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Y

la más absoluta muerte llegó a mi alma…


Noches enteras, días, meses ahogándome en una agonía de la que era incapaz de salir. Desaparecer,
era lo que más ansiaba, cerrar los ojos y dejar de existir, de sufrir… ya no podía más. Toda alegría
borrada de mi vida, de mis labios, de mis ojos… No había nada ni nadie que pudiese reparar lo que era
irreparable. Mi corazón.
Y entonces aparecieron tus ojos… increíblemente celestes y llenos de una sorprendente luz que
traspasó mi alma en cuestión de segundos. Te miré, no sabía quién eras, no importaba… solo
importaba la paz y la serenidad que provocabas en mi interior… Lloré como nunca, mientras ahogaba
mis gritos para que nadie pudiese oírlos. Ahora sí, sabía tu nombre, sabía quién eras… un guapísimo
modelo inglés, elegante y distinguido que había conseguido tocar mi alma sin ni siquiera conocerme.
Y escribí… Sacando de mi alma toda esa muerte que me arrastraba a un abismo oscuro y frio al
que no quería volver. Ya había estado antes ahí, sí, hacía muchos años… pero ahora estabas tú, dentro
de mi, llenándome de fuerza y valentía, devolviéndome la inspiración perdida hacía tanto…
GRACIAS, no puedo decir más que GRACIAS, eternamente, porque Irreparables nunca habría sido
posible sin ti; porque eres el ser más bondadoso, humano y gentil que pueda conocer nunca.
GRACIAS, desde lo más profundo de mi corazón, porque siempre serás mi más maravillosa
inspiración.
GRACIAS, David, por tus sonrisas, por tus miradas, por tu fuerza, por este increíble gesto
desinteresado con el que has bendecido mi historia. Yo lo sé, tú lo sabes, no hace falta más.
Al ángel que salvó y sigue salvando mi vida cada día. D.J.G.

IRREPARABLES
Rachel White
Michael Harrison, empresario joven y rico sufre un accidente en su viaje de novios en el que
pierde a su recién y amada esposa, alejándose de todo y todos durante años, decide dedicarse de pleno
a sus negocios. Para él ya no hay más vida, la marcha de, la que cree, su alma gemela lo sumerge en
una agonía profunda de soledad y vacíos en el que se acomoda durante años…
Nancy Sanders, joven estrella del patinaje artístico, pierde su oportunidad de los mundiales tras
una grave caída provocada por una pelea con su padre; un ejecutivo muy reconocido y admirado en su
profesión que controla cada movimiento de su hija… Su ilusión por superarse no decae en ningún
momento, sigue adelante buscando un nuevo motivo en su vida para no perder las ganas de vivir…
Ambos se conocen algunos años más tarde, surgiendo entre ellos una atracción tan intensa que ni
la diferencia de edad, ni las múltiples complicaciones que surgen alrededor, ni la presencia de una
tercera persona que se dedica de lleno a intentar separarlos, logran impedir que se desate un amor
profundo y verdadero.
Él le da la seguridad y la fuerza que tanto ansiaba… él le descubre un mundo desconocido para
ella, lleno de sensaciones y placeres que nunca creyó poder sentir… él es el hombre que siempre
esperó sumida en un profundo vacio lleno de soledades y miedos, de humillación y abusos al que su
propio padre la tiene sometida… él es la ilusión por la que nunca dejó de luchar…
Ella es la única que ha traspasado esa muralla que forjó alrededor de su corazón tras la muerte de
su esposa… ella saca lo mejor de él, devolviéndole la sonrisa, la ilusión y la pasión que dejó olvidada
en años… Ella es vida, alegría, fuerza, juventud… esperanza en su vida… Ella es todo lo que necesita
en su vida porque es la mujer perfecta para él.

PRÓLOGO
Todo en aquel jardín parecía salido de un cuento de hadas. Las mesas y las sillas vestían fundas
blancas con adornos en color crema. Los centros de rosas amarillas elegidos por la novia daban una
elegancia maravillosa digna de una reina. Ella era la que se había encargado de elegir todo lo
relacionado con la boda. Sus gustos eran extremadamente exquisitos y por ello había seleccionado
mantelería de seda blanca traída de China, cristalería de Sèvres tallada a mano, cubiertos de la más fina
plata y vajilla de la mejor porcelana del mundo.
Se había montado un precioso altar rodeado de arcos que lucían flores blancas. Al igual que la
inmensa alfombra que recorría por cerca de veinte metros y unas grandísimas carpas que daban una
elegancia suprema al enlace y de las que colgaban unas majestuosas lámparas de cristal, adecuadas para
iluminar todo el jardín entrada la noche. Al igual que las miles de bombillas que entrelazaban los arboles
de aquella propiedad de cerca de tres acres, situada en North Beverly Park, California.
Se trataba de una impresionante mansión propiedad del padre de Elizabeth, un prestigioso y muy
reconocido arquitecto, que no había dudado en ofrecer a su hija la boda de sus sueños. Ella era su única
hija, su mayor orgullo y aquel día se la entregaría a Michael Harrison, un joven arquitecto e ingeniero
civil, con el que trabajaba desde hacía muchos años y que se había convertido en su mano derecha. No
había nadie mejor para su hija, su única heredera, que aquel joven al que ya quería como a un hijo.
Cerca de 1.500 personas habían sido invitadas a la ceremonia que ya era toda una celebridad por la
cantidad de personajes importantes que acudirían a ella. Martin se había encargado de hacer llegar la
noticia a todos los colegas de la profesión, amigos de la familia y empresarios millonarios que conocía a
Elizabeth desde hacía años.
Y no había escatimado en gastos para aquel enlace, una boda millonaria para la reina de su corazón
que luciría un impresionante vestido de la diseñadora africana Amsale Aberra, tal y como ella le había
pedido. Sus zapatos habían sido diseñados con cristales de Swarosky al igual que la tiara que adornaba
su precioso cabello negro y de la misma Italia había hecho venir a un grupo de jóvenes cantantes, que
entusiasmaban a la joven, para amenizar la ceremonia con sus canciones.
Todo saldría a la perfección, aquel cuento de hadas con el que ella siempre había soñado estaba a
punto de cumplirse. No solo por tener la ceremonia que siempre había querido sino porque sabía que
había encontrado en Michael al hombre perfecto para ella. Y estaría a su lado hasta el final, amándolo
hasta el último día de su vida…

Capítulo 1
HASTA QUE LO QUIERA DIOS
Toda la familia de Michael había tenido que trasladarse a los Ángeles para el enlace. Ellos eran de
Long Island, New York, y aunque Martin Phillips quiso hacerse cargo de los gastos del traslado y la
estancia, Michael no había cedido en esa ocasión. Sabía del gasto millonario de la ceremonia, un
carísimo regalo para los contrayentes, por lo que no estaba dispuesto a ese gasto extremo que le
correspondía a él.
Alojó a los suyos en uno de los hoteles de lujo de la zona, The Península Beverly Hills, no muy lejos
del lugar del enlace donde él mismo tenía reservada una habitación para poder prepararse. Sabía que allí
no les faltaría nada y estarían muy cómodos, ya había estado en aquel hotel en varias ocasiones y para él
era el mejor de la zona.
Michael había estado muy tranquilo en los días cercanos al enlace, rodeado de trabajo y viajes
inesperados, pero aquella mañana al ver a su familia allí, no había podido evitar emocionarse en el
aeropuerto. Llevaba meses sin ver a su madre y sus hermanos por motivos de trabajo pero aún así
siempre estaba muy pendiente de todos, de que no les faltase nada. Como hermano mayor y cabeza de
familia, se sentía responsable del bienestar de todos ellos.
Su padre era el único al que no había invitado a aquella ceremonia… la relación padre e hijo estaba
totalmente rota desde hacía muchos años… La separación inesperada de aquel matrimonio los había
alejado definitivamente, y aunque sus hermanas mantenían contacto con él, Michael había cerrado su
corazón a toda posibilidad de reconciliación o acercamiento con quien tanto daño había hecho a su
madre, a la que amaba más que a nada…
Por ello, al ver a su familia en el aeropuerto y abrazarse a su madre y sus hermanos, no pudo evitar
llorar de la emoción. Aquel día era el gran enlace, uniría su vida para siempre a la mujer que amaba, y
sería para siempre suyo, prometiendo cuidarla, respetarla y amarla para toda la eternidad.
¡Estaba tan enamorado de Elizabeth!. No podía imaginar una vida sin ella, sin sus sonrisas, sus
abrazos, sus besos apasionados. Tal vez a veces pudiese parecer una joven malcriada y consentida, era
hija única y siempre había tenido todo cuanto había deseado. Incluso él mismo, en ocasiones, no podía
negarle nada, pero tras esa fachada de joven rica, Elizabeth era una bellísima mujer de la que se había
quedado prendado cuando pudo ver cómo era ella realmente en su interior…
Hacía ocho años de aquel día…podía recordar cuando regresó de Europa y Martin hizo las
presentaciones. Al principio solo le había parecido una joven bonita y presumida, una niña rica
acostumbrada a tenerlo todo y a todos. Fue con el tiempo cuando comenzó a conocerla realmente,
descubriendo su otro yo, uno que a veces estaba oculto y que solo él conseguía sacar.
Michael necesitó la autorización de Martin para poder salir con ella, no podía olvidar que trabajaba
para él y aunque fuese tratado como un hijo desde el primer momento, Elizabeth era su mayor tesoro y no
iba a dejar que cualquiera se acercase a ella. Pareció muy contento al saber la noticia y desde aquel
momento siempre trató de hacerla feliz y de amarla como nunca amó a nadie. Había encontrado a la mujer
con la que pasar el resto de sus días.
Y lo harían en una preciosa casa que habían comprado en Larchmont, en el condado de Westchester,
New York. Una propiedad junto a la bahía de cerca de dos acres de la que Elizabeth se había enamorado
y que no distaba mucho del trabajo. Ella era la socia mayoritaria en las oficinas de Manhattan, herencia
de su padre, que había cedido la mayoría de sus acciones a su única hija, y por consiguiente a su futuro
esposo que había sido su mano derecha en los negocios desde hacía muchos años. Sabía que estaba en
buenas manos y lo único que sentía era saber que ambos se marcharían a otro estado tras la luna de miel.
Michael estaba nervioso en la habitación de aquel lujoso hotel donde se alojaban también amigos y
familiares. Edward y John estaban con él, bromeando sobre la situación y ayudándolo a vestirse para el
enlace. Todos vestían chaqué, la etiqueta lo exigía. Michael llevaba levita negra y pantalones a rayas, su
chaleco gris de botonadura cruzada y la corbata del mismo color con un nudo Hannover. Su camisa
blanca con gemelos de plata en los puños al igual que el pisa corbata y zapatos de hebilla doble.
Edward y John eran sus mejores amigos junto con Sarah, todos habían estudiado juntos y pertenecían
a la misma pandilla desde hacía muchos años. Allí se encontraban todos, riéndose de los nervios del
novio que no dejaba de atusarse el nudo de la corbata. Sabían que aquel era un paso muy importante para
él y trataban de animarlo bromeando sobre la situación. En unos minutos sería un hombre casado por lo
que se le acababa la posibilidad de romances, de juergas y salidas con amigos. Michael sonreía ante sus
bromas.
Edward era el único que permanecía más serio, muy atento con su amigo pero pensativo y casi sin
hablar sobre la ceremonia. Era su testigo de boda junto con John, siempre habían sido inseparables y era
un orgullo poder compartir ese día con ellos.
Alguien golpeó la puerta de la habitación, eran Carol, Helen y Danna, las hermanas y madre del
novio, quienes aparecieron preciosas vestidas, peinadas y maquilladas para la ocasión. Él no era el único
nervioso aquel día, su madre trataba en vano de contener las lágrimas, sus hermanas no paraban de
comprobarle la corbata, el chaqué, la camisa y Jeremy, su hermano pequeño, lo miraba embobado y
orgulloso de verlo tan feliz.
Abajo les esperaban los coches, unos fabulosos Audi A8 en color negro, que aguardaban en la
entrada del hotel y que los llevarían a la mansión donde tendría lugar la boda.
La vio acercarse despacio, deslumbrante, preciosa como jamás la había visto, totalmente segura y
muy sonriente del brazo de Martin. Vestía un impresionante vestido de corte princesa, con cuerpo de
escote envolvente y mangas a codo trasparentes con aplicaciones de encaje. Su espalda con
transparencias y con unos preciosos botones que llegaban hasta la cintura. Su pelo semirecogido del que
colgaba un larguísimo velo de encaje. No podía dejar de mirarla porque realmente parecía una princesa;
su princesa de cuento de hadas. En su mano, un precioso regalo de familia que Michael le había
entregado con todo el amor. Se trataba de una preciosa y carísima pulsera de Tyffany de diamantes y oro
blanco de 18k que había llevado madre y su abuela con orgullo; ahora brillaba en su mano de camino al
altar.
Martin le cedió su brazo en aquel altar y mirándolo muy fijamente lo llamó hijo mientras le dijo, con
lágrimas en los ojos, que se la entregaba para hacerla su esposa y para cuidarla. Sabía que lo haría, sabía
que amaba a su hija, sus ojos se lo decían. No podía estar más seguro de ello y más orgulloso de la
elección de Elizabeth. Aquel día no perdía una hija a pesar de que se marcharía a otro estado, sabía que
ganaba un nuevo hijo con aquella boda porque Michael era lo que siempre deseó para su pequeña.
La ceremonia no se alargó mucho, se casaron ante todos sus familiares y amigos en aquella inmensa
mansión preparada para la ocasión, por la que desfilaron cerca de 1500 invitados que felicitaban a la
joven pareja por su recién compromiso.
La ceremonia estuvo animada constantemente por aquellos cuatro jóvenes tenores que enamoraban a
todos con sus canciones y sus voces. No habían sido contratados para amenizar con su música el
acontecimiento, para la novia aquellos jóvenes eran sus invitados de honor ya que los admiraba
muchísimo.
Y no cesaron de deleitar a todos con aquellas románticas canciones elegidas para el enlace,
escogidas con agrado por Elizabeth, que sugirió una especial para el baile con su recién esposo. Hablaba
de una historia de amor eterno en la que los jóvenes se prometían estar juntos para siempre en lo bueno y
en lo malo, cuidándose el uno al otro. Serían siempre uno amándose hasta el final, porque lo mejor que
les había pasado era conocerse y unir sus vidas hasta que lo quisiera Dios…
Así se lo cantaba aquella joven a su esposo, mientras lo abrazaba, lo miraba, mientras bailaban
delante de todos que observaban a la pareja amarse con la mirada. No había muchos matrimonios tan
llenos de amor, tan llenos de ilusión por estar juntos y compartir una vida plena al lado del otro. ¡Tanto
que se amaban, tanto que deseaban hacer juntos…! No se podía amar más de lo que ellos se amaban…
Michael la abrazó y la besó mientras bailaban, no podía dejar de mirarla tan preciosa, tan
sonriente… Solo deseaba estar a su lado el resto de su vida. Sabía que serían eternamente felices, juntos,
en su maravillosa casa cerca de la bahía que llenarían con hijos. Algo de lo que ya habían hablado hacía
mucho tiempo. Ambos querían tener hijos, no iban a esperar mucho tiempo para buscarlos y aunque al
principio ella trabajaría en las oficinas con los nuevos proyectos junto a Michael, tenía muy claro que
cedería toda la responsabilidad en su esposo al quedar embarazada.
Elizabeth quería criar a sus hijos, no pensaba depender de nadie para cuidarlos. Quería tener al
menos tres y no quería perderse ni un solo momento junto a sus bebés. Sus risas, sus miradas, sus juegos,
sus llantos, sus primeros pasos y sus balbuceos… aquellos momentos eran los más maravillosos para una
madre y era algo que no estaba dispuesta a perderse.
Ya sentía todo aquello con tanta fuerza… Hacía días que había visitado a su ginecóloga debido a un
retraso en su menstruación. Algo muy normal tras los nervios por los preparativos de la boda, pero no
quedándose tranquila y sospechando sobre la buena noticia, le había pedido unos análisis para descartar
un posible embarazo.
Y había dado positivo.
No quiso decir nada a nadie, ni siquiera a Michael que no dejaba de preguntarle sobre su malestar. La
veía cansada pero radiante, tenía algo especial en la mirada pero no imaginó el por qué hasta que ella se
lo confirmó con una sonrisa y lágrimas en los ojos.
Y esperó a aquel día para darle la buena nueva, en aquel jardín lleno de personas amigas y familiares
que vieron al joven abrazar a Elizabeth y girarla en sus brazos mientras la besaba. Realmente hacían una
pareja preciosa y todos esperaban que aquel inmenso amor durase para siempre. Se lo merecían.
El viaje de novios lo harían por Europa en un principio, donde estarían tres semanas exactas, querían
conocer Francia, Austria, Italia y Grecia. Luego irían a Dubái otras dos semanas y finalmente pasarían
una semana más en Tailandia. Un impresionante viaje de novios donde ya no tendrían que encargar al
bebé.
Michael estaba un poco preocupado por Elizabeth, en su estado no sabía si era recomendable que
hiciese viajes tan largos, pero ella estaba tan feliz por los últimos acontecimientos en su vida y se
encontraba tan bien de salud, que no dudo en disfrutar de su maravillosa luna de miel.
Deseaba muchísimo conocer Europa, Michael había estado en varias ocasiones por algunos proyectos
de trabajo y la verdad es que le gustaba bastante, sobre todo Francia e Italia donde ahora podría disfrutar
al máximo junto con su recién esposa.
Sonaba tan raro llamarla así… pero estaba tan fascinado con saber que era su mujer que no podía
dejar de mirarla totalmente enamorado y embelesado mientras ella hablaba de monumentos, tiendas, ropa,
comidas…
En los días en Paris pudieron visitar grandes monumentos de una riqueza arquitectónica
impresionante, ambos como arquitectos sabían apreciarlo, era la ciudad perfecta para visitar. Les encantó
la catedral de Notre Dame, por supuesto una visita obligada estando en Paris. Misteriosa, oscura y
profunda en donde quedaron embobados viendo los vitrales en forma de roseta que daban una luz tenue y
colorida. Visitaron el Museum Pass, dentro de la catedral, sus gárgolas muy conocidas, la famosa
campana que inspiró al jorobado, según contaba la leyenda, y unas impresionantes vistas del Sena hacían
de aquel lugar el más romántico para una pareja de recién casados.
Una bellísima obra de arte de estilo gótico que juraron volver a visitar algún día.
La capilla de Sainte Chapelle les llamó la atención por sus grandes vitrales en la capilla superior.
1134 escenas de la historia sagrada que pudieron contemplar tranquilamente sentados en unas sillas que,
generosamente, habían colocadas para que los visitantes pudieran observarlas con tranquilidad. El
segundo día por Paris lo dedicaron a visitar el Panteón, un bellísimo edificio, no una iglesia, que más
bien parecía una catedral por su gran cúpula central y su planta en cruz. Debajo de su cúpula colgaba el
péndulo que León Foucault usó para explicar la rotación de la tierra. Pero si Elizabeth tenía especial
entusiasmo por visitarlo era por poder conocer las tumbas de sus grandes Pierre, Marie, Monnet y
Dumas, entre otros muchos. Le habían fascinado desde niña y siempre quiso ir a visitar sus restos.
A Michael le interesaba mucho más la fachada de aquel edificio, con el pórtico del templo con
veintidós columnas y su cúpula sostenida por una columnata que la rodeaba.
Los museos Orsay y Rodin también estuvieron en las visitas para aquel día junto con la del palacio de
Luxemburgo y sus preciosos jardines. Más retirado, pero no por ello menos merecido, la Basílica del
sagrado corazón, una maravilla de la arquitectura neo bizantina y romántica, en la que destacaban no solo
su inmensa campana de diecinueve toneladas, sino el color de su estructura al ponerse el sol. Una joya de
dimensiones inmensas que iluminaban la colina de Montmartre.
De allí se llevaron de recuerdo una graciosa caricatura que les hizo una joven mientras tomaban un
café helado con mantequilla salada.
Por la noche visitaron la famosísima Torre Eiffel, donde Michael había reservado mesa en el
restaurante situado en el segundo nivel, a 115m. Un romántico restaurante llamado Julio Verne en el que
la pareja cenó tranquilamente a la luz de las velas, con unas impresionantes vistas de Paris a sus
espaldas. La torre iluminada con miles de bombillas era el lugar más hermoso que ninguno pudiera haber
imaginado.
Ya en el tercer nivel y sabiendo que se encontraban a 276 metros del suelo, tomaron un estupendo
champagne que les ofrecieron en el bar. Allí, juntos, besándose, donde se juraron estar siempre el uno
con el otro, donde se juraron no separarse jamás… porque amor como el de ellos merecía la pena
conservar para siempre.
Era el cuarto día cuando, de camino al museo del Louvre, Elizabeth se volvió loca comprando
souvenirs en la Rué de Rivoli y lo mismo sucedió al día siguiente cuando fueron a ver el Arco del triunfo
y pasaron por los Campos Elíseos. Cartier, Valentino y Dior fueron los elegidos por la joven que
mostraba contenta las bolsas a su marido. Le tocaba llevarlas. Lo cierto es que había tardado mucho en
visitar aquellas boutiques de lujo porque llevaban allí una semana y aquel era el primer día que se había
decidido a ir de compras.
Michael reía ante lo consentida que era en algunas ocasiones. No podía evitarlo… estaba tan
enamorado de ella que no podía no contentarla con sus caprichos, un poco caros, eso sí, pero en el fondo
no importaba, ellos podían permitírselo.
Sucedió en aquella grandísima calle, cuando Elizabeth fotografiaba de lejos el arco del Triunfo y se
dirigían de vuelta al hotel donde se hospedaban, el Champs Élyseés Plaza que no distaba lejos de allí.
Michael hablaba por teléfono con Martín, quien había llamado a su hija para ver cómo iba el viaje.
Elizabeth estuvo feliz de escucharlo y minutos después pasó el móvil a su esposo, quien bromeó con su
suegro sobre las bolsas que colgaban de su brazo. Su hija se había vuelto loca comprando en todas las
tiendas donde habían entrado pero no pudo regañarla por el descontrol, era su consentida y todos lo
sabían.
Primero se escuchó un grandísimo golpe metálico y varios frenazos seguidos, cristales rompiéndose,
gente gritando ante el pánico y el horror de aquella imagen tan aterradora.
Michael se giró sobre sus pies, aún hablaba con Martín sobre los maravillosos monumentos de Paris,
cuando la escena que vio ante sus ojos lo hizo temblar de terror. Vio gente corriendo hacia el lugar del
accidente, espantadas, con los brazos en la cabeza, pero él solo podía buscar a su esposa con la vista. No
la veía.
Delante de él se mostraba una escena catastrófica en la que un autobús había chocado con algunos
coches, terminando subido en la acera, a pocos metros de él. Veía sangre, horror, personas tratando de
salir de aquellos vehículos que habían golpeado uno tras otro al intentar esquivar el golpe… pero no veía
a Elizabeth.
Y allí, ante él, inmóvil, rodeada de sangre pudo ver la figura de una mujer debajo de aquel autobús.
La reconoció y sintió un escalofrío recorrer cada parte de su cuerpo. Sus ojos se abrieron horrorizados.
Era Elizabeth.
El teléfono cayó al suelo de golpe al igual que aquellas bolsas que ella había comprado. Corrió todo
lo rápido que pudo hasta aquel autobús y cayó de rodillas ante él, llorando, gritando a su mujer que yacía
bajo aquel vehículo. Sujetó su mano y tiró de ella. Tenía que sacarla de allí, tenía que ayudarla... ella
estaría bien en cuestión de minutos.
Sacó su cuerpo de aquel horror, lleno de sangre y la sujetó en sus brazos. La llamó, la besó, le
habló… pero ella no contestó. Sus ojos abiertos, fijos, mirando la nada…estaba muerta. ¡¡Nooo!! ¡No
podía ser, aquello no estaba sucediendo! ¡Ella despertaría, ella se pondría bien! ¡No podía estar muerta!
¡¡No podía!!
-¡Nena, por favor…! ¡Despierta!- Le imploraba sentado en el suelo de aquella calle. Lleno de la
sangre de su esposa a la que no dejaba de besar y abrazar.- ¡Elizabeth te pondrás bien! ¡Te vas a poner
bien! – Casi era una súplica.
La gente se acercaba a aquel hombre sin consuelo que no podía dejar de gritar y llorar, mirando a la
joven sin vida que estrechaba contra su cuerpo. Trataban de calmarlo, trataban de hablar con él para
sacarlo de aquella escena. Habían llamado a una ambulancia que no tardó en llegar al lugar del accidente
aunque nada podía hacer por la joven. Elizabeth había recibido un golpe brutal que la había lanzado al
suelo golpeando su cabeza y rompiendo su cráneo de inmediato.
No había sufrido, la muerte había sido inminente y eso mismo dijeron los médicos al llegar a aquel
lugar y acercarse a ella, apartando a Michael que trató de resistirse. No quería dejar de abrazarla, no
quería alejarse de ella.
Pudo ver como se miraban negando con la cabeza al tratar de comprobar las constantes de Elizabeth.
Lo supo. Lo supo desde el mismo momento en que la vio tirada en el suelo. Su esposa estaba muerta.
Se acercó a ella gritando, con las ropas empapadas en sangre pero unos brazos lo pararon a pocos
metros. ¡Aquello era una locura, estaban recién casados! ¡¡Ella no podía dejarlo así!!¡No podía!
-¡¡Nooooo!! ¡¡Por favor Elizabeth no me hagas esto!! ¡No me dejes, no por favor!- Gritaba sin
consuelo mientras trataba de llegar hasta ella. - ¡¡Dios mío, NOOOOOO!! - Gritó con el alma entera
cuando logró soltarse y abrazarla.
Miró al cielo mientras imploraba…pero nadie lo escuchó. Acababan de casarse, estaban de luna de
miel, felices por el embarazo de Elizabeth, por la vida juntos que deseaban llevar y todo se había
desvanecido de momento. Todos los sueños, todas las ilusiones, todas las cosas que habían planeado
hacer juntos. Ya nunca más…
¿Cómo podría seguir viviendo sin ella? ¿Cómo podría seguir adelante si ella se había ido para
siempre de su lado? No podía creerlo, ya no tenía nada, su corazón se había apagado junto con el de ella
para siempre, porque aquella joven era su alma gemela. ¿¡Cómo podía haberse ido de aquella forma…!?
¿Adónde había ido sin él si ya no podría ser feliz ni volver a sonreír sin ella? Aquel amor tan grandioso,
tan inmenso acababa de morir junto con aquella joven… todo él estaba muerto para siempre.

Sus manos estaban manchadas de sangre aún, sentado en una de las sillas de aquel hospital,
cabizbajo, sin poder creer el vuelco que había dado su vida en cuestión de minutos. ¿Cómo era posible
que pudiera suceder algo así en la vida de dos personas tan inmensamente felices? Había pasado de
tenerlo todo a ser el hombre más infeliz del mundo.
Escuchó su nombre en aquella sala y al levantar la vista vio a dos hombres vestidos de negro que
hablaban con una de las enfermeras que lo señalaba a él. Eran los del seguro, ellos se encargarían de
todo desde ese momento, lo cual se agradecía. Habría muchos trámites para el traslado hasta California y
ellos se encargarían de toda la documentación, de los certificados, la embajada, la tanatopraxia y todo lo
necesario para la repatriación.
Debía hacer unas llamadas, aún no sabían nada. Recordaba que estaba hablando con Martin cuando
sucedió todo pero no había encontrado el momento ni las fuerzas para hablar con él y decirle que su única
hija había muerto. Lo único que tenía era una bolsa a su lado con las ropas y pertenencias de Elizabeth.
Tapó su rostro con sus manos ensangrentadas, no sabía cómo podría reunir el valor para superar
aquello. Plantarse delante de aquel hombre y decirle que acababa de perder lo único importante que tenía
en su vida. Su amada hija.

Todo el mundo allí se encargó de ofrecerse para hacer llamadas, sabían que no se encontraba en
condiciones. Eran conscientes de la gravísima situación. Estaban de luna de miel, un hombre recién
casado que acababa de ver morir a su esposa ante sus ojos sin poder hacer nada para evitarlo.
Enfermeros, médicos, personal, auxiliares, todos allí trataban de darle lo mejor, de ayudarlo con algún
tranquilizante, con psicólogos… No necesitaba nada de eso, solo la necesitaba a ella… y eso jamás se
haría realidad…nunca más…
El viaje de vuelta a casa no tardó mucho, había pagado una gran cantidad de dinero para acelerar el
proceso, aunque a Michael se le hicieron eternos esos dos días, solo en aquel hotel, llorando sin
consuelo, acariciando cada cosa que aún olía a Elizabeth. Deseaba aferrarse a todo lo que le recordaba
algo de ella porque era lo único que le quedaba, sus recuerdos felices.
Tantos momentos en los que pensó en aquellos días, cada encuentro, cada sonrisa, cada palabra… Su
voz aún sonaba en su cabeza, su risa aún estaba presente en aquella habitación… pero su vida acababa de
irse dejando la suya totalmente destrozada.
Las llamadas a Martin, a su madre… No sabía cómo había encontrado las palabras adecuadas para
explicar lo que había sucedido y es que era lo más difícil que había hecho en su vida. No podía dejar de
pensar en aquel hombre que no había tenido consuelo al enterarse de lo sucedido, a lo que había que
sumarle el dolor de no poder estar cerca de ella para verla.
Sabía que la espera sería tremendamente dura para él, aguardando la llegada al aeropuerto del féretro
de su hija. Y no pudo resistirlo. Vio a Martin corriendo sin consuelo mientras abrazaba el ataúd de su
hija, ni siquiera había dejado que los de la aduana la llevasen a una sala adecuada para la familia.
Lo vio aferrarse a ella como si quisiera sentirla a través de la madera, pronunciaba su nombre sin
cesar mientras imploraba ver a su hija por última vez. Solo una vez antes de despedirse de ella para
siempre.
Michael fue rápido y pudo sujetarlo antes de caer al suelo. Vio como se sujetaba el pecho, Martin
estaba sufriendo un infarto, pero pudo evitarle el golpe agarrándolo con fuerza antes de desplomarse y
caer.
Aquella situación era tan caótica para todos…la pérdida de Elizabeth supondría un cambio radical en
la vida de muchas personas, pero en especial en la de Martin y en la suya propia.
Los días que vinieron después fueron realmente duros, sobre todo para Michael que solo deseaba que
pasasen pronto. El entierro de su mujer, la recuperación de Martin, las visitas de familiares y amigos que
no dejaban de llegar para dar el pésame, los proyectos del trabajo que habían quedado parados ante el
infarto de su suegro, etc.
Pasó unos meses en casa, con su familia y amigos que intentaron animarlo de todas las formas
posibles. En vano. Trataba de disimular delante de ellos todo lo que podía pero no eran tontos y sabían
que aunque hablase, sonriese, comiese... etc., Michael estaba totalmente hundido.
Todo iba más allá cada noche que salía con sus amigos, ni siquiera llegaba para dormir, se quedaba
toda la noche fuera, bebiendo, de un lado a otro, tratando de evadirse… había noches que se quedaba con
John, Edward o Sarah, en casa de alguno de ellos, tratando de ocultar su estado delante de los suyos…
Como si no lo imaginasen…
Hubo noches descontroladas, llegando a límites que nunca pensó rebasar, con Sarah, con Edward…
Todo le daba igual… para él ya nada tenía sentido… solo quería beber, dormir y no despertar nunca
más… Era adulto, sabía lo que hacía, era responsable de cada decisión tomada… a pesar del alcohol
ingerido, Michael sabía lo que hacía…pero de verdad todo le daba igual…
Una noche en la que salió con Edward y Sarah a despejarse todo se le fue de las manos. Bebió en
extremo, sin controlar para nada el consumo excesivo. Cuanto más bebía más facilidad para olvidar
tenía… y no paró… ni siquiera cuando Edward trató de detenerlo al verlo tomar unas pastillas… ¿Qué
pastillas eran? ¿¡Estaba tomando drogas!? No sabía de donde las había sacado, ni desde cuando las
tomaba, y aunque trató de persuadirlo no consiguió detenerlo.
Acabaron de nuevo en casa de su amigo, estaba tan borracho, llorando, desahogándose con él que
decidió quedarse allí, como muchas otras noches. Era su mejor amigo, él lo sabía todo de Michael desde
hacía muchos años y siempre se había preocupado muchísimo por su estado. Nadie mejor que él para
tratar de olvidar… Y Sarah, ella siempre conseguía hacerlo sentir mejor y aquella noche fue muy larga…
Fue la última de descontrol, de alcohol, de sexo desenfrenado… Michael supo que no podía seguir de
aquella forma, no conseguiría nada más que preocupar a los suyos y joderse la vida totalmente… Decidió
poner un punto y final a aquellas salidas y a todo lo que sucedía después... en casa de Edward… en su
habitación… No se arrepentía, de nada, todo lo pasado en aquella casa había sido por decisión propia,
nadie nunca lo obligó a nada y disfrutó…no iba a negarlo… pero aquello no era lo que quería en su
vida… En aquel momento quería estar solo y lejos… nada más…
Después de aquello, Michael, trató de refugiarse en el trabajo, tenían abiertos cerca de doscientos
proyectos entre las oficinas de California y New York, y ahora mismo él era el único capacitado para
tomar decisiones, estando sobrio, por supuesto. Lo habló con Martin con el que tenía una confianza
extrema. Lo necesitaba, tenía que pensar en otra cosa, debía centrarse en lo único que siempre le había
gustado desde el instituto. Y Martin tampoco confiaba en nadie más para aquel cargo, después de todo lo
ocurrido tampoco tenía ni fuerzas, ni ganas, ni ilusión para seguir adelante con nada. Sería una ayuda para
ambos…
Relegaba a su yerno y mano derecha para llevar sus oficinas, para tomar cualquier tipo de decisión,
sabía que tomaría la adecuada. Tenía muy claro que después de finalizar aquellos proyectos cedería
todas las acciones de New York a Michael. Ahora mismo las de su hija pasaban a su poder, pero aún así
no sería el accionista principal porque Elizabeth solo tenía un cuarenta por ciento, sumados a los veinte
de él, Michael se convertiría en el mayor socio con un sesenta por ciento de acciones.
No tenía más que pensar, para él ya no tenía sentido ni los proyectos, ni el dinero, ni las mansiones…
Todo cuanto tenía habría sido para su única hija… ahora… ya no tenía a nadie. Después de la muerte de
su mujer hacía cinco años, tras una horrible y dura enfermedad, Martin juro cuidar a Elizabeth y darle
todo cuanto pudiese…pero tras su final todo cuanto poseía había dejado de tener sentido. ¿Para qué
amasar más dinero?¿Para quién reunir riquezas? Michael siempre había sido un hijo para él y aún más al
casarse con su pequeña; bien estarían aquellas acciones en su poder porque sabía que era un grandísimo
arquitecto y que el trabajo le serviría de ayuda.
En principio se quedaría en California hasta terminar con todos los proyectos que tenían abiertos,
desde allí y con la ayuda de amigos de confianza, manejaría las oficinas de New York.
Contrató a Edward y John, confiaba en ellos plenamente y serían los encargados de supervisar los
proyectos mientras él permanecía en otro Estado. Sabía que serían años muy difíciles y duros pero
también sabía que el trabajo lo ayudaría a no pensar, a no sentir, a poner un parche en aquella herida que
trataría de cicatrizar con los años.
Su familia no estuvo para nada de acuerdo con aquella decisión, sabían que aquello le traería
consecuencias en su vida. Necesitaba a su familia cerca y estar a más de cuatro mil kilómetros de
distancia no sería de ayuda. En aquellos momentos extremadamente duros debía pasar un duelo consigo
mismo, pero ocultándose tras el trabajo, solo conseguiría entrar en un bucle de desolación y soledad.
Pero no escuchó a nadie, ni a Danna, que le rogaba que se tomase un tiempo con ellos, ni a sus
hermanas que charlaron con él tranquilamente del asunto, ni siquiera lo consiguieron sus amigos Edward
y John a quien la familia había pedido ayuda.
El primero casi se lo había suplicado, nadie lo conocía como él, eran los mejores amigos desde la
infancia, pero Michael no hizo caso a sus consejos aunque agradeció la preocupación de todos. Estaba
claro que el quedarse allí supondría el riesgo de volver a perder el control como tantas noches atrás…
No era lo que quería ni lo que necesitaba. Tomaría el control de su vida aunque fuese refugiándose en el
trabajo. Volvería algún día, no sabía cuando, pero regresaría a New york, con su familia y amigos, a su
preciosa casa a la que fue incapaz de ir después de la muerte de Elizabeth. Aquello no era un adiós
definitivo…
Lo tenía decidido, su suegro lo necesitaba, sus proyectos lo necesitaban y él mismo, en lo más
profundo de su ser, también lo necesitaba. Ocultarse, evadirse, abstraerse… cualquier cosa que lo hiciera
no pensar en su amada Elizabeth y en lo destrozada que había dejado su vida tras su muerte.
Capítulo 2
CUANDO NO TIENES MÁS SALIDA
Steven la había acompañado a retirar la denuncia que había interpuesto hacía semanas. Sabía que
aquel paso no lo había tomado por sí misma pero, a pesar de la complicidad que ambos tenían, no
consiguió que le dijese el motivo de aquel cambio.
Pudo ver sus ojos llorosos en el momento que se acercó a su casa y le pidió que la acompañase a dar
aquel paso tan decisivo en su vida. Por supuesto trató de convencerla para que no lo hiciese, sabía por lo
que había pasado, conocía toda la historia y debía ser fuerte y seguir adelante por muy dura que fuese la
situación.
Estaba seguro que había recibido amenazas, no le cabía dudas… sabía hasta donde podía llegar. Aún
no entendía cómo había sido capaz de hacerle algo así a aquella chiquilla, no había ser más miserable
que él.
Nancy solo tenía diecisiete años y había sufrido un auténtico infierno a su corta edad. Acostumbrada a
tenerlo todo, criaba entre comodidades y lujo, junto a una familia aparentemente unida y llena de amor.
Había estudiado en uno de los mejores colegios de New York, el Stuyvesant High School, donde había
sacado las mejores notas de todas. Siempre fue una chica muy lista, noble, con una capacidad intelectual
impresionante, y al venir de una familia rica siempre pudo optar a los mejores centros.
Conocía a sus padres desde hacía muchos años, trabajaba para Sanders desde que salió de la
universidad de arquitectura y había visto crecer a aquella chiquilla que siempre tuvo una mirada perdida.
Ahora sabía por qué y sintió deseos de defenderla, de alejarla de su padre y protegerla para siempre.
A su lado no le faltaría nada, se encargaría de cuidarla como se merecía… ¡Tanto que había sufrido en
silencio durante tantos años!
La observaba allí sentada, esperando que la llamasen para poder retirar aquella denuncia por
maltrato y abusos sexuales que puso unas semanas antes, decidida a cambiar su vida radicalmente. Se
sintió con fuerza para hacerlo, aún a pesar de su corta edad era alguien muy fuerte y lo demostró cuando
se enfrentó a él aquella última vez que trató de golpearla. Nancy peleó durante minutos, los más largos de
su vida, no era la primera vez pero sí sería la última.
Recibió golpes durante años, casi siempre cuando trató de defender a su madre, y también hubo
amenazas por si abría la boca y contaba algo a alguien. Escuchó los peores insultos y lo vio maltratar a
Madison desde niña, casi siempre cuando venía tarde y con algunas copas de más.
Recordaba la primera vez que trató de evitarlo, con tan solo nueve años, no podía olvidar el dolor de
aquel golpe en su rostro que la hizo caer de espaldas. Casi sin querer aquella noche, sin poder evitarlo,
pero con más fuerza y decisión las demás veces. Aún así, nunca retrocedió. Siempre se levantó dolorida,
magullada pero volviendo a sujetar a su padre y evitando algún golpe a su madre que imploraba que
parase.
Madison nunca trató de pedir el divorcio, a pesar de los continuos maltratos, ella estaba muy
enamorada de Allan, siempre lo estuvo, y sabía que aquel cambio tan radical que había dado era solo por
su culpa. Había tenido un desliz hacía años, en uno de los largos viajes de su esposo, y en aquel momento
ellos estaban tan mal como pareja que Madison fue débil al reencontrarse con un antiguo novio. De ahí
nació Evelyn, pero ninguno supo la verdad hasta algunos años después. Lo mantuvo oculto todo el tiempo.
Sanders lo descubrió casi sin querer, tras unas pruebas médicas rutinarias y, desde entonces, se
volvió un hombre sin escrúpulos, sin sentimientos, un hombre oscuro y calculador que se sentía
totalmente engañado. Todos pagaron las consecuencias de aquella mentira, desde Madison que trató de
defenderse implorando perdón, hasta Nancy, que recibía los desprecios y golpes de aquel hombre al que
siempre conoció como su padre. No lo era realmente… al menos no biológicamente. Fruto de otra
relación de la que nadie hablaba mucho, Allan Sanders la acogió y la crió como a una hija desde muy
pequeña, queriéndola, cuidándola, protegiéndola y dándole todo cuanto tenía. Ahora estaba desquiciado,
casado con una mujer a la que adoraba y que lo había engañado como a un imbécil…
Aquella mujer pidió perdón mil veces y trató de explicarle que aunque no fuese el padre biológico de
Evelyn, podría quererla como a una verdadera hija, pero su esposo solo conseguía envenenarse por
dentro al mirarla. Y tantos golpes e insultos que recibió solo por defender a la pequeña… Sabía que
había hecho mal, sabía que no tenía perdón, pero ya no podía hacer más que arrepentirse de lo sucedido e
implorar perdón.
Nunca, en todos esos años, supo hasta donde había llegado Allan con Nancy, ella jamás contó nada a
nadie, avergonzada, asustada y amenazada por aquel hombre que decía llamarse padre pero que era el ser
más miserable del mundo…
Nancy no podía olvidar la primera vez que sucedió, con tan solo nueve años, era una cría asustada de
los gritos y golpes de su padre, al que siempre había adorado, pero desde aquella noche se convirtió en
una niña totalmente aterrorizada solo con verlo aparecer.
La primera noche fue la más larga y amarga para aquella jovencita que sólo pudo darse cuenta de lo
que estaba sucediendo cuando sintió a Allan encima de ella. Lo vio entrar en su habitación, borracho,
quería hablar con ella, de todo el asco que le producía saber que Evelyn era fruto de un engaño… y ella,
no era su hija tampoco… No tenía nada realmente… Madison había destrozado su vida y él destrozaría la
de sus hijas… ¡Tanto que la había querido… Nancy siempre fue su ojito derecho y ahora… ahora pagaría
las consecuencias de todo el mal que le habían hecho a él!
La vio echada en la cama, con aquel pequeño camisón que dejaba sus piernas al aire… la miró, la
acarició… con odio… con deseo… con locura… Nancy trató de apartarlo, lucho por gritar y quitárselo
de encima, cuando la tumbó en la cama y comenzó a tocarla, su padre estaba totalmente desenfrenado y
aquella jovencita no pudo con su fuerza. Temblaba, no sabía lo que iba a hacer pero le asustaban sus
ojos… su fuerza… Sintió sus manos acariciando sus muslos, sus pechos mientras la estrechaba contra su
cuerpo. Tapaba su boca con la otra mano, casi no podía respirar, solo llorar. Quería hablarle, implorarle
que se detuviese pero ni siquiera pudo soltar ni una sola palabra tras aquella enorme mano que le
aprisionaba la boca.
Sanders estaba fuera de control, lamiendo la piel de su hija y reprochándole lo hermosa que era y a
cuántos chicos metería en su cama en unos años. Pero, ¿de qué estaba hablando? ¡¡¡Se había vuelto loco!!!
Sintió algo duro debajo de ella, no sabía que era, solo era una niña aterrorizada que no tenía ni idea
de sexo, de relaciones, de hombres, de monstruos como aquel que tenía encima y que la penetró con toda
la fuerza de aquella erección. Y no fue la única vez, Sanders se sintió tan excitado con aquello que lo que
sucedió aquella noche, en aquella habitación, se repitió varias veces. Cuando Madison salía fuera debido
a la enfermedad de Evelyn, médicos, revisiones… entonces se emborrachaba, tratando de olvidar aquel
engaño, odiándose a sí mismo por lo que le hacía a Nancy y sintiéndose tremendamente mal por lo
sucedido… pero no podía evitarlo…
La buscaba, le pedía perdón, pero con besos, abrazos, caricias… sexo… sin pensar en el daño atroz
que llegaba a hacerle cada vez, sin ni siquiera imaginar cómo destrozaba su vida para siempre. Para él,
toda su vida era mentira, todo su matrimonio, amaba a Madison, siempre lo había hecho y aquel engaño…
no podía soportarlo… por eso descargaba toda su rabia con ella, en la cama, mientras le suplicaba que
parase, cada vez, implorando que todo aquello terminase pronto… Cuando la escuchaba llorar,
implorar… solo podía pensar en su mujer, en cuánto la odiaba, en cuanto la amaba… en cómo quería
hacerla sufrir… en cómo deseaba que todo aquello fuese mentira… la imaginaba ahí, con aquel
hombre… no veía el rostro de Nancy, la veía a ella y la odiaba por ello…
¡Quería hacerle tanto daño por su engaño! Sus hijas sufrirían por su culpa, las dos…
La decisión de aquella chiquilla sobre la denuncia llegó años después, ante la última y gran bronca
que tuvieron al negarse rotundamente a pagar el tratamiento de Evelyn, y podía hacerlo… no era su hija
legítima… ninguna lo era…
Nancy no se encontraba en casa aquella noche, ese día terminaba muy tarde sus durísimos
entrenamientos para las olimpiadas. Cada día, durante horas y desde hacía muchos años, entrenaba sin
descanso con Brian McDyllan, un fabuloso patinador con el que hacía pareja deportiva y con el que había
ganado muchas medallas de oro. Habían intentado algo más fuera de las competiciones, durante unos
meses, pero después de todo lo vivido, Nancy no logró mantener una relación normal con ningún chico.
Ambos hacían una pareja única y brillante en el hielo, con movimientos perfectos, impecable
coordinación y una complicidad de un equipo unido que llegaba tanto al público como a los jurados que
los habían votados en muchas ocasiones. Eran unos patinadores que arriesgaban muchísimo cuando salían
a la pista, era como si no tuviesen miedo a nada, los giros, los saltos, las formas libres que realizaban
eran de una perfección exagerada. Hacían levantarse a la gente de las gradas cuando salían a patinar,
conseguían erizar el vello de todos los que allí se encontraban… aquellos jóvenes eran los favoritos para
ganar los mundiales de nuevo y lo sabían…
El año anterior estando en los Nacionales Nancy tuvo una durísima caída mientras hacían un triple
twist lifts, un mal tropiezo de Brian impidió cogerla a tiempo y la joven cayó contra el hielo golpeándose
la espalda severamente. Meses de recuperación vinieron tras la caída pero ella estaba decidida a seguir
adelante y a confiar plenamente en su compañero, como siempre.
Llevaban meses entrenando de nuevo y cada día tras el instituto Nancy corría a entrenar durante horas
totalmente ilusionada. Aquello era su sueño, a su corta edad, era una gran estrella del patinaje pero ella
siempre se esforzaba por hacerlo aún mejor.
Brian la acompañó hasta casa y al entrar, Nancy comprendió que sucedía algo bastante malo. Lo miró
y le pidió que entrase con ella; estaba aterrorizada. Vio algunas cosas tiradas en el suelo y escuchó gritos
que venían de la habitación de arriba. Subió todo lo deprisa que pudo y encontró a Madison en el suelo,
sangrando. Sanders había vuelto a beber y el infierno se había vuelto a desatar en casa.
Aquella jovencita gritó, lo empujó, lo insultó, no podía seguir haciendo esas cosas. Había destrozado
a su familia por completo. Brian intentó sujetarlo antes de que aquel puño llegase a la joven de la que
estaba enamorado, pero Allan, robusto y desquiciado, empujón al joven patinador con una sola mano
hasta golpearlo contra la pared.
La miró y se fue hacia ella, golpeándola sin parar, trataba de defenderse pero en el forcejeó dejó caer
a Nancy por las escaleras, a la que intentó sujetar cuando la vio resbalar, tratando de cogerla por el brazo
pero su cuerpo había comenzado a descender muy rápidamente hasta llegar abajo.
Le dolía todo el cuerpo, los golpes de los escalones le habían fracturado varios huesos pero sobre
todo, sentía un dolor muy agudo en la espalda. Nancy supo que algo no marchaba bien, supo que todo se
había terminado para ella en el instante que escuchó aquel chasquido que la dejó tirada en el suelo…
Recordó las palabras del médico cuando cayó aquel día en los Nacionales, una sola rotura más, y Nancy
no podría volver a patinar nunca más…
Y así fue. Todos sus sueños y esfuerzos durante tantos años se desvanecieron aquella noche. Una
operación de espalda, donde le colocaron un disco intervertebral artificial, luego vino la caída en los
Nacionales y ahora… Su carrera como patinadora artística había terminado para siempre y lo sabía.
Muchos meses pasaron para que Nancy pudiera estar recuperada física y mentalmente, todos hablaban
de lo joven que era, de cuantas cosas le quedaban aún por vivir. Los demás no podían entender que aquel
había sido su sueño desde niña, por el que había estado luchando tan duramente… Sabía que se
recuperaría, ella era muy fuerte y siempre veía el lado positivo de las cosas…pero aún así nunca podría
olvidar que su propio padre había sido el causante de aquel desastre.
Pudo haberse retraído tras aquello, por miedo a cualquier otro golpe, por miedo a que volviese a
violarla, pero sin embargo aquello hizo mucho más fuerte a la joven que no dudó en hablar con un viejo
amigo de la familia, Steven Brown. Sabía que él la ayudaría y la cuidaría, era un gran amigo.
Steven trabajaba con su padre, era un hombre mucho mayor que ella, la vio crecer, y siempre se
preocupó mucho por su bienestar cuando Sanders viajaba y la dejaba sola con Madison. Ahora no
dudaría en estar ahí a su lado, pese a que Allan era su jefe, no podía permitir aquella situación, y la alojó
en su casa en cuanto Nancy le explicó lo que había sucedido. No podía volver allí, no debía estar cerca
de él…
Tuvo deseos de ir y matarlo a golpes, hacerle ver qué clase de hombre era haciéndole algo así a la
jovencita que había criado durante tanto años como a una hija, pero supo que solo traería más problemas
a la joven. Se quedaría con él, sin lugar a dudas, él estaba ahí para cuidarla y podía vivir en su casa todo
el tiempo que quisiera.
Por supuesto que Sanders fue a buscarla y a pedirle explicaciones por aquella denuncia, él lo negaba
todo delante de su empleado, que no los dejó solos en ningún momento, ni siquiera cuando él se lo pidió.
Nancy no estaba preparada para eso, se sentía fuerte, totalmente segura de su decisión pero la vio temblar
al verlo aparecer. Se acercó a Steven y le agarró la mano, sintió como temblaba. Él la miró para
tranquilizarla, no la dejaría a solas con él. Lo echó de allí, puede que fuese su jefe pero aquella era su
propiedad, su hogar, y no iba a consentirle entrar de aquella forma amenazando y dando órdenes. Lo
quería fuera de su casa y lejos de Nancy…
Llegó pegando gritos, desquiciado y ordenando a su hija que retirase aquella denuncia, cosa que no
hizo en aquel instante, sintiéndose fuerte al lado de aquel ingeniero que la protegía…Meses después
encontró la forma de obligarla, sin golpes, sin gritos… pero de la forma más devastadora de todas…
Se había negado a pagarle el tratamiento a Evelyn, un carísimo medicamento que debía tomar hasta
que pudieran hacerle un trasplante de médula. Era el único que podía pagar más de 400.000$ anuales que
costaba aquel medicamento para la hemoglobinuria paroxística nocturna, una enfermedad rara de la
sangre que podría hacer morir a su hermana pequeña. Pero se había propuesto no ceder en el asunto,
Sanders se sentía tan tremendamente insultado y humillado que no pensaba en el daño ocasionado a
aquella niña. Todo su odio iba más allá…
Solo estaría dispuesto a pagar el tratamiento de aquella bastarda si ella retiraba aquella denuncia que
había manchado su prestigio como empresario y gran arquitecto. Perdió grandes proyectos después de
aquello y lo tendría en cuenta, Nancy estaba en sus manos, no al contrario, porque sabía que cedería ante
aquel chantaje.
-¿¡Cómo puedes ser tan miserable!? – Le escuchó decir mientras se acercaba a él. Segura, llena de
odio y asco hacia su padre. - ¿Después de lo que me has hecho? ¿Después de todo el daño que nos has
hecho a todos? – No solo hablaba de lo que le había hecho a ella, los golpes, los insultos, sus
borracheras, los miedos.
Sanders era un empresario muy importante en New York, un arquitecto muy reconocido y aquella
denuncia de maltrato y abusos había manchado su nombre para siempre. Iba a retirarla, así tuviera que
caer en amenazas y chantajes. De todas formas sabía que ya no podía caer más bajo.
La observó, sabía que le había hecho daño, no sólo por aquellos golpes cuando trataba de defender a
su madre, había destrozado su vida, sus sueños… había abusado de ella muchas noches, muchos años…y
se sentía el peor hombre encima de la tierra después de hacerlo... No era consciente de sus actos cuando
bebía…sabía que no era excusa pero no podía hacer nada más… La deseaba… había momentos en los
que solo deseaba hacerla suya y no podía buscar la forma de parar… luego, después, se arrepentía de lo
que había hecho… sabía que no estaba bien…
-¿Tienes idea de lo que le has hecho a mi carrera con estas acusaciones? -Le dijo tranquilamente,
sentado en aquel sofá blanco.
-¿Y tú vienes a decirme eso a mí? – Nancy no podía creer lo que acababa de escuchar. - ¿Qué le has
hecho tú a mi carrera, a mi vida, a todos mis sueños? ¡¡Me has criado desde que era una niña y siempre te
he querido como a un padre!! – Le gritó. -¡Me importa una mierda con quién se acostase mi madre, tú nos
has criado, eres el único padre que hemos conocido y eres el ser más despreciable del mundo!
Steven estaba trabajando, estaban solos en aquella casa, pero Nancy se sentía tan fuerte y segura que
no se acobardó ante aquel hombre. No se podía ser más miserable y ruin llegando allí y soltándole que
ella había destruido su carrera cuando él había sido el causante de que sus sueños como patinadora se
desvanecieran.
¡Tantas veces que hablo con él para que dejase de beber antes de aquella noche fatídica!. Era otro
hombre totalmente distinto cuando lo hacía, él que siempre fue un hombre tan trabajador y amable con su
familia. Había dado un vuelco radical desde que descubrió aquel engaño y todos habían pagado las
consecuencias. Ella más que nadie.
-Escucha Nancy…
-¡¡No!! - Le gritó. - ¡No te vuelvas a atrever a pedirme perdón, ni a plantarte delante de mi tratando
de hacerme sentir como si tú fueses la victima de todo esto! - Sus ojos estaban llenos de lágrimas pero no
por debilidad. - ¡No pienso ceder a tus chantajes, ni a tus amenazas! ¡¡No pienso retirar la denuncia así te
pudras en la cárcel!!
Sanders se levantó y la miró tan segura y fuerte que dudó, por un segundo, en que aquello fuese a salir
bien. Fue un segundo, al instante comprendió que aquellas palabras eran fruto de Steven, habrían hablado
muchísimo durante aquellos meses y él la habría convencido a dar aquel paso. Pero seguía seguro de
ganar esta vez porque aquella joven nunca dejaría morir a la pequeña..
Se abrochó el botón de aquella chaqueta y miró a Nancy mientras sonreía. Lo había intentado a las
buenas, siendo educado y estando sereno ante ella. ¿Quería conocer al verdadero Sanders? ¿Iba a
retarlo? No sabía lo que estaba haciendo.
Se acercó a la salida y antes de abrir la puerta se volvió y miró a su hija, de pié en aquel salón lleno
de la luz que entraba por aquellos grandes ventanales que mostraban el jardín tras ella. Era cierto que las
había criado como hijas suyas, pero ya no podía mirarlas sin sentir un odio inmenso por aquel engaño y
por todo su sufrimiento.
Steven tenía una preciosa casa en Schuylerville que heredó al fallecer sus padres, allí acogió a Nancy
de inmediato al enterarse de todo. Vivía con su mujer Emmie, una joven enfermera que no había dudado
en abrir las puertas de su casa a la joven asustada. La conocía desde siempre y se llevaban muy bien.
Hablaron mucho sobre lo sucedido y era ella la que la había aconsejado denunciar a Allan pese al miedo
que pudiera sentir, aquello que había hecho no podía olvidarse como si nada, debía pagar por aquellos
golpes y por abusar de ella.
-Cederás, Nancy, o te aseguro que nunca podrás perdonarte ver morir a tu hermana. – Le soltó sin
dudarlo… altivo, serio, fijos sus ojos en los de ella… - Te juro por Dios que la dejaré morir como a una
perra si no retiras esa denuncia. Harás lo que yo te diga o lo que te he hecho no será nada comparado con
lo que les haré a ellas.
-¡No te atreverás…! – Sabía que sí…
–¿Sabes qué puedo hacer con tu madre? No le queda otra que estar a mi lado para salvar a su
bastarda. - Sus amenazas eran precisas y totalmente devastadoras. – ¡Y ni te imaginas lo que la puedo
hacer sufrir…! ¿Sabes qué puedo hacerle a esa niña que vive bajo mi techo? – Y tembló de terror… Me
obedecerás, harás todo cuanto te diga que hagas o la vida de ellas será un infierno al igual que la tuya.
-¡¡Fuera de esta casa!!- Le gritó desesperada…
-¡Cuidado! – Amenazó… mirando a su alrededor, contemplando la casa de aquel ingeniero que
trabajaba para él. - Steven tiene una bonita casa… -La miró de pasada. – Veamos si puede seguir
pagándola cuando pierda su empleo… - La vio casi llorando, era suya de nuevo. -Todo aquel que trate de
ayudarte conocerá mi ira, Nancy, y… conozco tanta gente en New York que dudo que pueda volver a
conseguir un empleo en este Estado…
-¡¡Te odio, Sanders!!-¿Es que iba a despedir a su amigo por ayudarla? ¡Estaba sola de nuevo!
-No más que yo a ti… ¿Quieres destruir mi carrera y mi prestigio? Yo destruiré la de todos los que te
importan…
Cerró la puerta de un porrazo al salir, ella permaneció de pie, aterrada por lo que acababa de
escuchar. No tenía salida, no le había dejado más escapatoria. Se saldría con la suya… Nancy sabía que
debía retirarla…
¿Cómo iba a dejar morir a su hermana?¿Cómo iba a ser feliz sabiendo que seguía maltratando a su
madre? Madison no podía irse de su lado, solo le quedaba Sanders y todo su dinero para salvar la vida
de su hija pequeña. Y sabía que lo haría. Odiaba tanto a Madison por su engaño, detestaba tanto a la
pequeña, que estaba totalmente segura que su amenaza era tan real como destructiva.
Y no pudo decir nada a Steven, no quiso implicarlo más de lo que ya estaba. Se marcharía de su casa,
buscaría trabajo y alquilaría algún apartamento porque Sanders haría daño a todos los que tratasen de
ayudarla y no podía hacerle algo así a su amigo y Emmie. Los quería, eran buenos amigos y sabía que
tratarían de apoyarla en todo al enterarse de aquella charla con su padre, obviando aquella amenaza y
manteniéndola en aquella casa… Por eso no dijo nada, guardó aquel secreto para ella y vivió con aquello
como buenamente pudo. Pero lejos de Sanders.
La vida le había dado todo a aquella chiquilla durante muchos años, tuvo muy buenos profesores,
sacado las mejores notas de su clase, viajado por Europa, viviendo en una casa de lujo con una familia
de la que siempre estuvo orgullosa.
¿Para qué? ¿De qué le había servido todo aquello? Casas, dinero, viajes, idiomas… Golpes, insultos,
gritos, abusos…El precio había sido muy alto.
Y no quería nada de todo eso, Nancy deseaba un cambio total en su vida, estaba decidida a hacerlo.
Buscaría un trabajo sin ayuda de nadie, sin apellidos, sin conocidos, y trabajaría duro para poder seguir
estudiando… tal vez no en grandes y reconocidas universidades como Harvard, a la que siempre deseó
ir, pero eso ya daba igual. Deseaba conseguir las cosas por sus propios méritos, no tener que deberle
nada a nadie y mucho menos a su… a aquel hombre al que había querido como a un padre.
No quería nada de él. No lo reconocía, era otra persona muy distinta la que había llegado a esa casa
con las más duras amenazas que nunca pensó escuchar… y no deseaba volver a verlo nunca más.
Retiraría la denuncia por su madre, por su hermana, pero eso haría que su odio se acrecentase más y más.
¡¡Lo odiaba tanto!!¡¡Había destrozado a esa joven totalmente!!¡¡Había destrozado a su familia y a él
no parecía importarle en absoluto!! Se había ido de aquella casa dejándola totalmente desolada… lo
sabía, la conocía, pero para nada había sentido remordimientos por ello.
Trató de pedir perdón, sí… ¿para qué?¡No estaba arrepentido realmente! Una persona que se
arrepentía sinceramente de algo no buscaba un ataque tan demoledor como el que él había usado con ella,
cuando le reprochaban el error cometido… Una persona arrepentida realmente no se acercaba cada
noche a su habitación a seguir cometiendo el mismo crimen… y lo hizo durante años… destrozando
totalmente a la joven que nunca volvió a ser la misma chica risueña y feliz de antes.
La relación padre e hija había quedado rota para el resto y no había vuelta atrás.
Capítulo 3
LA MUJER PERFECTA PARA MÍ
Michael ojeaba algunos documentos en aquel avión, el vuelo duraría más de cinco horas, volvía de
regreso a New York pero esta vez no se trataba de una visita por navidad ni tampoco para pasar unos
días en familia; esta vez era para quedarse. Hacía días que había recibido la llamada de su madre,
llorosa, extremadamente emocionada y muy triste. Su hermano pequeño Jeremy había tratado de quitarse
la vida.
No supo que decir en aquel instante al oír a su madre, que con la voz entrecortada, le contó lo
sucedido. Se encontraba en una reunión, con unos clientes árabes, venidos expresamente desde Dubái
para concretar un gran negocio, cuando vio varias llamadas insistentes de su hermana Carol y su madre;
supo que había pasado algo grave.
Salió de la sala y al descolgar el teléfono y enterarse de lo sucedido tuvo muy claro qué debía hacer.
Su obligación era estar ahí, al lado de su familia. Le necesitaban, sus hermanas, su madre, que
desconsolada imploraba por su regreso. Hacía tanta falta en New York, con ellos… nada volvió a ser
igual tras su marcha.
Habían pasado siete años desde que Michael decidió quedarse a vivir en California, sabía que Martin
lo necesitaba ante la pérdida de Elizabeth, de la que nunca se recuperaría. Pero sus negocios, aquellos
proyectos de los que se hizo cargo durante aquel tiempo ya habían terminado hacía meses. Ya no tenía
nada que hacer allí. Debía regresar, su familia contaba con él, con su fuerza y su entereza ante las
adversidades, además de llevar las riendas de las oficinas de New York que, hasta entonces, había
tramitado desde la distancia.
Fueron sus grandes amigos, contratados por él, y excelentes arquitectos, los responsables de manejar
los proyectos en su ausencia y aunque él siempre estuvo al corriente de cada paso que se daba, desde Los
Ángeles, sabía que debía volver y tomar su lugar en aquella oficina.
Edward y John se habían convertido en socios de la misma, uno de los antiguos accionistas vendió su
parte a aquellos jóvenes que siempre soñaron con hacer negocios a lo grande. Y fue él quien los avaló
ante la millonaria cantidad que había pedido, sin pensarlo en lo más mínimo.
No solo eran amigos, para Michael aquellos jóvenes siempre fueron grandes hermanos con los que
compartió momentos únicos desde la infancia y al morir Elizabeth, ambos estuvieron a su lado,
haciéndose cargo de cada uno de los proyectos que quedaron abiertos. Confió en ellos entonces y no se
arrepintió, por eso cuando necesitaron su aval un año después, les tendió la mano para que pudiesen
seguir avanzando. Y era un orgullo trabajar con ellos, poseían un veinte por ciento de las acciones entre
los dos, al igual que el otro socio que aún ni siquiera conocía en persona. Martin cedió sus acciones a
Michael, en aquel momento era el socio mayoritario con el sesenta por ciento de las acciones, y sabía
que había llegado el momento para comenzar su vida en New York. De hecho aquella reunión en los
Ángeles era precisamente un importante proyecto abierto en New York y que él cerraría aquel mismo día.
Preguntó muchas veces qué había sucedido con su hermano, pero nadie supo decirle qué había pasado
por la cabeza del joven Jeremy para hacer algo así. Intuían algún problema con su pareja, al que nadie
conocía, ya no estaban juntos e imaginaban que aquella había sido la causa de su intento de suicidio.
Michael siempre tuvo mucha complicidad con su hermano pequeño pero esta vez no consiguió
escuchar ni una sola palabra de él cuando lo tuvo frente a frente, en aquel hospital, con las muñecas
vendadas. No hablaba, estaba callado en aquella cama, muy afectado, mirando por la ventana pero sin
ver más nada que su enorme sufrimiento. Fue Helen, su hermana quien lo encontró en el baño, rodeado de
sangre, y quien llamó inmediatamente a la ambulancia mientras trataba de apretar sus muñecas para cortar
la hemorragia… ¡Nunca olvidaría aquella imagen! Su hermano pequeño se había cortado las venas…
Supo que debía estar a su lado, junto a su hermano y su madre, destrozada, que no sabía qué decir
para hacerle ver que era joven y tenía una maravillosa vida por delante. Eso no le servía a aquel joven en
esos momentos, su amargura era tan grande, su dolor tan profundo, que solo pensó en acabar con todo de
la forma más sencilla y cobarde. No había luz en su vida, no había ilusión ni esperanza… solo quería
cerrar los ojos y acabar para siempre con todo. Pero falló.
Recordó sus muñecas tapadas con vendas y sintió una enorme pena por su hermano… ¿Qué le había
sucedido como para querer quitarse la vida? ¿Cómo podía ayudarlo si no sabía qué le había sucedido
realmente? Estaría a su lado, siempre, lo apoyaría en todo lo que pudiese y para empezar le ofrecería un
buen puesto en sus oficinas, a su lado, donde podría estar pendiente de él. Sería una buena forma de
tenerlo cerca y vigilarlo, al menos durante un tiempo y además le serviría de motivación. Necesitaba
tener ocupada su cabeza durante todo el día, era la mejor forma de avanzar. Si alguien podía ayudarlo en
aquel trance de su vida, era sin duda Michael.
Alquiló a un amigo un impresionante apartamento de dos plantas en el edifico One 57, conocido como
Carnegie 57, un lujoso rascacielos comercializado con noventa plantas situado en Midtown Manhattan, y
del que disponía de más de seiscientos metros cuadrados.
Las vistas sobre el Central Park eran las mejores de todo New York y aunque el precio del alquiler
era desorbitado, al igual que las dimensiones para un hombre solo, sabía que merecía la pena. Era el
mejor lugar para vivir. Aún no se encontraba con ganas de ir a su preciosa casa en Larchmont, la cual no
visitaba desde hacía exactamente siete años y la que deseó vender en muchas ocasiones. Al final, siempre
pensó en Elizabeth y en lo ilusionada que estaba con aquel lugar por eso fue incapaz de ir a verla, pero
también de venderla.
Ahora que viviría en New York de nuevo sabía que tendría que dar ese paso algún día, era su casa, la
que eligieron juntos, y debía encontrar las fuerzas para poder ir hasta allí.
El One 57 le venía muy bien para ir al trabajo, sus oficinas se encontraban en Midtown, cerca de la
Quinta Avenida, un edificio de 58 plantas que no distaba lejos de allí, así que era idóneo para él. Pasaría
muchas horas trabajando, como en California, donde no había tenido más vida que sus proyectos y sus
negocios.
En todos aquellos años, Michael jamás estuvo con ninguna otra mujer, y en realidad tuvo muchas
oportunidades con mujeres muy importantes en el mundo de los negocios. Era un hombre muy atractivo,
un hombre de cuarenta y cuatro años, corpulento, bien cuidado físicamente, con un bronceado perfecto
que resaltaba sus impresionantes ojos azules y sus pestañas largas y negras. Su cabello era de un negro
brillante, ondulado, con algunas canas que lo hacían mucho más interesante. Algo de perilla de unos días
lo hacían un hombre increíblemente irresistible además de su sonrisa grande y perfecta… aunque no la
dejaba ver casi nunca.
Se había vuelto un hombre muy serio, casi tosco, muy reservado que agradecía los cumplidos de
cualquier mujer pero que jamás había intentado tener nada con ninguna de ellas. Se codeó con grandes
empresarios, con importantes hombres de negocios que les presentaban a sus hijas con la idea de poder
tenerlo como yerno, pero todo aquello estaba de más para él.
No le interesaba para nada ningún tipo de relación y realmente tampoco necesitó un desahogo en
todos aquellos años. Estuvo metido de lleno en proyectos, viajes, negocios, reuniones, ejecutivos,
empresarios, olvidando por completo cualquier tipo de afecto y cariño de una buena compañera.
Su primer día en la empresa sucedió a los tres días de su llegada a New York, antes decidió dedicar
un tiempo a su familia a la que últimamente también tenía algo olvidada. Necesita ver a Jeremy con quien
quería tener una charla larga y profunda, su familia se lo había pedido, así que estuvo unos días con sus
hermanas, sobrinas y con su madre a los que no veía desde hacía cerca de un año.
Tenía una preciosa casa en East Patchoque, Long Island, donde Michael había crecido con sus
hermanos y donde pasaría unos días disfrutando de ellos. Todos lo necesitaban.
Fue muy agradable estar allí con todos ellos donde se hablo de muchas cosas que habían pasado en
aquellos años. Michael tenía unas sobrinas guapísimas de su hermana Carol, con las que solo coincidía
en navidad y lo cierto es que agradeció aquellos momentos rodeados de niños, de hermanas pesadas que
preguntaban constantemente sobre relaciones personales, de su madre a la que todo le parecía poco para
que se sintiese cómodo y de su hermano pequeño al que vio totalmente hundido. Tenía una mirada muy
extraña, lo sentía muy perdido, muy lejano, pero por más que intentó charlar con él no consiguió que le
explicase el motivo por el que había intentado desaparecer para siempre.
No volvería a alejarse de ellos, era el hermano mayor y se sentía muy responsable de todos desde
que su padre los abandonó, dejando a su madre sumamente sola y hundida.
No les faltó de nada, Michael cuidó de ellos en la distancia todos esos años, desde California, pero
sabía que el dinero no lo era todo. Necesitaban volver a ser una familia unida y tras su marcha todo había
ido de mal en peor. Carol se había separado de su marido al enterarse de una infidelidad, Helen había
tenido varios embarazos fallidos, lo cual la sumió en una fuerte depresión y Jeremy hacía tan solo unos
meses trató de quitarse la vida.
Su familia lo necesita y él estaría ahí para ayudarlos a todos.
Michael miraba unos documentos mientras caminaba por el hall del edificio, tenía una importante
reunión con sus socios y con grandes empresarios de la oficina que lo conocerían aquel día.
Vestía un traje de chaqueta ajustado color negro, con camisa blanca y corbata de seda. Le gustaba
vestir bien, por eso usaba trajes de Armani, de silueta ajustada, zapatos de piel brillante con cierres de
hebilla doble y cinturones de piel aterciopelada y encerada. Desprendía siempre un agradable olor a
perfume, usaba el mismo desde hacía muchos años, se decantaba por Clive Christian y aunque tenía gran
variedad donde elegir, esa era su favorita.
Sintió un golpe seco, fuerte y los papeles que sujetaba se le soltaron de las manos junto con el maletín
que se abrió al golpearse con el suelo. Se agachó de inmediato a recogerlos al igual que la joven con la
que había tropezado, que trató de cogerlos antes de que él pudiese quejarse por nada.
-¡Dios, lo siento mucho! ¡No lo había visto! – Dijo una jovencita.
La escuchó hablar con una voz muy dulce, mientras recogía aquellos documentos…pero ni siquiera la
miró. Michael se levantó tan pronto como consiguió los papeles, notando la mirada fija de aquella chica,
que le tendía los documentos que ella misma recogió. No prestó atención a aquellos ojos que se fijaban
en los suyos intensamente, solo la miró de pasada, dos segundos, dejándola extrañada por su sequedad
mientras trataba de levantarse del suelo…
-Lo siento… - Pero no la miró…
Se ajustó la chaqueta y siguió adelante sin ni siquiera dar las gracias a la joven por haberlo ayudado
a recuperar los documentos. Lo observó hasta que giró la esquina. No había visto nunca una persona tan
seca como aquel hombre… pero, le gustaron aquellos ojos azules tan inmensos como la soledad que pudo
ver en ellos.
En una de las salas de la planta 57 se reunieron aquellos empresarios que deseaban conocer a
Michael Harrison, tenían muchos proyectos de los que hablar, grandes negocios por proponer que
esperaban fueran del agrado del socio mayoritario, un joven que había heredado aquella empresa tras la
muerte de su mujer pero que demostró durante años ser un excelente empresario. Conoció a Allan
Sanders, entre otros, el socio con el que trabajó en la distancia en aquellos siete años. Ambos hablaron
largo y tendido sobre muchos de los proyectos que ya había cerrado y otros muchos que aún estaban en
activo.
Sanders era un gran ingeniero con el que tenía muchas cosas en común, sus ideas de proyectos eran
muy parecidas, al igual que con Steven Brown, que trabajaba para él. Le parecieron personas muy
competentes con las que sería agradable hablar de negocios. De hecho Allan le mostró un proyecto
millonario que tenía en mente y del que hablarían tranquilamente para negociar juntos las condiciones.
Edward y John le enseñaron el edifico, era la primera vez que estaba allí y le enseñaron todas las
instalaciones y a algunos empleados que le ofrecían la mano al saber que era el jefazo, como lo llamaban
allí.
No solo visitó las oficinas, Michael quería conocer cada parte de aquel edificio, y a sus empleados,
no solo a los grandes arquitectos que trabajaban en las plantas más altas, también quería saber del trabajo
de sus obreros en la constructora, situada entre las plantas veinte y veinticinco. Para él ellos también eran
importantes en aquella empresa, y quiso conocerlos antes de ir a la cafetería con sus socios y amigos.
Para aquel empresario cada persona que trabajaba en su edifico era sumamente importante, todos
debían sentirse a gusto con su labor, si todos remaban en el mismo sentido llegarían lejos.
Por ello se acercó al personal que trabajaba para él, tratando por igual desde al conserje, que le
abriría la puerta cada mañana, hasta los grandes arquitectos con los que diseñaría importantes proyectos
millonarios.
Hablaba con Edward, John y Robert de camino a una de las cafeterías que había en el hall, la
principal, cuando, al abrir la puerta de cristal sintió el cuerpo de una joven chocar contra el suyo. Sujetó
por un momento sus brazos delgados pero fuertes y bien bronceados, y ni siquiera le dio tiempo a nada
más. La joven salió disparada después de pedir disculpas pero no sin antes mirar a Robert que bromeaba
con ella.
-¡¡Cuidado Nancy!! – Al verla tropezar con Michael. - Oye, ¿cuándo me vas a dar unas clases
particulares? – Dijo moviendo la cintura y mordiendo sus labios. La miraba embobado mientras la veía
alejarse con aquellas mayas ajustadas que se pegaban a su cuerpo bien moldeado. –Tengo todo el tiempo
del mundo para ti, preciosa.
John y Edward rieron sus gestos provocativos y sensuales, estaba claro qué clases quería dar con
ella. Pero no se cortó para nada por estar el nuevo jefe delante, Robert siguió sincerándose en voz alta.
-¡¡Dios, qué polvazo tiene!! – Soltó ante el asombro de Michael que lo miró totalmente extrañado por
el comentario machista y ordinario que acababa de decir.
-Perdona, ¿¡qué has dicho!?. – Le reprochó aún sin creer lo que había escuchado.
Michael era un hombre bastante serio en el trabajo y no le gustaba aquella clase de comentarios,
mucho menos de alguien que acababa de conocer. Era su primer día en aquel edificio, acababa de
conocer a aquel joven amigo de Edward y John, y se atrevía a ser tan descarado delante de él. No
entendía aquella broma si es que lo era. Desde luego tendría que aprender a comportarse de otra forma
delante del jefe.
-Michael tiene las hormonas revolucionadas por la edad. - Lo disculpó John.- No se lo tengas en
cuenta.
-¡Qué hormonas ni leche! No soy el único en este edificio al que le gustaría hacerle un favor a esa
chica… uno tras otro, claro. – Soltó descarado ante la mirada seria de Michael. - ¡Vamos! ¿Es qué estáis
ciegos? – Dijo aún con sus bromas mirándolos a todos. - Pensaríais lo mismo si la hubieseis visto
moviendo ese culito en clases de baile, o en la piscina con esas dos… -Y fue mucho más ordinario esta
vez, haciendo un gesto con sus dos manos mientras se las acercaba al pecho.
John reía su broma pero lo detuvo antes de terminar aquella frase que ya se imaginaba cómo
terminaba. Todos lo imaginaban.
-Vale, Robert, nos hacemos una idea. - Dijo mirando a su amigo.
Entraron en la cafetería y siguieron hablando de proyectos y negocios, que interesaban muchos más a
Michael, que la opinión personal que tuviera aquel joven sobre los revolcones que le daría a esa chica;
la misma que ya había tropezado con él dos veces en el mismo día.
Pese a que apenas la miró en ninguna de las dos ocasiones, la reconoció de inmediato. Era la misma
chica que aquella mañana tropezó con él tirando sus papeles y su maletín al suelo. La misma que se había
disculpado con él, recibiendo su más absoluta indiferencia.
No sucedió lo mismo horas después, cuando quiso entrar por una puerta que llevaba a una de las
oficinas de Steven y volvió a encontrársela de frente. Estaba justo enfrente de ella, y aunque al principio
ni siquiera se percató de que era la misma joven, después de varios intentos esquivos por entrar la miró
fijamente. Ambos intentaban pasar por el mismo sitio y ante la situación cómica la vio sonreír mientras lo
miraba a los ojos.
Se trataba de una joven de unos veinte años que vestía ropa de deporte muy ajustada, marcaba su
cuerpo perfectamente torneado, seguramente debido al deporte. Nancy la llamó Robert aquella mañana en
la cafetería antes de decir aquella ordinariez, aunque ahora que la tenía tan cerca podía entender el por
qué de aquel comentario. Era una chica preciosa que llamaba la atención de cualquier hombre.
Era de pelo moreno, lacio, de ojos grandes, negros como el azabache y cuando sonreía podía ver
cómo se le marcaban unos hoyuelos a los lados de sus labios. Delgada, no muy alta, con un cuerpo
perfectamente cuidado, que traía loco al joven Robert.
-¿Qué te parece si tu pasas por la izquierda y yo por la derecha? Seguro que así lo conseguimos…-
Bromeó mientras sonreía.
Él permaneció serio, sin decir absolutamente nada y cuando intentó pasar volvió a encontrarse con el
cuerpo de la joven. ¿Era una broma? ¿Jugaba con él?. No tenía mucha gracia.
-Me has dicho a la izquierda… Dijo seco.
-Me refería a mi izquierda…- Lo cortó mientras volvía a sonreír y marcaba con gracia aquella frase.
Michael se quedó parado delante de ella, observándola muy de cerca. Sus inmensos ojos negros lo
ponían muy nervioso. Su sencilla sonrisa lo hacía sentirse totalmente extraño.
Agachó los ojos y pareció mostrar una leve mueca con sus labios, parecía una sonrisa. Así que movió
su cuerpo hacia su lado derecho, dejándola pasar mientras lo miraba descaradamente. Supo que lo seguía
mirando cuando pasó por su lado sonriendo, diciéndole adiós y bromeando mientras lo llamaba guapo.
Fue entonces cuando no pudo evitar girarse, mirando descaradamente a la chica que se alejaba por
aquel pasillo. La observó con aquella ropa ajustaba, mientras caminaba directa al gimnasio. Era perfecta.
Muy joven, pero realmente perfecta.
Las primeras noches en aquel apartamento tan grande fueron algo extrañas. Allí tenía muchas
comodidades y un mayordomo que mantenía el lugar limpio y ordenado mientras él estaba en la oficina.
Al llegar él mismo se servía su cena mientras seguía observando documentos de trabajo.
Llevaba años cenando solo, en California, se había acostumbrado a aquel silencio y a aquella
tranquilidad que lo relajaba. Ahora tenía unas vistas impresionantes de la ciudad con aquellos ventanales
que rodeaban casi todo el apartamento. Podía ver aquellas luces infinitas en el horizonte, la ciudad de
noche era preciosa. Enfrente de aquellos cristales, bebiendo una copa del mejor coñac, pensativo.
Recordaba a Elizabeth, cada noche, al llegar del trabajo y quedarse solo. Durante todos esos años no
hubo ni una sola noche que no se hubiese acostado pensando en ella, en lo felices que habían sido juntos,
en aquel accidente y en cómo había dejado su vida tras su muerte.
Nunca habló con nadie de ello, Michael se guardó para él todo el sufrimiento de haberla perdido y
aunque delante de todos disimulo su dolor, él sabía que nunca superaría aquello. Ni siquiera sabía si
quería hacerlo.
Se dedicó durante todos esos años a disimular su amargura, sacándola solo cuando nadie podía verlo.
Como aquella primera noche en new York, la ciudad donde habrían vivido felices si no hubiese sucedido
aquel accidente.
Se recostó en el sofá con la camisa medio abierta, a oscuras, con aquel vaso de coñac francés de más
de mil dólares que tanto le gustaba. Había lágrimas en sus ojos, no pudo volver a recuperar su vida tras
aquel viaje a Paris, nada fue igual desde entonces. Sabía que debía intentar sobreponerse al dolor, a la
pérdida, pero nunca encontró la fuerza para olvidar a su esposa.
Miró su mano, aún llevaba la alianza de boda, siempre la llevó con él. Llevaba la de Elizabeth
colgada al cuello con una preciosa cadena de oro y colocó la suya a su lado. Las dejó en una mesita, a su
lado. Debía poner punto y final a todo aquello, al menos debía intentarlo.
Vio la señal en su dedo que aquella alianza había dejado después de tantos años. Lloró. Sentía tanto
dolor en su interior… Pidió perdón en aquel sofá, echado en él, mientras tapaba su rostro con las manos,
tratando de ahogar un grito de desesperación. Sentía que acababa de dar un gran paso en su vida, el
primer paso decisivo para olvidarla… Y le dolía tanto…
Sintió vibrar su móvil en aquel sofá… era Edward… hablaron durante un rato… era su mejor amigo
y sabía que debía ser muy dura la vuelta… por eso lo llamó… podía ir hasta su apartamento, podía estar
a su lado, charlarían… Él siempre quería estar a su lado en los peores momentos de Michael… cuando
más necesitaba a alguien…
Sintió la voz de su amigo distinta, sabía que lloraba y quiso ir hasta allí, insistió varias veces pero la
negativa de aquel empresario lo hizo permanecer en casa… Agradecía muchísimo su preocupación,
siempre maravilloso con él, pero quería estar solo… era lo mejor…
-Michael, sabes que siempre puedes contar conmigo… - Le dijo muy dulce… - No quiero que estés
solo esta noche… sé que debe ser muy duro…
-Edward, de verdad… te lo agradezco…
-De verdad que no me importa ir… lo sabes… - Insistió…
-Lo sé… - Claro que lo sabía… y también sabía para qué quería ir hasta allí… No era tonto… Su
tono de voz lo decía todo…- Pero, es mejor que no vengas… necesito estar solo… de verdad…
Miró tras aquel ventanal, unas vistas increíbles de Manhattan. Era mejor estar solo, no quería hacer
ninguna locura… ya no más. Hacía muchos años que se había jurado no volver a perder el norte de su
vida… Edward solo en su apartamento, de noche y con él en aquel estado, después de unas copas… no
era buena idea… para nada.
Aquella noche apenas pudo dormir y notó sus ojeras en aquel cristal, después de la ducha. Fue duro
pero supo que era lo mejor, aunque no sería la última noche que pasaría llorando y recodando tantas
cosas vividas con Elizabeth. Había dado el primer paso y ya no podía echarse atrás por muy duro que le
resultase todo.
La propuesta de Sanders le pareció realmente interesante, hablaron durante horas en su despacho
sobre aquel proyecto que el ingeniero tenía en mente. Necesitaba que Michael fuese el arquitecto que lo
diseñase, sabía que era el mejor, y aunque tuvo varias propuestas para trabajar con otros grandes las
desestimó todas.
Se sintió halagado por sus palabras y aunque se trataba de una propuesta francamente arriesgada, se
trataba de un proyecto multimillonario, estuvo de acuerdo en trabajar con él. Estrecharon las manos como
grandes empresarios y todo quedó pendiente de contrato y papeleo.
Estaba pagando el desayuno en la barra de la cafetería, había varias en todo el edificio pero le
gustaba aquella en particular. Quería observar bien a sus empleados, de cerca, y aquel lugar era el mejor,
lleno de personas descansaban tranquilas tomando comiendo algo.
Alguien lo empujó en el brazo, derramando, en su carísimo traje, la copa de agua que estaba
bebiendo. Giró la cabeza y vio a aquella chica de nuevo que trataba de secar sus ropas con unas
servilletas.
-¡Dios, lo siento…! – Le dijo pasando sus manos por su pecho mojado…
¿Otra vez ella? Debía ser una broma. ¿Es que estaba siguiéndolo? Era imposible que aquello fuese
coincidencia, tres veces en dos días…
La escuchó disculparse como las otras veces, aunque esta vez con una tímida sonrisa que trataba de
ocultar con la mano. ¿Se reía? Pues a él aquello ya empezaba a no hacerle gracia.
-¿No crees que deberías ir con más cuidado? – Le dijo mientras le separaba las manos de su pecho y
seguía secando la chaqueta. – Estoy bien… ya lo hago yo…– Y la miró sabiendo que estaba siendo
tremendamente seco con ella. Más de lo habitual en Michael.
-Oye, de veras que lo siento… es que llego tarde a clase y voy con prisas pero… te debo una, guapo.
Y la vio salir disparada en cuanto el camarero le dio una botella de agua que pidió al tropezar con él.
Desde luego debía tener prisas porque en cuestión de segundos había salido de la enorme cafetería.
No estaba seguro de si aquella chica era una de sus empleadas porque notó desde el principio que lo
tuteaba como si nada, cosa que nadie más hacía allí. La vio pasar con mallas ajustadas, top, y botines de
fittnes y no sabía si daba clases en el gimnasio que había en la primera planta o si ella era una alumna
más.
¿Lo había llamado guapo? ¡Qué chica más extraña y alocada! Definitivamente no era empleada suya.
Pudo ver a lo lejos a John que se acercaba con Sarah, una antigua amiga de ambos que acababa de
llegar de un viaje de negocios. Le había extrañado no verla en la reunión que tuvieron con los socios, y lo
cierto es que no preguntó por ella a sus colegas porque estuvieron muy ocupados poniéndolo al día de
todo.
Michael y Sarah se abrazaron cariñosamente, ellos habían sido mucho más que amigos en la
universidad y guardaban un grato recuerdo de los años que habían estado juntos. Era muy agradable
tenerla allí trabajando en el edificio porque sabía que era una profesional de los pies a la cabeza; en
cuanto a lo que ellos tuvieron juntos, sabía que saldría a relucir cualquier día. Sarah siempre intentó
volver con Michael después de que la relación se acabase y ni siquiera fue por problemas entre ellos,
sino porque él se había marchado a California a trabajar y no quiso llevar una relación en la distancia. Al
regresar lo hizo con pareja y él sabía que Sarah nunca lo llevó bien.
Aún a pesar de ello, eran grandes amigos y siempre lo pasaron muy bien juntos, incluso después de la
muerte de Elizabeth. Años después las cosas entre ellos, el cariño, la conexión, la complicidad, el
respeto, la atracción… nada se había perdido aunque Michael estuviese cerrado totalmente a cualquier
tipo de relación de pareja.
Almorzaron juntos los cuatro amigos, hablando de viejos momentos vividos en pandilla, cuando iban
a la universidad y se dedicaban a hacer gamberradas como cualquier joven de aquella edad. Fueron horas
de risas y recuerdos que hicieron olvidar todo tristeza a aquel empresario que llevaba mucho tiempo sin
pasar un rato como aquel.
Sarah aprovechó unos minutos a solas con él para acariciarlo y mirarlo como hacía muchos años,
proponiéndole poder volver a tener algo juntos cuando él estuviese preparado. Había esperado muchos
años su regreso y estaba tan feliz de tenerlo cerca de nuevo…
Michael se sintió muy halagado por su propuesta y sus cumplidos pero cortésmente le explicó que él
aun no estaba preparado para ningún tipo de relación seria con nadie. Su sorpresa fue aún mayor cuando
la escuchó decir que podrían verse esporádicamente, alguna noche, sin que eso tuviese que terminar en un
compromiso. Habían pasado muchos años de lo de ambos pero Sarah estaba decidida a no olvidarlo y,
por supuesto, a seguir llevándolo a la práctica.
-Podríamos volver a recordar viejos tiempos…- Michael sabía por dónde iba… - En tu casa… en la
mía… en la de Edward… Seguro que él estará encantado de unirse a nosotros…
Sonrió al escucharla…hacía mucho tiempo de aquello y aunque fue muy placentero no deseaba volver
atrás… aquello se había acabado…
Las puertas dobles de aquella sala de junta se abrieron y el golpe en la frente fue tremendo. Sujetó la
zona dolorida comprobando que había sangre en su mano, tenía un buen golpe en la ceja derecha.
-¡¡Diossss!! Pero, ¿¡quién demonios…!? - Y antes de terminar aquella frase vio aparecer a Nancy tras
la puerta, con las manos en la boca, asustada y tratando de agarrar su mano llena de sangre.
¡No podía creérselo! ¡¡Otra vez aquella chica!! Pero, ¿es que se había propuesto matarlo a golpes?
¡Cinco golpes en tan solo dos días! Y aún ni siquiera era por la tarde, aún quedaban horas para finalizar
la jornada. Definitivamente debía de poner algún remedio a aquello.
-¡¡No puedo creerlo!!¿¡Otra vez tú!?- Le dijo enfadado mientras la escuchaba pedir perdón. - ¿Es qué
voy a tener que venir con un guardaespaldas a trabajar? – Soltó mirándola totalmente serio, estaba
bastante enfadado.
-¡Estás sangrando! – Y trató de tocar su ceja ensangrentada recibiendo un desprecio total de Michael,
que se echó para atrás antes de que pudiese tocarlo.
-Estoy bien. - Sacó un pañuelo de su bolsillo y tapo la herida.
-¡Ay, dios, no sabes cómo lo siento! – Lo decía en serio, estaba tan apurada pero eso le daba igual, su
enfado era monumental.
-¿Qué pasa contigo? ¿Es qué no puedes dejar de golpearme? - La recriminó mirándola de muy mala
forma, estaba cansado de aquella chica.
-Yo... lo siento, de veras. - Sin saber qué más decir. – Ya sé que…
-¿Esto es algo normal en ti o es que la has tomado conmigo?- Su voz era tan seca y su expresión tan
seria…
Nancy lo miró totalmente cortada, de verdad había sido un accidente y aunque le había pedido
disculpas no parecía aceptarlas. No sabía dónde meterse porque era cierto que aquel no era el primer
golpe del día.
-Bueno, tampoco hace falta que seas tan grosero… te he pedido perdón. – Le soltó.
-¿¡Grosero!? ¿¡Crees que soy grosero!? - Pero, ¿quién se creía que era para hablarle así...? – ¡Esto es
increíble! - Se enfurecía por momentos. Conseguía descolocarlo. - Me has golpeado cinco veces en dos
días. Creo que tengo motivos para estar cabreado.
-Ya he dicho que lo sentía…
-¿Y crees que con eso es suficiente? – No parecía mejorar para nada.
Nancy agachó la cabeza… sabía que llevaba razón, la verdad es que había tropezado con aquel
hombre más veces de las que creía y sabía que podía tener motivos para estar enfadado. Sobre todo con
lo de aquel día en que había terminado sangrando.
Lo miró mientras le sonreía, seguramente no sería tan ogro como parecía, sencillamente no habían
tenido un buen comienzo. Se conocieron golpeándose, y luego volvieron a verse con más golpes y más
tropiezos. Eso había que arreglarlo, seguro que podían hacerlo.
-Oye, mira, creo que hemos empezado con mal pié, ¿qué te parece si lo intentamos de nuevo? – Le
dijo sonriendo y tendiéndole la mano. – Soy Nancy… la loca que te ha estado atropellando estos días y la
que acaba de abrirte una brecha en la ceja.
Michael la miró, desde luego no salía de su asombro. Lo intentaba, era cierto que al menos intentaba
ser agradable pese a su sequedad. ¿Es que aquella chica no se sentía ofendida por la forma en que él la
había estado tratando? Cualquier otra persona ya habría cesado su empeño de ser agradable con él y se
habría dado media vuelta. Pero, ella se mantenía delante de él con aquella sonrisa tan inocente y
preciosa.
Su mano estaba tendida pero él no la apretó, solo se quedó mirándola fijamente. Estaba siendo poco
educado y lo sabía. Aquellos ojos lo miraban de una forma que…
-Normalmente se estrecha la mano de quien te la ofrece y la mía está tendida desde hace rato… Dijo
sonriéndole, sin perder las ganas de arreglar las cosas.
La vio bajar la mirada un segundo, su mano seguía ahí, sola. Definitivamente aquel hombre no quería
arreglar nada con ella. Y muy contrariada por la situación y la aptitud de Michael, quiso abandonar el
intento solo que en el último momento lo vio dar unos pasos hacia ella.
Apenas se notó pero aquel hombre sonrió levemente y le tendió la mano mientras le decía su nombre.
Nancy estaba tratando de ser agradable y tampoco tenía por qué ser tan duro con ella.
-¿Sabes Michael? Creo que tú y yo tenemos un grave problema con las puertas… - Y le guiñó un ojo
mientras le estrechaba la mano.
-Sí, yo también lo creo… Aunque tal vez, si fueses un poco más despacio en tu día a día no andarías
arrollando a la gente… - Y esta vez su voz sonó mucho más dulce.
-Tienes razón… es que siempre voy con prisas y… - Trató de disculparse… - Te prometo que a partir
de ahora tendré más cuidado… Así no tendrás que venir con un guardaespaldas al trabajo… Y le volvió
a guiñar un ojo mientras bromeaba… Había recordado sus palabras al comienzo de aquel tropiezo,
cuando aún estaba enfadado… Pobre… tenía motivos… No había dejado de golpearlo entre prisas y
carreras…
-Te lo agradezco…
Se miraron y sonrieron cómplices de aquella broma… Michael era un hombre mayor que ella pero
muy atractivo… Serio, seco, altivo… pero no sabía por qué supo que solo era fachada… Su mirada
escondía muchísima soledad…
Segundos fijos sus ojos en los de ella… preciosos ojos negros totalmente penetrantes…
cautivadores… Nancy era una joven preciosa… Alocada, risueña… capaz de sacarle una sonrisa con una
de sus bromas a pesar de lo distante de él…
Capítulo 4
EL CONTROL DE UNA VIDA
Solo llevaba unas semanas en New York y Michael tuvo que hacer un viaje con Edward, Sarah y
Sanders a Canadá y Miami, donde tenían varios proyectos que debían terminar de concretar.
Edward y Sarah tenían en proyecto dos mega mansiones en Vancouver, Canadá, de más de cuarenta
millones de dólares cada una, y aún faltaba concretar algunas cosas con el socio mayoritario, Michael,
que prefería conocer en persona al millonario empresario que había encargado un proyecto de tales
dimensiones.
Sanders proyectaba una cadena de hoteles en Miami, hoteles de alto lujo y construcciones de alto
standing, con las mejores calidades jamás vistas en el mercado. Llevaba varios años con aquel proyecto
y ya lo tenía todo preparado y montado solo a la espera del diseño de uno de los mejores arquitectos que
conocía: Michael Harrison.
El proyecto sería en común, ambos empresarios se harían cargo del tema económico, ellos mismo lo
financiarían, ya habían hablado de ello durante aquellos días y a Michael le había parecido un buen
negocio para arriesgar. Se trataba de unos inmensos hoteles de cinco estrellas situados en la costa y
preparados adecuadamente para soportar los grandes y continuos huracanes de la zona. Ahora solo
necesitaba el exquisito gusto de aquel arquitecto para el proyecto con el que llevaba años en mente.
Ambos eran unos empresarios muy competitivos y sabían que trabajarían muy bien juntos.
Antes de marcharse a aquel viaje, que duraría dos semanas, Sanders se había encargado de buscar a
Nancy para dejarle las cosas muy claras. Sabía cada paso que daba no solo dentro del edificio, sino en su
vida personal. Controlaba todo lo que hacía y precisamente la tenía trabajando allí para ello. Todos en el
edificio sabían que Nancy era su hija y él mismo se había encargado de hacer correr la voz sobre ella.
Lo cierto es que no la dejó en buen lugar ante aquellas personas a las que inspiraba mucha pena.
Nadie podía entender cómo una joven, hija de uno de los socios de aquel edificio, había terminado
limpiando baños, oficinas y suelos sin que pudiese tener opción a un mejor puesto.
Escucharon durante años los rumores sobre aquella denuncia que manchó totalmente la carrera de
Sanders, había perdido grandes negocios por culpa de su hija, la cual retiró las acusaciones de maltrato y
abusos sexuales meses después. Insuficiente para limpiar el nombre de Allan Sanders. La mayoría de los
empleados del edificio la tenían por una buscona, una chica fácil que disfrutaba calentando a los
ejecutivos. Ella solita había conseguido joder a su padre, nunca volvió a ser lo mismo desde aquella
denuncia por eso, el propio Allan se encargó de correr la voz sobre lo fácil que podía llegar a ser
meterse en su cama a su joven edad.
Él también sabía cómo manchar la reputación de su hija y no había tenido ningún tipo de escrúpulos
para hacerlo, humillándola hasta la saciedad, haciéndola pagar por todo el daño que le había hecho en su
momento. Y aunque muchos la deseaban, por no decir todos, se mantuvieron al margen de toda aquella
historia que apestaba por donde quisiera que se viese.
La relación Sanders e hija era muy complicada y ninguno quiso tener problemas con aquel
empresario, por lo que a pesar de las bromas o indirectas que pudieran lanzarle, nadie nunca llegó más
allá con ella.
Nancy lo sabía, había escuchado tantos comentarios en todos esos años… Insultos que creían que no
escuchaba, comentarios sobre sus intenciones en aquel edificio, palabras obscenas, hirientes para
cualquier mujer… y un largo etcétera que trató de obviar haciendo caso omiso a cualquier provocación.
Le dolía, por supuesto que todo aquello le hacía mucho daño pero sabía que aquella fama venía por
parte de Sanders, él mismo se había encargado de soltar todas esas clases de comentarios falsos sobre
ella. Para dañarla, para humillarla, para hacerle pagar por aquella denuncia que él nunca perdonó. Y
ella… ella tampoco lo perdonó nunca…
-Me marcho dos semanas de viaje. Ya sabes lo que tienes que hacer… - Le ordenó cuando estuvieron
solos en aquel gimnasio. La había buscado precisamente para dejarle las cosas claras, como cada vez
que se marchaba. - ¡Cuidado, Nancy!
-No te preocupes, tengo una lista de las cosas que me están permitidas, Sanders. - Le dijo de forma
sarcástica. – De todas formas, no sé de qué te preocupas, ya se encargan tus esbirros de controlar cada
paso que doy cuando no estás…
¡¡Estaba tan cansada de todo su control!! ¡De que algunos de sus empleados a los que pagaba un extra
se encargasen de vigilarla constantemente! ¿Qué clase de vida era esa?
-No te pases. Sabes que no me gustan las chulerías. - Estaba furioso.
-Podrías haberte evitado la molestia de venir a decirme lo mismo de siempre. Son muchos años bajo
tus órdenes como para olvidar qué tengo que hacer. – No le tenía miedo, una cosa es que tuviese que
hacer lo que él le ordenase por Evelyn y otra muy distinta que se acobardase ante él. Ya no le tenía
miedo… O al menos eso quería demostrarle…
-Si no fueras tan zorra no tendría que estar recordándotelo cada vez que viajo, querida Nancy. Lo vio
alejarse pegando un portazo y con aquella sonrisa…seguro de tenerla bajo sus pies… La tenía bien
sujeta, ambos lo sabían, Nancy no tenía más salida que obedecerlo en todo… no sabía cuándo y cómo
podría cambiar aquello… pero no lloró… se mantuvo firme, con lágrimas en los ojos que se tragó una a
una.
Se desahogó bailando duramente, era lo único que la hacía desconectar, olvidarse de todos sus
problemas y de la clase de vida que llevaba y le esperaba. Tragó saliva, cerró los ojos y los puños hasta
hacerse daño en las palmas de las manos… miró al frente… todo estaba bien, se repetía… estás bien
Nancy… Todo está bien… y siguió bailando.
Entró en la cafetería para almorzar… normalmente pedía comida y la llevaba al gimnasio, donde
comía sola. Hacía mucho que no se sentaba allí en una de las mesas y almorzaba tranquilamente, prefería
evitarlo porque así no escuchaba los comentarios de muchos de los empleados que hablaban a sus
espaldas.
Aquel día vio a lo lejos a Michael, estaba sentado en una de las mesas del fondo, solo, mirando el
periódico mientras esperaba la comida. Hacía semanas que no lo veía, pensó que no volvería a coincidir
con él porque ni siquiera sabía si trabajaba en el edificio o venía a visitar a alguien.
Se alegró de verlo, aún recordaba el último golpe que le dio con la puerta y ni siquiera tuvo la
oportunidad de preguntarle días después por la herida de su ceja.
Pidió la comida para llevar y se acercó a la mesa de aquel hombre con el que parecía tener una
conexión especial. Miraba el periódico y no la vio llegar hasta que la escuchó hablar con mucho énfasis.
-¡¡Hola!! ¡Cuánto tiempo sin verte! – Le dijo muy sonriente. - Pensé que ya no querrías volver a
verme… por los golpes… – Y la vio señalar la ceja.
Michael la observó unos segundos y recordó el golpe con la puerta.
-He estado de viaje… - Dijo agachando al cabeza y no dando mucha importancia a la conversación…
-Entonces, ¿no me has estado evitando? – Trataba de tener una conversación con él, aunque fuese tan
seco…
-No… claro que no. - Michael no era nada cortés, respondía aquellas preguntas sin ningún otro tipo
de interés en seguir charlando.
-Pensé que andabas ocultándote de mí para evitar comerte alguna puerta más. – Quería sacarle una
sonrisa. - ¿Sabes qué? – Se acercó aún más a él y no pudo dejar de mirarla fijamente. Vio un morado en
su pómulo izquierdo, difuminado con el maquillaje, tratando de disimularlo… Algún golpe, seguramente
debido a sus continuas carreras… La tenía muy cerca de su cara y… ¡era preciosa! – Te prometo que
desde aquel día no he vuelto a golpear a nadie… - Lo miraba de una forma muy profunda…y lo ponía
nervioso. – He cumplido mi promesa y voy más despacito por los pasillos, aunque te confieso que me ha
costado bastante.
Se echó para atrás en aquel asiento para poner un poco de distancia entre ellos… Aquella jovencita
se acercaba demasiado a él… y lo ponía nervioso… La miró muy tímido y bromeó con ella.
-¡Vaya! No sé si me alegra saber que mi vida es la única que peligra en este edificio. Parece que todo
el mundo está a salvo… menos yo… – Michael sonrió ante la risa graciosa que mostró Nancy por su
comentario. Notaba que le gustaba a aquella joven, era muy obvio y ella tremendamente joven.
Señaló su ceja, tenía unos puntos de esparadrapo. Seguro que le quedaría alguna pequeña cicatriz por
su culpa.
-¿De verdad estás bien? – Sentía aquel golpe.
-Sí. No es nada, en serio. – Muy cerquita de su cara, poniéndolo nervioso por segundos. ¡No entendía
porque se ponía de aquella forma! ¿Qué demonios le pasaba?
La escuchó decir que se alegraba de volver a verlo y la vio alejarse mientras él le daba las gracias
cortésmente. ¡Le ponía tan nervioso! No iba a negarlo… sintió una opresión en el pecho cuando Nancy se
había acercado más a él, mirándolo muy de cerca, fijamente, y sus ojos se clavaron en los suyos sin ni
siquiera parpadear.
Respiró hondo cuando se quedó solo en aquella mesa, pensativo. No sabía porque aquella jovencita
lo ponía tan nervioso, por qué lo hacía reír de aquella forma. Era una chica muy simpática que lo trataba
de una manera muy dulce y le gustaba… su forma de mirar, de hablar, de bromear con él.
Edward había preparado una cena en el restaurante Alain Ducasse en Essex House, a tan solo diez
minutos del edificio donde vivía Michael. Allí se verían aquellos amigos que tenían ganas de celebrar la
vuelta del empresario.
Era uno de los mejores restaurantes de New York, un estupendo restaurante francés donde probarían
exquisiteces de la cocina gala y al que ellos estaban acostumbrados a ir. No había mejor lugar para
celebrar que Michael había regresado a casa después de muchos años y esta vez era para quedarse.
Durante toda la noche estuvieron charlando y bromeando, recordando viejos tiempos vividos, los
cuales ya no volverían más. Se habló de todo lo sucedido durante su ausencia, John y Edward eran
hombres casados, el primero padre de familia de dos preciosos hijos de los que Michael era el padrino.
El segundo ni siquiera tenía en proyecto tener descendencia. Sarah era otra historia y todos la sabían.
Degustaron la mejor comida francesa, y bebieron el mejor vino que tenían en el restaurante, para
ellos el dinero no contaba aquella noche. Eran grandes empresarios que se reunían después de muchos
años y no pusieron límites.
A la salida Michael acompañó a Sarah a su coche, no sabía cómo había sucedido pero cuando se dio
cuenta sus colegas se habían marchado dejándolo a solas con ella. No era la primera vez y no le
molestaba para nada compartir aquellos momentos con ella, solo que intuía cómo acabaría todo.
Y no se equivocó. Sin poder evitarlo terminó con los brazos de Sarah rodeando su cuello. Ella lo
besaba con muchísima entrega y él se dejó besar. La tenía muy cerca, como años atrás y no pudo decir
que no le gustase estar abrazado a una bellísima mujer como ella solo que… No estaba preparado para
ningún tipo de relación seria con nadie, y sabía que ella sentía algo más por él.
Insistió, Sarah seguía abrazándolo y besándolo, recordándole cada momento que habían pasado
juntos, nunca tuvieron problemas y la verdad es que el sexo fue algo muy bueno entre ellos, pero… ¿para
qué? No quería hacerle daño… Para Michael solo sería un desahogo, una noche de sexo que finalizaría al
amanecer mientras que para ella sería algo más… ambos lo sabían.
No era justo, eran amigos, muy buenos amigos, y no quería que aquello se estropease… Ella lo estuvo
esperando todos esos años, desde que se marchó a California, y no llevó muy bien su compromiso con
Elizabeth… mucho menos la boda. Luego, después del accidente ella creyó tener alguna posibilidad con
él y…volvió a marcharse.
Pero ahora estaba ahí y aprovecharía la última oportunidad que tenía para recuperarlo, era en ese
momento o nunca. No le importaba esperar a que él estuviese preparado, a que pensara las cosas… y si
lo que deseaba realmente era algo mucho más prohibido ella no tendría problemas… podría hablar con
Edward, planear encuentros, por él haría lo que fuese…
Pero aunque Michael dijo que lo pensaría en el fondo supo que no serviría para nada porque no sintió
más que deseo carnal al besarla y tenerla cerca. Nada más. No le había despertado ningún otro
sentimiento en su interior… Sarah era una gran amiga y una bellísima mujer… El sexo estuvo muy bien
años atrás pero ahora no era lo que deseaba… y no quería hacer daño a ninguno de los dos…
Estaba almorzando tranquilamente cuando sintió caer una bandeja en su mesa y al levantar la vista vio
a aquella jovencita que muy alegre se sentaba en una de las sillas.
-Hola guapo… ¡Qué hambre tengo! - Se quedaría allí para almorzar con él. Así se lo dijo y no supo
que decirle en aquel momento. Echó un vistazo a su uniforme. ¿Trabajaba en aquel edificio de
limpiadora?¿Era empleada suya?
Durante todos aquellos tropiezos nunca la vio vestida con aquel uniforme, siempre vistió mallas y
ropa de deporte… Pensó que iba a clases en el gimnasio pero… ¡¡Dios!! ¿Es que ella no sabía quién era
él? No podía saberlo, desde el primer día lo trató como a uno más y de saber que era el dueño ella no
habría tratado de ligar con él. Sí, claro que estaba ligando. Sabía que lo hacía, no era tonto. Era muy
obvio que aquella chica trataba de ligar, sus bromas, sus miradas, su tonteo…
-No sabía que trabajases aquí… - Le dijo tranquilamente mientras miraba su uniforme negro.
-¡Oh, sí! Limpio las oficinas de los jefazos, en las últimas plantas. – Le contestó mientras miraba su
comida y la iba organizando. Tenía mucha hambre. – Empecé en los sótanos, pero como llevo muchos
años aquí…voy subiendo de nivel. –Le dijo mientras sonreía.
Michael estaba serio, tratando de asimilar que aquella jovencita con la que había estado charlando
tranquilamente aquellos días era una de sus empleadas. Precisamente una de las chicas de la limpieza…
¡y tonteaba con él…! ¿Es que de verdad no sabía quién era?
Levantó la cabeza ante aquel silencio y lo observo muy inquieto, nervioso mientras miraba su ropa de
trabajo. Lo entendió. No hacía falta que dijese nada más… Cogió su bandeja y trató de marcharse para no
incomodarlo pero aquel arquitecto lo evitó en el último momento. Se disculpó por su comportamiento y la
invitó a sentarse de nuevo.
-No quiero molestar a nadie. – La notó triste.
-No me… molestas, Nancy. – Pero titubeó al decirlo y ella lo notó…
-Déjalo, de verdad. - Era obvio que no pintaban nada juntos…
-Perdona, es que no sabía que trabajases aquí, siempre te he visto con ropa de deporte y… Sabía que
sonaba a excusa, había sido un idiota con aquel comportamiento fuera de lugar. Sabía que la había hecho
sentir inferior y él se sintió tremendamente mal por ello. – Discúlpame, por favor.
-Oye, lo entiendo. Mira, estoy acostumbrada. - Trataba de mostrar que no le importaba pero no era
así y él lo sabía. – Tu traje de Armani, tu corbata de Gucci, tu maletín de piel, tu reloj suizo de Jaeger Le
coultre… - Michael se quedó boquiabierto, su descripción era impecable. Buena vista… desde luego…
¿La chica de la limpieza podía reconocer un Armani y un reloj suizo de lejos? Entiendo que, a un
ejecutivo como tú, no le agrade sentarse a comer en la misma mesa con la chica de la limpieza. – Y dio
unos pasos para alejarse de allí. - No volveré a molestarte más.
Intentó hablarle pero Nancy se alejó de allí sin dudarlo. Estaba muy cansada de la gente que juzgaba a
los demás solo por quien y no por cómo eran. Conocía mucha gente así, era joven pero había vivido
muchas humillaciones desde que dejó de ser la maravillosa hija de un empresario y pasó a limpiar baños.
Pensó que era distinto, creyó ver algo en él distinto, cuando tropezaron, todas las veces, por eso
trataba de ser agradable con él pero había entendido sus miradas. No tenían más que hablar. Ella seguiría
haciendo su vida y trataría de evitarlo para que aquel ejecutivo no se sintiese mal por su presencia.
Se acordó de ella aquella noche, cuando estaba sentado en aquel sofá carísimo de piel y cerró los
ojos para relajarse. En cuestión de segundos vio su rostro en su cabeza y él mismo se sintió muy
extrañado. ¿Por qué se acordaba de aquella chica? ¿Por haberla humillado? ¿Por qué sabía que trabajaba
para él?
Se sintió bastante mal por su comportamiento aquella tarde, debió haberla parado para terminar de
aclarar las cosas. Hasta el momento siempre había sido una joven muy agradable, simpática y no se
merecía que él la humillase de aquella forma. Desde luego entendía que pudiese sentirse mal.
Recordó sus palabras concretas cuando describió a la perfección su vestimenta y accesorios.
Realmente se había fijado muchísimo en todo en cuestión de segundos y… ¿cómo sabía de aquellas
marcas? ¡Era extraño cómo había conocido su traje de firma y su reloj de Jaeger solo con mirarlo de
lejos! Era muy extraño… Y sus modales en la mesa… no le había parecido una chica sencilla sino todo
lo contrario. Nancy tuvo gestos muy refinados mientras preparó la comida de aquella bandeja. Su forma
de sentarse en la mesa, de coger los cubiertos y separar los alimentos… Su manera tan elegante y firme
de caminar… Realmente era una chica muy extraña…
A la mañana siguiente se paró a su lado en la barra de aquella cafetería, la vio de lejos, con aquella
ropa deportiva tan ajustada y pensó en arreglar lo sucedido el día anterior. Se lo debía por lo amable que
siempre había sido con él. Era el dueño de aquel edificio y por lo tanto su jefe, pero tampoco iba a pasar
nada por disculparse con ella…
La saludó sonriente mientras trató de explicarle lo sucedido. Nancy, lo miraba solo de pasada, sin dar
mucha importancia a sus palabras y trató de cortar la conversación aceptando sus disculpas pero mirando
para el camarero.
-No me lo vas a poner fácil, ¿eh? – Le dijo mirándola de reojo y sonriéndole.
Se miraron muy de cerca, realmente aunque quisieran negarlo se atraían bastante. Pese a la edad, las
diferencias sociales… allí había algo y ambos lo habían notado.
-No me gusta la gente que se deja llevar por las clases sociales, Michael.- Su mirada parecía tan
sincera…
-Nancy, yo no…
-He intentado ser agradable contigo porque pensé que eras distinto. No sé por qué pensé que
valorarías a la gente por cómo eran y no por quienes eran. - No podía dejar de mirarla a los ojos. – Pero,
como veo que eres de esos que dan importancia al uniforme que utilizo para trabajar… siento mucho
haberte molestado estos días. No volverá a pasar.
-¡Vaya! Ahora eres tú la grosera conmigo porque ya me he disculpado… - Le dijo sonriéndole…
-Soy lo que ves, Michael… no hay más. Si crees que soy la típica chica que trata de ligar con un
ejecutivo para escalar puestos… te equivocas. - Estaba bastante seria hablando con él. - Tengo muy claro
cuál es mi sitio en este edificio… - Por supuesto que lo sabía, su propio padre lo dejaba muy claro…
-¿Estabas ligando conmigo? – Claro que lo sabía, desde el primer momento. – Yo pensé que solo
intentabas ser agradable.
Nancy trató de coger el zumo que había pedido y alejarse de aquel hombre pero sintió su mano
sujetando su brazo, dulcemente, mientras le repetía que solo era una broma.
La escuchó quejarse de dolor, su rostro compungido ante aquel roce, suave, delicado, pero doloroso.
Miró su brazo marcado por un golpe y notó como sus ojos evitaron los suyos.
-Me he caído… - Sonó a excusa.
-No me extraña… siempre vas corriendo, - Y sonrió mientras trataba de convencerla. - Por favor, no
te vayas. Creo que te has llevado una imagen muy equivocada de mí y me gustaría…
-¿¡Explicarme como eres!? – Negó con la cabeza, segura de su actitud. - No te preocupes… no hace
falta. - Comenzó a sentirse incómoda en aquel lugar. Era cierto. Lo miraba y veía a un ejecutivo… ella
solo era la chica que limpiaba las oficinas.
-Bueno, no solo se trata de eso… me gustaría charlar contigo un rato. – Le sonrió sin dejar de mirarla
fijamente.
-No creo que tengamos mucho más de qué hablar. – Sabía que estaba siendo muy seca con él pero era
lo mejor, ahora lo entendía. – Mira, tropecé contigo y ya me he disculpado, ¿no? No le demos más
importancia a todo esto… Ha sido un placer conocerte, Michael, y te aseguro que nunca más volveré a
molestarte.
-¿Ni siquiera vas a dejar que te invite a desayunar? – Sus ojos eran inmensamente profundos…
¿Por qué seguía insistiendo? No lo entendía. No tenía sentido que siguieran charlando y bromeando.
Ellos eran muy distintos en todos los sentidos.
-Desayuna con tus colegas, con las chicas de la oficina. - Estaba muy triste… ella no era nada… Le
había quedado muy claro en todos aquellos años en el edificio. - ¡Mírame…! ¡Soy la chica de la
limpieza!¡ ¿Entiendes? En este edificio no nos mezclamos con los ejecutivos… Ni siquiera tendría que
estar hablando contigo.
-¿¡Cómo dices!? - ¿¡La había escuchado bien!? Clases sociales, diferencias entre personas.
- Lo que has oído.
-¿Por qué no ibas a poder hablar conmigo? - ¿Es que sabía quién era? No, imposible… Su actitud con
él la delataba. - ¿¡Qué es eso de que no podéis mezclaros con los ejecutivos!?
-Órdenes de los de arriba. – De su propio padre.
-¡Eso es una tontería! - Dijo riendo… - ¿¡Órdenes!? – Pero, ¿de qué le estaba hablando!? ¡Era una
broma, claro! - ¿Quién ha ordenado algo tan estúpido y clasista? - ¡Era una tremenda absurdez! ¿Quién
había ordenado algo así?
-Ya… yo también pienso que es una estupidez, pero los jefazos de este edificio no lo ven así…
-¿¡Los jefazos!? – Le extrañó todo aquello. ¿En serio John y Edward permitían una norma tan clasista
como aquella!? - ¡Me da igual lo que digan, Nancy! ¡Nadie puede prohibirte hablar con una persona solo
porque nosotros trabajemos en un despacho y tú te dediques a limpiarlo! ¡¡Es absurdo!!
-Sí, lo es, pero los enchaquetados tenéis vuestro sitio y nosotros el nuestro. – Absurdo, clasista. De
hecho ésta es la zona de la cafetería para los obreros… deberías estar en el fondo, ahí es donde ellos se
reúnen…
Sabía que la cafetería estaba dividida en dos partes pero aquello le daba igual. Prefería estar en
aquella zona para sentirse más cercano a sus trabajadores…
-Me gusta más esta zona. – Dijo mirando al fondo y viendo las mesas llenas de personas trajeadas. -
Y voy a seguir desayunando aquí aunque haya una estúpida norma, en este edificio, que diga que las
personas deben relacionarse según su nivel social… - Aquello sería algo que cambiaria… totalmente
seguro que lo cambiaria… - Me parece algo tan ridículo…
-Mira… déjalo, Michael. No pasa nada, de verdad… No estoy enfadada. - Medio sonrió con una
mirada extraña… - Es solo que te evitarás problemas si me mantengo lejos de ti, no quiero darte
problemas, de verdad. – Los tendría, muchos problemas… - Además… seguro que mis conversaciones
no son tan interesantes como las que puedas tener con los ejecutivos con los que trabajas.
Michael la observó fijamente… Nancy era una chica muy extraña pero muy cautivadora a la vez.
Tenía algo en sus ojos que… Parecía sentirse poca cosa, apartada, pero a la misma vez era una chica a la
que le gustaba dejar claras las cosas…
Y él, pudo haber dado esa imagen aquella tarde, más preocupado por intuir su tonteo y saber que
trabajaba para él, que realmente por el nivel social que pudiera tener, pero para nada era un hombre que
se dejase llevar por el dinero o las apariencias. Nunca fue así y nunca lo sería.
Él nunca fue un hombre de dinero, siempre trabajó duro para estudiar su carrera y trabajó
intensamente para ayudar económicamente. De verdad que sentía haberla ofendido porque aquella no
había sido su intención en ningún momento.
Lo observó muy fijamente durante largos segundos, parecía sincero de verdad… puede que estuviese
equivocada… puede que se mereciese una oportunidad… pero… eran muy distintos.
Michael le quitó aquel zumo de las manos, intentaba abrirlo sin conseguirlo; giró la tapa con facilidad
y echándolo en una de las copas que había en la barra le pidió amablemente que se quedase con él
mientras tomaban algo. Tenía una sonrisa tan bonita…
-Te asombraría saber lo aburridas que son esas conversaciones… - Y le guiñó un ojo mientras
sonreía… - Te aseguro que tu compañía es mucho más interesante y en cuanto a los problemas que puedas
ocasionarme, no creo que vaya a perder mi empleo porque charlemos mientras tomamos un zumo, ¿no? –
Obviamente no lo perdería…
-Nunca se sabe. – Y miró a la nada. Claro que podría traerle complicaciones, y muchas.
-Bien, pues me arriesgaré. - Y la miró a aquellos preciosos ojos negros… fijos los suyos en los de
ella… muy profundos, bellísimos.
Agachó la cabeza pensando… acababa de decirle algo muy bonito y dudó si quedarse o marcharse,
pero terminó sonriéndole, mirando sus inmensos ojos azules y diciéndole que lo olvidaría todo… pero él
pagaba el desayuno. Solo era una excusa para otra de sus bromas y Michael sabiéndolo, aceptó.
Siguieron allí de pie, hablando tranquilamente sobre el tiempo que llevaban trabajando en aquel edificio,
sobre sus empleos y sobre las clases de baile que Nancy impartía en el gimnasio.
Michael le dijo que era arquitecto, aunque obvió decirle que era el dueño de la mayor parte de la
empresa, y le explicó que trabajaba con sus colegas de la profesión en las últimas plantas del edifico.
Ella sabía que debía ser muy bueno para llevar tan poco tiempo allí y trabajar en las últimas plantas de
aquella empresa. Michael asintió, la falsa modestia no iba con él para nada. Sí, era un gran arquitecto,
siempre lo había sido.
Bromearon durante aquel rato que estuvieron allí y se miraron fijamente a los ojos… se gustaban,
estaba claro y ambos lo notaron. Estaba claro que aquella jovencita risueña y sencilla lo hacía reír con
sus comentarios; era interesante charlar con ella, muy interesante.
Le resultaba tan cautivadora su forma de expresarse… elegante, distinguida, muy correcta, sencilla y
natural al cien por cien. Nancy resultaba muy seductora para aquel hombre que se sentía realmente
intrigado por las maneras tan exquisitamente correctas de su acompañante.
Nancy, vio la hora en el reloj de pulsera de Michael y comprendió que llegaba tarde a clase… otra
vez… así que ante sus prisas él volvió a bromear sobre sus carreras.
-¡Oh, no seas malo! ¡¡Llego tarde, me van a matar y esta vez es por tu culpa!! – Bromeó. - Por cierto,
si alguna vez quieres dar clases de baile… puedes acercarte al gimnasio. Me encantaría tenerte por
allí… - Y recogió la mochila de deporte que tenía en sus pies.
-No, gracias… - Dijo riéndose.
-Prometo no darte mucha caña. – Sí que lo haría.
-Lo mío no son las mallas. – Cogiendo su taza de café.
-Pues es una pena… - Dijo mirándolo de arriba abajo mientras terminaba aquel café… - …tienes que
estar de miedo con ellas. - Le soltó mientras le miraba el trasero descaradamente.
Michael se atragantó con aquel sorbo de café al escucharla ligar con él de aquella forma, y cuando
quiso mirarla para decirle algo, Nancy ya se había marchado muy sonriente. No dejaba de bromear con él
y tenía que admitir que cada vez le gustaba más aquel tonteo. ¿Le acababa de mirar el culo? ¿Era
intuición suya o esa chica acababa de mirarlo de arriba abajo mientras le tiraba una indirecta sobre cómo
debía estar con ropa ajustada?
Ni siquiera pensó en decirle la verdad, sabía que en el momento en que lo hiciese aquella joven lo
trataría como el resto de sus empleados. Como todos en aquel edificio. Y le gustaban tanto sus bromas…
Era una jovencita muy sencilla, risueña, bromista y muy pícara con sus indirectas… Desde que había
llegado a New York era la única persona que lo había tratado como a Michael, no como al empresario
Harrison que todos conocían. Y le gustaba… Se sentía muy bien cuando estaba cerca de ella, lo hacía
reír, más de lo que nadie lo había hecho en todos aquellos años. Y soltó una leve sonrisa a sabiendas que
una preciosa cría de poco más de veinte años había estado ligando con él, sutilmente, dejándolo sin
palabras en aquel instante.
Le gustó, sí, bastante. Ella le gustaba…
Alguien lo golpeó en la espalda y al volverse vio a Edward que acababa de llegar justo a tiempo para
verlo mirar embobado a Nancy mientras se alejaba con aquella ropa tan ajustada y provocativa.
-Tiene un buen trasero, ¿eh, Michael? – Lo miró sin saber qué decir. – No te preocupes, no serias el
único que alguna vez se ha quedado embobado mirando a esa chica. Te aseguro que a mí también se me
han ido los ojos… - Bromeaba. - …sobre todo a ese precioso culo que tiene.
-No sé de qué me estás hablando, Edward. – Y terminó aquella copa de agua que había pedido,
dispuesto a dar por zanjada la conversación e irse al despacho.
En aquel momento no le dio más importancia a las miradas de su amigo, ni siquiera días después
cuando volvió a verlo cerca de aquella jovencita, en el hall del edificio. Charlaban muy sonrientes, solo
parecían hablar, sin más, pero… aquella sonrisa de su amigo lo puso en alerta. Sabía que Michael quería
acercarse a sus empleados e interesarse por sus problemas, cercano a ellos, siempre lo dejó muy claro en
las reuniones que tuvieron mientras estuvo en Los Ángeles, pero aquella chica…
Decidió darle una charlita cuando lo vio cerca del gimnasio, observándola bailar, apenas sin
parpadear, fijándose detenidamente en todos sus movimientos. ¿Tres veces en menos de una semana?
¿Qué le pasaba a Michael con aquella joven? No le pareció casualidad para nada tenerlo allí, embobado
tras aquel cristal. Se acercó hasta él y fijándose en Nancy y en su precioso cuerpo comenzó a hablarle de
aquella guapísima profesora de baile.
-Un poco joven para nosotros, ¿no crees? – Sin mirarlo, solo se fijaba en ella y notando la mirada de
su amigo clavada en él, giró la cabeza para guiñarle el ojo. – La profesora… digo que es algo joven para
nosotros.
-No digas tonterías. – Se excusó. – Baila muy bien, eso es todo.
Trató de persuadirlo contándole que aquella jovencita no tenía muy buena fama en aquel edificio pero
Michael ni siquiera preguntó a qué se refería, Edward se encargó de contarle toda la historia sobre
aquella chica; una historia que lo dejó totalmente helado. ¡Nancy era hija de Allan Sanders!! Pero, ¿¡qué
hacía la hija de uno de los socios de aquel edificio limpiando oficinas!? ¡No entendía nada! ¿Es que
Sanders se había vuelto loco?
-¡Estás de coña! – Le soltó al escucharlo decir que su padre era uno de sus socios. - ¿El padre de esa
chica es Allan Sanders?
-Así es…
-¿¡Su padre es uno de nuestros socios y esa chica está limpiando oficinas!? – De verdad no podía
creerlo. - No lo entiendo.
-Te aseguro que es mejor así. Cuanto menos entiendas sobre la historia de Sanders y su hija, mejor
para ti. - Era un consejo como amigo. - Por muy buena que esté esa cría, que hay que reconocer que está
de miedo, es mejor tenerla lejos.
Lo escuchó hablar de lo fácil que era meterse en su cama, de todas las relaciones que había tenido
con altos ejecutivos y de la relación extraña que mantenía con Steven, uno de los arquitectos que
trabajaba para Sanders, casado y con hijos. Ella era su protegida. Todos sabían que Steven había estado
pagando los estudios a la joven, además de haberla estado manteniendo durante años… era obvio a
cambio de qué. Debía tener cuidado con ella, podía parecer una chica inocente y dulce pero todos en
aquel edificio sabían cómo era realmente.
-¿Sanders permite que digan todas esas cosas de su hija? – Le parecía tan extraña aquella historia y
tan inaudito que un padre permitiese tales insultos hacia su propia hija.
-Es el propio Sanders el que reniega de Nancy, es una vergüenza para él, para su carrera. - No
parecía caerle muy bien la joven. – Denuncias, maltrato, abusos… Casi arruina la carrera de Sanders, y
eso que es su padre… la muy hija de…
-Vale, lo pillo, Edward. - Dijo evitando que siguiera con aquel insulto.
-Ten cuidado, colega, no te metas en problemas. Un polvo con esa chica tendría consecuencias
demasiado caras. - Michael lo miró extraño… solo había tomado un zumo con ella. - Es un consejo como
amigo.
Aquella historia hizo pensar mucho a Michael aquella noche que no daba crédito a todo lo que había
escuchado. Realmente no le dio esa impresión, cuando la tuvo delante, cuando la miro, cuando habló con
ella… Todo era tan extraño.
¿Por qué Edward decía que todos opinaban lo mismo? ¿En serio esa jovencita dulce había estado con
tantos hombres como para crearse esa fama de chica fácil? Dijo altos ejecutivos…Pero, ¿si ni siquiera
tenía edad para ello?
Ahora entendía sus maneras refinadas, su saber estar, su elegancia y increíble distinción. Nancy no
era una simple chica de la limpieza, una joven obrera como el resto, trabajadora y sencilla. Había sido
criada entre lujos y comodidades, de ahí aquel misterio abrumador que veía en ella, que tan extraño le
pareció desde un principio. Sin embargo, parecía una chica tan humilde… sus ojos parecían tan vivos y a
la vez tan desesperados…
Cerró los ojos y la recordó bailando, era impresionante cómo se movía. Simplemente pasó por el
lado del gimnasio y al escuchar la música miró hacia dentro… la vio… perfecta, preciosa, con una
ejecución y sensualidad únicas. Bailaba con un joven, suponía que sería un alumno o compañero, pero
solo pudo mirarla a ella durante segundos, minutos… ni siquiera supo cuanto tiempo había estado ahí
parado hasta que Edward apareció.
Estuvo horas sin poder dormir… se sentía muy intranquilo y no sabía por qué. No era el trabajo ni los
proyectos, no era la familia y los amigos… era aquella joven que lo había dejado embobado… Pero,
¿qué pasaba con él? ¡Era una cría! ¡Casi le doblaba la edad!
Luego recordó toda la historia… Sus tropiezos, su voz dulce, sus bromas, su coqueteo, su preciosa
sonrisa y su mirada tan profunda. Y las palabras de Edward. Una chica fácil, altos ejecutivos, denuncias,
maltratos, Sanders…
Alejó cualquier pensamiento de su mente, necesitaba descansar…
Capítulo 5
UNA REALIDAD MUY DISTINTA
Aquel fin de semana se dedicó de lleno a su familia, es lo que haría a partir de ahora, pasar más
tiempo con su madre y sus hermanos. Long Islang distaba a poco más de una hora en coche de Manhattan,
y Michael, con su coche estuvo pronto en casa de su madre.
Allí esperaban todos, desde la vuelta del arquitecto, la familia había decidido pasar los fines de
semana todos juntos. Volverían a reunirse como siempre, antes de que Michael se marchase a California,
y pasarían grandes momentos de conversación, contando historias y bromeando sobre otras.
Pudo ponerse al día de todo lo que había pasado en las vidas de su familia solo en aquellos dos días.
Habló con Carol que parecía llevar bastante bien la separación con Damián, no pudo perdonar ni olvidar
saber que había estado con otras mujeres durante su matrimonio. Pensó en tener alguna charla con ella,
siempre tuvieron mucha complicidad pero la veía muy bien, animada, sonriendo, gastando bromas y sin
evitar el tema cuando alguien preguntaba. Era como si hubiese quitado un peso de encima.
Aún así estaría pendiente de ella y las niñas.
Helen era la mayor de las hermanas de Michael, ella sí que andaba necesitando ayuda. Desde hacía
varios años sufría una fuerte depresión por culpa de los cuatro abortos que había sufrido. Deseaba
muchísimo ser madre, ella y su marido Charles, pero ninguno de los embarazos parecía cuajar y Michael
le ofreció la ayuda económica para poder ir a uno de los mejores médicos de New York. Sin reparar en
gastos, era su hermana, y haría todo lo que estuviese en su mano para poder ayudarla.
-¿Sabes lo que es confiar en alguien y descubrir que te ha estado mintiendo desde el principio?
Escuchó decir a Jeremy.
Trataba de hablar con él, sentados en el balancín del porche mientras las chicas preparaban la cena.
De paso echaban un ojo a las peques que jugaban tranquilamente en el jardín de la entrada.
Sabía que sería duro para su hermano pequeño pero necesitaba saber qué había pasado por su cabeza
antes de tratar de quitarse la vida. No podría ayudarlo si no confiaba en él. Y lo haría, todo lo que
estuviese en su mano.
-Estuvimos juntos seis años y no creas que pensaba que íbamos a casarnos algún día… - Sonrió
cínicamente. – Casado, viviendo una vida que no es la que le pertenecía, pero es la que él eligió y
follándose a un joven enamorado a escondidas de su mujercita, que lo esperaba cada noche ajena a todo.
Lo miró extrañado. No sabía que salía con alguien y mucho menos que estuviese casado. A Jeremy le
gustaban los chicos, Michael lo supo desde siempre y lo ayudó desde pequeño a no sentirse inferior que
los demás, a valorarse y quererse pese a lo que los demás pudiesen decir… apoyo su homosexualidad y
le dio valor y fuerza para no sentir vergüenza de gritarlo al mundo entero.
-¿Cómo se puede ser tan estúpida? – Se refirió a aquella mujer ajena de la infidelidad de su marido. –
Tu marido llega cada noche tarde a casa y sin ganas de sexo y crees cada excusa que pueda soltarte.
-¿Qué pasó? ¿Se cansó de las mentiras y quiso cambiar de vida?
Jeremy lo miraba de reojo mientras sonreía, dolido, destrozado, aquella risa era de puro dolor…
estaba muy enamorado de aquel hombre que tanto daño le había hecho a su vida…
-Había estado acostándose conmigo todos esos años, pero no era a mí a quien deseaba. – Soltó de
repente, y las lágrimas cayeron de sus ojos. Las limpio rápidamente, lleno de un odio muy profundo. - Es
tan cobarde que es incapaz de admitir que está enamorado de otra persona, alguien con el que nunca
podrá estar. No tiene huevos para mirarlo a la cara y decirle que lo ama… - Y se alegró enormemente de
ellos. – Por eso me utilizó todo este tiempo para satisfacer sus deseos, nada más. Dijo que yo le
recordaba a él… Nunca fui nada en su vida, solo un juguete sexual.
-Tienes que hacer borrón y cuenta nueva, Jeremy. ¡No puedes dejar que todo esto te quite las ganas de
seguir adelante! No merece la pena. - Su hermano valía muchísimo para estar así de abatido por un
miserable. - ¿Quitarse la vida por un hombre que nunca te valoró? ¿Por alguien que te ha estado
utilizando todos estos años sin importarle cómo pudieses sentirte?
-Ahora estoy bien. - Mintió descaradamente pero Michael sabía que lo hacía.
-No es cierto. ¡Venga ya Jeremy! ¡Intentaste cortarte las venas hace dos meses, no me digas que estás
bien y que ya todo pasó!
-Nunca le importé… - Dijo llorando sin consuelo mientras se apoyaba en el hombro de su hermano. –
Ahora veo que nunca me valoro como hombre, ni como persona… mucho menos como amigo. – Estaba
tan destrozado por culpa de aquel miserable. - ¿Qué querías qué hiciera, Michael? ¡Lo amo! ¡Siempre lo
he amado y me conformaba con poder verlo a ratos, a escondidas!
Abrazó a su hermano que imploraba ayuda aún sin pronunciar una palabra. Todo aquello lo había
hundido de tal forma que no encontró la salida a tanto dolor y desesperación. Solo arrebatarse la vida.
-Tú no te mereces una vida así, hermano. – Lo abrazó fuerte. Era su hermano, su joven hermano que
tenía mucho que aprender de la vida. - ¿Un amor a escondidas? ¿Una historia entre las sombras con
alguien que solo quiere echar un polvo? – Ellos siempre pudieron hablar de aquel tema sin tapujos,
Michael siempre fue su mejor amigo. – Tú vales mucho más que todo eso, Jeremy. Eres una gran persona,
siempre te lo dije, y quiero que te valores por encima de todo. – Sus consejos siempre fueron los
mejores. - No puedes arruinar tu vida porque un jilipollas no sepa ver todo lo bueno que hay en ti…
Él siempre lo comprendió, nunca lo hubiera conseguido sin sus consejos, en el colegio, en el instituto.
Había gente muy cruel pese al siglo en el que estaban pero Michael siempre trató de hacerle ver lo
maravilloso que era.
Le daría un puesto de trabajo en su empresa, un buen lugar donde comenzar a sobreponerse de todo lo
sucedido. Conocería personas muy competentes en aquel edificio, personas con las que trabajaría codo a
codo cada día. Y encontraría una motivación, pasajera, duradera, eso ya dependía de él, si pasados unos
meses querría buscar otro empleo o seguir bajo las órdenes de su hermano.
-Oye, Michael, de verdad te lo agradezco pero lo último que necesito en estos momentos, es ir a tu
empresa y trabajar allí. – Escuchó a su hermano, sentados en aquel balancín del porche.
Sabía que le haría bien, estar trabajando, estar a su lado, lo motivaría. Tratar de quitarse la vida era
algo muy grave y sabía que debía sentirse tan mal…
-No te lo estoy pidiendo Jeremy. Soy tu hermano mayor y después de lo que ha pasado necesitas
despejarte y dejar de auto compadecerte. – De verdad quería ayudarlo, para eso estaba ahí. - Tú lo
necesitas, mamá lo necesita. Ha sufrido muchísimo con todo esto, con lo de Elizabeth. Se lo debemos.
Y así fue como aquel joven acabó aceptando trabajar en aquel edificio, no mintió al decir que era lo
último que le haría bien. Estar allí, con él… Lo volvería a ver, solo deseaba estar lejos, no volver a
encontrárselo nunca… pero no podía decírselo a Michael, ninguno podía hacerlo.
Claro que todos sabían de quien se trataba pero aquella historia ocultaba un pasado mucho más
oscuro y doloroso que debía mantenerse oculto, por el bien de todos, por el bien de Michael. No querían
que sufriese más después de lo de su mujer, no querían que decidiese marcharse de nuevo… Era mejor
callar, ocultar, fingir…
El desayuno era un café, y unas tostadas con mermelada de fresa, acompañado de un zumo de naranja
aderezado con un poco de miel. Un buen periódico del día para saber lo ocurrido desde por la mañana
y… una buena compañía como la que acababa de sentarse frente a él.
Apareció con unos short y un top completamente ajustados a su cuerpo, perfectamente torneado por el
deporte. Llevaba una camiseta de tirantas encima de aquel top, dejando ver uno de sus hombros
bronceados. Unos botines blancos de fittness y el pelo recogido con una cola alta. Soltó su bandeja
mientras le sonreía y le preguntaba si estaba ocupado, cosa que Michael negó con la cabeza mientras le
ofrecía asiento en su mesa. Se había vuelto una costumbre el desayunar juntos…pero le gustaba…
Su desayuno eran cuatro tortitas de harina con muchísima nata por encima, un vaso de leche y otro de
zumo de melocotón. Y después de eso…seguía teniendo un cuerpo perfecto…
Michael reía solo de pensarlo…
-¿Vas a apuntarte a clases de baile? - Le preguntó mientras partía sus tortitas. – El otro día te vi en el
gimnasio, mirándome mientras bailaba, y… pensé que tal vez querías dar clases.
Bromeaba con él, siempre lo hacía. Sabía perfectamente que no había ido hasta allí para dar clases
pero le gustaba provocarlo y sacarle sonrisas como la que acababa de soltar. Le encantaba su sonrisa…
-Sólo pasaba por allí y te vi… no sabía que bailases tan bien. - Fue su primer piropo… sabía que se
estaba metiendo en la boca del lobo, pero no podía evitarlo. Negar que aquella chica le atraía era
mentirse así mismo.
-Deberías pasarte algún día con más tiempo, así podría enseñarte una de las coreografías que preparé
para mis chicos de la universidad. Podrías darme tu opinión… -El tonteo cada vez era mucho más
descarado por parte de ambos.
Michael no entendía de danza, de pasos de baile, no sabía en qué podría ayudarla. Pero le prometió
acercarse un día que estuviese menos atareado para ver más tranquilamente uno de sus bailes.
Nancy usaba muñequeras en ambos brazos, tal vez por eso no percibió inmediatamente aquellos
golpes… solo cuando trató de ajustarse una de ellas pudo ver aquel color morado en su piel… solo unos
segundos, pero era obvio que aquello no eran producidos por unos tropiezos… ¿Tal vez un novio celoso?
¿Quizás uno de los obreros de los que hablaba Edward? Se notaba que alguien había tratado de sujetarla
con tanta fuerza como para marcarle la piel de aquella forma y era obvio que ella había tratado de
resistirse…
Se miraron, Michael había visto los golpes y ella bajó la mirada, nerviosa, temiendo que hiciese
preguntas… Pero no lo hizo. Solo la miró fijamente a sabiendas de que ocultaba algo y que aquellas
muñequeras eran solo para cubrir los golpes.
La escuchó hablar francés cuando la llamaron por teléfono, una pronunciación exquisita que dejó más
que helado al arquitecto. Era uno de sus alumnos que la llamaba por una urgencia y mientras ella trataba
de calmarlo, Michael se empapó de la perfección que la joven tenía con aquel idioma.
Robert se acercó a su mesa para decirle que Edward quería hablar con él, era algo importante pero
Michael no dejó aquel desayuno con Nancy, iría al terminar, dentro de unos minutos. Por muy importante
que fuese podía esperar a que terminase de desayunar. Aquel joven los dejó solos de nuevo, seguro de
haber visto algo extraño en aquellas miradas, cosa que advirtió a sus colegas John y Edward.
-No deberías hacer esperar a los jefazos, Michael. – Dijo al terminar la llamada.
-¿Jefazos? – Peguntó sonriendo. Era la segunda vez que la escuchaba hablar así de él mismo. Le hizo
gracia la forma de llamarlos. - No te preocupes, pueden esperar unos minutos. – Y siguió tomando
aquellas tostadas que aún quedaban en su plato, sin prisas, cambiando el tema de conversación. - ¿Dónde
has aprendido a hablar francés?
-En una academia. – Mintió, quitándole importancia a su interés por los idiomas. - ¿Te has vuelto
loco? ¿Quieres que te echen? - Le dijo acercándose a él aun más. - ¡No puedes hacer esperar a los jefes,
no los conoces! Llevo muchos años trabajando aquí y he visto despidos por menos de lo que tú acabas de
hacer. - Para Michael aquello era muy interesante y bastante cómico.
-¿¡En una academia!? – Sabía que no era cierto. – Tu pronunciación es exquisitamente perfecta,
Nancy, eso no se aprende en una academia.
-Oye, te hablo en serio. – Estaba preocupada por él, ese comportamiento con los jefes no iban a
tolerárselo. Lo despedirían inmediatamente. – En este edificio no se andan con tonterías, los jefazos no
son como puedan parecer en un principio.
-¿¡Ah, no!?¡¡Cuéntame, por favor!! ¿Cómo son los jefazos? – Bromeaba con ella totalmente aunque
Nancy no lo sabía. Era bueno saber opiniones de los trabajadores.
-Mira…Sanders…es un jilipollas de mucho cuidado… - Y vio como Michael soltaba una carcajada
impresionante ante su reflexión. ¡Era su padre y acaba de insultarlo! - ¡No te rías! ¡Hazme caso y ten
cuidado con él! Lo conozco y no es de fiar… Es el peor ser que hay encima de la tierra. Ella mejor que
nadie lo sabía. - En cuanto a Edward es un pijo remilgado que no te pasará ni una… ¡Ni una! – Le
recalcó haciendo un gesto. - No lo olvides… Intenta no tropezar con él nunca o te pateará el culo directo
a la salida. Es otro jilipollas estirado, aquí hay muchos…. - Nancy preparaba su comida, muy
elegantemente, se notaba que había sido criada entre comodidades… - Y luego está John… es más
pasable, pero no deja de ser jefe, así que no te fíes por si acaso.
No tenía muy buena impresión de sus amigos, la verdad, y no lo entendía. Puede que Edward
resultase un chico bastante pijo, eso era cierto, pero nunca lo había tenido por alguien clasista que tratase
diferente a la gente humilde. Era cierto que habían pasado muchos años separados, pero, ¿tanto habían
cambiado sus amigos?
-La verdad es que me lo pintas muy negro. – No dejaba de sonreírle, le encantaba aquel juego. ¿Es
que has tenido problemas con ellos alguna vez?
-Nooo… claro que no. Intento pasar desapercibida, es lo mejor para que las cosas me vayan bien en
este lugar. – Eso era imposible, pensó Michael. Nancy comenzó a desayunar tranquilamente. – Cuanto
menos existas para ellos, mucho mejor.
La miraba embobado mientras relataba, a su parecer, cómo eran los dueños de aquel edificio.
Sanders, John, Edward… no se salvó ninguno. Ni siquiera él. La peor se lo llevó Sanders y era obvio
que no había conexión padre e hija, Edward fue el siguiente y aunque no fue tan dura también se llevó lo
suyo… Para Nancy John era el único que le parecía mejor persona.
-¡Vaya! ¿Y esa es una opinión tuya personal o es más a nivel general? - Seguía bromeando con ella.
-Lo piensa mucha gente aquí, solo que nadie se atreve a decir nada. Ya sabes… patada en el culo.
- Y rió ante su gesto gracioso…
-Y… ¿qué me dices del nuevo jefazo? He oído que está por aquí desde hace poco. ¿No lo conoces? –
Sabía perfectamente la respuesta pero le parecía todo tan gracioso… tenerla justo frente a frente,
hablando de él como si fuese un extraño.
-Oh… He oído cosas sobre él, pero aún no lo conozco y, si te soy sincera, tampoco tengo mucho
interés en tropezármelo. Son todos iguales, ricos, estirados y rodeados de gentes que solo les hacen la
pelota. - Terminó de tomarse aquel zumo. Veía a Michael muy pendiente de sus palabras. Sí, era cierto
que tenía demasiadas personas regalándole el oído desde hacía muchos años. – Las chicas en el vestuario
hablan de un hombre muy guapo para su edad…
-¿¡Para su edad…!? – Dijo Michael sorprendido… definitivamente no sabía quién era. - ¿¡Tan mayor
es!? – Obviamente, bromeaba.
-No, bueno, no sé. No he preguntado, la verdad. Dicen que en las fiestas de la alta sociedad las
mujeres se lo rifan… ¡es el viudo de oro! – Soltó en susurros, acercándose a él para que nadie la
escuchase… - Guapo, rico y fiel a su mujer desde que murió… ¡Pobrecillo… parece que la quería
mucho! Supongo que sería una mujer maravillosa para que un hombre siga manteniendo su memoria
después de tantos años. – Michael la miró a aquellos ojos que tanto le fascinaban… sus palabras eran
ciertas. Sí que la quería y por supuesto que había sido una mujer maravillosa… la mejor. - Dicen que es
un hombre muy serio y distante desde entonces… algo así como Edward, pero yo no lo creo.
-¿Y eso por qué?- Preguntó curioso… parecía estar muy bien informada…
-Se dice que le gusta relacionarse con sus trabajadores, hablar con ellos, interesarse por sus vidas…
- Se acercó a él y habló en voz baja. - He oído que viene a esta cafetería a desayunar algunas veces. -
¿Cómo era posible que no se diese cuenta que él era el jefe? ¿Es qué veía allí a alguien nuevo con más de
cuarenta años y enchaquetado? Solo algunos ejecutivos desayunaban en aquella zona de la cafetería,
seguramente a los que le parecía una estupidez estar separados según un puesto de trabajo… pero seguro
que a ella le sonaban sus caras de otras veces, él solo llevaba allí unos meses. - Así que, quien sabe…
tal vez nos lo encontremos algún día mientras tomamos algo.
-Podría ser… - Michael reía su indiferencia… - A lo mejor se sienta con nosotros y nos invita a
desayunar… - Jugaba con ella.
-No estaría nada mal… ¿no dicen que se preocupa por sus empleados? Pues que se rasque el bolsillo.
- Le encantaba aquella situación. Tenerla allí, bromeando sobre él… pero sin ni siquiera saber quién era.
Sonreía con sus bromas. - Dudo que sea como Edward Bennett, nunca lo vi preocuparse por los
empleados que no van vestidos de chaqueta. Ni siquiera saluda a los obreros cuando los tiene cerca…y
mejor no te digo como trata a las limpiadoras; es otro capullo estirado como Sanders.
Y ambos soltaron una risa por aquel comentario. Ahora sabía qué pensaban sus empleados no solo de
él, sino de sus colegas, y era bueno saberlo para poder cambiar algunas cosas. Era cierto que le gustaba
relacionarse con la gente que trabajaba para él, saber de sus vidas, poder ayudarlos o escucharlos ante
algún problema.
-Deberías sonreír más… Tienes una sonrisa preciosa. - Dijo mirándolo fijamente a los ojos más
bonitos y profundos del mundo. Inmensamente azules…
Escuchó aquello y no pudo evitar ruborizarse, agachando la cabeza le dio las gracias, explicándole
que llevaba mucho tiempo sin hacerlo… aunque últimamente debía admitir que sonreía mucho más…
Gracias a ella...
-Gracias, la verdad es que últimamente sonrío más que de costumbre. - Dijo mirándola fijamente…
-Y, ¿tengo yo algo que ver con eso? – Sonrió sin dejar de mirarlo fijamente. – Con tus sonrisas. –
Aclaró por si dudaba.
Aquello dejó de piedra a Michael que aunque no dejó de mirarla, no supo qué decir… Estaba ligando
con él descaradamente y podía pararlo en cualquier momento, pero no lo hizo. Le fascinaba aquel juego
cada vez más. Se embelesaba con su mirada tan llena de vida y extraña a la vez.
-No te cortas, ¿eh? – Fue lo único que pudo decir, sin dejar de mirarla, de sonreírle. Claro que tenía
que ver con ella, con sus bromas, pero eso era algo que se guardó para él…
Lo que empezaba a sentir por aquella jovencita lo sabía él, nada más que él y aunque le parecía algo
totalmente descabellado e imposible no encontró las fuerzas para alejarla de su vida. Nancy Sanders ya
había entrado en ella hacía mucho, poco a poco, sin darse cuenta pero directa a su corazón que palpitaba
acelerado cuando estaba cerca de ella.
Arriba, le aguardaban las preguntas de Edward que ya sabía sobre su desayuno con aquella joven,
Robert no había tardado mucho en contárselo. Lo miró, antes de contestar a su amigo, éste le agachó la
mirada y fue cerca de John que no sabía de qué iba el asunto.
No dio muchas explicaciones sobre el asunto, dirigió la conversación a aquellos planos que estaban
en la mesa y sobre lo que debían hablar. Aquel proyecto era lo importante en aquellos momentos no un
desayuno inocente con una jovencita.
Al término de aquella reunión, Michael buscó los datos de Nancy en el ordenador de su despacho.
Antes preguntó a Martha, su secretaria principal, donde se guardaban los datos de los trabajadores, sin
dar más explicaciones, y aunque ella se ofreció a buscarle los datos, prefirió hacerlo él mismo.
Encontró la ficha de Nancy entre las limpiadoras del edificio, como una más, solo que su currículum
no era uno más, para nada. Joven de veinticuatro años, licenciada en lenguas extranjeras, con una de las
mejores notas de aquel año en la universidad de Princeton, la cual pagó Steven Brown hasta finalizar la
carrera. Nancy era licenciada en alemán, francés y español, a lo que había que sumarle su lengua natal,
inglés. ¿¡Con poco más de veinte años era políglota y estaba limpiando oficinas en aquel edificio!? ¿Es
que se habían vuelto locos allí? ¡Nadie encontró un puesto mejor para esa joven en su empresa!¡¡No
podía creerlo!!
Nancy limpiaba las oficinas de Sanders y Steven, el último era uno de los mejores ingenieros que
trabajaban en el edificio. Edward le dijo que él la protegía… pero, ¿de quién? ¿De quién tenía Steven
que proteger a aquella joven? Y, ¿por qué venía su dirección en la ficha de Nancy? No entendía nada de
aquella historia.
Lo hizo llamar a su despacho, sabía que era la persona que podía explicarle toda aquella locura y no
dudó en preguntarle cuando lo tuvo frente a frente, extrañado por el interés hacia Nancy.
-¿Es qué hay algún problema con ella, Michael? - Lo escuchó preguntar.
Lo notó preocupado, era cierto que la protegía como le habían dicho pero no sabía a qué venía ese
acercamiento que ambos tenían. ¿Tenían algo juntos o lo habían tenido?¿Eran solo amigos? ¿Con qué ojos
la veía aquel ingeniero?
-He oído que es hija de Sanders y tu protegida… - Se sentó tranquilamente en aquel sillón de cuero
negro. - ¿No habéis encontrado un puesto mejor en este edificio para una joven licenciada en cuatro
idiomas, que como chica de la limpieza?
Estaba tranquilo, sereno, le interesaba de verdad aquella historia pero no quería preguntarle a Nancy,
Steven podría contarle algo más sobre ella. Si eran amigos, seguro tenía otro punto de vista sobre la
joven, y quería saber cuál era.
Aquel joven se sentó frente a Michael, no sabía el motivo de tanta curiosidad pero era su jefe y debía
contestar a sus preguntas.
-Tendrías que preguntarle a Sanders… es él quien no permite que Nancy ocupe otro puesto, le gusta
tenerla limpiando suelos. – Y al soltarlo se quedó muy a gusto. No soportaba a aquel hombre y cada vez
podía disimularlo menos.
-¿Por qué? ¡Es su hija…! - Le interesaba de verdad.
-Es una larga historia, Michael y cuanto menos sepas de ella, mejor para ti. - Él sí que sabía todo
desde siempre… la verdad… no lo que contaban en aquel edificio…
-Ya he escuchado eso antes… - Edward y sus opiniones. - ¿Qué hay de cierto en lo que cuentan de
ellos? – Quería saberlo… - Me han hablado de denuncias, maltratos, venganzas… ¿Qué sabes tú sobre
todo eso?
-Lo que sé… - Y paró un segundo para pensar. - …es que no deberías creer todo lo que dicen de esa
joven… Nancy es una chica maravillosa que ha tenido muy mala suerte en la vida. Esa es la verdad.
No podía contarle nada más, no le pertenecía a él contar la historia de aquella chiquilla, si quería
saber algo más debía preguntarle a ella misma. Puede que fuese verdad que Michael quisiera saber qué
se escondía tras todas esas habladurías solo por ser el dueño, pero le pareció tan extraño su interés…
Quiso levantarse para irse pero lo pensó mejor. Se paró delante de Michael y pensando en qué decir
para no meter la pata con todo aquello. No quería tener problemas con Sanders…
-Bueno, hay gente que afirma que tu defensa se basa en la excesiva confianza que tenéis… Steven lo
había entendido perfectamente. Llevaba años escuchándolo.
-La defendería a costa de todo, Michael. Nancy es la mujer más linda que he conocido en mi vida… -
Sus ojos brillaban al decirlo… Michael lo miraba, no parecía mentira lo que había escuchado entre
ellos…. - Y haría cualquier cosa por ella.
-Entiendo… - Y quiso dar por terminada la conversación, no quería seguir escuchando… le había
quedado muy claro que ella y Steven eran mucho más que amigos…
-No, te equivocas… No entiendes nada. - Michael levantó la vista y lo observó fijamente. - Sólo has
escuchado insultos sobre ella, ¿verdad? - Y ante el silencio de aquel empresario supo que era verdad. –
Se supone que llevo acostándome con Nancy al menos siete años… eso supondría haber tenido
relaciones sexuales con una cría de entre dieciséis y diecisiete años… La realidad es que la cuido y la
defiendo porque siento muchísima lástima por ella… -¡Le daba tanta pena que hablasen tan mal de ella!
No se lo merecía.
-Lo cierto es que se escuchan muchas cosas sobre vosotros. - Demasiadas historias…
-Lo sé… llevo años escuchándolas pero, ¿para qué desmentirlas? – No servirían de nada. Sanders
seguiría pregonando historias a sus espaldas. - Los rumores nunca cesarían. - Se quedó pensativo un
segundo… - ¿No te han dicho que Nancy fue una joven estrella del patinaje antes de que su padre
arruinase su carrera por una paliza?
-¿¡Cómo!? – Por supuesto que nadie le había dicho algo así…
-Eso es mejor obviarlo. La gente prefiere el morbo, los insultos, así tienen más para hablar en los
pasillos durante los descansos. – Su protector, su máximo defensor… - Pero, la verdad de todo es mejor
callarla. Esa no le interesa a nadie.
-Pero, ¿de qué me estás hablando Steven? - ¿Había dicho una paliza?
Los ojos de Michael se abrieron impresionados por la noticia que acababa de darle aquel joven. Se
incorporó en aquel sillón, sin poder pronunciar ninguna palabra pero totalmente helado y sorprendido por
la historia que comenzaba a descubrir.
-¿Nadie te habló de los golpes, de las humillaciones, de los insultos? –Steven la defendía a muerte,
podía ver la preocupación en sus ojos. – Es más fácil maltratar y abusar de una cría, sabiendo que no
puede defenderse de ninguno de los calificativos, ofensivos y humillantes, que se escuchan en este
edificio porque es el propio Sanders el primero en pregonarlos.
-¡Steven! - Dijo asombrado. - ¿¡Te has vuelto loco!? -¡Qué acababa de decir! - ¿¡Estás acusando a una
persona de algo muy grave!? – Hizo un gesto con la mano para que parase de hablar. Se levantó y se
acercó a él. Pero, ¿qué era todo eso que le estaba contando? ¿Se había vuelto loco?
-¿No querías saber la verdad o es que tú tampoco quieres escucharla? – Lo retó. Casi lloraba solo de
pensar cuánto había sufrido Nancy. ¡La quería tanto y lo había pasado tan mal viéndola sufrir! –Aquí
nunca nadie ha preguntado por la verdad de toda esa historia, solo algunos conocemos a la verdadera
Nancy y sabemos que nada de lo que se dice de ella es real. Sanders humilla a su hija hasta el extremo y
no permite que nadie, absolutamente nadie, intente ayudarla.
-Pero estás hablando de maltrato y abusos… quiero que entiendas que son acusaciones muy graves,
Steven.- Gravísimas para no ser ciertas.
-Aquí la gente prefiere no saber, no preguntar… Saben que hay algo oscuro en toda esta historia pero
es mejor hacer como si no vieses los golpes, ni siquiera cuando te la encuentras por los pasillos asustada
y magullada. Miran a otro lado porque nadie quiere enfrentarse a Sanders. - Había muchísima tristeza en
sus ojos, contando aquella desgarradora historia…
¿En serio todo aquello era real? Pero, ¿qué historia le estaba contando aquel ingeniero? ¡¡Sanders!!
¡¡Allan Sanders pegándole a una cría de veinte años!!
-Vale, para. – Le dijo para tratar de entender lo que le contaba. –Para Steven, por favor. – Se levantó
de aquel sillón, cerrando los ojos, suspirando. La cosa era más complicada de lo que había imaginado. -
¿¡Dices que Sanders maltrata a su propia hija!? - ¿Y eso lo sabía Edward? Pues lo había obviado en su
charla…
-Yo he visto los golpes mejor que nadie… he visto a una joven aterrorizada y magullada por las
heridas que su padre dejó en su cuerpo después de violarla. – Miraba a aquel empresario, no daba
crédito a sus palabras. ¿¡Qué había dicho!? ¡¡Violación!! - Le llevó años dejar de tener pesadillas cada
noche… cuando se despertaba gritando y temblando muerta de miedo, a sabiendas que aquello solo
acababa de empezar. Sanders nunca pararía. – Pudo ver la expresión de Michael que no podía creer lo
que acababa de escuchar. Se sentó en el borde de aquella mesa, cerca de él… sin hablar, aún con los ojos
totalmente abiertos después de haber escuchado aquella durísima verdad.
Le contó cómo vio a Nancy destrozada en comisaría, retirando una denuncia que nunca debió quitar.
No le contó la verdad en aquel entonces, cuando se marchó de su casa, pero sí años después cuando de
verdad sintió que no podría soportar toda la carga ella sola.
Steven quiso contárselo todo, no sabía por qué, quizás porque estaba cansado de que todos solo
quisieran escuchar la versión de Sanders ignorando la crudísima realidad de una cría que se había hecho
mujer a base de golpes.
Tal vez Michael intentase ayudarla ofreciéndole un puesto mejor, pero… no serviría para nada.
Sanders no lo permitiría y la propia Nancy renegaría de cualquier ayuda que quisieran ofrecerle porque
sabía perfectamente que seguiría teniéndola en sus manos.
Se decidió que, por el momento, todo lo que se había hablado en aquel despacho quedaría única y
exclusivamente entre ellos. Nadie debía saber que habían hablado de aquella joven, ni la propia Nancy.
Michael prometió que pensaría en toda aquella historia y que intentaría buscar una solución para aquella
jovencita que estaba siendo chantajeada en su empresa.
No sabía cómo, no sabía qué iba a hacer pero estaba claro que no podía hacer cómo si no supiese
nada. Aquella historia era tremendamente dura… ¿Sanders había violado a Nancy? ¿A su hija?
¿Golpeado hasta la saciedad y humillado solo porque su madre había tenido un desliz y lo pagaba con
ella para vengarse?
Aquella noche permaneció en el despacho, solo, mirando por aquel ventanal de cristal… tenía un
gravísimo problema entre manos. Sanders y él tenían negocios juntos, un proyecto millonario del que
ninguno podía echarse para atrás… pero… ¿cómo iba a trabajar con él sabiendo todo lo que sabía ahora?
Si el proyecto seguía adelante estaría trabajando con un ser mezquino, un maltratador de jovencitas,
un monstruo que había violado a su propia hija? Si rechazaba aquel proyecto, supondría un gasto
millonario por incumplimiento de contrato…No quería siquiera imaginar en la cifra que podía llegar a
pedir Sanders si Michael finalizaba aquel proyecto.
Pero, ¿qué pasaba con sus principios? Era incapaz de plantarse delante de él, mirarlo a la cara y
hacer como si no pasara nada. ¡Pobre Nancy! ¡Cuánto había tenido que sufrir y cuánto estaría sufriendo
aún!¡Cómo podía ayudarla?
Y tan risueña que le parecía, tan llena de vida… había vivido un autentico infierno junto a Sanders,
maltratada, violada, humillada, chantajeada… Y aún así, siempre tenía una hermosa sonrisa en su cara…
Recordó sus golpes… no se trataban de tropiezos… no era culpa de novios celosos… Era el propio
Sanders el culpable de aquellos golpes que Nancy trató de ocultar… Pero… ¿cómo podía ser tan ruin y
tan mezquino como para golpear a su propia hija?
Pensó muchísimo en ella aquella noche…Toda la noche…
Capítulo 6
UN PELLIZCO EN EL CORAZÓN
Edward lo notó extraño aquella mañana, cuando estaban todos reunidos en la sala de juntas. Lo vio
absorto, distraído, pareciera que no escuchara la conversación que tenían sobre negocios.
Sanders estaba allí de pie, explicando los últimos preparativos antes de comenzar con el proyecto. La
constructora que ellos tenían en el edificio ya se había encargado de ojear los documentos, los planos.
Solo faltaban unos puntos por concretar y el visto bueno de Michael. Nada más.
Lo miraba allí de pie… no podía dejar de pensar en aquella jovencita… ¿De verdad había hecho
todo aquello que contaba Steven? Parecía un hombre educado, amable, serio. ¿Cómo era posible que
tuviese dos caras tan distintas la una de la otra?
La vio sentada en una de las mesas y esta vez fue él quien se acercó a ella, Nancy estaba radiante
aquella mañana. Cada vez se sentían más a gusto el uno con el otro y bromeaban constantemente sin
reparos en los que se encontraban cerca.
Aquella mañana charlaron un poco sobre comidas, recetas. Nancy había llevado algo de comer aquel
día y estaba sentada allí, tratando de hacer que Michael probase su nueva receta de delicioso brownie.
No podía dejar de mirarla, tan sonriente, tan llena de alegría…hablándole de cómo había preparado
aquella maravilla que al final hizo que probase. Le acercó un pedazo en su propio tenedor, mirándolo con
aquellos preciosos ojos oscuros y agitando el cubierto mientras Michael dudaba en probarlo.
Estaba delicioso y así se lo hizo saber a la joven que agradecía sus cumplidos culinarios. Durante la
charla llegaron a conversar sobre buenos vinos, tales como el que Michael tomaba para almorzar cada
día. Un impresionante Chateau Haut-Brion de Burdeos de más de quinientos dólares la botella.
Nancy dio un sorbo de la copa de Michael, hacía años que no probaba algo tan delicioso pero podía
reconocer su sabor, su olor de lejos. No era la primera vez que probaba un Brion de Burdeos, no solía
beber alcohol, pero recordó algunas fiestas en casa, en familia, rodeados de ejecutivos, de lujos y
exquisitos vinos como aquel.
-Hace mucho que no lo probaba… tienes buen gusto para los vinos. – Le dijo devolviéndole la copa.
-Gracias, tú también. – Levantó la mano para avisar al camarero que se acercó rápido a la mesa.
Pidió una copa de aquel vino francés para Nancy que se asombró por la invitación.
-¡¡No, por favor!! ¿Te has vuelto loco? ¡Es un vino carísimo! Ha sido suficiente con mojarme los
labios… - Sabía que hablaban de un vino carísimo y por supuesto se negó a la invitación.
-No voy a arruinarme por invitarte a una copa. - Le dijo.
-Ya, pero… es mejor así. No suelo beber y después de tanto tiempo… me basta con probarlo,
Michael. Gracias, de todas formas, es un detalle por tu parte. – siguió comiendo su pastel con elegancia.
Se notaban sus maneras refinadas. – Un amigo me dijo un día que los buenos vinos se prueban en
pequeñas cantidades… así lo saboreas más. - La vio cerrando los ojos mientras hablaba. Y cuando dejas
pasar un tiempo y vuelves a probarlo, te sientes invadida de nuevo por ese maravilloso sabor… como si
cada vez fuese la primera… - Michael sonreía ante sus palabras y sus gestos… Estaba muy graciosa. -
¿De qué te ríes? – Preguntó.
-De ti… - Seguía riéndose. - ¿Quién te ha dicho esa tontería? - Colocando el codo en la mesa,
elegante, sus dedos en la sien, sin poder dejar de mirarla y sonreírle.
-Unos amigos… - ¿Se estaba riendo de ella de verdad?
-¿Unos amigos? – ¿En serio era tan ingenua como parecía? - Yo creo que esos amigos tuyos te
soltaron eso porque no querían compartir el vino contigo… - Y la vio poner cara dudosa.
-¡No…! - Sin decirlo muy segura.
-Si pruebas algo, un buen vino, en este caso, y te gusta… ¿por qué no deleitarse un poco probando
más?
-Porque, al final llega un momento en el que ya no es lo mismo… - Nancy apoyaba sus codos en
aquella mesa y lo miraba fijamente, muy sonriente… - Te acostumbras a su sabor, a su aroma y ya no lo
disfrutas igual.
-¿Eso crees?- No podía dejar de sonreírle. – Eres una chica muy graciosa, Nancy. – La vio fruncir los
ojos. ¿Se estaba riendo de ella? - ¿Entonces no debería tomar una buena taza de café cada mañana al
levantarme, ni beber una buena cerveza al salir del trabajo para no acostumbrarme a su maravilloso
sabor? – Se rió mientras la miraba… ¿Por qué le gustaba tanto aquellas conversaciones con esa chica?
La tenía ahí delante, mirándolo sin pestañear, sonriéndole y se sentía muy nervioso… Lo siento, no sé tú,
pero yo no estoy dispuesto a perderme algo así cada día. Hay que disfrutar de las cosas que tenemos a
nuestro alcance, Nancy, uno nunca sabe cuándo podrá volver a saborear las maravillas que hay en la
vida.
Lo miraba embobada, aquel hombre elegante, sus ojos increíbles… No podía evitar estar súper
enganchada a él. Lo sabía e intuía que él lo notaba. Claro que debía notarlo, babeaba descaradamente por
él, como nunca lo había hecho por nadie.
-¿Cómo por ejemplo? –Preguntó tímida.
-Una buena taza de café, una comida en un restaurante francés, una copa de vino en buena compañía…
- Hablaban muy compenetrados, sin dejar de mirarse. – Mil cosas más…
Sin saber por qué, sin entender por qué, Nancy consiguió rebasar un límite que jamás pudo pasar con
nadie. Eran sus ojos, eran sus sonrisas, era todo en aquel hombre.
-¿Y si fuese algo que tienes a tu alcance, cerca de ti, pero no sabes si debes probar? – Aquello no iba
por el vino… por supuesto que no. El tema de la conversación había dado un giro muy grande y él lo
sabía. Ambos lo decían todo con aquellas miradas.
La vio tan fijamente ahí, clavando sus ojos en los de él…
-¿Por qué no ibas a poder probarlo? – Jugaban…
-Tal vez, no debas. - Pensó en su padre, no permitía que se acercase a ningún hombre… nunca. Tal
vez, pagues un precio muy alto tan solo por intentar alcanzarlo. ¿Te arriesgarías a probarlo?
Y quiso seguir con aquella charla. Le fascinaba aquella jovencita que tenía frente a él, parecía querer
entrar en su alma solo con una mirada. Lo conseguía. Lo hacía sentirse muy nervioso, pero le gustaba, por
extraño que pareciese.
-Bueno… a veces hay cosas en la vida que deseamos y que no son tan fáciles de conseguir, pero
supongo que esas son las que realmente merecen la pena. Hay que luchar por lo que uno quiere, pese a
todo. - Lo bloqueaba totalmente, no sabía a qué se refería. ¿Qué precio? – Y en cuanto al precio que a
veces hay que pagar… eso ya depende de si crees que merece la pena o no. Quizás debas plantearte si
quieres rebasar ciertos límites para probar eso que no sabes si debes probar.
-¿Y tú nunca rebasas límites? – No se cortó, lanzada, directa. Notó la mirada de Michael unos
segundos fija en los suyos.
-¿¡Cómo dices!? – Sin rodeos, sin más preámbulos, pero siguió jugando con ella.
-¿Eres el arquitecto perfecto y responsable que nunca se arriesga a probar algo que quizás no deba? -
Insistió.
Michael la miró fijamente, suspiró mientras se levantaba de aquella mesa y le sonreía… Había
probado muchísimas cosas y algunas no prohibidas pero sí fuera de los límites que siempre pensó en no
rebasar.
-Bueno, lo prohibido siempre es algo muy tentador para todos, pero ¿es que hablábamos de mí?
- La vio sonrojarse y le sonrió mientras la miraba descaradamente. – ¿Es a mí a quien no sabes si
debes probar? – Y el rubor y el silencio de aquella jovencita lo hizo comprender que había acertado. Sí,
era él. Sonrió mientras la veía apartar la mirada. Notaba cómo trataba de esquivar sus ojos fijos. He
rebasado muchos límites en mi vida, Nancy, pero hace mucho que aprendí a no perder el control por nada
ni por nadie. - Y antes de marcharse la escuchó de nuevo…
-¿Nunca? – Sin mirarlo siquiera.
-Nunca. – Seguro.
No supo si debían seguir con aquellas preguntas, pero Nancy, no se detuvo, no quería hacerlo, no
podía hacerlo. Michael tenía una influencias sobre ella… nunca antes le sucedió con nadie, solo con él,
desde el primer día que tropezaron en la entrada de aquel edificio.
-¿Y si deseases algo con toda tu alma? ¿Tampoco lo perderías? - Aún estaba de espaldas. Lo estaba
provocando y aquello le gustaba.
¿Podría perder el control con ella? Sí, podría… Ya lo creo que podría hacerlo, en cualquier
instante… pero se dio media vuelta y la vio aún sentada, mirándolo con aquellos ojos tan inmensos, tan
penetrantes y profundos.
-No lo creo… - Y la vio bajar la mirada… triste… si él no le seguía el juego era mucho más
complicado acercase… había momentos en los que ponía una barrera entre los dos y entonces… - …
aunque nunca se sabe. Tal vez algún día descubramos otro Jean de Pontac capaz de diseñar un vino de la
exquisitez de Chateau Haut-Brion… - Y lo vio sonreír…- …entonces sí, seguro que podría volver a
perder la cabeza. - Antes de irse le guiñó un ojo mientras la veía sonreír por sus bromas. Ambos sabían
que no hablaban de vinos…
Nancy no pudo negarse a aquel regalo, cuando dos días después encontró una botella de aquel
exquisito vino francés junto a su taquilla del gimnasio. No pudo creerlo hasta que quitó el envoltorio que
lo cubría y comprobó que era la misma de la que hablaron días antes.
Aquel vino costaba muchísimo dinero para ser un regalo…y era obvio que lo era. ¡Estaba loco!
¿Cómo se le había ocurrido? ¡No podía aceptar un vino tan caro! Sonrió al mismo tiempo que dudó en si
aceptarlo… Si Michael se había molestado en llevarle aquel vino era porque realmente sentía algo por
ella. Era obvio. Y recordó sus miradas, sus sonrisas… Sabía que era mayor que ella pero… no le
importaba. Michael era muy especial y lo supo desde el mismo instante en que tropezaron por primera
vez y lo miró a los ojos. Unos ojos llenos de dolor y soledad que la penetraron en cuestión de segundos.
Sabía que estaría desayunando en la cafetería pero vio que no estaba solo, John, uno de los socios de
aquel edificio se sentaba a su lado. Nunca había hablado con él pero sabía perfectamente quienes eran
los dueños.
Se acercó, estaban hablando, y puso suavemente una de sus manos en el hombro de Michael. Fue
rápido, él bebía un sorbo de aquella copa y sintió el contacto de algo suave en su mejilla. Un beso.
Michael miró sorprendido a Nancy que se alzaba muy sonriente a su izquierda y giró la mirada hacia
John, un segundo tan solo, que estaba totalmente atónito por aquella confianza. No dijo nada, solo
observó a aquella joven que acababa de besar a su amigo. ¿De qué se conocían y por qué había tanta
confianza entre ellos? Permaneció callado, terminando su desayuno pero sin perder un ápice de lo que
allí estaba pasando.
La joven agradeció el detalle de Michael con aquel vino tan exquisito y le dijo que lo reservaría para
su cumpleaños, así podría invitarlo y brindarían juntos. Se alejó de aquella mesa segundos después,
volviendo a besar la mejilla de aquel arquitecto y pidiendo disculpas a John por la interrupción.
John la miraba descaradamente mientras se alejaba, estaba claro que tenían algo y nadie le había
dicho nada sobre el asunto. ¡Michael y Nancy juntos! ¡¡Su amigo se había vuelto loco!! ¿Se acostaba con
aquella chiquilla?
-¡Vamos suéltalo, John! – Sabía que le daría una larga charla sobre lo sucedido.
-Bueno, tengo que admitir que la chica tiene un buen revolcón. – Dijo mientras la miraba de arriba
abajo. – O dos. – Remató mirando a su amigo y bebiendo un poco de café.- Pero… ¿sabes quién es su
padre? – Vio a Michael afirmar con la cabeza. - ¿Y qué opina Sanders de que te acuestes con su hija?.
-¡Oh, vamos, es una cría… no me acuesto con ella! –Dijo Michael rápidamente. – Me cae bien, es una
chica muy simpática y con la que se puede conversar de…
-¿No te acuestas con ella y le regalas una botella de vino de quinientos pavos? - Ni siquiera lo dejó
terminar. – Hay muchas mujeres en este edificio que me parecen más que simpáticas y como mucho las
invito a tomar café alguna mañana, no las asombro con un Chateau Brion.
Conocía a su amigo hacía muchos años y sabía perfectamente que aquella jovencita no solo le caía
bien. Nadie regalaría un Chateau Haut-Brion de Burdeos solo por tener buenas conversaciones. Era
obvio que había algo más.
Se miraron en aquella mesa, Michael acercó la taza de café y tomó un poco. Pensativo, callado, no
sabía por qué lo había hecho en realidad. Unas bromas con aquella jovencita, unas risas, y un detalle
carísimo para alguien que podía malinterpretar aquel gesto. ¿Realmente solo había sido para agradarla o
había algo más que intentaba ocultar?
-Oye Michael, ¿te gusta la chica? – Le dijo sonriente. -¡No me extraña! ¡Si te soy sincero yo también
la he mirado alguna vez! ¡Qué demonios! – Soltó volviendo a mirarla mientras salía de la cafetería. -
¡Claro que la he mirado… me la follaría sin pensármelo dos veces si tuviese unos añitos más y si no
fuera hija de Sanders…! Yo y cualquiera de este edificio… - No iba a mentirle para nada… Vio a su
amigo mirarlo sorprendido ante su sinceridad…
-¡¡Vaya…!! – Dijo con una leve sonrisa…
-¿¡Te sorprende!? Nancy será una cría… pero es una cría que está tremenda y eso es indiscutible… -
Lo miraba fijamente, conocía a Michael hacía muchos años. - ¿O es que tu abstinencia sexual te ha hecho
perder el buen gusto por una mujer bonita?
Michael miró a John, sabía que quería escuchar su opinión con respecto a Nancy… No tenía por qué
ocultar algo que era obvio… Era una chica cien por cien preciosa…
-Para nada… - Medio sonrió viendo como su amigo esperaba una respuesta. –Y si estás esperando
oírme decir que esa chica está increíble…
-Lo espero… sí, señor… - ¡Claro que quería oírselo decir!
-¿De verdad es necesario? - Ellos tenían demasiada complicidad. Muchos años de amistad, de
“ligoteos”, de miradas cómplices… conocían sus gustos perfectamente.
-Tú dirás… Acabo de ver como una empleada tuya, de poco más de veinte años, te da un beso en la
mejilla porque le has regalado una exquisitez de quinientos pavos. – Le sacaría la verdad, con indirectas,
con bromas, pero quería escuchárselo decir. – Vamos, Michael... que nos conocemos…
Se echaron unas risas de amigos. Ambos se conocían demasiado bien.
-Tú lo has dicho, John. Es indiscutible que está tremenda y por supuesto que me he dado cuenta. ¡Ni
que estuviese ciego! –Admitió, por fin. – Pero, es una cría a la que casi le doblo la edad… no le des más
importancia porque no la tiene.
No se quedó tranquilo pese a sus palabras. Los ojos de Michael al verla cerca, acariciando su
espalda, rozando su rostro con sus labios, le gritaron otra cosa bien distinta.
-Ya… - Soltó pensando en qué decirle. - ¿Sabes? He oído muchas cosas sobre esa chica durante
todos estos años… buenas, malas… para nada es una mujer que pase desapercibida en este edificio. Eso
estaba claro… - Puedo asegurarte que no hay ni un solo tío aquí al que no ponga cachondo… pero es
normal, con ese cuerpo y esa cara. – Claro que él la había mirado alguna vez, debía estar ciego para no
hacerlo, él y todos… pero era la hija de Sanders.
-¿Adonde quieres llegar con todo esto, John? – Era mejor hablarlo claro…
Michael agachó la cabeza, sabía que John le estaba dando un discurso por aquel tonteo que se traía
con Nancy. Se mantuvo callado. ¿Para qué iba a decir nada? Sabía que llevaba razón… Nancy
significaba problemas y eso solo con la edad que tenía… mucho más por ser la hija de Sanders…
-¿Crees que después de lo de Elizabeth voy a sorprenderme porque te la ponga dura una jovencita de
veinte años? Joder, Michael… llevas siete años sin sexo, yo ya me habría vuelto loco. – Le daba
exactamente igual. Tenía derecho de hacer lo que quisiera con su vida y mucho más después de tantos
años de soledad. - Pero, acepta mi consejo y búscate otra jovencita a la que meter en tu cama si no
quieres tener problemas.
-¿Problemas con quien? – Nadie iba a decirle lo que debía hacer con su vida… - ¿Sanders?
-Allan tiene una relación muy extraña con esa chica y si te digo la verdad, no me interesa saber por
qué. – Fue totalmente claro con su amigo. No quería problemas. – Ahora mismo está de viaje, pero
cuando vuelva y sepa que has estado tonteando con su hija pondrá el grito en el cielo y, conociéndolo
como lo conozco, dudo que esto no tenga consecuencias.
Michael apoyó los codos en aquella mesa y colocó los puños bajo su barbilla. Pensaba. Sabía que su
amigo tenía razón, sabía que debía retirarse antes de tener más problemas…antes de comenzar a sentir
algo por aquella jovencita.
-¿Dices que tengo que mirar hacia otro lado cuando veo, cada día, a una joven a la que humillan y
denigran en mi edificio? – Definitivamente, era muy injusto todo lo relacionado con Nancy y no podía
creer que sus amigos nunca hubiesen intentado hacer nada para cambiar las cosas. Ellos nunca habían
sido así.- No hablamos de si me follo a esa chica o no… Esa cría de la que hablas, es licenciada en
cuatro idiomas aparte de ser la hija y protegida de dos grandes ingenieros que trabajan en este edificio.
Se dedica a limpiar baños y oficinas sin ninguna esperanza de acceder a otro puesto, más acorde a sus
capacidades, solo porque Sanders disfruta humillándola.
John supo en aquel momento que tendrían problemas, muchos problemas. Michael siempre fue un
hombre muy justo y nunca se dejó pisotear por nadie, pero tampoco permitió nunca injusticias delante de
él.
-Michael… déjalo estar… Es lo mejor para todos, en serio.
-¿Quieres que mire a otro lado, como habéis estado haciendo todos, solo para evitar problemas con
Allan Sanders? - No iba a hacerlo. - Eres uno de mis mejores amigos, me conoces… y, ¿de verdad me
estás pidiendo que haga como si no pasara nada?
-Para no interesarle la chica te preocupas demasiado por ella…- Prefirió bromear un poco aunque no
esperó la contestación que Michael le dio.
-Yo no he dicho que no me interese…
Definitivamente habría muchísimos problemas con Sanders y se refería a los negocios, a discusiones,
a los proyectos que tenían juntos. Michael estaba más interesado en esa chica de lo que imaginó en un
principio, y realmente le habría dado igual de no ser la hija de Allan Sanders.
-Sí, es verdad. –Terminó el café y se levantó.- Has dicho que no te has acostado con ella… aún…
- Cogió su maletín, su chaqueta y le pidió a Michael que de verdad pensase las cosas y tuviese
cuidado. Aquella historia comenzaba a complicarse aunque él no lo viese venir.
Al término de la jornada Michael se acercó al gimnasio, estuvo pensando todo el día sobre cómo
solucionar las cosas…no encontraba cómo hacerlo y de verdad que deseaba ayudarla. Sintió la necesidad
de verla cuando pasó por aquella cristalera enorme y la vio recogiendo antes de salir. La observó unos
segundos, pensativo. ¿Qué estaba haciendo con aquella cría? ¿Se había vuelto loco? Sabía que ella
tonteaba cada vez más con él. Solo era una… Cerró los ojos y suspiró. Debía parar todo aquello cuanto
antes, pero…
Abrió la puerta y vio como ella se asustaba, no esperaba a nadie, aunque le agradó muchísimo su
visita pese a verlo más serio que de costumbre.
Nancy vestía una blusa estrecha de color rosa y una falda negra, de tablas, que dejaba ver unas
preciosas piernas torneadas. Se desabrochó alguno de los botones de aquella camisa y se la ajustó bajo
su pecho con un nudo. Dejó las zapatillas a un lado y colocó una canción muy marchosa en aquel equipo
de música. Le debía una coreografía.
Michael no estaba allí para eso pero no pudo negarle nada cuando la vio sonriendo y decidida a
bailarle. Estaban solos, sus alumnos ya se habían marchado y así podría dedicarle aquel baile que sus
chicos le pidieron para una prueba de la universidad.
Aquel increíble cuerpo comenzó a moverse al ritmo de la música. Descalza en aquel suelo que
brillaba, con unas piernas increíblemente moldeadas y fuertes. Sus muslos perfectos, podía verlos cuando
giraba, pese a que trataba de colocar sus manos pegadas a la falda para evitar mostrar su ropa interior.
En vano. Michael pudo ver varias veces unas pequeñas braguitas azules y un trasero increíble.
La vio bailando a menos de dos metros de él, sensual, moviendo las caderas de un lado a otro,
totalmente provocativa, mirando tras el espejo, viendo como se embobaba con aquel baile… con ella.
Miró su estómago, su piel bronceada, y siguió subiendo hasta sus pechos, hasta aquella blusa que se
ajustaba peligrosamente. ¡Dios! ¡Nunca se había sentido tan perdidamente atraído por ninguna mujer
como con aquella cría que tenía delante! ¡Aquella boca roja, de labios carnosos, su sonrisa perfecta y
blanca, su pequeña naricilla que arrugaba graciosamente a veces y sus inmensos y profundos ojos negros
que lo hacían perderse por completo! ¡¡Estaba jugando con fuego!!
Se acercó a él, con unos pasos seguros, y se paró a muy poca distancia, arriba, abajo, mientras lo
miraba provocándolo. Y ya lo creo que lo provocaba. Se le acercó tanto en un momento de la canción que
notó su trasero rozándose contra su miembro, un solo segundo pero suficiente como para notar aquel
contacto.
La miró sonriendo…lo estaba provocando… definitivamente.
La canción hablaba de cómo una chica lo volvía loco, alguien que no podía negarlo más, alguien que
pensaba en ella aunque no quisiera admitirlo… de cómo lo volvía loco cuando hacían el amor.
Los pasos siguieron unos minutos más, retirada de él, mirándose en el espejo que cruzaba todo el
gimnasio, y al volver al estribillo la vio venir de nuevo. La miraba fijamente, sonriéndole, sabía que lo
volvería a hacer, y podría retirarse a tiempo… podría hacerlo… pero no lo hizo.
La dejó volver a pegarse a él, mientras giraba sensual girando aquel precioso y perfecto trasero que
volvió a chocar contra su cuerpo. La miró a un lado, de espaldas mientras bajaba sexy, al otro lado,
provocadora y justo enfrente, acariciando su pecho y sus piernas mientras se agachaba muy sensual…
terminando pegada a él al terminar la canción.
¡La tenía tan cerca…! No había ido hasta allí para verla bailar pero desde luego de saber aquello…
habría ido antes… totalmente. Le había parecido el baile más sexy que jamás había visto, no sabía si era
porque aquella chica le encantaba o porque realmente el baile lo merecía.
Tan preciosa que se veía ahí… tan cerca de él, agitaba por el baile… mirándolo fijamente a los
ojos… provocándolo sin cesar…
-¿Estás ligando conmigo, Nancy? – No se apartó de ella, la tenía muy cerca de su cuerpo. Su voz
sonaba muy dulce, él también sabía provocarla.
-Has tardado en pillarlo, ¿no crees?. – Su sonrisa era totalmente pícara mientras mordía su labio
inferior. - ¿Tengo que bailar expresamente para ti para que entiendas una indirecta?
-Bueno… lo cierto es que no sabía si terminar de creérmelo… es la primera vez que una cría de
veinte años intenta ligar conmigo y me ha sorprendido, la verdad…- Le gustaba demasiado como para
ponerse serio con ella… Y menos con aquella mirada con la que parecía querer comérselo aquel día…
-Eso no te lo crees ni tu… - Le contestó segura de sus palabras al cien por cien… - Con ese cuerpo,
esos ojos y esa sonrisa… - Volvió a acercarse a su cuerpo cuidado por el ejercicio… a pesar de llevar
traje podía ver un cuerpo fuerte bajo aquella ropa… - …debes tenerlas loquitas a todas… incluido a las
crías de veinticuatro años como yo… - Y su voz bromeaba mientras acariciaba su camisa de seda pegada
a su pecho…
Se sonreían cómplices a sabiendas de lo que estaba pasando… era en vano seguir negando lo que
empezaban a sentir. Ambos lo sabían, lo sentían en lo más hondo de sus almas. Tan cerca que estaban el
uno del otro… casi podían sentir la respiración agitada por el acercamiento de sus cuerpos. Pero, uno de
los alumnos de Nancy abrió la puerta de golpe, rompiendo aquel momento de conexión total. Tenía que
hablar urgentemente con ella.
Michael la miró fijamente y se alejó de ella mientras suspiraba. Estaba claro que ambos estaban
tonteando y no tenían pensamiento de dejar de hacerlo.
Las noches de Michael pasaban tristes, solas, rodeado de lujos, de grandes comodidades pero sin
más compañía que la soledad. Había sido así durante siete largos años en los que nada le importó más
que sus negocios… Trabajaba hasta altas horas de la madrugada, pensando en los proyectos que estaban
en activos y en los otros muchos que tenía en mente.
Pero desde que había llegado a New York, las cosas habían cambiado. Había momentos en los que
echaba de menos una buena compañía, unos abrazos, unas caricias…Y era ella la responsable de aquel
cambio.
Recordó aquel baile muchas veces en aquellas noches que vinieron después, cerrando los ojos,
pensando en lo que sintió al sentir que la rozaba, que la tenía tan cerca de su cuerpo. ¡Era tan preciosa!
¡Nunca había conocido una chica tan increíblemente perfecta como Nancy! Y le hacía sentir cosas cuando
lo miraba, cuando lo rozaba, cuando bromeaba con él o le soltaba alguna indirecta. Y sus
conversaciones… Sentía que podía hablar con ella de todo... sentía algo muy especial por aquella chica y
sabía que estaba metiéndose en un gran lio.
Una de las noches, en la cafetería, terminando de concretar una de las reuniones que tendrían al
regresar Sanders, tomaba un café bien cargado para despejarse un poco. Solo estaba él en aquel lugar, el
camarero se encontraba recogiendo para poder cerrar y vio aparecer a Nancy con algunas chicas de su
misma edad. Parecían alumnas de baile por la forma de vestir y por la mochila que llevaban todas.
Pidieron algo de agua fresca para llevar y salieron, todas menos Nancy, que se sentó a su lado muy
sonriente. Veía los documentos encima de la mesa, siempre trabajando, se le veía muy ocupado.
Michael soltó aquellos papeles y apoyó los brazos en la mesa mientras la miraba. Ambos sabían que
no podían seguir evitando aquella conversación y fue ella quien rompió el silencio.
-¿Hasta cuando piensas seguir evitando lo que es obvio para los dos? – Se miraban con tanto deseo…
Michael agachó la cabeza y suspiró. La tenía a menos de un metro de distancia y fijos sus ojos en los
de él. Había llegado el momento de hablar seriamente, sin más indirectas.
-Nancy, ¿sabes la edad que tengo?- La vio mover la cabeza afirmando. Se hacía una idea. - ¿No crees
que deberías estar hablando con chicos de tu edad y no tratando de ligar con alguien mucho mayor que tú?
-¿Y tú no crees que deberías dejar de ocultar lo que sientes por mí en lugar de hacerte el duro? Fue
muy directa.
Michael no esperó aquella pregunta y tuvo que agachar la mirada para no ponerse nervioso. Era muy
clara y muy directa. No se andaba con tonterías.
Quería saber cuál era el problema, y así se lo dijo, acercándose a él y metiendo su brazo entre los
suyos que se apoyaban en la mesa. Cada vez la tenía más cerca y no sabía qué podría pasar.
-Haber… estás casado, tienes cuatro hijos, dos perros y una hipoteca por pagar… – Bromeando. La
miró de reojo. - ¿No te gustan las chicas? – Michael sonreía mientras negaba con la cabeza. No sabía
cómo pero aquella chica siempre conseguía sacarle una sonrisa. - ¡Oh…ya lo sé…! Te haces pasar por
ejecutivo y arquitecto pero en realidad eres el chico de mantenimiento de este edificio y tienes miedo de
que te descubra y ya no me gustes. Es eso, ¿a que sí?- Y le hizo una mueca con la cara.
Michael reía ante sus bromas y sus gestos y supo que era la oportunidad de explicarle que era el
dueño de aquel edificio, pero no lo hizo. Sabía que todo terminaría en el momento en que ella lo supiese,
sus bromas, sus miradas… todo. No sabía por qué, pero no pudo hacerlo pese a que entendía que era lo
mejor.
-¿Tengo pinta de chico de mantenimiento? – Nancy terminó muy pegaba a él mientras se reía.
Apoyaba su barbilla en su brazo, muy pegado a él.
-No me importaría que lo fueras… - Mirándolo de reojo, tan sincera que él pudo notarlo… Sabía que
ella no se había fijado en él por su puesto de trabajo en el edificio… ni siquiera sabía quién era…
Aquellas confianzas desde el primer día la habían delatado totalmente… - De hecho hasta ahora todos los
ejecutivos habían pasados desapercibidos para mi, son todos iguales. Hasta que tropecé contigo y vi algo
distinto en tus ojos… y no me refiero a lo bonitos que puedan ser, que lo son… No mentía… podía
notarla en sus ojos, en su voz…
-¿Tienes idea, de verdad, de la edad que tengo? – En serio le preocupaba.
-¡Oh, Dios! ¿Por qué es tan importante la edad, Michael? - ¿Es que no veía que a ella no le importaba
aquello? - Tienes unos cuantos más que yo, ¿y qué...? No veo qué tiene de malo. - Soltó sin dejar de
mirarlo.
-¿¡Unos cuantos más!? ¿Llamas unos cuantos a que casi te doble la edad? - Ojalá pudiese verlo de la
misma forma que ella. - ¿Eso no es un problema para ti?
Se miraban muy de cerca, pocos centímetros los separaban. Ella levantó la vista y miró su boca muy
cerca de la de ella. No le importaba para nada la edad que Michael pudiese tener, sabía lo que sentía,
cómo la hacía vibrar cuando estaba a su lado… y veía que a él le pasaba lo mismo.
-Me gustas Michael. Me gustas muchísimo…
La miró muy cerca…su boca… a él le pasaba lo mismo… Sonrió agachando la cabeza, esa chica
conseguía ruborizarlo siempre.
-¿Siempre eres tan directa? –Y la vio acercarse hasta su rostro lentamente. Él no se apartó. Miró su
boca, varias veces…estaba muy cerca de la suya.
-¿Sabes una cosa? – Lo escuchó preguntarle muy bajito, sin dejar de mirar sus labios. – Me encanta tu
risa, tus labios…y ahora mismo sólo puedo pensar en lo cerca que tengo tu boca y en cómo me gustaría
besarla.
Y lo hizo… Y Michael dejó que lo hiciera. Lo besó muy cerca de los labios, una vez, otra vez. Besos
muy suaves, muy dulces.
Su respiración comenzó a hacerse agitada. ¡No sabía cuánto deseaba besarla…! ¡Y la tenía tan
cerca…! Podía oler el suave y fresco gel de baño que desprendía su piel después de la ducha que
acababa de darse. Su pelo aún estaba mojado.
Pudo retirarse, tuvo tiempo para hacerlo si hubiese querido hacerlo, pero Michael dejó que Nancy se
acercase hasta su boca, lentamente, mientras sintió los labios suaves de aquella joven rozar los suyos.
Una vez, otra vez, mientras veía aquellos preciosos ojos más cerca que nunca.
Sólo lo rozaba, suavemente, mientras miraba sus ojos, su boca…No podía evitar desear besarla con
toda su alma. Y lo hizo, Michael consiguió besar sus labios varias veces, mientras ella pegaba su boca a
la de él.
La dejó ahí, besando sus labios que disfrutaron de aquel sabor a fresa que desprendía por el gloss
labial que llevaba puesto. Fue dulce, sensual y cuando quiso apartarse un poco, ella, sujetó su cuello y lo
acercó de nuevo a su boca que aún deseaba más.
Se besaron, en aquella cafetería, y siendo vistos por aquel camarero que durante muchas semanas fue
testigo del tonteo que tenían. La dejó que hiciese todo lo que quisiera… en su boca, despacio…
saboreando cada beso, cada roce de su lengua en sus labios…Y él también la besó, sin pensar en nada
más en aquel momento, solo que deseaba besarla con toda la fuerza de su alma.
-No puedo Nancy. - Se apartó de ella casi con una súplica. – Por favor, no me hagas esto… Sentía su
respiración ahogada y un deseo irrefrenable que no sabía cómo dominar al estar tan cerca de ella. ¿Qué
es lo que le pasaba con aquella jovencita? ¿Es que se había vuelto loco?
Se levantó de la mesa, seguro de que tenía que marcharse de aquel lugar, no podía controlarse cuando
la tenía cerca… La había besado… ¡Y le había gustado tanto que no supo cómo había conseguido
apartarse!
-¿Vas a decirme que no te gusto, Michael? – Su pregunta fue muy suave, casi suplicante. Lo había
visto temblar durante aquel beso, siempre que ella estaba cerca.
-¡No puede ser!- Claro que no podía ser… era su jefe…
-¿Es por mi edad? Te juro que para mí no es importante que seas mayor que yo… - Se acercó a él,
mirándolo totalmente asustada al saber que Michael no cedería.
-No es tan fácil, Nancy…No me conoces de nada…no sabes quién soy realmente… -Y estuvo a punto
de decirle la verdad de quien era en realidad pero Nancy tapó su boca y se acercó aún más hasta él,
poniendo sus manos en su pecho que aún estaba agitado por aquellos besos.
-No necesito saber nada…sé lo que siento cuando te tengo cerca… y sé que tú sientes lo mismo por
mi… - Muy cerca de su cuerpo… - … lo veo en tus ojos. ¡Me necesitas con toda tu alma!
Michael negaba con la cabeza, agitado aún por aquel acercamiento, por el sabor de sus labios… ¡No
podía ser! ¡Solo era una cría y además era una empleada de él! ¡Era una locura!
-¿De verdad esto es un adiós definitivo? - Suplicó… - ¿Ni siquiera lo vas a pensar? - ¡Tenía miedo a
aquella respuesta! – Si lo que quieres es que me aleje de ti, solo tienes que mirarme a los ojos y
decírmelo… y te aseguro que no volverás a verme nunca más.
Y aquellos ojos… La tenía tan cerca… quiso apartarla de su cuerpo, de su vida…era lo mejor para
ambos… Nancy había llegado a su vida tranquila para desarmarla y revolverlo todo…todo lo que había
dentro de él… ¿No volver a verla nunca? ¿No sentirla cerca como en aquel instante? Sus bromas, sus
risas, sus miradas tan vivas y risueñas… Pero, ¿¡qué le pasaba!? ¡¡Solo era una cría a su lado!!
No pudo hacerlo…porque el deseo de volver a tenerla cerca y volver a besarla fueron mucho más
grandes que todo el follón que se armaría con Sanders y sus amigos. Definitivamente iba a meterse en un
gran lío por ella…
-Está bien… - Fijó sus ojos azules en los de ella… No podía decirle adiós para siempre, no podía. -
Te prometo que lo pensaré… - Y acarició su mejilla acalorada por el momento. - … es todo lo que puedo
decir por ahora.
La vio sonreír mientras él se alejaba de aquella cafetería donde por primera vez se habían besado. ¡Y
cuánto les había gustado aquel beso! A los dos…
Nancy solo había estado unos meses saliendo con Brian, hacía algunos años, cuando ambos eran
pareja artística. Después de lo sucedido con Sanders, ella nunca pudo volver a estar con nadie más…
nunca… se había cerrado totalmente a cualquier relación con un chico… todos le recordaban aquel
horror que deseaba borrar de su mente.
Pero con Michael todo era tan distinto… desde el primer día supo que había algo muy especial en él
y ahora sabía qué era… Michael era el hombre con el que había estado soñando toda su vida.
Para Michael, aquel beso había significado muchísimo, y él lo sabía aunque no quisiera admitirlo. No
hablábamos de deseo, de atracción física que la había desde luego, se trataba de algo más intenso, algo
que sintió dentro de su corazón al rozar sus labios, al mirarla a los ojos en aquel momento. No fue igual
que con Sarah, cuando se besaron intensamente hacía unas noches, solo fue deseo, necesidad…Pero con
Nancy hubo algo mucho más intenso.
Michael sintió ese pellizco en el corazón que había sentido hacía muchos años, cuando conoció a
Elizabeth, cuando la vio por primera vez y supo que quería compartir con ella el resto de su vida.
Nancy era una cría, aquello no podía ser… era hija de Sanders, uno de sus socios… se había metido
en un buen lío…
Cerró los ojos sentado en el asiento de su coche, antes de arrancarlo, y echó la cabeza hacia atrás.
¿Qué iba a hacer ahora? ¡No podía dejar de sentir aquello tan grande que lo invadía por segundos pero
tampoco podía complicarse la vida, su carrera, su futuro, por aquella jovencita de veinticuatro años que
se le había metido muy dentro de su ser!
Definitivamente tenía que pensar muy bien las cosas antes de tomar una decisión, pero lo que sí era
cierto, es que aquella chica conseguía nublarle los sentidos con una sola mirada…
Capítulo 7
VOLVIENDOME LOCO
Steven preparaba los últimos preparativos en la sala de junta mientras Nancy y su compañera
terminan de limpiar la sala para una reunión importante. Comienzan a entrar ejecutivos cuando aún
terminan de recoger los cubos y el carro de limpieza y Michael y Nancy se encuentran de frente.
Hay mucha gente, no dicen nada, solo se miran, se sonríen… le accede el paso a ella y a su
compañera y entra en la sala con sus colegas.
Había temblado al verla… su cuerpo había vibrado solo con volver a verla después de aquella noche
pero no pudo decirle nada, no podía demostrar delante de todos que aquella chica lo ponía nervioso; ella
aún no sabía quién era y había tenido suerte de que ninguno de los presentes hubiese comentado algo que
desenmascarase su identidad.
Sabía que debía hablar con ella pero también sabía que nada sería igual entonces…
Sanders también asistió a aquella reunión, había llegado aquel mismo día, tan solo unas horas antes.
Traía nuevos datos del proyecto que tenían pendiente y podría informar a todos los que estaban reunidos
en la sala, grandes colegas de la profesión con ganas de saber de qué se trataba.
Era un magnifico negocio de muchos millones de dólares que solo necesitaba unas ultimas
comprobaciones para dar comienzo a la constructora que ellos mismos tenían en el edificio. Disponían de
grandes de la construcción encargados de edificar los proyectos que ellos diseñaban y preparaban en las
oficinas.
Todos juntos hacían el mejor equipo de todos.
Hicieron un descanso y Michael aprovechó para ir a su oficina, dos plantas más arriba, había
olvidado unos documentos importantes y necesarios para la reunión. Esperó el ascensor varios minutos,
mientras hablaba con algunos de sus colegas sobre el gran proyecto que todos esperaban.
Vio a Sanders hablando con uno de los chicos de mantenimiento, un joven bien robusto que parecía
bastante agitado mientras le contaba algo. Minutos después lo vio al fondo del pasillo, muy acalorado
mientras sujetaba a Nancy y la obligaba a entrar por las puertas que daban a las escaleras de incendio.
Las puertas del ascensor se abrieron… pero no entró.
Supo que pasaba algo… aquel joven hablando con Sanders, el odio en sus ojos, la fuerza con la que
había arrastrado a su hija… Recordó las palabras de Steven sobre las palizas que hacía años que recibía
de su padre y sin terminar de creer algo tan inhumano, se acercó hasta aquella puerta que se abrió al
empujar la barra que la bloqueaba.
No vio nada, no escuchó nada. La puerta se cerró tras él y de pronto escuchó un golpe seco más
arriba, una planta por encima de él. Alguien había salido en aquel momento.
Subió aquellos escalones y al girar en el descansillo vio a Nancy totalmente asustada, tratando de
controlar las lágrimas que deseaban salir desesperadamente. Temblaba, su cuerpo intentaba mantenerse
en pié pero sus piernas se doblegaron y cayó de rodillas en aquel suelo duro.
Michael trató de sujetarla, subiendo los escalones de dos en dos para poder sostenerla antes de caer,
pero las rodillas de Nancy rozaron el suelo antes de que él pudiese impedirlo.
-¡¡Nancy!! – Y sujetó sus brazos para levantarla pero aquella joven no podía siquiera mantenerse en
pié. Temblaba de terror.
Levantó su rostro con sus manos y vio aquel golpe atroz en su mejilla y en sus labios que sangraban
por la fuerza con la que la habían golpeado. Su cuello estaba marcado por unas grandes manos que casi la
habían estrangulado y en sus brazos, descubiertos, también se podían percibir los dedos marcados de
alguien bastante fuerte.
-¡Por Dios, Nancy! ¿¡Quién te ha hecho esto!? – Le decía mientras sujetaba su cara y secaba las
lágrimas de sus mejillas. Sabía perfectamente cuál era la respuesta.
Nancy levantó la mirada y lo vio, muy cerca de ella… era Michael. Se echó encima de él,
abrazándolo muy fuerte, mientras su cuerpo se convulsionaba ante el terror que tenía metido en el cuerpo.
Lloró aún con más fuerza, abrazada a él, mientras notaba como la abrazaba y la estrechaba contra su
pecho que la hacía sentir segura.
Michael acarició a aquella joven mientras la abrazaba, intentando que recobrase la serenidad después
de lo sucedido. Sabía que era difícil pero debía tranquilizarse por su bien. Volvió a preguntarle quién la
había golpeado y escuchó como respondía con una excusa típica de gente que es maltratada y trata de
ocultar la verdad, por miedo, vergüenza…
-Me he caído por las escaleras… - No se lo creía ni ella…
-No me digas que te lo has hecho al caer por las escaleras, Nancy, tienes una mano señalada en el
cuello… - Dijo mirándole el cuello y viendo señales en él. Tocó aquellas marcas con cuidado. – No
puedo ayudarte si no me dices la verdad.
-¡Nadie puede ayudarme! – Dijo llorando sin consuelo y volviendo a caer en sus brazos fuertes. ¡¡No
sé qué me habría hecho si no llegas a aparecer!!
-¡Estás temblando! – Y la abrazó con más fuerza aún, sintiendo cada parte de su cuerpo pegado al
suyo. La sentía moverse debajo de sus brazos… estaba totalmente aterrada. – Tranquila. – Susurró muy
cerca de su oído. – Vamos, cálmate… nadie va a hacerte nada. Estás a salvo…
-¡Estoy muerta de miedo, Michael! ¡¡No puedo más…!! Trato de hacerme la fuerte, trato de luchar,
pero ya no puedo más… - La escuchaba llorar, destrozada, implorando una ayuda que nadie podía darle.
Estaba sola en todo aquello y no conseguía ver ninguna luz a aquel infierno. - ¡Estaba loco! Hablaba del
dueño del edificio como si estuviese acostándome con él… no me escuchaba… no sabía de qué me
estaba hablando pero no atendía a razones. ¡¡Se ha vuelto loco!!
Michael se sintió tremendamente culpable por aquello. En cuanto vio el enfado de Sanders supo que
algo no marchaba bien e imaginó que se había enterado de la relación que mantenía con Nancy. Y no se
había equivocado.
Aquella pobre muchacha no sabía quién era él y por más que trató de explicarse, Sanders no la creyó
y la golpeó hasta la saciedad. ¡Era un miserable! ¿Cómo podía haber pegado de aquella forma a su propia
hija?
Su móvil vibró bajo aquel pantalón y ambos se separaron un poco. Descolgó, era John, que estaba
extrañado por su tardanza, lo esperaban en la reunión y Michael lo tranquilizó explicando que solo serían
diez minutos y que podrían empezar sin él.
Miró a Nancy, parecía estar más tranquila en aquel momento. Volvió a secar sus lágrimas y ella le
sonrió levemente. Aquella chica destrozada no tenía nada que ver con la joven alegre que ligaba con él
desde hacía meses. ¡Y la veía tan indefensa, tan extremadamente delicada!
Se disculpó, la camisa de Michael estaba manchada de sangre pero él no dio importancia al
comentario y trató de que ella se marchase a casa a descansar. Hablaría con el encargado para que no
hubiese problemas por faltar a su turno, pero ella debía reponerse después de lo sucedido.
Las miradas de aquellos empresarios durante la reunión fueron totalmente descaradas. No dejaban de
mirarse, Sanders sabía que había estado con Nancy solo con ver su camisa llena de sangre y la forma en
la que entró en la reunión tras el descanso.
¿Se estaba follando a su hija y se quedaba ahí plantado delante de él? Había dejado las cosas muy
claras a Nancy y sabía que no lo desobedecería nunca más. Al principio trató de negarlo, suplicándole
que parase y jurándole que no sabía de qué estaba hablando, pero sabía que le mentía, y que después de
sus golpes y sus amenazas haría memoria y se alejaría de aquel hombre para siempre.
Ahí lo tenía, sentado frente a él, con unas miradas desafiantes, llenas de odio. No era tonto, seguro
que Nancy ya le había contado todo pero… ¿por qué no se atrevía a acercarse a él para decirle algo? No
la defendía ni lo haría nunca, claro que no… Aquello solo había sido una diversión para aquel
empresario, que después de saberlo todo, se habría intentado quitar de en medio para no tener un
problema con él. Aquella historia estaba acabada y Nancy volvía a estar bajo sus órdenes. Solo tenía a
Steven de su lado, un empleado de él al que pondría a raya si se metía más de la cuenta en aquel asunto.
Edward se acercó a él después de la reunión, lo había notado muy extraño desde la vuelta y quería
saber si tenía dudas sobre aquel proyecto. Podían sentarse a hablar con Sanders tranquilamente en
privado y resolver cualquier tema que no estuviese claro.
Michael calmó a su amigo, todo estaba bien, le dijo, y se excusó explicándole que estaba cansado. No
solo él lo había notado extraño, todos allí sabían que le pasaba algo pero aquel empresario bromeó con
todos para no levantar sospechas.
¿Qué iba a hacer ahora?¿Cómo iba a meterse en aquel proyecto con Sanders si se dedicaba a pegar a
aquella chica y a humillarla cada vez que podía? Aquella jovencita a la que vio llorar sin consuelo, a la
que sintió temblar bajo sus brazos.
Sabía que detener aquel proyecto acarrearía muchísimas preguntas, muchos problemas con sus socios
y miles de millones invertidos que no recuperarían. Había dado su palabra como empresario y sabía que
debía seguir adelante con todas las consecuencias pero, Nancy… Sus principios lo obligaban a alejarse
de aquel hombre, a no tener nada que ver con él, sin importar los problemas que pudiera traer después.
Coincidió con Nancy dos días después, en una de las salas de reuniones, vacía, y de donde salía una
vocecilla que cantaba con una dulzura especial. Miró hacia dentro y la vio agachada, de espaldas a él,
tratando de quitar unas manchas del suelo mientras escuchaba música con unos auriculares.
Ni siquiera se dio cuenta de que estaba allí dentro. Soltó los papeles que tenía en la mano en una de
las mesas cercanas y se apoyó en ella, muy sonriente, mientras la escuchaba emocionada cantar una
canción de amor.
Minutos después Nancy vio unos pies a su lado y se sobresaltó. Miró hacia arriba y vio a Michael
que le sonreía abiertamente. Rápidamente se ruborizó por su presencia y quitándose los cascos de los
oídos se acercó a él.
-Bailas bien…cantas bien… ¿Hay algo que se te de mal? – Tonteó con ella.
Vio como se acercaba a él, aún tenía señales en su rostro por los golpes de Sanders pero estaba
preciosa…
-Olvidaste decir que también beso bien… - Y se acercó hasta él hasta apoyar sus manos en sus
muslos fuertes, que se apoyaban en aquella mesa. – Aunque si lo has olvidado… puedo refrescarte la
memoria.
-No lo he olvidado. – Dedicándole sus mejores sonrisas.
La tenía muy cerca de su cara, de su boca... y no podía dejar de mirarla fijamente a los ojos. Habían
llegado a un punto en el que ambos se buscaban y tonteaban el uno con el otro. Sabía que no podría
tenerla tan cerca durante mucho tiempo… si seguía allí Nancy acabaría buscando su boca y él no podría
negarse.
Le acarició la mejilla y le preguntó por los golpes, aún podía ver sus marcas a pesar del maquillaje
que había usado para disimularlos.
-¿Cómo estás? –Tierno con ella, aquello no una preocupación normal.
-Bien. – Entre sus piernas, muy cerca de él. Y lo la apartó… - No es la primera vez. Estoy
acostumbrada. - ¡Qué bonita se veía aquella mañana!
Quiso saber si haría algo para cambiar aquello, debía ser fuerte y denunciar aquellos golpes pero
Nancy no quiso hablar de aquel tema. ¿Para qué? Ella sabía que no podía hacer nada contra Sanders.
Michael vestía una preciosa camisa rosa que se pegaba a sus brazos y su pecho, las mangas recogidas
y algunos botones abiertos. Un pantalón claro muy pero que muy ajustado a sus piernas y a su perfecto
trasero. Parecía estar dejándose algo de perilla, no estaba afeitado… pero estaba endemoniadamente
guapo aquella mañana.
-Si tengo que elegir, prefiero hablar de lo guapo que estás hoy con esta camisa medio abierta. Tocó el
cuello de aquella camisa con suavidad, mirándolo, provocándolo. Le gustaba que hiciera aquello, Nancy
tenía una forma de acercarse a él, de tocarlo, de mirarlo…conseguía hacerlo temblar… - …y hueles tan
rico… - Sonrió muy cerca de su boca.
Sintió como sus manos rozaron parte de su cuello desnudo, aquel día no llevaba corbata y había
desabrochado algunos botones de su camisa. Sexy, algo informal. Rozó su piel unos segundos, suficientes
para que él lo notase… ¡Dios… lo volvía loco! Pero, ¡solo era una cría!
-El otro día dejaste tu olor a perfume en mis ropas, en mis brazos. - Michael reía sus comentarios. –
Estuve toda la noche acordándome de ti… - Y se acercó hasta su mejilla que besó dulcemente.
¡Deseaba ayudarla de verdad! Sabía que no podría hacerlo sola desde el mismo instante en que la vio
tan asustada por lo sucedido. Y estaba preocupado por ella, lo estaba de verdad. No sabía cómo lo haría
pero necesitaba decirle que estaría ahí siempre.
-Escúchame… - Le dijo dulce, muy dulce. - Quiero que sepas que si necesitas mi ayuda, estoy aquí…
¿de acuerdo? - Y sujetó su cintura para alejarla de él y levantarse de aquella mesa. En cualquier momento
podría entrar alguien o verlos cuando pasasen por el pasillo. Y estaban muy cerca el uno del otro, casi
pegados. Llamarían la atención.
-Te lo agradezco, pero… - Vio como se acercaba a la puerta y se detenía al escuchar su voz. - …
cuanto menos te inmiscuyas en toda esta historia, mejor para ti. Te evitarás problemas, muchísimos
problemas.
Su voz sonaba tan débil, triste. Realmente se sentía sin escapatoria. No había salida para aquella
jovencita.
-¿Con quién? – Quería que se lo dijese, que pronunciase su nombre… pero no lo hizo, tenía
demasiado miedo. – Dime con quién Nancy. Aunque no lo creas… puedo ayudarte.
-No. No puedes… pero gracias por querer ayudarme. ¡Eres un cielo! – Sí, lo era. Agachando la
mirada. ¿Cómo iba a poder ayudarla si él solo era un trabajador y Sanders uno de los dueños? ¡Qué
bueno era y cómo se preocupaba por ella! ¡¡Era adorable!!
-Vamos, dime quién te golpea, Nancy. – Y aunque su voz era sumamente suave y delicada, no
consiguió convencerla.
-Créeme, es mejor que no lo sepas, Michael… - Lo miró con una tímida sonrisa. - …pero, no te
preocupes por mí, de verdad… Estoy bien…– Mintió.
Le encantaba aquella chiquilla, fascinado lo tenían aquellos increíbles ojos profundos, pero no era
tonto, por mucho que le gustase tontear con ella, aunque la dejase bromear y acercarse a él, sabía que no
podrían tener nada. Nancy solo era una cría y no podía tener nada con ella que fuese más allá de aquel
juego.
En las salidas con sus amigos, Sarah siempre intentaba quedarse con él a solas. Sentía su mano
debajo de aquella mesa, acariciando su muslo, el roce de su mano cuando paseaban y trataba de estar
siempre a su lado, sus besos en las despedidas… nunca besaba su mejilla, siempre trataba de besarlo,
insistiendo en pasar la noche juntos como hacía años.
Sus amigos no eran tontos y lo notaban, de hecho a veces John tenía que tirar de Edward para
dejarlos solos a conciencia, pensando que Michael debía aprovechar el momento y tener algo con ella, ya
fuese un desliz, unas noches locas o algo más serio. Eran adultos y podían dejar las cosas claras desde un
principio.
Trataba de explicarle a Sarah que seguía pensando las cosas, no era fácil para él, llevaba muchos
años sin estar con una mujer y no quería utilizar a su amiga de toda la vida para un simple desahogo. Lo
invitó muchas veces a su casa, por las noches, una cena, una merienda, una charla… pero ambos sabían
adonde llevaría aquello.
Por el momento tenía dos personas esperando una respuesta… Sarah, una mujer con la que podría
tener una relación tranquila y llena de cariño pero con la que no habría nada más… no estaba enamorado
de ella y sabía que no lo estaría nunca.
Y Nancy, una jovencita cariñosa y dulce que le daba todo lo que él necesitaba, que lo hacía vibrar
cuando se acercaba a su cuerpo. Deseaba besarla cuando veía aquella boca tan cerca de la suya y sabía
que habría mucha pasión con ella. Le hacía sentirse vivo de nuevo… pero Nancy era una cría para un
hombre como él. Una cría que conseguía hacerlo débil con solo mirarlo.
A veces se quedaba mirando por aquel cristal del gimnasio, viéndola en clase, con sus alumnos,
coordinando pasos en clases de zumba o reggaetón, o con las coreografías que preparaba para los
jóvenes que estudiaban baile. Pero ninguno bailaba como ella…
La veía maravillosa, con aquellos movimientos perfectos que lo hacían despertar sus instintos
carnales, dormidos desde hacía años. Sus mallas pegadas a aquel cuerpo moldeado por el deporte, sus
tops que se ajustaban a sus pechos y a una finísima cintura…
Les hablaba mientras bailaba, guiándolos con aquellos pasos al ritmo de la música, sin perder la
sonrisa… y era tan extraño… ¡Con todo lo que estaba viviendo…! ¿Cómo podía sonreír y disfrutar con
un simple baile? Era como si desconectase de todo lo malo que había en su vida. Sí, estaba seguro que
Nancy desconectaba cuando estaba con sus alumnos, bailando… tal vez era su forma de evadirse, tal vez
aquello era lo único que la mantenía fuerte y con ganas de luchar.
Quiso saber si seguía pensando en ella, si ya había tomado una decisión sobre ellos. En aquel
ascensor, cuando se encontraron aquella mañana, solos, ella con su carrito de limpieza y él con unas
carpetas de documentos importantes.
El montacargas estaba estropeado, habían llegado los técnicos hacía tan solo unos minutos y ella
debía seguir trabajando, así que metió aquel carrito en los ascensores principales, en el mismo que subió
Michael unas plantas más arriba.
Se sonrió al verla, no era tonto y sabía que era peligroso tenerla tan cerca en un sitio tan pequeño.
Ninguno de los dos se controlaría.
Le dijo que aún debía seguir pensando las cosas, no era una respuesta que a ella le hiciese gracia
pero era la verdad. Para él no era fácil, estaba luchando contra algo que sentía y contra su sentido común.
-¿Tan difícil es saber si te gusto? - Preguntó coqueta. - Te veo mirándome mientras bailo, cuando
crees que no te veo… y sé que te pones nervioso cuando estoy cerca de ti… como ahora. -Y apartó el
carro que los separaba, acercándose hasta él todo lo que pudo.
-¡Nancy…! – Sabía lo que haría, ya la conocía y pronunció su nombre bromeando mientras la vio
tocar la solapa de su chaqueta. Volvía a tontear con él.
-¿Vas a decir que no estás nervioso ahora? –Tonteaba con él descaradamente.
-No creo que haya un solo hombre en este edificio al que no pongas nervioso, Nancy… ¡Cómo le
gustaba aquella chiquilla! - …sobre todo si te tienen tan cerca…
Y no se equivocaba. Sabía que era una chica muy deseaba en aquella empresa, y era obvio el por qué.
Sus ojos no se apartaban de los de ella, y no podía dejar de sonreír con sus bromas. Le encantaba
cuando hacía esas cosas… le encantaba cuando lo provocaba y conseguía perderlo.
-Ya… pero a mí solo me gusta ponerte nervioso a ti. - Y aupándose consiguió rozar sus labios.
Siguió con las manos en los bolsillos mientras Nancy seguía muy cerca de él. El ascensor tardada
mucho en llegar arriba. Los minutos se empezaban a hacer eternos. No sabía cuánto podría estar ahí,
pegado a ella y controlándose para no besarla.
Subió sus brazos hasta su cuello, lo rodeó con ellos y se pegó totalmente a su cuerpo mientras tiraba
de él para poder besarlo. Era más alto que ella y se inclinó para recibir aquel beso húmedo que no tenía
nada que ver con el de la cafetería.
La miró mientras lo hacía… y abrió su boca para dejarla entrar todo cuanto ella quisiera. Sintió su
lengua rozando la suya… una vez… otra vez… mientras lo abrazaba con fuerza para sentirlo cerca.
Sacó su mano del bolsillo y acarició su cintura, mientras ella se acercaba aún más a su cuerpo.
Estaban completamente pegados, sintiendo la respiración agitada del otro, notando cada parte del cuerpo
pegado al de ellos. Siguió dejando que lo besara, durante unos segundos… maravillosos segundos en los
que Nancy se adueñó de su boca, de su lengua, de su voluntad… de todo su ser.
La separó despacio, debía controlarse, no podía perder los papeles de aquella forma y menos en el
edificio donde todos podían verlos. No podía olvidar quien era aunque lo volviese loco. Se miraron, aún
seguían muy cerca, agitados, mirándose con deseo… Nancy seguía sabiendo a fresa… lo volvía loco.
-¿Estás loca? – Le reprochó casi con un susurro, sin más voluntad que la que ella le dejaba tener.
Pero ella siguió acercándose a su boca, primero suave, dulce, sensual… en unos segundos ardiente,
apasionada… metiendo su lengua de nuevo, adueñándose de aquel hombre que cada vez tenía menos
fuerza para resistirse.
-Quieta… - Susurró alejándose de aquella boca, cerrando los ojos y suspirando. Trataba de coger
fuerzas para controlar un poco sus instintos que en el aquel momento estaban disparados. – Por favor… -
Su voz casi no sonaba, casi no podía siquiera pedírselo… no tenía voluntad para alejarla.
-No estaba segura de haber dejado claro cuáles eran mis intenciones contigo. - Le dijo bromeando
mientras mantenía sus brazos rodeando su cuello.
-Bueno… he perdido la cuenta de cuántas veces me has metido la lengua en menos de medio minuto...
- La provocó, no le recriminó, él la había dejado y no se arrepentía de ello. - … sí, creo que me han
quedado muy claras cuáles son tus intenciones.
Se sonrieron ante la complicidad que había entre ambos, con sus bromas, sus indirectas, sus
provocaciones. Nancy se mordía los labios mientras agachaba la vista ruborizada.
-Mi lengua es un poco revoltosa. – Bromeando, sabiendo que le había gustado muchísimo sentirla tan
cerca.
-¿¡Un poco!? Yo diría que bastante. - ¿Iba a regañarla por aquello? Para nada. Nunca le había gustado
tanto besar a una chica como a aquella jovencita que se le echó encima en el ascensor. ¡Y qué rico sabían
sus besos! ¡¡Dios, cómo le gustaba Nancy Sanders!! ¿Revoltosa? Su lengua lo volvía loco, su sabor, su
calor…
-Pero, te ha gustado… ¿a que sí? – Pasando la lengua por sus labios… sensual, provocativa… una
tentación total para aquel arquitecto.
Estaban muy pegados cuando las puertas del ascensor se abrieron y se separaron de un salto. Había
llegado la planta de Nancy y ni siquiera se habían dado cuenta.
Edward y John esperaban para entrar y dejaron paso a la joven que sacó el carro de espaldas, sin
dejar de mirar a Michael que trataba de disimular su agitación. Era complicado.
-¿No sabes que existen los montacargas para que subáis los carros por allí? –Le preguntó Edward
mientras le dejaba sitio para salir del ascensor.
Nancy se volvió y lo miró, oh, sí, era uno de los jefazos. Le explicó que estaban estropeados y no
podía subir el material de limpieza cincuenta plantas, que era donde estaban las oficinas de Steven.
-Ese no es mi problema… - Le recriminó secamente. – Te esperas a que lo arreglen, no creo que
tarden mucho, pero que sea la última vez que metes ese carro en uno de los ascensores principales.
Michael lo miró fijamente, sabía que no podía decirle nada delante de ella. Nancy no era tonta, sabía
que Edward era uno de los jefes y él no podía mandarlo a callar sin que ella supiese su verdadera
identidad.
La miró y agachó la cabeza, su colega se había pasado una barbaridad. Seguramente estaría cabreado
por algo y ella era la que había pagado las consecuencias.
-No sabía que Sarah usaba brillo de labios… - Y le señaló la boca en donde tenía restos del gloss de
Nancy.
Sacó un pañuelo y se limpió el brillo, Edward aún no sabía nada sobre el asunto de Nancy, pero John
sí y no pudo quedarse callado cuando comprendió que había estado besando a esa chica en el ascensor.
-No creo que sea precisamente de Sarah… ¿verdad, Michael? – Preguntó John.
Edward lo miró extrañado. ¿Es que había pasado algo que él no sabía? Sabía que tenía un tonteo con
Sarah, nada que llegase lejos, lo conocía hacía muchos años pero… ¿de quién era entonces el brillo de
labios?
Michael miró a John, sabía que volvería a darle la charla.
-¿Qué es lo que me he perdido, chicos? - Edward estaba intrigadísimo.
-Nada… - Contestó rápidamente.
-¿Nada? Yo no diría eso, Michael. ¿Llamas nada a morrearte con una de tus empleadas en el
ascensor? - Desde luego fue claro y conciso, dejando a Edward totalmente contrariado.
Lo miró extrañado, sin saber de qué cojones estaban hablando. Le preguntó mirándolo fijamente pero
Michael no supo qué decir. No iba a negarlo, era evidente que John se había dado cuenta de lo sucedido.
-Últimamente, nuestro querido Michael tiene un interés especial en la joven profesora de baile. –
Sonaban irónicas sus palabras, sabía que aquello iba a traer muchos problemas aunque Michael no lo
viese. - Digamos que… en sus ratos libres, la hija de Sanders, se dedica a darle clases particulares a
nuestro amigo. Y debe ser muy buena porque parece que a Michael no le importa repetir. - Y le dio un
golpecito en el hombro.
-Déjalo ya, John…
Edward recordó a Nancy, acababa de salir del ascensor donde había estado con Michael a solas. ¿Se
había liado con esa chica? Pero, ¿es que Michael se había vuelto loco? ¡¡Nancy Sanders!! ¡¡Era una cría
además de su empleada!! ¡¡Definitivamente su amigo había perdido el norte de todo sentido!!
Salieron del ascensor y se dirigieron al despacho de Michael, allí siguieron charlando sobre el tema;
Edward estaba fuera de control.
-¿Qué cojones te pasa, Michael? ¡Es la hija de Sanders! - Casi gritó.
Michael lo miró sentado en su sillón, estaba un poco cansado de la conversación y de que fuese tan
importante para todos a quien metiese en su cama.
-¡No puedes haber perdido el control de esta forma! - Puso sus manos en la mesa de Michael de un
golpe. Edward estaba fuera de sí para el asombro de sus amigos. -¡Eres un hombre de negocios muy
respetado y tienes una imagen que cuidar!
-No me vengas con eso, Edward. - Estaba cansado de tener que aparentar.
-¡Es la verdad! ¿Qué imagen crees que estás dando follándote a una de tus limpiadoras? – Rabioso,
celoso… - El gran arquitecto Harrison en las portadas de las revistas del corazón al lado de una infeliz
que se dedica a quitar mierda.
-Pero, ¿qué te pasa, Edward? ¿Desde cuándo eres tan clasista? – No lo recordaba así. - ¿No puedo
follármela porque es la hija de Sanders o porque es una simple limpiadora? - Preguntó enfadado.
-¡¡Sencillamente porque es una zorra que te está calentando para joder a su padre!! – Desde luego que
Edward había perdido el control de aquella conversación. ¿En serio todo aquello era por los problemas
que tendrían con Sanders? - Es lo que ha hecho con todos los tíos de este edificio desde hace años…
calentarlos a todos y ensuciar el apellido de un gran arquitecto como lo es Allan Sanders. Es lo mismo
que te pasará a ti si sigues adelante con todo esto.
John intentó calmar a su amigo y colega que parecía estar fuera de sí, todos sabían que aquella
historia traería problemas con Allan Sanders pero debían tratar de solucionar los problemas charlando,
no discutiendo de aquella forma.
Michael tenía un dolor de cabeza espantoso y se levantó a tomar una pastilla, echándose un poco de
agua y tomándolo de un sorbo. Habían comenzado los problemas…
-Bueno, obviando a qué se dedique… - Dijo mirando a su amigo Edward que intentaba echarse un
trago para calmar los nervios. - …yo no conozco mucho a esa chiquilla ni sé qué hay de cierto en todo lo
que cuentan de ella, pero desde luego te arriesgas a un escándalo, Michael. – John hablaba con la voz
calmada, todo lo contrario a su amigo que no dejaba de moverse por la estancia. Nervioso. – Y no solo
me refiero a la diferencia de edad, sino a todo el escándalo que rodeó a esa cría hace años. Los
periodistas se cebarían contigo y lo sabes. Siento tener que decirte esto, pero Edward tiene razón. Nos
estarías perjudicando a todos.
-¡Me dijiste que no tenías nada con esa chica! ¡¡Me mentiste, Michael!! - Lo miró dolido. Pero, ¿qué
le pasaba a Edward?
-No te he mentido.
-¡Te estabas morreando con ella en el ascensor, joder! – Dijo furioso.
-No tengo nada con Nancy, ¿de acuerdo? - Miró a sus amigos bastante enfadado. – No olvido quien es
su padre y por supuesto no me he acostado con ella, ¿estáis conforme?
-Michael, solo tratamos de aconsejarte lo mejor. - Escuchó decir a John que siempre había sido el
más tranquilo del grupo. - Somos tus amigos y esta historia con esa cría es una tremenda locura.
Sabía que lo hacían por el bien de todos pero ¿qué podía hacer él si cada vez que la tenía cerca sentía
temblar todo su cuerpo? ¡¡No podía evitar sentir algo dentro de él más fuerte que su propia voluntad!
-Os agradezco el consejo John, pero soy bastante mayorcito para saber a quién tengo que meter en mi
cama. - Los miró fijamente a los dos, mientras les pedía que salieran de su despacho. No quería seguir
hablando de lo mismo, sabía lo que tenía que hacer. No era tonto…
Se quedó un rato allí sentado, con los codos en la mesa de su escritorio y los puños sujetando su
barbilla. La historia comenzaba a complicarse y aún más que lo haría. Aquella había sido la primera
discusión con sus amigos, pero sabía perfectamente que si seguía viendo a Nancy, no sería la última.
Debía parar aquello, las bromas, las miradas, los besos pero… no conseguía tener fuerzas cuando la
tenía tan cerca. Solo había una forma para hacerlo, sabía cual… estaba seguro que ella misma se alejaría
de él al saber la verdad… se sentiría engañada.
Eso supondría no volver a abrazarla nunca más, no volver a saborear aquellos besos tan deliciosos
que cada vez lo volvían más loco. ¿Cómo iba a hacer? ¿Qué iba a hacer?
Cerró los ojos, apretó los puños, suspiró y en sus ojos aparecieron lágrimas… no las dejó caer,
aguantó, debía ser fuerte… No sabía cómo lo haría, ni siquiera sabía qué haría pero debía buscar una
solución lo antes posible. Era un empresario maduro, serio, cabal… no un adolescente con las hormonas
revolucionadas.
Capítulo 8
ERES TODO EN MÍ…
Eran finales de noviembre, la navidad se acercaba y las calles estaban preparadas para las fiestas,
con preciosas luces recorriendo la ciudad, escaparates colmados de detalles de la época para animar a la
gente a las compras navideñas.
Las aceras llenas de nieve, los abrigos, bufandas, gorros y demás complementos comenzaban a verse
en los neoyorkinos que calmaban el frío con lo que podían. Aquel era un invierno bastante frío.
Nancy tenía todo preparado para aquel día, era su cumpleaños, y como era día laboral no lo
celebraría en casa con las amigas sino que lo haría al salir del trabajo; se dirigiría a la pista de hielo de
Bryant Park, donde recordaría viejos tiempos. Aquella pista de hielo no era tan conocida como el
Rockefeller Center pero al menos no estaba tan aglomerada y podía estar más tranquila y relajada. Le
gustaba aquel ambiente, rodeados de tiendas destinadas a la venta de productos navideños, donde solía
acercarse para comprar algunos detalles.
Siempre solía ir sola pero aquel año era especial, quería intentar ver a Michael para proponerle que
la acompañase, deseaba compartir ese momento con él. Le parecía un hombre encantador con el que
había descubierto muchas cosas, con el único que había logrado abrirse totalmente, olvidando por
completo todo el trauma vivido en su vida.
Michael la hacía sentir especial… la hacía sentirse mujer y le gustaba provocarlo porque notaba
como trataba de contenerse, a veces en vano, mirándola con un deseo irrefrenable. Veía algo en sus ojos
que nunca vio en ningún otro hombre… una necesidad inmensa de amar y ser amado, igual que ella.
Lo escuchó poner una excusa ante su proposición y aunque trató de insistir dejó de hacerlo cuando lo
notó serio, distante. Tal vez estaba enfadado, quizás no era un buen día.
-Nancy, creo que lo mejor es que pongamos un poco de distancia entre nosotros. – Le dijo sin querer
si quiera mirarla. Sabía que podría ceder si miraba sus preciosos ojos que tanto le fascinaban.
-¿Estás enfadado por lo del ascensor? - Lo miró con tristeza, pensando que tal vez no volverían a
tener esa complicidad de días antes… Quizás sus besos lo habían incomodado pero… no era lo que
percibió cuando lo tuvo tan cerca.
No sabía qué le había pasado pero no era la misma persona que aquellos días en los que habían
tonteado. Sus palabras casi fueron desagradables, apenas sin mirarla. ¿Es que había hecho algo malo?
¿Qué había cambiado y por qué la trataba de aquella forma?
-Te dije que necesitaba pensar y no puedo hacerlo si te tengo todo el día agarrada a mi cuello
tratando de besarme. – Sabía que aquello le dolería, estaba siendo demasiado serio con ella, obviando lo
que sentía cuando estaba a su lado. – Si no te importa quiero estar solo.
-¿¡Estás hablando en serio!? – Seguramente sería una broma, ¿no? Medio sonrió, temerosa de que
realmente estuviese diciendo aquello de verdad.
-Sí, estoy hablando en serio, Nancy… ¿o me vas a obligar a sentarme en la zona de los ejecutivos
para poder desayunar tranquilo sin que nadie me moleste? – La miró apretando la mandíbula, conteniendo
aquello que sentía. - ¿No tienes nada mejor que hacer que estar detrás de mí todo el día? - Sabía que
estaba haciéndole daño así que cogió el periódico y comenzó a leer. Era mejor no mirarla…
Agachó la cabeza sin saber dónde meterse. ¿Por qué le había hablado de aquella forma? ¿Por qué la
trataba tan mal? ¡Se sintió tan mal al escucharlo tan seco con ella! ¡Tan distinto…! Sintió un nudo en el
pecho que apenas la dejaba respirar y quiso decir algo pero solo tenía ganas de llorar… No quería
volver a verla y de nuevo ponía un muro entre ellos.
Aquella mañana tenían a varios clientes muy importantes en el edificio, tenían pendiente un
millonario proyecto con unos empresarios de Hong Kong, venidos especialmente hasta allí para poder
tramitar el contrato. Después de finalizar todo el papeleo fueron a almorzar juntos, en la cafetería del
edificio donde todos los ojos apuntaban a aquella mesa llena de grandes empresarios.
Michael estuvo toda la mañana escuchando comentarios de alabanza sobre su trabajo en California,
conocían los grandes proyectos con Martin Phillips y como se hizo cargo de todos tras la muerte de
Elizabeth. Palabras de elogios que llegados a un momento le comenzaron a resultar demasiado
incómodos. Nancy tenía razón, todos lo trataban como al jefazo, alabándolo en todos los sentidos. Era
molesto… era falso y estaban tan cansado de todo eso…
Desde que había llegado a New York todo el mundo lo trató con demasiada cortesía, regalándole el
oído a todas horas y con todo lo que él opinaba. Hubo momentos en los que, en alguna reunión, era
complicado escuchar opiniones diversas aunque él mismo insistiera en escucharlas. A todos les parecía
perfecto todo lo que decía o hacía. Y aquello era bastante incómodo y exasperante.
John y Edward eran una gran ayuda porque ellos eran amigos antes que socios y de ellos sí que
conseguía un trato normal, pero para el resto él era un gran empresario y el jefe, por lo que el trato era
bastante lejano y pelota, por llamarlo de alguna forma.
Siguió escuchando aquellas palabras incluso durante el almuerzo con aquellos empresarios, estaba
saturado… No le gustaba que todo el mundo hablase de lo maravilloso que era su trabajo, su elegancia,
su saber estar…
Vio entrar a lo lejos a Nancy y temió que ella se acercase como otras veces aún a pesar de la negativa
que le había dado aquella mañana. ¡Tan seco y distante que había estado con ella! Era lo mejor para
todos. Desagradable, frío, lejano, grosero incluso… ¡Pobre Nancy!
Agachó la vista y siguió hablando con sus colegas. Ella no lo miró, pasó por su lado sin molestarlo,
sin sonreírle… Era normal después de cómo la había tratado y se sintió tan mal al verla irse de su lado
contrariada, sin saber qué pasaba pero fuera de lugar. Solo le había faltado decirle que no hacían nada
juntos, ella limpiadora, él ejecutivo… aunque sus formas casi lo habían dejado en el aire. Supo que se
había excedido con ella, pero pensó que era lo mejor para todos.
Recordó sus palabras aquella mañana cuando le comentó que era su cumpleaños y que deseaba ir a
patinar con él al finalizar la jornada. Intentó ser fuerte y le dio una negativa por respuesta, a pesar de
estar deseando verla en aquel ambiente en el que ella se había movido tan bien. De hecho hacía tiempo
estuvo mirando videos en youtube, donde aparecía en las olimpiadas con un joven con el que se
compenetraba muy bien. La vio patinando con aquella figura perfecta, con aquellos saltos en el aire y con
unos movimientos tremendamente difíciles, pero que ella realizaba a la perfección. El público en pie, los
jueces hablando maravillas de aquellos jóvenes que apuntaba muy alto.
Reconoció que estuvo muy seco con ella y lo sintió en el alma pero… ¿qué iba a hacer? No podía
seguir viendo a Nancy, no podían seguir besándose de aquella forma… Le haría daño, se haría daño y las
cosas se complicarían en los negocios.
En aquel instante, rodeado de grandes empresarios, charlando sobre proyectos futuros, fiestas de
sociedad, bellas mujeres, champagne, dinero, lujo… fue entonces cuando se arrepintió de haber
rechazado su proposición. Ella era la única persona en aquel lugar que siempre lo trató de forma distinta,
y lo hacía sentir uno más. Lejos de los negocios y las reuniones, lejos de todo lo frio que podía llegar a
ser ese mundo.
Por eso la buscó en el gimnasio, no la encontró, pero insistió en las oficinas de Steven, donde la vio
con su uniforme de limpiadora, su carrito de limpieza, su pelo recogido por una cola que dejaban sueltos
algunos mechones y sus auriculares para escuchar música.
Se acercó a ella y le sonrió. Estaba seria con él, muy distante. Era comprensible.
Nancy le dijo que Steven no se encontraba, acababa de salir, pero él no buscaba a Brown, la buscaba
a ella. No dijo nada, siguió limpiando aquella mesa, separando los papeles de su amigo, nerviosa, sabía
que la miraba fijamente, dando unos pasos lentos, entrando en el despacho donde estaban solos.
-Perdona por lo de antes, Nancy. He estado muy arisco contigo y…
-No se preocupe, no tiene que darme explicaciones. – Estaba con la mirada en el suelo, de verdad no
quería seguir ilusionándose con alguien que iba a tratarla de aquella forma. Era tan extraño… Parecía
necesitarla desesperadamente pero a la misma vez la alejaba y la humillaba cuando le apetecía.
-Lo sé, pero me gustaría dártelas, la verdad. – Ya le dije que no tiene que preocuparse. Me ha
quedado todo muy claro. Si no le importa, tengo que seguir trabajando. – Y comenzó a guardar las cosas
en su carrito. No quería seguir en la misma sala que él.
-¿Me metes la lengua hasta la garganta y ahora me hablas de usted? – Sonrió mirándola fijamente,
apoyándose en la mesa de Steven, muy cerca de ella. - ¡Vaya, qué cambio!, ¿no? Me gustaba más la
Nancy del ascensor…
-No he sido yo quien ha querido poner distancias. – Él un ejecutivo, ella una limpiadora… Había
quedado claro. - Usted es un ejecutivo y yo la chica de la limpieza que no sabe mantenerse en su sitio. No
lo olvidaré.
Michael agachó la cabeza sin querer decirle la verdad. Debía obviar que sus colegas le habían
aconsejado muy mal sobre ella, aparte de la locura de estar liado con una de sus empleadas. Pensó en una
excusa…
- Vamos, no seas injusta conmigo, Nancy. Yo nunca te he tratado como a alguien inferior a mí. –
Intentó convencerla.
-Hoy sí lo ha hecho. - Y le había dolido en el alma, más de lo que nunca hubiese imaginado.
-Nancy, hoy ha sido un mal día… demasiado trabajo y estaba muy saturado. No debí… - No siguió, la
vio mirarlo dolida y acercándose hasta ella, sujetó su mano, haciéndola acercarse bastante a su cuerpo.
Estaba triste, nerviosa, podía percibirlo. – ¿Ni siquiera vas a mirarme? – Y levantó la mirada, triste,
melancólica, bien distinta a la de aquellos días. – Da igual los problemas que pueda llegara a tener al
cabo del día, tú siempre consigues sacarme una sonrisa, y yo…- Suspiró acariciando sus mejillas. - … yo
solo he conseguido estropearte el día de tu cumpleaños.
-Da igual. – Bajando la mirada de nuevo.
– No. No da igual y aunque no lo creas me encantaría ir contigo a patinar… de verdad.
-No es cierto. – No quería su lástima.
-Sí que lo es.
-¿Y cuando vuelvas a tener otro día malo volverás a echarme a un lado? – Preguntó mirándolo
fijamente. - Lo siento, pero te recuerdo que es la segunda vez que me tratas de esta forma y si no querías
que me acercase a ti solo tenías que decirlo desde el principio. – Aquello le había dolido de verdad. –
¡Me gustas, Michael, me gustas muchísimo, por eso quería pasar este día contigo y enseñarte cómo soy
realmente fuera de este edificio! Pero, no voy a obligar a un hombre a pasar un solo minuto a mi lado si
no se muere de ganas por hacerlo.
Su genio le encantaba, la forma en la que Nancy conseguía dejar las cosas bien claras manteniendo su
sitio y su dignidad. Aquella jovencita era una autentica caja de sorpresas y estaba deseando averiguar
todo de ella, sin más secretos, sin más vaivenes. Sí quería conocerla, se moría de ganas por hacerlo.
-Me gusta tu carácter… - Le dijo para su sorpresa. - …tienes genio y eso me gusta muchísimo en una
mujer. – Acercó su mano hasta su barbilla y la levantó, solo un segundo. – Quizás no sea mucho, tal vez
no sea suficiente para ti, pero te aseguro que lo que acabo de decirte es más de lo que le he dicho a una
chica en muchos años.
-¿De verdad quieres seguir conociéndome, Michael? – Y su mirada cambio por completo. Volvía esa
complicidad, esa entrega absoluta a conquistarlo. Podía verlo en sus ojos que lo miraron de aquella
forma tan mágica.
-Lo cierto es que mi cabeza me dice que debería dejar esto tal como está, pero, hay otra parte en
mi… - No dijo que fuese su corazón. - …gritándome,constantemente, que ni se me ocurra dar un paso
atrás. Sí, Nancy, me gustaría seguir conociéndote. – Segurísimo de su decisión y sus ganas de compartir
con ellas unas horas lejos de todas aquellas miradas.
–Te advierto que al final podrías acabar enamorado de mí… - La vio sonreír. Preciosa. No lo
dudaba, enamorado sería poco.
-No soy un hombre que se enamore fácilmente. - Aunque sus ojos gritasen lo contrario, aunque su
alma entera saltase de júbilo por tenerla cerca…
-De mí sí que lo harás… -Segura al máximo de sus palabras, acariciando aquella chaqueta, jugando
con él de nuevo… a Michael le gustaba y ella lo sabía.
-Estás muy segura de ti misma por lo que veo… - Dijo sonriéndole pero sabiendo que era cierto. Se
miraban cómplices de lo que iba a pasar entre ellos si ninguno de los dos daba un paso atrás en toda
aquella historia. Pero, ninguno quiso darlo.
-Estoy segura de lo que veo en tus ojos, Michael. – Y se aupó para rozar sus mejillas con un beso que
hizo temblar el cuerpo de aquel empresario.
-¿Y puedo saber qué es lo que ves en mis ojos? – Le preguntó sonriendo, incitándola a seguir con
aquel juego que tanto les gustaba a los dos. ¡Cómo le gustaban aquellas charlas con ella!
-Que me necesitas con toda tu alma. – Susurró muy cerca de sus labios, fijando sus ojos en los del
otro. Al cien por cien segura de lo que decía.
Agachó la mirada un segundo, Nancy lo hacía temblar, lo hacía sentirse como un jovencito nervioso y
enamorado. ¿Cómo podía tener ese efecto en él? Un hombre serio, maduro, responsable, cabal, seguro de
cada paso que dio en su vida… y ahora, en solo unos meses, con unas pocas charlas y miradas había
logrado desestabilizarlo por completo. Definitivamente aquella cría se había metido en cada parte de su
alma, de su propia piel y no haría nada para sacarla de ahí. No, no lo haría.
Decidió verla en el parking sobre las nueve, la recogería e irían juntos a dar una vuelta. Deseaba
tomar algo con ella, estar unas horas fuera de aquel edificio donde nadie los conociese… aunque sabía
qué significaba todo aquello. Irían en su coche a patinar, solo un rato, suficientes para sacarle la sonrisa
más bonita de todas a aquella joven que supo que aquella noche sería especial. Lo vio con unos
documentos, apoyado en un precioso y carísimo Mercedes AMG CLS 63 S, de 585 CV y V8 cilindros,
color negro perla, el cual parecía ser suyo. Pero… ¿ese era su coche? ¡Le gustaban los coches caros por
lo que veía! No es que ella entendiese de coches ni de sus precios, pero sabía reconocer una maravilla
como aquella de lejos.
-¿¡Este es tu coche!? – Preguntó muy sorprendida. - ¡¡Vaya!! El sueldo de arquitecto está mucho más
valorado de lo que yo pensaba. - Y acarició la carrocería de aquel coche mientras se acercaba a Michael
y le quitaba aquellos documentos de la mano. No entendía mucho de coches, pero estaba claro que aquel
costaba una pasta muy elevada.
-¡¡Vamos, devuélvemelos!! Son importantes. - Su voz era muy dulce, no podía ser de otra forma con
ella. Trató de cogerlos pero se encontró con el cuerpo de Nancy muy cerca del suyo. Empezaba a jugar…
-Mi cumpleaños también es importante y… - Miró la muñeca de Michael y vio la hora en su reloj. -
…a partir de ahora se termina la jornada laboral, nada de trabajo, o tendré que ir a dar las quejas al
jefazo.
La miró fijamente mientras pasaba su lengua por sus labios, pensativo. Sería una noche maravillosa
pero muy complicada para tener autocontrol de sí mismo estando cerca de ella. Lo sabía, pero sujetó su
cintura y la acompañó hasta el asiento del copiloto. Sujetó aquellos documentos y los guardó en la
guantera del coche.
Por dentro era aún mejor, la tapicería era de cuero negro y estaba claro que era un coche de un lujo
superior. Muy amplio por dentro y bastante cómodo, con detalles minuciosos y muy refinados, como las
molduras de fibra de carbono en el salpicadero y el panel de instrumentos, con unas terminaciones muy
elegantes que creaban un ambiente muy distintivo. Techo corredizo de cristal, asientos delanteros y
traseros multicontorno con función masaje e iluminación de ambiente en diferentes tonalidades. Y eso
solo a simple vista, mejor no preguntar… aquel increíble coche rondaría los 180.000 USD.
Casi no se atrevía a moverse por no ensuciar nada y Michael, mirándola de reojo a su lado, la
tranquilizó con una sonrisa cómplice. Nancy le preguntó bromeando si realmente era arquitecto y aunque
hubiese sido el mejor momento para sincerarse con ella, él solo le preguntó donde quería ir.
El lugar elegido era una preciosa pista de patinaje llamada Bryant Park, muy cerca de donde
trabajaban y en donde Nancy estaba acostumbrada a patinar en invierno. Era uno de sus lugares favoritos,
donde pasaba muchas horas, pensando, cuando estaba triste.
En verano pasaba largos ratos en la biblioteca municipal o sentada en el césped, cuando dejaban,
donde ahora habían colocado una enorme pista de hielo. Le encantaban las casitas de cristal alrededor de
la pista, unas maravillosas y coquetas tiendas en las que podías encontrar multitud de detalles para
regalar en navidad.
Lo cierto es que llegaron en unos minutos y aunque al principio Michael estuvo reacio de ponerse
unos patines, al final logró convencerlo. No habían ido hasta allí solo para verla de lejos, quería patinar
con él, no encontraría mejor profesora que ella. No lo dudaba en lo más absoluto.
Así que aquel empresario no pudo negarle nada a Nancy aquella noche en la que estaba radiante, con
unos pantalones negros elásticos que se pegaban a sus piernas, unas botas de montaña del mismo color
que cambio por unos preciosos patines azules que se colocó con total destreza.
Al principio trató de ponerse de pie, llevaba muchos años sin patinar, exactamente desde que estuvo
en la universidad, pero ella lo sujetó riendo, abrazándolo y tratando de que mantuviese el equilibrio. No
podía parar de reír intentado no caer, era vergonzoso verla a ella ahí parada, con aquella naturalidad y a
él, andando torpemente mientras se sujetaba a la barandilla para no resbalar.
La miró a su lado, estaba pegada a él, pero trató de soltarse y dar unos pasos cerca del punto de
sujeción. Lo consiguió y miró a Nancy a unos metros de él. No parecía tan difícil. ¿No?
Ella se acercaba, giraba, moviéndose de espaldas, frenando… mientras charlaban tranquilamente
sobre la facilidad de Nancy para mantener el equilibrio.
-Mira… si eres bueno, algún día te enseñaré a hacer algo así.
Y la vio alejarse rápidamente, con unos pasos largos y firmes, girando antes de llegar a las esquinas,
de espaldas, dando pequeños saltos, levantando las piernas y girando rápidamente sobre sus pies. ¡Era
impresionante verla hacer eso!
La miraban, todos lo hacían, él lo hacía… No podía dejar de observarla mientras patinaba, parecía
desprender una luz maravillosa en su rostro, en sus ojos mientras hacía piruetas y mostraba sus
habilidades como patinadora.
Se acercó a él y frenó de golpe justo a su lado… Tenía una sonrisa especial aquella noche.
-¿No me irás a decir que eso también lo has aprendido en una academia? – Bromeó con ella,
recordaba la conversación que tuvieron en la cafetería sobre sus habilidades con los idiomas y como ella
trató de evadir las respuestas.
Negó con la cabeza y muy sonriente le preguntó por su regalo. Era su cumpleaños…
La miró con sorpresa, él no había traído nada, de haber sabido antes que era su cumpleaños tal vez
hubiese tenido un detalle con ella, pero...
-No seas tonto… Quiero un beso. - Y se acercó a él que trató de echarse para atrás rozando con la
barandilla de aquella pista. – Esta vez no pienso lanzarme sobre ti… tienes que dármelo tú, es mi regalo.
Sabía que pasaría algo así… su voz sonaba muy dulce, sensual y sus labios, con aquel gloss que ella
solía usar, lo esperaban desesperadamente. Se hizo el duro.
-¿¡Un beso!? ¿Quieres un beso como regalo? - El juego empezaba a gustarle cada vez más. Le gustaba
hacerse el duro con ella porque eso hacía que lo provocase aún más y aquello lo volvía loco. – Yo… no
suelo regalar mis besos a cualquiera.
-Yo no soy cualquiera. – Dijo poniéndole ojitos y acariciando su abrigo negro de corte cruzado y
galones. Llevaba una bufanda gris ahuecada en el cuello que Nancy comenzó a tocar muy sensual.
Michael tenía gustos carísimos pero muy elegantes. – Además, es mi cumpleaños, y no me has regalado
nada… seguro que podrás hacer una excepción, ¿no?
Acercó sus manos a las mejillas heladas de la joven, que notó el calor de aquellos guantes. Se
miraban tan cerca que casi podían percibir los latidos de sus corazones. Acelerados, muy acelerados.
-Eres una chica muy persistente, ¿no te rindes nunca? – Y movió su cabeza negándolo mientras
cerraba los ojos y le sonreía. Se miraron a pocos centímetros, a sabiendas que deseaban aquello con
todas sus ganas. - Me gusta… - Le susurró acercándose hasta sus labios.
Michael agachó su cabeza unos centímetros, estaban tan pegados que no hizo falta nada más… y la
besó, primero con un pequeño toque en los labios… paró, la miró de nuevo y volvió hasta sus labios que
lo aguardaban con deseo.
-¿Contenta? - Le preguntó sin separarse de su lado y sin soltar su rostro que mostraban una nariz
enrojecida por el frio al igual que las mejillas.
-Bueno, si te soy sincera…- Y trató de hacerse la dura, mordiendo sus labios y pasando su lengua por
ellos. - …lo esperaba un poquito más… ¿intenso? No sé, pensaba que te esmerarías más por ser un día
especial.
Michael no podía dejar de sonreírle ante sus comentarios, desde luego era obvia la atracción que
existía entre ambos y ya no hacía falta ocultar las cosas más tiempo. Se moría de ganas por besarla.
-¡No tienes arreglo, Nancy! – Se mordió los labios y suspiró mientras reía sus comentarios. Estaba
fascinado con aquella chica.
Y acercó su boca de nuevo a la suya, de forma distinta, como nunca lo había hecho. Rozó sus labios
con ganas, con entrega, una vez, otra y sintió la lengua de aquella jovencita rozar sus labios. Sonrió, la
miró y se apartó de su boca solo unos centímetros, sin soltarla.
-Quieta… - Le susurró sin dejar de mirar sus labios. – Deja que lo haga yo… - Y abrió la boca de
Nancy con la suya, metiendo su lengua dentro de ella, varias veces, saboreando su sabor, sintiendo su
deseo irrefrenable. Aquel día usaba gloss de sandia… lo volvía loco, daba igual el sabor, solo podía
abrir sus boca, besar sus labios, meter su lengua mientras la estrechaba contra su cuerpo que ya no podía
más.
Los brazos de Nancy rodearon su cuello mientras sentía como Michael se olvidaba de cualquier
problema, desatando toda la pasión y el deseo que ella le provocaba.
Se besaron durante minutos, sin parar, mirándose mientras lo hacían, cerrando los ojos en algunos
instantes y sintiéndose el uno al otro con total entrega.
-¿Qué tal ahora? - Le preguntó pícaro, sabía perfectamente que le había gustado.
-Me gusta… besas muy bien, Michael. – Se había hecho el duro todo ese tiempo pero siempre supo
que la deseaba con toda su alma, apenas podía ocultarlo ya. Besaba muy distinto a Brian, sus besos no
tenían nada que ver. Era apasionado, sabía hacerlo, despacio, jugando con sus labios, con su lengua…
Quería aprender con él sin lugar a dudas. – Si tengo que ser sincera contigo… - Quería serlo. – Solo he
besado a un chico en mi vida y de eso hace… - Lo miró tímida, solo había besado a Brian. - … hace
muchísimo tiempo.
-Ya lo había notado. – Le soltó sin nada cortés.
-¡¡Oye!! No eres nada galante. – Sin dejar de sonreírle. – Tienes una forma muy sutil de decirme que
no beso bien. – Y consiguió ponerle ojitos, haciendo debilitar a aquel empresario. - ¿Tan mal lo hago?
Pero Michael no contestó, seguía mirándola totalmente embelesado, regalándole una preciosa sonrisa,
besándola suavemente. Una vez, otra vez, no sabía cuál de los dos estaba más enganchado por el otro.
Estaba claro que tenían una atracción fortísima.
-¿Crees que sería mucho atrevimiento pedirte unas clases más? Así, podría aprender mucho más
rápido. – Juguetona.
La miró, agitados los dos…aquel momento había tardado mucho en llegar pero había merecido la
pena al cien por cien. La tenía tan cerca, pegada a su cuerpo, sintiendo como trataba de reponerse ante
aquel beso.
-Sí que lo sería, pero… - La vio morderse los labios y deseó volver a ellos. - …como hoy es tu
cumpleaños, no estaría bien que me negase a darte alguna clase extra. ¿No?
Sintió su lengua húmeda muchas veces, dentro de él, pero no se apartó, al contrario. Metió la suya, la
movió con sabiduría y experiencia y le mostró solo con un beso todo lo que llevaba guardado en todos
aquellos años de abstinencia total. Nancy había desatado en él un deseo grandioso, irrefrenable… y no
sabía cómo iba a controlarlo después de haberla besado y sentido de aquella forma.
La escuchó decir que aquel había sido el mejor regalo de todos, en muchos años. Sus besos eran lo
mejor que había probado nunca.
Nancy se aupó, y lo besó de nuevo. Tenía que aprovechar el momento. Le comentó que le fascinaba su
sabor, aquel día era a sandia, el resto había sido a fresa… y le encantaban.
Bromearon sobre ello y la joven le informó sobre la larga variedad de sabores que tenía en casa.
Usaría uno por día para que Michael los probase todos, ya que le gustaban tanto sus besos con sabor a
fruta, podría aprovechar y empecharse de ella todo lo que quisiera… y ante aquel comentario volvieron a
reír y a besarse.
Un golpe seco y fuerte los separó de aquel momento romántico dejando caer a Michael al suelo que
sintió el frio y duro hielo en su trasero. Nancy consiguió mantener el equilibrio por su gran habilidad con
los patines, pero no dejó de reír ante aquella caída ocasionada por un crio que no pudo frenar a tiempo.
Le tendió la mano y lo ayudó a levantarse, se agarró a ella fuerte, pasando su brazo por encima de sus
hombros… desde luego ella sí mantenía bien el equilibrio y ante sus bromas por el golpe Michael solo
pudo conseguir sonreír embelesado por aquella jovencita que le estaba haciendo pasar un momento
único.
Hacía mucho que no disfrutaba tanto y de tan buena compañía.
Sintió la mano de Nancy en su culo, acariciándolo y la miró asombrado por la confianza que se había
tomado. Sin soltarla le preguntó bromeando:
-¿¡Me estás tocando el culo!?
- Créeme, sé lo que duelen esos golpes contra el hielo… trato de darte un masaje… - Mentía. …así te
aliviaré el dolor. - Y siguió haciéndolo mientras lo explicaba. Mirándolo mientras disfrutaba de ello.
-No estoy muy seguro de que sólo estés intentando aliviarme el dolor. – Tampoco él se apartaba… le
gustaba… le gustaba muchísimo.
-¿Crees que estoy intentando aprovecharme porque es mi cumpleaños? – No dejaba de tocarlo, de
acariciarlo… él la dejaba mientras bromeaban.
-Pues… sí. - Lo pensó solo un segundo… estaba totalmente seguro de que lo hacía adrede, pero le
gustaba. - La verdad es que sí. - La vio sonreír sin dejar de acariciarlo… podía sentir su mano en su
trasero, rodeándolo despacio.
-Bueno, es redondito, durito y en su justa medida. Yo diría que es divino para aprovecharse. - Y le
dio un pellizco que lo hizo mirarla sorprendido. - Tienes un culo perfecto, Michael.
Tomaron algo en la cafetería de aquella pista, donde podían seguir contemplando a la gente patinando
tras la cristalera que rodeaba el lugar. Y allí charlaron de muchas cosas, entre ellas la impresionante
habilidad de Nancy con los patines. Le explicó que hacía años se había dedicado a ello profesionalmente
y que debido a un accidente tuvo que retirarse.
Claro que aún podía ponerse unos patines y hacer algunos giros como lo de esa noche, pero realmente
no podía volver a saltar en el aire ni hacer las piruetas que había realizado durante muchos años. Aquello
se había acabado para ella, pero le gustaba recordar viejos tiempos en aquellas fechas, en su
cumpleaños, cuando decidía volver a colocarse unos patines y sentirse viva de nuevo.
-Y, ¿aquel accidente tiene algo que ver con lo sucedido, hace días, en el trabajo? – Sabía que hablaba
de los golpes. – No evites la conversación, Nancy… la gente habla, se escuchan muchas cosas sobre ti. -
Dio un sorbo al café que tomaba mientras la miraba fijamente.
Vio como se movía en aquella silla, empezaba a ponerse nerviosa, sabía que aquel tema no era de su
agrado pero deseaba saberlo de sus labios, quería la verdad.
-Nada de lo que escuches sobre mí en ese edificio es cierto, Michael. - Siguió probando su helado de
nata. – Solo unos pocos me conocen realmente.
-Entonces… ¿no es cierto que seas la hija de Allan Sanders? – No se anduvo con rodeos. Vio el
rostro de Nancy, desencajado ante aquella verdad y la vio afirmarlo después de pensar un poco la
respuesta.
-Eso… tampoco es del todo cierto. - Parecía bastante afectada con aquel tema. – Es el hombre que
me crió y me acogió como a una hija, me dio su apellido, me alimentó y me pagó unos estudios en las
mejores escuelas. Recuerdo que cuando se casó con mi madre era un hombre bueno, amable y cariñoso…
- Su rostro se volvió muy triste. - … después todo cambió, ya ni siquiera lo reconozco…
- Encogió los hombros muy afectada. - …hace años dejé de ser su hija… ahora soy la chica de la
limpieza.
Agachó la vista al suelo, tal vez ocultando aquella verdad por la que tanto había sufrido, según le
conto Steven. La miraba fijamente y aquella era la primera vez que mantenían una conversación
totalmente seria sobre ellos.
-¿Desde cuándo te pega? - Y la vio asombrada, abriendo los ojos y la boca ante su comentario. Para
nada imaginaba que él supiese algo de todo eso… no había mucha gente en aquel edificio que supiese esa
desgarradora verdad. - Sé que fue quién te golpeó en la escalera… ¿Por qué está tan furioso contigo,
Nancy?
-Si has escuchado cosas sobre mí, también sabrás por qué me odia tanto.
- Oí algo sobre una denuncia. - Tampoco quería contarle todo lo que había escuchado.
-Sí, claro, pero eso vino después… los golpes vinieron mucho antes. - La vio quitarse aquel gorro de
lana y tratar de atusarse el cabello algo despeinado. Estaba muy nerviosa y trataba de evitar su mirada. –
Casi siempre cuando venía borracho y… pegaba a mi madre. Intentaba defenderla y al final… - Ella
también era golpeada.
-¿Nunca has intentado plantarle cara? – No dejaba de mirarla preocupado por todo aquello.
¡Qué fácil eran las cosas vistas desde fuera! Nancy no había hecho otra cosa desde niña que tratar de
defender a su madre y a ella misma, pero los golpes eran mucho más fuertes cuando lo intentaba, y así se
lo dijo a Michael que no salía de su asombro por el infierno que debía haber pasado aquella chica que
intentaba no perder la sonrisa.
-Siempre… solo que entonces pega mucho más fuerte. – Se encogió de hombres, con lágrimas en sus
preciosos ojos queriendo salir. Pero las contuvo, medio sonriendo, tratando de ocultar su terror. Sanders
sobraba aquella noche allí.
-¿Y qué hay de tu verdadero padre? ¿Nunca ha intentado defenderte de él?- Estaba claro que alguien
debía dar la cara por ella. Sanders se aprovechaba de ella porque era una mujer pero con un hombre que
estuviese a su lado, protegiéndola, todo sería distinto.
-De él no sé nada. Mi madre nunca contó mucho sobre aquella historia, solo sé que lo amó con toda
su alma y que por razones que desconozco nunca pudo estar con nosotras. – Una vida entera llena de
sufrimientos, de golpes, de ausencias, de reproches… - Ni siquiera sé si sabe que existo. Prefiero pensar
que no sabe nada de mí, es mucho menos doloroso que vivir sabiendo que a tu verdadero padre le
importa una mierda lo que le pueda pasar a su hija. Ni una llamada, ni un abrazo, ni un solo beso en
tantos años… - Bajó la cabeza sin querer seguir pensando aquellas cosas que estropeaban la velada con
Michael.
Nancy trató de evitar aquella conversación pidiendo hablar de algo alegre, de él, por ejemplo, quería
saber cosas de Michael. Era su cumpleaños y quería disfrutar de aquella noche… hablar de Sanders o de
aquel hombre al que ni siquiera conocía, les amargaría la velada.
Quería saber por qué era tan reacio a mantener una relación con una chica, qué le había pasado en su
vida, quien le había hecho tanto daño… quería saber de Michael.
-Yo no soy reacio a estar con una chica… - Él sabía que mentía.
-¡Claro que lo eres! – Y se levantó para sentarse más cerca de él y sujetar su brazo apoyado en
aquella mesa blanca. Lo veía sonreír muy cerquita y le fascinaba. – ¡Fíjate cuánto tienes que pensar para
decidir si quieres que salgamos juntos! ¿No te gusto lo suficiente?
La tenía muy cerca y sus miradas eran fijas en el otro. ¡Claro que le gustaba! No hacía falta adivinar
mucho para saber que estaba muy colado por Nancy pese a que trataba de disimularlo…
-Las cosas no son tan fáciles como crees… - La miró, no había contestado a su pregunta. - Claro que
me gustas… eres una chica preciosa.
-Entonces, ¿cuál es el problema? ¿Por qué tienes que seguir pensando?
-Principalmente porque, por mucho que me gustes… - Lo recalcó. - … tienes veinticuatro años,
Nancy. – Lo corrigió, acababa de cumplir veinticinco. Michael sonrió. – Es cierto… veinticinco has
cumplido hoy… - Recalcó de nuevo. - Yo tengo cuarenta y cuatro… tengo edad suficiente para ser tu
padre… - La miraba medio sonriendo, hablándole muy dulce… - … y yo no suelo salir con chicas que
podrían ser mis hijas…
Se levantó. Provocándolo… y al verla acercarse hasta él se echó atrás en aquella silla, notando como
se sentaba encima de sus piernas y rodeaba su cuello con sus brazos.
-¿Y sueles meterle la lengua a las chicas que podrían ser tus hijas? – Preguntó pegada a sus labios.
Sonrió. Nancy no tenía arreglo y seguía igual de persistente. - Lo digo porque tus besos ahí abajo… - En
la pista de hielo… - …han sido húmedos, apasionados y profundos… nada que ver con los que un papá
le da a una hija… ¿no crees? - Y se metió en su boca de nuevo, sin pedir permiso, ya no lo necesitaba…
dejando que sintiese su lengua húmeda y caliente rozando la suya. Definitivamente no querría tenerte
como padre…
-¿Ah no? – Replicó sin dejar de sonreírle. Él también la provocaba.
-Sabes demasiado rico… - Susurró cerca de su oído. Jugaba con él, consiguiendo sacarle las sonrisas
más bonitas de todas y eran solo para ella.
Definitivamente Michael tampoco podría controlarse con una hija así… lo volvía demasiado loco.
- Serias el papi más sexy del mundo y con esos ojos y esa boca… - Rozó sus labios con sus dedos,
mirando aquellos ojos bellísimos. Notaba sus manos calientes en su cintura y en sus piernas,
acariciándola despacio… - …no sabría cómo contenerme para no besarte… - Jugaba con su bufanda, con
él… Sus bocas volvieron a pegarse con ganas… la dejaba hacerlo, mirándola ahí, encima de él,
saboreando su saliva dentro de su boca, en sus labios que conseguía morder con suavidad. - Y… me
apuesto contigo lo que quieras, a que tú tampoco querrías tenerme como hija.
Estaba claro que no… y no hacía falta mucho más… no podían dejar de mirarse pegados. Nancy tenía
unos preciosos ojos negros que brillaban de una forma increíble… Michael presumía de unos inmensos
ojos azules con unas grandes pestañas negras que resaltaban aún más la inmensidad de aquel color.
-Tendría un grave problema si lo fueras… - Un gravísimo problema, porque sería incapaz de
encontrar la forma de controlarse… aquella atracción era tan intensa que todos los presentes podían
notarlo. - …porque yo tampoco sabría cómo controlarme… - Y la vio sonreír abiertamente a unos
centímetros de sus labios, mirándolo fijamente… era en vano ocultar la fuerte atracción que sentían el
uno por el otro…
Apoyaron sus frentes y Michael la vio cerrar los ojos durante un segundo mientras rozaba su nariz con
la suya. Se miraron, totalmente juntos, sintiendo sus respiraciones agitadas. Aquellos ojos negros lo
ponían tan nervioso… profundos, sinceros, bellísimos… deseando meterse dentro de él, de su interior…
queriendo conocer cada parte de su ser.
Nancy sentía que Michael escondía algo de su vida, seguía pensando que alguien lo había hecho sufrir
muchísimo y por eso era de aquella forma. Él lo negó, contándole que hacía años estuvo felizmente
casado con una mujer maravillosa, pero ocultó la realidad de aquella separación… sabía que Nancy
comenzaría a atar cabos en cuando supiese que era viudo. Solo le explicó que ella, jamás, lo hizo
infeliz… el tiempo a su lado fue la mejor época de su vida.
Él no podía dejar de mirarla, ahí, sentada en sus piernas, apenas pesaba, era una chica delgada y le
gustaba tenerla tan cerca de su cuerpo. No podía negar que todo en ella le fascinaba. Elizabeth fue
siempre una bellísima persona y él había sido el afortunado, pero ahora era Nancy la responsable de
aquel cambio en él. Se lo reservó… seguiría siendo afortunado por ello pero en silencio.
-¡Esto es una locura, Nancy! ¡No sé que estoy haciendo aquí!– La miró sin saber qué hacer... sentía
tanto en su interior… sentía tantas cosas por aquella jovencita. - ¡Eres una cría! – Dijo cerrando los ojos
y pasando las manos por su pelo.
-¡No lo soy, Michael! – Sujetó su rostro con las manos, hablándole muy pegada a él. – No pienses
más en mi edad, por favor. Olvida que tengo veinticinco años… déjate llevar…
-¡No puedo! Veinticuatro, veinticinco… ¿qué más da? Aunque tuvieses treinta, Nancy. ¡Eres una cría a
mi lado! ¡¡Esto no tiene sentido!!
Aquella joven se levantó de sus piernas, decidida, alegre, sonriente. Habían hablado de Sanders, de
su esposa, de su edad, pero era una noche especial para ellos y deseaba disfrutar de él plenamente, sin
pensamientos tristes.
Sujetó su mano y tiró de Michael, quería bailar, allí mismo, en aquella cafetería en la que sonaba una
melodía de navidad pero en la que todo el mundo estaba sentado. No era precisamente un lugar para
bailar.
-¡Nooo! ¿¡Qué dices!? ¿¡Te has vuelto loca!? - Intentaba tirar de ella pero consiguió levantarlo a base
de tirones. - ¡No voy a bailar aquí! ¡¡Todos nos miran!! – No dejaba de sonreír abiertamente. Se sentía
tan vivo a su lado.
- Olvida la gente, Michael… - Y pasó sus brazos alrededor de su cuello. Ya lo tenía bien sujeto. –
Ese es tu problema… estás pendiente de lo que la gente de tu alrededor pueda decir… ¡Estás conmigo,
ven aquí y disfruta del momento y de la canción! - Y cogiendo sus manos hizo que la abrazase, pegándolo
a su cuerpo que deseaba aquel contacto.
-Pero, nos están mirando todos… - Rodeando aquella cintura. No le gustaba sentirse el centro de
atención, siempre había sido un hombre muy discreto.
-¡Claro que nos miran…! – Dijo riendo y levantando la cabeza, jugando con él… - Me tienen envidia
porque bailo con el hombre más guapo de esta cafetería. - Lo vio mirar a otro lado, algo avergonzado. -
¿Qué digo de la cafetería? ¡El hombre más guapo de Bryan Park, de to...do New York! – Y consiguió toda
su atención con sus comentarios, con sus halagos… olvidándose de toda la gente que los observaba…
Nancy conseguía todo de él… - Olvida la gente, Michael.
La canción que sonaba era Have yourself a merry Little christmas, interpretada por el gran Allan
Jackson, una preciosa melodía de navidad que fue perfecta para ambos, allí pegados, sin dejar de
mirarse, de acariciarse. Al principio se sintió algo incómodo porque veía todas aquellas miradas de los
allí presentes, que reían ante el atrevimiento de aquella pareja que bailaba… parecían muy enamorados.
Después se olvidó de ellos… Solo podía sentirla muy cerca de su cuerpo mientras acariciaba su espalda
y la sentía temblar bajo sus brazos.
-¡Qué rico hueles! – Pegó su cara en su pecho… cerrando los ojos, impregnándose de su aroma.
- ¿Qué perfume usas? ¡Me encanta!
-Este concretamente es… Clive Christian. - Y Nancy lo miró riéndose… asombrada por sus gustos
extremadamente caros.
-¿¡Perdona!? – No podía ser… - ¡¡Clive Christian!! Estás de coña, ¿no?
- Me gustan los perfumes buenos. - Afirmó al ver su expresión. Nancy conocía ese perfume y su
precio.
-¿¡Los perfumes buenos!? Ese no es un perfume bueno… ¡Es el perfume! - Definitivamente Michael la
asombraba por momentos. - ¡¡Dios!! ¡Tus gustos son…! – No terminó. - ¿En serio eres arquitecto? – Era
broma, claro… - Yo creo que me mientes… sí… - Rozó su nariz fría con sus dedos… jugando como una
niña con aquel hombre que se sentía como nunca en sus brazos. - … tienes gustos de gran empresario rico
y estirado… como mi padre… - Rieron el comentario, obviamente por distintos motivos… - Me lo pone
usted muy difícil para regalarle algo por navidad, señor arquitecto… - La miraba embelesado, suspirando
mientras observaba aquellos preciosos ojos negros que tan nervioso lo ponían.
-¡No tienes que regalarme nada por navidad! – Lo decía en serio, apenas estaban conociéndose.
-¡Claro que tengo que regalarte algo!¡¡Es navidad!! Y estoy loquita por ti… pero, eso ya lo sabes,
¿no? – Por supuesto que lo sabía. - Aunque mi sueldo no me alcanza para tus exquisitos gustos así que…
tendrás que conformarte con un detallito más acorde con la economía de esta limpiadora.
Nancy rozaba su nariz fría con la de Michael, bromeando, rozando sus labios muy despacio, mientras
tarareaba aquella canción y le sacaba una sonrisa a aquel arquitecto embelesado con ella.
-Nancy, en serio, no tienes que…
-¡¡Cállate!! No lo estropees… - Lo rodeó aún con más fuerza, apoyando su cabeza en su pecho y
Michael cerró los ojos, sintiendo aquel momento como el más maravilloso de su vida en muchos años.
Nancy era todo en él, por qué seguir negándolo más tiempo… su alma entera sabía que aquella joven era
la luz que su vida necesitaba… Toda su esencia se dispersaba por cada rincón de su alma, ella lograba
que todo el temor se alejase de su vida porque a su lado había vuelto a renacer por completo.
Besó su cabello, la sentía en aquel momento tan pequeña, tan débil en sus brazos y sin embargo le
parecía una chica realmente fuerte, una jovencita luchadora y tenaz que nunca había perdido la sonrisa ni
las ganas de luchar pese a lo que había vivido. Y, ¡tan difícil que resultaba todo! Ahí a su lado, todo era
sencillo, mágico pero sabía que debía pensar con la cabeza porque aquella relación era muy complicada.
-¡¡Michael!!
Abrió los ojos y giró la cabeza hacia aquella voz tan familiar. ¡¡Era Carol!! Separó a Nancy de su
cuerpo y miró a su hermana testigo de aquel sentimiento tan difícil de ocultar en aquellos momentos. No
sabía qué decir, lo había pillado abrazado totalmente a una joven y ella no era tonta; le esperaba una
larga conversación con su hermana además de saber que contaría todo en casa. La conocía.
-¡Carol! ¿¡Qué haces aquí!? –Preguntó mirándola muy sorprendido.
-Vine a traer a las niñas a patinar. –Y señaló la pista abajo, podía verlas tras el cristal divirtiéndose
mientras se deslizaban con destreza. - Pero, no imaginaba que te encontraría aquí… y acompañado…
Miró a Nancy tras él, tímida, en silencio, observando a aquella muchacha que parecía ser amiga de
Michael… ¿o era algo más?
Carol tendió su mano hasta la de Nancy que la estrechó gustosa mientras escuchaba a Michael
presentársela como su hermana. La miró con los ojos bien abiertos… ¿Hermana de Michael? ¡Dios, qué
vergüenza! Habían estado abrazados, besándose… ¿los había visto?
No tardó en ir a por las niñas, era tarde, no sin antes mirar a su hermano de reojo cómplice de lo que
estaba sintiendo. ¡Michael con una chica! Aquello sí que era una bomba… nadie lo había vuelto a ver
acompañado desde lo de su mujer y por supuesto el estar ahí con ella, abrazándola, besándola… debía
ser alguien importante para él. Pero, de eso ya hablarían en privado.
Michael llevó a casa a Nancy, en la parte norte de Brooklyn, en el barrio de Williamsburg, donde
compartía piso con unos amigos. Se trataba de un barrio bohemio, el nuevo Soho para muchos y en donde
se podía encontrar toda clase de extranjeros, polacos e italianos hacia el norte y afroamericanos e
hispanos hacia el este. Era un barrio de una enorme diversidad étnica y social, tranquilo, de edificios
bajos y una interesante movida artística.
Se detuvieron en S4th, cerca de un edificio de ladrillos vistos de cinco plantas, con escaleras de
emergencia algo oxidadas y una pequeña puerta de entrada que estaba elevada por seis o siete escalones.
Aquel Mercedez Benz desentonaba bastante en aquel lugar pero ninguno de los dos dio mucha
importancia a eso. Se quedaron dentro del coche unos minutos, mientras se miraban y disfrutaban de
aquella despedida.
-¿Ya lo hago mejor? – La escuchó preguntarle cuando lograron separar sus bocas. Solo un milímetro,
no mucho, así podía seguir sintiendo su respiración agitada y sus labios que seguían resistiéndose a la
despedida.
Se dejaba llevar, acariciando su frente con sus dedos, sus mejillas sonrosadas. Él tampoco quería
marcharse de allí. Definitivamente no quería hacerlo.
-Mucho mejor.
-Como ves, soy una alumna muy, muy aplicada. Me gusta tomarme las cosas en serio. – Besando
aquellos preciosos labios, mordisqueándolos. – Eso y que me vuelve loca este profesor tan guapo e
interesante que consigue hacerme temblar solo con mirarme. – Y se metió en su boca, moviendo su lengua
tal y como él le había enseñado. Olvidándose de todo.
Nancy acarició la mano de Michael apoyada en su pierna, mientras le agradecía aquella noche
especial en la que lo había pasado realmente bien a su lado. Ambos lo habían pasado genial…
-¿Podremos volver a repetirlo? – Preguntó miedosa de la respuesta.
-Bueno, sé que todo esto es una locura, pero… - No se lo pensó más. - …sí, me gustaría. - Le
contestó mirándola fijamente mientras sentía el calor de aquella mano que seguía acariciándolo.
Apoyó su mano en su pierna y se acercó hasta sus labios, mirándolo muy de cerca, provocándolo con
solo una mirada. Rodeando su cuello se dejaron llevar de nuevo, abriendo sus bocas con intensidad,
rozando sus lenguas con puro deseo. No querían parar, ninguno de los dos. Su mano se entrelazó con la
suya, acariciándolo mientras se la acercaba a los labios para besarla con dulzura. Se quedó cayado unos
minutos, pensativo y ella pudo percibir la tensión del momento.
-Has estado muy callado desde que nos encontramos a tu hermana, Michael. ¿Estás enfadado
conmigo?
-No veo por qué debería estarlo. No has hecho nada malo. – Le contestó mirándola de reojo.
-Bueno, nos vio besarnos y…
-Nancy, ya estoy muy grandecito para tener que dar explicaciones a mis hermanas porque me vean
besando a una chica, ¿no crees? – Sonriendo, cambiando aquel momento de seriedad entre ellos.
-Y, después de lo de esta noche… - Y no sabía siquiera cómo preguntarlo…- ¿Cómo se supone que
debo tratarte mañana cuando te vea en el trabajo?
Aquello sí que era un problema… se habían besado, abrazado, acariciado y sincerado el uno con el
otro. Y al día siguiente, ¿qué? ¿Un hola y un adiós? ¿Seguían tonteando mutuamente como si no hubiese
pasado nada entre ellos?
Algo había cambiado aquella noche y los dos lo sabían.
-Supongo que como siempre… - Y ante la mirada triste de Nancy que esperaba algo más, soltó su
mano y pasó su brazo por encima de su cabeza. – Lo he pasado genial esta noche, Nancy, en serio… -
Decía mientras apartaba aquel mechón de su rostro. – Eres una chica preciosa y sabes que me gustas
mucho, pero por el momento no quiero tener nada serio con nadie. - Le dijo mientras levantaba su
barbilla para que lo mirase a los ojos. ¿Un rollo de una noche, de dos? Estaba muy bien, sentir cosas,
vibrar a su lado, olvidarse de todo y todos durante unas horas. - No quiero hacerte daño, Nancy. – Y sus
ojos la miraron de una forma tan profunda y sincera… - Ya te dije que tenía que pensar las cosas antes de
tomar una decisión.
Su voz sonaba dulce en aquel coche y sus ojos le decían algo muy distinto… Michael trataba de
hacerse el duro, no sabía por qué, intentaba frenar aquello que estaba sintiendo por ella… por su edad…
o eso le había dicho él.
-No me estás haciendo daño. No soy tonta y sé que no estamos juntos, pero me encanta estar así
contigo. Besarte, acariciarte, olerte… - Pegándose a su cuello mientras lo veía sonreír. – Sentirte tan
cerca de mí.
La mirada de aquella chiquilla se le metía muy adentro, haciéndolo sentir una opresión en el pecho
que hacía mucho que no sentía… Sabía lo que era, estaba bastante grandecito para saber que aquello que
se removía en su interior no era una simple atracción física por Nancy.
-A mí también me gusta. – Acercó sus labios a su cabello, la tenía tan cerca de su cuerpo que ni
siquiera tuvo que moverse para darle un beso en la cabeza.
Lo miró fijamente, sin decir nada, sonriéndole. Aquel coche olía a su abrumador perfume, el mismo
que había quedado impregnado en sus ropas mientras bailaron. Volviendo a poner su mano en la pierna de
Michael, sabía que aquello le gustaba y acercándose a él se detuvo a solo unos centímetros de su boca.
-Vale… - Dijo provocándolo. – Tú sigue haciéndote el interesante, el duro, pero que sepas que estás
tan pillado por mí como yo de ti… - Y rozó su mejilla con un beso.
-¿Eso crees? ¿Qué me hago el duro contigo? – Aquella forma de mirarla.
Claro que se lo hacía… claro que estaba pillado por ella… y más de lo que él había imaginado. Ahí
la tenía, cerca de su boca, cerca de su cuerpo… Y controlándose… La vio mover la cabeza asistiendo sin
dejar de mirarlo y cuando intentó besarlo se retiró, dándole un golpecito en su nariz y sonriéndole.
-Nooo… - Suavemente. – Debo seguir haciéndome el duro… - Lo miró algo cortada. La acababa de
rechazar. - Ya te dije que no suelo regalar mis besos y a ti… -Volvió a tocarle la nariz. - …ya te he
regalado demasiados besos hoy.
¿Es que la iba a dejar marcharse así? ¿Sin beso de buenas noches? ¿Ni siquiera uno pequeñito…? Lo
vio mover la cabeza negándolo y resignada apunto su número de teléfono en un papel… se lo dio… ya
que iba a seguir resistiéndose no le quedaba otra que esperar a que quisiera llamarla por teléfono para
verla. Ella no tenía el suyo así que, debía esperar a que Michael quisiera dar un paso más en toda aquella
historia.
Miró aquel número y moviéndose en aquel asiento, metió la mano en el bolsillo de su pantalón y sacó
su móvil. Marcó el número… llamó a Nancy, un segundo… ya podía llamarlo para lo que necesitase de
él. La vio sonreír mientras salía del coche, sin un beso… Pero no se marchó a casa, rodeó el auto hasta
llegar a la ventanilla de Michael que la abrió con una sonrisa. Sabía que volvería a buscarlo… Agachó la
cabeza sonriente mientras pulsaba aquel botón y dejaba que Nancy se acercase a él.
-¿De verdad vas a dejar que me vaya así? – Y le puso una expresión triste que no pudo obviar…
- Solo un beso… un besito solo… - Y le puso una expresión triste, bromeando y sacándole una
sonrisa. Se acercó hasta ella y la besó de nuevo. Solo se estaba haciendo el duro, a él también le gustaba
aquel juego y ella lo sabía.
Para ambos aquella noche había sido el principio de algo que no podría seguir oculto, no mucho
tiempo más. No querrían admitirlo, no desearían aceptarlo… pero Michael y Nancy estaban totalmente
enamorados el uno del otro.
Él, un hombre de más de cuarenta años, se había enganchado a aquella jovencita a la que casi le
doblaba la edad… pero no podía con aquello, era más fuerte que su propia voluntad. Cuando quiso darse
cuenta, el sentimiento era demasiado fuerte como para obviarlo. Se sentía totalmente vivo a su lado, con
sus juegos, sus bromas, su forma de provocarlos, sus besos, sus caricias… Se había vuelto loco por
Nancy y a cada minuto a su lado sabía que sería más difícil apartarla de su vida.
Capítulo 9
LA LUZ QUE NECESITO EN MI VIDA
Tenía varios mensajes aquella mañana, al levantarse… Sonrió al ver aquellos whatsapps de Nancy…
Unos corazones, unos muñequitos enamorados… muchos besitos… y mil gracias por aquella noche de
cumpleaños tan mágica…
Se rozó los labios recordando sus besos… su sabor… realmente no sabía cómo iba a terminar todo
aquello, pero Nancy le fascinaba en todos los sentidos y no iba a negarlo. Tenerla aquella noche tan cerca
de su cuerpo, metiendo su lengua dentro de su boca… lo había excitado muchísimo.
Envió un mensaje sonriendo y le envió un beso.
Sarah lo esperaba en su despacho muy sonriente… Llevaba meses en New York y tan solo habían
salido una vez. Sentía que la esquivaba. Aquel día se verían en unos minutos en una reunión pero deseaba
estar a solas con él, pese a sus negativas por tener algo más con ella. Sarah seguía insistiendo y era
complicado decirle que no sin hacerle daño. Ellos eran grandes amigos y habían vivido muchísimas
experiencias juntas… ¿Una más qué importaba?
Pero Michael no pensaba lo mismo… Sabía que no tendría nada serio con ella pese a ser una mujer
maravillosa y conocerlo mejor que nadie… y ahora menos que antes. Michael tenía muy claro lo que
sentía en brazos de aquella jovencita y lo distinto que era con su amiga… sensaciones totalmente
distintas.
La tenía pegada a su cuerpo, tratando de convencerlo para tomar algo aquella noche, una cena, unas
copas y una visita a su casa… los dos solos.
-No creo que puedas negarte a una proposición como esta, ¿no? – Y tirando de aquella chaqueta se
pegó a su boca con muchas ganas.
Estaba apoyado en su mesa y la tenía encima, rodeando su cuello con los brazos y metida entre sus
piernas… Trataba de excitarlo, de convencerlo, pero…
-Sarah, ya te he explicado que…
-Ya me has explicado que no quieres una relación seria, por el momento. - Le dijo sin soltarse de su
cuello. - Pero, te recuerdo que no te he pedido una petición de matrimonio… Quiero una noche de sexo,
Michael… quiero volver a follar contigo como lo hacíamos antes… no puedes negarte. - Y seguía
rozando sus labios insistiendo hasta la saciedad. - Dime que sí… vamos… Quiero sentirte dentro de mí,
de nuevo. - Y puso su mano en su sexo acariciándolo, excitándolo como solo ella sabía hacer.
Sus manos acariciaban aquella pequeña cintura mientras notaba como rozaba su cuello con sus
labios… Lo conocía demasiado bien… sabía qué le gustaba, cómo le gustaba y cuándo le gustaba…
Tenía muchísima ventaja sobre todas las mujeres que pudieran acercársele.
-Sarah, por favor… - Quiso resistirse pese a saber que una noche a su lado lo volvería loco… el
sexo entre ellos siempre fue superior.
-¡Oh, vamos, cariño! ¡¡Llevas años sin estar con una mujer... no me digas que no tienes ganas de
sentirme, de acariciarme…!! – Rozó sus piernas fuertes, apretándolas con fuerza, haciendo que sintiera el
calor de sus manos. ¡Cómo lo deseaba! - ¡Mírame y dime que no deseas venir a mi casa esta noche,
Michael! – Sus ojos se miraban con deseo… estaba claro que la deseaba, no era de piedra.
La puerta de aquel despacho se abrió y John y Steven entraron con unos planos en las manos…
Interrumpieron en el momento adecuado, pensó.
La alejó de su cuerpo y se levantó de aquella mesa… Miró a Sarah, no iba a darse por vencida, lo
sabía perfectamente y también sabía cuánto le costaría resistirse.
Estuvo toda la reunión observándolo y no precisamente como a un jefe. Trató de evitar sus miradas
fijas en él, conseguía ponerlo nervioso… No iba a ser nada fácil llevar aquella situación con calma… y
no es que no le apeteciese estar con ella una noche… por supuesto que sí, pero… sabía que ella después
querría más… mucho más… y no deseaba hacerle daño, era su amiga de verdad y estaba enamorada de él
desde que iban a la universidad.
“¿Quieres que volvamos a vernos esta noche? Tengo entradas para el cine… me encantaría que
vinieras… ¿Te apuntas, guapo?”
Sonrió al ver aquel mensaje… John estaba explicando los puntos de un nuevo proyecto en New
York… se trataba de un impresionante rascacielos de lujo diseñado por él y Edward… Michael ya
conocía el proyecto y había dado su visto bueno, así que ahora les tocaban a los ingenieros echarles un
vistazo a los planos.
No supo por qué pero contestó a Nancy inmediatamente… pensó un segundo si debía pararlo, pero
desde luego se lo quitó de la cabeza. ¿Volver a verla? ¿Volver a besarla? Escribió rápido mientras
sonreía…
“¡Sorpréndeme…! ¿Qué película es?”
Se echó atrás en aquel sillón, mirando la pantalla del móvil… escuchaba a John mientras sonreía
escribiendo a Nancy. Tenía ganas de verla… muchas ganas… Aquella jovencita revolucionaba su cuerpo,
su alma, su vida entera.
“Sorpresa” Michael vestía un pantalón gris y una camisa de rayas lila. Su abrigo negro y una buena
bufanda que colgaba de sus hombros. Apoyado en su lujoso coche esperaba a Nancy en aquel parking.
Quería verla de nuevo… ansiaba volver a probar sus besos… No había podido negarse a volver a estar
con ella unas horas, negándose a la petición de Sarah que no se lo había tomado muy bien. Había
rechazado una noche de sexo a su lado y no entendió por qué.
La vio venir sonriente… estaba preciosa con aquel vestido gris, por encima de las rodillas, sujeto
con una lazo en su cintura… botas bajas con adornos de borreguito y un abrigo del mismo color que
llevaba en la mano. Llevaba el pelo suelto, casi siempre lo tenía recogido en una cola, pero aquella
noche, después de la ducha en el gimnasio se había maquillado y alisado el pelo. ¡Estaba realmente
preciosa!
No esperó aquel abrazo efusivo y dio unos pasos atrás al sentir el cuerpo de Nancy encima de él…
chocó con el coche pero no la soltó. Sintió su boca acercarse a sus labios, besos pequeños, muchos besos
y se echó a reír mientras la sujetaba con una sola mano.
-¡Nancy, para… aquí no…! – Pero no se apartó… siguió besando sus labios mientras la escuchaba
decir lo largo que se había hecho el día esperando aquel momento. Michael reía su actitud, las ganas que
ponía y la ilusión que reflejaba solo por quedar un rato con él.
Abrió su boca y dejó que Nancy se metiese en ella, no sin antes mirar a ambos lados… seguro que
estaban solos en aquel aparcamiento, por si acaso.
-¡Tenía muchas ganas de verte, Michael! – No pesaba nada… aún la tenía encima, sintiendo su
pequeño cuerpo pegado a su pecho… - ¿Y tú a mi? – Preguntó mirando sus preciosos ojos azules.
Soltó su cintura y la bajó… sonriendo… cogió aquellas entradas de sus manos y le preguntó por la
película que irían a ver… cambiaba el tema… sonriéndole en todo momento. Obviamente no iba a
decirle lo que le hacía sentir solo con estar cerca de él… eso se quedaba para Michael.
Subieron al coche y se dirigieron al Village East cinemas, no distaba muy lejos de las oficinas… Se
trataba de un antiguo teatro que ahora era un acogedor cine donde disfrutarían de una película romántica.
Idónea para ambos. Allí sentados, cómodos, como una preciosa pareja de enamorados comiendo
palomitas en la última fila de la sala. La miraba embelesado, sonriéndole muy cerca… ¿Qué estaba
haciendo allí con aquella jovencita? ¿En serio iba a plantearse tener algo serio con ella? ¡Debía haberse
vuelto loco pero… no podía evitar desear estar cerca de ella!
Nancy se movió en aquel asiento y se acercó a sus labios, los rozó delicadamente, despacio mientras
acariciaba su rostro con las manos. La besó, primero tranquilo, sosegado… luego sintió como trataba de
abrir su boca para apoderarse de ella, como el día anterior… la dejó hacerlo, pero solo unos segundos,
rozando su lengua con tranquilidad, una y otra vez… ¡Dios cómo le gustaban sus besos!
-Sabes a fresa… - Le susurró aún con los ojos cerrados y sin apartar sus labios del todo… Las manos
de Nancy se metían por su cabeza, por su pelo… acariciándolo.
-Espero que te guste… - Y sin esperar contestación siguió rozando su boca… a oscuras… nadie los
veía… Era la oportunidad de estar solos, comiéndose a besos… Y lo hizo con todas las ganas. Nancy se
acercó aún más en aquel asiento y pasó sus manos por su cuello, tirando de él que no se resistió a aquel
acercamiento. Se quedaron allí segundos, minutos tal vez… sin ganas de separar sus bocas por nada en el
mundo.
-¡Nancy, quieta…! – Le dijo riendo, sintiendo sus labios en los de él… no iba a parar. Era imposible
resistirse, era en vano tratar de parar. - No quiero que vengan a llamarnos la atención por escándalo
público. - Y no dejaba de reír, sabiendo que no se conformaría… - Vamos a ver la película, ya ha
empezado.
-Dicen que las parejas van al cine a estar tranquilos y poder besarse sin que nadie los moleste.
¿Pareja? ¡Ellos no eran pareja! La miró mientras hablaba y lo besaba a la misma vez.
-¿Por eso has querido sentarte en la última fila? – Seguía besándola mientras bromeaba. La vio
sonreír mordiéndose los labios… sí, definitivamente lo había hecho por eso.
-¡¡Es que estás tan guapo hoy…!! – Y le puso ojitos mimosos. - ¿De verdad quieres que deje de
besarte? – Lo veía contenerse… seguía haciéndose el duro con ella… - Un beso más… solo uno… Le
pidió haciéndose la inocente.
Y se lo dio… solo que Nancy volvió a aprovechar aquel acercamiento para poder meterse de nuevo
en su boca sin control. Sujetó su cara y la separó de su rostro… Hacía trampas y él tomaría medidas.
Bromeó. No iba darle más besos aquella noche… por tramposilla.
Por supuesto fue una forma de hablar. No había nada que desease más que besarla hasta la saciedad,
esa noche y todas las demás…
Salieron a dar un paseo. La película había terminado pronto y decidieron caminar un rato por la zona
mientras hablaban del argumento, de los actores… el tema era indiferente… querían estar juntos.
La vio bailar, la escuchó cantar, en mitad de la calle, con un grupo de jóvenes que representaban una
de las canciones más conocida en aquel momento. Era tan natural, tan sencilla… le fascinaba todo en
ella… No le hacían falta grandes lujos para poder sonreír, para vivir y ver las cosas más sencillas de la
vida y disfrutar de ellas. Allí, en aquella calle llena de gentes, olvidándose de si alguien podía verlos…
en aquellos momentos, junto a aquella jovencita… todo le daba igual.
Comieron un buen perrito caliente en Crif dogs, en 113 St Marks Pl, muy cerca de donde se
encontraban. Un local nada habitual para aquel empresario que al principio se sintió un poco fuera de
lugar allí. La gente era muy sencilla y él despuntaba bastante con aquel traje de corte italiano y su
carísimo abrigo de firma.
El local estaba lleno, y se acomodaron en unos taburetes colocados a la izquierda, colocando las
bandejas en estanterías de aluminio que hacían de mesas. Unos perritos, unas patatas, una buena
cerveza… y la mejor compañía de todas. Consiguió hacerlo sentir a gusto con sus bromas, sus risas…
¡Estaba preciosa aquella noche! Hablaron de tantas cosas… sus vidas, sus gustos, sus familias… sus
sueños… A veces tenía que pensar un poco las cosas antes de decirlas, con cuidado, sin dar demasiada
información sobre quien era realmente. Sabía que debía ser sincero, ella tenía derecho a saber quién era,
pero estaba tan seguro de que las cosas se estropearían entre ellos… Nancy no volvería a besarlo, ni a
abrazarlo como lo había hecho aquella noche ni la anterior… y no deseaba que eso sucediese. ¡Se sentía
tan vivo a su lado! Nancy era sencillamente maravillosa.
Y supo que no se equivocaba al pensar aquello, cuando al salir de aquel local vieron a una mujer algo
mayor a la que, de forma despectiva, sacaban de un bar cercano. Se trataba de una vagabunda que pedía
limosna y trabajo cada día, sentada en aquel suelo frío, helada, hambrienta, suplicando una ayuda que
muy pocos brindaban… Solo había entrado al servicio un momento y los camareros la habían sacado de
mala forma como si fuese basura.
Nancy se acercó a ella mientras discutía con aquellos hombres… eran unos auténticos imbéciles que
trataban a las personas según sus clases sociales. Aquella mujer era una persona con derechos y no
podían echarla de aquella forma solo porque no tuviese dinero. Para ellos era una desahuciada de la
vida, una piojosa, así la llamaron… para Nancy, era una persona que imploraba un poco de ayuda.
La escuchó defenderla con ganas, enfrentándose a aquellos hombres que no se cortaron en seguir la
discusión con ella. Nancy estaba agachada, tratando de hacerla levantar del suelo cuando vio a uno de
aquellos camareros dirigirse a ella, con decisión. No iban a aguantar las replicas de aquella jovencita.
Entonces Michael dio unos pasos y se acercó para calmar el ambiente, era obvio que no iba a dejarla allí
sola discutiendo con aquellos hombres. Se puso en medio de ellos, dejando claro que no iba a dejar que
aquello fuese a más. ¿En serio iba a enfrentarse a una jovencita? Miró a aquel camarero con decisión,
frunciendo su expresión. No iba a permitírselo.
Vio como se quitaba su abrigo y su bufanda y se lo echaba encima a aquella mujer que temblaba de
frío con aquellas finas ropas harapientas. Ninguno de los dos dio crédito a aquel gesto… Michael la miró
fijamente… ¿en serio iba a helarse por una extraña?
-¡Estás helada! ¡Tranquila, ya pasó todo! - Le dijo mientras sujetaba su rostro mojado por las
lágrimas. No podía dejar de llorar, sin atreverse siquiera a levantar la cabeza y mirar a aquella jovencita
que le brindaba su ayuda.
-Su abrigo, señorita… - Y trató de quitárselo sin conseguirlo, las manos de aquella jovencita
volvieron a colocárselo bien. Ella tenía otro en casa.
Michael observaba la escena impresionado por aquel gesto y accedió a invitarla a cenar tras la
súplica de Nancy que se lo pidió con muchas ganas. Y allí, en uno de los locales de alrededor, vieron a
esa pobre mujer devorar toda la comida que habían pedido. Era cierto que estaba hambrienta…
saboreando los alimentos como si llevase semanas sin probar bocado.
Pudieron escuchar su historia, Nancy preguntaba preocupada por ella… Mujer de unos cincuenta
años, sin papeles, separada, con dos hijos que estaba a punto de perder por no tener trabajo. Su marido la
golpeaba desde hacía muchos años y un día pudo encontrar la fuerza suficiente para dejarlo y seguir ella
sola su vida… pero las cosas no eran fáciles para una mujer de esa edad… ¿quién iba a darle trabajo
ahora? No tenía experiencia, siempre se había dedicado a su casa, a su marido, a sus hijos. Y ni siquiera
estaba allí legalmente. Lo tenía todo muy difícil, casi imposible… porque, sin papeles nunca conseguiría
trabajo. Y, ¿ahora qué? ¿Debía haber seguido aguantando los golpes y las humillaciones más años? Sí…
había comprendido que debía haber sido fuerte resistiendo esos golpes, por sus hijos, porque ahora…
¿qué iba a hacer sin ellos?
Nancy estaba muy emocionada con aquella historia… la sentía muy cercana. Y prometió a aquella
mujer, Liz, que la ayudaría en todo lo que pudiese… hablaría con algunos amigos para ver si entre todos
conseguían buscarle un trabajo adecuado a sus posibilidades. La vio sacar dinero de su bolso y se lo
entregó pese a sus negativas… ya habían hecho suficiente por ella aquella noche.
-¡Vamos, cógelo, compra comida para tus hijos y algo de ropa que te caliente! ¡Este invierno es muy
frío y debes cuidarte! – Sus manos trataban de darle calor…
-¿Cómo voy a poder pagarles esto que hacen por mi? - Dijo la mujer llorando sin consuelo. Nunca
nadie…
-No tienes que pagarnos nada, Liz. Te ayudaremos encantados. - Miró a Michael sin saber si
realmente él también lo haría… y vio sus inmensos ojos azules mirarla muy fijamente.
-Sí, Liz… te ayudaremos. - Mirando a Nancy, definitivamente, adoraba a aquella jovencita que
sonreía ante su respuesta.
Michael la invitó a ir al edificio donde estaban las oficinas, seguro que podía hablar con alguien para
que buscase un puesto para ella… no sabía cómo haría lo de los papeles, pero… encontraría una
solución. Sacó una de sus tarjetas, la firmó y se la dio a aquella mujer mientras Nancy entraba en los
servicios. Debía entregarla en la entrada, la llevarían hasta él inmediatamente…
Antes de marcharse sacó su cartera y entregó dinero a aquella mujer… Bastante dinero.
-Coma algo caliente, Liz… y vaya a casa a descansar. - El cuerpo de aquella mujer se abalanzó sobre
el de Michael que no supo qué hacer en aquel momento… tenía a una… vagabunda pegada a su cuerpo.
Pensó un segundo… tenía a una… mujer desolada y desesperada pegada a su cuerpo.
Sonrió mientras le devolvía el abrazo, tratando de tranquilizarla y miró a Nancy, a su lado, a la que
abrazó con ganas cuando se quedaron solos. La vio tiritar de frío, un poco encogida, tratando de darse un
poco de calor hasta entrar en el coche… aquella noche helaba y solo tenía puesto un vestido y unas
medias negras… su abrigo, su bufanda, sus guantes… todo se lo había dado a aquella mujer que,
realmente, lo necesitaba mucho más que ella. Entonces se quitó su carísimo abrigo negro, colocándoselo
a ella y sujetó sus manos para tratar de darle algo de calor.
El gesto que había tenido con aquella mujer lo había dejado sin palabras… pero, estaba loca… ¡No
podía ir por New York sin ropa de abrigo… caería enferma!
Levanto su cabeza con las manos y la miró unos segundos, sin decir nada… ¿Por qué no podía tener
unos añitos más? Todo sería más fácil… Sonrió solo de pensarlo y se acercó a sus labios, despacio… la
besó, suave, una vez, otra… sin dejar de mirarla mientras rodeaba su cintura con sus brazos… pegándola
a su cuerpo.
-¿Ya me has levantado el castigo? – Bromeó… eso dijo en el cine y hasta ahora no la había vuelto a
besar en toda la noche.
-Lo que has hecho hoy por esa mujer ha sido increíble… - Y se quedó en silencio sin dejar de mirarla
embelesado.
-Cualquiera lo hubiese hecho… - Quitando importancia a su gesto…
-No es cierto… Yo ni siquiera me habría fijado en ella. Nunca me habría parado a ayudarla de no ser
por ti, Nancy…- Y aquello le había gustado… algo dentro de él se había removido con aquella acción. -
Tú has hecho que deje de verla como a una vagabunda y la vea como lo que es… una persona que de
verdad necesita ayuda desesperadamente. - Sus ojos no dejaban de mirarla de una forma tan especial…
podía notarlo. - Eres maravillosa, pequeña…
-Oh… ¿por eso me he ganado un beso?- Bromeaba de nuevo.
-No… - Y acariciando su rostro con dulzura se agachó hasta sus labios… - Esta noche te los has
ganado todos.
Y se metió en su boca con todas las ganas del mundo… besándola apasionadamente, mordiendo sus
preciosos labios, rozando su lengua con la de él… apoderándose de ella en tan solo unos segundos. En
plena calle, delante de todos, abrazando aquel pequeño cuerpo contra el suyo, oliendo su perfume,
sintiéndola agitada. Nancy conseguía hacerlo mejor persona… Nancy era la chica más increíble que
hubiese conocido nunca…
No solo se había ganado unos besos… aquella noche, en aquel lugar, Nancy se había ganado por
completo su alma entera.
-¿Aún tienes que seguir pensando, Michael? – Le preguntó cuando la llevó hasta casa, parados justo
delante del portal.
Puede que estuviesen saliendo juntos aquellas noches y que el tonteo entre ellos hubiese llegado a
mucho más… pero aún las cosas no estaban del todo claras… aún no eran nada… solo dos personas que
se atraían con muchísima fuerza y que se lo demostraban con caricias y besos.
-¿Tan difícil es decir que sí? No lo entiendo… - Y lo vio sonreír ante sus palabras y su preocupación.
-Bueno, aunque no lo creas… no es fácil pensar en una relación con una chica tan… - No terminó la
frase cuando vio cómo lo miraba. Volvían al mismo tema de siempre.
-¿Otra vez con lo de la edad? ¡Oh, vamos! – Pensaba que aquello ya estaría más que superado.
¡Sigues con lo mismo…! - Nancy agacho la cabeza sin saber qué más podía hacer al respecto. - No puedo
cambiar eso, Michael. Podría hacer cualquier cosa para gustarte, lo que fuese… cambiaría…
-No tienes que cambiar nada, Nancy. Me gustas tal como eres. -Y se acercó a ella un poco más,
acariciándola.
-Eso no es verdad. Si te gustase tal como soy te daría igual la edad que tengo… y no pondrías excusas
tontas para salir conmigo. - ¡Tenía tanto miedo de que aquello los separase definitivamente! Salían
juntos, charlaban, se reían, se besaban pero Michael seguía poniendo un muro entre ellos.
Dio unos pasos hacia ella y le abrazó contra su cuerpo, rodeándola con sus brazos que la sintieron
temblar. Y se quedó unos segundos allí, sintiéndola pegada a él, acariciándola para hacerla sentir segura.
¡Ay, dios que difícil era todo aquello!
- Aún no he dicho que no. - Le dijo al verla tan apagada.
-Tampoco has dicho que si. - Sin soltar su cintura y notando su respiración agitada mientras apoyaba
su cabeza en su pecho. ¡Se sentía tan segura a su lado, en sus brazos!
Aún llevaba puesto su abrigo. Estaba muy guapa con él… aquella noche la veía sencillamente
perfecta. No podía dejar de mirarla con ternura, aquella jovencita se le había metido muy adentro y pese
a todos los problemas no quería alejarla de su vida.
-Supongo que tenías razón cuando dijiste que era algo reacio a tener una relación con una chica.
- Recordaba aquella conversación. - No se… tal vez el haber estado tanto tiempo sin ningún tipo de
compromiso haga que las cosas ahora sean más complicadas para mi… sobre todo si la chica es una
jovencita de veinticinco años… - Por supuesto que no era fácil para un hombre que llevaba tantos años
sin estar con una mujer… un hombre que había perdido al amor de su vida en un trágico accidente. -
Quieras o no… entre nosotros hay una diferencia de edad a tener en cuenta, Nancy. - Y la miró fijamente
sin soltarla, sin despegarla de su lado.
-¡Han debido hacerte mucho daño para que te cierres a ser feliz de esta forma! – Y su pequeña mano
acarició el rostro de aquel arquitecto, sin dejar de mirarlo a sus impresionante ojos. Había sufrido
muchísimo pero por algo muy distinto a lo que ella estaba imaginando. - ¿Es que de verdad has dejado de
creer en el amor, Michael? Uno no elige de quien enamorarse, ¿sabes? No eliges razas, ni sexo, ni
siquiera edades. Solo miras a los ojos a esa persona y sientes que es la mitad que completa tu vida para
siempre…
Bajó la mirada sonrojada. Era lo que sentía en aquel momento, como nunca… y jamás pensó poder
sentirse así por nadie… ¿enamorarse de un hombre después de todo lo que había vivido? Pero, había
pasado y ahora tenía tanto miedo de que nada fuese real.
¿La mitad que lo completaba? Pensó unos segundos mientras la miraba… desde luego lo que sentía
por ella no era ninguna tontería… a su lado, en sus brazos se sentía tremendamente vivo de nuevo.
- Me gustas muchísimo, Michael… - Lo vio sonreír… - …y cuando estoy contigo… - Miraba a la
nada, pensativa. - …haces que me olvide de todo lo malo que rodea mi vida. - Volvió a mirarlo, esta vez
sin apartar la vista. - ¿En serio crees que me importa la edad que tienes? Me importa lo que me haces
sentir aquí dentro… - Y sujetando su mano la acercó a su pecho. La miró, tenía los ojos cerrados y
suspiró, su mano podía percibir sus latidos acelerados… como los de él. - Yo no te haré daño, nunca…
Déjame cuidarte.
Michael sonrió abiertamente al escucharla. ¿Ella iba a cuidarlo a él? Qué graciosa estaba diciendo
todas aquellas cosas. No conocía a nadie que necesitase más ayuda que ella y sin embargo… ¡Cómo la
adoraba!
-¿¡Tú me vas a cuidar a mí!? – Alejó su mano de su pecho y golpeó suavemente su nariz roja, por el
frio, acercándose a su rostro, provocándola… -¿Y cómo piensas hacerlo?
-Para empezar mimándote muchisiiiiisimo… - Pasó sus manos por su cintura, de nuevo, y levantó la
cabeza mientras se pegaba a su cuerpo totalmente. - Te llenaría de besos cada mañana, por todos lados…
no me cansaría de hacerlo nunca hasta que te sintieses el hombre más feliz de la tierra.
- Podía ver en sus preciosos ojos una necesidad increíble por amar y ser amada. Nancy lo necesitaba
tanto o más que él a ella. - Te mimaría y te consentiría muchísimo… te cuidaría cuando estuvieses
enfermo y te amaría con toda mi alma… siempre.
Michael reía sus palabras, sus besos que comenzó a darle por toda la cara, sin darle opción a nada…
lo sujetaba con fuerza… Había resultado ser muy besucona y así se lo dijo mientras recibía una tanda
inmensa de besos… deliciosos besos que le encantaban y que aceptaba con gusto.
-Suena muy bien… - Le dijo acariciándola. - Y, la verdad es que es muy tentador… - Bromeaba.
-Yo nunca te haría daño. - Terminó diciéndole, poniéndose seria, sacándolo de lo más hondo de su
alma… solo deseaba quererlo pero estaba en manos de aquel hombre aceptar ese inmenso amor o darle
la espalda para siempre.
Lo sabía perfectamente… Nancy estaba muy enamorada de él, podía verlo en sus ojos… Y se acercó
a ella despacio… apartando el cabello de su rostro y besándola dulcemente, en aquel portal donde todos
podían verlos. ¿Y ya qué más daba? Solo sabía cómo le gustaba estar a su lado, besando aquella
maravillosa boca que lo volvía loco en cuestión de segundos, acariciando su precioso cuerpo, pegado al
suyo… mirándola a los ojos y sintiendo cómo le recorría por dentro un sentimiento inmenso que lo hacía
vibrar de forma incontrolada.
Estaba perdidamente enamorado de aquella jovencita.
Aquella mañana la vio aparecer en una de las salas dispuestas cerca de las oficinas donde podían
tomarse un respiro, sentados en unos cómodos sofás, tomar un café caliente y charlar tranquilamente
mientras desconectaban un poco del trabajo.
Se había sentado hacía unos minutos con Steven y Edward… Acababa de tener la visita de Liz a su
despacho, con quien habló tranquilamente sobre el puesto que podía desarrollar en aquel edificio. Así
que avisó a Martha, su secretaria de confianza para que localizase al personal dispuesto para aquellos
casos. Quería a aquella mujer en plantilla en cuanto su visado estuviese en regla. Él le daría una
oportunidad.
La voz de Nancy lo hizo girar la cabeza hacia la puerta. No llamó, ni pidió permiso para entrar lo que
molestó a Edward que volvió a recriminarle su actitud.
Aparecía con su ropa deporte, parecía muy contenta y necesitaba hablar con su protector que no dudo
en salir de la sala para atender a la joven. Pudo ver aquellas caricias y aquel abrazo tras el cristal
mientras su amigo le reprochaba la actitud de aquella joven.
-Al menos podías habértela buscado con un poco más de educación. –Soltó mientras Steven estaba
fuera con ella. Desde luego la había tomado con ella, eso estaba claro. - Aunque claro, para un polvo que
más da…
Michael se levantó y salió de aquella sala mirando a su amigo que comenzaba a cansarle entre
insultos e indirectas. Respiró hondo y pasó muy cerca de Steven y Nancy que sonreían felices mientras él
sujetaba su rostro con las manos y se acercaba a darle un beso.
Pudo verla algo más tarde, cuando pasando cerca de las escaleras y mientras ojeaba unos
documentos, sintió como tiraban de su chaqueta hasta apartarlo del pasillo central. Era Nancy, radiante,
preciosa que tras aquella noche juntos quería volver a repetir el encuentro aquel fin de semana. Muy
cerca de ella, mientras tocaba su piel descubierta bajo aquella camisa. ¡Siempre hacía lo mismo…y
realmente no quería que parase! Cerró los ojos y suspiró hondo… ¡cómo le gustaba aquella jovencita!
-Te veías tan guapo hoy en aquella sala… - Y mordió sus labios mientras intentaba acercarse más a él
que dio algunos pasos para atrás hasta chocar contra la pared. Ya no tenía escapatoria.
-Y tú estabas muy contenta con Steven. - ¿Eran celos o curiosidad lo que sonaba en su voz? – Os
lleváis muy bien, por lo que veo.
-¿No estarás celoso de Steven? – Ella lo había notado… sí, algo sí que lo estaba. - Somos muy
buenos amigos… - Le dijo sin darle mucha más importancia. ¡La tenía encima!
-Ya me he dado cuenta. Siempre os veo muy juntos… - No quería que se notase mucho pero eran
obvio sus celos.
Nancy sonrió muy cerca de su boca, mirándolo sonriente. ¡Que tonto era! ¡Estaba tan loco por él que
habría hecho todo cuanto le hubiese pedido! ¿Steven? Era solo un buen amigo pero quiso jugar con él a
sabiendas que aquello eran celos… quisiera o no.
-Si tú no vienes conmigo… no tendré más remedio que pedirle a Steven que me acompañe. Quería
provocarlo para ver que hacía pero a Michael no le gustó aquella broma… él sabía que Steven la veía
como algo más y ella… no estaba seguro de que Nancy no lo supiese. ¿Estaba jugando o es que realmente
no veía que aquel hombre estaba loco por ella? Tal vez estuvieron juntos en un pasado o quizás aún
seguían estando juntos en ocasiones… no sabía qué pensar de todo aquello.
-Estupendo, seguro que estará encantado de ir contigo… - Serio, muy serio… La apartó de su cuerpo
para marcharse de allí. No tenía muy claro aquella relación de amigos.
Nancy sujetó su mano y tiró de él. ¿Qué le pasaba? ¡Era una broma! Quería ir con él. ¿No iba a
seguirle el juego esa vez…?
-¡Michael! ¡No quiero ir con Steven! – Claro que no quería. - Era una broma… - Y sus palabras
sonaron muy tristes.
-Nancy, esta noche he quedado con unos amigos. No puedo…
-Diles que te ha surgido algo especial… - Y sin soltar su mano que acariciaba suavemente, se acercó
hasta mejilla, rozándola con sus labios, sin dejar de mirarlo. - Seguro que lo entienden…
-No conoces a Edward y a Sarah… - Sabía que se molestarían. Él sí los conocía… - Ya los he dejado
tirados dos veces por estar contigo. No puedo volver a poner otra excusa.
¿Sarah? ¿Iba a salir con ella? Agachó la cabeza preocupada… Era complicado luchar contra aquella
mujer… bonita, amable, de la edad de Michael… Uf, lo tenía complicado con él… Y no sabía nada sobre
la relación que podían tener, pero no le gustó para nada.
-¿Vas a salir con Sarah? – Le preguntó bajando la mirada y mordiéndose el labio… Sabía que
tonteaban… lo había visto muchas veces cerca de ella, riendo juntos, dándose las manos, mirándose de
una forma que la encelaba. - ¿No te gustaría más salir conmigo esta noche? Podemos ir donde tú
quieras… tú eliges esta vez… - Sonreía… trataba de convencerlo. - Dejamos las compras para otro
día… – Pero no obtuvo la respuesta que esperaba.
La miraba tan entusiasmada con aquella cita… pero siguió negándose a cancelar la quedada con sus
amigos, y era obvio que no podía llevarla con él. Llevaban semanas detrás de él para tomar algo y,
aunque desease estar con Nancy, no podía volver a dejarlos a un lado.
-Ya he quedado con ellos. No estaría bien que lo cancelase ahora… - Era cierto, pero… esperó otra
respuesta. ¡Si hubiese tenido ganas de estar con ella… lo habría cancelado! Pensó.
-Tienes razón… - Miró al suelo, triste… podría haberla invitado a estar con él y sus amigos, pero no
lo hizo… seguramente se avergonzaría de presentarla en su círculo. Su edad volvía a ser un impedimento.
Estaba claro que lo que había vivido con él no era nada serio… Se estaba haciendo ilusiones con
Michael cuando, en realidad, solo lo estaban pasando bien juntos. Nada más. Si hubiese tenido ganas de
volver a verla nada se lo habría impedido.
-Es solo que tenía muchas ganas de volver a… - Pero no lo dijo… siguió triste y cabizbaja. Déjalo,
entiendo que tengas otros compromisos… - Se aupó y rozó sus mejillas suavemente, sin poder mirarlo a
los ojos. -Ya quedaremos otro día… si tú quieres, claro… - Pero no lo dijo muy segura de sí misma y él
pudo notarlo.
No, no lo harían, no volverían a quedar juntos…por eso estaba triste… todo había sonado a
demasiada excusa. Si Michael hubiese deseado estar con ella tanto como Nancy lo deseaba, hubiese
cancelado cualquier salida con amigos. No lo hizo, no lo haría… debía dejar de engañarse… no había
sido tan especial como ella imaginó… al menos para él y aquellas noches juntos… ella solo era alguien
con quien lo pasaba bien, con quien pasar el rato, por quien sentía una tracción física muy grande pero
nada más…
Se retiró de su cuerpo, controlando unas lágrimas que quisieron salir… no las dejó, se las tragó y se
dio media vuelta, entendiendo que no iban a quedar juntos. Solo caminó hacia la puerta y se despidió de
él.
Michael miró hacia un lado y suspiró… ¡Claro que prefería estar con ella pero…! No debía dudarlo
para nada solo que… La vio alejarse de su cuerpo, sin ni siquiera mirarlo. Había intentado quedar con
toda la ilusión del mundo y él… era un completo idiota.
-Espera… - Le dijo sin poder negárselo. Definitivamente Sarah se enfadaría muchísimo, no era la
primera vez que cancelaba una cita con ella… pero vio sus ojos, a unos metros de él, tristes… Él también
tenía ganas de volver a estar con ella unas horas… muchísimas ganas. - Haces conmigo lo que quieres, lo
sabes, ¿verdad? – Pudo ver una tímida sonrisa en sus labios. ¿¡Ah, sí!?¿¡En serio!? ¡Debo estar
volviéndome loco…! – Sus ojos azules la miraban nervioso… ella conseguía ponerlo de aquella forma…
- Cancelaré la cita. - Y sintió el cuerpo de Nancy abalanzarse contra el suyo, obligándolo a dar unos
pasos atrás. ¡Estaba tan contenta! Lo besaba sin detenerse, una y otra vez… le encantaba y no iba a
detenerla.
La bajó de su cuerpo sin dejar de tenerla cerca… aquellos encuentros con Nancy comenzaban a
hacerse algo habituales… los abrazos, los besos, la confianza, sus miradas… debía decidirse rápido y
contarle la verdad sobre quien era… corría el riesgo de que algún día ella lo descubriese y no podía
seguir mintiéndole pero, ¡tenía tanto miedo de su reacción! ¡Sabía que no se lo tomaría bien!
-Tengo una buena noticia que darte… - Lo escuchó atenta. - Tu amiga Liz ha estado esta mañana por
aquí y… hemos estado charlando un rato. - Debía controlar sus palabras para no descubrirse. Alguien me
debía algunos favores así que… hice unas llamadas para arreglar el problema con su visado.
-¡¡Michael!! – Era más de lo que había esperado de él.
-En cuanto tenga los papeles en regla podrá acceder a un puesto como limpiadora en el edificio.
- Podía ver sus ojos llenos de alegría. - Ahora mismo es a lo más que puede acceder porque no tiene
experiencia ni estudios… pero al menos tendrá un contrato, un buen sueldo y la posibilidad de luchar por
sus hijos y por ella misma.
-¿¡Lo has conseguido!? – Le preguntó muy feliz por la noticia. - ¿Hablaste con los dueños y
conseguiste que le dieran una oportunidad? ¡¡Eres maravilloso, Michael! – Y comenzó a besarlo por toda
la cara, sacándole una gran sonrisa...
-No… tú eres maravillosa. - La sonrisa de Nancy lo tenía totalmente embobado… ¡Tan linda que se
veía ahí, a su lado, ilusionada porque por fin las cosas le saliesen bien a Liz! – No habría ayudado a esa
mujer de no ser por ti.
-¡Oh, no…! No te quites mérito, Michael. - Le dijo sujetando las solapas de su chaqueta y
acercándolo aún más a ella. - Puede que necesitases un empujoncito… pero tú hiciste las llamadas, tú
convenciste a los dueños y solo tú has salvado a esa mujer y a sus hijos de un trágico final… y… Empezó
a jugar con él de nuevo… - …yo voy a darte las gracias por lo que has hecho llenándote de besitos por
todos lados. ¿Qué te parece? – Preguntó mirándolo con aquella mirada pícara.
¿Qué le iba a parecer? Le encantaban sus besos, sus bromas… y si ese era el precio por haber
ayudado a una extraña… se dedicaría de lleno a hacerlo cada día. Y aquella la hizo reír muy cerca de sus
labios… ¡Y ella que pensaba que no significaba nada en su vida! Michael lo había hecho por ella… su
interés por Liz y su forma de ayudarla, todo había sido por ella.
-Tengo la sensación… que de una forma u otra… siempre consigues salirte con la tuya… - Le dijo
mientras sentía todos y cada uno de los besos que le había prometido… por sus ojos, su nariz, sus orejas,
su cuello… sacándole una maravillosa sonrisa…
-Eso espero… - La escuchó decir mirándolo fijamente a los ojos… y ambos sabían a qué se estaba
refiriendo exactamente…
Alguien abrió aquella puerta de emergencia y los vio muy juntos… Se apartó de ella y agachó la
cabeza mientras aquel joven pasaba y los miraba descaradamente… Estaba claro que aquellos encuentros
efusivos debían terminar, al menos allí en el edificio… al menos mientras conseguía sacar fuerzas para
contarle quien era realmente…
Michael solía acercarse a ver a su familia los fines de semana, aquello no podía dejarlo pero al
menos podría verla un rato aquella noche. Hablaría con Edward, con Sarah, no sabía qué se inventaría
pero cancelaría la salida con ellos… deseaba estar con Nancy aunque solo fueran unas horas.
Irían a comprar algunos regalos de navidad, algo que a él no se le daba muy bien y le vendría bien
algo de ayuda femenina sobre todo para elegir algo para su familia. Y se le hicieron eternas las horas
para volver a verla, recordando a cada segundo cada uno de sus besos la noche anterior. Sus besos le
volvían loco, cada vez más, sus caricias lo hacían vibrar como hacía años que no lo hacía. Sus preciosos
ojos negros le mostraban una sencillez y humildad enormes para haber sido una niña rica. Su cuerpo
pegado al suyo trataba de controlar sus instintos que solo deseaban saciar aquella enorme necesidad de
hacerla suya durante horas…
Capítulo 10
¡¡CÓMO TE DESEO, PEQUEÑA!!
Cuando la vio aparecer en el parking tan sonriente y contenta por aquel encuentro, olvidó la enorme
bronca que había tenido lugar en su despacho con su colega y amigo Edward.
Ni siquiera llamó a la puerta, entró dando un portazo y soltando unas fotos encima de su mesa en
donde ojeaba unos documentos que Martin le había enviado desde California.
-¿Quieres decirme qué significan estas fotos? – Estaba muy cabreado, mirando a su amigo que apartó
la vista de aquel portátil para mirar un segundo aquellas fotografías.
Se trataba de aquellas noches que había tenido con Nancy, en donde aparecían los dos, patinando,
besándose, abrazándose, paseando por Bryant Park como una pareja de enamorados, entrando juntos en el
cine… Comiéndosela a besos. Alguien les había estado haciendo fotos de cada cosa que habían hecho
juntos las noches anteriores.
Miró de reojo a su amigo, de pié cerca de su mesa mientras esperaba una contestación suya a aquel
encuentro amoroso.
-¿¡Es qué ahora te dedicas a seguirme, Edward!? – Dijo mientras seguía escribiendo en aquel
ordenador. Tranquilo, intentado no alterarse pese a que no entendía por qué alguien había estado
siguiéndolo. - ¿O la sigues a ella?
-Sanders vino a traerlas a mi despacho…No tienes ni idea del cabreo que tiene y de las amenazas que
he tenido que escuchar porque no puedas mantener tu polla lejos de esa zorra. – Estaba totalmente fuera
de sí, moviéndose por aquel despacho mientras pasaba las manos por su pelo algo alborotado aquel día.
Pero, ¿qué le estaba pasando?
-¡No te atrevas a venir a mi despacho a recriminarme nada! – Esta vez subió la voz, mirándolo
enfurecido. –Si Sanders tiene algún problema conmigo que venga él, aquí, para decírmelo y que deje de
enviarte como recadero. No te pega nada Edward…
-Es normal que quiera una explicación… ¡Es su hija!
-¿¡Qué explicación quieres que dé!? – Señaló las fotos encima de su mesa. – Creo que está bastante
claro... ¿o es que necesitáis un resumen detallado y por escrito? – Michael estaba bastante cabreado
aunque trataba de no elevar mucho la voz, ya se habían pegado demasiados gritos y llamado demasiado la
atención. No dudaba que afuera todos habían escuchado parte de aquella conversación ante el descontrol
de Edward.
- ¿En qué cojones estás pensando Michael?- Estaban muy cerca el uno del otro. Desafiantes. –
Sanders no se anda con tonterías en este asunto. Ha amenazado con detener el proyecto de los hoteles y
buscar otros socios que no traten de joderlo todo por follarse a su hija. ¿Eso es lo que quieres?
-No, no es lo que quiero Edward… - Le contestó furioso…
-¿Tienes idea de cuántos millones se perderán en este negocio solo para que tú puedas revolcarte con
esa cría? - No le importaba para nada hablarle de aquella forma… tenían demasiada confianza como para
andarse con rodeos.
No sabía que Sanders había ido con esas a su amigo, lo esperaba, eso sí era cierto, pero al menos
podía habérselo dicho a él. ¿Tan poco hombre era para darle la cara? ¿Es que tenía miedo de que
Michael pudiese reprocharle algo?
Estaba harto de que todos estuviesen pendientes de su vida, de con quien hablaba, de a quien metía en
su cama. ¿Es qué acaso tenía que dar explicaciones de su vida personal? Sabía las consecuencias de
aquella relación con Nancy, no era tonto, pero él asumiría las consecuencias… si quería seguir viendo a
esa chica, nadie se lo impediría.
-Escúchame, Edward, porque solo lo diré una vez. – Y esta vez estaba bastante enfadado. Se acercó a
su amigo que lo miraba erguido, rabioso. - No voy a consentir ningún tipo de chantaje en mis negocios.
Nunca lo he permitido y nunca lo haré… y ni Sanders ni nadie conseguirán nada de mí con amenazas.
-¡Michael, entra en razón, por favor! - Le gritó. - ¡Somos amigos, sabes que siempre te he apoyado en
todo pero esto es una locura! – Aquello era cierto, Edward siempre fue su gran amigo, al que contó cada
problema que tuvo en su vida… Él sabía todo de Michael… - ¡Estamos hablando de un negocio de
muchos millones y no puedes joderlo todo por follarte a una cría! ¡Por dios, piensa lo que estás haciendo!
-No tengo nada más que decir sobre este tema. – Y dando por terminada la conversación se sentó de
nuevo en su sillón y siguió mirando aquella pantalla que mostraban unos documentos muy importantes. –
Si no te importa tengo mucho trabajo. –Y señaló la puerta para que saliese.
Nancy metió sus manos por debajo del abrigo de Michael, sujetó su cintura y acercándose hasta sus
labios, lo besó suavemente. Cada vez la dejaba hacer más cosas porque él lo estaba deseando también.
Quería pasear por las calles de New York y mirar algunas tiendas para poder comprar algunos
regalos navideños, así que se metieron en aquel elegante coche y se dirigieron al mercado navideño de
Unión Square, donde Nancy podría enseñarle preciosos puestos artesanales en donde poder elegir un
precioso regalo para aquellas fiestas.
Allí visitaron los puestos de comidas y probaron los deliciosos dulces alemanes, los cuales
encantaron a aquel arquitecto, que disfrutó de la compañía de Nancy durante las horas de paseo.
Pudieron ver las luces bailando al son de la música en Main Course, las vidrieras espectaculares de
algunas de las tiendas más conocidas de Manhattan, el Holiday Train Show del Bronx donde pudieron ver
las maquetes de trenes que circulaban por entre las maquetas de monumentos de New York y los
almacenes Macy´s, donde Nancy disfrutó como una niña en la octava planta, Santaland, en la aldea de
navidad de Santa Claus con sus elfos y renos. Cada navidad subía hasta allí para sentir la navidad en
todo su esplendor y cantar villancicos en el Pupper Theater.
Michael la miraba embelesado mientras la veía disfrutar como una niña de aquellas fiestas, de las
luces, la música, los regalos, los dulces…La necesitaba, definitivamente la necesitaba en su vida, su
alegría, su entusiasmo por las cosas más sencillas, su ilusión por cada cosa que hacía…
No podía dejar de mirarla y pensar que no podía dejar que se alejase de su lado nunca.
Michael quiso visitar la quinta avenida para comprar algún regalo a los suyos, Armani y Cartier
fueron sus tiendas donde eligió un precioso regalo para su madre, a gusto de la joven Nancy que, aunque
trató de persuadirlo para elegir algo más sencillo en los mercadillos de Bryant Park, al final lo ayudó a
elegir un precioso colgante de cerca de 1800 USD. Se trataba de una maravilla llamada Trinity, tres
anillos, de tres oros entrelazados, rosa por el amor, amarillo por la fidelidad y el blanco por la amistad.
No conocía a Danna pero sabía que le encantaría.
Cenaron en la cafetería de Fanelli, cerca de la quinta avenida, donde Nancy conocía al encargado que
los colocó en una de las mesitas del salón. Allí cenaron una buena hamburguesa de búfalo con pan de
cebolla y una buena cerveza, recomendación de la joven que ya había estado allí varias veces con sus
amigos. Lo cierto es que llevaba muchos años sin comer una buena hamburguesa con patatas fritas...
restaurantes, cenas de sociedad, elegantes, buena comida… pero cuando se lo confesó aquella noche
durante las compras, ella decidió llevarlo al mejor lugar para comer una buena hamburguesa… al menos
para ella.
Y no pudo negarse cuando la tuvo allí, a su lado, ofreciéndole probar un poco de su comida, le
encantaría… probó su cena, de manos de la jovencita que sonreía feliz mientras lo miraba, estaba
deliciosa. Definitivamente era la mejor hamburguesa que había probado, o tal vez se debía a la de años
que hacía que no probaba una. Le gustaba comer sano, Nancy no parecía darle importancia a eso, aunque
su precioso cuerpo dijese otra cosa.
Un helado de nata al terminar, con un delicioso caramelo liquido cubriéndolo. ¡Delicioso le dijo
mientras le daba a probar! Abrió la boca y saboreó el contenido de aquella cuchara mientras la miraba
fijamente; Nancy también probó el de fresa de Michael, que entre risas y bromas pasó sus dedos por los
labios de la jovencita. Se había manchado un poco los labios.
-Tú también te has manchado un poco… - Le dijo bromeando con él mientras pasaba sus dedos
cubiertos de nata por la boca y la barbilla de aquel arquitecto.
Vio su cara de asombro mientras manchaba su cara de nata, pegajosa, fría, echándose para atrás en
aquella silla, riendo, sin poder creer lo que acababa de hacerle. ¡Estaba loca totalmente pero dejó que se
acercase hasta él para lamerlo, con ganas, rodeando su cuello con sus brazos y saboreándolo por
completo.
-¡¡Nancy!!¡No puedo creerlo! ¡¡Estás loca!! – Dijo cerrando los ojos, abrazándola, riendo, sintiéndola
encima de él, mientras pasaba su lengua por su barbilla, por sus labios… la escuchó decir una y otra vez
lo delicioso que estaba. - ¡Definitivamente no puedo contigo! - Sin dejar de reír, olvidándose de toda la
gente que había en aquel local y dejando que se sentase en sus piernas, abrazándola y metiéndose dentro
de su boca con más ganas que nunca. ¡¡Cómo adoraba a esa chiquilla risueña que lo llenaba
completamente de vida!!
Lo cierto es que pasaron una velada maravillosa, riendo las bromas de la joven, era una chica muy
risueña… charlando, contándose anécdotas y recordando los primeros días en los que se conocieron y no
dejaron de tropezar. Y ahora, estaban allí, tratando de disimular algo que ya era bastante obvio.
Se sintió tremendamente a gusto a su lado, todo el tiempo, parecía como si la conociese de siempre…
Nancy lo hacía olvidarse de todos sus problemas, a su lado el tiempo pasaba muy rápido, a su lado nada
más importaba. Allí, junto a aquella jovencita se sentía como un completo adolescente, olvidándose de
todo y todos. Sentados dentro de un fotomatón, Nancy encima de sus piernas, rodeándolo con sus brazos y
pegando su cara a la de él. Quería un recuerdo de aquel día y casi lo había obligado a entrar allí. Sonó un
pitido y saltó el flash… una vez… Nancy sacó la lengua y puso cara de broma, haciendo reír a Michael
que disfrutaba solo con verla tan feliz. La miró, embelesado… y saltó de nuevo. Unieron sus frentes,
mirándose muy de cerca, completamente pillados el uno por el otro. Y quedaron reflejadas en aquella
última foto esas miradas, esa complicidad.
Nancy decidió quedarse las últimas fotos, cortando las primeras y dándoselas a Michael. Ella se
quedaría con las mejores… él aun no estaba seguro de qué pasaría, necesitaba pensar… ella no, así que
decidió quedarse aquellas dos en las que se miraban de aquella forma tan maravillosa… si él al final no
decidía arriesgarse a estar a su lado… al menos ella podría tener un recuerdo precioso de aquellos días.
Acercó a casa a Nancy y esta vez la acercó hasta la puerta, sujetando las bolsas de las compras y
despidiéndose con un beso que ella no tuvo que pedir. Minutos después se encontró arriba, sentado en el
sofá de aquel pequeño y cálido salón, tomando una última copa que sabía le traería problemas.
Quiso ser fuerte y negarse a subir, sabía lo que pasaría pero decidió tomarse la última a pesar de
saber que, tal vez, después no encontraría la voluntad para marcharse. Y allí estaba, muy cerca de Nancy,
acariciando su pelo y mirándola muy de cerca mientras ella se le acercaba para besarlo.
La dejó hacerlo, se quedó quieto esperando su llegada y sintió aquella pequeña mano en sus piernas,
apoyándose en ella para poder besarlo, bien, sin más preámbulos. Aquella noche entre charlas y compras
ni siquiera se habían besado y se morían de ganas los dos.
La sintió apoyada en su pecho y en unos segundos se vio casi tumbado en aquel sofá, besándola y
acariciándola, sintiendo como comenzaba a excitarse bajo aquel pantalón, lo hacía perder el control
totalmente. La tenía encima, sintiendo aquel pequeño cuerpo que deseaba como nunca… la acarició, la
siguió besando sin detenerse, poco a poco, saboreando aquellos labios que lo volvían loco,
mordiéndolos con cuidado mientras la miraba muy de cerca… aquella mirada tan limpia y profunda lo
llenaban de paz.
Sintió sus pequeñas manos acariciando su cabello, suave, dulce… mientras sus labios rozaban su
cuello, una y otra vez. Notó su respiración ardiendo en su piel, tan cerca de su boca y entendió que
entraba en un punto en el que no habría marcha atrás. ¡No podía seguir! ¡No debía hacerlo!
-¡Nancy, para, por favor! – Le rogó… pero sin dejar de besarla, casi sin voluntad… la había perdido
totalmente mientras Nancy se adueñaba de su boca.
-¿Por qué? – Y siguió besándolo… ¡Sabía tan rico aquellos besos! ¡Se sentía tan bien en sus brazos!
No quería parar…
-Porque me gustas muchísimo y no voy a querer parar. - Cerraba los ojos, se dejaba llevar.
Sintiéndola encima de él… estaba muy excitado.
-Yo tampoco. - Susurrando muy cerca de su oído.
-No… - Sentía sus besos por todos lados… - …esto no está bien. - Dijo acariciando aquel precioso
culo que ni siquiera sabía cómo había empezado a tocar. Solo sabía que sus manos estaban ahí… Y cómo
le gustaba tocarlo.
-¿Qué no está bien? Tus manos no parecen opinar lo mismo que tu… - Y se rió totalmente pegada a su
boca, no quería alejarse en aquel momento. Michael estaba muy excitado con sus besos, sintiendo su
pequeño cuerpo encima. Sentía su respiración tan agitada… - Dime… ¿crees que está suficientemente
duro o debería seguir haciendo ejercicios para fortalecerlo más? – Y sujetando sus manos lo hizo apretar
su trasero, con fuerza. Lo provocaba…
-No deberías provocarme de esta forma. - La miró con muchísimo deseo. - Llevo muchos tiempo sin
estar con una mujer… y tú consigues llevarme al límite en cuestión de segundos.
Nancy volvió a su boca, metiéndole la lengua hasta el fondo, notando como la apretaba contra él… y
sintió su dureza bajo aquel pantalón. ¡Michael estaba descontrolado con ella encima! Se incorporó en
aquel sofá y sujetando sus piernas la sentó encima de él, acercándola hasta su sexo, excitado, sin dejar de
morder aquellos preciosos labios que lo volvían loco. Y perdió el control totalmente. Puso sus manos en
su rostro, la miró fijamente, agitado… muy agitado y la besó con extremo deseo. ¡Deseaba hacerla suya
como nunca…! Y Metió su boca en su cuello, lamiéndolo, haciéndola gemir mientras la apretaba contra
su sexo… aquel sonido lo perdía aún más.
Sintió los labios de Nancy en su cuello, sin tregua alguna, haciéndolo gemir ante el contacto de
aquella boca que no tenía piedad con su piel, lamiéndola, chupándola… notaba el calor en su piel que
también ardía de deseo y la dejó ahí unos segundos mientras acariciaba sus piernas y subía por aquella
pequeña cintura, metiendo sus manos por aquel chaleco y rozando su piel desnuda, cálida, suave. Y llegó
más arriba, mirándola mientras sentía sus pechos en sus manos. Levantó aquel chaleco, solo un poco,
descubriendo un precioso sujetador de encaje blanco. La miró con un deseo incontrolable y acercó su
boca hasta sus pechos mientras los apretaba con sus manos. Michael estaba hambriento de ella.
Definitivamente comenzaba a perder el control.
-Me gusta… - La escuchó susurrarle en el oído mientras la sentía volver a su cuello… - Me gusta
sentir tus manos acariciándome. - Y la sintió moverse encima de él, notando su excitación máxima bajo
aquel pantalón. - Me gusta esto que siento cuando estoy contigo, Michael. - Notó sus manos desabrochar
su corbata y unos botones de aquella camisa, metiendo sus manos dentro, acariciando su pecho que ardía
tanto como ella y volviendo a su cuello descubierto que sentía su lengua por su piel.
Debía parar… no podía seguir acariciándola, pegándola a él de aquella forma, desbordándose como
lo estaba haciendo….
-¡¡No…!! – No podía más. - ¡Nancy, no…! – La hizo sacar sus manos del interior de aquella camisa,
dejando de sentir aquellas pequeñas y cálidas manos en su pecho. ¡Lo había vuelto loco con aquellos
besos! Ella quería seguir, estaba agitada tratando de acercarse a su boca. - ¡Por favor, no me hagas
esto…! - Le suplicó y esta vez sí que paró.
Echó la cabeza hacia atrás, deteniéndose y subiendo las manos hasta su frente. Cerró los ojos,
suspiró…debía parar, no podía hacerle eso a Nancy. Ni siquiera sabía quién era realmente… ¿cómo iba a
acostarse con ella así? Se lo debía, le debía una verdad antes de todo aquello.
-¿¡He hecho algo malo!? – La escuchó preguntar preocupada y sujetando su rostro con sus manos
volvió a besarla, esta vez más suave, controlándose.
-¡No puedo! ¡Lo siento, de verdad! - Intentó apartarla dulcemente y se levantó de aquel sofá en donde
había perdido el control durante unos instantes. Se abrochó los botones de aquella camisa y se colocó la
chaqueta, era mejor que se marchase de aquel lugar.
-Sigues viéndome como a una niña, ¿no? – Su voz dulce sonó llena de tristeza y miedo y la vio
agachar la cabeza casi a punto de llorar. Debía irse de inmediato, si la veía así terminaría abrazada a ella
y… - ¿Es eso…? Michael, ¿qué es lo que pasa? Cuéntamelo, por favor…
Agachó la cabeza… ¿cómo iba a decirle la verdad? Se lo tomaría muy mal… lo sabía. Llevaba meses
mintiéndole, haciéndole creer que solo era un empleado de aquel edificio, como ella, cuando en realidad
era el dueño y su propio jefe… con quien había estado ligando desde el primer día.
-Tengo que irme, Nancy.
Cogió el abrigo y se marchó dejando a Nancy totalmente contrariada. No podía entender qué le
pasaba. Habían estado tan bien aquellos dos días y había momentos en los que sentía que él se olvidada
de todo y se dejaba llevar, otros, como aquel, volvía a parecer ocultar algo y tratarla como a una cría.
Así nunca podría llegar a su corazón… o eso creía ella.
Ni siquiera se marchó a casa, Michael estuvo toda la noche en su despacho, tratando de trabajar, de
mirar planos y proyectos que alejaran cualquier pensamiento de Nancy y él en aquel sofá… ¿Cómo una
niña? ¿De veras pensaba que la veía como una niña y por eso se había marchado de allí?
De no haberlo hecho aquella noche habría terminado acostándose con ella, de eso no le cabía la
menor duda… ¡Dios, cómo la deseaba y cuánto le había gustado sentirla encima! ¡Era imposible
controlarse estando cerca…! Cada vez le costaba más trabajo poder contenerse, sintiendo sus manos en
su piel, sus ojos clavados en los suyos, su boca pegaba a sus labios, su lengua húmeda saboreando la
suya… Nancy lo hacía perderse totalmente.
Se metió en la ducha de aquel despacho para relajarse un poco. Allí mismo, en su despacho siempre
tenía algunos trajes y algunas camisas; algo de ropa por lo que pudiese pasar. Además no era la primera
noche que pasaba allí, revisando proyectos, trabajando sin descanso. Cerró los ojos mientras sentía el
agua caliente caer por su espalda, quería relajarse pero solo podía pensar en Nancy… Puso sus manos en
su sexo y se acarició, despacio, como hacía mucho que no hacía, mientras recordaba todo lo que había
sentido a su lado, con ella encima, pegada totalmente a él. Y allí, en la soledad de aquel baño acabó lo
que había comenzado aquella noche, masturbándose sin prisas pero sin control, viendo en su mente
aquellos hermosos ojos que lo desestabilizaban en cuestión de segundos, su boca dulce y fresca que creía
estar besando mientras rozaba sus labios con la lengua, su perfecto e increíble cuerpo que conseguía
llevarlo al límite con solo pegarse al suyo. Y saboreó aquel intenso orgasmo mientras pensó en ella como
hasta ahora nunca lo había hecho.
Llevaba años sin sexo, sin sentir a una mujer pegado a su cuerpo de aquella forma, sin esas caricias
tan placenteras… sin perder el control como lo había hecho al sentirla encima de él y en aquel baño a
solas. Tenerla encima, moviéndose de aquella forma, no había sido muy buena idea, pero le había
gustado tanto… ¡Cómo lo había puesto en cuestión de minutos!
Sacó aquellas fotos y las miró detenidamente cuando terminó de ducharse. Sentado en aquel sillón,
con unas impresionantes vistas de Manhattan a su espalda y una buena copa de coñac en su mano. Era tan
preciosa y se sentía tan maravillosamente bien a su lado… Cerró los ojos recordando aquellos besos en
su cuello, en sus labios... Sus increíbles ojos tan profundos y bellos que le demostraban un mundo muy
distinto al que hasta ahora conocía. Con ella no necesitaba lujos ni riquezas, ni prestigio, ni proyectos
millonarios… Nancy era sencilla y humilde, sin necesidad de comodidades, de joyas, de restaurantes
elegantes. Nancy era hermosa y bellísima como ninguna otra, y no necesitaba de maquillajes, ni vestidos
de boutique. ¡Tan distinta a todas las mujeres que se acercaron a él en todos aquellos años! Lo tenía
totalmente embelesado…
Cerró los ojos, suspiró mientras sonreía. Sí, estaba bien pillado por aquella jovencita y no iba a
renunciar a ella. Lo primero era hablar con ella y decirle la verdad sobre su identidad, pero sabía que
aquello le traería problemas. No sabía cómo haría, qué diría para que pudiese tomarlo bien y no sentirse
engañada.
Edward fue el primero en notar la marca en su cuello, aquella mañana, cuando Michael intentaba
hacer el nudo de su corbata negra y vio entrar a sus amigos en aquel despacho. Tenían unos planos en las
manos.
Se colocó bien el cuello de su camisa blanca y se colocó aquella chaqueta negra, a juego con los
pantalones. Michael era un hombre extremadamente elegante y muy coqueto, le gustaba vestir bien y a
juego con ropas de Armani o Dolce & Gabanna, entre otras. Se había dejado de afeitar hacía días, a
veces lo hacía, y aunque su barba no era muy cerrada, estaba irremediablemente guapo con aquel nuevo
look.
-¿Has estado toda la noche trabajando, Michael? – John fue el primero en preguntar… sabía que no
era la primera vez.
-Sí… - Se abrochó aquellos botones y se retocó el cabello. - He estado revisando el proyecto de
Hannover, hay algunos puntos que aún no están muy claros en…
-Creo que has estado revisando algo más que unos proyectos. - Lo interrumpió Edward. Michael lo
miró sin decir nada, no sabía a qué se estaba refiriendo. - Una noche loca, por lo visto… Soltó serio
delante de sus amigos, sin ni siquiera mirarlo.
-¿¡Cómo dices!? – Preguntó Michael extrañado mientras se terminaba de abrochar su correa negra de
Gucci.
-Tu cuello, Michael… - Seguía sin mirar a su amigo, no podía entender su actitud. - Al menos, dile
que la próxima vez te de los chupetones en una zona menos visible, tienes una imagen que dar ante tus
empleados… ni qué decir delante de los clientes. - No iba a darle tregua a aquella joven.
John miró a Michael. Era cierto… vio aquellas marcas en su cuello, eran inevitables a la vista y
obviamente no podría ocultarlas. ¿Un rico y prestigioso empresario con marcas en el cuello? No quedaba
muy bien, la verdad.
-¡Caramba con la pequeña Nancy! – Dijo riendo, tratando de quitarle importancia al asunto. Veía a su
amigo serio, no decía nada.
-Supongo que es lo que tiene cuando te follas a una adolescente. - Iba a por ella a muerte… Lo miró
serio, no dejaba de atacarla y ya empezaba a cansarle todo aquello. - Son difíciles de controlar, ¿no?
-¿Has terminado, Edward? – Fue lo único que dijo.
- No. - Rotundo sin dejar de mirar a su amigo. - O aprendes a controlarla, Michael, o a partir de
ahora tendrás que venir a trabajar con chalecos de cuello alto. Es lo menos que puedes haces para cubrir
esas marcas. - Lo miró lleno de rabia, sabía que se estaba metiendo en un terreno difícil con su amigo,
porque también era el dueño y jefe de aquel edificio.
-No sabía que ahora también ibas a seleccionar mi vestuario. – Era sarcástico. Edward se estaba
pasando y ambos lo sabían. - ¿Me cambio de ropa o esta camisa y este traje te parecen adecuados? – Él
también sabía ser sarcástico.
- Eres un empresario muy respetado pero yo también soy socio de esta empresa y no voy a consentir
que nuestra imagen se vea dañada, solo porque seas incapaz de controlar a tu zorrita. - Y ni siquiera dejó
que contestase a sus críticas. - Me importa un carajo que te la folles siempre y cuando no interfiera en
nuestro trabajo.
Michael estaba de espaldas a su amigo, sin querer dar mucha importancia a sus palabras, pero se
volvió a mirarlo muy serio al escucharlo decir aquello. Acababa de cruzar el límite.
-Si tienes algo más que decir sobre cómo debo llevar mis negocios… me gustaría escucharlo,
Edward. - Podían ser amigos desde siempre pero entraba en un terreno delicado. – Soy todo oídos… No
era tonto, veía la mirada de aquel empresario y sabía perfectamente que era mejor dejar el tema, por el
momento…
-Sabes perfectamente que llevo razón, Michael. Nunca antes te habías comportado de esta forma… -
Ambos lo sabían. - Tu reputación, tus negocios, siempre fueron lo primero, lo más importante para ti,
pero tu obsesión por follarte a esa putilla te nubla la cordura por completo.
-¿Sabes, Edward? Al final terminaré por follármela… sí, lo haré. – John los miraba sin querer
meterse mucho en aquella conversación. – Al fin y al cabo Sanders y tú ya dais por hecho que me acuesto
con ella, ¿no? Lleváis meses acusándome de meter a una cría en mi cama y de pensar más con la polla
que con la cabeza… - Estaba furioso, sí, lo estaba.
-¿Acaso es mentira? – Más tranquilo, directo pero bajando el tono de voz.
Edward tenía muchísimo carácter, su temperamento era el más fuerte de aquellos amigos, pero
Michael, enfadado, no se quedaba atrás. Era complicado hacerlo perder los papeles, en el trabajo mucho
más. Siempre fue tan serio y disciplinado… su amigo no lo reconocía en aquellos momentos.
Llevaba meses perdiendo el control por culpa de una cría que solo estaba calentándolo.
Allí, muy cerca el uno del otro, mirándose mientras se retaban. Era la primera vez que discutían de
aquella forma. Siempre fueron los mejores amigos, los mejores confidentes… ahora se distanciaban, se
enfadaban, no había forma de encontrar un término medio en aquel tema… Edward no cedería nunca.
-Sí, hasta ahora lo era. -¿Había dicho hasta ahora? - Pero, la verdad es que la niña está de miedo…
¿por qué tengo que seguir controlándome si al final seguiréis pensando lo que os dé la gana? – Se
acostaba con una jovencita con la que llevaba meses controlándose, manteniendo el tipo… ¿para qué?
Las criticas y los rumores no habían dejado de llegar a sus oídos. - Mi palabra no tiene ningún valor para
vosotros.
-¿¡Tu palabra!?¿Me vas a decir que esas marcas en el cuello no te las ha hecho ella?- Preguntaba
deseoso de escucharlo decir que sí. Eran de ella.
-Edward… -John Intentó calmarlo, desde luego Michael no tenía por qué aguantar todo aquello. Sí,
puede que tuviesen negocios juntos y que aquel proyecto con Sanders se viese en peligro por sus
devaneos con aquella jovencita, pero desde luego Edward lo machaba demasiado. – Si Michael dice…
-No lo defiendas, John. – Soltó furioso. Sabía que siempre trataba de calmar aquellas discusiones,
siempre fue el más pacifista de los tres, pero esta vez, en aquel asunto, Michael no tenía defensa alguna. –
Sabes tan bien como yo que todo esto podría solucionarse si dejase de revolcarse con esa cría de la que
se ha obsesionado.
Dando unos pasos directos a su amigo se colocó muy cerca de él. No le gustaba para nada aquel
comportamiento de Edward y no iba a dejar que siguiese cruzando el límite con él. No iba a seguir
aguantando sus indirectas ni sus modales con él. Eran amigos, sí, los mejores, pero eso no le daba
derecho a meterse de aquella forma en su vida. ¿Qué demonios le pasaba últimamente?
-Puedes seguir pensando lo que quieras, Edward. No voy a dar más explicaciones sobre lo que hago
y dejo de hacer en mi vida privada. – Era la primera vez que se hablaban así, ellos, que siempre se
contaron todo. – Si quiero meter en mi cama a una jovencita de veinte años, es asunto mío y de nadie más.
-Me parece genial… pero haz el favor de controlarla, y tú también, no tienes quince años para venir a
la oficina con chupetones en el cuello. - Salió del despacho totalmente cabreado por la situación, no
esperaba una respuesta de su amigo, sabía que estaba loco por aquella cría y no razonaba ante nada.
Michael recordó a Nancy aquella noche, cuando tuvo que apartarla de su cuello, de su cuerpo…
Sabía que le había dejado una señal en su piel, pudo verlo al ducharse en aquel despacho. No le
importaba… era grandecito para tener que estar dando explicaciones a nadie sobre lo que hacía en la
cama con una mujer, aunque sabía perfectamente que no daría muy buena imagen.
-Por lo que veo te gusta de verdad. - John era distinto a Edward, su tono de voz era distinto cuando
hablaba de ella. Siempre fue el más conciliador de los tres.
-¿De qué sirve que me guste? – Miró a su amigo mientras abrían aquellos planos. - Es la hija de uno
de mis socios que ha amenazado con cancelar un proyecto millonario si vuelvo a verla, casi le doblo la
edad y encima trabaja para mí… - Sabía que era una locura toda aquella historia. - Es una buena
combinación para que ni siquiera me lo plantee… - Comentó con ironía. - …sin contar con que tengo a
mis mejores amigos totalmente en contra de todo esto. ¡Genial!
Puede que al principio pensase que aquello era una autentica locura, pero John comenzaba a ver a
Michael afectado por todo lo sucedido… Nancy le gustaba de verdad. Lo conocía, eran muchos años
juntos, compartiendo tantas vivencias…
-Oye, Michael… si de verdad te gusta esa chica y crees que podéis llegar a algo… - Conocía a su
amigo y si había llegado a dar la cara por aquella jovencita era porque reamente le gustaba. - …no creo
que tengas que dar más explicaciones. - Lo pensaba de verdad.
-¿Crees que no sé qué lleváis razón? – Sí claro que lo sabía al cien por cien. - Sé que es una locura
perder este proyecto solo por…
-Sanders es un capullo, entre otras cosas, claro… - Soltó sincerándose. - Y sí, es un buen marrón el
que tienes encima, pero tú mejor que nadie sabrás si realmente merece la pena.
-John… cuando la tengo cerca… - Cerró los ojos. - …me siento completamente vivo. ¡No sé qué me
pasa con ella… me tiene hechizado, me tiene embobado solo con mirarme, con hablarme!. Se quedó
pensativo, no dijo nada más, solo suspiró mirando al suelo.
-Parece que no se trata sólo de cómo te pone Nancy. - Se miraron sinceros, eran muchos años de
amistad y se conocían a la perfección. Vio a su amigo agachar la cabeza, preocupado por la situación.
- Desde luego tienes buen gusto para las mujeres… Elizabeth, Sarah, mujeres muy bonitas, pero
Nancy… - Bromeó con él. - …es realmente preciosa. - Sonrió mirando a su amigo… Michael no era un
hombre de rollos de una noche, aquella chica le había llegado de verdad a su alma entera, lo conocía muy
bien.
-Nunca había sentido algo tan intenso por nadie, John, ni siquiera por mi mujer. - Seguía mirando al
suelo, emocionado, sincero, con su amigo, con él mismo. Era a primera vez en todo aquel tiempo que
admitía algo así. - He estado enamorado pero nunca de esta forma. Nancy hace que mi alma entera se
sienta llena por completo… - Necesitaba sacar todo lo que sentía para afuera de una vez. - …siento un
pellizco en el pecho cada vez que me besa… es como... – Pensó. - …es como si mi corazón se detuviese
por segundos cuando la veo.
Vio lágrimas en sus ojos y supo que realmente estaba enamorado de aquella jovencita. Sí, su mejor
amigo estaba totalmente pillado por Nancy Sanders y realmente sabía que no lo había buscado… ¿cómo
habían pasado las cosas? ¡Qué más daba! Conocía a Michael y sabía que nunca habría buscado una
relación con una cría de poco más de veinte años pero había pasado y, ¿ahora debía rechazar aquel
sentimiento?
Las cosas no serían fáciles para ellos y no solo por la edad que los diferenciaba.
-No sé que me deparará el futuro con ella… - Lo escuchó decir cabizbajo… - …no sé siquiera si
tendremos futuro juntos, solo sé que cuando la tengo cerca y miro sus ojos… me siento en el cielo. Ella
me hace ser mejor persona, no sé cómo explicarlo. - Miró a su amigo que comenzaba a entender cada una
de sus palabras… - La he visto preocuparse de verdad por una vagabunda hasta el extremo de helarse
frio por cederle su abrigo. Nancy ve más allá de lo que realmente vemos a simple vista en las personas,
John, y lo mejor de todo es que me hace verlo a mí también.
-Tienes mi apoyo, amigo mío. - Y lo dijo totalmente seguro… Michael era su amigo y definitivamente
era feliz con Nancy. - Si esa cría ha conseguido devolverte las ganas de vivir después de todos estos
años… tienes mi aprobación total. Estaré a tu lado decidas lo que decidas. - Se miraron sonriendo… al
menos tenía el apoyo de un buen amigo como John. - Si quieres mi opinión, no es la mujer con la que
pensé que terminarías, pero… es tu elección y si tú eres feliz me basta con eso.
Michael apretó su mano con fuerza, recibiendo unas palmaditas en la espalda… Realmente le veía
bien un apoyo como el de John… después de tener a todos en contra era agradable saber que tenías el
apoyo de alguien a quien apreciabas de verdad.
-Creo que vuestras vidas, tan distintas y tan parecidas a la vez, se han unido por alguna extraña razón.
Realmente no conozco mucho de esa chica pero, no sé por qué, tengo la sensación de que ella te necesita
tanto como tú… - Siempre había sido muy observador, con todo el mundo, y no se había equivocado esta
vez. - Pero ten cuidado con Sanders, Michael. – Y puso su mano en el hombro de su amigo. - No me gusta
cómo se está tomando todo esto… no creo que os lo vaya a poner fácil… - Eso estaba claro. - Y en
cuanto a Edward…
-¡Edward! – Michael suspiró… - Él sí que no me lo va a poner fácil. - Ambos lo sabían...
-Ya se le pasará… - Solo fue una forma de hablar.
-Sabes que no. - John lo miraba de cerca… ojeaba uno de los planos que había abierto en aquella
gran mesa. Levantó la vista y fijó sus ojos en los de Michael, a su lado. Lo sabía… No hacía falta que se
sentasen a hablar de qué había pasado entre ellos… podía imaginarlo después de saber que hubo noches
de descontrol, de alcohol y salidas al morir Elizabeth. Lo supo en aquel momento y el comportamiento de
sus amigos en aquel instante, lo cercioró.
Dio unas palmaditas en la espalda a su amigo y salió de aquel despacho. No iba a seguir
interponiéndose entre aquella pareja, ya tenían demasiadas personas en contra como para que él también
complicase las cosas. Michael se merecía ser feliz y él sentía algo por aquella jovencita… ¿por qué
frenarlo? No sería él quien lo hiciese.
Capítulo 11
MICHAEL HARRISON
Nancy evitó a Michael en los pasillos del edificio, con Edward y John, en el Hall mientras hablaba
por teléfono, en la cafetería junto a Sarah, a la que vio sumamente cerca de él. Reían, se tocaban las
manos, se miraban de una forma que desconcertó a Nancy por completo mientras observaba como aquella
mujer se acercó hasta él para besarlo. Y no se apartó. Michael dejó que Sarah lo besase una y otra vez,
allí sentados, delante de todos, delante de ella que quiso llorar en aquel momento. Eran besos de
verdad… no los que se daba a un amiga. Eran los mismos besos que le daba a ella… ¿Es qué se había
estado riendo todo este tiempo? ¿Había estado jugando? No lo entendía, solo tenía ganas de llorar. ¿Por
qué no le había dicho que estaba con Sarah? Porque estaban juntos… de eso no cabía duda.
Michael la vio salir corriendo de aquella cafetería y comprendió que lo había visto besar a Sarah, a
la que ni siquiera esperó mientras desayunaba. Sintió unas manos tapando sus ojos y pensó en Nancy,
solo que al volverse en aquella silla comprobó que se trataba de su amiga.
Aquella noche habían quedado los cuatro amigos pero Michael cambió los planes a última hora y ella
venía a reprocharle su actitud mientras coqueteaba con él. Se sentaron juntos a desayunar y hubo un
momento en el que se encontró hablando de nuevo de ellos, de la relación que Sarah quería retomar. Sin
más la vio cerca de su boca, robándole aquellos besos que no supo como rechazar sin dañarla. Sabía que
estaba enamorada de él.
Vio a Nancy pasar por su lado varias veces en aquella mañana, sin ni siquiera mirarlo, estaba
enfadada, no por lo de la otra noche, estaba seguro que había sido por lo de Sarah. Y la detuvo en aquel
pasillo, cerca de los servicios, cuando intentó pasar por su lado con aquel carrito sin ni siquiera levantar
la vista para saludarlo.
-¿Estás tratando de evitarme, Nancy? – Le preguntó mientras le sujetaba el brazo para hacerla parar.
- Tengo trabajo, no puedo pararme. – E intentó soltarse de aquellas manos, en vano, porque Michael
no la soltó, tirando de ella para que lo escuchase.
-Vamos, ¿qué es lo que pasa? - No iba a dejar que se fuera.
Se miraron, casi estaba llorando pero aguantó las lágrimas y colocándose un mechón rebelde detrás
de la oreja, se dispuso a ser sincera con él. Era lo mejor. Definitivamente por muy doloroso que fuese
debía saber la verdad sobre ellos; estaban juntos Sarah y él estaban juntos..
-Te he visto con Sarah… He visto como la besabas… - Y lo soltó, tratando de ser fuerte y aguantar
firme. Vio como trataba de hablar pero ella siguió hablando, no quería explicaciones, no tenía por qué
dárselas. - …Y me parece genial, en serio, si eso es lo que has decidido… Seguro que serás muy feliz
con ella. – Y agachando la cabeza trató de irse, el cuerpo de Michael se lo impidió. – Aunque si soy
sincera, pienso que podías haberme avisado antes porque hasta anoche estabas besándome a mí… No sé
si es que lo has decidido todo en una noche o es que ya estabais juntos y no sabías cómo decírmelo…
-¿De qué estás hablando? Yo no estoy con Sarah, es una buena amiga, nada más. – Quería
explicárselo.
-¿¡Una buena amiga!? ¡La estabas besando, Michael! ¡Qué digo… te la estabas comiendo! No soy tan
idiota para pensar… – No pudo terminar… miró a otro lado mientras se comía aquellas lágrimas a punto
de salir.
-Bueno también tú me besas y eso no significa que estemos juntos.- Supo que había sonado duro pero
era la verdad y ella tenía que entenderlo.
-Pero, ¡no puedes estar besando a dos chicas a la vez! ¡Eso es jugar sucio! – Le reprochó. Eso no
estaba bien… - Anoche estabas en mi casa, conmigo y ahora…
-Vamos, Nancy, no seas cría. - La interrumpió notando como se ponía triste, sabía que aquella forma
de llamarla no le gustaba. - Sarah y yo nos conocemos hace muchos años, somos dos personas adultas y
no tenemos ningún compromiso con nadie. - Sincero pero cruel. - No tenemos por qué dar explicaciones
de lo que hacemos... - Eso también dolió.
-¡Genial! ¿A mí tampoco? – Ni siquiera lo miró… Agachó la cabeza sabiendo cual era la respuesta…
¿Por qué hacía esas preguntas? Sabía la respuesta.
-No deberías preguntar esas cosas. No te gustaría escuchar la respuesta y lo sabes. - Y aunque trató
de ser suave en su tono de voz, no lo fue en sus palabras. Había sido demasiado sincero. Y la vio a punto
de llorar. No sabía por qué había dicho aquello aunque fuese cierto.
-¿Entonces yo no te importo nada? Lo que ha pasado estos días, ¿no significa nada para ti? ¡Estaba tan
triste… Y tenía tantas ganas de llorar…! Había entendido muy bien aquella contestación.
La miró fijamente. En esos momentos era cuando realmente notaba la edad de Nancy. Era una cría aún
y tenía mucho que aprender…
-Yo no he dicho que no me importes. - Miró a un lado y suspiró. - Tu también estás ahí… - No quería
hacerle daño.
-Ya… - ¡Qué fácil era para él! - … pero a mí no me gusta compartir al chico que me gusta con
ninguna otra mujer. - Eso sí lo tenía claro… aunque sabía que él no era su chico… - Ya sé que no estamos
juntos, pero… - Estaba a punto de llorar y Michael se dio cuenta.
-Nancy… - No quería verla así.
-¿Ella te gusta? - Dijo con miedo, sabiendo la respuesta pero sin querer escucharla. Era obvio que le
gustaba si la besaba de aquella forma… - ¿Sarah te gusta más que yo?
-Pero, ¿por qué preguntas esas cosas? – Sonrió. Si decía la verdad le haría daño. Nancy estaba
celosa. - Déjalo ya, por favor…
-¿Te gusta o no, Michael? – Insistió…
La vio asustada por su respuesta, y trató de provocarla. ¡Qué inocente era! ¡Dios… se había
enamorado de una cría…! ¡Una cría que lo tenía loco y ni siquiera se daba cuenta!
-Sarah es una mujer preciosa, claro que me gusta, pero… - No mintió en lo bella que era pero estaba
claro que él no quería nada con ella aunque Nancy no lo dejó terminar…
Lo miró enfadada… ella era una mujer preciosa y ella… ella solo una cría a la que nunca le daría una
oportunidad… estaba muy claro.
-¡Estupendo! ¡Ella es una mujer preciosa y a mí solo me ves como a una cría! ¿No? - ¡Ya no podía
más!
- Bueno… lo cierto es que me estas montando un escenita de celos por un beso con una amiga, cosa
que ella aún no ha hecho… Demuestra ser mucho más madura que tú en ese aspecto, ¿no crees?
- Aquello era verdad.
-Pero, ella…
-Ella sí que podría tener motivos para estar celosa de ti, Nancy… - La interrumpió… - …o tengo que
recordarte tus besos en el ascensor, en la pista de hielo, en el cine, en tu casa… - No le reñía aunque lo
pareciese… le encantaba provocarla… - ¿Sabes cuánto me van a durar estas marcas en el cuello por
nuestro fogoso encuentro de anoche? – Inclinó la cabeza para que pudiese verlas… Su tono de voz era
calmado, la provocaba…sus ojos también…
-Pero, es que no dejas de verme como a una cría, Michael. - Se vino abajo, a sabiendas que aquellas
marcas eran suyas…
- No te veo como a una cría… eres una cría, Nancy. - ¡Cómo le gustaba provocarla! Tanto que la vio
tratar de alejarse de allí, casi llorando pero volvió a sujetar su brazo y la atrajo hasta él. Miró… no
había nadie…
Notaba como temblaba, sabía que había llegado el momento de decidir qué hacer con aquella
situación. No podía seguir alargándolo más. Así que le preguntó qué le pasaba, cuál era el problema…
¿es que estaba celosa de Sarah?
-¡Genial, pues entonces quédate con ella! – Dijo enfadada y con lágrimas en los ojos… - Es la adulta,
¿no? - ¡Cómo le dolía que la viese como a una niña! – No te pide explicaciones porque beses a otra
chica, no te deja chupetones el cuello cuando estáis juntos y seguro que te dará muchos menos
quebraderos de cabeza que una cría de veinticinco años. Es perfecta para ti. –Y antes de marcharse lo
escuchó de nuevo…
-¿Eso quieres? – Y lo miró con tristeza… él sonreía…- ¿Qué me quede con Sarah? ¿Pensaba que
lucharías más por mí? Pero, veo que no has tardado mucho en rendirte! – Jugaba con ella… Ella se sintió
con fuerzas de decir la verdad, por fin, se habían acabado los juegos entre ellos… todo ese tiempo
tratando de acercarse a él, con sus bromas, con sus juegos…no para que la viese como a una cría sino
para hacerlo sentir vivo… Al final para nada, solo para que Michael la tomase a broma.
-¿¡Cómo no voy a rendirme!?¡No puedo conquistarte porque no dejas de tratarme como a una niña!
¡No me tomas en serio… no eres sincero! – Lo miraba desesperada. Implorándole con la mirada. - ¡Solo
me ves como a una cría y no te das cuenta que soy una mujer desesperada porque la veas con otros ojos!
¡¡Ya no sé qué hacer!! – Y la vio de verdad afectada por todo aquello… - ¡No puedo luchar con Sarah!
La tenía ahí delante, realmente desesperada, sus ojos brillaban y podía ver lágrimas en ellos. ¿Es que
iba a abandonar? ¿No pensaba seguir luchando por él? No podía dejarla así, debía demostrarle la
verdad… debía darle algo por lo que ella se sintiera segura de lo que ambos sabían. ¿Es que había
olvidado sus besos aquellos días? ¿Es que de verdad no veía que estaba totalmente enamorado de ella?
-No tienes que luchar con nadie, Nancy… - Su voz sosegada, dulce, mirándola tierno. Sabía que lo
estaba pasando mal. - Nunca has tenido rivales que puedan hacerte sombra. Y sí, he besado a Sarah pero
eso no significa que quiera o tengo algo con ella. - Estaba dispuesto a ser sincero con Nancy.
-¿¡Cómo que no!? ¡Yo no beso a alguien con quien no quiero tener nada…! – No lo entendía…
-No es tan fácil como tú crees. - No lo era para él, pero sabía que tampoco debía haber sido fácil
para Nancy verlo besar a otra mujer después de lo que habían vivido aquellos días. – Oye, siento que
hayas visto como besaba a Sarah, de verdad que lo siento, pero es una buena amiga a la que no quiero
hacer daño. Aunque no lo creas, es complicado rechazarla constantemente cuando sabes que de verdad
siente algo por ti. - Siempre estuvo enamorada de Michael y él lo sabía. - Ella también espera una
respuesta… como tú.
- Ya… - Miró al suelo, aguantando las lágrimas… - Solo que con ella todo sería más fácil y
conmigo… - Tragó saliva y mantuvo la entereza. - …conmigo todo es más complicado porque soy una
cría que te daría muchos problemas, ¿no?
-Sí. - La provocó. - Tú lo has dicho tal y como es. - Le soltó. - Ella es una mujer maravillosa con la
que podría tener una relación sin complicaciones. Somos adultos, sabemos lo que queremos y nos
conocemos muy bien… - Vio las lágrimas caer por sus mejillas…
-Entiendo… no tienes que preocuparte más. - Y pasó sus manos por su rostro, secando aquellas
lagrimas, sin mirarlo… - No volveré a acercarme, si es lo mejor para ti…yo me alejaré para siempre.
Michael sonrió… dio unos pasos hacia ella y acarició sus mejillas sonrosadas… la miró muy
cerquita a sus preciosos ojos negros… Llenó sus pulmones de aire y suspiró, controlándose… No era
fácil estaban tan cerca de ella…
- No quieres que te diga que eres una cría… pero realmente lo eres. Una cría inocente que no ve más
allá de sus narices. – Sus ojos la miraron de forma distinta… sonreía. ¿Por qué sonreía si ella estaba
sufriendo? – ¿Quieres que te hable como a una mujer? ¿Qué te trate como una mujer? - Y se pegó aún más
a ella. - ¿De verdad quieres que sea sincero contigo?- La miró con una sonrisa muy provocadora…
Estaba dispuesto a ser sincero…
Sujetó su brazo y la arrastró hasta la puerta de aquellos baños, en los que no había nadie, solo ellos.
Pegó su espalda contra la pared y se acercó a ella, totalmente, juntos sus cuerpos, haciendo que notase su
excitación. Sintiendo su nerviosismo, su respiración agitada… Nancy estaba temblando solo por tenerlo
tan cerca… Pero, ella lo había querido así.
-No puedo creer que estés celosa de Sarah, Nancy… No deberías… - Le dijo mientras miraba su
cuerpo de arriba abajo y fijaba sus ojos en los de ella. - …no es a ella a la que quiero meter en mi cama
cada noche… - Susurraba muy cerca de su boca. - ¿¡Qué había dicho!? ¿¡En su cama!? - …no es ella en
la que pienso cada minuto, cada segundo del día… - ¿¡Pensaba en ella!? ¿En serio? - ¿Quieres que te
hable como a una mujer? ¡Eres tú la única que me pone cachondo y ya deberías saberlo! – Le soltó sin
más… -¿Quieres que te trate como a una mujer? – Y sujetando su mano se la acercó hasta su sexo que
notó excitado bajo aquellos pantalones. Movió su mano para que Nancy pudiera acariciarlo… ¡no podía
más! - Así es como tú me pones… - Lo notó duro…
La boca y los ojos de Nancy se abrieron, no podía creer lo que acaba de decirle… y sin embargo le
había sonado a gloria. ¿En serio aquello era verdad? Su mano aún seguía tocándolo, él no la soltaba, y no
sabía cómo mirarlo sin ruborizarse ante aquella rigidez. Era la primera vez que acariciaba a un hombre y
no sabía para donde mirar… ¡Lo estaba tocando! Tragó saliva… estaba muy nerviosa.
Michael soltó su mano y acariciándole las mejillas hizo que levantase la mirada hasta sus ojos.
Quería la verdad… la tendría. Deseaba que le hablase como a una mujer… lo haría.
-¿Aún quieres que sea sincero contigo? ¿Aún quieres escuchar la verdad? – Le preguntó pegándose a
su boca… La vio decir que si con la cabeza… estaba tan sorprendida que no podía siquiera hablar. -
Desde que he llegado a este edificio no has dejado de buscarme, de provocarme… Su boca estaba a tan
solo tres centímetros de la suya, lo notaba excitado… Sintió su mano en su precioso culo que tanto le
gustaba a Michael, acariciándolo, y le gustó. Sabía que se excitaría más. ¿Tienes idea de cuántas veces he
tenido que controlarme estos últimos meses? - Preguntó completamente pegado a su cuerpo, a su cara. -
Te acercas a mí, me tocas, me acaricias, te pegas a mi cuerpo mientras metes tu lengua en mi boca, y
tengo que contenerme para no olvidar quien soy y dónde estoy. – ¡Michael no podía más! - ¡Ni te
imaginas cómo me pones y cuantas ganas tengo de meterte en mi cama y follarte sin parar!
Y abrió su boca hasta meterse sin piedad en ella, sin detenerse, sin control alguno. Su lengua en la
suya, dentro de ella, rozándola, lamiéndola, apoderándose de aquella boca que lo volvía loco,
acariciando su cuerpo pegado a aquella pared y rozándose a ella para que pudiera sentir su excitación.
Ahí tenía la verdad. Su verdad… la que llevaba meses callando, desesperado, mientras trataba de
controlarse por su edad, por Sanders y por todo lo que los rodeaba. Pero, ya no podía más, Nancy lo
hacía perder la cabeza, el control total de su cuerpo, de su ser…
-¡¡No puedo más Nancy!! – Agarró su rostro con ambas manos y pegó su cara a la suya mientras lo
oía agitado, excitado… - ¡Te juro que no puedo más…!
Metió su cara en aquel cuello que mordió, que lamió, que saboreó con ganas… Nancy lo hacía perder
el control total de todos sus sentidos, olvidándose de donde estaba, de quién era… Se pegó a su boca
para hablarle muy agitado.
-Me gustó sentirte encima de mí, anoche… - Excitados, pegados, mientras sujetaba su rostro con sus
manos y se pegaba a sus labios… - … me gustó que te volvieses loca, Nancy, me gustó que me hicieras
perder el control. ¡No tienes idea de cuánto me costó marcharme de tu casa! ¡Ni te imaginas cómo te
deseo! - Le había marcado el cuello aquella noche cuando perdió el control al tenerlo tan cera.
Sabía que Nancy había visto aquellos chupetones y también estaba seguro que, aquella risa
vergonzosa que tenía en aquellos momentos, era sin duda porque le gustaba ver aquellas marcas. ¿Es qué
lo había hecho a sabiendas de que Sarah podría verlos? ¿Era su forma de gritarle a su rival que habían
estado juntos?
Ella no tenía rivales… no había absolutamente nadie que pudiese hacerle sombra a aquella chiquilla
alocada que lo llenaba de vida. Y por supuesto que no le molestaban aquellas marcas… Las vio la misma
noche, cuando se quitó la camisa para meterse en la ducha… la apartó a un lado y comprobó que su piel
estaba marcada por la fogosidad de Nancy… Se rió, recordando el momento. ¡Tanto que la deseaba!
¡Tantas ganas que tenía de sentirla!
Y lo habría hecho allí mismo, en aquel baño sin importarle nada… La habría metido en uno de
aquellos baños y se la habría follado sin parar, como un completo adolescente, de no ser porque vio
como la puerta se abría y entraba una chica, que no supo que decir al verlos tan apasionados. Lo
reconoció, era el dueño del edificio. Pero no dijo nada, solo lo miró y se disculpó.
Michael se apartó de Nancy, de su cuerpo que aún temblaba por aquel acercamiento… la miró pícaro
y excitado aún, y le dijo adiós cariñosamente, dejándola en aquel baño con aquella chica que aún no salía
de su asombro. ¡Era el dueño del edificio dándose el lote con una chica de la limpieza!
-Hablaremos después… - Le dijo mientras la notaba respirar agitada… - Hay algo… - Y miró a la
joven que se peinaba frente al gran espejo del aquel baño… - …hay algo de lo que tenemos que hablar y
es importante. - Definitivamente se lanzaría a aquella locura con ella… ya lo había hecho, en todas
aquellas salidas, pero antes debían hablar, no podía seguir ocultando su identidad con Nancy. Era
demasiado arriesgado, alguien podría decírselo en cualquier momento y ella no se lo perdonaría.
Nancy tuvo suerte de salir pronto del baño, antes de que aquella joven le hubiese reprochado algo por
su actitud con Michael Harrison, el dueño del edificio y el gran jefazo, como allí lo llamaban… La miró
descarada, pensando en todas las cosas que se oían de ella… esta vez había escalado bien alto… nada
más y nada menos que con un gran empresario…
Aunque el secreto no duró mucho más…
Estaba en una de las clases de baile, reunida con sus alumnos cuando vio a Edward allí, con los
brazos cruzados observándola fijamente. Hizo un gesto a Timmy, uno de sus alumnos más avanzados para
que se hiciese cargo de la clase y se acercó hasta él.
Era la primera vez que veía a uno de los jefazos en su gimnasio y suponía que vendría a dar clases.
No es que hubiese tenido problemas con él, nunca, pero le resultaba muy extraña la manera con la que
últimamente la trataba. Apenas habían dirigido tres frases desde que trabajaba allí, pero desde hacía unas
semanas veía sus miradas fijas, desafiantes…
-¿Puedo ayudarle en algo?- Trató de ser cortés con él.
-Ahora entiendo por qué está tan encaprichado contigo… -Y notó como la mirada descaradamente de
arriba a abajo. - ¡Yo también te follaría sin parar!¡¡Estás increíble!!
No supo que decir en aquel momento… ¿qué acababa de decirle?¿Se había vuelto loco? Pero, ¿de
qué iba, Edward?
-Perdón… ¿¡cómo dice!? – No tenía derecho a presentarse delante de ella y soltarle aquello por muy
jefe que fuese ¿¡Cómo se atrevía a…!?
-¡Vamos Nancy, yo también soy uno de los jefes, no disimules conmigo! – La expresión de Nancy
cambiaba por minutos. No entendía de qué iba todo eso pero desde luego no le gustaba nada. ¡Me han
dicho que en tus ratos libres te gusta dar clases privadas a los dueños del edificio! Y, fíjate tú por
dónde… vengo a comprobar la mercancía antes de probarla.
¡No podía creer lo que acababa de decirle! ¿¡La estaba llamando puta!? Pero, ¿es que se había vuelto
loco? Nancy se irguió totalmente cabreada y lo miró fijamente, segura de sí misma…
-Salga de mi gimnasio inmediatamente. - Y señaló la puerta por donde había entrado… - No sé de qué
me está hablando pero no voy a consentirle que venga aquí a insultarme…
-Que tú no me vas a consentir… ¿qué? – La retó… - ¡¡No me provoques Nancy!! – Le soltó muy cerca
de su cara, encendido totalmente. ¡Cómo la odiaba! – Me importa un carajo de quien seas hija… tú aquí
no tienes ningún tipo de privilegios… Así que deja de joderme… - Nancy intentó decir algo pero Edward
siguió recriminándola. – Dedícate a tus bailes, a limpiar tus oficinas y a poner cachondo a todos los
empleados, como has hecho siempre… Pero, deja en paz a Michael o te juro que te arrepentirás…
-¿¡Qué!? - ¿De qué hablaba? - ¿¡Michael!? ¡No voy a dejar de verlo porque usted me lo diga…! –No
entendía nada de nada… ¿Por qué tenía tanto interés en aquel arquitecto?
-Ya lo creo que lo harás… - Se encargaría personalmente…
-Pero, ¿qué le pasa? ¡No puede venir hasta aquí para decirme con quien puedo salir y con quien no! –
Hasta el momento su vida personal no era de su incumbencia, y por supuesto que no iba a dejar que nadie
se metiese en la relación que tenía con Michael… - ¡No es asunto suyo!
-¡¡Michael es asunto mío!! ¿Me oyes? – No pudo evitar soltárselo… - Si vuelves a acercarte a él…
-¡No se atreva a amenazarme! – No iba a consentírselo pese a que aquellos ojos la hacían temblar…
Tan fijos en los de ella… desafiantes… ¿¡Michael era asunto suyo!? ¿¡De qué iba todo eso!? No le había
gustado para nada aquella frase… ¿¡Es que a Edward le gustaba Michael!? ¿¡Es que le gustaban los
hombres!? Sus palabras desde luego lo habían parecido.
- ¡Escúchame, bien, zorra! – Le agarró el brazo hasta hacerle daño. – En este edificio somos cuatro
jefes y te aseguro que, ahora mismo, tienes a tres en tu puta contra. – Estaba claro que se trataba de su
padre, de él y… ¿John o el señor Harrison al que ni siquiera conocía? - Cuando Michael se haya cansado
de follarte, que lo hará, no te quedarán jefazos que te salven el culo… Sabía que no debía hacer aquello y
menos delante de aquellos alumnos pero en aquellos momentos todo le daba igual… - …y te aseguro que,
cuando eso pase, me encargaré personalmente de joderte de todas las formas posibles…
Y sus ojos fijos en ella la hicieron temblar por un segundo… de miedo…
No entendía muy bien lo que acababa de pasar… ¿Había dicho que Michael era uno de los…? ¡No,
no! ¡¡Espera!! ¡¡Michael uno de los dueños del edificio!! Pero, ¡¿es que aquello era una broma porque no
tenía nada de gracia!?
Intentó recordar las palabras exactas de Edward, tal vez ella las había malinterpretado porque
aquello era imposible. Haber… llevaba meses conociendo a Michael, meses charlando con él, ligando
con él… Nunca hablaron de él más que lo necesario, pero… ¡No, por favor! Esto tenía que ser una
patraña de Edward. ¿Cómo iba a ser uno de los jefes si nunca le había insinuado nada sobre eso? ¡Habían
estado ligando… habían estado besándose…! ¡¡Era de locos!! Y una equivocación, seguro…
Pero pensó en cada una de sus palabras aquellos meses, de su forma de besarla y abrazarla pero
siempre sin llegar más allá, sin ningún tipo de compromiso… Escondía algo que le impedía estar a su
lado… pero nunca imaginó que pudiera llegar a ser… ¡Dios! ¿¡Su jefe!? ¡¡Era una locura!! ¡¡Michael era
el dueño del edificio!! El jefazo que le faltaba por conocer…
Quiso llorar de impotencia, de rabia, de inquietud y dolor… Todo lo que había vivido con aquel
hombre en todos esos meses… ¿Había sido mentira? ¿Un juego cruel? Se habían besado, acariciado… se
habían mirado y abrazado como una pareja de enamorados… sí, siempre vio algo especial en sus ojos y
notó su nerviosismo ante el acercamiento de su cuerpo… pero… ¿y entonces? ¿De verdad Michael era el
dueño de aquel edificio?¡¡Quería morirse…!!
Se acercó a las oficinas de la última planta, el despacho del socio mayoritario estaban allí; hasta
ahora no había subido nunca, ella no se encargaba de la limpieza de aquellas oficinas. Y recordó cada
momento al lado de Michael, todas sus bromas, sus besos, sus abrazos… y aquel misterio que parecía
esconder desde siempre. Sí, algo extraño ocultaba, algo le pasaba pero… ¡No podía ser aquello! Lo
comprobaría enseguida…
Las puertas del ascensor se abrieron y la secretaria principal del señor Harrison se extraño al verla
por allí. Nancy la conocía, era una buena mujer, de unos cincuenta y largos años y siempre se habían
llevado muy bien. Ella era una de las pocas personas que la conocían en aquel lugar. Las otras tres,
jóvenes y bonitas apenas la conocían… eran chicas nuevas que llevaban allí poco tiempo…
Preguntó por el señor Harrison, el nuevo dueño, el único que le faltaba por conocer y el mismo que
estaba reunido con grandes empresarios en una de las salas cerca de donde ella se encontraba. Giró la
cabeza al pasillo central que llevaba a las salas de juntas…
Sus pies comenzaron a caminar, despacio, seguida de Martha que intentaba detenerla explicándole
que no podía entrar en aquel lugar.
La sala estaba rodeada por un cristal que dejaba ver a todas las personas de dentro. Habría unas
veinte, todas sentadas en aquella enorme mesa de color negra colocada en medio de la estancia.
Presidiendo la reunión vio a Michael, de pié, explicaba unas diapositivas tras él a todos los presentes…
Llevaba una precioso traje gris merengo, bien ajustado a su cuerpo, corbata negra y camisa blanca…
Estaba increíblemente elegante.
-¿Quién es el señor Harrison, Martha? – Y esperó cualquier respuesta menos la que le dio aquella
mujer que señaló a Michael con decisión.
Nancy cerró los ojos y miró hacia el suelo… ¿Se había estado riendo de ella todo ese tiempo?
¿¡Cómo había podido!? ¡¡Se había abierto a él totalmente, le había contado tantas cosas…! Pero él solo
se había reído de ella durante aquellos meses, ocultándole su identidad desde el principio…
¿Cómo había podido ser tan estúpida? ¿Cómo no se había dado cuenta de que algo no era del todo
cierto en aquel hombre? ¡¡Todo había sido un juego para él!! ¡¡Y se sentía tan mal..!! Quiso morirse en
aquel instante… ¡Había confiado en él…!
Después de todo lo sucedido en su vida nunca logró acercarse a un hombre más que a Steven, su gran
amigo, y… ¡No podía creerlo! Solo había sido un juego estúpido de empresario rico con ganas de
pasarlo bien…
Capítulo 12
ORGULLO, ENFADOS…
Quiso irse de aquel lugar, marcharse para siempre de aquel edificio y no volver a verlo nunca más.
Pero, Nancy, se detuvo cuando solo había dado unos pasos directa al ascensor. Se irguió, levantó la
cabeza y pasó por el lado de Martha, su secretaria y amiga de ella, que intentó detenerla antes de abrir
aquella puerta de cristal.. ¡No iba a irse de aquella forma! ¡No iba a consentirle que se riese de ella!
Michael escuchó aquel golpe, la enorme puerta de aquella sala de juntas se abrió dando un golpe
contra la pared y al volverse pudo ver a Nancy, que se acercaba a él con la expresión de alguien que
acababa de descubrirlo todo… Lo sabía… Sus ojos se lo gritaban.
-Señor, Harrison he intentado detenerla, pero… - Detrás de ella.
- Tranquila, Martha, no pasa nada. - La calmó con un movimiento de mano y se marchó de aquel lugar.
Tragó saliva, aquello iba a ser complicado, podía verlo en sus ojos.
Nancy seguía moviéndose por la estancia directa a él ante la sorpresa de los presentes que no daban
crédito al comportamiento de aquella joven. Todo le dio igual en aquel instante, incluido Sanders, que
también estaba en aquella reunión y la haría pagar aquel descaro a golpes. No importaba nada en aquel
instante, solo plantarle cara a aquel hombre que se había estado riendo de ella todos aquellos meses.
-¡Así que el dueño del edificio! ¡¡Uauuuu!! – Soltó cuando lo tuvo a menos de dos metros. Sus ojos
estaban llenos de rabia.
-Nancy… - Quiso decir algo pero ella estaba fuera de control, y lo entendía. No lo dejó hablar, lo
interrumpió enfurecida.
-Creo que se le olvidó mencionar ese pequeño detalle en nuestras conversaciones, señor Harrison. –
Así es como tendría que llamarlo de ahora en adelante.
-Escúchame, ahora mismo no es el momento para esto, estoy en mitad de una reunión importante… La
miraba fijamente, sin enfados por haber interrumpido aquella reunión, ni siquiera por hablarle de aquella
forma delante de todos. La entendía perfectamente. - …pero te prometo que cuando termine hablaremos
tranquilamente de todo esto y te explicaré…
-¿¡Explicarme!? – Volvió a interrumpirlo, esta vez subiendo la voz. - ¡Está todo muy claro! ¡Llevas
meses jugando conmigo, tratándome como a una completa estúpida, mientras yo te abría mi corazón por
completo! – Y su voz se elevó en aquella sala llena de empresarios. – Eres igual de miserable que mi
padre… ¿¡qué digo miserable!? Eres un completo hijo de puta sin sentimientos.
-¡¡Nancy!! – Steven se levantó de aquella silla tratando de hacerla callar. No tenía ni idea de por qué
había llegado a aquella reunión de aquella forma, ella no era así, y podía notar que no solo se conocían
como jefe y empleada, pero… Nancy no podía perder los papeles de aquella forma…
-Yo me encargo Steven... – Y aunque trató de decir algo más Michael lo obligó a mantenerse al
margen de todo. Aquello era asunto suyo.
La miró a su lado, estaba llorando… ¡Y le dolieron tanto aquellas lágrimas por su culpa! Sabía que
aquello debía pasar, siempre supo que ella se sentiría engañada al saber la verdad de todo pero tuvo
tanto miedo de contarle quien era… ella lo hacía sentirse único y nunca quiso que aquello se acabara.
-¿Te has divertido todo este tiempo riéndote de mí? De eso va todo esto, ¿no?- Lo miró muy
fijamente. - Pensé que eras distinto a todos… ¡Dijiste que querías ayudarme y te creí! - Y las lágrimas
que trató de ahogar comenzaron a caer por sus mejillas delante de todos. Había creído en sus palabras…
tanto miedo que le producían aquellos golpes… y tan segura que se sintió en sus brazos… pero todo era
mentira…
-Nancy no me he reído de ti. - No quería verla sufrir de aquella forma… No era justo.
-Eres como todos los empresarios ricos que trabajan con él… - Sabía a quién se estaba refiriendo. -
…calculadores, fríos, capaces de utilizar a la gente solo para conseguir vuestros propósitos… Solo os
importan los negocios, el dinero, el prestigio… - Su padre, sus colegas… los conocía de hacía muchos
años, gente con la que ella no tenía nada que ver. - No importa lo que tengáis que hacer o el daño que
podáis hacer a los demás. Eso os da igual…
- ¡Michael esto es inaudito! – Dijo la voz de Edward al final de la sala. Hasta el momento se había
mantenido al margen, disfrutando de la escena, sabiendo que todo entre ellos se había jodido. – Llamaré
inmediatamente a seguridad.
-Suelta el teléfono… - Le ordenó cuando lo vio descolgar. – …he dicho que lo sueltes, Edward.
Tenían a diez empresarios venidos de distintos estados para conocer los detalles de un gran proyecto
en común y como dueño de la empresa, no podía permitir aquella escena. ¡Era una vergüenza!
Pero Nancy ni siquiera prestó atención a aquellas palabras, siguió cerca de Michael, destrozada…
para nada le interesaban ni los negocios, ni los empresarios allí reunidos, ni el ridículo que pudiera estar
haciendo.
-Pero… ¿por qué yo, Michael? – La miró y la vio sufriendo muchísimo por todo el daño que le había
hecho. - ¡Yo no te había hecho nada para que quisieras lastimarme de esta forma! – Preguntó destrozada,
llorando sin consuelo… - ¡Ni siquiera me conocías!
-Nancy, por favor…- Le pidió dulcemente intentando sacarla de allí.
- ¿Qué es lo que buscabas? ¿Se trataba solo de pasar un buen rato acostándote conmigo o esto tiene
que ver con mi padre? ¿Es otro de sus retorcidos intentos por humillarme? – De verdad que ya no podía
más con todo aquello… Y Michael podía verlo en sus ojos. Sanders estaba allí, en silencio, presenciando
la escena como todos. - ¿Te lo dijo él? – Y lo señaló al final de aquella mesa, mirándola sin cesar…-
¿Ibas a dejar que me enamorase de ti para que todos pudieran burlarse de mí? ¿Para que él pudiese seguir
haciéndome daño? – Vio sus lágrimas en sus mejillas… Realmente le había hecho daño y no sabía cuánto
lo sentía…
-No… - Su voz sonó muy suave, no podía dejar de mirarla con muchísima lástima. Le había hecho
mucho daño y podía verlo en sus ojos que no dejaban de llorar.
Ni siquiera pensaba en aquellos empresarios que presenciaban la escenita, sorprendidos por aquellas
palabras, por el trato de aquella joven hacia el dueño del edificio. Todo le dio igual en aquel instante. Su
sufrimiento era mucho más importante que cualquier proyecto, pese a que los demás no pudiesen
entenderlo.
-¿Cómo has podido ser tan cruel? ¡Creí que tú me protegerías de él… creía que serías tú…! – Y bajó
la mirada totalmente hundida. Por un solo momento creyó que había encontrado la persona que la
ayudaría a salir de todo aquel infierno, pero era solo una fantasía. No podía escapar nunca… Pensé que
te importaba de verdad… - Y sujetó su pecho un segundo ante la presión de aquel sufrimiento que la
invadía por segundos. - …pensé que te preocupabas por mí… - Lo miró con aquellos increíbles ojos
llenos de lágrimas y desolación.
-Nancy, entiendo que tenéis que hablar largo y tendido de esto, pero te aseguro que no es el
momento… - Le dijo John suavemente mientras se acercaba hasta ellos. No debía ser fácil para su amigo
aquella situación, la mujer a la que amaba estaba rota totalmente y tenía a unos clientes sumamente
importantes esperando y presenciando ese momento. – Michael… - Lo miró, haciéndole ver que debía
acabar aquello de inmediato.
La observó allí, delante de él, totalmente desconsolada, implorando una ayuda, un amigo, una persona
que de verdad no quisiera hacerle daño. Y él estaba ahí, para siempre pero ella ahora mismo no confiaba
en él y era normal por todo lo sucedido… Quiso abrazarla y tratar de calmarla pero no lo hizo, no podía
hacerlo… no en aquellos momentos. Vio tanto sufrimiento en sus ojos… tan aterrorizada cuando hablaba
de Sanders… Claro que la protegería… siempre lo haría… sus ojos se lo pedían con toda la
desesperación del mundo…
Miró a su alrededor. Todos los presentes lo miraban sin querer decir absolutamente nada, pero estaba
claro que la situación era incomodísima. Bajó la mirada, cerrando los ojos y tratando de controlar sus
ganas de abrazarla.
-Hablaremos después, Nancy, por favor… - Fue lo único que pudo decir en aquel momento.
- ¡Nooo! – Y evitó sus manos en sus brazos… Se sintió fuerte por unos segundos… - Tú y yo no
tenemos nada de qué hablar… - Y se giró para marcharse de aquella sala, sintiendo la mano de Michael
sujetando su brazo para calmarla. No podía irse de aquella forma, él nunca se había reído de ella…
nunca quiso hacerle daño. La mano de Nancy se giró bruscamente hasta llegar al rostro de Michael que no
esperó aquella bofetada aunque la tuviese merecida. – No vuelva a tocarme nunca, señor Harrison. Yo no
soy como las demás mujeres que usted haya podido conocer. ¿Se ha divertido? Me alegro… pero a mí no
vuelva a acercarse en la vida. ¡Yo no existo para usted! – Y vio una fuerza increíble en sus palabras,
estaba decidida.
Y allí se quedó, plantado, delante de todos aquellos empresarios que acababan de ser testigo de aquel
desplante que acababa de hacerle Nancy. Se sintió humillado en aquellos instantes pero cerró los ojos,
respiró y se dirigió a los presentes. La reunión proseguía después de aquella interrupción.
-Siéntate Steven. –Le ordenó cuando lo vio levantarse tratando de ir tras Nancy.
Eran hombres de negocios y se debían a su trabajo, a aquellos empresarios que no daban crédito a
toda aquella escena romántica en mitad de una reunión tan importante.
También él quiso ir tras ella para abrazarla y explicarle todo lo que había pasado en realidad, pero se
mantuvo firme, allí, con total naturalidad. Prosiguió su discurso serio, a veces dubitativo, pero tratando
de que nadie notase lo afectado que estaba por lo sucedido.
Y lo estaba, bastante, no solo porque había visto todo el dolor de Nancy en sus ojos, no solo porque
sabía que se sentía engañada, humillada… sino porque él mismo necesitaba abrazarla y hacerla sentir que
estaba a su lado para ayudarla. No la dejaría sola…no estaba sola.
Aunque una parte de él también estaba bastante cabreado. No podía llegar en mitad de una reunión y
humillarlo y avergonzarlo delante de todos los presentes. Tenía una imagen que cuidar, un nombre que
todos conocían y elogiaban y con aquella actitud lo había dejado en muy mal lugar delante de todos. Y
precisamente aquel día, cuando tenía aquella sala llena de empresarios muy importantes con los que tenía
grandes negocios… Lo había dejado en muy mal lugar delante de todos ellos…
Steven lo esperó en su despacho, sentado en una de aquellas cómodas sillas que decoraban la
estancia. Lo vio allí sentado, esperándolo y supo que quería una explicación. Lo cierto es que estaba algo
cansado del tema. Ya había tenido que dar explicaciones a sus colegas y amigos, en aquella sala de
juntas, al término de la reunión. Estaba claro que las cosas no se quedaron calmadas después del
numerito de Nancy. Sanders y John salieron rápidamente con aquellos clientes que quizás dejasen de
serlo por lo sucedido, pudiera ser que el proyecto con ellos se hubiese estropeado por completo.
Edward permaneció en la sala con él y no fue precisamente para darle unas palmaditas en la espalda.
La discusión fue monumental, las miradas entre ellos echaron chispas. Y tenía razón, Michael sabía que
no podía sino bajar la cabeza y admitir que Nancy se había excedido con su entrada y sus insultos.
Aquello comenzaba a escapárseles de las manos.
Vio a aquel ingeniero sentado en una de las sillas de su despacho, cerró la puerta tras él, le aguardaba
otra charla sobre el mismo tema. Agotado.
-Steven no es un buen momento… -Le dijo soltando aquellos documentos en su mesa. Quería buscarla
y hablar con ella pero todos lo entretenían con preguntas.
-Yo creo que es el mejor… -Dijo seguro de sí. - ¿Qué es lo que hay entre Nancy y tú? –Era directo,
desde luego.
-He oído que os lleváis muy bien… tal vez deberías preguntarle a ella. – Y se desabrochó aquella
chaqueta que colocó detrás de su sillón.
-No seas sarcástico conmigo, Michael… Llevo muchos años conociéndola, nadie mejor que yo sabe
de lo que es capaz… ella jamás habría entrado en una sala de esa forma… - Sabía de lo que hablaba
porque nadie la conocía mejor que él. - … y muchísimo menos se habría atrevido a insultar y golpear al
jefe como lo ha hecho hoy.
-Pues lo ha hecho, Steven… - Lo miró enfurecido… - tal vez no la conozcas tanto como crees…
- Estaba cabreado, no iba a mentir, Edward y John le habían estado llenando la cabeza de ideas y… y
aquel bochorno delante de unos clientes tampoco ayudaba mucho…
-La conozco perfectamente… y sé que has debido hacerle algo gravísimo para que actúe de esa
forma…
Su voz sonaba tranquila aunque sabía que estaba rabioso por dentro. Siempre le había parecido un
hombre recto y muy correcto, en los meses en el edificio nunca lo escuchó levantar la voz ni discutir con
nadie.
Pero aquella mañana aunque pareciese sereno sus ojos mostraban otra cosa muy distinta.
-Oye, Steven, me acaban de dejar en ridículo delante de unos clientes muy importantes, e incluso
puede que me acaben de joder un proyecto millonario que casi estaba cerrado, por lo que, como
comprenderás, estoy muy cabreado… - No lo miraba pero podía ver su enfado… - No me parecería justo
pagarlo contigo… Así que, por favor… - Y señaló la puerta, ordenándole dejarlo solo…
-¿No te parece justo? – Su tono cambió totalmente. Michael lo observó. - ¿Sabes que es lo que no me
parece justo a mi? Cada uno de los golpes que va a recibir Nancy por lo que ha hecho hoy en esa sala…
Recordó a Sanders, allí sentado, totalmente frío, disfrutando de la escena y… ¿es que la golpearía
por lo sucedido? ¡No se atrevería! Y sintió un escalofrío por todo el cuerpo.
-¿También tengo la culpa de lo que haga Sanders con su hija? - ¿Es qué acaso tenía él la culpa de que
aquel hombre fuese un miserable? – No he sido yo quien ha entrado en una sala y ha abofeteado al dueño
del edificio delante de todos. – Aquello lo había enfurecido bastante. - No puedo impedir que Sanders
quiera hablar con Nancy sobre lo que ha hecho hoy y reprenda su comportamiento…
-Sanders no hablará con Nancy… - Estaba tan seguro de eso como de que al día siguiente saldría de
nuevo el sol… - Él nunca habla con ella… Se dedica a dejarle las cosas bien claras de otra forma mucho
más concreta… así se asegura que no lo olvide la próxima vez.
Michael lo miró entendiendo sus palabras… ¡Una paliza! Pero, ¿qué podía hacer él? Por supuesto que
no quería que la golpease, por muy enfadado que estuviese nunca le desearía nada malo a Nancy.
- Para nada pienso que tengas la culpa de las palizas que le da, solo él es el responsable de un
comportamiento tan mezquino, pero te importa una mierda lo que le pase a ella, como a todos… - No iba
a callarse porque fuese su jefe, con respecto a Nancy no iba a callarse. - No es vuestro problema…
- ¿En serio crees que me importa una mierda? - Por supuesto que no… - De ser así habría tardado dos
segundos en ponerla en la calle… ¿o es que crees que voy permitiendo que empleadas mías me abofeteen
sin que eso tenga consecuencias?
-¿¡Te importa!? – No estaba seguro de lo que estaba pasando entre ellos…
- Sí… me importa aunque no lo creas, pero no puedo permitirle que me avergüence delante de unos
clientes como ha hecho hoy. – Eso era cierto… - Tengo negocios con grandes empresarios, Steven, lo
sabes, y no puedo dejar que nadie tire mi imagen y mi reputación por los suelos… ni siquiera Nancy.
-Para vosotros solo es un juego… para todos… - Le dijo sin pensárselo dos veces… ¿Imagen?
¿Negocios? Nancy era mucho más importante que todo eso…- Solo veis a una chica preciosa, con la que
pasar un buen rato, a la que poder follarse para alardear con los amigos…- Vio en sus ojos muchísima
tristeza. Steven de verdad quería a esa chica. - …solo veis lo que salta a la vista y olvidáis que solo es
una cría que no sabe en quien confiar porque está muerta de miedo…
Vio unas lágrimas en sus ojos e intentó decir algo pero Steven se levantó y se acercó a la puerta para
salir. Se detuvo, con la cabeza agachada, en silencio y antes de abrir la puerta lo miró totalmente tocado.
-Sigue creyendo que algún día acabará todo este infierno… pero se equivoca… Nunca acabará, lo sé.
- Y vio sus lágrimas en su rostro… No sabía que decir, viéndolo de aquella forma… - Y te juro por dios
que he pensado muchas veces en llevármela lejos de aquí… los dos solos, donde no pueda encontrarnos
nunca… Sería capaz de abandonarlo todo por ella… ¡Lo abandonaría todo…!
Michael lo miró fijamente… ¡Vaya! ¿¡Los dos solos!? Realmente aquello no era un cariño de
amigos… no había dudas… ¿Y decían que no había nada entre ellos? No lo creía… los ojos de aquel
hombre decían lo contrario…
-¡Vaya! Eso no suena a un simple cariño de amigo… - Estaba harto de que tratase de ocultar la
verdad… estaba muy claro… Y se miraron a sabiendas de que todo había quedado descubierto…
Michael no era tonto…y a Steven todo le daba igual en aquellos momentos…
-No lo es… - Confirmándolo todo… Michael cerró los ojos y suspiró… -No soporto verla sufrir,
verla golpeada día tras día… y me aterroriza solo pensarlo porque temo que cualquier día consiga
matarla de una paliza. - Agachó la cabeza destrozado… - No puedo hacer nada por ella, pese a que daría
mi propia vida por evitarle tanto dolor. – Steven estaba enamorado de Nancy desde hacía muchos
años…- No sé qué es lo que ha pasado entre Nancy y tú, pero… no te acerques a ella, Michael. – Y no
era una orden, pero tampoco sonó a súplica…. – No quiero que vuelvas a acercarte a ella… - Esta vez
decidido… - Tú no viste su cara hoy, en la reunión… la destrozara… Nancy lo sabe… yo lo sé… -
¡Pobre Nancy! - … y lo peor de todo es que Sanders sabe que no hay nadie que pueda detenerlo…
Fue precisamente Edward el encargado de dar la siguiente charla sobre el asunto, minutos después de
escuchar a Steven, agotado mentalmente de toda aquella historia… Comenzaba a pasarle factura… Y así
se lo hizo saber su amigo que además de recordarle la vergüenza delante de aquellos empresarios y
clientes que presenciaron toda la escenita, también le reprochó los problemas que habían surgido desde
que aquella joven había entrado en su vida…
Ella, que había entrado en una sala, en mitad de una importantísima reunión, avergonzándolo mientras
lo insultaba y lo abofeteaba delante de todos… ¿Cómo podía tomarse aquella confianza con él? Le daba
igual que se acostasen juntos pero no podía dejar que aquella historia perjudicase su trabajo y el de los
demás…
Hundiría su imagen como gran empresario si no ponía punto y final a esa historia… Nancy Sanders no
era buena para él… no era buena para Steven y no era buena para nadie de aquel edificio… No era la
jovencita inocente que él creía… la chica luchadora que tenía a todos en contra… incluido a su padre…
Al principio trató de no escuchar aquellas palabras de Edward, sabía perfectamente qué era verdad y qué
mentira en la historia de Nancy pero al final, aquellas palabras hicieron algo de mella en él… Ya estaba
cabreado por lo sucedido y escuchar a su amigo afirmar que Steven y ella se acostaban juntos desde
hacía muchos años, lo enfureció aún más… Escuchó algo sobre un dinero que aquel ingeniero pasaba a la
joven cada mes, desde hacía muchos años… y pudo ver las cuentas que su amigo traía reflejadas en unos
papeles… transferencias hechas cada mes, sumas bastante altas y recordó las palabras de aquel hombre
en su despacho, minutos antes, cuando admitió desear llevar a Nancy lejos de todos… Supo que estaba
enamorado de ella…no era una amiga y ellos se llevaban tan bien… tenían tanta complicidad solo con
una mirada… Y el propio Steven había confirmado sus verdaderos sentimientos…
-¿¡Has estado revisando las cuentas de Steven!? – No podía creer que hubiese hecho algo así… ¿¡Te
has vuelto loco, Edward!? – Lo increpó con aquellos documentos en las manos…
-Tenias que verlo con tus propios ojos… ya que últimamente no te basta con la palabra de tus
amigos… - No iba a darle tregua con aquella chica…
-Pero…
-Sanders me previno hace semanas. – Lo interrumpió. – Me dijo que nos llevaríamos una sorpresa y
mira tú por dónde… no se equivocó.
-¡No puedes hacer algo así! – Le recriminó aquel acto.
-Claro que puedo… tengo influencias, conocidos y sólo me ha bastado levantar el teléfono para tener
la información que necesitaba en mi mesa en cuestión de minutos.
- No me estoy refiriendo a eso, Edward. ¡¡Se llama privacidad!! – No estaba de acuerdo con aquel
comportamiento.
-Se llaman pruebas de que esos dos llevan años acostándose juntos y de que la chica por la que has
estado embobado estos meses, por la que te has enfrentado a todos nosotros no es más que una fulana que
busca tu dinero y tu prestigio… - Desde luego se había explayado bien… pero Michael no pudo decir
nada… agachó la cabeza… no quería creerlo pero aquellos documentos… - ¿Adivinas quién ha estado
pagando sus estudios en una de las universidades más caras de New York? – Pasó sus manos por sus
ojos, por su rostro, por su frente… aquello no podía ser cierto. - ¿Sabías que estuvieron viviendo juntos y
que la estuvo manteniendo económicamente durante años?
¿Por qué aceptaba Nancy dinero de aquel hombre? ¿Y por qué iba nadie a pasar una cantidad todos
los meses solo por amistad? ¿Qué es lo que le daba a cambio? Solo pensarlo hacía que se volviese
loco…
¿En serio todo había sido falso en aquella jovencita? ¡No podía ser! ¡No quería creer nada de lo que
Edward le contaba y sin embargo había pruebas…! Pruebas de algo que no tenía ninguna explicación
razonable. Miles de dólares, cada mes en las cuentas de Steven, transferencias siempre a nombre de
Nancy Sanders. ¿Por qué?
-¡Basta, Edward, por favor! – Había escuchado demasiado.
-Estás a punto de perder negocios muy importantes por alguien que se acuesta con uno de tus
ingenieros por dinero. ¡¡Joder, mira los documentos y desengáñate de una puta vez!! – Gritó cogiendo los
papeles de aquella mesa. Ya los había visto. - ¡No es ninguna jovencita inocente y puritana, Michael!
¡Solo es una golfa que te ha estado engatusando con su inocencia y su carita de niña buena para sacarte el
dinero como lo ha hecho con Steven todos estos años! ¿¡Qué más necesitas para ver que se ha estado
riendo de ti!?
No podía creer aquello, la joven con la que había disfrutado aquellos meses no era la misma de la
que hablaba Edward. Le había parecido una joven ingenua, luchadora, inocente, amable, cariñosa… no
iba a creer toda aquella historia, pero, ¿por qué aceptaba aquel dinero de Steven desde hacía años? ¿Qué
ocultaban?
Pasaron unas horas antes de intentar hablar con ella sobre todo lo sucedido, ambos estaban muy
cabreados y no daría resultado ninguna charla. Por eso esperó un poco antes de acercarse al gimnasio,
donde la vio bailando desesperadamente.
La vio por las cristaleras de fuera, no quiso entrar de momento, la observó unos minutos… sabía que
estaba muy enfadada y suspirando hondamente pensó en lo difícil que sería hacerla entender el por qué de
su silencio… Siguió machacándose hasta hacerse daño, varias veces, sin querer parar. Sus piernas no
soportaron aquellos ejercicios con los que llevaba horas, furiosa, olvidándose de sus lesiones, que aún
estando recuperadas no debía machacar en exceso…
La imagen de Steven se reflejó en aquel cristal… había entrado por una de las puertas laterales…
Podía verlo allí, observándola bailar… Quería hablar con ella pero no se detuvo hasta volver a caer al
suelo, quejándose de dolor, intentó volver a levantarse pero sus piernas se doblegaron hasta golpearse
bruscamente… no podía seguir…
Steven se agachó a su lado, acariciando su pierna dolorida y levantando el rostro de Nancy… lloraba
desconsoladamente… la abrazó con fuerza, la acarició con dulzura… los veía hablar muy cerca,
mirándose fijamente y en un solo segundo comprendió que todo había sido mentira…
Se besaron… Michael pudo ver como aquel ingeniero levantaba el rostro de Nancy con ambas manos
y se acercaba a su boca con total entrega… La besó despacio, abriendo sus labios, adueñándose de
aquella boca que tan loco lo había vuelto aquellos meses… Y no fue corto… siguió ahí segundos,
minutos tal vez… agachó la cabeza, furioso por haber sido tan estúpido de creer en la inocencia de
Nancy… Edward tenía razón… y él había sido un imbécil abriendo su corazón a aquella jovencita que
ahora besaba a Steven en aquel gimnasio…
Y cómo la besaba… Volvió a mirar… Steven la sujetaba con ganas, metiendo su lengua en su boca,
saboreando aquellos labios que él creía suyos… solo suyos… pero todo era mentira… Le habían
mentido desde el principio…y los creyó, a ambos… cuando le aseguraron que ellos solo eran amigos…
Mentira… Todo había sido mentira…
Dio unos pasos directo a la puerta… Furioso… aquella mocosa no iba a reírse de él…
Cuando notaron la presencia de Michael en aquel gimnasio se separaron y lo miraron asombrados…
estaba muy enfadado… Ambos se habían cansado de decirle que solo eran amigos y ahora…
Se alzaba allí, delante de ellos, mirándolos fijamente, a los dos… no dijeron nada, Steven estaba
bastante agitado después de aquel beso y miró contrariado a la joven detrás de él… sabía que iba a
traerle más problemas con aquel empresario…
- Déjanos solos, Steven… - Le pidió muy serio, sin ni siquiera mirarlo… Solo la miraba a ella que
no apartaba la vista del suelo… Lo escuchó hablar, intentaba explicar lo sucedido pero lo miró un
segundo… - Te he dicho que nos dejes solos… - Y aquello fue una orden… No iba a escuchar ningún tipo
de excusa… no las quería…
Capítulo 13
EL PRIMER ENFRENTAMIENTO
Steven miró a Nancy a sabiendas que acababa de complicar la historia con Michael… Solo quiso
besarla una vez… probar sus labios, su sabor después de tantos años amándola en silencio… Fue allí a
escuchar lo sucedido en aquella sala y la encontró abatida, desolada, haciéndose preguntas de por qué se
había reído de ella, destrozada por lo que sentía en su interior en aquel instante… dolía tanto…
La abrazó, la acarició, a sabiendas que estaba enamorada de Michael, así era el amor… Sus
palabras, sus lagrimas, todo lo que sentía en aquel instante era la mejor prueba de lo que sentía por aquel
hombre… y se alegró tanto por ella… sí, porque estaba seguro que él podría ayudarla con Sanders… era
un hombre bueno, decidido, tenaz y entregado… era lo que ella necesitaba… un hombre capaz de
defenderla ante todos… y lo había encontrado…
Se acercó sin que ella pudiese evitarlo y la besó como nunca lo había hecho, como siempre había
deseado… sintiéndose vivo como nunca mientras saboreaba aquellos maravillosos labios… mientras la
estrechaba contra su cuerpo y la sentía pequeña en sus brazos, temblorosa, sorprendida… pero, Michael
lo había presenciado todo…
-Ya veo que no soy el único que ocultaba algo… - Ella sabía de qué estaba hablando pero se
equivocaba… aunque no iba a explicarle nada… no tenía que darle explicaciones de nada… - ¿Te
presentas en mitad de una reunión y me dejas en ridículo delante de unos empresarios porque te he
ocultado quien era en realidad y te descubro besándote con Steven? - Lo miró sin decir nada… seria…
secándose las lágrimas… - Para ser solo tu amigo, como decías, le has dejado que te meta la lengua hasta
la garganta…- Le soltó mirándola totalmente decepcionado… No podía creer que hubiese confiado en
ella… era un completo ridículo…
-No voy a darle explicaciones sobre mi relación con Steven, señor Harrison… -Siguió hablándole de
usted… - Es mi jefe pero mi vida privada no es asunto suyo.
-Deja de una vez ese comportamiento conmigo, ¿quieres? Llevas meses buscándome y provocándome
así que deja de tratarme como si fuera un extraño… - ¿A qué venía esa actitud hablándole de usted? - No
soy el único que ha estado mintiendo todo este tiempo… - Solo podía ver en su mente aquel maldito beso
entre ellos… Estaba furioso… celoso… - Me dijiste que no había nada entre vosotros y te creí como un
imbécil…
-Yo nunca le mentí… - Nancy estaba dolida, se sentía humillada, avergonzada por saber que había
sido capaz de liarse con él, con su jefe… Debió decirle la verdad, lo supo desde el principio y nunca se
lo dijo. Recordó el día que al vio con el uniforme, seguramente desde aquel día supo que era empleada
suya… ¿y no había tenido la ocasión de decirle la verdad nunca? Michael le había mentido desde el
principio y ya todo lo que pudiese decir en aquel momento… le daba igual…
-¡No puedo creerlo! – Se dio media vuelta mientras apartaba el cabello de su frente… Pensó mientras
respiraba agitado… ¡No podía creer que todo hubiese sido mentira…! ¡Se había vuelto loco por una cría
que había jugado con él! - ¿Vas a seguir negándome lo que acabo de ver? ¡Te estabas morreando con él! –
Le gritó… - Pero, ¿por quién me tomas?
Michael se enfado por su actitud, había ido hasta allí para hablar con ella y se había encontrado una
escenita bastante comprometida entre aquel ingeniero y la chica por la que había perdido la cabeza en
unos meses… Ni siquiera lo negaba, no trataba de defenderse y aquello lo hacía enfurecerse aún más…
Tenía muchas cosas que decirle, por las que enfadarse… Nancy jamás le dijo que era la hija de Sanders,
él lo descubrió solo, porque ella nunca le insinuó nada al respecto. Ni siquiera cuando él le preguntó por
sus exquisitos modales y su perfecta pronunciación al hablar otros idiomas. Ella también había mentido.
Y encima lo de Steven… Era ella la que se había reído de él descaradamente…
Pero, Nancy solo sabía que había estado haciendo el ridículo y se sentía humillada, Michael se había
reído de ella totalmente y le daba igual que le contase mil historias… no quería siquiera escucharlas…
ya no confiaba en él…
Él era su jefe, ella era una empleada y no tendrían más relación que esa. Nunca más… No quería
saber absolutamente nada de él… Su juego había resultado perfecto para separarlos… Ya no volvería a
molestarlo ni con bromas, ni con abrazos, ni con besos… Podía irse con Sarah cuando quisiera, ella sí
que era de su nivel social, de su edad y mucho más afín a Michael y todo su alrededor. Con ella no
tendría que pensar nada más, no necesitaría tiempo para decidirse, ni tendría que sentirse avergonzado de
presentarla a sus amigos por ser mucho más joven. Sarah y él hacían una pareja perfecta y seguro que
serían muy felices juntos… Ella no era nada y no quería ser nada para él… Nunca más…
Se enojó bastante ante aquellos comentarios y le espetó su relación con Steven, uno de los grandes
ingenieros del edificio. Solo sabían decir que eran amigos, grandes amigos, pero los había visto besarse
apasionadamente mientras creían estar solos… Mentían… Ambos habían vivido muchos años juntos y
estaba claro que como algo más que amigos… ¿Y qué pasaba con el dinero? Ya le habían informado que
recibía dinero cada mes de las cuentas de Steven… ¿a cambio de qué? ¿No iba a decirle el joven Brown
lo hacía desinteresadamente? Nadie regalaba dinero a nadie por nada… Lo que ella le diese a cambio
debía ser muy bueno para que Steven estuviese tan embelesado desde hacía tantos años…
Michael sintió la mano de Nancy en su rostro, de nuevo… esta vez con muchas más ganas… La miró
lleno de rabia… No iba a consentirle aquel comportamiento nunca más…
-Es la última vez que te permito que me cruces la cara, Nancy… - Le dijo mirándola enfurecido…
nada que ver con las miradas del baño hacía unas horas… - No voy a tolerarte esta actitud…
-¿Y yo tengo que tolerar que te plantes delante de mí y me trates como a una cualquiera…? - Ella
también estaba muy, pero que muy cabreada… ¿Acababa de llamarla puta después de todo lo que habían
vivido juntos? Aquello era una prueba más de que todo había sido falso entre ellos… ¿Cómo se había
atrevido a…? - ¿Cómo puedes pensar algo así de mi?
-¿Y qué quieres que piense? Quizás todos tengan razón y lo que te guste realmente sea poner
cachondos a los ejecutivos de este edificio… Es lo que todos dicen de ti, Nancy… y hasta ahora no había
querido creerlo… – No podía creer lo que acababa de decirle… Ni siquiera pensó en sus palabras… La
joven que tenía delante era la misma con la que había disfrutado tanto, pero… en aquellos momentos ni
siquiera la veía a ella realmente…
-¿¡Hasta ahora!? – Lo miró dolida por sus palabras… ¡Era ella la que debía estar furiosa por sus
mentiras y tenía que estar aguantando sus insultos después de todo!
-Sí… porque ahora lo veo todo muy claro… - No veía nada más que su enorme cabreo… - No has
dejado de provocarme todo el tiempo, insistías a pesar de mis negativas porque siempre has sabido quien
era, pero te hacías la inocente para calentarme y volverme loco… - No sabía por qué decía aquellas
cosas… No era él… en aquel momento ni siquiera lo reconocía… ¡Era tan horrible escucharle decir
aquellas cosas! - ¿No te parece muy extraño que en todo este tiempo nadie te dijese quién era yo? Porque
a mí sí me lo parece, Nancy.
-No puedo creer que digas todas esas cosas en serio… – No podía creer aquellas palabras… Le
dolían tanto… - ¡Por supuesto que no sabía quién eras!
-¡Vamos, por favor, no soy tan ingenuo! ¡Tu padre te deshereda y te humilla hasta el extremo… qué
mejor oportunidad que un empresario viudo, que lleva siete años sin sexo, para volverlo loco y hacer con
él lo que quieras! - ¿De dónde había sacado aquellas ideas tan destructivas y dañinas? ¿En serio lo
pensaba? – ¿Eso hiciste con Steven? – Volvió al tema que tan furioso lo tenía… - ¿Lo pusiste cachondo
hasta que perdió la cabeza por ti? – La vio negar con la cabeza sin poder decir nada y la sujetó por los
brazos, pegándola a su cuerpo… - ¿Qué es lo que le das a cambio, Nancy? Lleva años ingresando dinero
en tus cuentas… lo he visto con mis propios ojos… no puedes negármelo…
-Steven y yo nunca… - Y recordó aquel beso… sabía que estaba celoso de él… pero era cierto que
nunca habían estado juntos… - No es lo que piensas… - Le dijo con lágrimas en los ojos… ¿Él también
pensaba eso de ella? ¡Como todos en aquel edificio! Michael no era distinto a los demás…
-¿¡No es lo que pienso!? ¿Sabes acaso qué estoy pensando ahora mismo de vosotros dos!? – Estaba
celoso hasta el extremo de aquel hombre… -Te he visto besar a Steven, Nancy… no me trates como a un
estúpido porque no lo soy… - Aquello ya no tenía más explicaciones… - Me ha quedado muy claro lo
enamorado que está de ti y cómo desearía llevarte lejos, sin importarle su trabajo, su casa, ni siquiera su
esposa… solo tú y él… - Sí, lo había notado en sus palabras… enamorado de ella era decir poco. - ¿¡Vas
a decirme cómo has conseguido que un hombre sea capaz de abandonar toda su vida por ti si solo sois
amigos!? ¡He visto como te metía la lengua hasta el fondo así que deja de fingir de una vez! - ¡Estaba tan
celoso de aquel hombre! ¡De todo el que besase aquella boca que tan loco lo tenía!.
Recordó aquel momento en el que Steven se había sincerado con ella… en el gimnasio, mientras la
abrazaba y le preguntaba qué había pasado con Michael… Ella lloraba, desconsoladamente, sin más
ganas que estar sola y no pensar… pero habló con él, poco… no hizo falta mucho más…
Steven la conocía mejor que nadie y sabía perfectamente qué pensaba en cada momento solo con
mirarla a los ojos… Y la abrazó, mientras trataba de contener todo el dolor y la angustia por saber que el
hombre del que estaba enamorada era su propio jefe… y se había estado riendo de ella además…
No supo cómo pasó, pero vio a su amigo pegado a su rostro, confesándole cuanto le dolía verla sufrir,
cómo deseaba ayudarla… y lo enamoradísimo que estaba de ella… Sabía que nunca estarían juntos,
Steven lo sabía perfectamente… pero se acercó a ella y pegó sus labios a los de ella… despacio, suaves,
acariciando sus mejillas, cerrando los ojos y no supo qué hacer en aquel momento… le debía tanto a
aquel hombre… dejó que sus labios se apoderasen de los suyos unos minutos… sintiendo su lengua
dentro de su boca, escuchando su respiración agitada y mirándolo emocionado cuando consiguió alejarse
de sus labios…
Solo había sido un beso… pero realmente había que admitir que no se trataba de un sencillo beso sin
importancia… Steven saboreó su boca con ganas… tantos años esperándolo, ansiando un solo beso de
Nancy… pese a saber que nunca más volvería a probar aquellos maravillosos labios…
-¡Yo nunca he tenido nada con Steven! ¡¡Ya no sé cómo tengo que decirlo!! - Subió la voz enfadada.
Estaba harta de que todo el mundo pensara que entre ellos había algo más que una amistad sincera y
verdadera..
-¡No te creo! No me creo que nunca te hayas acostado con él… no me creo que lleve años haciéndose
responsable de ti sin recibir nada a cambio. - ¡Todo sonaba tan cruel en sus labios! - Se ha pasado años
pagando tus estudios en Princeton, manteniéndote y enviando dinero a tus cuentas, ¿por qué, Nancy? ¿Te
está agradeciendo algo en especial? ¿Qué es lo que tiene que agradecerte, Steven? - No veía nada más
que sus propios celos… lo volvían loco en aquel instante… Se pegó a su cara, no parecía el mismo
hombre del que se había enamorado perdidamente. - ¿¡Te follas a unos de mis ingenieros a escondidas
mientras intentas volver loco al jefazo!?
-¡¡Cállate!! – Gritó… - ¡No tengo por qué escuchar esto…! – Y secó las lágrimas que caían por sus
mejillas…
-Tú lo dijiste… ¿recuerdas? Tengo gustos de empresario rico y estirado... pues aquí me tienes… Ya
has conseguido lo que buscabas, volver loco a un pez gordo que se atreva a enfrentarse a tu padre. Es lo
que querías, ¿no? - Pero no lo decía preocupado por ella… había rabia en sus palabras, podía notarlo…
celos… Michael estaba tremendamente celoso y cada una de sus palabras en aquel momento solo eran
fruto de un ataque de celos por Steven… pero dolían… sus palabras eran muy hirientes… - … eso sí, yo
también pienso cobrármelo, preciosa, y supongo que después de haberme puesto cachondo durante meses,
te queda bastante claro que es lo que quiero a cambio… ¿o necesitas que te lo explique?
No consiguió llegar a su cara, aunque deseó con todas sus fuerzas golpearlo después de tantos
insultos… ¡Tanto que le habían dolido todas sus palabras…! ¡Él, el hombre del que se había enamorado
locamente! ¡Quién la había hecho sentir tantas emociones, quien la hizo vibrar con cada caricia, con cada
beso! Creía que lo conocía, pero se había equivocado… No era como imaginó…
-Cuidado, Nancy. - Le dijo sujetando su mano antes de recibir otra bofetada. - Una cosa es que me
vuelvas loco y otra muy distinta que olvides quién soy. Puedo echarte de este edificio en cuestión de
segundos. – Sus ojos no eran los mismos.
Hizo fuerza para soltarse de aquella mano y apretando sus brazos clavó sus manos en aquel pecho
fuerte, golpeando con todo el impulso de su cuerpo y haciendo retroceder unos pasos ante la sacudida. El
rostro de Michael estaba muy distinto… estaba muy cabreado… pero ella también…
-¡Écheme! – Le gritó con rabia. -¡¡Écheme, joder!! ¡¡Por dios, sáqueme de este maldito edificio de
una vez por todas!! – Empujó su pecho con fuerzas, con todas las ganas. Michael estaba muy enfadado al
igual que ella. No sabía cuántas ganas tenía de salir de allí. - ¡¡Écheme, señor Harrison!! Lejos de usted,
lejos de Sanders, lejos de todos… al menos así no tendría que estar rodeada de gente falsa e hipócrita,
empresarios cínicos y mentirosos como usted. Miserables estirados que solo piensan en ellos mismos, en
su imagen, en el dinero, en el poder. – Su mirada lo decía todo. Hablaba de él, entre otros. - ¡Dígame qué
tengo que hacer para que me libre de volver a verle la cara para siempre! – Y aquello sí que ofendió a
Michael que no iba a consentirle ni una insolencia más.
-¿¡Cómo te atreves!?¡Eres una descarada! – Aquello había llegado al final de su paciencia con ella. -
¿Crees que voy a consentir que una empleada mía me hable de esa forma? Deberías dar gracias que no te
haya despedido después del numerito de la sala de juntas. – Desde luego habían perdido los papeles, los
dos.
-¡Suélteme! – Subiendo la voz, soltándose de sus manos.
-¿Quieres que te despida, Nancy? Porque solo tienes que decírmelo, aquí, ahora. – Aquello no se iba
a arreglar y ambos lo sabían. Estaban encendidos y ninguno iba a retroceder. - ¿Eso es lo que quieres?
¡Vamos, dilo! – Le subió la voz.
-¡¡Quiero morirme…!! – No pudo más, dejando totalmente paralizado a aquel empresario. Fue
entonces cuando supo que Nancy había llegado a su límite de fuerzas. Su carga era demasiado pesada y
sentía que se ahogaba, no había salida para ella. - ¡¡Eso es lo que quiero!! ¡¡Quiero cerrar los ojos y no
despertar nunca!! ¡¡Olvidarme de ti, de Sanders, de Evelyn, de todos!! - ¿Quién era Evelyn? Pensó
Michael. - ¡¡Estoy harta…!! ¡¡Por dios, ya no puedo más…!! – Desesperada.
Hubo unos segundos de silencio, ambos miraban el suelo sin saber qué más podían decir. Se habían
hecho daño, muchísimo daño. Nancy decía todas aquellas palabras a sabiendas que ofendía a Michael,
quería hacerlo, sí, en ese momento de rabia, de odio, de dolor, solo pensaba en hacerle daño, tanto como
él había hecho a su corazón.
Él supo que sus palabras fueron duras, extremadamente dañinas. Estaba muy envenenado por Edward,
por todas aquellas palabras y… No tenía excusa.
Podía verla ahí, delante de él, llorando mientras apretaba los puños tratando de controlarse.
Cabizbaja, hundida… la había destrozado, no quedaba nada de la jovencita risueña con la que disfrutó
aquellos meses.
No podía pedirle que le despidiese aunque lo ansiaba con toda el alma. Necesitaba el maldito dinero,
necesitaba ese trabajo para seguir ahorrando. Evelyn la necesitaba y ella debía aguantar. No podía
abandonarla ahora…
-No tiene que preocuparse más por mí, no pienso volver a manchar su imagen de rico y poderoso
empresario como he hecho hoy en esa sala. No olvidaré quién es… pero, que le quede muy claro que
prefiero aguantar mil palizas más antes de que mueva un solo dedo para ayudarme. - Le gritó llorando. –
No lo necesito, ¿me oye? – Y no podía dejar de llorar delante de él que parecía mirarla de forma distinta
en aquel momento… - Llevo años soportando los golpes de un miserable que me humilla y me golpea sin
piedad cada vez que puede… pero siempre me he levantado y he mirado hacia adelante yo sola. - Sus
miradas destrozadas se clavaban en las de Michael que sentía su dolor, el que él le había causado con sus
palabras tan destructivas. - Aunque no lo crea, no lo necesito en mi vida para defenderme de Allan
Sanders. - No era cierto, Su alma entera imploraba cada parte de él, su alma destrozada que ya no podía
más. - Cada humillación, insulto, golpe y vejación durante todos estos años me ha hecho ver lo
increíblemente fuerte que soy.
Era cierto en muchas cosas… se había hecho dura y fuerte por fuera… a los ojos de los demás…
cuando en realidad sentía morir su alma entera día tras día… no podía decaer… ella no podía permitirse
el lujo de debilitarse… había alguien que la necesitaba fuerte, luchadora… y no podía abandonarla a su
suerte… su hermana pequeña no podía morir por su culpa…
Y se rió irónicamente… pensando en la paliza que le esperaba por lo sucedido en aquella sala…
-No debe preocuparse porque no olvidaré quien es, señor Harrison… seguro que Sanders se encarga
de dejármelo muy claro… Sabe muy bien cómo hacerlo. – Y pensó en cada uno de los golpes que
recibiría por todo aquello. - Pero, es lo que me merezco, ¿no? A fin de cuentas él solo está enseñando a
su hija rebelde lo que está bien y lo que no. Sus palizas son solo una disciplina, algo severa, como
castigo por acostarme con todos los ejecutivos de este edificio. - Aquellas palabras se clavaron en el
alma de Michael… ¡Dios, cómo había podido decirle todas aquellas cosas! No se lo perdonaría jamás. -
Sí, señor Harrison, tenía razón, todos en este edificio tenían razón. Steven es solo un ejecutivo más de la
larga lista de hombres que han pasado por mi cama y el dinero que me abona cada mes… - Sus palabras
sonaban tan tristes… Nancy estaba destrozada… - …son mis honorarios por follármelo cada noche. Es lo
que hacen las fulanas, ¿no?
Aquello no iba a solucionarse… ambos lo sabían… se habían dicho tantas cosas… Michael se había
explayado con ella, sus celos lo habían cegado… su rabia por el comportamiento en aquella sala de
juntas también… La bofetada delante de los clientes y sus palabras con respecto a Sarah… pero Steven
había sido lo que había encendido aquellos celos destructivos…
Todo había influido para hacer que Michael perdiese las formas y el control con Nancy… con aquella
jovencita a la que había hecho un daño gravísimo…
-Y en cuanto a usted… por supuesto que sabía quién era desde el principio, no lo dude ni por un
segundo. Por eso lo busqué, lo provoqué y lo calenté… porque solo soy una buscona a la que le gusta
poner cachondos a grandes empresarios para dejar en evidencia a mi padre. - Estaba tan destrozada…
había sentido tanto con aquel hombre y… todo había sido mentira.
-Nancy, yo no… - Michael agachó la mirada… no podía mirarla a los ojos… estaba tan avergonzado
por su comportamiento… por todo lo que le había dicho.
-¿¡No quiso decir eso!? Sí, claro que quiso decirlo… - Lo había entendido perfectamente… Me ha
quedado muy claro lo que piensa de mi y lo que soy para usted… Pero no me coge por sorpresa, al fin y
al cabo llevo escuchando lo mismo desde hace años; insultos, desprecios, humillaciones por cada rincón
de este maldito edificio… - Mentía… claro que le afectaba… - Así, soy yo, lo saben todos aquí. Soy una
vergüenza para el gran arquitecto rico y distinguido Allan Sanders que desheredó a su hija mayor hace
años por un escándalo que manchó su nombre a nivel mundial. - Aquello era lo que todos pensaban, lo
que todos decían. Apenas podía hablar, trataba de aguantar delante de él que no dejaba de mirarla. - Me
alegra que por fin le haya quedado claro qué clase de persona es Nancy Sanders, señor Harrison, porque
a mí también me ha quedado muy claro cómo es el hombre que creí conocer en estos últimos meses. - No
era cierto, ninguna de sus palabras… sonaron tan desalentadoras… Él ya había optado por creer la
versión que todos contaban e ella… por lo que no le quedaba más que confirmársela… se negaba a
explicar nada… ya era tarde… - Creí conocerte… - Desesperada, su vida volvería a ser un infierno. Él,
sus besos, sus sonrisas, todo lo que le hizo sentir en aquel tiempo fue lo único realmente bueno en su
vida, pero… todo había sido falso. - …creí que eras especial y que lo que había visto en tus ojos era
sincero… Cayeron lágrimas de aquellos increíbles ojos. - …pero solo me estaba engañando a mí misma.
Nunca dejaré de ser la fulana de este edificio… siempre lo he sido para Sanders, para todos los que
trabajan aquí, para los jefes… y ahora también para ti.
La vio salir de aquel gimnasio totalmente hundida, humillada por todas sus palabras. Pero no la
detuvo, aún ni siquiera sabía qué había pasado allí. ¡Tantos insultos! ¿¡Qué le había pasado!? ¡Él no era
así!
¿Cómo podían haberse dicho esas cosas tan horribles si ni siquiera lo pensaban? ¡Estaban tan
cabreados el uno con el otro! Todo lo que habían soltado solo era fruto del cabreo, del momento, pero
ambos estaban destrozados sabiendo que no volverían a tocarse ni abrazarse… Y lo estaban deseando,
pero se mantuvieron ahí, separados, mirándose con todo el desprecio del mundo por aquellas mentiras…
¡Y tan fácil que hubiese sido abrazarse y besarse! Todo se habría solucionado entre ellos… Porque lo
necesitaban, los dos, volver a sentirse cerca como las noches atrás, como hacía apenas unas horas…
Había sido destructiva aquellas palabras… lo sabía y se arrepentía tanto… ¿Cómo había podido
soltar todo aquello? ¡Sus palabras habían sido demoledoras para la joven, lo sabía…! Y quiso salir a
abrazarla cuando se alejó de él, dejándolo en aquel gimnasio solo, con lágrimas a punto de caer de sus
ojos… Nunca pensó que pudiese decir aquellas cosas tan feas… ¡Pobre Nancy! Ni siquiera había tratado
de defenderse de sus insultos… habló irónicamente, lo sabía… Por supuesto que no pensaba que fuese
una buscona, ni que se hubiese acostado con todos los ejecutivos de aquel edificio… Ni siquiera pensaba
que pudiera tener algo con el joven Steven… ¡Dios…! ¿Por qué había dicho todo aquello entonces?
Puede que le resultase muy extraño lo del dinero cada mes, pero estaba seguro que habría alguna
explicación… en cuanto al beso… bueno eso no sabía qué explicación podía tener pero… había perdido
las formas con ella… la había insultado de una forma despiadada… y había metido la pata totalmente…
Nancy, desesperada, asustada, humillada, maltratada y violada por un hombre que la chantajeaba
manipulando toda su vida,.. No tenía escapatoria… y pensó que a su lado… él la salvaría de todo mal, de
todos cuantos quisieran dañarla…
Michael, solo, triste, volcado tan solo en el trabajo sin más cariño que el de su familia, cerrado a
cualquier relación con una mujer… Había conocido a un ángel que lo había salvado de aquella muerte
interior en la que estaba metido… Se sintió vivo en aquellos meses, a su lado…
Ni siquiera esperó más tiempo, Edward ordenó el despido de Nancy irrevocablemente por todo lo
sucedido, sin contar con Sanders… mucho menos con Michael. La quería fuera de allí a toda costa,
estaba cansado de que ella se sintiera superior a los demás solo por ser hija de quien era.
Aquella falta al dueño del edificio era definitiva y le daba igual lo que dijese Sanders al enterarse.
No podían dejarla allí después de aquello. El despido lo preparó su secretaria, y aquella joven estaría
fuera de allí en cuestión de días.
Martha se había atrevido a llamar al despacho de Michael mientras sabía que estaba ocupado.
Llevaba horas tratando de ajustar los cálculos y los materiales precisos para aquel proyecto que tenían en
activo en aquel momento.
Eran sus grandes ingenieros los encargados de aquel trabajo pero él debía supervisarlos todos antes
de pasarlos a la constructora. A veces pasaba la noche preparando los muchos documentos que llegaban a
su despacho, sin descansar apenas. Y aunque para eso estaban John y Edward, ambos de su total
confianza, le gustaba echar un ojo antes de cerrar algo. Ellos mismos le pedían consejo en alguna
ocasión, cuando no veían muy claro algo y pasaban las horas tratando de buscar la solución. Michael
tenía mucha más experiencia que ninguno de ellos.
Martha entró algo tímida intentado hablar con su jefe que no levantaba la cabeza de aquellos papeles.
Puso la carta que tenía en sus manos en aquella mesa y le pidió un único favor. Sabía que no se conocían
de mucho, solo unos meses desde que había llegado a New York, pero de verdad necesitaba que hiciera
algo por ella. Era una buena chica y no merecía aquel despido. Necesitaba el dinero, todos lo sabían, por
eso la secretaria de Edward le había pasado aquella carta. Alguien debía hacer algo por ella.
Abrió el sobre y leyó la carta. Efectivamente se trataba de un despido. Edward se había encargado de
hacerlo a espaldas suyas y estaba tan cansado de toda aquella historia. Agotado mentalmente.
Tranquilizó a su secretaria que casi lloraba delante de él y le dijo que se encargaría de todo. Por eso
buscó a su amigo al que encontró sentado tranquilamente en una de las salas de descanso, con John y
Steven, que tomaban un café mientras fumaban un cigarrillo.
Se acercó a ellos, llevaba la carta en la mano y se sentó tranquilamente al lado de Steven mientras
soltaba la carta en aquella mesa, muy cerca de Edward.
-¿Esto ha sido idea tuya? – Le preguntó mirándolo solo a él.
Cogió el sobre, sacó la carta y supo de qué se trataba solo con leer las primeras frases. Miró a
Michael, no podía creer que fuese a defenderla después del comportamiento que había tenido delante de
los clientes.
-Por lo que veo, le ha faltado tiempo para ir corriendo a buscarte… ¿Cómo piensa pagarte el favor
esta vez? –Era en lo único que podía pensar… para él, Nancy se dedicaba a hacerle favores extras a su
amigo y colega.- Supongo que con unas clases privadas, ¿no? Debe hacerte disfrutar de lo lindo para que
le permitas que te avergüence delante de unos clientes tan importantes…
-Edward… No vas a despedir a Nancy.- Y lo dijo totalmente convencido de ello.
-¡No me puedo creer que la defiendes después del ridículo que te ha hecho pasar delante de todos! Te
ha insultado, te ha abofeteado… - Comenzó a alterarse…- ¡No puede seguir trabajando aquí como si no
hubiese hecho nada malo!
-Estoy saturado de todo este tema…
John y Steven se mantenían al margen de aquella conversación, callados, escuchando a aquellos dos
amigos discutir por Nancy.
-¿¡Tu estas saturado!? ¡Yo estoy hasta los huevos de que pienses más en cómo te pone esa chica que
en el bienestar de tu empresa!
-¿Qué se supone que tengo que contestar a eso? – Comenzó a cabrearse aunque ni siquiera subió el
tono de su voz. - ¿Cuál es tu pregunta realmente, Edward? ¿Si quiero meterla en mi cama? ¿Si Nancy me
pone cachondo? – Estaba muy enfadado. - ¿Tú la has visto bien? – Todos la habían visto bien… -
¡¡Tendría que estar ciego para no ponerme cachondo con a una mujer así!!
Ni siquiera se cortó ante la mirada de Steven que lo miró sin poder decir nada sobre el asunto.
Agachó la cabeza y los dejó ahí, mirándose fijamente mientras solucionaban aquel problema. ¿Es que
Edward había despedido a Nancy? Michael la defendía de una forma, que… ya sabía lo sucedido con su
protegida… ella misma se lo había contado en aquel gimnasio, llorando sin consuelo mientras le
afirmaba que durante meses habían tonteado sin ni siquiera saber que él era el dueño del edificio… Por
eso su enfado con él… Solo esperaba que hubiesen podido arreglar las cosas… sabía que aquel beso
había estado mal… y Michael lo había visto…
-Bueno, siendo objetivos, hay que admitir que la chica está tremenda… - Comentó John en muy mal
momento, tratando de quitar hierro al asunto.
-¡¡Tú no te metas John!! –Soltó Edward fuera de sí. Aquello parecía más bien un problema personal.
- Joder Edward, la chica se pasó… no vamos a negarlo, pero esto ya es un problema entre Michael y
ella… Deberíamos mantenernos al margen. –Era el único que realmente se había dado cuenta que aquello
era algo que debían solucionar entre ellos dos.
-Te aseguro que no estoy de acuerdo con su actitud en esa sala, y estoy muy cabreado con ella, pero
puedes creerme cuando te digo que soy el responsable del comportamiento de Nancy… y no voy a dejar
que despidas a alguien injustamente… no por mi culpa… - Totalmente… se sentía más que responsable
de todo lo sucedido… si le hubiese dicho la verdad…
-¡No puedo creerlo!! – Dijo mirándolo enfurecido. - Sigues defendiéndola, digas lo que digas.
-No estoy defendiéndola…
-Si puedo decir algo a favor de Nancy…-Era Steven, su mejor amigo y protector. – Necesita este
trabajo más que nada Edward, te juro que lo necesita…
-Lo que me faltaba… -Dijo soltando una risa burlona. - ¡Es normal que la defiendas! ¡¡Es tu
protegida!! ¡Siempre la has defendido de todos! Es su precio por follártela, ¿no?
-No me la estoy follando, como dices, Edward, Nancy y yo solo somos amigos. - Soltó furioso… ante
la mirada de Michael… no estaba seguro de creer al cien por cien sus palabras… había algo en toda esa
historia… Quizás fuese cierto que no se acostaban pero… ¿qué pasaba con ese dinero? -Y por supuesto
que la defiendo, es muy buena niña y no se merece…
-¿¡Muy buena niña!? Por lo visto debe ser muy buena en algo más porque os tiene comido el coco a
Michael y a ti… - Hizo un gesto grosero y fuera de lugar… - Al final tendré que pedirle yo también
algunas clases particulares haber si a mí también me lo come… - Y lo miró lleno de rabia…
- …el coco, me refiero. - Provocó a Steven de una manera grotesca, sabía que no permitiría que
dijesen aquello de Nancy… - ¿O es que a vosotros os ha comido algo más?
Steven se levantó enfurecido, no iba a consentir que hablase de aquella forma de Nancy. ¡Nada de lo
que estaba diciendo era cierto! ¡Ellos eran buenos amigos, nada más y no se merecía aquel calificativo
que había usado con ella!
Comenzaron a discutir y Michael se levantó de aquel sillón mandando callar a ambos. No consentiría
aquel comportamiento. Apartó a aquel ingeniero de su amigo, intentando calmar la situación… pero
ninguno de los dos entraba en razón…
-¡¡Basta!! - Subió el tono de voz y poniéndose en medio de aquellos dos hombres… - ¿¡Qué pasa
contigo, Edward!? – Lo miró enfadado… ¡Le parecía tan extraño aquel comportamiento de su amigo…!
¿Qué le pasaba con Nancy? ¡No lo entendía! - ¿Desde cuándo tengo que dar explicaciones de las chicas
que meto en mi cama?
-Quizás desde que un polvo te pueda hacer perder un negocio de millones de dólares. – Oyó aquella
voz tras él y la reconoció de inmediato.
-No me amenaces, Sanders.- Le dijo sin ni siquiera mirarlo. Sabía que era él… - ¡No te atrevas!
-¿Crees que puedes follarte a mi hija cuando te plazca? Estás muy equivocado, Harrison. - Ni
siquiera tenía un respeto por ella. Ya lo sabía de todas formas. - ¡¡Es mi hija y no voy a permitir que la
metas en tu cama!!
-Por favor, no te hagas el padre ofendido… tienes a tu hija fregando suelos y baños desde hace
años… todos sabemos cuánto la desprecias, así que ahórrate la escenita…
-No es asunto tuyo lo que hago con ella… -Le reprochó rabioso. - No me digas como tengo que
educar a mi hija…
Michael se levantó de aquel sillón, ajustándose aquel pantalón de pinzas que llevaba. Aquel día había
dejado el traje de chaqueta para ir un poco más relajado al trabajo. Estaban muy cerca el uno del otro…
Enfurecidos ante los ojos de los demás que no deban crédito a aquel enfrentamiento.
-¿Educar? - Sus caras estaban totalmente pegadas, casi podían oler el aliento del otro. Michael no
dudó ni un segundo en soltarle cada cosa que tenía guardada. - La humillas y la denigras, la insultas y la
golpeas… ¿A eso llamas tú educar? - Desde luego había llegado el momento de plantarle cara y de
decirle muchas cosas que quiso decirle desde que vio el primer golpe en la cara de Nancy.
Sanders no podía creer lo que escuchaba… No era Steven al que pudiese mandar a callar, al que
amenazar como había estado haciendo durante años… ¿Por qué tenía tanto interés en ella? Eso lo
enfurecía aún más…
-Siempre me dijeron que eras un gran empresario, respetado, cabal, responsable… El gran Michael
Harrison, la mano derecha de uno de los grandes en el mundo de la arquitectura… Un importante y
reconocido arquitecto… ¡y qué decir cómo ingeniero!- Lo provocó…sabía cómo hacerlo… - Obviaron
decir que en tus ratos libres disfrutas metiendo a jovencitas en tu cama…
Lo miró desafiante. Se había equivocado con él completamente. No era Steven ni ningún otro joven al
que pudiese amedrentar. Michael no era un niño a quien ridiculizar ni atemorizar con sus palabras.
Se giró a verlo, despreciándolo con toda su alma. Sanders era un miserable cobarde que se sentía
más hombre golpeando a mujeres.
-¿Y me lo dices tú, Sanders? – Lo provocó, con sus palabras, con sus ojos, con sus sonrisas… Puede
que hasta ahora hayas controlado la vida de tu hija hasta el extremo, con quien habla, con quien sale,
cómo se viste y qué debe decir para evitar tus golpes. Pero, Nancy es mayor de edad y aunque no lo creas
puede tomar decisiones por sí misma; no tiene que darte explicaciones de lo que hace conmigo o de si se
mete en mi cama o no. – El enfrentamiento entre ellos era inevitable.
-No te consiento…- Intentó amenazarlo…
-¿Qué es lo que no vas a consentirme? – Retándolo. – ¿Tú me vas a dar lecciones de moralidad a mí?
– Por supuesto que no. Dio unos pasos hacia él, muy seguro de sí. – Te recuerdo que eres tú quien se pone
cachondo golpeando y forzando a una cría de diez años. - Y aquello fue directo para aquel empresario
que lo mató con la mirada. ¡No iba a consentirlo aquello!
-¿¡Cómo te atreves!?- Le recriminó furioso. Nancy se lo había contado. La mataría a golpes por
aquello.
-¡Señores por favor! – Edward se levantó de aquel asiento y se colocó entre ellos… sabía que
Michael estaba llegando a un límite, lo conocía y aunque nunca había sido un hombre agresivo, Sanders
había traspasado la línea de cualquier hombre por muy sereno que fuese. Y Michael acababa de rebasar
la de Allan… - ¡Vamos a intentar relajarnos y tratar este asunto con calma!
John y Steven estaban muy cerca de ellos. El primero sujetó a su amigo por el brazo y trató de
alejarlo de allí, estaba claro que aquello era algo personal entre ellos pero la conversación se había
vuelto peligrosa para todos.
Michael sonrió… Lo miró muy de cerca e intentó alejarse de allí. Sabía que aquello terminaría mal,
muy mal… No lo soportaba… Lo escuchó tras él, seguía intentado provocarlo de todas las formas…
-¡Goza como una perra! - Michael cerró los ojos al escuchar aquella frase. Le dolía tanto aquel
insulto… Sí, le dolía porque en el fondo no creía toda aquella historia… no podía ser cierta… La joven
que había conocido aquellos meses… No, algo se le pasaba en toda aquella historia y sabía que debía
haber ido a hablarlo con ella, tranquilamente, y no atacándola como lo había hecho…
-¡¡Sanders!! –Se escuchó a John sin poder creer lo que acababa de escuchar. Había perdido los
papeles totalmente.
El resto de los presentes se quedaron helados ante aquel comentario fuera de lugar, incluso a Edward
le pareció desafortunado. Podrían estar de acuerdo para alejar a Nancy de su amigo, pero de ahí a o
perder las formas con aquellos insultos… ¡Era su hija!
-¡¡Sanders por favor!! – Le dijo Steven totalmente dolido…
-¡¡Cállate!! – Le ordenó. - Esto es entre él y yo. - Se refería a Michael, por supuesto, que miró a
Steven a sabiendas que intentaba defenderla a toda costa, pero… Sanders lo controlaba.
-Pero, no puedes insultar a tu hija de esta forma… ¡Basta ya, por favor! – No podía dejarlo estar, era
su Nancy a la que estaba insultando… -¡Esto más de lo que nadie pueda soportar!
-He dicho que te calles. - Y lo hizo. Tenía demasiado poder sobre él, que agachó la cabeza y apretó
los puños… no podía hacer nada… - ¡Eso es lo que dicen los obreros a los que se ha estado follando
todos estos años! – Lo miró… lo provocaba… - Deberías hablar con ellos, te darán más detalles de qué
le gusta que le hagan en la cama, aunque esta vez ha pescado un pez gordo así que supongo que se hará la
inocente… - Se burlaba de ella descaradamente. - …así conseguirá ponerte más cachondo. ¡¡Es muy lista
y tú un imbécil que ha caído en sus redes, como todos!!
¿Es qué aquel hombre no tenía vergüenza? ¿Cómo podía atreverse a decir todo aquello de su hija,
delante de todos? Debía odiarla muchísimo para humillarla de aquella forma.
-Sanders, creo que esta conversación se te ha ido de las manos. –Le reprochó John que intentaba
alejar de allí a su amigo Michael.
-¡Debes odiarla mucho para humillarla de esta forma delante de todos…! – Puede que consiguiese
callar a Steven pero, a él, no… y lo sabía…
-¡No sabes cuánto! Pero, Nancy no es un asunto tuyo. Como la trate o lo que haga con ella es cosa
mía… – Ante la mirada atenta de todos que ya lo suponían. – Tu no vuelvas a acercarte a mi hija.
- Era una orden.
Lo miró fijamente y agachando la vista al suelo unos segundos, pensó. ¿Lo acababa de amenazar? ¿Le
ordenaba algo? Se había equivocado totalmente.
-Te dejaré claro algo Sanders, y será mejor que lo entiendas a la primera porque no pienso volver a
tener esta conversación contigo nunca más. - No conseguiría callarlo como a Steven… eso lo tenía muy
claro… - En mis negocios no acepto ningún tipo chantajes y me importan un carajo los motivos que creas
tener, pero nunca vuelvas a ponerte frente a mí para amenazarme ni para darme una orden. - Por primera
vez estaban frente a frente, plantándose cara. Las miradas de ambos eran demoledoras. Allan odiaba a
aquel empresario desde que supo que mantenía algo con su hija pero, Michael, lo detestaba de una forma
tremenda desde que supo lo que le hacía a la joven Nancy. – Conmigo no van ni las extorsiones ni los
chantajes… No lo olvides nunca.
-¡Tenemos negocios juntos, Michael! ¡Negocios millonarios! Y tú lo vas a echar todo a perder porque
una cría te la pone dura… - Se cansó, de sus ordinarieces, de sus borderías, de cada palabra que salía de
su boca…
-¡Tienes razón! ¿Para qué voy a negarlo más tiempo? – Lo provocaba… él también sabía hacerlo… -
¡Claro que me la pone dura y ni te imaginas cuánto! ¡Tu hija me pone cachondo solo con respirar…! -Y
vio sus ojos llenos de odio… - ¿Eso es lo que querías? ¿¡La verdad!? – Ya no lo soportaba más…
Desafiante. Se acercó a él, lo tenía muy cerca… No le tenía miedo como Steven…Pues la verdad es que
puedes hacer que Steven y todos los de este edificio te obedezcan con solo dar una orden, pero tus
amenazas no darán resultado conmigo… porque meteré a tu hija en mi cama y me la follaré cuando y
cuantas veces quiera… - Todo le dio igual en aquel momento. - …y no podrás hacer, absolutamente, nada
para impedirlo…
Estaban muy cerca, desafiándose, ante la sorpresa de todos los que estaban en aquella sala que no
esperaron aquella respuesta de Michael. La habían escuchado perfectamente aunque lo hubiese dicho en
voz baja. ¿Se había vuelto loco? Lo estaba provocando, podían notarlo todos, sus miradas, sus
palabras… desde luego aquello era algo personal entre ellos. Nada de negocios, ni dinero, ni
proyectos…
Todos trataron de poner calma al asunto. Edward estaba entre ellos dos que aún estaban francamente
pegados, desafiantes. John intentó sujetar a Michael para que diese unos pasos atrás… No sabían dónde
podía llegar la situación. Steven permaneció atrás… sorprendido ante la defensa demoledora que estaba
haciendo por su protegida… ¿De verdad le importaba tanto Nancy como para enfrentarse de aquella
forma a Sanders? ¡No podía creerlo…! ¡Michael estaba enamorado de ella! Totalmente convencido de
ello… Y tal vez, ella tuviese una oportunidad porque Michael no temía a Sanders en lo más absoluto.
Se agachó para coger aquella carta que aún seguía en la mesa. La partió en varios pedazos y tirándola
al suelo los miró altivo.
-Nancy se queda… y esa es mi última palabra.
Capítulo 14
COMO EXTRAÑOS
“Estoy en la cafetería…te espero y almorzamos juntos…”
Michael estaba terminando unas revisiones de un proyecto cuando recibió el mensaje de Carol. Aquel
día lo había llamado para decirle que iría a verlo, necesitaba hablar con él. Y por supuesto sabía de qué
se trataba. No era tonto, aún ni siquiera hablaron de lo sucedido aquella noche en la pista de patinaje, con
Nancy… Vio aquella mirada de su hermana en la que se preguntó mil cosas y supo que tarde o temprano
iría a hablar con él.
Y allí se encontraba aquel día, esperándolo para que le contase que estaba pasando con aquella chica.
¿Y qué iba a contarle? ¡Todo se había estropeado entre ellos y había sido por su culpa! Eso también lo
sabía. Sí, su culpa totalmente… le quedó muy claro cuando escuchó la versión de Steven que trató de
conversar con él días después… sabía que habría discutido con Nancy por aquel beso, no era tonto…
pudo ver la expresión de Michael al verlos y la tristeza en los ojos de aquella jovencita a la mañana
siguiente, cuando limpiaba su despacho…
Trató de evitar la conversación… pese a que ellos se contaban todo. Nancy no creía oportuno
contarle cada uno de sus insultos porque él era su jefe, trabajaban para él y Steven se habría puesto a la
defensiva solo por defenderla, estaba segura de ello.
Pero, él no era tonto y sabía que la discusión entre ellos debió ser muy fuerte solo con ver la mirada
de aquel empresario al verlos besarse… Por eso decidió acercarse a él y hablarle sobre aquel beso,
sobre aquel dinero en sus cuentas del que le habló Michael totalmente enfurecido. Al principio trató de
no escucharlo, estaba harto de todas sus mentiras pero insistió… y quiso morirse de vergüenza por todo
lo que le había dicho cuando oyó hablar de Evelyn; una cría enferma a la que estaban ayudando. Ambos
tenían una cuenta bancaria en conjunto donde cada mes guardaban dinero, todo lo que podían. Lo hacían
desde hacía años. Era la única forma para conseguir escapar de las manos de Sanders. Aún no tenían
suficiente, pero algún día lograrían reunir la cantidad suficiente para pagar la operación de Evelyn.
Sanders nunca lo haría.
¿Nancy tenía una hermana pequeña que estaba enferma? ¡Nunca había hablado de ella! ¡Nunca le dijo
que la vida de su hermana corriese peligro! Ni siquiera sabía que tenía hermanos…
¡¡Dios, y todo lo que le había dicho!! ¿Cómo había sido capaz de soltar tantas palabras hirientes?
¡Estaba tan arrepentido por todo… lo habían cegado los celos y la había insultado y humillado tan
injustamente!
Lo vio taparse la cara con las manos, respirando hondo, muy afectado por sus palabras… Había
metido la pata hasta el fondo y estaba tan arrepentido…
-¡Dios… he sido un imbécil! – Dijo cerrando los ojos y pensando en cómo iba a solucionar todo
aquello. - No me voy a perdonar nunca todo lo que le he dicho… - Miró a Steven de pié, preocupado por
lo que hubiese podido pasar en aquel gimnasio. - Edward no dejaba de decir cosas sobre Nancy, llevaba
meses machacándome… me habló del dinero que le pasas cada mes y… me volví loco cuando te vi
besándola.
-Dime que no se lo has dicho a ella. - Le preguntó a sabiendas que lo habría hecho, por su rostro
preocupado al escuchar la versión de aquel ingeniero. - Michael, dime que habéis discutido por lo que
pasó en la sala de juntas pero que no has sido capaz de decirle lo que estoy pensando ahora mismo.
-Le he dicho muchas cosas, Steven y no estoy orgulloso de ninguna de ellas. - Dejó aquellos papeles
en la mesa de juntas. Aquel día tenían una reunión muy importante con unos clientes de Hannover. Harían
una video llamada con unos clientes alemanes para revisar los planos, Michael había descubierto un fallo
en la resistencia al fuego de la estructura. Él controlaba cada proyecto de aquel edificio.
-Joder, Michael… Ese dinero es para Evelyn, Sanders la tiene atada de pies y manos desde que era
una cría, la chantajea con la vida de su hermana. - ¿Cómo había podido imaginar otra cosa? - Si se le
ocurre denunciarlo dejará de pagar las medicinas que son tan vitales para ella; moriría en un año, quizás
meses.
Se levantó de aquel sillón y se echó un trago, doble, que se bebió de un solo tirón. Cerró los ojos y
trató de calmarse, de pensar. No tenía ni idea de cómo iba a arreglar las cosas con ella después de lo
injusto que había sido.
Soltó el vaso y apoyó las manos en aquella mesita, bajando la cabeza, abatido por toda aquella
historia horrible que estaba viviendo Nancy. Y él, él no había sabido apoyarla.
-Lleva años escuchando insultos de todos pero nunca la había visto tan afectada como ahora. - Se dio
la vuelta y miró por aquellos ventanales… ¡Cuánto le dolía verla sufriendo de aquella forma! – ¡Está rota
totalmente! – Giró la cabeza y lo observó, cabizbajo… - Sé que llevas meses viéndote con ella,
ocultándole quien eras en realidad y no voy a preguntarte por qué lo hiciste, eso ya da igual. Nancy le
había contado algo de toda la historia con él, en el gimnasio, antes de echarse encima de ella para
besarla… - Sabes que es mi protegida desde hace muchos años y podría pedirte explicaciones por todo
lo que ha pasado, pero te he visto defenderla de Edward y enfrentarte a Sanders como nunca nadie lo
había hecho. Eso me dice que te preocupas, que te importa pese a lo hayas podido decirle en un momento
de cabreo y confusión.
-Me importa… y más de lo que puedas imaginar. –Totalmente seguro de lo que decía. - Pero, no
querrá hablar conmigo… al menos no por ahora.
Vieron entrar a algunos ejecutivos en la sala y mientras se acomodaban siguieron hablando más
bajo… casi en susurros.
-¿Entonces ya está? ¿No vas a arreglar las cosas con ella?. – No podía ser… no quería creer que la
única oportunidad para Nancy de ser feliz se hubiese esfumado por su culpa… - ¿La dejarás en manos de
Sanders?
-No he dicho eso… Nunca la dejaría en sus manos, Steven, eso tenlo por seguro. - Y lo miró muy
cerca de él… tratando de que el resto no escuchasen aquella conversación. - Lo arreglaré… pero
prefiero esperar unos días a que las cosas estén más calmadas y a que Nancy esté menos enfurecida
conmigo… o no servirá de nada todo lo que le diga…
Por supuesto que trató de hablar con ella en los días posteriores, acercándose en varias ocasiones
para habar de toda la historia de Evelyn y su enfermedad, pero Nancy ni siquiera lo miró pese a que trató
de pedirle perdón en varias ocasiones. Quizás unos días más tarde, cuando el ambiente estuviese algo
menos cargado de tensión… tal vez ella escuchase sus palabras de arrepentimiento en aquel entonces,
ahora era imposible, estaba cerrada totalmente a él. Y no le extrañaba para nada, la había insultado
despiadada e injustamente.
Pudo ver su labio roto en la cafetería, una de aquellas mañanas durante el desayuno. La echaba de
menos, sus charlas, sus risas, sus besos… y la vio a unos metros de él, pidiendo un zumo como de
costumbre. Se acercó a ella y quiso preguntarle por aquel golpe, seguramente aquel maldito Sanders la
habría golpeado por lo sucedido en la sala de junta, tal y como le comentó Steven.
Ni siquiera lo miró a la cara, ni dio tiempo a que pudiese explicarle nada… no quiso escuchar sus
palabras, sus mentiras ni su falsa preocupación por ella; como había dicho hacía días, no lo necesitaba en
su vida… Era orgullosa y entendía su postura y aunque trató de insistir Nancy tenía muy claro que no lo
quería cerca de ella… No solo se había reído de ella durante aquellos meses, también la había insultado,
creyendo cada insulto que se decía de ella en aquel edificio… Michael había sido tan duro con sus
palabras que no quería volver a saber nada de él…
Solo pasaron unos minutos cuando decidió bajar y no hacer esperar más a su hermana que encontró en
la barra, hablando con Nancy. Se acercó despacio hacia ellas, era bastante incómoda aquella situación.
Carol había reconocido a Nancy aún con el uniforme y se acercó a ella dispuesta a entablar una
amistad con su futura cuñada. O eso pensaba ella. Había visto a su hermano con ella y estaba totalmente
segura que Michael no la dejaría escapar nunca. Sus ojos se lo habían dicho.
Nancy no supo qué decir cuando la vio tras ella, sonriente, dándole dos besos y preguntándole por su
hermano, al que vio aparecer minutos después. No se miraron, volvieron a agachar la cabeza y trataron
de disimular.
-¡Michael! Mira le estaba diciendo a Nancy que estas navidades podrías llevarla casa, seguro que a
la familia le encantaría conocerla… - Lo soltó ante el asombro de Michael que no supo qué decir al
respecto. Ella no quería saber nada de él, al menos no por el momento. La miró cabizbaja, se había
maquillado para ocultar los golpes. Ella casi nunca lo hacía, pero había tratado de disimular aquellos
moratones del cuello y su pómulo. ¡¡Maldito Sanders!!
Nancy se disculpó y se despidió de Carol, tratando de evitar aquella conversación tan incómoda para
los dos. Aquella mujer era amable y simpática con ella, y por eso no quiso cortarla cuando se acercó
preguntando por Michael. Ella no tenía culpa de nada y no iba a ser estúpida con ella, no se lo merecía.
-¿Estáis enfadados? – Preguntó a su hermano, sentado frente a ella en aquella mesa. Lo vio sonreír
mientras miraba aquel menú tratando de evitar la respuesta. No esperó una contestación. - Me gusta
mucho para ti, Michael… Y me gusta verte feliz de nuevo.
Acarició su mano apoyada en aquella mesa y lo miró con cariño. ¡Tantos años solo! ¡Tantos años
sufriendo en silencio!
-No es tan fácil como crees… -No iba a tratar de seguir esquivando preguntas porque sabía que Carol
no pararía hasta sacarle toda la verdad.
-¿¡Qué es lo que no es fácil!? ¿Admitir que estás enamorado de una de tus empleadas? - Le dijo a su
hermano que la miró extrañado… él no le había dicho que trabajase para él… - Sí, he visto su uniforme,
es una de las chicas que trabajan limpiando el edificio, ¿no?
-Eso da igual, Carol… Me da igual a qué se dedique.
-¿Entonces cuál es el problema? – Quería ayudarlo de corazón.
-¿Cuál de ellos? – Estaba bastante venido abajo. Aquellos días alejado de ella, sin poder acercarse y
explicarle cuánto sentía cada una de sus palabras… ¡Todo había sido tan extraño! ¡Cuánto descontrol!
¡Cuántos insultos salidos de su propia boca!
–Te he visto mirarla como hacía años que no lo hacías con ninguna chica. - Era tan observadora y con
él aún más. - Me da igual la edad que tenga, que trabaje para ti o que estéis enfadados ahora mismo…
Las cosas se solucionan si uno quiere realmente arreglarlas.
-Es la hija de uno de mis socios… - La interrumpió. - …y ha amenazado con abandonar un proyecto
millonario que tenemos en común si vuelvo a verla. Puedes imaginar el revuelo que se ha formado con
este tema… no soy el único socio en este edificio y perjudicaré a mucha gente si… – Lo vio muy
preocupado, cabizbajo, totalmente distinto a aquella noche.
- ¿Desde cuándo te han parado unas amenazas? - Lo conocía muy bien, ellos siempre habían tenido
muchísima complicidad. - ¿O desde cuando te ha importado más el dinero que tu felicidad?
-No se trata de eso, Carol… - Miraba hacia otra parte mientras hablaba. – Son muchas cosas. Me
gusta esa chica, me encanta esa chica… - Recalcó- …creo que es bastante obvio… - Lo era. - Pero,
empezar una relación con alguien tan joven… no sé… a veces pienso que debería hacer caso a John y
Edward y olvidarme de todo este asunto.
-¿¡Edward!? – Su tono de voz se volvió mucho más duro y seco. - ¿¡Edward te ha dicho que te
olvides de esa chica!?
No sabía por qué pero aquello no le había gustado nada a su hermana, lo notó en su tono de voz, en su
expresión. Le había cambiado por completo. Realmente ellos eran sus amigos de siempre y sabía que no
trataban de dañarlo solo que… era muy complicado echar al olvido a aquella chica que lo volvía loco.
Intentó explicarle a Carol la situación real, debía entender la postura de sus amigos, ellos eran socios
de aquella empresa y la relación entre él y Nancy les perjudicaría bastante a nivel económico. Era
entendible el enfado aunque pensase que Edward se lo tomaba como algo personal.
-No lo tomes con él, Carol. John piensa lo mismo solo que Edward es mucho más efusivo y a veces
pierde las formas, nada más. - Intentó defenderlo un poco a ojos de su hermana.
-¿¡Edward se opone a que arregles las cosas con Nancy!? – El resto no le importaba. En su cabeza
solo resonaba aquel nombre…
-Los dos quieren lo mejor para mí y creen que no tiene sentido una historia con una cría a la que casi
le doblo la edad. – Ya no sabía qué pensar de todo aquello. Una historia con Nancy Sanders… Problemas
y más problemas. Una historia sin Nancy Sanders… Soledad y vacios en su alma que ansiaba de ella por
entero. - John ha intentado apoyarme pero sé que solo lo hace por mí, no porque le guste la idea.
-Escúchame, Michael. – Y volvió a sujetar su mano. – Desde que ibas a la universidad, te he visto
luchar sin descanso para sacar a tu familia adelante… Te he visto locamente enamorado de una mujer
maravillosa como era Elizabeth y totalmente destrozado cuando la perdimos… - Trataba de ser
francamente sincera con su hermano. Solo quería verlo feliz, se lo merecía… - ¿Y todos estos años?
Alejado de la familia, de los amigos, de cualquier mujer que pudiera acercarse a ti…y ahora… ¡cuando
te vi a su lado, abrazado a ella… cómo la mirabas, como vibrabas cuando te acariciaba! – Lo miró con
lágrimas en los ojos… ¡Tanto que había sufrido su hermano…! - Comprendí que después de tantos años
volvías a sentirte vivo, volvías a ser el mismo de siempre. ¡No puedes perder esa ilusión de nuevo
Michael… no pierdas a esa chica!
Miró a Carol sentada frente a él… lo conocía perfectamente, sabía todo sobre él, a ella no podría
engañarla aunque quisiera.
Se sonrió admitiendo que Nancy estaba enfada con él y que llevaban unos días sin hablarse
siquiera… nada que no se pudiera solucionar, nada que él no pudiera solucionar. Tal vez el orgullo de
ambos había podido distanciarlos un poco pero sabía que todo se olvidaría en cuanto volviesen a sentirse
cerca el uno con el otro.
Escuchó a su hermana pedirle que no hiciera caso de los consejos de Edward, era un hombre
totalmente amargado con su vida que lo estaba aconsejando mal… Y ante aquel comentario Michael supo
que había pasado algo entre ellos… ¡Ellos siempre habían sido muy buenos amigos! Pero no consiguió
sacarle nada sobre ese asunto.
No salió del edificio cuando terminó aquella conversación con su hermano, Carol buscó a Edward,
con el que tuvo una tremendísima bronca en la que ella amenazó a aquel joven. No iba a consentirle que
destrozase la vida de su hermano, nunca, si volvía a usar aquella amistad que tenían para tratar de alejar
a su hermano de aquella joven, y así hacerlo infeliz, Michael se enteraría de muchas secretos guardados
que todos sabían y que habían ocultado al joven empresario por su bien.
-¡Vaya! ¿Ahora me amenazas, Carol? – Hacía años que no hablaban.
-Deja a mi hermano en paz, Edward. - Tenía carácter, bastante. – Ya has jodido bastante a esta
familia, ¿no crees?
Se alejó de ella y se sentó en su sillón mientras ojeaba unos planos. Aquella conversación le cansaba.
Nadie iba a decirle lo que tenía que hacer, mucho menos relacionado con Michael.
-No sé de qué me estás hablando. – Mentía.
-No voy a dejar que arruines su vida, ¿me oyes? – Y su voz sonó rotunda. Sus ojos lo eran aún más.
No lo soportaba desde hacía muchos años. – Deja de interponerte entre él y esa chica.
-¡Oh, estupendo! ¿Crees que intento arruinar la vida de mi mejor amigo porque me parezca una locura
descabellada esa relación? ¿Qué crees que está haciendo con una cría de veinte años? – No iba a
engañarla, a ella no. - Solo conseguirá tirar su carrera y su prestigio por tierra. – Bajo su punto de vista,
arruinar su vida, su carrera y todo por lo que había luchado tanto. – Trato de ayudarlo, Carol.
-No necesitamos tu ayuda… - Le gritó dando un golpe en la mesa y sin dejar que terminase de hablar.
– Te lo advierto, no me obligues a contarle a Michael toda la verdad, Edward. Nunca volvería mirarte a
la cara y lo sabes.
No lo hacía por la empresa, a ni por los proyectos… no lo hacía por la felicidad de su hermano… la
familia Harrison sabía perfectamente cuál era el propósito de Edward y no iba a salirse con la suya.
-Cuidado, Edward. No estoy jugando. – Amenazante.
Ni siquiera pudo decir nada más. Tenía en contra a toda su familia, él sabía por qué y no le convenía
que Michael descubriese todo lo que llevaba años ocultando. Su error, su mayor error… uno por el que
perdería su amistad para siempre, sin lugar a dudas.
Apretó los puños y cerró los ojos, allí en su despacho, pensando en todo lo que había sucedido en los
últimos meses. Estaba claro que su amigo sentía algo por aquella cría, sus defensas delante de todos,
enfrentándose al propio Sanders, a él mismo. ¿Qué le había dado para que se volviese tan loco por ella¿
¿Es que iba a dejar escapar un negocio como el que tenían acordado con Allan solo por meterla en la
cama? ¡¡Se había vuelto de repente!! Por mucho que le gustaba aquella joven era una autentica locura
perder un negocio como aquel por un polvo… Michael había perdido el juicio totalmente y él no podía
estar más furioso.
La vio en la sala de juntas con una compañera, estaban muy alteradas y entró para saber qué estaba
pasando. No era su planta, no sabía qué hacía allí. Nancy sujetaba su chaqueta de firma, la misma que
había dejado apoyada en el respaldo de una de las sillas al término de la reunión. Lo miró preocupada
cuando lo vio caminar directa a ella. Aquello significaba problemas.
-¿¡Qué está pasando aquí!? ¿Y qué haces con mi chaqueta? – Le dijo muy serio.
Agachó la mirada, sin querer mirar a sus compañeras. Hacía tan solo unos minutos estaba en el
despacho de Steven cuando escuchó la conversación que mantenía Débora por teléfono. Normalmente
trabajaban en grupo, dos limpiadoras por planta. Su compañera cogió el móvil y trato de calmar a alguien
que parecía estar muy preocupada. Se trataba de Liz, su amiga, a la que Michael había ayudado buscando
un trabajo en aquel edificio. Ahora entendía que no había necesitado hablar con nadie para colocarla en
aquel puesto, él mismo lo había hecho. Otra más de sus mentiras.
Sin querer había dejado caer una botella de producto en una de las chaquetas de los jefes, la chaqueta
parecía muy buena y cara. No sabía qué hacer, solo podía llorar, alterada. La echarían, estaba totalmente
segura y necesitaba tanto aquel trabajo.
Nancy se dirigió hasta allí y calmó a su compañera. ¿De quién era la chaqueta? Preguntó. La
reconoció. Había visto a Edward con ella en varias ocasiones. ¡¡Dios!! Su dueño estaba allí, Edward
Bennett quien pedía una explicación inmediata.
Intentó sacarla de allí, si alguien se enteraba de aquel accidente estaría en la calle sin más preguntas,
pero no pudo salir de aquella sala sin antes encontrarse de frente con aquel ingeniero.
-Señor, Bennett, he tenido un accidente… se me ha derramado un bote de producto y ha salpicado su
chaqueta… - Sintió las manos de Edward tirar de sus manos y mirar detenidamente aquella prenda.
Estaba muy cabreado.
-¡¡Eres imbécil!! – La insultó sin piedad. Nancy no dijo nada, no lo miraba. - ¿Tienes idea de lo que
vale una chaqueta de firma como esta? – Gritó haciendo que John se detuviese en la puerta, presenciando
la escena.
-Le juro que no ha sido mi intención…
-¡Me importa un carajo cuales hayan sido tus intenciones! – Muy cerca de su cara. - ¡Vas a estar
echando horas y limpiando baños en este puto edificio hasta que me pagues hasta el último dólar, Nancy!
Miró a aquella otra mujer que lloraba sin poder evitarlo… Un momento. Nancy no era limpiadora en
aquella planta. ¿Estaba protegiendo a esa chica? Se acercó a ella y le preguntó por qué lloraba pero no
halló respuesta. Sabía que la echarían y necesitaba ese trabajo.
-¿Crees que vas a protegerla echándote las culpas? Tú no limpias esta planta, ni estas oficinas. –
Preguntó acercándose hasta su cara. – Recoge tus cosas… estás despedida. - Ordenó a Liz que tapó su
boca con las manos sin poder creerlo…
-¡No..! – Y se puso delante de su compañera para defenderla. - Le he dicho que he sido yo, ella no
tiene nada que ver. – Su voz firme, segura. No iba a permitirlo. Sabía perfectamente que no la podría
echar a ella, por desgracia. Su padre la quería allí para vigilarla y humillarla.
-¿¡Me tomas por imbécil!? - ¡Cómo disfrutaba insultándola!
-Hemos cambiado el turno esta semana, ella ha estado toda la mañana en el despacho de Steven.
Mintió y sabía que no la creería. – Si tiene que echar a alguien, écheme a mí.
-¡Nancy, no…! – Escuchó a su compañera tras ella, tratando de impedir que la cubriese.
-He dicho que sido yo, señor Bennett… - Y lo miró fijamente. “Sabes que no he sido yo, pero aquí me
tienes… ahora haz conmigo lo que quieras…” Sus ojos se lo gritaron segura de lo que hacía.
Edward mandó a Liz fuera de la sala, seco, duro, sin ni siquiera mirarla y se quedó con ella a solas,
muy cerca de su cara, odiándola como nunca había odiado a nadie. Sonrió cínico.
-¿¡Me estás vacilando!? – La miró detenidamente de arriba abajo. No sabía lo que acababa de hacer.
- Así que voy a tenerte por aquí toda la semana, ¿eh? – Iba a enterarse de quién era él en realidad. Su
mirada destructiva… ¡cómo la odiaba! ¡Ella que había probado los labios de Michael, de su Michael! -
No sé si eres tonta o demasiado lista, Nancy… No podré echarte pero puedo hacerte la vida imposible en
este edificio y lo sabes. ¿O es que crees que Michael seguirá defendiéndote ahora que se ha cansado de
follar contigo? – La miró de nuevo, preciosa, con un cuerpo de vértigo… No estaba nada mal y entendía
las ganas de su amigo de meterla en su cama. – Espero que te lo hayas pasado muy bien metiéndote en su
cama porque ni te imaginas el precio que vas a pagar por ello. Puedo joderte todo lo que quiera, zorra,
porque ya no tienes a nadie que pueda mover un solo dedo para ayudarte… - Nancy levantó la vista pero
no dijo nada ante ese insulto. Debía callar, sabía que debía hacerlo por su compañera… - Y esto… -
Levantando su chaqueta manchada de lejía… - …lo vas a pagar con creces. Prepárate Nancy Sanders, no
tienes idea de la que se te viene encima esta semanita. – Y de un solo golpe tiró los vasos que había en
aquella mesa, en donde habían estado reunidos hacía tan solo unos minutos. – Límpialo… es tu trabajo.
La dejó sola en aquella sala, tratando de contenerse por lo sucedido, porque ya no podía más. Y
apoyó sus manos en la mesa, bajando la cabeza y dejando que sus lágrimas cayesen por sus mejillas. ¿Es
que todo aquello nunca iba a acabar? Amenazas, insultos, chantajes y humillaciones. No podía más… De
verdad aquello comenzaba a superarla por momentos. Y lo intentaba, ser fuerte, respirar hondo y
contenerse, demostrar su fuerza, su entereza, pero era tan imposible últimamente… Estaba rota
totalmente. Su alma estaba rota de verdad y sentía un dolor muy agudo en el pecho, casi no la dejaba
respirar… solo quería llorar.
Capítulo 15
HUMILLACIÓN
Escuchó unos pasos cerca y secó sus lágrimas pronto, nadie debía verla así. Se agachó y comenzó a
recoger aquellos cristales con las manos. Le esperaba una semana muy mala en aquel lugar, lo sabía.
Edward iba a por ella y ni siquiera sabía por qué ese empeño en humillarla y hacerle daño.
John se agachó para recoger uno de esos cristales, cerca de sus pies y lo acercó hasta donde estaba
Nancy, de rodillas en el suelo, tratando de poner un poco de orden al desastre que había organizo
Edward. Lo miró a su lado, nunca antes lo había visto mirarla de aquella forma. Parecía preocupado,
sincero.
-No se moleste señor Coleman… Ya lo hago yo. – Y quitó aquel cristal de sus manos antes de que
pudiese cortarse.
-¿Por qué haces esto? – Su voz sonó muy dulce y sorprendió a aquella joven que lo miró tratando de
contenerse.
-Ha sido un accidente, le juro que no ha sido mi intención… - ¿Es que de verdad pensaba que había
estropeado aquella chaqueta adrede?
-No me refiero a eso. – La interrumpió. – Vamos, Nancy, sé que no has sido tú, pero no entiendo por
qué dejas que te humillen y te insulten de esta forma solo por defender a una compañera. – Era un gesto
realmente bonito y humano, pero a costa de qué… de tragarse todo lo que Edward quisiera decirle.
Se levantó con aquellos cristales en la mano y se dirigió al carrito de limpieza de Liz. Los soltó en la
bolsa de basura y se preparó para recoger el agua del parquet. Miró a John tras ella, sabía que él era un
buen hombre. Siempre tuvieron una relación de jefe y empleada, apenas habían hablado unas palabras en
todos aquellos años, pero sabía que no era como Edward, ni como su padre.
-Liz necesita este trabajo como usted no se pueda imaginar, su vida y la de sus hijos dependen de este
puesto y lo habría perdido, sin lugar a dudas, si el señor Bennett supiese la verdad. ¿Cree de verdad que
le hubiese dado otra oportunidad? – Ambos sabían que no. – Nosotras solo somos las chicas de la
limpieza, por lo que no hubiese escuchado su versión bajo ningún concepto y le habrían dado igual sus
lágrimas, su sufrimiento o la historia que lleva a sus espaldas. – Le confesó. – Para mi desgracia… a mi
no puede echarme. – Y en sus ojos había tanto dolor…
-No podrá echarte, pero va a machacarte, Nancy, y no es por la chaqueta. No tiene nada que ver con
eso, lo sabes, ¿verdad? – Sintió lástima por ella en aquellos instantes. La tenía en la misma sala,
mirándolo con aquellos increíbles ojos negros, profundos, llenos de tanto dolor… - No deberías
provocarlo de esta forma… Hubiese sido mejor mantenerse al margen, pese a todo.
-¿Y dejar que una compañera pierda su trabajo por cometer un error desafortunado? ¡Solo es una
chaqueta! – Lo miró fijamente por primera vez.
-Bueno… tampoco se trata de eso, Nancy. Como bien dices solo es una chaqueta, pero de más de dos
mil pavos. – No estaba de acuerdo con la actitud de su colega y amigo, pero debía reconocer que él
también se hubiese enfadado de haber sido suya. – Es entendible el enfado de Edward hasta cierto límite.
-¡Ha sido un accidente, señor Coleman! Podría haberle pasado a cualquiera y se lo vuelvo a repetir...
“sólo” es una chaqueta, algo material… pero este trabajo, aún siendo insignificante para el señor Bennett
y para mucha gente, es la última oportunidad que tiene una mujer que ha sido desahuciada por la vida y
por la sociedad. - Ellos eran empresarios, ejecutivos que solo miraban por el trabajo, los proyectos, el
dinero… había algo más en la vida aunque ellos parecieran no entenderlo. ¡Qué fácil hubiese sido echar
a Liz sin saber, sin preguntar, sin interesarles nada más que una estúpida chaqueta de firma.
-¿Y vas a dejar que te traten como si fueras basura?– Desde luego él no esperó su respuesta.
-Estoy acostumbrada, llevan años haciéndolo… - Y sonrió dolida. - Pero merece la pena ayudar a una
compañera, a cualquiera, pero a Liz mucho más, y no dejaré de cubrirla así me reviente el señor Bennett
con sus insultos y sus desprecios. – Agachó la cabeza y limpió aquel suelo empapado mientras sentía la
mirada de aquel hombre que permaneció allí unos minutos más, sin decir nada, solo mirándola y
comprendiendo cuánto se habían equivocado todos con ella… Nancy era una buena persona y ahora
dudaba que todo lo que había escuchado sobre ella, durante todos aquellos años, fuese cierto. – No tiene
que preocuparse por mí, señor Coleman, estaré bien.
-No conoces a Edward… - No claro que no, pero él sí y sabía de lo que era capaz, sobre todo por
Michael. – Te humillará hasta el extremo, Nancy, y no parará hasta que te sientas… - No siguió.
Sujetó aquel carrito, pasando por su lado, mirando para el suelo, sabiendo perfectamente que aquella
semana sería tremendamente dura para ella. No se arrepentía, lo hacía por una buena compañera y
aguantaría todo lo que Edward quisiera decirle o hacerle.
Sabía perfectamente lo que aquel hombre quería advertirle, pero nos e echaría para atrás. Parecía
buena persona, siempre le pareció tan distinto a su socio…
Paró el carrito antes de salir y lo miró.
-Gracias, pero de verdad no tiene que preocuparse. – Lo decía de verdad, aquel hombre no podría
hacerle daño. – Intentará humillarme, intentará hacerme sentir inferior… - Terminó ella aquella frase. –
Pero, yo sé lo que soy y nunca podría hacerme daño por mucho que lo intentase. Yo no soy la basura… -
Y salió decidida, tranquila de todas sus palabras. Era la primera vez que hablaba con aquel hombre y
sabía que era amigo de Michael y Edward. Le daba igual si le contaba sus palabras a uno u otro, todo le
daba igual. Hacía muchos años que consiguió no verse afectada por palabras de gentes como Edward o
su padre.
Aquel empresario buscó al jefe de limpieza para darle una orden inmediata. Puede que no pudiese
echar a Nancy de aquel edificio, puede que no pudiese volver a entrometerse en aquella relación, pero
podría joderla todo cuanto quisiera y ahora que la tendría toda la semana cerca de él, aún más. Era dueño
de una parte de aquella empresa y sus órdenes también serían muy explícitas…
Su orden estuvo bastante clara y era muy concreta… Quería una limpieza general de los escalones del
edificio… Aquel mármol blanco comenzaba a ensuciarse más de la cuenta y la quería a ella, a Nancy,
limpiándolos uno a uno. Sería fuera de su turno de trabajo, iba a estar toda la semana echando horas
extras, las necesarias para pagar su carísima chaqueta de firma de cerca de tres mil dólares.
Deseaba verla ahí, de rodillas… ese era su trabajo como limpiadora de aquella empresa y quería
humillarla a toda costa para que no olvidase cual era su lugar en aquel lugar. Y accedería, lo sabía, no
iba a quejarse ni a decir absolutamente nada porque sabía que el puesto de su compañera dependía de un
hilo.
El encargado de mantenimiento trató de persuadirlo con aquella orden, hablaba de un edificio de 58
plantas y quería que Nancy lo limpiase de rodillas. Era humillante… ¡No podía pedirle algo así a ninguna
de sus chicas! Había productos, medios, maquinas para poder hacer ese trabajo medianamente bien sin
tener que doblegar a unas mujeres a aquella posición. Le parecía de lo peor. ¿Por qué quería humillar a
Nancy de aquella forma?¡No podía consentirlo…!
Pero lo hizo, ella y Liz, que se ofreció a ayudar a Nancy. Supo de quien era la orden y pidió que
relegase a su compañera de aquel trabajo, Nancy iba a sufrir las consecuencias de un error suyo y no
podía permitirlo. Pero Edward había sido muy claro en su orden. Quería a Nancy Sanders.
Y aprovechó aquellos días en los que Michael se encontraba fuera por motivos de trabajo, solo unos
días, suficientes para agotarla física y psicológicamente. En los despachos, pisando el suelo mojado solo
para joderla, en los pasillos, pasando por su lado, casi siempre dándole algún golpe sin ni siquiera pedir
disculpas, en las escaleras que limpiaba al terminar su turno, parándose justo a su lado. De rodillas,
agotada, sin poder decir absolutamente nada mientras lo veía derramar, adrede, alguna taza de café en
donde acababa de limpiar, o pisando algún cigarrillo que marcaba aquel suelo blanco.
Levantaba la cabeza y lo miraba fijamente. No entendía por qué tanto odio, porque disfrutaba
humillándola de aquella forma. Sonreía orgulloso de sus actos, de sus insultos que escuchaba cada día;
trataba de hacerle daño psicológicamente, contándole que Michael y Sarah viajaban juntos aquellos días
y no era precisamente por motivos de trabajo. Llevaban años acostándose juntos, entre ellos había una
conexión especial desde la universidad y era obvio que disfrutaban del sexo durante aquellos viajes de
negocios. Eran dos adultos sin compromiso que debían estar pasándolo en grande, sin acordarse de ella
para nada. Ella solo había sido un divertimento para aquel empresario. John presenció muchos de
aquellos abusos durante aquella semana, miraba a su amigo, serio, negando con la cabeza y mirando
hacia otro lado. ¡No iba dejarla en paz! Y sabía que todos e complicaría cuando llegase Michael y viese
cómo había estado tratando a Nancy, no iba a consentírselo, pero mientras, durante sus viajes,
aprovechaba cualquier momento para joderla.
Nancy no se había equivocado con él en todos esos años… Edward Bennet era un capullo estirado
como su padre. Un jilipollas que disfrutaba haciéndole daño.
Allí pasaba horas, de rodillas, dejando aquellos escalones impolutos, como había pedido aquel
arquitecto. Tuvo que dejar las clases aquella semana, era imposible para Nancy asistir a ellas después
del doble turno, así que una de sus compañeras de baile pudo cubrirla durante unos días.
Así fue como Steven se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Le extraño muchísimo no verla en las
clases, mientras pasó por aquel gimnasio y vio a una joven por la cristalera, en lugar de a su joven
protegida. Entró y preguntó por ella, enterándose que llevaba toda la semana doblando el turno por orden
expresa del socio Bennett..
Con él trató de hablar para cambiar aquella situación pero Edward tenía muy claro que Nancy
seguiría allí, bajo sus órdenes hasta pagar su error. Nada ni nadie le quitaría autoridad en todo aquello,
eso lo tenía muy claro.
Así que tuvo que esperar la llegada de Michael, días después, para poder ponerlo al corriente de
todo lo sucedido. Sabía que era el único que podía acabar con todo aquello. Era muy injusto. No la
dejaba respirar… Intentaba humillarla a toda costa y aunque no sabía sería bueno que Michael
desautorizase a Edward, tenía claro que no podía dejarla allí, de rodillas cincuenta y ocho plantas… Era
inaudito… ¿De qué iba Edward? Desde luego estaba fuera de control…
Así que lo buscó al saber de su llegada y le habló sin más preámbulos, si las cosas se arreglaban
entre ellos ya le daba exactamente igual, pero no podía permitir que humillasen a Nancy de aquella forma
solo porque entre ellos hubiese habido una historia fuera de lo laboral. No se lo merecía. Y estuvo de
acuerdo en todo, solo que tenía muy claro que las cosas se complicarían en cuanto él revocase la orden
de su amigo. Esta vez habían sido los escalones del edificio, y la excusa una chaqueta de firma, lo
siguiente… ¿qué sería? Volvería a cogerlo en un viaje, en una reunión y seguiría humillándola a toda
costa. Eso lo tenía claro. Edward iba a por ella.
Además ya no se trataba solo de su amigo o de Sanders, los propios obreros disfrutaban insultándola
y provocándola. Lo comprobó antes de marcharse de viaje, en la cafetería, cuando escuchó voces tras él
y la vio enzarzada en una discusión con uno de los chicos de mantenimiento. Se habían atrevido a
insultarla, preguntando cuanto cobraba por hacerles a ellos el mismo favor que le había estado haciendo
a Michael… Sus movimientos obscenos, sus palabras ofensivas hicieron saltar a Nancy que tiró un vaso
de agua en la cara de uno de ellos.
Lo vio levantarse dispuesto a golpearla pero un compañero lo detuvo a tiempo y Michael quiso
defenderla en aquellos momentos…pero aquel camarero, un hombre mayor, testigo desde hacía meses del
tonteo de ambos, lo detuvo sujetando su brazo. No debía meterse si de verdad quería que todo aquello
cesase… defendiéndola solo conseguiría que todos siguieran hablando de ellos… no le haría ningún
favor.
Y tuvo que quedarse allí, viendo como la humillaban y la insultaban mientras ella trataba de
defenderse de aquellas acusaciones. ¡Sentía tanto todo lo que le hacían por su culpa! ¡¡Todo por su
culpa!!
No fue fácil mantenerse a un lado viendo aquellas injusticias, pero sabía que cuanto más la
defendiese, peor sería… Sanders no pararía, tal y como le había dicho Steven y Edward tampoco. ¿Y qué
iba a hacer? ¿Desautorizarlos a todos? Aquella situación comenzaba a escapársele de las manos.
Podría haberle ofrecido un puesto mejor en aquel edificio pero Nancy había dejado claro que no
quería su ayuda… nada que tuviese que ver con él… La conocía y después de todo lo que le había dicho
estaba muy rebelde, tanto que se negó a obedecer a Michael cuando Steven fue a buscarla al piso
cincuenta, agachada con un cubo, unos estropajos y unas rodillas que comenzaban a dolerle.
Orgullosa, dolida, defraudada, humillada e insultada… No quería nada que viniese de él así tuviese
que destrozarse las piernas y la espalda en cada escalón de aquellas escaleras. Como bien había dicho
Edward Bennett, aquel era su trabajo y estaba cumpliendo órdenes. No necesitaba su ayuda.
Pero Steven volvió más tarde con Michael a quien no le extrañó aquel comportamiento. Sabía que
estaba enfadada y que era bastante orgullosa para dejarse ayudar por él en aquellos instantes.
Estaba al lado de Liz, ambas de rodillas en aquellas escaleras, con un cubo cerca lleno de productos
adecuados para aquel mármol blanco. Inmediatamente les dijo que dejasen aquel trabajo y se levantasen
del suelo pero la respuesta de Nancy fue la misma que le había dado a Steven.
-Obedezco órdenes del señor Bennett. No puedo desobedecerlo… - Le respondió sin ni siquiera
mirarlo. Liz estaba a su lado sin poder creer que le hablase tan seca. ¡Era el mismo hombre con quien la
había visto embelesada en aquel bar! ¿Estaban enfadados? Seguro se les pasaría, la típica pelea de
enfadados que solucionarían con unas miradas llenas de amor… el mismo que había visto en sus ojos
aquella noche. Hacían una pareja preciosa.
Tiró de sus pantalones ajustados, agachándose en sus piernas, y se puso a su altura, muy cerca de ella.
¡Era una completa cabezota y le encantaba que tuviese carácter, pero no iba a dejarla allí, así tuviese que
obligarla a ponerse de pie.
-No hagas que te lo repita, Nancy. – Le dijo mirándola fijamente, muy cerca de su rostro. – Sé que
estás enfadada y no quieres mi ayuda, pero no te voy a dejar aquí de rodillas, te pongas como te pongas.
-Soy limpiadora de su edificio, señor Harrison, y uno de sus socios me ha dado una orden muy
concreta. Solo estoy haciendo mi trabajo… - Y aunque lo miraba a los ojos no le mostraba nada de
debilidad.
Estaba tan guapo con aquella camisa celeste, a juego con sus ojos… Sus mangas remangadas hasta los
codos, y una elegante corbata azul oscuro con pintas blancas. Sus piernas fuertes, pegadas a un pantalón
de pinza color crema…
Cerró los ojos y apartó de su mente aquellos pensamientos. Sabía que trataba de arreglar las cosas,
hacía días que intentaba hablar con ella pero no quería escuchar más mentiras ni más excusas.
-Me da igual la orden que te haya podido dar, sabes perfectamente que lo hace para humillarte, así
que por favor, levántate del suelo. – Pero la vio negar con la cabeza mientras agachaba la mirada y seguía
limpiando.
-¡Vamos, Nancy, sabes muy bien este no es tu trabajo! ¡Hazle caso a Michael, por favor! – Dijo
Steven a solo unos metros de ellos. Y no mentía, solo estaba siendo orgullosa con él por todas sus
mentiras. No necesitaba su ayuda y tampoco la quería. No quería favores de él. No quería tener que
agradecerle nada. ¡Estaba tan dolida, tan enfadada! ¡Y tenía tantas ganas de abrazarlo…! ¡Cómo había
podido estropearse todo de aquella forma! ¡¡Tanto que lo necesitaba!!
Michael suspiró y mordió sus labios un segundo. No le quedaba otra que hablarle como un jefe. No
aceptaba su ayuda, ni prestaba atención a sus palabras de súplica…
-¿Me vas a obligar a darte una orden? –Y vio como lo miraba sin creer que pudiera hacerlo, pero se
equivocaba. Steven agachó la cabeza suspirando, ambos sabían que no cedería a las buenas. – Como
quieras… - Y se levantó dando unos pasos atrás y colocando sus brazos en jarras. Se puso muy serio. –
Señorita Sanders, haga el favor de levantarse inmediatamente del suelo. – Muy serio, sin dejar de
mirarla. - ¿Tengo que repetírselo? – Preguntó al verla dudar, pero la vio hacerlo, soltando el estropajo
que sujetaba en su mano, obedeciéndolo solo porque era el jefe, solo porque era una orden expresa. Lo
miró seria, él movía la cabeza a sabiendas que era lo que había estado buscando. – ¿Sabe quién soy? –
Claro que lo sabía. - ¿Sabe que mis órdenes en este edificio están por encima de cualquier otra?
Estaba my seria mirándolo de mala gana, sabía que no podría desobedecerle de ninguna forma,
Edward, su Brown padre, ninguno de los dos tenía autoridad para revocar algo que hubiese dicho
Michael, pero… ¿de verdad iba a darle órdenes?
-El señor Brown le ha dado una orden mía hace cuestión de minutos pero por lo visto no ha sido, lo
suficientemente, explicita para usted, ¿no? ¿O es que es demasiado orgullosa para obedecer una orden
mía, señorita Sanders? – Hablaba bien claro. Pero no estaba molesto, le encantaba su coraje, su rabia, su
orgullo… Todo, absolutamente todo en ella le fascinaba. - Como además de bonita me parece una
jovencita muy lista, y ya que me ha hecho venir, expresamente hasta aquí, voy a repetírselo yo mismo,
haber si es capaz de desobedecerme ahora que me tiene delante.
Steven los miraba medio sonriendo, estaba claro que Michael adoraba a Nancy y que ella solo se
estaba haciendo la dura. Se sentía herida por todo lo que había pasado y ahora estaba siendo muy
orgullosa con él. No le había dado más opción que aquella, debía hablarle como el dueño del edificio,
como su jefe, o ella seguiría cumpliendo las órdenes de Edward pese a todo.
Nancy lo miraba sin decir nada, escuchando sus palabras, su forma de hablarle… era la primera vez
que le hablaba como a una empleada y era tan extraño… Allí, frente a ella, guapísimo, podía oler su
perfume, ver sus inmensos ojos clavados en ella, su pecho y sus brazos bien marcados con aquella
camisa ajustada.
-A partir de mañana se dedicará expresamente a la limpieza de la planta cincuenta y ocho, usted y su
compañera Liz, quedando relegadas totalmente de cualquier otro trabajo que hayan estado haciendo hasta
ahora. – Lo miró sorprendida sin decir nada. Su padre no iba a consentirlo. – Desde este mismo instante,
usted, señorita Sanders, solo atenderá ordenes, únicas y exclusivamente, mías.
-¡No puede hacer eso…! – Pensaba en Evelyn y en las palizas de Sanders. Iba a cabrearse
muchísimo.
-¡Claro que puedo hacerlo! Soy el dueño de este edificio y el socio mayoritario de la empresa…
puedo hacer lo que quiera, Nancy. – La provocaba medio sonriendo. Claro que podía hacerlo, era el
dueño y su jefe.
-No lo entiende… se enfurecerá conmigo cuando sepa que… - Miró a Steven, él sabía que estaba
diciendo la verdad…
-Nancy, tu padre… - Pero Michael no dejó terminar a aquel ingeniero.
-De su padre y del señor Bennett me encargaré yo… - Y su voz sonó tan segura… - No quiero volver
a verla cerca de las oficinas de Allan Sanders ni limpiando de rodillas en este edifico bajo ningún
concepto, y le repito… bajo ningún concepto, o la próxima vez la levanto yo mismo del suelo, ¿lo ha
entendido? – Movió la cabeza afirmando de mala gana. Y se acercó aún más a su cara, provocándola. Le
encantaba… – No la escucho, señorita Sanders.
-Sí, señor Harrison. Lo he entendido perfectamente. – Qué raro era hablarle de aquella forma cuando
lo había tenido en sus brazos, en su boca…
Se acercó a ella y pegó su cara a la suya, mirándola de reojo, poniéndola muy nerviosa. Podía oler su
maravilloso perfume… Cerró los ojos para no volverse blanda con él.
-Eres una cabezota orgullosa, Nancy… - Y sonrió mientras le hablaba. – …pero enfadada estás aún
más bonita. – Un beso suave, rápido, discreto en su mejilla. Steven y Liz observaban la escena de dos
personas que ansiaban con toda el alma abrazarse, reconciliarse pero que se mantenían alejados por el
orgullo y la cabezonería.
Pasó por el lado de Liz a quien le ordenó dejar de limpiar, quedaban relegadas de aquel trabajo
desde ese mismo instante. Ya se encargaría de hablar con Edward y con quien hiciese falta pero nadie
volviese a humillar a la mujer a la que amaba. Se había cansado de todos. Las cosas iban a cambiar…
Edward tenía algo que decir sobre ese tema.
Por eso buscó a Michael en cuanto supo que alguien había revocado su orden sobre la limpieza de
aquellos escalones. Habían dejado de limpiar y sabía que su amigo tenía que ver con todo aquello.
La buscó para humillarla de nuevo, encontrándose con el lugar vacio, no estaban allí y sabía que ella
no se atrevería a desobedecerlo. No hacía falta que nadie le dijese que aquello era cosa de su amigo.
Se acercó al despacho y Martha le dijo que había salido con John. Miró la hora, no tenían reuniones
aquella mañana. Seguramente estarían tomando algo. Así que se dirigió a la cafetería del hall, Michael
solía ir a esa siempre, así podía encontrarse con aquella imbécil.
-¿Por qué has desaprobado una orden mía, Michael? – Preguntó muy enfadado cuando lo vio con
John, sentados en una de las mesas. Tomaban algo juntos, tranquilamente, haciendo un descanso
merecido.
-¿Cómo estas Edward? Yo también me alegro de verte. – Bromeó con él. Había estado unos días
fuera y aquel era su recibimiento. Lo esperaba, la verdad.
-Había dado una orden expresa y no puedes desautorizarme cada vez que te dé la gana. – No tenía ni
idea de lo enfadado que estaba.
-Haz el favor de sentarte y tranquilizarte un poco. – Y aunque era una petición él también lo dijo
bastante serio. No iba a consentir otra escenita de su amigo.
John no sabía qué había pasado, los miraba extrañados aunque tenía claro que todo aquello tendría un
nombre. Fuera lo que fuera tenía que ver con Nancy Sanders. Preguntó a sus amigos.
-Pasa que Michael me acaba de dejar a la altura de una mierda delante de esa zorra a la que se folla.
– Soltó ante la mirada dura de su amigo que lo mandó callar al escuchar aquel insulto. - No puedes
dejarme sin autoridad de esta forma, joder.
Lo miró sin decir nada. La actitud de su amigo empezaba a agotarlo. La había tomado con ella, eso
estaba claro y los motivos… también los sabía. No hacía falta tener una charla con Edward para saber
que estaba tremendamente celoso de ella.
-¿Esto es por lo de la chaqueta? ¡Edward fue un accidente! – Michael miró a John sin saber qué había
pasado realmente. Y escuchó la historia sobre lo sucedido, mirando a su amigo y moviendo la cabeza sin
poder creerlo. ¿Humillaba a Nancy por una maldita chaqueta? No, aquello no era cierto. – Vamos, sabes
perfectamente que no fue ella y que solo estaba defendiendo a su compañera.
-Me da exactamente igual quien lo hiciese. - No iba a darle ninguna tregua a esa chica. - Alguien tiene
que pagarlo y si ha sido tan estúpida para auto culparse por evitar el despido de una inepta… ahora
tendrá que pagar las consecuencias. Y como no creo que disponga de tres mil pavos, tendrá que echar
todas las horas que yo crea precisas hasta liquidar su deuda conmigo. – Miró a Michael muy serio, no iba
a dejar aquello así. – Así no lo olvidará para la próxima vez que intente aprovecharse de los privilegios
que tiene en este edificio por ser hija de quien es.
Metió la mano dentro del bolsillo de su chaqueta y sacando su cartera rellenó aquel talón a nombre de
su amigo. ¡Estaba tan harto de su comportamiento y de que estuviese poniendo excusas para hacer daño a
Nancy! No iba a consentírselo por nada.
Dejó aquel talón en la mesa, de muy mala forma… Lo miró, ambos sabían que no se trataba del
dinero pero dejaría las cosas claras. Aquella situación terminaba en aquel mismo instante.
-Ahí tienes, suficiente para que te compres otra chaqueta de firma. – Le dijo señalando el talón. Se
acabó, Edward. ¿Me oyes? – Se levantó y se colocó la chaqueta bien, abrochando los botones y cogiendo
su maletín del suelo. – Deja en paz a Nancy…
-¿¡Tres mil dólares!? – Preguntó impresionado. - ¡¡No puedo creerlo!! ¡Definitivamente debe ser
increíble en la cama para que ahora te dediques a saldar sus deudas! – Rompió el cheque que Michael
había firmado. - ¿¡Crees que voy a aceptar tu dinero, Michael!?
-Lo que creo es que Sanders y tú os habéis puesto de acuerdo para joderla, y aprovecháis mi ausencia
para humillarla de la forma más ruin. – Era la primera vez que aquellos dos amigos se enfrentaban de esa
forma. – No os lo voy a consentir, Edward. Creo que he dejado muy claro que Nancy es asunto mío y
espero no tener que volver a repetirlo.
-¿Y ya está? ¿Esa es tu última palabra? – Nancy lo tenía bien agarrado, era lo único que podía pensar
mientras miraba a su amigo altivo, furioso, aquello había llegado a su límite para él. – O sea, que puede
hacer lo que le plazca en este edificio porque tú siempre estarás ahí para darle la razón en todo, ¿no? -
¡Cuánto más la defendía… más la odiaba! – ¿¡Qué es esto!? Te la follas a cambio de protegerla de todos,
¿o qué?
Michael lo miró enfadado y se acercó a él, mirándolo muy serio. No iba a tener aquella conversación
con Edward en la cafetería. No entendía por qué se metía en su vida de aquella forma, eran amigos pero
no iba a consentirle aquel comportamiento… y ya se estaba cansando de su actitud con Nancy.
-¡¡Basta ya, Edward!! – Seguro pero sin levantar la voz.
-¡Esa chica significa problemas! ¿Entiendes? ¡Problemas para ti, para John, para mí! – Estaban a solo
unos centímetros de la cara, siendo observados por todos lo que se encontraban en aquel lugar que
podían escuchar parte de aquella conversación, pese a que trataban de hablar en voz baja. - ¿¡Por qué
cojones estás tan ciego, Michael!? ¡Es una zorra que solo quiere…!
-¡No vuelvas a insultarla! ¿Me oyes? – Le gritó enfurecido, fuera de sí. Ese era su límite en todo
aquel asunto.
-Calmaos los dos, ¿vale? – La voz de John sonó firme mientras se acercaba a sus dos amigos. –
Estáis montando un espectáculo delante de todos.
Michael miró a su alrededor, todos los miraban. Dos socios bastante agitados, enfrentándose por
culpa de una jovencita con la que el jefazo había estado tonteando durante meses. Ya no era un secreto
para nadie, todos allí sabían aquella historia.
-¡¡No puedes desautorizarnos a todos por ella!! – Bajó la voz, seguro total de que no iba a aguantar
nada por Nancy.
-No hagas que te demuestre lo que puedo y lo que no puedo hacer. – Y esas fueron palabras muy duras
entre aquellos buenos amigos. – Eres mi mejor amigo, Edward, pero no me pongas entre la espada y la
pared. No dudes que saldrías perdiendo así que, por última vez, déjala en paz.
Todos los que estaban allí escucharon las palabras de aquellos empresarios, viejos amigos que por
primera vez estaban enfrentados por una mujer, más en concreto por una jovencita limpiadora que tenía
loco al dueño del edificio. Ya no era un secreto para nadie. Los vieron durante meses juntos, riendo,
charlando, desayunando, extrañados por aquella confianza pero manteniéndose al margen en toda aquella
historia. Sabían que había algo entre ellos pero era mejor mantenerse a un lado y no solo por Michael, el
socio mayoritario, sino por Nancy, los chismes en aquel lugar, durante tantos años, no la dejaban en buena
posición.
Capítulo 16
MÁS GOLPES
Fue devastador, inhumano, demoledor… Nunca antes había sido tan salvaje… Sanders había
escuchado la versión de Edward sobre el enfrentamiento con Michael, no iba a ponérselo fácil a ninguno
de los dos. Protegería a Nancy ante todo y estaba tan furioso por aquella defensa… Se había enfrentado a
los dos, por ella…
Estaba tan enfurecido por la conversación que tuvo con Michael que solo le faltaba saber que también
había discutido con su amigo por defenderla de todo; rabioso por cada una de sus palabras, por atreverse
a defenderla de aquella forma fue a buscarla… La encontró en su casa, sola… y la golpeó hasta la
saciedad, amenazándola, tocándola, tratando de hacerle sentir el miedo más atroz del mundo… Pero no lo
consiguió… Nancy se defendió, luchó sin parar mientras recibía aquellos golpes, uno tras otro.
-¡¡No me toques, cerdoooo!! ¡¡Suéltame!! – Le gritaba mientras trataba de quitárselo de encima,
pataleando, tirándole encima todo a lo que alcanzaba llegar.
-Te dije que te alejases de él… te lo advertí Nancy… - Sus ojos estaban enloquecidos… - Ese
cabrón de Michael no me va a echar cojones porque tu pagarás las consecuencias… ¿Me oyes?
-¡¡Nooo!! ¡Déjame, por favor! – Estaba aterrorizada aunque tratase de defenderse… Sabía que no
podría… - ¡No lo he vuelto a ver! ¡¡Te lo juro!!
-¡¡Mentira!! ¡¡Zorra mentirosa!! – La insultó mientras lograba acercarse a ella… - ¡¡Me ha dicho que
te metes en su cama y te juro que te mataré por eso!!
Sintió aquella mano totalmente abierta cruzarle la cara varias veces, intentó pararlo pero cada golpe
era más fuerte y la dejaba casi sin fuerzas. Solo conseguía cabrearlo más pero… tenía que defenderse,
tenía que demostrarle que no le tenía miedo… aunque no fuese verdad…
-¡¡Nooo…!!
-¿Qué es lo que quieres? Trato de respetarte, trato de no forzarte de nuevo y tú solo quieres follarte a
ese hijo de puta que se atreve a enfrentarse a mí… ¡¡A miiiii!! - Estaba loco, no tenía control… - ¿¡Qué le
has contado!? ¿¡Qué le has dicho de nosotros, zorra!?
-¡¡Nada!! ¡¡Por favor, basta…!! – Suplicó mientras recibía sus golpes, unos tras otros. Marcando con
fuerza aquella piel tan dañada y dolida aún por otros golpes de Sanders… No se detuvo ni siquiera ante
aquellas lágrimas. No tendría piedad con ella. No la había.
-¡¡Eres una maldita zorra!! ¿¡Te gusta meterte en su cama!? ¿¡Te gusta que te folle ese maldito hijo de
puta!? – Y sus puños se cerraron, golpeándola mucho más fuerte, su estómago, sus brazos, su rostro… -
¿¡Me rechazas a mí porque te lo follas a él!?
-¡¡Nooo…!! ¡¡Por favor!! – Rogó casi sin fuerzas… ya no podía más…
-¡Si vuelvo a verte cerca de él, te mataré, Nancy…! ¡¡Te juro que te mataré a golpes!! – Le gritó
pegado a su cara mientras sujetaba su cuello con fuerza.
Llevaba años controlándose con ella, tratando de respetarla y no volverla a tocar… Sabía que no
estaba bien aunque la desease con toda su alma. Nancy se había convertido en una muchacha preciosa que
conseguía poner cachondo a cualquier hombre que estuviese a su lado, incluido a él.
Y se controló, a su pesar, tratando de calmarse, pensando en otras cosas, durante muchos años, para
así evitar volver a forzarla… había momentos en los que pensaba lo que estaba haciendo con ella y le
invadía unas sensación de terror y arrepentimiento… ¡Era su hija! ¡Era la niña que había criado como a
una hija! ¿¡Cómo podía estar haciéndole algo así!? Se tapaba la cara con las manos, lloraba, bebía hasta
el extremo para olvidar…
¡Noo! No era su hija, no era nada suyo… era una maldita zorra que se atrevía a enfrentarse a él cada
vez que intentó golpear a Madison, esa puta con la que estaba casado y que lo había engañado vilmente.
Y su lado más débil eran sus hijas… las dos… con ellas lo pagaría… Y entonces volvía a ser el mismo
malnacido capaz de golpear y forzar a aquella chiquilla que gritaba sin consuelo. Ahora era una mujer
preciosa, a la que deseaba con todas sus ganas y pese a que él trataba de contener ese deseo no iba a
consentir que nadie, jamás, se atreviese a pasar aquella línea con Nancy. Hasta entonces no le
demostraría todo lo que tenía para darle. Ella le pertenecía y nunca dejaría que fuese de otro hombre…
nunca.
Y Nancy permaneció totalmente aterrorizada aún cuando se marchó. Apoyada en la pared, rodeando
su cintura dolorida con sus brazos y doblando sus piernas hasta caer al suelo de golpe. ¡No podía más!
¡No podía seguir haciéndose la fuerte cuando sus manos temblaban completamente del más puro terror!
¡¡Dios, quería morirse…!! ¿Por qué a ella? ¿Cuándo acabaría todo aquel infierno? ¡Y aún no sabía la
orden que había dado Michael! ¡La mataría de verdad al enterarse! ¡¡Quería morirse, quería
desaparecer!!
Tapó su boca con las manos, ahogando un grito de horror, de agonía, de la más absoluta
desesperación… ¡Estaba sola con un monstruo que la molía a golpes desde niña, amenazada, ultrajada,
maltratada y aquello no cambiaría nunca! Giró sus muñecas, temblando, las tenía cubiertas por unas
vendas elásticas… pensó… quería acabar con todo, quería acabar con su vida, con su dolor y sabía cómo
hacerlo. ¡¡Evelyn!! Y se dobló aún más en aquel suelo, llorando, implorando, gritando… no podía
hacerlo, no era justo para su hermana pequeña. Ella era su única esperanza para sobrevivir… aún a pesar
de todo su calvario, de su desesperación, debía seguir aguantando… tenía que seguir siendo fuerte.
Temblaba tirada en el suelo frio, sintiendo la sangre correr por su boca, por su ceja, pero se quedó
allí quieta un rato, no supo cuanto tiempo, solo trató de relajarse, de respirar, de no pensar en nada. Y la
imagen de Michael pasó un segundo por su cabeza. Sabía que intentaba ayudarla, se enfrentaba a su padre
por ella pero solo conseguía enfurecerlo aún más… No tenía salida, no había solución para ella… estaba
completamente sola en aquella lucha que acabaría con su vida. Sus fuerzas habían llegado al límite. No.
Debía aguantar por Evelyn, se decía mientras trataba de incorporarse, cerrando los ojos, aguantando
aquel dolor tan fuerte que sentía en su espalda. Seguramente debido a algún golpe tras la pelea.
Se vio tras el espejo del baño. Sus ojos enrojecidos por las lágrimas. Su frente ensangrentada al igual
que sus labios. Sus puños no habían tenido piedad con ella. ¿Cómo iba a ocultar aquellos golpes? A
veces conseguía hacerlo, con maquillaje, pero no siempre conseguía difuminarlos completamente. Nadie
preguntaba, solo Steven, que corría a su lado preocupado, tratando de saber y de consolarla. El resto,
callaban, observándola, sabiendo qué había sucedido pero sin querer involucrarse. Hacían bien, solo
conseguirían un despido.
Quería darse un baño, necesitaba estar tranquila, sola.
Llenó la bañera y se metió dentro, con cuidado, dejando que el agua caliente aliviase sus heridas y
relajase su alma destrozada. Cerrando los ojos unos segundos, llenando los pulmones de oxigeno,
tratando de calmarse. “Estás bien, Nancy” Se decía. “Tú puedes con esto… Tú eres mucho más fuerte…”
Abrió los ojos, dejando caer sus lágrimas por aquellas mejillas amoratadas. “Maldito, Sanders” “No
podrás conmigo, miserable” “No podrás”
Últimamente estaba mucho más enfurecido con ella. Las palizas, los insultos, eran mucho más
constantes. Ahora entendía por qué. Michael. Él era la respuesta a aquellas palizas que volvieron
después de tantos años. Cerró los ojos en aquel baño, sí, era por él. Y ahora entendía muchos de sus
insultos meses atrás, sus golpes, mientras le recriminaba que se acostaba con el dueño del edificio…
¡Tan enfurecido que estaba hablándole de aquello y ahora entendía por qué! ¿¡Cómo pudo estar tan ciega
para no darse cuenta que hablaba de Michael!?
Todo se había complicado de nuevo. El infierno de años antes, regresaba a su vida con mucha más
fuerza y no sabía cómo luchar contra todo aquello. ¿De dónde sacaba las fuerzas? ¿A quién podía
aferrarse para no caer? Estaba sola con todo aquello. Estaba sola con aquel sádico de Allan Sanders.
La mano de Sarah acababa de bajar la cremallera de aquel pantalón y metiendo su mano dentro, sintió
la rigidez de aquel miembro… Era obvio que le gustaba aquello… No paró de acariciarlo, de mover su
mano mientras lo besaba, allí, sentada en sus piernas, metiendo su lengua dentro de su boca…
provocándolo como nunca… ¡Lo deseaba tanto!
Aquel día lo había buscado, en su despacho, llevaban mucho tiempo sin quedar juntos, sin tomar algo
fuera del trabajo y estaba deseando estar a solas con él. Aquella noche vio luz en su despacho, ya casi
todo se habían marchado, y entró dispuesta a no dejarlo escapar… La evitaba desde hacía semanas, con
excusas vanas, pero ya no podría seguir poniendo más impedimentos… nadie lo conocía como ella…
solo Edward…
Por eso no tardó en provocarlo, sentándose en sus piernas y acariciando su miembro, primero por
encima de aquel pantalón, luego bajando su cremallera y sintiendo mucho más intensa aquella rigidez y
aquel calor.
Trató de pararla, sujetando su mano, hablándole dulcemente, sin querer ofenderla… pero insistió,
besándolo, recordándole los buenos ratos que habían pasado juntos… Y llevaba tanto tiempo sin sentir
aquello… Hacía muchos años que nadie lo tocaba de aquella forma…
Minutos después lo tuvo ahí, donde ella deseaba, excitado, perdiendo el control mientras lo
masturbaba, mientras abría su boca con puro deseo y se adueñaba de ella. Una y otra vez… Ya era
suyo… Solo de ella… Habían estado tantas veces juntos, habían hecho tantas cosas juntos, y en
compañía, que sabía perfectamente cómo llevarlo al límite. Conocía a Michael en la cama mejor que
nadie.
Sarah detuvo su mano, lo miró, excitados ambos… y sacó su mano de debajo de aquel pantalón. No
podía dejar de mirarlo. ¿¡Qué había dicho!? ¡No podía creerlo!
Michael agachó la cabeza avergonzado, pidiendo perdón a su amiga, de verdad no se merecía aquella
humillación. No sabía que le había pasado, no entendía cómo había podido decir el nombre de Nancy
mientras se sentía tremendamente excitado con Sarah.
Se levantó y se alejó de él, no daba crédito de lo que acababa de pasar. ¿Era cierto que estaba
enamorado de ella? ¡Había escuchado tantas cosas en todo ese tiempo! Pero, nunca lo creyó.
-Sarah de verdad, no sé qué decir… - Trató de disculparse mientras subía su cremallera y la miraba
preocupado. - Lo siento mucho, de verdad.
-Entonces, ¿¡es cierto que te gusta Nancy Sanders!? – Preguntó totalmente sorprendida. ¡Era una cría!
La conocía perfectamente y era una jovencita encantadora pero, era una cría para Michael.
Agachó la cabeza y cerró los ojos… ¿qué podía decir? Estaba bastante claro que algo había… ¡Dios,
qué vergüenza! ¿¡Cómo había podido!? Estaba tan excitado, realmente le había gustado… cerró los ojos
por un momento y sintió que se volvía loco pensando en Nancy.
Hizo un leve movimiento de cabeza asintiendo.
-¿Todo lo que dicen sobre vosotros es cierto? ¿Por eso tratabas de evitarnos a Edward y a mí? – Sus
preguntas no iban llenas de rabia por aquella situación, al contrario, veía a su amigo ahí, con la cabeza
agachada avergonzado por lo sucedido y tratando de asimilar lo que sentía.
-Sarah, eres una mujer maravillosa… me encantaría poder…
-Michael… - Hizo un movimiento con la mano y lo hizo callar mientras se agachaba y apoyaba sus
manos en las piernas de su amigo. - …sabes perfectamente que me encantas y que siempre he deseado
volver contigo. ¡Joder! ¡Hemos hecho tantas cosas juntos que me muero por volver a repetirlo! Y te
aseguro que no soy la única con ganas de revivir viejos tiempos… - Sabía a quién se refería, ambos lo
sabían. - Pero no puedo obligar a una persona a sentir algo que nos unió hace muchos años, pero que
nunca volverá por mucho que yo lo desee…
Sus ojos verdes, preciosos, intensos, lo miraban fijamente mientras acariciaba sus piernas. ¿Ella lo
consolaba? ¿Después de aquello que había pasado? Realmente seguía siendo la misma bella persona de
la que se enamoró hacía años.
-¡¡Dios, Nancy!! – Y se echó a reír. - ¡¡Estás loco!!¡¡Es una cría!! –Pero sus palabras para nada fueron
despectivas….Michael asintió, sabía perfectamente que lo era… - ¿Sabes qué? Nunca he creído nada de
lo que dicen de ella. Siempre la he considerado una buena niña que necesitaba, desesperadamente, un
hombre que la defendiese y la cuidase de su padre, de todas esas barbaridades que dicen de ella. ¡Es
atroz lo que se escucha de esa jovencita en este edificio! – Lo miró tan sincera… - Y me alegra saber que
ese hombre seas tú, Michael. Eres una gran persona que se merece ser feliz.
-Soy muy afortunado de tenerte como amiga, Sarah…- Y agarró sus manos, acercándolas hasta su
boca para besarlas. - De verdad, que siento no poder corresponderte como tú te mereces.
-Más lo siento yo… - Dijo sonriendo. - Ambos lo hemos pasado mal, Michael, tu desde lo de
Elizabeth, yo desde que te fuiste y aunque pensé que podríamos volver a retomar nuestra historia… no
quiero a alguien a mi lado por pena o por cariño, por mucho que me duela saber que nunca más…
- No pudo seguir.
-Sarah…- Y trató de decir algo para calmarla. Era su amiga y estaba pasándolo mal.
Se levantó de un bote, se sentó de nuevo en sus piernas, esta vez de forma distinta, como una buena
amiga. Muy sonriente y bromeó con él.
-Bueno, tengo que admitir que me has fastidiado un buen polvo… - Y le guiñó un ojo mientras lo veía
sonreír… - ¡Dios, con las ganas que tenía! – Rieron cómplices ante el comentario. - Hay que reconocer
que el sexo era una de las mejores cosas que hacíamos juntos. Era bueno, ¿no?
-Era muy bueno, Sarah. -Y la abrazó contra su cuerpo, ahí, mientras sentía su pequeño peso en sus
piernas.
-Si alguna vez a Nancy no le apetece o le duele la cabeza, podrías volver a acordarte de tus viejos
amigos… - Y le susurró en el oído. - …te aseguro que estaremos encantados de volver a follar contigo,
los dos.
Allí quedaron aquellas miradas cómplices entre dos buenos amigos que siempre lo serían… solo
buenos amigos con un pasado maravilloso y muy satisfactorio. Era cierto que habían disfrutado juntos,
los tres, pero aquello nunca volvería… de eso estaba seguro Michael.
Se quedaron allí un rato, charlando sobre buenos momentos juntos, mirándose con muchísimo
cariño… era extraño después de lo que había pasado entre ellos hacía unos minutos. ¡Claro que le
gustaba estar con ella y que lo acariciase como lo había hecho! No era de piedra y entre ellos habían
muchos secretos vividos, compartidos… tenían una complicidad y una confianza superior a todas, al
igual que Edward. Era cierto que tras esa amistad surgió entre ellos una pasión desenfrenada que duró
meses, en los que los tres disfrutaron al máximo del sexo, sin importar nada, para ellos no existió limites
durante aquel tiempo… para ninguno. Para Sarah y Edward no era nuevo, ellos mantuvieron relaciones
tras la marcha de Michael a California, y fueron ellos, precisamente, los que llevaron al límite a aquel
hombre hundido y destrozado por la muerte de su mujer. Se habría follado a cualquiera que se lo hubiese
pedido en aquellos momentos y Sarah y Edward aprovecharon el momento deseado y callado desde hacía
años… Entregándose a la lujuria y el sexo sin control, los tres…
Irían a la fiesta juntos… Dentro de unos días, en el edificio, donde todos podrían disfrutar de un
almuerzo de navidad por todo lo alto. Con música, baile, catering, alta cocina y la compañía de todos los
socios que se integrarían con los trabajadores de la empresa.
Sarah se lo había pedido mucho antes y ahora no iba a dejarla sola. Sería su acompañante y lo
pasarían muy bien juntos… como buenos y grandes amigos.
Todos estaban en aquella sala de juntas, el proyecto de Steven era bastante bueno y necesitaban
repasar algunas de las condiciones. Iba a exponerlo aquel día delante de sus compañeros aunque ya habló
con Michael días antes para saber su opinión. La charla con los clientes alemanes había salido bien y por
fin se había podido concretar ciertos puntos, sumamente importantes, en aquel proyecto. Superados todos
los fallos, solo quedaba exponerlo en una reunión y enviarlos a la constructora…
Hicieron llamar para limpiar la mesa de juntas, alguien había derramado algo en ella y estaba algo
pegajosa. Por supuesto fue Nancy la encargada de acercarse hasta la sala, desde aquel día se encargaba
del ala este de aquella planta, incluidas el despacho de Michael y aquella sala de juntas. Liz limpiaba
entre otras el despacho de Edward.
No la esperaron allí, al menos no todos, algunos ya la vieron por los pasillos aquella mañana y
supieron del nuevo cambio. Para muchos era bueno tenerla allí, Nancy era una chica preciosa y tenerla
cerca algunas horas, aún limpiando, era muy agradable para la vista.
Cabizbaja, caminando algo más despacio de lo habitual, así se presentó en aquella sala donde había
muchos ejecutivos, Sanders, Steven, Michael, John y Edward entre otros. Este ultimo la miró odiándola
con todo su ser al verla en el despacho de su amigo, minutos antes, no preguntó, no era tonto y supo que
tendría que tenerla cerca porque así lo había decidido Michael. Era el jefe, era el dueño, pero estaba muy
cansado de aquella situación. No pudo tener una charla con Sanders sobre aquel cambio, pero lo llamó
por teléfono para contarle la noticia. Tenían una reunión y no podían faltar pero estaba claro debían
reunirse para buscar una solución a todo aquello.
Michael estaba de espaldas a la mesa de juntas, ojeando unos documentos con John al fondo de la
sala, y no le resultó extraño que Edward comenzase con aquellos comentarios directos a ella, esta vez
sobre la limpieza que deseaba algo más eficaz que de costumbre. Se quejaba de que últimamente no
dejaban las cosas como debían, siempre iban a la ligera y ellos les pagaban para que todo estuviese en
perfecto estado. La buscaba, la provocaba. Sus palabras menospreciaban su trabajo, su eficacia, pero
Nancy no dijo nada… era extraño ese silencio en ella ante aquella provocación. Estaba muy rara…
Se acercó a la mesa y se colocó a su lado, de pié, mientras seguía revisando aquellos documentos.
Sabía que todos controlaban sus miradas cuando estaban juntos, era mejor evitar más comentarios hasta
que ellos solucionasen las cosas. Ni siquiera ahí se dio cuenta…
Miró a Edward, muy serio y detuvo aquella provocación con solo una palabra, seca, dura… sabía
que debía callarse cuando vio la mirada de Michael, agotado de toda aquella historia, de sus
provocaciones.
Su amigo se echó atrás en aquella silla. El juego comenzaba a gustarle… hacerla sentir cual era su
lugar, delante de todos, humillándola, mientras Michael la veía sentirse ridícula e inferior. Sonrió solo de
pensarlo.
-¡Nancy! ¿¡Criatura, que te ha pasado!? – Escuchó decir amablemente a Sarah, justo enfrente de ella
que dio media vuelta a la mesa y se acercó hasta la joven.
Levantó la vista y la miró un segundo, a su lado. No hizo falta más que ese segundo para poder ver
aquellos golpes en su rostro. Nancy mostraba una brecha abierta en su ceja que habían cerrado con varios
puntos, uno de sus ojos morado e hinchado y una herida en sus labios que habían partido a base de
golpes.
-Estoy bien. – Dijo sin levantar la vista de aquella mesa que trataba de limpiar.
-¿Cómo que estás bien? Claro que no lo estás… ¡Michael! – Miró a su amigo a su lado… No podía
dejar aquello así. Otra paliza más.
-¡Qué hijo de puta! – La voz de aquel empresario se escuchó débil… sus manos apoyadas en aquella
mesa con los puños cerrados, su rostro desencajado por la rabia… miraba a Sanders, al otro lado,
desafiantes, los dos…
-Me he caído… estoy bien, de verdad. - Contestó amablemente a Sarah que se preocupaba por su
estado, aunque realmente lo decía para calmar a Michael. Veía su expresión y sus ojos, fijos en los de su
padre. No quería siquiera mirarlo. Nancy estaba aterrada por aquella paliza aunque tratase de
disimularlo. Pero, no quería que nadie se metiese en aquel asunto, cuanto más la defendían… más fuertes
eran los golpes.
¡Michael no podía creer lo que estaba viendo! La veía temblar, sin levantar siquiera la vista,
aterrada… sí, estaba muerta de miedo por la presencia de Sanders que lo miraba sonriente desde el otro
lado de la mesa. Orgulloso totalmente de lo que había hecho. Desafiándolo. Su hija era asunto suyo y
haría con ella todo lo que quisiera.
¡Se había vuelto loco totalmente! ¡¡Había golpeado a su hija hasta la saciedad!! ¿Por qué? ¿Por el
enfrentamiento que habían tenido? Volvió a mirarla dolido por la situación, por verla de aquella forma.
No sabía cuánto le dolía verla así.
La mano de Michael sujetó su rostro un segundo haciéndola levantar la mirada, a sus ojos. No trató de
hacerle ningún desprecio. Ni siquiera tenía fuerzas para ello. Tenía tanto miedo… Ya no podía
disimularlo más.
Acarició su rostro suavemente mientras los demás los miraban, viendo como bajaba la mirada,
destrozada, ordenando a Sarah que la sacase de aquella sala. La vio salir despacio, casi cojeando y no
pudo callarse toda la rabia que tenía en su interior… ¡Cómo lo despreciaba por lo que le estaba haciendo
a Nancy!! No se lo imaginaba siquiera…
-Sanders… - Lo llamó con tono amenazador, sin ni siquiera mirarlo, viendo como su amiga sacaba a
Nancy de aquella sala. - Si vuelves a ponerle una sola mano encima a tu hija… - Y lo miró decidido. - …
te las veras conmigo.
Y antes de que pudiese decir una sola palabra dio un portazo en aquella sala de juntas donde todos
vieron el rostro de Nancy, donde todos supieron qué pasaba, solo que a ninguno le importaba lo
suficiente como para enfrentarse a Sanders. A aquel empresario que llevaba años humillando, golpeando
y violando a una jovencita que necesitaba ayuda desesperadamente. A nadie le importaba más que a
ellos; a Steven que intentó defenderla en varias ocasiones recibiendo amenazas y no solo con respecto al
trabajo… y a Michael al que le resbalaban sus amenazas y cada cosa que pudiera decir o hacer…
Capítulo 17
YO TE CUIDARÉ SIEMPRE
La encontró en el despacho de John, justo al lado del suyo, terminando de limpiar y ordenar la mesa
escritorio. Entro y cerró la puerta tras él. ¡Cómo le dolía verla tan magullada! ¡No tenía ni idea de cómo
le afectaba verla sufrir!
Nancy levantó la cabeza y lo miró fijamente, llevaban semanas sin hablarse, sin apenas mirarse,
enfadados, orgullosos… manteniendo las distancias; él era el jefazo, ella una simple limpiadora que
trabajaba en su edificio.
-¿En qué puedo ayudarle? –Mantuvo las formas jefe-empleada.
-¿Cómo te encuentras? - Y acercándose a ella trató de acariciarle aquellos golpes que veía en su
rostro. Ella se alejó de inmediato. Le dijo que estaba bien pero estaba claro que mentía. - ¡Vamos, Nancy,
apenas puedes andar, no me digas que estás bien!
-Los golpes físicos desaparecen con el tiempo… Hay otras cosas que duelen mucho más, palabras
que se clavan en el alma, mentiras que pueden hacer muchísimo daño, eso duele mucho más y no
desaparece nunca. - Se refería a sus mentiras, a todas sus palabras aquel día. -¿Cree que estas heridas
duelen menos que las que usted me ha hecho? Se equivoca…
-Nancy… - Acercó su mano hasta ella, quería abrazarla con todas sus fuerzas, quería demostrarle que
la cuidaría de él pero ella se retiró de inmediato.
-No… Déjeme en paz, por favor. – Casi era una súplica más que otra cosa. – Usted lo enfurece más…
no sé qué le dice, qué le hace, pero solo consigue que se vuelva loco y me golpee con más fuerza… - Lo
miró tratando de aguantar las lágrimas. – No le hable de mí, no me defienda... no intente tocarme…
¡Olvídese que existo o me matará de una paliza!¿No lo entiende?¡¡Está loco!!
Michael cubrió su rostro con las manos, pensativo, lleno de rabia. ¿¡La había golpeado por su culpa!?
¿¡Ese maldito miserable le había dado una paliza por la discusión que tuvieron!? ¡¡Maldito Sanders!!¡¡Iba
a matarlo!!
-Te juro que haré que pague cada golpe que te ha dado, Nancy. – Y no lo decía en broma. – No va a
volver a tocarte. No voy a dejar que vuelva a hacerte daño. - Insistió en acariciarla pero volvió a
encontrarse con la nada y la vio intentar salir de aquel despacho. Su cuerpo se interpuso.
-Déjeme salir, señor Harrison. - No quería estar en el mismo lugar que él… Sintió su mano su cintura,
deteniéndola con dulzura… sin usar la fuerza…
-Nancy, por favor… deja de hablarme de usted… - No tenía ningún sentido que siguieran tratándose
como extraños… no lo eran, para nada…
-Es mi jefe… ¿Cómo quiere que lo llame? – Trataba de ser sarcástica…
-Sí, soy tu jefe… - La miraba muy de cerca…- Pero, también soy el hombre al que has vuelto loco en
estos meses… - Le soltó decidido a no perderla… - ¿De verdad no lo ves? Estoy loco por ti, Nancy…
Lo miró tratando de contener las lagrimas, solo el hecho de tenerlo tan cerca la hacía temblar…
¡Estaba tan enamorada de él! Pero, le había mentido, la había engañado todo ese tiempo… y había sido
tan cruel con ella… No podía olvidar todo lo que se habían dicho…
-Sí… lo sé… ese era mi propósito… ¿recuerda? – No iba a ser blanda…por mucho que necesitase
sus abrazos de nuevo, por más que desease sentirse segura en sus brazos… No volvería a ser débil… Ya
le había hecho suficiente daño… - Volverlo loco para conseguir atrapar a un pez gordo… eso es,
exactamente, lo que usted y todos pensaron de mi…
-Lo siento… - Miró al suelo, avergonzado por aquellas palabras y suspiró… ¡Estaba tan arrepentido
de haber dudado de ella y sobre todo… de haberle dicho todas esas cosas! - Sabes perfectamente que
estaba muy enfadado por todo lo sucedido en la sala de juntas y me cegaron los celos por Steven… No
tengo excusas para mi comportamiento, Nancy…
La miraba allí, tratando de ser fuerte, de mantener la calma y no echarse a llorar… Sabía que no lo
había olvidado… sus ojos se lo gritaban pese al rencor que podía tener en aquel momento… Era normal
que estuviese enfadada con él… la entendía perfectamente…
-No quiero escucharte… - Y quiso irse pero él se lo impidió, dando una zancada y colocándose
delante de ella…
-¡Por favor, no te vayas… escúchame…!
- ¡Me mentiste y me humillaste! ¿Qué tengo que escuchar? – Dejó a un lado las distancias… no tenía
sentido…
-Nancy…
- ¡Confiaba en ti… y me mentiste todo el tiempo! ¡Y cuando me enteré de todo y me enfadé contigo, te
pusiste a la defensiva! – No solo a la defensiva… sus palabras sonaron tan duras e injustas… - ¡Me
insultaste! Estoy acostumbrada a que todos lo hagan… pero tu… - Agachó la cabeza… No podía más…
¡Estaba tan destrozada por la vida que llevaba… él había sido su único motivo de sonreír cada mañana…
y ahora todo estaba igual que antes… sin ninguna ilusión! – Nunca antes me habían dolido tanto esas
palabras como cuando las escuché de tus labios…
Michael acarició su rostro y aunque trató de evitarlo, él insistió y esta vez Nancy no se apartó, siguió
mirándolo fijamente mientras lo veía muy cerca de su cuerpo, de nuevo… Puso sus dos manos en aquella
carita preciosa que lo volvía loco y acercándose hasta ella, le susurró…
-Perdóname, por favor… - Sabía que le había fallado… que la había dejado sola con aquel
monstruo… no se lo perdonaría jamás… ninguno de aquellos golpes que veía en su rostro, magullado,
hinchado… - Sé que fui muy injusto contigo… sé que te dije cosas horribles… pero te juro que nunca he
creído nada de lo que dije…Solo hablaba desde el rencor y la rabia… ¡Me volví loco solo de imaginarte
en brazos de otro hombre…!
-¿¡Otro hombre!? ¡Yo nunca he estado con ningún hombre, Michael! – Le increpó con lágrimas en los
ojos… - Mi padre me violó cuando era una niña y después siguió forzándome durante años… ¿Crees que
después de eso me quedaron ganas de estar íntimamente con alguien?
-Nancy… yo… - No sabía qué decir… ¿de verdad nunca había estado con nadie? No podía creerlo…
Nancy había estado muy entregada con él y siempre pensó que…
-Nunca soporté que me tocasen... detestaba a todos los hombres que se me acercaban… Nunca hubo
nadie… - La escuchó decir llorando. - …ni ejecutivos, ni obreros… ni Steven… Todo son invenciones
de Sanders para humillarme hasta el extremo porque manche su apellido al denunciarlo por abusos. – Por
supuesto que no… lo sabía… - Yo no quiero tu dinero… ¿entiendes? ¡No me interesa para nada ni tus
acciones, ni tus millones, ni tu posición social! – Ella precisamente se había criado entre lujos desde niña
y… ¿para qué? ¿Le había servido para algo? ¡Solo para ser la jovencita más infeliz de todas! – Y para
que lo sepas, él nunca me desheredó… - Quería dejarlo claro… - …y me importa una mierda lo que
puedan decir en este edificio… yo renuncié a todo porque no quiero nada que tenga que ver con él… ¡Me
insulta, me pega, me viola…! ¿Crees, de verdad, que puedo querer algo de un monstruo como él? Su
dinero y su apellido me importan tanto como el tuyo…
Recordó muchas conversaciones con ella… era cierto que no era una joven que se dejase llevar por
el dinero… recordaba los días que salieron de compras… era alguien sencilla, humilde… nada
ostentosa… Puede que se hubiese criado entre lujos pero Nancy se había convertido en una jovencita
capaz de ver más allá de las posiciones sociales de las personas… Rodeada de ejecutivos, de
empresarios desde niña… valoraba muchísimo los pequeños detalles de su alrededor… y él… había sido
un completo imbécil…
-No sé qué decir, Nancy… - Apartó las manos de su rostro y se apoyó en aquella mesa que había
justo a su espalda… - Entiendo que estés enfadada y dolida… Tú te abriste a mí totalmente y yo… no
solo te oculté mi identidad, sino que además me porté como un miserable cuando me pediste
explicaciones…- Intentó abrazarla pero Nancy se echó atrás y sus manos se quedaron cerca de su rostro.
-¡Déjame, por favor… quiero estar sola! – Sus lágrimas mojaban aquellas mejillas golpeadas… Y
secó su rostro con cuidado… acariciándola totalmente desolado… - No soy una fulana… no soy una
buscona a la que le guste calentar a los tíos que se le acercan… - Tanto que le habían dolido esas
palabras dichas por él… - Eres el único hombre al que he podido acercarme sin sentirme aterrorizada,
Michael… Y he tenido que escuchar esas cosas tan horribles sobre mi durante años… pero, cuando tú las
dijiste… - Miró al suelo desolada… - Yo confiaba en ti… confiaba de verdad en ti…
-Estaría pidiéndote perdón cada día de mi vida si eso fuese suficiente para aliviar el daño que te he
hecho, Nancy… - ¡Cómo se arrepentía de todas sus palabras! ¡¡Tanto daño que le había hecho!! – No
tienes ni idea de cómo me arrepiento de haberte insultado de esa forma tan cruel…
Lo miró de forma distinta… al menos lo reconocía… algo tarde, la verdad, pero al menos admitía su
error… Parecía afectado de verdad por lo sucedido, allí, en aquel despacho, suspirando hondo y
cerrando los ojos mientras se sinceraba con ella. Nancy lo miró un segundo… quería perdonarle…
necesitaba perdonarle desesperadamente…
-Me mentiste durante meses, Michael… ahora no es fácil volver a confiar en ti, ni creer tus
palabras…
-No quise mentirte, te lo juro…- No mentía… - …pero cuando me di cuenta de que trabajabas para
mi tuve miedo de decirte la verdad… Sabía que te alejarías de mi desde el primer día, Nancy… Ambos
sabían que era verdad… - Nunca habrías bromeado conmigo, ni habríamos ido a patinar juntos a Bryant
Park, no te habrías atrevido siquiera a charlar conmigo… habrías puesto distancia entre nosotros, como
hacen todos… y nunca te hubiese conocido realmente… - Siguió allí, apoyando las manos en aquel
escritorio, cabizbajo, sabiendo que ella podría no volver a confiar en él… ¡y la necesitaba tanto! - Por
favor, no quiero que sigamos así… - Le dijo totalmente sincero… Solo quería volver a estar con ella
como siempre… la necesitaba desesperadamente… – Desde que he llegado a este edificio eres la única
persona que siempre me ha tratado como a Michael, no como a un empresario rico al que todos hacen la
pelota… Llevo años rodeado de gentes que solo me dicen lo que quiero escuchar, pero no lo que piensan
realmente… - Aquello era verdad…Aquella vida no había sido fácil a pesar de las comodidades y el
dinero… - Nunca he sabido cuando son sinceros conmigo... cuando me aprecian de verdad… o cuando
les interesa llevarse bien con el jefe… - Parecía bastante afectado… triste…
Se acercó, sin decir nada y se puso a su lado…Se miraron muy de cerca, fijamente… ambos deseaban
que aquello se solucionase definitivamente. Sí, lo deseaban, ella también… pese a todo…
-Tú eres distinta, Nancy… Eres la persona más transparente que he conocido nunca… - Sus manos
rozaron aquel precioso rostro que tanto había echado de menos… - No eres falsa, miras más allá del
dinero o las clases sociales… te importan las personas… no sus chequeras… - Estaba siendo todo lo
sincero que podía… - Puede que al principio todo me pareciese una locura… eres una cría a la que casi
le doblo la edad y me daba miedo apostar por nosotros… pero… - ¡La amaba tanto… más que a su
propia vida… - No quiero perderte… por favor…
La abrazó a pesar de sentir que intentaba resistirse, débilmente, realmente necesitaba sus abrazos, su
fuerza… No la soltó, acariciando su rostro con una de sus manos mientras rodeaba su espalda con la otra.
La tenía pegada a su cuerpo y podía sentirla temblar entre sus brazos. Ansiaba de él…
-Haré lo que quieras… haré lo que me pidas… - Le decía besándola, suplicándole. Estaba en sus
manos totalmente. - No me alejes de tu vida, Nancy, por favor. – Pegado a su boca, a sus ojos, no podía
amarla más… Volvió a sus labios. – Eres lo único que me importa en la vida, pequeña, y siento que estoy
perdido sin ti… - Y secó las lágrimas que caían de aquellos inmensos ojos negros. Déjame demostrarte
que me importas, déjame estar a tu lado. - Sus besos la convencían, ya no se resistía, solo lloraba,
asustada, enamorada.
Se echó atrás solo un poco… mirándolo con ganas de que todo volviese a ser como antes… ¡Estaba
enamorada de él… no podía evitar quererlo con toda su alma!
-Si vuelves a hacerme daño… - Sabía que se arriesgaba pero aquellos maravillosos ojos azules no
parecían mentir… Michael estaba siendo sincero… pese a su mentira, a sus insultos… ella lo amaba con
todo su ser…
-No lo haré. Te juro por mi vida que no lo haré, preciosa. - Rozó sus labios sintiendo como se
quejaba de dolor. La miró, pasando sus dedos por aquella herida. Y se acercó de nuevo, con suavidad…
un beso en su ceja, en su pómulo, en sus labios… Él la cuidaría siempre.
Todos en aquel edifico habían preparado sus mejores galas para la llegada de aquella fiesta de
navidad. Tan solo faltaban unos días para celebrar aquellas maravillosas fiestas en las que New York
mostraba todo su esplendor, en las que las tiendas se llenaban de personas cargadas de bolsas de
compras y se apresuraban a comprar los últimos detalles.
Todo estaba preparado para aquellos días mágicos.
En el edificio todo estaba organizado para que fuese un día fabuloso, luces, adornos, catering, música
y todo lo necesario para que fuese la mejor velada de todas, que se celebraría en la sala de juntas más
grande situada en una de las plantas más altas.
Todos los gastos eran a cargo de los jefes que, como cada año, celebraban un gran almuerzo con
todos sus empleados… Ejecutivos y empresarios en grandes mesas en el centro, obreros y demás
empleados al fondo… Esmoquin, pajaritas, vestidos de gasa, seda, el mejor champagne y un sinfín de
platos de alta cocina recorrían cada rincón de aquella inmensa sala en la que todos disfrutaban como
nunca…
Nancy asistió al almuerzo vistiendo un sencillo mono azul de escote palabra de honor, con un cinturón
a juego que marcaba su cintura y unos preciosos zapatos de tacón a juego con el bolso. Su pelo
semirecogido que mostraba el rostro más bonito que Michael hubiese visto nunca. Aún podía verse
algunos golpes en su rostro, a pensar del maquillaje, en su pómulo, en su barbilla… pero aún así, estaba
impresionantemente guapa…
Cuando la vio aparecer entre sus compañeras, sonriente, no pudo dejar de mirarla y sonreírle en la
distancia… ¡Estaba tan bonita aquella noche! ¡Totalmente embelesado era como estaba él! Levantó su
copa un segundo mientras la miraba… ella sonrió levemente… A pesar de aquel enfado tan grande que
habían tenido… no podían obviar que estaban muy pillados el uno por el otro… el resto, daba igual…
porque cuando estaban cerca era imposible no sentirse vivos…
Nancy llevaba una discreta flor blanca colocada sutilmente en el escote de aquel mono, con algunos
pequeños adornos… exactamente la misma que Michael llevaba en la solapa de su esmoquin de firma.
Negro, completo, con solapas de raso en la chaqueta y camisa blanca con botones oscuros, al igual que la
pajarita y el fajín del mismo color. Gemelos de plata para los puños y zapatos de cordones Oxford
acharolados. Elegante, guapísimo… con un peinado más acorde para la ocasión… “He dado mi palabra a
Sarah y debo acompañarla mañana al almuerzo de navidad que celebraremos en el edificio… No podré
llevarte del brazo como me habría gustado, ni podrás ocupar un lugar a mi lado en la mesa, pero solo tú
llevarás la misma flor que adornará la solapa de mi esmoquin, porque solo tú ocupas un lugar
privilegiado en mi corazón… Michael.”
Sonrió al ver aquella nota junto a una pequeña cajita de cristal que guardaba una preciosa flor blanca.
La había dejado junto a su taquilla aquella tarde y cogiéndola para olerla pensó en Michael… Era cierto
que le había dicho tantas cosas horribles… pero sabía que era un buen hombre, siempre lo supo… habían
vivido momentos mágicos juntos y tenía la sensación de que estaba arrepentido de verdad por todo lo
sucedido… Por eso decidió darle otra oportunidad… desde el corazón, porque aquel hombre había sido
el único capaz de hacerla vibrar como nunca, solo con él olvidó las malas experiencias con Sanders,
dejándose llevar a límites que nunca había sido capaz de rebasar… con nadie…
Aquella noche, antes de acostarse recibió una llamada de Michael, ya estaba en la cama con su
pequeño pijama de algodón… pensando en lo guapísimo que estaría vestido de esmoquin y alegrándose
de que todo se hubiese solucionado entre ellos… Lo haría sufrir un poco… eso sí, ahora le tocaba a ella
hacerse la dura con él…
Hablaron durante un largo rato sobre cómo habían pasado el resto del día y sobre los preparativos
para el almuerzo. Pudo explicarle con más detalles por qué debía llevar a Sarah con él… no le parecía
justo dejarla ahora sola cuando ya le había dado su palabra de que serían pareja… Nancy lo entendió…
Y ella llevaría la flor…
Se sentaron en distintas mesas, Michael presidía la mesa principal junto a sus socios y esposas, por
lo que pudo conocer a Madison Sanders, la madre de Nancy. A la que halagó por tener una hija tan bonita
y con la que pudo conversar durante un rato sobre ella, antes de que Allan los interrumpiese.
Las mujeres de John y Edward también estaban en aquella mesa, a ellas ya las conocía, Emma y
Kimberley… a su lado Sarah, su acompañante y buena amiga que también estaba radiante. Eran buenos
amigos y aunque ella estaba enamorada de él, supo mantener la compostura a su lado desde el mismo
instante en que descubrió sus sentimientos por la joven Nancy…
Estuvo pendiente de su amiga durante todo el almuerzo, como buen acompañante, sin dejar, por
supuesto, de mirar a aquella jovencita que parecía pasarlo bien con sus compañeras… y con Liz, que se
sentaba a su lado en la mesa… ambas pudieron conocerse mucho mejor en aquellos días y parecían haber
congeniado muy bien…
La observó a lo lejos, no comía mucho pero la veía sonreír con sus compañeras y bromear con ellas.
Ni siquiera atendía a la charla de su mesa, solo podía mirarla a ella… ¡Tantas ganas que tenia de estar a
su lado! Edward y Sanders hablaban de trabajo pero, lo cierto es que no prestó atención a nada que no
fuese aquella maravilla que veía de lejos… ¡Por fin habían solucionado las cosas…! ¡Tantas ganas que
tenía de volver a abrazarla…!
Escuchó comentarios bastante desagradables durante todo el almuerzo. Sanders no cesaba de soltar
indirectas, todas dirigidas a Michael que trató de no estropear la velada al resto de los comensales… En
varias ocasiones comentó sobre la relación con Sarah, su novia, quien desmintió aquel rumor delante de
todos… Fue cortés con su amiga y se mantuvo callado para no dejarla en evidencia pero ella misma dejó
claro lo buenos amigos que eran desde la infancia… No había nada entre ellos más que un cariño
grandísimo… Michael la miró agradecido… Sarah siempre había sido una gran mujer… justa y buena…
-Bueno, seguro que de ahí puede salir una pareja maravillosa. – Comentó madison, ajena a la relación
que mantenía con su hija… - Las mejores relaciones empiezan con una buena amistad…
-No creo que al señor Harrison le interese su acompañante, cariño… - dijo Sanders, a su lado…
Provocándolo… - Tengo entendido que tiene cierto interés en una jovencita de poco más de veinte años.
Un poco joven para un empresario de su nivel y su prestigio, ¿no cree? – Mirándolo, retándolo delante de
todos, pero no le contestó. - Lo digo por las habladurías de la gente, su imagen en la sociedad ya no será
la misma dentro de poco. Podría ensuciar su nombre de una forma tan devastadora para su carrera… ya
conoce como son los periodistas.
John y Edward se miraron… directo… sin cortarse nada, ni siquiera por tratar de tener una velada
tranquila… Era obvio que tenerlos a los dos en la misma mesa después de todo lo que había sucedido era
una locura… Saltaban chispas a cada segundo en aquella mesa…
-Bueno, ¿a qué hombre no le gusta una mujer joven, Sanders…? – Contestó Sarah al ver las miradas
entre aquellos empresarios… - Además en el amor no hay edades… uno se enamora de quien menos
espera. – Sonrió a Madison que escuchaba incrédula a su marido. ¿Un empresario como Harrison
enamorado de una cría? No lo esperó.
-Eso es una estupidez, un cuento para adolescentes. – Espetó a Sarah por defenderlo. – Los
empresarios de nuestro nivel no podemos meter en nuestra cama a cualquiera que se nos ofrezca, por muy
tentador que pueda parecer en un principio. Todo hombre de negocios, con proyectos multimillonarios en
juego como nosotros, necesitamos una verdadera mujer a nuestro lado… - Miró a su mujer que sonreía
sus halagos. - …serena, elegante, educada, tolerante y respetuosa, que sepa estar en su lugar en todo
momento. – Marcando aquel “su lugar” con un tono muy machista. - No una jovencita calenturienta de
veinte años que nos avergüence delante de clientes e inversores.
-La elegancia, la educación y el saber estar no se mide por edades, Sanders. – Sarah lo acribillaba
con la mirada. Feminista a más no poder desde siempre y sus amigos, allí sentados, lo sabían. – ¿¡Qué
sepa estar en su lugar!? Tal como lo dice, parece que la mujer de un empresario deba ser complaciente y
sumisa, un adorno decorativo para mostrar y presumir delante de los demás.
Sintió la mano de Michael en su espalda desnuda… acariciándola… No debía preocuparse… él
estaba bien…y sabía mantener a compostura con provocaciones como aquellas. En tantos años de
carrera, de negocios, se había topado con gente como Sanders muchas veces y sabía controlarse ante
aquellas provocaciones.
-Pues, Emma no es nada sumisa, os lo aseguro. – Comentó John quitando hierro al asunto. – En casa
es ella la que lleva los pantalones. – Guiñándole un ojo.
-Por supuesto que sí. - Soltó dando un beso a su esposo, sabía que lo hacía para calmar la situación.
-Sarah es una mujer bellísima, señora Sanders… - Aclaró Michael mirándola fijamente… - Y
cualquier hombre se sentiría tremendamente orgulloso de tenerla a su lado… - Miró a su amiga que
sonrió su forma de dejarla en buen lugar delante de todos… Siempre había sido un caballero… - ...de
hecho estoy seguro que algún día encontrará a alguien que la ame como ella se merece…
Sarah acarició su mejilla y la besó con ternura… Por eso lo amaba desde siempre… Guapo, amable,
elegante, gentil, caballeroso… Michael era el hombre de sus sueños desde siempre y aunque sabía que ya
era imposible una relación con él, al menos conservaba su maravillosa amistad…
-Oh, es usted todo un galante, señor Harrison… - Madison persistía en su empeño… - Diga lo que
diga… hacen una pareja perfecta. – Miró a Sarah sonriéndole. – No pierda la esperanza. Esos affaires
con jovencitas no suelen durar mucho tiempo y seguro que en algún momento valorará la mujer tan
maravillosa y bella que tiene a su lado.
Michael sonrió su comentario, ya lo hacía aunque nadie lo creyese. Adoraba a su amiga, con la que
había compartido tantas cosas… pero su corazón era de otra persona al cien por cien.
-Sarah haría buena pareja con cualquier hombre, señora Sanders… - Y la besó en la mejilla con
cariño… - …pero mi corazón ya está ocupado y le aseguro que es para siempre. - Soltó ante el asombro
de Sanders y sus amigos… Lo había soltado…
-Parece que lo han cogido bien… - Rieron.
-Estoy locamente enamorado de una jovencita de veinticinco años por la que daría mi propia vida
desde el mismo instante en que la conocí… Sí, parece que me han cogido bien… - Y le guiñó un ojo.
¿Pensó que iba a esconderse? Estaba tan orgulloso y enamorado de Nancy que por nada en el mundo
ocultaría por más tiempo lo que sentía por ella.
Miró a Sanders, provocándolo… estaba harto de sus continuas indirectas sobre el tema… ¿quería
provocarlo o dejarlo ene videncia delante de los demás? No sabía con quien estaba tratando… no era un
crío al que amenazar o achantar… Estaba muy acostumbrado a tratar con gente como él…
-¡¡Vaya!! ¿Aún quedan hombres románticos en el mundo? – Preguntó curiosa y asombrada…
¿Veinticinco años?
-Michael se nos ha enamorado perdidamente… - Comentó John sonriendo… - Y la verdad es que
tiene muy buen gusto… - Unas palmaditas en la espalda de su amigo.
-Lo malo es que ese enamoramiento le haga perder todo por cuanto ha luchado estos años… Soltó
Edward mirándolo fijamente… ¿Michael enamorado? ¡Es lo que le faltaba por escuchar!
Madison los miró sin decir nada, era obvio que ahí pasaba algo… Michael la miró sonriendo…
Ahora que Nancy y él habían solucionado sus problemas ya todo lo demás le daba igual…
-Señora Sanders… si me lo permite, quiero decirle que tiene usted una hija realmente preciosa…
- Lo miró extrañada… ¿Hablaba de Nancy? - … y por la que no me importaría perder todo cuanto
tengo si con ello puedo hacerla feliz para siempre… - Y la vio asombrarse por sus palabras… Acababa
de enterarse de que hablaba en todo momento de su hija mayor.
-¿¡Cómo dice!? - ¿¡Hablaba de su hija!? ¿¡Nancy!?
-Lo que yo le diga, perdidamente enamorado. - Bromeó de nuevo su amigo…
-De hecho y si mi bellísima acompañante me lo permite… - Miró a Sarah. - …voy a prestarle un
poco de atención… Hoy la tengo algo abandonada… - Acarició la espalda de su amiga que le sonreía
cómplice… - En seguida vuelvo…
Michael se levantó de aquella mesa, se colocó la chaqueta bien y besó a su amiga en la frente… tal
vez no era muy elegante sacar a bailar a Nancy pero estaba deseando estar cerca de ella unos minutos…
Al llegar a su sitio le tendió la mano para sacarla a bailar ante la sorpresa de sus compañeras que reían
aquella situación… Ya no era un secreto para nadie que ambos tenían algo especial… Excepto para
Madison que acababa de enterarse de la relación que mantenía con su hija…
No bailaba nadie y así se lo dijo mirando a su alrededor… daba igual… Ella sonrió mientras le
tendía la mano… Ya no estaba enfadada con él… un poquito solo, pero seguía haciéndose la dura.
-No hay nadie bailando…
-Lo sé… No nos hace falta nadie más… - Le dijo sonriéndole mientras tiraba de su mano y la pegaba
contra su cuerpo. Su mano pegada a su pecho mientras él la acariciaba, su cintura rodeada por su brazo
que la hacía estrecharse totalmente a él.
-Estás preciosa, Nancy… -Le susurró embelesado mientras la miraba fijamente…
Bajo las miradas de todos los presentes comenzaron a moverse lentamente, muy pegados. Temblaba,
por estar a su lado, en sus brazos… y él lo notaba…
-¿Tiemblas? - Le susurró dulcemente… - No será porque estoy cerca de ti, ¿no? - Comenzarían con
sus bromas de nuevo… Lo miró sonriendo… claro que era por eso… y ambos lo sabían de sobra…
-Nos miran todos… - Le dijo evitando una respuesta que él ya sabía… - ¿Ya no te importa que todos
te miren mientras bailamos? - Recordó el primer baile en la pista de patinaje.
- Tú has hecho que esas cosas no me afecten… - Sabía qué tenía que decirle y cómo tenía que
hacerlo. – Vamos a darles algo para que hablen durante meses… - Michael estaba loco por ella pero
sabía que Nancy sentía lo mismo aunque ahora ella tratase de hacerse la dura.
-¿La chica de la limpieza y el gran empresario? – Dijo sonriendo abiertamente… Sí que hablarían…
-¡¡Será todo un escándalo, preciosa!! – Y la giró en aquella sala, apretándola aún más a su cuerpo
cuando dejó de girar…
Las miradas se clavaban en ellos dos, los únicos que bailaban en aquel lugar… pero aún estando
llena de parejas hubiesen sido el centro de atención de todos… Michael Harrison ya no se ocultaba…
estaba embelesado con aquella chiquilla y todos podían verlo… Sus miradas, sus sonrisas, sus cuerpos
pegados…
-Te recuerdo que te llaman el viudo de oro… estás muy cotizado entre las féminas solteras de alta
sociedad… - Bromeaba con él aunque aquello era cierto… Lo había escuchado mucho antes de saber
quién era él en realidad…
-¿¡Ah, sí!? – Lo sabía… durante años tuvo que rechazar muchas proposiciones de mujeres realmente
preciosas… Se escuchaban muchas cosas pero a él nunca le había interesado todo aquello… Ahora
bromeaba con ella… - ¡Vaya! ¿Y qué crees que dirán cuando se enteren de lo coladito que estoy por una
mocosa de veinticinco años? – Y la vio bajar la mirada ruborizada… Definitivamente lo estaba…
-No te lo tomes a broma… seguro que sales en los periódicos por esto… - En las portadas… serían
el comentario de todos… - Aun estás a tiempo de pensarlo mejor… tu imagen puede verse afectada por
toda esta historia… - Por supuesto que no quería que lo hiciese… pero… era cierto que perjudicaría a su
empresa toda aquella historia…
Se miraron y la estrechó a aún más a su cuerpo… la tenía totalmente pegada a él… Sujetaba su
cintura con delicadeza y acercó su mano a su pecho… ¿De verdad pensaba que iba a dejarla escapar?
¡No estaba tan loco!
-Si estás intentando convencerme para que renuncie a ti, lo siento Nancy, pero no tengo nada que
pensar… No me importa mi imagen, ni mi prestigio ni ninguna soltera de la alta sociedad, como dices. -
Y ahora no bromeaba… - No te perdería ni por todo el oro del mundo.
-Tus halagos no harán que se me pase el enfado. – Mentía… ya se le había pasado, y escuchándolo
decir aquellas cosas tan bonitas… ¿quién iba a tenerle rencor? – Que sepas que aún sigo enfadada
contigo… - Sonrió… aguantando para no reír… Michael lo notó… - …un poquito…
Pegó su cabeza con la de ella y le susurró al oído mientras giraban en aquella sala que se había
convertido en una pista de baile para ambos.
-Ya haré que se te pase ese enfado tonto… - Y la apretó aún más a su cuerpo… - Esta noche… ¿Qué
te parece si cenamos juntos? – Hizo una pausa mirándola mientras suspiraba… No se podía estar más
enamorado… - …en mi casa, los dos solos…
Lo miró fijamente y pensó. Juntos en su casa, solos… Sabía lo que significaba eso, estaba claro que
no era tonta. Bajó los ojos y trató de cambiar el tema, tal vez consiguiese que no percibiese su
nerviosismo.
-¿Sabes que es la primera vez que hacemos una fiesta todos juntos? Jefes, empresarios, arquitectos,
personal de mantenimiento… - Así conseguiría esquivar el tema. – Las cosas han cambiado desde que
estás aquí.
-¿Intentas evitar mi pregunta, Nancy? Porque te advierto que puedo llegar a ser muy, muy persuasivo.
-¡No, claro que no! – Mentía. La convencería, al final la convencería.– Es solo que ahora entiendo
muchas cosas. Has hecho que ya no haya distinciones entre ejecutivos y obreros, en la cafetería, en el
parking, incluso en los ascensores. – Sí, las cosas habían cambiado muchísimo. Pequeños detalles, tal vez
insignificantes para algunos pero muy importantes para otros. Para Michael todos eran iguales en aquel
edificio. – Y con Liz… - Sonrió solo de pensarlo. - …no hablaste con los jefes para el trabajo. Tú eras el
jefe. Me hiciste trampas. – Levantó la vista para mirarlo bien. Puede que sus mentiras, al fin y al cabo, no
fuesen del todo malas.
-Sí, te hice trampas, pero…
-Pero, escuchaste cada una de mis palabras. – No dejó que terminase aquella frase. No estaba
recriminándole nada. Al contrario.
-¿Lo dudabas? – No, claro que no. - Siempre he tenido en cuenta cada una de las cosas que te
parecían injustas y he tratado de cambiarlas pese a lo que los demás pudieran decir.
-¿Y eso lo has hecho solo por mi?- Sí, sabía que la respuesta era esa pero se moría de ganas por
escucharlo de sus labios.
Se paró en mitad de aquel salón y soltó su cintura unos segundos mientras acercaba sus manos a su
rostro. Sonriendo muy cerca de sus labios, acercándose a ellos para rozarlos suavemente. Una vez, otra,
mientras percibía aquel maravilloso aroma a perfume. ¡Cómo le gustaba aquel olor!
-¿Tú qué crees? – Le preguntó mirándola mientras la besaba despacio. El resto de los que estaban
allí, daban igual.
-Se está enfadando. – Dijo ella que vio como Sanders la observaba de lejos, su rabia se dejaba ver
aun en la distancia que había entre ellos. No podía disimularlo. - No deja de mirarnos, Michael…
-No me da miedo tu padre, Nancy. – Le contestó mientras lo miraba y volvía a sujetarla para seguir
bailando. – Y no voy a dejar que te haga daño nunca más… - Y lo decía totalmente seguro de sí… En
aquellos momentos era capaz de cualquier cosa por defenderla…
Sus ojos estaban ahí, sinceros, profundos… mirándola con ternura y fuerza a la vez… ¿Era acaso él
quien la salvaría de su padre? ¿Es que de verdad podía haber alguna posibilidad para ella de escapar de
todo aquel infierno? Alguien que de verdad la amase más que a su propia vida y se enfrentase a aquel
monstruo que la maltrataba…
-Trato de defenderme… no creas que me acobardo… pero es mucho más fuerte que yo y…a veces sus
golpes me dejan fuera de… - Sí le daba miedo… ella no era fuerte… - A veces sí me da miedo…-Dijo
mirando a la nada… - Me aterroriza la idea de que vuelva a…
Michael soltó su mano y la abrazó aún más fuerte, pegándola totalmente a su cuerpo. ¡Qué miserable
era! ¿Había golpeado a su hija porque ellos habían discutido! Sintió ganas de matarlo…
-Tranquila…- Susurró en su odio. La tenía ahí, pegada a su cuerpo, con los ojos cerrados y bailando
al compas de aquella dulce melodía. – Ya no estás sola, Nancy… Y no lo estarás nunca más…
Olió su perfume… se había puesto el que a ella tanto le gustaba… ¡Dios como le gustaba aquel
hombre! ¡Como le gustaba todo de él!
-Siempre hueles muy rico… - Y apoyó su cabeza en su pecho… olvidándose de todo y todos…
Michael la sintió y sonrió… Sabía que estaba enamorada de él… hasta los huesos… aunque ahora
estuviese haciéndose un poco la dura…
-¿Soñaras conmigo esta noche cuando deje mi perfume en tu ropa como la otra vez? – Sabía que aquel
juego era el que siempre habían tenido y el que tanto le gustaban a ambos… Nancy había dejado de
temblar… se sentía cada vez más cómoda a su lado…- Yo no he dejado de pensar en ti ni una sola
noche… - Y sujetó su barbilla para que pudiese mirarlo a los ojos. – Esto que siento por ti… es lo que
me hace respirar cada día, preciosa… - Y se agachó despacio, rozando sus labios suavemente…
La música paro y antes de ir a sus mesas Michael insistió en la cena de aquella noche, cuando
estuviesen hartos de la fiesta. Él cocinaría algo para ella y podrían estar tranquilos y juntos… Ella
aceptó, aún a sabiendas de lo que eso significaba…
No era tonta y sabía que aquella cena no solo sería para charlar… ambos estaban deseando arreglar
las cosas y poder volver a jugar, coquetear… besarse y acariciarse… como lo habían hecho antes…
Michael estuvo atento con Sarah aquella noche que por supuesto quiso saber si las cosas con Nancy
se habían arreglado. Aquel baile los había dejado a todos anonadados. En aquella mesa nadie dijo nada,
ni una sola palabra… solos los miraron mientras duró aquella canción, pendientes de aquellos abrazos y
aquella complicidad que mostraban.
Madison también quiso saber, para nada había imaginado que tenía algo con su hija cuando comenzó
aquella charla… y después, viéndolos tan juntos, observados por todos los presentes… Hacían tan buena
pareja… Su hija salía con un hombre mucho mayor que ella pero… ¡era tan atractivo y elegante…!
Cualquier mujer se habría sentido halagada solo por estar a su lado… Michael Harrison era todo un
caballero…
Allan lo miró acribillándolo el resto del almuerzo… al igual que su amigo Edward… ambos estaban
furiosos por aquella relación y por su forma de demostrarlo ante todos… Ya no se ocultaban…
Capítulo 18
CONOCIENDOTE DE VERDAD
El impresionante apartamento de Michael dejó a Nancy algo descolocada cuando, después de aquella
velada, decidió aceptar su invitación y se dirigieron al One 57 en el coche de aquel empresario… La
casa de Sanders y la de Steven, donde había vivido algunos años, no tenían nada que ver con aquel lujo
que se mostraba ante sus ojos. Desde luego le gustaba lo mejor y no escatimaba en gastos.
Mientras se daba una ducha rápida la joven se quedó recorriendo el lugar que le pareció algo frio,
era cierto que tenía unas vistas única de Manhattan tras esas cristaleras que recorrieran todo el
apartamento, y la decoración era realmente exquisita… pero muy fría, distante.
El salón era inmenso, decorado por un grandísimo sofá de diez plazas color blanco que separaba la
estancia en dos partes. A su lado una mesa de forma moderna, a juego con la alfombra negra, sin ningún
tipo de adornos encima. Elegante sofisticado… soso, frio para su gusto.
Alrededor de la estancia unas columnas inmensas de mármol blanco, junto a las cristaleras. La mesa
comedor negra, de cristal, bastante grande también con sillas de cuero a juego. Todo en aquel lugar era
brillante, acristalado, blanco o negro… pero faltaban tantas cosas… No era un hogar, más bien parecía
una residencia de paso…
Aquel piano negro del fondo sí que le gustó. Se acercó a él y se sentó en aquel banco. Llevaba
muchos años sin tocar. Aprendió con grandes profesores durante muchos años… tenía buenos recuerdos
de aquello.
Sus dedos comenzaron a tocar una suave melodía aprendida en las muchas clases que dio siendo una
niña, aún la recordaba. Acariciaba aquellas teclas, se le daba bien y lo sabía. Sintió la mano de Michael
en sus hombros desnudos pero no se sobresaltó, se sentía muy tranquila a su lado, él sabía calmarla pese
a todo lo sucedido entre ellos últimamente… Era un hombre con muchísima experiencia… sabía cómo
hacer las cosas con ella…
-¡Eres una caja de sorpresas, Nancy! – Le dijo mientras la acariciaba. La había escuchado tocar
mientras se duchaba… escuchó atento y sonrió… Tocaba de maravilla… – Siempre pensé que sabía
tocar el piano… pero, después de escucharte… tengo mis dudas…
-Gracias, parece que las clases en París sirvieron para algo… - Sonrió recordando aquellos días…
fueron buenos… antes de…
-¿Dónde está la trampa? – Preguntó bromeando con ella. - Es imposible que seas tan
maravillosamente perfecta. -La vio sonreír mientras agachaba la cabeza ruborizándose… Se acercaron a
la cocina donde Michael tenía pensado preparar algo para cenar. Algo que impresionó bastante a la joven
que no lo veía entre fogones… Tan elegante siempre, con sus trajes de grandes firmas y su carísimo
perfume… jamás pensó verlo tan desenvuelto cocinando…
-¡Caramba! ¡¡Qué sorpresa!! – Bromeó. - No sé por qué pero, no imaginaba que al final fueses a
cocinar tú.
-¿Y eso por qué? – Sabía por qué lo decía perfectamente.
-No sé, no tienes pinta de cocinar mucho… - Y sonrió con su comentario… - Aunque siempre
podríamos pedir comida a domicilio.
-¡Oye…! ¡Yo cocino muy bien…! ¿Sabes? – Se picó… ella sabía cómo hacerlo y a él le encantaba…
- Y pienso demostrártelo esta noche.
-¿¡Ah, sí!? – Lo provocó con esa mirada que tanto le gustaba a Michael.
-No siempre he sido empresario y rico, Nancy… ¿Por quién me tomas? - Le dijo mientras abría una
botella de vino de Chateau Haut-Brion, que tanto gustaba a su invitada… - Soy el mayor de cuatro
hermanos y tuve que trabajar muy duro para poder ayudar en casa e ir a la universidad.
-¡Vaya! – Dijo sorprendida. - ¿Entonces no fuiste un niño de papá?
Michael la miró sonriendo… ¿Un niño de papá? ¡Ella sí que había sido una niña criada entre lujos!
Colegios caros, viajes por Europa, modales exquisitos… Él solo había tenido una vida normal hasta que
se marchó a Los Ángeles y conoció a Elizabeth.
-¿¡Yo un niño de papá!? – Rió. - Señorita… - Dijo bromeando. – Está usted muy equivocada
conmigo… - Le encantaba picarla con sus bromas. - Le recuerdo que fue usted la que estudió en
Princeton, no yo. - Y le guiñó un ojo bromeando con ella. - ¿En cuánto ronda la matricula? ¿Treinta mil
pavos?
-Vale… - Le había ganado la batalla… tocada y hundida…
-Me hubiera gustado, no creas… pero se salía de nuestras posibilidades, sobre todo porque éramos
tres. Jeremy aún era pequeño pero Helen y Carol estaban ahí también y todos debíamos tener las mismas
oportunidades. – Seguía moviéndose en aquella cocina mientras hablaba con ella, cortando cebollas,
limpiando las verduras… Le gustaba verlo así. – Y si hubo alguna pequeña y remota posibilidad se
esfumó cuando mi padre se marchó de casa. – Nancy lo miró seria. No tenía ni idea de aquella historia.
¿Había vivido un divorcio de sus padres? - Columbus, Harvard, Princeton… quedaron totalmente fuera
de nuestro alcance…
Entre bromas y risas Nancy pudo escuchar la historia de aquel arquitecto que tuvo que trabajar desde
muy joven ante el abandono de su padre. Era el hermano mayor y aunque su padre siempre aportó un
dinero para ayudas, nunca fue suficiente para mantener una familia de cuatro hermanos. Estudió al mismo
tiempo que trabajó por las noches, aportando todo lo que podía en casa, junto a su madre que quedó
destrozada tras aquel divorcio. No solo económicamente, hizo de padre con sus hermanos más pequeños
durante años, cargándose toda la responsabilidad de aquella casa.
Él nunca había sido un niño rico, siempre vivieron bien, sin necesidad, pero las cosas cambiaron
mucho ante la marcha del padre de familia. Con él no tenía relación apenas, nunca perdonó aquel engaño
a su madre a la que dejó totalmente hundida.
Muchos años le costó a Danna reponerse de aquello, él siempre había sido el amor de su vida, todo
por lo que luchar y jamás esperó un engaño ni una despedida.
Lo miraba mientras bebida aquella copa que Michael le había servido, él cocinaba, se encargaba de
todo y bastante bien… La llenó de nuevo, beberían todo lo que ella quisiera de aquel fabuloso vino;
sabía que le gustaba.
-Espero que no estés tratando de emborracharme, Michael. –Sabía que no.
-¡Solo has bebido una copa!
-No estoy acostumbrada a beber y no quiero empezar a hacer tonterías. – Pero bebió de nuevo de
aquel maravilloso vino. ¡Le encantaba!
-No te preocupes. Si en unas horas no recuerdas quién eres y dónde vives, te dejaré quedarte aquí en
mi apartamento. – Bromeando, por supuesto.
-Necesitarás más de una botella para que tenga que quedarme a dormir aquí. – Nancy reía las bromas
de Michael. ¡Qué ocurrencia!
-¿Ah, sí? – Se acercó a ella y girando aquel taburete la colocó justo enfrente de él. Agachándose se
puso a un palmo de su cara. – Estoy seguro que tengo más de una botella en la despensa, ¿quieres que
vaya a buscarlas? - La vio agachar la cabeza sonriendo y sin separarse ni un centímetro de ella, levantó
su barbilla lentamente. Le gustaba tenerla así de nerviosa. - Me muero de ganas por meterte en mi cama,
Nancy, así que no me des ideas…
Trató de bromear con él, cambiando el tema, por supuesto, preguntando si también había cocinado
para Sarah alguna vez… había oído tantas cosas sobre ellos en aquel tiempo… Demasiadas. Quizás
fueran ciertas, seguramente muchas lo serían. En varias ocasiones los vio muy juntos, riendo con tanta
complicidad…
-Tú tienes un grave problema con Sarah, ¿eh? – Probó algo de comida en aquella cuchara de madera
que había pasado a Nancy primero… estaba delicioso… - ¿Por qué no lo solucionamos de una vez? ¿Qué
es lo que quieres saber? Vamos, pregúntame lo que quieras…
-¿La traes aquí como a mí? - Necesitaba estar segura… - No sé… tal vez a ella también le preparas
cenas románticas… - No quería siquiera acordarse de cómo la besaba aquel día en la cafetería… Ante el
silencio de Michael… siguió preguntando… estaba impaciente por saber la verdad…- ¿Habéis estado
juntos? Se escuchan muchas cosas sobre vosotros, por los pasillos y he visto como te mira. - Le
afectaba… - ¿Ella está enamorada de ti? Es lo que parece, además tengo la sensación que entre vosotros
ha habido algo más que unos besos, ¿o no?
No iba a mentirle, no iba a volver a cometer los mismos errores… sabía lo que deseaba saber, no era
tonto, y prefería que supiese hasta donde habían llegado antes de que volviese a sentirse engañada.
Apoyó sus manos en aquella encimera negra y la miró fijamente mientras le sonreía…
-¡Uauuuhh! ¡Eso parece más un interrogatorio, preciosa! – Riendo, bebió un poco de su copa…
- ¡Estabas deseando preguntar por lo que veo! – Curiosa, miedosa de sus respuestas. – Vamos a ver…
Sarah nunca ha estado aquí, aunque no lo creas eres la única mujer que he traído a mi apartamento.
Primera pregunta. – Nos conocemos desde hace muchos años, al igual que Edward y John. Todos
pertenecíamos a la misma pandilla, estudiamos en el mismo instituto y en la misma universidad y fue
entonces cuando estuvimos juntos. – Nancy levantó la mirada. Lo sabía, siempre lo supo.
-¿¡Fuisteis novios!? – No sabía para qué preguntaba esas cosas.
-Sí, Nancy. Estuvimos saliendo juntos unos años. - ¿Era celosa?
-Entonces, vosotros habéis… - ¿Cómo iba a preguntarle aquello sin ruborizarse? - … en fin, fuisteis
novios… ¡no?
-¿¡Me preguntas si me he acostado con Sarah!? – La miraba riéndose. Estaba tan graciosa en aquel
momento… - ¿Eso es lo que quieres saber, Nancy? – Sí, era eso, entre otras cosas. Le gustaba tenerla tan
descolocada por aquel tema. – Teníamos veinte años entonces, éramos muy jóvenes y obviamente en el
tiempo que estuvimos juntos mantuvimos relaciones sexuales.
-Dijiste que solo erais amigos. - Lo recordaba perfectamente.
-Y lo somos. Ante todo somos muy buenos amigos. Ya no hay nada entre nosotros más que una buena
amistad.
-No es lo que dijo Edward. - Miro hacia el suelo, triste.
-Edward, ¿eh? – Imaginaba cuantas mentiras podía haberle dicho para dañarla. … - Escúchame,
preciosa… - Suave, con delicadeza. - …tengo más de cuarenta años y Sarah y Elizabeth no son las únicas
mujeres con las que me acostado, pero no veo que eso deba ser un problema entre nosotros. Eso forma
parte de mi pasado y tú, pequeña, eres mi presente y mi futuro. - Dio media vuelta, rodeando los muebles
hasta llegar a ella, en el otro lado. – No tienes que preocuparte de nada, Nancy… Todos en el edificio
saben que estoy loquito por una cría de poco más de veinte años, por la que babeo como un adolescente
enamorado. - Sujetó su barbilla, la levantó y besó aquellos labios que tanto había añorado… - No me
interesa ninguna otra mujer que no seas tú, preciosa. Ninguna.
Preparó un delicioso cochinillo crujiente con caldo de papas y mojo, una especialidad de Danna que
encantaba a la familia. Mejillones con ensalada de apio, manzana, brotes de soja y nueces, y un cremoso
de mascarpone, de frutos secos y galletas que ya tenía preparado en la nevera.
Quiso ayudarlo y aunque él no aceptó, Nancy se puso a cortar unas verduras para adelantar algo…
Ella también era una buena cocinera… Michael hablaba de su vida, bromeaba con aquella jovencita
embelesada, mientras preparaba la maravillosa cena que degustaron en aquella grandísima mesa de
cristal, mientras observaban aquellas vistas de New York.
Charlaron durante horas en aquel apartamento, donde pudieron volver a ser los mismos de siempre.
Él quiso saber mucho más de ella, toda aquella historia de su padre, aquella gran amistad con Steven…
apenas sabían nada el uno del otro. Fue entonces cuando Nancy contó aquella escalofriante historia sobre
maltratos, abusos y amenazas. No era precisamente la vida deseada de ninguna jovencita.
Escuchó con atención cada palabra y las sintió suyas, muy dentro de él, seguro de el sufrimiento que
habría estado viviendo aquella jovencita que lo tenía loco… Aunque no especificó demasiado sus
detalles le contó toda la historia… Noches en velas, aterrorizada, sabiendo que él llegaría en cualquier
instante y que la obligaría a lo más bajo que pudiese llegar un ser humano. Golpes tras golpe solo por
tratar de defenderse… insultos salidos de aquella boca que durante años escuchó hablar de amor y
orgullo hacia ella… ahora solo había odio, desprecio, rabia, deseo…
Al principio pensó que lo merecía, seguro que habría hecho algo malo para que su padre la tratase de
aquella forma; Sanders no tenía control, estaba totalmente desesperado… Sentía lástima por él en algunos
momentos, cuando lo veía cabizbajo, solo en su despacho, llorando… bebiendo… Después todo se
volvió mucho más oscuro, se hizo mucho más violento y aquel deseo enfermizo hacia su hija lo hicieron
cometer los peores crimines con una cría que no sabía cómo salir de aquel infierno.
Siempre fue muy fuerte, defendiéndose, con golpes con insultos, pero sabía que después los golpes se
volvían aún más duros. Se mantenía firme, aguantando pero cuando se marchaba… Nancy se
desmoronaba, lloraba desconsoladamente mientras sentía terror por todo lo sucedido.
Ni siquiera podía contárselo a su madre… su padre le había dejado claro que si abría la boca y
contaba algo su hermana pequeña pagaría las consecuencias… Por eso trabajaba en aquel edificio… sin
ningún tipo de posibilidad de acceder a ningún otro puesto u otro empleo… la tenía amenazada con la
vida de su hermana pequeña…
Steven la ayudaba todo lo que podía económicamente, Nancy guardaba un dinero bastante agradecido
cada vez que podía para la operación de su hermana. Sabía que Sanders nunca pagaría la operación,
teniendo enferma a Evelyn podía hacer con ella lo que quisiera. Su única ayuda era Steven, que durante
años la ayudó a guardar un dinero en el banco, a escondidas de su padre. Se sintió avergonzado por
haberla insultado de aquella forma por aquel tema… ahora todo estaba claro y podía entenderla… pero,
¿cómo haberlo imaginado?
La operación no tardaría mucho, hacía unas semanas la llamaron para decirle que tenían un donante
que podía ser compatible con la pequeña. Fue Madison quien la llamó, al trabajo, temerosa de que Allan
no quisiera hacerse cargo de la operación y sin saber qué podía hacer al respecto.
-Está de más que diga que estoy aquí para lo que necesites. - Y no solo se refería a apoyarla
psicológicamente.
-No quiero meterte en esto… Ni siquiera sé por qué permito que Steven lo haga después de sus
amenazas… - Agachó la cabeza mirando aquel plato medio vacío. - …no sabes de lo que es capaz…
-Ya te he dicho que no le tengo miedo. - Lo dijo totalmente seguro de sí. – No me imponen sus
amenazas, sus chantajes, ni sus golpes. Si lo hace contigo es porque sabe que puede hacerlo… es tan
poco hombre y tan miserable que se atreve con alguien mucho más débil que él y se aprovecha de ello.
Sujetó sus manos apoyadas en aquella mesa, quería disimularlo, pero estaba temblando. Se las acercó
a sus labios, las besó dulcemente mientras la miraba fijamente… Sabía que tenía miedo de Sanders
aunque intentase hacerse la fuerte delante de todos.
-No volverá a hacerte daño, Nancy… no le permitiré que vuelva a tocarte nunca. - Sintió sus manos
acariciando su rostro, cerró los ojos… ¿Sería verdad? ¿Habría encontrado por fin una luz a toda aquella
oscuridad? – Hasta ahora le han venido muy bien las amenazas con Steven… imagino que ha estado con
el agua al cuello muchos años, sin poder defenderte como él habría deseado.
-Lo hizo, sé que ha tratado de defenderme siempre delante de todos. - ¡Cuantas mentiras se habían
dicho en aquel edificio de ella… y él siempre estuvo defendiéndola…siempre!
-Te aseguro que lo sé, yo mismo lo he presenciado… - Delante de él lo había hecho en varias
ocasiones…- …pero esta vez es distinto. A mí no podrá apartarme, yo no soy Steven y él lo sabe. - Se
acercó a ella sonriente y la besó en la mejilla mientras la levantaba de aquella silla.
Se acomodaron en aquel fabuloso chaiselong blanco, con una copa que Michael sirvió poco antes.
Allí pasaron horas charlando, de todo un poco. Consiguió sincerarse con ella como nunca lo había hecho
con nadie… habló de Elizabeth, de todo lo que había vivido tras su muerte… era la primera vez que
conseguía hablar de ella en todos esos años…
Lo cierto es que se sintió algo culpable por no tenerla igual de presente en aquellos meses, desde que
había conocido a Nancy. Ella había acaparado todos los minutos del día en su cabeza, no conseguía
pensar en nada más… solo en ella y en como deseaba besarla y acariciarla…
En todos aquellos años jamás estuvo con nadie, nunca logró pensar en otra mujer que no fuese su
amada esposa, sin embargo aquella jovencita que tenía sentada frente a él, había dado un giro total a su
vida y a su corazón.
La abrazaba mientras veían tranquilamente uno de los videos de Nancy en youtube, tenía especial
interés porque ella le explicase aquellos saltos que hacía tan maravillosamente bien. Así que, sentados
tranquilamente, riendo por las bromas, embobado escuchándola explicar cada paso, acariciando sus pies
descalzos apoyados en sus piernas… Michael tuvo muy claro que deseaba estar a su lado siempre…
¡estaba enamorado de aquella cría que se había metido en su alma en unos meses! ¡¡Enamorado!!
Totalmente, hasta los huesos, hasta la misma médula, vibrando a su lado, mientras la veía reír,
escuchando aquella preciosa voz, acariciando su pelo suave y sedoso.
¡Michael estaba enamorado de aquella chica y la quería en su vida para siempre… esta vez el destino
no podría ser tan cruel… ¿Quién iba a decirle a él, un empresario de cuarenta y cinco años que acabaría
enamorado de una chiquilla a la que doblaba la edad?
Siempre estuvo ahí, en New York, muy cerca de él, con una vida que jamás habría coincidido con la
suya de no ser por haberse casado con Elizabeth… El destino le había jugado una mala pasada hacia años
pero todo había sido para llegar hasta ahí… hasta Nancy, un maravilloso ángel que le había devuelto las
ganas y la ilusión por vivir…
La escuchó hablar muy emocionada sobre salchow, toe loop, flip, axel, giros, saltos triples, lanzados
y un largo etcétera, que conseguía toda la atención de Michael aunque no supiese nada sobre el asunto.
Notaba cómo vivía cada video… desgraciadamente nunca más volvería a patinar de aquella forma.
Apartó un mechón de su rostro, observándola dulcemente, deseaba besarla como nunca. ¡Tanto que la
había extrañado! No tardaron mucho en encontrarse allí, muy juntos en aquel sofá, besándose,
acariciándose… tenían tantas ganas de estar juntos…
Aquellos besos fueron suaves, delicados al principio, rozándose con cuidado, sin dejar de mirarse
fijamente… Se acercó aún más a ella y echando su cabeza hacia atrás la hizo abrir su boca para meterse
en ella, introduciendo su lengua, muchas veces, mientras se volvía loco con aquel contacto, con aquel
calor… ¡Dios, cómo la deseaba!.
-Quédate esta noche, Nancy… -Le susurró mientras mordía su oreja, su cuello, volviendo a rozar sus
labios que lo esperaban impacientes… La hacía perder el control, ya lo creo que lo perdía… ¡Tanto que
le gustaban sus besos! ¡¡Besaba tan bien, tan rico!! - ¡Vamos, quédate, nena!
No quiso quedarse pese a desearlo con todas sus fuerzas… Se apartó lentamente de él, sin dejar de
mirarlo, por el momento no quería hacerlo, era lo mejor.
-Aún estoy enfadada contigo. – Mintió.
-¡No digas tonterías…! Ven aquí… - Y metió su lengua de nuevo en aquella boca que deseaba con
locura sus besos… Podía sentirla temblar bajo sus brazos.
-Me gusta que me beses, Michael, me gusta muchísimo. Pero eso no significa que ya se me haya
olvidado todo. - Seguía mintiendo. Solo se hacía la dura.
-¡Oh, vamos, Nancy!- Echó la cabeza atrás en aquel sofá. ¿Cómo que enfadada?¡Estaba de coña! ¿De
verdad vas a irte? – Le preguntó mientras se levantaba y se acercaba a ella, muy cerca de la puerta…
intentaba provocarla. - A lo mejor consigo convencerte…
-Si de verdad todo lo que dices es cierto y no soy un simple calentón, me respetaras hasta que yo lo
decida. - No podía creer lo que acababa de escuchar…
-¿¡Cómo que un calentón!? ¡Nancy, llevo meses controlándome contigo! – Sonreía ante sus palabras…
¿De verdad iba a hacerlo esperar más tiempo? - ¡Por supuesto que no eres un calentón!
-Eso es lo que tú dices. - Se colocó el abrigo y la bufanda… cogería un taxi… - Pero, yo no lo sé.
-No perdería proyectos de miles de millones solo por llevarme a una chica a la cama… No soy tan
inconsciente… ¡Vamos, quédate al menos un poco más! - Y trató de acariciarla sin conseguirlo… Sus
manos lo pararon a unos centímetros… Sabía que si se quedaba más tiempo allí, con él, al final se
perdería y no encontraría las fuerzas suficientes para marcharse a casa…
-Voy a ponerle a prueba, señor arquitecto. - Bromeando, jugando con él. Lo vio asombrado por
aquellas palabras…
-¿¡Qué me vas a poner a prueba!? – No podía dejar de reír con las palabras de Nancy. Mirándola allí
de pie… segura de sus palabras.
-Sí. Dijiste que habías aprendido a no perder el control. Veamos si es cierto. - Siguió con su
explicación. - Yo no busco un hombre que solo quiera acostarse conmigo, de esos siempre he tenido
muchos, Michael, y nunca me han interesado. - Besó sus labios dulcemente y se dirigió a la puerta. –
Quiero un hombre de verdad, que me ame y me cuide, me mime y me respete… quiero ser todo para él,
porque él será todo para mí. Ahora te toca demostrar si eres el hombre que he estado esperando toda la
vida o eres como todos los demás.
Salió por aquella puerta dejando a aquel hombre solo en aquel apartamento…sonreía…le gustaba
jugar y sabía que estaba haciéndolo. Nancy era una chica muy impulsiva y de haber estado enfadada
nunca habría ido a su apartamento ni la habría dejado besarla. Siempre le gustó provocarlo y volvía a
hacerlo, dejándolo llegar al límite para luego apartarlo y ver su reacción… ¡Se volvía loco por aquella
joven y ella quería ver si aquello era cierto! Pero… le costaría… Llevaba años sin sexo, sin contacto con
mujeres y ahora ella lo ponía a prueba… ¡Era de locos! Pensó riéndose…
Y aquello que había dicho… Quería cuidarla y amarla por el resto de su vida, si ella le daba la
oportunidad… Quería ser todo para ella, su respirar, su existir, su gran felicidad… La amaba con toda su
alma… aunque ella no lo supiese aún…
Agachó la cabeza sonriendo y pensando en todo aquello… cada día estaba más enamorado de ella, no
cabía la menor duda…
Capítulo 19
UN DIA EN LA NIEVE
Faltaban tan solo dos días para Navidad y Nancy aún no sabía con quien la pasaría. Steven ese años
se iba a casa de sus suegros, enfermos, Emmie necesitaba estar con ellos ese año y aunque le propusieron
ir, decidió decir que no. Se trataba de una navidad en familia…ella no pegaba nada allí. Necesitaban
estar juntos, los dos. Después de lo sucedido en el gimnasio trató de mantenerse un poco alejada de su
amigo, era lo mejor para aquella pareja a la que quería de verdad. Si era cierto que Steven sentía aquella
atracción por ella tan fuerte, debía mantener un poco las distancias… más que nada por Emmie.
Le dijo a Steven que se quedaría en casa con Rebecca, su compañera de piso y su novio Williams, un
joven musculoso y simpático que pasaba muchas horas en casa con ellas. Llevaban unos meses juntos, no
mucho, pero la relación de ellos era muy apasionada y era complicado verlos separados durante
cualquier hora del día. Se besaban a cada minuto, bromeaban, se picaban y terminaban bromeando
mientras se besaban con pasión y entrega.
A veces era algo incómodo estar en medio de ellos pero eran muy buenos amigos y una pareja muy
carismática.
A última hora ellos habían decidido hacer un viaje y la joven Nancy se había quedado sola para
aquellas fiestas. Por supuesto que ellos no supieron nada sobre los planes de su compañera y amiga, de
haberlo sabido habrían cancelado el viaje para no dejarla sola; por eso mismo Nancy no dijo nada. De
todas formas no es que le entusiasmasen mucho aquellas fechas. Llevaba muchos años celebrándola de
forma muy distinta… ya no era lo mismo.
Visitó a su madre y a su hermana Evelyn, no podía dejar de compartir con ellas aquellas fiestas y
aunque ni se le ocurrió acercarse por casa, hacía años que no lo hacía, pudo verlas en un restaurante
donde quedaron para almorzar.
Madison estaba radiante en aquellas fechas, para ella a pesar de todo el infierno vivido durante años,
las navidades eran unas fiestas preciosas para pasar con la familia. Llevaba años intentando que su hija
mayor perdonase a Allan por todos aquellos golpes y regresase a casa, pero aquello era imposible.
Nunca pudo contarle lo que llegó a hacerle durante años… ¿Para qué? ¿Qué iba a conseguir con saber la
verdad? Madison amaba a Allan y se sentía muy responsable de cada uno de los golpes, por su
infidelidad, por todo lo que él había pasado por su culpa. Antes habían sido un matrimonio feliz, lleno de
amor, y todo se había desmoronado por su engaño. Se auto engañaba y trató de hacerlo con su hija muchos
años…pero Nancy tenía muy claro algo… nadie era responsable de las violaciones, de los golpes y los
insultos más que el propio Sanders.
Almorzaron mientras charlaban de los regalos que tenían para navidad, como cada año ellas se lo
daban días antes ya que no lograban reunirse en la misma casa desde hacía tiempo. Evelyn estaba muy
contenta con sus regalos y Nancy la veía mucho mejor con el tratamiento; dentro de poco tendría la
opción de operarse y las cosas cambiarían totalmente para aquella familia.
Era obvio que le preguntase por la relación que mantenía con Michael, aquel hombre tan apuesto con
el que sabía la unía algo y, pese a que Allan le comentó que no era bueno para su hija, Madison vio algo
en él que la hizo sentir todo lo contrario. No quiso dar muchas explicaciones porque sabía que Sanders le
sacaría cualquier información que ella le diese aquella tarde y que luego usaría para atacarla.
Se despidieron con besos y abrazos, contentas de volver a verse y deseándose unas felices fiestas.
Madison se marchó con la misma frase de siempre… deseaba que pensara las cosas y llegase a perdonar
algún día a su padre…
Ya lo hablaron en algún almuerzo, uno de los primeros, recordaba Nancy, en el que madre e hija
discutieron bastante sobre la situación que mantenían Sanders y ella. Alguno de los dos debía ceder y
olvidar para que pudiesen volver a ser una familia. Le explicó que lo estaba intentado, él había cambiado
mucho desde que Nancy se marchó de casa, ya casi nunca llegaba borracho a casa, las peleas eran cada
vez más escasas y nunca más volvió a ponerle una mano encima. Estaba arrepentido.
O eso es lo que Madison trató de hacer creer a su hija que obviamente no lo hizo. ¿Ya no bebía, ni al
golpeaba, ni la insultaba?¡¡Noooo!! La golpeaba a ella, la insultaba a ella! Sus humillaciones eran cada
vez más fuertes y continuas y aunque quisiera engañar a su mujer, a ella no podía hacerlo. Nancy lo
conocía perfectamente.
Por eso le dejó las cosas claras a su madre aquel día, mientras almorzaban y Evelyn había ido al
baño. Nancy nunca volvería a esa casa, nunca lo perdonaría, jamás podría volver a llamarlo padre…
Sanders era un monstruo y Madison no quería verlo… No iba a tratar de convencerla de lo que tenía
delante de sus ojos y se negaba a ver… pero tampoco podría hacerla cambiar de opinión a ella…
jamás…
Edward estaba bastante distante con Michael, lo cierto es que después de lo sucedido con Sanders no
habían vuelto a hablar, trataron de evitarse en el edificio, en los pasillos. Toda aquella historia lo tenía
muy cabreado.
Sabía que Michael se marcharía unos días a casa de su familia así que decidió ir a despedirse, eran
amigos a pesar de todos, aunque con todo lo sucedido últimamente las cosas se habían enfriado mucho
entre ellos.
John estaba con Michael en el despacho cuando escucharon la puerta, lo vieron aparecer mucho más
serio que de costumbre. Su saludo, su despedida fue totalmente cortés, deseando a su amigo unas felices
fiestas en compañía de la familia. Dando recuerdo para todos se marchó por donde había venido.
Su amigo trató de excusarlo, era normal que estuviese distante con todo lo sucedido, las cosas habían
estado muy revueltas con lo de Nancy, y Edward lo llevaba bastante mal. Se le pasaría, se
acostumbraría… tal vez después de aquellas fiestas las cosas se calmasen un poco y las cosas volvieran
a su normalidad.
-¿Cómo llevas lo de Edward? –Preguntó John sin ánimo de discutir con él.
Michael levantó la vista… Mal, por supuesto… Eran amigos desde la infancia, los mejores amigos y
le dolía muchísimo que no lo apoyase en aquel tema… Nancy era importante para él y Edward no parecía
querer entenderlo…
-Dale tiempo… Supongo que cuando vea que realmente estas enamorado… no se, tal vez… Tomaba
un trago de coñac Cuvee Leoni, relajado, sentado en uno de aquellos sillones frente a su colega. Suspiró
mirando a Michael… No, sabía que no se le pasaría… - Realmente me pareció denigrante la actitud de
Sanders el otro día… en mi vida había escuchado a un padre hablar así de su propia hija.- Cambió el
tema de conversación…
-Todo en Sanders es denigrante…
-Los golpes del otro día, en la sala de juntas… -Él también los vio… - Amenazaste a Sanders, ¿es
que fue él?
-Si.- Rotundo. – Y no es la primera vez… - No iba a ocultar la clase de persona que era. – Es un
cobarde que se cree muy hombre pegándole a una mujer hasta destrozarla.
John no supo ni qué decir… Se quedó helado, pensativo unos segundos… recordó el rostro de
aquella chica… Le habían pegado una paliza… No podía comprender cómo Sanders podía llegar a
maltratar a su hija… ¿Se había vuelto loco? Y, ¿por qué no lo denunciaba? ¡Era un salvaje! ¡Tantas
historias que escuchó en aquellos años sobre esa chiquilla! Pero, ni en sus más oscuros pensamientos
imagino nunca algo semejante.
-¿¡Sanders maltrata a su hija, Michael!? – Aún no podía creerlo. - ¿¡En serio esos golpes…!? Pero,
¿¡por qué no lo denuncia!? – No podía entenderlo. Miró a su amigo y recordó aquella historia de hacía
años…
-Porque la tiene amenazada desde que era una cría.
-Espera… ¿la denuncia que manchó el prestigio de Sanders hace años? ¡No me jodas! – La recordaba
perfectamente, todo el revuelo que se formó. Fue un escándalo impresionante. - ¡¡Era una denuncia de
maltrato y abusos, Michael!! – Y sus ojos no daban crédito a toda aquella información… ¡¡Eran ciertas!!
¡¡Siempre lo fueron!! - ¡Joder!
Todo lo que se escuchaba de ella por aquel edificio llegó a sus oídos hacia años, cuando Edward y él
compraron el veinte por ciento de las acciones de Robert, y en ningún momento pensó que todos aquellos
insultos pudiesen ser obra del propio Sanders. Así se lo explicó Michael, en aquel despacho, en el que
pasaron más de una hora, tranquilos charlando amigablemente mientras bebían aquel carísimo coñac de
más de 100,000 USD la botella. De vez en cuando le gustaba echarse alguna copa y desde luego le
gustaba beber lo mejor del mercado.
Pudo enterarse de todo lo que Nancy había vivido con Sanders, sus golpes, sus amenazas, sus
chantajes… había vivido un infierno y realmente muy pocas personas eran conscientes de ello. Ni
siquiera Edward que tan mal se había tomado todo aquello tenía idea de lo que aquel hombre le había
hecho a su hija… aunque de saberlo, tampoco le habría importado mucho.
Se había obsesionado con aquella chiquilla de una manera muy extraña, no atendía a razones, la
humillaba, la insultaba… ¿Todo por los negocios con Sanders? ¿Qué otro motivo podía tener? Se le
estaba yendo de las manos toda aquella historia y Michael no sabía cómo explicarle la situación…
Estaba enamorado de Nancy y no iba a permitir más humillaciones ni ningún otro tipo de trato ofensivo
para ella.
Nancy le había pedido pasar el sábado juntos, ya que pasarían las navidades en distintos sitios,
deseaba disfrutar de un sábado lleno de emoción y diversión a su lado. Harían una excursión con William
y Rebecca a las montañas Windham, donde tenían pensado esquiar durante horas, y hacer una parada en
un restaurante cerca de allí, con un pequeño zoo tras la tienda y un sendero por el que podías ver cabras,
conejos… pasarían un día estupendo allí.
No supo negarse a pesar de las dos horas y cuarenta y cinco minutos que le esperaban de carretera, y
eso solo para ir… Deseaba estar con ella y era incapaz de decirle que no a algo, mucho menos después
de haber solucionado la distancia entre ellos. La dejó en la duda hasta aquel día, diciéndole que trataría
de ir pero que debía mirar unos asuntos antes de contestar…cambiar fechas de reuniones…cosas así…
Mintió, claro que iría.
No llevó su Mercedes AMG de 585cv de siempre, para ir a las montañas sacó un impresionante
BMW X5 M, negro zafiro, un maravilloso todoterreno que tenía desde hacía poco y que no solía usar
mucho. Le gustaban los coches de lujo, la velocidad, la comodidad, la elegancia de aquellas dos
maravillas que le habían costado una pasta increíble. Aquel día lo llevó hasta la casa de Nancy en
Williamsburg, muy temprano, saldrían sobre las siete para poder llegar a tiempo del desayuno y así
aprovechar el día y las vistas.
La vio en la calle, con sus compañeros de piso, que guardaban sus cosas en el maletero de aquel
coche. Ellos se quedarían allí todo el día para aprovechar que la familia de William vivía en
Washingtonville, por lo que podrían desplazarse el día de navidad hasta allí que no distaba lejos del
lugar.
Salió del coche y sintió el cuerpo de Nancy abalanzarse sobre el suyo… La rodeó con los brazos y la
besó totalmente feliz… aquella chica lo llenaba de energía positiva… La elevó mientras la estrechaba
contra sí… ¡estaba preciosa con aquel gorrito de lana!
-¡Vaya, sí que te alegras de verme, preciosa! - Y tocó los flequillos que sobresalían por su frente…
-Al final has venido… -Y lo besaba llena de alegría.
-No me lo perdería por nada en el mundo… - La miró a los ojos…La adoraba… La amaba con todo
su ser… - ¡Estás preciosa!
La voz de William los interrumpió en aquel momento romántico, le fascinaban los coches y aquel que
tenía delante de él era una autentica maravilla. Hubo presentaciones y un montón de preguntas sobre
aquel BMW X5 M del que llevaba enamorado mucho tiempo, solo que no llegaba a su alcance
económico.
Hizo referencia a su sistema de suspensión autonivelada, al fabuloso motor 4.4 V8 M Twin Power
Turbo, con dos turbocompresores en paralelo con Valvetronic y la innovadora tecnología High Precision
Injection. Con 575 CV, capaz de reproducir entre 6.000 y 6.500 revoluciones por minuto. Con una
majestuosa apariencia y una inigualable versatilidad, William adoraba aquel maravilloso coche.
Acariciaba aquella carrocería mientras lo miraba enamorado… Michael sonrió aquel gesto.
-Por lo que veo, entiendes de coches… - Él no entendía de motores…
-Entiendo de maravillas como esta… ¡Dios, este coche es mi sueño! – Dijo mientras lo miraba
embelesado. –Debe haberte costado una pasta…
-Merece la pena… - Lo cierto es que eran coches caros lo que tenía, grandes marcas y grandes
comodidades que no cambiaría por nada. Nancy entendía ahora muchas cosas… dos carísimos coches de
lujo para un simple arquitecto eran demasiado… pero no para el dueño de una empresa como la que tenía
en Manhattan…
-¿Puedo entrar?-Preguntó señalando el interior…
Le echó aquellas llaves para que pudiese abrir y lo vio sentarse en el asiento del conductor… aquel
joven estaba alucinando… Él sonreía… Recordó su juventud, cuando se volvía loco por coches como
aquellos y soñaba algún día con tenerlos. La vida le había cambiado muchísimo desde entonces…
Michael llevaba ropa de nieve, pantalones bien ajustados Hystretch de color negro, jersey de lana de
cuello de cisne del mismo color y una chaqueta millennium color azul de Columbia. La bufanda, el gorro,
los guantes y las botas las tenía en el coche donde William disfrutaba como un niño.
Su ropa era cara, de marca. Estaba guapísimo, pensó Nancy que a pesar de tenerlo a prueba, como
ella decía, no pudo dejar de abrazarlo y besarlo… Allí, sentados dentro de aquel coche que aún le
parecía mucho más lujoso que el que siempre llevaba; lo miraba, conduciendo, sonriendo, hablándole de
muchas cosas, de amigos, de sueños, de comida, de bromas… ¡Se sentía tan bien con él!
El camino era largo y al rato de estar en carretera Nancy puso música… en aquel coche debía sonar
de maravilla… y cantó en aquel asiento, bromeando con Michael que conducía contento, mientras la
escuchaba cantar y la veía ponerle ojitos de enamorada…
La acarició varias veces durante aquel viaje… mostrándole cuanto le importaba, cómo le gustaba
estar a su lado, daba igual el lugar…pero con ella… Se miraban constantemente, cómplices, mientras
suspiraban llenos de amor el uno por el otro…
Aquel día lo pasaron de maravilla juntos, con aquella joven pareja que congeniaron muy bien con
Michael, mientras almorzaban allí, en un restaurante de la zona que disponía de comida fresca y de la que
comieron todos de la misma bandeja. Allí no había cubiertos finos ni vajilla de fina porcelana, pero el
ambiente era agradable y la comida bastante buena. Pidieron tortilla con tocino gouda y scallions
canadiense, la fuente del Labrador y algo de fruta… El pan era exquisito… Michael nunca había estado
en aquel lugar, rodeado de personas tan sencillas y pasándolo realmente bien. Tuvo que oír alguna que
otra charla de William que parecía el hermano mayor de Nancy, pidiéndole que no le hiciese daño, que la
cuidase, cosa que prometió hacer mientras acariciaba su mano y la besaba con dulzura.
Pasearon juntos por el sendero de atrás del restaurante, tranquilos, agarrados de la mano, mirándose
mientras bromeaban, parándose para besarse, abrazarse, dedicarse una muestra de amor en aquel lugar
tan maravilloso testigo de lo mucho que se amaban.
Había varias pistas, algunas de ellas avisaban de la dificultad, mejor solo para expertos y allí se
lanzaban Michael y William que parecían haber estado esquiando desde siempre. Arriba, Nancy y
Rebecca, decidiendo otro camino más seguro para bajar. Y allí las esperaban ellos, riendo ante las
caídas constantes de las chicas que no lograban mantener el culo lejos del hielo.
Era gracioso verla en aquella situación. Ella, toda una experta en patinaje, en mantener el equilibrio y
sin embargo aquel deporte se le resistía desde niña.
Esquiaron durante horas, o al menos lo intentaron… No faltaron las caídas, las risas, los abrazos, las
bromas… Todo lo que hacen los enamorados en un día maravilloso de nieve… Michael cayó varias
veces al suelo, empujado por Nancy que se abalanzaba sobre él para que perdiese el equilibrio; el esquí
se le daba bien y a ella no así que, ante sus constantes burlas, ella optaba por tomarse la revancha y
lograba tirarlo con ganas. Y allí, tumbado en la nieve, jugando como niños… llenándola de nieve por
haberlo dejado caer, revolcándose juntos, abrazados, mientras giraban en suelo helado, besándose,
acariciándose… Nunca lo había pasado tan bien como con ella…
-¡Ven aquí…! - Le decía cuando la veía intentar escapar de él después de haberlo tirado…
-¡Nooo…! ¡Era una broma! – Le decía riendo y tratando de escapar de sus manos.
-¡Con que una broma! ¿Eh? ¡Te voy a dar bromas a ti! ¡Ahora te vas a enterar de lo que es bueno! – Y
la giraba para llenarle la cara de nieve, helada, mientras no podía parar de reír ante las cosquillas de
Michael…
Suplicaba riendo, tratando de soltarse pero él era mucho más fuerte y al final siempre conseguía
dominarla… Sentía el contacto del hielo en su rostro, helado, y gritaba sin dejar de reír por sus bromas…
Ya se lo cobraría… Al final terminaban besándose, olvidándose de todos lo que pudiese haber
alrededor… Solo ellos importaban… ellos y el inmenso amor que sentían…
Subieron en las sillas hasta la cima, sintiendo el frío en sus caras, mirándose llenos de amor,
besándose durante el viaje hasta arriba. Abrazados, disfrutando de aquellos momentos tan maravillosos
en las montañas Windham, sin importarles las miradas de William y Rebecca tras ellos. No había nadie
más que importase, Nancy y Michael disfrutaban aquellas horas juntos como nunca antes lo hicieron. El
resto del mundo no importaba en lo más absoluto.
Nancy dormía en aquel asiento cuando Michael detuvo el coche, la vio agotada, preciosa, y se acercó
a ella para despertarla. Suave, con delicadeza, acariciándola, llamándola muy bajito mientras la besaba.
La miró ahí, tan indefensa… quería cuidarla siempre, de todos…
Abrió los ojos, él estaba ahí, mirándola muy de cerca mientras le sonreía… Lo abrazó, medio
dormida, lo besó suave, acarició su nariz con la suya… ¡Estaba tan enamorada de Michael! ¡Tanto que
había tardado en llegar a su vida!
-¿Ya no estás enfadada conmigo, preciosa?- Le preguntó muy cerca de aquellos labios. Sonreía
mientras seguía besándolo, una y otra vez… Ambos estaban locos el uno por el otro…y era muy obvio…
Lo echaría de menos aquellos días… ambos se echarían de menos…
Se quedó un rato con ella, en aquella casa… estaban solos… No era tarde así que Nancy preparó
algo para cenar juntos, tranquilos, mientras veían una de aquellas películas de terror que tanto le
gustaban… Allí, echada en el sofá, en su pecho, mientras sentía su mano acariciarla con delicadeza…
sutil…
Michael reía viendo aquella película… ¿de verdad le gustaba? ¡Era malísima! Pero cuando intentó
preguntarle la vio totalmente dormida, agotada… La miró sonriendo mientras la tapaba con una de las
mantas que había en el sofá… Volvió a mirarla, embelesado… no podía evitar estar tan coladito por
Nancy… Y se le notaba cada vez más…
Se movió un poco en aquel sofá, despacio, acomodándose, echándola cabeza para atrás y sintiendo el
peso de aquella joven encima de su pecho… cerró los ojos, la besó, y se quedó allí relajado, acariciando
su espalda, su cabeza… Se quedaría un rato con ella.
No supo cómo había pasado pero cuando abrió los ojos vio una camisa muy cerca de su cara… No se
movió, solo miró para arriba, despacio, viendo a Michael a su lado, dormido… Era por la mañana, ya
era de día y habían dormido juntos toda la noche, en aquel sofá… Era la primera vez que dormía con un
hombre y se quedó allí un rato, observando su rostro, bellísimo, su cuerpo, perfecto y fuerte… sus
piernas estaban entrelazadas con las suyas y sentía sus brazos rodearla… ¿¡En serio había dormido todas
la noche así con él!?¡Era un sueño!
Abrió los ojos y la miró… estaba tan bonita recién levantada… al menos él al veía impresionante.
No quiso despertarla aquella noche, quiso estar a su lado un rato, disfrutando de su precioso cuerpo
pegado a él y de sus maravillosas palabras que soltó dormida… pero él también estaba agotado y al final
se había quedado dormido por completo. Allí echados, toda la noche.
-¡Yo no hablo en sueños! – Dijo riéndose…
-Sí, claro que lo haces. - Apartó el pelo de su cara y la miró sonriendo… - Dijiste… te quiero
Michael. - Le susurró sin dejar de mirarla… poniéndola nerviosa… - Y lo dijiste dos veces…
Provocándola… le encantaba…
-¡No es cierto! ¡No he dicho eso! ¡Te lo estás inventando! - ¿Lo había dicho de verdad? ¡Qué
vergüenza! – Seguramente lo dije por otro Michael…
-¿¡Cómo que por otro Michael!? – Y pasó sus manos por aquella cintura que tenía muchísimas
cosquillas… - ¡Retira eso! – Y siguió haciéndola reír sin control mientras pellizcaba sus lados más
sensibles… sabiendo que se retorcía encima de él sin poder evitarlo…
Consiguió un te quiero de verdad… entre bromas y risas… ¡Claro que lo quería! ¿Lo dudaba?
¡Ambos sabían que estaban enamorados… no podían negarlo… se les notaba muchísimo!
Michael se incorporó y se levantó de aquel sofá…la tenía justo encima de su cuerpo, y podía sentirla
vibrar con sus manos. Por eso solo la acarició un segundo, rozando su cintura descubierta por aquel corto
chaleco que llevaba y la sintió pegarse a su boca, con ganas. Un beso, húmedo, otro, tirando de sus
labios, metiendo sus dedos entre su cabello. Agachó la cabeza y vio sus pechos pegados a él, casi podía
verlos completamente con aquella ropa. No podría controlarse como ella quería si seguía teniéndola
encima de aquella forma y sintiendo su boca mordiendo su cuello sin piedad. A Nancy le gustaba
hacerlo… a él le gustaba que lo hiciera… pero perdería las fuerzas para marcharse de allí si ella seguía
provocándolo de aquella forma.
-Será mejor que me vaya… - Y la miró allí a su lado… sin saber qué había pasado… ¿tanta prisa
tenía? – No me mires así, Nancy… - Lo vio quejarse del hombro… seguramente una mala postura en
aquel sofá… - Si quieres que te respete hasta que estés segura de lo que siento por ti, lo haré... pero no
me provoques de esta forma o vas a hacer que me dé un infarto. - Era más bien un ruego… - Me pones al
límite en cuestión de segundos y eso no es buena idea, te lo aseguro.
-Quizás sea parte del juego. –Bromeó. - A lo mejor quiero llevarte al límite para saber cuánto puedes
aguantar. - Y la vio sonreír mientras se mordía los labios. - Dijiste que nunca perdías el control por nada,
¿recuerdas?
Sí, claro que recordaba aquella conversación con ella. En la cafetería, mientras hablaban
supuestamente sobre vinos.
Se agachó y la miró muy cerca… pegado a su boca… a sus ojos…
-¿Quieres llevar al limite a un hombre que lleva tanto tiempo sin sexo y pretendes que no pierda el
control? – Preguntó seguro de que podría perder el control con Nancy si seguía queriendo jugar de
aquella forma… Frunció los ojos mientras la miraba… - Estás jugando con fuego, ¿lo sabes? Nancy bajó
la mirada a sabiendas que era cierto, pero le gustaba hacerlo, siempre le gustó, desde el principio. - Ten
cuidado… - Y la besó despacio, sin dejar de mirarla. - …podrías quemarte.
Capítulo 20
UN HOGAR SOÑADO
La mañana de Nochebuena fue estresante en las oficinas… Todo el mundo corriendo, pendientes del
trabajo y de los últimos preparativos para la cena de navidad, con las familias, con los amigos… Era día
de prisas, de entusiasmo, de alegría, de últimas compras y ganas de ir a casa pronto.
Michael también estaba bastante ocupado mirando unos planos en una de las salas de juntas. Edward
estaba con él, habían estado hablando un rato de aquellas fiestas; llevaban muchos años viviéndolas
separados y aunque lo invitó a pasarse por casa de su familia, un rato, Edward puso una excusa para no
hacerlo. Él sabía que no era bienvenido a aquella casa, ni sus hermanas, ni Jeremy, ninguno lo quería por
allí, solo que su amigo del alma no tenía ni idea de aquello
Nancy apareció pidiendo permiso y sacando un segundo a aquel arquitecto de aquella sala.
Necesitaba hablar con él… Llevaba un precioso conjunto de deporte negro, ajustado… No pudo evitar
mirarla de arriba abajo… era increíble el cuerpo que tenía y lo bellísima que estaba vestida así.
Entraron en una de las salas continuas para estar a solas. Edward había puesto mala cara pero
tampoco les importaba mucho… tendría que acostumbrarse a aquella situación…
Una vez allí la vio sacar de una bolsita, dos regalos bien envueltos en papel rojo, uno era un perfume
que había elegido para él. Estaba claro que no podía regalarle aquel carísimo Clive Christian que él
usaba, pero eligió una suave y fresca fragancia de Dolce&Gabbana, Light Blue, solo para él.
Sonrió al ver aquel perfume, lo conocía, y lo usaría a partir de aquel día, solo para ella.
Expresamente para ella. Otra pequeña cajita de terciopelo azul que puso en sus manos. Los había
comprado hacia tiempo, antes del enfado, después de la noche de patinaje exactamente, y como sabía que
pasarían aquellos días separados, deseaba dárselos antes de que se marchase a casa de su familia.
-¡¡Nancy, no tenías que comprar nada!! – La regañó levemente… Sabía de su situación económica con
su hermana y de verdad no necesitaba comprarle nada.
-¡¡Claro que sí, es navidad!! – Estaba muy contenta. - Solo que, ¿qué le regalas a un empresario rico
que lo tiene todo? Espero que te guste. - Y miró la cajita cerrada aún.
Dentro había una carísima pulsera negra de Gucci que dejó sin habla a Michael… ¿Por qué había
comprado algo así? Le gustaba, claro que le gustaba… Se trataba de una banda fina de unos siete
centímetros de ancho, con icono en oro blanco y corindón negro… Vio su nombre grabado y sonrió…
-Pedí que grabasen mi nombre para que puedas llevarlo siempre contigo, pero si no te gusta, puedo…
- Intentaba explicar por qué lo había hecho pero, no había nada que explicar.
-Me encanta, Nancy. - Le contestó antes de que pudiese decir nada más. Y se acercó a ella para
besarla.
-No sabía si sería de tu estilo pero como he visto que te gusta Gucci, supuse que… - Lo miró
sonriendo mientras veía como se colocaba aquella pulsera, resaltaba con aquella camisa blanca, le
quedaba genial y llevaría su nombre para siempre.
Se quedó unos minutos a su lado, rodeando su cuello mientras Michael se apoyaba en una de las
mesas y la acercaba hasta su cuerpo para abrazarla y besarla con ganas. Se echarían de menos aquellos
días… no podían evitar decirlo mientras rozaban sus labios… una y otra vez… seguramente algo
empalagosos para los que los viesen pero… tenían tantas ganas de besarse y mostrarse cuanto se amaban
que todo les daba igual…
Antes de irse a East Patchoque, Long Island, a casa de su madre, Michael quiso pasar a ver a Nancy.
No sabía si estaría en casa sobre esa hora, tal vez estuviese con Steven… No habían hablado de donde
pasarían aquellas navidades, pero dedujo que lo haría con su gran amigo, como cada año… Estaba
seguro que no lo pasaría con su madre y su hermana… estaría Sanders…
Su familia lo esperaba como cada año impacientes, ellos celebraban las navidades de forma muy
especial… para ellos esas fiestas eran especiales y hacían lo imposible para poder quedar todos y pasar
esos días disfrutando del hogar…
La vio abrir aquella puerta con un corto short, una camiseta de tirantas y el pelo recogido, sin
maquillar, sin arreglar. ¿No tenía frio? ¡Estaba nevando fuera… pero la casa de Nancy era cálida…
seguramente tendría puesta la calefacción porque notó el calor al entrar…
Le extraño verla de aquella forma, era tarde para estar aun sin arreglar… La hacía en casa de Steven
o a punto de salir… Entró y soltó el abrigo mientras la besaba…
-¿No te arreglas? ¿Es que has quedado más tarde?- Le preguntó mientras entraba en aquel
apartamento que estaba en silencio…
-No… - Contestó mientras se dirigía a la cocina… Estaba preparando algo para cenar… sola…
- Steven debe de estar en casa de sus suegros, este año están pachuchos y le ha tocado ir en estas
fechas… así que estas navidades estaré aquí en casa…
No era solo por eso. Después de aquel beso en el gimnasio y saber qué sentía por ella, no le parecía
buena idea estar con ellos en navidad. Emmie y él necesitaban estar juntos en familia. Era lo mejor para
ellos…
-¿¡Sola!?-¿Por qué no se lo había dicho? Sabía que sus amigos estaban fuera también…
-¡Ah, no te preocupes! ¡Cenaré algo ligero y me iré a la cama pronto! – Parecía algo triste aunque
tratase de disimularlo… - O tal vez vea una peli de esas románticas…
-¿Estás loca? No te voy a dejar aquí sola… - Olía muy rico… Nancy hacia galletas de limón y una
crema de almejas que estaba apartando del fuego… - ¿Por qué no me habías dicho nada?
- Michael, de verdad… no pasa nada… - Estaba seguro que no lo decía en serio…
-Vístete… - Seguro de sus palabras… - …te vienes conmigo… - Le dijo mientras le quitaba de las
manos aquellas galletas que trataba de decorar…
No podía dejarla así… ¿Pasar la navidad sola, totalmente sola? De eso nada… Se la llevaría a
casa… Sabía que su familia no dejaría de preguntar, de mirarla, de bromear…pero todo aquello daba
igual… Deseaba estar con ella para siempre así que, ¿qué más daba cuando la presentase en casa? De
todas formas Carol ya se habría encargado de informar a todos allí.
-¿¡Te has vuelto loco!? - ¡No podía ir a su casa de esa forma! Sin avisar, de buenas a primeras, donde
estarían todos… y ellos llevaban tan poco tiempo juntos… - ¡Michael, no puedo…! ¡Tu familia estará allí
y yo…!
Pero él no la escuchaba… Miró al pasillo y se acercó a una de las habitaciones, seguido de ella que
trataba de explicarle que era una locura llevarla a su casa… Todos preguntarían y después de llevar
tantos años sin estar con una mujer… ¡No quería imaginar sus caras al verla aparecer!
-¿Esta es tu habitación? – Le preguntó entrando en una de ellas… Su silencio lo hizo saber que había
acertado y abriendo el armario la obligó a coger algo de ropa, necesitaría algunas mudas… estarían fuera
unos días… Abrigo, pijamas, ropa cómoda y algo un poco más arreglado por si decidían salir algún
día…- ¿Voy a tener que vestirte yo, Nancy?
-Michael, no me importa quedarme aquí sola, de verdad… - Y lo vio acercarse a ella y meter sus
manos bajo aquella fina camiseta… No estaba bromeando…
-Te aseguro que estaré encantado de hacerlo… - Sujetando sus manos lo detuvo, agachó la cabeza
sonrojada… No le quedaba otra que vestirse… Michael no se daría por vencido…
Lo miró muy cerca de su cuerpo… estaba claro que o se vestía ella o lo hacía él… y se moriría de la
vergüenza si la veía desnuda… así que cogió algo de ropa para aquella noche y se vistió mientras
Michael apagaba el fuego de la cocina… ¿A su casa? ¿Con su familia? ¿Y qué iba a decir ella cuando la
vieran? ¡Michael estaba loco! Todos sabrían que ella no era una simple amiga… y ella no sabría qué
decir delante de todos aquellas personas que la observarían detalladamente… Y Carol… la recordó…
sabía que estaría allí y… a ella no podría negarle lo evidente…
Seguía haciendo preguntas mientras sujetaba aquella bandeja dentro del coche, camino de Long
Island, mordiéndose las uñas mientras él trataba de tranquilizarla. Había llevado sus galletas de limón y
la crema de almejas… ya que se presentaba sin avisar al menos no lo haría con las manos vacías…
Sentía temblar todo su cuerpo en aquel coche, pensando en el momento en que la vieran aparecer…
su familia allí, reunida, preguntándose todo sobre ella… sintió la mano de Michael en su pierna, lo
miraba, sereno, conduciendo, explicándole que todo saldría bien y que su familia la acogería
estupendamente… Eran gente normal, sencilla y aunque era cierto que ella era la primera mujer que
llevaba a casa en siete años… sabía que todos estarían encantados de tenerla con ellas…
No se lo había puesto mejor, la verdad… Todos estarían encantados y deseosos de saber quién era
ella y qué había entre ellos… ¿Y qué iba a decir ella? Ni siquiera sabía qué eran realmente…
No tardaron en llegar a aquella preciosa casa que se iluminaba con las luces de navidad, en el tejado,
las columnas, los arboles… Danna y sus hermanas lo hacían cada año… Todo estaba precioso… Ni
siquiera quiso salir de aquel coche cuando vio a una mujer mayor en el porche de aquella casa que
avisaba de la llegada de Michael a los que estaban dentro…
El brazo de Michael pasó por encima de su cabeza… Lo miró muerta de miedo… muy nerviosa… no
sabía cómo comportarse delante de aquella familia… ¿Y si metía la pata? ¿Y si decía algo fuera de
lugar? ¿Y si no les gustaba?
-Tranquila…todo saldrá bien…- La besó dulcemente mientras trataba de respirar… - …les vas a
encantar a todos… - Y abrió aquella puerta del coche mientras seguía mordiéndose las uñas tras él.
Lo vio dar la vuelta y abrir su puerta, tendiéndole la mano la sacó, dejándola a la vista de todos los
que habían salido a recibir a Michael. Pudo sentir la sorpresa de aquella familia que no esperaba ningún
acompañante. ¡Dios qué vergüenza! ¡Ni siquiera había avisado de que ella llegaría… no sabía dónde
meterse! ¿De nuevo en el coche? No era una opción…
Carol se dirigió a ella y la abrazó cálidamente mientras Danna se acercaba a su hijo. Hizo las
presentaciones allí mismo y todos pudieron sentir el nerviosismo de aquella jovencita… Era joven…
todos lo notaron, pero la trataron con total normalidad, acogiéndola con cariño entre ellos… Aún tenía
aquella bandeja en las manos, la respiración entrecortada y sentía arder sus mejillas…
-Me alegro de tenerte aquí con nosotros, hija… Carol nos ha hablado mucho de ti… - Escuchó decir a
aquella mujer mientras recibía un abrazo de ella.
Su brazo se entrelazó con el de ella y la dirigió hacia la casa, mientras le quitaba la bandeja de las
manos y se la daba a Michael. Iba tras ella, mirándola mientras le sonreía, ella temblaba y Danna se dio
cuenta de ello.
-Tranquila… - Acarició su mano… era cálida… - Estás en familia…aquí te sentirás como en casa…
- Parecía una buena mujer, dulce, serena, cariñosa…
Sintió unas ganas inmensas de llorar… ¿En casa? No…aquel dulce hogar no era su casa… era el
lugar con el que soñó siempre… Y pudo sentirlo con más fuerza al entrar en aquella casa, un lugar
precioso y acogedor que mostraba gentes corriendo, felices, alborotadas por la visita, los regalos…
La casa estaba cálida, la chimenea encendida, en ella colgaban calcetines de navidad con los
nombres de todos, y al fondo de la estancia se alzaba un maravilloso árbol de navidad blanco, con
motivos en azul… Los villancicos se dejaban oír mientras las peques jugaban en la alfombra a un juego
de mesa, se las escuchaba reír…
La mesa puesta, la comida a punto de servirse y un increíble aroma a pavo asado que llenaba todas
las estancias. No sabía qué decir, todos allí la miraban, la abrazaban, le hacían mil preguntas que no
sabía cómo responder. Entonces sintió unas manos fuertes en sus hombros, acariciándola, y pudo oler el
perfume de Michael…estaba detrás de ella, intentando calmarla.
Cerró los ojos un segundo, sonrió…Estaba bien, eran muchas emociones juntas, pero eran buenas…
Nancy estaba sentada al lado de Michael que presidía la mesa justo en frente de su madre. Como
hermano mayor fue el encargado de tronchar el pavo y hacer el primer brindis…Todos allí lo adoraban,
su madre se embobaba mirando feliz a su hijo, sus hermanas reían con él, contando historias de cuando
eran pequeños, sus sobrinas ilusionadas con los regalos de navidad, deseosas de ir a jugar, su hermano
que no hablaba, pero observaba detenidamente la actitud de Michael… volvía a ser el mismo de
siempre…
A su lado estaba Carol con las niñas y justo enfrente Jeremy, el más pequeño de los Harrison que
tendría su edad… la miraba totalmente embobado desde el mismo instante que la vio entrar en la casa…
conseguía ponerla nerviosa… Helen estaba a su lado con su esposo, era menor que Michael y mayor que
Carol… Se parecía a Danna muchísimo, ojos claros, pelo rubio y tez blanca… Los chicos no salían a
ella, eran morenos y su color de piel era algo más oscura, bastante altos y robustos… Seguramente se
parecerían a su padre… Aquellos hermanos se daban un cierto aire… Mirad a Jeremy era ver a Michael
de joven, con unos años menos… pero él era mucho más guapo, eso estaba claro… Estaba nerviosa.
Sentía la mano de Michael apretar su pierna en algunas ocasiones, cuando la veía tímida, callada,
tratando de no levantar la mirada del plato… Era extraño estar allí, con aquella familia encantadora que
charlaba sobre la infancia de aquel arquitecto, la ponían al corriente entre risas y bromas…
Danna rompió aquel silencio de Nancy preguntándole por su vida, todos querían saber cosas de
ella… Era la primera chica que Michael traía a casa desde hacía muchos años y era evidente que era muy
importante para él. Ahora estaba en familia y querían saber de ella… Sin intimidaciones, sin sentirse
incómoda… ellos la aceptarían con los brazos abiertos porque ella era importante para Michael…
Lo miró a él, sonriente mientras tomaba una copa de vino… No había mucho que contar… o al menos
no cosas que pudieran contarse salvo que trabajaban en el edificio y se habían conocido allí… Michael
era su jefe. No sabía qué más podía decir sobre ella…
-Bueno… no sé qué quieren saber… - Dijo cortada… No iba a hablar de su familia, estaba claro…
Titubeó mientras sentía todas las miradas fijas en ella… - Soy un chica muy normal… no hay mucho qué
contar, la verdad…
-Vamos, Nancy… ¡No seas modesta! – Soltó Jeremy… - Una estrella del patinaje como tú tendrá
muchas historias que contar… – La había reconocido de inmediato y era normal, ambos tenían la misma
edad… Y yo estoy deseando escucharlas… - Tenemos a una campeona mundial cenando con nosotros en
navidad, te aseguro que tienes mucho que contarnos…
-¿¡Cómo!? – Preguntó Danna asombrada, mirando a Michael y a la jovencita tímida que no sabía
dónde meterse en aquel momento.
-¡¡Michael!! ¿De qué está hablando?- Se escuchó a Helen.
Fue entonces cuando todos comenzaron a preguntar efusivos sobre el tema… ¡Una estrella del
patinaje! ¿De qué estaba hablando aquel joven? Querían saber, curiosos, todo lo relacionado con el tema
y no dejaron de soltar preguntas, emocionados, deseosos de saber quién era en realidad aquella joven de
la que Michael se había enamorado…
Nancy estaba súper agobiada, no sabía qué decir y Michael trató de ayudarla explicando a su familia,
curiosa, la historia que todos estaban deseando escuchar… quisieron saber más, sus viajes, sus sueños,
su retirada… estaban entusiasmados… ¡Tenían a una estrella mundial sentados en su mesa y ella no había
dicho nada! ¡¡Aquello era algo de lo que presumir!!
-Siempre estuve enamorado de ti…-Dijo Jeremy mirándola fijamente. - …como patinadora, por
supuesto… - Y miró a su hermano al que guiñó un ojo…La cara de Nancy se puso roja de repente. Tenía
un fiel seguidor delante de ella después de tantos años…
-Tranquila, con Jeremy no hay peligro… - Ambos sabían a qué se referían pero ella, algo contrariada,
no tenía ni idea…
-¿Tú que sabes? – Dijo su hermano riéndose… - Yo por una mujer así me volvería heterosexual en
cuestión de segundos…- Bromeaban ante la sorpresa de Nancy que no sabía nada sobre los gustos
sexuales de aquel joven. – Tú ten cuidado no vaya a ser que te la quite… Soy más joven y más guapo que
tu, hermanito…
Se llevaban bien, riendo sus bromas, picándose el uno al otro… Sí era cierto que era más joven que
Michael pero para Nancy… no había nadie más guapo e interesante que aquel hombre por el que
suspiraba sin ni siquiera darse cuenta… Lo veía sonreír en aquella mesa, rodeado de su familia… estaba
feliz… nada que ver con el hombre con el que tropezó meses antes… al que sintió triste y solo con una
mirada a sus increíbles ojos azules…
No tuvo más remedio que hablar sobre aquel pasado suyo que tantos buenos momentos le había dado
en su vida, pero que ahora estaba tan lejos de ella… Y así pudo ponerlos al corriente de algunos
campeonatos a los que se había presentado, siendo corregida por aquel joven que no dejaba nada en el
tintero… Sabía muy bien de su carrera profesional… y cuando ella trataba de eludir su fama él la
corregía delante de todos, elogiando sus triunfos y su maestría única en la pista de hielo…
-Eras la mejor, Nancy… - Sí que la adoraba… - No había nadie como tú y lo sabes… Arriesgada,
bellísima, elegante, sensible, sublime… - La elogió desde el corazón… Haciéndola agachar la cabeza…
- Verte patinar era… mágico, Nancy… - Agradeció sus palabras y sus miradas llenas de emoción…
Realmente sentía cuánto le decía… podía notarlo en sus ojos llenos de sentimiento por verla en persona,
por tenerla sentada cerca… - ¿Cómo se llamaba ese chico con el que patinabas? ¡Oh, era fabuloso a tu
lado! – Brian McDyllan. - ¡No volvió a ser lo mismo sin ti! Michael la vio nerviosa cuando Jeremy sacó
a relucir su accidente en las olimpiadas, eso suponía hablar de muchas cosas que la harían sentir mal por
lo que trató de cambiar el tema de conversación… No debía ser fácil para ella tantas preguntas y
emociones en la misma noche…
-Después de aquella caída me dejaron muy claro que si volvía a tener un accidente, sería el final de
mi carrera… Y desgraciadamente caí por las escaleras meses después así que… no pude volver a
patinar. - Soltó ante el interés del joven que no parecía haber pillado las evasivas de Michael… Hubo
lesiones muy severas para una patinadora y… bueno, no fue fácil pero me refugié en el baile y logre
encontrar otro sentido a mi vida.
-Pero, nunca más se supo de ti… - Dijo melancólico…
-Sí, claro. – Sonrió ruborizada, nerviosa. - Traté de pasar desapercibida en esos años, era lo mejor
para poder superar lo sucedido… - Lo necesitó para reponerse… - Ser patinadora olímpica era mi sueño
y después del accidente no hubo más posibilidades para mí. Era mejor evitar a la prensa, las preguntas,
las palmaditas en la espalda…
No pudo seguir hablando… sus palabras se cortaron, miró hacia la mesa y trató de no venirse
abajo… La mano de Michael apretó la suya mientras le pedía a su hermano acabar con aquel tema. Nancy
lo pasaba mal hablando de ello y se disculpó por su insistencia… no había sido su intención hacerla
sentir mal…
-Voy a brindar por ti. - Jeremy levantó su copa seguido de los demás… Cambió el tema de
conversación, para nada quería que aquella noche hubiesen malas vibraciones. - …gracias Nancy, porque
has hecho que mi hermano vuelva a tener ganas de vivir… - Soltó haciéndola sonreír. - … porque tú nos
has devuelto al Michael que perdimos hace muchos años y al que pensamos que nunca más
recuperaríamos.
Aquellas palabras aún sonaban en su mente, allí fuera, en aquel porche, mientras trataba de pensar en
todo lo que acababa de vivir en aquella casa. Un maravilloso hogar que le había abierto sus puertas como
nunca nadie lo había hecho, un cálido hogar como el que recordaba de pequeña… hacía muchos años,
antes de que Sanders se convirtiese en un ser despreciable…
Sí, aquel lugar era maravilloso… y solo tenía ganas de llorar pensando en lo feliz que sería allí, con
ellos… con una familia tan adorable como aquella…
Oyó que la puerta se abría y vio a Michael tras ella, tratando de abrazarla y taparla con una de las
mantas que cogió del interior. Hacía mucho frío para que estuviese allí parada y sin abrigo. Sintió su
cuerpo estrecharla y su calor, mientras acariciaba su oreja con aquellos labios que tanto deseaba.
-¿Qué haces ahí fuera con este frío? ¡Vas a helarte, preciosa! – Podía sentir su cuerpo pegado al de
ella y olía su maravilloso perfume que tanto le gustaba. - ¿Qué sucede, preciosa? – Le preguntó
preocupado por ella… - ¿Es que no te encuentras bien?
-No… no es eso… es que… - No sabía cómo decírselo… sin que pudiese ofenderse…
-¿Demasiadas preguntas en una sola noche? – Sabía que habían sido muchas emociones en tan solo
unas horas… Su familia estaba deseando conocerla y tal vez a ella eso le hubiese superado… Lo siento,
pequeña… Sé que debe ser difícil para ti encontrarte con una familia entera haciendo preguntas y
queriendo saber todo de sobre tu vida… - La entendía… y los entendía a ellos… - Pero, eres la primera
chica que traigo a casa desde lo de Elizabeth y todos andan deseosos de saber…
-No, Michael, no es eso… Bueno, un poco sí, pero…- Se sinceró…
-Quizás necesitabas un poco más de tiempo antes de traerte hasta aquí y presentarte a mi familia.
- Pero, no podía saber que iba a pasar la navidad sola… y él lo tenía tan claro con ella. - Entiendo
que eres joven y que las cosas han ido muy rápido, tal vez demasiado para ti. No pretendía agobiarte.
-Michael no me has agobiado, no necesito tener diez años más para saber que quiero estar contigo
siempre. Desde que te conocí supe que eras tú el hombre con el que deseaba compartir mi vida… - Era lo
único que tenía bien claro en su vida… - …pero, es que tu familia… es maravillosa. Soltó totalmente
sincera. - Todo lo que hay ahí dentro… lo he añorado desde hace muchos años. He echado de menos
pasar estas fechas en familia, con amor, paz, regalos, risas y un enorme árbol de navidad blanco cerca de
la chimenea. - Cerró los ojos y echó la cabeza en el pecho de Michael que trataba de hacerla entrar en
calor. – Es exactamente lo que tú tienes ahí dentro y tengo miedo de encariñarme con ellos, de sentirme en
casa y de estropearlo todo en cualquier momento.
-Pero, ¿por qué ibas a estropearlo, Nancy? – No dejaba de abrazarla y cubrirla con aquella manta,
con la que entraban en calor los dos…
-Ni siquiera sé qué somos, Michael. - Pudo sacarlo por fin ante la sorpresa de Michael. – No me has
dejado claro en ningún momento si solo soy tu amiga, tu ligue, la chica del momento…
-¿¡La chica del momento!? – Rió su comentario… ¡estaba en su casa, con su familia…! ¿¡Cómo que la
chica del momento!?
-Me has traído hasta aquí solo porque no querías que estuviese sola en navidad… - Agachó la
mirada. - …por lástima y te juro que te agradezco tu preocupación por mí y el detalle que has tenido
conmigo pero tengo miedo de decir algo sobre nosotros que no deba. Todos preguntan y yo no sé qué
contestar. - ¿De verdad le hacía falta una respuesta? - No sé que está bien… qué está mal… ¡No quiero
que te enfades y estropearlo todo!
-Ei…ei… Tú no vas a estropear nada. - La giró para poder mirarla a los ojos. - No creí que hiciera
falta explicar qué somos… para mí es muy obvio y pensé que para ti también. - Tocó su nariz helada con
la suya y la besó despacio. - No eres mi amiga, no eres mi ligue y por supuesto no eres la… ¿chica del
momento? ¿De dónde has sacado eso? - Volvió a reír sin dejar de mirarla. - No te he traído hasta aquí por
lástima, Nancy, estás en casa de mi madre, con mi familia… y sí, es verdad, no quería que estuvieses sola
en navidad pero, te prometo que si estás aquí es sólo porque eres muy importante para mí.
-¿De verdad no dices eso para que me sienta mejor? – Lo miraba con unas ganas inmensas de que
aquello fuera verdad… estaba loca por aquel hombre y tenía tanto miedo de que todo se volviese a
estropear entre ellos…
-Tenías razón cuando dijiste que estaba loquito por ti y que me hacía el duro contigo. - La vio agachar
la mirada, sonriendo… ella siempre supo de sus sentimientos. Era sincero con ella, ya no importaba nada
más que ellos dos… - Solo trataba de mantenerme firme y sereno, dedicándome a mí trabajo, mis
proyectos como siempre. Debía seguir siendo un gran empresario serio y responsable pero tú me hacías
perder el control solo con una mirada, con una caricia. - No dejaban de mirarse muy cerca… era sincero,
no mentía… - El simple hecho de tenerte cerca, de pensar en volver a besarte, me hacía sentir como un
adolescente perdidamente enamorado de una mocosa que me tenía en sus manos… totalmente…
-¿De verdad estás enamorado de mi, Michael? – Y aquella pregunta lo hizo bajar sus manos hasta la
cintura que pellizco, tratando de hacerle cosquillas. Se hacía la loquita delante de él. Sabía perfectamente
que sí… lo sabía desde hacía mucho tiempo. - Dímelo otra vez.
Desde luego no podía negar que todo en ella le fascinaba… no se trataba de lo bellísima que podía
ser aquella joven que tenía en sus brazos… sus bromas, sus risas, sus miradas fijas a sus ojos, a su
boca… su vida entera… Todo en ella era maravillosamente perfecto para Michael… para aquel hombre
que se moría de amor por ella…
-Nancy Sanders… - La llamó dulcemente mientras clavaba sus preciosos ojos azules en los de ella. -
…estoy locamente enamorado de ti… - Se agachó para besarla, tapados en aquella manta, sintiéndola
muy cerca de su cuerpo mientras le rodeaba el cuello para sentirlo aún más. El calor ahí dentro era
evidente mientras rozaban sus labios con entrega.
-Entonces, ¿somos novios? – Preguntó sonriendo mientras se separaba de aquella preciosa boca que
sonreía sus preguntas.
-Sí, preciosa… somos novios… - Feliz y sonriente a su lado. - Y ahora, calla y ven aquí… Abrieron
sus bocas y rozaron sus lenguas, una vez, otra, metiéndose dentro del otro con todas las ganas del mundo.
¿¡Cómo podía sentirse tan vivo en sus brazos, a su lado, en sus labios!? ¡Tanto que le hacía sentir
aquella jovencita con solo mirarlo a los ojos! ¡¡Tan enamorado que estaba de ella!! ¡¡Locamente
enamorado de Nancy!!
-Anoche conseguiste escapar de mi apartamento… - Le dijo casi en susurros, mirándola muy cerca a
los ojos, a sus labios. - …pero esta noche, no podrás poner excusas, Nancy. - La estrechó todo lo que
pudo, rozando su boca con la punta de su lengua. Respirando pegado a ella. - Tendrás que dormir
habitación, en mi cama, conmigo… pero, como somos novios… no te importara, ¿no? - Y la miró
provocándola mientras la sentía nerviosa en sus brazos solo de pensarlo.
-¿No hay más habitaciones? – Preguntó nerviosa solo de imaginarse en la cama con Michael.
-No, pequeña. No hay más habitaciones. - Sonreía sintiéndola temblar. - Y de haberlas, te aseguro que
buscaría la forma de ocuparlas esta noche para que no pudieras dormir en ellas. - Estaba claro lo que
buscaba… estar con ella a toda costa.
-Queda el sofá… se ve grande y bien cómodo. - Ahora lo provocaba ella. No quería que durmiese en
el sofá… lo quería a su lado.
-¿Ah, sí? – La miró provocándola. - ¿¡Me vas a hacer dormir en el sofá!? - Y lo dejó con la duda unos
segundos, riendo después y negando con la cabeza mientras se lanzaba a su boca, de la que se apoderó
totalmente. Sensual, dulce, besando sus labios con sabiduría, mordiendo con cuidado, metiendo su lengua
que buscaba la suya… encontrándola al instante y saboreando aquel momento de entrega.
Escucharon voces, los buscaban. Rieron, se soltaron y entraron en la casa…aún quedaba mucha
navidad por celebrar.
Todos estaban tranquilos allí sentados, junto a la chimenea, contando historias sobre Michael,
poniendo al corriente a la joven Nancy que se sentaba en aquella alfombra junto a Carol y Helen. Tenían
mucho que contarle sobre aquel apuesto hombre tranquilo y hogareño que volvía a sonreír como
siempre… gracias a ella…
La veía sonreír escuchando aquellas historias sobre lo ligón que había sido en su juventud y sobre lo
maravillosamente bien que cantaba. Edward, John y él habían formado un grupo en los tiempos de
universidad y aunque hacía muchos años de aquello, siempre había tenido muy buen oído y muy buena
voz… bromeaban sobre las voces tan bonitas que hacían los tres juntos y por supuesto algún día tendría
que cantarle algo a ella… No iba a ser en aquel momento, por supuesto, pero Nancy lo miraba sonriente y
feliz escuchando cosas de su juventud…
Danna se sentó al lado de su hijo que la abrazó y la besó con dulzura… Veía a su hijo totalmente
embelesado con aquella jovencita y era tan feliz por verlo de aquella forma… Su amado Michael, su
adorado hijo mayor, volvía a estar vivo…
-¡Es preciosa, cariño! – La escuchó decir con lágrimas en los ojos. - La abrazaría y la besaría hasta la
saciedad… tengo tanto que agradecerle a esa jovencita, hijo… - Sentía las manos de Michael en su
espalda, la acariciaba. - Jeremy tenía razón… pensábamos que te habíamos perdido para siempre…
Vio lágrimas en las mejillas de su madre, hablaba bajito, solo para él mientras el resto bromeaba
sobre su vida junto a Nancy…
-Y ahora estás aquí de nuevo… feliz, vivo, con ese brillo en los ojos que perdiste hace tanto… Miró
a su hijo amándolo con todo su ser. - La vida ha sido tan injusta contigo, hijo mío… pero has vuelto…
-No llores, estoy bien. - Secó aquellas lágrimas y la abrazó, apoyando su cabeza en su pecho. Ella sí
que había sufrido durante todos esos años, por su padre, por Jeremy, por él. ¡Amaba tanto a su madre…! -
Y no volveré a irme nunca más.
Las nenas comenzaron a gritar alrededor del árbol… aún faltaba la estrella… todos había estado
esperando al primogénito para colocarla y ante la sorpresa de la nueva visita habían olvidado
colocarla…
Se levantaron y rieron mientras se acercaban a aquel precioso y enorme árbol blanco… Danna
adoraba aquellas fechas y siempre preparaba la casa con todos los detalles…incluyendo cientos de luces
alrededor de la casa, calcetines encimad e la chimenea y un impresionante árbol de navidad presidiendo
el salón…
Miró a Nancy a su lado y le cedió la estrella… Ahora ella formaba parte de aquella familia y
deseaba que colocase la estrella en la cima… La elevó mientras trataba de colocarla… no llegaba bien
pero los brazos fuertes de Michael la auparon para que llegase hasta arriba…
El árbol se encendió, la estrella brilló en lo alto y todos cantaron un villancico mientras reían y se
abrazaban… Eran una familia maravillosa que se amaban de verdad… abrazado a aquella jovencita que
disfrutaba de aquellas fiestas a su lado, con su familia… Miró a su madre, embobada viendo a su hijo
junto a aquella chica que lo llenaba de vida… pasó su brazo por encima y la abrazó también… a las
dos… tenía a las dos mujeres más importantes de su vida ahí, con él, mientras tarareaban unas canciones
populares y brindaban con algo de ponche casero… Serían unas maravillosas navidades…
Capítulo 21
EL REGALO MÁS ESPECIAL DE TODOS
Aquella habitación era bastante grande y confortable, cálida y con una cama muy grande… ¡Una cama
muy grande! ¡Iban a dormir en la misma cama!
Era la primera vez que estaba en una habitación con un hombre y estaba tremendamente nerviosa,
sentada en un rinconcito, tocando aquel vestido que llevaba puesto y esperando a Michael, que había ido
a lavarse los dientes…
Miró su maleta… no había metido mucha ropa… su pijama de franela y su cómodo pijama que usaba
en casa… Poca ropa para aquellos días y algo para el aseo personal… Recordó su sofá… habían
dormido juntos hacía unos días, pero… no era lo mismo… Allí se habían quedado dormidos viendo una
película… vestidos… ahora estaban ahí, con una gran cama que los esperaba… y estaba temblando…
Lo vio entrar y comenzar a quitarse la ropa… ¡delante de ella! Ni siquiera se giró un poco, Michael
se desabrochó aquella camisa ajustada color vainilla con la que estaba guapísimo y dejó ver su torso
bien cuidado mientras se colocaba un pijama de invierno. Lo vio desabrocharse aquel pantalón y en
pocos segundos lo tuvo allí, en calzoncillos… un cómodo y sexy bóxer negro que se pegaba a su cuerpo
bien cuidado por el ejercicio. ¡Estaba tan guapo desnudo!
Se colocó su pijama de invierno mientras le hablaba de cómo había ido la cena, sin percibir la
timidez de la joven que se sentaba en un lado de la cama, aún vestida…
Su jersey, su camisa, ni siquiera quería mirarlo aunque lo deseaba con locura… estaba más nerviosa
que nunca y por fin Michael pudo notarlo. Se acercó a ella, la levantó de la cama y la besó en la nariz
calentita…
-¿Si quieres puedo ayudarte a ponerte el pijama? – Sabía que estaba muy nerviosa así que trató de
bromear… Se giró mientras se quitaba aquel vestido y se vestía para dormir…
Pijama de franela…tapadito… color rosa… se metió en la cama y sintió el cuerpo de Michael
pegado al suyo… Era muy tarde, cerca de las tres, estaban agotados, así que permanecieron ahí juntos,
entrelazando sus manos bajo aquel edredón, notando la respiración y el calor muy cerquita de sus
cuerpos.
-Tranquila… - Le susurró en el odio mientras la abrazaba… Sabía que estaba nerviosa, asustada…
era la primera vez que estaba así… en la cama con un hombre y después de la experiencia con… - Cierra
los ojos y relájate… No pasa nada… - Sujetó su mano y metió sus dedos por entre los suyos, mientras la
rodeaba con sus brazos y trataba de hacerla sentir segura y cómoda…
No pudo dormir enseguida, al contrario que Michael que se quedó cuajadito abrazado a ella. Lo
miraba, durmiendo a su lado, acariciaba su pelo, besaba su rostro, recostaba su cabeza en aquel pecho y
sentía sus brazos rodeándola…No quería que aquello se acabase nunca…
¡Y tanto miedo que había tenido aquella noche solo de pensar en…! No habían hecho nada… solo
dormir… y había sido genial estar a su lado toda la noche, despertándose en mitad de la madrugada y
observando su rostro sereno y bellísimo… ¡¡Quería estar así para siempre!! Y se recostó en su pecho,
cerrando los ojos, oliendo a Michael durante horas y sintiendo como la abrazaba y la acariciaba, medio
dormido…
Los gritos de las niñas los hicieron despertar…los regalos estaban en el árbol…había llegado santa
Claus, dijeron al abrir la puerta de aquella habitación y haciéndolos sobresaltar.
No se levantaron de inmediato, Michael miró a su lado, Nancy estaba realmente preciosa mientras se
esperezaba. Pasó sus brazos por encima de ella y la abrazó, no podía ser más feliz solo por estar a su
lado. Habían dormido juntos toda la noche, muy pegaditos.
Besó despacio aquellos preciosos labios mientras le daba los buenos días, una vez, otra vez,
cerrando los ojos, sintiéndola muy cerquita de su alma que vibraba a su lado; escuchándola decir lo bien
que había dormido y las ganas inmensas de seguir allí para siempre.
-Es cómoda mi cama, entonces, ¿no? – Y se movió hasta colocarse encima de ella, pasando sus
brazos alrededor de su cuerpo y acariciando su rostro mientras la miraba totalmente enamorado.
-Tonto, no es por la cama… - Le dijo pasando sus manos por su cabello alborotado. ¡Estaba
tremendamente guapo recién levantado. – Te sentía abrazarme toda la noche y… nunca antes me había
sentido tan segura como cuando estoy a tu lado. – Se incorporó solo un poco hasta rozar sus labios. –
Gracias…
-¿¡Vas a darme la gracias por dormir contigo, Nancy!? - Preguntó extrañado y sonriendo, sin dar
crédito a lo que escuchaba.
-Por hacerme tan feliz… por hacerme sentir lo que siento cuando me besas… por hacerme vibrar
como nunca pensé poder hacerlo… - La adoraba…
La miró fijamente rozando su cabello con las manos… La tenía justo debajo de su cuerpo y tenía
tantas ganas de hacerla suya… pero solo sonrió mordiéndose los labios, mirándola pícaro, sensual…
-Te juro Nancy que voy a dedicar cada día, cada segundo de mi vida en hacerte la mujer más feliz del
mundo. – Y aquello era una promesa solemne, de por vida.
-¡Qué bonito, Michael! – Le dijo llenándolo de besos por toda la cara. - ¿Sabes qué? ¡Ya sé que voy a
pedirle a Santa para el año que viene! – Le soltó riendo. – Poder despertarme cada día a tu lado, Michael
Harrison…
-Llegas tarde, preciosa… - Dijo pegado a su boca, rozando sus labios, su nariz… jugando con ella.
Paró y la miró fijamente, solo un segundo. –…porque ya se lo he pedido yo… No pudo llegar a sus
labios a tiempo. La puerta de la habitación se abrió de golpe, dejando entrar a Jessica, la sobrina
pequeña de Michael que gritaba como loca por los regalos que había junto al árbol. Se tiró encima de
aquella cama, encima de Michael y Nancy que rieron su felicidad y su ilusión por aquellas fiestas. No
tendría más de ocho años y estaba entusiasmada, abrazando a Michael que intentaba levantarse de la
cama para bajar al salón.
-¡Cuidado, Jessi, vamos a aplastar a Nancy! – Dijo aguantando el peso para no hacerle daño mientras
escuchaba a su sobrina pedirle que se levantase. Había muchos regalos y querían abrirlos cuando todos
estuviesen abajo. – Bueno, habrá que ver qué ha traído Santa Claus… - Y le guiñó un ojo, sin dejar de
mirarla y sujetando en brazos a su sobrina que entusiasmada esperaba que bajasen.
Era temprano y apenas habían dormido… Pero allí se encontraron todos, algunos con los ojos medio
cerrados, otros bostezando mientras Danna preparaba café y las nenas se entusiasmaban con los regalos.
Regalos para todos, preciosos detalles que entusiasmaron de verdad a aquella familia. Ropa,
colgantes, pulseras, peluches, libros, juguetes, bolsos, relojes… había para todos, que abrieron sus
regalos con alegría y sorpresa… Y un regalo más escondido entre los demás… Una de las peques lo vio
y grito el nombre de Nancy, era para ella…
¿Un regalo? ¿Pero si ellos no sabían que iría? ¿Quién le había…? Miró a Michael… había sido él…
Estaba sentado en el posa brazos del sillón tomando una taza de café que Danna le había traído… ¿¡Le
había dejado un regalo para ella!? ¡¡Vaya sorpresa!!
Nancy se levantó sonriente y cogió aquel paquetito… sabía que era de él que la miraba sin dejar de
sonreír… Era todo un detalle tenerle algo en aquella casa… así no se sentiría fuera de lugar… Levantó la
vista y sonrió mientras lo abría, sabiendo que todos los ojos que había en aquel salón, se fijaban en ella.
Sacó el papel con entusiasmo y vio una cajita, no pesaba… Abrió la tapa y vio dentro dos billetes de
avión… Miró a Michael con lágrimas en los ojos… ¡No podía ser…! ¡¡Bora bora!! ¡Dos pasajes a la
Polinesia Francesa! ¡¡Estaba loco!! Era su sueño, su gran sueño…! ¡¡Y él lo sabía… ya lo habían
hablado!!
-¡¡Michael!! ¿¡Te has vuelto loco!?- Le dijo mientras caminaba hacia él con los ojos llenos de
lágrimas…
-¡Joder, Bora Bora! ¡Se van a Bora Bora! –Carol dio un grito de alegría.
El alboroto en aquel salón era impresionante, todos se levantaron a tirar los papelitos de decoración
que había en el interior de la cajita que Nancy sostenía en las manos…
-¡Vaya hermanito! Has tirado la casa por la ventana, ¡eh?- Replicó Jeremy que también había tenido
un buen regalo de su hermano mayor.
-¿Qué me dices, Nancy? ¿Hablarás con el jefe para que te de unos días libres? – Le encantaba
provocarla y mirarla mientras la veía sonreír de aquella forma…
Se abalanzó sobre él y casi dejó caer aquella taza que Danna sujetó rápidamente. Le encantaba ver a
su hijo y a toda su familia así de felices… La vio besar a Nancy, beso tras beso, que no pudo disimular la
alegría de aquel regalo.
-¿¡Te has vuelto loco!? ¿¡Sabes lo que vale un viaje como ese!? – Le dijo abrazándolo con ilusión.
-Bueno, tengo una ligera idea… - Estaba claro… lo había pagado él…
-Pero, era un regalo mío… ¿recuerdas?. Algún día…– Ellos ya habían hablado de aquello, en una de
las salidas que tuvieron, mientras hablaban de sus gustos y lo que deseaban hacer. Nancy comentó, de
pasada, que algún día quería ir a Bora Bora y que lo invitaría a ir con ella.
Michael soltó una carcajada en aquel momento, sabiendo que aquel viaje se salía de las
posibilidades de la jovencita ilusionada que tenía frente a él… Pero no lo olvidó… Nada de lo que ella
pudiese decir se borraba de su mente…
-Si quieres, puedo ir descontándotelo de tu sueldo… - Y le guiñó un ojo mientras era observado por
su familia. Ni siquiera se atrevería a hacer algo así… deseaba ir con ella a Bora Bora y pasar unos días
juntos… Solos…- Tengo que ir a los Ángeles por motivos de trabajo… estaré unos días allí… ¿Qué te
parece si vienes conmigo y cuando termine con los negocios nos vamos juntos a Bora Bora unos días? -
La tenía muy cerca…- Un lugar paradisiaco, un bungaló de lujo con jacuzzi, playas desiertas y todo el
océano para nosotros…
Se abrazaron mientras la escuchaba decir que lo quería, en el oído, muy bajito. Nancy se cortaba
bastante con todos allí y Michael podía entenderlo… su edad, su falta de experiencia… pero todo en ella
lo volvía loco, hasta su falta de picardía…
La miró fijamente y la separó de su cuerpo un instante. Metiendo su mano en aquel pantalón sacó otra
pequeña cajita de color roja, que era otro regalo para Nancy. ¡Aquella era su mañana…! La tenía
guardada desde hacía mucho tiempo, realmente aquel sí era un regalo importante para él… Quería
dárselo en aquel momento, delante de todos, a sabiendas que crearía un gran revuelo…
-Pero, ¿por qué has comprado otra cosa? ¡El viaje es fantástico…! – Aún estaba fuera de sí con aquel
viaje de dos…
Michael miró hacia abajo, pensando en cómo explicar de qué se trataba. Vio a su madre y a su
hermana emocionadas, ellas sí sabían de qué se trataba… Lo conocían muy bien y sabían perfectamente
que aquella jovencita lo era todo para él… Todos lo imaginaban. Nancy no.
-Nancy, quiero que entiendas que este regalo es muy importante para mi… - Sujetó la tapa de aquella
cajita que ella sostenía y la abrió. – Se trata de un regalo de familia que, hasta ahora, han llevado las
mujeres más importantes de mi vida… - Sacó aquella preciosa pulsera de oro blanco y diamantes de
Tyffany y la colocó en la mano de Nancy que no podía dejar de temblar. – Mi abuela, mi madre, y
Elizabeth… Ahora quiero que la lleves tú… para siempre…
-¡¡Michael, es preciosa!! - Susurró mirándolo fijamente. – No sé qué decir… - Y no pudo contener
aquellas lágrimas… emocionada…
-Ellos ya saben lo importante que eres para mí... Nunca te habría traído hasta aquí de no estar
totalmente seguro de lo que siento…- Sujetó aquella mano pequeña que acarició y la beso con dulzura. –
Pero, ahora necesito que lo sepas tú… - Quitó las lágrimas en las mejillas de Nancy, se acercó a ella,
muy cerca de su boca. – Eres la mujer con la que quiero estar el resto de mi vida…
Y la besó delante de todos, sin importar el llanto de Danna que no podía dejar de alegrarse por su
hijo. Volvía a ser el mismo Michael que perdió con la muerte de Elizabeth. Y aquel regalo… ¡Muy
importante debía ser aquella jovencita para habérselo entregado en tan poco tiempo! Solo unos meses en
New York y había encontrado a alguien que lo había vuelto loco y le había devuelto la vida…
No importaba el tiempo, no importaba la edad… Uno no pedía de quien enamorarse, no se elegía a la
persona a la que amar para siempre… Y a su hijo, por fin, le había llegado una nueva ilusión que le había
devuelto todo… No podía estar más contenta…
Como Carol y Helen que se lanzaron sobre ellos abrazándolos y celebrando la noticia… Jeremy se
mantuvo más retirado, sonriendo, mirándolos… Aquella jovencita era realmente maravillosa… Su
familia volvía a estar feliz y todo era gracias a ella… Su madre y sus hermanas sufrieron muchísimo con
lo sucedido con Michael, durante años, viéndolo alejado de la familia, muerto en vida… Ahora volvía a
ser el mismo de siempre… Todo volvía a estar perfectamente bien… Nancy era un ángel para ellos…
La visita de John aquel día dejó a Nancy algo cortada y no supo qué decir al verlo allí, en el salón,
sentado con todos ellos… eran buenos amigos y John vivía cerca de allí. Se había acercado a ver a la
familia y desearles unas felices navidades cuando la vio aparecer por aquel salón con una bandeja de
galletas.
Danna hizo las presentaciones, muy contenta mientras Michael sonreía, mirándola, sabía que Nancy
no sabría cómo comportarse delante de John. Era su jefe también…
-No te molestes, Dana… Nos conocemos… ¿No es cierto, Nancy? – Le peguntó sin querer decir que
era empleada suya. La vio mover la cabeza cabizbaja. Miró a su amigo, a su lado. Realmente iba en serio
con aquella jovencita. - ¿Me acercas una de tus galletas? Seguro que están deliciosas…
Trataba de hacerle las cosas más sencillas, entendía el nerviosismo de aquella chica al tenerlo en
aquel salón… Era su jefe… y el amigo de Michael… ¿Cómo tratarlo? Bromeó con ellos sobre las
deliciosas recetas que Danna siempre hacía en aquellas fiestas, tenía muy buenos recuerdos de las
maravillosas fiestas en su casa.
Se sentó al lado de Michael que no dejó de acariciar su espalda, observado por su amigo… intentaba
hacerla sentir cómoda, tendría que acostumbrarse poco a poco a las visitas de sus amigos que ya no solo
eran sus jefes…
Danna salió a la cocina un segundo… dejando solos a aquella pareja y a John, quien miró a Nancy,
cerca de él y asintió con la cabeza… veía que la cosa iba en serio y él también tendría que acostumbrarse
a ver a su amigo con esa jovencita…
Volvió a coger de sus galletas, quería hacerla sentir bien, acercándose poco a poco a ella que aún le
hablaba de usted… Era extraño… sería extraño… porque realmente trabajaba para ellos pero también
salía con su mejor amigo… y no olvidaba de quien era hija…
-Tendremos que acostumbrarnos a esta nueva situación… - Dijo mirando a su amigo y a la joven que
no levantaba la cabeza del suelo… Tímida con él… - Tranquila Nancy… hasta ahora no me he comido a
nadie… - Bromeó mirándola y viendo como levantaba la cabeza y lo observaba… ¡Era preciosa, sí
señor! – Has hecho que este hombre pierda la cabeza por ti… lo sabes, ¿no? – Miró a su amigo ante el
silencio de Nancy… - Desde luego no me extraña… es preciosa, Michael…
-¿Qué te parece si salimos una noche todos juntos? Así, Nancy os conocería mejor… no es… tan
tímida como parece, y… sabe hablar aunque hoy esté algo mudita… - Bromeó mientras la acariciaba…
sabía que estaba muy cortada delante de John…
-Sí… ya me di cuenta el día de la junta… - Nancy lo miró avergonzada… sabía de qué hablaba…
- Y también tiene mucho carácter, pero eso me gusta. - Seguía bromeando con ella pero la seguía
viendo retraída con él… Ya se le pasaría… -Te he visto plantarte en una sala llena de ejecutivos y
enfrentarte al jefe delante de todos, defender a una compañera para evitar un despido inminente pese a las
duras consecuencias que eso traería sobre ti, y aguantar insultos y humillaciones de mi colega Edward sin
ni siquiera perder la entereza y la dignidad. – La miró sonriendo. – Eres muy distinta a cómo te pintaban
en el edificio, Nancy Sanders, y estoy seguro que nos llevaremos muy bien.
Sí, lo harían, Michael estaba totalmente seguro que su amigo la trataría como ella se merecía. Era su
chica, la que él había elegido, y John respetaría su decisión como siempre había hecho. Edward sería
otro tema.
Danna llegó con unas bandejas para tomar algo calentito y charlar un poco sobre la nueva situación
de Michael… Estaba tan contenta porque volviese a ser el mismo de siempre… Así que la conversación
se ciñó de nuevo en aquella jovencita que estaba sentada cerca de él, callada, tímida, sin saber qué decir
ni qué hacer… No le gustaba ser el centro de atención de aquella charla… no sabía qué decir…
Entendía que se había formado un gran revuelo con su presencia en aquella casa pero la visita de
John, sus miradas, la ponían muy nerviosa… Sabía que se acostumbraría… era amigo de Michael y ahora
estaban juntos, pero… era extraño sabiendo que era su jefe…
La entrada de Carol y Jeremy al salón ayudó a dejar aquel tema a un lado y después de unos
afectuosos saludos, charlaron sobre la salida que harían al día siguiente… ellos también querían ir, se
apuntaban… hacía tiempo que no iban de marcha a ningún sitio… Saldrían por la noche, dormirían en
casa de Danna y saldrían temprano para trabajar de nuevo a Manhattan…
Pijama de invierno… pantalón largo y chaleco ancho…pijama de algodón, con short y camiseta…
sexy… Sus manos quisieron coger el de puro invierno pero su cabeza miró el otro… Cerró los ojos,
suspiró… Y sus manos se acercaron a aquellos short ajustados que se colocó rápidamente… Desabrochó
su sujetador y se colocó aquella fina camiseta que era idónea para provocarlo… Había llegado el
momento de jugar… aunque quisiera morirse de la vergüenza…
Michael aún estaba de espaldas, desvistiéndose, cuando ella trató de abrir aquella cama para
acostarse. Se quedó mirándola fijamente… ¡No podía ser! ¿¡Iba a dormir con aquel pijama de verdad!?
Aquello iba a ser una tortura para él…
-¿Vas a dormir con eso? –Preguntó embobado, mirando aquellas piernas bronceadas y torneadas…
-Sí… - Su voz era provocadora…
-¿No tendrás frío?- La ayudó a tirar de aquel edredón de plumas…
-Esta cama es calentita…- Y de un salto se metió dentro, tapándose y mirándolo fijamente… Sabía
que lo provocaba…
-¡Oh… genial…! – Dijo suspirando… solo de imaginarla allí dentro con aquella ropa… ¿Duermes
con ese pijama en puro invierno…? – La miró sonriendo… - ¿Y con qué duermes en verano? – Preguntó
mientras se metía en la cama, a su lado…
-Con unas braguitas de encaje… - Se acercó para darle un beso de buenas noches… - Solo con unas
braguitas… - Y se dio media vuelta, esperando su respuesta mientras sonreía…
Apagó la luz y se acercó a ella que lo aguardaba impaciente… Quería ver hasta dónde podía llegar…
deseaba ponerlo al límite…
Su cuerpo se pegó al de Nancy y sus manos acariciaron aquellas piernas suaves, calientes…
lentamente, mientras las subía, metiéndolas bajo aquella camiseta y rozando aquellos senos descubiertos.
Cerró los ojos y besó su cuello, sin dejar de acariciarla… Sentía aquellos pechos duros bajo su
mano, mientras la notaba excitarse ante el contacto… Eran grandes, suaves, duros… ¡Se volvía loco
acariciándola!
-Te gusta provocarme, ¿eh? – Y sacando aquella mano de debajo de la camiseta la hizo girar el cuello
para poder besarla, hasta el fondo, metiendo su lengua sin tregua alguna…- Pues mira lo que haces
conmigo… - Y pegó aquel culito prieto a su miembro, duro, excitado hasta el extremo.
-Quieto…- La escuchó decir mientras ponía una de sus manos en su pecho y lo alejaba… - Aquí,
no… van a escucharnos… - Le encantaba aquello…llevarlo al límite y detenerlo justo en aquel
momento…
-¿¡Qué!? – Excitado. - ¡No van a escucharnos! – Le dijo mientras seguía acariciándola…
-¡No, Michael! Aquí, no… tendrás que esperar… - También lo deseaba pero… después de todo lo
que había pasado entre ellos, y todo lo que él le había dicho… debía esperar… No quería parecer una
chica fácil…
-¿Esperar a qué, preciosa? ¡Me vuelves loco…! – Le susurró mientras mordía su cuello sin cesar…
notando su olor, sintiéndola vibrar con sus caricias…
-Sabes que estás a prueba… ¿recuerdas? Necesito que esperes un poco… – Y sacó su mano de
debajo de aquella camiseta, seguía tocándola…
-¿Después de todo lo que te he dicho sigues teniéndome a prueba? ¡¡Nancy!! - Por supuesto que
aquello no era cierto… Sabía que lo estaba provocando… no estaba a prueba, no estaba enfadada… lo
provocaba porque le gustaba verlo de aquella forma… no era tonto… la iba conociendo…
La miró sonriendo mientras la veía morderse los labios… Pícara, provocativa, sensual… ¡Dios, que
preciosa estaba y cómo conseguía ponerlo!
-¿Te metes en mi cama con ese pijama y quieres que me de media vuelta y me eche a dormir…? – La
vio afirmar con la cabeza mientras se giraba y le daba las buenas noches de nuevo… Quería jugar…
Nancy sonreía bajo aquella almohada, a sabiendas de cómo acababa de ponerlo y de cómo lo había
dejado… Había sentido aquello… tan duro, y le gustó aquella mano en sus pechos… Pero prefería
esperar un poco, hacerlo sufrir, seguir jugando con él… solo un poco…
Una parte de ella deseaba seguir, experimentar todas aquellas sensaciones nuevas que Michael le
hacía sentir… curiosa, juguetona… otra, sin embargo pensaba que debía controlar un poco aquella
situación y demostrarle que no era lo que todos decían de ella en el edificio…
-Dijiste muchas cosas… ya te perdoné pero… - Lo miró a su lado, quieto, escuchando sus palabras
con interés… - …no quiero que pienses que soy una chica fácil…
-No pienso que seas una chica fácil… - Y sujetó su barbilla, acariciándola, haciendo que lo mirase
fijamente a los ojos… - Nancy, preciosa no quiero que te cohíbas por mi culpa… Quiero que sigas
haciendo las mismas cosas que hacías… me gustaba, me volvía loco y lo sabes. - Sonrió, pícara… - Si
de verdad quieres que espere, lo haré. - Lo había dicho de verdad… cerrando los ojos y pensando en lo
difícil que sería. - Llevo mucho tiempo sin sexo y me va a costar bastante controlarme, sobre todo
viéndote con tan poca ropa… - La vio sonriendo a sabiendas que llevaba razón… en parte se lo había
puesto para provocarlo un poco. En parte no… lo había hecho para volverlo loco. - ...pero por favor,
hasta que no estés preparada no uses estos pijamas que me ponen al límite.
Sintió sus brazos rodeándola, mientras su cuerpo, algo más calmado se volvía a pegar a ella… esta
vez quieto, sin movimientos, sin excitación, mientras sentía aquel beso en su cabeza y aquella calma que
vino poco después… Dormirían abrazados… solo dormirían…
Nancy no había llevado ropa adecuada para ir a una discoteca así que Carol dejó que eligiese algo de
ropa de su armario, seguro que aunque no tenían el mismo cuerpo podría apañarse con algo… eligió unos
pantalones con reflejos plateados, que llevaba un fajín caído con flecos en uno de los lados, y una blusa
de tirantas negra con transparencias… Helen le prestó unos tacones de vértigo.
La discoteca estaba cerca de la casa, unos veinte minutos en coche, y llevaron el de Michael solo,
Carol y Jeremy estaban dispuestos a beber bastante aquella noche. John iba con su mujer, que hizo buenas
migas con Nancy a la que acababa de conocer y con la que estuvo hablando de muchas cosas, junto con
Carol. Era la más joven de las tres pero había congeniado muy bien en el grupo.
Intentó integrarse con John también, él la ayudaba, podía notar sus miradas, sus sonrisas… intentando
hablar con ella para que pudiese sentirse a gusto… Era la chica de su amigo… no le quedaba otra… Y lo
cierto es que después de dejar a un lado la timidez, Nancy le pareció una joven encantadora con la que
poder hablar de muchas cosas… Veía a Michael a su lado, sin dejar de mirarla completamente
enamorado, acariciando sus brazos, su espalda… el contacto entre ellos era constante… Realmente
hacían buena pareja a pesar de la diferencia de edad que era evidente aunque a ellos no parecía
importarles en lo más absoluto…
Llevaban varias horas allí, bebiendo, hablando, riendo, cuando se escuchó una de las canciones que
Nancy solía bailar en sus clases… Comenzó a soltarse, tirando de Michael a la pista. Estaba
endemoniadamente guapo con aquella camisa blanca, sin cerrar hasta arriba, aquellos pantalones de pinza
que se ajustaban a aquel culo prieto que acarició con disimulo a lo largo de la noche, una correa de
Gucci ajustando su cintura y aquel maravilloso olor a perfume caro.
Michael se echó atrás… no iba a bailar aquello, no tenía ni idea de cómo se bailaba aquello… la vio
alejarse solo un poco, en medio de aquella pista… y comenzó a bailar…mirándolo, provocándolo…
¡Estaba preciosa…!
Sus pasos eran sensuales, abriéndose camino en aquella pista que comenzó a ensancharse cada vez
más mientras la miraban… ¡No podía entender cómo podía llegar a hacer que una discoteca entera
estuviese pendiente de ella solo con aquel baile! Pero era cierto… La gente comenzó a acercarse a ella,
bailando a la misma vez, haciendo los mismos movimientos que ella mientras todos lo miraban a él… No
sabía qué hacer, se encontraba en aquella pista, siendo observado por todos, por ella que conseguía
ponerlo nervioso.
La miraba sonriente… ¡Estaba loco por ella!
Jeremy y los demás se acercaron a la pista, la vieron bailar ejecutando aquellos pasos a la perfección
y sin saber que ella era profesora de baile en el edificio… John la observaba de lejos, él si lo sabía, y no
podía dejar de sonreír también. Su amigo era realmente feliz con aquella chiquilla… Ahora podía
verlo…
Seguía provocándolo en aquella pista mientras la canción se iba acabando y se iba acercando a él, la
esperaba, impaciente… quería besarla con locura… las ultimas notas, la gente enloquecida con el baile y
Nancy acercándose a él mientras terminaba abrazada a él mientras aplaudían…
-¿Qué voy a hacer contigo, Nancy? – Le preguntó mientras la tenía en sus brazos, sin soltarla… Los
brazos de Nancy lo rodeaban y sentía su respiración agitada… - ¡Estás loca… y me tienes loco! – Y
aquel beso no se hizo esperar más… apasionado, mojado, mientras la seguía sosteniendo en brazos…
¡cómo la quería! La miraba, la acariciaba, la besaba delante de todos, sin importarle nada…
Jeremy aprovechó una canción movida para sacar a bailar a aquel bellezón… No sabía que bailaba
de aquella forma y ahora que la había visto… Le brindó la mano, allí sentados, mientras tomaban algo
juntos…
-Ven aquí, cuñadita… vamos a enseñarle a mi hermanito como se baila con una mujer así… Sujetó la
cintura de Nancy y la llevó hasta la pista ante la sonrisa de Michael que siguió sentado con John.
Bailaron aquella salsa con movimientos sensuales, pegados, Jeremy se acercaba a ella mientras la
miraba de arriba abajo, embobado con aquel cuerpo perfecto que se movía sexy, volviendo loco a todo
hombre que pudiese verla.
Nancy estaba radiante con aquella ropa, disfrutado de aquel baile y del estupendo bailarín que había
descubierto en Jeremy. Se le veía feliz mientras bailaba, como a ella, tal vez aquello era lo que
necesitaba en su vida…
Sintió su cuerpo musculoso pegado al de ella, intentó retirarse un poco pero él la pegó contra su
cuerpo, moviéndose sensual…No debía tener miedo de él… no había ningún tipo de peligro tal y como
había explicado Michael en la cena… Le gustaba su culo, era perfecto… pero a él le ponía otra cosa… y
le guiñó un ojo mientras la pegaba de nuevo a su cuerpo…
Bailaban muy bien, se coordinaban a la perfección y aquellos cuerpos perfectos lucían muchísimo en
aquella pista. Jóvenes, guapos, deportistas, y disfrutando de la noche y de la música.
-¿Qué vas a hacer, Michael?- Preguntó John cuando se quedaron solos en aquella mesa. – Veo que con
Nancy la cosa va en serio… he visto la pulsera en su mano… - La conocía, llevaba tantos años con
Michael y su familia que sabía muchas cosas de ellos.
-Así es… - Cogió aquel vaso y bebió un trago mientras sonreía a Nancy en la pista…
-No creo que Sanders mintiese cuando dijo que cancelaría los proyectos hoteleros. – Estaba
preocupado de verdad por la situación en la oficina… pese a que apoyaba a su amigo en aquella
relación… - ¡Es un buen marrón, amigo y no digo con eso que debas acceder a sus chantajes, pero…!
-Por supuesto que no lo haré, ya me conoces. Y respecto a lo que has dicho, no creo que sea un
farol… - Michael estaba seguro de ello.- Pero no va a conseguir que la deje en sus manos bajo ningún
concepto.
-¿Y tienes algo en mente para solventar una pérdida como esta? – Quería ayudarlo… para nada
intentaba poner trabas en aquella historia… estaba claro que estaba muy enamorado de aquella
jovencita… - Si quieres podemos reunirnos para ver qué podemos hacer…
-Tengo previsto una reunión con Martin, en los Ángeles, tiene un proyecto exquisito con unos clientes
árabes. De momento no sé mucho más, me enviará los planos en estos días para echarle un vistazo, pero
Phillips me ha propuesto volver a trabajar juntos y la verdad es que es una buena oportunidad después de
lo de Sanders. – Perderían muchísimos millones de dólares por su culpa. Pero por lo pronto… voy a
bailar con Nancy y olvidarme de los problema durante unas horas… - Se levantó de aquel sillón… - Es
navidad… - Sonrieron…
Sonó una bachata, eso sí que sabía bailarlo. Llevaba muchos años sin moverse en una discoteca pero
recordaba los pasos que aprendió hacía años, cuando aún ligaba con las chicas bailando esa clase de
baile, se le daba bien.
Nancy bailaba con Jeremy pero se acercó a él al verlo en la pista… Lo vio moverse bien, siguiendo
el ritmo, sujetando su cintura y apretándola contra su cuerpo… dos a un lado, salto… dos a otro…
salto… movimientos sensuales… Michael bailaba bien aquel baile… La guiaba, la llevaba, sujetado su
mano en su pecho, girándola, de espaldas, rozándose con ella, volviendo a girarla y siguiendo los pasos
mientras la miraba y le cantaba que era ella la única que lo tenía loco y la que lo hacía soñar…
La noche fue realmente mágica para ellos…
Estaba desnudándose cuando Michael entró en la habitación. Solo tenía puesto aquellas braguitas
verdes de encaje y tapó sus pechos con aquel chaleco en cuanto sintió la puerta. Lo miró enrojecida…
Michael se fue al fondo de la habitación, cerca de la ventana y volviéndose de espaldas como cada
noche, comenzó a desvestirse… Sabía que Nancy se lo pediría…
Sintió las manos calientes de Nancy en su cintura desnuda y al girar la cabeza, la vio tras él… aún no
se había puesto aquel pijama que tanto le gustaba. Sus manos sujetaban la parte de arriba, tratando de
cubrirse sus pechos desnudos… Lo miraba de una forma que…
-Lo he pasado muy bien esta noche, Michael… -Su mano acarició aquel pecho descubierto… Le
encantaba acariciarlo notando cómo trataba de contenerse…Lo miraba…lo deseaba… con toda el
alma… Miró a Michael de reojo… lo provocaba…
Sonrió y miró aquel cuerpo a su lado… desnudo…Rodeó aquella cintura con sus brazos, pegando
aquellos cuerpos que ardían en deseo… Él también sabía jugar…
-¿Qué ha pasado esta noche con tu pijama? – Bajó aquella mano hasta aquellas braguitas pequeñas
que era lo único que llevaba puesto…
-No tenía pensando ponérmelo… - Y le hizo ojitos mientras lo decía…
-¿¡Ah, no!? - ¡Estupendo! ¡Parecía que ya estaba preparada! - ¿Y con qué piensas dormir? – No era
tonto… sabía lo que estaba buscando… pero a él también le gustaba aquel juego…
-Pues…con nada… - Se acercó a su oído y susurró… - Si a ti te parece bien…claro… - No quería
esperar más… era una imbécil tratando de ponerlo a prueba cuando sabía perfectamente que aquel
hombre estaba enamorado de ella…
-A mí me parece genial… pero como te metas en mi cama desnuda… no respondo de mi, Nancy… Y
lo digo en serio…- Se sintió rodeado por aquellos brazos que soltaron la camiseta, descubriendo sus
pechos firmes que rozaron su cuerpo excitándolo hasta el extremo.
La levantó mientras la abrazaba, besándola sin parar y llevándola hasta su cama. La tumbó, se echó a
su lado… Ella lo había buscado, provocándolo hasta el límite y ahora estaba ahí… La miró deseando
tenerla ahí, pegada a su cuerpo y sintiendo cada parte de ella…
Nancy lo acariciaba mientras le pedía no hacer ruido, se moriría de vergüenza si alguien los
escuchaba y aún sin saber cómo contenerse, Michael prometió hacerlo en silencio… la miró, la
deseaba…como nunca… y la tenía ahí echada en su cama, desnuda solo con unas braguitas pequeñas… la
observó mientras pasaba su mano por aquellas piernas… por su vientre agitado…
Vio un precioso tatuaje en la cintura de Nancy… no sabía que tuviese tatuajes… Eran unas flores que
recorrían su cintura y que llegaban de forma muy sexy hasta cerca de su ingle. La miró sonriendo… a
Michael no le hacían gracia los tatuajes, pero a ella le sentaban maravillosamente bien… En alguna
ocasión, cuando daba clases y llevaba chalecos de tirantas, había podido ver una pequeña mariposa cerca
de su hombro derecho, pero nada que ver con aquel que le recorría gran parte de su cintura…
Acarició aquel dibujo que marcaba su piel, media cintura… Lo besó despacio desde el principio
hasta el final, pasando sus manos por él, su lengua…
-Así que te gustan los tatuajes, ¿eh? – Sentía sus manos acariciando su cabeza mientras la miraba
ardiendo de deseo… Nancy preguntó… Tal vez a él no… - No hay nada en ti que no me vuelva loco,
preciosa… - Siguió mirando detenidamente aquel maravilloso cuerpo que era suyo… totalmente suyo...
acariciando sus pechos, lamiéndolos… haciéndola gemir y tapando su boca al escucharla…
Rieron… Iba a ser algo complicado hacerlo en silencio… Nancy nunca había sentido aquellas
sensaciones… todo era nuevo para ella… ¿cómo controlarse si él la hacía vibrar como nunca?
Sintió la mano de Nancy tocándolo, excitándolo aún más… la miró sonriendo y la dejó hacerlo
mientras besaba su cuello, sus orejas, su boca…
-Nunca había tocado a un hombre hasta el día en el baño… -Le dijo mientras se sonrojaba…- … me
gustó… - Mordió sus labios, bajando la mirada…
Le dijo que desabrochase aquel pantalón y lo hizo, nerviosa… “Tócame” lo escuchó decir y metió su
mano dentro, sintiendo su miembro muy duro. Lo miró ruborizada pero no se detuvo, le gustaba…
Michael sujetó su mano y la metió dentro de sus calzoncillos… lo tocó… lo sintió… aquel calor en su
mano mientras se movía con la de él, suave, lento sintiendo como se endurecía aún más por segundos…
Su lengua se metió dentro de su boca mientras se volvía loco con aquel roce… gimió dentro de ella…
Sabía que debía controlarse pero… la deseaba tanto… y hacía tantos años que no estaba con una mujer…
-Está caliente…- La escuchó decir en un susurró…Todo aquello era nuevo para ella… y aquello lo
volvía aún más loco…Enseñarla, sus primeras sensaciones en el sexo, sus primeros deseos… conseguía
ponerlo malo solo con mirarlo con aquella inocencia y aquel pudor…
Notó como se ruborizaba por aquel tema… quería saber, quería probar…pero todo era nuevo y
extraño… Todo cuanto sabía sobre el sexo era a la fuerza y ruin… Ningún buen recuerdo sobre una
relación con un hombre… ninguna experiencia agradable, satisfactoria…
La dejó experimentar sola, dejando aquella mano dentro de él, mientras ella seguía acariciándolo
como le había enseñado…Sujetó su cara, siguió besándola con ganas, con entrega sintiendo su excitación
cada vez más incontrolada… La mano de Nancy en su sexo lo volvía loco de verdad…
Se movió en aquella cama y se puso encima de ella, abriendo sus piernas, dejando caer su peso,
haciendo que notase su dureza bajo aquellas braguitas de encaje y sintiendo sus pequeñas manos en su
espalda desnuda. Aquel contacto en su piel lo hacía volverse loco… ¡cómo la deseaba!
Nancy lo miraba sin saber qué decir… sentía muchas cosas…quería muchas cosas… no sabía
decirlas…todo lo hacía enrojecer y él lo notaba. Y aquel cuerpo fuerte se movió encima de ella,
apretando su miembro contra ella… Gimió de nuevo y Michael volvió a tapar su boca esta vez con sus
labios… Seguía moviéndose lentamente, sabiendo que no podría parar…
Sonó un móvil y ambos trataron de ignorar aquella música… para nada les importaba quien era… y
siguieron sintiéndose excitados, pegados, mojados… Volvió a sonar y Michael metió su cabeza entre el
cuello de Nancy…
-Va a despertar a todo el mundo… -Y rió ante ello.
Levantándose de encima sujetó aquel móvil y vio tres llamadas perdidas… Sarah… ¡Dios, ahora no!
Nancy vio aquel nombre y tapándose con la sabana le dijo que lo cogiese… No dejaría de llamar y haría
que todos se despertasen…
La llamada resultó de cortesía, nada importante. Aquella mañana había llamado y le había dejado un
recado pero Danna se habría olvidado y quería desearle unas felices fiestas…
Miró a Nancy a su lado… sabía que aquella llamada en aquel momento le traería consecuencias… La
veía pendiente de la conversación, como si creyese que se dirían algo especial… seguía teniendo celos
de ella…
Se volvió a acercar a Nancy al colgar el teléfono e intentó reanudar lo que habían empezado. No fue
lo mismo. La sentía distante… Y la escuchó preguntarle qué había pasado entre ellos cuando estuvieron
enfadados…
No le prestó mucha atención a aquella pregunta, se echó encima de ella y siguió besando su cuello
mientras la acariciaba… Quería volver a retomar aquel momento esperado…
-¡Nancy, déjalo ya! – Le pidió…
-Dime la verdad, Michael… ¿Te enrollaste con ella? –Y ante su silencio supo que era verdad… Lo
apartó de encima y se acostó dándole la espalda… tapando su cuerpo desnudo… estaba enfadada.
-Nancy, no puedes enfadarte por eso… - Y la abrazó tratando de calmarla… No lo consiguió. Se
sentía ofendida porque cuando estuvieron enfadados, no fue mucho tiempo, ni siquiera la había echado de
menos…
-Me dijiste que me habías echado de menos… y te estabas acostando con ella… - Se sintió herida,
humillada…
-No me acosté con ella… - Le dijo abrazándola, tratando de calmarla… Y por supuesto que te eché
de menos… - Le dijo abrazándola…
-Mentira… si me hubieses echado de menos no te habrías enrollado con ella…- Vaya, parecía que
estaba enfadada de verdad… Trató de separarlo un poco… - Si quieres, puedes llamarla. Vamos,
llámala, seguro que a ella no le importa venir para aliviarte.
Michael no se molestó por aquel gesto, al contrario… Se sonrió mientras la abrazaba, esta vez solo
para estar a su lado… ¡Estaba celosa de verdad! ¿Aliviarlo? ¿De verdad había dicho aliviarlo? Sonrió.
Sí, pero tendría que darse una ducha para ello.
-¡No puedo creerlo! ¿Eres celosa? – Le preguntó mientras reía…
-No.
-¿Cómo que no?- Riendo. - Sabía que debías tener algún defecto… - Siguió riendo. - …con que
celosa, ¿eh? Sí, tal vez debería llamarla para que me ayudase a acabar lo que tú has empezado, porque
me has dejado malísimo. - Y la vio girarse y mirarlo con asombro mientras se reía con la broma.
Obviamente se llevó algún que otro codazo. - ¡¡¡¡Tonta!!!!
Y se volvió a pegar a su precioso cuerpo desnudo, metiendo sus manos por debajo de aquellas
sabanas y acariciando su cintura, bajando por sus caderas que tenían la piel erizada… La giró, sabía que
lo deseaba tanto como él, y volvió a besarla como sólo él sabía. Despacio, sin dejar de mirar sus
preciosos ojos negros, mordiendo sus labios, tirando de ellos, rozándolos con su lengua que se metió en
su boca sin pensarlo mientras se echaba encima de su cuerpo que lo esperaba deseoso de más…
Se movió encima de ella, con fuerza, pegado a su sexo que lo sentía tremendamente excitado. Su
cuello era de él en aquel momento, sus pechos firmes, su boca que trataba de ahogar aquellos gemidos de
placer, su maravilloso y perfecto cuerpo que deseaba hacer suyo desde el primer día…
Sentía su dureza pegada a ella, a su intimidad solo cubierta con unas pequeñas braguitas que la
dejaban sentirlo completamente… Se movía muy bien, empujándola, apretándola, mordiendo su cuello,
lamiéndolo… ¡No podía más! ¡¡Todo lo que sentía cuando estaba con él era tan maravilloso y
abrumador!!¡No quería parar!
La mano de Michael tapó su boca mientras se reía… Era muy complicado mantenerla controlada y
tenía a sus sobrinas en la habitación de al lado. Volvió a moverse solo un poco, mirándola excitadísima,
perdiendo el control… y respiró mientras cerraba los ojos… No podía seguir por más que lo quisiera…
Nancy despertaría a todos con aquellos gemidos, así que se echó a un lado riendo y tratando de
controlarse… No tendrían más remedio que esperar… ¡Y cómo la deseaba!
La abrazó aún sofocada, viendo cómo se cubría sus pechos con la sábana. Después de lo que
acababan e hacer seguía ruborizándose… Dejó que se echase en su pecho mientras acariciaba su espalda
desnuda… Cerraron los ojos e intentaron respirar tranquilos…
La encontró desayunando en la cocina con su madre y Jeremy, se habían levantado temprano…
¡Estaba preciosa, como siempre! La miró muy sonriente mientras le daba un beso y le hablaba muy
suavecito en el oído…
-Buenos días, preciosa. - La adoraba… estaba embobado con ella… Otro beso, miradas fijas en sus
ojos, enamorados hasta la médula… mientras ella miraba a Danna, ruborizada por la cercanía de
Michael… otro beso y otro… sonriendo al verla tan tímida…
Los demás sonrieron ante la escenita. Hacía mucho que no veían a Michael de aquella forma y era
bueno, muy bueno tenerlo tan feliz y enamorado, con ganas de vivir, de luchar, de sentir de nuevo…pero
no dijeron nada, solo sonrieron y los miraron de reojo, contentos por ellos…
Aquel día volverían a Manhattan y Jeremy había decidido acercarse a las oficinas de Michael… por
fin. Nancy le propuso dar alguna clase de baile, con ella, seguro le gustaría. Se veía un chico deportista,
muy musculado, y estaba segura que lo pasaría bien en sus clases… Michael lo miró extrañado, llevaba
meses tratando de convencerlo para ir a trabajar y ella había conseguido convencerlo en tan solo tres
días allí…
-Dale las gracias a tu novia, hermanito…
La miró mientras desayunaba… ¡Tenía que darle las gracias por tantas cosas…! Entre ellas haberle
devuelto las ganas de vivir… Sin ella nada sería igual… La veía preciosa aquella mañana… Allí, en
casa de su madre, en pijama aún, con el pelo alborotado y desayunando junto con su madre, sentada en
uno de aquellos bancos…
Era lo que deseaba… Era parte de él para siempre…Volvía a sentirse vivo a su lado, con sus bromas,
sus enfados, sus besos… Nancy era la chica más especial que había conocido jamás… Risueña, dulce,
encantadora, tímida algunas veces, tratando de provocarlo sin ni siquiera conocer ese mundo…
Sonrojada cuando hablaba de ciertos temas aún desconocidos para ella pero que ansiaba descubrir con
él…
Y lo haría… él lo deseaba aún más…
Capítulo 22
¿QUIERES QUE JUGUEMOS?
Nancy dejó que el joven Jeremy viera alguna de sus clases antes de decidir qué hacer. Sabía que
aquello le encantaría porque había visto en sus ojos algo muy parecido a lo que ella sintió al bailar por
primera vez. Era imposible volver a patinar como antes y lo único que le quedó, además del trabajo
como limpiadora en aquella empresa, fue aquel local que vio vacío durante meses. Pasaba por su lado
cada día, lo miraba, pensaba… Y aquel día decidió preguntar…
El primer día allí, en aquella sala enorme que había sido un gimnasio meses atrás y que ahora estaba
vacío, fue un poco extraña. Ni siquiera sabía qué haría en él… pero se vio cerrando los ojos y
moviéndose sin ni siquiera pensarlo… Sin música, solo ella con los ojos cerrados y aquel sentimiento
que la invadía y le gritaba… muévete…
Ni siquiera sabía la historia de aquel joven pero sus ojos le mostraban una tristeza infinita… gritaba
porque alguien lo ayudase… y sabía que estar allí, con ella, sintiendo la música como en aquella
discoteca lo haría olvidar muchísimas preocupaciones…
Y así fue como la vio bailar de aquella forma tan perfecta y envidió a Michael, no porque él desease
a Nancy, era la muchacha más linda de todas, pero no era precisamente lo que él necesitaba… Lo envidió
por tener alguien a su lado como ella, alguien tan especial capaz de luchar y vibrar de aquella forma…
Cuando ella bailaba todo se paraba a su alrededor…
Llevaban horas allí cuando vieron a Michael tras el cristal, observando a su hermano bailando con
Nancy, a su lado, aprendiendo coreografías y totalmente frenético… Sí que parecía gustarle aquello…
Pero debía ir a su despacho, iban a hablar de trabajo y aunque deseara bailar, dar clases, o montar una
academia debían ser serios y hablar de otros temas también.
Lo esperaba en su despacho en media hora… duchado y arreglado… ahora era su jefe y allí en el
edificio debía tener un poco de distancia con él.
Edward también estuvo en el despacho, ellos ya habían hablado del puesto que su hermano
desempeñaría en la empresa y estaba seguro que nadie mejor que él para enseñarle todo cuando
necesitase saber.
Antes de que apareciese, hablaron sobre las navidades… Edward la había pasado solo en casa con
Kimberley y estuvo preguntando muy interesado por las de Michael, quien lo había invitado a pasarse por
casa, como en los viejos tiempos… Era el único en aquella familia que no sabía que ya no era
bienvenido.
Además, sabía que las había pasado con ella y no hubiese sido buena idea estar bajo el mismo techo;
parecía ser muy especial en su vida y entendía que ya no podrían volver a quedar para tomar algo
juntos…
-Claro que sí, no seas idiota… ¿Por qué no íbamos a poder quedar a tomar algo juntos? ¡Somos
amigos…! – No levantaba la vista del ordenador… debía tener aquellos documentos terminados lo antes
posible…
-Las cosas han cambiado, supongo…
-Edward no ha cambiado nada… No te entiendo… Cuando quieras quedamos y tomamos algo juntos,
como siempre…- Edward no estaba refiriendo a esa clase de quedada…
-¿En serio? ¿Estás seguro de que no ha cambiado nada? – Y miró a Michael fijamente mientras se
levantaba de aquel sillón que había justo enfrente de él… lo vio levantar la vista en aquel momento…
Serio… acababa de entender sus palabras… - ¿Entonces puedo hablar con Sarah para organizar una
quedada? Llevo años esperándola y ahora que has vuelto… no veo el momento de recordar viejos
tiempos…- Y se sentó a su lado, apoyándose en la mesa, muy pegado a él que se echó atrás en aquel
sillón tratando de poner algo de distancia. - …aunque si lo prefieres podemos quedar nosotros dos
solos…
La puerta sonó antes de que Michael pudiese contestar a aquella pregunta… pero sus miradas fueron
muy fijas, entre ellos no había secretos que ocultar… se conocían a la perfección… Ambos sabían de qué
hablaban, no hacía falta dar más explicaciones pero Michael había dejado aquel tema muy apartado de su
vida…y no deseaba volver a sacarlo…
El corazón de Jeremy dio un vuelco al ver a Edward en aquel despacho… no lo esperaba allí…
apareció recién duchado con unos vaqueros totalmente pegados a aquel cuerpo musculoso, trabajado en
gimnasios durante años, una camiseta de sport y unos botines bastante caros. Su pelo aún húmedo y
peinado con gomina dejaba caer un gracioso mechón por su frente… estaba guapísimo…
Edward se levantó y se saludaron cortésmente… se conocían desde hacía muchos años, siempre
había sido muy buen amigo de Michael y estuvo muy cerca de su familia desde sus años de instituto,
cuando Jeremy aún estaba en la guardería.
Llevaban meses sin verse, hacía tiempo que no iba a casa de Danna… habían perdido todo
contacto…
Sus manos se estrecharon como buenos amigos pero sus miradas decían muchas más cosas… Michael
ni siquiera lo percibió, cerró aquel portátil y dejó aquellos documentos a un lado mientras explicaba a su
hermano cual sería su función en aquellas oficinas… Edward era su hombre de confianza, total y nadie
mejor que él para enseñarle todo lo que necesitase… sería su sombra…
-¡Vaya! ¡Qué sorpresa más grata!- Soltó Jeremy tratando de sonreír delante de su hermano… Estaba
claro que entre ellos pasaba algo bastante grave…
-Supongo que estarás contento de tenerme pegado a ti tantas horas al día… - Sus palabras eran
irónicas… bastante… y las miradas de Jeremy despiadadas… - Siempre es mejor tener a alguien de
confianza que pueda enseñarte todo lo que no sepas…
-Quiero que obedezcas a Edward en todo, Jeremy… Te aseguro que nadie mejor que él para que
aprendas…
-Por supuesto, hermanito, no te preocupes. Edward y yo nos entenderemos a la perfección. - No
dejaba de mirarlo… Era lo último que habría deseado… tener a aquel bastardo pegado a su espalda todo
el día… ¡cómo lo odiaba! – Estoy seguro de que aprenderé muchísimo de él…
Primero salió Edward, Jeremy quería hablar de algo con él a solas así que dejó salir a su amigo que
debía terminar unos asuntos… en un rato podría explicarle las cosas a su hermano.
Necesitó explicarle todo lo que había sentido con Nancy, bailando, para él todo había sido
superior… era algo que lo hizo vibrar en todo momento y deseaba que Michael lo supiese antes que
nadie… la propia Nancy le había brindado el puesto de su compañera que debía marcharse unos meses
por baja maternal… había varios turnos y aquel estaría libre en cuestión de semanas… quería cogerlo…
no le importaba trabajar allí en las oficinas con Michael pero el baile… era algo que le daba vida…
Por supuesto que apoyó la decisión de Jeremy, para él era importante que se centrase en un buen
trabajo aunque después quisiera dar clases de baile, de zumba o de lo que fuese… Tenía su aprobación
completa…
Aquel día almorzaron juntos en la cafetería, ya no tenía importancia si alguien los veía hablar,
acariciarse o besarse. Todos allí sabían de aquella relación y ambos disfrutaban del otro sin ningún tipo
de reparo. Sentados allí, riendo las bromas y los comentarios de la joven que tanto lo fascinaba.
Steven se acercó hasta ellos y no venía precisamente con buenas noticias. Besó a Nancy con cariño,
no la había visto aquellas navidades y aunque aquella joven puso una excusa, ambos sabían
perfectamente el motivo por el que no lo habían celebrado juntos.
El problema que traía era bastante grave. Tenían una reunión aquella mañana con los clientes de
Hannover, venían expresamente para firmar el proyecto y por el momento se habían quedado sin
traductor. Ninguno de ellos hablaba alemán y, debido a un imprevisto de última hora, se encontraban a
escasos minutos de recibirlos sin ni siquiera poder entenderlos. Ya no había tiempo de llamar a ninguna
agencia para contratar un intérprete.
Steven estaba realmente tenso, aquel proyecto estaba a su cargo y no sabía qué podía hacer. Su única
idea era Nancy, pero necesitaba la autorización de Michael para poder meterla en aquella reunión sin
ningún tipo de problema.
-¿¡Yo!? ¡¡No!! – Dijo asustada. ¿Cómo iba ella a presentarse en una reunión con aquellos
empresarios. No tenía ni idea de arquitectura ni ingeniería.
-Nena, tu sabes hablar alemán. – Le dijo Michael.
-Nancy, sabes que no te pediría algo así si no fuera sumamente importante. – Escuchó a Steven
rogárselo.
-Lo sé, Steven, pero es que no sabría qué hablar con ellos… Yo no… - Sí, estaba asustada.
-Yo te guiaré. – Y los ojos de Michael seguían dándole tanta seguridad… No pudo seguir negándose,
su amigo lo necesitaba de verdad y solo esperaba no meter la pata delante de todos. – Te diré qué tienes
qué decir y solo tendrás que traducirnos. Confía en mi…
Y así sucedió en aquella enorme sala donde se acomodó al lado de Michael, donde estaba muy
nerviosa sintiendo todos los ojos mirándola, pendiente de ella, de sus palabras, de todos sus
movimientos. Sentía la mano de Michael en su espalda, acariciándola cuando la veía más nerviosa,
escuchando atenta sus palabras y traduciéndolas a aquellos clientes elegantes que se sentaban justo
enfrente de ella.
A veces le pedía que volviese a repetir aquellas preguntas, era algo complicado quedarse con todas
sus palabras cuando ni siquiera sabía de qué estaba hablando. Todo aquello era nuevo para ella, pero
respiraba hondo, cerraba los ojos, y mostraba su mejor sonrisa mientras hablaba alemán con una
perfección maravillosa después de tantos años.
Michael la hizo sentir segura con sus caricias a escondidas, sus miradas serenas y llenas de
complicidad, parándola sutilmente cuando lo creía oportuno solo con acariciar su espalda y sonriéndole
mientras le explicaba qué debía preguntarles en cada momento. ¡No fue mal a fin de cuentas!
Se despidieron de aquellos empresarios, estrechando las manos mientras sonreían, acercándose a ella
y dándole dos besos a la guapísima traductora, como la llamaron entre bromas. Ni siquiera hacía unos
segundos que se habían marchado cuando escuchó a Edward quejarse sobre su presencia en aquella
reunión. Le parecía todo tan irreal… ¿Una limpiadora en una reunión de negocios? Pero, ¿qué estaba
pasando allí?
-¿También tengo que tragármela aquí? – Replicó encarándose con su amigo que soltó su cintura y
miró a Edward bastante molesto. - ¿Ahora tengo que acostumbrarme a verla en nuestras reuniones como
si fuese una ejecutiva más?
-Edward, Nancy ha hecho un excelente trabajo hoy, y por si no te has dado cuenta hemos salvado el
proyecto gracias a ella. – Aquello era cierto y aunque todos lo sabían, aquel arquitecto no iba a
agradecer nada a aquella imbécil a la que todos halagaban allí.
-No me jodas, ¿quieres? No pienso darle las gracias por nada…
¿Hola? ¡Estaba allí, a su lado, enterándose de todo! El comportamiento de aquel hombre con ella era
vergonzoso. La trataba como una basura, como si ni siquiera estuviese ahí enterándose de todo. Ni la
miraba, ni le hablaba, para él no existía.
-Pues deberías. – No iba a tolerar su actitud ni un minuto más. Estaba harto de que siempre tratase a
Nancy como alguien inferior.
-Y ella debería volver a su puesto de trabajo, que por si lo ha olvidado es quitando mierda. – Y vio a
Michael tratar de decir algo inmediatamente, obviamente en defensa de Nancy.
Pero ella, lo detuvo, no tenía sentido que discutieran por su culpa, daba igual. Se conformaba con
saber que había podido ayudar a Michael y Steven, ese era su gran aliciente, con eso bastaba. Las
palabras de Edward no le dolían, no le afectaban… primero porque era cierto, ella era una de las
limpiadoras de aquel edificio y se sentía muy orgullosa del trabajo que hacía. Un trabajo tan digno como
cualquier otro. Y segundo porque tampoco le afectaba mucho lo que él pudiese opinar de ella. Era igual
que su padre.
-¿No vas a invitarme a subir, Nancy? – Lo escuchó mientras besaba su cuello con entrega. –Me muero
por terminar lo que empezamos anoche… - Y se metió en su boca con deseo.
Habían ido a cenar juntos y a la vuelta la había acompañado hasta su apartamento. Y allí estaban, en
el portal de aquel edificio, besándose como dos jóvenes alocados con ganas de más. Abrazados,
acariciándose. Después de lo sucedido en la habitación de Michael aquellas navidades, era complicado
seguir conteniéndose.
-Dijiste que hacía mucho ruido… y, Rebecca y Williams están arriba. – Volvía a jugar con él.
Se apartó de sus labios y la miró mordiéndose los labios. No tenía ni idea de cómo la deseaba y
después de haberla visto desnuda mucho más.
-Entonces vamos a mi apartamento. Estaremos solitos y allí podrás hacer todo el ruido que quieras,
preciosa. – Sus manos rodearon su cintura mientras la estrechaba contra su cuerpo.
-Mañana me levanto muy temprano, Michael. Tengo que entrar a las cinco y necesito descansar. – Era
una excusa muy mala.
La miró sabiendo que volvía a jugar con él. No irían a trabajar ninguno de los dos, pasarían la noche
juntos y tomarían ese día para estar descansar, para relajarse. ¿A las cinco? ¡Vaya horarios! Pero no
importaba, ella salía con el dueño podría tomarse un descanso sin que nadie pudiese decir absolutamente
nada.
Estaba claro que no aceptó aquel privilegio. Eran adultos, responsables y debían comportarse en
condiciones con respecto al trabajo. No iba a aprovecharse por estar con el dueño, eso era obvio, y
muchísimo menos por algo que no era una urgencia. Michael esperaría…
-¡Vamos, nena! – Le encantó que la llamase así. - ¿Tienes idea de cuántas ganas tengo de tenerte en mi
habitación? Solos, sin que nadie nos interrumpa… - Sus dedos tocaron aquellos preciosos labios
mientras sus ojos la devoraban lleno de deseo. – Me muero por volver a tenerte desnuda en mi cama,
Nancy… - Pegó su frente con la de ella. La convencería. – Me muero por acariciarte y hacerte mía, solo
mía… - Le susurró volviéndola loca, besando su boca y haciendo erizar su piel por entera.
-Sigues estando a prueba, ¿recuerdas? – Y sonrió cuando vio su cara. ¡Cómo le gustaba tenerlo así,
justo en el límite!
-¡No, no, no…! ¡No vuelvas con eso, Nancy! - Replicó besándola de nuevo, tratando de convencerla.
– Anoche vibrabas en mis brazos, pequeña. No parecías querer tenerme a prueba.
-Ya, pero perdiste tu oportunidad. – Cómo le gustaba verlo con aquella expresión desesperada, sin
saber cómo controlarse. Lo vio cerrar los ojos y tratar de controlar aquel deseo. ¡Iba a volverlo loco y…
le encantaba saberlo! – ¿No decías que habías aprendido a no perder el control? – Le dio un beso suave
en los labios y abrió la puerta de aquel portal… Entró, dejando a Michael fuera. - ¿Qué te apuestas a que
lo pierdes?
Se alejó de su cuerpo, cerrando aquella puerta mientras mordía sus labios, sonriendo, mirándolo de
aquella forma… Lo provocaba, sabía cómo hacerlo, y lo hacía tan bien… La miró sabiendo qué estaba
pasando, Nancy jugaba con él, no se trataba de tenerlo a prueba, ni de necesitar un tiempo o
demostraciones de amor. Quería jugar con él y hacerlo perder el control… Sonrió en aquel portal,
pensando mientras la veía marcharse tras aquella puerta de cristal… Jugarían…
Aquel día había quedado con Carol y Helen para ir de compras. Durante la maravillosa visita en
Navidad, se habían hecho buenas amigas y se habían cedido los números de teléfono para poder salir
juntas y hablar de… Michael, entre otras cosas. Así que charlaron amigablemente por whatsapp hasta
decidir entre las tres verse aquel día, almorzarían juntas mientras se dedicaban a comprar y cotillear.
“Hoy no podremos almorzar juntos… Te echaré de menos… besitos”
Michael vio el mensaje y sonrió. Estaba con Edward y Steven ojeando algunos planos. Llevaban unos
días muy atareados, tenían muchos proyectos abiertos y debían concretar los últimos detalles para ir
cerrando aquellas propuestas y enviarlas a la constructora. Mañanas de reuniones, prisas, estrés, charlas,
visitas, correcciones... confiaba plenamente en Edward y John, pero siempre le gustaba echar el último
vistazo a sus proyectos a los que a veces modificaba algo, de repente, un cambio de última hora sobre
algo que no tuviese muy claro desde el principio. Michael era muy bueno en su trabajo, hacía muchos
años que se dedicaba a grandes proyectos millonarios con países del todo el mundo, los negocios de
Martin lo habían hecho muy conocido y cotizado en aquel sector.
No podía quejarse absolutamente de nada, aquel trabajo era el que siempre le había gustado y su
esfuerzo tuvo siempre una recompensa muy satisfactoria. Rodeado de lujos, de grandes comodidades, de
personas importantes que buscaban su prestigio y su nombre en grandes construcciones. Si bien era cierto
que había tenido muchísima suerte en aquel campo, Martin le había enseñado todo cuanto sabía además
de haberle brindado la oportunidad de darse a conocer, de demostrar su valía, sabía de muchos y buenos
arquitectos que no habían tenido la misma suerte que él.
Pasaba muchas horas dedicado de lleno a su trabajo, a mejorar cada proyecto en el más mínimo
detalle, pasando noches en vela, años completos dedicados totalmente a su trabajo, volcado en sus
proyectos y en que todo estuviese más que perfecto.
Aquel día almorzó con Steven, John y Edward en la cafetería del edifico. Ni siquiera desconectaron
durante la comida. Se acercaban días de fiesta y sabían que se tomarían unas vacaciones para el año
nuevo así que debían terminar de concretar el nuevo proyecto con Martin Phillips, con el que tenían una
reunión en los Ángeles en cuestión de días. Aquel negocio era sumamente importante para todos, un
arriesgado proyecto con unos clientes árabes con los que se reunirían para concretar el contrato.
Era la única solución para solventar la gran pérdida que había supuesto cancelar el proyecto hotelero
de Sanders. Definitivamente no había vuelta atrás y Martin les había ofrecido su ayuda. Había trabajado
en varias ocasiones con aquellos clientes y siempre se trataban de proyectos millonarios muy
ambiciosos, por lo que se trataba de un negocio que no podían perder.
Acababa de charlar con Edward y John sobre aquel asunto cuando escuchó que llamaban a la puerta
del despacho, estaba abierta, pero vio el rostro de Nancy muy sonriente asomando por el quicio y
preguntando si podía entrar.
Corrió a su lado y se echó encima de sus piernas mientras lo escuchaba decir que la había añorado
aquella tarde. Muchísimo.
-¡No me extraña! Seguro que te sientes muy solito en este despacho tan… frio. Es igualito a tu
apartamento… - Sentía los ojos de Michael clavados en ella, muy cerca los dos, sentada encima de él y
notando como la estrechaba con fuerza. – Te traeré alguna plantita, algo que le dé un poco de color y vida
a este lugar tan soso.
La tenía encima, rodeando su cuello con sus brazos, planeando como quedaría una flor aquí, unos
cojines de color allá… y comentándole lo bien que lo había pasado con sus hermanas. Hablaron de
muchas cosas, sobre Michael, claro y pasaron horas comprando y pasándolo bien. Habían congeniado
mucho.
-Uf, ¡qué peligro tenéis las tres juntas! – Dijo imaginándolas de charloteo..
-¡No seas tonto! – Se acercó a besarlo. - Me han hablado mucho sobre ti, Michael. De cómo eras, de
tus gustos, de cómo las has protegido todos estos años… de todo un poco… – Y jugaba con el cuello de
aquella camisa. – Me he dado cuenta de cómo te adoran…
-Yo a ellas también. – Tuvo que hacer de padre y hermano ante el inminente abandono de su padre, y
estaba claro que hubo momentos muy duros pero también muy llenos de amor y complicidad entre todos
ellos.
-No te creí del todo cuando dijiste que llevabas siete años sin estar con una mujer… – Dijo mientras
jugaba con el cuello de su camisa. También hablaron de eso. - …pero tus hermanas me lo confirmaron.
-¡Pensé que hablabais de mis gustos no de mi abstinencia sexual! – Se rió al verla agachar la cabeza
ruborizada. – Te dije que llevaba mucho tiempo sin estar con una mujer. – Acariciaba su cintura mientras
sentía el peso de su cuerpo en sus piernas.
-¡Siete años no es mucho tiempo… es una pasada! – Michael reía sus bromas, la verdad es que sí
hacía muchísimo tiempo aunque no lo había echado de menos hasta conocerla a ella… - No te lo he
puesto muy fácil estos meses, ¿eh?
Por supuesto que no. Tenerla tan cerca, besándolo, pegando ese maravilloso cuerpo al suyo,
acariciándolo, mirándolo de aquella forma. Uf, llevaba meses controlándose con ella.
-Tus hermanas han hecho una apuesta… - Confesó mordiéndose los labios y mirándolo solo un
segundo. – Carol dice que no aguantarás más de dos semanas…
Michael la miró sonriendo. ¿Apuestas? ¿Sus hermanas apostaban cuanto aguantaría? Era una broma,
claro… Pero la cara de Nancy no parecía mentir. ¿En serio habían hablado de su abstinencia sexual en
aquellos años?
-Helen apuesta por una semana… - Sabía que lo provocaba con aquellas palabras… Y más que lo
haría con la ropa que habían comprado aquella tarde. Se habían encargado de llenar las bolsas de
lencería provocativa mientras charlaban, riendo, sobre cómo se pondría Michael al verla tan sexy.
Braguitas de encaje, semi tangas, sujetadores que realzaban su precioso busto y un largo etcétera de ropa
interior que pondrían a Michael al límite.
-¿Ah, sí? ¡Vaya con mis hermanitas! – La miró cerquita de su rostro mientras imaginaba que ella
también habría apostado cuánto aguantaría… Sabía que volvía a provocarlo. -¿Y tú? ¿También has
apostado cuánto tiempo más voy a poder controlarme? - ¡Cómo había echado de menos ese juego con
ella!
-No creo que pases de esta noche… - Soltó mientras lo veía sonreír y hacerle cosquillas en la cintura.
– Puedo hacer que pierdas el control cuando yo quiera…
-¿Eso crees? – La miraba fijamente, sabía cómo hacerlo, sabía perfectamente qué hacer con ella en
cada momento. - A lo mejor hago que lo pierdas tú antes que yo…
Sujetó su cabeza con ganas y la acercó hasta él, pegando sus labios a los suyos, ardientes, deseosos
de sus besos, de su lengua, de todo su sabor. La besó con puro deseo mientras la sentía pegada a su
pecho, metiendo sus dedos por su cabello, acariciándolo, agitándolo con solo cinco segundos dentro de
ella. Sí que podría perder el control, en cualquier momento…
Escucharon a alguien en aquel despacho y separaron sus bocas sorprendidos, viendo a Edward y John
dentro, observando la escenita. No era muy agradable, al menos eso decía la mirada de uno de aquellos
empresarios que la detestaba cada vez más.
-¿Me invitas a cenar esta noche? – Le preguntó en el oído antes de marcharse. Y aunque Michael
estuvo de acuerdo en la cena, dudó en el lugar cuando la escuchó pegarse a su oído y susurrarle que
pondrían ir a su apartamento… Sonrió abiertamente y dándole un catecito en el trasero le dijo que lo
pensaría.
¿Los dos solos en su apartamento? No aguantaría ni diez minutos, eso lo tenía totalmente claro. Nancy
trataría de hacerlo perder el control y aunque era lo que estaba deseando desde hacía meses, quiso
hacerse un poco el duro. A ambos les gustaba jugar, pero no sería él el perdedor en todo aquello. Puede
que llevase años sin sexo, pero era un hombre maduro, con mucha experiencia en aquel campo, sabía
cómo controlarse aunque ella lo hiciese volverse loco en algunos momentos. Hasta ahora siempre pudo
dar un paso atrás… pero ella, una jovencita que nunca había experimentado ningún tipo de placer
sexual… podía hacerla perderse en cuestión de segundos. Y lo haría…
Michael llamó a su hermano Jeremy después de ver algunos planos con sus colegas. Había algo en la
relación con Edward que no le gustaba. En aquellos días, pudo ver miradas muy extrañas, comentarios
tirantes entre ellos… sabía que algo había pasado y quería saber qué era.
Estaba claro que trabajaban juntos ahora, pero separando el trabajo, aquel era su mejor amigo y
siempre había estado muy apegado a su familia, a sus hermanas, a su madre, a todos. Si Jeremy había
tenido un problema con él quería saber qué era para poder buscar una solución entre todos. Era obvio
que no le gustaba ver a su hermano pequeño y a su mejor amigo de aquella forma, pero no consiguió
sacarle nada ni a uno ni a otro.
Con Edward charló tranquilamente delante de John, pero ídem de lo mismo. Ni una palabra clara
sobre qué estaba pasando con ellos. Su excusa ante algunos comentarios era, sencillamente, que Jeremy
era un chico algo rebelde y difícil de manejar, algo que era verdad, pero no convenció del todo a aquel
empresario que supo que algo le ocultaban. Y averiguaría qué era…
-Estarás apuntando los momentos de descanso que te tomas en tus visitas a Michael, ¿no? – Escuchó
decir a Edward mientras trataba de tomar un poco de agua en una de las salas de descanso. – Lo digo
porque habrá que ir descontándotelo de tu sueldo.
No le contestó a aquella provocación, estaba claro que no la dejaría en paz y ahora que la tenía
mucho más cerca todo se complicaría. ¿Qué le pasaba a ese hombre con ella? Era impresionante la forma
en la que la acosaba constantemente.
Trató de pasar por su lado, salir de aquella sala era lo mejor, pero el brazo de aquel empresario tapó
aquella salida. No dijo nada, ninguno de los dos. Nancy miraba al suelo tratando de no pelear con él. No
iba a olvidar quién era.
-Déjeme pasar. – Tranquila, sosegada, conteniéndose.
-Uf… ¿Dónde está tu educación, Nancy Sanders? – Sin dejar de mirarla para provocarla. – Tengo
entendido que tu papá te pagó buenos colegios y Steven la universidad de Princeton… ¿es que no te
enseñaron a tratar a tus superiores con más respeto o es que crees que porque te metas en la cama del
jefazo tienes algún tipo de privilegios en este edificio?
Levantó la cabeza y lo observó sin decir nada. La odiaba y mucho, sus ojos estaban cargados de
rabia, de odio… Era bien distinto a John, con el que había congeniado bien en aquella discoteca, era su
jefe pero también amigo de Michael y él mismo trató de romper un poco aquella distancia que tenían.
Edward era bien distinto y sabía que nunca podría mirarlo de otra forma: Bennett era su jefe.
-Déjeme pasar, por favor. – Esta vez segura de sus palabras, fijando sus ojos en los de él.
Edward apartó la mano del quicio de aquella puerta dejando espacio para que saliese de aquella
sala, pero movió su cuerpo justo delante del de Nancy cuando la vio intentar pasar. No había terminado
con ella.
-Será mejor que no olvides nunca quien soy. – Amenazándola. – A mí no vas a ganarme con tu carita
de niña buena como has hecho con John. – Sabía de aquella salida juntos. – Te has metido en mi camino y
te advertí que no lo hicieras, Nancy… Ahora atente a las consecuencias.
No le diría nada a Michael sobre aquella amenaza, no tenía sentido que ellos discutiesen por su
culpa. Eran amigos desde hacía muchos años, eran socios, trabajaban juntos… no deseaba más
complicaciones. Ambos habían empezado una relación y debía tratar que todo fuese con normalidad, sin
más quebraderos de cabeza. Ya tenían suficiente con los de su padre como para complicar más las cosas
con las amenazas de Edward.
¨He elegido varios modelos para que me ayudes a elegir… ¿cuál quieres que me ponga esta noche?¨
Nancy.
-¡Joderrrrr! – Soltó Jeremy mientras rebuscaba en aquella bolsa que encontró encima del sofá…
Sacando unas braguitas preciosas de encaje se las mostró a su hermano con muchísima picardía… …si tú
no estás disponible esta noche te aseguro que a mí no me importará hacerle un favor a Nancy.
- Y comenzó a reír.
Michael hablaba por teléfono y observaba un mensaje de whatsapp que Nancy le había enviado hacía
unos minutos. “Te he dejado un regalo en tu despacho. Espero que te guste”, junto con un besito y un
guiño. Se giró ante aquel comentario encontrando a Jeremy con aquellas braguitas en la mano… pero,
¿qué significaba eso? ¡El regalo de Nancy! ¡¡Vaya con el regalito!!
Lo miró sin saber qué decir totalmente sorprendido y se acercó a él para coger aquella bolsa y
aquella lencería que tanto le gustaba. Nancy iba a volverlo loco.
-¡Dios, Michael! Sabes que no es precisamente lo que me gusta, pero, ¡¡qué demonios!! ¡¡Tiene que
estar impresionante con ellas!! – Y comenzó a soplar solo de imaginar a aquella jovencita en ropa
interior…
-Déjalo ya… - Le dijo con media sonrisa y quitándoselas de las manos. ¡Así que quería seguir
jugando! ¡No sabía lo que había hecho!
-Mira, no sé si te la has follado ya… pero, desde luego te lo está pidiendo a gritos. Ambos se rieron y
ordenó a su hermano, entre bromas, que saliese del despacho y se pusiera a trabajar. No sabía por qué
pero se había quedado helado con aquel regalo. Ahora entendía aquella salida con sus hermanas… y las
compras, y las bromas… Nancy quería seguir jugando y él estaba dispuesto a hacer lo mismo que ella.
No tenía ni idea de lo que había hecho con aquel regalo. ¿Quería provocarlo aún más? ¿No tenía
suficiente con sus pijamitas que lo volvieron loco en aquella cama? No iba a perder el control, no lo
haría… pero ella sí.
Se sonrió mirando el contenido de aquella bolsa… lencería de fino encaje blanca, roja, negra, rosa,
verde, amarilla… Eran minúsculas, de encaje y la imaginó con ellas. Cerró los ojos, suspiró, las metió en
la bolsa y salió del despacho. ¡El también sabía jugar y ahora sabría hasta donde podría llegar!
Aquellas clases habían terminado hacía rato… aún le había dado tiempo de recoger un poco y darse
una ducha antes de que llegase el otro turno… Luego se prepararía para la cena con Michael, en el que lo
haría perder el control como nunca. Se mordió los labios sonriendo solo de pensarlo. Le gustaba tanto
llevarlo a ese límite, ver sus ojos mirándola con el más puro deseo, controlándose; no era fácil y por eso
le gustaba. Pero, sabía que llegar a esos límites con un hombre como Michael suponía llegar hasta el
final, y… aún no sabía si estaba preparada para hacerlo. Quería, claro que quería hacerlo, de hecho era
la primera vez que deseaba estar con un hombre íntimamente aunque su malísima experiencia la ponía en
una situación bastante difícil.
Aquella ducha fue maravillosa, no solo había dado clases aquel día, también había terminado su
jornada de limpieza en la oficina y al terminar estuvo con Jeremy, practicando, enseñándole algunas
cosas, y estaba agotada.
Se colocó aquella toalla fina y echó a un lado las cortinas… Ni siquiera lo esperó… No lo había
escuchado entrar y pegó brinco al verlo ahí, apoyado en el quicio de la puerta de aquel aseo sin ni
siquiera haber llamado. La miraba de una forma…
Vio en sus manos la bolsa que ella le había llevado al despacho y supo que el juego había
comenzado… Sus ojos se lo decían… Así que solo supo reír mientras agachaba la mirada al suelo…
Michael vestía aquellos maravillosos trajes de chaqueta que solía usar, pegados a su cuerpo… le
encantaban… pero no levaba chaqueta… Realzaban su cuerpo bien formado y aquello la volvía loca… Y
él lo sabía… ambos sabían lo que le volvía loco al otro, por eso había decidido ir a comprar algo de
lencería sexy… le gustaba provocarlo, ponerlo al límite… Solo que Michael traía una mirada muy
distinta aquel día…
Metió la mano en la bolsa y sacó algunas golosinas… también le había metido algo dulce en su
interior… ella era muy golosa… y quería que él lo supiese… Lo veía comiendo alguno de aquellos
dulces, mirándola completamente embobado, sus piernas aún mojadas por el agua… estaba desnuda… y
agitada solo de verlo allí…
-¡Qué haces aquí, Michael?- Sabía lo que hacía…
-¿Seguro que no lo sabes? Yo creo que sí… - Y metió la mano en aquella bolsa sacando algunos
caramelos y metiéndolos en su boca…
-¿Te ha gustado el regalo? – Y siguió provocándolo… No debería haber seguido estando medio
desnuda…
-¿Te gusta jugar, eh? – Le dijo mientras sacaba una de las braguitas de la bolsa y se las enseñaba… -
A mí también… y te aseguro que juego de maravilla…- Susurró mientras la veía agachar la mirada y
sonrojarse…
La tenía ahí, medio desnuda, tapada solo con una pequeña toalla, mojada y solo imaginarla sin ella…
¡No tenía idea de cuánto la deseaba! Se mantuvo firme…sereno… quería seguir con aquel juego en el que
lograría ganar… sin lugar a dudas ahora le tocaba a él… y conseguiría que Nancy se quemase…
Le echó encima aquella braguita que logró coger al vuelo… Eran blancas…
-Póntelas… - Muy seguro de sí… sin dejar de mirarla de aquella forma… - …así podré decidir cuál
quiero que uses esta noche… aunque no creo que te duren mucho tiempo puestas… - Y sus ojos la
deseaban con locura… podía verlo…
Nancy retrocedió unos pasos… Iban a llegar en cualquier momento e iban a pillarlos ahí… juntos…
Lo vio acercarse, despacio, sin dejar de mirarla con aquel deseo que no podía disimular.
-Michael mis alumnos llegan en unos minutos… - Dijo mientras se mordía los labios…
-¿Prefieres que te las ponga yo? – Y la sujetó por la cintura mientras la pegaba a su cuerpo… No
dejaba de mirarla y ella no sabía qué hacer… estaba ruborizada… solo la cubría una toalla minúscula
y… él estaba tan cerca de su cuerpo… ¡Sentía tantas sensaciones que ni siquiera conocía… no sabía qué
hacer, qué decir… ni cómo mirarlo…!
-Michael, estoy desnuda…-Es lo único que acertó a decir… mientras trataba de tirar un poco de
aquella toalla para cubrirse algo más… no tendría que haber dicho eso… vio su cara, su sonrisa, pegada
a su cara… no habría marcha atrás…y tampoco quería que la hubiese…
-¿Ah, sí? ¿Entonces no llevarás nada debajo de esta toalla? - Y comenzó a sentir aquella mano bajar
de su cintura… mucho más abajo…
Intentó detenerlo pero él no la dejó… Metió aquella mano debajo de su toalla y acarició su culo
desnudo y mojado… Pero no se quedó allí, Michael siguió bajando su mano, por detrás, hasta llegar a la
zona más intima de aquella jovencita que nunca había sido tocada por nadie… y se quedó ahí, rozándola,
acariciándola… mientras la miraba fijamente a los ojos… Se puso tensa al sentir aquellos dedos en su
intimidad más absoluta… pero esperó… solo unos segundos… le gustaba…
-¡Michael, no! – Pero ni siquiera insistió mucho… Por supuesto que no quería alejarse de él… sentía
tantas cosas y… la estaba tocando…acariciando… nunca nadie había llegado a ese límite… jamás… y
no sabía hacia dónde mirar, no podía mirarlo a él, eso estaba claro…se ruborizaba aún más y ya sentía
arder sus mejillas con aquellas caricias… su alma entera…
-¡Vaya! ¡¡No llevas nada!! – Le dijo muy suave en su oído mientras seguía acariciándola, notando
cómo se excitaba por segundos…
Estaba húmeda, caliente y no era la única que estaba encendiéndose allí… trataba de controlarse…
quería ponerla al límite, deseaba que saborease aquellas sensaciones que sabía eran desconocidas para
ella… Y le gustaba… él notaba su mano mojada, y sentía sus piernas retorcerse mientras mordía sus
labios… aguantando… y sin poder mirarlo a los ojos…
-Por favor… para… - Le rogó avergonzada mientras sentía que empujada de ella hasta las duchas…
-Mírame, Nancy… - No lo hizo… No podía… quería morirse de la vergüenza… ¡La estaba tocando y
ella estaba muy excitada! –Mírame… - Y su voz fue mucho más segura…, consiguió que levantase la
mirada un solo segundo y lo mirase los ojos… pero no pudo mantener la mirada, ella sabía cómo estaba,
llegaba a un punto en el que no podía aguantar más… Y le gustaba tanto…
Michael soltó su cintura pero siguió acariciándola con la otra mano. Ni siquiera se alejó un poco,
siguió pegada a su cuerpo mientras conseguía levantar aquella barbilla y besarla… Abrió los ojos, lo
miró muy de cerca, respirando agitada y consiguió pronunciar unas palabras…
-Me da mucha vergüenza, Michael… - Le dijo mientras lo veía morderse los labios, excitándola aún
más…
No se detuvo… Sacó su mano un solo segundo… mojada, y levantó aquella toalla para volver a
acariciarla, por delante, llegando mucho mejor a su zona íntima que lo esperaba muy caliente… Siguió
sonriendo mientras acariciaba su clítoris, rodeándolo, suave, lento, notando su respiración cada vez más
acelerada… La vio tratar de ahogar aquellos gemidos que eran imposibles de contener… mientras
pasaba su lengua por aquellos labios… Nancy estaba encendida, sujetando aquella pequeña toalla con la
mano en la que llevaba sus braguitas… no quería que cayese al suelo y quedar totalmente desnuda delante
de él… y agarrando la mano de Michael con la otra… notando como la movía con aquella maestría…
Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, pegada a la pared que la impedía moverse… Tampoco quería
hacerlo…
Entonces paró, y muy despacio sacó su mano de aquel lugar tan íntimo que ardía de placer… No
dejaba de mirarla, la obligó a hacerlo… mientras le enseñaba su mano mojada, de ella, de todo el placer
que le había provocado… Tenía ganas de llorar… de reír… ¡Qué vergüenza más grande! ¡No sabía
dónde mirar…! Y entonces lo vio acercar sus dedos a la boca, metiéndoselos dentro, saboreándolos, una
y otra vez, mientras lamía aquella humedad… sin dejar de mirarla…
Se quiso morir de verdad… ¿Qué acababa de hacer? ¡Dios no podía creerlo! Nancy lo miró
asombrada por aquel gesto… ¿¡en serio había hecho eso!? ¡Y qué sensación de placer sintió al
escucharlo tan cerca de su oído… susurrarle que estaba deliciosa…! ¿¡Cómo!? ¡Nunca lo imaginó ni en
sus más íntimos sueños! No sabía dónde meterse, sentía que sus piernas temblaban, que todo su cuerpo
botaba de placer y de agitación… ¿cómo podía hacerla sentir aquellas cosas? ¡No conseguía controlarse!
Su boca se pegó a la de ella, ardiendo… y su lengua se adentró en ella, profundo, rozando la suya,
moviéndola, juntas mientras sentían el sabor del otro… Respiraban agitados, besándose con un deseo
irrefrenable… Michael en su experiencia sabía cómo controlar sus instintos pero junto a ella… era muy
complicado… Nancy lo hacía perderse totalmente…
-Si vienes a mi despacho a provocarme con estas braguitas… - Y se las quitó de las manos… …
corres el riesgo de que no me conforme solo con vértelas puestas… - Sujetó su barbilla y la levantó
mirándola fijamente a los ojos… - Yo no soy Brian, Nancy… no tengo quince años y no me conformo con
unos besitos de consolación. Yo lo quiero todo… - Y miró aquella pequeña toalla que la cubría… la
deseaba con todas sus fuerzas.
Se agachó y la hizo levantar las piernas… sabía que temblaba… y no podía dejar de sonreír mientras
la miraba con puro deseo… ¿Qué imaginaba que iba a hacerle? Siguió provocándola hasta el límite…
Miró aquellas braguitas blancas, preciosas, sexys, y la hizo meter las piernas mientras se las subía
lentamente… besando sus piernas… sus muslos… muy cerca ella que gimió al sentir su lengua pegada a
sus muslos y subiendo.
-¿Te gusta cómo juego, Nancy? – Le susurró en el oído, notándola agitada por todo cuanto él le hacía,
por todo lo que le decía… - No tienes ni idea de lo que puedo llegar a hacer contigo, preciosa. – Sus
manos rozaron sus brazos desnudos, erizando su piel al segundo. - Te salvas porque tengo una reunión
muy importante y no puedo faltar… - Dijo mientras escuchaba el alboroto de los alumnos fuera, en el
gimnasio. – Será muy aburrida, hablaremos de proyectos, de trabajo… y estaré rodeado de arquitectos e
ingenieros… serios, enchaquetados… - Le hablaba en susurros, mientras besaba sus mejillas, sus
orejas… No paraba de excitarla… - ¿Y sabes en qué estaré pensando todo el tiempo? – Se pegó aún más
a su oreja y pasó su lengua por dentro… Nancy cerró los ojos agitada…- …en lo mojadita que te he
dejado…
Y sin más se alejó de ella sin dejar de mirarla, sonriendo y mordiendo sus labios mientras pasaba su
lengua por ellos… Allí la dejó, agitada por la excitación total, contrariada ante aquellas emociones
nuevas y hambrienta… deseaba más… mucho más… Sus experiencias de sexo ni siquiera habían sido
descubiertas aún, ella solo conocía la fuerza y la brutalidad de Sanders, que siempre le mostraron terror y
repulsión, obligándola a apartar cualquier posibilidad de amar a un hombre. Nunca pudo…
Hubo un tiempo en el que tonteó muchísimo con el joven Brian, su fiel compañero de patinaje, pero
eran jóvenes, cargados de responsabilidad y ocupando la mayor parte de su tiempo libre en las
competiciones… Lo intentaron un tiempo, él era un chico maravilloso que siempre estuvo dispuesto para
intentar algo con ella… pero Nancy jamás pudo traspasar aquella línea que su padre había dejado tan
marcada en su alma.
Ahora se sentía tan extraña… Michael la hacía conocer aquel mundo tan desconocido, tan excitante y
abrumador… No conseguía controlar sus emociones cuando se acercaba de aquella forma… cuando
sintió aquella mano acariciándola de aquella forma…volvió a ruborizarse solo de pensarlo… quiso
mirarlo varias veces, lo deseaba con total desenfreno pero no pudo… Lo tenía ahí, haciéndola gemir de
placer, llevándola hasta aquel punto en el que ella misma se sintió mojada… y él siguió haciendo que
aquella sensación de extremo placer recorriera cada parte de su cuerpo… No eran sus mejillas las únicas
que se encendieron en aquellos momentos y solo el hecho de mirarlo a los ojos, mientras seguía
acariciando su clítoris, su interior, viendo como sonreía al sentirla tan caliente, la hacía volverse aún más
loca de deseo…
Edward pudo mostrar a Jeremy todo lo relacionado con el trabajo que desempeñaría. Estarían muy
cerca, sus despachos colindaban y debía hablar continuamente con él para que pudiese aprobar cualquier
cosa que hiciese. Digamos que estaría bajo su supervisión además de estar encantado de enseñarle todo
lo que necesitase.
Podía ver sus miradas mientras le explicaba… sabía que ambos tenían una conversación pendiente y
que no sería fácil tenerlo allí, bajo su mando. No obstante trató de no hacer caso a sus miradas que lo
asesinaban ni a sus comentarios que trataban de provocarlo.
Quiso saber cómo se encontraba, sabía que las cosas no habían sido fáciles para él, lo conocía hacía
muchos años y realmente lo apreciaba… pese a todo… Solo recibió una mala contestación de Jeremy, la
esperaba, era lo menos que podía decirle después de lo que le había hecho…
-Vamos, Jeremy… intento ser agradable… - Le dijo sin mirarlo, de espaldas a él en aquel
despacho…
-Pues ahórrate los cumplidos conmigo… No necesito tu lástima… - Podría tratar de disimular pero…
por cuánto tiempo…
Edward había significado tanto en su vida… Durante años, él había sido la persona más importante
para aquel joven que se sintió engañado hasta el extremo por él. Sí, estuvieron juntos, muchas veces
durante todos aquellos años en los que Michael estuvo en California… Y nunca pudo decir nada…
Edward era un hombre casado y aquellos encuentros sexuales no destrozarían su matrimonio. Kimberley
no lo merecía, era una buena mujer que lo quería de verdad, que sabía de sus devaneos pero que
agradecía que regresase a casa, a su lado cada vez…
No la amaba, solo tenía cariño por ella pero Edward no era tonto y sabía que nunca podría estar con
la única persona a la que realmente siempre amó… Los demás solo fueron desahogos en aquellas noches
en las que el deseo lo invadía… lo echaba de menos… y buscaba en otros lo que tanto ansiaba…
Jeremy tampoco fue muy especial a pesar de haber repetido hasta la saciedad con él… para aquel
arquitecto, aquel jovencito al que enseñó todo cuanto sabía, y con el que había disfrutado muchísimo,
solo había sido especial por ser quien era… no había nadie que le recordase tanto a Michael como su
propio hermano…
-Jeremy, vamos a trabajar juntos muchas horas al día… trato de hacer esto lo más agradable
posible… - De verdad era incapaz de mirarlo…
-Nada más lejos de la realidad… - Le soltó… -Tratas de parecer preocupado por mi estado, por
cómo me siento, cuando en realidad lo único que te interesa es que mantenga con la boca bien cerrada…
Se volvió… lo miró fijamente… era otra de las cosas que quería, claro… pero también era cierto que
estaba preocupado por él después de enterarse del trágico final que Jeremy buscó meses atrás…. Por
supuesto que no deseaba ningún mal para él, pese a no haber sido sincero con él desde el principio, pese
a haberlo utilizado todos esos años para su satisfacción… era hermano de Michael y lo había visto
crecer… Solo deseaba que pudiese superar aquello y consiguiese ser feliz…
-Es lo mejor para todos… No tiene por qué sufrir nadie más…
-Eres un cínico, Edward…- No podía volver a mirarlo a los ojos sin sentir un odio inmenso hacia
él… - ¿Por qué no admites de una puta vez que tienes miedo de que Michael se entere de todo? Es lo
único que te importa… el dolor de los demás te la suda… Sabes que nunca te lo perdonará y… no
soportarías que te odiase…
-¿Has terminado?- No iba a perder los nervios con él…lo conocía muy bien… demasiado bien… y
sabía que solo estaba teniendo un ataque de rabia por haberlo abandonado…
-No… - Soltó acercándose a él… podía ver aquella mirada impasiva… no sentía absolutamente nada
por el después de todo lo que habían compartido… No podía entenderlo…- Si Michael no se ha enterado
de nada no ha sido por salvar tu culo… te lo aseguro… todos hemos tratado de ocultarle la verdad para
no hacerlo sufrir… ¡Te mataría si supiese lo de mi…!
-¡¡Basta!! – Gritó muy cerca de él… - Nadie te obligó a meterte en mi cama durante años, Jeremy…
Me buscabas, cada noche, a sabiendas de que no te amaba así que no vengas ahora ha hacerte el mártir de
toda esta historia porque disfrutaste tanto como yo…
No había duda de que aquella historia no estaba cerrada del todo, ambos tenían demasiadas cosas que
callar, demasiados secretos ocultos… era mejor que se quedasen allí, ocultos, si Michael alguna vez
supiese aquella de la que Edward era incapaz de hablar, las cosas se pondrían muy feas…
-¡Disfruté porque estaba enamorado de ti! ¡Siempre lo he estado y tú lo sabías… siempre lo has
sabido…! – Volvería a sufrir en aquel edificio viendo a Edward a todas horas… lo sabía…
-Yo nunca te dije que te amaba… Nunca te mentí…
-¡Me follaste durante años mientras pensabas en mi hermano, Edward! ¡No te atrevas a decirme que
nunca me has mentido! Me has jodido en todos los sentidos… pero no soy el único, ¿verdad? – Sabía que
estaba enamorado de Michael y también sabía que nunca podría estar con él… ¡Y cuánto se alegraba de
ello! – Debe ser una autentico infierno llevar toda la vida enamorado de alguien que solo te ve como un
amigo… ¡Pobrecito Edward…! Te mueres de ganas por follártelo… pero nunca podrás meterlo en tu
cama… - Se acerco hasta su oído y le susurró…- No tienes ni idea de cómo me alegro…
Lo dejó solo en aquel despacho, pero no se sentía mal por sus palabras… Edward se echó un trago de
whisky y se acercó a aquellos ventanales… Tenía unas vistas preciosas de Central Park desde una de las
últimas plantas de aquel edificio… Bebía y pensaba…
No se lo iba a poner fácil, Jeremy estaba bien jodido y aunque no hablaría con Michael, sabía que
tendría que aguantar sus indirectas y sus malas formas… Siempre lejos de su hermano… Sabía que le
había hecho mucho daño con aquella relación extraña que mantuvieron durante años… y no había mentido
en nada… Lo engañó, desde el principio, engatusándolo con sus palabras, con sus caricias, sabiendo que
aquel joven se sentía atraído por él…
No pensó en nada en aquellos momentos, Edward no sopesó las graves consecuencias que podría
pagar por aquello… su dolor por la marcha de Michael fue tan grande que trató de mantener vivo el
recuerdo de su amor imposible con la cercanía de su hermano menos…
Las lágrimas cayeron de sus ojos y las secó rápidamente… Sí, lo amaba, siempre lo amó… pero
Michael siempre fue su amigo, su gran y mejor amigo que estuvo a su lado en cada momento de su vida…
Sabía que nunca podría tener nada serio con él, era en vano intentarlo… pero solo la ilusión de tenerlo en
sus brazos aún en momentos esporádicos lo hacía vibrar cada noche…
Jeremy no tenía idea de las cosas que podía hacer su hermano… Era cierto que nunca podrían
mantener una relación seria de pareja, aquello era una locura pensarlo y sostenerlo… pero, ¿qué sabía él
de las cosas que podía llegar a hacer Michael? ¿De verdad creía conocerlo? Edward era su mejor amigo
desde siempre y nadie, absolutamente nadie lo conocía como él… en todos los aspectos…
Cerró los ojos y pasó la lengua despacio por sus labios… pensaba en Michael y en cómo le gustaba
su sabor…
Michael hablaba con Martín por teléfono cuando vio a Nancy entrar en su despacho. Traía unas
bolsas. ¿Más bolsas? ¡Qué peligro! Y la miró sonriendo mientras seguía charlando sobre negocios.
Habían quedado aquella noche en casa de él, cena romántica, música tranquila y una maravilla velada
para ellos que deseaban estar a solas más que nada en el mundo.
Por fin había llegado el momento de pasar la noche juntos, sin problemas de que alguien pudiese
escucharlos gemir en la habitación de al lado… estarían solos en aquel gran apartamento y nadie podría
impedir que se entregasen con la pasión que llevaban tanto tiempo guardando.
Aquella faldita dejaba ver las piernas de Nancy, perfectas, y su chaleco de lana ceñido marcaba
aquellos pechos grandes y firmes que volvían loco a aquel empresario. Soltó el abrigo en el sillón y
abrió aquellas bolsas: unos cojines azules y amarillos que colocó en el sofá negro de su despacho, unas
macetas pequeñas con unas flores blancas que situó encima de su escritorio y detrás su sillón, en una
mesita cerca de la cristalera. Por allí entraba mucha luz. Un portafotos plateado con una preciosa foto de
ellos juntos, sentados en el fotomatón que puso cerca de su ordenador. Así no la echaría de menos nunca
más…
Michael sonrió al verla feliz, decorando su despacho para que dejase de estar tan soso y frío, como
ella había dicho. No le importaba para nada. La dejaba hacer todo lo que quisiera con él, con su
despacho, con su vida entera…
Se acercó a él que seguía hablando con Martin, parecía algo importante. Sus brazos lo rodearon y
Nancy apoyó su cabeza en la espalda de Michael, mientras él acariciaba sus manos dulcemente. Lo
escuchó decir que cogería un vuelo y podrían reencontrarse al día siguiente y separándose de Michael se
puso frente a él, con el rostro triste…
-¿Te vas a alguna parte? – Pudo preguntarle al verlo terminar la llamada.
-Hemos tenido que adelantar una reunión muy importante en Los Ángeles, uno de los inversores sale
mañana para Europa por motivos familiares, así que… - La notaba triste… - …mi vuelo sale en una
hora…
-¿Y nuestra cena? – Preguntó agachando la cabeza y sabiendo que todo se había estropeado… Pensé
que esta noche iba a ser especial…
-Lo siento, Nancy… - Se sentó en su sillón, la tenía justo en frente, apoyada en su mesa… - Tu padre
cancelará un proyecto que nos supondrá una pérdida de miles de millones… esta reunión es sumamente
importante… es la única posibilidad que tenemos para recuperarnos un poco de un golpe como este… -
Volvería a trabajar en un proyecto con Martin, era su única salida a una pérdida tan sumamente grande.
Nancy lo entendía, por supuesto que sí, solo que iba a echarlo de menos hasta que se reuniesen en Los
Ángeles dentro de dos días… entonces saldrían para Bora Bora y vivirían un viaje de ensueño… Hasta
entonces… debía conformarse… No le quedaba otra…
Movió aquel sillón que se desplazó con facilidad por las ruedas y apoyó su cabeza en el estómago de
aquella chiquilla mientras rozaba sus piernas desnudas con sus manos… Él también la echaría de menos
hasta entonces… Le acariciaba el pelo, suave, mientras sentía que le daba besos en el estómago, por
encima de aquel chaleco…
-¿Pensaste en mi durante la reunión? – Le preguntó curiosa…
Levantó la cabeza y la miró sonriendo… Estaba claro que quería más… Y acarició sus piernas
desnudas mientras se levantaba y se pegaba a ella, susurrándole al oído que sí… la miró muy cerca…
Sabía que tenía ganas de estar con él pero… era imposible que tuviese más ganas que Michael…
-¿Quieres más? –Le susurró provocándola de nuevo… Sabía la respuesta pero quería verla
sonrojarse… le fascinaba verla así… y la vio morderse los labios mientras lo miraba un segundo… sin
atreverse a contestar…
Consiguió levantarle aquella falda con facilidades y metió su mano dentro de aquellas braguitas que
él mismo le puso aquella mañana… Y volvió a acariciarla… esta vez sin dejar de mirarla, obligándola a
levantar la vista y demostrarle cómo la ponía…
-Así que quieres más pero eres incapaz de decirlo sin ruborizarte… ¿eh? – Nancy sonreía aquella
verdad… Su mano no dejaba de hacerla vibrar cada vez más deprisa mientras sentía aquellos dedos
tratando de llegar más allá…- ¿Esto es lo que quieres, Nancy? – Y logró introducirlos despacio, sin dejar
de acariciarla y ahogando aquel gemido con su lengua que se adueñó de su boca en cuestión de
segundos… - ¡Te dije que podrías quemarte…! – Pegado a su boca… mirando su boca…
La mano de Nancy sujetó la de Michael, pensó en pararlo pero no lo hizo… lo dejó ahí unos
segundos, mientras ella conseguía abrir sus piernas despacio, mirándolo excitada, y dándole paso a un
mejor movimiento… Sus manos se movían a la vez, despacio, sintiendo aquellos dedos dentro de ella y
notando cómo se perdía por el placer que le provocaban aquellas sacudidas…
-¡Dime que quieres más… Nancy! – Excitado… pero no consiguió que dijese nada… La veía allí,
con los ojos cerrados, tímida… disfrutando de todo lo que él le hacía… ¡Tendría que enseñarle tanto…!
Siguió acariciándola, por fuera, mientras la besaba y la acariciaba para hacerla llegar a ese límite
que no rebasaría… Sabía donde la quería… sabía dónde podía llegar con aquella chiquilla que sentía
arder en sus manos… ella lo rodeaba con los brazos, besándolo, perdiendo el control… ni siquiera sabía
dónde estaba en aquellos instantes… solo podía cerrar los ojos y sentir aquello tan abrumador que le
recorría todo el cuerpo…
Tocó aquel botón para comunicarse con una de sus secretarias, dando órdenes explicitas que nadie lo
molestase… Cerró la puerta con llave y volvió a acercarse a Nancy, despacio… no dejaba de mirarla,
inquieta, asustada pero deseosa de probar más…
-¿Me provocas durante meses y ahora te da vergüenza mirarme a la cara mientras te acaricio? – Y se
acercó a ella, pegando su nariz con la de ella… pegados… rozando su sexo de nuevo, solo un segundo, y
haciéndola sobresaltar ante el contacto… - No parecías tan tímida estos meses atrás…en el ascensor…
en tu casa… mientras me metías la lengua hasta la garganta y me hacías perder el control… - Y sujetó su
barbilla para que lo mirase mientras su mano seguía ahí abajo… La miró y comprendió todo… realmente
era cierto que aquello era nuevo para ella… todo… - Entiendo… Nunca habías llegado tan lejos, ¿no? –
Y la vio mover la cabeza negando mientras mordía sus labios… -¿Y ese chico con el que salías? El joven
con el que patinabas… pensé que él y tú…
-Brian y yo éramos unos críos… - Respondió tímida… - Nos besamos, pero… nunca hicimos nada
más… Y después de lo de mi padre yo nunca pude… - Lo miraba ruborizada mientras lo veía morderse
los labios. – Eres el único hombre que me ha acariciado de esta forma, Michael. – Con él era distinto…
-Ummm… - Aquel sonido la excitó. Era lo que buscaba mientras pasaba su lengua por sus labios. -
Brian no sabe lo que se ha perdido… - Y la miró fijamente mientras se mordía los labios…
provocándola… - Voy a tener que enseñarte muchas cosas, preciosa, y me va a encantar hacerlo.
Sus manos bajaron aquellas braguitas que acercó hasta su nariz… la olió, mientras la miraba
fijamente y las guardó en su bolsillo mientras lo veía apoyarse de rodillas en el suelo y acercar su boca a
sus piernas desnudas… ¿Otra vez? ¡No, por favor! Pero esta vez no se detuvo… Michael acarició
aquellos muslos desnudos y metió su cabeza entre ellos, besando aquellas piernas suaves, lamiéndolas…
y subió…
Consiguió sentarla en aquella mesa de su despacho y abrió sus piernas solo un poco, mientras la
miraba deseoso de hacerlo… Y su boca se acercó hasta su sexo, metiéndola allí y haciéndola moverse en
aquella mesa… Intentó retirarse al sentirlo ahí pegado, pero Michael subió las manos hasta sus caderas y
la sujetó, obligándola a quedarse quieta mientras besaba su sexo, una y otra vez… La escuchó aguantar
aquel gemido mientras se retorcía de placer…y aún no había hecho nada…
La miró, agitada… lamiéndose los labios mientras trataba de agarrarse a aquella mesa… Y la
escuchó decirle que parase… No era cierto… no lo deseaba…
-¿De verdad quieres que pare? – Y no pudo contestar… Lo vio reír mientras volvía a acercarse a ella
y cerró los ojos… sabía que iba a perderla totalmente…
Sintió la mano de Michael tocándola, mientras trataba de llegar más allá… Y lo hizo… Su lengua
llegó donde quería, donde buscaba y ahí se quedó… lamiéndola, sin parar, con un ritmo pausado, de
arriba abajo, mientras la hacía llegar a límites donde nunca sospechó llegar en su vida… Logró llegar
hasta la cabeza de Michael, ahí, en su sexo y la acarició mientras lo dejaba hacerlo… sabía lo que era,
no era tonta aunque nunca lo hubiese probado… ¡Iba a volverse loca tratando de contenerse! Y lo sintió
alejarse despacio, lamiendo el interior de sus muslos que ardían de una forma infrahumana…
Michael pasó su lengua por aquellos labios que la habían lamido, saboreándola aún, y acercándose a
su boca para besarla con deseo… Su lengua dentro se movía con facilidad mientras la echaba hacia atrás
solo un poco… Sujetó su nuca mientras se adueñaba de sus sentidos encendidos en aquel instante,
moviendo su lengua dentro de ella, dentro de su preciosa boca que ya no podía controlarse más,
mordiendo sus labios dulces una y otra vez… E hizo que lo tocase, duro, muy duro… extremadamente
excitado por su culpa…
-¿Has visto cómo consigues ponerme? – La dejó que lo acariciase… Sabía que no podía más… la
tenía donde él quería…
-¡¡No puedo más, Michael!! ¡¡Por favor…!! – Le rogó mientras lo abrazaba y besaba su cuello…
Nancy quería más…
-¿No puedes más? – Y se mordió los labios para seguir excitándola… ¡cómo le gustaba ponerla así! -
¿Y qué es lo que quieres? ¡Vamos… dímelo…! -Le susurró…
-Quiero que sigas… por favor… - Quería escucharla…sabía cuánto le costaba por cómo conseguía
ruborizarla solo al acariciarla… solo con mirarla… Claro que sabía lo que Nancy deseaba… la había
llevado hasta el límite de cualquier mujer, sintiendo el calor, la humedad de su sexo y dejándola ahí… sin
aquel orgasmo esperado y desconocido para aquella joven.
-¿Quieres que siga lamiéndote? – Y sujetó su cara para hacerla levantar la mirada, ruborizándose…
de verdad no podía más. Michael sonreía al verla así. - ¿Quieres que siga saboreándote, Nancy? ¡Me
gusta tu sabor… me pone duro tu olor! – Le susurró mientras metía su lengua en su boca. ¡Qué malo era! -
Puedo tumbarte aquí en mi mesa… ¿Quieres? – Y la inclinó un poco. - Puedo hacerte el amor ahora
mismo hasta hacer que te corras, preciosa. ¿Eso es lo que quieres?- Sí, claro que quería. - ¿Quieres que
te lo haga ahora mismo, Nancy?- No dejaba de morder sus labios, rozándolos con la punta de su lengua y
eso la hacía enloquecer.
Y por supuesto que era lo que deseaba, tanto o más que Michael que la miraba muy sonriente mientras
ella cerraba los ojos, imaginando que lo haría. Pero por más que lo deseó, sintió cómo la bajaba de
aquella mesa y colocaba su falda en condiciones… tendría que esperar unos días, solo dos, cuando
pudiesen volver a reunirse en Los Ángeles y tomasen un vuelo a las islas de la Polinesia Francesa.
Lo abrazó fuerte mientras le pedía más… no podía volver a hacerle lo mismo que aquella mañana… y
lo veía sonreír mientras la besaba y la abrazaba… Metió su cabeza en su cuello y comenzó a besarlo con
intensidad… sabía que aquello le gustaba… pero las manos de Michael la separaron de su cuerpo
mientras sonreía muy cerca de sus labios…
-No, no, no… quieta. - Agarró su rostro con sus manos, mirándola muy, muy cerca… - No puedo ir
con el cuello marcado todos los días, preciosa… - Acarició sus labios, ella los mordía, provocándolo,
deseosa de más… - ¿Es que quieres que me presente a la reunión con un chupetón en el cuello como si
fuese un adolescente de quince años? – Sonrió mientras lo decía… - Voy a tener que enseñarte a controlar
esa fogosidad… - Y mordió sus labios, pasando la punta de su lengua por ellos…
-¿Por qué me haces esto? – No lo entendía… ¿Estaba riéndose de ella otra vez? – Me besas, me
acaricias… me haces sentir estas cosas y ahora me dices que te vas… ¡No lo entiendo! ¿Por qué?
-Porque a mí también me gusta este juego… y me pone cachondo verte tan encendida… - Y agarrando
su barbilla la besó dulcemente…
-¡No quiero seguir jugando más, Michael! ¡No te vayas ahora, por favor! - Y su voz sonó triste…
imploraba más de aquello que él la había hecho sentir…
-Si sigo aquí cinco minutos más, escuchando cómo me imploras y viéndote tan excitada… Sonreía
pícaro, controlándose. - …te aseguro que te subo en mi mesa y te lo hago ahora mismo, aunque mañana
toda la oficina hable de tus gemidos de placer. – Nancy sonrió segura de que la escucharían. La sujetó
por la cintura, mirándola muy de cerca… ¡Cómo la deseaba! ¡Cómo iba a pensar en ella en aquellos dos
días! Serían eternos hasta volver a encontrarse con ella… hasta poder estar a solas en aquella isla donde
nada ni nadie podría impedir noches de sexo desenfrenado… Créeme, es mejor que me vaya, Nancy…
La miró sonriendo mientras se acercaba a la puerta… debía marcharse de verdad pese a que deseaba
hacerla suya como nunca… Sería su primera vez de verdad y debía ser especial… sin prisas y no sentada
en la mesa de un escritorio… Tendrían tiempo…
Quitó el pestillo de la puerta y la miró mientras pasaba su lengua por sus labios… él también deseaba
lo mismo… mucho más que ella… pero Nancy no conseguía controlarse en momentos de placer, por su
inexperiencia, tal vez, y Michael no podía dejar que toda la oficina escuchase sus gemidos… Debían
aguantar solo unos días más…
Sarah y Edward esperaban fuera cuando Nancy salió del despacho… Michael iba tras ella. Ellos
también viajarían con él, estarían unos días juntos… con aquella mujer… Se giró y lo miró preocupada…
-¿Ella también ira? – Le preguntó muy bajito antes de que se marchasen… Lo vio sonreír y
acariciarle la mejilla… Seguía celosa de Sarah… No tenía arreglo…
-Nancy, ya hemos hablado de eso… - Pero la vio agachar la cabeza… no podía evitar sentirse mal
sabiendo que estarían juntos unos días… - Sarah es una de las ingenieras del proyecto… debe venir al
igual que Edward y Steven… - Levantó su barbilla y la besó dulcemente delante de todos… Ya no tenían
nada que ocultar… - Te veo en Los Ángeles dentro de dos días… No te lleves mucha ropa… no te va ha
hacer falta… - Le dijo mirándola de arriba abajo con deseo… - Y te prometo que no habrá nada que nos
impida terminar lo que hemos empezado hoy…
Capítulo 23
SECRETOS INCONFESABLES
Sanders llegaba esa misma mañana de un viaje de negocios… había estado todas las navidades fuera
por motivos de trabajo, su proyecto en común con Michael necesitaba nuevos inversores… Era definitivo
que no seguirían trabajando juntos.
Robert se había encargado de acercarse hasta su despacho para mantenerlo informado de los últimos
acontecimientos… Nancy estuvo controlada constantemente durante la ausencia de aquel hombre, en el
trabajo, en casa, en su viaje inesperado a Long Island. Y allí pudo contarte todo tipo de detalles sobre la
relación que ya no ocultaban Michael y su hija, en el edificio, delante de todos… parecían dos tortolitos
enamorados que mostraban su amor delante de todos.
Pero no quedarían así las cosas… Sanders no iba a consentir aquel comportamiento de su hija, no
hacía más que provocar en él una ira inmensa y una rabia superior a todas. Le daría su merecido. ¿Cómo
se había atrevido a desobedecerlo? Le dejó bien claras las cosas la última vez, trató de ser razonable con
ella pero Nancy no entendía las cosas a las buenas. Tendría que darle un escarmiento.
Aquel día en el edificio prefirió no verla… su rabia era demasiado grande para ocultarla y ella lo
notaría… Prefería ir a verla a casa, por la noche, sin testigos… y esta vez no sería benevolente con ella.
No tendría piedad. Su desobediencia, su atrevimiento con Michael le costaría caro. ¿Es que aún no le
había quedado claro que él mandaba? Pues se lo volvería a repetir.
Esperó horas en aquel coche, frente al edificio de su hija, pensando… tratando de controlarse… era
imposible, lo intentó durante horas en el despacho, en las reuniones, pero solo consiguió encenderse aún
más solo de imaginarla con Michael, en la cama… aquel bastardo la había tocado, se había acostado con
su Nancy. La mataría.
Rebecca y William salieron un momento del apartamento, iban a ir a comprar algo de cena en un local
cercano a Williamsburg, y regresarían para pasar una noche tranquila, viendo alguna película y
contándose cómo habían ido las navidades. Tenían muchas cosas que contarle a Nancy, la visita a casa de
los padres de William había sido fantástica.
Los conocía, no era la primera vez que había estado en a casa de Nancy y cuando los vio salir pensó
que se marcharían para no volver en un largo rato. Por eso salió del coche y subió aquellas escaleras,
rápido, furioso, totalmente ciego por el odio. Ni siquiera dijo nada cuando la vio abrir la puerta con
aquel pijama ceñido y sexy que usaba su hija… siempre los había usado. Pudo notar el miedo en sus ojos
al verlo allí, enloquecido y trató muy rápido de cerrar la puerta encontrándose con la mano de Allan que
lo impidió, empujando con fuerza y dejándola caer de espaldas contra el recibidor. Entró…
Nancy había visto las llaves de Rebecca en la mesa y pensó que era ella que volvía a recogerlas, por
eso no miró por aquella mirilla… abrió la puerta encontrándolo allí, con aquellos ojos de loco que tanto
la asustaban. Y no pudo impedir que entrase… lucho con fuerza para cerrar aquella puerta pero la
embestida de Sanders fue tremenda, haciéndole chocar contra aquel mueble que se clavó en su cintura.
Gritó con fuerza que saliese de su casa pero Sanders ya estaba dentro, dando pasos hacia ella, lentos,
seguros, directos hacia ella…
-¡No se te ocurra dar un paso más, Sanders! ¡¡Sal de mi casa, ahora mismo!! – Le dijo con fuerza pero
totalmente aterrada mientras daba pasos hacia atrás, alejándose de él.
Notaba su miedo, en sus ojos, en su cuerpo, en su agitación… la tenía totalmente aterrada y sola. No
estaba su querido jefe para defenderla, estaba bien lejos, seguramente follándose a otra en su ausencia.
¿O es que creía de verdad que era especial para aquel empresario? Solo era un entretenimiento, la
novedad que pasaría en unos meses cuando se cansase de follársela y buscase alguien más adecuada a él.
Ni tampoco estaba Steven, a quien dominaba a su antojo desde hacía años. Ese infeliz que trabajaba
para él y que hacía años trataba de protegerla de todos. Un imbécil enamorado que nunca conseguiría
nada de ella.
-¿¡Cómo te has atrevido a desobedecerme, puta!? – Le gritó haciéndola saltar de miedo. ¿Esperas mi
ausencia para meterte en su cama?
-¡Vete, por favor o llamaré a la policía!
-¿¡Vas a amenazarme a mí con la policía!? – Y se adelantó con rapidez hasta ella hasta coger sus
manos, fuertes, marcando con decisión aquellas muñecas pequeñas que se retorcían de dolor. - ¡No se te
ocurra volver a amenazarme pequeña zorra!
Luchó con fuerza para soltarse de aquellas manos que se clavaban en las suyas pero Sanders levantó
su brazo con fuerza y golpeó su rostro varias veces, dejándola caer bruscamente al suelo. Trato de
moverse, de levantarse… ¡estaba aterrada! Gritaba pero nadie la escuchaba.
-¡Eres un cabrón, fuera de mi casa! –Y trató de levantarse como pudo, sujetándose en aquella mesa
que pudo aguantar su peso. Estaba de pié, delante de él, muerta de miedo… pero debía ser fuerte, se lo
había prometido a Michael. - ¡No tienes derecho a venir a mi casa a golpearme! ¡¡No tienes derechos
sobre mí!! ¡¡Fuera, Sanders!!
Y entonces supo que todo sería peor. Su mano agarró su cuello, con fuerza mientras la echaba hacia
atrás cayendo en aquel sofá donde semanas antes había estado con Michael. No podía respirar, aquella
mano grande apretaba con fuerza su garganta mientras le hablaba muy cerca de su boca, de su cara.
-¿¡Esas son las ideas que te ha metido ese cabrón en la cabeza!? ¿¡No te equivoques, Nancy!! ¡¡Tú
eres mía!! ¿¡Me oyes!? – Y metió su mano por debajo de aquel pijama, tocándola.
-¡¡Nooo!! – Quiso detener aquella mano pero no pudo. Sanders apretaba aún más su garganta cada vez
con más fuerza.
-Dime… ¿Qué más te ha metido ese hijo de puta? ¿¡Eh!?- Tiró de aquella pulsera que brillaba en su
mano. - ¿Te compra con estos regalos? ¿Es qué ahora te vendes por unas putas joyas? ¿Esto es lo que
quieres? - Intentó quitarle la pulsera de las manos pero volvió a golpearla, esta vez con el puño cerrado,
consiguiendo partir su labio que sangraba sin parar.- ¿¡Te ha gustado follar con él más que conmigo,
pequeña zorrita!? – Y se acercó a su boca, lamiéndola mientras aflojaba aquella mano que no dejaba de
asfixiarla. - ¡¡Vamos a ver si él te folla mejor que yo!!
Vio la oportunidad de escapar y sujetó su cara consiguiendo arañarla mientras lo empujaba con toda
su fuerza. Ya no lo tenía encima y consiguió arrastrarse por aquella alfombra unos metros antes de que él
levantase aquella pierna que paró en su estómago. Sintió un dolor intenso en su barriga y cayó de bruces
contra el suelo.
Sanders había perdido el control totalmente, colocándose encima de ella, golpeándola sin piedad, una
y otra vez. Sus puños en su rostro, en su estómago… sus manos apretando sus brazos doloridos por los
golpes.
-¡¡Voy a enseñarte quien manda aquí, puta!! -Vio aquella correa en sus manos, y sintió aquellos
latigazos en su espalda… demoledores… mientras trataba de ahogar aquellos gritos que nadie podía
escuchar. - ¡Te atreves a desobedecer mis órdenes! ¿Es que crees que puedes hacer lo que quieras? Una
sacudida… otra… sentía rajar su piel bajo aquella correa de cuero que se clavaba sin piedad en su
espalda. -¡¡Nunca serás de nadie… nadie puede poseerte… nadie excepto yo… y vas a entenderlo así
tenga que molerte a palos para que entiendas quien manda aquí!!
La insultaba sin piedad mientras peleaba con ella, enloquecido, tratando de bajarse aquella
cremallera para volver a forzarla. ¡Estaba tan furioso que no pensó en nada! Solo podía ver aquella
imagen de Michael follándose a su hija, y deseo hacerle ver hasta dónde podía llegar él si seguía
desobedeciéndolo. No tendría más piedad con ella.
Gritó, peleó, golpeó con toda la fuerza que le quedaba, aterrada por cada golpe, por aquellos ojos,
por lo que iba a pasar. Sus puñetazos la doblegaban cada vez más, estaba muy mareada pero pudo ver la
imagen de William frente a ella, tratando de apartar a Sanders de encima mientras Rebecca la abrazada
llorando. Cerró los ojos… le dolían, todo su cuerpo entero, toda su alma que gritaba de horror.
Aquella noche salieron a tomar algo juntos, después de las seis horas de vuelo ni siquiera habían
podido descansar antes de la reunión. No dio tiempo a mucho más. Ir al hotel, ducharse, preparar los
últimos documentos e ir a North Beverly Park. La reunión se haría en la mansión de Martin donde se
quedarían a almorzar todos juntos.
El hotel distaba a unos trece minutos, el Beverly Hilton había sido el elegido por Edward que
siempre se alojaba allí cuando estaba por California, muy lujoso y confortable de cinco estrellas donde
no les faltarían comodidades durante su estancia.
Martin quiso alojarlos en su enorme mansión en aquellos dos días, insistió bastante pero Michael
agradeció su detalle aunque ya estaban alojados en el hotel y era mejor así… Aquella casa le traía
muchísimos recuerdos.
Pudo explicarle, por teléfono, la situación vivida en New york, obviamente suprimiendo todo lo
relacionado con Nancy que imaginaba no sería de su agrado… El recuerdo de Elizabeth aún estaba muy
presente en aquel hombre que nunca consiguió volver a ser el mismo. Por lo que trató de explicarle las
cosas sin entrar en demasiados detalles sobre la relación que mantenía con la hija de Sanders… Se
trataba de un impresionante proyecto por el que perderían miles de millones.
No necesitó saber mucho más… Michael siempre había sido su mano derecha y se ofreció a ayudarlo
inmediatamente, presentándoles a unos inversores árabes con los que tenía en vista un multimillonario
proyecto. Lo demás era secundario, podrían hablar más tranquilamente en privado cuando todo estuviese
solucionado… por el momento, preparó una reunión de ultima hora antes de que aquellos empresarios se
marchasen a Dubái. El resto… ya lo hablarían ellos a solas.
Todo pareció ir muy bien, seguía siendo el gran empresario que él mismo preparó durante años y al
que dejó al mando de sus empresas. Nunca tuvo quejas de su trabajo, supo llevar cada uno de aquellos
proyectos a la perfección durante aquellos siete años en los que trató de mantenerse al margen de todo.
Confió en él ciegamente y no se arrepentía de ello. Sabía perfectamente cómo trabajaba, sabía
relacionarse con los empresarios y llevárselos a su terreno. Le gustó volver a verlo allí, hablando con los
inversores, serio, disciplinado, emprendedor, autoritario, seguro de sí mismo… Y sonrió al ver cómo
conseguía ganárselos. No había necesitado mucha ayuda para ello. Michael seguía siendo el mejor de
todos.
Fue extraño escucharlo decir que salía con una chica… por supuesto que no se había sentido ofendido
por ello, hacía muchos años de lo de Elizabeth y era evidente que Michael debía volver a rehacer su
vida… debió hacerlo hace años. Lo vio tan triste y tan obcecado en el trabajo durante tantos años…
Nunca, en el tiempo vivido en California lo vio con ninguna mujer, ni escuchó ni un solo rumor sobre
romances. Michael había olvidado por completo vivir, había olvidado sentir después de lo de
Elizabeth….
No veía justo para nada recriminarle que pudiera estar con una mujer. Y le pareció extraño que todo
aquello se hubiese fastidiado solo por mantener una relación amorosa. Era un empresario rico, apuesto…
era complicado entender que no fuese el yerno deseado para cualquier padre.
Y lo escuchó durante horas… allí, en el jardín que años atrás había sido testigo de la unión de aquel
hombre y su única hija. Trató de no hablar mucho sobre el tema, podía verlo mirar a la nada, pensativo…
seguramente recordando aquel día en el que unió su vida a una mujer a la que amó muchísimo. No lo
dudaba.
Martin, sintió una gran lastima por aquella joven a la que Michael describía, escuchando una historia
aterradora sobre maltratos y abusos. A él podía contárselo, siempre lo trató como a un hijo, siempre
estuvo a su lado, enseñándole todo cuanto sabía, ayudándolo como en aquellos momentos que no dudó ni
un solo segundo en brindarle su mano. Se merecía saber qué estaba pasando por su vida en aquellos
instantes.
Y pudo aconsejarlo lo mejor que pudo, como a un hijo, como lo que siempre fue para él… Si de
verdad le importaba aquella joven debía sacarla de donde estaba, debía protegerla… no podía volver a
sufrir como con Elizabeth… no lo merecía. Para nada debía pensar en el dinero que pudiese perder… de
acuerdo, era una cantidad muy preocupante y no solo se trataba de él, había otros socios a los que debían
rendir cuentas… pero no podía acceder a chantajes.
Por supuesto que era importante el dinero, los proyectos, el reconocimiento a una carrera… pero el
amor era lo que realmente movía todo en la vida. Sin él nada era igual… Debía amarla de verdad para
permitir una pérdida como aquella y se alegraba de verdad por él. Su mejor consejo… ¨ Ámala,
protégela de todos, cuídala y no dejes de decirle cada día lo importante que es para ti, antes de que la
vida no te deje decírselo más… ¨
Nadie mejor que él sabía de qué le hablaba.
Había estado hablando con ella antes de ir con sus colegas al restaurante, hablándole de cómo la
echaba de menos y de lo poco que les faltaba para poder verse. Steven se apuntó… hacía mucho tiempo
que no salía de copas con amigos. Con él también pudo tener una charla, estaba bastante interesado en
todo lo que estaba sucediendo entre Nancy y él. Ella le había puesto al corriente sobre las navidades, las
salidas y el viaje que harían juntos.
Para nada quería darle una charla sobre cómo tratarla, sabía que le importaba de verdad por todas las
veces que había dado la cara por ella delante de Edward o Sanders. Era el hombre que necesitaba, era la
persona que podría ayudarla de verdad y se alegraba por ellos pese a saber que él nunca podría tenerla.
Puede que Nancy hubiese conquistado a un empresario rico y apuesto, pero Michael había ganado un
ángel.
El restaurante de aquel hotel fue el lugar donde decidieron tomar algo tranquilamente, sentados en los
bancos de la barra, Edward, Sarah, Steven y Michael, orgullosos y contentos del nuevo proyecto que
tenían entre manos.
Y bebieron bastante mientras reían y charlaban amigablemente sobre buenos momentos vividos. Era
obvio que aquellos amigos tenían mucho que contar, sus vivencias habían sido únicas pero Steven
también había sido joven y después de unas cuantas copas, comenzó a soltarse bastante… Salidas
nocturnas, chicas que se tiraban a sus pies cuando aún era un jovencito ingeniero… tenía mucho que
contar también y el alcohol que llevaba ingerido hacía el resto.
-Una ronda gratis a cargo del caballero…- Dijo la joven de la barra mientras servía cuatro vasos de
un Vodka Spirytus, regalo de Edward.
Brindaron por el proyecto, por ellos, el mejor equipo de todos y antes de que el resto bebiese
Michael tomó un sorbo que lo hizo toser con fuerza, mientras bajaba el vaso de Sarah dispuesta a
probarlo.
-¿Te has vuelto loco? ¿Qué cojones es esto?– Le dijo a Edward mientras trataba de reponerse. – No,
Sarah, no bebas… - Le aconsejó viendo como ella acercaba el vaso hasta su boca. Aún tenía la garganta
tratando de hacerse a aquel quemazón… Sabía que era demasiado fuerte.
Se trataba de un Vodka de Polonia con un grado en alcohol del noventa y seis por ciento, al que
Edward parecía estar acostumbrado… ¡Era una locura tomar aquello!
-No seas “nenaza”, Michael… - Y sonrió ante el gesto de su colega, terminando su vaso en cuestión
de segundos… - ¡Estás más blando desde que te has echado novia!
-¡Estás loco! – Y rieron mientras el resto levantaba el vaso y sentían la misma sensación que
Michael… Aunque ellos sí terminaron el vaso. -¿Cómo puedes meterte esto en el cuerpo?
-Vamos, Michael, me he metido cosas peores… - Y lo miró descaradamente mientras sonreía…
Ambos sabían de qué hablaba….Steven era el único que no supo a qué se refería o al menos eso
pensaban. - …y seguro que tú también, así deja de quejarte y brinda con nosotros.
Sarah levanto el vaso que Edward había vuelto a llenar e hizo gesto a Michael, a su lado para que
hiciese lo mismo… Ella no era tonta y sabía que aquellas palabras eran directas para su amigo. Lo
conocía muy bien y sabía cuánto deseaba volver a estar con él. Sus indirectas eran muy directas.
-Vamos…brindemos por este nuevo proyecto…
Pidieron otra botella y aunque Michael al principio fue reacio a beber aquello, terminaron por llenar
los vasos mientras bromeaban… Estaban de celebración y lo pasarían bien.
Serían las dos de la madrugada cuando decidieron ir a las habitaciones, el restaurante llevaba
cerrado varias horas pero ellos siguieron dentro, terminando aquella botella y riendo a carcajadas por las
bromas y el alcohol. Hubo varios momentos extraños aquella noche… Steven podía percibir algo en
Edward y Michael, algo que quiso apartar de su mente pero que no pudo… Conforme pasaban las horas
se percataba de miradas, risas, bromas… Edward estaba demasiado encima de su amigo, sus manos lo
buscaron muchas veces aquella noche, mientras seguían bebiendo sin control.
Llegaron a sus habitaciones tarde, dormirían un largo rato, lo necesitaban, todos. Tenían un almuerzo
con Martin, el nuevo socio, pero aquello sería al medio día así que podían dormirla y despejarse un
poco.
No sabía cómo había pasado, no fue consciente de ello hasta tenerlo justo encima… Abría su puerta,
de bromas aún con Steven, una habitación más al lado… Edward estaba detrás de él y sintió sus manos en
su espalda, acariciándolo, justo cuando sintió el clic de la puerta… y sin más se encontró con el cuerpo
de Edward encima de él. No consiguió apartarlo, tuvo sus labios pegados a los de él en cuestión de
segundos mientras lo empujaba a entrar en la habitación.
-¡Edward, para! – Logró decirle cuando su espalda chocó contra aquella pared… Lo separó de su
cuerpo y lo miró mareado por el alcohol.
-¡No puedo más, Michael! ¡No sabes cuánto deseo follarte! – Y sujetó su rostro con ambas manos
mientras lo besaba, metiendo su lengua en aquella boca que no esperó nada de aquello. Varias veces,
saboreándolo, mientras sentía las manos de Michael en su pecho tratando de apartarlo.
-¡¡Basta, Edward!! – Y esta vez sí que logró alejarse de él. ¡Se había vuelto loco! Edward era un
hombre mucho más corpulento que él y tuvo que hacer bastante fuerza para apartarlo de su cuerpo, de su
boca.
-Dijiste que todo sería como antes… - Le suplicó borracho.
-No me refería a esto, por favor… sal de mi habitación. - Le pidió. - Estamos borrachos… - Lo
estaban y bastante.
-No me hace falta estar borracho para desearte con toda mi alma. ¡No tienes idea de cuánto te he
echado de menos! – Y trató de volver a tocarlo pero vio como se alejaba dando unos pasos atrás. ¿Es que
ya no te acuerdas de lo bien que lo pasábamos juntos?
-Creo que dejé las cosas muy claras cuando me fui a California. - Y vio sonreír a Edward que seguía
acercándose despacio.
-Sí… me quedó muy claro cuánto te gustaba follar conmigo. - Y pudo tocarlo por un segundo,
intentado excitarlo y excitarse. La mano de Michael lo apartó rápidamente… se estaba haciendo el
duro… -¿Es que ahora te va este jueguecito, Michael? ¿Quieres hacerte el duro conmigo? ¡Eso me pone
mucho más cachondo! – Lo estaba, la verdad… solo de pensar en volver a estar dentro de él. Llevo años
esperando que volvieses para poder follarte como antes, Michael.
-Joder, Edward, no sigas con lo mismo. Te expliqué que no es lo que quiero ni lo que busco. - Y lo
miró muy serio. - Siento que hayas estado esperando todos estos años pero dejé muy claro que no
volvería a pasar… nunca.
-Gozabas demasiado para decir aquello en serio… - No mentía. - Podríamos llamar a Sarah… seguro
que ella…
-No. Edward, te lo pido por favor… Sal. - Y dirigiéndose hasta la puerta le mostró el camino para
que se marchase.
Pasó por su lado, mirándolo… Tal vez…
-Quizás quieras cambiar de chica. – Soltó. - No me importaría que metieses a la joven Nancy en
nuestra cama… Estoy seguro de que lo pasaríamos muy bien con ella.
Lo miró fijamente, lo tenía muy cerca y… estaba borracho… sí, lo estaba. Era lo único que hizo que
no le hubiese partido la cara por decir algo así.
-Voy a pensar que has dicho eso porque estás muy borracho. Y solo porque eres mi amigo lo dejaré
pasar por esta vez. - Y cerró la puerta de golpe cuando lo vio salir de su habitación.
Echó la cabeza atrás, la apoyó en la pared y decidió darse una ducha. Habían bebido muchísimo
alcohol pero sabía que todo lo que había pasado en aquella habitación no era solo fruto de la bebida…
Edward siempre esperó recuperar cosas que quedaban muy atrás y en el olvido para Michael.
Era un pasado del que no deseaba hablar… Y no era porque se avergonzase de ello, Michael era un
hombre adulto que había hecho muchas cosas en su vida y las aceptaba con decisión y firmeza pero
también estaba seguro que aquello no era lo que quería en su vida. Nunca habría llegado a esos límites
porque jamás se sintió atraído por ningún hombre, si no hubiese sido por la muerte de Elizabeth.
Recordó su estado tras su muerte, sus noches vacías y llenas de dolor, de lágrimas que trató de
ocultar en casa, con su familia. Edward estuvo siempre ahí, y Sarah, con quien salía muchas noches…
para hablar, para pasear, para llorar, para beber… para tratar de olvidar todo su dolor durante algunas
horas. Y lo conseguía…
La primera noche que pasó estaba realmente bebido… supo que algo no marchaba muy bien cuando
Edward se le acercó demasiado en aquella cama. En su habitación, mientras Sarah trataba de calmarlo y
su amigo acariciaba su pelo… él solo podía llorar, ahí, echado en aquella cama, suplicando que volviese
a su lado y rogando por quitarse de en medio. No deseaba vivir…
Sintió los besos de Sarah y trató de negarse… pero estaba tan mal…
La escuchaba muy cerca de su oído susurrarle que cerrase los ojos, que se dejase levar, ella
conseguiría calmarlo durante unos minutos con sus besos y sus caricias. Cerró los ojos y pensó en
Elizabeth mientras sentía la mano de su amiga acariciarlo, primero por fuera de aquel pantalón, luego por
dentro, mientras conseguía meter la lengua en su boca y moverla con maestría… le gustaba… no iba a
negarlo y no era la primera vez que se acostaba con ella. Se dejó llevar cuando la sintió encima de él,
levantándose aquella falda y llevando su mano hasta su sexo que obligo a acariciar.
Ni siquiera recordaba a Edward que seguía allí, con ellos… pudo verlo minutos después cuando
Michael se encontraba totalmente excitado por aquellos movimientos de Sarah, encima de él, agitándose,
y adueñándose de su sexo completamente duro. Y vio a su amigo detrás de ella… desnudo mientras
trataba de penetrarla a la misma vez que él… era extraño, nunca había compartido a ninguna mujer con
nadie, ni siquiera con Edward, y aunque al principio quiso parar, Sarah consiguió convencerlo con su
entrega.
Sabía cómo hacerlo, ella siempre sabía qué decir y qué hacer para que Michael cediese… por eso
fue a buscarlo las demás veces, a su casa, mientras le pedía cariñosamente volver a repetir aquel
encuentro que tanto placer les había dado… Ya no le importaba nada en la vida y regresó muchas noches
a casa de Edward, donde los encuentros se hacían cada vez más constantes y apasionados.
Al principio solo compartían a Sarah, besándola, acariciándola, dándole lo que ella les pedía…
luego fueron más allá…Y ni siquiera se había parado a pensar que pudiese suceder algo así… la besaba
desenfrenado mientras la sentía acariciarlo bajo su ropa interior… abrió los ojos y vio a Edward
besarla, acariciarla y acercó su lengua hasta su boca… Michael retrocedió… lo miró extrañado… ¿Qué
acababa de hacer? ¿Se había vuelto loco? Pero Sarah no lo dejó pensar, siguió besándolo, hablándole
muy despacio, muy suave, mientras acercaba a Edward hasta él… debía ceder… le gustaría. Y lo besó…
Sus bocas se unieron, mojadas, mientras Sarah seguía hablando, mientras los acariciaba a los dos…
primero a él, luego a Edward, otra vez a él… Lo tumbó en aquella cama y la dejó hacer mientras sentía a
su amigo acariciarlo, con la mano, con la boca… y le gustó… Los tenía encima… a los dos, mientras lo
llevaban a un límite al que Michael jamás pensó llegar… pero no quiso parar… estaba muy excitado…
no pensaba realmente lo que estaba haciendo, solo quería seguir disfrutando.
Al principio ella era la que manejaba la situación, Michael y Edward se mantenían en segundo plano,
obedeciéndola… después cambiaron… era él quien movía la situación, hablándole al oído, diciéndole
qué debía hacer y él obedecía.
Lo sintió detrás, rozándose, besando su espalda mientras Michael penetraba a Sarah, muy excitada.
Lo miró… no sabía si debía parar aquello, pero lo dejó… Metió su lengua dentro de aquella boca que él
abrió con ganas y se besaron con entrega mientras lo sintió dentro, por primera vez… Gritó ante aquella
sacudida, la primera, la segunda… una tras otra… pero luego fue suave y lo dejó ahí…detrás de él,
dejando que aquellos movimientos lo llevasen a la más completa excitación. Miraba a Sarah, ella
sonreía, lo acariciaba y a Edward, detrás… no dejaba de moverse…cerró los ojos y prefirió no pensar…
la noche fue muy larga y llena de placer y desenfreno.
-¿Estás bien? – Lo escuchó preguntarle aquella mañana, mientras trataba de vestirse, sentado en
aquella cama donde aún dormía Sarah.
Lo miró mientras tocaba su cabeza… parecía que iba a estallar.
-Sí, bueno… todo lo bien que puedo estar con esta resaca. - Y seguía tocando su frente. Tomó una
pastilla que Edward le había traído con algo de leche. Sonreía.
No sabía cómo mirarlo… después de lo de aquella noche era todo muy extraño. Lo tenía ahí delante,
vestido, cuando aquella noche lo había dejado hacer… ¡Dios! ¡¡Se había acostado con Edward!! Cerró
los ojos y suspiró… no era fácil. ¡¡Se había acostado con su amigo!!
-No me refería a eso… - Claro que sabía que debía estar totalmente contrariado. Podía entenderlo
perfectamente. Era la primera vez para Michael.
-Oye, Edward… Anoche estaba muy borracho, pero soy consciente de lo que hice. - Y no se
arrepentía, no iba a negar que le había gustado, mucho más de lo que pensó en un principio. Edward no
era nuevo en aquello, de eso estaba totalmente seguro. - No parecía tu primera vez.
-No lo era. - Y sonrió mientras Michael lo miraba sorprendido. - No puedo creer que nunca te dieras
cuenta.
Pues claro que no se había dado cuenta de… ¿le gustaban los hombres? ¿¡En serio!? ¡¡Siempre tuvo
novias y a él jamás le insinuó nada sobre ese tema!!
-Siempre te he visto con chicas y tu nunca me has… - Jamás sospechó que a su amigo del alma le
gustasen los chicos… ¿Cómo iba a imaginarlo? Jamás se lo había dicho, jamás percibió ni un solo gesto
que pudiese hacerle sospechar.
-Bueno, es lo que te queda, cuando el chico del que estás enamorado solo te ve como su mejor amigo.
- Y sus ojos se clavaron en Michael.
Uf… había tardado tanto en decirlo… Siempre deseó hacerlo, contarle cuanto lo amaba, pero…
¿para qué? Sabía perfectamente cuales eran los gustos de Michael.
Levantó el cabeza sorprendido, mirando a su amigo, de pie, a su lado. ¿Enamorado de él? ¿Edward
enamorado de Michael? ¿Es que aquello no había sido algo casual? No parecía estar de coña. Y no supo
que decir. Solo lo miró fijamente, totalmente asombrado por aquella noticia. ¿Su mejor amigo enamorado
de él? ¿¡Desde cuando!?
-No te preocupes, Michael, esta noche has cumplido mi mayor sueño. Llevo soñando con acostarme
contigo desde el instituto. - Y muy sonriente le guiñó un ojo mientras lo veía agachar la cabeza y ocultar
una sonrisa.
-¿¡Estás de coña!? – Debía estarlo.
-Oye, sé que no debe ser fácil para ti asimilar lo que ha pasado esta noche entre nosotros, es tu
primera vez y lo entiendo perfectamente, pero, tranquilo, no debes preocuparte. - Le guiñó un ojo. – Todo
quedará aquí, entre nosotros… -Michael lo agradeció mientras se abrochaba aquel pantalón. – …aunque
siempre puedes venir cuando quieras.
-Edward… no volverá a repetirse. - Y esta vez lo miró fijamente, seguro.
-¿Tan mal he estado? – Y Michael lo negó con la cabeza. Sabía que le había gustado… sus gemidos
ante sus movimientos lo habían hecho excitarse como nunca. - Oye, si lo dices por lo que siento por ti…
-Edward… - De verdad sentía todo aquello, jamás imaginó aquellos sentimientos de su mejor amigo.
- Yo nunca he imaginado que tú… Bueno, jamás me dijiste que estabas enamorado de mí y te juro que
nunca noté nada. - No sabía cómo excusarse… la situación era bastante incómoda. ¡Dios, Edward era su
mejor amigo! – Yo…
-Michael, tengo muy claro que jamás sospechaste nada… te he visto desnudo desde que íbamos al
instituto, nos hemos duchado juntos cientos de veces… de haberlo imaginado sé que habrías… - Y
soltaron una carcajada… Sí, claro que lo habría evitado.
-Edward… - Ni siquiera sabía qué más decir…
-Siempre seremos amigos, Michael, me ha quedado muy claro en todos estos años cómo te gustan las
mujeres. Eras el eterno ligón del instituto, de la universidad y de todos los locales a los que íbamos.
Traías locas a las niñas con esos increíbles ojos… - Se acercó a él sonriendo, mirándolo descaradamente
con muchísimo deseo. Michael estaba nervioso. - … solo que había alguien más a quien traías loco y que
nunca pudo disfrutar de ti, hasta anoche… - Se miraron fijamente. - …y quién sabe, quizás podamos
volver a repetirlo de vez en cuando.
Y no se equivocó… Luchó por evitarlo, en casa, pensando en todo lo que había pasado aquella noche,
en aquella confesión de Edward. No era fácil saber que estaba enamorado de él, que llevaba toda la vida
sintiendo algo que nunca podría corresponder. Y era su amigo… no podía sentir sino lástima por él,
debía haberlo pasado francamente mal y él ni siquiera se había dado cuenta de ello. Estuvo a su lado
cuando lo vio triste, siempre, pero jamás le contó aquello… sus palabras ahora le sonaban a excusas. Sí,
muchas veces lo vio llorar, mirarlo muy fijamente a los ojos mientras le hablaba de cualquier cosa para
evitar sincerarse con él… y solo ahora podía verlo.
Ni siquiera contestó los mensajes que recibió de Sarah días después, que se presentó en casa una de
las tardes, convenciéndolo para seguir disfrutando juntos de algo que tanto placer les había dado a los
dos… a los tres.
No tuvo mucha voluntad cuando la tuvo allí, tal vez porque él también quería seguir probando un
poco más… y regresó a aquella casa, a aquella habitación, muchas veces, durante meses, donde se dejó
llevar cada vez… disfrutando, aprendiendo de todo lo que Edward quería mostrarle.
Algunas cosas dudó en hacerlas… debía estar un poco más borracho para aquello que le pedía…
pero lo hizo. Michael obedeció a su amigo, a Sarah, entregándose a ellos que tanto placer le daban en
aquellas noches de sexo y lujuria… beso a Sarah hasta la saciedad, besó a Edward hasta la saciedad.
Ambos estaban enamorados de él y sentían cada caricia de forma muy distinta a la de Michael que solo
se entregaba por deseo y para olvidar toda su amargura. Era la única forma para no recordar todo su
sufrimiento y lo conseguía… con ambos, con todo lo que le hacían, con todo lo que le decían que hiciese.
Disfrutó muchísimo con Edward y aprendió de él, dándole lo que tanto había deseado durante todos esos
años de silencio, de amor incomprendido. No dudó en hacerlo cuando se lo pidió… mirándolo con
deseo.
¿Tanto deseaba sentirlo? Tantos años llevaba esperando que Michael lo hiciera retorcerse de placer...
se acercó a él mientras Sarah miraba, provocándolo. Lo acarició, lo besó, como siempre había soñado y
dejó que disfrutase de aquello que tanto había soñado… penetrándolo con fuerza, metiéndose dentro de
él, muchas veces y parando, despacio, como él le había enseñado en todos aquellos meses en los que
Michael se dejó llevar, disfrutando del sexo como un loco.
-¡Tanto que lo has deseado! – Le susurró en el odio cuando lo escuchó gemir de placer… mientras
seguía moviéndose detrás. - No corras… saboréalo, Edward. - Y se volvió loco con aquella voz, con sus
movimientos. ¡Lo hacía tan bien… no sabía cuánto había deseado aquello! Y recordó la voz de Michael,
una de aquellas noches, cuando consiguió tenerlo justo donde quería, enloquecido y lo escuchó decir que
no parase. Quería más, mucho más… al igual que él en aquellos momentos, sintiéndolo dentro de él,
caliente, duro, excitado. Y se lo pidió de la misma forma… no pares, Michael, sigue…
Michael no paró, siguió haciéndolo con maestría, como si aquello lo hubiese hecho miles de veces.
Mordiendo su espalda desnuda, su pecho fuerte que se endurecía con sus sacudidas, besando su boca,
metiendo su lengua en aquella boca que había deseado sus besos demasiado tiempo. Sarah lo excitaba
aún más, de lejos, acariciándose mientras no dejaba de mirarlo. Iba a hacerlos disfrutar como nunca…
ahora le tocaba a él… y consiguió llevar a Edward hasta el clímax aquella noche… follándoselo como
nunca pensó hacerlo… y le gustó.
No pudo negar que fue bueno, muy bueno… jamás había sentido tanto placer como en aquella
habitación, con Sarah y Edward pero debía parar… aquel no era Michael y sabía que aquella había sido
la última vez que estarían juntos.
Abrió los ojos en aquella ducha… de verdad que era algo que había vivido con muchísima intensidad
pero también era algo que juró dejar de lado… una de aquellas noches en las que comprendió que debía
parar. Ese no era él… ni tampoco era lo que deseaba hacer en la vida. Había estado bien, cada beso,
cada entrega pero debía parar y enfrentarse a sus miedos, a su soledad, a su dolor por aquella pérdida.
No podía seguir ocultando su muerte interna con el sexo, con el alcohol… era un hombre responsable
que había perdido los papeles aquellos días, olvidándose de todo sus principios, de sus miedos, de su
propio yo.
Por eso se despidió de ellos, siendo muy claro en sus palabras… jamás volvería a pasar. Se
marcharía, haría su vida en California, afrontaría su viudez con fuerza y su tristeza con toda la entereza
que pudiese, pero él solo. Y supo que ninguno de los se daría por vencido… ambos estaban enamorados
de él desde hacía muchos años… pero les había dado lo que desearon con tanto anhelo, se había
entregado a ellos, dejándose llevar, redimiéndose a todo lo que quisieron hacer y los había hecho gozar
como nunca… pero definitivamente aquella había sido la última vez. Entregándoles todo lo que siempre
desearon pedirle, a los dos, sin pensar en nada, solo en hacerlos disfrutar tanto o más de lo que él mismo
había disfrutado aquellos meses. Era su forma de decirles: “gracias, por haber estado ahí tantos años,
amándome en silencio, entregándome vuestra amistad, vuestras horas de consuelo… ahora me toca a mí
recompensaros… disfrutemos…”
Intentó llamar a Nancy… mandó mensajes a su whatsapp… ¡cómo deseaba tenerla ahí, a su lado esa
noche! Nadie contentó… estaría durmiendo, seguro…
Capítulo 24
EL ENFRENTAMIENTO MÁS DURO
El almuerzo con Martin fue estupendo, hacía muy buen día y decidieron quedarse en el jardín, cerca
de la piscina. Pudo conocer mejor a su equipo, algo cansado por la noche que habían tenido y por la
resaca que agolpaba la cabeza de todos. ¡Vaya resaca!!
Él también había sido joven y entendía perfectamente la situación… reía sus comentarios y estaba
realmente contento por poder trabajar en aquel proyecto con ellos… estaba seguro que sería todo un
éxito.
Había vuelto a intentar localizar a Nancy pero su móvil estaba apagado… Le extrañó mucho. Llegaría
en unas horas a California y por fin podrían estar juntos y solos durante una semana, donde Bora Bora
sería un autentico paraíso para ellos. Solos, sin ser molestados por nadie, en aquellas playas
paradisíacas, en un precioso bungaló de lujo que había reservado junto a la playa. Nada iba a estropear
aquel encuentro de aquellos enamorados.
El móvil de Michael comenzó a sonar a la misma vez que el de Steven. Se miraron y su colega se
levantó a atender la llamada mientras él permaneció sentado. Miró el número, no lo conocía. Dejó la
llamada para después, no sería nada importante y siguió hablando con Martin sobre aquel fantástico
proyecto junto con Sarah y Edward.
Aquella copa cayó al suelo haciendo mirar a todos los que se encontraban en aquella mesa, charlando
y terminando de almorzar. Steven se giró y miró a Michael que pudo ver terror en sus ojos… supo que
había pasado algo con Nancy.
-¡Es Nancy, Michael! – Fue lo único que pudo decir mientras lo veía levantarse rápidamente de
aquella mesa y acercarse a él. - ¡Sanders se ha vuelto loco!
Emmie había llamado a Steven para explicarle lo sucedido. Aquella noche unos amigos habían
encontrado a Sanders golpeando a Nancy y la paliza había sido tan brutal que habían terminado en el
hospital más cercano.
La dejaron allí, ingresada, sus golpes eran muy fuertes y debía estar bajo vigilancia unos días.
¡Estaba tan magullada! Emmie no pudo dejar de llorar mientras hablaba con Steven, la vio tan mal en
aquella cama del hospital donde trabajaba… Vio su nombre aquella mañana, cuando comenzó su turno, y
la buscó rápidamente encontrándola casi inconsciente, casi irreconocible, totalmente destrozada…
¡Pobre Nancy! Sabía el infierno que vivía desde hacía muchos años y no sabía cómo podrían ayudarla…
Cada vez era peor. La quería, aquella mujer sentía muchísima lástima por aquella jovencita a la que
escuchó muchas noches llorar, en su casa, temblando por el horror vivido. Steven la calmaba abrazándola
muchas noches, cuando se despertaba sobresaltada, gritando por las pesadillas, su cuerpo no podía dejar
de convulsionarse…. Todo lo que estaba viviendo era un autentico infierno.
¡Tantas y tantas veces que habló con su marido para buscar una solución! Nancy acabaría haciendo
una locura si aquello no terminaba pronto. Era una pesadilla toda su vida. Sanders, Madison, Evelyn…
¡¡Evelyn!! Toda la carga de su enfermedad caía bajo sus hombros desde que era una cría… Eran aquellas
palizas, los abusos, los insultos, las humillaciones… o la vida de su pobre hermana. ¿Quién podría con
todo aquello? ¿Quién la ayudaría a ella? Nancy debía salvar a su pequeña hermana enferma, pero ¿quién
la salvaría a ella de aquel monstruo que destrozaba su vida día a día?
Pudo ver a su marido muchas noches, a su lado, vigilando su sueño, llorando cuando por fin caía
rendida en aquella cama… No se sentía celosa, sabía lo importante que era para Steven, cómo deseaba
cuidarla. Quizás enamorado, quizás obsesionado, pero podía ver en los ojos de aquella chiquilla un
cariño muy grande hacia él… un cariño de hermano, sincero y real.
Ni siquiera tardaron en volver a New York, Steven y Michael encontraron un vuelo de última hora y
no lo pensaron dos veces. Sacaron los billetes mientras preparaban las cosas en casa de Martin que trató
de dar todas las facilidades a sus amigos. Miraba a Michael, lo veía muy preocupado, nervioso…
realmente estaba enamorado de aquella joven y deseaba que todo saliese bien… él lo merecía.
El vuelo se hizo eterno, seis horas de viaje que colmaron los nervios de aquellos dos hombres
angustiados por la misma mujer. El rostro de Michael aparte de preocupado estaba lleno de rabia. Steven
sabía que no dejaría las cosas así… lo había visto enfrentarse a Sanders por cosas más banales y esto…
Había encontrado a su salvador, al único capaz de enfrentarse a él sin miedos, sin reparos, sin dar un solo
paso atrás con sus chantajes y sus amenazas.
No pasaron por casa, se dirigieron inmediatamente al hospital central de Brooklyn, no era el más
cercano pero sí el que le correspondía a aquella joven. Y allí pudieron encontrarla en aquella pequeña
habitación, dormida, sedada, llena de golpes que apenas dejaban ver su hermoso rostro. Steven
permaneció en la puerta paralizado, nunca había sido tan brutal como aquella vez. Había destrozado a
Nancy.
Michael caminó hacia ella, Rebecca y William estaban allí, sentados, acababan de ir a visitarla
aunque ella apenas abría los ojos un rato. Ni siquiera les habló, solo podía mirarla, allí acostada, llena
de moratones y golpes, con sus ojos hinchados, al igual que sus labios. Le había roto una de las cejas a la
que dieron algunos puntos de sutura, pero apenas se veían sus ojos… dudaba que pudiese abrirlos. Sus
brazos desnudos, mostraban signos de lucha, arañazos, magulladuras, manos marcadas que mostraban un
color morado en sus muñecas. La lucha había sido brutal y se había defendido.
-Tiene golpes en el estómago y en las piernas. ¡Ese hijo de puta se ha ensañado con ella! Escuchó
decir a William que se acercó hasta la cama.
Michael levanto la sábana y la examinó con detenimiento… sus piernas amoratadas dejaban ver
algunos cortes, seguramente producidos por algún cristal roto durante la pelea. Miró bajo aquel camisón,
su estómago mostraban signos de fuertes golpes al igual que su pecho.
-Si no hubiésemos llegado la habría matado. - Rebecca estaba muy afectada viendo a su amiga de
aquella forma. Se abrazó a William llorando y tapando su cara con las manos. Aquello nunca iba a parar.
Sanders conseguiría acabar con ella a golpes, sino la obligaba a hacer una locura para acabar con todo
ese infierno.
Sujetó su mano pequeña y agachó la cabeza, conteniendo toda su rabia que sacaría cuando ella se
encontrase bien, cuando lo tuviese enfrente. Era lo único que le importaba en aquellos instantes, que
Nancy se recuperase, todo lo demás daba igual. Su respiración estaba muy agitada, pero no hablaba, solo
podía cerrar los ojos y tratar de contenerse.
Escuchó a Steven tras él, había ido a buscar a Emmie que llegaba para darles los detalles de su
estado. Aparte de los evidentes golpes que presentaba, visibles por los hematomas, tenía una Omalgia
derecha postraumática, dolor de hombro derecho producido por los golpes, inflamación en el estómago y
tres costillas rotas, así como heridas producidas por cristales que debieron clavarse en sus piernas
durante la pelea. Aún a pesar de todo debían dar gracias que las heridas del ojo derecho de Nancy solo
quedasen en un gran susto y que su estómago no hubiese sufrido ninguna hemorragia interna.
El hospital había presentado una denuncia, era evidente, pero Michael no estaba dispuesto a dejar las
cosas así… él mismo se encargarían de meter a ese cabrón entre rejas por lo que había hecho. No le
importaba cuanto le costase o el tiempo que tuviera que esperar; ahora iba a por él y no tenía ni idea de
con quien se había enfrentado.
Nancy había sido sedada por los dolores tan fuertes que tenía, apenas había dormido aquella noche,
pero debían estar tranquilos, era una joven muy fuerte y se repondría de aquellos golpes. El tema
psicológico era otra cosa.
Michael se encargó de todo desde aquel instante, haciéndose responsable del traslado que se haría al
hospital Lenox hill, en E77th, y de todo los gastos ocasionados. No preguntó a Steven, ni siquiera a
Madison, que llegó horas más tarde, preocupada por el estado de su hija.
Él estaba sentado al lado de Nancy, esperando a que abriese los ojos para poder decirle que no se
movería de su lado… escuchó voces y levantó la cabeza viendo a aquella mujer que se acercó a aquella
cama llorando, preguntando qué había pasado y quien le había hecho algo así a su hija.
Michael la miró… ¿de verdad había estado tan ciega todos esos años para no ver la realidad? ¿Desde
cuándo no miraba a los ojos a su hija? ¿No podía percibir aquel dolor, aquel miedo atroz que la invadía?
¿O es que era mejor no querer verlo? Estaba tan lleno de odio en aquel instante…
-Su marido, señora, Sanders… El hijo de puta de su marido es el que ha hecho esto. - Le soltó sin ni
siquiera pensarlo. Se levantó de aquella silla y salió de la habitación mirándola con desprecio.
-Pero, ¿qué está diciendo? ¡¡Steven!! – Le preguntó sin comprender nada.- ¿Es que se ha vuelto loco?
¡Mi marido adora a Nancy! – Miró a Michael enfurecida. - ¡Nunca le haría daño!
Salieron de la habitación, todos, no era el mejor sitio para discutir con Nancy allí, en aquel estado. Y
en aquel pasillo, delante de los auxiliares y médicos que los miraban de lejos comenzaron a discutir.
Steven trataba de poner un poco de tranquilidad en su jefe, en vano.
-No voy a consentirle… - Levantó la mano en señal de orden.
-¿Qué es lo que no me va a consentir, señora Sanders? – Y se acercó a ella retándola. Steven logró
poner distancia entre ellos. - Ese cabrón que tiene por marido casi mata a su hija de una paliza y usted
está tan ciega que es incapaz de ver la realidad que tiene delante de sus narices.
-¡No tengo por qué escucharlo! – Alzó la voz.
-Sí que tiene que escucharme, porque no pienso consentir que nadie más vuelva a hacerle daño… por
nada. – La protegería de ella misma si era preciso.
-¡Usted no conoce a mi hija, ni a mi marido! – Le espetó… - Y tendrá que retirar esa acusación si no
quiere…
-¡No se le ocurra amenazarme, porque le juro que me dará igual el parentesco que tenga con Nancy!
¿Me ha oído? – Se terminaban allí las amenazas de la familia Sanders. De todos. - Conozco a su hija y a
su marido mucho mejor que usted… eso no lo dude. Mírela, joder… - Alzó la voz mientras señalaba
aquella puerta entreabierta. - Lleva golpeando y violando a su hija desde que era una niña… ¿de verdad
es tan cínica para no querer verlo o es que está tan preocupada por su otra hija que olvida el infierno que
vive Nancy desde hace años?
Madison dio unos pasos atrás. No podía ser verdad lo que escuchaba. Miró a Steven, a él lo conocía
desde hacía muchos años y él conocía a Allan… debía decir algo a su favor… ¿es que se habían vuelto
locos? ¡¡Allan adoraba a Nancy desde que era una niña!! ¡¡La había criado, era su hija!! Los golpes, los
insultos… habían quedado atrás hacía mucho tiempo. Ahora era un hombre trabajador, responsable,
bueno… le había perdonado su desliz, su mentira y se había quedado a su lado para proteger y cuidarlas,
a las tres.
-¿¡Cómo se atreve a inventarse algo así!? –Furiosa.
-No está mintiendo, Madison… - Pudo decir mientras agachaba la cabeza. - Allan dejó de golpearte a
ti hace años pero no a Nancy… y si nunca te dijo nada fue porque consiguió chantajearla con la
enfermedad de Evelyn. – Ya no tenía sentido seguir ocultándola. - Ese fue el motivo por el que retiró la
denuncia hace años, Nancy solo quería ayudar a su hermana pese a lo que Sanders le hacía a ella cada
día.
Podía verla sin poder creer aquellas palabras. ¡Sanders había seguido golpeando a Nancy! ¿Sanders
había violado a su hija durante años? ¡¡Estaban locos, aquello no podía ser verdad!! ¡¡Ella nunca se dio
cuenta de nada de aquello, nunca vio nada extraño aparte de los golpes cuando bebía!! Pero aquella
época tan mala había cesado hace años. Sanders era otra persona… cariñosa, buena, amable… jamás
volvió a levantarle la mano y sí era cierto que la relación padre e hija se había enfriado muchísimo desde
la denuncia de malos tratos, pero Allan siempre intentó volver a ser el mismo con ella solo que Nancy
nunca volvió a acercarse a él. Rechazo, distancias, indirectas, desafíos… siempre fue una jovencita
rebelde y aquello era lo que Sanders nunca aceptó de ella. Al menos eso fue lo que siempre le dijo. Ella
lo creyó porque su hija jamás le dijo nada sobre todo aquello.
-Sí, pero yo no voy a retirar nada… - Dijo Michael duramente. – Le juro por Dios que voy a
dedicarme de lleno a hundir al cabrón de su marido. Va a pagar lo que le ha hecho a Nancy así tenga que
dedicar mi vida entera para ello… - No veía el día de tenerlo frente a frente. -… eso si no lo mato antes
con mis propias manos… y le aseguro que me llevaré por delante a todo el que trate de impedírmelo. A
quien sea. – Dejó claro.
Madison se sujetó a su brazo. ¿Y Evelyn? Si él denunciaba a Allan, descargaría toda su rabia contra
su hija pequeña. La dejaría morir. No podía hacerle algo así, no podía dejar que lo hiciese. Solo era una
niña que estaba muy enferma y necesitaba aquellas medicinas. ¡Debía entenderlo! ¡¡No podía denunciar a
su marido pese a todo!!
Michael soltó de mala forma aquella mano… ¡estaba tan enfadado! ¿Cómo era posible que siguiese
diciendo todo aquello después de ver a Nancy en aquella cama? ¿Es qué no le importaba nada? No podía
dejar de mirarla con desprecio por su actitud. Nancy también era su hija…
-No crea que va a conseguir nada de mí, señora Sanders. Estoy informado todo, de sus palizas, de la
enfermedad de su hija pequeña. Lo sé todo… pero lo único que me importa en esta vida es Nancy y su
bienestar... - Y señaló la habitación donde estaba la joven. - … el resto, me trae sin cuidado.
Volvió al lado de Nancy que despertó a los pocos minutos, quejándose del dolor, llorando al ver a
Michael a su lado. Giró la cara, no quería que la viese de aquella forma. ¡Debía estar horrible! ¡¡Se
moría de la vergüenza pese a que solo quería estar a su lado donde se sentía segura!! Solo con él se
sentía cien por cien segura.
-¡No me mires, por favor! – Le pidió llorando. - ¡No me mires! – Apenas podía abrir los ojos.
Michael se levantó y sujetó su rostro golpeado, con cuidado, despacio… la miró a los ojos… ¡tan
lastimada que estaba! Apenas podía ver bien por la hinchazón. La besó con cuidado, una y otra vez,
apartando su cabello de su rostro, delicadamente, mirándola con todo el amor que sentía en su alma.
Nadie la amaba más que él, nadie la amaría más que él… nunca… Le habló dulce. Lo escuchó pedirle
perdón por no haber estado ahí, por no haber cumplido su palabra de que jamás dejaría que volviese a
hacerle daño.
Cerró los ojos pegados a ella, susurrándole cuanto la quería, cuanto la amaba y el miedo que sintió al
verla de aquella forma. ¡Era su ángel y ya no sabía vivir sin ella!
Nancy lloraba sin consuelo mientras él secaba sus lágrimas con delicadeza… ¡tanto miedo que había
pasado! Se había enterado de que habían estado juntos en navidad y había ido como un loco a su casa…
intentó violarla de nuevo y la golpeó hasta la saciedad aunque trató de defenderse… pero no pudo.
-¡Te juro que intenté pararlo, le planté cara, pero…! - Cerró los ojos aterrorizada, quejándose de
dolor.
-Tranquila, preciosa. Ya estoy aquí, a tu lado. No pienso moverme de aquí para nada. - ¡Qué
miserable era! La veía tan destrozada. - Yo me encargaré de todo, no te preocupes por nada más… - Y la
miró a aquellos ojos golpeados llenos de lágrimas que comenzaron a pedirle perdón.
-Lo siento, Michael. Sé lo importante que era para ti… - Y cerró los ojos desconsolada. No sabía de
qué hablaba. - Intenté impedirlo pero me quitó la pulsera… Perdóname, por favor. Sé lo que significaba
para ti…
-¡Nancy! No hay nada más importante en mi vida que tú… ¿No lo entiendes? – Preguntó sorprendido
por aquella preocupación. ¡Casi acababan de violarla, la habían destrozado a golpes y ella estaba
hablando de una pulsera! ¡¡Al diablo la pulsera!! - No te preocupes por eso, pequeña. Me importa que tú
estés bien…
-Pero, era de tu familia y yo…
-Tú ya eres parte de mi familia. - Y mirándola fijamente a los ojos la besó suavemente. – No hay nada
en este mundo que me importe más que tu, preciosa… Te quiero, Nancy.
Steven escuchó aquellas palabras y no podía dejar de sonreír, allí, cerca de aquella puerta… estaba
deseoso de ir a verla, de abrazarla pero no quería interrumpir una declaración de amor como aquella. Le
parecía imposible cómo Michael había podido enamorarse de aquella chiquilla. ¿Cómo se habían unido
sus vidas de aquella forma?
El destino a veces era bastante extraño… en este caso había sido así. Sin más había llegado a unir
dos vidas tan distintas, dos personas que jamás se hubiesen encontrado en circunstancias normales. Un
hombre de más de cuarenta años, empresario, dedicado al trabajo y a los negocios, viudo, cerrado a todo
tipo de relaciones de pareja… Y ella, una joven maravillosa de poco más de veinte años, desesperada y
hundida, sin más salida en la vida que vivir bajo las riendas de su miserable padre.
Y los había acercado sin más, uniendo sus vidas para devolverles la alegría, las ganas de vivir, la
solución a sus soledades y sus problemas… el uno por el otro… ella era lo que Michael necesitaba para
volver a ser feliz, para volver a sentirse vivo… él era lo que tanto había deseado en la vida, un hombre
capaz de luchar por ella por encima de todas las cosas, por encima de su propio padre.
Estuvo varios días ingresada en el hospital, pero en el Lenox hill, en donde Michael se encargó de
hablar con los médicos personalmente, quería lo mejor para ella sin reparar en gastos de ninguna clase. Y
allí permaneció aquellos días, sin moverse de aquel hospital, a su lado, día y noche, cuidándola como
Nancy nunca habría imaginado. Mimándola, consintiéndola, pendiente de su estado y de que no le faltase
nada. A veces se despertaba asustada, con pesadillas y entonces se recostaba a su lado, abrazándola y
acariciándola hasta que se quedaba dormida. No iba a moverse de allí por nada, y así se lo decía cuando
la veía temblar de miedo, suplicándole que no la dejase sola, que no dejara de abrazarla… Se quedaría a
su lado todo el tiempo del mundo.
Por las noches abría aquel portátil y se encargaba de sus negocios desde allí, se quedaba hasta tarde
tratando de solucionar algunos detalles y revisando todos los correos. Debía gestionar las cosas desde
allí porque no pensaba moverse ni un solo minuto de su lado. Steven y John lo mantenían informado de
todo y junto con Edward trataban de encargarse de algunos asuntos hasta que él volviese al despacho.
Confiaba en ellos totalmente.
Sus hermanas fueron a visitarla varias veces junto con Danna y Jeremy. Ninguno de ellos sabía la
historia real de Nancy, pero no dudaron en ir a verla en cuanto supieron de su estado. Y allí, junto con
John y Emily, que también hicieron su visita, pudieron enterarse del infierno al que estaba sometida desde
hacía tantos años.
Cuidados, bromas, mimos, caricias… su familia se dedicó por entero a cuidarla durante aquellas
semanas. Hubo noches que Carol y Helen quisieron quedarse allí con ella, dejando que Michael pudiese
descansar un poco en casa, en una cama, llevaba muchos días allí. Pero ninguna de las dos consiguió
moverlo de aquella habitación. Comía y se duchaba allí, George, le traía ropa cada día para poder estar
cómodo. Había dicho que no se movería de su lado y así sería.
Sus hermanas se dedicaron a duchar a Nancy cuando lo necesitó, apenas podía moverse bien y ni
siquiera podía levantar el brazo para cambiarse de ropa sola. Con gusto habría entrado en aquel aseo
para ayudarla pero entendía que prefiriese la compañía femenina de las enfermeras o de Carol. Era
entendible que quedarse totalmente desnuda delante de él la incomodase un poco. Hubo algunas veces
que ayudó a desvestirla, en las curas, cuando las enfermeras llegaban para mirar sus vendajes y
comprobar que las heridas tenían buena señal. Intentaba incorporarse sola con dificultad. Se acercaba
hasta la cama, la ayudaba a sentarse y desabrochaba aquel fino camisón, descubriendo su espalda llena
de heridas. Cerraba los ojos al ver aquellos correazos en su piel, apretando los puños y aguantando
aquella furia que lo invadía por segundos, sintiendo las manos de Nancy en sus brazos, conteniendo los
gritos de dolor ante aquellas curas dolorosas.
No tenía idea de cómo lo odiaba… Sanders pagaría todo aquel daño que le había hecho. Nancy ahora
era parte de él y no iba a permitirle ni uno solo más de sus golpes ni sus insultos. Aquel había sido el
límite y ya todo le daba igual.
El alta la recibió una vez estuvo casi recuperada al cien por cien y Michael ya explicó que se
quedaría en su apartamento hasta estar totalmente bien. No tenía la más mínima intención de volverla a
dejar ir a su casa, donde Sanders podría ir en cualquier instante… El One 57 era un edifico totalmente
seguro y allí estaría con George cuando él estuviese en el despacho, su mayordomo y hombre de total
confianza que la cuidaría durante su ausencia.
No intentó negarse demasiado a estar con él, sabía que él se había encargado de todo durante su
estancia en el hospital, incluso Rebecca recogió alguna ropa de Nancy para que ella no tuviese que
desplazarse a recogerlas a casa. Estaría bien a su lado, era el lugar más seguro para ella… junto a
Michael.
Aquel edificio era realmente impresionante. Ya había ido a aquel apartamento, pero no conseguía
relajarse cuando entraba por aquel hall tan lujoso en donde se controlaba cada movimiento que daban.
Cámaras por todos sitios y personas de seguridad que velaban por la integridad de los inquilinos de
aquel prestigioso y sumamente distinguido edificio.
Se sintió observada por las personas que trabajaban allí y por aquellos magnates sumamente
elegantes y estirados que pasaban por su lado. La mano de Michael la acariciaba, sabía que se sentía algo
incómoda pero no debía preocuparse por nada. Todo el mundo la trataría bien. Él ya se había encargado
de avisar de su llegada y deseaba su seguridad ante todo. Allí estaría segura, no debía dudarlo.
George era su mayordomo, un hombre de su total confianza que permanecía en el apartamento todo el
día, hasta su llegada. Se encargaba de mantener todo en orden, de preparar maravillosas comidas y de
asegurarse que aquel empresario se encontrase cómodo a su llegada.
Se trataba de un hombre de color, serio pero amable, bien robusto y con una mirada muy limpia que la
miraba con muchísima lástima. Podía intuir todo su dolor con una solo mirada y mientras estuviese en
aquella casa no dejaría que nadie la dañara. Sería su fiel servidor.
La dejo en aquel apartamento con Carol en cuando la ayudó a acomodarse, no tardaría en volver,
debía resolver algo que no podía seguir demorándose. Y ella supo de qué se trataba. Intentó detenerlo,
¿para qué? ¿Qué iba a lograr sino enfurecerlo aún más? ¿Y Evelyn? ¡No podía hacer nada más que callar!
La vida de su hermana estaba en peligro y debía dejar las cosas tal y como estaban.
Michael sujetó su rostro en sus manos e hizo que lo mirase. Por nada del mundo iba a dejar las cosas
así. Aquello había llegado demasiado lejos y no podía seguir agachando la cabeza, ni por su madre, ni
por su hermana. Debía ser fuerte y confiar en él. Se encargaría de todo pero debía dejarlo hacer las cosas
a su manera.
Había llegado el momento de enfrentarse a Sanders, alguien debía hacerlo y nada lo detendría
después de lo sucedido. Casi la había matado a golpes, había vuelto a intentar violarla. ¡No podía pedirle
que mirase a otro lado porque no lo haría aunque se enfadase con él!
Él estaría a su lado siempre… la cuidaría, la protegería, a ella, a los suyos pero debía ser fuerte,
levantar la cabeza y afrontar aquello con toda la entereza que encontrase en su interior. Su padre debía
pagar por todo lo que había hecho y la única forma era empezando por no acceder a sus continuos
chantajes. Sus amenazas ya no servían, ahora Nancy estaba bajo el cuidado de Michael y jamás permitiría
que volviese a tocarla… así tuviese que matarlo con sus propias manos.
La llegada de Michael al edificio trajo bastante revuelo, todos sabían lo que había sucedido con
Nancy, los chismes corrían por los pasillos de una forma veloz y conociendo la relación que tenía con
ella supieron que aquel empresario no dejaría las cosas quietas. Estaba claro que habría un gravísimo
enfrentamiento entre aquellos empresario.
Lo buscó en su despacho, seguido de John que lo vio llegar y quiso detenerlo. Conocía a Michael
desde hacía muchos años y veía en sus ojos una rabia incontrolada que jamás vio en él. Supo que
descargaría todo su oído contra Sanders, el enfrentamiento era inminente y sería muy difícil controlarlos
a los dos.
Estaba en mitad de una reunión, como si nada, dando órdenes a sus empleaos de cómo quería llevar
aquel proyecto en el que trabajaba, cuando vio entrar a Michael, directo a él, sin más dilataciones. No
esperó el golpe, ni ese ni los siguientes. Golpeó su rostro con fuerza, fuera de control, y aunque el
primero lo tambaleó supo mantener el equilibrio hasta sentir de nuevo aquel dolor en su mandíbula. Fue
John, que iba tras él, quien lo sujetó a tiempo de seguir golpeándolo, aún en el suelo. Aquel empresario
estaba fuera de control.
-¡Levántate, Sanders!¡¡Vamosss….!! – Le gritó mientras trataba de soltarse de aquellas manos que lo
aguantaban. - ¡Te dije que no la tocases! ¡Te advertí que la dejases en paz!
-¡Quieto, Michael! – John lo sujetó con fuerza, le costaba mantenerlo alejado de Sanders. Se merecía
eso y mucho más pero estaba claro que debía calmar a su amigo.
Se levantó, rechazando de mala gana la ayuda que le daban algunos de sus empleados, sorprendidos
por aquel enfrentamiento, pero sin querer meterse en nada. Michael Harrison era el dueño de aquel
edificio, el jefazo de aquella empresa, y nadie quería enfrentarse a él.
Se limpió la herida que había dejado en su boca, pegaba fuerte aquel miserable, pero no se acobardó,
nunca lo haría.
-¿Y quién cojones eres tú para decirme lo que tengo que hacer? ¿Te sientes más hombre ahora por
entrar aquí y golpearme? – Lo provocó.
-¡No te atrevas a hablarme de umbría, hijo de puta! ¿Qué pasa? ¿Es que te pone cachondo pegarle a
una mujer indefensa?
-No sé de qué me estás hablando… - Mintiendo.
-¿Qué no sabes de qué te hablo? ¡No se te ocurra tratarme como a un jilipollas, Sanders! ¿Te gusta
pegarle a las mujeres, miserable psicópata? ¿Ese es tu problema, Sanders? – Logró soltarse de los brazos
de John y sujetó con fuerza la chaqueta de Sanders, apretando sus puños se volvió a encarar con él. -
¡Pues te aseguro que mi problema a partir de ahora eres tú porque no pienso parar hasta cobrarme cada
golpe que le has dado a Nancy, cabrón!
John volvió a interponerse entre ellos, sin decir nada, solo sujetando a su amigo mientras trataba de
separarlos, al igual que uno de aquellos empleados de Sanders; los ojos de aquellos dos empresarios
desprendían un odio inimaginable.
Miró a su alrededor, tenía ganas de decirle muchas verdades pero no lo haría delante de todos. No
era tan tonto. Para nada iba a hablar de aquellas palizas y abusos de años, Michael lo sabía, muchos allí
lo imaginaban pero él siempre negó aquellas acusaciones y seguiría haciéndolo siempre.
-¿Eso es lo que te ha dicho esa zorra y sus amiguitos? ¿Qué yo la he golpeado? – Cínico hasta el final
y cobarde. Mintiendo.
Sanders logró alejarse de Michael mientras se colocaba la chaqueta bien, dirigiéndose hasta una
mesa colocada allí con algunas bebidas se echó una copa… La necesitaba. Un buen tragó para no perder
la compostura. Era un gran hombre de negocios y no rebajaría su imagen ante aquel imbécil que defendía
a su hija a muerte.
-¡¡No la insultes, Sanders!! – Le gritó enfurecido. - ¡¡No te atrevas a insultarla delante de mí!! – Vio
la mirada de aquel hombre impasible, no sabía cómo podía estar tan calmado.
-Supongo que consigue convencerte de cualquier cosa que se proponga solo con meterse en tu cama. -
Lo miró fijamente, manteniendo las distancias, por supuesto.
-¡Cabrón, hijo de puta! – Lleno de odio y rabia.
-¡Michael, por favor…! – Tratando de calmarlo.
-Dime… ¿te lo has pasado bien con mi hija estas navidades? En casa de tu familia y todo… ¡Vaya!
Imagino cómo debe haber sido. - Lo necesitaba lejos de ella como fuese. - Un hogar entrañable, lleno de
amor y paz.¡¡qué bonito!! ¡Todo lo que ella siempre deseó! ¿Eso te dijo? – Y soltó una carcajada que
mantuvo el silencio en aquella sala de juntas en la que se habían quedado solos con John, el resto se
habían marchado. Era una discusión entre socios… más bien entre hombre y hombre. - ¡Hace contigo lo
que ella quiere, te tiene en sus manos, Michael! ¡¡Es muy lista!!
-No conseguirás que me aparte, Sanders. - Y lo miró riendo, sabía lo que intentaba. - Tus amenazas y
tus chantajes no han dado resultado conmigo y ahora intentas descalificarla. ¡Eres un miserable!- Él era
lo único que le impedía seguir maltratando y violando a Nancy pero daba igual lo que quisiera decir,
jamás lo creería, jamás se alejaría de ella.
-Eres libre de creerme o no pero, puedes preguntar a cualquiera de este edificio… te contaran
historias muy interesantes sobre mi hija.
-¿Qué consigues con todo esto? ¿Qué sacas con insultarla delante de todos? ¿Así consigues escudarte
ante tu comportamiento? ¿Crees que entenderán mejor tus golpes y tus insultos si piensan que Nancy es
una buscona? - Se acercó de nuevo a Sanders. No iba a golpearle. - Pero eso no te sirvió con Steven…
¿verdad? Dime, ¿con que lo amenazaste? ¿Con su trabajo? ¿Fuiste tan ruin para amenazarlo con su puesto
en este edificio si defendía a Nancy? ¿O fuiste más allá y lo chantajeaste con hacerle lo mismo a su
mujer?
-No sé de qué me estás hablando…
-¡¡Estás enfermo!! – John se acercó a ellos de nuevo, ni siquiera quiso decir nada, sabía que aquel
enfrentamiento era necesario. - ¿De verdad disfrutas pegando y humillando a tu propia hija? ¿No te
sentiste como el ser más miserable cuando la violaste siendo una cría?
-¡¡Cuidado, Michael!!
-¿¡Cuidado, qué!? ¡¡Vamos!! – No iba a consentírselo. ¿Quién cojones se creía? - ¡Atrévete a
amenazarme como lo has hecho con Steven! ¡¡Ten huevos para amenazarme, Sanders!! – No lo hizo. –
No… Solo tienes huevos para pegar, insultar y violar a una mujer, ¿verdad? – Nadie iba a callarlo en
aquellos momentos. - ¡Seguro que eso te hizo sentir con más poder sobre ella! La tenías ahí, asustada y
tratando de defenderse de un animal que no paró hasta ver saciado su deseo… - Notaba cómo comenzaba
a no poder controlar su ira… Veía sus puños cerrados, mirándolo con odio pero callado. - Ni siquiera
sentiste ni un poco de lástima por ella, seguiste violándola durante años mientras la amenazabas con la
vida de su hermana.
-¡¡Cállate…!! – Y dio unos pasos hacia él. No lo golpeó, Michael se irguió muy cerca de él dispuesto
a plantarle cara como nunca nadie había hecho.
-Debo ser un gran problema para ti, Sanders… te tomas demasiadas molestias tratando de apartarme
pero no conseguirás alejarme de ella por mucho que lo intentes. -Y clavando aquella mirada de odio le
ordenó.
-¡Ella no es asunto tuyo!! – Le gritó.
-Te equivocas. - Ahora más que nunca era su asunto y jamás la abandonaría. - ¡¡No vuelvas a tocarla
o te juro que te mataré con mis propias manos!!
John puso la mano en el pecho de su amigo y lo echó atrás… estaban muy juntos, desafiantes, ambos y
podían volver a perder los papeles en cualquier instante. Solo habían dado unos pasos para salir cuando
aquel hombre continuó con su juego.
-Michael… que te permita que te folles a mi hija no significa que puedas darme órdenes sobre ella. -
Estaba cansado de aquel juego. – Nancy hará lo que yo le diga que haga, siempre, eso puedes jurarlo.
Lo miró de lejos. Sabía a qué se refería. Sanders creía tener un as bajo su manga. Evelyn… pero esta
vez no permitiría que siguiese extorsionando a Nancy ni con ese tema ni con ningún otro.
-Acércate a ella de nuevo y sabrás de lo que soy capaz Sanders. ¡No me provoques! – Lleno de ira.
Decidido. - Yo no necesito matones a mi lado que me hagan el trabajo… - Sabía que habían estado
controlando los movimientos de Nancy. - …tengo los cojones suficientes para matarte yo mismo. No lo
olvides nunca. - Se detuvo en la puerta y sin ni siquiera volverse a mirarlo volvió a darle una orden. - La
pulsera que le quitaste a tu hija, es un regalo de familia… la quiero en mi mesa de despacho en cinco
minutos… y que no tenga que volver aquí a repetírtelo.
El golpe de aquella puerta fue tan fuerte que pudieron oírlo en los despachos del final del pasillo.
Habían escuchado los gritos pero aunque al principio quisieron salir para ver qué pasaba, volvieron a
sus quehaceres al comprobar que se trataba del propio Michael. Era la primera vez que lo veían de
aquella forma, siempre tuvieron al dueño del edificio como un hombre tranquilo y sosegado, nada que ver
con el hombre gritaba en aquella sala con Allan Sanders.
Todos sabían lo que estaba sucediendo… no eran tontos. Durante meses habían visto aquel tonteo que
traía con Nancy, sus miradas, sus sonrisas y ahora… todo el mundo hablaba de la paliza brutal que le
habían dado a la joven… era lógico que diese la cara por ella si lo que decían sobre ellos era cierto.
Michael estaba enamorado de la hija de Allan Sanders.
Capítulo 25
VIVIENDO JUNTOS
No llegó muy tarde a casa, sabía que ella estaba allí y quiso estar pronto… podría terminar algunas
cosas tranquilamente en el despacho de su apartamento. Además ella no debía moverse demasiado,
apenas podía mover el hombro y las contusiones del resto del cuerpo la limitaban muchísimo.
George le dijo que estaba en la habitación principal, una maravillosa estancia decorada con
exquisitez y elegancia que estaba rodeada de grandes cristaleras, dejando ver Manhattan en plenitud.
Disponía de una enorme cama de grandes firmas, vestida con ropa blanca, en la que llamaba la atención
la elegancia de una especie de fajín justo en los pies color negro, enormes cojines y un cuadro
impresionante en la cabecera. Las mesillas, las lamparitas, el mueble que mantenía aquel televisor
inmenso… los pocos detalles en aquella habitación fueron elegidos con elegancia y daban un look muy
moderno y lineal a la estancia.
Al entrar la encontró echada en la cama, ojeaba un álbum de fotos tranquilamente. Lo reconoció de
inmediato. Era su álbum de boda que guardaba en una de las estanterías.
Se quitó la chaqueta y la dejó en uno de los sillones, se acercó a ella que ni siquiera lo sintió llegar;
escuchaba música con unos auriculares. Vio su cara de sorpresa al acariciar su espalda y saberlo allí,
mirando aquellos recuerdos que quizás no fueran de su agrado.
No supo qué hacer cuando Michael se marchó al despacho. George preparaba la comida y limpiaba
el apartamento mientras ella trató de ordenar un poco sus cosas, su ropa… lo poco que Rebecca había
llevado en unas cajas dispuestas en la habitación principal. Pero después de un rato paseó por aquel
apartamento, mirando con detenimiento las habitaciones, el despacho de Michael, un gimnasio preparado
con maquinas y pesas donde aquel arquitecto se mantenía en forma. Una impresionante cocina, que ya
conocía, tres baños dispuestos, dos de ellos en las habitaciones y uno al fondo del pasillo. La decoración
de aquel lugar la dejo algo descolocada. No podía negar que era un lugar muy lujoso, amplio, con unas
vistas únicas de Central Park y con una decoración de lo más sofisticada. Moderno, serio, elegante e
increíblemente distinguido.
No era un lugar donde ella pudiese vivir cómoda pese a todas las comodidades que había en el lugar.
Era frío, serio, demasiado sofisticado para su gusto.
-¡Michael! – Dijo sorprendida. - ¡Lo siento, es que lo he encontrado en una de las estanterías y…! –
Trató de disculparse.
-No pasa nada. No te preocupes. – No le importaba para nada que quisiera ver aquellas fotos.
-No debí cogerlo, es algo personal. Lo siento, de verdad. - Nancy cerró aquel álbum y agachó la
cabeza, no debía haberlo cogido. Seguramente estaría enfadado por su curiosidad. La miró sonriendo, ya
no importaba. En otra época de su vida le habría dolido verlas, pero todo había cambiado para él en
aquellos meses a su lado. No le hacía daño verlas, ni siquiera hablar de Elizabeth. Todo quedaba muy
atrás, todo parecía más un recuerdo lejano de algo que realmente fue muy importante en su vida. Podía
hablar de ello libremente sin que sintiese aquella agonía que lo invadió durante muchos años, en los que
fue incapaz de superar la muerte de su esposa y el vacío que le había dejado a su alma.
Se sentó a su lado y volvió a abrirlo. Era una sensación extraña estar ahí a su lado, viendo aquellas
fotos, recordando un pasado francamente hermoso y doloroso. Pero el dolor había pasado, ella había
hecho que cesase sin ni siquiera saberlo, sin ni siquiera proponérselo. Sus bromas, sus risas, sus abrazos,
sus besos, sus inmensos ojos llenos de vida…toda ella era la causante de su cambio total.
-¿No te duele verlo? – Preguntó tímida a sabiendas que había sido su culpa.
-No de la misma forma que antes. - Levantó su barbilla y la miro a los ojos. - Tú has hecho que todo
el dolor desaparezca, Nancy. - Y la besó suave mientras lograba pasar unas hojas de aquel álbum. –
Antes habría sido incapaz de ver estas fotografías… - Siguió pasando las hojas, observando con un poco
de nostalgia cada detalle de aquella boda en la que unió su vida a una maravillosa mujer.
-Michael, lo siento de verdad… - Estaba guapísimo vestido con aquel chaqué, abrazando a Elizabeth,
bailando a su lado, besándola… Él nunca hablaba de ella.
-Ya te he dicho que no tiene importancia. – Lo decía en serio aunque a Nancy le costase creerlo.
-Debías quererla mucho. - Comentó mientras observaba aquellas imágenes a su lado. - Tus ojos
brillan de una forma muy especial.
Sí, claro que la había querido muchísimo, pero era ella la que ocupaba su corazón en aquellos
momentos y ni siquiera tenía que envidiar aquel amor tan grande de hacía años, porque la amaba con
igual intensidad o más. Nancy le había devuelto todo en la vida, sin ella Michael estaba perdido.
-Es extraño… la gente que me conoce asegura que he vuelto a tener ese brillo especial desde que te
conozco. - La miró totalmente enamorado. Más no se podía querer. - ¿A qué crees que se puede deber,
preciosa? – Y acarició su rostro mientras la besaba.
-¿Crees que algún día podrás quererme como a ella? - ¿De verdad pensaba que no lo hacía ya?
Entonces es que estaba realmente ciega. Aquel hombre respiraba por aquella jovencita que tenía sentada
en su cama.
Michael cerró aquel álbum y sonrió, pasando sus manos por su precioso rostro que tan embelesado lo
tenía desde hacía meses. ¡Cómo eran las mujeres! Tenía delante de ella a un hombre perdidamente
enamorado y era incapaz de verlo en sus ojos. Unas palabras. ¿Se fiaba más de unas palabras que de su
propia alma que saltaba de felicidad cuando la tenía cerca?
-Nancy, te quiero aún más que a ella… te quiero como nunca he querido a nadie. – Debía creer sus
palabras. – Mira, Elizabeth fue la mujer más importante de mi vida, la única con la que decidí casarme
porque, realmente, sentí que ella y solo ella era mi alma gemela. - ¿Qué pensaba que iba a decirle? –
Parece ser que me equivoqué y la perdí de una forma muy cruel… te aseguro que en aquellos momentos
solo pensé en acabar con todo, nada tenía sentido en mi vida. – Absolutamente nada. - Pero ahora es
distinto, preciosa. - La miró, enamorado hasta la médula, en la que cada mínimo centímetro de su piel le
pertenecían a ella, a una jovencita de poco más de veinte años que había llegado a su vida para llenarla
del más puro y grandioso amor. Nancy vio aquel brillo en sus ojos. -Tú has hecho que todo tenga sentido
de nuevo. Eres la mujer más maravillosa que he conocido nunca y te juro que jamás había sentido esto
que invade mi alma desde que te conozco… ni siquiera por Elizabeth.
Nancy abrazó a Michael con el único brazo que podía levantar, el otro aún estaba en cabestrillo, y se
quedó ahí, a su lado, mientras sentía sus brazos acariciarla… Estaba tan enamorada de él… Jamás pensó
que pudiese llegar a sentir algo así por alguien… Un amor tan intenso, tan mágico, capaz de superar
cualquier obstáculo, capaz de enfrentarse al mundo entero… Ni en sus sueños más lejanos imaginó
alguien como él…
Tantos años llorando por la vida que le aguardaba, por no poder ver salida al infierno que vivía…
Tantos sueños tirados por la ventana con cada golpe recibido… Solo pensar en una caricia de un hombre
le daba repulsión, miedo… y nunca pudo estar con nadie desde entonces… Y ahora… él había llegado a
su vida para demostrarle que existían de verdad los amores de cuentos, la entrega total a alguien por la
que darías la vida, por la que te enfrentarías a todo y todos por protegerla…
-¿Tú crees en el destino, Michael? – Le preguntó sin despegarse de su cuerpo. Ella sí creía en él… -
¿Crees que nuestras vidas se habrían cruzado igualmente de estar viva tu esposa?
Sintió un beso suave en su cabeza y sus manos acariciando su cabello, pero siguieron juntos,
abrazados, mirándose muy cerquita y sonriéndose mientras se sinceraban como nunca.
-Yo creo que cada uno se forja su propio destino, Nancy, con nuestras acciones, con el camino que
uno decida elegir en la vida. – Seguía acariciándola, dulce, tierno. Apartó un mechón de su frente. La
tenía en sus brazos, medio echados en aquella cama. Aún podía ver algunos signos en su ojo y sus labios
de aquella paliza. Pasó sus dedos por aquellos golpes mientras seguía hablándole. – Desde luego es muy
probable que nos hubiésemos conocido igualmente, porque Elizabeth y yo pensábamos venir a vivir a
New York para hacernos cargo de la empresa; solo que su muerte hizo que tuviese que permanecer en
California más tiempo del previsto. – Nancy lo escuchaba atenta mientras no dejaba de mirarlo fijamente.
– No sé qué habría pasado, cómo hubiese reaccionado al conocerte, ni cómo habría llevado que ligases
conmigo como lo has hecho.
-Yo creo que las cosas siempre pasan por algo, Michael y estoy segura que nuestras vidas se habrían
unido de una forma u otra. – Sus ojos profundos se lo gritaban, aunque él no creyese en esas cosas. – No
importa cuándo, cómo, ni donde, pero sé que tu alma entera me pertenece desde siempre… siento aquí
dentro… - señaló su pecho. - …que eres tú y solo tú mi alma gemela, la mitad que complementa mi vida
en todos los aspectos. – Michael la hizo mirarlo mientras pasaba sus manos por sus mejillas sonrosadas.
¡Nancy era tan maravillosa! No podía dejar de sonreír ante sus comentarios sobre la vida, el destino y
ellos dos.
Cerró los ojos en sus brazos fuertes, podía oler su perfume… le encantaba todo de él… sus increíbles
ojos azules, su preciosa y perfecta sonrisa, su pelo suave y negro en el que podía verse algunas canas…
guapísimo… estaba con ellas guapísimo… y aquel cuerpo fuerte en el que se sentía segura…
-Si lo piensas… estamos unidos desde hace mucho tiempo. Jeremy me seguía artísticamente, de haber
seguido patinando nos habríamos encontrado gracias a él… - Bien cierto… de una forma u otra. - De
vivir Elizabeth, llevas años trabajando con mi padre, con Steven… - Se miraron fijamente.
- …no habrías podido librarte de mí ni aún proponiéndotelo.
-Estás muy segura de ti misma por lo que veo… - Bromeaban… La besó despacio, sin dejar de
mirarla. - ¿Sabes de lo que yo estoy seguro, Nancy? – Ella negó con la cabeza. – De que te quiero en mi
vida para siempre… y me da igual que Dios, el destino, o lo que sea que nos rodee, no estén de acuerdo
conmigo esta vez, porque movería el universo entero solo para poder tenerte a mi lado cada día de mi
vida. Bajaría al mismo infierno por ti, preciosa… Solo por ti.
La sonrisa de Nancy se dibujó en sus ojos, en sus labios, en su cuerpo que se abalanzó sobre el de
Michael con fuerza. ¿¡En serio podía existir un hombre más maravilloso que él!? ¡Qué cositas más
maravillosas le decía! ¡Qué enamorada estaba de él! No, enamorada era decir poco. No había nada que
pudiese describir lo que su alma entera sentía solo al mirarlo.
-Si todo eso es cierto… ¿harías cualquier cosa por mí? - Le preguntó mientras lo abrazaba.
-Cualquier cosa… - Dijo cerrando los ojos y acariciando su espalda. Podía pedirle el mismo cielo
que ya buscaría la forma de dárselo.
-¿En serio? ¿Y podrías ayudarme a lavarme el pelo? – Dijo ruborizándose. - No puedo levantar la
mano, aún me duele el hombro y ni siquiera puedo agacharme sin marearme.
Michael la miró sonriendo. Haría algo mucho mejor, aunque aquello sí fuese un problema para él. La
tenía allí en su apartamento, viviendo con él y sabía que aún no podía moverse bien, no era tonto y
tendría que ayudarla a vestirse y asearse hasta que estuviese en condiciones de moverse sin sufrir dolor
alguno. Así que, decidió ser fuerte, sabía que le costaría.
-Ven, vamos a ducharnos. –Tranquilo.
-¿¡Ducharnos!?¿¡Juntos!? – Iba a morirse de la vergüenza. - Pero, ¡estaremos desnudos!
-Claro. – Sin querer darle mucha importancia. – No sé tú, pero yo suelo quitarme la ropa para
ducharme.
-Pero…
-Vamos.- Se levantó y le tendió la mano. La ayudaría gustoso. Él iba a ducharse y podrían hacerlo
juntos. Sujetó su mano y tiró de ella, haciendo que lo siguiese hasta el baño de su habitación. La vio
agachar la cabeza sonrojándose. Era más fácil para ambos hacerlo a la vez.
El baño de aquel apartamento era impresionante, mucho más grande que la propia habitación que
Nancy tenía en Williamsburg… todo allí le parecía extremadamente lujoso y ostentoso, eso sí…
realmente precioso.
A un lado había dispuesto un mueble oscuro que abarcaba todo el largo del baño, en él dos lavados
blancos de mármol, grandes, con una grifería preciosa y carísima. Un impresionante espejo ocupaba toda
la estancia, dando amplitud al lugar, y justo enfrente, una gran bañera también color blanco. Al fondo dos
cerramientos de vidrio ligero que separaban dos estancias, una para el wc y otra para la ducha, en la que
entrarían los dos totalmente desnudos.
Michael la llevó hasta el baño y la ayudó a quitarse aquel vestido… no había mucha más ropa debajo
y la vio cubrir rápidamente sus pechos descubiertos. Nancy no lo miraba y podía notar su rubor en las
mejillas y en su mirada cabizbaja. No sería fácil…
Abrió la ducha y acarició sus brazos desnudos, la miró y besó su frente con dulzura, agachándose
bajó aquellas braguitas de encaje por sus preciosas piernas torneadas y las dejó a un lado. No quería
mirarla demasiado, por ella, sabía que se moría de vergüenza en aquel momento… por él, no era nada
fácil tenerla totalmente desnuda y mantenerse controlado.
La dejó entrar en la ducha mientras él se quitaba la ropa, Nancy trataba de no mirar pero no pudo
evitar hacerlo mientras veía cómo se iba quedando desnudo… y se metió con ella en la ducha.
De verdad no podía siquiera mirarlo y tampoco podía bajar los ojos al suelo porque él estaba ahí,
desnudo, delante de ella, así que giró la cabeza a un lado y lo dejó hacer mientras suspiraba. Primero el
cabello, que masajeó con delicadeza, haciéndola sonreír. La relajaba muchísimo, sus dedos entrando en
su cabello mojado, acariciándolo suave, lento, en círculos.
Suponía que no era fácil para un hombre, que llevaba siete años sin estar con una mujer, mantenerse
tranquilo mientras veía a una chica desnuda en su propia ducha. Una chica a la que deseaba con todas sus
fuerzas. Nancy cerró los ojos y prefirió no pensar, aquello se repetiría cada día hasta que ella pudiese
levantar el brazo. Tendría que acostumbrarse.
El masaje capilar terminó y Michael acarició aquel cabello mientras la enjuagaba con suavidad…
mirándola de vez en cuando, mordiéndose los labios y tratando de no fijarse demasiado en aquel
precioso cuerpo que lo volvía loco.
-Separa los brazos, Nancy. - Le dijo cuando trató de enjabonarla, pero no lo hizo, y Michael sujetó
sus brazos y la hizo apartarlos de sus pechos mientras ella cerró los ojos. - ¿Me harás pedir habitaciones
separadas cuando vayamos a Bora Bora? – Bromeó mientras pasaba la esponja por sus preciosos y
firmes senos que notaron aquel contacto sensual.
Siguió bajando despacio, su estómago, aún marcado por los golpes, sus caderas, sus piernas… Nancy
tenía la piel erizada y no era precisamente por el frío. La hizo girar y enjabonó aquella espalda marcada
por los latigazos. Se detuvo, la acarició. Quiso saber si aún le dolía y Nancy contestó que un poco,
aunque no como los primeros días que casi no pudo tumbarse. Siguió bajando por su cintura, su trasero…
Lo miró, suspiró, cerró los ojos y continuó. Definitivamente iba a ser muy difícil para Michael tener que
ducharla cada día.
Quitó la espuma de su cuerpo y la vio de nuevo cubrirse con las manos. No tenía arreglo. Sonrió
mientras sujetaba su rostro y la besaba.
-¿En serio te da vergüenza que te vea desnuda después de lo que pasó en el baño del gimnasio y en mi
despacho? – Y notó los colores en su rostro solo de recordarlo. Levantó aquella barbilla y la hizo
mirarlo muy de cerca. - Eres una mujer preciosa, Nancy… no tienes que sentir vergüenza por nada.
-Es la primera vez que veo a un hombre desnudo. -Logró decir soltando una risilla pícara. Michael
también sonreía. – Bueno, en la tele, sí, claro… pero nunca así, en la vida real. Es muy distinto. - Y miró
su desnudez observada por Michael que no dejaba de sonreír.
-¿Y te gusta lo que ves? – ¡Vaya pregunta! ¡Qué malo era con ella en aquellos momentos! La provocó
sin dejar de mirarla. ¡Qué nerviosa estaba afirmando su pregunta! ¡¡Pobrecilla!!
Le sonrió mientras la veía esquivar su mirada… era tan gracioso verla enrojecer de aquella forma…
allí, desnudos, tratando de no mirar su desnudez, su umbría, cubriéndose los pechos desnudos con las
manos, respirando agitada. Le fascinaba tenerla de aquella forma.
-Hazme un favor… - Le dijo en el oído mientras lo mordía. No sabía cómo lo lograba pero lo hacía
perder el control con una solo mirada.-…recupérate pronto, nena. No sé cuánto tiempo más pueda
aguantar. - Y la miró de arriba abajo, deteniéndose en cada parte de su cuerpo… sí, lograba ponerlo
enfermo y debía controlarse. Nancy no estaba en condiciones aún.
Metió su lengua en aquella boca que lo deseaba igual que él, pero paró, la miró, agitado y la sacó de
la ducha colocándole un albornoz suave color negro. Él saldría en unos minutos. Necesitaba relajarse,
sentir el agua caliente cayendo por la espalda, cerrando los ojos, recordando aquel precioso cuerpo que
lo excitaba y que ansiaba hacer suyo desesperadamente.
Aquella noche cenaron algo ligero, Nancy lo había preparado con George aquella mañana. Se
llevaban bien, bastante bien, le parecía un hombre encantador, algo serio, pero muy amable y atento con
ella. En un principio no quiso que aquella jovencita hiciese absolutamente nada, era su trabajo, estaba ahí
para servirla, cuidarla, pero al final cedió ante su insistencia. Se metió en la cocina con él dispuesta a
preparar algo para la cena.
Muchas horas juntos, en las que George supo la historia de Nancy con Sanders, su padre, y en las que
se juró a sí mismo cuidarla mientras Michael estuviese fuera. No le pasaría nada mientras estuviese en
aquel apartamento. Allí nadie podría dañarla.
Serían las doce cuando Nancy dejó su portátil, hablaba con sus amigas que preguntaban por su estado.
Todos en la oficina sabían qué había pasado pero solo mantenía contacto cercano con algunas
compañeras de profesión, Liz entre ellas, Martha, la secretaria de Michael y alguna que otra mujer de las
oficinas de su padre. Miró atrás y lo vio semitumbado en aquella cama, con el ordenador entre las
piernas, tratando de terminar asuntos de la oficina. Se había quedado dormido, así que cerró aquel
portátil con cuidado de no despertarlo y se echó a su lado. La abrazó cuando la sintió cerca y allí pasaron
la primera noche juntos, en aquel enorme apartamento que sería testigo de muchos encuentros llenos de un
amor tan intenso como verdadero.
Por las mañanas, Michael la ayudaba a vestirse antes de salir para la oficina, siempre trataba de
llegar pronto a casa, para estar a su lado, pero a veces no lograba llegar a tiempo para almorzar… Trató
de buscar otro trabajo más acorde para ella, en su oficina, con él, y aunque intentó disuadirlo no
consiguió convencerlo para que respetase su antiguo puesto. No la dejaría trabajar más tiempo con
Sanders, y muchísimo menos como chica de la limpieza. Nancy tenía muchísimas capacidades para
acceder a otro puesto y si no lo había hecho, hasta ahora, era solo por su padre, él lo evitó con sus
chantajes y sus amenazas pero todo era distinto en aquel momento. Era su pareja, estaba con él y los
abusos en torno a Nancy se habían acabado.
Madison quiso hablar con su hija, era importante, y Nancy se lo comentó a Michael; la recibiría en
aquel apartamento y por fin tendrían una conversación madre e hija, algo que debió pasar hace muchos
años. Sincerándose la una con la otra, confiando sus más oscuros secretos, abriéndose con total franqueza
del infierno que rodeaba a Allan Sanders y a todos los que estaban cerca de él.
Se acercó antes del almuerzo, totalmente venida abajo. Allan y ella había discutido muy fuerte tras su
visita al hospital, donde pudo saber qué había sucedido en todos aquellos años con su hija mayor. Era
obvio que lo negó delante de su mujer y sus amenazas no tardaron en llegar… estaba cansado de toda
aquella historia, de Nancy, de Michael y ahora también Madison.
Le recriminó sus mentiras, sus golpes, sus abusos pero no consiguió sacarle ni una sola palabra en
claro sobre aquel asunto. Insultaba a aquella jovencita despiadadamente, sin ningún tipo de reparos,
delante de su madre que sentía aquellas palabras ahogando su corazón. ¡¡Sanders odiaba a Nancy con
toda su alma!!
Dejó totalmente claro que si Madison se separaba de él o hacía toda aquella historia pública, solo
conseguiría matar a Evelyn; se negaría a seguir pagando el medicamento vital para ella y ese sería su
final. Y había más… Sanders exigió que convenciese a Nancy para dejar a Michael Harrison, nadie
mejor que su madre para convencerla de aquella decisión y aunque, al principio, trató de ignorar sus
palabras, supo que no mentía en sus amenazas cuando llamó por teléfono delante de ella para dar la orden
del cobro de las medicinas.
No quiso hacerlo, de verdad que trató de hacerlo cambiar de opinión de todas las formas posibles,
rogó, suplicó, imploró que pensase las cosas; Evelyn no tenía culpa de nada, pero al final se vio ahí, en
aquel lujoso apartamento, pidiéndole a su hija mayor que dejase a aquel hombre sólo hasta que Evelyn
estuviese bien.
-¡Mamá! – No podía creer lo que le pedía. - Creí que venias a saber qué había sucedido, pensé que
querías escuchar mi versión de toda esta historia. - Se levantó de aquel sofá y caminó hacia los
ventanales de cristal. ¡No podía ser cierto que aquel horror nunca fuese a terminar!
-Nancy, no puedo hacer otra cosa, cielo. No entra en razón. -Le imploró. - He intentado convencerle
pero sabes que legalmente puede demostrar que no es su hija, no tiene por qué hacerse cargo de los
gastos.
-Sé que no entra en razón, sé que es un ser miserable y despiadado. - Miró a su madre llorando, no
podía creer que viniese a pedirle algo así. – Pero, no puedo seguir así, no puedo seguir viviendo de esta
forma. Lleva años maltratándome, mamá. ¡No puedo más! – Apoyó su cabeza en aquella enorme columna
y cerró los ojos… aquello era un infierno que no terminaría nunca.
-No lo dudo, hija mía. Te juro que te creo, pero… no puedes dejar morir a tu hermana de esta
forma… - Se acercó a ella, tratando de abrazarla. ¿Qué más podía hacer ella? ¡La vida de Evelyn estaba
en sus manos, siempre lo estuvo!
-¡No me digas esas cosas! – Se derrumbó totalmente, llorando sin consuelo, tapando su rostro con sus
manos. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué podía hacer? ¡Morirse! ¡Quería morirse de una vez y no seguir sintiendo
esa impotencia que invadía su vida desde hacía tantos años! En ella recaía el peso de aquella infidelidad,
de la enfermedad de su hermana, de la ira de Sanders.
Pudo ver que algo no marchaba bien cuando abrió aquella puerta y la vio llorando,
desconsoladamente, sujetando su estómago aún dolorido. Soltó las llaves en el recibidor, soltando su
maletín y quitándose el abrigo se acercó preocupado, preguntado qué estaba sucediendo. No pudo dar
crédito a las palabras de aquella mujer… ¿de verdad había ido hasta allí para pedirle algo así a su hija?
¿Tan egoísta era? ¿Quería salvar la vida de Evelyn a cambio de qué?
Sujetó a Nancy, abrazándola mientras la acercaba a uno de los sillones cercanos; dejó que se sentase
y se inclinó para secar sus lágrimas y calmarla. George se acercó hasta ellos y le pidió que trajese una
tila para la joven, la necesitaba.
-Señora Sanders, si viene a mi casa para ver a su hija y preocuparse por ella, siempre tendrá las
puertas abiertas, pero si su visita es para traerle recados de su esposo, le advierto que puede ahorrarse la
molestia de desplazarse hasta aquí, porque la haré salir por donde mismo ha entrado. Para nada pensaba
tener reparos con ella, no si su intención no era la felicidad de Nancy.
-Usted, no lo entiende. - Le replicó molesta. - Tengo una hija pequeña y aunque a usted no le importe
su bienestar para mi es lo más importante.
-¿Y dónde queda Nancy en todo esto? Le recuerdo que tiene dos hijas… – No parecía importarle
demasiado. – …no puede destrozar la vida de una de ellas por salvar la de otra. – Era exactamente lo que
estaba haciendo.
-¡No lo hago! ¡Quiero a mi hija aunque no lo crea, pero no puedo hacer otra cosa! – Estaba tan
desesperada… ¿qué podía hacer? ¿Dejar morir a su hija Evelyn? – Si Nancy sigue con usted, si no lo
obedece, perderé a Evelyn y solo tiene once años. ¡Es una niña, no puedo dejarla morir!
-Si me alejo de su hija tendrá el camino libre para seguir golpeándola todo cuánto quiera. Estaba
cansado de tantas amenazas. – Si para usted lo principal es su hija Evelyn, para mí lo es Nancy… así que
no pienso dejarla en manos de su marido por mucho que trate de chantajearnos.
-Solo será un tiempo hasta que encuentren… - Se acercó hasta Nancy para implorarle de nuevo, sabía
que era muy complicado para ella pero debía ayudarlas. Era la única que podía hacerlo.
Se interpuso en su camino, sus ojos no mostraban piedad con ella. No lo tendría. ¡Le parecía tan
injusta con Nancy!
-¿¡Solo será un tiempo!? ¿Se está escuchando de verdad? ¿Está diciendo que debe seguir aguantando
palizas de su marido pero debe aliviarse porque solo será durante un tiempo? - Lo único que le
importaba era el dolor de Nancy, nada más. No podía entender que se presentase allí diciendo aquellas
cosas. Todo era tan devastador para aquella jovencita.
-Yo puedo tratar de hablar con él, lo calmaré, te lo prometo, cariño. - Y quiso coger sus manos para
convencerla. Nancy las apartó llorando.
Seguía allí sentada, tratando de no escuchar, tratando de asimilar lo que estaba pasando. Tapaba su
cara con sus manos, temblorosa, solo quería descansar, pero no la dejaban y su madre… ¡había ido hasta
allí para pedirle que siguiera permitiendo esas palizas! ¡¡Aquello era de locos!! ¡Su vida no le importaba
a nadie!
-Haga el favor de salir de mi casa inmediatamente. - Y la miró impasible, para Michael lo único que
importaba era todo el sufrimiento y la angustia que causaba en aquella jovencita que no conseguía
levantar la cabeza del suelo. La veía llorar, la sentía sufrir de una forma inmensa.
-Tengo que hablar con mi hija. – No pensaba irse de allí hasta hacerlo. Hasta convencerla.
-No. Usted no viene a hablar con su hija. - Dio unos pasos hacia ella, para tenerla cerca y que
entendiese sus palabras a la perfección… - No viene a saber de su estado, preocupada por la paliza que
ha recibido o por las secuelas que haya podido dejar en su vida el maltrato al que ha sido sometida
durante años. Usted vivía muy tranquila, sin saber… o sin querer saber lo que le hacía a Nancy cada
noche… - No le importaba seguir… - Solo le interesa salvar la vida de su hija pequeña a costa de todo.
-¡¡No tiene ningún derecho a hablarme así!! – Le recriminó muy seria…
-Volverá a violarla, ¿lo entiende? Seguirá golpeándola hasta la saciedad, la hará infeliz el resto de su
vida, la seguirá humillando delante de todos, la matará de una paliza. - Estaba totalmente decidido a no
ceder y no dejaría que Nancy lo hiciera. - Lo siento señora Sanders, pero es un precio demasiado alto
que no estoy dispuesto a permitirme. – Señaló la salida seguro de que aquella conversación había
terminado.
Nancy no estuvo bien el resto del día… permaneció acostada, llorando, tratando de asimilar todo lo
sucedido… aún tenía dolores por la ultima paliza y su madre… ¡Dios! Sabía que estaba desesperada
pero cómo para pedirle que siguiese aguantando golpes y… Solo quería cerrar los ojos y olvidarse de su
vida… de todos… ¡Tantos años humillada, violada, golpeada, amenazada! Le dolía tanto la situación de
Evelyn… pero no podía seguir permitiendo más golpes… no podía…
Capítulo 26
SECUELAS DIFICILES DE SUPERAR
Michael estuvo toda la tarde en el apartamento, haciendo llamadas, mientras vigilaba a Nancy. Estaba
realmente preocupado por ella. Entraba en la habitación y la veía echada, sin más gana de nada, sin
comer, sin apenas hablar. Por eso tomó aquella decisión, por ella… nada le importaba más en la vida que
hacerla feliz y sabía que aquella historia de Evelyn, a la que ni siquiera conocía, la traía de aquella
forma. Si algo le pasaba a esa chiquilla Nancy nunca se lo perdonaría.
Llamó a Steven, con el que habló durante horas, informándose de la enfermedad que padecía, de las
complicaciones de su día a día, de la operación a la que debía someterse y del carísimo tratamiento que
debía tener hasta la llegada del trasplante.
Se trataba de una enfermedad rara, causada por un defecto en la membrana de las células sanguíneas,
lo que provocaba que continuamente se destruyesen los glóbulos rojos, más conocido como Hemólisis.
Había un riesgo bastante grande de que aquella cría pudiese sufrir una trombosis venosa y arterial, una
insuficiencia renal, una hipertensión pulmonar y un infarto de miocardio entre otras muchas cosas. No lo
tenía nada fácil para ganarle la batalla a esa gravísima enfermedad que tenía una tasa de mortalidad
bastante grande.
Estaba la posibilidad de un trasplante de médula ósea pero Nancy no era compatible con su hermana
y aún no habían encontrado a nadie adecuado para ello. Se suponía que Sanders se ocupada de eso,
aunque Michael lo dudó cuando Steven habló con él de aquel tema. ¿En tantos años nunca había
encontrado a alguien compatible con aquella cría? Era un hombre con recursos… estaba seguro que todo
aquello era una manera sucia de tener a Nancy bajo sus manos.
Él se encargaría de los gastos de aquella medicina hasta encontrar la forma de operarla, así le llevase
toda la vida mantener ese gasto, estaba decidido a ello y Steven no pudo creer que hiciese algo así,
estaban hablando de una suma anual muy elevada y estaba claro que se trataba de un gasto que podría
durar muchos años. Incluso, en el peor de los casos, no servir para nada.
Steven se encargó de los preparativos, de todo lo relacionado con aquel tema; se encargaría de
ponerse en contacto con Madison, de explicarle la situación y darle la buena noticia que no creería en un
principio… Michael le puso en contacto con los mejores médicos de Estados Unidos, quería todo tipo de
opiniones sobre aquella enfermedad, quería segundas opiniones, quería a los mejores especialistas
pendientes de aquella chiquilla y quería todos los informes encima de su mesa para cuando Steven
hubiese terminado de visitar a los médicos. Los gastos corrían de su cuenta corriente.
Se había encargado de llamar a uno de sus abogados, a quien puso al tanto de todo el asunto de
Nancy. Iría a aquel apartamento aquella tarde para poder charlar tranquilamente con la joven, quien aún
no creía tener fuerzas suficientes para seguir adelante con aquella denuncia. Sabía que debía hacerlo y se
sentía segura con Michael a su lado, pero Evelyn… pagaría las consecuencias, lo sabía.
No la vio en la cama, se había levantado. Entró en el baño y la encontró relajada, en la bañera. Logró
quitarse la ropa despacio, con cuidado porque aún se sentía dolorida por los golpes; necesitaba relajarse.
Se agachó y metió una mano en el agua, acariciando su pierna llena de espuma. Abrió los ojos y lo
vio ahí, a su lado. No lo había querido molestar para ayudarla porque lo escuchó muy ocupado hablando
con su abogado, pero el agua aún estaba caliente, le dijo, invitándolo a meterse.
Y lo hizo, quitándose la ropa justo delante de ella que esta vez no miró a otro lado. Lo observó, de
pié, mientras se desabrochaba aquellos pantalones ajustados y bajaba aquellos bóxer pegados a su
cuerpo. Le gustaba mirarlo desnudo. Michael era un hombre muy bien cuidado físicamente, sus piernas
mostraban unos muslos fuertes, moldeados por el deporte… cada mañana salía a correr varios kilómetros
y por las noches, antes de acostarse solía ir a una sala que tenía preparada como gimnasio personal.
Pasaba horas antes de salir, ducharse y acostarse. Su tórax bien marcado, al igual que sus brazos que se
ajustaban a las camisas ceñidas que siempre solía usar. Era un hombre coqueto y eso le gustaba
muchísimo a aquella joven.
Nancy se movió en aquella bañera, dejando que Michael se colocase justo detrás de ella, abriendo
sus piernas y sintiendo en su espalda su miembro desnudo. Cerró los ojos y se echó atrás mientras sentía
sus brazos fuertes rodearla con fuerza, apoyando su cabeza en su pecho se quedó quieta… respirando a la
misma vez que él.
Habló con ella sobre Evelyn, ya no quería que se preocupase más por aquel tema ni por ningún otro.
Se encargaría de todo. Él pagaría aquella medicina de su hermana y trataría de buscar una solución a ese
trasplante.
Nancy se giró y lo abrazó fuerte. ¿Por qué era tan bueno con ella? ¿Cómo podría pagarle algún día
todo lo que estaba haciendo? Sentía sus manos acariciando su espalda mientras besaba su frente, no había
nada que tuviese que hacer porque Nancy no le debía nada… ella era parte de su vida, era parte de él y
todos sus problemas eran suyos también. Haría cualquier cosa que estuviese en su mano para verla feliz.
Sabía que si algo le pasaba a Evelyn ella nunca se lo perdonaría y no podía dejar que Sanders siguiese
golpeándola y amenazándola. Sólo él podía hacer algo.
Agachó la cabeza y la vio ahí, echada en su pecho, llorando. Secó aquellas lágrimas que nunca
debieron salir de aquellos inmensos ojos negros.
-No llores, Nancy. Confía en mí, todo se solucionará. - Sus palabras sonaban tan lindas.
-Eres lo único bueno que me ha pasado en la vida, Michael... - Y lo abrazó todo lo fuerte que pudo. -
…tengo mucho miedo de perderte. - Le dijo totalmente segura de que jamás podría vivir sin él. - ¡No
puedo con todo esto por mucho que trate de hacerme la fuerte! ¡¡Ya no puedo más!! – La sentía llorar
desconsoladamente en sus brazos. - ¡¡Mi padre, sus palizas, sus amenazas, los insultos de Edward, la
enfermedad de Evelyn y ahora mi madre…!!¡No quiero perderte nunca!
-No vas a perderme. - Y sujetando su rostro la besó suavemente. – Nunca. Ya no estás sola con todo
esto, Nancy, y no lo estarás nunca más porque no pienso separarme de ti por nada del mundo. Cerró los
ojos, la abrazó y se quedó allí, tumbado a su lado, perdiendo totalmente la noción del tiempo…
Aquella tarde recibió la visita de aquel abogado con quien hablaron durante horas sobre la denuncia
que ya había traído redactada. Necesitaba la firma de ellos y los testigos, necesitaba que Nancy fuese
fuerte y quisiera justicia en toda aquella historia. Lo demás, era cosa suya.
Jeremy y Carol habían ido hasta allí para ver cómo se encontraba y pudieron escuchar toda aquella
horrible historia sobre abusos y maltratos de la que sabían lo que Michael les había contado pero
escucharla de labios de Nancy, con detalles… Impresionaba muchísimo. Era bueno saber toda la verdad,
conocerla realmente para poder estar a su lado y apoyarla en todo. Ni siquiera se hubiesen imaginado
nada parecido cuando la vieron en casa por navidad. Una jovencita tan risueña, tan sencilla y alegre con
tanto sufrimiento bajo sus espaldas. Jeremy apenas había coincidido con Sanders en el edificio, aunque
después de saber toda la historia tampoco tenía muchas ganas de encontrárselo cara a cara; estaba muy
liado con sus clases y con el trabajo que Michael le había ofrecido en la oficina. De él también tendrían
que hablar porque no pretendía seguir allí durante mucho tiempo más, estaba seguro que su futuro estaba
en aquellas clases y deseaba volcarse de lleno en ellas.
Sabía que su hermano no estaría de acuerdo, pero tendría que aceptar su decisión. Él no estaba hecho
para sentarse en un despacho, para vestir de chaqueta ni para tratar con empresarios estirados a los que
solo les importaba el trabajo, el dinero y las apariencias. No era precisamente el lugar idóneo para él,
aunque le agradecía su ayuda.
No se equivocó, para nada le sentó nada bien aquella actitud de su hermano, pero tuvo que aceptar, de
mala gana, su decisión que creía precipitada y alocada. Podía trabajar con él y dedicarse después a esas
clases que tanto le gustaban, tal como hacía Nancy. No consiguió convencerlo pese a que lo intentó.
Jeremy ya había tomado su decisión y era irrevocable.
Algunas noches la escuchaba llorar mientras dormían, todo lo que había vivido en su vida no era
suficiente… aún tenían que seguir acribillándola por todos lados. Golpes en su infancia, violaciones,
humillaciones, insultos, más golpes, más palizas, desesperación, angustia, miedos, terror, fuerza, valentía,
sacrificios, enfermedades… Nancy llevaba una vida tan dura… ¿Quién podía superar todo aquello con
una sonrisa, sin perder las ganas de seguir luchando?
Se hizo la fuerte durante todos esos años, soportando lo inhumano, por su hermana, por su madre,
tragándose todo su miedo y mostrando un rostro de fuerza y valentía que no era el real. Estaba muerta de
miedo, cuando se quedaba sola, por las noches… tal como dijo Steven en una de sus charlas. Las
pesadillas la atemorizaban cada noche, aún estando con Michael, en sus brazos, no podía dejar de
temblar de puro terror.
-¡Tranquila, nena! ¡Ei, tranquila, estoy aquí, preciosa! – Y se pegaba a ella, rodeándola con sus
brazos, tratando de calmarla, sintiendo el temblor en su pequeño cuerpo, sintiéndola tapar su boca con la
almohada, tratando de ahogar sus gritos de angustia.
-¡No puedo más, Michael! ¡¡Tengo tanto miedo!! – Sin dejar de llorar en aquella habitación.
-Ven aquí, Nancy. – Y la estrechaba en su pecho, acariciando su cabeza, besándola con dulzura, a
sabiendas de todo su sufrimiento. – Nadie va a hacerte daño, preciosa. Estás aquí conmigo…
-No lo conoces, Michael… - Apretando su pecho fuerte, queriendo quedarse ahí para siempre. El
único lugar seguro era a su lado. – ¡Me matará… cuando sepa que estoy aquí contigo, me matará! ¡¡Lo
conozco, está loco!! ¡¡Y yo ya no puedo más, ya no tengo fuerzas para seguir haciéndome la fuerte!! ¡¡Ya
no puedo… ya no puedo!! ¡¡Nunca se acabará!!
La apretó aún más, cubriéndola con la ropa de cama. Sus temblores no eran de frío sino de puro
terror. Sin dejar de estrecharla levantó su rostro con una de sus manos; estaban muy juntos.
-Nena, te juro por mi vida que no voy a dejar que vuelva a tocarte. ¿Me oyes? – Y no mentía… así
tuviera que matarlo. - ¡Mírame, Nancy! Se ha terminado, todo el infierno que has vivido, se ha terminado
para siempre. ¡No volverá a ponerte una mano encima, jamás! – Y sus ojos no mentían en lo más
absoluto.
“¿Puedes recogerme en Washington Square Village? Estoy tomando algo con unos amigos y ya es algo
tarde… Gracias, Michael.”
Nancy le había mandado un mensaje justo cuando estaba a punto de salir de la oficina, así que se
dirigió hacia el lugar para recogerla y marcharse a casa. Aquella tarde le pidió dejarla en Manhattan,
quería visitar a unos amigos y comprar algunas cosas, por lo que pasó la tarde tranquila dando vueltas
por las tiendas y charlando con gente conocida. Era bueno para ella, así se despejaría de todo lo vivido
últimamente. Le había costado sonreír después de la última paliza de Sanders, pero aquellas semanas en
el apartamento de Michael la habían ayudado bastante. No la dejaba sola, pendiente de ella todo el
tiempo, mimándola como nunca.
No distaba muy lejos de la oficina y llegó pronto con aquel increíble coche del que estaba tan
orgulloso. Era maravilloso conducir una belleza como aquella. Eran sus tesoros, sus dos increíbles autos
que habían costado una pasta increíble, cada uno, pero que pagó gustoso. Le fascinaban los coches, los
buenos coches como aquel Mercedes AMG.
La llamó cuando estuvo cerca del lugar para saber el sitio exacto donde recogerla y aparcó cerca del
bar en el que se encontraba con unos amigos. Bajó del coche y entró, traía bolsas e iba a ayudarla… pero
no fue así. Su sorpresa fue enorme cuando encontró dentro a sus hermanas, su amigo John, Emily, Steven;
todos junto a Nancy, sonrientes, esperándolo mientras lo felicitaban por su cumpleaños. ¡Era su
cumpleaños y no dijo nada! No era agradable cumplir otro año más cuando tenía a su lado una jovencita
tan preciosa como aquella, que se alzaba en el escenario con un micro en la mano. ¡¡Un karaoke!! ¡¡Qué
cabrones!! Eso había sido idea de sus hermanas y de John, estaba totalmente seguro.
Cubrió su rostro con las manos, sonriendo. ¡No podía creer que todos lo hubiesen engañado de
aquella forma! Toda la mañana en la oficina y ninguno comentó nada al respecto. Era extraño que uno de
sus mejores amigos no recordase aquel día, pero no le dio mucha importancia. Ahora lo entendía.
La música sonó y Nancy comenzó a dar las notas de una canción de Bruno Mars, Just the way you are,
mirándolo, sonriente mientras le cantaba que sus ojos, su sonrisa, su rostro, sus labios, no había nada más
perfecto que él porque era realmente asombroso. No hacía falta que cambiase nada… le gustaba así, tal
como era.
Bailaba en aquel escenario, cantando, no lo hacía mal y no podía dejar de sonreírle mientras la
observaba embobado. ¡Era su sorpresa! ¡Todo el día había sabido que era su cumpleaños y no había
dicho absolutamente nada sobre el tema! Nada de compras, nada de salida con amigos… lo había
engañado para traerlo hasta allí y darle aquella agradable sorpresa.
La gente seguía el ritmo, aplaudían mientras aquella jovencita se acercó hasta él y le susurró el mejor
y más lindo felicidades. Michael cumplía cuarenta y seis años y era únicamente por eso por lo que intentó
evitar decir qué día era. Los años pasaban y se sentía algo mayor para una preciosa y encantadora
jovencita de veinticinco años, pese a que ella no le diera importancia.
La abrazó y se la comió a besos delante de todos, no podía hacerlo más feliz...
Sabía qué significaba estar en aquel lugar, aún recordaba cómo sus hermanas le contaron a Nancy sus
comienzos en la música cuando aún estaba en la universidad. Aquella había sido una experiencia buena,
con John, Edward, pero nunca más había vuelto a cantar… no en público. Y era cierto que lo hacía
bastante bien, Michael tenía buena voz, muy buen oído y un físico que gustó muchísimo a las chicas. No
es que se hubiesen dedicado a ello profesionalmente, nada parecido, pero aquellos amigos montaron un
grupo con el que practicaron durante algunos años, ganando algunos premios de juventud y de los que
tenía buenos recuerdos.
Estar allí suponía subir a aquel escenario y cantar. ¡No podía creer que le hubiesen hecho aquella
encerrona! ¡Iba a matar a sus hermanas y a John por estar de acuerdo!
Todos se animaron a cantar, algunos mejor que otros, pero estaba claro que en algún momento llegaría
su turno. Sentados cerca del escenario, bebiendo, riendo, aplaudiendo con ganas cuando John se subió a
cantar con su esposa Emily, se llevaba muy bien con Nancy desde la salida en navidad. Bromas, risas,
bailes, música y una noche maravillosa rodeado de la gente que quería. Estaba muy claro por qué Edward
no estaba allí. Steven se animó junto con Jeremy, tratando de no desentonar mucho mientras los veían
morirse de la risa a unos metros de ellos. No podían hacerlo peor pero lo estaban pasando tan bien…
Y le tocó el turno de subir. Miró a Nancy, suplicaba con los ojos… Sonrió, bebió un trago y se quitó
la chaqueta y la corbata para estar cómodo. Su voz fuerte y clara sonó en una canción rítmica, al
principio sin poder creer lo que estaba haciendo. Se había vuelto bastante serio y disciplinado, él, todo
un hombre de negocios, relacionado con grandes arquitectos e ingenieros de todo el mundo… estaba allí,
pasándolo en grande como un jovencito enamorado, dedicándole una canción a su chica mientras se
movía sensual en aquel escenario. Ella le gustaba de los pies a la cabeza, toda entera, y tenía tantas ganas
de hacerla suya… allí mismo si ella se lo permitía.
Reía con la letra de la canción, aplaudiendo desde la silla, sin dejar de mirarlo. Era cierto que
cantaba estupendamente… embelesada la tenía dedicándole esa y otras canciones que vinieron después.
El alcohol los hizo soltarse durante las horas siguientes, a todos, que perdieron la vergüenza entre bromas
y cachondeo, pasando una noche inigualable. Hacía años y años que no celebraba su cumpleaños de una
forma tan especial, rodeado de los suyos, divirtiéndose como un jovencito, junto a la mujer más
maravillosa de todas que siempre lograba hacerlo sentir realmente vivo.
Se había quedado dormida en aquel sofá, viendo una película, apoyando sus piernas en las de él que
trataba de acabar unos asuntos con el portátil. La vio tan indefensa a du lado… ¿Cómo había podido
aguantar tantos años todo aquel calvario? Golpes, humillaciones, abusos, insultos… Era impresionante
cómo consiguió aguantar todo aquello sin hundirse. Nancy era una autentica luchadora y aquella noche
consiguió olvidar todo lo malo que la rodeaba durante unas horas; en aquel local, con su familia y
amigos, integrándose estupendamente en el grupo que la acogió con cariño.
Se levantó y la cogió en brazos mientras la llevaba a su habitación, donde la recostó en su enorme
cama, dejándola descansar allí. Estaría más cómoda. Él aún debía terminar algunos asuntos, así que
volvió al salón y siguió con aquellos papeles que debían estar listos a primera hora de la mañana.
Sobre la una de la madrugada la vio levantarse y acercarse hasta el salón donde se encontraba
terminando de redactar algunos documentos. Apareció cubierta con una de las mantas, descalza, con el
cabello algo alborotado y frotándose los ojos. Lo echaba de menos en la cama.
Se sentó a su lado en aquel sofá y echó la cabeza en su hombro, no le faltaba mucho para terminar.
Pero sintió la mano de Nancy desabrochar los últimos botones de su camisa, mientras la metía dentro y
acariciaba su estómago. Despacio, con suavidad, le encantaba aquel roce de sus manos en su piel.
Cálida, delicada.
La miró y se echó hacia atrás sonriendo, dejando que recostase su cabeza en su pecho. Abrazándola,
acariciando su espalda que aún tenía algunas marcas de los correazos de Sanders. Ya no era igual, seguía
cuidando su piel, sus heridas cada día, pero ya no dolían tanto como al principio. Estaba claro que le
quedarían algunas cicatrices como recuerdo de aquella paliza.
Su mano subió hasta su pecho, una y otra vez, y la escuchó preguntar si en todo aquel tiempo había
pensado en ella. Quería saberlo. ¡Claro que sí! Cada día desde que la conoció, cada segundo de su vida
desde hacía unos meses. No se la quitaba de la cabeza en ningún momento. Pero no era eso lo que Nancy
preguntaba.
Sacó su mano y sujetó aquella correa que logró desabrochar, mirándolo, primero el botón, luego
bajando la cremallera de aquel pantalón y metiendo su mano dentro. Quería sentirlo, quería acariciarlo.
Estaba claro que no iba a detenerla, lo deseaba con toda su alma. La miró sonriendo, pasando su mano
por su cabeza, por su espalda… ¡Cómo la deseaba! Y la escuchó preguntar de nuevo sobre sus momentos
de tranquilidad, cuando llegaba a casa… ¿pensaba en ella? Y lo comprendió…
De sus labios salió una sonrisa mientras la miraba. ¿Le preguntaba si se masturbaba pensando en
ella? Estaba bastante claro que se lo había puesto muy difícil para no hacerlo, y así se lo dijo, haciéndola
enrojecer por su confidencia. No iba a hacer que él se sintiese incómodo con aquellas preguntas, podía
ser muy sincero con ella en aquel tema, sin preámbulos, para nada era un tema que lo cohibiese… a ella
sí, pese a su curiosidad.
Nancy quería más, quería verlo, su desenfreno, sus caricias mientras pensaba en ella por eso no se
detuvo, acariciando su sexo, mirándolo mientras se mordía los labios, provocándolo…
Michael metió su mano dentro de aquel pantalón y sujetando su mano con delicadeza, siguió
acariciándose. Comenzaba a sentirse duro, caliente y siguió haciéndolo, enseñándola con maestría a
masturbarlo, como ella le había pedido, mientras la besaba; sus bocas deseosas, sus lenguas saboreando
con entrega aquellos besos, aquel momento de entrega. ¡No podía más! ¡No se imaginaba cómo deseaba
hacerla suya totalmente!
Sacó su mano de aquel miembro excitado y la levantó con facilidad, colocándola justo encima de él.
No tenía mucha ropa debajo de aquella manta, solo una fina camiseta y unas braguitas minúsculas de
encaje amarillo. La pegó hasta él, duro, haciéndola sentirlo, ayudándola a moverse, apretándola contra su
excitación, besándola con pasión y acariciando su precioso cuerpo que lo encendía al máximo. La miró
deseoso de ella por entero y metió su mano dentro de aquellas braguitas, solo un momento, acariciándola,
sintiéndola rodearlo con fuerza, tratando de controlar aquellos gemidos que ya no importaban… nadie
podía oírla, solo él que conseguía volverse loco escuchándola respirar tan fuera de sí.
Fuera la camisa, lamiendo su piel mientras Michael conseguía levantarle aquella pequeña camiseta,
descubriendo sus pechos firmes que acarició sin dejar de mirarla, acercándolos hasta su boca,
chupándolos… Rozó su espalda con sus manos mientras lo hacía, mientras la miraba y le repetía que la
deseaba con locura.
Se movió en aquel sofá, tumbándola con cuidado, bajando sus braguitas, mirándola, pasando su
lengua por sus labios mientras lo hacía. Y sus manos bajaron aquel pantalón y sus bóxer azules, ella lo
miraba, excitadísimo, dejándolo echarse encima de su cuerpo… pudo sentirlo muy caliente, muy duro,
cerca, muy cerquita de su sexo.
Sintió dentro de ella aquel contacto con su pene, primero despacio, sujetándolo con cuidado para
penetrarla y se movió encima de ella, poco a poco, cada vez más adentro, sin dejar de mirarla, hasta que
notó como entraba hasta el final… Gimió. Le gustó. Y sintió sus movimientos encima de ella, sin
detenerse, besándola, abrazándola, poseyéndola con calma, con pasión, con un deseo irrefrenable que
había tratado de controlar aquellos meses.
Cerró los ojos mientras abrazaba su espalda, quería saborear aquel momento a su lado. Le gustaba
sentir el peso de su cuerpo que ardía, moviéndose tan bien… sus labios besando los suyos,
mordiéndolos, suave, despacio… sus ojos mirándola mientras la hacía suya de aquella forma tan
maravillosa. Distinto, muy distinto de cómo imaginó, de cómo recordaba, pero… algo la frenaba, cada
vez más.
Sus manos acariciaron sus brazos desnudos, levantándolos por encima de su cabeza y entrelazando
sus dedos con los de ella, sujetándola mientras seguía con aquellos movimientos, despacio, sin detenerse,
gimiendo en su oído para hacerla gozar aún más. Pero, Nancy comenzó a ponerse muy nerviosa, tensa, no
podía dejar de ver el rostro de Sanders, años antes, forzándola, meses antes, golpeándola, semanas antes
tratando de volver a violarla. Quiso apartar ese pensamiento de su cabeza, estaba con Michael, lo
deseaba como nunca había deseado a nadie y quería entregarse a él, solo a él, pero… no podía.
Intentó soltarse las manos pero no pudo, la sujetaba con ganas mientras seguía moviéndose encima de
ella, sintiendo el peso de su cuerpo y aquellas sacudidas que comenzaban a ponerla muy tensa. Abrió los
ojos, lo miró. Era Michael. Quitó el rostro de Sanders de su cabeza, de su mente, respiró y trató de no
pensar… Una de las manos de Michael sujetó su cara mientras la otra seguía aguantando sus muñecas, no
la soltaba, no dejaba de empujar muy, muy excitado. Y volvió a cerrar los ojos, la respiración era
agitada, sofocada, sintiendo el calor dentro de ella… pero aquella imagen volvió a su mente. Monstruosa,
demoledora, asfixiante, casi podía sentir su olor, escuchar sus insultos, sus gemidos…
-¡No, espera, Michael! ¡Para, por favor! – Sintiendo de nuevo sus sacudidas, su boca comiéndosela
entera, sus manos sujetando su rostro mientras perdía el control totalmente. No se detenía, seguía
empujando con ganas, sin escucharla, solo podía pensar en cuantas ganas tenía de hacerla suya para
siempre. - ¡¡Por favor!! ¡¡No puedo!!¡¡Michael, nooo… por favor!! – Y paró, agitadísimo.
-¿¡Qué!? ¿¡Qué pasa nena!? – Las manos de Nancy empujaron su pecho, separándolo de su cuerpo,
moviéndose debajo de él. Estaba muy nerviosa, asustada. Temblaba de pánico. ¡No podía respirar!
-Está bien, está bien, preciosa. ¡No pasa nada! - Trató de calmarla, saliendo de su interior con
cuidado, acariciando su rostro mojado por las lágrimas. Debía calmarse, no pasaba nada, no seguiría si
ella no quería. Él no iba a forzarla por más que desease hacerla suya.
-¡¡Lo he visto a él, Michael…!! ¡¡No puedo hacerlo!! ¡¡No puedo!! – Lloraba, cerrando sus ojos, sin
consuelo. Por más que desease estar con él íntimamente no conseguía relajarse en aquel momento de
intimidad.
-¡Ei, ei, ei, nena, tranquila…! ¡¡Mírame…!! ¡Vamos Nancy abre los ojos, mírame…! Soy yo
preciosa… - Y consiguió que lo mirase muy cerquita. Sonreía tratando de hacerla sentir tranquila. –
Cálmate, nena, soy Michael. - Dulce, acariciando su rostro.
-¡¡No voy a poder hacerlo nunca!! – Y sus manos cubrieron su rostro tratando de disimular la
vergüenza que sentía. - ¡¡No voy a poder!!
-¡Tranquila, nena, no pasa nada! ¡Relájate, vamos…! – Sus besos trataban de calmarla. Podía sentirla
temblar.
-Lo siento, Michael, lo siento muchísimo… Yo te he buscado… - Sí era cierto. - …he venido hasta
aquí te he provocado, y ahora… - No podía dejar de llorar por todo. - …quiero hacerlo, te prometo que
quiero hacerlo pero no puedo… ¡Ni siquiera yo me entiendo!
Las manos de Michael sujetaron las suyas, haciéndolas descubrir sus ojos que lloraban sin consuelo,
asustada por todo lo que había vivido en su vida. No era fácil para ella aquella situación. Era la primera
vez que estaba con un hombre después de la experiencia durísima con su padre, y no solo se refería a lo
sucedido hacía tan solo unas semanas, sino a todos aquellos años de vejaciones y golpes. No podía
pedirle más. Era normal que estuviese tan asustada.
Nancy quería probar, quería saber, sentir… pero al mismo tiempo le aterraba el momento de
intimidad con un hombre. No podía dejar de ver el rostro de aquel hombre encima de ella, violándola una
y otra vez. Y así se lo explicó a ella, con calma, pasando sus manos con sus mejillas, por sus ojos.
Encima de ella, aún, fijando sus ojos en los de aquella jovencita que tenia debajo de su cuerpo, desnuda.
¡Se había vuelto loco al sentirse dentro de ella pero… no debía darle más importancia al asunto! Para
nada debía preocuparse por cómo se sentía él. Ella era la importante en todo aquello, que se sintiese a
gusto, que nada fuese forzado. ¡¡Las duchas de agua fría estaban para algo si Michael se sentía muy
desesperado, al menos mientras se tomaban un tiempo para volver a intentarlo!!
-¿¡Y si no puedo hacerlo nunca!? ¿¡Y si…!? – Tenerlo a su lado, acariciándola, besándola… Michael
la hacía sentir mujer, la hacía sentir viva por completo pero cuando pensaba en seguir más adelante… la
invadía una sensación de pánico atroz.
-Claro que podrás, preciosa… Te prometo que haré que puedas hacerlo. Pero, tómate todo el tiempo
que necesites, no fuerces las cosas… Todo llegará… - Pese a que la deseaba con toda su alma… y la
tenía ahí desnuda, a su lado, desnudo... no era fácil. – Sé que quieres hacerlo, sé que lo deseas, pero no
hay prisas, de verdad. Volveremos a intentarlo más adelante, cuando tú estés preparada.
Cogió la manta del suelo y cubrió sus cuerpos con ella, abrazándola, besándola, echándose a su lado
y calmando su respiración. Estaban desnudos, pero consiguieron tranquilizarse y quedarse dormidos en
aquel sofá, sintiendo el calor de sus cuerpos bajo aquella manta polar. No iba a ser nada fácil, para
ninguno de los dos…
Capítulo 27
ERES PARTE DE MI PIEL
Steven se acercó a su despacho aquella mañana. Desde que llegaron de California no había podido
estar a solas con él y tenían algo muy importante de qué hablar. La paliza de Nancy, sus días en aquel
hospital, su recuperación… siempre estuvo ella presente y aquel tema no era precisamente para hablarlo
delante de su protegida.
Necesitaba estar a solas con él unos minutos. No le habían quedado algunas cosas claras en aquel
viaje y aunque sabía lo importante que era aquella jovencita para Michael, quería dejar algunos puntos
totalmente cerrados con su jefe.
No era tonto. Steven era un hombre muy reservado, bastante serio, pero muy observador, atento a
cada detalle y ya eran demasiadas coincidencias las que había visto. Era un tema muy delicado para
hablar con su jefe pero realmente no era con él con quien debía charlar. No le interesaba su jefe, el
empresario, el gran arquitecto que todos conocían. Era el hombre al que le quería preguntar algo.
Lo encontró en su despacho, solo, y después de unos minutos se encontraron tranquilos, sentados en
aquellos sillones cómodos, frente a frente. Una fotografía de ellos juntos presidía la mesa, una pequeña
maceta con unas flores rosas a un lado; dando color al lugar. Idea de Nancy, obviamente. Rieron el
comentario.
No sabía cómo iba a tomárselo Michael, lo que quería aclarar con él no era un tema que pudiesen
hablar delante de todos. Tal vez se molestase, quizás se ofendiera, pero debía hacerlo. Nancy le
importaba demasiado como para seguir con aquella duda.
-Tú dirás, Steven. – Lo escuchó decir mientras firmaba unos documentos que Martha le había traído.
-Se trata de Edward. – Sin más preámbulos.
-¿Qué sucede con él? – Levantó la vista un segundo. El silencio de Steven, su nerviosismo, lo
hicieron dejar aquellos documentos y mirarlo fijamente.
-No estoy muy seguro… - Se detuvo. Bajó la mirada a sus manos. Podía jugarse su puesto de trabajo
con aquella charla. – No es fácil…
-¿¡Qué es lo que no es fácil!?
-Sabes lo importante que es Nancy para mí. Creo que ya hemos hablado de eso varias veces y sabes
perfectamente que no es sólo mi protegida. – Sus miradas fijas, el uno en el otro, dos hombres que
amaban a la misma mujer y con la misma fuerza. – No quiero que le hagas daño.
¿Daño? ¿Por qué iba a hacerle daño? Él la cuidaba, la protegía de todos, la amaba más que a su
vida… no entendía nada de lo que uno de sus ingenieros intentaba decir.
-No voy a hacerle daño. No entiendo a qué viene esto, Steven, ni qué tiene que ver Edward en esta
conversación. – Se levantó y se colocó la chaqueta que reposaba en el espaldar de su sillón.
-No estoy seguro de qué tipo de relación tienes con él. – Le soltó sin más vueltas, mirándolo sin
apenas pestañear y lo vio girar la cabeza asombrado, mientras terminaba de cerrarse los botones. – Tengo
la sensación de que no sólo sois amigos.
-¿¡Perdona!?- Preguntó molesto. ¿Qué acababa de decirle? Si era lo que estaba imaginando desde
luego estaba fuera de lugar. - ¿¡Qué acabas de llamarme, Steven!?
-Sé que esto me puede costar mi puesto de trabajo…
-No lo dudes. – Lo cortó totalmente serio.
-No puedo seguir obviando algo que he visto, que he escuchado… - En el despacho, miradas,
comentarios. En el hotel, indirectas, caricias al estar en la habitación. – Nancy me importa demasiado
como para…
-Ya sé cuánto te importa, me lo has dejado muy claro siempre. – Lo interrumpió furioso.
-La obsesión de Edward con Nancy no es normal, su afán por humillarla, por destrozarla,
constantemente, es la que me ha hecho entender muchos detalles que presencié entre vosotros dos. – Uf, y
se quedó tan a gusto soltándolo… - Estoy segurísimo de que entre vosotros ha pasado algo…
Michael lo miró muy serio. Sí, estaba diciéndole lo que pensó en un principio, pero no iba a
consentirle aquella actitud. Se llevaba bien con él y lo tenía por uno de sus mejores ingenieros, pero eso
era una cosa y que se plantase delante de él para decirle si se acostaba con Edward era otra muy distinta.
-Si quieres saber qué le pasa a Edward con Nancy, deberías preguntárselo a él personalmente. Ya
sabes dónde está su despacho. – Recogió unos documentos de su mesa. – Pero, si vuelves a insinuar que
mi relación con él va más allá de una amistad o de la profesional, te aseguro que olvidaré que eres uno
de mis mejores ingenieros y te pondré de patitas en la calle en cuestión de segundos.
Caminó hacia la puerta, decidido a marcharse, enfurecido pero la voz de Steven lo detuvo justo
cuando giraba el pomo de aquella puerta.
-¿Y las indirectas en California? No soy tan estúpido para no pillarlas. – Ambos sabían de qué
hablaba. - ¿Y sus caricias en tu espalda antes de que ambos entraseis en tu habitación? ¿Crees que no os
vi? – Se levantó de aquel asiento y lo miró fijamente. - Os he visto demasiado juntos, casi pegados, aquí,
en tu despacho…
-Tú no tienes idea de lo que has visto… - Claro que pudo ver todo eso de lo que hablaba, pero para
nada significaba lo que él estaba pensando. Michael no tenía con Edward, nada más allá de un cariño
muy especial. Era su mejor amigo desde que iban al instituto y si le permitía ciertas confianzas era solo
porque sentía lástima por él; por ese amor que guardaba muy dentro de su corazón desde hacía tantos
años. – Edward y yo somos amigos, muy buenos amigos, nos conocemos desde que éramos unos críos.
Las confianzas, las bromas, esas caricias de las que hablas… son solo una muestra de cariño, un cariño
totalmente sano como podría tener con John o mi propio hermano. – Mentía, al menos por parte de
Edward y él lo sabía perfectamente.
-¡Vamos, Michael, por favor! – No era tan ingenuo. - ¡He visto como te mira, todos lo vemos! Deja de
mentirme, ¿quieres?
-No te estoy mintiendo. – Quizás siempre hubiese sido algo bastante obvio para todos, sin embargo
para él… nunca imaginó nada hasta aquel día en que Edward lo confirmó. - No hay nadie en este mundo
que me importe más que Nancy y jamás le haría daño. - Seguro de lo que decía. - No tengo nada con
Edward más que una amistad y un cariño muy grande. Esa es mi verdad… la de él, si quieres saberla,
tendrás que preguntárselo tú mismo.
El resto de la mañana estuvo bastante incómodo por lo sucedido. Sabía que aquel tema podía traerle
problemas con Nancy. No estaba seguro de que ella pudiese entender lo sucedido hacía años. Pese a su
edad, a ser alguien joven, no tenía ningún tipo de experiencia en el sexo, al menos ninguna buena ni
satisfactoria, y quizás aquello la influyese a la hora de abrir su mente en aquel terreno. Puede que no
llevase bien el sexo sin amor, el placer sin sentimientos… los tríos, la lujuria, el desenfreno, el alcohol
sin límites, las drogas y todo lo que Michael experimentó en su vida hacía siete años.
Si se enteraba de todo aquello, tendría un grave problema para retenerla a su lado y aquello, solo
imaginarlo, lo aterraba.
Edward lo notó distraído durante las juntas. Sarah le preguntó si se encontraba bien. Estaba claro que
le sucedía algo. Sentado en uno de aquellos sillones, serio, pensativo, sin ni siquiera opinar nada sobre
aquellos informes que llevaron sobre los últimos avances de aquel negocio multimillonario que tenían
entre manos.
Miró a su amigo varias veces, mientras les contaba a todos los presentes todo lo relacionado con el
viaje a California y las grandes expectativas que todos tenían con ese proyecto.
Iba a traerle problemas, lo que Edward tenía con su joven Nancy era un ataque de celos inmenso. No
la soportaba, no la quería a su lado y por eso todos sus desprecios, sus insultos, sus humillaciones. No
hacía falta ser muy listo para percibir aquello. Sus demostraciones eran tan claras últimamente que hasta
el propio Steven lo había notado y aquello ya no le gustaba. ¿Y si Nancy también se daba cuenta de algo?
¿Cómo explicarle para que pudiese entenderlo? ¿Cómo haría para explicarle que aquello solo había sido
una experiencia más en su vida? Sí, algo con lo que disfrutó en su momento de desesperación, en el que
recibió muchísima entrega por parte de sus dos amigos, pero que jamás volvería a repetirse.
Lo tenía muy complicado si toda aquella historia llegaba a oídos de Nancy. Aquella tarde Nancy se
había acercado a ver a Danna. Recibió una llamada suya, quería que se acercase a casa para que
pudiesen merendar juntas y charlar tranquilamente. Aún no pudieron estar solas en ningún momento desde
que se conocieron aquellas navidades, y con todo el revuelo de hospitales, visitas… ambas necesitaban
tener esa reunión.
Michael se quedó en el apartamento, Steven, Sarah y Edward llegarían en un rato para comentar
algunas cositas de trabajo, así que le dejó las llaves de uno de los coches para que ella misma pudiese
acercarse. Sería bueno que saliese y estuviese con su madre.
Juntas prepararon algo para merendar, en aquella cocina decorada tan cálidamente, donde charlaron
sobre todo lo sucedido con Nancy y su verdadera historia. Estaban solas, nadie las molestaría, podían
abrirse la una a la otra con total confianza y tranquilidad. Y no fue complicado hacerlo, la verdad,
aquella jovencita volvió a sentirse como en casa en aquel hogar, junto a aquella mujer que le hablaba tan
dulce… Danna era una gran mujer, cariñosa, amable, sencilla, muy familiar y humana. Supo entender cada
una de las palabras de Nancy, sentirlas como si fueran suyas, padecerlas en su alma que sufrió solo de
imaginarse cada golpe y vejación.
Sentadas en aquellos bancos de la cocina, muy cerquitas, acariciando la mano de aquella jovencita,
dándole tranquilidad mientras le hablaba de un hombre bueno y trabajador que siempre les brindó todo a
su madre y a ella. Un padre que la crió y la quiso como a su propia hija. Un monstruo en el que se
convirtió tras un engaño y que fue a peor con los años. Los golpes fueron devastadores, día tras día, año
tras año, clavándose en su piel, marcándola para el resto de su vida. De las violaciones era mejor no
hablar porque nunca podría quitarse aquellas imágenes de su cabeza; encima de ella, forzándola,
robándole a la fuerza su más pura inocencia, su juventud completa, convirtiéndola en una muchacha
retraída, asustada, humillada, desolada…
Las consecuencias vinieron después, en su vida cotidiana. Nunca pudo intimar con nadie después de
todo aquello, para ella todo lo relacionado con hombres era algo que le repugnaba, solo pensar en una
caricia, un beso, un leve acercamiento con un chico la aterraba. Pero, apareció en su vida Michael y supo
que las cosas serían totalmente distintas con él.
Su historia no era nada fácil de escuchar, para Danna, verla allí, delante de ella, mientras le relataba
la más horrible de las pesadillas era bastante complicado. Solo era una cría que había vivido un
autentico infierno. Golpes, violaciones, amenazas, humillaciones, insultos… Nadie merecía una vida
como la que le tocó vivir a Nancy. ¡Pobre angelito! Pero, ahora estaba con ellos, era parte de aquella
familiar y la cuidarían. Ninguno iba a dejar que nadie volviese a dañarla.
Madison tenía las maletas preparadas desde hacía días. Se marcharía a casa de unos amigos, ella y
Evelyn, quien la esperaba allí mientras ella trataba de dejar las cosas muy claras con su esposo. Lo
esperaba, en aquella enorme casa, decidida totalmente a mantener una conversación que traería
muchísimas consecuencias.
Sanders andaba de viaje desde hacía días y no había podido hablar con él desde que supo lo de
Nancy. ¡Tantos años de mentiras, de abusos, de golpes a escondidas! ¡Había violado a su hija durante
años! ¡Se había metido en la cama con ella después de haber acariciado a su hija! ¡¡A su hija!! Mentiras,
engaños, amenazas, chantajes, golpes, humillaciones… Pero, ¿qué clase de monstruo era aquel con el que
vivía?
Ahora lo sabía todo, ya no podía seguir a su lado, ya no quería estar ni un solo segundo más con él.
Ni siquiera podía amenazarla con la vida de Evelyn, ahora ya no. Michael Harrison se había hecho cargo
íntegramente de aquellos gastos, preocupándose en buscar médicos, especialistas para tratar de buscar
una cura a la enfermedad de su hija menor. ¡Tenía el cielo ganado! ¡Aquel hombre debía amar de verdad
a Nancy para asumir todos aquellos gastos!
Sus maletas estaban en la puerta, esperaban desde hacía días.
Allan las vio justo al entrar en aquella casa. Las miró extrañado. No sabía que Madison fuese a viajar
en aquellos días, no le había comunicado nada.
Soltó su caro abrigo de firma y su maleta de piel. La llamó pero no escuchó respuesta. Se acercó al
salón y la vio sentada, muy seria, tenía unos documentos en la mano. Anduvo despacio hacia ella,
hablándole sobre su viaje y lo cansado que estaba, pero cuando se agachó a darle un beso notó su rechazo
rotundo.
Sí, algo estaba pasando allí y no sabía qué era.
-¿Qué sucede Madison? – Haciendo ver que estaba sereno. No lo estaba.
-Te esperaba. Quería entregarte estos documentos yo misma.- Y se incorporó un poco para dejarlos
en la mesa cercana a sus piernas. – Nada de intermediarios, ni abogados. Solos tú y yo.
Sanders se agachó hasta ellos. Los cogió y al abrirlos pudo comprobar que se trataba de una demanda
de divorcio. ¿Qué cojones significaba aquello? ¿Es que se había vuelto loca? ¿¡El divorcio!?
-¿A qué viene esto? –Dijo volviendo a soltar aquella carpeta. - ¿Te has vuelto loca, Madison? ¿Qué
significan estos papeles?
-Significa que te quedas solo, Allan. Tus mentiras, tus chantajes han llegado a su final.
-Vengo agotado del viaje para aguantar tus tonterías. – Se dio media vuelta para subir a su habitación.
– Estoy dándome una ducha. Cuando se te pase este ataque repentino de locura, vienes y recibes a tu
marido como se merece. Después de un vuelo de más de diez horas, esto es lo último que necesito.
Pero no se marchó, la voz rotunda de su mujer lo freno justo cuando intentaba salir de aquel salón.
-Allan no se te ocurra tratarme como a una loca porque no lo estoy, ¿me oyes? – Le gritó por primera
vez en su vida, levantándose de aquel sofá con ganas, con fuerza, llena de rabia, de odio hacia el hombre
con el que había compartido tantos años. - ¡Eres un maldito hijo de puta, un cabrón sin sentimientos que
debería estar muerto!
Sanders la miró totalmente sorprendido. Era la primera vez que veía a su esposa con aquel genio,
enfurecida como nunca, insultándolo como jamás había hecho. Pero, ¿qué demonios había pasado allí en
su ausencia?
-No vuelvas a insultarme, Madison, o no respondo de mi. – Siempre amenazando.
-¡No me amenaces! – Decidida, segura. - ¿Eso era lo que hacías con Nancy? ¿La amenazaste si abría
la boca, Allan? ¿Con qué amenazaste a mi hija, hijo de puta? - ¡Dios, tantas ganas que tenía de poder
soltárselo, desde el mismo instante en que lo supo!
-No sé de qué me estás hablando. – Fríamente.
-¿¡Cómo has podido hacerle algo así a nuestra hija!? ¿¡Cómo has podido ser tan miserable de abusar
de ella durante todos estos años!? ¡¡Es tu hija Allan!! – La había criado desde que era una niña… por
supuesto que era su hija, siempre lo fue.
¡¡Nancy!! ¡¡Le había contado todo a su madre!! ¡Esa imbécil no sabía lo que había hecho! ¡Había
sellado la tumba de su hermana para siempre! ¡Qué hija de puta! Había sido capaz de…
-Nancy no es hija mía… ninguna de tus dos bastardas lo es. – Soltó sin más.
-¡¡Has violado a mi hija, Allan!! ´- Y dio unos pasos directos a él, golpeando su pecho con los puños,
con ganas, con toda la fuerza y la rabia que tenía en su interior. - ¡¡Has abusado de ella y casi la matas de
una paliza!! – No iba a parar. Madison acababa de sacar toda su fuerza guardada en tantos años.
Sanders dio unos pasos atrás ante el repentino golpe de su mujer. Sujetando sus brazos trató de
controlarla pero forcejeó con ella. Era la primera vez que la veía de aquella forma.
-No tengo por qué seguir escuchando todo esto. - ¡Cuánto la viese…! - La zorra de tu hija ha intentado
acabar con mi reputación desde hace años, y lo sabes. – Se agarró a aquel recuerdo, a aquella denuncia. –
No me perdona que arruinase su carrera por aquella caída y solo ha conseguido difamar de mí desde
entonces. ¡Esta es otra más de sus mentiras!
-¡¡Cállate!! ¡¡Cállate!! ¡¡Cállate!! – Histérica, fuera de sí. – He visto a mi hija llena de golpes en la
cama de un hospital. He visto el sufrimiento en sus ojos, el horror y el miedo con el que has llenado su
vida. – Jamás pensó encontrar fuerzas para enfrentarse a él, por cada golpe, por todo lo pasado… ahora
era distinto. - ¿Por qué, Allan? ¿Por qué, joder?
Lo vio contenerse. Aquella expresión le recordaba la de hacía algunos años cuando comenzó con las
palizas y las borracheras. ¡Qué ciega había estado! ¿Cómo había sido incapaz de ver la realidad que tuvo
delante de sus narices? Sanders nunca había cambiado, solo usó una cara delante de ella y otra
demoledora delante de su hija Nancy. ¡No quería ni pensarlo!
-¿Y tú me lo preguntas, Madison? –Dijo furioso. Con sus palabras acababa de confirmar aquella
atrocidad. - ¿Yo soy el monstruo? - ¿En serio lo dudaba? - ¿Yo soy el cabrón por querer hacerte pagar
todas tus infidelidades?
-¡¡No me vengas con eso ahora!!
-Me casé contigo… - Acercándose a ella y pegándose a su cara. No iba a consentirle esa actitud con
él. - … te convertí en la señora de un gran empresario, te llene de lujos y comodidades, acogí a Nancy
como a una hija. ¡¡Le di mi apellido!! A tu hija… a esa zorra que ni su propio padre quiere. ¡¡Yo os lo di
todo!! – Gritó histérico. – ¿Y qué habéis hecho vosotras conmigo? Tú me engañaste durante años,
haciéndome creer que esa niña era mi hija. Te follabas a ese cabrón cada vez que podías…
-¡Fue un error y te pedí perdón mil veces!
-¡¡A mis espaldas!!- No la escuchaba. – Mientras yo trabajaba para que nada os faltase…
-He pagado con creces lo que hice. Con tus golpes, tus insultos…
Aún tenía señales en su cuerpo por aquellas palizas, duras, destructivas. Y pensó que había cambiado
pero todo había sido falso. Ahora podía verlo. Allan nunca cambió. Los golpes, las amenazas, los abusos
siguieron durante años pero con Nancy. ¡Pobre cría asustada! ¡Cuánto debía haber sufrido!
-¿Y esa zorra de tu hija? ¿Denunciándome? ¿Manchando el nombre y el prestigio de quién se lo había
dado todo en la vida? – Agarró con fuerza una de las botellas del pequeño bar que tenía en aquella sala.
La levantó y la estrelló contra uno de los cuadros que presidía la estancia. - ¡¡Putas desagradecidas!!
¡Eso es lo que sois!
Madison lo miró llena de odio. ¡Si pudiese matarlo! Nunca pudo enfrentarse a él por aquellos golpes,
por todo lo que vino después de saber que Evelyn no era su hija, sus amenazas la detuvieron en aquel
instante, hacía años y ahora… Hubiese tenido que ceder de nuevo si aquel hombre no le hubiese brindado
su ayuda económica. No quería siquiera imaginarlo.
¡Se arrepentía tanto de haber ido hasta aquel apartamento para hablar con Nancy y tratar de
convencerla! ¡¡Por Dios, era su madre!! ¿¡Cómo había podido hacer algo así!? ¡¡Evelyn!! ¡¡Nancy!! Cerró
los ojos y apretó los dientes mientras trataba de ahogar sus lágrimas. Y, ¿cuál habría sido la solución?
Tenía una hija pequeña que dependía de un medicamento para poder vivir y estaba en manos de aquel
hombre. Tenía una hija mayor que estaba siendo golpeada, humillada y vejada por las manos de aquel
miserable.
-Creí que habías cambiado… - Más serena, sin poder creer que de verdad hubiese podido llegar a
ser capaz de violar a una niña. – De verdad pensé que me merecía cada uno de tus golpes y tus insultos
por haberte engañado. Te lo perdoné todo, Allan. Tus amenazas, tus palizas, porque pensé que todo había
sido fruto de la rabia y el rencor… pero, no era cierto. – Sus lágrimas comenzaron a caer por sus
mejillas. ¡Y pensar que todo había sucedido bajo su mismo techo! – Humillabas, golpeabas y violabas a
mi hija… a una cría inocente que nunca hizo nada malo. ¿Y luego qué Allan? – Le preguntó destrozada. -
¿Te metías en nuestra cama y me hacías el amor como si nada? Y aquella mirada… Destructiva.
Impasible. Inhumana. Se habían acabado las mentiras. ¿Quería la verdad? ¿Quería su verdad? ¿Seguro?
Dio unos pasos hacia ella, medio sonriendo, sin dejar de mirarla. ¿Seguir fingiendo? Ya habían
quedado muy claras las cosas para seguir mintiendo. No tenía ningún sentido ocultar por más tiempo todo
aquello. Madison creía a su hija, a esa maldita puta que no sabía mantener la boca cerrada.
Se arrepentiría de todo.
-No. Después de follármela era incapaz de empalmarme contigo, Madison. – Y la vio rota totalmente
ante aquella confidencia., tapándose la boca, ahogando sus gritos. ¿No quería saber? ¿No se moría de
ganas por preguntar? Ahí tenía la respuesta, la realidad. – La primera vez me sentí como un completo
miserable, un monstruo sin piedad que solo tenía ganas de desaparecer. Ni siquiera podía mirarme al
espejo sin sentir asco. – La tenía muy cerca, solo un metro de distancia y sabía que sus palabras la
estaban acribillando por completo. – Solo pensaba en destrozar lo que tú más querías en la vida, tus
hijas. – Y lo había conseguido. - Tú me habías humillado a mí, me habías mentido, habías destrozado mi
vida y mi confianza por completo. Pero conseguí la forma de hacerte el mayor daño de todos, y ¿sabes
qué? -¡Dios! ¡Aquellos ojos llenos de odio, de rabia, de destrucción! – Luego dejó de tratarse de ti, ya no
pensaba en ti mientras me la follaba cada noche. Tu imagen y la de ese cabrón desaparecieron de mi
mente cuando probé el placer que me daba forzar a tu hijita preciosa.
-¡¡No quiero escucharte!! ¡¡Estás loco!! – Se tapó los oídos, sin poder dejar de llorar. ¡¡Su hija!!
¡¡Pobre Nancy!! - ¡¡Estás jodidamente loco, Allan!! ¡¡Eres un maldito enfermo!!
Claro que iba a escucharlo, no debía dudarlo. Sujetando sus brazos, con fuerza, marcándolos con sus
manos, consiguiendo lo que deseaba. Iba a escuchar sus palabras, iba a saber lo que tanto deseaba
saber…
-¡¡Ven aquí!! – Con fuerza, forcejeando, tirando de su cabello y pegándose a su cara. Iba a escucharlo.
- ¿Tienes idea de cuántas noches me metí en su cama, mientras tú dormías tranquila? ¡¡Me la follaba una y
otra vez, y disfrutaba mientras me imploraba piedad, mientras suplicaba que parase!! ¡¡Tú me jodiste a
mi… y yo he estado jodiendo a tu preciosa hijita todos estos años, Madison!!
La escena que encontró en el apartamento al llegar no fue muy agradable para Nancy. Sabía que
Michael andaba de reunión y no quiso molestarlo en el despacho, donde suponía que estaría. Pero, al
abrir la puerta lo encontró apoyado en aquel precioso y carísimo chaiselong blanco; a su lado Sarah que
lo abrazaba con ganas mientras apoyaba su cabeza en el pecho de Michael.
Se separaron al verla allí, asombraba, sin poder ocultar su cara de sorpresa y desagrado. Estaba
claro que eran amigos y que aquel abrazo no tendría nada de malo, pero era inevitable para ella sentirse
tan mal cuando lo veía cerca de Sarah. Estaba celosa, no podía evitarlo.
-¡Nancy, cariño! ¿Cómo estás? – Preguntó aquella ingeniera mientras se acercaba a ella y la abrazaba.
Michael la miraba medio sonriendo. – He estado preguntando por ti todos estos días. Me dejaste
preocupada.
-Gracias Sarah. Estoy bien. – Sin dejar de mirarlo a él, con los brazos cruzados a la altura del pecho.
No se había movido de donde estaba, solo agachó la cabeza mientras sonreía. La conocía y sabía lo que
le pasaba. – Estoy algo cansada, voy a cambiarme.
Y los dejó allí sin más.
Sarah miró a su amigo, no era tonta, podía notar cuando una mujer estaba celosa y por supuesto que
Nancy lo estaba. Los había visto abrazarse, ¿era por eso?
-Discúlpala. No lleva muy bien saber que tú y yo estuvimos juntos. – Se acercó a Sarah y besó su
frente.
-Michael, nos vio abrazándonos y seguro que…
-No te preocupes, Sarah, hablaré con ella.- Y se dirigió a su habitación, tranquilo. - En seguida me
reúno con vosotros. – Steven y Edward estaban en el despacho, ellos salieron un momento a charlar.
Quiso saber del estado de Nancy y lo sacó de aquella estancia con una excusa. Así supo de aquella
paliza y sus heridas y realmente se preocupó de verdad por ella. Pese a que le hubiese robado el amor de
Michael, Sarah apreciaba a aquella jovencita, siempre había sido así. Durante todos los años en el
edificio escuchó mil insultos hacía ella, historias de los amorosos, de conveniencias económicas pero no
era eso lo que Nancy le mostraba. Sabía que era bien distinta a como la pintaban.
Terminó abrazando a aquel empresario, felicitándolo por toda la felicidad que podía ver en sus ojos.
Eran amigos desde hacía tanto y de verdad se alegraba de verlo tan feliz. A diferencia de Edward sabía
retirarse a tiempo; era obvio el sentimiento que tenía hacia esa chiquilla y para nada tenía sentido seguir
intentando un acercamiento íntimo con él. Era en vano, Michael estaba totalmente embelesado por Nancy
Sanders.
La vio sentada en la cama, de espaldas a él y se sentó a su lado para abrazarla. Sus celos estaban muy
claros. Así que pasó su brazo alrededor de su pecho y la estrechó contra él. Temblaba.
Ella no era así, normalmente era una chica encantadora con todos, siempre con una preciosa sonrisa y
una mirada sincera, pero abajo, con Sarah había estado muy descortés, seca, arisca, y no lo merecía.
Trató de explicarle el motivo de aquel abrazo por el cual estaba tan celosa. Estaba seria, callada, sabía
perfectamente que su actitud no había sido la correcta.
-Lo siento, Michael, pero es que no puedo evitarlo. – Triste. – Cuando te veo con ella…
-Nancy, ya no sé cómo explicarte que solo es una buena amiga. – Sus manos acariciaban sus brazos
mientras dejaba que apoyase su cabeza en su pecho. Sus labios rozaban su cabello, la besaba mientras le
hablaba en susurros.
-Lo sé… pero, es que… no sé qué me pasa con Sarah. No soporto que te toque, que te abrace, que te
mire de esa forma… - Celosa a más rabiar.
-¡Ay, Dios! ¿Qué vamos a hacer con esos celos? – Preguntó sonriendo, calmado, estrechándola aún
más fuerte contra su cuerpo.
-¡Yo no estoy celosa de ella! – Replicó sin ni siquiera creer lo que decía.
-Sí, claro que lo estás… - Reía feliz. No podía enfadarse con ella por nada y mucho menos por tener
tanto miedo de perderlo. - ¡Muy, muy celosa! – Provocándola.
Nancy se movió en aquella cama y lo miró fijamente. Apartando un mechón de su rostro, bajó la
mirada algo avergonzada.
-Es que ella te mira de una forma… Ni siquiera me dijiste si seguía enamorada de ti cuando te
pregunté… - Durante la primera cena en aquel apartamento.
-Yo estoy enamorado de ti, nena, eso es lo que debe importarte. Además, te recuerdo que tú también
tienes un eterno enamorado, con el que mantienes una “muy” estrecha relación… yo podría sentir celos
de Steven igualmente… – Y los sintió en su momento. - …pero confío en ti y en lo que sientes por mí.
Eso me basta.
-¡Oh, vamos, Michael! Para mí Steven es como un hermano mayor… nunca podría tener nada con él,
lo sabes perfectamente. - Su protector de tantos años, su confidente, su fiel amigo, su hombro en quien
llorar, su hermano en quien confiar… Un hombre muy apuesto, cariñoso, amable pero al que nunca pudo
ver como nada más
Michael sabía que no le estaba mintiendo. Puede que aquel ingeniero estuviese enamorado de ella y
que se hubiese volcado desde siempre en protegerla y darle lo mejor, pero aquel sentimiento no era
recíproco y ambos lo sabían.
-Sin embargo, Sarah y tú sí habéis estado juntos… ella te conoce desde hace tantos años y sabe tanto
de ti… - Volvió a ponerse triste y miedosa. Michael era lo único bueno en su vida y le aterraba el hecho
de poder perderlo. – Además, ella ha estado contigo de una forma que yo aún no… - Lo miró tímida, sin
saber si seguir diciendo lo que Michael ya sospechaba.
La miró mientras acariciaba sus mejillas sonrosadas y la hacía levantar la vista. Estaban muy cerquita
el uno del otro. ¿Celosa porque ellos aún no se habían acostado juntos? Quería reírse de todo aquello
pero solo sonrió levemente mientras la miraba enamorado hasta el extremo.
-Así que es eso, ¿eh? – Su mano apoyada en sus piernas fuertes. La cogió y la llevó hasta sus labios,
besándola dulce, sensual. – Nena, Sarah y yo estuvimos juntos hace muchos años y no funcionó… para mí
no tendría sentido volver a intentar algo con ella porque sé, perfectamente, que no llegaría a ningún sitio.
Somos buenos amigos, hemos vivido muchas cosas juntas y nos tenemos un cariño muy grande… pero
nada más.
Quizás así se convenciese de que no debía sentirse celosa porque hablasen, riesen o se abrazasen.
Michael no la veía con los ojos que Nancy pensaba. Sí, por supuesto que se trataba de una mujer muy
bella, Sarah había sido siempre una chica bastante atractiva y con la edad había ido a mejor, como los
buenos vinos. Sin embargo, no había ningún sentimiento que la acercase a ella, solo el de amistad.
-Ya, pero al menos con ella no tenías tantos problemas a la hora de… - Lo miró avergonzada. ¿Podía
preguntarle algo así? Sí, claro que sí, pero no sin conseguir sentirse bastante incómoda. – Bueno, el que
nunca tuviese novio no significa que sea estúpida. Sé lo importante que es para un hombre el sexo, y yo…
- Pasó la lengua por sus labios, pensando cómo decirlo. – Ahora que sabes cuánto me cuesta tener
relaciones íntimas, ¿no echas de menos el sexo con ella? – Y se quedó tan tranquila preguntándolo.
Un poco asombrado sí que estaba por aquella pregunta. Él había despertado en aquella jovencita un
mundo totalmente desconocido para ella… de ahí su curiosidad, sus ganas de sentir…
-El sexo con Sarah siempre fue muy bueno… pero eso no lo es todo en una relación, Nancy. Hay
cosas mucho más importantes entre dos personas que quieren compartir sus vidas; los placeres del sexo
son solo algo más que complementan a una pareja. – Menos mal que había seguido aquella frase porque
se había quedado a cuadros con aquella confidencia. ¿El sexo con esa mujer había sido muy bueno? No
es que le hiciese mucha gracias escuchar aquello… – Nancy, tú me das algo que nunca tuve, ni tendré con
nadie… - ¿¡Ah sí!? ¿Qué sería? – Tú me das vida, nena, y te aseguro que no cambiaría eso por nada ni
por nadie.
-Pero, ¿y si el sexo conmigo no es tan bueno, Michael? Nosotros aún no hemos…
-El sexo contigo es mucho más que bueno… - La interrumpió.
-¡¡Eso no puedes saberlo!!¡Nosotros no hemos podido hacer nada… aún! – En aquellos momentos era
cuando Michael notaba su falta de práctica, su mala experiencia que la tuvo tan cohibida año tras año…
Pero, le gustaba hablarle de ello, explicarle las cosas.
-Bueno, tanto como nada… – Se pegó a su boca, rozando sus labios mientras le susurraba despacio. –
Te he acariciado, te he saboreado, te he sentido arder en mis manos… - No se detuvo, siguió haciéndola
ruborizar con sus palabras. - …me he metido dentro de ti y te has vuelto loca sintiéndome duro y
caliente… - Rozó su barbilla con un solo dedo, levantando su rostro ruborizado, mirándola fijamente. –
Creo que hemos hecho algo más que nada, preciosa…. Y sí, Nancy, el sexo contigo, es mucho más que
bueno…
Se levantó de aquella cama después de verla sonreír y lanzarse a su cuello. Sus palabras la hacían
perder el control en cuestión de segundos pero no era el momento para volverse loco. Abajo esperaban
sus colegas y tenía trabajo que hacer.
Era pronto para volver a hacerlo, Nancy aún no estaba preparada pese a sus ganas de sentirlo de
nuevo. Necesitaba estar más segura. Claro que tenía ganas, al igual que Michael, pero no bastaba con
ello. Volvería a sentirse mal en cuanto volviese a sentirlo dentro de ella, recordaría su experiencia
forzada y la ahogaría el pánico como hacía unos días. Era en aquel instante cuando se echaba atrás, lo
había notado. Las caricias, los besos, los abrazos… todo aquello la volvían loca, haciéndola perder el
control, sin importar nada, sin sentirse retraída en ningún instante. Pero, en el mismo instante en el que
sentía aquel miembro duro y excitado en su interior, comenzaba a sentirse tensa, viendo el rostro de
Sanders encima de ella, forzándola una y otra vez.
Iba a ser complicado llegar al final, pero lo conseguirían. Él haría que Nancy pudiese sentirse una
mujer completa.
Salió a correr como siempre sobre las seis, apenas llevaba unos minutos fuera cuando lo vio aparecer
empapado. Estaba lloviendo a cántaros… Nancy estaba preparando el desayuno cuando lo vio aparecer
con el pelo y la ropa empapada, quitándose la sudadera y dirigiéndose al baño… necesitaba entrar en
calor como fuera… se había helado.
Lo siguió hasta la habitación donde vio su ropa tirada en el suelo, mojada… había comenzado a
llover justo a mitad de camino y se había empapado por más que intentó aligerar el paso. Nancy sonrió al
escucharlo gemir con el contacto del agua caliente en su piel. Hacía frío.
Abrió aquella mampara y lo observó desnudo, perfecto. Lo oyó hablar sobre lo sucedido pero apenas
lo escuchaba realmente, solo podía mirarlo, cada parte de él, tan maravilloso.
-¿Has entrado en calor? – Le preguntó mientras lo miraba de arriba abajo, mordiéndose sus labios, lo
deseaba con locura y había notado que la evitaba desde lo sucedido hacía unas noches. - ¿Si quieres
puedo echarte una mano? Seguro que encuentro alguna forma de hacerte entrar en calor mucho más
rápido… – Y comenzó a bajarse aquel pijama que tanto gustaba a Michael. Él la observó fijamente
mientras se desnudaba. Sonrió.
-Nena, tengo que irme a la oficina. - Si evitó acercarse demasiado a ella durante aquellas semanas en
su casa solo había sido para evitar un mal peor. Le costó retirarse la última vez que trataron de intimar y
no deseaba perder el control con ella de nuevo.
Sus piernas desnudas entraron en aquella ducha, mirándolo con deseo, acariciando su trasero
desnudo, mojado, mientras se colocaba justo delante de él. Podían observarse bien.
-No quiero que te vayas, Michael. - Y subió sus brazos hasta su cuello, pegándose a él totalmente
mientras sentía sus manos rodearla por la cintura. Ninguno quería seguir jugando a aquel juego en el que
ambos habían salido bien quemados. Ya no querían más rodeos, ni más interrupciones… ambos deseaban
aquel momento más que nada en sus vidas. – ¡No tienes idea de cómo te deseo...! – Y bajando una de sus
manos acarició su miembro que comenzó a excitarse con aquel contacto. – ¿Ves como empiezas a entrar
en calor?
Michael cerró los ojos tratando de contenerse, de controlarse. Era muy complicado. Tenía a Nancy
desnuda en aquella ducha, pegado a su cuerpo que comenzaba a vibrar y escuchándola rogar por aquella
entrega, mientras lo acariciaba para hacerlo perderse.
-¡No me hagas esto Nancy, por favor! - Y sonó a un susurró agitado.
-No quiero seguir jugando… - Suplicaba.
-Yo tampoco, nena. – Aquella preciosa boca mordía sus labios, sus manos acariciaban su espalda, su
trasero mojado… - …pero es mejor que esperemos un poco más.
-No quiero esperar más, Michael… ¡No puedo más! – Le suplicó cerrando los ojos y estrechándolo
con fuerza.
Acarició sus mejillas, mirándola con puro deseo. ¿¡Cómo era posible que de verdad se estuviese
controlando cuando deseaba con locura hacerle el amor!? ¡¡Tantos meses frenando sus instintos, primero
por su edad, por Sanders, por aquel jueguecito de Nancy para volverlo loco!!
-Nena, escúchame… sabes perfectamente que cada parte de mi te desea como nunca antes había
deseado a nadie, pero prefiero esperar unos días, hasta que tengas claro, al cien por cien, que quieres
hacerlo. - ¡Tan difícil que era retirarse cuando estaba intimando con ella! Casi no había podido parar la
última vez.
-Dijiste que harías que pudiese hacerlo. - ¡Es que tenía tantas ganas de estar con él!
-Y lo haré, pequeña, pero solo hace unos días que lo intentamos y te asustaste muchísimo. No quiero
que te frustres con este tema ni que te sientas forzada a hacerlo por mí, o será más complicado que te
relajes la próxima vez. –Desnuda, pegada a su cuerpo, rogándole que le hiciera el amor ahí mismo.
¡Dios! No se lo ponía nada fácil. - Además, te deseo tanto que no estoy seguro de poder parar esta vez. -
Ardiendo, excitado…
-Pues, haz que yo tampoco quiera parar, Michael…
Abrió su boca con la misma maestría de hacía unos meses, introduciéndose en ella, adueñándose de
ella… saboreando su lengua, moviéndola descontrolada… Mordió sus labios con cuidado, rozándolos
con la punta de su lengua mientras la pegaba contra la pared y levantaba sus brazos. La miró… bajó sus
manos lentamente por ellos, con caricias, mientras rozaba aquellos pechos firmes y grandes que lo
volvieron loco desde el primer día que los vio. Tuvo que contenerse entonces, en su habitación, en su
cama. Ahora ya no… la tenía ahí, para él y la haría suya como no podía imaginar…
Sintió aquella boca rozando sus pechos y cerró los ojos. Michael la hacía llegar a límites
inimaginables en tan poco tiempo. Sus manos acariciando su cuerpo, rozando su piel con suavidad,
logrando erizar hasta la última parte de su piel que se estremecía con aquel contacto. Y lo vio bajando,
muy despacio, mientras pasaba la lengua por su vientre, por sus caderas, por sus muslos. ¿Volvería a
hacerlo? Quería que lo hiciese, lo deseaba con locura, pero se levantó, la miró sonriendo y la giró contra
la pared, pegándose a ella de espaldas. Notaba su miembro duro justo detrás de ella, mientras bajaba su
mano hasta su intimidad y la acariciaba suavemente, como aquel día en el baño del gimnasio donde la
hizo vibrar como nunca.
Sí, lo dejaría hacerlo, todo cuanto él desease y no pararía, aquel día no habría más juegos y solo de
pensar en volver a sentir aquel inmenso placer la hizo sentir aún más loca. Michael la escuchó gemir ante
el primer contacto de su mano en su sexo… la acarició a sabiendas de lo que le hacía sentir… besó
aquella boca con entrega, notando su excitación al compás de su mano que trataba de hacerla llegar al
límite. No tardó en notarla mojada, Nancy deseaba aquello tanto como él. Para Michael aquel no era un
mundo por descubrir, pero era cierto que llevaba muchos años sin estar con una mujer, su deseo y sus
ganas estaban disparados, pero ella, jamás sintió aquellas cosas… su curiosidad por lo desconocido la
hizo entregarse totalmente en cuestión de minutos. Y él sabía qué debía hacer para ponerla de aquella
forma, por eso usó su experiencia para hacerla gozar solo con unas caricias, con besos, con el calor de su
cuerpo pegado al de ella, excitado al máximo.
Y solo cuando la tuvo allí, donde él quería, perdiendo el control de su propia voluntad, la giró, la
elevó con facilidad y la hizo abrir las piernas, rodeando su cintura y quedándose ahí, pegado a él por
completo, esperando el momento que ambos deseaban. Poco a poco, sujetó su miembro totalmente
excitado y dejó que lo sintiera entrar con suavidad, mientras notaba sus brazos aferrarse a su cuello con
fuerza y la escuchaba gemir ante el contacto, duro, caliente de su sexo dentro de ella.
No dejaba de mirarla, la expresión de su rostro, disfrutando al máximo de aquellos movimientos
suaves, lo hacía excitarse aún más, moviéndose despacio, sujetándola con fuerza con sus manos que
tocaban aquel trasero desnudo que quería más, lo quería todo. Y siguió haciéndolo, besando su cuello,
acariciando su espalda desnuda y mojada, sintiéndola aún más profundamente cuando conseguía echar la
cabeza atrás, gimiendo sin control, mientras él intentaba mantener la postura y el ritmo que la llevaban a
la más absoluta entrega. Y Michael, sin detenerse, controlándose todo lo que podía mientras intentaba,
con éxito, hacerla sentir todo el placer que nunca sintió. Ahora la tenía ahí, desnuda, sujeta en su cintura,
penetrándola con suavidad pero sin pararse, primero despacio, muy despacio mientras notaba la lengua
de Nancy dentro de su boca, deseosa de mucho más, y la hizo saborear aquel acto, todo lo que pudo, con
suavidad, sintiendo su humedad, luego deprisa, con más fuerza.
Cerró los ojos, abrazada a su cuello, gimiendo sin cesar, sintiéndolo dentro de ella, tan caliente, tan
duro… ¡Qué distinto era todo aquello! ¿¡Cómo podía sentir aquellas cosas con Michael!? ¡¡Se volvía
loca mientras le pedía que no parase…!
-Mírame, nena… - Susurró en su oído. – Vamos, mírame, Nancy… - Sí, a los ojos, quería que lo
mirase, que lo viese a él… para nada iba a dejar que la imagen de aquel bastardo cohibiese a aquella
jovencita que gozaba como nunca del sexo… - No cierres los ojos… no dejes de mirarme…
Nunca había hecho el amor con nadie, nunca había sentido tantísimo placer ni lo hubiese imaginado
siquiera, pero no quería parar, llegaba a su final, lo sentía, podía notarlo, en la excitación de Michael que
trataba de aguantar mientras mordía sus hombros y lamía su cuello. Y sintió aquellas sacudidas mucho
más fuertes oyéndolo gemir en su oído mientras seguía hablándole que no dejase de mirar su rostro. No
podía más, lo veía en sus ojos, en su boca desbordaba de placer infinito… y no pudo más.
-¡¡No puedo más, nena!! – Extasiado, mordiéndose las ganas de correrse como nunca. No podía más,
lo intentó, desesperadamente, aguantar hasta verla llegar al orgasmo, pero no iba a ser tan fácil para ella.
- ¡Dios, no puedo, Nancy! - Sujetó con fuerza su cintura mientras se apretó contra ella en aquella ducha,
contra la pared, rápido, sin detenerse a pensar nada más, sólo podía sentirla ardiendo, mojada, gimiendo
en su oído, y la miró a los ojos mientras abría su boca, metiendo su lengua hasta lo más profundo,
notando como llegaba al clímax más intenso de toda su vida y conseguía correrse dentro de ella.
Aquel había sido el primero en siete años, siete años en los que no tuvo sexo con nadie; nunca sintió
la necesidad de hacerlo en todo aquel tiempo, pero desde que la conoció a ella todo había cambiado.
Michael deseaba ese momento desde hacía meses y aún seguía agitado, allí dentro, sin querer moverse,
sin querer retirarse, sintiéndola pegada a su cuerpo totalmente excitado por aquella entrega y pensando en
cuánto había tardado en llegar aquel momento tan maravilloso.
La vio con la respiración entrecortada… ¡Cuánto la amaba! Más que a nada en el mundo y, ¡cuántas
ganas tenía de seguir haciéndola suya, de mostrarle todo lo que sabía! Quería más, no había acabado con
ella. Pudo sentirla muy excitada mientras la acarició, cuando la penetró por primera vez, con sus
movimientos sabios… pero sabía que ella no había llegado al orgasmo. Su culpa, seguramente, por no
haber podido aguantar más, o tal vez su mala experiencia en aquel terreno complicaba un poco las cosas
para que ella pudiese llegar a sentir un placer completo, pero, lo haría y sabía cómo hacerlo.
Lo escuchó susurrarle cuanto la quería, besándola sin detenerse, suave, constante, agitadísimo por el
momento de excitación. Aún seguía en su interior, dejando que sintiera su calor aún después del acto,
acariciando su espalda, sus piernas, deleitándose con ella por entero. Había sido suya, por fin, después
de tantos meses de deseo irrefrenable, de locura contenida. ¡Y cómo le había gustado sentirla de aquella
forma! ¡¡Cuánto tenía que enseñarle y cómo iba a disfrutar haciéndolo!! Michael estaba locamente
enamorado de aquella jovencita que le quitaba hasta el aliento.
La sacó de aquella ducha y la cubrió con un albornoz mientras la abrazaba… Aquella había sido su
primera vez de verdad, el resto, forzado, no contaban para Nancy, y se sentía en una nube, ahí, abrazada a
Michael, que no dejaba de acariciarla y apretarla contra él… ¡había sido tan maravilloso y placentero!
Sonrió, ruborizada. ¡Cómo le había gustado!
-¿Cómo te encuentras, preciosa? – Preguntó sin dejar de abrazarla.
-Muy bien… - Sabía que sonreía. - No sabía que podía llegar a ser así… - Y lo apretó aún más
mientras cerraba sus ojos y respiraba al mismo ritmo que él… Deseaba parar el tiempo en aquel instante
y poder permanecer allí, a su lado, el resto de su vida…
-Pues… esto es solo el principio… - La vio mirarlo asombrada y muy ruborizada… Le encantaba
cuando conseguía volverla tan niña y tan avergonzada solo por hablarle de sexo… - ¿Crees que ya he
acabado contigo? – Y consiguió quitar aquel lazo del albornoz, dejándolo caer al suelo, a sus pies… ya
estaba seca… y volvía a tenerla ahí, desnuda…
Dieron unos pasos, él la guiaba, directos hacia la cama en la que la recostó… totalmente desnuda
para él… Y la observó, detenidamente, cada parte de su cuerpo que acarició con las yemas de los
dedos… Sentía sus vellos erizarse tras el contacto y la miró con picardía… la volvería loca y sabía qué
debía hacer para ello… Ya lo había hecho una vez, dejándola con la miel en los labios, dejándola probar
y saborear lo que no le permitió acabar… aquel día sería diferente… Y la dejó confiarse, besándola
despacio, hablándole en el oído, lamiendo sus pechos que se endurecían aún más ante sus mordiscos…
suaves, profundos, chupando sus pezones tiesos y tirando de ellos… con cuidado…
Y bajo… hasta donde esperaba… hasta donde deseaba… cerrando los ojos, pasando la lengua por
sus labios con deseo, mientras sentía la boca de Michael dentro de sus muslos… Y esta vez no lo dejó
parar… Llegó hasta su cabeza con las manos, y lo sujetó, acariciando su cabello suave, y siguiendo el
movimiento que ella deseaba y que la hacía gemir desesperadamente… Se retorcía en aquella cama…
desnuda, mientras apretaba sus piernas contra el rostro de Michael, que la miraba sonriendo de vez en
cuando, sabiendo lo que la hacía sentir en aquellos momentos mientras lamía su sexo, sin detenerse, una y
otra vez… Húmeda, caliente, excitada, entregada al máximo… así la sentía su boca que no dejaba de
saborearla con ganas, y la hizo oír sus quejidos de placer constantes, mientras seguía pasando su lengua
por su intimidad más absoluta, dejando que llegase a la excitación total…
-Eso es nena… demuéstrame cuanto te gusta… - Le susurraba mientras continuaba ahí abajo,
mordisqueando suave, lamiendo con deseo, donde sabía que la volvía loca…dentro de ella, notando sus
manos apretando su cabeza contra su sexo… sabiendo que la llevaba al límite… Y sintió su humedad
aumentar de forma considerable, mientras su sabor se volvió más salado… rozando su lengua que no se
apartó…dejándola irse, por primera vez, en su boca, gimiendo, ahogando un grito con sus manos mientras
se retorcía en aquella cama y aflojaba sus piernas… Cerró los ojos mientras la sintió correrse y la
saboreó con ganas, lamiendo su sexo totalmente mojado… Sabía que la había vuelto loca de placer…
Se movió en aquella cama, colocándose encima de ella, volviéndola a penetrar y haciéndola suya con
mucha más fuerza y pasión… Empujaba, constantemente, estrechándola contra su cuerpo mientras
susurraba muy cerca de ella que había conseguido ponerlo duro de nuevo al correrse en su boca… Nancy
cerró los ojos, agotada, dejando que Michael siguiera encima de ella, penetrándola, agotándola… no
podía más… Y supo que él tampoco podía más... su pelvis se movía muy agitada, con fuerza
escuchándolo llegar al orgasmo en cuestión de minutos... empujaba, una y otra vez , sintiéndolo dentro de
ella, caliente… muy excitado… logrando derramarse dentro de ella que apenas tenía fuerzas para
continuar…
Desnudos… agotados… agitados… mirándose muy de cerca… acariciando sus cuerpos desnudos…y
sabiendo que aquello había sido lo mejor de sus vidas… Se había hecho esperar mucho tiempo pero
había merecido la pena… Ahí se encontraban… sin poder dejar de mirarse, extasiados por aquella
entrega… La vio cerrar los ojos… tenía mucho sueño y la dejó tranquila… mientras acariciaba su
espalda desnuda y la miraba sin parar… habría deseado abrazarla con tanta fuerza… deseaba sentirla en
su interior… y si aquello hubiese sido posible lo habría hecho hasta conseguir ser parte de su piel…
Nunca había sentido algo así, por nadie… había amado muchísimo a Elizabeth, eso estaba bien claro…
pero aquello que sentía por Nancy… era totalmente distinto… Era parte de él, de su alma, de su ser…de
su propia piel…
-Nunca pensé que pudiese ser así… - Le susurró dulcemente, sintiendo sus manos rozando su cabello,
su frente, sus mejillas. Aún lo tenía encima, agitado, respirando a la misma vez que ella.
-Lo sé, pequeña. – Rozando sus labios, mirándola como nunca pensó volver a mirar a alguien. ¡¡Dios,
cómo la amaba!!
-Me ha gustado mucho. – Y se mordió los labios, ruborizada, notando como Michael sonreía pegado a
su boca.
-Eso también lo sé. – Aún seguía dentro de ella, sin querer moverse ni un solo milímetro, disfrutando
cada segundo de ella al completo.
-Eso que sentí… - Un orgasmo. Sabía lo que era, lo imaginaba, aunque le costase tanto hablar de ello.
No era fácil para ella. - …nunca había sentido nada parecido.
¿¡Había dicho “eso que sentí”!? ¿¡En serio era incapaz de hablar de sexo sin sentirse tan
avergonzada!? Michael rió su timidez, acariciándola, amándola con toda su alma.
-¿¡Nunca!?- Preguntó sorprendido, viendo como negaba con la cabeza. Pensó un segundo. ¿Nunca se
había masturbado? Era complicado creer algo así. ¿En serio todo era nuevo para ella hasta ese extremo?
Sonrió sin dejar de mirarla. – Eso que sentiste… - Con picardía. - …se llama orgasmo, nena. – La vio
agachar la mirada ruborizada.
-Ya… lo imaginaba. Sarah me habló muchas veces de… - Se mordió los labios y lo miró fijamente.
Era complicado mantener la mirada fija en aquellos preciosos ojos mientras la miraba de aquella
forma… ¡Se reía de ella, de su inexperiencia! – Bueno que nunca haya tenido relaciones con un chico no
significa que no me interesase el tema. Lo hablaba con Sarah, ella me explicó muchas cosas…
-Nunca pensé que a estas alturas de mi vida me tocase explicarle a una chica algo así, pero te juro
que me vuelve loco tu falta de experiencia, tu ingenuidad, tu timidez, tu rubor cuando hablas de sexo… -
Se mordió los labios, controlándose solo de imaginar todo lo que podría hacer con ella. – Me muero de
ganas por enseñártelo todo…
Estuvo horas allí, a su lado, observándola totalmente embelesado… pero debía ir a trabajar… Tenía
que entregar unos trabajos muy importantes, debía compartirlos con sus colegas y debía revisar otros
muchos proyectos que esperaban su visto bueno. Ojalá hubiese podido quedarse allí, a su lado, como le
pidió mientras lo abrazaba, besando su pecho, su cuello… Pero de verdad no podía ser.
Prometió volver pronto para poder estar juntos y la escuchó extrañado decirle que se quedaría unos
días más, luego volvería a su casa. No quería abusar… Michael la había alojado en su casa mientras ella
estuvo convaleciente, ahora estaba recuperada y no quería seguir abusando de su cortesía. Nancy debía
volver a su vida, aunque realmente no quisiera alejarse de él ni un solo minuto.
-¿¡Cortesía!? – Le preguntó…- ¿Crees que te he traído a mi apartamento solo por cortesía? – Y sonrió
mientras lo veía ponerse aquel bóxer ajustado a su precioso trasero. Apoyó una rodilla en aquella cama y
se echó hacia adelante, quedándose muy cerca de su cara. - ¡No quiero que te vayas!
-Pero ya estoy bien y tampoco se trata de abusar. - Bajaba la mirada cuando Michael se acercaba a
ella de aquella forma, mirándola como él solo hacía, no conseguía mirarlo sin ruborizarse.
-Quiero despertarme cada día y verte a mi lado, Nancy. Vente a vivir conmigo. - Y comenzó a besarla
dulcemente, sus labios, sus mejillas, sus orejas, su nariz, su cuello, sus brazos. - Puedo seguir haciendo
esto hasta convencerte… - Le susurró mientras la escuchaba reír ante el contacto de sus labios.
-No sé si pueda llegar a acostumbrarme. – Y la expresión de Michael fue de sorpresa.
-¿Tan malo es vivir conmigo? –Le extrañó. La había visto muy bien aquellos días en su casa, a su
lado.
-No, claro que no. Tú eres maravilloso. - Le dijo mientras sujetaba su rostro y lo besaba. - No hay
nada que desee más en este mundo que estar a tu lado siempre, pero este apartamento… - Y miró a su
alrededor, incómoda. - …es demasiado frio, serio… no me siento muy cómoda aquí. Todo aquí es tan
caro que no me atrevo a tocar nada por miedo a romperlo. - Se echó a reír mientras la escuchaba
describir aquel lugar.
-¿Hablas en serio?
-¡Es muy bonito, Michael! Todo es precioso aquí, pero… no lo siento como un hogar. Hace tiempo
que dejé estos lujos. Ahora me gustan las cosas sencillas.
Michael se alejó de ella y comenzó a vestirse, pensando, no se solucionaría colocando algunas flores,
estaba claro. Aquel apartamento era de alto lujo, él lo sabía, y a pesar de tener todas las comodidades y
las mejores vistas de todo New York, no era precisamente un lugar adecuado para una pareja. Al menos
no con alguien como aquella jovencita sencilla y humilde.
Aún estaba vistiéndose cuando habló con Nancy para salir aquella tarde… quería llevarla a un lugar
especial, los dos solos. Así podrían solucionar definitivamente aquel problema de vivienda. Esta le
gustaría, lo sabía. Ella quería un lugar cálido, acogedor, un lugar al que pudiese llamar hogar, al que
llegar después del trabajo y no sentirlo extraño. Y él conocía el sitio perfecto.
Aquella casa en Larchmont era la idónea para los dos y llevaba tantos años cerrada… Nunca quiso
volver allí, ni siquiera llegó a vivir nunca en ella. Tras la muerte de Elizabeth, mandó desalojarla
totalmente y nunca regresó a ella. Quiso volver a su llegada a New York pero todo fue tan duro para él
que nunca encontró fuerzas suficientes para hacerlo. Ahora era distinto, estaba Nancy, a su lado, y sabía
que podrían ser felices allí, en aquella casa vacía que aun esperaba el calor de una familia.
Y esta vez, no tardaría en tenerla.
Capítulo 28
PLANES DE FUTURO
Edward se quedó en aquella sala al término de la reunión…. Tenía que hablar con Michael y él lo
supo cuando lo vio allí, parado, mirándolo fijamente… Recogió aquellos planos mientras dejaba que
todos se marchasen… No habían vuelto a hablar de nada desde aquel día en el hotel… lo cierto es que
agradecía no haber tenido ninguna charla sobre aquel tema… era bastante incómoda la situación pero
cuanto antes lo solucionasen… mejor…
-¿Cómo esta Nancy? Oí lo de la paliza… - No parecía nada preocupado por ella, la verdad, pero al
menos había preguntado.
Lo miró de reojo, la verdad es que no sabía qué conversación era más incómoda para hablar con
Edward, aunque agradecía el detalle.
-Mejor, aunque aún no está recuperada del todo.
-Bueno, hay que reconocer que a Sanders se la ha ido un poco la mano.
-¿¡Un poco!? – ¿En serio había dicho aquello…? No entendía a su amigo. Puede que estuviese
enamorado de él desde siempre y que no le agradasen las chicas que Michael tuviese en su vida, pero de
ahí a volverse insensible con el sufrimiento de los demás. - Estás de coña, ¿no? ¿Qué es lo que te pasa
con Nancy? Tú nunca has sido así, Edward.
-Te aseguro que no tengo nada en contra de ella. - Y levantó las manos con total normalidad, tratando
de convencer a su amigo.
-Pues no lo parece.
Desde el principio siempre trató de ofenderla, podía recordar sus palabras aquel día en la cafetería,
cuando Nancy y él aún apenas se conocían, cuando apenas tonteaban con miradas y bromas. Sus palabras
no fueron precisamente de alabanza. Y hasta aquel momento nunca lo escuchó decir nada agradable de
ella.
-Eres mi mejor amigo, Edward. Siempre lo ha sido y lo sabes. - Solo quería que se comportase como
un buen amigo. - Nancy es la chica que he elegido y cuanto antes lo entiendas, será mejor para todos.
-Que sea tu amigo no significa que me tenga que gustar tu elección. - Lo miró fijamente, sus palabras
eran muy directas, muy sinceras pero ninguno levantaba la voz…
-No, claro que no; pero que seas mi amigo tampoco significa que tenga que aguantar tus desprecios
hacia mi novia. - Estaba claro que no iba a consentir más su comportamiento…
-Oye, Michael… puedo entender y entiendo, que la chica esté impresionante, que te ponga cachondo y
que te la quieras follar una y mil veces… - No es que le hiciera gracia aquello pero todo mientras no se
lo tomase en serio con ella ni con nadie. - …pero de ahí a que te tomes enserio una relación con una cría
de veinte años y que encima lo hagas público… - Negó con la cabeza. - Lo siento, pero no lo entiendo. Es
una locura. Es un error.
-¿Qué lo haga público? ¿Y qué pretendes? – Lo miró dispuesto a defender lo que sentía por Nancy. -
¿Qué me esconda en las esquinas como si me avergonzase de ella? – Por supuesto que no lo haría.
-Todo el mundo habla de vosotros, Michael. Sois la comidilla del edificio. Tendrías que escuchar lo
que dicen de ti.
-¡No me importa en absoluto lo que diga la gente, Edward!
No estaba dispuesto a renunciar a ella y si a él no le quedaba claro que no iba a esconder aquel amor
tan grande era en vano aquella conversación y todas las que viniesen después… Y la gente… jamás le
había importado lo que la gente pensara de él… ahora menos que nunca haría caso a las habladurías…
Terminó de recoger algunas cosas y se levantó de aquel sillón negro, dejando las cosas bastante
claras… De verdad no iba a seguir con todo aquello…
-¿Y qué harás cuando se canse de ti? ¿No lo habías pensado? – Agachó la cabeza, mirando al suelo.
Michael estaba muy distinto. No pensaba con claridad. - Tiene poco más de veinte años, es una cría que
se cansará de ti en unos meses y te dejará por un jovencito de su edad. Ahora mismo solo eres la
novedad, un divertimento para ella. - Era un riesgo que debía correr pero lo conocía y sabía que después
de lo de Elizabeth, Michael no soportaría otra decepción amorosa. - ¿Y después qué? ¿Volverás a irte
otros siete años?
-Edward… - Y se acercó a él, tocando su hombro, de verdad que no quería hacerle daño. - Estoy
enamorado de Nancy y llevamos semanas viviendo juntos. Esto es solo el principio y me gustaría que
comenzaras a aceptarla porque es la mujer con la que quiero compartir mi vida.
Lo miró a los ojos fijamente. ¡Cómo lo amaba y cuanto le dolían aquellas palabras de Michael! ¡No
podía creer que otra vez…!¿¡Cómo podía decir todo aquello de una cría a la que apenas conocía hacía
unos meses!? ¿Había perdido el juicio?
-¿Y nosotros? – Le preguntó emocionado. Sabía que ya no habría un nosotros jamás, lo intuía… Lo
miró a los ojos emocionado.
Michael miró al suelo… no iba a dejar atrás nunca aquella historia, lo sabía. Y ahora comprendía que
había sido un error muy grande todo lo sucedido hacia años.,. no le había hecho ningún favor a Edward.
-Joder, Edward… No empieces con lo mismo, por favor. Nunca ha habido un nosotros y nunca lo
habrá. - Para nada deseaba dañarlo, era su mejor amigo, por dios… pero debía dejar las cosas claras de
una vez. Pensó haberlo hecho hacía siete años pero Edward no quiso comprender sus palabras en aquel
entonces.
-Pero, puede haberlo, sabes que te quiero. - Sí, aquello era cierto… no mentía. Amaba a Michael
desde siempre, como jamás amó a nadie.
-No sigas, por favor. - Y lo miró con pena. Era su amigo desde siempre pero él no podía hacer nada.
Agachó la cabeza y suspiró… debía ser sincero con él, otra vez. - Sé lo que sientes por mi y lo siento, de
veras que lo siento… porque yo no puedo corresponderte. - Lo miraba muy fijamente, a sabiendas de que
Edward sufría muchísimo por él. - Volveré a repetirlo como hace siete años y espero que esta vez lo
entiendas, por tu bien. Lo que pasó, jamás volverá a repetirse, Edward… nunca, y de verdad espero que
olvides todo esto y sigas con tu vida, con tu esposa. Nosotros somos amigos y nunca seremos nada más.
Nunca.
Sabía que le había hecho daño, sabía que sufría por no poder abrazarlo y besarlo… De verdad sentía
muchísimo todo su sufrimiento… no deseaba verlo mal… él siempre estuvo a su lado, apoyándolo en
todos… pero Michael tenía muy claro que nunca volvería a estar con un hombre… No era lo que buscaba
en su vida…
Edward sintió aquella puerta cerrase tras Michael… él permaneció allí solo unos minutos,
aguantando las lágrimas. ¡Qué fácil era para él todo aquello! ¡Las cosas se veían de forma muy distinta
cuando se observaban desde el otro lado! Michael siempre fue todo cuanto él deseó en la vida, siempre
quiso su amor, sus abrazos, sus besos… y ya nunca más… ¡tanto que había tardado en poder saborear sus
besos y tan poco que había durado! Y era por ella, lo sabía, y ¡cómo la odiaba! Ella le había devuelto la
ilusión a Michael, lo había hecho vibrar de nuevo.
Pensó poder estar ahí a su lado al saber que regresaba a New York, imaginó momentos maravillosos
entre ambos mientras trataba de consolarlo como hacía años… pero él parecía haber encontrado consuelo
en brazos de aquella odiosa cría. Ya no lo necesitaba para olvidar…
¡¡Vivian juntos!! ¡Michael se había vuelto loco definitivamente! ¡Acaba de conocer a esa niña hacía
tan solo unos meses y ya había decidido meterla en su casa! ¡¡No solo compartía la cama de su único
amor!! Se despertaba a su lado cada mañana, dormía abrazada a él, compartía cada segundo de su vida a
su lado… Aquello corría más de lo que imaginó en un principio. Nancy era lista, muy lista… había
ganado terreno con Michael, lo ganaba a pasos gigantescos y él tenía que pararlo cómo fuera.
John y su amigo ojeaban unos planos en aquella enorme mesa de cristal situada en el despacho de
Michael. Él mismo había pedido revisar aquellos planos de un rascacielos con fallos en su estructura, la
cual debían reforzar lo antes posible antes de que pudiesen ceder los cimientos y se derrumbase en mitad
de la ciudad.
No se trataba de un proyecto personal, sino más bien un gran favor que habían pedido unos amigos y
colegas de John. Por eso se encontraba en aquel despacho con Michael, juntos podrían buscar la solución
a aquel gravísimo problema.
No se negó en absoluto en echarle un vistazo a los planos con él, permaneciendo en la oficina durante
el almuerzo. Aquello era muy importante y él era uno de los mejores ingenieros del país; serio,
responsable, eficiente, tenaz y muy persistente.
Sintió unas pequeñas manos rodear su cintura mientras revisaba aquellos planos, y al girarse encontró
a Nancy tras él, abrazándolo feliz y con una de sus mejores sonrisas. No la había sentido llegar, muy
pendiente de lo que estaba haciendo y esperando a John que había entrado al aseo.
Nancy traía unos documentos en la mano, por fin se encontraba en condiciones de incorporarse a su
trabajo, sabía que había estado en el médico, y después de entregar los partes de su baja al responsable
de la documentación, subió a ver a Michael. Lo había echado de menos.
-¡Hola, preciosa! ¿Ya estás aquí? – Le dijo dándole un beso. – No me había fijado en la hora… Miró
su carísimo reloj. - …termino en unos minutos y estoy contigo.
-No te preocupes, no tengo prisa. – Abrazándolo con ganas. Estaba guapísimo aquel día.
-¿Ya te encuentras recuperada del todo, Nancy? – No hacía falta que se incorporase de inmediato.
- ¡Por qué no te tomas unos días más? No hace falta que te incorpores de inmediato, preciosa.
-Que me acueste con el jefe no significa que deba aprovecharme de la situación. – Bromeaba mientras
lo abrazaba fuerte. – Ya me encuentro bien, no hay motivo para seguir sin trabajar. – Sentía las manos de
aquel hombre acariciar sus mejillas, mirándolo embelesado. Estaba muy enamorado de ella.
-Al jefe no le importara que te aproveches un poco. – Rozó su nariz con sus labios.
-¿¡Ah, sí!? – Lo veía reír. - ¿Yo puedo tomarme unos días más y tú has sido incapaz de quedarte esta
mañana en la cama conmigo unas horitas más? – Michael no dejaba de sonreír, enganchado a ella por
entero. – Has sido muy malo hoy…
-Nena, no hay nada que desease más que quedarme contigo… créeme…– La rodeó con sus brazos,
apoyándose en la mesa y acercándola a él mientras Nancy conseguía ponerse mimosa, mordiéndose los
labios y rozando sus hombros. Jugando con él como solo ella sabía hacerlo. - … pero tengo proyectos
muy importantes que no podían esperar. John necesitaba que revisase con él unos planos urgentemente. -
Pero no le advirtió que estaba en el baño. – Soy un hombre de negocios muy ocupado, pequeña, aunque
últimamente parezca más un adolescente enamorado con las hormonas algo disparadas.
Nancy fue más allá, subiendo sus brazos por su cuello y pegándose a su boca. Ahí se quedó, con
ganas, besándolo una y otra vez, sin dejarlo apartarse de sus labios que tanto lo deseaban.
-Quiero proponerle algo, señor importante y le advierto que no voy a aceptar un “no” como respuesta.
– Para nada notó la presencia de John detrás, acababa de salir del baño y observaba la escena de amor
entre su amigo y aquella jovencita enamorada. – Que te parece si esta noche, cuando lleguemos a casa,
saco del armario la lencería que compré expresamente para ti… esa que tanto te gustaba y que aún no
hemos podido aprovechar. ¿No te gustaría vérmela puesta, señor ocupado?
-Me encantaría… - Bajito, estrechándola contra sí todo lo que pudo y rozando sus labios dulcemente.
- …me parece una idea fantástica.
John permanecía retirado, en silencio, observando a aquella pareja de enamorados que tan felices
mostraban su amor. Su amigo, olvidando todo lo malo que vivió en aquellos años de soledad; Nancy,
disfrutando al máximo de todo lo que Michael tenía para enseñarle.
-Si hubiese imaginado que el sexo era tan bueno, te habría dejado hacerme el amor hace mucho
tiempo. – Sin dejar de achucharlo, de besarlo, viéndolo reír ante sus comentarios. - Quiero más, nene…
quiero más. – Y ante la risa de Michael, lo miró preocupada. – Me ha gustado mucho, mucho. ¿Es malo
que quiera más?
-No, preciosa, ¿por qué iba a ser malo? - ¿El sexo malo? - Yo también quiero más, mucho más.
-Dime que me harás el amor esta noche, y mañana y pasado… - Sus besos en su rostro, sus ojos, sus
labios, su cuello. - …todos los días, Michael… quiero que me hagas el amor todos los días. Abrió
aquella chaqueta y metió sus manos por dentro. Acariciando su cintura, su espalda fuerte que agarró con
ganas.
-¿¡Todos los días!? – Levantó la vista un segundo, viendo a John reír a pocos metros de ellos.
-Sí, por favor… dime que sí. - Besándolo por todos lados, convenciéndolo.
No hacía falta, Michael estaba más que convencido.
-Por mi encantando, nena, pero quizás deberías tomártelo con calma… - Y no lo decía por él, para
nada. - …esto es algo nuevo para ti y no quiero que vuelvas a asustarte otra vez.
-No quiero esperar, ya he esperado mucho tiempo… - Casi era un ruego. Parecía tener muchas ganas
de descubrir… ahora que había comenzado a sentir y saborear los placeres del sexo quería mucho más. -
…dime que sí, Michael. Dime que me harás el amor cada día, nene, por favor. - Michael reía sus
palabras. Definitivamente Nancy comenzaba a despertar.
-Te lo prometo, preciosa, pero ahora… – Y besó sus labios con ganas. - …debo seguir trabajando,
además, no estamos solos. – Susurrándole en el oído y mirando hacia un lado, la previno de la presencia
de su socio y amigo.
Nancy se ruborizó al verlo allí, apoyado en el quicio de la puerta del baño. ¿Cuánto tiempo llevaba
allí y por qué Michael no le había dicho que estaba tan cerca de ellos? ¡La habría escuchado
segurísimamente! ¡¡Qué vergüenza!!
Le reprochó avergonzada no haberla avisado, debía haberlo hecho, pero realmente tampoco lo había
dejado hablar. Ella se había abalanzado a su cuello sin dejarlo si quiera reaccionar.
-La verdad es que la conversación estaba tan interesante que no me había acordado. – Bromeó con
ella, escuchando reír a John..
-Tranquila, Nancy. – Le dijo al verla ruborizarse. - Las paredes aquí son bastante gruesas. – Era una
broma, por supuesto. – Te aseguro no se escucha nada de nada ahí dentro. – En su tono de voz supo que
mentía.
-Sí, nena. Las calidades en el edificio son de primera. - Pero, las miradas de Michael y John los
delataron. Estaban burlándose de su rubor. Lo había escuchado todo.
-Deberías fiarte de su palabra, Michael es el mejor ingeniero que conozco y si él dice que estas
paredes son de primera… - Dando golpecitos en ella. - … es que lo son. – No pudo evitar sonreír. La
actitud de aquella jovencita le parecía maravillosa y su amigo, a su lado, trataba de contenerse.
Nancy miró a Michael, agachaba la cabeza, tapaba su boca, tratando de ocultar su risa. Miró a John, a
unos metros de ellos, sonriendo mientras la miraba. Sí, definitivamente había escuchado todo y ella
quería que la tierra se la tragase en aquel mismo instante.
-Muy graciosos, los dos. – Allí los dejó mientras se reían de lo sucedido. Ella esperaría fuera a que
Michael terminase de revisar aquel proyecto para que pudiesen ir juntos a Larchmont, donde quería
llevarla para enseñarle algo importante.
No se movería de allí, ya le había costado bastante entrar de nuevo en aquel edificio sola,
aterrorizada por no saber si podría encontrarse con su padre. Sabía que en algún momento volvería a
verlo, pero… aún no se encontraba con fuerzas para enfrentarse a él de nuevo. No después de la última
paliza.
No tardaron mucho en salir de aquella sala donde, además de revisar los fallos de aquel proyecto,
charlaron sobre aquella relación que tanta vida le daba a Michael. Era increíble cómo había cambiado
gracias a Nancy Sanders, una cría de poco más de veinte año que había hecho maravillas en la vida de su
amigo.
La conoció mucho mejor en varias salidas, viendo a una jovencita muy distinta a cómo la pintaban en
aquel edificio. Nancy era una chica muy humana, sencilla, dulce, simpática y muy, muy enamorada de su
amigo.
-¡¡Cuidado con lo que prometes, colega!! – Soltó al verla salir de aquel despacho. – ¿¡Sexo todos los
días!? ¡¡Dios!! Ya tenemos una edad, Michael, y aunque no lo creas, yo hace años que bajé el listón. – Se
miraban bromeando.
-¿¡No me digas!? – Sorprendido, provocando risas entre ellos. - ¿Y qué dice Emma al respecto? –
Guiñándole un ojo y revisando los planos, anotando los puntos clave donde debían centrarse.
–La tuya es mucho más joven y parece bastante fogosa pero nosotros ya hemos pasado ese desenfreno
de los treinta. Ahora nos lo tomamos con calma… - Bromeaban, por supuesto, eran amigos desde hacía
mucho y se conocían muy bien. – Tú deberías empezar a descansar y tomar algunas vitaminas o algo que
te ayude a no decaer porque Nancy viene pisando fuerte, y no queremos que se lleve una decepción del
guapo y rico empresario, ¿no?
Michael lo miró a su lado, lo provocaba como otras tantas veces, hacía muchos años, cuando ambos
salían por las noches y conocían a chicas con las que ligaban. Ninguno de los tres podía decir que no
hubiesen tenido una juventud desaprovechada porque siempre tuvieron chicas preciosas cerca de ellos.
-Gracias, John, pero no lo necesito. Te aseguro que aún doy la talla. – Risas.
-Lo siento, colega, tengo que preguntártelo… ¿me muero de ganas por saber cómo es el sexo con una
jovencita de veinte años? – Mirándolo con los brazos cruzados, esperando su respuesta.
Michael lo miró, a su lado, y sonriendo arqueó las cejas, suspirando. Tenían muchísima complicidad
y aquellos temas no eran nuevos para ellos. Muchas veces, en tantos años, hablaron de chicas, de sexo…
no había nada de lo que no pudiesen conversar. Al igual que con Edward, solo que ahora todo era más
complicado con él.
-¿En serio necesitas que te conteste a esa pregunta? – Estaba bastante claro aunque John insistía con
una sonrisa pícara. – Nancy, es un volcán que acaba de despertar… - Puso las manos en aquel plano para
mostrarle algunas cosas que debían cambiar radicalmente.
-¿¡Qué acaba de despertar!? ¡Tiene veintitantos años! ¡Hoy en día cualquier mujer con esa edad está
más que despierta en cuanto al…! – No terminó la frase recordando la historia de aquella jovencita.
-Sí, cualquier mujer pero no Nancy. Sus únicas experiencias en el sexo son traumáticas, forzadas así
que ella nunca pudo tener una relación normal con un hombre… hasta ahora. – John asintió con la cabeza
entendiendo aquellas palabras. – Me toca enseñar a una jovencita preciosa que consigue encenderme solo
con mirarme y te aseguro que, después de estar sin sexo siete años y con una mujer como ella, mi listón
está en todo lo alto, John. ¿Sexo todos los días con Nancy? – Se miraron bromeando. - ¡¡A todas horas,
por favor!!
Las miradas y las risas de aquellos amigos se escucharon en aquel despacho donde después de
aquella confidencia prosiguieron revisando aquellos fallos en la estructura de un edificio de más de
treinta plantas. Era urgente, bastante grave y necesitaba la ayuda y la experiencia de su amigo y colega.
Tardaron en llegar a Larchmont unos cuarenta minutos por la 9A –N, a esas horas había algo de
tráfico pero el trayecto se hizo agradable en aquel fabuloso coche de Michael. Trataba de saber dónde la
llevaría pero Nancy no consiguió sacarle ni una sola palabra a aquel arquitecto que la miraba tan
sonriente mientras conducía…
No le había explicado nada más… solo había llegado del trabajo y habían salido a almorzar algo
fuera… seguidamente se montaron en aquel coche y salieron disparados al condado de Westchester. Sin
más nada que decir… una excursión, un museo, una reunión con amigos… ni una sola palabra de para que
iban hasta allí.
Entraron en un barrio residencial con unas impresionantes casas a ambos lados de las calles, todas
con jardines enormes, aún nevados por el temporal. Miraba por la ventanilla del coche, era precioso, se
veía un lugar tranquilo y agradable donde vivir… Y notó que el coche se detenía ante una preciosa casa
de ladrillos vistos, elevada por unos enormes jardines y con la bahía de fondo… Bajaron, habían
llegado… Pensó que era la casa de algún amigo de Michael pero no había luces encendidas y tampoco
parecía haber movimiento…
Se acercaron hasta la entrada y subieron aquellas escaleras que elevaban la casa poco más de un
metro… Y vio a Michael meter la mano en su chaqueta mientras sacaba unas llaves… Lo miró y
comprendió que aquella era su casa… sí, estaba segura… recordó una conversación con él, breve, no
muy concisa, en la que él le explicó que deseaba llevarla a su casa de Westchester, a la que no iba desde
hacía siete años…
Abrió aquella gran puerta negra y la dejó entrar… La estancia estaba vacía, la casa entera lo estaba,
pero Nancy pudo ver un lugar acogedor en aquella impresionante casa… Suelos de madera, cristaleras
por todas las estancias que dejaban ver la bahía y un gran jardín…
-¡Michael, es preciosa! – Pudo decirle mientras caminaba por las salas, sabiendo que la había
llevado hasta allí para mostrarle el lugar donde quería que viviesen… aquel no era un lugar frío… era
grande, demasiado para su gusto, pero increíblemente agradable… amueblado con gusto, podría ser un
lugar maravilloso donde vivir…
Nancy sonreía, mirando las paredes, las columnas, las cristaleras por donde veía los barcos anclados
en los muelles… había uno privado para ellos… El salón totalmente abierto con ventanales que recorrían
todo el lugar, con una gran chimenea presidiendo la estancia y con cristaleras a ambos lados que dejaban
ver el exterior.
Michael la miraba embelesado mientras daba vueltas por la casa, encantada con el lugar… esperaba
impaciente una respuesta, aunque era obvio que le había gustado…
-Me encanta… - Pudo decirle sonriendo… - ¿Es tu casa…? – Sabía que lo era… - ¿Aquí era donde
ibas a vivir con ella? – Y pareció un poco triste al decirlo…
-Nunca llegamos a vivir aquí, Nancy… - Le dijo acercándose a ella. -No sé si es suficiente pero… si
te supone un problema…
-¿Te lo supone a ti, Michael? – Era lo que importaba… Para nada iba a decir que aquella casa no era
preciosa…lo era… y no deseaba vivir allí si eso suponía un problema para él, para sus recuerdos…-
Este lugar es precioso y me encanta pero si cada rincón de esta casa te va a estar recordando a tu
esposa…
Sujetó sus brazos y la acercó hasta él…
-Creí que me costaría muchísimo entrar aquí después de tantos años, Nancy. He estado temiendo este
momento durante mucho tiempo, aún más desde que volví de Los Ángeles; pero de camino a aquí solo
podía pensar en si te gustaría esta casa, en si la verías como un hogar para nosotros… Era lo único que
me importaba, es lo único que me importa. - La beso suavemente, cerrando los ojos… Te quiero y deseo
de todo corazón que podamos encontrar un lugar donde vivir felices. Aquí o en otro sitio, eso no importa,
esto es solo una casa, algo material, y lo importante es que estemos juntos… no el lugar donde lo
hagamos.
Nancy se abrazó a su cuello y comenzó a decir que sí, repetidas veces, sonriendo, saltando… claro
que quería compartir con él cada momento y aquella casa era preciosa para poder hacerlo. Juntos, para
siempre.
-Elegiremos la decoración juntos. Va a ser nuestro hogar y quiero que estés cómoda en nuestra casa. -
Sonaba tan bonito… ¡Nuestra casa!
-Bueno, es tu casa, yo solo viviré contigo…
-Nuestra casa, nuestro hogar. – Rectificó, recalcando sus palabras y notando la sonrisa de Nancy,
feliz, sin poder creerlo aún.
-¿Podré tener un perrito? – Le preguntó bromeando. No lo esperó, cerró los ojos y se echó a reír… -
¿O dos?
-¿¡Dos!? – Y rió. – Bueno, a mi no me importa siempre que los cuides tú…
-Sí, claro que los cuidaré. Cupido y Afrodita.
-¿¡Cupido y Afrodita!? – Riendo. - ¿Estás de broma?
-No… Siempre quise tener dos perros y llamarlos así. – No bromeaba y notó la expresión de Michael
al escuchar aquellos nombres. Lo veía mover la cabeza sin poder creer sus palabras. Hablaba en serio
aunque él no daba crédito. - Estoy segura que será un lugar maravilloso donde viviremos muy felices…
tú, yo, nuestras mascotas y nuestros hijos…
-¿¡Nuestros hijos!? – Preguntó extrañado. ¿Había hablado de formar una familia? Bueno, no era algo
en lo que hubiese pensado, la verdad, aunque tuviese una edad razonable para no perder el tiempo. Y no
es que no quisiera tenerlos, era sencillamente que nunca había pensado en ella realmente.
Estaba claro que salía con una jovencita de veinticinco años y no podía negarle algo tan primordial
en una mujer como la maternidad, pero… ¿Hijos con Nancy? ¿Una familia de verdad? Sonrió mientras
sentía a Nancy que se abrazó fuerte a su cuerpo; cerró los ojos y respiró hondo. ¡¡Una familia con ella!!
-Hay un montón de habitaciones, ¿para qué quieres una casa tan grande si no es para llenarla de
hijos? – Suspiró mientras lo abrazaba muy fuerte. - ¿Es que tú no quieres tener hijos? – Algo preocupada.
-Sí, bueno… - ¡¡Hijos!! Y sonrió solo de pensarlo. - …no es algo en lo que haya pensado
últimamente, pero… - Pasó sus manos por su rostro, apartando el pelo de su frente y mirándola lleno de
un amor inmenso. - …solo si me prometes que yo elegiré los nombres. – Bromeaba, por supuesto. –
Viendo tus preferencias por la mitología y tus gustos a la hora de elegir nombres para unas mascotas, me
opongo a que elijas el nombre de nuestro hijo
-¿Por qué? ¿¡Es que no te gusta Afrodita y Cupido!? Son dioses del amor. – Mimosa a rabiar.
-Sé quiénes son, pero no pienso llamar a nuestro hijo Venus, Zeus, Apolo o Poseidón, por muy dioses
que sean.
-¡Idiota! – Dándole un pellizco en la cintura. ¡Claro que no lo llamaría sí! - ¿Qué te parecen tres?
-¿¡¡Tres hijos!!? – Y soltó una carcajada mientras la abrazaba y la escuchaba hablar de ellos
totalmente entusiasmada. Era extraña aquella conversación, pero ahora que la tenían… lo hacía sentir
bien, muy bien. Imaginó por un segundo esa vida de la que hablaba y sonrió. – Bueno, dos perros, tres
hijos… vamos a ser familia numerosa, de eso no me cabe la menor duda. – Bromeó. Sonaba tan bonito…
-Seremos muy felices aquí, Michael...
Pensó en sus palabras que seguían sonando en su cabeza. Hijos… Sabía que era mayorcito para
pensarse mucho en formar una familia pero la verdad es que no lo había imaginado en todos aquellos
años. No imaginaba su vida llena de niños. Quería a sus sobrinas y lo pasaba muy bien con ellas, pero…
tener hijos era muy distinto. Y era obvio que Nancy era una chica sana y joven, no podía decirle que
prefería no tenerlos… ¿Lo prefería? ¿Reamente no quería ser padre nunca? Ahora que hablaba de ello…
no estaba muy seguro de que no quisiera descendencia con aquella preciosa jovencita. Rápido, muy
rápido iban las cosas entre ellos, pero lejos de asustarse por cómo comenzaba formalizarse la relación,
se sintió inmensamente feliz.
Hijos con Nancy… una familia completa con aquel ángel… Sonaba maravilloso.
La miró ahí, en su pecho, abrazada a él con fuerza. Sonrió…
-Lo seremos, Nancy….- No podía dejar de mirarla mientras acariciaba su rostro con sus manos…
¡tan enamorado que estaba de aquella chiquilla! – Júrame que siempre estarás a mi lado. Júramelo aquí,
en el que será nuestro hogar.
-Este será nuestro hogar y siempre estaré a tu lado. - Rodeando su cuello lo miró enamorada hasta el
extremo. - Michael Harrison, eres el hombre que siempre he esperado y estoy locamente enamorada de ti.
- Le dijo sacándole una sonrisa maravillosa.
Se acercó a sus labios y los besó suave, dulce, mirándolo a los ojos…sintiendo todo el amor que
sentían… ambos… realmente aquello era mágico, algo que jamás habían sentido, no de aquella forma, no
tan intenso…
Permanecieron allí segundos, minutos, no lo sabían, acariciándose, besándose, mirándose…
disfrutando de ellos, de sus miradas cómplices, de sus sonrisas pegadas a sus bocas, de sus abrazos y
caricias…
Recorrieron con tranquilidad las estancias de la casa, hablando de cómo podrían decorar las
habitaciones, la cocina… Nancy era una chica con grandes ideas y Michael solo podía observarla y
escucharla, ilusionada, entusiasmada con la idea de poder comprar muebles que vistieran aquella
preciosa casa donde vivirían y donde formarían una familia…
Agarraba su mano mientras lo llevaba al salón, explicándole donde podían colocar el sofá y donde
pondrían el gran árbol de navidad cuando llegasen las fechas y pudiesen compartir las primeras
navidades juntos…en aquella casa… reía al verla de aquella forma… ¿Cómo había podido enamorarse
de aquella forma? ¿Dónde había estado metida todo aquel tiempo? ¡Tanto que la necesitó en aquellos
años de soledad! ¡Y tan inmensamente feliz que lo hacía solo con sonreír!
Nancy ya se encontraba recuperada totalmente de las lesiones producidas por su padre, y en poco
tiempo se encontró con fuerzas para volver al trabajo. Aunque no volvería a su puesto como
limpiadora… Michael le había ofrecido un puesto en su misma oficina, como secretaria personal. Quería
tenerla cerca, siempre, y aunque disponía de cuatro secretarias, solo Martha era la que realmente
permanecería en su puesto… el resto, becarias, no estarían mucho más en plantilla. Contraría dos más y a
Nancy… ella no sería una becaria normal, por supuesto, Martha le enseñaría su trabajo con gusto y
cuando tuviese que viajar podría llevarla con él…
Necesitaba alguien en sus viajes y Nancy era la persona adecuada para ello, solo necesitaba aprender
algunas cosas de oficina, que sabía no serían difíciles para ella, el resto vendría poco a poco. A Martha
le costaba viajar, tenía familia y Michael viajaba mucho y durante semanas… La necesitaba a ella.
-No sé si está bien, Michael. Yo no quiero quitarle el puesto a nadie… - le dijo cuando le ofreció
aquel puesto a su lado…
-Para nada le quitas el puesto a nadie, necesito secretarias de confianza, que puedan viajar a mi lado
cada vez que lo necesite. - Se acercó a ella y jugó. - Además, contigo siempre me será más rentable. ¿No
ves que solo tendré que pedir una habitación?
-¿Así que es por eso? – Sabía que no pero cómo jugaba con ella…
-Siempre podría proponer a mis becarias dormir en mi habitación… - Provocarla para ponerla
celosa… uf, le fascinaba. - …la verdad es que algunas son muy bonitas, realmente bonitas, aunque no
creo que a sus novios les haga mucha gracia que duerman en la misma cama que el jefe. ¿Tú qué crees?
-¡¡Eres un tonto!! – Le dijo mientras lo golpeaba sin mucha fuerza en el brazo… Bromeaban.
-No creas que es muy fácil encontrar secretarias que hablen cuatro idiomas como tú. Licenciada en
lenguas extranjeras en Princeton, hablas inglés, francés, español y alemán… - Soltó la ficha de Nancy y la
miró. - ¿En serio crees que voy a seguir dejando que limpies escaleras en mi edificio? Ni siquiera el
puesto como secretaria sería el adecuado para ti… pero, poco a poco… - Le dijo totalmente seguro de
sus palabras. - Te quiero a mi lado, trabajando conmigo… estoy seguro que puedo sacar muchísimo de ti,
Nancy. Creo, firmemente, que podrías encajar perfectamente como relaciones públicas y que me servirías
de gran ayuda durante mis viajes.
-¿Para darte compañía por las noches en la habitación del hotel? – bromeó mientras lo veía sonreír.
-También… así no me sentiría tan solo mientras estoy fuera. - Y la abrazó con ganas. Era imposible
que alguien se amara más de lo que Michael amaba a esa jovencita preciosa. – No me tientes, Nancy. No
me tientes…
Capítulo 29
APRENDIENDO MUY RÁPIDO
Las luces de aquella casa estaban apagadas. Apenas podía verse un destello desde una de las
ventanas de la planta baja. Era un despacho, bien decorado, elegante, con muebles muy caros elegidos
expresamente por la bella Kimberley.
Provenía de una familia bien situada, de padres abogados que trabajaban en uno de los mejores
bufetes de New York, aquella mujer siempre vivió entre grandes comodidades y buenos lujos.
Edward sabía que era una buena mujer y por ello aún seguía a su lado. La quería, claro que la quería,
llevaban muchos años casados y ella se hacía querer. Buena, cariñosa, amable, muy bella y buena esposa.
Intentaba complacerla siempre, no se merecía un solo desprecio suyo, no merecía un marido como él. A
veces perdía las formas, subía el tono de voz y le hablaba bastante mal. La miraba, contrariada,
intentando entender qué podía pasarle para ayudarlo. No podía. Entonces se marchaba de su lado, casi
llorando, sin querer preguntar demasiado, era lo mejor. Lo dejaba solo, en su despacho, unas horas…
luego salía más calmado, abrazándola, pidiéndole perdón e intentando complacerla.
¡Estaba tan enamorada de él! ¡Amaba tanto a su esposo que olvidaba sus gritos, sus malas formas, sus
golpes en las puertas y las paredes! ¡¡Perdía los nervios, perdía el control…!! Y ella sabía por qué.
Puede que nunca hubiesen hablado del tema pero Kimberley sabía del aquel secreto profundo de su
esposo, ese que lo reconcomía por dentro muchas noches. Sabía de sus salidas, de sus llegadas a altas
horas de la noche. No venía de la oficina. No venía de tomar algo con sus amigos. Sabía que hacía, qué
necesitaba… y callaba en silencio, tragándose las lágrimas a solas, cuando Edward llegaba a casa e iba
directo a la ducha. Lo esperaba en la cama, como una buena esposa que lo amaba más que a su vida, que
no podía vivir sin él. Y sentía su cuerpo pegada al suyo, abrazándola… se hacía la dormida, a sabiendas
que él también se tragaba sus lágrimas para no despertarla, para no escuchar preguntas.
No las hacía, sabía las respuestas. Siempre lo supo. Callada toleraba todo lo que su marido buscaba
muchas noches en sus salidas, ella no podía darle aquello que tanta falta le hacía; por más que quisiera,
no podía se moría de ganas de serlo todo para él, como Edward lo era para ella… pero, definitivamente
ella no podía hacer más.
Solo, en aquel despacho donde muchas noches lloraba de impotencia, de rabia contenida. Bebía
bastante, allí sentado, frente a su portátil, a oscuras, en silencio, mirando con detenimiento la pantalla,
ansiando volver a sentir a Michael, volver a besarlo, hacerlo suyo completamente.
¡Sufría tanto por él! ¡¡Tanto que lo amaba!! ¡¡Tanto que sería capaz de entregar a cambio de su amor!!
Y permanecía allí llorando, ahogando sus gritos con los puños para que nadie pudiese escucharlo,
recordando su sabor, sus labios pegados a los suyos. ¿Por qué no podía amarlo? ¿Por qué no podía darle
solo un poco de él? No le pedía una relación continua… sabía que eso jamás podría pasar, pero al
menos, solo de vez en cuando… unos encuentros, unas caricias, unos besos que lo hicieran olvidar,
durante unos minutos, lo infeliz que había sido su vida. Siempre amándolo en las sombras, ocultando un
sentimiento tan real, tan grandioso… un sentimiento que se había vuelto enfermizo con los años. Sí, lo
sabía, claro que lo sabía. No era tonto. Era incapaz de rehacer su vida sin él, sin verlo cada día, sin
observar con disimulo su preciosa sonrisa y sus inmensos ojos azules.
Lograba calmarse viendo aquellos videos, era lo único que tenía de su amor imposible. Veía las
imágenes una y mil veces, durante todos aquellos años, cuando el dolor y la angustia era tal que le
impedía respirar. La opresión en su pecho desaparecía mientras lo miraba allí, desnudo, besándolo,
acariciándolo, haciéndolo gozar como nunca nadie lo había hecho. Su mayor tesoro, todos y cada uno de
sus encuentros secretos, filmados por una cámara que preparó a conciencia aquellas noches en las que
consiguió acostarse con Michael.
Nadie lo sabía, ni siquiera Sarah que también formó parte de aquellas noches de sexo. Supo que
volvería a su casa, a aquella habitación y por eso decidió grabarlo, a escondidas, sin previo aviso. Daba
igual que no fuera justo, la inmoralidad le daba exactamente igual porque ahora, después de todo, podía
seguir gozando y disfrutando de Michael siempre que lo deseaba. Y lo hacía, muchas noches. Edward
conseguía masturbarse mientras observaba aquellas escenas que en su mente eran reales en aquel instante;
nada lo detenía, nada importaba en aquellos momentos en los que lograba sentir a su amante allí, a su
lado, gozando con él como hacía años.
No tenía nada más de él y ni siquiera sabía si las cosas cambiarían para ellos dos. Lo dudaba, ahora
que Nancy estaba en la vida de su Michael, todo acercamiento entre ellos era claramente imposible.
No se incorporó de inmediato a su nuevo puesto, Nancy quiso dar algunas lecciones básicas en un
curso privado al que se apuntó durante la mañana y con el que podía compaginar sus clases que tanto
había echado de menos… Sus alumnos preguntaron muchísimo por su estado a Jeremy, que se había
entregado en cuerpo y alma a las clases pero que se alegraba de la vuelta de Nancy… Él y muchos en
aquel edificio, algunos por simple cortesía preguntaban por su estado, otros de verdad preocupados por
los comentarios que se habían difundido sobre la paliza que había recibido…
Trató de no ahondar mucho más en aquellos chismes y esquivó las preguntas como buenamente
pudo… Solo habló de ello con quien ella sabía que de verdad la apreciaba, algunas compañeras que se
alegraron de su recuperación y de su nuevo puesto de trabajo… Por supuesto, ni qué decir de la relación
que tenía con Michael, de la que quisieron saber pelos y señales de cómo se habían conocido, de cómo
había surgido aquel amor grandioso como para que dos grandes jefes se hubiesen enfrentado de aquella
forma. Ya era sabido por todos sobre la grandísima pelea entre Michael Harrison y Allan Sanders…
Y fue a peor todo aquello. En aquellos días llegó la notificación sobre la denuncia que Michael
interpuso a Allan y estaba claro que las cosas no iba a dejarlas así. Furioso, lleno de odio, de una rabia
que lo invadía por segundos. Allí, sentado en su grandísimo despacho, leyendo aquella carta que su
abogado le llevó hacía unas horas. Aún no podía creerlo. ¡Aquel maldito hijo de puta se había atrevido a
denunciarlo!
Apretó los puños en aquella mesa, no escuchaba a Dean, su abogado desde hacía años, no podía
escuchar a nadie en aquellos instantes. Seguía tratando de controlar todo su odio hacia Nancy por haber
contado todo a Madison y ahora esto… Definitivamente se había propuesto joderlo de verdad.
Por eso no pudo acercarse a ellos cuando los vio en el parking aquella tarde, agarrados de la cintura,
se miraban, se sonreían. Eran una pareja feliz y eso no iba a consentirlo jamás. Pero, ¿quién cojones se
creía aquel miserable para denunciarlo por maltratos? ¿Una paliza a esa puta? Tendría que haberle dado
aún más fuerte, quizás así hubiese aprendido.
-¿Quién cojones te crees que eres para denunciarme, Harrison? – Le gritó en aquel aparcamiento,
directos hacia ellos.
Michael soltó la cintura de Nancy y se giró para verlo, justo detrás de ellos. Sabía que era él, sabía
que no pararía.
-Metete en el coche, Nancy. – Le ordenó al ver su rostro compungido. No podía evitar temblar al
verlo desde la última paliza. La aterrorizaba el solo hecho de escuchar su voz.
-¡¡Michael!! - ¿Por qué sentía tanto miedo? Ya no conseguía sacar fuerzas cuando lo tenía delante. La
aterraba. La paralizaba. La asfixiaba…
-He dicho que te metas en el coche. – No la miró, sus ojos se clavaron en los de Sanders, muy cerca
de ellos.
-Sí, metete en el coche. Contigo ya hablaré en otro momento. – La destrozó con aquella mirada. No
podía odiarla más.
-Tú no tienes nada que hablar con ella, Sanders. – Nancy abrió la puerta de aquel BMW y se sentó en
el asiento del copiloto. Podía escucharlos, podía verlos y podía sentir sus manos temblar por encima de
las piernas. – Si tienes algún problema lo resuelves conmigo o si lo prefieres con mis abogados, lo dejo a
tu elección.
No iba a detenerse, Michael estaba totalmente convencido con aquella denuncia. Las palizas se
habían acabado, los abusos, los chantajes durante tantos años… ya no tenía nada con qué amenazarla, ya
no tenía poder sobre ella.
-No me das miedo Michael, Harrison. – A un metro de su cara, desafiantes los dos. - Eres un puto
guaperas que ha conseguido llegar tan lejos solo porque te follaste a una niña rica que te lo dejó todo al
morir. Acciones, una empresa en mitad de Manhattan, una cartera de clientes, futuros inversores… y
cómo no, un reconocidísimo suegro al que te metiste muy bien en el bolsillo. Echaste el polvo del siglo…
-No voy a tener esta conversación contigo, Sanders. – Lo interrumpió secamente.
-Retira la denuncia. – Ordenándoselo a tan solo un metro de su cara.
Michael sonrió cínicamente, dando unos pasos hacia él y parándose a tan solo unos centímetros de su
cara. Se había equivocado por completo.
-¿Me estás dando una orden? – Preguntó dando unos pasos y pegándose a su cara.
-Sí. – Cargado de odio. Dos hombres retándose y odiándose desesperadamente.
-Te lo dije una vez, Sanders. Tú, a mi… no me das ninguna orden. – Marcando cada palabra con
fuerza, con decisión.
-Y tú a mí no tienes huevos de denunciarme. No voy a permitirte que ensucies mi reputación como lo
estás haciendo. – Ninguno de los dos iba a ceder ni a ablandarse delante el otro. Era una guerra abierta la
que tenían aquellos dos empresarios.
-No necesitas a nadie para eso, tu imagen y tu reputación la has ensuciado tú solito. – Se giró para
acercarse al coche, pudo ver el rostro de Nancy totalmente desencajado. – Eres un puto sádico.
Solo había dado unos pasos cuando volvió a escuchar su voz, destructiva, desquiciada. Sanders no
solo había perdido la vergüenza al intentar echarle en cara la denuncia por maltratos, sino también la
templanza y el saber estar.
Después de una paliza como la que le había dado a su hija… ¿qué pretendía? ¿En serio pensaba que
las cosas nunca se desbordarían? No podía quedar impune y era obvio que más tarde o más temprano las
cosas acabarían por estallar por algún sitio. Abusos, golpes, humillaciones… Todo lo que había querido
hasta ahora y más, aprovechándose de aquella jovencita inocente y aterrorizada que siempre trató de
luchar con todo aquello… sola.
-No vais a conseguir hundirme ninguno de los dos. ¿Primero esa puta y ahora tú? – Les gritó rabioso y
fuera de control. – ¿Quieres retarme, Michael Harrison? ¿Quieres saber hasta dónde puedo llegar? ¡¡Te
juro que la destrozaré como mañana por la mañana no tenga una puta notificación del juzgado
confirmando que has retirado esa maldita denuncia!!
Iba a entrar en el coche cuando escuchó aquella amenaza y sin pensarlo más se acercó rápido y fuera
de sí. Sus manos golpearon el pecho de Sanders con fuerza y sin darle tiempo a reaccionar lo sujetó por
las solapas de la chaqueta, apretando los puños, pegando su cara a la de él.
-¿¡Qué cojones te pasa Sanders!? – Deseaba matarlo con todas sus ganas.
-¡Suéltame…! – Haciendo fuerzas para quitar aquellos puños de su pecho.
- ¿Qué coño es lo que no te ha quedado claro? – Y volvió a empujarlo con sus manos, soltándolo,
haciéndolo tambalear. - No se te ocurra acercarte a ella, ¿me oyes?
-¿Crees que voy a dejar a una ricura como Nancy en tus manos? – Ya no había por qué seguir
ocultando cuánto disfrutó de ella durante aquellos años. Estaban solos, los dos, nadie podía escucharlos
salvo Nancy que seguía temblando en el interior de aquel coche. No tenían por qué seguir fingiendo. -
¿Crees que ya lo tienes todo ganado porque ahora te dediques a pagarle el medicamento a esa
desgraciada de Evelyn?
-¡Me importa un carajo lo que tú creas! - ¡Qué miserable era!
-¡Qué buen samaritano eres! El bueno de Harrison haciéndose cargo de una niñita enferma… ¡Pobre
Evelyn! ¿Así es como te aseguras el polvo cada noche? – Madison se sentía con fuerzas ahora que no
tenía que temer por aquella pequeña. Michael era su salvador. – No somos tan distintos, Michael.
-Tú y yo no nos parecemos en nada. – Mirándolo con un odio que le recorría cada parte de su cuerpo.
– No tenemos nada que ver.
-¿De verdad lo crees? – Tocando las solapas de su chaqueta y poniéndolas bien. - ¡Venga ya,
Harrison! ¿Te haces cargo de una niña enferma solo por amor a Nancy? ¡No me hagas reír! A ti esa niña
te la suda tanto como a mi… - Nada. A él desde luego nada. – Los dos nos aprovechamos de la situación
para follarnos a un bomboncito como Nancy. Yo, pagando un medicamento durante años para mantenerla
con la boca bien cerrada. Tú, salvando a su hermanita para que la tenga bien abierta mientras te hace una
buena mamada.
-¡Me das asco, Sanders!
-Tú sigue disfrutando todo lo que puedas… - Sin prestar atención a aquel insulto. - No te va a durar
siempre, Michael. Así la escondas en el fin del mundo, esa zorra, siempre será mía… ¡He probado su
coñito y estaba delicioso cuando solo era una niña así que ahora que es toda una mujer no voy a renunciar
a saborearlo y follármelo todo lo que quiera.
-¡¡Cabrón, hijo de puta! – Un golpe, otro, los dos en el suelo, forcejeando. Sanders tratando de parar
aquellos puños que machacaban su cara, sin lograrlo.
Michael fuera de sí solo de pensar que volviese a tocarla… Lo mataría. No iba a dejarlo acercarse a
ella así tuviese que matarlo con sus propias manos. Todo le daba igual.
Nancy salió del coche al verlos pelear de aquella forma, gritó, una y otra vez, alguien que pudiese
escucharla, alguien que ayudase a separarlos.
-¡Basta, por favor! ¡¡Parad!! – Tratando de sujetar a Michael y levantarlo. No es que Sanders no
mereciese eso y más pero… no quería más complicaciones. - ¡Michael, para! – Pero por más que intentó
tirar de él no lo consiguió, sus brazos seguían golpeando a Sanders que se defendía vagamente de
aquellos puños demoledores.
Robert y su novia, una compañera de trabajo, salieron del ascensor y corrieron ante aquellos gritos,
encontrando la escena de aquellos dos empresarios tirados en el suelo.
El vigilante del parking también corrió ante aquellas voces y entre los dos lograron separarlos,
apartando a Michael Harrison de encima de Allan que sangraba abundantemente por la nariz, la boca y la
ceja izquierda. Una buena paliza, de eso no le cabía duda a aquel ingeniero que trataba de levantarse
ayudado por Robert.
Escupió en el suelo, sangraba bastante.
-Tócale un solo pelo, un solo pelo, Sanders, y te juro que te mato con mis propias manos. – Nancy lo
abrazaba intentando calmarlo. ¡Tan mal que se sentía por todo aquello! ¡¡Era culpa suya!! Michael se
metería en un buen lío con Allan por su culpa!! - ¡Te mataré! ¿Me oyes? ¡Te juro, por dios, que te mataré,
maldito sádico!
Los ojos de Sanders devoraron los de Nancy. Y tembló al verlo. ¿Qué es lo que buscaba? ¿Una pelea
como aquella? ¿Una amenaza delante de testigos? Lo conocía muy bien, sabía hasta donde podía llegar y
estaba claro que todo había sido una maldita y programada provocación… Sanders sabía lo que hacía.
¡Era tan mezquino, tan miserable! Nunca perdió los nervios por nada, jamás, controlando todo desde
siempre y ahora… no, aquello no había sido una casualidad, pero, ¿qué es lo que buscaba y para qué?
De camino a casa lo notó sofocado en el coche, con los nudillos ensangrentados por los golpes y el
rostro desencajado. No iba a controlarse más con él, lo tenía por seguro. Y sintió tanto miedo por
Michael… No quería perjudicarlo en lo más absoluto y de una forma u otra, lo estaba haciendo.
Lo escuchó muy tajando y serio mientras hablaba con ella. No la quería cerca de él. No quería que
hablase con él, ni siquiera por teléfono. Nada. Y debía contárselo todo, por más mínimo que fuese el
detalle, por muy leve que pudiera ser. Tenía miedo por Nancy, sí, lo tenía. No podía siquiera concebir la
idea de vivir una vida sin ella y estaba seguro que aquel malnacido tarde o temprano trataría de volver a
hacerle daño.
La denuncia seguiría su curso, no pararía hasta verlo entre rejas o muerto.
Aquellos días llegaban al apartamento algo tarde pero trataban de disfrutar al máximo de las horas
juntos… preparaban la cena, les gustaba hacerlo mientras charlaban sobre las clases avanzadas de
Nancy, aprendía rápido. Michael le hablaba de los grandes proyectos que tenían en mente y la ponía al
corriente de cómo se relacionaban con los nuevos inversores y los clientes más prestigiosos del país…
Incluso les quedaba tiempo después, sentados en el sofá o recostados en la cama para ver muestras sobre
decoración… salones, cocinas, baños, dormitorios… Nancy se encargaba de guardarlos en una carpeta y
enseñárselos después a Michael para tratar de elegir los muebles adecuados para la casa.
Podían pasar horas viendo aquellas láminas de fotos, preciosos decorados sobre estancias que
enamoraban a aquella chiquilla ilusionada por encontrar algo al gusto de los dos. En varias ocasiones
habían quedado con una decoradora de interior de algo lujo, allí en la oficina y en Larchmont, donde
habían podido comentarle cómo deseaban la decoración. Los gustos no eran muy parecidos y Nancy notó
que Michael le había caído mucho más que bien…
-¡Nooo… por favor! ¿De donde son estos muebles? – Le decía Michael al ver la descripción de
aquellos almacenes… Ni siquiera le sonaban… - Ralph Lauren y Jaime Treserra tienen grandes tiendas
de diseño aquí en Manhattan, podríamos ir a echar un vistazo. O si lo prefieres siempre podemos pedirle
a Kate, que en su próxima visita, nos muestre algo especial de algún diseñador italiano, estoy seguro que
encontraremos…
-Encontraremos muebles de pijos estirados… como tú. - Soltó sin cortarse.
-¿Me acabas de llamar pijo estirado? – Y la miró sonriendo… no podía creer lo que acababa de
decir.
-¡Michael… eres un… pijo encantador al que amo con toda mi alma, pero no podrías negarlo ni
aunque te lo propusieras! – Le encantaba aquella conversación.
-¡No puedo creerlo! - ¿De verdad lo había llamado estirado? La veía disfrutar con aquella charla, a
su lado… - ¿¡En serio me estás llamando estirado!?
-Usas camisas de seda, ropa de Armani, perfumes de más de seiscientos pavos, compras en Tyfanny,
Cartier y Gucci… -Michael agachó la cabeza riendo… la verdad es que decirlo todo a la vez… tal vez sí
podría parecerlo… - Tienes unos cochecitos súper baratos… - Hizo una mueca bromeando y colocando
unas comillas con los dedos… - … un BMW y un Mercedes AMG que deben costar una pasta
impresionante…¡No, no, por favor, no quiero saber la millonada que han debido costar! – Le dijo
cerrando los ojos e imaginando que debía ser una pasta impresionante. – Y todo esto sin contar con el
Jaeger Lecoultre que llevas en tu muñeca de más de diez mil dólares… - Y no lo pensó… -… sí Michael
Harrison… eres un pijo, cursi y estirado… por eso has congeniado tanto con esa diseñadora de lujo… -
Kate, se llamaba. E hizo una mueca con la cara… Sabía que aquella mujer había tonteado con él en todo
momento… pero también sabía que él no había entrado en el juego.
-Ven aquí, retira eso ahora mismo. - Le dijo riéndose y tratando de hacerle cosquillas…
Sí, era cierto que le gustaba vestir bien, exquisitamente bien, tenía unos gustos bastante caros y todo
eso se lo debía a Elizabeth y Martin. Ellos lo acostumbraron a la buena vida, a los lujos, a la elegancia
de buenos trajes hechos a medida por grandes modistos. Y le gustó, para qué negarlo. Él, un joven
trabajador y dedicado por entero a sus estudios y su familia, entre grandes empresarios y personajes
públicos que halagaron su increíble talento como arquitecto desde el principio.
Sí, Michael había cambiado un poco, pero solo su apariencia, por dentro, él seguía siendo la misma
persona, el mismo joven que salió de la universidad con ganas de comerse el mundo, de vivir la vida al
máximo, de llegar lejos como profesional, pero sin olvidar sus raíces, sus comienzos, sus buenos
amigos… Para él era muy importante relacionarse con la gente obrera de su empresa porque él también
lo había sido, porque a él, pese a que heredó las acciones de Elizabeth al morir, nunca nadie le había
regalado nada. Todo lo había conseguido a base de esfuerzos y sacrificios. Esa humildad no iba a
perderla nunca… ofrecería su mano a sus trabajadores que realmente quisieran cogerla.
-¿Crees que no he visto cómo te devoraba con los ojos? – La escuchó decirle. Aguantando la risa
todo lo que podía. Jugando. Hablaba de aquella decoradora. - ¡¡Sois igual de estirados los dos!! ¡Estaba
disfrutando escuchando cómo hablabas de la decoración de la casa y cómo me llevabas la contraria en
todo lo relacionado a los muebles! – Cogió unos cojines y comenzó a darle golpecitos en la cara,
buscándolo, provocándolo. - ¡¡Cómo si yo no tuviese buen gusto!!
-¿Lo tienes? – Preguntó irónico y escudriñando los ojos mientras miraba aquellas láminas que Nancy
había preparado.
-¡¡Claro que sí!!
-No estoy muy seguro.
-¿Perdona? – Abriendo la boca sorprendida. – Tengo muy buen gusto, señor arquitecto, solo que tú
eres uno de esos millonarios que van a tiendas de diseño porque creen que gastando cinco mil dólares en
una mesa ridícula serán más felices. - ¡Cómo le gustaba provocarlo! - ¡Oh, mira estas sillas de un famoso
diseñador italiano! ¡Valen más de lo que gano en un año! ¿Qué más da? ¡¡Mira estos muebles!! ¿Te
gustan? ¡Me parecen carísimos para lo horteras que son!¡¡Eso da igual, nena, es una colección de lujo!!
¡Ah, entonces sí, seguro que quedarían bien en cualquier lugar de nuestra maravillosa mansión! –
Hablaba con él, haciéndose preguntas y contestándolas ella misma. Recreaba una escena irónica de ellos
mismos en una de esas tiendas a las que Michael quería ir. Él no podía dejar de mirarla y reír con sus
bromas. - Los muebles que quieres comprar son… burgueses.
La observó allí a su lado, sonriendo y segura de lo que decía… De verdad no podía dejar de reír con
sus comentarios… totalmente distintos a los de Elizabeth cuando buscaron la decoración idónea para su
casa… ella sí quiso ir a tiendas de diseño, donde disfrutó muchísimo hablando con las decoradoras…
-¿¡Cómo!? ¿¡Burgueses!? Son muebles de alta gama… - Como los de su apartamento.
-Pijos…- Replicó.
-Elegantes…
-Feos… - No iba a dejar que ganase aquella disputa. No llevaba razón.
-Distinguidos…
-Cursis… - Y vio sonreír de nuevo a Michael.
-¡Oh, vamos, nena! - Cerró los ojos sin poder creer que no le gustasen. - ¡No puedes decir eso
enserio! Son exquisitos, sofisticados. - Contestaba sin poder dejar de reír. ¡Nancy era única!
-Este lugar es sofisticado. - Y miró a su alrededor. - Querías que me sintiese cómoda en nuestra casa,
pero nunca conseguiré estarlo en un lugar que no se acercará siquiera a un hogar donde vivir, sino más
bien una exposición de muebles de lujo. Yo quiero una casa acogedora, Michael, cálida, sencilla, donde
pueda tirarme en el sofá al llegar del trabajo sin importar si arrugo un poco los cojines…no un
apartamento de alto lujo como el que tienes aquí, en donde todo está meticulosamente colocado en el
lugar perfecto. – Se movió en aquella cama y aparto el portátil de las piernas de Michael… Abrió las
suyas y se sentó encima de ellas, mirándolo fijamente a los ojos.
-¿De verdad no te gusta este apartamento? – No concebía que a alguien no le gustase aquel lugar. Era
un sueño vivir allí. - ¡¡Nancy este lugar es increíblemente perfecto!
-¿Perfecto para qué? ¿Para criar a unos niños que no podrán corretear sin romper algo? ¿O para un
viudo millonario que pasa el día en la oficina y que solo vendrá a comer y dormir? – No iba a andarse
con rodeos. - ¿Sabes a cuánta gente necesitada podrías ayudar solo con vender ese increíble chaiselong
blanco que decora tu salón? Millones de personas se mueren de hambre y necesidad en el mundo, y aún
hay gente que no se conciencia de ello. Prefieren gastar su dinero en ridículos muebles que cuestan miles
de dólares solo porque tras ellos hay un gran apellido.
-¡Vaya! Por lo que veo, me va a caer una buena solo por tener un gusto exquisito a la hora de decorar
nuestra casa.
-Vamos, Michael. Tendría que trabajar durante dos años para poder pagar una mesa como la que
tienes en este lugar. Me da miedo sentarme a comer cada día por miedo a arañarla. – La notó incómoda,
su expresión lo decía todo. - La mesa, el sofá, los cuadros que tienes colgados, la cristalería… No hay
nada en este apartamento que no me de terror tocar y no quiero eso en nuestro hogar.
Sintió las manos cálidas de Michael en su cintura, levantando su fina camiseta para meterse dentro,
mientras la acariciaba… Y la movió hasta tenerla pegada totalmente a su cuerpo…
-¿A mí también te da miedo tocarme? – La vio sonreír mientras se lanzaba a su boca, besándola con
pasión, metiéndose en ella con ganas… ¡Claro que no! - ¿Por qué no dejas estas láminas y me demuestras
cuando te gusta hacerlo? – Y alejando aquellas fotografías la pegó a su cuerpo, levantando aquella
camiseta fina y dejando aquellos pechos firmes al descubierto…
Nancy reía sus comentarios, sus bromas… ¡cómo iba a tener miedo de tocarlo si lo estaba deseando!
Acercó sus labios a su rostro, besos pequeños, suaves, en su frente, su nariz, sus ojos… Se detuvo
mirando aquella cicatriz entre su pómulo y su ceja derecha. Culpa suya, sí. Lo miró muy cerquita,
mordiéndose el labio de abajo. Parecía mentira pero… aquella marca lo hacía tan irresistible…
Unos pequeños lunares cerca. Los besó. Lo miró detenidamente. Otros pequeñitos cerca de sus labios,
de su mentón. El otro lado. Más besos. Risas de Michael. Una pequeña señal en la frente. Una caricia.
¡Era tan bello! ¡Y pensar que él siempre pensó en la diferencia de edad! No había nadie, nadie en el
mundo para aquella jovencita más que aquel hombre que observaba con detenimiento. Podía notar sus
cuarenta y cinco años, pese a ser un hombre bien cuidado y deportista, su piel gritaba el paso de la edad
pero, misteriosamente, aquello lo hacía mucho más atractivo a sus ojos. Su rostro cuadrado, de rasgos
muy masculinos, su mirada increíblemente celeste y grande, rasgada, con unas cejas muy pobladas y
negras. ¡Dios, cómo miraba! ¡¡Esos ojos profundos que parecían meterse dentro de ella en segundos! Su
nariz grande, sus labios carnosos, sus dientes pequeños, blancos y perfectos. Lo besó mientras acariciaba
su perilla de unas semanas. Bien retocada, él mismo lo hacía cada mañana. Y tan guapo que estaba con
ella… Coqueto, muy coqueto, cuidando su piel con agua de rosas cada día desde hacía muchos años. Era
un Adonis para ella y lo amaba con todo su ser.
Bajó hasta su cuello. Más lunares. Los besó. Uno en el cuello y más cerca de sus hombros. Poco a
poco, todos para ella. Su piel, su corazón, su alma entera, su cuerpo fibroso que ansiaba sentirla. Y lo
hizo… desabrochando los botones de su pijama gris, descubriendo su pecho fuerte… el mismo que besó
con entrega, pasando su lengua por sus pezones, por aquellos lunares que tenía cerca de ellos, por su
ombligo y bajando más… Lo miró. Quería hacerlo… y metió sus manos dentro de aquel pijama, sintiendo
en su poder aquel miembro cálido. Michael la miraba mientras pasaba la lengua por su boca. ¿En serio
iba a hacerlo? Y la dejó.
Recordó la charla con las hermanas de Michael y su amiga Rebecca, una de las tardes en las que la
visitaron para merendar tranquilamente mientras Michael estaba en la oficina.
Las cuatro sentadas en aquel precioso chaiselong blanco, preocupadas por el próximo viaje a Bora
Bora y la falta de experiencia de la jovencita que reía aquellos comentarios. ¡No iban a dejarla ir tan
lejos, sola con Michael y sin un montón de consejos sobre hombres!
¡No había nada de qué preocuparse! Viajaba con Michael, él era todo un caballero y confiaba en él
ciegamente. Aunque aquello no convenció a aquellas chicas que reían sus comentarios.
-¡Por Dios, Nancy! Michael es un hombre! – Soltó Carol entre bromas.
-¡Vaya!¡ No me había dado cuenta! – Dijo Nancy riendo.
-Lo que Carol quiere decir es que no vamos a dejarte en sus manos sin darte antes algunos consejitos.
– Helen también.
-¿Consejos sobre qué?
-Sobre los tíos… - Dijo Rebecca a carcajadas.
¿En serio no se fiaban de Michael? Ella sí. Totalmente.
-¡Oh, vamos! ¡Chicas estáis hablando de Michael, de mi Michael, él no es como los demás! –
Defendiéndolo.
-¿Ah, no?- Preguntó su amiga.
-Vamos… es vuestro hermano. – Dijo mirándolas a las dos.
Carol se levantó y se sentó más cerca de ella, poniendo sus manos en las rodillas de aquella jovencita
inocente la miró fijamente. ¡Debía despertar! Un hombre era un hombre.
-Nancy, cariño, Michael puede ser muy bueno y atento contigo, y estamos seguras que te tratara como
a una princesa de cuento pero… Mi hermano tiene entre las piernas lo mismo que cualquier otro tío,
tesoro. – Le soltó sin cortarse. ¿En serio iba a tener aquella charla con ellas? El resto reía sin poder
parar. – Al principio todos los hombres son maravillosos, encantadores, pero créeme… todos piensan
con lo mismo a la hora de la verdad. – Risillas, miradas cómplices entre las tres. – Necesitas unas clases
intensivas sobre hombres, sexo y testosterona. Y aquí estamos tus fieles salvadoras para explicarte qué
hacer y cómo hacer para que un hombre se rinda a tus pies perdidamente.
-Solo necesitas fiarte de nosotras. – Rebecca debía haberles contado que ella nunca estuvo con
ningún chico. ¿Cómo sabían ellas dos sino sobre su falta de experiencia? ¡¡Rebecca!! La acribilló con la
mirada. ¡¡Qué vergüenza!!
-Y seguir nuestros consejos. A fin de cuentas, las chicas tenemos que cuidarnos unas a otras, y tú,
dulce Nancy, eres un caramelito en manos de cualquier tío.- Carol seguía con sus miradas que la
ruborizaban. – Vamos a enseñarte a llevar las riendas en el sexo, querida, porque ahí es donde tienes el
poder total. Tú mandas, tú dominas, si consigues volverlo loco en la cama, harás lo que quieras de él. Lo
que quieras.
Se acomodó en aquel sofá, tímida, mirando a Rebecca que la conocía muy bien. Sí, su mejor amiga,
con la que conversó sobre chicos durante todos aquellos años. Ella sabía perfectamente que Nancy nunca
había podido tener relaciones con nadie… hasta ahora.
-No hace falta chicas… aunque no lo creáis no necesito consejos para volver loco a un hombre. Que
no haya tenido experiencias no significa que sea tonta. - Levantó los ojos mirándolas a todos mientras
esbozaba una sonrisilla pícara. – Además, Michael y yo… bueno, nosotros por fin hemos podido estar
juntos así que ya no hace falta que…
-¿¡Te has acostado con él!? – Preguntó entusiasmada Rebecca. - ¿Por qué no me lo habías dicho
antes? ¡¡Nancy!!
Y se tiró encima de ella, abrazándola, contenta, muy feliz por su amiga. No dejaba de preguntar, de
curiosear para saber qué tal fue la experiencia para la joven Nancy. Carol y Helen reían ante la escena.
-Cariño, estás muy, muy verde. – Helen era la mayor de todas, la más calmada, pero estaba claro que
ella también tenía ganas de explicarle algunas cositas.
-Está enamorada, Helen y ya lo he dicho antes, es un caramelito en manos de Michael. – Dijo Carol,
pasando su mano por su pelo. – Habrá que espabilarla.
George se acercó hasta donde estaban todas, riendo, cotilleando. Puso unas bandejas en la mesita,
unos canapés que preparó para las chicas. Ojalá no hubiese escuchado nada, pensó Nancy, y lo vio
alejarse de nuevo a la cocina
Y allí se quedaron sentadas, riendo mientras merendaban tranquilamente y hablaban sobre todo lo que
debía saber acerca de los hombres. A veces eran tan explícitas que conseguían sonrojarla un poco. Sabía
que no era un tema para evitar pero no estaba acostumbrada a hablar esas cosas y mucho menos con las
hermanas del hombre con el que salía. ¿Sus hermanas explicándole qué debía hacer en la cama con
Michael para tenerlo a sus pies? ¡¡Dios, qué apuro más grande!! ¿De verdad se acostumbraría algún día a
hablar sobre aquellos temas sin sentir tanto pudor?
Pero prestó atención a sus palabras, a todas aquellas cosas que le explicaban sin cortarse, sin ningún
tipo de tapujos. Tomaba nota de aquellos sabios consejos, y los pondría en práctica en cuanto pudiese.
Seguro que sacaría buena nota, con lo claras que fueron… las cosas quedaron tan transparentes como el
agua.
Aún recordaba la expresión de Michael cuando llegó al apartamento y las vio a todas sentadas en el
salón. Se acercó a ellas, sonriendo, besándolas, sin ni siquiera imaginar que hablaban de él.
-¡Reunión de chicas! – Bromista, rozando los labios de Nancy mientras se acomodaba a su lado.
- ¡Vaya, qué interesante! ¿Y de qué habláis?
-De Bora Bora. – Mintió ruborizada Nancy.
-De hombres. – Soltó Rebecca.
-De sexo. – Dijo Carol, sentada de rodillas en la moqueta, cerquita de Nancy y mirando a su hermano
que sonreía.
-Más concretamente… de ti.
Miró a Helen. ¿De él? Peligro. ¿Sus hermanas hablando con Nancy de sexo? No quería ni imaginar lo
que le estarían contando. Bora Bora, sexo, hombres… lo imaginaba.
-Espero que estéis hablando bien, al menos. – Se levantó del sofá, no iba a quedarse a la charla,
estaba claro.
-Michael, no vamos a dejar que te la lleves tan lejos sin tener con ella una charla de mujeres. Así la
prepararemos… - Le guiñó un ojo a su hermano mayor.
-¿Prepararla? - Extrañado. - ¿Prepararla para qué?
-Vamos hermanito. Nancy no tiene ni idea de hombres, de relaciones, de sexo. Para ella eres un
maravilloso príncipe azul que hará realidad su cuento de hadas. – Michael la miró a su lado y le sonrió.
Era mágicamente encantadora y dulce.
-Haré realidad todo lo que ella quiera. – Dijo acercándose a sus labios y besándolos una y otra vez.
Un sueño para Nancy, empalagoso para el resto.
-Muy bonito Michael, pero la realidad de los tíos es otra muy distinta. - Rebecca era su mejor amiga,
se fiaba de ella totalmente. - Por eso estamos aquí, para que no se le olvide nunca cómo sois, cómo
pensáis y con qué pensáis. No vamos a dejarla en tus manos así como así… - Todas estaban disfrutando.
-¿Por quién me tomas? Cualquiera que te escuche pensará que la llevo a Bora Bora para hacerle algo
malo.
-Algo malo no, pero… tienes pinta de tener un peligro… - Escuchó a Rebecca con una risita
maliciosa.
-No les hagas caso, Michael, están de broma. – Nancy se puso de rodillas en aquel sofá para poder
abrazarlo mejor, mirando a aquellas mujeres y haciéndoles señas con los ojos para que parasen de
pincharlo. – Ya les he dicho que eres muy bueno y dulce conmigo. Tú no eres como los demás. Me fio de
ti totalmente.
Las miró allí sentadas, no dejaban de reírse. Sí, definitivamente Nancy necesitaba algunas clases
sobre los hombres. Ellas lo pensaban, él lo pensaba… No estaba muy seguro de que sus hermanitas
fuesen las más idóneas para ello, pero…
-¿Ves, Michael? - Arqueando las cejas. – Inocente, confiada, ingenua, cándida… No tiene ni idea de
cómo sois realmente… – Carol se acercó a Helen, sentada en el chaiselong y bebiendo una copa de vino
que George sirvió a las invitadas.– Es lo menos que podemos hacer por la angelical Nancy, ¿no crees? –
Ambas se miraron riendo.
-Lo que creo es… que mejor me voy a ir al despacho. – Y soltando a Nancy dio unos pasos para salir
de aquel salón, desabrochándose la chaqueta y descubriendo una camisa blanca y un chaleco negro
pegados a su cuerpo.
-¿Tanto nos temes, hermanito? - ¡Cómo le gustaba!
La veía sonreír esperando su respuesta. Siempre se llevaron muy bien, se contaron todo… Carol
conocía a su hermano perfectamente y siempre le gustó picarlo entre bromas e indirectas. Aquella
situación le traía muy buenos recuerdos de cuando eran más jóvenes.
-Por supuesto que os temo… - A las dos. - …por separado sois unos angelitos, pero juntas…
-¿Entonces no te quedas? – Estaba claro que no quería que se quedase ero le gustaba provocarlo.
Parecían dos niños pequeños buscándose, picándose. ¡Amaba a su hermano con toda su alma pero le
encantaba aquella situación!
-¿¡Quedarme!? – Rió. -¡No gracias! ¡No saldría vivo de aquí!!¡Prefiero retirarme ahora, antes de que
empecéis a acribillarme sin piedad! – Se acercó a Nancy de nuevo para besarla. - Nena… Sujetando su
cabeza y acercándose hasta su boca. Todas los miraban y lo sabían. - …no te creas todo lo que esas dos
brujas te cuenten sobre los hombres. No somos tan malos… – Señalando a sus hermanitas que reían
maliciosamente sus bromas. – En cuanto al sexo… la teoría no te vendrá mal, así que, si quieres, ve
tomando notas, que luego me encargaré yo de ponerte al día con las clases prácticas. – Miró de pasada a
todas allí pendientes de todo lo que decía y mirando a Carol la señaló con el dedo. – Carol… no te
pases, que te conozco. No me la asustes, bichito.
Michael cerró los ojos y echó atrás la cabeza, recostado en su cama, mientras sentía la boca mojaba
de Nancy en su sexo, despacio, saboreando con calma, con paciencia… aprendiendo con él… Puso sus
manos en su cabeza, acariciándola. ¡Llevaba tantos años sin sexo oral que había olvidado lo maravilloso
y placentero que era!
Al principio había resultado extraño tener aquel miembro en su boca… pero prefirió no pensar…
cerró los ojos e hizo lo que imaginaba que se hacía en aquellos casos. Era su primera vez, pero tampoco
era idiota. Solo había que disfrutar y hacerlo gozar como nunca. ¿No decían que el sexo oral era muy
placentero? Lo comprobaría en unos minutos.
-¿Me enseñarás? – La escuchó decir suave, mirándolo mientras mordía sus labios llena de placer. Le
gustaba, aunque no más que a él.
-Lo haces muy bien, preciosa. - Y sonriendo volvió hasta él, lamiéndolo con entrega, haciéndolo
gemir excitado. ¡Cómo le gustaba aquello! ¡Dios no quería que parase y ella no parecía querer hacerlo!
Nancy lo sujetaba mientras movía su mano, a la misma vez que notaba toda su erección dentro de su
boca, y no paraba, seguía haciéndoselo con ganas, con entrega, haciendo su respiración mucho más
agitada, abriendo sus piernas y colocándose cómodo… saboreando y disfrutando de aquel placer tan
infinito que recorría toda su columna.
Mordisqueó suavemente aquel miembro mientras miraba a Michael, provocándolo, y lo conseguía,
hasta el límite, sintiendo sus manos en su cabeza, ayudándola a moverse, a seguir metiéndola en su boca
mientras succionaba con maestría. Era su primera vez, no lo notó. Para Michael Nancy era una diosa en
aquellos momentos.
Podía sentir su lengua moverse, rozándolo con precisión. Chupaba una vez, desde abajo hasta arriba,
luego otra, sin parar… moviendo su mano masturbándolo, haciendo círculos en su miembro, mientras
seguía en su boca que lo hacía volverse loco. Pero se detuvo… Moviéndose en aquella cama logró llegar
hasta su boca que rozó solo un segundo…
-Dime que iremos a ver esos muebles que tanto me gustan… - Le soltó en aquel momento, en el menos
adecuado.
La miró sorprendido. No quería hablar de muebles ahora.
-¿¡Qué!? ¡¡Nancy!! ¡Ahora nooooo! – Y besó sus labios con pasión, excitadísimo. Nancy siguió
apartándose, quería un sí como respuesta.
-Dime que compraremos los muebles que me gustan… - Le hizo ojitos, pegada a su sexo, muy cerca
pero sin rozarlo. Conseguiría lo que quería… - …dímelo, nene, dímelo.
¡¡Carol!! ¡¡Dios, aquello era cosa de sus hermanas!! ¿Eso era lo que le habían enseñado?
-¡Dios, voy a matar a mis hermanas! – Soltó tapándose la cara con las manos, aguantándose,
conteniéndose… no podía más, estaba encendido completamente. Lo quería, la quería a ella ahí abajo,
acabando aquello que lo llevaba a la gloria. - Esto es idea de ellas, ¿eh? Te han enseñado muy bien a
volverme loco…
-No necesito que nadie me enseñe a volverte loco, Michael. No soy tan ingenua como todos decís.
¿De verdad crees que no sé poner al límite a un hombre solo porque nunca haya tenido relaciones? –
Susurró provocándolo, mordiéndose los labios, pasando la lengua por ellos, girando la cara y lamiendo
los dedos de Michael que acariciaban sus mejillas. Lo tenía ahí, mordiéndose los labios, conteniéndose,
encendido… - ¿Me darás lo que quiero?
Y lo tuvo, claro que lo tuvo, sabía cómo conseguirlo. Ella misma lo dijo una vez, era una alumna bien
aplicada y se tomaba las cosas muy, muy en serio.
-Te daré lo que me pidas, nena. Iremos a verlos, compraremos toda la tienda si es lo que quieres, te
lo prometo, pero acábalo, por favor. – Y acariciando sus mejillas que ardían la besó desesperadamente. -
¡No puedo más, Nancy! ¡Quiero correrme en tu boca y quiero hacerlo ahora mismo!
Y con aquella sonrisa tan preciosa volvió a bajar hasta su erección, metiéndosela en la boca, hasta el
fondo, acariciándolo con la mano, más abajo, acabando aquello que había empezado y que lo hizo llegar
al orgasmo más satisfactorio de su vida… ahí, dentro de ella, mientras lamía su sexo deseosa de ver el
final, de verlo entregado hasta el límite y escucharlo gemir mil veces mientras lograba correrse…
-¡Oh, Dios, nena! ¡Si… no pares ahora, por favor…! – Sujetando su cabeza para que siguiese ahí,
saboreándolo mientras disfrutaba de aquella explosión de placer que le recorría toda la columna
vertebral. - ¡Sigue ahí, preciosa, sigue lamiéndolo así de bien! ¡Oh… Nancy, sí…! – Acariciando su pelo
con sus manos, sus mejillas sonrosadas que ardían. La vio levantar la mirada, mordiendo levemente sus
labios, sabía lo que acababa de hacer y cuánto placer le había provocado sentirla masturbarlo con
aquella preciosa boca inexperta. Pudo notar su rubor por lo que acababa de hacer… se acercó a sus
labios y la besó despacio, acariciando su boca con la suya, mordiéndola con cuidado…
Lo repetiría una y mil veces, todas las que él quisiera… le había gustado. Era su primera vez, y
aunque al principio fue muy extraño, algo desagradable tal vez sentir aquella intimidad dentro de su
boca… luego le gustó notarlo duro, cada vez más, saboreándolo todo cuanto pudo, acariciándolo en toda
su erección, mientras observaba su rostro y su respiración.
Lo volvió loco totalmente y lo notó, en su sexo caliente, en sus manos que la enseñaban, en su boca
apretada mientras contenía aquellas ganas, en sus ojos cerrados que trataban de sentir cada segundo de
placer. Luego notó un liquido en su boca, bastante caliente… ¡Era su semen! ¿¡Y ahora qué debía hacer!?
Caliente, muy caliente, salado, recorriendo su boca, su lengua, pero no se apartó, aunque lo pensó unos
segundos. Permaneció ahí, cerrando los ojos, olvidándose de todo, lamiendo su pene arriba, abajo, una
vez , otra, mordisqueándolo por la punta, suavemente mientras lo rozaba con su lengua que conseguía
saborearlo por completo. Lo escuchaba gemir descontrolado, apretando su cabeza para que no se alejase
de su sexo. No lo haría.
La abrazaba aún tratando de controlar su respiración, hablándole de cuanto le había gustado, de cómo
lo había conseguido poner y de qué le había hecho sentir… Y quería mucho más… cada día… a su
lado… todo era perfecto entre ellos, nada había de quejas… y ella conseguía hacer con él todo…
Por supuesto que no pensaba negarle nada… pero era cierto que sabía cómo hacer para conseguir que
Michael hiciese cualquier cosa por ella… ¡Tan loco que estaba por aquella chica! No había nada en el
mundo que quisiera… ya lo tenía todo a su lado y era inmensamente feliz. Llamaría a aquella decoradora
para explicar cuáles eran las condiciones a partir de aquel momento. Nancy se encargaría de mostrarle
cómo quería la decoración de aquella casa, todo cuanto ella quisiera… no podía negárselo, mientras
ellos, podrían disfrutar de sus merecidas vacaciones que aún estaban por llegar. El viaje se había
aplazado unos meses pero estaban deseando poder ir Bora Bora y disfrutar juntos de aquel paraíso. Así
que cuando todo estuviese hablado y concretado podrían marcharse a aquella isla, a sabiendas de que
encontrarían la casa amueblada y organizada a su regreso…
No fue fácil hacer todo aquel trabajo después de las clases y el curso, pero se entregó con
entusiasmo, enseñando fotos a Michael sobre cuadros, jarrones, vajillas, armarios, sillas, sábanas y todo
tipo de muebles y menaje en un hogar… Organizado meticulosamente durante semanas pasó los informes
a aquella decoradora que obviamente sonrió ante sus gustos… estaba claro que los de Michael le
parecían mucho más elegantes y sofisticados pero recogió sus indicaciones segura de poder complacerla
a la vuelta… ella se encargaría de todo…
Y Bora Bora ya no tendría que esperar más… Sería el viaje de sus vidas…
Capítulo 30
BORA BORA
Michael y Nancy llevaban horas metidos en aquel avión y aunque todo era muy cómodo en primera
era una auténtica paliza de cerca de veinte horas de vuelo. Habían salido por la tarde de New York y eran
cerca de las once de la noche cuando el avión aterrizó en el aeropuerto de Los Ángeles. Aún les faltaba
lo peor… cerca de doce horas de vuelo directos a Bora Bora… Nancy se acomodó en aquel asiento
mientras sentía las manos de Michael acariciar su pelo… estaba muy relajada a su lado, primero mirando
por la ventanilla… era de noche, no se veía nada… luego sintiendo sus caricias que consiguieron hacerla
cerrar los ojos y relajarse…
No sabía cuánto había dormido, quizás toda la noche, pero escuchó la voz de Michael llamándola
muy dulce, estaban llegando a la Polinesia Francesa y las vistas desde el cielo no eran para
perdérselas… Ella estaba en la ventanilla y notó su cuerpo encima de ella mientras le explicaba las
maravillosas vistas que se mostraban ante sus ojos. No tuvo que girar la cabeza para besarlo, solo un
segundo, estaba tan pegado a su cara que le bastó un leve movimiento para rozar sus labios… Se miraron
tan cerca… tan llenos de amor… comenzaban unas idílicas vacaciones juntos…
Para llegar a Bora Bora primero debían pasar por Papeete, la capital de Tahití donde aterrizo aquel
enorme avión después de más de once horas de viaje. El aeropuerto era Faa´a, y de allí salían cinco o
seis vuelos interinsulares al día rumbo a la isla de Bora Bora… Más vuelos… al menos este solo era de
cincuenta minutos…
Los recibieron con música, baile y un collar de flores blancas que colocaron en sus cuellos, todo sin
dejar de sonreír… La gente era amable con todos los turistas, haciendo de aquella llegada a la Polinesia
un momento inolvidable y entrañable. Nancy se veía realmente preciosa con aquellas flores cerca de su
cara, bailando con ellos al compás de la música y disfrutando del viaje desde el minuto cero…
El hotel en el que se alojaron en Bora Bora era uno de los mejores de la zona, para Michael el mejor
y aunque era la primera vez que viajaba a aquellas islas trató de informarse bien antes de decidirse por
uno u otro. Se trataba del Hotel The St Regis Bora Bora Resort, cinco estrellas, en el que había reservado
una villa premier sobre el agua para los dos durante doce días… Una autentica maravilla de lujo,
comodidades y vistas únicas que realmente había salido bastante caro, pero que merecía la pena solo por
estar a su lado en aquel paraíso…
Los acompañaron hasta aquella preciosa villa en un carrito parecido a los de golf y al abrir la puerta
Nancy comenzó a dar saltos y vueltas por todos lados, sonriendo, hablándole de todo lo que le parecía
increíble en aquel lugar… Un gran salón comedor presidía la estancia, con suelos de madera y una
cristalera bajo sus pies que dejaba ver el fondo de la laguna en la que se alzaba aquella villa. Sillones
cómodos con muchos cojines, verdes, rojos, con unas vistas maravillosas a la montaña y a la laguna
desde el balcón. Una gran terraza jardín con bañera de hidromasaje al aire libre, y unas butacas para
recostarse cerca de un lugar preparado para una cena romántica de dos personas… También había un
potón individual que los llevaba directos a la playa de arena blanca más bonita que jamás hubiese visto.
La habitación preciosa con una cama doble extra grande con un corazón de pétalos de flores rojas
adornando la colcha blanca y una cristalera justo enfrente con vistas al horizonte. El cuarto de baño,
grande, limpio, con dos enormes lavabos, bañera y ducha…
Aún no se había ido la chica que los había acompañado hasta allí cuando Nancy se lanzó a sus brazos,
efusivamente, loca, enamorada del lugar, de los paisajes, de él… ¿¡Cómo era posible que hubiese
reservado algo tan maravilloso y perfecto como aquel lugar!? ¡Era todo un sueño! ¡Jamás imaginó estar
ahí, a su lado, en un paraíso como aquel! Habría tantos hoteles, tantas villas, tantos sitios en los que
alojarse… pero él había elegido aquel… y no había podido ser mejor, nada hubiese podido mejorar algo
así…
-¡Michael es maravilloso! – Le dijo besándolo delante de aquella joven… no pudo contenerse…
-¿De verdad te gusta? – Sus brazos la rodeaban alzándola del suelo… Miró a la chica que los había
acompañado y dándole una buena propina cerró la puerta tras ella…
-¿Estás de coña? ¡Esto es el paraíso, no hay nada más bonito que este lugar en el mundo! – Y sus
besos se hicieron rápidos, sus ojos, su frente, sus mejillas, su boca… Él no podía dejar de reír… ¡Por
Dios, ha debido costarte una fortuna este viaje! ¡¡Estás loco!!
-La verdad es que es un viaje bastante caro pero… merece la pena… - Y aún elevada la llevó hasta la
terraza de aquella villa… -¿Ves este paisaje? - ¿Cómo no verlo y admirarlo si jamás había soñado con
algo tan idílico? La bajó hasta el suelo y la giró, abrazándola contra su pecho mientras miraban el
paisaje.
-¡Es un paraíso!
-Es nuestro paraíso, Nancy…
-¿Por qué no nos quedamos aquí para siempre? – Le dijo girándose y rodeándolo con los brazos.
Preciosa… así era como estaba… - Nos compramos una cabañita en mitad de la nada… y trabajamos el
campo, sus frutos… yo con una falda de rafia y collares de flores y tú con un suave pareo blanco y el
pecho totalmente descubierto…
Rió su comentario… era el lugar más maravilloso del mundo y cualquiera desearía permanecer
siempre allí… en aquellas playas cristalinas y arenas blancas que embellecían el paisaje aún más…
-Lejos del ruido y las aglomeraciones… - Y la miró totalmente embelesado. – Solos tú y yo… en el
lugar más bello y más lejano del mundo… - Cogió una de las flores colocadas en la mesa de aquella
terraza y se la colocó detrás de la oreja… - ¿No echarás de menos algo de la ciudad cuando estemos aquí
solos los dos? – Bromeó.
-¡No! ¡Estando contigo no necesito más, bobito mío! – Le dijo cariñosamente mientras juntaban sus
narices, rozándolas, jugando con ellas mientras se tenían tan cerca. - ¿Has visto alguna vez algo tan
bonito como este lugar? – Le preguntó volviendo a mirar a la laguna…
- Sí… Cuando te miro veo algo mucho más bonito, Nancy… Nada puede compararse contigo…
Claro, diciéndole aquellas cosas cómo no iba a estar totalmente enamorado de él… quería besarlo
todo el día, toda la noche, quería estar ahí en aquella habitación horas, a su lado, sin que nadie les
molestase… quería amarlo, besarlo, acariciarlo… quería ser parte de su propia piel…
El resto del día se quedaron allí… no salieron para nada de aquella villa… se dedicaron a estar
juntos y tranquilos… bebieron el champagne que les habían dejado como obsequio y pidieron comida
para reponer fuerzas después de horas de sexo y caricias… en aquella enorme cama, en la gran ducha del
baño… no querían parar, no deseaban hacerlo… solo pensaban en cómo se amaban y en cómo querían
demostrárselos el uno al otro…
Y disfrutaron al máximo de las primeras horas en Bora Bora solos en aquella preciosa villa, donde
vieron el más lindo de todos los atardeceres, abrazados en aquella terraza, jurándose amor eterno sin
ningún tipo de dudas… No cenaron mucho… estaban tan agitados… el viaje había sido demoledor y el
esfuerzo que vino después mucho más… Extasiados, abrazados en aquella cama, desnudos, soñando con
los días tan fabulosos que les esperaban en aquel lugar paradisíaco…
La primera mañana decidieron desayunar en el restaurante para echar un vistazo a las instalaciones,
así que después de una ducha se vistieron cómodos y frescos y salieron de la habitación… El lugar era
mucho más grande de lo esperado, y se dirigieron a desayunar a uno de los cuatro restaurantes del
complejo. El Te Pahu servía desayunos junto a la playa y solo llevaban allí unos minutos cuando se
acercó un camarero ofreciendo un exquisito desayuno cortesía de a casa para los recién casados…
Michael y Nancy se miraron extrañados y sonrientes… No estaban casados…
-Creo que ha habido un error…
-Para nada, caballero… Es un regalo que hacemos a todos los recién casados y esperamos sea de su
agrado… - Soltó dejando la bandeja en aquella mesa.
-¿Tenemos pinta de recién casados? – Preguntó Michael sonriendo mientras terminaba aquel zumo.
Aquel joven se sonrojó y comenzó a ponerse nervioso… Lo había entendido. Trató de excusarse
torpemente, titubeando, vaya equivocación… No sabía qué hacer con aquella bandeja… y no logró
tranquilizarse ni siquiera por las palabras de Michael que trató de calmarlo… no tenía ninguna
importancia…
Una mujer algo más mayor apareció tras él, seguramente la encargada, y cortésmente mandó al joven
a una de las mesas cercanas donde se sentaban los recién casados…
-Siento muchísimo la equivocación… - Enseguida les traeremos un desayuno especial para recién
casados como disculpa por el error…
-De verdad no hace falta… - No aceptó la negación de la pareja y ella misma trajo aquella bandeja
con una inmensa sonrisa…
-No es de extrañar que se hayan equivocado… Por regla general, aunque nos dan una lista en
recepción, solemos tener muy buen ojo para distinguir a las parejas que vienen de luna de miel…
Colocaba el desayuno y las flores mientras hablaba con ellos. – Hay varias pistas inconfundibles para
nosotros y en este caso, pese a la equivocación, tengo que decirles que realmente reflejan una pareja
totalmente enamorada…
-Muchas gracias, lo estamos. –Dijo mirándola llenito de amor.
- Los recién casados no suelen salir de la habitación el primer día, a veces pasan hasta cuarenta y
ocho horas antes de que la puerta de la habitación se abra. - Como ellos, más o menos. - Las caricias, el
contacto entre ellos suele ser continuo… besos, abrazos y ni qué decir de las miradas. Como ellos
también.
-Vaya, entonces, ¿a usted también se lo parecemos? – Y pasó la mano por encima del hombro de
Nancy besándola sin cortarse nada…
-Desde luego… Son ustedes una pareja preciosa y ojalá que el encanto y la magia de Bora Bora haga
de esta unión algo eterno y único…
Aquella fue la conversación principal de aquel día en el que pasearon durante largos ratos por la
playa, mojando los pies en aquellas preciosas aguas turquesas, bromeando como marido y mujer y
alardeando de cuánto amor desprendían y, sobre todo, de la tranquilidad que sentían en un lugar como
aquel… Alejado de todo y todos…
Era el lugar perfecto para perderse… para no pensar en nada… era el lugar más mágico que hubiesen
visto jamás… Solos allí, bromeando en la playa, jugando como críos en la orilla mientras Nancy se
abalanzaba sobre su cuello y él trataba de hacerle cosquillas… No las aguantaba… Conseguía hacerla
debilitar solo con pasar sus manos por aquella preciosa cintura, que pellizcaba con tacto, con suavidad…
y entonces no podía dejar de reír, retorciéndose mientras él seguía… Pero no siempre conseguía su
propósito de meterla debajo del agua… a veces conseguía escapar de sus manos y tiraba de sus piernas
con fuerza, dejando caer a Michael en la orilla y echándose encima como ganadora del juego…
Podían pasar horas allí, como críos, como jamás pensó estar con nadie desde lo de Elizabeth… Ni
siquiera con ella fue así... Disfrutaron juntos durante años pero de otra forma… Tan distinto que era todo
junto a Nancy… conseguía sacar el niño que nunca pensó tener… no a esas alturas de su vida… lo tenía
muy escondido… el joven enamoradizo y alegre que evitó salir durante años tras la separación de sus
padres… pero ahí estaba, con aquella jovencita que conseguía sacar lo mejor de él, haciéndolo vivir
experiencias únicas y sensaciones mágicas solo con estar a su lado…
Cuando salían de la habitación, cada día, colocaba en su pelo una de las preciosas flores que
adornaban su cama cada mañana, preciosas flores blancas con el centro amarillo, muy olorosas, llamadas
Frangipani y que resaltaban el bellísimo rostro de Nancy que parecía una auténtica Tahitiana… Su calleo
negro azabache, sus inmensos ojos negros, su tez morena y sus deliciosos labios rojos que dejaban ver la
sonrisa más bella de todas… La veía colocarse un precioso pareo, tenía muchos de colores, y siempre
utilizaba uno a juego con el mini bikini que se colocaba debajo… La primera mañana que salieron la vio
aparecer con aquel espectacular bikini blanco que resaltaba su bronceado y logró articular palabra
pasados unos segundos...
-¿Piensas salir con ese bikini, Nancy?
-¿Es que no te gusta? – Y echó el pareo al suelo mientras se giraba… provocándolo… como
siempre…
-Vas a poner malo a todo el hotel… – Y se acercó a ella estrechándola contra sí… No conseguía
contenerse…
-¿Y tú? ¿Te pondré malo a ti? – Le preguntó rodeándolo con sus brazos desnudos y metiéndose dentro
de su boca con muchísimas ganas…
-A mi me tienes malo desde hace meses…
-Pues siento decirte que este es el bikini más normalito que he traído… Tendrías que ver el resto… -
Le susurró en el odio… Y ni siquiera consiguieron salir en aquel momento de la habitación… logró
echarla en la cama y quitarle aquel pequeño traje de baño que tanto le gustaba… Si todos eran igual que
ese… no quería ni imaginar cómo se contendría cada día viéndola salir de aquella forma… ¿Era el más
normal? ¡Dios…no quería imaginar cómo serían los demás!
No llevaban más que unos días allí y Nancy ya había conseguido entablar amistad con las chicas que
bailaban cada noche en la playa, bailarinas nativas que entretenían a los turistas con sus espectaculares
danzas. No olvidaría jamás cómo la sacaron una de aquellas noches, mientras cenaban, colocándole un
collar de flores y una falda típica que movió con la misma gracia que aquellas bailarinas… No pudo
dejar de mirarla mientras la vio disfrutar del momento, bailando al ritmo de aquella música,
observándolas y tratando de hacer lo mismo, por supuesto con un arte especial como solo ella conseguía
sacar… Allí sentado se quedó, mirándola sonriendo, pensando en lo bellísima que estaba y en lo
afortunado que era por tenerla a su lado… Nancy era pura energía, toda vida y conseguía transmitirle
aquella fuerza a cada segundo…
A veces probaba algunos cócteles, no era muy afín al alcohol y trataba de evitar los que llevaban algo
de ron pero algunas noches lo pasaba por alto… El que más le gustaba era el Maitai, con piña, Cointreau
y ron…pero conseguía subírsele a la cabeza muy rápido y no podía dejar de reír notando como sus
mejillas se sonrojaban…
La comida allí estaba deliciosa, había una amplia gastronomía donde elegir, platos franceses e
internacionales, especialidades Tahitianas, mariscos, pescados y muchísima fruta exótica que fascinaban
a Nancy cada mañana durante el desayuno…
Lograron hacer varias excursiones donde conocieron gente muy simpática que también los confundió
con una pareja de recién casados… nada tenían que enviar… realmente lo parecían…
Pudieron ver la barrera de Coral de Bora Bora, hacer snorkel frente a los tiburones y mantas rayas,
controlados por los guías, por supuesto pero por más que insistió Michael no consiguió sacar a Nancy de
aquel barco… Le aterrorizaban los tiburones y prefería verlos tras el suelo de cristal de aquel barco…
Peces payaso, peces trompeta, bancos de peces cebra, corales únicos de diversas formas y colores, todo
rodeados de tiburones a los que acostumbraban a alimentar y que era inofensivos… No… No hubo forma
de hacerla meter los pies en aquellas aguas ni siquiera para ver la barrera de Coral que tantas ganas tenía
ver… y no estuvo tranquila hasta no ver aparecer a Michael por aquellas escaleras que lo elevaron hasta
el yate…
Lo abrazó con fuerza… Y trató de calmarla… Estaba bien, no había peligro para los turistas, de
haberlo no les permitirían meterse en el agua… Pero permaneció abrazada a él todo el camino hasta el
islote donde los guías polinesios prepararon una comida típica tahitiana mientras danzaban y cantaban…
Allí sentados en la hermosa playa Motu, almorzaron pescado acabado de pescar, aliñado con leche de
coco, y la vio preocupada aún… No se volvería a meter con los tiburones… aún a pesar de saber qué no
había por qué temer, sabía que ella no podía evitar sentir ese miedo atroz y que lo había pasado
realmente mal viéndolo rodeado de tiburones…
La abrazó, la miró a los ojos… La amaba más que a su propia vida y no la haría sufrir por nada, ni
siquiera por algo tan banal como aquello… Se acercó despacio y besó su boca, preciosa, dulce… La
llevaría a ver delfines… seguro que aquello le gustaría mucho más…
De allí fueron al Lagoonarium donde Michael avisó al guía para poder ver delfines y tortugas… lejos
de los tiburones y en donde Nancy pudo entrar en unos estanques inmensos y bonitos para bañarse con
aquellos animales juguetones que pudo acariciar y besar… La vio llorar al verlos tan cerca, emocionada,
era la primera vez que se bañaba con aquellos preciosos delfines que buscaban su mano, allí, con
Michael, con los guías, que sonreían ante aquellas lágrimas que salían de corazón.
Vio muy de cerca unas enormes tortugas… esas no le daban miedo tampoco… y disfrutó como una
niña en aquel estanque, rodeada de simpáticos animalitos con los que siempre soñó en su niñez… Miraba
a Michael a su lado, él había hecho realidad todo aquello… solo él…
Aquella noche, después de la cena Michael echó un vistazo al portátil, le habían llegado varios
mensajes sobre los proyectos que aún seguían abiertos… estaba de vacaciones pero no podía dejar en el
olvido algunos asuntos… Nancy lo esperó en aquella bañera de hidromasaje, callada, mirándolo de lejos
mientras trataba de contestar a las llamadas y los mensajes de Edward y John. Eran importantes…
Pero ella permaneció quieta y callada, esperando… La vio moverse de lejos y al girar la cabeza la
vio desabrochándose aquel bikini… el mismo que echó fuera de la bañera… Estaba desnuda y era obvio
que lo esperaba… Sonrió y cerró los ojos… No podía seguir… La tenía ahí a unos metros de él…
esperándolo… Y se levantó, desabrochándose aquella camisa blanca y desabrochándose aquel
pantalón…había llevado ropa clara y cómoda para Bora Bora…
Se acercó a ella, muy sonriente y la pegó a él, sí, estaba desnuda y pudo sentir cada parte de su
cuerpo rozando el suyo… Cálida, suave… rodeando su cuello con sus brazos, su cintura con sus
piernas… Tenía ganas de él… Y allí mismo lo hicieron, sin prisas, bajo aquella hermosa luna que los
iluminaba, entregándose con pasión, llenándose de besos y caricias… Una vez, otra vez, llevaban días
así, dejándose llevar, olvidándose de todo y todos y dando rienda suelta a aquellos deseos incontrolados
que aumentaron en aquella isla…
Se sentó cómodo en aquel asiento y la dejó encima de él, ayudándola a moverse, enseñándola a
hacerlo, mientras la sentía arder en aquel jacuzzi, apretándola contra sí, haciéndola gemir de placer ante
el acto sexual… era muy placentera aquella postura, y así se lo dijo, no quería parar… y siguió, ayudada
por él, más rápido, más fuerte… hasta hacerla volverse loca con aquel orgasmo ahogado con los besos
de Michael que se levantó y la apoyó justo enfrente, empujando con fuerza unos segundos más hasta
llegar al clímax que lo hizo ahogar un grito muy cerca de su oído…
Se relajaron allí sentados… muy pegados, sintiendo los dedos de Michael por toda su piel, su pecho
agitado respirando a la misma vez que ella, y sus besos suaves en sus mejillas, sus orejas, su cuello…
Cerró los ojos… ¡Lo amaba! Tenía veinticinco años y jamás había sentido nada parecido por nadie…
Brian había sido el único chico al que besó siendo una cría… el único que trató de acariciarla en alguna
ocasión… Después de aquello… no recordaba nada, absolutamente nada bueno en su vida…
¡Su vida! Un autentico infierno lleno de golpes, insultos, humillaciones… ¡Su vida! Ni siquiera podía
decir nada bueno de ella… Se había perdido tantas cosas… Lloraba y Michael notó su cambio…
-¿Qué sucede, Nancy? – Preguntó secando sus lágrimas y abrazándola aún más fuerte…
-Soy tan, pero tan feliz, Michael, que todo esto me parece mentira… Hace muchísimo tiempo que no
recuerdo un momento de felicidad tan grande como los que tú me das. – Su voz sonaba tan triste. -
Recuerdo el primer golpe como si hubiese sido ayer… - Pudo decir entre lágrimas… - Ese pensé que
había sido sin querer… un accidente durante una pelea que no se pudo evitar… - Miraba hacia la nada,
recordando aquella imagen atroz, devastadora de su propia padre golpeando a Madison… - El segundo
es mucho más real… ahí te das cuenta de la realidad en un solo segundo… mientras sientes como miles
de agujas se clavan en tu cara… abres los ojos aterrada mientras sientes la sangre correr por tu boca… y
sabes que ya nunca más parará…
-Nancy, no tienes por qué hacer esto… - Trató de moverla en aquella bañera, seguro de cuánto estaba
sufriendo en aquel instante… - Cierra los ojos, relájate… conmigo estás a salvo de todo eso, nena.
-No te preocupes. - Y apretó su brazo con fuerza… le gustaba sentirse así, rodeada de él, segura de
todo mal… - Han pasado muchos años, estoy acostumbrada aunque eso no significa que no me aterre la
idea de que pueda volver a golpearme. Sí, Michael, me aterra, aunque ahora es más doloroso ver en qué
has convertido tu vida porque un ser miserable, al que llamabas padre, se propuso joderte viva… - Sus
lágrimas no dejaban de salir de aquellos preciosos ojos negros… Era bueno sacarlo todo, con él… La
escuchaba atento, abrazándola, acercando su cabeza a la de ella, haciéndola sentir que estaba a su lado…
- Hubo muchas palizas… hubo muchas noches… y cada vez trataba de escapar, de pelear, de rogarle que
no lo hiciera… No tenía a nadie que me hiciese sentir segura ni siquiera unos minutos… mi madre no
sabía nada y ni siquiera podía ir a su lado para contarle lo que me hacía… No podía desahogar mi dolor
con nadie porque me sentía tan avergonzada… ¡Era mi padre…! ¡¡Mi padre…!! – Su voz se llenó de
rabia y odio… - Un monstruo que me violó durante años y que destrozó mi vida de la noche a la
mañana…
La historia contada de sus labios era totalmente desgarradora… aquellas palabras eran suyas, sus
sentimientos, sus temores en aquellos instantes.... una cría asustada que se encontró sola con un monstruo
al que no podía plantar cara… Y lo hizo, muchas veces, pero solo recibía palizas mucho más fuertes y
golpes que se clavaban en su cuerpo con toda la fuerza que un hombre pudiese tener… En su rostro, en su
estómago, en sus costillas, en sus piernas amoratadas…
-Pasaste un autentico infierno, Nancy… - No sabía qué podía decir ante toda aquella historia… No
podía siquiera imaginar lo que debía haber sentido en aquellos momentos… -Y ni siquiera tenías a nadie
en quien apoyarte…
-Steven lo supo después. Él siempre trató de ayudarme, me acogió en su casa, me pagó la
universidad, me alimentó y me vistió durante años. Me consoló muchísimas noches de angustia y terror,
me aconsejó siempre lo mejor. - ¡Tanto que lo quería! ¡Tanto que había hecho por ella! Todo a
escondidas de él… Ni siquiera podía pronunciar su nombre en aquel momento…
-Es un buen hombre…
-Para mí el mejor. Y Jamás me pidió nada a cambio, nunca… - Lo quería muchísimo. - Todos
comentaron que buscaba algo de mí, que estaba enamorado, pero él jamás trató de sobrepasarse conmigo
y jamás insinuó absolutamente nada. Se lo guardó para él durante todos esos años.
Michael también lo pensó, lo pensaba y obviamente sus dudas fueron disipadas por él mismo cuando
le confesó aquel amor oculto e imposible.
-Es extraño como puedes pensar que no hay nada peor que tu dolor, que tu soledad… Te rindes y
piensas en acabar con todo… - Michael también había sufrido muchísimo… - Luego encuentras a
personas en tu vida que te demuestran que el autentico infierno, el verdadero horror ni siquiera te ha
rozado…
Nancy se dio la vuelta y miró a Michael… Claro que él había sufrido muchísimo… había perdido a
su mujer en su propia luna de miel… aquella debía ser horrible…
-No digas eso… No quiero imaginar lo que has debido pasar todos estos años con la muerte de su
mujer. - Y acarició su rostro con sus manos… Ella sabía lo que había pasado… su mirada se lo dijo el
mismo día que se encontraron…
-Nancy, mi vida no tiene nada que ver con la tuya. Yo tuve una infancia feliz, rodeado de cariño, de
amor… Mis padres se amaban muchísimo. - Recordó la separación… - Cuando se separaron sufrí mucho
al ver a mi madre destrozada, ella nunca supo por qué, ninguno lo supimos… y creo que aún se pregunta
qué paso, qué hizo mal, pero yo era un joven feliz, con mis amigos, mis estudios, mis hermanas…
-¿Con Sarah…?
-Sí… con Sarah… - Afirmó sonriendo… - La vida no fue fácil entre los estudios y el trabajo pero
para nada puedo quejarme de haber sufrido por ello. Tu vida ha sido un infierno desde niña… estabas
sola, con un ser miserable que abusaba de ti cuando le apetecía… no tenías escapatoria, nunca la tuviste.
Yo era un hombre fuerte, centrado, capaz de defenderme por mí mismo. - Cuanto le habría gustado saber
de ella entonces… la habría buscado, la hubiese defendido desde el primer día de saber de su existencia,
de su dolor… Y nadie lo habría detenido… - Cuando Elizabeth murió sentí que mi vida moría con ella…
estaba rodeado de gentes que querían ayudarme de corazón, pero me sentía solo…Me sentí solo porque
yo quise, Nancy, y me aislé porque fui egoísta…Si, egoísta. – Dijo al ver que se extrañaba. - No quería
que nadie pudiera arrebatarme siquiera un solo recuerdo de mi mujer… - Era la primera vez que hablaba
de aquella forma, sacando la verdad de su interior… -…los quería todos para mi, sus recuerdos, sus
palabras, su voz… deseaba retenerlos conmigo para siempre. Todos me ofrecieron ayuda, compañía,
cariño… pero yo elegí la soledad más absoluta porque era la única forma de mantenerla viva en mi…
para siempre.
Lo miraba allí, siendo totalmente sincero, sacando una verdad que debía ser dura sacar, que debía
costar sacar después de tantos años… Ni siquiera lo habló jamás con amigos, ni con Martin… aquel
había sido su mayor secreto y el más querido…
-Tú no tuviste elección, pequeña…Nadie te defendió de aquel monstruo del que no podías escapar
sola. Eras una cría que no tenía escapatoria…- Rozó muy suavemente aquellos labios perfectos… Y secó
sus lágrimas con sus manos, acariciando sus mejillas mojadas… -Y aún a pesar de todo siempre te
mantuviste fuerte.
-No siempre. - Dijo muy bajo, alzando las manos, mostrando sus brazos y quitándose las muñequeras
que siempre llevaba puestas. Notó las manos de Michael acariciándolas… Seguro no lo había notado…
Las cicatrices no eran muy grandes pero podían verse si te fijabas bien. - Steven llegó a tiempo de… - Y
agachó los ojos avergonzada mientras sentía las manos de Michael acariciar sus muñecas.
-¡¡Nancy!! – Asombrado. ¡Se había intentado quitar la vida! ¡¡Nancy, trató de suicidarse!!
La miró lleno de dolor, de lástima… No le extrañaba aquel acto en su vida, era tan comprensible que
hubiese desesperado en algún momento. Viviendo un completo infierno, siendo violada, golpeada,
insultada y sin ver ni un poco de luz por ningún lado. La única salida, acabar con todo y descansar…
-A veces pienso que hubiese sido mejor que…
-No lo digas. – Nunca. Sabía cómo terminaba aquella frase, sabía perfectamente cuáles eran sus
miedos, sus temores pero si Steven no la hubiese encontrado… No quería si quiera imaginarlo. - Le
estaré eternamente agradecido por ello, pero ahora estás conmigo, a mi lado, y nunca más tendrás la
necesidad de acabar con todo. - Y la abrazó fuerte, rodeándola con sus brazos, besando su frente. No la
soltaría, deseaba quedarse allí, en silencio, sintiéndola pegada a su cuerpo… respirando juntos. – No
tienes que tener miedo de nada, preciosa, porque voy a cuidarte siempre.
Capítulo 31
HIRO Y TIARE
Llevaban allí una semana, rodeados de un cielo inmensamente azul y de un océano de aguas
intensamente turquesas, disfrutando al máximo de excursiones, de tranquilas tardes en la playa, de cenas
románticas a la luz de la luna, de apasionadas noches de amor y sexo desenfrenado… estaban en el
paraíso más lindo del mundo y no podían ser más felices…
Casi todas las noches, exceptuando una o dos que fueron al restaurante Japonés Shushi Take, cenaban
en el Lagoon, idóneo para cenas románticas a la luz de las velas y con unas vistas maravillosas a la
laguna… Podían ver tras el cristal algún que otro tiburón buscando presas, bajo sus pies… Nancy se
ponía nerviosa siempre que los veía y Michael no podía evitar sonreír al verla temblar…
En aquellos días pudieron visitar el monte Otematu, más de dos horas de subida y en la que hubo
partes con pendientes muy empinadas pero mereció la pena ante las maravillosas vistas que tuvieron del
océano desde la gruta que había en su interior… Disfrutaron al máximo de aquellas vacaciones en el
paraíso, excursiones al interior de la isla, viendo vestigios de templos polinesios, compras artesanales de
joyas de piedras y madera, juegos en la playa, surf, windsurf y esquí acuático entre otros… Días mágicos
en un entorno inigualable donde olvidarse de todo…
Desde su cabaña podían tirarse directamente a la laguna, durante las noches tranquilas lo hacían,
solos, iluminados por la luna y algunas luces que venían de los bungalows cercanos… Permanecían allí
abrazados, mirándose en aquella tranquilidad que les brindaba Bora Bora, sintiendo sus cuerpos muy
pegados bajo el agua… Nunca hicieron nada más allí, miedosos de ser vistos por los vecinos de
alrededor, pero sí aprovecharon la soledad de la playa, a oscuras, muchas noches, cuando bajaban por el
potón privado y se quedaban allí… solos, en silencio… sintiendo la excitación bajo sus bañadores…
echándolos a la orilla y quedando desnudos mientras se acariciaban y se entregaban al placer…
-Llamaste mi atención desde el primer día que te vi, Michael. – Le dijo allí echada, en la orilla,
desnuda… junto a su cuerpo varonil, fuerte y bronceado…
Acababan de hacer el amor, allí mismo, extasiados…
La miró a su lado, boca arriba, mirando la luna que se alzaba sobre ellos… Sonrió… estaba tan
bonita… era tan perfecta…
-¿Ah, sí? Eso fue…
-En la entrada del edificio…tropezamos y cayeron unos documentos que tenías en la mano… No lo
olvidaría jamás…
-Cierto… - Respondió recordando aquel momento… - Pero, fue un segundo… ni siquiera
hablamos…
-Vi tus ojos… - Michael la miró mientras la escuchaba…- Solo eras un ejecutivo más, altivo,
presumido, estirado…
-Ei, ei… ¿¡se está volviendo una costumbre eso de estirado!? - ¿Lo estaba llamando pijo? Estiró una
de sus manos y trató de hacerle cosquillas…
-Ni siquiera me hablaste… - Lo estaba dejando bastante mal, pero era cierto… recordó que ni
siquiera había aceptado sus disculpas aquel día… - …pero hubo un segundo en el que te miré a los
ojos… y vi a un hombre totalmente distinto a lo que realmente aparentaba… - Lo tenía allí, muy cerca de
su cuerpo, mirándola embobado… - Vi toda tu tristeza solo con una mirada…
Se movió en aquella arena y se puso de lado, apoyando su cabeza sobre uno de sus brazos… Nancy
no lo miraba, sonreía mientras relataba su experiencia al conocerlo pero mirando hacia arriba…
ensimismada en sus palabras…
-Luego seguimos tropezando unas veces más…
-Muchas veces… - La corrigió consiguiendo que girase la cabeza y lo mirase, a su lado, riendo con
sus palabras…
-Eras tan sumamente seco conmigo…cualquier chica hubiese desistido al momento… - Era cierto
pero ella no lo había hecho… gracias a Dios…. – Pero en el fondo de mi alma yo sabía que me
necesitabas… Te veía sonreír con mis bromas… conseguía ponerte nervioso en segundos… y en esos
instantes tu mirada cambiaba tanto… - Pasó su mano por su rostro, acariciándolo y recibiendo un beso de
Michael… - …supe que debía quedarme a tu lado pese a que tratabas de evitarme…
-Sí…la verdad es que fuiste una chica muy insistente… - Menos mal… claro… - …aunque no lo
creas no me fue fácil controlarme… te pegaste meses provocándome… - Michael se acercó a ella aún
más, sus caras estaban totalmente pegadas, sus cuerpos de nuevo juntos…
-Sí… - Reía… - Estabas coladito por mi…pero te hacías el desinteresado…
-¿Tú crees? – Preguntó bromeando. - No llamaste mi atención hasta… - lo pensó… - …el día que nos
encontramos cerca del despacho de Steven… Tú querías salir…yo entrar…
Nancy se sentó en aquella arena sobresaltada… ¡No podía ser! ¡No había notado su presencia hasta
aquel día!
-Pero, ¡eso fue el tercer o el cuarto tropiezo que tuvimos! ¡No te fijaste en mí hasta entonces! – Dijo
extrañada… Él sonreía…
-Cuando te diste media vuelta me giré a verte… sin que te dieses cuenta… y te miré ese precioso culo
que tienes…-Y se tiró encima de ella, girando sobre la arena, dejando que la orilla mojase sus cuerpos
desnudos… La dejó encima, mientras apretaba su trasero duro y la veía abrir la boca sorprendida…
-¿Me miraste el culo? ¿Eso es lo que te llamó la atención de mi? – Y llenando sus manos de agua se
la echó a la cara, jugando, riendo…
-Sí… - Dijo entre risas… - Tienes un culo que me pone enfermo, Nancy… Siempre que podía lo
miraba, mientras bailabas, cuando pasabas por mi lado… ¡Dios! – Dijo cerrando los ojos para
provocarla… - ¡No tienes ni idea de cuántas noches he soñado con él! – Y aquel susurró volvió loca a
Nancy que dejó que se metiese en su boca y que su lengua se adueñara de ella…
La miró allí tumbada, mientras acariciaba su pelo mojado y besaba su cuello, sus mejillas, su nariz…
Se quedó allí, encima de ella, minutos tal vez, sin dejar de mirarla, repitiéndole dulcemente cuanto la
amaba, dejando que las manos de Nancy acariciasen su espalda, su cintura…
¿Cómo era posible que existiera algo tan maravilloso y tan grande como lo que sentía por aquella
chiquilla? Ni siquiera podía creerlo aún… amor… la palabra amor se quedaba pequeña para aquello que
lo invadía cuando la miraba, cuando la tenía pegada a su cuerpo y la veía sonreír de aquella forma… En
sus brazos, acariciando su rostro, contemplando aquellos ojos profundos que lo transportaban a otro
universo fuera de lo real… ¿Amor? Nancy era mucho más que esas cuatro letras… Nancy lo era todo…
Y supo al cien por cien que era la persona con la que quería compartir su vida para siempre en
aquella isla, durante una boda tahitiana que se celebraba en la playa, justo delante de ellos… Los
miraban desde el restaurante, una pareja de turistas que había decidido sellar su amor con aquella
preciosa tradición que enamoró a la joven… Se levantaron de aquellas sillas y se acercaron hasta la
ceremonia para disfrutar de ella mucho más cerca… Dos jóvenes totalmente enamorados que daban el sí
quiero en aquella playa, acompañados de danzas y música tahitiana, de flores y emociones a flor de
piel…
La miró allí, mientras la abrazaba… Nancy casi lloraba de la alegría… le había parecido algo
sumamente bello, una increíble muestra de amor mutuo que tal vez no valiese a términos legales pero que
simbolizaba mucho más que un papeleo y una fiesta millonaria… Era la forma más hermosa de compartir
tu vida con la otra persona… de sellar un amor único bajo el cielo de Bora Bora…
Y allí supo que deseaba hacerla suya para siempre… sin ningún tipo de dudas, sin más explicaciones,
sin testigos, sin familia… solo ellos dos y aquellas playas paradisiacas que los había unido aún más…
Siempre supo que era ella la persona con la que deseaba estar hasta el final de sus días, pero allí, en
aquel lugar de ensueño había tomado la decisión definitiva de unirla a él para siempre… No había dudas,
no había temores de ninguna clase… Nancy era su vida entera y no tenía que pensar nada más…
-Hagamos una locura, Nancy… - Le dijo en el oído, abrazándola con toda su fuerza… - Cásate
conmigo… aquí… ahora…
Nancy se giró en sus brazos y lo miró totalmente asombrada… su boca abierta al igual que sus ojos…
¿Qué había dicho? ¿Casarse? ¡Estaba loco! Rió… nerviosa…
-¿¡Quieres que nos casemos!? – Lo había escuchado perfectamente sin ninguna duda… pero seguía sin
poder creerlo… - ¡Estás loco! ¡Michael! ¡Esto es una cosa muy sagrada uno no puede decidirlo así… a la
ligera! Apenas me conoces hace unos meses…
-No necesito más… ¿Tú sí?
-No, claro que no… pero, esto es algo precioso, Michael. Para mi es algo para toda la vida, no
quiero casarme para unos meses. ¿Entiendes? Y aunque una boda aquí no sirva legalmente, para mí serías
mi marido para siempre… - Lo decía totalmente en serio… y Michael lo sabía.
-¡Oh, vaya! Si es para toda la vida… yo pensaba volverme a casar en unas semanas con otra chica…
- Y sujetó su rostro mientras reía y la besaba con ganas… Bromeaba por supuesto… Quiero que nos
casemos, quiero compartir mi vida contigo para siempre, Nancy… Quiero que seas mi mujer… me muero
de ganas por ser tu esposo y este lugar me parece el lugar más hermoso para hacerlo.
Sus besos comenzaron por la boca pero no se detuvo… sus ojos, su frente, sus orejas, su cuello, su
nariz… no paraba… mientras le pedía un sí como respuesta… podía estar así hasta recibir lo que tanto
ansiaba… un sí quiero ser tu esposa… Y lo escuchó… y sus palabras sonaron a música en su corazón, en
su alma entera que gritó en aquella playa mientras la elevaba en sus brazos y giraban juntos… No podían
ser más felices….
Decidió ir a comprar algunas cosas para la boda que se celebraría en veinticuatro horas… Michael
ya había hablado con la dirección del hotel, la cual trató en todo momento de buscar un hueco para el
enlace de aquellos huéspedes que desde el primer día fueron excelentes clientes… Tenían varias cenas a
cargo del hotel por ser clientes especiales así que no tardaron en buscar un día para celebrar aquella
boda que, obviamente, también costó un precio bastante alto… Todo en Bora Bora era caro… pero todo
daba igual en aquellos momentos…
Michael estuvo revisando unos documentos mientras Nancy hacía algunas compras en las tiendas del
complejo… pareos, vestidos, bikinis, ropa interior, esencias especiales de Bora Bora… Llegó a la
habitación con varias bolsas… le había venido bien estar solo unas horas para solventar aquellos
problemas de los que le habló John por teléfono… Nada importante pero eran detalles que él debía tener
en cuenta para su vuelta… en unos días…
Aprovechó la salida de Nancy para abrir el portátil y sentarse tranquilo a echar un vistazo a aquellos
documentos mientras tomaba una copa de vino… La vio aparecer contenta, ensimismada en todas las
cosas que había comprado… ropa sencilla, blanca y pareos con colores llamativos para la isla… Daba
vueltas por la habitación sacando las cosas de las bolsas… lo miró… ensimismado en aquellos
documentos… Pensó…
Se metió en el baño y se quitó la ropa...Se dio una ducha rápida en aquel impresionante baño y se
colocó una pequeñas braguitas de bikini que había comprado… Eran tangas… ella no solía usarlos… le
parecían incómodos… pero se trataba de jugar con él. ¿Tanto que dijo que le gustaba su culo? Quería
jugar, quería provocarlo, quería llevarlo al límite… por eso se metió en internet tras la conversación con
Carol, Helen y Rebecca. Allí podría enterarse de tantos cosas desconocidas para ella. Sexo, juegos,
provocación, límites, deseos… empapándose de cada cosa que podía enloquecer a Michael, de cómo
volver loco a un hombre en cuestión de segundos. Sí que había temitas para leer…
Y allí pasó horas, leyendo, informándose, ruborizándose por algunas historias que leía de gente que
sin ningún tipo de pudor contaba sus intimidades allí, en internet… ¿La gente estaba loca? ¡Cómo
describían las relaciones sexuales! ¡Cómo decían gozar! ¡Y qué guarradas decían sin cortarse nada de
nada! Hubo momentos en los que cerraba el portátil de casa, segura de que aquellas cosas nunca las haría
con Michael… bueno, ni con él ni con nadie. Luego de unos minutos de rubor y excitación, volvía al
ataque… se calmaba, abría su mente y… volvía a leer. Sí, había muchísimas cosas que debían aprender y
otras muchas que deseaba hacer con el único hombre que la hizo sentirse mujer a sus veinticinco años.
Salió del baño desnuda… solo con aquella minúscula prenda que dejaba al descubierto su precioso
trasero… Michael la miró mientras se colocaba la parte de arriba de aquel bikini y se acercaba a él…
-¿Qué te parece? Me lo he comprado para que vayamos a la playa un ratito… - Le dijo paseándose
frente a él y girándose a menos de medio metro… dándose la vuelta, dejando que se fijase bien en su
trasero… ese que tanto le gustaba… - Como decías que te gustaba tanto… - Dijo cogiendo su mano y
dejando que la tocase… suave, despacio… - …he pensado que tal vez te gustaría presumir delante de
todos del…culo de tu chica…
Michael cerró los ojos y se echó hacia adelante en aquella silla… Colocó sus codos en la mesa y
pasó sus manos por su cara. La miró. No podía creer lo que estaba haciendo. Seguía provocándolo y
cómo lo hacía…
No dijo nada, permaneció callado allí sentado, mirándola de arriba abajo, mientras se movía por
aquel salón, contoneándose, girando la cabeza para ver si la observaba. Claro que lo hacía, ni que fuese
de piedra.
Tomó aire y respiró hondo… Contrala Michael, pensó. Contrólate.
-Dijiste que soñabas con él… Dime…-Y subió los brazos para colocarse un pequeño vestido blanco
ajustado a sus pechos, a su cintura, a su trasero… Lo dejó caer mientras conseguía que bajase por su
cuerpo, entallándose en él… - …¿le hacías algo en especial?
Se echó atrás, cerrando el portátil y moviendo la silla de la que se levantó despacio… cogió la copa
de vino y bebió un poco. Lo había conseguido. Quería jugar… quería buscarlo hasta ponerlo malo, pues
lo había conseguido. ¿De verdad pensaba que iba a quedarse allí sentado viéndola provocarlo de aquella
forma?
-Cuidado, Nancy. Quien sabe… tal vez no te guste la respuesta.
-¿Y si me gustase? – Claro que la sabía. Era lo que quería. - Quizás la imagine… – Soltó
mordiéndose los labios y mirándolo de reojo. Sabía cómo excitarlo… lo estaba, podía notarlo, había
conseguido lo que deseaba. Jugar…
Se acercó despacio hasta ella, la miró muy de cerca. ¡Cómo le gustaba jugar! Colocó sus manos en la
mesa, obligándola a inclinarse… estaban muy pegados… tal y como ella había querido.
-No sabes lo que has hecho. - Y acercó su boca a aquellos preciosos labios que tanto le gustaban. La
besó despacio, echando su cabeza hacia atrás, metiendo su lengua dentro, una vez, despacio… otra vez,
hasta el fondo… saboreándola bien.
La miró a los ojos, seguro de lo que acababa de decir… seguro de lo que estaba buscando y de lo que
le haría. Ella lo deseaba, podía notarlo en sus ojos, en su boca deseosa, en su cuerpo hambriento de sexo,
de placer. Tantos años sin mantener ningún tipo de relación con nadie, sin saber lo que era una caricia de
un hombre, un beso… él había despertado toda la curiosidad en ella, en una joven hambrienta por
descubrir, por saborear… por disfrutar…
Sujetó su mano y tiró de ella hacia el baño. Bajó las persianas, con calma, mirándola y dejó una luz
tenue en la estancia… así era mucho más acogedor. Se acercó a ella y la acercó hasta el mueble de aquel
lavabo. Subió sus manos hasta su cintura, entallada en aquel precioso vestido blanco que tan bien le
sentaba… Acarició su culo, suave, con movimientos lentos… Y entonces apretó sus manos mientras la
estrechaba contra su cuerpo, sin dejar de mirarla.
-¿De verdad quieres que te diga lo que le hacía en mis sueños? – Y la miró fijamente, no tenía ni idea
de las ganas que lo invadía y no, precisamente, de explicárselo… quería hacérselo.
La giró, mirándola en aquel espejo mientras sujetó sus manos y las colocó en aquel lavabo... se pegó
a su culo…rozándose en él mientras besaba su cuello, lamiéndolo… Nancy cerró los ojos… sintiéndolo
duro tras ella…
-Preferiría que me lo hicieras. - Susurró sin abrir los ojos… sintiendo sus manos recorrerla entera…
deseándolo como nunca… no podía controlar aquellas sensaciones que Michael la hacía sentir…
recorrían todo su cuerpo por entero…
-Mírame, Nancy… - Y la vio abrir los ojos y mirarlos tras el espejo… - ¿Esto también es idea de mis
hermanas? Porque no tienes que hacer nada que no quieras. Te lo digo en serio, preciosa. – La vio negar
con la cabeza. - ¿Rebecca? – Sabía que hablaban de aquellos temas… eran chicas... - ¡Vaya! ¿¡Iniciativa
propia!? – Y aquello le gustó, muchísimo.
-Estuve investigando un poco en internet. – Tímida, sintiendo el calor recorrer sus mejillas que se
sofocaban al máximo. – Hay tantas cosas de las que no tenía ni idea… bueno, leí algo sobre las cosas que
os gustan a los hombres y… ¿Eso te gusta no?
-¡Claro que me gusta nena, pero no se trata de mí, sino de ti! - ¿Qué si le gustaba? Enfermo estaba
solo de pensar en poder follarse aquel precioso culo. – Quizás sea un poco fuerte para alguien que acaba
de empezar en el sexo… No quiero que te asustes.
-Quiero hacerlo. – Segura, o al menos intentaba parecerlo. Temblaba solo de imaginarlo. Placentero
para ellos, placentero para algunas mujeres… y doloroso. Solo podía recordar aquella palabra.
Doloroso. Muy doloroso.
-Está bien, preciosa. – Y se pegó a ella todo lo que pudo, la sintió temblar. - ¿Tienes alguna duda
sobre el sexo anal? – Le soltó sin más vueltas viendo como ella se volvía tímida de momento… - Si
tienes que preguntarme algo, es el momento, Nancy, porque es precisamente lo que voy a hacer ahora
mismo. Follarme tu precioso culo. - La veía algo asustada, era normal, era algo nuevo para ella… no
quería dañarla, no deseaba crearle ningún trauma… no otro más… Sus experiencias sexuales habían sido
tan traumáticas que para nada deseaba hacerle algo que pudiera perjudicarla… Para alguien como ella,
no era algo normal… lo sabía, la conocía… solo necesitaba que estuviese segura…
Sujetó aquella copa y se la acercó a sus labios, ella no solía beber alcohol, pero lo necesitaría en
aquel momento… Bebió solo un poco pero Michael insistió… Debía beberla entera… lo hizo…
Nancy agarró sus manos y lo ayudó a levantar el vestido hasta su cintura mientras lo miraba en aquel
espejo, mordiéndose los labios… No diría nada… hablar de sexo le daba tanta vergüenza… pero quería
hacerlo… Nancy sabía lo que pasaría no era tonta… puede que la práctica ni fuera lo suyo pero no era
una niña… sabía de sexo, de relaciones, de todo lo que hacían en la cama un hombre y una mujer… y
aquello… deseaba hacerlo también.…
Y sintió como bajaba aquellas braguitas, solo un poco, mientras la hacía abrir las piernas… Sabía
que dolería…pero quería hacerlo…con él… Escuchó tantas veces a Rebecca y a William hablar sobre
ello… de cuánto les gustaba, de cuánto dolía y de cómo volvía loco a los hombres hacerlo de aquella
forma... No se cortaron nunca a la hora de hablar de sexo delante de ella… Y quería hacerlo…
Michael se alejó de ella, acercándose al otro lavabo se agachó y buscó entre las cosas… Sacó un
pequeño bote… era aceite corporal… era obvio que allí no tenían otro… mejor ese que ninguno… Miró
de nuevo. ¿Qué era eso? Un bote pequeño de lubricante anal… La miró sonriendo mientras cogía el bote
y se lo enseñaba. ¿En serio lo había comprado ella? Sonrió.
-Lo he comprado yo. – Dijo mordiéndose los labios.
-Ya me lo imagino… - Andando directo a ella, fijando sus increíbles ojos en los suyos, poniéndola
muy, muy nerviosa. - …no es precisamente algo que suelan dejar en los baños de los hoteles como
recuerdo.
Pensó en lo que iba a dolerle… Cerró los ojos y trató de no pensar… Suspiró y al volver a abrirlos
encontró a Michael detrás de ella… Su mano estaba resbaladiza… sabía por qué… y pegó un salto al
sentir su mano acariciando su culo… suavemente, mientras la observaba en aquel cristal… No podía
levantar la vista, estaba tan ruborizaba…
-Veo que has pensado en todo, nena. – Susurrándole en el oído.
Y ni siquiera lo esperó… Michael metió uno de sus dedos dentro de ella haciéndola gritar de dolor…
¿De verdad se había puesto el lubricante que compró en New York? Dolía muchísimo… pero lo dejó ahí,
haciéndolo, despacio, sin prisas… daba igual, seguía doliendo y bastante… No lo miraba, cerró los ojos
aguantando el dolor mientras seguía empujando, dejando que se acostumbrase… y entonces sintió que
salía… Uf, menos mal, pensó… pero la salida dolió aún más… No se quedó quieto… volvió dentro, esta
vez con dos dedos, esta vez más fuerte, con más ganas… Agarró su mano para hacerlo parar mientras
apretaba los dientes, sin querer gritar de nuevo… pero Michael no paró… Siguió empujando sus dedos
dentro de ella, hasta el fondo… dentro, fuera, con ganas, con fuerza, con puro deseo… Se pegó a ella...y
le habló en el oído… Calma… tranquila… Relaja el culo… No podía… de verdad que era muy
doloroso…
Él lo sabía…
Sintió un gran alivio al sentir sus dedos fuera de su culo… Lo miró mientras tragó saliva, aliviada…
Michael estaba muy excitado… pero se quedó detrás de ella, quieto, esperando… No haría nada más
hasta estar seguro… Lo pensó unos segundos mientras lo miraba… Uf, si aquello le había dolido de
aquella forma… no quería ni imaginar…
-¿Quieres más, Nancy, o ya has tenido suficiente? – Y ni siquiera supo por qué contestó aquello…
debía estar loca… Asintió… ¡quería más! Le dijo mientras lo veía sonreír…
Hasta ahora Michael siempre le había dado muchísimo placer en la cama… era maravilloso todo lo
que hacían, todo lo que él le enseñaba… sabía que aquello sería igual pensó mientras lo veía
desabrocharse aquel pantalón…
Sintió un dolor muy profundo en lo más hondo de su ser y gritó, ya lo creo que lo hizo… Notaba la
mano de Michael en su cintura, sujetándola, mientras lo sentía detrás, empujando, despacio, con
suavidad, introduciéndose poco a poco dentro de ella… Cada sacudida la hacía cerrar los ojos y
aguantar los gritos que deseaban salir desesperados de su boca, de dentro de su ser… Sujetó con fuerza
el borde de aquel lavabo mientras lo sintió empujando una vez, otra vez, con ganas… Entrando poco a
poco en su interior, despacio pero sin detenerse…
-¿Esto es lo que quieres, nena? - Estaba excitado, muy excitado, lo notaba, lo escuchaba… Podía
sentir el calor de su sexo dentro de ella, la dureza de aquel miembro que no dejaba de empujar más y
más… Se detenía… moviéndose en vaivén… seguía quieto y volvía a moverse…- ¿Querías sentirme
dentro de ti, preciosa? – Le dijo mientras lamía su oreja… Dolía tanto… sentía muchísimo dolor, casi
podía decir que no era placentero… Ni siquiera podía moverse porque eso hacía que se retorciese de
dolor aún más... sabía que ella misma lo había buscado, nadie la había obligado a hacerlo y además a él
le gustaba tanto…
-¡¡Duele!! – Consiguió decirle, sintiendo como cien mil agujas la pinchaban por dentro… No
conseguía disfrutar… - ¡¡Duele mucho, Michael!!
-Relájate… vamos, nena… Estás en tensión… - Le dijo acariciando su trasero bastante dolorido… -
¿Quieres que siga…? No lo haré si no estás totalmente segura, Nancy…– Le dijo al ver su expresión de
dolor… Sabía que le dolía, notaba su rostro compungido… La sentía apretar el culo ante sus sacudidas
mientras cerraba los ojos y aguantaba el dolor… la observaba atento mientras la penetraba despacio, una
y otra vez… Él sabía cuánto dolía…
Y paró… siguió dentro, quieto, dejándola que lo sintiera, que su cuerpo se acostumbrase a él y
comenzase a dilatarse… poco a poco… No era lo mismo que el sexo vaginal, lo sabía… Debía tener
calma, era su primera vez, se acostumbraría, su cuerpo lo haría, él la enseñaría al igual que hizo con
Sarah y Elizabeth… Las dos disfrutaron muchísimo y ella también lo haría…
Nancy quería seguir… Lo miró en aquel cristal, agitado, dentro de ella… No quería que parase…
quería que la enseñase, que la hiciera disfrutar… Sonrieron mientras se miraban cómplices… Ambos lo
deseaban con locura…
-¿Sabes desde cuando quería hacerte esto, preciosa? ¿Lo sabes? Ni te imaginas cuántas veces he
soñado con follarte así… - Y se movió muy despacio… una vez, otra vez… paró… la dejó sentirlo de
nuevo… todo estaba muy apretado allí dentro… aún debía seguir dilatando… metiendo su mano en su
sexo, acariciándola, haciéndola gozar en todos los sentidos… La oía gemir con aquellas caricias… la
volvían loca y él lo sabía, por eso siguió ahí, rozando su clítoris que pedía más… que no podía más…-
…así…eso es… demuéstrame cómo te vuelves loca… - Le susurró… - … siénteme… - Se apretó contra
ella… - … tienes un culo precioso, nena… y me muero por follártelo… - Y aquellas palabras en su oído
sí que la hicieron volverse loca mientras lo notaba moverse muy despacio, empujando con fuerza, poco a
poco…
Su mano húmeda en su sexo no dejaba de moverse mientras la otra la sujetaba, inclinada en aquel
lavabo, sintiéndola gemir cada vez más… Le gustaba… ahora sí… Y empujó mucho más… de prisa, con
ganas… despacio, suave… sin dejar de besarla, de meter su lengua dentro de su boca, ahogando sus
gritos ante las embestidas de él… pero no paró… ya no podía… ya no querían… La tenía justo ahí,
viendo como se movía al compás de él, sintiendo como relajaba el culo, ahora sí le gustaba… ahora sí lo
disfrutaba, gimiendo de placer, pidiendo más… y se lo dio…todo… Nancy se enloqueció de una forma
incontrolable, moviéndose a la misma vez que Michael, tratando de ahogar aquellos gritos del placer más
absoluto que invadía todo su ser… y él siguió aún con más ganas, sintiendo aquella humedad en su mano,
cada vez más, notándola gozar hasta el límite y consiguiendo que llegase al clímax mientras se adueñaba
de su precioso culo que se folló con todas las ganas… ¡Dios, cómo conseguía ponerlo solo de pensarlo!
Michael no paró de empujar todo lo que pudo, durante todo el tiempo que pudo aguantar,
saboreándola, disfrutando al máximo de algo que había deseado desde aquel día en el gimnasio… cuando
Nancy bailó para él, rozándolo, provocándolo, haciéndolo desearla con todas sus fuerzas…
La bañera aún tenía agua tibia… había dejado que se relajase allí, con él… Sabía que estaría
dolorida después de aquello, que le costaría sentarse durante algunas horas… así que llenó aquella gran
bañera y se metió con ella… en silencio, dejándola que se tumbase a su lado, sobre su pecho, mientras
acariciaba su espalda y sus piernas…
Nancy estaba callada, no decía nada… solo lo abrazaba, con los ojos cerrados, notando su
respiración en aquel pecho firme… Se sentía tan culpable… Ni siquiera sabía si aquello era algo normal
en una pareja…
Michael habló con ella, sabía lo que le pasaba y no debía sentirse mal… Ambos habían hecho algo
que deseaban, que les había gustado, no debía martirizarse por ello. ¿Por qué? ¿Por qué no era algo muy
usual entre parejas? Eso no era del todo cierto…
-Nancy, no tienes por qué avergonzarte. - Y besó su frente dulcemente. -Escúchame… No hay nada
malo en lo que hemos hecho. ¿Te sientes avergonzada porque te ha gustado? – Sabía que sí y la vio
agachar la mirada ruborizada. - Es normal que quieras averiguar, probar y no hay nada de malo en ello.
De hecho quiero que sigas haciéndolo, quiero que investigues y que te mueras de ganas de probarlo todo
conmigo.
-¿Y por qué me da tanta vergüenza decir que me ha gustado?
-Pues porque la gente tiene muchísimos reparos en el sexo, Nancy, a pesar de que estamos en el siglo
veintiuno… - Sujetó su barbilla y la hizo levantar la cabeza… - Tienes mucho que aprender… Aún
vivimos en una sociedad en la que a la gente le cuesta decir, sin pudor, que tienen sexo oral con sus
parejas… y si hablamos de lo que hemos hecho nosotros hoy… no conocerás mucha gente que admita que
lo ha probado… mucho menos dirán que les ha gustado.
-¿Entonces… no es malo? -¿Bueno, malo? ¿Quién dictaminaba los valores en algo así? Cada uno
hacía lo que el cuerpo le pedía, lo que su mente le dejaba hacer… y sentir… ¿Quién podía juzgar a
alguien por sentir, por gozar?
-No, pequeña. Nada de lo que haga una pareja en la cama es malo, siempre que los dos estén de
acuerdo en lo que van a hacer…
-¿Tú lo has hecho muchas veces?- Quería saberlo - ¿Con Sarah, con Elizabeth? – Preguntó agachando
la mirada… ¿Cómo era posible que sintiera tanto pudor al hablar de aquello con todo lo que habían
hecho juntos? - ¿A ellas les gustaba? – Era algo así como… si a las demás les gusta entonces no soy un
bicho raro… ¿No?
-Nancy, no me parece elegante hablar de lo que he hecho en la cama con otras mujeres… - Y se
sonrió… La veía tan perdida, tan ruborizada… solo quería saber que ella era alguien normal y no una
pervertida… - Sí… a ellas les gustaba… -Le dijo amablemente al verla tan preocupada…
Se mordió los labios…pensando… no iba a negarlo… al menos no a él… tal vez no estuviese
preparada para salir y gritarle al mundo entero cuando gozaba en la cama con Michael, pero… al menos
a él no lo engañaría…
-Pues… a mí también me ha gustado… mucho… -Especificó mientras lo veía sonreír a su lado…
-Ah ¿sí?... – Y jugó de nuevo… - ¿Y qué te ha gustado, Nancy?
-Pues lo que hemos hecho… - Miró a los lados…No iba a decirlo, estaba claro… Pese a todas sus
palabras, ella se moría de la vergüenza…
-¿Y qué hemos hecho? –La obligaría a decirlo… Pero ella se sonrojó… habían hecho el amor…
aunque en el fondo sabía que no era cierto… Y lo vio mover la cabeza, juguetón… Negaba… No había
hecho el amor para nada… - Tu y yo no hemos hecho el amor hoy, Nancy…
-¿Ah, no? – Bajando la mirada.
-No.
-¿Y entonces? – Sabía la respuesta, claro que la sabía.
-Te he follado el culo, preciosa… - Le soltó ante la risa de ella, avergonzada… Levantó su barbilla y
la miro muy cerca de sus ojos, de su boca… - …y te lo follaré mil veces más hasta que te corras de
placer como hoy. - Intentó bajar la cabeza pero Michael no la dejó. ¡Dios que vergüenza le daba todo
aquello! - Pero solo lo haré cuando tú me lo pidas… - Él también sabía jugar y le encantaba hacerlo… -
Si me pides que te haga el amor, te haré el amor… pero si quieres más de lo de hoy… será mejor que
empieces a llamar las cosas por su nombre, o tu precioso culo va a pasar mucha hambre…
Nancy le echó agua en la cara mientras lo veía reírse sin parar… ¡Cómo le gustaba provocarla de
aquella forma hasta hacerla enrojecer! Era una cría hambrienta de sexo, descubriendo un mundo
totalmente desconocido para ella y a veces se sentía muy descolocada…
Lo miró ruborizada al máximo… qué malo era… ¿Cómo iba ella a decir aquellas cosas así? Solo de
pensarlo se ponía muy nerviosa… No estaba acostumbrada a usar esas palabras… y no era tonta, sabía
cuánto le ponía esas cosas a un hombre… pero no sería fácil… La práctica para ella no era nada fácil…
Deseaba hacer todo con él, lo pensaba, lo intentaba provocándolo pero luego… cuando lo veía acercarse
a ella como aquel día, decidido a hacerle… bueno… trataría de acostumbrarse poco a poco…
Pasó su brazo por su cuello, acercándola a ella y le habló en el oído… muy bajito… consiguió
decirlo, no sabía cómo, pero lo había hecho…solo a él mientras lo veía sonreír con sus palabras… ¡Oh,
no! ¿Por qué hacía eso? ¿Por qué se reía? Eso la avergonzaba aun más…
-Te aseguro que no más que a mí, Nancy… - Estaba tan graciosa diciendo aquellas cosas… tímida, en
su oído, como si alguien pudiese escucharlos en aquella villa… Le hacía tanta gracia que quisiera probar
aquellas cosas pero que se muriese de vergüenza solo de hablarlo…
Cerró los ojos y siguió acariciándola despacio… el agua aún estaba tibia… se estaba a gusto en
aquella bañera, con aquella luz tenue que entraba por algunas de las rejillas que dejó levantadas…
Quietos, acariciándose mientras se relajaban… No podía creer que de verdad sintiese vergüenza por
lo que pudiesen hacer en la cama… Quería saber y averiguar todo lo relacionado con el sexo… con él…
pero a la misma vez, a pesar de sus juegos… sentía algo que la echaba para atrás… Y no era
precisamente el miedo a lo desconocido… sino el miedo a que estuviese mal… a que pudiese gustarle…
Era extraño tener que explicar aquellas cosas… Él precisamente, que tan libremente había vivido el
sexo, en su juventud… con chicas en la universidad y en el instituto… con Elizabeth que jamás se
escondió ni se avergonzó de nada… Eran muy distintas… Ella siempre quiso más… pidiéndole a
Michael todo cuánto le apetecía en cada momento… vivieron momentos totalmente llenos de placer, sin
pudor, sin ningún tipo de reparo…
No podía decir que no había vivido el sexo en toda plenitud… en el instituto, en la universidad, con
Elizabeth, con Sarah… con Edward…
Miró a Nancy, a su lado, tranquila, sosegada… La abrazó muy fuerte, acariciando su espalda mojada
y bajando su mano hasta su precioso trasero aún dolorido… ¡Cuánto tenía que aprender y cómo deseaba
enseñarla! Rió… Recordó las noches en la playa, en su apartamento, en aquella villa… Noches
completas de sexo, de placer infinito… y ahora… ahora estaba en sus brazos ruborizada… ¡Era increíble
después de todo lo que habían hecho juntos! Volvió a reír recordando aquella mañana en su despacho…
sí… cada experiencia era nueva para ella y no podía siquiera mirarlo a los ojos mientras llegaba al
orgasmo… cerraba los ojos, miraba hacia otro lado…incapaz de mantener la mirada en sus ojos por el
rubor…
Era maravillosa toda ella… y apoyando la cabeza en la de Nancy, cerró los ojos y permaneció a su
lado, desnudos en aquella bañera…
La vio aparecer con un precioso pareo blanco que resaltaba el bronceado de su piel… La piel de
Nancy era morena de por sí pero después de aquellos días en Bora Bora había conseguido coger mucho
más color… Sus hombros descubiertos, sus pies descalzos sobre aquella arena blanca… su pelo negro
suelto, adornado con una flor color roja que recogía detrás de su oreja…
La vio caminando despacio hacia él, lo miraba sonriendo, realmente preciosa, como nunca… Sus
ojos tenían un brillo especial aquella tarde mientras caminaba hacia aquel pequeño altar que habían
formado en la playa con hojas de cocoteros y flores de hibiscos… Sus manos llevaban un pequeño ramo
de flores blancas: Tiare, muy conocidas allí por ser el emblema de la isla…
¡No podía estar más bonita! ¡Era un sueño verla allí, andando hacia él mientras algunos indígenas
tocaban algo de música a su paso y ellas lanzaban pétalos de flores a sus pies… Le sonrió… ¡Dios…
como la quería…! ¡No podía estar más seguro en su vida que a su lado! ¡Solo con ella, con sus preciosos
ojos negros que lo embelesaban!
Michael llevaba un pantalón blanco y una camisa del mismo color… Allí mismo se la quitaron,
colocándole un pareo blanco al igual que a ella… Lo ataron en su cintura, encima de aquel pantalón que
entre bromas y risas trataron de bajarle… Lo desabrochó y sintió las manos de aquellas bailarinas tirar
de sus piernas… Nancy reía mientras lo sujetaba para que no perdiese el equilibrio…
Les colocaron unos collares de flores preciosas, blancas, y unieron sus manos mientras se miraban
enamorados el uno del otro. El sacerdote comenzó a hablar, casi toda la ceremonia en tahitiano, vestía
una elegante túnica roja, mientras que los bailarines se engalanaban en trajes tradicionales de la isla…
Faldas echas de las fibras que sacaban de las hojas de una flor llamada Purau, collares bastantes
llamativos que colgaban del pecho de los hombres y flores tapando los pechos de las mujeres en forma
de bikini. En sus cabezas unas coronas bastante grandes hechas de flores y hojas.
Aquel sacerdote declaró a Michael, Tane (hombre) y a Nancy, Vahine (mujer), aceptando el nuevo
bautizo en aguas de la polinesia, y otorgando a aquellos recién casados unos nuevos nombres como
buenos tahitianos… Hiro y Tiare…
Intercambiaron una corona y un collar de flores naturales, simbolizaban la armonía y les colocaron
unas hojas en las muñecas mientras unían sus manos y aquel sacerdote decía unas palabras en Tahitiano…
En seguida les dieron el certificado de bodas escrito en una hoja delgada que se llamaba Tapa… Les
preguntó si tenían anillos para intercambiarlos y una de las bailarinas se acercó a Michael… se trataba
de la joven que había hecho amistad con Nancy en aquel lugar… Había guardado unas alianzas que él
mismo había comprado aquel día en una de las tiendas del hotel… Nancy lo miró… aquello no lo
esperaba… alianzas y todo… una boda increíble y única…
Los pétalos de flores volaron por encima de sus cabezas cuando el sacerdote dio por finalizaba la
ceremonia… felicitando a los nuevos esposos que a partir de ahora formaban parte, de una forma muy
especial, de la maravillosa Bora Bora…
Bailaron al compás de la música con aquellos bailarines, disfrutaron juntos de aquella unión mientras
la gente aplaudía aquella ceremonia desde el restaurante cercano… Allí estuvieron ellos aquella noche
en la que decidieron unir sus vida para siempre… Porque para ellos aquella boda extraña pero
cautivadora, sencilla pero única, era algo tan sagrado como el amor que sentían… Daba igual si servía
legalmente o no… eso daba igual… servía para ellos… para sus corazones… eran marido y mujer…
eran Hiro y Tiare, dos personas totalmente enamoradas que habían consagrado sus vidas para toda la
eternidad, bajo el increíble cielo inmensamente azul de la Polinesia Francesa…
Capítulo 32
MAQUINANDO UNA SEPARACIÓN
El vuelo llegó a New York sobre las diez de la mañana después de un larguísimo viaje dese Bora
Bora… Habían vuelto a hacer escala en los Ángeles, pero se habían quedado en un hotel hasta la salida
del directo para descansar un poco. Estaban agotados… Pasaron todo el vuelo abrazados, mirándose,
sabiendo todo lo que habían vivido en aquellos maravillosos días en Bora Bora… Sus manos unidas todo
el vuelo, mirando en sus muñecas aquellos nombres que se habían tatuado después de la boda…
Nancy llevaba el nombre de Hiro, su marido, y Michael, pese a que nunca pensó en grabarse nada en
su piel ante su aversión por los tatuajes, había apostado por Tiare… su bellísima mujer… dejando en el
interior de su muñeca aquel maravilloso nombre… Acariciaron sus nombres grabados, mirándose llenos
de amor…realmente lo habían hecho…
El móvil de Michael en sus manos, grabando el momento de felicidad. Aquel era el primer día como
recién casados y quería tenerlo guardado para siempre, momentos maravillosos tendrían tantos… por eso
le pidió su móvil, era mejor que el de ella. A escondidas de las azafatas, abrazados, riendo,
inmortalizando aquel maravilloso momento lleno de amor. No era la primera vez que lo hacía. Se había
dedicado a grabar videos en aquella isla, en la habitación, en la playa… Acercándose al rostro de
Michael, a sus inmensos ojos. Lo amaba más que a su vida…
Llegados a la ciudad no tardaron mucho en dirigirse a Larchmont, donde les aguardaba su preciosa
casa… Michael había hablado con la decoradora hacía unos días, desde Bora Bora, informándose de
cómo había ido todo en su ausencia. Lo acordado era volver y encontrar aquella preciosa casa totalmente
decorada tal y como Nancy había querido y así fue.
George les abrió la puerta, los esperaba, él mismo había terminado de guardar las cajas con las cosas
de Michael y Nancy, de preparar los últimos detalles para que todo estuviese listo al regreso de aquella
pareja. Y lo estuvo… La casa preciosa, decorada a gusto de aquella jovencita, que a pesar de no haber
elegido a Ralph Lauren y Jaime Treserra como le aconsejó Michael, estaba bien bonita.
Los muebles, pese a que no eran de diseño, eran exquisitamente adecuados para un hogar acogedor y
tranquilo… el lugar que ellos habían elegido para comenzar a vivir juntos… desde aquel día en adelante
aquel sería su hogar.
Nancy soltó las maletas y corrió por la casa, feliz… Miraba los muebles, las cortinas, los cuadros,
las lámparas… Todo estaba de acuerdo a lo que pidió. ¡Era maravilloso!
Bajó las escaleras después de haber estado mirando las habitaciones y se abalanzó sobre Michael
que hablaba con George, tranquilamente sobre el viaje. Sintió su pequeño cuerpo empujar el suyo y pudo
cogerla al vuelo. Se sintió feliz… Era increíble como había cambiado su vida desde que conocía a
aquella jovencita risueña que lo volvía tan sumamente loco.
-¡Te amo, te amo, te amo! – Le dijo besando sus labios, su frente, sus mejillas… ¡Estaba loca! ¡Todo
es maravilloso!
George sonrió viéndola de aquella forma y se apartó, dejándolo solos… veía tan feliz a aquel hombre
que lo contrató amablemente al llegar a New York… Llevaba solo meses trabajando con él, pero era un
gran jefe, una bellísima persona a la que vio llorar muchas veces… tan solo… Ahora era otra persona y
todo gracias a aquella jovencita que tanto lo quería.
-¿Entonces está todo como tú querías? – Sujetaba su cintura mientras la elevaba en sus brazos y la
miraba embelesado. - ¿Ahora sí es la casa de tus sueños?
-Tú eres el hombre de mis sueños, Michael. No puedo quererte más…
La hizo girar en aquel salón, en sus brazos, mientras la besaba y la abrazaba como nunca… Serían
muy felices allí… de eso estaba totalmente seguro…
Los primeros días allí, tras el viaje, fueron algo estresantes para Nancy… No estaba segura de donde
había guardado las cosas George, así que dedicó tardes enteras a mirar, buscar, reordenar. Todo estaba
bien guardado, perfectamente colocado en los cajones, en el vestidor, pero ella prefería cambiar algunas
cosas por comodidad. Por supuesto agradeció el trabajo a aquel hombre que más que un mayordomo era
un buen amigo.
Por las mañanas trabajaba en la oficina y al terminar corría a dar clases… no quería dejar de bailar y
ahora mucho menos… podía hacerlo con Jeremy, con quien se llevaba estupendamente y congeniaba muy
bien. Así que cuando llegaba a casa y debía ordenar cajones y armarios… acababa destrozada…
También debía sacar tiempo para la fiesta que harían en casa… Michael decidió arreglar los papeles
para hacer una boda oficial y aunque a ella no le hacía falta, insistió… Así que, también había trabajo
por hacer en cuanto a la boda. La fiesta la harían en casa, solo los amigos más íntimos, la familia…pero
no dejaba de tener preparativos que hicieron juntos a la llegada del trabajo. Ninguno de los dos quería
hacer una boda tumultuosa, en Bora Bora lo hicieron ellos solos, y aunque hubiese bastado con esa,
Michael prefirió dejarla disfrutar con amigos y familia de un día tan especial para todas las mujeres.
No serían más de treinta personas. Amigos de Michael y sus mujeres, su familia y por supuesto
Martin. Amigos de Nancy, alguna compañera del trabajo y su madre con Evelyn. Tenían suficiente con
ellos… Algo íntimo en casa, donde habría de todo… música, bebida, buena comida y una maravillosa
pareja formalizando una boda tahitiana. Su abogado ya había llevado los papeles a casa así que ya era
oficial que estaban casados, solo faltaba la fiesta en la que todos compartiesen ese momento con ellos y
así, conocerían su nuevo hogar.
Las noticias corrían muchísimo por los pasillos del edificio y los rumores sobre una boda en Bora
Bora llegaron a los oídos de Edward y Sanders que se enfurecieron ante aquel rumor.
Buscó a su amigo rápidamente encontrándolo en la cafetería hablando tranquilamente con John sobre
aquel viaje en donde habían pasado muchas cosas… Estaba tranquilo, y siguió estándolo cuando lo vio
aparecer totalmente fuera de control mientras le preguntaba sobre aquello que Nancy iba diciendo por los
pasillos…
-Dime que lo que esa zorra va diciendo por los pasillos no es cierto, Michael. - Soltó ante el
asombro de sus amigos… ¿Había insultado a Nancy delante de él?
-Espero que ese insulto no vaya por Nancy, Edward….- Le dijo tranquilo mientras terminaba de
tomar aquel café.
-Va diciendo que os habéis casado en Bora Bora y que ahora lo habéis hecho oficial aquí…. - Lo
miraba con los ojos totalmente idos… No conseguía creerse aquello… - Desmiéntelo, Michael.
Lo miró allí de pié, enfrente de él… sabía lo que le pasaba con Nancy… sencillamente estaba celoso
de ella, eso era lo único que lo hacía actuar de aquella forma, pero debía acostumbrarse, por su bien.
-No voy a hacerlo, Edward. Lo que ha dicho… es cierto. - Y dejó ver su alianza en su mano. Era
preciosa, y brillaba muchísimo. Ninguno se había dado cuenta de ello pero cuando su amigo la vio en su
dedo pareció enfurecerse de una forma desproporcionada. – Estamos casados.
-Michael… - John estaba muy asombrado por la noticia.
-¡¡Estás loco!! – Gritó en aquella cafetería. - ¿¡Pero en qué cojones estabas pensando para hacer algo
así!?
-Edward, estás formando un escándalo. Haz el favor de calmarte. -Pero esta vez no lo dijo como
amigo, sus palabras sonaron a una orden…
-¡¡No puedo calmarme!! – Y levantando la mano lanzó aquellos vasos de la mesa, con fuerza, hasta
hacerlos caer al suelo. - ¡No voy a perdonarte esto nunca, Michael! ¡¡Nunca!!- Se alejó de aquella mesa,
saliendo de la cafetería totalmente fuera de control.
-No se lo tengas en cuenta, Michael. Lo está pasando mal con todo esto.- John intuía sus sentimientos
hacia Michael, desde siempre.
-Lo sé, pero ya no sé qué decirle para que entienda que quiero a Nancy.
-No lo entenderá nunca, Michael. Edward te quiere para él por lo que cualquier persona que se
acerque a ti, es su enemiga. Tienes un buen marrón encima…
Miró a John extrañado… ¿Desde cuándo sabía lo de Edward? ¿Es que siempre lo supo y nunca le
dijo nada? ¡No podía ser! ¿Y qué iba a hacer con la fiesta? ¿Cómo iba a invitar a su amigo si estaba
celoso de Nancy? ¡Dios… Edward comenzaba a complicarle las cosas por segundos!
Martin había viajado hasta New York para una reunión con los clientes en el edificio de Michael…
Había recibido una llamada de su amigo explicándole que debía darle una buena noticia, y no sabía por
qué, pero lo imaginó… Su voz sonaba muy distinta a la de años atrás…
Llegó al edificio sobre las diez de la mañana, los clientes también acababan de llegar y Edward y
John estaban con ellos en el hall… Hablaban de lo bien que estaban yendo las cosas con aquel nuevo
proyecto en común y esperaban el ascensor principal para subir al despacho de Michael… Era extraño
que él no hubiese ido a esperarlos también al hall pero seguramente le habría surgido algo a última
hora… decidieron subir…
-Nancy, por favor… aquí no… - Le rogó cuando la vio subir en el ascensor y abrazarlo al quedarse
solos en él.
-Hoy apenas has besado a tu mujercita… y ahora me iré y ya no te veré hasta la noche…Mimosa con
él. - ¿Es que me vas a dejar todo el día con estas ganitas de sentirte pegadito a mi? - Y poniendo una
mueca con la boca consiguió lo que quería.
La abrazó fuerte, rodeando su cintura con sus brazos, estrechándola contra su cuerpo… Besándola
suave mientras ella subía sus brazos hasta su cuello…
-Quieta, nena, por favor… tengo una reunión importante ahora. - Pero Nancy logró meterse en su
boca, muy adentro, y lo hizo perderse por completo… Sintió la calidez de su lengua dentro de su boca,
rozando la suya, mojadas… ¡qué rico sabían sus besos!
Apoyó la espalda en aquel ascensor, mientras sentía el cuerpo de Nancy estrecharlo con fuerza. Y
bajó sus manos por aquella falda ajustada. Ahora usaba otra ropa muy distinta a la de antes… Faldas
estrechas, cortas, blusas ajustadas, tacones finos que la hacían más alta…
Michael acarició su trasero pegado a aquella falda que se ajustaba a su precioso cuerpo y mirando
hacia abajo logró ver más allá de aquella blusa que se abría con algunos botones sin abrochar… ¡Dios,
que preciosa estaba esa mañana!
Nancy mordió su labios fuerte… le hizo daño al tirar de él y logró hacerle una pequeña herida… nada
importante. Perdían el control cuando estaban juntos y no podían evitarlo…
-Aún quedan algunas plantas más… -Le susurró muy bajito en el oído mientras sujetaba su cuello y lo
acercaba hasta su boca. Se adueñó de ella, al igual que de su voluntad. Total, completo de ella.
Dejándolo entrar en su boca y besarla con deseo, con entrega y solo acordándose de donde estaban
cuando sintieron parar aquel ascensor y abrirse las puertas más rápido de lo que imaginaron.
Michael se giró rápido, esperando no encontrar a nadie pero no tuvo tanta suerte… delante de él
estaban Martin, John, Edward y unos clientes importantes, con los que tenían una reunión. Sabían lo que
había estado haciendo allí dentro.
No dijeron nada, solo se quedaron mirándolos y Michael quiso decir algo, una disculpa, había
perdido el control y aquello no podía permitírselo.
-Tranquilo, Michael… - Escuchó decir a Martin que lo hizo callar con un gesto. No hace falta que te
disculpes… ¿quién no ha perdido la cabeza alguna vez en un ascensor? - Y miró a los clientes a su lado
que rieron su comentario. - Mucho más con una mujer tan bonita como esta. - Y miró a Nancy que agachó
la cabeza al suelo… había metido la pata y había dejado a Michael en evidencia. Otra vez.
La miró de reojo, sabía que deseaba desaparecer en aquel momento, igual que él, pero Martin siguió
echándole una mano mientras le sonreía. Conocía a Michael muy bien… sabía cómo era, cómo trabajaba
y aquello no tenía mayor importancia. Se veía que estaba enamorado, solo se había dejado llevar por sus
instintos.
-Supongo que eres Nancy. - Le dijo tendiéndole la mano. - He oído hablar mucho de ti últimamente.
Estaba deseando conocerte.
Levantó la cabeza y lo miró. Sabía quién era. Michael le había hablado de él y sabía que tenían una
reunión. Y había metido la pata delante de su ex suegro… No sabía cómo iba a arreglar aquella falta.
La vio tímida, avergonzada por lo sucedido… era una cría pero le gustaba. Martin sonrió y miró a
aquel arquitecto que tenía justo enfrente. Ahora entendía por qué había perdido la cabeza, parecía una
chica indefensa, una jovencita encantadora; nada que ver con las chicas que trataron de acercarse a él
durante todos aquellos años en los que guardó el respeto por su hija.
-Es preciosa, Michael. Mucho más bonita de lo que imaginaba. - Y lo vio sonreír, orgulloso de la que
ya era su mujer.
-Por favor, ¿podemos dejar ya los halagos y subir para comenzar la reunión? – Su tono de voz fue
totalmente descortés y aquel hombre lo notó, ya tenía una edad en la que era complicado que a él se le
pasase algo.
Lo miró a su lado, miraba a aquella jovencita con una superioridad increíble. Parecía odiarla
muchísimo.
-¿Es qué no sabes halagar a una mujer preciosa cuando la ves? Porque tienes una justo delante de tus
narices. - Le soltó sin ningún tipo de reparos viendo como se volvía más incómodo. Miró a Nancy y
sonriéndole la tranquilizó. - Déjame decirte una cosa jovencita. Encontrarás mucha gente que te diga lo
afortunada que eres porque un arquitecto como Michael se haya fijado en ti… - Se acercó a ella, muy
cerca de su rostro y la miró fijamente mientras le sonreía. - No dejes que te engañen… Él es el
afortunado por tener a su lado una mujer como tú. – Michael sonrió aquel comentario. Era cierto. – Si has
sabido llegar hasta su corazón, es porque, aunque parezca imposible, eres mucho más hermosa por dentro
que por fuera.
-Gracias. – Sonriéndole. Parecía un gran hombre, ahí a su lado, haciéndola sentir tranquila con su
mirada.
-Ya tendremos más oportunidades de seguir charlando. Ha sido un autentico placer conocerte, Nancy.
- Y cogiendo su mano la besó con dulzura mientras entraban en el ascensor, él, los clientes y los socios
de Michael. Tenían un asunto importante que hablar.
Sintió la mano de John en su brazo al instante en que salía del ascensor, suave, sin forzar nada. Se
acercó a ella bastante y logró darle un beso en las mejillas para su grandísimo asombro.
-Felicidades, señora Harrison. -Muy cerca de su oído pero suficiente para que pudiese escucharlo
Edward que estaba pendiente de cada movimiento de la joven.
John soltó su brazo y le sonrió mientras le guiñaba un ojo. Entraron en el ascensor y se giró para ver a
Michael que hablaba muy interesado con aquellos clientes importantes. No la miró, estaba tan
ensimismado en aquella conversación que ni siquiera se dio cuenta que ella quería disculparse.
Aquella felicitación trajo complicaciones a John con su amigo Edward que lo buscó para
recriminarle aquel comportamiento. ¿Es que ahora se llevaba bien con aquella chica? ¿Ahora ya sí le
parecía idónea para Michael?
Era obvio que estaba totalmente celoso y así se lo dijo, sin pensarlo más. Debía empezar a aceptar
las decisiones de Michael por mucho que a él le doliesen… nunca sería correspondido y cuanto antes lo
aceptase sería mejor para él… No podía estar insultando y menospreciando a aquella chica solo porque
fuese la pareja de su amigo. Era eso, solo su amigo y siempre sería así. Con aquella aptitud solo
conseguiría estropear aquella buena amistad de muchos años.
-¿Qué cojones te pasa, Edward? Esto no parece solo un ataque de celos… - Desde luego que no.
- ¡Estás obsesionado con esa chiquilla! ¿Qué te ha hecho aparte de enamorarse de Michael?
-Es una zorra que solo busca su dinero. – Mentía. Eso no se lo creía ni él.
-Es su mujer, Edward. Y tendrás que empezar a aceptarlo en algún momento porque Michael no está
dispuesto a renunciar a ella, por nada ni por nadie.
-No voy a aceptar nada, John.
Se acercó a él, poniendo su mano en el hombro de su amigo.
-Tienes que aceptar de una vez que Michael nunca tendrá nada contigo. Con Nancy o sin ella, eso da
igual. Sabemos perfectamente cuánto le gustan las mujeres, yo lo sé, tú lo sabes…
No pudo callarse lo que tanto tiempo llevaba guardado, claro que sabía de sus sentimientos hacia
Michael, siempre lo supo y lo vio sufrir por ello, muchísimo, pero no podía obligar a nadie a sentir algo
por él y estaba claro qué es lo que le gustaba a aquel arquitecto…
-¡Qué sabrás tú de lo que le gusta a Michael! ¡¡No tenéis ni idea!! ¡Yo conozco a Michael! Nadie más
que yo lo conoce realmente… – Le soltó antes de salir de su despacho de muy mala forma.
¿Qué es lo que estaba insinuando? ¿Es que había habido algo entre ellos fuera de una relación de
amistad? No lo creía… conocía a Michael… sabía que le gustaban las mujeres, siempre fue así… Pero
Edward creó una duda con aquellas palabras… una duda que lo hizo recordar momentos puntuales hacía
muchos años… recordó a un Michael fuera de control, salidas nocturnas solos con Edward y Sarah… y
mucho alcohol…
¡Dios no podía ser! ¿Michael y Edward? No… aquello era imposible… y apartó de su cabeza
cualquier pensamiento relacionado a ese tema…
“¿Te lo has pasado bien en Bora Bora, zorra? ¿Disfrutaste de lo lindo en la cama con ese cabrón? No
tienes ni idea de cuánta rabia tengo guardada… ¡Puta malnacida! ¿Ahora no coges el teléfono? ¿Crees
que así te librarás de mí? Te advertí, una y otra vez que no me desobedecieses, que te alejases de él… ¿Y
qué has hecho? Largarte a una isla paradisiaca para poder follártelo a escondidas mías… Bien, ¿me
retas? Ahora conocerás de lo que soy capaz, pequeña zorra…”
No era el primero que recibía. Desde aquella discusión en el aparcamiento del edificio Sanders la
llamó varias veces, incluso estando en Bora Bora. No cogió las llamadas, nunca, y tampoco dijo nada a
Michael. No quería preocuparlo más de lo que ya estaba. Guardó los mensajes amenazantes y llenos de
insultos, y trató de poner sus mejores sonrisas delante de él, no debía darse cuenta de su miedo o
volvería a tener otro enfrentamiento con Sanders.
Y tenía miedo, no porque aquel miserable golpease a Michael, este era mucho más joven y fuerte,
sino de aquellos ojos con los que la miró aquel día. Estaba maquinando algo y tenía mucho miedo de no
saber qué era.
Aquel mismo día quiso arreglar las cosas con Michael antes de marcharse, no sabía si lo encontraría
enfadado así que llamó a la puerta de su despacho y asomando la cabeza, pidió permiso para entrar…
Por si acaso saltaban chispas…
Lo vio sentado en su mesa, tras aquel ordenador, ojeando unos documentos importantes que debía
terminar…La vio esconderse tras la puerta y sonrió… La dejó entrar por supuesto.
-¿Estás muy enfadado conmigo? – Le dijo acercándose hasta él y sentándose en sus piernas. Veía sus
ojos clavados en los de ella y notó su mano en su cintura. No decía nada. - Lo siento, Michael, te prometo
que a partir de ahora me comportaré mejor… y cuando tenga ganas de besarte… vendré aquí, esperaré
que tengas un hueco y después de cerrar la puerta, para que nadie nos vea, te daré un abrazo y un beso.
Michael se echó a reír y asintió con la cabeza. Eso estaba mucho mejor. Él debía guardar su imagen
un poco y no estaba bien que sus empleados y sus clientes lo viesen perdiendo el control por las esquinas
del edificio… No sería profesional.
Ella lo hacía perder cualquier razonamiento y conseguía hacerlo olvidar que estaba en su edificio y
debía cuidar su imagen. Nancy debía ayudarlo… Era su mujer y como tal debía demostrar un poco más
de madurez…
Después de la charla, que ya le había dado John momentos antes, mientras trabajaba en su puesto,
Michael tiró de ella para besarla. Un beso, dos… No podía negar que él también tenía parte de culpa. No
conseguía controlarse cuando ella estaba cerca.
John y Nancy habían hecho buenas migas y eso agradó al empresario que agradeció un poco de
cortesía por parte de su amigo. Con Edward estaba más que saturado… Sin querer regañarla se acercó
hasta su mesa y amablemente le había aconsejado un poco sobre sus momentos de pasión con su amigo.
Era normal a su edad, la entendía, pero ahora era la señora de un empresario muy reconocido y ella debía
ayudarlo a no perder el control de esa forma. No estaba nada bien que fuesen la comidilla del edificio, ya
era suficiente con todo lo que hablaban los empleados por aquella relación tan repentina, como para que
encima se comentasen sus encuentros amorosos y descontrolados.
Después hablaron sobre la boda, sobre los preparativos, y le pidió amablemente que lo tutease, antes
de marchase, con una encantadora sonrisa que la hizo sentir tranquila. Ahora era la mujer de su amigo, ya
no era su empleada y con un guiño dejó a Nancy muy contenta… al menos alguien aceptaba aquella
relación.
Edward entró sin llamar encontrando a la joven encima de su amigo mientras se besaban. Se quedó
quieto, sabía que debía haber llamado antes pero era increíble que siempre la encontrase metiéndole la
lengua a Michael. Era inaudito aquel comportamiento.
Se levantó y se marchó, dejándolos solos, tenían que hablar de trabajo. No le gustaba, aquel hombre
no le gustaba nada… Su forma de mirarla a ella, a Michael. Podría decir tranquilamente que la odiaba,
pero, ¿por qué?.
Nancy pasó la tarde haciendo compras, Michael la recogería en el edificio al terminar e irían juntos a
casa… Quería mirar algunas cosas para la fiesta, algo de bebida, algo para comer… George se
encargaría del menú y ella, por supuesto, lo ayudaría. No deseaba catering ni ningún cocinero en su
cocina, ellos dos se encargarían de todo. Algo sencillo, nada de exquisiteces de lujo… Ellos habían
decidido que su boda fuese en aquella isla, solos y había sido la mejor boda de todas… la fiesta con
amigos sería igual, gente amiga que lo pasaría bien en la cena, disfrutando con ellos.
Nancy no tenía mucha gente a la que invitar, deseaba compartir ese momento con su madre, su
hermana, con su adorado Steven y Emmie, Rebecca, William y con alguna amiga del trabajo. No más de
siete u ocho personas. Michael estuvo de acuerdo. Sería una pequeña fiesta para que los más cercanos a
ellos pudieran celebrar la unión.
En el edificio Michael terminaba unos planos con John y Steven… había mucho trabajo por hacer y a
veces debían echar algunos horas de más. Todo bajo la supervisión de aquel arquitecto que echó de
menos a Edward en aquella reunión. Sabía que estaba enfadado pero era cierto que debía dejar lo
personal a un lado, todo aquel tema de Nancy le hacía perder los papeles por momentos.
No se había marchado del edificio aún, seguía por allí, unas plantas más abajo, con Sanders…
Necesitaba hablar con él, a quien informó sobre la celebrada boda de su hija con Michael. Últimamente
charlaban mucho sobre ellos, ambos dispuestos a terminar con aquella relación a toda costa. A veces
quedaban en el despacho, solos, cuando ya todos se habían marchado. Informándose de los últimos
acontecimientos. Sanders controlaba cada paso de Nancy, con uno de sus hombres al que pagaba un buen
dinero por seguirla, por vigilarla, y aunque aquella obsesión por gobernar la vida de su hija no le parecía
muy normal, decidió no dar su opinión al respecto. Solo le interesaba alejarla de Michael a cualquier
precio.
Allí estaban los dos, tratando de encontrar una solución a todo aquello. ¡Se habían casado a
escondidas de todos! ¡Se habían vuelto locos! Apenas se conocían hacía tan solo unos meses y… pero,
¿en qué cojones estaban pensando? Él, todo un hombre maduro y responsable dejándose llevar por las
locuras de una cría que lo había vuelto loco.
Sanders lo escuchaba, estaba furioso tanto o más que Edward, controlando su rabia, sus deseos de
darle un escarmiento por desobedecerlo, por provocarlo. Debían hacer algo. No les habían servido las
descalificaciones, ni las amenazas, ni los chantajes. Debían pensar.
-Tiene que haber algo… - Soltó Sanders mirando por aquel ventanal.
Edward estaba sentado en uno de aquellos sillones, llevaban meses planeando cómo separarlos, y lo
cierto es que le daba igual los motivos que tuviese aquel hombre para putear a su hija, solo sabía que era
quien podría ayudarlo. El resto le daba igual. Estaba claro que Michael era el candidato perfecto para
cualquier padre, excepto para Sanders. Los motivos… no le importaban.
-Es tu amigo, nadie lo conoce mejor que tú… ¿en serio no hay nada oscuro en su vida? ¡Algo que
podamos usar para apartarlo definitivamente de ella! - Le preguntó seguro de que algo debía saber. No
podía ser el hombre perfecto.
-¡Claro que no! Michael siempre ha sido un hombre recto, serio…
-¡Bah! Todos tenemos algo oscuro en nuestras vidas. – Siguió pensando.
-Te digo que no Sanders. – No había nada. - No hay nada que pueda descalificarlo como para que
ella… - Y se mantuvo callado unos segundos… Pensando.
Sanders lo miró, sí que había algo y Edward lo había descubierto, pero… ¿qué era? Sabía que debía
haber algo, era imposible que Harrison no tuviese algo, cualquier cosa… Si era suficiente para alejarlo
de su hija, sería suficiente.
Se acercó mirándolo fijamente, seguía callado, mirando a la nada.
-Tú dirás…
-No. No puedo. - Le dijo levantándose de aquel sillón nervioso. No podía hacerle eso a su amigo. No
lo perdonaría jamás.
-¿Qué no puedes? – Le preguntó extrañado. – No me toques los huevos Bennett.
Y ante la insistencia de Sanders, comenzó a subir la voz.
-He dicho que no puedo, es mi amigo no voy a sacar nada personal delante de todos. Michael no me
lo perdonaría jamás…
-Pues estamos atados de pies y manos. - No podía entender la actitud de aquel joven. - ¿Qué cojones
te pasa? Llevamos meses intentado encontrar algo y tu… - Quería separarlos a toda costa y ahora
encontraba una razón para conseguirlo y…
Lo miró pensativo… Nunca le había preguntado los motivos por los que deseaba que Michael dejase
a su hija. Él sabía los suyos propios, nadie tocaría a Nancy salvo él, pero… ¿qué motivos podría tener
él? Era su amigo, ¿no le bastaba con verlo feliz? ¿No era suficiente con saber que estaba enamorado?
Sanders sonrió… entendía, sí, entendía muchas cosas ahora. Edward llegó muy afectado a su
despacho aquel día, enfurecido, de una forma exagerada ante la boda secreta de Michael y Nancy.
Nervioso, histérico, sudoroso, lleno de rabia contenida.
Ahora entendía por qué tanto interés. Sí, estaba seguro de ello. No era tonto. Lo miró sabiendo
perfectamente que había un sentimiento de por medio, algo que lo impulsaba a hacer cualquier cosa por
alejarlo de Nancy, y sabía de qué se trataba…
-Así que algo personal, ¿eh…? – Era muy listo… - Hasta ahora nunca te he preguntado por qué tienes
tanto interés en verlos separados… - Y lo miró sonriendo. - …pero ahora empiezo a entenderlo todo.
Edward lo miró con miedo de que aquello fuese cierto… Titubeó…
-¿Qué es lo que entiendes? No me gusta para Michael, aunque sea tu hija. - Una excusa muy mala… -
No es buena para él.
-Ya, claro. – Sin creerlo. - Lo cierto es que te lo tenías muy callado… - Sanders hablaba con
desprecio, para él no era nada normal que dos hombres… ¡Dios, solo de pensarlo! Miraba a Edward con
una sonrisa maliciosa, sí, sus ojos se lo confirmaban. Estaba muy nervioso… - …pero tranquilo, no se te
nota nada…
-No sé de qué me estás hablando. - Si Sanders se enteraba de lo de Michael… No quería siquiera
imaginar lo que podría pasar.
-Claro que sabes de qué te estoy hablando… sabes perfectamente de qué hablo.
No soportaba a los homosexuales. Sanders era un completo cretino que sentía muchísima aversión
por cualquiera que para él no fuese normal. Y dos hombres juntos para él, no tenía nada de normal. Su
rostro mostraba una expresión muy distinta a la de antes, lo miraba allí, en su despacho, sabiendo que aún
casado con una bella mujer como Rebecca, se dedicaba a ir follándose a otros tíos en sus ratos libres.
Y sintió un asco profundo por Edward…
Pero no se quedó tranquilo tras saber la condición sexual de aquel arquitecto, el que Edward
estuviese enamorado de Michael no era un motivo razonable ni de peso para que Nancy lo dejase. Debía
haber algo más, algo como…
Su risa lo puso nervioso. Sí, Sanders lo sabía.
-¿Desde cuándo te follas a Michael? – Y vio la mirada de aquel joven, era cierto… Aquel era el
secreto y la verdad es que nunca lo habría imaginado. - ¡Vaya, pero si es cierto! – Y comenzó a reírse… -
¡Menudo bombazo! Así que al rico y guapo empresario le gustan que le den fuerte… ¿eh? – Sus continuas
palabras eran tan insultantes para Edward.
-¡Como se te ocurra decir una sola palabra, Sanders! – Y se fue directo para él con el dedo
levantando, ordenándole guardar silencio. No iba a permitirle que sacara aquella verdad por nada del
mundo. – Te lo advierto…
-¡Tranquilo! – Y levantó las manos cuando lo vio cerca de él, su rabia era total. - Serás tú quien lo
haga. - Y su tono de voz se volvió serio, muy serio. - ¿O es que quieres que la zorra de mi hija siga
follándose a tu amorcito?
Edward lo miró enfurecido. No iba a hacerlo, no podía hacerle algo así a Michael. Era su amigo ante
todo y aquello era su secreto, solo de ellos. ¡No podía pregonarlo por ahí como si tal cosa! Lo
destrozaría…
-¡Vaya, vaya, vaya, qué sorpresa os teníais guardada! – Riéndose, pensando en el daño que le haría
todo aquello a Nancy. – ¡El empresario guapo y rico follándose a su amiguito a escondidas! – Lo miraba
sin dar crédito a la bomba que tenía en sus manos. –Edward bajó la mirada… a escondidas… sí, era
cierto. Toda su vida era una maldita mentira. - ¡Qué bueno! ¡Y el muy cabrón se la da de machito con mi
hija cuando en realidad…! – No terminó la frase. Miró a Edward sonriendo, controlando todo lo que
deseaba decirle en aquel momento. Calló. Era mejor. – Ahora entiendo tu afán de separarlos… ¿Qué
pasa? ¿No te gusta compartirlo o es que ya no te hace caso desde que se folla a mi hija?
Edward pasó la mano por su frente, hacia atrás, por su pelo. Estaba nervioso, aquella conversación
con Sanders era muy incómoda. No por él. Todo le daba igual, pero Michael… ¡Dios, aquella
información en manos de aquel hombre podía ser muy destructiva para su amigo!
-¡¡Vamos, no estés triste, colega!! ¡¡Es una bomba!! ¡Tenemos lo que queríamos! – Dándole una
palmadita en la espalda. No era su amigo, no era su colega, pero estaban juntos en aquello. La separación
de Michael y Nancy era lo primordial para ellos.
-No lo haré y tú tampoco. – Decidido, apartando la mano de Allan de su hombro.
-Claro que lo harás.
-No pienso hacer público…
-No te estoy diciendo que lo pregones por la oficina, idiota. - Le gritó… - Solo tiene que saberlo
Nancy. - Y cambio el tono de voz, suave, irónica. - En cuanto mi hija sepa que andas follándote a su
maridito le dará una patada en ese culo que tanto te gusta. Y eso es lo que queremos, ¿no?
-Eso pasó hace mucho tiempo, no hemos vuelto a…
-Te lo follaste, ¿no? – Era bastante conciso en sus palabras. - ¿Una vez, dos? ¡Qué más da! Le gustó
que le dieras por el culo, ¿no? – Edward lo miró despectivamente. No hacía falta que le dijese que era un
homófobo… ya lo notaba. - Eso es a lo que nos tenemos que agarrar, es nuestro as para desestabilizarlos.
- Ya lo había maquinado todo en su cabeza, imaginaba cómo sería la situación cuando Nancy supiese
aquella verdad. Desastrosa… Aquella relación quedaría totalmente rota. - Por lo que a mi hija respecta,
te has estado follando a su querido marido todo este tiempo. Y no hay más que hablar… Te aseguro que
en cuanto se entere de lo vuestro, no dudará en dejarlo.
Edward sabía que aquello haría añicos esa relación… ninguna mujer podría soportar una verdad
como aquella… una mentira tan despiadada mucho menos… Pensó en ello… Nancy Sanders… Una
jovencita adorable para todos que se había convertido en su peor enemiga. Todo había sido culpa de ella.
Desde que Michael llegó a New York después de tatos años, ella se había metido entre ellos.
Y lo había esperado todos esos años, en silencio, casado con una preciosa mujer con la que se
acostaba, con la que vivía, con la que era incapaz de tener hijos… solo podía pensar en Michael, todos
esos años, días, meses, años, llenos de la más completa soledad interior, pensando en lo infeliz que había
sido siempre.
Pero supo de su regreso, de su vuelta… y soñó de nuevo con volver a tenerlo en sus brazos, de
amarlo y besarlo como años antes, en los que se entregó a él en cuerpo y alma, olvidándose de todo y
confiando en él. ¡Lo amaba tanto! ¡Oh, Michael! ¡No podía amarlo más! ¡Moriría por él! Pero ella… Solo
tenía ojos para aquella cría que lo había vuelto loco, que lo había cegado, que lo había apartado de su
lado.
Ni siquiera se había dado la oportunidad de conocerla… seguramente porque sabía que al final
también se lo ganaría a él al igual que a John. No quería conocerla, no quería hablar con ella. También la
había visto sonreír de aquella forma de la que todos hablaban… y había visto aquellos inmensos ojos que
brillaban de una forma especial. No era ciego, Nancy era una mujer realmente preciosa y cualquier
hombre se voltearía al verla pasar. Su cuerpo, su cara, su sonrisa…
Era preciosa, lo sabía… pero, la odiaba tanto… y no podía dejar de hacerlo. Lo sentía, de verdad
que lo sentía… pero aquel sentimiento invadía su alma entera cuando escuchaba a Michael hablar de
cuanto la amaba y de lo feliz que era a su lado… ¿Y él? ¿Es que no le importaba cuánto estuviese
sufriendo él? ¡Él que era su amigo del alma! ¡Él que siempre estuvo a su lado consolándolo cuando
estuvo mal! ¡Él que murió por dentro durante años por aquel amor prohibido e irreal! Un amor que solo
estaba en sus sueños, donde podía sentirlo a su lado, amándolo como siempre deseó… como él se
merecía…
Pero Michael solo tenía ojos para Nancy Sanders…
Capítulo 33
UNA NOTICIA INESPERADA
Michael aún terminaba de mirar algunos papeles en el despacho que había junto a la biblioteca, al
fondo del pasillo… Hablaba con Steven sobre la situación de Evelyn, ya le había enviado toda la
información que pidió a médicos y especialistas, los mejores del país… Charlas y reuniones que habían
tenido al joven ingeniero muy ocupado los últimos meses, pero por fin había podido entregar todos los
documentos a aquel arquitecto que se encargaría de buscar la mejor salida para todos…
Quería ayudar a la joven Evelyn en su enfermedad, no solo económicamente, sino también acelerando
la forma de operarla lo antes posible. Cada día, cada mes, cada año suponía un peligro para aquella
chiquilla y un grandísimo sufrimiento para Nancy, quien ahora era su esposa…
Madison estuvo allí, días después de que Steven hablase con ella y le explicase la nueva situación de
su hija. Por fin podría descansar en paz, sabiendo que aquel hombre se haría cargo talmente de los gastos
de su enfermedad. Y no supo cómo agradecer aquel gesto con ellos… no tenía por qué hacerlo, no era su
obligación aunque estuviese con Nancy… Aquello había sido un gesto increíble de humanidad y lloró
sentada en aquel sofá, hablando con él sobre cómo se había equivocado en sus primeros encuentros.
Pensó que no era el hombre ideal que su hija le describía pero ahora comprendía que era ella la que
había estado equivocada todo el tiempo. Michael era un gran hombre y sabía que Nancy estaría a salvo
con él…
Había decidido dejar a Sanders después de aquello, echando valor para ponerse frente a él y
recriminarle todo lo que había estado haciendo con sus hijas, con ella… No supo cómo había encontrado
el valor, pero lo hizo… Y era evidente que después de aquello vinieron fuertes peleas entre ellos… se
volvió violento como hacía años que no veía… y supo que en el fondo aquel monstruo era el que su hija
mayor había estado viendo todo el tiempo… ¡Pobre Nancy! ¡Y ni siquiera había podido hablar con ella
para contarle el infierno que estaba viviendo!
Michael salió del despacho y fue a la cocina para terminar de hacer la cena con Nancy… Ella andaba
por allí muy contenta, bailando mientras cocinaba, canturreando con unos auriculares en las orejas, los
mismos que se quitó al verlo aparecer… Le gustó verla tan feliz…
Llevaba unos días rara, más cansada de lo habitual y la había visto con náuseas en varias
ocasiones… En ningún momento pensó en otra opción más que un virus sin importancia, salvo durante
uno de los desayunos en el edificio, cuando John compartía mesa con ellos y Nancy salió disparada al
servicio en cuanto tomó un poco de zumo… la vio tapar la boca con rapidez y salir corriendo mientras él
le preguntaba si se encontraba bien…
Fue John quien al saber que llevaba días algo extraña le hizo una pregunta que lo dejó con
muchísimas dudas… ellos usaban medios anticonceptivos, Nancy tomaba la píldora, y era imposible que
estuviese embarazada… Pero desde entonces, algo en Michael lo hizo pensar que era posible… No,
definitivamente era imposible…
Cocinaban una crema de calabaza con nata, les gustaban las cremas de verduras, y del horno salía un
olor muy agradable. Nancy había preparado algo de pescado con hierbas aromáticas…le gustaba cocinar
y aunque lo hacía bien, algunas veces tuvo que explicarle alguno de los trucos que había aprendido con
los años.
La veía muy entusiasmada escuchando a George cuando le pedía alguna receta para hacer por las
noches, cuando él ya se había ido y a Nancy le gustaba meterse en la cocina para preparar algo para los
dos… A veces la veía demasiado perdida, agobiada, con aquellas recetas especiales y entonces Michael
trataba de ayudarla, dejando a un lado el trabajo, subiéndose las mangas de la camisa y demostrando sus
dotes como cocinero…
No iba a negar que a veces, no siempre, Nancy se había picado con él viendo como se desenvolvía en
la cocina y entonces habían empezado un juego de guerras en donde, sin ni siquiera creerlo, se había
visto con algún que otro huevo estampado en su camisa… Jamás lo hubiese creído… pero recordaba
aquellos momentos con felicidad, mirando a Nancy que no podía dejar de reír mientras corría por la
casa, huyendo de él… Al final siempre conseguía atraparla, y después de llenarla de algún que otro
condimento alimenticio, la colmaba de besos y abrazos… otras, la llevaba hasta la piscina en brazos y la
tiraba vestida mientras ella gritaba por evitarlo, sujetándose a sus brazos con fuerza… Más de una vez
terminó con ella en el jardín, remojándose con la manguera, gritando de frío, de risa… Sus vidas estaban
colmadas de felicidad…
Era una auténtica maravilla vivir con ella… Sus días, sus tardes sus noches se convertían en
momentos mágicos a su lado, nunca sabía cómo iba a terminar todo… pero sí sabía que sería bueno…
Nancy era pura energía, toda vitalidad, y siempre conseguía transmitirle aquella fuerza con su alegría y
sus risas…
Algunas noches, antes de acostarse, conseguía llamar su atención bailando sobre la cama, mientras él
miraba el portátil y contestaba a algunos que otros e-mails de clientes… Nancy se levantaba y colocaba
sus piernas perfectas y maravillosas justo delante de él… deleitándole con un baile que al final terminaba
por convertirse en un striptease único y exclusivo para él… la miraba mientras la veía moverse sensual,
provocándolo, desnudándose poco a poco… mirándolo de aquella forma que hacía que perdiese el
control total de sus instintos… Entonces, soltaba el portátil y se deleitaba con aquel cuerpo perfecto que
lo provocaba, sensual, sexy, mientras conseguía quedarse desnuda… solo con una de esas braguitas que
ella usaba… minúsculas… Lo ponía a cien en unos segundos, y ella lo sabía…
Era única para todo… no podía creer que alguien de verdad pudiese llegar a ser tan
maravillosamente perfecta… pero ella lo era… para sus ojos lo era, para su alma entera lo era… había
encontrado todo cuando necesitaba en su vida, y ni siquiera era lo soñado, porque nunca hubiese
imaginado que existiese alguien así… aquella jovencita, su esposa, era lo único que necesitaba en la vida
para ser inmensamente feliz…
Michael la vio levantarse de aquella mesa con las mismas náuseas de por la mañana… se quedó allí
sentado, pensativo mientras Nancy volvía a la mesa, en silencio y se acomodaba en una silla a su lado…
Llevaba así algunos días, nerviosa, más soñolienta que de costumbre y con vómitos cada vez que
intentaba comer algo.
La miró seguro de lo que pasaba… Nancy trataba de disimular, lo notaba, así que decidió no dar más
vueltas al asunto e ir al grano.
-¿Cuánto retraso tienes, Nancy? – Preguntó mientras comía algo de la merluza que había cocinado…
estaba deliciosa.
La vio mirarlo asombrada y asustada. Sí, claro que tenía retraso, su expresión lo decía. Y la escuchó
admitir que hacía más de un mes que debía haber tenido su menstruación. Nancy agachó la cabeza
preocupada.
-¿¡Un mes!?- Preguntó extrañado. Eso era mucho tiempo.- ¿Por qué no me lo habías dicho? – Debería
haberlo hecho. La vio agachando la cabeza sin saber qué decir. -¿Has ido al médico?
-Aun no. - No sabía cómo explicarle. Se enfadaría y mucho.
-¿¡Aún no!? ¿¡Llevas más de un mes sin menstruación y no has ido al médico para que te hagan un
chequeo!? – No entendía por qué no había ido.
-Michael, yo…
-¿A qué estás esperando Nancy? – La vio con la cabeza agachada y no sabía por qué… ¿qué le
pasaba?
-No lo sé. – Preocupada, muy preocupada por su reacción.
-¿Cómo que no lo sabes? Nancy, tienes síntomas de embarazo desde hace semanas… Si no recuerdo
mal, me dijiste que tomabas la píldora… ¿es que hay algo que no me has contado? – Obviamente lo
había.
No le preocupaba que Nancy pudiese tener un retraso y que se debiese a un embarazo, pero si tomaba
precauciones… ¿cómo era posible un embarazo? Además llevaban usando preservativos desde hacía
unas semanas porque ella había tenido un desarreglo hormonal y no estaba muy segura de la eficacia de
las pastillas.
Su silencio. ¿Por qué estaba tan callada y tan esquiva?
Lo miró unos segundos, sabía que se enfadaría, estaba totalmente segura. Debió decírselo antes pero,
tenía tanto miedo de que supiese toda la verdad. Ella era la única responsable…
-Olvidé tomar unas pastillas cuando estuvimos en Bora Bora, Michael. - Le dijo sin querer siquiera
mirarlo pero notando su enfado evidente ante aquella noticia. - Lo siento, Michael, de veras que lo
siento…
-¿¡Qué!? - ¡No podía creerlo! ¿¡Olvidó tomar unas pastillas y había estado callándolo desde
entonces!? - ¿¡En Bora Bora!?¡Nancy de eso hace más de un mes! – La miró enfadado, sí, lo estaba.
¿Cómo había podido mentirle? Su voz se volvió dura, fría, y lo vio levantarse de la mesa bastante
cabreado.
-Ya lo sé… - Triste.
-¿Entonces lo del desarreglo hormonal…? – Y la miró sin poder creerlo de ella. ¿Por qué le había
mentido? ¿Es que no confiaba en él?
-Era solo para que usases preservativos hasta que fuese seguro… No quería mentirte, de verdad.
-¿Qué no querías mentirme? – Estaba bastante enfadado. - Pues lo has disimulado muy bien durante
todo este tiempo, Nancy, porque llevas mintiéndome desde que volvimos de Bora Bora.
No soportaba las mentiras, las había vivido muy de cerca, durante años, con sus padres. Danna y sus
hijos habían sufrido muchísimo a causa de todas aquellas mentiras y Michael no podía evitar sentirse muy
mal cuando alguien le mentía. Era algo que no podía evitar y encima… ¡ella! ¡No podía creer que hubiera
estado mintiéndole!
-¡Michael lo siento! – Y no pudo evitar dejar caer unas lágrimas mientras trataba de contenerse… Era
la primera que Michael estaba tan enfadado con ella, y sabía que tenía motivos para ello… - No sabía
cómo contarte la verdad. He estado muy nerviosa con los mensajes y las llamadas de…
Se volvió para mirarla, seguía enfadado pero… ¿Qué mensajes? ¿Qué llamadas?
La mirada de Nancy lo hizo entender que había algo más que ocultaba. No eran las pastillas lo que le
preocupaba a aquel empresario… eran los ojos de Nancy que seguían ocultando algo aún peor.
-Sanders me ha estado llamando desde lo del parking y yo… – Sin mirarlo siquiera.
-¿¡Qué!? – Y su voz ahí sí que sonó dura, durísima.
-Michael, no te enfades, por favor. No quería que las cosas empeorasen y por eso…
-¿¡Te has vuelto loca!? – Le increpó furioso. – ¡Nancy no puedes ocultarme algo así!
-Lo sé, pero es que…
-¡Sanders es un sádico! ¡Es capaz de cualquier cosa! – Ambos lo sabían, y estaba muy preocupado
por ella y por lo que pudiese hacerle. - ¿¡Qué es lo que te pasa!? ¡¡Intento protegerte de él!!
-No quería complicarte más las cosas, Michael. – Sabía que aquello no era una excusa.
-Lo que me complica las cosas es tratar de protegerte a mi mujer de un criminal como ese, y que en
lugar de confiar en mí al cien por cien, te dediques a tratarme como a un imbécil ocultándome pruebas de
sus amenazas. ¡Eso es lo que me complica las cosas, Nancy! – Y se acercó a la mesa, cogiendo el móvil
de ella y desbloqueándolo. - ¿Los has borrado? – Y la vio negar con la cabeza.
Michael salió del salón muy cabreado… no dijo nada, solo se metió en su despacho y se quedó allí,
solo, durante horas. No quiso ir para no molestarlo, tal vez se le pasara el cabreo estando solo. Así que
recogió la mesa y la cocina para intentar no pensar… pero no salió y ya era tarde.
Llamó y entró cabizbaja preguntándole si se iría a la cama, eran las doce de la noche y debían
trabajar en unas horas. Su voz sonó totalmente seca, sin ni siquiera mirarla, miraba su móvil y escribía a
la vez en el portátil. Seguiría trabajando…
Cerró la puerta, llorando y se metió en la cama, sola. ¡Cuánto le dolía aquella situación! ¡No sabía
cuánto le dolía que estuviesen así por su culpa! ¿Qué iba a hacer si estaba embarazada? ¡Michael no lo
quería! ¡¡Estaba tan enfadado con ella por aquel posible embarazo, por sus mentiras, por su olvido!!
Ni siquiera había podido hacerse el test que había comprado hacia unos días… muerta de miedo solo
de pensar que diese positivo… ¿qué iba a hacer entonces si Michael no…? No quería pensarlo, siquiera.
Se tiró en la cama y comenzó a llorar desconsoladamente. ¡Quería morirse! ¡Había estropeado lo
único bonito y bueno que había pasado en su vida! ¡Había estropeado lo que tenía con Michael! Y solo
quería llorar, llorar y seguir llorando. ¡Dios, de verdad que había sido un descuido por culpa de los
nervios!¡Qué idiota había sido! Debía haberle dicho la verdad en el mismo instante en que recibió las
llamadas y los mensajes de Sanders. Las cosas ,ahora, serían distintas porque ella no habría olvidado
aquellas tomas y Michael no estaría tan furioso.
No supo cuantas horas estuvo allí, en aquella cama sola, sin consuelo, esperando a que él quisiera
estar a su lado. ¿Por qué no subía y la abrazaba? ¿Es que no iba a dormir aquella noche con ella? ¿Iba a
dejarla sola? Lo necesitaba desesperadamente, sus abrazos, sus brazos fuertes que la calmasen, que la
hiciesen sentir segura totalmente de todo y todos.
Tapó su cabeza con aquella ropa de cama y siguió llorando solo de imaginar que aquello no se
solucionase. Era la primera discusión que tenían desde que estaban juntos y… quería morirse… Todo era
por su maldita culpa.
Ni siquiera escuchó sus pasos en la habitación.
Escuchó sus sollozos bajo aquella manta y aunque trató de ignorarlos mientras se desnudaba… no
pudo. Agachó la cabeza, sabiendo que le era imposible saber que estaba ahí, sufriendo por aquella
discusión y hacer como si no le importase. Sus lágrimas le dolían a él mucho más que a ella. Se acercó a
su lado de la cama y se sentó a su lado. No veía su rostro, tapado, y al quitar aquella ropa vio su cara
totalmente compungida e hinchada por aquel sofocón que había exagerado en extremo.
-¡Nancy! ¡Vamos, no te he dicho nada tan malo como para que te pongas de esta forma! – No creía que
hubiese hecho nada malo en levantarse y dirigirse al despacho un rato hasta calmarse. Después de todo
era comprensible que estuviese enfadado.
Pero Nancy metió la cabeza bajo aquella almohada y siguió llorando sin consuelo pese a sus
palabras. ¡Había ido a tranquilizarla! ¡Estaba a su lado! Y sin embargo tenía unas ganas inmensas de
llorar.
-Lo siento, de verdad que lo siento, Michael. - La escuchó decir mientras lloraba. - Yo no quería que
te enfadases conmigo, no sabía cómo contarte que me había olvidado de tomar esas pastillas… Apenas la
escuchaba con aquella almohada en la cabeza… - Estaba tan asustada por lo de Sanders que no
recordé…
-¡Nancy, no estoy enfadado porque olvidases tomar la píldora! – Estaba totalmente equivocada.
Sacó la cabeza de allí debajo y giró la cabeza mirándolo con los ojos empapados en lágrimas. ¿No
estaba enfadado por eso? ¿Y entonces? No lo entendía…
-¿¡Ah, no!?¿Lo dices en serio?- Preocupada.
-Claro que lo digo enserio.
-Pero, puedo estar embarazada… - Susurró con miedo de su respuesta…
-¡Por supuesto que puedes estar embarazada! ¿Aún lo dudas? Llevas semanas con vómitos, cansancio,
mareos y tienes un retraso de más de un mes… ¿Crees que no me había dado cuenta de que estabas
distinta? – Pues sí, era verdad… y eso que trató de disimularlo delante de él… - No estoy enfadado
porque puedas estar embarazada…
-Yo pensaba que te lo tomarías muy mal.
-Nancy, estamos casados, más tarde o más temprano lo habríamos buscado igualmente. – Su voz era
mucho más conciliadora que en el salón. – Además ya tengo una edad, y si quieres tres hijos como dijiste,
es mejor buscarlos lo antes posible. No quiero verme cambiando pañales y dando biberones con sesenta
años.
-Yo pensé que…
-Joder, Nancy… -Suspirando. – Me da igual que tomes la píldora o no, de hecho deberías dejar de
tomarla ya… - Querían tener hijos… cuanto antes, mejor. - …pero deberías habérmelo dicho desde el
principio. Tienes que confiar en mi… ¡Vamos, no soy un ogro! ¿Qué te pasa? Esto es cosa de dos, y si
estás embarazada es nuestra responsabilidad… tuya y mía.
-Lo sé, pero se me olvidó tomarla a mí… Es mi culpa.
-Nancy, por dios… no has matado a nadie, solo has olvidado tomar una pastilla. Ni que eso fuese un
delito… - Su voz ya era mucho más sosegada, tierna.
Sabía que su enfado era mayor por ocultarle lo de Sanders, sus llamadas, sus mensajes, sus amenazas.
Sí, estaba muy enfadado por eso.
-¿Estás muy enfadado por lo de Sanders? – Por supuesto que lo estaba. Sus mentiras podían haber
provocado un mal mucho peor. Si Sanders le hubiese hecho algo…
-Me has mentido deliberadamente durante más de un mes, Nancy… ¡Claro que estoy enfadado! ¿No
entiendes lo grave que es eso? – Al menos para él sí que lo era. – Y no me refiero solo al hecho de ser
una mentira, que también, sino a ocultarme lo de las amenazas de ese bastardo.
-Lo siento. – Con lágrimas en los ojos. Estaba tan arrepentida…
-Sé que lo sientes y sé que lo hacías para protegerme, pero quiero que entiendas que esa no es la
solución. Nunca. – Acarició sus mejillas mojadas y secó sus lágrimas mientras se acercaba más a ella. –
Tienes que confiar en mí, Nancy. Trato de cuidarte, de protegerte, pero no podré hacerlo si me mientes.
Se abrazó a Michael llorando, necesitaba su abrazo desesperadamente. ¡Cuánto lo sentía! Sabía que
tenía toda la razón del mundo. Debía haber confiado en él, aquello era cosa de dos y ella, ante su miedo,
lo había apartado de aquel problema que se hubiese solucionado hablando tranquilamente.
Sintió sus brazos rodearla mientras acariciaba su pelo, suave… ella no podía dejar de llorar, había
metido la pata de una forma tan torpe… Pero él trató de calmarla, ahora más que nunca debía aprender a
tomarse las cosas con más calma. Estaba embarazada seguramente y aquellos sofocones no le venían
nada bien.
Nancy le enseñó el test que había comprado y le explicó que ni siquiera había podido hacérselo…
¡estaba muerta de miedo! Así que se levantó de aquella cama y tiró de su mano para llevarla al baño,
saldrían de dudas aunque estaba totalmente seguro que daría positivo. Y así fue, solo tardó tres segundos
en ver aquellas dos rayas totalmente rosa fuerte, bien marcadas, corroborando que dentro de ella se había
comenzado a engendrar una nueva vida…
La miró allí sentada, esperando aquellos cinco minutos que decían para un resultado seguro y fiable,
pero Michael le quitó el test de las manos, tranquilo y sonrió al ver aquel resultado tan pronto. ¡Nancy
estaba hasta la boca! Y con esas mismas palabras se lo dijo mientras le sonreía. ¡Estaba embarazada!
¡Tendrían un bebé, juntos!
Sus ojos totalmente abiertos, impresionada por la noticia… así permaneció un rato, tratando de
asimilar que llevaba dentro de ella un hijo de Michael. ¿Iban a ser padres? ¡No podía ser! ¡¡Dios aquello
era maravilloso!! ¡¡Un hijo juntos!! Ahora serían una familia de verdad, con hijos, mascotas y una
preciosa casa en donde reinaría el amor…
Y no pudo contener las lágrimas de felicidad mientras lo miraba allí, a su lado, sonriéndole con aquel
test en las manos. Michael no parecía enfadado ni impresionado por la noticia… Se agachó cerca de ella,
la miró completamente feliz y la felicitó mientras la llamaba señora Harrison… Y se tiró encima de él
que logró perder el equilibrio cayendo de culo al suelo, sujetando a Nancy para que no se hiciese daño,
ahora tendría que tener mucho más cuidado con aquellas bromas… ahora tenía una vida dentro de ella y
tendría que cuidarla ante todo.
-¡Cuidado, loquita! – Y la dejó caer en su cuerpo, amortiguando el golpe.
-¿De verdad querrás a este bebe más que a nada en el mundo?- Le pregunto mientras lo abrazaba.
-¡Claro que sí…! ¡Exactamente igual que te quiero a ti, mi niña! ¡No hay ni habrá nunca nada más
importante en mi vida que vosotros! – Se acercó a ella y allí mismo, tirados en el suelo, comenzó a
besarla lleno de amor. Un maravillosos amor como no había otro…
Serían una preciosa familia a partir de entonces, ya no estarían solos, ahora serían tres… o cuatro…
daba lo mismo. Acababan de empezar por el primero, pero vendrían más, todos los que Nancy quisiera…
¿Había dicho tres? Tendrían tres si ella lo quería… él no podía ser más feliz a su lado, y pese a que la
noche no había pintado nada bien después de aquella confidencia, las cosas se habían resuelto con
aquella maravillosa noticia sobre el futuro bebé que colmaría sus vidas de felicidad.
La fiesta la hicieron por la noche, en aquel grandísimo jardín con piscina y vistas al embarcadero…
Todo estaba preparado para una maravillosa velada con amigos y familiares… Mesas llenas de comida
tipo buffett que había preparado George y Nancy, luces decorando el jardín, flores por todos lados y
música para bailar y amenizar la velada.
Michael había estado fuera dos semanas completas, con Edward, Steven y John, quienes también
estaban invitados a la fiesta. Los negocios no podían esperar pero pudieron estar allí aquel día, justo
unas horas antes, lo suficiente para ducharse y prepararse para la ocasión…
No era una fiesta de etiqueta, pero era obvio que había que arreglarse un poco más de lo habitual así
que Nancy fue a comprar algunas cosillas para aquella noche. Su elección para el vestido había sido de
gasa azul, con unos drapeados en el pecho que terminaban en tirantas recogidas en el cuello. Se ajustaba
con un cinturón bajo su pecho, adornado con un precioso y sencillo adorno de pedrería, pequeño, nada
ostentoso… la falda caía con gracia en aquel perfecto cuerpo que Michael vio bajar por las escaleras de
su casa… Buscaba sus zapatos, seguramente los había dejado en la bolsa… unos preciosos zapatos de
tacón abiertos, con unas tiras que rodeaban su pie y sujetaban su tobillo… los invitados estaban a punto
de llegar y andaba muy nerviosa…
-¡¡Nancy!! – Le dijo al verla aparecer con aquel traje que le quedaba perfecto… Era la primera vez
que la veía vestida de aquella forma, con unos pequeños zarcillos, nada llamativos, y unas pequeñas
florecitas blancas en el pelo… ¡Estaba tan preciosa! - ¡Nena… estás impresionante! – Y la vio sonreír al
escuchar sus palabras…
Nancy lo miró embelesada… amaba a Michael más que a nada en el mundo… Su vida ya no tendría
sentido sin él… Y tanto que había sufrido durante tantos años… sin ver ningún tipo de luz al final del
camino… desesperada, muerta en vida, pero había llegado él, de buenas a primeras, llenando todo de
amor y esperanzas a una vida mejor…
Michael sacó la pulsera de su bolsillo y se la mostró a Nancy que se sorprendió al verla… Sanders
se la había devuelto el mismo día que discutieron, apareció sin más en la mesa de su despacho, tal y
como él le había ordenado… La mandó arreglar, estaba rota por el tirón que le había dado para
quitársela de la muñeca y había creído oportuno entregársela aquella noche…
-¡Michael, la has recuperado! – Le dijo tapándose la boca, contentísima… No podía creer que su
padre la hubiese devuelto…
-Llevo meses con ella pero tuve que mandarla arreglar… No quise decirte nada para darte la
sorpresa… - Y cogiendo su mano volvió a colocársela… le quedaba perfecta… - …y hoy es el mejor día
para volver a entregársela, señora Harrison…
Levantó su barbilla y sin dejar de mirarla le dio un beso en los labios… seguía usando aquel
maravilloso gloss que tanto le gustaba a Michael… abrió los ojos y lo miró… era lo mejor que le había
pasado en su vida… estar casado con ella era el mejor sueño que hubiese podido tener…y se había hecho
realidad…
El timbre de aquella puerta sonó y Nancy salió corriendo para ponerse los zapatos… Los invitados
allí y a ella aún le faltaban algunas cosillas… La tranquilizó, estaban entre amigos y familia, no había
ningún tipo de problema…
Los primeros en llegar fueron los hermanos de Michael, con sus parejas, y Danna, que abrazó a su
hijo como si hiciera meses que no lo veía… Iban mucho para Long Island, casi todos los fines de semana,
pero aquella mujer adoraba a su hijo mayor y se alegraba en el alma de aquel matrimonio, de aquella
unión que esta vez sería para siempre…
Carol, Helen, Jeremy, todos estaban guapísimos y alegres por aquella fiesta… Las sobrinas de
Michael salieron corriendo al jardín en cuanto les dieron un beso de bienvenida. El resto de los invitados
fueron llegando poco a poco, mostrando muchísima alegría por aquel enlace del que no sabían nada.
Sarah estaba invitada y Nancy tuvo que acceder a aquella propuesta del que ya sí era su marido. Ella
era una buena amiga de la infancia y, pese a que habían mantenido relaciones hacia años, nunca habían
dejado de lado aquella amistad… Al contrario, se había afianzado con los años… No podía hacerle
aquel desprecio solo porque Nancy tuviese celos de ella por algo que ya había pasado…
También asistió Edward, al que le propio Michael no esperó para nada… fue una grata sorpresa
verlo aparecer con Kimberley, que aparecía radiante a su lado y que se acercó a Michael, al que no veía
desde hacía muchos años… Se habrían visto tres veces desde que se habían casado, pero siempre le
pareció una buena elección para su amigo… Una mujer de clase alta, que se dedicaba a la moda y que
adoraba a Edward…
Era algo mayor que él, pero apenas se notaba la diferencia de edad porque era una mujer que se
cuidaba muchísimo y a la que le gustaba vestir moderna y algo juvenil…
Algunos conocieron a Nancy aquella noche, y lo cierto es que todos quedaron prendados por aquella
jovencita adorable que supo ganarse a los amigos de Michael con su preciosa sonrisa y su saber estar.
Invitaron a algunas personas más de las que imaginaron en su momento, personas con las que trabajaban y
que sabían se alegrarían de compartir aquel momento con ellos…
Todos estuvieron allí juntos, charlando, comiendo, escuchando música, celebrando aquella velada
con armonía y alegría… Incluso Martin se encontraba allí, no podía faltar de ninguna manera. Para él era
muy importante la felicidad de Michael y aunque aquel tipo de fiestas le recordaban la boda de su hija,
echó valor y tomó un avión directo a New York. Habían estado dos semanas fuera, en Dubái, donde
tenían un importantísimo proyecto juntos. John y Steven también habían ido, las obras habían comenzado
y había mucho que comprobar…
Martin pudo charlar tranquilamente con Nancy durante algún rato, conociéndola mejor, sabiendo de su
vida, de sus sueños… Era una jovencita preciosa con la que daba gusto conversar… Alegre, jovial,
simpática, sincera… ¿De dónde había sacado Michael a aquella chica? Desde luego no debía perderla
porque era un autentico tesoro…
Allí la tenía, a unos metros de él, hablando con amigos y familiares, sonriendo, comiendo,
comprobando que todos lo pasaban bien y que nada faltaba para sus invitados. Estaba tan preciosa…
Se acercó a ella unos minutos, aquella noche era complicado tener un poco de complicidad con todas
aquellas personas tratando de felicitarlos y saber de aquella boda secreta en la Polinesia. Seguía
comiendo, probando todos los canapés que George y ella prepararon. Rió al verla disfrutar de todos
ellos. El embarazo había revolucionado su apetito.
-¡Hola, glotona! – Le dijo acercándose a ella mientras elegía entre los pasteles de las bandejas.
Nancy sonreía juguetona. Sabía que estaba comiendo bastante. No podía evitarlo. - ¿Qué pasa con ese
apetito?
-Tengo hambre. – Contestó mordiendo aquel pastelito de fresa. – Mucha hambre. – Se sentía culpable
de aquellos ataques de azúcar que tenía últimamente. ¿Sería por el embarazo?
-Ya veo, ya. – Pegándose a ella, acariciando su cintura y acercando su cara peligrosamente a la de
Nancy.
-Estos pastelitos de fresa están divinos, nene. – Relamiéndose los dedos y cogiendo otro. – No puedo
evitarlo… - Poniéndole ojitos de corderita degollada.
-Si quieres puedo decirle a George que saque algunas bandejas más. - ¡Le encantaban esos cambios
hormonales que comenzaba a tener! Hambre a todas horas…Cambios de humor radicales… Cansancio y
mucho sueño…
-No, de las de fresa ya no hay. – Dijo ruborizándose. Se las había comido todas…
Michael la miró sonriendo, viendo como trataba de ocultar una risilla burlona.
-¿Has acabado con todos los pasteles de fresa? ¿En serio? – Y la estrechó contra su cuerpo,
levantando su cara con sus manos.
-¡No me mires así! ¡La culpa es tuya! –Ante el asombro del empresario.
-¿¡Mía!? –Extrañado.
-Sí. Por supuesto que sí.
-¿Tengo la culpa de que te hayas comido todos los pasteles de fresa que ha hecho George? –No la
soltaba, abrazado a ella, queriéndosela comer con los ojos.
-Claro que sí… te vas de viaje dos semanas enteritas, y me dejas aquí sola… solita… - Jugando con
él mientras le hacía ojitos. - …me tienes abandonada y no me ha quedado otra que buscar un sustituto del
sexo. – Y lo vio sonreír muy cerquita de sus labios.
-Pero, ahora ya estoy aquí… porque no entramos en casa y solucionamos ese problemita tú y yo…
solitos… - Pegando su cara a la de ella, acariciando sus labios con los de él. Daba igual que todos los
mirasen. ¿Qué iban a ver de extraño? Una pareja amándose por encima de todo.
-¡Michael! ¡¡Mi madre y mi hermana pequeña están aquí!! – Dijo riéndose pero deseándolo.
Levantó la vista, sí, en el jardín con el resto de invitados, bebiendo, comiendo, charlando con Danna
y las hermanas de Michael.
-No creo que nadie se dé cuenta si desaparecemos diez minutos, ¿no? – Y la miró de aquella forma
que conseguía derretirla… - Yo también estoy hambriento nena… y me muero de ganas por saborearte
entera… – Le susurró, mordiéndose los labios y provocándola con aquellos gemidos cerquita de su boca.
Agachó la cabeza y mordió aquel pastelito que Nancy sujetaba en sus manos. Dio unos pasos atrás,
sin dejar de mirarla, arqueando las cejas y sonriéndole; ella sabía qué quería hacerle… qué deseaba
saborear… ¡Dios! ¡Claro que lo sabía y ella se moría de ganas porque lo hiciese!
Jeremy tiró de ella para sacarla a bailar… Ya llevaban allí unas horas y nadie se había atrevido a
bailar. Una fiesta sin nadie que bailase no era una fiesta de verdad. Michael estaba con ellos, no dejaba
de acariciar la espalda de su esposa, atento constantemente con ella, mostrándole su afecto con caricias,
sujetando sus manos, besando sus mejillas, mirándola de reojo cuando la veía reír, en su salsa… Nancy
se había ganado a todos los invitados, incluido a Martin y él no podía sentirse más orgulloso de ella…
-En esta fiesta falta lo mejor de todo… - Dijo Jeremy acercándose a Nancy y sujetando su mano… -
Ven aquí preciosa… - Y mirando a Michael le dijo que se llevaba a su mujer unos minutos…
Y así la sacó a bailar en aquel jardín iluminado y lleno de invitados que vieron a aquellos dos
jóvenes moverse con maestría mientras bailaban una salsa pegadiza… Jeremy había apuntado a Nancy a
un concurso profesional de bailarines, sin pedirle permiso, sin preguntar… Necesitaba una pareja y sabía
que no habría nadie mejor que ella para él… Nadie bailaba como ella… Y aunque al principio no supo
qué decir ante la noticia, al final dijo que sí ante el entusiasmo del joven… ¿Por qué no? Nunca antes se
había atrevido a apuntarse a esa clase de concursos por Sanders… sabía que se habría negado totalmente,
… pero ahora, ¿por qué no intentarlo? Al menos lo pasarían bien…
Así que ahí estaban, bailando delante de todos sus amigos y familiares, pegados, rozándose,
mostrando cómo se bailaba, como se podía llegar a mover el cuerpo… Dando vueltas, girando sin parar
mientras Jeremy sujetaba su mano o su cintura, su espalda, sus piernas, sus muslos, sus brazos desnudos
que acariciaba mientras Nancy lucía aquel perfecto cuerpo con aquellos movimientos sensuales…
Para nada le molestaban aquellos roces, sabía perfectamente que solo actuaban, sintiendo la música y
el baile como solo ellos sabían hacerlo… Nancy era una profesional y su hermano intentaba serlo a toda
costa… había encontrado el motivo en su vida para vivir lleno de plenitud…
Michael la miraba de lejos mientras hablaba con Martin… le encantaba verla bailar de aquella
forma… Lo cierto es que Jeremy y ella se compenetraban a la perfección desde el primer momento…
ambos sabían hacer de una salsa una maravilla para la vista… sus cuerpos, perfectos y fuertes,
moldeados por el baile y el deporte, mirándose muy de cerca, sonriendo y comunizándose tan solo con
las miradas… Eran la pareja de baile perfecta…
La gente comenzó a animarse a bailar, de distinta forma, por supuesto, pero Helen y su marido, John y
su esposa y algunos más, comenzaron a moverse en aquel jardín al ritmo de la música que había elegido
aquel joven para animar la velada…
-Bailan estupendamente… - Dijo Martin mirándolos embobado. – Pareciera que se dedican a ello…
-Sí, bueno… algo así. - Contestó Michael sin dejar de mirar a su esposa… ¡Cómo le gustaba verla tan
feliz! - Nancy y Jeremy dan clases de baile en el edificio, y ella lleva años preparando coreografías para
los chicos del colegio de danza moderna. Ahora están pensando ir a un concurso profesional… - No se
opuso en ningún momento. - Creo que quieren tomárselo en serio.
Volvieron la vista a los bailarines que terminaban la canción aunque no parecían tener ganas de
parar… disfrutaban bailando juntos y eso se notaba… Se habían hecho muy buenos amigos y era normal,
tenían casi la misma edad… Dos jóvenes que habían sufrido muchísimo, por distintos motivos, y que
habían encontrado en el baile una escapatoria a tanto sufrimiento…
-No pierdas a esa mujer, Michael… - Le dijo sin dejar de mirarla… - Esa chica es muy especial…
Iluminaría la vida de cualquier hombre que estuviese a su lado con solo sonreír… Es un ángel…
Michael lo miró mientras sonreía… Por supuesto que no iba a dejarla escapar, ya cuidaría él de que
nada ni nadie pudiese estropear aquel inmenso amor que sentían…
-Sé que no debe ser fácil para ti estar aquí y ver todo esto, Martin… - Él jamás había superado la
muerte de su hija… Nancy, la fiesta, los bailes… debía estar acordándose de aquella maravillosa boda
en los Ángeles…
-No, te equivocas… - Y sujetó su hombro con cariño mientras lo miraba con ternura… - Mi hija no
volverá, pero tú estás aquí y estás vivo… Sabes que siempre has sido un hijo para mí… te mereces ser
feliz, ya es hora… - No podía creer que de verdad tuviese la aprobación de aquel hombre al que de
verdad respetaba y quería. - Y has encontrado a la mujer perfecta para ti, Michael…
Edward se acercó a ellos con un vaso en las manos… Había bebido bastante durante toda la noche…
Anduvo despacio, sonriente, la noche estaba siendo completa… Una fiesta muy amena para todos donde
no faltaba de nada, ni siquiera el baile…
-No deberías dejar que tu mujer te pusiera en evidencia, Michael…- Le soltó sin ni siquiera
mirarlo…
-No entiendo por qué dices eso…
Martin lo miró fijamente, sin decir nada… No le gustaba Edward, nunca le gustó desde que lo
conoció en su casa hacia unos meses… Y ahora, ¿a qué venía diciendo aquellas cosas? ¿Qué tenía en
contra de aquella joven?
-Tú dirás… - Y señaló a la pareja de baile que disfrutaban de la música… - No debería olvidar que
ahora es la esposa de un gran empresario… Tu imagen es lo primero…
-No digas tonterías… solo están bailando… - No dio importancia a sus palabras… Nancy nunca lo
avergonzaría, de eso estaba totalmente seguro… ¿Qué hay de malo en eso?
Sonó una canción muy conocida, reggaetón y ritmo tropicales, que la hacían muy sensuales a la hora
de bailar… Y allí estaban ellos dos… pegados, mientras las manos de aquel joven rozaban el cuerpo de
Nancy y cantaba muy cerca de su cara… sonriendo… Sus piernas se cruzaban mientras hacían juegos de
pasos, tumbándola, manteniéndola en su cuerpo, en su pecho, girándola y sujetándola antes de caer al
suelo… desde luego llegarían lejos bailando juntos…
-Hay muchas formas de bailar… Míralos… tan pegados… rozándose de esa forma… acariciando sus
cuerpos mientras se pegan el uno al otro… - Los miraba fijamente… - Insinúan muchísimo delante de
todos… Y ya sabes cómo habla luego la gente…
-Me parece increíble que conociendo a Jeremy como lo conoces, pienses que… - No pudo terminar
la frase…
-Precisamente porque lo conozco bien y sé de lo que hablo, te aconsejo que pongas un poco de
distancia entre ellos… - Y lo miró a los ojos fijamente… le daba igual que Martin estuviese cerca de
ellos… - Si yo tuviese una mujer como Nancy no dejaría que nadie bailase tan pegado a su culo… Soltó
sin cortarse…
-Deberías dejar de beber… - No le gustaban sus palabras ni sus formas… pero trataba de
controlarse. Estaban en una fiesta y en su casa…
-Y tú deberías abrir más los ojos… ¿Es que crees que a un hombre por ser gay no se le pone dura
rozándose con una mujer como la que tú tienes? Tienes mucho que aprender… – Edward se rió
descaradamente mientras lo miraba… Desde luego había bebido pero sus palabras no eran fruto del
alcohol… Quería hacer daño… - Yo me acuesto con Kimberley cada noche… - Y lo provocó con la
mirada… - …y creo que no hace falta que te diga lo que me gusta realmente en la cama…
Lo miró nervioso… estaba rebasando la línea de su paciencia… Puede que lo estuviese pasando mal,
por Nancy, por él, pero no podía seguir aguantando sus indirectas constantes…
Martin no hablaba, solo escuchaba la conversación entre aquellos dos amigos… miraba fijamente a
Edward y a Michael… Bajó la mirada un segundo… Estaba empezando a comprender muchas cosas…
-Déjalo ya, Edward… - Y lo miró muy serio, decidido a finalizar aquella estúpida conversación…
-Te aseguro que si yo fuese Jeremy… - Miró a Nancy descaradamente, provocando a su amigo… - …
ya me habría puesto cachondo hace un rato…
-Estás hablando de mi mujer Edward… - Y esta vez alzó la voz bastante… estaba muy cabreado con
él… no iba a consentir aquel comportamiento… estaba cansado de sus celos…
Sarah metió las manos por la chaqueta de Michael y cogiendo su cintura tiró de él para bailar…
Sabía que la cosa no iba bien… Había estado mirando a sus amigos a unos metros y pudo ver la
expresión de Michael mientras miraba a Edward… Nunca los había visto así en todos los años de
amistad… Prefirió acercarse a él y tratar de alejarse de allí unos minutos… Los conocía muy bien y lo
que fuese que le estuviese diciendo llegaría a mal puerto…
Michael, a regañadientes, terminó sujetando la cintura de Sarah y bailando con ella en aquel jardín en
el que sus invitados disfrutaban de la velada… Intentó cambiar el chip, escuchando a su amiga que intenta
por todos los medios que siguiese calmado, viviendo con alegría aquel momento. Era una noche especial
para él y para Nancy y no debía hacer caso a ningún tipo de provocación…
Pero le dolía tanto que su propio amigo estuviese así con Nancy… Solo quería que la aceptase, que
pudiera entender que la amaba y que nunca se separaría de ella…
Trató de no pegarse demasiado a Sarah, no iba a olvidar los celos de Nancy, que a pesar de todas sus
palabras y sus muestras de amor, seguía encelándose de aquella amiga que tenía en sus brazos… Podía
entenderla un poco, ella sabía que habían estado juntos durante años, la relación con Sarah había sido
realmente buena y era normal que se sintiese celosa al verlos pegados… Bailaron juntos durante dos
canciones, hablando de aquella preciosa boda de Bora Bora de la que quiso detalles… Danna se acercó
a su hijo y dándole un toquecito en la espalda abrió sus brazos para bailar con él… Sus ojos cambiaron
al verla ahí, a su madre, la mujer que amaba con toda su alma y que tanto había sufrido en la vida…
Sujetando su cintura la pegó a él y la llevó al ritmo de aquella bachata, tranquilos, cerrando los ojos y
sintiendo todo el amor que se tenían.
No podía evitar amar a su madre con toda su alma, tanto que la había visto llorar y preocuparse por
sus hijos… luchando por ellos tras aquel divorcio que la había hundido totalmente… pero nunca faltó una
sonrisa, un abrazo y una palabra de amor para ellos… Era una grandísima mujer…
La besó varias veces, sin dejar de abrazarla, sonriendo mientras la sentía insegura bailando aquellos
ritmos pero dejándose llevar por los brazos de su hijo mayor por el que siempre había tenido
predilección… ¡Estaba tan contenta por verlo feliz junto a Nancy! Y lo hablaron tranquilamente, mientras
lo regañaba por haberse casado en silencio y sin dejarla compartir ese momento con ellos… pero lo veía
tan sumamente feliz… ¡Tanto que había sufrido, tantos años de separación, de soledades, de silencios!
Michael volvía a ser el mismo de siempre y todo se lo debían a esa jovencita que bailaba con Jeremy…
Levantando las manos de su madre dio media vuelta, y pegándose a su hermano, consiguió meterse
entre ellos, sujetando a su esposa y abrazándola mientras la elevaba en sus brazos… ya era suya…
Nancy rodeó su cuello con sus brazos y lo besó allí, delante de todos, una vez, otra vez, mientras
bailaban al compas de aquella canción que sonaba preciosa en sus corazones… hablaba de un hombre
que amaba desesperadamente a una mujer y quería pasar la vida entera a su lado… ella era su consuelo,
su complicidad, un rayo de luz en su alma, la única persona que lo sorprendía cada día… una mezcla
perfecta para amar eternamente… Y así se la cantaba Michael, muy cerca de su boca, sin dejar de mirarla
y de sonreírle, acercándose a sus labios y rozándolos suavemente, delante de todos sus invitados que los
miraban felices… ¡Se alegraban tanto por ellos! Todos excepto Edward que sentía unas ganas inmensas
de llorar al verlos ahí, tan abrazados, tan acaramelados… tan enamorados…
Sí, estaban enamorados el uno por el otro… no era tonto…
Capítulo 34
UNA FIESTA UN TANTO EXTRAÑA
La gente lo pasaba bien, el lugar era idóneo para una fiesta, las vistas de la bahía eran impresionantes
a la luz de la luna y la temperatura era la perfecta para pasar una noche en el jardín. La bebida y la
comida no faltó, todo estaba delicioso y Nancy era una anfitriona maravillosa y atenta con todos… Por
supuesto habían contratado algunas personas para el catering, así se aseguraban que las copas siempre
estuviesen llenas y que sus invitados se sintiesen colmados de atención.
La cocina estaba llena de bandejas de comida y aunque había sido una paliza para George y Nancy,
estaban contentos de haber seleccionado ellos los canapés… Le habían dado el día libre después de todo
el trabajo realizado pero él quiso estar ahí, pendiente de que todo saliese bien y aquella pareja no tuviese
que preocuparse de nada… Era mucho más que un empleado para ellos…
Los pies de Nancy estaban algo hinchados y bastante doloridos así que subió a la habitación a
cambiarse los zapatos, seguida de su esposo que la abrazó fuerte cuando estuvieron solos…
Llevaban dos semanas separados por aquel viaje de negocios al que ella no había podido ir por los
preparativos de la fiesta, así que las ganas de besarse, de tocarse, de entregarse era mutua… Así se lo
hizo saber Michael en aquella habitación, cuando la ayudó a quitarse aquellos zapatos y acarició sus pies
descalzos… Los masajeó con suavidad mientras la miraba deseoso de hacerle el amor… más que
nunca… ¡Cómo deseaba estar a solas con ella!
Había llegado del viaje y tan solo le había dado tiempo a ducharse y vestirse para la fiesta, cuando
llevaba dos semanas sin verla, sin hacerla suya… y no tenía ni idea de cómo la deseaba…
Michael giró la cabeza y la vio ahí, medio tumbada en la cama donde tantas veces la había hecho
suya… le gustaba aquel masaje… Paró y se acercó a su boca, besándola despacio... sus labios, su
cuello… se quedó allí un rato, haciéndole ver cómo la deseaba…
-¡Michael… nooooo! – Le dijo Nancy cuando sintió sus manos en sus muslos y subiendo…¡Están
todos abajo! ¿¡Te has vuelto loco!? – Y trató de apartarlo de su cuerpo que trataba de tumbarla en aquella
cama…
-Ven aquí, nena… - Y la besó sin tregua alguna… - No puedo más… llevo semanas sin tocarte,
Nancy… Y estás tan preciosa esta noche con este vestido… - Y llegó hasta su sexo que acarició por
encima de sus braguitas… Sonreía mientras la veía nerviosa por su insistencia… - Desde que te he visto
bajar las escaleras con él… solo tenía ganas de quitártelo... todo…
-No… me arrugarás el vestido… se van a dar cuenta… ¡Para…! – Y se levantó de aquella cama
rápido, bajándose su vestido y mirando si había conseguido arrugarlo…
-Cuando todos se vayan, nena… - Allí, medio echado y mirándola con un deseo incontrolable… miró
a la puerta, entreabierta, asegurándose que nadie había subido. – Voy a hacerte el amor hasta que ya no
puedas más… - La miraba de arriba abajo, pasando su lengua por aquellos labios que tanto le gustaban a
Nancy… trataba de provocarla, de excitarla solo con sus gestos. - …la volveré loca de placer esta
noche, señora Harrison…
-¡¡Michael!! – Dijo riéndose mientras se acercaba a él, en aquella cama, viendo como se sentaba en
el borde y sujetaba su cintura, posando su cabeza en sus pechos… Sintió sus manos apretar su trasero con
fuerza mientras lo escuchaba gemir suavemente… - ¡Estás loco! – Le dijo besando sus labios…
-¿¡Loco!? – Se levantó de aquella cama y agarró su rostro con ambas manos. Se acercó a su cara y la
miró con deseo mientras mordisqueaba sus labios… - Hasta ahora solo has saboreado el sexo de pasada,
pequeña Nancy… No tienes ni idea de lo que puedo llegar a hacerte en la cama, ni de cuántas veces
puedo conseguir que te corras en una sola noche… - La vio intentar agachar la cabeza ruborizada,
sonriendo mientras se mordía los labios, pero él no la dejó bajar la mirada… Siguió levantando aquella
barbilla obligándola a mirarlo a los ojos… ¡Cómo le gustaba su pudor y cómo le ponía verla
avergonzada cuando le hablaba de sexo…! – Voy a saborearte entera… - Y pasó su mano por su
intimidad un solo segundo. - … voy a besar cada parte de tu precioso cuerpo… - Pasó su mano por su
cintura, sus pechos… - …voy a hacerte el amor hasta que sientas que no puedes más y me ruegues que
pare… -…acariciando sus mejillas y mirándola a los ojos fijamente… - …y cuando creas que he
acabado contigo… te follaré ese precioso culo que me pone enfermo… - Pero no paró… Acercándose
hasta su oído metió su lengua dentro, haciéndola sentir un escalofrío por todo el cuerpo… Su mano sujetó
su trasero con fuerza… - …voy a follarme su culo toda la noche, señora Harrison… - Susurró ardiendo…
- … toda la noche…
Y la soltó mientras daba unos pasos atrás y se cambiaba la camisa por una limpia color vainilla. La
veía ahí, a un metro de él, pensando en todo lo que le había dicho sin ni siquiera atreverse a decir
absolutamente nada… Aquello lo volvía aún más loco… Su pudor, su vergüenza, su inocencia…
Ella lo buscaba muchas veces, provocándolo, excitándolo como solo ella sabía hacerlo, pero muy
pocas veces sabía qué hacer después… Algunas veces se quedaba quieta, pensando si aquello que se le
pasaba por la cabeza estaba bien o mal…insegura, inexperta… pero entonces él la guiaba poco a poco,
haciéndola descubrir sensaciones prohibidas para ella hasta entonces… ¡Y cómo le gustaba todo lo que
él llegaba a hacerle! Podía sentirla vibrar debajo de su cuerpo, agitar su pelvis tratando de saborear al
máximo aquellas sensaciones tan placenteras que nunca antes había sentido… respirando agitada hasta
llegar a hiperventilar… entonces, paraba, le hablaba al oído, trataba de calmarla… con calma, sin
prisas… él era entero para ella, no hacía falta correr… la haría llegar al orgasmo cuántas veces
quisiera… estaba ahí para hacerla disfrutar siempre…
Michael escuchó la voz de Edward que lo buscaba tras la puerta de la habitación… Y comprobando
que Nancy estaba lista le dijo que podía pasar mientras ella salía mirándolo de reojo y con unas
sandalias más bajitas para comodidad de sus pies… Aunque ya no le dolían…
Agachó la cabeza al pasar por su lado, ellos seguían sin llevarse bien pero Nancy sabía que era el
mejor amigo de su marido, por eso trataba de no tropezar mucho con él… la situación no era fácil para
Michael…
-Quería disculparme por mi comportamiento… no debí decir esas cosas… - Le dijo entrando en la
habitación y viendo como se abrochaba aquellos botones…
Quería solucionar las cosas con él, le dolía en el alma todo aquel malestar que se había creado entre
ellos… Sabía que él era el responsable, no había duda, pero necesitaba que Michael pudiese entenderlo
de verdad…
-Gracias, Edward… - Lo miró tras el espejo… - No esperaba menos de ti… - Claro que sí, eran
amigos desde siempre y aquella amistad no podía romperse por nada en el mundo…
Edward caminó hacia Michael unos pasos, cabizbajo, mirando con disimulo aquel cuerpo que tanto
deseaba… ¡Estaba tan maravillosamente guapo aquella noche! ¡Y ni siquiera podía decirlo a nadie! Lo
observó desde que llegaron, con aquel ajustado traje de chaqueta color negro, pegado a su cuerpo
robusto, marcando su espalda, sus hombros, su cintura… Ahora solo llevaba la camisa, solía usarlas bien
ajustadas a sus brazos y aquel pantalón que marcaba un trasero perfecto…
Unas lágrimas cayeron de sus ojos mientras trataba de rozar su espalda con la boca… acercando sus
labios hasta aquel hombre que sintió el contacto en su espalda y en su cintura… Las manos de Edward se
agarraron a él con suavidad mientras podía verlo llorar tras el espejo…
-¡No puedo con esto, Michael! ¡Te juro que no puedo más! – Y sus lágrimas se hicieron mucho más
evidentes… Lloraba desconsoladamente sin poder mirar a su amigo que no lo apartó de su lado… - ¡No
sé cómo hacer para superar todo esto! ¡¡Te quiero!!
Michael lo observó a su lado, no sabía qué podía decirle… su mejor amigo estaba ahí a su lado,
acariciando su espalda mientras lloraba sin consuelo y él… tenía a un montón de invitados en el jardín,
incluidas sus mujeres… ¿¡Qué podía decirle en esa situación! Sabía que lo pasaba mal con todo aquello
pero… ¿qué podía hacer?
-Edward, por favor… ya hemos hablado de esto… - Y en sus palabras no hubo ningún tipo de
resentimiento… al contrario, sus palabras sonaron suaves, comprensivas… No dudaba que sufría de
verdad…
Se giró y lo miró a los ojos de cerca… Era su amigo, su mejor amigo desde que iban al instituto…
Tanto que siempre lo ayudó en sus problemas, en sus miedos, en sus desamores… nunca lo dejó solo en
todos esos años…
-¿Tan difícil es que puedas quererme un poco? – Miró los ojos de Michael, muy cerca de los suyos…
Imploraban un poco de amor…
-Te quiero Edward… - No dudó en decirlo. - … eres una de las personas más importantes de mi
vida… - Por supuesto que sí… - Y me duele muchísimo verte sufrir de esta forma por mi culpa… pero yo
no puedo quererte como tú quieres que lo haga…
No le pedía que dejase a su mujer… él tampoco lo haría… solo estaba pidiendo un poco de amor, de
caricias a escondidas, de miradas cómplices… de vez en cuando, no hacía falta que fuesen amantes cada
noche, se conformaba con poder estar a su lado alguna vez… Solo cuando él lo desease…
-No puedo hacerle algo así a Nancy… y tampoco puedo hacértelo a ti… - No podía ser más
sincero… intentando no hacer demasiado daño…
-Entonces, ¿es por ella?- Sabía que sí… si Nancy no estuviese en su vida su amigo habría ido a
buscarlo muchas noches para calmar su soledad… estaba seguro…
-Es por mi… - Lo dejó claro… - No es lo que busco, no es lo que quiero… y te aseguro que si alguna
vez hubiese tenido un mínimo de dudas sobre ese tema… - Seguía viendo sus lágrimas, su sufrimiento… -
…tú habrías sido el primero en saberlo, Edward…
Se alejó de Michael unos metros, cabizbajo, sabía que no lo convencería… y él estaba tan mal…
Puso sus manos en la cara mientras se sentaba llorando en aquella cama… ¡Quería morirse!. ¡¡No podía
aguantar más viviendo de esa forma!! ¡Aquello no era vida! Lo intentaba de verdad…trataba de ser feliz,
a su forma, con su esposa, con sus salidas de vez en cuando… pero le faltaba Michael…
Se acercó a él y se sentó a su lado… sentía su desconsuelo… Pasó su mano con su espalda y
sujetando su cabeza lo abrazó fuerte… Y lo sintió sujetarse con fuerza a él mientras lloraba
desconsolado, pidiéndole perdón por todo aquello, por la escena, por sus palabras, por no saber
olvidarlo…
-¡Tranquilo, Edward…! ¡Estoy aquí…! – Y lo acarició mientras trataba de calmarlo… ¿Cómo iba a
dejarlo de aquella forma? ¡Era su mejor amigo y lo necesitaba de verdad! - ¡No estás solo en esto… yo
siempre estaré aquí, a tu lado…! ¡Te prometo que te ayudaré a superarlo…!
-¡Te quiero, Michael! – Le dijo llorando su acercándose a su boca. - ¡No puedes imaginarte como te
quiero y como deseo volver a sentirte dentro de mí! – Y despacio rozó sus labios, suavemente, sin prisas,
sin locuras…
Seguían abrazados pero aquel arquitecto separó su cara de él unos centímetros… Agarró su cara con
sus manos y mirándolo fijamente supo que solo había conseguido hacerle muchísimo daño a su mejor
amigo acostándose con él…
-No puedo… por favor, no insistas más…no quiero hacerte daño, Edward… - Fue muy sincero con su
amigo… - No te estaría haciendo ningún favor, Edward… Mírate… - No sabía cómo podría ayudarlo
pero sí sabía que cediendo solo conseguiría hacerle aún más daño… - ¿…esto es lo que te hice? Dijiste
que había hecho realidad tu sueño… pero te equivocabas… solo conseguí que te obsesionaras aún más
conmigo y que fueses incapaz de rehacer tu vida… ¡No me lo perdonaré nunca!
-¡Lo mejor que me ha pasado en la vida es haber estado contigo, Michael! – Y acercó de nuevo su
boca a la de su amigo que volvió a echarse atrás… - Al menos bésame una vez más, como lo hiciste
aquel día… es lo único que me quedará de ti…
Y se acercó de nuevo a su boca, pero esta vez Michael no se alejó, se quedó ahí quieto, dejándolo
entrar en ella, todo lo que quiso… Metiendo su lengua y rozándola con la de él, saboreando su boca,
aquella humedad que tanto había echado de menos… Una vez tras otra, mientras sentía sus mejillas
mojadas por aquellas lágrimas que no dejaron de caer… Sabía que sería una despedida definitiva… Por
ello disfrutó de aquel beso como nunca, porque sabía que jamás volvería a probar aquella boca que lo
volvía loco…
Los invitados comenzaron a marcharse en torno a la una de la madrugada… Edward y Kimberley
fueron los primeros en irse, minutos después de que ellos bajasen de la habitación… Primero Michael,
que dejó a su amigo arriba, mientras se tomaba unos minutos para reponerse… Podía quedarse todo el
tiempo que necesitase sin problemas…
Lo cierto es que no la esperó en el despacho, cuando se encontraba con Martin revisando unos
documentos que habían llegado por e-mails. Ni siquiera llamó a la puerta. Michael sintió aquel pomo
girarse y de repente vio a Kimberley sollozando, sabía perfectamente que había sucedido en su
habitación en cuanto vio bajar a su marido… Ella lo sabía todo.
Le gritó que si ya se lo había follado, tal vez así lograse descargar un poco aquella rabia que llevaba
dentro últimamente y que les había llegado a afectar en su matrimonio. Michael se acercó a ella,
explicándole que no sabía de qué hablaba pero estaba claro que aquella mujer sabía mucho más de lo que
él creía…
-Sé que habéis estado juntos… sé que está enamorado de ti… - Le dijo recriminándole su forma de
negarlo todo…
-Kimberley, por favor… - Martin estaba allí y no tenía porqué saber todo aquello…
- Me importa una mierda que salga por las noches a buscar lo que necesita porque sé que luego
volverá a casa… al principio todo iba bien, se conformaba con tener sexo con un hombre, pero, ya no es
suficiente… él te quiere a ti… - Y lo miró con pena… era una mujer muy fuerte pero en aquellos
momentos era alguien francamente vulnerable.- No puedo luchar contra eso…
Estaba enamorada de verdad de su marido, lo quería tanto que era capaz de soportar aquella
humillación solo por estar a su lado… Daba igual que saliese varias noches y se acostase con aquellos
chicos que tanto placer le daban… ella no podía darle aquello que él necesitaba, pero sabía que siempre
regresaba a casa a su lado… eso era lo importante…
-Kim, no voy a seguir con esta conversación… estás desvariando… - Le dijo tratando de convencerla
de que se equivocaba. - No sé de dónde has sacado todo eso, pero Edward te quiere…
-No como a ti… - Y vio unas lagrimas en sus ojos… - Yo no puedo darle lo que tú le das…
-Yo no le doy nada a tu marido. - Lo dijo totalmente seguro. - Es mi amigo… nada más. - Y la llevó
hasta la puerta para sacarla de aquel despacho donde Martin había estado escuchando aquellas
palabras… - Por favor, Kimberley…intenta tranquilizarte…
-Tal vez si tú… - Y lo miró rogándole… solo quería salvar su matrimonio a cualquier costa… …
quizás pudieras acostarte con él de vez en cuando, seguro que se calmaría…
Aquello era una locura, su propia mujer sugiriéndole que mantuviese relaciones con su marido… ¿De
verdad pensaba salvar su matrimonio de aquella forma? ¡Estaba tan agobiado de aquel tema!
-¡Basta! Por favor… - Le pidió con serenidad… Estaba agobiadísimo con aquel tema…
Hizo un gesto con las manos y la mandó callar… No pensaba seguir escuchando nada más… No tenía
por qué escuchar todas esas cosas, no tenía derecho a presentarse delante de él y pedirle algo
semejante…
-No me acuesto con tu marido ni lo voy a hacer, ¿de acuerdo? – Miró sus ojos, sufría muchísimo, pero
él no podía hacer nada por ella… - No sé qué tipo de problemas tienes con él pero desde luego yo no soy
la solución…
-Os he visto juntos. – Soltó ante el asombro de Michael. ¿De qué hablaba aquella mujer? – No puedes
seguir negando algo que yo he visto con mis propios ojos.
-No sé de qué me estás hablando. – Seguro al cien por cien de que aquella mujer no podía haber visto
nada. ¡Dios, de aquello hacía años y ella ni siquiera conocía a Edward en aquel entonces!
-Te lo follaste, Michael.- Le dijo con voz más suave, acercándose a él, tratando de que Martín no
escuchase aquella confidencia. – Te follaste a mi marido y disfrutaste mientras él te lo hacía a ti. Puedes
negárselo a todos, a tu mujercita, a tus amigos, a tu familia, pero no a mi… yo os he visto juntos…
La miró a los ojos. No mentía. Pero… ¿qué cojones estaba pasando allí? ¿Cómo podía haberlos
visto? ¡¡Era de locos!!
Agachó la mirada un segundo, pensando en que Martín estaba a unos metros tras él, enterándose de
todo. No era muy cómoda aquella situación, la verdad.
-Kim… - La sujetó del brazo, acercándola a la puerta. – No es el lugar ni el momento para hablar de
esto, ¿de acuerdo? – Suave. Tranquilo, pero muy preocupado. – Te prometo que hablaré con Edward de
todo esto y trataré de ayudaros en lo que pueda, pero, ahora, por favor…
Sacó a aquella mujer de aquella sala y apoyó su cabeza agobiado en aquella puerta al cerrarla tras
ella… ¿Cuándo iban a acabar aquellas charlas sobre sexo con hombres? ¡No le interesaba! ¿Cuántas
veces tenía que repetirlo? Sabía que si todo aquello seguía hablándose de aquella forma, Nancy se
enteraría de lo sucedido con Edward hacia años… y, aquello pese a haber sucedido hacía siete años,
podría desestabilizar su relación con su esposa…
Escuchó a Martin tras él, no había dicho nada hasta entonces,… y había escuchado aquella
conversación completa… No era tonto, por supuesto que no… era probable que se hubiese imaginado
una historia entre ellos…
-Michael… no se qué es lo que ha pasado entre Edward y tu… y sinceramente, tampoco quiero
saberlo… - Estaba claro que no era tonto y se había dado cuenta de muchas cosas… - …pero o pones
distancia entre vosotros o te va traer muchos problemas con Nancy.
Sí, lo sabía… pero ¿cómo pararlo? Agachó la cabeza agobiado… era su fiesta para celebrar su boda
y pese a que todo había ido de maravilla habían conseguido amargársela… Trató de que Nancy no se
diese cuenta de ello y se quedó a su lado el resto de la noche, abrazándola, acariciándola, sonriendo
cuando ella se acercaba a besarlo y cuando le pedía volver a bailar juntos… No iba a negarle nada, por
supuesto y se encontró de nuevo bailando con ella, abrazado a su cuerpo, dejándose llevar por aquella
música que Jeremy había traído de casa.
Al principio le costó sonreír después de todo lo que había escuchado aquella noche, no podía dejar
de pensar en las palabras de Kim… ¡No entendía nada de nada! Pero al final la alegría de Nancy
consiguió hacerlo olvidar todo lo malo, y estuvo bailando con ella durante varias canciones. Estaba claro
que no bailaba igual que su hermano, pero se desenvolvía bastante bien con aquellas canciones, y logró
que Nancy se dejase llevar por él que aún mantenía el buen sentido por el ritmo...
Las manos de Nancy se aferraron a su pecho mientras apoyaba su cabeza en la espalda de Michael.
¡Esperaba aquella noche mágica de sexo que él le había prometido! Por eso se acercó a él mientras se
desabrochaba aquella camisa y lo agarró fuerte, besando su espalda y recordándole que ya todos se
habían ido… estaban solos…
Michael se giró y apartó aquel flequillo de su rostro… Sonriendo, mirándola con ternura… No iba a
fallarle aquella noche pese a que no se encontraba muy bien… Cerró los ojos y se acercó a sus labios
riquísimos, los acarició con sus labios, los mordió suavemente… Sus manos tocaron sus brazos
desnudos, y notó la piel erizada de la joven que temblaba solo por imaginar qué iba a hacerle…
-Estaba deseando que se marchasen… - Le susurró mientras besaba sus labios…
-¿Ah, sí?... – Tiró de su labio, con cuidado… le volvía loco aquella boca que besaba despacio,
saboreándola bien… - Yo también… - Y dio unos pasos hacia la cama, mientras acariciaba su cintura con
ambas manos…
Las manos de Nancy se aferraron a su cuello que tiraron de él con fuerza para poder meterse en su
boca con ganas… Llevaban dos semanas sin verse, sin ni siquiera acariciarse… y necesitaban sentirse
piel con piel desesperadamente…
Sujetó aquella correa de Gucci y desabrochó aquel pantalón bien ajustado, pasando su lengua por
aquel ombligo, chupando su abdomen marcado mientras Michael acariciaba su cabello que ya había
dejado suelto… Lo escuchó gemir ante el contacto de su lengua, revoltosa, juguetona, sedienta de él…y
lo miró mientras lo ayudaba a desvestirse… Quería su noche mágica de sexo…
-Me has prometido muchos besos por todo mi cuerpo… - Parecía más un ruego… - Los quiero
ahora… - Y su mirada seguía provocándolo sin tregua alguna…
-Los tendrás…- Le dijo agachándose y besándola con intensidad y maestría… él tenía las mismas
ganas que ella…
Aquel vestido de gasa no tardó en caer al suelo, dejándola solo con una braguitas de encaje que miró
con deseo… ¡Le encantaba aquella ropa interior que Nancy usaba y le quedaban tan bien! Pasó su lengua
por aquellos pies descalzos y la vio moverse rápido, encogiéndose por las cosquillas… Tiró de ella
mientras sonreía… debía controlarse un poco… Y pudo seguir besando aquellas piernas perfectas
mientras notaba su piel erizaba ante el contacto de su boca… de su lengua caliente que la saboreaba a
ella entera… Sus manos sujetaban sus caderas, por las que deslizó aquellas braguitas, dejándola
totalmente desnuda… Y siguió su camino, lamiendo aquel precioso cuerpo, su ombligo, su estómago, sus
pechos firmes que sintieron aquellos chupetones, descontrolándola mientras sujetaba el rostro de Michael
con ambas manos y lo acercaba a su boca… Y allí se quedó un rato, rozando sus labios con la punta de su
lengua, metiendo sus dedos entre su cabello… mordiendo su barbilla con cuidado… ¡No podía más!
-¿Hay algo en especial que quieres que te haga? Tal vez haya algo con lo que disfrutes más… – Le
preguntó mientras se metía en su cuello y lo mordía con cuidado… Pero si pretendía que ella hablase
claro sobre sexo no lo consiguió, Nancy seguía ruborizándose con aquellas cosas pese a que le
fascinaban… La escuchó decir que le gustaba todo lo que él le hacía… definitivamente Nancy debía
aprender mucho sobre sexo… pero con él… - ¿Qué te parece si averiguamos cuantos orgasmos consigo
que tengas en una noche? – Y la escuchó decir su nombre totalmente ruborizada… Aquello lo excitaba
aún más… verla tan vulnerable en sus brazos… con su experiencia…
-¿Se puede tener más de uno? – Aquello no lo había preguntado de verdad, jugaba con él, se hacía la
inocente, la incrédula… ¡Claro que él le había demostrado en el tiempo que llevaban juntos que podía
hacerla volverse loca más de una vez! Pero le gustaba aquel juego, siempre le gustó. – Quiero decir… a
la vez…
-¿A la vez?
-Sin hacer una pausa… -Terminó por confirmar su pequeña duda.
-¡Claro que sí! – Sonrió ante su pregunta, sacando la cabeza de su cuello y mirándola juguetón. ¿Es
que en Bora Bora no tuviste más de uno?
-Sí, pero… nos detuvimos entre uno y otro… tú me entiendes.– Mimosa. Curiosa. - ¿Se pueden tener
dos?
Comenzó a bajar por aquel precioso cuerpo que lo esperaba impaciente… Sabía que aquello la
llevaba al límite, sentir como saboreaba su intimidad era lo máximo para Nancy... la hacía entregarse
totalmente en aquellos momentos…
La miró pícaro, provocándola, mientras la escuchaba preguntar si se podía tener más de dos… ¿¡De
verdad pensaba que solo se podían tener dos orgasmos!?
-Con que dos, ¿eh? – Y se mordió los labios excitándola… - Definitivamente voy a volverla loca esta
noche, señora Harrison… - Y bajó lento por su estómago, chupándolo, su ombligo que lamió con
sabiduría… Y no se detuvo… Michael bajó hasta su sexo, despacio, mordiendo el interior de aquellos
muslos que ardían de placer, esperando la llegada de su boca, de su lengua… y se quedó allí, mucho
tiempo… Sabía cómo hacerlo… sabía qué le gustaba… y metió su lengua despacio, escuchando sus
gemidos, sintiendo como se retorcía en aquella cama… Sujetó sus caderas de nuevo, la obligó a estar
quieta mientras él seguía saboreando su sexo con ganas, con deseo…primero despacio… su lengua sabía
cómo hacerla perder el control… movimientos lentos pero constantes… luego se volvieron más rápidos y
sintió las manos de Nancy levantarle la cabeza… rogándole que se parase… no quería que hiciera
aquello… conseguía perderla… debía parar…
La miró sonriendo… sabía qué conseguía llevarla al límite de una manera rápida por eso volvió a
ella, con ganas, con fuerza… mordiendo su clítoris con suavidad, rozándolo con la punta de su lengua, y
siguiendo aquel ritmo rápido que la hacía entregarse a él por completo… Sus manos se metieron por sus
piernas, sujetando su estómago, y la saboreó con intensidad, notándola mojada, húmeda al máximo…
Gimió con fuerza, perdiendo el control total de todos sus sentidos y llegando al primer orgasmo de
aquella noche que sería muy larga…
Lo miró por primera vez mientras la saboreaba, acariciando su cabeza, metiendo sus dedos entre su
cabello sedoso… y Michael levantó la vista mientras continuó allí, en su sexo, haciéndola ver cuánto le
gustaba su sabor y cómo disfrutaba de su entrega… La miraba excitado al máximo…
Subió hasta su boca, pasando su lengua por sus labios y mirándola totalmente excitado… No era la
única que había perdido el control…
-No deberías hacerme esas cosas… - Le dijo besándolo y acariciando su rostro ardiendo… Haces
que pierda el control de una forma…
-Lo sé… - Y sonrió pegado a su boca… - Pero me encanta hacerlo… te siento mía por completo… -
No dejaba de besarla mientras le hablaba muy bajito, notando su respiración agitada aún…- Tu sabor…
tu humedad… consigo perderte en segundos… y entonces estás en mis manos… Podría hacer contigo
cualquier cosa en esos momentos… - No se equivocaba…
-¡Eres malo! – Y le dio un pellizco en la cintura haciendo que se retorciese riendo… Lo era…
-Mira qué malo soy, pequeña… - Se introdujo dentro de ella, rápido, sin preámbulos, haciéndola
quejarse ante la sacudida dura y precisa…y se movió despacio, mientras la hacía sentirlo dentro, caliente
y duro… era como estaba después de haberla hecho correrse de aquella forma… Sabía que le gustaba, la
sentía arder de nuevo y le habló en el oído, susurrándole como estaba de excitado mientras sus manos
acariciaban aquellos muslos desnudos. Empujó varias veces, hasta el final, sujetándola por los hombros
para que no se moviese, para llegar hasta el fondo de su ser… Ahí estaba, en aquel límite que solo ella
conseguía en tan poco tiempo, mordiendo su oreja, su cuello mientras conseguía sentirla ardiendo… no
sería tan fácil… se detuvo, la miró, de nuevo con ganas de más… Nancy era un volcán que comenzaba a
despertar y él conseguiría lo máximo de ella… aquella noche… - Parece que quieres más… ¿no? – No se
apartó de ella, movió su cintura en círculos, sensual mientras metía su lengua hambrienta de ella dentro
de aquella boca que imploraba aquellos besos… Y la besó como solo él sabía hacerlo… sin dejar de
moverse, de empujar, de hacerla vibrar con su cuerpo que la sentía pequeña debajo de él… Rodeando su
espalda con sus brazos fuertes, sintiendo sus manos que se agarraban a él, apretándolo ante sus sacudidas
rápidas en aquel momento… ardía de placer bajo su cuerpo y acarició su frente y su cabello, tratando de
calmarla… hiperventilaba, podía sentirlo y quiso parar pero Nancy no lo dejó, ahora ya no quería que lo
hiciese… Se apoyó en sus brazos para hacer más fuerza y la hizo levantar las piernas y rodear su cintura,
era suya de nuevo y conseguiría llevarla al clímax de nuevo… Una vez, dos, tres… se movía con fuerza
mientras sentía sus manos rodear sus brazos y la veía echar la cabeza hacia atrás… Logró escucharla
gemir de placer, de nuevo, ante un nuevo orgasmo al mismo tiempo que conseguía derramarse dentro de
su sexo que tantas ganas tenía él…
Se tumbó encima de ella, respirando agitados, mirándose extasiados de deseo, rozando sus labios
suaves, acariciando sus mejillas sofocadas… agotados… Y allí se quedaron un rato, quietos, en silencio,
cerrando los ojos y notando como comenzaban a relajarse… No se decían nada, no hacía falta, sabían
cuánto se amaban, sus ojos lo gritaban sin ningún reparo, sus cuerpos lo confesaban en cada entrega…
-Me gusta mucho, Michael… ¡Lo haces tan bien! - Y cerró los ojos suspirando, recordando todo lo
que sentía junto a él.
-Gracias. Me alegra que te guste tanto… - Sonreía sus comentarios… estaba tan graciosa allí, a su
lado, aún ruborizada… - ¿Al final he conseguido sacarte de dudas? ¿Dos orgasmos en una misma vez? –
Haciendo que lo mirase. - ¿Qué te parece si para la próxima ponemos el listón en tres? – Riendo
ruborizada y cubriendo sus ojos con la mano. Algún día se le quitaría aquella timidez que la retraía
muchísimo y podría vivir su sexualidad al máximo… - La noche es muy larga…
Miró a otro lado, pensando… y de repente miró a Michael, echando valor y le preguntó cuál había
sido el orgasmo más placentero en su vida… La miró sonriendo… ¿de vedad le había preguntado
aquello? No cabía duda que poco a poco empezaría a preguntar, a investigar… estaba deseando verla
curiosa en aquel terreno…
-Pues, no se… tendría que pensarlo porque he tenido muchas experiencias en mi vida. - Y la miró
provocándola, a sabiendas que aquella la irritaría… Sintió sus manos en su cintura tratando de hacerle
cosquillas mientras se quejaba de sus palabras… Siguió riendo con ganas mientras la abrazaba… No
tenía que pensar nada… - Fue en mi apartamento, en mi habitación, cuando me provocaste y me llevaste
al límite para convencerme y comprar los muebles que tú querías. - Aquello fue increíble para Michael
que había olvidado en todos aquellos años lo que se sentía ante el sexo oral…
-Ya me acuerdo. - Sus manos acariciaron su espalda suave y bronceada… Recordaba su primera
experiencia haciendo aquello… le gustó, bastante… - ¿Eso es lo que más os gusta a los hombres? ¡Tanto
que quería saber!
-Bueno, no sé si es lo que más nos gusta… supongo que depende de cada hombre. - Aquello no era
una ciencia exacta… - Solo sé que nunca había tenido un orgasmo como ese y los he tenido muy buenos…
- Bromeó de nuevo, riéndose. - …me haces perder el control en segundos, Nancy, pero aquel día… nunca
había llegado a ese límite de placer con nadie. Fue realmente increíble…
La vio sonreír, atenta a sus palabras, mordiéndose los labios y acercándose hasta su cuello… ¡Solo
quería aprender para él! Sabía que no tenía experiencia y él era un hombre que había tenido varias
relaciones… no quería sentirse tan inexperta a su lado…
Besó su cuello con ganas, mordiéndolo y escuchando como se quejaba ante el contacto de los dientes
en su piel… Pasó su lengua por sus pechos, fuertes, marcados por el ejercicio y sintió sus manos
acariciando su cabello… Lo miró, sabía que le gustaba aquello y se quedó allí un rato, lamiendo su piel
desnuda, sus abdominales, su ombligo…
-¡Vaya abdominales! – Bromeó con él… sabía que se cuidaba…
-Perdona… soy un hombre que se cuida… - Le dijo sonriendo, jugando con ella… Les encantaba
hacerlo… - Tengo una mujer preciosa de veinticinco años y con un cuerpo de vértigo… no me queda
otra…
-¡Que tonto! – Y siguió acariciándolo mientras lo miraba embobada…- A mi no me importa cómo
estés… Aunque tuvieras una barriga así… - Y señaló una barriga prominente ante la risa de Michael… -
… te querría igual…
-Y cuando tenga cincuenta años y tú…treinta… - Para eso solo faltaban cinco años… - … ¿seguirás
queriéndome igual o empezaran a gustarte esos jovencitos musculosos a los que das clase? Para
entonces… ya seré un hombre medio viejo… y tú aún seguirás siendo una mujer preciosa… - Y sonrió
para provocarla…
- Michael… - Y se acercó a su rostro, sujetándolo con las dos manos… - Eres el hombre más guapo
del mundo y ningún jovencito de treinta años puede compararse a ti… - Y rozó sus labios una sola vez
mientras lo veía reír… - Para mí nunca habrá nadie más que tú en mi vida… - Lo miró de una forma muy
penetrante… fijando sus ojos en los azules inmensos de él… - Tienes la mirada más bonita que he visto
nunca… Quiero que nuestro hijo se parezca a ti en todo… Tus ojos, tu nariz, tu boca… - Y lo acariciaba
dulce… no había nadie más que él en el mundo… - Será el bebé más guapo del mundo… como su padre.
No dejó que dijese nada… Nancy se alejó de él acercándose a sus pies, que acarició con sus
labios… despacio, mientras iba subiendo por aquellas piernas fuertes que iba besando con su boca… Se
detenía cada vez que quería preguntar algo sobre su cuerpo… Sus lunares, alguna cicatriz en la rodilla
por alguna caída de joven… quería saberlo todo de él… le gustaba cada parte de su cuerpo y así se lo
dijo mientras fue recorriéndolo, pasando su lengua cálida por aquella piel que gemía ante el contacto…
Y se detuvo entre sus muslos, mirándolo… sabía qué iba a hacerle… con ganas, mientras mordía el
interior de sus piernas, muy cerca de su sexo excitado al máximo, a la espera de su boca deseosa de
probarlo de nuevo… Lo haría como nunca, volviendo a dejarlo fuera de sí… dejando su voluntad en sus
manos…
Ninguno de los dos escucho la puerta de la calle abrirse… lo hizo en sigilo, con cuidado de no hacer
ruido… Y subió aquellas escaleras, sabía dónde estaban, vio la luz encendida desde la calle y supo lo
que estarían haciendo… Por eso subió de puntillas, escuchando aquellos gemidos al acercarse a la
habitación… Se detuvo cerca de la puerta, oyendo como gozaban de placer… habría deseado matarlos a
los dos en aquel instante… ¡Nadie pensaba en su dolor, en su amargura…!
Escuchó como hablaban aquella noche, durante la fiesta, mientras Michael susurraba a Nancy cómo
gozarían de placer… y no pudo evitar coger aquellas llaves antes de irse de la casa… dudó, sabía que
aquello no estaba bien… pero, debía verlo, necesitaba ver a Michael ahí… deseaba verlo con todas sus
ganas…
Ahora se encontraba allí, justo al lado de aquella habitación donde ambos disfrutaban de aquella
noche de sexo desenfrenado… y deseó estar ahí, ser ella… o estar con ella… le daba igual, solo lo
necesitaba a él y si para ello debía acostarse con Nancy y compartirlo, como con Sarah, lo habría hecho
gustoso…
Los vio desnudos, excitados por aquel acto… él sentado en aquella cama mientras Nancy saboreaba
con ganas su sexo, enloqueciéndolo como nunca… Acariciaba su cabeza, despacio mientras la guiaba por
donde él quería… ella tenía el control total de Michael, pero era él quien sabía cómo hacer y qué hacer
en cada momento… Por eso no la dejó acabarlo… la detuvo justo en el último momento, mientras él
conseguía aguantarse aquella ganas inmensas, mordiéndose los labios, sujetando su rostro y levantándola
hasta su boca…
-¡Quieta, nena!- Lo escuchó llamarla mientras metía su lengua dentro de su boca y se quedaba allí,
besándola con pasión pero controlando la situación… - Esta noche no… - Sujetó su mentón con una sola
mano, dejando aquel rostro pegado a su cara, a sus labios… - Pídemelo… vamos… - Y la volvió a besar
mientras le hablaba en el oído desesperado por escucharla… - Mordisqueó sus labios, humedeciéndolos
con su lengua que no la dejaba en paz ni un solo segundo… Seguía pidiéndoselo… solo quería escucharla
decir algo… pero, ¿qué?
-¡Michael, sabes que me muero de la vergüenza! - No mentía… - ¡No me hagas decir esas cosas, por
favor! – Pero consiguió el efecto contrario en Michael que siguió insistiendo para que lo dijese… Una
vez, otra… La haría decirlo así le costase toda la noche…
-Dilo, Nancy… - Y su mano no la soltaba, echándole la cabeza atrás y mordiendo su cuello,
chupándolo, marcando aquella piel que se enrojeció por aquella boca descontrolada… - Vamos…
pídemelo, nena… - Y la vio cerrar los ojos mientras la escuchó decir aquellas maravillosas palabras que
lo volvieron aún más loco… - Dilo otra vez… - La obligó… y lo hizo, una vez, otra… haciendo que
abriese los ojos y lo mirase mientras se lo pedía excitada.
Giró a Nancy en aquella cama y penetró con ganas su culo que se sintió tremendamente dolorido por
la embestida de Michael… No lo haría despacio… no sería como en Bora Bora… iba a demostrarle
cuánto placer podía darle aquella noche… y le pediría más, ella sola lo haría… desearía aquellos
movimientos durante toda la noche…
Edward vio como conseguía follarse a aquella chiquilla, sin detenerse, mientras metía su mano en su
sexo y la hacía gemir descontrolada… Y allí se quedó… Minutos, tal vez, disfrutando de la escena que
consiguió ponerlo más que cachondo… Su amor, su único amor, estaba en aquella cama, haciendo con
aquella chica todo lo que él deseaba que le hiciese… ¡tanto que lo deseaba! ¡Tanto que había soñado con
él y con aquella noche de locura y sexo! Los observó minuciosamente… el cuerpo de Nancy, su rostro
disfrutando… era realmente bellísima… perfecta… ahora entendía por qué lo había vuelto loco… Y a
Michael, tratando de controlarse mientras la hacía disfrutar sin control alguno, manteniendo su cuerpo
pegado a aquel precioso culo que disfrutaba de aquellos movimientos expertos de su amigo… Conseguía
desbordarla mientras seguía acariciándola sin detenerse, con más intensidad cada vez, llevándola al
clímax en cuestión de minutos y sacando aquella mano mojada que metió en la boca de la joven… eso
volvió loco a Michael que no se detuvo… empujó con ganas, muchas veces, mientras le pedía que
aguantase un poco… segundos después había conseguido un orgasmo total dentro de aquel culo que tan
loco lo había vuelto…
Cayeron en aquella cama agotados… seguro que llevaban así horas… el cuerpo de Michael se
recostó sobre la espalda de Nancy que trataba de recuperarse... no estaba acostumbrada a noches de sexo
descontrolado como Edward…
Cerraron los ojos, empapados en sudor, pegados el uno con el otro y sin decir nada… solo se
acariciaban, se besaban ante la mirada atenta de aquel hombre que lloraba en aquel pasillo… No tenía
nada qué hacer con Michael… y todo era por su culpa…
-Descansa, preciosa… aún no he acabado contigo esta noche… - Y mordisqueó su espalda con
cuidado…
-Estoy agotada… ¿Cómo que no has acabado? – Preguntó sin ni siquiera abrir los ojos… necesitaba
dormir…
-Te dije que iba a follarme este precioso culo toda la noche…- Lo acarició en círculos… la vio
sonreír soñolienta… - Y es exactamente lo que voy a hacer… cuando termine con él hoy… desearás no
haberme provocado en Bora Bora como lo hiciste… - Sus brazos fuertes la rodearon mientras cerraban
los ojos y se quedaban allí tumbados, abrazados, desnudos, amándose como nunca nadie pudiese
imaginar…
- Ha sido bueno… - la escuchó decir en susurros…
-¿¡Ha sido bueno!? ¿¡Solo bueno!?- Y pellizco esa cintura que sabía no se resistiría… Nancy tenía
muchísimas cosquillas…
-Quiero decir que me gusta… Nunca pensé que fuese así… - Lo arregló… - Ahora mismo estoy en
una nube… - Y suspiró mientras seguía intentado dormir…
-¿Ah sí? Pues entonces estamos igual… - Le dijo acariciándola. – Yo llevo en una nube desde que te
conocí, preciosa… - Y beso aquella espalda suave, mientras la veía sonreír… Allí se quedó, quieto,
cerrando los ojos y esperando a descansar y a vivir el momento tan maravilloso que acababan de vivir…
Ahora tocaba saborear y sentir cada caricia, cada entrega… cada esencia de todo lo que había ocurrido
en aquella habitación…
Capítulo 35
VERDADES MUY DOLOROSAS
Las luces de la casa estaban apagadas, tan solo una pequeña lamparita en la habitación de Michael y
Nancy, daba algo de luz a la estancia. Dormían abrazados, extasiados… desnudos… Ella estaba
realmente agotada y dormía placenteramente mientras él la abrazaba, pegado a su espalda…
Abrió los ojos al segundo de escuchar aquel ruido extraño… Se quedó un rato quiero, en silencio,
esperando volver a escuchar algo.., tal vez fuese un sueño… pero notó que había alguien abajo, dentro de
su casa…
Se levantó y se colocó un pantalón rápido, mientras caminaba hacia el pasillo, en silencio... No había
nadie allí… pero volvió a escuchar un suave sollozo abajo, en el salón y se dirigió hasta allí, bajando las
escaleras descalzo, sin hacer ni el más mínimo ruido… descubriendo a Edward sentado en su sillón…
parecía borracho…
¿Qué estaba haciendo allí y cómo había entrado? Lo miró extrañado mientras encendía las luces y se
acercaba a él… Bebía whisky Ladybanck single malt, una carísima botella que Michael había conseguido
en una subasta por más de cuatro mil dólares… Le gustaban las grandes marcas de colección y aunque él
no bebía mucho, desde hacía muchos años, le gustaba de vez en cuando tomar algo como aquellas
exquisiteces…
Tenía la botella en aquella mesa de cristal cercana al chaiselong, se había dispuesto él solo un vaso
con hielo y no parecía tener intención de parar…
-¡¡Edward!! ¿¡Cómo has entrado en… ¡? – No terminó aquella frase cuando vio la mano de su amigo
levantarse, sujetaba sus llaves… - ¿¡Has cogido mis llaves para entrar en mi casa de madrugada y a
escondidas!? – Le parecía todo tan irreal…
-No podía perderme el espectáculo… - Le soltó sin ni siquiera mirarlo… - Era la única forma para
desengañarme totalmente de ti…
-¿De qué estás hablando? ¡Estás borracho Edward! – Y bastante… apenas lograba pronunciar en
condiciones… - Te pediré un taxi y mañana cuando estés ebrio hablaremos seriamente sobre lo de entrar
en mi casa de esta forma…
Michael se acercó a coger el teléfono para avisar a un taxi, era evidente que no podía conducir en
aquel estado de embriaguez… No entendía qué hacía allí ni por qué había cogido sus llaves para entrar
de aquella forma en su casa, pero desde luego era algo que hablarían seriamente…
-Ahora entiendo por qué estás tan encoñado con Nancy… - Seguía bebiendo de aquella botella…
maravilloso whisky… - Menudo cuerpo… - Soltó ante el asombro de Michael que dejó de marcar y se
quedó mirándolo extrañado… -…y menuda forma de follártela… me habéis puesto cachondo…
-¿¡Cómo dices…!? – Y esta vez su voz sonó mucho más fuerte, olvidando que Nancy dormía en la
habitación de arriba… Pero, ¿es qué había estado viendo como mantenían relaciones? ¡Aquello debía ser
una coña de Edward! - ¿De qué cojones estás hablando? – Preguntó muy cabreado…
-Hablo de cómo te has follado a tu mujercita esta noche… de cómo ha gozado mientras le dabas por
el culo… - Lo miró furioso… estaba muy cabreado con Michael… - …y de cómo has disfrutado mientras
te hacía una buena…
-¡¡Fuera de mi casa, Edward!! – Le gritó mientras lo sujetaba por la chaqueta, levantándolo del sofá
furioso… ¿Había entrado en su casa en plena madrugada y los había estado espiando mientras tenían
relaciones? Pero, ¿qué cojones le pasaba? ¡¡Aquello era inaudito aunque fuese su mejor amigo!! ¡No iba
a consentírselo! – No voy a consentirte este comportamiento… ¿me oyes? ¡¡Fuera!!
Edward se tambaleó cuando trató de soltarse de las manos de Michael… estaba tan cansado de toda
aquella historia… de cómo se había preocupado de él durante tantos años, de cómo lo había cuidado… y
de lo desagradecido que era…
-¡No te atrevas a tratarme de esta forma, Michael! – Pudo soltar mirándolo fijamente… - ¡No soy uno
de tus empleaduchos a los que das órdenes…! ¡¡Soy tu amigo!! ¡¡Siempre lo he sido…!! Gritó con
fuerza…
-Y, ¿crees que eso te da derecho a entrar en mi casa de esta forma y mirarnos a mi mujer y a mí
mientras hacemos el amor? – Esa línea no podía cruzarla jamás… - Pero, ¿es que estás loco?
-No es la primera vez que te veo en esa situación… aunque tú ya lo hayas olvidado… ¿Qué pasa? ¿Ya
no te hago falta porque tienes a Nancy? – Se acercó a él para acariciarlo, pero lo vio dar unos pasos
atrás, alejándose de él… - ¡¡Solo piensas en ella!! - ¿Cómo se podía odiar tanto a alguien que ni siquiera
te había hecho nada directamente?
-No la metas en esto, Edward… - Sabía que todo lo que tenía eran unos celos enfermizos…
-¡¡Ella se ha metido entre nosotros y tú la has dejado!! - ¡Cómo la odiaba! – Ya no necesitas a tu
amigo para consolarte, ¿verdad?. Ya no necesitas que follemos porque la tienes a ella… - Y su voz
retumbó en aquella casa, haciendo despertar a Nancy que dormía arriba tranquilamente… Aquel vaso que
tenía en las manos acabó estampado en la enorme chimenea que presidía el salón… había perdido el
control…
-No te lo volveré a repetir… sal de mi casa… - Lo miró tratando de controlar aquella ira que le
invadía… Trató de hacerlo a las buenas pero Edward había perdido las formas y la razón en todo aquel
tema…
Miró a Michael allí de pié… con el torso descubierto y aquel pantalón que se ajustaba a su cuerpo
fuerte sin terminar de abrochar… Hacía muchísimo tiempo que no lo veía desnudo como aquella noche,
mientras había estado con ella… con ella…
-Definitivamente los Harrison me habéis jodido la vida… todos vosotros… - El alcohol haría que
todos aquellos secretos de hacía años saliesen a la luz… Y Michael no tenía ni idea de nada… Tú el
primero… mi amigo… mi mejor amigo por el que me he volcado durante años… - Caminó como pudo
por aquel salón… tocando aquellos cuadros en los que salía con ella… - Eres el peor…
Su amor por Michael aquella noche había dado un vuelco total… en aquellos momentos,
precisamente después de verlo con Nancy de aquella forma… sintió como le invadía una sensación
inmensamente fuerte… lo despreciaba por todo el daño que le había hecho… Y ni siquiera podía verlo…
-Te fuiste a los Ángeles durante años, te casaste con una pija estirada y…
-Cuidado Edward… -¿Ahora también iba a insultar a Elizabeth? No lo reconocía… - Estás rozando
una línea infranqueable y mi paciencia tiene un límite, por muy amigo mío que seas…
Vio la mano de Michael, su muñeca… se fijó en ella mientras la levantaba… ¿¡Se había hecho un
tatuaje!? Pero, ¿qué cojones…?
-¡¡No me jodas…!! – Lo miró sin poder creer lo que veía… aquel no era su amigo… - ¿Ahora
también te haces tatuajes? – Jamás le habían gustado, él lo conocía desde la adolescencia y nunca había
pensado en hacerse uno… No los soportaba… Y ahora… - ¿No te das cuenta de cómo has cambiado por
su culpa?
-No he cambiado… ¡Estoy enamorado…!- Le soltó furioso… - ¿Qué es lo que no puedes entender de
eso? He vuelto a ser el Michael de siempre… estaba muerto desde que perdí a Elizabeth… ¡Tú mejor
que nadie lo sabes, joder! – Lo miró muy fijos sus ojos en los de él… se conocían… pero en aquel
instante tenía la sensación de que Edward era otra persona… - Me siento vivo a su lado y no estoy
dispuesto a perderla por nada ni por nadie… Nancy es lo mejor que me ha pasado en la vida y tú
deberías alegrarte por mi…
No lo hacía… ¿cómo iba a alegrarse si lo amaba, si cada parte de su ser vibraba solo por tenerlo
cerca? Y le había gustado tanto volver a verlo desnudo… tanto que había soñado con aquel cuerpo
musculoso en todos esos años de separación… No podía olvidarlo, no quería hacerlo… Michael era todo
para él…
Edward se acercó a aquella botella de whisky y bebió un buen sorbo de ella… Lo miró… ¡qué cínico
era! Michael sabía perfectamente lo que sentía por él… ¿cómo iba a alegrarse de verlo con una mujer y
de saber que estaba enamorado de ella? ¡Era de locos!
-¿Yo debo alegrarme de verte con Nancy solo porque tú eres feliz? – No gritaba pero había
muchísimo resentimiento en sus palabras… - ¿En serio tú me estás diciendo eso? – Se acercó a él… tan
guapo y sexy que estaba con aquel pecho descubierto…bronceado… Lo miró de arriba abajo… deseando
follárselo… - Me he pasado todos estos años follándome a tu jodido hermanito solo porque me
recordaba a ti, Michael… - Lo soltó sin pensarlo…
Los ojos de Michael se abrieron completamente sorprendido por aquella noticia… ¿¡Qué estaba
diciendo!? ¡¡Jeremy!! ¿¡Jeremy!? ¡No podía ser! ¿Le estaba diciendo que se había estado acostando con
su hermano pequeño? ¿¡Él era el responsable de que intentase suicidarse!?
-¿¡Qué…!? ¿¡De qué cojones me estás hablando, Edward!? – Su voz, sus ojos… no eran nada
reconciliadores…
-Te hablo de meses… años, jodiendo con un crío solo porque cada parte de él me hacía recordarte…
- No iba a echarse atrás ahora… llevaba muchísimo tiempo callándolo… había llegado la hora de que lo
supiese todo… de que escuchase todo lo que había hecho por él… - Y tú mientras… ¿qué cojones hacías
en Los Ángeles? ¿Pensabas en mí, en mi felicidad, Michael?
Aún estaba intentado asimilar aquella noticia sobre él y Jeremy… las palabras de su hermano
retumbaban ahora en su cabeza, aquel día, cuando se sinceró con él y le habló de aquella relación que le
había hecho tanto daño… ¡Se había intentado suicidar por su culpa! ¡Por culpa de su mejor amigo! Y
todos esos años, durante su ausencia… ¡Dios… no podía creerlo!
-¡¡No puede ser!! ¿¡Tú!? – Intentaba pensar con claridad pero le era imposible en aquellos instantes…
¡Su amigo! ¡Tenía ganas de matarlo! – ¿¡Has estado utilizando a mi hermano todo este tiempo solo porque
no podías acostarte conmigo!?
-¡¡Michael!! – Escuchó la voz de Nancy y al girarse la vio en aquellas escaleras, vestida solo con la
camisa que él se había quitado aquella noche…
¡Oh, Dios! ¿Y si lo había escuchado todo? ¿Y si había oído las palabras de Edward afirmando que se
habían acostado juntos? ¡Nancy no lo entendería… aún le quedaban tantas cosas que aprender acerca del
sexo y las relaciones…
No parecía estar enfadada, sino sorprendida por aquellos gritos y por la presencia de Edward en su
casa y a esas horas de la madrugada… Terminó de bajar las escaleras y se acercó a su marido, notando
como aquel hombre miraba sus piernas desnudas… Estaba borracho… podía olerlo desde allí…
-¡¡Vaya, que sorpresa, Nancy!! Me alegra que te unas a la fiesta… así podrás informarte, con lujo de
detalles, sobre los gustos que tiene tu maridito en la cama…
-¡¡Cállate!! – Le gritó haciendo sobresaltar a Nancy… ¡No entendía que estaba pasando allí pero
nunca había visto de aquella forma a Michael!.
-¿Qué pasa Michel? ¿No quieres que Nancy se entere de tu gran secreto? ¡¡Es tu mujerrrrr!! – Y
levantó las manos, abriendo los brazos… Michael no lo reconocía… - Ella debería saberlo todo sobre su
maridito… ¿O es que crees que ya no te verá con los mismos ojos cuando sepa que te has fo…
-¡¡He dicho que te calles…!! – Se acercó a él y lo sujetó por los brazos… Sus ojos estaban llenos de
rabia contenida… Habría deseado golpearlo… pero estaba borracho… No dejaría que contase aquello
delante de Nancy… no podía enterarse de algo así… menos de aquella forma…- Sal de mi casa…
ahora… - Lo llevó hasta la puerta y lo sacó de allí a la fuerza… cerrando de golpe y apoyando la cabeza
en la puerta… desesperado… tratando de asimilar todo lo ocurrido…
Casi había perdido a su hermano pequeño por su culpa… Aún podía recordar sus palabras aquel día,
cuando le habló de aquel misterioso hombre del que se había enamorado perdidamente y por el que
intentó quitarse la vida… Sí, recordaba sus palabras muy claras, afirmándole que habían estado
manteniendo relaciones durante años y que todo había sido una mentira… ¡Enamorado de otro hombre!
¡No se atrevía a decírselo a la cara!
¡Era él! ¡Todo el tiempo había sido él! ¡Su mejor amigo había utilizado a su hermano durante años,
engañándolo despiadadamente, confesándole al final que nunca lo había amado! ¡Jeremy sabía que
Edward estaba enamorado de él! ¡Y también sabría que habían estado juntos’
Trató de respirar, cerrando los ojos… necesitaba estar solo unas horas… pero sintió las manos de
Nancy en su espalda, dulce, hablándole cariñosamente para que tratase de calmarse… ¡Y eso era otro
problema aún mayor! Edward estaba decidido a contarle a Nancy todo lo que había hecho hacía años!
¡¡Dios, era para volverse loco!!
-Michael, por favor… no me apartes de ti en estos momentos… ¡Cuéntame que ha pasado para que
pueda entenderte y ayudarte…! – Era normal que quisiera una explicación… pero no podía dársela en
aquel momento…
-Nancy, ahora no… necesito estar solo… - Se dirigió hasta el salón y se sentó en el sofá, agachando
la cabeza, tapando su rostro con ambas manos… ¡No sabía qué iba a hacer con todo aquello!
-No hagas esto, por favor… - Y colocándose justo delante de él, levantó su rostro con sus manos… -
No me alejes… ¡Estoy aquí, Michael! ¡A tu lado, siempre!
Pasó sus manos por su cintura y apoyando su cabeza en su estómago, cerró los ojos… se quedó allí, a
su lado, abrazándola con fuerza mientras intentaba relajarse… Y sintió sus manos acariciando su pelo, lo
relajaba… lo necesitaba…
Allí se quedaron el resto de la noche… Nancy se acomodó en el sofá y dejó que Michael se echase a
su lado, no dormirían mucho después de lo sucedido pero al menos se calmaría un poco… Nunca lo
había visto tan furioso con alguien… y sabía que debía haber pasado algo muy malo entre ellos para que
llegasen a hablase de aquella forma…
Lo sintió levantarse varias veces, sentándose a su lado, pensativo, mirando a la nada… Sí,
definitivamente debía haber sido algo muy gordo…
Cuando abrió los ojos no vio a Michael a su lado ni por el salón… Lo sintió arriba, en la habitación,
se había duchado y estaba vistiéndose para ir a la oficina… Sabía que allí terminarían de arreglar aquel
grave problema, Edward y él, pero ella no podría estar a su lado… Aquella mañana tenía cita con la
matrona, era la primera ecografía para saber el estado del bebé así que Michael le había dado el día
libre para que estuviese tranquila antes de la consulta. Quedaron para verse allí, a la hora indicada, no
iba a perderse aquel momento por nada en el mundo.
Nancy llevaba mal el embarazo, mareos, fatigas, cansancio… Sabía que los primeros meses serían
así pero estaban muy ilusionados por la noticia y aunque aún no habían dicho nada a nadie, hasta estar
seguros de que todo marchaba bien, ambos sabían que aquello era lo mejor que podía haberles pasado…
Ahora serían una familia completa… para siempre…
Lo vio coger las llaves del coche, él cogería su Acura RLX para ir a Manhattan, a las oficinas, y ella
podría conducir el todo terreno de Michael para ir a la consulta algo más tarde…
Se abrazó a su cuerpo antes de que pudiese abrir la puerta y la notó temblar bajo sus brazos… no
quería que se fuese… lo necesitaba unos minutos más… Y la escuchó decirle te quiero varias veces,
apretando su cintura con ganas, metiendo la cabeza por su abrigo… Le pasaba algo… no era normal en
ella…
Soltó las llaves en la entradita y la abrazó, acariciando su espalda, besándola suavemente, pensando
en lo que ella podría saber… Sabía que no debía ocultarle aquella historia a Nancy, estaba seguro que
Edward aprovecharía cualquier momento para contarle su versión de los hechos… y aquello sería
peor…
-Escuché muchas cosas desde arriba… - No lo soltó ni siquiera aflojó su fuerza… - Ese amigo
tuyo… - Ya no eran amigos… nunca más… - …Edward… dijo algo de Jeremy, de ti… Y ya sé que no
quieres hablar de ello pero…
Cerró los ojos y la separó de su cuerpo para poder mirarla… definitivamente no podía engañarla más
tiempo… Sus ojos le pedían una verdad que sería muy dura para ella…
-¿Qué es lo que quieres saber, Nancy? – Sería sincero… lo sería de verdad…
-¿Él está enamorado de ti…? – Tímida… sabía la respuesta pero quería escucharla de sus labios… y
lo escuchó… un sí rotundo que se clavó en su alma entera… Ahora entendía muchísimos insultos, toda y
cada una de sus actitudes con ella… Edward estaba celoso… - Pero, no parecen celos normales,
Michael… Desde siempre me ha atacado como si sintiera que eres algo suyo… como si…
- Lo miró fijamente… ¡Dios! ¡No podía ser! - ¿Él y tu…? – No pudo terminar… No sabía si quería
escuchar la respuesta… no sabía si podría soportar una realidad que cada vez era más evidente… Sus
palabras aquella madrugada habían dejado mucho que pensar…
No contestó al momento y aquello ya era una respuesta… Solo podía ver los ojos de Michael, su
expresión… sabía lo que iba a decirle… pero… ¡Iba a dolerle tanto aquello…!
-Eso fue hace mucho tiempo Nancy… - Y la sintió alejarse de su cuerpo… tapando su boca con las
manos… dejando caer las lágrimas de sus preciosos ojos…
Caminó unos pasos hacia atrás… sus miedos no eran infundados… eran ciertos… ¡Edward y
Michael! ¡Habían estado juntos! ¿¡Habían estado juntos como pareja!? ¿¡Su marido se había acostado con
un hombre!? ¿¡Le gustaban los hombres!? Pero, ¿qué clase de burla era aquella? Quería morirse en aquel
mismo instante… y ni siquiera podía mirarlo a la cara, a los ojos… ¡Michael era gay! ¡Su marido era
gay! Pero, ¿qué clase de broma macabra era aquella?
-Por favor, escúchame… - No era una conversación para hablar a la ligera… había muchas cosas que
aclarar…
-¿¡Te has acostado con un hombre!? – La veía asustada, contrariada… no sería fácil explicar las
cosas… - ¿¡Te gustan los chicos y te has casado conmigo!? – Seguía caminando hacia atrás, sin dejar que
Michael la tocase… viendo como trataba de acercarse a ella desesperadamente…
-¡No, Nancy, por favor! ¡No me gustan los chicos! – Lo dejó claro pero no estaba seguro de que lo
hubiese escuchado en aquel estado… - Eso pasó hace mucho…
-¡¡Me da igual cuándo haya sido!! ¡¡Te acuestas con hombres!! – De verdad aquello le parecía tan
increíble… y le estaba pasando a ella…
-No, ¿qué dices? ¡Claro que no me acuesto con hombres! – Estaba desvariando pero lo esperaba… -
Ya te he dicho que eso pasó hace muchos años… No he vuelto ha…
-¡¡Me has mentido!! – Le gritó tapándose la cara con las manos y sentando de golpe en aquel sofá… -
Dijiste que teníamos que ser sinceros, que no podía haber mentiras entre nosotros… - No podía dejar de
llorar en aquellos momentos… - …y resulta que…
Trató de sentarse a su lado pero la vio levantarse justo cuando lo sintió cerca… No iba a consentir
que la tocase… no en aquellos momentos… debía explicar las cosas, pero era complicado… Nancy
estaba histérica y no lo dejaba hablar…
-Nancy, no te he mentido… - Le aclaró. - …pero esto no es algo que uno vaya contando por ahí a todo
el mundo…
-¿Yo soy todo el mundo? ¡Soy tu mujer! – Le recriminó con ganas… - Creo que tenía derecho a saber
algo como esto antes de decidir casarme contigo… ¿No crees?
-¡No puedes enfadarte por algo que pasó hace siete años, por favor…! ¡Mi mujer acababa de morir,
Nancy, no quería seguir viviendo! – Esa era la verdad de todo… la más absoluta verdad…
-¡¡Yo he deseado morir muchas veces… pero no me he acostado con ninguna mujer para aliviar mi
pena!! – No sabía cómos e iba a solucionar aquello, pero desde luego tenía muy mala pinta…
Tal vez ella había sido muchísimo más fuerte que él… tal vez, ella encontró la forma de seguir
adelante… desde luego Michael sabía que aquello no había sido la solución a sus problemas, a su
soledad y su sufrimiento, pero sí era cierto que se sintió aliviado por momentos, dejando todo el dolor a
un lado en aquellas noches en las que perdió el control de sí mismo…
Pero, cómo explicar aquello a Nancy… eso era un verdadero problema…
-Solo quiero que entiendas que en aquellos momentos me habría acostado con cualquiera que me lo
hubiese pedido… - Se levantó del sofá y se dirigió a ella… - ¡No tenía control de mí mismo, Nancy!
Salíamos por las noches, bebíamos muchísimo… Sarah y Edward me conocían mejor que nadie y sabían
cómo hacer para hacerme olvidar unas horas todo mi sufrimiento… - Apenas estaba a un metro de ella…
debía entenderlo… necesitaba que lo entendiese… - Solo quería morirme… necesitaba olvidarme de
todo y todos… - Su tono de voz se volvió triste, desesperada…
Sí parecía sincero, sus ojos lo parecían… llenos de lágrimas, tratando de contenerlas… Lo dejó
acercarse un poco más, permitiendo a aquellas manos rodear su cintura, despacio… no era fácil… Se
sentía tremendamente engañada… ¿Y si cambiaba de opinión algún día y ya no deseaba estar con una
mujer? ¿Y si en unos meses le apetecía acostarse con un hombre de nuevo?
No sabía qué pensar, qué creer… Michael Harrison acababa de caerse de su pedestal…
-Cuando me di cuenta del descontrol que llevaba mi vida decidí marcharse a Los Ángeles, sabía que
el trabajo me ayudaría a superar la muerte de Elizabeth… - Y allí estuvo durante siete largos años… -
Quise olvidar todo el sufrimiento con el alcohol, con el sexo, con las drogas… hasta que entendí que
aquel no era yo… y que todo aquello no me llevaría a ningún sitio… - A pesar de haber disfrutado al
máximo de cada noche de placer, de descontrol… -Nancy, nunca, jamás, en siete años he vuelto a estar
con un hombre… Aquello fue una experiencia en mi vida, en la peor época de mi vida… - Recalcó… -
Hice locuras que nunca pensé hacer… rebasé límites que jamás habría rebasado en otras
circunstancias… pero me juré a mí mismo que nunca volverían a repetirse…
-Y, ¿cómo se yo que no eres…? – De verdad quería creerlo… ansiaba creerlo más que nada en el
mundo… porque su vida entera era aquel hombre…
-¿Gay? ¿Bisexual? – Terminó su frase… - ¿Eso es lo que te preocupa, Nancy? – Claro que tenía
miedo de que en algún momento de su vida lo echase de menos…
-¿Y si dentro de un tiempo vuelves a tener ganas de estar con un hombre? – Tenía tantísimo miedo de
sus respuestas, de que todo con lo que había soñado fuese falso… - ¿Dónde me dejará a mi todo esto?
-Ya te he dicho que no me gustan los hombres, Nancy… Y sé que ahora mismo es muy difícil que
puedas creerme, pero es la verdad… - ¡Cómo deseaba creer sus palabras…! ¡Era lo que más quería en
aquellos instantes! – No soy gay, no soy bisexual, nena… Me gustan las mujeres… solo las mujeres… -
Le recalcó para que no tuviese dudas…. – Y en especial me vuelves loco tú…
La vio agachar la cabeza, dudosa… tal vez fuese cierto todo aquello, quizás solo fue una mala
experiencia en su vida ante la muerte repentina de su esposa… quizás, jamás volvería a tener nada con
ningún chico… tal y como él le había jurado…
-Tengo un hermano homosexual al que siempre he apoyado en todo lo relacionado con ese tema y me
siento tremendamente orgulloso de él, Nancy… - Sabía que era cierto, Jeremy y ella habían hablado
muchísimo desde que se conocían… - Me he pasado la vida haciéndole entender que él no era distinto a
los demás, y que debía levantar la cabeza y sentirse orgulloso de sí mismo… Siempre… pese a todo lo
que pudiera oír o ver a su alrededor… - Lo amaba tanto que necesitaba creer cada una de sus palabras…
o moriría de verdad… - …si realmente me gustasen los hombres… ¿crees que tendría algún tipo de
problema en admitirlo?
Sujetando su barbilla dulcemente la hizo mirarlo… Nancy lloraba, sufría con toda aquella historia…
Sufría muchísimo… su alma entera estaba destrozada en aquellos momentos, solo por pensar que el único
motivo de su existir pudiese dejarla algún día…
-Te quiero, Nancy… -Y sonó tan sincero… - …y no voy a dejarte nunca… jamás, porque ya no sé
vivir sin ti… - Se agachó hasta rozar sus labios con delicadeza… sin dejar de mirarla… una vez, otra…
mientras acariciaba sus mejillas mojadas en lágrimas… - Lo eres todo en mi, pequeña… - Y se agachó
para rozar sus labios con un dulce beso que ella aceptó… llorando… no estaba segura del todo de poder
olvidar algún día que Michael y Edward se habían acostado juntos.
Capítulo 36
AMISTAD ROTA
Aquella conversación entre aquellos amigos era inevitable… muchas cosas debían quedarse claras
aquella mañana, ambos lo sabían… hablarían de toda aquella historia entre Jeremy y Edward y
muchísimo debían cambiar los pensamientos para que aquella amistad de hacía tantos años no quedase
totalmente rota…
Dejó el coche en el parking y subió en los ascensores principales, serio, decidido a acabar con toda
aquella mentira… No se encontró a nadie en los pasillos, todos trabajaban en sus puestos y avisó a
Martha para que localizase a Edward… lo quería en su despacho inmediatamente…
Aún no había llegado pero no tardó en recibir el aviso de su secretaria sobre la fuerte discusión que
habían comenzado en el despacho de aquel arquitecto. Las voces eran de Jeremy, quien había entrado de
muy mala forma para recriminar su comportamiento en la fiesta de su hermano…
Solo llevaba dentro unos minutos cuando comenzaron a escucharse los gritos de aquellos hombres…
La discusión parecía preocupante y por eso había decidido avisar a Michael.
-¡Retira lo que has dicho de mi hermano, Edward! – Escuchó desde fuera antes de abrir aquella
puerta y encontrarlos tratando de golpearse.
-¡¡Jeremy!! – Gritó al instante de entrar… y dando unos pasos ligeros logró separarlos de muy mala
forma…
-¡¡Retíralo, hijo de puta!! – Lo insultó intentado llegar hasta él para volver a golpearlo… el brazo de
Michael lo retuvo con fuerza…
-No pienso retirar nada… todo lo que dicho es verdad… - Pasó su mano por la sangre que tenía en la
boca… Jeremy era un joven fuerte y golpeaba con ganas…
-¡¡Eres un…!!
-He dicho que se acabó… - Y su voz resonó en aquel despacho y en los pasillos cercanos…Quiero
una explicación… y la quiero ya… - Y miró a su hermano totalmente cabreado… decidido… Su voz era
dura, firme y sus ojos también…
No iba a consentir aquel comportamiento en sus oficinas, en su edificio… Ambos iban a calmarse y a
contarle qué había sucedido… Y no iba a volver a repetirlo…
-Te vi besando a ese hijo de puta en tu habitación, Michael… - Le soltó dejándolo sin palabras.
Michael lo miró muy serio, el día de la fiesta, sí, por eso se marchó antes sin decir siquiera adiós. No ha
parado de buscarte hasta que ha conseguido lo que quería… - Estaba muy enfadado no solo por aquel
beso, sino por todo lo que Edward había soltado después… - Y encima afirma que os habéis acostado
juntos… no deja de soltarlo como si fuese a creérmelo. - ¡¡Es un embustero hijo de puta!!
Michael miró a su amigo a unos metros de él. ¿En serio le había dicho a su hermano que ellos se
habían acostado juntos? Pero, ¿de qué cojones iba todo aquello?
-Yo no miento… - No iba a seguir ocultando nada más… - Por qué no le hablas a tu hermanito sobre
nuestros encuentros en mi casa, en mi habitación, con Sarah… - Se sentó en el borde de aquella mesa,
sonriendo… - Seguro que disfruta escuchando el relato tanto como lo hiciste tú mientras te follaba ese
precioso culo que tienes…
-Cabrón… - Gritó el joven Jeremy tratando de golpearlo…
-¡¡Basta!! ¡Y va por los dos…! – Era una orden rotunda… -¿Por qué haces esto? – Miró a Edward
allí altivo, no reconocía a su amigo de toda la vida… Solo conseguiría hacerle daño, a los dos… Y ¿qué
ganaba con eso? - ¿Es que no le has hecho ya suficiente daño?
-¡¡Michael!!- Jeremy lo miraba sin poder creerlo. - ¿¡Es verdad!?- Escuchó a su hermano totalmente
asombrado, sin más acababa de admitir todo aquello. Lo miraba sin poder creerlo… No había sido la
contestación que esperó de su hermano… - ¡¡No puede ser!! ¿¡Llevo toda la vida hablándote sobre mi
sexualidad y tú te acuestas con un tío… con Edward… y lo mantienes oculto!?
Aquella charla era realmente extraña… y dura… Sabía lo que sentía por su amigo, o mejor dicho lo
sabía ahora… Hasta entonces nunca sospechó que fuese su mejer amigo el responsable de todo el
sufrimiento de su hermano menos… Y, ¿ahora qué? ¿Qué decir con respecto a toda aquella historia?
-Eso es algo normal en vuestra familia, Jeremy. Ya deberías saberlo… - Michael no sabía de qué
hablaba…
-¿Y tú? ¿Crees que vas a irte sin más después de todo lo que ha pasado? – Se acercó a su amigo hasta
entonces… La conversación no quedaría en el olvido… le debía muchísimas explicaciones…
-No tengo por qué darte explicaciones, Michael… Tú tampoco las das de lo que haces con tu fiel
zorrita… - No era bueno que lo provocase aún más…
-¡¡Es mi hermano, Edward!!¡No me vengas con que no me tienes que explicar nada! – Gritó cerca de
su cara… - ¡Te has estado acostando con mi hermano todos estos años, mintiéndole, utilizándolo, a mis
espaldas! ¡Y cuando te cansaste de follártelo buscaste la manera más ruin de deshacerte de él!
¿¡Cuándo se había enterado su hermano de todo aquello!?
Lo miró sin saber qué decir, qué hacer… Por fin sabía aquella verdad, su verdad…o al menos una
parte de ella.
-¡No es cierto! – Había llegado la hora de la verdad… la más dura verdad… - ¡¡Siempre lo cuidé,
siempre lo traté bien y lo hice solo porque era tu hermano!! No fui yo quien lo buscó, no te equivoques, él
vino a mí.
-¡Me importa un carajo quien buscó a quien! – Gritó con todas sus ganas. - ¡¡Era un crío con ganas de
probar y descubrir y tú un adulto que debió respetarme como amigo!! ¡A mí, Edward! – No iba a dejar
pasar nada… Toda aquella historia se le había escapado de las manos…
Jeremy aún seguía en aquel despacho, viendo como discutían, como se acaloraban… sus miradas lo
decían todo en aquel momento… No podía dejar de pensar en su hermano Michael y Edward, juntos…
La puerta de aquel despacho se abrió y entró John sin dar crédito al enfrentamiento de sus amigos. Se
les escuchaba discutir desde los pasillos, todos escuchaban aquellas palabras. Debían calmarse o toda la
oficina sabría qué estaba sucediendo allí, entre ellos.
Jeremy los miró enzarzados en una grave discusión por su culpa, por aquel engaño que mantuvo
oculto tanto años, por Michael, solo por él. Nunca quisieron hacerle daño y mucho menos después de lo
de Elizabeth… Aunque lo peor aún estaba por llegar, Michael no sabía lo peor de toda aquella historia
llena de secretos y mentiras.
-Tú te habías marchado, no pensabas volver y sabes que te busqué muchas veces, pero nunca quisiste
hablar del tema. - Por fin lo soltó… llevaba muchos años callado… Lo llamó muchísimas veces, viajó
hasta allí para visitarlo y siempre, cada vez, trató de volver a repetir aquellos encuentros encontrando un
no rotundo como respuesta…
-El tema estaba zanjado, no había nada más que hablar…. - Totalmente zanjado… Estaba clarísimo
para él que nunca más volvería a estar con un hombre… - ¿¡Cómo tenía que explicártelo!? ¡No me gustan
los hombres, Edward! ¿¡Qué es lo que no puedes entender de esa frase!?
-Para no gustarte los hombres repetiste muchas veces, Michael… ¿Te refresco la memoria? – Se
acercó a él seguro de sus palabras. - Estuvimos meses acostándonos juntos, venías a mi casa, a mi
habitación y disfrutabas de lo lindo...
-¿Y qué quieres con eso ahora? ¿Qué cojones es lo que necesitas? - Ya no habría charlas calmadas
con él… no referente a ese tema… y trató tantas veces de no dañarlo… pero había sido en vano… -
¿Quieres escucharme decir que me gusto? ¿Eso es lo que quieres? – Sí era eso lo que quería… lo conocía
o al menos creía haberlo conocido… -Pues sí, Edward, me gustó follar contigo, me gustó cada vez,
durante todos esos meses en los que me metí en tu cama solo para olvidar la muerte de mi esposa.
John miró a Jeremy que agachaba la cabeza escuchando aquellas verdades de su hermano… Le dolían
más de lo que pudieran imaginar… no había olvidado a Edward, lo odiaba, lo amaba… todo dentro de él
estaba mezclado, estaba indeciso. Tanto daño que le había hecho, pero nunca imaginó que su propio
hermano hubiese estado con él también… y escucharlo…
-Yo te utilicé, tú me utilizaste. Me diste lo que necesitaba en aquel momento de mi vida y yo te di lo
que llevabas años esperando… Sabías perfectamente que lo hacía para evadirme, para no pensar,
borracho, drogado, fuera de control, de toda razón… - No iba a hablar de Sarah delante de los demás,
aquello se quedaría entre ellos; nadie tenía por qué saber que su amiga del alma había estado
compartiendo aquellos placeres con ambos… era parte de su intimidad y no la descubrirían. - Pero dejé
las cosas totalmente claras antes de irme y te especifiqué, a ti expresamente, que jamás volveríamos a
estar juntos… nunca…
-Por supuesto… ¿Por qué te gustan las mujeres? – Dijo riéndose, irónico… Soltándolo cerca de su
rostro. - No me vengas ahora con esa historia de lo machito que eres porque te follas a Nancy Sanders.
Te gusta que te den fuerte. - Soltó sin cortarse nada y ante el asombro de todos los que estaban allí. No
tenía vergüenza con aquellos comentarios. - Gozaste mientras me follaba tu precioso culo, cada noche,
tanto como lo hizo tu hermanito Jeremy.
Sintió las manos de Michael en aquella cara chaqueta de corte italiano, a ambos les gustaba vestir
bien, casi vestían igual… Siempre tuvieron los gustos muy parecidos en casi todo, comidas, ropa,
música, deportes… Tan amigos que habían sido y tan mal que acabarían con aquella historia…
-¡Eres un hijo de puta, Edward! – Y sus manos empuñaron con fuerza aquella chaqueta, empujando
hacia atrás mientras sentía las manos de Edward tratando de zafarse… No iba a golpearlo… aunque
realmente era lo que deseaba en aquel momento…
-¿¡Un hijo de puta!? ¿Ahora soy un hijo de puta? – Preguntó cabreado. - Disfrutó de lo lindo durante
todos esos años en los que lo metí en mi cama, enseñándolo, haciéndolo gozar como nunca.
- ¡Intentó quitarse la vida por tu culpa, porque le dijiste que pensabas en mi mientras te acostabas con
él! ¿No podías callarte? ¿Tenias que joderlo hasta el final? – No iba a perdonárselo nunca. - Has
destrozado su vida y podrías haber destrozado la de mi familia entera si Jeremy hubiese muerto.
-¡¡Suéltame!! – Y se enfureció tanto que logró quitar las manos de Michael de su chaqueta. - ¡¡No te
atrevas a culparme de nada!! – Lo señaló con el dedo. - ¡Jeremy sabía, perfectamente, que yo no estaba
enamorado de él! ¡Siempre lo supo! ¿¡Y tu familia!? – Y tocó un tema muy delicado. - Tu familia lleva
destrozada desde que tu padre decidió echarle huevos a la vida y probar lo que tantos años llevaba
callado.
-¿¡Qué!? –Sin saber a qué se refería.
-Los Harrison habéis resultado ser unos hetéros muy curiosos, todos vosotros. – Sin piedad.
Michael no pudo decir nada al respecto… Miró a su hermano que se levantó de golpe mandando a
callar a Edward. Parecían saber algo relacionado con su padre y con aquella marcha de casa, aquel
abandono a su madre… Y recordó sus últimas palabras. ¿¡Qué estaba diciendo!? ¿¡Que a su padre le
gustaban los hombres y por ese motivo había abandonado a su madre? ¿¡Es que se había vuelto loco de
repente!? Y si es que era verdad, ¿cómo sabía aquello él?
-¿¡Qué quieres decir con eso!? – Y se acercó hasta Edward de nuevo, más tranquilo en apariencia,
pero rabioso por dentro… No tenía ni idea de lo cabreado que estaba…
-Sabes perfectamente lo que quiero decir. - Se sentó en su cómodo sillón de piel. Mirando a su amigo
a pocos metros. Aquella mañana por fin saldrían todas las verdades que llevaba tantos años callando.
-Michael, no lo escuches. Salgamos de aquí, ¿de acuerdo? – Jeremy puso sus manos en la cara de
Michael, tratando de que lo mirase a él. Debían salir, era lo mejor.
-Sí, Michael, hazle caso a tu hermanito y márchate. Así podrás seguir obviando una realidad que tal
vez no quieras escuchar. – No pensaba seguir callándola.
John se dirigió a su amigo y lo mandó callar inmediatamente. Le daba exactamente igual toda aquella
historia de sexo entre ellos, pero desde luego sus palabras eran ofensivas, humillantes para cualquiera.
Eran amigos, siempre lo habían sido, pero Edward había perdido el control total con aquel tema.
-Te estás pasando, Edward. Basta ya… - Era una orden. John no se andaba con rodeos.
-¿¡Que no lo escuche!? – Le preguntó a Jeremy mirándolo fijamente, temiendo lo peor. Sí, su hermano
sabía algo, lo veía en sus ojos, en su forma de tratar que saliese de ese despacho. - ¿¡Es qué tu sabes algo
de papá que yo no sé, Jeremy!?
Bajó la mirada al suelo… sabía que ya no podría seguir mintiendo, callando aquel secreto que él
mismo descubrió hacía muchísimos años. No recordaba la edad que tenía, pero sabía que fue siendo un
crio inocente cuando contempló la escena más devastadora para alguien de su edad. No se apartó… miró,
durante minutos, durante días, siempre que sabía que estaban juntos…
-No me bajes la mirada… - Decidido a no irse de aquel lugar hasta saber la verdad de todo. –
Jeremy… - Tratando de estar sereno.
-Los vi juntos… en casa… - Miró a Michael frente a él, no quería terminar de creer lo que su propio
hermano estaba insinuando de su padre. - Nunca quise que nadie lo supiera, ni siquiera tú… Los ojos de
su hermano mayor estaban abiertos por la sorpresa - …estabas volcado en el trabajo, en los estudios,
siempre pendiente de que todos estuviésemos bien y sabía que contarte una verdad como aquella te
destrozaría a ti y a mamá…
-¿¡Qué!? – Vio unas lágrimas en los ojos de su hermano mayor… No quería creer aquello… no
podía…
-Luego te fuiste a Los Ángeles, estuviste fuera muchos años… - Trataba de excusarse por su silencio.
-¿¡Viste a papá y a quién!?
-Michael, no tiene sentido que ahora…
-He dicho que con quién viste a papá, Jeremy… - Y la mirada de aquel joven se clavó en Edward,
allí sentado, seguro de que aquello acababa de complicarse hasta el extremo.
Las manos de John y Jeremy sujetaron con fuerza el cuerpo de Michael que sin dudarlo un segundo se
dirigieron rabioso hacia su compañero y hasta entonces mejor amigo… ¡¡Se había acostado con su
padre!! ¡¡Con su propio padre!! ¿¡Y se llamó amigo suyo todos esos años!? ¡¡Le había mentido, llevaba
años mintiéndole a sabiendas de lo mal que todos lo habían pasado con aquella marcha repentina de su
padre!! ¡¡Y su madre!! ¡Tanto que había sufrido todos esos años sin saber qué había hecho mal, que había
pasado para que de repente todo se desvaneciera!
-¡¡Basta, Michael, cálmate!! – Le pidió John sabiendo que aquello era imposible en aquel momento.
-¡¡Soltadme!! ¡¡He dicho que me soltéis!! – Le ordenó pero ninguno de los dos hizo el intentó de
aflojar las fuerzas… Lo sintieron tratar de zafarse de sus brazos pero tanto Jeremy con John eran hombres
corpulentos y lograron poner distancia entre ellos dos…
-¡¡No voy a soltarte, cálmate de una vez, por favor!! – Pero ni siquiera John podía creer lo que
acababa de escuchar. Edward había perdido el control de su vida… hacía mucho que lo había hecho.
-¿¡Te acostaste con mi padre!? ¡¡Edward!! – Le gritó sin dejar de mirarlo, sintiendo las manos de su
amigo y su hermano en su cuerpo. - Te he hecho una pregunta… ¡Mírame! – Gritó con fuerza. ¿¡Te
acostaste con mi padre!?
Se levantó de aquel sillón, sin dejar de mirarlo… estaba claro que ya no ocultaría nada más, aquel
secreto de tantos años por fin salía a la luz. ¿Y qué más le daba? Tantos años protegiendo a su amigo,
ocultando todo aquello para no hacerle daño. Ya no importaba. Michael tenía muy claro que todo se había
acabado entre ellos. Edward también, sabía que no habría marcha atrás.
-¡Michael, por favor, déjalo ya! ¡Hablareis cuando las cosas estén más calmadas! – John intentaba
hacer que entrase en razón pero no conseguía calmarlo ni siquiera un poco… Estaba decidido a saber la
verdad…
-¿Quieres la versión romántica sobre cómo se enamoró de mí o prefieres que te cuente la historia real
sobre cuántos años llevaba deseando acostarse con un tío? – No tuvo piedad, ya nunca más. - Te aseguro
que después de probarlo por primera vez tuvo muy claro que quería más, era insaciable… cada semana,
cuando tu madre salía con sus amigas y tú estudiabas en la biblioteca… era el momento idóneo para
nuestros encuentros. - Lo vio agachar la cabeza, destrozado, pensando en cada palabra que contaba,
imaginando el sufrimiento de su madre por su culpa. - Me llamaba, me buscaba y follábamos en tu casa,
en la habitación de matrimonio, en la cama donde luego era incapaz de empalmarse con tu madre.
-¡¡Edward, cállate!! – Le gritó John mientras sentía las fuerzas de Michael aflojar; no estaba calmado
pero relajó el cuerpo y lo miró de una forma demoledora.
-¡¡Llevo años callando, John… tragándomelo todo por protegerlo, a él, a mi mejor amigo que ha
resultado ser el peor de todos!! – Las miradas de aquellos dos amigos eran muy distintas a la de hacía
semanas, meses, años… en donde siempre se habían admirado de verdad.
-¿¡Tu mejor amigo!? – Preguntó Michael odiándolo con toda su alma. - ¿¡Destrozaste a mi familia y
aún tienes huevos de llamarme amigo!? – Las lágrimas cayeron de aquellos increíbles ojos color cielo.
¡Su madre, su dolor! ¡Tantos años de desolación, de preguntas que nunca fueron contestadas!
Estaban separados, de pie, a unos cuantos metros de distancia… no iba a golpearlo… no merecía la
pena… no lo conocía… aquel hombre que tenía frente a él era un autentico extraño para Michael…
¡Tantos años a su lado y realmente nunca lo había llegado a conocer! Todo en él había sido falso…
-¿¡Yo destrocé tu familia!? ¡No me jodas! - Le daba igual verlo llorar por sus palabras. - ¡No era yo
quien estaba casado y quien buscaba experiencias nuevas en la vida!
-Te acostaste con mi padre… ¡con mi padre! - Subió la voz… -Nos mentiste todos estos años… viste
a mi madre hundida, destrozada, preguntándose qué había hecho mal… ¡y tú te acostabas con su marido! -
De verdad que toda aquella información resonaba en su cabeza, en su alma dolida… Las lágrimas de su
madre durante tantos años, la desesperación de una mujer que amaba profundamente a su marido y que se
había encontrado sola sin saber qué había fallado… - …te abrió las puertas de su casa durante tantos
años… te acogió como a uno más, te quiso como a uno más… ¿y tú te acostabas con su marido?
-No me hagas responsable de algo que habría pasado igualmente. Quería acostarse con un hombre,
¿entiendes?- No era agradable escuchar todo aquello… ¡Su padre con Edward! - Nada se lo habría
impedido… de no ser yo habría sido cualquier otro.
Estaba rota, aquella amistad estaba totalmente destruida, para siempre… Michael jamás perdonaría
algo así… aún olvidando lo sucedido con Edward… que no estaba olvidado… jamás podría borrar de su
alma aquellas palabras sobre su relación con su padre… Nunca, jamás perdonaría el daño a su madre…
a ninguno de los dos…
-¡No me vengas con que tú no eres responsable del daño a esta familia! Eres tan responsable como él.
– Recriminándole. - Pero… ¿¡cómo pudiste, Edward!? ¿Es que no había más hombres en el mundo para
meter en tu cama? ¡¡Joder, era mi padre, maldita sea!! - Sus ojos mantenían aquellas lágrimas… no
volverían a caer aunque lo estuviese deseando… - …él tenía una familia y una esposa… pero tú eras mi
amigo… ¡mi mejor amigo! - Y aquella última palabra sonó débil, abatida… Michael estaba desolado ante
aquella verdad.
Dio unos pasos hacia él y las manos de John y Jeremy tocaron su pecho… las apartó de un manotazo
mientras se acercaba a Edward, allí de pie, altivo, sin ningún tipo de arrepentimiento por todo el daño
que había hecho…
-A partir de ahora nuestra relación se basará estrictamente en el trabajo. - Le soltó sin ni siquiera
apartar la vista de sus ojos… - No quiero volver a verte cerca de nadie de mi familia, ni de nadie que me
importe… nunca… jamás. ¡No te atrevas, Edward! - Su voz no era la de un amigo… era la de un jefe que
no le pasaría ni una más desde aquel momento…
-¿Eso es una amenaza o una orden? - Y no iba a consentir órdenes de nadie… él también era socio de
aquella empresa…- Porque te recuerdo que no puedes…
-Cuando quieras te demuestro lo que puedo y lo que no puedo hacer. – Retándolo. Provocándolo. -
No olvides nunca con quien estás hablando…
Y salió de aquel despacho enfurecido… No le pasaría ni una más… aquella amistad de tantos años
acababa de romperse para siempre… definitivamente… Y no habría marcha atrás… su mejor amigo lo
había traicionado de la forma más ruin… aún perdonándole lo de Jeremy, aún tratando de entender lo que
había hecho con su hermano… ¿cómo perdonar lo de su padre? ¡¡Su padre!! ¡Dios no podía creerlo! Su
mejor amigo, en su casa, en la cama de sus padres… ¿Cómo habían sido capaces de hacerle algo así a
Danna? Y, ¿Jeremy sabía todo aquello desde hacía años?
Definitivamente debía tener una larga charla con su hermano y con su padre…
John permaneció en aquel despacho después de que Michael y Jeremy saliesen muy enfadados… No
podía creer todo lo que había escuchado de su amigo… Eran amigos desde la infancia… ¿cómo había
podido hacerle todo aquello a Michael? ¿Cómo había sido capaz de decirle aquellas palabras de la
forma en la que lo había dicho? Y no se trataba de lo que hubiese hecho, que no era poco, sino de su
forma de contarlo. Fue dañino, sin ningún tipo de reparos. No lo reconocía y le importaba una mierda que
hubiese sufrido por el amor de aquel empresario… lo había jodido y bien…
-De eso no te quepa la menor duda, John… - Pero no estaba refiriéndose a lo mismo que su amigo.
Edward estaba tan rabioso por el comportamiento de Michael que ya todo le daba igual. Él solo veía por
aquella imbécil que lo había vuelto loco.
-No seas sarcástico conmigo, ¿quieres? – Siempre supo lo que sentía por su amigo pero nada
justificaba su comportamiento ni sus actos… - Me importa una mierda lo que hayáis hecho en la cama,
¿crees que me sorprende? ¡Por favor, os conozco demasiado bien a los dos como para no darme cuenta
de que había pasado algo entre vosotros! – Por supuesto que no le sorprendía, sabía lo que sentía por
Michael desde hacía mucho. - Siempre he sabido lo que sentías por él, desde la universidad, tal vez
antes… y sé que debiste pasarlo muy mal todos estos años viendo como se casaba con Elizabeth y se
marchaba lejos. Pero eso no es excusa para lo has hecho, Edward.
-¿Y qué he hecho? – Dijo desquiciado, controlando las lágrimas. - ¿Quererlo más que a mi propia
vida? – No lo dudaba para nada. - Me he preocupado por él más que por mí mismo, siempre he estado
ahí…
Se acercó al ventanal que había en su despacho y miró triste… de verdad estaba locamente
enamorado de Michael… ¿es que alguien podía dudarlo? Su propia vida daría solo por volver a estar
con él una sola vez más. Y sabía que aquel sentimiento no podía llegar a ser bueno, necesitaba a Michael,
su alma entera ansiaba su olor, sus besos, sus caricias. Su amor por su amigo era enfermizo.
-Bueno, has hecho algo más que eso, ¿no crees?
-Estoy harto de ser el malo de toda esta historia, John… - Soltó mirando para atrás… John estaba
sentado en uno de los sillones, no le quitaba ojo. - Yo nos los obligué a meterse en mi cama, a ninguno de
los tres. ¡Ahora soy un hijo de puta, un miserable, un mal amigo! – Sabía que era cierto pero lo soltaba
excusándose, tratando de buscar una forma de quitar culpa. – Pero, ninguno de ellos se quejaba mientras
me follaba sus putos culos y se corrían de placer. Ahí, no… ¿verdad? - Alzó las manos. Sus ojos
desprendían odio, rabia contenida. – ¡Qué bueno era entonces y qué cabrón soy ahora!
-Si vas a usar esa forma de hablar conmigo, te quedas solo, Edward. – Lo dijo muy serio. Sus
borderías, su sarcasmo no iban con él. – No me interesan los detalles de tus encuentros sexuales, y mucho
menos si estamos hablando de Michael, o de su padre. – Le aclaró firmemente. - . Soy tu amigo, y trato
que entiendas la gravedad de lo que has hecho. ¡Te has acostado con su padre! – Recalcando aquella
frase. - ¡¡Con su padre, joder!! No sé cómo no te ha matado aquí mismo.
Se sentó en aquel sillón y colocando los codos en la mesa escritorio, acercó los puños a su frente.
Bajó la cabeza, Cerrando los ojos. Lloró amargamente. ¡Claro que sabía lo que había hecho! ¡Por
supuesto que entendía de la rabia de Michael! ¡¡No lo perdonaría jamás!! Y él… no podía vivir sabiendo
aquello. ¡¡Iba a volverse loco!!¡¡Michael iba a volverlo loco de verdad!!
-No sé cómo pasó, John… Te juro que no quise, no lo busqué… Hace tanto de aquello… Recordaba
aquellos días en casa de Michael. Sí, hacían muchos años. – Era joven, alocado, quería saber, probar… y
su padre estaba ahí, mirándome, acariciándome… sus indirectas, cada día, a escondidas… - Realmente
no fue él quien lo buscó. - Michael era alguien imposible para mi, él ni siquiera me veía, no como yo
quería que lo hiciese y su padre… - Cerró los ojos recordando. ...deseaba con toda su alma estar con un
hombre, estaba como loco, ya no podía seguir aguantando más aquella farsa de matrimonio y… yo estaba
desesperado, sabía que nunca podría tener nada con Michael, lo sabía… ¡ y lo deseaba tanto!
-Edward… no puedes excusarte solo porque estuvieses enamorado y no fueses correspondido. No
todo vale por amor, ¿sabes? – Al menos era lo que él creía. Así veía el amor John Coleman. – Uno no
hace daño a la persona que ama, bajo ninguna excusa, no a sabiendas que la dañarás, y tú sabías
perfectamente que todo esto reventaría algún día por un sitio o por otro. Una verdad como esta es
imposible mantenerla oculta para siempre. Sabías que Michael acabaría enterándose de todo tarde o
temprano… - Se levantó y miró a su amigo destrozado, a pocos metros de él. No podía hacer nada por él.
Se había metido en un gran problema con Michael y no creía que pudiese arreglarse… nunca. – Primero
su padre… ¿sabes cómo se desvive con Danna? ¡Michael tiene delirio con su madre! Luego Jeremy…
¡intentó suicidarse por toda esa historia! – Era todo más complicado de lo que había pensado.
-No quise hacerle daño, te juro que no quise…
-Eso que dices que sientes por Michael no es amor, Edward… - Y lo miró con sorpresa. Claro que
era amor, pensó… - Puede que al principio fuese un sentimiento bello, sincero, pero ahora se ha
convertido en algo enfermizo y lo sabes. – Lo vio llorar, agachando la cabeza. Sí, lo sabía, pero era algo
tan grande y tan intenso que no podía controlarlo. – Mírate, Edward. Te acostaste con su padre y su
hermano porque no podías tenerlo a él. Dañaste a la gente que te quería, los engañaste, los utilizaste y,
¿qué te ha traído todo eso a tu vida? – No era fácil ver a su amigo de aquella forma. Impulsivo, pasional,
temperamental… pero estaba sufriendo de verdad y llevaba muchos años así. Lo sabía. - Soledad, dolor,
amargura, infelicidad… ¿Y Nancy? Machacas a una cría inocente solo porque se ha enamorado de la
persona que tú nunca podrás tener. – No dijo nada, lo vio pensativo mientras dejaba escapar sus lágrimas.
- Edward, no sé cómo vas a salir de esta pero dudo que Michael pueda perdonarte algún día todo lo que
has hecho.
Cerró los ojos y se quedó allí solo, en el silencio de su despacho que había quedado vacío. Sentado
en aquel sillón, pensando en todo lo que había pasado, en todas sus palabras, en las de Michael… ¿Qué
había hecho? ¿Cómo había podido decir todas aquellas cosas a Michael, a su Michael?
Claro que nunca lo perdonaría, ni él siquiera podía hacerlo. John tenía razón, no todo valía, no todo
estaba permitido, no cuando el amor de su vida quedaba destrozado. Así lo había dejado, sí, lo sabía, no
le cabía la menor duda que todo aquello había conseguido destrozar el alma de su gran amigo. Y fue él,
solo él responsable de tanto daño…
Capítulo 37
ASALTO A LA INTIMIDAD
Nancy esperó a Michael en aquella sala de espera, sola, mirando el reloj y el móvil. Le había
enviado varios mensajes al whatsapp e incluso llamó varias veces. ¿Qué le había pasado? Michael
siempre era puntual y llevaban media hora de retraso.
La enfermera volvió a decir su nombre, era la tercera vez que la llamaba y dejaba pasar a otra
paciente en su lugar. Intentaba hacer tiempo. Llegaría. Lo sabía. No iba a dejarla sola aquella mañana.
¡Iban a ver a su bebé por primera vez!
Él mismo insistió en llamar a aquella consulta privada para una cita inmediata. Conocía a aquella
médica, amiga de Michael de hacía años, y de su total confianza. Le harían pruebas, cuidarían de ella y
del bebé desde el primer momento.
Pero ahora, estaba sola, allí, sentada en aquella sillas y mirando a las otras embarazadas que
hablaban de los síntomas de sus embarazos. Podía ver sus barrigas, muy abultadas, y se imaginaba en
aquella situación. ¡Iban a tener un bebé y se pondría muy gorda! Sonrió, mirando aquellas revistas
colocadas en la mesita pequeña que estaban cerca de ella. Volvió a mirar el móvil, el reloj.
Bajó la mirada algo triste, mordiéndose las uñas. No sabía qué había sucedido pero debía ser
bastante grave para que Michael no se presentase y para que ni siquiera le cogiese el teléfono. Así que se
puso en pié al ver a aquella enfermera que la llamaba y entró en la consulta. Iba a ver a su bebé por
primera vez.
Jeremy siguió a Michael hasta su despacho. Su rostro lo decía todo. Serio, impasible, con el ceño
fruncido y una mirada cargada de rabia, de odio. Estaba bastante claro que debían hablar largo y tendido
de todo aquel asunto. Muchísimas cosas salieron en aquella discusión con Edward, demasiados secretos
que le ocultaron entre todos, pero… ¿por qué? ¿Qué demonios les pasaba a todos? ¿Quién más sabía todo
aquello? ¿Y por qué se lo ocultaron todos esos años? ¡No entendía nada!
Muy serio, pasando por las mesas de sus secretarias que escucharon la gran pelea con Bennett. Todos
en la oficina lo habían escuchado, los gritos habían recorrido gran parte de aquella planta. Pero le daba
igual todo, en su mente solo sonaban las palabras de Jeremy afirmando que su padre y Edward… ¡Dios,
tenía ganas de matarlos a los dos! ¡¡Su madre!! ¿¡Cómo habían sido capaces de hacerle algo así a
Danna!? Era la mejor mujer que nunca nadie hubiese podido conocer. Buena, respetuosa, atenta con todo
el mundo, entregándose por entero a los suyos… y muy, muy alegre hasta aquel día en que descubrió que
su matrimonio había llegado a su fin. Nunca volvió a ser la misma. Jamás…
Y ellos… se habían estado burlando de su madre, de aquella buena mujer que acogió a Edward desde
siempre como uno más. ¡Maldito miserable! ¡Maldito embustero!
Avisó a Martha, no quería que nadie, absolutamente nadie lo molestase.
Y entró en su despacho seguido de su hermano. Aquella mañana lo llamó bien temprano, dándole una
orden seria, precisa, sin más explicaciones. Lo quería en su despacho inmediatamente. Jeremy supo que
sabía algo, por eso se acercó al despacho de Edward, dispuesto a enterarse de todo, quizás Michael
hubiese descubierto algo.
La puerta se cerró tras ellos y ni siquiera se sentó. Michael se fue directo al bar que tenía al fondo de
la estancia y se llenó un vaso de aquel coñac. Doble, bebiéndolo de un sorbo, sintiendo arder su garganta
ante el contacto de aquel líquido pero volviéndose a llenar el vaso.
Miró a Jeremy, de pié, callado, sabía que le esperaba una buena.
-¿Se puede saber cuándo cojones ibas a contarme todo esto? – Preguntaba con la mirada enfurecida,
fijándose en él, que cerró los ojos sin saber qué decir.
-Michael, sé que estás cabreado, pero…
-¿¡Cabreado!? ¿¡Crees que estoy cabreado, Jeremy!? – Le dijo mirándolo fijamente. – No, no estoy
cabreado. Estoy rabioso, colérico… estoy tan furioso que, ahora mismo, mataría a cualquiera que se me
pusiera por delante y no sentiría temblar mi pulso ni por un segundo. – Gritó fuera de control. La imagen
de su madre destrozada no dejaba de rondar su cabeza. - ¡Joder, Jeremy, debiste contármelo todo! ¿Por
qué no me lo contaste? – Apoyó las manos en su mesa, dando un golpe fuerte.
-Ya te lo he dicho, Michael. No sabía cómo contarte algo así… Edward y tu siempre habéis estado
tan unidos… ¡Sabía que aquella verdad te haría muchísimo daño! – Intentaba ser lo más sincero posible
con él, siempre lo habían sido… bueno… al menos hasta que Edward entró en sus vidas de una forma
más intima.
-¡Claro que me haría daño, joder! ¡¡Mi mejor amigo se follaba a mi padre a mis espaldas y luego se
sentaba en nuestra mesa como uno más de la familia!! – Levantando la vista, mirando a través de aquel
cristal que mostraba una vista maravillosa de Manhattan. - ¡¡Dios!!¡Se ha estado riendo de mí toda la
vida! ¡Te juro que desearía matarlos a los dos!
-Te juro que pensé muchísimo en contarte la verdad, muchas veces, Michael, pero cuando vi que te
marchabas a Los Ángeles, supe que era mejor callar. De haberlo sabido, nunca te habrías marchado,
habrías permanecido al lado de mamá en todo momento.
Se giró para mirarlo en cuanto escuchó hablar de su madre. ¿Es que ella lo sabía? ¿Su madre sabía
todo aquello y nunca le había contado nada? Pero vio a su hermano negarlo, Danna era la última que
debía saberlo. Aquello sí que la hundiría para siempre.
-¡¡Esto es de locos!! – Pasando las manos por su cabello negro, dejándolas en su cuello, cerrando los
ojos, tratando de entender toda aquella locura. - ¡¡Edward y papá!! ¡¡Edward y tú!! ¡Se ha reído de mí
todos estos años, hijo de puta! ¡Escuchándome mientras le hablaba de todo lo que sentía cuando papá se
fue, cuando nos abandonó de aquella forma! ¡Buscaba una excusa, una razón y… el muy cabrón lo
mantuvo callado todos estos años!
-¡No te tortures más Michael, no tiene sentido! – Se acercó a su hermano, sabía cuánto le dolía
aquella verdad. ¡Claro que lo sabía, y ahora mucho más! Ellos no solo habían sido amigos…
-Esto no se va a quedar así… ese hijo de puta me va a tener que dar la cara. – Y aunque no dijo su
nombre ambos sabían que hablaban de su padre.
-Hace muchos años de eso, no deberías remover…
-¿¡Que no debería!? ¿¡Me hablas en serio!?
-Michael…
-Esos dos miserables se han reído de mamá, ¿lo entiendes? – No, su madre nadie la tocaba. Nadie.
Era sagrada para él, porque era quien sufrió sus lágrimas y su muerte interna. Solo él la calmaba cada
noche, con sus abrazos, echándose a su lado, en la cama, consolándola, besándola, acariciándola hasta
que se dormía, agotada por las lágrimas que nunca dejó de derramar. – Va tener dos huevos para
plantarse delante de mí, mirarme a la cara y decirme que se folló a mi mejor amigo en nuestra casa, en la
habitación donde luego dormía con mamá.
-¿Y qué vas a ganar con eso? ¿Es que acaso crees que eso aliviará tu dolor? – Sereno, tocando la
espalda de su hermano mayor y mirándolo muy cerca. – No servirá de nada. ¡Olvida todo esto, Michael,
por favor!
-No. No voy a olvidar el daño que nos ha hecho a todos, no voy a olvidar que destrozó a esta familia,
a su esposa, a sus hijos. Consolé a una mujer totalmente hundida y destrozada durante años, sus lágrimas,
su amargura, sus ganas de saber por qué… mientras él se follaba a mi mejor amigo a escondidas. -
¡Cuánto odio sentía por aquel hombre! ¡No se lo imaginaba! ¡Y cuántas ganas de tenerlo cerca para poder
escupirle todas aquellas verdades? –No, nunca voy a olvidar que destrozó a esta familia sin ni siquiera
ser un hombre para dar la cara y explicar por qué. – No olvidaba el otro tema. Ese tampoco lo olvidaría
tan fácilmente. - ¿Y lo tuyo con Edward? ¿Crees que lo he olvidado? – Desviando el tema.
Jeremy se dio media vuelta, aquel no era un tema que quisiera tener precisamente con Michael. No
después de saber que su hermano y Michael habían tenido relaciones sexuales. ¡Solo imaginárselo! No.
Mejor no.
-De eso no quiero hablar. No, contigo.
Lo miró perplejo.
-¿¡No conmigo!?
-No. – Decidido. Serio. – Y no voy a dejar que me recrimines nada, Michael. No, tú. No, alguien que
se ha dedicado a darme consejos toda la vida sobre lo orgulloso que debo estar sobre mi sexualidad,
animándome a gritarlo al mundo, y que ha ocultado durante años que a él también le gusta…
-Ni se te ocurra terminar esa frase, ¿me oyes? – Le dijo dando unos pasos a él. – Tú no tienes ni idea
de lo que me gusta o me deja de gustar, Jeremy.
-¿Ah, no? – Nunca habían hablado de aquella forma. Jeremy estaba a la defensiva con Michael.
-No. – Subiendo su voz.
-Perdona, pero en ese despacho han quedado bien claras algunas cuántas cosas, hermanito, entre ellas
que disfrutabas follándote a Edward. – Levantó las manos en señal de asombro. Irónico. – Disculpa si me
asombra esa confidencia, pero es que mi hermanito mayor siempre me pareció de lo más heterosexual, y
lo último que me esperaba era saber que ambos nos follábamos al mismo tío. Solo que lo mío es algo
normal, ¿no? Tú me enseñaste a gritarlo al mundo… pero, ¿y lo tuyo? – Realmente saber que Michael
había estado con Edward le afectaba bastante. No iba a negárselo. Estuvo enamorada de él, hasta las
trancas, y aunque ahora lo odiase con toda su alma por tanto daño, aquel sentimiento no había muerto del
todo, no en tan poco tiempo.
-Lo mío fue el mayor error de toda mi vida.
Lo miró sonriendo, sin creer lo que acababa de decirle. No era cierto.
-¿Tu mayor error? – Preguntó negándolo con la cabeza. – Ahí dentro has afirmado que te gustó,
Michael, no estoy sordo.
-¡Oh, vamos, Jeremy! Creí que ya eras mayorcito. ¿Es que aún voy a tener que seguir dándote clases
sobre sexualidad? – Y apoyó su culo en la mesa de su escritorio. Cruzando las manos a la altura del
pecho.
Michael vestía aquella mañana con una camisa de lino blanca, una cazadora beige y unos pantalones
color tierra, como la corbata. Algo más informal que de costumbre, pero irremediablemente guapo con
aquella increíble mirada azul con la que hacía vibrar a Nancy. La misma de la que ni siquiera se había
acordado aquella mañana entre discusión y sofocones.
-Haberme acostado con Edward sí ha sido el mayor error que he cometido nunca, y no tiene nada que
ver en si disfruté o no mientras me follaba. – Charlas como esas habían tenido miles a lo largo de sus
vidas, pero no con Michael como protagonista. – Ninguno de los dos teníamos ningún compromiso con
nadie, yo estaba viudo, él soltero, no teníamos que dar cuentas a nadie. Hicimos lo que quisimos y punto,
no hay más. –Miró a su hermano que agachaba la cabeza. Lo de él había sido distinto.- Pero, tú has estado
acostándote durante años con alguien casado, manteniendo una relación entre las sombras. ¡Joder, Jeremy,
conoces a Kim, has estado en su boda!
-Si a él no le importaba el sufrimiento de su esposa… ¿por qué debía importarme a mí? – Soltó
egoístamente. – Además, no me cambies el tema, ¿¡has vuelto a admitir que te gustó!? – Era extraño oírlo
decir eso.
-Por supuesto que me gustó. – Mirándolo tranquilo. Para él aquel tema no era nada difícil hablarlo
con nadie, menos con su hermano gay. - Los dos sabemos, perfectamente, lo placentero que puede llegar a
ser que alguien con la experiencia adecuada, como la de Edward, estimule la zona más erógena de un
hombre. Creo que no hace falta que te recuerde donde tenemos el punto G, ¿verdad? – Lo notaba
nervioso, muy distinto a cuando hablaban de aquellos temas, en todos esos años. Sabía por qué aunque no
hablase. No era fácil para él saber que su hermano mayor... – Abre tu mente, Jeremy. He disfrutado
muchísimo del sexo en mi vida, para nada he sido una persona ambigua, y sí… - Sin pudor alguno. - …he
tenido muy buenos, buenísimos orgasmos con Edward sin que ello signifique que me gusten los hombres.
-¿¡Hablas en serio!?
-Totalmente en serio. – Nunca tuvo ningún tipo de reparo en hablar esas cosas con Jeremy, con él
nunca, desde jovencito, cuando aún ni siquiera era capaz de admitir sus gustos sexuales. – Sé lo que me
gusta, sé lo que me pone… he probado todo cuánto he querido, he disfrutado de todo lo que me ha
apetecido en su momento, y por eso, hoy en día, puedo decir al cien por cien, sin ningún tipo de dudas,
que no hay nada que me guste más que hacer el amor con una mujer. – Jeremy agachó los ojos
entendiendo a su hermano. Era extraño escucharlo decir todo aquello pero, era sincero de verdad. Pero,
hice las cosas sin pensar, sin saber, sin valorar las consecuencias que todo eso podría tener en la vida de
otras personas que me importan. Me acosté con un hombre para olvidar todo mi dolor, y no pensé en el
que le causaría a él, a ti, años más tarde, a Nancy…
Pegó un salto al escuchar su nombre. ¿En serio ella se había enterado de todo? Conociéndola como la
conocía, dudaba que aquello no le afectase. Se habían hecho buenos amigos entre clases y bromas. Nancy
le parecía una chica encantadora, perfecta para su hermano, perfecta para cualquier hombre.
En todos aquellos meses charlaron sobre muchos temas, patinaje, por supuesto, baile, música,
chicos… y más chicos. Complicidad entre ellos, quizás por la edad que tenían, en muy poco tiempo se
habían hecho grandes amigos.
-¿Es que Nancy sabe…? – No podía creer que se lo hubiese dicho.
Pero Michael no contestó a su hermano. Miró su móvil encima de la mesa, la luz avisando de nuevos
mensajes estaba encendida. ¡Dios, había olvidado por completo la cita con el médico! Miró la hora en su
carísimo Jaeger, las diez y media. Era tarde, Nancy ya debía haber salido de la consulta.
Cinco llamadas y varios whatsapp con palabras de preocupación.
Marcó el número de Nancy y esperó a escuchar su voz. Nada. No lo cogía. ¡Joder! Con todo aquel
revuelo había olvidado por completo la cita con la ginecóloga para hacerle su primera ecografía.
¡Estupendo, Michael! Pensó, pasando la mano por su cara. Agobiado. Las cosas no estaban nada bien
para que él olvidase una cita como aquella…
La llamada insistente de Liz la hizo preocupar. Estaba en aquella camilla, tumbada, con el chaleco
levantado. Aquella enfermera llenó su barriga con un gel algo frio, mientras notaba aquel aparato pasar
por su piel desnuda. Rodaba por su estómago, deslizándose, se detuvo, se quedó quieto… Y pudo ver
algo en aquel monitor. ¿Era su bebé? ¿Eso era un bebé? Miró al médico que sonreía su incredulidad y lo
vio afirmando, deteniendo la imagen y acercándola para que ella pudiese verlo con más tranquilidad. Sí,
aquella cosita pequeña y extraña que se veía era sin duda un bebé que crecía dentro de ella. Y sus
lágrimas no pudieron evitar salir de aquellos inmensos ojos que vieron por primera vez el fruto del amor
entre el hombre de su vida.
Sonrió, emocionada, cubriéndose la boca con las manos, escuchando como aquel médico le hablaba
de sus manitas, sus pies, su columna, su cabeza… Estaba bien, aquella cosita que vivía dentro de ella
estaba sana y crecía fuerte y rápido. Aún no podía confirmarle el sexo. Le harían unas pruebas médicas si
ella deseaba saberlo. No. ¿Qué más daba si era una nena o un hombrecito? ¡Estaba bien, su bebé estaba
bien y había visto su carita por primera vez.
Aquella sensación de alegría, de no sentirse sola nunca más… Ya no lo estaría, nunca más, porque
estaba ahí, en su interior, un maravilloso milagro de la naturaleza que se llamaba vida.
No dudó en que algo había sucedido, algo muy grave para que Michael no hubiese aparecido por
aquella clínica, ni siquiera cogía sus llamadas, ni sus mensajes. Sabía que aquella mañana hablaría con
Edward sobre lo sucedido aquella noche y estaba claro que las cosas debieron ponerse muy negras.
Por eso tomó el móvil y miró unas llamadas perdidas. Alguien la estuvo llamando mientras estuvo
dentro de la consulta. Pero no era Michael. Las llamadas eran de Liz, insistentes. Dejó un mensaje en el
contestador.
No llamó a la puerta de aquel despacho. Estaba harta de todo aquello, de su forma de provocarla, de
humillarla. No iba a tolerar nada más. Insultos, humillaciones… pero, ¿quién demonios se creía que era
para tratarla de aquella forma? Ahora sabía por qué todo aquello, el motivo de tanto odio. Sí, ahora lo
sabía. Y lo intuyó hacía meses, en su gimnasio, cuando interrumpió una de sus clases para insultarla de
aquella forma tan demolerá. Lo intuyó en aquel entonces, por sus palabras, por aquel comentario que le
hizo sobre Michael, pero era ahora, tras aquella noche en su casa, después de la charla con su marido…
ahora no podía negarle la verdad. Ella lo sabía todo. Y sabía por qué de aquella actitud todo aquel
tiempo. Edward estaba celoso.
Pero, Liz…
Aquella mujer no tenía culpa de nada. Era una pobre infeliz sin recursos, sin más ayuda que la que
Michael y ella le brindaron, sin nadie a quien recurrir, con quien contar. No iba a tolerar que la tomase
con ella… y lo había hecho. Desde el principio, porque sabía que ella daría la cara, porque era su forma
de dañarla, porque no había nadie más miserable que Edward Bennett. Edward estaba sentado mirando
su ordenador, bebiendo algo de licor. La miró con los ojos llenos de odio. Soltando el vaso de mala
forma se levantó y comenzó a increparle aquella entrada. Él era uno de los dueños, ese era su despacho y
Nancy solo era una empleada más para entrar de aquella forma, sin llamar, sin autorización. ¿Quién se
creía que era para tomarse aquellas confianzas? Podía acostarse con Michael, podía haberlo engatusado
para firmar aquellos malditos papeles de boda, pero ella solo era una mierda a su lado. ¡No podía
odiarla más!
-¡Sal inmediatamente de mi despacho y no vuelvas a entrar aquí de esta forma! – Dijo tocando el
ratón de su ordenador y mirando la pantalla un segundo. – ¡¡Fuera, Nancy!! – Le gritó.
-No tienes ningún derecho a hacerle eso a Liz, Edward. – La primera vez que lo tuteaba.
-¿Pero, cuando coño te he dado permiso para tutearme? Que te folles al jefazo no significa que puedas
tomarte esas confianzas conmigo, ¿me oyes? – Y dio unos pasos hacia ella. La veía decidida, segura de
sí. Distinta a otras veces. - ¡Sal de mi despacho! – Su voz tronaba en aquel lugar. No podía evitar odiarla
con toda su alma y desde hacía tanto…
-Ella no tiene nada que ver con nosotros, no puedes meterla en esto solo para hacerme daño. – No iba
a marcharse. Debía dejar las cosas claras d una vez por todas. - ¡Esa mujer necesita este trabajo más que
nada en la vida! – La había despedido sin ningún reparo.
-Me importa una mierda lo que ella necesite, ¿me oyes? Solo es una vulgar ladrona que ahora mismo
ya estará recogiendo sus cosas. No volverá a poner un solo pié en este edificio. – Una falsa sonrisa se
dibujó en su rostro. Sabía que todo era falso, que aquella mujer no había robado nada… todo fue idea de
él, una farsa maquinada para que Michael no pudiese impedir aquel despido.
-¡Ella nunca robaría nada! - Gritó enfadada.
-Pues lo ha he hecho.
-¡Es falso! Lo sabes, perfectamente.
-¿Y quién va a creerla? – Preguntó sin más dilaciones. – Te dije que no te metieses en mi camino, te
lo advertí… ¿Crees que no puedo hacerte daño porque estés casada con mi mejor amigo y él dé siempre
al cara por ti? – Le preguntó con una sonrisa burlona. – Puedo joderte de muchas formas, Nancy, y esta es
una de ellas…
-¿¡Cómo puedes ser tan miserable!? – Subiendo la voz. – Déjala en paz, Edward… ¡Atácame a mí!
¡Soy yo a quien quieres destrozar no a una inocente que solo quiere una oportunidad en la vida!
Había desaparecido. La única persona encargada del despacho de aquel hombre era Liz, y había
desaparecido. Su maletín apoyado en una de las sillas de aquel despacho. Dentro unos documentos y una
cartera con más de dos mil dólares.
Ya no estaban. El dinero había desaparecido en cuestión de minutos. Y solo estaba ella allí. Lloró,
juró, imploró delante de aquel empresario cuando la acusó de ladrona. No creyó sus palabras, para nada
le interesaban sus lágrimas ni sus ruegos. Quería el dinero en su mesa de inmediato; no escuchaba nada
más. Por eso llamó a Nancy, ella era la única que podía hablar con Michael para que intercediese por
ella. ¿¡Cómo iba a llevarse el dinero de aquella cartera!? ¡¡Adoraba su trabajo!! ¡¡Adoraba al hombre que
la ayudó a entrar a trabajar en aquel edificio!! ¡Adoraba a la jovencita Nancy que siempre intentó
cubrirla en sus fallos, en sus comienzos! Nunca les haría algo así, ellos daban la cara por ella… ¿cómo
iba a robar dinero de nadie si de ese trabajo dependía toda su vida?
-¿¡Miserable!? ¿¡Te parezco miserable!? -Se abalanzó sobre ella, sujetando sus brazos con fuerza
pero la vio forcejear con decisión, logrando zafarse con rapidez.
-Haces todo esto para joderme, ¿crees que no lo sé? – Le soltó empujándolo con las manos. Dio unos
pasos atrás ante aquel golpe, mirándola con odio, con una rabia difícil de controlar. – Todo este tiempo,
humillándome, insultándome, amenazándome, provocándome para sacarme de mis casillas… no lo has
conseguido, siempre me mantuve en mi lugar y por eso ahora atacas a Liz, inventándote cosas tan
rastreras como un miserable robo que solo te crees tú.
-¿Y has necesitado todo este tiempo para darte cuenta de eso? – Aplaudiendo con desgana, riéndose
de ella. - ¡¡Uauuuuu!! Todo lo que tienes de bonita lo tienes de gilipollas, cariño. Pero, ¿qué más da? –
Riéndose de ella mientras la miraba de arriba abajo. - Para follarte, que es para lo que Michael te quiere,
tampoco necesitas más neuronas de las que tienes. – Insultándola, haciéndola sentir… nada. - Con tener
unas buenas tetas y un buen culo es más que suficiente.
-¿Eso es lo que te pasa conmigo, Edward? – Echó valor, echó coraje por primera vez con aquel
hombre. No le tenía miedo. - ¿Por eso me atacas de esta forma? Tus celos son enfermizos…
-¿¡Celos!? ¿De ti? – Sarcástico.
-Sí.
-¡No me hagas reír, imbécil! Para Michael solo eres una zorrita preciosa a la que se folla para
desahogarse. ¿Qué creías? – Aquella infeliz no podría hacerle daño. - ¿Qué el guapo y rico empresario se
había enamorado de una infeliz como tú? ¡Por favor, Nancy! ¡Eres increíblemente estúpida e ingenua!
-Michael me ama y…
-¡Oh, sí, te ama muchísimo!- Provocándola.
-Pues sí, me ama con toda su alma. – Nadie la haría dudar sobre aquello.
-¡Claro que sí! ¡Por eso celebró una boda en la otra punta del mundo, solos, sin testigos, sin familia ni
amigos, sin prensa! ¡¡Se avergüenza de ti, por eso aún no te ha presentado en sociedad!! – Tanto daño que
deseaba hacerle y desde hacía tanto tiempo… -Con Elizabeth fue bien distinto. ¡Estaba tan enamorado y
se sentía tan orgulloso de ella! – Marcando bien sus palabras, tratando de dañarla. – No dudó en hacerlo
público, en gritarlo al mundo entero… - Mirándola de arriba abajo, riéndose y negando con la cabeza. –
Parece mentira que aún no conozcas a los tíos, Nancy… ¡Un hombre viudo y de más de cuarenta años
haría cualquier cosa por follárse un coñito joven como el tuyo, preciosa. Eso es lo que eres para él,
pequeña infeliz… Un agujero donde mantenerla caliente cada noche…
-No vas a conseguir que crea una sola palabra tuya… - Todo era mentira. – Sé lo que siente Michael
por mí…
-¡Tú no sabes nada…! Si tanto te ama… ¿por qué necesita follar conmigo a escondidas? – Mintió
para hacerle más daño. - Si eres tan importante para él, ¿por qué aún no te ha lucido en las fiestas donde
nos reunimos con grandes clientes? – Sabía cómo hacerla dudar. – Si no se avergüenza de ti, ¿por qué no
te pide que lo acompañes a los almuerzos de negocios? ¿Cómo crees que te presentaría, Nancy? ¿Cómo
la chica de la limpieza, como su secretaria o como la putilla que se tira cada noche para aliviarse?
Pero, Nancy no creyó sus palabras. Nunca lo haría. Aquel hombre estaba endemoniadamente celoso
del inmenso amor que se tenían. ¡No iba a hacerle daño sus palabras, sus insultos! ¡Edward Bennett no
podría romper la confianza y el amor que se tenían!
-Me odias. Lo sé, Edward. – Directa. - Me odias porque yo me meto cada noche en la cama con
Michael, y tú tienes que conformarte con un triste recuerdo de un hombre que necesitaba estar borracho y
drogado para dejar que lo tocases.
-¡¡Zorra!! – Suave, sin gritar, pero aquel insulto salió de su alma entera.
-Sí. Zorra, buscona, calientapollas, puta… ¿tienes algo más que decirme? –Se metía en un terreno
muy, muy peligroso con aquel hombre, pero no quiso detenerse. Estaba tan harta de todos… de él… -
Puedes llamarme todo lo que quieras, Bennett, pero seré yo la que siga metiéndose en la cama del hombre
al que amas y la que seguirá acariciándolo cada noche. – Dio unos pasos hacia él, decidida a lo callar, a
decirle todo cuánto tenía guardado desde hace mucho tiempo. – Porque es a mí a la que desea, Edward,
porque es con mi cuerpo con el que vibra a cada segundo… porque es mío y siempre lo será.
¡Tanto que la odiaba! ¡No podía siquiera imaginarlo! Tantos años callado… aquel secreto solo lo
sabía él, nadie más. Nancy Sanders no tenía ni idea de cuánto la odiaba y desde cuándo. Cada día, cada
año, aquel sentimiento destructivo se apoderó de aquel hombre, reconcomiéndoselo por dentro,
invadiendo cada parte de su alma, de su propio ser. ¡Si tan solo por un segundo pudiese estar dentro de él
y saber cuánto odiaba a aquella jovencita…!
-¡Ven aquí, zorra! – Y sujetó su pelo con fuerza, haciéndola caminar rápido hasta su mesa, tirando de
ella que rápidamente trató de agarrar sus manos para soltarse. Tiraba de su cabello con fuerza,
sujetándola por la cintura, ya se habían acabado los juegos. - Con que es contigo con quien vibra, ¿eh? Te
voy a enseñar lo que es hacerlo vibrar y retorcerse de placer. Te voy a enseñar lo que le gusta realmente
a tu maridito querido… algo que tú nunca pondrás darle, pequeña zorra.
-¡¡Suéltame!! – Gritó con fuerza tratando de pelear con él mientras sentía sus brazos agarrar su
cintura, levantarla con facilidad para hacerla llegar hasta la mesa de su escritorio. - ¡¡Suéltame te he
dicho!!
-¡¡Cállate!! –Bajándola pero sin soltarla, apretando su cara con una de sus manos mientras seguía
apretando su cintura. – Ahora vas a saber toda la verdad que Michael no ha tenido huevos de contarte.
¡Claro! ¿¡Cómo se le dice a tu mujercita que disfrutas como un loco cuando tu amigo te folla el culo!? –
Le soltó muy cerca de su boca, notando el temblor de su cuerpo. ¡Él tenía el poder! - ¡Oh, pobrecita
Nancy! Abre los ojos pequeña, no te pierdas detalle de cómo disfruta tu marido cada vez que me lo follo.
– Y sus manos tocaron aquella pantalla, girándola para que pudiese verla con claridad.
Y allí apareció. Michael. Edward. Sarah.
Varias ventanas abiertas, varias secuencias completas de noches enteras de pasión, de sexo, de besos,
de caricias… Desnudos, los tres, disfrutando de cada uno de ellos por entero. ¡Michael! Allí, dejando
que Edward se le acercase, lo tocase. Su pecho, su estómago, su sexo. Besos por todos lados, caricias
que lo hacían vibrar, gemidos de placer ante el contacto total de Edward tras él. Sarah… desnuda,
debajo, gozando de todo lo que le hacían aquellos amigos. Miradas, sonrisas, más besos. Encima,
moviendo su pelvis con sabiduría, Michael debajo, acariciando sus caderas. Disfrutando como locos.
No se trataba de un encuentro casual, aquello no era cosa de una noche loca de borrachera. No sabía
qué escena era más espantosa para su alma. Videos completos de su marido manteniendo sexo con Sarah
y con Edward. Delante de sus ojos, allí, oyendo sus gemidos, viendo cómo se dejaba llevar y gozaba de
una forma increíble.
Cerró los ojos un segundo. Su respiración comenzó a hacerse más rápida, agitada, no conseguía
respirar bien. No era fácil ver aquello. ¿¡Se habían grabado mientras mantenían relaciones sexuales!?
Pero, ¿¡qué les pasaba!? ¿¡Drogado!¿¡Borracho!? No le parecía que estuviese fuera de control…
Quiso apartar la vista de aquellos videos, no quería seguir viendo más, no podía seguir viendo a
Michael allí, disfrutando como nunca de todo lo que le hacían. ¡Basta! ¡Era devastador para su alma!
Pero, la mano de Edward volvió a sujetar su rostro, apretándola, le hacía daño, pegado a su cara,
desquiciado, obligándola a seguir admirando aquellos momentos de sexo puro y duro.
-¡¡Míralo, zorra!! ¡¡Mira cómo me lo follo una y otra vez!! – Descontrolado, sujetándola con fuerza
mientras la sentía resistirse. - ¡No sabes cómo disfruta en mis brazos!
-¡¡Basta!! ¡Por favor! – Suplicó, agarrando la mano de aquel hombre.
-¿¡No decías que solo vibraba contigo!? ¡¡Nunca harás que disfrute de esta forma, nunca harás que se
corra como lo hace conmigo, porque solo yo me he follado ese culo que tantas ganas tenía de probarme!!
-¡¡Noooo!! – Sus mejillas mojadas, no quería escuchar más, no quería ver más. ¡Por favor! ¡Era su
marido el que estaba ahí, en aquella cama, acostándose con un hombre, disfrutando…sí, su expresión, sus
gemidos!
Más videos. Más imágenes. Desnudos, tumbados en la cama. Edward besaba su intimidad, Sarah sus
labios, su pecho. Michael cerraba los ojos, agitado, respirando con la boca abierta mientras se retorcía
de placer. Sus manos en la cabeza de Edward, dejándolo hacer, volviéndose loco con aquella
masturbación. Sí, no quería parar, repitiéndole que siguiera, quería correrse en su boca...
Y vio aquellos besos, apasionados con él. Una vez, otra. Sus lenguas rozándose, sus manos
acariciándose. Se giró, lamiendo a su amiga, saboreando su intimidad, desnuda en aquella cama, gozaba
perdidamente mientras Michael la hacía llegar a un intenso orgasmo. Edward tras él, penetrándolo,
moviéndose con precisión… y no se apartó. Dejó que lo hiciera, durante un largo rato, siguiendo el ritmo
que él mismo marcaba y controlándose las ganas, pidiendo más, susurrándole que le gustaba.
Volvió a cerrar los ojos, llorando, era más de lo que podía ver. Era un autentico infierno ver como
Michael dejaba que aquel hombre le hiciese esas cosas. Y le gustaba.
Un video se abrió. En grande, Edward lo maximizó para que ella pudiera contemplarlo. Juntos de
nuevo, en aquella maldita habitación donde noche tras noche se reunieron aquellos amigos,
descontrolados, sin ningún tipo de pudor ante la desnudez.
-¡Oh, Dios, cómo me gustó sentirlo dentro de mí, Nancy! – Susurrándole en su oído, sintiendo sus
manos húmedas por sus lágrimas, pero sin bajar si quiera un poco la dureza de sus palabras, de sus
formas. - ¡No tienes ni idea de cómo me folló aquel día! ¡¡En mi vida me lo habían hecho de esa forma!!
¡¡Fue mío cada noche, una vez, otra, entregándose a mí por completo…!! ¿Tienes idea de cuantas veces se
la chupé, preciosa? ¿Sabes cuántas veces se corrió en mi boca y cuántas veces me perdí en la suya?
-¡Déjame, Edward, te lo suplico, por favor! ¡¡Ya he visto suficiente, por dios!- Y sus manos sujetaron
su barriga, debajo… un dolor profundo la hacía doblarse irremediablemente.
-¡No, cariño! ¡¡No has visto nada!! ¿¡Es que quieres perderte lo mejor, Nancy!? – Y volvió a tirar de
su pelo hacia atrás, haciéndola levantar la cabeza y mirar aquello… - ¡Mira como me folla tu maridito,
preciosa! ¡Mira cómo me hace sentir su polla dentro de mí y cómo consigue correrse como nunca!
Y lo vio, sí. Destrozada, sabiendo que aquello marcaba un antes y un después a su relación con
Michael. Porque estaba allí, tras aquel hombre desnudo al que le pedía calma. Ambos saborearían aquel
momento, lo escuchó. Acercándose a él, desnudándose, desnudándolo, despacio, mirándolo de aquella
forma… Sujetó su miembro, acariciándolo despacio hasta lograr excitarlo. Y lo metió en su boca.
¡¡Noooo!! ¡Esa boca que tantas veces besó!
Despacio, disfrutando. Sí, estaba disfrutando. Ambos lo hacían… Levantándose, acariciando el
cuerpo de aquel hombre desnudo, girándolo y dejando que lo sintiese en su interior. Muy despacio,
moviéndose con maestría, sin prisas. Empujando para hacerlo gritar de placer. Y lo hacía, y lo podía ver
con sus propios ojos…
-¿Te gusta la escenita? – Disfrutaba viendo su expresión de dolor. – No dejo de verla cada noche. Ha
sido el mejor polvo de toda mi vida y te aseguro que el suyo también… - Ni siquiera tuvo piedad con ella
al verla doblarse en aquella mesa. Pensó que era por aquellos videos, el sufrimiento era demoledor para
ella, pero se equivocaba… - ¿Te acuerdas del viaje a Los Ángeles? Me lo follé en su habitación… ¡Oh,
sí me lo folle, Nancy! – Le repitió cuando la vio mirarlo asombrada, asustada, sin poder creerlo. - …
puedes preguntarle a Steven, nos vio entrar juntos… ¡Oh, cómo me lo follé esa noche, preciosa! Y en la
oficina, siempre que se queda hasta tarde… esperamos a que todos se hayan ido, lo busco, me busca y
follamos como desesperados… aquí, en esta mesa, en su despacho, en los baños, el lugar es lo de menos,
follamos hasta que ya no podemos más porque eso es realmente lo que nos gusta, Nancy, no lo dudes.
-¡No! – Casi un susurró, sin poder creer aquello, sin querer creerlo.
-¡Oh, sí! - Tirando de su pelo de nuevo. - …primero yo, luego él… ¡No te miento, mira cómo le gusta!
– Los videos de su habitación. - ¿De verdad crees que un hombre que disfruta de esta forma puede
conformarse con el placer que puede darle una mujer? ¡Él necesita más, mucho más y eso, solo puedo
dárselo yo, querida Nancy! ¡No tienes ni idea de cómo gozamos juntos!
Giró la cabeza al escuchar aquel golpe, descubriendo a Michael y Steven en la puerta de su despacho.
Ambos con los ojos completamente abiertos, presenciando la escena aterradora, de Nancy, destrozada,
medio inclinada en aquella mesa mientras él la sujetaba con fuerza, obligándola a no moverse de su lado.
Los gritos de Nancy y Edward hicieron preocuparse a su secretaria que no tardó en hablar con
Martha, unos metros más al fondo. Había vistió entrar a Nancy en el despacho de su jefe, sin llamar.
Luego escuchó gritos, insultos, sollozos. Debían comunicárselo a Harrison, que salió corriendo de
aquella sala de descanso donde tomaba un café con Steven.
-¡¡Suéltala, Edward!! – Gritándole mientras avanzaba hacia él.
No pudo apagar aquella pantalla, no le dio tiempo a nada. Los pasos de Michael se hicieron veloces
hasta su mesa, separándolo de Nancy y golpeando su rostro mientras lo insultaba.
Steven también estaba allí, él fue quien sujetó a Nancy que a punto estuvo de caer al suelo. Doblada,
desconsolada, quejándose de un fuerte dolor en los ovarios. Algo no marchaba bien… Algo dentro de
ella comenzaba a decirle que su bebé no estaba bien.
Trató de alejarla de aquel despacho, la veía muy mal, pero no pudo siquiera dar más que tres pasos,
apoyada en su amigo, que se detuvo preocupado sin saber qué le sucedía. No sabía que estaba
embarazada. Nadie lo sabía excepto Michael.
No cayó al suelo ante aquella sacudida en su mandíbula, un paso atrás para mantener el equilibrio, y
sintió un nuevo golpe. Los golpes de su amigo, los insultos, nunca pensó que aquello pudiese pasar alguna
vez. Pero, no iba a defenderse, no iba a tocar a Michael. Nunca lo haría. Solo trató de sujetar sus manos,
tratando de impedir más golpes, forcejeando con él mientras le preguntaba histérico qué estaba haciendo.
¿Cómo se había atrevido a tocar a su mujer? ¿Qué le estaba haciendo? ¿Qué intentaba?
Y giró un segundo la cabeza a aquella pantalla, escuchando el sonido de personas gimiendo…
encontrando aquel video grabado hacía años en casa de Edward. Entendió las palabras de Kim que en
aquel instante resonaron en su cabeza. “Os he visto juntos.” Y supo que aquello era imposible, nadie
excepto Sarah sabía lo de aquellos encuentros, pero ahora sí… ahora entendía a qué se refería. Videos
grabados sin autorización sobre los encuentros sexuales que mantuvieron hacía siete años. Kim debía
haberlos visto… Pero, ¿cómo había podido hacer algo así? ¡Se había vuelto loco!
-¡¡No me jodas!! – Sujetando el ratón y comprobando el resto de videos que estaban minimizados.
Todos mostraban lo mismo, a ellos tres desnudos sin ningún tipo de pudor. -¿¡Qué cojones…?
Lo miró sin poder dar crédito a aquello… ¿En serio había hecho algo así? ¿Edward había ocultado
cámaras aquellas noches en las que tuvieron sexo descontrolado? ¿¡Se había vuelto totalmente loco!?
¡¡Aquello era ilegal!! ¡No podía creer que hubiese podido asaltar su intimidad de aquella forma!
-¡¡Hijo de puta!! ¿¡Le has enseñado a mi mujer videos sobre nosotros? – Mirándolo sin poder creerlo.
Sí, le había enseñado ese video a Nancy. Quizás el resto también. – ¿¡Nos has grabado follando hace
siete años y le muestras a mi mujer esos videos!? Pero, ¿¡qué cojones te pasa!? Agitado, enfurecido.
-Los ha visto todos… y no sabes cómo ha disfrutado viéndolos… - Provocándolo, sonriendo. Ya todo
le daba igual.
-¡¡Maldito cabrón!! ¡Te mataré, Edward, te mataré!! – Apartando el sillón que había entre ellos y
volviendo a golpearlo, fuera de sí, sin pensar en las consecuencias.
Steven soltó a Nancy un segundo… ¿¡qué acababa de decir!? ¿¡Edward y Michael juntos!? Debía ser
una broma de muy mal gusto.
Alguien debía separarlos así que se acercó a Michael, tratando de sujetarlo por detrás. Forcejeando,
recibiendo algún que otro golpe en la cara pero volviendo a tratar de agarrar los brazos de aquel
arquitecto. Descontrolado totalmente, fuera de sí… Y por un segundo pudo saber qué estaba pasando allí.
Girando la vista y viéndolos allí, juntos. No era un video reciente. Se les veía más jóvenes pero…
estaban desnudos…
-¡Michael! – Dijo suave, asustada, sin que nadie pudiese oírla, sin que nadie se diera cuenta de lo que
estaba sucediéndole. Asustada, totalmente aterrorizada. No conseguía erguirse, sus manos en su bajo
vientre, aguantando aquel dolor agudo en su barriga. ¡Era su bebé! ¡Algo no iba bien!
-¡Volved al trabajo, inmediatamente! - Se escuchó la voz de John tras ella. Vio gente alrededor de
aquel despacho y se acercó a ver qué sucedía, encontrando aquella escena demoledora en el despacho de
Edward.
Lo vio pasar por su lado, rápido, poniéndose en medio de sus dos amigos y pidiendo calma a los dos.
¡Michael había perdido el control totalmente y no le importaba el motivo! Debía calmarse. Tenía a sus
empleados tras aquella puerta, enterándose de todo, de sus gritos, de sus insultos… No podía seguir
perdiendo los papeles de aquella forma.
Nancy miró hacia aquellos hombres, enzarzados en aquella discusión. Nadie la miraba. Dio unos
pasos hacia una de las sillas de aquel despacho y se apoyó en ella. Cerró los ojos, intentando calmarse,
respirando sosegadamente pero… algo sucedió dentro de ella y en solo un segundo sintió sus piernas
mojadas. Algo resbalaba por su piel desnuda. Miró, solo un segundo, y vio aquel color horrible en su
piel blanca… ¡No podía ser! ¡Su bebé!
Tiró de aquella falda, la sangre venía de su interior, recorriendo sus muslos, sus rodillas. ¡Iba a
perder a su bebé! ¡Estaba abortando!¡¡Noooo!!
-No, no, no, no, no… - Llorando, sin apenas dejar que su voz saliese de su boca. Volvió a mirar a
Michael, seguía golpeando a aquel hombre, pero ella lo necesitaba en aquel momento. Iban a perder a su
hijo… - ¡Michael! – Elevando la voz para que pudiese escucharla. -¡Michael, mi bebé!
Y aquellos cuatro hombres giraron la cabeza de inmediato, encontrándola allí de pié, asustada,
llorando, con las manos y las piernas ensangrentadas. No se movía, miraba a su marido muy, muy
asustada, con los ojitos completamente aterrorizados solo de imaginar lo que le estaba sucediendo. ¿¡Qué
había dicho de un bebé!? ¡¡Estaba embarazada!! ¡Nancy estaba embarazada de Michael!
Las manos de Michael se aflojaron, soltando la camisa que empuñaba con fuerza. Ya no pensó más, ya
todo dio lo mismo. Sabía que aquella hemorragia no era nada bueno y apartando a Steven de su camino se
acercó rápidamente a Nancy. Sí. Ambos sabían qué significaba aquello.
-¡¡Mi bebé!! – Volvió a decirle mientras lo miraba a su lado.
Se inclinó y pasando sus manos por aquellas piernas ensangrentadas, la elevó en sus brazos con
facilidad. Mirando a Steven, aún sorprendido por la noticia, le dio una orden. Las llaves del coche, le
dijo. Estaban en su despacho. Y corrieron sin pensarlo por aquellos pasillos del edificio, camino del
ascensor, directos al parking, volando hacia el hospital más cercano. ¡Nancy perdía a su bebé!
-¿¡Qué has hecho, Edward!? – Preguntó John al ver como Michael se llevaba en brazos a aquella
jovencita ensangrentada.
-No sabía que estaba embarazada, John. – No mentía, sus ojos aún impresionados por la noticia. – Te
juro que no lo sabía. –Excusándose. Para nada.
-Pues, reza para que no lo pierda… - Lo previno. Michael lo mataría con sus propias manos si Nancy
perdía ese bebé por su culpa. De eso no le cabía la menor duda.
En sus brazos, sentada en sus piernas dentro de aquel coche, aún estaba sangrando pero para nada le
importó aquella sangre en las mangas de su cazadora beige y sus pantalones color tierra. Lo más
importante para aquel hombre eran Nancy y el bebé; sabía que algo no marchaba bien, aquella cantidad
de sangre le avisaba de la gravedad del asunto. Lo había perdido, estaba seguro de ello, pero no le dijo
nada a Nancy, solo la abrazaba, allí a su lado, calmándola, acariciándola, abrazándola.
Steven conducía lo más rápido que podía. El hospital no distaba lejos de las oficinas y llegarían en
cuestión de minutos.
No hablaba, Nancy estaba en shock. Sus ojos fijos en la nada, tenía la mirada tan perdida, sentada en
el asiento de atrás de aquel precioso BMW, a su lado, su esposo. No lo miraba. No quería mirarlo. No
podía mirarlo… y no sabía cuándo podría volver a hacerlo después de lo que acababa de ver en el
despacho de Edward. Sus manos en su barriga, no era tonta. Aquella mañana feliz por ver a su bebé por
primera vez, por oír sus latidos… sabía que nunca más volvería a escucharlo, sabía que lo había
perdido…
Capítulo 38
ASIMILANDO LA SITUACIÓN
Steven le había dicho que podía traerle algo de ropa limpia. Lo veía allí, sentado junto a aquella
cama, mirándola muy preocupado. Su cazadora en el respaldo de la silla, manchada de sangre al igual
que sus pantalones, pero negó con la cabeza. Estaba bien, no hacía falta por el momento.
Allí llevaban algunas horas, esperando a que llegasen los médicos para saber qué iba a suceder con
ella. Dormida, sedada. Le habían dado un relajante para que pudiese descansar un poco. Había perdido
al bebé que esperaba.
No dijo nada, ni a los médicos, ni a Steven, ni a Michael. Siguió callada, sin mirar a nadie…
Asumiendo en su interior aquella noticia que destrozaba su corazón dañado de una forma devastadora.
¡Tanto que sentía aquella pérdida! ¡Tanto que le dolía no sentirlo en su interior! Sujetando en sus manos
una pequeña fotografía que le dieron aquella mañana en la consulta. Su primera ecografía.
Michael pudo quitársela de las manos. Lo miró. Ni siquiera pudo ir con ella. Ahora veía aquella
imagen reflejada en una pequeña fotografía. Su hijo. Y él ni siquiera había podido oír su corazón…
Ahora ya no estaba. Era la segunda vez en su vida que aquel sentimiento invadía su alma por entera. ¡Ser
padre! Y bien poco que duró esa felicidad, ambas veces. Cerró los ojos al pensarlo…
La veía en aquella cama, tan indefensa… ¿Y pensar que había visto aquellos videos!¡¡Pobre Nancy!!
No quería siquiera imaginar cuánto debía haber impactado todo aquello en su alma! Saberlo ya debía ser
complicado para ella pero verlo con sus propios ojos… Edward lo había jodido hasta el extremo…
Nancy era una joven muy distinta a las demás y ver aquello… Iba a costarle la misma vida olvidarlo.
Los médicos hablaron con Michael sobre el estado de Nancy. Debía guardar reposo seriamente.
Efectivamente había perdido al bebé pero podría marcharse a casa siempre y cuando estuviese bien
cuidada y en cama. Nada de esfuerzos ni sobresaltos. Se encontraba bastante deprimida y aunque los
médicos sospechaban que sería por el aborto, Michael estaba seguro que no era solo por eso.
Aquella noche la pasó en el hospital, sedada, casi sin apenas abrir los ojos; a veces se movía en
aquella cama y Michael y Steven corrían a su lado. Los miraba y volviendo la cabeza los cerraba de
nuevo y se quedaba tranquila. Sufría en silencio, aguantándose las ganas de llorar, de explotar con todo lo
que sentía. ¡Su marido! ¡Edward! Los había visto juntos, una vez, otra, haciendo cosas que nunca
imaginó… ¡No podía apartar esas imágenes de su cabeza, de su alma destrozada! ¿¡Cómo olvidarlo!?
¿¡Cómo volver a mirar a Michael a los ojos!? Se ahogaba, allí, acostada en aquella cama, sintiendo la
mano de Michael con la suya, sus caricias durante toda la noche… ¡No las quería! ¡¡No en aquel
momento!! ¡¡Dios… no podía siquiera soportar que la tocase!! Y, ¿¡cómo saber que aquello solo había
pasado hacía siete años!? Noches de sexo en la oficina, eso dijo… en los viajes… No, no podía ser
verdad que todo aquello estuviese pasando en su vida…
Michael bajó unos minutos para desayunar algo, la noche, sentado en aquel sillón había sido
demoledora para su espalda. Steven se quedaría con ella mientras él tomaba algo caliente.
Sentado en una de aquellas sillas, en la cafetería, sus ropas aún manchadas, ojeroso después de estar
toda la noche pendiente de Nancy, preocupado por lo que pudiese pasar a partir de ahora. Pensaba en
todo lo que había pasado últimamente en su vida. Solo la quería a ella, solo la necesitaba a ella pero
después de lo sucedido… ¡tenía tanto miedo de la reacción de Nancy! Vio sus ojos en aquel despacho,
después de ver aquellos videos. Vio su mirada en el coche, camino del hospital… ni siquiera lo miró un
solo segundo.
No dormía. Esperó a estar sola con Steven para moverse en aquella cama. Necesitaba hablar con él,
lo necesitaba de verdad. Y sabía que aquello que iba a pedirle no era justo para él, no lo era. Después de
saber qué sentía por ella… pero no podía volver a casa, no quería volver con Michael, al menos no por
el momento.
Necesitaba pensar en cómo se sentía, en todo lo que había visto y no estando cerca de Michael.
Ahora mismo era la última persona que quería a su lado, sus manos le molestaban, la incomodaban.
-¡Tranquila, mi niña! – Abrazándola, intentando calmarla. - ¡No tienes que preocuparte de nada!
-¡No puedo estar cerca de él, Steven! ¡¡Te lo ruego, no me dejes sola, ahora!! – Tan duro que había
sido para su alma ver aquellos videos.
-Calma… - Sosegado, acariciándola sentados en aquella cama.
-¡Lo he visto con él, Steven! ¡Estaban juntos… ¡- Y se desbordó en sus brazos, llorando sin más
consuelo que aquellos brazos fuertes que la estrechaban con intensidad. - ¡¡Estaban desnudos,
tocándose…!! ¡¡No puedo, no puedo!!
Y no dudó en aceptar lo que Nancy le pedía, sabiendo perfectamente que tenerla cerca de nuevo no
sería bueno para su relación con Emmie. No estaban muy bien, Steven lo intentaba de corazón, era una
buena mujer con la que llevaba muchos años pero era indiscutible lo que sentía por aquella jovencita. Y
después de haberla besado… Sabía que era un imposible, era realista, Nancy estaba perdidamente
enamorada de Michael, su corazón le pertenecía y en él solo veía un buen amigo que la cuidaba, que
siempre trató de protegerla. Nada más.
Podía haber vuelto a su antiguo apartamento con Rebecca, en Williamsburg, pero tenía mucho miedo
de estar allí. No quería siquiera pensar en la idea de que Sanders pudiese volver a encontrarla sola y…
necesitaba estar con Steven, sabía que él la protegería. Puede que Sanders siempre lo hubiese tenido bajo
su mando, con amenazas, con chantajes, pero sabía que no se atrevería a golpearla delante de él. Steven
nunca lo permitiría…
Michael no se tomó muy bien su decisión de ir con Steven, él mismo se lo dijo cuando lo vio
aparecer de nuevo por la habitación. Nancy definitivamente no quería siquiera mirarlo a los ojos…
-Nancy se viene conmigo, Michael. – Le dijo en el pasillo ante su sorpresa.
-¿¡De qué hablas!? – Aquello no iba a tolerarlo.
-Es su decisión. Necesita tiempo, para…
Y no dejó que acabase aquella frase. Lo apartó de su lado, entrando en la habitación y encontrando a
Nancy vestida, sentada en el borde de la cama. No lo miraba.
Se acercó y trató de sujetar sus manos. Ella las apartó. Su mirada al suelo, su expresión dolida.
-¿De qué está hablando Steven, Nancy? – Le preguntó sin poder creer que de verdad no quisiera estar
más a su lado. Sus manos acariciaron sus mejillas pero la notó incómoda con el roce. – Nena, por
favor…
-Michael, Nancy no se encuentra… - La mano de su jefe detuvo aquella frase. No quería escucharlo a
él.
-Nancy, por Dios, mírame. – Le rogó. – ¡No puedes hacer esto! – Y volvió a rozar su rostro,
levantando su cara. Sus ojos seguían sin mirarlo. Lloraba. – Nena, sabes que te quiero, y sé que ahora
mismo lo estás pasando muy mal. Todo esto debe haber sido horrible para ti. – Agachó la cabeza y puso
sus manos en la cama, a ambos lados de Nancy que seguía sin poder mirarlo. – No me alejes de ti ahora,
Nancy, te lo ruego… ¡te quiero y sabes que no puedo vivir sin ti! – Cabizbajo. Sabía que no cedería.
-¡No puedo! – Dijo en un susurro. - ¡No puedo mirarte a la cara ahora mismo, Michael! ¡No puedo
siquiera soportar la idea de que me toques, de que estés cerca! – Cerrando los ojos con fuerza y dejando
caer sus lágrimas. ¡Cuánto amaba a ese hombre y cómo sentía aquel sentimiento de rechazo tan inmenso!
-¡Nancy, por dios, eso pasó hace siete años! ¡Ya lo hemos hablado! – Mirándola fijamente,
aguantando las ganas de llorar.
-Él dijo que seguíais viéndoos en la oficina, de noche…
-Me da igual lo que te dijese, Nancy. – Subió la voz. ¿En serio iba a creerlo? – Por favor, no puedes
creerlo… ¡es un maldito embustero que trata de separarnos! ¡Nancy, por dios…!
-No.
-Nancy…
-¡No puedo! – Le gritó mirándolo por primera vez. En sus ojos había tanta rabia, tanta desesperación,
tanto dolor… - ¿No entiendes que no puedo? ¡Te he visto, Michael! He visto como te acostabas con él, he
visto las cosas que te hacía… las cosas que tú le hacías… ¡No puedo siquiera mirarte a la cara sin sentir
ganas de vomitar porque eres mi marido! ¡¡Mi marido que disfruta acostándose con otro hombre!!
Michael se apartó de su lado, solo unos pasos. Dándole la espalda, tapando su cara con las manos.
¡Maldito Edward! ¿¡Cómo había podido joder su vida de aquella forma!? Nancy se marchaba de su lado,
de su vida. Quizás por un tiempo, no lo sabía. Pero eso daba igual, solo pensar en estar lejos de ella un
solo día le partía el alma. La necesitaba, la necesitaba desesperadamente en su vida para siempre. Lo
sabía, lo sentía dentro de él.
-Nancy, ya habíamos hablado de todo esto. Te expliqué que lo hice por…
-¡Me da igual el motivo por el que lo hicieras, Michael! ¡¡Te he visto!! ¿Entiendes? ¡He visto cómo
disfrutabas mientras él te…! – Se detuvo, le dolía pronunciar aquellas palabras. La imagen de Michael y
Edward volvió a su cabeza, una vez, otra, no podía apartarla de su mente.
-¡Nancy, por favor…! – Agachando la cabeza avergonzado, sin saber qué decirle.
- ¡Dios, no puedo dejar de veros ahí desnudos, mientras…! ¡¡No quiero que me toques, no quiero que
me mires… no soporto tenerte cerca ahora mismo!! – Lo vio sentarse en uno de los sillones cercanos a la
cama, bajando la cabeza, cubriéndose la cara con las manos. Desolado. - ¡Estáis enfermos! ¿Cómo habéis
podido grabaros mientras…?
-¿Cómo puedes creer que yo…? – La miró sin dar crédito a sus palabras. - ¡Por supuesto que no sabía
nada de esos videos! ¡Edward los grabó sin mi consentimiento y los ha utilizado para separarte de mí!
¿No lo ves, Nancy?
En aquellos momentos no veía nada más que aquellos malditos videos que se repetían en su cabeza
constantemente.
-Lo único que puedo ver ahora es la imagen de mi marido desnudo y disfrutando de lo lindo mientras
se follaba a otro hombre. – Le soltó totalmente seria, mirándolo fijamente. Sí, aquello había puesto un
inmenso muro entre los dos. No sabía cuánto tiempo necesitaría para olvidar aquellas imágenes. – Eso es
lo único que puedo ver. Lo siento, Michael, pero necesito estar sola. Necesito tiempo para pensar y para
olvidar…
-Sabes perfectamente que te quiero más que a mi vida, Nancy. – Cerrando los ojos, sintiendo en lo
más hondo de su alma que aquella historia acababa de complicarse de una manera desorbitada. Iba a
perderla… ¡No podía perderla! ¿En serio iba a perderla? ¡¡No, no iba a dejar que se alejase de su vida!!
¡¡Ella lo era todo para él!!
Cogió las cosas de Nancy, serio, sin apenas hablar, no podía hacer nada por el momento, la decisión
de su mujer era irrevocable y debía aceptarla. No le quedaba otra. ¿Qué iba a hacer? ¿Obligarla a
permanecer en casa? Todo aquello era demasiado para ella, no lograba entender que hubiese podido
tener relaciones con un hombre y que no fuese homosexual. Iba a ser complicado que abriese su mente en
aquel tema. ¿Cómo iba a hacer para que entendiese las cosas? ¿Qué podía decir o hacer para que viese la
realidad de las cosas?
No todo era blanco o negro. No todo debía ser de una forma u otra. ¡Tanto que debía aprender en
aquel terreno y tan difícil que iba a ser! Hubiese sido distinto si ella hubiese sido una jovencita
acostumbrada a las relaciones, al sexo, a los hombres. Podría haberle explicado, podría haberle hecho
entender muchas cosas, pero a Nancy…
Entró en el coche. Sujetó el volante y agachó la cabeza. Pensó en lo difícil que iba a ser estar sin
ella… Tiempo. Solo necesitaba tiempo, pero él no quería esperar para abrazarla, para poder sentirla
cerca de su cuerpo. ¡¡La necesitaba tanto!! ¡Cada parte de su alma le pertenecía! ¡¡Nancy era suya por
siempre y no renunciaría a ella jamás!
La tenía allí a su lado, en el coche, camino de Schuylerville, donde vivía Steven. Una preciosa villa
heredada de sus padres donde pasaría unos días, quizás unas semanas, lejos de él. Más de tres horas de
camino en las que apenas hablaron.
Se ofreció a llevarla en su coche y aunque al principio se negó a aceptarlo, obviamente insistió en
acompañarla hasta allí. Sentada en silencio, mirando por la ventanilla. No lo miraba, no le hablaba.
Michael serio, cerrando los ojos de vez en cuando, tratando de hacerse el fuerte delante de ella. Debía
aceptar su decisión por muy duro que le pareciese todo aquello a su corazón.
Unas miradas llenas de desconsuelo, un abrazo desesperado, unas lágrimas que brotaron de sus ojos
al sentir que la perdía para siempre. En aquella casa donde Emmie los esperaba. Ya sabía que se
quedaría un tiempo con ellos y salió a abrazarla cuando escuchó llegar los coches. Allí podría relajarse,
pensar bien las cosas… le vendría bien un poco de aire nuevo y de tranquilidad.
La vio subir las escaleras con aquella mujer. Apenas un abrazo de despedida, nada más. No se giró a
mirarlo, sentado en aquel chaiselong negro que presidía un precioso salón bien iluminado. Sus manos
cubriendo su rostro, lloraba. Sí, Michael Harrison, el gran empresario destrozado y abatido. El amor de
su vida se alejaba de él y no podía hacer absolutamente nada por impedirlo. ¿Qué iba a hacer ahora sin
ella? ¿Cómo entrar en aquella casa, dormir en aquella cama si ella ya no estaba?
Steven se sentó cerca, mirándolo con tristeza. Sí, aquel hombre la amaba con locura. No hacía falta
que nadie se lo dijese, podía verse, podía sentirse. Y es que todo había sido tan complicado entre ellos…
Sanders, sus amenazas, sus golpes, Edward, sus humillaciones, sus insultos… y aquellos videos… ¡Por
dios, Nancy debía estar destrozada!
-Dale tiempo, Michael. – Dándole unos golpecitos en la espalda. – Volverá. –Nadie mejor que él para
saber que amaba a Michael más que a su vida. – La conozco perfectamente y sé que solo necesita tiempo
para asimilar todo esto.
-No sé que voy a hacer si la pierdo, Steven… - Apoyando los codos en sus piernas y pasando sus
manos por su pelo. No veía salida a su vida sin Nancy.
-No la perderás. – Y vio como lo miraba. Estaba muy seguro de que todo aquello se solucionase. –
Déjame hablar con ella. -¿En serio? ¿Poner su matrimonio en manos de alguien que la amaba desde
siempre? - Le vendrá bien estar aquí unos días con Emmie. Ellas dos se llevan bien y seguro que entre
los dos conseguimos que digiera de la mejor manera posible todo este asunto de Edward. – También a él
le costaba creerlo aún. – Entiende que para ella no es fácil haber visto esos videos, Michael.
-Lo sé. Te aseguro que lo sé. – Y se levantó, colocándose bien el pantalón, la camisa. Era mejor
marcharse.
-Aquí se relajará, estará bien, y con el tiempo verá las cosas desde otro punto de vista. – O al menos
eso pensaba él.
-No lo tengo muy claro.
-Ella te quiere, Michael. Y aunque me duela admitirlo, sé perfectamente que no hay ni habrá nunca
ningún hombre para ella que no seas tú. – Se sinceró de nuevo con él. Ambos sabían cuanto la amaba. No
había por qué fingir. – Su forma de mirarte, de abrazarte, de besarte, de vibrar cuando está cerca de ti…
Nunca, en todos los años que llevo conociéndola, la vi sentir nada parecido por nadie. Solo por él. Y no
iba a utilizar lo sucedido para acercarse a ella y malmeter contra Michael, sabía cuánto la quería…
cuánto se querían… -Espero que esos videos sean cosa del pasado y que como me dijiste… no haya nada
entre Edward y tú más que una buena amistad y negocios en común.
-No te mentí, Steven. – Mirándolo fijamente, hablando suave, sereno. Aquella maldita experiencia en
su vida iba a traerle tantos problemas… - Eso pasó hace mucho y se quedó en el pasado.
Tendría que haberse quedado en el pasado, solo entre ellos y Sarah, como parte de sus vidas, pero
Edward lo había jodido y bien. ¡Pobre Nancy! ¡Ver esos videos debía haber sido demoledor para su
alma! ¡¡Y tantas ganas que tenía de abrazarla!!
-Está bien, pero ahora ella necesita tiempo para asimilar lo que ha visto. Entiéndelo, Michael, sabes
que Nancy no es como las demás chicas. Para ella, a una impresión muy fuerte verte con Edward
mientras…
-Lo sé…
-Un amor como el vuestro no puede morir por algo que pasó hace tantos años. – Tendiéndole la mano
en señal de despedida. – Confía en mí, Michael… Yo hablaré con ella…
Michael intentaba hablar cada día con Nancy, enviándole whatsapps, telefoneándola, acercándose a
casa de Steven para verla. Solo unos minutos, daba igual, unos segundos mirando sus ojos eran
suficientes para llenarse de fuerza y seguir adelante. Sentados en el salón, tomando algo mientras
hablaban.
Salía de la oficina y se acercaba hasta la casa de Steven, más de dos horas de camino, pero no
importaba porque podría verla. Tan preciosa que estaba allí, sin maquillar, con ropa cómoda y el pelo
recogido. La miraba, embelesado. ¡Cuánto la amaba y que bonita estaba! Sujetaba su mano con cariño y
aunque los primeros días no consiguió acercarse mucho a ella, supo que las charlas con aquel matrimonio
comenzaban a dar resultados. Lentos, pero al menos ya podía acariciar su mano mientras hablaban, podía
abrazarla al marcharse… Era poco pero al menos era algo.
Aceptaba la flor que traía cada día, para ella, una cada vez. Entraba con una tímida sonrisa, sujetando
una preciosa flor en sus manos. Se acercaba a ella, despacio, un beso en la mejilla mientras le entregaba
aquella preciosa Frangipani, de Bora Bora, que aceptaba con una tímida sonrisa. Las hacía traer
expresamente desde allí para entregarle una cada día, la colocaba en su pelo, como en aquel maravilloso
viaje de ensueño que echaba tanto de menos.
Claro que Emmie y Steven hablaron con ella sobre lo sucedido. Muchas veces. Al principio costó
hacerla entender la situación, para su mente no había más que aquellas horribles imágenes de su marido
con otro hombre. Quizás inentendibles para mucha gente pero ella era joven y debía abrir su mente un
poco. Aquello no había sucedido durante el matrimonio, ni siquiera en el tiempo en el que ellos se
conocían. Hablaban de años antes, muchos años antes en los que Michael se encontró totalmente perdido,
desestabilizado, con ganas de desaparecer para olvidar tanto dolor. Y puede que aquello no hubiese sido
la solución a sus males, pero en aquel instante él pensó que sí lo era, y lo ayudó, quizás, durante un
tiempo a olvidar todo lo que sentía por la pérdida de su mujer.
Y en cuanto a su condición sexual… aquel era un tema muy amplio que a ella le costaría entender
pero que sin duda debía hablar con Michael.
Las cosas no eran tan fáciles como decir soy homosexual solo por haber sentido placer con un
hombre. Su mente. Debía abrirla. ¡Tantas cosas que debía aprender! Y fue precisamente con Steven con
quien lo habló, quien sentado muy cerca de ella, logró sincerarse por primera vez en su vida, contándole
que ellos, en sus momentos de intimidad también lograban hacer cosas muy placenteras para ambos.
Jueguecitos, aparatos, caricias nuevas… Nancy debía investigar, dejar de sentir tanto pudor con ese tema.
Nunca pensó tener que hablar con ella aquellas cosas, pero estaba claro que entre ellos había una
confianza extrema y una complicidad que iba más allá de cualquier amistad. Nadie mejor que él para
explicarle con detalles ciertas cosas sobre el sexo.
Debía abrir su mente y entender que un hombre y una mujer podían sentir muchísimo placer con
alguien de su mismo sexo, sin que eso significase que fuesen gay, en ninguno de los casos. Gracias a
Dios, las cosas habían cambiado, las mentes de las personas se habían liberado, ya no era como hacía
años en los que se vivía tan retraído. Las cosas habían cambiado. La gente buscaba, experimentaba,
descubría sensaciones muy placenteras con sus parejas, dejándose llevar, olvidándose de lo que el
mundo pudiese decir, viviendo la sexualidad de cada uno con total libertad. Y aquello… estaba bien,
aunque a Nancy le costase entenderlo aún…
Capítulo 39
IRREPARABLE
Lo vio entrar en su despacho aquella mañana. Un sentimiento de odio lo invadió por completo. Su
amigo, su gran amigo al que detestaba con toda su alma. Mucho habían cambiado las cosas entre ellos en
aquellas semanas. Ya no habría marcha atrás. Su amistad, su confianza, el cariño tan grande de tantos
años y tantos momentos de complicidad, estaba acabado… Todo estaba roto entre ellos.
Años enteros de confianza, de risas, de buenos momentos, de confidencias, de abrazos, miradas,
secretos… vivencias juntos, compartidos entre dos buenos amigos que siempre se apoyaron en todo, que
siempre estuvieron juntos. Todo acabado. Todo destrozado por las mentiras de Edward, por la falsedad
de aquel al que siempre quiso como mucho más que un simple amigo.
Hablaba por teléfono con Martin sobre un viaje que debían hacer en cuestión de semanas. Steven los
acompañaría a Dubái donde podrían reunirse con los nuevos clientes.
Entró sin llamar, directo a él. Colgó el teléfono, despidiéndose de Martin y hablándole furioso le
increpó aquella entrada. No iba a consentírsela.
-¡Fuera de mi despacho!
-Tenemos que hablar, Michael. – Llegando hasta su mesa.
-¡Tú y yo no tenemos nada de qué hablar! – Nada que pudiese decirle le interesaba. Absolutamente
nada. - ¡Fuera de mi vista si no quieres que te saque de aquí a patadas! – Su ceño fruncido, su boca
contraída. Conteniendo su rabia, su odio. Su vida estaba destrozada, la mujer a la que amaba estaba
destrozada… y todo por su culpa.
-Escúchame, por favor, es importante…
Y dio unos pasos hacia él, rodeando su mesa, con los puños cerrados. No soportaba su presencia.
-¡No tengo nada que escuchar, Edward! ¡¡Fuera de mi despacho!! – Y su mano empujó el pecho de
aquel hombre que no retrocedió. Definitivamente debían hablar.
-Michael, se trata de Nancy. – Logró decir bien claro, viendo los ojos de su amigo que se abrían
rabiosos mientras sujetaba su camisa con fuerza, empuñando sus puños en su pecho. Notó su fuerza, su
rabia contenida.
-¡No se te ocurra mencionar su nombre, hijo de puta! – Pegando su rostro al de Edward. Fuera de sí. -
¡No vuelvas a pronunciar su nombre en tu sucia boca de embustero!
-¡Michael, por favor! – Agarrando los puños con sus manos. Le hacía daño pero en aquel instante no
importaba nada. Tenía que escucharlo. - ¡Va a hacerle algo! ¡¡Sanders quiere ir a buscarla y está como
loco!!
¡¡Sanders!! ¿¡De qué cojones estaba hablando!? Y apretando con más fuerza sus manos, empujó a
Edward a unos metros de él.
-¿¡De qué estás hablando!? – Su ira se acrecentaba por momentos.
-Estaba en su despacho, acaba de llegar de viaje y se ha enterado de todo. – Sí, ya lo sabía todo.
Gracias a los que controlaban los pasos de la joven siempre que Sanders viajaba. - No sabía que Nancy
estaba embarazada y se ha puesto a desvariar, gritando que esta vez no dudaría en matarla.
-¿¡Qué dices!? - Lo escuchó preguntar, apenas se escuchaba su voz en aquellos momentos.
-Dijo algo sobre una denuncia… parece ser que te avisó para que la retirases. Michael, no me
pareció que estuviese bromeando. – No lo hizo y una cosa es que estuviese celoso, sí, celoso hasta el
extremo de aquella chica y otra muy distinta que permitiese que Sanders la matase. – Parecía muy
decidido. Lo oí decir que Nancy nunca testificaría contra él porque no llegaría a juicio… y te aseguro
que me pareció muy seguro de lo que decía.
No esperó escuchar nada más. Sus pasos por aquel pasillo, bajando unas plantas por aquellas
escaleras. Ni siquiera esperó al ascensor. Directo al despacho de Sanders… No estaba. Su secretaria le
confirmó que se había marchado después de cancelar todas las reuniones de aquella mañana. Edward a su
lado, sí, iba a por Nancy y ambos lo sabían.
Marcó el número de Steven mientras se dirigía a los ascensores. Lo quería en el parking de
inmediato. Estaba en su casa, con Emmie, solas, y aquel lunático iba hacia allí. Las llaves, necesitaba las
llaves de casa de Steven. El número de teléfono. Emmie, quizás estuviese aún allí.
Aquellos tres hombres en el coche de Michael, que pisó el acelerador con ganas, inquieto y muy
preocupado por Nancy. Steven y Edward trataban de ponerse en contacto con la policía, con aquellas dos
mujeres que se encontraban allí solas, sin ni siquiera sospechar lo que estaba a punto de pasar. Un loco,
sádico, iba directo a aquella casa, desquiciado, fuera de sí, decidido a poner punto y final al mayor de
sus problemas. Su hija Nancy Sanders.
El agua caliente la relajó. Desnuda en aquella enorme bañera color crema. Rodeada de espuma, de un
suave olor a azahar que desprendía las sales que Emmie le había dejado.
Se preparaba para la visita de Michael. Sí, como cada día llegaría al medio día y debía admitir que
cada vez más ansiaba el momento en el que lo veía aparecer por la puerta, guapísimo, elegante como
siempre, con una preciosa sonrisa y su mirada tan cautivadora. Ya se encontraba mejor, más animada y
ansiaba poder hablar con él para volver a casa, a su lado, de nuevo. Lo amaba. Sí, más que a su propia
vida y por ese mismo motivo sufrió tanto al ver aquellos videos. Pero, trató de abrir su mente tal como
Steven y Emmie le dijeron aquellas semanas. No estaba acostumbrada a aquellas cosas y obviamente le
costó muchísimo pero… lo amaba y sabía que ella era toda su vida. Lo había demostrado en todos esos
meses a su lado, complaciéndola en todo, desviviéndose por cuidarla y protegerla de todos. Olvidaría.
Perdonaría. Era la única forma de poder crear una vida juntos.
“Te echo de menos.” Le escribió aquella mañana por whatsapp.
“No más que yo a ti, preciosa.” Y sonrió al ver aquel mensaje de Michael.
“Volveré a casa”
Luego escuchó su voz por teléfono, haciéndola sentir la mujer más amada con sus palabras, con sus
ganas de volver a tenerla a su lado, en casa. Y aceptó, por fin, diciéndole que recogería las cosas de casa
de Steven. Volvería a casa con él.
No escuchó el ruido de abajo, los golpes, los gritos de Emmie, ni su móvil sonar insistentemente. En
sus oídos unos auriculares para relajarse mientras se bañaba. Escuchaba música para sus bailes. Seguiría
con sus clases en el edificio, con sus alumnos, con Jeremy, que se había encargado de sustituirla durante
aquellas semanas.
No escuchó la puerta abrirse ni los pasos dentro de aquel baño.
La miraba, allí desnuda, increíblemente perfecta, sola, toda para él y Michael… no podría ayudarla
esta vez. Se habían acabado las oportunidades para cambiar, para alejarse de aquel hombre, se había
acabado la compasión por ser su hija, por ser una mujer. No tendría piedad con ella, no habría más
avisos. La denuncia siguió su curso, de nuevo, y recordó el escándalo de la primera vez… No, esta vez
no se lo permitiría. No volvería a manchar su apellido, su prestigio. ¿Embarazada? Le informó Robert a
la llegada de su viaje… ¿Se había quedado embarazada de aquel malnacido? Lo desafiaba, lo retaban,
los dos… pero ahora, estaba ahí sola y había llegado el momento de saldar cuentas.
Abrió los ojos un segundo y lo encontró allí de pie, fijos sus ojos en ella, en su cuerpo desnudo. Pegó
un respingo aterrorizada. ¿¡Qué estaba haciendo allí!? ¡¡Dios, nooooo!! ¡¡Sanders en aquella casa, en el
mismo baño que ella y con aquella mirada que tanto terror le producía!! Tragó saliva, sin decir nada.
Unas lágrimas se asomaron a sus ojos. ¡Estaba muerta de miedo! ¡Sabía lo que iba a pasar!
Trató de coger la toalla, cerca de ella, a la misma vez que gritaba para que Emmie la escuchase. Pero,
las manos de Sanders sujetaron sus manos, con fuerza, sus muñecas, peleando con ganas, empujándola
hasta el fondo de aquella bañera. Su piernas pelearon, patalearon, mientras sentía el agua caliente cubrir
su rostro por completo. Empujaba, el peso de Sanders sobre el suyo era devastador, no conseguía
moverse. Su espalda en el fondo de aquella enorme bañera, su cabeza sintiendo los golpes al tratar de
moverse, sus piernas salpicando el suelo de agua ante sus continuos movimientos. Podía ver su cara,
totalmente fuera de sí. ¡Estaba loco! ¡¡Iba a matarla!! ¡¡Ayudaaaaa!!
-¿¡¡Qué pasa, Nancy!!? ¿Ahora no tienes a tu ricachón para salvarte? – Le dijo levantando las manos y
dejándola sacar la cabeza. Intentando coger aire, llenar sus pulmones de vida… Tosía. Respirando con
dificultad. - ¿Dónde está ahora, zorra? ¿Follándose a su amiguito? Sí, seguro que se lo está pasando de
lujo con él. – Y volvió a meterla dentro, con fuerza, empapando las mangas de su chaqueta, clavando una
de sus manos en el hombro de aquella jovencita aterrorizada. Hasta el fondo, sin dejar ninguna
posibilidad al movimiento.
Peleaba, como podía, apretando el pecho de Sanders con la mano que dejó libre. Era mucho más
fuerte que ella y su postura en aquella bañera le daba privilegio a la hora de pelear. Su peso encima de
ella, sus manos clavándose en su piel. ¡¡Se había vuelto loco!! ¡¡No pararía y no podía hacer nada para
impedirlo!!
-¡Por favor…! – Consiguió decir al notar como aflojaba sus manos, soltándola, dejándola sacar la
cabeza del agua. Respirando como podía e intentando salir de la bañera. Sí, debía salir de allí…
Estaba desnuda, no era buena idea estar desnuda delante de él, pero no lo pensó. Solo trataba de salir
de allí. Seguir dentro del agua era un completo error. La ahogaría sin lugar a dudas. No le cabía la menor
duda. Y estaba sola allí, nadie la ayudaba. ¿Dónde estaba Emmie?
Sintió sus manos de nuevo en su cuerpo, sacándola de la bañera con fuerza, de mala forma, clavando
el borde en sus costillas, tirando de su pelo mojado.
-¡Ven aquí, preciosa! – Le dijo sujetándola por la cintura y obligándola a ponerse de rodillas. ¿Qué te
dije, Nancy? ¿Qué es lo que te dije una y otra vez?
-¡Sanders, por favor! – Suplicó asustada, sujetando sus manos que tiraban de su pelo.
-¡Deja a ese bastardo! ¡¡No me jodas, Nancy!! – Gritó fuera de sí. - ¡¡Deja a ese bastardo de
inmediato!! Te lo dije, te lo repetí mil veces, pero tú no me escuchas… - Sujetando su rostro,
apretándolo, marcándolo con su fuerza. - ¡¡Tú no me escuchas!! – Y su mano cruzó su rostro, una vez,
otra.
Tenía el poder, tenía la fuerza… y estaban solos. Ya se había encargado de la mujer de Steven, quien
le abrió la puerta sin saber, sin intuir lo que iba a pasar. Un empujón, unos golpes, forcejeos, más golpes.
Y cayó al suelo, inconsciente. Su oportunidad para estar con Nancy a solas…
-Y no tienes suficiente con follártelo, ¿verdad? ¿Quieres seguir jodiéndome con denuncias otra vez? –
La veía temblar en sus manos. Era suya. Totalmente. - ¿Quieres joder a papi, pequeña Nancy? ¡¡Yo te voy
a enseñar cómo se jode a papi!!
-¡¡Nooo…!! – Gritó, llorando, sintiendo como la giraba, colocándola contra el borde de aquella
bañera. ¡¡Iba a violarla!! ¡¡Otra vez, no, por favor!! - ¡¡Sanders!! Por favor…
-¡Oh, sí! ¡Ven aquí, preciosa, ya verás cómo te gusta! – Colocándose tras ella, desabrochando su
pantalón mientras la sentía tratar de soltarse. No lo conseguiría. – Te has convertido en una jovencita
realmente preciosa, cariño… no sabes cómo me va a gustar follarte… - Bajando su cremallera y sacando
su miembro excitado. – Esto es lo último que vas a sentir, zorra. ¡La polla de papi dentro de ti…!
-¡¡Noooo… por favor!! – Gritando con toda la fuerza de su alma, horrorizada, de nuevo… no…
- ¡¡Te lo ruego, Sanders!! – Peleando con sus manos, tratando de girarse, sin conseguirlo. ¡Por favor,
que alguien la ayudase! Gritaba pidiendo socorro, pero nadie podía oírla.
Y sintió su sexo penetrarla con fuerza, desde atrás, sin piedad alguna. Gritó ante la sacudida de aquel
miserable que no tuvo más piedad con ella, embistiéndola con fuerza, sin detenerse. El terror más
inmenso, el abismo más oscuro volvía a ella, de nuevo, mientras sentía como aquel hombre la forzaba
como tantas otras veces. Sin piedad, sin oír sus súplicas, sus lamentos, sus intentos por escapar, por
apartarlo de su cuerpo. ¡No podía volver a aquel horror! ¡¡Volvía a violarla como hacía años! Y aquellas
noches llenas de miedo y horror, volvieron por unos segundos a su mente, allí, mientras trataba de no
pensar, de no sentir, de no temblar como lo hacía. Dolorida, magullada, ultrajada de la forma más ruin y
bestial… y no podía hacer nada para defenderse. Igual que años antes, siendo una niña, estando en sus
manos, en sus asquerosas manos que la tocaron a escondidas, que la golpearon salvajemente…
Sintiendo sus lágrimas en sus ojos, en su rostro… mientras notaba aquellas sacudidas, sus gemidos,
sus manos tocándola por todos lados. Asco… sintió un asco inmenso por aquel hombre que la forzaba
duramente como tantas otras veces. Pensó en Michael, en cuanto lo amaba y en lo distinto que era todo a
su lado, en sus brazos… ¡Michael! ¡¡Michael, ayúdame!! ¡¡Ayúdame, por dios…!! Desde lo más hondo de
su alma destrozada…
Cerró los ojos, llorando…
No era la primera vez… hacía tanto que no la sentía suya completamente… Años aguantándose las
ganas, solo por pena, porque en el fondo sabía que aquello no estaba bien, pero… no podía evitar
sentirse tremendamente excitado cuando la veía en el edificio, bailando, con aquellas ropas ajustadas. Se
aguantaba las ganas… Ahora ya no. La tenía ahí, desnuda, era suya y de nadie más…
Su pelo en sus manos, tirando de él, obligándola a echarla cabeza atrás, dominándola mientras
conseguía volverse loco con aquellos movimientos. Duro, caliente, totalmente fuera de sí… ¡Tanto que lo
había deseado! ¡Tanto que se controló! Sus manos trataban de pelear, de soltarse, pero la tenía bien
cogida, empujando con fuerza… por mucho que intentase retorcerse y escapar, no iba a conseguirlo. Se la
follaría de todas las maneras.
-¡¡Por favor, para, te lo ruego, Sanders!! – Llorando sin parar, ya solo le quedaba suplicar que
acabase pronto… Aquel borde de la bañera clavándose en su cintura, sus codos doloridos por los golpes,
sus rodillas sangrando, sus manos que intentaban sujetar algo para poder defenderse. ¡¡Basta, por favor!!
– Ahogando sus quejidos de desconsuelo, de impotencia, de la más absoluta agonía. - ¡¡Suéltame, por
dios, Sanders!! ¡¡Por favor…!! – Y aquella última frase sonó débil, abatida… Nancy no podía más con su
vida…
-Si quieres joder a papi, zorra… papi te joderá a ti… - Y pegándose aún más a su culo, empujó hasta
hacerla gritar de nuevo. No se detuvo, seguía moviéndose deprisa, con fuerza… y cogiendo su cabeza con
una sola mano la metió bajo el agua. – Nunca más, Nancy… - Lo oía de lejos, con dificultad, mientras
trataba de sacar la cabeza de allí… - …no me joderás nunca más, pequeña zorra… - Consiguiendo
correrse dentro de ella.
Sus ojos abiertos, agua, empujones, dolor en su vagina que sentía sangrar… Más agua… Sus manos
tratando de hacer fuerza para salir de allí… Tragó agua… mucha agua… comenzó a toser, a marearse, a
debilitarse, su cuerpo convulsionaba… Sus ojos abiertos mostraban pánico en aquella bañera. Ya no
peleaba por sus embestidas, que continuaban… ¿continuaban? No estaba segura, no lograba pensar en
ello… Solo podía ver el agua que comenzaba a tragar… volvió a toser, tragó más agua, balbuceó,
sintiendo como el pecho le quemaba… ¿Qué era aquello? El agua comenzaba a descender por sus
pulmones… Sus manos moviéndose de forma descontrolada, tratando de sostenerse a algo que la ayudase
a hacer fuerza para sacar la cabeza de debajo del agua… ¡Se estaba ahogando! El timbre sonando…
podía oírlo bajo el agua. Alguien que la ayudase… pero nadie llegó. Aquellos agentes dieron media
vuelta al no escuchar nada después de estar minutos llamando a la puerta.
Y entonces vino el relax, la calma extrema, la tranquilidad, sus fuerzas se aflojaban, su cuerpo
convulsionando, perdiendo la consciencia a causa de la falta de oxigeno… Era el final de Nancy
Sanders…
Michael abrió la puerta y lo vio de rodillas, pegado a Nancy, desnuda, su cabeza dentro del agua de
aquella bañera, no se movía. Edward tras él, contemplando la escena demoledora para cualquier vista.
¡Sanders violando a su hija!
Intentó incorporarse al verlos allí, pero el cuerpo de Michael se abalanzó sobre el suyo, con fuerza,
golpeándolo contra el suelo, moliéndolo a golpes. Sus puños por todos lados, ambos peleando, un golpe
tras otro, un empujón seguido de otro, unos insultos que no parecían afectarle. Había conseguido lo que
quería…
Nancy estaba muerta.
-¡¡Sácala de ahí, Edward!! – Gritó Michael al verla allí, inmóvil, su cabeza aún seguía dentro del
agua. Tratando de soltarse de las manos de Sanders que sujetaba su chaqueta, riéndose, impidiéndole
llegar hasta Nancy para ayudarla.
Edward aún en la puerta, sin saber qué hacer. Su amigo peleando con aquel hombre, intentando
zafarse de sus manos para sacarla de allí. La miró, desnuda, inmóvil. ¡No se movía!
Se adelantó rápido hasta el cuerpo de Nancy, sacando su cabeza del agua, apartando el cabello de su
rostro. La miró. Y levantó la vista a Michael. Zarandeó su cuerpo mientras la llamaba. No abría los ojos.
La tumbó en el suelo, completamente desnuda, con signos de lucha, con sangre en sus piernas, sus
rodillas, sus labios. ¡Dios, mío, aquello era una locura! ¿¡Qué había hecho!?
-¡Michael, no respira! – Le dijo después de poner su mano cerca de su nariz para comprobar la salida
de aire. No había pulso en sus muñecas. Cicatrices en ellas… pudo verlo. ¡Nancy no respiraba!
Nunca podría olvidar el rostro de Michael al escuchar aquellas palabras, a dos metros de él, tratando
de soltarse de las manos de Sanders para acercarse a ella. En aquel suelo frio, con la cabeza en las
rodillas de Edward que no conseguía dejar de temblar. ¿¡Qué cojones estaba pasando allí!?
-¡Claro que no! ¡Está muerta! – Escuchó decir a Sanders tras él, satisfecho, con una malévola sonrisa
en los labios.
-¡¡Noooo!! – Gritó Michael colocando la cabeza de Nancy en el suelo e inclinándola hacia atrás. De
rodillas a su lado. No iba a perderla a ella también. ¡No iba a perderla! ¿Verdad?
Abriendo su boca, su mano en su mentón, presionando su nariz, insuflando aire. Uno, dos, tres. De
nuevo. Sus manos en su pecho, una encima de la otra, en su corazón. Presionando con fuerza varias veces.
No respiraba, no había pulso. No se movía.
Siguió tratando de reanimarla.
-¡Vamos Nancy! ¡¡Respira!! – Le gritaba mientras seguía con aquel masaje cardíaco. No podía dejarlo
ahora, no podía volver a pasar lo mismo. Debía abrir los ojos… tenía que seguir luchando. ¡Nena, por
favor…! – Volvió a su boca, llenando sus pulmones de aire y soltando dentro de ella, despacio, poco a
poco, notando como se hinchaba su caja torácica… pero seguía sin tener pulso. ¡No, no, no, no…! ¡No
me hagas esto, Nancy! ¡¡Respira, joder!! ¡¡Respira!! – Sin detenerse, no iba a dejar que se rindiese, no
podía dejarlo solo… Otra vez no, ese sentimiento, esa muerte interna… Sus brazos presionando con
fuerza, sus lágrimas cayendo por sus ojos, iba a perderla… ¡¡No…!! ¡¡No iba a dejarlo!! ¡No podía
hacerle algo así…! - ¡No, por Dios, otra vez, no…! ¡¡Te lo ruego, mi vida, no me hagas esto… no me
dejes!! ¡¡Respira!! – Gritando…
Edward a su lado, mirando aquella escena desgarradora. Su amigo tratando de reanimar a Nancy.
Estaba muerta. Sanders había matado a su hija y él… él había contribuido a todo aquello. Sí, desde un
principio, alimentado aquel odio por Nancy, a la que tenía allí a su lado, desnuda, tirada en aquel suelo
helado. Muerta…
Miró a Allan, de pie, a unos metros de ellos, sonreía… ¿¡Sonreía!? ¡Era su hija y la había matado!
¡¡La había violado!! ¡¡Dios mío, aquello era una locura total!! Pero, ¿¡cómo había podido estar tan
sumamente ciego para no verlo!? ¿Violaba a su hija? ¡Sanders se había vuelto loco! Y él… todo aquel
tiempo animándolo, ayudándolo a machacarla y separarla de Michael.
-¡¡Nancy, vuelve, por favor!! – Seguía implorando por ella, sus brazos fuertes masajeando aquel
pecho, duramente, constante, creyendo que conseguiría hacerla regresar. - ¡¡No, no…!! ¡Dios, no por
favor! ¡Otra vez no…! – Cerca de su boca, tratando de hacerla respirar, ahogando sus lágrimas, pegado a
sus labios. ¡Estaba muerta! ¡Nancy estaba muerta y no podía hacer nada por ella…! - ¡Por favor…! –
Rogando, suplicando, muerta su alma, muerto su corazón, muerta toda su vida… Bajando la cabeza,
desolado, destrozado, tratando de volver a acercarse a su boca para llenarla de aire, pero su llanto le
impedía continuar. Sabía que la había perdido. - ¡¡No, Dios mío!! ¡¡No me hagas esto de nuevo, por
favor!! ¡Ella, no, ella no, por favor! ¡¡Ella no…!! – Sujetando su cabeza con fuerza y deteniendo aquel
salvamento inútil.
Sus manos detuvieron aquel masaje, temblando, sin saber qué hacer… Su boca abierta, ahogando sus
gritos en sus puños, agarrando el cuerpo de Nancy que estrechó contra el suyo. Cerrando sus ojos, pegado
su rostro al de ella, sin ningún tipo de consuelo…
¡Estaba muerta y él con ella! ¡Ya no había nada en el mundo que pudiese calmar aquel dolor!
Llorando como un niño mientras acariciaba su rostro, mirándola desesperado, cada parte de ella… ¿Por
qué? ¿Por qué volvía a perder lo que más quería en el mundo? ¡No podía más! ¡Sin ella todo estaba
muerto para Michael, sin aquella jovencita risueña y alegre la vida no tenía sentido! Porque ella era toda
su luz… porque ella era todo en él, en su alma, en su corazón, en cada parte de su ser… Y la había
perdido para siempre… en sus brazos, inmóvil, desnuda… aquel maldito miserable había matado a su
Nancy, a su único motivo de vivir.
Mirándola, cerca de su cara, dormida, preciosa, serena… ¡Ya no volvería a sufrir nunca más! ¡Se
había acabado su dolor, su infierno! ¡¡Tanto que había sufrido en la vida, tantos años de golpes,
vejaciones, humillaciones…! ¡¡Ella, que era un ángel, que era su ángel!! ¿Por qué la habían lastimado de
aquella forma, tan salvaje, tan inhumana? Y él, no había podido salvarla de todo aquello… No se lo
perdonaría nunca… ¡Cuántas veces le juró protegerla, cuidarla! Para nada… estaba muerta.
Sentado en aquel suelo, totalmente desolado, sus manos acariciando su rostro, sus labios, su vida se
había apagado y la de él también. No quería seguir viviendo sin ella… Y no lo haría… Buscaría la forma
de reunirse con ella, pronto, porque no había nada que lo atase a ese mundo si ella no estaba en él… Sin
sus sonrisas, sin sus bromas, sin aquella preciosa mirada llena de vida y sencillez. Nada lo detendría…
Volverían a reunirse allá donde ella estuviese porque el lugar era lo de menos, solo quería estar a su lado
para siempre, para toda la eternidad.
Y Edward supo lo que pasaba por su mente en aquellos momentos. Sus ojos se lo gritaron. Su alma
rota, sin vida… No era Nancy la única que había muerto en aquel baño, Michael se había ido con ella
para siempre. ¡¡Michael!! ¡¡Su Michael!!¿Cómo iba a permitir aquel inmenso dolor que lo invadía? ¡Él,
su vida entera, abrazado a aquella jovencita sin vida por la que se moría poco a poco! ¡¡Una vida sin
Michael!! ¡Toda una vida sin volver a ver sus ojos, su sonrisa…! ¡¡No!! ¡¡Nunca!!¡¡No iba a permitirlo!!
La miró en sus brazos… sí, estaba muerta. Y solo por un segundo pensó en cómo sería su vida sin
ella. Ya no habría motivos de celos, ya no tendría que luchar por separarlos… ¡Tantos años tratando de
alejar sus vidas! ¡Tantas veces que maquinó ideas solo para que no volviesen a encontrarse! Sí, años
enteros luchando contra el destino, contra algo que los hacía volver a unirse de una forma u otra… Pero
solo él lo sabía, cada encuentro casual, cada momento que nunca compartieron porque él y solo él se
había encargado de impedirlo. Y ahora tenía la oportunidad de deshacerse de ella definitivamente, para
siempre… pero Michael…
No, no lo soportaría otra vez, allí sentado, abrazándola, desconsolado, rogando, suplicando por su
vida… Nancy era todo para él… ahora podía verlo…
Apartó las manos de Michael, haciendo fuerza, no la soltaba, no quería alejarse de ella… pero debía
dejarlo hacer. Quizás aún estuviesen a tiempo de hacerla volver.
-¡¡Suéltala, Michael!! – Metiendo sus manos entre los brazos de su amigo.
-¡¡No!! – Aferrándola con más ganas. ¡Nadie lo separaría de ella!
-¡Vamos, suéltala! – Y apartándolo de Nancy logró volver a tumbarla, a su lado. Sus manos en el
pecho de aquella chiquilla, con fuerza, con ganas, masajeando su corazón mientras su amigo permanecía
allí, cerca, sin dejar de llorar, metiendo sus dedos entre su cabello, agachando la cabeza… La daba por
perdida. - ¡Ayúdame, Steven! - Le ordenó al verlo entrar en el baño.
Había estado abajo, con Emmie, tratando de levantarla del suelo, de hacerla volver en sí. Sanders la
había golpeado y perdió la consciencia durante minutos. Escuchó los gritos de Michael, su llanto, y
calmando a su mujer subió rápido aquellas escaleras, directo al baño donde según Emmie había dejado a
Nancy dándose un baño.
Aquellos dos hombres, luchando con todas sus fuerzas por hacerla volver. ¡No iba a morir! ¡No iban
a dejarla morir! ¡Nancy era fuerte, joven y debía seguir aferrándose a la vida con todas sus ganas, debía
pelear por seguir respirando!
Edward apretando con todas sus fuerzas aquel pecho que se hundía entre sus manos. Steven
insuflando aire en su boca, una, dos, tres veces. Esperando la respuesta. No había. Seguía sin responder.
-¡Vamos, Nancy, joder! ¡¡Lucha, maldita sea!! – Edward no se daría por vencido. Dejarla morir era
dejar morir a Michael y eso, no iba a suceder. - ¡Respira, vamos! ¡No te vas a morir ahora, preciosa! ¡No
te vas a morir, joder! ¡¡Pelea, Nancy, vamos!! – Y apartando a aquel ingeniero con una mano se colocó de
rodillas cerca de su cara. Levantó aún más su cabeza, tiró de su mentón y tapó su nariz. - ¡Tanto genio que
tenías, joder! ¡¡Sácalo ahora… lucha…!! – Gritó antes de acercarse a su boca, pegando sus labios a los
de ella y expulsando el aire que había en sus pulmones. De nuevo, otra vez. Aguardó, comprobando si
había algún cambio. No. De nuevo, más aire, despacio, hasta el final. Aguardó. Controló su respiración.
No había. Apretó su puño, con ganas y levantando su brazo lo sacudió en el corazón de Nancy. Bestial,
brutal, marcando su piel, haciéndola mover su cuerpo en aquel suelo frio. - ¡Respira! - Otro golpe
despiadado contra su pecho. - ¡Respira, respira…! – Gritando.
Y lleno de rabia volvió a levantar su puño, bien apretado, echando su musculoso brazo para atrás,
cogiendo impulso, golpeando de nuevo el pecho de Nancy, como si su propia vida dependiese de ello.
Una descarga brutal que traspasó su pecho y su piel, llegando a su corazón que latió con intensidad y
fuerza.
Sus ojos abiertos, de golpe, recobrando la vida que Edward le había devuelto en tan solo unos
minutos. Tosiendo, expulsando el agua de sus pulmones. La echó a un lado, acariciando su espalda,
apartando el cabello de su rostro. Mirando a Michael que se sobresaltó al escucharla toser. ¡Estaba viva!
¡Nancy estaba viva de nuevo!
-Eso es, Nancy, saca todo el agua. – Acariciando su cabeza. – Tranquila, ya pasó… Escuchándola
toser por la asfixia. Temblaba.
Se movió en aquel suelo y se acercó a ella, abrazándola con fuerza, aún sin poder creer que fuese
cierto. ¡Su niña estaba viva de nuevo! Su mano en su boca, tapando aquel grito que quiso ahogar. Cerró
los ojos mientras la abrazaba, mientras sentía su pequeño cuerpo junto al suyo. ¡Dios mío, no podía
creerlo!
-¡Nena! ¡Has vuelto, nena! – Llorando amargamente, sintiéndolas temblar pero cubriendo su cuerpo
con una toalla que Steven le acercó. - ¡Oh, dios mío, creía que te había perdido, preciosa! ¡Creí que
nunca volvería a ver estos ojitos! – Pasando sus manos por su rostro, por sus inmensos ojos negros que lo
miraban asustada. – Un beso, otro, abrazos, lágrimas, miradas llenas del más puro amor. Más besos, en su
nariz, en su frente, en sus ojos, en sus mejillas, en sus labios. Quería llenarla de millones de besos…
estaba viva… ¡Nancy estaba viva! - ¡Mi pequeña Nancy! ¡Mi preciosa, niña! ¡Estás aquí! – Comiéndosela
con los ojos… - ¡Te quiero, mi niña! ¡No vuelvas a dejarme nunca! ¡¡Por favor!! ¡No vuelvas a dejarme!
– Y la apretó contra sí, cerrando los ojos, olvidándose de todo y todos, sintiéndola temblar, de frio, de
miedo… - ¡Tranquila, tranquila… estoy aquí! ¡Estás conmigo, nena! ¡¡Ya pasó todo!!
-Preciosa escenita… ¡me dais asco! – Y levantó su mano, empuñando una pistola que tenía guardada
en su chaqueta. ¡La mataría como fuera! ¡Sanders no permitiría aquel amor! ¡Aquella historia era patética!
Michael levantó la mirada al escuchar aquella voz… ¡¡Sanders!! ¡Lo había olvidado por completo!
¡Aquel maldito miserable que había violado a su Nancy, a la que trató de matar!
Y vio aquel arma en sus manos, apuntaban a aquella jovencita que temblaba en sus brazos. ¡¡No!! ¡No
iba a matarla! ¡No volvería a hacerle daño! ¡¡Jamás!!
-¡Sanders, por dios! ¡¡Suelta esa pistola!! – Dijo Steven sin poder creer que siguiese tratando de
acabar con ella. ¿No había tenido suficiente con lo que había hecho aquel día? ¡¡Se había vuelto loco!!
-¿¡Qué estás haciendo, Sanders!? – Preguntó Edward. Debía parar… - ¡Has perdido el juicio por
completo!
-¡No voy a permitirlo, Harrison! ¡¡Nunca será tuya!! – Y en sus ojos pudo ver que estaba decidido a
cumplir su palabra.
Michael se movió despacio, cubriendo el cuerpo de Nancy con el suyo. Tendría que matarlo a él
primero. No llegaría a Nancy nunca más porque él mismo lo mataría si volvía a intentarlo…
-¡¡Deja de apuntarla, maldito hijo de puta!! – Sus palabras bien marcadas, sus ojos llenos de odio, sus
puños apretados, su cuerpo en total tensión… Respiraba agitado, sin dejar de mirarlo. No volvería a
tocarla nunca.
-¡¡La mataré!! ¿Me oyes? – Lo amenazó delante de todos. - ¡Te juro que la mataré! ¡¡Esa zorra nunca
volverá a ver la luz del sol!!
Se levantó, seguro de lo que hacía, su boca contraída, aguantando la rabia, la ira que lo invadía por
segundos. Delante de él, de aquella pistola que lo apuntaba. No le tenía miedo. No tenía miedo a aquella
arma. En aquel momento, Michael no pensaba en nada más que en proteger a su Nancy, el resto no
importaba. Su vida no importaba. Solo la de ella.
-¡Dispara!- Ante los ojos de Steven y Edward que no daban crédito.
-¡No! ¿¡Qué dices!? – Dijo Edward acercándose hasta él. - ¿¡Te has vuelto loco!?
-¡Vamos, dispárame, Sanders! Tendrás que matarme para poder acercarte a ella… - Lo había jurado,
en su alma que amaba a aquella jovencita por encima de su propia vida. – Estás loco si crees que te voy a
dejar ni tan siquiera mirarla…
-¡No, Sanders, no! – Edward se puso de pie, al lado de su amigo. ¿Cómo iba a matarlo a él? ¿¡Se
había vuelto loco!? - ¡Suelta el arma, por favor! ¿Qué estás haciendo, Michael? ¡¡Está loco! ¿No lo ves?
– Le recriminó a su amigo.
-¡Sois patéticos! – Insultándolos.
-¡¡Sanders, por favor!! – Rogó Edward.
-Menudo par de maricones estáis hechos. - Los odiaba a todos. – ¡Qué calladito, Harrison! Parece
que te van las dos cosas, ¿eh? ¡No le haces asco a nada! - ¡Qué ganas de escupírselo a la cara!
-Sanders, estás de mierda hasta el cuello, ya la has jodido bien, no sigas empeorando las cosas, por
favor. – Edward solo quería que soltase aquel arma con el que apuntaba a Michael.
-¿Crees que voy a dudar en apretar el gatillo, Harrison? –Allí, frente a él, no parecía tener miedo.
No, claro que no. – Te he deseado muerto desde la primera vez que te acercaste a ella… ¡A ella que era
mía! – Su voz resonó con fuerza en aquel baño. - Os deseé muertos a los dos desde entonces… ¡La
tocaste, la besaste, te follaste lo que era mío, solo mío! ¡Por eso la mataré, os mataré a los dos! ¿Y sabes
cuál será su último recuerdo antes de morir, Harrison? – Riéndose mientras lo retaba con la miraba. – La
polla de su papi dentro de ella, sin piedad, destrozándola, mientras su guapo y amado Michael no estaba
aquí para protegerla. ¡Oh, no sabes cómo he gozado…!
Rápido, sin pensarlo, no dando tiempo a ningún tipo de reacción.
Su mano derecha estirándose, agarrando aquella pistola, girándola en su mano, mientras golpeaba su
rostro seguidas veces. Una, dos, tres, cuatro. Su ceja rota, su pómulo abierto, sangrando. Demoledores
puñetazos contra su cara, seguidos, tres, cuatro en tan solo dos segundos. Fuera de sí, descontrolado,
invadido por la ira y el odio más infinito.
No los esperó, no le dio tiempo a defenderse ni a pararlos. Michael era fuerte y en aquel instante,
fuera de control, aún más.
Y lo vio retroceder unos pasos. Erguirse, su mirada cargada de un odio que le recorría hasta el más
mínimo centímetro de su piel. Levantó su mano, él llevaba la pistola y solo él acabaría con todo aquello.
El sufrimiento de Nancy, todo su miedo a Sanders, había terminado. ¿Creía que no sería capaz de
matarlo? ¿En serio lo pensaba? Sanders no tenía ni idea de con quién se había enfrentado.
-¡No, no, no, Michael! – Sin tocarlo, sin hacer nada pero acercándose a él, mirándolo. No podía
matar a Sanders… iría a la cárcel por asesinato. ¡Dios mío, debía soltar aquella pistola? - ¡Michael, por
dios, suéltala! ¡Escúchame! ¡No hagas locuras, por favor! ¡¡Michael!! – Le gritó sin poder creer que
pudiese hacerlo.
Tumbado en el suelo, mirándolo, sin miedo. Era lo que buscaba, lo que buscó desde hacía unos
meses. Provocarlo. Y lo había conseguido. ¡Qué fácil había sido! ¡Dispara, Michael! Pensó. Dispara y
será mía para siempre…
-¡Por favor, suéltala, Michael! – Le rogó Edward.
-No tienes huevos para disparar guaperas… – Tranquilo, sosegado. – No es tan fácil apretar el gatillo
y matar a un hombre indefenso.
-¡Michael, mírame, por favor! – Rogándole, suplicándole. No podía destrozar su vida de aquella
forma. ¡¡No podía!! – Irá a la cárcel, lo sabes. Pagará por lo que ha hecho, se pudrirá allí dentro…
¡Dame el arma, Michael, por favor!
Sus increíbles ojos azules fijos en los de Sanders. ¡La cárcel! ¡¡Aquel miserable no merecía ir a la
cárcel!! ¡¡Debía estar muerto!! Solo así dejaría a Nancy en paz. Había destrozado por completo la vida
de aquella jovencita y aunque su vida ya no podía repararse, al menos no volvería a sentir miedo porque
aquel miserable tratase de tocarla o golpearla.
-Sí, hazle caso a tu amorcito, Michael. Dale el arma. Deja que vaya a la cárcel, deja que me encierren
por follármela, por golpearla, por intentar matarla… pero, ¿sabes qué? Será aún peor… Le soltó mientras
intentaba levantarse. – Si no me matas ahora, que tienes la oportunidad, seguiré jodiéndola hasta
reventarla. – Por supuesto que no iba a dejarla en sus manos. Nunca. La prefería muerta.
-¡¡Cállate, Sanders, joder…!! – Gritó Edward fuera de sí. - ¡Vamos, Michael, no arruines tu vida!
¡¡No eres como él!! ¡Sabes que si lo matas no habrá marcha atrás! ¡Hazme caso, amigo, por favor!
¡¡Suelta la pistola!!
–Patéticos… - Insultándolos. - Sí, Michael, no te miento… te juro que gastaré toda mi fortuna en
pagar a los peores delincuentes que me encuentre dentro. Les pagaré millones para que lo primero que
hagan al salir, sea follárse a esa putilla que no podrá volver a salir a la calle sin sentir terror. ¿Te
imaginas? Violadores, asesinos, delincuentes, drogadictos… Les pagaré a todos para que se la follen y no
podrás hacer nada por impedirlo.
-¡¡Que te calles, Sanders!! – Gritó Edward seguro de lo que estaba haciendo. - ¡¡Michael, por dios,
no lo escuches!! – Acercando las manos a la pistola que empuñaba, directo a aquel miserable de Allan
Sanders. - ¡¡Te está provocando!! ¡Es lo que quiere! ¡Quiere que lo mates para evitar la cárcel! – Ambos
sabían que era cierto. Edward desesperado, aterrorizado. Michael no podía destrozar su vida de aquella
forma. ¡Por dios, no podría vivir feliz sabiendo que él se podría en la cárcel! - ¡Dame el arma!
-Michael… - Pudo pronunciar suave. Apenas conseguía articular palabras, su cuerpo convulsionaba,
allí, en el suelo, sintiendo los brazos de Steven que la estrechaban. ¡Tanto frío que tenía! ¡Había
regresado de la muerte y todo era tan extraño en aquel instante para ella! – No lo hagas. Da igual. –
Aguantando las lágrimas, el desconsuelo… la había vuelto a violar… - Baja el arma, por favor…
Mirando a Sanders… ¿en serio creía que no lo haría?
-No volverás a hacerle daño… nunca más… - Y girando la cabeza unos segundos, la vio ahí, en los
brazos de Steven que intentaba calmarla. Aún temblaba y no parecía de frío. Sus miradas se cruzaron,
llenas de amor… y sonrió. No debía preocuparse por nada más, él la protegería para siempre. Ya todo se
había acabado. Ya no tendría que volver a sentir miedo ni horror por tener cerca a aquel bastardo que
tanto daño hizo en su vida. – Te quiero, nena. No tienes que preocuparte por nada, preciosa. Te dije que
no volvería a tocarte… y ya nunca más lo hará… - Y mirando de nuevo a Sanders, apretó el gatillo tres
veces, seguidas, mientras veía las luces de la policía tras la ventana de aquel baño.
Ya todo se había acabado.
EPÍLOGO
Sus brazos en la espalda, sus muñecas juntas, contra la pared, mientras aquellos agentes le colocaban
las esposas. Había matado a un hombre. Yacía allí, en el suelo que se cubría de su sangre. Tres disparos
directos, fulminantes.
Edward trató de detenerlo en el último momento, sujetando su brazo. ¡No podía matar a un hombre!
¡Arruinaría su vida para siempre! Pero aquellas tres balas llegaron al cuerpo de Sanders, de aquel
miserable que nunca más volvería a tocar a su niña, a su ángel.
Todo el infierno había terminado para Nancy. Ahora podría estar segura, sin miedos, sin más golpes
ni humillaciones. Nadie volvería a hacerle daño, nunca.
La cárcel. Sí. Sabía lo que le aguardaba ahora a él. Asesinato. Homicidio. Hablábamos de muchos
años encerrado, sin poder verla, sin poder tocarla. Pero, no importaba nada de todo eso, porque ella
estaría a salvo. Y era lo que lo hacía estar tranquilo, allí, en aquel baño, donde aquellos agentes lo
sujetaron como a un delincuente.
No dejaba de mirarla, sonriéndole. No quería verla llorar por él. Todo estaba bien. Todo marcharía
bien a partir de ahora. No debía preocuparse porque su bienestar era suficiente para seguir con fuerzas.
Había sido su elección. Sí, totalmente. Nadie lo obligó a apretar el gatillo y no se arrepentía de ello.
Volvería a hacerlo mil veces más, pese a lo que viniese después. Por ella, por aquel ángel que merecía
paz y seguridad por una vez en su vida. La tendría. Por fin podría respirar tranquila… El infierno
acababa para ella, definitivamente. Sanders nunca más podría hacerle nada malo… estaba muerto.
Y, aún sin creerlo, sin ni siquiera sospecharlo, se desataba un horror aún mayor para aquel
empresario que había salvado la vida y la libertad de Nancy a cambio de la suya propia.
FIN

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