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LOS ANORMALES

Clase del 8 de enero de 1975

Las pericias psiquiátricas en materia penal- ¿A qué tipo de discurso pertenecen?- Discursos de verdad y discursos que dan risa –
La relación entre verdad y justicia- El surgimiento del poder de normalización.

Se presentan dos informes de pericias psiquiátricas en materia penal. El primero data de 1955. Es la
historia de una mujer y su amante que habían matado a la hija de ella. Al hombre, se lo acusaba de
complicidad en el asesinato o de incitación al asesinato de la niña. He aquí la pericia que se hizo con
respecto al hombre A.

A los expertos les resulta incómodo expresar su juicio psicológico. De todas formas, argumentamos
fundados en la hipótesis de que A, habría ejercido sobre el espíritu de la joven L., una influencia que
habría conducido a ésta al asesinato de su hija. A, pertenece a un medio poco homogéneo y socialmente
mal establecido. Hijo ilegítimo, criado por su madre, reconocido muy tardíamente por su padre, sin que
pudiera generarse una verdadera cohesión familiar. Muerto el padre, volvió a verse sólo con su madre.
Los seres de su especie, nunca se sienten muy bien asimilados al mundo que llegaron: en un ambiente
de ideas un tanto revolucionarias, se sienten menos desterrados. En todos los movimientos pueden
surgir personalidades verdaderamente fuertes. Pero muchos son incapaces de elevarse por encima de la
mediocridad y procuran atraer la atención mediante extravagancias. A veces se dejan corromper por el
odio a la moral burguesa, al extremo de renegar de sus leyes y llegar hasta el crimen para inflar su
personalidad; hay en todo esto cierta dosis de bovarismo.

*bovarismo: poder concedido a hombre de concebirse distinto de lo que es

Por eso A puedo imaginarse como un superhombre. Lo curioso, por otra parte, es que haya resistido la
influencia militar. Otro rasgo psicológico de A, es el donjuanismo. Pasaba literalmente todas sus horas
de libertad coleccionando amantes fáciles como la joven L. Le gustaba desarrollar frente a ellas
paradojas enormes. Ella tomó afición a las paradojas de A, que en cierto modo la intoxicaron. Le parecía
que el alcanzaba un plano intelectual superior. A, hablaba de la necesidad de que una pareja hiciera en
común cosas extraordinarias, para crearse un vínculo indisoluble. Y la joven L, decidió matar a Catherine.
Esa es al menos la tesis de esta muchacha. Si bien A., no la acepta por completo, por lo menos no la
rechaza del todo, ya que admite haber desarrollado frente a ella, las paradojas de las que al joven,
carente de espíritu crítico, pudo hacer regla de acción. Pero a nuestro juicio, la cuestión es buscar e
indicar cual, desde el punto de vista penal, es al responsabilidad de A.

Simplemente investigamos si, en el plano médico legal, sus anomalías de carácter tienen un origen
patológico, si realizan un trastorno mental suficiente para alcanzar la responsabilidad penal. Sus
paradojas, no obstante, no tienen el valor de ideas delirantes. Su responsabilidad se mantiene
íntegramente.

Quería ahora citar otros, o más bien un informe hecho en relación con tres hombres que habían sido
acusados de chantaje en un asunto sexual.
Uno, digamos C, sin ser intelectualmente brillante, encadena bien las ideas y tiene buena memoria, es
homosexual desde los 12 o 13 años, y en sus inicios ese vicio no habría sido más que una compensación
de las burlas que soportaba de niño. Quizás su aspecto femenino agravó esta tendencia a la
homosexualidad, pero lo que lo llevó al chantaje fue el incentivo de la ganancia. X es totalmente
inmoral. Hay que reconocer con claridad qué Y, habría merecido el mismo castigo. Puesto que no tuvo
mejor idea que proponer a X, instalarse en un cabaret de invertidos del que sería cajero. Este Y, amante
de X, incita al desprecio. X ama a Z.

Y podríamos seguir entonces, en el caso de Z:

Es un ser bastante mediocre, opositor, con buena memoria. Moralmente es un ser cínico, es
notoriamente reticente. Pero el rasgo más típico de su carácter parece ser una pereza. Naturalmente, es
menos cansador pasar discos en un cabaret. Él reconoce, que se hizo homosexual por necesidad
material, por el incentivo de la ganancia, y que tras, haberle tomado gusto al dinero, persiste en esta
manera de comportarse.

Conclusión: “Es particularmente repugnante”. Después de todo, en una sociedad como al nuestra, son
raros, los discursos que tienen a la vez tres propiedades. La primera es poder determinar, un fallo de la
justicia que, concierne a la libertad o a la detención de un hombre. Se trata de discursos que tienen un
poder de vida y muerte. Segunda propiedad: ¿de dónde sacan ese poder?; funcionan en ella como
discursos de verdad, discursos que pueden matar, discursos de verdad y discursos que dan risa. En el
segundo caso, lo que está en cuestión es el pan cotidiano de la justicia penal.

A fines del siglo XVIII, la manera en que se administraba la prueba de la verdad, en la práctica penal,
suscitaba a la vez ironía y crítica. Había pruebas completas e incompletas, plenas y semiplenas, pruebas
enteras semi-pruebas, indicios, adminículos. Y luego a una cierta cantidad de pruebas que la ley definía
como el mínimo necesario para obtener la condena. Al margen de esta formalización legal de la
demostración, estaba el principio de que los castigos debían establecerse de una manera proporcional a
la cantidad de pruebas reunidas. En otras palabras, uno no es sospechoso impunemente. El menor
elemento de demostración, bastará para ocasionar cierto elemento de pena.

A este sistema de prueba legal, la aritmética de la demostración, se opuso el principio de lo que se


denomina íntima convicción. Hoy, cuando se lo ve funcionar, se tiene la impresión de que autoriza a
condenar sin pruebas. Pero, a decir verdad, el principio de la íntima convicción, tenía un sentido
histórico perfectamente preciso.

En primer lugar, ya nos e debe condenar antes de haber llegado a una certeza total. Ésta tiene que
obedecer a la ley del todo o nada: una prueba no completa no puede entrañar una pena parcial. El juez
recién debe empezar a condenar cuando está íntimamente persuadido de la culpabilidad.

En segundo lugar, nos e pueden convalidar únicamente pruebas definidas y calificadas pro al ley. Pero,
debe poder aceptarse cualquier prueba. No es la legalidad de ésta lo que hará de ella una prueba: es su
capacidad de demostración.
Y por último, el criterio por el cual se reconocerá que se ha establecido una demostración no es el
cuadro canónico, sino la convicción: la convicción de un sujeto cualquiera. Es decir que, con el principio
de la íntima convicción, se pasó del régimen aritmético escolástico, al régimen honorable, al régimen
anónimo de la verdad para un sujeto al que se suponía universal.

Ahora bien, ese régimen de la verdad universal, aloja dos fenómenos, que constituyen la práctica real de
la verdad judicial y a la vez, la desequilibran con respecto a esta formulación estricta del principio de la
íntima convicción.

Primeramente, a pesar del principio d que nunca se debe castigar antes de haber llegado a la prueba, en
la práctica siempre se mantiene cierta proporcionalidad entre el grado de certeza y la gravedad de la
pena impuesta. A una incertidumbre no del todo adquirida corresponderá a una pena ligera.

En principio ¿ a qué estaban destinadas éstas?. El verdadero objetivo perseguido por el legislador de
1832, al definir las circunstancias atenuantes, no era permitir un alivio de la pena, era impedir
absoluciones que los jurados decidían con demasiada frecuencia cuando no querían aplicar la ley en
todo su rigor. E particular en el caso del infanticidio, los jurados obligados a aplicar la ley, que era la
pena de muerte; para no aplicarla, absolvían.

Pero de hecho, detrás de ese objetivo, la severidad de los jurados aumentó; a partir de allí pudo
soslayarse el principio de la íntima convicción. La presunción, el grado de presunción, se transcribía así
en la gravedad de la pena.

¿Qué paso en el caso Goldman?. En el fondo, el jurado aplicó el principio de la íntima convicción o, no lo
aplicó, sino que aplicó la ley misma. Consideró que había una íntima convicción y aplicó la pena tal como
había sido solicitada por el fiscal. En su sorpresa delataba ese uso absolutamente ilegal, contrario al
principio que hace que las circunstancias atenuantes estén destinadas a marcar la incertidumbre del
jurado. En realidad, detrás del principio de la íntima convicción, hay en consecuencia una práctica que
sigue modulando la pena según la incertidumbre de la prueba.

Desde luego, no vemos esta pseudo reconstitución de la prueba legal, en la reconstitución de una
aritmética de pruebas, sino en el hecho de que algunas tienen en sí mismas efectos de poder, valores
demostrativos que son más grandes unos que otros. Por lo tanto, en función del sujeto que las enuncia.
Es así, por ejemplo, que los informes policiales, tienen una especie de privilegio; el informe de los
expertos tiene, en comparación con cualquier otro elemento de la demostración judicial, cierto
privilegio. Se trata de enunciados que entrañan presunciones estatuarias de verdad, en función de
quienes los anuncian. En síntesis, son enunciados con efectos de verdad y poder que les son específicos.

Uno de los supuestos más inmediatos, es que existe una pertenencia esencial entre el enunciado de la
verdad y la práctica de la justicia; que tienen, la curiosa propiedad de ser ajenos a todas las reglas de
formación de un discurso científico, son grotescos en sentido estricto.

En el caso de un discurso o individuo, calificaré de grotesco el hecho de poseer efectos de poder de los
que su calidad intrínseca debería privarlo. El terror ubuesco, la soberanía grotesca o, en otros términos
más austeros, la maximización de los efectos de poder a partir de la descalificación de quien los
produce. El poder político, dio la posibilidad de hacer transmitir sus efectos en un lugar que es
manifiesto, voluntariamente descalificado por lo odioso, lo infame o lo ridículo. El engranaje del poder
grotesco, se puso perpetuamente en acción ene l funcionamiento del Imperio Romano.

El grotesco es uno de los procedimientos esenciales de la soberanía arbitraria. El grotesco administrativo


no fue simplemente la especie de percepción visionaria de la administración. Es en efecto una
posibilidad que se atribuye realmente a la burocracia, pertenece al funcionamiento de la administración
moderna. El grotesco estaba absolutamente inscripto en la mecánica del poder. Este se atribuía la
imagen de tener su origen en alguien que estaba teatralmente disfrazado.

Me parece que desde la soberanía infame hasta la autoridad ridícula, están todos los grados de lo que
podría llamarse la indignidad del poder. Aquel a quien se da un poder es ridiculizado o puesto en la
abyección. Al mostrar explícitamente el poder como abyecto, no se trata de limitar sus efectos y
descoronar. Me parece que se trata de manifestar de manera patente la inevitabilidad del poder, la
imposibilidad de eludirlo, aun cuando esté en manos de alguien que resulta efectivamente descalificado.
Nuestra sociedad no exigía sino dos cosas: que todo lo que había encima de él, fuera destruido, tenemos
todo une norme funcionamiento del soberano infame.

Querría al menos retomar el problema del grotesco en relación con los textos que recién les leí. No hay
que considerar pura y simple injuria el hecho de reconocer lo grotesco. En su límite extremo, donde se
asigna el derecho de matar. Occidente no dejó de pensar en dar poder al discurso de verdad en una
ciudad justa, finalmente ha conferido poder incontrolado, en su aparato de justicia, a la parodia. Yo
trataré más bien de estudiar los efectos de poder que produce un discurso que a la vez es estatuto y
está descalificado. También se podría intentar partir de la institución que los sostiene, o de las dos
instituciones que los sostienen, la judicial y la médica. Lo que trataré de hacer es señalar, analizar la
tecnología de poder que utilizan estos discursos e intentan hacerlos funcionar.

A través de los discursos, lo que pasa es una serie de duplicaciones, se trata de una introducción de
dobletes sucesivos. En otras palabras, en el caso de este discurso psiquiátrico de materia penal, se trata
de desdoblar los elementos en la misma escena. Se trata de la síntesis coercitiva que asegura la
transmisión del poder.

En primer lugar, la pericia psiquiátrica permite doblar el delito, con toda una serie de otras cosas que no
son el delito mismo, como la causa, el origen, la motivación, el punto de partida del delito. De acuerdo
con la ley penal, sólo son condenables las infracciones que fueron definidas como tales por la ley, ley
que debe ser anterior al acto en cuestión. No hay retroactividad de la ley penal. ¿Cuáles son por lo
tanto, los objetos que la pericia pone de manifiesto, los objetos que engancha al delito: “inmadurez
psicológica”, “personalidad poco estructurada”, “mala apreciación de lo real”. Ahora bien, este conjunto
de nociones ¿Qué función tiene?. En primer lugar, repetir la infracción para inscribirla como asgo
individual. La pericia permite pasar del acto a la conducta, del delito a la manera de ser. En segundo
lugar. Estas series de nociones tienen por función desplazar el nivel de realidad de la fracción, porque lo
que esas conductas infringen no es la ley, ya que ninguna ley impide estar afectivamente
desequilibrado. En cambio, infringen aquello contra lo cual aparecen en un nivel de desarrollo óptimo:
“inmadurez psicológica”. Son calificaciones morales.

La pericia psiquiátrica permite constituir un doblete psicológico ético del delito. Es decir, deslegalizar la
infracción tal como la formula el código; y hace de ella, ya no una fracción, sino una irregularidad con
respecto a una serie de reglas que pueden ser fisiológicas, psicológicas o morales, etc.. Lo que el
psiquiatra propone en ese momento no es la explicación del crimen: lo que hay que castigar es en
realidad la cosa misma.

¿Qué es lo que apareció? Cierto persoaje, que se ofreció al aparato judicial: un hombre incapaz de
asimilarse al muindo, aquien le gustaba el desorden, que cometía actos extravagantes, odiaba la
moral,m renegaba de sus leyes y podía llegar hasta elc rimen. Apun si el suejto es culpable, lo que el juez
va a poder condenar en él, a partir de la pericia psiquiátrica, ya no es precisamente el cimen o el delito.
Lo que el juez va a juzgar y el punto al que se referirá el castigo, son rpecisamente esas conductas
irregulares, que se habían propuesto como la causa y no fueron más que su doblete psicológico y moral.

La pericia psiquiátrica permite trasladar el puntod e aplicación del castigo a la criminalidad evaluada
desde el unto de vista psicológico moral,s e pasó de loq eu pdoría denominarse el blanco del castigo, a
un dominio d eobjetos que compete a un conocimiento, una técnica de transformación. Es verdad que la
pericia psiquiátrica constituye un aprote de conocimiento igual a cero, lo esencial de su papel es
legitimar la extensión del pdoer de castigar a otra cosa que la infracción. Permite republciar la acción
punitivba del pdoer judicial en un corpus general de técnicas meditadas de transformación de los
indiviuos.

Clase del 15 de enero de 1975

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