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Luego de las invocaciones a Dios, abre las letanías esta invocación a la Santísima
Virgen María, Esposa de José de Nazaret.
Esta invocación da cuenta del linaje de San José: Es verdadero y preclaro (en
latín, inclytus) descendiente del rey David (Ibíd. supra), figura de Cristo, el Ungido.
Es la filiación adoptiva de Jesús, la que Lo incorpora legalmente a la estirpe de
David, con lo que se cumplen las profecías acerca del Mesías esperado.
El título de "Esposo" de María (Mt. 1, 19), exclusivo de este santo, quiere significar
que su purísima unión con la Madre de Dios, fue verdadero desposorio, según la
ley antigua, y por lo tanto, es padre legal de Jesús. Dicho título es obligatorio en la
mención del santo Patriarca, prescripta ahora para las cuatro Plegarias
Eucarísticas.
Tan cierto es que José fue padre adoptivo (esto es, no carnal) de Jesús, como lo
es que ejerció plenamente la legítima paternidad legal sobre Él. El mismo Señor lo
reconoció como tal, lo amó más que a ninguna otra criatura después de su Madre,
le obedeció y lo respetó hasta el último día de su vida.
El varón prudente es aquel que sabe cuándo y como actuar, cuándo y cómo callar,
siempre de acuerdo con la Palabra de Dios. José es, por tanto, más que prudente,
"prudentísimo". En él, Dios mismo ha confiado, "se ha puesto en sus manos", por
decirlo de alguna manera.
San José, revestido de la virtud cardinal de la fortaleza que le venía del mismo
Espíritu Santo, hizo frente a todas las fuerzas del mal que de diferentes maneras,
atentaban contra la integridad de Jesús y de María, sus dos grandes tesoros.
José obedientísimo, ruega por nosotros
José fue ante todo, fiel a Dios Padre que lo eligió para "hacer sus veces", como
dice el Prefacio propio de la solemnidad de hoy; a Dios Hijo, que quiso
considerarlo su propio padre, y llamarlo con tan dulce nombre; a Dios Espíritu
Santo, a cuyas inspiraciones siempre respondió con docilidad; a María, a la que
consideró su prenda más preciosa, después de Jesús; a la Iglesia, a la que
acompaña a lo largo de los siglos; y a la humanidad toda, a la que socorre como
verdadero padre, humilde icono del Padre Eterno. Esta suma fidelidad se expresa
con el superlativo "fidelísimo".
Así como la letanía lauretana llama a María con el título de "Espejo de justicia",
estas letanías invocan a San José, como "Espejo de Paciencia", es decir el
modelo de todo aquellos que aceptan plenamente la Voluntad de Dios, con la
certeza de que Él siempre quiere lo mejor para sus hijos.
El que fue custodio de la Virgo virginum, lo es de "todas las vírgenes" de las que
aquélla es modelo.
San José, que fue Jefe y baluarte de la Familia de Nazaret y alimentó con su
propio esfuerzo a María y a Jesús, el Pan de Vida, es el bondadoso "sostén" de
todas las familias, el socorro en los momentos de dificultad.
En 1870 el beato Papa Pío Nono declaró a San José "Patrono universal de la
Santa Iglesia". En efecto, aquel que había cuidado del Cuerpo Santísimo de
Jesús, que redimiría a todos los hombres, es justo que cuidara también de su
Cuerpo Místico, la Iglesia, Esposa de este Cordero de Dios al que se invoca a
continuación, como tradicional conclusión de toda letanía:
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: escúchanos, Señor,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: ten misericordia de nosotros.
Oremos
"Oh, Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por
Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos
tener por intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la Tierra.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén".