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«Solo los inmortales»: Lord Dunsany; relato y análisis.

Solo los inmortales (Alone the Immortals) —a veces traducido como: Solo entre inmortales—
es unrelato fantástico del escritor británico Edward John Moreton Drax Plunkett, 18th
Barón de Dunsany, más conocido como Lord Dunsany (1878-1957), autor de algunas de las
más extraordinariasantologías del siglo XX, entre ellas, la que alberga esta notable
historia: Cincuenta y un cuentos(Fifty-one Tales), publicada en 1915.

Solo los inmortales es un relato acerca de la muerte y la vaga noción que, como mortales,
podemos hacernos sobre la inmortalidad.

Si bien el relato serviría de inspiración tanto para el concepto de inmortalidadque


baraja J.R.R. Tolkien en El Señor de los Anillos (The Lord of the Rings)como para el Ciclo
Onírico de H.P. Lovecraft, la elegancia de Lord Dunsanyse aleja de las concepciones físicas
del horror; en cambio, propone un horror atávico, arquetípico, con cualidades verdaderamente
grandiosas.

Lord Dunsany abre el camino hacia la tierra de los inmortales, naturalmente desértica, yerma,
estéril, donde los años que transcurren y los que han muerto se unifican en las arenas
inmemoriales.

Solo los inmortales.


Alone the Immmortals, Lord Dunsany (1878-1957)

Escuché decir que, muy lejos de aquí, en un despreciable lugar del desierto de Cathay, y en un
país dedicado a invernar, están todos los años que han muerto. Y hay cierto valle que los
encierra y los oculta, según el rumor, del mundo, pero no de la vista de la luna ni de aquellos
que los sueñan.

Entonces dije: iré desde aquí por los senderos del sueño y llegaré a ese valle y entraré con luto
por los buenos años que han muerto. Tomaré una corona, una corona funeraria, y la pondré a
sus pies como signo de mi pena por sus destinos.
Y cuando busqué entre las flores, entre las flores para mi corona funeraria, el lirio pareció
demasiado grande y el laurel me pareció muy solemne, y no encontré nada lo bastante delicado
ni valioso como para entregar como ofrenda a los años que habían muerto. Y al final hice una
delgada corona de margaritas, de una forma que ya había visto hacer, para uno de los años que
había muerto.

Esto, —dije—, es menos sutil o valioso que cualquiera de aquellos olvidados años. Entonces
tomé con mi mano la corona y fui hacia allí. Y cuando llegué por las rutas del misterio a esa
romántica tierra, donde estaba el valle nombrado en el rumor, busqué entre la hierba aquellos
pobres años para los que yo había traído mi dolor y mi corona. Y cuando vi que no había nada
en la hierba, dije: el Tiempo los ha quebrado y barrido y no ha dejado ningún resto perceptible.

Pero mirando hacia arriba, al resplandor de la luna, repentinamente vi al Coloso sentado,


elevándose y borrando las estrellas y cubriendo la noche con negrura; y a los pies de ese ídolo
vi reyes que rezaban y hacían reverencias y los días que son y todas las veces y todas las
ciudades y todas las naciones y todos sus dioses. Ni el humo del incienso ni la combustión de
sacrificios alcanzaban sus colosales cabezas, estaban ahí para no ser alcanzados, para no ser
derribados, para no ser despojados.

—¿Quienes son? —interrogué

Alguien respondió: "solo los Inmortales."

Y yo dije con tristeza: no vine a ver dioses pavorosos, sino que vine a verter mis lágrimas a los
pies de ciertos pequeños años que están muertos y que jamás volverán.

Y Él me respondió: estos SON los años que están muertos, sólo los inmortales; todos los años
son Sus hijos. Ellos modelaron sus sonrisas y sus risas; todos los reyes de la tierra fueron
coronados por Ellos, todos los dioses fueron creados por Ellos; todos los hechos y eventos
fluyen desde sus pies como un río, los mundos son piedras que Ellos han arrojado al aire, y el
Tiempo y todas sus centurias postradas detrás con crestas doblegadas en símbolo de vasallaje a
Sus potentes pies.

Cuando escuché esto, dí media vuelta con mi corona, y volví a mi propio y confortable hogar.

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