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El Congreso Nacional en su artículo pertinente, señala: “El Pabellón Nacional será, sin
alteración alguna, el que adopte el Ecuador desde su proclamación de independencia,
cuyos colores son: amarillo, azul y rojo en listas horizontales, en el orden en que quedan
expresados de superior a inferior, debiendo tener la franja amarilla una latitud doble a
las de los otros colores.”
En sus colores nace el trabajo y la espiga, los anhelos por sembrar la luz y la
abundancia. Todo es amarillo en el ecuatoriano que vierte su esfuerzo por engrandecer a
la Patria, revistiéndola de progreso. Cuando el corazón arde de civismo, el cuerpo de la
Patria tienen mirada de antorcha para consolidar a las hermanas repúblicas de América.
Sobre los ríos nacen almas que fecundan la tierra impidiendo que el cielo sea negro. Las
llanuras azules nos hacen señas desde siglos y el rojo señala el esfuerzo y la mirada de
Alfaro hirviendo de esperanza, así lo describe el sitio Onlyfouryoung.com.
Entre los distintivos o símbolos tenemos la bandera, sagrado tricolor en el que bebemos
el néctar del fuego de los esfuerzos; en el que saludamos a la integridad territorial, a las
glorias nacionales, a la soberanía del estado, a la angustia arrodillada que ora por
remediar y vencer el dolor, en fin, al esfuerzo cotidiano que modela el porvenir del país.
Nuestra bandera flota alegre en la prosperidad. Enhiesta nos acompaña en los tiempos
adversos y en los de heroísmo. Ella cubrió los cuerpos de quienes ofrendaron sus vidas
por la patria. Ella cubre los cuerpos fatigados que luchan por un mañana mejor: nadie
puede saborear a la patria si no ha contribuido con algo. Nuestro más hondo cariño
cívico y nuestra gratitud al tricolor sagrado que nos tiene unidos encendiendo la idea y
la aurora de la voluntad para el trabajo, para la nítida transparencia del ideal y para el
eco palpitante de la libertad. (Oswaldo Rivera).
Como única referencia escrita de esta bandera tenemos parte del inventario de lo
capturado por las tropas españolas a los insurgentes en la villa de Ibarra el 1° de
diciembre de 1812. Consta: Una bandera de tafetán encarnado, con aspa blanca. Tafetán
es el material de la tela, encarnado significa rojo y el aspa es la Cruz de San Andrés,
usada heráldicamente.
Curiosamente, esta es la misma bandera que consta en el Escudo Colonial de
Guayaquil.
En la faja central estaban colocadas tres estrellas blancas de cinco puntas. Algunos
académicos creen que la bandera sólo llevó una estrella blanca, en base a ciertos
documentos secundarios que se han conocido en varias épocas. El número de estrellas
que llevaba tiene gran significado, pues si llevaba las tres, éstas representaban a los tres
distritos administrativos de la Real Audiencia de Quito: Cuenca, Guayaquil y Quito,
mientras que si llevaba sólo una, representaba solo a la Provincia Libre de Guayaquil.
Según el sitio Efemérides, al otro día de la Batalla del Pichincha las tropas comandadas
por Sucre, enarbolaron el Pabellón de Colombia y desde allí fue anexado nuestro
territorio a la Gran Colombia. Esta bandera se mantuvo hasta el 13 de Mayo donde
mediante un Acta firmada por una Asamblea de Notables de Quito, el Departamento del
Ecuador se separa de Colombia y forma un Estado independiente con el nombre de
Ecuador. El general venezolano Juan José Flores es nombrado Jefe de la Administración
del nuevo Estado.
Esta ficción política se mantuvo hasta que se proclamó la República del Ecuador en el
Congreso Constituyente de Ambato, en 1835. El 19 de agosto del año 1830, el Congreso
decretó el uso del mismo escudo de Colombia, pero con fondo azul-celeste, la
incorporación de un Sol en la Equinoccial y el lema “El Ecuador en Colombia“. No se
varió la bandera, que seguía siendo el tricolor amarillo, azul y rojo. El Azul de la
bandera siempre fue el heráldico, esto es el color conocido como azur.
La Bandera del 12 de enero de 1833
Gabriel García Moreno volvió a unificar al país y resolvió que debíamos retornar al
tricolor de Colombia, pues consideró que el celeste y blanco había sido manchado por el
deshonor.
El 26 de septiembre de 1860 el Jefe Supremo decretó la bandera tricolor como la oficial
del país, adoptando nuevamente el escudo proclamado por la Convención de 1843. En
1900 se ratificó por el Ejecutivo y el Legislativo la misma bandera, sin cambio alguno.