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CORRALES
CONSIDERACIÓN PREVIA
Ahora bien, en el análisis inverso, junto con la vocal tónica, siempre habrá que
estudiar con especial cuidado su entorno, ya que los diferentes hechos fónicos
(monoptongación, diptongación de hiatos, palatalización, inflexión de diverso origen,
síncopa consonántica, etc.), pueden haber alterado de modo notorio la forma original.
Veamos un ejemplo:
Claro que esto ya no lo podemos afirmar -aun dando por segura la existencia de
una [lj] lat. vulg.-, a la vista del resultado romance sin más –pues siempre quedará la
duda sobre la cantidad de la segunda vocal en hiato-, salvo que contemos con unos
mínimos conocimientos previos de morfonología latina. Así, si postulamos la existencia
previa de [lj], ya podremos asegurar que no ha habido desplazamiento acentual en
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(a)consejar, pues por proceder de un infinitivo en –ĀRE (1.ª conjugación latina), tiene
que tener a tónica en el étimo (la vocal temática, precisamente). Tampoco en pegujar,
pues tanto en los sustantivos como en los adjetivos esp. en –ar, -al (pinar, regular;
robledal, igual) el sufijo –o la terminación-, es resultado (tanto en formas patrimoniales,
igual, como cultas, regular) del de sustantivos o adjetivos latinos de la 3.ª declinación
con nom. y gen. en –ĀRIS o –ĀLIS, con a larga tónica como penúltima. Ni en cojón,
pues en las formas esp. en –ón, tanto las patrimoniales, pregón, como las no
patrimoniales, cultas o semicultas, lección, la terminación ˗ón (ya no siempre sufijo en
esp. act.) obedece a formas latinas de la 3.ª declinación con nom. –O y gen. –ŌNIS,
por lo que el acus., forma sobre la que ha evolucionado el esp., será siempre –
ŌNE(M). Ni en mejor, si sabemos que es un comparativo sintético que perpetúa la
forma de masculino y femenino del comparativo sintético latino en ˗ŌRE(M), como en
MAIŌRE(M) > mayor.
Solo ante mujer, si estamos trabajando sobre el supuesto de una yod antetónica
[lj], tendremos que considerar por separado las dos posibilidades: la del
desplazamiento y la de la conservación del lugar de la tónica. La ventaja, por otra
parte, que presenta esta forma con e tónica es la de permitirnos asegurar que, si hay
una yod 2.ª [lj] precedente, el primer elemento del hiato va a ser Ĭ, mientras que en las
anteriores consideradas, con segundo elemento A u O, el primero puede ser tanto Ĭ
como Ĕ. Por tanto, la E del segundo elemento del hiato lat. clás. en el étimo de mujer
podría ser larga, con lo cual no se habría producido desplazamiento acentual, pues
ella habría sido la tónica, o podría ser breve, con lo cual la tónica habría sido el primer
elemento del hiato, esa Ĭ que damos como segura en el constructo que estamos
elaborando. Como sabemos, se trata de esto último.
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lobo
3. En la tónica de esp. lobo tenemos una /´o/ que sabemos resulta del lat. vulg. /´o/, la
cual a su vez procede del lat. clás. Ŭ, Ō tónicas. Pero también esp. /´o/ puede resultar
de la monoptongación del diptongo lat. vulg. /´au/ (vivo aún o en fase de reducción en
algunos romances: gall. ouro < AURU) procedente del lat. clás. AU. Por tanto, en el
étimo de esta /´o/ de lobo puede haber, en principio, Ŭ, Ō o AU. No nos conviene aún
comenzar a postular étimos, ya que, si bien las posibilidades de partida son
teóricamente muchas, en la práctica se van a ver considerablemente reducidas al
estudiar el consonantismo.
4. Las consonantes simples iniciales latinas suelen conservarse bien en todos los
romances. Para el caso concreto de esp. l-, no es muy aventurado postular
directamente L-, pero siempre debemos estar alertas ante la sorpresa, porque hay
algunos casos de esp. l- no procedentes de L-, sino de la palatalización de grupos de
muta cum liquida y posterior despalatalización del resultado. Son ejemplos los casos
de lacio < med. llacio < FLACCĬDU y de landre < GLANDĬNE, latir < GLATTIRE, lirón <
GLIRŌNE, ovillo < med. loviello < GLOBĔLLU. Conociendo estos pocos casos, ya se
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hace innecesaria la cautela y, ante cualquier otra forma esp. l-, podemos establecer L-
en el étimo.
7. Desechamos también -F- por la misma razón ortográfica y por otra etimológica, a
saber: porque no hay palabras latinas primitivas con -F- (vid. “Del latín al español”, a
propósito de PROFECTU, “Consonantes simples”). No descartamos, sin embargo,
˗PH-, al menos no por razones ortográficas ni fonético-históricas, aunque, teniendo en
cuenta que los étimos latinos con el dígrafo -PH- representan grecismos, sería muy
extraño que en el significante para un animal tan emblemático en el mundo romano
antiguo como es el lobo hubiera un grecismo. Por tanto, sin descartarlo
categóricamente, damos -PH- solo como remotamente probable.
8. Nos quedan, pues, –P- y –B- como consonantes interiores más probables con las
que establecer el étimo de lobo. La sonora no es muy frecuente como sílaba final ˗BU
con vocal precedente, aunque la existencia de algún resultado como sebo < SĒBU es
razón suficiente para no descartarla definitivamente.
9. De este modo, tenemos para postular el étimo de lobo, por lo que respecta a la
secuencia interior -ób- [óβ], las combinaciones de las tónicas Ŭ, Ō, AU con las
oclusivas labiales sorda y sonora -P- y -B-. Ahora bien, la combinación **-AUP- es
directamente descartable, ya que en ella el wau habría impedido la sonorización de la
sorda y se habría llegado a un esp. **lopo.
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posible, si bien de poca probabilidad, toda vez que sabemos que la reacción culta ya
en el siglo XII frenó los resultados aubo, obo < ALBU, pauma < PALMA y restituyó las
secuencias consonánticas con líquida agrupada a labial: albo, palma.
11. Llegamos, pues, a este punto con los constructos *LŬPU, *LŌPU y *LAUBU (o
*LALBU), *LŬBU, *LŌBU, si bien la serie con labial sonora cuenta con muchísimas
menos probabilidades que la de labial sorda por cuanto queda dicho. A partir de aquí,
hemos de buscar el apoyo de las formas cultas -si es que existen-, de la toponimia, de
la antroponimia y de la lingüística comparativa.
12. Una rápida ojeada al diccionario nos muestra la inexistencia de esp. *lalb-, *laub-,
con lo que desechamos por el momento los constructos *LALB-, *LAUB-, al menos
como suministradores de formas cultas. También dejamos a un lado en principio
*LŌB˗, puesto que lobo, con sus derivados lobato, lobuno, lobina ‘róbalo’, etc., es la
forma patrimonial objeto de estudio. Ahora bien, si nuestro estudio no hallara fruto con
el resto de los constructos, habría que tomar en consideración lobo < *LŌBU, del
mismo modo que tenemos sebo < SĒBU.
13. Entre las secuencias esp. lub- solo tenemos lubina, que remite a lobina, y lúbrico y
sus derivados, para los que lat. LŬBRĬCU ya nos resulta conocido como origen del
doblete lúbrico / lóbrego. Más allá de la afición del lobo al merodeo nocturno, no se
puede establecer otra conexión semántica entre lobo y lóbrego (mucho menos entre
lobo y LŬBRĬCU).
14. Ante esto, cobran fuerza los constructos *LŬPU, *LŌPU, si bien nos queda por
determinar la tónica: Ŭ u Ō. Aquí es donde nos ayuda el cultismo: de forma directa,
lupino ‘relativo al lobo’, o de forma indirecta, lupanar ‘prostíbulo’ 2. Asimismo, Luperca
es el nombre de una antigua divinidad del Lacio, probablemente la loba que amamantó
a Rómulo y Remo (una prostituta, en la desmitificación de Tito Livio).
15. Este párrafo y el que sigue ya no guardan relación directa con los contenidos y los objetivos
de este curso, pero los incluimos aquí, en primer lugar, para que aquellos alumnos que sienten
curiosidad por la lingüística románica puedan ampliar su visión de los hechos; en segundo
lugar, para que todos, en general, puedan comprobar cómo la doctrina sobre fonética
diacrónica del español cuenta con un sólido apoyo en la comparación sistemática con el resto
de los romances. De lo propio, claro está, se benefician todos y cada uno de los estudios
particulares de las lenguas neolatinas.
Claro está que, en el caso tratado, la ayuda que nos ofrece la lingüística comparativa no
podemos obtenerla de los romances occidentales actuales, con sonorización de la sorda
intervocálica. Así, en fr. loup [´lu] (pero femenino louve), esta -p es grafía latinizante que de
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Tomado de LŬPANĀRIS, relacionado con LŬPA ‘prostituta’ (uso traslaticio del zoónimo equivalente al
del fr. act. louve ‘id.’).
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ningún modo representa un resultado fonético patrimonial; en cat. llop (pero fem. lloba), hay
ensordecimiento secundario a la apócope de –o, y con esta reserva habría que tomar también
la -p- de algunas hablas altoaragonesas, lopo, llopo, con una antigua -p final, por
ensordecimiento secundario a la apócope de –o, y con posterior restitución de dicha –o.
16. Son los romances orientales, it. lupo y rum. lup, mantenedores de las sordas intervocálicas,
los que nos van a dar la plena seguridad de –P- en el étimo de lobo. Ahora bien, el it. lupo nos
replantea el problema de la determinación de la tónica, pues en esta lengua -al igual que en
esp., fr., gall.-port., cat., etc.-, /´o/ < Ŭ, Ō y /´u/ < Ū, por lo que lupo invitaría a postular un
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*LŪPU que ya de partida descartan todos los resultados románicos occidentales . El sistema
del vocalismo tónico rumano, sin embargo, iguala los resultados de Ū y de Ŭ, mur < MŪRU, lut
< LŬTU (cfr. esp. muro y lodo, resp.), pero mantiene diferenciados los de Ŭ y de Ō: bucă <
BŬCCA pero oară < HŌRA. De esta forma, rum. lup nos permite descartar definitivamente el
constructo *LŌPU, si bien por sí mismo no nos desvela si *LŬPU o *LŪPU. Ahora bien, *LŪPU
ya había quedado descartado por lobo y todos los resultados romances occidentales actuales.
esp. act. lobo /´lobo/ [´loβo] < esp. med. lobo /´lobo/ [´lobo] < lat. vulg. [´lopo] < lat.
clás. LŬPŬ(M) /´lupuN/ [´lupu]
CRONOLOGÍA RELATIVA
INVERSA: a) Bilabial fricativa sonora intervocálica en esp. act. < b) Bilabial oclusiva
sonora en esp. med., resultante de la sonorización de oclusiva sorda latina en
románico occidental. c) Unidades vocálicas (sistema itálico o protorrománico común)
del lat. vulg. d) Unidades vocálicas del sistema cuantitativo lat. clás. e) Pérdida de –M
desinencial.
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La justificación de esta /´u/ del it. lupo -una lengua, por otra parte, muy sistemática en el resultado /´o/
< Ŭ, Ō del protorrománico común-, es explicable por influjo de los dialectos calabro-sicilianos, en cuyo
sistema vocálico /´u/ < Ō, Ŭ, Ū tónica.
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cabello
17. Una palabra como cabello solo tendría que plantearnos dificultades a la hora de
fijar el origen de la labial interior, según hemos visto al tratar de lobo. La cautela, sin
embargo, debe acompañarnos siempre, porque la experiencia nos muestra que en la
evolución fónica se llega frecuentemente a un mismo punto a través de caminos
diversos.
18. En efecto, la e tónica ante la consonante palatal lateral remonta casi con toda
seguridad a una Ĭ, pues lo más habitual ante consonante geminada latina es vocal
breve, aunque no faltan casos de vocal larga: estrella < STĒLLA, villa < VĪLLA.
Tampoco es descartable, por tanto, una Ē tónica en el étimo de cabello. Sí podemos
descartar, en cambio, los diptongos tónicos OE, AE (vid. infra higuera, § 25). Y no hay
lugar, por otro lado, para la postulación de una /´ɛ/ < Ĕ cuyo resultado de diptongación
habría monoptongado posteriormente ante la consonante palatal, pues, aunque tal
monoptongación de /i´e/ ante /ʎ/ se da, el resultado es /´i/: castillo < med. castiello <
CASTĔLLU (vid. “Del latín al español” a propósito de CAPITĔLLU > caudillo,
Vocalismo romance, Reducción de diptongo tónico).
19. El vocalismo de las átonas no ofrece dificultades, ni por lo que respecta a la /a/
inicial deuterotónica 4 (/a/, tanto tónica como átona, es la vocal más estable), ni por lo
que respecta a /o/ átona final, para la que es de aplicación lo que afirmamos aquí
mismo en § 2, a propósito de lobo.
20. En el consonantismo de las simples iniciales, esp. c- ante a (y ante o, u) remite con
bastante seguridad a C- [k]: CABALLU, CAPRA, etc. No ocurriría lo mismo si
tuviéramos aquí esp. g- ante a, porque así como esp. ca- presupone CA-, no podemos
afirmar con seguridad que siempre ga- < GA-, pues si bien tenemos galgo < GALLĬCU,
gallo < GALLU, gamo < GAMMU, gañir < GANNĪRE, etc., hay algunos casos de
sonorización de CA-, como gato < CATTU, gamella ‘artesa’ < CAMĒLLA.
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Vid. nota 5.
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22. Por lo que respecta a -ll-, hemos dado por sentada su procedencia de -LL-, pero
una vez más hemos de apelar a la cautela y no olvidarnos de que la líquida palatal
lateral /ʎ/ en interior de palabra también puede proceder de la palatalización de grupos
interiores, tanto primarios, hallar < AFFLĀRE, como secundarios, trillo < TRĪBŬLU.
23. Llegados a este punto, solo podemos establecer de forma absolutamente segura
para esp. cabello un lat. *CA _ _ _ Ŭ(M), aunque para el lugar de la tónica, tiene –Ĭ-
una probabilidad etimológica mucho mayor que la de –Ē-; para el de la labial, la de -P-
es mayor que la de –B-, y para el de la palatal, la de la geminada -LL- es, asimismo,
con mucho bastante mayor que la de algún grupo de muta cum liquida: *CAPĬLLŬ(M).
24. La indagación en el léxico culto nos proporciona capilar, adjetivo aplicado a tubos,
vasos sanguíneos, etc. finos como cabellos, y, de mucha mayor ocurrencia en
nuestros días, los sintagmas loción capilar, tratamiento capilar, mascarilla capilar, etc.,
relativos todos al cuidado del cabello. Por tanto, esp. cabello < lat. CAPĬLLŬ(M).
esp. act. cabello /ka´beʎo/ [ka´βeʎo], [ka´βeǰo] con realización yeísta < esp. med.
cabello /ka´beʎo/ [ka´beʎo] < lat. vulg. [ka´belːo] < [ka´pelːo] < lat. clás. CAPĬLLŬ(M)
/ka´pilːuN/ [ka´pilːu]
CRONOLOGÍA RELATIVA
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higuera
25. Partimos ahora de un resultado romance esp. higuera /i´gera/ [i´γera] con una e
tónica que, según sabemos, en principio puede proceder de Ē, Ĭ, OE e incluso AE, si
bien este último se iguala, más frecuentemente, con Ĕ para seguir su misma suerte (Ĕ,
AE tónicos > /´ɛ/, /´ɛ:/ > /i´e/; vid. “Del latín al español”, a propósito de CAECU > ciego).
Ahora bien, las palabras latinas con diptongo tónico AE, OE que han dado resultados
romances suelen ser bisílabas, CAELU, CAECU, SAETA, POENA, COENA, FOENU,
FOEDU, o trisílabas con acentuación proparoxítona, CAESPĬTE. Podemos, por tanto,
desechar con bastante seguridad un diptongo tónico, ya sea OE o AE, en el étimo de
higuera. Mas, como hemos dicho en la consideración previa, el análisis regresivo del
vocalismo de higuera no puede detenerse en la afirmación general según la cual esp.
/´e/ < lat. Ē o Ĭ tónicas sin el adecuado estudio del entorno fónico de esta /´e/ de esp.
act. higuera, al que volveremos más adelante.
26. Veamos, mientras tanto, el vocalismo de las átonas. Las iniciales deuterotónicas
son, tras las prototónicas 5, las más estables. Como sabemos, el subsistema átono lat.
vulg. en posición inicial se reduce a cinco unidades. De ellas, las de máximo cierre /i/,
/u/ son las procedentes de Ī, Ū átonas iniciales, respectivamente. Mas de nuevo en
este caso tenemos que tomar con reservas la afirmación de carácter general según la
5
No deben confundirse entre sí los términos protónica y prototónica. El primero, protónica, hace
referencia, según sabemos, a cualquier elemento –una vocal, una consonante, una yod, etc.- situado
delante de la vocal tónica; el segundo, prototónica, designa exclusivamente a la vocal portadora del
primer acento. En efecto, en términos fonéticos objetivos, la diferencia tónica / átona, como oposición
privativa -esto es: o se posee el rasgo tónico, o no se posee-, solo puede darse en palabras bisílabas, en
las que una sílaba es la tónica y la otra, la átona. En palabras de tres o más sílabas, sin embargo, hay una
que es claramente tónica (LĔPŎRE, CANTĀRE, LABORĀRE, etc.), pero entre las restantes, no todas son
átonas en la misma medida, es decir, hay una que presenta mayor tonicidad que la otra u otras. Esta
vocal siguiente en grado de tonicidad es la deuterotónica, o portadora del segundo acento en la palabra.
Así, en LĔPŎRE, es deuterotónica la final –RE, por eso la síncopa va a ocurrir en el núcleo de la más
átona, la postónica -PŎ-, es decir, la que se halla en posición intertónica; en LABORĀRE, es deuterotónica
la inicial LA-, menos tónica que –RĀ- pero más que –RE y que –BO- (esta es la más átona de las cuatro);
por eso, ocurrirá en primer lugar síncopa de la intertónica, labrare, y por último, apócope de –e, pues en
labrare –como en CANTARE > cantare-, aunque ya no hay intertónica, el desgaste fonético lo sufrirá la
sílaba más átona; en este caso, la final.
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cual esp. /i/ átona inicial < lat. Ī átona (tanto silábica como no silábica, vid. “Glosario” s.
v. SILÁBICA), pues también estas pueden resultar inflexionadas por yod o por wau
(RĒNĬŌNE > riñón; CĒRĔŎLA > ciruela). Por tanto, solo por lo que respecta a la átona
final –a podemos, de acuerdo con la doctrina general, dar ya como segura una /a/ <
˗Ā, -Ă en el étimo latino de higuera.
29. Fijadas la tónica y la átona final, estudiemos ahora la átona inicial (la que según ya
sabemos es, en realidad, la deuterotónica). Hemos visto que en el origen de esta /i/
esp. act. puede estar, naturalmente, una /i/ lat. vulg. < Ī, pero también una /e/ lat. vulg.
< Ē, Ĭ inflexionada por yod o por wau (como en RĒNĬŌNE > riñón; CĒRĔŎLA >
ciruela). Más próximo aún al caso de higuera, por la mayor similitud en la estructura
vocálica del significante, es dinero < DĒNĀRĬU, con /e/ inicial deuterotónica
inflexionada secundariamente por yod 4.ª [rj]. Ante estos casos de dificultades en la
determinación de la átona inicial, conviene indagar si entre los miembros de la familia
léxica hay algún bisílabo en el que la vocal investigada, forzosamente portadora del
acento, nos dé una pista sobre su cantidad, como sucede con hijuelo < FĪLĬŎLU,
necesariamente con Ī deuterotónica, porque hijo < FĪLIU, con Ī prototónica.
30. Y, en efecto, tenemos higo, donde /´i/ ha de remontar a Ī tónica latina, como en hilo
< FĪLU o pino < PĪNU. En conclusión, esta /i/ átona inicial de higuera ha de proceder
de una /i/ lat. vulg. < Ī átona inicial.
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Con lo hasta aquí visto, hemos establecido la estructura vocálica del étimo de esp.
higuera y, además, hemos dejado solucionada una parte del consonantismo gracias a
nuestro conocimiento de la sistematicidad del hecho de morfonología histórica –era <
‒ĀRIA. Así pues, tenemos asegurado, de momento, _ Ī _ ĀRĬA.
31. La grafía higuera nos plantea el problema del origen de h- inicial. En las formas
españolas de procedencia latina, sabemos que esta h- ortográfica puede remontar
etimológicamente tanto a F-, haba < FABA, como a H-, hombre < HOMINE, y que,
asimismo en formas de origen latino, puede tener un fundamento no etimológico, como
en huevo < ŎVU o helar < GELĀRE. En el caso que nos ocupa, sin embargo, no es
necesario hacer cábalas sobre su origen, ya que, sabiendo como sabemos que el
español es el único romance hispánico que pierde F-, si comparamos con fr. figuier,
gall.-port. figueira, cat. figuera, etc. podemos dar por segura la F- en el étimo latino de
higuera: FĪ _ ĀRĬA. Trabajando sobre el propio español, la afirmación se refuerza por
la persistencia de las realizaciones dialectales [´hiγo], [hi´γera], con [h] < F-.
32. Queda, por último, el problema del origen de la velar sonora /g/ [γ]. Dado que en el
étimo está en contacto con /´a/, puede tratarse, en principio, tanto de ‒C‒ /k/ [k] como
de ‒G‒ /g/ [g]. La sonora, que se pierde ante vocal palatal, es bastante estable ante
/a/, pues si bien hay casos de pérdida, LĪTĬGĀRE > lidiar, RŪMĬGĀRE > rumiar,
REGALE > real, LEGALE > leal, estos parecen más bien imputables a las condiciones
determinadas por la historia particular de la palabra, y son más los casos de
conservación: NĔGĀRE > negar, RŎGĀRE > rogar, RŪGA > arruga, PLAGA > llaga,
etc. Ante esta doble posibilidad, por tanto, siempre nos queda el recurso a las formas
cultas, caso de haberlas, y a la lingüística comparativa.
33. Puestos a buscar posibles cultismos relacionados con higuera y con higo,
tomamos las secuencias fig- y fic-, pues se trata de decidir entre un étimo comenzado
por *FIG- o por *FIC-. El inventario léxico no nos proporciona formas comenzadas por
fig- que puedan guardar relación léxico-semántica con higuera, higo, mientras que con
fic- nos da ficus, tecnicismo del mundo de la botánica y de la jardinería que designa de
modo general a diversas plantas de origen tropical pertenecientes, precisamente, al
mismo género que la higuera.
En la comparación con otros romances, no nos sirven ahora los occidentales (fr.
figuier, gall.-port. figueira, cat. figuera, etc.), ya que lo esperable es que la velar del
étimo latino haya corrido en todos los casos similar suerte (como en efecto ha sido).
Sin embargo, en italiano, romance perteneciente al grupo oriental por conservar las
sordas latinas, fico designa tanto a la higuera como a su fruto.
34. Con todo esto ya tenemos elementos suficientes para establecer FĪCUS como
étimo de esp. higo y, consecuentemente, FĪCĀRĬA como el de higuera. En efecto,
FĪCUS, femenino como todos los nombres de árboles, designaba en lat. clás. tanto el
árbol como su fruto, y continuador del término con ambos valores es it. fico. En ciertos
dominios del lat. vulg., sin embargo, se obtuvo por derivación FĪCĀRĬA, dada la gran
productividad del sufijo –ĀRĬU -A en la designación de lugares y objetos donde abunda
lo designado por el término primitivo. FĪCUS quedó entonces únicamente como
significante del fruto, y para ello adoptó el masculino -esp. el higo, port. o figo-, género
que presentaban la mayor parte de las formas de la segunda declinación. En fr. la
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esp. act. higuera /i´gera/ [i´γera], dial. [hi´γera] < esp. med. figuera, higuera, iguera
/i´gera/ < [i´γera] < [hi´gera] < esp. arc. [hi´gei̯ ra] < [hi´gai̯ ra] < [hi´kai̯ ra] < lat. vulg.
[fi´karja] < lat. clás. FĪCĀRĬA(M) /fi:´ka:riaN/ [fi:´ka:ria]
CRONOLOGÍA RELATIVA
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DEL ESPAÑOL AL LATÍN ENRIQUE E. CORRALES
aguja
35. Frente a esp. <cons. + –éro –a>, que conduce regresivamente con bastante
seguridad a lat. -ĀRIU -A, las secuencias <voc. tón. + –jo –a> pueden apuntar en
principio tanto a una secuencia origen de yod 2.ª [kl], [gl], [lj] (OCŬLU, REGŬLA, FĪLIU
> ojo, reja, hijo) como a una de yod 4.ª [ks] (TAXU, FĬXU, CŎXA ‘cadera’ > tejo, fijo,
coja) e incluso a lat. ˗SSj- (RŬSSEU > rojo). Los textos medievales suponen una
buena ayuda toda vez que muestran las grafías i, j, g, gi para transcribir /ʒ/ < [kl], [gl],
[lj] (oio, ojo, muger, mugier), y x para /ʃ/ < [ks] o -SSj- (texo, fixo, coxa; roxo, baxar).
36. Pese al resultado único esp. act. -j- /x/ procedente de la desfonologización de las
antiguas /ʒ/ : /ʃ/, oposición fonológica manifestada en lo ortográfico, tenemos -además
de las formas gráficas medievales- el recurso a la lingüística comparativa y a los
cultismos. Y además, también la realidad extralingüística podrá a veces orientarnos,
según veremos.
37. Podemos directamente desechar -SSj-, ya que son escasos los resultados: rojo <
RŬSSEU, bajo ← bajar < *BASSIĀRE y poco más. Por otra parte, si en el étimo de
aguja hay un grupo secundario origen de yod 2.ª, en la tónica vamos a tener
necesariamente lat. vulg. /´u/ < Ū, ya que esta yod no inflexiona /´o/ < Ŭ, Ō; en otras
palabras, la tónica de aguja no puede proceder de lat. vulg. /´o/ < Ŭ, Ō si esta -j- /x/ <
[kl], [gl], [lj]. Otro tanto podemos decir con respecto a una secuencia [ks] origen de yod
4.ª, pese a dar como damos por hecho que la yod 4.ª inflexiona /´o/ < Ŭ, Ō. Lo cierto,
sin embargo, es que, cuando así lo afirmamos, solo aducimos ejemplos de [kt], porque
los pocos que hay de [ks] parecen desmentirlo: FLŬXU > flojo (flujo es culto, mientras
que bruja < *BRŪXA). Ahora bien, es precisamente esta escasez de ejemplos de
étimos con -X- y vocal velar precedente lo que más apoya a la hora de postular en el
origen de aguja un grupo de yod 2.ª [kl], [gl], [lj] como entorno fónico más probable.
38. El inventario léxico patrimonial nos proporciona las formas agudo, aguzar, cuya
relación tanto de significante como de significado con aguja debería sernos evidente.
El conocimiento que ya poseemos de los respectivos étimos, ACŪTUS, *ACŪTIĀRE,
nos ahorra la formulación de hipótesis en lo que respecta a la naturaleza sorda o
sonora de la velar origen de esta -g- de aguja, al par que nos indica la cantidad de la
tónica. Tenemos, por tanto, de forma segura, ACŪ-, con Ū tónica.
39. El hecho de tener fijada la tónica no nos ayuda a determinar la naturaleza del
grupo lat. vulg. origen de esta –j- /x/, dado que una vocal tónica de máximo cierre nada
puede indicarnos sobre la posibilidad o no de resultar inflexionada por yod, cualquiera
que sea el tipo de esta. El recurso a los cultismos, por otra parte, nos da acicular 'con
forma de aguja', que remite claramente a un lat. ACICŬLARIS, adjetivo que reclama un
sustantivo ACICŬLA. Esta variante, si bien en nada nos ayuda con respecto a la
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DEL ESPAÑOL AL LATÍN ENRIQUE E. CORRALES
tónica, sí nos orienta con respecto al probable grupo secundario: [kl]. Y en efecto,
según hemos dicho en § 36, también podemos servirnos de la realidad extralingüística.
40. El lat. vulg. tenía, como ya sabemos, una gran tendencia al uso de las formas de
diminutivo, mucho más expresivas: APIS → APICŬLA, AURIS → AURICŬLA, OVIS →
OVICŬLA, etc. Es fácil imaginar, entonces, que un objeto pequeño como es una aguja
fuera habitualmente designado mediante una forma de diminutivo. De este modo,
teniendo en cuenta las formas relacionadas ACŪTUS, *ACŪTIARE, por un lado, y el
usual sufijo diminutivo -CŬLA por otro, podemos establecer con bastante seguridad
*ACŪCŬLA.
esp. act. aguja /a´guxa/ [a´γuxa], [a´γuha] en zonas de aspiración < esp. med. aguja
[a´guʃa] < /a´guʒa/ [a´guʒa] < protorróm. [a´kuʒa] < lat. vulg. [a´kuʎa] < [a´kui̯ lja] <
[a´kuxjlja] < [a´kuxla] < [a´kukla] < lat. clás. ACŪCŬLA(M) /akú:kulaN/ [akú:kula]
CRONOLOGÍA RELATIVA
INVERSA: a) Fricativa velar sonora /g/ [γ] resultante de oclusiva velar sonora
medieval, y fricativa velar sorda /x/ [x], con realización aspirada [h] en dominios
dialectales, resultante del atraso articulatorio de la fricativa palatal sorda medieval /ʃ/
(tras la desfonologización con /ʒ/). b) Oclusiva velar sonora medieval /g/ [g]
procedente de oclusiva sorda latina /k/ y fricativa palatal sonora medieval /ʒ/ resultante
de la evolución de la palatal lateral [ʎ] procedente de palatalización de yod 2.ª [kl]. c)
Oclusiva velar sorda latina y palatal lateral [ʎ] resultante del proceso de palatalización
de velar agrupada secundariamente a líquida (yod 2.ª [kl]). d) Unidades vocálicas
(sistema itálico o protorrománico común) del lat. vulg. y síncopa de la postónica. e)
Unidades vocálicas del sistema cuantitativo lat. clás. f) Pérdida de –M desinencial.
Enrique E. Corrales
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