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2.

La disciplina: incidencia desde la reflexión foulcaultiana al sistema educativo

En este apartado mostraré que la disciplina como tecnología del poder produce relaciones
de subordinación entre alumno y maestro, las cuales construyen identidades individuales
de docilidad para ser incorporadas a la vida privada, pública y laboral. Para Foucault, es
evidente que desde el momento que se descubre el cuerpo como objeto de blanco y poder el
sistema educativo lo manipula, le da forma, le educa, para obedezca, responda y se vuelva
dócil a las fuerzas que lo manipulan. Asimismo, mostraré que el cuerpo que se aparta de la
disciplina es sometido a métodos de buen encausamiento por el panóptico u ojo del poder
que se encarga de someter al cuerpo a observación prolongada por métodos disciplinarios y
procedimientos de examen.

2.1 Los cuerpos dóciles

De entrada aclaro que únicamente busco revisar las tesis principales que sobre esto punto
desarrolla Michael Foucault en su texto Vigilar y castigar, por tanto, será delante donde
consideraré, la viabilidad de su proyecto filosófico educativo para nuestro tiempo.

Foucault quiere mostrarnos que el descubrimiento del cuerpo como objeto y blanco de
poder, tiene como punto de partida la figura ideal del soldado. “El soldado es por principio
de cuentas alguien a quien se conoce de lejos”5. Así, los signo para conocerlo son las
cabeza erguida, el estomago levantado, los hombros anchos, los brazos largos, los dedos
fuertes, el vientre hundido, los muslos gruesos, las piernas flacas, los pies secos, su vigor y
valentía; sin duda que estas características son necesarias para la agilidad y fortaleza. Para
lograr estos atributos el cuerpo del soldado tiene que ser disciplinado. Esto, según Foucault
dará lugar a que en la segunda mitad del siglo XVIII, “el soldado se convierta en algo que
se fábrica: de una pasta informe, de un cuerpo inepto, se ha hecho la maquina que se
necesitaba; se han corregido poco a poco las posturas; lentamente, una coacción
calculada recorre cada parte del cuerpo, lo domina, pliega el conjunto, lo vuelve
perfectamente disponible, y se prolonga, en silencio, en el automatismo de los hábitos; en
suma se ha expulsado al campesino y se le ha dado el aire del soldado”. 6 Se trata ahora de
adiestrar el cuerpo para convertirlo en algo dócil y obediente ante una orden. Sin duda de
una técnica de la disciplina militar capaz de controlar o corregir las operaciones del cuerpo.

Según Foucault esta manipulación del cuerpo estará presente en lo militar, familiar,
religioso, en la fábrica, pedagógico etc. Ahora, si nos adentraremos en la escuela como
lugar donde también domina el concepto de “docilidad” que une el cuerpo analizable al
cuerpo manipulable. “Es dócil el cuerpo que puede ser sometido, que puede ser utilizado,

5
Foucault, Michael. “Vigilar y castigar”. Nacimiento de la prisión. Siglo veintiuno editores. México. 1993.
Pág. 139.

6
Ibid. Pág. 139
8
que puede ser transformado y perfeccionado” 7. En efecto, el proceso enseñanza tiene como
centro el cuerpo del individuo al que somete bajo el código disciplinario para transformarlo
y enviarlo a la fábrica como alguien capaz de obedecer órdenes.

Para Foucault los esquemas de docilidad que tanto interés tenían en el siglo XVIII, no eran
novedosos, el cuerpo constituye el objeto de interés tan imperioso y tan apremiante; en toda
sociedad, el cuerpo queda prendido en el interior de poderes muy ceñidos, que le imponen
coacciones, interdicciones u obligaciones. Ahora lo que cambia en la modernidad es la
escala de control, pues ya no se trata el cuerpo en masa, sino en partes, de ejercer sobre él
una coerción débil, de asegurar presas al nivel mismo de la mecánica: movimientos, gestos,
actitudes, rapidez; poder infinitesimal sobre el cuerpo activo. “A continuación, el objeto de
control: no los elementos, o no ya los elementos significantes de la conducta o el lenguaje
del cuerpo, sino la economía, la eficacia de los movimientos, su organización interna; la
coacción sobre las fuerzas más que sobre los signos; la única ceremonia que importa
realmente es la del ejercicio”.8 Se requiere en el proceso de enseñanza un ejercicio
orientado por el control del cuerpo que dé como resultado en el tiempo aproximado, el
adiestramiento necesario para que el individuo pueda sincrónicamente desarrollar las
operaciones del cuerpo en el taller, la fábrica, la oficina, etc. Ahora para cumplir con este
objetivo el cuerpo debe ser objeto de observación en un tiempo prudencial, en el que se
pueda examinar si él individuo puede considerarse alguien normal, es decir, un individuo
útil y obediente.

Así, el cuerpo humano para Foucault “entra en un mecanismo de poder que lo explora, lo
desarticula y lo recompone. Una “anatomía política”, que es igualmente una “mecánica
del poder”, está naciendo; define como se puede hacer presa en el cuerpo de los demás, no
simplemente para que ellos hagan los que se desea, sino para que operen como se quiere,
con las técnicas, según la rapidez y la eficacia que se determina. La disciplina fábrica así
cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos dóciles”9.

Siguiendo a Foucault la invención de esta nueva “anatomía política” no obedece a un


descubrimiento repentino, sino a una multiplicidad de procesos con frecuencia menores, de
origen diferente, de localización diseminada, que coinciden, se repiten, o se imitan, se
apoyan unos sobre otros, se distinguen según su dominio de aplicación, entran en
convergencia y dibujan poco a poco el diseño de un método general. Se encuentran en los
colegios, desde época temprana; más tarde en las escuelas elementales; han invadido
lentamente el espacio hospitalario, y unas décadas han reestructurado la organización
militar. Han circulado a veces muy de prisa y de un punto a otro (entre el ejército y las

7
Foucault, Michael. Op. Cit. Pág. 140

8
Ibíd. Pág. 140.

9
Foucault, Michael. Op. Cit. Pág. 141-142.
9
escuelas técnicas o los colegios y liceos), otras veces lentamente y de manera muy discreta
(militarización insidiosa de los grandes talleres). Según Foucault, siempre se han impuesto
para responder a exigencias de coyuntura: aquí una innovación industrial, allá la
recrudescencia de ciertas enfermedades epidémicas, ahora la informática.

Así, en Foucault no existe la autonomía del sujeto que pregona la modernidad, lo que existe
es la microfísica del poder que invade cada vez más el cuerpo social entero. Desde la
familia hasta el Estado operan pequeños ardides dotados de un gran poder de difusión,
acondicionamientos sutiles, de apariencia inocente, pero en extremo sospechosas,
dispositivos que responden a intereses económicos o que persiguen coerciones entre ellas:
la prisión. En el campo educativo se vende el ardid de la competitividad individualista
entre los estudiantes; asimismo, carreras bajo el epíteto de futuro, pero lo que subyace en el
fondo es la disciplina del adiestramiento y la habilidad, encaminada a satisfacer no las
necesidades del individuo sino las demandas de la empresa. Ahora este encauzamiento de la
conducta, produce en la interiorización del individuo la creencia que el verdadero
trabajador, es aquél que es disciplinado y que ninguna orden le es indiferente; sin embargo,
lo que pasa es que el poder lo ha aprendido. Pero previo a esta aprehensión hay un proceso
que comenzó en la escuela con la minucia de los reglamentos disciplinarios, la mirada
puntillosa de las inspecciones, la sujeción a control de las menores partículas de la vida y
del cuerpo, y que finalmente dio a luz una racionalidad que se repite en la empresa.

Según Foucault la disciplina está relacionada al arte de las distribuciones y procede ante
todo a la distribución de los individuos en el espacio. Para ello emplea varias técnicas.

1) La disciplina exige a veces la clausura, la especificación de un lugar heterogéneo a todos


los demás y cerrado sobre sí mismo. Lugar protegido de la monotonía disciplinaria. En el
caso de los colegios el modelo de convento se impone poco a poco con una arquitectónica
que mantiene a los internos en orden y disciplina. Espacio arquitectónico que también se
extiende a otros centros de control y disciplina como el cuartel, la fábrica etc. Para Foucault
“La fábrica explícitamente de asemeja al convento, a la fortaleza, a una ciudad cerrada; el
guardián no abrirá las puertas hasta la entrada de los obreros, y luego que la campana
que anuncia la reanudación de los trabajos haya sonado; un cuarto de hora nadie tendrá
derecho a entrar; al final de la jornada, los jefes de taller tienen la obligación de entregar
las llaves al portero de la manufactura que abre entonces las puertas” 10. También, la
escuela es lugar de orden y seguridad, así tocada la campana se cierra la puerta de entrada
general y el salón de clases, para prevenir la fuga de alumnos durante el horario de clases.

2) Pero el principio de clausura no es ni constante no indispensable, ni suficiente en los


aparatos disciplinarios. Estos trabajan los espacios de una manera mucho más flexible y
más fina. Y según el principio de localización elemental o de la división en zonas. A cada
individuo su lugar; y en cada emplazamiento un individuo. Así, el espacio disciplinario
10
Foucault, Michael. Op. Cit. Pág. 146.
10
tiende a dividirse en tantas parcelas como cuerpos o elementos que repartir hay, es decir, la
disciplina organiza un espacio analítico. Para el sistema penitenciario celular, el individuo
delincuente tiene que permanecer aislado en un celda, pues la soledad necesaria del cuerpo
y el alma lo hará reflexionar sobre su proceder contrario a las normas de convivencia, para
que una vez pagado la pena pueda volver al seno de la sociedad como un individuo normal.

3) La regla de los emplazamientos funcionales va poco a poco, en las instituciones


disciplinarias, a codificar un espacio que la arquitectura dejaba en general disponible y
dispuesto para varios usos. Se fijan unos lugares determinados para responder no solo a la
necesidad de vigilar, de romper las comunicaciones peligrosas, sino también de crear un
espacio útil. La escuela divide en zonas de vigilancia, y en función a ello se distribuyen los
alumnos en espacios de aislamiento y localización.

4) En la disciplina.los elementos son intercambiables puesto que cada uno se define por el
lugar que ocupa en una serie, y por la distancia que los separa de los otros. La escuela
organiza la enseñanza en grados según avanza el aprendizaje del alumno; la clase se torna
homogénea, ya no está compuesta sino de elementos individuales, en filas y bajo la mirada
del maestro. Los rangos se obtienen año a año. Así, en este lineamiento obligatorio, cada
alumno de acuerdo con su edad, sus adelantos y su conducta, ocupa un nuevo orden; se
desplaza sin cesar por esas series de casillas, las unas ideales, que marcan una jerarquía del
saber o de la capacidad, las otras que deben traducir materialmente en el espacio de la clase,
la distribución de los valores o de los méritos. Según Foucault la organización de un
espacio serial fue una de las grandes mutaciones técnicas de la enseñanza elemental. Al
asignar espacios individuales ha hecho posible el control de cada cual y el trabajo
simultáneo de todos. Ha organizado una nueva economía del tiempo del aprendizaje. Ha
hecho funcionar el espacio escolar como una máquina de aprender, pero también de vigilar,
de jerarquizar, de recompensar. Cada alumno tiene su lugar, el cual no puede ser
abandonado u ocupado por otro sin el consentimiento del maestro; asimismo, cada alumno
tiene su lección y sólo puede pasar a otra previa vigilancia de su maestro. Así, el maestro
marca espacio, indica valores y se garantiza la obediencia del alumno, pero sobre todo una
mejor economía del tiempo y de los gestos.

Por otra parte, la enseñanza requiere el control de la actividad. Sin duda, que la escuela ha
sido dispuesta como un aparato para intensificar la utilización del tiempo. Así, el maestro
jornaliza la clase, para desarrollar el programa de grado; de ahí que cada instante que
transcurre está lleno de actividades múltiples, pero ordenadas. En este sentido, el ritmo
impuesto por señales silbatos, voces de mando, imposición de normas para acelerar el
proceso de aprendizaje y enseñar la rapidez como virtud, tienen por objeto habituar a los
niños a ejecutar pronto y bien las mismas operaciones. Con esta técnica de sujeción, “se
está formando un nuevo objeto; lentamente, va ocupando el espacio del cuerpo mecánico,
del cuerpo compuesto de sólidos y sometidos a movimientos, cuya imagen había
obsesionado durante tanto tiempo a los que soñaban con la perfección disciplinaria. (…)
11
El cuerpo, al convertirse en blanco para nuevos mecanismos del poder, se ofrece a nuevas
formas de saber”11. Al cuerpo del alumno se le pide docilidad, espalda recta y posición de
las manos hora de ejercitar algunos métodos caligráficos, acá el control disciplinario no
sólo tiene como correlato una individuación analítica y celular, sino natural y orgánica.

En consecuencia: “Toda actividad del individuo disciplinado debe ser ritmada y sostenida
por órdenes terminantes cuya eficacia reposa en la brevedad y la claridad: la orden no
tiene que ser explicada, ni aun formulada; es precisa y basta que provoque el
comportamiento deseado”12. Entre el maestro que impone la disciplina y el alumno que la
recibe, la relación es de señalización. Se trata no de que el alumno comprenda la orden,
sino que perciba la señal, de reaccionar al punto para corregir su comportamiento anormal,
es decir, pocas palabras, ninguna explicación, en el límite un silencio total que no será
interrumpido más que por señales; campanas, gestos y mirada del maestro son la señal de la
obediencia y para atraer la atención del alumno. En efecto, el principal uso de la señal es
atraer las miradas de los alumnos y alumnas hacia el maestro, y volverlos atentos a lo que
quiere darles a conocer. En esta línea, el buen escolar es el que ha aprendido el código de
señales y responde automáticamente a cada una de ellas. Así, siempre que oiga el ruido de
la señal imaginará estar oyendo la voz del maestro que lo llama por su nombre.

En resumen, podemos decir que la disciplina fabrica a partir de los cuerpos que controla
cuatro tipos de individualidad, o más bien una individualidad que está dotada de cuatro
características: es celular por el juego de la distribución espacial, es orgánica por el cifrado
de las actividades, es genética por la acumulación de tiempo, es combinatoria por la
compensación de fuerzas. Y para ello utiliza cuatro grandes técnicas: construye cuadros;
prescribe maniobras; impone ejercicios; en fin, para garantizar la combinación de fuerzas,
dispone “tácticas”. La táctica, arte de construir, con los cuerpos localizados, las actividades
codificadas y las aptitudes formadas, unos aparatos donde el producto de las fuerzas
diversas se encuentra aumentado por su combinación calculada, es sin duda la forma más
elevada de la práctica disciplinaria.

2.2 Los medios de buen encauzamiento

Para Foucault el poder disciplinario, es un poder que, en lugar de sacar y de retirar, tiene
como función principal la de enderezar conductas; o sin duda, de hacer esto para retirar
mejor y sacar más. No encadena las fuerzas para reducirlas; lo hace de manera que a la vez
pueda multiplicarlas y usarlas. En lugar de plegar uniformemente y en masa todo lo que
está sometido, separa, analiza, diferencia, lleva sus procedimientos de descomposición
hasta las singularidades necesarias y suficientes. Encauza las multitudes móviles, confusas,
inútiles de cuerpos y de fuerzas en una multiplicidad de elementos individuales, pequeñas

11
Foucault, Michael. Op. Cit. Pág. 159.

12
Foucault, Michael. Op. Cit. Pág. 170.
12
células separadas, autonomías orgánicas identidades y continuidades genéticas, segmentos
combinatorios. La disciplina fabrica individuos; es la técnica específica de un poder que se
da a los individuos a la vez como objetos y como instrumentos de su ejercicio.
Modernamente la disciplina es un poder modesto, suspicaz, que funciona según el modelo
de una economía calculada pero permanente. Así, el éxito del poder disciplinario se debe
sin duda al uso de instrumentos simples: la inspección jerárquica, la sanción normalizadora
y su combinación en un instrumento que le es específico: el examen.

2.2.1 La vigilancia jerárquica

Según nuestro filósofo: “El ejercicio de la disciplina supone un dispositivo que coacciona
por el juego de la mirada; un aparato en el que las técnicas que permiten ver inducen
efectos de poder y donde, de rechazo, los medios de coerción hacen claramente visibles a
aquellos sobre quienes se aplican”13. A partir de la historiografía Foucault explica que en el
transcurso de la época clásica vemos construirse esos observatorios de la multiplicidad
humana, observatorio que tiene casi modelo ideal. Así, la escuela-edificio debe ser un
operador del encauzamiento de la conducta; asimismo, un aparato para vigilar; las aulas
están organizadas en filas con pupitres celulares para un eficaz control y vigilancia de
individuos; el espacio de recreación o comedores vigiladas por inspectores.

El aparato disciplinario busca con la mirada controlar el espacio escolar, pero en vista que
nuestras escuelas por lo general no pueden controlarlo todo con una sola mirada, necesitan
relevos para repartirlos sobre toda la superficie que se desea controlar. Ahora el
procedimiento a seguir en la tarea de vigilancia, depende de la complejidad del caso, por
tanto, es probable que el maestro elija entre sus mejores alumnos a una serie de “oficiales”,
intendentes, observadores, instructores, repetidores, recitadores de oraciones, oficiales de
escritura. Los papeles así definidos son órdenes: unos responde a contenidos materiales
(distribuir el material didáctico); los otros son del orden de vigilancia: los observadores
deben tener en cuenta quien ha abandonado su lugar, quien charla, quien no está siguiendo
la lección, quien se comporta mal, quien grita; los visitantes investigan las familias sobre
los alumnos que no han asistido a clases o que cometen faltas graves. En cuanto a los
intendentes estos vigilan a todos los demás oficiales. Tan sólo los repetidores desempeñan
un papel pedagógico: hacen leer a los alumnos de dos en dos en voz baja. Otra función de
la vigilancia pedagógica consiste en enseñar a coger la pluma, guiar la mano, corregir
errores y a la vez señalar las faltas cuando se discute. Como vemos en el corazón de la
práctica de enseñanza se inscribe una relación de vigilancia, definida y regulada; no como
una pieza agregada o adyacente, sino como un mecanismo que le es inherente, y que
multiplica su eficacia.

Por otra parte, el poder disciplinario para Foucault se organiza como un poder múltiple,
automático y anónimo; porque si es cierto que la vigilancia reposa sobre individuos, su
13
Foucault, Michael. Op. Cit. Pág. 175.
13
funcionamiento es el de un sistema de relaciones de arriba abajo, pero también hasta cierto
punto de abajo arriba y lateralmente. Este sistema hace que “resista” el conjunto, y lo
atraviesa íntegramente por efectos de poder que se apoyan unos sobre otros: vigilantes
perpetuamente vigilados. Otro punto importante en el análisis del poder, es que la
vigilancia jerarquizada de las disciplinas no se tiene como una cosa, no se transfiere como
una propiedad; funciona como una maquinaria. Y si es cierto que su organización piramidal
le da un “jefe”, es el aparato entero el que produce el poder y distribuye los individuos en
ese campo permanente y continuo. Esto permite al poder disciplinario ser a la vez
absolutamente indiscreto, ya que está por doquier y siempre alerta, no deja en principio
ninguna zona de sombra y controla sin cesar aquellos mismos que están encargados de
controlarlo; y absolutamente “discreto”, ya que funciona permanentemente y en buena parte
en silencio. Gracias a las técnicas de vigilancia la “física” del poder, el dominio sobre el
cuerpo se efectúa de acuerdo con las leyes de la óptica y de la mecánica, de acuerdo con
todo un juego de espacios, de líneas, de grados, y sin recurrir a la fuerza física.

2.2.2 La sanción normalizadora

Para Foucault, “Con la palabra castigo, debe comprenderse todo lo que es capaz de hacer
sentir a los niños la falta que han cometido, todo lo que es capaz de humillarlos, causarles
confusión: cierta frialdad, cierta indiferencia, una pregunta, una humillación, una
destitución de puestos”14. La competencia de la sanción disciplinaria es la inobservancia, de
lo que no se ajusta a la regla, de lo que se aleja de ella, las desviaciones. En el aprendizaje
existe un tiempo programado que respetar, así si un alumno no domina la lección no puede
pasar a la siguiente, de igual modo, si reprueba el examen tiene una segunda oportunidad,
que si no aprovecha no podrá graduarse.

También el castigo disciplinario tiene por función reducir las desviaciones. Por ello es
esencialmente correctivo. Así, castigar es ejercitar, pues el maestro debe implementar todos
los medios que estén a su alcance para hacer progresar al niño al corregir sus errores. En
este sentido, el efecto correctivo que se espera pasa de manera accesoria por la expiación y
el arrepentimiento, pues se obtiene directamente por el encauzamiento de la conducta.

El castigo, en la disciplina es un elemento de un sistema doble: gratificación-sanción. El


maestro debe evitar en tanto que pueda hacer uso de castigos; por el contrario, debe tratar
que las recompensas sean más frecuentes que los castigos, estos permitirá que los perezosos
se sientan más incitados por el deseo de ser recompensados que los diligentes. Así, por
ejemplo el castigo será levantado a cambio de seis puntos etc.

En cuanto a la distribución según los rangos o grados la disciplina tiene un doble papel:
señalar las desviaciones, jerarquizar las cualidades, las competencias y las aptitudes; pero
también castigar y recompensar. La disciplina recompensa por el único juego de los

14
Foucault, Michael. Op. Cit. Pág. 183.
14
ascensos, permitiendo ganar rangos y puestos; castiga haciendo retroceder y degradando.
Clasifica los alumnos en muy buenos, buenos, mediocres y malos. En este contexto, el
poder de normalización obliga a la homogeneidad; pero individualiza al permitir las
desviaciones, determinar los niveles, fijar las especialidades y hacer útiles las diferencias
ajustando unas a otras. Se comprende que el poder de la norma funcione fácilmente en el
interior de un sistema de igualdad formal.

En suma, el arte de castigar, en el régimen disciplinario, no tiende ni a la expiación ni aun


exactamente a la represión. Utiliza cinco operaciones bien distintas: referir los actos, los
hechos extraordinarios, las conductas similares a un conjunto que es a la vez campo de
comparación, espacio de diferenciación y principio de una regla que seguir. Diferenciar los
individuos unos respecto de otros y en función de esta regla de conjunto, ya se la haga
funcionar como umbral mínimo, como término medio que respetar o como óptimo al que
hay que acercarse. En fin el poder disciplinario realiza una serie de mediciones en el que
hacer educativo y lo que está fuera de esa medición es considerado como lo anormal, por
tanto, la función de la sanción es normalizar, homogeneizar los comportamientos.

2.2.3 El examen como dispositivo disciplinario

Para Foucault: “El examen combina las técnicas de la jerarquía que vigila y las de la
sanción que normaliza. Es una mirada normalizadora, una vigilancia que permite
calificar, clasificar y castigar. Establece sobre los individuos una visibilidad a través de la
cual se los diferencia y se los sanciona”15. Como dispositivo de la disciplina, el examen se
halla altamente ritualizado. En él vienen a unirse la ceremonia del poder y la forma de la
experiencia, el despliegue de la fuerza y el establecimiento de la verdad. Si se observa el
procedimiento disciplinario para el examen de educación superior, nos percatamos del
sometimiento de aquellos que se persigue como objeto y la objetivación de aquellos que
están sometidos. En efecto, en el examen opera la superposición de las relaciones de poder
y de las relaciones de saber; como apunta Foucault en este procedimiento disciplinario son
las relaciones de poder las que producen el saber. Ahora si el alumno se aparta de lo que el
poder define como saber, hay que disciplinarlo para encauzarlo a la normalidad. Como diría
Paolo Freire el maestro por su experiencia es el que sabe y el alumno como ignorante
únicamente almacena conocimientos y los repite. Esto obedece a que dentro de los rituales
del examen están: sus métodos, sus personajes y su papel, de sus juegos de preguntas y sus
juegos de respuestas, de sus sistemas de notación y clasificación.

En esta línea, Foucault apunta: “El examen no se limita a sancionar un aprendizaje; es uno
de sus factores permanentes, subyacentes, según un ritual de poder constantemente
prorrogado. Ahora bien, el examen permite al maestro, a la par que transmite su saber,

15
Foucault, Michael. Op. Cit. Pág. 189.
15
establecer sobre sus discípulos todo un campo de conocimientos (…) la escuela, crea un
verdadero y constante intercambio de saberes: garantiza el paso de los conocimientos del
maestro al discípulos, pero toma del discípulo un saber reservado y destinado al maestro.
La escuela pasa a ser el lugar de elaboración de la pedagogía” 16. La escuela examinatoria
ha marcado el comienzo de una pedagogía que funciona como ciencia opresora y
calculadora, ya que el arte de enseñar al niño, joven, adulto es la expresión de un poder que
objetiva, controla y posteriormente en las relaciones de dominación oprime y domina.

El examen hace entrar también la individualidad en un campo documental. Así, Foucault


afirma: “El examen que coloca a los individuos en un campo de vigilancia los sitúa
igualmente en una red de escritura; los introduce en todo un espesor de documentos que
los captan y los movilizan. Los procedimientos de examen han ido inmediatamente
acompañados de un sistema de registro intenso y de acumulación documental” 17. La
observación permanente que se expresa en el examen como pieza esencial en los engranajes
de la disciplina, sirve para registrar en el tiempo oportuno la costumbre de los niños, su
adelanto en el aprendizaje domesticado; en el caso del joven y adulto su conducta y
rendimiento. Ahora este aparato de escritura que acompaña el examen abre dos
posibilidades que son correlativas: la constitución del individuo como objeto descriptible,
analizable; y por otra parte, la constitución de un sistema comparativo que permite la
medida de los fenómenos globales, la descripción de grupos, la caracterización de hechos
colectivos, la estimación de la desviación de los individuos unos respecto de otros, y su
distribución en población.

En suma, el examen es la máxima expresión del poder como vigilancia disciplinaria, pues
constituye al individuo como objeto y efecto de poder, como efecto y objeto de saber. Así,
a través de la vigilancia jerárquica y sanción normalizadora, el individuo como átomo
ficticio de una representación ideológica de la sociedad, es también una realidad fabricada
por la tecnología del poder que se llama disciplina. De hecho este poder produce realidad;
produce ámbitos de objetos y rituales de verdad. Individuo y conocimiento resultan de ello.

2.3 El panóptico: Laboratorio de poder

La inspección funciona sin cesar, la mirada está por doquier para vigilar todos los
desordenes. En esta línea: “El panóptico funciona como una especie de laboratorio de
poder. Gracias a sus mecanismos de observación, gana en eficacia y en capacidad de
penetración en el comportamiento de los hombres; un aumento de saber viene a establecer
sobre todas las avanzadas del poder, y descubre objetos que conocer sobre todas las
superficies en que éste viene a ejercerse”18. Así, el panóptico puede ser utilizado como una
16
Foucault, Michael. Op. Cit. Pág. 191.

17
Foucault, Michael. Op. Cit. Pág. 194.

18
Foucault, Michael. Op. Cit. Pág. 208.
16
máquina de hacer experiencias, modificar el comportamiento, de encauzar o reeducar la
conducta de los individuos. Intentar experiencias pedagógicas para educar niños en
diferentes sistemas de pensamiento, hacer creer que la tierra es cuadrada, que los niños los
trae la cigüeña etc. El panóptico es un lugar privilegiado para posibilitar la experimentación
sobre los hombres, y para analizar con certidumbre las transformaciones que se puede
obtener en ellos. En cada una de sus aplicaciones, permite perfeccionar el ejercicio del
poder, pues sí falla el número de observadores se aumenta y si acerta disminuye.

El panoptismo es el principio general de una nueva “anatomía política” cuyo objeto y fin no
son la relación de soberanía sino las relaciones de disciplina. Así, Foucault dice que: “en
los comienzos de la Revolución, el objetivo que se prescribirá a la enseñanza primaria
será, entre otras cosas, el de fortificar, el de desarrollar el cuerpo, el de disponer al niño
para cualquier trabajo mecánico en el futuro, el de procurarle un golpe de vista preciso, la
mano segura, los movimientos habituales rápidos. Las disciplinas funcionan cada vez más
como unas que fabrican individuos útiles”19. Sin duda, que con la revolución informática la
“anatomía política” de las relaciones disciplinarias funcionan igual, producir individuos
dóciles y obedientes al mercado total.

Ahora bien, los mecanismos disciplinario no se limitan al espacio cerrado, sino que circulan
en espacio libre. Así, la escuela tiende a constituir minúsculos observatorios sociales para
penetrar hasta los adultos y ejercer sobre ellos control regular: la mala conducta de un niño,
o su ausencia a clases, es un pretexto legítimo para ir a interrogar a los vecinos, sobre todo
si hay motivos para creer que la familia no dirá la verdad. Se puede hablar en total de la
formación de una sociedad disciplinaria que va de las disciplinas cerradas, hasta el
mecanismo indefinidamente generalizable del panoptismo.

Si bien la modalidad panóptica del poder al nivel elemental técnico, humildemente físico en
que se sitúa no está bajo la dependencia inmediata ni en la prolongación directa de las
grandes estructuras jurídico-políticas de una sociedad; no es, sin embargo, absolutamente
independiente. No se ignora que el sistema educativo tiene un marco jurídico explicito,
codificado, formalmente igualitario, y a través de la organización de un régimen de tipo
reglamentario y representativos. Así, la Constitución y leyes educativas son las que deben
guiar los reglamentos disciplinarios de la escuela y colegios. Sin embargo, subyace a estos
instrumentos jurídicos un micropoder que desarrolla prácticas disciplinarias desiguales y
disimétricas. Por tanto, son las disciplinas reales y corporales las que constituyen el
subsuelo de las libertades formales y jurídicas. En tanto que los sistemas jurídicos califican
a los sujetos de derecho según normas universales, las disciplinas caracterizan, clasifican,
especializan; distribuyen a lo largo de una escala, reparten en torno de una norma,
jerarquizan a los individuos a los unos en relación con los otros, y en el límite descalifican e
invalidan. La disciplina en su mecanismo es un contraderecho, por ello el derecho moderno

19
Foucault, Michael. Op. Cit. Pág. 214.
17
busca el equilibrio, y para eso prescribe expresamente las sanciones disciplinarias a que es
acreedor el educando que pase sobre el reglamento disciplinario. En suma, lo que
generaliza el poder de castigar no es la conciencia universal de la ley en cada uno de los
sujetos de derecho, es la extensión regular, en la trama infinitamente tupida de los
procedimientos panópticos.

No obstante que la Edad Media inventó la investigación judicial y que el siglo XVIII
inventó las técnicas de la disciplina y el examen. La investigación judicial como búsqueda
autoritaria de la verdad comprobada o atestiguada, aun persiste en cuanto al examen, el cual
ha quedado muy de cerca del poder disciplinario que lo formó. El examen es todavía y
siempre una pieza intrínseca de las disciplinas. Es probable que haya sufrido una variación,
pero lo vemos funcionando bajo la forma de test, de conversaciones, de interrogatorios, de
consultas, rectificar en apariencia los mecanismos de la disciplina: la psicología escolar está
encargada de corregir los rigores de la escuela. Pero, como apunta Foucault: “no hay que
engañarse; estas técnicas no hacen sino remitir a los individuos de una instancia
disciplinaria a otra, y reproducen, en una forma concentrada o formalizada, el esquema de
poder-saber propio de toda disciplina. La gran investigación que ha dado lugar a las
ciencias de la naturaleza se ha separado de su modelo político-jurídico; el examen en
cambio sigue inserto en la tecnología disciplinaria”20.

En suma, la figura panóptica para ejercer el poder disciplinario debe apropiarse de los
instrumentos de una vigilancia permanente, exhaustiva, omnipresente, capaz de hacerlo
todo visible, pero a condición de volverse ella misma invisible. Se trata de una mirada sin
rostro que transforma todo el rostro social en campo de percepción; millares de ojos por
doquier siempre alertas para tomar en cuenta permanentemente el comportamiento de los
individuos. Sin duda, se trata de un poder que circula y está en todas partes.

3. Confrontación de Habermas a Foucault

Como apunta el profesor Marcos Santos Gómez, “Habermas realiza una aguda valoración
del pensamiento de Foucault, del que destaca sus aporías y, en la línea, de todos los autores
que han pretendido salirse de la modernidad, la persistencia de elementos modernos, que
contradictoriamente asumen sin reconocerlo”.

Para Habermas Foucault intenta desenmascarar la figura centrada en el sujeto para sacar a
la luz la falta de autonomía del sujeto; asimismo, la exclusión y proscripción de lo otro de
la razón, la locura. De ahí que Habermas pretende “examinar la cuestión de si Foucault
logra, en forma de una historia de las ciencias humanas planteadas como arqueología y
ampliada a genealogía, llevar a efecto una crítica radical a la razón, sin verse atrapado en
las aporías de esta empresa autorreferencial” 21. En esta línea, Foucault desde el método
20
Foucault, Michael. Op. Cit. Pág. 229.

21
Habermas, Jürgen. “El discurso filosófico de la modernidad”. Editorial Taurus, Madrid, 1991. Pág. 296.
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