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Buenos días mi nombre es María Woodworth Etter, soy una mujer fiel al llamado del

Señor, a pesar de mis pérdidas y la gran oposición vivida en estas épocas.

Nací el 22 de Julio de 1844 in New Lisbon, Ohio. soy la cuarta hija de 2 granjeros.
Lamentablemente crecí padeciendo la angustia de tener un padre alcohólico y un
hogar sin Cristo. A mis diez años, MI padre rindió su vida a Jesús, y desde ahí
empecé a asistir a la Iglesia y a orar por mi familia.

A los trece años me conmoví al escuchar el mensaje de salvación. Desde entonces,


supe que mi llamado era servirle a Dios como predicadora, sin embargo, creía que
esto era imposible a menos que me casara un misionero ya que en este tiempo las
mujeres solas no pueden predicar y mucho menos votar. No pude continuar con mis
estudios, debido al fallecimiento de mi padre, esta situación me obligó a trabajar,
convirtiéndome en el sostén de mi familia.

En medio de mi tribulación conocí al que hoy en día es mi esposo el soldado john


Woodworth, quien regresaba de la guerra civil norteamericana. Aún sin ser cristiano,
me case con él y trabajamos juntos en la granja en medio de penurias y dificultades.
Tuvimos 6 hijos de los cuales 5 fallecieron y solo pudo sobrevivir mi hija lizzie,
situación que trajo mucho dolor a mi vida.

En medio de todo esto seguía teniendo presente el llamado que me había hecho el
Señor de servirle, pero lo veía como algo lejano ya que mi esposo se oponía porque
su corazón se encontraba lleno de amargura y aparte de toda la iglesia rechazaba
el tener mujeres en el púlpito.

Nunca desistí mi hambre y sed por la Palabra de Dios, y esto me llevo a descubrir
que el Señor si usa a las mujeres en su obra, impactándome, sobre todo, la palabra
profética de Joel 2:28:

Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda


carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas;
vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros
jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos
y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en
aquellos días.

Dios me respaldó de tal manera, que pude vencer el “las mujeres no pueden
ministrar”. Después de esto las excusas terminaron y emprendí mi llamado, teniendo
visiones sobre las almas que se perdían en el infierno.

De cada visión que Dios Me daba, aprendía tanto de la Biblia como si hubiera
pasado muchos años de enseñanza en el Seminario Bíblico.
Dios me dio visiones en las que Jesús me decía: “Ve y yo iré contigo”. También me
prometió en una visión que cuando yo predicara, las personas caerían. Todo esto
me llevó a rendirme finalmente ante el llamado de Dios y le pedí que me ungiera
con el Espíritu Santo. Este fue mi punto decisivo para iniciar mi ministerio

Fui a predicar en la ciudad llamada “La cueva del diablo”, donde ningún otro ministro
había tenido éxito allí jamás. En ese lugar, pude interceder derribando al principado
que gobernaba, logrando que la gente se arrepintiera y convirtiera a Cristo.

Mi ministerio creció aceleradamente, miles de personas venían a mis Campañas


Evangelistas y la unción crecía cada vez más. En mi ministerio sucedían sanidades
increíbles y la gente caía al piso bajo el poder de Dios: Me quedaba quieta por varias
horas mientras tenía poderosas visiones de Dios; a veces me sacudía, temblaba y
rodaba por el piso, como resultado de la fuerza incontenible del poder de Dios que
se manifestaba sobre mí. Hablaba en lenguas, algo que no se ve en estos tiempos,
y ministraba a mis oyentes el Bautismo del Espíritu Santo. Por todo esto, se me
conoce como la “Precursora del Movimiento Pentecostal”.

A pesar de todos los obstáculos que vivamos, o que nosotros mismos nos
levantemos, Dios siempre, ante un corazón deseoso por agradarle, Él cumplirá su
propósito en nuestras vidas.

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