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TEMA 21

I. LA HISTORIOGRAFIA CONTEMPORÁNEA: EL SIGLO XIX

1. Introducción

· Siglo XIX  “El siglo de la Historia”. Momento en que los estudios históricos
alcanzaron su despegue definitivo. “Profesionalización” de la Hª. Pasa a
enseñarse en escuelas y universidades. Fundación por doquier de Academias
de Hª. Sería históricamente erróneo situar en un plano de igualdad la
historiografía emanada de un siglo tan prolífico: diferencias entre historiadores
y corrientes de pensamiento histórico  Marco histórico

Revolución francesa de 1789  Inicio de un proceso revolucionario que


sacudirá a toda Europa hasta mediados de siglo: 1789 y la posterior
expansión napoleónica, 1820, 1830 y 1848 señalan los momentos de
irrupción de unas revoluciones que fueron seguidas siempre por
períodos de profunda reacción que parecían consolidar el triunfo de
cada nueva contrarrevolución. Pero en realidad los éxitos de las
contrarrevoluciones eran sólo aparentes, pues tras cada convulsión
revolucionaria el panorama social y político de Europa sufría profundas
modificaciones  1. Consolidación del capitalismo; 2. La nueva
burguesía industrial y financiera ganaba nuevas parcelas de poder
político; 3. La aristocracia cedía en sus pretensiones de monopolizar el
poder y de preservar intacta la estructura de la sociedad feudal; 4.
Agudización entre las clases populares del carácter radical de su
revuelta (su contenido de clase pasaba de ser antifeudal a ser cada vez
más antiburgués).

A nivel ideológico, las contradicciones sociales y políticas que


generaron los movimientos revolucionarios se plasmaron en corrientes
de pensamiento no menos contradictorias: al liberalismo burgués,
progresista y revolucionario en una primera fase, se le antepuso el
radicalismo popular que culminaría en la formación de las primeras
teorías socialistas, mientras el liberalismo se tornaba profundamente
conservador y reaccionario.

Aparición de un nuevo movimiento de ideas, contrapuesto al


racionalismo de la Ilustración: el romanticismo, movimiento amplio que
afectó la política, el arte, la literatura, y configuró también amplios
sectores de los movimientos revolucionarios del siglo XIX. Movimiento
contradictorio: a la exaltación del pueblo y de sus virtudes, del heroísmo
popular y de la aventura revolucionaria, anteponía la exaltación del
pasado y de las tradiciones, de los grandes genios, de la individualidad y
del espiritualismo extremo, presentando así un carácter ambivalente en
el que estaban representados anhelos y aspiraciones revolucionarios e
intereses conservadores y contrarrevolucionarios.

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· Convulsiones sociales, políticas e ideológicas  Influencia en el terreno
específico de la historiografía: liberalismo, romanticismo y socialismo
configuran formas de hacer y de interpretar la historia. Muy pronto surgieron
también nuevos métodos historiográficos que pretendieron avalar el
cientificismo de cada una de estas corrientes: mientras la historiografía liberal
seguía siendo heredera de los presupuestos definidos por la Ilustración, el
positivismo dio contenido metodológico y bases teóricas a buena parte de la
historia romántica, en especial a la que tuvo por sede Alemania; y la corriente
socialista no tardó en hallar su fundamentación teórica y metodológica en el
materialismo histórico.

2. Liberalismo, romanticismo y positivismo

· 1789: Punto de arranque de la historiografía liberal, de aquellos historiadores


cuya forma de hacer historia se hallaba comprometida con la lucha antifeudal y
con el movimiento liberal-burgués que animó todos los movimientos
revolucionarios que se produjeron hasta 1830. Esta escuela, de esencia
antimonárquica y antiaristocrática, tuvo su origen y su mayor desarrollo en
Francia.

- François Guizot. Considerado como el hdor. más importante


de esta corriente de pensamiento hco.
- Augustín Thierry
- Mignet
- Thiers
- Tocqueville (“La democracia en América”, “El Antiguo
Régimen y la Revolución”). Último gran historiador liberal
francés.

La lucha de clases concluye cuando la burguesía alcanza el poder, y después


de este momento carece de sentido histórico el propio término de “revolución”.
Reinterpretación de la historia a partir de la nueva hegemonía burguesa.

Gran Bretaña.

El carácter del liberalismo inglés era muy diferente del francés  No habrá
ninguna revolución que justificar. El poder se hallaba compartido desde el siglo
XVII por la alta burguesía en alianza con la aristocracia, como consecuencia
del terror que ambas sentían hacia el radicalismo popular  Carácter mucho
más conservador del liberalismo ingles que en Francia.

- Thomas Macaulay. Creador de la interpretación whig de la


historia. Apología de la Rev. inglesa de 1688 y del sistema
liberal establecido en Inglaterra a partir de esa fecha. El pacto
establecido entre el parlamento y la monarquía representa la
garantía del progreso británico que se concretó en el
desarrollo económico que comportó la Rev. industrial y sirvió
para evitar estallidos revolucionarios, a diferencia de lo que
acontecía en el continente.

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· Junto al liberalismo empezó a desarrollarse el romanticismo (movimiento
surgido a fines del s. XVIII como reacción al racionalismo de la Ilustración). Sus
bases teórico-filosóficas se formularon en Alemania, donde configuraron el
movimiento nacionalista alemán que surgió durante y después de la expansión
napoleónica. Pionero: Herder  La diversa evolución de cada sociedad y cada
hª particular era producto del espíritu o alma colectiva de cada pueblo.
Contrapuso a la idea de una naturaleza humana universalmente uniforme y
homogénea, la diversidad de naturalezas humanas, que se presentan
inmutables y previas al propio desarrollo histórico. Las naciones y su propia
evolución hca no se diferencian tanto por las peculiaridades de su economía,
de su organización social o política, sino por las peculiaridades de su “alma
colectiva“(Volkgeist), cuyas manifestaciones se concretan en el lenguaje, la
literatura, etc. El “alma colectiva“explica la hª de cada colectividad 
Repercusiones importantes para los estudios históricos, puesto que, en plena
vorágine romántica y en los inicios de los movimientos nacionalistas
contemporáneos, incitaron a muchos historiadores románticos a buscar en el
pasado los rasgos de la identidad nacional colectiva. Fichte.

· El espiritualismo del romanticismo alemán entroncará con el positivismo que a


nivel general definiera A. Comte. Aparece en los estudios históricos con la
finalidad de dotar de un método “científico-objetivo” a la hª. Pretensión de una
objetividad de la ciencia histórica (la hª como una nueva sistematización de
documentos históricos que el historiador sólo debe ordenar en su intento de
reconstruir el pasado; toda inferencia de aspectos teóricos o filosóficos,
interpretativos o valorativos, supondría falsear el carácter exacto que debe de
poseer la hª). Predominio absoluto del documento en el quehacer
historiográfico. Todas las operaciones que forman parte del oficio del historiador
giran en torno al “documento” cuya ordenada presentación, tras haber
contrastado su autenticidad, el positivismo eleva a la quintaesencia del saber
histórico.

· En Alemania, se produjo muy pronto el sincretismo entre el movimiento


romántico y el positivismo. Romanticismo y positivismo tendrán su expresión
historiográfica en el historicismo (la vinculación entre romanticismo y
positivismo no es mecánica ni se produce en todas partes)  Situación
específica que a nivel político, social y económico vivía la Alemania de
principios del siglo XIX. A partir del nacionalismo inspirado por Herder y Fichte
y de las aspiraciones de unificación políticas experimentadas desde principios
del siglo XIX por amplios sectores de la intelectualidad y de la burguesía
prusianas, surgirá una escuela de historiadores que, al mismo tiempo que hará
profesión de fe nacionalista, predicará el objetivismo y la neutralidad como
principio y fin de la ciencia histórica. La erudición será el instrumento de trabajo
elevado a la categoría misma de la esencia de la hª.

- Niebuhr
- Ranke. Creador de la historiografía contemporánea.
Exponente máximo de la corriente positivista de la hª.
Representante radical del positivismo en historia: “objetivismo”,
“neutralismo” e “imparcialidad” (el historiador tiene que
esforzarse, por mucho trabajo que le cueste, en captar con

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toda imparcialidad el objeto mismo de sus investigaciones, y
nada más). El positivismo de Ranke está al servicio del
autoritarismo prusiano (Fontana).
- Meinecke
- Mommsen. Se desvincula de la admiración hacia la nobleza
alemana y el autoritarismo bismarckiano, para abrazar la
causa del liberalismo (excepción).

· La oleada romántica abarcó toda Europa. Y en Francia el romanticismo


entroncó con los ideales liberales de la primera mitad de siglo.

- Michelet. Representa al hdor romántico impregnado de un


liberalismo que pronto se truncará en republicanismo popuista
y progresista. Elabora una concepción de la hª que le sitúa
como el precedente más cercano de la concepción de la
“historia total” (estudio de los fenómenos económicos,
sociales, religiosos, culturales, etc.). Historia de la revolución
francesa (tesis de la miseria del pueblo).

Las concepciones positivistas fueron aplicadas en Francia por los historiadores


de la generación posterior a Michelet. Y en un caso se produjo el sincretismo
romanticismo-positivismo: Fustel de Coulanges. H. Taine: su positivismo
representa un ejemplo más de que las declaraciones de objetividad y
neutralismo, en el fondo, pretenden esconder unas preferencias ideológicas y
políticas muy determinadas.

· Romanticismo, historicismo, interpretación whig de la hª, positivismo, etc., son


estrategias distintas para un mismo objetivo: la preservación del orden burgués
nacido de la conmoción europea de 1789 a 1814, una vez que la
fundamentación tradicional de la sociedad feudal y de las monarquías de
derecho divino se habíá cuarteado irremediablemente.

3. El materialismo histórico

· Si durante el siglo XIX y aún a principios del XX las concepciones históricas


del liberalismo, del romanticismo y del positivismo, con todos los posibles
matices, combinaciones y sincretismos entre ellos, dominaron el panorama de
la historiografía académica europea, en el mismo siglo apareció al margen de
los círculos “profesionales” una nueva concepción de la hª que, sin duda,
representó una ruptura respecto al pensamiento histórico que la burguesía
había elaborado hasta entonces  El materialismo histórico.

· El marco histórico. El materialismo histórico aparece como una crítica radical


al capitalismo y a la nueva hegemonía de la burguesía, vinculado a la lucha
social, económica y política de la nueva clase obrera que surge, claramente
definida, con la generalización del industrialismo y con la expansión de las
relaciones de producción capitalistas. Los conflictos sociales que se produjeron
a partir de 1830 y que culminaron en las revoluciones de 1848 pusieron de
relieve el nuevo antagonismo de clases, surgido con el capitalismo, que
enfrentaba a la burguesía y al proletariado. Fue precisamente durante este

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período cuando Marx y Engels sentaron las bases fundamentales del
materialismo histórico.

· Marx y Engels tampoco partieron de la nada. Fuentes ideológicas de las que


partió el materialismo histórico:

1. La economía política inglesa (A. Smith y la escuela escocesa)


2. El socialismo francés premarxista (Saint-Simon, Fourier,
Blanqui)
3. La filosofía clásica alemana (Hegel, Feuerbach)

Las famosas “Tesis sobre Feuerbach” y el manuscrito que apareció bajo el


título de ”La ideología alemana” representan la primera formulación coherente y
acabada de la nueva concepción de la hª; de una concepción que, si bien Marx
y Engels desarrollaron en obras posteriores, profundizando en aspectos que
en esta primera obra sólo habían apuntado, dará lugar a numerosas
interpretaciones por parte de autores marxistas posteriores.

· El materialismo histórico se propone descubrir las leyes y las etapas de la


evolución social. Descubrir las leyes de la hª. Consideraciones:

1. El ser humano es un ser social. Son las sociedades en las cuales nacen
las personas las que condicionan las acciones humanas. La naturaleza
del hombre es, por tanto, social.

2. Las sociedades son históricas. Las relaciones sociales de los seres


humanos y las formas que tienen de organizarse las sociedades
cambian a lo largo del tiempo. La sociedad, por tanto, no tiene más
naturaleza que la histórica.

3. ¿Para qué y por qué el ser humano se agrupa socialmente? La


producción de medios de vida.

4. La historia la hacen los hombres como seres sociales e históricos (la hª


no la mueve la providencia, ni la “idea” de Hegel).

5. ¿Cómo hacen los seres humanos la historia? La historia se concibe


como un proceso dialéctico según el cual en toda sociedad se
engendran contradicciones sociales antagónicas que se resuelven
transformando la realidad social donde se han gestado por otro tipo de
sociedad diferente al de partida.

6. La materia social es reducible a leyes abstractas que nos permiten


explicarla. Estas leyes “regulan” el nacimiento, el desarrollo, la madurez
y la muerte de un tipo histórico de organización social determinada
-modo de producción-, y la sustitución de éste por otro tipo de
organización social. Dos niveles de leyes históricas: general (normas
que se dan en todos los modos de producción) y concreto (específico
para cada modo de producción). Ej. Ley general de las sociedades

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clasistas: la explotación del hombre por el hombre. Diferente concreción
en el modo de producción feudal y en la sociedad capitalista.

· Exposición de tres leyes históricas:

1. La producción como elemento prioritario en la hª de los hombres. La


base real de todo tipo de sociedad es su modo de producción, la forma
en que los hombres producen sus medios de subsistencia. El concepto
de modo de producción no puede comprenderse sin los dos conceptos
de “fuerzas productivas” y de “relaciones de producción”.

· Fuerzas productivas: conjunto de los medios de


producción y de los hombres que los emplean para producir
bienes materiales.

· Relaciones de producción: conjunto de relaciones


económicas que se establecen entre los hombres,
independientemente de su conciencia y de su voluntad, en el
proceso de producción, cambio, distribución y consumo de los
bienes materiales.

El modo de producción constituye la unidad de las fuerzas productivas y


de las relaciones de producción. A un determinado nivel de las fuerzas
productivas corresponden determinadas relaciones de producción.

2. La dinámica social es producida por la contradicción entre las


fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción. El conflicto
se origina porque las relaciones sociales de producción de una sociedad
concreta, a partir de un momento histórico determinado, obstaculizan el
desarrollo de las fuerzas productivas  Condiciones para el nacimiento
de una nueva organización social.

El que se sustituya un viejo modo de producción por otro nuevo es


resultado inevitable de la agudización de las contradicciones entre las
fuerzas productivas en desarrollo y las relaciones de producción
rezagadas. Tales contradicciones se manifiestan en la lucha de clases.

3. La lucha de clases es motor de la hª. La división de la sociedad


en clases deriva de las relaciones de producción. Los individuos forman
parte de una clase social por razones objetivas, es decir,
independientemente de su voluntad o conciencia. Las relaciones
sociales de producción son las que determinan objetivamente la
pertenencia de los individuos a las clases sociales. Polarización social
básica. Las clases sociales fundamentales son antagónicas, porque los
individuos que las integran tienen unos objetivos contrarios. Las clases
sociales se gestan, se forman y se desarrollan históricamente a partir de
las experiencias vividas por los individuos  “Conciencia de clase”.
“Clase en sí” y “clase para sí”: La clase sólo existe plenamente cuando a
través de la lucha, de la confrontación con las otras clases, crea su

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conciencia y con ella se constituye en “clase para sí”. La conexión entre
condiciones objetivas y conciencias activa el proceso histórico a base de
luchas sociales.

II. LA HISTORIOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA: EL SIGLO XX

1. Introducción

· S. XX La ciencia de la hª se presenta múltiple y diversa.

a) El primer fenómeno que cabría computar en el marco específico del


desarrollo de la historiografía es la reaparición de nuevas corrientes
ideológicas y espiritualistas. En unos casos, los neoidealismos que
aparecen ya en las últimas décadas del siglo XIX surgen como reacción
contra el positivismo aún hegemónico; en otros casos, se trata de
idealismos que al tiempo que se muestran beligerantes con el marxismo,
tratan de dar respuesta a las sucesivas crisis que padece el sistema
capitalista surgido en el siglo anterior: las dos posguerras mundiales son
pródigas en la aparición de estos neoidealismos, que en la mayoría de
ocasiones niegan el carácter científico de la historia.

b) Una segunda tendencia que también dentro del campo de la


historiografía representa una respuesta al positivismo, inicia la
construcción de unas bases sólidas cada vez más científicas de la hª
Annales. Surge la primera formulación consciente de la “historia total”.

c) En un siglo que se inicia bajo las consecuencias de la llamada “segunda


revolución industrial” y que tras la segunda guerra mundial, con la nueva
fase de expansión capitalista, las fuentes energéticas vuelven a
revolucionarse hasta tal punto que hay quien habla del comienzo de una
nueva era histórica -la era atómica-, la economía habrá de integrarse
plenamente en los estudios históricos. La “historia económica”, como
especialidad propia de la historiografía, experimenta unos avances
considerables. Es cierto que la contribución marxista a la hª económica
había sido decisiva. Pero de la economía política burguesa, y en buena
parte como contrapunto a la “economía marxista”, surgiría también una
nueva escuela de historia económica.

d) El materialismo histórico acaba incorporándose, de pleno derecho, a la


historiografía académica. Sin embargo, el proceso no fue fácil. Además
de las reticencias academicistas, hay que tener en cuenta que la
concepción marxista de la hª había sufrido una aguda recesión como
consecuencia de la impronta socialdemócrata, en una 1ª fase, y
estalinista más tarde. Es cierto que en los años 20 y 30 aparecieron
historiadores aislados que realizaron indudables aportaciones
historiográficas. Pero tuvo que producirse el fenómeno de la
desestalinización para que la “hª marxista” produjese los avances más

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espectaculares. De hecho, los inicios de los años 60 marcan el
despegue de una nueva historiografía marxista, la nueva hª social.

· Vamos a ver un proceso que tiene una doble vertiente. Se trata, por un lado,
de culminar la destrucción de la ciencia histórica, que ya había iniciado el
neokantismo a finales del siglo XIX. Pero, al mismo tiempo, se va a proceder a
diversas, pero paralelas, formas de reconstrucción, al cobijo de la sociología, la
antropología y la economía, o de combinaciones eclécticas de estas
influencias, como la que representa la escuela de Annales (Fontana).

2. Los idealismos contemporáneos

· El primer frente que se constituyó contra la hegemonía del positivismo o de la


hª historizante tuvo unos fundamentos claramente idealistas. Idealismos que
surgieron con fuerza en las décadas finales del siglo XIX, apoyándose en las
teorías kantianas y hegelianas para reformular nuevas filosofías de la hª que
socavasen el empirismo metodológico del positivismo. Precursores:

- Droysen. “Metodología de la historia” (1868). Paradigma de la


metodología individualizadota. Propone que para acceder al
saber hay tres métodos: un método filosófico, el objetivo del
cual es conocer; un método científico, el objetivo del cual es
explicar, y un método hco., el objetivo del cual es comprender.
La cuestión es importante, porque explicar es dar cuenta de
cosas objetivas, mientras que comprender es dar cuenta de
cosas que no son posibles de objetivar.

- W. Dilthey. Considerado como uno de los primeros


neokantianos. “Introducción a las ciencias del espíritu” (1883).
Separación entre las “ciencias del espíritu” (hª, literatura, etc.)
y las ciencias de la naturaleza. Las ciencias del espíritu
poseen como característica primordial el que sus materias son
“experiencias vividas”, conocidas desde dentro. Lo que es
físico es accesible al conocimiento científico-natural mediante
leyes científicas, mientras que aquello que constituye el objeto
de las ciencias del espíritu sólo puede ser “comprendido” a
través de la vivencia interior. La vida sólo puede ser aprendida
a través de nuestras propias experiencias de vida, de nuestras
vivencias. La historia debe ser estudiada como “experiencia
vivida”, y en cuanto a tal debe ocuparse de los pensamientos
humanos, puesto que los pensamientos de los hombres
encierran sus experiencias humanas. El estudio de la hª a
través del estudio del pensamiento de los hombres parte, así,
del supuesto idealista que identifica pensamiento y
experiencia, y que niega la posibilidad de captar la experiencia
real tal y como se ha producido.

- H. Rickert. “Ciencia cultural y ciencia natural” (1899)


Ciencias que no se diferencian por su materia de estudio sino
por su método. Ambas estudian la misma realidad empírica.

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Pero, mientras la ciencia natural a partir de generalizaciones
extrae leyes y consigue un conocimiento general de la
realidad, la hª se ocupa de lo individual, particular e irrepetible,
con lo cual es imposible extraer leyes y generalizaciones.

Nuevas formulaciones idealistas que si, por una parte, pretendían suplantar al
positivismo en la producción historiográfica académica, por otra parte se
enfrentaban abiertamente al materialismo hco., cuya presencia en el terreno de
la política y de las luchas sociales había crecido enormemente desde la Rev.
soviética de 1917: la primera ruptura hca que sufrió el capitalismo durante el
siglo XX comportó sin duda una reacción no sólo política, sino también una
reacción que se concretó en el campo del pensamiento y de la teoría de la hª.
El florecimiento idealista que defendía la hª entendida como singularidad no era
desinteresado. La hª explicativa, la que buscaba leyes sociales, resultaba
incómoda para el orden social que la historiografía oficial había de reproducir.

- B. Croce. Figura más importante de este nuevo idealismo.


Fundador de la nueva escuela “presentista”. No sólo niega la
posibilidad del conocimiento objetivo de la hª, sino que
considera que ésta no es más que la proyección del
pensamiento y de los intereses del presente sobre el pasado,
hasta tal punto que siempre es contemporánea, pues es el
pensamiento contemporáneo proyectado sobre el pasado.
Esta peculiar interpretación de la historia parte de considerar
que la historiografía es una actividad de la intuición y que ésta
constituye la práctica fundamental de la actividad del espíritu.
El método propuesto lleva a una visión subjetiva de la historia,
ya que los hechos históricos son producto del espíritu que
actúa en un presente permanentemente cambiante. Y en esta
medida, toda la hª es actual, puesto que la actividad del
espíritu se sitúa siempre en el presente y genera su imagen
histórica a impulsos de los requerimientos e intereses del
presente. Consecuencias de las posiciones crocianas: la
destrucción sistemática de la hª como ciencia, desde el
momento que aceptan como válidas tantas “historias” como
puntos de vista o “productos del espíritu” existan. Influencia
entre los historiadores norteamericanos durante los años 30 y
40 del siglo XX (Ch. Beard y Collingwood).

· La batalla idealista contra la hª como ciencia estaba, pues, claramente


planteada en las primeras décadas del siglo XX: Popper (“La Lógica de la
Investigación Científica”,1934), las morfologías (se basan en la idea de que lo
que no puede alcanzarse en historia mediante la formulación de leyes, puede
en cambio obtenerse recurriendo a la comparación, y deduciendo de ellas
regularidades que nos servirían para fabricar unas pautas cíclicas con las que
se puede predecir el futuro) de Spengler (“La decadencia de Occidente”,1918)
o A. J. Toynbee (“Estudio de la historia”, a partir de 1934).

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3. La Escuela de los Annales

· Al proceso de destrucción de las bases teóricas de la hª había de acompañar


el de su reconstrucción sobre nuevos fundamentos. Había que crear una
“nueva historia”, acorde con las exigencias de los tiempos, que ya no toleraban
al viejo narrador que se dedicaba a poner sus “hechos” por orden cronológico
para contar batallas o glosar las vidas de virtuosas princesas.

· La renovación historiográfica se gesta en Francia entre 1900 y 1929. El año


1900 es el año en que Henri Berr fundó la Revue de Synthèse Historique.
Desde las páginas de esta revista comienza a abrirse paso un nuevo
paradigma historiográfico que desarrollará plenamente la escuela de Annales.
Berr es una especie de puente entre la historia historicista y Annales. La
“Síntesis en la Historia” es la propuesta básica de Berr (una hª que recogiese
todos los sectores de la actividad social). La llamada escuela de los Annales,
que se formó a partir de la fundación, en 1929, de la revista Annales d’Histoire
Économique et Sociale, desempeñará durante varias décadas del siglo XX un
importante papel en la tarea de la renovación historiográfica. Sus fundadores,
M. Bloch y L. Febvre, iniciaron un combate que al mismo tiempo que atacaba
la medula central de la hª positivista, apuntaba hacia una “nueva hª“que se
definía por su carácter “social” y por un rigor que tenía como meta convertir la
hª en una ciencia.

· Influencias que confluyeron en la nueva propuesta historiográfica de los


Annales.

a) La primera de ellas procede, sin duda, del propio pasado de la


historiografía gala, y en particular de las concepciones que Michelet y
Fustel de Coulanges introdujeron durante el siglo XIX (aportación de
ambos en la caracterización social de la hª según la cual ésta es “la
ciencia de la sociedades humanas”).

b) Se ha destacado también que desde el campo de la historiografía


académica, fueron influidos por la tarea innovadora que estaba
realizando desde hacía unos años el historiador belga Henri Pirenne
(descolló por sus incisivos estudios sobre los orígenes del capitalismo y
las ciudades medievales).

c) El título de la revista revela muy a las claras la innegable influencia del


materialismo histórico en el proyecto historiográfico de Annales.

d) Influencias procedentes del campo de la geografía humana tal como la


formuló Vidal de la Blanche ( Es conocido que en el planteamiento del
geografo francés, el marco natural no posee un carácter determinante en
la vida de las sociedades y del hombre, sino que éste, libremente, es
capaz de moldear el territorio para su propio uso, escapando de sus
influencias y eligiendo aquellos recursos que la naturaleza le ofrece. De
esta manera, la influencia del medio no sólo no es determinante en la
evolución histórica de las sociedades, sino que el hombre se muestra
históricamente como un sujeto capaz de transformar el medio geográfico

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para sus propios fines. Con este planteamiento, Vidal de la Blanche,
establecía la existencia de una interdependencia, una interacción entre
el hombre y su medio) y la sociología de Durkheim o Simiand, quienes
proponían superar la singularización y explicar estructuras y pautas
sociales.

El abanico de influencias en el pensamiento y en la propuesta metodológica


de Bloch y Febvre era, pues, muy amplio y heterogéneo y no todas ellas
actuaron de la misma manera ni se mantuvieron con la misma presencia a
lo largo de la existencia de la escuela.

· Trayectoria.

1ª época (1929-1939). Se ve bien claro el intento de explicación global de la


hª y el objetivo de explicar el cambio social. Annales miraba a la izquierda, a
categorías próximas al marxismo. Tras la muerte de Bloch (1944), Febvre
tuvo especial cuidado en desvincularse de cualquier adscripción ideológica,
e incluso de diferenciarse claramente del marxismo. El cambio de título de
la revista, cuando en 1946 pasó a denominarse Annales. Économies.
Sociétés. Civilisations, refleja notoriamente éste afán de abandonar
cualquier similitud de la escuela con la concepción marxista de la historia.

2ª época. Años de la guerra fría y la bipolarización. Dominan las estructuras


geográfico-históricas. No podemos olvidar la presencia del estructuralismo
proyectando su luz sobre las ciencias sociales y, de manera especial, sobre
la historia. El estructuralismo no sólo afecta a Annales, sino también al
marxismo (Althusser). De la pasión por el cambio social pasa a la pasión
por la estructura, a la geohistoria: al “Mediterranée” de Braudel, a
“l’Atlántique” de Chaunu. Estas obras exhuman estructuras sólidas y muy
poco elásticas, una hª profunda, atravesada, ciertamente, por fluctuaciones,
y “adornada” por acontecimientos. Annales hace una historia “casi inmóvil”;
una historia de “tiempo largo”.

3ª época (posterior a 1968). De la hª neoeconómica  Hª de las


mentalidades, la antropológica, la etnológica. El tiempo, de “casi inmóvil”, se
hace “inmóvil”, pero no en virtud de la estructura de larga duración, sino en
virtud de una cosa más etérea: la mentalidad. Le Roy Ladurie o G. Duby.

Hasta los años setenta en que F. Braudel se retira, más o menos, se han
sucedido tres “generaciones” de historiadores que se han identificado
comúnmente, la primera, con la época de los fundadores, Febvre y Bloch,
la segunda representada por Braudel y por otros hombres de su generación
como Morazé, Mandrou, etc., mientras que la tercera resulta bastante más
difícil de identificar en su aspecto generacional y en el científico. En la
descendencia de Braudel aparecen figuras como Le Roy Ladurie, Furet,
Duby, Le Goff, Ferro, principalmente. Es la etapa de la fragmentación del
objeto de análisis (la “Historia en migajas”) y la búsqueda de nuevos
caminos que pasan por nuevos temas o nuevos métodos, que tienen en el
estudio de las mentalidades o el “imaginario colectivo” (“l’imaginaire”) su
nexo de unión. Este grupo de hdores se ha identificado a menudo con el

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desarrollo del fenómeno “Nueva Historia” (Nouvelle Histoire). Braudel,
como expone Dosse, actúa en la frontera entre los “padres fundadores”,
Bloch y Febvre, y los herederos.

Julio Aróstegui. La investigación histórica: teoría y método, pp. 108 y 109.

· Aportaciones

1. En primer lugar, hallamos la innovación que introducen respecto


al objeto del estudio de la historia, cuando se muestran
intransigentes en considerar que el objeto de la historia es el
hombre en sociedad, y que todas sus manifestaciones históricas
deben ser tratadas en su profunda unidad, una unidad que existe
no sólo en la realidad social, sino también en el espacio y en el
tiempo. Bloch había dicho: “no hay historia económica y social.
Hay la historia, sencillamente, en su unidad. La historia que es
social enteramente, por definición”. Partiendo de esta
preocupación, la historia debe centrar su interés en sociedades
concretas, delimitadas en el espacio y en el tiempo. Braudel fijará
su atención en el distinto ritmo de evolución temporal de las
diversas realidades sociales (tiempo “corto” de los
acontecimientos, tiempo “medio” de las coyunturas y tiempo
“largo” de las estructuras). Vinculación del marco geográfico al
estudio de las sociedades  Vidal de la Blanche.

2. En el transfondo del proyecto historiográfico de los Annales se


halla la necesidad de convertir la hª en una ciencia. Pero para ello
debía superarse la esclerosis metodológica de la tradición
positivista. Frente al positivismo, los Annales avanzarán en tres
direcciones distintas y complementarias:

- Contra la omnipresencia del hecho histórico que en los


positivistas poseía valor en sí mismo y como tal constituía la
hª Partidarios de la “historia como problema”, de formular
continuamente hipótesis y plantear problemas. “Historia-
problema” frente “historia-relato”.
- Negarán al documento escrito la característica que poseía
para los positivistas como única fuente histórica. Toda
realización que parta de la actividad del hombre tiene carácter
de fuente.
- Romperán con el estrecho marco de la “especialización” de los
estudios históricos para “abrir puertas y ventanas a la
colaboración con otras disciplinas vecinas”, con el fin de
proceder a una renovación en profundidad de los métodos de
trabajo del historiador.

· Ciertamente, con la retirada de Braudel de la actividad directa al comienzo de


los años setenta, la escuela deja de ser definitivamente un movimiento con
cohesión básica, y se desbordan las divergencias, dando lugar a una
abundante cantidad de derivaciones.

12
4. Los avances de la historia económica

· Además de las aportaciones señaladas, la escuela de los Annales jugó un


papel importante en la renovación de la historia económica durante el siglo XX.
Pero antes de analizar las innovaciones realizadas por los Annales cabe hacer
un repaso, ni que sea a grandes rasgos, de la situación en que se hallaba la
historia económica al iniciarse el siglo.

· Si “la historia económica nace con la economía política burguesa, junto con el
capitalismo y la Revolución Industrial”, no es extraño que a lo largo siglo XIX
creciese enormemente el interés por la economía y la historia económica. En
Inglaterra y Alemania, sobre todo, se produjo un gran desarrollo de la historia
económica, vinculada a los problemas políticos y económicos de su momento.
En Inglaterra, donde prosiguió la tradición inaugurada por Adam Smith y la
escuela escocesa, el centro de los debates se situaba en el llamado “derecho
de los pobres” y en la libertad de comercio; mientras en Alemania el interés por
la economía lo constituyó el proceso de unificación, sobre todo a partir del
momento en que se formó la “Unión aduanera” (1833) entre los distintos
estados alemanes.

Las dos escuelas de historiadores económicos que se constituyeron en


Alemania en el siglo XIX están separadas, precisamente, por la conclusión
definitiva del proceso de unificación en 1871: antes de esta fecha, F. List,
economista partidario del proteccionismo, se sitúa en los orígenes de la
llamada “escuela histórica”, que tuvo sus representantes más significativos en
Hildebrand, Roscher y Knies. Los historiadores economistas de esta escuela
no ofrecieron ninguna aportación a la teoría económica.

Tras la unificación, surgió una “nueva escuela histórica”, sucesora de la vieja


que, con un sesgo claramente reaccionario, se puso al servicio directo del
nuevo Estado unificado. G. Schmoller, el exponente máximo de esta corriente
llevó a cabo innumerables trabajos históricos acerca de instituciones
económicas prusianas. Metodológicamente, recurrió a la erudición positivista
en boga, pero sus aportaciones teóricas fueron prácticamente nulas.

No fue éste el caso del marxismo, cuya insistencia en la necesidad de estudiar


las realidades económicas de la sociedad, y por otra parte, la crítica radical a
que sometió a la economía política burguesa y al capitalismo, tuvo una
influencia innegable no sólo en la teoría económica, sino también en la historia
y en la historia económica. A pesar de la innegable influencia del marxismo, su
incorporación a las investigaciones político-económicas fue tardía, y a finales
del siglo XIX, principios del XX, seguían siendo las corrientes burguesas las
hegemónicas, y de ellas -efectivamente, de las más progresistas- partirán las
propuestas de renovación.

· Dejando las aportaciones específicas del marxismo en la historia económica,


y centrándonos en las corrientes no marxistas, cabe destacar que durante el
siglo XX la hª económica avanzó considerablemente merced a la introducción
masiva de la estadística y de las series cifradas en los trabajos histórico-
económicos, innovación fundamental que dio lugar a una historia cuantificada

13
en la que las series de precios, de producción, de salarios, etc., se
relacionaban directamente con las hipótesis planteadas por el historiador y su
marco teórico y metodológico. De esta manera surgió una historia económica,
metodológicamente y técnicamente renovada, que dio lugar a diversas
corrientes:

1ª. Una primera corriente, la de la “historia serial”, representada por los


Annales (P. Chaunu), estaría formada por historiadores economistas que
rechazaban la separación de los análisis económicos del conjunto de
fenómenos históricos. La historia seriada se dedica al estudio de las
fluctuaciones y los ciclos económicos. Sus temas de atención fueron los
precios, sobre todo para averiguar las coyunturas.

2ª. En el mundo anglosajón, y más concretamente en Estados Unidos, tomó


cuerpo a principios de los años 50 la denominada “historia cuantitativa”,
realizada por economistas historiadores, que tendía a hacer de la historia
simplemente un campo de aplicación retrospectiva de la teoría económica
más actual. La atención de la historia económica se centra en el desarrollo
económico y en las diferencias de los ritmos de crecimiento. De preguntarse
por la fluctuación, el historiador pasa a preguntarse por el crecimiento.
Destacan autores como Kuznets, Rostow, etc.

3ª. A finales de la misma década, y también en Estados Unidos, surgió la


new economic history (la “nueva historia económica”), también llamada
Cliometria. Entre sus miembros destacan Fogel, Conrad, Meyer o P.
Temin. Insisten en el método científico. A falta de poder experimentar en
historia, es decir, a falta de poder demostrar las hipótesis en el laboratorio,
los estudios cliométricos recurren, a veces, al uso de contrafactuales. Los
contrafactuales son un método necesario, según ellos, para demostrar la
veracidad de las hipótesis. El contrafactual se convierte en un experimento
imaginario con el cual se pretende probar la veracidad o la falsedad de
afirmaciones que dicen que un fenómeno fue causa de otro. Se reconstruye
hipotéticamente aquello que habría ocurrido en caso de no producirse el
fenómeno que se supone que es la causa, de donde se deduce si lo fue
realmente o no.

14
5. Marxismo e historia en el siglo xx: la nueva historia social

· La evolución del materialismo histórico –y de la práctica historiográfica nacida


de él – entre la muerte de Engels (1895) y nuestros días puede considerarse
enmarcada en un doble proceso de desnaturalización y de recuperación.

Desnaturalización y dogmatismo.

Progresiva desnaturalización del pensamiento histórico marxista de la Segunda


Internacional  Desviación revisionista (finales del siglo XIX). Para comprender
este proceso es preciso partir de un conjunto de cambios históricos que
tuvieron una fuerte influencia en la llamada “crisis del marxismo” de los años de
fines del siglo XIX.

1. La situación objetiva del capitalismo europeo, que vivió


entonces un momento de auge, superando la crisis de las décadas
precedentes, con lo que su previsto colapso se retrasaba
indefinidamente, a la par que se veían surgir nuevos rasgos que
explicaban esta supervivencia, como el desarrollo del capitalismo
financiero y la expansión imperialista.

2. El sistema estaba aprendiendo a convivir con un movimiento


obrero cada vez más inclinado al economicismo sindicalista -a la
obtención inmediata de beneficios por la vía de la negociación- y ello
parecía alejar la inminencia de un choque abierto entre burguesía y
proletariado.

 El caso más impresionante de esta desmovilización fue el de


Inglaterra. El movimiento sindical más poderoso del mundo entró
decididamente por una vía negociadora, con lo que las esperanzas
socialistas se desvanecieron, a partir de 1895, y el terreno quedó libre
para el llamado socialismo fabiano, que propugnaba una visión evolutiva
de la historia -contra la de la lucha de clases del marxismo- como base
racionalizadora de un práctica reformista que había de hacer posible que
el socialismo se alcanzase de manera gradual y pacífica.

 Alemania. Discusión acerca del revisionismo, iniciada por E.


Bernstein. Defensa de la idea de un socialismo evolucionista que
tomase el estado por la vía parlamentaria  Necesidad de revisar o
abandonar determinados conceptos fundamentales del marxismo
(necesidad de revisar la doctrina revolucionaria del marxismo para poder
ajustarla coherentemente a una práctica política reformista)  Fruto real
de la práctica política de los socialistas alemanes que habían optado por
la lucha parlamentaria en lugar de por la rev.  Desmovilización de las
masas trabajadoras alemanas y tranquila colaboración con el
capitalismo, lógico corolario de sus planteamientos teóricos.

15
Son también estos años de tránsito de un siglo a otro aquéllos en que, por
primera vez, se hace un esfuerzo para difundir a escala del mov. obrero un
pensamiento marxista que hasta entonces sólo era conocido por muy pocos. La
necesidad de fijar la ortodoxia frente a la herejía revisionista reforzará aun esta
tendencia a la codificación en compendios de fácil asimilación (Labriola o
Plejánov).

Sin embargo, el problema de las simplificaciones dogmáticas no iba a hacer


más que agravarse con el triunfo de la Rev. bolchevique de 1917. La necesidad
de difundir los principios que constituían la base ideológica de las nuevas
formas de organización de la sociedad, y que justificaban el estado creado para
defenderlas, obligaba a preparar exposiciones pedagógicas del marxismo que
ya no habían de ser tan sólo críticas del orden capitalista, sino legitimadoras
del nuevo sistema aparecido como consecuencia de la revolución (Bujarin).

Estos dos rasgos –simplificación catequística y función conservadora al servicio


del orden establecido- van a cobrar especial relieve después de la crisis de
1927 a 1929 de la que surge el fenómeno que acostumbramos a llamar
estalinismo. El estalinismo introducirá en la historiografía soviética la plena
subordinación de la historia a la política y convertirá al marxismo en un cuerpo
doctrinario frío y dogmático, de recetas aplicables a cualquier situación y
circunstancia. Y en la interpretación de la historia agudizará la tendencia
economicista, ya condenada por Engels, que reducía todas las
manifestaciones hcas a simples reflejos de la vida económica. Esta sería
durante muchos años la única interpretación materialista de la hª posible en la
Unión Soviética y entre muchos hdores marxistas. La fosilización dogmática del
pensamiento histórico marxista, que culminaría durante el período estalinista,
se prolongaría, sin embargo, tras la liquidación del estalinismo, a través del
estructuralismo marxista, amparado por una cobertura filosófica de apariencia
respetable (Althusser): Marta Harnecker, Poulantzas, Hindess y Hirst.

Renovación

La renovación del marxismo no es algo que se inicie en algún momento -al


término de la segunda guerra mundial, a la muerte de Stalin, etc.- , después de
un largo período de fosilización, sino que las tendencias que habían de
enriquecer y empobrecer, respectivamente, al marxismo han coexistido en él
desde la muerte de Engels (Fontana).

Las primeras obras que abren perspectivas de renovación en la historiografía


marxista son de fecha temprana, concebidas poco después de la muerte de
Engels.

· “El desarrollo del capitalismo en Rusia” (1899), de Lenin. Aunque no


sea exactamente un libro de historia, el modo en que Lenin analiza
en él procesos como la desintegración del campesinado tradicional o
la formación del mercado nacional han servido de lección para los
hdores marxistas posteriores.

16
· Karl Kautsky y “la cuestión agraria” (1899), donde analizaba también
la introducción de las relaciones capitalistas en el campo.

· “La Historia socialista de la revolución francesa” (1901-1908), de


Jaurès. Obra excepcional que aparte de ser una obra clásica en el
estudio de la revolución, constituye un modelo de análisis histórico:
estudio de las causas económicas que provocaron el estallido de la
revolución (se muestra partidario de la tesis según la cual la
revolución se produjo como consecuencia del auge económico
experimentado por la burguesía), análisis de las luchas sociales que
se producen en el transcurso del progreso revolucionario, sus
relaciones con el trasfondo económico.

Después de la primera guerra mundial, la resistencia a la desnaturalización


“economicista” y “cientifista” del marxismo, que se estaba produciendo tanto en
la socialdemocracia alemana como en la Rusia soviética, aunque de manera
distinta, inspiró la obra de tres pensadores marxistas:

- G. Lukács. “Historia y conciencia de clase (1923).

- K. Korsch. “Marxismo y filosofía”.

- A. Gramsci. “Cuadernos de la cárcel”. Una de las


aportaciones más interesantes es su reflexión sobre los
mecanismos por los cuales una clase puede ejercer la
dominación sobre las otras, estableciendo su hegemonía no
sólo por la coerción, sino mediante el consenso,
transformando su ideología de grupo en un conjunto de
verdades que se suponen válidas para todos.

Durante el mismo periodo de hegemonía de las concepciones estalinistas,


aparecieron también dentro del marxismo, trabajos propiamente
historiográficos, que desempeñaron un importante papel en la renovación
metodológica del marxismo unas décadas más tarde. En este caso se trata de
autores que, si bien se dieron a conocer ya antes de la segunda guerra
mundial, prolongaron su labor hasta muchos años después.

- E. Labrousse. Heredero de la tradición historiográfica del


socialismo francés y discípulo de Jaurès. La extensa
utilización de métodos estadísticos para reconstruir los
movimientos de los precios, de las rentas agrarias y de los
salarios en la Francia del siglo XVIII le sirve no sólo para
determinar las repercusiones de la economía entre los
distintos grupos sociales, sino también para estudiar las
causas que originaron la revolución francesa. Conciliará las
tesis de Michelet y de Jaurès, presentando la revolución
francesa como una revolución de la miseria (Michelet) y de la
riqueza (Jaurès) al mismo tiempo.

17
- Gordon Childe es el arqueólogo y prehistoriador más
importante del siglo XX. Los conceptos hoy habituales entre
los prehistoriadores de “revolución neolítica” y “ revolución
urbana” fueron acuñados por este autor y buena parte de los
estudios arqueológicos posteriores se han basado en sus
interpretaciones e hipótesis.

- M. Dobb. Sus aportaciones se sitúan en el terreno de la


historia económica. En 1946 publicó sus “Estudios sobre el
desarrollo del capitalismo”, una obra fundamental centrada en
los problemas de la transición histórica del feudalismo al
capitalismo y que, a causa de la polémica que suscitó, abrió
nuevas vías metodológicas en la investigación histórica del
extenso período que se inicia con la crisis del feudalismo y se
cierra con la plena consolidación del capitalismo.

Con estos importantes antecedentes, con la publicación después de 1945 de


textos hasta entonces inéditos de Marx y Engels (los “Grundrisse”) y con el
inicio de la desestalinización a partir de 1956, la historia marxista de la segunda
mitad de siglo experimentó una profunda transformación tanto en el terreno de
la teoría como de la metodología.

- En Italia, el legado de Gramsci permitió la aparición de una


generación de historiadores que utilizaron las propuestas
gramscianas en el análisis histórico-social.

- En Francia, donde el marxismo jamás había alcanzado un alto


nivel teórico, aparecieron individualidades aisladas cuya
contribución ha sido fundamental. P. Vilar (especialista en la hª
española a la que ha contribuido con textos esenciales sobre
temas tan diversos como Cataluña, la economía moderna y la
guerra civil) y la “historia total”: el análisis de las interrelaciones
entre las diferentes manifestaciones históricas del hombre
desempeña el quehacer historiográfico fundamental. Otros
historiadores franceses contemporáneos: G. Lefebvre, A.
Soboul, M. Vovelle, G. Bois, J. Droz, J. Chesneaux, etc.

- En Gran Bretaña la renovación partió de un grupo de


intelectuales, militantes muchos de ellos del Partido Comunista
que a finales de los años 50 rompieron con el estalinismo. La
influencia de M. Dobb se dejó sentir en ellos de manera
considerable. Los integrantes de este grupo, hoy todos ellos
historiadores famosos, fueron los protagonistas de la mayor
contribución a la renovación de la historiografía europea
contemporánea: C. Hill, E. J. Hobsbawn, R. Samuel, E. P.
Thompson, R. Hilton, Perry Anderson, Georges Rudé,
etc. Han situado a la historiografía inglesa actual en la
vanguardia de los estudios históricos contemporáneos. El alto
nivel teórico y metodológico de las revistas que han creado,
desde la pionera New Left Review, hasta Past and Present,

18
pasando por History Work-shop, da la medida de la
importancia cualitativa del marxismo británico.

Contribuciones teóricas y metodológicas:

 Lo social, entendido como “globalidad histórica”,


sintetiza el conjunto de manifestaciones humanas,
incluidas las económicas. El materialismo hco se
propone estudiar el proceso social en su totalidad; es
decir, se propone hacerlo al aparecer no como una hª
“sectorial” más, sino como una historia total de la
sociedad en la cual estarían reunidas todas las otras
historias sectoriales (Thompson).

 Planteamiento de problemas de teoría y método. Ej:


Preocupaciones metodológicas acerca de cómo debe
abordarse el estudio hco del “mov. obrero”.

 Variedad temática. Centro de interés: la


reconstrucción de la historia de las clases populares.
Un pionero: E. P. Thompson y “La formación histórica
de la clase obrera. Inglaterra: 1780-1832”.

Durante este mismo período se produjo también la “deseuropeización “del


marxismo. Si desde Marx y Engels, el marxismo había sido un fenómeno
eminentemente europeo, cuyo objetivo de análisis había sido casi siempre la
realidad europea e incluso las pautas teóricas y metodológicas se habían
fundamentado siempre a partir de Europa, desde la segunda guerra mundial la
situación empieza a cambiar. El triunfo de la revolución en China (1949) y en
Cuba (1959), el desarrollo de los movimientos de liberación en África y Asia, en
América Latina y en el mundo árabe, permitieron la aparición en estos países
de teóricos e historiadores que dieron la vuelta al viejo esquema de las
relaciones Europa-mundo. El marxismo deja de ser un fenómeno estrictamente
europeo y pasó a desarrollarse bajo la especificidad de unas realidades
históricas, sociales, económicas y políticas que nada tenían que ver con las
europeas.

De la “crisis general” del marxismo empezó ya a hablarse en los años finales


de la década de los setenta. Pero para entonces se había producido un
importante bagaje de obra historiográfica en muchos temas y muchos países.
La década de los años ochenta vio la aparición todavía de importantes obras
de investigación y de análisis más teórico -las obras de Foster, Cohen, R.
Williams-. Los hdores seguían considerando el marxismo como un buen
instrumento de análisis. Sin embargo, la crisis de la historiografía marxista vino
a agudizarse tras los acontecimientos que llevaron a la desaparición de la
URSS y de los regímenes llamados socialistas en el este de Europa. En la
década de los noventa del siglo XX, el eclipse de la producción marxista en
ciencias sociales, en historiografía y demás disciplinas, fue muy acusado. No
significaron los hechos del comienzo de la década la desaparición del
pensamiento marxista, que siguió contando con cultivadores de la talla de

19
Sweezy, Mandel, Jameson o Fontana. Pero seguramente ninguna otra gran
escuela experimentó el impacto de la crisis general como la marxista.

6. La crisis de la historiografía y las perspectivas en el cambio de siglo

· A partir de la década de los setenta del siglo XX se dieron las primeras


llamadas de atención sobre la existencia de una “crisis de la historia” o crisis de
la historiografía. Y esta situación se producía de forma estrechamente paralela
del mismo fenómeno en el conjunto de las ciencias sociales. El carácter
general de esta crisis era global porque afectaba a la práctica de la historia (la
manera de investigar y escribir la historia), a la teoría de la historia (los
conceptos y planteamientos teóricos que subyacen en el trabajo del historiador)
y a la función social de la historia. Se evidenciaban signos de estancamiento,
cuando no de agotamiento, de los paradigmas que habían imperado desde el
final de la segunda guerra mundial: el marxismo, el funcionalismo, el
estructuralismo y, en historiografía además, el de la escuela de Annales. Las
grandes conmociones de los años 1989-1991, que hicieron cambiar
ampliamente la situación mundial, dieron paso a la generalización de algunos
otros tópicos, como, por ejemplo, el muy difundido del “fin de la Historia” a partir
de un artículo de Francis Fukuyama publicado en 1989, reconvertido
posteriormente en un libro (“El fin de la Historia y el último hombre, 1991). Y no
parece, en principio, que los efectos de la crisis hayan sido superados con
claridad ni en la práctica historiográfica ni en el campo general de las ciencias
sociales y humanas.

Para Fukuyama la Historia había llegado al final del trayecto y todos los países
del mundo se unificarían alrededor del sistema político democrático y de la
“economía de mercado”. El enfoque de Fukuyama acomete contra el
paradigma clásico pasado/presente/futuro (estudiamos el pasado para
comprender el presente y construir un futuro mejor), porque si no tenemos
nada que decir sobre el futuro es que tampoco tenemos nada que decir sobre
el pasado (la investigación sobre el pasado ya no interesa socialmente). Niega
un porvenir alternativo porque asegura que la Historia ha llegado a su fin, y por
lo tanto, el futuro como algo esencialmente distinto del presente desaparece; su
futuro es, pues, un presente continúo.

El tránsito de la época de plenitud en las ciencias sociales, y dentro de ellas en


la historiografía, a otra de cierto marasmo en la teoría y en las prácticas estuvo
determinado por la aparición y el crecimiento de una nueva cultura intelectual,
la del posmodernismo, y por el despliegue de lo que ha sido llamado giro
lingüítico en la filosofía. Ciertas dimensiones de la posición posmodernista han
influido en las concepciones generales de las ciencias sociales, de forma que
tal influencia puede tenerse como uno de los ingredientes esenciales de la
denominada “crisis” de éstas últimas. El posmodernismo aparece como una
actitud intelectual genérica, que empieza a manifestarse tras la crisis del
capitalismo de los años setenta y que cristaliza más claramente en los primeros
ochenta. Las posiciones intelectuales posmodernistas, nacidas en el mundo de
la literatura y el arte, pasaron de inmediato a constituir el centro de una
reflexión filosófica cuyas proposiciones básicas son la afirmación de la crisis y

20
muerte de la modernidad, es decir, del proyecto intelectual basado en la
valoración sobre todo de la racionalidad teórica e instrumental. La “condición
posmoderna” se basa en la negación vigorosa de que el pensamiento
racionalista de la modernidad conduzca al progreso humano. La
posmodernidad significaría, pues, el abandono del discurso ideológico y de
todas las formas de representación del mundo que construyó la modernidad
europea, el proyecto global intelectual y cultural que nace en los siglos XVIII y
XIX. En una medida muy amplia, el posmodernismo representaba la “muerte de
la teoría” al tiempo que la de las grandes concepciones del mundo y de la
historia.

Pero existe una dimensión más, y muy importante, de todo este cambio
cultural. El fenómeno a que nos referimos es el conocido como giro lingüístico,
que tendrá, a su vez, una determinante proyección sobre la teoría social e
histórica. En líneas generales, por giro lingüístico se entiende aquella dirección
de la filosofía orientada hacia una atención primordial al lenguaje; es decir,
orientada a la proposición radical de que hablar del mundo es hablar y
comprender mejor los términos en que hablamos de él. La lengua sería la
plasmación última en todo conocimiento humano, que crea incluso la realidad
exterior pues no puede ser captada de otra forma que no sea el signo
lingüístico. Una postura de enorme relevancia para la consideración del texto y
que, en consecuencia, ha trascendido ampliamente el ámbito filosófico estricto
para pasar a impregnar en la práctica el campo completo de las especulaciones
humanísticas y científico-sociales. Una visión que ha llegado a plantear una
forma de entendimiento nuevo del texto histórico. El análisis del lenguaje
llevará al análisis del discurso, y de ahí al de la escritura de la Historia como
una forma particular de tal discurso. De ahí que esa forma especial del discurso
que es la “Historia escrita” haya pasado a ser ampliamente considerada dentro
del problema general de la naturaleza y significado del lenguaje, y
especialmente, del lenguaje literario.

Para el posmodernismo, la Historia no se distinguiría sustancialmente del relato


literario de ficción, de una novela, en la que pueden contarse sucesos “reales”
pero donde el criterio de “verdad” no juega absolutamente papel alguno. Para
el pensamiento posmodernista, en definitiva, la “evidencia” -la documentación,
los datos- tiene poco que hacer ante el predominio absoluto de la interpretación
del historiador. De acuerdo con la filosofía posmodernista, el hdor debe
abandonar toda ilusión de contribuir al conocimiento científico; debe renunciar
al intento de explicación y al principio de causalidad. Lo reseñable en la obra
histórica es su carácter estético, donde el estilo es lo más importante. Contar
“una buena historia”” y contarla bien, con buen estilo literario, tal es la clave.

La historia cuantitativa recibió siempre muy severas críticas. Una de las más
llamativas fue la dirigida por Lawrence Stone en un artículo de 1979 acerca
del retorno de la “narrativa” en la escritura historiográfica. El artículo de Stone
merece recordarse aquí por ser el levantamiento de acta de lo que estaba
ocurriendo en la historiografía: el fin de una época, aquella que intentó aportar
“una explicación coherente y científica de la evolución del pasado” (Stone).

21
En definitiva, la época de desarrollo de algunos grandes paradigmas en la
historiografía, que se desenvolvió entre los años cuarenta y ochenta, ha dado
paso a una época de crisis de paradigmas y de búsqueda de formas nuevas de
investigación y de expresión. Teniendo en cuenta la gran crisis aparecida
también en el siglo XVII, con el carácter igualmente de debate sobre la
posibilidad del conocimiento hco. objetivo, puede hablarse de una “segunda
crisis de la conciencia histórica” (Peter Burke). Esta segunda tiene su origen
en el empuje del posmodernismo y su rechazo de la concepción cartesiana de
la certeza, y del giro lingüístico, que hacen aparecer nuevas propuestas de
entendimiento de lo hco. Durante algo más de veinte años lleva ocurriendo que
la dispersión de la historiografía se hace más notable. La historiografía ha
extendido sus campos de interés en todas las direcciones, hasta conformar un
complejo tramado cuya intercomunicación es tan difícil que resulta cuanto
menos problemático ver el conjunto como una disciplina integral
(“desmigajamiento” de la disciplina).

· Una respuesta a la crisis ha sido la aparición de propuestas de “nuevas”


concepciones y campos de estudio historiográficos ante el agotamiento de los
antiguos, de modelos de historiografía nuevos. Tres de esas respuestas han
obtenido una entidad apreciable:

 La microhistoria.
 La historia sociocultural.
 La historia socioestructural.

Es preciso destacar asimismo otros modelos historiográficos que en los años


noventa apuntaron su presencia, aunque, por razones diversas, adquirieron, o
al menos han adquirido hasta hoy, menos desarrollo.

 La historia oral.
 La historia de la vida cotidiana.
 La historia de los conceptos.
 La historia del tiempo presente.

La Microhistoria

Práctica historiográfica nacida en Italia, que empezó a llamar la atención con


fuerza tras la aparición del libro de Carlo Ginzburg sobre el molinero
Menocchio en 1976 (“El queso y los gusanos. El cosmos de un molinero del
siglo XVI”). Se basa en esencia en la reducción de la escala de la observación,
en un análisis microscópico y en un estudio intensivo del material documental.
Se ha propuesto estudiar fenómenos socio-antropológicos en su vertiente hca.
a muy pequeña escala de observación del sistema para poder analizar ciertos
procesos más generales y tipificarlos (la introducción del telar, el artista como
receptor del mundo, por poner ejemplos). Pero se trata también de una historia
donde resulta clave la recuperación del “sujeto”.No parece que sea
inadecuado, según Aróstegui, hacer recaer sus dos caracteres esenciales en
la valoración de una forma de análisis antropológico y en la vuelta al género
narrativo. Uno de los más interesantes aportes de la Microhistoria es, sin duda,
la atención prestada a una renovación de los estudios de historia local. La

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historia local parece, en principio, un campo privilegiado para la historia “micro”.
La corriente tiene su medio de expresión científica en la revista Quaderni
Storici. Representantes de la escuela: Ginzburg, Ramella, Levi, etc.
Especialistas máximos en España: J. Serna y A. Pons.

La nueva Historia Cultural

La “nueva” Historia Cultural fue la que apareció en una amplia serie de


investigaciones, desde los años ochenta del siglo XX fundamentalmente, que
se caracterizan por la importancia concedida al “mundo de las
representaciones” (el “imaginario colectivo”). Esta nueva Historia, algo más allá
de la hª de las mentalidades, pretende el estudio de las creencias populares
colectivas. Abandona la primacía de lo social para ir en busca de la
manifestación de lo mental. Representantes: R. Chartier, R. Darnton, L. Hunt,
etc.

La Historia socioestructural

Máximo divulgador: Christopher Lloyd. El intento subyacente es descubrir la


real estructura oculta de la sociedad, el proceso real del cambio social
estructural. Mientras la microhistoria y la historia sociocultural tienen una más o
menos evidente conexión con el narrativismo, la pretensión científica,
“científico-social”, de esta tendencia es inequívoca y probablemente se trata de
la única corriente actual con esta característica.

III. LA HISTORIOGRAFÍA ESPAÑOLA

· El nacimiento de la historia: entre el nacionalismo y la erudición.

En el siglo XIX la historia se vertebra como saber social al socaire de la


revolución que la burguesía liberal protagoniza  La historia se fragua como
saber nacional y se constituye con la finalidad de educar ciudadanos de una
misma patria. El acontecimiento político y la historia de la nación son los
centros del interés historiográfico. Máximo exponente: la Historia General de
España (1850-1867) de Modesto Lafuente.

En el curso de las últimas décadas del siglo XIX, se establece la


profesionalización del historiador y el nuevo rango universitario de las
investigaciones, aspectos desplegados sobre todo por la primera generación de
universitarios institucionistas –esto es, vinculados a la Institución Libre de
Enseñanza, fundada en 1876 por un grupo de catedráticos entre los que se
encontraban Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Nicolás
Salmerón-, y que articularon los parámetros previos y preparatorios del auge y
del rigor que van a caracterizar los treinta primeros años del siglo XX.

La época de transición entre los dos siglos será relativamente fértil en trabajos
de reflexión historiográfica, que reflejaron casi siempre la diversidad de las
corrientes europeas. Se produce una interesante profusión de debates y de

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derivaciones conectados con la efervescencia que en toda Europa produce el
alumbramiento de esa una nueva ciencia de la historia. Sin duda, la figura más
representativa es, con mucho, la de Rafael Altamira (1866-1951), personalidad
que en sí mismo ejemplifica tanto la calidad y el nivel logrado por el saber
histórico en estas décadas, como también el impulso cultural y político que
significó la Institución Libre de Enseñanza. Autor de numerosos estudios, como
“Historia de España y de la civilización española”, (1901-1906, ampliada en
1928-1929).

· El siglo XX, entre la modernización historiográfica y el impacto de la dictadura.

Se pueden distinguir con nitidez tres etapas:

1ª etapa (hasta 1936). Organización de una comunidad científica y humanística


sólida y en contacto con el resto de Europa. Se elevó la producción
historiográfica a niveles de fructífera aproximación a las corrientes
metodológicas del resto de Europa. A este respecto desempeñó un papel clave
la tarea desplegada por el Centro de Estudios Históricos, dentro de la Junta
para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, heredera en gran
medida de la ILE, que desde 1907 fue el motor científico y cultural de España.
Figuras como Menéndez Pidal, Sánchez Albornoz, Valdeavellano, indican la
importante renovación propulsada desde el Centro de Estudios Históricos. Se
articularon las especialidades sobre arqueología, medievalismo, americanismo,
historia económica e historia institucional. La historia contemporánea
permanecía anclada en relatos eruditos, sin renovación metodológica, y las
novedades temáticas llegaron no del ámbito universitario, sino de medios
definidos sobre todo por sus inquietudes y compromisos políticos, causa por la
que abordaron contenidos de historia social (Núñez de Arenas, Díaz del
Moral, Morato o Anselmo Lorenzo).

2ª etapa (hasta 1975). Coincide con la vigencia de la dictadura. La guerra y la


posterior dictadura yugularon de forma dramática las posibilidades
historiográficas abiertas en el primer tercio del siglo. Dominio académico de la
historia erudita, en múltiples ocasiones oscurecida por esa otra historia
fraguada al servicio del régimen (Comín Colomer). Mientras tanto, desde el
exilio se agudizaban polémicas heredadas del 98 sobre el “ser” y el “enigma”
de España (Sánchez Albornoz-Américo Castro). El aislamiento intelectual y
la penuria de recursos fueron las dos características dominantes de la
estructura universitaria en este período. La Universidad española será un
“páramo intelectual” hasta los años sesenta con algunos brotes aislados como
sucedía en el caso de la historia con el quehacer de Vicens Vives
(“Aproximación a la Historia de España”, 1953  Annales). De esos años
arrancan los primeros soportes para la renovación metodológica gracias a las
investigaciones de una nueva generación de historiadores, como Artola,
Jover, Reglà y Ruiz Martín, que abren en los años sesenta una década con
nítidos referentes de cambio historiográfico. Aparecen especialidades con un
sólido empuje temático y metodológico. Así, se abre camino la historia del
pensamiento y de la cultura (Maravall, Diez del Corral o Tierno) o la historia
de la ciencia (Laín Entralgo y López Piñeiro). En historia social cabe destacar
la excepcionalidad de las investigaciones de Domínguez Ortiz o los estudios

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antropológicos de J. Caro Baroja. Todos ellos brillantes ejemplos individuales
cuyas obras influyeron sobremanera en las generaciones posteriores. Por otra
parte, reaparece con fuerza un nuevo ámbito de renovación, el hispanismo,
especialidad organizada en universidades extranjeras, con una sólida tradición
de escuela incluso desde finales del siglo XIX, y que ahora en los años sesenta
aporta referentes imprescindibles gracias a investigaciones del calibre de las
realizadas por Vilar, Carr y Tuñón.

3ª etapa (desde 1975). Despegue y diversificación historiográfica que se


enraízan en los derroteros inaugurados entre 1965 y 1975. Distintos frentes
académicos:

 Elorza (Ciencias Políticas).


 Anes, Nadal, Fontana (Ciencias Económicas).
 Discípulos de Vicens en las facultades de historia de
Barcelona y Valencia (el ya citado J. Reglà o E. Giralt).
 Tomás y Valiente, Elías Díaz, Solé Tura, Morodo
(Ciencias Jurídicas).

Junto a tales soportes, conviene reiterar el decisivo empuje de renovación


surgido del hispanismo, sobre todo del anglosajón (Carr, Payne, Thomas,
Jackson, Elliot), y del sólido hispanismo francés (el ya citado Vilar, F. Braudel
o Chaunu, aunque estos últimos no fuesen estrictamente hispanistas).

A la muerte del dictador le sucede un desarrollo de la producción hca. inaudito


en nuestro país, porque desde entonces se constata la publicación de
monografías de indudable valor metodológico y la vertebración de circuitos
académicos renovadores, con una enriquecedora y plural evolución a lo largo
de los años 80 y 90. Globalmente, podríamos caracterizar estos años por los
cuatro aspectos que se exponen a continuación:

- Hegemonía de la historia social, que evoluciona desde el predominio


de propuestas próximas al compromiso político marxista (Fontana, Tuñón,
Elorza, Pérez Garzón o D. Ruiz), hacia la diversidad temática con apuestas
metodológicas mayoritariamente eclécticas.

- Eclosión de los estudios locales. Causas: 1. La coyuntura de la


organización del Estado de las Autonomías que, desde 1978, no sólo ha
permitido inyectar recursos públicos en la investigación de los nuevos espacios
políticos, sino que además ha estimulado un mercado propio editorial, sin
olvidar que en el sistema educativo se ha hecho obligatoria la enseñanza de las
ciencias sociales desde la perspectiva de los diferentes entornos
autonómicos; 2. Renovado protagonismo de los ayuntamientos democráticos
desde 1979, con sus respectivas concejalías de cultura que han fomentado la
historia local con fines divulgativos, de extensión cultural y también con
propósitos de ajustar ciertas señas de identidad municipal; 3. El
desconocimiento mayoritario de idiomas por los universitarios españoles ha
impedido investigar otros países; 4. El atractivo indudable que ofrecía la
historia de España, inédita en la fabulosa riqueza de sus archivos y con un
notorio retraso tras la dictadura empobrecedora.

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- Ausencia de escuelas metodológicas y de debates teóricos. Es propio
de tal panorama la ausencia de trabajos de contenido teórico o metodológico,
salvo las excepciones de Carreras, Fontana, Aróstegui, Casanova o Santos
Julià, o las aportaciones a la reflexión teórica en revistas especializadas (Ayer,
Historia social, Hispania,…) o en coloquios y congresos (Historia a debate, útil
referente historiográfico).

- Riqueza temática y florecimiento de subespecializaciones dentro de la


disciplina de la historia, con sugerentes conexiones con otras disciplinas como
la economía, la sociología o la antropología. Semejante proliferación
investigadora presenta la paradoja de contar con la decisiva aportación de unas
escuelas de hispanistas consolidadas en Francia, Gran Bretaña Estados
Unidos y las más recientes de Alemania e Italia, mientras que en España se
carece de especialistas en historia de otros países.

Bibliografía

Aróstegui, J.: La investigación histórica: Teoría y método, Crítica, Madrid, 1995.

Baldó Lacomba, M.: Introducció a la història, Servei de Publicacions, Universitat


de València, València, 1992.

Fontana, J.: Historia: análisis del pasado y proyección social, Crítica,


Barcelona, 1982.

Fontana, J.: La historia después del fin de la historia, Crítica, Barcelona, 1992.

Moradiellos, E.: El oficio de historiador, Siglo XXI, Madrid, 1994.

Pagés, Pelai: Introducción a la Historia. Epistemología, teoría y problemas de


método en los estudios históricos, Editorial Barcanova, Barcelona, 1983.

Pérez Garzón, Juan Sisinio: “Sobre el esplendor y la pluralidad de la


historiografía española. Reflexiones para el optimismo y contra la
fragmentación”, publicado en J.L. de la Granja, Homenaje a Tuñón de Lara,
Siglo XXI, Madrid, 1999.

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