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1. Plan general del libro. Conforme al artículo 5º del Código de Aguas (y art.
595 CC), "Las aguas son bienes nacionales de uso público". Por su parte, el
texto constitucional dispone, en el inciso final del artículo 19 Nº 24, que "Los
derechos de los particulares sobre las aguas, reconocidos o constituidos en
conformidad a la ley, otorgarán a sus titulares la propiedad sobre ellos".
¿Quiere esto decir que el régimen de los derechos de aprovechamiento de
aguas es pura y simplemente el del artículo 582 del Código Civil, es decir, del
derecho de propiedad? En general, como veremos, esta es la conclusión a la
que llegan parte importante de los comentaristas. Una de las tesis centrales de
este libro es que esta conclusión es apresurada.
No es este el lugar, por supuesto, para desarrollar los argumentos en los que
la última afirmación descansa. Para eso está el libro completo. Pero si sobre
los derechos de aprovechamiento de aguas sus titulares tienen derecho de
dominio, y si ese derecho de dominio es para todos los efectos legales y
constitucionales un derecho que tiene la misma protección que el dominio
sobre otras cosas, entonces el agua no es un bien nacional de uso público. Sin
embargo, esta calificación como bien nacional de uso público es tan parte del
derecho chileno como la disposición ya citada del texto constitucional. Estas
dos observaciones son las que constituyen el punto de partida: que las aguas
son y han sido, al menos desde 1855, bienes nacionales de uso público, y que
sobre los derechos de aprovechamiento de ese bien nacional de uso público
sus titulares tienen, al tenor del inciso final del artículo 19 Nº 24, un derecho de
domino. ¿Son estas dos observaciones contradictorias? Responder esta
pregunta supone atender a las consecuencias que para el régimen de
aprovechamiento tiene el hecho de que lo aprovechado sea parte del dominio
público. Pero el dominio público no es un tema sobre el cual haya en nuestro
país un desarrollo suficientemente asentado. Por consiguiente, no es extraño
que al momento de comentar el régimen de las aguas lo que suela estar al
centro del análisis sea el inciso final del artículo 19 Nº 24 y no el artículo 5º del
Código de Aguas o el artículo 595 del Código Civil que declaran que las aguas
son parte del dominio público. Este notorio desbalance tiene como
consecuencia que las reglas contenidas en estas últimas disposiciones
terminan reducidas a una mera declaración sin consecuencias jurídicas.
Aunque los autores tenemos una opinión ya asentada sobre las reformas
legales realizadas en Chile durante la década de los 80, y aunque sería
absurdo pretender que dicha opinión no afecta el argumento a seguir, es
importante destacar desde el inicio que lo que este libro pretende es un intento
de reconstrucción jurídica del régimen constitucional de los derechos de
aprovechamiento de aguas, atendido el hecho de que estas son, y no dejaron
de ser en virtud de esas reformas, bienes nacionales de uso público. Creemos
que el problema que este libro pretende haber resuelto, y que está indicado en
el § 26, es un problema real y del que la reflexión jurídica nacional debe
hacerse cargo. Es claro que la solución que cada autor defienda estará en
buena parte influida por el juicio que le merezcan las reformas que sentaron las
bases jurídicas para un régimen económico extraordinariamente liberalizado.
Pero la cuestión a ser discutida en este libro, aunque es afectada por las
convicciones políticas de cada uno, no es reducible a esas convicciones. El
supuesto del esfuerzo a ser desarrollado aquí es que el derecho tiene una
cierta autonomía de la convicción política, por lo que provee una plataforma
común por referencia a la cual personas con diversas convicciones podemos
comunicarnos. La cuestión de si el intento de reflexionar jurídicamente sobre el
dominio público y el régimen de las aguas que se contiene en este libro resulta
fructífero y exitoso ha de quedar, naturalmente, entregada al lector.
LA PROPIEDAD EN GENERAL
1
Según Daniel Peñailillo, el término "arbitrariedad" que incluye la definición del derecho de propiedad del
Código Civil es la marca de un dominio absoluto, individualista, desprovisto de toda preocupación social
(PEÑAILILLO, Bienes, p. 77). Esta idea es correcta. Sin embargo, en este libro se propone un fundamento
para dicho régimen que descansa en el desarrollo de la autonomía que la propiedad privada permite al
propietario. Dicho fundamento, construido en base a la autonomía, no supone una justificación ilimitada
de la propiedad privada, es decir, una que se extiende sobre "todas las cosas".
2
Que el punto de referencia de la propiedad sea la propiedad privada tiene importantes
implicaciones. Porque, de esta forma, la propiedad privada y su régimen se convierten en el estándar de
la caracterización de la propiedad en general o de otras formas de propiedad, como la propiedad
intelectual o el dominio público, por ejemplo.
enumerar las facultades que el dominio confiere al propietario sobre el objeto
de su derecho3.
3
Que el punto de referencia de la propiedad sea la propiedad privada tiene importantes
implicaciones. Porque, de esta forma, la propiedad privada y su régimen se convierten en el estándar de
la caracterización de la propiedad en general o de otras formas de propiedad, como la propiedad
intelectual o el dominio público, por ejemplo.
4
HOHFELD, "Fundamental legal conceptions as applied in judicial reasoning", y HONORÉ,
"Ownership". Honoré enumera no solo los derechos que tenemos cuando tenemos el dominio de ciertas
cosas (por ejemplo, el derecho a poseer o el derecho a obtener los frutos), sino también una serie de
incidentes o características del dominio, como serían ciertos deberes, responsabilidades e inmunidades.
Sin embargo, la concurrencia de estos incidentes no es individualmente necesaria; puede denominarse
propiedad una situación aunque en un caso particular la lista de incidentes no se aplique completamente.
una imagen, pero que no representa ninguna tesis clara ni un conjunto de
proposiciones5.
5
PENNER, "The Idea of Property in Law", p. 714.
6
Ibíd.
7
PEÑAILILLO, Bienes, p. 77.
al dominio como una relación entre persona y cosa notoriamente ocultaba este
deber pasivo universal. Si la propiedad es un "bundle of rights", esa dimensión
de ella, que obliga genéricamente, es ubicada al frente del análisis, no como
una cuestión de trasfondo. Al reconstruir un concepto sintético de propiedad es
necesario mantener esa cuestión siempre presente. Esa es la razón por la cual,
en su momento, entender al dominio como un conjunto de posiciones jurídicas
entre el titular y un sujeto pasivo universal sirvió para clarificar cuestiones
importantes que antes no habían sido notadas. Este libro no pretende
desarrollar una teoría de la propiedad, pero procede en el entendido de que tal
teoría ha de construirse dando crucial importancia a la relación entre persona y
cosa, de forma de poder mostrar que la propiedad es el régimen de las cosas.
Esto, por supuesto, exige encontrar un concepto de cosa o bien 8. La
importancia de (volver a) rescatar a la cosa o bien como elemento crucial de la
relación, es que permite hacer distinciones en cuanto a las diferentes
relaciones que las personas pueden tener con las distintas cosas que forman
parte del mundo natural y social. Si este es el punto de partida, se sigue que el
tipo de régimen aplicable a las cosas no ha de ser siempre el mismo ni ha de
ser siempre el de la propiedad privada. La razón es que esta idea deja espacio
para que la propiedad sea sensible, al tipo de cosa en que recae (ha de ser
sensible, por ejemplo, al hecho de que se trate de aire, agua, dinero, ideas,
inmuebles, bienes de consumo, etc.). La propiedad privada no es el único
régimen posible ni imaginable, ni ha de ser el régimen de todas las cosas.
Es importante destacar aquí que en algún sentido se trata siempre del interés
general. Es evidente que la única justificación posible para una institución como
la propiedad privada es que ella va en el interés general. Por consiguiente,
tanto el dominio público como el dominio privado tienen como fin último el
interés general. Siendo eso verdadero, debe destacarse que la manera en que
el interés general es realizado varía en ambos casos: cuando se trata del
dominio público, el interés general se realiza inmediatamente, por la vía de
disponer de los bienes del caso para la satisfacción directa de algún aspecto
del interés general; cuando se trata de la propiedad privada, el interés general
en el cual toda institución jurídica se funda está mediado por el interés
particular: lo que va en ese caso en el interés general es reconocer al individuo
un espacio de autonomía, cuya forma jurídica es el derecho de propiedad
privada. Por consiguiente, la distinción interés público/interés privado sirve para
construir sobre ella la distinción dominio público/dominio privado, en la medida
en que dejamos aquí en claro que la primera oposición, en rigor, debería ser
designada interés público inmediatamente relevante/interés público
mediatamente relevante.
Ahora bien, es importante notar que se trata de dos regímenes del todo
distintos, ya que nuestro sesgo privatista nos podría hacer pensar que el
régimen del dominio público no es sino el régimen de la propiedad privada,
pero que comparten varios sujetos (o "la nación toda") sobre una cosa. Esta
idea es incorrecta. El régimen de la propiedad privada es incompatible con el
del dominio público y con su justificación.
9
Esta idea de que no es la naturaleza del bien la que determina el régimen es desarrollada con mayor
detención en el § 12.
radica en la protección de la autonomía del dueño. La autonomía personal
necesita de este espacio de libertad para su desarrollo y por esto el derecho
reconoce, frente al propietario, que no hay nadie que esté en la mejor posición
que el dueño para saber qué formas de usar, gozar y disponer del bien
permiten dicho desarrollo10: de ahí que la ley reconozca que aunque su
aprovechamiento pueda parecer irracional o inconveniente desde el punto de
vista de la naturaleza del bien o los intereses de quienes no son propietarios,
esas no son las perspectivas relevantes sino solo la del dueño es la que
cuenta.
10
Nótese aquí cómo es que la autonomía como justificación del régimen de la propiedad privada es
enteramente distinta de una justificación instrumental, como podría ser la justificación de que la propiedad
privada previene del mal uso o despilfarro de recursos (y así, evita la conocida "tragedia de los comunes")
o bien incentiva y fomenta la inversión necesaria para el desarrollo de nuevos bienes o servicios (en la
medida en que reconduce las pérdidas y las ganancias de la inversión hacia el dueño). La diferencia más
importante entre ambas radica en que la justificación instrumental de la propiedad privada en principio no
tiene límites internos en cuanto a su aplicación sobre todas las cosas. En cambio, una justificación de la
propiedad privada en base al desarrollo de la autonomía que permite al dueño sí los tiene.
La Constitución asegura a todas las personas:
[...]
Una ley de quórum calificado y cuando así lo exija el interés nacional puede
establecer limitaciones o requisitos para la adquisición del dominio de
algunos bienes;
(2) los que deban pertenecer a la nación toda y la ley lo declare así, como
ocurre con las aguas; y
(3) los que la Constitución declare como dominio del Estado, como sucede
con las minas ("sin perjuicio de otros preceptos de la Constitución").
Ahora bien, como será explicado con detención más adelante, esta lista
podría inducir al error de pensar que el dominio público está compuesto de
bienes de estas tres categorías. La razón por la cual eso no es correcto es que
la primera categoría no pertenece al dominio público porque se trata de bienes
que no están sujetos a la soberanía estatal, y la tercera puede incluir bienes
fiscales, que no son parte (sino en un sentido especial) del dominio público, o
bienes de la segunda categoría. La segunda categoría está constituida por los
bienes nacionales de uso público.
El dominio privado es el dominio del artículo 582 del Código Civil. Lo que
interesa ahora es que es un señorío pleno sobre una cosa, en virtud del cual su
titular puede obrar arbitrariamente respecto de ella. La razón por la que el
derecho de propiedad supone esta licitud de la acción arbitraria del dueño no
es, por supuesto, que la ley pretenda fomentar o incentivar el uso irracional de
las cosas. Que el derecho autorice a su titular para obrar arbitrariamente no
quiere decir que su acción ha de ser arbitraria, sino que no tiene por qué
rendirle cuentas a nadie. Respecto de su cosa, el dueño se encuentra en
posición de actuar sin quedar expuesto al deber de justificar su acción o, lo que
es lo mismo, la mera apelación a su voluntad es suficiente justificación (salvas
las obligaciones legales especiales y el derecho ajeno). Por eso puede decirse
que el derecho de dominio es la protección de la libertad, de una esfera de
autonomía donde la voluntad del dueño es definitiva. El supuesto de un
régimen jurídico en el que la propiedad privada está garantizada es que
proteger esa esfera de autonomía va en el interés general. Ahora bien,
respecto de la cosa, lo que gobierna no es la noción de interés general, sino la
voluntad arbitraria del dueño.
Por la misma razón, solo tratándose del dominio privado surge el problema
de cuáles son las limitaciones y restricciones que miran al interés general. Se
trata efectivamente de "limitaciones o restricciones" porque son casos en los
que se invoca inmediatamente el interés general para circunscribir o restringir
el espacio de reconocimiento de la autonomía en que el dominio privado
consiste. La cuestión puede apreciarse en los dos primeros incisos del artículo
19 Nº 24 del texto constitucional:
La Constitución asegura a todas las personas:
[...]
Como podrá observarse, aquí hay (a) una afirmación de que los individuos
("todas las personas") tienen derecho, frente a la ley, al reconocimiento del
espacio de autonomía que la propiedad privada implica; (b) un mandato al
legislador de configurar ese espacio de manera adecuada, especificando los
modos de adquirir, usar, gozar y disponer de la propiedad, y (c) una habilitación
(en positivo: "la ley puede...") manifestada en una reserva de ley (en negativo:
"solo la ley puede..."), para que sea el legislador quien fije las limitaciones y
obligaciones que deriven de su función social.
9. Bienes comunes a todos los hombres. Algo ya hemos dicho sobre esta
categoría, en la que se encuentran los bienes que no están sujetos a la
soberanía estatal. Como correctamente observa el profesor Jorge Reyes, se
trata de bienes
11
REYES, Naturaleza jurídica del permiso y de la concesión sobre bienes nacionales de uso público, p. 9.
12
VERGARA, "La summa divisio de los bienes y recursos naturales en la Constitución de 1980", p. 110.
10. Los bienes nacionales. Estos son los bienes "cuyo dominio pertenece a la
nación toda" (art. 589 inc. 1º CC). Como se verá más adelante, la forma en que
"la nación toda" aparece ante el derecho es el Estado. Por consiguiente, la
primera distinción es entre (i) bienes que pertenecen al Estado y (ii) bienes que
pertenecen a particulares. Ahora bien, los bienes que pertenecen al Estado
pueden o no ser bienes "cuyo uso pertenece a todos los habitantes de la
nación". En el primer caso se denominan "bienes nacionales de uso público"
(art. 589 inc. 2º CC); en el segundo, "bienes del Estado o bienes fiscales" (art.
589 inc. 3º CC). Así, la categoría de "bienes nacionales" se divide —en
términos exhaustivos— en bienes nacionales de uso público y bienes fiscales o
del Estado (los bienes municipales pertenecen a una u otra categoría): todo
bien nacional es o fiscal o nacional de uso público. No hay bienes que sean a la
vez fiscales y nacionales de uso público.
Es decir, el dominio del Estado sobre los bienes nacionales de uso público es
un dominio sustantivamente distinto del dominio privado. La diferencia no es
una diferencia estatutaria (es decir, como veremos que ocurre en el caso de los
bienes fiscales, no es solo que la diferencia en la regulación aplicable sea
consecuencia del estatuto especial del dueño, en este caso el Estado), sino
13
La doctrina administrativa habla indistintamente de bienes nacionales de uso público, bienes del
dominio público o de bienes demaniales.
14
Esto, sin embargo, no significa que la facultad de excluir sea la característica definitoria de la propiedad
privada y que, por su parte, el uso común sea el elemento que necesariamente haya de estar presente en
todo bien nacional de uso público. Como se verá en los §§ 17 y 18, el elemento definitorio del dominio
público es que su uso no está sujeto al arbitrio o a la voluntad de los particulares, sino que a una decisión
estatal cuyo objetivo es determinar cómo este bien ha de servir al interés general. De manera
perfectamente simétrica puede sostenerse que la característica principal de la propiedad privada, más
que la exclusividad en el uso y goce que le otorga al dueño, la facultad que este tiene de usar y gozar de
su bien a su entero arbitrio, sin consideración de los intereses ajenos al suyo.
sustantiva: el dominio, cuando se trata de bienes nacionales de uso público,
tiene un contenido fundamentalmente distinto del dominio privado. El dueño no
puede usar, gozar y disponer de la cosa con exclusividad. Como esto es lo que
define al dominio privado (al derecho definido en el art. 582 CC), la conclusión
es forzosa: el dominio sobre los bienes nacionales de uso público es una figura
jurídica distinta a la propiedad definida en el Código Civil. Es, como hemos
visto, un dominio público, cuyo contenido todavía hemos de discutir, aunque ya
sabemos que carece de la característica fundamental del dominio privado: la
exclusividad.
Debe tenerse presente que para que pueda correctamente decirse que el uso
de un bien "pertenece a todos los habitantes de la nación" no es necesario que
todos los habitantes puedan utilizarlo en cualquier momento o que no sea
admisible que existan usos exclusivos y excluyentes. En muchos casos es
necesario establecer reglas que regulan el acceso y el uso de un bien por
razones de ordenación económica, seguridad en el uso u otras razones de
diversa índole (el hecho, por ejemplo, de que haya ciertas calles en las que
está prohibida la circulación de vehículos particulares porque están reservadas
para el uso del transporte público no implica que esas calles no sean de uso
público). Así también, que se concedan usos o aprovechamientos privativos
sobre dichos bienes no necesariamente pugna, en principio, con su carácter de
uso público. El punto, como se verá, es que dichos aprovechamientos han de
estar ordenados a realizar la finalidad pública a la que responde la publicatio y
no a proteger la autonomía del individuo. Por eso, cómo ha de usarse el bien
es una cuestión pública.
Bienes fiscales
Es decir, pese a que los bienes fiscales son parte de los bienes de dominio
del Estado junto a los bienes del dominio público, a diferencia de estos últimos,
los primeros están sometidos al régimen común del derecho privado. En efecto,
la propiedad del Estado respecto de los bienes de dominio público es una
distinta que aquella definida por el artículo 582 del Código Civil; en cambio, el
dominio del Estado respecto de los bienes fiscales parte de la base de la
propiedad privada que dicha norma consagra. A su vez, lo que distingue los
bienes fiscales de los bienes privados de dominio de particulares es la calidad
del titular, que en el último caso es un privado, mientras que en el caso de los
bienes fiscales es el Estado (concretizado en algún ente público como pueden
ser los gobiernos regionales, las municipalidades, etc.). Ahora bien, esta
diferencia en cuanto al titular de los bienes cambia de manera importante el
estatuto que da forma a su régimen. Por lo pronto, en que el sentido de los
bienes fiscales es el desempeño de una función pública:
La cuestión planteada por Reyes refleja algo más que un error terminológico.
Es consecuencia de la tendencia —que aparecerá varias veces y que debe ser
evitada porque tiene consecuencias sistemáticas graves— a negar la categoría
de "dominio público", por la vía de entender que sobre los bienes nacionales de
uso público no hay dominio sino alguna otra cosa. Pero nótese que esto es lo
16
A diferencia de lo que sucede en el derecho español, en que hay regla expresa al respecto, en el
derecho chileno la mayor parte de la doctrina entiende que los bienes destinados al funcionamiento de un
servicio público no son bienes nacionales de uso público sino que bienes fiscales. Sin embargo, en su
libro El dominio público, Montt afirma que los bienes que están destinados al soporte y mantenimiento de
un servicio público han de entenderse como bienes que forman parte del dominio público. Así, el dominio
público no solo incluye los bienes nacionales de uso público sino también lo que Montt llama "los bienes
fiscales afectos esencialmente a los servicios públicos" (véase la construcción de esta propuesta en ibíd.,
pp. 238 ss.).
17
REYES, Naturaleza jurídica del permiso y de la concesión sobre bienes nacionales de uso público, p. 12.
mismo que afirmar que el dominio es siempre y necesariamente privado o, en
otras palabras, que todo lo que no se asimila al dominio privado no es entonces
propiedad. Ya hemos explicado las razones por las que se debe entender que
"dominio" o "propiedad" es un concepto más genérico que "propiedad privada":
la "propiedad" es el régimen de las cosas y la "propiedad privada" es el
régimen particular sobre las cosas que consagra el artículo 582 del Código
Civil. Más adelante tendremos la ocasión de comprobar el rendimiento
sistemático de esta explicación. Volviendo a lo que plantea Reyes, la confusión
contra la que nos advierte supone que los "bienes del Estado" son los bienes
sobre los que el Estado tiene el derecho definido en el artículo 582 del Código
Civil, con lo que se ignora la situación de esos otros bienes, también del
Estado, que están sujetos al régimen distinto del dominio público.
18
Como señala García de Enterría, "la idea del Fisco, como un patrimonio separado es una reelaboración
de los juristas alemanes del absolutismo. Junto al Monarca como soberano se va a distinguir una segunda
faz: el Fisco es, en efecto, una persona ficta, una ficción a la que se reconoce la condición de persona
jurídica privada, lo que va a permitir utilizarle como centro de imputación de relaciones de tipo
patrimonial e, incluso, someterle a los tribunales ordinarios. La teoría del Fisco supuso, pues, una
distinción entre el Estado, que no tiene patrimonio, sino solamente poder soberano, y el Fisco, que no
tiene poder público, sino solo patrimonio" (GARCÍA DE ENTERRIA y FERNÁNDEZ, Curso de Derecho
Administrativo, p. 373).
19
SILVA CIMMA, Derecho Administrativo Chileno y Comparado, p. 139.
EL DOMINIO PÚBLICO
20
Como señala Hauriou, "Si la cosa puede ser enajenada después de su desafectación es porque la
inalienabilidad no resulta de una cualidad física del bien que la vuelve impropia del comercio de la vida
privada" (cit. por REYES, Naturaleza jurídica del permiso y de la concesión sobre bienes nacionales de uso
público, p. 25).
21
Carol Rose también nota, contra Richard Epstein, que si bien la justificación de la propiedad pública es
más fuerte cuando se trata de bienes respecto de los cuales hay poco riesgo de explotación y requieren
de poca inversión, no todas las cosas que típicamente conocemos como bienes de propiedad pública
logran enmarcarse en dicha justificación: carreteras, puertos, puentes son claramente bienes de
propiedad pública que son susceptibles de sobreexplotación (o congestión) y que requieren de inversión
para su mantención (véase ROSE, "Roman Roads and romantic creators: traditions of public property in
the information age"). En este sentido, bienes nacionales de uso público y bienes públicos (en sentido
económico, es decir, bienes no rivales que no admiten exclusión en su uso y goce) no son términos co-
extensivos. Equipararlos muestra la colonización que ha sufrido el pensamiento jurídico por parte de la
economía de mercado.
Por supuesto, con lo anterior no se está diciendo que las calles o las plazas
podrían ser enteramente privadas sin que eso significara un problema grave.
Lo que se está diciendo es que esos bienes son, en cuanto a su naturaleza,
bienes inmuebles indistinguibles de otros bienes inmuebles afectos al dominio
privado23. Si son de uso público, entonces, no es porque ello esté determinado
por su naturaleza, sino porque el legislador lo ha declarado así 24. El hecho de
que los bienes nacionales de uso público requieran ser declarados
jurídicamente como tales muestra que se trata de una decisión consciente del
legislador de que deberán servir al interés general: el dominio público es, de
esta forma, la institución que hace probable que un determinado tipo de bienes
sirva al interés de todos. Y lo hace probable por la vía de publificar su
régimen25. Nótese que el dominio público no es equivalente a propiedad
común, sino que a un régimen público, el cual se debe a la constatación de que
la satisfacción de ciertas necesidades a través de ciertos bienes no puede
lograrse bajo la lógica de la propiedad privada.
así como la propiedad privada es 'el más amplio derecho de señorío que
puede tenerse sobre una cosa', el dominio público, más que un poder, es el
deber jurídico de la Administración que le obliga al mantenimiento de tales
bienes en el estado y condiciones necesarios para cumplir con las
prestaciones ordenadas por el ordenamiento jurídico 26.
26
MONTT, El dominio público, p. 266.
27
En España, de acuerdo al artículo 339 del Código Civil, el dominio público se justifica en función de tres
fines: uso público, servicio público y fomento de la riqueza nacional. Según García de Enterría, dos son
concretamente los bienes del dominio público que se vinculan con el "fomento de la riqueza nacional": las
aguas y las minas (GARCÍA DE ENTERRÍA y FERNÁNDEZ, Curso de Derecho Administrativo, p. 151).
legislador ha decidido que son bienes nacionales de uso público implica que
ellos deben pertenecer a la nación toda. El sentido que la Constitución le
atribuye a la decisión legislativa es el de dar cuenta de una necesidad pública
que ha de ser satisfecha.
No es una "antigarantía"
[...]
28
"Antigarantía" es el término que utiliza Tatiana Celume.
libre apropiabilidad y los bienes nacionales de uso público la excepción, por la
que esta categoría debería ser interpretada restrictivamente 29:
29
En el mismo sentido, José Luis Cea señala que el artículo 19 Nº 23 de la Constitución contempla
tres excepciones a la regla general de la libre apropiabilidad de los bienes, las que "son taxativas y de
derecho estricto, de modo que su interpretación ha de ser restrictiva" (CEA, Derecho Constitucional
Chileno, p. 556.
30
CELUME, Régimen público de las aguas, p. 97; Montt, por su parte, también considera que el tratamiento
excepcional que reciben los bienes públicos en el artículo 19 Nº 23 es un claro indicio de la preferencia
del constituyente por la propiedad privada frente al dominio público (MONTT, El dominio público, pp. 150-
160).
31
CELUME, Régimen público de las aguas, p. 97.
una asimetría entre el reconocimiento del derecho de apropiación y su
restricción en atención a fines constitucionalmente relevantes que no son
derechos fundamentales. Pero esto dista de tener las consecuencias que
Celume le atribuye.
32
Es decir, no hay ninguna razón por la que el "excepto" del inciso 1º del artículo 19 Nº 23 deba ser
interpretado en el sentido de que la publicatio es una antigarantía. En rigor, solo dice que la clasificación
de los bienes a la que hace referencia esa regla configura lo que en términos lógicos se denomina
una división, es decir, una clasificación exhaustiva y excluyente (en el sentido de que todos los ítemes
clasificados corresponden a una de las categorías y ninguno corresponde a más de una). Si se trata de
una división, las categorías son interdefinibles. Que las especies en las que un género se divide sean
interdefinibles quiere decir que cualquiera de las categorías puede ser definida por la vía de decir que ella
(a) pertenece al género respectivo y (b) no pertenece a ninguna de las otras categorías. Al decir que
"pares son todos los números excepto los impares" no se está sugiriendo nada respecto de la relación de
regla general/excepción entre números pares e impares.
La primera es que la Constitución no establece una reserva
constitucional para la declaración de bienes como parte del dominio público, así
como tampoco establece una lista de bienes nacionales de uso público (ni
siquiera establece criterios o tipologías). La única orientación que la
Constitución provee es la frase que señala que se trata de bienes "que deban
pertenecer a la nación toda", lo que es una atribución de sentido a la decisión
legislativa: cuando el legislador declara que un bien es parte del dominio
público, está diciendo que él debe pertenecer a la nación toda.
33
Según Montt, esta frase nos permite entender que deben pertenecer a la nación toda no solo los bienes
afectos al uso público sino también los bienes fiscales esencialmente afectados a un servicio público
(MONTT, El dominio público, p. 216).
34
CELUME, Régimen público de las aguas, pp. 97-98. El destacado es agregado, para enfatizar lo
enteramente gratuita que su afirmación resulta: el "añadido" que Celume le imputa a la constitución no
tiene fundamento alguno.
ha hecho comunes a todos los hombres"). Por eso, la frase "deban pertenecer
a la nación toda" no es una restricción al legislador sino una interpretación de lo
que el legislador hace cuando afecta bienes al dominio público. El Tribunal
Constitucional, de hecho, se ha negado a entender esta expresión como una
limitación constitucional:
En efecto, es la ley la que declara un bien como nacional de uso público. Tal
calificación no resulta de las cualidades físicas del bien (su "naturaleza"),
características que lo harían inapropiable o imposible de proveer para el
35
Sentencia del Tribunal Constitucional, rol Nº 1281-08, considerando trigésimo cuarto.
mercado; tampoco de la aplicación en concreto de criterios caracterizados en
abstracto por la Constitución, que no contiene ninguno, sino que resulta de la
voluntad de la ley. Es decir, el dominio público no nace de la naturaleza o
esencia del bien, sino por determinación del ordenamiento jurídico. Dicha
determinación legislativa, por último, no requiere contar con quórum especiales
para su aprobación ni requiere enmarcarse en alguna causal especial, como
sucede con el inciso 2º del artículo 19 Nº 24.
La ley que califique tales bienes debe ser una ley simple y no una ley de
quórum calificado ni orgánica constitucional 36. Este carácter simple de la ley
muestra que, en la lógica del texto constitucional, no se trata de que la ley
amenace una posición individual digna de protección (como sucede en el caso
del inciso 2º)37.
Sin embargo, muchos comentaristas han argumentado que dicha ley debe
ser ley de quórum calificado38. Los argumentos que sustentan su postura van
contra el texto expreso de la Constitución. En efecto, la disposición relevante
solo señala que se trata de bienes que "deban pertenecer a la Nación toda y la
ley lo declare así"; es el inciso 2º del artículo 19 Nº 23, que se refiere a otra
categoría de bienes (los bienes apropiables), el que establece como requisito
que la ley sea de quórum calificado. El sentido de esto es que el inciso 2º del
artículo 19 Nº 23 se refiere a bienes apropiables, es decir, a bienes respecto de
los cuales la Constitución ha asegurado la libertad de apropiación. Como
restringe una libertad constitucionalmente asegurada, bajo la lógica de la
Constitución actual, la ley a la que se refiere ese inciso es
36
Esta postura ha sido ratificada por el Tribunal Constitucional en la sentencia rol Nº 1281-08, que señala
que "la Constitución exige que la ley -ley común- deba declarar los bienes que lo conforman ('que la ley lo
declare así', artículo 19 Nº 23). Esta declaración es lo que la doctrina denomina 'reserva' o 'publicatio'" (c.
34).
37
Es importante distinguir entre la discusión de esta cuestión como una de interpretación constitucional,
que es lo que intentaremos hacer aquí, de la cuestión del sentido político de las reglas
sobre quórum legislativos. La discusión en el presente texto asume que la Constitución distingue entre
leyes ordinarias y leyes de quórum calificado, e intenta reconstruir esa distinción de la mejor manera
posible, atendido el sistema de la Constitución. A mi juicio (y por razones expresadas en otra parte), el
sistema constitucionalmente configurado es incompatible con el principio democrático del artículo 4º del
texto constitucional (véase, en general, ATRIA, La Constitución tramposa). Pero eso no quita que tal
sistema sea parte del derecho positivo vigente en Chile, y eso obliga al análisis jurídico a asumir que tiene
alguna racionalidad e intentar reconstruirla.
38
CELUME, Régimen público de las aguas, pp. 95 ss.; VERGARA, "La summa divisio de los bienes y
recursos naturales en la constitución de 1980", pp. 121 y 124; MONTT, El dominio público, p. 221.
de quórumcalificado39. Pero el inciso 1º precisamente excluye de la libertad de
adquisición constitucionalmente protegida a los bienes que el legislador declare
nacionales de uso público, y por eso no hay razón que justifique una exigencia
de quórum agravado. La diferencia entre la exigencia de ley
de quórum calificado en el inciso 2º y de ley ordinaria en el inciso 1º es la
diferencia, explicada más arriba, entre una ley que restringe una libertad
constitucionalmente asegurada y otra que no lo hace.
39
De acuerdo al artículo 66 de la Constitución, las leyes de quórum calificado "se establecerán,
modificarán o derogarán por la mayoría absoluta de los diputados y senadores en ejercicio". Las leyes
de quórum calificado son leyes que exigen un quórum más alto que las leyes simples o comunes,
cuyo quórum de aprobación exige la mayoría de los diputados y senadores presentes en la cámara, la
que solo puede entrar en sesión con la concurrencia de la tercera parte de sus miembros en ejercicio. De
esta forma y a diferencia de lo que ocurre con la ley simple, cuando se trata de leyes
de quórum calificado, la ausencia o abstención de un diputado o senador en la sesión se entiende como
un voto en contra de la ley.
40
DWORKIN, A matter of principle, pp. 57 ss., donde discute sobre las teorías interpretativas originalistas.
Finalmente, respecto a este punto, cabe señalar que Celume comete un error
adicional al del quórumexigido. Según Celume, los requisitos para la
declaración de bien nacional de uso público se encontrarían contemplados en
el inciso segundo del artículo 19 Nº 23, por lo que no solo sería exigido
un quórum calificado sino también debería concurrir la causal de "interés
nacional":
La referencia a "la lógica del orden público económico que revela la CPR" es
totalmente impertinente aquí, como lo muestran los criterios que Celume
invoca. La afirmación de que esos criterios son parte de un orden público que
debe guiar una orientación finalista que se desentiende de las reglas a ser
interpretadas es una manera de disolver la diferencia entre interpretación
jurídica y convicción política 42. El principio de subsidiariedad no está reconocido
en el texto constitucional, y la libertad económica precisamente está excluida
de protección constitucional cuando se trata del dominio público.
Finalmente cabe señalar que la ley que establezca el régimen del dominio
público debe ostentar el mismo carácter (ley simple) que tiene la ley que los
declara como tales, en la medida en que la Constitución no establece
excepciones que eleven el quórum ordinario.
La razón por lo que ello ha sido hasta aquí simplemente asumido es que la
idea en cuestión (que el Estado es la personificación jurídica de la nación) es
abrumadoramente dominante en la doctrina y la jurisprudencia nacionales, y
con buenas razones. La Corte Suprema lo ha declarado reiteradamente. Así,
para citar solo un caso reciente que ha de aparecer por todos, la Corte ha
sostenido que los bienes nacionales de uso público solo pueden ser de
propiedad y posesión del Estado como "personificación de la nación". Por lo
mismo, el Estado es poseedor de todos los bienes nacionales de uso público 43.
La Corte Suprema tiene para decir esto el respaldo, como está dicho, de
prácticamente toda la doctrina y la jurisprudencia nacionales. Por lo pronto, el
de la Contraloría General de la República, que ha sostenido que
43
Corte Suprema, sentencia de reemplazo, rol Nº 2846-03, c. 3. Este caso es interesante porque se
trataba de un predio privado que estaba siendo utilizado como calle. El dueño demandó al Fisco de
reivindicación, y el Fisco se defendió diciendo que en la medida en que se trataba de un bien nacional de
uso público, no susceptible de posesión (en tanto inapropiable), no podía demandarse al Fisco, que no
poseía (la acción reivindicatoria, conforme a lo dispuesto en el art. 895 CC, solo puede intentarse "contra
el actual poseedor"). La Corte correctamente decidió, casando para ello una sentencia de la Corte de
Apelaciones de Concepción, que ante el derecho el Estado aparece como titular del dominio sobre los
bienes nacionales de uso público. Como la posesión es la tenencia de una cosa con ánimo de dueño (art.
700 CC), solo puede ser poseedor quien puede pretender ser dueño. Por eso, si el Estado no fuera titular
de ese dominio, en el caso el Fisco no podría haber sido poseedor, y el particular cuyo predio está siendo
utilizado como calle no tendría acción para recuperar lo suyo. Para un comentario sobre esta sentencia y
el problema de la posesión en relación con los bienes nacionales de uso público, véase ATRIA, "Derechos
reales", pp. 14-17.
los bienes nacionales de uso público y los fiscales, junto con poseer la
característica común de ser ambos propiedad del Estado, presentan una
distinción, cual es el hecho de que el uso de los primeros se ha entregado a
la comunidad en general y de los últimos está reservado al Estado o a
determinada persona jurídica para el cumplimiento de las finalidades públicas
que le son propias44.
Para la doctrina civil nacional es también claro que las expresiones "nación" y
"Estado" son jurídicamente equivalentes, por lo que los bienes que pertenecen
a la nación toda son evidentemente bienes cuya titularidad la tiene el Estado. Y
tiene buenas razones para esto. Para comenzar, el artículo 547 del Código Civil
se refiere a "la nación" al enumerar algunas de las "corporaciones o
fundaciones de derecho público". Como sostienen Alessandri, Somarriva y
Vodanovic, "es indudable que el inciso 2º del artículo 547 del Código Civil se
refiere al Estado cuando cita la nación entre las personas jurídicas de derecho
público"46. Luis Claro Solar explica que "las disposiciones del artículo 589
importan, desde luego, el reconocimiento de la personalidad jurídica del
Estado, o sea de la nación o el pueblo chileno organizado bajo ciertas
autoridades"47.
44
Dictamen Nº 5.813-1998. En el dictamen Nº 32.706-2002 la Contraloría reitera la misma tesis: "según el
art. 589 inc. 2º del Código Civil los bienes de propiedad del Estado, que a la vez son calles, plazas,
puentes o caminos, son bienes nacionales de uso público" (la cursiva es agregada).
45
MONTT, El dominio público, p. 140.
46
ALESSANDRI, SOMARRIVA y VODANOVIC, Tratado de los Derechos Reales, p. 520.
47
CLARO SOLAR, Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado, t. vi, p. 170. No tiene mucho
sentido abrumar al lector con referencias a cada uno de los autores que se han manifestado en este
punto, porque las dos referencias contenidas en el texto principal, extraídas de las obras más canónicas
de nuestra tradición civil, parecen ser suficientes. A pesar de eso, pueden tomarse en cuenta las
siguientes afirmaciones, además de las mencionadas en el texto principal: "la palabra "nación", en el
Código Civil, debe considerarse sinónima de "Estado" (REYES, Naturaleza jurídica del permiso y de la
concesión sobre bienes nacionales de uso público, p. 37); "lo público se identifica con el Estado"
(VIAL y LYON, Derecho Civil. Teoría general de los actos jurídicos y de las personas, p. 332); Rozas
entiende que los bienes de la nación son bienes del Estado: "hay bienes nacionales (...) que se llaman
bienes del Estado" (ROZAS, Bienes, p. 64); Peñailillo, que los bienes fiscales "son los bienes nacionales
cuyo uso no pertenece a la nación toda" (PEÑAILILLO, Bienes,
p. 70); Pescio: "el inc. 2º del art. 547 menciona a la "nación" y no al Estado; debe atribuirse a que para el
autor de nuestro Código, Nación era sinónimo de Estado" (PESCIO, Manual de Derecho Civil, t. iii, p. 124).
La tesis es tan abrumadoramente dominante que ella puede aceptarse como
un punto pacífico en el derecho chileno. Eso explica que hasta ahora ella
simplemente ha sido dada por sentada. Pero recientemente se han alzado
voces en contra, por lo que es necesario revisar los argumentos en los que
ellas descansan. Al hacerlo, podremos verificar los fundamentos de la tesis
dominante, que de este modo quedarán reforzados.
los desajustes con los conceptos doctrinales europeos a nuestro juicio surgen
de la evidencia que mientras éstos se centran en la titularidad de los bienes
por parte de las Administraciones públicas (como elemento subjetivo), el
Derecho chileno niega valor a este aspecto, confiriendo una noción política
Barros Errázuriz, en fin, es enfático: "Nación, en el sentido de sociedad civil o de Estado, es la avocación
de conciudadanos gobernada por una autoridad independiente y constituida dentro de determinado
territorio. La nación es una persona jurídica susceptible de derechos y obligaciones de carácter público y
privado y tiene sus representantes legales, que son las autoridades que la Constitución determina"
(BARROS ERRÁZURIZ, Curso de Derecho Civil, t. i, p. 171).
48
CELUME, Régimen Público de las Aguas, p. 147ss.
49
Celume, de hecho, añade una dimensión a la que no se ha hecho referencia, la del derecho
comparado: "en la mayor parte de los Derechos continentales, la conformación doctrinal del demanio se
ha estructurado principalmente desde la idea del dominio de las Administraciones Públicas de
determinados bienes (elemento subjetivo) para la consecución de sus funciones públicas (elemento
teleológico), sin descartar los otros dos elementos. En otras palabras, para estos sistemas, el elemento
subjetivo es el aspecto central sobre el cual se estructuran los demás" (ibíd., p. 144).
50
VERGARA, "El novísimo derecho de bienes públicos y recursos naturales en Chile. Publicatio, derechos
reales administrativos", p. 579.
de pertenencia nacional (la "nación toda"), focalizándose en su uso a favor de
todos los habitantes en razón de su destinación al cumplimiento de un interés
general51.
Hay en esto algo que es correcto. Ya hemos visto que el dominio público no
puede ser entendido como un derecho subjetivo, sino como la afectación de
ciertos bienes al servicio inmediato del interés general. Esto es efectivamente
incompatible con la idea de "derecho subjetivo", que implica un ámbito de
reconocimiento de la autonomía y libertad del individuo. El derecho subjetivo
es, entonces, una técnica que opera en el ámbito en el que el interés general
es mediatamente relevante. Por consiguiente, es correcto decir que el Estado
no es "el dueño" de los bienes nacionales de uso público, porque no tiene
derecho a usar, gozar y disponer de ellos arbitrariamente. Es decir, como el
dominio público es un régimen legal alternativo al régimen del artículo 582 del
51
CELUME, Régimen público de las aguas, pp. 144-145.
52
Ibíd., p. 155.
Código Civil, en ese sentido es correcto decir que el Estado no es dueño de
esos bienes.
Pero eso no quiere decir que el Estado no sea titular de esos bienes en el
sentido en que es la persona jurídica a quien les son atribuidos, en la medida
en que esa atribución es necesaria para la operación del sistema propietario en
general. Así, en términos del derecho civil, si invocando el artículo 590 del
Código Civil un predio es inscrito a nombre del Estado y luego afectado al uso
público, el Estado adquiere con la inscripción la posesión de ese predio. Si el
predio era en realidad de un particular que lo tenía inscrito a su nombre, el
afectado habrá perdido, con la inscripción a nombre del Estado, la posesión del
predio. Y como todo dueño que ha perdido la posesión de su cosa tiene una
acción reivindicatoria para demandar al poseedor de la misma para que se lo
restituya. El sujeto pasivo de esa acción es, evidentemente el Estado, a
nombre de quien el predio está inscrito. Si al inscribir invocando el artículo 590
el Estado no adquiere la posesión del predio respectivo, el particular afectado
no tendría acción para la protección de su dominio. Aquí puede apreciarse que,
aunque el Estado no es en el sentido del ar-tículo 582 dueño de una plaza, sí
reclama ser el titular del señorío máximo reconocido por el derecho sobre esa
cosa, y sí aparece ante los demás como dueño. Como no tiene derecho de
dominio sobre el inmueble, este no está en el patrimonio del Estado (el Fisco) y
no es embargable, etc., pero eso no implica negar que quien detenta la
titularidad del señorío máximo sobre la cosa es el Estado, a nombre de la
nación.
Si esto fuera correcto, implicaría que el Estado no tiene una posición especial
frente a esos bienes. Por lo que si decidiera conceder a los particulares
derechos a usos privativos sobre bienes nacionales de uso público (el caso
más claro son los derechos de aprovechamiento de aguas), ellos serían
derechos de dominio idénticos a los derechos constituidos sobre bienes
privados, porque el Estado no tendría respecto de esos bienes derecho ni
titularidad alguna53.
15. No hay razones para negar al Estado la titularidad de los bienes nacionales
de uso público. Aunque ya hemos citado el pasaje del profesor Vergara en el
que él enuncia el argumento, conviene citarlo ahora más in extenso:
53
Esto, a su vez, crearía curiosos problemas sistemáticos, de los cuales podemos mencionar solo dos. El
primero es el mencionado supra, n.43, a propósito de la declaración comentada de la Corte Suprema: si el
Estado no fuera el titular del dominio sobre los bienes nacionales de uso público, tampoco podría ser
poseedor de esos bienes, y por consiguiente el dueño de un predio que está siendo utilizado por años
como bien nacional de uso público no podría reivindicar la cosa: porque quien detentaría el bien sería "la
nación", no el Estado, y la nación no tiene domicilio para notificar la demanda. La tesis tradicional (la
sostenida por la Corte Suprema) implica entender que la personificación jurídica de la nación es el
Estado, por lo que los derechos de aquella aparecen ante el derecho como derechos de este. El segundo
problema sistemático sería que las reglas sobre enajenación, concesión y arrendamiento de bienes
nacionales de uso público no serían materia de ley, aunque sí lo serían las normas análogas respecto de
bienes del Estado (REYES, Naturaleza jurídica del permiso y de la concesión sobre bienes nacionales de
uso público, p. 12). En efecto, conforme al artículo 63 Nº 10 del texto constitucional, "solo son materias de
ley" (...) "las que fijen las normas sobre enajenación de bienes del Estado o de las municipalidades y
sobre su arrendamiento o concesión". Como de acuerdo a Vergara las normas sobre enajenación,
arrendamiento como concesión de bienes del Estado no incluiría a las normas análogas sobre bienes de
la nación, estas no serían materia de ley.
Estado", como si decir que un bien "es" de la Nación fuese lo mismo que
decir que un bien "es" del Estado54.
54
VERGARA, "La summa divisio de los bienes y recursos naturales en la constitución de 1980", p. 110.
55
Ibíd. Dadas las expresiones de los arts. 6º y 7º y lo explicado más abajo, no cabe sino concluir que lo de
"expresamente" es solo un exceso de entusiasmo.
56
Ibíd., p. 112.
del artículo 19 Nº 24 inciso 6º, que permitiría identificar por contraposición el
régimen de la Constitución al declarar, solo en ese caso, y expresamente, que
las minas son de dominio del Estado. Como de los tres este es el único que es
desarrollado y no solo mencionado, y como es el que parece tener un
fundamento textual más claro, comenzaremos por este.
La razón por la que la excepción debía ser salvada mediante la frase aquí
destacada es que la propia Constitución entiende el carácter excepcional del
inciso 6º, lo que afirmaría la regla general. La regla general que resulta así
afirmada por la excepción sería, de acuerdo al profesor Vergara, la de que los
bienes nacionales de uso público no son de dominio estatal:
57
Ibíd.
bienes de la nación no son bienes del Estado, porque después de todo lo que
el artículo 19 Nº 23 de la Constitución hace es simplemente reiterar en este
respecto la regla ya contenida en el Código Civil: que los bienes que la
naturaleza ha hecho comunes a todos los hombres y los bienes "nacionales"
(en el sentido del Código Civil, es decir, de propiedad del Estado) no son
apropiables (véanse los artículos 585, 589 y 599 CC). Pero si no es esta, ¿cuál
es, entonces, la regla a la que el inciso 6º del Nº 24 hace excepción? La
respuesta es relativamente clara y es exactamente "lo anterior", es decir, la
regla que ha sido enunciada inmediatamente antes: la primera parte del inciso
1º del Nº 23 entrega a la ley la determinación de los bienes que pertenecen a la
nación toda; pero en el inciso 6º del Nº 24 la propia Constitución es la que
declara que las minas pertenecen a la nación toda (son del Estado). La frase
final del inciso 1º del Nº 23 salva esta contradicción: sin perjuicio de lo
dispuesto en el caso particular de las minas, en que la atribución de ciertos
bienes a la nación toda (i.e. al Estado) es realizada por la propia Constitución,
es el legislador el que es competente para hacer esta declaración.
Considérese, por ejemplo, el artículo 1º del Código Civil, que entiende a la ley
como una declaración de la voluntad soberana. Conforme al artículo 5º de la
Constitución, el soberano es "esencialmente" la nación, y la soberanía se
ejerce por el pueblo. Pero "desde el punto de vista de la ciencia política", el
legislador, la nación y el pueblo son claramente diferenciables. ¿Habría que
concluir aquí también que el artículo 1º del Código Civil es inconstitucional?
La función del artículo 7º, así como la del 6º, invocados por el profesor
Vergara, es precisamente negar la aptitud jurídica de la nación para actuar,
salvo en la forma en que lo establecen la Constitución y las leyes. Atendidos
estos preceptos, y en especial la categórica prohibición del inciso 2º del artículo
7º (transcrita), si la nación no es la que actúa cuando actúa el Estado, entonces
la nación no puede actuar; si decir que hay derechos cuyo titular es "la nación
58
CARRÉ DE MALBERG, Teoría general del Estado, pp. 30-31.
toda" no es decir que su titular, ante el derecho, es el Estado, entonces "la
nación toda" simplemente no existe para el derecho, no tiene derecho alguno.
Recíprocamente las potestades estatales no serían las potestades de la
nación, por lo que quedarían colgando del aire, sin fundamento. Ni el artículo 6º
ni el artículo 7º declaran esto, ni "expresamente" como inexplicablemente
sostiene el profesor Vergara, ni implícitamente. Si lo hicieran, habría una
flagrante contradicción entre ellos y el artículo 5º de la Constitución, como ya lo
observó Carré de Malberg.
las cosas comunes y públicas (caminos, ríos, riberas del mar) no eran de
propiedad de la Corona. [Esto que implicaba] la distinción entre dominio
público y dominio privado del Estado, con negación de todo derecho de
propiedad sobre la primera categoría y reconocimiento respecto de ella al
Estado únicamente de poderes de guarda y vigilancia 60.
59
Y, al menos en la tradición constitucional chilena, los ha tenido siempre. Las disposiciones
constitucionales involucradas (arts. 5º y 7º) no son innovaciones de la constitución de 1980. Respecto de
la Constitución de 1925, véanse sus arts. 2º ("La soberanía reside esencialmente en la nación, la cual
delega su ejercicio en las autoridades que esta Constitución establece") y 3º ("ninguna persona o reunión
de personas puede tomar el título o representación del pueblo, arrogarse sus derechos, o hacer
peticiones en su nombre. La infracción de este artículo es sedición"). Las mismas disposiciones
constituyen los artículos 4º y 159 de la Constitución de 1833.
60
PAREJO, "Dominio Público. Un ensayo de reconstrucción de su teoría general", p. 2394.
Como se ve, la tesis de Vergara es en sustancia la misma antigua tesis de
Proudhon, una tesis antigua y ya definitivamente superada 61. Es interesante
observar lo categórico que alguien como Luciano Parejo puede permitirse ser
respecto de esta tesis, en un pasaje que —pese a su extensión— conviene
citar62:
El dominio público, como hemos visto, es la forma que utiliza el derecho para
destinar ciertos bienes a fines de interés general. Su objeto, en términos
generales, es que dichos bienes que forman parte del dominio público puedan
servir al fin para el cual fueron específicamente destinados y que, por tanto, no
estén subordinados a lo que arbitrariamente decidan eventuales propietarios,
como sucede con los bienes privados. Para lograr estos objetivos, los bienes
que forman parte del dominio público (i) son extraídos del comercio privado, es
decir, del mercado, y (ii) se hacen inapropiables por parte de los particulares 63.
Así, los del dominio público son bienes que están fuera del comercio, fuera
del mercado: ya no es el mercado el que decide cómo se distribuyen y asignan
y no es el propietario el que determina su forma de uso y goce, sino un
régimen público, es decir, un régimen jurídico especial, de derecho público,
exorbitante del derecho común. Como señala Montt, la esencia del régimen
público
63
Por ejemplo, el artículo 585, inciso 1º: Las cosas que la naturaleza ha hecho comunes a todos los
hombres, como la alta mar, no son susceptibles de dominio, y ninguna nación, corporación o individuo
tiene derecho de apropiárselas; artículo 599: Nadie podrá construir, sino por permiso especial de
autoridad competente, obra alguna sobre las calles, plazas, puentes, playas, terrenos fiscales y demás
lugares de propiedad nacional; artículo 602: Sobre las obras que con permiso de la autoridad competente
se construyan en sitios de propiedad nacional, no tienen los particulares que han obtenido este permiso,
sino el uso y goce de ellas, y no la propiedad del suelo.
64
MONTT, El Dominio Público, p. 172.
Este régimen tiene por objeto proteger el bien de la apropiación de los
particulares (y, de esta forma, del sometimiento al régimen del derecho
privado)65javascript:void(0). Este objeto se concretiza, negativamente, en la
inalienabilidad, inembargabilidad e imprescriptibilidad de todos los bienes que
formen parte del dominio público. Así, frente a la transmisión voluntaria, se
declara la absoluta prohibición de efectuarla; frente a la transmisión involuntaria
derivada de circunstancias jurídicas, se declara que son inembargables e
imprescriptibles66.
Este último punto es crucial en el régimen público. Dicho régimen exige una
serie de potestades para la Administración, para que esta administre, defienda
y proteja los bienes que forman parte del dominio público. De esta forma la
Lo que los hace imprescriptibles, en otros términos, es que a su respecto la segunda condición ("se han
poseídos con las condiciones legales") no podrá nunca ser cumplida.
69
No obstante, la inembargabilidad es por regla general una característica que ostentan también los
bienes fiscales (véase por ejemplo el artículo 445 Nº 17 del Código de Procedimiento Civil; artículo 32 de
la Ley Orgánica de Municipalidades). La justicia de la inembargabilidad de los bienes fiscales ha sido
cuestionada por la doctrina en la medida en que afectaría el derecho a la tutela judicial efectiva. Si bien
uno podría concurrir con esos argumentos respecto de los bienes fiscales, resulta enteramente razonable
la regla respecto de los bienes de dominio público.
70
Las entidades administrativas que por lo general administran tales bienes son las municipalidades, los
gobiernos regionales, el Ministerio de Bienes Nacionales y el Ministerio de Obras Públicas (a través de la
Dirección de Vialidad).
71
Así, por ejemplo, las municipalidades tienen el deber del "(...) aseo de las vías públicas, parques,
plazas, jardines y, en general, de los bienes nacionales de uso público existentes en la comuna" (art. 25
letra (a) Ley Nº 18.695 Orgánica de Municipalidades); a la Dirección de Vialidad del Ministerio de Obras
Públicas "corresponderá la realización del estudio, proyección, construcción, mejoramiento, defensa,
reparación, conservación y señalización de los caminos, puentes rurales y sus obras complementarias
que se ejecuten con fondos fiscales o con aporte del Estado y que no correspondan a otros Servicios de
la Dirección General de Obras Públicas. La conservación y reparación de las obras entregadas en
concesión, serán de cargo de los concesionarios" (art. 18 D.F.L. Nº 850 del Ministerio de Obras Públicas);
el gobernador "tendrá todas las atribuciones que el intendente le delegue y, además, las siguientes que
esta ley le confiere directamente: (...) h) Ejercer la vigilancia de los bienes del Estado, especialmente de
los nacionales de uso público. En uso de esta facultad, el gobernador velará por el respeto al uso a que
están destinados, impedirá su ocupación ilegal o todo empleo ilegítimo que entrabe su uso común y
exigirá administrativamente su restitución cuando proceda" (art. 4º Ley Nº 19.175 Orgánica Constitucional
sobre Gobierno y Administración Regional).
Administración deberá ejercer la tutela pública de dichos bienes. El titular del
bien (el Estado) deberá tutelar la sujeción de los bienes a dicho régimen
público así como también tutelar que los fines a los que se afectan dichos
bienes se cumplan. El Estado a través de la Administración, que es una
persona jurídica de derecho público, ejerce entonces la tuición de dichos
bienes a través de una serie de potestades, ya sean regladas o discrecionales,
que la ley le entrega, evitando así que el uso, goce y aprovechamiento redunde
en un daño al interés público que el dominio público precisamente pretende
resguardar.
18. Los usos privativos de cosas del dominio público. Como ha señalado Villar,
"no solo es el uso público el que se pretende garantizar por el artilugio del
demanio, sino también el uso óptimo"72. Esto implica que el dominio público es
compatible con reglas especiales acerca del modo en que esos bienes serán
usados, que miran a optimizar ese uso. Por eso, aunque los bienes del dominio
público no pueden ser apropiados por los particulares, sí admiten la posibilidad
de usos especiales o usos privativos, distintos al uso común que constituye la
regla general. Estos usos especiales pueden adoptar diversas modalidades.
Uso común general: es el uso típico que se ejerce sobre el bien, respecto del
que todos potencialmente concurren. A este uso, por regla general, se le
aplican los principios de libertad, igualdad (todos concurren en
las mismas condiciones) y gratuidad. Ejemplos de este uso es el transitar por
una calle, pasear por una plaza73javascript:void(0).
Uso común especial: es el uso que se realiza respecto del bien, pero que no
es el uso típico o normal. Para este tipo de uso se requiere una autorización
por parte de la Administración. Por ejemplo, una manifestación, que antes de
realizarse debe autorizarse por el gobernador; la instalación de carteles de
propaganda en las vías públicas.
72
VILLAR PALASÍ, La intervención administrativa en la industria, p. 144.
73
Por supuesto, este uso también tiene limitaciones, que pueden venir establecidas en la ley o pueden ser
impuestas por la Administración que está a cargo de su conservación.
requiere que la Administración le otorgue un permiso o una concesión 74. Por
ejemplo, la constitución de derechos de aprovechamiento.
Como está dicho, la regla general es que el uso común es gratuito y libre. Sin
embargo, este tiene límites: no solo debe ser compatible con los derechos de
los demás respecto del mismo bien, sino que también debe permitir su
conservación. En atención a estos fines, la administración tiene la facultad de
reglamentar el ejercicio del uso común (un parque puede ser cerrado al acceso
público de noche).
74
La concesión administrativa es un acto administrativo de carácter favorable (para el particular) en virtud
del cual su esfera jurídica se amplía en la medida en que constituye en favor del particular derechos que
antes no tenía. En el caso de concesiones sobre bienes nacionales de uso público la Administración
constituye derechos de uso y goce exclusivo sobre los bienes de dominio público que antes de la
concesión el particular no tenía.
75
Como Santiago Montt señala, además, "los principios de gratuidad y libertad propios del uso común
general tampoco se aplican a los usos privativos, sino que, por el contrario, estos últimos, sean normales
como anormales, exigen la obtención de un permiso o concesión administrativa y habitualmente el pago
de una tasa" (MONTT, El dominio público, p. 303).
Las concesiones de dominio público se justifican o fundamentan por permitir
hacer efectivas unas utilizaciones más provechosas del demanio que el uso
común general (...). Al crear una concesión demanial, y al fijar sus
condiciones y requisitos, el legislador y la administración concedente
reconocen que dicho uso exclusivo y uso excluyente sobre el dominio público
redunda en un más productivo y racional aprovechamiento del dominio
público76javascript:void(0).
76
Ibíd., p. 325. En el mismo sentido, el Tribunal Constitucional ha señalado que su sentencia rol Nº 1281,
considerando trigésimo quinto, "que, sin embargo, la reserva o 'publicatio', si bien excluye la apropiación
de los bienes que la componen por particulares, no excluye a éstos del uso privativo que puedan obtener,
es decir, no quedan marginados del tráfico jurídico. Mediante ciertos títulos habilitantes, la Administración
encargada de la administración del bien demanial, entrega no el bien, pues atentaría contra su
inalienabilidad, sino que 'reparte, por motivos de interés público, derechos de utilización o
aprovechamiento privativo sobre determinadas porciones del dominio público con un destino específico'".
77
Por eso es problemática la norma que obliga a la Dirección General de Aguas a constituir derechos de
aprovechamiento (arts. 140 ss. CAg).
78
Por eso también requiere de una justificación especial la regla que establece que los derechos de
aprovechamientos de aguas tienen el carácter de perpetuos.
79
REYES, Naturaleza jurídica del permiso y de la concesión sobre bienes nacionales de uso público, p.
131. Además, este autor señala que los usos privativos requieren de los usuarios, por regla general, el
pago de una tarifa (p. 147).
Y no solo se trata de un otorgamiento temporal sino que también revocable,
ya sea por razones de oportunidad (ya no sirve al interés público), ya sea como
sanción frente a una infracción administrativa. Así, como afirma Reyes,
80
Ibíd., p. 125. En el mismo sentido, Zúñiga señala: "(...) las concesiones tienen, en general, las
siguientes características que les atribuye la doctrina y que son aplicables a las que recaen sobre los
bienes nacionales de uso público que forman parte de dominio público de aguas terrestres: aparte de
nacer de un acto unilateral del poder público y generar derechos, en ellas la Administración siempre se
reserva implícitamente el ejercicio de ciertas facultades: de reglamentación, modificación, fiscalización,
sanción e incluso de sustitución del concesionario. Las concesiones son, además, generalmente precarias
y temporales, en la medida que pueden extinguirse en cualquier momento por decisión de la autoridad y,
en todo caso, están sujetas a plazos en su duración, sin perjuicio de la posibilidad de renovarse" (ZÚÑIGA,
"Constitución y dominio público: dominio público de minas y aguas terrestres").
Los permisos serán esencialmente precarios y podrán ser modificados o
dejados sin efecto, sin derecho a indemnización.
Las concesiones darán derecho al uso preferente del bien concedido en las
condiciones que fije la municipalidad. Sin embargo, ésta podrá darles término
en cualquier momento, cuando sobrevenga un menoscabo o detrimento
grave al uso común o cuando concurran otras razones de interés público.
Nótese cómo la ley vela porque los bienes nacionales de uso público
cumplan con los fines a los cuales están afectos, entregándole a la
municipalidad la atribución de darle "término en cualquier momento" a toda
concesión (es decir, uso privativo) que sobre ellos recaiga "cuando sobrevenga
un menoscabo o detrimento grave al uso común o cuando concurran otras
razones de interés público". Como se observa, la Administración siempre
puede recobrar el bien nacional de uso público de manos de los particulares 81.
Y, nunca está demás decirlo, no puede renunciar a esa atribución, pactando por
ejemplo con el concesionario, que solo pondrá término a la concesión en caso
de incumplimiento82ya que, como se sabe, un principio general de derecho
81
En este mismo sentido, Silva Cimma señala que si bien los bienes del dominio público pueden ser
objeto de concesiones o permisos, estos "están subordinados, necesariamente, a que no se menoscabe
el destino de estos bienes, o sea, a la conveniencia general de los habitantes" (SILVA CIMMA, Derecho
Administrativo Chileno y Comparado, pp. 272-273). En estos términos y aunque el legislador siempre
puede adoptar soluciones especiales diversas, todo título mediante el cual la Administración concede a un
particular el uso privativo de un bien público debiera entenderse, conforme a esta explicación, precario.
Por esto, el carácter perpetuo del derecho de aprovechamiento de aguas debiera llamar poderosamente
nuestra atención.
82
Sobre este punto, véase VALDIVIA, "Derecho administrativo" (de próxima aparición). Valdivia comenta
una decisión reciente de la Corte Suprema (rol Nº 3605-08), que precisamente ilustra el punto de que la
Administración no solo tiene potestad para tutelar los bienes nacionales de uso público sino que tiene el
deber jurídico de hacerlo. En dicho caso se discutía la legalidad de una ordenanza que pretendía
reglamentar las condiciones bajo las cuales la municipalidad otorgaría permisos para el uso de postes que
había instalado en bienes nacionales de uso público. Según la ordenanza, el permiso tendría carácter
contractual, y solo podría ser revocado por incumplimiento de las obligaciones del permisionario. De esta
forma, la ordenanza creaba un "contrato de permiso", que parecía configurar una tercera vía, adicional a
los permisos y las concesiones. Por eso, para la Corte "la ordenanza crea un título no contemplado en
nuestra legislación para el uso privativo de bienes municipales y nacionales de uso público. En efecto,
tales bienes pueden ser entregados por la autoridad en concesión o mediante permisos, y si bien la
ordenanza se refiere a estos últimos, la verdad es que en esencia no son tales (sent. reemp., c. 2)". Como
señala Valdivia, lo que está tras la decisión de la Corte es que la Administración (en este caso, la
municipalidad) no puede renunciar a la potestad de revocar un permiso en todo momento porque los
bienes nacionales de uso público deben estar permanentemente a disposición de la autoridad para fines
de interés general.
público es que las potestades son de ejercicio obligatorio y su renuncia está
prohibida.
20. Las aguas son bienes nacionales de uso público. Las aguas, de acuerdo a
lo dispuesto en el artículo 5º del Código de Aguas,
Por su parte, el artículo 595 del Código Civil señala, de manera categórica,
que "Todas las aguas son bienes nacionales de uso público".
Esto no solo es correcto como una descripción del contenido del derecho
chileno actualmente vigente; la ley ha declarado bienes nacionales de uso
público a las aguas al menos desde la dictación del Código Civil, con algunas
excepciones que fueron eliminadas en 1967. Por consiguiente, puede decirse
con seguridad que todos los derechos de aprovechamiento hoy vigentes fueron
concedidos ab initio como derechos de aprovechamiento sobre bienes del
dominio público.
Conforme al texto original del artículo 595 del Código Civil, "Los ríos y todas
las aguas que corren por cauces naturales, son bienes nacionales de uso
público". A tal principio el inciso 2º introducía una excepción: "Exceptúanse las
vertientes que nacen y mueren dentro de una misma heredad: su propiedad,
uso y goce pertenecen a los dueños de las riberas, y pasan con éstas a los
herederos y demás sucesores de los dueños". Como se observa, el Código
distinguía entre aguas públicas y aguas privadas.
Todas las aguas del territorio nacional son bienes nacionales de uso público.
83
De esta forma, la reforma constitucional de la ley Nº 16.615 incorporó un nuevo inciso 6º al artículo 10
Nº 10 de la Constitución vigente en ese momento (1925).
84
Cuando nos refiramos en la Tercera parte a la protección constitucional del derecho de
aprovechamiento, con especial referencia al problema de la expropiación y su indemnización, tendremos
que volver sobre la racionalidad de la legislación aquí transcrita.
595 del Código Civil, reemplazando dicha disposición por la que hoy está
vigente y que ha sido citada más arriba.
21. ¿Por qué las aguas son bienes nacionales de uso público? Es importante
detenerse en las razones que justifican el hecho de que la ley declare a las
aguas bienes nacionales de uso público. En principio, por supuesto, una
disposición legislativa como la comentada se independiza de sus razones, por
lo que su justificación puede parecer una cuestión puramente "académica" o
"teórica". Pero —como veremos— esto será importante para después, cuando
nos preguntemos, primero, cómo puede ser compatible con la publificación de
las aguas el régimen de apropiación que rige para los derechos de
aprovechamiento y, luego, qué relevancia tiene que el objeto sobre el cual se
constituyen derechos de aprovechamiento sea un bien nacional de uso público.
Una función esencial de las aguas que desde un comienzo estuvo presente
fue su uso público en sentido estricto, es decir, su uso con el objeto de dar
satisfacción de necesidades básicas de todos. Pero las aguas no solo cumplen
esa función. Las aguas son también cruciales para el desarrollo económico en
virtud de la importancia de su utilización en diversos procesos productivos.
Estas múltiples funciones que cumple el agua es lo que Celume denomina la
"polifuncionalidad de las aguas":
Esto es, que sus características físicas las hacen necesarias para la
realización de un número cada vez más amplio de actividades. Un listado
taxativo de tales fines nos parece imposible, de modo que valga una
enunciación ejemplar: las aguas son utilizadas, más bien indirectamente,
para fines de navegación, pesca, deportes, como también, ahora
directamente, para actividades de riego, generación de energía hidráulica o
fines sanitarios85.
Lo que, entonces, debe ser notado con particular atención es que el agua es
un bien económico, es decir, un bien que tiene un valor susceptible de ser
avaluado en términos monetarios y por la misma razón apto para ser adquirido
en el mercado. Por lo demás, es un hecho evidente que hoy en día el agua es,
además, un recurso crecientemente escaso, lo que viene a acentuar su
carácter económico.
Lo que esto implica es que el agua no solo sirve para fines de uso público
sino también para fines de utilidad privada. Esta dualidad de aspectos a los que
el agua sirve podría corresponderse una dualidad de régimen, de modo que el
agua podría ser de dominio público o de dominio privado. Sin embargo, como
ha señalado el profesor Eduardo García de Enterría,
85
CELUME, Régimen público de las aguas, p. 14. La declaración de motivos de la Ley de Aguas de 1985
en España reconoce ambas características: "El agua es un recurso natural escaso, indispensable para la
vida y para el ejercicio de la inmensa mayoría de las actividades económicas; es irreemplazable, no
ampliable por la mera voluntad del hombre, irregular en su forma de presentarse en el tiempo y en el
espacio, fácilmente vulnerable y susceptible de usos sucesivos".
86
GARCÍA DE ENTERRIA y FERNÁNDEZ, Curso de Derecho Administrativo, p. 151.
En estas circunstancias debe destacarse el hecho de que la ley chilena
declara al agua un bien nacional de uso público, es decir, un bien que forma
parte del dominio público. Esta consideración es central en la medida en que
bienes económicos, escasos y que se consumen con su uso, son por regla
general bienes de carácter privado. Pese a lo anterior, la legislación de 1981,
que estableció el Código de Aguas actualmente vigente, mantuvo y reconoció
la calificación pública de las aguas como un bien nacional de uso público.
Esto es lo que debe leerse en el artículo 5º del Código de Aguas, que incluso
en el contexto de una transformación legislativa de corte notoriamente
privatizador no pudo negar que las aguas son bienes nacionales de uso
público.
LOS DERECHOS DE APROVECHAMIENTO DE AGUAS
Pues bien, la técnica que ahora nos interesa consiste en extender esta
categoría de bienes demaniales a cosas que no están volcadas a servir de
soporte físico a una función pública propiamente dicha (uso público, servicio
público), sino a producir bienes dentro del tráfico privado; es el tipo de bienes
demaniales que el artículo 339 llama 'destinados al fomento de la riqueza
nacional' y son concretamente dos: aguas y minas 87.
Artículo 5º Las aguas son bienes nacionales de uso público y se otorga a los
particulares el derecho de aprovechamiento de ellas, en conformidad a las
disposiciones del presente Código.
Una cuestión que debe ser considerada con cuidado es si entre estos dos
artículos hay o no antinomia. Si es, dicho de otro modo, contradictorio
reconocer derechos de dominio privado sobre derechos de aprovechamiento
de un bien nacional de uso público. Por ahora podemos decir, descansando en
el argumento de la primera parte, lo siguiente: si el uso privativo del artículo 6º
puede ser entendido como una manera de realizar el fin público y de interés
general a los que las aguas como bien nacional de uso público sirven, no hay
contradicción. Si, por el contrario, el uso privativo implica que ahora el titular del
87
Ibíd. La referencia es al artículo 339 del Código Civil español.
derecho de aprovechamiento tiene un derecho de dominio que cuenta
constitucionalmente como un ámbito de protección de autonomía, por lo que
tiene un espacio de libertad constitucionalmente protegido frente al legislador,
entonces hay una antinomia.
Dicho de otro modo: si la lógica que justifica el uso privativo que implica el
derecho de aprovechamiento de las aguas es que este sea compatible con su
contenido público, entonces habrá que entender que la decisión legislativa
recurrió a la técnica de derechos privados de aprovechamiento para realizar el
contenido público del agua. Pero esto implica que los derechos de dominio
sobre los derechos de aprovechamiento son manifestaciones de una lógica
regulatoria que atiende a las características especiales del agua como bien
nacional de uso público, y no son, por tanto, derechos constituidos sobre
bienes apropiables. Conforme a lo dispuesto por el artículo 19 Nº 23 de la
Constitución Política y a lo explicado más arriba (§ 6), esto implica que los
derechos de aprovechamiento no gozan de la protección constitucional del
derecho de dominio, porque no son derechos constituidos sobre bienes
apropiables.
23. El contenido privado del régimen de las aguas bajo el Código de 1981. El
régimen chileno de las aguas está claramente entre los más liberalizados del
mundo88. El Código de Aguas, creado en 1981, consciente y acuciosamente
estableció reglas que configuraron la institucionalidad necesaria para que
funcionara un mercado de derechos de agua. Esta afirmación es
incontrovertible. Como señala Francisco Segura:
88
Como lo ha señalado C.J. Bauer, experto en aguas, "La significación internacional del Código de Aguas
chileno de 1981 se debe a su único y extremo enfoque de libre mercado en la gestión del agua como un
bien de mercado (...). Desde los años 90, la fama del modelo chileno -normalmente se conoce
simplemente como 'Chilean water markets'- se ha expandido entre los expertos internacionales y
latinoamericanos". BAUER, Siren song: chilean water law as a model for international reform, pp. 31-32 (la
traducción es nuestra).
mercado como asignador final de los recursos, lo que no existe (con esta
intensidad) en ninguna de las legislaciones modernas, aun en las naciones
más liberales89.
89
SEGURA, Derecho de Aguas, p. 221.
90
BAUER, Siren song..., pp. 31-32.
91
VERGARA, Derecho de Aguas, pp. 313 ss.
92
Ibíd., p. 314.
93
Ibíd., p. 315.
94
Ibíd.
de uso que los particulares deseen 95. La autoridad, por su parte, carece de
competencia para preferir un uso sobre otro y, al momento de asignar derechos
solicitados, está legalmente obligada a hacerlo o a iniciar un procedimiento que
es enteramente neutral respecto de los usos solicitados. Como señala Vergara,
la actual legislación de aguas chilena no privilegia ningún uso sobre otro. Así,
al momento de otorgar derechos nuevos, no hay preferencias legales de
unos usos sobre otros. Si, al momento de solicitarse las aguas,
simultáneamente existen varios interesados, la autoridad no puede privilegiar
a ningún solicitante sobre otro, sino que la legislación ha recogido un
mecanismo de mercado y debe llamarse a un remate público, con el objeto
de que sean los propios agentes privados los que, a través del libre juego de
la oferta y la demanda, busquen la asignación más eficiente, favoreciendo a
aquel que ofrezca los mejores precios96.
95
Un límite importante que estableció la ley Nº 20.017 es que ahora la Administración, al momento de
constituir nuevos derechos de aprovechamiento, tiene el deber de velar "por la preservación de la
naturaleza y la protección del medio ambiente, debiendo para ello establecer un caudal ecológico mínimo"
(art. 129 bis 1 CAg).
96
VERGARA, Derecho de Aguas, p. 316.
97
La ley Nº 20.017 de 2005 contiene la reforma más importante que se ha hecho hasta la fecha del
Código de Aguas de 1981 vigente. Dicha ley es el resultado de más de 13 años de dificultosa tramitación
legislativa. El proyecto de reforma, que fue ingresado en diciembre de 1992, contenía sustanciales
modificaciones al Código de Aguas, las que se fueron diluyendo en el transcurso de la tramitación del
proyecto (véase la historia de la ley Nº 20.017).
cantidad de agua que se necesita extraer, atendidos los fines invocados por
el peticionario en la memoria explicativa.
De esta forma, la ley Nº 20.017 pretendió evitar (eficazmente o no) tan solo
los usos especulativos del agua. Como señala Celume, "El legislador ya no
desea que los particulares puedan obtener, gratuitamente, derechos que
supuestamente no utilizarán"98. En todo caso, el objetivo no fue totalmente
logrado, en la medida en que el Código de Aguas no impide que el particular
acuda al mercado para adquirir derechos de aprovechamiento. De hecho, "la
Dirección General de Aguas no puede incidir porque no tiene herramientas para
impedir dicho intercambio, ni siquiera si existe una certeza técnica de que los
derechos no serán efectivamente utilizados" 99. Como señala Celume,
98
CELUME, Régimen público de las aguas, p. 326.
99
Ibíd., p. 327.
100
Ibíd., p. 331.
4. Tanto los antiguos como los nuevos titulares de derechos de aguas no
están sujetos a ningún impuesto o tarifa por la titularidad o uso de las aguas.
Por lo tanto, la obtención y conservación de los derechos de aguas son
totalmente gratuitas. La única excepción a la gratuidad es la que estableció la
ley Nº 20.017, en la medida en que impone a los titulares el deber de pagar una
patente en el caso de que no utilicen sus derechos de aprovechamiento 101.
101
El objetivo de la patente fue evitar la existencia de especulación con los derechos de aprovechamiento
de las aguas.
102
VERGARA, Derecho de Aguas, p. 317.
SOBRE LA TITULARIDAD DE LAS AGUAS Y DE LOS DERECHOS DE APROVECHAMIENTO
24. Nuevamente sobre la titularidad estatal sobre los bienes nacionales de uso
público. Una explicación posible del casi inexistente régimen público y de las
débiles facultades que la Administración ostenta frente a la asignación y
aprovechamiento del recurso es aplicación de la tesis general ya discutida
sobre la titularidad de los bienes nacionales de uso público. Dicha tesis,
recuérdese, afirmaba que el Estado no es titular de las aguas. Por eso,
concluye ahora, no es posible fundar una tutela pública sobre las mismas.
Vergara explica:
no existe en este caso de las aguas, como en otro recurso natural, una
declaración de propiedad "estatal": las aguas tienen ante toda nuestra
tradición legislativa nacional una condición de bien común, "que deban
pertenecer a la Nación toda" (como lo señala el art. 19 Nº 23 inc. 1º CP)103.
Aquí es posible ver cómo la tesis rechazada en general más arriba (§§ 14-
16), sobre la titularidad estatal de los bienes nacionales, es la que permite
ahora a Vergara afirmar que, como las aguas pertenecen a la nación, es decir,
a una entidad que no tiene personalidad jurídica, cuando se otorgan derechos
de aprovechamiento se otorga en los hechos un derecho de propiedad privada
sobre el bien, que permite aprovecharlo tal como lo hace el propietario:
arbitrariamente, a su arbitrio, tal como más arriba él mismo describía que los
derechos de aprovechamiento permiten a los particulares "usar, gozar y
disponer jurídicamente de las aguas a su entera libertad" 1104. En un párrafo
certero, Celume hace transparente que negar titularidad al Estado sobre las
aguas impide la tutela de la mismas:
103
VERGARA, "Las aguas como bien público (no estatal) y lo privado en el derecho chileno: evolución
legislativo y su proyecto de reforma", p. 66.
104
VERGARA, Derecho de Aguas, p. 314.
titulares de bienes o actividades". En este mismo sentido, a juicio de López
Menudo, las concesiones de aguas quedan sujetas a "(...) contrapartidas o
notas negativas que condicionan el derecho del concesionario y que definen
la posición jurídica de la Administración Pública en cuanto instancia titular de
las aguas y encargada de la irrenunciable tutela del interés público. En el
sistema jurídico chileno esta conclusión no es posible si entendemos que la
"titularidad" no es asignada a poderes públicos, sino a la nación 105.
105
CELUME, Régimen público de las aguas, pp. 187-188 (destacado en cursiva agregado, referencias
eliminadas).
UNA APARENTE CONTRADICCIÓN Y TRES MANERAS DE ENTENDERLA
106
VERGARA, "La libre transferibilidad de los derechos de agua. El caso del derecho chileno", p. 372.
107
CELUME, Régimen público de las aguas, p. 173.
108
Ibíd., p. 191.
De esta forma, entonces, la búsqueda de una "asignación eficiente" del
recurso como fin de la publificación es el argumento principal que se esgrime
para compatibilizar el carácter de bien nacional de uso público del agua con el
régimen privado de los derechos de aprovechamiento 109.
Esta identificación del fin que justifica la publificación es, sin embargo,
incorrecta. El objeto de la publicatiode las aguas no es la "asignación eficiente"
que ofrece el mercado, porque en ese caso la publicatio carecería
completamente de contenido. Si el fin de la publicatio es la negación de
la publicatio, ¿cuál sería el sentido de publificar en primer lugar? Como hemos
visto, la justificación más importante para que las aguas sean consideradas
bienes nacionales de uso público es que esto permite, a través de un régimen
público, la ordenación más racional del agua como recurso económico y como
recurso esencial, pero escaso. Ni siquiera en su aspecto económico la
publificación de las aguas tiene por objeto la asignación que ofrece el mercado,
sino que, como señala García de Enterría, el fomento de la riqueza nacional (y
no necesariamente el enriquecimiento individual).
26. Tres posibles soluciones. Para esta pregunta hay en principio tres
respuestas posibles:
a) La primera es pura y simplemente afirmativa. Tendría que sostener, por
ejemplo, que la declaración del artículo 5º del Código de Aguas y la del artículo
595 del Código Civil hoy carecen completamente de contenido, es pura forma.
Esta ficción en especial tiene tres consecuencias lógicas, cada una de las
cuales es aceptada como parte del derecho inglés y puede ser expresada
como sigue: primero, que no hay tierras alodiales (sin dueño); segundo, que
la Corona es el señor feudal final de toda la tierra en el reino, de modo que
toda tenencia reconocida es tenencia reconducible a la Corona; tercero, que
el título para todo derecho propietario puede ser probado por posesión
previa, incluso sin evidencia de una concesión real 111.
110
SIMPSON, A history of the land law, p. 3.
111
WONNACOTT, Possession of land, p. 37.
Pero aunque la forma feudal subsiste en el derecho inmobiliario inglés,
su contenido ha desaparecido enteramente:
Hay, sin embargo, una razón por la que, si la tercera posibilidad a ser
analizada no es sostenible, la primera ha de ser elegida a esta segunda. Esa
razón es que la primera tesis, aunque le imputa una incoherencia al legislador,
al menos mantiene una idea de dominio público que tiene contenido. En efecto,
para llegar a la conclusión de que hay una contradicción flagrante entre el
carácter público del agua y el régimen de los derechos de aprovechamiento es
necesario manejar una comprensión del dominio público que tenga suficiente
contenido como para estar en contradicción con el régimen de los derechos de
aprovechamiento. La alternativa ahora considerada, que buscar evitar imputarle
una contradicción al legislador, asume que el dominio público carece
completamente de contenido, de modo que es compatible con cualquier
régimen de aprovechamiento. Así ella abandona la idea de dominio público,
transformándola en una categoría puramente formal, que se satisface con una
sola declaración (como la del artículo 595 del Código Civil), sin que tenga
consecuencia alguna para el régimen jurídico de uso de esos bienes.
Nadie puede, en caso alguno, ser privado de su propiedad, del bien sobre
que recae o de alguno de los atributos o facultades esenciales del dominio,
sino en virtud de ley general o especial que autorice la expropiación por
causa de utilidad pública o de interés nacional, calificada por el legislador
(art. 19Nº 24 inc. 3º).
Esto quiere decir que, en la medida en que la aplicación del nuevo régimen a
derechos ya constituidos implique una "privación" en términos del artículo 19
Nº 24 inciso 3º, dicha aplicación sería contraria a la Constitución. Aquí también
la distinción ya anunciada entre el contenido del régimen de los derechos de
aprovechamiento de aguas y su estatus constitucional es relevante. En efecto,
si el fundamento del régimen actual de los derechos de aprovechamiento es un
juicio de oportunidad legislativo sobre la mejor forma de realización del
contenido público del agua, y no el reconocimiento de una esfera de autonomía
y de libertad a los individuos, entonces la posibilidad de que ese juicio
legislativo cambie debe ser reconocida con una mayor intensidad que en los
demás casos, y las restricciones al efecto retroactivo de la nueva legislación
deben ser concordantemente más débiles.
Esta cuestión tiene varias dimensiones, de las cuales nos referiremos a tres:
(a) la cuestión del tipo de ley que en términos constitucionales es la que está
habilitada para fijar el régimen de los derechos de aprovechamiento; (b) las
restricciones, si alguna, que el derecho a desarrollar cualquier actividad
económica impone en el mismo sentido al legislador, y (c) la de las
restricciones, si alguna, que la garantía constitucional del derecho de dominio
impone al legislador al momento de fijar el régimen de los derechos de
aprovechamiento.
113
Esto quiere decir que se aprueba, de acuerdo al artículo 66 inciso final de la Constitución, con la
mayoría de los miembros presentes de cada Cámara. De acuerdo al artículo 56 de la Constitución, la
Cámara de Diputados y el Senado no podrán entrar en sesión ni adoptar acuerdos sin la concurrencia de
la tercera parte de sus miembros en ejercicio.
Esto significa que los derechos de aprovechamiento sobre las aguas se
encuentran protegidos por la garantía de la propiedad y están sujetos en su
configuración, en su aspecto formal, a lo que el artículo 19 Nº 24 establece,
Las que son objeto de codificación, sea civil, comercial, procesal, penal u
otra;
Las que fijen las normas sobre enajenación de bienes del Estado o de las
municipalidades y sobre su arrendamiento o concesión;
Una ley de quórum calificado y cuando así lo exija el interés nacional puede
establecer limitaciones o requisitos para la adquisición del dominio de
algunos bienes.
contratación de empréstitos cuyo vencimiento exceda del término de duración del respectivo período
presidencial) escapa a esta sistematización.
El Tribunal Constitucional ha llegado a la misma conclusión en la más
importante sentencia relativa a derechos de aprovechamiento sobre las
aguas116. Refiriéndose a la adquisición del derecho de aprovechamiento, ha
señalado que
En efecto,
116
Se trata de la sentencia rol Nº 260-97 del Tribunal Constitucional. Dicha sentencia fue el resultado de
un requerimiento presentado por más de 30 diputados, en 1997, durante la difícil tramitación del proyecto
de reforma al Código de Aguas presentado por el Ejecutivo en 1992 (y que terminaría 12 años después en
la ley Nº 20.017). En dicho requerimiento los diputados alegaban, entre otras cosas, la
inconstitucionalidad de que las normas del proyecto de ley se estuvieren tramitando de acuerdo a las
reglas de aprobación de la ley ordinaria (mayoría simple) y no a los quórum calificados de aprobación que
exigía el artículo 19 Nº 23 inciso 2º (mayoría absoluta de los diputados y senadores en ejercicio). Sin
embargo, el Tribunal Constitucional rechazó el requerimiento en todas sus partes.
117
Sentencia rol Nº 260-97, considerando número 15.
118
Sentencia rol Nº 260-97, considerando número 9.
119
Sentencia rol Nº 260-97, considerando número 17.
32. La libertad de desarrollar cualquier actividad económica. Cabe preguntarse
si las regulaciones al derecho de aprovechamiento (y sus eventuales
intensificaciones por decisión legislativa) afectan la libertad económica, tal
como está consagrada en el artículo 19 Nº 21 de la Constitución, el cual
establece
120
Sentencia rol Nº 513-06, considerando vigésimo.
121
El requerimiento impugnaba la inaplicabilidad por inconstitucionalidad del inciso segundo del artículo
primero transitorio de la ley Nº 20.017.
122
Sentencia rol Nº 513-06, considerando vigésimo.
33. El derecho de dominio: ¿constitucionalización del régimen del Código
Civil? El mercado de los derechos de aprovechamiento, tal cual está
institucionalmente consagrado y protegido por el Código de Aguas, no viene
exigido por el artículo 19 Nº 24 de la Constitución (ni por ninguna otra
disposición constitucional). La Constitución no protege el régimen actual en el
sentido de hacerlo intangible frente a modificaciones legislativas. Esta es la
consecuencia más importante que se sigue del carácter de bien nacional de
uso público de las aguas: no estamos tratando aquí de un derecho de
propiedad constitucionalmente garantizado en los mismos términos, sino de un
régimen de aprovechamiento constituido precisamente sobre bienes que la ley
siempre ha declarado que deben pertenecer a la nación toda.
125
En esta materia es interesante el caso del decreto ley Nº 2.695 de 1979, regulación que se dicta con el
objeto de beneficiar a las personas de menos recursos que, por desconocimiento de la ley, falta de
medios económicos o por otras razones plausibles, no habían adquirido la propiedad sobre un inmueble
siguiendo las formalidades previstas en el Código Civil. De acuerdo al estatuto del decreto ley, el
poseedor de un inmueble que cumpla ciertas características que demuestre la existencia de posesión
material continua y exclusiva, sin violencia ni clandestinidad, durante cinco años a lo menos (art. 2º),
puede inscribir dicho inmueble a su nombre adquiriendo así la calidad de poseedor regular, para luego
adquirir por prescripción el dominio de dicho inmueble, una vez transcurrido un año completo de posesión
inscrita no interrumpida (art. 15). La discusión sobre la constitucionalidad de sus disposiciones ha sido
intensa y emana de impugnaciones particulares que reclaman, básicamente, que dicho estatuto afecta el
derecho de propiedad consagrado en el artículo 19 Nº 24 en la medida que permite al poseedor material
de un inmueble, luego de inscribir el bien poseído, adquirir su dominio por prescripción luego de un año,
perdiéndolo de esta forma el antiguo dueño. La Corte Suprema primero y el Tribunal Constitucional con
posterioridad a 2005 han tenido que decidir una gran cantidad de recursos de inaplicabilidad en contra de
alguna de las normas del decreto ley Nº 2.695. Por eso, en una interesante sentencia de 2010 (rol Nº
1298), el Tribunal Constitucional ha buscado clarificar la discusión, con ánimo de zanjar la controversia
que ha suscitado dicho cuerpo legal. En dicha sentencia, el Tribunal Constitucional correctamente señala
que "la Constitución no establece un tipo de propiedad determinada. La Constitución no reconoce una
única propiedad sino la propiedad 'en sus diversas especies'. No hay, por tanto, una sola propiedad, sino
tantas como el legislador configure" (considerando cuadragésimo cuarto). De esta forma, reitera el
Tribunal, "no hay en la Constitución un modelo a partir del cual se configuren las distintas propiedades. En
este sentido, el constituyente se mantiene neutro frente a las preferencias constitutivas del legislador al
momento de definir 'el modo de adquirir la propiedad, de usar, gozar y disponer de ella y las limitaciones y
obligaciones que deriven de su función social'. No existe una legislación que haya sido erigida por el
constituyente en modelo de todas las demás propiedades. Ello habría significado constitucionalizar una
determinada legislación; rigidizar las definiciones del legislador" (considerando cuadragésimocuarto).
Sobre el D.L. Nº 2.695 y en general el problema de la regularización de la posesión, véase ATRIA,
"Derechos reales", pp. 65-84.
las limitaciones y obligaciones que deriven de su función social. Esta
comprende cuanto exijan los intereses generales de la Nación, la seguridad
nacional, la utilidad y la salubridad públicas y la conservación del patrimonio
ambiental.
Ya hemos observado que podría sostenerse que el sentido del régimen legal
de las aguas del Código de Aguas de 1981 es precisamente negar que las
aguas son bienes nacionales de uso público. Pero también hemos observado
que si ese es efectivamente el caso, la ley se niega a sí misma, porque tan
parte de la ley es dicho régimen propietario como la declaración del artículo 5º
del Código de Aguas (y del art. 595 CC) de que las aguas son bienes
nacionales de uso público. Por consiguiente (recuérdese la tercera posibilidad
defendida más arriba, en el § 26), debe entenderse que el régimen de
los derechos de aprovechamiento no niega, sino que pretende realizar la idea
de que las aguas son bienes nacionales de uso público. Esto implica que es
necesario tomarse en serio las dos características que parecen ser negadas
por el régimen legal de las aguas, y mostrar cómo ellas solo aparentemente
niegan la publificación de las aguas. Por eso ahora debemos preguntarnos:
¿cuál es el contenido jurídico de estos dos aspectos aparentemente negados?
¿Cómo influyen estos aspectos en la configuración del régimen de los
derechos de aprovechamiento?
126
Véase COHEN, "Property and sovereignity". En dicho trabajo Cohen muestra la relación entre propiedad
y el concepto político de soberanía. El objeto del autor es llamar la atención del potencial dominador de la
propiedad, es decir, de cómo el dominio sobre las cosas puede transformarse en imperio sobre los demás
seres humanos. Al igual que Cohen, Larissa Katz, hoy, utiliza la analogía entre propiedad privada y
soberanía no para mostrar cómo la propiedad puede implicar la imposición de obligaciones sobre otros,
sino para enfatizar la posición suprema que se haya en dueño para decidir cómo ha de ser usada y
aprovechada la cosa de la cual se es propietario (véase KATZ, "Exclusion and exclusivity in property law").
porque (i) los bienes nacionales de uso público existen para servir un interés de
todos, no un interés particular, y por eso (ii) están precisamente excluidos del
ámbito en el cual las personas tienen constitucionalmente garantizada la
libertad de adquisición.
(i) Recuérdese que en esta primera sección de la tercera parte nos estamos
refiriendo solo a los límites materiales de la potestad legislativa cuando se trata
de introducir un régimen distinto del actualmente vigente. La cuestión de la
aplicabilidad de este régimen a los derechos constituidos o reconocidos con
anterioridad a su entrada en vigencia será discutida en la siguiente sección.
(ii) ¿No podría decirse que el argumento anterior, que niega protección
constitucional al derecho de dominio sobre derechos de aprovechamiento de
bienes nacionales de uso público, ignora la regla del inciso final del artículo 19
Nº 24 de la Constitución? Como está visto, dicha regla declara precisamente
que sobre los derechos de aprovechamiento reconocidos o constituidos
conforme a la ley su titular tendrá un derecho de dominio. A esto debemos
responder negativamente. En primer lugar, la regla del inciso final muestra,
precisamente, que el dominio sobre los derechos de aprovechamiento de
aguas no es un caso más del derecho de dominio al que el artículo 19 Nº 24
hace referencia, porque, si fuera así, el inciso final sería innecesario (y es un
principio básico de interpretación jurídica el que está contenido en el artículo
1562 del Código Civil, respecto de la interpretación de los contratos: "El sentido
en que una cláusula puede producir algún efecto, deberá preferirse a aquel en
que no sea capaz de producir efecto alguno"). En efecto, es claro que el
derecho de aprovechamiento es, conforme a lo dispuesto en el artículo 565 del
Código Civil, una cosa incorporal, y no es necesaria la regla del inciso final del
artículo 19 Nº 24 para concluir que sobre las cosas incorporales hay un
derecho de dominio constitucionalmente protegido: eso ya está especificado en
el inciso 1º del Nº 24 ("la Constitución asegura a las personas (...) El derecho
de propiedad en sus diversas especies sobre toda clase de bienes corporales
o incorporales").
Lo mismo puede decirse, en un caso más cercano al que nos interesa, de las
concesiones de servicios públicos de telecomunicaciones. En efecto, conforme
al artículo 28 de la Ley Nº 18.168 General de Telecomunicaciones,
A los países que estén en vías de implementar una nueva legislación, se les
sugiere que bajo ningún concepto otorguen derechos de aguas sin obligación
de hacer uso efectivo y beneficioso de ellos en un plazo determinado. La
legislación comparada ofrece ejemplos más que suficientes de los problemas
que genera omitir esa obligación y de las manipulaciones especulativas a las
que queda expuesto un recurso fundamental como es el agua 129.
130
El artículo 42 del Código de Aguas de 1951 establecía que "Si se presentaren diversas solicitudes de
merced para unas mismas aguas, su concesión se hará en el siguiente orden de preferencia: 1. Bebida y
servicio de agua potable de las poblaciones y centros industriales; 2. Usos domésticos y saneamiento de
poblaciones, y 3. Otros usos. Dentro de cada clase serán preferidas las actividades de mayor importancia
y utilidad, y en igualdad de condiciones preferirán según las fechas de sus solicitudes".
131
Una de las reformas importantes de la ley Nº 20.017 fue que ella dispuso que los solicitantes de
derechos de aprovechamiento de agua deben acompañar una memoria explicativa en la que se señale la
cantidad de agua que se necesita extraer según el uso que se le dará. Sin embargo, esta regla no implica
una autorización para que la autoridad priorice unos usos sobre otros, sino solo la faculta de negarse a
conceder derechos de aprovechamiento en que exista una desproporción manifiesta entre lo solicitado y
los usos declarados.
materia de ley simple. Como ha señalado el Tribunal Constitucional en su
sentencia rol Nº 260,
(...)
136
STC rol Nº 2512-2013, considerando segundo.
42. Vinculación entre derecho y uso. Disposición del derecho y uso de las
aguas de acuerdo a su petición. Durante la vigencia del Código de Aguas de
1951, los derechos de aprovechamiento solo podían ser utilizados para los
fines para los cuales se habían concedido. Si el titular del derecho de
aprovechamiento quería destinarlo a un uso diverso, se requería de la
autorización administrativa correspondiente. De hecho, el incumplimiento de la
obligación de uso de los derechos de aprovechamiento para los fines que fue
solicitado y concedido podía tener como consecuencia la caducidad del
derecho de aprovechamiento concedido137.
Lo más cercano a una vinculación entre derecho y uso que tiene el Código de
Aguas actualmente vigente, luego de la reforma de la ley Nº 20.017, es la
exigencia de que el solicitante de derechos de aprovechamiento ha de
acompañar una "memoria explicativa" de la cantidad de agua que se desea
extraer, según el uso que se le dará (art. 40 CAg).
137
Artículo 30 CAg de 1951: "La Dirección General de Aguas podrá declarar caducados en todo o en parte
los derechos de aprovechamiento, cualquiera que haya sido su origen, en los siguientes casos: (...) b) Si
se da a las aguas una utilización diversa de la señalada en la concesión infringiendo lo dispuesto en el
artículo 39 de este Código".
138
CELUME, Régimen público de las aguas, p. 326.
personam), es constitucionalmente admisible139. De nuevo, porque el derecho
de propiedad que la Constitución garantiza respecto de los derechos de
aprovechamiento ha de ser sensible al hecho de que precisamente recae sobre
un derecho de uso (privativo) que fue concedido sobre un bien de dominio
público.
139
De esta forma, los derechos de aprovechamiento podrían ser vendidos, pero unido al derecho que se
transfiere ha de ir el uso por el cual fue concedido.
RETROACTIVIDAD Y VIGENCIA INMEDIATA DE UNA REFORMA AL RÉGIMEN DE LAS
AGUAS
No obsta a esto la regla contenida en el artículo 9º del Código Civil: "La ley
puede solo disponer para lo futuro, y no tendrá jamás efecto retroactivo". La
razón es clara: el Código Civil no es sino una ley, y una ley no puede vincular al
legislador futuro, porque en la medida en que entre una ley antigua y una
nueva haya contradicción, la cuestión en principio se soluciona siempre en
favor de la ley nueva (art. 52 CC). Pero, entonces, ¿qué sentido tiene el artículo
9º de Código Civil? Tradicionalmente se le ha entendido como una regla
dirigida al intérprete (al juez, principalmente): en principio, las leyes han de ser
interpretadas en el entendido de que no tengan efecto retroactivo. Si de la
interpretación de la ley fluye su efecto retroactivo, entonces tendrá efecto
retroactivo y a su respecto el artículo 9º del Código Civil se entenderá
tácticamente derogado. En caso contrario, la regla del artículo 9º inclina la
balanza a favor de la irretroactividad.
Por eso es importante determinar qué quiere decir que una ley tenga efecto
retroactivo (a veces se usa para eso un criterio formal: la retroactividad de la
ley depende del hecho de que contenga artículos transitorios 140. Esto puede ser
una indicación en general útil, pero es evidente que no puede ser una
consideración decisiva). Para eso la Ley sobre Efecto Retroactivo de las Leyes
contiene algunos criterios que más adelante serán considerados. Por ahora, lo
que importa es que no hay una proscripción general, de rango constitucional,
de la retroactividad de la ley análoga a la regla del artículo 9º del Código Civil
(que, por lo visto, no limita al legislador).
140
ALESSANDRI, Somarriva y Vodanovic, Tratado de los Derechos Reales, p. 222.
Aunque no hay una prohibición general de retroactividad, la Constitución
contiene dos reglas que en particular limitan el efecto en el tiempo de la ley:
una explícita y otra implícita. La explícita se refiere a la responsabilidad penal:
Ningún delito se castigará con otra pena que la que señale una ley
promulgada con anterioridad a su perpetración, a menos que una nueva ley
favorezca al afectado (art. 19 Nº 3 inc. 8º CPol).
La regla implícita que limita la libertad del legislador para dictar leyes
retroactivas es la protección constitucional del dominio. Se ha leído una
limitación a la retroactividad de la ley en la siguiente disposición constitucional,
citada ya más arriba:
Nadie puede, en caso alguno, ser privado de su propiedad, del bien sobre
que recae o de alguno de los atributos o facultades esenciales del dominio,
sino en virtud de ley general o especial que autorice la expropiación por
causa de utilidad pública o de interés nacional, calificada por el legislador
(art. 19 Nº 24 inc. 3º CPol).
141
Artículo 6º CAg: "El derecho de aprovechamiento es un derecho real que recae sobre las aguas y
consiste en el uso y goce de ellas, con los requisitos y en conformidad a las reglas que prescribe este
Código" (destacado agregado).
cuando su ejercicio se sujete a las reglas de esta última. En efecto, el artículo
12 establece que
Todo derecho real adquirido bajo una ley y en conformidad a ella, subsiste
bajo el imperio de otra; pero en cuanto a sus goces y cargas y en lo tocante a
su extinción, prevalecerán las disposiciones de la nueva ley, sin perjuicio de
lo que respecto de mayorazgos o vinculaciones se hubiese ordenado o se
ordenare por leyes especiales.
Esta regla que hemos construido por paráfrasis a partir del artículo 12 de la
Ley sobre Efecto Retroactivo de las Leyes es, por último, la que la propia
Constitución de 1980 contempló para regular su propia entrada en vigencia,
respecto de otras concesiones sobre bienes nacionales: las minas. En efecto,
conforme a la disposición segunda transitoria del texto constitucional,
(a) Desde la constitución del derecho hasta la entrada en vigencia del nuevo
régimen
Para que la nueva ley no tenga efectos retroactivos, en principio, todos los
actos relacionados con el derecho de aprovechamiento, realizados antes de la
entrada en vigencia del nuevo régimen quedan firmes; dichos actos se rigen
por la ley antigua, es decir, por el régimen vigente al momento de su
realización. La nueva ley tendría efectos retroactivos solo en caso de aplicarse
a situaciones acaecidas antes de la vigencia de la ley. Un caso de este tipo
ocurriría, por ejemplo, si la ley declarase extinguidos de pleno derecho todos
los derechos de aprovechamiento que no hayan cumplido los requisitos o
condiciones impuestas por la nueva ley para constituirlos. O si se pretendiera
que una nueva causal de caducidad (por ejemplo, por no uso) implica, al
momento de dictación de la ley, la caducidad inmediata por el no uso de los
derechos constituidos y existentes conforme a la legislación antigua que no se
hayan usado.
En la medida en que la nueva ley permita que los titulares sigan disfrutando
de sus derechos de aprovechamiento concedidos no hay
retroactividad, aunque sujete su ejercicio a un nuevo régimen, con nuevas
condiciones y cargas. La nueva ley es retroactiva si es que el nuevo régimen se
aplica a las situaciones pasadas; pero no lo es, si los actos relacionados con el
ejercicio del derecho de aprovechamiento, realizados con posterioridad a la
entrada en vigencia del nuevo régimen, se rigen por las nuevas reglas.
De hecho, esto es coherente con los principios generales que rigen los
efectos que han de tener las leyes: vigencia inmediata y hacia el futuro
(irretroactividad). En efecto, ambos principios se ven aplicados si la nueva ley,
con su régimen, empieza a regir desde su dictación y solo se aplica a los actos
que se realicen desde ese momento.
Esta regla es del todo coherente con la declaración legislativa que la ley
hacía respecto del agua. Dicha declaración, por lo demás, fue autorizada por la
reforma constitucional de la ley Nº 16.615. Como hemos visto (§ 20), esta
reforma constitucional, que en parte se incorporó al artículo 10 Nº 10 inciso 6º
de la Constitución de 1925, no solo autorizó a la ley a declarar las aguas bienes
nacionales de uso público, sino también estableció un régimen de
indemnización particular, a saber:
La ley podrá reservar al dominio nacional de uso público todas las aguas
existentes en el territorio nacional y expropiar, para incorporarlas a dicho
dominio, las que sean de propiedad particular. En este caso, los dueños de
las aguas expropiadas continuarán usándolas en calidad de concesionarios
de un derecho de aprovechamiento y solo tendrán derecho a la
indemnización cuando, por la extinción total o parcial de ese derecho, sean
efectivamente privados del agua suficiente para satisfacer, mediante un uso
racional y beneficioso, las mismas necesidades que satisfacían con
anterioridad a la extinción.
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