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TRASTORNO DE CONDUCTA ALIMENTARIA

Bustamante Melo, Felipe - Luque Mayta, Greysiliz – Páucar Jordan Dioly – Silles
Yanqui, Claudia

RESUMEN:

Los trastornos de la conducta alimentaria constituyen alteraciones severas en


la ingesta de los alimentos, en personas que presentan patrones distorsionados
en el acto de comer en respuesta a un impulso psíquico. Este grupo de
enfermedades engloba a varias entidades que varían grandemente,
clasificándose en: anorexia nerviosa, bulimia, “trastornos de la conducta
alimentaria no especificados" y trastorno por atracón. Todas son más
frecuentes en las mujeres e iniciándose generalmente durante la adolescencia
siendo enfermedades crónicas.

Palabras clave: Conducta alimentaria; trastornos; adolescencia.

ABSTRACT:

Disorders of eating behavior and severe alterations in food intake, in people


who present distorted patterns in the act of eating in response to a psychic
impulse. This group of diseases encompasses several entities that are highly
related, classified as: anorexia nervosa, "unspecified eating disorders" and
binge eating disorder. All are more frequent in women and in adolescence.

Keywords: Food behavior; adolescence, disorders.

1.- INTRODUCCIÓN:

Los trastornos de la conducta alimentaria constituyen hoy un problema de salud


pública endémico, por su creciente incidencia, gravedad de la sintomatología
asociada, su resistencia al tratamiento y porque se presenta en edades cada
vez más tempranas, persistiendo hasta la edad adulta.

El presente trabajo tiene como objetivo presentar algunos conceptos e ideas


básicas que nos permitan conocer los principales trastornos alimenticios:
anorexia, bulimia y atracones. Si éstos son entendidos en su complejidad,
mayores serán las posibilidades de detectarlos y atenderlos adecuadamente,
ya que estos trastornos alimenticios afectan a millones de personas en todo el
mundo. Pueden causar desnutrición, afecciones cardiacas e incluso la muerte.
Son difíciles de tratar y permanecen ocultos hasta para las amistades y
familiares más próximos de quien los sufre y aunque se padecen
individualmente y tienen causas psicológicas, el entorno cultural y familiar
marcan su aparición y los orígenes de los mismos; son, por lo tanto, multi
causales. Además, su expansión social los ubica como un problema de salud
pública que requiere ser estudiado y atendido de manera específica con
urgencia cada vez mayor.

2.- MARCO TEÓRICO:

2.1-. DEFINICION DE TRASTORNO:

Un trastorno hace referencia a un conjunto de síntomas, conductas de riesgo y


signos que puede presentarse en diferentes entidades clínicas y con distintos
niveles de severidad; no se refiere a un síntoma aislado ni a una entidad
específica claramente establecida.

3.- TRASTORNOS ALIMENTICIOS:

Los trastornos de la conducta alimentaria se definen como alteraciones


específicas y severas en la ingesta de los alimentos, observadas en personas
que presentan patrones distorsionados en el acto de comer y que se
caracterizan, bien sea por comer en exceso o por dejar de hacerlo; lo anterior
en respuesta a un impulso psíquico y no por una necesidad metabólica o
biológica. Este grupo de enfermedades es complejo y engloba a una serie de
entidades patológicas que, aunque comparten ciertas características, varían
enormemente en cuanto a sus expresiones físicas, psicológicas y
conductuales. A pesar del gran despliegue de recursos utilizados en las últimas
décadas para su comprensión, el origen preciso de estas alteraciones aún no
ha podido ser esclarecido.

Los dos tipos principales de trastornos de la conducta alimentaria son:


anorexia y bulimia nerviosas. Otra categoría la constituyen los "trastornos de la
conducta alimentaria no especificados (TANE)" que codifican los trastornos que
no cumplen los criterios para uno específico. Entre estos trastornos no
especificados, se encuentra el trastorno por atracón (TA), catalogado como una
nueva categoría que deberá ser sometida a cuidadosas revisiones.

Los trastornos de la conducta alimentaria son más frecuentes en las mujeres y,


generalmente, se inician durante la adolescencia o la juventud temprana,
aunque existen reportes de casos donde aparecen en la infancia o en la vida
adulta. Estas enfermedades, que están caracterizadas por su cronicidad así
como por la aparición frecuente de recaídas, provocan a su vez alteraciones en
el funcionamiento psicosocial de los individuos, ya que, además de poseer un
efecto devastador en los pacientes y en sus familias, se asocian a un alto
riesgo de conductas suicidas.

Además, frecuentemente se presentan en asociación con otros trastornos


psiquiátricos como son: depresión, ansiedad, trastorno obsesivo-compulsivo y
abuso de sustancias, lo que determina un marcado deterioro en el
funcionamiento social. Estas enfermedades pueden poner en riesgo la vida de
los que las padecen.

4.- TIPOS DE TRASTORNOS ALIMENTICIOS:

4.1.- Anorexia nerviosa:

La anorexia nerviosa es el trastorno de la alimentación que más se ha


estudiado y en la actualidad es considerada una grave enfermedad psiquiátrica
caracterizada por la incapacidad de mantener un cuerpo saludable normal en
relación con el peso, aspecto que se constituye en una obsesión,
observándose insatisfacción permanente con la delgadez alcanzada.

4.2.- Bulimia nerviosa:

El segundo trastorno de la alimentación mejor caracterizado es la bulimia, cuya


etiología específica también es aún controvertida. La bulimia nerviosa se
caracteriza por episodios frecuentes y recurrentes de ingesta de cantidades
extremadamente grandes de comida y una sensación de falta de control sobre
estos episodios. A este atracón le sigue un tipo de comportamiento que lo
compensa por el exceso de comida, como vómitos forzados o abuso de
laxantes o diuréticos, ayunos y/o exceso de ejercicios o una combinación de
estos comportamientos. A diferencia de la anorexia nerviosa, las personas con
bulimia nerviosa generalmente mantienen lo que se considera un peso
saludable o mientras que algunas tienen un poco de sobrepeso. Al igual que
las que tienen anorexia nerviosa, estas personas tienen miedo de engordar,
quieren desesperadamente perder peso y se sienten muy insatisfechas con la
forma y el tamaño de su cuerpo. Por lo general, el comportamiento bulímico es
secreto, dado que va acompañado de un sentimiento de indignación o
vergüenza. El ciclo de atracón y purga puede darse varias veces a la semana e
incluso varias veces al día.

4.3.- Trastorno por atracón:

Con el trastorno por atracón una persona pierde el control sobre su


alimentación. A diferencia de la bulimia nerviosa, a los episodios de atracones
no les siguen comportamientos como purgas, exceso de ejercicios o ayunos.
Por esta razón, las personas con trastorno por atracón a menudo tienen
sobrepeso o son obesas. Las personas con trastorno por atracones que son
obesas tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares o
presión arterial elevada. También experimentan un sentimiento de culpa,
vergüenza y/o angustia por tal comportamiento, lo que puede llevar a más
atracones.

5.- CRITERIOS SEGÚN EL MANUAL DIAGNÓSTICO Y ESTADÍSTICO DE


LOS DESORDENES MENTALES (DSM) PARA LOS TRASTORNOS DE LA
ALIMENTACIÓN:
5.1.- Anorexia nerviosa

A. Miedo intenso a engordar, que no disminuye con la pérdida de peso.

B. Alteración de la silueta corporal, exagerando su importancia en la


autoevaluación y negando los peligros que provoca la disminución de peso.

C. Pérdida de por lo menos 25% del peso original. En menores de 18 años de


edad debe añadirse al peso inicial el que correspondería aumentar de acuerdo
con el proceso de crecimiento y considerando que, una reducción de peso
cercana a 15% es valorada como riesgo médico.

D. Negativa a mantener el peso corporal por encima del mínimo, según edad y
estatura.

A estos criterios pueden agregarse los siguientes:

• Pérdida de peso auto inducida por conductas compensatorias: vómitos,


laxantes, diuréticos y exceso de actividad física.

• Retraso en el desarrollo puberal: falta de crecimiento de los senos, amenorrea


primaria o secundaria. En los varones, los genitales no se desarrollan y hay
pérdida del interés y de la potencia sexual. Se especifican dos tipos de
anorexia:

• Tipo restrictivo: la pérdida de peso se obtiene haciendo dietas, ayunos o


ejercicio excesivo. No se recurre a atracones ni a purgas.

• Tipo compulsivo-purgativo: se recurre regularmente a medidas purgatorias


como inducción al vómito, uso de laxantes, diuréticos y enemas.

5.2.- Bulimia:

A. Episodios recurrentes de voracidad: - Comer en corto período de tiempo


gran cantidad de alimentos. - Falta de control sobre la alimentación durante el
episodio.

B. Promedio de dos episodios de voracidad semanales durante tres meses.

C. Autoevaluación “indebidamente” influida por la forma y el peso corporales.

D. Conducta compensatoria: - Purgativa: vómitos auto inducidos, laxantes,


diuréticos. - No purgativa: ayuno, ejercicios físicos extenuantes.

5.3.- Trastorno de la conducta alimenticia no especificado (TA- trastorno


por atracón):

A. Distinciones de grado: - Mujeres que cumplen los criterios diagnósticos de la


anorexia, pero con menstruaciones regulares. - Se cumplen todos los criterios
diagnósticos de la anorexia, pero el peso de la persona se encuentra dentro de
los límites de la normalidad. - Se cumplen los criterios diagnósticos de la
bulimia, pero con menor frecuencia.

B. Empleo irregular de conductas compensatorias inapropiadas después de


ingerir pequeñas cantidades de comida por parte de un individuo de peso
normal (por ejemplo, inducción del vómito después de ingerir dos galletas).

C. Masticar y expulsar, sin tragar, cantidades importantes de comida.

D. Trastorno compulsivo: se presentan atracones recurrentes sin tener


conductas compensatorias.

6.- ¿QUIÉNES LO PADECEN?

Los trastornos alimenticios se inician o presentan principalmente en


adolescentes y púberes; muy probablemente, las personas de mayor edad que
los padecen iniciaron conductas sintomáticas en esta etapa de su vida. Las
edades de aparición o de inicio del trastorno van desde los 12 hasta los 25
años y la frecuencia aumenta entre los 12 y los 17. (Salcedo, 2015).

La expansión de los padecimientos ha implicado también su aparición en


edades cada vez más tempranas. Los trastornos alimenticios presentan tanto
en hombres como en mujeres y aunque la cantidad de mujeres que los
padecen es muy superior a la de hombres, en los últimos años el número de
casos de hombres ha aumentado en forma constante. De igual modo, ha
aumentado la atención que los medios de comunicación y los profesionales
prestan a este hecho, lo que remite al tiempo cuando los trastornos padecidos
por mujeres empezaron a llamar la atención. (Costin, 2002).

En las mujeres los trastornos alimenticios se presentan particularmente en la


pubertad y se asocian con lo que ésta representa para ellas:

• Les resulta particularmente difícil aceptar los cambios físicos y el aumento de


grasa porque sus cuerpos se desarrollan de manera contraria a las normas de
belleza establecidas socioculturalmente y que son reproducidas y difundidas
por los medios de comunicación.

• Su sentido de identidad y su imagen están más fuertemente influidos por


aspectos relacionales: lo que piensan, esperan y dicen los otros influye en gran
medida en el sentimiento de sí, y esto se incrementa en la adolescencia.

• El desarrollo de habilidades y logros escolares lo viven con mayor auto


exigencia y preocupación.

• El proceso de inicio de independencia, propio de la adolescencia, lo viven de


manera más conflictiva; las niñas enfrentan mayores tensiones individuales y
diferencias interpersonales con los padres que los varones. (Stewart, 2000).
La anorexia y la bulimia también están fuertemente vinculadas a un ideal
estético de belleza femenina construido socialmente y difundido ampliamente
por las expectativas colectivas, las pautas de la moda y los medios de
comunicación en los que la obtención de la delgadez se vincula directamente
con la idea del éxito y la aceptación del entorno. Así, relaciones sociales
conflictivas vinculadas a los roles de la mujer encuentran una expresión
simbólica en el cuerpo y su relación con los alimentos.

7.- CAUSAS:

Si bien es cierto que no se ha establecido una etiología específica para los


trastornos alimenticios, se afirma que su causalidad es multifactorial y abarca
una multiplicidad de elementos que se combinan y acumulan de manera
específica en ambientes diversos y en un momento evolutivo particular -la
adolescencia- de las personas que los padecen. Se sugieren ámbitos de riesgo
que incluyen el contexto cultural y el familiar, la vulnerabilidad constitucional y
experiencias adversas de la vida personal que se relacionan en cada caso de
manera específica y determinan configuraciones propias en éstos. Además de
lo dicho en cuanto al contexto cultural, en el contexto familiar suelen
encontrarse los rasgos característicos de lo que se define como la familia
psicosomática: aglutinantes, sobreprotectoras, rígidas. Por ejemplo: los
miembros de la familia están sobre involucrados recíprocamente y cada uno
manifiesta tendencias intrusivas en los pensamientos, sentimientos y acciones
de los otros; ello deriva en escasísima autonomía y privacidad. La
sobreprotección tiende a sofocar la existencia de los conflictos de la familia,
que son así evitados o evadidos más que resueltos; en este sentido, la o el
paciente juega un rol central. Los límites intergeneracionales e interindividuales
son débiles, poco claros y conducen a la confusión de funciones y lugares. La
rigidez se expresa en la resistencia al cambio y en la intolerancia a las
diferencias y desacuerdos familiares, aparentando que se muestra unida,
armoniosa y sin fallas, fracturas ni problemas. (Onis, 1990).

En el terreno psicológico se entiende que los trastornos alimenticios son


síntomas de asuntos relacionados con conflictos emocionales. La alimentación
trastornada constituye para quienes la presentan formas de nutrirse o
protegerse, de expresar ira, de autocastigarse, apaciguar tensiones
insoportables, distanciarse de situaciones dolorosas y hasta crear una
identidad. (Costin, 2002).

8.- TRATAMIENTO:

La atención de los trastornos alimenticios no es fácil ni única; debido a su


complejidad, a la multitud de factores intervinientes y a la dificultad de su
abordaje, el manejo de los mismos es una tarea combinada que requiere la
conformación de un equipo de profesionales de diversas disciplinas que
trabajen conjuntamente. A su vez, es necesario rescatar la singularidad de
cada caso y escuchar a cada paciente en su problemática específica.

Una nutrición adecuada, reduciendo el exceso de ejercicio y la interrupción de


los comportamientos de purga constituyen la base del tratamiento. Ciertas
formas de psicoterapia o terapia de diálogo, y algunos medicamentos también
son efectivos para muchos trastornos de la alimentación. No obstante, para los
casos más crónicos, no se han identificado aún tratamientos específicos. Con
frecuencia, los planes de tratamiento se adaptan a las necesidades individuales
y pueden incluir uno o más de los siguientes:

 Psicoterapia individual, grupal y/o familiar


 Atención médica y monitoreo
 Asesoramiento nutricional
 Medicamentos.

Algunos pacientes quizás necesiten ser hospitalizados para tratar


complicaciones a causa de una malnutrición o para garantizar una alimentación
adecuada en los casos de extrema delgadez.

8.1.- Tratamiento de la anorexia nerviosa:

El tratamiento de la anorexia nerviosa incluye tres componentes: Recuperar un


peso saludable Tratar problemas psicológicos relacionados con el trastorno de
la alimentación Disminuir o eliminar los comportamientos o los pensamientos
que llevaron a una alimentación escasa y evitar una recaída.

Diferentes formas de psicoterapia, incluyendo individuales, grupales y


familiares, pueden ayudar a tratar las razones psicológicas de la enfermedad.
En la terapia familiar del modelo del Maudsley, los padres de adolescentes con
anorexia nerviosa asumen la responsabilidad de alimentar a sus hijos. Este
enfoque parece ser muy efectivo cuando se trata de ayudar a una persona con
anorexia nerviosa a subir de peso y mejorar sus hábitos alimenticios y sus
estados de ánimo. (Eisler, 2000).

8.2.- Tratamiento de la bulimia nerviosa:

Al igual que con la anorexia nerviosa, el tratamiento de la bulimia nerviosa


implica una combinación de opciones y depende de las necesidades del
individuo. Para disminuir o eliminar el comportamiento de atracones y purgas,
es probable que el paciente reciba asesoramiento nutricional y psicoterapia, en
especial la terapia cognitiva-conductual (TCC), o que se le recete algún
medicamento. TCC ayuda a una persona a concentrarse en sus problemas
actuales y cómo resolverlos. El terapeuta ayuda al paciente a aprender a
identificar los patrones de pensamientos distorsionados o inútiles, reconocer y
cambiar las creencias erróneas, relacionarse con los demás de forma más
positiva, y, en consecuencia, cambia los comportamientos.
LA TCC que fue adaptada para tratar la bulimia nerviosa también demostró ser
efectiva para cambiar el comportamiento de atracones y purgas así como los
hábitos alimenticios. La terapia puede ser individual o grupal. Algunos
antidepresivos, como la fluoxetina (Prozac), que es el único medicamento
aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de los
Estados Unidos para tratar la bulimia nerviosa, pueden ayudar a pacientes que
también sufren depresión y/o ansiedad. Asimismo, la fluoxetina parece ayudar
a disminuir el comportamiento de atracones y purgas, reducir la posibilidad de
una recaída y mejorar los hábitos alimenticios. (Romano, Halmi, 2002).

8.3.- Tratamiento del trastorno por atracón:

Las opciones para tratar el trastorno por atracón son similares a aquellas
utilizadas para tratar la bulimia nerviosa. La psicoterapia, en especial la TCC
adaptada al individuo, ha demostrado ser efectiva. Nuevamente, este tipo de
terapia puede ofrecerse de manera individual o grupal. Finalmente, la fluoxetina
(Prozac), y otros antidepresivos pueden reducir los episodios de atracones y
ayudar a aliviar la depresión en algunos pacientes. (Arnold, Hudson, Bennet;
2002).

Si la persona se resiste a aceptar que tiene un problema, a ser tratada, y la


desesperanza frente a los síntomas o al propio tratamiento aumenta, la terapia
de grupo es útil porque establece un encuentro con “iguales” que sufren las
mismas dificultades. Aunque no es suficiente, puede ser de gran apoyo cuando
el trabajo en otros ámbitos –médico, individual, familiar– no ha podido iniciarse,
se ha obstaculizado o no ha dado muestras de avance.

9.- ¿QUÉ SE ESTÁ HACIENDO PARA TRATAR Y COMPRENDER MEJOR


LOS TRASTORNOS ALIMENTICIOS?

Los investigadores están encontrando que los trastornos de la alimentación son


el resultado de una compleja combinación de factores genéticos, biológicos,
psicológicos y sociales, pero todavía hay muchas preguntas sin respuestas.
Los investigadores están utilizando lo último en tecnología y ciencia para
comprender mejor los trastornos de la alimentación. Una de las propuestas
implica el estudio de la genética humana. Los investigadores estudian
diferentes combinaciones genéticas para determinar si alguna variación en el
ADN se asocia con el riesgo de desarrollar un trastorno de la alimentación. Los
estudios de neuro imágenes también permiten comprender mejor los trastornos
de la alimentación y descubrir posibles tratamientos. Además, un estudio
demostró que existen diferentes patrones en la actividad cerebral de mujeres
con bulimia nerviosa en comparación con mujeres sanas. Asimismo, con la
resonancia magnética funcional (RMf), los investigadores pueden ver las
diferencias en la actividad cerebral mientras las mujeres realizan una tarea que
implica autorregulación. (Una tarea que requiere la superación a una respuesta
automática o impulsiva).
También se están estudiando las intervenciones de psicoterapia. Un estudio en
adolescentes detectó que más adolescentes con bulimia nerviosa se
recuperaron después de recibir el tratamiento familiar del modelo del Maudsley
que aquellos que recibieron psicoterapia de apoyo, que no trataba el trastorno
de la alimentación en particular. Los investigadores están estudiando las
preguntas sobre el comportamiento, la genética y la función del cerebro para
comprender mejor los factores de riesgo, identificar los marcadores biológicos,
y desarrollar las psicoterapias específicas y medicamentos que pueden apuntar
a áreas del cerebro que controlan la conducta alimentaria. Además, los
estudios de neuro imágenes y genéticos pueden brindar pistas sobre cómo
cada persona puede responder a tratamientos específicos para estas
enfermedades médicas. (Marsh, Gerber, Graziano; 2009).

10.- CONCLUSIONES:

 Los trastornos de la alimentación generalmente aparecen durante la


adolescencia o adultez temprana, pero también se pueden dar durante
la niñez o la adultez avanzada.
 Los trastornos de la alimentación más comunes son la anorexia
nerviosa, bulimia nerviosa y el trastorno por atracón.
 Los trastornos de la alimentación afectan tanto a los hombres como a las
mujeres.
 Los trastornos de la alimentación no especificados (TANE) incluyen los
trastornos de la alimentación que no cumplen los criterios para la
anorexia o la bulimia nerviosa.
 Los trastornos de la alimentación son enfermedades reales y tratables.
Con frecuencia coexisten con otras enfermedades como la depresión, el
abuso de sustancias o los trastornos de ansiedad.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION (APA). (2002). Manual Diagnóstico


y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-IV-TR. Barcelona: Masson.

Arnold LM, McElroy SL, Hudson JI, Bennet AJ. Un placebo controlado ensayo
aleatorizado de fluoxetina en el tratamiento del trastorno por atracón. Revista
clínica de Psiquiatria, 2002.

Costin C. Anorexia, bulimia y otros trastornos de la alimentación. Diagnóstico,


tratamiento y prevención de los trastornos alimenticios. México, DF: Ed. Diana;
2002.

Eisler I. Terapia familiar para la anorexia nerviosa adolescente: los resultados


de una comparación controlada de dos intervenciones familiares. 2000.

Marsh R, Gerber AJ, Graziano. Actividad deficiente en los sistemas neurales


que median el control autorregulador en la bulimia nerviosa. Archivos de
Psiquiatría General, 2009; 66 (1): 51–63.

Romano SJ, Halmi K. Un estudio controlado con placebo de fluoxetina. en el


tratamiento continuado de la bulimia nerviosa después del tratamiento exitoso
con fluoxetina aguda. Revista Americana de psiquiatría, 2002.

Salcedo-Meza C. La adicción por la delgadez. En: Álvarez y Battaglia.


Monografía de bulimia y anorexia. Disponible en: www.Monografías.com.

Stewart A. Experiencias recogidas en un programa escolar de prevención de


los trastornos alimenticios. En: Vandereycken W, Noordenbos G (comp.). La
prevención de los trastornos alimenticios. Un enfoque multidisciplinario.
España: Ed. Granica; 2000: 140-148.

Onis L. Terapia familiar y los trastornos psicosomáticos. España: Ed Paidós;


1990: 78-83.
TRASTORNO ORGÁNICO DE LA PERSONALIDAD

Aunque la aproximación al “Trastorno Orgánico de la Personalidad” se realiza


en sentido genérico, queremos destacar sobre todo la importancia que este
trastorno toma como secuela postraumática. Los “Cambios o alteraciones de
Personalidad” representan una de las secuelas neuropsiquiátricas
postraumáticas más frecuentes y persistentes con importantes repercusiones
en los familiares y en la reintegración sociolaboral de los afectados.

Se dividió el tema para facilitar su lectura, en los siguientes apartados:

o Introducción
o Revisando conceptos
 Personalidad
 Trastornos de Personalidad
 Síndrome / trastorno mental orgánico
o Trastorno orgánico de la personalidad

1. INTRODUCCIÓN

Creemos que para entender o poder diagnosticar a un sujeto como afectado


por un trastorno orgánico de la personalidad tenemos que partir de unos
conceptos básicos y adentrarnos en aquellos que todavía no tienen una
definición aceptada por todos, ni siquiera en los propios términos a utilizar, pero
forman parte de un delicado problema que surge en aquellos pacientes que
después de sufrir una lesión cerebral.

La incidencia de los trastornos neuropsicológicos clasificados según el DSM IV,


en los afectados por un TCE grave sitúan el cambio de personalidad entre un
40% y un 80%.

Desde la perspectiva de la nosología psiquiátrica la afección más prevalente en


las personas que han sufrido una lesión cerebral son los cambios de
personalidad. En general la prevalencia de los trastornos o cambios de la
personalidad en los TCE graves oscila entre el 40% y el 60%, llegando al 80%
en los TCE muy graves. Estas cifras nos indican la importancia de esta entidad
nosológica.
En los países desarrollados los traumatismos craneoencefálicos, representan
un problema médico y social de primer orden. "The National Head Injury
Foundation" define el TCE como una lesión traumática del cerebro capaz de
producir daños físicos, cognitivos, conductuales, emocionales, sociales y
laborales. Esta definición implica al cerebro dañado y las disfunciones
asociadas. Dentro de estas últimas, la importancia clínica y social de los
trastornos neuropsiquiátricos viene determinada por los siguientes factores:

a) su contribución al deterioro social del paciente

b) la psicopatología asociada a los TCE graves persiste e incluso puede


incrementarse con el paso del tiempo;

c) la sobrecarga familiar secundaria a estos trastornos es superior a la debida a


los déficit físicos

d) el impacto sobre el equilibrio emocional de los familiares

En un TCE grave es previsible un predominio de los efectos fisiopatológicos


directos de las lesiones cerebrales; por el contrario en los TCE de leve o
moderada intensidad los rasgos de personalidad previa, la reacciones de
adaptación y los factores sociofamiliares pueden tener una mayor importancia
en la patogenia de los trastornos neuropsiquiátricos postraumáticos.
Estas variables nos indican la necesidad de utilizar un modelo integrador para
la exploración clínica, el diagnóstico y tratamiento de las secuelas
neuropsiquiátricas optando así, por un modelo biopsicosocial que estudie la
interacción de tres niveles: biológico, psicológico y social.

2. MARCO TEORICO

2.1. DEFINICION DE PERSONALIDAD

La frecuencia con que se utiliza este término en nuestro lenguaje cotidiano y la


amplia plasticidad significativa que cada persona asigna al concepto también
se contempla en el terreno científico. Según Eysenck la personalidad es el
término psicológico más amplio y menos definible.

Un dato, a modo de ejemplo, el profesor Gordon Allport en el Manual de


Psicología de la Personalidad(original de 1937) recoge más de cincuenta
definiciones sustancialmente distintas de Personalidad, que en un intento de
categorización las clasificó en cinco raíces: a) definiciones aditivas; b)
definiciones integrativas o configuracionales; c) definiciones jerárquicas; d)
definiciones en términos de ajuste; e) definiciones basadas en la distinción de
rasgos.
De este inicial desacuerdo en una definición científica de la personalidad,
asumida por los estudiosos, podemos encontrar un tenue consenso que nos
permite una mínima sistematización sobre el estudio de la Personalidad. A este
respecto es tradicional citar un trabajo de Levy (1970) que sintetiza los
objetivos fundantes de la Psicología de la Personalidad asumibles por la
mayoría de los tratadistas:

1. describir qué tipo de persona es el individuo que, en cada caso, se


estudia;

2. explicar cómo ha llegado a ser lo que es, a desarrollar las características


que lo definen como individuo;
3. determinar en qué condiciones la organización peculiar de sus
características individuales puede cambiarse o mantenerse;

4. señalar cómo se puede emplear todo lo anterior para explicar la


conducta del sujeto y predecir su comportamiento futuro.

Una posible definición de la personalidad es considerarla como una variable


individual que constituye a cada persona y la diferencia de cualquier otra,
determina los modelos de comportamiento, incluye las interacciones de los
estados de ánimo del individuo, sus actitudes, motivos y métodos, de manera
que cada persona responde de forma distinta ante las mismas situaciones.

T. Millon propone una definición en la que la personalidad es entendida como


un patrón complejo de características psicológicas profundamente arraigadas,
que son en su mayor parte inconscientes y difíciles de cambiar, y se expresan
automáticamente en casi todas las áreas de funcionamiento del individuo.
Estos rasgos intrínsecos y generales surgen de una complicada matriz de
determinantes biológicos y aprendizajes, y en última instancia comprende el
patrón idiosincrásico de percibir, sentir, pensar, afrontar y comportarse de un
individuo.

"La psicología de la personalidad estudia las características psicológicas que


identifican a un individuo o a un colectivo de individuos, su génesis, estructura,
funcionalidad y evolución, desde su origen hasta su desaparición." (Pelechano,
1996).

2.2. Trastornos de Personalidad

Si difícil es optar por una definición de personalidad más difícil es ponerse de


acuerdo para clasificar los trastornos de personalidad y el término a utilizar
para definirlos. La tendencia de la psiquiatría contemporánea es a concebir los
trastornos de personalidad de manera distinta al resto de los trastornos
psiquiátricos.

Lo primero que hemos de tener en cuenta es que a pesar de las dificultades


“definitorias” no podemos confundir los trastornos de personalidad con los
trastornos orgánicos de la personalidad, veamos porque haciendo una breve
reseña histórica.

Una de las primeras clasificaciones sistemáticas de los trastornos de


personalidad fue la realizada por Kurt Schneider, estableciendo además una
base conceptual para su comprensión. Así las personalidades anormales son
una desviación estadística de la normalidad, separando el conjunto de los
trastornos de personalidad del resto de los trastornos psiquiátricos.

Todos estos rasgos están presentes en cada individuo en grados diferentes y lo


que diferenciaría a los trastornos de personalidad sería el grado de severidad
de cada uno de los rasgos.

Si tomamos de referencia las actuales clasificaciones (ICE-10 de la OMS y el


DSM-IV de la APA) nos encontramos con que para la ICE-10 los criterios
diagnósticos generales para un Trastorno de la Personalidad (F60) serían:

A. Un patrón permanente de experiencia interna y del


comportamiento que se aparta acusadamente de las
expectativas de la cultura del sujeto. Este patrón se
manifiesta en dos (o más) de las áreas siguientes:
cognitiva, afectiva, de la actividad interpersonal o del
control de impulsos.

B. Este patrón debe ser persistente es inflexible y debe


extenderse a una amplia gama de situaciones personales y
sociales.

C. Este patrón persistente provoca malestar clínicamente


significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas
importantes de la actividad del individuo.

D. El patrón es estable y de larga duración, y su inicio se


remonta al menos a la adolescencia o al principio de la
edad adulta.

E. El patrón persistente no es atribuible a una manifestación o


a una consecuencia de otro trastorno mental.

F. El patrón persistente no es debido a los efectos fisiológicos


de una sustancia (droga, medicamento) ni a una
enfermedad médica como por ejemplo a un traumatismo
craneal.
Para realizar un diagnóstico diferencial hemos de diferenciar los trastornos de
la personalidad de los trastornos mentales contenidos en el Eje I del DSM, ya
que también tienen un inicio temprano y un curso crónico y relativamente
estable; además algunos trastornos de la personalidad tienen relación con el
“espectro” de alguna enfermedad del Eje I (ej. El trastorno Esquizotípico de la
Personalidad con la Esquizofrenia).

Los trastornos de personalidad deben distinguirse de aquellos rasgos de


personalidad que no alcanzan al umbral para un trastorno de personalidad.
Sólo se diagnostica trastorno de personalidad cuando dichos rasgos son
inflexibles, persistentes y desadaptativos y ocasionan un deterioro funcional
como un malestar subjetivo significativo.

El diagnóstico de los trastornos de personalidad requiere una evaluación de los


patrones de actividad del individuo a largo plazo, y las características de la
personalidad han de estar presentes desde el principio de la edad adulta. Los
rasgos de personalidad patológicos que definen estos trastornos también
deben diferenciarse de las características que surgen como respuesta a
estresantes ambientales o situacionales específicos o estados mentales más
transitorios (ansiedad, intoxicación de sustancias) o de los cambios de
personalidad que aparecen como resultado de los efectos fisiológicos directos
de alguna enfermedad médica (TCE); por ello, se debe valorar la estabilidad de
dichos rasgos de personalidad en situaciones diferentes y a lo largo del tiempo.
La evaluación de este trastorno también puede complicarse, por el hecho de
que las características que definen un trastorno de personalidad, en ocasiones,
no son consideradas como problemáticas por el individuo; por ello es útil la
información que puedan aportar otros informadores externos.

2.3. Síndrome Cerebral Orgánico /Trastorno Mental Orgánico

Al hacer referencia a los trastornos mentales orgánicos nos encontramos con


problemas conceptuales, con respecto a los modelos aplicados a la tradicional
dicotomía cerebro-mente así como las hipótesis etiológicas subyacentes a las
distintas nosografías.

Las definiciones y clasificaciones de uso más extendido hoy en día,


caracterizan estos trastornos como conjuntos de signos y síntomas psíquicos y
comportamentales (síndrome mental orgánico), cuya etiología es demostrable y
se refiere a una disfunción transitoria o permanente del cerebro. Esta
disfunción puede ser primaria o secundaria. En el primer caso se trataría de
enfermedades, lesiones o daños que afectan al cerebro de un modo directo o
selectivo. En el segundo, enfermedades y trastornos que afectando a diversos
órganos o sistemas tienen una consecuencia disfuncional en el cerebro.

Con el término orgánico no se pretende excluir la existencia del substrato


cerebral del resto de los trastornos psiquiátricos. Significa que el síndrome
clasificado como tal puede ser atribuido a un trastorno o enfermedad cerebral o
sistémica diagnosticable en si misma.

Al hacer un repaso por las clasificaciones actuales nos encontramos con


el DSM-III-R, según este Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos
mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría en su tercera revisión se
hace una discusión entre “síndromes mentales orgánicos” y
“trastornos mentales orgánicos”.

Así el síndrome mental orgánico sería un concepto que se utilizaría en


referencia a un conjunto de signos y síntomas psicológicos o conductuales, sin
tener en cuenta su etiología (Síndrome de Ansiedad orgánico).

El trastorno mental orgánico designaría un síndrome mental orgánico en


particular, del que se conocería o se presumiría su etiología (Delirium por
abstinencia alcohólica).

En la clasificación del DSM-III-R, el término trastorno se aplica cuando un


síndrome mental orgánico está asociado a un estado o trastorno físico del eje
III, como un trastorno delirante orgánico debido a un tumor cerebral.

La sintomatología esencial de todos estos trastornos comprende anomalías


psicológicas o conductuales asociadas a una disfunción cerebral transitoria o
permanente. Los trastornos mentales orgánicos son diagnosticados:

 por la identificación de uno de los síndromes mentales orgánicos que se


describirán y

 por la demostración a través de la historia, del examen físico y de las


pruebas de laboratorio, de la presencia de una causa orgánica
específica que se estima etiológicamente relacionada con un estado
mental anormal.

Los trastornos mentales orgánicos son un grupo heterogéneo, y por esta razón
no pueden caracterizarse con una descripción simple.

Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales de la


APA en su cuarta revisión (1994) DSM-IV el término trastorno mental orgánico
no es muy usado, ya que podría entenderse incorrectamente que los trastornos
mentales “ no orgánicos”, carecen de una base biológica. Propone que el
término mental orgánico no sea usado, pues parecía implicar el concepto
erróneo de que algunos desórdenes mentales no incluidos en este grupo, como
la esquizofrenia, la psicosis maníaca, y otros, no estarían relacionados con
procesos o factores biológicos.

En esta cuarta revisión los trastornos antes llamados “trastornos mentales


orgánicos” se han agrupado en tres secciones:

1. delirium, demencia, trastorno amnésico y otros trastornos cognoscitivos


2. trastornos mentales debidos a una enfermedad médica, y
3. trastornos por consumo de sustancias.
El DSM-IV señala dos grandes grupos de trastornos de causa orgánica:

1. Delirio, demencia, trastornos y otros desórdenes cognitivos, señalando sus


variedades.

2. Trastornos mentales debidos a un Estado Médico General.

Si observamos las distintas clasificaciones del DSM (Manual Estadístico de los


Trastornos Mentales) vemos los siguientes cambios a nivel terminológico:

 DSM-I (1952): Síndrome cerebral orgánico


 DSM-II (1968): Síndromes orgánicos cerebrales
 DSM-III (1987): Trastornos y síndromes mentales orgánicos

 DSM-IV (1994): Demencia delirium y síndrome amnésico. Trastornos


Mentales secundarios a patología médica general.

Por otro lado para la Décima Clasificación Internacional de


Enfermedades, ICE-10, de 1992, de la OMS, considera Trastonos Mentales
Orgánicos un amplio, variado y complejo conjunto de desórdenes psicológicos
y conductuales que se originan en una pérdida o anormalidad de la estructura
y/o función del tejido cerebral. Fueron anteriormente llamados “Síndromes
Orgánicos Cerebrales”.

Esta disfunción puede ser clasificada como primaria: enfermedades, lesiones o


daños que afectan al cerebro de un modo directo y selectivo, o secundaria:
otras enfermedades sistemáticas o alteraciones orgánicas determinan el mal
funcionamiento cerebral. Los trastornos cerebrales secundarios al consumo de
sustancias pertenecen a este grupo pero por conveniencia taxonómica se les
considera en una sección aparte.
En la sintomatología se distinguen dos categorías:

I. Síntomas básicos o propios del trastorno: Alteración del estado de la


conciencia (incapacidad para fijar la atención y desorientación en todas las
esferas.), alteraciones cognoscitivas (compromiso de la memoria reciente,
deterioro intelectual, mengua del juicio y comprensión), y alteraciones de la
afectividad: (pérdida del control afectivo, labilidad emocional.).

II. Síntomas accesorios o facultativos (que pueden o no presentarse), se


vinculan al funcionamiento de la personalidad premórbida y a conflictos
psicosociales actuales.

Clasificación de los Trastornos Mentales Orgánicos según ICE-10, atendiendo


al tipo de síntomas pueden diferenciarse en dos grupos principales:

a. Con predominio de síntomas básicos, en los cuales destacan los


disturbios de las funciones cognoscitivas (memoria, inteligencia,
capacidad de aprendizaje) o los del sensorio (alteraciones de la
conciencia y atención).

b. Con predominio de sintomatología accesoria o facultativa, en


los cuales las manifestaciones cognoscitivas o sensoriales son
mínimas o difíciles de comprobar, siendo lo más destacable las
alteraciones de la percepción (alucinaciones), del contenido del
pensamiento (ideas delusivas), del humor y de las emociones
(depresión, euforia ansiedad), o de los rasgos generales de la
personalidad y formas del comportamiento.

De un modo más específico, la CIE-10 establece las siguientes entidades


clínicas:

1. Demencia
2. Delirium
3. Síndrome amnésico
4. Alucinosis orgánica
5. Trastorno catatónico orgánico
6. Trastorno delusivo orgánico
7. Trastorno afectivo orgánico
8. Trastorno de ansiedad orgánico
9. Trastorno disociativo orgánico
10. Trastorno de labilidad emocional orgánico
11. Trastorno cognoscitivo leve
12. Trastorno orgánico de la personalidad y del comportamiento
13. Trastorno mental orgánico o sintomático sin especificación

Para realizar un diagnóstico completo de los trastornos mentales orgánicos


podemos detallar un diagnóstico síndrómico: amnanesis y examen mental para
identificar los síndromes psicopatológicos de causa orgánica descritos,
considerando no sólo el agrupamiento de síntomas y signos específicos, sino
su forma de inicio, curso y evolución en el tiempo y su respuesta terapéutica.
Se deberá establecer el diagnóstico diferencial, con entidades clínicas que
tengan sintomatología similar así como un diagnóstico etiológico.

3. TRASTORNO ORGÁNICO DE LA PERSONALIDAD

Hemos visto, después de realizar este pequeño “recorrido nosológico y


conceptual” hasta que punto es difícil establecer unos conceptos aceptados por
todos sobre personalidad y trastornos primarios de personalidad. Es entonces
igualmente difícil mantener un concepto o definición para los trastornos
orgánicos de personalidad. Nos centraremos, como hemos estado haciendo,
en las dos grandes clasificaciones internacionales utilizadas en la actualidad
(CIE-10 y DSM-IV).

El Trastorno Orgánico de la Personalidad debe ser entendido, de acuerdo con


estas modernas clasificaciones, como un cambio en la personalidad que se
manifiesta en una serie de contenidos (subtipos en el DSM-IV o rasgos en el
CIE-10).

Vamos a comenzar nuestro recorrido con la tercera revisión de la clasificación


americana, DSM-III-R en la que se establece el Síndrome orgánico de la
personalidad cuando existe una sintomatología esencial que muestra una
alteración persistente de la personalidad, bien de forma global o bien
suponiendo un cambio o una acentuación de características previas, que se
debe a una etiología orgánica específica. Son habituales unos patrones de
conducta que pueden estar caracterizados por la inestabilidad afectiva, las
explosiones agresivas o de irritabilidad, un notable deterioro de la capacidad de
juicio social, apatía e indiferencia y suspicacia o ideación paranoide, o por la
marcada tendencia a la locuacidad insulsa.
Como sintomatología asociada puede haber irritabilidad y un deterioro leve de
la capacidad cognitiva. El curso depende de la etiología , si es secundario a
una lesión de la estructura cerebral es probable que su curso sea de duración
prolongada. Así mismo el grado de deterioro es variable. A pesar de que la
función cognitiva se mantiene relativamente intacta, el empobrecimiento de la
capacidad de juicio puede conducir a tales dificultades que la persona requiera
de una constante supervisión.

Pueden surgir complicaciones ya que las conductas socialmente inaceptadas


pueden conducir al ostractismo social o a dificultades legales (la conducta
explosiva puede ser peligrosa para el sujeto y para los demás.).

Los factores etiológicos más habituales son las lesiones estructurales del
cerebro. Las causas más comunes son las neoplasias, el traumatismo craneal
y las enfermedades cerebrovasculares.

Se propone realizar el diagnóstico diferencial con la demencia donde el cambio


de personalidad forma parte de un síndrome más general que incluye un
deterioro significativo de la memoria y normalmente, también de la capacidad
de juicio y del pensamiento abstracto. A veces, el cambio de personalidad
puede ser el primer signo de un síndrome mental orgánico que eventualmente
evolucionará hacia la demencia.

Pueden darse cambios en la personalidad en la esquizofrenia, en los


trastornos delirantes, en los trastornos del estado de ánimo y en los trastornos
del control de los impulsos. Sin embargo, en estos trastornos no se demuestra
ningún factor orgánico específico que se presuma etiológicamente relacionado
con el cambio de personalidad.

Los criterios para el diagnóstico de síndrome orgánico de la


personalidad según el DSM-III-Rserían:

A. Una alteración persistente de la personalidad, bien de forma


global o como cambio o acentuación de alguna característica
previa, incluyendo al menos uno de los siguientes síntomas:
inestabilidad afectiva (cambios depresión-irritabilidad-ansiedad);
explosiones agresivas o de mal genio; notable deterioro de la
capacidad de juicio social; notable apatía e indeferencia;
suspicacia o ideación paranoide.

B. Demostración de una causa o factor orgánico específica que se


estima etiológicamente relacionada con la alteración.
C. Este diagnóstico no se hará en niños o adolescentes si el cuadro
se limita a los síntomas que caracterizan el trastorno por déficit de
atención con hiperactividad.

D. Aparece exclusivamente en el curso de un delirium y no cumple


los criterios para una demencia.

La cuarta revisión de la clasificación de la APA para los trastornos


mentales, DSM-IV, modifica el término (ya no utiliza síndrome) por cambio de
personalidad debido a... -indicar enfermedad médica-, y establece como
criterios para el diagnóstico:

A. Alteración duradera de la personalidad que representa un cambio de las


características previas del patrón de personalidad del sujeto. (en los niños la
alteración se expresa por una acusada desviación del desarrollo normal o por
un cambio significativo en el patrón habitual del comportamiento del niño y que
se mantiene como mínimo durante un año).

B. Demostración a través de la historia, de la exploración física o de las


pruebas de laboratorio, de que la alteración es un efecto fisiológico directo de
una enfermedad médica.

C. La alteración no se explica mejor por la presencia de otro trastorno mental


(incluyendo otros trastornos mentales debidos a enfermedad médica).

D. La alteración no aparece exclusivamente en el transcurso de un delirium y


no cumple los criterios diagnósticos para la demencia.

E. La alteración causa un malestar clínicamente significativo o deterioro laboral,


social o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.

El DSM-IV distingue los siguientes tipos de trastornos orgánicos de la


personalidad para especificar el tipo:

 Tipo lábil: si el síndrome predominante es la labilidad afectiva

 Desinhibido: con gran dificultad en el control de impulsos, manifestado


por indiscreciones sexuales, etc.
 Tipo agresivo: con predominio de las pulsiones agresivas.

 Tipo apático: si el síntoma predominante es la apatía o indeferencia


acusadas.

 Tipo paranoide: con desconfianza, suspicacia e ideación paranoide,


delusiva
 Otros tipos: si el síntoma predominante no es uno de los citados, por
ejemplo, cambio de personalidad asociado a crisis comiciales.

 Tipo combinado (mixto): si predomina más de un síntoma en el cuadro


clínico, se combinan los caracteres anteriores.
 Tipo no especificado: cuando se manifiestan otras características.

Observamos como la DSM-IV define el trastorno orgánico de la personalidad


(cambio de personalidad según su terminología) como un cambio de los rasgos
de personalidad previos que se supone debido a causa orgánica y pasa a
realizar una clasificación de los posibles subtipos del cambio de personalidad.

Para la clasificación de la OMS, la CIE-10 se entiende el trastorno orgánico de


la personalidad como una alteración significativa en los patrones habituales de
conducta premórbidos y se pasa a realizar una descripción detallada de
posibles alteraciones en la que se mezclan disfunciones de la esfera afectiva,
del control de impulsos, de la esfera instintiva, del lenguaje, problemas de
índole cognoscitivo y neuropsicológico e, incluso, síntomas psicóticos.

Los trastornos de la personalidad y del comportamiento debidos


a enfermedades, lesiones o disfunciones cerebrales según la CIE-10 son
entendidos como alteraciones de la personalidad y del comportamiento que
puede ser debida a una enfermedad, una lesión o una disfunción cerebral
puede ser de carácter residual concomitante con una enfermedad daño o
disfunción cerebral. En algunos casos las características concretas de las
manifestaciones de estos trastornos de la personalidad y del comportamiento
residuales o concomitantes pueden sugerir el tipo o localización de la afección
cerebral.

En la CIE-10 el trastorno orgánico de la personalidad se caracteriza por


una alteración significativa de las formas habituales del comportamiento
premórbido. Estas alteraciones afectan de un modo particular a la
expresión de las emociones, de las necesidades y de los impulsos. Los
procesos cognoscitivos pueden estar afectados en especial o incluso
exclusivamente en el área de la planificación de la propia actividad y en la
previsión de probables consecuencias sociales y personales, como en el
llamado síndrome del lóbulo frontal. No obstante, se sabe que este
síndrome se presenta no sólo en las lesiones del lóbulo frontal, sino
también en lesiones de otras áreas circunscritas del cerebro.

Desde esta clasificación la pautas para el diagnóstico son la existencia de


claros antecedentes u otra evidencia de enfermedad, lesión o disfunción
cerebral, en la presencia de dos o más de los siguientes rasgos:
1. Capacidad persistentemente reducida para mantener una actividad
orientada a un fin, concretamente las que requirieran períodos largos de
tiempo o gratificaciones mediatas.

2. Alteraciones emocionales, caracterizadas por labilidad emocional,


simpatía superficial e injustificada (euforia, expresiones inadecuadas de
júbilo) y cambios rápidos hacia la irritabilidad o hacia manifestaciones
súbitas de ira y agresividad. En algunos casos el rasgo predominante
puede ser la apatía

3. Expresión de necesidades y de impulsos que tienden a presentarse sin


tomar en consideración sus consecuencias o molestias sociales (el
enfermo puede llevar a cabo actos antisociales tales como robos,
comportamientos sexuales inadecuados, comer vorazmente o no
mostrar preocupación por su higiene y aseo personales).

4. Trastornos cognoscitivos, en forma de suspicacia o ideas paranoides o


preocupación excesiva por un tema único, por lo general abstracto (por
ejemplo, la religión, el “bien y el mal”), o por ambas a la vez.

5. Marcada alteración en el ritmo y flujo del lenguaje, con rasgos tales


como “sobreinclusividad”, pegajosidad e hipergrafía.

6. Alteración del comportamiento sexual (disminución de la sexualidad o


cambio del objeto de preferencia sexual).

El trastorno de la personalidad y del comportamiento de origen


orgánico, puede ser selectivo o parcial de acuerdo a la anormalidad o
menoscabo psicológico dominante. La etiología es más focal que difusa y tiene
cierto valor diagnóstico por que la presencia de una enfermedad sistémica,
daño o disfunción cerebral se relaciona con su inicio, desarrollo y
recuperación.

Dificultades metodológicas existentes para la valoración clínica de los


cambios de personalidad débidos a un traumatismo craneal.

A modo de resumen podemos considerar que en un trastorno orgánico de la


personalidad se presentan un conjunto de alteraciones o cambios de los rasgos
de la personalidad que pueden seguir o acompañar a una enfermedad, daño o
disfunción cerebral, a menudo focal y los cambios que podemos observar
son: la alteración en la expresión de emociones (deficiente o excesiva). Se
presenta labilidad emocional, estados de euforia y jocosidad que pueden pasar
bruscamente a la apatía y crisis de llanto o irritabilidad y, aun, explosiones de
cólera y agresión; éstos suelen ser motivados por estímulos mínimos. Hay
cierto grado de desinhibición de impulsos y satisfacción de necesidades sin
importar las normas sociales establecidas (robos, requerimientos sexuales
inapropiados, voracidad al comer, descuido de la presencia e higiene personal,
etc.). Algunos suelen tener poca motivación e iniciativa para comenzar y
completar acciones. Los defectos cognitivos son casi exclusivos en el área de
la planificación de las propias acciones con incapacidad de valorar sus
probables consecuencias personales y sociales. Las diferentes alteraciones de
personalidad están en relación con la localización y tipo de patología cerebral.
El curso y pronóstico de estos trastornos depende de la etiología; si es
transitoria (sustancias) o si es persistente, secundaria a daño estructural del
cerebro.

CONCLUSIONES

Intentar comprender el trastorno orgánico de la personalidad parece que se


muestra con dificultades ya que incluye una serie de alteraciones
psicopatológicas y fisiopatológicas tan heterogéneas que creemos, sería más
útil, en la práctica clínica considerar los subsíndromes (apático, desinhibido,
lábil, etc ) para poder delimitar mejor los cambios y así poder diseñar una
rehabilitación específica. Englobar dentro de una misma categoría el conjunto
de cambios que se producen en los pacientes es reducir y limitar su
rehabilitación futura. Es necesario observar estos cambios y tratar de diseñar
un tratamiento particular mejor que concebir que su “personalidad” ha sufrido
una transformación.

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