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Tips sobre el Nuevo Testamento

Clase 1: El Canon del NT

La historia del reconocimiento del canon del Nuevo Testamento es una historia
que tristemente ha sido desvirtuada con la intención de poner en entredicho, no
solamente los documentos mismos del Nuevo Testamento sino también el propio
cristianismo.

La razón de ello reside en el hecho de que la fe cristiana proviene del oír y el


oír la palabra (Romanos 10:7). La fe está ligada y fluye del texto bíblico revelado e
inspirado, por tanto, poner en entredicho la credibilidad y fiabilidad del mismo es
poner en entredicho la fe cristiana misma.

En el siglo XIX la fe del modernismo se fundamentaba en la razón, la cual


era la última instancia de regla de fe y conducta para la raza humana.

Muchos siglos antes la iglesia vió la necesidad de salvaguardar los libros de


inspiración divina que constituían la regla de fe del NT porque nuestra fe está
basada en esos libros. Veremos o consideraremos dos aspectos:

1. El Contexto del Canon


2. El Canon del NT

El Contexto del Canon:

De entre las múltiples designaciones usadas para referirse a las Escrituras


(Biblia, Palabra de Dios, Sagradas Escrituras, etc.) una de ellas es la que se refiere
a la Biblia como un canon, es decir, el Canon de las Sagradas Escrituras. Tal
designación no está alejada de la realidad de lo que son, en cierta manera, las
Sagradas Escrituras

El canon de la Escritura serán aquellos libros que conforman la Biblia y que


tendrán autoridad divina y habrán sido plenamente inspirados por Dios, tal y como
Hanson determina dentro de un contexto cristiano podemos definirlo como “la lista
de escritos reconocidos por la Iglesia como documentos revelados por Dios”. Ahora
bien, ¿por qué la designación o uso de la palabra canon?

La palabra canon proviene de un vocablo griego kavo, v cuyo significado básico


era el de “caña” o “vara recta” que se utilizaba como vara de medir. El canon
permitía establecer ciertas medidas.3 Como regla de medir, la caña podía ser
dividida en unidades o marcas de medición dando lugar a que la palabra “canon”
en griego pasase a referirse a esas marcas de medición y después con el tiempo
adquiriese un sentido más general para referirse a una “serie” o “lista”.

En un principio en los primeros siglos la palabra canon fue utilizada por la


iglesia para referirse a la “regla de fe” o “regla de verdad”, es decir, un resumen de
la enseñanza que reproducía lo enseñado por los apóstoles y que servía como vara
de medir o como regla para examinar todo sistema doctrinal o toda interpretación.
Una vez el canon de la Escritura estuvo definido y cerrado, las mismas Escrituras
pasaron a considerarse como la propia regla de fe siendo, por tanto, el canon de la
Escritura la lista de libros sagrados, revelados, inspirados y autorizados que
componían y siguen componiendo la regla de fe y conducta para el pueblo de Dios.

De todas maneras, cuando se habla del canon de la Escritura se habla de los


libros del canon del Antiguo Testamento o lista del Antiguo Testamento y de los
libros del canon del Nuevo Testamento o lista del Nuevo Testamento. En relación
al canon del Antiguo Testamento, la misma Biblia habla ya en tiempos de Jesús
de una canon cerrado de ciertos libros reconocidos por el pueblo judío.

Por tanto, el pueblo judío en tiempos de Jesús ya tenía un canon cerrado y


reconocido de libros canónicos. Con la llegada de Cristo, su obra, la inauguración del
nuevo pacto y la entrega del Espíritu, el canon del Antiguo Testamento fue
contemplado a la luz de su cumplimiento en la persona de Cristo.

El carácter profético o tipológico de todo el Antiguo Testamento (Mateo 5:17;


11:13), es decir, que toda “la ley y profetas entrasen en cumplimiento” en la persona
y obra de Cristo sitúan al canon del Nuevo Testamento dentro del progreso de la
historia redentora como el cumplimiento de lo anunciado bajo el Antiguo
Testamento. Por lo que, aun y cuando el proceso de reconocimiento del canon del
Nuevo Testamento no fue uniforme y de consenso común, dentro de un periodo
menor a un siglo dentro del primer siglo los libros canónicos del Nuevo Testamento
eran ya todos ellos una realidad y eran aquellos libros que presentaban continuidad y
discontinuidad, a la luz de la persona y obra de Cristo, con todo el progreso de la
historia redentora y con el mensaje profético narrado en el Antiguo Testamento.

Estos libros y no otros son los libros canónicos revelados e inspirados por Dios
y por tanto con plena autoridad divina para conformar el canon o regla de fe y
conducta para el pueblo de Dios en la Escritura. En ningún momento la iglesia
cristiana atribuyó canonicidad a los libros sino que simplemente reconoció lo que
ya había en ellos.

Por tanto, el pueblo judío en tiempos de Jesús ya tenía un canon cerrado y


reconocido de libros canónicos. Con la llegada de Cristo, su obra, la inauguración del
nuevo pacto y la entrega del Espíritu, el canon del Antiguo Testamento fue
contemplado a la luz de su cumplimiento en la persona de Cristo.

El carácter profético o tipológico de todo el Antiguo Testamento (Mateo 5:17;


11:13), es decir, que toda “la ley y profetas entrasen en cumplimiento” en la persona
y obra de Cristo sitúan al canon del Nuevo Testamento dentro del progreso de la

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historia redentora como el cumplimiento de lo anunciado bajo el Antiguo
Testamento.

Por lo que, aun y cuando el proceso de reconocimiento del canon del Nuevo
Testamento no fue uniforme y de consenso común, dentro de un periodo menor a
un siglo dentro del primer siglo los libros canónicos del Nuevo Testamento eran ya
todos ellos una realidad y eran aquellos libros que presentaban continuidad y
discontinuidad, a la luz de la persona y obra de Cristo, con todo el progreso de la
historia redentora y con el mensaje profético narrado en el Antiguo Testamento.

La iglesia informó al mundo de la regla de fe sobre la que se asienta. Por lo


tanto, la iglesia no fue la autora del canon sino la editora y fue el reconocimiento
del canon y no la formación del mismo por parte de la iglesia el proceso por medio
del cual el pueblo fiel fue discerniendo su fundamento profético y apostólico.

Ciertamente a lo largo del proceso de canonicidad del canon de Nuevo


Testamento hubo dudas y ciertos libros salieron y otros entraron, esto fue parte
del discernimiento, reconocimiento y confesión de los libros canónicos y muy
ligado a ello está la doctrina de la inspiración divina, la supervisión de Dios en
todo este proceso. El Espíritu que inspiró a los autores originales y que produjo
una Escritura inspirada total y verbalmente en su totalidad, en cada una de sus
partes y en cada uno los libros que la componen, es también el “Señor de la
Revelación”. La inspiración también implica supervisión y debe tenerse presente
que el Espíritu únicamente no supervisó a los autores bíblicos sino también la
formación del canon que él mismo había inspirado.

Dios supervisó incluso la formación del canon y esto hace que pueda tenerse
total y plena confianza en que los libros que tenemos en el canon
novotestamentario son los libros que Dios ha querido que su pueblo tenga.

El Canon del NT

Después de la ascensión del Señor Jesucristo, probablemente durante los


primeros veintisiete años la iglesia solamente tenía las Escrituras del Antiguo
Testamento como libro sagrado el cual era contemplado, entendido e interpretado
a la luz del evento de la venida de Cristo, su persona y su obra. El Señor Jesús no
escribió ningún libro, enseñó por medio de la palabra y ejemplo, pero con mucha
probabilidad sus enseñanzas fueron atesoradas por aquellos que las escucharon.

Las palabras de Cristo tenían autoridad como la autoridad de las palabras de


Moisés y los profetas y fueron transmitidas como un elemento importante de la
“tradición” del cristianismo primitivo.14 Probablemente en un principio, antes de
pasar a forma escrita, la predicación del evangelio se realizó a través del
testimonio oral de los apóstoles y discípulos de Jesús.

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De todas maneras, aun y la transmisión oral de los primeros años, el mensaje
del evangelio – así como también el de toda la Escritura – no fue un mensaje
destinado a quedar solamente en palabras, Dios mismo determinó que su palabra
debía quedar escrita.

Por lo tanto, el testimonio oral que circuló en los primeros años por parte de los
apóstoles y discípulos en un periodo relativamente corto de tiempo pasó a ser
escrito.

En el proceso de escritura es probable que el primer libro que tomó forma escrita
del Nuevo Testamento fuese la epístola de Santiago sobre la última década de los
cuarenta17 y el último libro en tomar forma escrita fue el libro del Apocalipsis a
finales del primer siglo, alrededor del 95 – 96 d.C. Sea como sea, dentro del
primer siglo todo el Nuevo Testamento quedó escrito.

Centrando la atención en los evangelios y de manera concreta en los sinópticos


(Mateo, Marcos y Lucas) el tema del desarrollo y orígenes de los evangelios
sinópticos ha sido considerado desde tres perspectivas distintas:

(1) La crítica formal la cual se centra en una forma oral de proclamación del
evangelio.

(2) La crítica de fuentes que se centra en la manera de estructurar las diversas


unidades literarias que forman los evangelios.

(3) La crítica de redacción que se centra en la contribución literaria y teológica


de los evangelios.

La relación y material paralelo entre los sinópticos ha dado lugar lo que se ha


llamado el Problema Sinóptico, es decir, ¿cuál fue la relación entre los sinópticos?
En respuesta a esta pregunta varias teorías han sido expuestas pero tres de ellas
son destacables:

(1) La teoría de las 2 fuentes la más popular hoy en día y la cual determina que
Marcos fue escrito primero y Mateo y Lucas tomaron de él. La fuente Q, (una
miscelánea de distintos documentos relativos a Jesús).

(2) La teoría de la prioridad de Mateo. La teoría de la prioridad de Mateo era la


teoría más común en los primeros siglos de la iglesia. Esta teoría determina que
Mateo fue escrito primero y que Marcos y Lucas tomaron de él.

(3) La hipótesis de Griesbach. Dicha hipótesis recibe el nombre de quien la


formuló y sustenta, al igual que la segunda teoría, la prioridad de Mateo con la
diferencia que Lucas tomó de Mateo y Marcos tomó de Mateo y Lucas.

Con el cuarto evangelio, el evangelio de Juan probablemente escrito alrededor


del 80-85 d. C. se dio el primer paso hacia la formación del canon, los cuatro
evangelios empiezan a circular como constituyendo una colección unitaria de
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libros sagrados a los que se designaba como el título singular de El Evangelio. Por
lo que entre los años 65 d.C. posible escritura del evangelio de Marcos y los años
80-85 d.C. cuando el evangelio de Juan pudo ser escrito, los evangelios circulaban
como una unidad canónica. A esto deben añadirse las epístolas tanto paulinas
como generales.

Pedro reconoce un conocimiento de las cartas de Pablo como un corpus “casi en


todas sus epístolas” y las sitúa al mismo nivel de autoridad que las “otras
Escrituras” (2 P 3:15-16). Las cartas antes del siglo segundo que ya eran
conocidas como un cuerpo o corpus paulino, circulaban entre las iglesias y se
intercambiaban las unas con las otras las cartas paulinas. El mismo Pablo animó
a las iglesias de Colosas y Laodicea a intercambiarse las cartas que de él
recibían.

Sin duda alguna puede afirmarse que ya en el siglo segundo había un canon
del Nuevo Testamento. Por tanto, la pregunta que puede surgir es, si en el siglo
segundo las cartas de Pablo circulaban como un corpus y los evangelios eran ya
conocidos como un único Evangelio ¿qué necesidad había del reconocimiento de
un canon del Nuevo Testamento? La respuesta puede presentar varios frentes
pero de mera esencial dos de ellos pueden ser mencionados:

(1) La herejía de Marción

(2) El edicto de Diocleciano.

La iglesia fue consciente que debía cimentarse sobre el fundamento de los


apóstoles y profetas y proteger aquellos libros que habían recibido de la autoridad
de los apóstoles debido a la presencia de la herejía.

La herejía de Marción o el falso canon de Marción motivaron a la iglesia a


defender, definir y delimitar aquellos libros que ya habían recibido como
inspirados y canónicos. Por otro lado, el edicto del emperador Diocleciano del 303
d.C. que decretó que todos los libros religiosos tenían que ser quemados, hizo que
la iglesia mostrará un cuidado muy especial en la preservación de los libros
inspirados para hacer así frente al edicto del emperador.

¿Cómo fue capaz la iglesia de reconocer los libros canónicos? ¿Tenían algunos
criterios para ello? A continuación de manera breve se mencionar los criterios de
canonicidad seguidos por la iglesia para el reconocimiento del canon.

La iglesia reconoció la canonicidad de los libros en base a seis criterios que


fueron el filtro esencial:

(1) La inspiración divina de los libros era el criterio esencial. Los libros se sabían
que eran inspirados porque estaban en el canon, por tanto, el principal criterio,
como Orígenes mencionó, no era la apostolicidad sino la inspiración.

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(2) La apostolicidad en el caso del Nuevo Testamento y el profetismo en el caso
del Antiguo Testamento como garantía de la inspiración requerida. En el caso del
Nuevo Testamento la autoría apostólica o la relación con un apóstol como son el
caso de Marcos o Lucas eran criterios de reconocimiento canónico.

(3) La unidad doctrinal de los libros, es decir, los libros del canon debían estar
acordes con la enseñanza de los apóstoles y de toda la enseñanza bíblica. Si un
libro contradecía la enseñanza de la Escritura no podía ser considerado canónico
ya que Dios no puede contradecirse a sí mismo y, por tanto, contradicción era
signo de no inspiración.

(4) La ortodoxia que consistía en la fe apostólica, la fe establecida en los


escritos apostólicos incuestionables y mantenida en las iglesias.

(5) La catolicidad, es decir, la universalidad. Una obra que solamente contara


con el reconocimiento local no podía ser considerada parte del canon
católico/universal de la iglesia universal de Cristo.

Por último, (6) La antigüedad, si un escrito era obra de un apóstol este debía de
haber sido escrito dentro del primer siglo, es decir, dentro de la era apostólica.
Esto hacía que escritos fechados posteriores al primer siglo fuesen
automáticamente descartados como libros canónicos.

Clase 2: El Marco Teológico del NT

El nuevo Testamento no aparece de la nada en la historia de la salvación. Es


imposible considerar correctamente el Nuevo Testamento sin tener en mente el
Antiguo Testamento. Dentro del progreso orgánico de la salvación de Dios y su
carácter Cristotélico, es decir, el cumplimiento último en Cristo y su obra, el Nuevo
Testamento se sitúa como el cumplimiento de dicha historia de la salvación
(también llamada la meta-narrativa).

Todas las categorías, promesas, esperanzas, ideales de la creación y reino


de Dios implícitos y desarrollados en el Antiguo Testamento, son cumplidos por
Dios en la persona y obra de Cristo, en la inauguración del nuevo pacto y en la
entrega del Espíritu. La historia de la salvación es llevada a su telos, es decir, su
plenitud o cumplimiento en el Nuevo Testamento. Ahora bien, dicho cumplimiento es
presentado por el Nuevo Testamento como un cumplimiento inaugurado. Es decir, el
cumplimiento de la historia de la salvación ha sido inaugurado pero no consumado.

Desde este punto de vista, el Nuevo Testamento se presenta como el


cumplimiento inaugurado pero no consumado de la salvación, algo que se conoce
como escatología inaugurada. Puesto en otras palabras, el Nuevo Testamento
debido a la obra de Cristo, la inauguración del nuevo pacto y a entrega del
Espíritu entiende que los últimos tiempos (el escatón) han sido inaugurados en la

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era presente. Este cumplimiento inaugurado pero no consumado es la manera en
cómo la Biblia misma establece una legítima continuidad y discontinuidad entre
Antiguo y Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento presenta una visión
escatológica inaugurada, es decir, el fin de los tiempos, el clímax de la historia de
la redención ha sido ya inaugurado en el presente pero no consumado todavía.
Esta escatología inaugurada será el marco dentro del cual los autores del Nuevo
Testamento escribieron y vivieron.

El siguiente estudio desarrollará dos puntos básicos: (1) La Escatología del


Antiguo Testamento fundamento para la escatología inaugurada del Nuevo
Testamento y (2) La Escatología Inaugurada enfoque del Nuevo Testamento. Si el
Nuevo Testamento es el cumplimiento en Cristo de la historia narrada a lo largo
del Antiguo Testamento, esta historia a lo largo de su progreso bajo el antiguo
pacto debe presentar también una visión escatológica que busca su cumplimiento
final bajo el nuevo pacto. Esto genera que el concepto de escatología sea algo
presente e integrado en la visión y el progreso de la salvación a lo largo del
Antiguo Testamento.

(1) La Escatología del Antiguo Testamento

El término escatología puede presentar un aspecto general y un aspecto


específico. En su aspecto general, el término o palabra ‘escatología’ proviene del
término griego 'vixatov cuyo significado hace referencia a extremo, último en
tiempo o lugar. La utilización del término y su significación son usadas de manera
amplia por la Escritura, en especial en el Nuevo Testamento.2 En ocasiones el
término puede significar el último en una serie de sitios. En una secuencia
temporal hace referencia a lo último; lo que queda como resto después de todo
haber sido conquistado.

El término escatología en su forma específica es usado para referirse a aspectos


futuros, en concreto al fin de los tiempos, al fin de la historia tal y como la
conocemos, en especial la irrupción de los Últimos días en relación a la venida y
presencia del Reino de Dios. Es precisamente dicho aspecto específico de la
escatología que establece la relación con los Últimos días el cual resultará
fundamental para la compresión de la escatología inaugurada del Nuevo
Testamento. Dicha noción o visión del Nuevo Testamento de la irrupción del
escatón, es decir, de los Últimos días, presenta sus raíces y fundamentos en la
escatología del Antiguo Testamento.

La expresión clave para referirse a los Últimos días en el Antiguo Testamento


presenta diversas traducciones, “días venideros,” “días postreros” etc. A lo largo
del Antiguo Testamento dicha expresión aparece en momentos puntuales, por lo
tanto un breve análisis de su uso y perspectivas de diferentes autores a lo largo
de la historia de la salvación, permitirá tener una visión más completa de lo que
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dicha expresión implica y por lo tanto de la visión escatológica en relación a los
Últimos días que presenta el Antiguo Testamento.

La primera mención de la expresión “días venideros” aparece en Génesis 49:1


“y llamó Jacob a sus hijos y dijo: Juntaos, y os declararé lo que os ha de
acontecer en los días venideros”. La bendición de Jacob marca el fin de Génesis y
proféticamente presenta la función de cada uno de los hijos de Jacob quienes
conformarán el inicio del cumplimiento del pueblo del pacto prometido a Abraham
en Génesis 12-17. El papel de Judá debe ser destacado en lo dicho por Jacob
(Génesis 49:8-12). Si se considera la expresión “días venideros” del v.1 como el
final del periodo de la historia, desde la perspectiva del autor, en este caso Jacob,
estos días venideros estarán caracterizados por el pueblo del pacto y el énfasis de
Judá, su reinado sobre los enemigos y una creación nueva y fructífera.

Lo que parece ser es que los días postreros, supondrán un cambio irreversible
donde la nación del pacto bajo el reinado y liderazgo de Judá será guiada al
cumplimiento del ideal de la creación marcado en Génesis 1-2 y del rol adámico
de reinar, sojuzgad y cumplir el poner los enemigos bajo sus pies cómo es visto en
Génesis 3:15. Otros textos a lo largo de la revelación sustentan la visión de
Génesis 49:1 como un cambio radical en relación a la era presente.

La expresión “días postreros” aparece de nuevo en Números 24:14; Isaías 2:2 y


Miqueas 4:1-4 los cuales parecen ser un desarrollo o interpretación intertextual de
Génesis 49. Dos otros textos parecen ser desarrollos intertextuales de Génesis 49;
Isaías 2:2 y Miqueas 4:1-4. La expresión “días postreros” o sinónimas
traducciones están presentes en dichos textos, es más, solamente es en Génesis
49:1, 10; Isaías 2:2 y Miqueas 4:1 que la expresión de los postreros días aparece
ligada a otra expresión, los pueblos o naciones sirviendo y congregados.

La relación establecida entre estos textos es varia: (1) Parece ser que Isaías 2:2
y Miqueas 4:1 son un desarrollo en el progreso de la salvación de Génesis 49:10,
en los postreros días los pueblos se congregarán en Siloh y de igual manera las
naciones se congregan en el monte de Jehová en Isaías y Miqueas. (2) Los
postreros días se caracterizan por el monte de Jehová establecido como el monte
más alto.

Por lo tanto, los postreros tiempos se caracterizarán por la reunión no solo de


Israel sino de las naciones en el monte santo de Dios. Los postreros días se
caracterizarán por un tiempo cuando el reino de Dios será establecido, inaugurado
y crecerá. A esta visión de los últimos días una serie más de textos deben de ser
añadidos para ampliar así la visión que el Antiguo Testamento tiene de los
postreros días. Deuteronomio 4:30; 31:29 son dos textos más donde aparece la
expresión “postreros días”. Juntamente con ellas deben ser consideradas las
menciones de Jeremías 23:20; 30:24, 31:40.

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Deuteronomio 4:30 “cuando estuvieres en angustia, y te alcanzaren todas estas
cosas, si en los postreros días te volvieres a Jehová tu Dios, y oyes su voz”

Deuteronomio 31:29 “porque yo sé que después de mi muerte, ciertamente os


corromperéis y os apartaréis del camino que os he mandado; y que os ha de venir
mal en los postreros días, por haber hecho mal ante los ojos de Jehová enojándole
con la obra de vuestras manos”

Los dos textos de Deuteronomio mencionan y relacionan los postreros días con
dos ideas clave en la historia de Israel; (1) tiempo de tribulación y (2) la realidad
del exilio. Los últimos días conllevarán tribulación para el pueblo, el exilio y el
llamado de volverse a Dios. Jeremías enfatiza dichos aspectos.

. En base a los textos analizados podrían mencionarse las siguientes


características:7

1. Los últimos días presentan una dimensión temporal en la historia y tiempo


aún y cuando dicha dimensión temporal no es ni indefinida ni hace
siempre referencia a un tiempo final.
2. La escatología del Antiguo Testamento en relación a los últimos días no se
refiere tanto a un futuro indefinido sino a un cambio radical e irreversible
con la era presente, consiste en la irrupción irreversible de una era que
presenta una gran discontinuidad con la presente de pecado y de una
creación caída.
3. El cambio irreversible de los últimos días se caracteriza por la irrupción de
las realidades del ideal de la creación, tales como reino y gobierno,
realidades asociadas con el Edén, victoria sobre enemigos, vida eterna.
4. Los últimos días están enmarcados dentro de la realidad Mesiánica, de
nuevo pacto y de la presencia del Espíritu de Dios.

La visión del Antiguo Testamento es que la era presente acabará con la venida
del Mesías y esto supondrá la llegada de los últimos días con todas las
realidades que ello supone. El Antiguo Testamento presenta una visión lineal o en
una secuencia cronológica. Con la llegada del Mesías los últimos días llegan, la
era presente tal y como la conocemos terminará para dar paso a los postreros
días y a la era venidera.

El Antiguo Testamento en su secuencia cronológica observa una sola venida


del Mesías y cuando este finalmente llega los postreros días son literalmente
desatados. Ahora bien, el Antiguo Testamento no ve esas condiciones como algo
solamente futuro sino algo para ser inaugurado en el presente, es decir, las
realidades pertenecientes a los postreros días, serán inauguradas o semi
inauguradas antes de su consumación al fin de la historia. La escatología del
Antiguo Testamento no será puramente futura sino que mediante la redención el
Antiguo Testamento buscará el establecimiento de las condiciones de los postreros
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días en la era presente, es lo que se conocerá como escatología redentora, la
redención será aquello que inaugurará las realidades de los postreros días.

(2) La Escatología Inaugurada enfoque del Nuevo Testamento

Si hay un ideal que debe de ser restablecido, o mejor dicho redimido, es el


ideal antes de la incursión del pecado. Cuando se observa el progreso de la
redención, es posible ver como las condiciones de la primera creación son
cumplidas y consumadas en la nueva creación narrada en Apocalipsis 21-22, con
la diferencia de que no existe un cumplimiento exacto sino un cumplimiento
aumentado.11 La nueva creación cumple el ideal escatológico que la primera
creación debería haber alcanzado. Siendo así, es posible ver como el ideal que
Dios creó en Génesis 1-2 no fue el definitivo, es decir, incluso la primera creación
presentaba un ideal escatológico, un ideal que debería haber sido consumado y
alcanzado mediante la lealtad y fidelidad del ser humano en la relación de pacto
con su Creador.

De manera clara puede decirse que en la primera creación Dios plantó la


semilla que debería haber brotado en una consumación final, los elementos de la
creación, el reinado sobre ella, el descanso, el ideal del matrimonio, la ausencia
de caos, el rol adámico, la vida eterna eran realidades en forma de semilla para
encontrar su realidad escatológica y consumada mediante la obediencia y
fidelidad del representante de Dios, el ser humano.

Esta es la razón por la cual el Antiguo Testamento después de la caída del


ser humano y la no consecución de esas condiciones se moverá hacia una
escatología redentora, es decir, mediante la redención se restablecerá en el
presente el ideal que debería haberse conseguido en la primera creación. Dicho
ideal está ligado a las realidades implícitas en los postreros días, por lo tanto, la
escatología del Antiguo Testamento consistirá en inaugurar los últimos días ya
que esto supondrá la inauguración del ideal escatológico de la creación.

La escatología del Antiguo Testamento y su visión de los últimos días podría


resumirse en la concepción de que los últimos días suponen un cambio radical con
la era presente con la irrupción de las condiciones del ideal de la creación. Estos
últimos días no son solamente condiciones futuras sino mediante la redención
condiciones que buscan ser inauguradas en el presente real. Estos aspectos son
cruciales para entender la escatología inaugurada del Nuevo Testamento el cual
entenderá los últimos días en base a las mismas categorías y realidades del
Antiguo Testamento y no solo eso sino que presentará que el anhelo del Antiguo
Testamento de inaugurar en el presente los últimos días es finalmente traído e
inaugurado bajo la realidad histórica del Nuevo Testamento.

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El Nuevo Testamento siendo el cumplimiento del progreso de la redención
iniciado en el antiguo pacto, presentará la visión de que los últimos días ya han
sido inaugurados en el presente, la escatología redentora del Antiguo Testamento
de restaurar el ideal de la creación, ahora pasará a ser escatología inaugurada
bajo el Nuevo Testamento, es decir, las realidades de la creación son finalmente
inauguradas. La visión del Nuevo Testamento y de sus autores será una visión de
escatología inaugurada, “el inicio de la historia Cristiana fue percibido por los
primeros cristianos como el inicio de los últimos días pero no su consumación
final.

Dicha escatología inaugurada de los últimos días conforma la visión que


caracteriza la perspectiva del Nuevo Testamento en cuanto al progreso de la meta-
narrativa.16 La escatología inaugurada en el Nuevo Testamento debe ser vista
bajo dos aspectos importantes: (1) El solapamiento de eras y (2) el Ya pero
Todavía No.

Uno de los aspectos cruciales del Nuevo Testamento es entender que éste
mismo desarrolla el cumplimiento de las promesas, expectativas, esperanzas en el
Antiguo Testamento, “nadie puede captar el mensaje del Nuevo Testamento si la
historia de la redención no entra en escena.

Dicha inauguración de los postreros días es dada de una manera especial


en el Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento al completo presenta la realidad de
vivir ya en los últimos días. Las condiciones de los días postreros, la nueva
creación, la victoria sobre los enemigos tales como el pecado, la restauración del
pueblo de Dios en un nuevo éxodo, las tribulaciones del pueblo, la inauguración
del reino de Dios, son condiciones no potenciales sino reales en la era presente.
¿Qué es aquello que ha inaugurado todas estas realidades de los tiempos
postreros? Partiendo de la visión del Antiguo Testamento, los antores del Nuevo
entendieron que tres eventos históricos inauguraron los postreros días:

(1) la persona y obra de Cristo,

(2) la inauguración del nuevo pacto y

(3) la entrega del Espíritu Santo.

Diversos ejemplos son dados en el Nuevo Testamento pero dos de ellos pueden
servir para ejemplificar lo dicho.

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El concepto de Reino de Dios es uno de ellos. La idea de reino de Dios es
preeminente en el Nuevo Testamento, en especial en los evangelios.

Existe una relación intertextual entre Isaías 2:2 y Hechos 2:17 debido al hecho
de que dicha expresión en Griego tanto en el Nuevo Testamento como en la LXX
solamente aparece en Isaías 2:2 y Hechos 2:17 por lo tanto es muy probable que
Lucas esté aludiendo a los postreros días definidos en Isaías 2:2, la realidad
escatológica de los postreros días en los que el monte santo de Jehová será hecho
el monte más alto y las naciones acudirán a servir a él. Por otro lado, con esta
conexión intertextual resulta interesante ver qué relación se establece con Joel
2:28-32. El texto de Joel es el foco principal de Hechos 2:17, con el trasfondo de
los postreros días de Isaías 2:2 perece ser que Pedro interpreta la profecía de Joel
a la luz de los postreros días de Isaías, por lo tanto dos realidades escatológicas
de los últimos días están puestas a la par, por un lado, el monte santo de Dios y
las naciones acudiendo a él y por otro lado el derramamiento del Espíritu de Dios.
En este punto parece aparente que la promesa del Espíritu sobre Israel es
anticipada como una promesa para ser cumplida entre los gentiles algo que el
resto del libro de Hechos demostrará.

Los autores del Nuevo Testamento entendieron vivir en una realidad


escatológica, es decir, entendieron vivir bajo la realidad de la irrupción en el
presente de los últimos días. 1ª Pedro 1:19-20. De la misma manera el apóstol
Juan habla de la realidad presente de los últimos tiempos 1ª Juan 2:18.

La enseñanza de Jesús en los evangelios sinópticos, al igual que la visión de


Pedro, Juan, y el resto del Nuevo Testamento es que existe una escatología
inaugurada, los últimos tiempos han irrumpido en la historia presente con la
particularidad de que se dan con un solapamiento de eras.

La visión lineal de la escatología del Antiguo Testamento ha sido modificada. Si


bajo el antiguo pacto los últimos días llegaban con la única venida del Mesías,
ahora el Nuevo Testamento observa dos venidas del Mesías. En la primera –todo
lo que se asocia con la encarnación del Hijo, vida, ministerio, muerte, resurrección,
ascensión, días de Pentecostés – los últimos días y la era venidera son
inaugurados –reino, vida eterna, rol adámico, victoria sobre los enemigos,
descanso, restauración en un nuevo éxodo, entre otros –pero, aun y cuando la era
por venir con la nueva creación es inaugurada en el presente no es finalmente
consumada hasta que Cristo vuelva en su segunda venida en gloria y poder.

Siendo los últimos días lo que se vive en este solapamiento de eras, realidades
de los días postreros son ya presentes en esta vida. Éste solapamiento de eras
genera una continuidad y discontinuidad legítima en el progreso de la meta-
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narrativa al tiempo que trae el entendimiento de la tensión que todo creyente vive,
“estamos en éste mundo pero no somos de este mundo” vivimos en la tensión de
la era caída y la gloria de la era por venir

Con todo esto, puede observarse que el Nuevo Testamento tiene la visión de que
los últimos días ya han sido inaugurados y por lo tanto las condiciones de los
mismos son condiciones presentes. En este respecto, la gran discontinuidad en el
cambio de estructura de la historia de la salvación genera un último aspecto
imprescindible cuando se considera el marco teológico del Nuevo Testamento, lo
que se conoce como la tensión del ya pero todavía no.

La inauguración de los últimos días y las realidades de la nueva creación,


deben ser entendidas bajo el importante concepto del ya pero todavía no. En este
sentido el progreso de la historia de la redención bajo el Nuevo Testamento se
caracteriza no solamente por el solapamiento de dos eras sino también “está
caracterizada por escatología inaugurada pero no consumada, esto es que la
gloria que la pertenece a Dios no ha alcanzado todavía su cénit pero lo hará”. La
realidad histórica de una primera venida de Cristo que inauguró los últimos días y
las condiciones de la nueva creación venidera, deben ser siempre vistas
conjuntamente con la realidad histórica de su segunda venida ya que en ella es
cuando dichas realidades serán plenamente consumadas. La primera venida de
Cristo ha inaugurado el ideal escatológico de la creación, por lo tanto, Cristo ha
inaugurado condiciones reales, no potenciales. Este solapamiento de eras
continuará hasta la segunda venida de Cristo cuando el ideal será consumado.
Puede decirse que la primera venida de Cristo es el ya inaugurado mientras que
la futura realidad de la segunda venida de Cristo es la todavía no de la
consumación final.

La tensión del ya pero todavía no, es algo que está implícito en la escatología
inaugurada del Nuevo Testamento. Los cristianos de todos los tiempos, incluidos
nosotros vivimos en este solapamiento de eras y en esta tensión del ya pero
todavía no, esta es la razón por la cual todavía existe lucha entre realidades de la
era caída, pecado, tentación, tribulación, etc.

. La escatología inaugurada del Nuevo Testamento con la comprensión del


solapamiento de eras, la presente y la era porvenir, y la tensión del ya pero
todavía no, está basada en tres elementos cruciales: (1) Cristo, (2) el nuevo pacto y
(3) la venida del Espíritu.

La visión de escatología inaugurada sin duda alguna es el enfoque del Nuevo


Testamento en cuanto al progreso y cumplimiento de las historia de la redención.
Los escritores del Nuevo Testamento entendieron la escatología no solamente
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como algo futuro sino como el marco y visión para entender el presente dentro del
clímax del contexto de la historia de la redención.

Resulta esencial que también tengamos la misma visión y vida en el presente


que tuvieron los primeros cristianos, aquellos que entendieron que los últimos días
y la nueva creación había sido inaugurada en la primera venida de Cristo, con la
promesa del Espíritu y dentro de la relación del nuevo pacto. Su vida presente era
vivida dentro de la realidad de los últimos días, dentro de la realidad de la
escatología inaugurada que había sido traída, dentro de la realidad de vivir ya en
condiciones de la nueva creación venidera teniendo la certeza de la consumación
de las mismas en el retorno de Cristo, de la misma manera nuestra vida debe ser
vivida bajo dicha visión que el Nuevo Testamento transmite

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