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Un mundo de juegos

Después de tantas experiencias recogidas en el siglo XX, hemos estado sumidos en una profunda
crisis desde entonces. Aún resulta asombroso que la mayoría de campos del saber hayan colapsado
durante la primera mitad del siglo pasado y se hayan reformulado para la segunda. Tanto así que se
ha perdió una de las cosas que más habíamos valorado hasta entonces: la representación.

Aun si todos los días habláramos sobre la crisis de la representación, nunca podríamos ahondar lo
suficiente en sus consecuencias. Es un fenómeno tan complejo que no solo apenas estamos viendo
sus consecuencias, sino que podríamos decir que se encuentra en sus comienzos. Los axiomas
dejaron de representar a su sistema formal, las teoría clásica de las especies ha perdido su fuerza
clasificadora pasmosamente y la física cuántica ha renunciado a describir sus fenómenos de una
manera conceptual en beneficio de la precisión. Las consecuencias sociales también son notorias:
La deconstrucción de género que estamos transitando, las reflexiones sobre la diversidad de la
familia, el creciente predominio de la teoría evolutiva para explicar fenómenos sociales y fenómenos
artísticos como la imagen abierta y la muerte del autor no son gratuitos y requieren una reflexión
más cuidadosa.

Expondré brevemente el problema: Tradicionalmente conocíamos las cosas por medio de su


clasificación. Encontrar a qué categoría pertenecían los objetos fue una de las tareas más
importantes para la ciencia durante los tres primeros siglos de su existencia. Buena parte de la
biología y de la medicina hasta el siglo XVII se dedicó intensamente a la clasificación de seres vivos
y órganos, dejando de lado buena parte del estudio de su origen y su dinámica.

Nuestro conocimiento se basó principalmente en explicar cómo se comportaban las categorías. Se


pensaba, por ejemplo, que cuando un animal era un perro se tenía que comportar necesariamente
como un perro, cuando un ente físico era una onda se debía difractar y así sucesivamente. Todos
los objetos del mundo se podían agrupar en conjuntos, de manera que cuando conocíamos las
propiedades de tales conjuntos podríamos determinar cómo se comportarían los objetos en su
interior. La lógica matemática y la teoría hipotético deductiva de la ciencia parten de esta presunción
y sobre ello han erigido su edificio de más de 500 años…

Sin embargo, con los cambios fundamentales introducidos en casi todos los campos del
conocimiento, tal paradigma cambió de una manera brutal. De repente las categorías resultaron
inútiles para dar cuenta de la totalidad del universo: de repente se volvió irrisorio decir que un perro
era solo un perro, que una planta era solo de tal especie, que una partícula sólo era una partícula…
Los fenómenos se disfrazaban bajo distintas máscaras y una sola etiqueta no podría dar cuenta de
su particularidad. Empezó la era de la complejidad.

Es complicado dar cuenta del cambio de paradigma, ya que no se ha establecido una forma común
de nombrarlo ni de explicarlo. Pero en las próximas líneas explicaré un poco su dinámica: dado que
nos hemos convencido de que las categorías realmente no existen, es decir, que la categoría perro
realmente no tiene una realidad objetiva, hemos caído en cuenta que cualquier cosa puede estar
designada por muchas categorías simultáneamente, de modo que posee muchos comportamientos
paralelos. Este cambio no es gratuito y no citaré más que un ejemplo: El género. Tradicionalmente
se creía que se podía designar a los hombres y a las mujeres dependiendo de su sexo. Se es mujer
porque se tiene vagina y se es hombre porque se tiene pene. Y si bien esto es verdad, las condiciones
históricas que ocasionó esta distinción, como la opresión femenina en occidente, presionaron a los
grupos que querían cambiar esto a adoptar una estrategia diferente: Separaron la condición cultural
del individuo, llamándola género y la separación sexual, llamándola sexo. Mientras que el sexo
seguría regido por las clasificaciones biológicas y anatómicas, el género podría ser tratado de una
manera política, dando pie a la separación entre la posición cultural de la mujer y sus capacidades
naturales. En un análisis más elaborado se podrían sacar más conclusiones, pero nos quedaremos
con lo siguiente: Culturalmente, desde la perspectiva de género, un humano no tiene por qué
comportarse plenamente ni en el rol tradicional de hombre ni en el rol tradicional de mujer. Puede
construir roles nuevos, ya que no tiene por qué pertenecer a ninguna de estas dos categorías. Así
nacen los queers.

Si bien aún tienen genitales, renuncian a cualquier denominación mediante la deconstrucción de


sus obligaciones de género: los hombres ya no se ven ni actúan como hombres, así como las
mujeres. Son personalidades nuevas que abren toda una gama de posibilidades. Se renunció a la
categoría, dando paso a otro fenómeno, un fenómeno completamente nuevo que denominaré
juego.

Los juegos son contextos cerrados donde varios actores interactúan entre sí definidos por unas
reglas de juego. En el caso del arte los jugadores son los espectadores y las reglas vienen definidas
por la obra de arte. En un caso como el del género el juego es la combinación de los roles
tradicionales de una manera creativa, añadiendo en cada caso características únicas. De nuevo, el
jugador es quien ejecuta la acción y las reglas son las características físicas. Como este caso podría
dar muchos más ejemplos. En la ciencia, se pasó de un rígido esquema mimético de cómo podría
ser un procedimiento a la resolución de diagramas de Feyman, cuya resolución depende sobre todo
de las reglas de juego, más que de la calidad de las representaciones que formamos de la naturaleza.

En este orden de ideas, se podría concluir que el mundo ha pasado de ser un lugar donde las
categorías reinaban y los esquemas representacionales, a ser un lugar donde todo está compuesto
por juegos, y la acción directa del sujeto es requerida para conocer el mundo actual. El universo no
se puede seguir concibiendo como un lugar externo para ser contemplado, sino que debería ser
también visto como un lugar para ser intervenido, construido, un lugar para ser jugado.

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