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Estamos donde no sabemos

El texto “La degradación del arte” de Jorge Luis Marzo sobre el arte
contemporáneo en Catalunya despierta muchísimos interrogantes que van mucho más
allá del propio panorama cultural de la región. Me despierta interrogantes que me
retrotraen muy atrás en el tiempo, hace que me replantee cosas olvidadas, cosas que se
dan por hecho, conceptos enquistados. En este breve comentario intentaré plantear de
la manera más clara estas cuestiones y reflexionar sobre ellas.

Jorge habla del auge de un arte y una cultura dirigidas al consumo y al consenso,
dando esta tendencia una mayor importancia a la política cultural y a la marca por
encima de la cultura en sí y las realidades sociales. Todo ello heredado de un régimen
franquista donde la cultura estaba al servicio de la condición política. Cuenta que a
partir de los 80 se intentó que el arte fuera una vía importante para generar mejores
ciudadanos, para mejorar el nivel educativo, para fomentar la igualdad, la participación
social, etc. Pero no fue así debido a que no se hizo nada desde “arriba” para que todo
ello pudiera darse. La producción estuvo sometida a precariedad, existía una
desigualdad de género muy notable, la participación social en la producción fue nula,
etc.

Todo esto se ha ido desarrollando en detrimento del valor creativo y de lo


inesperado en la producción artística actual de Catalunya ya que se ha terminado
creando una industria cultural que ha ido moldeando los imaginarios y ha convertido a
la ciudadania en un consumidor y al artista en un creador obligado a adecuarse y
adaptarse al molde impuesto que es: desarrollar una “identidad” que encaje y
conseguir triunfar rápido.

Desde este marco de industralización del arte es desde donde comienzo a


preguntarme cosas que considero básicas repensar antes de llevar a cabo cualquier
acción, empezando por algo tan básico como el concepto en sí de “CULTURA”. Y lo
pienso así porque creo que toda vorágine política o social muchas veces nace de
reinterpretar las cosas mil veces de maneras extremadamente diferentes intentando dar
con la correcta acepción del concepto para dirigir la nave por donde tiene que ir. Y esto
mismo es lo que creo que ha pasado con la cultura. Cientos de políticos y corrientes
ideológicas piensan en lo que es la cultura y teorizan sobre ella y sobre su función y su
maniobrabilidad como herramienta, y está genial… hasta que se pierde el horizonte.

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