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DEL ESPAÑOL AL LATÍN ENRIQUE E.

CORRALES

CONSIDERACIÓN PREVIA

Al igual que en el análisis evolutivo directo, para remontarnos desde un resultado


romance hasta su probable étimo latino comenzaremos inspeccionando la vocal
tónica, pues ya sabemos que el lugar acentual de la forma latina suele conservarse en
romance, salvo unas pocas excepciones en que ocurre desplazamiento (como las ya
conocidas de los grupos de oclusiva más líquida: entero < ĬNTĔGRUM /´iNtegruN/,
tinieblas < TĔNĔBRAS /´tenebras/, etc.).

Ahora bien, en el análisis inverso, junto con la vocal tónica, siempre habrá que
estudiar con especial cuidado su entorno, ya que los diferentes hechos fónicos
(monoptongación, diptongación de hiatos, palatalización, inflexión de diverso origen,
síncopa consonántica, etc.), pueden haber alterado de modo notorio la forma original.
Veamos un ejemplo:

En resultados españoles con –j- /x/ precedente a la tónica, ya tenemos


conocimientos para poder postular étimos con I o E en hiato y –L- precedente: es
decir, para establecer el entorno fónico que va a originar una yod 2.ª [lj] antetónica,
como en mujer, mejor, hijuelo, cojón, (a)consejar, pegujal, etc. < MŬLĬĔRE, MELIŌRE,
FĪLĬŎLU, COLĔŌNE, CONSĬLĬĀRE, PĔCŪLĬĀRE(M), etc. (lo cual no significa, claro
está, que en el origen de toda –j- /x/, antetónica o postónica, vaya a haber
necesariamente una yod 2.ª [lj]: nos estamos fijando solo en un posible origen, y en un
determinado entorno, para esp. –j- /x/). Pero ni siquiera el hecho de tener postulado de
forma fiable un étimo con hiato de I o E como primer elemento y líquida precedente
(<voc. + -LĬ- o –LĔ- + voc.>) nos resuelve de inmediato la determinación de la tónica
latina. Así, en mejor, cojón, (a)consejar, pegujar, podemos decir, a la vista del étimo
latino convenientemente notado, que no ha habido desplazamiento acentual, mientras
que sí lo ha habido en mujer o en hijuelo, según vemos en el étimo.

Claro que esto ya no lo podemos afirmar -aun dando por segura la existencia de
una [lj] lat. vulg.-, a la vista del resultado romance sin más –pues siempre quedará la
duda sobre la cantidad de la segunda vocal en hiato-, salvo que contemos con unos
mínimos conocimientos previos de morfonología latina. Así, si postulamos la existencia
previa de [lj], ya podremos asegurar que no ha habido desplazamiento acentual en

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(a)consejar, pues por proceder de un infinitivo en –ĀRE (1.ª conjugación latina), tiene
que tener a tónica en el étimo (la vocal temática, precisamente). Tampoco en pegujar,
pues tanto en los sustantivos como en los adjetivos esp. en –ar, -al (pinar, regular;
robledal, igual) el sufijo –o la terminación-, es resultado (tanto en formas patrimoniales,
igual, como cultas, regular) del de sustantivos o adjetivos latinos de la 3.ª declinación
con nom. y gen. en –ĀRIS o –ĀLIS, con a larga tónica como penúltima. Ni en cojón,
pues en las formas esp. en –ón, tanto las patrimoniales, pregón, como las no
patrimoniales, cultas o semicultas, lección, la terminación ˗ón (ya no siempre sufijo en
esp. act.) obedece a formas latinas de la 3.ª declinación con nom. –O y gen. –ŌNIS,
por lo que el acus., forma sobre la que ha evolucionado el esp., será siempre –
ŌNE(M). Ni en mejor, si sabemos que es un comparativo sintético que perpetúa la
forma de masculino y femenino del comparativo sintético latino en ˗ŌRE(M), como en
MAIŌRE(M) > mayor.

Por otra parte, en hijuelo podremos establecer que sí ha habido desplazamiento,


pues, a diferencia de los anteriores, el sufijo diminutivo latino tiene o breve, -ŎLU –A,
por lo que cualquier forma obtenida con su concurrencia tendrá como tónica la sílaba
precedente a esta -Ŏ- penúltima breve. Aquí, además, podemos deducir que ha habido
desplazamiento sin necesidad de acudir a la morfonología latina, pues, dado que
tenemos un diptongo tónico ué, en el étimo tiene que haber o breve tónica, lo que
quiere decir que el acento lat. clás. ha de estar en una Ĭ o en una Ĕ precedente.

Solo ante mujer, si estamos trabajando sobre el supuesto de una yod antetónica
[lj], tendremos que considerar por separado las dos posibilidades: la del
desplazamiento y la de la conservación del lugar de la tónica. La ventaja, por otra
parte, que presenta esta forma con e tónica es la de permitirnos asegurar que, si hay
una yod 2.ª [lj] precedente, el primer elemento del hiato va a ser Ĭ, mientras que en las
anteriores consideradas, con segundo elemento A u O, el primero puede ser tanto Ĭ
como Ĕ. Por tanto, la E del segundo elemento del hiato lat. clás. en el étimo de mujer
podría ser larga, con lo cual no se habría producido desplazamiento acentual, pues
ella habría sido la tónica, o podría ser breve, con lo cual la tónica habría sido el primer
elemento del hiato, esa Ĭ que damos como segura en el constructo que estamos
elaborando. Como sabemos, se trata de esto último.

Y de modo similar, por lo que respecta a la inspección del entorno fónico,


habremos de proceder, mutatis mutandis, en el estudio de las átonas iniciales, según
vamos a tener ocasión de ver en alguno de los cuatro casos tratados a continuación.

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lobo

1. Comencemos con un resultado de tan aparentemente poca dificultad como es esp.


lobo para que podamos hacernos cargo de los problemas con que nos vamos a topar
en el análisis y comentario inversos. Pronto nos vamos a dar cuenta de que su
aparentemente escasa dificultad analítica no es debida a su estructura de palabra
bisílaba CV#CV, sino, en realidad, al hecho de que nos es sobradamente conocido el
étimo LŬPUS. Porque, si operamos como si lo desconociéramos, veremos que
inicialmente son varias las posibilidades de postulación de étimo que en el estudio de
lobo se nos ofrecen.

2. Aunque en nuestro trabajo comenzamos metodológicamente por el vocalismo de la


tónica, ante sustantivos o adjetivos esp. en –o vamos a poder siempre afirmar, sin
temor a aventurarnos, que en el étimo latino hemos de tener –Ŭ(M), pues damos por
sentado que todas estas formas esp. proceden del acusativo lat. en –ŬM, una vez
perdida la -M desinencial. Llegado, por tanto, el momento de tratar el vocalismo átono,
diremos que “en el étimo de lobo (y, de forma general, de cualquier sustantivo o
adjetivo esp. en -o) ha de haber -Ŭ(M), pues, más allá del hecho de que las cuatro
velares átonas finales latinas confluyen en una única /o/ átona en esp., los masculinos
en –o proceden de formas del acusativo lat. –ŬM”.

3. En la tónica de esp. lobo tenemos una /´o/ que sabemos resulta del lat. vulg. /´o/, la
cual a su vez procede del lat. clás. Ŭ, Ō tónicas. Pero también esp. /´o/ puede resultar
de la monoptongación del diptongo lat. vulg. /´au/ (vivo aún o en fase de reducción en
algunos romances: gall. ouro < AURU) procedente del lat. clás. AU. Por tanto, en el
étimo de esta /´o/ de lobo puede haber, en principio, Ŭ, Ō o AU. No nos conviene aún
comenzar a postular étimos, ya que, si bien las posibilidades de partida son
teóricamente muchas, en la práctica se van a ver considerablemente reducidas al
estudiar el consonantismo.

4. Las consonantes simples iniciales latinas suelen conservarse bien en todos los
romances. Para el caso concreto de esp. l-, no es muy aventurado postular
directamente L-, pero siempre debemos estar alertas ante la sorpresa, porque hay
algunos casos de esp. l- no procedentes de L-, sino de la palatalización de grupos de
muta cum liquida y posterior despalatalización del resultado. Son ejemplos los casos
de lacio < med. llacio < FLACCĬDU y de landre < GLANDĬNE, latir < GLATTIRE, lirón <
GLIRŌNE, ovillo < med. loviello < GLOBĔLLU. Conociendo estos pocos casos, ya se

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hace innecesaria la cautela y, ante cualquier otra forma esp. l-, podemos establecer L-
en el étimo.

5. Fijadas la consonante inicial L- y la vocal átona final –Ŭ(M), y con la posibilidad en la


tónica de Ŭ, Ō o AU, veamos el consonantismo en el interior de la palabra. El fonema
esp. act. /b/ con ocurrencia [β] intervocálica puede proceder:

- de la sonorización de -P- intervocálica: cuba < CŪPA.

- de -B- intervocálica: caballo < CABĂLLU, hebilla < FĬBĔLLA.

- de la consonantización del wau intervocálico: nueva < NŎVA.

- de la sonorización de -F- o de -PH- intervocálicas: provecho < PROFECTU, rábano <


RAPHANU.

6. Ante esto, se puede tener la impresión inicial de que las posibilidades de


establecimiento de constructos teóricos son muchas, quince al menos. Sin embargo,
podemos descartar -V- por dos razones: la primera, de índole ortográfica, ya que en la
moderna ortografía del español empleamos -v- para los resultados de -V- y -b- para los
de -P-, -B- 1; la segunda razón es de índole fonético-histórica, ya que en lobo tenemos
–o y sabemos que el wau ante vocales homorgánicas se perdía en lat. vulg. (vid. la
solución al ejercicio 4 – 4, § 17).

7. Desechamos también -F- por la misma razón ortográfica y por otra etimológica, a
saber: porque no hay palabras latinas primitivas con -F- (vid. “Del latín al español”, a
propósito de PROFECTU, “Consonantes simples”). No descartamos, sin embargo,
˗PH-, al menos no por razones ortográficas ni fonético-históricas, aunque, teniendo en
cuenta que los étimos latinos con el dígrafo -PH- representan grecismos, sería muy
extraño que en el significante para un animal tan emblemático en el mundo romano
antiguo como es el lobo hubiera un grecismo. Por tanto, sin descartarlo
categóricamente, damos -PH- solo como remotamente probable.

8. Nos quedan, pues, –P- y –B- como consonantes interiores más probables con las
que establecer el étimo de lobo. La sonora no es muy frecuente como sílaba final ˗BU
con vocal precedente, aunque la existencia de algún resultado como sebo < SĒBU es
razón suficiente para no descartarla definitivamente.

9. De este modo, tenemos para postular el étimo de lobo, por lo que respecta a la
secuencia interior -ób- [óβ], las combinaciones de las tónicas Ŭ, Ō, AU con las
oclusivas labiales sorda y sonora -P- y -B-. Ahora bien, la combinación **-AUP- es
directamente descartable, ya que en ella el wau habría impedido la sonorización de la
sorda y se habría llegado a un esp. **lopo.

10. Sin embargo, sí es postulable la secuencia *-AUB-, incluso la fase previa al


diptongo /´au/ resultante de la vocalización de –L- agrupada, *-ALB-, como pone de
manifiesto el resultado esp. ant. obo < ALBU. Por tanto, lobo < *LALBU es en principio
1
El indicio ortográfico es plenamente fiable por lo que respecta a esp. act. -b- donde lat. tiene ˗P-
intervocálica; menos fiable resulta en algunos casos de esp. act. -v- para -B- en el étimo: invierno <
HĪBĔRNU, maravilla (semicult.) < MĪRABĪLIA, ovillo < GLOBĔLLU, así como en el caso inverso: esp. act. -b-
donde lat. -V-: barbecho < VERVACTU.

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posible, si bien de poca probabilidad, toda vez que sabemos que la reacción culta ya
en el siglo XII frenó los resultados aubo, obo < ALBU, pauma < PALMA y restituyó las
secuencias consonánticas con líquida agrupada a labial: albo, palma.

11. Llegamos, pues, a este punto con los constructos *LŬPU, *LŌPU y *LAUBU (o
*LALBU), *LŬBU, *LŌBU, si bien la serie con labial sonora cuenta con muchísimas
menos probabilidades que la de labial sorda por cuanto queda dicho. A partir de aquí,
hemos de buscar el apoyo de las formas cultas -si es que existen-, de la toponimia, de
la antroponimia y de la lingüística comparativa.

12. Una rápida ojeada al diccionario nos muestra la inexistencia de esp. *lalb-, *laub-,
con lo que desechamos por el momento los constructos *LALB-, *LAUB-, al menos
como suministradores de formas cultas. También dejamos a un lado en principio
*LŌB˗, puesto que lobo, con sus derivados lobato, lobuno, lobina ‘róbalo’, etc., es la
forma patrimonial objeto de estudio. Ahora bien, si nuestro estudio no hallara fruto con
el resto de los constructos, habría que tomar en consideración lobo < *LŌBU, del
mismo modo que tenemos sebo < SĒBU.

13. Entre las secuencias esp. lub- solo tenemos lubina, que remite a lobina, y lúbrico y
sus derivados, para los que lat. LŬBRĬCU ya nos resulta conocido como origen del
doblete lúbrico / lóbrego. Más allá de la afición del lobo al merodeo nocturno, no se
puede establecer otra conexión semántica entre lobo y lóbrego (mucho menos entre
lobo y LŬBRĬCU).

No tenemos secuencias *lop- en nombres comunes, aunque sí tenemos el nombre


propio Lope y su patronímico López, que algunos relacionan etimológicamente con
lobo, así como el topónimo Lopera (Jaén y Granada), e hidrónimos con el prefijo árabe
guad- ‘río’: Guadalope (Teruel), Guadalupe (Cáceres), que encuentran apoyo en
formas comparables con labial sonora, como Guadiloba, en la misma provincia
extremeña, o Guadalobón, en la de Málaga.

14. Ante esto, cobran fuerza los constructos *LŬPU, *LŌPU, si bien nos queda por
determinar la tónica: Ŭ u Ō. Aquí es donde nos ayuda el cultismo: de forma directa,
lupino ‘relativo al lobo’, o de forma indirecta, lupanar ‘prostíbulo’ 2. Asimismo, Luperca
es el nombre de una antigua divinidad del Lacio, probablemente la loba que amamantó
a Rómulo y Remo (una prostituta, en la desmitificación de Tito Livio).

15. Este párrafo y el que sigue ya no guardan relación directa con los contenidos y los objetivos
de este curso, pero los incluimos aquí, en primer lugar, para que aquellos alumnos que sienten
curiosidad por la lingüística románica puedan ampliar su visión de los hechos; en segundo
lugar, para que todos, en general, puedan comprobar cómo la doctrina sobre fonética
diacrónica del español cuenta con un sólido apoyo en la comparación sistemática con el resto
de los romances. De lo propio, claro está, se benefician todos y cada uno de los estudios
particulares de las lenguas neolatinas.

Claro está que, en el caso tratado, la ayuda que nos ofrece la lingüística comparativa no
podemos obtenerla de los romances occidentales actuales, con sonorización de la sorda
intervocálica. Así, en fr. loup [´lu] (pero femenino louve), esta -p es grafía latinizante que de

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Tomado de LŬPANĀRIS, relacionado con LŬPA ‘prostituta’ (uso traslaticio del zoónimo equivalente al
del fr. act. louve ‘id.’).

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ningún modo representa un resultado fonético patrimonial; en cat. llop (pero fem. lloba), hay
ensordecimiento secundario a la apócope de –o, y con esta reserva habría que tomar también
la -p- de algunas hablas altoaragonesas, lopo, llopo, con una antigua -p final, por
ensordecimiento secundario a la apócope de –o, y con posterior restitución de dicha –o.

16. Son los romances orientales, it. lupo y rum. lup, mantenedores de las sordas intervocálicas,
los que nos van a dar la plena seguridad de –P- en el étimo de lobo. Ahora bien, el it. lupo nos
replantea el problema de la determinación de la tónica, pues en esta lengua -al igual que en
esp., fr., gall.-port., cat., etc.-, /´o/ < Ŭ, Ō y /´u/ < Ū, por lo que lupo invitaría a postular un
3
*LŪPU que ya de partida descartan todos los resultados románicos occidentales . El sistema
del vocalismo tónico rumano, sin embargo, iguala los resultados de Ū y de Ŭ, mur < MŪRU, lut
< LŬTU (cfr. esp. muro y lodo, resp.), pero mantiene diferenciados los de Ŭ y de Ō: bucă <
BŬCCA pero oară < HŌRA. De esta forma, rum. lup nos permite descartar definitivamente el
constructo *LŌPU, si bien por sí mismo no nos desvela si *LŬPU o *LŪPU. Ahora bien, *LŪPU
ya había quedado descartado por lobo y todos los resultados romances occidentales actuales.

En conclusión, esp. lobo < LŬPŬ(M) –nominativo LŬPŬS-, cuya Ŭ tónica se


aviene tanto con la –ó- del resultado patrimonial lobo como como con la –u- de los
cultismos lupino, lupanar, Luperca, etc.

lobo < LŬPŬ(M)

esp. act. lobo /´lobo/ [´loβo] < esp. med. lobo /´lobo/ [´lobo] < lat. vulg. [´lopo] < lat.
clás. LŬPŬ(M) /´lupuN/ [´lupu]

CRONOLOGÍA RELATIVA

(Para la numeración en la directa, consúltese la tabla)

INVERSA: a) Bilabial fricativa sonora intervocálica en esp. act. < b) Bilabial oclusiva
sonora en esp. med., resultante de la sonorización de oclusiva sorda latina en
románico occidental. c) Unidades vocálicas (sistema itálico o protorrománico común)
del lat. vulg. d) Unidades vocálicas del sistema cuantitativo lat. clás. e) Pérdida de –M
desinencial.

DIRECTA: 1. Pérdida de –M desinencial. 3. Sustitución de un sistema vocálico


cuantitativo por otro cualitativo. 20. Lenición (sonorización de la labial sorda, -P- > /b/
[b]). 29. Fricatización de /b/ ([b] > [β]): desfonologización de /b/ : /β/ medievales.

3
La justificación de esta /´u/ del it. lupo -una lengua, por otra parte, muy sistemática en el resultado /´o/
< Ŭ, Ō del protorrománico común-, es explicable por influjo de los dialectos calabro-sicilianos, en cuyo
sistema vocálico /´u/ < Ō, Ŭ, Ū tónica.

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cabello

17. Una palabra como cabello solo tendría que plantearnos dificultades a la hora de
fijar el origen de la labial interior, según hemos visto al tratar de lobo. La cautela, sin
embargo, debe acompañarnos siempre, porque la experiencia nos muestra que en la
evolución fónica se llega frecuentemente a un mismo punto a través de caminos
diversos.

18. En efecto, la e tónica ante la consonante palatal lateral remonta casi con toda
seguridad a una Ĭ, pues lo más habitual ante consonante geminada latina es vocal
breve, aunque no faltan casos de vocal larga: estrella < STĒLLA, villa < VĪLLA.
Tampoco es descartable, por tanto, una Ē tónica en el étimo de cabello. Sí podemos
descartar, en cambio, los diptongos tónicos OE, AE (vid. infra higuera, § 25). Y no hay
lugar, por otro lado, para la postulación de una /´ɛ/ < Ĕ cuyo resultado de diptongación
habría monoptongado posteriormente ante la consonante palatal, pues, aunque tal
monoptongación de /i´e/ ante /ʎ/ se da, el resultado es /´i/: castillo < med. castiello <
CASTĔLLU (vid. “Del latín al español” a propósito de CAPITĔLLU > caudillo,
Vocalismo romance, Reducción de diptongo tónico).

19. El vocalismo de las átonas no ofrece dificultades, ni por lo que respecta a la /a/
inicial deuterotónica 4 (/a/, tanto tónica como átona, es la vocal más estable), ni por lo
que respecta a /o/ átona final, para la que es de aplicación lo que afirmamos aquí
mismo en § 2, a propósito de lobo.

20. En el consonantismo de las simples iniciales, esp. c- ante a (y ante o, u) remite con
bastante seguridad a C- [k]: CABALLU, CAPRA, etc. No ocurriría lo mismo si
tuviéramos aquí esp. g- ante a, porque así como esp. ca- presupone CA-, no podemos
afirmar con seguridad que siempre ga- < GA-, pues si bien tenemos galgo < GALLĬCU,
gallo < GALLU, gamo < GAMMU, gañir < GANNĪRE, etc., hay algunos casos de
sonorización de CA-, como gato < CATTU, gamella ‘artesa’ < CAMĒLLA.

21. Para la labial vale lo dicho al respecto de lobo en §§ 5, 6 y 7 y n. 1, y además


descartamos la posibilidad del grecismo, y con ella -PH-, porque la terminación –ello
en una palabra paroxítona confiere a la misma una fisonomía muy romance: caballo,
castillo, hebilla, estrella, villa, meollo, etc.

4
Vid. nota 5.

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22. Por lo que respecta a -ll-, hemos dado por sentada su procedencia de -LL-, pero
una vez más hemos de apelar a la cautela y no olvidarnos de que la líquida palatal
lateral /ʎ/ en interior de palabra también puede proceder de la palatalización de grupos
interiores, tanto primarios, hallar < AFFLĀRE, como secundarios, trillo < TRĪBŬLU.

23. Llegados a este punto, solo podemos establecer de forma absolutamente segura
para esp. cabello un lat. *CA _ _ _ Ŭ(M), aunque para el lugar de la tónica, tiene –Ĭ-
una probabilidad etimológica mucho mayor que la de –Ē-; para el de la labial, la de -P-
es mayor que la de –B-, y para el de la palatal, la de la geminada -LL- es, asimismo,
con mucho bastante mayor que la de algún grupo de muta cum liquida: *CAPĬLLŬ(M).

24. La indagación en el léxico culto nos proporciona capilar, adjetivo aplicado a tubos,
vasos sanguíneos, etc. finos como cabellos, y, de mucha mayor ocurrencia en
nuestros días, los sintagmas loción capilar, tratamiento capilar, mascarilla capilar, etc.,
relativos todos al cuidado del cabello. Por tanto, esp. cabello < lat. CAPĬLLŬ(M).

cabello < CAPĬLLŬ(M)

esp. act. cabello /ka´beʎo/ [ka´βeʎo], [ka´βeǰo] con realización yeísta < esp. med.
cabello /ka´beʎo/ [ka´beʎo] < lat. vulg. [ka´belːo] < [ka´pelːo] < lat. clás. CAPĬLLŬ(M)
/ka´pilːuN/ [ka´pilːu]

CRONOLOGÍA RELATIVA

(Para la numeración en la directa, consúltese la tabla)

INVERSA: a) Desfonologización (proceso aún en curso) de /ʎ/ : /ǰ/ (yeísmo). b) Bilabial


fricativa intervocálica en esp. mod. y act. < c) Bilabial oclusiva sonora en esp. med.,
resultante de la sonorización de oclusiva sorda latina en románico occidental. Líquida
palatal lateral, resultante de la líquida geminada –LL-. d) Unidades vocálicas (sistema
itálico o protorrománico común) del lat. vulg. e) Unidades vocálicas del sistema
cuantitativo lat. clás. f) Pérdida de –M desinencial.

DIRECTA: 1. Pérdida de –M desinencial. 3. Sustitución de un sistema vocálico


cuantitativo por otro cualitativo. 20. Lenición (sonorización de la labial sorda, -P- > /b/
[b], y palatalización lateral de la líquida geminada, -LL- > /ʎ/). 29. Fricatización de /b/
([b] > [β]): desfonologización de /b/ : /β/ medievales. --. Desfonologización (proceso
aún en curso) de /ʎ/ : /ǰ/ (yeísmo).

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higuera

25. Partimos ahora de un resultado romance esp. higuera /i´gera/ [i´γera] con una e
tónica que, según sabemos, en principio puede proceder de Ē, Ĭ, OE e incluso AE, si
bien este último se iguala, más frecuentemente, con Ĕ para seguir su misma suerte (Ĕ,
AE tónicos > /´ɛ/, /´ɛ:/ > /i´e/; vid. “Del latín al español”, a propósito de CAECU > ciego).

Ahora bien, las palabras latinas con diptongo tónico AE, OE que han dado resultados
romances suelen ser bisílabas, CAELU, CAECU, SAETA, POENA, COENA, FOENU,
FOEDU, o trisílabas con acentuación proparoxítona, CAESPĬTE. Podemos, por tanto,
desechar con bastante seguridad un diptongo tónico, ya sea OE o AE, en el étimo de
higuera. Mas, como hemos dicho en la consideración previa, el análisis regresivo del
vocalismo de higuera no puede detenerse en la afirmación general según la cual esp.
/´e/ < lat. Ē o Ĭ tónicas sin el adecuado estudio del entorno fónico de esta /´e/ de esp.
act. higuera, al que volveremos más adelante.

26. Veamos, mientras tanto, el vocalismo de las átonas. Las iniciales deuterotónicas
son, tras las prototónicas 5, las más estables. Como sabemos, el subsistema átono lat.
vulg. en posición inicial se reduce a cinco unidades. De ellas, las de máximo cierre /i/,
/u/ son las procedentes de Ī, Ū átonas iniciales, respectivamente. Mas de nuevo en
este caso tenemos que tomar con reservas la afirmación de carácter general según la
5
No deben confundirse entre sí los términos protónica y prototónica. El primero, protónica, hace
referencia, según sabemos, a cualquier elemento –una vocal, una consonante, una yod, etc.- situado
delante de la vocal tónica; el segundo, prototónica, designa exclusivamente a la vocal portadora del
primer acento. En efecto, en términos fonéticos objetivos, la diferencia tónica / átona, como oposición
privativa -esto es: o se posee el rasgo tónico, o no se posee-, solo puede darse en palabras bisílabas, en
las que una sílaba es la tónica y la otra, la átona. En palabras de tres o más sílabas, sin embargo, hay una
que es claramente tónica (LĔPŎRE, CANTĀRE, LABORĀRE, etc.), pero entre las restantes, no todas son
átonas en la misma medida, es decir, hay una que presenta mayor tonicidad que la otra u otras. Esta
vocal siguiente en grado de tonicidad es la deuterotónica, o portadora del segundo acento en la palabra.
Así, en LĔPŎRE, es deuterotónica la final –RE, por eso la síncopa va a ocurrir en el núcleo de la más
átona, la postónica -PŎ-, es decir, la que se halla en posición intertónica; en LABORĀRE, es deuterotónica
la inicial LA-, menos tónica que –RĀ- pero más que –RE y que –BO- (esta es la más átona de las cuatro);
por eso, ocurrirá en primer lugar síncopa de la intertónica, labrare, y por último, apócope de –e, pues en
labrare –como en CANTARE > cantare-, aunque ya no hay intertónica, el desgaste fonético lo sufrirá la
sílaba más átona; en este caso, la final.

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cual esp. /i/ átona inicial < lat. Ī átona (tanto silábica como no silábica, vid. “Glosario” s.
v. SILÁBICA), pues también estas pueden resultar inflexionadas por yod o por wau
(RĒNĬŌNE > riñón; CĒRĔŎLA > ciruela). Por tanto, solo por lo que respecta a la átona
final –a podemos, de acuerdo con la doctrina general, dar ya como segura una /a/ <
˗Ā, -Ă en el étimo latino de higuera.

27. Volviendo al estudio del entorno fónico de /´e/, el problema de la determinación de


la tónica latina se soluciona pronto al tomar en consideración la secuencia ‒era, sufijo
sumamente productivo con origen en el latino –ĀRIA. Tanto la forma culta, ‒ario, ‒a
(primario, -a), como la patrimonial –ero, –a (primero, –a) muestran gran vitalidad
formativa en el español actual. Dado que estamos ante un caso paradigmático,
ejemplo de yod 4.ª [rj] con inflexión sobre /´a/ -como RĪPĀRĬA > ribera, cuyo proceso
evolutivo nos es bien conocido-, solucionamos regresivamente de golpe, por inversión
del esquema, no solo el problema de la determinación de la tónica latina, sino también
todo el complejo acontecer fónico (inflexión vocálica, metátesis, formación de yod 4.ª
[rj], etc.) que subyace en todo proceso –era < –ĀRIA (dando por sentado que
conocemos, por haberlo estudiado, el proceso directo –ĀRIA > -era).

28. Si en la inspección de la tónica no hubiéramos dispuesto de la ayuda que supone


nuestro conocimiento de la doctrina según la cual –era < –ĀRIA, en esa prevención
que hay que tomar antes de afirmar de forma terminante que en el origen de esa /´e/
hay Ē o Ĭ, tendríamos que habernos fijado en la sílaba –gue- /´ge/. Parece evidente,
desde luego, que en el étimo latino tiene que haber una velar intervocálica, ya sea la
sorda ‒C‒, ya la sonora ‒G‒. Ahora bien, si en el étimo hubiera habido ‒G‒, la tónica
no habría podido ser ni Ē ni Ĭ (**FIGĒRIA, **FIGĬRIA), ya que G, con sonido [gj] ante
vocal palatal, se habría palatalizado plenamente para posteriormente sincoparse. De
modo similar, si en el étimo hay ‒C‒, tampoco la tónica puede haber sido Ē o Ĭ, ya que
el alófono palatal [kj] habría seguido el proceso de palatalización hasta el resultado
actual /ϴ/. Por tanto, anteceda ‒C‒ o ‒G‒, en la tónica solo puede haber una A que
por alguna causa se ha cerrado posteriormente en /´e/. Ya sabemos que en el origen
de esa /´e/ está la reducción de un diptongo /´ai/ secundario a metátesis o, si se
prefiere, la inflexión producida por yod 4.ª [rj].

29. Fijadas la tónica y la átona final, estudiemos ahora la átona inicial (la que según ya
sabemos es, en realidad, la deuterotónica). Hemos visto que en el origen de esta /i/
esp. act. puede estar, naturalmente, una /i/ lat. vulg. < Ī, pero también una /e/ lat. vulg.
< Ē, Ĭ inflexionada por yod o por wau (como en RĒNĬŌNE > riñón; CĒRĔŎLA >
ciruela). Más próximo aún al caso de higuera, por la mayor similitud en la estructura
vocálica del significante, es dinero < DĒNĀRĬU, con /e/ inicial deuterotónica
inflexionada secundariamente por yod 4.ª [rj]. Ante estos casos de dificultades en la
determinación de la átona inicial, conviene indagar si entre los miembros de la familia
léxica hay algún bisílabo en el que la vocal investigada, forzosamente portadora del
acento, nos dé una pista sobre su cantidad, como sucede con hijuelo < FĪLĬŎLU,
necesariamente con Ī deuterotónica, porque hijo < FĪLIU, con Ī prototónica.

30. Y, en efecto, tenemos higo, donde /´i/ ha de remontar a Ī tónica latina, como en hilo
< FĪLU o pino < PĪNU. En conclusión, esta /i/ átona inicial de higuera ha de proceder
de una /i/ lat. vulg. < Ī átona inicial.

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DEL ESPAÑOL AL LATÍN ENRIQUE E. CORRALES

Con lo hasta aquí visto, hemos establecido la estructura vocálica del étimo de esp.
higuera y, además, hemos dejado solucionada una parte del consonantismo gracias a
nuestro conocimiento de la sistematicidad del hecho de morfonología histórica –era <
‒ĀRIA. Así pues, tenemos asegurado, de momento, _ Ī _ ĀRĬA.

31. La grafía higuera nos plantea el problema del origen de h- inicial. En las formas
españolas de procedencia latina, sabemos que esta h- ortográfica puede remontar
etimológicamente tanto a F-, haba < FABA, como a H-, hombre < HOMINE, y que,
asimismo en formas de origen latino, puede tener un fundamento no etimológico, como
en huevo < ŎVU o helar < GELĀRE. En el caso que nos ocupa, sin embargo, no es
necesario hacer cábalas sobre su origen, ya que, sabiendo como sabemos que el
español es el único romance hispánico que pierde F-, si comparamos con fr. figuier,
gall.-port. figueira, cat. figuera, etc. podemos dar por segura la F- en el étimo latino de
higuera: FĪ _ ĀRĬA. Trabajando sobre el propio español, la afirmación se refuerza por
la persistencia de las realizaciones dialectales [´hiγo], [hi´γera], con [h] < F-.

32. Queda, por último, el problema del origen de la velar sonora /g/ [γ]. Dado que en el
étimo está en contacto con /´a/, puede tratarse, en principio, tanto de ‒C‒ /k/ [k] como
de ‒G‒ /g/ [g]. La sonora, que se pierde ante vocal palatal, es bastante estable ante
/a/, pues si bien hay casos de pérdida, LĪTĬGĀRE > lidiar, RŪMĬGĀRE > rumiar,
REGALE > real, LEGALE > leal, estos parecen más bien imputables a las condiciones
determinadas por la historia particular de la palabra, y son más los casos de
conservación: NĔGĀRE > negar, RŎGĀRE > rogar, RŪGA > arruga, PLAGA > llaga,
etc. Ante esta doble posibilidad, por tanto, siempre nos queda el recurso a las formas
cultas, caso de haberlas, y a la lingüística comparativa.

33. Puestos a buscar posibles cultismos relacionados con higuera y con higo,
tomamos las secuencias fig- y fic-, pues se trata de decidir entre un étimo comenzado
por *FIG- o por *FIC-. El inventario léxico no nos proporciona formas comenzadas por
fig- que puedan guardar relación léxico-semántica con higuera, higo, mientras que con
fic- nos da ficus, tecnicismo del mundo de la botánica y de la jardinería que designa de
modo general a diversas plantas de origen tropical pertenecientes, precisamente, al
mismo género que la higuera.

En la comparación con otros romances, no nos sirven ahora los occidentales (fr.
figuier, gall.-port. figueira, cat. figuera, etc.), ya que lo esperable es que la velar del
étimo latino haya corrido en todos los casos similar suerte (como en efecto ha sido).
Sin embargo, en italiano, romance perteneciente al grupo oriental por conservar las
sordas latinas, fico designa tanto a la higuera como a su fruto.

34. Con todo esto ya tenemos elementos suficientes para establecer FĪCUS como
étimo de esp. higo y, consecuentemente, FĪCĀRĬA como el de higuera. En efecto,
FĪCUS, femenino como todos los nombres de árboles, designaba en lat. clás. tanto el
árbol como su fruto, y continuador del término con ambos valores es it. fico. En ciertos
dominios del lat. vulg., sin embargo, se obtuvo por derivación FĪCĀRĬA, dada la gran
productividad del sufijo –ĀRĬU -A en la designación de lugares y objetos donde abunda
lo designado por el término primitivo. FĪCUS quedó entonces únicamente como
significante del fruto, y para ello adoptó el masculino -esp. el higo, port. o figo-, género
que presentaban la mayor parte de las formas de la segunda declinación. En fr. la

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figue y cat. la figa, por el contrario, se mantuvo el género femenino procedente de


FĪCUS, pero para ello la forma hubo de tomar el final en –a propio de la primera
declinación que acogía a la mayor parte de los femeninos.

higuera < FĪCĀRĬA(M)

esp. act. higuera /i´gera/ [i´γera], dial. [hi´γera] < esp. med. figuera, higuera, iguera
/i´gera/ < [i´γera] < [hi´gera] < esp. arc. [hi´gei̯ ra] < [hi´gai̯ ra] < [hi´kai̯ ra] < lat. vulg.
[fi´karja] < lat. clás. FĪCĀRĬA(M) /fi:´ka:riaN/ [fi:´ka:ria]

CRONOLOGÍA RELATIVA

(Para la numeración en la directa, consúltese la tabla)

INVERSA: a) Velar fricativa sonora intervocálica en esp. act. Grafía h- inicial y


realizaciones fonéticas dialectales como aspirada. < b) Velar oclusiva sonora en esp.
med., resultante de la sonorización de oclusiva sorda latina en románico occidental.
Realización fonética como aspirada de f-, h- gráfica, procedente de F- latina. c) Vocal
tónica /´e/, resultante de la evolución de un diptongo [´ai̯ ] secundario a metátesis. d)
Consonantismo del lat. vulg.: conservación de /f/ inicial y de /k/ intervocálica.
Diptongación en lat. vulg. del hiato lat. clás. (aparición de yod 4.ª [rj]). Unidades
vocálicas (sistema itálico o protorrománico común) del lat. vulg. d) Unidades vocálicas
del sistema cuantitativo lat. clás. e) Pérdida de –M desinencial.

DIRECTA: 1. Pérdida de –M desinencial. 3. Sustitución de un sistema vocálico


cuantitativo por otro cualitativo. 6. Diptongación del hiato como consecuencia del
desarrollo del acento de fuerza. > Formación de yod 4.ª [rj]. 17. Aspiración de F- > [h].
18. Metátesis: [-´arja] > [-´ai̯ ra] 20. Lenición (sonorización de la velar sorda, -C- > /g/
[g]). 24. Monoptongación [´ai̯ ] > [´ei̯ ] > [´e]. 28. Pérdida de la aspiración de [h].
Fricatización de la velar sonora.

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DEL ESPAÑOL AL LATÍN ENRIQUE E. CORRALES

aguja

35. Frente a esp. <cons. + –éro –a>, que conduce regresivamente con bastante
seguridad a lat. -ĀRIU -A, las secuencias <voc. tón. + –jo –a> pueden apuntar en
principio tanto a una secuencia origen de yod 2.ª [kl], [gl], [lj] (OCŬLU, REGŬLA, FĪLIU
> ojo, reja, hijo) como a una de yod 4.ª [ks] (TAXU, FĬXU, CŎXA ‘cadera’ > tejo, fijo,
coja) e incluso a lat. ˗SSj- (RŬSSEU > rojo). Los textos medievales suponen una
buena ayuda toda vez que muestran las grafías i, j, g, gi para transcribir /ʒ/ < [kl], [gl],
[lj] (oio, ojo, muger, mugier), y x para /ʃ/ < [ks] o -SSj- (texo, fixo, coxa; roxo, baxar).

36. Pese al resultado único esp. act. -j- /x/ procedente de la desfonologización de las
antiguas /ʒ/ : /ʃ/, oposición fonológica manifestada en lo ortográfico, tenemos -además
de las formas gráficas medievales- el recurso a la lingüística comparativa y a los
cultismos. Y además, también la realidad extralingüística podrá a veces orientarnos,
según veremos.

37. Podemos directamente desechar -SSj-, ya que son escasos los resultados: rojo <
RŬSSEU, bajo ← bajar < *BASSIĀRE y poco más. Por otra parte, si en el étimo de
aguja hay un grupo secundario origen de yod 2.ª, en la tónica vamos a tener
necesariamente lat. vulg. /´u/ < Ū, ya que esta yod no inflexiona /´o/ < Ŭ, Ō; en otras
palabras, la tónica de aguja no puede proceder de lat. vulg. /´o/ < Ŭ, Ō si esta -j- /x/ <
[kl], [gl], [lj]. Otro tanto podemos decir con respecto a una secuencia [ks] origen de yod
4.ª, pese a dar como damos por hecho que la yod 4.ª inflexiona /´o/ < Ŭ, Ō. Lo cierto,
sin embargo, es que, cuando así lo afirmamos, solo aducimos ejemplos de [kt], porque
los pocos que hay de [ks] parecen desmentirlo: FLŬXU > flojo (flujo es culto, mientras
que bruja < *BRŪXA). Ahora bien, es precisamente esta escasez de ejemplos de
étimos con -X- y vocal velar precedente lo que más apoya a la hora de postular en el
origen de aguja un grupo de yod 2.ª [kl], [gl], [lj] como entorno fónico más probable.

38. El inventario léxico patrimonial nos proporciona las formas agudo, aguzar, cuya
relación tanto de significante como de significado con aguja debería sernos evidente.
El conocimiento que ya poseemos de los respectivos étimos, ACŪTUS, *ACŪTIĀRE,
nos ahorra la formulación de hipótesis en lo que respecta a la naturaleza sorda o
sonora de la velar origen de esta -g- de aguja, al par que nos indica la cantidad de la
tónica. Tenemos, por tanto, de forma segura, ACŪ-, con Ū tónica.

39. El hecho de tener fijada la tónica no nos ayuda a determinar la naturaleza del
grupo lat. vulg. origen de esta –j- /x/, dado que una vocal tónica de máximo cierre nada
puede indicarnos sobre la posibilidad o no de resultar inflexionada por yod, cualquiera
que sea el tipo de esta. El recurso a los cultismos, por otra parte, nos da acicular 'con
forma de aguja', que remite claramente a un lat. ACICŬLARIS, adjetivo que reclama un
sustantivo ACICŬLA. Esta variante, si bien en nada nos ayuda con respecto a la

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tónica, sí nos orienta con respecto al probable grupo secundario: [kl]. Y en efecto,
según hemos dicho en § 36, también podemos servirnos de la realidad extralingüística.

40. El lat. vulg. tenía, como ya sabemos, una gran tendencia al uso de las formas de
diminutivo, mucho más expresivas: APIS → APICŬLA, AURIS → AURICŬLA, OVIS →
OVICŬLA, etc. Es fácil imaginar, entonces, que un objeto pequeño como es una aguja
fuera habitualmente designado mediante una forma de diminutivo. De este modo,
teniendo en cuenta las formas relacionadas ACŪTUS, *ACŪTIARE, por un lado, y el
usual sufijo diminutivo -CŬLA por otro, podemos establecer con bastante seguridad
*ACŪCŬLA.

41. La lingüística comparativa nos despeja definitivamente las dudas en torno al


posible grupo origen de la velar, ya que tenemos fr. aiguille, port. agulha, cat. agulla,
etc. que indican claramente un origen lat. vulg. [ʎ] < -C'L- [kl], etc.

esp. act. aguja /a´guxa/ [a´γuxa], [a´γuha] en zonas de aspiración < esp. med. aguja
[a´guʃa] < /a´guʒa/ [a´guʒa] < protorróm. [a´kuʒa] < lat. vulg. [a´kuʎa] < [a´kui̯ lja] <
[a´kuxjlja] < [a´kuxla] < [a´kukla] < lat. clás. ACŪCŬLA(M) /akú:kulaN/ [akú:kula]

CRONOLOGÍA RELATIVA

(Para la numeración en la directa, consúltese la tabla)

INVERSA: a) Fricativa velar sonora /g/ [γ] resultante de oclusiva velar sonora
medieval, y fricativa velar sorda /x/ [x], con realización aspirada [h] en dominios
dialectales, resultante del atraso articulatorio de la fricativa palatal sorda medieval /ʃ/
(tras la desfonologización con /ʒ/). b) Oclusiva velar sonora medieval /g/ [g]
procedente de oclusiva sorda latina /k/ y fricativa palatal sonora medieval /ʒ/ resultante
de la evolución de la palatal lateral [ʎ] procedente de palatalización de yod 2.ª [kl]. c)
Oclusiva velar sorda latina y palatal lateral [ʎ] resultante del proceso de palatalización
de velar agrupada secundariamente a líquida (yod 2.ª [kl]). d) Unidades vocálicas
(sistema itálico o protorrománico común) del lat. vulg. y síncopa de la postónica. e)
Unidades vocálicas del sistema cuantitativo lat. clás. f) Pérdida de –M desinencial.

DIRECTA: 1. Pérdida de –M desinencial. 3. Sustitución de un sistema vocálico


cuantitativo por otro cualitativo. 9. Síncopa de la postónica como consecuencia del
desarrollo del acento de intensidad (formación de un grupo secundario que dará origen
a una yod 2.ª [kl]). 10. Fricatización y semivocalización de la velar agrupada
(surgimiento de la yod). 14: Palatalización de la líquida (> /ʎ/) por la yod (que se funde
en la nueva consonante). 19. Deslateralización de /ʎ/, que > /ʒ/ (para diferenciarse de
/ʎ/ < -LL-) 20. Lenición (sonorización de la velar sorda, -C- > /g/ [g]). 32.
Ensordecimiento de /ʒ/ > /ʃ/ (desfonologización). 33. Atraso articulatorio (velarización)
de /ʃ/ > /x/, y fricatización de /g/ [g] > [γ].-

Enrique E. Corrales

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