos disciplinado y a ratos disipado, Schumann exploró, refinó y msegura. Cu_a~do tenía dieciséis años, su padre murió; su hermana
abusó de sus sentidos con el alcohol, el café y los cigarros. Sus borra- mayor se smc1d?. po_c?s me~es después. Recordaba a su padre como
cheras le dejaban a veces inconsciente o semidelirante, y precipitaron un h~~bre semunvalido, hipocondríaco, preocupado por sí mismo.
trastornos auditivos. Se lanzó a apasionadas y bellas amistades con T~bten su madre sufría frecuentes depresiones. La muerte de otros
una sucesión de estudiantes de nobles pensamientos. Leía, idolatraba 1Dl~mbros ~~ la familia le afectó profundamente. Cuando su hermano
e imitaba a los autores canónicos del romanticismo, sobre todo a Juhu~ mur:o de consunción en 183.3 el terror se apoderó de Robert:
Jean Paul Richter y a E. T. A. Hoffmann, cuyos ideales de frater- «L~ Idea fiJ~ de volverme loco se enseñoreó de mí». Algunos de sus
nidad artística y seudónimos tomaban prestados los de su círculo. me;ores amtgos de .la época estudiantil también mutieron jóvenes.
Siguiendo la clásica costumbre del amor joven, se enamoró locamente Dur~nte t?da su v1da, la separación de los seres amados le hizo
de mujeres inabordables y de otras que no podían corresponderle. sufnr temblemente y provocó el miedo a ser abandonado. Se pasó
Siendo un auténtico joven romántico, se convirtió en un soñador. toda .la noche ll~rando cuando murió Schubert. La presión de las
Cultivaba a su alrededor un intenso y abrumador teatro de fantasía, em~c10ne~ le hacta caer presa de pánico con facilidad y entonces se
en parte compartido, en gran parte privado. El poder de la imagina- ven~a ahaJo. Ya en 1828 escribía: «Me parece que algún día me vol-
ción sería campo de pruebas de su talento. Lo primero que llamó la vete loco~. Creía supers~idosamente -creería toda la vida- que
atención sobre él como músico fue su asombroso don de improvisar las profec1as por su propta naturaleza contribuían a cumplirse. .
al piano, en especial su capacidad de crear música que captaba a la . , Schumann era muy dado a frecuentes cambios de humor. Tam-
perfección el estado anímico o el carácter de alguien. Él lo llamaba ?ren era profundamente introspectivo y anotaba en .un diario sus
«fantasear» o «improvisación loca». u:acabab1es reflexiones sobre sí mismo. Durante gran parte de su
Decía con frecuencia que semejante elación era una forma de v1da le a~ormentaron «sueños aborrecibles». A partir de sus tiempos
locura. Como tal, constituía una señal de su genio. No se trataba de ,estudtante ~e ~anó la reputación de ser poco comunicativo, dis-
de una mera afectación, de intemperancia adolescente. Fue más bien trardo, de ensumsmarse cuando estaba acompañado. Era torpe y
un hito importantísimo en el intento de crearse una identidad que armaba un escándalo por cualquier nimiedad. Los fracasos le senta-
favoreciera su carrera, que le granjeara aceptación y reconocimiento ban muy mal. «¡Ojalá pudiera ser un genio!»
y que cumpliera su «promesa>:>. Luchando con los deseos paternos El temperamento supersensible de Schumann y sus frecuentes
de que al principio jugara sobre seguro y estudiase para ser un abo- temores daban origen a episodios de depresión de una intensidad
gado respetable, necesitaba pruebas constantes de que realmente anormal. La prime:a vez que vio el castillo de Colditz, que a la sazón
poseía facultades superiores. A los veinte años de edad, escribió un se usaba como asilo de locos, sintió un terror premonitorio. Era
notable autoanálisis del artista joven en el que hacía hincapié en su propenso ~ s.úbitos ataques de pánico provocados por la confusión
propia «individualidad única» y en su «temperamento melancólico». Y los s.ent1m1entos de culpabilidad. La sensación de ser completa-
Pero el cultivo por Schumann de una intensa vida interior era mente mcapaz de afrontar la muerte le llevó a un intento de suicidio
algo más que elación juvenil o aprendizaje de poeta. Era una forma e~ 1833:. e~tuvo a punto de atrojarse por una ventana de un quinto
de afrontar la profunda inquietud que le inspiraba el mundo. Anhela- p1so. El ~ctdente le dejó un hotror duradero a las alturas.
ba triunfar. Era ambicioso, a menudo en demasía. No es extraño que En Ciertos se~tidos, apu.ntar estos detalles de los primeros años
le atormentaran la duda, la indecisión, la inseguridad. Era timido, de Schumann equrvale a dec1r que era dado a dramatizat de un modo
98 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA Y GENIO

más bien adolescente y a presentarse como genio loco en vías de generación. Durante mucho tiempo albergó la esperanza de llegar a
formación. Como parte del aprendizaje de este papel, empezó a oír ser un virtuoso concertista de piano. Pero sufrió una lesión m.iste-
ruidos dentro de su cabeza; luego, voces que le interpelaban. Perso- riosa en uno de los dedos de la mano derecha (es muy posible que
nificó dos de estas voces y les puso nombres propios. Una vez, fuera psicosomática) que menoscabó su capacidad de ejecutante. Por
cuando se estaba recriminando a sí mismo diciendo «Genio mío, ¿es otra parte, el público cada vez le daba más miedo. Estas desventajas
que vas a abandonarme?», le contestó una voz incorpórea, «Flores- resultaron muy oportunas, ya que su técnica pianística distaba mucho
tán», que a lo largo de los años se convirtió en su confiado, extro- de ser impecable, y en la época de Liszt, Mendelssohn, Chopin («un
vertido y varonil alter ego. A Schumann le gustaba ver en «Florestán genio», según los artículos periodísticos del propio Schumann) y de
el Improvisador» a su «amigo del alma ... mi propio ego». niños prodigio como la que sería su esposa, Clara Wieck, el intento
La otra voz que le hablaba con frecuencia llegó un poco más dé hacer carrera como concertista de piano le hubiese causado mu-
tarde y Schumann le pondtfa el nombre de «Eusebio». Era su parte chos disgustos y humillaciones. Más adelante, la torpeza y la timidez
más sensible, retraída, pasiva y femenina. Por supuesto, el adveni- en público se encargaron de que su carrera de director de orquesta.
miento de estas figuras reflejaba la creencia, en boga entre los román- también fuera un fracaso. Sin embargo, en realidad nunca había sen-
ticos, en el Doppelgiinger," que se derivaba en gran parte de Jean tido grandes deseos de ser director, pues jamás podría haber compe-
Paul. Pero, una vez hubieron aparecido, fue frecuente encontrar al tido con Clara en el escenario. Así pues, todos estos factores hicie-
solitario Schumann hablando con sus yoes. ron que componer música fuera su destino.
No obstante, si la búsqueda romántica de Schumann hizo de él En sus mejores tiempos, Schumann ciertamente podía ser un hom-
un ser cada vez más peculiar, lo que debemos recalcar ante todo es bre difícil, sujeto a grandes cambios de humor y, sobre todo, a acce-
su capacidad de dominar y explotar estas fuerzas extrañas creadas sos de negra melancolía. En particular, pasó un año de tremenda
por su imaginación, la habilidad con que las puso a su servicio. depresión durante y después de la gira que Clara hizo por Rusia en
Florestán y Eusebio se convertirían en los míticos autores subcontra- 1844. Schumann sentía celos del éxito de su esposa. Mientras viaja-
tados de buena parte del periodismo musical de Schumann, personas ban, la carrera de Clara le impedía a él dedicarse a la suya. Su trabajo
polares que le permitían explorar diferentes puntos de vista en sus de compositor quedó paralizado. Lejos de casa, los temores morbosos
artículos. De esta manera, sus diálogos interiores liberaron en él una que le inspiraba su salud se hicieron aún más intensos. También
voz literaria. temía que le envenenasen (es, como mínimo, posible que los múlti-
Sobre todo, los sonidos que ofa en su cabeza le condujeron a ples medicamentos que le recetaban tuvieran graves efectos tóxicos).
componer al piano. Con frecuencia escribía música «al dictado»: «de Se convirtió en un hombre encerrado en sí mismo.
mis dedos salían dioses». En una etapa posterior y madura de su A lo largo de los años, sin embargo, el comportamiento inquieto
carrera, creyó que sus voces interiores le dictaron la sinfonía «Prima- e imprevisible de Schumann, más que un presagio del progresivo
vera» y la obertura «Manfredo». Estos ruidos constituían uno de los deterioro de su cerebro y su personalidad que los médicos le han
diversos auxiliares psíquicos que contribuyeron a guiarle hacia el atribuido con frecuencia, fue sin duda una respuesta muy comprensi·
convencimiento de que su verdadera vocación era la de ser compo- ble a la inseguridad y las presiones. Durante muchos años había
sitor. En efecto, desde muy temprano se enfrentó a una decisión cortejado a la talentosa Clara, al parecer sin esperanza, contra la
objetiva. Si querfa triunfar como genio musical, ¿qué era exactamente oposición intransigente del padre de la muchacha: Friedrich Wieck
lo que tenía que hacer? Schumann jamás sintió el menor deseo de siguió mostrándose hostil a Schumann incluso después de la boda,
dejar su huella en el mundo como el gran maestro musical de su celebrada en 1840, y hasta su muerte continuó dominando a Clara.
Es claro que, después de conquistar a la joven, Robert se encontró
* Palabra alemana que designa la aparición de una persona viva, es decir, con que ella tenía una personalidad más fuerte que la suya y que
su doble. (N. del t.) obtenía más éxitos en su búsqueda de la fama. La capacidad de
100 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA.
LOCURA Y GENIO 101
Robert de mantener a su creciente familia nunca fue muy segura.
El único modo de obtener unos ingresos fi~os fue ~ceptando puestos El año 1853 resultó particularmente difícil pata Schumann. El
de director de conciertos y director mus1cal, pr1mero en Dr~~e, nombramiento de Kappelmeister en Düsseldorf que había aceptado
luego en Düsseldorf. Pero estos empleos no le g?sta~~ Y .s,u ta tres años antes le hizo llegar a su punto más bajo. Debido a su falta
de condiciones para ocuparlos le llenaba de angustia e 1rntac1on. Por de condiciones de director, fue despedido de dicho puesto. Robert
otro lado sus responsabilidades familiares eran cada vez .mayores y Ciara hicieron amistad con dos genios jóvenes, Joachlm y Brahms,
(los Schu~ann tuvieron seis hijos en total). Lo raro es. que R~bert y es probable que la presencia de éstos hiciera que Schumann se
_ , también Clara por supuesto- se las arreglara tan b1en al m1smo sintiese agotado y le recordara su mortalidad. Cabe que en algún
tie~po que se con~ertía
en un compositor fértil y prolífic?. momento dado Schumann se percatase de la atracción mutua que
existía entre Brahms y Clara.
Schumann tenía un concepto romántico del acto c~eauv~ Y de, la
santidad del arte. Las dudas que sentía sobre su propiO geruo sohan A principios de 1854, Schumann comenzó a sufrir más alucina-
llenarle de desesperanza. No hay ningún indicio, con todo, d; ~ue dones. Oía música en la cabeza. Al principio era divina: «música que
acariciase la malsana idea de que para crear grandes obras artlstlcas es tan gloriosa, y con instrumentos que suenan más maravillosos de
fuese necesario ser profundamente desdichado. A decir verdad, s~s lo que uno jamás oye en la tierra»; unos «ángeles cantaban la melo-
períodos más productivos eran precisamente a~uellos en, que mas día». Más adelante los ángeles se transformaron en demonios y la
dichoso se sentía, sobre todo en los primeros anos d:spues d~ con- cabeza de Robert se convirtió en una caja de torturas. Su mente expe-
traer matrimonio con Clara. En poco más de un decemo p~oduJ~ una rimentaba «sufrimientos exquisitos» mientras nuevas voces le decfan
notable serie de composiciones, incluyendo to~as sus smfon:as Y que era un «pecador». El 27 de febrero de 1854, Schumann se arrojó
todos sus conciertos. Ciertamente, a veces trabaJaba con la funa de al Rin. Cuando le sacaron del río sintió vergüenza y humillación:
un maníaco. Pero no hay pruebas concluyentes de que ver~a~era­ «Oh, Clara, no soy digno de tu amor». Fue el ptopio Schumann
mente se quemara por culpa de tanta actividad. En sus .compos1~ones quien insistió en que le hospitalizaran en un asilo. Clara se opuso:
posteriores no se advierte ninguna señal de que estuviera perdtendo los asilos estigmatizaban. Robert le aseguró que un breve período de
facultades. Es posible, no obstante, que, como señala Oswald, su paz le ayudaría a recuperarse y le permitiría reanudar la vida normal.
hipocondría envolvente le hldera imaginar que ,estaba acaba~?· Des- Al imaginar esto, Schumann fue víctima del idealismo engañoso
pués de todo, uno de los textos a los que hab1a puesto mus1ca era sobre la vida en los asilos de locos que tan común era en aquella
el archirromántico Manfredo de Byron: época de optimismo psiquiátrico. Cavó su propia sepultura. En el
asilo de Endenich, a varias horas de viaje de donde vivía Clara, se
¡Miradme! hay un orden encontró aislado, rechazado, abatido. En las cartas patéticas que man-
de mortales en la tierra, que se vuelven da a sus amigos les suplica que le hagan llegar papel de escribir, pata
viejos en su juventud, y mueren antes de la mediana edad poder componer. Es de suponer que, siguiendo la práctica habitual
sin la violencia de la muerte en la guerra;
de Richarz; fue sometido a una fuerte medicación. Brahms no tardó
algunos perecen de placer, algunos de estudiar, .
algunos agotados por el trabajo, algunos de mera fatiga, en visitar Endenich, pero ni siquiera le permitieron ver a su colega.
algunos de enfermedad y al~nos de i?san~a, Clara no le visitó. Es casi seguro que el doctor le aconsejat'Ía que se
y algunos de corazón marchito o partido. abstuviera de hacerlo porque el contacto podía perjudicar al paciente.
Clara obedeció, por razones posiblemente complejas. De hecho, no
* «Look on me! there is an order / Of mortals on ~he earth, ~ho do volvió a ver a su esposo hasta que éste se encontraba ya al borde
becomc 1 Old in their youth, and die ere middle·age 1 Wtthout the vtolence de la muerte.
of warlike death; 1 Some perishing of pleasure! sorne of study! 1 So.rne ;'A:~
with toil, sorne of mere weariness, 1 Some of d1sease and sorne tnsaruty, Aislado brutalmente y sintiéndose más abandonado que nunca,
some of wither'd or of broken hearts.» Schumann se encerró en sí mismo. La vida en el asilo le impuso este
romt1ntico viaJe interior. Apenas hablaba. Amigos que, como Joachim,
LOCURA Y GENIO lUJ
HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
102
b e pareda estar perdiendo Hacia las postrimerías del siglo xrx, el psiquiatra alemán Paul
le visitaban de vez en cuand o o. servaron qu ha ni la más leve Mobius, hombre que sentía una fascinación morbosa por la piscopa-
la facultad de comunicarse. St? embafrr?leon,d~oun ~eterioro rápido e tología del genio, volvió a examinar el caso de Schumann. Los datos
ealmente estuviese su 'd
prueb a d e que r b . d hecho de que se encontrara sumt o médicos que diera Richarz basándose en la autopsia le parecieron
irremediable d~ cer~ rod nt, : Su~ últimas cartas angustiadas a menos gue satisfactorios. Mobius hizo Io que a él le pareció un
05
en un mundo dusorto, ; ~uen . as llenas de dolor que hablan diagnóstico más actualizado y satisfactorio de la enfermedad de
Clara son perfectamente luctdas. Son car: . No recibió nin- Schumann: demencia precoz, «enfermedad>> nueva que habían iden-
de una reunión (~n ~ ~am~i~:ar~e0~~a~~u~::~~~r~artas le habrían tificado Mobius, Kraepelin y otros contemporáneos. Poco después, la
~~~a~~~~e:ce:~). ;1 visitarle Brahms, Schumann preguntó si Cla-
1
dolencia sería rebautizada con el nombre de «esquizofrenia» por el
eminente psiquiatra de Zurich Eugen Bleuler. Se caracterizaba por la
huida de la realidad; su pronóstico era universalmente malo. Bleuler

l
ra había :nuerto. d h í va un año desde su ingreso en <' 1
asilt~s s:~~~n=nq~;r::ne~a/~~n· ~uy campos n~enti~
a. ojos de
diagnosticaría como esquizofrénico a otro genio romántico, con resul-
tados aún más patéticos que la tragedia de Schumann: el bailarín
algu~os de sus visitantes. La escritora Frau von Armm dtce. ruso Nijínsky. ·
Me dijo, utilizando palabras que sólohcon esfue~zo rf;,~o ;~~icx; Nacido en 1890, hijo de padres pobres que llevaban la danza en
1 1 a difícil hablar y que a ora, cuan o ' ]a sangre, Vaslav Nijinski se formó a partir de los nueve años de
lar, ~~esi~ ~:~~a~ con nadie, esta dolencia ha empeorado. Col nv~rdso edad en el Ballet Imperial antes de emprender una carrera espectacu-
un an . é había encontrado en a Vl a, lar a las órdenes del empresario Sergei Diaghilev. Se convirtió en el
sobre todas las cosas de mter s que L ndres sobre Sidlia, sobre
sobre Viena, sobre EPetersbur~·bf,0 in~nter~mpidamente de todas principal bailarín de su tiempo. Asimismo, participó activamente en
obras de Brahms .. · n suma, a · la concepción y la coreografía de los nuevos ballets que cautivaron
las cosas que le habían proporcionado placer a1guna vez. a Europa: La consagracióJt de la primavera, El pájaro de fuego,
1 , .momento dado Schumann se dio cuenta de Preludio a la siesta de un fauJto, etcétera.
Es dar~ q: en a Lvida en el asilo le había convertido, a oj?s Díaghilev había tomado a Nijinski por amante (consideraba que
que no ~en~a 'turo. a caso de locura irreversible (Frau von Armm era su droit de seigneur). «Yo le odiaba, pero fingía», escribió más
de la ps;quta.tna, en un 1 propio doctor Richarz era «Un hipocon- adelante Nijinski. Hacia mediados del decenio de 1910, a Diaghilev
comento agrtamente que e o un síntoma de enfermedad, en ya le atraían bailarines más jóvenes. El propio Nijinski se sentía·

t~:~o~e ~~~;;~~e;~~u:o~ ¡:;:m::~1 ~:1·c~Ir~~~:m~~fc7ó~~e ~: distanciado y desplazado. El estallido de la primera guerra mundial
puso fin a las giras y funciones. Nijinskí quería separarse y albergaba
verso al que puso mustca en e la esperanza de formar su propia compañía y crear sus propios ballets.
muerte. Se trataba de la antigua coral: Sobre todo, Nijinski se casó. Con su esposa húngara, la bailarina
Romoia de Pulszky, fundó una familia. Las relaciones entre Diaghilev
Cuando llegue mi hora final
de partir de esta tierra y Nijinski terminaron de una manera agria, en medio de recrimina-
te ruego, Jesucristo, . . ciones mutuas. Los últimos años de la guerra los pasó el matrimonio
que me ayudes en mis últimos sufrumentos. Níjinski en la población suiza de Saint-Moritz. El dinero se les estaba
Señor, mi alma al final acabando y no tenían ningún contrato firme para el futuro. Lo único
entrego en tus manos seguro era la creencia inamovible de Nijinski en su divina forma de
bien sabes tú cómo protegerla. ; ' bailar.
Nijinski no se tenía exactamente por un genio, sino que más bien
El enloquecido Schumann se quitó la ~id~ del ún~o ~~do posible: creí.a estilr dot?Jdo o poseído par el genio. De un modo que sin duda
watándqs~ Qe hap:lbre. Murió el ;29 de )Uho c;l~ 18J(1. 9 9: ·,,
104 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA Y GENIO 105
refleja la adoración que le inspiraba Tolstoi, veía su arte como algo brecido y embellecido de un modo ridículo por la buena sociedad.
santo o sagrado. También el amor se ve transformado en mercancía a la que se da un
Inactivo y encerrado en un hotel de Saint-Moritz, Nijinski em- valor monetario. Aparece encarnado por la lujuria y la lascivia. Lo
pezó a comportarse de un modo raro. Daba largos paseos solitarios, simboliza la costumbre de comer carne, la matanza de inocentes para
llevando una cruz de grandes dimensiones. Se mostraba cada vez más mantener la carnalidad. La expresión colectiva de estos valores y
irritable, impaciente, caprichoso. Trazaba macabros dibujos goyescos actos presagia aniquilamiento. «La política es muerte», los políticos
de las calamidades de la guerra. Era grosero o incluso violento con son los verdaderos criminales. Es un mundo en guerra, un mundo
su esposa, o se distanciaba de ella. Un sirv'iente que recordaba al de guerra. Nijinsld nos presenta un análisis de la civilización y sus
enloquecido Nietzsche pensó que Nijinski ponía la misma cara. descontentos, de la realidad como mentira hueca, un análisis que es
Nijinski dijo que quería irse y hacerse campesino; Romola le ame- tnás tolstoiano que freudiano.
nazó con divorciarse de él si lo hacía. Nijinski empezó a llevar un Nijinski juró no tener nada que ver con la vida tal como la
diario y se negaba a enseñárselo a su esposa. En sus relaciones con anatomizaban los doctores. La de éstos era Ia mancha de la muerte.
las personas a las que quería oscilaba entre una actitud desafiante y Su dogma era la ciencia. La ciencia era la enfermedad de pensar
otra de abatimiento culpable. Romola, asustada, depositó su con- demasiado. La ciencia no entiende nada. Darwin veía toda la natura-
fianza en los médicos. leza en lucha. Se equivocaba: «toda Ia naturaleza está viva». El santo
Nijinski no se fiaba de los médicos. Como se advierte en su dia- patrón de esta sociedad enferma era el doctor. «Estoy contra todas
rio, despreciaba sus errores y temía su poder. Se negó a que los las drogas.» ·
médicos examinaran su diario. A ojos de los médicos, el hecho de Repudiando todo esto, Nijinski (al igual que Nietzsche) no depo-
que continuara escribiendo sus pensamientos en presencia suya era sita sus esperanzas en la revolución, en soluciones políticas de índole
una prueba concluyente de lo que ya sospechaban. A Nijinski le sen- radical. ¿Por qué odiar a los ricos? Nijinski insiste en que él no los
taba muy mal que su esposa colaborase con los doctores: «Ya no odia; tienen tanto derecho a vivir como todos los demás seres vivos
puedo confiar en mi esposa, pues t:ne da la impresión de que quiere a los que explotan y matan. Tampoco se forja un concepto romántico
darle este diario al doctor». Tomaba a los médicos por espías y pro- de Ios pobres: «La vida no es pobreza». Ni es bolchevique: «mi
curaba distanciarse de ellos. Todo esto era, a juicio de los doctores, partido es el partido de Dios». Le gustaría demostrar de maneras
sintomático de patología mental. Para Nijinski la ciencia de los mé- más sutiles la falta de lógica de Ia civilización degenerada y sus doc-
dicos era la antítesis misma del genio artístico. Los doctores, en sus tores: así, por ejemplo, siguiendo insttucciones divinas encontrará
razonamientos, no entendían nada. <{Quieren examinar mi cerebro, Ia forma de romper la bolsa de valores, que es la muerte para los
pero yo quiero e."íaminar sus mentes.» pobres. ·
A medida que leemos su diario, vemos que Nijinski expone una . Sobre tod~, propone una serie radicalmente transformada de prio-
visión extremadamente lúcida, y a menudo ingeniosa, de la santidad ridades. La v1da verdadera debe edificarse sobre los sentimientos:
de lo que los doctores ya diagnosticaban como locura. El mundo, al «Soy sencil!o, necesito pensar». Sentir es amor. Dios es amor. El
modo de ver de Nijinski, es un hipócrita redomado. El mundo rinde amor es la expresión de Dios. Los sentimientos son el fuego santo.
culto en el templo de la razón. Pero esta razón está loca. La ra7.Ón Inspirado por Dios, el bailarín Nijinski se convierte en Io divino en
mundanal sanciona la codicia, el materialismo y la violencia. Divide a movimiento. La danza es lo divino en el mundo, Ja religión dionis!aca.
las personas porque está enamorada de la distinción entre lo mio y «Sin energía no hay vida», escribe Nijinski, recordándonos nada
lo tuyo. El amor a la propiedad y el abuso de poder andan cogidos menos que a Blake, aunque sin ei gusto de Blake por la paradoja
de la mano. La avaricia de posesiones ha transformado el arte en una satánica.
mercancía, lo ha reducido a un objeto de consumo. A causa de ello, «Dios está en mí.» Nijinski afirma que por medio de la danza
el arte se ve degradado a la condición de juguete de los ricos, empo· trae a Dios, trae d fuego divino, al mundo, porque él es «Dios en
106 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA Y GENIO

un cuerpo», poseedor de «la gracia, que procede de Dios». La civili- el idiota de la novela homónima de Dostoyevski. «Dios es el fuego
zación está edificada sobre la historia; todo eso es sólo una carga que hay en mi cabeza.» Semejante locura es en verdad vida: «Estoy
intúil. «Yo soy el regalo de Dios.» Porque Dios es vida, Dios es mo-
vimiento. «Yo soy un hombre de movimiento», «Yo soy Dios hecho
carne y sentimiento». Todo esto le ha sido revelado. Al igual que
vivo mientras hay fuego en mi cabeza». Nijinski arde con las llamas
del amor: «Soy un loco que ama a la humanidad. Mi locura· es mi
amor a la humanidad». «Quiero inflamar a la gente.}> Puede que la l
li
Blake, escribe siguiendo el dictado divino: «Escribo todo lo que Él gente no le encuentre inteligible, pero eso se debe a que son hom-
me dice». «Las personas que escriben mucho -comenta con perspi- bres con miopía mental, unidimensionales. «Me gusta hablar en verso,
cacia- son mártires.» porque yo mismo soy verso.»
«Yo soy el Salvador.» Al igual que Cristo, Nijinski redimirá; pero Sin embargo, si la entendemos profundamente, su locura es razón
él redimirá por medio de la danza. Inevitablemente, le perseguirán, además de verso. «Soy un loco con sentido.}> Hamlet había engañado
tiene que ser «un mártir». «He sufrido más que nadie en el mundo.»
a Horado. Ahora Nijinski es más Hamlet que el propio Hamlet. l
¿Por qué? Cegado por la razón, el mundo no puede, no quiere com-
prender. En un mundo cruel, devastado por la guerra, ¿cómo puede
«El Hamlet de Shakespeare no me gusta porque razona. Yo soy un l

filósofo que no razona ... un filósofo que siente.» El genio de Nijinski
sobrevivir un salvador? ¿Cómo puede vivir Dios?
le dice: «Yo soy Dios en ti. Haré todo lo que sea necesario para que
Nijinski degrada al demonio de Nietzsche en contraste con el
comprendas». ·
demonio de Tolstoi. «Sentí lástima de Nietzsche» porque «le entró
miedo a la gente». Nietzsche se había vuelto loco porque «pensaba Nijinski accedió a que le viera un doctor, sólo para complacer a
demasiado». En cambio, él, Nijinski, reconoce la deuda inmensa que éste. ¡Pobre doctor! <{Es un hombre nervioso. Fuma mucho.}> Ni-
ha contraído con Tolstoi («Deja de imitar a ese viejo lunático», le jinski sabía que el reconocimiento médico no era más que una parte
reprendía Remola). Al igual que la de Tolstoi, la locura de Nijinski de la estúpida charada de aquel atajo de necios. «Los científicos
es divina. piensan en mí. Son estúpidos.» Estaba seguro de que su esposa le
Nijinski disfruta jugando con la paradoja de su propia locura «traicionaría a favor de los médicos». A pesar de ello, él le debía
profética. A veces niega rotundamente que esté loco (es decir, que obediencia.
padezca una enfermedad mental, como diagnostican los doctores). La esposa consultó con Eugen Bleuler, uno de los directores del
Porque la locura patológica, tal como la definen los doctores, es una asilo de Kreuzlingen («un anciano con comprensión infinita en los
enfermedad del pensamiento. Burlándose gozosamente de Descartes, ojos», dijo Romola). Utilizando las frases hechas, gastadas, pero
esc~ibe: ~~~~~g~~fl!?;ff:O.l}~-~~~::J(;J.có>~~ La etiqueta insidiosas del romanticismo, Bleuler dijo a Remola: «el genio, la
de msama es la que le ponela gehte nec1a, env1d1osa. Todo el mundo insania, están tan cerca el uno de la otra}>. Al principio, Bleuler se
dice despreciativamente: «¿Por qué Nijinski habla siempre de Dios? mostró tranquilizador: «los síntomas que usted me describe en un
Se ha vuelto loco». ¡Pero no es así! «Un Joco no se da cuenta de lo artista y en un ruso no son en sí mismos prueba de ningún tras-
que hace. Yo comprendo mis buenas y malas acciones.» torno mentah>. Con todo, para mayor seguridad, añadió que debía
A veces, con todo, afirma que solamente se hace el loco, que ver personalmente al paciente. Nijinski se avino a que Bleuler le
simplemente interpreta un papel más. «<nterpretando el papel de visitara («así mi esposa se tranquilizará}>). Los presagios de Nijinski
loco» puede poner a prueba la sinceridad de quienes están con éL eran sombríos. «Me encerrarán en un asilo de locos ... No tengo ~
Le gustaría que la gente le tomara por un «loco inofensivo»; nadie miedo de nada, y quiero morir.» i
tiene por qué temerle a él, a diferencia de los locos terriblemente Bleulet informó a Romola de que «su esposo padece una insania ¡
peligrosos que se están desbocando y arruinando el mundo. «Fingiré incurable»; era un «esquizofrénico»: «tiene usted que obtener el 1
1

que soy un payaso, porque así me comprenderán mejor.» divorcio». Era preciso internar a Nijinski. Romola accedió: «Los ¡
.(
Per9 a menudo se gloria en su pletórica locur~:I, se id~ntific1:1 con P\J~tQt~~ tenían tf!?,Ól')». Vino l¡¡ ambplanda a recogerle. Nijinslc;i for-
108 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA Y GENIO 109
cejeó, se resistió con violencia (por primera vez, a lo que parece); al tes se enco11traban atrapados en una mitología colectiva, creada en
:final consiguieron llevárselo y encerrarle. parte por ellos mismos: la idea de que la locura y el genio eran
Pasó cuatro años en Kreuzlingen. Una vez allí, su estado empeoró dobles, compañeros espirituales. Era11 en particular víctimas de dicha
rápidamente. Sufrió «ataques catatónicos», se encerró en sí mismo y mitología por cuanto su encierro final en un hospital mental no les
se declaró en huelga de hambre. Los médicos interpretaron esta forma proporcionó asilo, es decir, la liberación de las preocupaciones extra-
de comportarse como sfntoma de su enfermedad. Deseosa de conocer ñas e insignificantes del mundo, la liberación que hubiera permitido
la opinión de otros doctores, Romola llevó a Nijinski a que le vieran que la fuente de su genio manase sin obstáculo. En vez de ello:
Jung y Forel. Al parecer, Freud se negó a verle, alegando que no silencio, p:u-álisis. No puede decirse lo mismo de John Ciare, el «poe·
podía hacer nada por los esquizofrénicos. ta campesmo» de Northamptonshire. Pero el mito romántico le atra-
En 1923, Romola sacó a su esposo del asilo; Para entonces pó igualmente.
Nijinski ya era un hombre deshecho: casi mudo, torpe en el andar, Nacido en 179.3, Ciare se ajustó con bastante facilidad al clisé
ojeroso, entumecido, asustado. El aislamiento y, es de suponer, la romántico del poeta poseído y destruido por el demonio de la escri-.
medicación habían apagado su fuego. Remola cuidaba de él. Se daba tura. En el apogeo de su fama expresaba en sus cartas sentimientos
cuenta de cómo la in¡;titución había destruido a su esposo («quedó tales como «mi musa es una pícara veleidosa que me eleva hasta la
convertido en una ruina humana»). En 1929, no obstante, Romola, locura y luego me abandona como a un mendigo»; fue un presagio
que deseaba hacer una gira de wnferencias por los Estados Unidos, de mal agüero, porque escribió estas palabras en una carta a su
volvió a internarle en el asilo de Kreuzlingen. A Nijinski, huelga comprensivo editor, el hombre lleno de buenas intenciones que poco
decirlo, no le hubiesen permitido entrar en Norteamérica. Permane- después le haría encerrar por primera vez en un asilo. Ciare confiaba
ció en el asilo hasta que estalló la segunda guerra mundial y enton- mucho en los médicos, y la autoridad médica puso su propio brillo
ces Romola se lo llevó a su Hungría natal. En 19.38, la terapia a ba.se en semejantes autodiagnósticos. El doctor Fenwick Skrimshire, médi-
de insulina consiguió reanimarle durante un breve período. co local con el que Ciare venía consultando desde hacía años, inau-
Pero sólo una vez más volvió a la vida y bailó. La pareja pasó guró el segundo período del poeta en el asilo al diagnosticar que
la guerra de Hitler en Hungría. En 1945 el país fue liberado por el estaba loco «debido a años de adicción a prosas poéticas». Ciare pasa-
ejército ruso. Nijinski se encontró cara a cara con sus compatriotas, ría encerrado los últimos veintisiete años de su vida.
campesinos todos ellos, por primera vez en el transcurso de una gene- A pesar de ello, siguió escribiendo durante prácticamente todo
ración. Algunos soldados recordaban la leyenda del bailarín, a quien ese tiempo. Tal como ha demostrado Geoffrey Griuson en el asilo
trataron como a un ser humano normal. Escribe Remola: escribió algunos de sus mejores versos. A decir ve;dad: el encierro
le liberó de gran parte de la censura que antes se imponía a sí mismo.
Por primera vez desde 1919 la gente no le miraba con curio- Amigos suyos querían publicar un volumen (sin duda censurado) de
1
sidad, no se apartaba de él porque había padecido una enfermedad la poesía escrita en el asilo y, aunque el proyecto no dio fruto, algu-
mental. Le hablaban con la misma naturalidad que al hablar con nos de sus versos continuaron publicándose. Ciare nos ofrece un
nosotros. Al principio les advertí: «Dejad a Va.;lav Formitch en caso distintivo de genio loco diferente de los demás: un genio a 1
pnz, no le habléis. Podría enfadarse e impacientarse, tiene miedo>>. quien la insania clínica dio una voz nueva.
Pero se rieron. «No tendrá miedo de nosotros», dijero11. «Dejadle 1
que haga lo que quiera.» No obstante, sería pura mitificación romántica ver a Ciare como 1
sencillamente un hombre enloquecido por su musa. Porque muchos
factores complejos contribuyeron a la tragedia de su vida. Estuvo
¡
El encuentro le devolvió a la vida. Bailó con los soldados. / recluido unos treinta años, pero pasó todos sus días atado a una
cadena social que a veces parecía aflojarse o alargarse, pero de la que
Schum11nn, Nijinski y muchos otros grandes artistas y ejeclltan· Ciare nunca obtuvo más que un simulacro de libertad. Lo que empu-
J
110 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
LOCURA Y GENIO
111
jaba a la sociedad a aplaudirle como poeta era lo mismo que le tenía worth, un sanguijuelero que en sus ratos libres escribía sonetos. Cuan-
prisionero. do Clare _hizo ~u primer viaje a Londtes aquel mismo año, la gente
Clare nació en el pequeño pueblo de Helpstone, en Northampton- de !a capital v1o confirmada en su persona la imagen del buen cam-
shire, hijo de un jornalero agrícola. Su madre era analfabeta. D~ niño pesmo. Era honrado, brusco, de cara lozana, guapo, varonil. Era un
empezó a mostrar aquel interés apasionado por el mundo ~1vo Y ~ombre natural y tosco, pero sin ser basto. Hablaba con toda since-
natural, por su entorno, que le sostendría hasta la sepultura .. S1e~pre ndad. Tenía el corazón en Ia tierra. Ciare era una versión muy Prata
recordaría los idílicos días de la infancia que pasó al a1re hbre, de lo pastoral. o
hablando con los animales y comulgando con los campos. Recordaba
. En una época que (como tronó Cobbett) estaba presenciando la
que había sido un niño solitario («el Crusoe de los campos solita- lmplacable destrucción del campo y sus gentes por el capitalismo
rios»), aunque cabe que esto no sea más que una mitificación retros- agrícola Y la instalac!ón de c,ercas -ambas cosas llegaron a la región
pectiva del poeta como héroe-víctima. Amaba la tradición oral de la natal de Clare en vtda de este- y en unos momentos en que los
gente del campo, con sus canciones y sus cuentos de fantasmas Y h~mbres de letras deploraban los males de las ciudades, de la indus-
duendes, cuentos que le llenaban de «éxtasis temeroso». Pero una
tn~ Y del come!ci?; un genio rústico como Ciare era una especie en
buena educación en la escuela del pueblo también le llenó de «sed peli~ro de extmc10n. Se tomaron medidas para preservada. Por
n:edw de una subscri~ción se recaudaron fondos suficientes (aunque
de conocimiento». Devoraba libros y los lugareños le tomaban por
«poco más que chiflado». Los primeros libros que compró fueron sm e~cederse, para ev1tar que un exceso de dinero le corrompiera).
Hymns, de Isaac Watts, y Seasons, de Thomson. Debido a su heren- Le dieron entrada en los círculos literarios. Se le instó a espolear a
cia oral y a su saber libresco, desde muy pequeño componía sus
~u n;usa. Y, finalmente, aunque no por ser menos importante, se le
propios versos, que, ya adolescente, escribía en una libreta cara. msto de modo constante a perfeccionarse, a reformar su modo de
Ciare creció con los chicos del pueblo. Rechazando «el confina- hab.lar Y sus ~odai~s, a. convertirse en un poeta campesino más
miento del aprendizaje», consiguió un empleo de jardinero y estuvo puhdo. Sus am1gos li_teranos le dijeron que mejorase su dicción, que
a punto de alistarse en la milicia. Pero su musa (o sus «necias pre- no usar~ palabras dialectales, que no lanzara diatribas contra los
tensiones», como más adelante solía decir, temerosa y culpablemente) terratemente~: en resumen, que se desarraigase delicadamente.
le fue apartando poco a poco de sus semejantes. Al final de la ado- La~ ?testones resultaron contradictorias y abrumadoras. Para
lescencia hizo un primer intento de publicar parte de sus versos por sobrevivir Y prosperar era necesario escoger entre «publicar o pere-
medio de subscripciones y, al no conseguirlo, se sintió profundamen· cer». Ciare hizo un ~s~uerzo excesivo (estaba, según escribió, «total-
te mortificado, como el que no tiene derecho a la «ambición», a me?te loco por escnbm>) y sobrecargó su cerebro. Además, se veía
salirse del lugar que le corresponde. Fue un mal presagio. obl~gado a ser vari~s hombres distintos al mismo tiempo. Un cam-
Pronto, no obstante, fue «descubierto» por bienintencionados ~esmo fiel a sus ratee~ y a su gente (todavía necesitaba trabajar la
hombres de letras de la localidad, que le protegieron. Le dieron a trerra para obtener dinero asf como inspiración); un oportunista
conocer en el mundillo literario y editorial de Ja metrópoli. En 1820, capaz de mostr~r deferencia y gratitud a los grandes personajes que
John Taylor de Londres -el editor de Keats- ya había publicado tan, conde~cend1entes eran con él y que con tanta generosidad le
el primer volumen de versos de Ciare con el titulo de Poems des· hac1~n :rahosos comentarios cr.íticos. Pero al mismo tiempo debía
criptive. El éxito fue considerable, pues se hicieron tres ediciones segu1r siendo un poeta independiente, natural, varonil, un poeta que
y se vendieron 3.000 ejemplares durante el primer año. demostra~e ser digno sucesor de Thomson, el equivalente de los
La musa de Ciare era todo lo que el Londres literario opinaba «Lakers» en las East Midlands.
que tenían que ser los poemas de un campesino: directos, líricos,
libres de la corrupción ·del artificio. Era un poeta natural, un poeta
que cantaba notas igualmente naturales, casi un personaje de Words- * Se da este nombre a los tres poetas que residían en la región de los
Lagos de Inglaterra, a saber: Colerídge, Southey y Wordsworth. (N. del t.)
112 lUSTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
LOCURA Y GENIO
ll)'
Perseguido por los inseparables «éompañeros del genio, la decep-
ción y la pobreza», Ciare no tardó en ceder a cau~a del e~fuerzo· un atnot de la infancia que, al parecer, aconsejada por su padre
Durante el decenio de 1820 empezó a rodar pendiente abaJo, una rechazó las proposiciones de Clare por set socialmente inferior a ella~
pendiente de congoja, depresión . y angus_tia. Escribió q~e se h~b:ía Ciare comenzó a tejer fa11tasías sobre Mary Joyce. Al mismo tiempo, ,
convertido en un «perro melancólico, medw loco»; padecra «n;urrra», c~~a vez fantaseaba más sobre los buenos tiempos del pasado, de la
un «dolor que le adormecía», «hipocondría», «negra melancolí~». ?e nmez, una edad de oro en la que el campo era libre (libre de cerca-
d~s, 1i~re de agriculto_res ~ránicos) y él era libre en el campo. Llegó
vez en cuando, para evadirse, se emborrachaba, lo a:al no hacra smo
empeorar las cosas. También ero~e~raron sus .antrg~os trastornos a Identificar el poder Imagmativo con la niñez y, por ende, la poesía
orgánicos: sobre todo, dolores cromcos en los mtestmos y los ge- con el pasado. «No hay nada más que poesía en la existencia de la
niñez . . . no hay nada de poesía en la edad adulta, salvo el reflejo
nitales. d , E · y la rememoración de lo que ha sido.»
No se sabe a ciencia cierta de qué males físico~ pa ec_x~· s P?Sl-
ble que al principio sus indisposiciones fueran psrcosomat1cas; cier- Su estado mental fue a peor. A principios del decenio de 1830, el
tamente empezó a temer (es probable que sin fundamento, que fuer_a temor resuena en sus cartas: «grandemente turbado hoy», «miedo a la
fruto de la culpabilidad) una posible infección v~érea. Es muy posi- decadencia», «gran aflicción>>. Al cabo de un tiempo, «estoy en el
ble que fuese la medicina misma la que provoco el e~pe~rami_ento fin del m.undo». Una vez más, sus protectores acudieron a ayudarle.
de su estado físico, pues Ciare se transformó e? consumrdor msac1able ~n sus tiempos prometedores habian hecho de él un poeta campe-
de píldoras y brebajes. De lo que no cabe mnguna duda es ~e que sino. Ahora, en su momento de necesidad, le salvarían como poeta
se convirtió en un hipocondríaco. Sabía que éste era el destm~ ?el loco. Un día de 18.37 llamaron a su puerta. Era un hombre que traía
poeta: «Imagino cosas, lo cual, a decir verdad, creo que es }o umco una carta. La carta era de John Taylor, su editor: «El portador te
malo que me pasa». De niño, al ver cómo un hombre se cata de un acon:pañ~r~ a la ciudad y cuidará de ti durante el viaje . . . La asis-
carro y se rompía el cuello, había sufrido un ataque. Más adelante tencta medica que se administra cerca de este lugar te curará eficaz- •
mente>>. Como siempre, Ciare obedeció.
tuvo otros. Cabe que fuesen epileptiformes. Lo que es segu;o .e~ que
alimentaron en él un temor malsano al destino, a la locura mc1p1ente . Fue aco;lllpañado a ~i~~ Beech. Era un asilo privado muy espe-
y a la muerte. Ciare empezó a s~nt!rse condenado. , c~al en Eppmg F?rest, d1t1g1do de acuerdo con los principios progre-
El fracaso relativo de su s1gu1ente volumen, The shepherd_s sistas d~ la terapia moral -amabilidad y comprensión- por el muy
calendar, y de las colecciones subsiguientes agravó las cosas. Se ha?~a esclarecido doctor ~at~hew Allen. Dieron permiso a Ciare para que ·
casado con una muchacha de su pueblo, Patty, en 1820. La famtlta se pasea~a, por l~s Jardmes y le ale?taron a escribir: Allen creía que
aumentó. Crecieron las deudas y Ciare pasó del abatimiento a la ~llo sumna en el .efectos terapéuttcos. Al principio Ciare se sintió
desesperación a medida que el porvenir iba haciéndose más Y m~s libre de preocupaciOnes y contento y produjo algunos de sus cantos
negro. Sus cartas de comienzos del decenio de 1830 son una letarua a la ~~turaieza más característicos. Con el tiempo, no obstante, le
de angustias. Empezó a perder el dominio de sus procesos mentales. pare~IO que la naturaleza estaba cada vez más marcada por la deca- ' ·
Siempre había sido sugestionable, la cabeza llena de los duendes ~e denc1a: «la naturaleza se me antoja muerta y su pulso mismo parece .
la vida rural. Cuando tenía depresiones en Londres, en el deceruo transform~r~e en un carámbano bajo el sol veraniegm>. Su propio
estado anumco se sumió en la desesperanza:
de 1820, no se atrevía a andar solo de noche, aterrorizado al pensar ~ ¡
:

en los fantasmas que acechaban en las tinieblas. Ahora el terror a .la Mi mente es sombría e insondable y lleva
locura se apoderaba a veces de él, con su espectro de decadencia, 1~s colores de la agonía sin esperanzay del infierno;
tanto física como mental. , nr~guna plomada llega jamás al fondo de los asuntos del alma
Empezó a refugiarse en una escapatoria imaginativa inventada alh la muerte eterna nunca toca a difuntos.*
por él mismo. El refugio de esperanza era la figura de Mary Joyce,
* «My mind is dark and fathomless and wears j Tbe hues of hopeless
114 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
LOCURA Y GENIO 115
Poq)s indicios hay de que durante los cuatro años que pasó bajo preciado que hacia la guerra contra la hipocresía y las mentiras. La
los cuidados de Allen se mostrara Ciare gravemente engañado, suicida sociedad pretendía ser tan racional, civilizada, cortés, fina. ¡Qué hipo-
o peligroso. A pesar de ello, no había ninguna perspectiva de que cresía! En realidad eran la lujuria, la ·codicia, la envidia, la mentira
le dejasen salir del asilo. Sus protectores temían que la vuelta a casa, y la malevolencia las que hacían girar las ruedas. La moralidad no
a las responsabilidades familiares, significase un retorno a las presio- era más que un barniz, una ilusión:
nes y la pobreza que le habían atormentado y hundido antes. Les
pareció que la mejor forma de protegerle era convertirle en poeta «Los poetas nacen» -y las putas, también- el oficio se ha
residente del asilo. Había algo pintoresco en el hecho de que el escti- vuelto universal: en estos tiempos hipócritas
tor loco estuviera instalado en el asilo benévolo, como un santo ere- las mujeres de mundo deben, por supuesto, ser damas,
mita en una gruta. El literato Cyrus Redding -hombre que había y el putaísmo es el negocio que sigue siendo rentable.*
publicado algunos de los versos escritos por Ciare en el asilo- lo
expresó del siguiente modo después de visitar High Beech: «Nunca Al personificar a Byron, Ciare se convirtió en el poeta desilusionado
antes había visto tan caracterizado personalmente el Poeta, Nasci- que despojaba al mundo de sus ilusiones. Como más adelante escri-
tur ... que eleva a los hombres geniales por encima del rebaño». biría a su hijo: «no actúes nunca hipócritamente, pues el enaaño es
William Hunt fue a ver aClare y lo pintó como «genio autodidacto». la bellaquería más odiosa del mundo». Byron hubiese disfru~ado al
Con el paso de los años, el propio Clare estaba cada vez más ver la ironía de que el papel que él promoviera, el papel de necio
turbado. Se sentía alienado, extranjero, apartado del amor, del afecto, amargado y aristocrático, lo desempeñaba ahora un loco declarado.
de los amigos, de la familia. El asilo le parecía, cada vez más, una No hay duda de que el encierro liberó algo en Ciare. Durante
prisión. Era «un manicomio infernal»; semejaba un «barco de escla- año_s sus versos habí~n. teni~o que poner mucho cuidado con lo que
vos procedente de África». Alejado de la realidad, el mundo de las dec1an. Ciare, al escnb1r, m1raba por encima del hombro a sus pro-
apariencias se volvió engañoso. Le rodeaban «amigos de mentirijillas tectores y su público, su superego colectivo. Ahora en medio de sus
y enemigos de verdad». En tono de súplica escribió a su esposa, manifestaciones .de amor a la naturaleza y a sus dos esposas, había
Patty: «No hay sitio como el hogar». Estaba atrapado en la Bastilla algo nuevo. La 1ra acumulada, los resentimientos y las frustraciones
inglesa. Las fantasías sobre el mundo que había perdido -el mundo de tantos años salieron en forma de sátira de obscenidad de un
que le habían robado- le llenaban de apremiante intensidad. En
.. ' '
c1~1smo que nunca habrían sido propios de un poeta campesino como
particular, en poemas y en cartas que no envió, transformaba a Mary Dws manda. Ciare nunca hab.ía dejado de ser un hombre alienado.
Joyce en su primera esposa (seguía escribiendo apasionadamente so- Ahora,. una ve~ cer~cada ,oficialmente su alienación mental, podía
bre Patty). dar salida a s~ tdentt~ad mas honda y cantar la experiencia agridulce
Al mismo tiempo, se erigió en guerrero que luchaba contra el de ser un pana exclutdo del mundo ajeno.
sistema de opresión, la Antigua Corrupción, la «Cosa» de Cobbett. En. 184~, inspirado y ayudado por gitanos, Ciare se escapó.
Se veía a sí mismo como un boxeador profesional, un nuevo Tom Recamó a p1e los ciento sesenta kilómetros que le separaban de casa.
Spring. Era un papel que llevó hasta la tumba, un papel que la tota- Parece ser que durante el viaje nadie le tomó por un loco. Vivió en
lidad de sus estúpidos contemporáneos consideraban como prueba casa algunos meses, hasta que, después de nuevos alborotos su leal
de sus delusiones. Sobre todo, 'llegó a verse a sí mismo como la médi~o de muchos años, Fenwick Skrimshire, ordenó que le 'llevaran
reencarnación de Byron. Su Don Juan y su Childe Harold comenza- al. ast~o .general de Northamptonshire, cuyos honorarios pagaría lord
ban por donde Byron los había dejado. Byron-Clare era el héroe des- Fttzwllltam. Ya no volvería a salir. Su supervisor, el doctor Thomas

agony and hell; f No plummet ever sounds the soul's affairs /There death . * «'Poets. are born' -and so are whores- the ttade is f Grown universal:
eterna! never sounds the knell.» m t~ese .cantmg d~ys / Women of fashion must, of course, be ladies, f And
whormg 1s the busmess that still pays.»
116 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
LOCURA Y GENIO
117
Prichard; se jactó de que Ciare «goza de total libertad aquí». No se
lo parecía así al propio Ciare: «Estoy, de hecho, en la prisión»: a trginia Woolf Y muchos otros, con mítologías paralelas sobre la
decir verdad, «Estoy en este condenado manicomio y no puedo salir». ocura de perturbar el orden social Y la llegada de 1 · · '
· · · al h b' · · a psrqmatna
Se le antojaba un «infierno», una «Bastilla», una «Sodoma». mstr~ucron a 1a mventado semilleros de genios peculiarmente des-
tructrvos.
Casi hasta el momento de la muerte, las cartas que manda a casa
revelan un hombre que posee poderosas facultades intelectuales, que
muestra una devoción tierna y amorosa a su familia («piensa por tí
mismo, Fred», aconsejó a su hijo}. Era visitado por su hijos, pero
nunca, al parecer, por su esposa. Ante él se extendían otros veinte
años de poesía. La calidad de ésta disminuyó, pero no más que la de
Wordsworth. Le visitaron literatos bienintencionados; como antropó-
logos que se dispusieran a contar al mundo civilizado el relato de su
encuentro con el poeta loco (que, a esas alturas, muchos ya daban
por muerto). Ciare, cansado de los necrófagos, ya no tenía que agra-
decerles su condescendencia, como comprobó la escritora Agnes
Strickland al visitar Northampton en 1860:

Le dije a Ciare que me habían complacido mucho sus versos


sobre la margarita.
-¡Uf! Es una cosita diminuta -replic6 él, sin alzar los ojos
ni mostrar el más leve agrado por mi alabanza.
-Me alegro de que puedas divertirte escribiendo,
-No puedo -replic6 él lúgubremente-; me sacan el cerebro.
Le pregunté qué quería decir.
-Pues --dijo él- me han cortado la cabeza y han sacado todas
las letras del alfabeto .•. todas las vocales y consonantes .. . y las han
extraído por las orejas; ¡y luego quieren que escriba poesía! No
puedo hacerlo.
-Dime, ¿cuál de estas dos cosas te gustaba más: la literatura
o tu antigua ocupación?
-Lo que más me gustaba era el trabajo duro -replic6, con .¡
súbita vehemencia-. Era feliz entonces. La literatura me ha des-
truido la cabeza y me ha traído aquí.

Como el desconcertante Clare sabía, no era la literatura como tal la c...


que le había elevado, arrojado y traído al asilo. Más bien había sido
una serie de fantasías culturales asociadas con el lugar y los poderes
del genio, unas fantasías creadas por otros, pero compartidas por él
mismo. Estas fantasías habían sido incrustadas en la vida de Ciare,
pero no de modo tan evidente en los casos de Schumann, Nijinski,
LOCURA RELIGIOSA
119
~r~ fácil, por consiguiente, llamar «loco» al cristiano verdadero:
Tt~d1c1?nalmente, muchos cristianos habían acogido con agrado el
c~hficattvo de «locos». Después de todo, el mismísimo Dios hflbía <
std~ ,un loco al enviar a su hijo para que fuera crucificado por la sal~
vacton. del hom~t~, Y la «locura de la cruz» habí?. encontrado eco
en la 1dea patnst1ca de que el «éxtasis» espiritual del verdadero
crey:nte era en sí mismo una forma de salir de la mente o de Jos
sentidos propios, literalmente «colocándose fuera}> de uno mjsmo
5. LOCURA RELIGIOSA
estando «fue:a de uno mismo». La locura «buena» de esta clase tení~
~lOa .genealogta larga y noble en la teología cristiana. Erasmo se había
«La mitad del mundo cristiano -reflexionó el poeta en embrión lnSPtrado en ella en su Elogio de la locura. Y en la Inolatetra de Ja
William Cowper en 1766- llamaría a esto locura, fanatismo y ton- Ref~rma Y de la revolución puritana, los buenos y los piadosos -en
tería: mas, ¿no están estas cosas justificadas por la palabra de partrcu1ar Jos más antinómicos entre los «santos»- tenían f!1ma de
Dios?» Se refería a su propia y recién hallada fe religiosa. Poco estar · · ' con voces d'tvtnas,
_ en c'!mu~rc~cron. · de pre:;endar visiones en
antes se había adherido al movimiento evangélico, que a la sazón suen~s, de decH: verdades proféticas y, sobre todo, de ver la mano
estaba haciendo numerosos conversos en Inglaterra. de D10s en todas las cosas.
La religión verdadera, que Cowper veía como «tizones sacados D~sde luego, existía también una locura religiosa «mala». Satanás
de la hoguera», no consistía en la aceptación intelectual de un pro- no ceJaba en sus esfllerzos por apoderarse de los débiles y tentaba a
grama de pruebas, principios y prácticas establecido, autorizado y I~s pecadores, ~ las personas gue eran poseídas por el Tentador ma-
bien documentado (eso era «creencia aparente»). En vez de ello, con- n,tfestaban debtdamente sus propias señdes de insensatez: malde-
sistía en abrazar ardientemente una fe viva que nacía del corazón, una ~Ian; b~asfemaban, se emborrachaban, putañeaban, cometían idolatría,
búsqueda espiritual, una certeza interior. Como tal, era subjetiva, mfrm?r.a~ los mandamientos, o desesperaban y se quitaban la vida
personal o (empleando el término que los evangélicos preferían) (el suJc.tdio er~ a .la vez un pecado mottal y un delito). El diablo, que
experimental, esto es, fundamentada en la expel'iencia individual. era astuto, se msmuaba en Ias almas con el pretexto de ser la palabra
Pero lo que realmente redimía, lo que salvaba al pecador individual Y la vo_Junta~ de D~~s. Muchos autores de diarios penitenciales o de >
de ser condenado a la perdición eterna que tan merecida tenía, no «~utob10~rafras espltltuales», como Christoph Haitzmann en la Aus- '
era, de hecho, su propia fe, sino el don espontáneo {y del todo inme· tn~ del srglo xvr.r, o su contemporáneo George Ttosse en Inglaterra,
recido) de la redención divina; la salvación por la gracia. La conver- d:¡~ron constancia de sus encuentros con el diablo y sus tentaciones.
sión era esa experiencia de estar inundado por la gracia. Tr?rcamente, e.s,tas personas explicaban cómo habían languidecido
Así pues, el cristianismo evangélico no requería solamente una ba¡o la pre~uncron fatal de qúe recibían órdenes divinas, en la cabeza,
convicción pura y celosa, sino el compromiso total de la conciencia en los sueno~, ~n señales y manifestaciones, y sólo al final, general-
del creyente con un marco de creencias que eran, en esencia, tras- men:e en el ultuno momento, etan desengañadas, les era descubierto
cendentales, misteriosas, más allá de la razón: una teología que en- el dta~lo. ~unque. se veían arrojadas de cabeza a una crisis, al final
cerraba la batalla cósmica entre Dios y Satanás por la posesión del
~·. '
acabar1~n diferenciando entre lo diabólico y lo divino.
alma, la pecaminosidad radical del género humano, la realidad de los I~~Itzmann y Trosse son ejemplos iluminadores a efectos de com-
castigos eternos en el fuego del infierno para los condenados y de paracton Y contraste. Ambos pasaron por aterradoras crisis espiritua-
felicidad eterna para los salvados, la intervención especial de la Pro- les y fueron acosados por visiones y tentaciones; a pesar de ello se:
videncia para guiar al peregrino en su viaje. recuperaron y su final fue feliz. Pero el proceso de crisis y cura~ión
120 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA RELIGIOSA 121
es, en el caso del católico alemán, reveladoramente distinto del que ton hasta principios de 1678. Durante este periodo Haitzmann tuvo
experimentó el puritano de Exeter. una serie de apariciones. Al principio, éstas le presentaban las ten-
Probablemente, Haítzmann nació en el decenio de 1640 o en el taciones mundanales de los pecados mortales. Como si estuviera en
de 1650, en Baviera. Era pintor y pobre. Casi no se sabe nada más trance, se veía festejado en salas lujosas, rodeado de «caballeros» y
de él hasta que en el otoño de 1677 se presentó al pastor de Potten- damas seductoras vestidas con todas sus galas. Las personas que
brunn, en la Baja Austria, sumido en el desespero. aparecían en estos sueños intentaban seducirle para que se entregase
Dijo al pastor que, estando en la iglesia el 29 de agosto, había a una vida de lujo, prometiéndole un poder y una riqueza que ni la
sufrido terribles «ataques», que se prolongaron durante los días a~arida podía soñar, persuadiéndole a renegar de sus promesas reli-
siauientes. Acudió en calidad de suplicante a un funcionario ecle- giOsas. Al encontrarse ante estos demonios disfrazados Haitzmann
siástico que le preguntó si había tenido algo que ver con el diablo. haciendo acopio de fuerzas, invocaba a la Virgen María~ a José, co~
Haitzmann se derrumbó y confesó que nueve años antes, justo des- lo que los diablos desaparecían y él despertaba de sus trances.
pués de la muerte de un «progenitor», había sufrido una depresión Las apariciones no tardaron en cambiar. Haitzmann tuvo ahora
y perdido la esperanza de ganarse el sustento. Un día, cuando pasea- visiones de austeridad bendita, ascetas y eremitas sencillos que
ba por un bosque, el diablo le había abordado bajo el disfraz de un llevaban una existencia piadosa. El objeto de estas visiones era ator-
burgués que andaba paseando a su perro negro. mentarle por haber reincidido. Le ordenaban que renunciara a las
El Tentador intentó atraer a Haitzmann con un pacto. Nueve sen~as de 1~ iniquid~d. Le recordaban los votos religiosos que no
veces se negó Haitzmann, mas al final sucumbió. Según el pacto, habra cumplido y le mstaban a hacer seis años de penitencia en el
transcurridos nueve años, Haitzmann se entregaría en cuerpo y alma desierto. Volvía a verse ante la condenación, envuelto por las llamas
al poder de Satanás. Los nueve años estaban ya a punto de terminar del infierno como castigo por seguir caminando por las sendas de la
y Haitzmann, en espera de su triste destino, era presa de una agonía carne. Espíritus malignos le azotaban con sogas. Haitzmann acabó
mental como la de Fausto. Creía que su única esperanza era acudir por ceder ante tantos sufrimientos. En mayo de 1678 el pecador
en peregrinación al famoso templo de la Bendita Virgen María en volvió a presentarse en el convento de Mariazell y de nuevo se con-
Mariazell y, quizá de esta manera, lograría que el diablo renunciase fesó. Esta vez reveló por fin que desde el principio había habido un
al pacto. Le dieron una carta de presentación. segundo pacto con el diablo, un pacto escrito con tinta (el primeró
Tras lle.,.ar a Mariazell a comienzos de septiembre de 1677, Haitz- lo había firmado con sangre). Una vez más los santos padres de
"' -
mano se sometió a tres días seguidos de exorcismo, expiación y Mariazell le exorcizaron. Dio resultado. Haitzmann se quedó en el
plegarias. En la medianoche del día 8, cuando estaba rezando en el convento, adoptando el nombre de hermano Crisóstomo, hasta su
templo santo, el diablo se le apareció finalmente bajo la forma de un muerte en 1700. Ahora el diablo le asediaba sólo cuando había bebi-
dragón. Haitzmann dio un salto en el aire y le arrebató el pacto. do demasiado.
Rescatado por este «milagro», su melancolía se esfumó: estaba cura- Muchos contemporáneos hubieran calificado a Haitzmann de loco.
do. Parece ser que el penitente hizo alguna promesa en el sentido de Sin embargo, esa palabra habría significado cosas decididamente dis-
que ingresaría en la comunidad monástica de Mariazell. Agradecido tintas según quien la oyera. Para un escéptico declarado en esta
por su curación, pintó una serie de nueve cuadros que representaban clase de cosas como Thomas Hobbes, toda pretensión de comunicarse
las tentaciones satánicas de que fuera objeto. Los cuadros se conser- inmediata y personalmente con Dios o con el diablo era por definición
van aún. un embuste, una patraña o una delusión demencial, síntoma de alguna
Poco después fue a pasar una temporada en casa de su hermana, enfermedad de la cabeza. Carecía de verosimilitud científica; no esta-
que vivía en Viena. Aún no había transcurrido un mes cuando el ba autentificada. Es muy posible que la mayoría de los hombres cul-
diablo volvió a molestarle: tuvo nuevos ataques, que le produjeron tos de aquel período hubieran afirmado que Haítzmann padecía un
fuertes dolores físicos y le dejaron paralizado. Los ataques continua- trastorno mental de índole religiosa, diagnóstico que quería decir
HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA RELIGIOSA 123
122

que poderes de otro mundo -el diablo en este caso-- se habían de las ironías del destino, según añadió Freud, las antiguas inter-
adueñado de su voluntad, de su entendimiento o de su alma. En su pretaciones demonológicas compartían, de hecho, muchas cosas en
inmensa e influyente obra La a12atomía de la melancolía (1621), Ro- común con las descripciones psicoanalíticas. A decir verdad señaló
bert Burton había interpretado la desesperación y la lucha religiosas Freud, consciente de otras posibilidades irónicas, podía decirse que
de aquella época de Reforma y Contrarreforma usando precisamente «la te?ría. demonológica de estos siglos de oscurantismo a la larga
aquellos términos (si bien, como buen protestante, Burton creía que se ha Justificado». Porque tanto la demonología como el psicoanálisis
todos los católicos estaban infectados ipso facto por esa clase de recalcaban la prioridad de la agitación en el consciente, en vez de
darse por satisfechos con suposiciones perezosas de simples enferme-
locura).
Lo que es digno de señalar es la ausencia absoluta del término dades orgánicas. La teoría «supersticiosa» de la «edad del oscuran-
«insania» y de otros por el estilo en el testimonio de Haitzmann Y tismo» había presupuesto maleficio, fuerzas que poseían desde fuera,
en los comentarios que sobre el caso escribieron los eclesiásticos de desde arriba; la psiquiatría moderna opinaba que los trastornos
Mariazell. Cierto es que Haitzmann había reconocido padecer «me- eran causados por fuerzas interiores, que subían desde abajo. Por
lancolía». Pero en ninguna parte se sugería que sus visiones satánicas esta razón, las neurosis religiosas de hace varios siglos eran -igual
fueran una forma de enfermedad, alucinaciones irreales, o siquiera que las neurosis de los niños- más fáciles de «descifrar» que las
locura provocada por el diablo. En vez de ello, Haitzmann estaba neurosis complejas y disfrazadas orgánicamente de etapas posterio-
sencillamente poseído. Dios y Satanás le enviaban visiones opuestas, res de la vida.
buenas y malas. Y no fue «tratado» por doctores, ni se le encerró Freud creía, pues, que la demonología cristiana había tropezadó
en un manicomio, sino que le aplicaron un ritual eclesiástico sancio- con la naturaleza y la causa verdadera de los trastornos si bien
nado oficialmente: el exorcismo -es decir, la expulsión de los demo- acabó confundiéndolas. Pero Freud pudo descubrir dicha c~nfusión,
nios- cuyo éxito fue considerado un «milagro». demostra~do cómo el lenguaje teológico era una especie de código,
Co:no veremos pronto, esto contrasta mucho con las creencias un lenguaJe que registraba todas las pistas jeroglíficas empleando para
que se manifestaron alrededor de la crisis que sufrió George Trosse, ello una lengua extraña que sucumbiera ante el apropiado recurso
coetáneo in<rlés de Haitzmann. En efecto, el episodio de Trosse -que, de traducción. Freud no titubeó en ponerle la etiqueta de «neurosis»
de todos ;odos, se parece en muchos aspectos al del alemán- fue al caso de Haitzmann.
considerado por todos como un caso de locura, aunque, desde luego, La clave para comprender esta neurosis estaba en la actitud de
la locura no era orgánica, sino de origen diabólico. Además, está Haitzmann ante el diablo. A juicio de Freud, el diablo de Haitzmann
totalmente reñido con el comentario que de los acontecimientos era un sustituto del padre. El inconsciente de Haitzmann había creado
ocurridos en la Baja Austria haría inevitablemente un psiquiatra la id_ea fa~t~stica del pacto con el diablo; había sido para él el único
moderno. Freud, posiblemente intrigado por su relación con Viena, medro leg1t1mo de expresar lo que debían de ser los profundos anhe-
examinó el caso de Haitzmann en 1923. Y subrayó precisamente los de homosexual pasivo que le inspiraba su propio padre. La muerte
esto: de qué modo tan fundamental se ha transformado, a lo largo )
de és:e había causado la melancolía de Haitzmann, su incapacidad de
.. trabaJar. El pacto con el diablo ofrecía a Haitzmann una salida una
de los años la interpretación de esta clase de experiencias.
Típicam'ente, en. los siglos XVIII y xrx, la desesperación de especi: de matrimonio con su padre. Era para nueve años p~rque
Haitzmann se habría visto como una manifestación de hipocondría, (si se mterpretaba la palabra «años» como pantalla de «meses») ese
síntoma de una enfermedad orgánica, que causaba trastornos audi- era el tiempo que el bebé del padre tardaría en gestarse.
tivos y visuales. Freud opinó que aquella resolución insatisfactoria Freud preveía que su interpretación iba a chocar con resistencia
había sido superada en sus propios tiempos y que bs explicaciones (después de .todo, ninguna prueba la corroboraba) y preparó sus
psicol6gicas, las que relacionaban el consciente con el inconsciente, respuestas. S1 era verdad que Haitzmann sentía anhelos eróticos en
porfin habían pasado a ocupar el lugar que merecían. Debido a una relación con su padre, ¿por qué (preguntarían los escépticos) no los
(

124 HISTORIA SOCIAL J?E LA LOCURA LOCURA RELIGIOSA 12'5

expresaba abiertamente? Porque eran demasiado te:ribles, porq~e mucho tiempo. Era común presentar al diablo como un monstruo de
imaginar una relación homosexual.~on el padre en~rana~a necesar~a­ doble sexo, en parte hombre, en parte mujer, en parte pájaro, en
mente el justo castiao de la castrac10n. Era, pues, «unpostble», segun parte pez, un ser cuya capacidad de aterrorizar residía precisamente
Freud, que Haitzm:nn confesar~ conscientement~ los deseos que su en la transgresión de todos los limites apropiados.
padre Je inspiraba. Las ramificactones de eso hab1an quedado proba- Por otro lado, lo que es especialmente peculiar en Ia explicación
das en el caso de las Memorias de Daniel Schreber (que. se come.ntan de Freud es la ambigüedad con que presenta la demonología como
en el capítulo 8). Por estas razones, no .era el padre, smo el dtablo neurosis. Freud había argüido anteriormente, en su análisis de Daniel
· auien había dado cuerpo al deseo de Ha1tzmann, deseo que, una vez Schreber, que éste se había derrumbado precisamente al insistir su
desplazado, se había convertido en te.rror. . . . inconsciente en su anhelo por el objeto de sus deseos homosexuales,
Pero ¿no resultaba e..-'l:traño eleg¡.r al dzablo como sustituto del debido a los conflictos irresolubles que tales deseos provocaban. Pero
padre, c~mo objeto de amor? Ni pizca, argüía Freud, dando. buenas en el caso de Haitzmann parece suceder justamente lo contrario. El
razones para ello. En primer lugar, el diablo, tal como Haltzmann pacto diabólíco con su sustituto del padre no le hace culpable, sino
lo retrataba en sus cuadros, poseía realmente muchos de los rasgos que le hace prosperar; pese a ello, por alguna razón extraña, entra
masculinos que un padre sexualmente deseable d~bía tener. P~r otra en crisis justo cuando, al terminar los nueve años, finalmente está a
parte, el diablo resultaba admirablemente .. apropt~~o como stmbolo punto de dar a luz el bebé de su padre. Incluso sin salirse de las
de la profunda «ambivalencia» que un htJO sentma ~~r su padre, reglas de la teoría freudiana, las inverosimilitudes, las discrepancias
pues en él «cariño y sumisión» se mezclaban con «hostilidad Y desa- y la proliferación de salvedades que aquí se invocan son sin duda
excesivas.
fío» y de esta manera creaban .tensior:es ent:e el «anhel?» Y el
<(terror». Confirmando estas ambtvalenctas, Hattzmann habta ret~a­ Una crítica muy concienzuda de la interpretación de Freud la han
tado al diablo con prominentes características sexuales secun~anas hecho Ida Macalpine y Richard Hunter, psiquiatras de una escuela
de fndole femenina: en particular, senos grandes. _Freud afir~o que muy diferente. Han sustituido las preocupaciones edípicas de Freud
esto era sumamente «insólito» en las represent~ct?nes _del diablo Y por una serie muy distinta de postulados psiquiátricos. Discrepan en
que, por ende, era una forma psicológicamente stgnificatlV.a, de repre- el diagnóstico, pues, mientras que Freud puso la palabra «neurosis»
sentar a Satanás. Probablemente significab~ una «proy~cc~om> de los 'en su titulo, sus críticos llamaron a su libro Schizophrenia 1677.
sentimientos de feminidad del propio Hattzmann. As1m1smo, _d~rle Para ellos la causa fundamental de los errores de Freud era conside-
al diablo los atributos de la «ternura» contribuiría aún más a dlSlpar rar que la fase edípica (rivalidad padre-hijo) era de importancia car-
el temor de Haitzmann de que su padre/el diablo resultara una ame- dinal en la generación de los conflictos que se manifestaban pot
naza castradora. d medio de neurosis como la de Haitzmann. A resultas de ello, Freud
Obviamente, la fantasía de Freud es extraña (hace que la v:r a- buscaba :figuras paternas y sufría crisis provocadas por el padre; y,
dera demonología se parezca a la razón). Para empezar, la fantas1a se huelga decirlo, al encontrarlas en él mismo, las encontraba también
apoya en terreno poco firme. Ni tan sólo sabemos -a pesar de la en todas partes. Por lo tanto, en este caso, interpretaba el diablo
confiada suposición de Freud- que Haitzmann hiciera un pacto c~n como un «superhombre» fálico, una proyección del padre de Haitz-
el diablo poco después de la muerte de su padt'e. El texto en latm mann, y veía a éste culpablemente enamorado del diablo. Macalpine
dice parens, palabra que podría significar igualmente «madre» o, de y Hunter señalan que las teorías del propio Freud sobre las relacio-
hecho, algún otro pariente cercano y de edad. No. ~enemas absoluta- nes ambiguas entre padre e hijo fueron desarrolladas poco después
mente ningún dato independiente sobre la relacto~ con su _padre. de la muerte de su propio padre; tal vez lo que Freud nos cuenta
Además, la representación por Haitzmann de uh dia?lo am~1sexual sobre Haitzmann no nos diga nada en absoluto sobre éste y nos Io
no era en realidad una aberración cometida por e~ ~mtor, smo q~e diga todo sobre Freud.
se ajustaba a convencionalismos artísticos que extswm desde hacta Pero lo que es notable, según señalan Macalpine y Hunter, es lo
126 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
LOCURA RELIGIOSA
127
poco que, en realidad, el diablo de Haitzmann se parece a un «super- insti.tudoi:ai y ling~ístico que daban sentido a sus actos. Y lo que
hombre». Contrariamente a las expectativas sencillas creadas por la .b1ograf1a ~e Hattzman~ sí nos revela con gran claridad no es su
Freud, en ninguno de los nueve cuadros aparece el diablo ~on geni- ps1copatolog1~ personal, stno los supuestos y los procedimientos que
tales de clase alguna (Freud señala falsamente que este dtablo no de forma ~ab1tu~l se emplean en esa sociedad para dar sentido públi-
tiene genitales femetzinos, pero se abstiene de llamar la atención co a las tn?ulacton~s de la ví?a: los conceptos de Dios y el diablo,
sobre la falta de pene). A decit verdad, el diablo de Haitzmann es de Ia .Iglesta, d~I ctelo. y el mfierno. En el ejercicio de su propia
tan femenino como masculino. Macalpine y Hunter arguyen que el pr':fesión, l~s pstco~nahstas no se creen obligados a demostrar por
verdadero significado de esto es que la fantasía neurótica de Haitz-
mann no se deriva de represiones que tienen su origen en la fase
q;1: sus pactentes ttenen necesidad -de hecho, una necesidad neu-
rotlca- de fantasear la institución misma de la psicoterapia como
edípica, sino que nacen de movimientos psíquicos preedípicos P.ro- defensa-desp~azamiento-proyección de sus propios problemas. Senci-
ducidos mucho antes de que el recién nacido se dé cuenta de la dtfe- llamente esta ahí como «factor» de la sociedad moderna. No necesi-
rendación de los géneros, producidas en un momento en que cabe tamo.s más .explicaciones especiales de los recursos «terapéuticos» del
que el niño vea la ambisexualidad como algo normal. En esta fase propio Hattzmann, tales como el diablo. Haitzmann sencillamente
en que es presexual y prefálico, el consciente del niño se preocupa aceptaba los <<factores» de su propio tiempo.
principalmente (según ellos) por el problema de la vida y sus oríge- . F~e~d ~anza un desafío. «Si una persona no cree en el psicoanáli-
nes, y ve que la nueva vida (los bebés) no son engendrados por la Sis, m stqmera en el diablo, hay que dejar que saque las conclusiones
resolución afortunada del conflicto sexual, sino partiendo de uno que pu~da del caso del pintor.» Cierto. Mas, ¿plantea eso algún pro-
mismo o casi mágicamente. De ahí la naturaleza andrógina del diablo; blema II?por.tante? Porque lo que Haitzmann hacía y decía hacer no
de ahí también las fantasías de Haitzmann sobre alimentar y ser eta tan_ tnsóhto. Existía la creencia general de que las «pobres perso-
alimentado, y la importancia clara que las figuras maternas revisten ~as» a1sladas co:no Haitzmann comulgaban con el diablo para que
para él, y no en menor medida el hecho de que vaya a curarse en el est~ les propotciO.nase una fuente de fuerza, aunque ambigua; el
santuario de la Bendita Virgen María. ~qmvalen:e femenmo era el recurso de la bruja a los poderes diabó-
En la interpretación de Macalpine y Hunter encontramos mayor ltcos. La 1dea de vender el alma al diablo -el mito de Fausto-- era
respeto por los datos que en la de Freud. Pero las preocupaciones
que muestran por las supuestas fantasías de gestación de Haitzmann,
d~ un~ ~orma ~ ?tra, una historia conocida de todos, un cuento, u.d
dtagnosttco espmtual que Haitzmann podía presentar a las autorida-
por la repetición del concepto de «nueve», y por el diablo con senos des de la ~glesia a sabiendas de que entonces éstas podrían encon-
no son menos parti pris. Y, sobre todo, el intento mismo de proyectar tra-;Ies senttdo a sus problemas y sus necesidades. Las batallas que
haces de luz sobre la psique del propio Haitzmann mediante el aná- Hattzmann prese11ciaba en sus visiones, batallas entre las tentaciones
lisis de datos tan insignificantes y poco concluyentes parece una del mundo y lo deberes de renunciación, ocupaban un lugar absolu-
empresa desesperada y condenada de antemano al fracaso. Lo que tamente central en el cristianismo.
inquietaba a Haitzmann eran la tentación, ser malvado, estar conde- .Así pues, 1~ mejor forma de encontrarle sentido al caso de
nado. Cargar sobre Haitzmann una ambigüedad respecto del género, ~altzma~n consiste en no verlo como un caso de psicopatología indi-
vtdual, s1~o ~om? un caso que refleja una mitología colectiva encar-
fantasías de gestación y dilemas relativos a la creatividad no nos dice
sobre él más de lo que nos dice la afirmación de que estaba fijado nada e~ Instituciones tales como la Iglesia. Haitzmann no es un
a su padre. ·
gran erugma personal, sino más bien una :figura representativa en un
A decir verdad, todas estas técnicas psiq1.üátricas consistentes en esq?e.n:a estándar. No es improbable que uno de los factores que
aislar a figuras como Haitzmann, instalarlas en el diván y diagnosticar pos1b1lttaron la «salvación» de Haitzmann fuese precisamente el
hecho. de )!~e no le pusieran la etiqueta de <<loco» («neurótico»,
sus problemas pueden resultar decididamente perversas. Porque de
esta manera se aparta la atención de los entornos social, cultural, «esqmzofrentco») Y que, por ende, no le trataran como a un caso sin
128 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
LOCURA RELIGIOSA 129'
remedio. Más bien, al verle como un ser atormentado por fuerzas
malignas ajenas a él mismo, fue fácil absorberle en estructuras cura- delusiones sintomáticas, sino antes bien como una psicomaquia lite-
tivas. Quizá merezca la pena señalar -si optamos por seguir hasta ral, una. lucha entre Dios y Satanás por la posesión de su alma. ..
el fin la comparación del propio Freud- que Haitzmann terminó . Nactdo ~~ Exeter en 16.31, Trosse pertenecía a una rica y pro-
felizmente en el convento, atormentado por el diablo sólo cuando minente. famtlia ~e. abogados, anglicana en su confesión y monárquica
estaba bebido, mientras que Schreber soportó nueve años aterra- en ~us tdeas ~olí:tcas. Al mirar hacia atrás desde su condición de
dores en el asilo, sufriendo un aislamiento agudo debido, al menos patttarca presb1tenano entrado en años, Trosse denunció su juventud
en parte, a que ninguna de las autoridades psiquiátricas quiso dar el como una verdadera Sodom~ de pecado. Nos dice que en un tiempo
menor crédito a los términos (persecución religiosa) en que él mismo fue «muy ateo», un «:nemtg? ~e los puritanos~> que había seguido
experimentaba su «psicosis». cada uno .de. los «malditos prmctpios carnales» que habían alimenta-
do sus lujurtas .
< La eficacia de la religión como serie de creencias y prácticas para . .Esp?leado por «un capricho errante, un deseo de enriquecerse y
afrontar graves crisis personales se advierte claramente en el caso vrv.Ir luJosamente. en el mundo», eligió viajar por el extranjero en
/' de Haitzmann. También es visible en las prácticas del clérigo-médi- calidad de aprendiz de mercader, para poder gozar hasta hartarse de
co del siglo XVII Richard Napier, tal como las estudió Michael lo~ P!aceres del ;<mundo no regenerado, las lujurias de la carne, las
MacDonald. Napier llamaba personalmente al ángel Rafael pata l~JUtlas de los ~JOS y el ~rgullo de la vida». Esclavo de «una mente
pedirle consejos médicos. También vemos la citada eficacia en la vida Cie~a, unos capuchos nec1os y un corazón sin gracia» se dejó empujar
de George Trosse. Trosse, que creció en Exeter durante la guerra hac1a «gra~des. pecados y peligrosas trampas». Viviendo en medio
civil, escribi6 la historia de su vida en 1692-169.3, cuando contaba de .1~ ,abommac10n del papismo en Francia y Portugal, descuidó toda
poco más de sesenta años. La escribió ajustándose a las pautas clási- religton Y en su lugar siguió las sendas de la embriaguez y del deva-
cas de la autobiografía espiritual puritana, cuyo mejor epítome es ne~ sexual (se había entregado a «las más abominables suciedades»
Grace abounding to the chief of sinners, de John Bunyan. El género cas1 hasta llegar a «actos completos de fornicación»). Una temporada
contaba una historia de indiferencia o pecaminosidad juvenil, una pasada ~n Londres por motivos de trabajo le llevó a juguetear con
rebelión irreflexiva contra Dios, que conducía a la tentación e incluso ~a panenta c~sada con un mercader que se encontraba en el extran-
la posesión satánica, que a su vez culminaba con .una crisis. Sin Jero. Tan perdida estaba su vida, que ni siquiera accesos de enferme-
embargo, el resultado providencial de esto eran la conversión final y dades casi fatales le hicieron pensar en la muerte y la perdt'c1• ' ·
e 1 p 'd . . . on, n1
una vida madura que transcurría caminando por las sendas de la n a rov¡. ~neta rms.encordiosa que había respetado su vida. Final-
rectitud. men~e volv10 a su cmdad natal, convertido en pecador notorio y
Tal como Patricia Spacks ha recalcado en su Imagining a self, la per~:stente con:ra todos los mandamientos, sufriendo sobre todo una
autobiografía espiritual puritana es por definición la historia de un afi~ton a la bebtda y a la lascivia que hab.ía cegado su mente y endu-
triunfo. Lo que hacía que la apología de Trosse fuera distintiva, n;cldo su corazón. Pecaba, según recordaría más adelante «como un
aunque no única, es que su crisis no adquirió meramente la forma diablo Y una furia rabiosa», aunque, por supuesto no habfa meditado
de un reconocimiento del pecado, la iniquidad y el libertinaje, una sobre sus propias abominaciones. '
experiencia emocional traumática, el renacimiento de una persona . .Finalmen:e, alcanzadas ya las profundidades más bajas, lleg6 una
regenerada, el pecador reformado, sino que fue más bien un episodio cnsts. Despues de una borrachera especialmente indecente tras la
completo de insania, con tratamiento médico y encierro en un asilo. cual ,le ac~sta:on. «más como un cerdo que como un homb;e», des-
Trosse no consideraba su locura religiosa (como de forma creciente p~rto al dta stgwente oyendo <<Una especie de ruido precipitado» y
hadan los teóricos en boga en su tiempo, la época de la Revolución vtendo una «sombra» a los pies de su cama. «Se apoderaron de mí
Científica} como un trastorno físico que producía descabelladas un gr~ temor~ temblores}>. Oyó una voz que preguntaba: «¿Quién
eres tu?», Era sm duda la voz de Dios; lleno de contricción, replicó:
130 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA RELIGIOSA 131
«¡Soy un gtan pecador, Señor!». Trosse cayó de rodillas y rezó. La sei'íora Gollop, «una mujer muy religiosa», que le tranquilizaba y
voz siguió diciendo: «Humíllate más; humíllate más». Trosse se rezaba con él. Al principio, este consuelo no fue mejor que «agua
quitó las medias y continuó rezando sobre las rodillas desnudas. La derramada sobre las rocas», pero poco a poco fue surtiendo efecto y
voz prosiguió. Trosse se quitó las calzas y el jubón. La voz le dijo sus «delusiones, turbaciones y blasfemias» empezaron a disminuir.
que aún no se había humillado lo suficiente. Trosse encontró ~~ Finalmente «lamenté mis pecados» y juzgaron entonces que se había
agujero en el suelo, allí donde faltaba una de las tabla~, y se ~etto recuperado lo suficiente como para volver a Exeter.
dentro; siguió rezando a la vez que se echaba polvo y tierra enc1m~; ¡Ay! Resultó que no estaba tan bien como se creía y volvió a las
Entonces la voz le ordenó que se cortara el pelo y Trosse previo andadas con «reincidencias agravadas». Esta vez, no obstante, la lucha
que luego le ordenaría que se degollara. En ese momento cayó. de con el Tentador fue al menos más franca. De una parte, continuó
pronto sobre él la iluminación espiritual. La voz no era la de Dws, con sus «actos obscenos y lascivos». De otra acudió a ministros de
sino la del diablo. Trosse supo que había causado «gran ofensa» Y ~ios, tales como el presbiteriano Thomas F;rd, para que le aconse-
finalmente oyó una voz, que él tomó por la del Espíritu Santo, dici~n­ Jasen sobre cómo liberarse de su «gran carga de culpa». Atrapado
dole: «¡Desgraciado! Has cometido el pecado contra el Espíntu de nuevo en este tormento, volvieron a llevarle a que le viese el
Santo»: el pecado que Bunyan temía haber cometido. Presa de médico de Glastonbury. Allí, Trosse «despotricó contra Dios» y «me
desesperación (pues sabía que el pecado contra el Espíritu Santo es creí,~ el infierno», convencido otra vez de haber pecado contra el
imperdonable), lo único que quería era maldecir a Dios y m?ri.r. Su Espmtu Santo. Pero el doctor «(me) redujo de nuevo a la compostu-
cabeza se llenó de una babel de voces que clamaban, convm1endo ra y a la tranquilidad de espíritu».
«mi conciencia en un tormento» y en su iniquidad se encaprichó con ~i siquiera entonces fueron completas su regeneración y su con-
un pensamiento particularmente pecaminoso, inducido por su «malé- vers:ó~. Ahora ~;osse poseía religión, pero su fe no era más que
vola voluntad»: la idea de que en su estado de desesperanza, desgra- «farrsarca>>. Volvro a caer en locuras y licencias que no se especifican.
cia y condenación, podía «atormentar a Dios Todopoderoso e Inmu- Le persuadieron a que volviese a Glastonbury por tercera vez. Al
table» por medio de «esta blasfemia y enemistad desesperada contra final, y .esta vez permanentemente, «Dios tuvo a bien, después de
Dios». to?as mis repetidas provocaciones, devolverme la paz y la serenidad,
Poseído por nuevas voces y visiones --duendecillos, grandes ast como el uso regular de mi razón». Pensándolo bien la fuente
garras que aparecían en la pared, ~tcétera-, se sumió en un «e:ta.do principal de su curación y de su conversión había sid; la señora
de absoluta turbación». Sus amigos, por suerte, sabían de un medico Gollop: «ella ha sido el instrumento principal tanto de la salud de
de Glastonbury a quien se «estimaba muy hábil y eficaz en tales mi cuerpo como de la salvación de mi alma».
casos». Llevaron a Trosse a Glastonbury por la fuerza, atado a un Trosse había vuelto a nacer. Se fue a estudiar a Oxford. Ahora
caballo. Él se resistió con todas sus fuerzas, creyendo que le arras- ten.ía la fortal~za suficiente para vencer los sueños que eran las ten-
traban a las <<regiones del infierno». Durante el viaje unas voces le tact?n~ del drablo. Con la ayuda de Dios, se dijo a sí mismo que
atormentaron diciendo: «¡Cómo! ¿Debe adentrarse aún más en el habta stdo llamado a hacerse pastor, y en la gran Expulsión de 1662
infierno? ¡Qué espanto! ¡Qué barbaridad!>>. Más adelante Trosse !a
-es. deci~, expulsió~ de los puritanos de la Iglesia de Inglaterra-
recordaría que finalmente el diablo tomó plena posesión de él. s~ .hizo dlSldente. Paso el resto de su carrera ejerciendo de pastor
Lleoaron al manicomio. Trosse lo identificó con el infierno Y lite- d!Sldente en Exeter, soportando a veces cierto grado de persecución
talmente"' consideró que sus cadenas y grilletes eran tormentos y tor- -alguna que otra temporada en la cárcel- por sus convicciones.
turas satánicos, a la vez que los demás pacientes eran sus «verdugos)), El Trosse que hizo un repaso de su vida y escribió su autobio-
Al final sin embargo, aunque hacía tiempo que trataba de «vengarse gra!í~ tenía un concepto muy claro y definido de la significación
y rebel~rse» contra Dios, empezó a mostrarse más tranquilo,. resig- rehgtosa de la locura. La razón era caminar en armonía con Dios."
nado, sereno. Esto se debió principalmente a la esposa del doctor, la La locura era ese estado mental en que el alma, poseída u obsesionada
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132 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA RELIGIOSA
13.3
por el diablo, protestaba y blasfemaba contra 'el Todopoderoso. f:te. una expresión que se puso de moda entre quienes, sintiendo
Trosse, al parecer, no tenía ningún concepto de la locura santa, posi- l~st1ma al ver. a las sencillas muchachas de servicio que con dema-
tiva. La locura era, pues, un estado desesperado, negativo, pero cum- srada frecuencta, ~ran presa de paroxismo mientras. escuchaban las
plía una función importantísima en la redención de las almas, porque trem:h.u~das predicas ?e Wes1ey, y .que a veces se veían empujadas
sacaba a la superficie los males del pecador, los hacía entrar en crisis. al smc1dio, menospreciaban a los hipócritas Wesleys y Whitefields
Proporcionaba, como mínimo, un preludio de la recuperación. que fomentaban semejante histeria. No es extraño que William
Cabría decir que Trosse era un hombre afortunado, ya que con- Cowper --c~mo se.~ta al empezar el presente capítulo- sospe~hara
taba con el apoyo de sus amigos y con un asilo útil. Llegó a creerse que su propia verston de la fe habría sido considerada una locura.
redimido, convencido finalmente de que era capaz de distinguir la Porq~e no sólo era amigo íntimo de John Newton uno de Jos más
voz verdadera de Dios de las tentaciones del diablo. Nunca echó emociOnalmente volátiles entre los primeros evan~élicos (un hom-
la vista atrás. Con todo, para muchos creyentes sinceros que busca- <.. bre qu;,. según Sout~ey, era, not?~io por «enloquecer a Ja gente con
han una señal, la voz y el dedo providencial de Dios siguieron siendo sus predica~»). No solo habta VIVIdo una experiencia de conversión
más oscuros. No estaban seguros de si los sueños que tenían y las c~ll_lpleta, smo que, de hecho, de modo parecido a Trosse, la había
voces que oían eran de Dios, de Satanás o sencillamente sus propias ~1v1do e~ un ma~icomio, cuando se estaba recuperando de lo que
fantasías malsanas. mcluso el reconocta que era un terrible ataque de insania.
Estos dilemas en torno a lo que eran experiencias verdaderas y La existencia tristísima de Cowper estuvo marcada por trastor-
lo que eran meramente experiencias internas engañosas creaban un nos ,mentales de tipo melancólico (como dijo él, en el hilo de su vida
caos inmenso: caos para el individuo, pero también para los fieles hab1a una hebr~ negr~). S~frió cinco ataques serios, durante algunos
y para la sociedad en general: nadie sabía a ciencia cierta si los que de los cuales mtento quitarse la vida. El primero le dio cuando
llevaban las señales externas de la locura religiosa eran en verdad con,taba poco más de veinte años; el último le sobrevino cuando
santos, los peores pecadores o simplemente enfermos. En parte por j tema sesenta Y. tr~ y le persiguió hasta el final de sus días. E incluso
esta razón, a ojos de muchos todo el concepto de la locura cristiana entre estos ep~sodtos, la negra señal de la desesperación raramente
-siempre ambigua- cayó en desgracia. Se decían que sin duda la . anduvo muy le!os:. ,a veces contenido únicamente por una sociabilidad
sabiduria divina no se valdría de un medio tan incierto y peligroso forza?a, Ia apl.tcacton Y la actividad (para Cowper, escribir versos era
para revelar su palabra y su voluntad a su pueblo. Sin duda Dios la .qu~ntaesencia de la terapéutica ocupacional, mantenía a distancia la·
en su misericordia no sometería la conciencia de los creyentes a tor- octosrdad que llevaba a la melancol1a).
mentos tan atroces ni permitiría que el diablo los engañara. Argüian Los t:astornos d~ Cowper nunca fueron una ficción poética;
los creadores de opinión en el racional y tolerante siglo XVIII que nunca tuvieron resabtos del personaje penseroso que tan de moda
cada vez parecía más probable que estas almas atormentadas en estaba ~tre las almas artísticas supersensibles que padecían la «enfer-
realidad no estuvieran poseídas por Dios ni, de hecho, por Satanás, n:edad mgiesa» en aquella época de sensibilidad almibarada. Más
sino más bien por algún concepto erróneo, algún trastorno o alguna bten apare~e, en sus cartas, poemas y recuerdos autobiográficos,
enfermedad. Los que vociferaban y deliraban en nombre de Dios, como la mas aterradora y aplastante de las cargas, que al final culmi-
gemían en la iglesia o sufrían ataques de paroxismo mientras escu- na c?n. un deseo profundo de no haber nacido jamás. Le abrumó con
chaban sermones aparecían, cada vez más, como seres dignos de denttmtentos angustiados de desesperanza y abandono la certeza firme
lástima. Estaban enfermos; necesitaban tratamiento. Eran presa e estar ~ondena~o en el sentido que Samuel Johns~n da al término
de «melancolía religiosa». - > (ser «envta.do al mfierno y castigado eternamente»).
Este diagnóstico se aplicaba comúnmente a los metodistas y a En :I srglo XX se ha intentado diagnosticar la dolencia de Cowper
los evangélicos, que constituían una fuerza en crecimiento en la desde dtferentes puntos de vista. James Hendrie Lloyd resolvió todo
Inglaterra de mediados del siglo xvm: <~loco como un metodista» el problema en pocas pa!~br~~. «J?rob~blemente lll mejor form~:t d~
·-
134 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
LOCURA RELIGIOSA
1.35
describir el caso es decir que fue una variante de insania circular, Al parecer, a Cowper le costaba much .
con fases alternas de depresión profunda y de leve reacción hipo- que e!Io fuera resultado de su pr . fal o dsentlr apego. Es posible
maníaca, pero sin intervalos distintos de cordura completa ... Era Posiblem:nte sea significatívo el t~o ~: e apegos en la infanci~.
una psicosis constitucionaL» Bueno es saberlo. R. R. Madden opinó ya en la Juventud, el objeto de su amot f que cu~ndo se enamoro,
que la respuesta residía en los intestinos. En particular, especuló que
Cowper tal vez padecía alguna enfermedad orgánica, análoga a la ¡
luego vivió la mortificante experiencia de u:e
cha se opusiera a tales t·elact' . q
s: pnma Theodora; y
1 padre de la mucha-
1 , ones sm que sepam .
dispepsia: ¿qué otro motivo podía inducir a Cowper a quejarse tanto que. Para Cowper debt'o' d •
1 fi os exactamente por
de su digestión? A juicio de Madden, si algún médico le hubiera e ser a con rmadó d 1 f 'l'd
las aspiraciones a la intimidad· 1 . d nb. e a ragii ad de
arreglado el estómago a Cowper,.éste se habría ahorrado los tormen- 1
Theo dora, que se convirtió tamb. ' Y O, n11Smo e . IÓ de stgm . 'fi
car para
tos del alma. según dan a entender los d t len en una Joven melancólica y,
Otros se han preguntado si quizás algún defecto físico creó la 1 folletín: la encerraron en el a o.s que t.enemos, tuYo un final casi de
sión anterior habían confinadmtsm~ asllo deÉlocos donde en un~ oca-
1

timidez y la soledad que tanto atormentaron a Cowper e hicieron i


que se sintiese como un árbol solitario en una colina. A principios gido: «¡Ojalá el ardor d ~ a . owper. ste se mostró muy afli-
del siglo xrx el diarista Charles Greville insinuó que, al parecer, Cuando más adelante se ~o:~/rrm:: amor hubiera continuado!»;
Cowper era «hermafrodita» (cabe preguntarse, ~mpero, qué signifi- años y pico, fue con la señora ~~~í~ para casa~e, a los cuarenta
caría exactamente ese término para Greville}. Y es bien sabido que 1 Cowper, era una verdadera madre p ' ~~-ue era viUda y que, según
el doctor William Heberden dejó constancia del caso de un hombre ·V , . · ara e.
1 e e1a el propto Cowp al l .,
que se castró a sí mismo, y los detalles que da Heberden cuadran con 1
1 la vida adulta y alguna f:ha J~n~ ~e ~~10: entre las aflicciones de
era niño? No podemos dar una retntlm¡ a co~ .sus padres cuando
l
los del caso de Cowper. La hipotética presencia de alguna anormali-
dad de los órganos sexuales (posiblemente autoinfligida) tal vez podrfa menor indicio de que Cowper a J.}u:sta. defimttva. No tenemos el
explicar el hecho de que en la única ocasión en que Cowper se com· 1 Tolm Petceval alguna Ve'"' z' 1 etencla, pongamos por caso, de
· ' " cu pase a sus p d · .
prometió para casarse, se sumió rápidamente en otro de sus episodios de su malsana melancolía La r 1 •, a res o a sus parten tes
de insania y el compromiso fue anulado. Pero, al parecer, esto son . . e aclOn con su hermano J h
se h lZO estrecha y de apoyo Y s Ad l h. d ' mayor, o n,
y seguirán siendo meras especulaciones. hermanos, cuenta una histo . ?d e p z, onde habla de los dos
Más convincentes entre estos intentos de explicación son quizá de su salvación y de su ~on~~rs1~~ ':n:tn la dque John es el agente
las hipótesis psicodinámicas. Es muy posible que la sensación de vez que él William const' :· cuan o se vuelve loco, a la
' ' gue convettlt a Joh d ,
aislamiento y abandono que nunca dejó a Cowper tuviera que ver a las puertas de la muerte e d n cuan o este se halla
con el distanciamiento· de los padres en la infancia. La madre, a a suponer que en el cerebro o:fe t~o~ una car;a en ~arti;uiar induce
quien él recordó siempre como «muy indulgente», murió cuando las emociones familiares y su enf J~ habla algun vmculo entre
Cowper tenía seis años. Pronto fue enviado a 1u escuela y, según hacia el pasado en una cart ~rme a mental. Volviendo Jos ojos
a esct1ta en 1788 t' 1
parece, nunca estuvo emocionalmente apegado a su padre, que era pa dte y de su madrastra a- d' d . ' con o a muerte de su
pastor protestante. De hecho, Cowper dejó constancia específica de sufrir estas pérdidas él ~1t.nsma olehn bo' mmedd~datamlente que al poco de
un angustioso episodio de la infanci~; ...s.U.J:J,ªªl:e, )e hizo leer los argu- Sea como fuere, ' ei mismo Cow a 1a per 1 o e án ·
er , 1mo. .

~ef:~i~i!~da~s~;F~~~~~:t~fl;!~~e~~nt~~~;e; !::: ~~
de «problemas de la mente» en t, ~ con~pr~ndra su propto mar
religiosa, de la búsqueda po ermmos, pnnctpalmente, de su vida
., r un creyente de la 'd d d
refutarlos, su padre no respaldó sus esfuerzos. Cabe conjeturar que cton en un mundo de pec"d II d segun a e 1a salva-
tal vez Cowper temió que esto significaba que su padre no hubiera . . ""
La msama de Cowper es la I . t • d d o, eno e trampas tend" 11 S ,
. · 11s ona e os exnen. n' as ·
por atanas. ·
· · 1
puesto objeciones si él hubiese intentado matarse. De la madrastra :, . muy dIStÍntas y cronolóoic"m t . l. ~ e Cias espn!tua es
. .,
descrrpcron "' " en e secuenCia es. 1 ·
de Cowper apenas se habla. de loctlt~ reli o-io .1 . a prtmera es una
- · "'
·
Sfl esencia
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mente
· - · :
«bllc,la>'"
. -.' '1
la, se¡_?,nn d.a,

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HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA RELIGIOSA
136

una saga de locura «mala». La prim~ra nos es cono~ída gracias a la~ Cuando Cowper se sumió en el primer acceso profundo de me-
memorias que Cowper escribió a :finales del decemo de 17 60, cas1 lancolía en 1753 -tenía entonces veinte años y pico-, sus frívolos
en la mitad de su vida. (No se publicó hasta después de su muerte.) compañeros le dijeron que evitase los ejercicios religiosos, no fueran
Era una narración que seguía la pauta de la biografía espiritual a hacer de él un joven morboso. Hizo un viaje a Southampton y se
clásica. Presentaba al héroe hundiéndose más y más en el cenagal recuperó. Como no era más que un pagano, Cowper atribuyó su
del pecado, cayendo en las garras de Satanás, sufriendo una crisis y, curación al cambio de ambiente y al aire del mar. En realidad, según
finalmente convirtiéndose a la verdad por intervención de la gracia escribió en sus memorias, la recuperación fue fruto de la merced de
salvadora. 'Para el Cowper de este cuento, la locura fue un medio la Providencia. Seguidamente Cowper malgastó su tiempo y sus talen~
providencial, un instrumento de «regeneración». ., tos llevando una vida mundana, viviendo en el Temple" y estudiando
No tenía la menor idea de que a los pocos años de su convers10n, derecho sin demasiado empeño. La Providencia le mandó nuevas
toda su confianza se evaporaría, para siempre. Volvieron los terrores revelaciones -se libró por un pelo de resultar herido en un accidente
y la desesperación de su crisis anterior, multiplicados y más hond.~s, de caza, los cascotes que cayeron de un edificio no le alcanzaron por
en una serie de crisis a partir de 1773, cuando una negra depresron milagro-, pero él no hizo caso en aquel momento y siguió mos-
y el convencimiento de que la condenación era inevitable se apode- trándose duro de corazón e indiferente.
raron por completo de su existencia. Sabemos de los ataques de locu- Finalmente, en 1763, se presentó una crisis. Cowper necesitaba
ra de estos años gracias a las cartas que escribió entonces (y todavía
¡ un empleo que le proporcionara ingresos. Su tío el mayor Ashley
¡
más, aunque sea de una forma que frustra por lo negativa, gracias '1' Cowper ejercía cierta influencia en el nombramiento de escribiente
a las cartas que no escribió: por ejemplo, durante cuatro años, entre f: de la cámara de los lores. Cowper solicitó el puesto. Deseó en secreto
1773 y 1776, Cowper, que normalmente era gárrulo, parece qu~ ~o r¡: que quien lo ocupaba en aquellos momentos muriese: ¡y el hombre
escribió absolutamente ninguna carta). Se conserva un breve d1ar1o ¡; murió! El remordimiento y la culpabilidad se adueñaron de Cowper.
·1.:
espiritual -un descenso al infierno- que data de las postrimerías ¡¡ Más adelante escribiría: <(Tuvo a bien el Señor concederme lo que
de su vida, aunque los últimos cinco años -que fueron de depresión deseaba mi corazón, y en ello, y con ello, un castigo inmediato a mis
inexorable- se caracterizan por un silencio casi total.
Hay, pues, dos locuras para Cowper. Hay locura dominada, una
1 crímenes». Se supo entonces que, a resultas del politiqueo oficinesco,
Cowper, después de todo, no podía ser nombrado para el puesto a
locura con sentido en un esquema providencial. Y hay una locura 1 menos que se sometiera a un examen de viva voz ante los lores. Se
insoportable e incomprensible. ~ puso a estudiar para adquirir las habilidades necesarias para el
La primera locura de Cowper fue preludio de su conversión evan- !·~ puesto, pero cada vez estaba más convencido de su total incapacidad:
gélica. A pesar de que su padre era clérigo, a pesar de ir a la escuela Cada vez más inquieto ante el examen que se avecinaba (que para
Westminster nos cuenta en sus memorias que creció prácticamente 1., él representaba un «juicio»), Cowper acabó paralizado por el miedo;
como un pa~ano. Dios hizo intentos continuos de mostrarle al joven f
Tenía que escapar, pero, ¿cómo? La locura, según nos dice, era «la
Cowper la senda de la religión verdadera. En la escuela, cuando era j única oportunidad que quedaba».
objeto de malos tratos, aprendió a soportar la aflicción evocando un ¡ Pero en ese momento Satanás apareció en escena. El Tentador le
1:
texto de los salmos: «No temeré lo que me pueda hacer el hombre»; r.¡, insinuó la idea de suicidarse. Cowper recordó que su padre nunca
pero la lección divina pronto cayó en el olvido. Cuando en la juven- ¡; le había disuadido del suicidio; una conversación aparentemente
tud orgullosa, profana y rebelde creyó que podía ser inmortal en la fortuita que sostuvo con un desconocido en una taberna le convenció

carne, Dios le castigó, pero le castigó misericordiosamente con la vi-
ruela y una propensión a la consunción, como manifestaciones del
poder divino y de la fragilidad del hombre. Pero (recordó Cowper)
1 * El Colegio de Abogados de Londres se encuentra en el lugar donde
otrora se alzaran los edificios ocupados por los caballeros Templarios, d~ ¡¡hf
no apren¡;lió l¡t$ l~cciones; creció «~n ~Otf!l oMdo <:le Pios>>,

j ~u ~ombr~: el Temple, es ~ecír, «templ9». (N. d~t t.) ·


138 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
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LOCURA RELIGIOSA

aún más de que el suicidio era una línea de conducta legítima. En «desenfrenado e incoherente», John le llevó al asilo de locos que en
ningún momento le pasó por el cerebro la posibilidad de que suici- Saint Albans tenía Nathaniel Cotton, doctor en medicina y hombre
darse fuera pecado. Compró un poco de láudano, pero cuando en de inclinaciones metodistas. Cowper recuerda que fue «gustosa-
varias ocasiones intentó tragar la droga fatal, quedó paralizado gra- mente».
cias a la intervención de una «mano invisible» que él no podía con- Durante ocho meses Cowper languideció en el Collegium Insa-
trolar (hoy día, por supuesto, diríamos que intervino su inconsciente). norum de Cotton, bajo la más honda convicción de pecado. Era un
Abandonando el veneno, decidió ahogarse en el Támesis. Al llegar «infierno de corrupción», siempre «ingrato». De hora en hora espe-
al río, sin embargo, era la hora de la marea baja y, además, se dio raba la «fatal venganza», el último y destructivo rayo. Trató de sui-
cuenta de que le estaban observando unos gabarreros. Cambió de idea cidarse otra vez con un punzón.
y decidió ahorcarse; se fue corriendo a casa y utilizó la faja para Pero su hermano John consiguió tranquilizarle. Le preguntó si
colgarse. En el momento de perder el conocimiento oyó una voz que acaso la misma certeza de la venganza no podía ser una «delusión»,
decía «Se ha acabádo»; pero más tarde, al despertar, se encontró una faceta de la insania. «Oh, si esto es delusión -respondió Wil-
tendido en el suelo, con el cuello hinchado y magullado. La faja se liam-, entonces soy el más feliz de los hombres.}> Una vez más,
había roto en el momento crítico. Avisaron a su tío. Declaró que su Dios le mostraba sus misericordiosas providencias. Esta vez, humi-
sobripo no era apto para el cargo. Cowper se libró del compromiso. Ilado, tras pasar del necio orgullo a las miserias de la locura, Cowper
Fue en este momento, por primera vez, que Cowper, habiendo les hizo caso. Tuvo una visión divina en la que aparecía bajo una
visto que su deseo se cumplía, se sintió embargado de culpabilidad cúpula resplandeciente, «toda rodeada de gloria». Luego, tras intentar
religiosa. Hasta entonces no había caído en la cuenta de que el convencer a un incrédulo sirviente del asilo de la realidad de la
suicidio era una rebelión contra Dios. Ahora sintió que le consumía Providencia especial, experimentaron una ejemplar tempestad de
una sensación abrumadora de «ira divina» dirigida específicamente truenos en la cual una «mano ardiente que empuñaba un rayo o una
contra él. Sin duda debía de ser el peor de los pecadores. Se puso flecha de relámpago» apareció en el cielo, arrojando ráfagas de relám-
a pasear arriba y abajo por su habitación, repitiendo una y otra vez: pagos a la tierra, pero sin hacerles daño a ellos. Un día, mientras
«nunca ha habido un desgraciado tan abandonado; un pecador tan estaba hojeando la Biblia -libro que durante mucho tiempo había
grande». Apenas se atrevía a salir a la calle. Cuando por fin lo hizo, tenido olvidado-, la Providencia le condujo hacia la Epístola de
se imaginó que «la gente se detenía para reírse de mí, y me despre- San Pablo a los Romanos, que hablaba de su Salvador, «al cual Dios
ciaba»; «no podía soportar los ojos del hombre». Se sentía abando- ha puesto en propiciación por la fe en su sangre, para manifestación
nado, rechazado, un monstruo. Buscó en la teología convencido de de su justicia, atento a haber pasado por alto, en su paciencia, los
haber cometido probablemente el pecado imperdonable, aquella blas- pecados pasados». Entonces se le abrieron los ojos. El texto le con-
femia sih igual contra el Espíritu Santo que, según afirmaban todos vendó de la redención y el perdón de Cristo. Finalmente, en un
los estudiosos de la Biblia, colocaba a un pecador fuera del alcance sueño, Cowper vio que un muchacho radiante se le acercaba bai-
del perdón y la misericordia. (Parece ser que, al principio, Cowper lando.
crefa que el pecado consistía en el acto farisaico de atribuir obras De modo acumulativo, estas experiencias provocaron una con-
de la Providencia a meras causas naturales, pues, pensándolo bien, versión y trajeron una epifanía. Cowper se sintió aliviado del peso
recordaba haber atribuido falsamente al ozono su recuperación en del pecado, redimido por Cristo. Gradas a su certeza de grada, se
Southampton). salvaría. Recuperó la cordura. Su insania había sido un «castigo»
Sumido en una desesperación sin límites, acusándose a sí mismo, divino; el manicomio, el «instrumento» de su «reformación» se
Cowper experimentó la «sensación del pecado y la expectativa del convirtió en escenario de su «segunda natividad». Conversaci~nes,
castigo». Sostuvo conversaciones edificantes con su hermano y con su espirituales con el doctor Cotton (hombre al que «amo») le devol-
primo evangélico, Martín Madan. Al final, aún :más alejado de Píos, vieron la capacidad de afront¡¡r el mundo. Debido a que stunini~traba
140 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA LOCURA RELIGIOSA 14i
solaz y socorro espirituales además de medicina, decían algunos (con- estaba predestinado a sufrir un castigo eterno a partir de la muerte.
fesó Cowper) que el comportamiento de Cotton era tan loco como La situación de Cowper no era ahora mejor que la de un preso en
el suyo propio. . · , la celda de los condenados. Más adelante soñó que aguardaba el mo-
·Después de pasar un año y medio de?tro, .Cotton de:Iaro que .su mento de la ejecución.
paciente estaba «curado» y Cowper quedo en libertad d: ~rse. Llev~­ No hay ningún indicio de que Cowper volviera a sacudirse de
dose al joven sirviente del propio Cotton, Cowper alqutlo unas haór- encima su convencimiento de condenación irrevocable. No habría más
taciones en Huntingdon, para estar cerca de su hermano, que pe~te: ataques de locura terapéutica, agentes de nuevas conversiones. En el
necía a la directiva del Bene't College -el actual Corpus Chrrstt mejor de los casos, Cowper soportó largos períodos de suspensión
College- de Cambridge. Trabó amistad con una familia evang~li~~: de la sentencia, en los cuales, conteniendo la respiración, conseguía
el reverendo Morley Unwin y su esposa, Mary, en cuyo domrcrho protegerse de sus terrores cultivando la domesticidad rodeado de
pasaba algunos días de vez en cuando. Al ~or~r Morl~y, Cow~~r se admiradores civilizados tales como Mary Unwin, lady Hesketh, lady
quedó en casa de los Unwin, en términos de mtlma amtstad espmtual Austen y, más adelante, su colega y supersensible hombre de letras
con Mary. Juntos se trasladaron a Olney en 1767, .en parte par_a William Hayley. Trabajaba en el jardín, domesticaba liebres y, sobre
estar cerca del evangélico John Newton, que pasó a ser su guía espt· todo, escribía. Pero todas estas cosas no eran más que estrategias
ritual. Hallando seguridad en la <~sumisión» después de tanta «suble· dilatorias. Y de vez en cuando volvía a caer vertiginosamente en las
vación» Cowpet tenía confianza en el Señor: «Jamás me ha aban·
' , .
donado, desde la primera vez que me encontro~ no, ru P?r un mo-
profundidades de la desesperación.
De la «terrible enfermedad>~ sólo sabemos lo que de vez en cuan-
mento. Sé que el Brazo Eterno está debajo de mi, y que D10s Eterno do mencionaba al escribir. «No puedo esperar nada ... creer nada ...
es mi refugio. Oh bendito estado del alma que cree». En casa de l~s Soy, y he sido durante mucho tiempo, el más desgraciado de la raza
Unwin (<<lugar de reposo que preparó para mí la mano del propto humana», escribió. Su melancolía se transforma en un «compañero
Dios») Cowper escribió sus Himnos de Olney y redactó sus memo· para toda la vida»; no hay escapatoria: en un sueño su médico le
rias como acto de acción de gradas, dejando constancia en ellas de receta «la muerte como única alternativa de la locura». La negrura
su conversión espiritual. . . es del todo «insoportable». Confiesa que sólo el trabajo constante
Pobre Cowper. Dios le reservaba una suerte ternble. Para alguten puede evitar que caiga en la más honda desesperación. Incluso sus
que por fin se sentía tan salvado y seguro, la pérdida precipitada, a versos más ligeros dejan entrever a veces el estado en que se encuen-
principios de 1770, de esa sensación de haberse salvado debtó de ser tra. <<John Gilpin», debajo de su superficie de contagioso buen humor,
doblemente atroz. Pocos detalles conocemos sobre qué fue exacta- es el cuento de un inocente que poco a poco va haciéndose conspi-
mente lo que le ocurrió. Cowper andaba ocupado en tareas de ev~~­ cuamente absurdo y blanco de irrisión. En ningún momento alberga
gelización en la parroquia; parece ser que su parte en estas actlvl· Cowper la menor fantasía en el sentido de que la locura le confiere
dades misioneras le pareció un poco insincera. En una carta que grandes facultades poéticas. Al contrario, escribía a fin de ahuyen-
escribió en 1773, Mary Unwin habla de nuevas «delusiones» Y «ten- tar la locura. Para él, a diferencia de para sus contemporáneos Kit
taciones» (a saber, de suicidarse). Al cabo de más de diez años, Smart y William Blake, la locura y la musa estaban esencialmente
Cowper escribió sobre un sueño que había tenido en febrero de 1773, reñidas.
«ante cuyo recuerdo todo consuelo se desvanece». En el sueño..o~ó La espiral hacia ahajo arranca en las postrimerías del decenio
que le decían estas palabras terribles: «ttctum est de te, perustm de 1780. Las noches son lo peor, pues sus sueños están llenos de
(«todo ha terminado contigo; has perecido»). Por el motivo que fuera, terrores. Teme el sueño. Se vuelve insomne. Pero, insomne, no puede
a Cowper le había dado por pensar -primero en un sueño, pero ejecutar los escritos que de día mantienen sus fantasmas a raya. Así
luego como idea fija que dominaba todos sus pensamientos cuando que empieza a tomar dosis de opio y láudano para dormir. Pero es
estaba despierto- que Dios 1~ h¡:¡bía abandon¡¡do, revelán~ole qu~ casi seguro que estas drogas, a su vez, multiplicaban los horrores de
142 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA . LOCURA RELIGIOSA 14.3

sus pesadillas, como de modo tan alarmante haríari en el caso de ¿Qué oportunidades de suicidarme tuv.e, mientras hubo espe-
Coleridge pocos años después. ranza, excepto un momento de la mayor desdicha, en el 73? Desa-
Durante largos períodos, en los decenios de 1780 y 1790, la provechado aquel momento, todo lo que siguió era tan seguro como .
desesperación, el abatimiento y el desaliento llenaron sus momentos la necesidad misma podía hacerlo . .. ¡Oh, designio monstruoso! No
puedo soportar ni la parte más insignificante de lo que se me viene
de vigilia. Se había convencido de que «no es posible que Él salve encima, mas estoy obligado a recibirlo con los ojos bien abiertos
a quien ha declarado que destruirá»; pase lo que pase, «pereceré». para ver cómo se aproxima, sin ninguna posibilidad de librarme
Pero el tono de sus pesadillas es lo peor de todo, muy «bergmanes- de ello.
CO». En 1792 escribe al maestro de escuela Samuel Teedon, su con-
fidente: El Creador le tenía cogido en una trampa espantosa; «he sido yo la
liebre perseguida», pues «perezco como perezco, esto es, como nadie
He pasado una noche terrible .. . creo que puedo decir que Dios pereció jamás, por el incumplimiento de una tarea, que sé por la
sabe que ningún hombre ha pasado jamás una noche igual. Soñé
experiencia posterior que era naturalmente imposible». ¿Cómo podía
que, sumido en la más insoportable desdicha, me asomaba a la ven-
«haber merecido tan terrible destino»? Si el juicio en sí mismo era
tana de una habitación extraña estando completamente solo, y veía
los preparativos para mi propia ejecución. Faltaban sólo cuatro justo, aquel particular «juicio era infinitamente desproporcionado con
días; y luego estaba destinado a sufrir el martirio eterno en el la misericordia». El Creador se habría mostrado «infinitamente más
fuego, preparándose mi cuerpo para tal propósito a la vez que mi misericordioso de no haberme creado en absoluto». Para el deutero- .
disolución se hacía imposible. Me levanté abrumado por una deses- Cowper, estar loco era sencillamente vivir en la tragedia insoportable
peración infinita, y bajé al estudio execrando el día en que nací con a la que Dios había llamado «la creación». «He sido una pobre mosca
indecible amargura. Y mientras escribo esto repito aquellas execra· atrapada en un millar de telarañas desde el principio.»
clones, persuadido en el alma misma de que pereceré miserable- La negrura de Cowper en el decenio de 1790 no difería signifi-
mente, como ningún hombre jamás ha perecido. Todo es, y durante cativamente del estado anímico que de modo temporal experimentó
20 años ha sido, legítimo para el Enemigo que está contra mí. cuando su caída en 176.3. Durante el anterior período de desespera-·
dón podía exclamar, en sus <~Lines written during a period of
Cowper concluía diciendo que el resto de aquel día «no era apto para insanity»:
ser descrito».
Por supuesto, lo que tan horrible resulta en esa sensación de Odio y venganza, mi eterna ración,
estar condenado que experimenta Cowper es la identidad del «Ene- soportar apenas pueden demora en la ejecución,
migo». No se trata de Satanás, sino del mismísimo Dios. Desde su esperan, con impaciente prontitud, apoderarse de mi
recaída en 1773, Cowper se había convencido de que, por haber alma en un momento.
cometido el pecado imperdonable, Dios era ahora un enemigo impla- Maldito Judas allá abajo: más aborrecido que él,
cablemente vengativo. Al parecer, Cowper creía que en aquellos quien por unas pocas monedas vendió a su santo Maestro.
momentos Dios le había ordenado que se suicidara. Al no hacerlo, Dos veces me traicionó Jesús, el último delincuente,
había cometido un acto de desobediencia imperdonable, imborrable me juzga el más profano.*
y, en su cerebro, ello se había transformado en la verdadera natu·
raleza del pecado imperdonable sobre el que reflexionara antes. Su
diario espiritual correspondiente a 1795 -año que le encontró tan * <<Hatred and vengeance, my eterna! portion, 1 Scarce can endure delay
of execution, 1 Wait, wíth iropatient readiness, to seize my 1 Soul in a mo-
«desesperado como siempre>>- intenta evaluar el terrible dilema en ment./1 Damn'd below Judas: more abhorr'd than he was, 1 Who for a few
que le había puesto el Todopoderoso. Alegaba Cowper: pence sold his holy Master. 1 Twice betrayed Jesus me, the last delinquent, 1
Deems me the profanest.»
..
LOCURA RELIGIOSA
144 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA

'' ye Spacks, una «pasividad impotente», tratando siempre de «evitar


Idéntico sentido de aislamiento y de desesperanza total hasta la la responsabilidad» de sus actos, entregándose, de hecho, a «una
muerte formaba el mensaje de su último poema, «The cast-away», complacencia masoquista en el miedo». Ama su aislamiento porque
compuesto en 1799, cuando sólo faltaban unos meses para su muerte. éste le hace especial. Su humildad es egoísmo invertido, orgullo disi-
El poema pasa del destino literal de un marinero que se ahoga a su mulado, una manifestación de lo que el mismo Cowper llama el
propio estado espiritual, que es infinitamente peor:
~<Yo Monstruo».
Las interpretaciones de esta clase tienen su parte de razón, ¡aun-
La más oscura noche envolvía el cielo
que también cabe verlas como otras muestras de crueldad, más allá
rugían las olas dél Atlántico
cuando un infeliz condenado como yo de la tumba! Mas esta razón queda reducida a la insignificancia cuan-
cayó de cabeza por la borda do se coloca en el contexto de la histol'Ía de Cowper sobre el Dios
de amigos, de esperanza, de todo despojado, que le defraudó. La forma más terrible de locura religiosa ocurre
su hogar flotante para siempre abandonado ... cuando el Dios al que rendías culto te traiciona.
Ninguna voz divina aplacó la tempestad
ninguna luz propicia brilló;
cuando, alejados de toda eficaz ayuda,
perecimos, cada uno a solas;
pero yo bajo un mar más agitado,
y tragado en abismos más hondos que él.*

La angustia del aislamiento impregna la casi totalidad de los pen-


samientos de Cowper en sus últimos tiempos; es arrojado, el náufra-
go; es alienado y excluido; es la higuera añublada. Es, además,
ftágil, y está helado, incapaz de actuar, perpetuamente en peligro
en un mundo peligroso: el marinero que se ahoga, el barco que se
hunde en la tempestad, «zarandeado y hundido por la tempestad».
Sobre todo, es la víctima de una crueldad gratuita, rechazado, desam-
parado, repudiado, negado, abandonado (en todos los sentidos de la
palabra): el ciervo herido que el rebaño deja atrás, juguete del infor·
tunio, presa de la rapiña de todos.
Recientemente, algunos estudiosos han analizado todo esto aten-
diendo a los conceptos modernos del trastorno de la personalidad.
Para Patricia Spacks, Cowper rezuma compasión de sí mismo y es
un manipulador magistral de su propia inadecuación; proyecta, argu-

* «Übscurest night invoived the sky 1Th'Atlantic billows roar'd / When


such a destined wretch as I 1 Wash'd headlong from on board 1 Of friends, of
hope, of al! bereft, 1 His floating home for ever Ieft... 11 No voice divine the
storm allay'd 1 No light propitious shone; f When, snatch'd from all effectual
aid,/We perish'd, each alone; /But I beneath a rougher sea,/ And whelm'd
in deeper gulphs than he.)>
10. -POR!llR
MUJERES LOCAS 147

mo, utiliza la psiquiatría como autoridad legitimadora para controlar


al sexo femenino (cárcel para los hombres, el hospital mental para
las mujeres, como suele decirse).
Ciertamente, desde los estudios de mujeres histéricas que lleva-
ron a cabo Charcot y Freud, se da la paradoja de que el inconsciente
femenino e implícitamente el misterio de la sexualidad femenina han
sido el sanctasanctórum de la empresa psiquiátrica (a juicio de Freud,
el gran interrogante era: «¿qué quieren las mujeres?»). En algún
6. MUJERES LOCAS sentido, las enfermedades somáticas se han vuelto «masculinas», y
los desórdenes mentales, «femeninos». «La enfermedad femenina» es
hoy el foco de la atención en la política sexual y la psicopolítica. Los
La primera página de lo que es, de h:cho, la prime~a autobio- problemas que representa el ser mujer en un mundo de hombres han
grafía escrita en lengua inglesa nos descnbe .a una_ mu¡er que se hecho que un número desproporcionado de mujeres sufrieran crisis y
vuelve loca. «Cuando esta criatura contaba vem:e an?s de eda~, ? a su vez han preocupado a la psiquiatría de un modo igualmente des-
un poco más --escribió Margery Kempe, o, me¡or dtcho, lo dtc~o, proporcionado.
pues como la mayoría de las mujeres de finales de la Edad Medw, A pesar de todo, lo que resulta intrigante es que tan pocas mu-
Mar~ery era analfabeta-, se casó con un excelentí~imo burgués, Y jeres que padecían trastornos escribieran autorretratos durante lar-
quiso la naturaleza que al poco quedara embarazada.» Estuvo enfe.r: gos períodos del pasado. Desde luego, nunca se pretendió que las
ma durante el embarazo y es evidente que, después del parto, padec10 mujeres hablaran por sí mismas. Las diferencias de los índices d~
insania puerperal. «Desesperó de su vida [y] mandó llama.r a su instrucción y de conservación de datos contarán para algo. Mas no
confesor», pues «era estorbada cont~nuamen~e por su e?emtgo: el para todo. El período que, grosso modo, queda comprendido entre
diablo». Creía estar condenada. «Debtdo al mtedo que tema a la con- la Reforma y la aparición del romanticismo -la época en que la
denación, de una parte, y, de otra, a los agudos reproches [de Sata- autobiografía floreció como género- aparece tan relativamente des-
nás], esta criatura perdió el juicio y fue asombrosamente perturbada provisto de escritos donde las mujeres dejaban constancia o recor-
y atormentada por los espíritus durante medio año, ocho semanas Y daban sus viajes hada el interior como rico en tal tipo de escritos
unos cuantos días.» ha sido el último siglo y medio, es decir, la era de la emancipación
Podríamos suponer que la vida de Margery Kempe marcó la pau- de la mujer.
ta y que una serie ininterrumpida de mujeres locas escribieron, des- Por supuesto, ello no se debe a que durante los siglos de la Edad
pués de ella, crónicas de sus tribulaciones. Al fin Y al cabo, du~ante Moderna las mujeres fuesen dechados de salud mental. En su ejem-
el siglo en curso nos hemos visto inundados por obras de mu¡eres plar estudio de los libros de recopilación de observaciones de Richard
perturbadas y trastornadas, algunas de .ellas disfrazadas de ficción Napier, el médico-pastor de Buckinghamshire de principios del si-
pese a estar en esencia basada~ en la realtda~., De hec~o, en la cultu- glo XVII, Michael MacDonald ha demostrado que la mayoría de los
ra contemporánea es muy vistble una «relacwn espectal» que~ deter- clientes que acudían a Napíer con lo que nosotros llamaríamos
mina grupos de afinidades entre trastornos me?tales .Y emouvos, la «problemas mentales» -ellos decían estar «perturbados», «trastor-
psiquiatría y las mujeres. Hoy día, muchas mas muJeres qu7 h~m­ nados», «melancólicos», etcétera- eran mujeres. No tiene nada de
bres acaban recibiendo asistencia psiquiátrica, o internadas en mstltu- extraño. Las mujeres se resentían del peso de sus múltiples funciones
dones psiquiátricas o sencillamente tomando Valium .. A ~u vez,. cabe socioeconómicas: trabajo productivo, llevar la casa, criar una familia.
que esto se deba a que la sociedad, que en es.encla s1gue ste~d? Por otra parte, los problemas ginecológicos creados por partos peli-
patriarcal, somete a las mújeres a tensiones especiales o, como mm1- grosos y repetidos minaban su salud, así física como mental. Pero

1
148 HISTORIA SOCIAL- DE LA LOCURA
.MUJERES LOCAS 149
prácticamente todos los escritos de personas con trastornos que han
llegado hasta nosotros desde el siglo de Napier son obra de hombres: relieve Rudolph Bell en su Holy anorexia, de vez en cuando el ascetis-
los de James Carkesse, Goodwin Wharton, George Trosse, etcétera, mo aut?infligido era ll~vado a extremos ambiguos por mujeres santas,
así como los de la serie de varones puritanos que escribieron dentro que q~1zás a veces ca1an en un ~stado patológico de renuncia que
de la tradición de la biografía espiritual. era análogo a lo que hoy denonunamos «anorexia nerviosa». Pero
Otra forma de expresar lo mismo consiste en señalar que durante d~ n~~a servirí~ ~o~erle la etiqueta de <<trastorno psicológico» al
mucho tiempo los principales estereotipos de la locuta fueron funda- eJerc~c10 de la dtsctphna espiritual como tal. Porque estaba en conso-
mentalmente masculinos. No es casualidad que los símbolos gemelos :lancla con .las aspiraciones religiosas de la época -de hecho, era
de la insania, las figuras de la Manía y la Melancolía, colocadas a uno mclu~o un tdeal de las mismas- y se veía regulado por el control
y otro lado de los portales de Bethlem fueran ambas masculinas: de C?_?S~Iente tanto del asceta individual como de los superiores ecle-
hecho, Alexander Pope les dio el nombre de «los Hermanos Sin siasttcos. Los arrebatos y las contemplaciones de los místicos eran
Seso». No es raro que la manía fuera considerada un trastorno actividades muy programadas.
masculino, personificado por la ferocidad de un bruto. Pero, en esen- .s?bre est~ .trasfondo de mujeres santas que habían renunciado
cia, lo mismo ocurría en el caso de la melancolía tradicional. Todas esp1~1tual o fisicamente al mundo para dedicar su vida a la espiri-
las imágenes visuales de melancólicos que adornan las páginas de La tuah?ad, Margery Kempe, la mujer inglesa de finales de la Edad
attatomía de la melattcolía (1621 ), de Burton -el melancólico reli- Medta, p~do encon_tra;le sentido a su yo, en particular después de su
gioso supersticioso, el hipocondríaco, el amante melancólico, el soli- locura. S1 lo que dtct.o al amanuense para su biografía (expresada en
tario misantrópico o la figura del penseroso y así sucesivamente- tercera persona) re~eJa verdaderamente lo que sentía y dijo a la gente
eran representadas como hombres. Sólo con la llegada de la época durant~ toda su vtda (y no hay ningún motivo para sospechar lo
de la sensibilidad, a partir de mediados del siglo xvm, se «feminizó» 1 c?n.trarro), K~mp~ nunca intentó ocultar que, efectivamente, había
efectivamente el trastorno. vlvid~ , un ep1sod1o de locura cuando contaba veinte años y pico.
En los tiempos anteriores a la Reforma, lo que permitía que la Tambi~n mas adelante se vería acosada por experiencias extrañas.
locura femenina se expresara con claridad era Ja r$!ligión o, para ser 1 Ella mt~ma rec~nocí~ que a1g~nos de sus actos no eran propios de
más exactos, las formas específicas por medio de las cuales se expre- la «razon». Se 1mag111aba a s1 misma corriendo por ahí «como una
saba el cristianismo medieval. Por muy patriarcales que fueran tanto 1 loe~» o c?~o «una mujer borracha»; podía verse a sí misma «sin
la sociedad como la cristiandad medievales, dentro de la vida reli-
1 razon», VIVIendo. «muy por encima de sus habilidades corporales».
Y era muy consciente ~e que sus expresiones de devoción religiosa
1
giosa y de la Iglesia las mujeres tenían reservadas instituciones y
cometidos especiales. Más adelante, estas oportunidades les sedan -ta~es como el llanto Incesante, que a menudo duraba muchas horas
negadas en las culturas protestantes. Sobre todo, a algunas mujeres segutdas- corrían el riesgo de ser calificadas de chifladuras y consi-
se les ofrecía la posibilidad de libratse de las preocupaciones cotidia- deradas como fruto de la intervención del diablo o de una enfermedad.
nas del matrimonio y de los peligros de la maternidad ingresando .Margery nunc.a ce1ebr~ 1~ locura como éxtasis religioso positivo,
en un claustro, donde podían consagrarse al servido de réplicas env1ado por el ctelo. Inststta en que su· principal acceso de tras-
espirituales de la vida de la que habían escapado: el culto a Dios torn~s, a .raíz· de! nacimiento de su primer hijo, fue un rapapolvo
Padre y el culto a Dios Hijo. pro~1den~tal, de?tdo en esencia a que a la sazón era una joven vana-
En el caso de las más entusiastas, esto podía llevar a experiencias < glonosa, 1rreflex1va y orgullosa, vulnerable primero a las tentaciones
intensísimas y hondamente espirituales, que a veces se elevaban hasta Y luego a las amenazas del diablo. Durante su ataque de locura su
el misticismo. El propio cristianismo fomentaba ejercidos extáticos conducta había sido abominable; había «calumniado» a su espo~o y
tales como la mortificación de la carne y el ayuno, sí bien insistía en des.esperado de su propia salvación. Se agredía a sí misma y era nece-
imponer límites estrictos a los mismos. Como recientemente puso de sano «refrenarla por la fuerza tanto de día como de noche». Había
abandonado a Dios. En virtud de su infinita misericordia, el Todopo-
150 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA MUJERES LOCAS 151

deroso le había devuelto su «sano juicio», rescatándola del pecado Y amanuense que tomó nota de la historia de su vida temió incluso
mostrándole sus sendas. A pesar de ello, Margery siguió sin regene- ser él mismo objeto de recriminaciones.
rarse aferrada a este mundo y a sus mundanerías y fue necesaria la Asqueada de los gozos de la carne, Margery inició una campaña
quiebra de la fábrica de cerveza que poseía -provide~1cialmente, para liberarse de las ataduras del mundo. Ayunó; hizo penitencia
toda su cerveza se desbravó para humillarla como era debtdo Y ense- corporal; se vistió con un cilicio. Sobre todo, en medio de estas
ñarle a apartarse de este mundo perverso para dedicarse a la verda- mortificaciones, luchó por liberarse de la esclavitud sexual, a sabien-
dera santidad. das de que los placeres que ella y su esposo habían encontrado en los
La primera advertencia de Dios sólo le había .afe:tado la cabeza~ deleites carnales ofendían a Dios y ahora ella misma los encontraba
la segunda penetró hasta su corazón. Aunque subs1gu1entemente llevo «abominables». Dijo a su esposo que ahora solamente amaba a Dios;
una vida que muchos de sus contemporáneos consideraban perv~r~a el cuerpo de Dios era lo único que quería, sacramentalmente, en un
y provocativa, Margery Kempe no p~e~entaba esta f~rm~ ~e _:vrv1r matrimonio místico. Suplicó a su esposo que aceptara un pacto de
valiéndose del lenguaje de la locura dtvma. Al contrano, msts.t;a en castidad mutua. Él accedió en principio, pero, haciéndose eco .de
que su propia conducta era regular y que s~ f~ e.ra la encarna~t~n de san Agustín, dijo que todavía no, y durante mucho tiempo insistió
la ortodoxia. No tenía más remedio que ms1st1r en ello: v1v1a en en imponer su voluntad. Finalmente llegaron a un acuerdo por el
una época en que las personas que no acataban lo dispuesto en ~a­ que el esposo renunciaba a sus derechos conyugales a cambio de que
teria religiosa eran acusadas prontamente de ser lolard~s .heréw:o.s Margery pagase sus deudas.
(protoprotestantes que proclamaban la suficiencia de la Brbha Y criti- A pesar de esta mortificación de novicia, Margery continuó siendo
caban a las autoridades de la Iglesia por su corrupción), Y los lolar- terriblemente vanagloriosa. «Creía amar a Dios más de lo que Dios
dos eran procesados con bastante frecuencia y en ocasiones incluso la amaba a ella», recordaría más adelante. En este estado, era presa
quemados. . · . . fácil de las asechanzas del diablo. Éste le tendió .una trampa lasciva.
Habiendo pasado por las crisis gemelas de la 1~sama, puerperal Un hombre le hizo proposiciones. Halagada, ella se rindió gustosa-
y la quiebra de su negocio, Margery Kempe experimento un gran mente, pero en el último momento el hombre la rechazó. Mortifica-
deseo de apartarse de todas las cosas del mundo, pues estaba con- da, imploró el perdón de Cristo; le fue concedido y, a cambio, su
vencida de que, contrastando con las condiciones existentes en la Salvador le prometió que le haría llevar un cilicio en el corazón toda
tierra, la vida era «alegre en el cielo» (¿cómo lo s~bía?, pr~gunta~an la vida. Del mismo modo que Cristo había sido perseguido, también
sus críticos). Liberarse supuso una fuerte sacudida. Habla nactdo ella lo sería. A partir de aquel momento, Margery vio las tribulacio-
alrededor de 137.3, hija de un próspero burgués de Kíng'~, Lynn (s,u nes como señales secretas de santidad. Cuando más sentido tenía la
padre fue sucesivamente alcalde y diputado de la poblacton}. Tenta vida para ella era cuando batallaba con las penalidades que consti-
un marido al que estaba apegada de modo duradero, aunque poco tuyen el grueso de su autobiografía. .
convencional, y que le dio una familia cada vez más ?~merosa: :n Su vida espiritual empezó a florecer. Comenzó a ver visiones,
total, dio a luz catorce hijos. Su posición no le permttla re?unc1ar que eran acompañadas por accesos de llanto copioso que siguieron
sencillamente al mundo ingresando en un convento de monJas: las produciéndose hasta el final de sus días. Empezó a ejercer de confe-
autoridades jamás lo hubiesen permitido. sora extraoficial de penitentes y de portavoz doméstico de los con-
Como una y otra vez le fue recordado por la fu~rz.a. durante el sejos divinos. Un «milagro» le salvó la vida cuando parte de la obra
resto de sus días sus intentos de seguir lo que, a su JUICIO, eran l~s de albañilería de una iglesia cayó sobre ella. Y finalmente, pero no
indicaciones divi~as encontraron siempre hostilidad. «Mujer, deJa porque sea menos importante, la misericordia de Cristo intervino
esa vida que llevas y ve a hilar, y a cardar lana, como hacen otras para matar el apetito sexual que despertaba en su esposo. Margery
mujeres», le ordenaban las personas mundanas y las autoridades. dijo a éste que prefería verle muerto a someterse a su lujuria, que
Adondequiera que fuese, se «hablaba mal de ella», tanto, que el prefería ponerse «a la disposición de Dios». Él la regañó: no era
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152 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA MUJERES LOCAS 153
una buena esposa. Sin embargo, la impresión general que de su rela- soportar. A lo largo de los años creció la convicción de amor divino
ción da la autobiografía de Margery es de mutua comprensión, apoyo que sentía Margery. Dios le comunicó: «para mí tú eres un amor
y caridad. · distinto de todos los demás», y, más adelante, «no sabes lo mucho
Las prácticas religiosas de Margery, cada vez más conspicuas, la que te amo». Por su parte, ella deseaba que hubiera sido Dios quien
hicieron objeto de teproches públicos. Sus accesos de llanto eran des- hubiese tomado su virginidad. Finalmente, hallándose ahora en «rela-
preciados, la llamaban «hipócrita falsa» y aconsejaron a sus amigos ciones domésticas con Dios», recibió la orden divina de encargar que
que la abandonasen. Además, fue acusada de llevar el diablo dentro Je hicieran un «anillo de boda con Jesucristo», con las palabras
y de ser una «falsa lolarda» («y la gente dijo: "Tomadla y quemad- «Jesus est Amor Meus» grabadas en él. El amor de Dios resultó ser
la"»). Pero estas tribulaciones no hicieron más que intensificar su la vergüenza del mundo.
conciencia de que la divinidad moraba en ella. Cuando oía mencionar Al cabo de un tiempo, Margery emprendió la peregrinación a
la Pasión de Cristo caía en éxtasis y oía músicas divinas. El señor la Tierra Santa. Irónicamente, fue su única visita a Belén. Tan gozosa
llamaba «madre», «hermana>>, <<hija» y Margery conversaba -ella se sintió al ver los santos lugares, que estuvo a punto de desmayarse
insistía en que hablaba como en una conversación normal- con san y caerse del asno. Y, encontrándose tan cerca de los escenarios de la
Pablo, san Pedro y santa Catalina. Pasión de Cristo, lloró y gimió más que nunca, y «luchó con su
Al principio Margery se sentía inquieta. ¿Eran auténticas las cuerpo». Tuvo una visión especial del cuerpo crucificado de Cristo
voces y las visiones? ¿O eran tentaciones del diablo; o sencillamente y se apoderó de ella un impulso irresistible de llorar. No podía evi-
delusiones sensoriales? Buscando consejo, consultó con Juliana de tarlo; era el <<regalo del Espíritu Santo». Sus gritos y llantos irrita-
Norwich, la mística contemplativa. Juliana la tranquilizó. No eran ron a muchos de los otros peregrinos. Algunos pensaron que simple-
fantasías inventadas por la propia Margery, sino verdaderas manifes- mente era una mala educada, hinchada de «ostentación e hipocresía»,
taciones de Dios. Margery debía perseverar en la vida que llevaba: o que estaba físicamente enferma, que sufría algún tipo de epilepsia.
«Cuanto más desprecio, vergüenza y reproches recibas en este mun- Otros la acusaron de embriaguez. Y otros creyeron que estaba poseída
do, mayor es tu mérito a los ojos de Dios». Margery siguió las pala- de algún espíritu maligno.
bras de Juliana, que le fueron reiteradas por gran número de com-
prensivos y «honrados doctores en teología, así hombres religiosos
Era un dilema que se le planteaba continuamente cuando la
pasión le hada derramar lágrimas. En una ocasión posterior afirma:
como otros de hábito secular». Pronto le dijo Dios que recibiría
revelaciones especiales que le estaban negadas incluso a su propia Muchos dijeron que jamás hubo un santo en el cielo que llora-
hija Brígida, la mística sueca. se como ella, y concluyeron que llevaba un diablo dentro que cau-
Tranquilizada, creció la confianza de Margery en su vocacwn saba los llantos. Y esto lo dijeron abiertamente, y muchas más pala-
religiosa. Su círculo santo creció y se ganó la reputación de ser una bras malas. Ella lo recibió todo pacientemente por el amor de
mujer con vocación divina. Sus consejos prácticos eran buscados por Nuestro Señor, pues sabía muy bien que los judíos decfan de su
personas a quienes angustiaban las grandes decisiones de la vida; persona .cos.as mucho peores que lo que la gente decía de ella, y,
Margery les hacía llegar las respuestas de Dios. Adquirió facultades por constgutente, se lo tomaba con mayor humildad todavía.
proféticas menores. Un día predijo una gran tempestad. Ésta se
produjo. Muchos continuaron viéndola con suspicacia, a la vez que Como diría más adelante, si había sido inevitable que corriera la
ella seguía albergando grandes temores de «delusiones y engaños por sangre de Cristo, lo mínimo que los verdaderos creyentes debían
parte de sus enemigos espirituales». Mas Dios la consoló diciéndole esperar o querer eran inundaciones de sus propios lamentos. Pidió ~
que, aunque la cargara de tribulaciones en la tierra, en el cielo se Dios que le concediera un «pozo de lágrimas» y a un hombre que
le concederían todos sus deseos. En una etapa posterior le dijo que malhumoradamente le preguntó «¿Por qué lloras así, mujer?», ella
su vida terrenal sería el único purgatorio que se vería obligada a le contestó: «Señor, algún día desearás haber llorado tan amarga-
154 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA MUJERES LOCAS 155
mente como yo». ¿Qué otro comportamiento podía ser tan apropiado obstante, al ser examinada, su fe resultó ser de una ortodoxia triun-
en este valle de lágrimas? Margery conocía el salterio, que le asegu- fante.
raba que «Los que siembran llorando cosecharán gozosamente}>. Y, mientras, su amor a Dios crecía sin interrupción. Tenía el pri-
Aparte de otra peregrinación posterior a lugares santos del norte vilegio de oír conversaciones que sobre ella sostenían Dios Padre y
de Alemania, Margery pasó el resto de su vida en Inglaterra. Había Dios Hijo, y la divinidad le hizo saber que le gustaba tener a alguien
celebrado una ceremonia religiosa formal por la que ella y su esposo como ella para hablar. La atención de Margery se concentró en la
quedaban unid~s en mutua castidad, y a partir de entonces vivieron «virilidad» de Cristo, mas fue la divinidad misma quien finalmente
separados. Sin embargo, cuando el esposo se hizo viejo y senil, ella se casó con ella. El Padre le dijo: «Debo tener intimidad contigo y
volvió para cuidarle, en contra de sus propias inclinaciones iniciales, yacer en tu lecho contigo . . . tómame como tu legítimo esposo ...
pero siguiendo el consejo de Dios. Mientras tanto, su reputación reli- Bésame la boca, la cabeza y los pies tan dulcemente como quieras».
giosa fue en aumento. Estableció buenas relaciones con numeroso.s Sin embargo, las anteriores tentaciones sexuales que había sufrido
anacoretas, contemplativos, estudiosos y otras personas santas. Evi- no pertenecían del todo al pasado, y, andando el tiempo, tuvo «visio-
dentemente, muchos de ellos le leyeron fragmentos del corpus de nes abominables», provocadas por el diablo, en las que se veía acosa.
escritos místicos. Es claro que numerosos cristianos normales y da por amenazadores genitales masculinos y recibía órdenes de pros-
corrientes aceptaban su santidad especial y se alegraban de que llora- tituirse. Durante un tiempo se sintió abandonada de Dios, pero se
se por ellos. recuperó. En otros momentos se apoderó de ella el deseo de besar a
Otros no estaban tan contentos. Los demás peregrinos ingleses leprosos masculinos; su confesor le aconsejó que se limitara a las
la habían considerado una molestia, con sus continuos lamentos, sus mujeres.
especiales exigencias dietéticas y los incesantes reproches morales y ¿Cómo debemos evaluar la vida de Margery Kempe? Algunas
religiosos que les hacía. A veces la obligaban a separarse del grupo. interpretaciones sencillamente confirman la veracidad de sus visiones.
Tribulaciones parecidas la acosaron en Inglaterra. Crecieron las «ma- Escritores católicos tales como Katherine Cholmeley han argüido que
ledicencias» referentes a ella y muchos afirmaron que llevaba el dia- las experiencias de Margery, por ajustarse tanto a las de otros con-
blo dentro. Clérigos y feligreses deploraban la forma en que constan- templativos y visionarios bien atestiguados, deben ser literalmente
temente interrumpía los oficios y las ceremonias con sus llantos y ciertas Y hay que aceptarlas en su significado religioso literal. Histó-
gemidos al oír el nombre de Jesús. Un fraile le prohibió que asistiera ricamente, estos intentos de presentarla como una «santa», por así
a sus sermones, alegando que sufría una «enfermedad». decirlo, no hacen más que dar por sentado lo que se pretende probar,
Más serio es el hecho de que con frecuencia corría el riesgo de y son hagiografía, pero no historia.
ser encarcelada y perseguida por la Iglesia. Como es natural, las 1 Lo mismo cabe decir, mutatis mtttandis, de las interpretaciones
autoridades, tanto civiles como religiosas, contemplaban con mucha 1 que han propuesto los sabuesos psicoanalíticos, los cuales (hablando
suspicacia a esta esposa y madre que recorría el país con apariencia metafóricamente) parecen empeñados en probar que era una pecado-
de mujer santa, censurando a la gente por su hipocresía y sus cos- 1
ra. De acuerdo con este punto de vista, Trudy Drucker ha argüido
tumbres impías y, a veces, instando a las mujeres a abandonar a sus que la verdad sobre Margery Kempe es que constituía un «caso de
maridos para seguir a Dios (Dios la había informado de que muchas hister!a religiosa», en el que de vez en cuando se producían episodios
mujeres, de poder abandonar a sus esposos, le amarían tanto como «mandiestamente psicótícos». De modo parecido, el doctor Anthony
ella). A ojos de algunos, su insistencia en vestir de blanco la vincu- Ryle la ha diagnosticado como un caso de «organización histérica de
laba a sospechosos grupos de flagelantes, mientras que otros, entre la personalidad con esporádicos episodios "psicóticos'\>, durante los
ellos el abad de Leicester, la acusaron de ser una «falsa hereje}>, es
decir, de tener algo que ver con los.lolardos. «Lleva el diablo den-
tro», decían, según ella, los «clérigos, pues habla del Evangelio}>. No

:l cuales sufría «alucinaciones referentes a la sexualidad de los varones
que la rodeabam>. Drucker arguye que lo mejor es verla como una
«infortunada» que jamás se recuperó de la fiebre puerperal y que,

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156 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA :MUJERES LOCAS 157

además, padecía otras dolencias orgánicas o histéricas tales como epi- Kempe (por ejemplo, su deseo de que la relación con su esposo se~
lepsia y migraña. Asimismo, se permitía un «comportamiento psicó- casta y su deseo de casarse con Dios); también es fácil recordar
tko»,· en particular una propensión al «dolor autoinfligido», que la -cosa que Drucker no hace- que dio a su esposo catorce hijos,
psiquiatría moderna asociaba con la «deformación patológica del todos menos uno, al parecer, en contra de sus deseos. Sin duda, el
impulso sexual». Su histeria estaba destinada inconscientemente a hecho de que en su biografía apenas mencione a sus hijos indica la
cumplir la «función protectora» de tener a raya su «sexualidad ator- indife1·encia de Margery a la maternidad que le fue impuesta. Asimis-
mentada y deformada». Sin embargo, no siempre lo conseguía, con- mo, Drucker llama la atención sobre las angustias de Margery rela-
cluye Drucker, y a veces sus «fantasías y sentimientos de culpabilidad tivas a la violación y da a entender que son otro síntoma de su
sexuales disfrazados» lograban aflorar a la superficie. sexualidad deformada histéricamente. Drucker hubiera podido recor-
Así pues, Margery era una «víctima de la histeria» y algunas de dar que cruzar Europa en calidad de peregrina era por fuerza una
las manifestaciones de ésta en ella eran «repelentes>> y «estúpidas». empresa peligrosa para una mujer. Palabras como «sexualidad defor-
Pero semejante estado no era exclusivamente culpa de ella, prosigue mada» e «histeria» son inevitablemente estigmatizadoras.
Drucker, porque esta clase de histeria es inevitable en las épocas en No hay ninguna llave maestra que permita acceder al misterio
que la sexualidad femenina se ve reprimida. A pesar de todo, la his- del estado de Margery, ninguna forma esclarecedora de interpretar
teria le proporcionaba muchas «ganancias secundarias», dándole una sn vida (o de leer su biografía). Margery sabüi que muchas personas
«atención singular» (se <{enorgullecía infantilmente de sus ataques»). pensaban que sus voces y visiones -de hecho, toda su vida- signi-
Por esto Kempe «rechaza cualquier sugerencia de que sus accesos ficaban locura, una locura que debía atribuirse a la enfermedad o al
son de origen natural». De haber aceptado este punto de vista, se diablo. Reflexionó profundamente sobre ese dilema y buscó consejo.
hubiera visto degradada a la condición de «otra enferma sin interés». Pero la senda a que aspiraba -una mayor proximidad, una comunión
Sin embargo, a la Margery adulta sencillamente no se le debe echar espiritual, incluso el matrimonio con Dios- era legítima dentro de
la culpa de esta vanidad, pues en conjunto, detrás de su egoísmo, los las creencias de su tiempo, aunque, desde luego, fuera también
acontecimientos de la niñez fueron responsables de su estado: «pro- excepcional y precatia. Desde muy pronto Margery deseó liberarse
bablemente las raíces de su enfermedad estaban enterradas muy en de uria pauta de vida (matrimonio, sexualidad y parto) que ella aso-
lo hondo de experiencias infantiles que su memotia adulta rechazaba daba con la locura y las tentaciones del diablo. Desde luego, las
por completo». Por desgracia, no existía ninguna cura verbal que escenas divinas en que se refugiaba reproducían a nivel espiritual los
las hiciera salir a la superficie, de modo que permanecieron «inalcan- sucesos culminantes y los valores del mundo de cada día: el matri-
zables» y, por ende, ignoradas. monio con Dios sustituía al matrimonio con su esposo. Pero los
Las «autopsias» psicodinámicas como éstas parecen triviales (pues reproducían de maneras que para ella eran benignas y que le penni-
representan poco más que pegar etiquetas caprichosas a lo descono- tían ejercer mucho control sobre su propio destino, control que por
cido), de un dogmatismo gratuito (a falta de pruebas, no hay motivo lo demás le estaba esencialmente negado a su sexo.
para atribuir las actitudes adultas de Margery a experiencias infanti-
les) y, en medida no menor, crueles. Funcionan por medio de la La psiquiatría moderna califica de histérica a Margery Kempe.
identificación de Jo que se consideran síntomas psicológicos y su Propone la sexualidad deformada como causa de su histeria y supone
posterior conversión en veredictos morales que se disfrazan de diag- que su neurosis tenía raíces en algún trauma infantil. En ningún
nósticos médicos. Al encontrarse ante una experiencia anormal, su momento estuvo Margery bajo el cuidado de doctores en medicina
mezcla de excusas y acusaciones aísla al individuo y presta escasa peto fue examinada por los doctores de la Iglesia y cabe que no fues~
atención a los nexos de presiones sociales, sexuales e ideológicas muy grande el margen que le permitió librarse de un proceso por
dentro de los cuales se desarrolla la vida de las personas. Resulta herejía. A lo largo de los siglos siguientes, dece11as de miles de
fácil hablar con autoridad de la «sexualidad deformada» de Matgery mujetes de toda Europa -y luego de la América del Norte-- tam-
158 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA MUJERES LOCAS 159
bién llamaron la atención de las autoridades eclesiásticas y civiles las brujas de Nueva Inglaterra en el siglo xvn. De1nos formula la
al sospecharse que cultivaban la brujería. hipótesis de que el comportamiento «narcisista» y exhibicionista de
En el presente libro me he abstenido de examinar el «texto» de dichas brujas denota abandono en la infancia. Thomas Szasz, criti-
alguna bruja. Ello se debe en parte a que, que yo sepa, ninguna cando sin reserva estos enfoques, ha comentado que el uso general
mujer acusada de brujería escribió de forma libre y espontánea un de categorías diagnósticas tales como la histeria ha permitido llevar·
testimonio autobiográfico en el que interpretara su propio estado
principalmente como un caso de «locura». En el supuesto de que
e! estigma de las acusaciones de brujería hada adelante, hasta conver-
tlt a .los. pa:ientes en víctimas propiciatorias en la psiquiatría de hoy;
se celebrara un juicio por brujería, una confesión de «locura» no la la ps1qmatna moderna lleva a cabo sus propias cazas de brujas.
hubiera exonerado a ojos del tribunal. Al contrario, habría constitui-
do una prueba más de posesión diabólica. Por otro lado, para nues- En los comienzos de su carrera Sigmund Freud quedó hechizado
tros fines, prácticamente todo lo que sabemos acerca de la mente de por «Dora» --el seudónimo que utilizaba para referirse a Ida Bauer-,
las brujas debería, en cualquier caso, tratarse como algo más adulte- cuya neurosis describió Freud en su ensayo titulado inevitablemente
rado que de costumbre, pues gran parte de ello se deriva de las actas «Fragmento de un análisis de un caso de histeria». Esta paciente de
procesales y es sabido que en los procesos lo que podía y debía decirse dieciocho años presentaba el conjunto de síntomas que Freud y todos
estaba sujeto a limitaciones abrumadoras. sus colegas psicomédicos de fin de siglo estaban tan habituados a
Con todo, lo que es importantísimo recalcar es la medida en que encontrar en sus pacientes femeninos de la alta clase media: tos ner-
estas supuestas brujas fueron calificadas de histéricas o, en una viosa, debilidad general, migraña, tedio vital, la inclinación a flirtear
etapa posterior, de neuróticas. Muchos médicos de la época tales con el suicidio. Freud no perdió el tiempo haciendo un reconocimien-
como el alemán Johannes Wier en el siglo xvr y el inglés Edward to detallado en busca de alguna enfermedad somática; sin ningún
Jordan a principios del XVII arguyeron que, de hecho, tales «brujas» titubeo decidió que la paciente era una histérica: era «inconfundible-
no estaban física y literalmente poseídas por el diablo, sino que más mente neurótica».
bien padecían una enfermedad que en esencia era orgánica, la histe- La habían llevado a presencia de Freud en contra de su voluntad
ria, que se debía fundamentalmente a trastornos del útero y del sis- por indicación de su padre. Dora había informado a su padre de qu~
tema reproductor. Esta estrategia diagnóstica era, a su juicio, médica Herr K., amigo íntimo de la familia, le había hecho proposiciones
y moralmente esclarecida, pues si se comprobaba que la señora sólo sexuales. Herr K. tranquilizó a su amigo diciéndole que Dora sím- .
estaba enferma, que no era satánica, se salvaba de la hoguera. Y esta ple:nente lo había «imaginado» todo e hizo recaer la «sospecha sobre
<(histerización» de las brujas -culpar a la enfermedad en vez de al la JOVen». El padre, a su vez, la había llevado a que la viera Freud
diablo- ha merecido la aprobación de estudiosos más recientes. con la esperanza de que éste la hiciera «entrar en razón>>. Dora
El psiquiatra Gregory Zilboorg dedicó un libro entero a celebrar sabía muy bien -y Freud descubrió rápidamente- que el padre
el avance médico que supuso el «descubrimiento» de que las brujas ~ecesitaba seguirle la corriente a Herr K., quitarle importancia al
no estaban confederadas con Satanás, sino enfermas. El subtexto del mtento de seducción, porque él mismo, el padre, tenía una aventura
libro era que este «descubrimiento» de la histeria de las brujas había con la esposa de Herr K. Así pues, Dora y Frau K. eran objetos de
puesto en marcha la psiquiatría de los primeros tiempos, del mismo trueque entre los dos hombres. Dora era el precio del silencio.
modo que más adelante el descubrimiento por Freud de los orígenes Los acontecimientos de la historia, tal como Freud se los sonsacó
de la histeria en la sexualidad infantil había puesto en marcha la a Dora, eran muy sencillos. Los Bauer y los K. se habían hecho ami-
moderna psiquiatría dinámica. Y, utilizando métodos psicohistóricos gos. En cierta ocasión, en el año 1896, cuando Dora contaba catorce
derivados en gran parte de Freud y Eríkson, John Demos, en su años, Herr K. se las había ingeniado para quedarse a solas con ella
obra Entertai1zing Satan, más recientemente ha explorado, de acuerdo en. su despacho, la puerta cerrada bajo llave. De repente, sin previo
;~
con estas pautas, el elemento histérico en las «representaciones» de avtso, Herr K. la había besado. La muchacha había sentido asco. La
160 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
MUJERES LOCAS 161
relación entre las dos familias continuó y Dora se hizo amiga íntima
había apretado su erección contra el cuerpo de la muchacha. P~ra
de Frau K., a quien ayudaba a cuidar a sus hijos pequeños. En 1898
defenderse del deseo, ella había suprimido por completo el recuerdo
se había ido de vacaciones con los K. Un día, mientras paseaba con
de ese detalle, pero desplazándolo hada un beso y sintiendo náuseas
Herr K. por la orilla de un lago, él le había hecho u~a ~t~p~sición
en la garganta en lugar de excitación en la vagina. Más adelante
sexual muy explícita. Dora le había abofeteado y habla ms1st1do en
Freud le indicaría que esto era a su vez la raíz de la tos nerviosa
irse en seguida. que padecía.
Recientemente han proliferado los análisis sofisticados del análisis
Esa tos desempeñó un papel clave en el hilo de las interpretacio-
de Freud y el espacio nos impide ir más allá de la ~esc~ipdón ,super-
nes. Por medio de la tos Dora se identificaba con su padre (que era
ficial de los mismos. Pero, para expresarlo en los termmos mas sen·
un poco tuberculoso). Era también el medio de reprocharle. Porque
cilios, Freud concluyó que la reacción de repugnancia de D~ra, a~te
(adivinó Freud) Dora debía de suponer que Frau K. le hada la fela·
Herr K. no debía tomarse literalmente, que era, de hecho, h1stet1ca.
dón a su padre. Que Dora era consciente de esto lo dedujo Freud
A juicio de Freud, sencillamente no era sano que una adolescente, al
basándose en los hechos siguientes: a) pudo persuadir a Dora a reco-
ser besada de forma inesperada por un amigo íntimo de su padre,
nocer que sabía que su padre tenía una aventura, pero b) también le
sintiera asco. «Sin duda era precisamente la clase de situación que
creía impotente, a la vez que e) era consciente de la posibilidad de
tenía que despertar una sensación clara de excitación sexual en una
que practicasen el sexo oral. (Al parecer, nunca se le ocurrió a Freud,
muchacha de catorce años a quien nunca habían besado.)> Por lo
cuyas propias fantasías sexuales eran falocéntricas, que lo que casi
tanto la reacción de Dora era «entera y completamente histérica».
con certeza practicaban Herr Bauer y Frau K. no era la felación, sino
Ente~dida como era debido, señalaba que el deseo real y natutal que el cunnilinguo.) Al toser, Dora acusaba a su padre de tener una rela-
el hombre le inspiraba había quedado cubierto por la culpabilidad,
ción ilícita. Sobre todo, la tos era su fonna de ponerse en los zapa·
etcétera. ·
tos de Frau K. Por medio del desplazamiento, por medio de su tos
En la orilla del lago, la modesta proposición de Herr K. no fue
nerviosa, Dora le hada la feladón a su padre. Con el objeto de corro-
<mi una falta de tacto ni ofensiva». Así pues, según concluyó Freud,
borar todo esto, Freud la interrogó largamente sobre cuando, de niña,
la histeria que ahora presentaba Dora era síntoma de que inconscien- se chupaba el pulgar.
temente estaba profundamente enamorada de Herr K., pero que,
Así pues, todas estas indagaciones revelaron que la joven «estaba
empujada por confusos e inconscientes motivos de culpa~ilidad, ven-
enamorada de su padre». El deseo inadmisible que él le inspiraba le
ganza y vergüenza, reprimía ferozmente ese deseo aprem1ante. Freud
servía de valiosísima pantalla protectora para ocultar el deseo inad-
creía que la histeria de Dora desaparecerías~ lograba que ~os. anhelos misible que sentía por Herr K. Cuando Freud le hizo esta revelación
inconscientes que Herr K. inspiraba en la ¡oven se conv1rt1eran en
un deseo reconocido. La histeria era una herida autoinflígida, una
Dora negó que fuese verdad. Freud lamentó que la muchacha n;
quisier~ seguirle hasta el final en la tarea de «reconocer sus propios
forma de autoceguera. . pensamrentos».
Durante el análisis Freud procuró revelar a Dora que el odto
En vista de ello, F.reud le explicó a Dora por qué se resistía y
que imaginaba sentir por Herr K. no era más que una cortina de
rechazaba a Herr K. Dora se resistió y rechazó la explicación de
humo, nada más que represión y resistencia. Indudable~ente, ~u
Freud. Lo cual, según le explicó Freud, no hacía más que confirmar
anhelo secreto de Herr K. producía en ella una honda ambtvalenc1a,
su veracidad. Porque un «paciente», a diferencia de un psiquiatra,
toda vez que la naturaleza del complejo de Edipo significa~a que
carecía necesariamente de «juicio impatcial». A ojos de un observa-
también debía desear sexualmente a su padre: de hecho, senttt leal-
dor objetivo como él, semejante negación significaba en realidad
tad primaria hacia él. Esa debía ser la explicación, de por qué:_ al
confinnación. Los pacientes decían «DO» en su consciente. Pero
recordar el beso que Herr K. le diera cuando tema catorce anos,
Freud explicó que «no existe un "no" inconsciente». En el incons-
había recalcado el beso. Freud le preguntó si, de hecho, Herr K. no
ciente había un «sí»; el psicoanálisis haría que el «SÍ» inconsciente
11, - PORn¡a
.. ···-··•• >OC•AL DE LA LOCUM ¡
16( _ MUJERES LOCAS 163

rel: pasara al consciente, puesto que, en reoUdad, «en un caso semejante»forma muy "usfactona», e Y • .
. . ondu e en un tono que recuerda a Ma -

~ívo
de «no» s;gnüicaba el <SÍ» deseado. Freud·le aseguró que de la mislDlvolio. El . del tonel, Jonathan Swlft per-
se
H1
manera, cuando un paciente, negalldn una interpretación, dice «Nr En parodias tales como, . cur;'1
he pensado eso», el verdadero signilicado de h. &.,e era <Si, '"'sonüiOO perfectamente al teou;o 0 ~míta;do .~e
totalmente sordo, Y carente
un fárrago inspirado
se
it: •forma enteramente liable de confirmación». Porque nada debir necedades seudológrcas para
tomarse literalcnente. •
;';r~:"
incol!sciente de e,o». Todo esto, asegura Freud a sus lectores, es unsde t. más leve trua de uorua, v cer a sus oyentes de que am a
arecer que, empleando un
es abajo y negro es blanco: d 0 h P ducido la labor de deteccron
res~­
d
<tech~ ¡;.
En particular, en los sueños «todo •Parece convertido en lo con. men necesariamente abrevJa 0 eF:ud a un monólogu loco ;omo
= ., acompai!am~ento
"'J~nst~~es
fi t1'3rio». Asi, «dru:» s;gnüica «recibir», y «retener» significa retrospectiva que sobre Dora con todo su
e
I ésta b.bia imaginado que se b.bia declarado un incendio en el piso de apattes, autovmd!ca~lones,
Zar». En lo que Freud analizó como el «primer sueño» de Dora, los de Swift. Pero. en. toda su

a~tentico 'j"Swift. H.,ta hoce suy? el tru~o


y P"éntesis, Freud capta

•gnoran~a
en que se alojaba su familia. TeDÚ!n que escapar, Su madre se entre. con precisión el
tuvo en recoger el estuche de •us joyas. Su padre la riñó, diciendo de Swlft que pernute trans
d:
M~a
;ono r ias seudoconfesiones de
ncia En un momento dado, despues
tr~a
esJ?OC!~ ~
que no toleroria que la vida de sus hij., corriera peligro por culpa en una demostración ;;,mruscre .,.,;,,. de argumentación que
de las joyas de su e•posa, de una secuencia "bte ';reud couliesa brevemente .que to
Freud de.cifró el •ueño. El e.tuche de joyas de la madre de de fomentar la asoClac!on 1' r", ña de «ingeniosidad eqmvocada;;,
la joven -a result., de de,pJazamientos necesario, introducidos, e.to podría parecer una mona mentes sirven para convencerle , e
por el incon.ciente- representaba Jos genitales de la p<opia Dora. pero, ¡nol Nuev"' dar"' l
atgu nvirtió en una certeza». «Nmgun
La indiferencia del padre en relación con el estuche de las joyas sig-; que es verdad: «la sospec a se co afirma con satisfacción .
moca
. r: ba en realid ad una honda preocupacwn. . ' Era claro que Dora · mortal puede guardar un secreto», es muy connodo.
equiv"':~
. D e.pues d·
' de pasar

escu~:;n ~"d '


habfa soñado que •u padre ttat•b• de proteger su virginidad. ¿Por¡ El desenlace, por •up;¡"r;" ingeniosidad de Freud'
qué iba • soñar una "'" asi? Porque •ervla para defenderla de su, =i tres meses
propio deseo culpable: «lo que era suprimido era "' amor por ¡ Dora lo dejó, o, como !JO «autole.i6n> tlpico de las
B:err K». El sueño era en realidad un deseo di,frazado referente¡ ¡0 que hizo Dora fue un actor' :do por los «coloS» que Dora ten!O
pe,.on~•
'd «me abandonó». A JUlClO de Freu '

al amor que sentía por Berr K. ¡' histéricas, probablemente mo tv , obligada a compattlr la aten-
Por otra parte, el incendio del sueño, siguiendo la tendencia del¡ de otros paoentes e d despecho y venganza, lo ¡oven a.
. on los que se veta · h bía
inc.on.ciente a invertir las cosas, en realidad debía de •ignilicar agua, i ción de Freud..En unh.acto d e deseo Herr K., reprimiendo necra-
A
sión» de que en la 1infancia Dora mojaba la cama y se masturbaba.
su vez, esta reve acton so te sus hab1tos masturbator10s fue 1
una
¡ mente «su amor en _lugar e,
por a guna com
r~n
Ediiicando sobre ese supuesto, Freud se vio «empujado a la con el u- 1 rechazado el pruner 0 ¡etcd e sud' rse>' Ahora empujada al parecer
1 la· repetición, se había tomad?
·, b , · · 1 puls1ón neurotrca aFreud. Todo era «un meo
. d n .
· nfundt-
P~
1
prueba má, de h. naturaleza histérica de Dora, y de su «tentación parecida «venganza. mma ura :,.•. No hay en el inliemo fur1a que
L
seJJ:ua1» reprimida. ble acto de venganza por su t despechado
b
o que es mas:
, la Joven recordaba que en el sueno
_ habla
, perc1-. pueda compararse con D
un ana ls a hubiese mterrump1 ·¿o e1 ana'lisis.
magnan•~dad, ~
. .·
1'do o1ot a 1mmo. Sm
· duda esro te01a
' que ver con el hab1to
, · de Freud repto chó
. .a ora e1 que
estaba 1 sus « ten-
di,puesto a pasar por ato.

1 ~\:hiera
fumar. Dora sabia que Freud era fumador, y ¿acaso no le habla dicho Lleno de . d hecho incluso estaba «dispuesto. a
él con frecuencia que «no hay humo sin fuego»? Era obvio, concluyó
Fteud triunfal!nente, en realidad el sueño se referia a él mismo: «pro- . ·
b.blemente algún día, durante una sesión, a la muchacha se le habla '
dencias crueles Y sad!eas»,
perdonarla». Desde luego, exph!Coh bajo mi tratamiento si yo
se podido «mantener a la m•¡c
~smo
, ai0:undo que le escuchaba, h?ble·

exagerado la importacra que


ocuttido que le gustarla recibir un beso de mi>: «todo encaja de . hubiese interpretado un pape' "
"'~ .· . ..
·.:·

HISTORIA SOCIAL DE T.A LOCURA MUJERES LOCAS 165


164
para nú tenia el que ella siguiera y si hubiese mostrado un interés nes. Las cosas eran lo contrarío de lo que le parecían a elia. Todos
afectuoso por ella»; y añadió otras cosas tristes por el e~tilo. T~l :o.mo los hombres colocados en posiciones de confianza en su vida la inva·
Freud lo entendía el psicoanálisis era lo que las muJeres histencas lidaron, le dijeron que lo estaba inventando todo. No era extraño
necesitaban para ;u salud mental, del mismo modo que dosis regu- que estuviese «histérica».
lares de penis 11ormalis era lo que les hacía falta para satisfacer sus Freud se esforzó muchísimo tratando de que Dora viese que
necesidades sexuales. Reflexionando retrospectivamente sobre por estaba enamorada de Herr K. Freud protesta demasiado. Sugirió
qué Dora había interrumpido el análisis, Freud sacó la conclusión incluso que Herr K. podría haberse divorciado de su esposa para
de que era porque «no acepté a dominar la transferencia». Se refería casarse con Dora. Si ésta se hubiera rendido a Herr K. y se hubiera
a la transferencia (tal como él la veía) de las emociones de Dora a él producido cierta «eventualidad», habría sido, después de todo, «la
mismo. Nunca reconoció ninguna transferencia de dos direcciones. única solución».
Cuando la muchacha volvió brevemente a él, transcurrido algún tiem- Es posible que Freud acabara sacando la conclusión de que sen:
po, Freud se alegró al observar que estaba <{arrepentid.a». cillamente se había equivocado de puerta desde el principio. En un
El inconsciente actúa con astucia. Freud nos aconseJa que recha- apéndice que añadió más adelante, Freud, tratando desesperadamente
cemos los rechazos, que neguemos las negaciones, que objetemos a de luchar con su fracaso, explica que había estado ciego ante un
las objeciones, que protestemos contra las protestas y que los repro- hecho: que en todo momento Dora había estado enamorada, no de
ches dirigidos a los demás los interpretemos como reproches a .naso· Hert K., sino de Frau K. (semejante lesbianismo era justo lo que
tros mismos. «Es muy común -nos asegura-, que los pactentes cabia esperar de una mujer histérica). Es interesante observar que las
reconozcan en otras personas una conexión que, debido a sus resis- feministas radicales, que ven la histeria como un motor de revuelta
tencias emocionales, no pueden percibir en sí mismos.» Atrevido sería y el lesbianismo como una liberación, se han apoderado ansiosamente
el intérprete que afirmase que en el caso de Dora aplicó alguna de de esta fantasía en particular como explicación real de los deseos de
sus propias máximas a sus propias interpretaciones, excusas o dis- Dora. Quizá. Sin embargo, puede que Dora estuviese liada emo-
culpas. Los reproches que dirigió contra Dora siguen siendo clásicos cionalmente con Herr K., y que fuera muy consciente de ello.
en los anales de la inculpación de las víctimas, y son comparables Cabe que el enorme gasto de energía que hacía Freud en su intento
con el tratamiento que aplicó a Emma Eckstein, como comentaremos de demostrar lo obvio le pareciese fuera de lugar a Dora, mud10
más adelante. Freud siempre se protegía para no ver que donde hay ruido y pocas nueces. Al concluir el triunfal análisis que Freud hizo
transferencia hay también contratransferencia. del segundo sueño de la joven, lo único que ésta pudo hacer fue
Pero investigar las peculiaridades del mundo de fantasía del pro- volverse hacia él y preguntar: <{¿Tan notable es lo que ha salido?».
pio Freud -¿qué deseaba realmente Freud?- no h~ sido el ,obj~to Lo verdaderamente importante en el caso de Dora es lo poco
principal de la presente discusión. Lo que se pretendta era mas b1en dispuesta que estaba a participar en la exploración psicoanalítica de.
plantear el interrogante de Dora. Resulta fácil ver la posible causa de sus problemas, en la seducción de su inconsciente por Freud. Éste
su enfermedad («histeria»): el hecho de ser un peón en el corrom- fantaseó que estaba a punto de avanzar con ella en el proyecto eman-
pido juego entre su padre y el compañero de éste. L~ totalidad de cipador del psicoanálisis. Pero, ¿no es mejor ver la salvación emocio-
su nexus familiar era un revoltijo de problemas y tensiOnes. Su pro- nal del análisis como el liberador represivo? Dora lo dejó -dejarlo
pio padre engañaba a la familia; anteriormente había introducido la era la única forma de falsificación de que disponía- y, según observó
sífilis en casa. Todo el mundo la estaba difamando. Herr K. decía Freud, cuando volvió al cabo de dos años parecía más feliz que mien-
que la experiencia de la joven eran sólo fantasías. El padre fingió que tras se encontraba sometida a análisis. En 1900 el cuento que habría
aceptaba la explicación y la llevó a que la viera Freud para hacer contado una mujer histérica se habría visto moldeado profundamente
que «entrase en razón». Luego, Freud le expl~~ó sistemáticam~n­ por los supuestos de su sociedad y sus imágenes de ]a feminidad.
te que toda su conciencia de la realidad era un teJido de autodelusiO- A partir de entonces, las historias que han contado las mujeres con
166 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA

trastornos han estado cada vez más mediatizadas ·por el lenguaje de


r
¡
MUJERES LOCAS 1 0/
/~

1 Desde luego, muchas mujeres se encontraron con que ocurría


la psiquiatría. 1
justamente lo_ contrario. El ámbito cerrado y restringido de la propia
1
«casa de munecas» se convertía en un manicomio de frustraciones
En número creciente desde principios del siglÓ XIX, las mujeres Y de energías desperdiciadas, como descubre Nora en la obra de
-al igual que los hombres- quedaron bajo control· psiquiátrico al 1
Ibsen. Fue exactamente ésta la experiencia que Charlotte Perkins
ser encerradas en asilos de locos. Existía la sospecha general de que
semejante confinamiento era especialmente propicio a los abusos e?
l Gilman vivió en los Estados Unidos a .finales del siglo xrx: Charlotte
era joven, ambiciosa, con talento, pero se consumía en el hocrar con-
el caso de las mujeres (esposas «difíciles» encerradas por sus mat1- yugal. Presa de una gran depresión, acudió en busca de a;uda al
dos· hijas «difíciles», por sus padres; etcétera). Así Louisa Lowe,
do~tor Weir Mitchell, probablemente el más distinguido de los psi-
en ~u clásica protesta contra el confinamiento ilegítimo, The Bastilles
qUJ!ltras de la costa Este en aquel tiempo. Mitchell había inventado
of England, publicada en 1883, acusó a su marido clérigo de haber su propio tratamiento especial, la «cura de reposo», precisamente
hecho que la declarasen loca esencialmente. porque le ?abía dad? por para las pacientes neuróticas. El tratamiento obligaba a la paciente
cultivar el espiritualismo. Lowe y otras mu¡eres se q~e¡aron de c1~rtas
a pasar un mes o más en cama, en la clínica del doctor, absteniéndose
desventajas específicas que experimentaban las pactentes: por e¡em-
por completo de toda actividad y sometida a masajes y a una dieta
plo, que a menudo eran controladas por per:onal masculino. D~ todos para engordar. Gilman siguió el tratamiento v luego volvió a casa
modos, los escritos autobiográficos de mu¡eres como, por e¡emplo,
con instrucciones de dedicarse a las labores domésticas no escribir
Janet Frame contra las iniquidades del asilo inducen a pensar que la y limitar sus lecturas. '
víctima de los abusos en el asilo era el paciente, fuese hombre o mu·
Lo encontró ruinoso. Convirtió la autobiocrraf.ía en un arte. En
jer, más que específicame-.nte la mujer. , , u?a historia co~ta, The yellow wallpaper (1892), cuenta las experien-
Contrastando con ello, era la mujer que sufna .trastornos mas
Cias ~e una mu¡er como e11a que se ve reducida a una pasividad total
leves y vivía en sociedad -el caso nervio~o, la his~érica, 1~ ll~~a.da u ob1tgada a regresar a un estado infantil (a su habitación la Haman
«neurasténica»- la que se encontraba ba¡o una mrrada ps1quratnca
«el cuarto de los niños»), bajo el régimen asfixiante lleno de mimos
manifiestamente penalizadora. Las normas culturales de la sociedad '<
de su médico-esposo, que la protege en exceso y la'convierte en un;
de los siglos XVIII y XIX -una sociedad patriarcal- crearon una inválida y posteriormente Ia hace caer en la insania.
imaoen compuesta de la dama, una ideología de la «feminidad», que
En, Inglaterra, Virginia Woolf vivió una experiencia comparable.
red~da a las mujeres a la condición de «inferiores privilegiados». Despues de la muerte prematura de su madre, había sufrido a causa
Las damas eran idealizadas, colocadas en un pedestal protector, por-
del tremendo esfuerzo que representaba tener que hacer las veces de
que se las consideraba más delicadas, más refinadas, más sensibles que
ce?tro de la ~amilia Stephen, que era tremendamente complicada y
los hombres. Debido en parte a estos factores culturales y en parte
exrgente. Su mseguro matrimonio con Leonard Woolf fue hasta
a su destino anatómico, eran especialmente aptas para el más exal-
cierto punto, un ejemplo de lo que significa huir del fuego y ~aer en
tado de los deberes domésticos: criar hijos, ser ángeles en el hogar
las brasas. La salud mental de Virginia era a veces precaria y de
y guardianas de la virtud. No obstante, esto e?trañaba a .su v~ que cuando en cuando sufría ataques. La indujeron a consultar con varios
las mujeres debían ser «protegidas» de los peligros, las drstraccrones
médicos de la buena sociedad. Algunos, como sir George Savage, se
y las disipaciones del mundo, de la vida pública y de los excesivos
n;ostrar~n poco comprensivos, deseosos de quitársela de encima y
esfuerzos intelectuales: en resumen, del orden JJúblico patriarcal al
d~ag?osttcaron con desagrado que se trataba de un caso de histeria.
que sólo los hombres estaban destinados. La opinión méd~ca mascu-
S1gmendo los consejos de Savage, Virginia se sometió a una versión
lina advertía, con severidad e incesantemente, que la muJer que se
apartara de la esfera doméstica sufriría irremediablement~ un colapso y>-
de !a «Cura de reposo» en la clínica que Jean Thornas tenía en
T":r;kenham. Le negaron pluma y papel, la metieron en una habi-
psiquiátrico,
t<lciOn a oscuras y la atiborraron de arroz con leche frío. A causa de
168 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA MUJERES LOCAS 169
semejante tratamiento, se sumió en una depresión y una desmorali- Laing y su versión del psicoanálisis existencial, «fueron todos mis
zación absolutas. años, puesto que contenían mi pasado, mi presente y mi futuro».
Virginia era muy consciente del dilema. La sociedad enjaulaba a Además, la historia misma que cuenta nos llega intercalada en la
las mujeres en casas de muñecas. La psiquiatría prometía las llaves psiquiatría, ya que el libro es presentado como dúo, con secciones
de estas jaulas: una terapia curativa, el carisma del doctor individual. alternantes, a cargo de la propia Mary y de Berke. Como era de<:
Pero todas estas llaves sólo servían para abrir las puertas de nuevas esperar, igual que en el caso de Freud y Dora, el psiquiatra dice la
jaulas, sometiendo a las mujeres a nuevas y más sutiles formas de última palabra y de forma harto dramática impone su propia versión
esclavitud: Leyó e hizo la reseña de la novela de Elizabeth Robins a los acontecimientos. En los viejos tiempos burki11g * tenía un
A dark latttern (1905), que cuenta la 11istoria de una mujer neuras- significado diferente.
ténica que sigue una cura de reposo bajo la supervisión de un tal Dora no se ofreció voluntariamente a hacer las veces de material
doctor Vincent [nombre que significa «vencedor»]. Él la maltrata; para los experimentos de Freud. La empujaron a ello. En cambio,
ella se enamora de él; se casan; ella se cura. La historia con.firmaba no hubo forma de parar a Mary Barnes una vez hubo tomado la deci-
lo que doctores tales como Charcot habían dicho desde el principio: sión de ser la muñeca animada de Laing. Berke añade que: puede
que lo que necesitaban realmente las mujeres histéricas era que se que Mary fuese nuestro «principal conejillo de Indias», pero lo que
las tirasen. Comentó Virginia: A dark lantern «explica cómo te ena- hacía no era sencillamente «actuar nuestras fantasías por nosotros».
moras de tu médico, si sigues una cura de reposo>>. Y agregó que el A pesar de ello, se convirtió en su principal pieza de exposición, de
mensaje era «brutal». la que con frecuencia hadan alarde ante periodistas del Guardian,
Dora dejó plantado a Freud. Desde entonces, no obstante, muchas de modo parecido a lo que Charcot hiciera con sus histerismos favo-
mujeres que han contado por escrito sus experiencias con trastornos ritos. Y al finalizar el noviciado terapéutico de cinco años, Mary ha
han empleado variaciones sobre el tema de «enamorarse de tu doc- pasado a ser la gran prosélita de la iglesia analítica, convirtiendo a
tor». El caso más espectacular fue el amor de Mar y Barnes por <. l otras personas al evangelio de la salvación por la psicosis con un
Joseph Berke; formaron una nueva «sagrada familia» que, como la ·¡ celo misionero que hasta los profesionales encuentran embarazoso.
original, produjo un salvador transcendental más que biológico: el Con todo, como ha insistido acertadamente Elaine Showalter, resulta
evangelio de la santificación por la locura. > ,. más bien desalentador leer la crónica de Barnes y la de Berke en
La «carreta» de Maty Barnes como «paciente» en el decenio ~ yuxtaposición, puesto que Barnes acaba convertida absolutamente en
de 1960 presenta afinidades significativas con las autobiografías que t hija de la psiquiatría, enganchada a una «dialéctica de liberación»,
acabamos de comentar. Al igual que el caso de Margery Kempe, la que puede ser asombrosamente sorda a sus propias percepciones
locura empujó a Barnes hacia una profunda entrega emocional al como mujer, al mismo tiempo que sin vergüenza alguna le impone
cristianismo. Para ella el catolicismo y el psicoanálisis ofrecían len- 1 sus viejos dogmas freudíanos acerca de lo que realmente quiere una
guajes de experiencia que eran equivalentes y en gran medida ínter- , mujer.
cambiables: madres buenas y malas; hijos buenos y malos, pecado, ¡: La historia que escribe la propia Mary Barnes nos llega empapada
culpabilidad, purgatorio-expurgación, purificación, etcétera. Como j. en el lenguaje de la psiquiatría. Nos presenta su vida -nació entre
Dora, Mary era «histérica», aunque éste era un término que el grupo ¡, las dos guerras en uno de los condados que rodean Londres- tal
psicoanalítico que la trató había desechado. Pero hay una novedad en < J.
la locura de Mary Barnes: nos llega (de un modo que se parece a la f * Juego de palabras con el nombre de Berke y el verbo to burke (su pro·
ficción de Elizabeth Robins) como una historia de amor con la psi- ! num;iadón es similar), cuyo significado actual es «tapar la boca, ahogar» en
senudo figurado. Antiguamente el mismo verbo quería decir «matar secreta·
quiatría. María Barnes encontró redención en la psiquiatría. Como :> 'JI'
dice ella, «los cinco años en Kingsley Hall», donde experimentó un i;;¡;· mente por medio de la asfixia o el estrangulamiento, o con el fin de vender el
cadáver pata la disección, carpo hada Burke, criminal {!Scocés ejecut¡tdo en 1829»,
renacimiento terapéutico bajo la dirección de Joseph Berke1 Ronald .R,, (N. d~l t.) . . .
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170 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA MUJERES LOCAS 171

como la ven en retrospectiva los ojos de alguien que había estado La familia de Mary era un holocausto emocional. Pero había que
absorta en la psiquiatría desde la adolescencia, encontrándole sentido disimular. Todo ocurtía detrás de un barniz permanente de perfecta
a su pasado a la luz de una potente amalgama de Freud, Melanie «familia feliz», dechado de respetabilidad pequeño burguesa y de
Klein y la teoría de las «relaciones objetales». Abraza de modo espe- racionalidad. Su hermano, que practicaba el yoga y leía a Freud, fue
cial la idea de Laing de que la esquizofrenia podría ser una forma (según Mary comprendería más adelante) el primero que tuvo el valor
racional de afrontar un mundo irracional, en particular las presiones de revelar el secreto: sufrió un ataque de nervios. Luego fue Mary
y los dilemas intolerables que la familia impone a su propia «víctima quien desencadenó los horribles acontecimientos que motivaron el
propiciatoria». A ojos de Mary Barnes, sus propios trastornos psi- > ingreso del hermano en un hospital mental, donde le sometieron a
quiátricos eran resultado de las experiencias infantiles con su fami- una terapia de electrochoque y a otra a base de insulina. Más motivos
lia, sobre todo de sus relaciones catastróficas y trágicas con la ma- para sentirse culpable: posteriormente Mary aceptaría que ella era
dre. Dos o cuatro siglos antes, los locos no echaban la culpa a sus la responsable de «seducir y castrar» a Peter. «El asesinato lo co-
madres, o a la familia en general, de esta manéra. No es que las ma- metí yo.»
dres hubieran empeorado, o que los hijos fuesen 'más vindicativos; Mary se hizo enfermera y se convirtió al catolicismo, «ligada al
tampoco diría que por fin se había descubierto la llave maestra del cuerpo de Cristo» y esperando ser su «esposa». En la juventud pasó
trastorno mental. Se trata sencillamente de que la psiquiatría había años infelices de resentimiento, frustración, culpabilidad e ira. Se
avanzado, y con ella las percepciones de los pacientes también habían sentía frustrada. Quería tener un bebé, pero, al parecer, no había
avanzado. forma de escapar de la «negación de mi cuerpo». También ella sufrió
Para Mary Barnes, todo podía resumirse en pocas palabras: la un ataque y fue enviada a un hospital para enfermos mentales. Le
madre tenía el pecho seco, no podía nutrir; la pequeña Mary no gustó la celda acolchada: por fin tenía un «Útero» de verdad.
podía recibir. Su madre queda amar, pero no podía dar amor; que- Al salir, leyó las obras de psiquiatras destacados y asistió a con-
ría sera amada, pero no podía aceptar amor (ya fuera del esposo o ferencias sobre psicología. Probó la vida conventual. Una priora com-
de los hijos: «En realidad, mi madre nunca dejó que mi padre la prensiva le sugirió que se sometiera al psicoanálisis: «Siempre me da
amase»). La pequeña Mary creció igual, en un ambiente totalmente la sensación de que los esquizofrénicos tienen algo "extra", algo que
incomprensible en el cual tanto dar como tomar estaban mal y de no tienen las demás personas», dijo la priora a Mary. (La priora lleva-
modo incesante causaban tormentos emocionales. Mas en el caso de ba el nombre de Madre Michael, interesante mezcla de lo que preci-
Mary, C:ll."fltesar necesidades era especialmente malo. Su madre con- samente quería ser Mary; a la vez madre y muchacho.) Escribió a
vertía todos sus deseos en algo que la hacía sentirse culpable. A ella, la «hija de Freud», Anna, preguntándole si podía ir a vivir con ella.
la madre siempre le decía: «No». El parto había sido doloroso. Ahora La respuesta fue negativa. Leyó El yo dividido, de Laing. Todo el
lo eran los hijos. Mary siempre era traviesa o un fastidio. Querer era libro hablaba de ella misma. «No me cupo ninguna duda de que
ser mala. Su madre la consideraba muy mala y así se lo decía. Mary el doctor Laing comprendía a los esquizofrénicos.» Se puso en comu-
se senúa atormentada por la culpabilidad y se le hacía aceptar que nicación con Laing, que accedió a verla.
era mala. Mary espera en el consultorio de Laíng. «Una y otra vez me digo
Sobre todo, el deseo era malo en una chica. Mary envidiaba a su para mis adentros: Laing, Laing, Ronald David Laing.» «Quieto que
hermano menor, Peter, porque éste, a ojos de la familia, era «bue- me analice», le dice al doctor. Por fin expresaba sus deseos. Laing
no»; era correcto que los chicos exigiesen y tuvieran ambiciones. Su responde: «Necesita ser analizada veinticuatro horas diarias>>. Todo
hermano hacía buen papel en la escuela y la familia le animaba. 1 va bien. Se marcha. En la cantina de la estación, «bebo leche ca-
Mary se veía ahogada y sofocada. Odiaba a su hermano. Quería ser 1 liente».
chico. Queda tener a su padre. Éste le hada cosquillas en el baño. ·.· Pasó un año consultando de vez en cuando con el doctor Aaron
A ella le gustaban. La madre les riñó a los dos. Esterson, colega de Laing. Quería volverse loca, pero no hasta que
;l
1
172 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA 1lUJERES LOCAS 17J
«Ronnie» pudiese atenderla como era debido. Laing encontró para el fondo, al obrar así, Mary era «más "laingiana" que los "laingia-
Mary una plaza en Kingsley House, la comunidad que había ayuda- nos"». Porque Mary escribe: «Joe me ha recordado que Ronnie dice
do a fundar en el East End: «Estaba salvada». Allí, bajo la atenta que la vida es terapia y la terapia es vida». Las palabras de Laing
supervisión de, sobre todo, Joseph Berke, un joven doctor norteame- se transformaron en los subtítulos del psicorromance cinematográfico
ricano que se había rebelado contra la psiquiatría ortodoxa y con- entre los dos epígonos de Laing. ·
vertido después de leer El yo dividido, Mary comenzó el descenso, El deseo de Mary de ser atendida por doctores también puso a
que duró cinco años, hacia la regresión infantil para luego volver de Berke en un aprieto. Con frecuencia Mary le resultaba agotadora
ella. Mary y los psiquiatras habían convenido conjuntamente que debido a sus exigencias. En dos ocasiones, Berke le atizó un sopapo
era la terapia que necesitaba. Mary quería viajar a un «estado de locu- en la nariz. Esta estratagema terapéutica le granjeó el cariño de Mary
ra, más verdadero», abandonar su «falso yo» por su «yo verdadero». («Nunca he querido tanto a Joe» ). Pero también le hizo sentirse
Guardó cama. Bebía sólo por medio de un bibetón. Quería que la culpable, porque atizarles a los pacientes no formaba parte de la
alimentasen mediante un tubo, para volver a capturar por completo ética médica que le habían enseñado. Le hubiera gustado que Mary
la experiencia esencial en el útero. Berke y Laing opinaron que sería accediera a verle sencillamente como persona y no como médico.
«interesante ver si alguien podía .tegresar hasta tan lejos». Mary defe- Entonces la violencia interpersonal podría ser legítima, una manera
caba y se orinaba encima y jugaba con los excrementos (sus «bebés»). de desahogar la ita. Porque Berke da a entender que también él tenía
Dejó de usar el lenguaje adulto. Chillaba y gritaba, mordía y gol- problemas emocionales inconscientes que eran análogos a los de Mary.
peaba. Un detalle interesante es que en sus aportaciones al libro Berke ~
Sobre todo, entró en contacto con la ira violenta que había repri- nunca explora sus propios motivos y respuestas. Obviamente, de ser
mido dentro de sí durante toda la vida pero que su culpabilidad una persona pasa de nuevo a ser un psiquiatra científico siempre que
abrumadora siempre le había impedido expresar. Todo salió (o, mejor ello le apetece. Al igual que Freud, Berke deseaba vivamente resis·
dicho, salió «ELLO», como bautizó a su rabia). Tuvo que aprender tirse a la posibilidad de una contratransferencia. «Mary me atribuía
por sí misma, errando y probando de nuevo, que podía enfureeerse en todo momento una ira que claramente era suya» escribe el pacien-
sin ser rechazada. Finalmente, después de este prolongado proceso te-hombre que pega. ' ·
de «descenso», empezó a «subir». Su yo dividido volvió a unirse; . La verdad es que Berke y sus amigos no querían o no podían
dejó de sentirse un «yo» separado de su cuerpo. Ya no era malo mteractuar con Mary en pie de igualdad. Ellos tenían el control..
querer o tener; interrumpió el autocastigo que se había impuesto Ellos daban las instrucciones a una Mary que anhelaba la palabra de
durante toda la vida. Empezó a alimentarse sin ayuda ajena. Expre- Ronnie (el propio Berke llama a éste el «gurm> ). A pesar de su
saba su ira por medio de la pintura (pechos negros, voluminosos, turbulencia, en ningún momento puso Mary en duda el planteamiento
pintados con su propia mierda). Amaba a Joe. Joe era un «pecho terapéutico más amplio. Le dijeron lo que debía pensar de sus sen-
seguro~>. En él «me caso con mi padre». ti~ientos. Así, Mary escribe que, en una ocasión, Joe le explicó que
Se recuperó. Después de viajar por la psicosis, llegó a la costa. «lt contra Joe era en realidad ir contra mí misma». Y merece la
Pero se había hecho adicta a la terapia. Todo lo que hada o todo pena tomar nota aquí de que Berke escribe que a Aaron Esterson
aquello en lo que participaba --cada salida para ir de tiendas o cada le dio por pasear alrededor de Kingsley Hall llevando en la mano
comida- había que verlo como parte del tratamiento. Esto despertó una biografía de Joe Stalin. Berke nos asegura que era un chiste que
la ita de Berke: llevar las cosas tan lejos era «absurdo». Después de el más bien autoritario Esterson hacía a costa de sí mismo: lo dudo.
todo, formaba parte de la autoimagen de los «laingianos», una parte Berke tenía poca paciencia con las comunidades terapéuticas regu-
nada pequeña, la idea de que en realidad no eran profesionales, sino lares porque, detrás de la pretensión de voluntad general de la
personas. Y he aquí que Mary insistía en volver a transformarlos en comuní~ad, se escondía el dictado de los doctores; en conju~lto, no
doctores. Sin embargo, parece que Berke no se da cuenta de que en eran meJor que «un lavado de cerebro». Parece que no se percata de
174 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA MUJERES LOCAS 175

que precisamente eso, aunque bajo una forma más sofisticada, era De hecho, sus deseos de ser chico no desaparecieron: «quería deses-
lo que tal vez estaba sucediendo en Kingsley Hall. Sobre todo, los peradamente ser el pene». Si al menos hubiera superado su identidad
doctores daban la impresión de ver el estado de Mary de un modo equivocada y su frustración sexual, tal vez todo habría ido bien. La
que, en un nivel fundamental, no concordaba con el de la misma psiquiatría liberacionísta no sentía el menor deseo de liberar a las
Mary. mujeres de los papeles tradicionalmente asignados al género femenino.
En la historia que escribe la propia Mary se advierte el intenso ¿Por la psiquiatría a la libertad?
resentimiento que experimenta por ser primero una chica y luego
una mujer en un mundo que es de los hombres. El mundo era de su
padre (y hubiera sido de su hermano). Tal como su abnegada madre
veía las cosas, era un error que una mujer intentase hacer algo, lo
que fuera, porque nada se consigue. Querer es ser mala. El resultado
es el castigo: lo pagarás. El mundo de la mujer es todo privación y
negación. Tanto es así, que Mary ve que su única escapatoria estriba
en ser salvada por héroes y en la aventura de tebeo para chicos hacia
el interior psíquico (como dice ella: «por la locura hacia la liber-
tad»). De forma parecida a Tarzán, «Joe me liberó». «La psicosis
-dice Berke- es la renovación del yo interior.»
Hasta ese punto, a Mary le parecía bien que los doctores mascu- <
linos hablaran por ella. Al igual que el análisis de los doctores, el
que ella hizo de su propio estado echaba fundamentalmente la culpa
a su madre. Las madres encarcelan a las hijas en una jaula de obedien-
cia, limpieza, castidad, docilidad y simpatía. Ni Mary 1ú Berke impu-
tan culpa alguna al señor Barnes. La raíz de sus problemas era su
madre. Y, según nos dice, la raíz de los problemas de su madre era
la madre de ésta.
Pero encima, Berke parece dispuesto a intervenir con la más
estereotipada explicación freudiana de lo que es realmente la fuente
de los problemas de las mujeres. ¿Qué había debajo de la psicosis
de Mary? En un capítulo final que lleva el extraordinario título de
«Deshaciendo el nudo de Mary», Berke da la respuesta: las paradojas
de la sexualidad femenina. «Mary Barnes era un semillero de deseo
y frustración sexuaL» Ella, sin embargo, «no lo. sabía»; de hecho,
ella «negaba» sus deseos sexuales. Sobre todo, en efecto, pensaba
erróneamente que lo que denominaba «ELLO» era su ira. No lo era.
«ELLO» era, por supuesto, su «id»: dicho de otro modo, sus «ener-
gías sexuales». Para ser exactos, «ELLO» era el «residuo regurgitado
de penes y vaginas no digeridos». Ese era su demonio. Mary negaba
la sexualidad normal, madura, heterosexual y genital. «Incluso se
negaba a permitir que un hombre metiera el pene dentro de ella.»
171'
Libros de chistes, obras de teatro y cuadros nos dicen mucho ·
de un mod? u ?tro, sobre semejantes señores del despropósito, qu~
gozan de ltcencta t~mporal para causar estragos culturales y poner
el mundo patas arrtba. Hacerse el tonto se convirtió en la estrata-
gema de un género literario de «alabadores de la locura» que van de
Erasmo Y Rabelais a Laurence Stetne y otros posteriores, pasando
por Cervantes. La estratagema de la figura quijotesca dio al autor ~
li.bertad de acción para jugar a ser extraño en su propia tierra, ofre-
ciendo una mezcla de sabiduría, ingenio y locura imposible de desen- )
marañar. ·
7. DE TONTOS A EXTRAÑOS
Estamos muy familiarizados con los tontos literarios -ligeros de
cascos,. amargados y sentimentales- desde Shakespeare hasta Bec-
Toda ley tiene sus proscritos; todo territorio, sus márgenes; toda kett. Sm embargo, pocas cosas sabemos directamente acerca de los
regla presupone desgobierno y revoltosos. Instíntivamente, las sacie~ t?ntos auté~ticos. ¿Cuántos de ellos eran simplemente buenos profe-
dades han sido lo bastante sabias como para conocer estas verdades SlO~~l~s, cuantos eran verdaderamente ingeniosos que habían perdido
de la vida y, a veces, actuar de acuérdo con ellas. Todo lo que sea el JUlcto? De'los tontos no profesionales es de quienes más sabemos,
extraño y perturbador ha sido marginado por monstruoso; pese a hombres que en verdad estaban lo bastante aislados como para medi-
ello, el teatro de la vida también asigna papeles de figurante a sus tar sobre su propia marginalidad, pero que, a pesar de ello, podían
inadaptados, tarambanas y malévolos, aunque se trate solamente de sacarle provecho a su anormalidad protestando en serio. El tonto
desempeñar el papel de seres a quienes la gente gusta de odiar. Tal serio es el extraño loco. .
como Hans Mayer ha recalcado más que nadie en su obra Outsiders,
la diferencia significa amenaza porque confiere potencia, y aquellos Después de que Alexander Cruden abandonara su Aberdeen natal
a quienes la sociedad llama «extraños» a menudo son obligados a Y emprendiera viaje hacia el sur a principios del decenio de 1720,
permanecer entre bastidores, precisamente porque, en el momento obtuvo el puesto de lector en francés del duque de Sussex. Cruden
oportuno, se necesitará su presencia en el escenario. había aprendido a escribir el francés con bastante soltura en sus
. A muchas personas les ha correspondido el papel de extraños: tiemp.os d~ estudiante en el Marischal College, una de las ramas de
extranjeros, judíos, negros, homosexuales, brujas, etcétera. Destacan la umversrdad de su ciudad natal. Pero probablemente nunca había
entre ellas, cuando menos a partir de los tiempos medievales, cierto oído hablar dicha lengua. Así pues, el buen duque fue obsequiado
tipo de persona loca: el tonto. Tontos inofensivos, lo suficientemente < por ~ruden con_ lecturas deletreadas en las que las letras eran pro-
normales como para comunicarse y anormales como para sobresaltar, nunciadas a la mglesa. Asombrado ante semejante jerga el duque
ofender y decir lo que nadie más se atrevía a decir, semejantes «ton- puso al joven de patitas en la calle. Cruden, que durante t~da su vida
tos» podían encontrar aceptación, incluso obtener profesión y privi- fue. ?na molesta amal~ama de humildad y persistencia importuna,
legios, en una sociedad que apenas quería prestar atención a los locos envto al duque una sene de misivas prometiéndole que perfeccionaría
como tales. Como han demostrado Enid Welsford y Sandra Billing- rápidamente su acento. Firmaba con el nombre de «l'étrar1gen>.
ton, ser tonto era la clase de locura que, en manos del bufón de la . No ha ?e sorprendernos que Cluden, piadoso y recto presbite-
corte o del payaso, conseguía hacerse oír, mezclaba la sensatez con riano escoces que acababa de llegar .¡:on la intención de hacer fortu-
la insensatez, las protestas con las bufonadas. El tonto -de hecho, la na, se sintiera extraño en aquel sümidero de pecado que era el Lon-
comedia en general- lanzaba un desafío al orden, pero disolvía su · dres de entonces. A decir verdad, ya se había transformado en una
propia rebelión en risas. 1 especie de extraño en su Aberdeen natal, donde sus padres se tenían
U.-PORT!lR
178 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA DE TONTOS A EXTRAÑOS 179

a sí mismos en gran estima entre la élite burguesa de presbiterianos particular un tal Wightman. En cierta ocasión, llegaron a las manos.
temerosos de Dios. . . . . Cruden afirma que poco después, valiéndose de engaños, le hicieron
Probablemente sus padres habían decidido ~ue se htcter~ mm.rstro subir a un carruaje que se lo llevó a un asilo de locos particular que
del Señor. Pero, al poco de terminar sus estudios en la um;ers1dad, el señor Wright regentaba en Bethnal Green.
Cruden se había enamorado locamente de una joven que no solo le ?e- Allí pasó Cruden nueve semanas, del 23 de marzo al 31 de mayo
mostró indiferencia, sino que, además, parece ser que andaba metida de 1738, confinado en contra de su voluntad. En un opúsculo que
en un romance incestuoso. Cuando se hicieron públicos los detalles publicó en el año siguiente, The London citizen exceedilzgly injured,
de tan sórdido escándalo, la noticia trastornó el juicio de C~den, Cruden dio gran importancia al encierro ilegítimo a que le sometiera
por lo que sus padres le hicieron encerrar en la cárcel de la c;udad Wríght y al trato bárbaro que le habían dispensado. Le tenían aberro·
durante algunas semanas. Al recuper~r~e, todo el n:un~o penso que jado a la cama y a veces le ponían una camisa de fuerza. Le practica-
lo mejor que podía hacer era irse de vta¡e. Toda s~ v1da tba a resultar ban sangrías y le hacían ingerir medicinas. El personal del manicomio
una especie de exilio espiritual. Aunque despreciaba muchos as~ec­ era una pandilla de matones redomados. Cruden era intímidado por
tos de la sociedad londinense en que vivió sus últimos cincuenta anos, los «confederados» responsables de su encierro: entre ellos se conta-
sentía un deseo profundo de ser aceptado y reconocido por ella, pues ba el médico de Bethlem, el doctor James Monto, a quien Cruden
respetaba mucho a las personas. A pesar de ello, la exclusión y el vilipendiq por jacobita y adúltero. Le amenazaron diciéndole que, a
rechazo le persiguieron hasta el fin de sus días. . menos que :firmase un papel indemnizándoles, le harían encerrar en
Cruden se instaló en la metrópoli, dispuesto a ganarse la vtda Bethlem, que para ellos, y evidentemente también para él, era el
trabajando de corrector de pruebas. Se enorgullecía ~~ no comet~r argt1mento disuasivo definitivo.
errores. Abrió una pequeña librería y a fuerza de sohc~tudes pe~sls­ No obstante, comparado con manicomios posteriores, el de
tentes consiguió el nombramiento de librero de la re111a Car?lma. Wright parece un poco desordenado. Cruden recibía visitas de sus
Y fue a esa reina a quien dedicó la composición que le g~rantlza la parientes; el barbero que acudía tres veces a la semana para arreglarle
inmortalidad literaria: su C01nplete cottcordance to the Btble, estu- la peluca entraba y sacaba cartas de matute; y, sobre todo, Cruden
penda muestra de erudición meticulosa que, al p~recer, red~~tó en se las ingenió para llevar un diado. Asimismo, consiguió fugarse de
un solo año y fue publicada en 173 7. (Hizo de el, como d1¡o con un modo espectacular saltando de noche el muro del manicomio des-
gracia, una especie de «apotecario.de los past~res>>.) Una labor .t~n pués de serrar la pata de la cama con un cuchillo de mesa. Siempre
colosal -cabría decir que obsesiva- hecha sm ayuda y al setv1c1o atento a ver la intervención de la Providencia, Cruden se identíficó
de la religión verdadera era característica del person~je. con los israelitas cruzando el mar Rojo en su huida del cautiverio en
Apenas estaba el libro terminado cuando el amor hiZ~ que ~ruden Egipto, y empezó a pensar que era «José».
volviera a meterse en apuros. Hizo la corte a una vtuda rtca, la Cruden celebró su fuga demandando a los «conspiradores» ante
señora Pain. Puede que como persona cayera bien a la dama -Cru- el tribunal de lo civil y pidiendo 10.000 libras en concepto de com·
den mostraba rasgos de encanto entusiasmado que gustaba a la gen- pensadón por su confinamiento ilegal: no estaba loco, sino cuerdo
te-, pero no deseaba tenerle por marido, y así se lo dijo cl~ramente (alegó que hasta el doctor Monro habia dicho que no estaba loco,
(de todos modos, es probable que ya estuviera c.om~romeuda para que sencillamente sufría una «fiebre en los nervios»). La demanda no
casarse de nuevo). Al igual que Freud, Cruden Jamas aceptaba un podía prosperar, porque Cruden sabía tan poco de leyes como de
«no» por respuesta. Organizó escenas con las amistades de la viuda francés hablado. Afirmó que la Ley 12 de la reina Ana ( 1714) decla-
y en la capilla donde ambos rendían culto empezó ? llamar la, at.en- raba que el confinamiento de locos era legal únicamente si dos jueces
ción cantando los responsorios a voz en grito. Nad1e le ofend1a Im- firmaban la orden. Sin embargo, la ley no decía nada de eso. En vez
punemente. El resultado, empero, no fue el que Cruden pretendía. de ello, refiriéndose sólo a los vagabundos, facultaba a los jueces para
Amigos de la señora Pain se presentaban en casa de Cruden, en encerrar a los locos pobres. La ley no decía absolutamente nada sobre
HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA DE TONTOS A EXTRAÑOS 181
180

disposiciones contractuales para el confinamiento en asilos particu· Cuando le dejaron salir Ctuden volvió a buscar lo que él llamaba
«justicia», aunque es claro que otros lo consideraban venganza. Había
lares.
Asimismo, la suerte de la demanda de Cruden quedó decidida insistido en que a modo de «redención» y «santificación» con vistas
definitivamente cuando los demandados obtuvieron una carta del al «Castigo» y la <<Corrección» su hermana debía acceder a pasar cua·
padre del demandante reconociendo que en una ocasión anterior había renta y ocho horas en la prisión de Newgate. Al negarse su hermana,
estado encerrado por loco en Aberdeen. La demanda fue rechazada. Cruden entabló demanda contra ella y otras tres personas. Basó su
De poco consuelo le serviría a Cruden que el juez le dijera que no se pleito en el mismo argumento jurídico defectuoso que la vez ante·
preocupara por estar loco, toda vez que a muchos genios eminentes rior, perdió una vez más y expresó sus agravios en un panfleto titu-
los habían tomado por lunáticos. · lado T he adventures of Alexander the Corrector ( 17 53).
Crude se retiró para curarse las heridas. Poco se sabe con exacti- Se metió en más líos. Al salir del manicomio, Cruden había empe-
tud acerca de sus actividades durante el siguiente decenio. Pero es zado inmediatamente a cortejar a una mujer a la que nunca había
claro que dedicó cada vez más energías a una campaña de inspiración tratado en petsona; de hecho, jamás llegaría a tratárla. Elizabeth
religiosa cuya finalidad era purificar la moral de la nación. Vicios tales Abney era la acaudalada hija de un ex lord mayor de Londres. Adop-
como jurar, blasfemar, emborracharse y, sobre todo, no santificar, el tando primero la personalidad de «Alexander el Corrector» y después
domingo habían sido el blanco de grupos de presión que pretendían la de «Alexander el Conquistador», Cruden empezó a bombardearla
reformar las costumbres desde las postrimetfas del siglo XVII, y, cier- con cartas de amor (él las llamaría «balas de papel»). En una carta
tamente, Cruden no era el único que tronaba contra las abominacio- tras otra, aseguraba a Elizabeth que él era su «médico», un «hombre
nes de la moderna Babilonia. Pero quizá Cruden, que desde hacía extraordinario». A su vez ella era un «regalo de Dios» para él, su
tiempo se identificaba con José, tenía un sentido más elevado de su «dama predestinada». El papel providencial de Elizabeth sería «pte·
propia misión que la mayoría. Empezó a utilizar de forma creciente parar el camino para el progreso y la utilidad de José».
el nombre de «Alexander el Corrector»: corrector, no sólo de prue- De modo que no había discusión posible: «La elección de Dios
bas sino también de los vicios de la nación. Es igualmente posible era la mejor». «El poder divino -escribió Cruden para tranquili-
que' actuara por cuenta propia con más energía que muchos, pues se zarla-, le haría victorioso y afortunado.» Cuando ella le devolvió
enzarzaba en feroces discusiones con las personas impías. las cartas sin abrirlas, el Corrector se limitó a redoblar su «campaña».
De un modo u otro -tenemos solamente la crónica de Cruden- Promulgando una «declaración de guerra}>, anunció que la «reducida
en 17.53 se vio envuelto en una riña, durante la cual golpeó con una a la sumisión» por medio de las «reglas de la guerra}> y puso sitio
pala la cabeza de un malhechor. Luego fueron a buscarle a sus al hogar de Elizabeth en Stoke Newington. La asimilación figurativa
alojamientos, se produjo una barahúnda y una vez más, a pesar de del amor y la guerra era, huelga decirlo, tan antigua como Homero;
sus protestas, se lo llevaron a un manicomio, en esta ocasión sigui:n- en el caso de Cruden -que como corrector de pruebas era hombre
do las instrucciones de su propia hermana, la señora Isabella Wdd sumamente testarudo y poco imaginativo- no podemos estat del
(Cruden se veía atormentado por los nombres).* Pasó diecisiete días todo seguros de que se tratase principalmente de una metáfora.
en el manicomio de Inskip en Chelsea. Para él fue un terrible ultraje Al final, Cruden abandonó su campaña, pero no sin antes publi-
(aunque incluso en su propia crónica dice que recibió un trato bas- car, en la tercera entrega de sus Adventures, una crónica detallada
tante benévolo, que le visitaban sus amigos y le dejaban hacer excur- de lo mal que le había tratado la ingrata dama. Los desaires recibidos
siones a Earl's Court). En el manicomio conoció a un tal George en el amor, unidos a sus experiencias con los tribunales v en el mani-
King, a quíen él llamaba King Georg [Rey Jorge]: una vez más, comio, debieron de convencerle más que nunca de que ~ivía en tiem-
nomen est omen. pos abominables que necesitaban desesperadamente su «corrector».
Cada vez estaba más seguro de ser el «instrumento» de la Providen-
* \Vild significa <~fiero, furioso, desmandado», etc. (N. del t.) cia, un «José» que, como en el Antiguo Testamento, primero había
HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA DE TONTOS A EXTRAÑOS 13.3
182

sido humillado por Dios para convertirle luego en un hombre pode- a \Vilkes que había en las paredes. Pero cada vez se entregaba más a
roso: el cordero sería transformado en león, la grandeza le sería buenas obras de índole práctica. Ayudaba a los presos, predicándoles
impuesta. sermones, pero también proporcionándoles ropa de cama y provisio-
Uno de sus correligionarios había profetizado que llegaría a ser nes, además de gestionar la conmutación de las sentencias. Murió en
tanto lord mayor de Londres como diputado por la City. Ahora 1770, de una forma muy apropiada: de rodillas y rezando. .
Cruden tomó medidas para que se cumpliese su destino. Se .nombró Cruden se merece un lugar importante en la historia de los escri- ~
a sí mismo candidato parlamentario en 1754, pero estaba d1spuesto tos de los locos. Porque la suya fue quizá la primera campaña soste-
a aceptar la victoria únicamente si era elegido sin oposición (tal era nida de protesta, en letra impresa, por parte de alguien que siempre
el odio piadoso que le inspiraba la disensión). Nadie aceptó su ofre- afirmó estar en plena posesión de su juicio, rebelándose contra el
cimiento. También pidió a personas importantes que usaran su calificativo de «insano» que le aplicaba su familia, los vecinos y, de
influencia para que le concedieran el título de caballero que se mere- hecho, la necia época que le tocó en suerte. Cruden procuró devol- ~
da y acudió a la corte pata hacerse una idea exacta de cómo se verles la pelota a toda esa gente. Él era quien estaba cuerdo, mien-
desarrollaba la correspondiente ceremonia. (En una ocasión, Cruden, tras que los verdaderos chiflados eran sus perseguidores, pese a contar
que acababa de salir de un manicomio, presenció cómo. La;tre~~e con el respaldo de la sociedad en general. Le dolió que el juez le
e?
Sterne, que poco antes había internado a su ~,sposa una 1nst1tuc1on dijera con aire condescendiente que no se preocupara por estar loco.
similar, era recibido por Jorge III, tamb1en destmado a padecer Respondió diciendo que estaba en su sano juicio, que era un «hombre
insania al cabo de poco tiempo). · sumiso», pero no <(un loco». Tampoco se desvivía por interpretar el
Y sobre todo, alternando con personas de las altas esferas Y papel de loco religioso por inspiración divina. La idea de ser un
publicando otra serie de panfletos, trató de obtener un nombramiento «tonto santo» no le resultaba atractiva. Insistía en que el mundo
parlamentario de Censor Público y c~rrector o~cial de 1~ Moral d? la siempre había tomado a los profetas por locos. No lo estaban. Eran
Nación. Semejante fomento de la rectltud parec1a tan racwnal. ¿Como los ungidos del Señor.
podía una nación que se llamaba cristiana ga.star tanto diner~ en En siglos anteriores, por supuesto, el hombre verdaderamente
guerras y participar en profanidades al mismo tiempo que descmdaba sabio había recurrido a la estratagema literaria y religiosa de llevar
la reforma de la moral? Al ver que estas solicitudes no daban fruto, ¡
! gorro y cascabeles, orejas de asno, burlándose así de las hipocresías
Cruden se puso en marcha. Presentó su causa a las universidades de
1
racionalizadas de los seres que tenían mucho mundo. Fue la estra-
Oxford y Cambridge. Le recibieron cori. cortesía, p_ue~ .su nombre ·¡ tagema que empleó Erasmo al hacer tintinear sus cascabeles en su
merecía verdadero respeto por ser el autor de la vahos!Slma concor- Elogio de la locura (1509). La creencia en la sabiduría de los tontos,
dancia. Su entusiasmo también resultaba bastante apetitoso en peque- 1 transmitida de una generación a otra por la tradición del bufón de la
ñas dosis, aunque, como confesó un tal señor Neville en Cambridge, corte, conservaba todo su vigor en la juventud de Cruden. Cuando
«no acababa de estar en su cabal juicio». En Cambridge, Cruden, Ned Ward presentó Bedlam en su periodística obra The London spy
cada vez más quijotesco, fue <<nombrado caballero en una ceremonial (1710), uno de sus tipos favoritos de loco era el que argüía que había
broma pesada que tal vez le gastaron con buena intención o todo más sentido en el manicomio que en el mundo, más justicia, verdad
lo contrario. El propio Cruden elevó a varias jóvenes al cargo de y libertad en Bedlam que en Gran Bretaña. Haciendo un silogismo,
«correctora» y, en una visita posterior a Eton, nombró a los estu- uno de sus personajes locos afirma que el hombre verdaderamente
diantes «correctores suplentes». sensato preferirá vivir en Bedlam a vivir en el mundo, porque sólo
A medida que fue envejeciendo, Cruden se calmó. Cierto es que en el manicomio goza un hombre del privilegio absoluto de la liber-
montó su propia campaña individual contra el libertino John Wilkes t~d de palabra y de acción. En tiempos del propio Cruden, seguía
y recorrió apresuradamente las calles de Londres provisto de una vtgente la broma o el eufemismo consistente en dar a los manicomios
esponja mojada con la que borraba todas las inscripciones favorables el nombre de <(academias>> (el de Bedlam era «Colegio Imperial»},
184 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
DE TONTOS A EXTRAÑOS 185
cuyos <<estudiosos» vivían bajo la supervisión d~ «tutores~>. Había clon:inar por el entu~iasmo,. la línea divisoria entre lo que la gente
sabiduría en la locura (al menos en broma), podta aceptar como mofenstvo y lo que encerraba por peligroso ·no
Pero no hay ni el más leve indicio de que Cruden viese la másca- merecía mucha confianza.
ra de la locura como parte integrante de su misión superior. Puede
Los cris de coeur de Cruden merecen atención y respeto. Señalan .
que en el fondo esto se debiera a la prudencia. En tiempos de Eras- <. ·~
el principio de una larga y honorable tradición de protesta contra el
mo, o cuando el bufón de la corte estaba en su apogeo, es muy 1
encierro arbitrario y los males de los asilos. Pero no hay que asimi-
posible que el loco fuese objeto apreciado de la atención del mundo, !
que gozara de libertad para expresar sus pullas. Pero en tiempos de larlos sencillamente en esa tradición. Pues muchos .de los motivos de
Cruden, ya iba en aumento la tendencia a encerrar a los locos. Se ::> queja de los locos encerrados en la época victoriana y después de ella
estaban creando asilos privados, sobre todo en los alrededores de no se daban en tiempos de Cruden. Éste no se vio sometido a los
Londres, como los que Cruden conociera en Bethnal Green y Chelsea. ejercidos rutinarios que desmoralizarían a los pacientes de épocas
También crecía el número de asilos públicos, que vivían de la cari- post~riores; no le obligaron a hacer trabajos sin sentido; tampoco
dad. El propio Bethlem venía aceptando locos desde el siglo XV; el se vlo mezclado indiscriminadamente con toda suerte de locos· ni
de Saint Luke se unió al de Bethlem como importante asilo público de le hicieron llevar uniforme; ni fue privado de pluma y tinta. N; fue
Londres a partir de mediados del siglo xvnr. Cruden temía que le víctima de peligrosos tratamientos experimentales (sólo le aplicaron
enviaran a alguna de estas Bastillas públicas más de lo que temía sangrías y purgas más bien normales). Sobre todo, nunca estuvo
a los asilos privados donde realmente estuvo internado (y donde, encerrado durante largas temporadas: la más larga fue sólo de nueve
bien lo sabía, con dinero se compraban privilegios). semanas.
La máxima tradicional hasta la época de Cruden decía que a los De todos modos, por buenas que fueran las intenciones de quie-
locos sólo se les debía encerrar si representaban un peligro para ellos nes le internaron, la crónica de Cruden no muestra la menor indica-
mismos o para los demás. La locura en sí misma no era razón sufi- ción de que el asilo de W right en Bethnal Green o el de Inskip en
ciente para encerrar a nadie. Pero esta norma iba desapareciendo Chelsea le beneficiara desde el punto de vista terapéutico. Sus métodos
poco a poco. Los parientes políticos del poeta Kit Smart le hicieron> eran arbitrarios. No ]e daban ninguna explicación. Fue objeto de actos
internar en el decenio de 1760. Smart era un tipo raro, de ello no agresivos tal como arrebatarle sus pertenencias. También fue amena-
hay duda; pero si estaba loco, resultaba obvio que era un loco inofen- zado (a decir verdad, el confinamiento en Bedlam se usaba también
sivo. Samuel Johnson protestó contra el confinamiento de Smart. a guisa de amenaza). Cruden protestó personalmente contra estos
Cierto es que éste insistía en que los transeúntes se arrodillaran y males; no lo hizo en nombre de formas mejores de terapia (¿qué
rezasen con él, pero «tanto me da rezar con Kit Smatt como con necesidad tenía de hacerlo si se consideraba en su sano juicio?), sino
cualquier hombre». Cierto también que Smart era sudo e indiferente en nombre de las libertades de un británico y ciudadano de Londres
a la «ropa interior limpia», pero, según confesó Johnson, «no siento que era hombre libre de nacimiento y se sentía indignado ante lo que
pasión por ella», El propio Johnson -hombre que confesaba haber más adelante llamarían «las Bastillas inglesas».
estado «loco toda mí vida, al menos no sensato»- sentía preocupa- La mayoría de los escoceses que se trasladaban al sur en el si-
ción por su propio y precario equilibrio mental y temía ser decla- glo XVIII se integraban en la cultura metropolitana tan aprisa como
rado loco si cedía a sus obsesiones. Poco ha de extrañarnos, pues, podían. Cruden nunca se integró y siempre estuvo bastante distan-
que, sobre este trasfondo, Cruden hiciera valientes protestas de ciado, en los márgenes. ¿Fue debido a algún rasgo fundamental de
cordura. Porque debía de darle la impresión de que el «loco inofen- su naturaleza? Lo que está claro es que sus compromisos relio-iosos
sivo» -que, evidentemente, era lo que muchos pensaban de él- le permitían encontrarle sentido a su propia experiencia perm:nente
ahora corría peligro. En todo caso, como tan gráficamente demuestra de ser un extraño. De hecho, su fe decididamente se gloriaba de ello,
la rapidez con que le llevaban al manicomio siempre que se dejaba reflejando sus imágenes de profeta sin honor en su propia tierra, de
186 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA DE 1'0NTOS A EXTRAÑOS 187

José en medio del cautiverio en Egipto. Cuando el mundo es Babi- una duda, nunca «cometió un error» y nunca, por supuesto, su-
lonia, ser excluido de él es un honor. frió una crisis de fe. Mantuvo intacta su prístina visión extraña.
Debido a su providencialismo inamovible, Cruden tenía confianza Por esto resulta tan fascinante la lectura de sus panfletos. Porque
en las ventajas de la adversidad. Veía invariablemente toda su vida nos presentan una sala de espejos donde todo aparece invariable y
como una saga de providencias divinas especiales. Reconocía, desde totalmente al revés. El mundo piensa que Cruden está loco; se equi-
luego, que para los espíritus torpes poco había salvo un insondable voca. El Conector es quien realmente tiene razón. El mundo es el
«misterio en la Providencia»; los movimientos de sus «ruedas» eran incorregible. No de modo general, en su insana satisfacción de luju-
«secretos y maravillosos»; Ia Providencia encerraBa un «misterio» rias carnales y todos los demás pecados de la carne que requieren
que la «tazón>> sola no podía alcanzar. Personalmente, con todo, «corrección>>. Sino específicamente. Cruden se identificaba como la
Cruden se sentía en absoluta comunicación con la Providencia: victima de una sucesión de «complots», los cuales eran tramados por,
¿cómo podía un creyente verdadero dudar de señales tan evidentes? «conspiradores» como su patrona y Wightman, ambos «furiosos» e
El corrector de pruebas recibía pruebas abundantes en sus «visiones, «inexplicables», que nada malo podían tener contra él. Los había
revelaciones o impresiones» (no acababa de estar seguro de cómo peores todavía. Por un lado, su hermana «ligera de cascos», Isabella
debía llamarlas). Otros cristianos también habían oído profetizar que Wild, a la que Cruden, haciendo un juego de palabras, llama «mujer
él sería «grande en la corte» y se convertiría en un «gran hombre». alocada» y «perdida}>. Y luego los locos que regentaban manicomios,
Y el mismo Dios, de forma tan clara como la luz del día, había pues- tales como el adúltero y jacobita James Monro, y el propietario del
to a José en la Biblia como el «emblema» de sí mismo: manicomio de Chelsea, Inskip, quien, de haberle dado la oportuni-
dad, de haberle dado dinero, gustosamente hubiera encarcelado al
José, hijo de Jacob, fue llamado soñador, odiado por sus her· presidente del Real Colegio de Médicos como si fuera un «Tom o'
manos, bajado al pozo, vendido a los madianitas, y vendido por Bedlam», aunque, por supuesto, añade Ctuden, eso no habría sido
éstos a Potifar, oficial del faraón, y luego fue acusado en falso por ninguna necedad, pues el colegio mismo estaba verdaderamente
la esposa de Potifar y encerrado en la prisión. Y Alexander el hijo «loco». El Corrector no necesita a ninguno de estos médicos. Más
de William fue acusado en falso de insania por algunas personas
bien la nación le necesita a él como médico.
irreflexivas, que poco esperaban que quien se comportaba con la
apacibilidad y la docilidad de un Moisés pudiera, en las ocasiones Dicho de otra manera, sería un gran error considerar a Cruden ·
apropiadas, actuar con el valor y ]a resolución intrépidos de un como un hombre que reveló al mundo que la «locura» era simple· ·
Alejandro . . . Alexander es de la opinión de que la Divina Provi- mente una quimera o un estigma impuesto socialmente. La locura y
dencia se propone hacer de él Corrector del Pueblo. la razón eran contrarios reales, polos opuestos. Pero la sociedad esta-
ba al revés. Desde su posición de forastero, Cruden podía ver que el
· Así que todo encajaba. Evidentemente, el Corrector era un «gran mundo, como el palo de escoba de Swift, se encontraba cabeza abajo;
favorito de la Providencia» y «la Providencia siempre aparece para Cruden pretendía volver las tornas. Quería que se persiguiera a los
el Corrector». El Corrector, por su parte, «acepta» humildemente perseguidores. Quería que encerrasen a la hermana que le había ence-
su destino providencial, a sabiendas de que siempre que provocaba su rrado a él (aunque él lo haría por cariño, mientras que a ella la había
«humillación», ésta no hada más que preparar su «exaltación». Para impulsado un odio desenfrenado). Era una sociedad corrompida la
muchos cristianos de la época, los problemas del hombre caído que que no le había dado recompensa alguna por su valiosísima Con-
vivía bajo la Pwvidencia podían resultar desconcertantes hasta el cordance. En vez de ello, Cruden desterraría de las librerías las obras
punto de provocar la locura: una locura que a veces se resolvia, como de ateos e infieles tales como Bolingbroke, que escandalizaban la· mo-
en el caso de George Trosse, o que al final resultaba insoluble, ral de la nación.
como en el de William Cowper. A ojos de Cruden, no obstante, la. Cruden se encuentra en la encrucijada siguiendo la tradición del
racionalidad de la Providencia era clara como el cristal. Nunca tuvo extraño loco, el hombre que estaba solus contra omnes. A partir de
188 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA DE TONTOS A EXTRAÑOS 1R9

la Edad Media, al extraño situado en los márgenes se le concedía Wightman es un hombre tan horrible reside en que es un «entrome-
cierta licencia. El hombre alocado, el pettseroso melancólico, el ere- tido»: «llo es parte insignificante de la obligación social conducir
mita, el vagabundo, el peregrino: todos se habían abierto paso para nuestra conversación con tal cautela y prudencia, que no sea dañíria
entrar y salir del mundo civilizado. A una figura como el Jaques de e intolerable para los demás», parlotea Cruden, sin darse cuenta de
A vuestto gusto, de Shakespeare, se le permitía vituperar a sus seme- que él es el principal agraviador. En una de sus primeras publicacio-
jantes, precisamente porque los convencionalismos teatrales hacían nes, compara sus propias «aventuras» con las de Robinson Crusoe.
que al final renunciara a sus derechos sobre la sociedad y se retirase Es una semejanza muy reveladora. Crusoe es el solipsista protestante
a la soledad del bosque. Lo que es más: el Jaques o, de hecho, el desprovisto de humor, que se imagina su propio mundo partiendo
Quijote era una figura rara. El burlador tenía que permitir que se enteramente de dentro de sí mismo. En muchos aspectos, Cruden es
burlasen de él. el padre de la tradición del extraño loco que pretende rehacer el
Hay muchas cosas de este tipo en Cruden (aw1que es difícil decir mundo desde dentro.
hasta qué punto son conscientes). Cruden es el perfecto tonto, la
encarnación del egoísta enloquecido por la escritura, alguien que, a
sabiendas de que lo real es lo escrito, garrapatea un panfleto sobre A primera vista, pasar de Cruden a Nietzsche parece un salto
sí mismo siempre que se le presenta la oportunidad de hacerlo y de suicida de lo ridículo a lo sublime. Imagínense el asco de Nietzsche
esta forma convierte su propio yo en un personaje de su propia al verse vinculado al epítome de aquellos seres temerosos de Dios,
dramaturgia delusoria. Cruden se convierte en el Corrector en una filisteos y pequeño burgueses que se pasaban la vida odiando a los
especie de epopeya burlesca donde su vida llena ·la ficción. Sin duda Ubermenschen; de hecho, Cruden le hubiera puesto enfermo. Pero
su egoísmo cada vez más· monstruoso estaba sazonado con una pizca la sucesión no es tan rara. Cada uno a su manera, se sentían profun-
de autoparodia, o, de hecho, con el disfrute de la misma. Es difícil damente alienados de la sociedad en la que se sentían un exiliado
ver cómo la gente habría tolerado la importancia oficiosa que se daba vivo (Nietzsche exigía algo más fuerte: «Europa necesitará descú-
a sí mismo a menos que hubiera estado mitigada por la capacidad de brir una nueva Siberia donde pueda exiliar al inventor de estos
actuar de cara a la galería y ver que la broma era a costa de él mismo. experimentos de valoración»). Ambos criticaban a sus semejantes por
Y algunas de sus actividades -sobre todo las relacionadas con los ser decadentes, disolutos, degenerados. Ambos hacían payasadas e
presos- indican una mayor capacidad de simpatizar con otros mar- interpretaban el papel de bufón -en el caso de Cruden quizás ino-
ginados, la capacidad de ponerse en sus zapatos. centemente; en el de Nietzsche, amontonando una ironía sobre
Sin embargo, también hay en Cruden un enervante egoísmo mio- otra- para expresar lo que inevitablemente es calificado de mega-
pe, un egoísmo que, por supuesto, es alentado de forma absoluta por lomanía, al mismo tiempo que se protegían de ella. Nietsche, no hace
su protestantismo fundamentalista, y que se traduce en una celebra- falta decirlo, podía afirmar que era un hombre sencillo, destinado a
ción sincera del extraño solitario: l'étranget. Puede que se burle de ser terriblemente mal comprendido. Tal como escribió en Eccehomo:
sí mismo con una sonrisa cuando habla de las <<guerras» en sus «Tengo un miedo terrible de que algún día se me declare santo; ...
«aventuras en el amor» o de sus «batallas» en los tribunales. Pero No quiero ser un hombre santo; antes incluso un bufón. Quizá soy
es totalmente sincero cuando habla de sus «injurias», por ejemplo un bufón». Cruden se transformó en Alexander el Corrector, Ale-
cuando nos dice que escribió sus panfletos para «vindicarse» (es de jandro Magno. Nietzsche se llamaba a sí mismo Doppelganger, amaba
suponer que contra los «vindicativos»). Las vicisitudes del tiempo a don Quijote, pensaba que tal vez su papel consistía en «abrigar
se tomarían sus venganzas. Cruden se encuentra siempre corrigiendo locuras», aceptó el papel de anticristo y, cuando estaba perdiendo el
el mundo: «haz lo que quisieras que te hiciesen». Pero, como ver- juicio, firmaba con el nombre de «Nietzsche César».
dadero solitario, es incapaz de verse a si mismo como le ven otros. Así, Cruden y Nietzsche representan dos siglos de alienados.
Nos informa Cruden de que la razón por la cual su perseguidor Mienttas Dios estuvo vivo, el forastero forzosamente tuvo que ser el
190 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA DE TONTOS A EXTRAÑOS 191

profeta de Dios. Una vez muerto Dios, pudo convertirse en el do progresivamente. En 1894 ya apenas reconocía a nadie excepto a
anticristo. su madre Y a su hermana y se pasaba todo el día echado en el sofá su
En el caso de la insania de Niet?sche, es posible señalar con exac- apa~i~ puntuada ~olame~te por algún que otro rugido 0 grito. 'La
titud la fecha en que cruzó el límite de donde aquel viajero no regre· familia se traslado a W ~Imar (la infame hermana de Nietzsche, que
só jamás. A partir del otoño de 1888, cortó las amarras, se despren- ya estaba sac~do part1do de la «industria de Nietzsche», quería
dió de las inhibiciones sociales normales a la vez que crecían sus deli- que fuera glonficado por la muerte en la ciudad natal de Goethe}.
rios de grandeza. Con una euforia sin límites, se calificó a sí mismo de E~ a~osto de 1900 contrajo una fiebre y murió, poco antes de cum-
«la primera mente del período», y firmó una carta a su hermana con phr cmcuenta y seis años.
las palabras «Tu hermano, que ahora es u1ta gratt persona del todo». Se han hecho infinitos intentos de diagnosticar la causa de la
Mientras escribía Ecce homo se volvió cada vez más solipsista, más insania de Nietzsche, pero ninguno de ellos ha sido convincente
grandilocuente: «No soy un hombre, soy dinamita». Y también su Freud opinaba que tuvo que ver con ella «alguna anormalidad
comportamiento se hizo explosivamente estrafalario. A finales de sex~al» Y Federn, su colega en el psicoanálisis, creía que Nietzsche
noviembre del mismo año, ya puede hacer esta reflexión sobre sí habla mos:rado «los síntomas de una severa neurosis», añadiendo:
mismo: «Gasto tantos trucos estúpidos conmigo mismo y en privado «uno podna desear que muchos poetas, fundadores de religiones y
hago unas payasadas tan inspiradas, que a veces camino por las calles otros hombres de estatura se hubiesen sometido a terapia· entonces
sonriendo -no hay otra palabra para describirlo- durante media p~drían haber conseguido grandes cosas». Un contemp~ráneo de
hora seguida». El día de Navidad ya profetiza: «Dentro de dos Nietzsche, el neuropsiquiatra Paul Mobius -fue él quien declaró
meses, seré el primer nombre de la tierra». Pero intervinieron los que Sc~umann era esquizoide-, le identificó como parte de la marea
acontecimientos. El .3 de enero de 1889, mientras paseaba por las de geruos-degenerados que a la sazón inundaba la Europa central.
calles de Turín, vio a un cochero dando latigazos a un caballo. A pesar del odio que el propio Nietzsche mostraba por los decaden-
Nietzsche rodeó con los brazos el cuello del animal, se desplomó y tes, babia resultado, después de todo, que él lo era. Mobius opinaba
perdió el conocimiento. Unos amigos le llevaron a su domicilio, domi- que s_u dole~cia nerviosa era hereditaria. El padre de Nietzsche,
nado totalmente por demonios dionisíacos que poco a poco se habían Ludwrg, hab1a muerto en 1849, víctima de «inflamación cerebral»
ido apoderando de su mente. Gritaba, aporreaba el piano y hacía ges- Y la autopsia reveló un reblandecimiento del cerebro. Mobius di~
tos obscenos. Escribió profesiones de amor a Cosima Wagner y cartas por sentado que el hijo padecía la misma enfermedad. Sin embargo,
amenazadoras al rey de Italia. A veces firmaba con el nombre de n? hay ninguna prueba concluyente que corrobore este punto de
«El Crucificado». VIsta (aunque el mismo Nietzsche, reflexionando sobre la suerte de su
Le llevaron a una clínica de Basilea y luego a· Jena, donde fue padre, ciertamente se había preocupado muchísimo ante la posibili-
ingresado en el asilo psiquiátrico del doctor Binswmger. Nietzsche dad de que también él quedara incapacitado). Con todo, tampoco
había sufrido parálisis leves, se mostraba extremadamente irritable, hay ninguna prueba convincente que corrobore una teoría muy
a veces violento, aunque siempre se alegraba de ver a los amigos. cacareada: que la creciente parálisis de Nietzsche fue la secuela a
En general era inofensivo y a veces estaba bien del todo, por lo que l~rgo plazo de una infección sifilítica que le transmitieron las pros-
cabe preguntarse si su insania fue simplemente otra payasada, una tltutas, pese a que, al parecer, el mismo Nietzsche daba crédito a esta
máscara más. Las visitas no sabían qué pensar. Pero la parálisis del opinión.
costado derecho, las peculiaridades de su comportamiento y la De todas formas, para comprender como es debido la calamidad
incoherencia mental fueron empeorando gradualmente. de Nietzsche, tenemos que abstenernos de concentrarnos en datos clí-
En marzo de 1890 salió del asilo y se fue a vivir con su madre nicos (que no .existen o no son concluyentes). No es inverosímil, en
en Jena. Allí, el hombre a quien antes nadie hacía caso se convirtió en su caso,. sug;r~r que la causa de descenso a la insania fue en gran
una leyenda en vida, el profeta loco. Pero su estado siguió empeoran· parte ps1cogemca. En efecto, a lo largo de los años, y especialmente
f". DE TONTOS A -EXTRAÑÓS 193
192 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA

a partir de mediados del decenio de 1880, el aislamiento de ~~etzsche, incluso a costa de ver destruida la propia salud. (No había ninguna
su habitual inclinación autobiográfica, inexorable y autohmente, y, virtud en la debilidad, pero ésta podía ser el precio de la virtud.)
en particular, la absorción en su propia salud como barómetro de la Con todo, al abrazar de esta manera la causa de la «aptitud»,
identidad contribuyeron a que padeciera una intensa tensión mental. Nietzsche, huelga decirlo, no tenía en mente ninguna mojiganga me-
Si bien reconocía generosamente las deudas que tenía contraídas con tafísica de índole neodarviniana o protonazi. La búsqueda del alma
Schopenhauer, con Wagner, incluso con Sócrates, su mente se preoc~­ sana y del cuerpo sano -sobre todo, la unión de los dos en una
paba cada vez más de sí misma, sus pensamientos eran cada vez mas totalidad- se transformó para él en una campaña en la que su propia
grandiosos y frenéticos, su soledad, más aguda y aterradora. Si pode- historia médica se unía de forma indisoluble con su misión de
mos decir que estuvo clinicamente loco a partir del .3 de enero de doctor de su época, de malleus maleficarum de ésta. Cabe argüir que
1889, lo cierto es que tenía las máscaras de la locura preparadas la preocupación de Nietzsche se hizo obsesiva, una especie de hipo-
desde mucho antes. condría invertida, amenazando los mismos valores que pretendía pro-
Pese a ello, sería un tremendo error identifica!" a Nietzsche dema- teger tan apasionadamente.
siado estrechamente con los numerosos y eminentes intelectuales, Nietzsche era un enfermo crónico. A partir del decenio de 1860,
escritores, artistas y bohemios del siglo xrx que tanto gustaban de sus cartas son un recital de enfermedades, un recital que va en
1
¡ lucir las armas de la enfermedad -mental y física-, que para ellos crescendo. Los ojos le duelen horriblemente: «usar los ojos es impo-
eran el blasón del genio. Estar enfermo, ser un degenerado, estar en sible», escribe en 1876. Le atormentan una migraña tras otra, que
decadencia (ser decadente): todo esto era un acto esencial de agre- le hacen sufrir dolores agudos. Dormir le resulta imposible. Tiene el
sión, un decir «no», para tantos escritores -Flaubert, Baudelaire, estómago totalmente desordenado, no puede comer, vomita, no puede
los hermanos Goncourt, etcétera- en su rebelión contra la mediocri- retener las medicinas, se sospecha que tiene una úlcera. «Todo está
dad normal, equilibtada, cauta y filistea. Sus dolores les colocaban en kaput -le dice a su amigo Overbeck en 1883- mi estómago
un lugar aparte. Calificándose a sí mismos de leprosos, querían que lo está tanto, que hasta rechaza los sedantes . . . a consecuencia de lo
su enfermedad fuera visible y escandalizarse, querían ser repugnan- cual paso noches sin dormir, terriblemente atormentadas.>> Perseguido
tes. Entonces podrían echar la culpa de su propia enfermedad a la por una mala salud inexorable, renunció a su cátedra de filología
época pestilente en que se veían forzados a languidecer, con sus virus clásica en la universidad de Basilea en 1879 y pasó el decenio siguien-
mortales de gazmoñería y respetabilidad mezquina, al mismo tiempo te errando por Europa, yendo de médico en médico, de tal o cual
que podían experimentar sus propios sufómientos como pruebas de balneario a las montañas, tomando las aguas, probando los baños y
los fuegos devoradores, los demonios tenebrosos de su genio, su repetidos cambios de aire, todo ello en pos de la salud, todo ello en
sufrimiento como señal de sensibilidad febril, superior. vano. Sin embargo, a menudo a quien llamaba era al «doctor Muerte».
En su papel -que él mismo se había asignado- de archicrítíco A veces, Nietzsche culpaba de su mala salud a aquella Pseudo-
(«corrector») de su época, a Nietzsche le encantaba despreciar todo kultur de la época que tan drásticamente le asqueaba. Estar enfermo
esto, que para él eran poses de individuos que se engañaban a .sí era, en ese sentido, una reacción sana a una sociedad enferma. Y po-
mismos muestras de mala fe intelectual. Para Nietzsche los morahs- demos conjeturar que su propia postura como doctor acosado, siem-
'
tas cristianos y de mentalidad mezquina no eran los únicos enemi-
. pre reñido con sus contemporáneos, esforzándose en pos de una
gos; también lo eran los enfermos del alma y los enferm?s del cuer- honradez total consigo mismo, «la verdad a cualquier precio», le
po. Los intelectuales degenerados eran síntom~s de la soctedad enfer- redujo a una inestable sensibilidad malsana, que encontraba salida
ma en luoar de ser principalmente -pese a lo que ellos creían- los en manifestaciones hipocondríacas. Pero la principal expresión de
az~tes, lo~ cirujanos o los salvadores de esa sociedad. Para distan- ·i estas preocupaciones se encontraba en su denuncia constante de aque-
darse de verdad, para ser un auténtico extraño, exiliado o anticristo, lla sociedad enferma que se engañaba a sí misma y que Nietzsche
era necesario ser un cruzado de la salud, ofrecer salud al mundo, tenía la impresión de que le estaba asfixiando y envenenando. La civi-

13. - PORTBR
194 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA DE TONTOS A EXTRAÑOS 195"

lización estaba agotada, debilitada; la juventud se había vuelto pálida ducia de la separación a la insania. La insoportable soledad del ser
y delgada como un espectro, y había muerto. Faltos de vigor, sus era algo que él mismo había reconocido como una amenaza ya en su
contemporáneos se habían sumido en un letargo conformista, en una obra Humano, demasiado humano (1879): ·
parálisis pusilánime y en una mediocridad sin energía. La omnipre-
sencia de los doctores, de tanta medicación, venía a demostrarlo. La Lo que siempre necesité más que 11ada para mi propia curación
gente ya no podía sobrevivir sin irritadores físicos, estimulantes Y y autorrestauración fue el convencimiento de no estar tan solo,
narcóticos para el cerebro: drogas, alcohol, tabaco, religión. Disecado no ver tan solo . . . una sospecha encantadora de algún parentesco
y dividido, el hombre contemporáneo andaba siempre parloteando y semejanza en la mitada y el deseo, un momento de relajación en
conscientemente sobre él mismo, aislado de los manantiales instinti- la seguridad de la amistad ...
vos de vitalidad asegurada. Pensar había paralizado la acción; al
quedar las mentes y los cuerpos separados unos de otros, la sabiduría Nietzsche, por lo tanto, se sentía condenado a vivir un destino auto-
del cuerpo se perdió, y la sencillez sana se doblegó ante el ensimisma- punitivo consistente en ser «doctor y paciente en la misma persona».
miento enfermizo. Nietzsche nunca se cansaba de instar a sus contem- La dualidad implícita ante la lucha en pos de unidad creaba tensiones
poráneos a compararse con los griegos de la antigüedad. Los griegos profundas que se cobraron su trágico tributo.
eran ejemplares, espíritus libres, sanos, aptos de mente y de cuerpo. Si Nietzsche se volvió cada vez más grandilocuente, menos inhibi-
«Ellos sabían cómo vivir.» do, durante 1888, ¿quiere ello decir que sus últimos escritos, Cre-
El ideal griego, en el que la higiene mental iba unida a la gimna- púsculo de los idolos, El anticristo y Ecce homo, fueron manifesta-
sia del cuerpo, era la clase de salud que celebraba Nietzsche. Dudaba ciones -incluso manifiestos- de locura? El autobiográfico Ecce
que a la sociedad en general ya le fuera posible alcanzarlo. A pesar homo, que terminó cuando sólo faltaban unos días para su derrum-
de ello, es seguro que aspiraba a la salud para él mismo. Después de bamiento final, ¿fue el diario de un loco de Nietzsche? Desde luego,
todo, reconocía que sus propias enfermedades eran «holístícas»: «las la respuesta es que no. Con su retórica paradójica escandalosamente
personas como nosotros nunca sufren de modo simplemente físico ... cruda, su egoísmo que se burla (o, incluso, que destruye con un mar-
todo está profundamente entrelazado con crisis espirituales>~. Así tillo) de la falsa y desinteresada modestia de la autobiografía espiri-
pues, ¿por qué la salud holística no iba a ser posible también? tual clásica, manifiestan una ironía magistral que indica control
A decir verdad, tal vez su propia y lamentable mala salud era absoluto.
una señal de esperanza. En vista de que en estos tiempos crepuscula- Pero podemos plantear de forma más verosímil la cuestión de la
res la verdadera salud ya no era un don puramente intrínseco de los «insania» de los últimos escritos de Nietzsche: ¿se hace pasar por
dioses, cabía preguntarse si acaso no sería el trofeo con que se pre- loco, se pone, siempre actor supremo, la máscara de la locura (quizá
miaba el éxito en la lucha contra la enfermedad, con que se premiaba como Swift o Blake) para, a través de ella, expresar sus dolorosas
la autoconquista. Tal como argüía en el epílogo de Nietzsche contra verdades? La respuesta vuelve a ser negativa. Aunque Nietzsche ama-
Wagner, «en Jo que se refiere a mi propia enfermedad, ¿no estoy ba la «sencillez», sus obras no son cuentos narrados por idiotas.
infinitamente más endeudado con ella que con mi salud? Es a mi Tampoco son, desde luego, himnos a la razón pura. Nietzsche es
enfermedad a quien debo una salud superior ... ». Veía tal potenciali- el enemigo declarado del racionalismo falso y trivial. El idealismo
dad de salud encarnada en su papel de doctor prometeico, de «médi- y la ideología saltan en pedazos bajo su martillo y es en verdad el
co mayor» de su época, combatiendo su propia enfermedad al com- crepúsculo para todos los ídolos. Si bien Nietzsche aprecia la corrien-
batir la de la sociedad. La identificación con la salud, con la vida, te áddamente crítica de la filosofía francesa, detesta el racionalismo
con la energía le apartó de forma .creciente y confirmó su propio del Reich porque no es más que una especie de catarro mental, de
sentido mesiánico de sí mismo como el inmoralista moralista. Al mis- niebla espesa; y el prurito sistematizador de los estudiosos, de los
mo tiempo, es seguro que le empujó aún más por la senda que con- poseurs y penseurs es, él mismo, diagnosticado como un modo de
..
·:.,.;:

196 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA DE TONTOS A EXTRAÑOS 197

decadencia. Toda teorización que corroe lo. i?,stíntivo. es me?daz. Y locura- de Antonin Artaud repitió en muchos aspectos la tragedia
enferma. Pero Nietzsche denuncia con prec1Slon seme¡ante «tdeah~­ de Nietzsche medio siglo después. An1bos vivieron poseídos de un
mo» comparándolo con el criterio de la razón sana, por su propia genio ardiente, doloroso, que resultó ser literalmente la disolución
«irracionalidad fundamental». . . del yo aun siendo la creación de la verdad y del arte. En el caso de
Porque el idealismo es una defensa, una gran n::entlra, que, _si Artaud, esto halló expresión en el teatro y la pintura así como en las
bien tiene pretensiones de autoconocimiento, cr~a solo autoengano formas de manifestarse que compartía con Nietzsche: la poesía y la
cobarde. Y emanciparse de estos ídolos es el cammo que lle~a, no a profecía.
alauna insania divina, sino a la razón misma. Como a_:guye Nietzsche Ambos odiaban apasionadamente la civilización de masas formada
e; Ecce hamo, la mezquindad de las mentes peq~eno burguesas le por don nadies que les amenazaban y que jamás les comprenderían.
daba asco. «Sólo la enfermedad me llevaba a la razon.» . Para Nietzsche, esa sociedad estaba hinchada, esclerótica, y enferma
Dicho de otro modo, Nietzsche no pretende que la locura dewbe de muerte. Para Artaud, que vivía en un siglo de guerra mundial, no
a la razón. Porque del mismo modo que nos ordena que nos. ~sfor- era principalmente enferma, sino destructiva; y a su vez necesitaba
' allá del bien y del mal también, en su encarnac10n de ser destruida. Artaud tronaba incesantemente contra todo lo que era
cemos mas ' . , . b t d la
Zaratustra, señala más allá de la antítesis ester11, a .strac a, .e convencional y tradicional, negador de la vida y muerto. Como los
razón y la locura. La razón, interpretada como el cogtto cartesiano, dadaístas y los surrealistas con quienes se relacionaba, Artaud, siguien~
deja de ser la piedra de toque esencial de lo cuerdo. ~a verdadera do a Nietzsche, se desterró a sí mismo de la sociedad en un movi-
cordura reside en lo que confiera la floración de la vtda -poder, miento doble consistente en ser rechazado y rechazar, ser expulsado
vitalidad, salud-, lo que nutra al yo y a la grande~a del al~a. Ins- y autoexpulsarse. Sería un extraño, un rebelde. Como Anais Nin
piración, éxtasis y afirmación son todos, amor fat: 1~ consigna. ~~ comentó sobre él en 193.3, «queda una revolución, quería una catás-
enamoramiento de la mera razón con el Ser es sustttutdo por la bus- trofe, un desastre que pusiera fin a su vida intolerable».
queda del Devenir por parte de la vida. . . . Repudiando los cauces convencionales para expresarse ante el
Nietzsche persigue un holismo esencialmente gne~o. A dtfe.ren- público, tanto Nietzsche como Artaud siguieron la vocaCión del ton-
cia de Cruden y de Freud, que afirman ser nuevos AleJan?ros, Nte~z­ to: llevaban máscaras, crearon yoes alternativos. Nietzsche se con-
:J
sche nos dice que es un «Contra-Alejandro» qu~ restaurara. helems- virtió en Zaratustra y en el maestro consumado de la ironía. Artaud
mo rehaciendo el nudo aordiano. En su filosofra no hay sttlo para el '_) se convirtió literalmente en alguien que llevaba máscara como actor
dualismo cartesiano que"' postulaba una ontología . in~ep:ndiente del y director de teatro, aspirando, de un modo que el analista de El Jtaci-
pensamiento. No hay, pues, sentido para la «pslqutatr.la», excep:o miento de la tragedia hubiese apreciado, a utilizar el drama para des-
como otro estigma de decadencia. Además, en su mora,h~ad poscns- nudar los convencionalismos teatrales de la vida y el arte burgueses.
tiana, no hay, por supuesto, ningún alma .separa~a. ~o umco que. hay Ambos hombres eran, pues, encarnaciones triunfantes de la paradoja.
es lo que está vivo, y la vida es una urudad. St Nietzsche el dt~m­ Para Nietzsche, empero, la locura mism;:t no tenía ningún papel
síaco participa así del fuego y del frenesí, eso no es locura, preclsa- que interpretar en esta representación del «por qué soy destino». En
mente porque exptesa energía organizada en lugar del yo .~n guerra. Artaud se daba lo contrario. Desde muy al principio de su carrera, la
Nietzsche empieza Ecce hamo preguntándose: «¿quten soy?». locura y una diferencia cultivada fueron dobles una de otra. La locu-
Concluye dirigiéndose triunfalmente al «crucificado» decadente: «¿he ra era la única prueba de identidad, de integridad, para el verdadero
sido comprendido?». ·.• ser humano, el verdadero artista, obligado a morar en una sociedad
de maldad sin par. ¿Quién es el auténtico loco?, pregunta en su estu-
Para Nietzsche, la locura presenta una especie de der~o;~, los dio de Van Gogh (el hombre, como dice Artaud, «suicidado por la
resentidos tomándose la venganza, envidiosos de su condrcton de sociedad»):
paladín de la salud en un mundo enfermo. La vida -y, de hecho, la
198 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
DE TONTOS A EXTRAÑOS

< Es un hombre que ha preferido volverse loco· en el sentido acep·


tado socialmente a renunciar a cierto ideal más elevado de honor el l1ombre moderno había perdido por culpa de los perifollos y las
199

humano. ~efensas de}~ civilización. El movimiento, la mímica, los gestos, el


Así es como la sociedad ha organizado el estrangulamiento en ritual, la mus1ca, la luz y el sonido: todo esto, más que las prosa~
asilos de locos de todos aquellos de quien quiere librarse o prote- d~ los autores, era expresión pura. Al igual que en el caso de
gerse, porque han rehusado ser cómplic~s, en ciertos actos su~rema· Nietzsche, los actores tenían que ser en vez de pensar 0 declamar
mente sucios. Porque un loco es tambten un hombre a quten la Estas convicciones se transformaron en Ja visión que daba energí~
sociedad no quiere escuchar. De modo que quiere impedir que diga al embrionario «teatro de la crueldad» que Artaud lanzaría en 1927
.> verdades intolerables. en. su propio y malogrado Théatre Alfred Jarry. De un modo muy
«~tetzscheanO>;, la crueldad de Artaud pretendía ser una fuerza lim-
Artaud siguió la vocación romántica de vivir la vida como obra de ptadora Y purtficadora que arrancase la racionalización y el artificio
arte. Mas el arte verdadero era locura. La locura, por lo tanto, era Y restableciese la comunicación entre el género humano y las fuerzas
un manto que se puso a partir de su juventud y del que nunca se vitales primordiales del yo y el cosmos.
despojó. Durante el decenio de 1930, Artaud continuó desarrollando su
Su salud -y en este caso tiene poco sentido tratar de separar teoría del teatro como acontecimiento originario. Le afectó profunda-
la «física» de la <<mental»- fue precaria desde la infancia. Nacido
m~nte la cont;~plación de una compañía balinesa que había logrado
en Marsella en 1896, de niño sufrió un serio ataque de meningitis untfi~ar dramattcamente el impulso interior y la expresión física, por
que muy posiblemente le dejó un legado de jaquecas durader.as .. Fue medto de la danza, la encantadón, la mímica y la magia. Artaud veía
un niño sensible, solitario, literario. La enfermedad y el retratmtento en el. t~atro el gran agente de la destrucción, la expurgación y e1
le hicieron pasar una temporada en un sanatorio hacia 1915; allí, renactmtento. Su Le Théátre et la peste (1933) ofrecía drama a modo
para combatir las jaquecas despiadadas, empezó a tomar opio a modo de azote: como una verdadera plaga, el teatro destruiría lo que no
de analgésico, empezando así un hábito que acarreó durante el res- e;a sano y renovaría el vigor de la vida. Él atormentaría a la burgue-
to de su vida. Su breve paso por el ejército terminó con el licencia- Sia con el teatro.
miento por razones médicas y el período comprendido entre 1916 . «Sufro una espantosa enfermedad de la mente»: a partir del dece-
y 1920 lo pasó yendo de clín~ca en clínica, donde se. entreg~ba a n.Io de 1920, Artaud vivió _consumido por el dolor en un implacable
intensas y atormentadas reflex10nes que encontraron c1erta valvula Ciclo de enfermedades. «Mt espantoso destino -escribió en 1923-
de escape en un catolicismo más bien místico y en la poesía. me ha colocado durante mucho tiempo más allá de la razón humana
En 1920 su vida cambió al convertirse en paciente del doctor fuera de la vida.» Se veía a sí mismo como miembro del linaje d~
Eduard Toulouse, psiquiatra progresista de París, y vivir con el doc-
Poe Y, De N:rval, Rimbaud y Lautréamont, un poeta maldito cuya
tor y la esposa de éste. Toulouse era hombre de inclinaciones poéti· v~z soi_o pod~a ex~resarse pagando el precio de un sufrimiento y un
cas y literarias y a través de él Artaud pasó a formar parte de la ahsla;mento mdectbles. Era una reencarnación del «ll est un autre»
vanguardia literaria, consiguió que se publicaran sus primeros poe- d; Rtmbau~. E_n su poesía llegó a aceptar este demonio experimen-
mas y obtuvo sus primeros papeles de actor. Abrazó con entusiasmo t~nd~se a s1 mtsmo como un vacío de pesadilla, aterrador. Su con-
y amplió a lo largo de los años la filosofía del teatro formulada por
cte?cta era la nada angustiada, pero del vacío nacería la creación. El
Charles Dullin en su théátre de l'atelier. Desechando el concepto arttsta abrazaba la anarquía, era el creador increado (empezó a fan-
tradicional del teatro como «obras», simple entretenimiento, depen- tasear que no había tenido padres); sus atroces sufrimientos eran
diente del recurso literario de las palabras y de la «ilusión» de «rea- los dolores de nacimiento del arte.
lismo», Artaud llegó a verlo como representación de la existe.ncia En 1a esfera pública se reconcilió con este abismo de dolor enlo-
espontánea, de la improvisación. Los actores poseían una capactdad quecedor y su guerra civil de sentimientos abrazando primero el
singular de recuperar las grandes fuerzas subterráneas d\:! la vida que dadaísmo y luego el surreali:s1Jlo. Ambos enarbol;1b¡¡p ~1 estan~;lrtc;
200 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA DE TONTOS A EXTRAÑOS 201
ensangrentado del escándalo, la revuelta y el rechazo. La repudiación za y su comportamiento se hizo más agitado. Buscó asilo en un mo-
por el dadaísmo de la lógica cartesiana, de la jaula de sintaxis de nasterio jesuita. Los santos padres le entregaron a la polida. La
Gutenberg, estaba en armonía con la desconfianza que durante toda policía le puso en un barco para que volviera a Francia. A conse-
la vida sintió Artaud ante la mera palabrería y con su búsqueda de cuencia de algún incidente violento a bordo, al desembarcar le pusie-
expresión prístina y pura. La burla que el surrealismo hacía de la ron una camisa de fuerza y lo encerraron en tm asilo de locos en
irracionalidad del hamo rationalis hizo vibrar más cuerdas sensibles. diciembre de 1937. Le afeitaron la cabeza. Permaneció encetrado
Pero pronto empezó a encontrarse a disgusto con el meloso durante casi nueve años, convertido al fin en un alienado en sentido
seudosadanismo de los surrealistas, cuyo propio juguetear con el literal.
inconsciente resultó ser sólo otro ritual del racionalismo. Y, sobre En el asilo de Rodez, Artaud fue sosegándose poco a poco. Cam-
todo, no podía aceptar los lazos cada vez más es~rechos que André bió de persona, abandonando el patronímico Artaud y adoptando el
Breton y otros intentaban formar entre el surrealismo y el comunis- apellido de soltera de su madre, Nalpas. Recobró su cristianismo
mo. Al igual que en el caso de Nietzsche, también Artaud opinaba fervoroso y, alentado por el supervisor, el doctor Fetdíere hombre
que el artista tenía que estar por encima de la política, fuera de la de aficiones literarias, empezó una vez más a escribir poesía.' Ferdíer~
sociedad: más allá. Todo lo demás no era sino traicionar el arte. La estaba cada vez más convencido de que la musa de Artaud necesitaba
poesía se remontaba más allá de la propaganda. el estímulo psiquiátrico de una dosis de tratamiento con insulina y
Pero Nietzsche tenía sus griegos. Y Artaud, por su parte, buscaba de terapia de electrochoque. Pero después de someterse a ambas
análogos vivos de las pasiones abrasadoras que inflamaban su mente. co~as en 1944, Artaud se consideraba a sí mismo nada más que una
Su peregrinación interior adquirió forma geográfica. Emprendió la ruma. Había perdido la memoria, tenfa los sentimientos adormecidos.
búsqueda de iluminación entre los primitivos. En 19.36 se fue a Méxi- Estaba muerto. En 1946 salió del asilo y fue a instalarse en la clínica
co y viajó al interior del país pata comulgar con los indios tarahuma- del doctor Delmas en Ivry, París. .
ra. Entre ellos, creyó haber encontrado lo que andaba buscando La suya era ahora la locura de la rabia. En sus últimos años el
(«fuerzas en ebullición que mantienen la presión de la sangre»): un dolor se transformó en una ferocidad de una intensidad sin prece-
pueblo en comunicación con el sol y los cielos y el suelo, en armonía, dentes. Artaud rompió con el cristianismo (repudiando al «horrible
no sólo con los elementos, sino con sus propios sentimientos internos. y pequeño hechicero de Judea») e hizo una guerra total, «nietzschea-
Un arte de encantación. Para Attaud, al igual que pata D. H. Law- na», contra la sociedad crucificadora. Hacía ya mucho tiempo que
rence, eran una cultura orgánica enraizada en los órganos, y no en ~e sentía acosad? y perseguido por fuerzas amorfas del más allá que
menor medida un pueblo cuya mitología misma cuadraba con sus el llamaba «magra negra» o «hechicería». Ahora se sentía más poseído
propias convicciones. Porque la religión tarahumara era esencialmente que nunca. La terapia de electrochoque era meramente la manifes~
andrógina. En ella, lo masculino y lo femenino, la mente y el cuerpo, tación más física de la opresión de sus perseguidores. Después del
el espíritu y la carne: todo estaba unido. No parecían sufrir ni pizca tratamiento, Attaud dijo:
'f.
la guerra occidental entre el alma y el cuerpo, la guerra que hacía
que Artaud se atormentase tanto en relación con sus propios impul-
t La mente, el cerebro, la conciencia y también, sobre todo, ~1
sos sexuales. · cuerpo de ,Antonin Attaud están paralizados, contenidos, agarrota-
dos por metodos entre los cuales el electrochoque es una aplicación
Sintiéndose restablecido, Artaud volvió a Europa y trató de casar-
mecánica y el ácido prúsico o el cianuro potásico o Ia insulina una
se con la hija de un hombre de negocios belga. El compromiso se transposición botánica o fisiológica. '
rompió en medio de un escándalo, sin embargo, porque Artaud no
quiso despojarse de su negativa a ajustarse. Necesitando una vez más ~a psiquiatría er.a persecución pura, una solución final para los
restablecer su contacto con lo verdaderamente primitivo, se fue a msanos: «Los astlos de locos son consciente y premeditadamente
!d;md¡1. Todos los dí?s oí¡¡ la voz ele Cristo bo!Tibarge~nQole I¡¡ cah~- receptáculos de magia negra», · ·
202 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA

Su última palabra sobre el arte y la locura la dijo en su libro


sobre Van Gogh, que fue publicado al año siguiente. En él, aquel
artista loco aparece, no como un «degenerado», como a t'?enudo le
habían llamado los psiquiatras, sino como el verdadero heroe de la
humanidad un hombre iluminado, bendecido o maldecido con una
«lucidez s~perior» que le permitía «ver más lejos, infinita Y más
peligrosamente más lejos de la realidad inmediata y aparente de los
hechos». Van Gogh había sido perseguido hasta la muerte por su
psiquiatra, el doctor Gachet, pues era demasiado peligroso para per- 8. DANIEL SCHREBER: LA LOCURA,
mitirle vivir. La sociedad le empujó al suicidio. En virtud de una EL SEXO Y LA FAMILIA
bonita ironía, Van Gogh suicidé de la société fue galardonado con
el Prix Sainte-Beuve poco antes de morir Artaud en 1948.
Para Artaud el resto era tontería. Sus últimos poemas (Le retour En octubre de 1893, el juez presidente del tribunal de apelacio-
d' Artaud, le mdmo) se liberaron en lo que los psiquiatras hubieran nes de casación de Dresde, Daniel Schreber, sufrió algún tipo de
crisis nerviosa. No fue la primera vez, ya que babia experimentado
llamado «glosolalia»: algo parecido hada poco más de diez años. Schreber acudió al médico
o dedi que le había tratado la vez anterior, el doctor Paul Emil Flechsig,
a dada orzoura que dirigía la clinica psiquiátrica de la Universidad de Leipzig.
o dou zoura No fue extraño que eligiese a Flechsig. Al igual que Schreber,
a dad skizi Flechsig era miembro eminente y muy respetado de la alta burguesía
profesional de Sajonia. El juez Schreber y su esposa, Paullne, le esta-
o kaya
o kaya pontoura .' i,
ban agradecidos por la recuperación de aquél cuando el anterior acce-
o ponoura so de depresión hipocondríaca; de- hecho, Frau Schreber «adoraba»
a pena tanto a Flechsig, que tenía una foto suya en su escritorio. Sin embar-
poni go, lo que es crucial, según la reconstrucción del caso que Sigmund
Freud hizo dieciocho años después, es que los deseos inconscientes
¿Le comprendieron? de Schreber I~ habían hecho caer enfermo en 189.3 con el fin espe-
cífico de ponerse en manos de Flechsig: porque, creía Freud, Schre-
ber albergaba profundos deseos sexuales en relación con el neuro-
anatomista.
¿Qué hubiera ocurrido en 189.3 si, en vez de ingresar en la clfnica
psiquiátrica de Leipzig, Schreber hubiese tomado el primer tren para
Viena c~n el fin de consultar con Freud? Era ésta, desde luego, una
eventualtdad poco probable. Aunque rozaba ya los cuarenta, Freud
apenas se había labrado un nombre en aquel tiempo. Su primera
publicación importante, los Estudios sobre la histeria, escritos con-
juntamente con Josef Breuer, acaban de salir. ¿Quién podía saber en
1893 que, de hecho, Freud psicoanalizaría a Schreber -no en el
diván, sino t:!n la página impres¡¡- ~1 Cflho de dieciocho !lños, <:n
·~ _,-

204 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA DANIEL SCHREBER 205

1911, cuando, en realidad, Schreber se estaba muriendo en el asilo habría afirmado que Freud le perseguía. ¿Cómo hubiera respondido
Sonnenstein? el Fteud de 1893? En aquella etapa, huelga decido, Freud no tenía
Siguiendo con esta fantasía, es muy difícil decir si, de haber llega- ninguna idea de que existía la transferencia, y mucho menos la con-
do Schreber al 19 de la Berggasse, a Freud le habría parecido facti- tratransfetencia. Es seguro, con todo, que se había mostrado muy
ble analizarle. Por regla general, Freud creía que el proceso de aso- sensibilizado ante las ambigüedades de tal deseo, puesto que para
ciación libre que constituía la «cura verbal» era viable en los casos entonces se estaba relacionando íntimamente con su colega el doctor
de neurosis, pero que los casos psicóticos estaban demasiado encerra- Wilhelm Fliess, y esa relación le hizo afrontar cara a cara sus propias
dos en sus propios mundos de delusión para establecer contacto inte- tendencias homosexuales. Que la carga homoerótica fluyera, de alguna
lectual y emocional. Desde luego, retrospectivamente Freud no alber- forma refractada, de Schreder a Freud y viceversa hubiese dependido,
gaba la menor duda de que la dolencia de Schreber era lo bastante como es natural, de que el diagnóstico posterior que Freud hizo de
seria como para ponerle la etiqueta de «psicosis». En el estudio que Schreber siguiese las líneas apropiadas.
publicó, Freud decía que Schreber era un «caso de paranoia» (demett- La mitología popular dice que fue Freud quien, después de un "
tia paranoides ), mientras que otros que trataron al enfermo opinaron siglo de gazmoñería «Victoriana», hizo posible que las personas habla-
que éste sufría demencia precoz (dementia praecox) o, utilizando el sen del sexo con franqueza y viesen las conexiones entre los proble-
nuevo lenguaje a la sazón en boga, que era un «esquizofrénico». mas sexuales y los trastornos neuróticos de índole más amplía. Sin
Freud arguyó de modo muy explícito que los sistemas de defensa de embargo, no fue así, al menos en sentido superficial. Basta un vistazo
los paranoicos eran típicamente tan herméticos, que el análisis resul- a las memorias del propio Schreber para encontrar una indicación
taba infructuoso. De este punto de vista se ha hecho eco un estudio sorprendente de la clase de fantasías y perversiones sexuales que
reciente del caso Schreber efectuado por el doctor Austin McCawley, podían comentarse francamente en letra impresa, en la Alemania del
quien, reflexionando cómo podría haber tratado él a Schreber, afirma káiser Guillermo. La homosexualidad -su identüicacíón, dasüicación
que si el juez hubiera empezado a hablarle de sus delusiones, él, el y etiología- era explorada detenidamente en las psicopatologías
doctor, se hubiese puesto a «mirar por la ventana y pensar en la sexuales de Richard Krafft-Ebing, Havelock Ellis y otros autores
manera de cambiar de tema». McCawley hubiera aplicado, a modo prominentes que a finales de siglo hicieron su apottación a la medi-
de tratamiento, una buena dosis de terapia de electrochoque. cina clínica y a la teoría sociocultural. Era muy común culpar a las
Cabe, pues, que Freud no hubiera llegado a ninguna parte (y, anormalidades sexuales de ser la raíz de trastornos psicológicos mu-
como veremos más adelante, que Schreber, pot su parte, se hubiese cho antes de Freud: una prueba de ello es que, a partir del decenio
cansado de tumbarse en el diván). Peto, suponiendo qqe la alquimia de 1870, Charcot y sus colegas parisienses consideraron que el siste·
clínica hubiera sido correcta, el Freud de 1911 se sentía bastante ma reproductor de la mujer y sus proyecciones en la mente femenina
seguro de lo que hubiese ocurrido: una transferencia feroz y hostil eran la raíz de la histÓtia. Dicho de otro modo, más que poner fin
de Schreber al analista, excitada por los anhelos homosexuales que '' · a una conspiración de silencio en torno a la sexualidad, lo que hizo
el doctor Flechsig despertaba en él, anhelos que a su vez eran subli- Freud fue efectuar una aportación muy especial a un debate que ya
maciones de sus sentimientos libidinosos para con su hem11ino y su estaba muy generalizado y que giraba en torno al papel exacto que
padre (ambos fallecidos ya). la sexualidad desempeñaba en los trastornos mentales y emociona-
Porque Freud veía en Schreber un locus classicus de una conexión les. Lo que distinguía a Freud era la afirmación de que las neurosis
sorprendente que él, Freud, afirmaba haber descubierto: Schreber eta adultas eran típicamente el legado de conflictos sexuales en la infan-
un paranoide y la causa fundamental, la raíz, de la paranoia era la cia (el síndrome edípico ), lo cual daba por resultado que el deseo
homosexualidad. Dado que en el caso de Schreber estos anhelos eró- sexual reprimido se ocultara debajo de la alfombra del inconsciente.
ticos se hallaban reprimidos de modo absoluto, Freud los habría En vista de este ambiente general, no debería sorprender a nadie ">
cncorlt!:?.do -¡ll menos inicialmente- en forma invertida: Schreber que las memorias del juez Schreber, armonizando con el Zeitgeist,

·'

206 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA DANIEL SCHREBER 207
se preocupasen tanto por su propia identidad sexual; o, a decir que había sufrido una derrota aplastante en las elecciones y que la
verdad, que se mostrara tan franco al hablar de ellas. Una vez más, prensa se había burlado de él: experiencias que, es de suponer, resul-
como hemos visto tan a menudo en el presente libro, la mente del taron muy hirientes.) El trastorno se había presentado en «ciertas
paciente y la del psiquiatra hablan el mismo lenguaje, aunque con ideas hipocondríacas» y había conducido al deseo de morir y a dos
frecuencia no se comprendan. De hecho, el paciente y el médico se intentos de suicidio, pero sin que lo acompañara ningún sistema de
disuelven en una sola persona, por cuanto Schreber publicó sus delusión más amplio. Schreber pasó casi seis meses en la clínica de
memorias con la esperanza expresa de que fueran acogidas como su Flechsig, donde se recuperó.
aportación a la ciencia de los estados mentales anormales. Hay tal El decenio siguiente resultó ser un período afortunado en la vida
vez un toque característico de grandiosidad en la imagen que Schreber de Schreber y su esposa, «rico ... en honores externos» aunque estro-
tenía de sí mismo como conejillo de Indias y al mismo tiempo expe- peado por el hecho de que continuaron sin tener hijos (Frau Schreber
rimentador, pero también contribuye a recordarnos que precisamente sufrió seis abortos no provocados). En junio de 1'89.3, Schreber fue
en aquellos momentos también Freud sufría una psiconeurosis y nombrado Senatsprasident, esto es, juez presidente del tribunal de
estaba realizando el correspondiente «análisis». Después de Schreber, apelaciones de Dresde. El ascenso fue toda una breva, en particular
ha sido frecuente que los locos creyeran haber contribuido a los tratándose de alguien tan relativamente joven. Quizá fue también de
progresos de la psiquiatría. mal agüero, ya que el hermano mayor de Schreber, Gustav Daniel,
Tanto el autoanálisis de Freud como las memorias de Schreber se había suicidado dieciséis años antes, en 1877 al recibir el nom-
llegarían a ser, cada una a su manera, documentos fundamentales bramiento para desempeñar un cargo que entrañaba responsabilidades
de una nueva psiquiatría. Al publicarse, las memorias fueron bien reci- comparables. Cabe suponer que el recuerdo pesarfa sobre la mente de
bidas por los psiquiatras porque, según ellos, ofrecían nuevas y valio- Schreber.
sísimas percepciones internas de los estados de esquizofrenia (debió En octubre de aquel mismo año ya empezaba a dar muestras de
de ser un alivio tener por fin una crónica escr¡ta por un enfermo gran nerviosismo y a tener pesadillas relacionadas con su anterior
que no se limitase a denunciar los males de los asilos). El mismo ataque. Más adelante recordaría otro sueño extraño. Contenfa «la
Freud usó las citadas memorias para ejemplificar su propia interpre- ide~ de que realmente debia de ser bastante placentero ser una
tación de la paranoia y, desde entonces, viene celebrándose un ani- muJer y someterse al coito. La idea resultaba tan ajena a toda mi
mado debate sobre cómo hay que situar las experiencias de Schreber naturaleza, que puedo decir que la habría rechazado con indignación
dentro de la comprensión psiquiátrica de la manía persecutoria. de haberme encontrado completamente despierto». La salud de Schre-
Casi todo el mundo está de acuerdo en que Schreber ha pasado a< ber d~ca~ó rápi~amente cuando empezó a desempeñar el nuevo cargo.
ser el paciente más famoso de la historia de la psiquiatría, precisa- Pad~c1a msommo agudo y al final intentó suicidarse. A principios de
mente porque sus preocupaciones engranan tan bien con el lenguaje y noviembre volvía a estar en la clínica de Flechsig una vez más.
los supuestos de la nueva disciplina. Es notable que la psiquiatría del Allí languideció durante tres meses, deprimido, sin poder dormir
siglo xx haya recurrido tan poco a los escritos publicados de la ma- Y preocupado por pensamientos malsanos sobre la muerte. Si conser-
yoría de los locos de siglos anteriores, pero que siempre se haya vó un equilibrio razonable, fue quizá gracias a las visitas diarias de
sentido tan a gusto al hablar de Schreber: o al menos, como se ha su es~osa. Sin embargo, en febrero de 1894 la esposa se tomó unas
señalado, de los elementos de Schreber que nos transmitió el canon vacac10nes breves y ello precipitó una crisis. No se sabe qué sucedió
"~
freudiano. exactamente, salvo que una noche Schreber experimentó «un número
Entonces, ¿cómo entendía Schreber mismo su dolencia? Creía totalmente insólito de poluciones (tal vez media docena)». Al regre-
que su primer ataque, el de 1884, cuando contaba cuarenta y dos sar su esposa, Schreber sentía demasiada vergüenza de su estado
años, se había debido a un «sobreesfuerzo mental» provocado por su para verla. Empezó entonces un largo período de aislamiento pro·
candidatura al Reichstag. (En sus memorias Schreber no mencionaba fundo.
208 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
DANIEL SCHREBER

Fue ahora, por primera vez, que Schreber empezó a ser atacado como el Mattfredo de Byron. Schreber nunca aclara con precisión lo
por lo sobtenatural. Veía el hombre como una criatura dualística, que significaba para él. Peto, hablando en líneas generales, era una
compuesta de cuerpo y alma, esta última contenida enteramente en
especie de,~miiPiiismo; entrañaba la s~~g~<;~~D.::4~HWI1~Y la posesión
los nervios. Dios se componía totall;nente de nervios y la comunica· del espíritu de otra persona con el objeto de prolongar y promover
ción entre Dios y los seres humanos era posible por medio de rayos la propia existencia. Schreber propone una explicación bastante oscu-
nerviosos que emitía Dios. Los nervios eran sendas de poder y, natu- ra de cómo, a lo largo de las generaciones, la familia Flechsig llevaba
ralmente, quienquiera que pudiese controlar, concentrar o diseminar tiempo tramando un asesinato del alma contra los Schreber, sobre
los impulsos nerviosos gozaba de ascendiente. En esta categoría entra- todo para provocar la extinción de su linaje. El mismo Schreber era
ban doctores de los nervios tales como Flechsig. Schreber creía sufrir el último varón superviviente de la familia y para entonces ya era
una enfermedad nerviosa. No es de extrañar, por lo tanto, que se probable que no llegase a tener hijos nunca.
considerase particularmente expuesto al control de Flechsig. (Hay un En junio de 1894, por razones que no están claras, sacaron a
paralelo obvio en las ideas de influencia mesmérica de James Tilley Schreber de la clínica de Flechsig. Pronto fue trasladado al asilo Son-
Matthews.) nestein, que estaba bajo la diteccíón médica del doctor Weber. Perma-
Schreber comenzó a sospechar que Flechsig albergaba «designios necería allí durante cerca de nueve años. De modo muy gradual fue
secretos contra él» que ponía en práctica mediante <<influencias sobre disminuyendo la sensación de ser amenazado por los designios de
mi sistema nervioso emanando de tu sistema nervioso». Entre otras Flechsig. Escribió que el alma de Flechsíg había «perdido progresi-
cosas, creía que el doctor quizás estaría valiéndose de su control de vamente su inteligencia, de modo que ahora apenas queda un vestigio
los rayos divinos para ejecutar «experi1llentos científicos» con ~1, de conciencia de su propia identidad». En sustitución de Flechsig, su
posiblemente leer su pensamiento o algo así. Oía la voz de Flechstg principal atacante pasa a ser Dios (en un momento dado, Schreber
cuando éste no se encontraba presente. Peor aún: concibió la abomi- llega a referirse a «Dios Flechsig» ). Schreber se presenta como prin-
nable idea de que Flechsig estaba tomando medidas para «castrarle». cipal campo de batalla de una guerra celeste, una guerra que se libra
Esto significaba que su «alma» sería entregada a Flechsig y que tam- en torno al destino de su propia persona. De esta manera, su propia
bién su cuerpo («transformado en un cuerpo de mujer») sería «dejado dolencia nerviosa sobrecargada se transformó en una amenaza para
a [Flechsig] para que abusara sexualmente de él y sencillamente la estabilidad del macrocosmo.
"abandonado" para que se pudriese». De algún modo Flechsig había Porque en ciertos sentidos Dios continuaba el plan de Flechsig,
persuadido a Dios a que secundara su complot. el de «castrarle», con la intención de permitir que su «cuerpo fuese
Es obvio que al recurrir a la estrategia de escribir sus memorias, prostituido como el de una ramera». Como parte de esa transforma-
Schreber albergaba sentimientos muy ambivalentes sobre imputarle ción, Schreber sintió gradualmente -al principio con gran indigna-
designios perversos a Flechsig: al fin y al cabo, escribió las memorias ción- que su· cuerpo mismo iba haciéndose más femenino, cada vez
en prenda de su propia cordura y hubiera sido indecoroso formular más lleno de «nervios de voluptuosidad» (nervios femeninos}. Con
acusaciones descabelladas y echarle la culpa al doctor. Ciertamente, todo, paradójicamente, esa transformación hacía que su cuerpo resul-
la crónica de Schreber resulta bastante confusa _en lo que se refiere tase sumamente, incluso peligrosamente, atractivo para sus opresores,
a si pensaba que Flechsig (y, para el caso, Dios) deseaba destruirle o para los rayos de Dios. Dios deseaba y temía al mismo tiempo la
si, por el contrario, intentaba una cura (Schreber insinúa un trata- feminización de Schreber, o, pudiéramos decir, el propio Schreber se
miento hipnoterapéutico, utilizando «rayos», a cargo del supervisor). sentía oprimido simultáneamente por el odio y el amor de otro.
No obstante, el juez se convenció de que Flec~si& le tenía reser- Con el objeto de poner fin a la «voluptuosidad del alma» femeni-
vada una suerte de lo más horrible: gt,;:"ás~inaw~.<a~t:ilinl. Esta clase na de Schreber, que resultaba peligrosamente atractiva, Dios empezó
de asesinato era una idea conocida del folclore y que gozaba de amplia a «dirigir milagros contra mi persona», milagros punitivos. Consistie-
aceptación cultural en la época del romanticismo en obras tales ron en una serie de actos de invasión («injerencias») que atormenta-
14.-PORTER
.... _ ,'

210 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA DANIEL SCHREBER 211


ban a Schreber, privándole de paz e impidiéndole dormir. Como en cuales hablaban de catástrofes cosmológicas y geológicas que extin-
el caso de James Tilley Matthews, llovían sobre él maldiciones cor- guían periódicamente la vida en el planeta. De vez en cuando, la vida
porales atrozmente dolorosas, tales como «la llamada purificación del era suprimida para preparar una nueva siembra de la tierra. Schreber
abdomen», «la compresión del milagro del pecho», la «maldita crea- se convenció a sí mismo de que é! seria el instrumento para seme-
ción de un sentimiento falso», el «milagro del cóccix>> y así sucesi- jante renovación del género humano, que se efectuaría por medio de
vamente. A sus oídos, interiores o exteriores, ni por un momento se la fecundación divina, de un nuevo nacimiento virginal.
les permitía estar libres de un <<insensato parloteo de voces», le estru- En esta situación, Schreber empezó a tener un sentido más claro
jaban el cerebro, su mente era objeto de lecturas y reproches cons- ele su misión divina. A su modo de ver, ahora tenía la divina obliga- .
tantes, los pensamientos se repetían con un eco siniestro y no cesa?an cíón de someterse pacientemente a su destino. Anteriormente había
las voces de instrucción, que le daban órdenes tales como «No plen- rechazado con violencia su femenizadón, combatiendo físicamente
ses en ciertas partes de tu cuerpo», o «Un trabajo empezado debe contra los <~servidores brutales» en un intento de demostrarse a sí
terminarse». Otras voces no dejaban de decirle que corrigiese su mismo, y demostrarles a ellos, su propia virilidad. Ahora, cada vez
postura. más, creía que por medio de la inmovilidad absoluta podría alcanzar
Además era atacado por unos «hombrecillos» que se colocaban
alrededor de' la cabeza, estorbándole e imponiéndole sus pensanuen- . un fin más noble, absorber y, por ende, vencer los rayos hostiles que
estaban creando una guerra en el cielo. De esta manera se prepar~ría
tos. En conjunto, nunca se le permitía ser «dueño de mi propia cabe- para salir transformado en mujer.
za», y al juez le parecía que esta tortura incesante era una «infracción Cierto es que, andando el tiempo, su anterior convicción de que
de la libertad del pensamiento humano o, más cortectamente, no el «mm1do había perecido» y de que él era el «último ser humano
pensar en nada». Así empezó una guerra prolongada entre poderes real que quedaba» se vio mermada. Figuras y formas que habfa toma-
de otro mundo y Schreber, en la cual éste se veía abominablemente do por simples fantasmas y sombras acabó aceptándolas como seme-
atractivo y vulnerable por ser sumamente deseable a los ojos de Dios, jantes auténticos. Aun así, su transformación en mujer continuó a
pero también· azotado por éste porque era una amenaza para la exis- buen ritmo, y al final quedó tan encantado con su nuevo género, que
tencia divina. se paseó por delante de un espejo luciendo una camiseta escotada,
Mientras tanto, Schreber seguía viéndose «Castrado». Tenía la cintas y joyas de fantasía: «He inscrito con entusiasmo el cultivo de
impresión de que su pene estaba desapareciendo y de que al mismo la feminidad en mi bandera».
tiempo le crecían los pechos. Durante mucho tiempo su ser mismo Mejoró la estabilidad mental de Schreber, que se deleitaba sin
como hombre combatió contra esta degradación, avergonzándose al vergüenza en su voluptuosidad femenina, a la que se creía con dere-
oír voces que le reprochaban con afirmaciones como «imagínate una cho «como pequeña compensación por los excesos de sufrimiento y
persona que era Senatsprasident y se dejaba f ... ». A pesar de todo, privación» que había padecido en el asilo durante muchos años. En
poco a poco empezó a aceptar su destino y a asociar la feminidad, con 1900 solicitó que le liberasen de la tutela judicial, por la que, debido
su «voluptuosidad del alma», con una misión mucho más elevada y a su insania, le habían quitado de las manos el gobierno jurídico de sus
más privilegiada. asuntos; Reconocía que continuaba sufriendo de los nervios, pero no
Porque Schreber estaba convencido de que era el único ser humano estaba msano, no era un enfermo mental. Arguyó que el hecho de
superviviente. Esta creencia nacía en parte de sus propias observacio- escribir y publicar sus memorias era prueba de que estaba en uso
nes empíricas directas. En su celda no había nadie más. Apenas veía de razón, pues no le cabía la menor duda de que serían «una impor-
a un alma; no recibía visitas; nadie era visible desde la ventana de tante fuente de información acerca de la estructura de un sistema
su celda. Pero estas experiencias personales tenían para él más sentido religioso totalmente nuevo».
dentro de la escatología cristiana del inminente fin 4el mundo y en ~1 docto: Weber ~e opuso a la solicitud de Schreber alegando que
el contexto de ideas científicas con las que estaba familiarizado, las seguta padeciendo ser1as delusiones paranoides sin que él se percatara
., '
212 I!ISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
DANIEL SCHREBER 213
en absoluto de ello. El tribunal falló a favor de Weber. Dos años afirmación de haber experimentado la intervención sobrenatural era
después, cuando Schreber ya había saliqo algunas veces bajo palabra invalidada automáticamente, eo ipso, como alucinaciones, entonces
y se había comportado bien, volvió a insistir en ser liberado. Esta el cristianismo mismo debía tratarse como una delusión. Si todas las
vez Weber no se opuso tanto ( aunqu~ sí dijo que el deseo de Schreber personas que creían estar en comunicación con seres transcendentales
de publicar sus escandalosas memorias probaba que t::adecía insan~a tenían que correr su propia suerte, entonces todo médium o espiri-
moral duradera) y la petición de Schreber fue atendida. No hab1a tista corria el peligro de que le pusieran la camisa de fuerza. Las doc-
transcurrido mucho tiempo cuando Scbreber salió de Sonnenstein,
trinas de los médicos eran un ejemplo claro del materialismo degene-
más o menos en el mismo momento en que se publicaron sus memo- rado que estaba socavando la religión verdadera y la cultura de la
rias. Se fue a vivir con su madre. Cuando en 1907 ésta murió y la civilización teutónica. Él no negaría que había sufrido -de hecho'
esposa del juez tuvo un ataque de apoplejía, fue necesario volvede
seguía sufriendo- a causa de un <<sistema nervioso excitado de una
a ingresar en Sonnenstein, donde murió en 1911, poco antes de que forma mórbida»; pero, ¿por qué no iba eso a ser un semillero favo-
apareciera el análisis del caso que hizo F~eu~. · , rable para recibir mensajes reales del más allá? En contraste con ello,
¿Cómo deben interpretarse las expenenc1as de Schreber? Segun muchas «personas con los nervios en buen estado son mentalmente
su propia opinión, había enfermado de los nervi?~ dos ¡eces . por ciegas».
culpa de un exceso de trabajo. En la segunda ocasJOn, la mtens1dad
Salta a la vista que ninguno de los médicos de Schreber le acep-
extraordinaria de sus sufrimientos fue resultado de un complot con- taba como visionario auténtico, ni creía que sus delusiones tuvieran
tra él que tramaron sus médicos y respaldaron los cielos. Había logra- sentido. No las interpretaban, sino que se limitaban a identificarlas
do superarlo aceptando su destino y su recién nacida feminidad. como síntomas de psicosis. Ni siquiera se sentían obligados a intentar
Schreber no acababa de estar seguro de por qué había ocurrido todo una etiología. Les bastaba que estuviera mentalmente enfermo. Fue,
aquello. En esencia, sin embargo, creía en un orden de justicia divi- pues, Freud quien en 1911 hizo el primer intento serio de explicar
na; todos los acontecimientos eran regulados por el Orden del Mun- los secretos ocultos de las delusiones de Schreber. A juicio de Freud,
do, una especie de racionalidad cósmica suprema a la que hasta el Schreber por supuesto, era paranoide. En particular, sus envolventes
mismo Dios se encontraba sometido. fantasías de persecución revelaban apremios homose.."\uales profunda-
Protestó diciendo que, desde luego, no pretendía que sus memo- mente reprimidos que ahora encontraban por fin expresión confusa.
rias fueran leídas como un ]'accuse (de hecho, afirmó, su capacidad En conjunto, la «causa desencadenante» de la psicosis de Schreber era
de elevarse por encima de las meras acusaciones vitriólicas era una de <<Una fantasía desiderativa femenina (homosexual y pasiva)», la cual
las señales de salud mental que el tribunal debía tener en cuenta). En constituía «la base de la enfermedad de Schrebet». Dicho de otra
conjunto, consideraba sus sufrimientos como estigmas del ~a:or divi- manera, lo que dio origen a la dolencia psicótica fue la resistencia a
no. Él era el instrumento de algún nuevo amanecer religtoso, un un deseo inaceptable.
agente de la redención del género humano. Si bien no acababa de En esencia, el estudio freudiano del caso intentaba poner al des-
comprender el significado de todas sus experiencias, «de u?a c?sa cubierto los deseos homosexuales censurados de Schreber. Estos
estoy seguro, a saber: de que me he acercado a ]a. v~rdad mfin~t,a­ deseos habían salido a la superficie y se habían visto liberados por el
mente más que los seres humanos que no han rec1b1do revelac10n contacto con Flechsig. Freud pretendía demostrar cómo la mente
divina>>. consciente de Schreber se había visto forzada a transformar estos
Ni que decir tiene, la opinión médica desechó el intento de deseos oscuros y escandalosos en sentimientos menos peligrosos, y
Schreber de dar sen tido a sus experiencias en términos de destino ello produjo su psicosis. Porque, naturalmente, el consciente de
religioso. El doctor Weber en particular rechazó francamente las Schreber no podía reconocer que deseaba a Flechsig. El precio de esta
visiones divinas de Schreber diciendo que eran simples delusiones, negación fue la psicosis.
fruto de la «esquizofrenia». Este rechazo indignó a Schreber. Si toda
Entonces, ¿cómo se protegía Schrebet -o, a decir verdad, cual-
214 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
1- DANIEL SCHREBER 215
quier persona paranoide- de sus deseos ilícitos? Para ocultar sus dinosa de todas las demás personas, y en su nuevo deleite en el
sentimientos reales, la proposición verdadera «le amo» tuvo que ser auto;rotísmo; El nar:_isismo («No amo a nadie») entrañaba megalo-
ttansformada, al principio en «le odio>>. Como dice Freud, en tales manxa, de aht los suenos de grandeza de Schreber con fantasías sobre
casos hay una «fórmula sencilla»: «la persona que ahora es odiada su papel único en el destino del cosmos. Valiéndose de ideas formu-
y temida porque persigue fue en otro momento amada y honrada». ladas conjuntamente con Wilhelm Fliess, Freud también sugirió que
Pero era también igualmente inaceptable que Schreber, hombre muy Schreber, que en el momento de su segunda enfermedad había alcan-
respetable, confesara sentir un odio inmotivado y malévolo a su cura- zado la edad mágica de cincuenta y w1 años se encontraba en medio
dor. Por ende, la franca formulación putativa de Schreber «le odio» d~l dimat:ri~ masculino (el ciclo femenin~ era gobernado por el
tuvo que ocultarse detrás de la forma más aceptable «él me odia». numero vemtrocho; el masculino, por el veintitrés; súmese el uno
De ahí sólo había que dar un paso para alcanzar otra fase raciona- al otro y el resultado es cincuenta y uno).
lizadora: «ÉL ME PERSIGUE». Allí residía el verdadero significado de La lectura que hace Freud del te.'\:to de Schreber es intrigante.
la idea de Schreber de que Flechsig pretend.ía emascularle. Los para- Por un I~do, apenas aborda muchas de las experiencias centrales
noicos habitan en un mundo de espejos en el que la formación de ~ue constttuyen, con mucho, el grueso de las memorias. Resulta pecu-
síntomas procede así por inversión,- proyección y negación. Irar que Freud tenga tan poco que decir acerca del cuento de conver-
Freud arguyó que los anhelos homosexuales inadmisibles que su tirse en mujer destinada a dar a luz una raza nueva. Como se ha
doctor en psiquiatría inspiraba a Schreber debían verse además señalado muy comúnmente, el punto de vista inalterablemente falo-
teniendo en cuenta la doctrina psicoanalítica de la transferencia. El c~ntrico d~l propio Freud concedía el lugar de honor a las explica-
objeto real del deseo de Schreber no era Flechsig, sino que eran sin Clones denvadas de la presencia o ausencia del pene como solución
duda su propio hermano mayor y su propio padre, ambos fallecidos d~ _las luchas edípicas de la niñez. Nunca consideró en serio la posi-
ya. Freud señala de paso que el padre de Schreber era, de hecho, un btlrdad de q~e la flecha de la envidia podía ir dirigida principalmente,
médico eminente y, por lo tanto, un objeto de aduladón muy com- no ~e. la muJer al ho~bre, sino que, en la otra dirección, podía ser la
prensible: «La figura del médico hizo que el paciente recordara a su envldta q~e en un c?r~o ~:spertaba el hecho de que Ja mujer pudieta
hermano o a su padre». Desde luego, Schreber no podía admitir <~el tener b~bes. La femrmzacron de Schreber sólo puede percibirla Freud
deseo que despertaban en él su padre y su hermano», no más de lo : · en térmmos negativos, como pérdida («emasculación»). No tiene nin-
que podía admitir el deseo sexual que sentía en el caso de Flechsig. gún marco teórico dentro del cual pudiese ver la mutación de Schre-
Una vez más, tuvo que encontrar una forma más aceptable de expre- '. ber como una consumación o un verdadero ensalzamiento.
sar deseos ilícitos. Como objeto de su amor y motor de su persecu- Esto puede expresarse de otro modo. Schreber habla de ser
ción, el padre de Schreber fue transformado en Dios y también en «cas.trado». Sin nin~~ titubeo, Freud ide11tifica su experiencia en ese
el sol. En la actitud de Schreber ante Dios ve Freud una reveladora sentt~o c?mo castracton -es decir, pura pérdida- e interpreta esa
postura edípica de «turbulenta insubordinación y sumisión reverente». expenenc.ta totalmente en términos del deseo putativo de Schreber
¿De qué manera estos deseos homosexuales inadmisibles habían de ser sodomizado por Flechsig y (por derivación) por su hermano y
llevado a Schreber hacia los delirios de grandeza que le impulsaban a su padre. De este modo, Freud transcribe axiomáticamente las fan-
creerse un salvadot? Freud explicaba detenidamente que los para- tasías femeninas de Schreber en deseos homosexuales diti<ridos a un
noicos como Schreber padecían una «fijación en la fase narcisista»; v_ar?n. Por supuesto, la teoría freudiana posee buenas raz;nes aprio-
«la longitud del paso que retrocede de la homosexualidad sublimada rtsttcas para afirmar que Schreber debió de sentir tales deseos homo-
al narcisismo es una medida de In cantidad de regresión característica sexua~es anteriores en relación con el hermano y el padre. Pero no
de los paranoicos». Dicho de otra forma, a medida que Schreber hay nmguna prueba independiente de que los deseos libidinales del
regresaba en su psicosis, a medida que se volvía más catatónico, su propi~ S~hreber tuvieran esa inclinación, excepto en la medida en
narcisismo infantil fijado se expresaba en la retirada de energía libi- que, stgmendo el sistema freudiano de traslación lingüfstica, sus nega-
216 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA DANIEL SCHREBER .......
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dones dejaran entrever la verdad. En todo caso, ¿por qué íbamos a nal. A Schreber le disgustaba muchísimo ser el último de su propia .
calificar automáticamente de «homosexual» la fantasía de Schreber estirpe. Debido a las actividades «asesinas del alma» que los Flechsig,
sobre transformarse en mujer? Schreber tiene sus propias razones llevaban a cabo, los Schreber parecían condenados a la extinción.·
perfectamente inteligibles para desear ser una mujer fértil -con el Tan;bién creía que. tal vez era el último ser humano superviviente.
fin de perpetuar la dinastía de los Schreber, ya que su esposa no Cre1a que pandemias devastadoras de peste y otras enfermedades
puede tener hijos- que no pueden descartarse sin más. estaban abatiéndose sobre la humanidad. Los poderes del sol iban·
La misma advertencia debe hacerse en el caso de la discusión por en descenso; la tierra parecía encontrarse en medio de un terrible
Freud del temor de castración de Schreber en relación con el «com- desastre ecológico.
plejo paterno». No tenemos la más leve prueba dir~cta de las actitu- Había, huelga decirlo, otras figuras de personas. Scbreber Ias
des de Schreber ante su padre durante la niñez, ni siquiera de sus llamaba «hombres improvisados fugazmente». En cierto sentido, lo
recuerdos de dichas actitudes. (Obviamente, el hecho de que el capí- eran realmente: seres fantasmales que entraban y salían como un
tulo 3 de sus memorias, que hablaba de su familia, fuese suprimido destello de la vida enclaustrada de Schreber -sirvientes avudantes
por no considerarlo apto para su publicación es sugerente, pero no , .
dactores-, que entraban y salían rápidamente de su consciente '
rom-
es decisivo en ningún sentido.) En estas circunstancias, los supuestos piendo apenas su aislamiento. Porque, como él recalcaba ~staba
temores de castración de Schreber en la infancia deben quedarse en «siempre solo». Desde luego, cabe decir que esto era senciÚamente
simples suposiciones, reforzadas únicamente dentro de las afirmacio- un síntoma de su fase catatónica como esquizofrénico. Pero lo que
nes universalistas de las teorías edípicas de Freud. Éste ofrece una sentía como un aislamiento aterrador y desconcertante lo arropó
exculpación característica por airear todas estas cosas de nuevo: Schreber en una historia según la cual él era el último superviviente ·
«Debo rechazar toda responsabilidad por la monotonía de las solu- y, por lo tanto, un instrumento divino.
ciones que proporciona el psicoanálisis». A estas fantasías de desastre podemos llamarlas «síntomas de
Lo que sí es directamente dem-ostrable, empero, aunque era un megalomanía». Pero, ¿es ese nombre muy iluminador? Sin duda es
hecho que Freud desconocía, es que Schreber temía muy explicita- mejor ver cómo en esencia Schreber estaba insertando su propia bio-
mente que Flechsig le castrase, pues las notas que escribió en el grafía en las angustias más hondas de la cultura de finales del si-
hospital hablan de dicho temor. Pero semejante temor no era para- glo XIX. Para muchos pensadores, moralistas y científicos reputados
noide, sino que más bien estaba fundamentado en la realidad. En ;, .: «fin de siglo» se parecía peligrosamente a «fin del mundo». La muer~
efecto el neuroanatomista Flechsig usaba la castración con fines tera- te del sol y el fin del tiempo constituían una de las angustias más
péutic~s en su clínica. Es difícil imaginar que Schreber, hombre insó- graves de las ciencias contemporáneas de la cosmología, la astrono-
litamente bien informado, no estuviese al corriente de ello. Resulta mía, la geología, etcétera. La paleontología mostraba los vestigios de
gratuito invocar hipotéticas e..'rperiendas infantiles reprimidas para muchos mundos anteriores, y los extinguidos superaban numérica-
explicar temores muy bien basados en amenazas inminentes. mente a los supervivientes en gran medida. La geología revelaba las
Sobre todo, es sin duda inadecuado considerar los pensamientos grande~ c:t~strofes q~e una y otra vez habían asolado el globo. La
sexuales de Schreber exclusivamente en términos de la castración. Por- termod1nam1ca predec1a una muerte térmica del universo. Todo esta-
que las memorias no hablan sólo de ser «emasculado». Hablan deci- ba agotado, era entrópico. Schreber tenía profundamente grabadas
didamente de ser feminizado. Una sección muy grande de ellas -que en el cerebro estas amenazas de desastre cósmico, puesto que en sus
ha sido descuidada casi por completo por Freud y todos los subsi- memorias, página tras página -páginas que todos quienes las inter-
guientes comentaristas psicoanalíticos- describe el placer creciente pretaron han pasado siempre en silencio-, deja constancia de su
que experímenta Schreber al transformarse en mujer. Esto . tenía ,; honda familíarización con el milenarismo científico de los científicos
mucho sentido tanto en términos cósmicos como en lo que respecta .:; del siglo XIX desde Cuvíer hasta los posdarvinianos.
a una crisis experimentada profundamente en su propia vida perso- ~~ Asimismo, a Schreber -como a muchos de sus contemporáneos-
..
218 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA. DANIEL SCHREBER 2l:J

la crisis cósmica le parecía reflejarse en la catástrofe cívica. Al igual y la generación. ¿Tiene sentido redudr todas estas preocupaciones a
que muchos doctores y psiquiatras de su tiempo, Schreber sen~ía angustias de castración provocadas inicialmente por el deseo que en
terror ante el espectro de la degeneración social, la muert: de la Cl~­ él inspiraba el padre?
dad el derrumbamiento de la civilización. La cultura clás1ca, la reh- Ninguna de las crónicas psicoanalítícas de las memotias de Schre-
giól~ protestante y la jerarquía social eran los bastiones de la civiliza- ber presta atención a estas ideas, esta revisión crítica de la ontogenia
ción para «el pueblo elegido de Dios»: los, teutones .. Pero en todas y la filogenia, que ocupan, como mínimo, una sexta parte del texto
partes Schreber (como antes su padre) la ve1a su~vert1da por sus ene- de Schreber. Desde luego, reconociendo que los psicoanalistas tienen
migos. Los católicos y los judíos eran los enem1gos de dentro; los sus propias preocupaciones favoritas, esto es perfectamente correcto.
pueblos eslavos representaban una amenaza bárbara desde más allá. Porque su tarea no consiste en ocuparse de la mente consciente de
Las masas estaban en marcha. Schreber, de sus «racionalizaciones», de su compromiso con el Zeit-
La vida misma se encontraba amenazada. ¿Cómo podía regene- geist. Se ocupan de lo que puede desenterrarse acerca de su incons-
rarse? Las memorias de Schreber están llenas de soluciones, de es- ciente y de cómo éste proporciona los materiales para una arqueología
peculaciones sobre la fuerza vital, sobre la fuente y la _natura~eza de de sus luchas edípicas, lo que a su vez explica la orientación de su
la creación. Es patente que estas ideas se basaban en la 1mpres10nante psicosis.
familiarización del lego con las publicaciones científicas recientes. Así pues, el empeño psicoanalítico (que ha sido muy extenso) en·
Estaba desde luego, asbolutamente versado en la gama de teorías analizar retrospectivamente a Schreber ha consistido en intentos de
de la divi~a creación que proponían, no sólo los teólogos cristianos situar su caso en el marco más amplio de la teoría psicodinámica.
(el nacimiento virginal, la resurrección, etcétera), sino también otras ¿Exactamente dónde debería clasificarse esta paranoia en relación con
religiones: se sentía muy atraído por la religión persa. Refle~ion~~a los límites entre la neurosis y la psicosis? La paranoia de Schreber,
sobre la logística de la creación ex nibilo, exploraba la transro1gtac10n con sus elementos manifiestamente destructivos, ¿debería considerar-
de las almas y le intrigaba la generación espontánea. Es claro que esa se primaria? ¿O deberían colocarse en primer plano las dimensiones
idea era inválida a su modo, un modo vulgar y materialista, mas a masoquistas? ¿Hay que interpretar ptincipalmente a Schreber aten-
Schreber le atraía la idea de la producción espontánea por milagro. diendo a sus relaciones infantiles con el padre, como hizo Freud?
Cuando moscas y avispas entraban de pronto en su campo visual, a ¿O deberíamos prestar también atención a sus respuestas a la madre?
Schreber le gustaba verlas como pruebas de creaciones súbitas, espon- Así, Freud interpretó el sol en las memorias de Schreber como sím-
táneas. bolo del padre, pero otros psiquiatras --en particular el equipo de
Pero Schreber también estaba bien dispuesto hacia las doctrinas madre e hijo que forman Macalpíne y Hunter- han afirmado que el
evolucionistas de la regeneración de la vida a partir de la muerte, Y sol simboliza a la madre. Estas son las principales preocupaciones
le fascinaba el pensamiento de que la. verdad dentífica en estas cues- del psiquiatra.
tiones podía encontrarse cifrada desde tiempo inmemorial en el mito No corresponde al presente capítulo deddir entre estr~s interpre-
v el folclore en los cuentos de Noé; Deucalión, etcétera. Si el sudario taciones (mucho menos psicoanalizarlas). Son legión, se contradicen
de la muet~e se extendía por doquier, ¿cómo podía la vida mo- unas a otras y continúan ptoliferando, como demuestra el siguiente
verse de nuevo? extracto de un resumen que Philip Kitay presentó en un simposio de
Es obvio que en estas especuladones Schreber veía reflejada su 1963 en el que se debatieron algunas de las interpretaciones rivales:
propia situación. Quizás él era el instrumento que permitiría asegurar
el fututo lJOr medio de una regeneración de la vida. Para que así ...
' Se consideró que 1a clásica interpretación freudi:lna de la pnra-
ocurriese, 'io masculino tenía que volverse femenino y convertirse en noia y del caso Schreber en un principio prestaba insuficiente aten-
una fuer~a partenogenética de reproducción de la vida. Schreber ción a la importancia de los impulsos destructivos hostiles . . . La
meditó ptof·undamente sobre estas cuestiones de la vida, la muerte rivalidad entre Schreber y su padre por el amor de la madre, y
.~ .·
220 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA DANIEL SCHREBER 221

probablemente también entre Schreber y su hermano, concordante sería decir que Schreber estaba loco y, por lo tanto, sus percepciones
con los posteriores puntos de vista de Freud relativos a la paranoia no pueden ser más que síntomas delusorios. Pero esta estrategia es
(1922, 1923), fue considerada como un factor importante en el circular y echa la culpa a la víctima de modo patente.
desarrollo de su enfermedad. Tanto Carr como Nydes consideraron Morton Schatzman ha rebatido con elocuencia la tesis freudíana.
que el estudio de las relaciones entre la hostilidad y la homosexua- Según él, a Schreber no deberíamos considerarlo como paranoide,
lidad eran de importancia crucial pata la comprensión de la para- sino principalmente como perseguido. De niño había sido maltratado
noia. Carr tomó nota de la hipótesis de que el componente anal-
sistemáticamente por su padre. Habíanse formado en él tales inhibi-
sádico del amor homose:r;ual era la fuente de la amenaza al paciente
paranoide, mientras que Nydes defendió la teoría de que la homo- ciones que como hijo obediente, cariñoso y conformista, veía a su
sexualidad era defensiva tanto contra los deseos parricidas como padre, no como el matón que realmente era, sino como dechado de
contra el peligro de la destrucción del paciente como respuesta a bondad y rectitud. Le habían lavado el cerebro pata que no pudiese
los mismos . . . Entre los factores específicos de la etiología y la afrontar su persecución cara a cara. Se habían anticipado a todas sus
evolución de la enfermedad de Schreber que distintos oradores protestas y las habían silenciado. Su psicosis posterior representó
pusieron de relieve se cuentan: la incapacidad de vencer el miedo una serie de transformaciones directas y literales de su expetiencia de
a la pérdida del ego que entraña la intimidad (White), la omnipo- persecución real, pero también creó un marco muy deformado para
tencia infantil despertada por el nombramiento de Senatsprasident expresarlas.
(Nydes), la renuncia a la búsqueda de poder con el fin de obtener Lo que hace que la interpretación de Schatzman sea verosímil
amor (Nydes) y múltiples cruzamientos y confusiones en las identi-
en general es que contempla las historias de Schreber como fruto no
ficaciones (Niederland), etc.
sólo de sus propias proyecciones personales, sino también de su e~pe­
riencia de lo que otros le inculcaron a fuerza de repeticiones. De for-
Puede que haya un poco de verdad en todas estas historias. Lo que ma muy razonable, Schatzman da por sentado que muchas cosas que
está claro es que el modelo explicativo que las sostiene a toda~ es hicieron mella y arraigaron en su cerebro joven no eran fantasías
que los problemas de Schreber {o, a decir verdad, de todo el mundo) sino pr.opaganda, esto es, la recepción de mensajes de fuera, de su~
sólo pueden comprenderse de forma adecuada atendiendo a su progemtores, sobre todo de su padre.
desarrollo psicológico interior, sus propios procesos emocionales e Lo que da peso a esta opinión es el hecho de que el padre de
intelectuales trastornados, las luchas entre sus deseos y sus temores, Schreber era uno de los\~~~.~más influyentes en el mundo de
entre impulsos e inhibiciones, etcétera. Freud comenzó este proceso habla alemana, así como fundador de un instituto d6-~.¡Aun­
poniéndole a Schreber la etiqueta de «paranoide», es decir, aquejado que no conocemos con detalle la educación de Schreber, sí poseemos
de manías persecutorias, y vinculando esto a los supuestos anhelos '' unos dieciocho libros y opúsculos escritos por el doctor Schreber
homosexuales de Schreber que infirió de lo que éste expresó en el sobre los principios y la práctica de la crianza de niños. Estos escritos
sentido de que Flechsig le perseguía. El locus de la enfermedad se hacen mucho hincapié en los valores del deber, la disciplina, el con-
ve en las proyecciones del paciente, que son interpretadas como una trol Y la «obediencia incondicional»: educados de esta manera, los
huida de la realidad. niños evitarían «la sensibilidad malsana, la hipocondría, la histeria y
Pero, ¿y si Schreber habló de persecución, no a resultas de una las fa?tasías». Además, los libros del doctor Schreber nos dicen que
fantasía que hada las veces de cottina de humo, nacida de su incapa- e~. pnmer lugar había pr~bado con éxito sus técnicas en sus propios
cidad de reconocer que amaba a un hombre, sino porque realmente hiJOS. Lo que resulta parncularmente revelador es que, si bien Freud
era perseguido? ¿Y si su psicosis no nació de un intento de protegerse conocía a la perfección los principios de pediatría del doctor Schreber,
del objeto de su deseo, sino de los tenores de ser maltratado siste- no vio ninguna relación entre ellos y la psicosis de su hijo. Freud
.· :: ~;
máticamente? ¿Y si su crisis no estribaba en ocultar el amor, sino llegó a creer que lo que decían las niñas en el sentido de haber sido
el odio? La única base que permitiría descartar tales explicaciones víctimas de abusos sexuales eran fantasías histéricas. Es de suponer
222 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA DANIEL SCHREBER 22.3
que del mismo modo opinaba que lo que dijera Schreber hijo sobre sistente en una barra que se fijaba enfrente de la mesa donde el niño
persecución pedagógica era una explicación paranoíde. estaba escribiendo y cuyo efecto consistía en apretar con fuerza el
Schatzman arguye de forma convincente que gran parte de la pecho del niño que tuviese la osadía de dejar caer los hombros e incli-
experiencia de persecución de Schreber es, más allá de toda duda narse hacia adelante.
razonable, un recuerdo disimulado de la crianza que recibió bajo la El peor de todos los «milagros» que padeció el juez Schreber fue
férula de su padre. En el nivel de lo específico, hay numerosas ana- la «máquina compresora de la cabeza», que era un torno que servía
logías estrictas entre, de una parte, las técnicas que el doctor Schte- para apretar y alargar la cabeza. Una vez más, se trataba de un reflejo
ber recomienda encarecidamente a padres y educadores, para que las directo de otto ejemplo de la tecnología pediátrica de su padre, d
empleen con los niños, y, de otra, las torturas de que Schreber dejó Kopfhalter (sujetador de la cabeza), que era una correa que se sujeta-
constancia durante su psicosis. Porque, obsesionado por los temores ba a la cabeza, el mentón y la ropa y que tiraba de los cabellos si la
de desequilibrios ortopédicos, de debilidad física y de deformidad, el cabeza no se mantenía erguida.
doctor Schreber había inventado una serie de arneses y artilugios para Estos aparatos y muchos otros de parecida índole --embriones de
aplicarlos a los niños y jóvenes de dos a veinte años con el fin de camisas de fuetz~t- demuestran cómo las experiencias de persecu-
impedir los movimientos impropios y corregir la postura. Muchos de ción que sufrió Schreber en la madurez reproducían los aparatos de
ellos parecen reflejarse explícitamente en las posteriores experiencias control literal que le habían aplicado de joven. Por medio de la expe-
de Séhreber. riencia de sus dolores corporales, de su hipocondría, Schreber se
Por ejemplo, el juez Schreber dijo que en el asilo sufría un ataque encontraba atrapado en los artilugios de su niñez.
incesante contra los músculos de los ojos y los párpados. Esto parece Pero Schatzman también demuestra que la persecución del joven
hacerse eco del consejo que el doctor Schreber ofrece en T he syste- Schteber fue todavía más exhaustiva. Durante su psicosis, Schreber
matically planned sharpening of the sense organs (1859) para ense- se sintió sometido del todo a una dirección externa, totalmente po-
ñarles a los niños los movimientos y la concentración oculares. El juez seído. Durante largos períodos era acosado por ruidos que le daban
Schreber habla luego del doloros.ísimo «milagro del cóccix», cuyo una babel de órdenes perentorias. Todo lo que decía, hacía o pensaba
horrible diseño hada que tanto sentarse como permanecer de pie era oído, repetido, examinado minuciosamente, tamizado. Tenía la
resultara imposible («cuando estaba echado, uno quería hacerme salir cabeza literalmente abierta a los rayos y nervios que la oprimían des-
de la cama» y cuando «andaba, uno intentaba obligarme a echarme»). de fuera. De esta manera Schreber revivía la niñez que su padre diri-
Esto parece reflejar directamente la cruzada de su padre contra las giera como un sistema de vigilancia tutorial incansable, planificada.
posturas malas que los niños solían adoptar al sentarse, agacharse, Uno de los milagros atroces que sufrió Schreber consistía en
descansar, etcétera, y su recomendación a los padres en el sentido de encontrarse rodeado de dibujos y escritos relativos a él mismo, que
que estuvieran atentos y ordenasen a sus hijos que cambiaran de pos- repetían y ofrecían un comentario de su propia torpeza. Fue un
tura: «en cuanto se echen hacia atrás ... o doblen la espalda [argüía recuerdo de la experiencia infantil de ver cómo sus actos y estados
el doctor] habrá llegado el momento de cambiar, al menos durante anímicos eran corregidos incesantemente por sus padres. En particu-
unos minutos, la posición de sentado por la de absoluta inmovilidad», lar, reflejaba otra de las bromas del doctor Schreber: colocar una
y así sucesivamente. <{pizarra moral» en la pared del dormitorio del niño y apuntar en
De modo parecido, Schreber cuenta que durante su psicosis sufrió ella sus infracciones y castigos más recientes.
la horrorosa «comprensión del milagro del pecho ... Consistía en que En el nivel más concreto de todos, hasta el lenguaje de la psicosis
toda la pared torácica era comprimida, de tal forma que el estado de de Schreber reflejaba el lenguaje real que le había inculcado su padre.
opresión causado por la falta de respiración se transmitía a todo mi Porque Schreber se creía atacado y penetrado por «rayos» (Strahlett).
cuerpo». Era revivir la experiencia de encontrarse encajonado en el Su padre había escrito que los «rayos» del amor de Dios y, por
Schrebersche Geradhalter (enderezador de Schreber) de su padre, con- supuesto, del amor paterno debían impregnar y penetrar la familia:
224 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA DANIEL S CHREBER 225

«una mente infantil es penetrada completamente por el aman>. En vez de ello, su crisis adquirió una forma mucho más sumisa. Al
Había aquí un estrato más sutil de opresión. Schreber pad:e ense- final Schreber vendó los milagros perseguidores absorbiéndolos a
ñaba una doctrina de plenitud del podet paterno, una doctrtna que todos y erigiéndose en una totalidad nueva. Abandonó la lucha
el niño debía asimilar bajo la forma de «autodominio» y «libertad». masculina y se convirtió en mujer.
El rencor la ira y la voluntariedad debían vencerse. Se requería una Sin duda la explicación de Schatzman contiene muchas cosas que
obedíenci~ absoluta. El niño bueno había interiorizado la obediencia son aceptables, y ello se debe en no poca medida a que investiga la
a la voluntad paterna. La disciplina madura, en el libro moral del dinámica real de la familia -en la medida en que es posible recons-
doctor Schreber era autodisciplina, era libertad perfecta. truirla- en la cual Schreber aprendió a distinguir entre el bien y
Y en verdacl que el joven Schreber se volvió bueno y obediente. el mal, y ante la cual descubría todos sus pensamientos y actos. Sin
Interiorizó totalmente la ley, el nombre, del padre: «pocas personas duda tiene más sentido pensar que, además de actuar, los niños
[señaló] han sido criadas de acuerdo con principios morales tan reciben la influencia de los actos ajenos, verles responder a la infor-
estrictos como yo». Esta hegemonía moral continuaba gobernando mación, a la invasión desde fuera; tiene más sentido, repito, que
sus sentimientos durante su psicosis. Porque, ciertamente, se sentía atribuirles sencillamente toda la responsabilidad del complejo de
incapaz de librarse del acoso de los rayos de Dios y de los milagros Edipo. Al fin y al cabo, ¿qué historiador se limitaría a culpar a los
que obraban contra él. Se encontraba rodeado por ellos, no porque pobres de su propia penuria, o a los esclavos de sus propias cade-
quisiera estarlo (como indica la hipótesis de Freud sobre deseo homo- nas? De modo más particular, Schatzman se muestra dispuesto a
sexual inconsciente y reprimido), sino porque esa era para él la co~­ situar esta micropolítíca de la familia en su contexto más amplio,
didón de su propia niñez: que nunca le dejasen hacer lo que qui- distintivamente alemán o, de hecho, «bismarckiano». No es dema-
siera. siado tendencioso considerar que la preocupación del doctor Schre-
Con todo en nino-una parte culpa Schreber claramente a sus per- ber por la cultura física disciplinada era un semillero de obediencia
seguidores. éomo t:Xto «paranoide»,. s~s m~morias son ins?litas nazi. Después de todo, en el decenio de 1930, Alfons Ritter, autor
porque no maldicen a quienes. le perJudtcan mcesant~ y malevola- pro nazi, dedicó grandes elogios al modo en que el doctor Schreber
mente. Por lo común, los escntos de los locos maldicen al doctor trataba a los niños. O, dicho de otra manera, el joven Schreber se
del asilo. Schreber, por el contrario, se desvive por ser justo con vio incapacitado por el sistema que (según Wilhelm Reich) engendró
Flechsig y arguye que los designios malvados gt~e ést~ tíe?e contra la psicopatología del nazismo por medio de su puritanismo sexual y
él no eran obra del médico de carne y hueso, smo mas bten de su su rigidez en relación con el cuerpo. Años después, el joven Schre-
«espíritu probado}>, es decir, de un Flechsig incorpóreo, una ~spede ber se rebelaría confusamente contta dicho sistema.
de álter ego. Muchos locos -Cowper, por ejemplo- maldtcen a En términos más generales, Schatzman acierta al ver la explica-
Dios. Pero Schreber, de hecho, le exonera. Díos le perseguía, pero ción freudiana de la «paranoia» de Schreber como forma implícita de
la culpa no era suya, de Dios. Porque Dios mismo no era todopode- castigar a la víctima, un modo sutil de ponerse al lado de las autori-
roso, sino que participaba en conspiraciones. atraí~o por los ra!os. dades. Schatzman detecta que Freud hace lo mismo en el caso del
Es como si fuera liD mundo de persecuctón sm un perseguidor Pequeño Hans, el niño que temía a los caballos y cuyo temor inter-
identificable. Y esto es así (arguye de modo convincente Schatzman} pretó Freud como miedo a la castración dentro del complejo de
porque el padre de Schreber había obliga?o a su hijo a aceptar ~ue Edipo. Porque Freud consideró que el comportamiento de Hans
la autoridad siempre tenía razón. A los OJOS de su mente les hab1an estaba trastornado en vez de considerar que el de sus padres -ami-
enseñado a ser ciegos ante sus opresores (o, cuando menos, a trans- gos y seguidores de Freud que le decfan a Hans que si se portaba
formar a quienes le hacían daño en «hombre~illos». sustitutivo~)· mal, le cortarían el pene- era la causa de los trastornos. Lo mis-
Y el padre de Schreber había adiestrad~ demasiado ?le~ a su ht¡o mo cabe decir (como argüí en el capítulo 6) de la intimidad6n de
para que éste pudiera rebelarse por medto de una ps1cos1s agresiva. Dora por parte de Freud.

15.-l'fl]HI!R
226 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA DANIEL SCHREBER 227

De todos modos, el propio Schatzman perpetúa curiosamente el especie de ley de la inversa del cuadtado, pierde su fuetza cuanto
punto flojo de las interpretaciones neofreudianas al optar por 110 más se extiende; y asf, incluso cuando extiende su influencia, la
decir prácticamente nada acerca de las profusas fantasías de Schre- prudencia le advierte que se retire. Pero Dios debe intrincarse con
ber sobre ser mujer. Dentro del canon continuo de las interpretacio- Schteber, incluso entrar en él, para regenerar el mundo. Para ello,
nes freudianas, los conflictos entre padre e hijo parecen excluir cual- sin embargo, el propio Schreber debe sucumbir ante otra contradic-
quier apreciación positiva de lo femenino. Obviamente, el radica- ción y convertirse en una mujer plenamente voluptuosa. No obstante,
lismo de Schatzman podemos verlo como el hijo que se rebela contra esa transformación se ve perennemente frustrada por los milagros
el padre freudiano ortodoxo. . atormentadores. Con todo, Schreber, aunque perseguido, puede ven-
En términos todavía más generales, a todas las interpretaciones cerlos por medio de la absorción, es decir, absorbiendo el castigo.
de este tipo, freudianas canónicas o freudianas revisionistas, se les Chabot se muestra perceptivo al resaltar las ambigüedades que
escapa el verdadero sentido del asunto. Porque se. encuentran atra- complican a estas luchas. Representan las confusiones en tomo al
padas dentro de un concepto erróneo según el cual las verdaderas {·. medio y la autoridad que experimenta un hombre cuyo cosmos se
explicaciones de los trastornos actuales se hallan en los aconteci- encuentra en desorden. Muestran los esfuerzos en pos del orden que
mientos del pasado. Comparten un enfoque psicogenéticos que supone hace un hombre de la ley, un juez, para quien la voluntad indivi-
que, como el niño es padre del hombre, la clave del comportamiento dual o el poder muscular deberían ser sólo contingente en contraste
actual de una persona está en su niñez, se encuentra de modo muy con las aptitudes esenciales de la ley, el orden, la justicia. La verda-
especifico dentro de una franja estrecha de años de la niñez (que, dera autonomía es un objetivo que puede alcanzarse sólo dentro del
para Freud, son el período edípico ). Es axiomático que los aconteci- marco de un universo armonioso: «Tiene que haber una justicia
mientos de dichos años, escondidos debajo de la alfombra del incons- igualadora». A pesar de todas sus pruebas y tribulaciones, Schreber
ciente, se conviertan en una especie de bomba de explosión retar- insiste en que «salgo, aunque no sin amargos sufrimientos y priva-
dada. ciones, victorioso, porque el orden del mundo está de mi parte».
Un intento de liberarse de este enfoque dogmáticamente histo- No obstante, la lectura de Chabot sigue siendo bastante abstrac-
ricista -que con demasiada frecuencia queda atascado en la esteri- ta, aprisionada en el texto. Lo que ni él ni ningún otro comentarista
lidad teórica- lo tenemos en el empleo por el critico literario Barry ha tenido muy en cuenta son las experiencias reales de Schreber en
Chabot de técnicas de interpretación textual para realzar las preocu- el asilo. Después de pasar tres meses deprimidos dentro, sufrió al-
paciones de las memorias de Schreber. Chabot ve acertadamente que gún tipo de crisis aguda cuando su esposa se fue de vacaciones, cuan-
detrás de los ejercicios literarios y mecánicos de desciframiento que do cesó la comunicación con el mundo exterior. Fuera cual fuese la
pueden intentarse con este texto (¿qué representan realmente «Flech- naturaleza de esta crisis, en lo sucesivo se sintió demasiado avergon-
sig», o el «sol», o «Dios»?) se repiten ciertas pautas estructurales. zado de su estado para ver a la esposa. Durante, como mínimo, los
Una de ellas es la preocupación por la dialéctica de la dependencia ;, cinco años siguientes vivió de día en día, sumido en un aislamiento
y la independencia. Schreber se representa a sí mismo como esen- extraordinario, pasando días y más días en su propia habitación,
cialmente impotente y acosado por fuerzas más poderosas. Pero, de puntuados sólo por esporádicos paseos y recreos más o menos solita-
forma bastante parecida a la mitología griega, no hay una sola fuerza rios. Las crónicas de la vida en el asilo suelen presentar una subcul-
omnipotente que domine los cielos, ni siquiera un choque sencillo tura viva de la que forman parte los demás locos y los asistentes. La
entre Dios y Satanás, entre el bien y el mal. Ni siquiera Dios es narración de John Petceval aparece profundamente preocupada por
todopoderoso; la comprensión divina de los actos humanos es im- la desorientación y la reorientación hacia los pacientes y los docto-
perfecta; de hecho (dice Schreber), Dios no puede aprender de la res por igual. Clifford Beers nos cuenta explícitamente que recuperó
e:-..-periencia. la razón, arrebatándosela a la locura, como resultado de una relación
Los rayos de Dios atacan; pero Dios mismo, obedeciendo una con otro paciente. Y así sucesivamente. Pero la impresión abruma-
... ...
:,..

228 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA DANIEL SGHREBER 229


dora que da Schreber es de aislamiento absolutamente desolador. Los psiquiatras nos han dado teorias extensas sobre la etiolouJa
No habla de relaciones estrechas con ningún paciente, asistente o d,e la enf~rmedad de Schreber, en la infancia, en el inconsciente. Ha-
médico. rtamos bten en recordar que la ocasión de tantas de sus «delusiones»
Decir esto no es culpar a nadie. Después de todo, el historial podía encontrarse en el presente, todos aquellos años de confina-
· clínico de Schreber indica que era un paciente difícil, que rugía, era miento solitario, en los cuales los pensamientos preocuparon de for-
irritable y ensimismado, aunque merece la pena señalar que, al pare- ma tan terrible su mente.
cer, ninguno de sus doctores tenía la menor idea de que est<1blecer
relaci6n con sus «delusiones», o incluso relacionarse estrechamente
con él, ofrecía una esperanza terapéutica. Y, por supuesto, cabe decir
sencillamente que se hallaba sumergido en la clase de estado esqui-
zofrénico que por fuerza le aislaría de todo contacto humano. Pero
hay aquí un grave peligro de sacar conclusiones precipitadas. Freud
dice que Schreber se había <~retirado de la gente de su entorno y del
mundo exterior en general». Que se hubiese «retirado» era menos
obvio que lo que hubiesen «retirado».
Sobre todo, es importante no olvidar que los recuerdos más dolo-
rosos y punzantes que el propio Schreber guardaba de sus primeros
años en el asilo ~tan de tortura en el «aqui y ahora». Creía que era
tratado brutalmente por los asistentes. Experimentaba ingerencias
desconcertantes y arbitrarias por parte de los doctores y temía que ·• ,.
!~
éstos lo castrasen. Afirma que en una ocasión, sin ceremonias, ad- ;

vertencias ni e."plicaciones, fue sacado por la fuerza de su habitación


y encerrado a oscuras en una celda acolchada. Durante dos años y
medio tuvo que dormir en una celda acolchada que reservaban para ·..
... i;

los maníacos. No le habían dado ninguna razón para someterle a tal ··• ~-
·. ,:
tratamiento. No sabemos lo que ocurrió objetivamente. Sí sabemos
que Schreber experimentó el tratamiento como algo totalmente alie-
nante y desolador.
Entre sus sentimientos de desolación se contaba el dolor que
le producía ·verse abandonado por sus seres queridos (cuando su es-
posa le visitó en Sonnenstein, Schreber se llevó una sorpresa, igual
que Schumann, pues la creía muerta). Y sentía una soledad sin fin,
el tedio que entumece el alma, que la mata, de la persona privada
-·''
de compañia, de libros, de pluma y papel, de cualquier cosa en que ,..
ocupar el cerebro: privada de todo. Adquirió la costumbre de con-
tar números para salvar la mente. En tales circunstancias, ¿qué --~ ..
podía hacer Schreber salvo volverse loco? «Sólo quien conozca bien )•.

mis sufrimientos durante los últimos años puede comprender que


tales pensamientos forzosamente tenían que nacer en mí.»

X 'o
JOHN PERCEVAL 2}1

los pobres y otras a los ricos; algunas cobraban honorarios bajos y


otras honorados altos. Lo que las caracterizaba a todas era su natu-
rai:za esencialmente privada. Eran aisladas y secretas, y sus propie- '
tar1os eran absolutos. Hasta 1774 no se promulgaron leyes destina-
das a proteger a los pacientes internados en ellas.
No es de extrañar que a los manicomios privados los acusaran
con frecuencia de actividades poco claras, sobre todo del confina-
... miento inicuo de personas cuerdas. Daniel Defoe fue u11o de los que
9. JOHN PERCEVAL: LA LOCURA CONFINADA "·,
alegaron que semejantes manicomios estaban hechos a la medida
para esposos que desearan librarse de sus esposas pata poder disfru-
tar tranquilamente de sus queridas, para padres que quisieran apli-
En el capítulo anterior he sugerido que dos de las preocupado- "- . ; car una sacudida breve y fuerte a sus hijas recalcitrantes, etcétera.
nes de las autobiografías de los locos en los siglos XVIII y XIX eran, .· · Es indudable que había verdad en tales alegaciones.
de una parte, las dudas y delusiones religiosas y, de otra, los tormen- · No es raro, pues, que sean tantas las primeras autobiografías de •
tos nacidos de las tensiones profundas en la familia. Ambas ponían «locos» ingleses que lancen un grito de protesta contra el asilo pri-
al descubierto emociones elementales y contradictorias y no es de vado y sus abusos. Dos obras de autores poco conocidos datan de /
extrañar que a menudo aparecieran entrelazadas. De forma crecien- c~and? se promulgaron las primeras leyes en este sentido y son tes-
te, en el siglo xxx a estas perturbaciones se une una tercera: el trau- trmomo aparente de la necesidad de las mismas, pero también de
ma de verse confinado en un manicomio. La agitación de encontrarle . que sus supuestas «salvaguardias» resultaban inoperantes. Ambos
sentido a la locura se vio intensificada por los terrores de hacer fren- > '.• a?tores afirma? ~ue. estaban perfectamente cuerdos, aunque, a la
te a la vida en el asilo. v1sta de sus vmd1cacwnes, no puede sacarse ninguna conclusión de-
Antes del siglo xvm sólo una pequeña proporción de las perso- finitiva al respecto.
nas consideradas locas eran encerradas en manicomios. Hasta enton- : . Samuel Bruckshaw era un mercader de Stamford que en 1770
ces había sido mucho más común tomar las medidas apropiadas tuvo una serie de roces con funcionarios de su localidad. Bruckshaw
a cada caso. Las personas cuya locura representaba una amenaza se creía víctima de una estafa relacionada con unos títulos de pro-
para sus semejantes o que eran totalmente incapaces de cuidar de sí piedad y que existía una conspiración contra él. Sus enemi<Yos se<Yún
mismas eran responsabilidad de la familia, de la ·caridad o de la
parroquía. A veces las encerraban en la cárcel o en· un correccional.
cuenta, hicieron que dos cirujanos se lo llevaran por 1: f~erz~ a
Ashton-under-Lyne, en Lancashire, donde fue encerrado en el asilo
El confinamiento sistemático de los locos instigado por el estado privado de Wilson. Allí lo tuvieron unos nueve meses, en condicio-
alcanzó incremento en Francia a partir de mediados del siglo XVII nes que él calificó de brutales: estaba alojado en una buhardilla sin
y fue parte del «gran confinamiento» de agitadores que el absolutis- fu:go, era mal~rat~~o por los asistentes, mal alimentado, y no le
mo de Luís XIV puso en marcha. • de¡aban hacer eJercrcw: en conjunto, era, según sus propias palabras,
En Gran Bretaña no hubo ningún paralelo exacto de esta actua- un «preso mantenido}>, No le ofrecieron ningún simulacro de trata-
ción del estado, y el mayor sector de crecimiento para el confina- miento; los zafios vigilantes se ocupaban simplemente de tenerle a
miento de los locos antes del siglo XIX estuvo dentro de la economía buen recaudo. ~a m~yoría de sus cartas eran interceptadas, aunque
de mercado, donde creció un «comercio de la locura» cuyo centro ni final recupero la libertad gracias a los buenos oficios de su her-
era el manicomio privado. Estas instituciones eran dirigidas por doc- .. mano.
tares o por hombres sin ninguna formación médica. Algunas eran -~ruckshaw se vindicó a sí mismo en dos panfletos: The case,
~randes y otras eran pequeñas; algunas atendían principalmente ¡¡ ·, petttt01t and address of Samuel Brttckshato, wbo suffered a most se~
HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA JOHN PERCEVAL
2.32
vere imprisonment for very ;zearly a whole ~e;u· (El caso, pet!ción El confinamiento institucional mismo era a veces foco de la in-
y alocución de Samuel Bruckshaw, que sufr10 un encarcelamiento dignación autobiográfica. Pero muy a menudo orientarse en el mani-
muy severo durante casi tod? un año) ( 1774 ), y One more pr~of of comio estaba totalmente ligado a orientarse en relación con experien-
the iniquitous abuse of prtv~te mr:Jhouses (U~a prueba mas. del cias de pasar por alguna prueba religiosa y alguna desgracia fami-
abuso inicuo de los manicomiOs privados), pubhcado en el m1smo liar. La persecución religiosa que algunos creían sufrir encontraba
año. El propósito de los panfletos era conseguir una compensación extensión y encarnación físicas en el régimen de torturas sistemáticas
económica. Pero su interpretación plantea problemas profundos. Por- del asilo; el propio médico de locos se convertía en un demonio.
que Bruckshaw se presenta a sí mismo como un inocente corderito Además, precisamente porque el asilo mismo tenía pretensiones de
que fue llevado al matadero a causa de conspiraciones diabólicas ser un hogar, una casa pata los locos, dotado de su propia familia
maquinadas por sus conciudadanos. Pese a ello, su tono es, como sustitutiva -mientras, por supuesto, al mismo tiempo separaba al
mfui.mo, quisquilloso, suspicaz y litigio:o. Y aunque afirma su ~m­ confinado de su verdadera familia-, el escritor inevitablemente se
pleta y constante cordura, deja constancia de que durante su enc1erro dedicaba de lleno a la necesidad de hacer juegos de manos con las
en el asilo oyó voces incorpóreas. . . imágenes dobles del «hogar» en su propia mente. La Sagrada Fa-
Un poco más adelante, William Belcher ofrece una expenenc1a milia, la familia biológica y la familia terapéutica se empujan unas
distinta, aunque no menos desconcertante. Belcher estuvo encerrado a otras en las memorias de muchos locos.
en un asilo particular de Hackney entre 1778 y 1795, momento en
que fue puesto en libertad debido en parte a la intervención del doc·
tor Thomas Monto, médico de Bethlem. Belcher afirma qus fue de- En 1812, cuando John Perceval contaba nueve años, su padre,
;.
clarado insano por un jurado que ni tan sólo le había visto jamás Spencer Perceval, primer ministro tory en aquel momento, fue asesi-
y luego le habían t~nido encerrado en m~dio de la suci~dad Y la nado al entrar en la cámara de los comunes. El gobierno no se entre-
miseria alimentándole a la fuerza y acosandole. El mot1vo de su tuvo en ahondar mucho en el estado anímico del asesino, un hom-
confina~iento ilegítimo había sido apoderarse de sus propiedades. bre de negocios llamado Bellingham, que a los pocos días fue juzga-
El argumento esencial de Belcher, que aparece en su Address _to do y ahorcado. Antes de que transcurrieran dos años, la viuda, es
humanity: containitzg a letter to Dr Thomas Mottro, a recerpt decir, la madre de John, volvió a casarse. Su nuevo marido era un
to make a lunatic and seize his estate/ and a sketch of a true smiling militar, el teniente coronel sir Henry Carr, por lo que ella se con-
hyetta (Alocución a la humanidad: conteniendo una carta al doctor virtió en lady Carr. Los doce hijos de Spencer Perceval vieron sus
Thomas Monro una receta para enloquecer a un hombre y apode· necesidades cubiertas por el parlamento, que asignó la suma de
rarse de su pro~iedad; y un boceto de una verdadera hiena sonríen· 50.000 libras para tal fin. Al parecer, pues, crecieron como cualquier
te) (1796), es que ciertamente estaba cuerdo al ser encerrado por otra familia rica de comienzos del siglo xrx. Las convicciones reli-
'.
primera vez. No está tan claro si creía que aún lo estaba al salir d~l giosas del padre, que eran extremadamente evangélicas y rabiosa-
asilo y escribir el panfleto. Porque, a su modo de ver, la tendencia mente anticatólicas (hasta los autores que simpatizan con él le cali-
inevitable -quizá incluso la función- de los manicomios es hacer fican de fanático) fueron absorbidas por los hijos, en especial pot
que los cuerdos se vuelvan locos. Como dijo él, «el comercio de la el hijo mayor, Spencer, y por John, que eta el quinto.
locura» es «una receta aprobada para volver loco». Tal vez sea re- John estudió en Harrow, donde uno de sus condiscípulos era
velador que una obra que escribió después, Intellectttal electricity lord Shaftesbury, antes de ingresar en el ejército en calidad de oficial.
(1798), .constituya una parodia extraordinaria de la metafísica y la No participó en ningún combate, pero sirvió en Portugal. Joven es-
ciencia de su época, a veces elevada y sincera, ·otras veces serio- tricto, serio e incluso grave, no le gustó nada el cóctel de violencia,
burlesca, salpicada de notas a pie de página que confiesan su total y '·' disipación e indolencia que caracterizaba la vida del soldado v sus
~omprensible confusión ncerca de lo que escribe.. i;OPvkdone¡¡ religiosas ¡;hqcaron con su r;thos de caball\!ro ¡;;bte l¡¡
HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA JOHN PERCEVAL 2jj
2.34
decencia de la profesión de las armas. Dejó el ejército y en 1830 se Perplejo y atormentado, fue a instalarse en casa de unos amigos
matriculó en la Universidad de Oxford. de Dublín, donde el tormento sobre la autenticidad de las expe-
AIH encontró la paz y se sintió aliviado al conocer a otros estu- riencias espirituales se transformó en una verdadera cacofonía de
diantes cuya categoría social y ardor evangélico e:an _iguales. a Ic:s voces rivales en la cabeza: un «repreguntar interior». Muchas de ellas
suyos. «Conflictos de la mente» acerca de su obedrencra, la smcetl- le instaban a nuevas y supremas pruebas de fe, mientras que otras
dad de su fe y su «elección» divina ya le habían atormentado duran- le reprendían y le acusaban de duplicidad, hipocresía y mala fe. Un
te varios años empujándole a someterse a un arduo programa de encuentro con una prostituta -fue con ella para advertirla de Ios
plegadas, vigilias y ayunos. Mas ahora alcanzó. una sere~i?ad nueva, «peligros» de su condición- le contagió la sífilis, otra causa pata
en particular después de que empezara a expenmentar. vlSlc:n~s Y vo- sentirse culpable, además de fuente de serios dolores fiskos. Con-
ces divinas, según parece en respuesta a sus pl.e~arfas prdren~o. a vencido de ser un pecador sin remedio, pronto experimentaría la
Dios que le orientase. Las dudas sobre la autentKrdad de las v1s1o· condenación; las llamas del infierno -los síntomas de la sífilis-
nes y las voces se disiparon cuando tuvo ocasió~ de com~robar que «consumían mi cuerpo mortal». Vino luego el delirio y en ese estado
,··
eran verdaderamente «imágenes de lo que sucedta en realtdad». postrador de tortura física y espiritual, sus amigos le llevaron al
Como es natural, los acontecimientos que a la sazón tenían lugar médico en diciembre de 18.30. Pasó una quincena atado a la cama,
en Row, cerca de Glasgow, ejercían gran fascinación en u_n hombre delirando y sufriendo delusiones, atormentado por su «absoluta in-
como él. En Row, el ministro y sus fieles no sólo experimentaban dignidad» y consumido por <<la desesperanza y la ingratitud», hasta
visiones y voces, sino que hablaban específicamente en lenguas, .al que llegó su hermano y se lo llevó al asilo de locos que el docto!'
parecer bajo la dirección inmediata del Espíritu Santo. Perceval vra- Edward Long Fox tenía en Brislington, cerca de Bristol, en enero
jó a Escoda para verlo con sus propios ojos, pues dudab.a. entre :I de 1832. Allí permaneció diecisiete meses.
entusiasmo, la suspicacia y la curiosidad, entre un escept1crsn;o eh· Durante una larga temporada Perceval no reconoció que se en-
tista ante tal pentecostalismo campesino y una esperanza apaswnada contraba en un asilo; creía estar en -la tesidencia de un amigo de
de que las manifestaciones fuesen en verdad autént~c~s, de que :am· su padre. Tampoco era consciente de que estaba Joco, o de que le
bién él pudiera convertirse y, de esta manera, rec1b1r la segundad tomaban por tal, y, en vez de ello, creía estar allí para rezar por los
absoluta de salvación que hasta el momento se le babia escapado .. demás pacientes. Al final comprendió que su familia y el doctor
Las experiencias que vivió en Row dejaron a Perceval howbl~­ habían diagnosticado que estaba loco. No sabemos con exactitud
mente dividido. ¿Hablaba realmente el Espíritu Santo por medto cuándo empezó a considerarse loco. Durante la mayor parte del tiem·
de la boca de aquellos don nadies escoceses, empleando una lengua po que pasó en Brislington fue presa de espantosas delusiones, ata·
• nintelicrible que a J'uicio de alcrunos, era pura incoherencia, pero
1
cado por «las incomprensibles órdenes, pwhibiciones, insinuacio-
que a "'Perceval le' sonó a griego"' y poseía una rara me1od'ra 1'~·1ca
. ? nes, amenazas, mofas, insultos, sarcasmos y patéticas súplicas de
¿O eran aquellos portavoces simples seres engañados o enganado- las voces que me rodean». Se sentía, sobre todo, aturdido, pertur·
res? Perceval sintió un deseo· casi incontrolable de mofarse de 1~ bado y confundido. De un modo desconcertante, las tres personas
que él sospechaba que era una «delusíón condenable», y confeso de la Trinidad, el supervisor del asilo y sus servidores, así como
su tremendo temor de hacer el ridículo. Pero el anhelo de que el sus propios padre y madre, hermanos y hermanas, se superponí<in
Espíritu le llenase, confirmándole así que era uno de los elegidos, unos a otros, sus identidades cambiaban, se disolvían y se fundían
fue todavía más fuerte. Pronto también él cantübn en lenguas: «la ..: en una sola.
voz me era dada, pero yo no era su amo; no era más que el instru· .¿; Además, unas voces en la cabeza le imtaban a cometer actos
mento}>. A pesar de todo, no disminuyemn sus sospechas at~rmen· .(. autodestructivos para probar su «sinceridad» cristiana: sobre todo,
tadas de que no se trataba de una «bendición milagrosa»,. smo de ., asfixiarse en la cama con la almohada y anojatse de cabeza por la
una «d~lusión», ¡mnc¡ue se recriminó a si mismo por ser «Jngtatol>, v~11tana del ~x~us¡¡qp. El fracaso de los intentos de cumplir estas
¡".
2.36 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA JOHN PERCEVAL

imposibles órdenes divinas aumentó todavia más su sensac10n de La fama de Perceval se apoya principalmente en que contó por
culpabilidad e ignominia. Transcunidos unos meses, con todo, Per- escrito los recuerdos de su trastorno mental y confinamiento. Se
ceval empezó a sentirse menos sometido al imperio de estas órdenes publicaron en dos volúmenes en 1838 y 1840 con el título de A na-
procedentes del otro mundo, más capaz de resistirse a ellas. Tal rrative of the treatmwt experie;zced by a gentleman during a state
como él veía las cosas, poco a poco su esclavitud de antes dio paso of mental derangement (Narración del tratamiento experímentado
a una duda más sana. por un caballero durante un estado de trastorno mental). El subtí-
Como recordaría más adelante, Perceval, que para entonces ya tulo revelaba el doble propósito de la obra: Designed to explain the
había reconocido su locura, comprobó gradualmente que iba reco- causes and the nature of insmzity, and to expose the injudicious cotz-
brando la razón. Exigió que le dejaran salir del asilo, ya fuera para duct pursued towards many unfortzmate sufferers under that calamity
regresar con la familia o para someterse a cuidados en alguna ins- (Destinada a explicar las causas y la naturaleza de la insania, y a de-
titución privada. Porque su experiencia de Brislington era totalmente nunciar la conducta poco juiciosa que se sigue para con muchos en-
negativa: de hecho, había llegado a creer que el asilo se encontraba fermos que padecen esa calamidad). Asimismo, huelga decirlo, la
bajo supervisión satánica, que era una especie de materialización de obra cumplía muchas otras funciones subrepticias para Perceval. Era
las opresiones espirituales que soportaba en la cabeza. El asilo era el medio de vengarse del doctor Fox, del doctor Newington y de la
inquisitorial, inhumano, degradante. Sin embargo, en lugar de de- cofradía de los psiquiatras, así como de miembros de su familia,
jarle en libertad, como suplicaba a su familia, fue simplemente tras- especialmente de su hermano mayor, Spencer, y, de modo más obli-
ladado a otro asilo, Ticehurst House, en Sussex, posiblemente el cuo, de su madre.
manicomio privado más lujoso del país, dirigido por el doctor Char- Era, además, su propia autobiografía espiritual y rectificaba su
les Newington. Resultó que Ticehurst era apenas mejor que Brisling- relación con Dios, con la nación y, a decir verdad, consigo mismo.
ton. También en él se vio maltratado brutalmente por asistentes de A diferencia de muchos reformadores de la locura tales como Ale-
clase baja a los que él consideraba «mozos de labranza» y «payasos»; xander Cruden, Richard Paternoster o Louise Lowe, pero situado
asimismo, el resentimiento que le causara la traición de su familia centralmente en la tradición de la apología religiosa, Perceval confe-
se hizo más agudo. No obstante, como ahora era más estable y racio- ~ .
saba que verdaderamente había estado loco, que había padecido una
nal, le resultó más fácil afrontar sus problemas y finalmente, tras insania religiosa compuesta de pecado y tentación satánica. Pero aho-
pasar diez meses en Ticehurst, le dejaron salir. ra había recobrado la razón. En conjunto, la experiencia de la insania
Aunque parezca extraño, poco se sabe de los restantes cuarenta había sido una prueba divina que él había superado con éxito. La
y dos años de su vida (no muríó hasta 1876 ), aunque su riqueza le locura había resultado una experiencia literalmente saludable.
permitió llevar la vida cómoda propia de un caballero. Contrajo ma- ¿Qué significó para Perceval estar loco? No sabemos con cer-
trimonio antes de que transcurriera un año desde su salida del asilo teza lo que pasaba por su cerebro durante el período de trastornos
y tuvo cuatro hijos: buen indicio de que creían que su insania no mentales y de encierro en los asilos, pues no llevó ningún diario en
'.
r •
era constitucional y había recuperado de forma permanente el equili- aquellos momentos y seguramente el libro lo escribió vatios años
brio mental. En el decenio de 1840 ~dedicó su energía a la Alleged < después de ocurrir los hechos. Por consiguiente, la perspectiva del
Lunatics' Friend Society (Sociedad de Amigos de los Supuestos Lo- tiempo influye en su crónica. Sobre todo, ésta aparece como el dia-
cos), grupo de presión que pretendía proteger los intereses de las rio de alguien que hizo un viaje hacia el interior de lo desconocido
personas encetradns impropiamente. L1s diferenchs que smgieron en- y que luego encontró por fin el camino, lo que ahora le permitía
tre él y otros miembros fundadotes -la menor de ellas no era su mirar hacia atrás y puntear .el rumbo que siguió. En la Narrative
continuo celo religioso- inducen a pensar que tal vez siguió siendo -que pretende ser obra de un hombre que ahora está cuerdo- qui-
una persona difícil, pero no hay nin~una prueba de gue se reprod~1· zá se detecta todavia cierto tufillo de delusión.
jeran lo;; trastornos !U(!nt¡¡l~s, ~ De todos modos, puede que se trate en verdad de un registro
238 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
JOHN PERCEVAL 2.39
fiel de la conciencia de Perceval durante su acceso de locura. Por- sus «supuestos» padres, sino que su padre lo había adoptado de una
que en ella publica Perceval largos extractos. de la correspondencia mujer de Bdstol llamada Robinson, sabiendo que «fui designado
que cruzó con la familia durante su confinanu.ento, cuyo tono y con- para ser heraldo de la segunda venida del Señor, desde mi concep-
tenido concuerdan con su crónica retrospectiva. Por otro lado, la ción».
Narrative es verdaderamente narrativa en su mayor parte. Aunque
El freudiano también podría sugerir que nos encontramos ante
distanciado de los hechos por, quizá, cinco años; Perceval se abst~ene un caso de la dialéctica entre la paranoia y la homosexualidad que
de presentarle al lector una serie de interpretaciones retrospectr;as Freud describió en el caso de Daniel Schreber. Perceval nos propor-
intencionadas de los significados de aquellos hechos que le hab1~n ciona tal vez algunas pruebas explicitas de impulsos homosexuales
desconcertado de forma devastadora en 1832 o 18.3.3. Al contrarto, inconscientes. Recuerda un sueño que transcurría en Portugal y en
el libro transmite el desconcierto permanente que en él despertaban
el que robaba en un monasterio, asesinaba a un vicario y en compa-
las tribulaciones sufridas, sus causas y el carácter exacto de sus
ñía de unos monjes había «disfrutado de sus lujurias antinaturales».
visiones. Deja constancia de sus sueños, pero rarame.nt~ los inter- De este sueño no ofrece ninguna interpretación. Admiraba abierta-
preta para nosotros o los encierra en un marco de s1g?ificado~ .se- mente la forma masculina y luchaba a menudo con hombres jóvenes
cuenciales que se despliegan. En una reveladora nota a pre de pagma
en el asilo. Cabe que, sin darse cuenta, el texto de Perceval revele
nos dice que «temo que la muerte de m~ pobre padre fue la raí: d.e semejantes deseos, pero no hay ningún indicio de que fuera cons-
todos mis infortunios ... [pero] TODAVIA no comprendo su perdi-
ciente de ellos. Llena de confesiones, excusas, vindicaciones de sí
da». La franqueza justifica la sospecha de que en 1838 el cerebro de
mismo y racionalizaciones, y saturada de un sentimiento de culpa-
Perceval no pensaba de modo totalmente distinto de como pensa-
bilidad, amenaza y castigo, la Narrative aporta pruebas abundantes
ra en 18.32. de un mundo rabioso de deseos inconscientes más allá de la fran-
Sería tentador, y sin duda iluminador, ofrecer diagnósticos retros- queza consciente de sus propias profesiones de inocencia.
pectivos de la dolencia de Perceval basándose en su Natratíve y exa-
De modo paralelo, un seguidor de la psiquiatría evolutiva de
minándola desde los puntos de vista de las teorías modernas. Hasta Erik Erikson bien podría optar por, poner de relieve la «crisis de
cierto punto, ya se ha hecho. Gregory Bateson publicó recientemente identidad» por la que pasó «el joven Perceval». Tener por padre
una edición abreviada de los escritos de Perceval con el subtítulo a un primer ministro asesinado debió de ser un condicionante difícil
de A patient's accou1tt of bis psychosis, en la que habla con confian- de superar. Asimismo, es claro que a Perceval le resultó difícil el
za del estado de «esquizofrenia» por el que pasó Perceval y que papel de hijo menor, y si leemos entre las líneas de la Narrative,
fue provocado (piensa Bateson) por los «dilemas» que constante- veremos que su condición de hijo menor y subordinado en la fami-
mente le creaba su situación familiar. lia le hizo acreedor de numerosas «reprimendas», <<burlas;> y «humi-
Pero el trasfondo familiar del propio Perceval parece hecho a la llaciones» por «desobediencia» y «crueldad». Llegó casi a los treinta
medida para el análisis freudiano: un padre asesinado cuando su años sin haber establecido firmemente una vida propia. Su cartera
hijo no era más que un niño; una madre que volvió a casarse rápida- militar había fracasado, a diferencia de la de su hermano menor; en
mente, pero que siguió siendo claramente el foco del amor Y. las esa fase tan tardía justo empezaba a ser estudiante; no acababa de
lealtades de su hijo soltero, incluso cuando éste contaba tremta decidirse a ordenarse ministro del Señor: y, como él mismo señaló
años de edad; un hijo que continuaba viendo el fantasma del pa~r: con tristeza, aún no tenía esposa. Sin embargo, es seguro que se
en todas partes, que probó seguir la profesión de su padrastro tmh·
habían esperado grandes cosas de él, y él mismo dice con franqueza
tar, pero la abandonó para volver a la religión de su pad~e verda- que durante mucho tiempo albergó esperanzas de ser un «profeta
dero. Los ecos edípicos -de hecho, específicamente «hamletianos»-
del Señor». Sus fantasías de loco hablan con elocuencia de su propia
.son fuertes, aunque no se hallan presentes en el consciente del pro-
importancia. Recorría a grandes zancadas los jardines del asilo gri-
pio Perceval. Sí reconoce, empero, la delusíón de no ser el hijo de
tando «Soy la esperanza perdida de una noble familia ; .. SoY el redi-
240 IIISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
JOHN PERCEVAL 241
mido de los redimidos del Señor». En una ocasión se sinti6 seguro Berkeley: nos dice gue el inmaterialismo de Berkeley corroboraba su
de que su padre muerto y una hermana también .fallecida ~abían creencia en los espíritus. Pese a ello, es notable la ausencia total
intercedido providencialmente por él y que sus amtgos y panentes de referencias a obras psiquiátricas.
«me habían defendido de la violencia de la chusma sacrüicando sus Petceval no muestra ninguna inclinación a atribuir su dolencia
propias vidas». a alguna enfermedad corporal como causa fundamental. Hay que
Por supuesto, el efecto final de estas fantasías sobre la pr~pia reconocer, con todo, que arguye que algunas de sus «experiencias»
importancia es autopunitivo: él es la causa de que los otros pacten- -sus sensaciones físicas del fuego del infierno, por ejemplo- que
tes del asilo padezcan locura, de que se hundan barcos y mueran al principio consideraba espirituales eran, pensándolo bien, fruto de
todos sus tripulantes, de que una epidemia de cólera se haya decla- la «excitación nerviosa», provocada por el «dolor corporal», segura-
rado en Inglaterra en 1832. Nadie más es tan perverso, tan culpa- mente la sífilis. También conjetura que su extraña forma de ver a
ble, tan merecedor de castigo como él. En una frase que se hace otros pacientes durante su estancia en Brislington se debía a algún
eco de los temores de \Villiam Cowper, él solo debe ser «condena- defecto del ojo, y que las impresiones que se desvanecían en la
do eternamente». Pero la voz del autor de la Narrative también hace retina podían ofrecer una explicación fisiológica de otras visiones.
pensar en un hombre que tiene grabado en el ánimo el senti~o. ~e Sin embargo, desde el punto de vista práctico, su insania fue el des-
su misión y de sus dones, un hombre que alberga una conv1cc1on censo del consciente hacia un caos profundo.
fuerte pero muy vulnerable de su propia superioridad social y per-
Petceval parece creer en la realidad literal del diablo, y conside-
sonal, pero que, a pesar de ello, sigue sinti~ndose ater:a~oramen:e raba que las tentaciones diabólicas contribuían a sus confusiones
inseo-uro de las direcciones exactas de su desuno. El sentmuento mas mentales. Pero, a diferencia de hombres como George Trosse que
aoudo de Perceval en el per.íodo 1832-1834 era de desorientación anteriormente habían vivido crisis espirituales comparables Perceval
v~rtiginosa y su instinto le empujaba a volverse hacia su familia . '
no opma que su trastor110 sea un caso de posesión diabólica. Por
para que le culpara, perdonase y orientara. . . , . consiguiente, no recurre al exorcismo ni a sus equivalentes. Desde
Sería provechoso seguir estos y otros enfoques ps1codmam1cos luego, los clérigos serían más apropiados que los cirujanos y los
paralelos. Pero resulta igualmente iluminador investigar lo que l,a médicos en lo que se refiere a atender a los locos; pero, según expli-
pérdida de la razón significó conscientemente para Perceval. ¿Cuál ca Perceval, se trata principalmente de una cuestión de rano-o social.
creía él que era la naturaleza de su insania? ¿Cuál era la causa de Los clérigos anglicanos son caballeros y tratarían a los enf;rmos de
su caída? ¿Cómo y por qué se hab.ía recuperado? ¿Cómo le ~abían igual a igual. No cabe decir lo mismo de los simples médicos.
tratado? ¿En qué medida estaban bien fundamentadas las actttudes Puede que no equivaliera a un caso de posesión, pero en el nivel
de la sociedad ante la insania? Examinaré estos interrogantes a con- más alto Perceval consideraba que la pérdida de la razón era un
tinuación. Para ello me valdré principalmente de ideas que son muy proceso religioso: «mi mente sufrió trastornos debido a un estu-
explícitas en la crónica de Perceval, contextualizadas en contraste dio excesivo de la religión». Desde el punto de vista trascendental,
con las creencias y valores explícitos de su tiempo. fue una prueba divina, permitida o dirigida providencialmente. Per-
Para Perceval, la insania era ante todo la pérdida de la razón, o ceval conocía lo que decía el Deuteronomio {28, 28): «Jehová te
la razón abrumada por la imaginación. Es claro que al hacer esta herirá con locura, y con ceguedad, y con pasmo de corazón». Aun-
imputación Perceval se inspiraba en una forma dominante de con- que Perceval acabó mostrándose escéptico acerca de la realidad de
cebir la cordura y la locura siguiendo las tradiciones principales de la mayoría de sus «voces» y «visiones», rechazándolas desdeñosa-
la filosofía y la medicina. Sigue sin estar claro hasta qué punto era mente pot considerarlas delusiones, continuó pensando que estas
consciente --en 18.32 o 1838- de escritos específicos sobre la in- ((delusiones» las había implantado Dios por sus propios y elevados
sania. Su texto nos lo muestra como un hombre que había leído un motivos. Al escribir en 18.38, Perceval no cree que el concepto de
poco, que estaba familiarizado, por ejemplo, con la filosofía de las sendas misteriosas, incluso desconcertantes, de la Providencia
16.- PORTER
JOHN PERCEVAL 24.3
242 HISTORIA SOCIA L
DE LA LOCURA
estuvieron en Oxford al mismo tiempo que Perceval- se sumirían
. , 'l En ese sentido, uno de sus objeti:
sea inherentemente mverosl~·Í·d d si así puedo llamarla, de mt en profundas crisis, sufrimientos y depresiones a causa de su apa-
vos era vindicar «la razon~b: 1 a t'a peregrinación espiritual no era rente incapacidad de resolver estos problemas. En este sentido, como ·
locura». Ta1 como e'1 1a perc1
d d1a ' es do que proclamaba 1a prtma-
· en muchos ottos, las experiencias de Perceval fueron en esencia
. , d cabella a e un ere . o de la misma clase que las de su época, sólo que más agudas, más
una ab erra~t?n es . . r dad del alma y las libres acctones pr ·
cía del espmtu, la mmatena 1 de ello ocupaba un lugar cen- personales.
videnciales del Espíritu Santo; en vez ' En su Ntrrrative, Perceval sostenía que había caído en la locura
tral en el mismo. . d' 'blemente había provocado la «ruina , . porque estos dificilísimos dilemas religiosos oprimían su mente.
No obstante, lo que tn tscuu d . d 1830 era el problema Sabía que necesitaba una fe salvadora. No estaba seguro de poseerla.
· · i 5 del ecen10 e Escudriñaba implacablemente su alma. Tenía la esperanza de que
de su mente» a pru1clp o t nte piadoso: cómo conocer
horrible que se le planteaba al fr~;; <~falso celo», de la hipocresía, las visiones y las voces le señalarían la prueba. Pero, ¿y si resulta-
la verdad religiosa, cómo separdr terror puro y simple. ¿Cómo podía ban ser «falso celo» y nada más? Nunca podía estar seguro de si
de la vanidad y del orgullo, o e . f era viva y vivificante, sus propias experiencias eran delusiones provocadas por su propia
un creyente saber de verdad si :~ p:~p~~ c~razón? ¿Y cómo podía voluntad de creer; y, por consiguiente, las dudas le atormentaban
aquilatar de verdad el metaldde D' p p la medida en que pudiera aún más.
saber cuál era la vol~nta~ \ov~o;~n~i~s concretas, por medio, de Y lo que era peor, las voces que sonaban en su «cabeza de fue-
manifestarse por medto e ! de sueños y testimonios? ¿Como go» le daban múltiples órdenes que se contradecían totalmente unas
?
señales y llamadas' por me . ? La senda era peligrosa. A un lado a otras. Muchas de ellas sabían a blasfemia. Por ejemplo, recibía
podía estar seguro de ladsallvacto~d d y la presunción; en el otro, los orden de matarse en persona -por ejemplo, asfixiándose con ]a
aceehab an os
1 pecados. .
e a vanl a , .
1 f lta de confianza en sl mtsmo. . almohada-, para que, por medio del sacrificio, pudiera resucitar
males de la desobedtencta y a ali . moderado latitudinano y luego como ser puramente espirituaL Lo intentó noche tras noche,
. n que el ang can1smo ' fracasó y ello le hizo sentirse todavía más angustiado, lleno de
Estab a muy b te 'd 1 postrimerías del siglo xvn, que
d' había nac1 o en as se remordimiento y desobediente, hijo de la ingratitud. «Gruñía y
acamo da l:o, que La racionalidad del cristimtismo y que
Locke habta expresado en d Ch b * descartara estos temores por forcejeaba, y detestaba y odiaba y aborrecía mi propia alma.» Sus
había convertt'do en la «Broa . urc E ·t»,ba muy bien que 1a me d'tema
. voces engendraron así en él «Un sentido degradante, dirigido contra
cons1'derar1os demasiado precisos.. s a n manifestaciones . ma1sanas sí mismo, de torpeza moral, a partir de acusaciones de crímenes que
considerase que tales preocupalcronesbera d ~<n1elancolía religiosa». nunca había cometido». Sin embargo, no creer, no responder a tales
.d or e no m re e ' 1 voces, era sin duda señal de falta de fe y de «burlarse» del mundo
del trastorno conoct o ~ d' d scartar tan fácilmente os
Pero los evangélicos senos no dpo lian ,e, divina directa. Los cris- espiritual. También significaba negar principios fundamentales de su
problemas de la fe salvadora y ~ a a~c~~~o XIX -después de todo, testimonio como evangélico: la creencia en la maldad radical del
tianos de la generación de Percexfva den e . o mente cuando se estaba hombre, en las tretas y tentaciones del Tentador, y en la imposibi-
en 0 or prectsa h lidad de eludir los dilemas espirituales en este mundo caído de
Perceval se encontrab a M . . t de Oxford»- 1uc a-
fraguando la crisis del llamado b«. ovlmleennda entre de una parte, duplicidad e hipocresía.
f rzas por a rrr una s ' h La ocasión primaria de la pérdida de la razón por parte de Per-
ron con to d as sus ue . . , de otra la duda corrosiva. y mue os
la fe ciega o la supersttclon y, 11 F ~ude y John Henry Newman, ceval era, pues, la total incapacidad de alinear su propia vida coti-
de ellos -algunos, corno Hurre r diana con la cacofonía de órdenes espirituales que llenaban su cabe-
za. A consecuencia de ello, acabó considerándose un desgraciado con-
. . S da este nombre a los miembro_s de la denado e indeciblemente afligido. A diferencia de algunos, Perceval
~' Literalmente dglesla amplta». ef 1 . y doctrinas en senudo am·
toman sus ormu anos l l ) se encontró con que no podía dar sencillamente, de una vez para
Iglesia de Inglaterra que dse 1' . mplíos a la ortodoxia. (N. te t.
plio y que también conce en ¡m¡tes a .
/

..,_' .~

244 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA


JOHN PERCEVAL
245
siempre, un salto de fe; tampoco le era posible vivi_r a ~usto con la relación entre su crisis religiosa y los problemas con su familia?
duda (como sí podían vivir las personas que los v1ctorranos gusta- La respuesta no es sencilla. Ciertamente, Percevai pudo comprohat
ban de llamar «los que dudan honradamente>>). De hecho, Perceval que la fe de ciertos miembros de su familia -en particular de su
no empezó a recobrar la cordura hasta que finalmente consiguió for- hermano mayor, Spencer- eran paparruchas, llenas de profesiones
talecerse contra el mundo de los espíritus que le acosaban y aceptó de amor y de fe, pero en realidad pura hipocresía, una mera «más-
que vivir en estado de duda -siguiendo el prec~pto de Donne de cara de cristianismo». John decía que Ia seguridad religiosa de perso-
«dudar sabiamente»- no era por fuerza «pecammoso». nas como su hermano era «delusión»: «los indignos se presentan
Hoy día nos parecería natural «leer» el pandemónium de voces como los servidores más fieles de Dios».
que sonaban en la cabeza de Perceval teniendo er; cu_enta sus exp:- Con el tiempo, llegó a ver esta duplicidad en toda su familia:
riencias familiares. Después de todo, su padre habra s1do un evange- era al?o análogo a la santurrona ocultación del egoísmo y la indi-
lice convencido, empapado en los escritos proféticos de la Biblia. ferencia que encontramos en las páginas de El camino de todos, de
John Perceval creció en el seno de una familia que debía de conce- Samuel Butler. La suya era una familia que hada profesiones insin-
der mucho valor al examen de conciencia como preludio de una rec- ceras y zalameras de amor, piedad, intetés, atención; profesiones
titud férrea. Y de modo más general, hoy supondríamos que las que, de hecho, elevaban la santidad de la familia misma. Pero su
voces que oía Perceval eran el eco de las órdenes y prohibicione~, familia lo hacía de un modo que en el John Perceval loco creaba
de las demandas y negativas, de las promesas y amenazas, que habm insoportables tensiones emocionales y conflictos de lealtades. Siem-
oído de labios de sus padres y de sus hermanos y hermanas mayo- :;. pre .1~ estaban diciendo, en cartas que recibía en el asilo, que su
res. Tal como ha documentado Ford K. Brown, las memorias y no- f~mllta se pr~ocupaba mucho por él y que él debía mostrarles gra-
velas de la época nos describen la gran tensión de la formación titud a cambto. Con todo, nunca era lo suficientemente agradecido
moral de la familia evangélica de principios del siglo XIX, que a y, por lo ~a.nto, le regañaban de forma constante. Además, el papel
fuerza de repetición inculcaba la rectitud a sus hijos. Sed buenos. de la familta como proveedora de amor le daba automáticamente
Eso está muy mal. Haced lo que está bien. Mostrad gratitud. H~ced derecho a mandarle. Cuando contaba ya treinta años su madre se-
lo que os digo. Haced lo que os ordenen (aunque, con demastada guía llamándole ~<mi querido niño» y reprochándol; el dolor que
frecuencia, a los niños les ordenaban que hicieran cosas contradic- sus cartas angustiadas causaban en e1la. Al visitarle en el asilo de
torias). Papá o mamá sabe lo que más os conviene. Dios castiga a ., : Fox, Spencer se dirigía a él «como si hablara con un niño».
los niños malos. Estas expresiones de recriminación, culpabilidad, Además, la realidad de la cuestión, tal como la experimentaba
obediencia y castigo aparecen en todas las páginas del texto de Pe:- Pe:ceva~, era que estas expresiones de cariño en el fondo eran puras
ceval. Las confusiones que albergaba en relación con las voces espl- maJad~r:as. Porque, una vez hubo enloquecido, lo que recibió de
rituales sin duda repetían las ambigüedades que experimentaba en la famllta 11o fue amor, sino indiferencia. Su hermano mayor le llevó
relación con las autoridades de su juventud. Tenía que ser obediente; a B~~sling~~n y allí le dejó sin explicarle lo que pasaba; ni siquiera
pero, ¿a qué autoridad debía obedecer? Por otro la~o, a v;ces los le diJO ad10s. Sobre todo, no hubo ningún intento de comprenderle.
que daban órdenes parecían contaminados po: la htpocrest~, aun- .i . Spencer (al modo de ver de John) no se dijo a sí mismo: «Aquí hav
que era inadmisible abrigar semejante pensamiento. Estas dtficulta- algo raro; trataré de comprenderlo». Posteriormente los contacto~
des con las autoridades debían de ser tanto mayores cuanto que, .; - de la familia con él fuewn mínimos. La familia argüí~, seguramente
a partir de los nueve años de edad, su padre se había traducido lite- de bu~na _f:, que los doctores Fox y Newington afirmaban que la
ralmente en una voz espiritual, una voz que le era interpretada por comum~ac10n estrecha entre los locos y sus familiates sobreexcitaba
su madre, sus hermanos mayores o incluso su padrastro. ¿Cuántas a los pnmel'os.
veces le dirían al pequeño John: Tu padre hubiera querido ... ? Perceval insistía en que una de las principales tazones por las
¿Hasta qué punto, sin embargo, vio el propio Perceval alguna que su insania fue grave y prolongada era el~ abandono de que le
..;,:;;;

248 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA JOHN PERCEVAL

o cuádruples»? No hay duda de que le tenía amargamente perplejo nas supuestamente cuerdas no se percatasen de la estupidez del )'
(¡también a nosotros nos confunde!). Significaba para él que pade- sistema?
cía una delusión, una aberración mental. En una fase posterior,
como indicaré, Perceval logró encontrarle cierto sentido a esta con- Atad a un joven de miembros, mente e imaginación activos en
fusión babélica de nombres y lenguas. Pero nunca se sintió empuja- la cama, de pies y manos, durante una semana, empapadle de medi-
do a especular de qué modo su propia crisis religiosa podía ser em- cinas, aguachirles, clisteres; cuando esté reducido al extremo de
blemática de sus problemas familiares. debilidad nerviosa y su perturbación haya quedado bien confirmada,
Perceval creía que su insania era resultado del terror religioso y tenedlo esposado durante veinticuatro horas en el camarote de un
barco; Juego, durante todo un año tenedle encerrado de las seis
que el comportamiento de su familia la había exacerbado. Pero la
de la mañana a las ocho de la tarde, sin prestar atención a sus
verdadera causa de la tremenda seriedad y de la prolongación de
hábitos anteriores, en una habitación llena de extraños, desvariando,
su dolencia era el tratamiento médico-psiquiátrico que había reci- ruidosos, peleones, repugnantes, locos; no le deis ninguna medicina
bido. Perceval condenó sin ninguna ambigüedad, juzgándola intrí.h- '( tónica, ningún tratamiento o atención peculiar, dejadle en manos
secamente contraproducente, la filosofía misma de internat a los locos de un criado vulgar y corriente, que ora le cepilla la ropa, barre los
en asilos. Metía al loco entre «extraños» precisamente cuando nece- suelos, sirve la mesa, ora es su compañero fuera del edificio, ora
sitaba estar con sus semejantes en un entorno conocido. Lo apartaba su compañero de alcoba; ora le arroja al suelo, arrodillándose sobre
de su familia. Lo ponía bajo el cuidado de un doctor desconocido, en él, golpeándole en todas estas circunstancias acongojantes y descon-
vez de ser atendido por profesionales a los que conocía bien: su certantes; privadle de toda conversación con sus superiores, toda
médico o clérigo regular. Le dejaba en medio de otros locos, los comunicación con sus amigos, toda percepción de los motivos de
cuales, si estaban verdaderamente locos, sin duda debían de ser las éstos, ¡toda impresión de sociedad cuerda y de buena conducta!
Sorprenderle en todas las ocasiones, no dejéis nunca de hostigarle
personas menos capaces de sostener la mente de alguien que acababa
noche y día, ni en las comidas; tanto si lo desangráis hasta morir
de sufrir un golpe terrible. Precisamente en el momento en que una como si le cortáis el pelo, mostrad el mismo desprecio absoluto por
persona necesitaba que le levantaran la moral, de pronto !a ponían su voluntad o inclinación; haced cuanto esté en vuestra mano
en una situación que debía de «degradarla en su propia estima». por aplastar todo germen de respeto a sí mismo que aún pueda
Pero no sólo estaba mal concebida toda la idea del confinamiento permanecer o nacer en su pecho; esposadle como esposaríais a un :
institucional, sino que, además, las condiciones específicas de la vida felón; exponedle al ridículo, y no le deis ninguna oportunidad de
en el asilo inevitablemente debían de dificultar la recuperación del retirarse o de reflexionar sobre sí mismo; ¿y qué os cabe esperar?
loco. Los locos eran condenados a perder su intimidad, precisamente ¿Y de quién sois agentes: de Dios o de Satanás? ¿Y qué bien
cuando se sentían demasiado avergonzados para tener compañía. Era podéis atreveros razonablemente a esperar? ¿Y en beneficio de
casi inevitable que, reunidos en las salas del asilo, se vieran someti- quién obráis en realidad?
dos a un régimen de inactividad forzosa, precisamente cuando nece-
sitaban tener el cerebro ocupado y estimulado. En las salas apenas Dicho de otra manera, el gran mal de la vida en el asilo era que <.
habfa libres, escasas distracciones y ningún trabajo que hacer. De que su régimen estaba cortado a la medida, no de las necesidades de
esta manera lo único que se conseguía era que las delusiones arrai- los pacientes, sino en su totalidad de la conveniencia del propieta-
garan. Los pacientes eran encerrados como cosa normal en sus ha- rio y su personal. Las necesidades y la voluntad de los locos no
bitaciones, acostados, o les ponían camisas de fuerza o algún otro contaban para nada. Nadie se había puesto en el lugar del loco. Per-
sistema mecánico de inmovilizarlos. Todo esto era de todo punto ceval recalcó gue al ingresar en el asilo sufría la delusión de que su
contraproducente. Porgue, como relató Perceval basándose en su propia voluntad no contaba para nada, de que le poseían fuerzas que
propia experiencia, el confinamiento provocaba el espíritu de resis- él no podía dominar. En este sentido, el asilo hizo que la terrible
tencia y fomentaba la desobediencia. ¿Cómo era posible que perso- delusión se convirtiera en realidad. Porque d paciente nunca era
246 lliSTORIA SOCIAL DE LA LOCURA . JOHN PERCEVAL 247

hiciera objeto su propia familia. Él amaba a su familia «casi con mayor. Otras veces consideraba al mismo doctor Fox como su padre .
apego romántico». Pero la indiferencia que mostraron con él le con- («Le llamaba mi padre»). A veces, con todo, el padre era uno de
venció de que era víctima de la hipocresía familiar: «haber sido tan los dos ayudantes, ambos entrados en años. Uno de ellos, llamado
querido, o tan engañado por la apariencia de amor de mi familia, y Honesty, «me acostaba . . . y me daba un beso en la frente, diciendo
encontrarme tan abandonado». Fue una traición que repetía expe- "Dios te bendiga"». En otras ocasiones veía a su padre encarnado
riencias anteriores. Al fin y al cabo, según nos dice, su antiguo héroe, por ciertos compañeros de confinamiento.
el duque de Wellington, había traicionado al protestantismo -la En una etapa anterior había tenido una visión de «mi padre in-
fe de su padre- al introducir la emancipación de los católicos, y clinándose y llorando ... [tenía] una barba larga, blanca y ondean-
apoyar la reforma parlamentaria era otra traición. Las acusaciones te»: es claro que Perceval veía a su padre como uno de los profetas
que en su Narrative lanza John contra «el pecado» de su hermano cuyos escritos había estudiado tan religiosamente. Ahora sus espíri-
Spencer y de su madre son extraordinariamente amargas y vitdóli- tus le decían que determinado sirviente era su padre, «resucitado de
cas, la bilis de un hombre que no puede superar la sensación de entre los muertos, con el fin, si ello era posible, de ayudar en la sal-
haber sido traicionado. A pesar de todo, seguía creyendo que en el vación de mi alma». Creía que la esposa del ayudante Marshall, o el
fondo, aunque le costaba comprenderlo, la culpa debía de ser suya: ama de llaves, era su madre. De hecho, al principio, cuando veía las
«Me acuso a mí mismo». caras de sus parientes en el personal del asilo, sus voces le decían
No hay ningún indicio, empero, de que Perceval atribuyera real- que su propia mala conducta había empobrecido a su familia hasta
mente su insania a las experiencias de la infancia o la niñez con su el extremo de que tenían que trabajar en el asilo (más motivo para
familia y a lo que Bateson llamaría los «dilemas» que le atenazaban. sentirse culpable). Sin embargo, cuando no reconocía a sus familia-
En este punto de vista concordaba con la opinión predominante en res en el asilo, sus espíritus le acusaban de más ingratitud todavía.
su tiempo, tanto jurídica como psiquiátrica. Los médicos, por supues- Al mismo tiempo, estos personajes asumían también la identidad ·
to, sabían que los problemas y las tensiones familiares eran con fre- de la propia Deidad o de las tres personas de la Trinidad. Había un
cuencia la causa de la insania o la depresión: un marido tiránico o sirviente cuyo nombre verdadero era Zachary Gibbs a veces y Sa-
borracho, por ejemplo, o la muerte del cónyuge. Pero los contempo- muel Hobbs en otras ocasiones: Perceval lo rebautizó con el nombre
ráneos de Perceval no vefan los trastornos como fruto de la de Herminet Herber y lo identificó con Jesús (Samuel Hobbs =S. H.
incapacidad de los niños pequeños de hacer frente a ]as exigencias = Salvalor Hombzum ). Perceval creía que en otro tiempo dicho
emocionales encontradas y desconcertantes que sus padres les ha- hombre había sido uno de los sirvientes de su madre. A Marshall lo
.:;
dan, y menos todavía de los deseos infantiles. Los documentos de '
rebautizó con el nombre de Herminet Herbert Scott. Le dio un atri-
los asilos indican que, en los casos de adolescentes y adultos jóvenes buto espiritual: la sinceridad. Perceval creía que era uno de los cría-
confinados por sus padres, el problema fundamental era conside- dos de su padre. El sirviente Poole recibió el nombre de Herminet
rado invariablemente como alguna falta moral, desobediencia y rebe- Herbert el Simple y asumió la forma de Dios Todopoderoso; otro se
lión por parte del joven. convirtió en el Espíritu Santo o Matatodo: un loco Ilamado Wal-
No obstante, Perceval sí vinculaba explícitamente la familia y la dony era Jehová Nuestro Señor o la Bene~olencia.
religión de un modo bastante complicado e intrigante. Como es na- Por medio de estos pasos complejos, la Sagrada Familia, la fami-
tural, en el asilo de Brislington trabó conocinliento con el doctor lia natural del propio Perceval y la familia sustitutiva, que era como
Fox, propietario de la institución, con los hijos del mismo y con el el doctor Fox veía el asilo, se fundieron en un solo sistema -aun-
personal. Se sintió empujado a superponer la identidad de familia- que era un sistema cambiante y desconcettante- en el cerebro de
res suyos a estas personas. Así, a veces identificaba a una doncella Perceval. Éste decía de todas que eran «manifestaciones de la Tti-
particularmente bonita, una tal Louise, con una de sus propias nidad».
hermanas; al odiado hijo del doctor Fox lo veía como su hermano ¿Qué significaba para Perceval este sistema de «personas triples
248 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA JOHN PERCEVAL 249

o cuádruples»? No hay duda de que le tenía amargamente perplejo nas supuestamente cuerdas no se percatasen de la estupidez del .,
(¡también a nosotros nos confunde!). Significaba para él que pade- sistema? /
cía una delusión, una aberrncíón mental. En una fase posterior,
como indicaré, Percevallogró encontrarle cierto sentido a esta con- Atad a un joven de miembros, mente e imaginación activos en
fusión babélica de nombres y lenguas. Pero nunca se sintió empuja- la cama, de pies y manos, durante una semana, empapadle de medi-
do a especular de qué modo su propia crisis religiosa podía ser em- cinas, aguachirles, clisteres; cuando esté reducido al extremo de
blemática de sus problemas familiares. debilidad nerviosa y su perturbación haya quedado bien confirmada,
Perceval creía que su insania era resultado del terror religioso y tenedlo esposado durante veinticuatro horas en el camarote de un
que el comportamiento de su familia la había exacerbado. Pero la barco; luego, durante todo un año tenedle encerrado de las seis
de la mañana a las ocho de la tarde, sin prestar atención a sus
verdadera causa de la tremenda seriedad y de la prolongación de
hábitos anteriores, en una habitación llena de extraños, desvariando,
su dolencia era el tratamiento médico-psiquiátrico que había reci- ruidosos, peleones, repugnantes, locos; no le deis ninguna medicina
bido. Perceval condenó sin ninguna ambigüedad, juzgándola intríh- "< tónica, ningún tratamiento o atención peculiar, dejadle en manos
secamente contraproducente, la filosofía misma de internar a los locos de un criado vulgar y corriente, que ora le cepilla la ropa, barre los
en asilos. Metía al loco entre «extraños» precisamente cuando nece- suelos, sirve la mesa, ora es su compañero fuera del edificio, ora
sitaba estar con sus semejantes en un entorno conocido. Lo apartaba su compañero de alcoba; ora le arroja al suelo, arrodillándose sobre
de su familia. Lo ponía bajo el cuidado de un doctor desconocido, en él, golpeándole en todas estas circunstancias acongojantes y descon-
vez de ser atendido por profesionales a los que conocía bien: su certantes; privadle de toda conversación con sus superiores, toda
médico o clérigo regular. Le dejaba en medio de otros locos, los comunicación con sus amigos, toda percepción de los motivos de
cuales, sí estaban verdaderamente locos, sin duda debían de ser las éstos, ¡toda impresión de sociedad cuerda y de buena conducta!
Sorprenderle en todas las ocasiones, no dejéis nunca de hostigarle
personas menos capaces de sostener la mente de alguien que acababa
noche y día, ni en las comidas; tanto si lo desangráis hasta morir
de sufrir un golpe terrible. Precisamente en el momento en que una como si le cortáis el pelo, mostrad el mismo desprecio absoluto por
persona necesitaba que le levantaran la moral, de pronto la ponían su voluntad o inclinación; haced cuanto esté en vuestra mano
en una situación que debía de «degradarla en su propia estima». por aplastar todo germen de respeto a sí mismo que aún pueda
Pero no sólo estaba mal concebida toda la idea del confinamiento permanecer o nacer en su pecho; esposadle como esposaríais a un
institucional, sino que, además, las condiciones especificas de la vida felón; exponedle al ridículo, y no le deis ninguna oportunidad de
en el asilo inevitablemente debían de dificultar la recuperación del retirarse o de reflexionar sobre sí mismo; ¿y qué os cabe esperar?
loco. Los locos eran condenados a perder su intimidad, precisamente ¿Y de quién sois agentes: de Dios o de Satanás? ¿Y qué bien
cuando se sentían demasiado avergonzados para tener compañía. Era podéis atreveros razonablemente a esperar? ¿Y en beneficio de
casi inevitable que, reunidos en las salas del asilo, se vieran someti- quién obráis en realidad?
dos a un régimen de inactividad forzosa, precisamente cuando nece-
sitaban tener el cerebro ocupado y estimulado. En las salas apenas Dicho de otra manera, el gran mal de la vida en el asilo era que <.
había libros, escasas distracciones y ningún trabajo que hacer. De que su régimen estaba cortado a la medida, no de las necesidades de
esta manera lo único que se conseguía era que las delusiones arrai- los pacientes, sino en su totalidad de la conveniencia del propieta-
garan. Los pacientes eran encerrados como cosa normal en sus ha- rio y su personal. Las necesidades y la voluntad de los locos no
bitaciones, acostados, o les ponían camisas de fuerza o algún otro contaban para nada. Nadie se había puesto en el lugar del loco. Per-
sistema mecánico de inmovilizarlos. Todo esto era de todo pnnto ceval recalcó que al ingresar en el asilo sufría la delusi6n de que su
contraproducente. Porque, como relató Percevnl basándose en su propia voluntad no contaba para nada, de que le poseían fuerzas que
propia experiencia, el confinamiento provocaba el espíritu de resis- él no podía dominar. En este sentido, el asilo hizo que la terrible
tencia y fomentaba la desobediencia. ¿Cómo era posible que persa- delusión se convirtiera en realidad. Porque el paciente nunca era
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250 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA JOHN PERCEVAL 251


tratado como a un ser humano poseedor de su propia mente. Se le :; , ca se me daban razones». El sistema perpetuaba la confusión en vez
trataba como cualquier cosa menos como a un hombre: como a un : ·. de disiparla. Porque, según insistía Perceval, «en medio de todo mi
niño, un sordomudo, un animal, o <<un mueble, una imagen de ma- infantilismo y simpleza de loco, yo era un hombre hecho y derecho».
dera, incapaz de desear así como de juzgar». ; Era, además, humillante y degradante. Y Perceval sugería que seme-
jante condescendencia autoritaria no era forma de tratar a los niños.
Los hombres actuaban como si mi cuerpo, mi alma y mi espíritu Un sinfín de ignominias y abusos formaban parte integrante del
hubieran sido entregados a su control, para que perpetrasen en sistema del asilo. La alimentación escasa y áspera le recordaba sus
ellos sus daños y disparates. Mi silencio, supongo, les dio permiso. días en la escuela de Harrow. Las instalaciones sanitarias e higiénicas
Quiero decir que nunca me dijeron que íbamos a hacer tal o cual eran un asco, sin limpieza ni intimidad. Los pacientes que se ensu-
cosa; creemos aconsejable administrar tal o cual medicina, de esta ciaban no eran atendidos debidamente. Incluso los cuidados médicos
o aquella manera; nunca me preguntaron: ¿Quieres algo? ¿Deseas quedaron asociados con «el castigo y la degradación». Era obligado a
algo? ¿Prefieres algo? ¿Tienes alguna objeción a esto o agudlo?
ducharse con agua fría en lo más crudo del invierno, ¡y eso formaba
parte de una terapia cuyo fin era sosegar! Fuera cual fuese la filosofía
En conjunto «ya no podía actuar libremente, sino que me encon- que había detrás de todo ello, su efecto real era provocar excitación,
traba bajo el control de seres más esclarecidos». En pocas palabras asco, resentimiento y deseos de vengarse. Perceval se resistía a me-
«Estaba brutalizado». nudo. Entonces los ayudantes le propinaban palizas. Sus espíritus le
En el aspecto programático el asilo insistía en tratar al paciente ~ 1 dedan que tenía merecida semejante «crucifixión».
como a un niño (¡cómo se parecía a· la familia!). La idea de una Sobre todo, los miembros del personal del asilo eran inevitable- <..
analogía entre los niños pequeños y los locos había pasado a ser mente rufianes violentos («Por fuerza he de decir que la mayor parte
ortodoxa durante el siglo anterior. Desde que John Locke arguyera de la violencia que tiene lugar en los asilos de locos debe imputarse
que la esencia de la insania residía en el error mental, señalar la a la conducta de quienes tratan la enfermedad»). Eran sujetos irres-
similitud entre la de1usión intelectual y los errores de aprendizaje petuosos, groseros, sin el menor asomo de deferencia. Mostraban una .>-
de los niños constituía una estrategia atractiva, debido a su poten- «crasa falta de respeto por la posición, el rango, el carácter o la pro--
cial optimista; una persona loca podia recuperarse, del mismo modo fesión». Huelga decir que los pacientes de rango superior como el
que un niño aprendía gradualmente a pensar de forma apropiada. propio Perceval estaban obligados por su honor a mostrar un «noble
Pioneros de formas más humanitarias de tratar a los locos, tales enojo» ante tales «burlas, insultos y opresiones», pero semejantes
como los Tuke en su Retiro de York, habían proclamado de forma despliegues de espíritu inglés eran tomados a su vez «como los sín-
bien clara la idea de que el cuidado apropiado de los locos era análo- tomas de la manía». Los conflictos de esta índole sólo servían para
go al buen cuidado de los niños. > exacerbar la insania, pues la violencia para con las personas distingui-
Las opiniones de Perceval sobre semejantes identificaciones con das debía calcularse de modo que confundiera aún más su concepto
el niño eran muy complejas, y no en menor medida por el hecho de de ellas mismas, que las hiciera sentirse como «esclavos». Por consi-
aceptar el punto de vista bíblico según el cual en los niños estaba guiente, al «empírico ignorante y a sus instrumentos» sólo cabía verlos
Ia sabiduría: «un niño o un tonto puede hablar con sabidutía». A de- como «perseguidores».
cir verdad, Perceval suplicaba a sus lectores que «prestaran oídos En conjunto, el asilo equivalía a un sistema de «opresión» que <
de niño». Estaba dispuesto a admitir que en su estado de insania Perceval equiparó a hervir langostas vivas. Su «tiranía» hacía burla
había sido reducido a una «imbecilidad infantil». Pero le molestaba del nombre mismo de «asilo». Era dirigido por personas «que pre-
muchísimo la forma en que el sistema terapéutico adoptado por el ' · tenden ser su curaci6n, pero que, en realidad, son sus torturadores
doctor Fox infantilizaba a los locos, como si no tuvieran voluntad y destructores». El sistema estaba edificado y apuntalado por un
propia y ni pizca de entendimiento: «se tomaban medidas, pero mm- entramado de mentiras y palabras insinceras. Se utilizaban términos
.... ___ ¡

252 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA JOHN PERCEVAL 25.3

como «trabas saludables» para referirse a lo que en realidad eran de los católicos era la señal, la epidemia de cólera era probablemente
pura y simplemente «malos tratos». Para calificar a Perceval se em- el instrumento. Además, se estaba aprobando la traicionera reforma
pleaba el eufemismo de «paciente nervioso», pero era obvio que la dcl parlamento («el gobierno de entonces interpretaba el papel de
totalidad de su tratamiento estaba pensado para multiplicar su ner- loco, cuando no de algo peor»), acompañada de disturbios y amena-
.:;.
viosismo. Las contradicciones completas entre lo que profesaba ser zas de revolución. En Brislington hasta podía ver las llamas de
y su verdadera naturaleza, su «duplicidad» sistemática, significaban Bristol, incendiado por la chusma, y escuchaba los comentarios sub-
que el verdadero loco era el asilo. Al final terminó la confusión de versivos que el personal del asilo hada en voz baja, hablando «de un
nombres: «Ya no puedo seguir . .. llamando a la casa del doctor F ... modo insolente y radical de la nobleza». Así pues, el orden del propio
con un nombre que no sea el que se merece, casa de locos, pues asilo no poseía las características de la sociedad racional. Subvertía
llamar a eso o a cualquier otro sitio parecido "asilo" ¡es burla cruel la razón, negaba la civilización. Como antes que él hicieran muchos
y duplicidad repugnante!». > locos encerrados, por ejemplo Alexander Cruden, Perceval veía en su
En este sentido, Perceval pensaba que la «conducta» del doctor condición de caballero británico libre de nacimiento su única protec-
Fox era especialmente «insana». Fox era un «antiguo cuáquero» ... ción esencial contra la opresión del manicomio.
aunque se había convertido al anglicanismo y, por ende, era doble- El asilo no se limitaba a desorientar, sino que era también total-
mente «traidor» como egregio arribista social. Siguiendo lo que mente irracional; un mundo estúpido, de pesadilla, surrealista, en el
Perceval llamaba las «doctrinas burlescas de esa secta», Fox defendía que nada era lo que parecía, nada tenía sentido, justo cuando era
la «familiaridad» que mostraba el personal del asilo y que, según el esencial que predominase el sentido. Fox afirmaba dirigir un asilo
doctor, se basaba en la igualdad espiritual del hombre de que hablaba humanitario. Pese a ello, todo lo que hacía era irracional, un inmenso
la Biblia. «¿Acaso Jesús no nos ha hecho a todos iguales?», le recordó desafío a la sociedad, a la humanidad y a la naturaleza. Representaba
Renard a Perceval. el «más insano desgobierno» y, por ende, era contraproducente, lo
A juicio de Perceval, así como de cualquier tory de principios del que no tenfa nada de extraño. Cuando Perceval llegó al asilo, consi-
siglo xrx, todo esto eran tonterías y una muestra más de hipocresía derándose un «proscrito», cometieron la increíble torpeza de dejarle
religiosa («Nunca vi al señor Hobbs sentado a la mesa del doctor entre «extraños», sin presentarle a nadie. Esto era contrario a los
F ... »). Era, además, una negación i~sensata y destructiva de la buenos modales. Pero era también una locura, porgue inmediata-
racionalidad de la jerarquía social de fuera, una presunción fantástica mente producía desotientadón y suspicacias, pánico y miedo en el
de que la anarquía de las mentes trastornadas podía curarse colo- paciente. «No recibí nínguna presentación, ninguna explicación, nin-
cando a éstas dentro de una anarquía más amplia. La frecuencia con guna razón para encontrarme allí; loco, imbécil, infantil, engañado,
que Perceval insiste, en toda su Narrative, en su propio rango distin- dejaron que yo lo adivinase todo.» Después de esto, la norma era que
guido de caballero inglés y condena la negación sistemática del mismo el paciente se viera dominado, sin que nunca se le informara de las
en el asilo indica cómo, en medio de las arenas movedizas de su decisiones que se tomaban en su nombre, sin tener ningún derecho a
insania, su posición social le daba algunas raíces residuales de esta- protestar ni facultad de negociar. Era un sistema ideado para colocar
bilidad. Podía estar loco, pero, aunque lo estuviese, aún sabía que a un hombre en situación de impotencia permanente en lugar de ayu-
era un caballero. El orden personal estable era evidentemente inse- darle a salir de ella:
parable del mantenimiento de un orden sociopolítico estable. A decir
En vez de dirigirse a mi entendimiento del modo más claro y
verdad, de un modo que se hace eco de los conceptos del macrocos- sencillo posible, en atención a mi confusión, fui entregado, en cir-
mo-microcosmo de una época anterior, Perceval asociaba explícita- cunstancias realmente difíciles y misteriosas, calculadas para con-
mente su propia perturbación con las revoluciones que en aquellos .:
fundir mi mente, incluso encontrándose sana, a manos desconocidas
momentos tenían lugar en el mundo exterior. Como milenario, creía y no experimentadas; me colocaron entre extraños, sin presenta·
vivir en una época en que el «fin estaba cerca»: la emancipación ci6n, explicación ni exhortación.
254 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA JOHN PERCEVAL 255
Como recalcó Perceval, encerrar a una persona en un asilo equi- estaba loco o era malo? En algunos aspectos, tendía a considerarle
valía a arrojarla a un pozo y luego, cuando intentara salir de él, sencillamente cruel. Su sistema estaba «pensado para insultar». Su
tirarle piedras. También era una necedad considerar a las personas psiquiatría era necia y, peor aún, mero «charlatanísmm>, ignorancia
totalmente locas, toda vez que la naturaleza de la locura supone un disfrazada culpablemente de ciencia. Una vez tenía «un extraño en
complejo entretejido de lo imbécil y perverso con lo racional y lo sus redes», la familia Fox pretendía aprovecharse de él todo lo que
voluntarioso. Los residuos de la razón jam~ís recibían el apoyo que pudiera. A veces Perceval pensaba que el régimen psiquiátrico era el
necesitaban. instrumento de Satanás, «agentes de ese espíritu destructor».
Perceval creía que el charlatanismo cuáquero de Fox sostenía un En otros momentos, Perceval pensaba que Fox era esencialmente
sistema cuya maldad no estaba mitigada por nada. Negaba al paciente la «víctima de su propio sistema», que «Vivía en una mentira>>. Dicho
la intimidad a que tenía derecho como caballero. Por ejemplo, el de otra forma, el propio doctor era víctima de un enorme sistema de
doctor exigía que un ayudante durmiera en la misma habitación que delusíón, centrado en la alucinación de que curaba a los locos. Esto
el paciente. También le despojaba de sus derechos. Así, los pacientes era una mentira peligrosa más que inofensiva, puesto que era una
no podían mandar cartas sin que éstas fuesen leídas, censuradas o de las delusiones que toda la sociedad abrazaba. En todo caso, Per-
retenidas en el asilo. Erigía una «inquisición» permanente sobre el ceval estaba convencido de que los locos sabían más sobre la natu·
paciente. Opinaba que la locura era «impenetrable» porque nunca raleza y la curación de la insania que los «médicos de locos». La
intentaba penetrar en ella. No tenía el menor espíritu de humanidad. sociedad debfa dejar de confiar los locos al cuidado de «hombres de
Los asilos como el de Fox se enorgullecían de su humanidad. Pero escasa educación y de bajos origenes». Porque eran «como cerdos o
la humanidad que hubiera dentro de ellos no nada en absoluto del perezosos que pretendieran juzgar los modales de galgos y veloces
régimen psiquiátrico: «La humanidad del asilo consistía en la con- perros corredores». Perceval nunca negó la realidad de la locura, y
ducta de los pacientes, no en la del sistema y de sus agentes». reconocía la necesidad de cuidados y tratamiento. Pero, a su juicio,
< Y, no en menor medida, el asilo encerraba una serie de situado· un tratamiento verdaderamente beneficioso significaba cuidados indi-
nes kafkianas. El régimen mismo era intrínsecamente tan loco y viduales en un entorno privado.
enloquecedor, que cualquier paciente de impulsos normales y sanos Como sabemos, Perceval se recuperó. ¿Cómo explicó él esta cura- -<..
se volvería loco por su culpa. Pese a ello, el sistema también exigía ción? No debía nada al régimen del asilo, que, en el mejor de los
aquiescencia y obediencia por parte de los mismos locos. El paciente casos, prolongaba el episodio de insania. Lo debía todo a su propia
que protestaba contra el orden del asilo era considerado loco, incluso experiencia y, no en menor medida, a su capacidad de resistirse al
sospechoso, aquejado de «suspicacias» que constituían parte de sus sistema, de combatirlo y vencerlo. Combatir la psiquiatría, a su
«delusiones». Huelga decir, sin embargo, que los realmente suspica- modo de ver, le había hecho fuerte y cuerdo. «Todas las luchas que
ces -los que abrían la correspondencia y espiaban a los enfermos- sostuve con los que me controlaban sirvieron para fortalecer mi
eran las autoridades «cuerdas». El tratamiento, además, era <<Una mente y para disipar mis errores.» Dicho de otro modo, «He probado .:>
burla cruel», pero «si se resiste al tratamiento, ¡es que está loco!». que el poder del paciente es igual que el del opresor»: los ecos de
Dicho de otro modo, «el mundo, en su forma de tratar a los locos, las autobiografías espirituales de Bunyan, Baxter y otros son fuertes
está tan loco como ellos». Era un sistema para crear locura en vez de y claros.
> curarla, pues empeoraba sistemáticamente la confusión. Perceval explicó cómo, de forma lenta pero seaura sus voces
Reflexionando sobre «todo un sistema» de «Confinamiento y con· delusivas acabaron perdiendo el dominio que ejercían ~ob;e él. Empe-
tradicción» que «contradecía los principios de ... la ciencia tangible», zó a ver que dudar en psiquiatría, en religión, no era en sí mismo
Perceval no estaba seguro de cómo debía juzgar los motivos de Fox. pecado. Comenzó a poder desafiar a los espíritus, a resistirse a ellos
«El tratamiento que he descrito sólo puede ser el de locos o bella- y a burlarse de los que se burlaban. Después de todo, como pudo
cos.» Pero, ¿culil de los dos calificativos era el más acertado? ¿Fox descubrir, Dios eta un dios no sólo de «los sinceros, los graves, los
256 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
JOHN PERCEVAL 257
sobrios y los castos», sino también «de diversión, de humor, de sonidos re~les pero carentes de sentido, que producían un «engaño
alegría»; la constitución humana «es doble»: a uno casi le dan ganas de los sentidos)>! les había impuesto significados verbales. Después de
de proporcionarle a Perceval los términos «apolínea» y «dionisíaca». to?o, sus ,«de!ustones» no eran auténticas voces divinas. Sin embargo,
«Esta nación es arisca y religiosamente loca», añade. D1os hab1a dtspuesto que estas delusiones se produjeran como parte
No está muy claro qué fue lo que, al modo de ver de Perceval, de su «prueba». Que nadie dudase del «poder del Señor para con-
permitió que sus poderes de resistencia creciesen. Pero el proceso fundir el juicio y la sabiduría del hombre». «Soli Deo Gloria»: así
ocurrió en tándem con otro cambio importante. Porque empezó a concluyó el primer volumen de su Narrative. Peto en medio de esta
reinterpretar sus «delusiones». Lo que otrora había sido absoluta- reafirmadó;1 de la Providencia, es interesante observar que Perceval
mente literal para él asumió ahora un significado metafórico o figu- se recupero encontrando una forma racional de liberarse de sus pto-
rativo. Lo que antes eran literalmente espíritus palpables, etéreos, se pias delusiones, literalmente abriéndose paso entre ellas.
convirtió ahora en espíritus simbólicos. La Benevolencia se trans- «El que gobierna la imaginación tiene el poder ... » Perceval escri-
formó en el «espíritu de benevolencia», entendida, no como una enti- bió q~e 1~ locura es como la embriaguez; libera fuerzas poderosas
dad o persona tangible, sino como atributo. Mientras que en otro e? elmtenot, fuerzas que en esencia pueden surtir un efecto positivo
tiempo había aceptado sin discutir las órdenes de asfixiarse con la Siempre Y cuando el hombre no abandone su propio juicio. Por medio
almohada, ahora sabía que en tales órdenes había un significado más de la locura «amé la libertad de ser libre». De un modo extraño, sus
elevado; lo que tenía que hacer era «asfixiar» su dolor con la «almo- palabras recuerdan a John Stuart Míll, su contemporáneo casi
hada» de su conciencia, o, dicho de otra manera, no abandonarse a exacto.
sus sentimientos, sino controlarlos. «La locura también es, por ende, «A muchas personas confinadas por locas se las encierra solamen- <
confundir una orden que es espiritual por una que es literal.» t~ ~orq~e no las comprendem>, escribió Perceval. Y añadió: «y con-
¿Qué fue con exactitud lo que precipitó este cambio absoluta- tmuan sm comprenderse a sí mismas». Perceval se. encontraba en m1
mente fundamental de la cognición, que de lo literal pasó a Jo figu- laberinto y todo lo que había a su alrededor -su familia sus docto-
rativo? No está claro. Pero quizá sea una ayuda pensar en ello sobre res- .no hacía sino complicar el laberinto todavía más. Incluso fue 7
el trasfondo de debates paralelos y generales que tuvieron lugar en repudtado -por estar loco- por la Iglesia en Row. La locura de
la misma época. La teología bíblica, por supuesto, se veía atormen- P~rceval se ex~resó. bajo la forma de desconcierto al verse incapaz
tada por discusiones sobre las relaciones entre el mundo y los sím- pnmero de rac10nahzar y luego de resolver la oblioación de vivir en
bolos figurativos, no en menor medida en la interpretación de las vatios mundos de valores diferentes. Se hizo hombre como soldado
Escrituras. Y las teorías de entonces sobre el progreso cultural veían Y. ctistiano Y se en;:o?tró con que la violencia necesaria del primero
la historia de la evolución del pensamiento humano como algo que discrepaba del sufnmtento del segundo. Escogió el cristianismo. Pero
llevaba aparejado un desplazamiento similar, desde las mitologías y la ver?ader~ humild~d religiosa contradecía el justo orgullo que con
cosmologías muy literales de los pueblos primitivos, con sus dioses tanta_ tr:t~ns1dad sent1a como caballero sin recompensarle con la firme
conv1cc1on de que se salvaría.
panteísticos para cada árbol, hasta la «personificación» en la «poesía»
de los modernos. Le habían enseñado a amar a la familia (porque, en una familia
Perceval también encontró una explicación fisiológica. Descubrió evangélica d.e principios del siglo xrx, ¿qué podía valorarse más que
que sus voces eran en verdad sonidos reales. Pero no eran indepen- 1alealtad fihal?). Pese a ello, era una familia que (al modo de ver de
dientes, procedentes de fuera, sino que, en su mayor parte, las pro- Perceval) le dejó abandonado en un asilo que era la negación de todo
ducía él mismo: la «respiración de mis propias ventanas nasales», los lo, que tenfa ;JUe ser una familia verdadera; una familia que le degra-
latidos de su corazón, los ruidos que hacía al comer; o eran naturales do porque :oi~ era capaz de tratarle como a un niño. El colapso de
y externa~, el ruido de cadenas, el sonido sibilante del gas. A estos P~:ceval senalo :~ momento de su existencia en que sólo con culpa-
bthdad Y abyecc10n podía responder a la confusión que causaban en
17. -PORTER
258 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA

él estas señales y «órdenes contradictorias» y exigencias (o voces). .;


·..
Como él mismo percibía con tanta claridad en su Narratíve, con el
tiempo consiguió liberarse de estas jaulas dentro de jaulas, pero 110
hasta después de que su insania le permitiera apreciar la irraciona·
lidad de las prisiones en que se había visto atrapado.

10. EL SUEÑO NORTEAMERICANO

Privado de otra forma de dar salida a sus ilimitadas energías


maníacas durante su permanencia forzosa en el Connecticut State
Asylum a principios del presente siglo, el joven Clifford Beers optó
por repensar la ciencia moderna. ¿Llegaría a ser más famoso que
Newton? Porque concibió en su mente una refutación de la física de
·• la gravedad. No fue un meto triunfo abstracto. Si tenía éxito, sin
duda daría resultados prácticos; sería posible «desafiar la gravedad».
«Mi imaginación conquistadora pronto me estimuló a creer que po·
dría valerme de mis propias fuerzas.»
De Jung a Jong, los que especularon acerca del inconsciente han
dicho lo que pensaban sobre el soporte sexual de las fantasías sobre
el vuelo. En este caso, sin embargo, los significados fructíferos son
., sin duda socioculturales y se encuentran alojados en los pisos supe-
-.:
riores de la mente. Beers no sólo huye con la ilusión del asilo que
era su cárcel, sino que alude al sueño norteamericano del éxito indi-
vidual, despegando de la cabaña de troncos hacia la Casa Blanca.
Soy tan bueno como cualquiera. Por mis propios esfuerzos me ele-
varé aún más. También yo puedo volar alto.
La ayuda propia y el autoperfeccionamiento eran filosofías vivas
en el país de los hombres libres desde hacía tiempo. Los grandes
mitos heroicos del Nuevo Mundo eran revisiones optimistas y secu-
) larizadas de la ética protestante de la salvación individual. El indivi-
' duo solitario debía ·hacer frente al mundo. Por medio del espíritu
pionero de trabajo, la energía y el empuje obtendría los éxitos que
demostrarían sus cualidades internas, espirituales, su carácter. La con-
fianza en uno mismo presuponía un yo fuerte. La supervivencia de
los más aptos -el credo darvinista social adoptado por los grandes
260 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA EL SUEÑO NORTEAMERICANO 261
barones-ladrones, los Carnegie y los Rockefeller- separaría los egos licencia para revelar toda la verdad en los años sesenta, a los que
fuertes de los débiles. Tom Wolfe llamaría «el decenio del yo primero».
Grietas alarmantes comenzaron a aparecer en esta· doctrina a par- < La americ~niza.ción de Freud sería obviamente una etapa impor-
tir de aproximadamente el decenio de 1870. Muchos norteamericanos, ta~te. en, la historia de amor entre la nación norteamericana y la
al parecer, no podían soportarlo. Sus nervios no daban más de sí, ps1qmat~ra. Una vez ~a~ado en ~~ cálido resplandor del progresismo,
padecían lasitud y letargo. Fracasaban. Por supuesto, entre las muje- el fre?drsn:o. ~ransatlantico perdio su rostro esencialmente pesimista.
res era de esperar que así ocurriera. Las llamadas «nuevas mujeres>~ El ~s}co~nal~sis quedó enganchado al éxito. Freud había descrito Ja
• se habían visto tentadas falsamente de tratar de emular a sus hom- ~ens10n mev1table y a menudo trágica entre el individuo --con sus
bres, de triunfar en empresas intelectuales, en el mundillo literario 1mpul~os humanos básicos- y la civilización, con sus exio-encias de
o en la vida pública, contraviniendo con ello todas las leyes de la repre~Ión, sublima~ión y neurosis. El Nuevo Mundo for~uló una
psicobiología. Acababan histéricas. Una vez se les enseñara a ocupar -• especre de Freud sm dolor: el ego podía avanzar constantemente· la
de nuevo su lugar apropiado en el hogar, se recuperarían. Lo espe- . . autorrealizadón y el ajuste social eran lo mismo. '
cialmente preocupante, sin embargo, era el número de hombres nor- ' Pero el camino había sido desbrozado mucho antes de que Freud
teamericanos por los cuatro costados que también parecían rendirse, fuese transformado en artículo de consumo durante el período de
incapaces de responder a los desafíos del mercado que deberían haber entr~g~erras. E!l este .s~ntido, el credo de mayor importancia fue el
constituido la causa del éxito de su virilidad. Para referirse a este ~ovumento por la Hrgrene Mental y Clifford Beers fue su evanoe-
proceso, el término consolador y eufemístico de «neurastenia» -una ltsta. Beers incor~oró la psiquiatría en el sueño norteamericano. En<
forma elegante de hablar de la debilidad de los nervios- fue acuñado . sus c?arlas Y. escntos, Beers, el Benjamin Franklin de la psiquiatría,
por George Beard y propagado por el destacado doctor en psiquiatría , ofrec1a. consejos como los del Poor Richard's Almanac * sobre cómo
\Xleir Mitchell. La neurastenia pasó a ser, a juicio de muchos, la ·· renunciar a la enfermedad mental y abrazar la fuerza muscular de Ia
«enfermedad norteamericana». "" mente. Y al igual que Ia totalidad de los mejores predicadores con
A partir de las postrimerías del siglo XIX, las enseñanzas de los sus ,cuentos personales sobre el pecador convertido en santo, Beers
psicólogos y los servicios de los psiquiatras han desempeñado un pod1a proclamar que su evangelio era verdadero porque él babia pasa-
papel de creciente importancia en la tarea de moldear la mentalidad do personalmente por todo ello. Sus credenciales eran mejores que
norteamericana, en una medida que seguramente no tiene paralelo en las de ~~ doctor en medicina: Ia insania era su educación médica. :¡>
ninguna otra nación. A primera vista, esto parece una paradoja: ¿aca- Como drJo en una frase maravillosamente reveladora, «Creo que soy
so no debería el Nuevo Mundo verse libre de las «enfermedades de uno de los_ P~~os que jam~s hay~n sa~ado provecho de un ataque
la civilización» que aquejaban al Viejo? Pero en realidad no es tan mental» (anad~o: «l':l'o lo hice en mteres propio, sino por altruismo.
extraño. En primer lugar, la «gran democracia», para ser fiel a sí ". aunque he r:ctbldo ,U:esperados bene~dos personales»).
misma, tuvo que democratizar la psiquiatría, tuvo que colocarla en Enl~ pnmeta pagma de su autob1ografía espiritual de nuevo esti-
el mercado libre. En segundo lugar, la propia psiquiatría norteame- lo, A mmd that found itself (Una mente que se encontró a sí mis-
ricana se ajustó al papel de técnica dedicada a ajustar a los triunfado- n~a) (1908), Beers dejó bien sentado que era un muchacho norteame-
res a su sociedad, proporcionando un pasaporte a la perfectibilidad, ncano de buena cepa, nacido en el seno de una familia «verdadera-
otro recurso para, al decir de Dale Carnegie, ganar amigos e influir mente norteamericana», descendiente de los primeros colonizadores
en las personas. Sobre todo, a lo largo del último siglo la psiquiatría ) (probablemente, esta genealogía -el mito del héroe de Beers- era
en Norteamérica se ha transformado de una fuerza negativa en otra
positiva. Dejó de ser sencillamente un remedio para la enfermedad . ~ Nomb~e de una serie de alman:.~ques, con má.,.imas, que publícó Ben-
mental y se convirtió en un tónico de la salud psíquica personal, un !amm Franklm entre 1732 Y 1757. Alcanzaron notabl~ popularidad v se tradtt·
camino romántico hacia el autodescubrimiento y, finalmente, una ¡eron !l muchas len~as. (N. del t.) · ·
·~.' - ';.~.

262 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA


EL SUEÑO NORTEAMERICANO
26.3
en su mayor parte fantasía). Nacido en New Haven en 1_876,_ de tiamente por su experiencia. Lo que él veía como el trato brutal que
padres de clase media, de joven ~a~ía poseído !a. más v1ctonosa le dispensaban los m~dicos del asilo y, en particular, los ayudantes, le
mezcla de rasgos: la que formán la ttm1dez y el espmtu em~rendedor parecran torturas deliberadas, capaces de «empujar a un hombre cuer-
y competitivo. Sus recuerdos de la escuela :ra:1 los del «due_::to; de do a la v~olenda». Nadie se tomó la molestia de investigar a fondo
empresa» del periódico estudiantil y los obJ~ttvos que se .senalo en su angusuado estado mental. «Mis cuidadores eran incapaces de com-
y ale no consistían en alcanzar las nobles crmas de la vtda de la prender el funcionamiento de mi mente, y raramente tolerarfan lo
mente, sino aprobar, establecer contactos, ingresar en las hermanda; que no podían comprender.» Todo el mundo aprovechaba la insania
des de estudiantes y participar en la dirección de las cosas. Demostro como :x~usa para la incomprensión y, por ende, la brutalidad. Pero
estar a la altura del resto del «espíritu de Y ale» y vio cumplidas sus Beers tnststía en que, en realidad, típicamente hay razón en la locura
ambiciones. Y po.ca p~~cepdón o esfuerzo se hubiera necesitado para comprender
Beers se dedicó a los negocios. Primero intentó vender seguros, su sttuacwn, aplacar sus temores y acelerar su curación. La insania
pero lo dejó para convertirse en vendedor de u~ arquitecto neoyor- respondería prontamente a la racionalidad.
quino especializado en proyectar bancos. Sobrevmo entonces la cala-
No recibió ni pizca. A pesar de todo, Beers se recuperó un poco.
midad. Unos años antes, en 1894, había dedicado mucho tiempo a Además, su familia no podía seguir pagando los elevados honorarios
cuidar a su hermano Sam, que era epiléptico y se estaba muriendo. de un asilo cuyo_ propietario, según Beers, sacaba un beneficio neto de
Ahora el propio Beers se volvió «neurasténico» y pensaba con te:ror 95.000 dólares al año. En marzo de 1901 lo sacaron del .asilo. Pasó
en la posibilidad de que también él estuviera condenado a ser vícttma ?lgunos meses con ~n cuidador particular, pero luego, en 1902, fue
de la epilepsia. El temor «Se apoderó de mi mente». Debilitado y atur- mgresado en el ~ettro de Hartford, otro asilo privado, aunque más
dido volvió a casa en el verano de 1901 e hizo un intento de suici- barato, que en tlempos mejores había sido pionero de técnicas avan-
dio ~ue, visto retrospectivamente, parece poco , decidido. Se d_ejó zadas. de terapia moral. Beers seguía viéndose empujado pot sus
caer desde una ventana de un cuarto piso -sena una exagerac10n de.Ius10nes de antes. Se encontraba bajo «vigilancia policíaca» en un
decir que se tiró--, pero aterrizó sobre tierra blanda. Sufrió fracturas a~do lleno de ~<detectives que fingían insania». Nada era lo que pare-
en los tobillos que le tuvieron escayolado durante algunos meses, cta ser. Sus alimentos estaban envenenados. Sus supuestos «amioos»
pero ningún daño físico permanente. Su familia sacó la conclusión Y «familiares» eran sólo esbirros de la policía. Carecía de ori;nta-
de que obviamente, necesitaba tratamiento mental. ción; estaba «sin un mundo».
Lo 'nevaron a Stamford Hall, asilo privado que ostentaba el pom-
Be~rs no re:obró la percepción de la realidad gracias a los psiquia-
poso nombre de «sanatorio». Hasta entonces, Beers h_abía sid:' senc~­ tras, smo en virtud de los esfuerzos conjuntos de él mismo v otro/·
llamente neurasténico e hipocondríaco. Ahora empezo a sufnr alucr· paciente. Beers estaba convencido de que su «hermano» no ~ra s;
naciones serias. Creía ser víctima de una conspiración gigantesca her~ano, sino un impostor. Su amigo le dijo que lo pusiera a prueba:
para perseguirle (más adelante escribiría que todo esto s; debía a escnbe a tu hermano a, su propia dirección. Beers siguió el consejo.
«delusiones de referencia»). Todas las personas que teman tratos Su hermano se presento con la carta en la mano. A Beers se le abrie-
con él eran en realidad policías o sus agentes; las personas que decían ron los ojos en el acto. «La falsedad se convirtió en verdad», la locu-
ser familiares suyos eran en realidad detectives disfrazados. Él mismo ra se doblegó ante la razón. Nació de nuevo. «Mi mente parecía
era un delincuente. Su intento de suicidio había infringido una ley haberse encontra~o ? si misma.» Empezó a fechar el tiempo a partir
del estado. En cuanto se recuperara, le juzgarían, torturarían y ejecu- de su «nuevo nactmtento».
La ?~presión de Beers se transformó rápidamente en alborozo.
tarían. Sintiéndose atormentado por la culpabilidad, fingió estar más
· ' enfermo de lo que en realidad estaba, para aplazar de esta manera
Se volv10 maníaco, sobrecargado de energía, de ideas, de planes, de
el aciago día. pro~ectos~ Se veía a sí mismo convertido en un artista o un pianista
Como recordaría más adelante, su paranoia era confirmada día- gem~l (mas adelante se jact11ría de que iba a ~<escribir un poema c¡ut'!
264 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA EL SUEÑO NORTEAMERICANO 265

hará que la Divina comedia de Dante parezca una farsa francesa). violencia. Era «una edición de bolsillo de la Bolsa de Nueva York
Empezó a «mandar al universo». Al principio daba órd~nes ~ los durante una ola de pánico».
demás pacientes y luego, al ver que esto daba resultado ( «mvanable- Beers empezó a tomar medidas efectivas. Escribió al gobernador
mente les inducía a obedecer»), se puso a dictar órdenes al personal. del estado exigiendo investigaciones, pidiendo una carta de derechos
Se veía a sí mismo como un hombre «cuerdo» pero «revoltoso». para los insanos. Ideó planes utópicos para cambiar el mundo cuando
«He saltado al otro lado de la frontera del pafs de los genios.» Le saliera y, entre otras cosas, quería fundar una ciudad nueva que en
hervía la sangre al ver los males, la incompetencia y las injusticias su honor se llamaría «Beresford» y que estaría poblada totalmente
del asilo y emprendió una cruzada reformista. Sería un «salvador», por «pervertidos, tanto mentales como físicos y morales». Escribió
«el más grande de todos los hombres que han vivido con una sola cartas y más cartas a los amigos, a Ja familia y a peces gordos como,
excepción». por ejemplo, el presidente Roosevélt, documentando las atroces con- ' '
Beers hacía sentir sus puntos de vista. Siguieron meses de batallas diciones del asilo: unas cuantas salieron de éste; ]a mayoría fueron
con los doctores y el resto del personal. Se volvió exigente y, cuando censuradas o destruidas.
sus exigencias no eran atendidas, se mostraba difícil y destructivo. Finalmente, ellO de septiembre de 1903, Beers salió del asilo y
No era debido (escribe) a que estuviera auténticamente descontrola- reanudó su trabajo de viajante de comercio. Leyó Los miserables
do, sino que las crueldades del asilo provocaban estas reacciones. y aspiró a llegar a ser un Víctor Hugo moderno que rescataría a los
Sometido a disciplina punitiva, experimentó plenamente los horrores nuevos miserables del Nuevo Mundo. O escribiría La cabaña del tío
de la camisa de fuerza. Un médico sádico (un «doctor Jekyll y míster Tom para los esclavos del asilo. En sus ratos libres comenzó a redac-
Hyde») le impuso la ingestión forzosa de alimentos y medicinas a tar su autobiografía del asilo. La dictó a una estenógrafa: 80.000 pa-
modo de castigo, empujado por la pura maldad, incluso después de . labras en noventa horas.
que Beers accediera a tomar las dos cosas de la manera normal. Sobreexcitado una vez más, su hermano favorito, George {su
Empezó a tomar nota de todas las injusticias -en pedacitos de pape!, «cQnservadon> ), le persuadió a que ingresara otra vez en el Retiro
a veces en las paredes- como anales de crímenes contra la humam- de Hartford en calidad de paciente voluntario, en condiciones de
dad y para practicar con vistas a la gran misión que estaba formu- libertad, para que pudiera terminar su libro. En 1905 ya estaba ter-
lando: convertirse en el «salvador» de Jos insanos. Advirtió a Jos minado. Mientras escribía iba cambiando su estrategia. Al principio <
doctores que no cejaría hasta que se «llamara a capí~ulo» a los mal- :. sólo se proponía escribir una denuncia de sus sufrimientos persona-
vados. .o les a manos del negocio de los locos. Sin embargo, fue creciendo el
De nuevo se agotaron los fondos de la familia. Esta vez Beers deseo de que el libro no fuera sólo autobiográfico, sino universal; no .,
fue trasladado a una institución estatal, el Hospital para Insanos de sólo crítico, sino también positivo; no una mera crónica de su propia
Connecticut donde se le clasificó ignominiosamente como «indigen- persecución, sino una carta de derechos para los insanos. Aspiraba
te». Una v~z más se sintió «abandonado de todos>>. Una vez más a que el libro pusiera en marcha todo un movimiento.
se vio tiranizado por el personal. Respondió luchando. Intentó ejer- Jubiloso y entusiasmado, el ex viajante de comercio reconoció
cer sus propios poderes. <~Procedí a hacerme cargo de todo . . . d sagazmente que para que el libro surtiese el máximo efecto era nece-
hospital.» Maníaco una vez más, se volvió inacabablemente locuaz, sario hacer amigos en lugar de enemigos. Empezó a enseñar el libro
dogmático, extravagante. Prosiguiendo con su misión de purificar a hombres de negocios influyentes, a médicos y psiquiatras. Como
los establos de Augias, se las arregló, con fines puramente investi- sabía mostratse deferente ante la autoridad, se ganó el apoyo de figu-
gativos (nos dice), para que le trasladasen ::tl pabellón de los violen- ras tan poderosas de la élite médica y académica norteamericana como
tos («el torib>) para poder experimentarlo por sí mismo, de primera William James, Weir Mitchell, William Welch, James Putnam y
mano. Las condiciones que allí reinaban eran infrahumanas, la ley ·.~. Adolf Meyer. Cuando A mind that found itself salió finalmente en
de l11 jungla. Pacie)1tes y personal se veían atrapados en un ~írculo de , 1908, crª tflnto un proyecto pata d fut~tro como una acusación contra
266 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA EL SUEÑO NORTEAJ\iERICANO 267

el pasado y el presente. El libro contaba la historia de Beers. Pero <<antípsiquiatría» que repudiara el asilo y la profesión psiquiátrica
también reveló al mundo el fruto de sus sueños: el Movimiento por por completo. Jamás negó Beers que la insania fuera una dolencia
la Higiene Mental. A partir de entonces, durante los veinte años médica objetiva, real. En ninguna parte sugirió que la locura per se
siguientes, este vendedor arquetípico consiguió venderle a una serie fuera sólo fabricada por la psiquiatría o el asilo, si bien a menudo
de psiquiatras y dirigentes, benefactores y filántropos la visión de una era aumentada trágicamente por los abusos de ambos. Beers era un
cruzada nacional contra la enfermedad mental, encabezada por una reformador idealista más que un radical o un revolucionario y consi-
nueva organización, el Comité Nacional por la Higiene Mental. Su deraba que la reforma nacía del interior de la profesión. >
secretario, su espíritu motor, su ejemplo más preciado sería el propio En armonía con el meliorismo del temperamento progresista,
Beers. Beers no creía en la necesidad de que hubiera conflicto fundamental
Beers pasó el resto de su vida dirigiendo el comité. Él era el alguno entre el individuo y el estado, los ricos y los pobres, el doctor
mascarón de proa. Su libro era la biblia del comité, así como una y el paciente, el psiquiatra y el loco. Los intereses de todos debían
de las principales fuentes de conversos. Bcers era quien recaudaba avanzar y avanzarían juntos, con sólo que los hombres de buena
fondos. Recorría toda la nación -el mundo más adelante- dando voluntad se mostrasen dispuestos a encauzar sus energías, talentos y
conferencias, pronunciando discursos, solicitando entrevistas, espe- dinero hacia la educación, la organización y la ilustración. El comité
rando en la antesalas de los ricos. Le encantaba ganar amigos e influir nacional estimularía, concentraría y popularizaría estos esfuerzos enca-
en la gente. Vender su causa, venderse a sí mismo, daba todo un minados a crear ·un futuro mejor, más saludable, más cuerdo. Su élite
significado nuevo a vender seguros. Contaba infatigablemente el> de médicos y benefactores sería la mejor salvaguardia de la salud
heroico relato de su nuevo nacimiento, de la «razón triunfante» mental. Beers formó equipo con la misma profesión que le habían <
(título que en un principio había pensado poner al libro), como el «oprimido»: fue un caso casi único en la historia de los locos conver-
viejo marinero convertido en hombre de negocios formado en Yale. tidos en promotores de campañas. Y los «opresores» le recibieron
Le en<:antaban los aplausos de los grandes personajes (posteriores con los brazos abiertos, como a un hombre que había visto la luz. >
ediciones del libro incluían cada vez más cartas de felicitación de Por supuesto, lo que continuó ocupando el centro de la cruzada
personas famosas). En 1929 consiguió salir en el Wlho's who in Ame- de Beers fue la historia de su experiencia personal de los abusos del
rica. Con ecos inquietantes de Nietzsche, el W7ashington Post le llamó asilo. Eso fue lo que hizo que se vendieran miles de ejemplares
«superhombre» que había subido de los «pantanos de la oscuridad» de su libro, lo que le convirtió en una figura nacional, lo que despertó
a la «torre de la fama». Finalmente, fue fotografiado en los jardines en los cineastas el deseo de llevar su vida al cine, lo que indujo a la
de la Casa Blanca. gente a contribuir a la causa (a lo largo de veinte años las donaciones
En el asilo, el joven Beers había probado su virilidad luchando ascendieron a cuatro millones de dólares). Pero -a diferencia de la <..
contra los doctores. Cumplido ese rito de paso, optó por unirse a anterior Asociación Nacional para la Protección de los Insanos fun-
ellos. (Hay un paralelo interesante con el cambio efectuado por dada en 1880, o de la Sociedad de Amigos de los Supuestos Locos
Freud, que de acusar al padre pasó a exonerarlo.) La mente que se creada anteriormente en Inglaterra por John Perceval- el Comité
encontró a sí misma era una mente que se dio cuenta de que la razón por la Higiene Mental de Beers no se dirigía realmente a los pacien-
realmente tenía que trabajar en el bando de la medicina, la psiquiatría tes de los asilos y sus injusticias, salvo a escala simbólica. Huelga
y las autoridades. decir que recibía centenares de peticiones de ayuda de pacientes en
Desde luego, A mí11d that fou1td itself es una ac;usación cáustica apuros. Pero investigaba muy pocas de ellas. A decir verdad, el mis-
contra los males del manicomio. Pero Beers quiso que su libro fuese mo Beers mostraba poco interés o simpatía por la situaci6n de los
una anatomía de abusos concretos -una crítica de la crueldad, la pacientes y ex pacientes mentales. A uno de estos últimos que le .>
incompetencia y la estupidez que significaban que «con demasiada escribió hablándole de sus males y pidiéndole ayuda para encontrar
frecu~nci¡¡ a los locos los h~ce d hombr<::»- y no 1,111 trfltado de empleo, Beers le contestó bruscamente que «cada paciente recupe·
..
·,.,
.t::L SUbt'<O NOR'r.c.AMERÜ:.hNO

rado debe salir a buscarse su propio empleo justamente como tuve --,¡
:, recobrado la racionalidad. De hecho, a Yeces mostraba ante ellos
·!
que hacer yo cuando salí del hospital en 190.h. El hombre que le una frialdad rayana en lo cruel. Su hermano mayor, William, que se
escribió la carta .pensó que esto era puro embuste. dedicaba a los negocios, sufrió terribles pérdidas económicas cuando
En efecto, como muchas otras personas que rechazan sus raíces, la Depresión, lo que le sumió en un hondo abatimiento. Clifford le
que suben la escalera y luego la apartan de un puntapié, la actitud aconseJo que ingresara voluntariamente en el asilo Bloomingdale.
del propio Beers ante los insanos era muy ambivalente. Nunca disi- William siguió el consejo, pero al poco se ahorcó. Beers dio poca
muló el hecho de que él mismo había estado mentalmente enfermo; importancia a lo ocurrido.
nunca, por ejemplo, intentó que la gente pensara que su «locura» no Poco después, su hermano mayor favorito, George, su «conser-
había sido más que una etiqueta inventada por una conspiración de vador>>, también sufrió una gran depresión. Al fin, siguiendo las
doctores. Hacerlo habría sido contrario a su propósito, que consistía indicaciones de Clifford, George ingresó en el asilo Austen Riggs
en demostrar que la enfermedad mental era un enemigo al que podía (su director era miembro del comité nacional de Beers), pero se sui-
vencerse utilizando la fuerza de voluntad. Pero nunca llamó directa- cidó en el mismo día del ingreso. La reacción de Beers fue diversa.
mente «insania» a su propio trastorno. Prefería hablar de una «gue- Escribió que le satisfacía que George «no pusiera fin a su vida sin
rra civil mental» en la cual la «irracionalidad» acabó siendo vencida primero buscar protección psiquiátrica contra sí mismo y su impulso
por la «razón». suicida»: su llamada de ayuda demostraba que evidentemente no
Asimismo, su autodramatización hacía hincapié en que su tras- había traicionado a la causa de la higiene mental. Por otro lado,
torno era de algún modo «limpio» e incluso «bueno>>. Había sido el consideraba que George era esencialmente culpable de su propia
resultado comprensible de los cuidados fraternales que dispensara a muerte, por no haber accedido antes a ingresar en el asilo. Nada indi-
su hermano Sam, el enfermo de epilepsia. Beers jamás dio testimonio ca que le pasara por el cerebro la idea de que lo que tal vez precipitó
de ninguna fuente vergonzosa o escandalosa de su enfermedad, de el suicidio de George fue precisamente el consejo de que ingresara
ningún hecho emocional deshonroso .que su familia mantuviera en en un asilo. La muerte de George dejó a Clifford con la sensación
secreto, de ninguna «lesión de la voluntad» interna y profunda, de haber sido traicionado. ¡Qué terrible «ironía del destino» que
de ninguna «insania moral». Aunque el Movimiento por la Higiene «miembros de mi propia familia no hayan podido beneficiarse de la
Mental albergaba sentimientos encontrados en relación con Freud, labor que yo empecé»! A su modo de ver, le habían hecho quedar
ciertamente no se oponía por completo al concepto del inconsciente. como el proverbial predicador que no logra convertir a su propia
Pero no hay ningún indicio de que Beers sospechara que en su propio familia.
caso intervenían monstruos de las profundidades edípicas. Al con- Por supuesto, hay que ser comprensivo. Beers procedía de una
trario, creía que, incluso cuando sufría en las profundidades de las familia en la cual su madre había sufrido depresiones, un hermano
delusiones, siempre había preservado un núcleo sólido de racionalidad mayor había muerto de epilepsia y otros hermanos eran propensos a
intencional y fuerza de voluntad. Le encantaba contarles a sus oyentes la depresión; él temía correr la misma suerte. Nada extraño había
que durante su fase maníaca y locuaz en el asilo le habían retado a en que, por su propio bienestar psíquico, necesitara poner cierta dis-
guardar silencio durante veinticuatro horas. Había ganado la apuesta. tancia entre su propia «insania saludable», que esperaba haber ven-
.,
Además, se había recuperado mayormente gracias a la ayuda propia:
el experimento consistente en enviarle una carta a su hermano George.
., cido, y los tipos de enfermedad que destruían a otros .
Esa necesidad encontró expresión en su programa visionario más
Beers estaba loco en aquellos momentos, pero obró de forma razo- amplio. Desde el mismo principio, el Movimiento por la Higiene.:;.
nable. Mental en su conjunto se distanció de los insanos. Al principio,
Beers, por lo tanto, hacía una división tácita entre los locos «me- William James había querido que la palabra «insania» figurase en el
recedores» y los «no merecedores», y como más a gusto se sentía era nombre del movimiento, para llamar la atención sobre la situación
simpatizando con los que se ayudaban a sí mismos, una vez habían de los locos. Beers se opuso con éxito a ello, de acuerdo con psiquia-
270 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA EL SUEÑO NORTEAMERICANO 271

tras destacados tales como Adolf Meyer. La palabra era demasiado Higiene Soda! de Ing1atetr<1, abogaba por las pruebas de inteligen-
truculenta. Beers y los psiquiatras querían un movimiento que fuese cia, 1a clasificación, los estudio:; y muestreos psiquiátricos, la orien-
respetable, que no asustara a los Vanderbilt y a los Rockefeller. tación de los niños y así sucesivamente: todas estas cosas eran im-
El movimiento no quería entablar demandas escandalosas ante los portantísimas para obtener la comprensión psicológica necesaria para
tribunales, sino conseguir que jueces, abogados y administradores dirigir la socíedad moderna. Para alcanzar estas metas, Beers esperaba
prestaran apoyo a la psiquiatría social. Para alcanzar sus objetivos se penetrar en «todas las esferas educativas e industriales, en todos los
valía de la publicidad, la propaganda, la información, los panfletos, tribunales y hogares, en todos los centros de concesión de licencias
el cabildeo. Dirigía sus llamamientos tanto a los ciudadanos juiciosos de matrimonio y de asesoramiento». Su fantasía de la razón era el
como a la sociedad, ¿Qué era, pues, lo que se proponía conseguir? objetivo del hombre psiquiátrico normalizado por la ayuda profesio-
Ofrecía al individuo una promesa de salud mental positiva. Le nal dentro del estado terapéutico.
decía que, familiarizándose con la psicología y la psiquiatría, podría Irónicamente, Beers nunca se libró de su propia fantasía. Cuando
mejorar su personalidad, pensar positivamente, tener una visión inte- contaba entre sesenta y setenta años de edad empezó a dar muestras
rior de su propia psique, seguir las reglas de la salud mental y regular de creciente depresión. Siempre había sido un hombre imprevisible,
>sus emociones. Era un credo para el éxito psicológico. A su amparo difícil, a veces dictatorial: un egoísta supremo en su propia organi-
se publicaron libros con títulos como Understanding yourself, método zación, desconfiando profundamente de los demás, a menudo trai-
que, destinado a ayudar a la propia psique, abogaba por una especie cionándoles a sus espaldas. Ahora su comportamiento se volvió
de «marcha atlética» mental. :~ imposible. La mente que se había encontrado a sí misma volvió a
;.
A la sociedad y al gobierno les presentaba un mensaje diferente perderse. Sobre todo, se acobardó ante la vejez y la perspectiva de
pero complementario: un grito de guerra contra la «mala salud men- morir. Ver su propio pelo canoso le atormentaba, de modo que em-
tal», una llamada a las armas psiquiátricas. Hasta hacía poco, según pezó a teñírselo. Consultó con un terapeuta de confianza y de incli-
afirmaban los escritos sobre higiene mental de Beers, la evolución naciones analíticas, el doctor Ralph Banay. Éste, como era de esperar,
humana había tenido lugar principalmente en la esfera biológica, la dijo que la culpa de los problemas de Beers la tenía su madre, que
lucha por el desarrollo de facultades físicas más elevadas. Pero ahora supuestamente no le había dado calor y afecto maternales. Sugirió
el progreso de la civilización exigía una evolución psicológica social que ingresara en un asilo. Beets, fiel a sus principios, accedió. Una
colectiva. El futuro se veía amenazado por enfermedades mentales e vez en el asilo, hizo que le entraran de matute el tinte para teñirse
inadaptados: por delincuentes, adictos, pervertidos y débiles menta- el pelo. Volvieron las antiguas delusíones. Una vez más creía ser
<. les. Los métodos tradicionales de tratar los casos <:tónicos y reinci- víctima de una conspiración, que nada era real; todas las cartas
dentes de delincuencia y los elementos perturbadores habían quedado que le mandaba su esposa eran «falsificaciones». Cada vez más nihi-
tan desfasados como la inquisición y la hoguera. Sólo la psicología lista y catatónico, murió en 1943 creyendo que todos los médicos
y la psiquiatría científicas y modernas tenían las llaves del perfecdo· que le atendían eran «impostores».
namiento, insistiendo en la investigación, la reconversión y la educa- Estuviera loco o cuerdo, lo irónico de la carrera de Beers es su
ción. Comprender · las leyes de la salud mental ayudaría a estos búsqueda paradójica de valores totalmente norteamericanos en una
inadaptados y al mismo tiempo ayudaría a la sociedad a protegerse Norteamérica que ya no podía dar cabida a los mitos (suponiendo
de semejantes d'egenerados. que hubiese podido dársela alguna vez). Cuando ingresó en el hospital
Esta era la misión del Movimiento por la Higiene Mental. Difun- de Connecticut su ficha médica decía, entre otras cosas, que mostraba
diría la educación y la información. Promovería los servidos de pre- «agitación, numerosas ideas expansivas, una pronunciada sensación
vención y tratamiento. Pedía que se crearan clínicas psiquiátricas de bienestar, hábitos destructivos ... irritabilidad, egoísmo, malicia».
vinculadas a las escuelas, las cárceles, los reformatorios, los lugares :' ¿No podría hacer esto las veces, no de diagnóstico del hombre, sino
> de trabajo, el ejército. Al igual que el contemporáneo Consejo de } de bosquejo del carácter de la civilización? A decir verdad, muchos
272 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA EL SUEÑO NORTEA.\IEIUCANO 273

dirían que no era un diagnóstico psicopatológko, sino má~ ~ien un yo escribir. Como, por ejemplo, escribió Clifford Beers en su A mind
espaldarazo, una definición del carácter naciona~ o, com~ mm1mo, d: that found itself, que merece todas las aclamaciones que se han
su demonio o genio familiar. Al Beers de los pnmeros anos, que leyo ·)
tributado al libro».
lo que Lombroso escribiera sobre el genio, le gustaba considerarse a Pero si Beers era el héroe manifiesto de Moore, también es, al
sí mismo «anormal». El Beers de años después se alegraba de que menos sintomáticamente, el genio maligno que se encuentra en la
le llamaran «superhombre» (o Übermenscb ). Él era el sueño nor- raíz de todo lo que Moore te1úa que combatir. Porque su propia
teamericano. . , tragedia, como cuenta Moore en su The mind in chains: the auto-
Pero también tenía la «enfermedad norteamericana». Se recupero biography of a schizophrenic (La mente encadenada: la autobiografía
de ella y, partiendo de sus ~<hábitos ex~ansivos y de ~u pronunciada de un esquizofrénico) (1955), es la historia de un hombre cuyo com-
sensación de bienestan~recetó un remedto para su soctedad: la salva- promiso sincero con el optimismo idealista de Beers («el sistema de
ción por la psiquiatrización, para garantizar el triunfo de _la r.azó~, o vida norteamericano>~) se ve refutado continuamente por las exigen-
el progreso de la normalidad. La h~g.iene n:ental vendta hm~teza cias de higiene o normalidad mental que formula su sociedad. El
>interior. No había ningún pecado ortgmal~ nmguna mar:cha umver· resultado fue que en el hospital le diagnosticaron una esquizofrenia.
sal sobre el cerebro que frustrase la campana. Lo ~ue habta que ~cen­ En la medida en que el diagnóstico registraba un yo dividido, esta
tuar era nutrir a los tipos normales cuyos pensamientos y emoc10nes división era entre dos psiquiatrías.
cuadraban con la armonía y la integración sociales. Así pues, los que Moore nació hacia finales del decenio de 1920, hijo de un tendero
siguieron los pasos de Beers tenían que salvar un obstáculo más: la del sur. Creció en una comunidad cuyos héroes eran los norteameri-
normalidad. . canos de Horacio Alger * y los mitos de las peHculas. Confía en Dios,
Tal fue el caso, por ejemplo, de William L. Moore, cuya_ vtda trabaja de firme, juega limpio, sé bueno, honra y obedece, saluda
ofrece una paralelo intrigante medio siglo más tarde. En. ct.ertos la bandera y llegarás lejos era el único mensaje que recibía en la
aspectos superficiales el destino_ de ~oore y el de Beers stgUleron escuela y el hogar. Había tenido la suerte de nacer en «un país libte»,
rumbos parecidos. Ambos crecieron mmersos en el mundo ?~ la donde había igualdad para todos y oportunidades sin límite. «Me
venta. Ambos tenían aspiraciones intelectuales (Beers estudi~ en enseñaron que en Norteamérica un hombre podía llegar a ser lo que
Yale· Moore cursó la cartera de económicas en Johns Hopkms a deseara.» Tenías que ser dueño de ti mismo: «en la escuela de grado
'
principios de los años cincuenta). Aro bos teman
' _una ·«~ente expan- medio la maestra dijo que en Norteamérica cualquiera podía llegar
siva» que les permitía criticar las tiranías y las h1~ocres1as del tr.ata- a ser el presidente de la nación». Todo saldría requetebién. «En la
miento que recibían en sus asilos respectiv.os hacten_do referencia a .. escuela, en casa y en las películas me inculcaron la idea de que las
las grandes filosofías liberales del pensamiento occrdental: De he- personas se hacen mayores y son felices para siempre jamás.» La
cho Moore podía inspirarse ahora en el testamento del propto Beers. madrastra de Moore quería que prohibieran dar por radio todas las
Mo~re fue confinado en 195.3. Se sintió atropellado al ver que le historias que no tuvieran un final feliz. Evidentemente, la tragedia
encerraban a pesar de no haber sufrido nunca aludnadot~es serias, era una actividad antinorteamericana. Norteamérica representaba la
de no haber cometido jamás ningún delito, de no haber stdo nunca libertad, en el propio país y en el extranjero: libertad de pensamien-
violento, suicida o peligroso. Con cierto detalle describe la vida en el <, to, libertad de palabra, el derecho a ser tú mismo y, a escala mundial,
asilo como un sistema malévolo y exacerbante formado por un justicia, libertad, paz. Sé hombre, hijo mío; lucha por lo que sea
millón de pequeñas opresiones. Explica cómo el sistema, al. tratar ,; justo.
a los pacientes como a niños, los infantiliza. e inutiliza. In.stste en
que no es enemigo de los asilos, s!n~ que. stroplemente qutere me- * Autor norteamericano que escribió numerosas novelas para jóvenes cuyo
jorarlos. Luego hace una pausa y dtce sencillamente: «Todo esto ya protagonista acostumbra a ser un muchacho honrado y trabajador que alcanza
se ha dicho antes de una forma mucho mejor de lo que jamás podría el éxito gracias a su tesón. (N. del t.)

18.-PORTIIR
274 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA EL SUEÑO NORTEAMERICANO 275

A Moore le dijeron todo esto. Le dijeron que creyera en ello (su el cráneo. Armstrong se convirtió en el guru de Moore, a la vez que
madre <<creía firmemente en el sistema de vida norteamericano»). en la bestia negra de los padres de éste en una serie de luchas adoles-
Moore obedeció. Debía apuntar alto. Llegaría a ser presidente. «Soña- centes. Cada semana Moore se sometía a una sesión de «análisis» en
ba que seria una especie de combinación del Hombre Enmascarado casa de Armstrong.
y el Llanero Solitario y tendría los poderes de Superman.» Sus pro- Moore se encontraba de modo creciente en un mundo imposible
blemas empezaron cuando descubl'ió que el mundo de los adultos no donde las personas eran «contradicciones vivientes». Abrazaba con
era sincero cuando alababa este credo, que, de hecho, sospechaba de entusiasmo la totalidad de los valores más queridos de su sociedad.
quienes se lo tomaban en serio. El joven Moore se lo tomó literal- Pero sólo él y su guru se los tomaban en sentido literal; para el
mente; para otras personas, entre ellas los padres a quienes había resto de la gente eran engaños piadosos y lo mejor que podía hacerse
empezado a querer, era una mentira. era no prestarles atención en la realidad. Moore se convirtió en una
Él no pensaba rebajarse a decir mentiras. Esto, sin embargo, le figura parecida a Cándido, es decir, el inocente en un mundo de men-
creaba problemas con las figuras de autoridad que le habían enseñado tirijillas, de ilusiones de cine. A causa de ello le pusieron la etiqueta
a «honrar y obedecer». «Tienes que trabajar de firme para progre- de «anormal». Sus padres le reñían porque era una preocupación para
sar», le dicen. Él estudia; en el acto su madre protectora se lo impide ellos. Se encontró aislado.
con algún argumento vulgarizado de higiene mental: no leas dema- Sirvió en la infantería de marina, donde su creencia en el «mito
siado, no estudies demasiado, le dice, «se te va a atiborrar el cere- del amor verdadero» le causó más apuros emocionales. Porque se
bro». De joven, cuando pregunta algo sobre el comportamiento de enamoró de una muchacha de Guaro que no entendía nada del amor
los adultos, le dicen: «eres demasiado joven para comprenderlo». verdadero. En 19.52 volvió a la universidad. Trazó proyectos políti-
Cuando a resultas de ello se desanima, se disgusta, se pierde en un cos para una «Pequeña Utopía». En esta nueva Utopía de Moore,
laberinto de hipocresía, vuelve a obrar mal. Su padre le regaña: «¡no Armstrong sería el señor presidente. El propio Moore aspiraba a
es normal tomarse tan en serio algo de poca importancia como esto! enseñar «análisis armstrongiano» -una saludable gimnasia mental-,
Si sigues así, tendré que llevarte al psiquiatra». ¿Por qué su hijo para que pudiera ayudar a otros que la necesitaban, tales como el
no puede ser «corriente» y nada más? presidente Eisenhower, que había renegado del verdadero idealismo.
A su modo de ver, el problema consistía en que precisamente Porque era importantísimo que los valores norteamericanos prevale-
por ser un «niño modelo» se creía todas las mentiras. Por ello, creció i cieran sobre los peligros del comunismo, que era el no va más de
«no del todo como las demás personas». Por suerte, alguien hacía :• mentiras y palabras insinceras. Moore odiaba a Rusia, un mundo
de contrapeso de la jaula de conformismo cómodo y gastado: el señor «loco», de Alicia en el país de las maravillas, en el cual «negro es
Armstrong, su maestro de historia. El señor Armstrong era un blanco, al revés es al derecho».
anciano sabio e independiente que practicaba los valores norteame- .Mientras tanto, sin embargo, Armstrong murió. O mejor dicho
ricanos que predicaba. Creía realmente que todo el mundo tenía que (dedujo Moore), Armstrong hizo proclamar que había muerto, como
ser dueño de sí mismo. A diferencia del resto de la sociedad provin- parte de la estrategia analitica profundamente sabía cuya finalidad era
ciana y supina, este «gran héroe» tenía en verdad el «valor de pen- que Moore se hiciese en verdad independiente. Ahora que Armstrong
sar». «Examinaba a fondo los misterios eternos de la vida.» Quería había «muerto», Moore distinguió pautas extraordinarias detrás de
jubilarse, comprar una granja y ser un sabio de la tierra, una especie ciertas cadenas de acontecimientos. No podía tratarse de puras coin-
de Thoreau. Armstrong, con todo, era también un «analista». Con cidencias; debían demostrar que el vigoroso brazo de Armstrong
esta palabra no quería decir Moore que el profesor fuese un psiquia- trabajaba entre bastidores para producir campos de prueba morales
tra freudiano. En vez de ello, presenta a Armstrong como un vidente para su alumno. Moore recuerda que en aquel tiempo sabía que todo
por el estilo de Lavater con su propia técnica analítica, un hombre esto parecía raro. Era una pena. «No puedo reconciliarme con ser
que casi puede leer el pensamiento con sólo escudriñar atentamente simplemente normaL»
........ '

276 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA EL SUEÑO NORTEAMERICANO 277


Moore intentó explicar este providencialismo analítico a sus ami· gente a pensar ... ? ¿No es normal creer en mis ideales?». Al menos
gos, colegas y familia1·es. Sin embargo, le juzgaron <mn inadaptado arguye, sus creencias son inofensivas, a diferencia de las de quiene~
para el mundo normal» y le llevaron al hospital del estado. Le invi- emptezan guerras mundiales.
taron a «entrar para un par de días y cerraron la puerta con llave». S~s visiones -sobre Armstrong- se desvanecen gradualmente.
Este giro de los acontecimientos no hizo más que confirmar las con- Pero m~luso ento~ces, una vez restaurado su sentido de la realidad,
vicciones de Moore. Era claro que Atmstrong había dispuesto las los camm~~ del as1lo para llegar a la libertad no tienen que ver con
cosas de tal modo que pudiera «llorar con los que lloran». El asilo 1~ P;rcepcton ve_rdadera y fals~, s~no si:nplemente con ciertos proce-
parecía lleno de esbirros plantados allí por Armstrong. Todo era un dtmtentos .. Le dicen que le deJaran saltr sólo si acepta someterse a
«complot>>, aunque muy benévolo. un tr~t.annento de insulina. Sl se niega, tomarán su actitud como
Según el diagnóstico que hicieron los médicos del asilo, Moore ne~at_tvtsmo. Moore concluye que se trata del régimen de «lavado
era un esquizofrénico de tipo paranoide que sufría delusiones. ¿Qué qutm:co. ,del cerebro». Le aplican el tratamiento (Moore hace una
constituye delusión? pregunta Moore. Es cierto que cree que Arms- descrtpcron 1arg~ y horripilante de la terapia de coma); Ie dejan
trong está vivo. Billones de cristianos, sin embargo, creen que Cristo aband?nar el as1lo, pero en este caso no hay ningún final feliz a lo
vive. «Pero a todos los cristianos no los meten en hospitales del Horatto Alger:
estado.» Esto se debe, explica, a que esos cristianos forman la mayoría
moral que tiene el poder para definir la normalidad: si Cristo regre-
A vosotros os toca decidir si he de avanzar como don Quijote
sara ahora, le encerrarían por su propio bien. Eso .llega al corazón
c~r?ando contra su molino de viento o como el peregrino en su
mismo de la gran mentira de su «país supuestamente libre»: Nor· VlaJe. De ~echo, en esta mitad democrática del mundo, todo mi
teamérica te dice que pienses y actúes en grande, pero luego te futuro. es.ta en vuestras manos, a vuestra merced. Yo sólo puedo
penaliza en grande por ello: «He tenido sueños descabellados -locos dar m1 vtda. Y vosotros debéis hacérmela o rompérmela.
si queréis- con la esperanza de poder hacer de esta vida algo mejor
para todos nosotros. Y por esto hay barrotes en todas las ventanas,
todas las puertas están cerradas con llave, todas las salidas están La crónica de Moore pone de relieve la tensión que existe en Ia
vigiladas». cultura norteamericana entre, de una parte, la libertad individualista
De hecho, la dirección del asilo -reflejando las costumbres del y, de otra, el conformismo terapéutico. Si los «normalizadores» son
mundo- ya no reconocía la importancia suprema de la verdad y la los malos de .la película, vale la pena observar que el paladín de los
falsedad, lo correcto y lo erróneo, el bien y el mal, y en vez de ello ~alares ese?cralmente norteamericanos se ve sostenido por un «ana-
se limitaba a dividir entre lo normal y lo anormal. Y eso se reduce ~: I~st~» que mterpreta el papel del tradicional Todopoderoso providen-
en el fondo a preguntarse quién tiene poder para definir la normali- ciahsta. Mo~re es también hijo de su tiempo en la solución que ofrece.
dad. Sus doctores intentan despojarle de la creencia de que, con la Un par de srglos antes, un «Llanero Solitario» como Alexander Cru-
ayuda de las técnicas de Armstrong, puede «analizar a las personas». den, que lu~haba _cont:a la tiranía de «el mundo», defendió con firme-
Sus padres reducen la verdad a la autoridad y a cuestiones de ajuste: za su propra ra~IOnalidad. Moore, en cambio, prueba otra línea de
le dicen que debe «tener fe y creer en lo que me digan los doctores». -·'• condu.cta: «Nadre está cuerdo. Todo el mundo es esquizofrénico».
A su vez los doctores le dicen: «eres un hombre muy enfermo». m _mismo se encuentra enganchado a la seducción retórica de la
Le explican que su problema estriba en que «tienes ideales que son sociedad terapé~tica, a la idea, propia del New Deal, de que todo
el mundo necesrta ayuda.
contrarios a la sociedad normah>. Moore contesta: «¿No es normal
que un hombre quiera la paz del mundo al amparo del Derecho, que
sueñe con la paz en la tierra, la buena voluntad para con los hom- :;: La vida de pm Curran representa otra serie de variaciones sobre
bres? ¿No es normal querer ayudar a los demás, querer alentar a la t los temas que mterpretara Clifford Beers. William Moor~ se sip#ó
. . __,...,.
278 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA EL SUEÑO NORTEAMERICANO 279
alentado a explorar los caminos que llevaban a la libertad y el indivi- Los p~rientes creyeron que sencillamente «tenía pereza>>, que había
dualismo, pero se encontró atrapado en un laberinto. Jim Curran trató «perdtdo el tesón», y le dijeron que «hiciera un esfuerzo por sobre-
de alcanzar los objetivos paralelos que todo el mundo le había incul- ponerse». Sabía que lo de tener pereza no era verdad y se sintió
cado desde sus años en la escuela: ¡ten éxito! ¡enriquécete! ¡dis- ofendido. Así pues, debía de estar enfermo físicamente. Su doctores
fruta del poder! También él pudo comprobar que sólo conducían al creyeron que se trataba de una úlcera o de apendicitis («Nunca se me
asilo. Incluso allí le persiguieron las mismas voces. «Sueño que estoy ocu~rió que mi problema pudiera tener una base mental>>, añade).
en un cráter -escribe desde el hospital- y tengo que llegar arriba ... Paso una temporada en el hospital. Le quitó muchas preocupaciones
Sé que debería llegar arriba, pero no podría.» Al igual que Beers, Y resultó un gran alivio. Porque queria decir que «yo estaba enfer-
trazó «grandes proyectos» sobre cómo se vuela. mo» Y «me deleité con este pensamiento», porque «me habían alivia-
Curran creció en los años de entreguerras y era hijo de un fabri- do de la responsabilidad de ganarme la vida».
ca~te. Después de su paso por la universidad, entró en el negocio de Salió del hospital para vender seguros, pero no tardó en sufrir
la confección y en determinada etapa aceptó un empleo de viajante un ataque de nervios en toda la regla. La familia le despachó a un
en el Oeste. Era un hijo obediente. «Me había propuesto abrirme costoso asilo privado que llevaba el eufemístico nombre de «sanato-
paso y estaba decidido a conseguirlo.» En su caso no había ninguna rio». Una vez más Curran sintió que le quitaban de encima una
duda sobre cuál era el rumbo correcto que debía seguir en la vida: carga de culpabilidad que amenazaba con aplastarle: lo suyo era
«Quería triunfar en los negocios». Todo fue bien al principio. Sus una enfermedad mental y no pereza. Además, no estaba enfermo
esfuerzos fueron apreciados y ascendió en la empresa, llegando a ser porque hubiera fracasado, sino que había fracasado porque había
gerente y socio. Le gustaba contemplar a los trabajadores felices que estado enfermo desde el principio. Así pues, los médicos del sanatorio
salían de la fábrica a última hora de la tarde: «Me producía una le ayudaron en un sentido: al calificar su problema de trastorno
sensación agradable de poder benigno». Pero aparecieron síntomas mental, le absolvieron de la culpabilidad que le atormentaba. Pero
reveladores. Tenía ganas de moverse, sentía un «deseo impaciente de le hicieron daño en otro sentido. Porque (creía Curran) tenían un
seguir avanzando». Disminuyó su capacidad de concentración y empe- interés creado en la enfermedad mental y lo explotaron al máximo.
zó a dejar las cosas para mañana: pronto «desapareció mi anterior yo Cuanto m~s enfermos estaban sus pacientes, más tiempo pasaban en
afanoso». e! sanatono y, po: ende, mayores erap los honorarios. El propieta·
El negocio iba mal, las deudas se acumulaban, se tomaban deci- n.o:~octor le s~guta a todas partes acusándole de «negativismo» y
siones desacertadas, la empresa cerró. De nuevo se hizo viajante de dtclend~le «e~t~s.loco de atar, y siempre lo has estado», con lo que
comercio {«mi formación sólo me capacitaba para vender»), pero, al pretendta (a JUlClo de Curran) hacerle empeorar. El establecimiento
igual que Wíllie Loman,* no conseguía vender nada. Con el cerebro entero era una indecente máquina de sacar dinero que no ofrecía nin-
atormentado por las oportunidades que no se presentaban, Curran guna ayuda, ninguna terapia, ningún programa. Los honorarios exor-
se sumió en el letargo, en una espiral descendente de preocupaciones, bitantes sólo servían para comprar secretismo.
ineficiencia y más preocupaciones: sobre todo, la angustia de apare- Curran sufrió golpes devastadores (no fue el menor de ellos el
cer como un fracasado a ojos de su esposa y sus hijos. «Estaba has- que su esposa se divorciara de él) y siguió empeorando; de hecho,
tiado)>; «mi mente se sentía cada vez más cansada»; quedó «mental- empezó a pensar en el suicidio. Transcurridos siete meses fue tras-
mente paralizado». Al final, ahogándose en la lástima de sí mismo y ladado («ingresado, y no encerrado», recalcó él) al hospi;al mental
en las acusaciones también dirigidas contra él mismo, quedó reducido del estado, inmensa institución que albergaba a unos 2.000 pacientes.
a poco más que «un espíritu roto, una mente desordenada». Resultó ser su salvación. El hospital de Saint Charles era bien llevado
<~Algo me impedía avanzar, pero yo no sabía de qué se trataba.» por personas amigables y entregadas a su trabajo, alegres y solícitas.
Una vez más, Curran se sintió aliviado porque otros hacían las cosas
* l?rota¡¡onista de La tnUf:rt~ d!! ur¡ viajante, de 1\rthur Miller. (N. del t.) por él, tomaban decisiones por su cuenta: «Me cuidaban automática-
280 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA EL SUEÑO NOR'l'EA:MERICANO 281

mente»; era un gran alivio que «_tomaran en consideración sus del túnel. Con dulzura y firmeza a la vez, Carlsen hizo que Curran se
deseos». librara de sus delusiones. Insistió en que contemplara su porvenir
«Estaba enfermo, era un fracasado.» Mas ahora eliminaron el con realismo. Sí, Curran debía volver al mundo, porque la gente
estigma del fracaso. El hospital le ayudó a levantarse, no en menor tiene que aprender a valerse por sí misma: «Debo ayudarme a mi
n1edida haciéndole trabajar, en el taller de carpintería, en la panade- -· mismo a recorrer la senda de la recuperación». (Por supuesto, en
ría, en el jardín de uno de los ayudantes. Accesos de depresión pro- '· caso de apuro siempre podria volver al hospital de Saint Charles.)
funda {«un monstruo, una excrecencia») seguían acosándole cuando Sí, Curran podía irse, pero no antes de que llegara el momento oportu-
reflexionaba sobre las ruinas de su vida y la pérdida de su familia no. Sí, Curran tenía que trabajar, pero debía buscarse un trabajo
(unas voces le decían: «lo has perdido todo»). Pero poco a poco fue apropiado, que fuera físico en vez de mental. Carlsen le ofreció
recuperando el respeto a sí mismo. Empezó a pensar con ilusión en inspiración. Los doctores le decían que recordara cómo el general
el momento de salir del hospital, en encontrar trabajo fuera. Grant había vencido su problema con la bebida, que pensara en
«A un hombre que vale no se le puede tener postergado siem- cómo Lincoln había superado su depresión. Pero Carlsen también
pre.» Esta vez no cometería ningún error. «Tenia que salir y ganar le daba consejos prácticos. Lo que necesitaban los enfermos era ayuda
dinero, montones de dinero.» De esta forma se vengaría de sus riva- ! en vez de simples consejos.
les. «El hombre que había fracasado una vez y otra saldría del hos- Al final, Curran fue dado de alta. Encontró un empleo de ascen-
pital para insanos y amasaría una fortuna inmensa por iniciativa pro- sorista (analogía en el mundo real de la delusión de volar). Seguían
pia.» Iba a «ganar un montón de dinero y terminarían sus apuros}>. acosándole las dudas y la depresión. Pasaba sus ratos libres escribien-
Lo único que hada falta era tener una buena idea comercial, inventar do todos sus males, redactando cartas interminables de explicación
algo que pudiera patentarse como el proverbial clip sujetapapeles: un y acusación, sumido en un mar de lástima de sí mismo y vitupera-
tónico, un cepillo para el pelo. Por fin se le ocurrió la gran idea. . ción, girando alrededor de su «miedo al fracaso». Perdió el empleo.
Observando las colillas, se dio cuenta de que generalmente las per- ,! Pero esta vez tenía fuerza en lugar de desesperación. Un amigo le
sonas sólo fumaban la mitad del cigarrillo. Era claro que sólo les ·_, encontró un empleo mejor. Ahora podía hacer trabajo de oficina, uti-
apetecía la mitad. Patentaría una maquinilla de cortar-boquilla que lizar su talento en vez de malgastado, comido por el miedo y la duda.
cortaría los cigarrillos por la mitad y permitiría fumarlos como era Curran puso a su autobiografía espiritual el título de A mind
debido. El público se percataría de la lógica del invento y lo com- restored. Las afinidades con el título de Clifford Beers son patentes.
praría por millones. Sometería a las compañías tabaqueras. Podría No está claro si Curran conocía la vida de Beers, pero sus propias
dictarles sus propias condiciones, decirles «Soy un poder», un «dicta- .. recomendaciones en el último capítulo recuerdan mucho la filosofía
dor absolutm>. de Beers. ¿Cómo podemos aprender de su experiencia y vencer esta
Curran siempre había sido víctima de sueños de grandeza, en los ~ maldición terrible de la enfermedad mental?, pregunta. Sobre todo,
buenos tiempos y en los malos. Sabía que el hecho de que continuara la sociedad requiere un conocimiento científico mejor de la dolencia,
soñando con estos castillos en el aire únicamente podía indicar que así como unas actitudes más comprensivas. El estigma debe ceder
la enfermedad continuaba. Por suerte, un psiquiatra maravilloso le su puesto a la comprensión. El reconocimiento y el tratamiento pre-
salvó. El doctor Carlsen siempre se preocupaba por sus pacientes. coces son importantísimos (en sus tiempos de sueños de grandeza
Era amigable y atento, pero firme. Hablaba claro, evitando todos los Curran había soñado con usar sus beneficios para montar una cadena
eufemismos tontos sobre «nervios» o «exceso de trabajo», así como \~ de clínicas de tratamiento precoz). Había que acabar con los asilos
la frase paternalista «a usted no le ocurre nada malm>, que con fre- privados que no hacían más que desvalijar a los pacientes. La res-
cuencia utilizaban médicos bienintencionados pero equivocados. Nun- ' puesta a la insania era crear más hospitales mentales, pero éstos
ca le quitó importancia a la enfermedad de Curran, pero siempre le :~ tenían que ser buenos y bien llevados. El camino para avanzar tam-
infundía esperanza y le convencía de que había una luz en el extremo .i bién estaba en m¡tnos del propio enfermo. Era un.a solución que ern.·
282 HISTORlA SOCIAL DE LA LOCURA EL SUEÑO NORTEAMERICANO 283

pezaba a ser tan norteamericana como el pastel de manzana. De la se presentaron. Una era un viejo que se llamaba Burt; otra, un chico
persona enferma dependía que abandonase sus sueños y «aprendiera llamado Nicky; y la tercera, una figura de marginado que llevaba
a afrontar la realidad». A tal efecto, lo que se necesitaba sobre todo el nombre de Hinton. Eran «manipuladores de ganchos». Su misión
era <(consultar con un psiquiatra»; puede «ahorrar años de aflicción». en la vida consistía en clavar sus ganchos a seres humanos (o «cosas»,
Curran pensaba en Carlsen. Éste era quien le había ayudado a .,; como los llamaban en la jerga de los manipuladores). Una vez «engan-
«encontrar el camino de vuelta a la normalidad». Carlsen le dio a chadas», las cosas podian controlarse. Los manipuladores de ganchos
Curran su regla de oro: «Debo aprender a ajustarme al mundo en -y había muchós más aparte del ttío, con el que O'Brien trabó cono-
vez de esperar que el mundo se ajus_te a mí». Una vez devuelto a la cimiento a lo largo de los seis meses siguientes- empezaron a darle
normalidad, «me siento tan privilegiado al ver que me invita a con- instrucciones. Tenía que dejar su empleo; debía hacer un viaje largo
tinuar en comunicación con él». Curran, al igual que tantos otros en un autobús de la empresa Greyhound {los manipuladores tenían
pacientes norteamericanos a partir del período de entreguerras, em- un acuerdo especial con la dirección de la Greyhound que les permitía
pezaba a descubrir que la clave de la salud mental estaba en manos controlar a las c9sas de forma especialmente eficaz cuando éstas via-
del terapeuta. Y su misión, como recalcó Curran, era, sobre todo, jaban en los autobuses de la empresa). O'Brien estaba «enganchada»,
restaurar la «normalidad». De esta forma el fracaso se transformó en era una muñeca, una marioneta sometida por completo a los dictados
éxito. Más aún que A mind that found itself, el libro de Curran, de los manipuladores.
A mind restored, era -como decía la introducción- «una historia Sin embargo, el control de los manipuladores se hallaba también
alegre» que brindaba «un mensaje de aliento» a los que desesperaban sometido a una compleja lucha pot el poder. Porque resultó que los
de «volver». Horatio Alger podfa tener razón. Después de todo, los manipuladores estaban organizados en numerosos grupos y bandas
finales felices podían estar a la orden del dfa. distintos, que a menudo rivalizaban unos con otros. Estos grupos
comúnmente «se limitaban a devoratse unos a otros», si bien se
En las tres obras que. hemos visto hasta el momento, el diálogo encontraban bajo la jurisdicción última de un ayuntamiento de mani-
entre la locura y la normalidad norteamericanas ha transcurrido por puladores dotado de poderes punitivos soberanos. Manipuladores
entero en la buena y anticuada mente consciente. La razón y la volun- ',: rivales se le aparecieron a O'Brien o, con mucha mayor frecuencia,
tad se han visto agredidas, pero han salido triunfantes. Sin embargo, se manifestaban por medio de voces; sus instrucciones soHan revo·
el siglo del inconsciente freudiano también ha visto cómo este diálogo carse mutuamente; luchaban por la «carta» que les permitiría mani-
transcurría bajo tierra. pularla a ella. O'Brien pasaba gran parte del tiempo huyendo de
«Barbara O'Btien» -se trata de un seudónimo- era una mujer un grupo, esperando que otro la protegiera, viviendo peligrosamente.
de negocios que trabajaba en la oficina de una gran organización. Porque, al igual que los mortales acosados por los dioses griegos, las
Era eficiente y ambiciosa, y estaba bien pagada. Deseosa de saber . cosas eran los juguetes de los manipuladores. Éstos podían atormentar
cómo se triunfaba en los negocios, se dedicó a observar la politiquería y torturar a las cosas de diversas maneras sancionadas por las leyes
de la oficina. A lo largo de un período de varios años, tuvo ocasión de ,' del mercado, y el manipulador que mayor éxito obtuviera -el que
ver que detrás de la afabilidad, de la economía política del hombre i provocase la mayor reacción emocional por parte de la cosa- era el
que trabajaba para una organización se escondía la ley de la jungla. i que recibía más puntos. Cuando O'Brien protestó le recordaron que
Era la mentalidad de las fieras que se devoran unas a otras. Cada " estos juegos no eran diferentes de los que jugaban los seres huma-
ejecutivo era un «manipulador» que trataba de clavar sus ganchos a nos, ni de lo que éstos les hacían a los animales irracionales. Las
los enemigos. La tortuosidad maquiavélica devenía una segunda natu.. ~ cosas eran los perros de los manipuladores.
raleza. O'Brien se mantuvo al margen de todo esto y perdió oportuni- ,, Durante medio año O'Brien huyó de ciudad en dudad, de hotel
dad es de ascender. -A
a habitación alquilada a autobús de la Greyhound, siempre bajo Jas
Una mañana, al despertar, vio tres figuras extrañas. Las figuras ) órdenes de sus siniestros jefes. Finalmente, encontrándose en Califor-
_·_,,

284 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA EL SUEÑO NORTEAMERICANO 285


nía, un manipulador le dijo que se pusiera en comunicación con un nalmente con nadie». O'Brien puso objeciones. «El analista, irritado,
sacerdote que -como, al parecer, hacen ahora los sacerdotes_:_ la descargó un golpe sobre la mesa. "Un punto de vista típico de mujer.
mandó a un psiquiatra de un hospital mental del estado. El psiquiatra Y es una tontería, ¿me oye?, ¡una tontería! Las mujeres no se
le pidió perdón por no poder admitirla (en aquellos momentos el entienden a sí mismas."» (Es evidente que acababa de leer lo que
estado seguía una política consistente en no ingresar a los enfermos escribiera Freud sobre Dora.)
en instituciones), pero la puso en contacto con un psicoanalista freu- O'Brien siguió resistiéndose. El analista se puso más furioso.
diano de origen europeo. Éste le dijo que padecía esquizofrenia y que «Lo único que no alcanzaba a comprender . . . era por qué, con seis
si las voces no desaparecían pronto, tendrían que aplicarle un trata- meses enteros a su disposición, mi inconsciente no se había enzarzado
miento de choque. Al tercer día se separaron. O'Brien se encontraba en varios miles de discusiones sobre la sexualidad.» Para compen-
por fin en el camino de la recuperación, aunque continuaba aturdida sarlo, quiso que le hablara de sus sueños (O'Brien creyó que buscaba
(su consciente era una «playa seca» que sólo de vez en cuando era la confirmación de que padecía alguna represión sexual). O'Brien se
bañada por refrescantes olas de pensamiento). En un momento de fue a casa y tuvo un sueño. Soñó que estaba comiendo en un restau-
claridad se fijó en un anuncio de La muerte de un viajante. rante y que acababa de descubrir que su acompañante era un «extor-
Todavía distaba mucho de encontrarse bien. Acudió a su analista sionista de tercera clase». Al contarle el sueño al analista, éste enmu-
en busca de mejor comprensión y de ayuda práctica. El analista de- deció: <<Movió la cabeza como si fuera a embestirme y entonces, brus-
mostró ser menos que ideal. Entre otras cosas, cuando las asociacio- camente, apretó los labios y se puso a hablar de otra cosa». La terapia
nes libres de O'Brien no le satisfacían, «se impacientaba y enfure- terminó.
cía»; dijo que «iba a arrancárselo a la fuerza». (Más adelante O'Brien El analista, sin embargo, proporcionó a O'Brien una percepción
leería que «el esquizofrénico, que es especialista por derecho propio valiosa. A diferencia del psiquiatra somático que no le hubiera encon-
en el significado del comportamiento irreal e impropio, detecta rápi- trado sentido a la cacofonía manicomial que O'Brien tenía en la cabe-
damente esta clase de conducta en otras personas, especialmente en za, el analista le sugirió que la enfermedad misma había sido un
los psiquiatras»; a O'Brien le hizo grada la idea de volver las tornas.) proceso de curación, que en todo momento su inconsciente había
En segundo lugar, cuando hubo comenzado a ahondar en las cau- estado trabajando subrepticiamente en su beneficio. O'Bríen se sentía
sas del trastorno esquizofrénico de O'Brien, el analista y la analizada indinada a ver sentido en esta teleología optimista, en esta sabiduría
se enemistaron mucho. O'Brien tenía su propia teoría convincente del inconsciente. Porque, viendo lo ocurrido en retrospectiva, era
sobre el significado de su acceso de delusiones. Podía ver con gran claro que los manipuladores la habían obligado a hacer muchas cosas
claridad el paralelo entre lo que había experimentado conscientemente . saludables: la habían empujado a dejar su empleo, a poner una gran
en la oficina y la dominación por parte de fuerzas siniestras, que distancia física entre ella y los amigos y la familia, que sólo le
maniobraban en busca de poder, que ella había sufrido durante Jos seis habrían puesto las cosas más difíciles, desde el punto de vista emo-
meses anteriores. Ambas cosas obedecían a las leyes de la «competen- cional, en un momento en que padecía trastornos m~ntales. Y final-
cia»: «Los manipuladores habían sido hombres de negocios». El ana- mente, pero no por ser menos importante, la mafia de los manipula-
lista quitó importancia a lo que O'Brien decía. No, la raíz de sus dores en realidad la había «protegido» en cierto modo, indicándole
males se encontraba en <mna vida sexual inadecuada». Con amor ver- qué cosas debía decir y hacer. Después de todo, se había pasado seis
dadero o sin él, una mujer de negocios a quien· sonriera el éxito nece- meses viajando por Norteaméríca, padeciendo esquizofrenia, sin haber
sitaba descargar con regularidad sus deseos sexuales. Añadió que una sufrido daño alguno, sin que ni siquiera se le hubiese notado su
mujer de la edad de O'Brien debería haber tenido, como mínimo, dolencia. Incluso en aquel ·momento continuaba el proceso tera-
«dento veinticinco aventuras» (dio a entender que era preferible péutico. Porque ahora había caído en poder de un nuevo seudoma-
tener por pareja a un europeo, pues los norteamericanos no eran b~e­ nipulador llamado «Algo». Algo no paraba de decirle que hiciera
nos amf!ntes): «no hay ninguna nw~sid~d de compromet~rs~ ~~oc19- esto, lo otro y lo de más allá. «Era evidente que Algo estaba decidido
' ·~.- .:.

286 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA EL SUEÑO NORTEAMERICANO 281

a salirse con la suya.» Todos estos actos dirigidos por Algo salieron O'Brien vio lo que había detrás de la falsa filosofía de la vida
bien. Como diria O'Brien, en el lenguaje vulgar a estas cosas las lla- empresarial. «"Afronta tu entorno, niégate a huir de él, ajústate a
marían «cotazonadas» o «intuiciones». Cualquiera que fuese el tér- él, afronta sus batallas con realismo": en lo que a mí se refiere, todo
mina empleado, el inconsciente estaba dirigiendo su vida con bastante esto es música celestial . . . Las indicaciones de lo que quizá yo seda
astucia. andando el tiempo eran claras. Bastaba echar un vistazo a mi alrede-
O'Brien leyó todo lo que encontró sobre la esquizofrenia. Abun- do pata verlas.» En vista de ello, hizo la única cosa sensata que podía
daban las interpretaciones de su causa y de su naturaleza; se encontró hacer. Dejó el empleo: «El día en que presenté la dimisión me sentí
con que entre los psiquiatras se libraba una guerra de todos contra un poco triste. Me pregunté si algún día llegada a ser realista de
. todos, como diría Hobbes. De modo que hizo una introspección y verdad. Decidí, quizá con un exceso de optimismo, que si observaba
formuló una comprensión experimental de su propio caso que tuviera cuidadosamente, nunca lo sería».
sentido a la luz de la paradoja norteamericana. Se había hecho mujer
favorecida con un talento excepcional: por ejemplo, en la redacción
inglesa y las matemáticas. Había sido alabada por su talento, pero la
rareza del mismo había despertado suspicacias entre parientes y edu-
cadores en la comunidad rígida y restringida donde pasara la adoles-
cencia. Debido a las presiones, había optado por conformarse pública-
mente, al mismo tiempo que se aferraba a su inconformismo privado
a costa de dividirse a sí misma en compartimentos. Se había vuelto
una experta en acatar órdenes sin chistar, pero vivía con el temor
de convertirse en una «inadaptada», o de que la denunciaran como
tal. Sus reacciones de espanto al ver la actuación de los manipulado-
res de ganchos habían servido para que su temor a la vida saliera
a la superficie. Su episodio de esquizofrenia la obligó a afrontar su
temor y a suplantarlo con una saludable ira. En este proceso, el mani-
pulador inconformista, Hinton, obviamente había estado con ella en
todo momento. O'Brien había aprendido a hacer valer sus derechos
y ahora sabía que podía competir. La esquizofrenia había hecho de
ella una mujer más completa, sana y prudente. Gracias a manipulado·
res inconscientes A mind that found ítself había recibido un giro
nuevo.
Hubo, sin embargo, una bonita coda. Ya restablecida y viviendo
en California, O'Brien consiguió otro empleo de oficina. ¿Qué encon-
tró en él? «B quería el puesto de A. C y D planeaban hacerse con
el puesto de B en cuanto éste hubiera conseguido acabar con A; am-
bos ayudaron a B a poner en práctica su programa. ¡Dios mío!, me
dije, ¿toda la gente del mundo de los negocios es así?» Esto era
peor que la última vez. Al menos en su estado natal los manipuladores
de ganchos pedían perdón por sus bárbaras actividades. En California
los asesinos se mostraban todos tan «indiferentes».
EL DIOS TERAPÉUTICO 289
de. choque ~ fármacos. Sin embargo, no había tardado en ponerse
baJ? I,os cutdados de la doctora Ruth Beuscher. Experimentó una
mejorta enorme. «La quiero mucho», escribió a su madre en 1954.
Después de casarse con Ted Hughes en 1956 en 1958 Plath
acudió de nuevo a Beuscher para recibir más terapfa. Como indican
las anotaciones detalladas en sus Diarios, estos encuentros posterio-
res resultaron experiencias inmensamente ricas y estimulantes. En el
plazo de unos meses Plath produjo algunas de sus mejores poesías.
Tal vez la terapia hizo de comadrona.
11. EL DIOS TERAPÉUTICO Plath aceptaba con entusiasmo las explicaciones de la doctora:
«Tengo la sensación de aprender tanto de ella». Beuscher la ayudó a
Por supuesto, el análisis freudiano ortodoxo también arraigó en a~:onta~ ~os tumultos s~~t;rráneos que habían precipitado su depre-
el Nuevo Mundo. ston. sutctda y le permttlO expresar sus verdaderas emociones por
Entre el elenco de farsantes monstruosos que pueblan la muy med10 de la poesía. La terapia y el arte se fundieron. Sus mejores
aubiográfica novela de Sylvia Plath La campana de cristal ( 1963 ), sólo poemas de 1959 -«Electra on azalea path», «The beekeeper's daugh-
una persona aparece como humana y solícita: la doctora Nolan, psico- ter», «Te colossus»- captan la voz de la «hija mala» que está furio-
analista. La heroína, Esther Greenwood, pasa por el libro fría y altiva sa con su familia. A su padre, que había muerto cuando ella tenía
entre sus contemporáneos -son horriblemente superficiales y estú- sólo ocho años, lo presenta como un tirano autoritario y rígido. Sin
pidos-, pero, al mismo tiempo, consumida por la envidia que le e:nbargo, lo~. anhelos ambiguos, semejantes a los de Electra, que ins-
inspira el éxito de los mismos. Los sentimientos que en ella despier- ptra en la htJa también.aparecen expresados. En La campana de cris-
ta su padre, fallecido hace ya mucho tiempo, fluctúan entre el amor tal Esther únicamente es feliz mientras su padre vive.
y el odio; nacen de una sensación global de abandono. En el caso de Si el padre se transforma en mito, la madre se convierte en víc-
su madre, siempre exigente y llena de reproches silenciosos, siente tima propiciatoria. El blanco primario de los poemas de Plath en esta
un resentimiento inexpresable· que aflora a la superficie transformado época, así como de sus diarios contemporáneos, es su madre. Al igual
en culpabilidad. Sólo la doctora Nolan comprende; sólo la doctora :1
que padre, también a ella la presenta como una persona poderosa,
Nolan acepta. dom:nadora y co?troladora. Entre los dos niegan a la hija espacio
Finalmente, Esther logra desahogar la rabia que le hace sentir su prop10 para resptrar. Pero, a diferencia del padre, que había sido
madre. «La odio -dije- y me quedé esperando el golpe. Pero la francamente autoritario, la madre manipula por medio del sacrificio
doctora Nolan se limitó a sonreírme como si algo le hubiera compla- personal desinteresado y estimulando los sentimientos de culpabili-
cido mucho.» Para Esther, la doctora Nolan se convierte en la «madre dad. Se impone valiéndose de su modestia. En efecto, le dice a Sylvia:
buena» que sustituye a la «madre mala» biológica, y la novela ter- sé humilde, sumisa, obediente como yo, o serás una mala hija.
mina con una nota optimista, con la heroína recuperándose de un Estos poemas ofrecen específicamente Ja solución de un problema
intento de suicidio gracias a la psicoterapia. que Plath le había planteado a Beuscher. Plath quería escribir y no
La campana de cristal, publicada cuando faltaban sólo unas sema- podía. Al mismo tiempo, albergaba malos sentimientos para con su
nas para que la propia Sylvia Plath se suicidara, da una buena idea de madre, pero no podía expresarlos. Beuscher consideró que los dos
la experiencia positiva de la «buena psicoterapia» vivida por la propia «bloqueos» eran simbióticos. Tal como Plath anotó en sus diarios la
autora. En 1953, después de su primer intento de quitarse la vida, a analista le explicó: '
los veinte años de edad, Plath babia sido sometida brevemente a
mala psiquiatría, que la había bombardeado con insulina, tratamientos
19.-PORIER
290 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA EL DIOS TERAPÉUTICO 291

Estás tratando de hacer dos cosas incompatibles este año. durante los últimos seis meses ... Es como si R. B. [es decir, Ruth
1. Mortificar a tu madre. 2. Escribir. Para mortificar a tu madre, Beusched al decir "te doy permiso para odiar a tu madre" dijera tam-
no escribes, porque tienes la sensación de que debes darle las histo- bién "te doy permiso para ser feliz". ¿A qué viene esta relación?
rias a ella, o que ella se apropiará de ellas. ¿Es peligroso ser feliz?». Plath lee a Freud y éste le brinda más ilu-
... Asi que no puedo escribir. Y la odio porque no escribir le
hace el juego y arguye que tiene razón, fui una tonta en no ense- minación sobre por qué la madre es la culpable de su bloqueo mental.
ñar, o hacer algo seguro, cuando aquello por lo que he renunciado La raíz de éste era «Un impulso asesino transferido de mi madre a
a la seguridad no existe. mí misma: la metáfora "vampírica" que usa Freud, "agotando el
ego"; éste es exactamente el sentimiento que tengo y que me impide
Los escritos de Plath volvieron a ocuparse una y otra vez de estas escribir: las garras de mamá».
trampas. Equivalen a una expresión sostenida de su propia ira contra Como señala acertadamente Jeffrey Berman, en sus tiempos de
los padres, sobre todo la madre, y una exploración de su propio sen- estudiante Plath s~ había dedicado a ser una hija perfecta. Ahora se
tido confuso del yo en relación con su niñez y su crianza. ¿Hasta qué dedicó a ser la perfecta analizada, se dedicó a su analista perfecto, una
punto era hija de su madre? Es claro que creía que la terapia era «figura materna permisiva», a la que deseaba dedicar su primer libro.
terapéutica. También consideraba que escribir era «mi salud»; la Plath acometió con gran entusiasmo sus actividades terapéuticas:
poesía era la curación por la escritura. Creía que por medio de estas «Voy a trabajar de firme, a poner en duda, a examinar a fondo la
dos cosas se descubriría a sí misma y alcanzaría la catarsis. Pensaba porquería y las tonterías y a permitirme sacar el máximo provecho
estar liberándose (¿a la libertad por la locura?). de ello». Nos es del todo imposible saber hasta qué punto sus solu-
¿Era así? ¿O acaso lo que Plath consideraba «per-elaboradón» ciones -las acusaciones implacables contra sus padres- fueron ver-
era todo una ilusión, un simple caso de «actuación», de repetición? daderamente su propio «autodescubrimiento» o en qué medida le
Cualquier solución sencilla, huelga decitlo, sería demasiado fácil. Lo fueron sugeridas por la doctora Beuscher; y, en este último caso,
que parece claro es que Plath albergaba una fe real en la empresa ¿se trataba simplemente de alusiones burlonas o fueron propuestas
básica del psicoanálisis. Al fin y al cabo, en La campa!ta de cristal con el entusiasmo intimidante con que Freud informó a Dora? Cabe
Esther se somete a la terapia, por medio de ella P,uede expresar el preguntarse si en todo esto la doctora Beuscher, que no era mucho
odio a su madre, y se recupera. Para Plath, sacar a la superficie emo- mayor que Plath, no estaría resolviendo sus propias «tonterías» fami-
ciones reprimidas del inconsciente y lanzarlas al mundo era la clave liares. La visión de sus padres como ogros, ¿había ocupado un lugar
tanto de la terapia como de la poesía. En cierto momento pensó en la en el inconsciente de Plath desde el principio? ¿O la plantó la ana-
posibilidad de doctorarse en psicología clínica. lista?
Además, comprobó que las doctrinas específicas de la ps~cología Merece la pena examinar un ejemplo concreto. La campana de
clínica le ofrecían los instrumentos que necesitaba. Le proporcionaron cristal concluye con dos conocimientos que liberan de forma casi
conceptos ya hechos. Cuando la doctora Beuscher cambia la hora de mágica a la heroína: su sustentadora relación terapéutica con la doc-
una cita, Plath comprende el significado real de lo que hace la d~c­ tora Nolan y el suicidio de su odiosa rivallésbica, Joan Gilling (que
tora: se está «reteniendo simbólicamente». El freudismo proporciO· es enemiga de tener hijos y partidaria de seguir una carrera). A Plath
naba un lenguaje mediante el cual su padre pasa a ser la explicación la fascinaban los álter egos y es claro que quiso que Esther y Joan
de todo: «Si realmente pienso que maté y castré a mi padre, ¿cabe aparecieran como dobles. El mensaje es, al parecer, que el elemento
que todos mis sueños de personas deformadas y torturadas fuesen homosexual que hay en Esther debe ser sustituido, incluso eliminado,
mis visiones culpables de él o temores al castigo?». Sobre todo, le antes de que pueda convertirse apropiadamente en una mujer madura
proporcionó argumentos para vindicar sus actitudes ante su madre. y triunfante. En tal caso, es un reflejo perfecto del punto de vista
La madre podía convertirse en la vfctima propiciatoria perfecta. Al freudiano ortodoxo. ¿El análisis ha adoctrinado a Plath hasta el punto
reanudar la terapia, escribió: «Esta semana he sido más feliz que de empujarla a sacar semejante conclusión?
~ ... ~

292 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA EL DIOS TERAPÉUTICO 293

En este sentido reviste u11 interés especial el comentario que Muchos escdtores de este siglo se han sometido a la psicoterapia.
sobre Plath hace Jeffrey Berman. Porque arguye que, al rechazar a Unos pocos, como Plath, han hablado de ella con entusiasmo. Muchos,
su propio doble en la novela, Plath revela un punto flojo: creía erró- como Philip Roth, han mantenido una distancia irónica. Algunos se
neamente que la Esther psicoanalizada del final de la novela estaba han mostrado francamente hostiles. Charlotte Perkins Gilman había
sana. No era así. Había cometido el error de dividir y rechazar allí conocido la cura de reposo de Weir Mitchell. Éste le dijo que nunca
donde, con mayor percepción, debería haber unido e incorporado. más volviera a coger una pluma. Gilman empezó a sentir un antago-
Berman arguye que la explicación de este errot se encuentra en el nismo implacable ante los que «se entrometían en la mente». Como
hecho de que Esther-Sylvia padecía «narcisismo patológico¡>, tal como mujer y feminista, juzgaba ofensivo el convencimiento de Freud de
lo definía el doctor Otto Kernberg, psiquiatra. que la liberación sexual se encontraba en el fondo de la solución: .
Berman traza el carácter de una narcisista así: es una persona era «el resurgir del culto fálico expuesto ante nosotras con la solemne
pomposa que al mismo tiempo se odia a sí misma, es hipercrítica, fraseología del píscoanálisis».
despreciando y a la vez envidiando a los demás, hambrienta de amor Lo que es indiscutible, con todo, es que gran número de «auto-
y, pese a ello, incapaz de darlo, una perfeccionista condenada a im- biografías espirituales» del presente siglo se han escrito partiendo
perfecciones. Resumiendo a Kernberg, Berman explica las fuentes de del lenguaje y las suposiciones de la psiquiatría dinámica, sobre todo
tal narcisismo: sobre todo, tener una madre exigente, lo que produce freudiana, y .muchas de ellas cuentan con detalle la historia de los
una niñez de privación y agresividad que conduce a sentimientos de encuentros analíticos. Tenía trastornos; me sometí al análisis freu-
matricidio e infanticidio, etcétera. Mira por dónde: la descripción se diano; y ahora estoy mejor: he aquí una letanía constante. Empieza
ajusta perfectamente a Plath y a su madre. La consecuencia implícita por el propio Freud, la primera persona que es curada de una psico-
es que, recalcando la rivalidad edípica y no acertando a resolver el neurosis grave por Freud y por las técnicas del psicoanálisis.
narcisismo de Plath, la comprensión que Plath y Beuscher alcanzaron No es mi propósito hacer aquí una aportación a los debates que
en sus análisis era superficial; necesita ser sustituido por uno mejor, siguen celebrándose entre los historiadores y los psiquiatras en torno
el cual, por así decirlo, de haber sido propuesto entonces, habría dado a la evaluación de Freud y su obra. No hablaré de si el psicoanálisis
un pronóstico más sano. Berman critica a Plath por colocar a la doc· freudiano es ciencia verdadera o si, de hecho, es una terapia eficaz.
tora Nolan en un pedestal como maga omnipotente. No exploraré si las crónicas históricas de los orígenes y la evolución
Mutatis mutandis, no obstante, la interpolación de Berman nos del psicoanálisis que ofrecen el propio Freud y sus seguidores son
recuerda a Freud reescribiendo el apéndice del caso de Dora. Una vez en su mayor parte fidedignas o si, como han afirmado Sulloway y
más, el psicoanálisis les dice a las mujeres lo que quieren, lo que otros, son esencialmente «leyendas». En vez de ello, examinaré a
deberían pensar del lesbianismo. Podríamos ver aquí que el psicoaná- Freud como a todos los demás personajes del presente libro, como
lisis exige una segunda oportunidad. ¿Hay un sinfín de futuros para a una persona que sufrió un trastorno mental y que posteriormente
las ilusiones? Tal como ha comentado Elaine Showalter, puede que contó la historia de su vida.
el psicoanálisis fuera sencillamente un callejón sin salida en lo que se Freud publicó su Autobiografía en 1925, cuando tenía sesenta y
refiere a comprender los dilemas de las mujeres, la enfermedad feme- ocho años y creía estar mutiéndose de cáncer. Partiendo de su naci-
nina. Plath se encontró con que las exigencias rivales de escribir, de miento en 1856 en la ciudad morava de Freiberg, el libro nos dice
su propia sexualidad, de ser madre, en un mundo de hombres ejercían que la familia se trasladó a Viena cuando Freud tenía cuatro años
sobre ella una presión intensa. ¿Quedar atrapada en una psiquiatría Y nos h~bla de los éxitos resonantes que obtuvo en la escuela y que
patriarcal que la atrapaba en su propio pasado era lo que realmente le empujaron a tomar la decisión de estudiar medicina. El antisemi-
necesitaba? t~~mo que e::-.istía :ntre los _doctores le acostumbró a la «no acepta-
ctom>, 1~ ,cual, segun nos dtce, le fue útil para aceptar los rechazos
que sufno durante toda la vida. Freud cuenta en el libro sus estudios
294 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA EL DIOS TERAPÉUTICO 295

con Brücke de 1876 a 1882, el reconocimiento creciente que obtuvo no eran más que «fantasías desiderativas». De este modo «tropezó»
como neurólogo en ciernes y el período fructífero que pasó con Char- con el complejo de Edipo. Al hacerlo, sin embargo, se había cargado
cot en París en 1885. Al volver a Viena, contrajo matrimonio con de «indignación» y «contradicciones» por sus esfuerzos.
la mujer que tuvo la «culpa» de que «no fuera ya famoso a tan tem- Más o menos en la misma época perfeccionó la técnica de asocia-
prana edad»: unas vacaciones que había pasado antes con ella habían ción libre que «garantiza» la objetividad del análisis al hacer que
impedido que se le reconociese el mérito del descubrimiento de la <<nada sea introducido en él por las expectativas del analista». Seguiría
anestesia local a base de cocaína. «No le guardaba ningún rencor a una comprensión apropiada de la transferencia, así como la técnica
mi prometida.» para analizar los sueños. Así pues, a principios del siglo XX el psico-
Freud volvió de París entusiasmado con las investigaciones de la análisis ya había nacido. Pese a ello, Freud seguía encontrándose
histeria masculina que llevaba a cabo Charcot. Presentó un informe «aislado por completo. En Viena me evitaban; en el extranjero no
sobre ellas ante la Sociedad de Medicina de Viena. Recibió (nos cuen- me hadan el menor caso». Poco a poco, no obstante, fue adquiriendo
ta) una acogida totalmente hostil. A causa de ello, no tardó en verse «seguidores», pero durante muchos años la ciencia alemana, que unía
«excluido» del laboratorio de Meynert: «Me vi obligado a unirme a una gran «arrogancia» al «desprecio de la lógica», siguió <mnida en
la oposición». ' el rechazo [del psicoanálisis]».
Así que tuvo que empezar a ejercer la medicina particularmente. Sin embargo, ni siquiera todo este <<anatema oficial» «podía obs-
Trató a algunos neuróticos, al principio por medio de la hipnoterapia. taculizar la propagación» de la ciencia recién nacida. Tampoco sufrió
Al cabo de un tiempo colaboró con Josef Breuer, quien, reconociendo ésta daños reales a causa de los «movimientos secesionistas» encabe-
la enorme importancia de los factores ínconsc~entes, creó la técnica zados por Adler y Jung, que no podían soportar «los hallazgos repe-
consistente en tratar la histeria de conversión por medio de la hipno- lentes del psicoanálisis», esto es, sus revelaciones sexuales. A pesar
sis y la «catarsis». Su obra conjunta Estudios sobre la bisteria (fue de la resistencia continua («contradicción a cualquier precio y por
publicada por primera vez en 189.3 y apareció como libro en 1895) cualquier método»), el psicoanálisis siguió su marcha ascendente. El
encontró «falta de comprensión» y <~una rotunda repulsa». El pusilá- propio Freud avanzó de los estudios clínicos puramente individuales
nime Breuer «se sintió herido», pero Freud «se lo tomó a risa». a la formulación de teorías más amplías de la psique y la sociedad.
A partir de aquel momento, Freud tuvo que arreglárselas solo: «no Sus investigaciones de la creatividad habían resuelto profundos pro-
pudo librarse» de la pérdida de la amistad de Breuer. blemas literarios. «Hamlet, obra que había sido admirada durante
Con sus propios recursos y ante la «incredulidad y las contradic- trescientos años sin que se descubriera su significado ni se adivinaran
ciones», Freud erigió los grandes pilares teóricos de su templo cien- los motivos de su auton~, cayó ante las investigaciones psicoanalíticas,
tífico, «las teorías de la resistencia y de la represión, del inconsciente, aunque más adelante, en una nota a pie de página, Freud añadió que
de la importancia etiológica de la vida sexual y de la importancia de al final aceptó la teoría de J. T. Looney en el sentido de que Shakes-
las experiendas infantiles». Freud insiste en que estas verdades no las peare no fue escrito en absoluto por Shakespeare. Y seguidamente
descubrió especulando, sino científicamente, gracias a una intensa había descifrado el acertijo del origen de la religión, etcétera. Con-
experiencia clínica. La formulación de las mismas había exigido de su cluye diciendo: «Puedo ... expresar la esperanza de haber abierto
capacidad que reconociera y rectificase un error cardinal. Se habia un sendero para un avance importante de nuestro conocimiento».
convencido de que la raíz de las neurosis estaba en conflictos sexuales
reprimidos. Algunos pacientes le dijeron que de niños habían sufrido Así es la autobiografía espiritual de Freud. Al ofrecer esta versión
agresiones sexuales por parte de sus padres. Freud les babia· creído del yo como superhombre, ¿hablaba Freud principalmente como pole-
(«Suspendiendo a propósito mis facultades críticas para conservar una mista acosado? ¿Se mostraba extremadamente franco, insincero o
actitud receptiva y libre de prejuicios»). Fue un error. Pronto dio superlativamente irónico consigo mismo? Es difícil saberlo a ciencia
con el significado «correcto»: las historias que contaban los pacientes cierta. Apenas hace falta señalar que su autorretrato es sumamente
296 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA EL DIOS TERAPÉUTICO

tendencioso. Freud evoca el mito del héroe crucificado, luchando con-


1una ctónica que ningún psiquiatra dinámico aceptaría literalmente
297

tra fuetzas superiores, repudiado y ridiculizado por el mundo, aban- ,., siquiera por un momento.
donado por muchos de sus antiguos amigos y aliados, pero finalmen- , Lo que llama doblemente la atención es el silencio absoluto de
te triunfante y vindicado. Sus pretensiones de originalidad son exor· :' Fre~~ sobre el h_e,cho de ~ue él _mismo, durante varios años impor-
bitantes, pero al mismo tiempo omite siquiera la más leve mención ••<tant1s1mos, padecto lo que el comunmente denominaba una «neurosis»
de influencia y colaboradores clave. Así, no dice ni una· palabra de la Y lo que su entusiasmado discípulo y biógrafo Ernest Jones llamó
fructífera amistad intelectual y emocional que durante ·el decenio de ·: «una psiconeurosis muy considerable», un <<estado crepuscular de la
1890 sostuvo con Wilhelm Fliess, el hombre que por primera vez ' mente». La angustia y la depresión profundas que sufrió Freud du-
formuló el concepto de la bisexualidad universal y que contribuyó en rante el decenio de 1890 fueron absolutamente fundamentales en su
gran medida a que se comprendiese mejor la sexualidad infantil. carrera. Aparecieron en medio de la etapa más pelígrosa desde el
A ningún análisis psicohistórico de la autobiografía de Freud le punto de vista intelectual, pero, a la postre, más fructífera, de la
costaría mucho localizar elementos de paranoia, megalomanía, etcéte- formulación de su sistema psicoanalítico. Fueron una señal clara
ra, si bien quizá no encontraría más de los que se advierten en la de las tensiones profundas desatadas por su intensa creatividad es-
mayoría de las personas a quienes pica el bichito autobiográfico. No ?eculativa. Y, sobre todo, las percepciones intimas que sus conflictos
tiene menos importancia el hecho de que Freud padeciera amnesia. m~ernos revelaroQ. fueron productivas, pues evocaron los conceptos
Una y otra vez, hable de lo que hable, su autobiografía sencillamente ··~ nusmos de la nueva ciencia de Freud.
no es digna de confianza. Así, nos dice, por ejemplo, que fue el '<~'; :~ ~ntre los .treinta y .cu~renta años de edad, Freud, huelga decirlo,
primero en romper el mito de la inocencia sexual de los niños. Pero ::~ sufno los habituales altibaJos del doctor que ejerce la medicina. Tenía
la literatura clínica de la segunda mitad del siglo XIX está llena de ~· una familia que iba aumentando (en total tendría seis hijos), pero
crónicas --que no son freudianas, forzoso es reconocerlo- de la }:· pocos pacientes; asimismo, le acosaban pteocupaciones económicas
sexualidad infantil. De modo parecido, nos dice que sus primeros > "[ (se veía obligado a pedirle a Breuer que le prestase dinero). Desde el
trabajos -sobre la histeria masculina, por ejemplo- fueron recibidos .i, momento mismo de la conferencia sobre la histeria masculina que con
con indiferencia o frialdad. Pero eso no es cierto. Como ha demostra- tan poco éxito dio en octubre de 1886, se había sentido repudiado
do Sulloway, dichos trabajos fueron muy comentados, a menudo por los doctores académicos de Viena, y se había aislado de ellos.
favorablemente. En sus momentos más optimistas Freud era capaz de jactarse de su
Estas cuestiones, empero, no son lo que nos interesa en estos mo· «espléndido aislamiento», pero eso no puede ocultar el hecho de que
mentos. Sin embargo, hay dos extremos que vienen al caso. En primer le perturbaba que en el mundillo médico le tuvieran por un «mono-
lugar, resulta curioso que la autobiografía de Freud no tenga ni pizca . maníaco», o que Breuer acabase creyendo que sufría «insania moral
de freudiana. Nos brinda una crónica muy somera de su vida externa, o paranoia científica». Trataba principalmente a neuróticos, valiéndose
pues aparece dedicada casi por completo a su ciencia, al ejercicio de de la hipnoterapia: era, en conjunto, una profesión arriesgada y Freud
la misma y a sus ideas. No dice absolutamente nada de su madre y se deprimía al ver que sus grandes avances científicos tenían, de
apenas da detalles de su infancia. De su esposa habla una sola vez hecho, escaso éxito terapéutico (a decir verdad, sus pacientes <<huían
y no la llama por su nombre; el único hijo suyo que aparece en corriendo» a menudo).
el libro, Anna, sale exclusivamente en calidad de psicoanalista freu- ~ero estas dificultades y tribulaciones generales sólo en parte
diana. Además, no hay ni el más leve intento introspectivo de exa-
minar minuciosamente sus propios pensamientos, sentimientos o ;r explican las alusiones que repetidamente hace en sus cartas, a partir
de 1892, a la angustia aguda, la duda sobre sí mismo, la inseguridad,
motivos, ni de evaluar su propia creatividad. Nos presenta una ~~,,1 la depresión, la desdicha, los «Cambios fluctuantes de estado anímico»
crónica llena de tópicos del hombre de ciencia entregado a su labor, . un «pesimismo increíble», la «histeria» y así sucesivamente. Alguno~
tratando abnegadamente de ensanchar las fronteras del conocimiento, .. de estos temores eran esencialmente psicológicos: por ejemplo, la
·',.
~:~:,::~::::. ,~,::~
298 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA

fobia que le inspiraba viajar en tren. Otros -por ejemplo, el temor 'l'.• descabellad" Y confus:L los orígenes
a no pasar de los cuarenta años, o, de modo más general, su Tode- de todos los casos neuróticos, Breuer no pudo mostrarse de acuerdo
sangst, sus «delirios de muerte»- estaban relacionados con mani- ·i con él y se produjo la escisión entre los dos a causa de la cual Freud
festaciones de síntomas físicos de enfermedad. se sentiría traicionado y amargado de modo permanente. Peores cosas
Freud padecía frecuentes migrañas, que a veces duraban tres días. habría.
Los senos le causaban problemas, tanto antes como después de ser .1 A partir de 1895 Freud se mostró convencido de haber desvelado
operado por Fliess. Sobre todo, tenía preocupantes síntomas cardía- los misterios de la histeria. La experiencia clínica con sus pacientes
cos: «la arritmia más violenta», acompañada de sensaciones de cons- femeninas había señalado, con creciente claridad, un origen específico
tricción, espasmo, disnea, palpitaciones, dolores fulgurantes en el , constante: el trauma sexual. En efecto, a resultas de las técnicas freu-
brazo izquierdo, ardores, pulso irregular, etcétera. A veces atribuía S> dianas para sacar recuerdos del inconsciente, todas parecían hablar-
sus problemas cardíacos a alguna enfermedad interna (Max Schur, ...... le de alguna agresión sexual en 1a niñez (violación seducción acoso
que más adelante sería su médico, opinaba que la causa podía haber '
etcetera ) por parte del padre. Freud se tranquilizó 'a sí mismo' dicién-'
sido una trombosis coronaria en una arteria pequeña). Con frecuen- J dose que él no les sugería esta solución a las pacientes, sino que éstas
cia culpaba de ellos a su aguda adicción a la nicotina; fumaba veinte la presentaban espontáneamente. Se sintió inmensamente excitado
cigarros al día y los intentos, bajo la guía de Fliess, de librarse de ese -pero también aprensivo-- a causa de su extraordinario descubri-
hábito nunca obtuvieron un éxito duradero. Por ot~a parte, es por mi.ento (<<Una fúente del Nilo») de que la histeria tenía, por ende, su
lo menos verosímil argüir, como hace E. M. Thornton, que Freud, otlgen en «actos de perversión por parte del padre¡>, En la primavera
pionero de la utilización de la cocaína en el decenio de 1880, seguía de 1896 publicó su «teoría de la seducción», primero en francés y
tomándola. Esta posibilidad explicaría varios de sus síntomas, no en luego en alemán, y la presentó en una reunión de la Sociedad Psiquiá-
menor medida los arrebatos de euforia que puntuaban su pesimismo, trica de Viena.
y el hecho de que cuando acababa de cumplir los cuarenta Freud, al Encontró una «acogida gélida por parte de los asnos»: los doc-
parecer, confesó que había abandonado toda actividad sexual. tores vieneses no vieron ninguna razón para transformar decentes
Pero los trastornos de Freud también eran en parte psicogénicos. padres de familia en pervertidos, basándose sencillamente en las
A principios del decenio de 1890 se enfrascó muchísimo en el estudio acusaciones no probadas de muchachas histéricas. Freud adoptó aires
de la histeria y trabajó incansablemente en busca de una solución de de desafío («pueden irse todos al infierno»), pero se disgustó muchí-
los problemas «sobrehumanos» de la misma. Pero cada descubri- simo. Sólo con Fliess podía compartir sus verdaderos sentimientos.
miento parecía traer consigo una repulsa, a cada avance lo seguía una De hecho, Freud llevaba ya algunos años embelesado con el neu-
retirada, cada solución creaba nuevos misterios. roanatomista de Berlín y a veces dirigía sus cartas a él con las palabras
Con Breuer comprobó que la histeria tenía sus raíces en recuer- «Querido mago»; asimismo se reunía de vez en cuando con él para
dós, que frecuentemente procedían de la niñez. Revivir estos re- celebrar ardientes «congresos». Más adelante reconocería que en toda
cuerdos hacía desaparecer los síntomas histéricos. Este descubrimiento esta admiración había un elemento de «desordenado sentimiento
hizo que Freud se preocupara cada vez más por la etiología de las homosexual» (<<cuánto te debo: solaz, comprensión, estímulos en mi
neurosis. De 1893 en adelante, los encuentros clínicos le indicaron sole?a.~ ... hasta la salud que nadie más hubiera podido devolverme»,
que era un trauma específicamente sexual que se traducía en síntomas escnb1o en 1896 ). Pero lo que contaba principalmente en la colabo-
histéricos, y al mismo tiempo la intensa fertilización cruzada,· el toma ración era la profunda dependencia de Fliess que experimentaba
y daca entre Freud y su álter ego, Fliess, le convenció aún más de Freud, ,de Fliess como figura de autoridad, oyente, apoyo, compañero
que la sexualidad infantil era un hecho real. demomaco.
Con todo, a medicla que Freud seguía avanzando. con el «Íncubo» Con todo, estos viajes intelectuales con Fliess también dejaron a
del análisis, sus concepciones daban la impresión de ser cada vez más Freud aislado. Flíess empezó a expresat una serie de ideas sumamente
300 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
EL DIOS TERAPÉUTICO .301
excéntricas (Freud dijo de él que era «aún más fantasista que yo»). rragias como medio infalible de despertar nuevamente mi afecto».
Al tratar de llegar a la raíz de las disfunciones sexuales femeninas, La viva imaginación de Freud continuó trabajando esforzadamente.
atguyó que había una equivalencia entre la nariz y la vagina y la En junio ya le dice a Fliess: «no hay duda de que sus hemorragias se
expuso detalladamente en su libro Bezíehung zwischen Nase u1zd debieron a deseos».
weibl. Geschlechtsorgan (Las relaciones entre la nariz y los órgan~s
En enero de 1897, su racionalización del episodio ya presentaba
sexuales femeninos) (1902). También persuadió a Freud de la reah- la forma definitiva: «en lo que se refiere a ]a sangre, eres completa-
dad de los períodos masculinos (el ciclo masculino duraba veintitrés mente inocente», le dice a Fliess para tranquilizarle. Freud sugirió
días) y de la menopausia masculina. Las teorías favoritas de Fliess que cabía considerar a Emma como el equivalente exacto de una de
:r
obligaron a Freud a sumirse en una mayor excentrici~ad ~ient!fi~a. ··~·
aquellas brujas de siglos anteriores. Las brujas afirmaban ser victimas
En un plano más concreto, le hicieron pasar ~or un ~p~s~dio clímco de posesión diabólica; en realidad, sin embargo, no eran más que
sumamente demoledor. Freud tenía una pac1ente h1stenca llamada unas histéricas que inventaban cuentos para incriminar a otras. «¿Por
Emma Eckstein, cuya neurosis atribuía a la masturbación. Siguiendo qué las confesiones [de las brujas] bajo tortura se parecen tanto a
la teoría de Fliess sobre la «neurosis nasal refleja», Freud opinaba lo que dicen mis pacientes sometidos a tratamiento psíquico?», pre-
que la nariz de Emma Eckstein era la fuente de su actividad ~astur­ guntó Freud a Fliess. Así pues, Emma, igual que las brujas, había
batoria. El tratamiento que habitualmente recomendaban Fhess . y atraído sobre sí su destino con su imaginación perversa. Freud añadía
Freud consistía en la aplicación de una dosis de cocaína a la nanz, que comprendía muy bien «la severa terapia de los jueces de las
pero en este caso Freud accedió a que Fliess llevara a cabo una } brujas».
operación antimasturbatoria en la nariz de la paciente. . ' La mitificación que hace Freud del episodio casi fatal sufrido por
La operación se efectuó en febrero de 1895. El resultado fue casr Emma Eckstein es importante. Porque demuestra que la fantasía em-
fatal. Debido a un tremendo error quirúrgico, Fliess dejó inadverti-
pezaba a ocupar un lugar importantísimo en su sistema explicativo,
damente medio metro de gasa en la cavidad nasal de la mujer. Cuando en parte, al menos, porque habfa tenido que inventar una mentira
finalmente se la extrajeron, Emma sufrió una hemorragia violenta, colosal para proteger a su camarada. Porque la explicación de la
«no tenía pulso, y casi se murió». Incapaz como siempre de sopor:~r enfermedad de la paciente estaba en los propios deseos internos de
la vista de la sangre, Freud huyó del quirófano. Emma no murto, ésta y no en los actos externos ejecutados en ella. Pero Emma Eckstein
pero se recuperó muy lentamente. La reacción ,d~ Freqd fue ~~struc­ -según ha argüido de forma convincente Masson- era precisamente
tiva. Escribió varias cartas a Emma con el proposlto de tranqmhzarla, una de las pacientes que le habían contado a Freud que de niña ha-
al principio haciéndose totalmente responsable del disparate. «P~r bían sido víctimas de abusos. En otro tiempo Freud había dado cré-
supuesto nadie la culpa a usted», escribió el 8 de marzo; fue senci- dito a esas historias. Pero ahora, ya no. Quizá todas las historias que
llamente' un «percance». De todos modos, para empezar no debería contaban las pacientes eran fantasías.
haber animado a Fliess a practicar la operación. Luego, en una serie En la primavera de 1896 había creído de forma desafiante en su
de cartas que escribió en abril, mayo y junio de 1896, Freud modi- «teoría de la seducción» (es decir, la hipótesis de que los padres
ficó su coartada para Fliess. habían agredido a sus hijas, produciendo con ello la histeria posterior).
Ahora arguyó que Fliess no tenía la culpa de lo ocurrido, preci- Pero sus actividades teorizantes comenzaban a quedar desfasadas, pues
samente porque toda la culpa la había tenido Emma Eckstein. La cau- al mismo tiempo que culpaba a los padres en este sentido, también
sa de la hemorragia había sido la reacción histérica de la mujer, su echaba la culpa a Emma Eckstein.
«anhelo», su necesidad de provocar una crisis para llamar la atención. Algo tenía que ceder. Durante 1897 la confianza de Freud en la
En abril de 1896 Freud asegura a Fliess: «Los episodios de hemorra- , <<teoría de la seducción» flaqueó. El 21 de septiembre de dicho año
gia fueron histéricos». La fantasía de Freud ha ido un poco más allá 6
ya podía confesar francamente a Fliess que había abandonado la ci-
cuando llega el mes de mayo: «sangró de anhelo», «tenovó las hemo- tada teoría: «Ya no creo en mi neurótica». En cierto modo, aunque
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302 HISTORIA SOCIAL D~ LA LOCURA


EL DIOS TERAPÉUTICO .303

Freud nunca lo reconoció textualmente, había vuelto a la opinión del «inconsolable». Poco a poco, eli el transcurso de 1897, Freud co-
academicismo médico (la que con tanto desprecio rechazara dieciocho menzó a sufrir «parálisis intelectual» periódica. Con frecuencia se
meses antes) de que lo que contaban las jóvenes eran simples fanta- encontraba en las «profundidades». En junio ya podía escribir: «He
sías histéricas. Ahora se encontraba metido en un mar de dudas («No pasado por algún tipo de experiencia neurótica». La pérdida del pa-
lo digas en Gath», * le dijo, bromeando, a Fliess); de hecho, hasta dre le hizo replegarse en sí mismo, empujándole al autoanálisis («el
1905 no se sintió capaz de reconocer en público su tremendo fracaso. principal paciente de quien me ocupo soy yo mismo»), por medio
Freud jamás ofreció una explicación muy satisfactoria de por qué del cual revivió su niñez y pretendió aceptar por completo los resi-
abandonó su escandalosa teoría de los abusos paternos, limitándose duos de sus emociones para con sus padres. Sulloway ha argüido
a decir que se había derrumbado bajo «la improbabilidad y las con· que este proceso no empezó en serio hasta el otoño de 1897, pero
tradicciones» de la propia teoría. Al fin y al cabo, «costaba creer que hay indicios claros de que comenzó mucho antes y llevó aparejada
actos pervertidos contra los niños fuesen tan generales)>; lo que venía la exploración de los sueños, así como largos intentos de interpre-
a decir más o menos, empleando otras palabras, que los padres mere- tarlos en las cartas que escribió a Fliess.
dan más crédito que las hijas histéricas. Y los historiadores tradicio- Freud dijo que estaba entrando en un «capullo y el cielo sabe qué
nales de mentalidad psicoanalítica nunca han considerado que el giro clase de criatura saldrá de él». Lo que salió finalmente al cabo de
de noventa grados que dio Freud planteara problema alguno, ya que aquellos meses en que fue «tan interesante para mí mismo» puso los
representó pasar del error a la verdad. Después de todo, fue precisa- cimientos conceptuales del psicoanálisis. Porque sus rec:uerdos, sue-
mente el abandono de la teoría «errónea» (un acto, según Steven ños e introspecciones exculparon totalmente a sus padres de cual-
Marcus, de «valor personal e intelectual») lo que puso la primera quier propósito sexual relacionado con su yo infantil. «El viejo no
piedra de la verdadera ciencia del psicoanálisis, preparando el camino interpreta ningún papel activo en mi caso», dijo Freud a Fliess en
para el descubrimiento del complejo de Edipo. Procede, con todo, octubre de 1897. De hecho, en la medida en que Freud hubiera sido
dar algunas explicaciones. objeto de atención sexual en la niñez, esa atención había sido obra
Jeffrey Masson ha sugerido que el caso Eckstein creó al menos de una nodriza, la «originadora primaria» de su iniciación sexual.
el clima propicio al cambio de Freud (que Masson, dando la vuelta A decir verdad, el intenso e .íntimo autoescrutinio de Freud no
a la habitual hagiografía freudiana, considera como una «falta de había .inculpado a sus padres, sino a sí mismo. El núcleo del complejo
valor»). La necesidad de Freud de proteger a su único aliado íntimo de Edípo fue revelado por primera vez a Fliess en una carta del 15
significó simbólicamente absolver al hombre y acusar a la mujer de de octubre de 1897:
ser un semillero de fantasía. Sin duda intervino también otro factor.
El padre de Freud murió en octubre de 1896. Tras el fallecimiento Me he encontrado, también en mi propio caso, con estar enamo-
rado de mi madre y celoso de mí padre, y ahora lo considero un
de su propio padre, Freud pudo abandonar sus complejos sentimien- acontecimiento universal en la primera infancia, aunque no sea a
tos negativos para con los padres e identificarse más fácilmente con edad tan temprana como en los niños a quienes han hecho histéricos.
la autoridad paterna. . Si esto es así, podemos comprender el poder de absorber de
A decir verdad, la muerte del padre agravó mucho el trastorno Edipo rey, a pesar de todas las objeciones que la razón pone a la
de Freud. Éste albergaba sentimientos muy ambiguos para con su presuposición del destino ... Todos los que formaban el público
padre, y no era el menor motivo de ello la ambivalencia para con fueron una vez un Edipo en ciernes en la fantasía y cada uno de
su propia descendencia judía. La muerte de Jacob fue una sacudida; ellos retrocede horrorizado del cumplimiento del sueño que aquí se
se vio «arrancado de las raíces» y durante mucho tiempo se sintió trasplanta a la realidad, con la cantidad completa de represión que
separa su estado infantil del presente.
* Gath era una de las siete ciudades reales de los filisteos. Seguramente se
trataba de un chiste privado de Freud y Fliess. (N. del t.)
304 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA EL DIOS TERAPÉUTICO 30)

Las historias clásicas nos dicen que lo que surgió de su «capullo» lidades sexuales infantiles. Todos los casos que Freud publicó son
psiquiátrico fue el fundador del psicoanálisis, armado con el com- variaciones sobre un único tema elemental, una sola escena origi-
plejo de Edipo. Pronto aparecieron obras germinales como, por ejem- naria. Basta echar un vistazo al lenguaje mismo y a la construcción
plo, La interp1·etación de los sueños. Así pues, la nueva ciencia nació dramática de tales casos para ver que Freud se sentía empujado a
realmente de un trauma mental y de un proceso de autocuración por sonsacarles las reminiscencias edípicas a sus pacientes (el propio Fliess
medio del psicoanálisis. Ernest Jones sugirió que fue una enferme- había comentado: «el lector de pensamientos [Freud] lee sólo sus
dad creativa: «Que aquel hombre se liberase recorriendo un sendero propios pensamientos en los ajenos»).
que ningún ser humano había pisado jamás, mediante la tarea heroi- Y a pesar de ello, en un sentido importantísimo, Freud no se
ca de explorar su propia mente consciente: eso es de lo más extraor- consideraba típico, sino único. Él mismo comentó de paso que «el
dinario». verdadero autoanálisis es imposible: de lo contrario, no habría enfer-
Desde luego, como se ha sugerido en el presente libro, nada que medad [neurótica]». Dicho de otra manera, si uno poseyese la capa-
fuese muy insólito había en que la gente saliera de una crisis espi- cidad de analizarse a sí mismo, uno empezaría por no ser neurótico.
ritual portando descubrimientos de valor incalculable para el género Sin embargo, Freud se autoanalizó y lo hizo a su propia satisfacción.
humano: en aquellos mismos momentos Daniel Schreber salía de Pero el de Freud fue el primer y el último autoanálisis freudiano.
una crisis similar y proclamaba su propia religión nueva. Para seme- En lo sucesivo todos los análisis los llevaría a cabo el mismo Freud
jantes personas, un credo cardinal es la idea de que todos los demás o psicoanalistas preparados y analizados por él, etcétera, siguiendo
seres humanos se encuentran atrapados sistemáticamente en redes de una sucesión apostólica ininterrumpida (es digno de ser notado que
delusión de las que han sido liberados por la crisis mental. Freud psicoanalizó personalmente a su propia hija, a su Antfgona,
Lo que parece de todo punto indiscutible es que a medida que Anna). ¿Cómo, pues, reaccionaban al análisis las personas que pade-
el autoanálisis de Freud fue avanzando, mayor fue su confianza inte- cían psiconeurosis?
lectual, más sano se sintió y -gradualmente- más disminuyó su
absoluta dependencia emocional de Fliess. Conscientemente o no, Uno de los detalles más raros de los cuarenta años y pico que
Freud recapituló la experiencia del chamán de una fase de aisla- duró el ejercicio del psicoanálisis por Freud es que tomó nota deta-
miento intenso a la que seguía la salida armado de nuevos poderes. llada de sólo cuatro de sus propios casos. No es de extrañar, pues,
Al igual que Daniel Schreber, Clifford Beers, George Trosse y John que únicamente tengamos una levísima oportunidad de ver desde
Perceval, Freud salió de su trastorno convertido en un hombre con ambos lados lo que sucedía en cada caso concreto de la terapia freu-
una misión, portador de un evangelio para el mundo. diana. Quizá lo notable es que tengamos información sobre algún
El legado de la neurosis de Freud fue una extraordinaria grandi- caso. Hay uno, sin embargo, que sobresale entre los demás: el del
locuencia intelectual. A menudo se comparaba con Moisés, Aníbal, «hombre de los lobos». Este paciente se sometió a cuatro años de
Edipo, Alejandro, Napoleón: era un conquistador.* Su autoanálisis análisis con Freud, de 1910 a 1914, y Freud dio a conocer el caso
había revelado verdades universales. No había descubierto el com- en un informe de más de cien páginas. El «hombre de los lobos»
plejo de Freud, sino el complejo de Edipo. Los orígenes de la neu- publicó luego sus propias memorias con licencia psicoanalítica. Apa-
rosis ya no debían imputarse a la seducción por parte del padre, sino recieron en un volumen con una introducción de Anna Freud, un
a deseos que el recién nacido albergaba en su interior. Desde enton- estudio de salud psíquica por parte de su analista subsiguiente, Ruth
ces, a pesar de las sutilezas y refinamientos posteriores, el psicoaná- Mack (Brunswick), que, al igual que Anna, había sido analizada por
lisis ha mostrado lo que el mismo Freud dijo que era una monotonía Freud, y algunos detalles personales de Muriel Gardiner, a quien
extraordinaria en su preocupación por las figuras paternas y las riva- había analizado Mack. (Más adelante el «hombre de los lobos» diría
que habían suprimido sus propios recuerdos.) Finalmente, en el dece-
* En español en el original. (N. del t.) nio de 1970, contraviniendo las prohibiciones expresas de los freu-
20.- PORT!lR
·.Y

306 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA ·' EL DIOS TERAPÉUTICO .307


dianos, el <<hombre de los lobos» concedió una serie de entrevistas, La clave de todo residía en un sueño que, al parecer, el «hombte
que se grabaron en cinta, a una periodista austríaca, Karin Obholzer. de los lobos» había tenido cuando contaba unos cuatro años de edad:
Así pues, disponemos de tres versiones del caso del «hombre de los
lobos».
Soñé que era de noche y que me encontraba acostado en mi
Sergius P. nació en 1887 en el seno de una familia aristocrática cama. (La cama estaba instalada con los pies hacia la ventana;
de Odesa. De conformidad con la mejor tradición de Chéjov, su enfrente de la ventana había una hilera de nogales viejos. Sé que
madre era hipocondríaca y su padre padecía hondas depresiones, por era invierno cuando tuve el sueño, y que era de noche.) De repente
lo que era tratado por Kraepelin. Sergius tenía una hermana que era la ventana se abrió sola y quedé aterrado al ver que había unos
dos años mayor que él, brillante desde el punto de vista intelectual lobos blancos sentados en el nogal grande enfrente de la ventana.
y precoz; la hermana se suicidó cuando contaba poco más de veinte Había seis o siete. Los lobos eran completamente blancos y pare-
años (Freud diagnosticó retrospectivamente una demencia precoz inci- dan más bien zorros o perros pastores, porque tenían la cola grande
piente). como los zorros y tenían las orejas alzadas como los perros cuando
A los dieciocho años de edad Sergius sufrió una infección de prestan atención a algo. Presa de gran terror, evidentemente de ser
devorado por los lobos, chillé y desperté.
gonorrea. Los efectos conjuntos de estos dos acontecimientos resul-
taron traumáticos. Deprimido y con la mente paralizada, pasó varios
años yendo de doctor en doctor, y de sanatorio en sanatorio hasta La labor de Freud con este sueño «se prolongó varios años» (se
que fue a para al domicilio de Freud, en el 19 de la Berggasse, en veian una hora diaria, seis días a la semana, por lo que cabe que la
1910. El principal problema de personalidad que padecía el «hombre neurosis de Sergius tardara más de mil horas en «per-elaborarse» ).
de los lobos» era que a la sazón se encontraba (como dijo Freud) Para comprender la «neurosis infantil» que había detrás del sueño
«totalmente incapacitado y en dependencia completa de otras perso- y que éste expresaba, Freud se valió de mucho material asociativo
nas». El problema inmediato que se le planteaba era si se casaba que el <<hombre de los lobos» hizo aflorar a la superficie: por ejem-
o no con Therese, una enfermera divorciada que le llevaba algunos plo, que de niño leía cuentos de hadas. Aun así, empleando palabras
años y a la que había conocido en uno de los hospitales. que son una extraña mezcla de franqueza y opacidad, Freud reconoce
La asociación libre en el diván, que Freud cuenta detalladamente, que su interpretación final también iba mucho más allá del material
hizo que salieran a la luz algunos de los terrores de la infancia de revelado {o reconocido) por su paciente y, mientras procedía a efec-
Sergius. A la edad de tres años había sido «seducido» por su her- tuar su interpretación, señaló que: «He llegado ahora al punto en
mana. Su niñera campesina le había manoseado el pene. Cuando el cual debo abandonar el apoyo que hasta ahora he recibido de la
Sergius respondió a la «seducción» jugueteando con el miembro él marcha del análisis}>.
mismo, en presencia de la niñera, ella le amenazó con la castración. Freud interpretó este sueño como encarnación del recuerdo de
Al ver orinar a su hermana, se encontró ante la realidad de la cas- una experiencia real de una «escena originaria» que (dedujo Freud)
tración en toda su enormidad. Descubriendo así su sexualidad infantil el paciente había vivido a la edad de un año y medio. Cada uno de
frustrada a cada momento, experimentó una regresión a las rabietas, los componentes del sueño podía a su vez descifrarse. Mediante el
a la religiosidad excesiva {«neurosis obsesiva») y a perversiones se- truco común de la transformación en lo contrario que seguía el incons-
xuales. Idolatrando a su padre en particular, le encantaba tener acce- ciente, que fuera de noche e invierno significaba que en el momento
sos de cólera en su presencia, de tal modo que sus deseos «sádico- de la experiencia traumática era de día y verano. La ventana abrién-
anales» pudieran satisfacerse al recibir una paliza, lo que le propor- dose representaba el despertar del «hombre de los lobos». En cuanto
. donaba una «satisfacción sexual masoquista». ¿Cuáles eran los oríge- a los seis o siete lobos de poblada cola, Freud, recurriendo a una
nes de su «fobia y sus perversidades>>? ¿Cómo había que interpre- larga y compleja serie de deducciones, probó que eran el recuerdo
tarlas? transformado del paciente, el recuerdo de ver a sus dos progenitotes
'~·. "'

308 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA EL DIOS TERAPÉUTICO 309

copulando. El cambio de número lo exigía da resistencia como medio curado de su dependencia y de lo que es claro que Freud consideraba
de distorsión». su aberración sexual. ¿Ocurrió así?
Freud había inferido de otras fuentes que el «hombre de los La respuesta es afirmativa según los psicoanalistas que más ade-
lobos» deseaba eróticamente a su padre. Por consiguiente, en el sueño lante aportaron sus comentarios al volumen de las memorias del pa-
el lobo representaba esencialmente un padre castrador. Además, el ciente. Tanto Ruth Mack (Brunswick) como Muríel Gardiner afirma-
paciente conocía un cuento infantil en el que salía un lobo sin cola ron que, en esencia, Sergius había sido «curado» por Freud: «los
(es decir, castrado). Semejante castración era una idea aterradora y resultados positivos del análisis del "hombre de los lobos" son en
para «sobrecompensar» este terror, el inconsciente infantil del pa- verdad convincentes», comentó Gardiner. Cierto es que un pequeño
ciente se había visto obligado a dotar a todos los lobos de colas <múcleo» de su neurosis había persistido y, según Mack, más adelante
extraordinariamente pobladas. La quietud de los lobos en el sueño había dado origen a una «psicosis», que a su vez había empujado al
significaba (mediante asociación inversa) el movimiento agitado de paciente a acudir una vez más a Freud, en 1926, para someterse a
la copulación. La blancura de los animales era (por asociación directa) análisis. Freud, que estaba demasiado enfermo y demasiado atareado,
la blancura de los paños menores de sus padres. La posición erecta le había enviado a Mack, y ésta, tras diagnosticar que era «paranoide»,
de los lobos significaba que la copulación se efectuaba a tergo, desde lo sometió a un análisis intensivo durante unos meses, pasados los
atrás, more fe¡·arum. cuales hubo sesiones esporádicas durante unos· cuantos años más.
Resumiendo: el significado verdadero del sueño de los seis o Mack confiesa: «Es difícil decir por qué el paciente manifestó una
siete lobos blancos inmóviles era angustia de castración. Durante la paranoia en vez de volver a su neurosis original. Puede ser que el
infancia el «hombre de los lobos» -como en las interpretaciones de primer análisis le despojara de los habituales modos neuróticos de
Freud de los casos de Christoph Haitzmann y Daniel Schreber- solución. Una se pregunta si el paciente quizá fue siempre paranoide
había albergado el deseo latente de que su padre lo sodomizara. Pero en estado latente». O una podría preguntarse otras cosas.
el inconsciente le había advertido que este apetito podía satisfacerse De hecho, el «hombre de los lobos» permaneció sometido inter-
sólo sí pagaba el precio inaceptable de la castración. La angustia no mitentemente a análisis hasta cumplir ochenta años y pico. Dijo a
resuelta que aquel sueño expresaba había conducido a su «neurosis Obholzer que a los freudianos les gustaba tratarle como «muestra»,
obsesiva». Y ésta a su vez había llevado a sus desviaciones sexuales como prueba de la eficacia del psicoanálisis. Pero en lo que a él se
de índole neurótica en la edad adulta. Porque al «hombre de los refería, la verdad era exactamente todo lo contrario. Gracias al efecto
lobos» sólo le excitaban sexualmente las mujeres de clase baja y de transferencia, Freud se había convertido en una figura paterna para
nalgas voluminosas y sólo podía obtener satisfacción sexual de las el paciente, después de que muriera el padre de éste (Freud habia
mujeres penetrándolas desde atrás. . llamado a esta muerte un «feliz acontecimiento»), y, lejos de curarle
El «hombre de los lobos» (según él mismo diría más adelante) de la dependencia de los demás que ya le afligía en 1910, el análisis
había acudido a Freud en busca de consejo sobre si debía casarse le había transformado en adicto a una dependencia que aún conser-
o no con Therese, la enfermera, cuya procedencia social era muy vaba toda su fuerza en el decenio de 1970. En conjunto, pues, «Freud
inferior a la suya: la familia del paciente se oponía a esa relación. no me liberó». Freud sencillamente le había ayudado a convertirse en
Sin duda había hablado extensamente con Freud sobre sus prefe- el paciente eterno, una prueba nonagenaria del análisis interminable.
rencias sexuales. Sin duda Freud creyó que éstas habían manifestado Dotado de una desesperanza humana benigna, el <'hombre de los
espontáneamente que se basaba en su angustia de castración tal como lobos» veía la vertiente graciosa del asunto.
la reveló el sueño de los lobos inmóviles (es decir, sus padres copu- En lo que concernía a este paciente, el problema de Ja depen-
lando). El principio del análisis freudiano nos llevaría a espetar que dencia era inherente al psicoanálisis mismo. Si la transferencia no
la revelación al paciente de la fuente de su neurosis infantil sirviera funcionaba, era por definición inútil. Si «funcionaba», como el «hom-
para curarla. Por lo tanto, el <'hombre de los lobos» debería haberse bre de los lobos» creía que había ocurrido entre él y Freud, entonces
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310 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA EL DIOS TERAPÉUTICO .311
era «peligrosa», potque, de hecho, la terapia se convertía en tu vida. ~1 «hombr~ de los lobos» preguntó qué explicaban todas aquellas ,
En vista de ello, ¿qué pensaba el «hombre de los lobos» de los lllterpretacwnes de sueños: «Que yo pueda ver, nada. Freud sitúa
psicoanalistas que albergaban la fantasía de haberle curado? Se mos· el origen de todo en la escena originaria que él extrae del sueño. Pero
tró amargado en el caso de Muriel Gardiner, que incluso había tra· esa escena no aparece en el sueño ... Es terriblemente rebuscado».
tado de impedir que hablase con Obholzer. Recordaba a Mack con En todo caso, la pteocupadón de Freud por la naturaleza neuró-
cierto desprecio: «Presté tan poca atención a lo que me dijo». No tica de las prodivida~es del paciente (su necesidad del coitus a tergo)
era el menor motivo de su desagrado el que Mack siempre estuviera estaba muy desencammada. A pesar de lo que Freud diera a entender
criticando a su esposa, Therese («no tiene ni pizca de guapa», «no la primer~ vez que copuló con su futura esposa, Therese, no la penetrÓ
le conviene a usted», le había dicho). Durante una sesión la psicoana- desde atras; en vez de eso «ella se sentó sobre mi». Sergius preguntó
lista había expresado unas cuantas ideas raras acerca de la costumbre en broma a Obholzer si se trataba de una forma de «sentarse a enjui-
del paciente de masturbarse. :f:l respondió: «(La analista] estaba fan- ciar» el psicoanálisis. Desde luego, el «hombre de los lobos» había
taseando ... qué tontería. [La analista] también inventaba cosas a llegado a depender mucho de la autoridad de Freud, pero la recons-
veces». Cuando ella diagnosticó que sufría «paranoia», el paciente trucción que éste hizo de los primetos años de su vida no tenía nin-
se ofendió tanto, que se puso bien sólo para hacerla rabiar. gún sentido.
Muy diferentes eran los sentimientos del «hombre de los lobos» En todo :aso, ¿qué utilidad tenía toda aquella arqueología men-
para con Freud. Admiraba mucho las sinceras intenciones buenas de tal? Porque, en realidad, el psicoanálisis no le había ayudado a resol-
su padre sustitutivo. Pero Freud se engañaba con frecuencia y, en ver ninguna de sus dificultades. Era posible seguir los problemas hasta
todo caso, era un fanático ciego que «sobrevaloraba su labor». El llegar a su raíz, pero ¿por qué iba eso a reducir el sufrimiento? «Todo
paciente había aceptado la autol'idad de Freud en muchos aspectos, es mucho más complicado de lo que creen los psicoanalistas.» Sesenta
lo cual había sido un tremendo error. Dejando aparte todo lo demás, a~os antes, había tenido el impulso de enamorarse de mujeres difí-
Freud, a quien sólo interesaba lo «individual», era terriblemente ctles, locas, de baja estofa. Seguía teniéndola ahora. Tenía que depen-
candoroso en lo relativo a las cosas del mundo. Así, cuando al esta- der de alguien. Todavía sentía esa necesidad. Y eso se debía en gran
llar la revolución rusa el «hombre de los lobos» quiso volver a su parte a que Freud había insistido en ejercer su autoridad. El «hom-
país para proteger sus bienes, Freud le dijo que se quedara en Viena. bre de los lobos» recordó que a veces, cuando Freud le explicaba
El paciente se quejaba de que ésta había sido la causa de que per- las cosas, él le respondía: «Muy bien, estoy de acuerdo, pero voy
diera su fortuna. Más adelante, al darle Freud dinero, Sergius sos- a comprobar si es correcto». Y él decfa: «No lo haga. Porque, en
pecharía que lo hacía a impulsos de un sentimiento de culpabilidad. cuanto empiece a examinar las cosas críticamente, su tratamiento no
Sin embargo, al echar la vista atrás, cercano ya el fin de sus días, llegará a ninguna parte».
dos cosas le parecían importantes al «hombre de los lobos». En pri- Es claro que no debemos tomar literalmente ni el «hombre de
mer lugar, el análisis que hiciera Freud de las fuentes infantiles de los lobos» de Freud, ni el de Mack ni el del propio «hombre de los
sus neurosis era poco válido. A juicio del paciente, la raíz de sus lobos». Sin embargo, el Sergius anciano, con todas sus delusiones
problemas sexuales no estaba en su padre, sino en su hermana. La sobre sí mismo, poseía un sentido humano de la ironía de la vida.
compleja reconstrucción freudiana del sueño de los lobos que tuviera Respondiendo a su relato, Obholzer comenta: «Es verdaderamente
en la infancia no tenía el menor sentido en Io que a él se refería. muy divertido. Le pido perdón por reírme». Y él contestó: «Sí es
Desde luego, no se correspondía con ninguno de sus recuerdos. Era, divertido». '
en todo caso, inverosímil por la ignorancia que denotaba. (¡Quién
podía imaginar que un matrimonio ruso de su clase social haría que El «hombre de los lobos» fue pionero del arte del análisis como
su hijo de corta edad durmiera en la misma habitación que sus pa- modo de vida; vivió de sus neurosis. Este arte ha sido desarroUado
dres! Sergius siempre había dormido con su niñera.) En conjunto, en $tan m~~ida en el presente siglo, sobre todo en Norteamérica
. . ...... '

·~
l2 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA EL DIOS TERAPÉUTICO 31
,.;;'

mde ha pasado a formar parte del mundo de chiste de Philip Roth, él se sometió a psicoanálisis, al principio de modo esporádico, pero
'oody Ailen y otros. En el caso de un profesional norteamericano en 1962 ya iba al psicoanalista cuatro veces a la semana. Se trataba
próspero de la posguerra, John Balt, se convirtió también en un de un tal doctor Edward Grossler, que era freudiano estricto.
:>do de morir. Grossler le explicó a Balt que la razón de que se sintiese fraca·
Nacido a finales del decenio de 1920, hijo de padres judíos de sado era el hecho de que su esposa se sometiera a análisis. El pro-
1eva York, Balt se graduó en Yale y se dedicó a escribir. Su esposa, blema de Balt era que se sentía abrumado por la culpabilidad. Esta
aire, también judía, quería trabajar con niños. El matrimonio se culpabilidad era una repetición de sus impulsos edfpicos. Era nece-
;taló en California, donde Balt tuvo mucho éxito escribiendo guÍo· sario per-elaborar éstos. La raiz de sus problemas eran los deseos
s para la televisión. incestuosos que le inspiraba su madre. Estos deseos, por supuesto,
Claire estaba firmemente convencida de que las personas moder· habían provocado un miedo de castración que (según se deducía de
s y responsables debían darse a sí mismas una buena base «bíblica» las interpretaciones de la psicopatología de la vida cotidiana de Balt)
psicología y psiquiatría. Le dijo a su marido: «Es un tema fasci- seguía poseyéndole. Así, por ejemplo, cuando tenían invitados a cenar
nte. Mucha gente cree que nunca puedes librarte de tus orígenes y Claire servía menudillos de pollo, el doctor Grossler los interpre-
nenas que te sometas a algún tipo de psicoanálisis». Balt no estaba taba simbólicamente como los testículos de Balt, es decir, la prueba,
1 seguro; a Claire «no le gustó mi punto de vista». Llegaron a una a ojos de todos los invitados, de su castración.
.ución que satisfaciera a los dos y siguieron un curso de clásicos de El doctor Grossler hizo que Balt se esforzara mucho en ahondar
psiquiatría: en su sentimiento de castración. El análisis se convirtió en una obse-
sión para Balt, que creía que «todo lo que pasa aquí es lo más impor-
Un libro que seleccionamos, Fífty minute hour, de Robert tante de mi vida». Todo tenía un significado que giraba en torno a
Lindner, cautivó mi imaginación, que hasta entonces nada sabía de
las confesiones hechas en el diván: «Cuando Claire y yo hacíamos
las cosas que se trataban en el libro. Leí algo de Theodore Reík, la
biografía de Freud por Jones, la Psicopatología de la vida cotidia- el amor, después tenía que comentarlo en el diván; y de esta ma-
na, de Freud, así como su Interpretación de los sueños. Y otro nera empecé a comparar gran parte de mi relación con ella, incluso
libro que luego tuvo consecuencias especiales: Lectures on psycho- en la cama, con la forma en que el analista lo evaluaría».
mtalytic psychiatry, de A. A. Brill. Debido a la preocupación del análísís, perdió su capacidad de
trabajar. Ya no conseguía vender sus guiones. Los ahorros de la fami·
La vida en California tenía sus tensiones. Balt trabajaba mucho lía se esfumaron (en dos años se gastaron 20.000 dólares en psicoana-
:a que nada faltase a la familia, que iba aumentando; los suegros listas). Y Balt estaba cada vez más convencido de ser un fracasado.
ambos vivían cerca y con frecuencia se entrometían en su intimi- Grossler incluso le dijo que las sesiones terapéuticas no iban bien:
1; los niños requerían mucho tiempo. Claire se convenció de que «Ha fracasado en el análisis también». Una vez Balt se mostró res-
aba fracasando como esposa y como madre («No he sido yo mis- pondón: «Puede que haya fracasado usted. Puede que se haya equi-
»), y decidió que necesitaba ver a un psiquiatra. Balt se opuso vocado en algo». Grossler replicó: «No me he equivocado en nada».
principio, pero accedió cuando Claire le dijo que lo deseaba más Otra derrota. «Empapado en psicopatología -recordó Balt-, me
~cualquier otra cosa («Quiero que seas feliz», dijo Balt). El ana- había convencido de que q1.1ería destruirme a mi mismo.»
a freudiano dijo que Claire necesitaba mucha ayuda y le hizo Balt estaba hecho trizas. Se sentía totalmente inútil, padecía in-
1er que el análisis duraría de dos a cinco años, cuatro o cinco veces somnio, no podía pensar, no podía escribir, se comportaba de forma
t semana. extraña. Creía que el hecho de que Claire tuviera un empleo estaba
Balt se puso a trabajar todavía más, en parte para pagar los bono- «castrándole»; quería que Claire estuviera en casa, que fuera una
íos del analista. Pero tuvo algunos fracasos profesionales y empezó «buena madre». Empezó a cogerse el pene en presencia de Claire y a
1erder la fe en su capacidad. El resultado fue que en 1960 también gritar; «¡Castrado! ¡Castrado!»,
'1
314 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
l EL DIOS TERAPÉUTICO .315

Finalmente, hacia las postrimerías de 1962, después de cerca de


un año de análisis, agredió físicamente a Claire y se lo llevaron a una l
¡
por causa de insania. Después de acceder a continuar sometiéndose
a terapia, le pusieron en libertad. Seguía albergando rencor contra
clínica psiquiátrica privada, donde permaneció una semana. En ese ·j Grossler, puesto que en el juicio éste se había negado a reconocer
momento el doctor Grossler decidió unilateralmente poner fin al tra- conexión alguna entre el empeoramiento de su ex paciente y los efec-
tamiento y Balt acudió al doctor David Blutman, que no creía en el 1 tos del psicoanálisis. Al cabo de un tiempo, Balt tropezó casualmente
análisis, sino ¡en el tratamiento psicoterapéutico a base de fármacos. con Grossler. Sostuvieron una conversación incómoda.
Le recetó seis clases diferentes de tranquilizantes y píldoras para
dormir. Y entonces, sorprendentemente, un gesto que yo nunca había
«Estábamos arruinados.» Balt había perdido la esperanza y se esperado, Me apretó el brazo derecho justo por encima del codo.
consideraba un eunuco enano. Llamaba desesperadamente por telé- ·l Supongo que con el gesto quiso expresar un deseo para el futuro
fono al doctor Grossler, pero el analista se limitaba a cóntestarle: y una disculpa, quizás, una disculpa que no podía expresarse con
«¿Por qué no se busca otro doctor?», y una y otra vez lo mandaba palabras. Me alejé y él me siguió con la mirada, y entonces, creo
de nuevo a Blutman. Al final, totalmente fuera de sí, Balt agarró un que independientemente, ambos supimos algo que antes no sabía-
mos. En su relación conmigo, había habido un toque de locura por
cuchillo de cocina, acusó a Claire una y otra vez de haberle castrado su parte también.
y le infligió cuarenta y nueve cuchilladas.
Mientras aguardaba que le juzgaran por asesinato, Balt se veía
torturado incesantemente por unas voces que sonaban en su cabeza.
Primero oía la voz del doctor Brill, seguida a los pocos instantes por
la de Grossler y la de Blutman: anunciaban que iban a matarle, a
hacerle la autopsia y a disecar su cerebro. Se encontraba indefenso .,,.
ante semejantes tormentos. Tenía la esperanza de declararse «inocen-
te» alegando que había sufrido una «conmoción psicoanalítica». El
tribunal declaró que no estaba en condiciones de alegar nada y ordenó
que de momento fuese ingresado en el asilo del condado. Allí fue
tratado por otro psiquiatra, la doctora Keszi, cuyo método era más
conductista. Con la ayuda de la doctora, Balt consiguió salir de la
vorágine de desesperación, ensimismamiento y odio a sí mismo en
que le había sumido el tratamiento psicoanalítico. Logró darse cuenta
de cómo las sesiones en el diván le habían empujado a ensimismarse,
a divorciarse de la realidad; cómo le habían infantilízado y, por me-
dio de la sugestión, le habían dado un vocabulario de conceptos (fija-
ción a la madre, complejo de castración, etcétera) que habían inuti-
lizado por completo su mente y sus emociones. La doctora Keszi no
quiso hacerle de madre. Tampoco quiso permitirle que se absolviera
de la responsabilidad de sus actos echando toda la culpa al psicoaná- 1
1
lisis. La doctora insistió en que había tenido y seguía teniendo la
posibilidad de elegir. No era prisionero de su madre, de su infancia ·~
o de sus psiquiatras. Su vida estaba en sus propias manos.
Balt se recuperó. Compareció a juicio, pero fue declaradp inocente
CONCLUSIÓN .317

sentarlos a todos como víctimas pura y simplemente de la psiquiatría.


P?cos de los autores locos que hemos estudiado fueron perseguidos
directamente por los doctores: en medida mucho mayor, su situación
se debía a los sistemas y estructuras que se construyeron para ocu-
parse de la locura y que crearon una rígida dicotomía entre pacientes
(alienados) y psiquiatras (alienistas). >
Muchos de los escritores qúe hemos estudiado tenían ideas muy
peculiares de la realidad. Lo que escriben no puede tomarse en sen-
12. CONCLUSiúN tido literal, y sería una estupidez colocarse sencillamente «del lado»
de los insanos. Es obvio que, en todo caso, algunos de ellos poseían
una personalidad tan vigorosa, que la locura los hizo aún más fuer-
O Major, tandem parcas, Insane, minori. tes. El caso de John Perceval es tristísimo. Pero basta leer un poco
entre las líneas de su Narrative para ver que llevó de cabeza a los del
HoRACIO, Lib. II, Sermón 3 asilo Brislíngton, y no en menor medida, en sus períodos belicosos,
debió de infligir muchos daños físicos, así al personal como a los de-
El presente libro no aboga por ninguna causa; tampoco alberga más pacientes. De modo parecido, ·la joven Dora demostró ser una
propósitos palpables en relación con sus lectores. En el primer caso <. contrincante dura para Freud, a la vez que el «hombre de los lobos»
su objetivo es llamar la atención sobre un conjunto de escritos que sabía muy bien cómo vivir a costa del psicoanálisis y, al final, hacer
en su mayor parte han sido olvidados: las memorias de los locos. que siguiera pareciendo todo bastante absurdo.
Contando y analizando un reducido número de ellas, he pretendido Dicho de otro modo, somos testigos de unas relaciones elusivas,
demostrar que constituyen un rico archivo de experiencias humanas. extraordinariamente complicadas. Típicamente, la psiquiatría dispone
Su testimonio da una dimensión nueva a las historias que general- de los grandes batallones (después de todo, controla las camisas de
mente se cuentan sobre la evolución de la psiquiatría y de los asilos· ' ' fuerza y las máquinas de terapia de electrochoque), pero la locura es
para insanos. La historia de las ideas y prácticas psiquiátricas se ha un ejército clandestino que no reconoce ninguna regla y que sabe
escrito convencionalmente como una saga de buena psiquiatría contra cómo hacer la guerra sucia. Y, presidiendo todo esto, actúa también
mala psiquiatría. Raras veces se reconoce de forma suficiente que los , .. un conocimiento de la locura. CJifford Beers, cazador furtivo trans-
verdaderos protagonistas son los doctores y los pacientes, y que el formado en guardabosque, termina de nuevo en el asilo creyendo,
verdadero tema es la compleja gama de sus encuentros. El libro ha en su estado final de locura-cordura, que todos los doctores psiquiá-
argüido que existe una «historia desde abajo» que necesita contarse . .:> -: tricos son unos farsantes.
A menudo, los autores cuyas obras he comentado han sido víc- < · Lo que he procurado expresar principalmente es que los locos <.
timas en el sentido correcto de la palabra, es decir, seres inocentes -o, lo recalcaré una vez más, las personas locas que terminaron es-
que sé han visto dominados por quienes poseían más poder que ellos. cribiendo sobre la vida de la locura y que, por desgracia, constituyen
Para estas personas locas, escribir su propia historia era la única ma- una minorfa muy poco representativa- pueden comunicar historias
nera de conservar la identidad o, de hecho, de responder combatiendo; sobre ellos mismos, historias que tienen su propio sentido, y que, para
al menos mentalmente. Los locos fueron víctimas de toda suerte de> ello, se valen del universo de lenguaje, metáforas, modismos y sím-
seres. Sus opresores inmediatos existían principalmente sólo en su bolos que articulan los mismos cuerdos. Los ·tocos hablan de padres >
cerebro, aunque, por lo común, eran análogos a ogros que existían y madres, de Dios y de reyes y de demonios, de ondas de choque y·
en la sociedad, en la cultura. Eran víctimas de ellos mismos además .de inspiración, justamente igual que los cuerdos, aunque con fre-
9-e víctimas de otras person!ls. Sobr~ todo, sería derpasi!ldo fácil pr~-<. cuerda los matices son diferentes (o, como recalcó Perceval, en },
---
318 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA CONCLUSIÓN 319
locura las palabras adquieren unos significados levemente diferentes). ha captado la verdad en seguida, sentándose luego a disfrutar de la
Esto da un cariz distinto a la afirmación que tan a menudo se <\. conquista. Lo que puede que históricamente haya sido un crimen es <::
ha hecho a lo largo de los siglos en el sentido de que la locura es radi- la presteza con que ciertos psiquiatras individuales, y en ciertos sen-
calmente incoherente, ininteligible, sin sentido. No pocas veces, si tidos toda la profesión, respaldados por el mandato de la sociedad,
las palabras y el comportamiento de los locos parecen peculiares, o se han encargado de la tarea de clasificar a los locos, afirmando que
su interpretación es difícil, ello se debe a que se priva a la persona poseen las respuestas apropiadas. ¿Acaso los verdaderos fantasistas
loca del entorno esperado y aprobado para llevar una vida normal, no han sido los psiquiatras que han afirmado poseer la llave maestra
y de los oyentes normales, preparados para escuchar. Tal como recal- de la locura? La verdad es que a menudo estas teorías y terapias
caron Perceval y muchos otros, si se coloca a una persona en un han resultado ser sólo un corcel de guerra :filosófico útil para impo-
manicomio, se le impide tener contactos normales, se la encadena nerse a la resistencia y las protestas. Con demasiada frecuencia la
y (sobre todo) se la trata como sí fuera imposible comunicarse con psiquiatría ha pontificado y excomulgado a Ios locos de la sociedad
ella, lo que se hace es crear un loco, un monstruo que es hijo de la humana, incluso cuando sus propios gritos y quejas eran humanas,
imaginación de quienes la colocan allí. De forma parecida, una vez / demasiado humanas. 7
un neurólogo ha examinado su propia psique y ha visto en ella los
fantasmas del amor y del odio para con sus padres, toda persona que
luego se eche en su diván no tendrá sentido para él hasta que reco-
nozca que en su propia cabeza también hay fantasmas parecidos.
Todos tenemos fantasmas en la cabeza. Cada acto de concepción,
cada e.."rplícación, análisis, intento de comprender la historia, es una
expresión de nuestras ideas preconcebidas, además de ser (cabe espec
rar) la verdad. También hace que nuestros prejuicios afloren a la super-
ficie. Sería engañarnos a nosotros mismos decir que estos prejuicios
no existen. Así, obviamente, ningún lector habrá tomado en sentido
literal la afirmación con que empieza esta conclusión. Puede, sin em-
bargo, que su ironía haya servido para algo.
Puede que haya sugerido que, después de Freud, ningún autor
puede dar por sentado que sus profesiones serán respetadas; se en-
cuentra a merced· de fuerzas de dentro y de fuera, fuerzas que ·él
no puede controlar (como dijo Sterne: «Harías bien en decírselo a
·tu médico»). Los que escriben sobre autobiografía no pueden librarse
de la .autobiografía. Puede que también haya sido otro recordatorio
de que no hay ninguna lectura definitiva de un texto, ningún autor
privilegiado, ningún lector privilegiado. Los textos están a disposi-
ción de cualquiera. Yo he ofrecido una interpretación. Tengo que
dejar mi interpretación a los interpretadores, mi análisis a los analistas~
Los recordatorios de las salas de espejos llamadas «relativismo»
y el «problema de la reflexividad» tal vez indiquen que la psiquiatría
no ha conseguido del todo encontrarle sentido a la locura. Esto no
es ningún crimen. Como ha recalcado Karl Popper, ninguna ciencia
l~' ·:··, - ~. ;:.: .1 [,.·.·¡
-.::.:_::;:.· .... _~ .. ·,_ ' ''..,.:.;'

SUGERENCIAS DE LECTURA 321

':1,
·:
a ellos. Entre las defensas inteligentes de la empresa de la psiquiatria mo-
derna cabe citar J. K. . , Reasoni1z.,g about madness (Oxford University
Press, Londres, 1978); Anthony .~~ Psychiatry in dissent: controversíal
issues in thought and p~a~.!f_s~(!,'~'{J~F?¡;l;:d;,,_. s, 1976), ! la más re-
ciente y polémica: ~:~2t};i~y.'t.¡]'it:onie"' ; The realtty of mental
illness (Cambridge University Press, Cambridge, 1986).
Un intento de adaptar las percepciones de la moderna psiquiatría diná-
mica y del psicoanálisis a la comprensión histórica ha sido la psicohis~oria.
Mis objetivos en el presente libro son muy diferentes de los que tienen
los psicohistoriadores. He intentado principalmente meterme dentro de
SUGERENCIAS DE LECTURA la cabeza de la persona loca y entender en sus propios términos, desde
dentro, lo que ha dicho y pensado. La psicohistoria, en cam?io, s: i~t:· <.
resa ante todo por la dimensión inconsciente del comportamiento mdivr-
1. INTRODUCCIÓN
dual y colectivo en el pasado, por lo que los actores no sabían sobre ellos
mismos y no hubieran reconocido (se hubiesen «resistidm> a recono~er).
El presente libro toca una inmensa variedad de debates importantí- La psicohistoria cuenta con celosos defensores tales como Lloyd DeM~use
simos sobre la situación de la psiquiatría; su valor como ciencia y como en su The new psychohistory (Psychohistory Press, Nueva York, 197)) y
terapia en la actualidad; y su aplicabilidad a la comprensión de personas Peter Loewenberg en su Decoding the past: the psychohístorical approach
y sociedades del pasado. El libro no aborda directamente muchos de estos
(Alfred Knopf, Nueva York, 1983); así como con defensores más mode-
aspectos ni pretende aportar nada a ellos, pero es muy importante cono- rados tales como Peter Gay en su Freud for historians (Oxford Univer-
cerlos hasta cierto punto. ~] sity Press, Nueva York y Oxford, 1985). David E. Stannard, Shrinking
Durante la última generación se ha celebrado un gran debate sobre
la posición actual de la psiquiatría. Las corrientes de la «antipsiquiatría» J history: on Freud and the failut·e of psychohistor-y (Nueva York y Oxford,
1980), ha argüido, en cambio, que la psícohistoria es palabrería vana. En
han puesto en duda la realidad objetiva de la «enfermedad mental» y han
dado a entender que, en mayor o menor medida, se trata de un invento J mi opinión, los argumentos de los escépticos se han apuntado éxitos pal-
pables en la medida en que han conseguido demostrar que Jos defensor~s
represivo de la sociedad o de Ia psiquiatría (o de ambas). Han sugerido
" son culpables de efectuar especulaciones espurias a falta de pruebas satis-
al historiador que la historia de la locura y la psiquiatría deberían consi- ·.!.·.·
factorias, así como de descuidar determinadas formaciones culturales para
derarse, no como una saga de progreso científico, sino como la extensión
de la ·vigilancia social. Las afirmaciones y valoraciones más importantes l favorecer a conceptos psíquicos universales presupuestos (tales como los
conflictos edípicos). Los estudios retrospectivos de grandes personajes del
sobre estos puntos de vista se encuentran en los escritos de Thomas S.
pasado (Moisés, Leonardo, etc.) que hizo el propio Freud poseen .sólo
Szasz. Véanse en particular Law, liberty and psychíatry (Macmillan, Nueva
verosimilitud novelesca. De hecho, determinada escuela de comentaristas
York, 1963); The manufaCture of madness (Paladín, Londres, 1972) [hay
pib freudianos (por ejemplo, Steven Marcus, F~eud and th~ c~lture of
traducción castellana: La fabricación de la locura, Kairos, Barcelona, 198!2];
psychoanalysis [Allen and Unwin, Londres, 198.:>]) parecen .I~VItarnos ~
The myth of mental illness (Granada, Londres, 1972); The age of madness:
tratar las crónicas de los pacientes del propio Freud en el divan como s1
the history of involuntary hospitalization presented in selected texts (Rout-
fueran en esencia cuentos soberbios.
ledge & Kegan Paul, Londres, 1975); The therapeutic state: psychiatry in
No obstante, si se emprende con los controles apropiados, la. psico-
the mirror of curren! events (Prometheus Books, Buffalo, Nueva York,
historia puede ser un valioso método de investigación: buenos ejemp~os
1984). También son valiosas'•.:· ~~. ed., Critica[ psychiatry: the
de ella son Christopher Hill y Michael Shepherd, «The case of Anse
politics of mental health (Pengúin, armonasworth, 1981) [hay traducción
Evans: a historico-psychlatric study», Psíchological Medicine, 6 (1976),
castellana: Psiquiatría critica. La política de la salud me11tal, Crftíca, Bar- . ~.
pp. 351-.358, y John Demos, Entel'tailzing Satmt: witchcraft and the culture
celona, 1982]; Peter Sedgwick, Psycho politics (Pluto Press, Londres,
of early New England (Oxford University Press, Nueva York Y Oxford, >
1982); y la más reciente: ~1?\~~r:f<J.~ Managittg madness: changing_
ideas and practíce (Hutchínson, [offdres-;-~1986), que contiene una evalua- 1982).
El presente estudio se inspira esencialmente en crónicas autobiográ-
ción meticulosa de los temas y una guía excelente de la literatura referente
'j:.·
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322 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA SUGERENCIAS DE LECTURA 323
:ficas publicadas por personas (supuestamente) locas. Sólo en lengua inglesa patholog}•, trad. de A. M. Espinosa (Harvill, Londres, 1955), y su Curación
las hay a cientos y muy pocas de ellas han sido examinadas alguna vez de la palabra ~la antigüeda~ (Antl]f~,go~1 Barcelon~, 1987): Fenómenos
por los historiadores. Sin duda el estudio más completo de este género paralelos en elt_-g se estud1an en ,~ «<nsaruty and rts treatment
(y de las obvias y múltiples vicisitudes que plantea la interpretación de in Islamic society», Medica! History, 31 ( 1987), pp. 1-14. De las ideas
tales textos) se encuentra en D. A. Peterson, «The Iiterature of madness: medievales se ocupa Penelope E. R. Doob, Nebucbadnezzar's childmt:
autobiographical writings by mad people and mental patients in England conventiotzs of madness in Middle English literature (Yale University Press,
and America from 1436-1975» (Tesis de doctorado, Universidad de Stan· New Haven y Londres, 1974), y también Basil Clarke, Mental disorder
ford, 1977), e idem., ed., A mad people's history of madness (University itz earlier Britain (University of Wales Press, Cardiff, 1975); la Edad
of Pittsburgh Press, Pittsburgh, 1982), donde también se encuentra una Moderna se examina en M. Foucault, Historia de la locura en la época clá-
bibliografía muy completa. No pretendo haber examinado más que una sica, trad. de Juan José Utrilla (FCE, Madrid, 1979) y en K. Doerner,
minoría muy pequeña y poco representativa de tales textos. Madmen and the bourgeoisie, trad. de J. Neugroschel y J. Steinberg (Basil
Blackwell, Oxford, 1981). Particularmente valiosa es la obra de Michael
MacDonald. Véase su Mystical Bedlam: madness, anxiety and healing in
2. HABLAN LA LOCURA Y LA PSIQUIATRÍA: UN DIÁLOGO IDSTÓRICO seventeentb century England (Cambridge University Press, Cambridge,
1981) y varios de sus artículos, entre ellos «Religion, social change and
En este capítulo se estudian aspectos selectivos de la evolución de las 'l psychological healing in England 1600-1800», en W. Sheils, ed., Tbe
actitudes occidentales ante los locos y del crecimiento de la psiquiatría '1 cbttrch and healing (Basil Blackwell, O,..-ford, 1982), pp. 101-126, y
dentro de la civilización occidental. Para estudios más exhaustivos, véanse J «Popular beliefs about mental disorder in Early Modern England», en

f'H!e~~:=e~:;k~1;~~~f;{~J,~.;~:;f~;~~~T~;a~~~ j W. Eckart y J. Geyer-Kordesch, eds., Heilberufe und Kranke in 17 und


18 ]ahrhundert (Burgverlag, Münster, 1982), pp. 148-173. Para la Ingla-
T he history of psychiatry: an evdi'~~t~~""at~pfy~'b7J!;i~:th;ught ·~;;J-p;ac", j terra del siglo XVIII, véase Roy Porter, Mind-forg'd manacles (Athlone
tice from prehistoric times to the present (George Allen & Unwin, Lon· Press, Londres, 1987). Fenómenos más recientes se examinan en A. Scull,
1
dres, 1967); I. Galdston, ed., Historie derivations of modern psychiatry 'l Museum of madness (Allen Lane, Londres, 1979), y en F. y R. Castel y
(McGraw-Hill, Nueva York, 1967); J. G. Howells, ed., World history of j A. Lovell, The psychiatríc society (Columbia University Press, Columbia,
psychiatry (Brunner/Mazel, Nueva York, 1968); y G. Zilboorg, A history j 1981).
of medica! psycbology (W. W. Norton, Nueva York, 1941). Todos los •¡, El presente capitulo arguye que una prioridad cultural que se desa·
títulos citados son obras de psiquiatras y en la actualidad están anticuadas. : rrolló en Occidente fue un individualismo racionalista vinculado a un
Un actualizado, así como consciente de la historio- vigoroso sentido del yo. En este aspecto son iluminadores J. Passmore,
«Psychiatry in its historical context», en~~:.>:---- } Tbe perfectibility of man (Duckworth, Londres, 1968); Stephen Lukes,
eds., Handbook of psychíatry, 1: general psycho- lndividualisnt (Basil Blackwell, Oxford, 1977); y en un nivel bastante
t..rutno:ria¡~e University Press, Cambridge, 1983 ). Valiosas pers- fundamental Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalis-
pectivas culturales cruzadas se ofrecen en Arthur Kleinman, Social origins ·i
mo (Península, Barcelona, s.f.). Explicaciones útiles del desarrollo de
of distress and disease: depression, neurastbenia and pain in modern China 1 un mayor sentido de la propia identidad en la vida real y en la literatura
(Yale University Press, New Haven, 1986), y Carney Landis y Fred Met·
tler, Varieties of psychopathological experience (Holt, Rinehart & Wínston,
Nueva York, 1964).
l son, entre otras, M. Golden, The self observed (Johns Hopkins Univer-
sity Press, Baltimore, 1972); P. M. Spacks, Imagining a self (George
Allen & Unwín, Londres, 1976); S. D. Cox, «The stranger within thee»:
Más satisfactorios son análisis a menor escala. La evolución de la idea 1 the concept of the self in late-eighteenth-century literature (Pittsburg Uni-

l versity Press, Pittsburgh, 1980); y J. O. Lyons, The invention of the self


de la mente y sus enfermedades entre los griegos la han examinado Ben-
nett Simon, Mind and madness in ancient Gt·eece (Comell University Press, (Southern Illínois University Press, Carbondale, 1978). Una manifestación
Ithaca, 1978); E. R. Dodds, Tbe Greeks and the irrational (University de este individualismo naciente se encontraba en los escritos autobiográ-
of California Press, Berkeley y Londres, 1951); H. North, Sophrosyne: j
ficos. Entre los estudios pertinentes hay que citar Margaret Bottrall, Every-
self-knowledge and self-restraint in Greek literature (Comell University d man a Phoenix: studies in seventeenth-century autobiography (John Mur-
Press, Ithaca, 1966); Pedro Lafn Entralgo, Mitzd and body: psychosomatic i ray, Londres, 1958); y P. Delany, British autobiography in the seventeenth
1
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·.·•·····!',
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324 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA SUGERENCIAS DE LECTURA 325


century (Routledge & Kegan Paul, Londres, 1969). En lo que se refiere truous (Durham French Colloquíes, 1, Durham University Printing Unit,
a la faceta religiosa, es importante Daniel B. Shea, Jr., Spiritual autobio- Durham, 1987). ·
graphy in early America (Princeton University Press, Princeton, 1968). El mejor estudio, con mucho, de Jorge III es Ida Macalpine y Richard
Este capítulo trata de indicar cómo una de las funciones de la psiquia- Hunter, George III and the mad business (AJlen Lane, Londres, 1969),
tría ha sido intensificar 1a división entre los cuerdos y los locos. Esto se
ha hecho evidente en los estereotipos de 1a locura, para los que deben
que contiene un estudio crítico de interpretaciones anteriores; C. P .. ?·
Chenevi:x:-Trench, The royal malady (Longman, Londres, 1964), tamb1en
verse Sander Gilman, Seeing tbe insane (Brunner/Mazel, Nueva York, merece consultarse. Ambas obras contienen introducciones a diversas inter-
1982) y Hans Mayer, Outsiders: a study in life and letters (MIT Press, pretaciones psiquiátricas de valor dudoso del caso del· rey Jorge. La cró-
Cambridge, Massachusetts, 1984). También es visible en la construcción nica contemporánea más completa que se ha publicado es el diario de
clínica de las relaciones entre el paciente y el doctor tal como demuestra Robert Fulke Greville: F. M. Bladon, ed., The diaries of Robert Fulke
~~!11-~~~. <{Insanity and the loss of self: the moral insanity con- Greville (John Lane at the Bodley Head, Londres, 19.30). También tiene
ttoversy revtstt », Bulletin of the History of medicine, 49 (1975), pp. 87- un valor incalculable Charlotte Barrett, ed., Diary and letters of madame
101, y en su Technicians of tbe finite (Greenwood Press, Westpoint, Con- D'Arblay (Frances Burney) 1778-1840, 6 vols. (MacwJllan, Londres, 1905),
necticut, 1982). vol. IV.
El caso de James Tilley Matthews se describe en John Haslam, Illus-
trations of madness (Rivingtons, Londres, 1810). Poco se ha escrito sobre
.3. LocuRA Y PODER Matthews; véanse, sin embargo, M. D. Altschule, Orígín of concepts in
human behavior: social and cultural factors (Halstead Press, Nueva York,
Freud se interesaba muchfsimo por las relaciones enti:e la psique y el 1977), y $@lll!IIB~!ii)'$«"Under the influence": Mesmerism in England»,
poder, como atestigua la frecuencia con que se comparaba con Moisés, Hístory Today (septiembre de 1985), pp. 22-29. También Hasla11_1 me~ece
Alejandro Magno y otros conquistadores.* Desde entonces el análisis de mayor atención. Un estudio e introducción útil aparece en Dems Letgh,
las neurosis de líderes individuales y de la psicopatologfa colectiva ha Tbe historical development of Brítisb psychiatry, vol. I (Pergamon, Oxford,
sido una preocupación central de la psiquiatría y de los psicohistoriadores 1961).
y quizá donde se le ha prestado mayor atención es en el estudio que Mi crónica sobre Cristián VII de Suecia se la debo casi en su tota-
Wilhelm Reich hizo de la psicodinámica del fascismo. Por lo tanto, es lidad a la doctora Christine Stevenson, que está trabajando en este campo.
raro que sean relativamente pocos los análisis históricos sencillos que han Le estoy muy agradecido por Ia generosidad con que. ~e prestó su ma;:e-
examinado las dimensiones lingüísticas y culturales de los «Sueños de gran- rial. También es útil W. F. Reddaway, <{King Chnsttan VII», Engltsh
deza» de los locos. Huelga decir que la vanidad y la insolencia de las Historical Review, 31 (1916), pp. 59-84.
presunciones de grandeza han preocupado mucho a los estudiosos de la
literatura. Obras valiosas en este sentido son Robert Folkenf!ik, ed., The
Engtish hero> 1660-1800 (University of Delaware Press, Newark, 1986), 4. LOCURA Y GENIO
e Isabel Grundy, Samuel Jobnson and the scale of greatness (Leicester
Uníversíty Press, Leicester, 1986). Las tradiciones consistentes en ima~i­ El genio y la locura han estado asoci~dos de manera a.mbigua Y discu-
nar el mundo al revés son, desde luego, centrales. Véanse M. Bakthm, tida desde la antigüedad. Buenos estudios de los cambiOs de las rel~­
Rabelais anrf bis world, trad. de H. Iswolsky (MIT Press, Cambridge, ciones así como introducciones a la bibliografía, se ofrecen en G. Tonelh,
Mass., 1968); y Christopher Hill, Tbe world turned upside down (Pen- «Geni~s: from the Renaissance to 1770», en Dictionary of the Hístory
guin, Harmondsworth, 1978), así como el comentario sobre el rey Lear of Ideas, en edición de P. Wiener'(Scribners, Nueva York, ~973~, ':ol. II,
en L. Peder, Madness in literature (Princeton University Press, Princeton, pp. 293-297; N. Willard, Le génie et la folie (Presses Umversrtrures de
1980). Para la locura y la revolución, véase Roy Porter, <{Monsters and France, París, 1963); y G. Becker, The mad ?enius co~t~oversy <.Sage,
madmen in eighteenth-century France», en D. Fletcher, ed., The mons- Beverly Hills, 1978); esta última obra es especralment~,utll como .mtro-
.ducción al vasto estudio fin de siecle de la degenerac10n del geruo. El
equivalente para obras literarias, desde un punto de ~ista. en s~ ma~or­
* En .español en el original. (N. del t.) parte psicoanalítíco 1 se en~;ut;nn;a ~n L, Feder, Madnesnr¡ ltt'P'atme (Pnn-
\ ._; ··.: .J .)
·--· ..
.326 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA SUGERENCIAS DE LECTURA 327

c7ton University Press, Princeton, 1980); y más brevemente en S. Cun- denominar «la poesía como paciente»). Gran parte de estos escritos tienen
nmgham, «Bedlam and Parnassus: eighteenth-century reflections» en un interés puramente periférico para el presente libro, pero dos obras
B. Harris, ed., Eighteenth-Century Studies, 24 (1971), pp. 36-55. Los 'con- recientes tratan este problema de un modo particularmente sensible en
ceptos cambiantes de Ia .ima~inac~ón _en relación con la insania se explican lo que se refiere a aquella vieja favorita que es Virginia Woolf: Roger
en J. Engell, The creatzve zmagmatton (Harvard University Press, Cam- Poole, The unknown Virginia Woolf (Harvester Press, Londres, 1978)
bridge, Mass., 1981 ). [hay traducción castellana: La Virginia Woolf desconocida, Alianza Edi-
James Carkesse publicó sus versos en 1679 con el título de Lucida torial, Madrid, 1982], y Stephen Trombley, «All that summer she
In~e;~alla: containing divers miscellaneous poems (Londres, 1679). La was mad»: Virginia Woolf and her doctors (Junction Books, Londres,
edzczon moderna a cargo de M. V. DePorte (University of California Press 1981). El ensayo de Charles Lamb titulado «The sanity of true genius»,
L?s Ángeles, 1979) contiene una valiosa introducción. Las expresione~ en G. E. Hollingsworth, ed., Lamb: the last essays of Elia (Everyman,
dispersas de ~~ocura» de .~ílliam Blake se encuentran en G. Keynes, The Londres), sigue siendo digno de consultarse. Para un estudio reciente de
complete wrttmgs of 'V!tlltam Blake (Oxford University Press, Londres, los intentos de Freud de descifrar la creatividad, véase Trosman, Freud
1?66);. ~ara contextuahzar los comentarios biográficos, véanse J. Bronows- and the imaginative world (The Analytic Press, Hillsdale, Nueva Jersey,
ki, Willzam Blake and :he Age of Revolution (Routledge & Kegan Paul, 1985).
Londres, 1972); Jack Lmdsay, William Blake (Canfrolico Press Londres
1978); Ymás ampliamente William B. Ober, «Madness and poet~y: a not~
on Collins, Cowper and Smart», en Boswell's Clap and other essays (Sou- 5. LOCURA RELIGIOSA
thern Illinoi~ U~iversity Press, Ca~bondale, 1979). M. Byrd, Visits to
Bedlam (Untverstty of South Carolma Press, Columbia, 1974) contiene El problema sobre la relación exacta entre las condiciones espirituales
una buena crónica de la locura y Ia poesía georgianas. poco comunes y la psicología anormal es ~~tiguo y no se ha .r~suelto.
La biografía más completa de John Ciare es ]. W. Tibble y A. Tibble, Clásica y todavía fundamental como evaluacton es la obra de William Ja-
John Ciare: a life (Cobden Sanderson, Londres, 1972). Los versos de mes, Varieties of religious experience: a study in human nature (Long-
Ciare se evalúan en M. Storey, The poetry of ]ohn Clare (Macmillan mans, Londres, 1902) [hay traducción castellana: Variedades de _la expe-
Londres, 19?4); y E. Robinson, ed., ]ohn Clare's autobíographical writing; riencia religiosa, Península, Barcelona, 1985]. Hasta :finales del stglo XVII
(Oxford y~rversrty ~ress, Oxford, 1983). El mejor estudio de la poesía el pensamiento europeo acepta por lo general que la insania posí~lei?e?te,
que escnbro en el asilo es Geoffrey Grigson, ed., Poems of ]ohn Clare's incluso comúnmente era fruto de poderes de otro mundo, as1 dtvtnos
madness (Routledge & Kegan Paul, Londres, 1949). como demoníacos. A ~artir de aquella fecha, se pusieron cada vez más obje-
La mejor crónica e introducción de la dolencia mental de Schumann ciones basadas en argumentos manifiestamente religiosos, científicos y

l
es, con mucho, Peter Ostwald, Schumann: music and madness (Víctor psiquiátricós y, de modo menos manlñesto, sociopolíticos. Estqs fenó~enos
Gollancz, Londres, 1985). Ostwald hace un repaso de escritos anteriores se estudian de forma excelente en muchas de las obras que hemos cttado
sobre el tema. Un ejemplo de una tradición psiquiátrica de interpretación en el capítulo 2, y también en Judith S. Neaman, Suggestion of the devil:
más antigua es el breve artículo de W. R. Bett, «Robert Alexander Schu-
mann (1810-1856), a manic"depressive genius», en Medica! Press (25 de .!' the origin of madness (Anchor Books, Nueva York, 1975); M. Sc:eech,
«Good madness in Christendom», en W. F. Bynum, Roy Porter y Mtchael
l
julio de 1956), p. 105. !
Shepherd, eds., The anatomy of madness, 2 vols. (Tavistock, Londres,
Una biografía completa, aunque bastante efusiva y parcial, de Nijinski 1985), vol. I, pp. 25-39; M. MacDonald, Mystical Bedlam (Cambridge
es Richard Buckle, Nijinsky (Penguín, Harmondsworth, 1975). Su diario University Press, Cambridge, 1981), y los otros escritos suyos que se citan
fue editado por su esposa: Romola Nijinski, ed., The diary of Vaslav en el capítulo 2; D. P. Walker, Unclean spirits: possession and exorci:m
Nijinsky (Víctor Gollancz, Londres, 1937). Hay algunas páginas intere- in France and England in the late sixteenth and early seventeenth centtmes
santes en Colín Wilson, Beyo1td the outsider (Pan Books, Londres, 1965). (Scolar Press, Londres, 1981); K. V. Thomas, Religion and the decline of
Existe una enorme cantidad de literatura que trata de analizar si deter- magic (Penguin, Harmondsworth, 1973); y R. D. Stock, The holy and
minados escritores y artistas estaban «locos» o neuróticos o ·no, así como
the daemonic from Sir Thomas Browne to William Blake (Princeton Uni·
numerosísimos intentos de diagnosticar a tales personas por medio del
versity Press, Princeton, 1982). Gran parte del capítulo 2 del libro .de
análisis retrospectivo de su poesía, sqs novelas, et¡;;, (El ~énero que cf!bri¡¡
Roy Porter Mind-forg'd manacles (Athlone Press, Londres, 1987) analrza
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328 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA SUGERENCIAS DE LECTURA 329

estos cambios en Inglaterra. De los estudios relativos a la naciente tradi- 6. MUJERES LOCAS
ción de la autobiografía espiritual se habla brevemente en el apartado que
corresponde al capítulo 2. últimamente ha aparecido un impresionante conjunto de obras que
La autobiografía de Trosse fue publicada en 1714 con el título de examinan minuciosamente Ias relaciones entre la locura, Ias mujeres Y la
The life of the reverend Mr. George Trosse, late miníster of the Cospel psiquiatría desde varios ángulos. Desde un punto de vista socíopsiquiátr!co
in the city of Exon, who died Januaty 11th, 1712/13. In the eighty second y crítico, ~~efi, W omen and madness (Doubieda~, Gard:n Clo/,
year of bis age, written by himself and publish'd according to bis order Nueva York, 1972) continúa siendo un buen punto de parttda. Juhet Mrt·
(Richard White, Exon, 1714). La edición moderna de A. W. Brink (The chell, Psycboanalysis and feminism (Allen Lane, Londres, 1974) [hay tra-
life of the reverend Mr. George Trosse: written by hímself, and published ducción castellana: Psicoanálisis y feminismo, Anagrama, Barcelona, 1976]
posthumously according to his order in 1714 (McGill - Queen's University representó un intento vigoroso, aunque sin espera~a~ de hacer comp~tib~e
Press, Montreal, 1974) contiene ensayos que analizan esta obra desde los el psicoanálisis freudiano tradicional con las asptraaones y la conaencta
puntos de vista psiquiátrico y religioso. Sobre Haitzmann no se ha escrito feministas; Jane Gallop, The daugbter's seduction: feminism and psycbo-
extensamente. Freud analizó la crónica de su propia posesión en «A neuro- analvsis (Cornell University Press, Ithaca, 1982) se ha ocupado de cues-
sis of demoniaca! possession in the seventeenth century», que se encuentra tion~s parecidas desde un punto de vista más crítico. Las crónicas de es~i­
fácilmente en sus Collected papers, vol. IV (Hogarth Press, Londres, 1925), toras sobre las ambigüedades de su propia postura como autor~s ha.n s~do
pp. 436-473 ); la evaluación más completa en inglés, que se opone vigoro- estudiadas con sensibilidad por P. M. Spacks, Tbe female zmagmatwn
samente a Freud, es Ida Macaipine y Richard Hunter, eds., Schizophrenia, (Georo-e Allen & Unwin, Londres, 1975); B. Hill Rigney, Madness and
1677: a psychiatríc study of an illustrated autobiographical record of de- sexual politics in the femínist novel (University of Wisconsin Press, Ma-
moniaca! possession (William Dawson, Londres, 1956 ). dison, 1978); ·~Jim~~~@\ The ;nad~om_an in the att_ic: t~e
La obra de William Cowper titulada .Memoir of the early life of Wil- woman writer and the nineteenth-century zmagznatwn (Yale Unrverstty
líam Cowper, Esq. se publicó en 1816. Maurice Quinlan ofrece una edición Press, New Haven, 1979) y, sobre todo, por Elaine Showalter. Véase .su
moderna; véase «Memoir of William Cowper: an autobiography», Pro- A literaturé of theit· own: British women novelists from Bronte to Lessmg
ceedings of the American Philosophical Society, 97 (1953). Véase también (Princeton University Press, Princeton, 1977); ídem., «Syphilis, sexu~I~ty,
M. Quinlan, William Cowper (University of Ivünnesota Press, Minnea- and the :fin de siede», en Ruth Yeazell y Neil Hertz, eds., Sex, poltttcs,
polis, 1953 ). Se encuentran evaluaciones del lugar que ocupaba la locura and scíence in the nineteenth-century novel: essays from the English Ins·
en la vida de Cowper en M. Golden, In search o/ stabílity: the poetry of titute (Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1986), pp. 88-115,
William Cowper (Yale University Press, New Haven, 1969), y C. A. Rys- y The female malady (Pantheon, Nueva York, 1986). . . . .
kamp, William Cowper of the Inner Temple, Esq. (Cambridge University La biografía de Margery Kempe se encuentra en vanas ediciOnes, mclu-
Press, Cambridge, 1959). Las cartas de Cowper son una lectura esencial. yendo la edición en Penguin Classics a cargo de B. A. Windeatt, Tbe b~ok
Véase la admirable nuev~ edición a cargo de James King y Charles Rys- of .Margery Kempe (Penguin, Harmondsworth, 1985), cuy~ texto ha sido
kamp, The letters and prose writings of Wil!iam Cowper, 4 vols. (Ciaren- .1 modernizado. La interpretación católica se brinda en Katherme Cholmeley,
don Press, Oxford, 1979-1984). Para el doctor Cotton y el tiempo que
Cowper pasó en el asilo, véase F. J. Harding, «Dr. Nathaniel Cotton of
St. Albans, poet and physician», Herts. Countryside, 23 (1969), pp. 46-
l
1
!
Margery Kempe, genius and mystic (Longman, Green, Londres, 1?47);
un enfoque psicoanalítico se propone en T. Drucker, «The mala1se of
Margery Kempe», New York State ]ournal of Medicine, 72 (1972), pp.
48; B. Hill, «"My little physician at St. Albans". Nathaniel Cotton 1705- 2.911-2.917; y el trasfondo histórico se estudia en R. W. Chambers, «<n-
1788», Practitioner, 199 (1967), pp. 363-367; y Richard Hunter y J. B. troduction» The book of Margery Kempe, trad. de W. Butler-Bowdon
Wood, «Nathaniel Cotton, M. D., poet and physician», Kíng's College (Devin-Adak, Nueva York, 1945). La educació_n ~ falta d: eJ!a del cris-
Hospital Gazette, 36 (1957), p. 120. tianismo para expresar las necesidades y aspttac~ones ps1q~1cas de .las
La vida de Kit Smatt presenta paralelos importantes con Cowper. mujeres se debate en Rudolph M. Bell, Holy anorexta (Umverstty of Chica-
Sobre Smart, véase A. Sl:lerbo, Christopher Smart (Michigan State Univer- go Press, Chicago, 1985). • , . . ,
sity Press, East Lansing, 1967); y K. Williamson, The poetic works of
Christopher Smart (Oxford Universíty Press, Oxford, 1980).
l
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La cuestión de los vínculos entre la bruJena, la .histena y las ratees
de la psiquiatría sigue siendo muy ballatona. ,. . Tbe medica!
man and the witch itz the Renaissance (Johns Hopkms mversity Press,
.. : )
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·- .,;.
SUGERENCIAS DE LECTURA 3.31
330 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA

judios y los homosexuales es ~(i,:, Outsíders: a study in life and


Baltimore, 19.35), defiende con la mayor fuerza el argumento de que las letters (MIT Press, Cambridg~;~~~~~·t984). Como crónica de la estig-
brujas eran mujeres que · . Dicho argumen- matizaci6n debería leerse al lado de E. Dudley y M. E. Novak, eds.,
to encuentra apoyo nclean spirits: possession The wild :nan within (University of Pittsburgh Press, Pittsburgh, 1972);
and exorcism in in the late sixteentb century and y los dos libros de Sander Gílman, Seeing the insane (B~n:r/Mazel,
early seventeenth Londres, 1981), pero es desmen- Nueva Yoí:k, 1982), y Dílference and p_athology (Cornell Uruversxty Press,
tido en esencia por en «The role of mental illness in Ithaca y Londres, 1985). ~-~ The fool: his social and líterary
the European witch hunts of the sixteenth and seventeenth centuries:
an assessment», ]ournal of the History of the Behavioral Sciences, 13
..
history (Faber, Londres, 1935), ?~m~ The ~ocia! his~ory of the
fool (Harvester Press, Brighton, 1984), proporcronan IntroducciOnes a las
(1977), pp. 337-351. El debate más amplio en torno a la interpretación ambigüedades de hacerse el tonto. Una muestra de las payasadas verbales
de la histeria se estudia en -Hysteria: the history of a dísease la brinda J. Wardroper, Jest upon jest (Routledge & Kegan Paul, Londre.s,
(Chicago University Press, Chicago, 1945). Una excelente crónica histórica 1970). Los conven · · os literarios e intelectuales que hay debaJO
convencional de un famoso proceso por brujería es Paul Boyer y· Stephen se examinan en· ·'tn, «Folly, melancholy and madness: a study
Nissenbaum, Salem possessed: the social origins of witchcraft (Harvard in shiftíng styles of medica! analysis and treatment, 1~~0-16!5», en ~· S.
University Press, Cambridge, Mass., 1976}. El libro de John Demos En- Kinsman, ed., The darker vision of the Renaissance (Umverslty of Califor-
tertaining Satan: witchcraft and the culture of early New England (Oxford nia Press, Berkeley, 1974); W. Kaiser, Praisers of folly (Victor Goll~cz,
Uníversity Press, Nueva York y Oxford, 1982) examina a esas brujas Londres, 1964); Rosalie Colíe, Paradoxia epidemica (Princeton Umver-
desde el punto de vista tanto del historiador social convencional como del sity Press, Princeton, 1966); y M. Screech, Ecstasy and the praise of folly
psicohistoriador (aunque éste se interesa principalmente por el conflicto (Duckworth, Londres, 1980). Un enfoque psicoanalítico de 1~ tontería se
preedípico ). describe en Phyllis Greenacre, Swift and Carwll: a psychologzcal study of
El análisis que hace Freud de Dora en The standard edition of the two lives (International University Press, Nueva York, 1955).
complete psychological works of Sigmund Freud, 24 vols., trad. del ale- Cruden ha encontrado un bi6grafo moderno, E. Oliver, The eccentric
mán bajo Ia direcdóri general de James Strachey, en colaboración con lije of Alexander Cruden (Faber, Londres, 1934). Lo mejor es voi;rc:r a
Anna Freud, ayudados por Alix Strachey y Alan Tyson (Hogarth Press sus propios y entretenidos escritos: Alexander Cruden, The London-cztzzen
y el Institute of Psychoanalysis, Londres, 1953-1974), voL VII, es el exceedingly injured: or, a British Inquisition display' d, in an account of
locus dassicus para la moderna interacción de las mujeres y la psiquiatría the unparallel'd case of a citizen o/ London, bookseller to the late Quem,
[hay traducción castellana de las Obras completas en Biblioteca Nueva, Ma- who was in a most unjust and arbitrary manner sent on the 23rd March
drid, 19733]. Ha dado origen a una respuesta feminista-psiquiátrica-litera- last, 1738, by one Robert Wightman, a mere stranger, to a prfv~te mad-
ria muy diversa, gran parte de la cual es objeto de una antología o comen- house (T. Cooper, Londres, 1739); idem, Mr. Crudm greatly tn¡ure~: an
tario en Charles Bernheimer y Claire Kahane, eds., In Dora's case: Freud, account of a trial between Mr. Alexander Cruden bookseller to the late
hysteria, feminism (Columbia University Press, Nueva York, 1985). De Queen, plaintif, and Dr. Monro, Matthew Wright, John ?swa!d, ~nd
forma más general, véase Sarah Kofman, The enigma of woman: ·woman J ohn Davies, defendants: in the court of the Common-Pleas tn "':est~zns­
in Freud's writings (Cornell University Press, Ithaca, 1985). Mary Barnes te1· Hall July 17, 1739, o1t an action of trespass, assault and zmp~zson­
y Joseph Berke son los autores conjuntos de Mary Bames: two accounts ment: the said Mr. Cruden, tho' in bis right senses, ha~ing, bee~ un¡ustly
of a journey through mad1tess (Penguin, Harmondsworth, 1971 ); el caso confined and barbarously used in the said Mattbew Wngh: s przvate ma~­
de Barnes se
comenta con sensibilidad en Showalter, The female maiady house at Bethnal Green for nirze weeks and six days, tzll he_ made hzs
(véase más arriba). wonderful escape, May 31, 1738. To which is added a sur~rism~ acc?unt
of severa! other persons, who have been most unjustly conzmed tn prwate
madhottses (A. Injured [sic], Londres, 1740). Sus postenores roces con
7. DE TONTOS A EXTRAÑOS el manicomío se describen en The adventures of Alexander the Correctot·,
wherein is give1z an account of bis being tmjustly sent ~o Cbelse~a, and
Las personas marginales, las víctimas propiciato.rías y los extraños of bis bad usage dttring tbe time of bis Chelsea·Campatgn ... wzth,. al!
privilegiados han recibido mucha atención últimamente. Un estudio fértil ar;r:ozmt of the C~elsea-.tk11d111í2ies, or the private places for the cottfme-
y profundo qué se ocupa de los melancólicos, los negros, las mujeres, los
'.- \.:
SUGERENCIAS DE LECTURA 333
332 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
Freud's theory of paranoia"l>, Intemational Joumal of Psycho-Analysis, 44
ment of such as are supposed to be deprived of the exercise of their (196.3), pp. 191·194; Arthur C. Clark, «Übservations of paranoia and
reason {El Autor, Londres, 1754). Una biografía temprana es «Memoirs their relationship to the Schreber casel>, ibid., pp. 195-200; Jule Nydes,
of Alexander Cruden», que se encuentra en A complete concordance to «Schreber, parricide and paranoid masochism», ibid., pp. 209-212; Ro-
the Holy Scriptures of the Old and New T estament; or, a Dictionary and bett B. White, «The Schreber case reconsidered in the light of psycho-
alpbabetical index to tbe Bible (Dodd, Mead, Nueva York, 182.3). social concepts», ibid., pp. 213-221. El resumen de estas opiniones que
No es este el lugar apropiado para explorar interpretaciones rivales de se cita en mi texto es de Philip Kitay y se encuentra en las pp. 222-22.3.
Nietzsche ni para ofrecer una guía introductoria de la obra inmensa La literatura clínica sobre Schreber continúa proliferando y en su mayor
de dicho filósofo. Eso es precisamenté lo que proporciona, en el contexto parte sanciona, aunque refinándola, la postura básica de Freud en el sen-
de la evolución general de la moderna filosofía «irracionalista», \Valter tido de que Schreber representa un caso de la vinculación esencial entre
Kaufmann en su obra Nietzsche, philosopher, psychologist, antichrist (Prin- la paranoia y la homose:¡,:ualidad suprimida. P~ra un nuevo ejemplo recic:;nte,
ceton University Press, Princeton, 19745}. El libro de Ronald Hayman véase Robert H. Klein, «A computer analysts of the Schreber memoirS»,
Nietzsche: a critica! life (Weidenfeld & Nicolson, Londres, 1980) es una Journal of Nervous and l'J.ental Disease, 162 (1976), pp . .37.3-.384, que
biografía extensa; y Nietzsche: imagery and thought, en edición de Mal- a su vez ha generado más literatura.
colm Pasley (Methuen, Londres, 1978), contiene varios ensayos perti- Las historias clínicas correspondientes a la hospitalización de Schreber
nentes, incluyendo uno del propio Pasley titulado «Nietzsche's use of se comentan en Franz Baumeyer, {<The Schreber case», International Jour-
medica! terms», que es estimulante y habla de la lucha heroica de Nietzsche nal of Psycho-Analysis, 37 (1956), pp. 61-74. Material histórico i;npot·
por la salud. tante y nuevo relativo a Schreber, sobre todo referente a los metodos
De Artaud hay dos buenas biografías intelectuales en inglés: Bettina L. pedagógicos de su padre, se encuentra en William G. Niederland, «Fu~ther
Knapp, Antonin Artaud: man of vision (Swallow Press, Chicago, 1969), data and memorabilia pertaining to the Schreber case», Internattonal
y Ronald Hayman, Artaud and after (Oxford University Press, Oxfotd, Journal o/ Psycho-Analysis, 44 (1963), pp. 201-~07; y e_n ~u «Schreber's
1971). Una oportuna introducción a sus escritos es Antonin Artaud, fathen>, Journal of the American .Psychoa~:~lytzc Assoctatt,on, 8 (1960},
Antonin Artaud anthology (City Lights -Books, San Francisco, 1965). La pp. 492-499. Niederland ofrece su mformacton sobre los metodos p~dago­
sucesión de Nietzsche a Artaud se examina en Michel Foucault, Historia gicos del doctor Schreber, que equivalían a una ~ortura,. como u.n mtere-
de la locura en la época clásica (FCE, Madrid, 1979). sante conjunto de datos históricos sin ninguna mfluenoa esencral en la
veracidad del análisis de Freud, que él acepta. Morton Schatzman,. en
cambio a diferencia de la élite freudiana, formula la osada afirmación
8. DANIEL SCHREBER: LA LOCURA, EL SEXO Y LA FAMILIA de que' lo que el padre de Schreber realmente le h~zo a su _hijo pudo ~e~er
cierta influencia en el subsiguiente estado psíqutco de este. La c:om~a
Existe ahora una abundante literatura en inglés sobre Schreber que más completa de Schatzman se encuentra en Soul mur~e_r: persecutzon m
se ocupa de él principalmente desde el punto de vista psicoanalítico más tbe family (Allen Lane, Londres, 197.3) [hay traduccto~ .cast~llana: El
que histórico. Ida Macalpine y Richard Hunter han traducido y editado asesinato del alma. La persecuci6n del niño en ~a famtlta, Stglo ~I,
sus memorias con el título de Daniel Paul Schreber: memoirs of my ner- Madrid 19792]. Schatzman utiliza algunas de las 1deas que R. D. Lamg
vous illness (William Dawson, Londres, 1955) [hay traducción castellana: desarrolló en el decenio de 1960 acerca de la psícopatología de la familia.
Memorias de un neur6pata, Argot, Madrid, 1985]. Su edición incluye una Véanse, entre otros escritos, R. D. Laing, The politics of the family and
crítica muy importante del análisis retrospectivo de Freud, que se encuen- other essays (Vintage Books, Nueva York, 1972) y Aaron Esterson Y
tra con el título de «Psycho-analytíc notes on an autobiographícal account R. D. Laing, Sanity, madness, and the family (Penguin Book.s, Harmonds-
of a case of paranoia (Dementia Paranoides) (1911)», en The standard worth, 1970), y para una crítica extensa ~el conce~to f~eudtano. de! com-
edition of the complete psychological works of Sigmund Freud (véase más plejo de Edipo, G. Deleuze y F. Guattan, El A11tt-Edzpo. Capttalzsmo y
arriba), vol. XII, pp . .3-84. Entre los estudios más interesantes de la dolen- esquizofrenia, Paidós, Barcelona, 1985.
cia de Schreber desde el marco interpretativo creado por Freud se encuen-
tran Austin McCawley, «Paranoia and homosexuality: Schreber reconsi-
dered», New York State Journal of Medicine, 71 (1971), pp. 1.506-151.3;
Philip M. Kitay, «Symposiuln on "Reinterpretation~ of the Schreber Case;
·-: . /
SUGERENCIAS DE LECTURÁ
334 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
Medica! History, 30 (1986), pp. 254-275. Denis Gray, Spence1· Perceval,
9. }OHN PERCEVAL: LA LOCURA CONFINADA the evangelical prime ministe1· (Manchester University Press, Manchester,
196.3) es una excelente biografía de su malhadado padre.
. Ocupa un lugar central en la explicación del caso de Perceval la ascen- Las preocupaciones de Perceval es necesario verlas sobre el trasfondo
sión del asilo de locos en Inglaterra, así como la preocupación por sus del evangelismo y la familia de comienzos del si%lo ~IX. Funda~ental e?
abusos que expresaron tanto los pacientes como el público en ~eneral. este sentido es Ford K. Brown, Fathers of tbe Vzctomms (Cambndge Um-
'cas excelentes de estos aspectos se encuentran en ~~ versíty Press, Cambridge, 1961); también es estimulante G. Rattray Tay-
. The trade in lunacy: a study o/ prívate madhouses in England itt lor, The angel makers (Secker & Warburg, Londres, 197.3); e? un.plano
the eighteenth and nitJeteenth centuries (Routledge & Kegan Paul, Londres, más general, véase Lawrence Stone, The jamily, sex and marrzage t!t E~- .
197~)J.~,Aulfu.~w Scull, Museums of madness (Allen Lane, Londres, 1979); gland 1500-1800 (Weídenfeld & Nicolson, Londres, 1977). La historia
:fl~~ The prerogative of asylumdom (Garland, Nueva York, de Perceval merece compararse con las relaciones entre James Mill y su
1982); y los escritos de Kathleen Jones: Lunacy, !aw and conscience, hijo, John Stuart: véase Bruce Mazlish, James and John Stuart Mill: .
1744-1845 & Kegan Paul, Londres, 1955); Mental bealth and father and son in tbe nineteenth century (Basic Books, Nueva York,
~!~,=;~¡~~&~Kegan Paul, Londres, 1960), y ~fiJ!;fl 1975).
~i-~~~s~~t~~~rt~ :~~
9
Sobre el , : . , véase
lunacy: the and wrongful confinement», en Andrew Scull, ed., 10. EL SUEÑO NORTEAMERICANO
Madhouses, mad-doctors and madmen (Athlone Press, Londres, 1981),
pp. 3.39-362. Entre los ejemplos primerizos de la literatura de protesta Se ha hablado muchísimo de la paradoja de por qué, durante el pre-
de los pacientes en Inglaterra se cuentan las obras de Alexander Cruden sente siglo, los Estados Unidos de América, que parecen ser la sociedad
(véase en el capítulo 5); Samuel Bruckshaw, One more proof o/ the ini· más individualista y que más confía en sí misma, han pasado a ser una
quitous abuse of private madhouses (para el autor, Londres, 1774), y su de las que más necesita diversas formas ~e tera~ia personal, Y más deb,e
The case, petition attd address of Samuel Brucksbaw, who suffered a most a éstas. Obviamente, cabe que la paradoJa sea solo aparente. Estos feno-
severe imprisonment for very near the whole year ... (para el autor, Lon- menos se describen y evalúan desde diversos ángulos en F. y R. Castel
dres, 1774); y William Belcher, Address to humanity, containing a letter y A. Lovell, La sociedad psiquiátrica avanzada. (Anagr~ma, Barcelona,
to Dr. M01¡ro, a receipt to make a lunatic, and seize bis estates and a 1980); G. Grob, Mental illtzess and Amerzca1z soczety 1875-194r
sketch of a true smiling hyena (a costas del autor, Londres, 1796). En el (Princeton Universíty Press, Princeton, 1983), y Anthon~ Ciare, Now let s
siglo XIX, Richard Paternoster, The madhouse system (Londres, 1841) talk about me (BBC Publications, Londres, 1981). Chnstopher Lasch ha
y Herman Charles Merívale, Ll:fy experiences in a lunatic asylum, by a sane escrito extensamente sobre la matriz sociocultural general. Véase su The
patient (Chatto & Windus, Londres, 1879) escribieron obras influyentes culture of 1tarcissism: American life in an age of diminisbing expectations
en este género. (Abacus Press, Londres, 1980). La terapia como cultura se co;nenta de
La protesta de Perceval contra Brislington y Ticehurst apareció en modo estimulante en Philip Rieff, The trittmp o/ the therapeutzc (Chatto
J. T. Perceval, A narrative of the treatment received by a gentleman, & Windus, Londres, 1966). . .
during a state of mental derangement, 2 vols. (Effingham Wilson, Lon- Clifford Beers fue esencialmente un autor de un solo hbro. A ntmd
dres, 1838 y 1840). Ha sido reimprimida en una edición condensada en tbat fotmd itself (edición utilizad~: Doubleday, ~a~e~ Gard:n City, ~ueva
un solo volumen por G. Bateson, Perceval's narrative: a patíent's account York, 1923) fue un éxito impresionante. En vemtrctnco anos se h1c1eron
of bis psychosis (Morrow Paperback, Nueva York, 1974). La introducción veintidós ediciones. La biografía clásica de Beers es la excelente obra de
de Bateson trata a Perceval a la vista de la teoría moderna del «dilema» Norman Dain, Clif!ord W. Beers: advocat: for th~ ittsane (Univetsit~ _of
e interpreta en esencia que se curó a sí mismo. Por extraño que parezca, Píttsburgh Press, Pittsburgh, 1980). Para mformac16n sobre las cond1ci?"
poco se sabe de la vida de Perceval, o siquiera de sus actividades en la nes reales de los internados en asilos, véase A. Deutsch, The mentally zll
Sociedad de Amigos de los Supuestos Locos: para estos pormenores, véan- in Ameríca (Columbia University Press, Nueva York, 1949).
se Richard Hunter e Ida Macalpine, «John Thomas Perceval (180.3-1876), Se han pubilcado docenas de cr~nicas de la vida :n. el moderno hos-
patient and reformen>, Medical History, 6 (1961), pp. 391-.395; y N. Her- pital mental norteamericano. Las mas famosas son cromcas noveladas de.
vey, «Advocacy or folly: The Alleged Lunatics' Friend Sodety, 1845-63»,
~' ~ .
HISTORIA SÓ(;IAL DE- LA LOCURA
SUGERENCIAS DE LECTURA 337
experiencias reales: Mary Ward, The snake pit (New American Library,
Nueva York, 1973); Ken Kesey, One flew over the cuckoo's nest (Pen- sición en J. M. Masson, ed., The complete letters of Sigmut1d Freud to ,
guin, Harmondsworth, 1976) [hay trad. castellana: Alguien voló sobre el lYJ'ilhelm Fliess 1887-1904 (Belknap Press, Cambridge, Mass., 1985). Mas-
nido del cuco, Planeta, Barcelona, 1986]; y «Hannah Green» (Joanna son y Sulloway han recalcado acertadamente que el punto de vista orto-
Greenberg), I never promísed you a rose garden (New American Library, doxo que propuso Jones, según el cual Freud «descubrió» los principios
Nueva York, 1964), bien analizada por Jeffrey Berman, The taiking cure: básicos del psicoanálisis a resultas de las profundas percepciones íntimas
literary representations of psychoanalysis (Ne~~JC9~~--P'RiY,~i.~,:J'!,~,~~­ que obtuvo de su propio autoanálisis, oculta tantas cosas como revela.
York, 1985). No menos importante ~-- · : ';<;;. "·- 'ai:<fe~:p'~sti("
12
Una dimensión importante del asunto consiste en la historia más amplia
como por ejemplo, Kenneth Donaldson:'""' nsanity inside out del inconsciente. Meticuloso, aunque más bien reverente, es William J.
(Crown, Nueva York, 1976). D. A. Peterson, A mad people's history of McGrath, Freud's díscovery of psycboanalysis (Cornell University Press,
madness (University of Pittsburgh Press, Pittsburgh, 1982), brinda un Ithaca, 1986). Véanse también H. F. Ellenberg, The discovery of the
excelente análisis de esta tradición. Las tres obras que se comentan en este unconscious: the history and evolution of dynamíc psychiatry (Basic Books,
capítulo son A mind restored: the story of Jim Curran, de Elsa Krauch Nueva York, 1971) [hay traducción castellana: El descubrimiento del in-
(Putnam's, Nueva York, 1937); \Villiam Moore, The mind in chains: consciente, Gredos, Madrid, 1976 ); y L. L. Whyte, The u11conscious
the autobiography of a schizophrenic (Exposition Press, Nueva York, before Freud (Tavistock, Londres, 1962). Para una crónica tendenciosa de
1955), y «Barbara O'Brien», Operators and things: the inner lífe of a Freud y la cocaína, véase E. M. Thornton, The Freudian faltacy (Paladín
schizophrenic (A. S. Barnes, Nueva York, 1958). Grafton Books, Londres, 1986).
La crónica de Freud del caso del «hombre de los lobos» se encuentra
en la Standard edition (véase más arriba), vol. XVII. Las memorias del
11. EL DIOS TERAPÉUTICO propio «hombre de los lobos», publicadas entre las crónicas de sus psico-
analistas, aparecen en M. Gardiner, ed., The wolf-man and Sigmund Freud
Los escritos eruditos sobre la vida, las obras y las ideas de Freud (Penguin, Harmondsworth, 1973 ). Sus conversaciones posteriores están en
proliferan a un ritmo que no tiene paralelo; sería fútil intentar hacer Karin Obholzer, The wolf-man sixty years after (Routledge & Kegan Paul, .
aquí una evaluación detallada de los mismos. La autobiografía de Freud Londres, 1982).
se ha publicado en The standard edition of the complete psychological La historia de la vida de John Balt se ha publicado con el título de
works of Sigrmmd Freud (véase más arriba), vol. XX. La biografía clásica By reaso11 of insanity (Panther, Londres, 1972).
sigue siendo Ernest Jones, Sigmund Freud: life and work (Hogarth Press, Los puntos de vista de Sylvia Plath se han reconstruido a partir de
Londres, 1953-1957) [hay traducción castellana: Vida y obra de Sigmund The bell jar {Heinemann, Londres, 1963) [hay traducción castellana: La
Freud, Anagrama, Barcelona, 1981], pero se trata de una obra hagiográ- campana de cristal, Edhasa, Barcelona, 1982], y The journals of Sylvia
fica y expurgada y es preciso complementarla con la lectura de Max Plath, en edición de Ted Hughes y Frances McCullough (Dial Press, Nueva
Schur, Freud: living and dying (Hogarth Press y el Institute of Psycho- York, 1982). Me ha parecido muy estimulante la interpretación que con·
analysis, Londres, 1972) [hay traducción castellana: Sigmund Freud. En- tiene Jeffrey Berman, The talking cure: literary representations of psycho-
fermedad y mente en su vida y su obra, Paidós, Barcelona, 1980]; R. W. analysis {New York University Press, Nueva York, 1985).
Oark, Freud: the man and the cause (Jonhathan Cape, Londres, 1982);
Frank J. Sulloway, Freud; biologist o/ the mind (Basic Books, Nueva
York, 1979); y J. M. Masson, The assault on truth: Freud's suppression
of the seduction theory {Farrar, Straus & Girous, Nueva York, 1983) [hay
traducción castellana: El asalto a la verdad, Seix-Barral, Barcelona, 1985],
aunque estas últimas dos son tendenciosas, cada una a su manera.
Durante mucho tiempo la élite freudiana permitió solamente que se publi-
caran versiones muy expurgadas de la correspondencia de Freud con Flie.ss,
que tan importante es para comprender el estado anímico de Freud en el
decenio de 1890. Esta correspondencia está ahora por fin a nuestra dispo-

22.-PORTBR
... !
' :::~·

ÍNDICE ALFAB:ÉTICO .339

Bleuler, Eugen, 54, 103, 107 Collins, William, 92


Bleuler, Manfred, 38 Comité Nacional por la Higiene Men-
Bloomingdale, asilo, 269 tal, 266, 267 '
Blutman, doctor David, 314 complejo de Edipo, 238, 292, 31~; de
Brahms, J., 101-102 Haitzmann, 124, 126; de Schreber,
Brever, Josef, 203, 294, 297, 298, 299 206, 215, 225; descubrimiento por
Brill, doctor A., 312, 314 Freud del, 295, 302, 30.3, 304
Brislington, asilo, 235, 246, 253, 317 «comportamiento escritor», 52
Brothers, Richard, 51 comunicación hablada, restricciones a
Brown, Ford K., 144 la, 52
Bruckshaw, Samuel, 58, 231 concepto de locura según los antiguos
íNDICE ALFABÉTICO brujas, .30; caracterizadas como histé- griegos, 26
ricas y neuróticas, 158; literatura Connecticut State Asylum, Hospital
referente a, 329; según Freud, equi- ·para Insanos, 259, 264, 271
abandono sexual, penitencia de Kem· Barham, Peter, 17, 54 valentes de las, en el siglo xx, 301 Corrector, Alexander Cruden como el,
pe, 151 Barnes, Mary, 168-174; regres1on in- Brunswick (Mack), Ruth, 305, 309, 186-187
Abney, Elizabeth, 181 fantil de, 172; culpabilidad de, 170, 310, .311 Cotton, doctor Nathaniel, 139, 140
actitudes de la Iglesia hacia la locura 171 Bunyan, John, 46, 128 Cowper, William, 49, 92, 9.3, 118, 133-
en los siglos xvr-xvrr, 29-31 barreras en la comunicación, 51-54 Burckhardt, Jacob, 47 145, 186, 240; literatura referente
actitudes occidentales hacia la locura: Bateson, Gregory, 238 Burke, Edmund, 63, 79, 82 a, 328
desarrollo de, 20-60; literatura re- Battie, William, 253 Burney, Fanny, 66, 68 Cristián VII, rey, 77; literatura refe·
ferente a, .322-325 Bauer, Ida (Dora), 56, 159-165, 168, Burton, Robert, 27, 64, 122, 148 rente a, 332
Addington, H., 76 317 Butler, Samuel, 22, 245 cristiandad, cristianismo, 26-31, 118-
adicción a la terapia, 172 Beauchamp, señora, 55 Byron, «reencarnación» de Ciare co- 145; actitudes hacia la locura, 26-31,
Adler, A., 64 Bedlam y bedlamitas, 50, 62, 183 mo, 114, 115 148; filosofía, 4445; locos relacio-
Allen, doctor Matthew, 91, 92, 113 Beers, Clifford, 49, 5!, 60, 227, 259, nados con, 118-145; véase también
anglicanismo, 242 261-272, 281, 317; literatura refe- religión; nombres específicos de
anorexia nerviosa, 149 rente a, 3.35 campana de cristal, La (Plath), 288, tipos de cristianismo
antipsiquiatría, antipsiquiatras, 15; li- Beers, George, 268, 269 289, 290, 291 cristianismo evangélico, 118, 132, 140,
teratura referente a, 320 Beers, William, 268 Carkesse, James, 90, 92; literatura re- 242, 243, 257; conversión de Cow-
!.ristóteles, 89 Belcher, Willíam, 40, 46, 232 ferente a, .326 per al, 137; literatura referente a,
Armstrong, señor, 274, 275, 276, 277 Berke, Joseph, 168, 172·174 Carlsen, doctor, 280, 281, 282 3.35
Artaud, Antonio, 13, 197-202; litera- Berkeley, obispo, 241 Carr, sir Henry, 23.3 Cristo, visión de Margery Kempe de,
tura referente a, 3.32 Berman, Jeffrey, discusión sobre Plath, Castlereagh, lord, 6.3 151-154, 155
arte y locura, 90-118, 202 291, 292 castración: amenaza, miedo de Balt, Cruden, Alexander, 51, 59, 177-189;
asilos, véase instituciones Bethlem, 50, 51, 72, 84, 91, 184, 232; 213; de Haitzmann, 124, 125; de literatura referente a, 3.31
asociación libre, 295 confinamiento de Matthew en, 84- Schreber, «afeminación» interpreta- cuáqueros, cuaquerismo, creencias de
Asociación Nacional para la Protec- 85 da como, 215, 216; del «hombre Fox y Perceval, 252-254
ción de los Insanos, 267 Bethnal Green, asilo, 179, 185 de los lobos», .307, 308; uso tera- cura y recuperación: actitudes históri-
Austen Riggs, asilo, 269 Beuscher, doctora Ruth, 289, 290, péutico de la, 216 cas hacia, .32, .34-.36; de Cowper,
autobiografías espirituales, 57 291, 292 catolicismo, 44 129; de Jorge III, 74; de Perceval,
ayudantes, personal (asilos), defectos Billington, Sandra, 176 causa de la locura, teorías griegas, 25- 255-257; véase también terapia
y abusos de, 251, 26.3, 264 Binswinger (doctor), asilo de, 190 26 Curran, Jim, 58, 59, 277-282
Birkbeck, doctor G., 84, 85 Ciare, John, 109-116; literatura refe-
Baker, sir George, 67, 68, 69 bisexualídad universal, concepto de _/ rente a, 326
Balt, Claire, 312, 313, 314, 315 Fliess de, 296 Clive, Robert, 70 Chabot, Barry, 226, 227
Balt, John, 59, 312, .315 Blake, William, 93-94; literatura re- Clutterbuck, doctor, 84-85 Charcot, J. M., 147, 168, 205, 294
Banay, doctor Ralph, 271 ferente a, 326 Coleridge, Samuel Taylor, 142 Chelsea, asilo, 180, 185
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HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA
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INDICE- ALF ABE'l'ICO
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Chiurugi, V., 35 escritos de locos, 52, 53; para evitar 220, 221, 225, 239; literatura re- jeres clasificadas como, 157-158, 160,
Cholmeley, Katherine, 155 caer en la desesperación, 141; véase ferente a, 337; sobre el genio, 89 163, 164, 260, 301
Christíansen, 79 también escritos autobiográficos Hobbes, Thomas, 121
Espíritu Santo, hablando a través de hombre de los lobos, el, 56, 305-312,
la boca de los hombres, 234 .317; literatura referente a, 3.37
Gachet, doctor, 202 Homero, héroes de, 2.3, 25
Esquirol, J. E. D., 63 Gardiner, Muriel, .305, 309, 310
dadaísmo, 200 homosexualidad, sentimientos homose-
esquizofrenia, dementia praecox, .37, genio y locura, 88-117; literatura re-
Dark Lantern, A (Robins), 168 xuales: de Freud, 299; sugerida en
Defoe, Daniel, 231 52, 54, 79; de Barnes, 171, 173; ferente a, .326
de Nijinsky, 103, 107; de O'Brien, Haitzmann, 12.3, 124; sugerida en
«delirios de muerte» de Freud, 298; Gilman, Charlotte Perkins, 167, 293
284, 285, 286; de Schreber, 204, Perceval, 2.39; sugerida en Schreber,
véase también hipocondría Glastonbury, manicomio de, 130, 131
206, 212, 217, 228; de Schumann, 125, 204, 205, 214, 216, 220; véase
Delmas, doctor, 201 Gollop, señora, 1.30, 131
103; ideas de Laing sobre la, 170 también lesbianismo
delusiones: discusión de Moore acer- «gran confinamiento, el», 31
estereotipos de la locura, 324; litera· hospitales, véase instituciones
ca de sus, 276; persecutorias de Gray, Thomas, 93
tura referente a, 324; masculinos, Humano, demasiado ht1111a11o, 195
Schreber, 220, 221; véase también Greenwood, Esther, 288, 292
148 Hume, David, 45
sueños Greville, Charles, 134 Hunter, Richard, 66, 74, 125, 219
Dementia praecox, véase esquizofrenia Esterson, doctor Aaron, 171, 173 Greville, Robett Fulke, 69, 70, 73,
Demos, John, 158 Eusebio, imaginado por Schumann, 98 74, 75
Descartes, René, 106 griegos (antiguos): actitudes hacia la
diablo, Satanás, 120, 158; de Cowper,
idiota, El (Dostoyevski), 107
locura, 2.3-26, filosofía, 25, 4.3, 61,
imaginación, 90
136-138; de Haitzmann, 120-128 familia: literatura referente a, 335; 89; literatura referente a, .322
individualismo, .32.3
passim; de Kempe, 152, 155, 157; problemas de Perceval con la, 233, Grigson, Geoffrey, 109
infantilización de locos, institucional,
de Trosse, 130, 132 244-249, 257; véase también padre; Grossler, doctor Edward, .313, .314,
250
Diaghilev, Serge, 10.3 madre 315 insania puerperal, de Kempe, 146, 150
Dios, Schreber atacado por, 209, 324; Feder, Liliane, 16 Inskip, 180, 185, 187
véase también religión Ferdíere, doctor, 201 instituciones, hospitales, asilos, mani-
doctores, médicos, 6.3, 64, 65; véase Ficino, Marsilio, 89 Haitzmann, Christoph, .30, 58, 119~128, comios, etc.: antes del siglo XVIII,
también nombres específicos; médi- filosofía, 45; griega, 25, 43, 61, 89 308; literatura referente a, .328 27, .32, 230; defectos, criticas y
cos de locos Flechsig, doctor Paul Emil, 20.3, 204, Hamlet, de Shakespeare, 107 abusos, 36, 59, 185, 230-258 passim,
Dora, véase Bauer, Ida 209, 213, 216, 220, 224 Harcourt, lady, 70 263, 264, 265, 267, 272, 276; en
drogas: pesadillas acrecentadas por, F1iess, William, 205, 2!5, 296, 298· Hartford, Retiro de, 263, 265 el siglo xx, modernos, 36; en los
140-141; terapia, historia, 33 302, .30.3, 304 Haslam, John, 55, 85, 86 siglos XVIII y XIX, 31, 35, 230~258;
Drucker, Trudy, 156-157 Florestan, imaginado por Schumann, 98 Heberden, doctor William, 134 e.:~periencia de Schreber en, 228;
Foucault, Michael, 1.3, 29, .31, 57, 80 Heberden, doctor William (el Joven), literatura referente a la vida en,
Fox, Charles James, 63, 68 75 335; mujeres internadas para con·
Ecce Ho111o, 196, 197 Fox, doctor Edward Long, 235, 237, hipnotismo, 87; véase tambié11 mes- trolarlas, 166, 2.31, 260; privados,
Eckstein, Emma, .300-.301, 302 245, 246, 250, 252, 254, 255 merismo 184, 231; véase también nombres
edad de la razón, la, 29, 30, .31, 37 Frame, Janet, 166 hipocondría: de Ciare, 112; de Freud, específicos
Ellis, Havelock, 205 Freud, Sigmund, 15, 38, 42, 55, 56, 293, 297-298; de Haitzmann, 122; interés médico y teorías acerca de la
enfermedades psicosomáticas, 112; véa- 108, 147, 191, 266, 29.3-.311; ame· de Nietzche, 193; véase también en· locura, 33, .36-37, 63
se también hipocondría ricanización de, 261; autobiografía fermedades psicosomáticas irracional, amenaza de lo, 30
Erasmo, Desiderío, 28, 119, 183 de, 293, 295-312; Bauer/Dora y, histéricos e histeria: actitudes de Freud
Erikson, Erik, 239 159-165; desconfianza de Virginia hacia, 160, 163, 164, 294, 297, 298,
escritores bajo psicoterapia, 293 Woolf hacia, 88; «hombre de los .302; brujas clasificadas como, 157· James, William, 269
escritos autobiográficos, 57-60; desarro- lobos» y, 56, 305-.311, 317, 337; 158; de Bauer/Dora, 160, 163, Joachim, 101
llo, 46-47; literatura referente a, el caso Haitzmann examinado por, 164; investigaciones de Charcot so· Johnson, doctor Samuel, 23, 93, 184
.321-322; véase tambibt escritos de 122-125, 128; el caso Schreber exa- bre, 294; Kempe clasificada como, Jones, Ernest, 38, 312
locos minado por, 203-206, 213-216, 219- 157; literatura referente a, .329; mu- Jordan, Edward, 158
·'
342 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA ÍNDICE ALFABÉTICO 343

Jorge III, rey, 33, 65-77, 79; litera- véase también complejo de Edipo Schreber en, 209, 210, 211, 216, Pembroke, lady (Eiízabeth Spencer),
tura referente a, .325 Malthus, Thomas, 77 226, 227; véase tambié~t brujas 75
Joyce, Mary, 113 manfa: de Beers, 263, 264, 265; tras- Pepys, sir Lucas, 67, 71, 85
Juliana de Norwich, 152 torno «masculino», 148 Pequeño Hans, 225
Napier, Richard, 128, 147
Jung, Carl, 55 manicomio, véase instituciones narcisismo, de Plath, 292 Perceva], John, 35, 40, 51, 56, 57,
Mariazell, 120, 121, 122 227, 23.3-258, 267, 317, 318; lite-
Narratíve (Perceval), 51, 227, 237,
Masson, Jeffrey, 301, 302 ratura referente a, 334
238, 239, 243, 252, 257, 258, 317
K., Herr y Frau, 159-165 Matthews, James Ti!Iey, 55, 80-87, Perceval, Spencer, 233
neurastenia, 22, 166, 168, 260, 262
Kempe, Margery, 28, 57, 58, 146, 149- 210; literatura referente a, 325 personal (asilo), defectos de/abusos
neurosis, 22, 33, 89; brujas clasifica-
157; literatura referente a, 329 Mayer, Hans, 176 de, 251, 263, 264
das como, 158; de Freud, 297, 304;
Kernberg, doctor Otto, 292 médicos de locos, 34, 6.3, 65, 70; au- Peterson, Dale, 18
demonológica, 124; véase también
Keszi, doctora, 314 tobiografías críticas, 58 Pinel, doctor Philippe, 35, 80, 94
diablo; etiología, ideas de Freud so-
Kingsley Hall, 168, 172, 173 Pitt, William (el Viejo), 63, 69, 72,
Kitay, Phílip, 219 mejoría de la insania, véase cura; te- bre, 298, 304, 306, 308, 310; tra-
tamiento, 38 74, 83
rapia
Kraepelin, Emil, 12, 37, 54, 103 Plath, Sylvia, 288-293; literatura re-
melancolía: como trastorno «masculi- Newington, doctor Charles, 236, 245
Krafft-Ebing, Richard, 205 ferente a, 2.37
no», 148; de Cowper, 137 Newton, John, 133
Kreuzlingen, asilo, 107, 108 Platón, 24, 38, 61, 89
Memorias (Schreber), 204-227 passim Nietzsche, Friedrich, 104, 105, 106,
Kroll, Jerome, 20 .poder y locura, 61-87; literatura re-
Mesmer, Franz Anton, 81 189-197; literatura referente a, .332
ferente a, 324-325
mesmerismo, 81-84, 86 Nietzsche contra Wlagner (Nietzsche),
194 poetas locos, 91, 109-117, 13.3-145,
Laing, R. D., 54, 168-169, 170, 171 Metcalf, Urbane, 84 202
metodismo, 1.32 Nijinsky, Vaslav, 37, 49, 10.3-108; li-
Lee, Nathaniel, 14 porfiria, de Jorge III, 66, 74
legitimación del suicidio por Montes- métodos, terapias, conductas morales, teratura referente a, 326
Nin, Anais, 197 Prichard, doctor Thomas, 115-116
quien, 1.34 .34, 80, 94, 250 Prince, Morton, 56
Meyer, Adolf, 270 niños, asaltos sexuales de los padres
lenguaje de los locos, 53 protestantismo, 44
lenguas, hablar en, 234 mind in chains: the autobiography o/ a los, 299, .302; véase también re-
providencialismo, de Cruden, 186
a schizophrettic, The {Moore), 273 gresión infantil
lesbianismo, 165; en la novela de psicoanálisis, desarrollado por Freud,
mind restored, A (Curran), 281, 282 Nolan, doctora, 288, 291, 292
Plath, 291 295, 301, 302, 303, 304
mind that found itsel/, A (Beers), 261, Nydes, 220
Ley 12 de la reina Ana (1714), 179- psicoanalistas y analistas, opiniones
180 265 . del «hombre de los lobos» acerca
Life {Kempe), 149-157 passim misión divina, sentido de Schreber Obholzer, Karin, 308, 310, 311 de, .310
Liverpool, lord, 83, 84 de su, 211 O'Brien, Bárbara, 57,. 59, 282-286 psicohistoria y psicohistoriadores, lite-
Locke, John, 30, 35, 45, 250 Mitchell, doctor Weir, 167, 293 órganos sexuales y nariz, relaciones en- ratura referente a, 321-324
locura, definición de, 20-22 Mohius, Paul, 103, 191 tre, ideas de Fliess acerca de, 300 psicosis: de Barnes, 172, 174; de
Lowe, Louisa, 166 Monro, doctor James, 179 Ostwald, Peter, 100 Schreber, 213, 214, 219, 221, 222,
Monro, doctor John, 72 223
Monro, doctor Thomas, 232 psicoterapia, véase terapia
Lloyd, James Hendrie, 13.3 Montaigne, 89 padre (problemas relacionados con), psiquiatría, 48-56; desconfianza hacia
Moore, William L., 272-277 123-126, 162, 221-226; sentimien- la, 41, errores de la, 52; escuela
More, Hannah, 81 tos de Freud a la muerte de su, 302; degeneradonista, 37; historia, raf-
Macalpine, Ida, 66, 74, 125, 219 «Movimiento de Oxford», 242 teorías freudianas sobre las agresio- ees de la, 14, 16, 32, 34, 37, 39, 43;
Macawley, doctor Austin, 204 Movimiento por la Higiene Mental, nes sexuales del, 299, 302; véase literatura referente a, 330; y el yo,
MacDonald, Michael, 128, 147 261, 266, 268, 269; misión del, 270 tambié11 complejo de Edipo 48-56
Mack {Brunswick), Ruth, 305, 309, mujeres, 88, 146-175, 282-287, 288- Pain, señora, 178 Pulszky, Romola de, 103, 106, 107
.310, 311 292; control a través de su ingreso paranoia, 220; de Schreber, 204, 213,
Madden, R. R., 1.34 en instituciones, 166, 231, 260; li· 219, 225; del «hombre de los lo·
madre, problemas inducidos por la: de teratura referente a, 329-330; locas, bos», 310 racionalidad, 24
Barnes, 174; de Plath, 289-292; 88, 146-175; «transformación» de Pearson, John, 81 Rake's Progress (Hogarth), 50, 63
344 HISTORIA SOCIAL DE LA LOCURA ÍNDICE ALFABÉTICO 345
razonar: en estado de locura, 18; so- segregación de los perturbados, 42, 50; teatro, actitudes de Artaud hacia el, víctimas, los locos como, 316-317
bre la locura, 2343 véase tambiétl instituciones 199 Von Arním, Frau, 102
Redding, Cyrus, 114 Sergius P. (el «hombre de los lobos»}, Teedon, Samuel, 142
Reforma y Contrarreforma, 30 56, 305-311, .317; literatura refe- teoda de la seducción de Freud, 299,
regresión infantil, de Barnes, 172 rente a, 337 302 W ard, Ned, 18.3
Reich, William, 64 sexo: ideas de Fliess sobre, 296; ideas terapia, tratamiento (psico-), 288-315; · Warren, Richard, 67, 68, 69, 71, 72,
Reil, 35, 94 de Freud sobre, 298-311 passim; y adicción a, 172; de electrochoque, 73, 74, 75, 76
relaciones entre la nariz y los órganos Dios, 155, 156; y el diablo, 155, de Artaud, 201; de neurosis, 37; Weber, doctor, 209, 212
sexuales femenbtos, Las (Fliess), 300 171; y el origen de la neurosis, 205; drogas, 33; escritores bajo, 293; Weber, Max, 44
religión y locura, 27-31, 45, 46, 118- véase también bisexualidad; homo· historia, 34 Welsford, Enid, 176
145, 148-157; autobiografías y lite- sexualidad; lesbianismo. Thomas (Jean), hogar de reposo de, Wesley, 133
ratura, 57, 327-328; en hombres, Showalter, Elaíne, 292 167 Wharton, Goodwin, 49
118-145, 1n-189 passim, 212, 235, Simon, Bennett, 24, 25 Thornton, E. M., 298 Wieck, Clara, 99-102
237, 241-248 passim, 257; en muje- Skrimshire, doctor Fenwich, 109 Ticehurst House, asilo, 236 Wieck, Friedrich, 99
res, 148-157, 171; véase también re- Smart, Kit, 184; literatura referente Tolstoi, Leo, 106 Wier, Johannes, 158
ligiones espedñcas. a, 328 tontos y extraños, 176-202; literatura Wightman, 179, 187, 189
Smollett, Tobías, 48 referente a, 331 Wild, Isabella, 180
retorno de lo reprimido, 57-60
Smyth, Ethel, 88 Toulouse, doctor Edward, 198 Wilkes, John, 182
Revolución Cient.Hica, la, 45
Sociedad de Amigos de los Supuestos transferencia, 164 Willis, reverendo Frands, 65, 66, 70-
Revolución francesa, psicopolftica de
Locos (Alleged Lunatics' Friend So- Tristam Shandy (Sterne), 46 77, 82
la, 80-82
ciety), 236, 267 Trosse, George, 30, 57, 58, 119, 122, Willis, doctor John, 66, 71-77 passím
Richarz, doctor Franz, 95, 101, 102 Somatización, 22
Ritter, Alfons, 225 128-132, 186; literatura referente a, Willis, Robert Darling, 76, 85
Sonnenstein, asilo, Schreber en, 209, 328 Willis, Thomas, 76
Robín, Elizabeth (A dark lantern), 168 212, 228
Rodez, asilo, 201 Tuke, terapia moral de los, 35, 80, Withers, Phllip, 70
Southcott, Joanna, 51 94, 250 Wolfe, Tom, 261
romanticismo, 46, 93·118 passim Spacks, Patricia, 128, 144 Woolf, Virginia, 37, 88, 168
Roth, Martín, 20 Spencer, Elizabeth, 75 Wraxall, F., 79
Rousseau, Jean Jacques, 45 Sterne, Laurence, 46, 48, 182, 318 Unwin, reverendos Morley y Mary, Wright, asilo de, 179, 185
Rush, Benjamín, 63 Strickland, Agnes, 116
Ryle, doctor Anthony, 155 140 ;;.. ...
Struensee, J. F., 78.
sueño norteamericano, el, 259-287; lite- Yo: identidad y, 4348; psiquiatría .y
ratura referente a, 335 valor positivo de la locura, 28 el, 48-56
Sade, marqués de, 87 sueños: de Perceval, 238, 239; .inter- Van Gogh, estudio de Artaud sobre,
Saint Albans, asilo, 139 pretaciones de Freud, 162; véase 197, 202
Saint Charles, hospital mental, 279 también delusiones varones puritanos, biografías espiritua- Zeitgeist, 205, 219
Saint Luke, asilo, 184 suicidio, intentos y deseos de: de Beers, les de, 148 Zilboorg, Gregory, 158
Satanás, véase diablo 262; de dos hermanos de Beers,
Savage, sir George, 167 269; de Cowper, 137, 142; de PJath,
Schatzman, Morton, 42, 221, 222, 288; legitimado por Montesquieu,
223, 224, 225 134
Schreber, doctor, 222, 223; literatura Sulloway, F., .303
referente a, 3.3.3 surrealismo, 199
Schreber, Daniel, 33, 42, 51, 55, 57, Swift, Jonathan, 48, 62, 163
124, 125, 128, 203-229, 304, 308; Szas~, doctor Thomas S., 21, 159
literatura referente a, 332-333
Schumann, Oara, 99-102
Schumann, Robert, 37, 51, 95-103; Tasso, T., 89
literatura referente a, 326 Taylor, John, 110, 113

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