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Fragmentos de la comedia antigua sobre la edad de oro

[Traducción de María José Coscolla y Ezequiel Rivas. Buenos Aires: UBA – Instituto de
Filología Clásica, 2015]

Crates, fr. 16 (Las bestias)

(A) ¿Y entonces nadie va a tener ni un esclavo ni una esclava,


sino que un hombre viejo por sí mismo se va a servir a sí mismo?
(B) De hecho no, porque yo voy a hacer que todo camine.
(A) Entonces ¿qué ventaja van a tener ellos con esto?
(B) Cada uno de los utensilios por sí mismo se acerca, cuando alguien ordena:
“¡Veníte, mesa! ¡Preparáte sola a vos misma! ¡Amasá, canastita de pan! ¡Jarrita, serví!
¿Dónde está la copa? ¡Vení, lavate a vos misma! ¡Subí, bollo! La olla tendría que
desembuchar las remolachas. ¡Pescado, caminá!” “¡Pero todavía no estoy asado del otro
lado!” “Después de darte vuelta a vos mismo, untándote, ¿no te vas a espolvorear con sal?”.

Crates. K-A 17, (Las bestias)

Pero, de hecho, ponéle: yo, de nuevo sobre mis pasos,


primero voy a guiar los baños calientes para los míos
sobre las columnas, como a través del Peonio
desde el pozo de agua salada, de modo que van a correr
hacia la bañadera de cada uno. Y el agua va a decir “¡Párenme!”.
Luego, directamente van a ir por sí mismos el vaso de alabastro con perfume,
la esponja y las sandalias.

Ferécrates K-A 113 (Los mineros)

(A.) Con riqueza todas aquellas cosas estaban amasadas,


elaboradas todas de cierto modo entre todos los bienes:
por un lado ríos llenos de crema de sémola y de caldo negro
fluían borboteando por las callecitas angostas
con sus propios pedacitos de pan, y trocitos de tortas de queso,
de modo que el bocado tentador entraba fácil y por sí mismo
en el paladar de los muertos.
Por otro, salchichas y rodajas de morcillas que hierven
y chispean se habían esparcido junto a los ríos como caracoles.
Y también había tajadas horneadas de pescado salado con salsitas de todo tipo,
con buena pinta, y anguilitas envueltas en remolacha.
Y cerca, patas enteras de jamón tiernísimas
estaban servidas en platitos, y menuditos bien hervidos
que exhalaban el aroma más agradable, y tripas de buey,
y riquísimas costillas de cerdo doradas
colocadas sobre pasteles de flor de harina.
Y había granos de sémola remojados con leche
en fuentes para servir y rodajas de ricota de primera leche.
(B.) ¡Pobre de mí, cómo me vas a matar, perdiendo vos acá el tiempo todavía,
mientras que ustedes pueden zambullirse en el Tártaro!
(A.) ¿Qué vas a decir entonces, si escuchás el resto?
Porque tordos asados, condimentados para los hervidos,
volaban alrededor de la boca, suplicando que los devoren,
esparcidos al pie de las coronas de mirtos y de anémonas.
Y las manzanas, las bellas entre las bellas para ver,
colgaban sobre las cabezas, sin haber sido plantadas por nadie.
Y chicas con estolas de pelo trenzado,
en plena juventud, rasuradas también en sus ‘rosas’,
colmaban copas llenas de vino negro con aroma a flores
a través de un embudo para los que querían beber.
Y cada vez que alguien comía o bebía de esto,
surgía enseguida el doble de nuevo, desde el comienzo […]

Ferécrates KA 137 (Los persas)

¿Qué necesidad tenemos todavía de tus labradores o de fabricantes de yugos,


o de constructores de guadañas o forjadores del cobre o de semilla o de cerco?
Porque por sí mismos ríos de caldo negro a través de las encrucijadas
con bollos de grasa y panes de fina cebada van a fluir chorreando en abundancia
desde las fuentes de Riqueza, para sacar <el caldo> de ellos.
Y Zeus, haciendo llover vino ahumado, va a bañar las tejas;
desde los techos, corrientes de racimos de uva junto con tortitas rebosantes de queso
van a correr con sopa caliente de legumbres y revueltos de lirios y anémonas.
Y los árboles en las montañas van a dejar caer como hojas morcillas asadas de tripa de
cabrito,
y sepias tiernas y tordos hervidos.

Ferécrates KA 10 (Los salvajes)

Porque, en ese entonces, nadie tenía un esclavo,


ni un Manes ni una Sequis,
sino que éstas debían en todo trabajar duro en la casa.
Después, además de esto, molían temprano los granos,
de modo que las piedras de moler de las que las manejaban
hacían resonar la aldea por todas partes.

Metágenes KA 6 (Turiopersas)

El río Cratis nos trae


grandísimos bollos amasados por sí mismos,
y otro expulsa una ola de tortas de queso,
pedazos de carne y rayas hervidas que dan vueltas hacia el mismo lugar.
5. Y estas pequeñas cositas de río desde aquí
fluyen con calamares cocidos, besugos y langostas,
y de un lado y del otro morcillas y carne picada
y aquí con sardinas, y allí a su vez, con panqueques.
Y desde arriba vuelan hacia la boca rodajas de pescado cocinadas por sí mismas
10. y otras junto a nuestros pies,
y tortas de fina harina flotan a nuestro alrededor en círculos.
Teléclides KA 1 (Los Anfictiones)

Bien, voy a contar la vida que, desde un principio, yo ofrecía a los mortales.
Primero, había paz para todos como agua al alcance de la mano.
Además, la tierra no producía ni miedo ni enfermedades, sino que lo necesario surgía
espontáneamente:
porque todo torrente fluía con vino, y bollos de cebada combatían con panes candeales
por las bocas de los hombres suplicando que los devoren
si en algo prefirieran los bollos más blancos. Y los pescados yendo a casa,
asándose a sí mismos solían estar servidos sobre las mesas.
Y un río de caldo fluía junto a los triclinios revolviendo carne caliente,
y había canales de salsitas picantes para los que quisieran,
de modo que había abundancia para que uno devore el bocado mojándolo hasta que esté
_

tierno.
Y en platitos había revueltos espolvoreados con especias.
Y tordos asados volaban hacia los buches con pastelitos de leche;
y había un tumulto de tortas que se estrellaban alrededor de la mandíbula.
Y los chicos habrían podido jugar a la taba y con pedazos de vulva de cerda y exquisiteces.
Los hombres eran gordos en ese entonces y enormes como gigantes.

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