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Antes de iniciar el recorrido por las culturas más importantes de la historia, te invito a
reflexionar sobre el valor de la cultura y su relación con el hombre en los inicios del
tercer milenio. Si consideramos con Juan Pablo II, en su discurso de 1984, a la
UNESCO, que "La cultura es aquello por lo que el hombre, en tanto que hombre, es
más, accede al ser...El hombre vive una vida verdaderamente humana gracias a la
cultura", comprobaremos que la cuestión es fundamental. Precisamente el mensaje
para la Jornada Mundial de la Paz (1 de enero de 2001), titulado Diálogo entre las
culturas para una civilización del amor y la paz, destaca el valor de la educación para
conseguirlo, en sintonía con la ONU que ha señalado el 2001 como «Año internacional
del diálogo entre las civilizaciones».
Para construir la civilización del amor, el diálogo entre las culturas debe tender a
"superar todo egoísmo etnocéntrico para conjugar la atención a la propia identidad
con la comprensión de los demás y el respeto de la diversidad". Al respecto, la
educación "debe transmitir a los sujetos la conciencia de las propias raíces y ofrecerles
puntos de referencia que les permitan encontrar su situación personal en el mundo.
Al mismo tiempo debe esforzarse por enseñar el respeto a las otras culturas",
comprendiendo sus diferencias y descubriendo la riqueza de su historia. El
conocimiento de las otras culturas, llevado a cabo con el debido sentido crítico y con
sólidos puntos de referencia ética, lleva a un mayor conocimiento de los valores y de
los límites inherentes a la propia cultura y revela, a la vez, la existencia de una
herencia común a todo el género humano. Precisamente por esta amplitud de miras,
la educación tiene una función particular en la construcción de un mundo más
solidario y pacífico. La educación puede contribuir a la consolidación del humanismo
integral, abierto a la dimensión ética y religiosa, que atribuye la debida importancia al
conocimiento y a la estima de las culturas y de los valores espirituales de las diversas
civilizaciones (n.20).
1. Cultura y culturas
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artes y las letras, sino también los modos de vida, los derechos fundamentales del ser
humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias. La cultura da al
hombre la capacidad de reflexión sobre sí mismos. Ella es la que hace de nosotros seres
específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. Por ella es
como discernimos los valores y realizamos nuestras opciones. Por ella es como el
hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto
inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevos
significados y crea obras que lo trascienden.
Con la palabra cultura se indica, en sentido general, todo aquello con lo que el
hombre afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales;
procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y trabajo; hace más
humana la vida social, tanto en la familia como en toda la sociedad civil, mediante
el progreso de las costumbres e instituciones; finalmente, a través del tiempo
expresa, comunica y conserva en sus obras grandes experiencias espirituales y
aspiraciones para que sirvan de provecho a muchos, e incluso a todo el género
humano.
Toda cultura es, en el sentido más profundo, un conjunto de ideas que explican
las relaciones del hombre con Dios, del hombre consigo mismo, y del hombre con los
demás hombres en la sociedad. Ese conjunto de ideas explicativas tiene que dar
sentido a lo que hacemos en nuestra actividad personal, y en la actividad común. La
cultura, por lo tanto, es primariamente algo interno, no es externo como puede serlo
un modo: de construir casas, de hacer música o de escribir libros. Eso es una
manifestación secundaria de la cultura. Lo que es la cultura es lo que llevamos dentro,
nuestras ideas.
El documento Para una pastoral de la cultura en 1999 dirá que es ese modo
particular que tienen los hombres y los pueblos de cultivar su relación con la naturaleza
y con sus hermanos, consigo mismos y con Dios, a fin de lograr una existencia
plenamente humana. No hay cultura si no es del hombre, por el hombre y para el
hombre. Abarca toda la actividad del hombre, su inteligencia y su afectividad, su
búsqueda de sentido, sus costumbres y sus recursos éticos. La cultura es tan
connatural al hombre que la naturaleza de éste no alcanza su expresión plena sino
mediante la cultura (n.2)
La cultura auténtica es, ante todo, una llamada, que resuena en lo más íntimo
de la conciencia y obliga a la persona a mejorarse a sí misma para mejorar la
sociedad. En este sentido, en una sociedad multicultural hay que saber conjugar
competitividad y cooperación, desautorizando así la tesis según la cual, al
derrumbarse el mito del colectivismo, no quedaría más remedio que seguir el libre
mercado. Tal fue la propuesta de Juan Pablo II a los universitarios del UNIV' 97: "El
ser humano vive y se desarrolla en interacción con los demás: en la familia y en la
sociedad. Por eso, el patrimonio que adquiere como resultado de su pertenencia a un
grupo en virtud de su nacimiento, de su cultura y de su lengua debe transformarse en
factor de encuentro, no de exclusión [...] El cristiano tiene como ideal el servicio, con
la convicción de que la sociedad del mañana, para ser mejor, deberá fundarse en la
cultura de la solidaridad".
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la barbarie, subdesarrollo, estadio salvaje. Conjunto de ideas, creencias, ciencias,
técnicas, artes y costumbres que, en grado evolucionado y complejo, caracterizan a un
determinado grupo humano. Se tienen en cuenta las estructuras, las instituciones,
costumbres, ideologías y sentimientos vigentes en un espacio y tiempo. En este
sentido podríamos distinguir cuatro elementos:
Por otra parte, debemos fijarnos en dos elementos fundamentales: espacio y tiempo. Al
fijarnos en el primero, hemos de evitar caer en el "determinismo" geográfico de Ratzel,
por el que un pueblo se vería determinado a invadir a otro por su aparente falta
espacial; en tal concepto se amparó el nazismo para expandirse por Europa. Más
acorde con el respeto a la integridad de cada territorio es el "posibilismo" (una nación
podría extenderse pero siempre que sea posible y si la otra lo autoriza) de L. Febvre o
el "probabilismo" de Terán (una misma causa puede producir varios efectos, de los que
uno es más probable que otro). F. Braudel alude a la geohistoria o geopolítica
histórica, señalando el marco geográfico como algo vivo y operante.
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humanidades, técnica, religión, arte, literatura...), el comunicativo (relaciones
exteriores entre naciones, culturas, grupos...).
De este modo la tarea fundamental de la Historia será sistematizar las actividades
humanas en el tiempo:
- hombres en unas constantes geográficas
- profesiones en un contexto socioeconómico
- estabilidad y crisis de las estructuras
- fugacidad o trascendencia de un acontecimiento o hecho concreto
3. Contracultura
Es todo aquello que atenta contra la naturaleza en general, como la guerra nuclear, o
contra la naturaleza humana, como el aborto o la eutanasia. Si la auténtica cultura es
lo que eleva y hace al hombre más hombre, la contracultura es todo lo contrario, es lo
que le hace menos hombre, rebajándolo. Viene a ser como la historia negativa:
guerras, asesinatos, secuestros, subliteratura (prensa chicha...), telebasura... Es en
definitiva la civilización antivida, o de la muerte. No se puede invocar la paz y
despreciar la vida. Como Juan Pablo II nos recordaba el 1 de enero del 2001: Nuestro
tiempo es testigo de excelentes ejemplos de generosidad y entrega al servicio de la
vida, pero también del triste escenario de millones de hombres entregados a la
crueldad o a la indiferencia de un destino doloroso y brutal. Se trata de una trágica
espiral de muerte que abarca homicidios, suicidios, abortos, eutanasia, como también
mutilaciones, torturas físicas y psicológicas, formas de coacción injusta,
encarcelamiento arbitrario, recurso absolutamente innecesario a la pena de muerte,
deportaciones, esclavitud, prostitución, compra-venta de mujeres y niños. A esta
relación se han de añadir prácticas irresponsables de ingeniería genética, como la
clonación y la utilización de embriones humanos para la investigación, las cuales se
quiere justificar con una ilegítima referencia a la libertad, al progreso de la cultura y a
la promoción del desarrollo humano. Cuando los sujetos más frágiles e indefensos de
la sociedad sufren tales atrocidades, la misma noción de familia humana, basada en
los valores de la persona, de la confianza y del mutuo respeto y ayuda, es gravemente
cercenada. Una civilización basada en el amor y la paz debe oponerse a estos
experimentos indignos del hombre" (n.19). Como bellamente escribió Baudelaire: “por
la cultura borra el hombre las huellas del pecado original en la historia”.
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La cultura objetiva o cultura "ad extra" se refiere a la materialización y transmisión
por operaciones visibles y externas: arquitectura, escultura, pintura, literatura, teatro,
cine…
Se habla también de culturas particulares cuando se considera una parcela del saber:
física, historia, medicina... Cultura general cuando nos abocamos a todo el
conocimiento.
Si nos fijamos en el hombre culto, diremos que es el "cultivado", el que cultiva todas
las facetas de su ser, específicamente las que le hacen más humano, como son las
espirituales: su libertad, su creatividad, su profundidad en el pensar, su apertura a la
trascendencia.
Ser universitario, implica, ser, por tanto, una persona culta. Esto significa ser
universal, esto es, disponer del más amplio abanico de intereses e inquietudes
intelectuales. Claro que no estamos diseñando el homo enciclopedicus ni tampoco el
pedante sabelotodo. La limitación humana de tiempo y capacidad, le obliga a
seleccionar y especializarse en determinadas áreas para cultivarlas más a fondo, pero
sin olvidar el todo. El universitario auténtico no es el tornillo de la máquina de la
especialización, aquél que lo sabe casi todo de casi nada; es más bien una persona
convencida de que todo está interrelacionado y consciente de la brevedad de la vida y
de la amplitud de los saberes, se centra en una parcela del saber como atalaya donde
contemplar todos los demás saberes humanos.
El universitario sabe tener ocio, tiempo libre, frente al negocio, ocupación técnica. En
el primero es donde crece en libertad, cultiva su cuerpo, su espíritu, su mente: "mens
sana in corpore sano".
No se trata, por tanto, de ser una "enciclopedia con patas", sino de ser un hombre
cultivado, capaz de conversar sobre una amplia gama de intereses humanos, un
hombre a quien las noticias y los fenómenos culturales no le resbalan, sino que le
ofrecen materia para su reflexión, para el debate, para dar soluciones. Debe estar en
permanente cultivo de su mente, en constante perfeccionamiento cultural. Ello
requiere:
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1. Estar informado de todo el avance de las ciencias y especialmente de su propio
campo.
2. Sacar tiempo para informarse del mundo en que vive, no sólo de las simples
noticias, con frecuencia fugaces y vertiginosas, sino de los análisis profundos de
las mismas.
3. Dedicar tiempo a la lectura de obras literarias clásicas - antiguas y modernas -,
históricas, artísticas, científicas, filosóficas...
4. Estar atento a lo que realmente merece la pena de las manifestaciones artísticas o
culturales de nuestro tiempo.
5. El universitario sabe que el alma de toda cultura es la cultura del alma. No hay
espíritu universitario donde no se da un cultivo del yo, de la introspección, de la
reflexión y del conocimiento profundo del propio yo.
Según el Libro negro del comunismo (París 1997, p.14) los regímenes totalitarios
causaron 100 millones de víctimas. Según el Banco Mundial, de los 6.000 millones de
habitantes del planeta, 1.300 viven por debajo del umbral de la pobreza absoluta, 840
(200 de ellos niños) padecen hambre; de ellos, mueren de hambre, cada año 13
millones, cada día 36.000, cada hora 1.500, cada minuto 25, 1 cada tres segundos.
1.500 millones mueren antes de los 60 años; cerca de 1000 millones no tienen acceso
a la sanidad. En el período 19000-97 el número de personas con SIDA ascendió de 15
a 33 millones. Estos nuevos jinetes apocalípticos generan otras plagas como la
prostitución, la droga, la violencia, el crimen. En 10 años 1989-1999 se han
contabilizado casi 100 conflictos armados, siendo movilizados menores de 14 años
como soldados. Si nos referimos a nuestro tema, la cultura. Todavía en 1997 casi
1000 millones de adultos eran analfabetos y más de 250 millones de niños no estaban
escolarizados. Cuesta creer que la fortuna de las tres personas más ricas del mundo
sea igual al PNB de las 48 naciones más pobres; 3.300 millones de personas viven con
menos de un dólar diario. Da escalofrío pensar que en los países desarrollados vive el
88% de los usuarios de Internet, en tanto que 2.000 millones carecen de luz eléctrica;
el 20% de la población rica del mundo consume el 86% de todos los bienes.
En la actualidad vive el hombre amenazado como nunca no sólo por el problema ético
(deber ser) sino el ontológico (ser o no ser). Nunca habla tanto de derechos y nunca
como hoy teme el quedarse sin gozarlos; frente a logros extraordinarios como la
energía nuclear, el genoma humano, la investigación filosófica, nos encontramos con
catástrofes ecológicas, manipulaciones genéticas, depresiones. Vivimos inmersos en
un tétrico agujero negro acongojado por su miseria moral, que es una miseria
cultural:
Sistemas totalitarios que siguen torturando, permisivismo moral que busca fórmulas
para justificar el aborto y la eutanasia, sistemas de explotación que configuran
políticas demográficas arbitrarias, políticas de precios, carreras de armamentos... Nos
encontramos con una degradación cultural en las propias sociedades desarrolladas:
confusión de la libertad con el individualismo amoral, progreso con acumulación de
beneficios, subjetivismo con hedonismo sin compromiso. Nunca como hoy se dieron
estas flagrantes paradojas: se habla mucho de derechos, pero como nunca tiembla por
gozarlos; conocemos la potencialidad de la energía nuclear, pero padecemos
catástrofes ecológicas; somos testigos del desarrollo genético y acudimos al
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desequilibrio biológico; se da un auge filosófico y al mismo tiempo se sufre una
colectiva desmoralización; hay un afán por globalizar incluso la solidaridad, pero
continúan las explotaciones y manipulaciones egoístas. Todo ello, nos lleva a levantar
la bandera de la cultura como la última defensa ante el deterioro de la persona sin
razones para vivir, con millones de oprimidos y hambrientos, deshumanizados. Urge
una opción ética, humanística, desde la cultura.
Sin embargo, a pesar de todo, hay razones para la esperanza, para confiar. Hay que
recordar el testimonio de Ana Frank, 1945, joven judía de 15 años, en Amsterdam y
en vísperas de morir en el campo de concentración de Bergen-Velsen, anotó: "A pesar
de todo, creo que la gente es realmente buena en su corazón". La galardonada película
“La vida es bella” nos lo ofrece con tierna elocuencia plástica. Aquí, en Perú, sin ir más
lejos, hay tantos testigos de esperanza... Tantas madres de familia que luchan día a
día por el bien de sus hijos; tantos jóvenes comprometidos en movimientos y grupos
solidarios; tantas personas voluntarias que nos ofrecen a diario un rostro sonriente de
entrega desinteresada por los demás.
1. Amor incondicional del ser humano por él mismo, con una definición completa del
hombre.
2. Movilizar la conciencia universal en la primacía de la ética sobre la técnica, la
persona sobre las cosas, el espíritu sobre la materia.
3. La educación como primer cometido de la cultura: vincular educación, cultura,
familia; defender sus derechos; derechos de la nación; formación de una conciencia
moral. Distintas instituciones, como la Academia Nacional de la Historia, en
diversos momentos, como por ejemplo el 13 de octubre de 1999 en El Comercio han
pronunciado denunciado la falta de una política cultural en Perú.
4. Desarrollo integral en el que se armonicen cultura, justicia y paz en una cultura de
solidaridad, verdad y libertad, en el que la identidad cultural prime sobre el
aspecto económico y se dé un desarrollo integral y solidario que nada tiene que ver
con el salvaje neoliberalismo.
5. Realismo: frente a la nostalgia, la utopía futurista, el realismo idealista: "lo que
debe ser puede ser".
Juan Pablo II nos estimula en Fides et ratio a volar con las dos alas: la fe y la razón,
pues la verdad es una, libre, objetiva, total, solidaria, trascendente.
Uno de los filósofos clave de la modernidad, Hegel, resumía todo el sentido de su saber
en el lema: "Pensar el propio tiempo". Nuestra misión es escudriñar los signos de los
tiempos; a nosotros nos ha tocado vivir un kairós, un tiempo oportuno, propicio, no es
el fin de la historia como dice Fukuyama, es un tiempo de impasse histórico.
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Si la modernidad nos daba un racionalismo totalizante, un progesismo dogmático, un
cuantitivismo activista; la postmodernidad nos da un emotivismo sectorial, un
conservadurismo escéptico, un cualitativismo pasivo...
Sin embargo, hay como una interna contradicción: mientras que usa un lenguaje de la
ética tradicional y reivindica valores aparentemente espiritualistas, en el fondo hablan
de un refinado hedonismo; lo vemos en 5 puntos:
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Follereau, el vagabundo de la caridad y apóstol de los leprosos: "O bomba atómica
o caridad". O como escribió García Márquez: "Necesito que me quieras para no
morirme".
- Cuando J. Pérez de Cuéllar era Secretario General de la ONU caracterizó a los
voluntarios con estas hermosas palabras: "Los voluntarios sociales son mensajeros
de esperanza que ayudan a los pueblos para que éstos se ayuden a sí mismos".
Escribe el evangelista san Juan que "en el principio existía el Verbo" (Jn 1, 1). El
Verbo -Dios hecho hombre- estuvo, de alguna forma, presente en la historia de la
humanidad ya desde su inicio. Por medio del Espíritu, preparó su venida como
Salvador, orientando secretamente los corazones a cultivar la espera en la esperanza.
Huellas de esa esperanza de liberación se encuentran en las diversas culturas y
tradiciones religiosas. Pero Cristo está presente, de modo particular, en la historia del
pueblo de Israel, el pueblo de la Alianza. Esta historia se caracteriza específicamente
por la espera de un Mesías, un rey ideal, consagrado por Dios, que realizaría
plenamente las promesas del Señor. En su vida terrena, Jesús manifestó claramente
la conciencia de que era punto de referencia para la historia de su pueblo. Así lo
atestiguan las figuras de patriarcas, profetas y reyes: Abraham, Isaac, Jacob
(encuentro con la Samaritana, Jn 4,14), Moisés: liberador del pueblo, legislador
(prefigura las bienaventuranzas), el maná (Eucaristía), agua en el desierto; David
(salmo 110; Mt 22, 45); Génesis 3, 15; Poemas proféticos del Siervo del Señor Is 42, 1.
Así puede concluir de nuevo el evangelista que "El Verbo se hizo carne y habitó entre
nosotros" (Jn 1, 14).
Jesús expresó su conciencia de poseer un ser personal eterno: "Antes de que Abraham
existiera, Yo soy" Jn 8,58. Jesús tiene conciencia de su ser eterno: "El cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mc 13, 31).
La obra de Jesús implica dos aspectos íntimamente unidos: es una acción salvadora,
que libera a la humanidad del poder del mal, y es una nueva creación, que da a los
hombres la participación en la vida divina. Por este misterio la historia humana ya no
está destinada a la caducidad, sino que tiene un sentido y una dirección: ha sido
como fecundada por la eternidad. Para todos resuena consoladora la promesa que
Cristo hizo a sus discípulos: 'He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el
fin del mundo' (Mt 28, 20).
El plan de Dios, en palabras de San Pablo, es, eternamente, el "recapitular todas las
cosas en Cristo", como Cabeza y razón de ser de toda la creación, "por quien todo fue
hecho". Dios, infinitamente distante en su esencia de cuanto es contingente, finito,
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creado, quiere coronar su obra haciéndose parte del nivel más humilde de existencia
-el mundo material- y elevando a esa misma materia al nivel de la divinidad. La mejor
indicación de que esto es revelado por Dios es que jamás nadie se hubiese atrevido a
soñar tal cosa, sin considerarlo absurdo o blasfemo. Cristo, Dios-Hombre, Hijo eterno,
Palabra e Imagen esencial del Padre, como Hombre va a ser el prototipo y realización
perfecta de la definición bíblica: Imagen y Semejanza de Dios. Nosotros seremos
imágenes en un sentido mucho más inmediato que el que creíamos, pareciéndonos a
Cristo en una común naturaleza, asemejándonos a El en todo, para de esa manera ser
hijos con el Hijo, nuestro hermano, y así entrar en el ámbito de familia de la
Trinidad...
Un proverbio árabe sentencia que "los hombres se parecen más a su tiempo que a sus
padres". El historiador Edmundo O ‘Gorman, en su obra Dos concepciones de la tarea
histórica (México, 1953), da un paso más: La historia no evoluciona sólo por el
descubrimiento de nuevos documentos, sino que, en rigor, el más importante de los
documentos nuevos es el historiador mismo, de ahí que cada generación se vea
precisada a formular su propia interpretación de la historia. Dos siglos antes, lo había
escrito de forma sintética el poeta alemán, Goethe: cada generación debe escribir su
propia historia, la interpretación de su pasado según la problemática del presente. Tal
fue la enorme tarea acometida por Agustín de Hipona, cuando hacia el año 410, Alarico
saqueaba Roma, dando la puntilla al todopoderoso imperio romano.
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Los primitivos historiadores de la antigüedad buscaban el porqué (génesis) y el para qué
(pragmatismo). A Herodoto, un sacerdote hitita le increpó: "Vosotros los griegos sois
como niños, no hacéis más que preguntas". De hecho, su célebre obra Anábasis
comienza así: "Herodoto de Turios expone aquí el resultado de sus búsquedas para que
las cosas hechas por los hombres no se olviden con el tiempo y que las grandes y
maravillosas acciones llevadas a cabo, tanto por los griegos como por los bárbaros, no
pierdan su esplendor". Sin embargo, lo más importante de Grecia es su concepción
cíclica vital: nace, crece y muere de modo irrevocable. El filósofo Hegel afirmaba que los
cristianos tenían la clave de la historia universal. De hecho, el cristianismo es la religión
de la historia. El Dios del cristianismo es el Dios de la historia, Aquél cuyo plan de
salvación es la historia de la humanidad caminando hacia el Reino (V. Ramos). Fueron
los judíos los que aportaron la noción misma de la historia en tiempos de los profetas.
Tal será el hilo conductor de la filosofía de la historia seguido con sutil profundidad por
Agustín de Hipona. Sus dos obras capitales sobre la filosofía y sentido de la Historia
serán las Confesiones (año 400) y La Ciudad de Dios (años: 413-26). La primera es un
intento de lograr la autoconciencia bajo la certidumbre de que la verdad habita en el
interior del hombre; y ese adentrarse en la conciencia es la realidad de la existencia
temporal; el tiempo será una distensión de la conciencia. Tres facultades del alma
permiten al hombre captar el tiempo en la sucesión de sus momentos: la memoria que
nos remite al pasado, la atención que nos permite contemplar el presente y la
esperanza, que nos posibilita adelantarnos al futuro. La Ciudad de Dios es el gran
cuadro teológico-histórico sobre la sucesión de las edades y los imperios, llegando hasta
Roma, cuya caída -como hemos dicho- presencia él mismo como testigo y juez. Para san
Agustín el hombre es un ser creado, poseedor de una esencia espiritual que trasciende
el tiempo. Por encima de lo histórico existe una realidad supra histórica, gracias a la
cual la historia de la Humanidad adquiere una dirección y un sentido. La transitoriedad
de la existencia marca en ella un signo de dolor y dramatismo, puesto que se dirige
inexorablemente hacia la muerte; así lo escribe en Ciudad de Dios "Desde que se
comienza a ser en este cuerpo mortal, nunca deja de estar viniendo la
muerte...comenzamos a morir desde que empezamos a vivir". Queda trazada una visión
lineal de la historia universal, desde su origen único con la Creación, con un centro,
Cristo, en el que se realiza la nueva y definitiva alianza de lo divino y lo humano, hasta
un fin terminal: el del Juicio de Dios. Tal es el diseño sobre el que se ha construido la
teoría del desarrollo progresivo de la historia universal. Rompe, así, la concepción cíclica
fatalista griega según la cual el hombre vive esclavizado por el hado fatal. San Agustín
dirá que nada se repite, que no existen ciclos fatales y que la Historia es la sucesión
lineal e irreversible, en la que la persona humana es capaz de trazar y escoger su propio
destino, fruto de su libertad. Además, dato importante, el cristianismo es un factor
aglutinante dentro de la diversidad, excluyendo nacionalismos individualistas e
imperialismos uniformadores. Nos escribe:
"La Ciudad celestial, durante el tiempo de su peregrinación en este mundo, convoca a los
ciudadanos de todas las razas y lenguas, reclutando con ellos una sociedad en el exilio,
sin preocuparse de su diversidad de costumbres, leyes o estructuras [...] Nada les
suprime. Nada les destruye. Más aún, conserva y favorece todo aquello que, diverso, en
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los diferentes países, se ordena al único y común fin de la paz de la tierra. Sólo pone una
condición: que no se pongan obstáculos a la religión por la que, según la enseñanza
recibida, debe ser honrado el único y supremo Dios verdadero".
Tal conciencia histórica se mantuvo durante la Edad Media como se puede ver
fácilmente en los frontones de las portadas de sus catedrales: la creación con el
pantocrátor, el pecado, Israel, Cristo, la Resurrección, el Juicio. La Edad Media sabía
que la humanidad estaba en marcha y esperaba que tal andadura o peregrinación
culminara en la novedad definitiva, en la resurrección de los muertos, en el vencimiento
del último enemigo y en la justicia definitiva del Juicio Final que otorgaría sentido a la
historia. Tal es la idea de la Capilla Sixtina pintada por el genio de Miguel Ángel.
Juan Pablo en su última encíclica, Fideos et ratio, asume y actualiza esta doctrina con
certeras reflexiones: "Así pues, la historia es el lugar donde podemos constatar la acción
de Dios en favor de la humanidad. Él se nos manifiesta en lo que para nosotros es más
familiar y fácil de verificar, porque pertenece a nuestro contexto cotidiano, sin el cual no
llegaríamos a comprendernos. La encarnación del Hijo de Dios permite ver realizada la
síntesis definitiva que la mente humana, partiendo de sí misma, ni tan siquiera hubiera
podido imaginar: el Eterno entra en el tiempo, el Todo se esconde en la parte y Dios
asume el rostro del hombre [...] Con esta revelación se ofrece al hombre la verdad última
sobre su propia vida y sobre el destino de la historia: 'Realmente, el misterio del hombre
sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado" (nn.11-12).
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RECAPITULACIÓN: Cristianismo y cristiandad: El monacato. El
FUNDAMENTOS DE LA pensamiento medieval. El Feudalismo. El románico y el
CULTURA OCCIDENTAL gótico. Peregrinaciones. Cruzadas- La Universidad
En los albores del cristianismo se escribió una carta-testimonio que nos muestra la
razón "social" de su ser. "Para decírtelo en dos palabras ──se apostilla en la Carta a
Diogneto──; lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo". Así lo
recoge su magisterio bimilenario. Como botón de muestra, recogemos de Pío XII:
"... como si desde hace dos mil años no viviera perennemente en el alma de la
Iglesia el sentimiento de responsabilidad colectiva de todos por todos, que ha
sido y sigue siendo la causa motriz que ha impulsado a los hombres hasta el
heroísmo caritativo de los monjes agricultores, de los libertadores de los
esclavos de los ministros de los enfermos, de los portaestandartes de la fe, de la
civilización y de la ciencia en todas las edades y en todos los pueblos, a fin de
crear condiciones sociales únicamente encaminadas a hacer posible y fácil una
vida digna del hombre y del cristiano"(Mensaje de Pentecostés, 1941).
El Papa Juan XXIII, en su encíclica Mater et Magistra, acentúa la nota de caridad que
identifica la auténtica doctrina social:
Pío XII, en su exhortación por un mundo mejor, nos marca las etapas seguidas por la
Iglesia: "Es todo un mundo lo que hay que rehacer desde sus cimientos; lo que es
preciso transformar de selvático en humano, de humano en divino" (10-II-1952).
1. La esclavitud.
Todo es lícito con los esclavos" ──argüía Séneca. Ovidio nos cuenta cómo las
distinguidas damas romanas, mientras se hacían pintar o conversaban con sus
amigas, se divertían pinchando con su aguja a la esclava que le servía. El historiador
Tácito anota que "Pedanio Secundo... fue muerto por uno de sus esclavos... y... según
costumbre antigua, era menester hacer morir a todos los esclavos del señor que al
tiempo de su muerte se hallasen debajo del techo de la misma casa". Los textos nos
ponen de manifiesto que la esclavitud era una lacra social, un medio de producción.
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El cristianismo eliminará tal eczema por la sobreabundancia del amor. No empuja a
rebelión. "Los que están bajo el yugo de la servidumbre ──dirá San Pablo── tengan a
sus amos por acreedores de todo honor... Los que tengan amos fieles no los desprecien
por ser humanos" (1 Tim 6,1 ss.). Supera la concepción dialéctico-pagana, somos
todos hermanos, no hay amos-esclavos. San Pablo suplica a Tito que acoja al esclavo
Onésimo, escapado, "no ya como esclavo, antes bien como hermano muy amado, muy
amado para mí pero mucho más para ti según la carne y según el Señor" (Filemón, 16-
17). La Iglesia plasmará en leyes los cambios operados en la vida:
2. La mujer
Hesíodo se refiere a ella como "raza maldita, el látigo más duro de los
mortales...Cosas admirables, parecidas a animales parlantes". Esquilo, por su parte,
apostillará: "vosotras sois entre las plagas de la ciudad y del hogar, la peor". Catón:
"¿Es que pretendéis quitar por completo la traílla de esos animales irrefrenables y
engañaros con la esperanza que ellas mismas refrenarán sus excesos?".
Los romanos hablan de la dignidad del hombre "maiestas virorum"), pero a las
mujeres las tratan de "sexus imbecilis", frívolo, incapaz de trabajar.
"¿Qué mujer enrojece hoy día de divorciarse desde que ciertas damas ilustres
ya no cuentan sus años por el número de cónsules sino por el de sus maridos? Se
divorcian para volver a casarse, se casan para volver a divorciarse" 1.
MECENAS era famoso por sus millares de matrimonios y divorcios. Los excesos
de divorcios llevan a la mujer al adulterio. Por eso MARCIAL reprochaba a la ley haber
organizado el adulterio. SENECA concluirá: "Cuando el adulterio se limita a un solo
amante es casi un matrimonio". La castidad y el celibato estaban proscritos, eran
prueba de fealdad. AUGUSTO llegó a disponer leyes contra el celibato.
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maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella...
El que ama a su mujer así mismo se ama y nadie aborrece jamás a su propia carne"
(Ef. 5, 22). El cristianismo irá formando madres de categoría humana que hace
exclamar a LIBANIAS: "¡Qué mujeres encuentra uno entre los cristianos!". Entre ellas:
la Sierva de Lyon, Blaudina, Felicidad, Perpetua, Melania, Mónica.
3. Los niños
En la Didascalia (Doctrina de los doce apostóles y de los santos discípulos del Salvador)
(XVII) –manual de instrucción catequética del siglo III- encontramos este hermoso
párrafo reflejo de una práctica habitual:
"Si un cristiano se encuentra huérfano, sea niño o sea niña, será hermoso que
uno de los hermanos que no tiene hijos tome por hijo a tal niño, y si tiene ya un
hijo, que tome a la niña y se la dé por esposa, a su debido tiempo para coronar
su obra en servicio de Dios".
Se trata de abrir los hogares para ofrecer una familia al huérfano, situarlo en la
vida mediante el ofrecimiento de un trabajo, facilitar su matrimonio.
4. Los pobres
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aliméntalos". Sus diáconos conocían cada uno de los casos individuales, buscaba los
enfermos, descubrían los pobres vergonzantes y los socorrían. En Antioquía y Roma
representaban el 10% de la población. La caridad cristiana hace suyos los usos
recibidos de las costumbres de su tiempo: comidas públicas. Además, había una lista
de las personas asistidas y de visitas domiciliarias, especialmente los enfermos.
El hacerse cargo de los necesitados era tarea de todos. Debían contribuir con
dinero, su persona y su tiempo. Aprenden a vivirlo en la formación práctica del
catecumenado.
Se atiende a los encarcelados, a los que sufren por la justicia. Cada comunidad
tenía una caja alimentada por las donaciones de los fieles. Desde la época de San
Pablo los fieles aportan una ofrenda (especie, vestido, alimento) en la reunión
dominical. Los más pobres ayunan con el fin de aportar algo con sus ahorros.
Sobre los escombros del gigante imperio romano fraguan los cimientos de una
nueva civilización, una tertia genum: "no hay ya judío o griego. No hay esclavo o libre.
No hay ya varón o hembra. Que todos sois uno en Cristo Jesús" (Gál. 3, 28).
Tras el edicto de Milán del año 313 afluyen a la Iglesia las masas. Se estrechan
lazos con el Estado y la Cultura convirtiéndose la Iglesia en parte importante del
"mundo". Nace la institución, la obra corporativa, la primera actividad misionera
ecuménica; consolida su existencia frente al Estado y la herejía, fija su auténtico
carnet de identidad mediante su autointerpretación dogmática. Protagonismo singular
lo ejercen los Padres de la Iglesia.
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Al cerrarse la época martirial, los cristianos quieren seguir de cerca a su
maestro. optan por el martirio "blanco": se retiran al desierto dando todo a los pobres.
En el siglo IV, cuenta la Iglesia con guías de excepción. A caballo entre la antigüedad y
el medievo, los Padres, intrépidos defensores de la fe frente a la herejía, libertadores
morales de la Humanidad frente al "fatum" pagano, son los auténticos apasionados
por el hombre. "Yo te enseñaré que eres algo grande ──nos alecciona S. Gregorio de
Nisa── ... ¡Considera tu dignidad real! Ellos son los creadores de una síntesis cultura
pagana-fe cristiana que desbrozará el camino para la formación de un corpus
doctrinal social.
"El plan social de Dios es... mantener en las relaciones humanas la unidad e
igualdad esenciales sin anular las diversidades individuales... por una función
social de toda superioridad personal, que supone la obligación en justicia de su
comunicación".
"Dices: ¿A quien hago daño reteniendo lo que es mío? Dime: ¿Qué cosas son
tuyas? ¿Las tomaste de alguna parte para venir con ellas a la vida? ¿Lo que ahora
tienes, de dónde procede? Si respondes que del azar, eres un impío, pues no reconoces
al Creador ni le das gracias por sus bienes. pero si confiesas que todo te viene de Dios,
confiesa la razón por qué lo has recibido. ¿Será Dios injusto repartiendo
desigualmente los medios de vida? ¿Por qué tú eres rico y el otro pobre? ¿No será
sencillamente para que tú puedas tener el mérito de tu generosidad y buena
administración y el otro sea honrado con grandes premios a la paciencia".
"Los que dicen ser la doctrina de Cristo nociva a la república, que nos
den un ejército con soldados tales como la doctrina de Cristo manda; que nos
den asimismo regidores, gobernadores, cónyuges, padres, hijos, amos, siervos,
reyes, jueces, tributarios, en fin, y cobradores del fisco, tales como la enseñanza
de cristo lo quiere y forma; y una vez que los hayan dado, atrévanse a mentar
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que semejante doctrina se opone al interés común. No lo dirán; antes bien,
harán de reconocer que su observancia es la gran salvación de la república".
Pero el ejemplo de los Padres vale todavía más que su predicación.
No sin razón comparte con el papa san León el título de "padre de los
pobres".Tal riqueza doctrinal es un firme pilar a la hora de fundamentar un sistema de
enseñanzas sobre la acción social de los cristianos. Sistema que se proyecta entre los
humildes y los más pudientes de la sociedad.
El prestigio que iba cobrando le permitía moverse con plena libertad pero sin
dejarse mecer por el mecenazgo imperial. A ella se debe el principio de autoridad; sin
respeto a la autoridad no hay convivencia posible (Rm. 13,1). La jerarquía espiritual
en torno al Papa, vicario de Cristo, y a sus apóstoles, facilitará el establecimiento de
un orden moral civil en el que la autoridad y la libertad tienen solución en el respeto y
la obediencia.
Será por ello la Iglesia la primera defensora de los derechos del individuo contra
el abuso del poder. San Ambrosio se enfrentó a Teodosio. León I, con la tiranía. Digno
de encomio es el lance mantenido entre San Basilio y el emperador Valente. Ante las
intimidaciones de éste, aquél le replica:
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El magisterio moderno de León XIII recoge en una de sus encíclicas, Inmortale Dei (1-
XI-1885, n. 30) el deseo de independencia y ayuda mutua entre el Estado y la Iglesia
con la interpelación del Papa Pascual II a Iván de Chartres: "Cuando el imperio y el
sacerdocio viven en plena armonía, el mundo está bien gobernado y la Iglesia florece y
fructifica; cuando están en discordia, no sólo crece lo pequeño sino que las mismas
cosas grandes decaen miserablemente y perecen" (Ep. 238).
a) El monacato
Los monjes llevaron con la cruz, con el libro y el arado el progreso cristiano a las
poblaciones desparramadas desde el Mediterráneo hasta Escandinavia, desde
Irlanda hasta las llanuras de Polonia. Con la cruz, la doctrina de Cristo, la vida
pública se vio dotada de consistencia. Con la primacía de la oración litúrgica y
ritual se consolidó la unidad espiritual de Europa por encima del pluralismo
lingüístico, étnico y cultural. Los monasterios salvaron la cultura grecolatina
transmitiéndola intacta a las generaciones posteriores. Con el cultivo de los
campos se transformaron tierras desérticas en campos fertilísimos, y uniendo la
oración al trabajo manual... ennobleció y elevó el esfuerzo humano.
A ello hay que añadir su fuerte carga social. Gran parte de las rentas se
empleaban en el cuidado y alojamiento de los viajeros, mendigos y enfermos.
Monasterios como el de SANTES CREUS, alimentaba diariamente a 700 pobres.
POBLET a 600 gastando al año 5000 ferradas de trigo y centeno en manutención.
b) La Universidad
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De la primera mitad del siglo XI data la que podría denominarse primera
universidad, la de Salerno, fundada por los benedictinos. A finales del XII surgen las
de Bolonia, París y Oxford. En la primera mitad del XIII, con el renacimiento urbano,
la aparición de las órdenes mendicantes, Europa se puebla de universidades al calor
de la Iglesia. Era el lógico desarrollo de las primitivas escuelas monásticas,
parroquiales y episcopales (catedralicias).
Agustín de Hipona aplica en su gran obra De civitate Dei sus ideas del valor y de
la felicidad al terreno de la vida práctica en su filosofía social y de la historia. "El
pueblo es la masa de seres racionales que se reúne a impulsos de una unidad
concorde en la voluntaria prosecución de sus fines" ──dirá en el capítulo XIX, 24. Su
concepción social se resume en los dos esquemas intuitivos de la ciudad de Dios y
ciudad del mundo, dos comunidades espirituales según la ley de Dios o contra ella,
comunidad del orden o del caos, del ideal o del instinto. La ciudad de Dios está
formada por hombres que se introducen en el eterno orden divino. Es el sentido de la
historia del mundo el que las dos ciudades luchen entre sí. En cualquier forma en que
transcurra la lucha entre la luz y la sombra, la sociedad terrena o del diablo perecerá
y saldrá vencedora la divina.
c) La libertad de la Iglesia
Nunca como ahora la Iglesia debe clarificar su relación con el mundo civil. El
Papa San Nicolás I hace valer su magisterio ante el emperador Miguel I, año 865,
recordándole la inmunidad e independencia:
"En fin, de todo punto ignoramos cómo aquellos a quienes sólo se les ha
permitido estar al frente de las cosas humanas y no de las divinas, osan juzgar
de aquéllos por quienes se administran las divinas" (Proposueramus quidem,
carta 8).
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Es un botón de muestra de la formidable lucha por las investiduras en la
que se ve envuelta durante varios siglos. Varios concilios se pronunciarán en
contra de las investiduras. Es el caso del primero de Letrán: "... si algún
príncipe u otro laico se arrogare la administración o donación de las cosas o
bienes de la Iglesia, ha de ser juzgado como sacrílego" (can. 4, año 1123).
Con la perspectiva que dan cerca de los 1000 años, el agudo y valiente
catedrático de la Sorbona, Federico OZANAM, entona un himno a esta libertad-
estandarte acrisolada en el medievo:
Después son los reyes los que la invitan a tomar asiento en aquellos parlamentos
que ellos gobiernan con la fuesta y la espuela. Y, finalmente, son los modernos
fundadores de las constituciones representativas, quienes se dignan concederle
un banco en medio de sus Cámaras, pero que se indignan porque ella no se
presta al mecanismo estrecho de su administración y también porque no
enarbola sobre sus basílicas seculares, sus efímeras banderas. Porque la Iglesia
nunca quiso ser ni imperial, ni bárbara, ni feudal, ni realista, ni liberal. Porque
Ella es algo más que todo eso: ... es católica. Siempre ha sido en vano que, cual
nuevos pretendientes de Penélope, al verla sola pretendieran ellos seducirla para
reinar en su nombre, ofreciéndole, con ese fin, riquezas y poder. La Esposa
inmortal ha sabido rechazar siempre semejantes nupcias.
d) Feudalismo
e) Los gremios
Nacen como una asociación para la defensa y progreso de sus miembros que
pertenecen a una misma profesión, gozando del privilegio de ejercerla exclusivamente
de acuerdo con los reglamentos sancionados por la autoridad pública. Reúnen de
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forma armónica el capital (maestro) y el trabajo (oficial y aprendiz). El maestro, como
segundo padre, tenía el deber de educar moral y religiosamente, profesional y
socialmente al aprendiz.
f) Ansias de paz
Una sociedad belicosa, que dedica uno de sus tres órdenes al "combate"
("belatores", los nobles y caballeros), vive en la mayor inseguridad vital, amenazada
por la guerra. El magisterio eclesial se orienta a crear instituciones que favorezcan la
paz y la justicia, sobre todo en aquellas sociedades rudimentariamente organizadas y
en las que el cristianismo era epidérmico. Tal es el caso de la paz de Dios.
g) Condena de la usura
Las orientaciones sobre el uso recto de las riquezas se refieren con frecuencia a
condenar la usura. Lo vemos reflejado en la simpática carta que el Papa Alejandro III
(1159-1181) dirige al arzobispo de Génova:
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Dices que en tu ciudad sucede con frecuencia que al comprar algunos pimienta o
canela y otras mercancías que entonces no valen más allá de cinco libras,
prometen a quienes se las compran que en el término convenido pagarán seis
libras ... y por tanto, tus ciudadanos mirarían bien por la salud de sus almas, si
cesaran de tal contrato.
De ahí que todos estos hombres, por la intención de lucro que tienen, como quiera
que toda usura o sobreabundancia está prohibida en la ley, hay que juzgar que
obran mal y deben ser eficazmente inducidos en el juicio de las almas a restituir
lo que de este modo recibieron.
Las dos cartas nos hablan a las claras de que los Papas estaban al corriente de
los problemas de su tiempo y dan oportuna solución a quien la demanda.
h) Caballeros y cruzados
La Caballería era un grupo social abierto a todos los que la mereciesen (nobles,
caballeros, villanos). La ganaban a punta de lanza. El cristianismo les infundió una
concepción más humana y cristiana. Baste recordar el "decálogo del caballero
medieval" recogido por L. Gautier:
Ella veló por la santidad del matrimonio, reguló las relaciones familiares, alivió la
condición de los siervos, cuidó de la educación de los hijos y de su instrucción en
escuelas populares, y muy particularmente atendió a las necesidades de los pobres y
de los enfermos.
23
encargan que 4 veces al año se distribuyan públicamente limosnas. Junto a las
catedrales se fueron erigiendo hospitales y hospicios para los pobres y peregrinos.
Poco nos importa que nuestras iglesias se levanten hasta el cielo, que los
capiteles de sus columnas estén cincelados y dorados, que la púrpura
resplandezca en nuestros pergaminos, que sea fundido el oro en los caracteres
de nuestros códices y que sus encuadernaciones estén adornadas con el brillo de
las piedras preciosas si no tenemos cuidado de los miembros de Cristo y si el
mismo Cristo se muere desnudo a nuestras puertas.
Pero donde se constata de mejor modo el compromiso que la Iglesia adquiere con los
oprimidos de su tiempo es en las órdenes religiosas, unas dedicadas al "rescate" de
cautivos como trinitarios y mercedarios, otras a dar un testimonio de vida pobre y
"mendicante" en un mundo de pobres y mendigos pese al renacer de las ciudades, son
los franciscanos y dominicos.
La ORDEN TRINITARIA, fundada por San Juan de Mata en el siglo XII, nació con el
deseo de consagrarse a la liberación de los cristianos cautivos de Africa. Levantaron
también *casas de misericordia* para hospedar a los que, obtenida la libertad, se
encontraban totalmente desamparados. Igualmente se dedicaron al cuidado de los
enfermos.
24
ahora todas las revoluciones sociales, todas las convulsiones violentas no han
conseguido más que un cambio de papeles, exaltar a los bajos y humillar a los altos;
ninguna revolución ha logrado una verdadera hermandad entre los hombres. Sólo la
humildad franciscana ha logrado fundir todas las clases sociales en una auténtica y
verdadera hermandad cristiana.
Concluimos este rápido análisis con un ágil y sintético comentario bibliográfico acerca
de la filosofía de la cultura y del cristianismo de V. A. Belaunde:
La ecuación entre cristianismo y cultura inspiró la importancia obra del gran historiador
belga Kurth y los sólidos estudios del P. Schnurer y debería reflejarse en las intuiciones
geniales de Hilaire Belloc en su Europa y la fe y El Estado servil. Esta corriente de
pensamiento culminará en C. Dawson, el Spengler católico. Su tesis de que la religión no
es sólo un aspecto de la cultura sino su origen y esencia misma ha sido confirmada por
Toynbee [...] El cristianismo ha formado a Europa. Sobre la estructura de los estados ha
palpitado la vida de una comunidad espiritual y desaparecida ésta, aquéllos tendrán
que forjarse otra alma, a la que no se adherirán libremente los hombres, sino que les
será impuesta por el poder que creará el derecho, definirá la mora, someterá a la
ciencia, impondrá los cánones del arte, esclavizará a la cultura y reducirá al hombre a
ser una simple rueda de un gigante mecanismo.
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La Ilustración y la Modernidad profundizaron - equivocadamente a veces- una realidad
netamente cristiana: la libertad como elemento esencial del hombre, los derechos
humanos, la importancia de una relativa separación entre la Iglesia y el Estado.
APENDICE:
PERÚ 1988
1. Sean mis primeras palabras de esta tarde expresión de mi viva satisfacción por
encontrarme con vosotros, hombres y mujeres del mundo de la cultura y de la
empresa. En mi anterior visita al Perú, estuvisteis muy presentes en mi pensamiento.
En verdad, cuando desde estas tierras agradecía a Dios la evangelización del nuevo
mundo, no me refería en modo exclusivo a la abnegada labor de los misioneros, sino
también a los hombres de cultura que contribuyeron a modelar la identidad de estos
pueblos a la luz de la fe. Así como al hablar sobre el trabajo, no aludía únicamente al
papel fundamental de campesinos y obreros, sino también a los afanes de los hombres
de empresa que con dedicación y empeño ejemplares conducen las labores de
producción y fomentan el desarrollo.
Ambos mundos son verdaderamente expresiones de una misma realidad que puede
ser comprendida en sentido amplio bajo la denominación de desarrollo cultural.
2. Las raíces de la cultura de vuestro país están impregnadas del mensaje cristiano.
La historia del Perú se ha ido forjando al calor de la fe, que ha inspirado y a la vez ha
impreso una marca propia a su vida y sus costumbres. A la luz de ella se modeló una
nueva síntesis cultural mestiza que une en sí el legado autóctono americano y el
aporte europeo.
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satisfacción de su interés propio en el goce de los bienes terrenales, sin consideración
alguna para con los derechos de los demás; o son, por otra parte, ideologías de
inspiración colectivista, que niegan la vocación trascendente de la persona humana y
le señalan una finalidad puramente terrena (cf. Instrucción sobre libertad cristiana y
liberación, n. 13).
3. El interés por la cultura es, en primer lugar, un interés por el hombre y por el
sentido de su existencia. Así lo afirmé en mi discurso a la UNESCO hace algunos
años: "Para crear la cultura hay que considerar íntegramente, y hasta sus últimas
consecuencias, al hombre como valor particular y autónomo, sujeto portador de la
trascendencia de la persona. Hay que afirmar al hombre por él mismo, y no por
ningún otro motivo o razón: ¡únicamente por él mismo! Más aún, hay que amar al
hombre porque es hombre, hay que reivindicar el amor por el hombre en razón de la
particular dignidad que posee" (Discurso a la UNESCO, 2/6/1980, 10). La cultura
debe ser el espacio y el vehículo para que la vida humana sea cada vez más humana
(cf. Redemptor hominis, 14; Gaudium et spes, 38) y pueda el hombre vivir una vida
digna, conforme al designio divino. Una cultura que no está al servicio de la persona
no es verdadera cultura.
La Iglesia hace, pues, una opción radical por el hombre al plantearse la evangelización
de la cultura. Su opción, en consecuencia, es la de un verdadero humanismo integral
que eleva la dignidad del hombre a su verdadera e irrenunciable dimensión de hijo de
Dios. Cristo revela el hombre al hombre mismo (cf. Gaudium et spes, 22), le devuelve
su propia grandeza y dignidad, permitiéndole redescubrir el valor de su humanidad
que por efecto del pecado se había oscurecido. ¡Qué inmenso valor debe tener para
Dios el hombre, que ha merecido tan grande Redentor!
4. Esta opción humanista desde la óptica cristiana supone, como toda opción, la
vivencia clara de una escala de valores, pues éstos son el sustento de toda sociedad.
Sin valores no hay posibilidad real de construir una sociedad verdaderamente
humana, pues ellos determinan no sólo el sentido de la vida personal, sino también
las políticas y estrategias de la vida pública. Una cultura que ha perdido su
fundamento en los valores supremos se vuelve necesariamente contra el hombre.
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determinante del tejido social están condenados por su propio dinamismo interno a
volverse contra el hombre.
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