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EL HOMBRE, LA CULTURA Y EL CRISTIANISMO EN LA HISTORIA

Cultura y culturas. Civilización. Contracultura.


INTRODUCCIÓN: EL Cultura subjetiva y objetiva. Persona, cultura y
HOMBRE, LA CULTURA personalidad. El desafío cultural: un reto para el
Y EL CRISTIANISMO hombre. La "nueva sensibilidad": la
EN LA HISTORIA postmodernidad. Y el Verbo se hizo cultura. El
sentido cristiano de la historia

Antes de iniciar el recorrido por las culturas más importantes de la historia, te invito a
reflexionar sobre el valor de la cultura y su relación con el hombre en los inicios del
tercer milenio. Si consideramos con Juan Pablo II, en su discurso de 1984, a la
UNESCO, que "La cultura es aquello por lo que el hombre, en tanto que hombre, es
más, accede al ser...El hombre vive una vida verdaderamente humana gracias a la
cultura", comprobaremos que la cuestión es fundamental. Precisamente el mensaje
para la Jornada Mundial de la Paz (1 de enero de 2001), titulado Diálogo entre las
culturas para una civilización del amor y la paz, destaca el valor de la educación para
conseguirlo, en sintonía con la ONU que ha señalado el 2001 como «Año internacional
del diálogo entre las civilizaciones».

Para construir la civilización del amor, el diálogo entre las culturas debe tender a
"superar todo egoísmo etnocéntrico para conjugar la atención a la propia identidad
con la comprensión de los demás y el respeto de la diversidad". Al respecto, la
educación "debe transmitir a los sujetos la conciencia de las propias raíces y ofrecerles
puntos de referencia que les permitan encontrar su situación personal en el mundo.

Al mismo tiempo debe esforzarse por enseñar el respeto a las otras culturas",
comprendiendo sus diferencias y descubriendo la riqueza de su historia. El
conocimiento de las otras culturas, llevado a cabo con el debido sentido crítico y con
sólidos puntos de referencia ética, lleva a un mayor conocimiento de los valores y de
los límites inherentes a la propia cultura y revela, a la vez, la existencia de una
herencia común a todo el género humano. Precisamente por esta amplitud de miras,
la educación tiene una función particular en la construcción de un mundo más
solidario y pacífico. La educación puede contribuir a la consolidación del humanismo
integral, abierto a la dimensión ética y religiosa, que atribuye la debida importancia al
conocimiento y a la estima de las culturas y de los valores espirituales de las diversas
civilizaciones (n.20).

1. Cultura y culturas

Comenzamos descartando una de las definiciones más corrientes de "cultura", ya que


se trata de algo "monstruoso". No te asustes. El Diccionario de la Lengua Española
define el término "monstruosidad" como "desorden grave en la proporción que deben
tener las cosas, según lo natural o regular" o "desproporción en lo físico o en lo moral".
Así, confundimos "cultura" con "tener mucha información", muchos conocimientos. El
hombre-almacén, el hombre-enciclopedia, puede ser erudito pero no culto. Ha
desarrollado una faceta -la instructiva- de la cultura pero no todas. Otras veces se
identifica cultura con progreso técnico, con una circunscripción geográfica, un grupo,
el resultado de una estructura económica, ajena a la trascendencia... Veremos que el
concepto es amplísimo, si nos asomamos a la definición dada por la UNESCO en su
reunión de México, 1982:

La cultura, puede considerarse hoy como el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y


afectivos, que caracterizan a una sociedad o a un grupo social. Engloba. No sólo las

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artes y las letras, sino también los modos de vida, los derechos fundamentales del ser
humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias. La cultura da al
hombre la capacidad de reflexión sobre sí mismos. Ella es la que hace de nosotros seres
específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. Por ella es
como discernimos los valores y realizamos nuestras opciones. Por ella es como el
hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto
inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevos
significados y crea obras que lo trascienden.

 El Vaticano II, en la constitución Gaudium et spes:

Con la palabra cultura se indica, en sentido general, todo aquello con lo que el
hombre afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales;
procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y trabajo; hace más
humana la vida social, tanto en la familia como en toda la sociedad civil, mediante
el progreso de las costumbres e instituciones; finalmente, a través del tiempo
expresa, comunica y conserva en sus obras grandes experiencias espirituales y
aspiraciones para que sirvan de provecho a muchos, e incluso a todo el género
humano.

Toda cultura es, en el sentido más profundo, un conjunto de ideas que explican
las relaciones del hombre con Dios, del hombre consigo mismo, y del hombre con los
demás hombres en la sociedad. Ese conjunto de ideas explicativas tiene que dar
sentido a lo que hacemos en nuestra actividad personal, y en la actividad común. La
cultura, por lo tanto, es primariamente algo interno, no es externo como puede serlo
un modo: de construir casas, de hacer música o de escribir libros. Eso es una
manifestación secundaria de la cultura. Lo que es la cultura es lo que llevamos dentro,
nuestras ideas.

El documento Para una pastoral de la cultura en 1999 dirá que es ese modo
particular que tienen los hombres y los pueblos de cultivar su relación con la naturaleza
y con sus hermanos, consigo mismos y con Dios, a fin de lograr una existencia
plenamente humana. No hay cultura si no es del hombre, por el hombre y para el
hombre. Abarca toda la actividad del hombre, su inteligencia y su afectividad, su
búsqueda de sentido, sus costumbres y sus recursos éticos. La cultura es tan
connatural al hombre que la naturaleza de éste no alcanza su expresión plena sino
mediante la cultura (n.2)

La cultura auténtica es, ante todo, una llamada, que resuena en lo más íntimo
de la conciencia y obliga a la persona a mejorarse a sí misma para mejorar la
sociedad. En este sentido, en una sociedad multicultural hay que saber conjugar
competitividad y cooperación, desautorizando así la tesis según la cual, al
derrumbarse el mito del colectivismo, no quedaría más remedio que seguir el libre
mercado. Tal fue la propuesta de Juan Pablo II a los universitarios del UNIV' 97: "El
ser humano vive y se desarrolla en interacción con los demás: en la familia y en la
sociedad. Por eso, el patrimonio que adquiere como resultado de su pertenencia a un
grupo en virtud de su nacimiento, de su cultura y de su lengua debe transformarse en
factor de encuentro, no de exclusión [...] El cristiano tiene como ideal el servicio, con
la convicción de que la sociedad del mañana, para ser mejor, deberá fundarse en la
cultura de la solidaridad".

2. Civilización, cultura, historia

No te sorprendas ante la confusión reinante sobre estos términos. El mismo


historiador Fernando Braudel llega a identificarlos. A. Weber dirá que la civilización es
el conjunto de medios técnicos de que dispone el hombre para actuar sobre la
naturaleza; la cultura es el conjunto de valores, ideales, principios normativos.
Civilización se refiere al mayor o menor progreso o desarrollo humano. Es lo opuesto a

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la barbarie, subdesarrollo, estadio salvaje. Conjunto de ideas, creencias, ciencias,
técnicas, artes y costumbres que, en grado evolucionado y complejo, caracterizan a un
determinado grupo humano. Se tienen en cuenta las estructuras, las instituciones,
costumbres, ideologías y sentimientos vigentes en un espacio y tiempo. En este
sentido podríamos distinguir cuatro elementos:

a. El espacio geográfico. Influye en la civilización porque el hombre buscará adaptarse


y sobrevivir, dominarlo, para obtener el mayor beneficio.
b. La estructura económica, de acuerdo a diversos factores:
- Los sectores económicos: primario (recolección, caza, pesca, agricultura,
ganadería), secundario o de transformación (industria), terciario (servicios,
transportes)
- El utillaje
- La organización social del trabajo: ¿quién? ¿cómo?
- Fin del producto: ¿para quién van los beneficios?
c. Organización social y política: Grupos sociales, relaciones; grupos políticos,
organización, poder (elección, ejercicio)
d. Mentalidades colectivas de la sociedad: Ciencia, arte, literatura, folclore, fiestas,
filosofía, costumbres, religión.

Estos cuatro elementos se interrelacionan de modo dinámico, dando lugar a las


distintas civilizaciones. Su estudio es el cometido de la historia. A. Toynbee se fija en
el reto del medio geográfico así como la respuesta que el hombre, de acuerdo con su
capacidad, da. Su obra "Un estudio de la Historia" es un magistral análisis del origen,
crecimiento y decadencia de las civilizaciones, que hacia 1950 serían cinco:
Civilización Occidental, la Cristiana Ortodoxa, la Islámica, la Hindú y la del Lejano
Oriente. Por su parte, Karl Jaspers identificó seis grandes civilizaciones (América,
Europa, África, Islam, India y China) y varias culturas (Africa ecuatorial, Amazonía,
Nueva Guinea, Esquimales, Islas del Pacífico, Africa negra).

Por otra parte, debemos fijarnos en dos elementos fundamentales: espacio y tiempo. Al
fijarnos en el primero, hemos de evitar caer en el "determinismo" geográfico de Ratzel,
por el que un pueblo se vería determinado a invadir a otro por su aparente falta
espacial; en tal concepto se amparó el nazismo para expandirse por Europa. Más
acorde con el respeto a la integridad de cada territorio es el "posibilismo" (una nación
podría extenderse pero siempre que sea posible y si la otra lo autoriza) de L. Febvre o
el "probabilismo" de Terán (una misma causa puede producir varios efectos, de los que
uno es más probable que otro). F. Braudel alude a la geohistoria o geopolítica
histórica, señalando el marco geográfico como algo vivo y operante.

Al considerar el segundo, tiempo, nos encontraremos con la cronología, o parcelación


de la historia, por edades, siglos, ciclos, generaciones, culturas... Si nos referimos a la
duración de los distintos sucesos, tenemos de menor a mayor: acontecimientos,
coyunturas, estructuras. De las últimas hay que reconocer las políticas como el
Feudalismo, culturales como el Renacimiento, o religiosas como el Cristianismo.
Dentro de la mayor o menor estabilidad de las estructuras nos encontramos con los
movimientos cíclicos. Se distinguen varias categorías:

- Seculares o trends: más de 100 años.


- Larga duración o Kondratiekv: 25-45 años
- Ciclos cortos o Juglar: 6-10 años
- Ciclo menor o Kitchin: 40 meses
- Movimiento estacional o coyuntural: 1 año.

La actividad humana histórica se puede estudiar, en este sentido, como en cuatro


planos, pisos, estratos o niveles: el económico (población-economía-sociedad), el
político (organización político-administrativa del gobierno), cultural (ciencia,

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humanidades, técnica, religión, arte, literatura...), el comunicativo (relaciones
exteriores entre naciones, culturas, grupos...).
De este modo la tarea fundamental de la Historia será sistematizar las actividades
humanas en el tiempo:
- hombres en unas constantes geográficas
- profesiones en un contexto socioeconómico
- estabilidad y crisis de las estructuras
- fugacidad o trascendencia de un acontecimiento o hecho concreto

Interpretando a X. Zubiri, Ignacio Olabarri se fijará precisamente en este rasgo


singular. "La ciencia histórica se ocupa primariamente -valga la perogulallada- de la
dimensión histórica del hombre". A diferencia de los animales, la naturaleza del
hombre no está cerrado en el cortocircuito estímulo-respuesta del instinto, sino que es
un sistema abierto, capaz de proyecto y de progreso, en la medida en que con su
libertad se abre o se cierra nuevas posibilidades. De este modo, si el objeto material de
la Historia son los hechos humanos del pasado, el objeto formal será calibrar lo
específico de cada etapa o de cada generación, explicar el cambio. En este sentido la
Historia es "una ciencia humanísitica que busca captar la dimensión histórica del
hombre o, lo que es lo mismo, su capacidad de cambio, de progreso y de regresión".

Considerada así, y teniendo en cuenta la globalización creciente, la historia debe servir


a la causa de la paz mundial y la creación de un mundo unido.
La cultura se refiere más a la calidad de las realizaciones, considerando su elevación
espiritual y humana tanto en su origen, motivaciones, símbolos e instituciones. Puede
darse el caso que la civilización -como la marxista- pueda tener una gran complejidad
institucional y un elevado desarrollo, pero una cultura ("cultivo espiritual y humano")
muy pobre, evidente si consideramos su cerrazón a la trascendencia.

3. Contracultura

Es todo aquello que atenta contra la naturaleza en general, como la guerra nuclear, o
contra la naturaleza humana, como el aborto o la eutanasia. Si la auténtica cultura es
lo que eleva y hace al hombre más hombre, la contracultura es todo lo contrario, es lo
que le hace menos hombre, rebajándolo. Viene a ser como la historia negativa:
guerras, asesinatos, secuestros, subliteratura (prensa chicha...), telebasura... Es en
definitiva la civilización antivida, o de la muerte. No se puede invocar la paz y
despreciar la vida. Como Juan Pablo II nos recordaba el 1 de enero del 2001: Nuestro
tiempo es testigo de excelentes ejemplos de generosidad y entrega al servicio de la
vida, pero también del triste escenario de millones de hombres entregados a la
crueldad o a la indiferencia de un destino doloroso y brutal. Se trata de una trágica
espiral de muerte que abarca homicidios, suicidios, abortos, eutanasia, como también
mutilaciones, torturas físicas y psicológicas, formas de coacción injusta,
encarcelamiento arbitrario, recurso absolutamente innecesario a la pena de muerte,
deportaciones, esclavitud, prostitución, compra-venta de mujeres y niños. A esta
relación se han de añadir prácticas irresponsables de ingeniería genética, como la
clonación y la utilización de embriones humanos para la investigación, las cuales se
quiere justificar con una ilegítima referencia a la libertad, al progreso de la cultura y a
la promoción del desarrollo humano. Cuando los sujetos más frágiles e indefensos de
la sociedad sufren tales atrocidades, la misma noción de familia humana, basada en
los valores de la persona, de la confianza y del mutuo respeto y ayuda, es gravemente
cercenada. Una civilización basada en el amor y la paz debe oponerse a estos
experimentos indignos del hombre" (n.19). Como bellamente escribió Baudelaire: “por
la cultura borra el hombre las huellas del pecado original en la historia”.

4. Cultura subjetiva y objetiva

Entendemos por cultura subjetiva o cultura "ad intra" el grado de conocimientos o


calidad de actitudes y hábitos que posee espiritual y exclusivamente una persona.

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La cultura objetiva o cultura "ad extra" se refiere a la materialización y transmisión
por operaciones visibles y externas: arquitectura, escultura, pintura, literatura, teatro,
cine…

Se habla también de culturas particulares cuando se considera una parcela del saber:
física, historia, medicina... Cultura general cuando nos abocamos a todo el
conocimiento.

Si nos fijamos en el hombre culto, diremos que es el "cultivado", el que cultiva todas
las facetas de su ser, específicamente las que le hacen más humano, como son las
espirituales: su libertad, su creatividad, su profundidad en el pensar, su apertura a la
trascendencia.

5. Persona, cultura y personalidad

La persona es el sujeto de la cultura. Es la sustantividad de cada ser humano.


Mientras que el sustantivo se refiere a lo recibido, el adjetivo (personalidad) es lo que
se llega a ser. La cultura es la que proporciona la adquisición de los valores humanos.
Por el contrario, la subcultura o contracultura tan sólo nos da contravalores. La
dimensión social de la cultura es la prolongación natural de la dimensión social del
individuo humano.

Ser universitario, implica, ser, por tanto, una persona culta. Esto significa ser
universal, esto es, disponer del más amplio abanico de intereses e inquietudes
intelectuales. Claro que no estamos diseñando el homo enciclopedicus ni tampoco el
pedante sabelotodo. La limitación humana de tiempo y capacidad, le obliga a
seleccionar y especializarse en determinadas áreas para cultivarlas más a fondo, pero
sin olvidar el todo. El universitario auténtico no es el tornillo de la máquina de la
especialización, aquél que lo sabe casi todo de casi nada; es más bien una persona
convencida de que todo está interrelacionado y consciente de la brevedad de la vida y
de la amplitud de los saberes, se centra en una parcela del saber como atalaya donde
contemplar todos los demás saberes humanos.

El universitario sabe tener ocio, tiempo libre, frente al negocio, ocupación técnica. En
el primero es donde crece en libertad, cultiva su cuerpo, su espíritu, su mente: "mens
sana in corpore sano".

Tan incongruente es la postura del universitario de humanidades que no se interesa


por el principio antrópico o el efecto túnel como la del universitario de ciencias que no
ha leído El Quijote o no sabe distinguir la cerámica chavín de la mochica, por ejemplo.
El verdadero universitario está al día del acontecer propio de la época en que le ha
tocado vivir, especialmente en los avances de su disciplina. Pero el universitario
dispone de antenas sensibles hacia toda manifestación artística, conocedor del pasado
histórico y auscultador del futuro, atento a cualquier evento de la técnica, ciencia o
filosofía de su entorno.

Su formación universitaria le aportará una actitud crítica para aprender a navegar en


el agitado mar de las autopistas informativas, a discernir entre lo profundo y lo
accesorio, entre la información y la información, entre las aventuradas hipótesis y las
confirmadas tesis.

No se trata, por tanto, de ser una "enciclopedia con patas", sino de ser un hombre
cultivado, capaz de conversar sobre una amplia gama de intereses humanos, un
hombre a quien las noticias y los fenómenos culturales no le resbalan, sino que le
ofrecen materia para su reflexión, para el debate, para dar soluciones. Debe estar en
permanente cultivo de su mente, en constante perfeccionamiento cultural. Ello
requiere:

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1. Estar informado de todo el avance de las ciencias y especialmente de su propio
campo.
2. Sacar tiempo para informarse del mundo en que vive, no sólo de las simples
noticias, con frecuencia fugaces y vertiginosas, sino de los análisis profundos de
las mismas.
3. Dedicar tiempo a la lectura de obras literarias clásicas - antiguas y modernas -,
históricas, artísticas, científicas, filosóficas...
4. Estar atento a lo que realmente merece la pena de las manifestaciones artísticas o
culturales de nuestro tiempo.
5. El universitario sabe que el alma de toda cultura es la cultura del alma. No hay
espíritu universitario donde no se da un cultivo del yo, de la introspección, de la
reflexión y del conocimiento profundo del propio yo.

Al respecto conviene anotar la definición dada por el Secretario General de la


UNESCO, Federico Mayor Zaragoza: "La Universidad tiene su razón de ser
inmarcesible (inagotable) en la culturización de los ciudadanos".

6. El desafío cultural: un reto para el hombre

La cultura es un derecho humano reconocido por la Declaración Universal de los


Derechos de la ONU. Si nos asomamos a nuestro mundo podemos obtener datos
dignos de reflexión acerca de lo que A. Malraux denominaba lo "precario" del hombre.

Según el Libro negro del comunismo (París 1997, p.14) los regímenes totalitarios
causaron 100 millones de víctimas. Según el Banco Mundial, de los 6.000 millones de
habitantes del planeta, 1.300 viven por debajo del umbral de la pobreza absoluta, 840
(200 de ellos niños) padecen hambre; de ellos, mueren de hambre, cada año 13
millones, cada día 36.000, cada hora 1.500, cada minuto 25, 1 cada tres segundos.
1.500 millones mueren antes de los 60 años; cerca de 1000 millones no tienen acceso
a la sanidad. En el período 19000-97 el número de personas con SIDA ascendió de 15
a 33 millones. Estos nuevos jinetes apocalípticos generan otras plagas como la
prostitución, la droga, la violencia, el crimen. En 10 años 1989-1999 se han
contabilizado casi 100 conflictos armados, siendo movilizados menores de 14 años
como soldados. Si nos referimos a nuestro tema, la cultura. Todavía en 1997 casi
1000 millones de adultos eran analfabetos y más de 250 millones de niños no estaban
escolarizados. Cuesta creer que la fortuna de las tres personas más ricas del mundo
sea igual al PNB de las 48 naciones más pobres; 3.300 millones de personas viven con
menos de un dólar diario. Da escalofrío pensar que en los países desarrollados vive el
88% de los usuarios de Internet, en tanto que 2.000 millones carecen de luz eléctrica;
el 20% de la población rica del mundo consume el 86% de todos los bienes.

En la actualidad vive el hombre amenazado como nunca no sólo por el problema ético
(deber ser) sino el ontológico (ser o no ser). Nunca habla tanto de derechos y nunca
como hoy teme el quedarse sin gozarlos; frente a logros extraordinarios como la
energía nuclear, el genoma humano, la investigación filosófica, nos encontramos con
catástrofes ecológicas, manipulaciones genéticas, depresiones. Vivimos inmersos en
un tétrico agujero negro acongojado por su miseria moral, que es una miseria
cultural:

Sistemas totalitarios que siguen torturando, permisivismo moral que busca fórmulas
para justificar el aborto y la eutanasia, sistemas de explotación que configuran
políticas demográficas arbitrarias, políticas de precios, carreras de armamentos... Nos
encontramos con una degradación cultural en las propias sociedades desarrolladas:
confusión de la libertad con el individualismo amoral, progreso con acumulación de
beneficios, subjetivismo con hedonismo sin compromiso. Nunca como hoy se dieron
estas flagrantes paradojas: se habla mucho de derechos, pero como nunca tiembla por
gozarlos; conocemos la potencialidad de la energía nuclear, pero padecemos
catástrofes ecológicas; somos testigos del desarrollo genético y acudimos al

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desequilibrio biológico; se da un auge filosófico y al mismo tiempo se sufre una
colectiva desmoralización; hay un afán por globalizar incluso la solidaridad, pero
continúan las explotaciones y manipulaciones egoístas. Todo ello, nos lleva a levantar
la bandera de la cultura como la última defensa ante el deterioro de la persona sin
razones para vivir, con millones de oprimidos y hambrientos, deshumanizados. Urge
una opción ética, humanística, desde la cultura.

Sin embargo, a pesar de todo, hay razones para la esperanza, para confiar. Hay que
recordar el testimonio de Ana Frank, 1945, joven judía de 15 años, en Amsterdam y
en vísperas de morir en el campo de concentración de Bergen-Velsen, anotó: "A pesar
de todo, creo que la gente es realmente buena en su corazón". La galardonada película
“La vida es bella” nos lo ofrece con tierna elocuencia plástica. Aquí, en Perú, sin ir más
lejos, hay tantos testigos de esperanza... Tantas madres de familia que luchan día a
día por el bien de sus hijos; tantos jóvenes comprometidos en movimientos y grupos
solidarios; tantas personas voluntarias que nos ofrecen a diario un rostro sonriente de
entrega desinteresada por los demás.

El especialista en antropología H. Carriel nos sugiere 5 caminos para afrontar el


futuro de la cultura con esperanza:

1. Amor incondicional del ser humano por él mismo, con una definición completa del
hombre.
2. Movilizar la conciencia universal en la primacía de la ética sobre la técnica, la
persona sobre las cosas, el espíritu sobre la materia.
3. La educación como primer cometido de la cultura: vincular educación, cultura,
familia; defender sus derechos; derechos de la nación; formación de una conciencia
moral. Distintas instituciones, como la Academia Nacional de la Historia, en
diversos momentos, como por ejemplo el 13 de octubre de 1999 en El Comercio han
pronunciado denunciado la falta de una política cultural en Perú.
4. Desarrollo integral en el que se armonicen cultura, justicia y paz en una cultura de
solidaridad, verdad y libertad, en el que la identidad cultural prime sobre el
aspecto económico y se dé un desarrollo integral y solidario que nada tiene que ver
con el salvaje neoliberalismo.
5. Realismo: frente a la nostalgia, la utopía futurista, el realismo idealista: "lo que
debe ser puede ser".

No podemos admitir esquizofrenias decimonónicas, ciencia o fe, que todavía parecen


estar presentes en “ilustradas” cabezas de nuestra Patria que pretenden marginar la
educación religiosa del currículo de secundaria, pretextando olvido, falta de espacio en
el horario o su inutilidad.

Permítanme traer a la memoria un texto expresivo del volcánico liberal Manuel


González Prada, en 1892: “Ya que imitamos a los revolucionarios del 89, debemos
coronar la obra imitando también a los hombres de la tercera República francesa, a
los que van haciendo práctico el ideal de Condorcet y profesan el aforismo: “La Ciencia
en la escuela, la instrucción religiosa en el templo” (“Instrucción católica” Pájinas
libres pp.123-148, II, Petróleos del Perú, Lima 1989)

Juan Pablo II nos estimula en Fides et ratio a volar con las dos alas: la fe y la razón,
pues la verdad es una, libre, objetiva, total, solidaria, trascendente.

7. La "nueva sensibilidad": la postmodernidad cultural

Uno de los filósofos clave de la modernidad, Hegel, resumía todo el sentido de su saber
en el lema: "Pensar el propio tiempo". Nuestra misión es escudriñar los signos de los
tiempos; a nosotros nos ha tocado vivir un kairós, un tiempo oportuno, propicio, no es
el fin de la historia como dice Fukuyama, es un tiempo de impasse histórico.

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Si la modernidad nos daba un racionalismo totalizante, un progesismo dogmático, un
cuantitivismo activista; la postmodernidad nos da un emotivismo sectorial, un
conservadurismo escéptico, un cualitativismo pasivo...

Sin embargo, hay como una interna contradicción: mientras que usa un lenguaje de la
ética tradicional y reivindica valores aparentemente espiritualistas, en el fondo hablan
de un refinado hedonismo; lo vemos en 5 puntos:

1. La ecología nos dice que no podemos seguir explotando indefinidamente la


naturaleza. Se va, sin embargo, hacia un ecologismo. Se puede caer en un
panteísmo biológico; se cuida las ballenas y se practica el aborto.
2. Feminismo: igualitarismo radical que desconoce la peculiaridad de lo femenino,
atacando a la familia tradicional (detalle, respeto, ternura, lo concreto de la mujer)
con la división de "género", homosexuales...
3. Pacifismo. No se suele medir con la misma vara las agresiones de una y otra parte.
Pacifismo entreguista que antepone la vida corporal a costa de la dignidad
humana. Ser pacífico no es lo mismo que ser pacifista. El pacifista pide la paz
porque no la tiene ni está dispuesto a sacrificarse para conseguirla; el pacífico da
paz porque la tiene.
4. Nacionalismo frente al cosmopolitismo sin color, insustancial frente al poder que
nivela y desposee al hombre de sus tradiciones... Paradoja: radicalización que
degrada el concepto de patria, convirtiéndolo en violencia o en falso folklore.

Vivimos un periodo de desencantamiento (M. Weber), con la consiguiente pérdida del


sentido de la vida; un mundo postmoderno caracterizado por superficies brillantes
(formas sin fondo), asfixiantes burocracias, donde el hombre no encuentra su hogar;
por eso se extiende el fenómeno de la marginación, de la exclusión; así se puede
hablar de un cuarto mundo: el mundo de los hambrientos en las sociedades de la
abundancia, el mundo de la miseria intelectual y moral.

No es posible que siga la modernidad, el mundo de la razón ilustrada, de la técnica...


Era un mundo donde se relacionaba el futuro con la libertad para construir un
progreso indefinido; el hombre ilustrado era un hombre emancipado de una tutela
autoimpuesta que conducía a la autorrealización; sin embargo el progreso indefinido
como fuente de eterna juventud ha conducido a una vana esperanza: el
postmodernismo; tal estado de pensamiento lleva al pasado y sus rasgos psicológicos
son el cansancio, el temor hacia el futuro, la búsqueda de seguridad a costa de
libertad, la ausencia de proyectos creativos. Fracasa el racionalismo mecanicista por
olvidar el misterio, la ternura, el corazón, dejándonos una violencia antihumana
(Bosnia, Zaire...)

En el clima cultural postmoderno el impulso participativo no se orienta a la


asociación; las redes de amistad, proxemia, lleva al neotribalismo, sólo busca la
preocupación por presente vivido colectivizado.

Amenaza cultural, neoliberalismo, individualista, que conduce a un narcisismo y a


una práctica corporativista reducida a los límites del sofá.
Ha habido un resurgir del voluntariado, está de moda, pero tiene sus debilidades:

- mercantilizado, clientelismo, competitividad; nada que ver con la gratuidad.


- administrativo, burocracia; frente a lo político, el voluntario busca la participación
directa.
- localismo, espontaneidad; frente a ello lo comunitario. Como contrapunto,
destacamos algunas notas de los voluntarios:1. Gratuidad. Da todo sin pedir nada
a cambio.2. Compromiso responsable. Está en continua formación y actúa en
grupo y de forma adecuada.3. Un nuevo estilo de vida integral e integradora.4. No
es patrimonio de una clase social o de un factor coyuntural. Nace de la conciencia
que sabe que todo hombre viene a la existencia con una misión que cumplir. R.

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Follereau, el vagabundo de la caridad y apóstol de los leprosos: "O bomba atómica
o caridad". O como escribió García Márquez: "Necesito que me quieras para no
morirme".
- Cuando J. Pérez de Cuéllar era Secretario General de la ONU caracterizó a los
voluntarios con estas hermosas palabras: "Los voluntarios sociales son mensajeros
de esperanza que ayudan a los pueblos para que éstos se ayuden a sí mismos".

8. Y el Verbo se hizo "cultura"

Escribe el evangelista san Juan que "en el principio existía el Verbo" (Jn 1, 1). El
Verbo -Dios hecho hombre- estuvo, de alguna forma, presente en la historia de la
humanidad ya desde su inicio. Por medio del Espíritu, preparó su venida como
Salvador, orientando secretamente los corazones a cultivar la espera en la esperanza.
Huellas de esa esperanza de liberación se encuentran en las diversas culturas y
tradiciones religiosas. Pero Cristo está presente, de modo particular, en la historia del
pueblo de Israel, el pueblo de la Alianza. Esta historia se caracteriza específicamente
por la espera de un Mesías, un rey ideal, consagrado por Dios, que realizaría
plenamente las promesas del Señor. En su vida terrena, Jesús manifestó claramente
la conciencia de que era punto de referencia para la historia de su pueblo. Así lo
atestiguan las figuras de patriarcas, profetas y reyes: Abraham, Isaac, Jacob
(encuentro con la Samaritana, Jn 4,14), Moisés: liberador del pueblo, legislador
(prefigura las bienaventuranzas), el maná (Eucaristía), agua en el desierto; David
(salmo 110; Mt 22, 45); Génesis 3, 15; Poemas proféticos del Siervo del Señor Is 42, 1.

Juan Pablo II ha destacado en numerosas ocasiones la centralidad de Jesucristo en la


historia de la Humanidad (26-XI-97): "Cristo inauguró una historia nueva, no sólo
para cuantos creen en Él, sino también para toda la comunidad humana, porque la
salvación que realizó se ofrece a todos los hombres. En toda la historia se difunden
misteriosamente los frutos de su obra salvadora. Con Cristo, la eternidad hizo su
entrada en el tiempo".

Así puede concluir de nuevo el evangelista que "El Verbo se hizo carne y habitó entre
nosotros" (Jn 1, 14).
Jesús expresó su conciencia de poseer un ser personal eterno: "Antes de que Abraham
existiera, Yo soy" Jn 8,58. Jesús tiene conciencia de su ser eterno: "El cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mc 13, 31).

La obra de Jesús implica dos aspectos íntimamente unidos: es una acción salvadora,
que libera a la humanidad del poder del mal, y es una nueva creación, que da a los
hombres la participación en la vida divina. Por este misterio la historia humana ya no
está destinada a la caducidad, sino que tiene un sentido y una dirección: ha sido
como fecundada por la eternidad. Para todos resuena consoladora la promesa que
Cristo hizo a sus discípulos: 'He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el
fin del mundo' (Mt 28, 20).

Este es el gran acontecimiento de la historia, la originalidad del cristianismo, la


Encarnación. Detengámonos en su sentido de la mano de los comentarios del célebre
P. Manuel Carreira, astrofísico y teólogo. "El desarrollo de la Revelación, y su
profundización teológica en la Iglesia a lo largo de los siglos, nos permite ver el plan de
Dios acerca del Hombre y de todo el mundo creado bajo una nueva luz que no podía
sospecharse. Ni en el Antiguo Testamento, ni en mitología o filosofía alguna, podría
encontrarse una idea que indicase que la Encarnación y Redención eran posibles.
Sólo el que, de hecho, Dios las realiza y nos lo da a conocer, puede acallar en asombro
agradecido nuestras reacciones espontáneas de creerlo casi absurdo.

El plan de Dios, en palabras de San Pablo, es, eternamente, el "recapitular todas las
cosas en Cristo", como Cabeza y razón de ser de toda la creación, "por quien todo fue
hecho". Dios, infinitamente distante en su esencia de cuanto es contingente, finito,

9
creado, quiere coronar su obra haciéndose parte del nivel más humilde de existencia
-el mundo material- y elevando a esa misma materia al nivel de la divinidad. La mejor
indicación de que esto es revelado por Dios es que jamás nadie se hubiese atrevido a
soñar tal cosa, sin considerarlo absurdo o blasfemo. Cristo, Dios-Hombre, Hijo eterno,
Palabra e Imagen esencial del Padre, como Hombre va a ser el prototipo y realización
perfecta de la definición bíblica: Imagen y Semejanza de Dios. Nosotros seremos
imágenes en un sentido mucho más inmediato que el que creíamos, pareciéndonos a
Cristo en una común naturaleza, asemejándonos a El en todo, para de esa manera ser
hijos con el Hijo, nuestro hermano, y así entrar en el ámbito de familia de la
Trinidad...

La Encarnación redentora es el contenido maravilloso de nuestra fe, lo que distingue


al cristianismo de sus raíces judaicas y de todas las invenciones humanas de
cualquier cultura: no tiene comparación alguna con la doctrina de otras religiones. No
es extraño que San Pablo confesase que su predicación era "blasfemia para los judíos
y locura para los griegos". Todavía hoy se ve una reacción semejante entre gente
culta, que llega a aceptar la necesidad lógica de un Creador Omnipotente y Eterno,
pero se rebela ante la idea de que tal Ser Infinito se acuerde del Hombre, y considera
locura el pensar que se haya hecho Hombre, para luego morir por nosotros...

Dios ya no puede rechazar lo que ha unido a sí mismo en unidad de Persona: ésta es


la maravilla de la Encarnación. Así como en el Hombre hay una unidad misteriosa de
materia y espíritu, así hay en Cristo la unidad personal de la dualidad humana con el
Hijo, Dios de Dios, Luz de Luz, por quien todo fue hecho. La materia de este Cuerpo,
no menos que el alma, queda transformada en divinidad, pues el único sujeto último,
el YO divino, es quien nace y crece y se alimenta y muere. Verdaderamente ha sido
rescatada de la futilidad la creación material: se ha incorporado a la misma Trinidad
eterna, participando de la Vida sin fin en su fuente infinita".

Y ahora, bajemos a la realidad territorial en la que "habitó entre nosotros". Fue en el


solar europeo, el mare nostrae (Mediterráneo), en el Imperio romano, cuya capital
heredó, "en donde el Cristianismo, revelación acerca de Dios y del hombre, se hizo
cultura consumando la síntesis entre dos corrientes muy vigorosas: la del helenismo
que aportaba una confianza absoluta, a veces excesiva, en el hombre, y la del
judaísmo, de donde procedía -nunca se debe olvidar que Jesús vivió deliberadamente
como judío, rodeado de judíos- y que proporcionaría, entre otras cosas, una
especialmente valiosa, la de que Dios es Único y absolutamente Trascendente" (Luis
Suárez). Si para los griegos la historia era cíclica y el hombre un sujeto del destino,
para el cristianismo era una línea continua con Cristo como culmen. Esta línea, sin
embargo, es progresiva y depende de la voluntad libre del hombre. Aquí radica una de
las aportaciones más valiosas del cristianismo a la cultura. De ahí que podemos
concluir que, si "El Verbo se hizo carne" y el "cristianismo se hizo cultura", el hombre
se hizo libre y la sociedad, aunque pueda perturbar o impedir tal ejercicio, nunca
podrá cambiar la naturaleza humana, ya que sólo los enfermos pueden verse privados
de la misma.

9. El sentido cristiano de la historia

Un proverbio árabe sentencia que "los hombres se parecen más a su tiempo que a sus
padres". El historiador Edmundo O ‘Gorman, en su obra Dos concepciones de la tarea
histórica (México, 1953), da un paso más: La historia no evoluciona sólo por el
descubrimiento de nuevos documentos, sino que, en rigor, el más importante de los
documentos nuevos es el historiador mismo, de ahí que cada generación se vea
precisada a formular su propia interpretación de la historia. Dos siglos antes, lo había
escrito de forma sintética el poeta alemán, Goethe: cada generación debe escribir su
propia historia, la interpretación de su pasado según la problemática del presente. Tal
fue la enorme tarea acometida por Agustín de Hipona, cuando hacia el año 410, Alarico
saqueaba Roma, dando la puntilla al todopoderoso imperio romano.

10
Los primitivos historiadores de la antigüedad buscaban el porqué (génesis) y el para qué
(pragmatismo). A Herodoto, un sacerdote hitita le increpó: "Vosotros los griegos sois
como niños, no hacéis más que preguntas". De hecho, su célebre obra Anábasis
comienza así: "Herodoto de Turios expone aquí el resultado de sus búsquedas para que
las cosas hechas por los hombres no se olviden con el tiempo y que las grandes y
maravillosas acciones llevadas a cabo, tanto por los griegos como por los bárbaros, no
pierdan su esplendor". Sin embargo, lo más importante de Grecia es su concepción
cíclica vital: nace, crece y muere de modo irrevocable. El filósofo Hegel afirmaba que los
cristianos tenían la clave de la historia universal. De hecho, el cristianismo es la religión
de la historia. El Dios del cristianismo es el Dios de la historia, Aquél cuyo plan de
salvación es la historia de la humanidad caminando hacia el Reino (V. Ramos). Fueron
los judíos los que aportaron la noción misma de la historia en tiempos de los profetas.

La afirmación del tiempo histórico, tiempo lineal, es simultánea a la idea y la vivencia


del monoteísmo. Para los judíos la historia es el diálogo constante entre Dios y el
hombre, es la oferta de una promesa y el paulatino cumplimiento de la misma. En ese
plan, Israel tiene plena conciencia de cuál es su misión. Los profetas serán como la
memoria que recuerdan lo que Dios hizo en el pasado y lo que puede hacer en el
presente y en el futuro. Israel es el pueblo elegido a favor de los demás pueblos. Con el
cristianismo las promesas se cumplen; es la plenitud de los tiempos, aparece en la
historia el Hijo de Dios como un hombre, un personaje de la historia humana. Cristo
Resucitado es el Señor del cosmos y de la historia, el que tendrá la última palabra sobre
la misma, el que adelanta e inaugura su consumación.

Tal será el hilo conductor de la filosofía de la historia seguido con sutil profundidad por
Agustín de Hipona. Sus dos obras capitales sobre la filosofía y sentido de la Historia
serán las Confesiones (año 400) y La Ciudad de Dios (años: 413-26). La primera es un
intento de lograr la autoconciencia bajo la certidumbre de que la verdad habita en el
interior del hombre; y ese adentrarse en la conciencia es la realidad de la existencia
temporal; el tiempo será una distensión de la conciencia. Tres facultades del alma
permiten al hombre captar el tiempo en la sucesión de sus momentos: la memoria que
nos remite al pasado, la atención que nos permite contemplar el presente y la
esperanza, que nos posibilita adelantarnos al futuro. La Ciudad de Dios es el gran
cuadro teológico-histórico sobre la sucesión de las edades y los imperios, llegando hasta
Roma, cuya caída -como hemos dicho- presencia él mismo como testigo y juez. Para san
Agustín el hombre es un ser creado, poseedor de una esencia espiritual que trasciende
el tiempo. Por encima de lo histórico existe una realidad supra histórica, gracias a la
cual la historia de la Humanidad adquiere una dirección y un sentido. La transitoriedad
de la existencia marca en ella un signo de dolor y dramatismo, puesto que se dirige
inexorablemente hacia la muerte; así lo escribe en Ciudad de Dios "Desde que se
comienza a ser en este cuerpo mortal, nunca deja de estar viniendo la
muerte...comenzamos a morir desde que empezamos a vivir". Queda trazada una visión
lineal de la historia universal, desde su origen único con la Creación, con un centro,
Cristo, en el que se realiza la nueva y definitiva alianza de lo divino y lo humano, hasta
un fin terminal: el del Juicio de Dios. Tal es el diseño sobre el que se ha construido la
teoría del desarrollo progresivo de la historia universal. Rompe, así, la concepción cíclica
fatalista griega según la cual el hombre vive esclavizado por el hado fatal. San Agustín
dirá que nada se repite, que no existen ciclos fatales y que la Historia es la sucesión
lineal e irreversible, en la que la persona humana es capaz de trazar y escoger su propio
destino, fruto de su libertad. Además, dato importante, el cristianismo es un factor
aglutinante dentro de la diversidad, excluyendo nacionalismos individualistas e
imperialismos uniformadores. Nos escribe:

"La Ciudad celestial, durante el tiempo de su peregrinación en este mundo, convoca a los
ciudadanos de todas las razas y lenguas, reclutando con ellos una sociedad en el exilio,
sin preocuparse de su diversidad de costumbres, leyes o estructuras [...] Nada les
suprime. Nada les destruye. Más aún, conserva y favorece todo aquello que, diverso, en

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los diferentes países, se ordena al único y común fin de la paz de la tierra. Sólo pone una
condición: que no se pongan obstáculos a la religión por la que, según la enseñanza
recibida, debe ser honrado el único y supremo Dios verdadero".

Tal conciencia histórica se mantuvo durante la Edad Media como se puede ver
fácilmente en los frontones de las portadas de sus catedrales: la creación con el
pantocrátor, el pecado, Israel, Cristo, la Resurrección, el Juicio. La Edad Media sabía
que la humanidad estaba en marcha y esperaba que tal andadura o peregrinación
culminara en la novedad definitiva, en la resurrección de los muertos, en el vencimiento
del último enemigo y en la justicia definitiva del Juicio Final que otorgaría sentido a la
historia. Tal es la idea de la Capilla Sixtina pintada por el genio de Miguel Ángel.

Esta concepción se oscureció un tanto con la modernidad para primar el problema de la


salvación individual y de la moral personal. Todo ello llevó a filósofos como Nietsche a
rechazar al Dios Cristiano y la misma idea de historia y de tiempo lineal, postulando el
regreso al tiempo cíclico y a la naturaleza. Como contrapunto, Ernesto Bloch supo
captar el elemento escatológico como central en el cristianismo, la preocupación por la
historia, por la marcha de la historia, por el sentido de la humanidad, con la negación
de que "este mundo" sea nuestro paradero definitivo, como el secreto humano escondido
en el cristianismo. Si Nietsche se detiene en la idea de historia como gran error,
ofuscación y embuste, otros corifeos nihilistas, neoliberales, postmodernos le han
ayudado en el estancamiento espiritual, en la carencia de esperanza de fin del milenio.

La historia para un cristiano es historia de salvación y la Iglesia es el instrumento de


Dios para la salvación del hombre, tras la venida de Cristo. Como dijo el filósofo francés
Jean Guiton Cristo está presente en la historia de su Iglesia y ninguna realidad
desgraciada del devenir de la misma anula esta verdad de su historia. Pero, ¿qué
sentido le damos al mal del mundo y de la historia? ¿Hay dos historias? De ningún
modo podemos aceptar esta versión. Lo describe con gran lucidez nuestro paisano
Gustavo Gutiérrez: "no hay dos historias, una profana y otra sagrada ´yuxtapuestas´ o
´estrechamente ligadas´, sino un solo devenir humano asumido irreversiblemente por
Cristo, Señor de la historia. Su obra redentora abarca todas las dimensiones de la
existencia y la conduce a su pleno cumplimiento. La historia de la salvación es la
entraña misma de la historia humana...hay una sola historia. Una historia
cristofinalizada". El concepto "fin de la historia" no puede reducirse al aspecto político,
es ante todo un concepto filosófico y teológico, entrañado en la Biblia: el tiempo tendrá
un fin, Dios juzgará al final y rescatará todo dolor. Como acertadamente afirma V.

Ramos “cuando el cristianismo pierde el sentido del fin de la historia, cuando ya no


espera para la historia y la humanidad un novum definitivo, ya no es cristianismo; se
convierte, así, en una ´sabiduría´, en una ética, en una filoantropía o, a lo sumo, en un
platonismo. Porque hay historia cuando hay fin del tiempo, acabamiento y finalidad, y
que es salvación, liberación del mal, amor que resta, justicia hecha a la humanidad
sufriente y que se anticipó ya en la Resurrección del Hijo del Hombre".

Juan Pablo en su última encíclica, Fideos et ratio, asume y actualiza esta doctrina con
certeras reflexiones: "Así pues, la historia es el lugar donde podemos constatar la acción
de Dios en favor de la humanidad. Él se nos manifiesta en lo que para nosotros es más
familiar y fácil de verificar, porque pertenece a nuestro contexto cotidiano, sin el cual no
llegaríamos a comprendernos. La encarnación del Hijo de Dios permite ver realizada la
síntesis definitiva que la mente humana, partiendo de sí misma, ni tan siquiera hubiera
podido imaginar: el Eterno entra en el tiempo, el Todo se esconde en la parte y Dios
asume el rostro del hombre [...] Con esta revelación se ofrece al hombre la verdad última
sobre su propia vida y sobre el destino de la historia: 'Realmente, el misterio del hombre
sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado" (nn.11-12).

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RECAPITULACIÓN: Cristianismo y cristiandad: El monacato. El
FUNDAMENTOS DE LA pensamiento medieval. El Feudalismo. El románico y el
CULTURA OCCIDENTAL gótico. Peregrinaciones. Cruzadas- La Universidad

APORTES DEL CRISTIANISMO A LA CULTURA EUROPEA

En los albores del cristianismo se escribió una carta-testimonio que nos muestra la
razón "social" de su ser. "Para decírtelo en dos palabras ──se apostilla en la Carta a
Diogneto──; lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo". Así lo
recoge su magisterio bimilenario. Como botón de muestra, recogemos de Pío XII:

"... como si desde hace dos mil años no viviera perennemente en el alma de la
Iglesia el sentimiento de responsabilidad colectiva de todos por todos, que ha
sido y sigue siendo la causa motriz que ha impulsado a los hombres hasta el
heroísmo caritativo de los monjes agricultores, de los libertadores de los
esclavos de los ministros de los enfermos, de los portaestandartes de la fe, de la
civilización y de la ciencia en todas las edades y en todos los pueblos, a fin de
crear condiciones sociales únicamente encaminadas a hacer posible y fácil una
vida digna del hombre y del cristiano"(Mensaje de Pentecostés, 1941).

El Papa Juan XXIII, en su encíclica Mater et Magistra, acentúa la nota de caridad que
identifica la auténtica doctrina social:

"La Iglesia Católica, aprendiendo de Cristo, ya por espacio de dos milenios, es


decir desde la aparición de los primeros diáconos hasta nuestros días, ha
llevado siempre en alto la antorcha de la caridad, no menos con preceptos que
con ejemplos ampliamente repetidos; esa caridad, decimos, que uniendo
armónicamente los preceptos y la práctica del amor mutuo, realiza de modo tan
admirable ese doble dar en que está contenida toda la doctrina y la acción
social de la Iglesia" (n. 53).

La "nueva raza" cambió el Imperio

Pío XII, en su exhortación por un mundo mejor, nos marca las etapas seguidas por la
Iglesia: "Es todo un mundo lo que hay que rehacer desde sus cimientos; lo que es
preciso transformar de selvático en humano, de humano en divino" (10-II-1952).

El primer paso, previo a todo diálogo con el mundo pagano, será el


establecimiento de la igualdad de todos los hombres ante Dios. Se dirá entre los
primeros crisitanos: "Imitad la equidad de Dios y nadie será pobre".

En la cultura grecolatina, la más civilizada en el tiempo de la primera siembra


cristiana, valores como la compasión y la misericordia serán motivo de vergüenza,
desconociéndose el amor al prójimo. La falta de caridad entre ricos y desposeídos era
patente. Los seres más desvalidos (mujeres, niños, enfermos, esclavos) carecían de
protección. No hay que olvidar la exagerada desigualdad en la distribución de las
riquezas.

1. La esclavitud.

Todo es lícito con los esclavos" ──argüía Séneca. Ovidio nos cuenta cómo las
distinguidas damas romanas, mientras se hacían pintar o conversaban con sus
amigas, se divertían pinchando con su aguja a la esclava que le servía. El historiador
Tácito anota que "Pedanio Secundo... fue muerto por uno de sus esclavos... y... según
costumbre antigua, era menester hacer morir a todos los esclavos del señor que al
tiempo de su muerte se hallasen debajo del techo de la misma casa". Los textos nos
ponen de manifiesto que la esclavitud era una lacra social, un medio de producción.

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El cristianismo eliminará tal eczema por la sobreabundancia del amor. No empuja a
rebelión. "Los que están bajo el yugo de la servidumbre ──dirá San Pablo── tengan a
sus amos por acreedores de todo honor... Los que tengan amos fieles no los desprecien
por ser humanos" (1 Tim 6,1 ss.). Supera la concepción dialéctico-pagana, somos
todos hermanos, no hay amos-esclavos. San Pablo suplica a Tito que acoja al esclavo
Onésimo, escapado, "no ya como esclavo, antes bien como hermano muy amado, muy
amado para mí pero mucho más para ti según la carne y según el Señor" (Filemón, 16-
17). La Iglesia plasmará en leyes los cambios operados en la vida:

**En el derecho eclesiástico, el Papa Calixto, antiguo esclavo, autoriza en sus


Constituciones Apostólicas (VIII,32) contra costumbres romanas, el matrimonio de
libres con esclavos o libertos, así como el que en los cementerios cristianos no se haga
mención de la condición de esclavos de los allí enterrados, lo que se hacía notar en los
civiles.
**En el derecho Romano, base de todos los códigos legislativos posteriores.
Constantino, en el 312, mejora el trato de los esclavos o favorece su liberación.
Establece un nuevo tipo de manumisión: por la Iglesia. Anula las leyes represivas de
Augusto y Tiberio sobre los libertos. Prohíbe marcar con fuego la cara de los esclavos,
suprime la crucifixión como castigo de esclavos, declara culpable de homicidio al amo
que haya causado la muerte de algún esclavo, prohíbe separar a padres, hijos y
hermanos en la venta de los terrenos.

2. La mujer

Hesíodo se refiere a ella como "raza maldita, el látigo más duro de los
mortales...Cosas admirables, parecidas a animales parlantes". Esquilo, por su parte,
apostillará: "vosotras sois entre las plagas de la ciudad y del hogar, la peor". Catón:
"¿Es que pretendéis quitar por completo la traílla de esos animales irrefrenables y
engañaros con la esperanza que ellas mismas refrenarán sus excesos?".

Los romanos hablan de la dignidad del hombre "maiestas virorum"), pero a las
mujeres las tratan de "sexus imbecilis", frívolo, incapaz de trabajar.

En íntima relación con esta consideración se halla la fragilidad del vínculo


matrimonial. TERTULIANO dirá que es el menos solemne de los contratos. SENECA
denuncia la situación en términos apodípticos:

"¿Qué mujer enrojece hoy día de divorciarse desde que ciertas damas ilustres
ya no cuentan sus años por el número de cónsules sino por el de sus maridos? Se
divorcian para volver a casarse, se casan para volver a divorciarse" 1.

MECENAS era famoso por sus millares de matrimonios y divorcios. Los excesos
de divorcios llevan a la mujer al adulterio. Por eso MARCIAL reprochaba a la ley haber
organizado el adulterio. SENECA concluirá: "Cuando el adulterio se limita a un solo
amante es casi un matrimonio". La castidad y el celibato estaban proscritos, eran
prueba de fealdad. AUGUSTO llegó a disponer leyes contra el celibato.

El Magisterio de la Iglesia consagrará la dignidad de la mujer desde el primer


momento. En primer lugar potencia todas las actividades de ésta: virginidad,
viudedad. Todas desempeñan un importante papel en la nueva sociedad cristiana, a
imitación de María: "Cristo...nacido de Mujer" (Gál 4, La iguala al hombre en la familia
haciendo idénticas sus competencias. Para ello, hace indisoluble el matrimonio
frenando el poder ilimitado del marido en abandonar a su esposa por esterilidad o
cualquier pretexto (Rom. 7, 2).
Le da el mismo poder que al marido sobre sus hijos (1 Cor 7, 4). Le impone
fuertes exigencias a los hombres caprichosos, brutales, despóticos. "Vosotros los
1
T. TOTH Creo en la Iglesia (Atenas, Madrid, 2ª ed., 1932) Recoge estos textos en el capítulo XVIII "Los
méritos de la Iglesia" pp. 200-209.

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maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella...
El que ama a su mujer así mismo se ama y nadie aborrece jamás a su propia carne"
(Ef. 5, 22). El cristianismo irá formando madres de categoría humana que hace
exclamar a LIBANIAS: "¡Qué mujeres encuentra uno entre los cristianos!". Entre ellas:
la Sierva de Lyon, Blaudina, Felicidad, Perpetua, Melania, Mónica.

Las viudas en Grecia y Roma eran tratadas con dureza. En el cristianismo


ocupan un lugar de honor. POLICARPO las llama "altar de Dios" por vivir de las
ofrendas de las ofrendas de los fieles. Cartas y otros escritos nos hablan de lo que será
usual entre los cristianos: "Es hermoso y útil visitar a los huérfanos y a las viudas,
sobre todo a las que son pobres y tienen muchos hijos" escribirá S. CLEMENTE en su
obra Sobre la virginidad (I, 12).

3. Los niños

Entre los oprimidos y marginados se encontraban los niños. POSEIDIPO nos lo


afirma: "A un hijo varón se le cría siempre, aun siendo pobre. A una hija se la
abandona a menudo, aun siendo rica". ESTOBEO: "... algunos... siendo bienestantes o
incluso ricos, tienen el valor de no criar a sus hijos nacidos en último lugar para
conseguir que sean más ricos los nacidos antes".

Del padre dependía conservarle o no la vida, arrojarle o no de la roca Tarpeya.


En la Ley de las doce tablas se leía: "A los niños débiles y contrahechos los
ahogamos... El niño no es hombre todavía".

En Grecia y Roma se ocupaban como mucho de los niños y con derecho de


ciudadanía. LUCIANO, el sarcástico observador de los cristianos, describe, mofándose,
el lugar tan alto que entre los cristianos se reserva a las viudas y a los niños
huérfanos. Estos venían a ser como los "hijos naturales" de la Antigüedad.
Legisladores y filósofos autorizaban incluso la exposición de hijos no deseados.
TERTULIANO reprocha violentamente este crimen a los paganos de su tiempo. Muchos
de ellos se libraban de la muerte por medio de la esclavitud y la prostitución.

Para el cristiano, el niño es sagrado. "Él (Jesucristo), llamando a sí a un niño le puso


en medio de ellos y dijo: En verdad os digo que si no os hacéis como niños no entraréis
en el Reino de los Cielos... y el que por Mí recibiera a un niño como éste, a Mí me
recibe" (Mt. 18, 2).

En la Didascalia (Doctrina de los doce apostóles y de los santos discípulos del Salvador)
(XVII) –manual de instrucción catequética del siglo III- encontramos este hermoso
párrafo reflejo de una práctica habitual:

"Si un cristiano se encuentra huérfano, sea niño o sea niña, será hermoso que
uno de los hermanos que no tiene hijos tome por hijo a tal niño, y si tiene ya un
hijo, que tome a la niña y se la dé por esposa, a su debido tiempo para coronar
su obra en servicio de Dios".

Se trata de abrir los hogares para ofrecer una familia al huérfano, situarlo en la
vida mediante el ofrecimiento de un trabajo, facilitar su matrimonio.

4. Los pobres

Desde el primer momento los diáconos organizan la asistencia social. El primer


historiador de la Iglesia EUSEBIO de Cesarea nos narra que en tiempos del Papa
Cornelio, la Iglesia "alimentaba a mil quinientas viudas y necesitados" en Roma. Los
más afectados eran los enfermos, disminuidos, parados, ancianos, esclavos,
náufragos, desplazados, sin familia... La Iglesia pide que el obispo ame al pobre. La
Didascalia les recomienda: "Acuérdate de los pobres, tiéndeles una mano y

15
aliméntalos". Sus diáconos conocían cada uno de los casos individuales, buscaba los
enfermos, descubrían los pobres vergonzantes y los socorrían. En Antioquía y Roma
representaban el 10% de la población. La caridad cristiana hace suyos los usos
recibidos de las costumbres de su tiempo: comidas públicas. Además, había una lista
de las personas asistidas y de visitas domiciliarias, especialmente los enfermos.

El hacerse cargo de los necesitados era tarea de todos. Debían contribuir con
dinero, su persona y su tiempo. Aprenden a vivirlo en la formación práctica del
catecumenado.

En un ambiente como el de la época de Claudio, los esclavos romanos enfermos


o minusválidos eran con frecuencia abandonados en la isla del Tíber, obligando a los
amos que cuidaran a sus enfermos; el que matase a un esclavo enfermo para librarse
de los cuidados sería perseguido por homicidio. Los cristianos aprendían
vivencialmente a amar al prójimo y, antes de ser bautizados, su catecismo les
preguntaba: "¿Has honrado a las viudas? ¿Has visitado a los enfermos? ¿Has hecho
toda suerte de buenas obras?.

Se atiende a los encarcelados, a los que sufren por la justicia. Cada comunidad
tenía una caja alimentada por las donaciones de los fieles. Desde la época de San
Pablo los fieles aportan una ofrenda (especie, vestido, alimento) en la reunión
dominical. Los más pobres ayunan con el fin de aportar algo con sus ahorros.

JUSTINO DE ROMA nos describe esta fraternal solicitud:


"Los que poseen bienes acuden en ayuda de los que están en la necesidad y todos nos
prestamos asistencia mutua. Los que están en la abundancia y quieren dar, dan
libremente, lo que cada cual quiere. Lo que se recoge se pone en manos del presidente;
éste asiste a los huérfanos, a las viudas, a los enfermos, a los indigentes, a los
encarcelados, a los huéspedes extranjeros; en una palabra, socorre a todo el que está
necesitado".

Las necesidades ocasionales provocan una oleada de solidaridad y generosidad


espontáneas. En el año 253, una petición de socorro a la comunidad de Cartago para
los hermanos de Numidia dio como resultado la fuerte suma de 100.000 sextercios
con el fin de rescatar a los cristianos, vírgenes y niños, secuestrados por los beréberes.

Dos características de los aportes de los cristianos serán la gratuidad y la


espontaneidad, bien diferenciados del interés y la obligatoriedad exigidas por la
legislación civil. Un primitivo texto nos ofrece el trasfondo motivacional de los
cristianos:
"Es verdaderamente rico aquél que acude en ayuda de los demás e imita
a Dios que da lo que tiene; El es quien nos ha dado todo lo que poseemos.
Acordaos, ricos, de que habéis recibido más de lo necesario para que lo
repartáis”

Sobre los escombros del gigante imperio romano fraguan los cimientos de una
nueva civilización, una tertia genum: "no hay ya judío o griego. No hay esclavo o libre.
No hay ya varón o hembra. Que todos sois uno en Cristo Jesús" (Gál. 3, 28).

5- Los Santos Padres: Entre la seducción del poder y la creatividad institucional

Tras el edicto de Milán del año 313 afluyen a la Iglesia las masas. Se estrechan
lazos con el Estado y la Cultura convirtiéndose la Iglesia en parte importante del
"mundo". Nace la institución, la obra corporativa, la primera actividad misionera
ecuménica; consolida su existencia frente al Estado y la herejía, fija su auténtico
carnet de identidad mediante su autointerpretación dogmática. Protagonismo singular
lo ejercen los Padres de la Iglesia.

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Al cerrarse la época martirial, los cristianos quieren seguir de cerca a su
maestro. optan por el martirio "blanco": se retiran al desierto dando todo a los pobres.
En el siglo IV, cuenta la Iglesia con guías de excepción. A caballo entre la antigüedad y
el medievo, los Padres, intrépidos defensores de la fe frente a la herejía, libertadores
morales de la Humanidad frente al "fatum" pagano, son los auténticos apasionados
por el hombre. "Yo te enseñaré que eres algo grande ──nos alecciona S. Gregorio de
Nisa── ... ¡Considera tu dignidad real! Ellos son los creadores de una síntesis cultura
pagana-fe cristiana que desbrozará el camino para la formación de un corpus
doctrinal social.

El doctor R.SIERRA BRAVO ha dedicado su tesis a la "doctrina social y


económica de los padres de la Iglesia" Concluye su estudio afirmando que según ellos:

"El plan social de Dios es... mantener en las relaciones humanas la unidad e
igualdad esenciales sin anular las diversidades individuales... por una función
social de toda superioridad personal, que supone la obligación en justicia de su
comunicación".

Su punto de partida será la Sagrada Escritura aunque tomen datos de la


filosofía antigua cristianizada. Dos fundamentos aparecen claramente en sus escritos:
1. El valor trascendente del hombre, imagen de Dios, y dignidad superior a todas las
criaturas. 2. La naturaleza social del hombre, deteriorada en la realidad vital por el
vicio.
Puntos comunes serán:

── El sometimiento de las relaciones socioeconómicas a la justicia y la caridad.


── La primacía del bien común sobre el interés particular.
── La desigualdad accidental humana provocada por la diversidad y pluralidad de
condiciones sociales.
── Voluntad divina de que las desigualdades naturales y la libertad humana se
nivelen.
── Frente a toda superioridad (humana, social, material, espiritual...) Dios impone
la exigencia de la función social.

San Basilio los condensa en un texto sugerente:

"Dices: ¿A quien hago daño reteniendo lo que es mío? Dime: ¿Qué cosas son
tuyas? ¿Las tomaste de alguna parte para venir con ellas a la vida? ¿Lo que ahora
tienes, de dónde procede? Si respondes que del azar, eres un impío, pues no reconoces
al Creador ni le das gracias por sus bienes. pero si confiesas que todo te viene de Dios,
confiesa la razón por qué lo has recibido. ¿Será Dios injusto repartiendo
desigualmente los medios de vida? ¿Por qué tú eres rico y el otro pobre? ¿No será
sencillamente para que tú puedas tener el mérito de tu generosidad y buena
administración y el otro sea honrado con grandes premios a la paciencia".

En su enseñanza se fijarán en el aspecto moral de las riquezas (bienes útiles en


función de todos) y la propiedad privada (administración confiada por Dios para
beneficio común).

San Agustín remarca la función troqueladora de hombres en el cristianismo.


León XIII recoge en la Inmortale Dei su doctrina:

"Los que dicen ser la doctrina de Cristo nociva a la república, que nos
den un ejército con soldados tales como la doctrina de Cristo manda; que nos
den asimismo regidores, gobernadores, cónyuges, padres, hijos, amos, siervos,
reyes, jueces, tributarios, en fin, y cobradores del fisco, tales como la enseñanza
de cristo lo quiere y forma; y una vez que los hayan dado, atrévanse a mentar

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que semejante doctrina se opone al interés común. No lo dirán; antes bien,
harán de reconocer que su observancia es la gran salvación de la república".
Pero el ejemplo de los Padres vale todavía más que su predicación.

── SAN BASILIO EL GRANDE, antes de retirarse a la soledad de Iris, cerca de


Neocesarea, distribuyó sus riquezas entre los pobres. Siendo obispo fundó hospitales
para enfermos y víctimas de enfermedades contagiosas, hogares para los pobres y
hospicios para viajantes y extranjeros.

── SAN JUAN CRISÓSTOMO, como obispo de Constantinopla, dedicó sus


cuantiosos ingresos a erigir hospitales y a socorrer a los pobres. Más de 5.000
personas eran socorridas diariamente en Constantinopla con fondos de la Iglesia. Era
una Seguridad Social avanzada.

── SAN AMBROSIO DE MILÁN tenía la puerta siempre abierta a los menesterosos


y socorría a cuantos llegaban a la casa episcopal. Prohibió incluso los banquetes en
memoria de los mártires para atender a los pobres.

── SAN GREGORIO MAGNO, Doctor y Papa, se llamará por antonomasia *siervo de


los siervos de Dios*, entregándose con ardiente celo a los demás. De su magisterio
recogemos este texto antológico: "Quien da bienes externos de algo fuera de su propia
persona; mas el que llora y sufre juntamente con sus prójimos, les ofrece algo de sí
mismo".

No sin razón comparte con el papa san León el título de "padre de los
pobres".Tal riqueza doctrinal es un firme pilar a la hora de fundamentar un sistema de
enseñanzas sobre la acción social de los cristianos. Sistema que se proyecta entre los
humildes y los más pudientes de la sociedad.

SAN JERÓNIMO relata el ejemplo del senador Pammaquio con su esposa


Paulina. Al morir ésta en el 396 renunció a sus cargos públicos y se entregó por entero
a los pobres. En el 398 levantó un hospital en la ribera del Tíber donde él en persona
se dedicó a atenderles. Otros ejemplos preclaros nos lo ofrecen ilustres matronas como
PAULA, FABIOLA y MELANIA que dedicaron su inmensa fortuna a todo género de
obras de misericordia. Dejaban sus "tesoros" para dedicarlos a auténticos TESOROS
DE LA IGLESIA, los pobres, como el diácono San Lorenzo contestase irónica y
gozosamente al presentar al prefecto romano cojos y tullidos acogidos por la Iglesia.

El prestigio que iba cobrando le permitía moverse con plena libertad pero sin
dejarse mecer por el mecenazgo imperial. A ella se debe el principio de autoridad; sin
respeto a la autoridad no hay convivencia posible (Rm. 13,1). La jerarquía espiritual
en torno al Papa, vicario de Cristo, y a sus apóstoles, facilitará el establecimiento de
un orden moral civil en el que la autoridad y la libertad tienen solución en el respeto y
la obediencia.

Será por ello la Iglesia la primera defensora de los derechos del individuo contra
el abuso del poder. San Ambrosio se enfrentó a Teodosio. León I, con la tiranía. Digno
de encomio es el lance mantenido entre San Basilio y el emperador Valente. Ante las
intimidaciones de éste, aquél le replica:

"¿La confiscación? Puedes ponerla en práctica, si es que te importan


algunos vestidos usados y unos pocos libros, que constituyen mis riquezas. ¿El
destierro? ¿Cómo podrá asustarme? El cristiano se considera peregrino en
todas partes y sabe que toda la tierra es de Dios. ¿Los tormentos? Pasarán
antes de enseñarse en mi cuerpo según lo débil que está. ¿La muerte?
Apresurará mi marcha hacia Dios, por quien suspiro".

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El magisterio moderno de León XIII recoge en una de sus encíclicas, Inmortale Dei (1-
XI-1885, n. 30) el deseo de independencia y ayuda mutua entre el Estado y la Iglesia
con la interpelación del Papa Pascual II a Iván de Chartres: "Cuando el imperio y el
sacerdocio viven en plena armonía, el mundo está bien gobernado y la Iglesia florece y
fructifica; cuando están en discordia, no sólo crece lo pequeño sino que las mismas
cosas grandes decaen miserablemente y perecen" (Ep. 238).

6. Creadora de una nueva civilización: La Cristiandad


La Iglesia, en la Edad Media, se halla en primer plano, sin ningún oponente,
sola ante el alumbramiento de una nueva cultura, una nueva civilización: el occidente
cristiano medieval. Señala L. Suárez que de él "forma parte la conciencia de que
existen derechos y deberes que pertenecen a la naturaleza humana y que por ello
deben considerarse 'naturales'." En el sustrato social actual, pueden detectarse tres
grandes principios cristianos:

- el poder del hombre sobre la naturaleza,


- el ser humano, creatura, no alcanza el fin en sí mismo, sino que se
trasciende en su relación con Dios, el mundo y el prójimo
- la Humanidad se desenvuelve en las dimensiones espacial y temporal.

La conversión de los pueblos bárbaros, el dinamismo monacal, provocan una


floración de vida cristiana en la cultura y la sociedad. Pasan a primer plano problemas
de política eclesiástica como el enunciado al final del capítulo anterior. Arruinado el
Imperio, la Iglesia revitaliza las cualidades del genio romano (sentido práctico, talento
organizativo, energía y arte para conducir a los hombres) y los ennoblece con las
virtudes cristianas. En San Benito de Nursia encontramos su más viva encarnación
concretada en el sabio lema "ora et labora".

Un atento observador de este recodo histórico lo evidencia, F. SCHNURER


Iglesia y cultura en la Edad Media (FAX, Madrid, 1972, 26):"El odio despectivo hacia
otras razas, la sed de mando y el desenfreno de las costumbres de los romanos,
incompatibles con la moral evangélica, empiezan a atenuarse. Esta romanidad
sublimada por el cristianismo, asienta los pilares que sirvieron de cimiento, sobre las
ruinas del Imperio, a la naciente civilización occidental destinada a dominar un día
toda la tierra”

a) El monacato

Es la institución clave del momento. Los monjes irradian espiritualidad,


hermandad, técnica agrícola. Son la unidad paradigmática que renuevan la sociedad
en todos los sentidos. Pablo VI, en el discurso sobre San Benito "Patrono de Europa"
(24-X-64), cincela en bellas frases su labor:

Los monjes llevaron con la cruz, con el libro y el arado el progreso cristiano a las
poblaciones desparramadas desde el Mediterráneo hasta Escandinavia, desde
Irlanda hasta las llanuras de Polonia. Con la cruz, la doctrina de Cristo, la vida
pública se vio dotada de consistencia. Con la primacía de la oración litúrgica y
ritual se consolidó la unidad espiritual de Europa por encima del pluralismo
lingüístico, étnico y cultural. Los monasterios salvaron la cultura grecolatina
transmitiéndola intacta a las generaciones posteriores. Con el cultivo de los
campos se transformaron tierras desérticas en campos fertilísimos, y uniendo la
oración al trabajo manual... ennobleció y elevó el esfuerzo humano.

A ello hay que añadir su fuerte carga social. Gran parte de las rentas se
empleaban en el cuidado y alojamiento de los viajeros, mendigos y enfermos.
Monasterios como el de SANTES CREUS, alimentaba diariamente a 700 pobres.
POBLET a 600 gastando al año 5000 ferradas de trigo y centeno en manutención.
b) La Universidad

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De la primera mitad del siglo XI data la que podría denominarse primera
universidad, la de Salerno, fundada por los benedictinos. A finales del XII surgen las
de Bolonia, París y Oxford. En la primera mitad del XIII, con el renacimiento urbano,
la aparición de las órdenes mendicantes, Europa se puebla de universidades al calor
de la Iglesia. Era el lógico desarrollo de las primitivas escuelas monásticas,
parroquiales y episcopales (catedralicias).

En sus aulas se ventilan los problemas puntuales de la sociedad a la luz de dos


grandes maestros: San Agustín y Santo Tomás. Los dos han arrancado de lo más
sólido del pensamiento clásico: Platón y Aristóteles a quienes "bautizan"
respectivamente.

Agustín de Hipona aplica en su gran obra De civitate Dei sus ideas del valor y de
la felicidad al terreno de la vida práctica en su filosofía social y de la historia. "El
pueblo es la masa de seres racionales que se reúne a impulsos de una unidad
concorde en la voluntaria prosecución de sus fines" ──dirá en el capítulo XIX, 24. Su
concepción social se resume en los dos esquemas intuitivos de la ciudad de Dios y
ciudad del mundo, dos comunidades espirituales según la ley de Dios o contra ella,
comunidad del orden o del caos, del ideal o del instinto. La ciudad de Dios está
formada por hombres que se introducen en el eterno orden divino. Es el sentido de la
historia del mundo el que las dos ciudades luchen entre sí. En cualquier forma en que
transcurra la lucha entre la luz y la sombra, la sociedad terrena o del diablo perecerá
y saldrá vencedora la divina.

Tomás de Aquino, por su parte, concentra su magisterio social en su


comentario a la Política y en el tratado De regimine principum. Considera la monarquía
como la forma más perfecta de gobierno atemperada con las otras formas aristocrática
y democrática; la peor, la tiranía (Summa theologica 1ª, 2ª q. 105, art. 1º). El "bien y la
salvación de la sociedad organizada está en que se conserve su unidad, cuya
expresión sensible es la paz, de suerte que si la paz es proscrita parece la utilidad de
la vida social" (De regimine principum I, 2). El fin del Estado será conducir a los
ciudadanos a una vida feliz y virtuosa por medio de la paz.

Considera a la Iglesia superior al Estado, pero no como poder absoluto, sólo en


cuanto el orden temporal entra en relación con el orden sobrenatural eterno toca a la
Iglesia deducir de dicho orden superior las normas teóricas y criterios de solución
práctica.

Admite un derecho de gentes fundamentado en los principios que aparecen en


nuestra razón como necesarios para la convivencia de los pueblos y de los Estados,
siendo observados por todos. Es el caso del acatamiento de los tratados
internacionales, el que las mujeres y los niños inocentes deben ser respetados en la
guerra. Tras el derecho de gentes no hay poder que lo respalde, y al no ser coactivo no
es verdadero derecho.

c) La libertad de la Iglesia

Nunca como ahora la Iglesia debe clarificar su relación con el mundo civil. El
Papa San Nicolás I hace valer su magisterio ante el emperador Miguel I, año 865,
recordándole la inmunidad e independencia:

"En fin, de todo punto ignoramos cómo aquellos a quienes sólo se les ha
permitido estar al frente de las cosas humanas y no de las divinas, osan juzgar
de aquéllos por quienes se administran las divinas" (Proposueramus quidem,
carta 8).

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Es un botón de muestra de la formidable lucha por las investiduras en la
que se ve envuelta durante varios siglos. Varios concilios se pronunciarán en
contra de las investiduras. Es el caso del primero de Letrán: "... si algún
príncipe u otro laico se arrogare la administración o donación de las cosas o
bienes de la Iglesia, ha de ser juzgado como sacrílego" (can. 4, año 1123).

. El mismísimo emperador Enrique IV será depuesto y excomulgado por


el Papa Gregorio VII. Gran parte de la cristiandad sentirá el desgarrón
apretando filas con los "güelfos" o los "gibelinos" en esta lid cesaropapista.

Con la perspectiva que dan cerca de los 1000 años, el agudo y valiente
catedrático de la Sorbona, Federico OZANAM, entona un himno a esta libertad-
estandarte acrisolada en el medievo:

Son primero los emperadores de Oriente quienes quisieron convertir a la Iglesia


en un patriarcado sometido a su autocracia. Luego son los bárbaros quienes la
invitan a unirse a ellos para consumar el saqueo del viejo imperio romano. Luego
son los grandes señores feudales que intentan cubrirla con una coraza de hierro.

Después son los reyes los que la invitan a tomar asiento en aquellos parlamentos
que ellos gobiernan con la fuesta y la espuela. Y, finalmente, son los modernos
fundadores de las constituciones representativas, quienes se dignan concederle
un banco en medio de sus Cámaras, pero que se indignan porque ella no se
presta al mecanismo estrecho de su administración y también porque no
enarbola sobre sus basílicas seculares, sus efímeras banderas. Porque la Iglesia
nunca quiso ser ni imperial, ni bárbara, ni feudal, ni realista, ni liberal. Porque
Ella es algo más que todo eso: ... es católica. Siempre ha sido en vano que, cual
nuevos pretendientes de Penélope, al verla sola pretendieran ellos seducirla para
reinar en su nombre, ofreciéndole, con ese fin, riquezas y poder. La Esposa
inmortal ha sabido rechazar siempre semejantes nupcias.

d) Feudalismo

La estructura institucional en que los cristianos se desenvuelven es la feudal.


Frente al derecho señorial (de origen germánico) y monárquico absoluto (con base
romana), el cristianismo apostará por la mejora del hombre que se concreta en:

── La libertad de los siervos de la gleba que se convierten en vasallos, hombres


libres mediante la prestación de determinados servicios personales o reales.
── La consolidación de la familia mediante los feudos hereditarios y la elevación de
la condición social de las mujeres.
── Nacimiento de los primeros talleres y establecimientos de oficios e industrias en
derredor de la mansiones feudales.
── El nacimiento de los concejos como defensa de los vasallos contra la opresión
de los señores, que se transforman en cuerpos autónomos reemplazando el
vasallaje por el arrendamiento libre de las tierras, favorecieron la emancipación
de los siervos y dieron seguridad al comercio e industria.
── El derecho de asilo siempre que la tiranía de los amos era insoportable.
── Los siervos de la Iglesia disponían de tres días a la semana para trabajar
libremente y por su cuenta.
── Los siervos tenían abierta la puerta del estado religioso y del sacerdocio con lo
que su condición social se ennoblecía a los ojos del pueblo.

e) Los gremios

Nacen como una asociación para la defensa y progreso de sus miembros que
pertenecen a una misma profesión, gozando del privilegio de ejercerla exclusivamente
de acuerdo con los reglamentos sancionados por la autoridad pública. Reúnen de

21
forma armónica el capital (maestro) y el trabajo (oficial y aprendiz). El maestro, como
segundo padre, tenía el deber de educar moral y religiosamente, profesional y
socialmente al aprendiz.

Los gremios resolvieron el problema en el medievo. Reglamentan el régimen del


trabajo y de los salarios y la instrucción profesional. Reconocen la personalidad de los
trabajadores y sus derechos. Ejercitan la beneficencia con ellos. Resuelven los
conflictos entre patronos y obreros por medio de los jurados y síndicos. Protegen las
industrias velando por el desarrollo de las mismas y evitando falsificaciones y fraudes,
tanto en la calidad como en el peso y medida de los objetos fabricados.

Al decaer en el S. XVI se corta de raíz. En 1776, el ministro TURGOT, ilustrado,


individualista, suprime los gremios por la libertad de trabajo al tiempo que conculca el
derecho de asociación por creerlo el origen de todos los males. Tal medida, provocó su
caída como ministro y la inmediata restauración de las corporaciones en Francia. En
1791, junio, la Asamblea Constituyente, por la Ley Chapelier, vuelve a suprimirlos,
prohibiendo la unión de los trabajadores.

f) Ansias de paz

Una sociedad belicosa, que dedica uno de sus tres órdenes al "combate"
("belatores", los nobles y caballeros), vive en la mayor inseguridad vital, amenazada
por la guerra. El magisterio eclesial se orienta a crear instituciones que favorezcan la
paz y la justicia, sobre todo en aquellas sociedades rudimentariamente organizadas y
en las que el cristianismo era epidérmico. Tal es el caso de la paz de Dios.

Los primeros cánones comienzan a dictarse en el concilio de Charroux, año


989. En el 990, el concilio de Puy se pronuncia a favor de la protección de los pobres y
desvalidos contra los nobles, los mercaderes contra las arbitrariedades de ciertos
jueces y otras autoridades. El obispo, además, manda jurar a los caballeros de la
región las decisiones sinodales comprometiéndose todos a no oprimir a los pobres ni a
las iglesias, a no arrebatarles los bienes y a devolverles los ya robados. La paz de Dios
se extiende por Francia y Flandes desde la asamblea de nobles y obispos en Orleans
(1010) y desde que los concilios de Verdún (1016), Limoges (1031) y de Bourges (1038)
fulminan la excomunión y el entredicho a los transgresores.

Se pensó en conseguir una tregua canónica (Tregua Dei) en determinados días.


Inspirados por el abad Odilón de Cluny, los obispos de la Provenza, reunidos en
concilio en 1041, promulgaron la "Tregua de Dios". El concilio de Clermont (1041) le
da un alcance mayor. Numerosos sínodos y concilios particulares como el de Vich de
1068, lo aplican a cada zona concreta. Por los concilios de Letrán II (1139) y III (1179),
tal institución se convirtió en ley universal. El mismo Imperio la promulgó los años
1152 y 1235. Acontecimiento singular fue el primer jubileo cristiano de 1300, que,
convocado por Bonifacio VIII, colmó las ansias de perdón y reconciliación de miles de
cristianos ene dad tan turbulenta.

Otra forma de ejercer su magisterio la encontramos en la mitigación de los


excesos que se cometían en los procedimientos jurídicos, concediendo a los reos el
derecho de asilo en las iglesias y lugares sagrados. Respecto a las ordalías o juicios de
Dios lo único que la Iglesia prohibió fue el aplicarlo en los tribunales eclesiásticos.

g) Condena de la usura

Las orientaciones sobre el uso recto de las riquezas se refieren con frecuencia a
condenar la usura. Lo vemos reflejado en la simpática carta que el Papa Alejandro III
(1159-1181) dirige al arzobispo de Génova:

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Dices que en tu ciudad sucede con frecuencia que al comprar algunos pimienta o
canela y otras mercancías que entonces no valen más allá de cinco libras,
prometen a quienes se las compran que en el término convenido pagarán seis
libras ... y por tanto, tus ciudadanos mirarían bien por la salud de sus almas, si
cesaran de tal contrato.

Idéntico motivo refleja Urbano III (1185-1187) a un presbítero de Brescia:

De ahí que todos estos hombres, por la intención de lucro que tienen, como quiera
que toda usura o sobreabundancia está prohibida en la ley, hay que juzgar que
obran mal y deben ser eficazmente inducidos en el juicio de las almas a restituir
lo que de este modo recibieron.

Las dos cartas nos hablan a las claras de que los Papas estaban al corriente de
los problemas de su tiempo y dan oportuna solución a quien la demanda.

h) Caballeros y cruzados

La Caballería era un grupo social abierto a todos los que la mereciesen (nobles,
caballeros, villanos). La ganaban a punta de lanza. El cristianismo les infundió una
concepción más humana y cristiana. Baste recordar el "decálogo del caballero
medieval" recogido por L. Gautier:

1. Cumplir la ley cristiana.


2. Proteger a la Santa Iglesia.
3. Defender y respetar a todos los débiles, especialmente a las mujeres, viudas y
huérfanos.
4. Hacer guerra sin cuartel a los sarracenos.
5. No mentir jamás.
6. Ser casto.
7. Obedecer a su señor y cumplir los deberes feudales, mientras no sean contrarios a
la ley de Dios y de la Iglesia.
8. Ser humilde.
9. No retroceder ante el enemigo.
10.Oír misa, ayunar los viernes, hacer limosnas.

Y como resumen: mantener "el honor caballeresco".

Recordemos a don Quijote de la Mancha y su ideal de "caballero andante". Fijémonos


en su cometido de defender a todos los desvalidos y su largueza en las limosnas. Las
Cruzadas brindaron campo magnífico a los ideales y acción de los caballeros
cristianos. Lo mejor de la Caballería perduró, consagrado al ideal religioso, en las
Ordenes Militares.

i) A favor de los más pobres

A otros muchos aspectos de la vida económica y social aplicó la Iglesia su


influjo benéfico y civilizador. R. GARCIA VILLOSLADA nos los sintetiza:

Ella veló por la santidad del matrimonio, reguló las relaciones familiares, alivió la
condición de los siervos, cuidó de la educación de los hijos y de su instrucción en
escuelas populares, y muy particularmente atendió a las necesidades de los pobres y
de los enfermos.

Ya en el Concilio de Cloveshoe (año 747), en Inglaterra, se exhortaba a la limosna con


los indigentes. El de París (829) aconseja la hospitalidad y prohíbe la usura. El de
Maguncia (847) manda que se reparta a los pobres la cuarta parte de los bienes y
réditos de la Iglesia. Los sínodos de Ratisbona, Riesbach y Frisinga, por estas fechas,

23
encargan que 4 veces al año se distribuyan públicamente limosnas. Junto a las
catedrales se fueron erigiendo hospitales y hospicios para los pobres y peregrinos.

Cada monasterio benedictino tenía monjes encargados de agasajar a cuantos


peregrinos o necesitados llamasen pidiendo hospedaje. Lo mismo sucedía con las
colegiatas. Para el cuidado de los huérfanos y expósitos, la Iglesia aparejó
establecimientos especiales. Desde el siglo IX van surgiendo en diferentes países
asociaciones religiosas, cofradías, consagradas a la caridad y beneficencia.

De la mentalidad reinante en cristianos comprometidos se hace eco el abad de


Echternach, Teofrido:

Poco nos importa que nuestras iglesias se levanten hasta el cielo, que los
capiteles de sus columnas estén cincelados y dorados, que la púrpura
resplandezca en nuestros pergaminos, que sea fundido el oro en los caracteres
de nuestros códices y que sus encuadernaciones estén adornadas con el brillo de
las piedras preciosas si no tenemos cuidado de los miembros de Cristo y si el
mismo Cristo se muere desnudo a nuestras puertas.

Pero donde se constata de mejor modo el compromiso que la Iglesia adquiere con los
oprimidos de su tiempo es en las órdenes religiosas, unas dedicadas al "rescate" de
cautivos como trinitarios y mercedarios, otras a dar un testimonio de vida pobre y
"mendicante" en un mundo de pobres y mendigos pese al renacer de las ciudades, son
los franciscanos y dominicos.

La ORDEN TRINITARIA, fundada por San Juan de Mata en el siglo XII, nació con el
deseo de consagrarse a la liberación de los cristianos cautivos de Africa. Levantaron
también *casas de misericordia* para hospedar a los que, obtenida la libertad, se
encontraban totalmente desamparados. Igualmente se dedicaron al cuidado de los
enfermos.

La ORDEN DE NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED fue fundada por San Pedro


Nolasco que en unión de otros caballeros consagró todos sus esfuerzos a remediar la
condición de cautivos que tantos cristianos sufrían entre los musulmanes.
defenderían las costas de los berberiscos y visitarían los puertos de Africa con el fin de
ayudar espiritual y corporalmente a los esclavos, procurando su rescate. organizaron
cofradías de la redención con el fin de recaudar dinero para el rescate de los cautivos.

Las ORDENES MENDICANTES aparecen al alborear el siglo XIII cuando la burguesía


empieza a triunfar sobre el feudalismo y el racionalismo aristotélico, inficionado de
averroísmo, comienza a cundir en las universidades; al mismo tiempo herejías
revolucionarias como la de los cátaros y valdenses hacen estragos entre el pueblo.

Los DOMINICOS encontrarán en su fundador SANTO DOMINGO DE GUZMÁN el


principal agente de la nueva evangelización. El es todo un modelo de ciencia, pobreza
y santidad. La anécdota que anotamos marcará la trayectoria de su vida y la de sus
frailes. Pese a tener una gran pasión por el estudio, vendió sus libros más estimados
llenos de glosas y apuntes de su propia mano con el fin de aliviar el hambre de los
pobres: "No quiero estudiar sobre pieles muertas, mientras los miembros vivos de Cristo
se mueren de hambre". Fue su respuesta contundente a los que, conociendo su interés
por los libros, no entendían medida tan radical.

Los FRANCISCANOS implantan en la Iglesia "el movimiento pauperístico"


(SCHNÜRER), la pobreza evangélica W. NIGG valora la magnitud de la nueva
institución:

Nuevamente aparece la fisonomía de la revolución cristiana, con su nueva concepción de


la vida. Sólo ésta puede resolver el espinoso problema de la lucha de clases. Hasta

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ahora todas las revoluciones sociales, todas las convulsiones violentas no han
conseguido más que un cambio de papeles, exaltar a los bajos y humillar a los altos;
ninguna revolución ha logrado una verdadera hermandad entre los hombres. Sólo la
humildad franciscana ha logrado fundir todas las clases sociales en una auténtica y
verdadera hermandad cristiana.

Concluimos este rápido análisis con un ágil y sintético comentario bibliográfico acerca
de la filosofía de la cultura y del cristianismo de V. A. Belaunde:

La mirada penetrante de De Maistre descubrió la profunda relación entre la fe religiosa,


la vida moral y la estructura social y política de los pueblos y probó, antecediendo al
protestante Troeltsch, que la religión está en la esencia misma de los fenómenos
sociales y es el alma de la cultura. Nuestroa Balmes, en su definitiva refutación de
Guizot, había demostrado la unión estrecha entre civilización y catolicismo y el genio
profético de Donoso Cortés había observado que la disminución de la influencia religiosa
coincidía con el aumento del poder material del Estado, lo cual tenía que originar
fatalmente las tiranías más grandes de la historia. Con ademán de vidente anunció las
guerras europeas y diseño el abismático conflicto entre el occidente plasmado por la
libertad cristiana y el oriente, cuna y patria de todas las formas de tiranía y
despotismo.

La ecuación entre cristianismo y cultura inspiró la importancia obra del gran historiador
belga Kurth y los sólidos estudios del P. Schnurer y debería reflejarse en las intuiciones
geniales de Hilaire Belloc en su Europa y la fe y El Estado servil. Esta corriente de
pensamiento culminará en C. Dawson, el Spengler católico. Su tesis de que la religión no
es sólo un aspecto de la cultura sino su origen y esencia misma ha sido confirmada por
Toynbee [...] El cristianismo ha formado a Europa. Sobre la estructura de los estados ha
palpitado la vida de una comunidad espiritual y desaparecida ésta, aquéllos tendrán
que forjarse otra alma, a la que no se adherirán libremente los hombres, sino que les
será impuesta por el poder que creará el derecho, definirá la mora, someterá a la
ciencia, impondrá los cánones del arte, esclavizará a la cultura y reducirá al hombre a
ser una simple rueda de un gigante mecanismo.

El Estado en que se han desvanecido las esencias cristianas, encarnará la esclavitud


en el orden interno y la agresión constante en el orden internacional [...]Ha llegado el
momento de que la juventud se aproxime con espíritu libre y abierto al panorama de
nuestra evolución cultural y al de la crisis del mundo.

B. Gazapo Andrade autor de una tesis doctoral sobre los Fundamentos de


Europa (FUE, Madrid, 1994) concluye que "la creación carolingia supuso el nacimiento
de Europa, porque el Imperium no fue tanto un territorio cuanto un estilo de vida
tendente a encarnar el "Reino de Dios" en las realidades temporales. Yesto nos parece
que es Europa, al menos la que enseñaron los grandes hombres que la han ido
modelando, desde Benito de Nursia o Bernardo de Claraval a Schumann o Juan Pablo
II: unidad en riquísima diversidad. Esta síntesis genial comenzó a pergeñarse durante
la primera mitad del siglo IX: Un franco, por cristiano, emperador de los latinos
(Carlomagno). Una latinidad cristianizada, modelo de cultura para los francos". Se
impone, por tanto, si queremos contemplar su identidad, volver a los orígenes de
Europa. Recapitulamos. Ahí nos encontraremos con sus pilares fundamentales:

 El mundo griego clásico que aportó su filosofía realista sobre el hombre y la


naturaleza (la razón aplicada al conocimiento de los objetos).
 El cristianismo que enseñó qué es la persona: ser irrepetible, hecho a imagen de
Dios, que merece ser amado por sí mismo, con capacidad y necesidad de amor, con
la misión de "ser perfecto como Dios mismo lo es" y como nos legó Jesucristo, Dios
y hombre verdadero.

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La Ilustración y la Modernidad profundizaron - equivocadamente a veces- una realidad
netamente cristiana: la libertad como elemento esencial del hombre, los derechos
humanos, la importancia de una relativa separación entre la Iglesia y el Estado.

Como dijo Juan Pablo II en su célebre discurso en Santiago de Compostela (9-XI-1992)


"La identidad europea es incomprensible sin el cristianismo; precisamente en él se
hallan esas raíces comunes de las que ha madurado la civilización del continente, su
cultura, su dinamismo, su capacidad de expansión constructiva a los demás
continentes. En una palabra, todo lo que constituye su gloria".

APENDICE:
PERÚ 1988

Mensaje de Juan Pablo II al mundo de la cultura y a los empresarios Seminario Santo


Toribio de Mogrovejo, 15 de mayo de 1988

Distinguidos participantes en este encuentro:

1. Sean mis primeras palabras de esta tarde expresión de mi viva satisfacción por
encontrarme con vosotros, hombres y mujeres del mundo de la cultura y de la
empresa. En mi anterior visita al Perú, estuvisteis muy presentes en mi pensamiento.
En verdad, cuando desde estas tierras agradecía a Dios la evangelización del nuevo
mundo, no me refería en modo exclusivo a la abnegada labor de los misioneros, sino
también a los hombres de cultura que contribuyeron a modelar la identidad de estos
pueblos a la luz de la fe. Así como al hablar sobre el trabajo, no aludía únicamente al
papel fundamental de campesinos y obreros, sino también a los afanes de los hombres
de empresa que con dedicación y empeño ejemplares conducen las labores de
producción y fomentan el desarrollo.

Ambos mundos son verdaderamente expresiones de una misma realidad que puede
ser comprendida en sentido amplio bajo la denominación de desarrollo cultural.

La reflexión sobre la cultura tiene una larga historia en la vida y en el pensamiento de


la Iglesia. En efecto, ha sido una preocupación constante, que se acentuó de manera
singular en momentos cruciales de la historia de la humanidad. Estamos, pues, ante
un tema central en la vida del hombre y de la Iglesia.

La labor empresarial, por su parte, es un aspecto muy importante del extenso


horizonte de la cultura. Tanto más en los países en vías de desarrollo como el vuestro,
donde los desniveles económicos son grandes y donde, en consecuencia, se hace
necesario un gran esfuerzo comunitario para alcanzar un desarrollo económico
suficiente que permita construir una cultura verdaderamente humana, esto es,
realmente orientada hacia Dios.

2. Las raíces de la cultura de vuestro país están impregnadas del mensaje cristiano.
La historia del Perú se ha ido forjando al calor de la fe, que ha inspirado y a la vez ha
impreso una marca propia a su vida y sus costumbres. A la luz de ella se modeló una
nueva síntesis cultural mestiza que une en sí el legado autóctono americano y el
aporte europeo.

Sin embargo, la permanencia de estructuras que originan graves desequilibrios en el


cuerpo social puede suscitar una cierta desconfianza a la hora de evaluar el sustrato
de fe de la primera evangelización, dando por supuesto que, o no ha impregnado con
suficiente fuerza los criterios y las decisiones de los responsables del liderazgo cultural
y social (cf. Puebla, 437), o se ha debilitado frente a la agresión de ideologías extrañas.

Se trata de ideologías de corte individualista que no reparan en la injusta repartición


de las riquezas y que conciben al hombre como individuo autosuficiente, inclinado a la

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satisfacción de su interés propio en el goce de los bienes terrenales, sin consideración
alguna para con los derechos de los demás; o son, por otra parte, ideologías de
inspiración colectivista, que niegan la vocación trascendente de la persona humana y
le señalan una finalidad puramente terrena (cf. Instrucción sobre libertad cristiana y
liberación, n. 13).

Frente a estas concepciones incoherentes con vuestra tradicional cultura cristiana,


quiero repetiros ahora a vosotros la invitación que formulé en Santo Domingo a todos
los pueblos de América Latina: permaneciendo siempre fieles a los valores de dignidad
personal y de hermandad solidaria que el pueblo peruano lleva en su corazón, como
imperativos recibidos del Evangelio, resistid a la tentación de quienes quieren que
olvidéis vuestra innegable vocación cristiana (cf. Discurso en Santo Domingo,
12/10/1984).

3. El interés por la cultura es, en primer lugar, un interés por el hombre y por el
sentido de su existencia. Así lo afirmé en mi discurso a la UNESCO hace algunos
años: "Para crear la cultura hay que considerar íntegramente, y hasta sus últimas
consecuencias, al hombre como valor particular y autónomo, sujeto portador de la
trascendencia de la persona. Hay que afirmar al hombre por él mismo, y no por
ningún otro motivo o razón: ¡únicamente por él mismo! Más aún, hay que amar al
hombre porque es hombre, hay que reivindicar el amor por el hombre en razón de la
particular dignidad que posee" (Discurso a la UNESCO, 2/6/1980, 10). La cultura
debe ser el espacio y el vehículo para que la vida humana sea cada vez más humana
(cf. Redemptor hominis, 14; Gaudium et spes, 38) y pueda el hombre vivir una vida
digna, conforme al designio divino. Una cultura que no está al servicio de la persona
no es verdadera cultura.

La Iglesia hace, pues, una opción radical por el hombre al plantearse la evangelización
de la cultura. Su opción, en consecuencia, es la de un verdadero humanismo integral
que eleva la dignidad del hombre a su verdadera e irrenunciable dimensión de hijo de
Dios. Cristo revela el hombre al hombre mismo (cf. Gaudium et spes, 22), le devuelve
su propia grandeza y dignidad, permitiéndole redescubrir el valor de su humanidad
que por efecto del pecado se había oscurecido. ¡Qué inmenso valor debe tener para
Dios el hombre, que ha merecido tan grande Redentor!

Por consiguiente, la acción de la Iglesia no puede conjugarse con la de aquellos


"humanismos" que se limitan a una visión exclusivamente económica, biológica o
psíquica. La concepción cristiana de la vida está siempre abierta al amor de Dios. Fiel
a esta vocación quiere mantenerse por encima de las distintas ideologías para optar
sólo por el hombre desde el mensaje liberador cristiano. "La Iglesia —como he indicado
en mi reciente Encíclica Sollicitudo rei socialis— no propone sistemas o programas
económicos y políticos, ni manifiesta preferencias por unos u otros, con tal que la
dignidad del hombre sea debidamente respetada y promovida, y ella goce del espacio
necesario para ejercer su ministerio en el mundo" (n. 41).

4. Esta opción humanista desde la óptica cristiana supone, como toda opción, la
vivencia clara de una escala de valores, pues éstos son el sustento de toda sociedad.
Sin valores no hay posibilidad real de construir una sociedad verdaderamente
humana, pues ellos determinan no sólo el sentido de la vida personal, sino también
las políticas y estrategias de la vida pública. Una cultura que ha perdido su
fundamento en los valores supremos se vuelve necesariamente contra el hombre.

Los grandes problemas que afectan a la cultura contemporánea tienen su origen en


ese querer marginar la vida personal y pública de una recta escala de valores. Ningún
modelo económico o político servirá plenamente al bien común si no se apoya en
valores fundamentales que respondan a la verdad sobre el ser humano, "verdad que
nos es revelada por Cristo, en toda su plenitud y profundidad" (Dives in misericordia,
1.2). Los sistemas que elevan lo económico a la condición de factor único y

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determinante del tejido social están condenados por su propio dinamismo interno a
volverse contra el hombre.

Lo cierto es que solamente acudiendo a las capacidades morales y espirituales de la


persona, se obtienen cambios culturales, económicos y sociales que estén
verdaderamente al servicio del hombre, pues, el pecado, que se encuentra en la raíz de
las situaciones injustas, es, en sentido propio y primordial, un acto voluntario que
tiene su origen en la libertad de cada persona. Por eso, la rectitud de las costumbres
es condición para la salud de toda la sociedad (cf. Instrucción sobre libertad cristiana
y liberación, n. 75).

5. Dentro de la inmensa tarea de evangelización a la que estamos llamados como


Iglesia, la evangelización de la cultura ocupa un lugar preferencial (cf. Puebla, 365 ss).
Ella debe alcanzar a todo el hombre y a todas las manifestaciones del hombre,
llegando hasta la raíz misma de su ser, costumbres y tradiciones (cf. Evangelii
nuntiandi, 20).

La evangelización de la cultura supone un esfuerzo por salir al encuentro del hombre


contemporáneo, buscando con él caminos de acercamiento y diálogo para promocionar
su condición. Es un esfuerzo por comprender las mentalidades y las actitudes del
mundo actual e iluminarlas desde el Evangelio. Es la voluntad de llegar a todos los
niveles de la vida humana para hacerla más digna. De esta manera dignifica los
modelos de comportamiento, los criterios de juicio, los valores dominantes, los
intereses mayores, los hábitos y costumbres que sellan el trabajo, la vida familiar,
social, económica y política.

Evangelizar la cultura es promover al hombre en su dimensión más profunda. Por ello,


se hace a veces necesario poner en evidencia todo aquello que a la luz del Evangelio
atenta contra la dignidad de la persona. Por otra parte, la fe es fermento para una
auténtica cultura, porque su dinamismo promueve la realización de una síntesis
cultural en una visión equilibrada, que sólo se puede conseguir a la luz superior de
que ella es portadora. La fe ofrece la respuesta de aquella sabiduría "siempre antigua y
siempre nueva" que puede ayudar al hombre a adecuar, con criterios de verdad, los
medios a los fines, los proyectos a los ideales, las acciones a los patrones morales que
permitan restablecer en nuestro hoy el alterado equilibrio de valores. En una palabra,
la fe, lejos de ser un obstáculo, es fuerza fecunda para la creación de la cultura.

La acción evangelizadora de la cultura en el Perú de hoy y del futuro debe partir de un


hecho consignado por la historia: la primera evangelización —cuyo inicio pronto
cumplirá 500 años— modeló la identidad histórico cultural de vuestro pueblo (cf.
Puebla, 412, 445-446)

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